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Antología de pragmática

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22 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

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CAPÍTULO II

¿ Q U É E S L A P R A G M Á T I C A ?

1. DEFINICIONES

Cuando se empezó a hablar de pragmática se la asociaba, medio en broma y medio en serio, con un cubo de basura donde la lingüística tiraba los problemas de semántica e incluso de sintaxis que no podía resolver satisfactoriamente (algunos de los contenidos del cubo de basura se verán en este capítulo). Hasta cierto punto, el problema de que la pragmática carece de unidad teórica y metodológica y de que es difícil definirla (aunque haberla, la hay) sigue sin resolver.

En un libro panorámico sobre la lingüística moderna, publicado en 1988, e l autor del capítulo dedicado a la pragmática, Laurence Hora, comenta la dificultad de dar una definición, contraponiendo esta dificultad al hecho de que la pragmática ya es, por derecho propio, una disciplina académica, con un impresionante caudal de estudios realizados y ciertas líneas o tendencias bien claras de investigación en curso.

Pero el campo de la pragmática sigue siendo muy amplio, y todavía se discute si debe ser considerada una subdisciplina dentro de la lingüística, si es otra lingüística (¿la lingüística alternativa del fin del siglo?), o si es una ciencia social distinta de la lingüística, como quieren algunos investigadores europeos.

La posición tomada en este librito es que la pragmática es una subdisciplina lingüística, y su objeto el significado del lenguaje en uso. Hasta aquí me he valido, para caracterizar la pragmática así entendida, de metáforas que sugieren un.cambio de enfoque en el estudio del significado: he dicho, por ejemplo, parodiando a Bécquer, que la pragmática "eres tú", el hablante, y también que la pragmática estudia el exceso de significado, el que desborda a la semántica. Estas metáforas sugieren apertura, incluso apertura ilimitada, y es hora de acotar esa apertura. Para

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Por estas razones, que no son lingüísticas, poca gente ha hecho caso a la Real Academia en lo de la catedrático. Personas cultas dicen, en Castilla, Carmen es médico, o Su mujer es arquitecto, oraciones que deberían llevar el asterisco que las excluye de la gramática española. ¿Deben o no llevarlo? Ambas oraciones son agramaticales, pero así se usan normalmente, es decir, son enunciados que los castellanohablantes consideran correctos y adecuados. Es difícil resolver el problema de cómo una expresión puede estar fuera de la gramática y a la vez servir para los usos normales y aceptados del lenguaje. Como es fácil imaginar, este tipo de dilema da lugar a discusiones no siempre cordiales entre los lingüistas. Algunos opinan que el concepto de oración bien formada no sirve, teóricamente, para mucho. Otros opinan que si vamos a prestar atención a cómo habla la gente, jamás podremos describir las estructuras básicas de la lengua, descripción que, dicen, es lo que debe interesar al lingüista. Sin contar a los puristas, que piensan que todos hablamos mal, y cada vez peor, además, de Cicerón acá (¿qué es esto de estudiar cómo usa la gente el lenguaje, si la gente usa mal el lenguaje?).

Como muestran la catedrático y la poeta, la influencia de los condicionamientos sociales es tan fuerte como para mover los pilares de la gramática. ¿Debemos dejar estos condicionamientos fuera de la lingüística? O, para volver a lo que decíamos al principio de este apartado, ¿hasta dónde llega el contexto, y, por lo tanto, cuál es el alcance de la pragmática?

Desgraciadamente, no podemos contestar a esta pregunta dentro de los límites de este librito. Pero quiero dejarla planteada desde el principio, porque así el lector ponderará mejor los méritos y limitaciones de las soluciones que da la pragmática a los problemas que vamos a tratar en los capítulos siguientes.

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eso nos resultarán útiles algunas definiciones o caracterizaciones recientes de la pragmática. El lector puede quedarse con la que más le guste (decisión que puede postergar hasta terminar de leer este cuaderno).

Stephen Levinson, autor del más celebrado de los manuales de pragmática, dice lo siguiente (cito por la versión española):

a partir de sucesiones de enunciados, junto con asunciones de fondo acerca del uso del lenguaje, podemos calcular inferencias muy detalladas acerca de la índole de las. asunciones que hacen los participantes y de los propósitos para los que se utilizan los enunciados. Para participar en el uso ordinario del lenguaje, uno tiene que ser capaz de hacer tales cálculos tanto en la producción como en la interpretación. Esta capacidad es independiente de creencias, sentimientos y usos idiosincráücos [...] y se basa en su mayor parte en principios bastante regulares y relativamente abstractos. La pragmática puede entenderse como la descripción de esta habilidad {Pragmática, pág. 46).

Nótese que si no tuviéramos esa capacidad a la que se refiere Levinson, de nada nos valdría saber perfectamente la gramática de nuestra lengua o de cualquier lengua: el conocimiento de las reglas gramaticales no es suficiente para usar el lenguaje efectivamente, ni siquiera en diálogos sencillos. Nuestra capacidad pragmática nos permite construir enunciados, es decir, textos que son parte de redes de textos, y nos permite interpretar los enunciados ajenos. La caracterización de Levinson sugiere que una lingüística concentrada en nuestra competencia lingüística, o conocimiento de las reglas de la gramática, sería una lingüística incompleta.

Para Georgia Green, hablar y escribir, y aún más comunicarse (palabra, dice ella, que muchos usan como equivalente a hablar o escribir, como si todo uso del lenguaje alcanzara a cumplir la meta de la comunicación) son actos de fe, y la pragmática es "el estudio de los mecanismos que sostienen esa fe" (Prag-matics and Natural Language Understanding pág. 1). Para Green, la pragmática "está en la intersección de una cantidad de campos, dentro y fuera de la ciencia de la cognición: contribuyen a su dominio no solo la lingüística, la psicología cognitiva, la antropología cultural y la filosofía (lógica, semántica, teoría de la acción), sino también la sociología (dinámica interpersonal y convención social) y la retórica" (pág. 2; trad. mía).

Horn, en el artículo de 1988 mencionado arriba, comenta

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que la pragmática es todavía un conjunto de investigaciones difíciles de unificar, y afirma: "la pragmática se ha convertido en depósito de todo tipo de consideraciones extragramaticales y de los efectos de esos factores en la forma gramatical y léxica" ("Teoría pragmática", pág. 147). Unos años después escribe, citando a Stalnaker, que la pragmática contemporánea "es el estudio de los actos lingüísticos y de los contextos en que se realizan", y continúa: "abarca los aspectos del significado que dependen del contexto; estos aspectos son abstraídos sistemáticamente por la semántica pura que trata de la forma lógica" ("Pragmatics, Implicature, and Presupposition", pág. 260, trad. mía.)

Para Dan Sperber y Deirdre Wilson, autores de la teoría de la relevancia, que veremos en el capítulo rv, la pragmática es "el estudio de la interpretación de los enunciados" {Relevance, pág. 10). "La tarea de la pragmática", escribe Diane. Blakemore, proponente de la misma teoría, "es mostrar cómo el oyente es capaz de convertir el blueprint [esbozo de significado ofrecido por la oración] en una proposición completa, basándose en conocimiento contextual" {Understanding Utterances, pág. 43; trad. mía).

Jacob Mey nos da la siguiente definición:

El lenguaje es el medio principal por el que la gente se comunica. El uso del lenguaje para diferentes propósitos está gobernado por las condiciones de la sociedad, en la medida en que esas condiciones determinan el acceso del usuario a ese medio de comunicación, y el dominio que tiene de él.

Por lo tanto la pragmática es el estudio de las condiciones del uso humano del lenguaje en cuanto determinados por el contexto de la sociedad [subrayado en el original].

{Pragmatics, pág. 42; trad. mía)

Mey se distancia de los estudios centrados exclusivamente en los mecanismos psicológicos de interpretación (véanse las definiciones de Sperber y Wilson y de Blakemore, especialmente) para insistir en las condiciones sociales, políticas, culturales, históricas, que determinan nuestro uso del lenguaje, o, como él dice, determinan "de quién es" el lenguaje.

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2. LA SINFONÍA, LOS MÚSICOS Y SUS EJECUCIONES DEFECTUOSAS

Hay algo en común en las definiciones anteriores y en otras que no he citado: en todas se reconoce, explícita o implícitamente, la existencia de un significado lingüístico contextual, que por eso parece estar a caballo entre lo propiamente lingüístico (lo gramaticalizado) y lo extralingüístico. A la lingüística del siglo xx le ha costado mucho admitir que lo extralingüístico deba formar parte del objeto de la lingüística: es como abrir la puerta al desorden y al ruido de la calle y desbaratar la preciosa homogeneidad de lo solamente lingüístico.

Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística moderna, distinguió tajantemente la lengua, o sistema gramatical virtualmen-te existente en los cerebros de todos los individuos de una comunidad, del habla, actualización voluntaria de ese sistema en actos lingüísticos individuales. Para Saussure el único objeto posible de la lingüística es la lengua, que, dice, "puede compararse con una sinfonía cuya realidad es independiente de la manera en que se ejecute; las faltas que puedan cometer los músicos no comprometen lo más mínimo esa realidad" (Curso de lingüistica general, pág. 63). Saussure reconoce que no hay lengua sin habla y que esta es la fuerza motriz del lenguaje, pero elige la lengua, sistema autónomo de signos, independientes de su uso, como objeto bien deslindado y homogéneo de la lingüística. Al eliminar todo lo que le parecía teóricamente intratable, expulsa de la lingüística al hablante:„para estudiar la sinfonía, Saussure tiene que poner a los músicos de patitas en la calle, ahorrándose así sus ejecuciones quizá defectuosas.

La lingüística generativa y transformacional fundada por Chomsky, sin duda la más importante e influyente de las teorías lingüísticas modernas, se propone hacer una caracterización formal de las propiedades sintácticas del lenguaje, abstrayendo el lenguaje, para ello, de las ejecuciones (más o menos defectuosas) de los hablantes, y concentrándose en la descripción del sistema ideal o conjunto de conocimientos que posee un hablante sobre su propia lengua. El corpus de enunciados de una lengua sirve, en esta teoría, para confirmar (o no) la gramática internalizada o conocimiento innato de esa lengua.

Saussure, Chomsky y todos los lingüistas que han observado el lenguaje seriamente saben que este es un fenómeno extraor-

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dinariamente complejo que no se puede explicar solamente como un conjunto de propiedades inscritas en el cerebro, aisladas de toda situación real de empleo. La decisión de amputar el lenguaje de estas situaciones no significa que nieguen la importancia (obvia) del uso de la lengua, sino que no le dan cabida en su teoría, que pretende explicar rasgos sistemáticos, generales y universales del lenguaje.

Es esta voluntad teórica la que ha ido cambiando en los últimos treinta años, a medida que crece el desengaño por las for-malizaciones que pretenden explicar propiedades sintácticas fundadas, en última instancia, en las intuiciones de los mismos lingüistas acerca de la aceptabilidad de esta o aquella frase, sin recurrir nunca a lo que la gente dice realmente todos los días. Actualmente ningún lingüista puede poner en duda que hay regularidades lingüísticas que no dependen solamente de reglas gramaticales, sino de la manera en que usamos el lenguaje. De ahí que, mientras en los principios de la lingüística "científica" el hablante salía por una puerta, tres o cuatro décadas después, a fines de los sesenta, entraba por otra: casa con dos puertas mala es de guardar, y el indeseable hablante fue invitado a entrar por la puerta de atrás del edificio teórico de la lingüística, cuando esta se vio en dificultades para explicar ciertos fenómenos que solo pueden explicarse acudiendo a la noción de contexto.

El valor explicativo del contexto para describir regularidades y generalidades del lenguaje se verá mejor con algunos ejemplos.

3. EL LENGUAJE NO ES SIEMPRE GRAMATICAL

NI SIEMPRE LÓGICO

El caso de la catedrático, visto en el capítulo anterior, pone en cuestión una noción básica de la lingüística generativa, la noción de oración bien formada. Según Chomsky y sus seguidores, una lengua consiste en una serie de oraciones bien formadas; de acuerdo con este criterio, las oraciones mal formadas no pertenecen a la lengua o el dialecto estudiado. Para explicar que la catedrático es un caso diferente que la enfermero hay que recurrir, forzosamente, a nociones no lingüísticas, ya que esta aberración gramatical no se puede explicar dentro de los confines

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teóricos de un sistema gramatical autónomo, independiente del uso.

Un ejemplo clásico de fenómeno gramatical que no puede explicarse satisfactoriamente sin acudir a información pragmática es el del orden de palabras o distribución de la información en la oración. Obsérvense los dos ejemplos siguientes:

(1) No hay tomates.

(2) Tomates no hay.

Las condiciones de verdad de (1) y (2) son idénticas, de modo que si es cierto que no hay tomates, tanto (1) como (2) son verdaderos. Pero (1) y (2) no se pueden usar indistintamente; el orden de palabras del español es muy flexible, pero elegimos un orden en lugar de los otros posibles por razones contextúales, no al azar. Para explicar la estructura comunicativa de (1) y de (2) tenemos que recurrir al contexto en que ambos textos pueden producirse. Limitémonos a (2), que tiene una construcción más llamativa que (1). Para emitir (2), necesitamos un enunciado anterior, cercano, en el que se hayan mencionado los tomates, por ejemplo Voy a preparar salsa de tomates, a lo cual puede contestarse con (2). O bien se precisa un frame o marco de referencia (un conjunto de ideas estereotípicas sobre algo; cfr. capítulo I, § 4) como, por ejemplo, el marco de referencia "ensalada". Si se está hablando de una ensalada, si se están enumerando, pongamos, los ingredientes que hay en la nevera para hacerla, resulta normal emitir (2), aunque los tomates no se hayan mencionado antes, porque estos suelen asociarse automáticamente con la ensalada, lo que los hace presentes, disponibles, en el contexto. En términos de pragmática, la relevancia de nombrar los tomates al principio de la oración, donde suele estar el tema del que se habla, lo ya conocido, se debe a que el concepto 'tomate' se recupera más o menos automáticamente a partir del de 'ensalada'. Y esto explica que la oración esté construida como está: la pragmática explica la gramática.

Tampoco puede considerarse exclusivamente como un problema gramatical independiente la fluctuación del punto de vista del hablante, que lo lleva a proferir enunciados como el siguiente:

¿QUÉ ES LA PRAGMÁTICA?

(3) [Al encontrar las llaves, después de haberlas buscado un buen rato] ¡Aquí estaban las malditas!

El hablante ha elegido el pasado en lugar del presente, que también podía haber usado. El uso de un pasado como reacción a una situación presente (la aparición de las llaves) es consecuencia de un desplazamiento del punto de vista: el hablante se refiere al presente indirectamente, enfocando el pasado en el cual estuvo buscando las llaves. Lo desconcertante es que el pasado estaban equivale, lógicamente, a un presente, es decir, parecen anularse distinciones muy básicas del sistema gramatical de la lengua, en beneficio de lo que podemos llamar apropiadamente el significado del hablante.

Los tratamientos nos dan un buen ejemplo de elementos gramaticales que no aportan nada al valor estrictamente semántico de la oración, pero que sin embargo codifican información importante sobre los interlocutores y su comunicación. El empleo de tú y usted no altera las condiciones de verdad de un enunciado, de modo que (4) y (5) tienen el mismo valor lógico:

(4) Tú eres el nuevo jefe, ¿verdad?

(5) Usted es el nuevo jefe, ¿verdad?

Ambos enunciados son lógicamente equivalentes, pero todo hablante de español sabe que no tienen el mismo significado. Tú transmite, entre otras cosas posibles, simpatía, familiaridad, pertenencia al mismo grupo, o bien muestra falta de respeto. La elección de tú en lugar de usted (o viceversa) modela de cierta manera la situación de habla y la relación entre los participantes, y depende de una serie de presuposiciones sociocultu-rales.

El traductor anónimo de la novela Jane Eyre, que leí con fascinación en la adolescencia, decidió en el momento apropiado cambiar el tratamiento con que Mr. Rochester se dirigía a jane Eyre: de usted pasó a tú. Como el inglés no tiene esa distinción, y el traductor quería ser fiel a ambas lenguas, reprodujo la versión original neutra siguiendo las normas de uso del español: cuando Mr. Rochester ya no es el patrón, sino el amante, puede tutear a la institutriz Jane Eyre. Pues bien, el momento del paso de usted a tú es memorable, y cambia drásticamente el frame de los protagonistas y el curso de la novela, y le corta la respiración a una lectora jovencita e impresionable. Un tú bien

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usado vale más que mil discursos, en ciertas circunstancias. Y en el uso del lenguaje, todo es cuestión de circunstancias.

El lenguaje no es ni tiene por qué ser "lógico". La conjunción y, por ejemplo, no es equivalente a la conjunción lógica 8c. De acuerdo con la lógica, dos proposiciones p y q pueden coordinarse en cualquier orden, sin que se altere su equivalencia: p & q es lo mismo que q & p . Según esto, Las rosas son rojas y los claveles son blancos tiene el mismo valor de verdad que Los claveles son blancos y las rosas son rojas. Pero la conjunción y puede adquirir otros valores, como 'y después', 'y en consecuencia', etc. Los siguientes ejemplos de enunciados no son equivalentes:

(6) Decidí descansar un rato y terminar el trabajo.

(7) Decidí terminar el trabajo y descansar un rato.

En ambos casos la conjunción y significa 'y después', y por eso (6) y (7) tienen condiciones veritativas distintas; esto es así no porque el ítem léxico y quiera decir a veces una cosa y a veces otra, sino porque hay un principio pragmático según el cual contamos las acciones o sucesos en orden cronológico, salvo que indiquemos lo contrario. Como este principio guía la interpretación de (6) y (7), resulta que no podemos asignar valor veritativo a estas oraciones sin introducir un principio pragmático.

La consecuencia de lo que venimos diciendo es que las explicaciones pragmáticas son necesarias para describir una serie de regularidades lingüísticas, y que es muy difícil (y quizá teóricamente errado) estudiar el lenguaje como un sistema de reglas autónomo, es decir, independiente del uso.

4. LA TEORÍA DE LOS ACTOS DE HABLA

Las explicaciones pragmáticas de algunos fenómenos gramaticales (del tipo de las que acabamos de esbozar en los ejemplos (l)-(7)) empezaron a interesar a los lingüistas a finales de los años sesenta, cuando se intentó ampliar el modelo de la lingüística generativa, centrada en la sintaxis. Surgieron por esos años varias subespecializaciones o doctrinas (la semántica generativa, el análisis del discurso, la lingüística textual, entre ellas) que intentaban dar cabida al hablante en la teoría de la lengua.

-;QUÉ ES LA PRAGMÁTICA?

Algunos proyectos sucumbieron (la semántica generativa, por ejemplo), pero el intento tuvo éxito, como muestra la lozanía presente de la pragmática.

Los lingüistas innovadores de los años sesenta encontraron el campo ya cultivado por los filósofos del lenguaje que estudiaban, desde hacía tiempo, los actos de habla. El pionero, entre los filósofos, fue John Austin, a quien suele considerarse el iniciador de la pragmática moderna. Su teoría fue perfeccionada y consolidada por un discípulo suyo, John Searle.

La idea central de la teoría de los actos de habla es que el lenguaje no solamente sirve para describir el mundo, sino también para hacer cosas. En una serie de conferencias dadas en Harvard en 1955 y publicadas postumamente en 1962, Austin analizó por primera vez los usos del lenguaje corriente, y echó las bases de la teoría de los actos de habla.

Austin distinguió dos tipos de enunciados: los asertivos o constatativos, estudiados durante dos mil años por la filosofía, que se caracterizan por admitir asignaciones de verdad o falsedad, y los performativos, a los que solo pueden asignárseles condiciones de "felicidad". (8) es un constatativo, y (9) un perfor-

, mativo:

(8) Está nevando.

(9) Sí, juro.

En los enunciados performativos se hace exactamente lo que se dice, en el caso de (9) jurar. En este tipo de emisión hablar es, literalmente, hacer. Las lenguas poseen cientos de verbos que cumplen la función de performativos explícitos, es decir, que nombran la acción que se hace precisamente cuando se la nombra y solamente mediante la palabra: Juro, prometo, declaro, niego, pido, ordeno, bautizo, etc.

Al concepto^de verdad (correspondencia entre la afirmación de un estado de cosas y ese estado de cosas) se opone, en la teoría de los actos de habla, el de felicidad, o sea, el de acción llevada a buen término. La verdad de las oraciones con performativos, como (9), es inverificable, porque los performativos no pueden ser ciertos ni falsos, sino solo ser afortunados o desafortunados, según salgan bien o mal.

El infortunio procede no de la mala correspondencia entre el lenguaje y la verdad, sino de una insatisfacción (infelicidad):

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la falta de coincidencia entre lo que el enunciado dice que hace y lo que en realidad hace. Para que haya matrimonio, debe decir Sí, quiero el contrayente y no el testigo, y no un actor que hace el papel de contrayente en el escenario, etc., ni un contrayente a quien todavía no se lo han preguntado, etc. El per-formativo hace lo que dice siempre y cuando lo use quien debe, como se debe, donde se debe, cuando se debe, y con quien se debe.

Después de diseñar su teoría de los infortunios, Austin desconstruyó su oposición inicial entre actos performativos y actos constatativos, admitiendo que todas las oraciones, también las que afirman verdades o falsedades, sirven para cumplir actos, aunque no tengan performativos explícitos. Así, Está nevando es una afirmación, aunque no contenga el verbo afirmar.

Esto nos permite distinguir significado de fuerza: significado del enunciado - lo que las palabras dicen- y fuerza de la enunciación - lo que las palabras hacen, por ejemplo afirmar, jurar, pedir, ordenar-. El acto por el que se produce significado es locucionario (locutionary act); la fuerza, en cambio, es el poder de hacer, y proviene del acto ilocuáonario {illocutionary act). A esto se agrega un tercer acto posible pero no siempre identificable, el perlqcucionario {perlocutionary act), por el cual se producen efectos en el interlocutor (convencerlo, sorprenderlo, asustarlo).

Para Searle, los actos de habla son las unidades de la comunicación lingüística, y se realizan de acuerdo con reglas: "hablar consiste en realizar actos conforme a reglas" (Actos de habla, pág. 31). Agrupando los actos de habla por géneros (por ejemplo prometer, ordenar, saludar, agradecer, etc.), Searle se propone enunciar las condiciones que hacen posible realizar esos actos de habla, y de las condiciones extraer reglas. Estas reglas son reglas semánticas constitutivas, que determinan qué tipo de emisión lingüística, en qué circunstancias, cuenta como tal acto de habla.

Entre las condiciones que permiten la realización afortunada de un acto lingüístico como, por ejemplo, el de pedir, tenemos algunas de tipo general: las que hacen posible la comunicación (por ejemplo, hablar inteligiblemente), y las condiciones de contenido preposicional (en este caso, que el contenido de la emisión se refiera a un acto futuro del oyente). Otras son preparatorias (en la petición, que el oyente sea capaz de hacer lo que se le pide, y que no parezca estar dispuesto a

¿QUÉ ES LA PRAGMÁTICA?

hacerlo espontáneamente). La condición de sinceridad estipula que el hablante desea sinceramente que su interlocutor haga lo que le pide, y la condición esencial es la que hace que una petición sea una petición y no otro acto: dadas las condiciones anteriores, el acto de habla cuenta como un intento de que el oyente haga lo que se le pide.

Las reglas correlativas de estas condiciones sirven para definir los actos de habla. Estas reglas no son meramente regulativas, son constitutivas, porque crean o definen una forma de comportamiento. Las reglas constitutivas del fútbol, por ejemplo, no solamente regulan la manera de jugar al fútbol, sino que crean la posibilidad misma de jugar al fútbol; esas reglas determinan que, dadas ciertas condiciones, algunos movimientos cuenten como goles, como faltas, etc. Hablar una lengua es también actuar según reglas constitutivas, de modo que la emisión de ciertas formas lingüísticas, dadas las condiciones necesarias, cuente como determinado acto de habla en el marco institucional en que se desarrolla nuestra actividad lingüística.

La regla constitutiva del acto de pedir, por ejemplo, extraída de la condición esencial, es que la emisión de una determinada forma lingüística (nunca la forma misma, sin ser usada, claro) cuenta como el intento de que el oyente haga algo.

Searle afirma que hay una correlación entre la forma lingüística y el acto de habla, de modo que las afirmaciones se hacen usando formas declarativas, y las preguntas usando interrogativos, etc., cuando el lenguaje se usa literalmente. Pero son tantos los casos en que los hablantes usan el lenguaje de manera indirecta, no literal, que la teoría debe proporcionar una explicación adecuada.

Recuérdese nuestro ejemplo del comensal que pedía sal, en el capítulo anterior. Su petición era, literalmente, en un caso una afirmación sobre las sopas, y en el otro una pregunta (esta última típica: ¿Me quieres pasar la sal?). Searle explica los actos de habla indirectos como la superposición de dos actos, uno literal y el otro no. El oyente interpreta el "verdadero" acto de habla (el no literal) gracias a su conocimiento del contexto institucional y particular en que se realiza el acto, y a su capacidad para interpretar (según principios que veremos en el capítulo siguiente) la intención del hablante al hacer la pregunta-petición.

La teoría de los actos *de habla influyó mucho en las nuevas

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corrientes de lingüística que veían el lenguaje no solamente como la asociación de unos sonidos y unos significados, según quería la tradición saussureana, sino como acción. Aunque Searle no desarrolla una teoría de los contextos (problema que, dijimos al final del capítulo anterior, sigue siendo nebuloso), es evidente que las condiciones y reglas de los actos de habla solo se cumplen en ciertos contextos, tanto institucionales como particulares. El hecho de que un porcentaje tan alto de actos de habla no lleve intención de literalidad nos advierte que el papel del contexto sobrepasa al de las reglas mismas. Piénsese, sin ir mas lejos, en las ironías y metáforas de la conversación, o en las "amenazas" e "insultos" tan frecuentes en los diálogos de la intimidad (Te voy a comer a besos, Tú lo que eres es un sinvergüenza); en estos y tantos casos semejantes, es el contexto el que da su justo significado a las formas usadas. En el contexto operan, como veremos en el capítulo siguiente, una serie de expectativas sobre la conducta lingüística de nuestro interlocutor, que contribuyen a diseñar el significado de lo que nos quiere decir.

5. EL SIGNIFICADO INTENCIONAL

Hemos dicho, a propósito de los actos de habla indirectos, que la posibilidad de interpretarlos depende del reconocimiento de la intención del hablante. Esto es válido para todos los actos de habla, sean indirectos o directos. Uno de los pilares teóricos de la pragmática es lá noción de significado intencional.

En otra parte he tratado la diferencia entre decir, querer decir y decir sin querer (véase La pragmática lingüística, cap. 2), que aquí me limito a esquematizar. Lo que decimos üene un significado que depende de las expresiones usadas y está sujeto a un análisis de sus condiciones veritativas; lo que queremos decir tiene fuerza pragmática y es la pragmática la que conjetura cuáles son los principios que nos permiten interpretar esa fuerza. Lo que decimos sin querer queda fuera de la lingüística, en principio, aunque no es un tema ajeno a nuestra disciplina, pues forma parte del significado.

Si alguien nos dice Qué frío hace aquí interpretaremos naturalmente no solo el significado de sus palabras, sino la intención con que las dice, lo que nos llevará, por ejemplo, a cerrar la ventana o encender la calefacción. Comunicarse es lograr que

¿QUÉ ES LA PRAGMÁTICA?

el interlocutor reconozca nuestra intención, y no solamente el significado literal de lo que decimos. Lo que la persona en cuestión comunica sin querer, en el ejemplo, podría ser que está enferma o cansada, o que se siente incómoda por estar donde está, etc. Lo que decimos sin querer, los lapsus linguae y otras gracias y desdichas de la comunicación interesan, sobre todo, a los psicólogos.

La pragmática estudia el significado intencional, lo que uno quiere decir. El filósofo Paul Grice, que elaboró dos teorías claves para la pragmática, la del significado "no natural" y la de las implicaturas, describe el significado intencional, que él llama no natural (meaning-nn), con la siguiente fórmula, donde H significa 'hablante', O 'oyente', E 'enunciado' y z 'creencia o acto de voluntad de O' (traduzco la versión, ligeramente modificada, de Levinson, Pragmatics, pág. 16):

H quiere decir no naturalmente z cuando profiere E si y solo si:

(i) H intenta que E cause un efecto r en O.

(ii) H intenta que (i) se cumpla simplemente porque O reconoce la intención (i).

Según esta fórmula, el significado no natural es un tipo especial de intención destinada a ser reconocida como tal por quien la recibe. La significación "natural" se produce, en cambio, sin intervención alguna de intencionalidad, como cuando decimos Esta fiebre significa que hay infección; Está su abrigo en el perchero, lo que significa que ha llegado.

Interpretar lo que otro dice es reconocerle una intención comunicativa, y esto es mucho más que reconocer el significado de sus palabras. La comunicación parte de un acuerdo previo de los hablantes, de una lógica de la conversación que permite pasar del significado de las palabras al significado de los hablantes. De esa lógica hablaremos en los dos capítulos siguientes.

6. LA PRAGMÁTICA ACTUAL

Recapitulando lo anterior, vemos que la pragmática surgió de un descontento dentro de la lingüística, que llevó a la búsqueda de mejores explicaciones para ciertos fenómenos. Esa

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búsqueda coincidió con las nuevas teorías de los filósofos sobre la relación entre la forma lingüística, el significado y el contexto. En los sesenta y los setenta los nuevos gramáticos reivindicaron todo lo que quedaba "más allá" de la oración, y escribieron manifiestos sobre la centralidad teórica del discurso frente a la centralidad tradicional de la oración. Florecieron la lingüística textual y las diversas corrientes de análisis del discurso, surgieron teorías funcionalistas en gramática, y se propuso el trabajo interdisciplinar en conjunción con la psicología, la filosofía, la sociología. La retórica (que muchos consideran la más antigua de las lingüísticas del texto) y la teoría literaria fueron graciosamente invitadas a formar parte de la lingüística. Como es de suponer, algunos lingüistas opinaban que de esa mezcolanza no podía salir nada bueno.

La pragmática adquiere status de subdisciplina lingüística (o, para algunos, disciplina independiente) cuando Grice presenta una teoría muy influyente sobre cómo inferimos los hablantes el significado implícito. De esa teoría, que veremos en el capítulo siguiente, han derivado las reflexiones más interesantes y más fecundas sobre los procesos medíante los cuales los hablantes producimos e interpretamos significado lingüístico.

Hoy en día, la pragmática sigue confundida con otras ciencias que estudian el discurso, y está en la intersección de una serie de enfoques sobre la comunicación y la cognición, como noca Green en la definición citada arriba. La pragmática comparte el interés por la relación entre lenguaje, sociedad y cultura con otras disciplinas del discurso, sobre todo con dos de ellas: con la sociolingüística (especialmente la que estudia los procesos de interacción lingüística), y con el análisis de la conversación. Tanto la pragmática como la sociolingüística y el análisis de la conversación estudian la comunicación lingüística en la complejidad de sus contextos. Sin embargo, la pragmática trabaja con enunciados construidos, como ya hemos notado, y tiende a concentrarse en el estudio de los procesos inferenciales por los cuales comprendemos lo implícito. No todos los pragmatistas, sin embargo, están dispuestos a descartar el tratamiento directo de las condiciones sociales del uso del lenguaje, y sigue vigente la pregunta sobre el alcance teórico de la noción "significado contextuar, la pregunta que planteamos al final del capítulo anterior.

La pragmática parece concentrarse, en estos últimos años,

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en dos conjuntos de problemas interconectados. El primer conjunto está formado por asuntos relacionados con la estructura de la lengua, y el segundo por los mecanismos inferenciales que hacen posible la comunicación.

Los ejemplos (l)-(7) vistos en este capítulo ilustran algunos problemas del primer tipo: se trata de fenómenos lingüísticos como el orden de palabras, el uso de los deícticos, y también la estructura de los actos de habla, que no pueden explicarse correctamente sin ayuda de un análisis pragmático, y que por lo tanto suelen aducirse para dar validez a la existencia de la pragmática dentro de la lingüística. Podríamos hablar, en este caso, de una pragmática entendida como complemento de la gramática, que se pregunta, sobre todo, cómo afecta la función comunicativa a la estructura gramatical de las lenguas.

Algunos de los ejemplos que vimos en la introducción y en el capítulo I ilustraban, en cambio, el problema de la discrepancia entre el significado lógico o gramatical y el significado contextual, y ponían de relieve los procesos por los cuales nos entendemos. La ironía, como vimos en el ejemplo de la sopa de Mafalda, consiste en decir una cosa y querer decir otra: ¿por qué confiamos en que nuestro interlocutor va a entender lo que no le decimos, por qué nuestro interlocutor efectivamente lo entiende (cuando lo entiende), y por qué elegimos esa manera complicada de comunicarnos?

Si se compara el problema de la ironía con el problema del orden de palabras en la oración, por tomar dos ejemplos entre tantos, se verán, contrapuestas, las dos tendencias de la pragmática actual. Por un lado, una pragmática interesada en analizar la lengua en relación con su función comunicativa. Por otro, una pragmática interesada en estudiar el contexto en que se produce el enunciado y que determina en gran parte lo que ese enunciado significa (los principios que guían la comprensión de lo que se comunica implícitamente, como el significado irónico). En el primer caso, el análisis va del lenguaje al contexto, con la intención de describir más adecuadamente la estructura del código lingüístico. En el segundo caso, se analizan sobre todo los mecanismos de la comunicación, que permiten explicar el significado de los signos lingüísticos puestos en uso.

En los capítulos restantes veremos las dos teorías más importantes de la segunda tendencia en pragmática.

¿QUÉ ES LA PRAGMÁTICA? 37

Page 9: Antología de pragmática

•!) n 9

2. Pragmática y lingüística teórica

2.1. La pragmática como teoría del uso lingüístico

El concepto de «uso» es un concepto de la semiótica que ahora asume la pragmática lingüística y establece como criterio de identificación en análisis e investigaciones de naturaleza muy diversa.

Aunque actualmente no existe una teoría pragmática homogénea ni una metodología unificadora, ni una concepción unánime de lo que debería ser la pragmática homogénea ni una metodología unificadora, ni una concepción unánime de lo que debería ser la pragmática, existe en lingüística la convicción de que hacer pragmática significa ocuparse del uso lingüístico.

Una definición de este tipo no plantea problemas hasta que se le atribuye un valor orientativo similar al que poseen las definiciones de semántica como ciencia del significado o de la sintaxis como ciencia de las propiedades combinatorias de los morfemas —con todo el valor aproximativo que comportan en el plano de las informaciones sobre las operaciones lingüísticas reales desarrolladas dentro de los respectivos campos disciplinarios—.

Dada la-firmeza y la constancia con la que se afirma que la pragmática se entiende o debería entenderse como teoría del uso lingüístico, podríamos creer que, quien trabaja en este ámbito, se adhiere a un concepto de uso bien definido y unificado en todos los campos de investigación pragmática, como es el caso del proyecto para el handbook de pragmática elaborado por Yerschueren, Óstman, Blommaert 1992.

Sin embargo, la situación es bien distinta; si existe una unidad entre los estudiosos que conciben la pragmática como

Page 10: Antología de pragmática

72 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA

2.2. La distinción langue-parole

Si consideramos que la posibilidad de encontrar en la oposición saussuriana langue-parole las premisas para los desarrollos futuros de una pragmática lingüística significa buscar en uno o en otro miembro de la oposición el objeto de una teoría del uso lingüístico, entonces la labor se vuelve más complicada de lo que la divulgación misma del pensamiento saussuriano podría llegar a creer.

La operación interpretativa, que debería analizar los conceptos de langue y de parole, y la discusión de las relaciones

110 PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA 73

teoría del uso, ésta no proviene de una definición intencional del concepto, sino de la reivindicación de la prioridad de los hechos lingüísticos,.en toda su asistematicidad y fragmenta-tividad, sobre la teoría gramatical que ha privilegiado los hechos ideales elaborados sin tener en cuenta el contexto.

En efecto, para muchos-lingüistas hacer pragmática ha significado hacer lingüística «a pesar de Chomsky», a pesar de la prioridad atribuida por la gramática generativa a los hechos de competencia sobre los hechos de ejecución. Si en la tradición lingüística estadounidense el concepto de uso reclama inmediatamente el concepto chomskiano de «ejecución», en la tradición de la lingüística europea dicho concepto logra orientarse hacia un único polo de atracción identificable.

La reivindicación de una lingüística de la parole, presente incluso en las reflexiones de los primeros discípulos de Saus-sure y reconocida por el propio Saussure, no puede considerarse propiamente el presupuesto del nacimiento de una pragmática como teoría genérica del Oso lingüístico; la investigación lingüística europea que estudia las funciones del lenguaje se vale incluso de la definición de langue como sistema social para elaborar los temas centrales sobre los usos del lenguaje.

En esta sección discutiremos brevemente la posibilidad de una pragmática como teoría del «uso» sobre la base de las dos oposiciones langue-párole y compeíence-performance, pasando en seguida a la presentación de las posiciones más recientes sobre la naturaleza del uso lingüístico.

de ambas entidades con la facultad del lenguaje exigen análisis y procedimientos extremadamente delicados; la edición postuma del Curso de lingüística general no establece unas conclusiones definitivas sobre los problemas indicados, y la comparación con fuentes manuscritas insinúa a menudo la vacilación del pensamiento de Saussure sobre cuestiones propias de la lingüística. El manuscrito Engler testimonia explícitamente la legitimidad de una teoría de la parole: «Para concluir, si bien es cierto que los dos objetos (lenguaje y acto lingüístico) se presuponen recíprocamente, también es cierto que éstos son de naturaleza diversa y requieren cada uno la elaboración de una propia teoría» (Engler 342, pág. 56), y aunque la famosa frase «la lingüística tiene por único y verdadero objetivo la lengua considerada en sí y para sí» nunca haya sido pronunciada por el estudioso ginebrino (véase De Mauro 1970, cap. 5), la edición del 1916 parece indicar que Saussure no considera la lingüística de la parole y la lingüística de la langue de igual modo.

Si asignamos a la ciencia de la lengua su verdadero lugar en el conjunto de los estudios sobre el lenguaje, al mismo tiempo establecemos el lugar que ocupa la lingüística. Todos los demás elementos del lenguaje, que constituyen la parole, se subordinan automáticamente a esta ciencia y, gracias a esta subordinación, todas las partes de la lingüística encuentran su justificación natural (CLG, 36).

Y esto está en estrecha dependencia con las definiciones del concepto de parole. En la caracterización que Saussure establece de las dos entidades, la parole figura siempre como fenómeno «individual», «accesorio y más o menos accidental», o como

acto individual de voluntad y de inteligencia, en el que conviene distinguir:

1. las combinaciones del código de la lengua que utiliza el sujeto hablante para expresar su propio pensamiento personal;

2. el mecanismo psicofísico que le permite manifestar dichas combinaciones (CLG, págs. 30-31).

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74 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA

Diferenciar la langue de la parole es una exigencia metodológica. Fragmentos como

PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA 75

la ejecución es siempre individual, el individuo es siempre el director; nosotros le llamaremos parole [...]. Si separamos lengua deparóle, separamos a un tiempo: 1) lo que es social de lo que es individual; 2) lo que es esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental (CLG, pág. 30)

no pueden interpretarse sin tener presente que Saussure también distingue entre madère y objet de la lingüística y entre hechos externos e internos en la lengua. La totalidad de ios hechos lingüísticos es materia de la lingüística, mientras la langue es el objet, es decir, el obiectum, el fin cognitivo que sólo puede alcanzarse coordinando la pluralidad de los puntos de vista (psicológico, sociológico, fisiológico, etc.) en una «unidad que consiste en la reconstrucción del sistema de valores que hace de una determinada entidad lingüística esa entidad lingüística» (De Mauro, 1968, n. 40).

Por otra parte, sea la langue o la parole, ambas asumen el valor relacional frente a la faculté du langage; en el manuscrito 160 B Engler, la posición de la parole al respecto aparece expresada de forma nítida:

la lengua es un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el uso de la facultad del lenguaje entre los individuos. La facultad del lenguaje es un hecho distinto de la lengua, pero no puede realizarse sin ella. Con parole se designa tanto el acto del individuo que realiza su facultad por medio de la convención social como la lengua.

Es importante subrayar que el concepto de uso está referido aquí a la facultad del lenguaje, no a la lengua; es la facultad del lenguaje la que entra en uso en la parole, es la capacidad de hablar la que se actualiza en la actividad locutiva, y todo ello es posible gracias a la existencia concreta de una langue que, como conjunto de convenciones sociales y esquema de control de las variaciones, garantiza la mutua comprensión de los individuos:

La lengua, no menos que la parole, es un objeto de naturaleza concreta, lo cual es una gran ventaja para el estudio. Los signos lingüísticos, incluso si son esencialmente psíquicos, no son abstracciones; las asociaciones ratificadas por el contexto

La parole es la «fonación, o sea la ejecución de las imágenes acústicas»; es «la suma de lo que la gente dice», no tiene «nada de colectivo», «sus manifestaciones son individuales y momentáneas» (CLG, pág. 38). Caracterizada así la parole se presenta como objeto posible de la psicología o de las disciplinas fónico-acústicas, configurándose a un tiempo como actividad de un sujeto pensante que produce significaciones individuales, y como el resultado observable de dicha actividad en términos del material fónico utilizado para su realización.

Respecto a estas definiciones, las de la langue se presentan más problemáticas: la langue se caracteriza como esquema, forma pura (CLG, pág. 36), como norma de realización, forma material (CLG, pág. 32), y como usage, o conjunto de costumbres formales (CLG, págs. 37, 112).

Ahora bien, como observa De Mauro 1968, la división de las partes del Curso establecida por los autores ha favorecido una tradición exegética que interpreta la distinción entre langue y parole como distinción entre dos entidades separadas y contrapuestas, cuando para Saussuce la-relación entre ambas entidades se basa en presupuestos distintos de la contraposición y la mutua exclusión. Consideremos las palabras siguientes:

Sin duda, los dos conceptos están estrechamente unidos y se presuponen mutuamente: la lengua es necesaria para que la parole sea inteligible y produzca todos sus efectos; y la parole es indispensable para que Ja lengua se establezca; históricamen-

' te, el hecho de la parole precede siempre. ¿Cómo podríamos asociar una idea a una imagen verbal si dicha asociación no se manifestase ante todo en un hecho de parolel Por otra parte, sólo escuchando a los demás aprendemos la lengua materna; ésta consigue depositarse en nuestro cerebro como consecuencia de numerosas experiencias. En conclusión, es la parole la que hace evolucionar la lengua; son las impresiones obtenidas al escuchar a los demás las que modifican nuestras costumbres lingüísticas. He aquí, pues, la interdependencia entre la lengua y la parole; la primera es al mismo tiempo instrumento y producto de la segunda [...] (CLG, pág. 37).

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76 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA .TEÓRICA

colectivo y que constituyen en su conjunto la lengua, tienen su sede en el cerebro (CLG, pág. 32).

El problema del uso no se resuelve enteramente en el plano de la dicotomía langue-parole; la lingüística saussuriana distingue entre lingüística externa y lingüística interna, y confiere a la primera los aspectos que no inciden sobre el organismo del sistema como el fraccionamiento dialectal, la relación entre lengua y las instituciones de todo tipo y los factores externos del cambio lingüístico. De nuevo, la distinción parece tener en Saussure un valor metodológico más que ontojó-gico («la separación de los dos puntos de vista se impone y debe analizarse lo más rigurosamente posible» [CLG, pág. 42)), pero sería tan incorrecto identificar iout court la lingüística externa con una lingüística de la parole como interpretar la lingüística de la parole como teoría del uso lingüístico.

2.2.1.

Las discusiones originadas en torno a la relación entre lan-gue y parole se han concentrado sobre un dualismo ontoló-gico que ha privilegiado lecturas parciales de ambos conceptos. Así, Coseriu (1952, en Coseriu 1971), después de haber reseñado y discutido distintas posiciones sobre la relación entre langue y parole, concluye:

2. Al hablar como tal no se le puede oponer como realidad distinta la lengua, estando ésta presente en el habla misma y manifestándose concretamente en los actos lingüísticos; los términos como lengua y parole no designan secciones autónomas ni un modo de representarse la lengua, sino más bien puntos de vista distintos, o sea, maneras diferentes de afrontar el fenómeno lingüístico, diferentes grados de formalización de la misma realidad objetiva.

3-. Adoptado el criterio de los distintos grados de abstracción, debe reconocerse y clasificar las diferenciaciones identificadas sin intentar reducirlas a los modelos de la famosa di-

" cotomía. 4. Es necesario realizar las distinciones en el plano de la

«conformación» del lenguaje, plano en el que se toma en consideración cómo se manifiesta este fenómeno; y no en el plano

)12 PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA 77

de su esencia, de su realidad intrínseca, que es un plano de unificación y síntesis, no de diferenciación y de análisis (pág. 40).

El análisis de la actividad locutiva, que Coseriu considera prioritario, no puede prescindir de la actividad social de la lengua. Una de las contribuciones de mayor relieve de Coseriu es el considerar al sujeto hablante c o m o «individuo social» que al hablar no realiza únicamente un sistema funcional sino también un sistema «normal». Abandonando la distinción, difusa en el texto saussuriano, entre «individuo asocial» y «sociedad extraindividual», Coseriu introduce un nivel intermedio de abstracción y formalización'entre las características concretas, infinitamente variadas y variables, de los objetos observados y sus características funcionales indispensables: es el nivel de la norma, el de las isoglosas que ponen en común los distintos fenómenos de parole en sus manifestaciones como realizaciones individuales reconocidas como pertenecientes a una'lengua.

Dicho sistema de isoglosas, analizable a posíeriori en el interior de una comunidad social limitada en el espacio y en el tiempo, pertenece a una perspectiva de análisis de la lengua desde el punto de vista de su uso.

Estas consideraciones, que conducen la investigación hacia la exploración de las latitudes sociales de la individualidad expresiva, privilegian la relación de la parole con la lengua como entidad de naturaleza social. La individualidad de las realizaciones lingüísticas es también observable desde otra perspectiva, como dimensión que tiene en cuenta al sujeto hablante, analizando los aspectos más íntimos, aquéllos que escapan a la perspectiva «lógica» del análisis lingüístico. En esta dirección, que examina la relación de la parole con la naturaleza psíquica de la lengua, se desarrollan las elaboraciones del pensamiento saussuriano realizadas, desde enfoques diferentes, por Ch. Bally y A.ÍSechehaye. Ambos centran su atención en la relación entre componentes lógicos y componentes afectivos de la expresión verbal.

Secheííaye señala y afirma el poder disgregador y demoledor del componente afectivo respecto a las construcciones elaboradas por el intelecto:

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78 NACIMIENTO Y EYOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA

una emoción intensa destruye la expresión gramatical. Cuando domina la pasión, no hay modo de sistematizar formas y partes: ésta expresa las ideas completamente desnudas y las arroja en el orden en que se presentan sin ninguna preocupación para la sintagmática: Yo ¿mentir? ¡Mentiroso tú! (Sechehaye 1950, pág. 133),

La emoción hace variar la estructura intelectual de la frase bien abreviándola, bien disponiendo los términos constitutivos según órdenes distintos que responden al movimiento espontáneo de las ideas. El lenguaje emotivo es capaz de desorganizar totalmente la estructura gramatical haciendo emerger una vitalidad que trasciende las reglas de la razón. De esto, Sechehaye concluye que existe la posibilidad de

' una cierta adaptación de las formas gramaticales a las necesidades de una expresión enérgica mediante frases breves y órdenes significativos. Esta adaptación no se realiza con la intervención de funciones sino por medio de una utilización ingeniosa de formas apropiadas, con la ayuda de algunos indicios suplementarios y alguna licencia particular. _

En la otra vertiente de la orientación prevalentemente psicológica de la investigación de Sechehaye, en estas frases es evidente un contraste entre el plano de la afectividad y el de la intelectualidad en la estructuración del mensaje verbal, un contraste sobre el que se rige la dinámica de la adaptabilidad propuesta en las concepciones más recientes de la pragmática (véase también el parágrafo 3).

Con Ch. Bally la subjetividad y la afectividad se convierten en objetos de reflexión sobre la constitución del sistema

¡lingüístico. | : i Al reivindicar una función dialéctica a la parole saussu-;|riana, Ch. Bally le atribuye un carácter subjetivo y afectivo j|:qué se manifiesta en la lengua hablada siempre y cuando el ^'sistema lo haga posible. En la manifestación de la lengua ha-

bladi, observada en sus contenidos afectivos, el sujeto hablante,' el individuo ingresa en la langue. Para Bally, el pen

samiento mismo que la lengua expresa está compuesto de .deméritos afectivos y de elementos intelectuales; el compo-

PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA

nente afectivo comprende nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestros impulsos, nuestros deseos, nuestra concepción de la realidad. Los dos componentes coexisten en el sistema lingüístico. Este último, en cuanto hecho social y no sólo psicológico, es capaz de expresar la individualidad traduciendo el pensamiento en acción: «para enunciar incluso la cosa más pequeña, es necesario que el pensamiento se convierta en acción y se imponga por medio del lenguaje; es necesario que este último sea penetrante, incisivo, enérgico, suplicante, a menudo incluso hipócrita» (Bally 1913, pág. 21).

A parte de recordar el discurso que Sócrates mantiene con Fedro sobre el arte de la oratoria, para Bally el aspecto social del lenguaje es el conocimiento de la función interactiva, de la presencia implícita de un interlocutor en cada actividad enunciativa. El sujeto hablante utiliza las posibilidades que ofrece el sistema en el plano sintáctico, léxico, fonético, según modos individuales dictados por la representación que él mismo realiza del propio interlocutor. En este proceso de adaptación, sostiene Bally, se encuentran en primer plano la afectividad y la expresividad (y no las formas lógicas). Éstos son los inicios de la teoría de la enunciación.

El estudio de los hechos expresivos del lenguaje organizado desde el punto de vista de sus contenidos afectivos es, para Bally, objeto propio de una estilística que, aunque presuponga una correspondencia entre hechos expresivos y unidad de pensamiento, no es una parte de la psicología sino que se inscribe en el campo amplio de la lingüística —de la que podríamos decir que es una perspectiva de investigación—.

La investigación de los elementos afectivos del lenguaje, iniciada por Bally en dirección estilística, se traduce más tarde en la teorización de la modalidad como componente im- . prescindible de la estructura lógica de la frase. En Bally 1950, las relaciones entre racionalidad y afectividad se definen en la articulación del enunciado en dictum y modus; el primero representa el contenido objetivo del enunciado, el segundo la operación del sujeto pensante.

Esta última es el eje de laj:omunicación, «el engranaje principal de la frase, sin el que ésta no puede existir» (Bally 1950, pág. 66):

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80 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA

La modalidad es el alma de la frase; como el pensamiento, ésta se constituye esencialmente por la operación activa del sujeto hablante..No se puede.atribuir valor de frase a una enunciación hasta que no se descubra en ella la expresión de la mo-

¡dalidad, cualquiera que sea (véase pág. 66).

Se trata de consideraciones que por un lado pueden relacionarse con las reflexiones de Benveniste sobre la subjetividad del lenguaje (Benveniste 1958), y por otro con el análisis semántico del enunciado por parte de estudiosos como Fill-more 1968 y Bierwisch 1980. Facilitan la investigación de una dimensión de estudio de la lengua que trasciende los contenidos expresados para centrarse en el descubrimiento de los modos en que el hablante se comporta frente a su propia enunciación —una dirección que identifica aspectos sistemáticos del uso lingüístico diferentes de los relativos a la variabilidad social de la lengua—. Estas consideraciones conducen a una concepción ideal de la pragmática como componente constitutivo de la estructura del lenguaje.i3s la hipótesis que desarrollará en Francia O. Ducrot con él nombre de «pragmática integrada» (Ducrot .1984; para una valoración de las relaciones entre el pensamiento de Ch. Bally y la pragmática, véase Ducrot 1986).

Mientras el concepto de uso. no puede considerarse central en la lingüística saussuriana, el debate que se ha desarrollado en torno a las relaciones entre langue y parole ha puesto en evidencia algunos problemas importantes relacionados con la posibilidad de construir una teoría del uso lingüístico.

Si consideramos el uso de la lengua como un conjunto de fenómenos registrables en la más disparatada práctica comunicativa, entonces la individualidad y la exclusividad de los actos de parole particulares emergen en toda su potencia y ofrecen al lingüista la posibilidad de descubrir únicamente sus características moleculares, a menos que no se considere el problema de los distintos grados de abstracción sobre el eje que une la parole a la faculté de langage pasando por la langue e infringiendo las normas.

En cambio, si entendemos por «uso» el conjunto de principios y los procesos mentales que permiten a los individuos comprenderse, y que se caracterizan por la presencia de unas constantes que subyacen a la variedad de las oscilaciones fó-

i t

2.3. Teoría del uso y la distinción competencia-actuación

La posición de Chomsky respecto al uso lingüístico está formulada en términos de lá dicotomía competencia-actuación (1965).

^ En los preliminares metodológicos al estudio de las gramáticas generativas como teoría de la competencia lingüística se confirman tanto la necesidad de una idealización en la teoría del lenguaje encaminada a descubrir la realidad mental subyacente al comportamiento comunicativo como la concepción de la actuación como «aplicación», «puesta en uso» del sistema de reglas cuya realidad mental comprende:

La teoría lingüística se ocupa principalmente de un hablante-oyente ideal, en una comunidad completamente homogénea; el cual conoce perfectamente su lengua y no se encuentra influenciado por condiciones irrelevantes gramaticalmente como las limitaciones de memoria, las distracciones, los cambios de interés y atención y por los errores (casuales o característicos) en la aplicación de su propio conocimiento de las lenguas en el transcurso de la actuación efectiva [...]. Para estudiar la actuación lingüística efectiva debemos considerar la interacción de varios factores, y la competencia subyacente del hablante-oyente no es más que uno de ellos. Desde esta perspectiva, el estudio del lenguaje no es distinto de la investigación empírica de otros fenómenos complejos. Hagamos una distinción fundamental entre la competencia (el conocimiento que tiene el hablante-oyente de su lengua) y la actuación (el uso efectivo de la lengua en situaciones concretas). La actuación es un reflejo directo de la competencia en la idealización enunciada anteriormente. En la realidad, obviamente, no puede reflejar directamente la competencia. La grabación de un discurso natural mostrará numerosos comienzos falsos, desviaciones de las reglas, cambios de programación a mitad de la conversación, y así sucesivamente. Para

nicas y psicosemánticas unidas a la subjetividad de la locución, entonces el problema es encontrar en el sistema lingüístico los límites y los presupuestos del uso individual.

Como veremos, en estas dos direcciones se mueve la investigación más reciente de la formulación de una teoría pragmática.

PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA 81

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82 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA

el lingüista, como para el niño que aprende la lengua, el problema consiste en determinar, partiendo de los datos de actuación, el sistema subyacente de reglas que el hablante-oyente posee y utiliza en la actuación efectiva. Así, en sentido técnico, la teoría lingüística es mentalista, ya que su objetivo es descubrir una realidad mental subyacente a un comportamiento efectivo. Los usos observados en la lengua, las disposiciones hipotéticas, costumbres etc. pueden proporcionar pruebas sobre la naturaleza de esta

. realidad mental, pero seguramente no pueden constituir el objeto propio de ¡a lingüística, si ésta quiere ser una disciplina seria (pág. 45).

Como se deduce de la última frase de la cita, el juicio chomskiano 'sobre la posibilidad de un estudio serio del uso lingüístico ofrece serias argumentaciones contra Skinner, el comportamiento y las prácticas analíticas de la lingüística descriptiva de tipo bloomfieldiano. Poco después se lee:

El descriptivismo, que por principio se limita a la clasificación y la organización de los datos, a la «extracción de configuraciones» de un corpus de discurso observado, a la descripción de «costumbres lingüísticas» o de «estructuras de hábitos», en la medida en que existen, impide el desarrollo de una teoría de la actuación efectiva (pág. 55).

De hecho, el planteamiento reductivo del concepto de uso lingüístico, elaborado por Bloomfield en el segundo capítulo deJEY lenguaje, autoriza y exige una postura ideológica y me-

: todológica que devuelve a la lingüística la dimensión cogni-. Uva de su objeto de estudio.

Bloomfield 1933 sostiene que el acto de habla, o bien el . .: hablar concreto, está precedido y seguido de eventos concre-

tos que representan, respectivamente, un estímulo y una reac-$ ¡ ción del comportamiento. El uso de la lengua consiste en su

intervención entre dicho estímulo y dicha respuesta y puede ^considerarse una reacción sustitutiva del hablante que, aduanado como estímulo sustitutivo sobre el oyente, permite que este _¿~g.júUlrao manifieste la reacción de comportamiento deseada. ^ A h o r a , la verificación del acto lingüístico, y el transcurso de jfí.los eventos concretos que lo preceden y lo siguen, dependen ííf;dcl conjunto de factores que caracterizan la experiencia pa-

PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA

sada y del estatus psicológico inobservable del hablante y del interlocutor; esto carece de importancia para el lingüista. Sólo es significativo cuando el acto locutivo está relacionado con eventos concretos y reales, es decir, con estímulos y reacciones. El rechazo de los factores mentales presentes en el complejo mecanismo del uso lingüístico conduce a Bloomfield a analizar el acto lingüístico en términos-puramente físicos y fisiológicos, como un conjunto de movimientos musculares que permite la salida de ondas sonoras desde los órganos fonadores del hablante, las cuales imprimen modificaciones ondulatorias en el aire circundante y alcanzan a los órganos auditivos del interlocutor al hacerlos vibrar; esto produce efectos sobre su sistema nervioso que confirman que ha oído. El reconocimiento de los sonidos se produce mediante la selección de rasgos distintivos que los hablantes de una lengua adquieren e identifican en el interior de un continuum sonoro a causa de su aparición constante relacionada con determinados eventos físicos.

La radical posición inicial de Chomsky tiene, pues, una motivación bien clara y precisa.

La adopción del principio de idealización y el consiguiente rechazo de los factores considerados apriorísticamente irrelevantes para el estudio de la competencia gramatical ha generado el establecimiento de la investigación sobre aspectos de la formalización y ha suscitado la reacción de sociólogos y etnógrafos de la comunicación, que contraponen la competencia gramatical a la competencia comunicativa como objeto natural de observación y teorización.

2.3.1. Competencia gramatical, competencia comunicativa, competencia pragmática ¡

En la caracterización chomskiana de la teoría lingüística, elaborada por Hymes 1971, no se da prácticamente importancia a los rasgos socioculturales que definen la variedad infinita de los usos lingüísticos. >

La teoría de la competencia estudia objetos lingüísticos ideales, abstractos, de igual manera que son abstractos los individuos que la teoría implica, considerados como mecanis-

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84 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA 11 B PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA 85

Existen reglas de uso sin las que las reglas de la gramática serían inútiles. Igual que las reglas de la sintaxis pueden dominar algunos aspectos fonológicos, e igual que las semánticas dominan posiblemente aspectos semánticos, también las reglas de los actos del lenguaje intervienen como factor dominante en la forma lingüística en toda su totalidad (pág. 224).

La relación entre factores sociales y factores gramaticales, concluye Hymes, no puede tratarse en los términos de la rígida distinción chosmkiana competencia-actuación. Existe una competencia del uso que es un conjunto de conocimientos tácitos sobre los mecanismos subyacentes de la actuación efectiva y de la habilidad neurofisiológica que permite usar los medios de actuación. Si se introduce este último tipo de competencia en el análisis del lenguaje, entonces el término «actuación» puede reservarse a los comportamientos realmente observables; de esta forma se resuelve la ambigüedad, presente en la definición chomskiana, que lleva a identificar una teoría del uso con los fenómenos del comportamiento comunicativo.

Hymes define la competencia comunicativa como x «la competencia que establece cuándo se debe hablar y cuándo callar, qué decir, a quién, cómo y de qué modo». Es la capacidad de «cumplir un repertorio de actos lingüísticos, de participaren los eventos discursivos, y de valorar su cumplimiento por parte de los interlocutores», y se integra «con ¡a competencia relativa a la interrelación del lenguaje con los demás códigos de conducta comunicativa» (pág. 223). La adquisición de dicha competencia es fruto de la experiencia social, de las necesidades, de los motivos y de los éxitos de la acción, que a su vez es fuente de nuevos motivos, necesidades, experiencias, pero «la competencia de uso forma parte de la misma matriz evolutiva que la competencia gramatical» (pág. 225).

Consecuentemente, en una teoría del uso que asume el concepto de competencia comunicativa como propio expli-candum, los argumentos pertinentes no pueden ser únicamente de dos tipos —gramatical o aceptable—: el punto de vista de la persona, que esta definición de la competencia exige, impone la valoración de al menos cuatro puntos: 1. si (y en qué medida) algo es posible formalmente; 2. si (y en qué me-

mos cognitivos carentes de motivación y no personas que conviven en un mundo social en el que «los significados se ganan con el sudor de la frente y la comunicación se conquista con el esfuerzo» (pág. 216).

Pdr otra parte, la actuación figura como una especie de categoría residual: es la manifestación «imperfecta» de un sistema subyacente, es «degeneración» (Chomsky 1965, pág. 31), y finalmente «corrupción de la competencia ideal» (Katz 1967, pág. 144).

Pero, como observa Chomsky, estos argumentos derivan más de la observación psicológica del análisis gramatical que de la atención prestada a las variables socioculturales del uso lingüístico. Para la gramática generativa, los problemas de actuación son los relativos a la productividad, la interpretación, la naturaleza de las estructuras formales, como muestran las consideraciones sobre las propiedades de incrustamiento, de autoinclusión, ramificación múltiple o de las inferencias en los procesos de producción: «la grabación de un discurso natural mostrará numerosos comienzos falsos, desviaciones de la norma, cambios de programación imprevistos, etc.» (Chomsky 1965, pág. 45).

En realidad, observa Hymes, desde el punto de vista del discurso, las imperfecciones, las incorrecciones, los hechos no explicables gramaticalmente son factores funcionales a la realización de un acto social o a la solución de un problema en la investigación o en la elaboración de una estrategia de comportamiento: «Toda ocasión reclama una incorrección apropiada» (pág. 223).

Esto descarta una teoría lingüística que reduce la organización de la lengua a un conjunto de reglas que asocian sonidos y significados. Un modelo de este tipo presupone que la lengua expresa únicamente significados referericiales y, por tanto, sólo estudia un uso determinado de la lengua: la designación.

Si consideramos la dimensión social del uso lingüístico, continúa Hymes, observamos que las lenguas también están organizadas para lamentarse, regocijarse, suplicar, amonestar, sentenciar, insultar, y en la realización de estos actos los factores sociales interfieren con los gramaticales; esta inferencia es relevante para el análisis lingüístico.

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86 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA 87.1

sentes en el uso lingüístico, tan marcado en los años setenta, se atenúa en parte en los ochenta. Por un lado, personalidades como J. Gumperz realizan una revisión del concepto de competencia comunicativa en el sentido de su propiedad interactiva; por otro lado, la teoría chomskiana plantea una definición de competencia pragmática influenciada en alguna medida por la sociología, la filosofía del lenguaje y las ciencias cognitivas.

2.3.1.2.

Gumperz 1984 considera la interacción conversacional como un paradigma presente en cada situación comunicativa y se pregunta qué implicaciones tiene, para una teoría del uso lingüístico, un enfoque interactivo en el que se estudien los problemas de la comprensión no en términos de significados intrínsecos a un discurso concreto, sino en términos de los resultados de los procesos inferenciales que tienen lugar en el transcurso de intercambios comunicativos contextuali-zados. Según Gumperz, existen buenas razones para creer que los conocimientos que permiten a los individuos interaccio-narse verbalmente no están aún claros ni para la gramática ni para la sociología ni páralos estudiosos de la inteligencia artificial. Preguntarse hoy qué significa la competencia comunicativa significa preguntarse en qué consiste la capacidad de contextualizar y también de dar un sentido a lo que se dice en relación a lo que ya conocemos. En dicha capaci-

;dad se basa la tesis de Gumperz y «está regida por habilidades cognitivas que comparten muchas características con la competencia gramatical. Se trata de procesos de socialización que, una vez interiorizados, se emplean automáticamente sin que exista una reflexión consciente» (pág. 279).

Por tanto, la competencia comunicativa se define de nuevo como «el conocimiento de las convenciones de procesación del discurso y de las normas comunicativas relativas que los participantes tienen que controlar para poder emprender y mantener la cooperación conversacional» (pág. 280).

dida) algo es realizable con los medios de actuación disponibles; 3. si (y en qué medida) algo es apropiado al contenido en el que se usa; 4. si (y en qué medida) algo se cumple y lo que su actuación comporta.

En cuanto a la posibilidad efectiva de elaborar una «teoría» del uso, un número considerable de estudios de sociolin-guística y de etnolingülstica (Cardona 1976) han centrado su atención ea el hecho de que los esquemas de uso no son nunca uniformes; también las comunidades pequeñas relativamente homogéneas, observadas desde la perspectiva etnográfica, se manifiestan en toda su riqueza de variaciones vinculadas al sexo, a la clase social, a las relaciones de poder, de cultura, etc. Si a esto añadimos que, en la rápida evolución de las sociedades modernas, todos estos factores dependen del continuo cambio individual es evidente que sería difícil elaborar una «teoría» en sentido estricto (en el sentido de las ciencias empíricas) de la competencia comunicativa." Como mucho, se podrían identificar las motivaciones que subyacen a comportamientos verbales concretos en el interior de^sistemas sociales constituidos por unidades interactivas, definidas cul-turalmente y delimitadas en el tiempo y en el espacio.

2.3.1.1.

El contraste entre factores mentales presentes en la definición de la competencia gramatical y los factores sociales pre-

II. F. Orletti 1973 atribuye la dificultad de elaborar una teoría de la competencia comunicativa a la «absoluta creencia en el carácter asisternático de las informaciones contextúales» (pág. 82). Un estudio «científico» de la relación entre lengua y contexto precisa un conocimiento científico esmerado de cada elemento constitutivo del contexto extralingüístico. Significativamente, en los intentos de teorización científica en el ámbito sociolingüístico lian surgido problemas de idealización. Así, J. Habermas 1971, independientemente de las consideraciones de D. Hymes respecto al significado atribuido a la competencia comunicativa, observa que para participar en el discurso el hablante debe poseer, además de la competencia lingüística, las reglas fundamentales del discurso y de la interacción simbólica; dichas reglas considera que forman parte de la competencia comunicativa y que, al mismo tiempo, comportan el dominio de una situación ideal (idealizada), como la que crea la pura subjetividad.

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88 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA

2.3.1.3.

A pesar de rechazar' la visión de una teoría lingüística como explicación del modo en que nos comunicamos, 1 2

Chomsky 1980 vuelve a analizar la oposición competencia/ac-. tuación admitiendo la posibilidad de una competencia prag

mática como parte del conocimiento de la lengua. Para Chomsky, conocer una lengua significa no simple

mente poseer la capacidad de hacer algo, sino encontrarse en un estado mental que persiste como componente relativamente estable de estados mentales transitorios. En el interior de este estado mental, caracterizado por un sistema de reglas y principios que generan representaciones mentales de naturaleza diversa, es razonable suponer que coexisten más tipos de conocimientos. En concreto, el hablante ideal que conoce una lengua posee una representación interiorizada de la gramática de esa lengua, es decir, un sistema de cómputo que le permite generar un número infinito de frases, cada una con sus propiedades fonológicas y semánticas específicas. Además, quien conoce una lengua conoce también las condiciones para el uso apropiado de una frase y los objetivos que se persiguen mediante el uso apropiado de esa frase en determinadas circunstancias sociales; como consecuencia:

En los objetivos expositivos y de investigación, podemos proceder a distinguir la competencia gramatical de la competencia pragmática, restringiendo la primera al conocimiento de la forma y del significado y la segunda al conocimiento de las condiciones y del modo de uso apropiado en conformidad con los distintos objetivos (1980, pág. 224).

Por tanto, existen dos formas distintas de afrontar el estudio de la lengua, ambas legítimas; la primera está representada por la lingüística de la lengua-I (interna), la segunda por la lingüística de la lengua-E (externa). A esta última per-

12. En la discusión de la tesis según la cual la teoría del lenguaje debe explicar «how we talk» (cómo hablamos), Chomsky 1980 afirma que ésta deriva de la idea de que «en algún sentido, la esencia del lenguaje es la comunicación», y añade: «todavía no se ha elaborado una formulación que dé sentido a la posición según la cual la esencia del lenguaje es la comunicación» (pág. 80).

11

tenecen no sólo las teorías que ponen el acento sobre las manifestaciones físicas de la lengua, sino también aquéllas que tratan la lengua como fenómeno social, como conjunto de actos o de comportamientos. Gran parte del trabajo desarrollado en sociolingüística así como en análisis del discurso y, en general, en pragmática se enmarcaría en este ámbito; la lingüística de la lengua-I considera, estudia y analiza aquello que un hablante conoce implícitamente de su lengu a, el conjunto de los parámetros y de los principios que caracterizan su gramática (véase también Chomsky 1986 y 1988).

La lengua se concibe aquí como un instrumento que puede «usarse»; la gramática caracteriza el instrumento especificando sus propiedades físicas y semánticas, mientras «un sistema de reglas y principios que constituyen la competencia pragmática determina el modo en que el instrumento puede usarse de forma efectiva» (Chomsky 1980, pág. 224).

En este programa, la teoría de la competencia pragmática, que comprende una «lógica de la conversación» del tipo sugerido por Grice 1975, vincula la lengua con «sus ámbitos de uso institucionales, relacionando objetivos e intenciones con los medios lingüísticos disponibles» (véase, pág. 224) y no es coextensiva con una teoría de la actuación, la cual también debe analizar la estructura de la memoria, de las modalidades de percepción de la experiencia, etc. La competencia pragmática comporta una forma de idealización que le permite situarse en el mismo plano de las estructuras mentales hipotéticas independientemente de los usos de estás estructuras en circunstancias comunicativas o interactivas concretas. Así, una teoría pragmática asume el mismo estatuto epistemológico de la teoría gramatical. En términos de Kasher 1991:

Parafraseando la primera definición chomskiana de esta «distinción fundamental» (competencia/actuación), consideramos que la teoría pragmática tiene como objeto propio de investiga1

ción primaria un agente lingüístico ideal, que produce y comprende actos lingüísticos en contextos adecuados, sin ser contrariado por condiciones pragmáticamente ¡rrelevantes como distracciones, cambios de atención y errores casuales. En otros

' términos, la materia de la teoría pragmática forma parte del conocimiento lingüístico del agente lingüístico ideal. Concretamen-

PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA 89

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90 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA

• te, es la parte que rige el uso, las relaciones de propiedad entre frases y contextos. En la actuación ideal, empleamos un conjunto de subsistemas psicológicos que, por una parte, represen-

. tan el conocimiento de las reglas que rigen el uso lingüístico, y por otra están condicionados por limitaciones de memoria, cambios de interés y errores característicos (pág. 385).

2.3.2. El problema de ¡a idealización

Aunque son claras sus finalidades operativas (mantener la autonomía de las sintaxis), la propuesta chomskiana ha creado interrogantes como los siguientes: ¿En qué relación se encuentra la teoría de la competencia pragmática con los factores sociales y psicológicos que se descartan al elevarla al rango de teoría pura? ¿Se trata de una relación de simple añadidura o es lícito considerar la hipótesis de que estos factores posean un poder estructurante en el interior de las configuraciones abstractas elaboradas por la teoría de la competencia gramatical, hasta el punto de poder justificar o establecer las premisas de su utilidad?

Si la competencia gramatical entendida como conocimiento del instrumento y la competencia pragmática entendida como conocimiento de las reglas de uso del instrumento deben situarse en el ámbito de una teoría más amplia de la actuación, ¿qué residuo de «uso» colma el vacío que permanece para construir esta última? Y, si la competencia pragmática consiste en el empleo de reglas de uso, para que la teoría de la competencia pragmática sea distinta de una teoría de la actuación, ¿es necesario pensar que el uso al que hace referencia la primera es un uso ideal?, pero ideal ¿respecto a qué? ¿Cuáles son los parámetros de idealización del uso entendido como objeto de teorización? Y, desde el punto de vista epistemológico, ¿es necesario el isomorfismo de. estos parámetros con los parámetros de idealización implicados en la construcción de una teoría de la competencia gramatical? Si es así, ¿cuáles son los correlatos empíricos a dichos conceptos abstractos e hipotéticos? Y, finalmente, ¿qué es una teoría de la actuación? Si, como deducimos de la oposición chomskiana al concepto de comunicación como objeto de una teoría lingüística, ni siquiera la teoría de la competencia prag-

PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA

mática se ocupa de la relación interactiva entre hablantes reales en comunidades sociales concretas, ¿puede hipotizarse otra teoría de la competencia comunicativa distinta de la teoría pragmática y compatible con ella en un modelo global de la actuación?

Se trata de establecer el esquema general de una teoría del lenguaje capaz de explicar cómo tiene lúgarla comunicación humana. Este esquema, ¿podría estar constituido por:

teoría de la competencia gramatical + teoría de la competencia pragmática + teoría de la competencia x + teoría de la competencia z + .... = teoría de la actuación?

¿O bien, la pragmática es en realidad una teoría de la actuación de la que depende la observación del sistema lingüístico desde perspectivas que también tienen en cuenta aspectos distintos de la estructura gramatical?

En este punto, los estudiosos de pragmática están divididos: por un lado, Kempson 1975, y Smith y Wilson 1979 siguen las indicaciones de Katz 1977, según el cual

[las gramáticas] son teorías relativas a la estructura de tipos de frase [...]. Las teorías pragmáticas, en cambio, no intentan explicar la estructura de las construcciones lingüísticas o de sus propiedades y relaciones gramaticales [...]. Explican el razonamiento de los hablantes y oyentes en la elaboración de correlaciones contextualizadas entre una necesidad de la frase y una proposición. Desde este punto de vista, una teoría pragmática pertenece a la actuación (Katz 1977, pág. 19).

Por otro lado, Gazdar 1979 y, en un enfoque diferente, Sperber y Wilson 1986, Blakemore 1987, Carston 1988 y todo el que sostiene que la pragmática puede considerarse parte de la teoría de la actuación y no forma parte de la competencia gramatical, consideran que entre la competencia gramatical y la actuación se encuentra una cantidad de fenómenos lo suficientemente amplia y variada como para poder constituirse una pragmática científica' cuyo objeto de estudio serían dichos fenómenos. Aislando de este sistema los factores sociales y psicológicos, de los que debe ocuparse la sociolin-güística y la psicolingüística, podemos restringir el campo de

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92 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA

ejerce sobre los sólidos fijos o en movimiento, el roce, la forma del sólido y la velocidad de penetración del aire como consecuencia de su interacción son factores relevantes. N o se puede prescindir de ellos para crear un modelo, aunque sea ideal, de los vehículos más veloces; en cambio, se consideran irrelevantes otros factores como, por ejemplo, el color, que sí es pertinente desde otras perspectivas de estudio del movimiento; se ha observado que si se colocan en las extremidades de una barra horizontal un trozo de papel negro y otro de color blanco, la barra empieza a girar en la dirección del negro, dado que éste absorbe la luz y por tanto carga energía, mientras el blanco la rechaza.

Concluyendo: en el estudio de la lengua, como en el estudio de la naturaleza, no podemos realizar abstracciones indiscriminadas respecto a los objetivos de investigación. Construir una teoría del uso lingüístico comporta, en esta perspectiva, resolver en primer lugar el problema sobre qué abstracciones son necesarias y legítimas y en qué medida respecte a los fenómenos considerados. 1 3 Es obvio que el comportamiento

13. La idealización del comportamiento lingüístico implica serios problemas metodológicos. Lyons 1977 distingue tres tipos de idealización, cada uno de los-cuales cuenta con sus dificultades específicas. El primer tipo se denomina «regularización», y comprende los errores de pronunciación, los balbuceos, las correcciones, las pausas, etc., es decir, todo aquello que depende de factores como la memoria, las distracciones o las disfunciones de los mecanismos ncurofisiológicos implicados en el comportamiento lingüístico. La distinción entre competencia y actuación encuentra su más controvertida aplicación respecto a este tipo de idealización: a los lingüistas no les queda otra opción que abstraer estos fenómenos que revisten una importancia fundamental para otras disciplinas como, por ejemplo, la psicolingüísti-ca. El segundo tipo de idealización, que Lyons denomina «estandarización», consiste en abstraer las diferencias de las diversas manifestaciones de los sistemas lingüísticos. Dichas diferencias se refieren principalmente a las formas dialectales y los acentos regionales, pero también pueden exlenderse a factores como el sexo, la edad, el estatus social, etc. Lyons comenta que «no tiene sentido afirmar que no existe un sistema homogéneo subyacente al comportamiento lingüístico de una comunidad lingüística. Esto es cierto, pero irrelevante» (pág. 588). De nuevo, estas diferencias que no revisten importancia para la lingüística son centrales en otras áreas de estudio. El tercer tipo de idealización, que exige una teoría del sistema lingüístico cuya formulación no tiene en cuenta las variaciones, se denomina «dcscontextuali-zación», y consiste en la eliminación de los rasgos que establecen una dependencia del enunciado con el contexto; entre ellos, se encuentra la elipsis (omisión de fragmentos de la frase recuperables en el contexto) y el conjun-

estudio a un conjunto de fenómenos explicables en términos de estructuras mentales o capacidades cognitivas que, en cuanto tales, legitiman la hipótesis de la existencia de una «competencia» pragmática. Una teoría de esta competencia debe recurrii a la idealización y caracterizar las estructuras mentales que prescinden de los usos concretos en que se aplican.

La utilidad del principio de idealización es un punto crucial en ia teorización de las relaciones entre uso y estructura. Como observan Sperber y Wilson 1986 no todas las idealizaciones son legítimas. En particular, «una idealización no es legítima si, al simplificar los datos, introduce alguna distorsión significativa que impide la investigación teórica» (pág. 196).

Según Sperber y Wilson 1986, un ejemplo de idealización ilícita es la reducción de la lengua a un corpus limitado de frases efectuada por la lingüística prechomskiana.

A nosotros nos parece que el problema no es simplemente el de la legitimidad tout court de una idealización, sino el de la naturaleza y la entidad de las abstracciones con las que operamos en relación con las preguntas que intentamos responder mediante la indagación científica. Si la investigación parte del presupuesto de que existen leyes racionales de estructuración del pensamiento y de la lengua en cuanto expresión de éste, se procederá a aislar aquellos factores que se consideran interferenciales y a elaborar procedimientos de recuperación que puedan demostrar la pertinencia de su aislamiento, Si, en cambio, la investigación parte del presupuesto de que las lenguas reflejan mucho más las necesidades de los individuos que no la racionalidad de la mente, entonces deberá recurrirse a formas de abstracción, pero presumiblemente serán distintas sus entidades y sus naturalezas.

Lo que debe permanecer constante es la capacidad de recuperar el material aislado y de reinserirlo en el paradigma científico de forma que de ello resulten otras formas de conocimiento. Así, en física, la ley de la gravedad se formula en términos de condiciones ideales de vacío absoluto y abstrayendo particularidades de la forma y las propiedades del objeto que cae. Sin embargo, en aerodinámica, que tiene como objeto de estudio el movimiento del aire y la fuerza que éste

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94 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA

2.4. La semántica generativa

Uno de los movimientos que, opuestos al generativismo sintáctico, han contribuido a la difusión de los hechos de actuación y a la reivindicación de la pertinencia de la pragmática en el análisis lingüístico, es la semántica-generativa.

Aunque es difícil reconstruir la historia de un movimiento a pocos años de distancia, Robin Lakoff 1973 asume los motivos que, en los años setenta, provocaron en el generativismo sus éxitos más polémicos y que orientaron la semántica generativa en su investigación. Esta ha tomado dos direcciones: una ha conducido a la pragmática en su forma canónica estadounidense y otra a la fundación reciente de una lingüística cognitiva,

El punto crítico en la ruptura con el generativismo sintáctico fue el problema de la gramaticalidad parcial o jerárquica de los enunciados: tras la constatación de que los juicios de aceptabilidad de un enunciado no pueden prescindir

to de los elementos cuya interpretación exige necesariamente hacer reteren-> eia a la situación enunciativa. El campo de estudio al que pertenecen estos elementos es la pragmática. No obstante, al tratarse de elementos pertenecientes al sistema, su análisis se realiza en un plano diferente al de los factores inferenciales que dependen de los límites de la memoria y de la atención, así como al plano de los factores vinculados a la variación social.

PRAGMÁTICA Y LINGÜÍSTICA TEÓRICA

de la valoración del «contenido pragmático» del acto lingüístico que se cumple en su realización, se deduce que el estudio del componente pragmático forma parte de los objetivos de la lingüística del mismo modo que el estudio de las partes de la gramática. Y ello en cuanto componente estrechamente relacionado x o n la sintaxis y con la semántica.

Asumiendo como componentes pragmáticos fundamentales a) los asuntos del hablante acerca de su relación con el destinatario, b) la situación concreta en la que se produce la interacción y c) la medida en que se intenta modificar una o ambas de las condiciones anteriores, Lakoff propone la existencia de un componente pragmático constituido esencialmente por dos reglas: 1. Sea claro y 2. Sea cortés; la segunda de ellas prevalece sobre la primera y se articula en las reglas

1. N o te impongas. 2. Ofrece alternativas. 3. Contribuye al bienestar de tu interlocutor —sé

amigable—.

El principio de cooperación de Grice se considera un sub-caso de la primera regla de cortesía.

La argumentación de Lakoff está vinculada por una parte a la sociología y por otra a la antropología, sin perder de vista el hecho de que las reglas del lenguaje y de las transacciones cooperativas humanas forman parte del mismo sistema. Por tanto, es fútil considerar el comportamiento lingüístico independientemente de las otras formas de comportamiento humano. En cambio, la semántica generativa no se encuentra vinculada a dichas exigencias. Al contrario, la exigencia prioritaria de los semantistas es realizar un análisis apropiado a los problemas de semántica lógica —la cuantificación, la correferencia, la negación—; el objetivo es destruir la jerarquía de las prioridades en la construcción de la gramática, estableciendo como base del proceso generativo la semántica, no la sintaxis. Una vez preparado el aspecto formal semántico, y de forma secundaria, se reflexionará sobre la representación de los fenómenos pragmáticos en el interior de la gramática. Como consecuencia, existen puntos de vista di-

lingüístico es el resultado de la interacción de más factores, y que para comprender el peso específico de cada uno es necesario suspender temporalmente los conocimientos relativos a los otros. La decisión de excluir algunos factores depende de las preguntas que intentamos responder; si el problema central para la pragmática es establecer el modo en que una lengua funciona en el proceso comunicativo, ni la dimensión social ni la psicológica podrán ignorarse tout court sino con riesgo de que se pierdan informaciones cualitativamente importantes en la formulación de la respuesta. Y la reflexión teórica no nos parece que se haya centrado en el análisis de este problema.

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96 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LA PRAGMÁTICA TEÓRICA

versos en el estudio de los fenómenos pragmáticos en términos de categorías semánticas.

Gordon y Lakoff 1971 proponen, por ejemplo, una integración de los principios de la conversación de Grice en el aparato formal de la semántica generativa e intentan mostrar en qué modo éstos pueden, así reformulados, explicar determinadas reglas gramaticales. Pero el análisis hoy parece insostenible, así como el intento de unificar pragmática y semántica en la hipótesis conocida como «hipótesis del performativo».

La hipótesis, formulada por J. R. Ross 1970 en su artículo sobre frases declarativas y discutidas en otros estudios, prevé, en su versión ortodoxa, que cada frase contenga, como elemento más alto en su representación profunda, una estructura como las que dan lugar a los performativos. La frase «¿Qué haces esta noche?» cuenta, en su estructura profunda, con la proposición «yo te pregunto», y la frase «Dame un cigarro» con la proposición «yo té ordeno». La hipótesis fue criticada desde sus inicios aunque también pareció seducir a los estudiosos porque evitaba recurrir a una teoría de los actos lingüísticos independiente del resto de la gramática y, sobre todo, independiente de la semántica de la frase. Sin embargo, cuándo se trató de ampliar su estudio incluyendo consideraciones sobre la fuerza ilocutoria indirecta (es decir, al recurrir a la explicación por la que una pregunta como «¿Por q u é n o vamos a la discoteca?» puede interpretarse como expresión de una sugerencia más que como una solicitud de información; véase el parágrafo 1.2.3.3 de este cap.), la hipo-tesis comenzó a crear más problemas de los que era capaz de explicar. Desde entonces, se ha abandonado prácticamente cualquier intento de gramaticalización del performativo, y se han formulado hipótesis más articuladas de carácter semántico-pragmático o enteramente pragmático (Leech 1980).

Los estudiosos de la lengua consideran que la semántica generativa hace tiempo que ya ha agotado su capacidad explicativa de los fenómenos lingüísticos. Según R; Lakoff 1989, si aceptamos esta opinión y nos preguntamos por qué ha fracasado el proyecto, la respuesta más plausible es «porque ha

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intentado ir demasiado lejos, porque ha sido muy osada» . (pág. 981).

En realidad.según Lakoff, la semántica generativa no está todavía agotada; al contrario, ha evolucionado y ha aceptado la importancia del concepto de «función» e incluso de la pragmática en el interior de la sintaxis y de la semántica: « N o hemos utilizado la pragmática para "explicar" el punto central, la sintaxis. Hemos partido de la función y hemos considerado los instrumentos sintácticos al servicio de esta función —de este modo la función explica la forma, pero la forma depende de la función y no viceversa—».

Page 23: Antología de pragmática

Convenciones gráficas

[ ] corchetes: Se usan para hacer aclaraciones o agregar información dentro de un texto citado literalmente.

[...] puntos suspensivos entre corchetes: Se usan para indicar que se ha eliminado algo del texto original.

cursivas: Se usan para poner énfasis o bien para destacar ejemplos o expresiones que son objeto de análisis.

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1. El estudio del significado lingüístico ...

123

/./. El uso del lenguaje

La pragmática es la disciplina lingüística que estudia cómo los seres hablantes interpretamos enunciados en contexto. La pragmática estudia el lenguaje en función de la comunicación, lo que equivale a decir que se ocupa de la relación entre el lenguaje y el hablante, o por lo menos de algunos aspectos de esta ielación.

El lenguaje natural puede definirse de maneras profundamente distintas: ya sea como un objeto exterior —la totalidad de las enunciaciones que pueden producirse en una comunidad de habla, como propuso Bloomfield («A set of postulates for the scien-ce of language», 1926, p. 156)—, ya sea como un sistema gramatical vinualmente existente en los cerebros de un grupo de individuos, según la famosa descripción de Saussure (Curso de lingüística general, 1945, p. 57), ya sea como un sistema de conocimiento, el conjunto de representaciones mentales internalizadas por el individuo, de acuerdo con la definición de Chomsky, aceptada actualmente por un sector importante de lingüistas (Chomsky, Knowledge of language, 1986, p. 26).

Si estas definiciones delimitan un objeto de estudio, es evidente que dejan fuera de ese estudio los principios que guían el uso del lenguaje. Sin embargo, cualquiera que sea la importancia teórica que cada ideología lingüística conceda o niegue al estudio del uso del lenguaje, según abstraiga el lenguaje más o menos, para sus análisis, de las realidades de su manifestación rodal, el uso lingüístico es un fenómeno tan insistente y fascinante en su aparente trivialidad, que ya se hacía pragmática mucho antes de que se concibiera una disciplina dedicada a descubrir les princi-

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píos que guían la comunicación verbal. En efecto: todo el que ha reflexionado sobre el lenguaje ha reflexionado sobre su uso y su relación con< intérpretes'.;y contextos: Platón y Aristóteles, los retóricos, los sofistas, San Agustín, Bacon, Locke, Ockham... y Pierce, Morris, Wittgenstein, Habermas, Austin, Searle... Pero la lingüística ha emprendido hace sólo pocos años el estudio sistemático del uso lingüístico, y no sin retrocesos, dudas y contrariedades, quizá porque el dominio de estudio eí_ demasiado;-amplio y compartido por otras ciencias» porque no es fácil delimitar un conjunto de problemas —es decir, un objeto— que sean exclusivamente lingüísticos, y también porque la lingüística científica de nuestro siglo, para constituirse como tal, ha tratado de mantener a raya los entusiasmos filosóficos, sociológicos, psicológicos y literarios que despierta el lenguaje en uso.

El tema central del estudie- del "uso lingüístico es el de los ^principios que guían la interpretación de las enunciaciones: rela

ción con los participante"s7"conel co-texto lingüístico inmediato, con el contexto (noción más abstracta, en la que se incluye la serie de textos posibles en que puede ocurrir una expresión determinada), y con el entorno o situación de comunicación, incluidas las creencias de los hablantes, su conocimiento de sí mismos, del lenguaje que usan, y del mundo. EKsignificauo que se pro-

.. duce al usarse el lenguaje es mucho más que el contenido de las proposiciones enunciadas. Gesto, postura, tono de voz, entonación, longitud de las pausas, frases cortadas, todo significa, y muchos de estos materiales pueden integrarse en una descripción lingüística (como se hace por ejemplo en los estudios recientes sobre la estructura de la conversación)..El silencio también produce significado, porque es un hecho lingüístico, en la medida en que consiste en no decir —omitir, ocultar— o en dar algo por ya dicho —dar a entender, presuponer—: como veremos, la pragmática estudia el silencio que comunica algo voluntariamente.

•..Los significados que producimos al hablar/no hablar son de muy diversa naturaleza, pero todos tienden a modificar una situación. Se ha dicho que comunicarse es reclamar la atención de alguien, dándole información que tenga «relevancia*, es decir interés o pertinencia (Sperber y Wilson, Relevancc, 1986, p. vi). Tal información, si llega —si el acto se cumple, si es un acto de

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habla «afortunado»— modificará el mundo del destinatario, e incluso su conducta. Lo comunicado puede afectar también al, que comunica: nos afecta lo que oímos pero también lo que decimos, ya que al expresarnos moldeamos nuestra realidad y reflexionamos sobre nuestras propias experiencias. Este proceso tiene lugar de manera muy notoria en el tratamiento psicoanalí-tico, en el cual el terapeuta hace hablar al paciente y luego le hace analizar su propio discurso, para conocer, mediante lo que el mismo paciente ha dicho, lo que no sabia de sí (con suerte, la causa de su neurosis). Esta es una situación extrema de uso del discurso propio para llamar la atención de uno mismo, pero el fenómeno es más general: todo acto lingüístico incluye reflexiones metadiscursivas, que son indispensables para su eficacia, y todo hablante habla con varias voces, sin contar la del inconsciente. Discutiremos esos fenómenos en el último capítulo.

La diferencia más elemental entre los significados que generamos al hablar o escribir es que algunos son intencionales y otros no. La pragmática se ha concentrado, hasta el momento, en el análisis de cómo producimos significado intencional, es decir, en el análisis de cómo decimos lo que queremos decir, y cómo lo comprendemos cuando nos lo dicen (tema que se verá en el capítulo siguiente). Hay una lógica de los intercambios comunicativos, una intencionalidad dirigida a un fin, un deseo sistemático de los hablantes de preservar el sentido del discurso, su coherencia, su efectividad. Sin embargo, el estudio del uso del lenguaje debe incluir los usos discordantes o más o menos limitados, y está apuntando en los últimos años una tendencia nueva: el interés por cómo los hablantes, más que hablantes y oyentes, son participantes, es decir, participan en una actividad que consiste en producir significados mediante el lenguaje, incluso cuando la expresión es incoherente, e incluso en el caso extremo de que el lenguaje de que se vale un hablante no le sea conocido del todo. Quizás el estudio a fondo del uso del lenguaje revele alguna vez que éste —entendido como sistema de signos autónomo— es menos importante de lo que creíamos para intercambiar información, porque podemos comunicarnos con un lenguaje a medias, siempre y cuando seamos capaces de participar con cierta fortuna en los intercambios sociales de los cuales el lenguaje

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Page 25: Antología de pragmática

es uno de los componentes. La falta de lenguaje (que se manifiesta por ejemplo en el silencio, los falsos comienzos, las interrupciones, las torpezas, las hesitaciones e incluso las confesiones de impotencia comunicativa) sigue siendo lenguaje, es parte de su uso, en una dimensión puramente afectiva, expresiva, tan importante como la función representativa que hace del lenguaje, en la visión tradicional, el vehículo óptimo del pensamiento.

1.2. ¿Lingüistica o filología?

La pragmática estudia nuestra manera intencional de producir significado mediante el lenguaje, y los principios que regulan los comportamientos lingüísticos dedicados a la comunicación. Los fenómenos que, hasta ahora, se han considerado exclusivos de la pragmática son la estructura lógica de los actos de habla} los tipos de implicacjórí/ja deixis¿ ciertas estructuras discursivas;, y, en general, la relación entrehablánfesl discurso y «contexto) Tal relación está más o menos codificada por la gramática y el vocabulario de cada lengua, pero su estudio exige siempre salirse de esa gramática (entendida como abstracción y sistema) y observar el lenguaje en funcionamiento.

Pero el lenguaje en funcionamiento es un complejo de fenómenos del que resulta difícil aislar objetos puramente lingüísticos, y mucho menos unidades. No hay unidades mínimas prag-

\~ máticas del lenguaje, como hay unidades fonológicas, morfológicas, sintácticas, creadas por la fonología, la morfología, la sintaxis. La fonología, por ejemplo, aisla los sonidos del lenguaje y luego abstrae ciertos sonidos tipo, los fonemas, que no tienen realidad material alguna, sino que se manifiestan en realizaciones siempre diferentes y son, por lo tanto, objetos idóneos para la manipulación analítica. Del mismo modo la sintaxis trabaja con morfemas y con oraciones, objetos ideales, aislados del resto de los fenómenos lingüísticos que aparecen simultáneamente a la experiencia. En principio, quien quiera estudiar el lenguaje en uso no debería aislarlo de nada, tendría que estudiarlo mezclado con su entorno, atendiendo a lo particular de cada emisión, de cada emisor, de cada situación de habla, de cada comunidad... Sin contar las dificultades metodológicas, esta propuesta suscita

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125 una objeción teórica grave: el estudio de lo particular no es científico. PrecisameM.e~.la lingüística se hizo ciencia cuando se desprendió de la^filología, í|ue estudiaba lo particular, cada texto en su contexto (efTSü contexto lingüístico, en su contexto lingüístico y retórico, en su historia, en su relación con autor, lectores y circunstancias).

La pragmática, que tiene sus raíces en la filosofía, pertenece al paradigma de la lingüística científica, y busca la generalización, pero por la índole de su objeto de estudio pone al descubierto el gran dilema que agita a la lingüística en estos años: ¿ciencia o arte?, ¿lingüística o filología? En una lingüística humanística, dice A. L. Becker, «nuestra disciplina y nuestro rigor [...] provienen de la particularidad del textOTcn-contexto, no del rigor de las reglas [...]. La disciplina del'filólogo proviene no de la teoría • sino de un lenguaje: los textos y conversaciones que el filólogo trata de comprender» 2 (-Language in particular», 1988, p. 29). Si la pragmática lingüística se inclina —y tal parece ser su incli-' nación cuando escribo estas páginas— por el estudio de la conversación (conversational analysis, discourse analysis) Asistiremos a una vuelta al estudio de los textos, más parecido a la antigua filología que a las gramáticas textuales, formalizantes, de los años 70. Lo veremos. Ahora sólo cabe tomar nota de un movimiento que se inicia con la pragmática y con su lucha por alcanzar prestigio en el mundo académico, un movimiento que lleva a incluir al hablante —y a toda su circunstancia, nada menos— en el hablar, y en hacer del hablar mismo objeto de investigación. Este impulso podría dejar atrás a la pragmática y dar como resultado una lingüistica completamente nueva.

2. Todas las citas de este libro, lamo las pocas que se encontraran en el cuerpo del texto como las recuadradas que lo acompañan, están en español. He procurado utilizar las traducciones existentes, «corrigiendo» o aclarando alguna vez, entre corchetes, los términos que podrían confundir al lector; en la bibliografía final la traducción española aparece antes que la versión original del libro citado. Si no hay versión castellana o no me es accesible, la traducción que ofrezco es mía, y en la bibliografía final aparece citada únicamente —o, si existe traducción, en primer término— la versión original utilizada.

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1.3. Los fenómenos pragmáticos

El dilema que pone de manifiesto la pragmática (y que quizá resuelva) proviene de sus orígenes. Los conceptos fundamentales de pragmática proceden de lajilosofía: actos de habla, presuposición, implicatura. Pero junto a estos fenómenos se estudian otros, como la deixis y la estructura de la conversación, que originalmente no se consideraban pragmáticos, pero que no pueden ignorarse al estudiar el uso del lenguaje. Para hacer estos estudios se trabaja con un corpus semejante al utilizado en análisis sociolingüísticos. La ampliación del campo de estudios y la tendencia creciente hacia estudios empíricos en lugar de estudios formalistas, hacen de la pragmática una disciplina clave de la lingüística actual, donde se puede ver una nueva concepción del lenguaje y de su estudio. Pera, a la vez, la transición teórica y metodológica y la inestabilidad de sus límites debilitan el estatus científico de la pragmática, que todavía es incierto.

El manual de pragmática más completo y autorizado que se ha publicado hasta ahora (Levinson, Pragmatics, 1983) dedica un extenso y complejo primer capítulo a analizar las posibles definiciones de pragmática, criticándolas y evaluándolas, para llegar por fin a la conclusión de que no hay ninguna definición buena. Lo mismo podríamos decir de las definiciones de otras ciencias o estudios, o de otras disciplinas lingüísticas, salvo que uno no quiera ser exhaustivo y se contente con definiciones muy generales, como, por ejemplo, «la sintaxis es el estudio de las combinaciones de palabras», o «la semántica es el estudio de los signifi cados lingüísticos». Una definición de ese tipo diría que la pragmática es el estudio del uso del lenguaje. La definición que he dado al principio de este capítulo —la pragmática es el estudio de cómo se interpreta el significado producido en el uso del lenguaje— está dentro de esa línea, aunque pretende ser más específica. Pero el problema no reside en la definición misma, sino en la necesidad de la definición.

Esta necesidad se debe a varias razones. Una de ellas es que la pragmática jtodavía está en busca de Jegitírnidad dentro de la UngüístícaT Otra razón es que su objeto de estudio —el uso del lenguaje, o, como propuso Charles Morris en 1938, la relación

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02 entre los signos y sus intérpretes— es compartido por otras disciplinas, especialmente la sociolingüística. De modo que la pragmática tiene que hacerse un lugar dentro de la lingüística y también dentro del grupo de disciplinas que estudian la comunicación humana. Echaré un vistazo a ambos problemas, no para aburrir al lector con rencillas académicas, sino para ir acotando el campo de estudio de la pragmática e ir presentando, simultáneamente, los problemas y conceptos que nos interesan.

La legitimidad científica de la pragmática ha sido puesta en cuestión sobre todo dentro de la lingüística. La tradición estruc-turalista inaugurada por Saussure, que ha sido continuada con extraordinario éxito por la teoría generativa y transformacional, se funda en el estudio de lo sistemático, de lo abstracto y lo general. Cada ciencia crea su objeto, postuló Saussure. La pragmática aparece como una disciplina en busca de objeto, sobre todo de un objeto fijo, homogéneo, bien acotado, semejante, por ejemplo, al de la sintaxis. La sintaxis —disciplina estelar en los últimos treinta años— estudia las oraciones, que son las abstracciones con que se delimita para el análisis lo que, en la realidad del uso, son enunciados no siempre provistos de la estructura lógica del juicio (que la sintaxis restaura en la estructura profunda). La sintaxis crea la «oración bien formada» para estudiar las reglas que la hacen posible. La pragmática, que no intenta reconstruir reglas, sino,, mayomente^.jjjrincipios, no ha creado, como queda dicho, unidades, salvo, quizá, la noción de acto de habla, que muchos consideran la unidad comunicativa por excelencia.

Pero la teoría de los actos de habla (cuya formulación clásica se encuentra en Searle, Speech Acts, 1969) no agota el estudio del uso del lenguaje, ni explica muchas cosas notables que debería explicar. Un ejemplo de esta deficiencia son los actos de

sliabla indirectos:; no que existan, ya que la teoría puede dar cuenta de eso,' sino su extraordinaria frecuencia en el lenguaje cotidiano, que convierte los actos de habla directos en una minoría y les quita por lo tanto su valor de "norma. Sucede, por ejemplo, que para cumplir el acto de pedir usamos la mayor parte de las veces no una expresión que exprese directamente pedido (Dame el libro, o Te pido que me des el libro), sino

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^preguntas (¿Me darías el libro?, ¿Tú tenias un libro sobre pragmática?), afirmaciones (Necesito el libro. Tengo que leer algo sobre pragmática), promesas (Si me das el libro te lo devuelvo mañana), amenazas (O me das el libro o no te dirijo más la palabra), etc. Si hablar es hacer, como sostienen los filósofos del lenguaje que echaron las bases de la pragmática, entonces la correspondencia entre lo que hacemos con lenguaje y cómo lo hacemos debería ser sistemática y previsible, como presupone la teoría de Searle. Sin embargo, hay mucha discrepancia y la hay frecuentemente entre la forma de las oraciones y los actos que les hacemos cumplir.

Para explicar esta discrepancia, y, en general, para reinterpre-tar muchos aspectos de la comunicación verbal que todavía no se conocen bien, se hace entrar ahora en los análisis pragmáticos la noción dé cortesía. La cortesía rio es un ornamento en la comunicación, sirio que incide de manera muy importante en su eficacia y por lo tanto determina en gran parte fenómenos aparentemente desconectados entre sí, como la entonación, la elección de tiempos verbales, las formas de tratamiento, ciertas técnicas narrativas... Al parecer, cuanto más indirecto es un acto de habla —sobre todo si se trata de actos de habla como pedir, ordenar, etc., que buscan el provecho del hablante a costa del interlocutor—i más cortés y más «afortunado», o sea, más eficiente, resulta. La estructura de los actos de hablá'depende también de las exigencias de su lugar y su papel en la conversación, En general, la evolución de la pragmática hacia estudios de índole empírica tiende a dejar atrás la teoría de los actos de habla formulada por Searle. Levinson, después de una extensa crítica, acaba expresando su escepticismo sobre la viabilidad de cualquier revisión de la teoría de Searle: para Levinson, las teorías formalizantes van a ser reemplazadas por las nuevas corrientes.de análisis ocupadas en el .estudio empírico del uso del lenguaje. (Pragmatics, p. 279)ÁAusun previo, en cierto sentido, esta evolución de la pragmática! ai imaginar una nueva ciencia del lenguaje desprendida de la filosofía como un planeta del sol.

En todo caso, la pragmática no es solamente el estudio de los actos de habla, sino también de fenómenos como la deixis o la presuposición, fenómenos que también puede explicar, como lo

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Filosofía y ciencia del lenguaje

En la historia de las investigaciones humanas, la filosofía ocupa el lugar de un sol central, seminal y tumultuoso, que de tiempo en tiempo arroja alguna porción de sí para que ocupe el lugar de una ciencia: un planeta frío, bien regulado, que progresa ininterrumpidamente hacia un lejano estado final... ¿No es posible que la próxima centuria vea nacer, gracias a la labor conjunta de filósofos, gramáticos y muchos otros estudiosos del lenguaje, una ciencia del lenguaje verdadera y abarcadora? Entonces habremos desechado otra parte de la filosofía (quedará bastante) del único modo como podemos desechar la filosofía, empujándola escaleras arriba.

J. Austin, «Ifs and cans» (1965). pp. 131-32.

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ha hecho tradicionalmente, la semántica. Los límites entre pragmática y semántica, y aun entre pragmática y sintaxis, no están claros, pero el problema no es meramente judicial —qué territorio corresponde a quién—: el problema consiste en alcanzar un acuerdo sobre la mejor definición de los fenómenos relacionados con el: significado lingüístico y sobre la mejor manera de estudiarlos.

1.4. Sintaxis, semántica y pragmática

Román Jakobson, según nos dice Umberto Eco (en «Seman-tics, Pragmatics, and Text Semiotics», 1987), observó una ver que estudiar el lenguaje solamente desde una perspectiva sintáctica es lo mismo que definir el -eoche-cama de un tren diciendo que por lo general se encuentra entre dos coches de pasajeros. Por supuesto, con tal definición (que es estrictamente distribuí cional), nadie sabrá realmente qué es un coche-cama. Estudiar el lenguaje sólo desde una perspectiva semántica, agrega Eco, sería para muchos autores semejante a decir que un coche-cama es un vehículo que transita sobre vías y donde la gente duerme en literas. Según Eco, la definición sería aceptable, pero.de dudoso valor para un pasajero pobre, por lo cual habría que añadir a la definición que el coche-cama es caro. Pero mientras «todos los coches-cama son vehículos» es una^erdad._aQ,alítica, «todos los coches-cama son caros» es una información que depende de nuestro conp£jmjcntg_del mundo, y por lo tanto, continúa Eco, los semanticistas objetarían que no debe formar parte_de. Indefinición, ya que es asunto de pragmática., no de semántica. Y objetarían más, siempre según Eco, si uno quisiera agregar a la definición que en Europa el coche-cama es un símbolo de «estatus». Dirían que es verdad, pero que ése es un asunto de sociología.

Es difícil distinguir la información semántica de la informa-ción.p.ragmática (como saben los redactores de diccionarios). Si ía información semántica está compuesta solamente de verdades analíticas, todo el resto del significado (de un coche-cama, de un tigre, de un enunciado) es tema de la pragmática. Sj preferimos una semántica ^liberal», inclukemos en el significado dado por la

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.j

semántica significados pragmáticos, y diremos también, por ejemplo^ que un coche-cama es caro, con lo cual lograremos una definición más útil. Siempre quedarán, de todos modos, significados que dependan exclusivamente de factores relacionados con el proceso comunicativo. Supongamos que dos vagabundos se meten en un vagón de carga para echar un sueño: los vagabundos pueden decir, sin duda, que están en el coche-cama del tren, pero ahora coche-cama tendrá un significado extra no previsto por las definiciones. Hay siempre un margen, permitido por la estupenda adaptabilidad del lenguaje a las diferentes situaciones de comunicación, intenciones de los hablantes, historias conversacionales. En ese margen, lo previsto en los códigos puede alterarse o contradecirse o anularse. Ese margen no es un margen, quizá, sino el centro: es el lugar en donde el hablante elige, juega, crea significados. Ese margen es territorio de una disciplina que en un tiempo se llamó poética, y que también estudia el uso lingüístico, sólo que dentro de la institución llamada literatura. En todo caso, el margen, el plus de significado, es territorio impredictible hasta cierto punto, y cambiante, y sujeto a la historia y la manipulación, por lo cual la lingüística científica lo mira con recelo, y la pragmática, al menos la más estricta (la de tradición anglosajona, salida de la filosofía del lenguaje), quiere labrarlo con surcos rectos, según principios estrictos.

Suele considerarse que el lenguaje está constituido por una serie de subsistemas relativamente autónomos, a cargo de disciplinas lingüísticas relativamente autónomas. Para estudiar las estructuras de significado podemos recurrir a la sintaxis, a la semántica y a la pragmática. La sintaxis estudia las reglas de formación de oraciones. La semántica estudia la naturaleza y el significado de las palabras y de las oraciones, sus relaciones sistemáticas (sinonimia, implicación, contradicción, etc.), y predice las ambigüedades en palabras y oraciones. La semántica lógica se pregunta cuáles son las condiciones de verdad de una oración, que considera equivalentes a su significado (cada oración tiene un valor de verdad: puede ser verdadera o falsa. Una parte importante del contenido de una oración está constituida por las condiciones que debe cumplir el mundo para que la

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oraciói sea verdad. También puede especificarse en qué mundos posibles una oración es verdadera o falsa).

Tanto la sintaxis como la semántica —que constituyen, en conjunto, lo que muchos lingüistas llaman gramática— estudian fenómenos que se encuentran claramente insertos en Ja estructü-" ra del 'enuuaje. Así, por ejemplo, una oracióñque presenta algo como conjetural tendrá cierta estructura sintáctica (por ejemplo, una construcción con el adverbio quizá a la izquierda del verbo); la actiud de conjetura (actitud del hablante ante su enunciado), que se considera fenómeno semántico, puede manifestarse, a su vez, en el modo subjuntivo, que en español codifica modalidad: quizá llueva afirma algo de un mundo posible. La presuposición, otra manera de manifestarse el significado lingüístico, también se encuentra en el sistema léxico y sintáctico de una lengua. Para dar algo por presupuesto, en lugar de afirmarlo como cosa nueva, los hablantes pueden recurrir a construcciones que contienen, dentro de su significado lingüístico, el de dar por verdadero el objeto de su predicación. El verbo sorprender, por ejemplo, presupone que es verdad aquello que sorprende: una oración como Me sorprende que Juan haya venido presupone la verdad de la venida de Juan. Como vemos, los fenómenos sintácticos y semánticos se encuentran en las estructuras de la gramática de una lengua, por lo cual a nadie se le ocurriría disputar a la sintaxis o a la semántica su calidad de disciplinas lingüisticas.

La pragmática estudia, en principio, formas de producir significado que no entran por derecho propio en el dominio de la semántica: el subsistema estudiado por la pragmática no es totalmente lingüístico, es decir, no está siempre inserto en las«truc-?, turas de la lengua. Tomemos un ejemplo sencillo de implicatura (tema que veremos con más detalle en el capítulo 3).

Marido y mujer están en una fiesta; en cierto momento, ella le dice a él: ¿Tú sabes qué hora es? El marido interpreta automáticamente que su mujer quiere irse a casa, y le contesta algo como Nos vamos cuando quieras, en lugar de decirle la hora. Nada propiamente lingüístico (semántico) de la pregunta ¿Tú sabes qué hora es? señala el significado que automáticamente entendió el marido; tanto es así, que a la mujer le queda la posibilidad de anular ese significado implicado sin contradecirse:

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No, no quiero irme, sólo te pregunto la hora. Pero el significado que el marido ha inferido es probablemente el que la mujer, en ese contexto, ha'" querido realmente transmitir: a la inferencia, hecha por el maridó sé ta llama implicatura (diferente de implicación, pues la implicación suele formar parte del significado léxico de las palabras; así, en el significado de «tigre» está implicado el significado 'animal'; en el de «mujer», 'ser humano', etc.).

Las.implicaturás son independientes de las estructuras lingüísticas, no se encuentran en el diccionario, dependen del contexto. Son provocadas por las palabras, pero no están en las palabras mismas. Es tan importante, sin embargo, el papel de'la implican 'tura en la comunicación lingüística, que su estudio resultíiñdis-pertsable para comprender cómo usamos el lenguaje, y de ahí que sea un tema central de la pragmática. Este tema no se superpone a los de la semántica.

Pero en el análisis de la lengua en funcionamiento, las impli-caturas se presentan mezcladas con las presuposiciones y las implicaciones, y las condiciones de verdad de una frase dependen de la relación de esa frase con su contexto. Veamos un ejemplo conocido.

Cuando, en el entorno desolado de la casa lóbrega y oscura, y después de una conversación dilatoria, el escudero le pregunta a Lazarillo si ha comido, éste responde que no (recordemos que se había encontrado con su amo muy de mañana, cuando estaba todavía sin almorzar). El escudero dice entonces lo siguiente: • Pues, aunque de mañana, yo había almorzado, y cuando ansí como algo, hágote saber que hasta la noche me estoy ansí. Por eso, párate como pudieres, que después cenaremos.» Lázaro interpreta estas palabras no como las interpretaría la semántica, por cierto, sino completamente, pues interpreta lo que dicen y lo que no dicen pero evidentemente quieren decir: «Vuestra merced crea, cuando esto le oí, que estuve en poco de caer de mi estado [desmayarme], no tanto de hambre como por conoscer de todo en todo la fortuna serme adversa... Allí lloré mi trabajosa vida-pasada y mi cercana muerte venidera» (Lazarillo de Tormes, 1987, p. 76)'

No nos extraña que Lázaro casi se desmaye al oír al escudero. Aunque acaba de conocer a su interlocutor, que, por si fuera

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poco, va «con razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden», su experiencia pasada con otros amos, y lo que ha podido ver de su comportamiento y de su casa, lo autorizan a creer que el escudero miente, que ni ha desayunado ni tiene con qué cenar esa noche, y que el «hágote saber» con que anuncia su sobriedad es máscara retórica de la «negra que llaman honra», y no anuncio real. El significado semántico de las palabras del escudero —el significado literal, convencional, de «almorzar», de «hacer saber», de la expresión «después cenaremos»— constituye solamente una parte (cómicamente mínima) de lo que el escudero quiere decir. Si sólo fuera capaz de comprender ese significado (si sólo supiera castellano, digamos), Lázaro no podría interpretar el enunciado que tan bien interpreta, para desdicha suya.

Cuando se usa el lenguaje, el salto entre lo que se deja interpretar semánticamente y lo que hay que interpretar pragmáticamente es a veces enorme. La pragmática, como teoría de la interpretación, debe ser una teoría del texto. El significado de la

0 t 3 - e - ' ¡rase «díspués cenaremos», aislada de contexto, significado que depend-' del cumplimiento de ciertas condiciones de verdad y es objeto de estudio de la semántica lógica, difiere bastante del significado del enunciado «después cenaremos» dicho por el escudero 3 su criado en este hecho de habla particular. El problema es distinguir esos significados y elaborar técnicas para estudiarlos.

Pero no es necesario pensar en un décalage tan grande como el que s: produce entre la cena semántica y la cena pragmática del escudero. Para juzgar el valor veritativo, o sea para determinar el significado, de enunciados corrientes como En este país no se puede vivir tenemos que comprender a qué entidad del mundo se refiere este país. Y luego debemos saber quién lo dice, cuán-

;* do, y cómo. La expresión este país tiene un significado virtual, <"• que todos comprendemos fuera de cualquier contexto (o buscan-

do este y país en el diccionario, digamos), pero, puesta en uso, 1 <, puede significar muchas cosas. El significado literal o convencio-<^ nal (el que tienen las expresiones por convención lingüística, el

del diccionario) puede coincidir o no con el significado pragmá-

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tico, que es aquel que resulta de la intención del hablante y del contexto de uso.

En el caso de los deícticos, el significado literal es, por necesidad, incompleto: fuera de contexto, este, ahora, yo, solamente apuntan en cierta dirección (de lugar, de tiempo, de persona), pero no se sabe a qué apuntan, no tienen referentes. De ahí que una ciencia dedicada al estudio de los significados en uso tenga que estudiar los deícticos, formas lingüísticas que sirven para señalar elementos del contexto. Aquí, como en otros casos, la pragmática se superpone a la semántica. ¿Qué es lo semántico y qué es lo pragmático?

1.5. La pragmática como «cesto de desperdicios»

Según algunos lingüistas, es pragmático todo lo que sobra, es decir, lo que la semántica no puede estudiar. De ahí la metáfora poco propiciadora de que la pragmática es el cesto de los desperdicios de la lingüística. En la introducción a las Actas del Primer Congreso Internacional de Pragmática, que acaban de publicarse (Verschueren y Bertucelli-Papi, The Pragmatic Perspective, 1987), uno de los editores denuncia todavía la práctica de relegar todos los problemas «pegajosos» de la lingüística a la pragmática: pegajosos porque no se les puede quitar, al explicarlos, lo extralingüístico que tienen pegado. Al referirse al «cesto de desperdicios de la pragmática», dice que esta disciplina es aún hoy «una amplia, difusa y desorganizada colección de investigaciones» (ibid., pp. 3-4).

Discutiendo la relación entre, semántica, pragmática y semiótica textual, Eco observa que nardos acercamientos pragmáticos al problema del significado —o, lo que es lo mismo, que hay.dos pragmáticas posibles. Un acercamiento consiste en ampliar la

..semántica y construir una «pragmática del significado», en la que se incluyan elementos pragmáticos (la definición de coche-cama con todos los datos necesarios, y no sólo lo que es verdad analítica; es decir, fenómenos como la deixis, la presuposición, condiciones de adecuabilidad al contexto, etc.). El otro acercamiento es una «pragmática de la comunicación», donde entrarían solamente los fenómenos pragmáticos que tienen lugar en el curso

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del proceso comunicativo, como por ejemplo las implicaturas o la coherencia textual. Este segundo aspecto integraría la pragmática y la semiótica textual (Eco, «Semantics, Pragmatics and Text Semiotícs», 1987, p. 704).

Para los que propugnan una pragmática «radical», muchos fenómenos lingüísticos considerados semánticos son en realidad pragmáticos. Los «radicales» dan prioridad al valor de uso de una forma y consideran que si no se conoce este valor no puede estudiarse adecuadamente esa forma. Intentan demostrar, además, que muchos aspectos del significado considerados como partes del sentido literal de una expresión no son realmente semánticos, sino pragmáticos. '"

Tomemos el caso del .artículo definido en español. Puede proponerse que el significado del articuló el es1 básicamente me-tacomunicativo: el se usa para referirse ¿"entidades que ya han sido mencionadas en el discurso, o que están dentro del contexto, o que se dan por consabidas. Cuando digo Compré el libro me refiero a un libro conocido. Según una interpretación «radical», la expresión definida el libro no apunta a un objeto del mundo, sino que apunta a la expresión misma, instruye al interlocutor sobre cómo ha de entenderla en un discurso. . Los principios que guían el uso del lenguaje quedan fuera del campo de estudio de la semántica, pero la gramática contiene elementos que dan instrucciones pragmáticas, como los artículos: ¿es necesario ampliar la semántica, o reducirla, según proponen los «radicales», para dar mayor campo de acción a la pragmática? El problema está en disputa. Se puede llegar, como en casi todo, a una solución pacífica. Se observan en los análisis actuales dos tendencias bastante claras, y hay una tercera posible —la pragmática como «perspectiva»— que veremos al final de este i jpítulo.

La tendencia menos comprometida consiste en considerar la pragmática como una dimensión (más o menos importante, según los casos) de la descripción completa de una expresión. Así. algunos lingüistas hablan de «la sintaxis, la semántica y la pragmática» de una categoría, con lo que quieren decir que estudian sos reglas combinatorias, sus significados, y sus usos, respectivamente. Para estos lingüistas, los aspectos pragmáticos son aque

llos que explican actitudes comunicativas, la relación, en la medida en que sea sistematizable, entre el significado de la forma y el usuario. (Nótese, de paso, que aquí «pragmática» significa tanto una disciplina como un aspecto del fenómeno que se estudia; es la misma ambigüedad que encontramos cuando oímos hablar de «la sintaxis del verbo» o «la semántica del verbo».)

La segunda tendencia es la más difundida entre los estudiosos de pragmática, y consiste en considerar que la pragmática^ la

f. gramática son complementarias. Por gramática se debe entender el sistema abstracto, formal, de una lengua, y por pragmática los principios del uso de esa lengua. Ambos estudios son relativamente autónomos, pero'se propone o se sobreentiende que una descripción completa del lenguaje debe tener en cuenta ambos aspectos. Esta posición pone en pie de igualdad y pretende asociar dos nociones que la lingüística científica de nuestro siglo intentó separar cuidadosamente: sistema lingüístico y uso de ese sistema, langue y parole, competente y performance. La pragmática es sin duda el estudio de la performance, estudio que durante mucho tiempo se consideró acientífico, o, por lo menos, se excluyó tajantemente de la lingüística.

Este paradigma fórmal-funcional en el que la pragmática es complementaria de la «gramática» (o sea, de la sintaxis y la semántica) se funda en ciertos postulados básicos que quizá sea útil mencionar aquí. Algunos de estos postulados son los siguientes (sigo aquí la descripción de Leech en Principies of Pragma~ tics, 1983, uno de los dos libros de pragmática general que existen en la actualidad; el otro es el ya citado de Lcvinson, Pragmatics):

1. La forma lógica o representación semántica de una oración es diferente de su interpretación pragmática. 2. La semántica estudia reglas; la pragmática estudia principios.

•' 3. Las reglas de la gramática son convencionales; los principios de la pragmática no son convencionales, sino motivados por los objetivos de la comunicación. 4. La pragmática relaciona el significado convencional

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de un enunciado con su fuerza ilocucionaria (lo que ese enunciado hace: prometer, afirmar, etc.). 5. Las categorías de la gramática son discretas y determinadas; las de la pragmática son generalmente continuas e indeterminadas.

La distinción entre gramática y pragmática nunca es del iodo clara, sin embargo; en el capítulo 4 veremos que el hablante tiene, dentro de la gramática de su lengua, un margen de elección y creación, y que hay reglas gramaticales cuya motivación pragmática es evidente. En todo caso, todavía no se ha llegado' a una teoría aceptable sobre ¡a relación entre forma y función, entre lo que una lengua codifica en su gramática y las funciones comunicativas que los hablantes cumplen. La cortesía, por ejemplo, que es un fenómeno comunicativo, no está enteramente codificada por el lenguaje: podemos expresar más matices de cortesía que lo que la «gramática», estrictamente, parece permitirnos.

Puede decirse que, en general, la pragmática estudia dos tipos de fenómenos: aspectos de la estructura del lenguaje dependientes del contexto (como la deixis). y aspectos que no tienen nada que ver con la estructura de! lenguaje (como la implicatu-ra). Los primeros pertenecen con mayor o menor derecho a la semántica; los segundos son exclusivamente pragmáticos, pero menos «lingüísticos». El campo de estudia de-la pragmática no está unificado, y, consecuentemente, los análisis pragmáticos muestran una diversidad desconcertante. Pero todos acuden a ciertas nociones básicas: hablante, contexto, significado, y todos presentan una actitud persistente, la de encarar el análisis lingüístico como un análisis de la comunicación humana, y no de sistemas de signos abstraídos de su función comunicativa.

1.6. Pragmática y sociolingüistica

Las relaciones entre pragmática y sociolingüistica son muy importantes para el futuro de la pragmática. Recordemos que en el origen de la pragmática se encuentran teorías y métodos de la filosofía: una vocación por los principios abstractos y la formali-

zación. Pero el estudio de ios significados producidos en el uso del lenguaje exige el estudio del uso mismo: el "lenguaje en contexto. Uno de los planos del contexto, el más externo, está conformado por la estructura y características de la comunidad lingüística donde se producen los fenómenos que se quieren estudiar. Supóngase que queremos estudiar las fórmulas de tratamiento en español. Es un tema de pragmática casi por excelencia, ya que las formas de tratamiento están codificadas en la gramática pero dependen del uso y sólo pueden describirse teniendo en cuenta el uso. Sin embargo, este es también tema de la sociolingüistica, que puede preguntarse, por ejemplo, cuál es ¡a relación entre fórmulas de tratamiento y estructuras de poder, clases sociales, etc. Aunque la pragmática no estudia, estrictamente, la relación entre fenómenos lingüísticos y factores de tipo social (económicos, políticos, sexuales, etc.) ni tampoco la variabilidad lingüística, todos sus temas tocan lo social del lenguaje.

Sin embargo, debido a sus orígenes filosóficos y a su relación filial con la semántica, la pragmática, hasta ahora, ha trabajado fundamentalmente con materiales fabricados por el lingüista, con oraciones aisladas de todo contexto. La teoría de los actos de habla es un ejemplo clásico: la descripción de la estructura de los actos de habla es independiente de los contextos en que se realizan estos actos. La teoría de la implicatura, que intenta explicar cómo producimos significado en contexto, según principios de la interacción comunicativa independientes de la forma gramatical y del significado literal de las expresiones, se ha aplicado, sin embargo, al estudio de oraciones aisladas, generalmente para explicar mejor ¡os significados de ciertas categorías gramaticales. Pero la pragmática evoluciona hacia técnicas de investigación más empíricas, y se aproxima, así, a la sociolingüistica.

La lingüística formal trabaja con materiales construidos por el investigador, derivados de sus propias intuiciones lingüísticas. La sociolingüistica, en cambio, utiliza materiales tomados de situaciones de comunicación reales. Por supuesto el lingüista formal no inventa sus modelos: una vez construidos, verifica sus predicciones''empíricamente, con los datos que le ofrece la realidad de! había. El sociolingüista, a su vez, aspira a describir completamente un conjunto de datos, pero también (como el lingüista formal)

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hace predicciones sobre otro corpus posible, y verifica esas predicciones con nuevos estudios, que pueden llevarlo a modificar sus modelos originales. La diferencia entre las dos perspectivas es una diferencia de materiales de estudio, diferencia que afecta necesariamente no sólo a los resultados de la investigación, sino ai tipo de preguntas que uno se plantea desde el comienzo.

Supongamos que se trata del estudio de los principios básicos di la cooperación lingüística, es decir, los principios que guían a les hablantes en sus intercambios comunicativos y les permiten producir y descifrar significados, estén o no en las palabras mismas que pronuncian. Uno de estos principios básicos, como veremos, es «decir la verdad». Presuponemos que quien nos dice algo cree en lo que dice: si no fuera así, la comunicación sería extraordinariamente difícil, ya que estarían socavadas las bases de la cooperación entre los seres humanos. Sin embargo, el concepto de «verdad que hay que decir» varía en las diferentes culturas, como demuestran las reglas de cortesía, que precisamente tratan de facilitar la comunicación y que a veces, para lograr ese fin, exigen que no se diga la verdad. La etnometodología ha probado que los principios generales que guían la comunicación lingüística, del tipo de los que veremos en el capítulo 3, no son, aunque a primera vista lo parezcan, universales. La pragmática debe tener en cuenta esa diversidad y trabajar en tándem con la sociolingüísúca.

El campo de trabajo que más naturalmente comparten ambas disciplinas es la conversación, objeto predilecto de estudios so-ciolingüísticos en los últimos años. Todos los fenómenos que estudia la pragmática (actos de habla, presuposición, implicatu-ra, deixis, etc.) se realizan en la conversación y están regulados por los principios según los cuales empleamos el lenguaje cuando conversamos: la conversación es el tipo más elemental de uso del lenguaje. Si no conociéramos los orígenes filosóficos de la pragmática, no podríamos comprender por qué carece de una tradición empírica, cuando está dedicada al estudio del lenguaje en el uso conversacional, el ordinary language de los filósofos del lenguaje. La tradición formalista de la pragmática prueba, en todo caso, que se pueden hacer valiosos descubrimientos sobre los principios que guían el uso del lenguaje de la conversación ais-

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El gozne de la ciencia del lenguaje

Podemos, sí, discerní' lo individual y lo social en un idioma, pero cuando nuestro análisis se aplica con total responsabilidad a la existencia concreta de uno y otro elemento, reconocemos que la lengua sin habla no tiene existencia real en ninguna parte; sólo existe, en el uso activo que de ella hace el que habla o en el uso activo del que comprende. Sólo el «habla» real da realidad a la «lengua». Esto obliga a ver en el habla y no en la lengua el gozne de la ciencia del lenguaje.

Amado Alonso, Prólogo a Ferdinand de Saussure, Curso de lingüística general (1945), p. 30.

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lando éste de sus contextos reales, de las estructuras de la actividad que llamamos conversación, actividad que tiene sus propias reglas constitutivas.

La creciente «empirización» de la pragmática trae como consecuencia que la tradición filosófica que le dio origen quede relegada a segundo plano, como hemos señalado arriba a propósito de la teoría de los actos de habla. De momento, la pragmática no es esencialmente filosófica ni esencialmente empírica: de ahí su falta de integración teórica.

1.7. La pragmática como «perspectiva»

Hay. según hemos dicho, unas nociones básicas que todos los estudios pragmáticos tienen en cuenta:. ihablante,vcontextó, significado.. Hay también una manera de miraTel lenguaje que distingue a la pragmática de otras disciplinas lingüísticas y no lingüísticas.

Podemos pensar en la lingüística como en un foco que cada ve: ilumina espacios más amplios: no necesariamente que ilumine mejor, sino que ilumina más. con el objetivo de ver mejor nuevos problemas. La pragmática es una lingüística más difusa. 1

más extendida: considérese la distancia que hay entre la noción saussuriana del lenguaje como código/y la noción pragmática del

v lenguaje como accion.7inseparable de otros fenómenos sociales. La lingüística de Saussure tenía como objeto-de estudio un

conjunto de problemas que pertenecían al campo, bien acotado, de la langue. Saussure declaró la ilegalidad lingüística del habla: el habla, uso individual del sistema lingüístico poseído por toda la comunidad, queda fuera de la lingüística porque, por su índole as:stemática y variable, no sé la puede estudiar científicamente. D imaso Alonso, que. como filólogo, tenía un concepto humanístico —no «científico»— del lenguaje, objetaba en Poesía española (1962) que Saussure, al estudiar las oposiciones sistemáticas de la langue y descartar todos los contenidos psíquicos, afectivos, que el lenguaje refleja, «no se daba cuenta de que estaba operando in vitro con unas criaturas que no admiten ser desgajadas de la realidad», es decir, desgajadas del uso, de lo que Alonso Dama «situación ¡diomática» (véanse especialmente pp. 26-29).

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Observaciones semejantes hace Amado Alonso en su prólogo al Curso de lingüística general de Saussure.

Parecería que cuanto más se insiste en la naturaleza exclusivamente humana del lenguaje, más se insiste en estudiarlo in vitro. aislado, purificado de variaciones, incoherencias, tonos de • la voz, silencios, infortunios y, sobre todo, de sus funciones más humanas, las de persuadir, expresarse para otro y para sí, seducir. La lingüística de los últimos treinta años —y, hasta cierto punto, la pragmática más filosófica, en la tradición anglosajona— considera frivola o, en todo caso, carente de interés «científico», aquella fórmula de Isócrates: es bueno todo discurso que cumple su cometido. La.;lingüística científica sólo considera válido el estudio de lo sistemático y 16'invariable, de lo que no se desarrolla en el tiempo sino que permanece relativamente fijo y por lo tanto se puede describir por medio de reglas. Desde este punto de vista, el discurso -—que es la única «realidad» lingüística exterior, dada a la experiencia— es un producto teóricamente secundario de los mecanismos mentales que hacen posible el lenguaje, y no el lugar donde se estudia el lenguaje o donde valdría la pena estudiarlo.

Recuérdense los principios básicos de la lingüística generativa, cuya ideología ha predominado en los últimos treinta años. En primer lugar, el lenguaje que estudia el generativisrho es el l-language, el lenguaje internalizado por un individuo ideal: el lenguaje no existe ni tiene propiedades independientemente de nuestras creencias acerca de él, que son casi todas inconscientes. Estudiar ese lenguaje es reconstruir esas creencias: la lingüística es una rama de la psicología.

Esto significa que, en segundo lugar, los usuarios del lenguaje saben la gramática (sistema de reglas), de su lengua. Como el esclavo de Sócrates en el Menón, que sabe geometría sin que nadie se la haya enseñado, sabemos de nuestra lengua muchísimo más de lo que nos han enseñado. Nadie nos ha enseñado que se dice Dame una manzana y no se dice Da manzana una me. Sobre todo, nadie nos ha enseñado que no se dice Da manzana una me: es inverosímil que un niño pronuncie esa frase y necesite corrección. Como el esclavo de Sócrates, el niño sabe de antemano. Su conocimiento «negativo» del lenguaje es asombrosamente

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amplio y prueba —quizá más claramente que su conocimiento positivo— que viene equipado para hablar y entender (véase McCawley, reseña a N. Chomsky, 1988).

La lingüística de los últimos treinta años está fundada en el reconocimiento de ese fenómeno. Así como la lingüística estructural iniciada por Saussure quería reconstruir el sistema de la langue, la lingüística generativa'quiere reconstruir la competencia: el conocimiento subjetivo del lenguaje que posee el hablante. Para ello, la lingüística de Chomsky deja a un lado todos los aspectos contextúales e interactivos. r x

En el ámbito de la lingüística norteamericana, el estudio de esos aspectos fue asumido por la sodolingüística. En Europa, junto a movimientos divergentes como las «gramáticas funcionales» (véase por ejemplo Halliday, An introduction lo Functional Grammar, 1985), que ponían en tela de juicio los postulados del generativismo, surgieron a fines de la década del 60 las lingüísticas del discurso: la pragmalingüísticií, la teoría del texto, el análisis del'discurso. Estas corrientes intentan superar dos etapas del desarrollo de la ciencia lingüística: 1." el análisis del sistema abstracto de la langue, y 2.' el análisis del sistema de reglas implícitas del hablante/oyente ideal, reglas que ligan los signos a la interpretación semántica de esos signos, según la gramática generativa. Se podría resumir esta evolución de Ja lingüística en una especie de silogismo: la lingüística ha sido considerada, tra-dicionalmente, el estudio de la lengua "natura!; lo que define (primordialmente) a la lengua natural es su función comunicativa; por lo tanto la lingüística debe llegar a explicar esa función, en la medida en que es posible gracias al sistema (langue) o al conocimiento ideal de las reglas de la formación de frases (com-oetence) y en la medida en que es analizable sólo en la realización de esas virtualidades (parole, performance), realización que no ocurre en el vacío, sino en situaciones concretas estructuradas por una serie de variables no propiamente «lingüísticas».

Esta lingüística es una lingüística del textb> una teoría exp l í - ^ " cita de la comunicación verbal. La pragmática que van Dijk proponía, en 1976, como una teoría formal y, «quizá, parte de la gramática» (Pragmatia of ¡anguage and literature, p. 90), tiende a ocupar, dentro de la teoría del texto,"el lugar central: «la teoría

del texto, que examina la producción y recepción de los textos de funcionamiento comunicativo, o es siempre y necesariamente "pragmática" o "no es absolutamente nada"», escribe Schmidt (Teoría del texto, 1977, p. 25).

El Congreso Internacional de Pragmática al que me referí antes, celebrado en 1985 en{yiajeggio1 intentó, y, al parecer, logró en parte, la,; integración de la pragmática. Integración, en primer lugar, de las corrientes anglosajona y europea («continental»), e integración V o , al menos, un comienzo de integración— del marco teórico que la pragmática comparte con las demás

^disciplinas lingüísticas y con las demás ciencias que estudian aspectos del uso del lenguaje: la semántica y también la sodolingüística, la etnometodología, la lingüística antropológica, la psi-colingüística, la semiótica, la filosofía del lenguaje, la lingüística textual, la retórica, la estilística, la teoría de la literatura.

Los organizadores del congreso volvieron a la definidón de Charles Morris: «la pragmática es el estudio de la reladón entre los signos y los intérpretes» (Foundations of the theory of signs, \ 1938, p.6). «Ya que», agrega Morris más adelante, «la mayor parte de los signos, si no todos, son interpretados por organismos vivos, se puede caracterizar con sufiaente predsión a la pragmática didendo que se ocupa de los aspectos bióticos de la ¡ semiosis, es dedr, de todos los fenómenos psicológicos, biológi- \ eos y sodológicos que tienen lugar en el fundonamiento de los ' signos» (ibíd., p. 30).

La vuelta a esta definidón general permite encarar la pragmática no como otro componente de la teoría del lenguaje (semejante a la fonología, la morfología, la sintaxis), sino como una perspectiva que puede aplicarse a cualquier aspecto de la estructura del lenguaje, pues cualquier aspecto tiene alguna función reladonada con la comunicadón. La entonación, las pausas, las muletillas, la elecdón léxica..., todos los fenómenos no «catego-riales», no obligatorios, caracterizados por el hecho de que el hablante puede elegir la forma sintáctica, como el orden de palabras, algunos empleos del subjuntivo, el presente, Wstóricp,. la posidón del adjetivo... incontables fenómenos ^gramaticales., pueden estudiarse con el foco pragmático. Lo mismo vale para fenómenos semánticos-Como la deixis y la presuposidón, y tam-

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4 2 LAS COSAS DEL DECIR * - 1 A ' 1 V (:... , !t.<. ¿¿i. f i -;>-0^

2 .4 . La a d q u i s i c i ó n d e la c o m p e t e n c i a oral

A d i f erenc ia d e l o q u e o c u r r e c o n el c ó d i g o e scr i to , el h a b l a n o r e q u i e r e d e u n a p r e n d i z a j e f o r m a l , s e « a p r e n d e » a h a b l a r c o m o p a r t e de l p r o c e s o d e s o c i a l i z a c i ó n . Las p e r s o n a s , d e s d e la i n f a n c i a , e s t á n e x p u e s t a s a s i t u a c i o n e s d e c o m u n i c a c i ó n d i f e r e n t e s , p a r t i c i p a n d e f o r m a m á s o m e n o s ac t i va e n dif erente s e v e n t o s y v a n r e c i b i e n d o « n o r m a s » exp l í c i ta s p o r p a r t e d e l o s a d u l to s q u e las r o d e a n .

W i t t g e n s t e i n ( 1 9 5 3 ) m a n t i e n e q u e h a b l a r u n a l e n g u a c o n s i s t e e n p a r t i c i p a r a c t i v a m e n t e d e u n a s e r i e d e f o r m a s d e v i d a q u e e x i s t e n g r a c i a s a l u s o d e l l e n g u a j e . P a r a é l , c o m o c o n s e c u e n c i a , a p r e n d e r u n a l e n g u a n o e s o t r a c o s a q u e a p r o p i a r s e d e u n a s e r i e d e c o n j u n t o s d e r e g l a s q u e n o s p e r m i t e n l l e v a r a c a b o d i f e r e n t e s j u e g o s d e l e n g u a j e . A p r e n d e m o s c ó m o s e c o m p r a y s e v e n d e , c ó m o s e r e g a ñ a , c ó m o s e p i d e p e r d ó n , c ó m o s e o f r e c e , c ó m o s e r e c h a z a , c ó m o s e h a l a g a , c ó m o s e m u e s t r a m o d e s t i a , e t c .

La expresión «juego de lenguaje» debe poner de relieve aquí que hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida.

Ten a la vista la multiplicidad de juegos de lenguaje en estos ejemplos y en otros:

Dar órdenes y actuar siguiendo órdenes— Describir un objeto por su apariencia o por sus medidas— Fabricar un objeto de acuerdo con una descripción (dibujo)— Relatar un suceso— Hacer conjeturas sobre el suceso— Formar y comprobar una hipótesis— Presentar los resultados de un experimento mediante tablas y diagramas— Inventar una historia y leerla— Actuar en teatro— Cantar a coro— Adivinar acertijos— Hacer un chiste; contarlo— Resolver un problema de aritmética aplicada— Traducir de un lenguaje a otro— Suplicar, agradecer, maldecir, saludar, rezar.

[.-] Ordenar, preguntar, relatar, charlar pertenecen a nuestra historia natural

tanto como andar, comer, beber, jugar (Wittgenstein, 1953: 39-40 y 43).

Y c o m o m e j o r s e a p r e n d e n l o s j u e g o s e s , p r e c i s a m e n t e , jugando, part i c i p a n d o e n e l l o s d e f o r m a act iva . H a b l a r , u s a r u n a l e n g u a , e s a q u e l l o q u e n o s p e r m i t e p a r t i c i p a r e n la v i d a s o c i a l y, a la vez , cons tru ir la .

El_ c o n c e p t o d e c o m p e t e n c i a comunica t iva , n a c i d o e n el s e n o d e la etnografía d e kt cornunica"crórl> in tenta , p r e c i s a m e n t e , d a r c u e n t a d e t o d o s l o s

e l e m e n t o s v e r b a l e s y n o v e r b a l e s q u e r e q u i e r e la c o m u n i c a c i ó n h u m a n a , as í c o m o la f o r m a a p r o p i a d a d e u s a r l o s e n s i t u a c i o n e s d iversas . V e a m o s a l g u n a s d e f i n i c i o n e s d e e s t e c o n c e p t o . Para G u m p e r z y H y m e s ( 1 9 7 2 ) , la « c o m p e t e n c i a c o m u n i c a t i v a » e s

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EL DISCURSO ORAL 43

aquello que un hablante necesita saber para comunicarse de manera eficaz en contextos socialmente significantes. Al igual que el término de Chomsky que se toma como modelo, la competencia comunicativa se refiere a la habilidad para actuar. Se pretende distinguir entre lo que el hablante conoce —cuáles son sus capacidades— y cómo actúa en instancias particulares. Sin embargo, mientras los estudiosos de la competencia lingüística intentan explicar aquellos aspectos de la gramática que^se creen comunes a todos los seres humanos independientemente de los determinantes sociales, los estudiosos de la competencia comunicativa tratan a los hablantes como miembros de unas comunidades, que desempeñan ciertos roles, y tratan de explicar su uso lingüístico para autoidentifi-carse y para guiar sus actividades (Gumperz y Hymes, 1972: vii).

Años más tarde y a la luz de los, avances realizados pord i sc ip l inas c o m o la sociolingüística de la interacción o lajpj^igmática í^Gumperz refor-mularía sus primeras concepciones:

Desde el punto de vista de la interacción, la competencia comunicativa se puede definir como «el conocimiento de las convenciones lingüísticas y comunicativas en general que los hablantes deben poseer para crear y mantener la cooperación conversacional»; incluye, así pues, tanto la gramática como la

- : contextualización. Mientras que la habilidad para producir oraciones gramaticales es común a todos los hablantes de una lengua o un dialecto, el conocimiento de las convenciones contextualizadoras varía en relación con otros factores (Gumperz 1982: 209).

•SayiUe-Troike) detalla de la siguiente manera todo aquello que incluye la competencia comunicativa:

Implica conocer no sólo el código lingüístico, sino también qué decir a quién, y cómo decirlo de manera apropiada en cualquier situación dada. Tiene que ver con el conocimiento social y cultural que se les supone a los hablantes y que lespermite usar e interpretar las formas lingüísticas.

X i [...] La competencia comunicativa incluye tanto el conocimiento como las expectativas respecto a quién puede o no puede hablar en determinados contextos, cuándo hay que hablar y cuándo hay que guardar silencio, a quién se puede hablar, cómo se puede hablar a personas de diferentes estatus y roles , x

cuáles son los comportamientos no verbales adecuados en diferentes contextos, cuáles son las rutinas para tomar la palabra en una conversación, cómo preguntar y proveer información, cómo pedir, cómo ofrecer o declinar ayuda o cooperación, cómo dar órdenes, cómo imponer disciplina, etc. En pocas palabras, todo aquello que implica el uso lingüístico en un contexto social determinado (Saville-Troike, 1989 [ 1982]: 21).

~~ Como se puede apreciar, es evidente el papel fundamental que desempeña el entorno sociócultural en la adquisición y el desarrollo de la competencia discursiva oral. El hecho de que en las sociedades existan diferencias y desigualdades se refleja también y de forma muy clara en el diferente y desigual acceso de las personas a los «bienes» lingüísticos y comunicativos (Bourdieu, 1982). Si bien en lo que se refiere a la adquisición del núcleo gramatical parece que todas las personas somos iguales, no es ése el caso

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44 LAS COSAS DEL DECIR

en lo que respecta a la adquisición y el desarrollo de la competencia c o m u nicativa (Tusón, 1991). Una persona puede crecer moviéndose sólo e n entornos familiares más o m e n o s restringidos, mientras otra puede que, además, tenga acceso a entornos públicos, variados, más formales, que impliquen la interacción con gentes diversas (en edad, sexo, estatus, bagaje cultural, etc.). Es lógico pensar que en el primer caso, los recursos l ingüístico-comunicativos a los que esa persona tendrá acceso serán aquellos asociados con la conversación y c o n el registro coloquial, mientras que en el segundo caso tendrá acceso a recursos más variados, a registros más formales y tendrá un «capital lingüístico» (Bourdieu, 1982) que le irá preparando mejor para la vida social adulta.

Bernstein (1964, 1971) se ha referido a las diferencias entre los códigos en relación a la división social en clases c o m o ^coTOgó restringido^, m á s dependiente de la situación de enunciación^cpj^más_implícitos y oon construcciones sintácticas m á s simples y «código e laborado^ m á s a u t ó n o m o respecto al contexto, m á s explícito y con una sintaxis nías compleja. El primero sería el propio de las clases bajas y el segundo el util izado por las clases altas. Estas diferencias explicarían, en parte, el fracaso escolar de los niños provenientes de las clases bajas, ya que la escuela exige el uso de unas formas comunicativas más cercanas a las del código elaborado. Desde luego, esta relación no puede entenderse de una forma mecánica, ni tampoco implica que una forma de hablar sea «mejor» que otra (véase la crítica que ya hizo Labov en su trabajo de 1969 a esta posible interpretación de la propuesta de Bernstein).

Lo que resulta claro es que, si bien las formas más familiares de c o m u nicación oral forman parte del proceso de socialización —las personas hablan porque están rodeadas de otras personas que hablan—, no todas las formas de hablar, c o m o ya hemos comentado, son «naturales». Por ello, en el desarrollo de la competencia comunicativa oral desempeña un papel fundamental la institución escolar, ya que en ella se pueden programar y planificar —de forma adecuada al a lumnado concreto— formas de acceso a prácticas discursivas m e n o s comunes y que aumentarán el «capital» c o m u nicativo de la futura ciudadanía, de manera que en el futuro esos hombres y esas mujeres puedan desenvolverse lo mejor posible e n el entorno más amplio que la vida adulta les puede deparar. De hecho, en las sociedades de tipo democrático, hoy en día, asistimos a la proliferación de publicaciones y de centros para adultos dedicados a «enseñar a hablar en público», a «comportarse con éxito en una entrevista para buscar trabajo», etc.

Por otro lado, no debemos olvidar el papel —positivo y negativo, según los casos— que desempeñan los medios de comunicación audiovisuales (cine, radio y televisión —especialmente la publicidad—) en la formación de comportamientos comunicativos (verbales y no verbales), es decir, comportamientos sociales, de niños y adolescentes. Este terreno, desde hace algunos años, se empieza a investigar de forma sistemática por el impacto que ejerce entre las capas más jóvenes de la población e incluso se incluye su estudio en los curricula escolares (Lomas, 1996).

De todo lo que venimos exponiendo se puede deducir fácilmente que la adquisición y el desarrollo de la competencia comunicativa oral está en es-

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EL DISCURSO ORAL 45

trecha relación, no sólo con la diversidad intracultural, de la que ya hemos hablado, sino con la diversidad intercultural. Las formas de tomar la palabra, los temas apropiados para hablar según los diferentes parámetros comunicativos, las maneras de dirigirse a los demás, lo que se considera público o privado son aspectos, entre otros, que pueden diferir mucho de una cultura a otra (Romaine, 1984, 1994; Schieffelin y Ochs, eds., 1986; Perera, 1984; SaviUe-Troike, 1986).

Evidentemente, el acceso a diferentes y variadas situaciones de comunicación que hagan posible la ampliación y el desarrollo de la competencia comunicativa d e j a s personas es algo que está en íntima relación con las es-

••••-ty tructuras de poder y con las relaciones de dominación. N o es por casualidad que los grupos marginados en una sociecíad —ya sea por su origen étnico, de clase, de sexo, o por una combinación de varios factores— poseen menos «capital» verbal y comunicativo y, además, el que tienen, que puede ser amplio, variado y rico, vale menos en el mercado de los valores comunicativos. De tal manera que parte de la discriminación que sufren determinados grupos se construye también a través de los usos discursivos dominantes. Por ello, la creación de un discurso de resistencia es en muchas ocas iones un instrumento indispensable para la defensa de los intereses de esos grupos.

2.5. A s p e c t o s p s i c o s o c i a l e s d e la act iv idad oral

En los intercambios orales confluyen muchos e lementos de carácter diverso que pueden influir, a veces de manera decisiva^en_e[ buen o mal

, funcionamiento de la interacción! Una buena parte de esos elementosTienen qué ver con las características psicosociales de quienes participan en la interacción, con la forma en que esas características se seleccionan, se activan y se interpretan en el curso concreto del intercambio en cuestión. La manera c o m o las personas se «ponen» a interactuar, los roles o papeles que eligen de. entre sus posibilidades, qué posición adoptan respecto a la situac ión en que se encuentran, de qué manera van manifestando sus cualidades —y cuáles manifiestan— y c ó m o van interpretando las posiciones de los dem á s son aspectos muchas veces cruciales para el inicio y desarrollo de las interacciones orales cara a cara (véase el capítulo 5). Goffman (1956, 1967, 1971, 1981) ha estudiado con gran minuciosidad los «rituales» que configuran los encuentros orales, desde los más espontáneos hasta los más institucionalizados.

Cuando un individuo se presenta ante otros, éstos normalmente tratan de obtener información sobre él o sacar a colación información que ya poseen acerca de él. Estarán interesados en su estatus socioeconómico en general, en su concepto de sí mismo, en su actitud hacia ellos, su honradez, etc. Aunque la obtención de parte de esa información puede constituir casi un fin en sí mismo, habitualmente existen razones bastante prácticas para conseguirla. La información sobre el individuo ayuda a definir la situación, permitiendo a los demás saber con anterioridad qué esperará de ellos y qué pueden esperar de

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46 LAS COSAS DEL DECIR

él. Con esas informaciones, los otros sabrán mejor cómo actuar para provocar en él una respuesta deseada (Goffman, 1956: 1).

Para entender la complejidad de la presentación de la persona vGoff-man^propone conceptos c o m o los de «imagen» (face), «territorio» o «pbsi-cióhamiento» (footing). De acuerdo con qué imagen se activa y se acepta, cuáles son los l ímites de distancia o intimidad que se establecen y se permiten y qué posic ión se adopta respecto a los demás y respecto a los t emas que se traten, será necesario desarrollar o no un tipo u otro de estrategias de cortesía —positiva, negativa o encubierta— que hagan posible un desarrollo aceptable de la interacción (estos temas se desarrollan con detalle e n los capítulos 5 y 6).

En m u c h a s ocas iones hay e lementos del entorno que or ientan o guían respecto a cuáles son las formas apropiadas de c o m p o r t a m i e n t o (véase el capítulo 4) . N o es lo m i s m o encontrarnos en un entorno conoc i do, familiar, en el que resulta extremadamente importante el h e c h o de que compart imos m u c h o conoc imiento de «fondo» (background), que encontrarnos en un entorno públ ico en el que lo que adquiere m á s relieve .o importancia son los aspectos m á s aparentes, que se presentan en primer plano (foreground). N o es lo m i s m o «moverse» en s i tuac iones conoc idas que en s i tuaciones que nos resultan nuevas (dentro de nuestra propia cultura o en otro entorno cultural) o cuando establecemos relaciones nuevas, y en este último caso no es lo m i s m o si se trata de relaciones entre iguales (amistosas, por ejemplo), que si se trata de relaciones jerárquicas (en el ámbito laboral, por ejemplo).

Además del entorno, hay otros factores cuya presencia nos puede orientar — o desorientar— o que podemos utilizar para (des)orientar a nuestros interlocutores; nos referimos, por ejemplo, a e lementos tales c o m o los vestidos, el peinado, los adornos que las personas pueden usar tanto para presentar una imagen de entrada, sin necesidad de palabras, c o m o para confundir o «épater» a los interlocutores o a la audiencia creando unas expectativas confusas o falsas {Poyatos; 1994a y b).

En las interacciones cara a cara hay que c o n t r o l a r toda una serie de aspectos que t ienen que ver especia lmente con el conten ido informativo de lo que se está hablando y c o n la s i tuación misma. E n cuanto al c o n t e n i d o i n f o r m a t i v o , es preciso tener en cuenta que oralmente — y en mayor grado cuanto más espontánea es la s i tuación— el proceso y el producto se dan (al m e n o s en parte) a la vez. La prueba más clara de ello és que, si hablando nos equivocamos , dec imos algo inconveniente , pronunc iamos una palabra de forma incomprensible , dec imos una cosa por otra, etc., no podemos «borrar» o tachar las palabras dichas, la única manera de corregir es s e g u i r h a b l a n d o y tratar de «reparar» lo mejor posible el error, cuyos ecos s iguen sonando en el aire... Además, muchas veces hay que pensar sobre la marcha, organizar nuestra contribución a partir de los e l ementos nuevos que nos ofrecen nuestros interlocutores, pero, generalmente , no es aceptable callar un rato para pensar y a la vez mantener nuestro turno de palabra, por eso se producen, c o m o veremos a cont inuac ión , una serie de gestos y ruidos, de piezas de relleno y muletil las que nos sirven para

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avisar de que segu imos «ocupando» la palestra. C o m o s iempre, el grado en que los s i lencios son aceptables o no y qué duración se considera apropiada es algo que varía de una s i tuación a otra y de una cultura a otra (Poyatos, 1994a).

En cuanto al control de la s i tuac ión , tiene que ver, principalmente, con el grado de conocimiento que los interlocutores t ienen respecto de cuáles son los parámetros que les pueden guiar para saber «dónde» están, qué está pasando, qué se espera de ellos y qué pueden esperar de los demás. Esto afecta al conocimiento de las normas o los hábitos de comportamiento verbal y no verbal que se consideran apropiados para un evento dado. Para poder controlar la situación es muy importante el grado de autodominio de las personas, su seguridad o inseguridad respecto a sí mismas o respecto a los demás.

Tanto en lo-que se refiere aj contenido informativo c o m o en lo que se refiere a la situación es esencial haber desarrollado una adecuada competencia e s tra tég ica (Canale, 1983; Canale y Swain, 1980) que permita, precisamente, reparar los posibles errores, evitar conflictos que no se desean, solucionar los problemas que lleva consigo la inmediatez de la interacción oral, c o m o son bloqueos de la memoria, distracciones, lapsus u otros. E incluso aprender a ser «incompetentemente competentes» y saber conseguir ayuda por parte de nuestros interlocutores, por ejemplo, c o m o señala Sa-ville-Troike (1989 [1982]), cuando se refiere al comportamiento comunicativo en el uso de una lengua extranjera.

N o hay que olvidar que, c o m o se ha observado en los estudios sobre la cortesía (véase el capítulo 6), la interacción cara a cara comporta casi s iempre unos riesgos y, muy especialmente, cuando se trata de eventos que nos resultan nuevos o para los que no estamos especialmente «entrenados» o cuando se trata de ese tipo de eventos especiales porque se dan m u y pocas veces — o nunca— en la vida de una persona y por ello resulta más fácil cometer errores o actuar con poca «naturalidad»; nos referimos a eventos c o m o una boda (para quien se casa), un juicio (para quien declara), la defensa de' una tesis (para quien defiende la tesis), una profesión religiosa (para quien profesa), eventos en los que, si bien están altamente ritualiza-dos —e incluso se j m e d e n «ensayar»—, la inmediatez puede «jugar malas pasadas» y, por lo tanto, el riesgo siempre existe. En cualquier caso, resulta evidente que en cada evento se ha de ganar la autoridad, la legitimidad, la credibilidad a través, fundamentalmente, del comportamiento discursivo (verbal y no verbal). '........ .

Los riesgos se agravan cuando se trata de<encuentros «desiguales*, es decir, situaciones en las que existe una relación jerárquica entre los participantes. En esos casos es fácil comprender que quien ocupa la posic ión «alta» suele tener más dominio de la situación que quien ocupa la posición «baja»; éste tendrá que calcular mucho más sus acciones verbales y no verbales porque sabe que, en gran medida, se le evaluará por lo que dice y por c ó m o lo dice. Asimismo, quien ocupa una posic ión «alta» tendrá la responsabilidad —si así lo considera oportuno— de crear una atmósfera psicoso-c ial .más o menos agradable que pueda facilitar — o dificultar—^las"cosas para quienes ocupan una posición más desfavorable de entrada. Por su-

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48 LAS COSAS DEL DECIR

puesto, la propia dinámica de la interacción puede hacer que las cosas cambien y, también, las relaciones de poder.

2.6. Elementos no verbales de la oralidad

Hace mucho t iempo que se estudia el aspecto del discurso que se puede transcribir claramente al papel. Hoy se examinan cada vez más los aspectos difusos >del discurso. La lengua que se agita en la boca resulta no ser más que (en ciertos planos de análisis) una parte de un acto complejo, cuyo sentido debe investigarse igualmente en el movimiento de las cejas y de la mano (Goffman, 1964 [1991]: 130).

Como señalábamos al inicio del apartado 2.1 usando las palabras de Poyatos, la tradición de los estudios sobre las lenguas ha descuidado casi por completo elementos consustanciales a la actividad verbal oral como son los gestos, las posturas, la distancia entre las personas que participan en un evento comunicativo, la calidad de la voz o las vocalizaciones. Todos estos elementos que, como los lingüísticos, se producen con mayor o menor control consciente, de forma más o menos mecánica, tienen un papel comunicativo importantísimo, por lo que difícilmente se pueden llegar a entender los usos comunicativos de forma cabal si no se les concede la atención que merecen. Como señala Poyatos, si lo que pretendemos es entender el discurso en toda su complejidad hemos de ser capaces de dar cuenta de «lo que decimos, cómo lo decimos y cómo lo movemos» (1994a: 15).

De hecho, la retórica clásica atendía a estos elementos cuando se refería a la actio, la parte del discurso en la que se preparaba la «puesta en escena» con todo detalle. Actualmente, gracias en parte a los avances tecnológicos y al interés por el estudio de todo tipo de situaciones interactivas que se producen cara a cara, cada vez más se observa la necesidad de incluir el registro de los elementos no verbales en los análisis del discurso oral. Knapp (1980) recoge las diferentes aportaciones que diversos autores han hecho sobre el tema y agrupa bajo siete títulos todo lo que se ha considerado factores no verbales de interés para el estudio de la comunicación humana. A continuación listamos esos elementos en forma de esquema:

I. Movimien to del c u e r p o o c o m p o r t a m i e n t o c inés ico A. Emblemas B. Ilustradores C. Muestras de afecto D. Reguladores E. Adaptadores

II. Carac ter í s t icas físicas Aspecto Olores Colores

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EL DISCURSO ORAL 49

III. Conduc ta táct i l Acariciar Golpear Sostener por el brazo

IV. Pa ra l engua je Calidad de la voz Vocalizaciones

V. P roxémica Espacio social y personal (concepto de «territorialidad») Orientación Lugar Distancia

I

VI. Artefactos Perfume Ropa Pinturas Gafas Pelucas Adornos (collares, sortijas, etc.)

VII. Fac to re s de l e n t o r n o Muebles Arquitectura Decorado Luz Temperatura Ruidos Música

Este listado es una muestra de la complejidad que supone la comunicación humana. A continuación, aunque sea de forma somera, dedicaremos' unas palabras a algunos de esos elementos; otros, como por ejemplo el pa-' peí del entorno, serán tratados más adelante.

2 . 6 . 1 . LOS ELEMENTOS PROXÉMICOS

La proxemia se refiere, básicamente, a la manera en que el espacio se concibe individual y socialmente, a cómo los participantes se apropian del lugar en que se desarrolla un intercambio comunicativo y a cómo se lo distribuyen. Tiene que ver, por lo tanto, con el lugar que cada persona ocupa —libremente o porque alguien se lo asigna—, en los posibles cambios de lugar de algunos de los participantes, en el valor que se atribuye a estar sitúa-

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n o

dos en esos lugares y a la posibilidad de moverse o no. También tiene que ver con la distancia que mantienen entre sí los participantes en un intercambio comunicativo.

Esta distancia puede variar por muchos motivos. A lo largo de un mismo intercambio, algún participante puede acercarse a otro u otros para susurrar, para mostrar intimidad, para asustar, etc.; del mismo modo, puede alejarse un poco para abarcar mejor a todos los interlocutores, para gritar, para marcar distancia social, etc. La distancia entre los cuerpos depende mucho, también, del tipo de evento de que se trate: no es la misma la que guarda en una conferencia el conferenciante y la audiencia que la que se mantiene en una conversación íntima o en una reunión de trabajo. Por supuesto, la distancia que se considera apropiada según los eventos o los diferentes momentos dentro de un mismo evento varía intraculturalmente e interculturalmente. Así, por ejemplo, la distancia que se considera adecuada entre dos personas de Estados Unidos que conversan en un lugar público (calle, pasillo o durante una reunión informal) suele ser la extensión de un brazo y algo más, mientras que en la cultura latina no suele pasar de medio metro y aún es menor en determinadas culturas africanas.

Las personas asociamos significados psicosociales y culturales a esos lugares y a esos espacios que nos separan o nos acercan a los demás, de forma no sólo física sino también simbólica. Lo que para unas puede ser una distancia «normal», puede ser interpretada por otras como muestra de frialdad y viceversa, una distancia para mí normal puede ser interpretada por otra como agresiva. Knapp (1980) señala, citando a Hall, cuatro posibles categorías en que puede entenderse el «espacio informal»:

1. íntimo 2. Casual-personal 3. Social-consultivo 4. Público

Ahora bien, lo que en un grupo cultural se considera un comportamiento proxémico adecuado para cada una de esas cuatro categorías puede variar enormemente de lo que se considera adecuado en otros grupos. Y lo mismo ocurrirá en lo que se refiere a encuentros formales. El mismo Knapp cita cómo se discute previamente la distribución del espacio en las negociaciones políticas de alto nivel. En muchos casos, la distribución está establecida de antemano; por ejemplo, en las salas dé juicios, en las consultas médicas de ambulatorio, en una conferencia, etc. En otros casos, la distribución del espacio es más flexible, por ejemplo en un aula; si bien normalmente existe un espacio asignado a los alumnos y las alumnas y otro para los profesores, quien enseña puede decidir sentarse a la mesa encima de la tarima o situarse delante de la mesa y debajo de la tarima o pasear entre las mesas de los alumnos o sentarse encima de la mesa o ir cambiando según la actividad; también puede proponer a los alumnos que cambien su espacio agrupándose, por ejemplo, para trabajar por equipos. Esas decisiones no son neutras y suelen acompañar estilos didácticos diferentes.

50 LAS COSAS DEL DECIR

Page 45: Antología de pragmática

045 EL DISCURSO ORAL 51

Como iremos viendo, el papel de los elementos proxémicos en la comunicación está íntimamente ligado al de los gestos y posturas (véase el apartado siguiente), al de los espacios (véase capítulo 4) y al concepto de imagen y territorio (véase capítulo 6).

2.6.2. LOS ELEMENTOS CINÉSICOS

La cinésica (o kinésica o quinésica) se refiere al estudio de los movimientos corporales comunicativamente significativos. Poyatos la define de la siguiente manera:

Los movimientos corporales y posiciones resultantes o alternantes de base psicomuscular, conscientes o inconscientes, somatogénicos o aprendidos, de percepción visual, auditiva, táctil o cinestésica (individual o conjuntamente), que, aislados o combinados con las coestructuras verbales y paralingüísti-cas y con los demás sistemas somáticos y objetuales, poseen un valor comunicativo intencionado o no (Poyatos, 1994&: 186).

Según este autor, podríamos distinguir entre gestos, maneras y posturas. Se incluyen en la cinésica desde los movimientos que acompañan a los saludos hasta los chasquidos, los aplausos o los pataleos, desde las palmaditas en la espalda hasta rascarse la cabeza o un levantamiento de cejas y los golpes (én la mesa o en la puerta, por ejemplo). La clasificación más sencilla de los elementos cinésicos los divide en emblemas, reguladores, ilustradores, expresivos-afectivos y adaptadores (Knapp, 1980; Payrató, 1993). Sin embargo, Poyatos llega a proponer 17 tipos kinésicos dentro de las «categorías corporales no verbales interactivas y no interactivas», a saber:

emblemas (gestos por palabras), metadiscursos (los movimientos del hablar), marcaespacios (señalando lo presente y lo ausente), marcatiempos (pasado, presente y futuro), deícticos (señalando a personas y cosas), pictografías (dibujando con las manos) ecoicos ( imitando todo lo que suena) kinetografías ( imitando todo lo que se mueve) kinefonografías ( imitando movimiento y sonido) ideografías (dando forma visual a los pensamientos) marcasucesos (cómo pasaron las cosas) identificadores (la forma visual de los conceptos) exteriorizadores (nuestras reacciones a la vista) autoadaptadores ( tocándonos a nosotros mismos) alteradaptadores ( tocando a los demás) , somatóadaptadores (los íntimos de nuestro cuerpo) y objetoadaptadores (interacción con los objetos).

(Poyatos, 1994a: 185-224)

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52 LAS COSAS DEL DECIR

Los gestos pueden sustituir a la palabra (caso de los emblemas), repetir o concretar su significado (caso de los deícticos), matizarla, contradecirla o, sencillamente, servir para acompañarla y hacernos sentir más a gusto o manifestar nuestra incomodidad. Los gestos, las maneras y las posturas que se consideran adecuados pueden variar según el tipo de evento o la ocasión, según el grupo social y, por supuesto, varían de una cultura a otra. Pensemos, a modo de ejemplo, en las diferencias que se pueden observar entre los gestos y posturas típicamente asociados a hombres y a mujeres (y los estereotipos que de ell© se derivan); en las diferencias cinésicas que se producen en una conversación íntima o, como contraste, en un noticiario televisado, o en las diferencias en la forma de saludarse las personas en diferentes grupos culturales (en España las mujeres se dan dos besos, en Latinoamérica, por lo general, un beso; en Francia, tres o cuatro, por ejemplo) o subculturales (las mujeres se besan, los hombres se dan la mano o se golpean la espalda, etc.).

Algo muy interesante es observar los efectos de gestos y posturas en la expresión de actitudes ante la realidad comunicativa (ante el contenido informativo y ante los demás). A través de un gesto o de una postura podemos mostrar interés, indiferencia, desprecio, ansiedad respecto a lo que estamos o se está diciendo. Por ello, contribuyen a la construcción del footing, es decir, sirven para mostrar qué posición adoptamos frente a lo que se dice y frente a los demás participantes en un acontecimiento comunicativo.

En los cuadros siguientes se puede apreciar la manera como en algunos estudios se clasifican esos efectos comunicativos:

Conductas evaluadas como cálidas o frías

Conductas cálidas Conductas frías

Lo miro a los ojos Le toca la mano Se mueve hacia él Sonríe a menudo Lo mira de la cabeza a los pies Tiene cara de felicidad Sonríe con la boca abierta Hace muecas Se sienta directamente frente a él Mueve la cabeza afirmativamente Pliega los labios Se lame los labios Levanta las cejas Tiene los ojos muy abiertos Hace gestos expresivos con las manos

mientras habla Lanza miradas rápidas

Tiene mirada gélida Se burla Finge bostezar Frunce el entrecejo Se aleja de él Mira al cieloraso Se escarba los dientes Sacude negativamente la cabeza Se limpia las uñas Aparta la vista Hace pucheros Fuma incesantemente Hace sonar los dedos Pasea la mirada por la habitación Se limpia las manos

Se estira

Juega con los extremos abiertos de los cabellos

Se huele el cabello

Extraído de G. L. Clore, N. H. Wiggins y S. Itkin, -Judging Attraction from Nonverbal Behavior: the Gain Phenomenon*, Journal of Consulting and Clinical Psychology, 1975, 43, pp. 491-497. Copyright 1975 por American Psychological Association. Reproducido con permiso. (En Knapp, 1980: 195.)

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Resumen de los gestos de estatus y de poder

No Del Del Del De íntimo íntimo superior subordinado hombre , la mujer

Postura Relajada Tensa (menos Relajada Tensa Relajada Tensa relajada)

Espacio personal Proximidad Distancia Proximidad Distancia Proximidad Distancia (optativa)

Conducta táctil Con toque Sin toque Con toque Sin toque Con toque Sin toque (optativo)

Mirada Se establece Se evita Fija, ignora Ojos apartados Fija, ignora Ojos apartados (vigila) (vigila)

Proceder y aspecto Informal Circunspecto Informal Circunspecto Informal Circunspecto Expresión emocional Visible Oculta Oculta Visible Oculta Visible Expresión facial Sonríe* No sonríe* No sonríe Sonríe No sonríe Sonríe

* Conducta desconocida. Tomado de M. Nancy Henley, Body Politics: Power, Sex. and Nonverbal Communication, 1977, p. 181. (En Knapp, 1980: 199.)

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vi

3

AUSTIN Y LA FILOSOFÍA DEL LENGUAJE CORRIENTE

04

Sin duda, una de las líneas de investigación pragmática más importantes dentro del pensamiento contemporáneo es la iniciada por J .L Austin. Sus ideas sobre el interés de estudiar el lenguaje corriente comienzan a fraguarse alrededor de los años cuarenta, y se cuentan hoy entre las más influyentes, no sólo dentro del campo de la lingüística, sino especialmente dentro de la filosofía del lenguaje-

Intentar extraer los aspectos más relevantes de las doctrinas que Austin expuso sobre todo en sus clases, seminarios y conferencias —recogidas luego en sus obras postumas de 1962 y 1970— y resumirlos fielmente en unas pocas páginas no es en absoluto una tarea fácil. Pero, antes de exponer sus puntos de vista, es necesario hacer dos precisiones: 1) aunque Austin no habla expresamente de pragmática, sin embargo, podemos incluir sus investigaciones en lo que hoy consideramos como tal; y 2) como hemos dicho, Austin no es propiamente un lingüista, sino un filósofo del lenguaje: no hay que extrañarse, por tanto, ante el hecho de que su contribución n o siga, en principio, los caminos habituales en el terreno de la lingüística, aunque haya servido como punto de partida (especialmente a través de Searie) de toda una corriente lingüística de enorme éxito y difusión.

51

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1. Los p u n t o s de par t ida

1.1. Lti valorización del lenguaje corriente

Todo el interés que Austin siente por los aspectos del uso lingüístico que hoy consideramos pragmáticos tiene su miz en una actitud especial ante el lenguaje de cada día. La revalorización que propone Austin del lenguaje corriente frente a los lenguajes filosóficos y científicos supone un punto de inflexión decisivo en la historia de la filosofía del lenguaje. ,

Como es bien sabido, una buena parte de la filosofía ha dedicado su atención a mostrar que las lenguas naturales son al tamente imperfectas, y que, por tanto, no pueden servir como metalenguaje de las especulaciones filosóficas y científicas. Toda materia que pretenda elaborar un discurso teórico coherente deberá crear y definir con precisión un lenguaje inequívoco, que no se preste a la ambigüedad, la vaguedad o l a s t

malas interpretaciones que propicia tan a menudo nuestro lenguaje de cada día.

Frente a esta postura, Austin defiende la tesis de que el lenguaje que usamos en nuestra comunicación ordinaria es una herramienta que el paso del tiempo ha~ido puliendo, hasta hacer de ella un útil perfectamente adaptado a los fines a los que sirve. Se trata de un instrumento empleado por generaciones y generaciones, que lo han ido ajustando paulatinamente a las necesidades de cada momento. En este sentido, las distinciones que establece el lenguaje corriente tienen que considerarse como un buen indicativo de que la sociedad que las establece las considera necesarias. La filosofía se obstina en buscar y encontrar problemas donde realmente no los hay.

En ocasiones se ha criticado a Austin atribuyéndole la idea de que el lenguaje corriente está bien tal como está, y, por tanto, no debe enmendarse ni modificarse. A este respecto, Austin admite que siempre debe buscarse un lenguaje adaptado a la tarea que se deba realizar; pero añade que la base de cualquier lenguaje filosófico o científico debe ser el lenguaje corriente. Las distinciones que ha mantenido el lenguaje ordinario sirven sobre lodo para las cuestiones «prácticas» de la vida; pero no debe despreciarse el hecho de que pueden ser

52

también un buen punto de partida para la reflexión filosófica, o para elaborar luego distinciones más precisas y más sutiles:

Ciertamente, el lenguaje ordinario no puede tener la pretensión de ser la última palabra, si es que existe tal cosa. Pero incorpora, realmente, algo mejor que la Metafísica de la Edad de Piedra, a saber, y como se dijo: la experiencia y la agudeza heredada de muchas generaciones de hombres. Ahora bien, esa agudeza se ha centrado primariamente en las ocupaciones prácticas de la vida. Si una distinción funciona bien para los propósitos prácticos de la vida ordinaria (lo cual no deja de ser

' una hazaña, pues incluso la vida ordinaria está llena de cosas difíciles), entonces es seguro que algo tiene que haber en ella; aunque es de esperar que no sea la mejor forma de ordenar las cosas si nuestros intereses son más amplios o más intelectuales que los ordinarios. [...]. Ciertamente, pues, el lenguaje ordinario no es la última palabra: en principio, en todo lugar puede ser complementado, mejorado y sustituido. Pero, recordemos, es la primera palabra [Austin, 1970, 177].

Una buena vía de acercamiento a cualquier clase de problema —incluidos los problemas específicamente lingüísticos— pasará, pues, necesariamente, por un examen pormenorizado de las distinciones que establece el lenguaje de cada día. Y es precisamente observando las distinciones dentro de nuestra lengua cotidiana como Austin nota algunas propiedades interesantes de ciertos tipos de enunciados, lo cual le llevará a formular su teoría de los predicados realizativos.

1.2. Contra el verificacionalismo j

De otro lado, es especialmente interesante para la lingüística en general, y para la teoría del significado en particular, el hecho de que Austin se sitúe fuera de la línea en que solían colocarse los filósofos con respecto a la verdad o la falsedad: para ellos, las proposiciones se caracterizan siempre como verdaderas o falsas, y sobre estas nociones está edificada una buena parte de la lógica y de la filosofía del lenguaje.

Sin embargo, está claro que todas las lenguas tienen una

53

Page 50: Antología de pragmática

variedad de estructuras mucho mayor de la que toman en consideración los filósofos cuando se ocupan del lenguaje. De ora-cione: como:

1) a. ¿Cuándo has llegado? b. ¡Sal de la habitación inmediatamente!

c. ¡Ojalá deje de Dover!

no puede decirse que sean ni verdaderas ni falsas: no pueden evaluíirse de acuerdo con su correspondencia o no con la realidad, ya que ninguna de ellas está pretendiendo reflejar un estado de cosas existente.

No tenemos que retroceder muy lejos en la historia de la filosofía para encontrar filósofos dando por sentado, como algo más o menos natural, que la única ocupación interesante de cualquier emisión es ser verdadera o, al menos, falsa. Naturalmente, siempre han sabido que hay otros tipos de cosas que decimos (cosas como imperativos, las expresiones de deseos, exclamaciones), algunas de las cuales han sido incluso clasificadas por los gramáticos [...]. Pero, con todo, los filósofos han dado por sentado que las únicas cosas en que están interesados son las emisiones que registran hechos o que describen situaciones con verdad o con falsedad. En los tiempos recientes este tipo de postura ha sido puesta en duda [Austin, 1970, 217-218].

Por otro lado, sabemos que el patrón normal para decidir si un enunciado es verdadero es el de^su correspondencia con los hechos. Ahora bien, como Austin señala, «ser falso no es corresponder a un no-hecho, sino corresponder incorrectamente a u n hecho» (1970, L28, n. 24). Pero es que, además, la correspondencia o no con los hechos no puede entenderse —como se ha venido haciendo— como una caracterización bipolar, que sólo utiliza dos valores, ni siquiera en el caso evidente de los enunciados más puramente descriptivos. A la hora de evaluar la correspondencia de un enunciado con un hecho, el lenguaje corriente reconoce una buena gama de matices «intermedios», que el análisis filosófico no debería ignorar.

54

Decimos, por ejemplo, que un determinado enunciado es exagerado, o vago, o árido; una descripción, un tanto tosca, o desorientada, o no muy buena; un relato, más bien general o demasiado conciso. En casos como estos es inútil insistir cñ decidir en términos simples si el enunciado es •verdadero o falso» [Austin 1970, 129].

Y tampoco basta con evaluar la verdad de los enunciados de acuerdo con los hechos que pretenden reflejar. Hay que tomar en consideración, al menos, una variable más: no sólo ha de tenerse en cuenta el grado de correspondencia con la realidad; es necesario considerar también el propósito general con que se describe dicha realidad:

Hay diversos grados y dimensiones de éxito al hacer enunciados: los enunciados se ajustan a los hechos siempre más o menos laxamente, de diferentes formas en diferentes ocasiones para diferentes intentos y propósitos. Lo que puede que obtenga los máximos resultados en una prueba general de conocimiento puede que en otras circunstancias obtenga un simple aprobado. ¿Qué pasa, además, con el amplio número de ocasiones en que un enunciado no es tanto falso (o verdadero) como fuera de lugar, inadecuado [...]? [Austin, 1970, 129].

Queda, así, perfilado uno de los conceptos que resultarán fundamentales en la teoría pragmática: se trata de la idea de adecuación del enunciado. No es suficiente con caracterizar un enunciado diciendo si es verdadero o falso; hay que valorar también su grado de adecuación a las circunstancias en que se emite. De este modo, se abre la puerta al estudio de toda la serie de variables situacionales que determinan las condiciones de adecuación de los enunciados.

1.3. La falacia descriptiva

ín t imamente ligada a la convicción de que los enunciados no son sólo verdaderos o falsos, nace una idea que es, tal vez, una de las más importantes y, sin duda, una de las que han resultado más fructíferas en sus desarrollos posteriores: se tra-

55

Page 51: Antología de pragmática

la de la idea de que el lenguaje no es exclusivamente descriptivo, ni siquiera por lo que se refiere a los enunciados formalmente declarativos. La descripción de estados de cosas existentes en el m u n d o y la transmisión de información no son las únicas funciones del lenguaje: es decir, un enunciado puede desempeñar diferentes funciones, una de las cuales —pero no la única— es describir un estado de cosas. En otras ocasiones puede ser p a n e importante del cumplimiento de una acción. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la frase Si. quiero dicha en las circunstancias adecuadas: no describe un estado de cosas, sino que realiza una acción.

Emitir expresiones rituales obvias, en las circunstancias apropiadas, no es describir la acción que estamos haciendo, sino hacerla. [...]. Tales expresiones no pueden, estrictamente, ser mentiras [Austin, 1970, 107-108).

El interés de esta perspectiva radica no en su. originalidad —para los lingüistas este hecho resulta bastante claro—, sino en el hecho de que supone también un punto de inflexión en la historia de la filosofía del lenguaje: los filósofos normalmente se ocupaban del lenguaje lomando sólo~en consideración su faceta descriptiva; con la propuesta de Austin los enunciados no descriptivos adquieren un lugar propio dentro de la reflexión filosófica.

2. Los e n u n c i a d o s real izat ivos

2.1. La distinción entre oración y enunciado

Como acabamos de ver, Austin comienza por señalar que el estudio que se haga del significado lingüístico no debe excluir toda la gama de oraciones que no pueden considerarse ni verdaderas ni falsas; pero seguidamente añade una precisión fundamental: ser verdaderas o falsas no es una propiedad intrínseca de las oraciones, sino de los enunciados. Es necesario, entonces, establecer una distinción precisa entre ambos conceptos.

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Una oración es un tipo de estructura gramatical, abstracta, no realizada. Un enunciado, en cambio, es la realización concreta de una oración emitida por un hablante concreto en unas circunstancias determinadas.

Con respecto a las oraciones, puede decirse que son elípticas, o compuestas, o aliterativas o a gramatical es. [...]. Un enunciado se hace, y el hacerlo es un evento histórico: la emisión, por pane de un determinado hablante o escritor, de determinadas palabras (uria oración) a una audiencia, con referencia a una situación, evento, o lo que sea, históricos [Austin, 1970, 120-121].

Una oración, en cuanto unidad gramatical, sólo se puede evaluar en términos estrictamente formales (por el orden en que aparecen sus elementos, por su buena o mala formación, por la complejidad de su estructura, etc.), y no en términos de verdad o falsedad. Sí pueden utilizarse, en cambio, los conceptos de verdadero o falso al hablar de enunciados (al menos, de aquellos que pretenden reflejar un hecho).

El razonamiento de Austin es el siguiente. Si hemos dicho que la verdad se mide evaluando la correspondencia de una descripción con respecto a los hechos que trata de describir, uno de los factores decisivos para determinarla será de naturaleza externa al lenguaje mismo. Como consecuencia de ello, es imposible considerar que la verdad sea una noción de naturaleza gramatical, puesto que depende directamente de la situación extralingüística. El problema de la verdad no es, por tanto, un problema del sentido oracional, sino del uso particular de una oración determinada, pronunciada por un hablante concreto en determinadas circunstancias. A ello se refiere Austin (1970, 122) cuando dice que «un enunciado es lo que es verdadero [...]». No hay que interpretar demasiado literalmente estas palabras, en el sentido de que sólo son enunciados las emisiones verdaderas de las oraciones, sino, más bien, como «sólo los enunciados, y no las oraciones, pueden ser verdaderos». Ello no implica, claro está, que deban serlo.

Para Austin, los enunciados son tipos de acciones; las oraciones son tipos de estructuras gramaticales. Los enunciados

i 57

Page 52: Antología de pragmática

están hechos de oraciones; pero cada una de las emisiones de una misma oración constituye un enunciado diferente:

Los enunciados se hacen; las palabras o las oraciones se usan. Hablamos de un enunciado, pero de las oraciones castellanas. La misma oración puede usarse para hacer diferentes enunciados (yo digo «Es mío»; tú dices «Es mío>); puede usarse en dos ocasiones o por dos personas para hacer el mismo enunciado, pero para eso la emisión debe hacerse con referencia a la misma situación o evento [Austin, 1970, 121].

2.2. Palabras y acciones

A part ir de aquella primera intuición desarrollada como crítica de la falacia descriptiva, Austin va construyendo la teoría de los enunciados realizativos (performative utterances). El enunciado realizativo tiene unas características propias:

desde el punto de vista gramatical es una oración de

clarativa;

va en primera persona de singular jdel presente de indi

cativo;

no se trata de una expresión carente de sentido; pero no puede ser calificada como verdadera o falsa, sino como adecuada o inadecuada. '

Los enunciados realizativos se oponen a los enunciados constatan-jos, que sí describen estados de cosas y que, por lo tanto, sí pueden evaluarse en términos de verdad o falsedad.

Como ejemplos de enunciados realizaüvos, pueden consi

derarse «expresiones rituales» como:

2) á. Le pido disculpas b. Bautizo este barco con el nombre de Lolita c. Te apuesto cinco duros a que mañana lloverá

Al emitir uno cualquiera de estos enunciados, el hablante no está meramente registrando un estado de cosas, transmiúendo

i)

n)

ni) iv)

58

una información, o describiendo una acción: la está haciendo. Por ejemplo, cuando uno dice Le pido disculpas, no está pretendiendo simplemente informar a su interlocutor de algo que éste ignora; realmente está realizando —de ahí el nombre de enunciados realizativos— la acción de pedirle disculpas. Es cierto que el enunciado puede, de hecho, informar a otra persona de cuál es la acción que se está llevando a cabo; pero esta es sólo una consecuencia secundaria.

Los enunciados realizativos se usan para llevar a cabo diferentes tipos de acciones, más o menos ritualizadas o conven-cionalizadas, uno de cuyos episodios principales —-si n o el principal— consiste precisamente en pronunciar determinadas palabras. De hecho, es difícil imaginar una manera de pedir disculpas a alguien que no consista en la expresión-de una frase semejante a ésta. Y lo mismo ocurre en el caso de una apuesta o de la botadura de un barco. Ello n o significa —claro está— que algunas acciones convencionalizadas n o se puedan realizar sin palabras. Por ejemplo, para apostar a la ruleta no es necesario pronunciar frase alguna; basta con que uno coloque la ficha en la casilla correspondiente al número por el que desea apostar.

Precisamente es su carácter de acción, y no de descripción, "lo que confiere a los enunciados realizativos sus propiedades especiales. Puesto que son expresiones n o descriptivas, n o pueden considerarse ni verdaderas ni falsas. Y, por formar par te de la realización de una acción, suelen aparecer en pr imera persona de singular del presente de indicativo: si el enunciado lleva el verbo en pasado o en otra persona gramatical (Le pedí disculpas; le piden disculpas), la lectura real iza ti va es prácticamente imposible, de modo que sólo se obtiene la interpretación descriptiva. El humor ha explotado a veces el recurso de la posible ambigüedad entre la lectura realizativa y la consta-tari va, como en el siguiente chiste:

3) El boxeador está recibiendo una paliza considerable de un adversario francamente agresivo y colérico. E n vista de que su inferioridad es manifiesta y su estado físico es ya lamentable, su propio preparador le aconseja desde el rincón:

59

Page 53: Antología de pragmática

—¡Tira la toalla! ¡Tira la toalla! j£l boxeador, medio muerto, responde: —Tirársela, no; en todo caso se la daré en la mano, para que no se enfade todavía más. t

Además de tener propiedades extemas diferenciadas, los realizativos poseen también condiciones especiales de emisión. Austin (1970, 219-220) precisa al respecto que «las palabras tienen que decirse en las circunstancias apropiadas». En caso contrario, la emisión y el acto realizado «pueden fracasar de maneras especiales», si fallan de un modo u otro las convenciones que regulan el cumplimiento de dichas acciones. Por ejemplo, en el caso de Le pido disculpas, se espera que quien pronuncia este enunciado realmente quiera disculparse; pero si esto no es así, uno no puede decir en sentido estricto que el enunciado era falso, sino más bien que la petición fue insincera, que no se dijo albergando los sentimientos requeridos. Lo mismo ocurre si el que pronuncia las palabras rituales para la botadura del barco no es la persona que tiene potestad para hacerlo: en este caso, el acto resulta nulo. Y si, cuando se apuesta una cantidad, uno no piensa pagar la deuda que pueda contraer, decimos que la apuesta se hizo-de mala fe.

2.3. L05 infortunios

La idea de que los enunciados realizativos, a pesar de no ser ni verdaderos ni falsos, pueden ser inadecuados o desafortunados, lleva a Austin a desarrollar la teoría de los infortunios.

Hemos visto que la emisión de determinadas palabras es, en muchos casos, un paso obligado en la realización de deter-minaoo tipo de acciones convencionales. Pero hemos visto también que no basta con las palabras: éstas tienen que emitirse siempre en las condiciones requeridas. Un fallo o una violación de cualquiera de estas condiciones da lugar a un infortunio. Veamos, entonces, cuáles son las reglas o condiciones que, según Austin (1962, ni), se aplican a los actos ritualizados:

60

A.l) Existencia de un procedimiento convencional —con un efecto también convencional— que incluya la emisión de determinadas palabras por parte de determinadas personas y en determinadas circunstancias; además

A.2) las personas y circunstancias que concurren deben ser las apropiadas para el procedimiento.

B.l) Todos los participantes deben actuar de la forma requerida por el procedimiento; y además

B.2) deben hacerlo así en todos los pasos necesarios. F.l) Cuando el procedimiento requiere que las personas

que lo realizan alberguen ciertos pensamientos o disposiciones de ánimo, deben tenerlos; además

T.2) los participantes deben comportarse efectivamente de acuerdo con tales pensamientos.

Todos los actos altamente convencionales se prestan a sufrir infortunios; ahora bien, el infortunio será diferente tanto en su naturaleza como en sus consecuencias según cuáles sean la condición o condiciones que no se cumplen.

Si el fallo está en las condiciones A (esto es, si no existe el procedimiento, o si no puede hacerse valer en la forma en que se intentó hacerlo), el infortunio se denomina mala apelación al procedimimto. Si el fallo atañe a las reglas B (cuando los pasos requeridos se Devan a cabo incorrectamente), se habla de mala ejecución del procedimiento. En ambos casos, la consecuencia es que el acto realizado es nulo, o carente de efecto; en este sentido, puede decirse que las reglas A y B constituyen una única clase, ya que la violación de una cualquiera de ellas da lugar a un mismo tipo de resultado: el acto resulta nulo en ambos casos. A esta clase de infortunios, Austin les da el n o m bre genérico de desaciertos.

La violación de las reglas T, en cambio, da lugar a un t ipo distinto de efecto: produce un acto «hueco», es decir, u n acto aparentemente válido en la forma extema, pero sin el contenido necesario. Austin llama abusos al conjunto de los infortunios que producen actos «huecos».

Las diferentes clases de infortunios quedan reflejados en el esquema 5. Según puede verse en el esquema, la transgresión

61

Page 54: Antología de pragmática

INFORTUNIOS

DESACIERTOS (A + B)

Acto nulo

/ \

ABUSOS ( 0

Acto -hueco»

/ r.1 T.2

Malas apelaciones

A.1 KZ

Malas ejecuciones

/ \ / \ B.1 B2

Actos insinceros

Ine Lmpí rinantos

? Malas Actos Actos aplicaciones viciados inconclusos

ESQUEMA 5

de cada una de las reglas recibe un nombre diferente, excepto en el caso de las violaciones de la regla A.l, para las que Aus-tin no encontró un término adecuado.

Veamos un ejemplo de cada tipo de infortunio. El enunciado:

4) Me divorcio de ti

puede ser informativo, o puede declarar las intenciones del hablante, pero no puede considerarse como un realizativo, ya que en nuestra sociedad no existe una convención que establezca que esta fórmula sirve para divorciarse. Si se pretendiera utilizar con este fin, su emisión sería una violación de la regla A. 1, y el resultado sería un acto nulo, sin validez.

Como vimos más arriba, si la persona que bautiza un barco no es la persona autorizada para hacerlo, también nos hallamos ante una mala apelación, pero en este caso la regla transgredida es la A.2 (mala aplicación); el resultado es, nuevamente, un acto sin efecto.

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. : Las malas ejecuciones tienen que ver con la realización de los pasos requeridos en la secuencia adecuada. Si el oficiante de una ceremonia de boda invierte el orden de las diferentes partes de que consta el acto, el resultado es una violación de la regla B.l, y el acto resulta viciado. Si, en cambio, omite alguno de dichos pasos (por ejemplo, el intercambio de anillos), se viola la condición B.2, y el acto es inconcluso. Ambos infortunios dan lugar también a un acto nulo, en particular cuanto más convencionalizado y regularizado se halle el procedimiento. La vida cotidiana ha relajado un poco las exigencias a este respecto, y es relativamente normal que demos por buenos algunos actos mal ejecutados: pensemos, por ejemplo, en la situación en que alguien que acude con regularidad a una tienda se olvida un día del dinero necesario y el dependiente le permite diferir el pago; a pesar de que falta el paso final, tendemos a considerar que la compraventa se há efectuado. En cambio, para la Administración pública —menos flexible—, cualquiera de estos infortunios, por pequeño que sea, da lugar a un defecto de forma que anula de raíz el acto administrativo realizado.

El incumplimiento de las reglas T.l y T\2 produce un acto hueco. Del emisor de un enunciado como:

5) Te felicito por tu ascenso

se espera que realmente quiera hacer llegar su sincera felicitación a su interlocutor, pero si en el fondo está lamentando su buena suerte, el acto es ciertamente válido, pero simulado, insincero: el fallo afecta a la condición TA. En cambio, cuando se hace una promesa sin la intención de comprometerse a realizar lo prometido, la condición transgredida es la T.2, y el resultado es un incumplimiento.

La clasificación de Ausún no pretende ser exhaustiva: ni es completa, ni las clases de infortunios son mutuamente exclu-yentes. De hecho, y en primer lugar, se puede transgredir más de una convención a la vez; y, en segundo lugar, no siempre las diferencias entre las transgresiones son del todo nítidas. Sin embargo, constituye un buen punto de partida para t ratar de explicar los tipos de infortunios existentes.

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Page 55: Antología de pragmática

Cuando se trata de actos muy convencionalizados, los infortunios pueden tener consecuencias que traspasan el ámbito de lo puramente lingüístico y se adentran en el terreno de lo legal. El lenguaje jurídico ha desarrollado toda una serie de etiquetas propias para calificar los diferentes tipos de infortunios. Ante las malas apelaciones a un procedimiento, la justicia contesta con un no ha lugar, ante las malas ejecuciones concluye —como vimos— que se ha producido un defecto de forma; el resultado es siempre la anulación del acto. Por el contrario, ante los abusos (simulaciones, incumplimientos), admite la validez del acto realizado, pero reacciona penalizándolo con diferentes tipos de sanciones.

2.4. Realizamos frente a constataiivos

Austin ha caracterizado los enunciados realizativos como aquellos que están ligados a la ejecución de ciertos tipos de actos convencionales o ritualizados. Frente a los enunciados consumitivos, que describen estados de cosas y se evalúan en términos de verdad o falsedad, los realizativos sólo pueden considerarse adecuados o inadecuados. Otras propiedades for-malei , como la aparición de los realizativos en primera persona de singular del presente, contribuyen a marcar la diferencia entre ambos tipos de enunciados. Austin señala a este respecto que:

[...] hay una asimetría sistemática entre esa forma [primera persona de singular del presente de indicativo] y las otras personas y tiempos del mismo verbo. El hecho de que haya esta asimetría es precisamente la nota más característica del verbo rea-Ligativo [...] [Austin, 1962,105].

En teoría, y sobre el papel, la distinción puede resultar suficientemente clara; sin embargo, como el propio Austin señala, en la realidad las cosas son algo más complejas. Para empezar, hay enunciados realizativos que no aparecen en primera persona de singular del presente de indicativo:

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6) a. Se advierte a los pasajeros que... b. Por la presente, está usted autorizado a...

7) a. La compañía advierte a los pasajeros que...

b. Por la presente, el Ministerio le concede la autorización que usted solicitó para...

Parece innegable que los enunciados que comienzan como los de (6) y (7) tienen el mismo derecho que los de (8) a ser considerados realizativos:

- 8) a. Advierto a los pasajeros que... b. Por la presente le autorizo a...

De otro lado, un gran número de expresiones en primera persona de singular del presente de indicativo no dan lugar a •enunciados realizativos. Tal es el caso, por ejemplo, de enunciados que describen acciones habituales, como los de (9):

9) a. Yo sólo prometo una cosa cuando sé que puedo cumplirla.

b. Todos los sábados apuesto dos mil pesetas en las carreras

En la misma situación se encuentran los llamados «usos históricos», o narrativos, del presente:

JO) ... y después de aquello, apelo contra la sentencia...

.Y hay también algunos verbos que simplemente funcionan como indicadores, pero no dan lugar a enunciados realiza-Jivos: j

11) a. Me río de ti b. Cito: «...»

Ninguno de los ejemplos de (11) realiza por sí mismo el acto que describe; simplemente lo anuncia. -r Además, se da el caso de que, incluso verbos típicamente realizativos, como llamar, dar el nombre de,.., etc., tienen usos

65

Page 56: Antología de pragmática

descriptivos, no ya en otras personas y tiempos gramaticales, sino también en primera persona de singular del presente:

\2) Llamo inflación al exceso de dinero en pos de bienes

escasos

Finalmente, no todos los actos tienen su verbo realizativo correspondiente: disculparse e insultar son dos tipos de actos; pero, mientras que para llevar a cabo la acción de disculparse uno debe decir algo parecido a Me disculpo, para insultar a alguien no basta con decirle Te insulto, sino que hay que proferir directamente ante él los términos injuriosos. •

Los ejemplos anteriores han mostrado cómo desde el punto de vista formal o gramatical resulta difícil mantener siempre la oposición realizativo-constatadw. La distinción se desdibuja aún más si consideramos que muchos actos se realizan sin que para ello sea necesaria la utilización del predicado realizativo. Las acciones realizadas al emitir enunciados como los de (13) pueden equivaler a las de (14); pero en (13) no hay realizativo explícito:

13) a. ¡Gire! b. Yo giraría c. Usted giró demasiado rápidamente

14) a. Le ordeno que gire b. Le aconsejo que gire c. Le acuso de haber girado demasiado deprisa

Una manera de incluir todos los casos dentro de la misma tec ría consiste en sugerir, como hace Austin, que realmente no hay diferencia entre realizativos y constatativos. El contraste que observamos entre los ejemplos de (13) y los de (14) sólo radica en que los de (14) hacen explícito el tipo de acto realizado, mientras que en los de (13) es implícito. Podría decirse, entonces, que es realizativa toda expresión...

[...] reducible, expandable o analizable de modo tal que se obtuviera una forma en primera persona de singular del presente de indicativo en voz activa [Austin, 1962, 105].

66

'0„ f ¡ | f t a n r e l ac ión entre los enunciados de (13) y los de (14) sería,

ffpues, de paráfrasis. La idea de que en lodos los enunciados Ippúede haber un predicado realizativo implícito dio lugar en los

K^IÍ?í'anos setenta a la llamada hipótesis realizativa, uno de los in-tentos más llamativos de integrar la pragmática en la sintaxis.

foifkt^Sobre ella volveremos en el capítulo siguiente (apartado 2.2.) La idea de la existencia de un realizativo implícito es, efec-

{" VVy ;''ti"vamente, tentadora, porque permite unificar el análisis de un | \ ^ - ' . ' * b u e n número de enunciados, y permite da r cuenta de manera l ^ l ^ ^ n a f u r a l del hecho de que muchas de sus propiedades derivan ^ f p ^ d i r e c t a m e n t e de su carácter de acción. Ahora bien, el propio í' '?7?l 'Austih reconoce que la equiparación se presta a errores. Por F?:f^fí?uh lado, resulta evidente que no hay una equivalencia absoluta fi<0*$éitirt enunciados como Es/are allí y Prometo estar allí: sólo en |í£f$|í : él 'primer caso el interlocutor puede preguntar 's i el enunciado i!- es o no una promesa; y sólo en el primer caso son igualmente | -fif av. adecuadas respuestas como Si, lo prometo, o No, pero me pro-\¡ >'Ji{'.pongo estar allí, o No, pero preveo que podré ir. Además, po r \ ' .atorro Jado, no puede decirse que haya una correspondencia ~l ' r.-' ..constante entre forma lingüística y tipo de acto realizado, de

g- l^íijí'.modo que una misma forma gramatical puede usarse para M- i^^^rcalízar acciones muy diferentes entre sí: un imperativo como

¡Hazlo! puede utilizarse para ordenar, autorizar, sugerir, exi-; gir, pedir, recomendar, advertir...

;¿ ;>'3. I-OCTitivo/ilocutivo/perlocutivo

,^?-í.:-La distinción entre enunciados realizativos y enunciados ;f>¡. constatativos, que en principio estaba bien establecida, páre

se r ; í - ' a n o r a tambalearse, especialmente por el hecho de que nu-$'-r&l'?D'TOSOS e n t m c i a d o s que no se ajustan a las especificaciones

*k ' o s realizativos, presentan, sin embargo, muchas de sus ' ? f é & 5 a r a c t e n s ^ c a s - Ello sugiere la existencia de un cierto desliza-WM'^^0

*k íod°s 'os enunciados hacia el terreno de los reali-í ! ÍS$ : ^ a í Í V O S ' c o m o si todos ellos tuvieran algunos elementos co-

. . ^ J l ? ; i ü n e s ' Tales rasgos comunes parecen depender, como ya di-© M ^ ' J l n ? o s ' d e l carácter de acción que, de una manera u otra, í- ' i í^tl- e e n t o d o s los enunciados . Part iendo de este supuesto ,

67

Page 57: Antología de pragmática

Austin elabora su famosísima tricotomía: acto locutivo/ilocu-tivc/perlocutivo.

El acto locutivo es el que realizamos por el mero hecho de «decir algo»; pero el acto de «decir algo» es en sí mismo una actividad compleja, que comprende, a su vez, tres tipos de actos diferentes:

i) acto fóniccr. el de emitir ciertos sonidos; n) acto fático: el de emitir palabras, esto es, secuencias de

sonidos pertenecientes al léxico de una determinada lengua; y emitirlas, además, organizadas en una construcción gramatical estructurada de acuerdo con las reglas de. una lengua determinada; y

ril) acto retico; el de emitir tales secuencias con un sentido y una referencia más o menos definidos, es decir, con un significado determinado.

En consecuencia, el acto locutivo puede definirse como

[...] la emisión de ciertos ruidos, de ciertas palabras en una determinada construcción, y con un cieno «significado» [...] [Austin, 1962, 138].

El acto ilocutiw es el que se realiza al decir algo (í/i saying something). Para saber cuál es el acto ilocutivo realizado en cada momento hay que determinar de qué manera estamos usando el enunciado:

Es muy diferente que estemos aconsejando, o meramente sugiriendo, o realmente ordenando, o que estemos prometiendo en sentido estricto o sólo anunciando una vaga intención. [...]. Constantemente discutimos preguntando si ciertas palabras —un determinado acto locutivo— tenían la fuerza de una pregunta, o'debían haber sido tomadas como una apreciación, etc. [Austin, 1962, 143-144].

Finalmente, el acto perlocuiivo es el que se realiza por haber dicho algo (by saying something), y se refiere a los efectos producidos:

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V ^ ' , . [...] normalmente, decir algo producirá ciertas consecuen-'>,'•., das o efectos sobre los sentimientos, pensamientos o acciones

del auditorio, o de quien emite la expresión, o de otras personas [Austin, 1962, 146].

La distinción entre estos tipos de actos es sobre todo teórica, ya que los tres se realizan a la vez y simultáneamente: en cuanto decimos algo, lo estamos haciendo en un determinado sentido y estamos produciendo unos determinados efectos. Pero es interesante distinguirlos porque sus propiedades son diferentes: el acto locutivo posee significado; el acto ilocutivo posee fuerza; y el acto periocutivo logra efectos. Y, de hecho, podemos referimos a ellos como si fueran realidades independientes:

.... 15) a. Me dijo: «Dáselo a ella» b. Me aconsejó que se lo diera a ella c. Me convenció de que se lo diera a ella

Con enunciados como (15a) estamos simplemente reproduciendo el acto locutivo de otra persona; (15fa), en cambio, recoge el acto ilocutivo realizado, es decir, la fuerza del enunciado; y (15c) hace explícitp el acto periocutivo, el efecto logrado.

A partir de esta tricotomía puede reexaminarse el problema de las relaciones entre enunciados y acciones. Para empezar, el reconocimiento de que todo acto locutivo va acompañado de actos ilocutivos y periocutivos ayuda a explicar que incluso los enunciados menos claramente realizativos tengan propiedades que los acercan a las acciones. De hecho, pueden observarse bastantes puntos de contacto entre los actos ilocutivos y los enunciados realizativos, aunque hay diferencias notables. En primer lugar, es diferente el grado de institucionalización de unos y otros. Además, cuál sea el acto ilocutivo realizado en un enunciado particular depende decisivamente de toda una serie de factores extemos; los realizativos explícitos, por el contrario, resultan inequívocos en cuanto al tipo de acto ilocutivo que realizan porque se identifican con éL Ello no quiere decir, por supuesto, que la fuerza ilocutiva de un determinado enunciado no pueda expresarse de forma explícita: Te aconsejo que se ¡o des a ella. Esta posibilidad está excluida en el caso de los actos periocutivos, lo cual explica los contrastes de (16):

69

Page 58: Antología de pragmática

16) a. Te aconsejo que se lo des / #Te convenzo de que se

lo des

b. Te advierto que es peligroso / *Te asusto de que es

peligroso

El acto ilocutivo que se realiza está previamente calculado por el emisor, que sabe siempre cuál era el alcance exacto y la fuerza que quiso dar a sus palabras; los actos perlocutivos pueden intentar calcularse previamente, pero ello no asegura que el efecto logrado sea exactamente el previsto: es posible no lograr producir el efecto deseado, o producir efectos no deseados.

Otro punto de contacto interesante es el de que todos los enunciados —y no sólo los realizativos— se prestan a infortunios. Para describir dichos infortunios, tienen plena validez las condiciones establecidas más arriba para los enunciados realizativos. Veamos algunos ejemplos:

17) a. Los hijos de Juan son rubios [Y todos sabemos que Juan no tiene hijos]

b. En estos momentos de embargo, la emoción me

jubila [•£] emisor ha trastrocado algunas palabras]

c. Está lloviendo [Y no lo creo; de hecho, sé positivamente que hace

un sol espléndido]

Si uno hace referencia a algo inexistente, como en (17a), el infortunio se asemeja a una mala apelación, es decir, a una . violación de la condición A.l; el resultado no es que el enunciado sea falso, sino que es nulo. Por otro lado, cuando se utiliza una palabra equivocada, como en (17¿), el emisor no necesariamente es responsable de haber querido decir lo que ha dicho: se trata, simplemente, de una mala ejecución, y la regla afectada es la B.l; como consecuencia, estamos ante un acto viciado, que también resulta nulo. Sin embargo, el destinatario tiende a sustituirlo mentalmente de manera automática po r la secuencia correcta: En estos móntenlos de júbilo, la emoción me embarga. Finalmente, el no albergar las creencias o sentimientos requeridos produce, como sabemos, un abuso,

70

una transgresión de la condición T.l: el enunciado (17c) es .insincero.

-T£. 4. Conclusión

i. v. La distinciones establecidas por Austin son fundamentales en todos los estudios posteriores sobre e! significado. Tres son, a nues-

•''4;. tro juicio, las más relevantes aportaciones del filósofo británico:

i) el apoyo a la tesis de que el lenguaje no es sólo descrip-* *~,f"í* tivo y, por tanto, no lodos los enunciados tienen que

.'.:2f¿lí5.~ ser necesariamente o verdaderos o falsos: n) el estudio de los enunciados realizativos, que estable-

"M- -l- cen un estrecho vínculo entre lenguaje y acción si-I ' \ F R F ' > : guiendo unas pautas de conducta convencionalmente

' ¿V, X ' : I . establecidas; v 1!,'.: - ••

•/'#:;>£•',', m) la tricotomía locutivo/ilocutivo/perlocutivo.

Por encima de todo ello, hay que señalar que las ideas de Aus-

r.:,¿^;-^tin.constituyen, sin duda, el fundamento de la moderna prag-^ '^ i f i r i iá t ica , y el punto de origen al que necesariamente hay que

, V-^^retornar si se quiere tener una visión completa de lo que re-presenta la incorporación a la teoría general del lenguaje de

:' .los principios que rigen las acciones. •",*; :-.Í,;í

¿ ^ í j - y LECTURAS RECOMENDADAS

I Ító'.*'.''* Dentro del enorme caudal de publicaciones generado por la obra i C v t ^ i ' ^ 0 5 0 ^ de Austin, pueden destacarse Srrawson (1964a); Warnock | (1973), y Holdcroft (1978). Sbisá (ed.) (1978), es una antología muy

iSIsfe^ - C o m o libros de tipo general pueden verse Recanaü (1979), y Sbisá y i ^ - ^ 1 ? 8 9 ) ; Berrendonner (1982), ofrece una perspectiva crítica. 3§P&>?r ^ q u e olvidar que al mismo tiempo que la filosofía anglosajo-f WtWr****** l u g a r * o b r a s

c o m o A u s l i n (1962). E. Benveniste desarrollaba

$ffi|$í|«-Franda ideas muy similares: véase Benveniste (1966), y una aplica-I IPSón en Anscombre (1979).

Page 59: Antología de pragmática

4

SEARLE Y LA TEORIA DE LOS ACTOS DE HABLA

u .

lct<T3

Los trabajos de J. Searle continúan la línea de investigación iniciada por Austin, integrando sus ideas en un modelo más desarrollado y llevando hasta sus últimas consecuencias muchas de las intuiciones apuntadas por el filósofo británico. Aur que Searle está también más cerca de la filosofía que de la lingüística, lo c ieno es que sus teorías supusieron una extraordinaria popularización y difusión de cienos temas filosóficos entre los estudiosos del lenguaje, y sirvieron de puente para que muchos lingüistas se interesaran por algunos tipos de problemas que hasta el momento parecían constituir una parcela reservada a los filósofos.

1. S u s p u n t o s d e pa r t ida

La idea que sirve de base a toda la teoría de Searle es el supuesto de que...

Hablar una lengua es tomar pane en una forma de conducta (altamente compleja) gobernada por reglas. Aprender y dominar una lengua es {ínter alia) haber aprendido y dominado tales reglas [Searle, 1969. 22].

Su hipótesis es, en la práctica, una extensión de las ideas ^ í d e Austin. Sigue habiendo en ella una clara identificación en-I - . rre acción y lenguaje, en el sentido de que el uso del lenguaje

en la comunicación se concibe como un tipo particular de ac-«' ción. De hecho, el propio Searle reconoce que la teoría del

lenguaje forma p a n e de una teoría general de la acción, y llega "•. incluso a afirmar que un estudio de las propiedades exclusiva

mente formales de una lengua no tendría sentido si no va ' . a c o m p a ñ a d o de un estudio sobre el papel que desempeñan ! tales formas.

.Pero hay, además, en ella un segundo aspecto que no estaba presente en Austin, o al menos no lo estaba de manera tan

'" nítida: se trata de la idea de que toda la actividad lingüística ' y no sólo d e n o s tipos de anos ritualizados— es convencio

nal en el sentido de que está controlada por reglas. Ello dará como resultado una extensión tanto de los principios que regulan los diferentes tipos de actos, como de las consecuencias que los fallos o las violaciones de tales principios puedan tener en la interpretación y calificación de los actos a los que afectan. -• La hipótesis de partida se presentará luego de una manera

más precisa y detallada: f: >

La forma que tomará esta hipótesis es la de que hablar una lengua consiste en realizar actos de habla, actos tales como hacer afirmaciones [statements], dar órdenes, plantear preguntas, hacer promesas, etc., y más abstractamente, actos tales como referir y predicar; y, en segundo lugar, que estos actos son en general posibles gracias a. y se realizan de acuerdo con. ciertas reglas para el uso de los elementos lingüísticos [Searle, 1969, 25-26].

El aero de habla —esto es, la emisión de una oración hecha en las condiciones apropiadas— es la unidad mínima de la comunicación lingüística. Las oraciones (en cuanto unidades abstractas, no realizadas) no pueden ser las unidades básicas de la comunicación humana, porque carecen de la dimensión fundamental para ello: no han sido producidas. La noción de acto de habla se convierte, de este modo, en el centro de la teoría de Searle.

73

Page 60: Antología de pragmática

2. La teoría d e los actos de habla

'£1 uso del lenguaje está regulado por redas y principios, al igual que ocurre, por ejemplo, con los reglamentos de un juego. Pero no hay que olvidar que, junto a las reglas propiamente dichas, deben existir determinadas acritudes por parte de los participantes. Searle (1969, 43, n. 11) señala a este respecto que...

En la noción de «actuar de acuerdo con las reglas», intento incluir las reglas que hacen claro cual es «la meta del juego». Además, pienso que existen algunas realas cruciales para los juegos competitivos que no son peculiares de este o aquel juego. Por ejemplo, pienso que es una regla de los juegos competitivos el que cada parte se comprometa a intentar ganar. Obsérvese a este respecto que nuestra actitud hacia el equipo o hacia el jugador que deliberadamente pierde la partida es la misma que hacia el equipo o jugador que hace trampa En ambos casos se violan las reglas, aunque las reglas sean de diferentes ciases.

De este modo, el lenguaje, o, más apropiadamente, el uso del lenguaje en la comunicación, está sometido a una serie de reglas —eDo no implica que sean conscientes— que gobiernan cualquier emisión lingüistica. Los infortunios de que hablaba Austin para los enunciados realizativos no son sino un caso más de diversos fallos en la correcta aplicación de las reglas. Y estos principios reguladores que utiliza el lenguaje no son. en esencia, diferentes de los que se siguen en todas las actividades humanas .

Para analizar cualquier tipo de acto ilocutivo, Searle (1969) propone un modelo que recoge tanto las características forma-leí de la oración emitida, como las condiciones que deben darse en las circunstancias de emisión para poder realizar con éxito un determinado tipo de acto.

2.1. Fuerza üocutiva y forma lingüística

Ya que para Searle la noción central es la de ac/o de habla. habrá que preguntarse cuál es la relación entre fuerza üocuti-

1A

i»-y forma lingüística. En este sentido, su propuesta no puede SSWíür-'jnás radical: ambos conceptos están intimamente unidos ^ É t o r una relación regular y constante.

• •

Pues de la misma manera que forma pane de nuestra noción de significado de una oración el que una emisión literal de esa oración con esc significado en un cierto contexto constituye la realización de un acto de habla particular, así también forma parte de nuestra noción de acto de habla el que exista una oración (u oraciones) posibles, cuya emisión, en cierto contexto, constituiría, en virtud de su(s) signiñeadois), una realización de ese acto de habla [Searle. 1969, 27].

1 >*A¡;¿¿ tí

'éy^ÁK Ello implica, por ejemplo, que hay una relación sistemática >-á^entre la forma lingüística imperativo y el acto de habla manda-

^•r0^Ióyó entre oración interrogativa y pregunta. •':' l í ^ - i • La identificación extrema entre fuerza ilocutiva y forma

!'• "^¿ÍT!'lingüística tiene importantes consecuencias en la propia es-V^ ' .&c tu ra de la teoría del lenguaje. La de mayor alcance es. sin

s¿" ^¿aúda, la de desdibujar, de hecho, la frontera entre semántica y 'ti ';.í?vpragmática: o, mejor dicho, la de incluir una buena parte de lo * \-s£$¿"que normalmente consideramos pragmático en el terreno de la

. ^p i í eman t i ca : puesto que la fuerza ilocutiva pasa a ser una parle

<$"Á constitutiva de la caracterización sintáctica de las estructuras :y : oracionales mismas, el estudio de los actos ilocutivos es una

parcela de la semántica.

No hay, por tanto, dos estudios semánticos distintos e irreductibles: por un lado un estudio de los significados de las oraciones y por otro un csrudio de las realizaciones de los actos de habla [Searle. 1969, 27].

M

La distinción propuesta por Austin entre oración y enunciado era un intento de mantener independientes desde el punto de vista teórico el estudio de las propiedades puramente lingüísticas, abstractas —entre ellas, por supuesto, el significado—; y las acciones que pudieran realizarse por medio de emisiones concretas. Como queda patente en el texto anterior, 'para Searle, la diferencia que suele establecerse entre sernánti-ca y pragmática es artificial y no debe ser mantenida, ya que,

75

Page 61: Antología de pragmática

en su opinión, cada uno de ios tipos de acto de habla está convencionalmente asociado con una determinada estructura lingiiistica.

Ello no significa, sin embargo, que Searle no distinga entre el contenido proposicional y la fuerza ilocutiva. De hecho, en la producción de un enunciado se puede individualizar tres tipos de actos diferentes:

l) acto de emisión: emitir palabras, morfemas, oracio

nes; n) acto proposicional: referir y predicar; y

ia) acto ilocutivo: enunciar, preguntar, mandar, prometer...

De otro lado, el significado de cualquier oración podrá ana

lizarse en dos partes:

i) un indicador proposicional, que es el contenido expresado por la proposición (en general, la unión de una referencia y una predicación); y

n) un bidicador de fuerza ilocutiva, que muestra en qué sentido (con qué fuerza ilocutiva) debe interpretarse la proposición, y, en suma, cuál es el acto üocuuvo que está realizando el hablante. Entre los indicadores de fuerza ilocutiva pueden señalarse la curva de entonación, el énfasis prosódico, el orden de palabras, y. por supuesto, los predicados realizativos.

De acuerdo con esta bipartición, un acto ilocutivo se representa de manera genérica como una función entre una fuerza ilocutiva (representada por la variable F) y un contenido proposicional (representado por la variable p):

1) Fip)

• La variable ilocutiva F puede tomar diferentes valores, según cuál sea el acto ilocutivo representado. Entre estos valores están los siguientes:

7c.

2) >• aserción Pr promesa ! petición ? pregunta general (de si'no)

Así, h (p) representa una aserción; Pr (p), una promesa, etc. A pesar de las dificultades que supone el intentar elaborar

una clasificación de los diferentes actos ilocutivos, Searle (1979, 29) propone una reducción de todos ellos a cinco categorías principales, de acuerdo con los siguientes argumentos:

No hay [...] un número definido o indefinido de «juegos» o usos del lenguaje. Más bien, la ilusión de un número ilimitado de usos está engendrada por una enorme falta de claridad acerca de lo que constituye los criterios para delimitar un «juego» o uso lingüístico de otro. Si usamos el fin üocuuvo [Uhcutionary poim] como noción básica, entonces hay un número más bien limitado de cosas que se hacen con e¡ lenguaje: decimos a la gente cómo son las cosas (aaos asertivos); tratamos de conseguir que hagan cosas (directivos); nos comprometemos a hacer cosas (compromisivos); expresamos nuestros sentimientos y actitudes (expresivos); y producimos cambios a través de nuestras emisiones (declaraciones). A menudo, hacemos mis de una de estas cosas a la vez.

En cuanto al contenido, cuando la proposición consta de sujeto y predicado, se realizan también los actos de referir y predicar, con lo que la representación interna de la proposición puede realizarse como en (3), donde R representa la variable de la expresión referencial sujeto, y P es la variable del predicado:

.3) F(PR)

Veamos un ejemplo. El mismo contenido proposicional puede utilizarse con diferentes fuerzas ilocutivas:

4) a. Juan viene t- (VENIR, Juan) b. Prometo que Juan vendrá Pr (VENIR, Juan) c. ¡Que venga Juan! ! (VENIR, Juan) d. ¿Viene Juan? ? (VENIR, Juan)

77

Page 62: Antología de pragmática

Entre las ventajas de esta notación está la de que permite diferenciar con claridad la negación preposicional de la negación ilocutiva: el contraste entre (5a) y {5b):

5) a. No prometo venir b. Prometo no venir

se representa como en (ba-b) (para mayor claridad, omitiré la representación interna del contenido preposicional, y utilizaré sólo la \-ariable p):

ó) c. ~?r(p)

b. Pr(-p)

A vtces hay indicadores ilocutivos sin que haya contenido preposicional propiamente dicho; es el caso de enunciados como:

7) a. ;Ay! b. ¡Viva el Betis!

que detenían recibir respectivamente una representación como:

S) a. F

b. F(n)

donde n representa una frase nominal. Pero, por otro lado, la diferencia entre contenido preposi

cional e indicador ilocutivo no siempre resulta nítida: en un enunciado como Prometo venir es difícil tomar una decisión sobre dónde empiezan y dónde acaban el indicador ilocutivo y el contenido preposicional: es decir, sobre si su representación correcta es la de {9a) o (9b):

9) a. Pr (Yo. VENIR)

b. y (Yo, PROMETER [YO, VENIR])

78

2.2. La hipótesis realizativa

La hipótesis realizativa no es una propuesta de Searie, s ino una adaptación radical de sus teorías elaborada en los años setenta dentro del marco teórico de la semántica generativa. En la década de los sesenta se habían notado ya algunas inadecuaciones en los primeros análisis transformacionales —como los de Chornsky (1957)—: por ejemplo, que no explicaban claramente por qué se desencadenaban las transformaciones; o que no justificaban las diferencias de significado que separaban dos oraciones relacionadas transformacionalmente. La hipótesis de la inmunidad, propuesta en Katz y Postal. 1964, que establecía que las transformaciones no podían m o dificar el significado, es un intento de motivar las transformaciones tanto desde el punto de vista sintáctico pomo desde el interpretativo.

La hipótesis realizativa lleva la hipótesis de la inmunidad a sus últimas consecuencias. La hipótesis se conoce con este nombre precisamente porque identifica la parte no preposicional del significado de la oración con el acto que el que habla realiza al emitirla, y propugna una representación sintáctica para la fuerza ilocutiva. Toda proposición aparece dominada en la estructura profunda por un predicado real iza ovo abstracto, organizado de la siguiente manera:

i) un sujeto en primera persona; n) un verbo realizativo abstracto, formado por rasgos

como [+V1, +realizativo], [+comunicativo], [^lingüístico], y un rasgo específico correspondiente al acto ilocu-

, rivo realizado, del tipo de [+asertivo], [+mterrogarivo], *' etc.. que es la representación semántica de la fuerza

ilocutiva de la oración; m) un objeto directo, que es la oración analizada: y rv) un objeto indirecto referido a una segunda persona, es

decir, al destinatario.

Toda esta estructura puede ser elidida opcionalmente. Así, la oración (10a) tiene una estructura como (10¿):

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Page 63: Antología de pragmática

10) a. ¿Bajan los precios? b. Yo te pregunto si bajan los precios

Las consecuencias más importantes de este tipo de análisis son que la fuerza ilocuüva se considera una parte del significado profundo de la oración, y que está asimilada a su estructura sintáctica. Los argumentos que se esgrimen para defender esta propuesta son de naturaleza gramatical, y se basan, fundamentalmente , en fenómenos de pronominalización y en ciertas restricciones de coaparición de algunas expresiones adverbiales: pueden verse en Ross, 1970, o Sadock, 1974, cap. 2. Los problemas que plantea se tratarán en el apartado 2.4.

2.3. Condiciones de adecuación de los actos ilocutivos

Volviendo al modelo propuesto por Searie, hay que señalar que éste distingue cuatro tipos de condiciones que gobiernan la adecuación de los enunciados. Estas condiciones son las siguientes:

i) Condiciones de contenido proposicional: se refieren a las características significativas de la proposición empleada para llevar a cabo el acto de habla. Si se trata de advertir a alguien, el contenido proposicional debe basarse en un acontecimiento o estado futuro: para dar las gracias, en cambio, el contenido proposicional debe referirse a un acto pasado hecho por el oyente.

n) Condiciones preparatorias: son preparatorias todas aquellas condiciones que deben darse para que tenga sentido el realizar el acto ilocutivo. Searie lo ejemplifica diciendo que, al ordenar a alguien que preste atención, es preciso tener sobre esa persona algún tipo de autoridad, y, además, es necesario que no estuviera prestando atención antes. Su cumplimiento se presupone por el mero hecho de llevar a cabo ese acto.

m) Condiciones de sinceridad: estas condiciones se centran en el estado psicológico del hablante, y expresan lo que el hablante siente, o debe sentir, al realizar el acto ilo-

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•Sí"'1-* "

I

cutivo. Searie (1969, 72-73) precisa, en este sentido, que...

Esta ley vale independientemente de si el acto es sincero o insincero, esto es, independientemente de si el hablante tiene o no efectivamente el estado psicológico expresado. Así, aseverar, afirmar, enunciar que P cuenta como una expresión de creencia de que P.

s

• rv) Condiciones esenciales: son aquellas que caracterizan u-v-- pológicamente el acto realizado. O, dicho de otro ' - ;

: . modo, la emisión de cierto contenido proposicional en las condiciones adecuadas, tal y como aparecen expre-

V '-. sadas por los otros tipos de regla, .cuenta como la reali-:[!;" • zación del acto que se ha pretendido llevar a cabo.

"~\ De esta manera, se quiere contar con un dispositivo único, capaz de da r cuenta de los principios que regulan la emisión

? V- de todos los actos ilocutivos en virtud de las diferentes posibi-v-i. lidades de combinación de las variables que los integran. Es

interesante señalar que el de Searie, tras los análisis de Austin / ;%£:acerca de los diversos tipos de infortunios y fracasos de u n • :'F.' enunciado realiza ovo, es el primer gran intento de elaborar

un esquema válido y eficaz que permite realizar una selección V... de los elementos relevantes de entre aquellos que integran una

situarían comunicativa. ií.¿~> ¿. Cuando las condiciones estipuladas no se cumplen en al-;r;'f. guno de los a speaos , el resultado es también un cieno tipo :.Z R de infortunio, que varía en su naturaleza y consecuencias de

acuerdó con cuál sea la regla iruringida. Por ejemplo, en el •: -\ acto de pedir, el no cumplir la condición esencial —desear j : ; que el oyente realice una determinada acción, precisamente ~; V aquella que se le solicita que haga— da lugar a una emisión ~ r c o n t r a d i c t o r i a . Y este es, sin duda, un infortunio bastante di-

fcrente de los que se producen al fallar alguna de las condi-v / | y | dones preparatorias, por ejemplo, si el oyente es incapaz de ' ^ - . r e a l i z a r la acción que se le pide. El humor juega, a veces, con

~T: estas condiciones. Hay toda una legión de «chistes-adivinan-

"Aj,2** construidos según eí siguiente esquema. Alguien le pre-

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Page 64: Antología de pragmática

gunta a uno ¿Que itacc falla para encender una vela?; uno en general suele comenzar a enumerar sin éxilo los diferenies tipos de instrumentos auxiliares utilizados habitualmente para üevar a cabo tal acción; ante la constante negativa del que propuso la adivinanza, uno se da por vencido: la solución correcta era Que esié apagada. La respuesta no consiste, pues, en decir el nombre de un instrumento, sino en expresar una de las condiciones preparatorias. La irritación del que es sometido a esta bromita se justifica si tenemos en cuenta que, como afirma Searle, la realización de cualquier upo de acto implica v presupone, en principio, que las condiciones preparatorias se satisfacen.

Veamos ahora, como ejemplo completo, la caracterización del acto üocutivo de pregunta. De acuerdo con el modelo, este acto está íntimamente ligado a la estructura interrogativa, y presenta el siguiente análisis (tomado de Searle, 1969, 74-75):

Contenido preposicional: cualquier proposición o función

proposicionaL Condiciones preparatorias:

1. El hablante no sabe la «respuesta», esto es, no sabe si la proposición es verdadera (como en ¿Viene Juan?), o, en el caso de la función proposicional (como en ¿Quiñi \iene?). no conoce la información necesaria para completar la proposición. Esto sirve para las preguntas «reales». En las preguntas de examen, el hablante sólo desea saber si el oyente sabe la respuesta.

2. No es obvio para ninguno de los dos interlocutores que el oyente haya de proporcionar la información sin que se le pida.

Condición de sinceridad: el hablante desea esa informa

ción. Condición esencial: la emisión del enunciado cuenta como

un intento de obtener del oyente esa información.

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2.4. El problema de los ocios indirtcios

El análisis anterior puede ser, en principio, válido para las oraciones inierroeativas usadas como peticiones de información, es decir, y según la propia terminología de Searle. emit i das en senüdo literal. Esta situación ejemplifica el caso m á s simple de significado: aquel en que el hablante emite una oración y con ella quiere decir exactamente lo que dice: en tales circunstancias, la fuerza ilocuuva deriva directamente del conocimiento que el oyente tiene de las reglas que gobiernan la emisión de dicha oración.

Ahora bien, es obvio que no todas las oraciones interrogativas se usan para preguntar, como también lo es que no todos los imperativos realizan el acto ilocutivo de mandar , ni todas las oraciones declarativas tienen la fuerza de aserciones. Hay muchos usos en los que el hablante quiere decir algo ligeramente distinto de lo que realmente expresa: estos usos reciben el nombre de actos de Itabla indirectos.

11) a. ¿Podrías hacerme este favor? b. Me gustaría que hicieras esto

En (l\a-b) tenemos una interrogativa y una asertiva-desidera-tiva; sin embargo —y a pesar de que reúnen las condiciones formales para ello—, en la mayor parte de los contextos su emisión no realizará respectivamente los actos ilocutivos de pregunta o de mera expresión de un deseo: en ambos casos es normal que se interpreten como peticiones. Estamos, pues , ante u n enunciado que realiza un acto ilocutivo diferente del que su forma lingüística haría prever.

-. La existencia de los actos ilocutivos indirectos consti tuye u n serio problema para la teoría, ya que debilita uno de sus presupuestos fundamentales: el de la existencia de una relación constante entre forma gramatical y acto ilocutivo.

: El problema planteado por los actos de habla indirectos es "-i... el de cómo le es posible a] hablante decir una cosa y querer

.. decir esa cosa y algo más. Y puesto que el significado consis-•,—tf te en parte en la intención de producir comprensión en el oyen-

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Page 65: Antología de pragmática

te, una gran pane de ese problema es la de cómo le es posible al oyente el entender el acto de habla indirecto cuando la oración que oye y enriende significa otra cosa diferente [Searle, 1975.60].

Tiene que haber, por tanto, algún factor capaz de modificar la interpretación «literal» en favor de la otra, sin que se produzca por ello alguno de los infortunios señalados.

En 1969, Searle sugería como explicación que los actos de habla indirectos se producían cuando las oraciones empleadas estaban satisfaciendo algunas de las condiciones necesarias para el acto indirecto realizado. Generalmente, la realización de un acto indirecto consiste en indicar la satisfacción de la condición esencial afirmando o preguntando una de las otras condiciones: en ( l i a ) se interroga sobre el cumplimiento de la condición preparatoria de «ser capaz de llevar a cabo la acción requerida»; en (lli>) se expresa la condición de sinceridad (el hablante realmente desea que se realice la acción).

De otro lado, la solución propuesta por los defensores de la hipótesis realizativa para dar cuenta de los actos indirectos consistía en decir que lo que varía es el predicado realizativo abstracto del que depende la oración. Una estructura como:

12) ¿Puedes ponerte un poco más a la derecha?

puede interpretarse, en principio, bien como una petición ds información, bien como una petición de acción. Según estos autores, esta doble interpretación procede del hecho de que (12) es una oración esmicruralmente ambigua, es decir, remite a dos estructuras profundas diferentes, representada'; en (13a) y (136):

13) a. Yo te pregunto si puedes ponerte un poco más a la derecha

b. Yo te pido que te pongas un poco más a la derecha

La hipótesis resulta claramente insostenible, ya que conduce a afirmar que una oración con tres posibles lecturas realiza-tivas remitiría a tres estructuras profundas, y así sucesivarnen-

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te hasta llegar a un número potencialmente ilimitado de interpretaciones diferentes y de estructuras diferentes.

Un camino distinto es el que sugieren Gordon y Lakoff (1971), adaptando algunas de las ideas de Grice —véase el capítulo 5— desde una perspectiva semántico-gencrativista. Estos autores presentan su teoría tomando como ejemplo los principios que rigen la sinceridad de las peticiones: si A pide -sincerarneme a B que éste haga R, entonces sucede que:

i) A quiere que B haga R; n) A supone que B puede hacer R;

m) A supone que B está dispuesto a hacer R; y rv) A supone que JB no hará R si no se le pide que lo haga.

Este conjunto de condiciones de sinceridad determina, a su vez, un conjunto de postulados conversatorios. Tomemos los enunciados de (14), que son formas diferentes de hacer una misma petición:

14) a. Quiero que saques la basura b. ¿Puedes sacar la basura? c. ¿Sacarás la basura? d. ¿Quieres sacar la basura?

¿Cómo es posible que, a pesar de tener formas gramaticales distintas, todas ellas constituyan peticiones? La respuesta de Gordon y Lakoff (1971) consiste en decir que esto es posi--ble porque cada una de ellas refleja una de las condiciones de sinceridad: para (14a) es i: para (14¿?) e s n ; para (14c) es m; y para (14a') es rv. De acuerdo con esta propuesta, hacer una afirmación o una pregunta acerca de la condición de adecuación de un acto de habla cuenta como la ejecución de ese acto de habla, cuándo la fuerza literal está bloqueada por el contexto. Es más, sólo pueden hacerse afirmaciones sobre las condiciones basadas en el hablante {Quiero X), y típicamente se preguntan las condiciones basadas en el oyente (¿Puedes/quieres X?). De este modo se obtienen los postulados conversacionales que establecen equivalencias entre forma y acto indirecto:

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Page 66: Antología de pragmática

15) a. Quiero que vengas -* Te pido que vengas DECIR {a, b, QUERER [a, R]) - » PEDIR (a, b, R)

b. Tengo la intención de venir -» Prometo venir DECIR (a. b, TEKER iNTEKaos [a, R]) -* PROMETER (a,

b.R)

Más larde, el propio Searle (1975, 60-61) modifica su teoría y rechaza los análisis realizativos y las propuestas de Gordon y Lakoff (1971), sugiriendo una explicación en los siguientes términos:

El hablante comunica al oyente más de lo que dice basándose en la información de fondo compartida, tanto lingüistica como no lingüisiica. y en los poderes generales de raciocinio e inferencia del oyente. [...]. No hace falta suponer la existencia de ningún tipo de postulado conversacional [...]. ni de ningún imperativo oculto u otras ambigüedades similares.

De esta manera, Searle trata de evitar la multiplicidad de estructuras que se producen cuando una misma oración se usa para realizar actos ilocutivos diferentes. Para explicar la interpretación de una mterrogativa como: ~

16) ¿Puedes pasarme la sal?

en Searle, 1975, se proponen los pasos que detallamos a conti

nuación:

\) El emisor me ha preguntado si sov capaz de pasarle la sal.

n) Supongo que su comportamiento es cooperativo y que su enunciado responde a una intención determinada (principio de cooperación),

ni) El contexto de la conversación no indica ningún interés teórico en mi habilidad para pasar la sal (información contextual).

jv) Además, el emisor probablemente ya sabe que la respuesta a la pregunta es sí (información contextual),

v) Por lo tanto, su enunciado no debe ser una simple pre-

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cuma. Probablemente tiene alguna finalidad ilocutiva ulterior (inferencia a partir de 1. п. ш y iv).

vi) Una condición preparatoria para cualquier acto ilocuti-vo directivo es b capacidad del oyente para realizar el acto en cuestión (teoría de los actos de habla).

vil) Por lo tanto, el emisor me ha hecho una pregunta cuva respuesta afirmativa indica que se satisface la condición preparatoria para pedirme que pase la sal (inferencia a partir de 1 y vi).

vtii) Sabemos que en la mesa se utiliza la sal. que las personas se la pasan unas a otras, etc. (conocimientos compartidos).

rx) Al aludir a la satisfacción de una condición preparatoria para las peticiones, supongo que mi interlocutor quiere indicarme las condiciones de obediencia de una petición (inferencia a partir de vn y U D ) .

x) En ausencia de ninguna otra finalidad ilocutiva plausible, el emisor está probablemente pidiéndome que le pase la sal (inferencia a partir de v y rx).

Finalmente, otros autores, como Morgan (1978), sostienen que los actos indirectos son tipos de actos convencionales. Lo convencional en ellos es usarlos para cienos cometidos. Esto significa que la lengua está gobernada por dos tipos de convenciones: las propias del sistema lingüístico (como, por ejemplo, la relación entre la forma de las palabras y su significado), y las convenciones de uso, que son de naturaleza cultural, y que se sitúan a mitad de camino entre lo radicalmente convencional (la gramática) y lo natural (la pragmática).

Es cieno que, en el caso de ¿Puedes pasarme Ь sal?, podría decirse que la distancia entre el significado litera! y el de petición se deriva por inferencia. Pero, sin embargo, nuestra intuición como hablantes nos dice que no hay un cálculo de inferencias propiamente dicho por parte del oyente. La aparente contradicción se explica si pensamos que la relación convencional entre este tipo de preguntas y una petición es m u y directa. Hay que suponer, entonces, que los mecanismos de inferencia pueden sufrir procesos de institucionalización. Para referirse a estos casos, Morgan utiliza el nombre de implicalu-

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Page 67: Antología de pragmática

ras conocircuitadas. De este modo, quedan resueltos algunos problemas, como el que plantea el hecho de que algunas expresiones, a pesar de ser semánticamente equivalentes, no funcionan como actos indirectos con la misma facilidad:

17) a. ¿Puedes dejarme mil pesetas (por favor)? b. ¿Eres capaz de dejarme mil pesetas (frpor favor)?

Sólo el pr imer enunciado resulta una petición natural; ello explica, de paso, que (17a) acepte la presencia de por favor, típica de las peticiones, mientras que ésta sea inadecuada en (17b). La respuesta de Morgan, como la de Searle, consiste en afirmar que (17a) es una fórmula convencionaüzada, y (17Í7). no.

3. Algunas cr í t icas

El análisis de los actos ilocutivos indirectos constituye el principal problema con el que tropieza la teoría de los actos de habla. Hemos revisado algunas de las soluciones que se han sugerido, pero la cuestión está muy lejos de quedar resuelta satií factoriamente.

En efecto, la propuesta sigue contando con serios problemas . Nótese que, para que una oración tenga su sentido literal y realice el acto de habla esperado, debe emitirse en un contexto adecuado. Podríamos decir, por ejemplo, que una oración imperativa literalmente realiza un acto de mandato si se emite en las circunstancias adecuadas; en caso contrario, la fuerza ilocutiva puede quedar modificada. Pero, si esto es así. entonces es el contexto de la emisión —y no su forma lingüística— lo que determina qué acto de habla realiza una estructura oracional dada. Resulta poco económico afirmar que oración y acto de habla están indisociablemente unidos, si luego hay que acabar concediendo que esta unión está siempre a merced del contexto: tener que construir un mecanismo que, en determinadas circunstancias, modifique la fuerza ilocutiva básica de la oración parece más costoso, desde el punto de vista teórico, que postular que las oraciones, como unidades

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abstractas, tienen un sentido constante, mientras que solamente los enunciados, como unidades actualizadas, pueden tener fuerza ilocutiva, y que ésta depende siempre del contexto.

El enfoque resulta también insuficiente en algunos otros aspectos importantes, como señala Franck (1981):

i) La atribución de «etiquetas» como actos de habla a segmentos de comportamiento verbal parece muy arbitraria en varios sentidos: 1) la segmentación de la corriente del discurso en actos de habla: la oración gramatical no es la unidad básica del discurso, porque normalmente los actos de habla vienen realizados por más de una oración; y 2) la asignación a cada emisión de una, y sólo una. denominación de acto de habla, extraída de un repertorio finito; resulta también antiintuitivo porque con un solo enunciado solemos realizar a la vez más de un acto de habla.

n) El restringido vocabulario de la teoría de actos de habla obliga a no tomar en consideración muchos de los factores que intervienen en los enunciados. El resultado es una categorización demasiado simplista.

m) La teoría de actos de habla es insuficiente para explicar el mecanismo de la interacción. La indeterminación de los actos de habla no es una imperfección de la comunicación humana, sino un requisito previo para permitir una interacción fluida y en constante proceso de elaboración.

rv) El punto de vista adoptado es demasiado estático, y no pone de manifiesto la naturaleza dinámica y estratégica de la comunicación humana. La lógica interna del desarrollo de la conversación se pierde si se disecciona el discurso en actos de habla. Las unidades del habla no son «hechos consumados», sino unidades en construcción.

v) La perspectiva es excesivamente unidimensional, y no explica suficientemente los cambios que se producen a medida que se habla. Cada intervención se convierte en la base de la reacción siguiente.

vi) La noción de contexto en la teoría de los actos de habla

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Page 68: Antología de pragmática

es marginal: sólo se apela a él cuando las palabras «fallan» (casos de ambigüedad, actos de habla indirectos...).

vil) Hay tres aspectos relacionados con el significado que no están suficientemente explicados: 1) cómo se combinan el significado proposicional y el significado ilocuti-vo; 2) cómo funcionan las expresiones deícticas (fuerte-

' mente relacionadas con el contexto); y 3) cómo se explica la vaguedad en las lenguas naturales.

Además, quizá el principal problema —de él se derivan todos los demás— es el de que utiliza un nivel de abstracción inadecuado tanto al objeto que estudia como al upo de resultados que sería deseable obtener. El significado pragmático no parece existir en abstracto, fuera de las realizaciones concretas, sino que se construye a partir de los elementos que integran cada situación comunicativa.

A pesar de todo ello, la teoría de los actos de habla ha abierto perspectivas muy enriquecedoras y ha aportado soluciones valiosas a una gran parte de los problemas que plantea el esoidio del uso efectivo del lenguaje. La magnitud y la importancia que tal avance supuso están hoy fuera de toda controversia.

LECTURAS RECOMENDADAS

La teoría de los actos de habla ha sufrido diversas modificaciones desde su presentación en Searle (1969): hay aportaciones interesantes en Stampe (1975); Holdcroft (1978); Bach y Hamish (1979); Searle, Kiefer y Bierwisch (eds.) (1980), y Vanderveken (1988). Searle y Van-derveken (1985), es un intento de formalización de varios aspectos de la teoría. Sobre la hipótesis realizativa, el texto clásico es Ross (1970); y Ga.cdar (1979), presenta una crítica detallada. Sadock (1988), es útil como valoración global. El espinoso problema del funcionamiento de los r^lizatívos explícitos se trata en Recanati (1981), y Searle (1989). Sobre actos indirectos pueden verse, entre otros, Morgan (1978), Clark (1979), Fauconnier (1981), y Haverkate (1983). Haverkate (1979 y 1984), son aplicaciones de la teoría a datos y problemas del español.

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5

1. P u n t o s d e p a r t i d a

Si las doctrinas de Searle se podían situar en u n terreno fronterizo entre la semántica y la pragmática —él mismo es quien propone no hacer distinción entre lo que solemos l lamar el significado de una oración y su fuerza ilocutiva—, las de H.P. Grice, en cambio, pueden incluirse decididamente en la parcela de la pragmática. Grice no se ocupa de las relaciones entre estructura gramatical y fuerza ilocutiva, sino que se centra precisamente en el estudio de los principios que regulan la interpretación de los enunciados. Sus ideas constituyen el punto de partida de la concepción de pragmática más extendida actualmente.

Muchas veces los filósofos del lenguaje han puesto de relieve que los operadores lógicos y sus contrapartidas en las lenguas naturales parecen no tener las mismas propiedades; en particular, han destacado la vaguedad de las conjunciones, frente a la precisión de las propiedades de los conectores lógicos. El trabajo de Grice nace del deseo de demostrar que tal separación es sólo aparente: las conectivas de las lenguas naturales tienen el mismo valor que se describe para los operadores lógicos; las diferencias de significado que pueden observarse

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GRICE Y EL PRINCIPIO DE COOPERACIÓN

Page 69: Antología de pragmática

10 ' La cortesía verbal • __ í

llama la atención, curiosamente, es que esta vertiginosa evolución . parece ajena al mundo del hispanismo. Tanto es así que sóTo se podría citar un número muy reducido de estudios sobre fenómenos de cortesía en español.

Este libro aspira a llenar una parte, por modesta que sea, de la laguna señalada.

Para terminar estas palabras iniciales, doy mis más sinceras gracias a Leo Serrano por la revisión crítica y nünuciosá del manuscrito original,

P r c h s d c U < x b { ^ - \ c o r t e ¿ L * -

069 i

EL ANÁLISIS DE LA CORTESÍA VERBAL

Tal como sugiere la etimología del término, el origen de la cortesía hay que buscarlo en la vida de Ja. corte1. Por lo que a las culturas occidentales se refiere, es relevante el hecho de que a fines de la Edad Media hj^prtesanós empezaran a.-distmguirse...del pueblo común creando un sistema de modales que sirvió de pauta social distintiva. La etiqueta correspondiente abarcaba formas de comportamiento público y privado. Como ejemplos ilustrativos pueden mencionarse la codificación de normas para las bodas y entierros en el primer caso, y normas para el trato social de individuos de ambos sexos en el segundo. La importancia sociocultural asignada a la etiqueta es la causa de que, hasta el día de hoy, sea corriente que los padres se esfuercen por enseñarles a sus hijos las normas vigentes de cortesía, desde el momento en qué éstos dicen sus primeras palabras2. Lógicamente,

1 Obsérvese que la voz alemana Höflichkeit, que procede de Hof ("corte"), revela la misma etimología. Lo mismo ocurre con el equivalente holandés hqffelijkheid, que actualmente tiene una connotación arcaica.

2 En un estudio sobre la adquisición de rutinas pragmáticas por parte de niños de habla inglesa, Gleason y Weintraub (1975) comprueban que la primera fórmula de cortesía que les enseñan los padres es bye-bye. Incluso en el periodo en que no saben hablar, se les enseña a los hijos a repetir el saludo, sirviendo de estimulo verbal: Say: «Bye-bye». Desde una perspectiva histórica, es interesante remitir a un tratado de Erasmo, titulado De civiiitate morum puerilium, en el que el ñlósofo de Rotterdam subraya la necesidad de enseñar buenos modales a los niños de alcurnia.

Page 70: Antología de pragmática

12 La cortesia verbal

cabe señalar una correlación negativa entre esta preocupación educa-•tiva y el prejuicio de que la falta de buenos modales es característica del estilo de vida de gente de extracción humilde.

La exposición anterior implica que el análisis de la cortesía puede emprenderse desde dos perspectivas diferentes, según el investigador examine la dimensión, diacrónica o la sincrónica del fenómeno. En el presente estudio, el foco de interés será el análisis sincrónico. Una segunda restricción consistirá en que nos ocuparemos exclusivamente de la realización lingüística de la cortesía.

Aunque la cortesía se considera como una forma de comportamiento humano universal, es bien sabido que existe una serie de diferencias interculturales en lo que respecta no sólo a la manifestación formal, sino también a la función interactiva de las normas vigentes en cada cultura específica. Examinemos dos ejemplos concretos.

La cultura tamul del sur de la India contrasta con las culturas occidentales en el sentido de que, para un tamul, es descortés preguntar a una persona a dónde va. Se trata aquí de un tabú que debe explicarse según ciertos conceptos escatológicos acerca del destino del hombre, a los que los tamules no se refieren explícitamente (Brovm y I^vinson, 1987,12).

• La.idiosincrasia de los aspectos formales de la cortesía ha sido estudiada frecuentemente en la cultura japonesa. Así, por ejemplo, Matsurnoto (1987) hace notar que, según la relación social entre los interlocutores, la conjugación del verbo japonés revela distintos grados de cortesía. Para aclarar este mecanismo, la autora compara los" siguientes ejemplos, equivalentes a la locución española Hoy es sábado:

a) Kyoo-wa doyoobi da (verbo copulativo neutro) lit: «Hoy sábado es»

b) Kyoo-wa doyoobi desu (verbo copulativo cortés)

c) Kyoo-wa doyoobi degozaimasu (verbo copulativo supracortés)

Refiriéndose también a la situación del japonés, Ide (1989) señala que los japoneses perciben la cortesía verbal de un modo totalmente

Análisis de la cortesía verbal 07013

distinto al de los pueblos representativos de las culturas occidentales. El contraste radica esencialmente en que los hablantes de japonés disponen de relativamente pocas opciones estratégicas, puesto que el rígido sistema de la interacción honorífica les obliga a hacer uso de expresiones de cortesía preestablecidas por la relación social entre los interlocutores. Para el japonés, por tanto, la cortesía verbal no se manifiesta tanto a través de un conjunto de normas flexibles, adaptables a la situación comunicativa concreta, como a través de un sistema de reglas deterrninadas por la jerarquía social, que se aplican más o menos automáticamente.

Tras estas observaciones sobre la diversidad mtercultural de los fenómenos, de cortesía, centraremos la atención en la definición del concepto. Consideremos, para empezar, dos definiciones de diccionario:

Cortesía: «Demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene una persona a otra»

(Real Academia Española, 1956,375).

Cortesía: «Conjunto de reglas mantenidas en el trato social, con las que las personas se muestran entre sí consideración y respeto»

(M.'Moliner, 1966,785).

En la definición de la Real Academia Española llama la atención la falta de referencias explícitas a las convenciones socioculturales que deterrninan el comportamiento cortés. Formalmente, extraña la disyunción «demostración o acto», ya que cualquier demostración representa un determinado tipo de acto, por lo que la referencia al primer término es redundante.

La definición de Moliner es más" satisfactoria, porque enfoca tanto el carácter social como el convencional de la cortesía. Únicamente, el criterio de «reglas», que se deja sin espécTficar7 sería más aplicable a sociedades como la japonesa que a la española. En aquélla, como hemos visto, la cortesía queda determinada preponderantemente por un sistema honorífico codificado. En la sociedad española, en cambio,

Page 71: Antología de pragmática

14 La cortesía verbal

sería preferible hablar de normas de cortesía, que permiten un uso flexible de las estrategias disponibles.

Obviamente, las definiciones lexicográficas sólo pueden servir de introducción global al tema que nos ocupa. Pasemos.a examinar, por tanto, las caracterizaciones de la bibliografía pragmalingüística. Siendo la cortesía verbal un objeto de análisis de interés palpitante, no sería difícil enumerar una larga lista de publicaciones en las que se intenta definir el concepto. En este contexto nos ceñimos a la obra de dos autores citados con frecuencia:.Fraser (1980) y Lakoff (1973)3.

Fraser sostiene que la cortesía verbal reside esencialmente en lo que llama el «contrato conversacional». Por este contrato entiende los

• derechos y las obligaciones mutuas de las personas que traban una conversación. Las convenciones correspondientes pueden variar de una

; cultura a otra, pero cabe suponer que, en su mayoría, son de^carácter , universal Asi, por ejemplo, los interlocutores fijan implícita o explíci-vtamente las fórmulas de tratamiento. Si solí españoles, tendrán que c decidirse sobre si conviene tutearse o hablarse de usted. De acuerdo j con la índole de la conversación, el «contrato» está fundado en derechos y obligaciones específicas. Menciona Fraser el ejemplo de la visita al médico. Al entrar en el consultorio, el paciente le reconoce implícitamente al médico derecho a hacerle preguntas personales sobre su vida privada, sometiéndose al mismo tiempo a la obligación de contestarlas. En un examen oral, por poner otro ejemplo, el examinador, por lo común, no tiene derecho a hacer preguntas de índole personal al estudiante, sino que sus preguntas deben limitarse a verificar el grado de conocimientos de éste en un terreno predeterminado.

Estableciendo una relación mtrínseca entre el contrato conversacional y la cortesía verbal, Fraser (1980, 343-344) llega a formular la siguiente definición:

3 Vale la pena consultar también Ammon, Dittmar y Mattheier (1988, 1196), Franck (1979, 157), Goffman (1971, 56), Ide (1986, 26, 33), Koike (1989, 189) y Zimin(1981,41).

\ j Given this notion of the conversational contract, we can say that an utterance is polite, to the extcnt to which the speaker, in the hearer's opinión, has not violated the rights or obligations which are in effect at that moment

[Dada la noción del contrato conversacional, podemos decir que una locución es cortés en el sentido de que el hablante, a juicio del oyente, no ha violado los derechos u obligaciones vigentes en ese mo- ¡ mentó en que, la profiere.]*

Es importante añadir a esta definición que las normas de cortesía' determinan el estilo de la interacción verbal, pero no afectan al contenido proposicional de lo que se comunica. Formulado de otra manera, el expresar cortesía no es un acto autónomo; es un acto que se efectúa como subacto del acto de habla.

Elaborando este punto podemos afirmar que las normas de cortesía funcionan como reglas regulativas, o sea, como reglas que regulan formas de comportamiento humano que existían ya antes de crearse las reglas. Por ese motivo, la comunicación verbal podría darse perfectamente sin aplicar las normas de cortesía. Una persona que actuara como si estas normas no existieran, violaría profundamente las convenciones inherentes a los buenos modales, pero lograría hacerse entender sin la menor dificultad. En este aspecto, las normas de cortesía difieren fundamentalmente de las reglas gramaticales, que son reglas típicamente constitutivas. Esto quiere decir que la comunicación verbal sería imposible si no se basara en un sistema de reglas formales que determinan la estractura-del mensaje lingüístico. Una persona que actuara como si las reglas gramaticales no existieran, no lograría hacerse entender4.

Volviendo a la definición de Fraser, conviene hacer destacar que no encierra ninguna información sobre la actualización empírica de la cortesía, o sea, sobre las distintas formas lingüísticas con que se mani-

* La traducción al español de las citas es mia [H. H.]. 4 Para una descripción más detallada de la distinción entre reglas regulativas y

constitutivas, véase Searie (1969,33-42).

Page 72: Antología de pragmática

16 La cortesia verbal

fiesta. Surge, pues, la pregunta: ¿cuáles, son las estrategias verbales de las que se vale el hablante cortés? Pues bien, la contestación a esta pregunta que tanta resonancia ha tenido en la bibliografía pragma-

: lingüística es la dada por Lakoff (1973). Distingue esta lingüista tres ' estrategias básicas, que formula en forma de máximas:

I) No impongas tu voluntad al interlocutor.

II) Indica opciones. III) Haz que tu interlocutor se sienta bien; sé amable .

Aunque ninguna de estas máximas tropiece en su interpretación con problemas, debemos hacer hincapié en que no enfocan la interacción verbal desde la misma perspectiva; es decir, (I) y (ü) representan estrategias desarrolladas típicamente por -hablantes exhortativos,... mientras que (III) tiene un alcance general y no se asocia con ningún acto verbal en especial. Esta distinción es crucial, porque corresponde a una de las nociones básicas de los estudios actuales sobre cortesía verbal. No imponer uno su voluntad e indicar opciones son estrategias que se aplican para prevenir que el interlocutor se sienta amenazado por el acto exhortativo; es decir, el hablante que emite una exhortación penetra en el ámbito intencional del interlocutor, incitándole a que realice cierta acción en beneficio del hablante. Por lo tanto, el

|!hablante..que respeta..las..máximas (I) y (II), da a entender al inter-j locutor que se da. cuenta de que amenaza su libertad de acción. En t pocas palabras, cuando evitamos imponer nuestra voluntad e indi

camos opciones, estamos expresando un ruego y no un mandato, que es en lo que radica precisamente la c^ortesjaexhortativa.

Nótese, a propósito de esto, que la máxima ¿¿'indica opciones halla un eco empírico en exhortaciones disyuntivas del tipo: Ven con nosotros, ¿oprefieres quedarte en casa?

La máxima (JXf) no tiene como función primaria prevenir que el interlocutor se sienta amenazado. Los hablantes que la cumplen aspi-

s El texto original dice: (a) Don't impose, (b) Give options, (c) Make the listener feel good; be friendly (1973,293-298).

Análisis de la cortesía verbal 072 " ran más bien a crear en él la impresión de que le consideran como una persona respetable y apreciable.

Las dos clases de cortesía manifestadas mediante las estrategias (I) y (II), por una parte, y la estrategia (III), por otra, se denominan coj№íg_negqtiya y cortesía positiva, respectivamente. En el segundo capítulo ahondaremos en esta distinción.

..Concluimos esta parte introductoria haciendo explícita una observación derivada de la exposición anterior, ningún hablante, cualquiera que sea su lengua materna, es capaz de expresarse de forma neutra: sus locuciones son corteses o no lo son, lo cual equivale a afirmar que la cortesía está presente o está ausente; no hay término medio 6 . Este fenómeno no se debe considerar aisladamente, ya que se deriva de la naturaleza del comportamiento htimano en general. Como cada forma de comportamiento, sea verbal, sea no verbal, se manifiesta de una manera determinada, no-hay un. comportamiento- neutro, ni. siquiera existe un no comportamiento:

... behavior has no opposite. In other words, there is no such thing as nonbehavior or, to put it even more simply: one cannot not behave (Watzlawick, Beavin y Jackson, 1967,48-49).

[... no hay fenómeno opuesto al comportamiento. En otras palabras, no existe una cosa que se pueda llamar no comportamiento o, para decirlo de un modo más simple, no podemos no comportarnos.]

Nótese también: In other words, it would appear to be impossible to express oneself «neu-

trally» (Mey, 1979,134). [En otras palabras, parece imposible que uno se exprese de una manera

«neutral».]

CORTESÍA.—2

Page 73: Antología de pragmática

EL CONCEPTO DE IMAGEN («FACE»)

Desde que se introdujo en la literatura pragma1higüíst^(Browa y I^yinson,...1978),.eLconcepto dejma¿en)ha jugado un papel primordial en el análisis de la cortesía verbal. El término inglés —literalmente "cara"—, se emplea en sentido metafórico, refiriéndose a la personalidad del hombre como miembro individual de la sociedad de la que forma parte. La imagen de cada ser humano se compone de dos factores complementarios, marcados con los términos positivo y negativo. El primero designa la imagen positiva que el individuo tiene de sí mismo y que aspira a qué sea reconocida y reforzada por los otros miembros de la sociedad. El segundo se refiere al deseo de cada individuo de que sus actos no se vean impedidos por otros. Brown y Levinson (1987,13) definen el concepto dé imagen como sigue:

Central to our model is a highly abstract notion of «face» which consists of two specific kinds of desire («face-wants») attributed by interactants to one another. the desire to be unimpeded in one's actions (negative face), and the desire (in some respects) to be approyed_of (positive face).

[El centro de nuestro modelo lo ocupa una noción muy abstracta, que consiste en dos clases específicas de deseos («face-wants»), que los interactantes se atribuyen mutuamente: el deseo de que uno no vea impedidos sus actos («negative face») y el deseo de que los actos de uno sean aprobados (basta cierto punto) («positive face»).]

El concepto de imagen 073 1 9

Postulando la .validez universal del concepto de imagen, se justifica la hipótesis de que la interacción social en general y la verbal en especial impone a los participantes la norma de que respeten mutuamente lo que Brown y Levinson llaman "face-wants". Es inherente a\ esta visión que la personalidad humana es un objeto sagrado cuya! violación no suele quedar impune. La sanción es el conflicto, o sea, un tipo de interacción marcado, valorado negativamente por ir en / contra de las normas generalmente aceptadas. Para evitar que.se produzca esta situación, los interactantes buscan un equilibrio, intentando proteger su propia personalidad, así como la del otro. Como cualquier acto social —sea verbal, sea no verbal— conlleva una ofensa virtual del otro o de los otros, es corriente que los que establecen una relación interactiva adopten una actitud profiláctica, acomodándose al patrón de expectativas que se asignan mutuamente. Dicho de otro modo, lo normal es que al desarrollar estrategias de cortesía, los interactantes partan de la interpretación más desfavorable de sus actos. Sugerir, por ejemplo, que el interlocutor está equivocado o mal informado puede implicar que es incompetente o ignorante. Para excluir tal.interpretación,, las aserciones en cuestión suelen hacerse de un modo mitigado. Fórmulas estereotipadas son: en mi opinión, si no me engaño y , puede ser que me equivoque, pero...

El análisis semántico de las dos últimas expresiones revela la puesta en práctica de una máxima que puede formularse como sigue:

\_criticatea_ ti mismo antes de. que puedahacerlo tu interlocutor1.. Conviene añadir a todo esto que, en caso de disconformidad, muchas veces lo más importante no es la verdad o la falsedad de lo discutido, sino más bien la vulnerabilidad de la persona deLinterlocutor2. Evi-"\

1 En relación con esta máxima es interesante tomar nota de un estudio de Adegbija (1989) sobre dos culturas africanas, la ogori y la yoruba. Señala el autor que en estas culturas los parientes mayores gozan de tanto prestigio que, al dirigirles los menores un reproche, sólo pueden hacerlo de manera indirecta. Una estrategia frecuente consiste en introducir el reproche con una autocrítica.

2 A propósito de esto, véase la siguiente valoración:

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20 La cortesia verbal

dentem.ente, lo que estamos considerando aquí son normas o convenciones de las que el individuo puede desviarse incidental o incluso esünicturalmente. Esto tiene como consecuencia que la personalidad social del individuo no sea necesariamente una constante. Por citar a Goffman (1967,10):

... while his social face can be his most personal possession and the center of his security and pleasure, it is only on loan to him from society; it will be withdrawn unless he conducts himself in a way that is worthy of it

[... aunque su imagen social puede ser su bien más personal y el centro de su seguridad y su placer, la sociedad sólo se la ha prestado; se la quitará a no ser que se comporte de manera que se le considere digno de mantenerla.]

En 2.1. y 2.2. volveremos sobre la distinción de imagen positiva e imagen negativa, prestando especial atención a su manifestación en las conversaciones cotidianas.

Besonders häufig erscheinen indirekte Sprechakte dort angewendet zu werden, wo Sprecher auf die Erreichung eines inhaltlichen Konsensus grossen Wert legen, d.h. Diskrepanzen in der Beziehungsebene nicht aufkommen lassen wollen. Dies gilt besonders auch für solche Diskussionen, wo ein Konsensus nur vorgespielt wird oder wo er demonstriert werden soll (z.B. in der Fernsehdiskussion) (Maas y Wunderlich, 1974,293).

[Los actos de habla indirectos se efectúan sobre todo en los casos en que los hablantes conceden gran valor a llegar a un acuerdo respecto al tema discutido. De esta manera procuran evitar que su relación se vea amenazada de discrepancias. Se trata especialmente de discusiones en las que importa fingir o demostrar que los interlocutores están de acuerdo (por ejemplo, en las discusiones televisivas).]

Un problema interactivo similar al creado por el disentimiento se da cuando el

hablante tiene que defraudar el patrón de expectativa de su interlocutor. En relación

con esto, considérese la reacción insegura del locutor B del siguiente diálogo:

A: ¿Usted no me recuerda? B: No...; sí, señora...; no; no, señora, francamente no la recuerdo a usted

(Beinhauer, 1985,181).

El concepto de imagen C74 2 1

2.1. LA IMAGEN NEGATIVA

La mayor parte de los estudios dedicados al concepto de imagen se centran en el análisis de las estrategias que sirven para proteger la imagen negativa del interlocutor. El foco de interés, por tanto, son las normas de interacción que establecen que los actos del individuo no se impidan injustificadamente. Como se ha insinuado más arriba, los actos exhortativos constituyen el prototipo de los actos de habla que amenazan el derecho del individuo para actuar autónomamente. Goffman, en cuya obra hay que buscar los orígenes del concepto de imagen como categoría pragmalingüística, considera la exhortación como un acto del hablante cuya finalidad es pedir permiso al interlocutor para infringir esos derechos. Para Goffman (1971, 112), un niego es:

... asking license of a potentially offended person to engage in what could be considered a violation of his rights.

[... pedirle permiso a una persona potencialmente ofendida para participar en lo que podría considerarse como una violación de sus derechos.]

•Enfocando la cortesía negativa desde una perspectiva ihtercultural, Brown y Levinson( 1978,134-135) observan:

When we think of politeness in Western cultures, it is negative politeness behaviour that springs to mind. In our culture, negative politeness is the most elaborate and the most conventionalized set of linguistic strategies...; it is the stuff that fills the etiquette books...

[Cuando pensamos sobre la cortesía en las culturas occidentales, lo primero que se nos viene a la mente es el comportamiento de cortesía negativa. En nuestra cultura, la cortesía negativa es la categoría más elaborada y convencionalizada de las estrategias lingüísticas...; es la materia que llena los manuales de urbanidad...]

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22 La cortesía verbal

Hay que distinguir cuatro estrategias para realizar un acto de habla que amenaza potencialmente la libertad de acción del interlocutor:

I) se realiza el acto directamente sin mostrar cortesía; IT) se realiza el acto mostrando cortesía positiva;

III) se realiza el acto mostrando cortesía negativa; IV) se realiza el acto indirectamente.

r~ Lógicamente, hay una quinta alternativa, que consiste en dejar de actuar el acto. Esta opción es la que se prefiere en los casos en que el acto amenazaría gravemente la personalidad del interlocutor. Piénsese, por ejemplo, en preguntas indiscretas, críticas personales e insultos. No es una coincidencia, desde luego, que sean precisamente estos

rtipos de actos los que se condenan en los manuales de urbanidad. Fijémonos ahora en las cuatro estrategias arriba indicadas, ilus

trándolas con ejemplos concretos. Supongamos que el hablante A quiere que el interlocutor B le pague una factura dentro de un mes. Según la estrategia que seleccione, A puede dirigirse a B por lo menos de cuatro maneras distintas:

1) Usted deberá pagar la factura dentro de un mes.

2) Comprenderá usted que tengo que disponer del dinero dentro de un

mes, ¿no? 3) ¿Podrá usted pagarme la factura dentro de un mes? 4) Para financiar un gran proyecto tengo que cobrar las facturas de

mis clientes dentro de un mes.

(1) es un ejemplo característico de un acto verbal directo. Ciñén-dose al uso del verbo modal deóntico deber y la especificación literal del acto que el interlocutor debe realizar, A expresa la exhortación sin mostrar ninguna forma de cortesía. En virtud de su carácter directo, actos exhortativos como (1) no manifiestan consideración por la imagen negativa del oyente; su realización, por tanto, suele quedar lirni-tada a situaciones comunicativas en las que la transmisión del mensaje es urgente o difícil por causas extemas a la comunicación.

El concepto de imagen 075 „

23

Huelga decir que la falta de cortesía negativa es típica también de hablantes emocionados o enfurecidos. Un caso extremo, finalmente, es el que señala Goffman (1969, 34) al observar que en los interrogatorios policiales el que dirige las preguntas recurre, a menudo, a estrategias que sirven para desestabilizar emocionalmente al que ha de contestar. Nos encontramos aquí, pues, con una violación intencional de la libertad de acción del interlocutor.

En el ejemplo (2), él hablante apela a la solidaridad de B de dos modos diferentes. Primero da a entender, mediante" comprenderá usted, que considera a B capaz de formarse un juicio sobre el problema señalado, sugiriendo que B es una persona dotada de inteligencia. Luego, A solicita la conformidad de B, indicándole con la coletilla interrogativa ¿no? que la solución del problema depende de su colaboración. Es obvio que las dos estrategias tienen por objeto reforzar la imagen personal que B tiene de sí mismo; la cortesía mostrada, por consiguiente, es de tipo positivo.

La estrategia reflejada por el ejemplo (3) representa una manifestación convencional de cortesía exhortativa. Haciendo una pregunta informativa sobre la capacidad de B para realizar el acto pedido, A protege lá imagen negativa de aquél, porque da a entender que es consciente de que penetra en el campo intencional de su interlocutor. Se trata aquí de una fórmula utilizada en muchas lenguas para expresar cortesía negativa.

'La estrategia del ejemplo (4), para concluir, consiste en la realización indirecta del acto verbal. La aserción emitida sin más no encierra ningún indicio formal de la intención exhortativa de A, lo que produce la impresión de que no tiene el propósito de amenazar la libertad de acción de B. Esta forma de cortesía negativa le ofrece incluso al interlocutor la oportunidad de responder sólo a la carga asertiva de la locución, sin tener que prestar atención al acto exhortativo implícito. Así, por ejemplo, una posible reacción a (4) —evidentemente, no deseada por A— podría ser.

Page 76: Antología de pragmática

.24 La cortesia verbal

4á) ¡Qué casualidad! Yo también tengo entre manos un proyecto im

portante.

Como sugiere la variedad de estrategias ilustradas por los ejemplos anteriores, la exhortación ocupa un lugar central entre los actos de habla que amenazan la imagen negativa del interlocutor. Para verla centraremos la atención en el carácter idiosincrásico de este tipo de actos. Su objeto ilocutivo puede definirse como sigue: el hablante que emite una exhortación tiene como fin influir en el comportamiento intencional del oyente de forma que éste lleve a cabo la acción especificada por el contenido proposicional de la locución. Los actos exhortativos se subdividen en actos impositivos y no impositivos, clasificación basada en un criterio teleológico; es decir, el hablante impositivo quiere que el oyente realice el acto exhortado antes que nada en beneficio del hablante mismo. Ejemplos prototípicos de esta clase son: el ruego, la súplica y el mandara A diferencia de los actos impositivos, los no impositivos se realizan para beneficiar primariamente al oyente y no al hablante. A esta clase pertenecen el consejo, la recomendación y la instrucción. Aunque en la realización de las dos clases de exhortaciones el hablante invade el campo intencional del oyente, el grado de imposición es mayor en las peticiones, las súplicas y los mandatos, ya que estos actos encierran una apelación inherente a la colaboración del interlocutor. Por eso, el hablante socialmente competente procurará formular el acto impositivo de tal modo que respete, en lo posible, la imagen negativa de su interlocutor. Así, puede indicarle que no hace falta dedicar mucho tiempo a la realización del acto exhortado. Considérese la función estratégica de la oración hipotética que sirve de coletilla en el ejemplo siguiente:

5) ¿Me ayudas a subir esta maleta, si tienes un momento?

Otra estrategia de cortesía negativa consiste en indicar que no hay que invertir mucha energía en la realización del acto pedido. El ha-

El concepto de imagen

blante de (5), por ejemplo, podría conseguir esta finalidad añadiendo: No pesa mucho.

La categoría del mandato ocupa un lugar particular, puesto que abarca actos impositivos realizados por hablantes que no toman en consideración la imagen negativa de sus interlocutores. Esta falta de cortesía es característica de tres situaciones comunicativas diferentes:

I) el hablante se halla en una posición de poder con respecto al oyente, bien se trate de poder físico, como en el caso de un secuestro, o bien de poder social, como en el caso de que ocupe una posición institucional superior;

II) el hablante está emocionado o enfadado por el comportamiento del oyente;

III) hay circunstancias externas a la relación interactiva que requieren que el oyente reaccione inmediatamente a la exhortación.

Cabe suponer que la amenaza de la imagen no desempeña un papel tan preponderante en la realización de los actos exhortativos no impositivos, puesto que en este caso el oyente es el beneficiado por el acto. Sperber y Wilson (1986, 250) van tan lejos que, al analizar el siguiente diálogo:

6) HE: Couldyou tell me the way to the station?

SHE: Turn right at the trafile lights and keep straight on

[ É l : ¿Podría usted decirme cómo se va a la estación? El la : Al llegar al semáforo doble usted a la derecha y vaya todo

recto],

*uírman que a "Ella" le trae sin cuidado que "Él" siga o no las instrucciones. Esta caracterización de la situación, sin embargo, está bastante lejos de la realidad cotidiana. Sabemos por experiencia que si no se sigue debidamente una instrucción o consejo, la persona que lo ha dado suele insistir repitiéndolo o aclarándolo. Esta reacción es aún rnás previsible si se trata de un consejo personal. Piénsese, por ejemplo, en el hablante que recomienda a un amigo o pariente enfermo que tome cierta medicina. En el caso de que éste se niegue a cumplir el

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26 La cortesía verbal

consejo, es muy probable que se produzca una discusión sobre los pros y. los contras del medicamento. ¿Por qué? Porque no atender un consejo o recomendación puede implicar que el consejero es una persona incompetente o, peor aún, una persona ignorante. Éste es el motivo por el que el contenido proposicional de un acto exhortativo no impositivo a menudo se negocia. Desde el punto de vista interactivo, podemos afirmar que la personalidad de los interlocutores se ve amenazada en dos niveles' distintos. Primero¿ el consejero invade el ámbito intencional del interlocutor, exhortándole a que realice una acción determinada. Amenaza, pues, es la imagen negativa del otro. Luego, éste, al negarse a seguir el consejo, amenaza la imagen positiva del hablante original, implicando que duda de su competencia en la materia.

De todo esto es lícito sacar la conclusión de que en no pocas situaciones comunicativas es más fácil no cumplir un ruego que desatender un consejo. Conviene poner de relieve, para finalizar, que a este aspecto sociopsicológico de la interacción exhortativa apenas si se le ha prestado atención en la bibliografía sobre los hechos de cortesía verbal.

Los actos de habla impositivos y no impositivos no sólo se diferencian en el plano interactivo sino que también contrastan en el propiamente lingüístico. Refiriéndose a una publicación en prensa de Fraser, Koike (1989) señala las siguientes características distintivas3:

I) Por favor, se emplea casi exclusivamente en actos impositivos, rara vez en actos no impositivos. Esto puede verse en la siguiente variante, pragmáticamente mal formada, de la segunda parte del ejemplo (6):

7) *Al llegar al semáforo doble usted a la derecha y vaya todo recto,

por favor.

Aunque Fraser sólo se ocupa del inglés, sus observaciones son válidas también para el español, como se ve por la traducción de los ejemplos reproducidos aquí.

El concepto de imagen 077 27

n) Según el objeto ilocutivo de la exhortación no impositiva o, por citar a Fraser otra vez, según el contrato conversacional, el oyente no tiene obligación de seguir el consejo del hablante. Así se explica que el ejemplo (8), que contiene una reacción ante el rechazo de un consejo, no esté bien formado desde el punto de vista pragmático:

8) *¿Cómo se atreve usted a no seguir mi consejo?

IH) Según el criterio del beneficio primario del oyente, éste puede comentar positiva o negativamente un consejo:

9) Me has dado un buen (mal) consejo.

En la respuesta a un acto impositivo, en cambio, el criterio del beneficio primario del hablante hace que se excluyan valoraciones como:

10) *Aíe has hecho una buena (mala) petición,

Fraser llama la atención, por último, sobre un interesante fenómeno sintáctico del inglés, que no tiene equivalente en español: el imperativo del verbo try ("tratar de") admite dos clases de complementos oracionales: el gerundio y el infinitivo. En el primer caso, lo que se expresa es un consejo, como en:

11) Try openingthe window. [Trata/trate usted de abrir la ventana.]

Si se opta por el infinitivo, sin embargo, lo que se expresa ante todo no es un consejo, sino un mandato: - '

12) Try to open the window.

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28 La cortesia verbal

2.2. LA IMAGEN p o s r n v A

. En el párrafo anterior hemos visto que los actos de habla exhortativos constituyen el prototipo de los aGtos que amenazan la imagen negativa del oyente. En éste nos ocuparemos de la pregunta: ¿cuáles son los actos de habla que dejan sentir sus efectos en la imagen positiva del interlocutor, o sea, en la imagen positiva que éste tiene de sí mismo? Recuérdese que esta imagen está basada en el deseo de cada individuo de que otras personas deseen para él lo que él desea para sí mismo, como, por ejemplo, salud, libertad y honor. Brown y Gilman (1989, 162) ilustran el concepto de imagen positiva señalando que la expresión Have a nice doy (Que tengas/tenga un buen día, Buenos días), que se suele repetir a diario, supone un acto de cortesía que refuerza de un modo característico la imagen positiva del interlocutor; el hablante le desea al interlocutor lo que desea para sí mismo. Otros ejemplos típicos de actos de habla que apoyan la imagen positiva del oyente son el cumplido, la felicitación y la invitación 4.

La cortesía positiva no sólo se manifiesta en los actos de habla mtrínsecamente corteses, también se maneja para mitigar actos de habla no corteses.

En 2.2.1. y 2.2.2. examinaremos una serie de estrategias representativas, tomando como marco de referencia la distinción entre el macronivel del discurso y el micronivel del acto de habla.

2.2.1. El macronivel del discurso

En el macronivel del discurso, conviene distinguir una gran variedad de estrategias para expresar cortesía positiva.

4 La cortesía positiva se manifiesta también a través de actos no verbales. Piénsese, por ejemplo, en un tenista de mucha experiencia que deja de exhibir parte de su talento en un partido contra un jugador de menor categoría. Evidentemente, esta actitud tiene por fin proteger la imagen positiva de éste.

El concepto de imagen 078 2 9

Haciendo una selección representativa, empezaremos con el análisis de una estrategia general, que consiste en mostrar conformidad con j la opinión emitida por el interlocutor. Nuestro punto de partida es el macroacto argumentativo, que tiene como finalidad discutir la justificación de opiniones contrarias. Pues bien, en los turnos alternativos que caracterizan este tipo de acto de habla es corriente que los hablantes manifiesten cortesía positiva para no manifestar abiertamente que opinan de modo diferente. La mitigación de la propia opinión sirve, entonces, para minirnizar el disentimiento, por lo que se crea la impresión de que hay una conforrnidad parcial respecto al tema debatido. Remitiendo a la nota [8], subrayamos una vez más que hay muchas situaciones comunicativas en las que los interlocutores conceden más importancia a la ficción de que coinciden en sus opiniones que a la verificación de las mismas. Para un resumen de las estrategias aplicadas para conseguir este objetivo, vale el análisis de Pomerantz (1984, 620):

Some of the ways df minimizing or de-emphasizing the stated difference between oneself and co-interactants are: including claims of uncertainty when disagreeing [...], forming a disagreement as a pardal agreement, stating a disagreement as an impersonal position (e.g. couldn't it be the case that... or some people think...), and even withholding a disagreement entirely.

[Algunas de las maneras para minimizar o reducir la disconformidad entre uno mismo y sus interactantes son: expresar incer-tidumbre al formular la disensión [...], presentar el disentimiento como una conformidad parcial, formular la disensión desde un punto de vista impersonal (por ejemplo, ¿no podría ser el caso que... ? o hay gente que cree...) e incluso abstenerse de emitir la disensión.]

Recuérdese que ya hemos considerado algunas estrategias para apresar incertidumbre, que se aplican frecuentemente para atenuar uaa opinión divergente: si no me engaño... y puede ser que me equi-v°que, pero... Otra estrategia consiste en que el hablante acentúe su modestia fingiendo ignorancia o incompetencia, como por medio de

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30 La cortesía verbal

no sé mucho de este asunto, pero... De este modo se implica que et oyente sabe más o está mejor informado que el hablante del tema en cuestión. Para presentar el disentimiento como una conformidad parcial se prestan específicamente locuciones adversativas del tipo: tienes razón, pero... Además, la opinión divergente puede introducirse por el adverbio bueno, que sirve de enlace pragmático entre la locución del interlocutor que expresa la opinión no aceptada y la locución del propio hablante que expresa la opinión contraria. Es interesante constatar que el sentido léxico positivo de bueno está en entera consonancia con su función atenuadora.

En conclusión, los ejemplos tratados arriba nos muestran que, en el macroacto argumentativo, la finalidad primaria de respetar.la imagen positiva del oyente es establecer la impresión de que se le considera como una persona competente, capaz de pensar y actuar racionalmente.

El respetar y reforzar la imagen positiva del oyente juega también un destacado papel en la comunicación de masas. A propósito de esto, Simons (1976,18) observa que a los conferenciantes y oradores se les aconseja orientarse hacia su auditorio, esto es, proteger el ego de éste, y adaptarse a su marco de referencia. La finalidad de la aproximación psicológica al auditorio es conseguir que adopte una actitud positiva aceptando el mensaje emitido como un mensaje digno de ser tomado en consideración. La estrategia en cuestión se denornina persuasión coactiva»."

Finalmente, nos queda llamar la atención sobre una estrategia de cortesía positiva de índole empática. Se manifiesta a través de dos variantes, una,profiláctic^y otra alterocéntrica. La primera consiste en evitar entablar una conversación sobre asuntos controvertidos que puedan dar lugar a una divergencia de opiniones entre hablante y oyente. La variante ttejroS TO ) consiste en sacar a colación temas de interés personal, que se introducen preferentemente con preguntas sobre la salud, el trabajo o la familia del interlocutor. Un reflejo característico de este tipo de interacción es la repetición de las palabras del

07G

otro para mostrar solidaridad. Considérese el siguiente fragmento de diálogo:

13) A: A mi mujer le han robado un collar de perlas.

B: / Válgame Dios, un collar de perlas!

2.2.2. El micronivel del acto de habla

En el micronivel del acto de habla, en este párrafo .nos dedicaremos particularmente al análisis de dos categorías de expresiones re-

1 ferenciales indirectas que se utilizan para silenciar o impersonalizar la \ identidad del interlocutor. En 8.1.2.2.2.1. volveremos sobre estas es

trategias, situándolas en una perspectiva lingüística coherente. Empezamos con un tipo de referencia que se manifiesta por el uso

de la desinencia verbal de la primera persona del plural. Se trata aquí de una estrategia que puede llamarse pseudoinclusiviu Este neologismo, introducido por Haverkate (1984), se deriva de la tradicional distinción entre referencia inclusiva y exclusiva. Como se argumenta en dicho estudio (1984, 19-21), la realización inclusiva o exclusiva de la primera persona del plural debe describirse fun<iamentalmente dentro del marco de la clasificación de los actos de habla. Así, por ejemplo, el pedir permiso requiere la interpretación exclusiva, como puede verse por un ejemplo como ¿Podemos entrar?, en el que la desinencia del verbo modal excluye referencias al interlocutor. En las propuestas, en cambió," se da el fenómeno inverso; la referencia expresada por el sujeto incluye tanto al hablante como al oyente, por lo que es inherentemente inclusiva, como, por ejemplo, en ¿ Vamos al cine hoy?

Ahora bien, al realizar un acto de habla exhortativo, los hablantes que se valen de la estrategia pseudomelusiva fingen que en la actualización de lo descrito participan colectivamente ellos mismos y sus interlocutores. En realidad, sin embargo, se implica a quienes les corresponde la realización del acto pedido, que son sólo los interlocutores. Surge, pues, la pregunta: ¿en qué tipo de interacción sirve/ la referencia pseudoinclusiva para mostrar cortesía positiva? La respuesta es unívoca; el factor decisivo es la relación social asimétrica j-

El concepto de imagen 31

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32 La cortesía verbal

entre los interlocutores, o sea, para puntualizar, el hablante tiene que

tener autoridad o poder sobre el oyente. Específicamente, podemos

pensar aquí en la comunicación entre padres e hijos, maestros y alum

nos, y enfermeras y pacientes. La referencia pseudoinclusiva de los

ejemplos (14) - (16) ilustra la relación jerárquica inherente a dichos

tipos de interacción, respectivamente:

14) Y ahora vamos a acostarnos tranquilamente.

15) Este ejercicio lo hacemos por escrito.

J\S)Es hora de que tomemos nuestras medicinas.

Nótese, luego, que las exhortaciones pseudoinclusivas requieren

un análisis en dos planos diferentes: el plano de la interpretación del

oyente y el de la intención del hablante. Siendo evidente el carácter

ficticio de la referencia inclusiva, la reacción del que recibe el men

saje suele distar de ser positiva. Concretamente, es fácil que al hablan

te pseudoinclusivo se le considere como un interlocutor paternalista.

Con relación a esto, es relevante hacer mención del paternal we (el

nosotros paternal), acuñado por Jespersen (1955, 217) para indicar

esta interpretación.

Situándonos del lado del hablante vemos un panorama totalmente

distinto. Su intención perlocutiva es crear una solidaridad simbólica

con el oyente, borrando el perfil de la distancia social que les separa.

Beinhauer (1985,404) analiza un ejemplo ilustrativo:

Dirigido al enfermo, resultaría más personal y afectuoso ¿cómo andamos?, pues al formular así la pregunta el médico se hace solidario con el destino del interrogado por medio del «plural inclusivus».

La segunda categoría de referencia indirecta que interesa para

este análisis es la que se emplea para mitigar una critica dirigida al

interlocutor. Fijémonos en los dos ejemplos siguientes:

Í 17) Esta carta no está bien traducida.

18) Usted no ha traducido bien esta carta.

El concepto de imagen (isn33

La diferencia es evidente: utilizando una construcción pasiva sin agente_ejpecificado, el hablante de (17) deja de referirse abiertamente al oyente, por lo que el reproche adquiere un carácter indirecto. La

^strategia aplicada consiste, pues, en proteger la imagen positiva del fluyente y, en consecuencia, la cortesía comunicada es de tipo positivo. !-El hablante de (18), en cambio, no manifiesta ninguna forma de cor

tesía. Mediante el pronombre personal de segunda persona se refiere explícitamente al oyente, dirigiéndole un reproche directo, no atenuado.

Para concluir, nos centraremos en dos'tipos de situaciones comunicativas en las que la protección de la imagen positiva del individuo ocupa un papel idiosincrásico.

El primer tipo concierne a la situación compleja que se da cuando un hablante, para no violar la imagen positiva de un interlocutor, viola 'intencionadamente la de otro. Piénsese, por ejemplo, en una situación en la que, en una calle concurrida, un niño, acompañado de su padre, choca con un adulto. Si el padre, sin ver quién tiene la culpa, le reprocha a su hijo falta de atención, es obvio que su reacción tiene como único objeto prevenir que se viole la imagen positiva del transeúnte. Ni que decir tiene que la conducta del padre es moralmente condenable porque viola intencionadamente la imagen positiva de su Hjo.

En segundo lugar, conviene tener en cuenta que no es siempre la •mágen positiva del otro la que se protege o refuerza. Igual pasa con la lrQagen positiva que tiene el individuo agentede sí rmsjno. Con relación a esto, es interesante estudiar el comportamiento de personas que se enfrentan con problemas imprevistos de índole física como, por eJemplo, resbalar con una cascara de plátano, darse con una puerta en ks narices o caérsele un libro en un charco. Es un hecho empírico que, en tales circunstancias, las víctimas reaccionen de una manera estereotipada gritando o hablando solas para dar a entender a los testigos del incidente que no son responsables de lo que les ha sucedido. Sugieren, pues, que son factores ajenos a su voluntad los que han causado el problema, lo que equivale a decir que esta forma de CORTESÍA.—3

Page 81: Antología de pragmática

34 La cortesía verbal

: pseudocomunicación no tiene más función que proteger la imagen -positiva del emisor mismo 5.

De los análisis llevados a cabo en este párrafo y el anterior se saca / la conclusión de que la cortesía positiva es un recurso estratégico del

que se sirve el hablante para conseguir diferentes objetos perlocu-tivos: reforzar o proteger la imagen social del interlocutor, por una parte, y manifestarle, por otra, que el hablante le considera digno de formar parte del grupo o de la clase social a la que él mismo pertenece. Esta forma de solidaridad puede designarse adecuadamente con el término inglés in-group solidarity (solidaridad de grupos).

Obsérvese, por último, que las categorías analizadas son tanto de tipo lingüístico como metalingüístico; es decir, en el nivel metalin-güístico se trata fundamentalmente de la estrategia que consiste en evitar trabar conversaciones sobre asuntos controvertidos, así como su complemento positivo, o sea, la estrategia que consiste en sacar a colación temas de interés personal.

Las principales estrategias lingüísticas a las que hemos pasado revista son la repetición empática de las palabras del interlocutor, la referencia pseudoniclusiva y la referencia indirecta.

3 En un original estudio dedicado al análisis sociopsicológico de la emisión de gritos, Goffman (1978) habla de response cries (gritos de reacción).

081

3

EL ANÁLISIS COSTE-BENEFICIO

A la categoría de imagen, tratada en el párrafo anterior, se le asigna validez universal. Por muy difícil que sea verificar esta hipótesis, hasta el día de hoy rio se han descubierto culturas en las que las imágenes positiva y negativa del individuo interactante no desempeñen un papel social, aunque sabemos que la función e interpretación de las mismas pueden variar de una cultura a otra.

Haciendo abstracción de diferencias culturales, podemos sostener que, en el plano de la interacción verbal concreta, los locutores suelen ser conscientes de su propia imagen y de la de su interlocutor. Esta conciencia cobra una forma específica cada vez que sé aplica una estrategia de cortesía para conseguir un determinado objeto comunicativo. Aquí el factor central es el procedimiento racional del hablante, que busca,-selecciona y despliega la estrategia. Efectivamente, la racionalidad constituye la base de la cortesía en general, y, como veremos más adelante, de la cortesía lingüística en especial. En este sentido, merece la pena citar la siguiente observación:

. Discourse politeness is a cost parameter of a general principie of rationality, regulating all intentional activities, when applied to speech acts(Kasher, 1986, 112).

[La cortesía del discurso es un parámetro de coste de un principio general de racionalidad que regula toda actividad intencional relativa a los actos de habla.]

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46 J'RACMÁTICA la sem:;na en que se es la hablando." Pero en jueves no podemos referirnos al jueves de esta semana, por convención pragmática, como ESTTJMVES; debemos decir en cambio FU/Y. Por el mismo motivo, no podemos decir ESTE /ínvci en miércoles, porque deberíamos decir MANUUA. Así el intercambio en f32,) no tiene lugar ni en miércoles ni en jueves, (lírt este caso pueden haber algunas restricciones de uso diferentes en ditinia.s variedades del inglés, existiendo además algunas ambigüedades interesantes: véaseel capitulo 2 más adelante y Fillmore. 1975.)

Finalmente, tenemos las inferencia-, en (33) 6 ele que A es masculino, v aparentemente de una posición social más elevada que B. Esios inferencias están fundadamente basadas en el elemento vocativo SIR, "señor" porque éste parece ser el significado de la palabra. De nuevo, en una teoría semántica veritati-va no pueden captarse estos significados -no dinamos que la afirmación de B en (¡i) sería falsa si B hubiera tornado simplemente a A por otra persona y supuesto por equivocación que A era un ser masculino superior (esto haría que ¡as verdades fuesen relativas según a quien fueran dirigidas). 3 2 Además, de una manera intuitiva, los significados de SIR en este"caso no forman parte del contenido de Jo que se afirma; son asunciones de fondo acerca del contexto,

• concretamente acerca del tipo de persona a quien se dirige B. Podemos por lo tanto decir que SIR implícita convencionalmente que el destinatario es masculino y de un rango social más elevado que el hablante (véase el capítulo 3).

No hay duda de que a partir de un intercambio Un corto e insignificante como éste pueden arrancarse muchas otras inferencias pragmáticas. Pero éstas.servirán para indicar el carácter general_de los fenómenos^de que se ocupa_la pragmática. La cuestión es que a.parürTde sucesiones He enunciados, j u ñ k u á m ' ^ ñ c í o n e * de fondo acerca c^ijujddefjenguaje, podemos calcular

inferencias jriuy detalladas acerca de la índole délas asunciones que hacen los participantes y de losjrópbsitos)para los que se utilizan los enunciados, jíara. ESniciparín eJ_uso ordinariüdel lenguaje, uno debe ser capaz de hacer-tales ^jcyloSLían.to en la producción como en la interp.retacion. Esta capacidad es independiente de creencias, sentimientos y usos idloslncráücos (aunque pueda referirse a las creencias, sentimientos y usos compartidos por los participantes), y se basa en su mayor parte en principios bastante regulares y rela-

vamente abstractos. La pragmática puede entenderse como la descripción esta ha.b, lidad, que actuaTa'ri't'o en rás'lelriguiS'concretas'comó err el lengúa-en geners 1. Esta descripción debe verdaderamente desempeñar un papel en

cuajquief.teóría lingüistica general.

'fendario J U e V " d e u n í I e m a n a identificada pragmáticamente, por cj. mediante un-gesto al ca-

,32. Pero alguna; aseveraciones, por ej. aquellas que tienen YOU, "lú, usted* como argumento de ? J u £ ^ C a P 0 * » " h < c n u <*l relatividad. La cuestión aquí descansa en el hecho de que el .-elemento vocativo SIR no es tal argumento (por ej. sujeto u objeto de un verbo); asi el significado

oe ¿ir parece que no forma pane de la proposición expresada por (ii), v de esta manera no forma ~ r t e de las condicione» tentativa*.

£ i o & ¿ ¿ t ¿ (¿H*^ Jh*¿fh'w)

082

2 L a d e í x i s

2.0 Introducción

f~ La manen^más obvia en que la relación¡entre lenguaje.ycontexto.se refleja en rís^^ructj^s_mismas_de.las lenguas es a través del fenómenoide la deíxis. Él término proviene~de fa palabra griega para señalar o indicar, siendo ejemplos prototípicos o,principales de ello el uso delos^ejnosjra tiyos, los pronom-bres de primeraYsegunda persona, eljriejnpo verbal, adverbios específicos de tiempo y lugar como «ow'ahora y here, "aquí", y varios otros rasgos grarña-ticales_Hgados directamente a las circunstancias de la enunch^ción.

En esencia, la deíxis se ocupa decómp, las lenguas codifican o gramaticaji-zan rasgos_deJ contexto,de enunciación.o.evento de habla, tratando así también de cómo depende la interpretación de los enunciados del análisis del contexto de enunciación. Así, el pronombre this "éste/a/o" no se refiere a ni denomina una entidad concreta en su uso, sino que más bien es una variable o soporte de lugar para una entidad concreta dada por el contexto (por ej. mediante un gesto). Los hechos deícticos deberían actuar para los lingüistas teóricos como recordatorio del simple pero importantísimo hecho de que las lenguas naturales están diseñadas principalmente, por decirlo así, para ser utilizadas_en la interacción cara a cara, y que solamente hasta cierto punto pueden ser analizadas sin tener esto en cuenta (Lyons, 1977a: 589 el seq). . La importancia de la información deíctica para la interpretación de enun

ciados queda quizás mejor ilustrada por lo que ocurre cuando falta esta información (Fillmore, 1975:38-9). Consideremos, por ejemplo, el hecho de encontrar el siguiente mensaje en la puerta de la oficina de alguien:

(1) 1*11 be baclc in an hour. Volveré dentro de una hora

Page 83: Antología de pragmática

43 PRAGMÁTICA

Porque no sabemos cuándo fue escriio, no podemos saber cuándo volverá el autor del mensaje. 0 , imaginemos que se va ki luz en el momento en que Harry lia empezado a decir:

í-1 Lisien. Vm not disaureeing wilh nju bur_qih you, a(i(Lru¿i abuul this but ¡¡boul this. Oigan. yo_rjo discrepo coq__toy«¡no <xn(¿iit<n!j y no acerca de

(j^fjisino acerca datrsioh '

O supongamos que encontramos una botella en el mar y dentro tle ella un • mensaje que dice asi

(3) Mecí me herira weck from now wiih a slick about ihis bi¡>. Encontrémonos aquí dentro de una semana con un bailón asi de grande

No sabemos con quién tenemos que encontrarnos, dónde o cuándo tenemos que encontrarnos con él o con elja ni cómo de grande tiene que ser el bastón que llevemos. -

-Las múltiples facetas de la deíxis son tan omnipresentes en las lenguas naturales y están tan profundamente gramatical izadas, que es difícil considerarlas como otra cosa que no sea una parte esencial dé la semántica. Si la semántica se interpreta de manera que incluya todos los aspectos convencionales del significado, entonces es quizá correcto considerar la mayoría de los fenómenos deícticos como semánticos. Sin embargo, según algunos de los enfoques que revisamos en el capítulo 1, la deíxis pertenece al dominio de la pragmática, porque concierne directamente a la relación entre la estructura de las lenguas y los contextos en que son utilizadas. Pero estas cate-gorizaciones son dependientes -de la teoría y, según el punto de vista que hemos adoptado para nuestra conveniencia, a saber, que la pragmática se ocupa de aquellos aspectos del significado y de la estructura del lenguaje que no pueden ser comprendidos en una teoría semántica veritativa, nos encontraremos probablemente con que la categoría gramatical de la deíxis se halla en la frontera entre la semántica y la pragmática.

La cuestión importante aquí, dondequiera que se trace la frontera entre pragmática y semántica, es que la deíxis concierne a la codificación en el mismo enunciado de muchos aspectos diferentes de las circunstancias que rodean a éste. Los enunciados de las lenguas naturales están de este modo 'anclados directamente a aspectos del contexto.! 1 > V •• —1

2.1 Enfoques filosóficos Una buena manera de abordar el tema de la deíxis, o como prefieren los filó

sofos, expresiones indéxicas (o simplemente indéxicos) es considerar cómo trata la semántica veritativa ciertas expresiones del lenguaje natural. Supongamos que identificamos el contenido semántico de una oración con sus condiciones ventativas, entonces el contenido semántico de -

} J l i z i a , á e Ramolino was the moiherof Napoleón, Letizia de Ramolino era ¿ : la madre de Napoleón

083

49

equivaldrá a una especificación de las circunstancias bajo las que esto seria verdadero, a saber, que el individuo conocido como Letizia de Ramolino cni de hecho idéntico al individuo que fue la madre de Napoleón. L;i verdad :K; (4) no depende de ningún modo de quién lo dice, sino sencillamente de los hechos históricos.' Pero supongamos ahora que tratarnos de analizar:

(j) 1 am the molher of Napoleón, Yo soy la madre de Napoleón

N'o podemos evaluar la veracidad de esta oración sin tener en cuenta quién es "I hablante, ya que (5) es verdadera sólo en el caso de que la persona que enuncia esta oración sea de hecho idéntica al individuo que es la madre de ¡Napoleón, siendo falsa en los demás casos. En este caso, para poder evaluar la veracidad de (5) nos hace falta saber, además de los hechos históricos, ciertos detalles acerca del contexto en que fue enunciada {en esta ocasión. la identidad del hablante). La expresión /, "Yo" no es por supuesto el único rasgo problemático del inglés; los siguientes ejemplos nos plantean el mismo tipo de problemas (la expresión defetica pertinente está en cursiva, convención que se seguirá a lo largo de-este capítulo):

(6) You are the mother of Napoleón, Usted es la madre de Napoleón (7) This is an eighteenth-century man-trap, EÍIO es un cepo del siglo dieciocho (8) Mary is in love with that fellow over there, Mary está enamorada de ajueí

tipo de allí

(9) It is now 12.IS. Ahora son las 12.15

Las oraciones son verdaderas, respectivamente, solamente en el caso de que el destinatario sea verdaderamente la madre de Napoleón, que el objeto indicado por el hablante sea verdaderamente un cepo del siglo dieciocho, que Mary esté verdaderamente enamorada del tipo situado en el lugar indicado por el hablante y que en el momento de hablar sean verdaderamente las 12.15. En cada caso la dependencia del contexto nos conduce a expresiones deícticas específicas o indéxicos. Las oraciones que contienen tales expresiones y cuyos valores veritativos dependen por lo tanto de ciertos hechos acerca del contexto de enunciación (identidad de los hablantes, destinatarios, objetos indicados, lugares y tiempos), no son por supuesto especiales ni peculiares, ya que más o menos todos los enunciados son dependientes del contexto, debido en gran parte (al menos en muchas lenguas) al tiempo gramatical, puesto que, aproximadamente, el siguiente enunciado será verdadero

(i 0) There is a man on Mars Hay un hombre en Mane

I. El contraste existente aquí entre los modos de referencia independiente del contexto y dependiente del contexto no ex en realidad tan simple—es posible que. en última instancia, muchos tipos de expresiones de referencia dependan de información contextúa], cuestión que surgí rh nás adelante.

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. 54 PRAGMÁTICA

indéxico) a la hora de determinar la proposición expresada por una oración. Sin embargo, ninguno de estos enfoques filosóficos hace justicia a la com-

• plejidad y variedad de las expresiones deícticas que tienen lugar en las lenguas naturales, pasando ahora por lo tanto a considerar los enfoques y hallazgos lingüísticos!/

y , ~Í22 Enfoques descriptivos.

' Dada la indudable importancia de la deíxis en los enfoques filosóficos, psi-cológicoi y lingüísticos del análisis del lenguaje, hay sorprendentemente pocos trabajos de carácter descriptivo en este área, con la consiguiente falta de teorías adecuadas y marcos de análisis. A falta de teorías significativas, en esta sección avanzaremos una serie de categorías provisionales, junto con algunas ilustraciones de su aplicación. De los primeros trabajos lingüísticos en este área los más importantes son los de Bühler, 1934:79-148; Frei, 1944; Fillmore. 1966; Lyons, 1968; pero muchos de ellos han sido resumidos y sistematizados en Lyons, 1977a, 1977b y Fillmore, 1971br-1975; lo que viene a continuación está en deuda directamente con estos últimos trabajos. Existe también, sin embargo, un creciente cuerpo de trabajos acerca de la adquisición de términos deícticos por los niños, la mayor parte del cual se menciona en Wales, 1979 y Tanz, 1980, mientras que puede encontrarse una útil recopilación de observaciones entre varias lenguas diferentes en Anderson y Kee-nan, en prensa.

Las categorías tradicionales de la deíxis son persona, lugar y tiempo. Puesto que dedicaremos una sección a cada una de ellas más abajo, diremos brevemente lo que se entiende en cada una de estas categorías. La deíxis de persona ' concierne a la codificación del papel de los participantes en el evento de habla en que es expresado el enunciado en cuestión: la categoría de primera persona es la gramaticalización de la referencia del hablante hacia él mismo, la segunda persona es la codificación de la referencia del hablante hacia uno o más destinatarios, y la tercera persona la codificación de la referencia hacia personas y entidades que no son ni hablantes ni destinatarios del enunciado en cuestión. Los modos más habituales en que estos papeles de los participantes son codificados en el lenguaje son por supuesto los pronombres y sus correspondientes concordancias de predicado. La deíxis de lugar concierne a la codificación de situaciones espaciales relativas a la situación de los participantes en el evento de habla. Probablemente la mayoría de lenguas gramaticalizan como mínimo una distinción entre próximo (o cercano al hablante) y distante (o no próximo, a-veces cercano al destinatario), pero muchas de ellas hacen, como veremos, distinciones más elaboradas. Estas distinciones se codifican generalmente en los demostrativos (como el inglés ha-e, "aquí" versus there, "allí"). La defxis de tiempo se refiere a la codificación de puntos y períodos temporales relativos al tiempo en que se pronunció un enunciado (o se inscribió un mensaje escrito). Llamaremos a este tiempo, si- * guiendo a Fillmore (1979b) tiempo de codificación o TC, que puede ser distinto del tiempo de recepción o TR, como se veía claramente en el ejemplo (1). Por lo tanto, asi como la deíxis de lugar codifica situaciones espaciales en

0 8 4

uWetx* 55

coordenadas ancladas al lugar de enunciación, asimismo la deíxis de tiempo codifica los tiempos en coordenadas ancladas al tiempo de enunciación. La deíxis de tiempo está generalmente gramaticalizada en adverbios deícticos de tiempo (como en inglés novj, "ahora" y then. "entonces",yesterday. "ayer" y ¡hisyear, "este año", pero sobre todo en el tiempo gramatical.

A estas categorías tradicionales deberíamos ahora añadir (siguiendo a Lyons, 1968,1977a y Fillmore, 1971b, 1975) la deíxis del discurso (o del texto) Y la deíxis social. La deíxis del discurso tiene que ver con la codificación de la refereñciá'á"porciones del discurso en desarrollo en que se sitúa el enunciado I L I U V... I

(lo que incluye la expresión que se refiere al texto). Constituyen ejemplos de deíxis del discurso el empleo de that, "ese/a/o, aquel/aquella/o" y this, "esto" en lo siguiente:

(21) Puff pufTpufT: that is what it sounded like. Puf, puf, puL ¿se es el ruido que hacia / es así como sonaba ST) •—

(22) This is whai phonelicians cali creaky voice, «Eííóes los que los fonetistas llaman voz chirriante» v—- ''

Finalmenfe> la deíxis social se refiere a la codificación de distinciones sociales relativas a los papelés"de los participantes, en particular a los aspectos de la relación social entre el hablante y el destinatario^) o el hablante y algún referente. En muchas lenguas se codifican sistemáticamente distinciones de sutil gradación entre los rangos relativos del hablante y el destinatario en todo, por ejemplo, el sistema morfológico, en cuyo caso hablamos de honoríficos; pero estas distinciones también están codificadas de manera regular en el hecho de escoger entre pronombres, formas de apelación o vocativos y fórmulas de tratamiento en las lenguas que nos son más familiares.

Los sistemas deícticos de las lenguas naturales no se organizan arbitrariamente alrededor de los rasgos de cualquiera de los muchos tipos diferentes de medio y de contexto en que se emplean Jas lenguas. Más bien existe una asunción esencial del contexto conversacional cara a cara básico en que todos los humanos adquirimos el lenguaje, o como Lyons (1977a: 637-8) ha expresado de forma bastante más precisa:

La gramaticalización y lexicalización de la deíxis se comprende mejor en relación a lo que podría denominarse la situación canónica de enunciación: esto supone una señalización uno a uno, o de uno a varios, en el medio fónico a lo largo del canal vocal-auditivo, con lodos los participantes presentes en la misma situación real pudiendo verse unos a los otros y pudiendo percibir ios rasgos no vocales paralinguístícos que van asonados a sus enunciaciones, cada uno asumiendo al papel de emisor y receptor por turno ... Hay muchas cosas de la estructura de las lenguas que sólo pueden explicarse bajo la asunción de que se han desarrollado para la co-

3. La reflcxividad de muestra es de ese modo un subeaso especial de deíxis del discurso; tanto ¡halen (21) como this en (22) pertenecen a la deixis del discurso, pero solo el últ imo caso es reflexivo de muestra.

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56 PRAGMATICA

municación en la interacción cara a cara. Esto es c laramente asi por lo que se refiere a la deixis 4

Además, generalmente (aunque no invariablemente) es verdad que la deixis está organizada dé un modo egocéntrico. Estoes, si (a efectos de una interpretación semántica o pragmática) consideramos que las expresiones deicticas están ancladas a puntos específicos del evento comunicativo, entonces se asume que los puntos de anclaje no marcados, que constituyen el centro deíc-tico, son los siguientes: (i) la persona central es el hablante, (ii) el tiempo central es el tiempo en que el hablante produce el enunciado, (iii) el lugar central es la situación del hablante en el tiempo de enunciación o TC, (iv) el centro del discurso es el punto en que se encuentra el hablante en el momento de producir su enunciado, y (v) el centro social es la posición y rango sociales del hablante, a cuyo respecto la posición o rango de los destinatarios o referentes son relativos. Ahora bien, existen varias excepciones a ello: por ejemplo, algu-nas-lenguas poseen demostrativos organizados en parte alrededor de la situación de otros participantes que no sean los hablantes. Hay también varios usos derivados, en los que las expresiones deicticas se emplean de modo que cambian este centro deíctico hacia otros participantes, o incluso hacia los protagonistas de narraciones -Lyons (1977a: 579) llama a esto proyección deíctica, Fillmore (1975) cambios en los puntos de vista. Los procesos que implican estos cambios son esenciales para una comprensión del desarrollo dia-crónico de varias palabras deicticas (véanse por ej. los comentarios sobre come, "venir", más adelante) y para los usos en el discurso no conversacional (véase Fillmore, 1981), pero quedan fuera del ámbito de este capitulo.

Quizá para visualizar este centro deíctico no marcado pueda servir de ayuda a los lectores imaginar un espacio cuatridimensional. compuesto por las tres dimensiones del espacio más la del tiempo, en el que un hablante se sitúa en el centro. Unos círculos concéntricos que distinguen zonas diferentes de proximidad espacial irradian desde el hablante; a través del hablante pasa una 'línea de tiempo', en la cual los eventos anteriores a su enunciación actual y los eventos anteriores a éstos pueden ordenarse linealmente. del mismo modo que los eventos en puntos y periodos del futuro, mientras que el discurso al cual contribuye el habíanle se desarrolla a lo largo de esta misma línea de tiempo. Para poder captar los aspectos sociales de la deixis, tendríamos que añadir ai menos otra dimensión, llamémosla de rango relativo, en la que el hablante es sociálmente superior, inferior o igual al destinatario y a otras personas a las que puede referirse. Ahora bien, cuando el hablante y el destinatario intercambian su papel como participantes, las coordenadas de todo este mundo se desplazan hacia el centro espacio-socio-temporal del hasta en-

• 4. Un ejemplo directo de esto lo proporcionan varias lenguas de diferentes familias que codifican una distinción básica entre objetos visibles y no visibles a los participantes (véase Anderson y Keenan. en prensa). Esta distinción se incluye a menudo en la deixis de lugar, ya que tiende a aparecer en los demostrativos, pero de hecho es una dimensión independiente v paralela de la organización deletica que debería añadirse a las cinco categorías principales de la deúiis consideradas en este capitulo.

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LA DElXJS 57

tonces destinatario, que ahora es el hablante. Este panorama hace que la adquisición de los términos deiclicos parezcan un milagro, y de hecho los niños tienen verdaderos problemas con ellos (Tanz, 1980).

Es esencial distinguir diferentes tipos de uso de la expresión deictica. De hecho con el término 'expresión deíctica' nos referimos a aquellas unidades lingüísticas o morfemas cuyo uso básico o central es el deíctico, ya que la mayor parte de tales expresiones poseen usos no deícticos. Además de los usos deicticos versus no deicticos de las expresiones deicticas, nos será preciso distinguir diferentes tipos de uso deictico. Siguiendo a Fillmore (1971 b), vamos a distinguir en primer lugar dos tipos de uso deíctico, a saber, el uso gestual y el uso simbólico. Los términos empleados de un modo deíctico gestual solamente pueden interpretarse en función de un control audio-visual-táctil, en general físico, del evento de habla. Para guiarnos de una manera tosca aunque eficaz, pueden considerarse usos gestuales aquellos que requieran al menos una cinta de video del evento de habla en el caso de que la interpretación de éste, deba obtenerse a partir de una grabación. Podrían ser ejemplos de ello lo:; pronombres demostrativos empleados con un gesto selectivo, como en:

(23) This onc's genuine, bul this one is a fakc, £5« es autentico, pero íste es falso

o los pronombres de segunda o tercera personas empleados con una indicación física del referente (por ej., mediante la dirección de la mirada), como en:

(24) HE'S not ihe Duke, 'ie is. HES the butlcr. ÉL no es el Duque, s ino ÉL. ÉL es el mayordomo

En una lengua acostumbran a haber unas cuantas palabras que sólo pueden emplearse gesiualrnenie: por ejemplo, existen presentativos como el lrancés voici, "he aquí" y brindis como el inglés británico cheers, "¡salud!".5 Por contraste, los usos simbólicos de los términos deicticos solamente requieren para su interpretación un conocimiento de (concretamente) los parámetros espacio-temporales básicos (pero también, en alguna ocasión, el papel del participante y los parámetros del discurso y sociales). Así basta con conocer la situación general de los participantes para interpretar:

(25) This city is really beautjful. Esta ciudad es realmente hermosa

y conocer el conjunto de destinatarios potenciales en la situación para interpretar:

(26) You can all come with me ¡f you like. Todos vosofroj podéis venir conmigo si queréis

y conocer cuándo tiene lugar la interacción con el fin de conocer a qué año del calendario nos referimos en

5. Para una descripción de la creciente variedad de usos de este término véase Trudgill, 1978: 8.

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58 PRAGMÁTICA

(27) We can't afford a holiday this.year. Este año no podemos permitirnos unas vacaciones

Podríamos formular la distinción de este modo: los usos gestuales requieren un control físico momento a momento del evento de habla para ser interpretados, mientras que 1os usos simbólicos aluden solamente a coordenadas contextúales anteriores a la enunciación a las que tienen acceso los participantes. De aquí se sigue que los siguientes usos son gestuales, aunque el sentido del gesto es aquí evidentemente vocal:

(28) Harvey can only speak about this loud, Harvey sólo puede hablar asi de fuerte

(29) Don't do it now, but NOW.', No lo hagas ahora, sino ¡AHORA!

Estos dos tipos de usodeícticocontrastan con el_uso no deícticocle las mismas palabras o morfemas. Algunos ejemplos nos ayudaíañ'a'aclarar esta triple distinción; en los ejemplos siguientes los casos^a son usos gesfüales,. los casos^í» usos simbólicos\y los casos^füsos no défeífeós? '

(30) a. You, you, bul not you. are dismissed, Usted, usted, pero no usted, están despedidos b. What did you say?, ¿Oué ha dicho usted? ^-c. You can never tell what sex they are nowadays. Nunca puedes (tú) saber de qué sexo son hoy en día

(31) a. 77i is finger hurts. Me duele este dedo b. This city stinks, Esta ciudad apesta c. I met this weird guy the other day. Conocí a este tipo tan raro el otro día

(32) a. Push not now, but noiv. So empujéis ahora, sino ahora b. Let's go now rather than tomorrow. Es mejor ir ahora que mañana c. Now, that is not what I said. Ahora bien, esto no es lo que dije

(33) a. Not that one, idiot, that one. Ése no. idiota, ¿se b. Thai's a beautiful view. Aquella vista es muy hermosa c. Oh, I did this and thai. Oh. he hecho esto y aquello

• (34) s. Move it from there to there. Llévalo de allí hasta allí b. Hello, is Harry there?. Hola, ¿está Harry ahí? c. 77iere we go. ALLÁ vamos

i. ?. (Obsérvese que, en la mayoría de casos, los tres tipos de oraciones solamente favorece:i los tres tipos de interpretación.) He aquí algunos otros contrastes entre solárseme dos de los usos, rotulados a.boc como antes:

(35) a. ((En respuesta a: Who wants another?, ¿Quién quiere otro?)) / do. Yo % b. ((En respuesta a: Wilt thou have this woman to thy wedded wife?, £ ' ¿Quieres tomar a esta mujer como tu legítima esposa?)) I will, «Sf, (yo) !í quiero ' (36) b. I did it ten years ago. Lo hice hace diez años

.g c. Harry had done it ten years ago, Harry lo había hecho diez anos antes I J» ' h teta diez años

086

LA DETXIS 59

(37) b. John lives opposite, John vive enfrente c.John Uves opposite BilL.John vive enfrente de Bill

(38) b. We ean't see the chimp because it's heliind the rrce. N o podemos ver el chimpanzé porque está detrás del árbol c. When Harry's front axlc bucklcd. he wns hehind a tnick. Cuando el eje delantero de Harry se torció, ¿I estaba detrás de un camión

Unos breves comentarios acerca de cada uno de éstos ejemplos: en (35a) el pronombre / , "Yo" se emplea gestualmente para autodistinguirse de un grupo, en (35b) posee simplemente un uso simbólico; en (36b) la palabra ago, "hace" sitúa el tiempo en que ocurrió la acción en relación al tiempo de hablar, en (36c) el tiempo es relativo al tiempo en que ocurrieron los acontecimientos de la narración. En (37b) opposite. "enfrente, opuesto" (y de igual manera nearby, "cerca".around the comer, "a la vuelta de la esquina", etcétera) se entiende de manera relativa al lugar de la enunciación, en (37c) es relativo a la situación de Bill. En (38b) behind, "detrás" sitúa el chimpancé en el lado opuesto del árbol desde donde están los participantes, en (38c) sitúa a Harry en la parte trasera del camión.

Estas distinciones son quizá las más importantes en el uso de los términos deícticos, pero no son las únicas. Como veremos cuando consideremos la deí-xis del discurso, dentro de los usos no deícticos habremos de distinguir entre los usos anafóricos y no anafóricos.* Todos los casos c de arriba son, según su interpretación más natural, usos no deícticos pero también no anafóricos. Un uso anafórico es cuando algún término escoge como referente la misma entidad (o clase de objetos) que escogió un término anterior en el discurso. Así, en el ejemplo siguiente, podemos interpretar que he, "él" se refiere a quienquiera que se refiera la palabra John:

(39) John carne in and he lit a fire, John entró y (él) encendió el fuego

Volveremos de nuevo a la anáfora, pero aquí señalaremos simplemente que es perfectamente posible, como observa Lyons (1977a: 676), que un término deíctico se emplee a la vez anafóricamente y deicticamente. Por ejemplo, en:

(40) I was bom in hondón and have Hved there ever since. Yo nací en Londres y desde entonces he vivido aüí

there, "allí" se refiere al lugar a que se refiere la palabra hondón, pero simultáneamente contrasta con here, "aquí" en Ja dimensión deictica del espacio, situando la enunciación fuera de Londres. Nótese que también es posible que el uso gestual se combine con el uso anafórico no deíctico:

6. Una manera de interpretar estos usos no deícticos es considerar que los términos deícticos son relativos con respecto al texto en vez de con respecto a la situación de enunciación. De este modo, puede verse que los usos anafóricos están relacionados con varios usos no anafóricos y no deícticos, porej. , con cambios en la interpretación deictica debido al discurso indirecto. Véase Anderson y Keenan.cn imprenta; también Fi 11 more. 1981.

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60 PRAGMÁTICA

(41) I ctti a finger: this one, Me he corlado un dedo: éste

En este caso this one, "éste* se refiere a lo mismo que se refiere a finger, "un., dedo", pero debe ir simultáneamente acompañado de una presentación del dedo en cuestión.

La proliferación de diferentes tipos de uso do los términos deicticos es claramente una fuente de considerable confusión en potencia para el analista. El siguiente resumen de distinciones puede ayudar a mantenerlos claros:

(42) _ Usos diferentes de los términos deicticos 1. deicticos: a. gesluales

b. simbólicos 2. no deicticos: c. no anafóricos

d. anafóricos

Estos probl;mas se multiplican cuando se tiene en cuenta el fenómeno de la proyección deíctica o los cambios de centro egocéntrico; y se multiplican más todavía por la interacción de las categorizaciones semánticas o no deícticas de (en especial) el espacio yel tiempo con los modificadores deicticos. Ahora examinaremos cada una de las cinco categorías principales de la deixis por turno: deixis de persona, tiempo, lugar, del discursoy social, con el fin de ilustrar las complejidades que pueden surgir. Una apreciación de dichas complejidades nos indicará cuan enrevesado e inexplorado es realmente el fenómeno de la deixis y cómo los enfoques filosóficos de los indéxicos pueden manejar tan sólo una pequeña proporción de estos problemas.

2.2.1 Deixis de persona En el momento en que los hablantes intercambian sus papeles, asimismo el

centro deíctico, del que depende el resto del sistema deíctico, se ve abruptamente trasladado de un participante a otro. Las dificultades que podrían tener un marciano o un niño con tal sistema están claramente ilustradas en la siguiente anécdota Yiddish:

Un melamed [maestro hebreo], descubriendo que se había dejado sus confortables zapatillas en casa, envió a un alumno a buscarlas junto con una nota para su mujer. Dicha nota decía así: 'Envíame tus zapatillas con este

' chico". Cuando el alumno preguntó por qué había escrito 'tus' zapatillas, el melamed contestó: '¡Yold! Si escribiera 'mis' zapatillas ella leería 'mis' zapatillas y enviaría sus zapatillas. ¿Y qué haría yo con sus zapatillas? Así qut he escrito 'tus' zapatillas, ella leerá 'tus' zapatillas y me enviará las mi;s". (Rosten, 1968:443-4)

Aunque la deixis de persona se refleja directamente en las categorías gramaticales de persona, podría argüirse que nos hace falta desarrollar un marco pragmático independiente para los papeles de participante posibles, de manera que podamos ver cómo, y hasta qué punto, estos papeles están gramati-calizados en diferentes lenguas. Dicho marco señalaría que el hablante o por-

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LADElXIS 61

ta voz puede ser distinto de la fuente de un enunciado, el receptor distinto del objetivo y los oyentes o testigos distintos de los destinatarios u objetivos y que a veces estas distinciones están erama ticalizadas de maneras no demasiado obvias (véase Levinson. en prep.)' La broma yiddish anterior depende, evidentemente, de la distinción entre fuente y hablante, que se vuelve inmediatamente pertinente al leerla en voz alta.

Sin embargo, las distinciones gramaticales básicas son las categorías de primera, segunda y tercera personas. Si estuviéramos haciendo un análisis componencial (para lo cual véase Lyons, 1968: 470-81) de los sistemas pronominales, las características que parece que nos harían falta para los sistemas conocidos incluirían decididamente: para la primera persona, la inclusión de habíanle (+H); para la segunda persona, la inclusión de destinatario (+.D); y para la tercera persona, la exclusión de hablante y de destinatario (-H,^D) (véase Burling. 1970: 14-17; Ingram, 1978). Es importante señalar que(tá uf-j;

fiera persona no se parece en nada a la primera o la segunda persona, puesto "q^e^ó _córresponde a ningún papel de participante especifico en el evento de habla (Lyons, 1977a: 638). ¿» v.r••/'•<•'»r fd. t. •*<••/< •' ;<"

Los sistemas pronominales, que constituyen las manifestaciones más obvias de la persona, generalmente muestran esta triple distinción (Ingram, 1978). Pero algunos sistemas pronominales muestran hasta quincejjronom-bres básicos (sin contar los alternantes honoríficos) sobreimponiendo distinciones basadas en la pluralidad (dual, trial y plural), género, etcétera. Es importante ver que la categoría tradicional del plural no se aplica simétricamente a la primera persona del mismo modo que a la tercera: tve, "nosotros/as" no significa hablantes plurales del mismo modo que thty, "ellos.' as" significa más de una entidad de tercera persona (Lyons, 1968: 277). Además de eso. en muchas lenguas existen dos pronombres 'plurales' de primera persona, correspondientes a 'nosotros-incluyendo al destinatario' y 'nosoiros-excluyendo al destinatario". Esta distinción no se manifiesta en inglés de un modo directo, aunque quizá si indirectamente, puesto que la contracción a partir d e / « u s , "déjanos/ dejadnos" a /e/'s lequivalente al llamado'imperativo de primera persona plural' castellano] parece ser afortunada solamente si us se entiende de manera inclusiva, como se ejemplifica abajo (Fillmore, 1971 b):

(43) Let's go to the cinema. Vayamos al cine (44) ?Let's go to see you tomorrow, PVayamos a verte mañana

Otras lenguas poseen sistemas pronominales mucho más ricos que el del inglés: en japonés los pronombres se distinguen también según el sexo del hablante, la posición social del referente y el grado de intimidad con el referente, de modo que, por ejemplo, el pronombre de segunda persona kimi puede glosarse como 'tú, a quien se dirige este hablante masculino intimo' (Uyeno,

7. De este modo puede argüirse que en inglés la oración BiOie is to come m now, "Billie debe entrar ahora* codifica gramaticalmente (entre otras cosas) que el receptor no es el objetivo (que es Billie). mientras que en Bitty, comr in n<n\% "Billy, entra ahora "el receptory el objetivo coinciden. (El ejemplo procede de Gazdnr, 1979a.) Tero VCMSC también el ejemplo (50) mas adelante.

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62 PRAGMÁTICA

1971:16-17; Harada, 1976: 511); y el tamil rural posee hasta seis pronombres de segunda persona del singular según el grado de rango relativo entre hablante y destinatario (Brown y Levinson, 1978: 206).

Retomaremos algunos de estos hechos cuando más adelante consideremos ¿ la deíxis social. Ahora simplemente señalaremos que estas varias distinciones ^ están a menudo codificadas en inflexiones verbales de manera isomórfica. A

^ veces, sin embargo, puede que la concordancia morfológica haga más distinciones de las que se manifiestan en los mismos pronombres. Un sencillo ejem-

7 pío de esto es el caso de las lenguas cuyo pronombre cortés de segunda perso-na del singular proviene de su plural, donde no hay ninguna distinción

_í evidente entre el pronombre cortés de la segunda persona del singular y el ^ pronombre de segunda persona del plural. En este caso, las formas personales "i del verbo conruerdan en ambos casos con el aparentemente pronombre plu

ral. Pero con los predicados nominales la distinción está marcada morfológicamente: tales predicados concuerdan con el número real del referente (Com-rie, 1.975). Así, en francés (45) es ambigua con respecto~a si hay uno o más des-

' H ünatarios, pero (46) sólo puede ser dirigida a un destinatario singular:

(45) Vois parlez français?. ¿Habla usted francés? / ¿Hablan ustedes (o vosotros) francés?

(46) Vous êtes le professeur?. ¿Es usted el profesor?

De manera similar, como observa Fillmore (1971b), el we, "nosotros" editorial de, por ejemplo, el New Yorker, concuerda \ erbalmente con el plural (así, we are. "nosotros somos", no we am, "nosotros soy", pero en el reflexivo la singularidad subyacente se muestra a través de frases como as for ourself, "en cuanto a nos". Finalmente, como ya hemos señalado, los pronombres son a menudo empleados de modo no deíctíco; pero puede demostrarse que la variedad real de usos es mucho mavor de la que podamos imaginar (Watson, 1975; Sacks, 1976).

Además de los pronombres y de los predicados concordantes, la persona o el papel del participante están marcados de varias otras maneras. Como bien saben los antropólogos, los términos de parentesco y otros tipos de títulos o nombres propios aparecen a menudo en dos conjuntos totalmente diferentes, uno para el tratamiento (como los vocativos en el uso de la segunda persona) y

'.' el otro para el uso referencial (por ej. para referirse a individuos en el papel de tercera persona). Incluso cuando los lexemas son los mismos, pueden ser era-

• picados de manera muy diferente como tratamiento o. como referencia (véase -. por ej. Beck, 1972:290 et seq para el uso del tamil) o puede ocurrir que sólo un

. subeonjunto de los términos de referencia pueda emplearse para el trata-i. ' •' miento. Este último es el caso de los términos de parentesco ingleses - tanto

podemos decir Henry is my únele, "Henry es mi tío" como Henry is my cousin, fiV*"Henry es mi primo", pero solamente podemos decir Helio, Únele!, "¡Hola, §§'¡_tíor y no, al menos en inglés corriente moderno, Helio, Cousin!, "¡Hola,

primo!" Además, en algunas lenguas australianas existen hasta cuatro con-•j¡ti¿¿ juntos distintos de términos de parentesco primarios (opuestos a los términos

088

LA DEtXiS 63

suplementarios especiales): (a) un conjunto de términos vocativos, (b) un conjunto de términos que poseen un rasgo posesivo de primera persona implícito (es decir, significan 'el hermano de mi madre', etc.). (c) un conjunto de términos que poseen un rasgo posesivo de segunda persona (es decir, significan 'el hermano de tu madre', etc) y (d) un conjunto de términos que poseen rasgos posesivos de tercera persona (es decir, significan 'el hermano de la madre de ¿| o de ella', etc.). Algunas lenguas australianas posee/i incluso términos de parentesco 'triangulares' tales que un término X que denota un individuo x sólo puede emplearse si x es (por ejemplo) el padre del hablante y el abuelo del destinatario. Estos conjuntos supletivos de términos codifican por lo tanto rasgos deícticos de persona en términos que son esencialmente de referencia, no de tratamiento (véase Heath ex aL, 1982).

Losfvocativqs en general consituyen una interesante categoría gramatical, tampoco explorada del todo. Los vocativos son sintagmas nominales que se refieren al destinatario, pero que no están sintáctica o semánticamente incorporados como los argumentos de un predicado; más bien están separados prosódicamente del cuerpo de la-oración que puede acompañarlos, L¿s_vocativos pueden dividirse en-ápelaciODCS, ¿orno en (47) y,tratamientos.;Como en (48) (Zwicky. 1974): Ll ' ^

(47) Hey you, you just scratched my car with your frisbee. ETi, usted, acaba de rayarme el coche con su disco de plástico v -

(48.) The truth is, MADAM, nothing is as good nowadays. La XCIÁIÁJSEÑORA,\ es que hoy en dia nada es tan bueno (como antes)

La distinción es precisamente la misma que entre los usos gestuales y simbólicos, aplicada a este dominio. Las apelaciones aparecen naturalmente al principio del enunciado, de hecho inician la conversación (véase Schegloff, 1972a). pudiendo ser considerados como actos de habla independientes (véase el capítulo 5) por derecho propio. Los tratamientos son parentéticos y pueden aparecer en los tipos de posiciones que pueden ocupar otros parentéticos. No todas las formas de apelación pueden ser empleadas como tratamientos (por ejemplo, el hey, you de (47) no puede aparecer en el espacio ocupado por Madam en (48)), aunque es posible que todos los tratamientos puedan emplearse como apelaciones (Zwiclry, 1974: 791). Las formas vocativos de diferentes lenguas parecen ser muy idiosincráticas y complejas. Nótese que los saludos, despedidas y varias fórmulas 'rituales' (por ej. bless you, "Jesús" dicho después de un estornudo) pueden considerarse vocativos en su naturaleza.

Otro punto a tener en cuenta en relación a la deíxis de persona es que donde se pierde el contacto cara a cara, las lenguas refuerzan a menudo un modo distinto de, por ejemplo, autopresentación. Así, mientras que en un encuentro cara a cara yo puedo decir I'm loe Bloggs. "(Yo) soy Joe Bloggs", al teléfono debo decir This isJoe Bloggs, lit. "Este es Joe Bloggs" o Joe Bloggs is speaking, "Joe Bloggs (está) al habla" con concordancia verbal de tercera persona (pero véase Schegloff, 1979a); por contraste, en tamil tendríamos que decir por telé-

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64 PRAGMÁTICA

fono el equivalente deioe Bloggs am speaking, "Joe Bloggs (estoy) al habla", con concordancia verbal de primera persona.

En contusión, obsérvese que los dos papeles básicos de participante, el hablante y el destinatario, no son los únicos que pueden verse afectados por distinciones gramaticales. Varias lenguas (por cj. la lengua filipina sarnai) poseen demostrativos (que comentaremos más adelante) que especifican una situación cercana a otros participantes-en este caso las partes asistenies pero no hablan tes y las partes presentes pero no participantes. La lengua australiana dyirbal posee un vocabulario alternativo totalmente separado, empleado en presencia de parientes 'tabú', tanto si son o no participantes (Dixon, 1972: 32 el seq). Además en muchas lenguas es corriente (por ej. en alemán; Hymes, 1974: 56) que la madre le diga al padre, en presencia del pequeño Billie, algo asi como:

(49£ Can Billie have an ice-cream, Daddy?, ¿Puede Billie tomar un helado, papá?

adoptando el punto de vista, a efectos de selección vocativa, de la audiencia. En estas distinciones cobra importancia el hecho de no confundir, como ocurre frecuentemente en la bibliografía lingüística y filosófica, las categorías de destinatario y oyente. (A propósito, nótese que, como es frecuente en el análisis de la deíxis, estos diversos ejemplos implican la superposición de las organizaciones de las cinco categorías básicas de la deíxis: así los saludos generalmente conciernen a la deíxis^ temporal, de persona y de discurso; los demostrativos la de espacio y persona; los vocativos la deíxis de persona y la social, etcétera.)

Además riel hablante, destinatario y audiencia (la tercera persona es definible, por supuesto, en función de las dos primeras), deberíamos probablemente hacer más distinciones en la deíxis de persona. Sabemos que, de modo interactivo, a menudo se hacen distinciones entre oyentes casuales, participantes no ratificados versus participantes ratificados, distinguiéndose entre estos últimos los destinatarios y los participantes no destinatarios, etcétera (véase Goffman, 1976:260; Goodwin, 1979a, 1981). También, como ya hemos señalado, en ocasiones tenemos que distinguir el hablante de la fuente y el destinata-

.."rio del objetivo. Así si la azafata de vuelo anuncia

(50)' You are tofastenyour seat-belts now, lit. Ahora deben abrocharse los cin-rurones*

. e ' l a « el hablante o portavoz, pero no la fuente de las instrucciones; parece • q u e esto está codificado en el uso de la forma de infinitivo. En chinook, en ce-

• í'I'Ú'V- . r e m o n ' a s formales no tenían por qué estar necesariamente presentes ni la

j§ü£3£í¿' 8 .: [Esta construcción del inglés con infinitivo posee ciertas connotaciones de impersonalidad '.'.«•-«? roqueño se encuentran en la construcción castellana equivalente. Asi. lo que viene a decirla azafa-VT jv'T* ** ejemplo es maso menos lo siguiente: 'Se supone que todos ustedes van ahora a abrocharse

los cinturoncs'J

0 8 9

LA DElXIS 65

fuente (por cj. un jefe) ni el objetivo (por cj. los espíritus) (Hymes, 1974: 56). Con el tiempo es posible que encontremos muchas de estas distinciones reflejadas en las categorías gramaticales de una u otra lengua (véase Lcvinson, en prep.).

2.2.2 (beíxis de liemfic^) Tanlo~la-de(xis~de""nórhpo como la de lugar ofrecen una gran complejidad a

causa de la interacción entre las coordenadas deicticas y la conceptualización no deictica del tiempo y el espacio. Para comprender estos aspectos de la deíxis en profundidad es necesario en primer lugar poseer una buena comprensión de la organización semántica del espacio y del tiempo en general, pero estos temas quedan fuera del ámbito de este libro (véase sin embargo Leech, 1969; Fillmore, 1975; Lyons, 1977a: capítulo 15). Diremos brevemente, sin embargo, que las bases para los sistemas de cálculo y medición del tiempo en la mayoría de lenguas parecen ser loscidiosjiajuralesy_destacados del día y la noche, los meses lunares, las estaciones y los años. Dichas unidades pueden

"emplearse tanto como medidas, relativas a algún pun.tQ.dxt.interes fijo (incluyendo, principalmente, el centro deíctico) o calendáricamente para situar los eventos en un tiempó.'absolutq/relativo a algún ORÍGO absoluto, o al menos a alguna parte década ciclo natural designada como el principio de esc ciclo (Fillmore, 1975XLLa.deíxis de tiempo ¡nteractúa con estas unidades calendári-cas y no calcndáricasT4'

Como todos los aspectos de la deíxis, la deíxis de tiempo se refiere fundamentalmente al papel del participante. Así, a modo de primera aproximación (pero véase más abajo), nou>, "ahora" puede ser glosado como 'el tiempo en el que el hablante está produciendo el enunciado que contiene NOW'. Es importante distinguir el momento de la enunciación (o inscripción) o tiempo de codificación (o TC) del momento de la recepción o tiempo de recepción (o TR). Como ya hemos señalado, en la situación canónica de enunciación, con la asunción del centro deíctico no marcado, puede asumirse que el TRcs idéntico al TC (Lyons (1977a: 685) denomina esta asunción simultaneidad deictica). Las complicaciones surgen en el uso del tiempo verbal, los adverbios temporales y otros morfemas deícticos de tiempo siempre que se produce una desviación de esta asunción, por ej. al escribir una сапа, o cuando se graban previamente programas en los medios de comunicación. En este caso, debe tomarse una decisión acerca de si el centro deíctico permanecerá en el hablante y el TC, como en (51), o se proyectará en el destinatario y el TR como en (52) (Fillmore, 1975):

(51) a. This programme is being recorded today. Wednesday April lst, to be re-Iayed next Thursday, Este programa se está grabando hoy, miércoles 1 de abril, para ser retransmitido el próximo jueves b. I write this letter whíle chewing peyote. Escribo esta carta mientras mastico peyote

(52) a. This programme v/as recorded last Wednesday, April lst, to be relayed today. Este programa fue grabado el pasado miércoles 1 de abril, para ser retransmitido hoy

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66 • PRAGM/vTICA

"o. I wrote this letter while chewing peyote. Escribí esta carta mientras masticaba peyote

Las convenciones lingüísticas a menudo especifican el uso más adecuado en fv situaciones donde el TR no coincide con el TC. Por ejemplo, los 'tiempos epis-J tolares' del latín empleaban el pasado para los eventos que incluían el TC. el ;. .'-^—pluscuamperfecto para eventos anteriores al TC-en otras palabras, el centro

deictico se proyectaba en el futuro, el TR délos receptores (Lakoff, 1970: 347). Pero aquí no vamos a tratar estas cuestiones (véase Fillmore, 1975).

Existe cierto número de aspectos 'puros' de la deixis de tiempo, donde no hay ninguna interacción directa con los métodos de cálculo del tiempo no deícücos. Estos incluyen el tiempo verbal (que comentaremos más abajo) y los adverbios deícticos de tiempo como el inglés now, "ahora", then, "entonces", soon, "pronto, en seguida", recently, "recientemente", etcétera. La glosa que hemos hecho anteriormente para now puede mejorarse diciendo 'el período pragmáticamente dado que incluye el TC, donde este periodo puede ser el instante asociado con la producción del morfema mismo, como en el uso gestual en (53) o el quizá interminable periodo que se indica en (54):

(53) Pulí the trigger now.', ¡Aprieta el gatillo ahora'.

(54) l'm NOW working on a PhD, AHORA estoy trabajando en una tesis doctoral

Now contrasta con then, "entonces", y de hecho then puede glosarse como 'no ahora' pudiendo así emplearse tanto en pasado como en futuro. A veces se ha afirmado que then tiene un carácter necesariamente anafórico y que no posee un uso deictico gestual, pero algunos usos bastante complejos demuestran que esto no es así -considérese por ejemplo lo siguiente, dicho señalando a un modelo Chrevolet del 1962 (Nunberg. 1978: 33):

(55) I i/as just a kid then. Entonces yo era sólo ún niño

Como un primer paso para ver cómo interactúa la deixis de tiempo con las medidas culturales del tiempo de un modo absoluto o no deictico, considérense palabras tales como today, "hoy", lomorrow, "mañana" y yesterday, "ayer". Dichos términos presuponen una división del tiempo en períodos diurnos. Today se glosa entonces, aproximadamente, como 'el período diurno que incluye el TC, yesterday como 'el período diurno que precede al período diurno que incluye el TC, etcétera. Sin embargo, como señala Fillmore (1975), estos términos tienen dos tipos de referente: pueden referirse tanto a la totalidad del período, como en (56), o a un punto dentro del periodo pertinente, como en (57):

(56) TOTNORROW is Wednesday, Mañana es miércoles (57) Dermis hit Murphy wiüi a baseball bal yesterday, Dcnnis golpeó a Murphy

con un bate de béisbol ayer

Obsérvese que las palabras deícticas yesterday, today y lomorrow acaparan los modos calendáricos o absolutos de referirse a los días pertinentes. Así lo

non

LA DElXIS 67

•. te dicho en jueves, solamente puede referirse al jueves siguiente (o ^^'^lo 'ñn otro jueves más lejano), o si no el hablante debería haber dicho qui"¿a a i a «" J TI*!'?-'

I'll s e t vou on THURSDAY, Nos veremos el JIIEWS

Si se dice en miércoles ocurre lo mismo, debido al acaparador TOINONOW.^

I • lensuas difieren en el número de nombres deícticos de los días que po--. ¡n- lalengua amerindia chinantec posee cuatro días de este tipo a cada lado de'hov; el japonés denomina tres días hacia atrás a partir de hoy y dos hacia idelante; el hindi posee la misma palabra para ayer y para mañana (es decir, se closa como 'el día pertinente adyacente al día que incluye el TC), etcétera (Fillmore. 1975).

Cuando consideramos adverbios temporales complejos como last Monday\ "el lunes pasado", next year, "el año que viene" o this aftemoon, "esta tarde" surgen nuevos aspectos de la interacción entre el cálculo calendárico y la deixis "de tiempo. Estos adverbios consisten en un modificador deictico, this, "este", next, "el próximo, que viene", last, "el pasado", etc. junto con un nombre no deictico o palabra de medida. Ahora bien, la interpretación de estos adverbiales en inglés está sistemáticamente determinada por (a) los modos de cálculo calendárteos versus no calendáricos (específicamente deícticos) y (b) la distinción entre unidades con nombre común, como weeks, "semanas", months, "meses", years, "años", y las unidades con nombre propio como Mondas, "lunes", December, "diciembre" y quizá aftemoon, "tarde", que no pueden emplearse como medidas (Fillmore, 1975). Así this year, "este año", es ambiguo entre la unidad calendárica que va desde el 1 de enero hasta el 1 de enero y que incluye el TC,'°, y la medida de 365 días que empieza en el día que incluye el TC. En general, el "sintagma thisX, "este X", donde 'X' abarca los términos week, nionth, year, se referirá a la unidad X que incluye el TC y será ambigua entre las interpretaciones calendárica y no-calendárica. 1 1 De manera similar. next X, "el próximo X", se referirá a la unidad X que sigue a la unidad del mismo orden que incluye el TC, etcétera. Por el contrario, this Y, donde 'Y' es un nombre propio de una unidad incluida en un período calendárico más am-pl io Z, significará a menudo 'la unidad Y que está incluida en la unidad mayor Z que incluye el T C . Por lo tanto, this August, "este agosto", no significa nece-

• sanamente el mes en que estamos del mismo modo que this week significa ge-

9. Ouiza el carácter acaparador de las palabras deícticas puras es una tendencia general: son necesarias convenciones especiales para que sea apropiado que un hablante se refiera a sí mismo por su nombre, y resultaría extraño decir DO IL AL 10.36, 'Hazlo a las 10-36" en lugar de DO II NOW, "Hazlo ahora", cuando ahora son las 10 J ó . Hay excepciones, sin embargo, como los tratamientos empleados en vez de los pronombres de segunda persona, como en YONR HONOUR SHOULD DO AS HE YVISHES. "Su Señoría debería hacer lo que le plazca", concordando completamente con la tercera persona; también puede decirse HONDÓN en lugar de HERE, "aquí", si estamos en Londres. 10. Existen también otras posibilidades, debido a otros tipos de puntos calendáricos fijos, como por ej. el año fiscal, el año académico, etc. 11. Obsérvese que este uso de THIS esta tomado quizá del uso deictico de lugar para indicar proximidad, en este caso para indicar períodos cercanos o que incluyen el TC.

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68 PRAGMÁTICA

neralmente h semana en queestamos. This August significa más bien el agosto del año calendárico que incluye el TC; y this nioming. "esta mañana", significa la rrtañana de la unidad diurna que incluye el TC. Asi puedo decir this monting lanío durante la mañana como por la tarde v referirme: al mismo período; mientra» que en chinantec tengo que emplear un;i palabra diferente para referirme a la mañana en la mañana (es decir, cuando el período incltive el TC) de la que empleo para referirme a la mañana por la tarde (es decir, cuando el periodo a que me refiero excluye el TC. pero está dentro del mismo periodo diurno mayor que el TC -Fillmo're. 1975: 47).

Al aplicar next a los nombres calendáricos de los días surge una ambigüedad: next Thv.rsday, "el próximo jueves", puede referirse tanto al jueves de la semana siguiente a la semana que inluye el TC, o al primer jueves después del TC. Nótesej^ue en un viernes o un sábado ambos coincidirán: dada la regla de que today, "hay", y tomorrow, "mañana", acaparan los nombres calendáricos de los días, en miércoles y jueves, next Thursday puede significar solamente el jueves de la semana siguiente. De aquí se sigue que si se-empieza la semana en lunes, next Thursday es ambiguo solamente en lunes y martes (Fillmore, 1971b). Este ejemplo plantea acertadamente la cuestión de hasta qué punto una teoría lingüística general.tiene el compromiso de dar cuenta de la comprensión del lenguaje, puesto que aquí nos encontramos con una interacción compleja entre palabras deicticas (un problema claramente lingüístico), los sistemas de cálculo temporal de una cultura (un problema no tan claramente lingüístico) y el uso acaparador de las palabras deicticas (que queda en algún lugar entre los dos). En el programa para la pragmática más amplio que revisamos en el primer capítulo, a saber, que la pragmática debería proporcionar (en relación al resto de la teoría Imcüistica) una explicación completa de la comprensión del lenguaje, este tipo de inferencias deberían ser totalmente explicadas.

Finalmente, nos referiremos brevemente al tiempo gramatical, aunque las complejidades de este tema quedan fuera del ámbito de este libro. En aquellas lenguas que lo exhiben de manera inequívoca, el tiempo verbal es uno de los factores principales que aseguran que casi todas las oraciones al ser enun- • ciadas estén deícticamente ancladas a un contexto de enunciación. 1 2 La confusión acerca de si algunas oraciones como las siguientes son atemporales o eternas se deriva en pane de un profundo equívoco en el término 'tiempo

gramatical .

(59) . . Two and lwo ¡s four. Dos más dos son cuatro (60) Iguanas eat anís. Las ¡guanas comen hormigas

12. Pero alguna* lenguas requieren otras formas de anclaje deictico en todas las oraciones. Así. la lengua india norteamericana kwakwala requiere que prácticamente cada sintagma nomina) esté codificado como visible o no visible al hablante {Anderson y Keenan. en prensa, siguiendo a Boas), mientras que algunas lenguas del sudeste asiático como el coreano y el japonés refuerzan la codjlicaoón át la delxis social y otras lenguas la codificación de la delxis del discurso (en lorma de lema de' discurso) en casi cada oración

091

LA OElXIS 69

Vamos a distinguir, siguiendo a Lyons (1977a: 682). Ja categoría semántica o teórica del tiempo, que podríamos llamar tiempo metalingüistico o tiempo-M para abreviar, dé las inflexiones verbales que una gramática tradicional de una lengua determinada podría llamarlos tiempos de una lengua, y que nosotros llamáronos tiempos-L. Al tiempo-M puede dársele una interpretación puramente deictica y estrictamente temporal, peto la cuestión de hasta que punto los tiempos-L pueden tratarse de la misma manera es una cuestión empírica. Entonces podríamos decir que (59) y (60) tienen tiempo-L, pero no tiempo-M, y son no deícticos (aunque podrían ser no deícticos de otras maneras; véase Lyons, 1977a: 680). Ahora bien, se pueden investigar las propiedades de los sistemas de tiempo-M independientemente de su realización parcial e imperfecta en los sistemas de tiempo-L, como se hace en la lógica temporal (véanse Rcichenbach, 1947; Prior, 1968). Es obvio, sin embargo, que si el tiempo-M y el tiempo-L se apartan mucho uno del otro, el tiempo-M será de muy poca utilidad para el análisis del lenguaje. En un sistema de tiempo-M podemos distinguir fácilmente el pasado (eventos concluidos antes del TC). del presente (eventos cuyo período incluye el TC) y del futuro (eventos que suceden después del TC); podemos además distinguir puntos de periodos (Lyons. 1977a: 683); y también podernos hacer primeras aproximaciones a tiempos complejos como el .pluscuamperfecto? que representa eventos anteriores a otros eventos, los cualérson ellos mismos anteriores al TC (Rcichenbach, 1947: 288 etseg; véase también Allwood, Andersson y Dahl, 1977: 121 et sea). Así (61) será verdadero, a este respecto, sólo en el caso de que haya algún tiempo referencial (por ejemplo, otro evento) anterior al TC tal que en ese tiempo referencial (62) haya sido verdadero (mientras que (62) es a su vez verdadero solamente en el caso de que (63) sea verdad en algún punto anterior ai TC de (62)):

(61) John hadseen Mary. John habiavisto a Mary (62) John saw Mary, John vio a Mary (63) John sees Mary, John ve a Mary

Pero estos tiempos-M no se corresponden tan sencillamente con los tiempos-L, ya que éstos casi siempre codifican rasgos adicionales aspectuales y modales (véanse Comrie, 1976a; Lyons, 1977a: 703 er seq, 809 tí sea). Por ejemplo, es probable que los tiempos-L de futuro contengan invariablemente un elemento modal y, además, los correlatos más parecidos de los tiempos-L en el tiempo-M se encuentran en la distinción entre pasado y no pasado (Lyons, 1977a: 678). Cualquier teórico que afirme que, por ejemplo, el presente-L y el futuro-L del inglés coinciden con el presente-M y el futuro-M, encontrará catálogos de casos raros en en Huddleston, 1969; Lakoff, 1970; Lyons, 1977a: 809 etseqy las fuentes que citan. No obstante, parece que un sistema de liem -po-M deictico puro forma parte integrante, junto con nociones aspectuales, modales y otras, de la mayoría de sistemas de tiempo-L. Es claro que los conceptos del tiempo-M necesarios para una descripción lingüistica diferirán según la lengua de que se trate. Así, en la lengua peruana amahuacan, existe

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70 PRAGMÁTICA

un afijo de tiempo-L (llamémoslo "T") que significa cosas diferentes en momentos diferentes del día: John kicked -T Bill, "John dio una patada a Bill" dicho por la tarde significa 'John dio una patada a Bill por la mañana', pero dicho por la mañana significa 'John dio una patada a Bill ayer'. En otras palabras. 'T* parece significar que el evento descrito tuvo lugar en la unidad mayor del periodo diurno que precede a la unidad que contiene el TC, tanto si interviene la noche o no. (Para éste y otros elementos 'exóticos' de la deíxis de tiempo, véase Fillmore, 1975).

En ocasiones se ha afirmado que existen lenguas sin verdaderos tiempos, como por ejemplo el chino o el yoruba; esto es correcto en el sentido de que puede que estas lenguas no posean liempos-L marcados morfológicamente en el verbo, ni en ningún otro lugar de manera sistemática (Comrie, J976a: 82 tí seq; Lyons, 1977a: 678-9). Pero podemos asumir con seguridad que no existe ninguna lengua donde no se realice parte del sistema de tiempo-M en los adverbios de tiefnpo o algún otro lugar, por no hablar de la asunción implícita del presente-Ai si no se da ninguna otra especificación TXyons, 1977a: 686).

Finalmente; debemos mencionar que la deíxis de tiempo es pertinente por lo que respecta a varios otros elementos deicticos de una lengua. Así los saludos están generalmente restringidos al tiempo, de manera que

(64) Goooi m o m i n g . Buenos d ías

solamente puede emplearse por la mañana, etcétera. Curiosamente, mientras que (64) sólo puede emplearse como saludo (al menos en ingles británico), (65) solamente puede ser empleado como despedida:

(65) Good night. Buenas n o c h e s 1 1

de manera que nos encontramos con una interacción entre la deíxis de tiempo y la del discurso.

223 Deíxis'de lugar

. La deíxis de lugar o de espacio concierne a la especificación de la situaciones relativas a los puntos de anclaje en el evento de habla. La importancia de las especificaciones situacionales en general puede apreciarse a partir del hecho de que parecen existir dos maneras básicas de referirse a los objetos —describiéndolos o nombrándolos por un lado y situándolos por el otro (Lyons. 1977a: 648). Ahora bien, las situaciones pueden especificarse en relación a otros objetos o a puntos de referencia fijos, como en:

(66) The station is two hundred yards from ihe cathedral. La estación está a doscientas yardas de la catedral

13. [En inglés existen DOS EXPRESIONES, GOOD NIGHT y GOOD EVMTNG. que significan ambas "buenas noches". La diferencia entre ellas estriba en que GOOD RVENING se emplea como saludo y GOOD NIGHT como despedida.)

LA OELXJS 71

/¿7) Kabul lies at latitude 34 degrees. longitude 70 degrees. Kabul está situado a 34 grados de latitud y 70 de longitud

Alternativamente, pueden especificarse deícticamente en relación a la situación de los participantes en el tiempo de hablar (TC). como en

I0$) Ii's two hundred yards away, Eslá a doscientas yardas de aquí (69) Kabul is tbur hundred miles West of here, Kabul está a cuatrocientas mi

llas al oeste de aqui

En cada caso es probable que tengan que emplearse unidades de medida o descripciones de dirección y situación; en ese caso la deíxis de tiempo interac-túa de maneras complejas con la organización no deíctica del espacio (véase Leech, 1969; Fillmore, 1975: 16-28; Lyons, 1977a: 69 e/scq y referencias allí).

Existen, sin embargo, algunas palabras puras deícticas de lugar, especialmente en inglés los adverbios here, "aquí" y there, "ahí, allí", y los pronombres demostrativos this, "esto/e/a" y that, "eso/e/a, aquel/aquello/a". El uso simbólico de here, como en (70), puede glosarse como 'la unidad de espacio pragmáticamente dada que incluye la situación del hablante en el T C .

(70) Tm writing to say I'm having a marvcllous time here. Escribo para decir que me io estoy pasando maravillosamente bien aqui

El uso gestual debe glosarse de manera un poco diferente, como 'el espacio dado pragmáticamente, próximo a la situación del hablante en el TC, que ind u r e el punto o situación indicado gestualmente'. Obsérvese que no podemos erradicar el modificador 'pragmáticamente dado' en estas definiciones: una enunciación de (71) puede tener implicaciones de precisión bastante diferentes si nos dirigimos a un operario de una grúa que si nos dirigimos a un colega cirujano.

(71) Place it here, Póngalo aqui

De nuevo nos encontramos con la interacción entre el 'conocimiento enciclopédico'y el conocimiento lingüístico, que conjuntamente determinan la situación exacta en cuestión. Éste es otro punto en que las interpretaciones filosóficas de los indéxicos no nos ofrecen ninguna ayuda. La proposición escogida por la enunciación de (71), igual que ocurría con el referente de next Thursday, "el jueves que viene", depende de complejas interacciones entre factores deicticos y no deicticos.

Los adverbios here, "aquí" y there, "ahí, allí", son considerados a menudo como simples constrastes de una dimensión próximo / distante que se extiende a partir de la situación del hablante, como en:

(77) riríiiB ¡lint here oml l»Vc this tlwre. Truc r.w> ara y Ilrva r.vf.i n//f

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72 PRAGMÀTICA

Pero esto es así sólo en algunas ocasiones, porque auunoiie there significa básicamente 'distante desde la situación del hablante en el TC. también puede emplearse para significar 'próximo al destinatario en el TR'. Asi, en usos no anafóricos,

(73) How are things there?, ¿Cómo van las cosas por ahí?

. no significa habilualmente 'cómo van las cosas en algún lugar lejos del hablante', sino más bien 'cómo van las cosas donde está el destinatario'. El uso gestual de there favorece la primera interpretación, el uso simbólico la segunda. Hay también por supuesto usos anafóricos de there (cfr. (40) anteriormente), y esto explica por qué no hay necesariamente ninguna anomalía pragmática en:

(74) We're ihere, Estamos allí

donde theie se refiere al lugar que hemos mencionado previamente como nuestro objetivo (Fillmore, 1979b: 226).M

Los pronombres demostrativos están organizados quizá de forma más clara "en una dimensión próximo-disiante, donde this puede significar 'el objeto en un área pragmáticamente dada cercana a la situación del hablante en el T C y that 'el objeto fuera del área pragmáticamente dada cercana a la situación del hablante en el T C (Lyons (1977a: 647) sugiere las glosas derivadas 'lo de aquí' y 'lo de allí', respectivamente). £ero a q U ¡ ] o s hechos se complican por el cambio de thata this para demostrar empatia y de r/irsa that para mostrar distancia emocional (Lyons (1977a: 677) llama a esto deíxis empatética; véase Fillmore, I97)b: 227 y R. Lakoff, 1974 para las complejidades del uso inglés). También existe una neutralización sistemática de la dimensión próximo-distante cuando no es especialmente pertinente, de manera que, buscando una aguja del número 9 en un alfiletero, tanto puedo decir:

(75) This is it!, ¡Es ésta*.

(76) That's it!, ¡Ésa es!

Algunas lenguas poseen demostrativos con tres o cuatro distinciones en la dimensión próximo-distante, de manera que, por ejemplo, la lengua del noroeste americano tlingit posee demostrativos glosables como 'éste de aquí mismo', 'éste de aquí cerca', 'aquél de allí' y 'aquél en aquella dirección', mientras que el malgache posee seis constrastes en la misma dimensión (Frei, 1944: 115; Anderson y Keenan, en prensa). Sin embargo, debe irse con cuida-

14. También podemos enunciar (74) aunque el referente de there no se haya mencionado, sino que este pragmáticamente dado. Lyons (l 977a: 672) destaca el hecho de que las referencias ana-foricas no requieren de hecbo ser mencionadas anteriormente: es suficiente el hecho de que, p a n los participantes, el referente destaque en la situación, y que por lo tanto en el dominio def discurso destaque el conjunto de referentes acerca de los que se habla. Retomaremos la relación entre el dominio del discurso y la anáfora en la sección 2.2.4.

LA DEÍXIS 73

do al analizar lenguas que no nos son familiares, ya que con frecuencia los demostrativos están organizados con respecto a los contrastes entre los papeles de los participantes más que con respecto a simplemente ía distancia en circuios concéntricos a partir de un centro deictico fijo (Ja situación del habíanle o TC). Asi en latín, y de igual modo en turco,hic(el tuteo bu) significa 'cercano al hablante', iste (el turco su) significa 'cercano al destinatario', e ¡lie (el turco o) significa 'lejano con respecto al hablante y al destinatario' 1 s (Lyons. I % $ : 278-9; cfr. Anderson y Keenan. en prensa). De manera similar, en la lengua filipina samal, tenemos una cuádruple distinción basada en cuatro tipos de papel del participante:"(i) cerca del hablante, (ii) cerca del destinatario, (iii) cerca de la audiencia (otros miembros del grupo conversacional), (iv) cerca de las personas presentes pero fuera del grupo conversacional que consiste en el hablante, el o los destinatarios y la audiencia. Este sistema (en concreto un cambio desde el demostrativo que codifica (ij) o (iii) al que codifica (iv)) proporciona buenos recursos para desatender a la gente exluyéndola de modo manifiesto, por medio de los demostrativos, de la conversación (Fillmore, 1975: 43). De modo que hay sistemas de demostrativos que no se organizan principalmente, o no solamente, alrededor de la situación del hablante. También hay sistemas (por ej. en lenguas australianas y de N'ueva Guinea) que distinguen las tres dimensiones del espacio y poseen demostrativos que se glosan como 'lo que se halla por encima del hablante', 'lo que se halla por debajo del hablante', 'lo que está al mismo nivel que el hablante' además de distinguir la distancia relativa a partir de los participantes (véase por ej. Dixon, 1972: 262 el seq acerca de la lengua dyrbal). Algunos sistemas combinan parámetros deicticos adicionales 'exóticos' como 'rio arriba/rio abajo a partir del hablante' o 'visible/no visible al hablante' hasta producir enormes series (de hasta treinta o más elementos) de términos demostrativos (véase Anderson y Keenan, ert prensa).

Los determinantes demostrativos se combinan con términos no deicticos que atañen a la organización espacial para producir complejas descripciones deicticas de situación. La organización conceptual del espacio no deictica incluye todas aquellas distinciones entre superficies, espacios, recintos, recipientes, etcétera y entre partes delanteras, traseras, partes superiores, lados, etc. de los objetos, por no hablar de anchuras, longitudes, alturas, etc. Así:

(77) • • This side of the box. Este lado de la caja

puede significar 'la superficie de la caja que puede denominarse un lado que está más cerca de la situación del hablante en el TC', pero:

(78) This side of the tree. Este lado del árbol

significa sencillamente 'el área del árbol visible desde el punto donde se halla el hablante en el TC (o el espacio entre ese área y aquel punto)'. La diferencia

15. (Obsérvese que en castellano eselesa/eso puede tener en algunos casos cierto matiz despectivo, como en No me gusta ese tipo *U ahí.}

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74 PRAGMÁTICA

entre las glosas para (77) y (78) depende claramente del hecho de que las cajas, mas no los ¿rboles, poseen lados intrínsecos ( la diferencia se hace incluso más clara con un objeto como un coche, que posee una orientación intrínseca de manera que el fondo sigue siendo su fondo incluso cuando el vehículo está del revés y su parte delantera sigue siendo su parte delantera incluso cuando va marcha a t n i S ) . La diferencia entre (77) y (78) no es la misma dificultad con que nos encontramos antes en la ambigüedad de:

(79) The cat ¡s behind the car. El gato está detrás del coche

donde behind puede usarse tanto deicticamente (es decir, el coche se interpone entre el gato y la situación del hablante) como de manera no deíctica (es decir, él gato está en la parte trasera intrínseca del coche). Pero en última instancia el origen de la dificultad es el mismo: algunos objetos poseen orientaciones intrínsecas, con partes delanteras, lados, etc., permitiendo tanto l a selección deíctica de un plano orientado como una referencia no deictica a éste.

• Como resultado de esto la ambigüedad deíctico/no deíctico es muy corriente, confundiendo a los receptores con expresiones como:

(80) Bob is the man to the left of Mark.Bob es el hombre a la izquierda de Mark

donde Bob puede hallarse tanto a la propia izquierda de Mark (no deictica) o a la izquierda a partir del punto de vista del hablante (deíctica).

Como ya se ha observado, existen conexiones bastante estrechas entre los determinantes deícticos, los pronombres de tercera persona y el artículo definido (Lyons, 1968: 279,1977a: 646 el seq; Hawkins, 1978). Las t r e s categorías son definidas, siendo quizá la definibilidad una noción esencialmente deíctica. Lyons sugiere que thisx, "este x" retiene un elemento pronominal, además de contener un elemento adverbial similar a here, "aquí". Bajo este análisis, thex, "el x" ciñere de this x, "este x" y thatx, "ese/ aquel x" solamente en el hecho de que thisx está marcado como'+ próximo', thatx está marcado como '— próximo' y the x no está marcado con respecto a la proximidad, es decir, es un término deicticamente neutro (Lyons, 1977a: 653-4).

Finalmente, consideremos algunos verbos de movimiento que tienen elementos deícticos incorporados. El inglés come, "venir" versus go, "ir" distingue de algún modo entre la dirección de movimiento relativa a los participantes en el evento de habla (en la exposición de esta cuestión seguimos a Fillmore, 1966, 1975: 50 et seq). Como una primera aproximación podríamos ' señalar que

(81) He s coming, (Él) viene

parece glosarse como 'él se está moviendo hacia la situación del hablante en el TC', mientras que.

(82) He's going. (Él) va

LA DEiXJS 75

se glosa como 'él se está moviendo alejándose de la situación del hablante e n e | TC'. La glosa sugerida para come podría ser de hecho más o menos correcta para el castellano v e n i r o el japonés kuru, pero no puede dar cuenta de usos ingleses como:

(S3) I'm coming, (lit. Ya vengo). Ya voy

va que esto no puede significar 'el hablante se está moviendo hacia la situación del hablante', sino que más bien significa 'el hablante se está moviendo hacia la situación del destinatario en el TC. (Este uso podría haber surgido diacrónicamente a partir de un cambio deíctico cortés hacia el punto de vista del destinatario.) En japonés jy en castellano! diriamos el equivalente de / go. "ya voy". Teniendo esto en cuenta, podríamos sugerir que el inglés come se glosa como 'movimiento hacia la situación del hablante o hacia la situación del destinatario, en el TC. Sin embargo esto tampoco va bien del todo -uno puede decir:

(84) VVhen I'm in the office, you can come lo see me, Cuando estoy en la oficina puedes venir a verme

donde come se glosa como 'movimiento hacia la situación del hablante al mismo tiempo que algún otro evento que se especifica' (llamaremos este tiempo tiempo de referencia). Este uso es todavía deíctico en última instancia, ya que alude al papel del participante, pero no es directamente deíctico de lugar (ya que no hay anclaje ninguno a la situación del evento de habla presente). En la narración, en ocasiones prescindimos incluso de este último vestigio de contenido deíctico, usando come de manera relativa a las situaciones de los protagonistas más que de los participantes, pero nosotros vamos a ignorar este uso no deíctico. Nuestra tercera aproximación a una glosa para come es por lo tanto: 'movimiento hacia la situación del hablante, o la situación del oyente, tanto en el TC como en el tiempo de referencia'.

Nuestro análisis es sin embargo todavía incompleto, ya que existe un uso deíctico de come que se basa no en la situación actual de los participantes sino en su situación normativa o residencia base. De aquí la posibilidad de decir, cuando ni el hablante ni el destinatario están en casa:

(85) I cameover several times to visil you, bul you were never ¡here. Vine varias veces a visitarte, pero tú nunca estabas alit

Por lo tanto debemos añadir otra cláusula a nuestra glosa, a saber: 'o movimiento hacia la residencia base que en el TC mantienen el hablante o el destinatario'. Pueden hacerse observaciones similares para go y también para verbos como bring. "traer" y take, "llevar" (véase Fillmore, 1975: 50 el seq).

Cierto número de lenguas amerindias codifican la referencia a la residencia base de un modo más sistemático. Así en chinantec puede escogerse entre cuatro expresiones si se quiere decir 'Pedro fue a X', dependiendo de los siguien-

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76 PRAGMÁTICA

tes criterios: (i) una forma verbal se emplea si el hablante H está en X en el TC y X es la residencia íwtse de H; (¡i) otra se emplea si H está en X. pero X no es la residencia base de El: (iii) uncí tercera se emplea si H nu está en X, perro X es la residencia base de ! (: (i\ )la cumia se emplea si ti no está en x y X no es la residencia ba;c de H (1/illrijore. 197Ib: 16).

Si el hablante estit en movimicntosurgen nuevas complcjidaclcsen la deí.Nis de lugar -siendo posible entonces emplear términos temporales con el fin de referirnos a situaciones deícticas, como en:

(86) I llrst hearü thai ominous rnttle ten miles ago, Oi-por vez primera osle inquietante repiqueteo hace diez millas There 's a LOIKÍ fas I luotl j'.'im ¡usl ir» minute.' (rom hert. Hay un buen esta-blccimicii.o de comida rápida a diez minutos de aquí

Aquí surge la cuestión de cuál de las dos deíxis - la de tiempo o la de lugares más básica. Lyons (1977a: 669) se inclina a pensar que, puesto que términos deícticos de tiempo como this y thai pueden emplearse en un sentido temporal (especialmente parí: referirse a las partes más próximas y distantes del desarrollo de \in discurso), la deíxis de lugar es más fundamental que la deíxis de tiempo. Este punto de vista es favorable al localismo, la teoría que trata de reducir las expresiones no espaciales a expresiones espaciales (Lyons, 1977a: 718 et sea). Pero con los mismos usos (86) y (86) podemos invertir el argumento, y en general cada dominio (espacio y tiempo) da pie a metáforas acerca del 3tro (véase el capítulo 3 más adelante). Además de esto, las situaciones delcti-;as siempre deben especificarse con respecto a la situación de un participante ;n el tiempo de codificación, es decir, la deíxis de lugar siempre incorpora un -•lememo oculto de deíxis de tiempo, mientras que lo recíproco no es cierto.

12A Dtíxis del discurso' " ¡Y--, I«.««(;'

La deíxis del discurso, o del texto, concierne al aso de expresiones en un munciado para referirnos a alguna porción del discurso que contenga ese inundado (incluyendo al mismo enunciado). También podemos incluir en la leixis del discurso otras vías con que un enunciado señala su relación con el exto circundante, por ej.V la palabra anyway, "de todos modos" al principio de ín enunciado parece indicar que el enunciado que lo contiene no alude al dis-:urso inmediatamente precedente sino a uno o más tramos más atrás. (Estas eñales son deicticas porque poseen la relatividad distintiva de la referencia, stando ancladas a la situación en el discurso del enunciado en cuestión.) Las micas explicaciones detalladas sobre este área de la deíxis las encontramos le nuevo en Fillmore, 1975 y Lyons, 1977a: 667 et seq. Puesto que el discurso e desarrolla en el tiempo, parece natural que se utilicen palabras deícticas de iempo para referirs<; a porciones del discurso; así, análogamente a last week. la semanapasada" y nert Thursday, "el próximo jueves", tenemos irt the last •aragraph',"en el último "párrafo" y in the next Chapter, "en el próximo capítu-J.-Pero también «uti l izamos términos deícticos de Itifl.tr. en especial los de-

LA DElXIS 77

mostrativos this y that. Asi. this puede emplearse para referirse a una porción venidera del discurso, como en (SS;, y that a una porción precedente, como en (5^):

• u,») I bel yiv.i ha i en ' i hevril .'i>"y. Apuesto a q;n- nunca ha« niito o.r CMÍ.MV

(,sy I Thai w as ih-.- f u m i i o l Mwry 1 Ve cvci heíit tí. É.sv fue t i chiste mas divertido que he yulo nunca

Es probable que- sut ja aquí una considerable confusión si no distinguimos inmediatamente entre la deíxis del discurso y la anáfora. Como ya señalamos, («i anáfora Concierne al uso de (generalmente) un pronombre para referirnos al^ismo'referente.a.qiie se refería algún término anterior, como en:

(90) llarry'i a sweeJLhearl; 'ic'- so considérate, lit. Ilarry es un encanlo: i¿¡) es tan considerado—

donde Harry y he. "él" pueden considerarse corrcferencialcs, es decir, que es-' cogen el mismo referente. La anáfora puede utilizarse, por supuesto, dentro de una misma oración, entré oraciones diferentes y entre diferentes turnos al hablaren un diálogo. Las expresiones deícticas u otras expresiones de referencia definida se emplean a menudo para introducir un referente y los pronombres anafóricos-se emplean para referirse a la misma entidad posteriormente. Es importante recordar, sin embargo, que los usos deíctico y anafórico no son mutuamente exclusivos, como se dijo en relación con el ejemplo (40) anterior. No obstante, la distinción es en principio bastante clara: donde un pronom-

. bre se refiere a una expresión lingüística (o a un trozo del discurso) en sí mismos, pertenece a la deíxis del discurso; donde un pronombre se refiere a la misma entidad a la que se refiere una expresión lingüistica anterior, es anafórico. De aquí se sigue que existe una estrecha, aunque bastante inexplorada, relación entre la deíxis del discurso y la mención o citaj asi, en el ejemplo siguiente (de Lyons, 1977a: 667):

(91) A: Thal's a rhinoceros. Eso es un rinoceronte B: Spell it for me. Deleiréame/o

// se refiere no al referente, a la bestia en sí misma, sino a la palabra rhinoceros". Én este caso, it no substituye a rhinoceros sino más Sien áTiha mención de éste. Además, la propiedad de reflexividad de muestra, como en el uso siguiente de this. es solamente un caso especial de deixis del discurso intra-oracional:

(92) This senlence is not true. Esta oración no es verdadera

jFillmore (1971b: 240) espera que una teoría de la deíxis del.discurso resuelva las conocidas paradojas asociadas a oraciones como (92) (si es falsa, es verdadera; y si es verdadera, es falsa), y de hecho asociadas a la reflexividad de muestra en general.

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78 PRAGMÁTICA

La muy considerable cantidad de trabajos acerca de la pronominalización ha planteado cierto número de significativos problemas para la distinción entre la anáfora y la deíxis del discurso (véase Lyons. 1977b; Lyons. 1977a: 662 et seq para una revisión de ello: para los trabajos recientes, véase por ej.

. Hcny y Schnelle, 1979). En primer Jugar, hay los denominados pronombres de pereza (Geach, 1962: 125 el seq), como en la conocida oración de Karttunen (véase Lyons, 1977a: 673 et seq):

(93) The man who gave his paycheck to his wife was wiscr [han the man who gave it lo his misiress. El hombre que entregaba su paga a su esposa era más sensato que el hombre que la entregaba a su amante

donde it no es correferencial con respecto a his paycheck, "su paga (de él)" sino que se refiere a lo que se habría referido una repetición de ese SN (es decir, a la paga del hombre que se la entregó'a su amante) si hubiera aparecido en Jugar de it. Se podría decir que en este caso el pronombre logra referirse mediante una referencia deíctica del discurso a un SN anterior. En segundo lugar, en un intercambio como el siguiente (de Lyohs,1977a: 668):

(94) A: Tve never seen him. Nunca lo he visto B: That'% a lie, Eso es una mentira

no parece que el pronombre that sea anafórico (a no ser que se diga que se refiere a la misma entidad a la que se refiere la enunciación de A, es decir, a una proposición o a un valor veritativo); no acaba de parecer tampoco perteneciente a la deíxis del discurso (no se refiere a la oración sino, quizás, a la declaración hecha al enunciar esa oración.) Más bien parece que este uso quede entre los dos: Lyons (1977a: 670) denomina tales usos deíxis textual impura. En tercer lugar, Lyons señala que si se considera la anáfora como una referencia a entidades que ya están establecidas en el dominio del discurso, entonces es corriente que al referirnos a ellas en la referencia ^anafórica utilicemos el orden en que fueron introducidas por el mismo discurso. Por ejemplo, la traducción turca de (95) podría glosarse como (96), donde el demostrativo de proximidad se refiere anafóricamente al primer referente introducido y el de- • mostrativo de distancia al segundo:

(95). John and Mary carne into the room: he was laughing but she was crying, John y Mary entraron en la habitación: él reía pero ella lloraba

{96) John and Mary carne into the room: this was laughing, but that was crying, h't. John y Mary entraron en la habitación: este reía pero aquélla lloraba'*

16. [Obsérvese que en castellano diríamos lo siguiente: "John y Mary entraron en Ja habitación: aquil reía pero esta lloraba"; es decir, en turco el demostrativo de proximidad se refiere anafóri- *• camente ai primer referente introducido y el de distancia ai segundo, mientras que en castellano, al menos en este caso, el demostrativo dé proximidad se refiere al último referente introducido (que es el que de hecho se encuentra mas cerca del pumo del discurso en que nos hallamos al hacer dicha referencia). Por lo tanto, no siempre sucede que el principal criterio para utilizar uno u otro demostrativo »e« e) de) orden de introducción en el discurso.)

096

LA DEÍXIS 79

En ese caso, existen buenos argumentos para considerar que la anáfora descansa en última instancia en nociones deícticas (Lyons, 1977a: 671). Tal conclusión repercutiría notablemente en las preocupaciones filosóficas acerca de [a naturaleza deictica de la referencia a las que aludimos en la sección 2.1.

Volviendo a cuestiones más concretas de la deíxis del discurso, existen muchas palabras y expresiones en inglés, y sin duda en la mayoría ele lenguas, que indican la relación entre un enunciado y el discurso anterior. Como ejemplos tenemos los usos al inicio de un enunciado de palabras como bul. "pero", therefore. "por lo tamo",//» conclusión, "en conclusión", totSiecontrary, "al contrario". 5'iV/, "sin embargo, con todo", however, "sin embargo", unyway. "de todos modos", well. "bien, bueno", besides, "además", actually, "de hecho", al! ir. r.ll. "considerándolo todo", so. "así, por lo tanto", after all, "después dé lodo", etcétera. En general se admite que estas palabras poseen al menos un componente del significado que se resiste a un tratamiento veritativo (Grice, 1975; Wilson, 1975; Levinson, 1979b). Lo que parece que hacen es indicar, a menudo de maneras muy complejas, cómo el enunciado que las contiene es-una respuesta a, o una continuación de, alguna porción del discurso anterior. Estamos a la espera de estudios concretos sobre estos términos, pero en el siguiente capítulo vamos a esbozar un tipo de enfoque bajo la rúbrica de implica tura convencional, indicaremos otro tipo en el capitulo 6 cuando comentemos los usos conversacionales de well, "bien, bueno" (véase Owen, 1981) y puede encontrarse un tercer tipo en Smith y Wilson (1979: 180), elaborado en Brock-way(1981).

Algunas lenguas poseen también morfemas que marcan nociones tan claramente discursivas como la línea de la historia principal. Por ejemplo, en la lengua amerindia cubeo, los protagonistas principales de una historia y sus acciones están marcados con una partícula de un modo tan sistemático que al extraer solamente aquellas oraciones que contienen dicha partícula se obtiene un resumen conciso y fiel (véase Longacre, 1976a para muchos de estos casos en ésta y otras lenguas amerindias; y Anderson y Keenan, en prensa, acerca de la categoría denominada cuarta persona en ¡as lenguas algonqui-nas, que realmente es una categoría perteneciente a la deíxis del discurso).

También es conocido el hecho de que algunas lenguas como el japonés y el tagalo poseen marcadores temáticos distintos de los marcadores de caso. De este modo la oración japonesa

(97) • ano-hon-wa John-ga kat-ta Ese libro-Jema que compró John-su/'efo

significa aproximadamente 'por lo que se refiere a ese libro (o. hablando de ese libro), John lo compró", donde iva marca el tema y ga el sujeto gramatical (cuando el tema y el sujeto son idénticos, solamente se utiliza i v a ; Gundel, 1977: 17). En algunas lenguas la codificación gramatical del tema es tan preeminente que no está claro que la noción de sujeto tenga el mismo valor que en el análisis de, por ejemplo, las lenguas indoeuropeas (Li y Thompson. 1976). Gran parte de la discusión de estos marcadores temáticos se ha centrado en la

Page 97: Antología de pragmática

SO PRAGMÀTICA

organización de la información dcntro.de la oración en información dada (o tema) versus nueva (o comentario acerca del lema-véase Gundel. 1977 para una revisión de ello). Pero está claro que una de las funciones más importantes de la lema!ización es relaciotuir el enunciado marcado con un lema especifico que. ha surgido enel discurso previo, es decir, realiza una función deiclica del discurso.

Parece que esta misma función se realiza en inglés y en otras lenguas cuyo orden de palabras es relativamente fijo, mediante cambios en dicho orden. Así. las oraciones desplazadas hacia la izquierda (Ross, 1967) como las siguientes parece que marcan, el tema de la oración mediante un movimiento hacíala posición inicial: 1 '

(98) Thuí bloust*. it's siniplv slunning. Esa blusa, es sencillamente imponente (99) Vera, is she coming down then?, lil. ¿Vera, va a bajar, entonces?

Los estudios sobre el uso real parecen mostrar que les elementos que se colocan en esta posición se corresponden realmente con el tema del discurso, o con 'acerca' de qué están hablando los participantes, aunque no siempre de maneras tan ¡¿imples (Duranti y Ochs, 1979). Las cuestiones que rodean la distinción entre tema y comentario han sido hasta este momento bastante mal comprendidas y en la discusión se ha creado cierta confusión a causa de un caos terminológico (véase Gundel, 1977; Lyons, 1977a; 500 et seq), aunque la cuestión tiene claramente una importancia considerable para la teoría pragmática.

Las observaciones de esta sección no hacen más que apuntar un campo del que una buena teoría de la deíxis del discurso debería dar cuenta. El ámbito, como se ha indicado, puede ser bastante amplio, abarcando desde los límites de la anáfora a cuestiones de estructuras tema/comentario.^

2.2.5 Deíxis social-La deíxis social atañe a "aquellos aspectos de las oraciones que reflejan o

establecen o están determinados por ciertas realidades de la situación social en que tiene lugar el acto de habla" (Fillmore. 1975: 76). Fillmore, por desgracia, procede entonces a diluir el concepto de deíxis social incluyendo, por ejemplo, gran parte de la teoría de los actos de habla (véase el capitulo 5). Aquí restringiremos el término a aquellos aspectos de la estructura del lenguaje que codifican las identidades sociales de los participantes (mejor dicho, los titulares de los papeles de participante) o la relación social entre ellos, o entre uno de ellos y personas y entidades a que se refieren. Naturalmente, hay muchos aspectos del uso del lenguaje que dependen de estas relaciones (véase por ej, Brovvn y Levinson, 1978, 1979), pero estos usos son pertinentes en el

17. Ross propuso el desplazamiento hacia la izquierda como una transformación, pero este análisis ofrece serios problemas, y parece mejor tratar estos sintagmas temáticos como SN a posicio-nales, no muy diferentes de los vocativos, aunque se ha teorizado muy poco acerca del manejo de la sintaxis y la semántica de ésios (véase Gundel. 1977:46 el sal). 18. |Un ejemplo mas propio del castellano puede serel siguiente: A MARÍA, ¿LE%ITSTAN LAS FIESTAS^,

Vi) 0, èM-^^^

097

LA DElXIS 81 7

lema d e la deíxis social Sólo cuando están grama.ticali/.ados~.Cons_i¡tiiyen_ob-v i o s ejemplos de e s t a s g r a m a t icirl izaciones Iosiprunoml\ijes_lcorjeses)\ferIIUJ"-l á s de tratamiento; p e r o existen muchas o i r a s I nat t i 1 es I a c i oí i es d e la deíxissocial (véase Brüw'n y Levinson. I"78: I§3-"2. 2t>! -5: Levinson. 1977, 1979b).

Hay dos tipos básicos ele información social mente deiticu q u e parecen estar codificados en todas l a s lenguas d e l mundo: i-eja_ti.va_y «bjoj.ula. La variedad reljLÜya esjajnásjmpyxtaxa y l a s relaciones lipicvinienlc expresadas las siguientes:

(i) hablante y referente (por e j . . los honoríficos de referente)

(¡i) hablante y destinatario (por e j . . los honoríficos de destinatario) (iii) hablante y testigos (por e j . , los honoríficos de leslitíos o de audiencia) (iv) hablante y a m b i e n t e (por e j . , los niveles de fo rma l idad )

Podemos hablar de honoríficos cuando la relación en (i)-(iii) concierne al rango o respeto relativos, pero hay muchas otras clases de relación que pueden estar gramaticalizadas, por ej., las relaciones de parentesco, las relaciones totémicas, la pertenencia a un clan, etc., las que tengan validez en el sistema social en cuestión. Los tres primeros tipos de honoríficos fueron claramente distinguidos por Comrie (1976b), quien señaló que las descripciones tradicionales han confundido a menudo (i) y (ii): la distinción consiste en que en (i) el respeto sólo puede transmitirse.aludiendó al 'objetivp)del respeto, mientras que en (ii) puede transmitirse sin referirse necesariamente al ob-í. jetivo. Así, la familiar distinción entre tu y vous en los pronombres singulares de tratamiento (a los que denominaremos, siguiendo a Brown y Gilman. (1960), pronombres T/V) es realmente un sistema de honoríficos de referente^ ' donde el referente coincide con el destinatario. Por contraste, en muchas len- ' 1

guas (de manera notable en las lenguas del sudeste asiático, incluyendo el coreano, el japonés y el javanés) es posible decir una oración como 'La sopa está caliente' y, mediante la elección de una forma lingüística alternativa (por ej. para 'sopa") codificar respeto hacia el destinatario sin referirse a él, en cuyo caso tenemos un sistema de honoríficos de destinatario. En general, en estas lenguas es casi imposible decir algo que no esté sociolingüísticamen te marcado como adecuado solamente para ciertos tipos de destinatarios. En la práctica, sin embargo, los elaborados 'niveles del habla' de las lenguas del sudeste asiático son complejas amalgamas de honoríficos de referente y de destinatario (véase Geertz. 1960 y Comrie, 1976b respecto al javanés; Kuno, J 973 y Ha-rada, 1976, acerca del japonés).

El tercer tipo de información relacional, entre el hablante y las personas presentes, está más raramente codificada en los honoríficos de testigo. (El término testigo aquí representa un término que abarca a los participantes en el papel de audiencia y a los oyentes casuales no participantes.) Los ejemplos de ello incluyen el vocabulario alternativo del dyirbal, al que nos referimos más arriba, empleado en presencia de parientes tabú (véase también Haviland, 1979, acerca del gitugu yimidhirr) y en ciertas características.de las lenguas

( • ' '

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82 PRAGMÁTICA

del Pacífico, como algunos aspectos dé los 'honoríficos reales' en ponapeano (Garvín y Reisenberg. 1952: 203).

A estos fres tipos de información relaciona! podríamos añadir un cuarto, a saber, la relación entre el hablante (y quizá otros participantes) y el ambiente (o actividad social). Aunque la mayoría de lenguas se usan de modo diferente en ambientes formales, en algunas de ellas la distinción formal/informal está firmemente eramaticalizada, como por ejemplo en japonés por el denominado estilo ¡fias y en tamil por un variante diglósica elevada (véase más adelante). Obsérvese que mientras los pnrS^¿r"tres ti pos; d c información son estrictamente r e j a ^ o s ^ l ^ ^ r o j J e i c t i c o ^ e n este caso concreto la posjción social ícjjiablajite, la formalidad la vemos más qui/á como una relación entre todos los papeles del participante y la situación (pero véase lrvine, J979; J .M. Atkin-son, 1982).'»

El otro tipo principal de información socialmente deftica que suele codificarse es absoluta más que relativa. Existen, por ejemplo, formas reservadas para ciertos hablantesTeB"cuyo"cáso podríamos hablar (siguiendo a Fillmore, 1975) de hablantes autorizados. Por ejemplo, en la lengua tai el morfema khráb es una partícula cortes que solamente puede ser utilizada por hablantes masculinos; la forma correspondiente reservada a los hablantes femeninos es khá (Haas, 1964). Análogamente, existe una forma del pronombre de primera persona específicamente reservado para el uso del Emperador japonés (Fillmore, 1971b: 6). También existe en muchas lenguas formas reservadas para los receptores autorizados, incluyendo restricciones en la mayor parte de fórmulas de tratamiento (Your Honour, "Su Señoría", Mr. Presiden!, "Sr. Presidente", etc.); en el túnica había pronombres que diferían no solamente según el sexo del referente, sino también según el sexo del destinatario, de manera que habla, por ejemplo, dos palabras para 'ellos-as', dependiendo de si se estaba hablando con un hombre o con una mujer (Haas. ibid.).

Ahora que hemos revisado los principales tipos de información deíctico-social gramaticalizada en diferentes lenguas, vamos a considerar dónde se codifican tales distinciones en los sistemas gramaticales. Nótese que soló el primer tipo de información relativa, es decir, el situado en el eje hablante-referente, impone limitaciones intrínsecas en los modos en que puede ser codificada dicha información - a saber, en expresiones de referencia y concordancias morfológicas con éstas. Por buenas razones de tipo sociológico, encontramos tales honoríficos de referente para los actores, sus grupos sociales, sus acriones y sus pertenencias (véase por ej. Geertz, 1960 y Horne, 1974: xxi acerca del javanés). Quizá podemos encontrar pálidos reflejos de estas últimas en los términos 'elevados' del inglés como residence,

t a diferencia podría ser mis aparente que real; es muy posible que existan sistemas de ho-noríGcos que codifiquen las relaciones entre el destinatario y el referente, y hay también los términos de parentesco 'triangulares' australianos mencionados en la sección 22.}; por lo Unto, el papel del espectador no tiene tampoco por qué ser siempre tan central con respecto a los tres primeros tipos de defxis social.

99

i DElXIS Si

"residencia" (por 'casa'), diñe, ' cenar ' 2 0 (por 'comer' o ' tomar una comida'). ladv, "señora, dama" (por 'mujer'), sieed, "corcel" (por 'caballo'), etcétera. Las opresiones que se refieren al destinatario, sin embaruiV son especialmente propensas a codificar ¡as relaciones entre habíanle y referente, debidu sin duda al control directo por parte del destinatario de la actitud del habíanle hacia él o ella. De aquí la distribución en todo el mundo y e n lenguas y culturas S ' n relación alguna de la distinción T/V e n los pronombres de la sesjunchi persona del singular (Hcad. 1978; Levinson, 1978; para la sociulintuíMica. véase Brown y Gilman, 1 9 6 0 y Lamben y Tucker, 1976) . El hecho de que la forma del pronombre cortés Vse tome a menudo prestada de los pronombres de sesurida persona del plural, o la tercera persona del singular o plural, in troduce complejidades considerables en los sistemas de concordancia (Co-nirie, 1975; Corbelt. 1976; Levinson, 1979b). En las lenguas que poseen honoríficos, la concordancia honorífica puede convertirse entonces en un intrincado aspecto de la morfología, que no puede siempre tratarse formalmente sin aludir a los valores socialmente deicticos de morfemas particulares. Estos son algunos de los más importantes y más ignorados ejemplos de la interacción directa entre la pragmática y la sintaxis. Finalmente, obsérvese que las fórmulas de tratamiento y todas las formas vocati vas parecen estar invariablemente marcadas por la relación entre hablante y referente: no existe tal cosa, parece, como apelaciones o tratamientos socialmente neutros (véase Zwicky. 1974: 795 acerca del inglés).

Los otros tipos de información socialmente deíctica, sin embargo, pueden codificarse en cualquier lugar del sistema lingüístico. Los honoríficos de destinatario (incluyendo los deshonoríficos y los marcadores de intimidad), por ejemplo, aparecen en alternantes léxicos o formas supletivas (por ej. en javanés; Geertz, 1960), en la morfología (por ej. en japonés: Harada, 1976), en partículas o afijos (por ej. en tamil; Levinson, 1979b). en la fonología segmental (porej.en vasco; Corum, 1975:96), en la prosodia (por ej. en el falsete honorífico del tzeltal; Brown y Levinson, 1978: 272) y en muchos casos en una mezcla de ellos (porej.en javanés, japonés, madures, coreano). Análogamente, los honoríficos hacia las personas presentes están codificados en dyirbal y en guugu yimidhirr por un vocabulario totalmente distinto, como ya señalamos (Dixon. 1972: 32 et s e q ; Hayiland, 1979) y en otras lenguas por ciertas partículas y la morfología. Los niveles de formalidad están codificados morfológicamente en japonés, pero en tamil están codificados por diferencias en todos los niveles de la gramática, incluyendo la fonología, la morfología, la sintaxis y el léxico. Los casos como este último son generalmente denominados variantes diglósicas (Ferguson, 1964), aunque no todo lo que se denomina de este modo posee las estrictas reglas de co-ocurrencia que distinguen los diferentes niveles o las restricciones en el uso que posee el tamil formal. Algunos de estos niveles están restringidos al medio, oral o escrito, pero el tamil formal se em-

20. \DHTNER, "cena", es la comida principal del día en Inglaterra y otros países de cultura anglosajona, siendo por lo tanto la m i s adecuada para eventos formales y celebraciones. Tamo es así que la comida principal de los domingos, que tiene lugar al mediodía, cambia su nombre habitual [LUNCH, "almuerzo") por el de DINRTER. De ahí que DIN*, "cenar", stía un 'término elevadu'.l

Page 99: Antología de pragmática

t

tATICA

pl& tan!» al escribir como para dirigirse formalmente a alguien o hacer dis-cursWr

Puede ser que al lingüista interesado en delimitar el ámbito de una teoría lingüística global le preocupe que la descripción de la deíxis social se confunda simplemente con la sociolingüística y que por este motivo quiera excluir totalmente ¿1 estudio de la deíxis social de las descripciones formales del lenguaje. Esto.sería desafortunado. En primer lugar, como se observó en la sección 1 2, puede trazarse una frontera entre las cuestiones deicticas y otras cuestiones sociolingüísticas más amplias, ya que la deíxis social concierne a la gramaticalización, o codificación en la estructura del lenguaje, de información social, mientras que la sociolingüística también se ocupa, y quizá principalmente, de cuestiones del uso del lenguaje. A pesar del hecho de que ciertos enfoques parecen aunar el significado y el uso de los elementos pertenecientes a la deíxis social (véase por ej. Ervin-Tripp, 1972), la posibilidad de usos irónicos regulares de, por ejemplo, los honoríficos hacia los niños, aboga por la existencia de significados anteriores y bien establecidos independientes de las reglas del uso. La deíxis social concierne así al significado y a la gramática (por ej., los problemas de la concordancia honorífica) de ciertas expresiones lingüisticas, mientras que la sociolingüística se ocupa también, interalia, de cómoise'emplean realmente estos elementos en contextos sociales concretos clasificados según los parámetros del sistema social en cuestión (Levinson, 1979b). De esc modo, la deíxis social puede restringirse sistemáticamente al estudio de hechos que se encuentran claramente dentro del ámbito de los estudios estructurales de los sistemas lingüísticos, dejando el estudio del uso a otro dominio. .

Otra razón por la que los gramáticos no deberían ignorar la deíxis social es que, aunque no es obvio que el estudio del inglés tuviera que pagar las consecuencias de tal olvido, no hay casi ninguna oración de, por ejemplo, el japonés,' el javanés o el coreano que pueda ser adecuadamente descrita desde un punto de vista estrictamente lingüístico sin un análisis de la deíxis social. El abandono de esta cuestión en su totalidad es debido sin duda simplemente a la desproporcionada cantidad de trabajos lingüísticos recientes que se han hecho acerca del inglés o de lenguas estrechamente relacionadas con éste.

..'i./ 23 Conclusiones .. , ; ...... Esté capítulo ha sido dedicado en su mayor parte, primero, a la presenta-

V:'; ción de algunas distinciones analíticas útiles y segundo, a una revisión de al-' gunas de las numerosas complejidades de la deíxis en lenguas familiares y no

• tan familiares. La falta de discusión teórica refleja el estado actual de nuestra • comprensión del asunto: tenemos, por un lado, solamente los bastante sim-

v pies enfoques filosóficos de los indéxicos (que abarcan sólo algunos aspectos v. de la defxis de persona, de tiempo y de lugar) y, por el otro lado, una masa de

. ' complicados hechos lingüísticos, que gracias a los trabajos de Fillmore y Lyons en espacial han sido ordenados de un modo preliminar.

$$í$ñ* Nos queda, sin embargo, una cuestión muy importante: la de si el estudió -/ ^e la deíxis pertenece a la semántica o a la pragmática. Sin embargo, incluso I

u DEÍXIS 85

si los lingüistas se pusieran todos de acuerdo en cómo debería trazarse los limites entre la pragmática y la semántica, no habría una respuesta sencilla a estajJreguhiá. J^oritagyè (1974) sostenía que el estudio de cualquier lengua que contuviera indéxicos era, eo ipso, pragmática. Pero esto tiene la conse-" cúénciá.'cdmó ya señalamos, de qué las lenguas naturales poseerían solamente una sintaxis y una pragmática, y ninguna semántica. Asi que si la distinción entre semántica y pragmática tiene que servir de algo, podemos tratar de trasladar el estudio de los indéxicos a la semántica y, puesto que al menos algunos aspectos de la deíxis influyen en las condiciones veritativas, podemos esperar que este cambio coincida con la decisión de restringir la semántica a los aspectos veritativos del significado.

Sin embargo nos sentiríamos defraudados, porque hay aspectos de la deíxis que claramente no dependen de dichas condiciones. Lajrqntera entre semántica y pragmática atravesaría entonces lo que es, desdeel puntó devístá adoptado en.la sección 2.2, un campo lingüístico unificado. Pero si procedemos a trazar la línea, ¿por dónde pasará exactamente? Como vimos en la sección 2.1, no podemos determinar las condiciones veritativas de las oraciones que contengan indéxicos sin aludir a la función deíctica de los indéxicos; pero si dejamos que las condiciones veritativas se relativicen según los hablantes, destinatarios, tiempos, lugares, objetos indicados, etc., entonces da la impresión de que muchos aspectos de la deíxis pueden tener cabida dentro de una semántica veritativa. Sin embargo, en esta versión de la semántica veritativa sólo se puede asignar las proposiciones que expresan a enunciados en un contexto, no a las oraciones. Sin esta maniobra, las tentativas actuales de definir la noción de consecuencia lógica más o menos directamente sobre fragmentos del lenguaje natural (como iniciadas por Montague en 1974) no tendrían mucho sentido como programa semántico general.

Existen, sin embargo, muchos obstáculos para la inclusión de la deixis en la semántica por el simple medio de proporcionar una lista de índices o puntos de referencia contextúales a partir de los cuales se establecen las condiciones veritativas. Por ejemplo, no se ha intentado tratar las distinciones entre ges-tual, no gestual, y los varios usos no deícticos de las palabras deicticas. Para los usos gestuales parece que necesitamos no sólo una lista de coordenadas abastractas, sino un control completo de las propiedades físicas del evento de habla. Por ejemplo, sería insuficiente tener sólo un índice deíctico para el momento de enunciación; sin embargo, la cantidad de índices temporales que necesitamos parece que depende del enunciado en sí mismo:

(100) Don't shoot now, but now, now and now!. ¡No disparéis ahora, sino ahora, ahora y ahora!

Así que debe reconocerse la posibilidad de una lista indefinidamente larga de índices o coordenadas necesarios. Como respuesta a esto, Cresswell (1973: 111 et sea) proporciona mediante una maniobra técnica una formulación que evita el tener que especificar por adelantado los índices necesarios. Pero esto apenas resuelve el problema de saber cómo obtener los índices pertinentes justo cuando los necesitamos. Otro problema es que enunciados como

Page 100: Antología de pragmática

La cortesía verbal

te en signo icónico de la mitigación de fuerza asertiva. A propósito de esta relación entre estructura sintáctica e información icónica, es interesante citar a Lakoff y Johnson (1980, 129):

If the meaning of form A affects the meaning of form B, then the

CLOSER form A is to form B, the STRONGER will be the EFFECT of the

meaning of A on the meaning of B [...]. There is a rule in English,

sometimes called negative transportation, which has the effect of

placing the negative further away from the predicate it logically

negates; for example, Mary doesn 't think he'll leave until tomorrow.

Here n't logically negates leave rather than think. This sentence has

roughly the same meaning as Mary thinks he won't leave until

tomorrow, except that in the first sentence, where the negative is FUR

THER AWAY from leave, it has a weaker negative force. In the second

sentence, where the negative is CLOSER, the force of the negative is

STRONGER.

[Si el significado de una forma_A afecta al significado de una

forma B, cuanto MÁS CERCA esté la forma A de la forma B, MÁS FUERTE

será el EFECTO del significado de A en el significado de B [...]. Hay una

regla en inglés, llamada a veces traslado de la negación, que tiene el

efecto de colocar la negación más lejos del predicado que niega

lógicamente; por ejemplo, 'María no cree que (él) se marche hasta

mañana' . Aquí no lógicamente niega se marche antes que cree. Esta

oración tiene más o menos el mismo significado que 'María cree que

(él) no se marchará hasta mañana', excepto que en la primera oración,

donde la negación está MÁS LEJOS de se marche, tiene una fuerza

negativa MÁS DÉBIL. En la segunda oración, donde la negación está

MÁS CERCA, la fuerza de la negación es MAYOR.]

En español hay que resaltar que la diferencia pragmática referida por Lakoff y Johnson se refleja formalmente no sólo por distancia sintáctica, sino también por diferencia modal. Para puntualizar, la distinción entre (59) y (60) demuestra claramente que la aparición de la negación en la cláusula matriz requiere el uso del subjuntivo en la de complemento, mientras que la variante fuerte de la aserción requiere el uso del indicativo.

3*&d¡£i£j /-¡&¿r¿d, Llredes

Actos de habla no corteses 1.(10 ^

La conclusión que sacamos es que el español es una lengua en la que la atenuación asertiva que hemos estudiado se expresa por un doble código formal: distancia sintáctica y selección modal.

Para terminar, hay que llamar la atención sobre una clase de expresiones cognitivas que desempeñan una función pragmática equivalente a la de los predicados doxásticos que acabamos de examinar. Se trata de fórmulas estereotipadas como en mi opinión, si no me engaño y puede que me equivoque, pero..., que reflejan en mayor o menor grado la máxima: critícate a ti mismo antes de que pueda hacerlo tu interlocutor. Son estrategias apropiadas-para comunicar cortesía posi-~ tiva; es decir, el hablante que las usa adopta una actitud modesta hacia el oyente, dándole a entender que no se hace incondicionalmente responsable de la verdad de la proposición aseverada. De este modo se ofrece al oyente la oportunidad de dar una opinión divergente sin correr el riesgo de perjudicar su relación social con el hablante. Lo estereotipado de estas fórmulas puede inferirse de su forma notoriamente fosilizada. Así, por ejemplo, si no me engaño no admite sustitución por *en el caso de que no me engañe, a pesar de la afinidad semántica de los conectivos hipotéticos en el contexto dado. Un rasgo formal típico, lógicamente explicable, es la referencia obligada al hablante mismo: en MI opinión, si no ME engaño, puede ser que ME equivoque, pero...

Vale la pena señalar que junto a en mi opinión hallamos también eh mi modesta opinión. Considerando el sentido intrínseco de modesto, nos inclinaríamos a creer que la expresión se usa como variante mitigadora de en mi opinión. Sin embargo, su empleo evoca conven-cionalmente una interpretación irónica, de modo que, en vez de producir un efecto mitigador, sirve de recurso reforzador.

8.1.2.2.2. Estrategias deicticas <^f-—-

Queda por investigar la segunda categoría de las manipulaciones

del valor veritativo de la proposición, que es la que se compone de dos clases de estrategias deicticas. Para valorar su función pragma-

CORTESÍA. — 9

Page 101: Antología de pragmática

130 La cortesía verbal

lingüistica es indispensable tomar como punto de arranque el llamado concepto de centro..deíctico. Para caracterizarla, véase la cita siguiente:

The three types of deixis according to Fillmore (...] —person (e.g., you, me), place (e.g., here, there), and time (e.g., now, later)— are all oriented to the speaker's point of reference, which constitutes the deictic center. In discussing deixis Rauh [...] points out that the center of orientation of the utterances, based on the speaker's point of view, may be shifted in different ways to convey certain meanings (Koike, 1989, 191).

[Según Fillmore [...], los tres tipos de deixis —persona (p. ej., tú, yo), lugar (p. ej., aquí, allí) y tiempo (p. ej., ahora, después)— están orientados todos hacia el punto de referencia del hablante, que constituye el centro deíctico. Al analizar el concepto de deixis, Rauh [...] pone de relieve que el centro de orientación de las locuciones lin-

i güísticas, basado en el punto desvista del hablante, puede moverse en Warias direcciones para comunicar significados diferentes.]

Como sugieren los ejemplos entre paréntesis, la categoría de deixis de persona se divide en dos subcategorías fundamentales, la fuente locutiva, o sea, el ¿abijante, por una parte, y el objeto locutiyo. o sea, el oyente, por otra. En el párrafo siguiente veremos que las dos categorías pueden ser manipuladas para proporcionar determinados efec-tos de mitigación,.

La segunda categoría del centro deíctico relevante para el presente análisis es la de la deixis temporal; a ésta se dedica el párrafo 8.1.2.2.2.2.

8.1.2.2.2.1. La coordenada de persona del centro deíctico

Como introducción al concepto de la deixis de persona remitimos

al párrafo 2 ^ 2 . , donde llamamos la atención sobre dos recursos re-

ferenciales para mitigar la fuerza ilocutiva del acto de habla. Es

pecíficamente, mediante los ejemplos (14)-(16) y (17)-(18) hemos

analizado los efectos perlocutivos de la referencia de la primera per-

101« Actos de habla no corteses 131

sona dej. plural y de la referencia implícita. En lo que sigue, enfo

caremos las estrategias referenciales dentro del marco del centro

deíctico.

Comenzando con la referejir.ia. po-especifica, advertimos que esta

categoría se manifiesta de distintas formas en español: además de la

pa^a_§ia,ager4te-explícito, ilustrada por (17), pueden utilizarse para

fines atenuadores: e\ pronombre pspudorrsflexivo «se», la segunda,

persona del singular del verbo y la primera persona_del plural del

verbo. Por su carácter no específico, las tres categorías pueden servir

para silenciar la identidad-de los participantes en la interacción verbal

aserd^y^Estaestratggia deíctica puede denominarse apropiadamente

(0s^cal¿ací¿^lí En Haverkate (1984, 83-84), la desfocalización se de

fine como una táctica de distanciamiento manejada por el hablante

para reducir o minimizar su propio papel o el del oyente en lo des

crito.

Centrémonos primero en el uso del pronombre pseudorreflexivo,

tomando como punto de partida el ejemplo siguiente:

61) Se puede demostrar fácilmente que esta teoría no está bien

fundada.

(61) muestra que la construcción pseudorreflexiva es un medio

eficaz para desdibujar los límites-deja 7;ona deíctica del hablante. Esto

'quiere decir que, bajo la interpretación que aquí nos interesa, el ha

blante establece un distanciamiento respecto al contenido de la. pro

posición para evitar dar la impresión de que quiere imponer su

opinión al oyente; aprovechando el carácter no específico de.se. puede

formular un punto de vista divergente sin correr el riesgo de perju

dicar su relación con el interlocutor.

De ejemplos como los siguientes puede derivarse evidencia em

pírica de que la construcción pseudorreflexiva encierra una referencia

pojencial al hablante:

Page 102: Antología de pragmática

132 La cortesía verbal

62) Por lo menos enynícaso •se^deja de pensar asi y yo pienso que seguiré haciendo novelas como las que he hecho hasta ahora (Sturniolo, 1982, 63).

63) Nunca se está segura de nada (Carrasco, 1978,217).

En el último ejemplo, la concordancia de género del predicado nominal refleja formalmente la participación del hablante (femenino) en lo referido. En (62) alternan dentro del mismo contexto sintáctico dos clases de referencia al hablante: la no específica del pronombre pseudorreflexivo y la específica de los pronombres posesivo y personal, respectivamente.

Como hemos visto en el análisis del ejemplo (61), la índole des-focalizadora de la referencia pseudorreflexiva causa una extensión de

i la zona deíctica del hablante hasta el punto de que los límites de la I misma se hacen confusos. De este modo, el empleo del pronombre

pseudorreflexivo contribuye a sugerir que lo que se asevera no corres-j ponde a un punto de vista personal del hablante, sino a una verdad / generalmente aceptada o reconocida. La generalización, desde luego,

tiene como fin aumentar la fuerza persuasiva de la aserción. Además de contextos argumentativos como el ilustrado por (61),

hay otros en los que se aplica la depfpqaJisac-iÓTi como estrategia para atenuar la fuerza de actos de habla que amenazan la imagen positiva del oyente. A esta categoría pertenecen en particular los reproches y las censuras. Considérese:

64) En la reunión de ayer ^decidió que no te has adaptado bien a nuestro equipo.

65) Por eso^e)nota que no has considerado una solución verdaderamente eficaz.

La interpretación que nos interesa aquí es que en los dos casos el hablante intenta borrar los perfiles de la zona que ocupa en el centro deíctico para silenciar información referencial específica. La aplicación de esta estrategia se explica porque las aserciones en cuestión amenazan la imagen positiva del interlocutor, por su contenido pro

ceros de habla no corteses 1 0 2 133

posicional desfavorable. Concretamente, (64) expresa una referencia desfocalizadora a un conjunto de personas que incluye al hablante y excluye, lógicamente, al oyente. Esta interpretación nos lleva a concluir que, aunque la aserción carezca de referencia específica al hablante, es muy posible que éste haya tomado parte esencial en la decisión referida. En otras palabras, la construcción pseudorreflexiva/ es un iristrurnento referencial que ofrece al hablante la oportunidad de» fingir que no es responsable de lo descrito. La misma interpretación vale para (65), con la única diferencia de que el pronombre pseudorreflexivo no desfocaliza más que la,identidad del hablante.

Veamos otro caso:

debería prestar atención a advertencias tan serias.

Es evidente que en este ejemplo la elección del pronombre pseudorreflexivo tiene como fin mitigar la fuerza del reproche, contribuyendo a proteger la imagen positiva del oyente. Evitando referirse abiertamente al interlocutor, el hablante de (66) deja de identificarlo como alguien que ha actuado de un modo inapropiado.

Una comparación entre (61) y (66) muestra que el proceso de desfocalizáción opera en dos niveles referenciales, ya que puede acabar tanto en la despersonalización de la identidad del hablante como en la del oyente.

Contrastemos, para finalizar, los ejemplos (61) y (66) con sus variantes no desfocalizadas:

61a) (Yo) puedo demostrar fácilmente que esta teoría no está bien fundada.

66a) (Tú) deberías prestar atención a advertencias tan serias.

Es fácil ver que en estos casos el hablante no intenta atenuar la fuerza del acto de habla; (61a) enfoca explícitamente el papel del hablante en lo descrito, mientras que (66a) enfoca el papel del oyente.

Los resultados de los análisis efectuados ponen de manifiesto que la construcción pseudorreflexiva se presta perfectamente para desdi-

Page 103: Antología de pragmática

3 134 La cortesía verbal

bujar, por motivos de mitigación, los límites de las zonas ocupadas por los interlocutores en el centro deíctico. Su efecto perlocutivo desfocaliza la identidad del hablante u oyente, como se vio en los ejem-

¡3 píos (61)-(65), por una parte, y (66), por otra.

A continuación, sigue un análisis del usodesfocalizador de la se-

3 £S | gundajjersona del singular dejyerbo. Aunque el interlocutor sea la

persona formalmente referida, los gramáticos, en general, opinan que

el hablante es quien ocupa la posición central en la zona deíctica ac-

tualizada. Considérese: «El llamado TÚ impersonal es muchas veces}

en realidad una variante del YO» (Bob^sNaves, 1971, 33).

3 Sin embargo, tendremos ocasión de ver que esta visión es dema

siado restringida, puesto que se trata de una estrategia referencial típi

camente generalizadora, por lo que, en principio, sirve para desfoca

lizar la identidad de cualquier persona. Este punto ha sido advertido

por LktrgmMal&míiAo de Guevara (1977, 113) 5:

3

3

3

3

3 Vos a la plaza, estás toda la mañana a la cola, y no logras nada~\

puede escucharse en una conversación, sin que el hablante se refiera a I un tú sino a una persona cualquiera y determinadamente ninguna.

3 Desde un punto de vista psicológico, podríamos afirmar que el

3 carácter desfocalizador de la referencia de la segunda persona del singular del verbo refleja- él educto de un proceso de interacción -• internalizada en la que el homo cogitans se divide en dos intei-

3 5 Para el uso desfocalizador del tu francés, véase la siguiente observación:

3 The utterances we are concerned with are generalizations involving an indefinite person, and they all have the effect of locating this person in a

3 potentially repeatable activity or context. Anyone's experience may constitute the basis for generalization, though most often it is the speaker's (Laberge y

3 Sankoff, 1979,428). [Las locuciones que estamos considerando son generalizaciones basadas

3 en la referencia a una persona indefinida; todas surten el efecto de asociar a esta persona con una actividad o contexto potencialmente repetible. La experiencia de cualquier persona puede constituir la base para la generalización, aunque en la mayoría de los casos se trata de la experiencia del hablante.]

3

if)3

locutores, un hablante y un oyente, dialogando corijigojnismo. En

' efecto, tropezamos con locuciones concretas que parecen justificar tal

hipótesis. Obsérvese, por ejemplo, la aportación del locutor B a la si

guiente pareja adyacente de una entrevista periodística, que revela un

cambio formal de la primera a la segunda persona del singular dentro

de un rnismo contexto sintáctico:

67) A: ¿Qué piensa usted sobre la instalación de nuevas armas nu

cleares en Europa?

B: Lo que me pregunto es si, como líder político, puedes asumir la

responsabilidad de tales proyectos.

Al analizar el componente social del intercambio verbal, hallamos que los hablantes que explotan la potencia desfocalizadora de la segunda persona del singular intentan crear o mantener una relación de ^lifjfjrHad con sus mtftrinniitnres, lo cual, en el plano gramatical, se refleja en la actualización de la forma de tratamiento familiar 6.

Como ya hemos sugerido, el tipo de desfocalización que estamos considerando admite una orientación desde varias perspectivas. Aunque formalmente se enfoca la perspectiva del oyente, el hablante puede expresar una generalización basada en una experiencia individual. Como ilustración, el siguiente ejemplo:

68) Si trabajas hasta muy entrada la noche, no puedes dormir bien, j

De acuerdo con la interpretación que interesa aquí, (68) es la

observación de un hablante que toma su experiencia personal como

punto de referencia implícita para sugerir que se trada_d£uujia_expe-

ripnrj^qnpraLrnmprtirla pn r torio el mundo, y, en consecuencia^

también por el oyente. La estrategia sirve a tres finalidades distintas.

6 El papel central del factor «solidaridad» ha sido señalado también por Bohes-Na-, ves (1971, 33), Cosje_vJRedondo (1965, 213) y Llórente, Maldonado (1977, 114) Nótese, sin embargo, que el pronombre de tratamiento cortés usted se usa a veces pan producir el mismo efecto desfocalizador que la segunda persona del singular. El si guíente ejemplo está tomado de Kárde (1943): ¡Con estos cam^tosjkJSBPSÍñiUiah Por el día tiene usted calor, por la nochejxio.

Actos de habla no corteses 135

Page 104: Antología de pragmática

136 La cortesia verbal

Primero, al presentar su propia experiencia como problema general, el

hablante puede evitar que se le dirija una crítica personal; hace, pues,

un intento de proteger su imagen positiva. En segundo lugar, el carác

ter genérico de la aserción se presta para entablar una conversación

obie^a^brejrrir^ojbjem^ Fi

nalmente, por el empleo de la segunda persona del singular —forma

de tratamiento familiar— el hablante manifiesta el tipo de cortesía po

sitiva que hemos denominado in-group solidarity (solidaridad de

grupo).

Del análisis anterior se deduce que la referencia desfocalizadora| de la segunda persona del singular es incompatible con el uso del pronombre sujeto tú, porque la coaparición de los dos tipos de referencia crearía una contradicción entre la desfocalización manifestada por la desinencia del verbo y la focalización expresada por el pronombre personal.

Además, conviene subrayar que la estrategia desfocalizadora puede manipularse adecuadamente para apartar la atención del oyente de una situación desfavorable provocada por el hablante. Para precisar, lo que queda implicado por el carácter no específico de la referencia desfocalizadora es que el oyente habría podido provocar la misma situación. Así, por ejemplo, una persona, al chocar con otra en una escalera, puede justificar su comportamiento diciendo:

69) Está tan oscuro aquí que no ves prácticamente nada.]

La interpretación generalizadora de este ejemplo salta a la vista si lo comparamos con (69a), que contiene una referencia específica al oyente:

69a) Está tan oscuro aquí que (tú) no ves prácticamente nada.

Huelga decir que (69a) sería una locución pragmáticamente mal formada si se emitiera con el mismo objeto ilocutivo que (69), es decir, con el de pedir disculpas.

Actos de habla no corteses \ c\ ' ^ . L(> 'i

La paráfrasis no desfocalizada de (69), por último, que por ra

zones obvias deja de atenuar la fuerza del acto de habla, se construye

mediante la referencia específica al hablante mismo, como puede

verse un:

69b) Está TAN OSCURO AQUÍ que (yo) no veo PRÁCTICAMENTE NADA.

Recapitulando los efectos perlocutivos de la reierenr4Ía-JÍesfoca-;\

ÜZadQra,4e_la segunda persona -del-siagu-lar del verbo, llegamos a la ^

conclusión de que se trata de una estrategia típicamente atenuadora:

por una parte, sirve para manifestar solidaridad de grupo; por otra, es

un vehículo de expresión eficiente para protsgejJLa_irrmgen-positiva

disUiablante. Se podría, pues, calificar la estrategia según dos clases ,

de mitigación distintas: mitigación altruista y rniliga£Jxai£güC^^

Respecto a la deixis de persona, nos resta investigar la desfo

calización expresada por la primera persona del plural del verbo,

cuyo uso puede reflejar tres clases de estrategias referenciales, según

la desfocalización se exprese mediante «referencia pseudoinciusiya»,

«referencia de clase» o <<referenci_a_gensrica>>7. En este contexto, sólo

interesa la primera categoría, vista ya en 2.2.2., donde, con los ejem

plos (14)-(16), abordamos la mitigación de actos de habla exhorta

tivos. Ahora nos toca centramos en la mitigación asertiva.

Como punto de partida para el análisis de la referencia pseu-

doinclusiva, sirve la siguiente exposición de Güi Gaya (1985, 229):

Nosotros representa a un sujeto singular en el PH/rsü-DE-MODESLIOR.

como el que emplea, por ejemplo, un escritor al hablar de sí mismo, diluyendo en cierto modo la responsabilidad de sus palabras en una pluralidad ficticia: NOSOTROS CREEMOS, en vez de yo creo. Hoy parece ganar terreno el uso de .yo, pero muchas personas lo estiman insolente y pedantesco.

Contra lo que parece sugerir esta cita, el llamado <<plurai_de. rnodestja>> no sólo aparece en textos escritos, se emplea también en

7 Estas categorías fueron introducidas y elaboradas por Hjjyerkate (1J58JL84-92).

Page 105: Antología de pragmática

138 La cortesía verbal

E 3

E 3

discursos o diálogos de carácter expositivo; en una palabra, c 'est le

«nous» d'auteur ou d'orateur (Benveniste, 1966, 235).

Como denota el mismo término, el plural de modestia representa

una forma mitigadora de comportamiento verbal. Específicamente, la

finalidad primaria del hablante que se vale del recurso es evitar un

enfrentamiento directo con el interlocutor. Puede decirse que el uso

del plural de modestia crea una situación en la que se da por hecho

que el oyente o, en la mayoría de los casos, el lector comparte la

responsabilidad del punto de vista expuesto por el emisor del mensaje.

Esto se puede ver en los siguientes ejemplos, tomados de textos es

critos (Van Embden, 1981, 15):

70) Los elementos que hemos venido siguiendo en su desarrollo

ayudan a una solución del problema de la valoración, con el que

concluiremos.

l\)Un antiguo discípulo nuestro, el~profésor F. Poyatos, [...] es hoy

autoridad en la materia.

Aunque el español carece de medios formales para indicar la di

ferencia entre la referencia inclusiva y exclusiva de la primera persona

del plural, la distinción es conceptualmente importante porque sólo la

referencia inclusiva se manipula para desarrollar estrategias desfoca-

lizadoras, como se ve claramente por el uso del plural de modestia en

los ej emplos (70) y (71).

Sin embargo, es importante tener en cuenta que la referencia ac

tualizada por hemos venido siguiendo y concluiremos en (70) no

puede considerarse inclusiva en sentido estricto, ya que, en realidad,

los lectores a quienes va dirigido el texto no tpman parte alguna en la

situación descrita; su participación es meramente ficticia, siendo el

autor quien ha venido siguiendo los elementos en su desarrollo y con

cluirá con el problema de la valoración. Del mismo modo, es evi

dente que en (71) el profesor Poyatos no es un discípulo común del

autor y de su público; nues/ro rno^e^fjereji_pfra_rjers^

Ahora bien, estos análisis semántico-pragmáticos aducen suficientes

Actos de habla no corteses 139

argumentos para acuñar el término referencia pseudoinclusiva. El

nuevo término es más adecuado que el tradicional plupaLd&jnodesiia».

puesto que, si bien es verdad que el uso de nuestro en (71) puede

calificarse apropiadamente de recurso de modestia, las expresiones

desfocalizadoras de (70) reflejan en primer lugar una estrategia.

Persuasiva deLautor. que consiste en pretender que tanto él como sus

lectores comparten una responsabilidad colectiva respecto de la ver

dad de las proposiciones referidas, mientras que, en realidad, el único

responsable es el autor.

La categoría de referencia pseudoinclusiva se compone en gran

parte de expresiones estereotipadas, características, de textos argumen

tativos en general, y académicos en particular. Algunos ejemplos pro-

totípicos son: asi llegamos a la conclusión de que, volveremos sobre

este punto en el capitulo siguiente y como hemos demostrado ante

riormente. Es obvio que en todos estos casos, lo mismo que en los

ejemplos (70) y (71), el emisor del mensaje procura esiabj£eex_una_-

relacjóiijle^oJidjLridad- con sus interactantes, suponiendo un lazo de

solidaridad de grupo. Esto equivale a afirmar que la referencia pseu-^

doinclusiva representa_una estrategia-para comunicar cortesía-positiva^

Obsérvese que la expresión de cortesía no es una conditio sine qua

non, ya que la desfocalización puede aplicarse también para eludir la

responsabilidad de un acto que ha provocado un efecto desfavorable,

o incluso nocivo. Considérese, por ejemplo:

72) Nos hemos equivocado de cura (Bobes Naves, 1971, 330).

Desde nuestra interpretación, (72) representa el intento de un mé

dico de comprometer a su paciente en el fracaso de un mal trata

miento, del que, lógicamente, sólo él es responsable. Ni que decir

tiene que en casos como éste la mitigación referencial es de tipo ego

céntrico.

En resumen, la referencia pseudoinclusiva consigue tres clases de

efectos desfocalizadores en los actos de habla asertivos:

Page 106: Antología de pragmática

140 La cortesía verbal

s I) expresa modestia;

II) crea la impresión de que el oyente comparte el punto de vista del hablante;

III) permite al hablante eludir la responsabilidad de haber provo

cado una situación no deseada.

En los tres casos, la desfocalización actúa como una estrategia persuasiva, lo cual, en términos más precisos, quiere decir que el hablante despliega una forma de cortesía positiva, pretendiendo que el contacto entre él y sus interlocutores quede determinado por solidaridad de grupo. Esta táctica se manifiesta claramente por el empleo del plural de modestia, que tiene como objeto reforzar la imagen positiva del interlocutor, reduciéndose al mismo tiempo la del propio hablante. Fijémonos una vez más en el ejemplo del profesor Poyatos para perfilar nuestro análisis anterior: a los lectores del texto se les asigna una cualidad positiva ficticia, la. de haber contribuido a la formación académica de la persona indicada, lo cual, al mismo tiempo, repercute necesariamente en una reducción de la importancia del papel educativo del autor, que se vale del plural de modestia.

¿Cómo valorar, finalmente, los resultados de la investigación verificada a la luz del tema general de este capítulo: las manipulaciones del valor veritativo de ¡a proposición?

Adoptando como marco de referencia el sistema de las máximas griceanas, podríamos contestar a la pregunta señalando que la referencia pseudorreflexiva y la referencia generalizadora de la segur> da persona cjgl singular del verbo implican una explotación de la máxima de cantidad, que dice: proporciona la cantidad de información requerida por el objetivo del intercambio verbal, Make your con-tribution as informative as is required (for the current purposes of the exchange) (Grice, 1975, 45). Ejemplos ilustrativos son: (61) Se puede demostrar fácilmente que esta teoría no está bien fundada y (68) 57. i^abaj^sjh^sjQ^jm^entrada la nochfi, no puedes dormir bien. Como hemos visto anteriormente, la información referencial de estas aserciones no es tan precisa como pudiera, escondiéndose el hablante, por

Actos de habla no corteses 141

_ Hjp> así decir, tras la pluralidad ficticia de las expresiones desfocaliza-

doras.

En el caso de la referencia pseudoinclusiva, estamos ante la explo

tación de las máximas de calidad. Así, por ejemplo, en el tipo de

situación comunicativa ilustrada por (71), el hablante dice lo que cree

falso (says what he believes to be false), burlando de esta manera la

primera máxima de calidad (Grice, 1975, 46). La explicación está en

que el autor sabe que el profesor Poyatos no es discípulo de su

público. Luego, en expresiones estereotipadas como asi llegamos a la con

clusión de que y volveremos sobre este punto en el capítulo siguiente, el emisor del mensaje burla la segunda máxima de calidad, que dice: «No digas lo que no puedes probar adecuadamente» (Do not soy that for which you lack adequate evidence, Grice, 1975, 46). La explotación procede de que el emisor no puede tener la seguridad de que su público comparta la conclusión a la que llega, ni que esté de acuerdo con volver sobre el punto referido, respectivamente.

8.1.2.2.2.2. La coordenada de tiempo del centro deíctico

En los actos de habla asertivos, la manipulación de la coordenada de tiempo del centro deíctico se efectúa fundamentalmente mediante el empleo del condicional. Como es sabido, la gramática tradicional del español ha hecho gran variedad de propuestas para calificar el estatus lingüístico de este paradigma. Para un resumen conciso, véase la siguiente observación:

It is clear, then, that the -ría form has a very strange history, for it has been characterized as an indicativc, a subjunctive, a conditional, and a potential form (Castronovo, 1989, 383).

[Es evidente, pues, que la forma en -ría tiene una historia muy extraña, ya que ha sido caracterizada como una forma de indicativo, de subjuntivo, de condicional y de potencial.]

Page 107: Antología de pragmática

es marginal: sólo se apela a él cuando las palabras «fallan» (casos do ambigüedad, actos de habla indirec-los...).

vu) Muy tres ¿ispéelos relacionados con el significado que no están suficientemente explicados: 1) cómo se combinan el significado proposicional y el significado ilocuti-vo; 2) cómo funcionan las expresiones deícticas (fuerte-mcnie relacionadas con el contexto); y 3) cómo se explica la vaguedad en las lenguas naturales.

Además, quiza el principal problema —de él se derivan lodos los demás— es el de que utiliza un nivel de abstracción inadecuado tanto al objeto que estudia como al tipo de resultados que seria deseable obtener. El significado pragmático no parece existir en abstracto, fuera de las realizaciones concretas, sino que se construye a partir de los elementos que integran cada situación comunicativa.

A pesar de todo ello, la teoría de los actos de habla ha abierto perspectivas muy enriquecedoras y ha aportado. soluciones valiosas a una gran parte de los- problemas que plantea el estudio del uso efectivo del lenguaje. La magnitud y la importancia que tal avance supuso están hoy fuera de toda controversia.

LECTURAS RECOMENDADAS

La leona de los actos de habla lia sufrido diversas modificaciones desde su presentación en Searle (1969): hay aportaciones interesantes en Stampe (1975); Holdcroft (1978); Bach y Hamish (1979); Searle, Kiei'er y üierwisch (eds.) (1980), y Vanderveken (1988). Searle y Van-derveken (I9S5), es un intento de IbiTnalización de varios aspectos de la leona. Sobre la hipótesis rcalizaiiva. el texto clásico es Ross (1970); y Gay.dar ( 1V79Ì. presenta una critica detallada. Sadock (1988). es útil como valoración global. El espinoso problema del funcionamiento de los realizamos explícitos se trata en Recanati (1981), y Searle (1989). Sobre actos indirectos pueden verse, entre otros, Morgan (1978), Clark (1979). Fauconnier (1981). y Havcrkaie (1983). Haverkate (1979 y 1984). son aplicaciones de la teoria a datos y problemas del español.

90

5 ] H 7

GRICE Y EL PRINCIPIO D E COOPERACIÓN

1. P u n t o s de par t ida

Si las doctrinas de Searle se podían si tuar en un terreno fronterizo entre la semántica y la pragmática —él mismo es quien propone no hacer distinción entre lo que solemos llamar el significado de una oración y su fuerza ilocutiva—, las de H.P. Grice, en cambio, pueden incluirse decididamente en-la parcela de la pragmática. Grice no se ocupa de las relaciones entre estructura gramatical y fuerza ilocutiva, sino que se centra precisamente en el estudio de los principios que regulan la / interpretación de los enunciados. Sus ideas constituyen el pun- j to de partida de la concepción de pragmática más extendida ¿ actualmente.

Muchas veces los filósofos del lenguaje han puesto de relieve que los operadores lógicos y sus contrapartidas en las lenguas naturales parecen no tener las mismas propiedades; en particular, han destacado la vaguedad de las conjunciones, frente a la precisión de las propiedades de los conectores lógicos. El trabajo de Grice nace del deseo de demostrar que tal*J separación es sólo aparente: las conectivas de las lenguas natu- I rales tienen el mismo valor que se describe para los operadores i lógicos; las diferencias, de significado que pueden observarse :

91

Page 108: Antología de pragmática

r-'derivan do la intetvención de oLros factores de tipo conversacional. Su modelo trata, precisamente, de identificar y de caracte-

. t izar cuáles .son los mecanismos que regulan el intercambio co-^jnunicativo y son los responsables de ese «significado añadido».

2. Su teor ía

2.1. El principio de cooperación y las máximas

En efecto, Grice propone un análisis del tipo particular de lógica que actúa y rige en la conversación. Hay que tener en cuenta que el de Searle, al proponer sus cuatro tipos de condiciones, era ya un paso muy importante en este sentido; pero no hay que olvidar que su modelo establece una correlación sistemática entre clase de oración y fuerza ilocutiva que plan-tea no pocos problemas de orden teórico. Grice, por el contra-

I rio, propone una serie d C p r u ^ r ^ s j ^ - n o ^ a t i y o s ^ q u e se suponen aceptados tácitamente por cuantos participan de buen grado en una conversación. Todos ellos se incluyen en lo que

" Grice (1975, 45) llama principio de cooperación:

Nuestros intercambios comunicativos no consisten normalmente en una sucesión de observaciones inconexas, y no seria racional si lo fueran. Por el contrario, son característicamente —al menos, en cierta medida— esfuerzos de cooperación; y cada participante reconoce en ellos, de algún modo, un propósito o conjunto de propósitos comunes o, al menos, una dirección aceptada por todos. [...]. En cada situación, algunos de los posibles «movimientos» conversacionales serian rechazados por inapropiados conversacionaJmente. Podríamos, entonces, formular un principio general, que es el que se supone que obser-

C van los participantes: Haga que su contribución a la conversa^

I ctOM sea. en cada momento, ta requerida por el propósito o la !

\ dirección del intercambio comunicativo en el que está usted t'nvo- 1 \_ lucrado. •

A pesar de lo que su formulación en forma de imperativo pudiera sugerir, no se trata de un principio prescriptivo, en el"\ sentido habitual del término, sino de un principio descriptivo: 1

92

_ 1 0 8

i) Cantidad: se relaciona obviamente con la cantidad de información que debe darse. Comprende las siguientes máximas:

1) que su contribución sea todo lo mformativn que requiera el propósito del diálogo; pero 2) que su contribución no sea más informativa de lo necesario.

a) Cualidad: esta categoría comprendé una supermáxima: «Intente que su contribución sea verdadera». Además, se especifica de la siguiente manera:

1) no diga algo que crea falso; 2) no diga algo de lo que no tenga pruebas suficientes,

m) Relación: contiene una única máxima: «Diga cosas relevantes». Efectivamente, se espera de los participantes en la conversación que sus interven'''""»»'; <¡- relacionen con

_ aquello de lo que se_estñ hnhlnnrln. rv) Modalidad: se relaciona con el modo de decir las cosas,

más que con el tipo de cosas que hay que decir. Comprende una supermáxima:

93

/ es simplemente una condición de racionalidad que resulta básica para que el discurso sea inteligible y tenga sentido. De hecho, el PRINCIPIO DE COOPERACIÓN de Grice es, en el fondo, un cierto tipo de «condición preparatoria» que se espera que los participantes observen. Cuando los participantes no se ajustan a él, la conversación es inconexa y absurda.

Ahora bien, que tal principio no sea prescriptivo no implica' ^ que su inatmplimiento no pueda merecer algún tipo de canción 'S social: si uno de los interlocutores, deÜr^rada y maJintencionada-

mente, trata, de alguna manera, de «boicotear» la conversación por medio de violaciones ocasionales o constantes de dicho principio, se expone a las protestas y advertencias de los otros participantes, e incluso a ser excluido del diálogo por ellos,

r— Este principio se desarrolla en otras normas de menor rango, ; a las que Grice, siguiendo a Kant, da el nombre de_caie^2Das_de-

Ví CANTIDAD, CUALIDAD, RELACIÓN Y MODALIDAD. Cada una de ellas, a su ¡ vez. se subdivide en máximas más especificas. Vamos a resuirúr-| las brevemente (de acuerdo con Grice, 1975,45-47):

Page 109: Antología de pragmática

«Sea claro». Y se complementa con estas otras: 1) evite la oscuridad de expresión; 2) evite la ambigüedad; 3) sea breve íno sea innecesariamente prolijo); 4) sea ordenado.

Puesto que los intercambios comunicativos constituyen sólo un caso especial de comportamiento racional, dirigido a un fin. es comprensible que estos principios no afecten exclu-

\ sivamente a las conversaciones, sino que su vigencia pueda ^ comprobarse también en la conducta humana en general. El

propio Grice pone ejemplos de su aplicación a otras actividades, del estilo de arreglar un coche o hacer un pastel. Lo auténticamente significativo de este hecho es que la actividad lingüística no se presenta como algo separado, distinto, del conjunto de las acciones que el hombre realiza.

Tampoco estas máximas deben considerarse normas estrictas de conducta, sino principios descriptivos, de acuerdo con los cuales se suele evaluar el comportamiento lingüístico. A pesar de no ser de cumplimiento obligado —faltar a la verdad no produce, evidentemente, el mismo tipo de desajuste lingüístico que hacer una concordancia incorrecta—, sin embargo, se espera que sean observadas durante la conversación, y su incumplimiento produce o ciertos efectos de sentido, o ciertas «sanciones sociales» ajustadas a la gravedad de la transgresión: como Grice señala, no merece la misma consideración el infractor de la máxima Sea bre\-e que aquel que no observa la que dice .Yo di^a algo que crea falso.

2.2. Tipos Je contenidos implícitos

Una distinción fundamental en la teoría de Grice es la que -j establece cmrc lo tine se dice y lo que se comunica.-Lo que se

i dice convsponde básicamente al contenido proposictonal del | enunciado, tal y como se entiende desde el punto de vista lógi-' co. y es evaluable en una lógica de tipo veritanvo-condicional.

Lo (fue se comunica es toda la información que se transmite

94

lÜÍ] con el enunciado, pero que es diferente.de su contenido pro-~"| posicional. Se trata, por tanto, de un- contenido ch<ñp1ícitq\ y ^ recibe el nombre dc^implwnttim. En el modelo de Grice, las | implicaturas deben definirse y explicarse de acuerdo con losj principios que organizan la conversación.

Existen dos clases de implicaturas:

t) convencionales — ti) no convencionales

Lss(ímpllcattiras cbrfmidonaTe^ son aquellas que derivan directarnenLe de los significados de las palabras, y no de factores contextúales o situacionales. En la conocida frase:

1) Era pobre, pero honrado

se genera una implicatura convencional, ligada al significado léxico de pero, de acuerdo con la cual el segundo predicado se presenta no sólo como un contraste con respecto al primero, sino urnbién comoalgo inhabitual o inesperado.

LatQm'pticatunjSJjn m(>\ygrfo»g>c se generan por la intervención interpuesta de otros principios, y forman, por ello, una clase bastante extensa, dependiendo de cuál sea Jajiajura-lezade los principios involucrados. Se dice que lai'imnlicatura es conversacional/cuando los principios que hay que invocar son los que regulan la conversación (esto es, e]_jjrincipio de cooperación y las máximas que lo desarrollan!; v la implicatu-_ f^eTTíó ^ork'ersacionabcuando los principios en juego son de otra naturalezaTS^fica. social o moral). Las implicaiuras conversacionales pueden ser. a su vez, gerieralizadas y particularizadas. Son ¡¿ettmlizadas las que no dependen directamente del contexto de emisión; y ,paftiEúTariyídaS^ las que si dependen decisivamente de dicho contextóT'Más adelante veremos ejemplos de los diferentes tipos. Resumamos en el esquema 6 las clases de contenidos implícitos que distingue Grice.

Las implicaturas en cursiva son las que le interesan a Grice y las que suele tomar en consideración la pragmática. Veamos ahora con más detalle cómo Funcionan.

95

Page 110: Antología de pragmática

signilicaco

3. Las impl ica turas conversac ionales

3.1. Los incumplimientos de las máximas

Al igual que hicieron antes Austin y Searle, también Grice propone una caracterización de los diferentes tipos de incumplimiento de las máximas, y de los efectos y resultados que producen (tomado de Grice, 1975, 49):

i) Violación encubierta, discreta y sin ostentación, de una máxima. Puede inducir a error a los interlocutores y, por tanto, el hablante es responsable de engañar o, al menos, de correr el riesgo de hacerlo.

n) Supresión abierta de las máximas y del principio. El interlocutor claramente se niega a colaborar por no poder hacerlo en la forma requerida: «No puedo decir más». El diálogo queda roto.

ni) Conflicto o colisión entre el cumplimiento de las diferentes máximas, que obliga a elegir una de ellas en detrimento de otras. Es el caso, por ejemplo, de las situaciones en que no se puede dar toda la información requerida porque no se tienen suficientes pruebas de su veracidad.

9 6

1.10

rv) Incumplimiento o violación abierta —Grice emplea el término float, "burla, desdén, desprecio'— de una de las máximas, pero sujeción a las demás. En vistE. de las circunstancias, todo hace suponer que no estamos ante una violación como la descrita en i, dado el carácter abierto de la transgresión; ni tampoco hay una supresión de la totalidad de las máximas, que es la situación característica del caso ti; ni, finalmente, se dan Lxs condiciones para que haya un conflicto, como en ra. Si alguien parece querer cooperar, pero se diría que desprecia abiertamente una de las máximas, los inieriocu-tores, para intentar reconciliar lo dicho con el piincipio—, de cooperación, suelen inclinarse a pensar que el emisor quería decir algo diferente de lo que en realidad, estaba diciendo. —

Las implicaturas conversaciotiales se generan combinando"! —a veces, en dosis diversas— tres clases de elementos: ~

i) la información contenida en el enunciado; —i n) los factores que configuran el contexto y la situación de ;¡

emisión; y -- m) los principios conversacionales.

La implicatura se convierte, así, en el camino necesario para «reconstruir» el auténtico contenido que se ha tratado de comunicar (y restaurar, a veces, la vigencia de las máximas). En términos más precisos, la implicatura conversacional puede caracterizarse de la siguiente manera ( tomado de Grice, 1975, 49-50): cuando alguien dice que p, implica conversacionalmen-te que q si:

i) se supone que el emisor está observando las máximas, - o, por lo menos, el principio de cooperación;

n) con el fin de mantener este supuesto, hay que suponer que el emisor piensa que q; y

ni) el emisor piensa que tanto él como el destinatario saben que este último puede figurarse que la suposición de a es necesaria.

97

/ X 'o dcho impkcaturas (lo implcüo)

/ \

convencionales no convencionales

/ \ conversacionales no convereaaonaies / \

generalizadas panaJanzaüas

ESQUEMA 6

Page 111: Antología de pragmática

3.2. Implicaturasy'máximas

Hemos dicho que las implicaturas pueden surgir para tender el puente necesario entre la aparente violación de una máxima y la presunción de que, a pesar de ello, el principio de cooperación sigue vigente. En realidad, las cosas son un poco más complejas, de modo que entre implicaturas y máximas puede haber varios tipos de relaciones:

i) hay implicatura, pero no hay violación aparente; n) hay implicatura, y debe inferirse que se viola una máxi

ma para evitar un conflicto con otra máxima; y m) hay implicatura precisamente porque se viola abierta

mente una máxima-Veamos ahora algunos ejemplos de las diferentes situaciones posibles.

En el primer casó V-hay implicatura respetando las máximas— noTTiallámos ante implicaturas conversacionales de tipo generalizado: si alguien dice Pepe tiene dos hijos entendemos que tiene exactamente dos, y no virio o tres. . - Como ejemplo de las situaciones en que la implicatura lleva a suponer que se viola una máxima para no violar otra de mayor rango, suelen proponerse como casos prototípicos aquellos en que el emisor da menos información de la requerida —infringiendo, así, la máxima de cantidad— con tal de no transgredir las máximas de cualidad:

/ 2) A: —¿A qué hora es la película? •1 B: —A media tarde

I-a respuesta de B no es suficientemente informativa, porque no proporciona todos los datos solicitados por A. Ante esta respuesta, A tiene que pensar una de estas dos cosas: o bien que B no desea cooperar; o bien que B desea cooperar, pero no puede hacerlo de la manera requerida por A, ya que carece

i de información detallada. En este último caso, se ha produci-'; do un conflicto entre dos máximas, la de cantidad y la de cua-j lidad, que suele resolverse a favor de la última. De hecho, es

'•Í8

normal conceder cierta supremacía a la de cualidad, ya que suele partirse de la base de que la veracidad del enunciado constituye un requisito previo e imprescindible para que el mecanismo de inferencias pueda funcionar correctamente.

ErrTercer'lugar;)dijimos que había implicaturas basadas en el mcumplfiñiéñto abierto de alguna máxima. Como ejemplo de la transgresión patente de la primera máxima de cantidad (Que su contribución sea todo lo informativa que requiera el propósito del diálogo), Grice propone un ejemplo que hoy es ya clásico:

3) A un profesor le piden un informe sobre uno de sus discípulos que ha solicitado un trabajo relacionado con la filosofía; en su carta, el profesor no menciona en absoluto esta disciplina, sino que da otro tipo de información.

El profesor ha incumplido claramente la primera máxima de cantidad —y yo diría que también la de relación (Diga cosas

-' relevantes)—; y, sin embargo, ha escrito respondiendo, lo cual ; elimina la posibilidad de pensar que no quiere colaborar. Hay que concluir, entonces, que si no escribe nada sobre las dotes como filósofo del candidato es, tal vez, porque no tiene nada

¿bueno que decir. Y esto es, precisamente, lo que puede estar implicando conversacionalmente su carta.

En cuanto a la violación de la segunda máxima de_canti-l£dad (Que su contribución no sea más informativa de lo necesa

rio), hay que comenzar señalando que la propia existencia de $lasmáxirna es motivo de controversia: de hecho, dar más infor-l|mación no parece, de entrada, una razón suficiente para pen-

r; que se está transgrediendo el principio de cooperación, nce es consciente de los problemas que puede plantear el

"roponer una máxima de esta clase; pero, como apunta él srrib, una «sobreinformación» puede producir la confusión fjÉtílos interlocutores, que seguirán la tendencia «natural» de

'tfejrpretar el enunciado como si estuviera dando toda la infor-áón necesaria, y sólo la información necesaria, ca. transgresión abierta de la primera máxima de cualidad

ga algo que crea falso) da lugar a un amplio abanico de

99

Page 112: Antología de pragmática

imphcaturas -que=*3Qmprenden un gran númeroj ie^f iguras y tropos: las(nietáforasXTus labios son rubíes), ltoámníz}(¡Bonita faena me has~Tk^ho!) o k :hipérbole {Es el rnejorqlxene comido en toda mi vida) pueden explicarse de esta manera (para la metáfora, véase el capítulo 11). _ ,

Los mejores ejemplos d e s o l a c i ó n flagrante de la^egunda* rnáxirna d q ^ a l í d a ^ (A/o diga algo a\lo que no tenga pruebas suficientes) suglerfser los de kís msinuaciones?

4) ¡Los Peláez están gastando m u c h o dinero últimamente: ya se sabe, el dinero que se gana fácilmente, se gasta fácilmente...

Uno expresa algo que no sabe a ciencia cierta simplemente para ver cuál es la reacción de su interlocutor o para inducirle a pensar, por ejemplo, que los negocios de los Peláez no son del todo limpios, que el suyo es dinero «negro», etc.

Ya hemos visto algunos ejemplos de la.violación abierta de la máxima de relación (Diga cosas relevantes). Un caso extremo es aquel en el que un;bruscp_ cambio- de terna) trata de desviapJa^Goriversación hacia otro t ema que se considera menos y>eÜgroso>; o aquel otro en que el emisor trata de advertir a su UiterTocutor de la presencia de otra persona que no debe escuchar la conversación que estaban manteniendo.. .

/ ] • La supermáxima de modalidad (Sea claro) puede englobar varios tipos de transgresiones. Entre ellos hay que contar la excesiva prolijidad. El enunciado de (5) es u n ejemplo clásico. Si, como crítica a un recital, alguien escribe:

5) La soprano emitió una serie de sonidos que reprodu-•. cían cercanamente las notas de la part i tura del Aria de

las joyas

la perífrasis empleada para describir el resultado de la actuación lleva a pensar que lo que hizo la intérprete no podía llamarse cantar en el sentido más genuino del término.

100

3.3. Implicaturas y contexto

Lo que hemos dicho hasta aquí se refiere a l a r relaciones"; entre ñ^xTrñas_e~impÜcátüfas. Pero, como apuntamos más arriba, hay otro aspecto de las implicaturas que conviene exa-núnar , y es el-de¿su;relación con-el-contexuD. De acuerdo_con este factor, Grice distingue e n t r e ^ ^ ^ c o í i ^ ^ ^ r t t c M Z a r i z a á a s ^ e implicaturas generalizada^! l^i^aiSJaltamflda's se~p'roducen por eTHecrió de clecir algo en un determinado contexto (es decir, su existencia y funcionamiento depende decisivamente del contexto), mientras que \asígeneraíiza~3asl t ienen lugar independientemente de cuál sea el contexto en que se emiten. Las impUcaturas que dependen de la máxima de relación suelen ser (particularizadas, ya que necesitan actuar, sobre los conocimientos contextúales compartidos. E n cambio, si decimos:

6) J u a n va a cenar con una mujer

cualquiera que sea el contexto en que se pronuncie, la interpretación inmediata es aquella en que la mujer no es ni su esposa, ni su hija, ni sujmadre^ ni su hermana.. . : este es un ejemplo de impücatui^general izada- N Las implicaturas generalizadas dependen del significado .de jas palabras, así que, como el propio Grice reconoce, (no es difícil >confundirlas con las implicaturas ccrcKencióñaléls.

3.4. Propiedades características de las implicaturas conversacionales

Las implicaturas conversacionales presentan algunas características que, si bien aisladamente no constituyen una prueba totalmente fiable para decidir si algo es o no una implica tura —Grice mismo se ha visto obligado a admitirlo—, sin embargo sí pueden proporcionar indicios de que realmente nos halla-mos ante u n tipo de implícito conversacional, ¡¿aspropiedades ) originalmente propuestas por Grice (1975, 57-58) son las siguientes:

101

Page 113: Antología de pragmática

i) Cancelabilidad: las implica turas conversacionales (especialmente las generalizadas) son cancelables, sea añadiendo al enunciado en que aparecen una cláusula que las invalide de manera explícita, sea emitiendo dicho enunciado en u n contexto que indique claramente que se está violando de manera flagrante el principio de cooperación.

n) No separabilidad: las implica turas conversacionales que no se basan en la violación de las máximas de manera dependen —dejando aparte el conocimiento del mundo y la situación— del contenido expresado, y n o del particular modo de expresarlo.

ni) No convencionalidad: las implica turas conversacionales no forman parte del significado convencional de las expresiones a las que se ligan.

rv) No deducibüidad lógica: las implicaturas conversacionales no son propiedades lógicamente deducibles o inferi-bles a partir de lo dicho; es decir, n o dependen de lo que se dice, sino más bien del hecho de decir lo que se dice.

v) Indeterminación: lo que se implica_conversacionalmen-te posee un cierto grado de indeterminación, ya que las maneras de conseguir restaurar la vigencia del principio de cooperación y de las máximas pueden ser varias y diversas.

Las propiedades Q y Q (cancelabilidad y no deducibüidad lógica) ayudan a separar las implicaturas conversacionales de otros tipos de implicaciones lógicas, que. no son cancelables y sí son deducibles por procedimientos formales. La implieatura descrita para el ejemplo (6) puede cancelarse fácilmente, como en (7): L¿* Cl, •?«-••.. c- sw-<" 1'''"l£-,

7) Juan va a cenar con una muje r la suya

Esto es imposible cuando estamos ante una deducción lógica: (8a) implica lógicamente (8b), y esta implicación deductiva no puede cancelarse como se pretende hacer en (8c):

102

8) a. María tiene tres hijos 1 b. María tiene hijos c. #María tiene tres hijos, pero no tiene hijos •

Por el contrario, la implieatura de cantidad correspondiente a (8a), que es (9a), se cancela sin dificultades en (9b):

9) a. María tiene exactamente tres hijos b. María tiene tres hijos, y puede que más

Por lo que se refiere a la imposibilidad de ser deducidas lógicamente, los ejemplos con cuantificadóres parecen constituir una buena muestra de esta característica. De la proposición (10a) se sigue (10b); pero la implieatura (10c), obtenida a partir de la proposición (10b) en virtud de la aplicación de las máximas de cantidad, no es una implicación legítima desde el punto de vista lógico:

10) a. Todos los delegados votaron a favor de la propuesta b. Algunos delegados votaron a favor de la propuesta c. No todos los delegados votaron a favor de la pro

puesta

El rasgoí^nqje^arabilidad) sugiere la referencia entre implicaturas "^rryersaciraiales y presuposiciones: las 4HS§upQsJL-ciones dependen decisivamente de la aparición de ciertas palabras; las 4mpHcaturas, en cambio, dependen de su contenido, d e s u significado. Por ello precisamente se dice que la implieatura no puede separarse de dicho contenido. Esto, a su vez, permite predecir que las sustituciones sinonímicas no afectarán al contenido implicado, como se ve en:

11) a. Juan trató de saltar los 2,15 m b. J uan intentó saltar los 2,15 m c. Juan probó a saltar los 2,15 m

Todos los enunciados implican que Juan no consiguió superar el listón.

Hay que excluir, por razones obvias, las implicaturas que

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Page 114: Antología de pragmática

provienen de la máxima de manera, ya que éstas sí dependen del modo de decir y, por tanto, son sensibles a la sustitución; la impíicatura generada por (12a) rio está presente en (126):

12) a. La soprano emitió una serie de sonidos que reproducían cercanamente las notas de la partitura del Aria de las joyas

b. La soprano cantó el Aria de las joyas

Por su parte, las características I¡ÍU)/$ (no convenáonalidad y no tkducibilidad lógica) ponen de relieve que las implicaturas conversacionales son propiedades de los enunciados, y no de las oraciones; o, dicho de una forma más precisa, son propiedades derivadas del hecho de enunciar, y no del significado convencional de lo que se enuncia. Ello explica que una misma oración pueda dar lugar a u n número no predeterminado de implicaturas diferentes:

13) Pepe es un demonio

puede querer decir muchas cosas: que es malo, que es malintencionado, que es travieso, que es listo...

Ahora bien, como adelantábamos más arriba y como se han ocupado de poner de relieve los críticos de Grice, ninguna de estas propiedades constituye una prueba suficientemente precisa para deterrninar la existencia de una impíicatura conversacional. Para empezar, la cancelabilidad no parece ser una propiedad exclusiva de las implicaturas: de hecho, sabemos que ias implicaciones lógicas de tipo inductivo pueden cancelarse. De otro lado, y por lo que se refiere a la no separabili-daó, tampoco resulta una prueba suficiente, porque en muchos casos tampoco las presuposiciones son separables y permiten sustitución sinonímica, y tanto ( H a ) c o m o (14¿) presuponen (14c):

14) a. Juan ha dejado de pegar a su mujer b. Juan ya no pega a su mujer c. Antes J u a n pegaba a su mujer

104

' -Como s_ofuci6n-püede sugerirse que, para que una inferencia sea considerada una imphcatura, hay que tomar las cinco propiedades en conjunto^Sadoekr'(1978) añade una propiedad másalas implicaturas son/ las únicas inferencias_reforzábléST^ compatibles con la mención de su contenido" stn^üé7se"pro-

(duzca redundancia. La impíicatura de cantidad que se deriva de (I5aj puede reforzarse con la continuación de (15fc) sin que el resultado sea extraño o innecesariamente redundante, pero no con la de (15c):

15) a. Algunos de los chicos fueron al partido b. ... pero no todos c. ? . . . pero no ninguno

4. Algunas cr í t icas

El principio de cooperación postulado por Grice y las máximas que lo complementan se h a n convertido en u n modelo ya clásico dentro de la teoría pragmática. De acuerdo con su formulación, no es difícil observar que las normas que regulan el intercambio comunicativo no son distintas de aquellas que operan en todos los otros tipos de actividad cooperativa: la de hablar se configura, por tanto, como una más de las acciones del hombre. Por ello, se considera que, mientras no se demuestre claramente lo contrario, el principio de cooperación y las máximas están, siendo observados por todos los participantes en el diálogo. Y cuando aparentemente esto no es así con respecto sólo a una de las máximas, opera otra estrategia que\ trata de restituir su cumplimiento, reinterpretando lo dicho, de} tal manera que se obtiene, por medio de una impíicatura ¿on-j versacional, u n nuevo contenido significativo no contradictorio] con el principio de cooperación.

De este modo, la noción de impíicatura permite cubrir la distancia que separa lo que se dice y lo que efectivamente se .. comunica (es decir, explicar u n t ipo de. significado del que la semántica no puede dar cuenta). Y, gracias a ello, permite también simplificar las descripciones sintácticas y semánticas, asignando a los elementos léxicos significados unitarios y estables.

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Page 115: Antología de pragmática

A pesar de su interés, el enfoque de Grice resulta, en parte, reduccionista. Hablar no es sólo desarrollar una actividad casi puramente mecánica destinada a transmitir una información objetiva de la mejor manera posible; es decir, no consiste en proporcionar sin ambigüedad la cantidad precisa de datos necesarios y verdaderos. Sin embargo, tal sería el resultado obtenido por una aplicación estricta de las máximas que integran el Principio de Cooperación. El propio autor se dio cuenta de que su formulación era insuficiente, pero esto no siempre ha sido considerado por algunos de sus seguidores. Merece la pena, por tanto, volver a repetir las palabras de Grice (1975, 47):

He establecido mis máximas canto si el propósito fuera un intercambio de información lo más efectivo posible; esta especificación es, por supuesto, demasiado estricta, y el esquema necesita ser ampliado para introducir propósitos generales como influir u organizar las acciones de otros.

En electo, hablar, comunicarse con los demás, significa también, y muy especialmente, establecer determinados tipos de relación con otras personas, producir en ellas determinados efectos, y conseguir, así, ciertos objetivos. Grice señala que puede haber otras máximas que complementen en esta dirección el modelo por él propuesto:

Hay, por supuesto, otras clases de máximas (estéticas, sociales, morales...) tales como «sea cortés», que normalmente son observadas por los participantes en el intercambio comunicativo, y que también pueden generar implicaturas no convencionales [Grice, 1975, 47].

Con todo —y pese a los problemas que plantean algunas de sus propuestas—, la obra de Grice es hoy un punto de referencia necesario, ya que constituye el punto de partida de muchos enfoques posteriores. Éstos se han encantinado en dos direcciones diferentes: irnos — H o m (1984), Levinson (1987) o Sper-ber y Wilson (1986a)— han tratado de simplificar el aparato conceptual, reduciendo en lo posible el número de máximas; en cambio, otros —como Leech (1983)— han preferido seguir

106

la recomendación del propio Grice, y han tratado de establecer otros principios y máximas complementarios que sirvan para dar cuenta de las dimensiones de la comunicación no contempladas por el modelo original.

11 LECTURAS RECOMENDADAS

Además de los trabajos originales de Grice —especialmente, Grice (1975, 1978 y 1981), reunidas todas en Grice (1989)—, es interesante el número monográfico de la Berkeley Linguistic Society (1990) dedicado a la obra de este filósofo. Las aplicaciones de la teoría de las implica-turas conversacionales han sido muy numerosas: Hamish (1976); McCawiey (1978); Gazdar (1979); Atlas y Levinson (1981); Horn (1984 y 1989), y Levinson (1987). Pueden verse valoraciones críticas de la teoría de Grice en Ochs (1976); Kiefer (1979); Burton-Roberts (1984), y Kempson (1988).

El trabajo más representativo sobre implicaturas convencionales es Karttunen y Peters (1979). Son muchos los puntos en común entre este concepto y el de presuposición, que no aparece tratado en este libro porque lo consideramos un problema de semántica más que de pragmática. La noción de presuposición se remonta a Frege, y el trabajo clásico más importante es Strawson (1950). La antología de Oh y Dinneen (1979), reúne importantes contribuciones y una bibliografía especializada. Para una defensa, de una aproximación semántica al tema de la presuposición, véase Burton-Roberts (1989).

Incluso algunos aspectos del funcionamiento de las lenguas que se tenían por estrictamente gramaticales han recibido tratamientos basados en el concepto de implicatura: véanse Levinson (1987b y 1991), para la anáfora, y Hawkins (1991), para los artículos.

107

Page 116: Antología de pragmática

42 La cortesia -verbal

que sé que está muy ocupado, pero me es materialmente imposible hacerlo yo mismo.]

Para concluir este capítulo, dedicaremos unas palabras a la adquisición de estrategias de cortesía. Bates (1976,316) sostiene que los niños aprenden a expresarse cortésmente a una edad relativamente tardía. Esta evolución contrasta con la de la adquisición de las reglas formales inherentes a los sistemas fonológico y sintáctico de la lengua, que se llegan a dominar mucho antes. La diferencia tiene su explicación natural en el hecho de que, desde un punto de vista puramente raciohalVlás normas de la cortesía verbal van contra la claridad y la eficacia comunicativa. Lo que sucede, pues, es que los niños tienden a orientarse hacia "el componente preposicional y al objeto ilocutivo de las locuciones que producen, sin tener en consideración los factores interactivos que hemos visto en este capítulo, a saber, distancia social, poder y grado de imposición. Recuérdese, a propósito de esto, que hemos observado en el primer capítulo que los padres empiezan a enseñarles a sus hijos las normas de cortesía prácticamente a partir de su nacimiento. Probablemente se dan cuenta de que el camino por recorrer es largo.

j^hAvi^ riac(2^ccL) /$+ed*30

11 R

4

MÁXIMAS CONVERSACIONALES Y DE CORTESÍA

La exposición sobre el análisis coste-beneficio ha puesto de manifiesto que la cortesía verbal representa una forma de comportamiento regida por principios de racionalidad. En circunstancias normales, los que participan en un diálogo o conversación se guían por estos principios para prevenir que la relación social con el interlocutor pueda entrar en un estado de desequilibrio. Formulado más detalladamente, la racionalidad inherente al comportamiento cortés crea un sistema de normas que deben aplicarse para conseguir deterrninados objetivos comunicativos. En la bibliografía pragmalingüística es corriente distinguir entre normas comunicativas globales y específicas. Esta categoría última abarca las rnáximas de cortesía elaboradas por Leech (1983); las normas globales corresponden a las máximas conversacionales de Grice (1975).

Dada la importancia de la aportación de Grice al estudio de las estrategias comunicativas, pasaremos revista primero a las categorías básicas de su teoría. La distinción primaria que hace el filósofo americano es la que se da entre principio y máxima. Un principio es una categoría fundamental, irreducible, que se toma como base para explicar la operación de una serie de categorías derivadas, que son las máximas. El principio conversacional postulado por Grice es el que denomina principio de cooperación (cooperative principie). Este principio tiene carácter prescriptivo, definiéndose así la norma general:

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44 La cortesia verbal

«adapta tus contribuciones conversacionales a la índole y al objetivo del intercambio verbal en que participas».

Las máximas que proceden del principio de cooperación representan normas específicas. Se distinguen las siguientes: la máxima de calidad, la máxima de cantidad, la máxima de relación y la máxima de modo.

La máxima de calidad concierne a la sinceridad del hablante. Encierra dos submáximas que rezan como sigue:

I) no digas lo que crees que es falso; II) no digas lo que no puedes probar adecuadamente.

La máxima de cantidad prescribe: «proporciona la cantidad de información requerida por el objetivo del intercambio verbal».

La máxima de relación prescribe al hablante que sus contribuciones conversacionales sean relevantes.

La máxima de modo, finalmente, se compone de varias submáximas, y la más importante de ellas, sería: «evita usar expresiones oscuras o ambiguas».

Una de las consecuencias principales del sistema de las máximas es que puedan ser burladas. Estas desviaciones de las normas ocupan un papel central en la teoría de Grice. Se trata aquí de las llamadas implicaturas, que pueden, ejercer diversas funciones comunicativas. Dentro de este marco de referencia, es importante hacer notar que las implicaturas sirven a menudo de estrategias de cortesía. Consideremos algunos casos concretos.

La máxima de calidad se incumple por motivos de cortesía si decir la verdad encierra una evidente amenaza de la imagen positiva del oyente. La estrategia correspondiente es la que normalmente se indica

. con la expresión mentira piadosa.

En lo que respecta a la manifestación de la máxima de cantidad, puede darse el caso de que no nos sea posible transmitir toda la información que tenemos a nuestra disposición, porque conllevaría expresar opiniones desfavorables sobre el interlocutor u otras personas. En estas circunstancias, opera la siguiente correlación: a menor cantidad

Máximas conversacionales y de cortesía H 7 4 5

de información, mayor grado de cortesía. Véase el siguiente ejemplo, tomado de Leech (1983, 80):

24) A: Todos echaremos de menos a Guillermo.y Ágata, ¿no? B: Bueno, todos echaremos de menos a Guillermo.

Evidentemente lo que implica la reacción de B es que no todos echarán de menos a Ágata. Esto equivale a decir que B incumple la máxima de cantidad, porque hubiera podido expresarse con mayor rigor informativo, pero sólo a costa de mostrarse descortés con una tercera persona.

Otro ejemplo tratado por Leech (1983,96) es este diálogo:

A: ¿Dónde está mi bombonera? B: Los niños estuvieron en tu habitación esta mañana.

Aquí la implicatura conversacional de B, que burla la máxima de relación, corresponde a la respuesta directa: Los niños pueden haberla cogido. La justificación de la implicatura hay que buscarla en el deseo de B de evitar referirse explícitamente a un posible acto reprochable de los niños. En vez de acusarlos, B hace una observación aparentemente inocente sobre su paradero temporal, dejando al interlocutor sacar la conclusión descortés.

En lugar de callar información, el hablante puede optar también ..por la estrategia, inversa: proporcionar al interlocutor información ya conocida. Podemos pensar aquí, por ejemplo, en una técnica conversacional aplicada comúnmente en las entrevistas televisivas; es decir, en. vez de dirigir una pregunta directa al entrevistado, el entrevistador puede limitarse á hacer una aseveración para enterarse de determinados aspectos confidenciales de la vida personal del interlocutor. Narbona Jiménez califica esta estrategia de la manera siguiente:

... la utilización de una mera secuencia enunciativa en lugar de una pregunta directa, para provocar una reacción por parte del interlocutor, recurso del que se abusa hoy en las entrevistas ofrecidas por radio o televisión (1986,248).

Page 118: Antología de pragmática

46 JLa cortesía verbal

He aquí algunos ejemplos:

25) Entonces tuviste un conflicto con el entrenador. 26) Pero tu mujer decidió no volver a verte más. 27) A los quince años ya había ganado usted muchos premios. .

En el contexto que aquí nos interesa, (25)-(27) son ejemplos característicos de actos de habla mdirectos, ya que, a pesar de tener estructura sintáctica de aserciones, sirven para provocar reacciones verbales específicas en el interlocutor. Esto puede verse por la estructura interrogativa de las variantes directas de (25)-(27):

25a) ¿Por qué tuviste un conflicto con el entrenador? 26a) ¿Por qué decidió tu mujer no volver a verte más? 27a) ¿Quépremios había ganado ya usted a los quince años?

Ahora bien, formulando aserciones indirectas en lugar de preguntas directas, el entrevistador de los ejemplos (25)-(27) contribuye a proteger la imagen positiva del interlocutor, que se ve amenazada por las referencias a su vida privada.

En términos generales, podemos afirmar que los hablantes que proceden de esta manera incumplen la máxima de cantidad, puesto que, estrictamente, cometen una tautología comunicándole al interlocutor información con la que éste está más familiarizado que ellos mismos.

Obsérvese, por último, que hay expresiones estereotipadas del tipo como ya sabe usted y como es bien sabido, que se utilizan exclusivamente para dar a entender que se repite cierta cantidad de información conocida ya por el interlocutor.

La siguiente cita resume la esencia de lo que llevamos expuesto sobre los efectos de cortesía producidos por las ímplicaturas gri-ceanas:

We know that when we are being polite, we tend not to be as truthful as Grice enjoins us to be, ñor as brief and clear and to the

Máximas conversacionales y de cortesía 1 1 -S 47

point —politeness has to be paid for, with insincerity, vagueness and verbosity (Lauerbach, 1989,30).

[Sabemos que, cuando somos corteses, no nos inclinamos a ser tan sinceros como nos prescribe Grice, ni tan breves, claros y precisos —la cortesía se paga con insinceridad, vaguedad y verbosidad.]

De la definición de las máximas conversacionales dada al principio de este capítulo se colige que las normas derivadas de las mismas son normas que regulan ante todo la estructuración cognitiva del mensaje lingüístico; es decir, las máximas están orientadas hacia el contenido proposicional de las contribuciones conversacionales. Específicamente, la máxima de calidad radica en la verdad o falsedad de la proposición expresada. La máxima de cantidad regula la extensión de las locuciones intercambiadas. La máxima de relación estimula al locutor a hacer contribuciones relevantes que se adapten de modo racional al contexto lingüístico. La máxima de modo, por último, prescribe al locutor que construya su mensaje de forma que pueda ser interpretado inequívocamente.

El resumen anterior muestra que las máximas conversacionales no abarcan el componente social de la interacción verbal; la cortesía sólo entra en juego cuando el hablante incumple las máximas, pero no sirve de parámetro para definirlas'. Esto ha llevado a algunos investigadores a postular un sistema de máximas de cortesía como complemento de las máximas conversacionales de Grice. La propuesta más elaborada es la de Leech (1983), que establece un principio de" cortesía análogo al principio de cooperación de Grice. El principio de cortesía se manifiesta a través de seis máximas: la de tacto, la de

' En su discutida obra Relevance. Cognition and communication (1986), Sperber y Wilson propugnan la idea de que toda interacción verbal queda regida por un solo principio racional, el principio de relevancia. Lógicamente, esta concepción excluye cualquier interés por el estudio de las relaciones sociales entre los interlocutores y, en consecuencia, por el estudio de la cortesía como objeto de análisis pragmalingüístico. Para una extensa crítica de la teoría reduccionista de Sperber y Wilson, véase Mey y Talbot (1988).

Page 119: Antología de pragmática

48 La cortesia verbal

generosidad, la de aprobación, la de modestia, la de unanimidad y la de simpatía.

Cada una de estas máximas encierra dos normas complementarias basadas en factores minimizadores y maximalizadores. Así, la máxima de tacto prescribe al hablante que ndnimice el coste para el hablante y que maximalice el beneficio para el interlocutor. El hablante que respete la máxima de unanimidad, por poner otro ejemplo, rnini-miza la disconforrnidad y maximaliza la conformidad entre él y el interlocutor.

Las máximas de cortesía están asociadas con determinadas clases de actos de habla, repartiéndose de la siguiente rnanera^las máximas de tacto y generosidad se aplican a los actos iexTiórtatiyo$' y (éomisir vos 2 , las máximas de aprobación y modestia se aplican a los actos expresivos^ Y^áséffivois) y las máximas de unanimidad y de simpatía se aplican a los actos asertivos. Leech ilustra dos de estas correlaciones señalando que lá máxima de aprobación se manifiesta típicamente en la realización del acto expresivo de felicitar y la máxima de modestia en el acto de pedir perdón.

Todavía no se han hecho investigaciones empíricas suficientes para verificar la potencia teórica de las máximas de cortesía. Lo mismo ocurre con las escalas de rrimimización y maximalización asignadas a cada una de las-mismas. De ahí que algunos críticos de la teoría de Leech (Dillon et al, 1983) hayan observado que, sin una justificación empírica -rigurosa» la lista de las máximas podría extenderse ad infinitum.

En resumen, hemos distinguido dos clases de máximas: las máximas conversacionales de Grice y las máximas de cortesía de Leech. Las primeras están orientadas primariamente hacia la estructura cog-nitiva de la conversación; éstas, determinan ante todo los aspectos sociales de la interacción verbal. La diferencia se manifiesta clara-

El acto prototlpico de los comisivos es la promesa. 3 La clase de los actos expresivos incluye actos como agradecer, felicitar y dar la

bienvenida.

11 n

CORTESÍA.—4

mente en el ^cumplimiento de las máximas: en el caso de las máximas griceanas, es corriente que el incumplimiento tenga como fin producir efectos de cortesía. El incumplimiento de las máximas de cortesía de Leech, en cambio, da como resultado un comportamiento, no cortés o incluso descortés.

Sea cual fuere el caso, mcumplimiento o cumplimiento, hay que tener en cuenta que la interpretación de cortesía o descortesía es siempre la interpretación del interlocutor; es él quien juzga el efecto, perlocutivo del acto de habla independientemente de la intención comunicativa del hablante.

Máximas conversacionales y de cortesía 49