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Aportaciones de la investigación filosófica a la formación de profesores Por José A. IBAEZ-MARTIN El tema que se ha escogido para e l VII Congreso Naciona l de Peda- gogía tiene un campo qu izá más restr ingido que los q ue se eligieron e n otras oc asiones, centrándose s obre "la investigación pedagóg ica y l a for- mación de profesores». Esta elección pienso que es muy oportu na por dos razones: a) porque nos encontramos en m omentos de reestructura- ción de los grandes ejes de la vida na cional, y ninguna pre ocupación por mejorar la realidad educativa podrá hacerse dejando a u n lado la prime- ra formación y la formació n continua del profesorado, y b) porque nues- tra p rofesión, que tiene una especial dign ida d, se encue ntra en muchos lugares en un proceso de de gradación de su imagen pública, hasta el pun- to que recientes i nvestigacio nes estadounidenses (1) revela n que más de un tercio de los profes ores n o volverían a escoger de nuevo est a activid ad. De ahí que tenga plena justificación de dicar los trabaj os de nuestro Congreso para a nalizar este tema desde todas las perspectivas posibles y estudiar las mejoras que ha yan de introducirse para que la pr ofesión docente se ponga en c ondici ones de ocupar el lugar que le compete e n el entramado de la vida s ocial. A) LA PERSPECTIVA FILOSOFICA EN EL CONGRESO La concreta pers pectiva que corresp onde a la Sección 1 es la de an a- lizar l as aportaciones de la investigación filosófica a l a formación del profes orad o. La mera lectura de este enunciado puede provocar el des- interés más completo en algunas pers onas poco advertidas, pues no fal- tan quie nes -movid os, en ocasi ones, p or el erróneo proceder de más de un profes or- piensan que t od o l o que se agrupa bajo el nombre de Filos ofía resp onde o bie n a co nsideraciones históricas acerca de pe nsa- (1) Vid., •Le Monde de l'éducation •, núm. 55, Novembre, 1979, p. 21.

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Aportaciones de la investigación

filosófica a la formación de profesores

Por José A. I BAf:JEZ - MARTI N

E l tema q u e se ha escog ido para e l VI I Congreso Nacional de Peda­gogía t iene un campo qu izá más restr ing ido que los que se e l i g ieron en otras ocas iones, centrándose sobre " l a i nvestigación pedagóg ica y l a for­mación de profesores » . Esta e l ecc ión p ienso que es muy oportuna por dos razones : a) porque nos encontramos en momentos de reestructura­c ión de los grandes ejes de la v ida naciona l , y n i nguna preocupación por mejorar l a rea l idad educativa podrá hacerse dejando a un l ado la pri me­ra formación y la formación conti nua del profesorado, y b) porque nues­tra p rofes ión , que t iene una espec ia l d i gn idad, se encuentra en muchos lugares en un proceso de degradación de su i magen púb l i ca , hasta el pun­to que recientes i nvestigaciones estadoun idenses ( 1 ) reve lan que más de un terc io de los profesores no vo lverían a escoger de nuevo esta activ idad .

De ahí que tenga p lena justificac ión dedicar los trabajos de nuestro Congreso para ana l izar este tema desde todas l as perspectivas pos ib les y estud iar las mejoras que hayan de i ntroduc i rse para que la profesión docente se ponga en cond ic iones de ocupar e l lugar que l e compete en e l entramado de l a v ida socia l .

A) LA PERSPECTIVA FILOSOFICA EN EL CONGRESO

La concreta perspectiva que corresponde a l a Sección 1 es l a de ana­l izar las aportac iones de la i nvestigación fi l osófica a la formación de l profesorado . La mera l ectura de este enunciado puede provocar e l des­i nterés más comp l eto en a lgunas personas poco advertidas , pues no fa l ­tan qu ienes -movidos , en ocas iones , por e l erróneo proceder de más de un profesor- p iensan que todo lo que se agrupa bajo e l nombre de F i losofía responde o b ien a cons ideraciones h istóricas acerca de pensa-

( 1 ) Vid ., • Le Monde de l'éducation• , núm. 55, Novembre, 1 979, p. 21.

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dores antiguos o modernos , pero en todo caso i nertes , o b ien a ideas abstractas tan poco só l idas que se muestran incapaces de manifestar una operatividad concreta en n i nguna de las d i mensiones de l fenómeno edu­cativo .

Por e l contrario , s i se trata de la formación del profesorado , la fi lo­sofía t iene suma importanc ia , toda vez que s i n e l l a e l profesor queda fác i l mente reducido a un s imp le funcionario , a l que se le han enseñado c iertos conoc im ientos y c iertas técnicas , pero cuya repetitiva tarea v ie­ne a term inar careciendo de sentido .

Podríamos dec i r que l a fi losofía t iene, en nuestro caso , precisamente esa fundamenta l m is ión de la búsqueda de l sentido , de i ntentar compren­der en su profund idad e l proceso educativo e i l u m i nar de este modo la conducta que e l p rofesor ha de desarro l lar , encontrando también una guía y un sentido para la tarea de su formación . Esta m is ión , la fi losofía l a l l eva a cabo s igu iendo d iversos métodos y veredas . Uno , por ejemplo , será anal izar e l lenguaje y así adqu i r i r e l háb ito de prec is ión y c l aridad por e l que se evitarán tantas confusiones que hoy , muy frecuentemente , hacen i m pos ib le un d iá logo fructuoso y un avance ordenado en l a c ien­cia pedagóg ica (2) ; esta labor puede parecer modesta , pero es de pri­mera i mportac i a : hay que consegu i r que el l enguaje fac i l ite y no obstruya el conoc i m iento de l as cosas , y muchas veces observamos la impos ib i ­l i dad de a l canzar un acuerdo por l a falta de esfuerzo en l a term ino logía , de e s e esfuerzo q u e h a de real izar cua lqu iera q u e desea penetrar e n u n conoci m iento espec ia l izado y c ientífico. Otro cam ino será e l fenomeno­lóg ico , por e l que anal izando cómo se nos muestra l a i nteracc ión educa­tiva , se v is lumbran sus características esenc ia les , a través de cuyo es­tud io se l l ega a conc lus iones , que al estar só l idamente fundadas se pro­ducen con una real operatividad .

Procedamos , pues , a señalar a l gunos de los prob l emas sobre los que l a F i losofía se i nteresa, y que serán desarro l lados y ampl i ados en las Po­nencias y Comun icaciones del Congreso.

B) PRINCIPA LES PROBLEMAS QUE SE PLANTEAN EN EL PROCESO EDUCATIVO

Hoy d ía todo e l proceso educativo se encuentra en una cr is is de la que penosamente se va sal i endo. Las causas de esta cr is is son muy numero­sas, pero entre l as de mayor i mportancia podemos señalar la de que nues­tra época se caracteriza por un cambio vertig i noso , que ha cog ido a mu-

(2) Desgraciadamente son muchos los que piensan como Humpty Dumpty: cTe ad­vierto que, cuando yo empleo una palabra -dijo Humpty, en tono algo despectivo-, esa palabra s ignifica exactamente lo que yo quiero que s ignifique: ¿Comprendes? -La cuestión es, dijo Al ic ia , si puede usted hacer que las palabras signifiquen tantas cosas d istintas . -No, te equ ivocas . . . La cuestión es saber quién es e l maestro aquí. Eso es todo• . (CARROLL, L.: Detrás del espejo, Barcelona, 1972, p. 261).

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chas educadores s i n l a suf ic iente formación fi losófica acerca de l proceso educativo , de modo que todos los que trabajaban confiados en una i nerc ia , de pronto se han encontrado con que su mundo se l es ha ven ido abajo . Y, además , ante este hund i m i ento , han aparecido -proven ientes también de l as más d iversas ramas de l ensayismo o de l saber ajeno a l a Pedagogía­una tu rbamu lta de profetas ded icados a pregonar prácticas educativas re­vo l uc ionar ias , cuya apar ienc ia progres ista sue le tratar de encubri r su gran pobreza tanto teórica como experimenta l .

Por e l lo , l as i deas fundamenta les de nuestro campo deben vo lver a re­pensarse, a ser objeto de un profundo examen que ana l i ce su sentido . En efecto , hay que i nvestigar la esenc ia de l a educac ión , sabi éndo la d isti ngu i r de otros fenómenos más o menos cercanos pero d iversos . Hay q u e deter­m i nar cuáles son l as i nstancias educativas y cuá les sus repectivas com­petencias. en unos momentos en los que la pas ión polít ica no ayuda a ver c laro . Hay que anal izar el sentido de l as· i nstituciones formal mente dedica­das a la educac ión , ya que a lgunos pred ican una rad ical desescolarización . Hay que descubr i r qué ti pos de personas deben trabajar en ta les i nstitu­c iones , pues no faltan qu ienes aseguran que el profesor ha muerto y que debe ser sustitu ido por e l i ngen iero de l a i nformac ión -que será un espe­c ia l ista en l as mater ias , responsab l e de e l aborar el « soft-ware » de los mú ltip les medios de autoaprendizaje y que no tendrá ded icación exc lus iva a la enseñanza- a cuyo trabajo se sumaría el consejero de aprendizaje , test igo adu lto en e l g rupo de jóvenes cuyos conoci mientos importarían menos que sus actitudes : capacidad para comun icar , empatía afectiva , equ i l i br io emociona l , etc . Hay que anal izar l as mater ias que deben compo­ner el curr icu l u m en la escue la , para lo cual es necesario saber tanto e l t ipo de hombre que queremos -y e l respectivo sentido de cada as ignatura en re lac ión con el arquetipo fijado-, como el objetivo que da la soci edad a los d isti ntos n ive l es educativos . Hay que estar advertidos para descu­bri r -por debajo del curr icu lum ofic ia l- ese otro curricu lum ocu lto que se mueve eficazmente como sombra que no abandona en n i ngún momento la estructura de l as i nstituciones de enseñanza y la acción del profesor . Hay que l l egar a un acuerdo sobre e l conjunto de competencias que se hayan de adscri b i r a l profesorado, pues una cosa es enseñar y otra d iversa eva l uar -cuando, además , los proced i m i entos trad ic iona les de eva luación se atacan desde p l anteam i entos no s iempre correctos-, dar títu los y dar con d i cho títu lo l a capacidad juríd ica para actuar dentro de c iertos ámbi­tos de l mundo del trabajo . Hay que des l i ndar las aptitudes y los proced i­m ientos de sel ecc ión para ser nombrados profesores de los que son ne­cesarios para ser nombrados d i rectores de centros , en unos momentos en los que las apetenc ias de poder se han desatado en d iversos ambientes . Hay, por ú lt imo , que i nvestigar cuáles son los e l ementos que defi nen e l est i l o educativo de un centro, qué importanc ia t ienen los variados esti los de enseñar y de aprender y cómo repercute en e l resu ltado educativo l a un idad de i ntenc iones entre e l equ ipo docente , cons iderando también l as l i m itaciones que tal un idad impone sobre l a l i bertad de cada uno de sus miembros .

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C) LA FIGURA DEL PROFESOR

En med io de estos prob lemas nos encontramos con l a f igura de l pro­fesor, a qu ien muchos le p iden sol uciones , otros le adu lan para i nstrumen­ta l izar le po l ít icamente y no faltan qu ienes le den igran como s i los profe­sores fueran l os causantes de todos los males de l momento .

Se trata , por tanto , de determinar desapas ionadamente cuáles son l as d imens iones fundamenta les de l a mis ión del profesor. Pues b ien , no po­cos -y a lgunos, entre e l los , movidos por p lanteamientos ideologizados­d icen que lo propio del profesor es enseñar. Y esta respuesta es absolu­tamente c ierta en lo que afi rma , hasta e l punto que nunca ins isti remos bastante en la urgenc ia de que e l profesor tenga la necesaria preparación en su mater ia que l e perm ita rea l izar cumpl idamente su obl i gación de transm iti r un determ i nado conjunto de conoc im ientos, herencia del esfuer­zo i nte lectual de l as generaciones precedentes . Pero esta respuesta es i ncompleta , pues e l profesor también está l l amado a educar y no, por c ier­to , como labor secundar ia potestativa y aneja , s i no como d i mensión pri­mord ia l que con mayor o menor fuerza o eficaci a se da en toda acc ión docente , como se pone de manif iesto por estud iosos que provienen de campos ideo lóg icos abso l utamente d iversos .

En efecto , l a acc ión docente desvel a tres instancias que pertenecen c laramente a l campo de la educac ión . Primeramente , e l profesor puede ac­tuar según un rigor c ientíf ico o una vo luntad de instrumenta l ización ideoló­g ica : en un caso educo en e l háb ito de razonar y en l a d ispos ic ión de aca­tar la verdad y en otro educo en la supremacía de m is preferencias per­sonales por enc ima de toda cons ideración objetiva (3) . En segundo térmi· no, mi modo de enseñar está en dependencia de mi esti l o i nte lectual y mora l , de forma que, como d i ce Peters (4) , hay muchos va lores que se transmiten imp l íc itamente por identificac ión , va lores , por c ierto , en los que pueden estar de acuerdo personas con p lanteam ientos existenc ia les muy d istintos. Y en tercer lugar hemos de tener en cuenta que, como d ice Gusdorf (5) , l a escue la es e l momento de l a lenta y d ifíc i l toma de con­c ienc ia de la persona l idad , por lo que e l ado lescente al buscar su propi a imagen m i ra a l maestro como punto d e referenc ia , como l ugar de encar­nación de los va lores deseados , de aque l los valores qu izá no susceptib les de una demostración matemática pero tan fundamenta les que s in e l los m i v ida quedaría vacía (6) .

(3) Algunos autores señalan que otro de los grandes pe l igros del docente es In­currir en esa manifestación de servi l ismo académico que se l lama ciencismo, y que consiste en d iscuti r los temas • con un vocabulario de una materia al que aquél no pertenece o manejarlos con métodos ajenos al material que se está considerando •. (HOLLAN D , R . F.: cPh i losophers d iscuss education • , Philosophy 52 : 1 99 January 1 977) . Vid . mi l ibro Hacia una formación humanística, Barcelona, Herder, 1 977, pp. 8 1 -82.

(4) PETERS, R. S . : El concepto de educación, Buenos Aires, Paidós , 1 969, pp. 3 1 -32. (5) GUSDORF, G.: ¿Para qué .que los profesores? Madri d , Edicusa, 1 969. Vid. espe­

cia lmente las páginas 1 0, 1 7, 52-54, 6 1 -62, 81 -82. (6) Conviene tener presente que el maestro de quien hablo no es sólo el que

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Evidentemente en esta tarea educativa se puede ser más o menos efi­caz por c i rcunstancias d iversas , entre las que t iene superior importancia faci l itar que l a i nti m i dad de l educando aflore de modo natura l . Ahora b ien , no o lv idemos que esta preocupación educativa es cansada, fuente de con­fl i ctos , i ncomprens iones e i ng ratitudes , de modo que se comprende muy b ien la tentación que Unamuno achaca al egoísmo de • agarrarnos más a esta l abor de pub l ic ista que va un ida a nuestro nombre , que no a esa otra l abor s i l enciosa de maestros orales en que derramamos n uestro espíritu • (7), tentación que sólo superaremos en l a medida en que tengamos una muy lúc ida conc ienc ia de que es precisamente ahí donde rad ica l a espec ia l d ig­n idad de nuestra profes ión . Volvemos con estas pa labras a una idea que expus imos a l pri nc ip io y que habiéndol a dejado s in fundamentar qu izá ha­ya qu ienes l a rec i ban con una c ierta hosti l idad . En efecto , hablar de l a d ig­n idad espec ia l de una profes ión a veces se i nterpreta como justif icación para pagar menos a ta les profes iona les o , en otras ocasiones, como acti­tud desprec iativa hac ia los restantes trabajos que real izan los hombres . No es ese nuestro deseo. Es obvio que e l profesor debe tener una remu­neración razonable y tanto más i mportante cuanto mayor cual if i cación pro­fes iona l y esfuerzo le p idamos . Por otra parte , reconocer la d ign idad de a lgo no s ign if ica desprec iar a los demás , s ino , s i mpl emente , tener la l i m­p idez de un espíritu ajeno al resenti miento por e l que se concede a cada cosa la importancia que rea l mente t iene, s in perju ic io de que -a veces­ciertas cosas sean mucho más importantes que las demás , l as cuáles no por e l l o vienen a dejar de ser d i gnas. Pues b ien , l a f igura de l profesor t ie­ne una espec ia l d ign idad por l a senc i l l a razón de que no trabaja con cosas s i no con personas y no con a lgo exterior de l as personas s i no -como he­mos v isto- con lo más central del hombre , afectando al cu ltivo de la i n­te l igencia y a l encauzamiento de l a l i bertad , an imando a descubri rse « ante la ar istocraci a espi ritua l , adqu i rida por educación ; ante aquel poder que puede obrar en ocas iones e l m i l agro de hacer -en e l curso de una sola v ida humana y sa ltándose una l arga sucesión de antepasados y generacio­nes- del h i jo de u n p lebeyo un hombre de a lta a lcurn i a mora l • (8) . Por e l lo es lóg ico que la Ley Genera l de Educación , expresando un deseo y un reconoc i m iento , p ida a los profesores -en su artícu lo 3- « re levantes cua­l i dades humanas , pedagóg icas y profes ionales » , no so l i c itadas , por c ierto , para n i ngún otro t ipo de funcionar io , que yo conozca . Y esta no es una idea ni novedosa ni extravagante : ya en e l s ig lo XI I I Tomás de Aqu io decía del mag ister io que es u n ofic io al que se debe honor, aunque a lgunos se lo hayan querido negar a l o largo de l a h istoria .

enseña F i losofía o C iencias sociales, pues, como dice Haigh, •toda enseñanza envuelve una constante y semi insconsciente búsqueda de los pensamientos y motivos más In­teriores de los a lumnos • (Pastoral Care, London , Pitman, 1 975, p . 6 ) .

(7} U NAM UNO, M . de : · Sobre la carta de un maestro • , en Obras Completas 111, Madrid , Esce l icer, 1 968, p. 6 1 6 .

(8) HESSE, H . : E l juego de los abalorios, Madrid, Alianza, 1978, p . 407.

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D) EL SENTIDO DE LA FORMA CION DEL PROFESORADO

Estas ideas que apresuradamente hemos expuesto nos hacen ver l a neces idad y l a urgencia de pensar ser iamente sobre e l modo de formar a l profesorado. Como es sabido la d iscus ión trad ic ional se ha centrado en determ inar s i p rocedía dar más importanc ia a l conoci m iento de l as mate­r ias o a los modos de consegu i r que tales materias pudieran poster ior­mente exp l i carse con mayor fruto . Las ref lexiones anter iores entiendo que ob l i gan a ensanchar e l campo de nuestras preocupac iones .

Pr imero de todo se ve necesario proporcionar los conoc im ientos de teoría de l a educac ión fundamenta les para dar respuesta a ese conjunto de prob lemas que nos hemos l i m itado a exponer, conoci m ientos sobre los que se apoyarán tantos otros estud ios de menores a l i entos pero no por e l l o menos necesarios para sol ucionar los numerosos problemas que l a educac ión h a de afrontar .

Ahora b ien , s i donde rad ica l a espec ia l d ign idad del profesor es en su d i mensión educativa , se nos aparece como evidente que por enc ima de todo conoc im i ento hemos de procurar formar e l ser de los profesores . "La preparac ión de los profesores imp l ica enseñar a cada cua l , i nte l ectua l y soc ia l mente , a ser u n caba l le ro » . Esta c ita no es de Baltasar de Casti g l io­ne, s i no que, por chocante que parezca , corresponde a un artícu lo , pub l i ­cado hace poco , de l famoso comparativista ameri cano George Z . F . Be­reday (9 ) . Y es de seña lar cómo co i nc iden con é l , en el núc leo de esta idea , hombres tan d i sti ntos como el soc ia l i sta francés Jaures , que decía que no se enseñaba n i lo que· se sabía n i lo que se quería s ino lo que se era , e l sacerdote cató l ico Romano Guard i n i , en qu ien l eemos que " la pri ­mera cosa que i nfl uye es l a manera de ser del educador; l a segunda, lo que hace ; l a tercera , l o que d ice» ( 1 0) y e l ant iguo Decano de l a Facu ltad de F i losofía y Letras de l a Un ivers idad de Madrid , Profesor García Mo­rente , que cuando vivía apartado de l a fe cató l i ca escrib ió a la profes ión docente impr ime carácter a l a v ida entera en todos sus aspectos y crea obl i gaciones , no sólo para la actuación púb l ica , profesiona l , s ino también para l a actividad persona l y privada» ( 1 1 ) .

Como e l modo de obrar s igue a l modo de ser, en l a medida en que cu ltivemos l a madurez y l a nobl eza del espíritu del educador, más fác i l ­mente se l l evarán a l a práct ica l as pal abras de Antonio M achado de que •e l hacer las cosas b i en / i m porta más que e l hacerl as » , de modo que nunca -por exi m i os que sean los fines buscados- el educador usará de medios que atenten a l a d ign idad de l educando , evitando de modo espe� c ia l aque l los que t ienen una espec ia l g ravedad como las práct icas mani ­pu lantes , etc . Hacer lo b ien , desde e l punto de vista que nos ocupa, s ig­n ifica -entre otras cosas- fomentar en l a c lase un c l ima emocional sano,

(9) · Educación y Nobleza • , en Perspectivas Pedagógicas, 10 :37-38, 1 976, p . 1 1 . ( 1 0) Las edades de la vida, Madrid, Cristiandad, 1 970, p. 70. (11 ) Escritos pedagógicos, Madrid, Espasa-Calpe, 1 975, p. 204.

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a lentador y personal izado, cuyas pr inc ipa les man ifestaciones son : a) acep­tar a l a l umno como persona cuyos prob lemas no son repri m idos n i me­nospreciados; b) darse cuenta de que « es tarea trascendente de l profe­sor desarra igar este m i edo a dec i r lo que se piensa » ( 1 2) . lo que t iene como consecuencia que n i nguna opin ión es r id icu l izada y todas son es­cuchadas con un esfuerzo de comprensión; c) saber reconocer la propia ignoranc ia ( 1 3) y los propi os errores ; d) mantener sobre cada uno de los estud iantes a l tas expectativas , conscientes. que s i e l maestro « depos ita en sus a l umnos expectativas pos it ivas , hay mayores probab i l idades de que se produzcan cambios positivos » ( 1 4) ; e) ins isti r en que l a aventura de la v ida es, en ú lt ima instanc ia , personal , y por e l lo l a educación sólo es verdadera cuando se traduce en un compromiso personal de l educan­do, y f) hacer ver que el profesor se encuentra a gusto en su profes ión, con su mater ia y con e l concreto grupo de a lumnos que l e ha tocado en suerte . Por e l contrar io , i ncurren en un grave error qu ienes p iensan que ta l c l i m a se produce abandonando la d isc ip l i na o e l i m i nando toda autori­dad . Obviamente todos sabemos que la d isc ip l i na no es e l l át igo n i la autor idad e l autoritar ismo, y poco a poco vamos sab iendo que l a caren­c i a de norma , la i ncapacidad para ofrecerse « a l n i ño como fuente nor­mativa y forta lecedora • ( 1 5) , lo que produce son senti m ientos de i nsegu­r idad que or ig i nan nefastas consecuencias de todo tipo, la pr imera de las cua les es e l desorden en la escue la , l a despreocupación por e l a lumno y l a fac i l idad para i nterrump i r las actividades docentes con cua lqu ier pre­texto , causando daños a veces i rreparab les en la formación de los a lum­nos y en l a i magen públ i ca de l a escue la y de su profesorado.

Pero , además , l a i nvestigación actua l ha retomado los motivos c lás i ­cos en l a formación del profesorado , haciendo ver , por un l ado , que e l necesar io conoc im iento de l a mater ia que se va a enseñar no consiste tanto en amontonar u n centón de datos, cuanto en profundizar en l a na­tura leza de cada c ienc ia , l o que conduce a muchos más progresos en lo que se refiere a métodos pedagógicos que no pocas descripciones psico­lóg icas ( 1 6) , y, por otro , que los estud ios trad ic iona les de la d idáctica de­ben amp l iarse para conocer con más deta l le todo lo que se re l ac iona con l a génesis de l saber en el hombre. En efecto , este tema puede abordarse tanto desde un punto de v ista propio de la antropo logía metafís ica como desde un p lanteam i ento de la psicología de la educac ión . Desde la pri­mera perspectiva hay que señalar que " la adqu is ición y e l i ncremento del saber requ i eren que l as verdades i gnoradas pasen a ser no sólo conoci­das, s i no también sabidas, es decir , basadas , fundamentadas , en l as que ya se poseen . De lo contrari o , no se produce c ienci a , pues la c ienc ia re-

( 1 2) LACAU, M .' H . : Didáctica de la lectura creadora, Buenos Ai res . Kapelusz, 1 966, página 1 75 .

( 1 3) V i d . BERSET, A . : L e maitre éveilleur, París, Le Centurion , 1 978, pp . 5 0 y 69. ( 1 4) S INGER, K.: • La Importancia de la personal idad del profesor», Educación (Tu­

binga) , vol . 1 8, 1 978, p. 1 23 . ( 1 5) VELA GRAN IZO, M . : Educación y libertad, Bi lbao, Banco d e Vizcaya , 1 967, p . 63. ( 1 6) Vid., LECHAT, J.: • L'I:cole et la vle • , Revue de l 'enselgnement philosophlque,

22:2, Décembre 1 971 - Janvier 1 972, p. 2.

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qu iere demostración » ( 1 7} ; por e l lo debe a lentarse al recto sentido crí­t ico ( 1 8} , que i ncita no a admit i r , s i no a comprender, y que considera -como d i ce Kol na i- que una justif icación i ncompleta es mejor que n i n­guna , m ientras que una justificación i l eg íti ma es peor que n inguna . Des­de el ú lt imo punto de v ista hay que reconocer que la s ituación de la Ps i­co logía de l a Educación todavía no está defin i tivamente asentada ( 1 9} , pero e l lo n o es obstácu lo para l a existencia d e u n i mportante conjunto d e conoc i m i entos que s e han or ig inado como consecuencia d e l a ap l icac ión de l a ps ico log ía a l proceso educativo .

E} EL SENTIDO DE LA FORMACION CONTINUA DEL PROFESOR

Por ú lti mo , qu iero cerrar este artícu lo a lud iendo brevemente a l tema de l a formación permanente del profesor. Es sabido que esta cuest ión es bastante nueva y consecuencia tanto de l a acel eración de i nnovaciones propi a de nuestra época como de l a reflexión acerca de la natural eza i n­acabada de l hombre , que l e abre l a pos i b i l idad de i rse completando a l o l argo de toda su v ida . E s sabido también q u e l as grandes i nte l i gencias que se han dado en l a h istor ia de l a human idad no han neces itado que estuviera de moda l a formación permanente para ded icarse conti nuamen­te a profund izar en sus estud ios , s i bien l a tón ica más habitual en otros t iempos era seg u i r el proced im iento de Fray Gerund io de Campazas , que en u n momento determ inado cerró los l i bros y se fue a pred icar .

En nuestros d ías creo que se pueden detectar dos corrientes d ist intas . Una es l a que op ina que el profesor , de modo especia l , está ob l i gado a ese cont inuo esfuerzo de superac ión que s ign ifica dedicar s iempre un t iempo a perfeccionar su formación . Otra , muy d istinta , es l a que , entre­gada al m ito de la praxis , entiende que carece de sentido toda prepara­c ión prev ia o i ndepend i ente de l ejerc ic io profes ional , como si só lo en é l pud iéramos formarnos s i n q u e debiéramos dejar de hacerlo en n i ngún momento . Esta doctr ina -no deja de ser d ivertido que hasta l os adora­dores de la praxis tengan que emit i r teorías- tiene las i ndudables d i ­mensiones posit ivas de hacer ver cómo l a formación de l profesor no se puede real izar o lv idándose de su proyección práctica y cómo e l ejerc ic io de l a docenc ia es ocas ión i ndudab le no sólo de enseñar a otros , s i no de aprender u no m ismo. Pero , como d ice Beck (20 } , conviene no o lv idar que hay una fina l ínea que separa e l rea l ismo del c in ismo, y qu ienes man­tienen esa op in ión parece que optan por e l c i n ismo, pues aunque e l i deal

( 1 7) M I LLAN PUELLES, A.: La formación de la personalidad humana, Madrid, R ia lp , 1 963, p . 1 37.

( 1 8) Vid . m i artículo ·El sentido crítico, objetivo de la educación contemporánea• , Revista de Filosofía, 28: 1 08-1 1 1 , 1 969, pp. 77-93.

( 1 9) Vid. , GENOVARD , C.: • La psicología d e la educación en la sociedad de hoy: esquemas de estudio• , Boletín informativo de la Fundación Juan March, 84, ju l io-agosto 1 979, pp. 3-1 6 .

(20) BECK, C.: ·Should Moral Phi losophy Be an Essentla l Aspect of Teacher Educatlon?• Hlstory and Social Science Teacher, 10, 1 975, pp. 9-1 6 .

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del buen profesor que nos exp l iquen no vaya a a lcanzarse nunca por completo en la práctica , es obvio que nuestras real izaciones serán m ucho más chatas s i nuestro horizonte se acabara en la contemplación de un pequeño hacer d i ar io cargado de urgenc ias , s i n haber ten ido nunca la pos ib i l idad de rec ib i r un . a l i ento super ior .

E l profesor neces ita , tanto por l a importancia de su labor como para an imar con e l ejemplo a sus a l umnos para que nunca se adocenen en su trabajo futuro , d i sponer de los medios oportunos para poder actua l izar s u formación . Es obvio que esos programas de formación permanente de l profesor t ienen que tocar todos los temas que colaboran para l a eficac ia de l a l abor docente. Pero creo que todavía no se presta la atención de­b ida a la neces idad de ayudar al p rofesor para que sepa i ntegrar su tra­bajo en su v ida , de modo que el trabajo deje de ser contempl ado como una penosa ob l igación para pasar a convert i rse en un e lemento decis ivo en la consecuc ión de la p len itud a la que , como hombre , está l l amado .

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