157
Eric Ambler La Máscara de Dimitrios

Ambler Eric - La Mascara de Dimitrios

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Novela de misterio

Citation preview

  • Eric Ambler

    La Mscara de Dimitrios

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 1

    A Alan y Flice Harvey

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 2

    Pero la iniquidad del olvido expande a ciegas su esencia soporfera, jugando

    con el recuerdo que cada hombre ha dejado de s mismo, sin consideracin alguna

    hacia los mritos que hiciere para alcanzar la inmortalidad... Si no fuera por esta

    huella imborrable, el primer hombre hubiese sido tan desconocido como el ltimo,

    y la larga vida de Matusaln hubiese sido su nica Crnica.

    SIR THOMAS BROWNE, Hydriotaphia

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 3

    1. Orgenes de una obsesin

    Un francs llamado Chamfort dijo cierta vez, a sabiendas de que estaba

    equivocado, que la palabra azar era un atributo de la Providencia.

    Se trata de uno de esos aforismos convenientes, que no son ms que falacias,

    acuados para desacreditar la desagradable pero verdadera idea de que el azar juega un

    papel de importancia si no decisivo en los asuntos humanos. Sin embargo, no se trata de una expresin del todo imperdonable. Porque es inevitable que, en ciertas

    ocasiones, el azar acte con una suerte de desmaada coherencia, que bien puede

    confundirse con las acciones de una Providencia consciente de s misma.

    La historia de Dimitrios Makropoulos es un buen ejemplo de esto.

    El solo hecho de que un hombre como Latimer llegara a tener alguna noticia,

    siquiera, de la existencia de un hombre como Dimitrios, es, en s, grotesco. Y constituye

    un tipo de situacin que le corta a uno el aliento el hecho de que, de verdad, llegara a

    ver el cadver de Dimitrios, que durante semanas careciendo como careca del dinero necesario viviera entregado a la tarea de hurgar en la oscura historia de aquel hombre y que, por ltimo, se hallara l mismo en la posicin de adeudarle su vida al

    estrambtico gusto, en materia de decoracin de interiores, de un criminal.

    No obstante, al considerar estos hechos en relacin a los dems del caso, resulta

    difcil no dejarse dominar por su terror supersticioso. El carcter completamente

    absurdo de todo esto parece no aconsejar el uso de las palabras azar y coincidencia.

    En este caso, el escptico tiene la posibilidad de un nico consuelo: si existiera

    algo as como una ley sobrehumana, estara administrada con una ineficacia

    infrahumana. La eleccin de Latimer como instrumento de esa Ley slo pudo haber sido

    realizada por un idiota.

    Durante los primeros quince aos de su vida adulta, Charles Latimer se haba

    convertido en profesor agregado de economa poltica en una universidad inglesa de

    segunda fila. Adems, a la edad de treinta y cinco aos, haba escrito tres libros. El

    primero era un estudio sobre la influencia de Proudhon en el pensamiento poltico

    italiano del siglo XIX. El segundo se titulaba El Programa de Gotha de 1875. El tercero

    era una valoracin de las proyecciones econmicas de Der Mythus des zwanzigsten

    Jahrhunderts, de Rosenberg.

    Tan pronto como hubo dado fin a la correccin de las pruebas de esta consistente

    obra, con la esperanza de ahuyentar el negro estado depresivo en que le haba hundido

    ese perodo de contacto temporal con la filosofa del nacionalsocialismo y con su

    profeta, el doctor Rosenberg, Latimer escribi su primera novela policaca.

    Una pala sangrienta tuvo un xito inmediato. A este ttulo le sigui Yo, dijo la

    mosca y, ms tarde, Los brazos del asesino. Del muy nutrido ejrcito de profesores

    universitarios que escriben novelas policacas en sus ratos de ocio, Latimer descoll

    muy pronto como uno de los pocos que, con gran rubor, hacan dinero gracias a ese

    pasatiempo. Tal vez resultara inevitable que; ms tarde o ms temprano, se convirtiera

    en un escritor profesional, tanto de nombre como de hecho. Tres circunstancias

    aceleraron el proceso de transicin. La primera fue el desacuerdo con las autoridades

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 4

    universitarias acerca de lo que Latimer considerara como una cuestin de principios. La

    segunda fue una enfermedad. La tercera, el hecho de que fuese .soltero.

    No mucho tiempo despus de la publicacin de No cegar esta puerta, y tras su

    enfermedad, que desgast muy seriamente sus reservas orgnicas, redact una carta de

    renuncia a su ctedra, con apenas una ligera resistencia intima. Luego emprendi un

    viaje para ir a terminar su quinta novela policaca bajo los rayos del sol.

    Una semana despus de haber dado con el ttulo que deba seguir a aquel libro,

    Latimer parti hacia Turqua. Haba vivido un ao en Atenas y en sus alrededores y

    estaba ansioso por cambiar de escena. Su salud haba mejorado considerablemente, pero

    la idea de afrontar un otoo ingls le resultaba poco atractiva. Hizo caso, pues, a la

    sugerencia de un amigo y cogi el vapor que cubra el trayecto entre el Pireo y

    Estambul.

    Fue en Estambul y de boca del coronel Haki, donde Latimer oy por primera vez

    el nombre de Dimitrios.

    Una carta de presentacin es un documento incmodo. En la mayora de los casos,

    su portador slo est relacionado de manera casual con quien se la ha proporcionado, y

    ste, a su vez, a menudo conoce bien poco al destinatario. Las posibilidades de que estas

    presentaciones logren un resultado satisfactorio para los tres son muy escasas.

    Entre las cartas de presentacin que Latimer llevaba consigo a Estambul, haba

    una dirigida a madame Chvez quien, tal como le haban dicho, viva en una villa a

    orillas del Bsforo. A los tres das de su llegada, Latimer le escribi y como respuesta,

    recibi una invitacin para pasar cuatro das de reunin en la villa. Con un oscuro

    sentimiento de aprensin, Latimer acept.

    Para madame Chvez tanto el camino de ida hacia Buenos Aires como el de

    regreso haban estado pavimentados de oro, con la mayor de las liberalidades. Turca de

    nacimiento, poseedora de una notable belleza, se haba casado y divorciado con xito de

    un rico argentino, negociante de carnes; con parte de las ganancias obtenidas en tales

    transacciones, madame Chvez haba comprado un pequeo palacio que en otros

    tiempos haba sido la residencia de una rama menor de la realeza turca. Remoto, aislado

    por un camino de acceso poco frecuentado y difcil, el palacete dominaba una baha de

    fantstica hermosura, y fuera del hecho de que el abastecimiento de agua limpia

    resultaba insuficiente para servir incluso a uno .solo de los nueve baos con que

    contaba, estaba exquisitamente equipado.

    Tanto los dems huspedes como su anfitriona turca tenan la desagradable

    costumbre de golpear con gran violencia en la cara a los criados, cada vez que alguno de

    stos desagradaba a los seores cosa que ocurra a menudo, pero a no ser por la incomodidad que le provocaba tan inslita situacin, Latimer habra disfrutado de su

    estada en aquel lugar.

    Los restantes invitados eran una pareja muy ruidosa de marselleses, tres italianos,

    dos jvenes oficiales de la marina turca y sus ocasionales fiances1, ms un grupo de

    hombres de negocios residentes en Estambul, acompaados por sus mujeres. Pasaban

    todos ellos la mayor parte de su tiempo bebiendo las, al parecer, inagotables existencias

    de ginebra holandesa que posea madame Chvez y bailando con la msica de fondo de

    un gramfono atendido por uno de los sirvientes, cuya tarea consista en cambiar

    constantemente los discos, estuvieran bailando o no los invitados. Con la excusa de su

    precaria salud, Latimer se mantena apartado de la bebida y del baile. En general todos

    le ignoraban.

    1 En francs en el texto original; prometidas. (N. del T.)

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 5

    La tarde de su ltimo da de estancia en aquel lugar estaba ya avanzada; estaba

    sentado en un extremo de la terraza cubierta por emparrado frondoso, lejos del alcance

    del gramfono, cuando Latimer advirti que, por el largo y polvoriento camino que

    llevaba hasta la villa, suba no sin cierta dificultad un grande y lujoso coche conducido

    por un chfer.

    Cuando el coche dej or el ronquido de su motor en el patio de la casa, el

    ocupante del asiento trasero abri la portezuela y salt fuera antes de que el coche se

    hubiera parado.

    Era un hombre alto, de mejillas finas y pmulos salientes, cuya piel de plido

    color broncneo contrastaba con una cabeza cubierta por cabellos grises cortados a la

    prusiana. Una frente huesuda y estrecha, una nariz que pareca el pico de un ave y unos

    labios muy delgados le daban un cierto aire depredador. No puede tener menos de

    cincuenta aos, pens Latimer mientras observaba su cintura, por debajo del uniforme

    de oficial, de impecable corte, con la esperanza de detectar la presencia de algn cors.

    Vio que el oficial se sacaba un pauelo de seda de la manga, con el que limpi

    alguna invisible mota de polvo de sus inmaculadas botas de montar de charol, antes de

    encasquetarse, como al desgaire, la gorra, y le vio desaparecer del campo de su visin.

    En algn lugar, dentro de la villa, reson la campanilla de la entrada.

    El coronel Haki, ste era el nombre del oficial, fue inmediatamente muy bien

    acogido en la reunin. Al cabo de un cuarto de hora de la llegada de aquel hombre,

    madame Chvez, con un aire de timidez y confusin, intentaba mostrarles a las claras a

    sus huspedes que se senta comprometida irremediablemente por la inesperada

    aparicin del coronel. Despus de conducirle hasta la terraza, inici las presentaciones.

    Todo sonrisas y galanteras, el coronel hizo sonar sus tacones, bes manos, se inclin en

    estudiadas reverencias, intercambi saludos militares con los oficiales de la marina y

    devor con los ojos a las mujeres de los hombres de negocios.

    Toda aquella actuacin le fascin tanto a Latimer que, cuando le toc el turno de

    ser presentado, el simple hecho de or su propio nombre le sobresalt. El coronel le

    sacudi el brazo con un clido gesto.

    Tengo mucho gusto en conocerle, mi buen amigo dijo. Monsieur le Colonel parle bien anglais1 explic madame Chvez. Quelques mots2 asegur el coronel Haki. Latimer dirigi una mirada amistosa a aquel par de ojos de un plido color gris.

    Qu hay? Aqu todo estupendamente bien replic el coronel con grave cortesa, antes

    de continuar con su presentacin y de besar la mano de una joven, sobre cuyo baador

    desliz una apreciativa mirada de avezado experto.

    Muy avanzada la noche, Latimer volvi a hablar con el coronel. Haki haba

    inyectado una buena dosis de bulliciosa animacin a la reunin: chistes contados con

    gracia, carcajadas contagiosas, desvergonzados y humorsticos ataques a las mujeres

    casadas y otros, bastante ms subrepticios, dirigidos contra las mujeres solteras.

    De cuando en cuando la mirada del coronel Haki buscaba los ojos de Latimer y

    esbozaba una sonrisa de disculpa. Debo representar el papel de tonto... eso es lo que

    esperan de m, vena a decir aquella sonrisa. Pero no piense que me hace ninguna

    gracia.

    Ms tarde, despus de la cena, cuando los huspedes comenzaban a mostrar menos

    inters en bailar que en entretenerse con la posibilidad de una partida combinada de

    pquer descubierto, el coronel cogi a Latimer del brazo y le condujo hacia la terraza.

    1 En francs en el texto original; el seor coronel habla ingls. (N. del T.) 2 Tambin en francs en el original; algunas palabras. (N. del T.)

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 6

    Debe perdonarme, mister Latimer le dijo en francs, pero tengo gran inters en hablar con usted. Estas mujeres... ps Haki abri una cigarrera casi debajo mismo de las narices de Latimer: Un cigarrillo?

    Gracias. El coronel Haki ech un vistazo por encima de su hombro.

    En el otro extremo de la terraza se est ms tranquilo dijo y aadi, cuando se dispusieron a dirigirse hacia all: Sabe usted, hoy he venido especialmente para verle. Madame me dijo que usted estaba aqu y, en verdad, no he podido resistir la tentacin

    de hablar con el escritor cuya obra tanto admiro.

    Latimer murmur un obligado agradecimiento a aquel cumplido: se encontraba en

    un aprieto, porque le resultaba imposible saber si el coronel se estaba refiriendo a sus

    obras de economa poltica o a sus novelas policacas. En cierta ocasin ya haba

    asombrado e irritado a un amable rector universitario que se haba mostrado interesado

    por su ltimo libro; Latimer le haba preguntado al anciano si prefera que el asesino

    matara a sus vctimas a tiros o a golpes de porra.

    Por otra parte, le pareca una pedantera preguntar qu parte de su obra era la

    preferida.

    No obstante, el coronel Haki no aguard a que hiciera la pregunta.

    He ordenado que me enven desde Pars todas las novedades de romans policiers

    1 explic. No leo otra cosa que no sean romans policiers. Me gustara que

    usted viera mi coleccin. Sobre todo me gustan las novelas inglesas y las americanas.

    Todas las mejores estn traducidas al francs. Los mismos escritores franceses no me

    parecen demasiado interesantes; la cultura francesa carece de los elementos necesarios

    para que surja un roman policier de primera calidad. Estos das he aadido su Une Pelle

    Ensanglante a mi biblioteca. Formidable! Pero no he llegado a comprender del todo lo

    que el ttulo significa.

    Le llev no poco tiempo a Latimer tratar de explicarle en francs el significado de

    denominar a una laya, pala ensangrentada, y tratar de traducir el juego de palabras en

    una expresin que pudiera proporcionar (a los lectores de mente gil) la clave esencial

    de la identidad del asesino, a partir del ttulo mismo de la obra.

    El coronel Haki escuchaba con inters, asintiendo con movimientos de cabeza; en

    un par de ocasiones, antes de que Latimer llegara al nudo de la explicacin, le

    interrumpi para exclamar:

    S, ya entiendo, ahora lo veo con claridad. Monsieur dijo Haki, cuando Latimer ya era presa de una desesperada

    impotencia, me pregunto si usted me concedera el honor de comer conmigo algn da de esta semana. Creo agreg con un aire de misterio que tal vez pueda proporcionarle una ayuda interesante.

    Latimer no comprenda en qu sentido poda ser ayudado por el coronel Haki,

    pero dijo que se sentira muy honrado. De modo que acordaron encontrarse en el Pera

    Palace Hotel tres das despus.

    Latimer no volvi a pensar en aquella cita hasta la misma noche de la vspera del

    da fijado. Estaba sentado en un saln de su hotel, junto con el gerente de la sucursal de

    su banco de Estambul.

    Collinson pensaba Latimer es una buena persona, pero un compaero tedioso. Su conversacin consista, casi de forma exclusiva, en referir las habladuras

    acerca de lo que hacan los integrantes de las colonias inglesa y americana en Estambul.

    1 En francs en el texto original: novela policaca. (N. del T.)

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 7

    Conoce usted a los Fitzwilliam?poda comenzar la charla. Es una lstima: le resultaran agradables. Pues bien, hace unos das...

    Pero como fuente de informacin sobre las reformas econmicas proyectadas por

    Kemal Ataturk se haba revelado como un verdadero intil.

    A propsito dijo Latimer, despus de escuchar un minucioso informe acerca de la conducta de aquella mujer turca y de su marido, un vendedor de coches

    americano, conoce usted a un hombre que se llama coronel Haki? Haki?Por qu ha pensado en l? Porque maana comer con l. Las cejas de Collinson se arquearon en su frente.

    Por Jpiter, comer con l! exclam mientras se rascaba el mentn. Pues, s, he odo muchas cosas acerca de l Collinson se detuvo, como si dudara. Haki es uno de esos tos de los que se oye hablar a menudo pero a los que jams se les puede

    echar una mirada. De esa clase de personas que siempre est entre bastidores, me

    comprende usted? En Ankara tiene ms influencias que muchos de los hombres que se

    supone que estn en la cspide. En Anatolia fue uno de los hombres de Gazi; en 1919

    desempe el cargo de diputado en el gobierno provisional. En esa poca eran muchas

    las historias que me contaban sobre l. Era un demonio sediento de sangre, en todos los

    sentidos. Se deca algo sobre el modo como torturaba a los prisioneros. Pero despus,

    ambas partes han hecho lo mismo y casi me atrevera a asegurar que han sido los

    soldados del Sultn quienes dieron peor ejemplo en este aspecto. Tambin he odo decir

    que es un hombre capaz de beberse un par de botellas de whisky en poco rato y

    mantenerse tan sobrio como una rosa. De todos modos, esto no me lo creo. Cmo ha

    sido que se ha topado usted con l?

    Latimer se lo explic.

    Cul es su profesin?pregunt. No s qu quieren decir estos uniformes. Collinson se encogi de hombros.

    Bueno... he odo decir, a personas bien enteradas, que Haki es el jefe de la polica secreta, pero quiz eso no sea ms que otro cuento. Esto es lo peor de este lugar:

    no puedes creer ni una palabra de todo lo que digan en el Club. Mire usted,

    precisamente el otro da...

    Con algo ms de entusiasmo que el que haba abrigado das antes, Latimer se

    encamin al da siguiente hacia la cita. Haba juzgado al coronel Haki una especie de

    rufin y la vaga informacin de Collinson pareca confirmar ese juicio.

    El coronel lleg con veinte minutos de retraso, y deshacindose en excusas,

    remolc, de inmediato, a su invitado hasta el restaurante.

    Tommonos un whisky con soda ahora mismo anunci antes de pedir en voz alta una botella de Johnnie.

    Durante la mayor parte de la comida, Haki habl de las novelas policacas que

    haba ledo, de la impresin que le haban producido, de sus opiniones acerca de los

    personajes y de su preferencia por los asesinos que mataban a sus vctimas a tiros.

    Por ltimo, con una botella de whisky casi vaca pegada a su codo y con un helado

    de fresas ante s, Haki se inclin hacia adelante, por encima de la mesa.

    Mister Latimer volvi a decir, creo que puedo ayudarle. Por un segundo asalt a Latimer la descabellada idea de que tal vez el coronel

    estaba a punto de ofrecerle un cargo en el servicio secreto de Turqua. A pesar de todo,

    consigui responder:

    Oh, es usted muy amable.

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 8

    Ambicion prosigui el coronel Haki escribir yo mismo una buena novela policaca. A menudo pienso que podra hacerlo de disponer del tiempo necesario. Este

    es el problema... el tiempo. Yo lo veo as. Pero... el coronel hizo una solemne pausa. Latimer aguardaba. Siempre se haba encontrado con personas que estaban

    convencidas de ser capaces de escribir una novela detectivesca, en el caso de disponer

    del tiempo necesario.

    Sin embargo repiti el coronel, ya tengo planeado el argumento. Y me agradara regalrselo a usted.

    Latimer le asegur que ese gesto era verdaderamente generoso.

    El coronel rechaz con un ademn las palabras de agradecimiento.

    Sus libros me han colmado de placer, mister Latimer. Me hace feliz ofrecerle una idea para otro libro. No tengo tiempo para elaborarla yo mismo, y en cualquier caso

    aadi con tono magnnimo, estoy seguro de que usted la aprovechar mejor de lo que yo podra hacerlo.

    Latimer farfull alguna incoherencia.

    El escenario del relato prosigui el coronel, sus ojos grises clavados en el rostro de Latimer es una casa de campo inglesa que pertenece a lord Robinson, un hombre de gran riqueza. En esa casa se desarrolla una tpica reunin inglesa de fin de

    semana. Una noche, es descubierto el cadver de lord Robinson, sentado en la

    biblioteca, ante su escritorio, con un disparo en la sien. La herida tiene los bordes

    chamuscados. Se ha formado un charco de sangre sobre el escritorio y ha empapado un

    papel. El papel es el nuevo testamento que lord Robinson estaba a punto de firmar. En

    el testamento anterior haba dividido sus riquezas, en partes iguales, entre las seis

    personas, parientes y amigos, que estn presentes en la casa. El nuevo testamento que

    no ha sido firmado porque lo ha impedido el disparo, lega todos sus bienes a uno solo

    de sus familiares. Por lo tanto Haki apunt con la cucharilla del helado, con gesto acusador, a su invitado antes de proseguir, uno de los cinco invitados restantes ha de ser el culpable. Es lo lgico, verdad?

    Latimer abri la boca, volvi a cerrarla y asinti con un movimiento de cabeza.

    El coronel Haki abri sus facciones a una sonrisa de triunfo:

    All est la trampa. La trampa? Lord Robinson no ha sido asesinado por ninguno de los sospechosos, sino por el

    mayordomo, cuya esposa haba sido seducida por el lord. Qu le parece? Buena,

    verdad?

    Una idea muy ingeniosa. Haki se ech hacia atrs en la silla y estir los pliegues de su guerrera.

    Oh, no es ms que una pequea trampa, pero me alegra que le guste. Por supuesto, he elaborado cada una de las partes de la trama con el mayor detalle posible.

    El poli es un importante inspector de Scotland Yard, que se enamora de una de las

    sospechosas, una mujer guapsima, y para ahuyentar de ella las sospechas se decide a

    esclarecer el caso. Tiene gran valor literario. En fin, de todos modos, como ya le he

    dicho, tengo todo el argumento y los detalles escritos.

    Me interesara muchsimo dijo Latimer sinceramente leer sus apuntes. Esperaba que me dijera eso. Tiene prisa? No, ninguna. Pues entonces iremos a mi despacho y le ensear lo que tengo hecho. Lo he

    escrito en francs.

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 9

    Latimer dud tan slo durante una fraccin de segundo. En realidad no tena

    ninguna otra cosa ms interesante que hacer y poda ser una excelente experiencia ver el

    despacho del coronel Haki.

    Me encantar acompaarle dijo, por ltimo. El despacho del coronel estaba situado en la parte superior de lo que quiz alguna

    vez fuera un hotel de segunda o tercera categora; pero el edificio, por dentro, era una

    inconfundible oficina pblica de Glata. La puerta del despacho una habitacin grande se abra en el extremo de un pasillo. Cuando entraron, un hombre vestido de uniforme se hallaba sentado ante el escritorio. Al ver al coronel, se puso en pie, hizo

    resonar sus tacones y dijo algo en turco. Haki le respondi y con un gesto le orden

    salir.

    El coronel le seal una silla a Latimer, le ofreci un cigarrillo y comenz a

    rebuscar dentro de un cajn. Por fin, extrajo un par de folios mecanografiados y se los

    alarg a su visitante.

    Aqu est, mister Latimer. La clave del testamento ensangrentado. Este es el ttulo que le he puesto, aunque an no estoy seguro de que sea el mejor. Todos los

    ttulos ms sugerentes ya han sido utilizados, segn creo haber descubierto. Pero ya

    pensar en otras posibilidades. Lalo y no vacile en decirme con toda franqueza qu

    opina del tema y de la trama. Si estima necesario modificar algunos detalles, lo har.

    Latimer cogi los folios y empez a leer, mientras el coronel, sentado en una

    esquina del escritorio, balanceaba una de sus piernas, larga y reluciente.

    Latimer ley los folios dos veces antes de dejarlos a un lado. No poda evitar un

    sentimiento de vergenza: varias veces, durante la lectura, haba sentido unas enormes

    ganas de echarse a rer. Pens que haba cometido un error al ir al despacho de Haki;

    pero ya que estaba all, lo mejor sera marcharse lo antes posible.

    De momento no puedo sugerirle ningn cambio dijo pausadamente. Por supuesto que habr que pensarlo todo con calma; es muy fcil cometer errores en este

    tipo de problemas. Hay mucho material que requiere cierta investigacin. Las

    cuestiones que plantea el procedimiento legal britnico, por ejemplo...

    S, s, comprendo El coronel Haki se escabull del escritorio y ocup su silla. Pero, cree usted que podr servirle esta historia?

    De veras le estoy profundamente agradecido por su generosidad afirm Latimer, con intencin evasiva.

    Oh, de nada. Ya me enviar un ejemplar de la novela cuando la publiquen. Hizo girar su silla y cogi el telfono. Har que le preparen una copia para usted.

    Latimer se arrellan en una silla. Muy bien! No llevara mucho tiempo hacer una

    copia de ese texto. Oy que el coronel hablaba con alguien por telfono y le vio arrugar

    el ceo. Haki deposit el auricular en su sitio y se volvi hacia su husped.

    Me permite que me ocupe un instante de un asunto, ahora mismo? Por supuesto. El coronel cogi un grueso sobre de papel manila y comenz a sacar de l algunos

    documentos en los que se detena atentamente. Por fin, eligi uno de aquellos

    documentos y se entreg a una lectura atenta. El silencio en la habitacin se haba hecho

    profundo.

    Latimer, fingiendo un inters, que no senta, por su cigarrillo, Observ al hombre

    sentado detrs del escritorio.

    El coronel Haki pasaba con lentitud los folios del documento y en su rostro se

    adverta una expresin que Latimer no haba visto antes. Era el aire de un experto que

    examina un asunto que conoce a fondo. En sus facciones se dibujaba una especie de

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 10

    reposo expectante que le hizo pensar a Latimer en un viejo y experimentado gato que

    estuviera observando a un joven e inexperto ratn.

    En ese instante el escritor volvi a reconsiderar sus opiniones sobre el coronel

    Haki. Momentos antes haba sentido una vaga compasin hacia l, tal como uno se

    compadece de una persona que, de manera inconsciente, hace el papel de tonto. Pero

    ahora comprenda que el coronel de ningn modo necesitaba esa compasin.

    Mientras los largos y amarillos dedos de Haki volvan los folios de aquel

    documento, Latimer record las palabras de Collinson: Se deca algo sobre el modo

    como torturaba a los prisioneros.

    Y entonces comprendi que slo en ese momento comenzaba a ver, por primera

    vez, al verdadero y real coronel Haki. En ese instante, el coronel alz sus plidos ojos

    para posarlos, con una mirada pensativa, sobre el nudo de la corbata de Latimer.

    Durante un segundo al ex catedrtico le alarm la sospecha de que aquel hombre

    sentado tras el escritorio, aun cuando al parecer observaba el nudo de su corbata,

    pudiera estar leyendo en su mente.

    Al cabo de un minuto, los ojos del coronel se apartaron de su objetivo; una dbil

    sonrisa le entreabra los labios y Latimer se sinti como quien ha sido sorprendido

    mientras comete un robo.

    Haki dijo:

    Me pregunto, mister Latimer, si usted sentir inters o no por verdaderos asesinos.

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 11

    2. El dossier de Dimitrios

    Latimer sinti que se ruborizaba. Su actitud de profesional condescendiente

    cambi, de pronto, a la de aficionado ridculo. Era algo desconcertante.

    Pues s respondi lentamente. Creo que s. El coronel Haki frunci los labios.

    Sabe usted, mister Latimer dijo, pienso que el asesino de un roman policier es mucho ms simptico que un asesino de verdad. En una novela hay un cadver,

    numerosos sospechosos, un detective y la horca. Se trata de algo artstico. El asesino

    real no forma parte de una ficcin artstica. Yo, que soy una especie de polica, me

    atrevo a asegurrselo a usted rotundamente Golpe con el sobre en el escritorio. Aqu hay un asesino de verdad. Estamos enterados de su existencia desde hace unos

    veinte aos. Este es el dossier de ese individuo. Sabemos de un asesinato que tal vez

    haya cometido l. Sin duda tiene que haber otros muchos que desconocemos. Este

    hombre es un caso tpico. Un tipo sucio, vulgar, cobarde, una escoria. Asesinato,

    espionaje, drogas: sa es la historia. De la que tambin forman parte dos casos de

    asesinato.

    Asesinato! Eso implica una cierta dosis de valor, no es verdad? El coronel dej or una risa desagradable.

    Mi querido amigo, Dimitrios jams hubiera cometido un vulgar asesinato. No! No pertenece a esa clase de individuos que arriesgan su piel por eso. Este tipo

    permanece entre las sombras. Son los profesionales, los entrepreneurs1, los nexos entre

    los hombres de negocios, los polticos que desean obtener ciertos resultados pero les

    dan miedo los medios para lograrlos, y los fanticos, los idealistas que estn preparados

    para morir en aras de sus convicciones. En un asesinato o en un intento, lo importante

    no es saber quin ha disparado, sino quin ha pagado la bala. Las ratas como Dimitrios

    son las que mejor podrn decirle a usted esto. Siempre estn dispuestos a hablar para

    ahorrarse los inconvenientes de una celda. Dimitrios ha sido igual a cualquier otro.

    Valor! Haki volvi a rer. Slo que Dimitrios debe de haber sido un poco ms inteligente que algunos de los de su clase. Esto se lo puedo asegurar a usted. De acuerdo

    con los datos de que dispongo, ningn gobierno le ha podido echar el guante y en su

    dossier no hay fotografas. Pero aqu le conocemos muy bien y tambin le conocen en

    Sofa, en Belgrado, en Pars y en Atenas. Este Dimitrios ha sido un gran viajero.

    Habla usted como si se tratara de un muerto. S, ha muerto. El coronel Haki esboz con sus labios un gesto de evidente

    desprecio. Un pescador sac anoche su cadver del Bsforo. Se cree que ha sido acuchillado y que su cadver ha sido arrojado desde un barco. Como basura que ha sido,

    lo han encontrado flotando.

    Al menos dijo Latimer ha muerto de manera violenta. Eso parece ser un arreglo de cuentas.

    Ah! exclam el coronel mientras se inclinaba hacia adelante. Aqu tenemos al escritor: todo debe ser pulcro, artstico, como en un roman policier. Muy

    1 En francs en el texto original. (N. del T.)

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 12

    bien! acerc el dossier hacia s, lo abri. Escuche, mister Latimer, escuche esto. Despus me dir si encuentra algo artstico aqu.

    Al instante comenz a leer:

    Dimitrios Makropoulos se detuvo para alzar los ojos. No hemos logrado averiguar nunca si ste era el apellido de la familia que lo adopt o si se trataba de un

    alias. Normalmente todos le llaman Dimitrios Haki le dio la vuelta a otro folio. Dimitrios Makropoulos. Nacido en 1881, en Larissa, Grecia. Se le encontr despus de

    haber sido abandonado por sus padres, a quienes se desconoce. Madre rumana, tal vez.

    Registrado como sbdito griego y adoptado por una familia griega. Antecedentes

    criminales en poder de la polica griega. Los detalles no se han podido obtener. Haki mir a Latimer. Esto es cuanto se sabe de l, del periodo anterior a lo que conocemos nosotros de ese individuo. Hemos tenido noticias de Dimitrios por primera vez en

    Izmir1 en 1922, pocos das despus de que nuestras tropas ocuparan la ciudad. Un

    deunme2 llamado Sholem fue hallado en su habitacin, degollado. Este hombre era

    prestamista y guardaba su dinero bajo la madera del piso. Las tablas aparecieron

    arrancadas y ya no haba dinero debajo. En esos das, en Izmir, la violencia era moneda

    corriente y muy poco caso hacan de ella las autoridades militares. El asesinato poda

    haber sido cometido por alguno de nuestros soldados. Pero otro judo, amigo de

    Sholem, llam la atencin de las autoridades militares respecto a la conducta de un

    negro llamado Dhris Mohammed, que haba ido por los cafs de la ciudad gastando

    dinero y proclamando que haba conseguido que un judo le hiciera un prstamo sin

    cobrarle intereses. Se llevaron a cabo algunas investigaciones y el individuo llamado

    Dhris fue arrestado. Sus respuestas ante el tribunal militar fueron consideradas como

    poco satisfactorias y se le conden a muerte. Entonces el reo hizo una amplia confesin.

    Dhris era empacador de higos y declar que uno de sus compaeros, un hombre al que

    llam Dimitrios, le haba hablado del dinero que Sholem esconda bajo las tablas del

    piso de su habitacin. Ambos haban planeado el robo y una noche fueron al cuarto de

    Sholem. Fue Dimitrios quien, segn declar el acusado, asesin al judo. Dhris crea que

    Dimitrios, por poseer papeles de nacionalidad griega, haba escapado despus de

    comprar un pasaje en uno de los barcos para refugiados que partan desde lugares

    secretos de la costa.

    Antes de proseguir con la lectura, el coronel Haki se encogi de hombros.

    Las autoridades no dieron fe a esta declaracin. En aquel entonces Turqua estaba en guerra con Grecia y el relato pareca ser uno de esos que un individuo

    culpable inventa para no ser condenado. No obstante, se ha comprobado que exista un

    empacador de higos llamado Dimitrios, al que sus compaeros haban repudiado y que

    desapareci Haki sonri. Muchos griegos llamados Dimitrios desaparecieron en ese tiempo. Cualquiera poda tropezarse con sus cuerpos en las calles o verlos flotando

    en las aguas del puerto. El relato del negro no pudo ser comprobado. Y se le ahorc.

    El coronel hizo una pausa. En realidad, durante toda esa exposicin no haba

    mirado casi los folios del dossier.

    Tiene usted muy buena memoria para los hechos coment Latimer. Haki volvi a sonrer.

    Yo era el presidente de aquel tribunal militar. Gracias a eso, ms tarde, pude seguir los pasos de Dimitrios. Un ao despus de aquellos hechos, me trasladaron al

    servicio de la polica secreta. En 1924 un complot para asesinar al Gazi fue descubierto

    por nuestros agentes. Eso ocurri el ao en que fue abolido el califato y la conspiracin

    era, evidentemente, obra de un grupo de fanticos religiosos. Por cierto que los hombres

    1 Esmirna. 2 Judo convertido al islamismo.

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 13

    que se encontraban tras la conjura eran agentes de personas que mantenan excelentes

    relaciones con funcionarios del gobierno de un vecino pas amigo. Todos ellos tenan

    buenos motivos para desear que el Gazi desapareciera de su camino. La conjura fue

    descubierta. Los detalles carecen de importancia. Pero uno de los agentes que logr

    escapar era un hombre conocido como Dimitrios El coronel le ofreci la cigarrera a Latimer: Fume usted, por favor.

    Latimer hizo un gesto negativo con la cabeza.

    Era el mismo Dimitrios? S, lo era. Ahora, mister Latimer, respndame con sinceridad: tiene algn valor

    literario todo esto? Podra sacar de aqu un buen roman policier? Y en todo lo que le

    he contado, hay algo que pueda tener siquiera un mnimo inters para un escritor?

    El trabajo de la polica me interesa muchsimo... naturalmente. Pero, qu ha sucedido con Dimitrios? Cmo ha terminado esta historia?

    El coronel Haki hizo castaetear sus dedos.

    Esperaba que me hiciera esta pregunta. Saba que me lo preguntara. Y mi respuesta es: no hubo final.

    Qu ocurri, pues? Ya se lo dir. El primer problema consista en esclarecer la identidad del

    Dimitrios de Izmir con respecto a la del Dimitrios de Edirn1. De modo que volvimos a

    revisar el caso de Sholem, las autoridades dictaron una orden de arresto contra un

    mercader griego llamado Dimitrios, bajo la acusacin de asesinato, y con ese pretexto,

    pedimos la colaboracin de las autoridades de la polica extranjera. No hemos

    conseguido demasiadas pistas, pero s las suficientes. Dimitrios haba estado implicado

    en el intento de asesinato a Stambulisky en Bulgaria, que haba precedido al putsch2 de

    los oficiales macednicos en 1923. La polica de Sofa no posea muchos datos pero, de

    todas maneras, a Dimitrios se le conoca all como un griego que haba llegado desde

    Izmir. Una mujer a quien se haba unido fue interrogada en Sofa. Por sus declaraciones

    se supo que Dimitrios le haba escrito poco tiempo antes, sin darle su direccin. La

    mujer tena importantes y graves motivos para desear ponerse en contacto con l, de

    modo que repar en el sello de correos: era de Edirn. La polica de Sofa obtuvo una

    somera descripcin del individuo, acorde con la que haba dado aquel negro de Izmir.

    La polica griega confirm que tena antecedentes criminales de ese hombre anteriores a

    1922 y puso a nuestra disposicin un detallado informe de esos antecedentes. Es posible

    que la orden de arresto exista todava, pero con ella no hemos logrado cazar a Dimitrios.

    Hace apenas dos aos volv a tener noticias de l. En aquella ocasin el Gobierno

    yugoslavo nos consult acerca de un sbdito turco llamado Dimitrios Talat. Se le

    acusaba, segn nos dijeron, de robo. Pero uno de nuestros agentes en Belgrado inform

    que el mvil del robo haba sido la obtencin de ciertos documentos secretos de la

    marina y que el cargo que el Gobierno yugoslavo esperaba esgrimir contra Dimitrios era

    el de espionaje a favor de Francia. Por el nombre de pila y por la descripcin que nos

    hizo la polica de Belgrado, supusimos que ese Talat era, quiz, Dimitrios de Izmir. Por

    aquel entonces nuestro cnsul en Suiza haba renovado el pasaporte, al parecer expedido

    en Ankara, de un hombre llamado Talat. Se trata de un apellido turco bastante corriente,

    pero cuando se busc en los archivos el comprobante de la renovacin, se averigu que

    jams se haba expedido un pasaporte con ese nmero. Era un pasaporte falso El coronel Haki abri sus manos a modo de conclusin. Ya lo ve usted, mister Latimer. Esta es su historia: incompleta, sin valor artstico, sin investigaciones, sin sospechosos

    ni mviles ocultos; pura sordidez.

    1 Adrianpolis. 2 Voz alemana; significa alzamiento o rebelin con fines polticos. (N. del T.)

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 14

    Pero interesante, a pesar de todo objet Latimer. Qu ha sucedido con el descubrimiento de aquel pasaporte de Talat?

    An busca usted un final para su historia, mister Latimer? Pues bien: no se ha sabido nada acerca de aquel Talat; no ha sido ms que un nombre. Jams hemos vuelto

    a saber nada de l. Si ha utilizado ese pasaporte, lo ignoramos. Y no importa. Tenemos

    a Dimitrios. Es un cadver, por cierto, pero lo tenemos. La polica regular har sus

    investigaciones, sin duda, y nos informar que no hay modo de descubrir al asesino.

    Este dossier ir a parar a nuestros archivos. Entre tantos otros similares, ste no es ms

    que un caso ms.

    Usted ha dicho algo acerca de trfico de drogas. En el rostro del coronel Haki comenzaba a dibujarse una expresin de

    aburrimiento.

    Oh, s. Dimitrios, segn creo, hizo una sustanciosa suma de dinero con las drogas, tiempo atrs. Es otra historia sin final. Unos tres aos despus de aquel asunto

    de Belgrado hemos tenido de nuevo noticias de este individuo. No se trataba de nada

    relacionado con nuestro pas, pero la informacin que obtuvimos fue agregada al

    dossier, una mera cuestin de rutina Haki busc algo entre los folios y comenz a leer: En 1929 el Comit Asesor de la Liga de las Naciones sobre el trfico ilcito de drogas recibi un informe del Gobierno francs referido a la captura de un cargamento

    importante de herona en la frontera suiza. La droga haba sido escondida en el colchn

    de un coche litera de un tren proveniente de Sofa. A uno de los camareros del coche se

    le consider responsable del contrabando, pero cuanto ha podido o querido decir a la

    polica ha sido que la droga deba ser retirada por un hombre que trabajaba en la

    estacin de trmino del ferrocarril. El camarero declar que ignoraba el nombre del

    individuo y asegur que jams haba hablado con l, pero facilit una descripcin del

    sujeto. Ms adelante dicho hombre fue detenido. Durante el interrogatorio subsiguiente,

    admiti su culpabilidad pero jur desconocer el destino de la droga. Este hombre reciba

    un cargamento cada mes, que era recogido por un tercer sujeto. La polica le tendi una

    trampa y arrest a este individuo, descubriendo que exista un cuarto intermediario.

    Fueron arrestados en total seis hombres, relacionados con el caso, llegndose a obtener

    un nico dato fidedigno: a la cabeza de la organizacin que distribua la droga estaba un

    hombre llamado Dimitrios. A travs del Comit, el Gobierno de Bulgaria revel

    entonces que se haba hallado un laboratorio clandestino de herona en Radomir y que

    se haban incautado doscientos treinta kilos de herona lista para ser enviada al exterior.

    El nombre del destinatario era Dimitrios. A lo largo del ao siguiente, los policas

    franceses lograron descubrir uno o dos importantes cargamentos consignados a nombre

    de Dimitrios. Pero no pudieron llegar mucho ms cerca del mismo Dimitrios. Surgieron

    dificultades. La mercanca jams arribaba, al parecer, dos veces por la misma va, y a

    finales de aquel ao, 1930, todo cuanto haban obtenido se reduca al arresto de un buen

    nmero de contrabandistas y de algunos mercachifles insignificantes. A juzgar por las

    cantidades de herona incautadas en esa ocasin, se dedujo que Dimitrios tuvo que haber

    amasado importantes sumas de dinero. Luego, de pronto, al cabo de un ao de aquellos

    hechos, Dimitrios desapareci del mundo del trfico de estupefacientes. Las primeras

    noticias que la polica tuvo al respecto llegaron por medio de una carta annima que

    refera los nombres de los principales miembros de la banda, la historia de sus vidas y

    los detalles de cmo se podran obtener las pruebas en contra de cada uno de ellos. En

    aquel tiempo, la polica francesa haba elaborado una tesis: aseguraban que el propio

    Dimitrios se haba convertido en adicto a la herona. Ya fuera cierto o no, el hecho es

    que en diciembre se procedi a la detencin de esa banda. Una de esas personas, una

    mujer, haba sido denunciada ya por fraude. Algunos de los arrestados juraron que

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 15

    asesinaran a Dimitrios en cuanto salieran de la crcel, pero lo ms que dijeron a la

    polica fue que su apellido era Makropoulos y que era dueo de un piso en el

    decimosptimo arrondissement1. La polica jams pudo hallar el piso y jams pudo

    hallar a Dimitrios.

    El empleado vestido con ropas militares haba entrado al despacho y aguardaba de

    pie junto al escritorio.

    Ah! dijo el coronel; aqu est su copia. Latimer cogi los folios y le dio las gracias con una expresin evasiva.

    Eso fue lo ltimo que ha sabido acerca de Dimitrios?pregunt. Oh, no. La ltima noticia sobre este individuo nos lleg despus, un ao ms

    tarde. Un croata haba intentado asesinar a un poltico yugoslavo en Zagreb. En la

    confesin que hizo ante la polica, afirm que la pistola utilizada en el atentado la haba

    obtenido en Roma, de manos de un hombre llamado Dimitrios. De tratarse de Dimitrios

    de Izmir, eso significara que ha vuelto a su antigua profesin. Un sucio bandido.

    Existen algunos ms como l, que bien podran estar flotando en las aguas del Bsforo.

    Usted me ha dicho que jams ha visto una fotografa de ese hombre. Cmo le han identificado, entonces?

    Han encontrado una carte d'identit2 cosida en la parte interior del forro de su chaqueta. Este documento fue expedido hace un ao, en Lyon, a nombre de Dimitrios

    Makropoulos. Es el tipo de documentacin que se da a los turistas y en l se describe al

    sujeto como persona sin trabajo. Todo esto puede significar cualquier cosa. Por

    supuesto, en esa tarjeta hay una fotografa. La hemos enviado a las autoridades

    francesas, quienes nos han asegurado que se trata de una fotografa autntica. El coronel Haki apart de s el dossier y se puso en pie. Maana habr una pesquisa. Debo asistir a ella y ahora mismo tengo que ir a ver el cadver que est en el depsito

    policial. Esto es algo con lo que usted no ha de verse en sus libros, mister Latimer: una

    lista de reglamentaciones. Ha sido hallado el cadver de un hombre flotando en el

    Bsforo. Un asunto que incumbe a la polica, sin duda. No obstante, y ya que a ese

    hombre se le cita en un dossier de nuestros archivos, mi organizacin tambin tiene que

    participar. En fin, mi coche est esperando. Quiere usted que le lleve a alguna parte?

    Si mi hotel no cae demasiado lejos de su camino, podra dejarme all, tal vez. S, claro. Tiene ya usted la copia del argumento de su nuevo libro? Bueno. Nos

    marchamos, pues.

    Una vez en el coche, el coronel expuso sus opiniones acerca de las virtudes de La

    clave del testamento ensangrentado. Latimer le prometi que se mantendra en contacto

    con l y que le informara de los progresos de la novela.

    El coche se detuvo frente al hotel. Ya haban intercambiado los saludos

    acostumbrados y Latimer se dispona a bajar del coche, cuando, tras un instante de

    vacilacin, volvi a reclinarse contra el respaldo de su asiento.

    Mire usted, coronel dijo, quiero hacerle lo que tal vez le parezca una extraa peticin.

    El coronel gesticul amistosamente.

    S, dgame usted. Tengo la curiosidad de ver el cadver de ese hombre, Dimitrios. Me pregunto si

    podra llevarme al depsito con usted.

    El coronel frunci el entrecejo y despus se encogi de hombros.

    Si quiere venir, puede hacerlo. Pero no veo...

    1 En francs en el original; distrito. (N. del T.) 2 En francs en el original; documento de identidad. (N. del T.)

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 16

    Jams he visto minti Latimer al instante ni un cadver ni una morgue. Y creo que todos los escritores de novelas policacas tienen que verlos alguna vez.

    El rostro del coronel se despej.

    Mi querido amigo, est usted en lo cierto. No es imposible escribir sobre lo que jams se ha visto Haki hizo una sea al chfer para que reemprendiera la marcha. Tal vez podamos agreg cuando el coche se hubo puesto en movimiento incorporar a su nuevo libro una escena en una morgue. Lo pensar.

    El depsito de cadveres era un pequeo edificio construido con chapas

    acanaladas de hierro, dentro del predio de una comisara, cerca de la mezquita de Nouri

    Osmanieh.

    Un oficial de la polica, recogido en route1 por el coronel, les gui a travs del

    patio que separaba al depsito del edificio principal. El calor de la tarde se haba

    detenido encima del piso de hormign, con un vaho tembloroso. Latimer comenz a

    arrepentirse de haber ido a ese sitio: no era el momento apropiado para visitar depsitos

    de cadveres construidos con chapas acanaladas.

    El oficial hizo girar la llave en la cerradura y abri la puerta. Una tromba de aire

    caliente, cargado de olor a cido fnico, se precipit a recibirles, como si se tratara del

    efluvio de un horno. Latimer se quit el sombrero y sigui al coronel.

    No haba ventanas y la luz proceda de una nica bombilla, muy potente, metida

    dentro de un reflector esmaltado. A cada uno de los lados de un pasillo que recorra el

    centro del depsito, haba cuatro mesas de madera, muy altas. A excepcin de tres de

    ellas, las dems estaban desnudas. Sobre aquellas tres mesas, una tela encerada, rgida,

    destacaba un poco apenas por encima del nivel de las mesas desnudas. El calor era

    insoportable y Latimer senta que el sudor comenzaba a empapar su camisa y a

    deslizarse hacia abajo, a lo largo de sus piernas.

    Hace mucho calor dijo. El coronel Haki se encogi de hombros y con un movimiento de cabeza seal las

    mesas cubiertas.

    Ellos no se quejan. El oficial se acerc a la ms prxima de las tres mesas y se inclin para retirar la

    tela que la cubra. El coronel se adelant para observar el cadver. Latimer se forz a s

    mismo a seguirle.

    El cuerpo que yaca sobre la madera era el de un hombre bajo, de anchos hombros,

    de unos cincuenta aos. Desde su sitio, Latimer poda ver muy poco de su cara: tan slo

    una masa de carne de color ceniciento y un mechn de desgreado pelo gris. El cuerpo

    estaba envuelto con una tela impermeable. Junto a los pies haba una pila de ropas

    arrugadas: prendas interiores, una camisa, calcetines, una corbata estampada con flores,

    un traje azul, de sarga, que el agua de mar haba vuelto casi gris. Junto a la pila de ropas

    descansaba un par de zapatos estrechos y puntiagudos, cuyas suelas se haban combado

    al secarse.

    Latimer se adelant un paso, para poder ver la cara de aquel cuerpo.

    Nadie se haba preocupado de cerrarle los ojos y el blanco de las crneas se alzaba

    hacia la luz. La mandbula inferior estaba apenas cada. No era el rostro que Latimer se

    haba imaginado: redondo, de labios gruesos y no finos, una cara que puede temblar y traducir la intensidad de una emocin. Las mejillas eran suaves, de lnea

    rotunda. Pero era demasiado tarde para hacerse ninguna clase de juicio acerca de la

    mente que en otro tiempo haba alentado detrs de esas facciones. Esa mente ya haba

    desaparecido.

    1 En francs en el original; en camino. (Nota del Traductor.)

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 17

    El oficial hablaba con el coronel Haki. Al cabo de unos segundos, call.

    Muerto de una cuchillada en el vientre, segn el informe del mdico tradujo el coronel. Ya haba muerto cuando le arrojaron al agua.

    Dnde han sido compradas las ropas? En Lyon, excepto el traje y los zapatos, que son griegos. Todo de mala calidad. Haki volvi a hablar con el oficial.

    Latimer observaba el cadver. De modo que se era Dimitrios. Ese era el hombre

    que, tal vez, le cort el cuello a Sholem, aquel judo que se haba convertido al

    islamismo. Ese era el hombre que haba participado en varios asesinatos, que haba

    trabajado de espa para Francia. Ese hombre haba traficado con drogas, haba vendido

    un arma a un terrorista croata, y por ltimo, haba sido vctima de la violencia l mismo.

    Ese bulto de color ceniciento significaba el final de una odisea. En el ltimo

    captulo, Dimitrios haba regresado al pas en el que, aos atrs, se iniciara su

    trayectoria.

    Muchos aos. Europa, despus de la agona, imagin por un instante que sus

    dolores constituiran una nueva gloria; despus, haba vuelto a caer en el lodo, en medio

    de los pavores de la guerra. Nuevos gobiernos haban surgido y haban cado; hombres y

    mujeres haban trabajado, haban padecido hambre, haban dicho discursos, haban

    luchado, haban sido torturados, haban muerto. La esperanza haba surgido y se haba

    apagado; una fugitiva en el aura perfumada de la ilusin. Los hombres haban aprendido

    a husmear la materia de los sueos impetuosos del alma y esperaban sin inmutarse que

    las plataformas giratorias pusieran a los caones en el sitio exacto para la destruccin.

    Y a lo largo de todos aquellos aos, Dimitrios haba vivido y respirado y

    mantenido tratos con sus extraos dioses. Haba sido un hombre peligroso. Ahora, en

    medio de la soledad de su muerte, junto a aquella esculida pila de ropas que constituan

    todo su patrimonio, resultaba digno de piedad.

    Latimer observ a los dos funcionarios, mientras discutan acerca de los datos con

    que rellenaran un formulario, que el oficial se haba sacado de un bolsillo. Ambos

    comenzaron a revolver las ropas, para hacer un inventario de ellas.

    No obstante, en algn momento de su vida, Dimitrios haba hecho dinero, mucho

    dinero. Qu haba ocurrido con esa fortuna?Lo habra gastado?Lo habra

    perdido?Lo que se consigue fcilmente, fcilmente se pierde, dicen. Pero era

    Dimitrios hombre que derrochara el dinero con facilidad, fuese cual fuera la manera

    como lo hubiera obtenido?Esos funcionarios saban tan poco de l! Unos pocos hechos

    concretos acerca de ciertos incidentes especiales de su vida: eso era todo lo que

    contena el dossier! Nada ms. Y por cada uno de los crmenes descritos en el dossier,

    sin duda habra otros, tal vez mucho ms graves, incluso. Qu poda haber ocurrido

    durante aquellos intervalos de dos o tres aos que el dossier sorteaba de modo tan

    despreocupado?Y qu haba ocurrido desde su estancia en Lyon, un ao atrs?Por qu

    camino haba avanzado para llegar a la cita que concertara con Nmesis?

    Todas sas eran preguntas que el coronel Haki no se molestara en formularse, y

    mucho menos, en hallar la respuesta. Haki era un simple profesional, preocupado tan

    slo por el hecho desagradable de tener que disponer de un cadver en estado de

    descomposicin.

    Pero sin duda habra gente que lo supiera, que supiera de la vida de Dimitrios, que

    hubiera conocido a sus amigos (si es que realmente los haba tenido) y a sus enemigos.

    Sin duda habra gente en Esmirna, en Sofa, en Belgrado, en Adrianpolis, en Pars, en

    Lyon, gente de toda Europa que podra responderle a sus preguntas.

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 18

    Si era capaz de hallar a toda aquella gente, si era capaz de obtener de ellos las

    respuestas a sus preguntas, Latimer tendra en sus manos el material para lo que,

    seguramente, sera la ms extraa de las biografas.

    El corazn de Latimer detuvo sus latidos. Era absurdo intentarlo, por supuesto.

    Una locura en la que no vala la pena pensar siquiera. En caso de hacerlo, habra que

    empezar en Esmirna, por as decir, y tratar de seguir uno a uno los pasos de aquel

    hombre, utilizando el dossier como gua inicial.

    Poda ser una nueva experiencia como investigador, por cierto. Era posible que no

    descubriera nada; pero incluso el fracaso iba a aportar alguna pista aprovechable.

    Lo lgico era que todas aquellas investigaciones rutinarias, que haba organizado

    tan fcilmente en sus novelas, fueran llevadas a la prctica, al menos una vez, por l

    mismo.

    Por supuesto que ningn hombre que tuviera un mnimo de sentido comn podra

    soar con salir a la caza del ganso salvaje... no, por el amor de Dios! Pero era divertido

    jugar con la idea, y si de alguna manera Estambul comenzaba a convertirse en un lugar

    un poquitn aburrido...

    Latimer alz los ojos y se encontr con la mirada del coronel.

    Haki hizo una alusin al calor que reinaba en el depsito. Ya haba terminado su

    tarea de rellenar los papeles con el oficial.

    Ha visto ya todo lo que quera ver? Latimer asinti con un movimiento de cabeza.

    El coronel Haki se volvi y le ech al cadver una mirada como si se tratara de

    una obra de artesana de la que fuese su propio artfice, y de la que estuviera a punto de

    desprenderse. Durante uno o dos segundos permaneci inmvil. Despus su brazo

    derecho se adelant hasta que su mano cogi el pelo del muerto, para levantar la cabeza

    de modo que los ojos sin vida se enfrentaran con los suyos.

    Un demonio espantoso, verdad?dijo. La vida es algo muy extrao. Le he conocido a lo largo de veinte aos y sta es la primera vez que le veo cara a cara. Estos

    ojos han visto cosas que me hubiera gustado ver. Es una lstima que esa boca ya no

    pueda hablar sobre ellas.

    Haki solt el mechn de pelo y la cabeza cay sobre la madera, produciendo un

    sonido sordo; despus, el coronel sac de su bolsillo un pauelo de seda y se limpi los

    dedos cuidadosamente.

    Cuanto antes est en un atad, mejor coment mientras salan del depsito.

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 19

    3. Mil novecientos veintids

    En las primeras horas de una maana de agosto de mil novecientos veintids, el

    Ejrcito Nacionalista Turco, bajo el mando de Mustaf Kemal Pasha, atac al grueso del

    ejrcito griego en Dumlu Punar, en una meseta que se extiende a doscientas millas al

    oeste de Esmirna. A la maana siguiente el ejrcito griego se haba dispersado y sus

    restos se batan en presurosa retirada hacia Esmirna y hacia el mar. En los das

    subsiguientes, la retirada se convertira en huida.

    Incapaces de destruir al ejrcito turco, los griegos se entregaron con frentico

    salvajismo a la tarea de destruir las poblaciones turcas que hallaban durante su

    escapada. Desde Alashehr hasta Esmirna, quemaron y asesinaron. Ni una sola aldea

    qued en pie. Mientras perseguan a los vencidos, entre las ruinas humeantes, las tropas

    turcas hallaban los cadveres de los aldeanos.

    Con la asistencia de los pocos labriegos anatolios, medio enloquecidos, que haban

    logrado sobrevivir, los turcos se vengaban en los griegos que iban encontrando a su

    paso. A los cadveres de nios y mujeres turcos, se sumaban los cuerpos mutilados de

    los integrantes del ejrcito griego que se haban rezagado. Pero el grueso del ejrcito

    griego haba huido por mar.

    Con su apetito de sangre infiel an insatisfecho, los turcos continuaron su avance.

    El da 9 de setiembre ocuparon Esmirna.

    Durante dos semanas, los que huan de los invasores turcos haban afluido a la

    ciudad, para engrosar el ya elevado nmero de habitantes griegos y armenios. Todos

    pensaron que las tropas griegas defenderan la ciudad, despus de reorganizarse. Pero el

    ejrcito griego se haba embarcado ya, haba huido. Y ahora todos estaban atrapados en

    una trampa. Comenz entonces el holocausto.

    El registro de la Liga Armenia de Defensa del Asia Menor cay en manos de las

    tropas de ocupacin, y en la noche del da 10, una patrulla de soldados de lnea recorri

    los barrios armenios, con el objetivo de hallar y matar a aquellas personas cuyos

    nombres aparecan en aquel registro.

    Los armenios se resistieron y los turcos se entregaron a una orga de sangre. La

    masacre que se produjo a continuacin tuvo el sentido de una advertencia. Alentadas

    por sus oficiales, las tropas turcas, al da siguiente, se arrojaron contra los barrios no

    turcos de la ciudad y comenzaron a matar de manera sistemtica.

    Arrastrados fuera de sus casas y de sus escondites, hombres, mujeres y nios

    fueron degollados en las calles que, muy pronto, se vieron pavimentadas con cadveres

    mutilados. Las paredes de madera de los templos, repletos de refugiados, fueron

    rociadas con gasolina e incendiadas. Los ocupantes que no moran quemados vivos eran

    recibidos por las puntas de las bayonetas cuando intentaban escapar. En muchos lugares,

    las casas saqueadas tambin eran entregadas a las llamas y los incendios comenzaron a

    extenderse por toda la ciudad.

    En su primer momento, se hizo algn esfuerzo para controlar el fuego. Despus

    cambi la direccin del viento, con lo que las llamas se inclinaron en direccin contraria

    al barrio turco y las tropas recomenzaron, entonces, sus actividades de matanza y

    saqueo.

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 20

    Muy pronto toda la ciudad, a excepcin del barrio turco y de unas pocas casas

    cercanas a la estacin Kassamba del ferrocarril, fue presa de un incendio voraz.

    La masacre, entretanto, continuaba con una ferocidad incontenible. Un cordn de

    tropas que rodeaba gran parte de la ciudad impeda que los refugiados abandonaran el

    rea incendiada. Las avalanchas de fugitivos aterrorizados eran recibidas con el fuego

    despiadado de las armas o precipitadas otra vez hacia el infierno de las llamas.

    Las estrechas y siniestras callejuelas estaban atascadas por los cadveres hasta tal

    punto que, de haber sido las partidas de rescate capaces de soportar el hedor letal que

    iba en aumento a cada instante, no hubieran podido penetrar siquiera en ellas.

    Esmirna, una ciudad llena antes de seres vivos, se haba convertido en un

    matadero. Muchos de los refugiados intentaron llegar hasta los barcos anclados en el

    puerto. Liquidados a balazos, ahogados, mutilados por feroces enemigos, los cuerpos

    flotaban ominosamente en las aguas teidas de sangre.

    Pero los muelles seguan hirviendo: una multitud intentaba, en el paroxismo de su

    frenes, escapar de los edificios cercanos, que se alzaban envueltos en llamas a escasa

    distancia, amenazando con el estrago. Se ha dicho que los alaridos de aquellas gentes se

    podan or desde el mar, a una milla de distancia de la costa.

    Giaur Izmir, la Esmirna infiel, estaba expiando sus pecados.

    Al alba del da 15 de setiembre, ms de ciento veinte mil personas haban

    perecido. Sin embargo, en algn lugar, en medio de todo aquel horror, Dimitrios segua

    con vida.

    Diecisis aos ms tarde, cuando su tren entraba en Esmirna, Latimer lleg a la

    conclusin de que se estaba comportando como un tonto.

    No se trataba de una conclusin a la que hubiera llegado de pronto, sin haber

    llevado a cabo un minucioso examen de todos los elementos de juicio de que dispona.

    Era una conclusin desagradable que le colmaba de disgusto. Porque haba dos hechos

    que le parecan evidentsimos. En primer lugar, se reprochaba el no haberle pedido al

    coronel Haki que le facilitara el acceso a los archivos del tribunal militar, para poder

    conocer la confesin de Dhris Mohammed; pero no haba sido capaz de hallar ningn

    pretexto razonable para apoyar tal peticin.

    En segundo trmino, sus conocimientos del idioma turco eran tan pobres que, aun

    en el caso hipottico de que tuviera acceso a los archivos, sin la ayuda del coronel Haki,

    sera incapaz de leer aquel documento.

    Haber emprendido aquella fantstica y poco digna caza del ganso salvaje era una

    equivocacin bastante imperdonable. Haberla emprendido sin armas ni municiones

    adecuadas, por as decirlo, era cosa de un tonto o de un loco.

    De no haber logrado instalarse, al cabo de una hora despus de su llegada, en un

    excelente hotel, de no haber tenido en su habitacin una buena cama y una vista que

    abarcaba el golfo y las colinas rojizas, baadas por el sol, que se alzaban al otro lado de

    las aguas, y sobre todo de no haber sido convidado con un martini seco por el dueo del hotel, un francs de gran cordialidad, Latimer habra abandonado sus sueos

    de hacer una incursin en el mundo detectivesco y habra regresado a Estambul

    inmediatamente.

    As las cosas... con o sin la historia de Dimitrios de por medio, bien poda conocer

    algo de la ciudad de Esmirna ahora que estaba all. Deshizo, pues, en parte, sus maletas.

    La segunda maana de su estancia en Esmirna, Latimer acudi al dueo del hotel

    para pedirle que le pusiera en contacto con un buen intrprete.

    Fedor Muishkin era un diminuto ruso engredo, que deba frisar en los sesenta, con

    un labio inferior gordo y pendulante, que haca ondear y temblar cuando hablaba. Tena

    una oficina en la zona portuaria y se ganaba la vida traduciendo documentos de

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 21

    negocios y sirviendo de intrprete a capitanes de barcos y a despachantes de casas

    extranjeras que llegaban al puerto. Form parte de los mencheviques que en 1919 se

    vieron obligados a huir de Odessa; a pesar de ello (como lo sealara con tono sardnico

    el dueo del hotel), ahora se declaraba simpatizante de los bolcheviques: as y todo, al

    parecer, no pensaba en la posibilidad de su regreso a Rusia. Un farsante, por cierto.

    Pero, al mismo tiempo, un buen intrprete. Si quera los servicios de un intrprete,

    Muishkin era el hombre apropiado.

    El propio Fedor Muishkin aseguraba que l era el hombre indicado. Su voz era

    aguda y spera; adems, se rascaba casi sin cesar. Su ingls era correcto, aunque

    empaado a veces con frases de argot que no siempre resultaban pertinentes. Deca, en

    sus presentaciones:

    Si hay algo en que pueda servirle, cheme un cabo, soy un to baratsimo. Quiero seguir la pista explic Latimer de un griego que parti de aqu en

    setiembre de mil novecientos veintids.

    Las cejas de su interlocutor se alzaron en un gesto de asombro.

    En mil novecientos veintids, eh?Un griego que parti de aqu?Muishkin emiti un par de cloqueos. Muchos griegos se marcharon de aqu en esos das. Escupi sobre su dedo ndice y pas la yema por su garganta. As! Fue terrible lo que aquellos turcos hicieron a aquellos griegos. Una carnicera!

    Este hombre huy en un barco de refugiados. Su nombre era Dimitrios. Se cree que haba planeado, junto con un negro llamado Dhris Mohammed, el asesinato de un

    prestamista llamado Sholem. El negro fue juzgado por un tribunal militar y ahorcado.

    Dimitrios pudo escapar. Me interesara ver, si es posible, la relacin de las declaraciones

    obtenidas durante el juicio, la confesin del negro y los datos que se reunieron sobre

    Dimitrios.

    Muishkin le clav una firme mirada.

    Dimitrios? S. Mil novecientos veintids? S el corazn de Latimer dio un brinco. Por qu?Le conoci usted? Al parecer, el ruso estaba a punto de decir algo; pero cambi de idea. Al cabo de

    un instante sacudi la cabeza.

    No. Estaba pensando que se es un nombre muy comn. Tiene usted el permiso para examinar los archivos de la polica?

    No. He pensado que tal vez usted podra aconsejarme acerca del mejor modo de obtener ese permiso. Por supuesto que s muy bien que slo se dedica a las

    traducciones, pero si pudiera echarme una mano en este asunto, le estara muy

    agradecido.

    Muishkin se pellizc el labio inferior con aire pensativo.

    Tal vez podra usted entrevistarse con el vicecnsul britnico? Tendra que pedirle que le ayudara a obtener ese permiso... Se interrumpi. Perdneme usted, pero, por qu quiere ver esas declaraciones? No se lo pregunto porque s, ni porque no

    sea capaz de meter mis narices slo en mis propios asuntos, sino porque la polica

    seguramente le har esa pregunta. Ahora bien prosigui, si se tratara de un trmite legal, de algo que no deje entrever, ni por asomo, ni una sospecha, yo tengo un amigo

    influyente que tal vez podra arreglarlo todo a cambio de una pequea suma.

    Latimer sinti que se ruborizaba.

    Ocurre que s se trata de un trmite legal dijo con el tono ms natural que pudo hallar en su repertorio. Por supuesto que podra recurrir al cnsul, pero si usted se encargara de todo, me evitara el ajetreo que es de suponer.

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 22

    Oh, ser un placer. Hablar con ese amigo hoy mismo. La polica, como usted comprender, es un incordio y si acudiera a ella yo personalmente, el trmite resultara

    muy caro. Y, adems, me gusta proteger a mis clientes.

    Es usted muy amable. No tiene ninguna importancia. Una mirada ausente revolote en los ojos del

    ruso. Me caen bien los ingleses, sabe usted. Ustedes saben muy bien cul es la mejor manera de negociar. No acostumbran a regatear, como estos malditos griegos. Cuando

    un hombre les dice metlico a la entrega de la mercanca, ustedes pagan metlico contra

    entrega de la mercanca. Un cheque? Muy bien. Los ingleses juegan limpio. Con ellos

    hay una mutua confianza entre ambas partes. Y cualquiera puede hacer un trabajo

    excelente en tales circunstancias. Sientes...

    Cunto?le interrumpi Latimer. Quinientas piastras? Muishkin lo dijo en tono de duda. En sus ojos reinaba el desconsuelo: era un

    artista que careca de confianza en s mismo, una criatura obligada a negociar, un

    hombre que slo se senta feliz con su trabajo.

    Latimer reflexion durante unos segundos. Quinientas piastras equivalan a algo

    menos de una libra. Bastante barato. Pero entonces detect un brillo particular en los

    ojos desconsolados.

    Doscientas cincuenta replic, con tono firme. Muishkin alz sus manos en un gesto de desamparo. El tena que vivir. Y tambin

    estaba de por medio su amigo, una persona de gran influencia.

    Momentos despus, tras haber pagado ciento cincuenta piastras como adelanto de

    un precio total establecido en trescientas piastras (incluidas las cincuenta, para el amigo

    influyente), Latimer se march. Anduvo por el paseo del puerto; se senta satisfecho de

    su trabajo de aquella maana. Sin duda hubiera preferido ver los archivos l mismo,

    observar mientras le hiciesen la traduccin. Se hubiera sentido ms acorde con su papel

    de investigador y no reducido a la posicin de mero turista inquisitivo. Pero as se

    haban presentado las cosas. Siempre exista la posibilidad, claro estaba, de que a

    Muishkin se le ocurriera embolsarse esas fciles ciento cincuenta piastras. Pero haba

    algo que no le permita dar crdito a esa posibilidad. Susceptible como era a las

    impresiones, descansaba en la idea que le haba sugerido el ruso: era un hombre

    honesto, si no a simple vista, al menos en el fondo.

    Adems no podan engaarle con documentos falsos. El coronel Haki le haba

    contado lo suficiente sobre el juicio contra Dhris Mohammed; estaba en condiciones de

    detectar ese tipo de fraude. Lo nico que poda suceder era que el amigo no fuera

    merecedor de aquellas cincuenta piastras.

    Al da siguiente lleg Muishkin, sudando copiosamente, poco antes de cenar,

    mientras Latimer se tomaba un aperitivo. El ruso se acerc agitando los brazos,

    revolviendo los ojos como un desesperado, y despus de arrojarse sobre un silln, dej

    or un fuerte suspiro de agotamiento.

    Qu da! Qu calor! exclam. Ha trado la traduccin? Muishkin asinti con un gesto de fatiga, meti una mano en un bolsillo interior y

    sac un rollo de papeles.

    Quiere beber algo?pregunt Latimer. Los ojos del ruso se abrieron con brusquedad mientras dirigan a su alrededor una

    mirada de hombre que acaba de recobrar el sentido.

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 23

    Si no le importa dijo. Tomar ajenjo, por favor; avec de la glace1. El camarero recibi el pedido y Latimer se dispuso a inspeccionar la presa

    cobrada.

    La traduccin estaba manuscrita y llenaba doce folios. Latimer hoje los dos o tres

    folios iniciales. Sin duda alguna, era la traduccin del documento genuino. Entonces

    inici una lectura cuidadosa.

    GOBIERNO NACIONAL DE TURQUA

    TRIBUNAL DE LA INDEPENDENCIA

    Por orden del oficial comandante de la guarnicin de Izmir, de acuerdo con las

    facultades otorgadas por el Decreto Ley promulgado en Ankara en el decimoctavo da

    del sexto mes de 1922 del nuevo calendario.

    Sumario de las declaraciones hechas ante el Comisionado Presidente del Tribunal,

    mayor de brigada Zia Haki, en el sexto da del dcimo mes del ao 1922, del nuevo

    calendario.

    Zakari, el judo, denuncia que el asesinato de su primo Sholem ha sido obra de

    Dhris Mohammed, un empacador de higos oriundo de Buja.

    Durante la semana pasada, una patrulla perteneciente al Sexagsimo Regimiento

    descubri el cadver de Sholem, un prestamista deunme, en su cuarto situado en un

    edificio que da a una callejuela sin nombre, en los alrededores de la Antigua Mezquita.

    Haba sido degollado. Aun cuando este hombre no era hijo de Verdaderos Creyentes ni

    gozaba de buena reputacin, nuestra vigilante polica ha llevado a cabo las

    investigaciones pertinentes y ha comprobado la desaparicin de una considerable suma

    de dinero.

    Varios das ms tarde, Zakari, el denunciante, inform al comandante de polica

    que, mientras estaba en un caf, haba visto a Dhris exhibiendo puados de billetes de

    moneda griega. Zakari saba que Dhris era un individuo pobre y se extra. Ms tarde,

    cuando Dhris se hubo emborrachado, le oy jactarse de que Sholem, el judo, le hubiera

    prestado dinero sin pedirle intereses. En ese momento, Zakari no se haba enterado an

    de la muerte de Sholem, pero cuando se lo comunic un familiar, record lo que haba

    visto y odo en aquel caf.

    Se ha requerido la declaracin de Abdul Hakk, dueo del bar Cristal, quien ha

    dicho que Dhris haba mostrado dinero griego, varios cientos de dracmas, al parecer, y

    haba dicho a gritos que el judo Sholem le haba prestado ese dinero sin pedirle

    intereses. Hakk pens que eso era raro, porque Sholem era un hombre de duro corazn.

    Un jornalero del puerto, llamado Ismail, tambin ha declarado que haba odo esto

    mismo de boca del prisionero.

    Interrogado acerca de la manera como haba obtenido el dinero, el asesino en un

    principio ha negado que estuviera en posesin de dicha suma y ha afirmado que no

    conoca a Sholem y que, por ser un verdadero creyente, el judo Zakari le odiaba.

    Tambin ha dicho que Hakk e Ismail haban mentido.

    Ante las severas preguntas del Comisionado Presidente del Tribunal, ha admitido

    posteriormente que estaba en posesin de una suma de dinero, pagada por Sholem a

    cambio de un servicio que l le haba prestado. Pero Dhris Mohammed se ha negado a

    explicar en qu haba consistido ese servicio. Al proseguir el interrogatorio, la actitud

    del acusado se volvi extraa y desequilibrada. Ha negado su responsabilidad en el

    1 En francs en el original: con hielo, . (N. del T.)

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 24

    asesinato de Sholem y, con blasfemias, ha invocado al Dios Verdadero como testigo de

    su inocencia.

    El Comisionado Presidente, en vista de todo esto, ordena que el reo sea ahorcado,

    mediando el acuerdo de los otros miembros del Tribunal, por ser sta la sentencia justa.

    Latimer acab el folio. Ech una mirada a Muishkin. El ruso se haba tragado su

    ajenjo y examinaba la copa. Las miradas de ambos se cruzaron.

    El ajenjo observ Muishkin es una bebida excelente. Muy refrescante. Tmese otra copa. Si no le importa sonri Muishkin; sealando los papeles que tena Latimer

    pregunt: Estn en orden? Oh, s, creo que s. Pero las fechas son un tanto vagas, verdad? Y tampoco veo

    que haya un informe del mdico forense ni un intento de fijar la hora del crimen. En

    cuanto a las pruebas, me parecen terriblemente endebles. En rigor, nada ha sido

    probado.

    Muishkin se mostr sorprendido.

    Para qu preocuparse de las pruebas? Ese negro era culpable, sin ninguna duda. Lo mejor era ahorcarle.

    Ya entiendo. Bueno, si no le molesta, seguir leyendo las notas del juicio. Muishkin se encogi de hombros, se estir despus en el silln y llam al

    camarero. Latimer volvi el folio para proseguir con la lectura.

    DECLARACIN HECHA POR EL ASESINO DHRIS MOHAMMED, EN

    PRESENCIA DEL GUARDIA COMANDANTE DE LA CRCEL DE IZMIR Y CON

    LA COMPARECENCIA DE OTROS TESTIGOS FIDEDIGNOS

    Dice el Libro que no debe salvarse aquel que mienta y yo declarar estas cosas con

    el fin de probar mi inocencia y de salvarme de la horca. He mentido antes, pero ahora

    dir la verdad. Soy un verdadero creyente. No existe otro dios que el Dios Verdadero.

    No he asesinado a Sholem. Le digo a usted que yo no le he asesinado. Para qu

    habra de mentir, ahora? S, lo explicar todo. No he sido yo, Dimitrios ha sido quien ha

    asesinado a Sholem.

    Le dir quin es Dimitrios y usted me creer. Dimitrios es un griego. Para los

    griegos, l es griego; pero para los verdaderos creyentes, l tambin es creyente y slo

    ante las autoridades se muestra como griego, porque tiene algunos papeles que ha

    firmado su padre adoptivo.

    Dimitrios trabajaba con nosotros, empacando higos, y muchos le odiaban por su

    violencia y el veneno de su lengua. Pero yo soy un hombre que ama a los dems

    hombres como si fueran sus hermanos y a menudo hablaba con Dimitrios en el trabajo,

    y le explicaba la religin del Dios Verdadero. Y l siempre me escuch.

    Despus, cuando los griegos huan ante los ejrcitos victoriosos del Dios

    Verdadero, Dimitrios fue a mi casa y me pidi que le ocultara para no sufrir el terror de

    los griegos. Me dijo que era un verdadero creyente. De modo que le escond. Despus,

    nuestro glorioso ejrcito lleg para ayudarnos. Pero Dimitrios no poda partir, porque a

    causa de aquel papel firmado por su padre adoptivo, era un griego y tema por su vida.

    De modo que sigui en mi casa y cuando sala a la calle iba vestido con ropas

    turcas. As, un da me dijo ciertas cosas. El judo Sholem, me dijo, tena mucho dinero,

    billetes griegos y monedas de oro, escondidos debajo del suelo del piso, en su

    habitacin. Ya es hora, me deca, de que nos venguemos aquellos que no han insultado

    al Dios Verdadero y a su profeta.

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 25

    Es intolerable, aseguraba, que un cerdo judo tenga todo ese dinero que, por

    derecho, les pertenece a los verdaderos creyentes. Y me haca proposiciones para que

    furamos en secreto a casa de Sholem, y para que le amarrramos y cogisemos el

    dinero.

    Al principio sent miedo, pero l me dio valor, me hizo reflexionar sobre las

    palabras del Libro, que dice que quienquiera que luche por la religin de Dios, ya sea

    vencido o bien obtenga la victoria, siempre encontrar una gran recompensa. Ahora mi

    recompensa es sta: ser colgado como un perro.

    S, ya seguir adelante. Aquella noche, despus del toque de queda, marchamos

    hacia la casa de Sholem y subimos a tientas por las escaleras, hasta la habitacin del

    judo. La puerta estaba cerrada. Dimitrios llam, mientras deca a gritos que era una

    patrulla que quera registrar la casa. Sholem, entonces, abri la puerta.

    Ya se haba acostado y gru de mala manera porque le habamos obligado a

    levantarse. Al vernos, invoc la proteccin de Dios e intent cerrarnos el paso. Pero

    Dimitrios le cogi y le impidi moverse mientras yo, como habamos planeado, entraba

    en el cuarto y lo registraba para encontrar aquella tabla del piso bajo la que el viejo

    guardaba su dinero.

    Dimitrios, entretanto, haba arrastrado a Sholem hasta la cama, lo haba arrojado

    sobre el colchn e inmovilizado con una rodilla.

    Muy pronto encontr la madera suelta y, lleno de alegra, me di la vuelta para

    decrselo a Dimitrios. Le vi de espaldas a m; con una sbana mantena cubierta la cara

    de Sholem, para ahogar sus gritos. Antes me haba dicho que amarrara a Sholem con

    una cuerda que llevaba consigo. Pero en ese momento le vi desenfundar su cuchillo.

    Pens que iba a cortar la cuerda, o algo as, y no le dije nada. Pero despus, antes de que

    pudiera yo decir una palabra, Dimitrios hundi el cuchillo en la garganta del viejo judo

    y le degoll.

    Vi que la sangre sala a borbotones de la herida, como si de una fuente se tratara, y

    vi tambin a Sholem. Dimitrios se haba apartado y observaba al viejo; al cabo de unos

    segundos, se volvi para mirarme. Le pregunt entonces por qu lo haba hecho y me

    contest que haba que matar a Sholem para que no nos denunciara a la polica. Sholem

    se revolcaba todava sobre la cama, brotndole la sangre de la garganta, pero Dimitrios

    me dijo que estaba bien muerto. Luego, nos apoderamos del dinero.

    Dimitrios, acto seguido, me dijo que era mejor que no saliramos juntos, que cada

    uno cogiera su parte y que nos marchramos por separado. Y as lo hicimos. Sent

    miedo, porque Dimitrios tena un cuchillo y yo no y pens que tal vez estaba decidido a

    matarme.

    Me haba dicho que necesitaba un compaero que buscara el dinero mientras l

    aguantaba a Sholem. Pero ya me di cuenta en seguida de que Dimitrios haba pensado

    matar al judo, desde el primer momento. Por qu me pidi que lo acompaara,

    entonces? Hubiera podido encontrar fcilmente el dinero despus de degollar al judo.

    Pero dividimos el dinero en partes iguales y Dimitrios me sonri, sin intentar matarme.

    Abandonamos el lugar por separado. Dimitrios me haba dicho el da anterior que,

    cerca de la costa de Esmirna, haba algunos barcos anclados griegos y que saba que los

    capitanes de aquellos barcos aceptaban llevar refugiados que pudieran pagar la travesa.

    Creo que ha huido en alguno de aquellos barcos.

    Ahora comprendo lo tonto que he sido y tambin que. Dimitrios llevaba razn al

    sonrerme: l saba muy bien que cuando mi bolsillo se llena, mi cabeza queda vaca. El

    saba, y que las maldiciones de Dios caigan sobre l, que cuando peco

    emborrachndome soy incapaz de evitar que mi lengua se desmande. Yo no he

    asesinado a Sholem. Ha sido el griego Dimitrios quien le ha asesinado. Dimitrios...

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 26

    (aqu el reo ha proferido numerosas obscenidades irrepetibles). En todo lo que he dicho

    no hay ni un pice de mentira.

    Como que Dios es Dios y Mahoma su Profeta, juro que he dicho la verdad. Por el

    amor de Dios, tened misericordia.

    En una nota agregada al texto, se pona de manifiesto que la confesin estaba

    firmada con la impresin de un pulgar y refrendada por las firmas de los testigos. El

    documento prosegua:

    Se ha pedido al asesino una descripcin del individuo llamado Dimitrios, a lo que

    ha respondido:

    Tiene el aspecto de un griego, pero no creo que lo sea, porque odia a sus propios

    compatriotas. Es ms bajo que yo y su pelo es largo y liso. Su rostro muy inexpresivo y

    habla muy poco. Sus ojos son castaos y dan la impresin de cansancio. Muchos son los

    que le temen, pero no me lo explico, porque no es un hombre fuerte y yo podra partirle

    en dos slo con mis propias manos.

    N.B.: su estatura es de 185 centmetros.

    Se ha realizado una investigacin acerca del sujeto llamado Dimitrios en la tienda

    donde se empacan los higos. Es conocido y mal visto. Nadie ha sabido nada de l

    durante las ltimas semanas y se presume que ha muerto durante el incendio. Al

    parecer, esto es posible.

    El asesino fue ejecutado en el noveno da del dcimo mes del ao 1922 del nuevo

    calendario.

    Latimer volvi al texto de la confesin y la examin con expresin pensativa..

    Pareca verdadera: respecto a esto, no caba ninguna duda. Era cuestin de un

    sentimiento que surga fuera de control. El negro Dhris haba sido, obviamente, un

    hombre muy estpido. Cmo pudo haber inventado todos aquellos detalles de la escena

    en el cuarto de Sholem? Un individuo culpable que hubiera inventado su historia

    armara seguramente su relato de una manera muy distinta. Y all haca alusin al miedo

    de que Dimitrios le asesinara tambin a l. De haber sido responsable de la muerte del

    judo, no se le habra pasado por la cabeza semejante idea. El coronel Haki haba dicho

    que aqulla era una de esas historias que un hombre slo es capaz de inventar con el

    solo fin de salvar su pellejo. El miedo excita increblemente la imaginacin, pero,

    puede excitarla en ese sentido? Era evidente que las autoridades no se haban

    preocupado mucho por comprobar si la confesin era verdadera o no. Las pesquisas

    haban sido de una lamentable mezquindad y, a pesar de todo, cuanto se averigu tenda

    a confirmar la confesin del negro.

    Se supona que Dimitrios haba muerto durante el incendio. Pero no haba ninguna

    prueba que apoyara tal suposicin. No caba ninguna duda de que colgar a Dhris

    Mohammed haba resultado mucho ms fcil que intentar, en medio de la terrible

    confusin de aquellos das de octubre, encontrar a un griego desconocido llamado

    Dimitrios. Por supuesto que Dimitrios haba contado con esa posibilidad. Pero debido al

    fortuito traslado del coronel Haki al servicio de la polica secreta, se haba visto

    finalmente implicado en aquel caso.

    En cierta ocasin, Latimer haba visto cmo un zologo amigo suyo iba

    reconstruyendo el esqueleto entero de un animal prehistrico, a partir de un trozo de

    hueso fosilizado. El trabajo le llev unos dos aos, y Latimer, el economista, se qued

    maravillado ante el inagotable entusiasmo con que su amigo haba llevado a cabo la

    tarea. Ahora, por primera vez, comprenda aquel entusiasmo. Despus de haber

  • ERIC AMBLER LA MSCARA DE DIMITRIOS - 27

    desenterrado un pequesimo e informe fragmento de la personalidad de Dimitrios,

    anhelaba completar la estructura. El fragmento era muy pequeo, sin duda, pero era

    esencial.

    El cuitado de Dhris jams haba tenido la ms mnima oportunidad. Dimitrios se

    haba servido de la obtusa mentalidad del negro, haba jugado con su fanatismo

    religioso, con su simpleza, con su ansia de dinero, echando mano de una astucia que

    tena algo de aterrador. Pero dividimos el dinero en partes iguales y Dimitrios me

    sonri, sin intentar matarme. Dimitrios haba sonredo. Y el negro haba sentido tanto

    miedo ante aquel hombre al que poda haber partido en dos slo con sus manos, que se

    haba preguntado qu significaba aquella sonrisa cuando ya era demasiado tarde.

    Aquellos ojos castaos, que reflejaban un gran cansancio, haban observado a

    Dhris Mohammed y le haban penetrado de manera perfecta.

    Latimer dobl los folios, los guard en su bolsillo y se volvi hacia Muishkin.

    Ciento cincuenta piastras es lo que le debo. Exacto dijo Muishkin con su boca metida casi dentro de la copa. Haba

    pedido otra al camarero: estaba a punto de terminarse su tercer ajenjo. Despus de

    depositar la copa sobre la mesa, cogi el dinero que le ofreca Latimer. Usted me cae bien asegur con tono serio; usted no tiene nada de esnob. Ahora se tomar un trago conmigo, verdad?

    Latimer ech una ojeada a su reloj.

    Por qu no cena usted conmigo, antes? Estupendo! exclam Muishkin al tiempo que se pona en pie, con gran

    esfuerzo. Estupendo repiti; Latimer haba advertido que en los ojos del traductor haba un brillo distinto del habitual.

    El ruso sugiri que fueran a un restaurante: era un lugar de luces tenues, lleno de

    espejos con marcos de terciopelo encarnado y volutas doradas, con manchas indelebles

    en los cristales; all servan comida francesa. El local estaba abarrotado de clientes y el

    aire se haba cargado con el humo de los cigarrillos.

    Se sentaron en unas sillas tapizadas que desprendan un olor casi ftido.

    Ton1 dijo Muishkin mientras echaba un vistazo a su alrededor; cogi el men y despus de algunas deliberaciones, eligi el plato ms caro que haba.

    Acompaaron la comida con un vino resinoso, un jarabe casi, tpico de Esmirna.

    Muishkin empez a contar su vida. Odessa, 1918. Estambul, 1919. Esmirna, 1921. Los

    bolcheviques. El ejrcito de Wrangel. Kiev. Una mujer a la que llamaban El Carnicero.

    Utilizaban el matadero como prisin, porque la crcel se haba convertido en un

    matadero. Terribles, espantosas atrocidades. Un ejrcito aliado de ocupacin. El sentido

    deportivo de los ingleses. La ayuda de los americanos. Chinches en las camas. Tifus.

    Los caones Vickers. Los griegos... oh, Dios, aquellos griegos! Verdaderas fortunas a

    la espera de que alguien las cogiera. Los kemalistas. La voz de Muishkin continu

    oyndose mientras fuera, ms all del humo de los cigarrillos, ms all del terciopelo

    encarnado,