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Número 76 - Febrero 2009

Ana Terceño

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Trabajo de maquetación de Ana Terceño

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Número 76 - Febrero 2009

Firmas: Dos buenas preguntas 4

Deportes: Esquí de montaña 6

Rutas: Peña del Moro 16Castro Valnera 18Peña vieja 20

Sumario

4 Firma

THEMOUNTAIN FEBRERO 2009

¿Por qué subís a las montañas? ¿Qué hacéis cuando llegáis arriba? “Mear y volver a bajar”, contestaba un montañero bastante cachondo a la segunda pregunta.A la primera todos los aficionados hemos respondido dando múltiples y personales razones, pero creo que la más aguda y atinada respuesta la dio un famoso alpinis-ta que dijo sencillamente: “porque están ahí”.

Resulta fácil, y casi inevitable, interesarse por el montañismo viviendo en esta tierra, Cantabria, conocida hasta hace poco, como La Montaña, donde resulta im-posible sustraerse a la presencia imponente y magnifica de los gigantes blancos.

La curiosidad y el afán de superación son dos de las palancas que mueven a las personas. Por curiosidad subiremos por primera vez… ¿Qué se verá desde allí arriba? ¿Por dónde se podrá ascender hasta la cumbre? ¿Seremos capaces de ha-cerlo? Luego sentiremos la gran satisfacción de haberlo conseguido y querremos alcanzar nuevas metas: cumbres diferentes, más altas, más difíciles, por nuevas vías menos frecuentadas, más originales.

Pocas sensaciones son comparables a la enorme satisfacción que se siente al coronar una cumbre. Especialmente si nos ha resultado difícil conseguirlo. El con-tacto con la Naturaleza es pleno, intenso, permanente. Oyes nacer el agua, crujir la nieve bajo las botas. Hueles el musgo en lo hondo del bosque. Oyes el silencio. Te funde el calor del verano y te hiela la ventisca del invierno.

Todo esto te enseña a ser parte de la Naturaleza, a disfrutar de ella, a amarla, a vivirla y, sobre todo, a respetarla profundamente.

Jose Antonio Terceño Lastra

DOS BUENAS PREGUNTAS

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THEMOUNTAIN FEBRERO 2009

Con la llegada del invierno la monta-ña cambia de fisonomía. Las prime-ras nieves cubren los prados, tapan los canchales y hielan riachuelos y

lagos. Las canales se convierten en pendientes toboganes de rara elegancia. Las oscuras cres-tas se alzan altivas en medio de un mar blanco. La naturaleza entra en un estado de letargia, retraída sobre si misma, para aguantar la cru-deza de las bajas temperaturas y los tempora-les de nieve. Pero para el alpinista, éste estado de la montaña reúne nuevos atractivos. El si-lencio y la quietud absoluta de la naturaleza, la soledad y el alejamiento, el paisaje transfor-mado en una inmaculada superficie blanca, donde el sol construye unos espectáculos de plástica belleza, son unos elementos que dan una nueva magia a la montaña invernal, a ve-ces dura y con riesgos, a veces bella y especial, y no puede contener el deseo irrefrenable de acercarse a ella, de penetrar en ella. Y entonces es cuando descubre la utilidad del esquí. Las

montaña´

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tablas se convierten en el instrumento idóneo para desplazarse con comodidad, para trans-portar al alpinista inquieto al pie de la vía, de la canal o de la pared. Pero muy pronto el al-pinista intuye que el esquí puede dar mucho más juego en este terreno blanco, que le abre un nuevo mundo de inmensas posibilidades. La comodidad de progresar por nieves hondas sin hundirse hasta la cintura, el placer de des-lizarse por largas pendientes, de trazar giros y “godilles” en la liviana nieve polvo, el vértigo de la velocidad, lo transporta a un mundo de ensueño del que ya no puede prescindir. Las travesías de un valle a otro, la ascensión a una cumbre con los esquís en los pies, los des-censos por largas pendientes dan una nueva dimensión al alpinismo invernal. Y así nace el esquí de montaña, de la conjunción de dos dis-ciplinas, el esquí y el alpinismo, y se convierte en un fin en si mismo, en una disciplina autó-noma, en un objetivo permanente, y el alpi-nista sólo piensa en la llegada de las primeras nieves, que le abrirán de nuevo el fascinante mundo de la alta montaña invernal.

El espíritu del esquí de montaña es bien dis-tinto del esquí alpino o de descenso. Para este último, a pesar de estar en la montaña, lo im-portante es sólo el descenso, la calidad de la nieve, la velocidad y el virtuosismo en los giros. Busca el esquí por el esquí. Es una técnica pura, que ciertamente proporciona importantes pla-ceres, pero está muy alejada de la montaña. La montaña es exclusivamente un marco, a veces duro e ingrato, como la carretera al coche o el mar al barco.

El esquí de montaña es otra cosa. Utiliza el esquí como medio para estar y disfrutar de la alta montaña invernal. Gracias a los esquís el alpinista podrá gozar de los mismos placeres que el esquiador alpino en los descensos, pero a la vez se integrará en la montaña, vivirá en la montaña. Sin los ruidos ni aglomeraciones de las estaciones de esquí entrará en un mundo de grandes horizontes, de naturaleza virgen, de soledad extrema. Cuando ha de elegir la mejor ruta de ascensión, la pala con nieve más adecuada para realizar el descenso, vive la nie-ve, sus cambios y cualidades. Por ello el prac-ticante del esquí de montaña ha de procurar ser un buen alpinista y un buen esquiador. Una técnica adecuada le permitirá afrontar todo tipo de situaciones, de terrenos estrechos o in-clinados, de nieves inesquiables o de ensueño, con mayor o menor soltura y podrá liberar su espíritu de las contrariedades materiales. Pero a la vez ha de ser un buen alpinista. Ha de co-nocer todas las características de la montaña invernal, todos sus peligros y dificultades. Ha de saber anticiparse a una meteorología dura y cambiante, prevenir el constante peligro de los aludes o grietas en los glaciares, saber orien-tarse en la niebla que convierte la ascensión en un laberinto, cruzar un collado con cornisas o traspasar una cresta rocosa helada. El esquia-dor-alpinista se entrega a una comunión ínti-ma con la montaña. El espirítu de la montaña invernal invade los sentimientos al realizar uno de los más bellos deportes que pueden practi-carse en la naturaleza. Un deporte de libertad, pero también de responsabilidad.

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Durante la ascensión

Normalmente la ascensión se llevará a cabo con los esquís en los pies. En el caso de no lle-varlos puestos (falta de nieve, paso de terreno rocoso, nieve helada, cruce de un río) pueden llevarse atados a la mochila si el recorrido es largo, en la mano o el hombro si es breve o bien arrastrándolos con una baga que los una al cuerpo o a la mochila.

Cuando llevemos los esquís a los pies nor-malmente iremos con las pieles de foca pues-tas. La técnica consiste en progresar a un ritmo regular, uno detrás de otro, aprovechando y mejorando la traza abierta por el primero. Este tiene la responsabilidad de diseñar el recorrido, realizando una traza que se adapte al terreno, evitando las pendientes excesivamente pro-nunciadas o los tramos peligrosos y buscando el mejor sitio para ejecutar los giros. Esta debe ser constante, regular y segura. La traza es la firma que deja el montañero en la nieve y su calidad pone en evidencia su experiencia. Para adaptar la traza al terreno y ganar altura, ha-bitualmente hay que recurrir a diferentes tipos de vueltas y giros.

En pendientes suaves se recurrirá a un giro progresivo, que consiste en ir decantando sua-vemente los esquís hacia la dirección deseada. Cuando la inclinación no permita este giro progresivo se recurrirá al giro clásico, que no es más que una vuelta ejecutada en diferentes movimientos sucesivos parciales. Finalmente en terrenos en los que no podamos ejecutar ninguno de los giros anteriores recurriremos a la vuelta maría, el giro por excelencia del esquí de montaña. Poniendo los esquís horizonta-les a la pendiente y paralelos entre si, con los palos clavados uno cerca del cuerpo y el otro alejado levantaremos un esquí hasta girarlo completamente (180*) en la dirección deseada, quedando la cola del esquí junto a la espátula del otro. Seguidamente repetiremos la misma operación con el otro esquí, hasta que queden paralelos.

Este giro puede practicarse cara a la monta-ña o bien cara a la pendiente. Es el giro bási-co, que debemos dominar a fondo. Conviene practicarlo en terrenos suave hasta que se con-vierta en una mecánica que permita realizarlo en terrenos de cualquier inclinación y con cual-quier tipo de nieve con seguridad y rapidez.

Técnicas de Descenso

Las condiciones de la nieve, casi siempre vir-gen, los obstáculos imprevistos, la inclinación del terreno, la severidad del ambiente, el peso de la mochila y el cansancio acumulado duran-te la ascensión son factores que deben supe-rarse y que exigen del esquiador de montaña un buen dominio de la técnica de descenso. El principio básico debe ser la seguridad por en-cima del estilo, evitando caídas que aumentan la fatiga y el riesgo de inoportunas lesiones. Simplificando podríamos decir que el esquia-dor que se adentre en la montaña debe ser ca-paz de bajar sin problemas por pistas negras, aún con nieves difíciles. Hay que recordar que no encontraremos nieve pisada por una retrac y para que el descenso no se convierta en un suplicio o se alargue excesivamente debemos desenvolvernos con agilidad.

Viraje en Stemm-Christiania: Es un viraje que resulta de la evolución de lo que se denomina “viraje fundamental”. Se parte en diagonal, con esquís paralelos. En el punto deseado se clava el bastón mientras se abre el esquí exterior al viraje cargando sobre él el peso. Se recoge el esquí interior mediante derrapaje o conduc-ción hasta la posición de paralelo, iniciando una nueva diagonal. Es un viraje muy efectivo en cualquier tipo de nieve, incluso pendientes pronunciadas, siendo una buena alternativa para aquellos que no dominen la “godille”.

Esquí paralelo o simultáneo: es el esquí en “godille” o encadenamiento de virajes. El peso se reparte entre los dos esquís y el viraje se produce ayudado por el dinamismo o velo-cidad del descenso y gracias a la aligeración y cambio del peso sobre los esquís en el mo-mento de girar. Esta aligeración se puede pro-ducir tanto con la extensión como la flexión de las piernas, mientras el tronco se dirige hacia la pendiente. El movimiento de bastones ayuda a marcar el ritmo. La velocidad se controla me-diante el efecto de rebote y frenado de cada nuevo giro.

Es un tipo de esquí muy deportivo, exige buena condición física y bastante potencia cuando se trata de nieves muy profundas y pesadas. Es válido en casi todo tipo de nieves, especialmente en nieves polvo, profundas de

TéCNICAS DE PROGRESIóN Y DESCENSO

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cualquier tipo y nieve primavera. El cuerpo debe ir bien equilibrado sobre los esquís, vigi-lando siempre el lugar donde se carga el peso: delante con nieves duras, en el centro de las fijaciones con nieves polvo ligeras, desplazado hacia atrás o oscilando atrás-centro con nieves pesadas o muy profundas para evitar que se enganchen las espátulas. En nieves costra de-ben realizarse giros amplios y con suavidad, bien apoyado en las colas del esquí o median-te aligeramientos rápidos y decididos en una operación de flexión-recuperación. Este tipo de viraje es también muy apto y divertido con nieves transformadas, pudiendo combinarse con el derrapaje en cada giro de los dos es-quís.

Un recurso poco académico pero seguro en la prevención de caídas (con nieves pesadas o grandes mochilas) es el viraje por flexión-extensión con apoyo sobre los dos bastones. Este tipo de apoyo resulta fundamental en pendientes de 40_ o más, pudiéndose combi-nar con salto y giro en el aire.

Viraje alternativo: El esquí exterior conduce la trayectoria del viraje soportando todo el peso del esquiador. En el momento del viraje se cambia el peso al otro esquí, que volverá a ser el exterior. Se esquía con independencia de piernas, siendo el viraje fundamental del esla-lom. Al mantener la independencia de pesos sobre los dos esquís se obtiene mayor estabili-dad, permitiendo recuperar el equilibrio cuan-do se pierde en los cambios de nieve, protube-rancias del terreno, etc. Es el viraje ideal para nieves costras, ventadas y cambiantes. Permite un excelente trabajo de los cantos del esquí y por tanto el óptimo control de la velocidad y el frenado en nieves duras y heladas.

Material

Esquis, fijaciones, botas, bastones, guan-tes, gorro,chaqueta, gafas con buena protección, mochila, tira de piel de foca.Otros: crema solar, botiquín, cantimplora,etc.

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Peña del MoroAscensión desde Ramales

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Peña del MoroAscensión desde Ramales

La villa de Ramales de la Victoria, capital de la comarca del Asan, está rodeada de montañas ca-lizas de reconocido valor espeleológico, llenas de cavidades de dimensiones notables en muchos casos, y con restos de arte paleolítico en algunas: Covalanas, Cullalvera, La Haza, Sotarriza y Venta la Perra.

Estos macizos calizos que rodean Ramales son poco frecuentados por los montañeros, con la única excepción del Pico San Vicente, pero no por ello dejan de tener atractivo. No encontraremos aquí elevadas cumbres, pero si escarpadas peñas calcáreas, llenas de formas kársticas e insospe-chados rincones donde podremos disfrutar de la tranquilidad que falta en montañas más conoci-das.

Uno de estos macizos es el delimitado por los ríos Calera y Carranza, afluentes ambos del Asón por su margen derecha. Este macizo culmina en las peñas del Mazo (829) y del Moro (778), separa-das ambas por una amplia depresión kárstica, la Torca del Moro. Estas cimas se reconocen desde muy lejos por la presencia de un enorme repeti-dor de televisión en las proximidades de la cum-bre de la Peña del Mazo, que queda por ello un tanto deslucida. Por tanto resulta más interesante subir a la Peña del Moro, aunque sea un poco me-

nos elevada que la anterior. También es posible hacer las dos cumbres de una sola vez. Este macizo montañoso pertenece en parte a Vizcaya, por cuya vertiente presenta un aspecto

mucho más suave. Además el acceso es bastante más cómodo y fácil por ese lado, dado que la carretera de Lanestosa a Carranza lo bordea por el S, sobrepasando los 600 metros de altitud en el Puerto Ubal, con lo que el desnivel a superar es mínimo. El itinerario descrito, sin embargo, discurre por la vertiente cántabra, lo que implica un mayor desnivel pero también resulta más interesante para el montañero.

Salir de Ramales (84) y llegar hasta el barrio de La Pared (250), que está al borde de la carretera que sube a Los Tornos, a unos 3 kms de Ramales. Es recomendable ir, mejor que por la carretera, por el camino viejo que pasa junto a las cuevas. Una de éstas es la de Covalanas, de las mejores de Cantabria por su arte prehistórico y cuya visita es posible. Aunque no veamos las cuevas, es un agradable paseo siempre vigilado por la aguda silueta del Pico San Vicente (957).

El barrio de La Pared debe tomar su nombre de la llamada Pared del Eco, una muralla rocosa extraplomada bien visible desde la carretera y en la que se abre la enorme boca de Cuevamur, otra de las destacadas cuevas de la comarca. Este lugar es una de las principales escuelas de escalada de Cantabria.

Para subir ya al monte, vamos por la carretera hacia el S hasta pasar el puente sobre el río Cale-ra, junto al que tenemos una fuente y el arranque de una cambera que sube a la izquierda, por la cual hemos de seguir. Encontramos una bifurcación y vamos a la derecha, llegando en un rato a una hermosa pradería en la que crecen dos cajigas. El camino sube, cada vez menos marcado, y pasa junto a una nueva fuente, pasada la cual subiremos hacia la derecha hasta que se terminan los prados. Cruzamos entonces los pinos que quedan a la derecha y subimos a derecho hasta

Recorrido

Cuesta Los Corrales, acceso a Peña del Moro 778 m.

Punto de partida Ramales de la Victoria (84),

Punto de llegada la cima

Comunicaciones autobús de línea a Ramales, de la empresa Turytrans. La estación más próxima es la de Gibaja, de Feve, (ferrocarril Santander-Bilbao), a 4 kms de Ramales.

Desnivel casi 700 metros, pero unos 150 menos si se empieza en La Pared.

Dificultad en las rocas del final hay que ayudarse con las manos

Horario 2 horas largas hasta la cumbre.

Epoca recomendada todo el año.

Cartografía MTN, hoja 60 (MME 20-5), Valmaseda, a escala 1:50.000

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meternos en una gran canal que desciende de la peña. Esta inclinada canal, llamada Cuesta los Corrales, nos lleva hasta las proximidades de la cima.

Cuando se termina sólo podemos ir hacia la derecha o la izquierda, y escogemos esta última opción, guiándonos por unas marcas de pintura que nos llevan hasta la atalaya que es la cumbre de la Peña del Moro (778), llamada también La Colorada.

Arriba hay un buzón alpino y amplias vistas sobre la comarca del Asón, destacando Ramales abajo del todo, así como el escarpado Pico San Vicente al O y, hacia el E, al otro lado de la Torca del Moro, la Peña del Mazo (829) y su enorme repetidor.

Hay una segunda cima de altitud similar y que se alcanza fácilmente yendo hacia el E por el cimero.

La vía normal de este pico parte del Puerto Ubal (636), situado en la carretera de Lanestosa a Carranza, ya en tierras vizcaínas, aunque en la cuenca del Asón. Se entra por una pista que sale algo antes del alto (según se sube desde Carranza) y que nos acerca a la peña, que por aquí ape-nas presenta desnivel.

Otras posibilidades

Castro Valnera es la cumbre más elevada de las montañas pasiegas, el pico culminante del sector más oriental de la Cordi-llera Cantábrica. Al E del macizo del Alto Campoo no se encuen-tran en la divisoria cantábrica cimas que le sobrepasen en alti-tud, y hay que esperar a las cum-bres del Pirineo para encontrar de nuevo mayores altitudes.

El área de Castro Valnera des-taca, entre otras cosas, por pre-sentar abundantes ejemplos de morfología glaciar, lo que sorprende dada su relativamen-te modesta altitud. Durante la última glaciación cuaternaria, existieron aquí importantes gla-

ciares de los que se han conservado numerosas huellas en el paisaje: valles de sección en U, circos, depósitos morrénicos... El valle alto del Miera, desde Lunada hasta La Concha, es el mejor ejemplo de morfología glaciar de esta zona, pero no el único.

La importancia de este foco de glaciarismo cuaternario parece explicarse, entre otras cosas, por las elevadas precipitaciones que se registran en la zona. Estas montañas forman una im-portante pantalla orográfica orientada al NO, alcanzándose en ella posiblemente los máximos pluviométricos de Cantabria, con cantidades que se calcula que superan ampliamente los 2000 litros por metro cuadrado y año. En invierno las nevadas son muy copiosas, aunque suelen ir seguidas de un rápido deshielo, especialmente en las situaciones de viento Sur.

La ascensión a Castro Valnera por Lunada, ya sea desde lo alto del puerto, ya desde la pequeña estación de esquí que existe, es una ruta muy concurrida, sobre todo los buenos domingos de in-vierno, pues esta montaña gana mucho con la nieve. En verano también es muy recomendable, sobre todo para los que empiezan a hacer montaña, ¡Jues es una Clmo. elevada e importante que se alcanza con facilidad y proporciona vistas extraordinarias.

Subir desde el alto del Ponillo de Lunada (1350) hacia el SO, marchando siempre por la diviso-ria. Pronto vemos a la izquierda los remontes de la estación de esquí de Lunada, y apreciamos la disimetría de las vertientes de esta montaña, mucho más tendida por el lado de Burgos, mientras por el N está cortada a pico. Al cabo de un rato alcanzamos ya el Pico la Miel (1580), también lla-mado Alto de las Corvas En su cima hay un buzón alpino.

Ahora nos encontramos con unos cortados que nos impiden continuar hacia el O. Hemos de ir entonces hacia el S, sin perder mucha altitud, para encontrar unas canales herbosas, cortas pero bastante pindias, por las que se baja hasta un amplio collado (1400). En este collado existe una gran torca en la que aguanta mucho la nieve: la he conocido con varios metros de nieve a mediados de agosto

Remontamos a continuación por la derecha de la cresta, subiendo una pendiente herbosa, y descubrimos al coronarla esplendidas vistas hacia el otro lado, con el profundo Valle de Pas en primer término, al pie del impresionante cortado de la cara N de Castro Valnera. \lamas por la arista hacia el SO y, sin dificultades, pasamos varias antecimas antes de alcanzar la cumbre de Castro Valnera (1707), vértice geodésico de primer orden.

18 Rutas

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Castro ValneraAscensión desde el Portillo de Lunada

Recorrido

Cabañas al pie de Peña Negra 1.498 m.

Hay un mojón del IGN, una estructura metálica en forma de trípode, y un buzón alpino. Las vistas son extraordinarias: se ve prácticamente toda Cantabria, desde las cimas más elevadas de la región hasta el litoral y alguna de sus playas. Se distingue bien Santander, al N, pero otras localidades apenas se ven, tapadas por las montañas casi siempre. Se ve muy bien San Pedro del Romeral, al O. En la distancia se adivinan lejanas montañas: las del País Vasco al E, el Sistema Ibérico al SE, y los macizos centrales de la Cordillera Cantábrica al 0, incluidos Peña Sagra y Picos de Europa.

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Punto de partida Portillo de Lunada (1350). situado en la c.arrelera de Liérganes a Espinosa de los Mon-

teros.

Punto de llegada la cima

Comunicaciones

Desnivel 350 metros. A mitad del recorrido se pierden unos 150 metros que hay que volver a

subir. Esto a la vuella puede resullar baslante fastidioso.

Dificultad ruta montañera sin problemas, salvo los canales herbosas que se bajan después del

Pico la Miel, que deben descenderse con cuidado. Horario 1:30 ó 2 horas hasta la cima

Epoca recomendada entre mayo y ocfubre. Es una ruta muy interesante para hacer un buen dia de Invierno,

si se tiene el equipo y la experiencia necesarios. pero debe tenerse en cuenta que en

estas montañas nieva muchisimo.

Cartografía MTN, hoja 84 (MME, hoia 19·6), Espinosa de los Monteros,

a escala 1:50.000.

El macizo central de los Pi-cos de Europa, llamado de Los Urrieles, se compone de cuatro submacizos principales, el más oriental de los cuales culmina en Peña Vieja (2613). Si bien es superado en altitud por los submacizos de Cerredo (2648) y L1ambrión (2642), este sub-macizo de Peña Vieja es consi-derado como el más destacado de los Picos de Europa por la densidad de picachos, torreo-nes y agujas, contándose entre sus cumbres con la más famosa de todas, el Naranjo de Bulnes o Picu Urriellu (2519), ubicado ya en la parte asturiana del ma-cizo. Con sus 2613 metros, Peña

Vieja es el techo de Cantabria, la montaña más alta de nuestra región, si bien hay que hacer constar que otra cumbre la supera ligeramente: se trata de Torre Blanca (2617), situada en el sub-macizo del Llambrión. Lo que sucede es que esta última cima la compartimos con León y es una cumbre mucho menos significativa, mientras Peña Vieja está íntegramente dentro de los límites regionales y es una montaña mucho más destacada por su volumen y su aislamiento respecto a otras cimas.

La ascensión a Peña Vieja es una de las más fáciles de Picos, y además el teleférico y la pista de Áliva facilitan mucho la aproximación hasta ella. Esto y su misma importancia hacen que sea una cumbre muy frecuentada y recomendable. Desde su cumbre se domina un abismal panorama sobre Liébana y los Picos de Europa, lo que recompensa sobradamente el esfuerzo que requiere su ascensión.

De todos modos, Peña Vieja no debe minusvalorarse por la facilidad de su vía normal. Fuera de los meses de verano no es recomendable intentar la ascensión si no se tiene la suficiente experiencia en alta montaña. Además hay que hacer constar que Peña Vieja tiene también caras de gran dificultad en las que se encuentran famosas vías de escalada, como el Espolón de los Franceses. Si nos parece poca cosa la subida a Peña Vieja, debemos partir desde Fuente Dé o Espinama, sin utilizar el teleférico, para hacer la verdadera ascensión al techo de Cantabria.

La ruta aquí descrita es la vía normal de Peña Vieja, la cual, pese a su relativa facilidad, permite hacerse una idea bastante buena de la dureza y desolación que encierran estas montañas únicas que son los Picos de Europa. Para el descenso puede utilizarse la Canal del Vidrio, completando así un interesante circuito en torno a Peña Vieja.

La ruta de ascensión a Peña Vieja por la vía normal coincide en buena parte con el itinerario que desde El Cable se dirige hacia Horcados Rojos (véase ruta 47). Así pues, se sale desde El Cable (1847), se va hacia la izquierda en la bifurcación de la Horcadina de Covarrobres (1930), y luego a la derecha en la de La Vueltona (2000). Después de seguir un buen rato el camino por las pedre-ras de la vertiente meridional de Peña Vieja, nos separamos del itinerario que lleva a Horcados Rojos en una bifurcación (2250) que hay bajo la Aguja de Bustamante, tomando el sendero de la derecha (está indicado en una roca).

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Peña ViejaCircuito-ascensión desde El Cable

Recorrido

Cumbre de Peña Vieja 2.613 m.

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La senda asciende hacia el E por terreno rocoso, y pronto enfila una empinada aunque breve canal, la Canalona. Muy próxima, a la izquierda, vemos la Aguja de la Canalona, un espectacu-lar monolito de aspecto inaccesible. Remontando la canal alcanzamos una brecha, la Jorcada o Collado de la Canalona (2440), y descubrimos al otro lado buenas vistas sobre las cumbres del macizo oriental de Picos.

Desde el collado ya sólo queda ir por el sendero de la derecha, hacia el E, y afrontar la última parte de la ascensión. Vista desde este punto puede impresionar bastante, pero no hay más di-ficultad que una gran llera o pedrera por la que se sube casi hasta la misma cima de Peña Vieja (2613).

En la cumbre no hay ni mojón ni buzones alpinos, lo cual resulta bastante extraño en una cima tan importante y frecuentada. La panorámica que desde allí se tiene es realmente buena. Se trata de un magnífico mirador sobre Liébana y las montañas que la rodean, y tiene una de las mejo-res vistas del macizo central de los Picos de Europa: se distinguen, entre otras, las cumbres del Naranjo de Bulnes, Torrecerredo, Tesorero, L1ambrión, Torre Blanca, Peña Remoña... Por detrás del Tesorero asoman un poco las Peñas Santas (macizo occidental de Picos). Hacia el otro lado, las cimas del macizo de Ándara, Peña Sagra, el Alto Campoo, Bistruey, Curavacas, Peña Prieta, Coriscau... Por detrás del Collado de Cámara se distingue Potes, y también se ven, al NE, las casas de Sotres.

Bajamos de nuevo hasta el Collado de la Canalona y tenemos ahora dos posibilidades de re-greso: completar el circuito a Peña Vieja descendiendo por la Canal del Vidrio, o bien volver por el itinerario de subida. Si no se tiene cierta experiencia montañera o se padece vértigo es mejor volver por donde vinimos, pues la bajada de la Canal del Vidrio tiene un paso bastante compro-metido Un cortado interrumpe la canal en su parte inferior, y sólo es posible descenderlo por un sendero muy deteriorado y bastante aéreo. Si no se encuentra este paso, no hay más remedio que tener que volver a remontar la canal hasta el collado.

Para bajar por la Canal del Vidrio, tomamos en el collado una senda que pasa junto a unos vivaques y sigue hacia el N. Así entramos en unos hoyos que quedan bajo la Morra de Navarro (2601). Por aquí se va también al Naranjo y Urriellu (por la Callada Bonita) y al Valle de las Moñetas. Nosotros tenemos que ir hacia el E, para entrar en la cabecera de la canal, una depresión cerrada y alargada en cuyo fondo hay un gran nevero perpetuo. Descendemos a ésta, destrepando en algún punto, y bordeamos el nevero por la izquierda, a través de las pedreras. Siguiendo hacia el E siempre, pasamos tres colladinas, viendo al frente las cimas principales del macizo oriental y, mucho más próximas, a nuestra izquierda, unas escarpadas agujas rocosas.

Llegamos a la zona mas amplia de la Canal del Vidrio, que hay que descender por la parte izquierda, siguiendo un sendero bastante marcado. Después de un buen rato de bajada se llega al punto clave, donde un gran cortado nos cierra el paso. Abajo, muy cerca ya, se dominan los puertos de Áliva y las viejas minas. Hay que descender por un estrecho sendero muy deteriorado que bordea la parte derecha del cortado, pasando junto a varias oquedades, en una de las cuales hay una pequeña caseta.

La senda desemboca en una pedrera, por la cual bajamos, quedando a nuestra izquierda un cable de las minas. Al poco encontramos un camino minero que va hacia la derecha. Lo seguimos a través de las pedreras que cubren la falda de Peña Vieja, y llegamos por él a la pista que sube desde Áliva al Cable, muy cerca del Chalet Real (1727). Un poco más arriba de éste, al borde de la pista, tenemos la Fuente de Resalao (1750), surgencia kárstica donde tiene su nacimiento el río Duje. Esta fuente y los verdes pastos de Áliva nos parecerán un auténtico paraíso, después de horas de desierto rocoso.

Para regresar al punto de partida, ya sólo resta subir por la pista, pasando por el Collado de Juan Toribio y la Horcadina de Covarrobres (1930), y seguir luego a la izquierda hasta El Cable (1847).

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Punto de partida El Cable (1847), estación superior del teleférico de Fuente Dé. Si se quiere prescindir de éste, puede llegarse hasta El Cable por la Canal de la Jenduda o por Áliva

Punto de llegada la cima

Comunicaciones autobús de linea Santander-Torrelavega-PotesFuente Dé, de la empresa Palomera.

Desnivel casi 800 metros de subida. Luego unos 900 metros de bajada por la Canal del Vidrio, 200 de subida hasta la Horcadina de Covarrobres y otros 100 de suave bajada hasta El Cable. Si prescindimos del teleférico, 750 metros más, tanto de subida como de bajada.

Dificultad la vía normal de ascensión a Peña Vieja no tiene ningún problema en condiciones normales, pero la pedrera final puede resultar muy incómoda para personas no acos-tumbradas a caminar por el monle. La bajada por la Canal del Vidrio resulta en cambio más comprometida, pues hay un tramo bastante aéreo por el que debe bajarse necesariamente para supe-rar un cortado.

Horario vuelta comple hasta 6 horas hasta la cumbre.

Epoca recomendada entre junio y septiembre

Cartografía Picos de Europa /1 -Naranjo de Bulnes, de Ed. Alpina, a escala 1:25.000.