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APORTACIONES A LA HISTORIA SOCIAL DEL LENGUAJE: ESPAÑA, SIGLOS XIV-XVIII Rocío CAReL, BOlJHl<ELLlEI< y JESÚS M.' USUNÁHIZ (EDs.) Iberoameric<lna • Vervucrl .2006

Aportaciones Historia Social Del Lenguaje (1)

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  • APORTACIONES A LA HISTORIASOCIAL DEL LENGUAJE:

    ESPAA, SIGLOS XIV-XVIII

    Roco CAReL, BOlJHl

  • Bibliographic infom1'ltionpublished by Die Deuts~heBibl10thekDie Dcutsche Bibliotllek lisis lhis pllbliGllioll in lhe Deulsche Natiullalbihliografie;ddailcd bibliographic da!" al"Ci1vilill'tblc (In the Inlernet al "hllp:llclnb.ddb.de~',

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  • Daniel Snchez Aguirreolea, El lenguaje degermana l travs de los procesos judiciales 223

    Jess M...Usunriz, El lenguaje dl~la cencerrada:burla, violencia y control en la comunidad 235

    Carmela Prez-Saiazar, El superlativo en -(simay otros recursos de intensificacinen el espaliol del siglo XVIII ....................................................... 261

    1IrI\

    PJ~EFAClO

    Es un honor haber sido invitado a escribir un prefacio para esteesludio de la historia social del espalio!. Fue en 1987 cuando lanc.Ulln lIamad(1 de atencin sobre lo que denomin una historia socialdel lenguaje", que pareca hflber sido descuidada tanto por historia-dores como por Iingist(ls. Los historiadores dejaron el ilsunto enIlumos de los segundos, pero stos no eslablll por entonces demasia-do ,inleresildos en la dimensin social del lenguaje, mientras que lossocio-Iingistils, con escasas excepciones dignas de mencin comoRoberl Hall, DelJ Hymes y Joshua Fishman, tendan a ignorar lahistoria.

    Hoy puedo decil~ felizmente, que la situacin ha cambiado porgual en Lingstica y en Historia. En los lingistas se vislumbra W1regreso l la historia, en especial en los estudios de picigins, criollosy lenguas mezcladas (mixtas). Incluso hablando d" manera general,se puede indicar .la creacin dc un nuevo c~mpo que Jos lingistashall bmttizado C01110Hlingiiisticil socio-histrica, o (sociolingsticahistrica>, (una especie de trabalenguas), o ms simplemente (prag-mlticn histrica. Por parte de 1"Historia, hay un creciente inters enla historia social o cultural del lenguaje.

    Estil rea, cualqtdera que sea el nombre que quiera drsele, estcredenclo sin duda de forma rpid

  • 10 /'~(erDllfke 11.~10' -,

    Sto George en Filadelfia, han hecho en solitario valiosas contribucio-nes a la historia social del ingls americano.

    Ahora, la Universidad de Navarra se ha unido a esta investiga-dn internacional. Su Deparlamento de Historia ha recogido el estu-dio del lenguaje donde las ms tempranas generaciones 10 dejaron(por ejemplo Rafael Salillas sobre e! lenguaje del pcaro, AmadoAlonso sobre la historia del lenguaje de la conciencia, RamnMenndez Pidal sobre e! lenguaje en tiempo de 105Reyes Catlicos,o Amrica Castro sobre la historia del espaol en e! Nuevo Mundol).Si bien estos trabajos, en el sentido estricto del trmino, no sonhistorias sociales)', ciertamente son .lo que el francs Luden Febvrellam "historias hislricas, preocupadas por la relacin entre e!lenguaje y la cultura o la sociedad en la que se habla.

    Algunos importantes estudios sobre historia de las lenguas de laPennsula Ibrica han sido publicados en Espaa en los ltimosaos'. El encuentro entre el espaol y las lenguas indgenas de!Nuevo Mundo ha sido tambin un importante tema de .investiga-cin3.

    De la misma forma, e! presente volumen ayuda a rellenar un vadoen los estudios histricos y lingsticos de Espaa. Los autores deesla Historia Social han lanzado lejos su red, extendindola de lablasfemia al silencio. Han escrito acerca del lenguaje de los nobles yde los mercaderes, de los cortesanos y los bandidos, acerca de lahipocresa y la emocin, acerca de la Edad Media y de la EdadModerna. Huelga decir que un solo volumen no puede tratar todoslos posibles lemas que el ttulo evoca (la historia social del vascuen-

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    I,iI

    ce, por ejemplo, el lenguaje de las Illujeres, de los 11l0riscos, de losjudos, o los efectos de la imprenta sobre ellcnguaje escrito o habla-do). No obst

  • INTRODUCCIN

    Jess M." UsunrizUniversid

  • J4 JeslIs M.' Usum'iriz 15

    de Saussure que dahan una autonoma al lenguaje de la historia, queconsideraban que el lenguaje, en cuanto que cargado de subjetividad,no poda ser un instrumento til para reconstruir la realidad; elestructuralismo de Levi-Srauss, que tras asumir que el lenguaje noera un reflejo de la realidad, lleg a entender las relaciones socialescomo fenmenos lingsticos, desentendindose de su dimensintemporal; las tesis deconstruccionistas Y postestructuralistas queconsideran el lenguaje y los textos (de ah que hablen de discurso)como signos de fuerza social y poltica; la reflexin de. HaydenWhite, que postula que c11enguaje es un elemento determlllante enla escritura de la historia, lo que le lleva, en consecuencia, a negar laobjetividad del historiador ...'; son posturas todas ellas que hanmarcado el debale intelectual del siglo pasado. Estas reflexiones son,no obstante la carga de profundidad que han supuest" para laHistoria -eomo para aIras disciplinas inmersas en el complejo yproceloso debate en torno a la crisis de la Modernidad~ y precisa-mente por eso, por su radicalidad, las que nos han ob1Jgado a unaimportante revisin de 105presupuestos de 1" disciplina histrica.

    De alguna milnera, y gracias a una considerable presin intelec-tual, hemos pasado de estar neutralizados por el lenguaje, a utilizarste no slo como una manera de poder interpretar el oficio del histo-riador, sino para ejercerlo, p(lra hacer histor.ia. El inters de Foucaultpor el anlisis del poder y del d isciplinamienl de una sociedad veri-ficado en su lenguaje; la perspectiva antropolgica de Geertz, queconvierte ellengulje en un texto a travs del cual encontrar las inter-pretaciones que las sociedldes dan a su cultura, para comprenderuna forma de vida))3; la tcnicas e innovaciones de autores cotnoGadamer, a travs de la hermenutica, que quiere recuperar la histo-ricidad del hombre y su protagonismo; de Koselleck, que rechaza lacomprensin de la realidad a travs del discurso, pero la admite atravs de elementos (de categoras, conceptos) liberados de todalingisticidnd)) y en eslrecha relacin con la realidad hist6rica4; deHabermas o Spiegel, gracias a la importancia que han dado a losmensajes discursivos, a la comunicacin y sus significldos, y su rela-cin con los procesos sociales..', todo ello ha abierto puertas al tnel

    lUn buen resumen en Kelley, 1996; Quevedo, 2001.3 Geertz, 1996, p. 59. Tambin Geertz, 1995, pp. 30-31.4 Koselle

  • 18 Jess M.~USllIlAriz Inlnlf!'lcd(lll 19

    ms de la historia de la cultura. En segundo lugar porque ellengua-je es un reflejo de la sociedad'", un indicador sensible de las rela-ciones sociales (deferencia, familiaridad, solidaridad)", de Joscambios y de las resistencias al cambia22,

    Los postulados de Burke han sido, en buena parle, los inspirado-res de este libro. Cuando iniciamos nuestros lrabajos de es ludio yanlisis de las formas de vida y de los modos de creer en la Espaade los siglos x:v al XVIII y de sus transformaciones, y cuando hicimosun balance de los resultados de tres aos de actividad investigadora,en la que haban participado medievalistas, modernistas y lingistas,fue el lenguaje -vehculo por el que el hombre transmite el resul-tado de sus experiencias de instalacin en la naturaleza y en la socie-dad2~-,el que nos sirvi de hilo conductor para examinar, desdediferentes perspectivas, un complejo perodo de nuestra historia.

    Ahora bien, si el lenguaje es una forma ms de percibir la realidadhistrica, existan las {uentes que nos proporcionar(Jn noticias feha-cientes de la manera de hablar y de expresarse por parte de la pobla-cin? Seran suficientemente ricas? Las pginas que siguen nosdemuestran la existencia y la utilidad de esas fuentes24. Los ,manua-les de corlesa utilizados en este libro por f. J. Laspalas y P. Orduna,son una magnfica gua para comprender las nuevas sensibilidadesde la retric(\ renacentista y para conocer los instrumentos comuni-cativos en los ambientes cortesanos. Nos proporcionan las directricesmarcadas para que un cortesano controle y utilice sus palabras y sussilencios. Los seis manuales de mercadera analizados por J. Aurell,al tiempo que aportan una importante informacin sobre los aspec-tos tcnicos del comercio mediterrneo medieval, son una fuente degran inters pues sirven para demarcar el lenguaje propio de ungrupo profesional.

    Ms interesante se muestra, si cabe, la documentacin que nosrevela la vida cotidiana y el lenguaje coloquial. Que la oralidad es deuna gran importancia en el Antiguo Rgimen es una cuestin indu-dable, como nos ha recordado en ms de una ocasin Roger Chartier,entre otros. No parece, sin embargo, que los testimonios orales delpasado hayan interesado especialmente al historiador. Por eso, como

    20 Burkc, 1987b, p. 11.21 Burke, 1987

  • 20 Jeslls M:' USllllriz Il1lror,hH.:ci6n 21

    encadenar los eslabones de la evolucin de la lengua; y de valorindudab.le para el historiador, en ctlanto que la palabra, transmisorade historia, es renejo fiel de un sentimiento o de W1 pensamiento, queel profesional debe interpretar".

    Debo hacer por ltimo referencia a otra fuente utilizada en estelibro, como es la correspondencia privada, que me resulta especial-mente atractiva. La carta} conservada como prueba escrita en nume-rosos procesos judiciales u oculta en los archivos familiares, se nospresenta en el estudio de C. Prez-Salazar como un texto til paraaproximarnos a las manifestaciones del lenguaje coloquial29 La cartasirve al historiador para conocer lenguajes profesionales, para cono-cer niveles sociales, para comprender mejor las relaciones sociales! apartir de testimonios de primera mano.

    As, con estos presupuestos tericos y documentales y dentro denuestros lmites, este libro pretende ser una contribucin a esa histo-ria social del lenguaje. Sus autores han sido atrados, en primer lugar,por un lenguaje culto, cortesano. F. J. Laspalas analiza las nuevastendencias de la retrica como arte de comunicacin en las cortesrenacentistas, a travs de las obras de Castiglione, Erasmo, DeliaCasa y Guazzo, qtle debido a su actitud ante el problema de laverdad y de las apariencias, abre el camino hacia lo qtle ser el ficcio-nalismo barroco. Una retrica que no siempre es hablada, sino que(siguiendo la estela de Burke) se manifiesta tambin a travs delsilencio, entendido como otro instrumento de comunicacin. P.Orduna analiza as el gesto y el significado del silencio a partir de losmanuales de cortesa tan divulgados, y tambin la importancia quetales comportamientos tienen para comprender las relaciones socia-les y personales en los mbitos cortesanos. En esta lnea y dando unpaso atrs en el tiempo, el documento expurgado y analizado por M.Narbona, un texto cifrado elaborado por un secretario de Carlos 1I deNavarra, aspirante al trono de Francia, es una muestra prctica deuna manera ldica de percibir el lenguaje en la Europa bajomedieval,al enmascarar la guerra o la poltica en un estilo literario, como unamanera ms de n105trarn05 la forma de ser cortesano.

    Otra de las variantes que se analizan es el lenguaje profesional. Laexistencia del lenguaje tcnico propio de los mercaderes medievalesy renacentistas, estudiado por J. Aurell, permite ir ms all y contem-plarlo como un elemenlo de cohesin y de consolidacin de un

    28 Interesantes las reflexiones de Burke (1987b) sobre la historia oral.29 Prez-SaJazar, 2001; Cano AguiJar, 1996; Oesterreichcr, 1996.

    grllp~ social especifico y diferente, ta.l y como se percibe en una ricay varmda documentacin notarial, y en el contenido, a la vez tcnicoy moral, de JosHHI1lUales de mercadera.

    Un segundo grupo de trabajos agrupa las manifestaciones dellengu~je coloquial ~n la Edad Media y en la Edad Moderna. F.Segurase delJene en el anahsls de la VIolencia verbal, de la injuria, del insul-to, :~Ieenvuelto en el ,escnl~aloper~nitecomprender mejor la impor-tanCIa de las categonas SOCialesbajomedievales. J. M." Usunriz, apartir de los.procesos inquisitoriales, se ocupa elellenguaje blasfemo}' de sus protlgonislas, enmarcados dentro de un momento de trans-formacin y Glmbios sociales que explican la existencia de toda unapolitica lingstica), relacionadl con una lransformacin de .loscom~o.rtamientos morales. El mismo autor atiende al lenguajeslmbohco de la cel.lcerrada o charivarh), como mezcla de injuria y deburla, pero reflejO tambin de unas determinadas maneras deconte~nplar la vida en un! comunidad que sabe acomodar los~amblOs a S\lS propios intereses. D. Snchez Aguirreolea estudia lajerga y el !enguaje agermanado de los bandoleros de los siglos XVIyXVIIa t~aves de casos reales, en los que queda claro el papel de la jergacomo. mstru.mento de identificacin y de comunicacin de un grupoma,rg1l1al.Fl11almente, C. Prez-Salazar, desde tina perspectiva Iin-glllslIca, ofrece un detallado estudio ele la evolucin e introduccindel superlativo eo -sillla desde el mbito culto al mbito coloquial.

    Mas este breve repaso al contenido del libro es, sobre todo, unaclara muestra de lo mucho que queda p"ndiente -El texto de lahistoril no est nunca c.onduido por completo, ni est fijado definiti-vamente por escrito. Hablar hoy de escrito definitivo suena a unaprolesta impotente del espritu lingstico contra el flujo siemprecalnbiante del narrar;lO-: las difer~ndas sociilles vistas a travs delhabla, el uso y la evolucin de los dialectos, las diferencias de gne-ro, de grupos de edad, de profesin, los lenguajes de signos, el usorepetido de refranes y proverbios, las polticas lingsticas ..., sonotros tantos temas apuntados por Burke, y qu" se pueden multiplicarsi al lenguaje hablado sumamos, como sugiere Epstein, los lenguajessimblicos y ele representacin.

    Pero lejos de caer en un ciego entusiasmo, tambin quisiera adver-tir de que la historia social del lenguaje no es tina nueva panncea:-1.111111poCOes, a pesar de Irts voces crticas, una nueva contribucin al

    .'0Kosellcck-G

  • 22 Inlnll:!IlCcilll 23

    desmigajamiento de la Hisloria como disciplina. La historia social dellenguaje es una va ms, una posibilidad ms que tenemos para acer-carnos a la comprensin de los cambios sociales"2. Estamos, afortu-nadamente, ante un conjunto de piezas -de colores y formas dife-rentes, y sta una de ellas- de un rompecabezas que parece intermi-nable, pero cuya conjuncin nos debe ayudar a completar nuestranecesidad de explicacin histrica y de comprensin global de todoun perodo. eOfilO seala Lled, desde otra perspectiva, ... el estu-dio histrico de la lengua, de sus usos y contextos, nos pone siempreante ese paisaje tan lleno de matices y donde la vida se encarna, para-djicamente, en las ideas)J",

    No quisiera terminar esla introduccin sin dejar de agrtldecer suapoyo a quienes nos han ayudado a que este libro sea publicado. LosDepartamentos de Historia y de Lingstica General y LenguaEspmlola de la Universidad de Navarra, han hecho posible a lo lorgode estos aos, y de muy diversas maneras (materiales y anmicls) lalabor investigadora. El Grupo de Investigacin del Siglo de Oro, dela misma Universidad, nos ha facilitado la publicacin en la editorialIberoamericana. 1\ Peter Burke nunC

  • 24 JCg~M." Usumri7, 1I1lrodl1cciIl 25

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  • 148 J~ullle Amell

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  • ausencia de IlClnor en las disposiciones forales C]ue regulan sus infracciones. VerLaliena Corbera, 2001, pp. 197-208.

    2 Madero, 19921,p. 21.3 flurke, 1996, p. 39.

    acertada frase, M, Madero' ha definido la injuria como una expresindel sistema de valores a la inversa, lo cual permite conocer la percep-cin de In realidad y los esquemas representativos impcnmtes, preci-samente aquellos que se pretenda derribar con el insulto, El despres-tigio de la palabra hablada se plasmaba en un autntico ritual deexpulsin, que consista en alejar al injuriado del grupo que loacoga, siquiera simblicamente, identificando su posicin con la deun colectivo inferior cuya sola alusin causaba repulsa. Al contrarioque otros tipos de agresin, determinadas injurin5 llegaron a trans-tornar la reputacin de una familia entera, pues el miembro injuria-do era un simple eslabn y su responsabilidad consista, como mni-mo, en transmitir a sus herederos el honor que habi1 recibido de suspredecesores, No hay que olvidar que cuando la imagen pblica deun individuo se degrada, en definitiva es su ser social el que se envi-lece arrastrando la honorabilidad de su crculo de relacin ms prxi-mo. Pero adems de la vinculacin social, exista otra serie de valo-res que el hombre deba cuidar; como la respetabilidad del matrimo-nio, el cumplimiento de su palabra o el respeto a las tradiciones de lacomunidad,

    En los ltimos aos, las representaciones mentales que proyectauna sociedad, plasmadas en imgenes y en smbolos, han sido anali-zadas por el historiador como Ulla forma de ampliar la comprensinsobre determinadas facetas de su cultura, En una de las primerasreflexiones cientficas sobre las posibilidades de estudio de la palabraprohibida, P, Burke ya advirti de que el insulto no pretenda tantodescribir a una persona como ltacarla para destruirla socialmente,con las repercusiones que ello tena en la modificacin de las conduc-tas interpersonales', Desde mediados de los ochenta, numerososinvestigadores han analizado las formas de agresin verbal y hanfijado las distintas circunstancias agravantes y eximentes que rodea-ron al acto injurioso: el lugar y el momento en que se realizaba, lapublicidad o el nmero de quienes escuchaban el insulto, la repeti-cin de la injuria, la existencia de violencia asociada, son variablesque modificaron su significado, al igual que la posicin social y pol-

    15]

    tica y los sexos ele Jas partes im licad ' 'la fama pblica del inJ'ur' d PI' as , Por encIma de todas ellas,f" la o se leve o como I "1 'o ft:~Cla un mdividuo sob 1 l . l prmcIpa garanha que, re a lOneslJdad d

    la que nobles clrigos J"l ,e su comportamiento, de, ,eces, notanos y ot f' ' 1los principales beneficiados J) l. d 1 r?s o lela es regios fueron, . ,en ro e cop,oso n . t '1 b.b ' ,ca prodUCIdo (;lInbin ha,' t d' ,1tl ena 1 llOgrafi-d

    - ' n eresa o Indagar I t 'eSlgn a la pelabra el 1, " , en e ermmoJoga que, es lOnwsa en los SIglo b' d'de los ejemplos ms fruct'f' d s aJome levales, En unol

    .' 1 elOs y espus de' ,as fuentes.casteJlano-Jeo M.' un flgurasD analisis dems de quince palabras nesas,.1 . M~dero ha lucalizado el uso de

    , para Clenomlnar a J .

  • C;(l1917 ,alab,'as suzias1B l1nlavm V1tupe1O~ ,, 1 'd 16 1 bras feas " ,

    dada, palavra al a '~~ a 2/ malrlizi/;l o difamaciou14,vituperaro, de110star , desOf~rrar , una variante altemda de cOlllunica-

    Cualquier acto de agres,n es. ' ulada al concepto de comu-, I I resin mas vmecin, En e1msu \0, a ag , y 1mensa'e hablado, pere-

    1 'd precede al mensale, e 1nicacin, a mIra a . d ' ocasiones ms virulento que a, posee un po er en .,cedero en ongen,' , lis p,,'abras antes pronuncm-, f" He la memona (e a, < { '1agresIn 1Slca,ya q 1d I do y por quienes aSIsten ada por e es lonradas y odas es conserva " ,', 1 do de difundir la existen-recital violento, Hablar era el pn~C1pa m~onverla tales asuntos encia de conduelas reprobables yle rtl,mor n el casO de la violencia

    1 1 popu al'. ero e 'escndalo para a mora I 'mo acto de comunicar. Ladi eda con e nllSverbal, el escn a O apar '1 b' ed'levales ha llegado tamiza-

    di' It n los Slg os aJom 'jerarqllla e InSU o e, fIlos textos legales y en la docu-I .. previa e eetuac a en ,- ,da por la se eCClon ' I I " "s ms graves segn el slste-'. ' d' , l donde s6 o as InJunu ( :) .menlaoon JU 1cm, obadas por las autorida-

    d ' te meredan ser reprma de valores omlnan ,,' 1 'nsultos ms vtlriopintos sedes pblicas, No hay duda de que oS 1

    222 Y l(IInbin en AGN, T~eg.303, 1409, fol.16 L.:1carra-Marlfn Duque, 1969, p.. . .. d J alabra ignominiosa o afrentosa

    219v. En ambos casos con el misl110Slglll~JCaNO e p ,d 1 Diccionario de fa Lengua tSI1ttllola, 2001.que le conce e e .

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    VERBUM MALEDlCTlONIS" LA BLASFEMIA Y ELBLASFEMO DE LOS SIGLOS XVI Y XVII

    Jess M." Usunt'rizUniversidad de Navarra

    I\. quin injuriflste y rt quin blasfemaste?conlra quin has llzado tu voz

    y levantado tus ojos en alto?

    Isaas, 37:23

    Reniego de Dios y de sus Santos y de Sancta Mara, grit Miguelde lbez, vecino de Hernani en 15701 No creo en Dios, exclamcon ira el clrigo .Iuanes de Ibargen por las mismas fechas'.Reniego de Dios y de la madre que me pari, espet un amargadoy poco sulillabrador de Trevio cuando estaba en la crcel, all por1625'. Que la blasfemia estaba presente en la sociedad espaola yeuropea del Quinientos y Seiscientos es algo que ha sido corrobora-do en ms de una ocasin hasta llegar a considerar, con algunaexageracin y de manera imprecisa, que Eurof'.~ pareca tender peli-grosamente hacia una civilizacin de la blasfem\4, De hecho lafrecuencia con que la blasfemia aparece en la documentacin de la

    ] AHN (Archivo Histrico Nacional], lnquisici6n, lib. 833, fol. 123v.2 AHN, Inqui~:;ici6n,lib. 833, fol. 125v.; AHN, Inquisicin, lib. 836, fols. 395v.-39(jr.4 Delullleau, 1989

  • 9 Cilsagra.nde-Vecchio,1991.10Eimcric-Peiia, p. 75.II Qudpo de Llano, 1999, p. 545.12 Gmez, Pelleeto examen, pp. 63-64 "1.~AHN, Inquisicin, lib. 835, (ols. 578r.~578v.

    monografas al respecto" Pero s podemos epuntar elgunas ideas.Por un lado nos encontramos con la disUnci6n, ya presente en elManual de Inquisidores, entre la bJesfemie heretical y la simple",as~ntode especial relevancie para el inquisidor, a la hora de juzgarl1.ASI, Anselmo Gmez, en su Perfecto xamel1 ... , consideraba hereticai:cuando se dice aJgo contra la fe; lo cual puede ser de cuatro modos,o atribuyendo a Dios lo que no le conviene, v. g. que es injusto, ocruel, o negndole 10que le toca, v. g. que no es sabio, ni omnipolen-te, o atribuyendo a le criatura 10 que no tiene, v. g. al demonio inomnipotencia, o renegando, execrando, y maldiciendo alguna perso-na de la santa Trinidad, la fe catlica, y los sacramentos, descreyen-do, y anatemizendo en el foro exterior, por que si es tambin en elinterior, es hereje formal, de la cual en ninguno de los cuatro modosdichos puede ser absuelto por bula, ni iubileo, ni deUa pueden absol-ver los Ordinarios). Y la simple: cuando no se afirma, ni niega cosacontra la Fe, descreyen~o;sino que se dice alguna palabra irreveren-te, e injuriosa contra Dios en su esencia, y atributos, o en sus divinaspersonas, y santificadas criaturas. Puede ser de otras cuatro maneras,o pronunciando de presente: v. g. esto hago por ofender a dios, o deestando el subjuntivo maldito sea dios, perezce dios, y a esta fepuede reducir la tercera, que llaman contumelia irrisoria vah, quidestruis lemplunl Dei. La cuarla es juratoria, pereat Deus, si ita nonesb)12.La distincin es de especial inters en cuanto que fuese una u'otra, heretical o simple, slo la Tnquisicin podra tratar la primera,mientras que la segunda poda ser ebsue!ta, slo en determinadascircunstancias, por e! confesor ordinario. No obstante y de hecho, lamayora de las blasfemias tratades ante los tribunales inquisitorialespertenecen al primer grupo (aproximadamente un 87% en Logroo),quedando otras sin clasificar. Para rl,alizar tal distincin el criteriosin embargo, no siempre es unnime ~en algunas ocasio~esse cah:fica de hereticallo que en otras es simple o escandalose-; y no esextrao que se tengan en cuenta otras circunstancias ~por el modode decirB. Lo que parece cunfirmar cierta confusin existente en lostni'tnuales de confesores y entre los inquisidores segn las pocas.

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    199La bl,,~fr:miil y el blnMelllo

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    Ya desde el Dcalogo -"No pronunciars e! nombre de Dios envano- encontramos un buen nmero de referencias a la blasfemia,su definicin y calificacin. Pero no este lugar para hacer un repasoa las diferentes percepciones que de la blasfemia se han tenido a lolargo de los siglos, entre otras cosas porque contamos con excelentes

    5 Ver Karjalainen, 2002. y hay que incluir lambin algunas aportaciones en larevista Malcdic/a: Tite internatiollal jOllmal 01verbal aggression, publicada por la Inter-national Maledicta Sodetyn.

    6Ver Burke, 1996, p. 36. Sin llegar a considerarlo, eso s, una "panacea interpreta-tiva), Palmer, 1987, p.l02.

    7 Ver a este respecto Sabean, 1993, p. 199.'Burke, 1996, p. 38.

    1. CMOy DNDE SEBLASFEMA?Qlll~NESELBLASFEMO?

    poca ha llamado la alencin de los historiadores, especialmentefranceses, gracias a los pioneros trabajos de Jean Delumeau, que hanvisto en la imprecacin contra Dios un elemento ms en su estudiosobre las mentalidades del hombre moderno; pero tambin gracias alos anglosajones, preocupados por la cuestin de la intoleranciadurante el tiempo de las Reformas y su reflejo en nuestros das. Porotra, parte, y desde otros mbitos, la blasfemia, el juramento, ha sidotratado por autores como Montagu o Hughes, interesados en trazaruna evolucin y etimologa de los juramentos en habla inglesa; ocomo el sueco Andersson, que ha abordado la cuestin desde la pers-pectiva de un sociolingista, o Jay, a travs de ~nanlisis psicolin-gstico'. En este sentido, el objetivo de esle trabaJOes anahzar el casode! blasfemo espaii.ol a partir de los estudios que sobre la persecuCIninquisitorial se han llevado a cabo, adems de proporcionar nuestros'propios datos a partir de las causas traladas ante e! Tribunal deLogroo durante los siglos XVIy XVlI.Pero quiere ser algo ms. Quiereresponder, probablemente de manera insatisfactoria, a otros interro-gantes. En la medida en que el lenguaje refleja la asimilacin o elrechazo de nuevas formas, de nuevos comportamientos, se puede, atravs de la blasfemia, de "la importancia simblica de lo aparente-mente trivia!', saber algo ms del xito de la penetracin de lasnuevas ideas en la poca de las Reformas en Europa'. Pues el lengua-je, como de m

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    ta-, para Belmas son miembros de las clases populares, principal-nlente arlesanos, los que profieren juramentos en tabernas y meso-nes21,

    Ha. sido C~banto~s quien en un reciente trabajo de sntesis, y apesar de las diferenCIas de criterio, ha establecido unos perfiles mso lnenos deternunados. En primer lugar es un fenmeno claramentemasculino, juv:nil", y proceden le de sectores al margen de lasestructuras r:llglosa~y polticas del momento, como. marineros,soldados, ameros,.que escapan de alguna manera al eonlrol social, oque, por el hecho de pertenecer al oficio asumen el juramento comoun vocabul~no r:OPIO y distintivo del grupo". Es por ello significa-hvo el teshmonlO de Pedro Garda de Larrueda, un vecino deNavarrete, de oficio labrador, que en 1637 se alist en el e.rcI.toyd' d . . unla, yen o marchando en una conpaa de solda.dos y viendo que

    algunos dellos ha~fan cortesa quitndose el sonbrero a las personasque les estaban mirando les haba reprehendido diciendo que 'ni aDIOSlU a la Jushc;m no Se hnba de quietar el sonbrcro en tal ocasin'.y de ql.l~habindole r~prehendido uno de Jos tesligos del escndaloque ...habJa dado c~n,d.lch~spalabras, con menosprecio y rindose,habla bueHo a de~lr: Que y"porla! Como desas cosas pasa" mIre solda-dOS)}~4. .

    Pero hay que tener cuidado a ahora de describir las caractersti-cas de un grupo, pues es muchas ocasiones nos encontramos con unaidentificacin errnea. Como nos recuerda Dedieu el blasfemo deltnbunal de Toledo (y el de Logroo) es un crioliano viejo". Es ciertoque en su. gran rnayori;l son varones (un 88/0 en' el tribunal de1...ogroo), pero la blasfena no pertenec.e en exclusiva \a mundo de1 ., 1(, A" '1os Jovenes. uemas, a mayor parte' de los acusados que figuran enel tribunal inquisitorial de Logroo $on en casi Wl 60% calnpesinos(34%) o artesanos (24%), y slo a mucha distancia aparecen otrossectores. Es, por otra parte, un blasfemo que est-muy presente en elmundo rural (69%).

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    ..

    El lxico denigra torio de la blasfemia ofrece gran variedad,aunque en la mayora de los casos se siguen unas pautas comunes.La frmula ms comn es el habitual "Reniego seguido, muy delejos, por expresiones como Pese a Dios, Voto a Dios, No c~eo)),o Descreo, La referencia simple a Dios es la habitual, siendo menoscomn la mencin de Cristo, de la Virgen, de los Santos ("Reniego deDios, Reniego de Sant Pedro y de Sant Pablo y de todos los Santos"),de la Eucaristia, del Crisma o del Bautismo ("Reniego de Dios y de lacrisma que reciu en el baptismo que me lo avis de pagar!'). Nofaltan otras ms elaboradas ("iMaldita sea! Mal aya el alma que d!ze

    . 11 D. 116)que Dios es bueno!; los diablos lIeuen e a ma que en lOS cree.. Iu otras de carcter jocoso y que recogen lo que aIparecer era un ch!s-te obsceno baslante difundido en la poca. Sin embargo se observaque, a diferencia de cierto "antropomorfismo relig.ioso:, c.omn en lablasfemia medieval17, son escassismas las referencias smulares en lossiglos modernos: "por la caue~a de Dios, por vida de Dios, por lacaueza de San Joan y de la madre de DIOs fueron las expresIOnesutilizadas por un tejedor de Alfaro!', siendo esta la ms comn y muyespordicas las que mencionan la sangre de Cristo, el vientre deMara, o la cara de Dios.

    Responde la figura del blasfemo a unos parmetros socialesdeterminados? Son muchos los autores que se ponen de acuerdo a lahora de no asignar el delito a un concreto grupo estamental o profe-sional, y defienden su universalidad": nobles, campesinos, artesa-nos, estudiantes ... estn presentes en los tribunales civiles yeclesis-ticos de toda Europa. No obstante, se observan claras diferenciasentre unos y olros. Si para Levelaux, a parlir de los datos de blasfe-mos en el Parlamenlo de Pars, estos pertenecen a un mundo urbanoy cultivado20-probablemente blasfemos afines a laherejfa calvinis-

    14AHN, Inqllisicin, lib. 834, fol. 239v.15 AHN, Inquisicin, lib. 834, fol. 795v. Sobre las diferentes blasfe~i~s,Contreras,

    1982.1(, AHN, Inquisicin, lib. 834, fols. 794v.-795r.17L1ompart, 1973, pp. 152-153. .18 AHN, Inquisicin, lib. 838, fuls, 386v.-388r,19 ContreraB, 1982, p. 655; Queipo de Llano, 1999, p. 548; LeveJeux, 2001; p. 446;

    Garela Crcel-Moreno, 2001, pp. 296-299 CabantouB, 1998, p. 88, aunque este ltimocon matices.

    20 Leveleux, 2001, p. 461.

    ~' -,

    2! BclO1as, 1989, p. 22.222..'CatlilntOl1~, 1998, pp. 101 y 106; Escamilla, 1992, n, pp. 215.230.

    Contreras, 1982, p. 65R.24Al-IN, Inquisicin, lib. 837, fol5 20v.-21 v.25 Dedieu, ]989, p. 136.26En Logroilo el 48% de los lcusados de los que conocemos su edad est

    comprendido en el tramo entre Jos 16 y los 35 aos.

  • 33 AHN, Inquisicin, lib. 836, fols. 274v,-275v.J4AHN, Inquisicin, lib, 836, fol5. 422v,-423r.35 AHN, Incuisicin, lib, 834, fols. 182r,-'J82v.y, AHN, Inquisicin, lib. R35, fol. 129r.;:17 AHN, Inquisicin, lib. R34, fols. 696r.~696v.:>.8Cabantous, 1998, pp. 106 Y ss.

    de,Tude~a,rec?lloca que no se acordaua ni saua qu fue porqueaUla bebIdo m"s de lo justo".

    No obstan le, y aunque la taberna o la c"sa de juego es un lugarhabltu,,1 no es, 1lI mucho menos el nico en el que se blasfema, y niSIqUIera, contra lo que se suele afirmar, el ms importante. Tamb.inse blasfema en casa, normalmente durante una discusin entre losespos~s, en una rii'la con los hijos, en una pelea con la suegra. En 16261".vecm.a de Azagra, ,Margarita Uakluz, al castigar a su hija de diezanos gnl: Remego de Dios que te tengo de matar!>'''. Miguel deSatostegtIJ, en 1583, ,,1 discutir con su mujer e hija exclam: "iRe-nyego de DIOSy de su sangre si no os tengo de sacar e! alma!". Seblasfema en el trabajo. Juan de Aguirre, trabaxador del campo,vecino de Deusto, se acus en 1601 de que estando "trabaxando conun "S l.ayas nuebas que eslauan speras dixo 'Reniego destas layas yde qUJen las hl

  • recogido algn ejemplo-, la maldicin est asegurada. Es decir, laclera, la inconsciencia, demostraba una fa1tilde intcncionalidad, en1"que insistieron tnto los.acusados COIno los tratadistas, basados, engran parte, en las tesis tomistas de que la blasfemia proceda de aque-lla parte ms imaginativa, ms emocional y menos racional de lamente humana4",

    No obstante debo partir de la idea de que la blasfemia es un actode habla, segn expresin y teora original de Austin. Y tal acto esel exponente ms deStacado de la intencionalidad del interlocutor"-elnisiones' son ilcciones-47, no slo una informacin. Por estarazn y en Ja lnea de Stubbs, no podemos limilarnos a considerarque el lenguaje sirva sJo pora expresar senlim.icntos o emociones.De,trs de la accin exisle un mensaje ffiuHifuncional48, hay undIScurso de valores, creenci(ls, actitudes e identidades sociales49.Quien blasfema lo hace porque pertenece o se encuentra en un deter-nlinado contexto sodal o cultural que le hace formar parte de ungrupo_Es decir, St~blasfema de manera relativmnCl1 te inconsciente. Lohemos visto en el caso del soldado. Pero tambin se comprueba enotras circunstancias. La reunin de amigos o de compaeros espropicia para el chiste, la fiesta lo es para el comentario o la cancinjocosa. En Laguardia, una rewlin de amigos dio lugar al chiste blas-femo, en un ambiente de fisga y burla,,". El clrigo Miguel deGracia, cenando con sus veCinos en Cintrunigo (regucijandola fies-ta echauan coplas l y r)lroreo acautlndolflSen consonancia, dizien-do 'brindo a Dios padre, brindo a Dios hijo, brindo al Espritu Santo,brindo a la Sanctsima Trinidad, brindo a la Birgen Mara' conformecabian en la copla51,Una mo;a de soldada de veinticuatro aosfue acusada por blasfemar estando en compaa de otros mucha-chos de su hedad,,". Reuniones en) donde no fa!ta, especialmenteante la presencia de muchachas, la referencia sexual, o si se quiere,como apunta uno de los inquisidores, la blasfemi~ sensual5..l,Eneste sentido sera \in sr:nbolode virilidad54.

    que la blasfemia es un registro ms de su lenguaje habitual, unelemento cotidiano de la d.isputa profana)}39.

    2. POR QlJ~ SE BLASFEMA?

    Ahora bien, por qu su arraigo, por qu su reiterada p,:sencia enel espaol del Siglo de Oro? En principio, podramos considerar quees W1 lenguaje propio de los ambientes ~arginales, de gru~os profe-sionales especficos y, por tanto, un sIgno eVIdente de IdentIdadgrupal. Pero sabemos, lo hemos comprobado ya, que era una preh-ca generalizada entre la poblacin.

    Han sido los lingistas, como Andersson, los que han agrupadolas posibles causas en dos grandes categoras: las razones psicolg~-cas y las sociolingsticas. En el prime.r caso, el Jura~ento estanamotivado por un

  • el blasfemo sea un ateo, es en la JnaY0f.a de los casos, una irrealidad.S es ms habitual encontrar en tales manifestaciones rasgos anticle-ricales: un labrador de Riezu grit a su sobrino, que no haba llevadoel trigo al molino por or misa: "el diablo lIeue al abbad y la misa y abos que os a de aproued\ar la misa que estis o no esteis en el1a63.Un vecino de Ochagava exclam pblicamente en 1582 que "no abanengn clrigo bueno64. M,artn de Asiain, de Olite (Navarra) asegu-r a gritos que su maldicin dexara a quin hiziesse dezir misasporque no quera que sus reales lIeuasen los clrigos',"'.

    Hemos afirmado tambin que se blasfema como vlvula de esca-pe, como desahogo. Pero e! uso de la blasfemia supone un rechazoconsciente del lenguaje oficial? Es, por tanto, un elemento decarnavalizacin del lenguaje y, por ello, de subversin poltica o deinversin social(,6?

    Es el resultado de esa indistincin entre lo mgico y 10sagrado,entre lo natural y 10 sobrenatural, previa.a las Rdormas67? Un recur-so mgico para rebelarse contra un Dios amenazante68?

    Las explicaciones que se han recogido hasta ahora no nos satisfa-cen del todo. Desde mi punto de vista, y para los hombres de la poca-se recogen varios testimonios a 10 largo del texto- blasfemar es,ms bien, una muestra de la cercana de lo sagrado, y, por tanto, delpapel determi""nte de la divinidad en lodos los actos de nuestrasvidas. En definitiva es lil reconocimiento del poder de Dios, una delas manifestaciones, de car,'icter negativo, de la religin cristiana69;otra forma de demostrar que se cree en Dios, un sntoma, de que Diosest presente en el alma humana70. Por otra parte si bien la blasfemiaencuentra un ambiente propicio, un espacio, en la fiesta, no es, sinembargo, ni muestra de subversin poltica (salvo en el caso de quecomparta espacio con la hereja) o de inversin social (dado queparticipan todos los estamentos), en el 95% de los casos. En definiti-

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    Pero tambin se jura por costumbre. Medina lo dice: "pues si elpenitente conoce la gravedad de este delito y cree cuantos pecadosdesos ha cometido que no tienen nmero por maln coslumbre que tiellede jurnr a cnda palabrn, razn es que busque remedio y medicina paratanto mal y dao de su alma". Un alguacil de Logroo fue acusadode jurar "muy de ordinario y es muy arrojado en las palabras y jura-mentos". A un cortador de carne de Artajona (Navarra) "le cono~ie-ron por hombre muy jurador57. Un soldado reconoca en 1650 "quetena costumbre de jurar y blasfeman>". En resumen, y como recogenlas sinodales de Calahorra aprobadas en 1698, "hay otros que por unmal uso, cuando estn eIlojndos o se burlan sin pensar lo que dicen,nombran a dios o algn santo, porqu.e no les viene otra cosa a la boca59.

    Pero cul es el sentido directo e indirecto de los actos de habla?Como hemos comprobado, detrs de dicho acto hay un deseo de inti-midar, de escandalizar, de hacer rer; O simplemente obedece a unhbito. Pero por qu se elige, precisamente, la blasfemia? Enmomentos de clera uno puede utilizar un gran nmero de expre-siones que van desde la onomatopeya, a la exclamacin, pasando porexpresiones ofensivas que no necesariamente pasan por injuriar alSer Supremo. Debe de haber una razn. No obstante, es difcil llegara penetrar en el alma humana pafa descubrir los verdaderos motivosque J10S expliquen el porqu de la maldicin.

    Es producto di: la inestabilidad psquica que viven los europe-os del momento? Es el resultado de una cristiarzacin superficial?Es una toma de posicin a favor de la hereja60? Es, volviendo a unavieja polmica planteada por Febvre, una muestra de la existencia de!escepticismo, del atesmo en los tiempos modernos"? No revelabala imprecacin, los verdaderos sentimientos de nuestra alma"? Que

    55Medina, lllstmctioll, pp. 66-67. Y asi lo apunta tambj~nRodrfgucz Lusitano,Summa de ca~osde collciencia, cap. 33; Antonio Romn, CO/l!erellas moralf:s, pp. 44-45.O bien Anselmo Gmez, El perfccto exame", pp. 63-64: ,da blasfemia es pecado de lavirtud de la religi6n, y greve de su naturaleza (ue no admite parvidad, salvo de partede la libertad, ellano no hay deliberacin plena: v. g. fI/la clera, que perturba el enten-dimiento, o cl/alldo es i"advertidamelltc.

    56AHN, Inquisicin, lib. 838, fol!'!.464v.-465v.57AHN, Inquisicin, lib. &.16, fol. 6oor.58 AHN, Inquisicin, lib. 838, fols. 82v.-84v.59Coltsfif(tciofles Synodalp.s f ... ] del obispado dc Calahorra, pp. 62-63.(,0Delumeau, 1989a, p. 619. .61 Nos lo recuerda, Flynn, 1995, pp. 48-49."Flynn, 1995, p. 34.

    6,1 AI.IN, Inquisicin, lib. 835, fols. 327v.-328r.64 AH N, Inquisicin, lib. 833, fo1. 542v.('sAHN, Inquisicin, lib. 8..13,fols. 151v .. 152v.66B1zquez, 1983, p. 133; Belmas, 19H9, p. 24; ContreUlS, 1982, p. 655; Levelaux,

    2001, p. 433; Hughe5, 1991, p. 5.67Scribner, 1984, p. 27,G,'lSegn EV

  • 209La hlfelllO

    Pero los encargados de perseguirla variaron de un lugar a otro. EnFrancia sabemos de un buen nmero de conflictos de cOlnpetenciasentre los tribunales reales y los eclesisticos en las causas contra losblasfemos. Incluso a partir de una serie de edictos, entre 1525 y 1562,se observa una tendencia a la laicizacin7R Etl-Espa,~a la legislacin

    Cn.

    Jt:SS M." Usumhiz

    va,.y desde mi punto de vista, a lo que se haba asistido en la socie-dad bajomedieval, y perdura a lo largo del Quinientos, es a lUla bana-lizacin de las relaciones con lo sagrado, hasta tal punto que seproduce una indisticin con lo profano. No es por tanto una negacinde la existencia o de la omnipotencia divinas. Es producto de la cerca-na, de la familiaridad. Y se blasfema, simplemente porque se cree.Pero es tambin un lenguaje particular que se utiliza en dos coyun-turas: en momentos de clera (el ms habitual), y en momentos dechanza. La primera es una muestra de violencia verbal frente alrecurso de la violencia fsica, una estrategia verbal que obedece auna cierta lgica dd conflicto)/I, un l~ritual de agresi.m/2; la segun-da un lenguaje festivo o carnavalesco, entendido corno ambientepropicio. Y en ambos casos se blasfema por costumbre, porque es unrecurso habitual, que en determinados estados de nimo y en deter-minados espacioR, pareca haber encontrado un acomodo estable.

    3. PORQU PERSEGUIRALIILASFEMO?

    A lo largo del siglo XVIy del primer tercio del siglo XVIIse observaen toda Europa un fenmeno que podra denominarse presinlingstica. La expresin, utilizada por Charles BaBy para cuestio-nes gramaticales, puede aplicarse, sin duda, a la persecucin de lablasfemia. Para este autor bajo tal denominacin pueden distinguir-se tres tipos de presiones: una obligacin imperativa y normativa;una sugestin de prestigio (por imitacin); y una tercera, denomina-da pseudo-personal o autosugestin, es decir, ante la presin defuera el individuo se da rdenes a si lnisJ11o, sin creer que su origenest fuera de s mismo. La primera, cuyas rdenes son precisas y seimponen inmediatamente, atae a los hechos ms superfki~,les delorganismo lingsitico, y que las otras dos alcanzan progresivamen-te la obra viva de la lengua". En este mismo sentido podramosincorporar aqu el trmino de disciplinamiento socia!, un conjuntode medidas con el fin concreto de reformar costumbres, al que asisti-mos en toda la Europa de la segunda mitad del siglo XVIy primeramitad del XVII.

    71 Loetz, 1998, p. 429.72Cabantous, 1998, p.194."BaBy, 1967, p.1R6.

    208

  • 210

    real no fue tan importante. La denominodo Nueva ReC,

    211

    o.de herejes, que pretendan la desestabilizacin del Estado y de laMonarqua: es algo claro en Francia, durante las guerras de religin;es claro en Inglaterra, tras el cisma de Enrique VIII; es claro, en algncaso concreto, durante el reinado de Felipe JI". Pero, en verdadpuede considerarse que el labrador, el tejedor o el cortador de carne,con sus imprecaciones, estaban desestobilzando el Estado? En laEspal1a de los siglos XVI YXVII al blasfemo no se le persigue, ni mucho~en~s, po~un te~riblccrimen de lesa mljestad; ni siquiera por here-Ja. Solo aSl se entiende la.renuencia del tribunal a intervenir en estoscasos, cuando todava en 1547 insista en que las blasfemias proferi-das en momentos de ira fueran tratados por otra jurisdiccin".

    Un repaso a las penas aclara an ms esta diferenciCl. Leveleuxinsiste en el rigor de los tribunales civiles franceses contra los blasfe-mos, como una prueba ms de que su persecucin se deba a motivospoltico ideolgicos". En los tribunales inquisitoriales de laPennsula, slo en ocasiones excepcionales el blasfemo acababa comogale?Le". Una llamada de atencin y una penitencia pblica, eldestIerro, la pena pecuniaria y los azotes, suelen ser los castigos mshabituoles90 Y los tribunales civiles no consideraban este delito de sucompetencia.., Por tanto, al menos para Espaa, podemos decir que la persecu-

    C10ndel blasfemo no se debe a razones polticas. Existen otras que sepueden aducir con un mayor fundamento. Es posible que en algn. caso fuera la excusa para intervenir en querellas particulares porcuestin de intereses espreos. El vizcano loan de Orve, acusado deblasfemja por algunos vecinos y sacerdotes, "tach a todos los tes ti-go~ por enemigos copita tes suyos y ser las dos mugeres madre y cria-da de uno de los clrigos y haber trahdo con todos ellos muchospleytos muy graues sobre diferencias, rillas y pendencias, que todo1 '91 1 fo prouo" , razon por a que ue absuelto. No obstante la mera

    --~,

    " .Monter nos recuerda cmo la acusaCI6n de blasfemia fue un instrumento eficazcontra los nobles nragolleses, con el objeto de eludir el derecho for

  • 212 Jess M:' UStlllfiri7. 1.., bl
  • 214 J-:ss M.~Ul'lunMiz L" blmfcmia y el hl"Rremo 215

    Evolucin de lScausas de blasfemos por delaei{m o autodeladnen el Tribunal de Logroo

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    1

    autoridades inquisitoriales creci repetidamente a lo largo del sigloXVI, prueba de que la poltica de correcin del lenguaje estaba dandosus frutosllt

    No es extfu;o encontrar entre los testimonios de los dem.mciantcsy testigos de los blasfemos, Cmostos eran amonestados pblica-mente por sus vecinos (el porcentaje de deladn llega a ser de msde un 80,l;)en \a dcada (le los treinta del xvn). Un loven que jur

    . mientras jugab.a a los bolos, fue reprehendido de los que estaua all[y...] se qued turbado sin hablar ms"lU Varios vecinos replicaron ala blasfemia de Pablo de Areniz, de Miranda de Ebro adbirtindoleque guardase el alma que le haura costado mucho a Oios"113.Laspalabras de don Sebaslin de Pimentel causaroll tanto escndalo que

    . Ilnuchos estubieron tentildos n sacar las espadls idarle de cuchilla-dasnH4 Otros despreciaron las .imprecacion~s de un labrador, di-zindole [...] que por qu deza aquellas bobaaas,,'15, Los torpes cn-ticos de un clrigo durante lma celebraci6n popular en Cintrunigo,

    , ., .

    incluso subversiva, frente a otros poderes. Sus actitudes, sus compor-tamientos, sus costumbres, vienen a ser un ejemplo de la resistencia,casi romntica (las supervivencias), casi pagana, frente a las nove-dades que se dan para coartar o limitar las creencias y las formas deser y de estar de los grupos populares"". Pero si recordamos, comohace Wirth, la definicin de aculturacin como el proceso deadopcin y asimilacin de elementos culturales extraos"l"', creo q,uepodemos replantearnos (o matizar mucho) la tesIs de la acullw:acJOn.Entre otras cosas porque lo que se introduce no es nuevo, ajeno oextrao. Por otra parte, estamos hablando de seres irracionales sincapacidad de iniciativa, que son llevados de la mano por elites q~eson as nicas que perciben la necesidad de cambios? Por su propIacultura, por su forma de entender las relaciones con la naturaleza ocon lo sagrado, es la comLUldad la que muchas veces asume -mte-reriza, hace suyos- sin problemas los calubias materiales o cultu-rales que considera que le benefician; o bien persigue o simplemente

    107 L bl f. h'.excluye a quienes no los asumen . a ,as etnia no, acta 51110romper con unos valores fundamentales, lo que reperculla en la esta-bilidad de esa misma sociedad'"'. En no pocas ocasiones aquello quees rechazado por las comLUlidades, aplicado en este caso al lenguaje,es tambin eliminado del mismo. Los numerosos edictos de los ayun-tamientos, no son una forma de colaboracin y de asuncin de talesprincipios? No representa el deseo de los pueblos de lIna reformaprofunda, de lUla moralizacin de la sociedad en la que se vive'09?Incluso podemos dar un paso ms adelante: la persecuCIn de la blas-femia en territorios protestantes y catlicos, basada en los mismosprincipios que en poca bajomedieval, no estaba, de alguna manera,

    .d J '[ d t . 110?aportando a la comum ao unos en enos e per eneacta .En este sentido, el hecho de que buena parle de los acusados lo sea

    como frulo de la delacin o de la autodelacin es todo un indicativodel grado de connivencia entre las autoridades y la poblacin. Elaumento de los acusados que se autodelata como blasfemos anle las

    105Crticas similares en Christin, ]989, pp. 46 Y52.106 Wirth, 1984, p. 66.107Yiswanathan1995, p. 401-I08Cabantolls, 1998, pp. 69-70.109Cabantolls, 1998, pp. 77-78.110Sabean, 1993, p. 206.

    111 Queipo de L1illln, 1999, p. 548; Dedieu, '1989, p. 141; Haliczer, 1993, p. 472, quesiguiendo il Maravall, afirmA: "Toda la sociedad h"ba aprendido a actuar en con~o~nanda con el monolitismo barroco, cultural. religioso y poltico>'.

    112 AHN, Inquisicin, lib. 836, fols. 457r.-457v.ll:l AHN, lnquisicill, lib. 836, fols. 478v.-479v.114 Al-IN, Inquisicin, lib. 838, fols. 485r.-486v.11r; AHN, Inquisicin, lib. 838, fo1s. 520v.w521 v.

  • provocaron el escndalo y algunas personas se fueron de la \cna))116.y en no pocas ocasiones esto llevaba a una peticin pblica deperdn: Antn de Cobeaga, un vizcano vecino de Azagra, fuereprendido tras jurar mientras estaba trabajando, y por esO se arro-dill luego y besando la tierra aufa dicho 'Dios de mi alma perdo-nadme, que no s lo que he dicho''''. Joan de Momea!, un cordelerode Tudela (Navarra), maldijo al quemorse la mano, por lo que fuereprendido, e inmediatamente haua hecho luego una cruz en elsuelo y besndola arrepintindose mucho de hauerlo dicho, y que elda siguiente por la maana se haua ydo a confesal.t1'. Un ejemploms de la importancia de la correccin fraterna, en el proceso dedisciplinamientol19.

    La blasfemia haba sido una forma de creer, un sntoma de que elalma est viva) como versificaba Eliot'20; una manera de entender larelacin con el M

  • 2i8 Jes~M.~Usun;\riz Lil blilSfemitl y el hllf'felllO 219

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  • "',

    1',

    1

    ELLENGUAJE DEGERMANAA TRAVS DE LOS PROCESOS JUDICIALES

    Daniel Snchez AguirreolcaUniversidad de Navarra

    De acuerdo con los postulados de la etnolingistica, el lenguajeposee una indudable dimensin soci."l e histrica. Segn esta corrien-te no se trata de un instrumento pasivo, un portador neutro demensajes; muy al contrario, aporta sus propios mensajes. Un ejemploclaro de ello son las diferentes variedades del habla segn los grupossociales gue la usen y, en el caso gue nos ocupa, la jerigonza, lagermana, lo que es lo misn1o, la jerga del hlmpa1,

    Jos Luis Alonso Hernndez manifestaba a mediados de los 70 ensu magnfico libro "Lxico del marginalismo del siglo de oro gue,para el estudio del vocabulario del marginalismo de finales del sigloxv a mediados del XVIJI, decir que el testimono oral no exista eradeCir una perogrullada'.

    Debido a esta creencia generalizada, el estudio de muchos de losaspectos de la cultura popular, y esp~cialmentc aguellos gue se refie-ren a la historia social del lenguaje, ha sido abordado a travs de laliteratura. Sin dud~ esta fuente nos ofrece unamagnfica informacingue nos ayuda a reconstruir, entre otros mchos aspectos, el lengua-je de germana. Obras como el vocabulario de germana publcadopor Juan Hidalgo', el vocabulario de germana de Salillas', la litera-

    1 Ilurke, 1996, pp. 17.20.:zAlonso Hemndez, 1976, p. Xl.'HidIgo,1609.4 Sllill

  • 224 O:udelSnchezI

    Elengllaje de germann 225

    tura de cordel', las JOesasgermanescas', la Relacin de la crcel deSevilla de Cristbal de Chaves, trabajos de Cervantes comoRinconete y Cortadillo, las poesas de Quevedo o la literatura pfca-ra de Mateo Alemn, entre otras, han posibilitado la elaboracin decompletos diccionarios sobre la lengua de germana, pudiendo asahondar en su conocimiento'. Sin embargo, son pocos los trabajosque trascienden el fenmeno literario y tratlll de analizarlo como unhecho fundamentalmente social, aunque eso s, lodos usan, casi enexclusividad, fuentes literarias8.

    Ciertamente no tenemos grabaciones sonoras en las que se recojanentrevistas. Sin embargo, tal y como seala Peter llurke, en el casode Europa Occidental y a partir de fines de la Edad Media existenfuentes extremadamente voluminosas y relativamente confiables delhabla,.'en especial los registros de los tribunales en los que a menudose pona cuidado en pedir al testigo que prestara su declaracin conlas palabras exactas, segn las ocasiones particulares. Es ms, enelertos mbitos como en la Inquisicin, afirma, se recomendaba quese escribiera cualquier palabra dicha por los testigos, cualquierexpresin, incluso los gritos y lamentos que se pronunciaban bajotortura9. .

    A pesar del entusiasmo de Peter Burke, la fiabilidad de estas fuen-tes habra que matizarla. Segn Carlos Maiza, el proceso judicialt"mbin tiene importantes inconvenientes. Se trata de una .fuentedesvinculada tanto en su germen como en su propsito de la culturapopular. El proceso judicial, afirma, alza ulla pantalla que nos aslade las masas annimas, ya que no est exonerado, ni remotamen-te, de la tendencia a reproducir, de forma ms o menos explcita lospreceptos jurdicamente g;meionados, siempre presentes en todadocumentacin emanada desde los rganos de gobierno o adminis-trativos. El procurador, responsable de la elaboracin del articuladpresentado por las partes implicadas, O el escribano, que transcribelas declaraciones de ls testigos, son figuras que simbolizan la omni-

    5 Caro Baroja, 1969.6HilI, 1945.7 Adems del ya citado de Alonso Hemndcz, 1976, el ms reciente: Chamarra,

    2002.8 Alonso Hernndez.. 1979; nesses, 1905; Deleito y PiiiueJa. 1948; Lara Garrido,

    1987; Ourvantzoff, 1976; PabalH, 1980.9 Burke, 1996, p. 33.

    presencia de la cultura oficial y suponen un fillL'Oque quiebra laCOIllunicacin directa entre historiador y clases populares1o.

    Un ejemplo de esta imagen desvirtuada que ofrecen los tribunalessobre la c.llJtl1r(l popular, en el C

  • 226 J),miel Sm:hez E1lellgll
  • 228 D,miel Sfindle7. E1lcn;uac de genn;tnia 229

    110 y, como seala Chamorro, de este trmino habro derivodo la pala-bra cuatrero, ladrn de caballos22

    El nico trmino que no aparece en ninguno de los diccionarios esel de cucharas que, gracias al contexto, la acusacin interpretacomo real de o ocho, el objeto de uno de los robos de los que se ocusaal bandido josefillo.

    La confusin de trminos paro denominar a este tipo de lenguajees enorme (jerga, jerigonza, germana, cal, lengua de ciegos ymendigos ... ) y, aunque con el tiempo todos han terminado por signi-ficar lo mismo, en un pr1Cipioaadan distllos matices. En general,todo este conjunto de vocablos serva para describir las dos caracte-rsticos fundamentales de este dialecto, por un lado serva paradesignar un habla confuso y exagerada y por otro un habla o hablasespeciales, sea la de ciegos, sea la de los maleantes sea la de los gita-nos})23.

    Un primer grupo de sinnimos (jerga y jerigonza) hara referenciaa la patente ininteligibilidad del lenguaje de germana. Respecto alorigen del vocablo jerga existe bastante unanimidad. SegnCorominas procede del occitano gergolt y hara referencia al gorjeo delos pjaros y, por asimilacin, a este dialecto incomprensible". Sinembargo, como ya se puede ver por la fuente procesal que maneja-mos, el trmino ms usado durante los dos primeros siglos de laEdad Moderna fue el de jerigonza, que cuenta con un origen muchoms confuso. Covarrubias ]0 interpretaba como (cuasi gregigon;a:porque en tiempos pasados era tan peregrina la lengua griega, queaun pocos de los que profesaban facultades la entendan y as decanhablar griego el que no se dejaba entendep,25. Segn Corominas,provendra del trmino girgollfa, que designaba al jacinto, una piedrapreciosa especialmente buscada". Moraleja disiente de todas estasteorias etimolgicas y afirma que proviene de ihericulttilta lillgua,lengua de Jeric, difcil de entender para los menos instruidos y quepudo producir perturbaciones o confusin en el campamento israeli-ta. Este adjetivo pasara al castellano como jerigonza". Dejando a unlado estas disquisiciones etimolgicos, el hecho es que todas estas

    22Chamorro, 2002, p. 289.23 Caro Baroja, 1991, p. B.2

  • banda como un grupo perfectamente jerarquizado que utilizaba unajerigonza nicamente entendida por ellos":

    los cuatro ladrones que salieron con el dicho B:ilos,le daban ~l suso dichotitulo de capiMn, y siempre que lo llamaban le dicen seor capl~n, Y tO~05solan hablar en jerga o jerigonza con palabras que ellos solos las entcndlan.

    .;1..1 AGN, Tribunales Reales, Consejo Real de Navarra, Sentenciados, 17004344, enel 101. 10

    34. Nicforo, 19:1235ChamoITo, 2002, p. 2336C, el grupo productor estaba obhgado, segunAlonso Hernndez, a una continua renovacin' de los signos, ya quela literaturizacin o textualizacin del .Ienguaje germanesco llevaconsigo su muerte como lenguaje marginal en1a medida en suponela prdida de su carcter crptico, que es precIsamente su razn deser utilitaria37. .

    Sin embargo, frente a esta teora, basada en el carcter crflico yutilitario del lenguaje de germana, existe una interpreta.clon queentiende que su factor homogeneizador se basa l~s:1.1 la tnterrela-cin de sus hablantes y la comn orientacin del slgmlcado, o lo quees lo mismo, su identidad cultura!>,'''. .

    Luisa Martn Rojo, en un interesante trabajo sobre la Jerga de lospresos en las crceles actuales, estudia cmo, contrariamente.a todoslos pronsticos, las encuestas reflejan que las voces difundIdas fuera

    2JJE11enp,uiljc de gernwll,l

    :'9Mflrtn Rojo, 1988, pp. 234-237.40 Martn Rojo, 1988, p. 238.41 Burke, 1996, p. 37.

    de los lmites dc la jerga se mantienen en ella vigentes, por lo que lateora ms tradicional encuentra evidentes dificultades para explicarla abrumadora existencia de arcasmos perfectamente establecidos enla sociedad. Si bien es cierto, afirma, que la jerga no favorece la inter-compreilsin con los ajenos a su esfera social, a su modo de ver estefenmeno consiste ms en la expresin lingstica de la diferenciaque en el fruto de una premeditada estrategia de ocultamiento".

    A partir de los procesos judiciales podemos ver cmo, en laNavarra del XVJl, un lugar alejado de Madrid o Sevilla, centros tradi-cionales del hampa, la mayora de los testigos entiende sin dificultady usa con nornv,Jidad trminos germanescos. ste es el caso de losvocablos quatro, jornah), fayna o brettar. Sin embargo, nosiempre la identificacin es acertada (por ejemplo del trminocucharas), ya que sta depende del grado de integracin en elambiente jerga!. La jerigonza actuara, segn Martn Rojo, como elsimbo lo de un estigma que seala simultneamente a aqullos conquienes comparte una misma posicin social, y a los ajenos a sucondicin40.

    En la misma lnea, Peter lJurke subraya el papel. de la lengua comoreflejo de la sociedad y la cultura de quien la usa. Segn este autoreste tipo de lenguajes jergales debe explicarse no slo de lila mane-ra utilitaria, es decir, como la creacin de trminos tcnicos con preci-sos fines prcticos, sino tambin de una manera simblica, como laexpresin de la conciencia creciente de un grupo y del. sentidocreciente de la distancia quc lo separa del resto de la sociedad. Esms, aade que "la jerga de los mendigos y ladrones profesionales esun caso extremo de la creacin de una frontera simblica que separaa un determinado grupo del resto de la sociedad, reflejando ypotenciando la organizacin y los valores de una contracultura".

    La interrelacin entre ciertos grupos vinculados a un miSlnomarco social y profesional gener una partiCular- visin del mundo,que encontr su medio ptimo de expresin en el lenguaje de germa-na. Esla jerga posea una dimensin eminentemente semntica,aportando a la estructura de la lengua castellana un lxico propio. Encada palabra de es le vocabulario germanesco se encierra todo unmundo de contravalores, radicahnenle opuestos a los mayoritaria-mente aceptados. Trabajo)), fayna o jornal, son trminos adop-

    I~

    Daniel Sflllchez230

  • 232 I)rmiel Sfmdle7. 233lados del lenguaje corrienle, pero aplicados a actividades que nadatienen que ver con su sentido original. A tr~vs de estos vocablos seasimila la labor delictiva del robo y el asesmalo al trabajo honrad~,caricaturizndose lo que la sociedad entiende como ~na forma )egl~tima de obtener beneficios a travs del esfuerzo proplO. En palabrasde Martn Rojo, refleja su vida cotidiana y la c~nslderaCl~ que lemerece aquella que es propia del resto de la sOCiedad, gracla.s ~ suredistribucin de las categoras humanas y morales que pelmlt~nque lo positivo se convierta en negativo y viceversa; [... ] esta VISlOnsubjetiva supone un clima interno permIsIvo para el desarrollo deuna actividad, que crea adems la seguridad de que eXIsteun grupode iguales que lo comparte". La jerga no sera empleada anl~ elajeno para no ser entendido, sino con los Iguales para ser entendIdoal mximo y compartir todos los matices que se esconden en cadauna de las palabras.

    "Marllo Rojo, 1988, p. 224.

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    234 Daniel SAnchcz

    , .

    ,,

    ,,

    EL LENGUAJE DE LA CENCERRADA: BURLA,VIOLENCIA Y CONTROL EN LA COMUNIDAD

    }esls M.a UsunrizUniversidad de Navarra

    En ]570, en la villa de Olite (Navarra) cerca de mil jvenes -unode los testigos vio muchos mochachos, al parecer eran ms de mH,que andaban con mucho bullicio; otro ofirma iban muchos [... 1que110cog{all por Lascalles)l-, salieron al atardecer, disfrazados, acompa-rando su recorrido con cencerros y cantares; una procesin queacab cerca de la casa de dos ,recin casados, dos viudos -Jernimode Carrin y Mara de Estr"da-, que tuvieron que soport"r todo tipode improperio,. La noche de San Agustn de ]613, Jernimo deBerrio, prroco de la localidad de Arre, un pequeo lugar cercano aPamplona, denunci que varios vecinos haban salido con ccoce-.rros, c"mpanillas, flaulas y con cuarlales en lugar de alambor'.Fueron gentes embozados las que en 16]4 salieron por las calles deIJeralla entonando cnticos insultantes contra la marquesa de Falces,seora jurisdiccional de la villa, y Sus oficiales, en un atto en el queparticiparon hasta los nios de la localidad'.

    Casos similares l estos, que se irn citando.aJo)argo del texto, serepitieron una y otra vez en el reino de Navarra, corno en el restoEspaa. Sin embargo la cencerrada, en la Pennsula, apenas ha sidoobjeto deatencin por parle de los historiadores, salvo el pionero, ycasi nico, trabajo de Julio Caro Baroj"', y s algo ms de los folklo-

    1ACN [Archivo General de Navarra}, Procesos, nm. 038206, fols. 33 y ss.2 AGN, Procesos, nm. O4J424 '~AGN, Procesos, nm. 014117.Caro Baroja, 1980.

    I

  • 236IJIlenguiljc (k In Cenl'Crrilrl 237

    ristas y etngrafos que se han limitado, como mucho, a describir unamanifestacin anedctica, tns o menos simptica, ms o lnenoscuriosa de la cultura tradicional y popular, que haba pervivido a lolargo del tiempo'. No obstante en Espaa, como en el resto del conti-nente, la cencerrada posea unas caractersticas formales comunes,un lenguaje comn y unos fines comWles. Lo que me propongo aques analizar brevemente unos pocos casos que llegaron a los tribuna-les por diversas circunstancias: cmo se prepararon, cul fue el obje-to de sus pullas, cmo se escenificaron, cules fueron las razones quelos inspiraron, cul la aelitud de las instituciones religiosas y civiles,cul la opinin de los afeelados, cul la de sus instigadores. Ms ansi entendemos el fenmeno como un jeroglfico social', cuyas formasresponden a un conjunto de funciones de las que se necesita un expli-cacin que, de alguna manera, nos ayude a comprender su(s) signifi-cado(s)'. Y sobre todo porque, al interrogar al ritual, podremos aso-marnos a determinados valores sociales!! y ver cmo se perpetuan ocambian y cmo se translnilen9.

    1. EL LENGUAJE DE LAS FORMAS

    La cencerrada responde a un ritual, preparado y organizado contiempol', en el que todos conocen su papel gracias a que as lo dispo-ne la costumbre, fundamental, como veremos, para explicar su repre-sentacin. En todos ellos hay, adems, una comunidad de lengua-je"ll, que corrobora la complicidad de los participantes y de quieneslo contemplan como espeeladores, y en donde lo simblico juega unpapel crucial. Es el lenguaje del ruido, del disfraz, del canto y delinsulto. Formas sitnilares tomadas, en muchos casos, del propio siste-ma judicial----

  • 238 Jess M.~UsunMiz Ellengll
  • 240 Je1:!!':M." USlIllriz E1lel1~llaie ti"! la cencerr(ld" 241

    vicario, don Jernimo de.Berrio, diciendo que era un gnrroso, queera pobre y dando a entender en sus vozes y cantares que el dichovicario anda tras de sus enamoradas:

    Arza doaye lasterrean / glluza duela vizlc]arrean, / orra! don Xeronimo-rec / badu [bondi] bat \orri vizcarrean3fl

    Erbia doaye lasterrean / conexua darrayola a\can / mm! don Hieroni-moric / bere arnoranten a\ean39

    Orra Don Hieronirno!, / bere aw.;ia, galduric / ~ilbeti arretera mandute /errurnes caminoam barrena / don Jeronimo ouena40.

    Pero, siguiendo la liturgia parroquial, los protagonistas del escn-dalo se dirigieron tambin a las puertas de las casas que al dichovicario ofrescen, conforme su costUlnbre, en los divinos oficios, susoblaciones. y ante ellas cantaron coplas en deshonor del dichovicario, y de las dueas de las dichas casas que son casadas, dandoocasin a sus maridos a vas de hecho).En efecto, junto al vicario, enlas letras difamatorias apareca tambin el nombre de las mujerescasadas de las casas de Galanlena, Echarlesarena y Alamn. En laprimera, en la casa Galantena, cantaron una copla que deca que elvicario haba tomado dineros a censo, siendo fiador de Ma.rtn deSarageta, dueo de la dicha casa y que su mujer pagaba/os censos. Enla puerta de Echarlesarena cantaron esta copla:

    Mari Martinori tristeric, / nola ezpayto miraric / don Jheronimori xarri-\ayo / dolu mauntua jan~iric / anit;etan joanbazayo / guc\umn, diotic /erratera ollasco / parea arturic41.

    y ante la ltima, la de Alamn, tambin la duea se convirti enla protagonista:

    38 (lE! oso va corriendo, con una cosa en la espalda, orml Don Jernimo tiene unagran pulga en la espalda),. Debo agradecer la traduccin de estas coplas a AsierBarandiarn y a Daniel Snchez Aguirreolea, que han tenido que enfrentarse a unatranscripcin ma ms que defectuosa.

    39 La liebre va corriendo / mientras le sigue el conejo /. Orra! D. Jernimo detrsde sus amantes,

    40 {(OrraDon Jernimo! / Su juicio perdido /Jo han llevado de Cilveti a Arre /por el camino de los peregrinos / D. Jernimo, el pecador.

    41 (lA la triste Mara Martino: cmo no es de maravillarse, se ha acercado a D,Jernimo, vestida con un manto de duelo, si a menudo le ha ido diciendo falsamenteque llevaba un par de gallinas,).

    .~

    I.,

    . Don Jhero.nimori lristeric / n~')Ii1expaytu mintric / 1\ntnna Alamanecori,/ Joan J;ayo consola.;era gnhmlic 2.

    y en o.tras p~er~as que decan, nombrando a ,las dueilas, quefuesen al dIcho vlcano con pollos y garrafas de vino fro. Y al dichoAlamn [... ] trataron de falso y a su mujer de puerca sucia ... ".. Aiios ms tarde, en Pamplona, los jvenes sacerdotes y semina-n~t:a~que part~ciparon en una cencerrada en la caIJe mayor en 1744dIngIeron vano~ cantos a una de Jas hijas del sillero Sarasa, enamores ilcitos con un seminarista:

    . Ay Lorenz

  • 242 Je5Is M:' Usunriz Ellenguaic de l~ cencerrad
  • ---------'~. '-""""'", "' .. "'--"j

    244 JCf'\S M," Usunriz Ellengulje de la cencerrada 245comunitario". Como se dice en la de Olite, han seido parHcipesmuchos vecinos de la dicha villa, entendiendo por partcipes noslo quienes salieron por las calles, sino todos aquellos que los insti-garon y colaboraron en su preparacin". Quines eran estos? Segnse dice, fueron la mujer del alcalde y otras vecinas y vecinos quienesprepararon todo el asunto, pues uno de ellos se jact y dej decirque entre l y otros ordenaba una brava cencerrada. Es ms, ellosdieron las ideas que fueron la base de la redaccin de los libelos y losque impulsaron la cencerrada". Fueron ellos los que convocaron acriados suyos [... ] despertando gentes y movindolos a que lossiguiesen. Pero no slo en Olite. Puede dudarse de que en Arre, losjvenes actuaron slo por su cuenta, cuando lo que defendan eran,como veremos, los intereses de gran parte del concejo? La cencerra-da es, por tanto, mucho ms que un rito juvenil. Es la manera a travsde la cual la comunidad usa de una manera de entender la justicia,que era la base del fortalecimiento del orden local".

    3. LAS AcrITUDES ANTE LA CENCERRADA, rOR QU~ UNA DETERMINADA EVOLU-

    CION?

    Cul fue al actitud adoptada por las instituciones, por las vcti-mas y por los inductores? El hecho de que la cencerrada fuera dirigi-da, sobre todo, contra viudos y viudas, ha hecho que diversos auto-res hayan centrado su primera mirada en las actitudes de la Iglesia.As tenemos constancia, desde poca medieval, de los ataques de laIglesia contra las cenccrradas, especialmente en los snodos celebra-dos en Italia y Francia'". En Espaa, no obstante, los snodos diocesa-

    66Como destaca Kamcn, 1999, p. 10.67 AGN, Procesos, nm. 038206, fols, 15r.-17v.68Su implicacin queda cliJra por una carta escrHa por tino de los principales

    acusados, pff~cisamente el autor de las coplas. AGN, Procesos, nm. 038206, fols.166r.-167r. Segn cuenta, cuando se lo propusieron, l se neg por no conocer a losque se casaban. Enlonces, unil de las mujeres dijo que el novio llera judo potroso ygotoso, y que era castellano y hombre de ar~as, y que le mandaba setenta ducadosde arras sin tener nada)). Y de ella (

  • ordenamos y. mandamos a todos los eclesisticos y particularmente a losordenados in S\cris, que en las calles y puestos pblicos de saraos, vailes ydances o en bodas y en olras ocasiones pblicas de regozijos no bailen nidancen ni toquen instrumentos de msica, para que otros bailen, ni cantenIctms profanas, atendiendo a la decencia y autoridad de su estado

    78

    76Sfnodo de Badajoz de 1501, Synodicon, 1990, V, p. 78.77 Snodo de Coria de 1537, Synodicon, 1990, V, p. 316.78Snodo de Z-1.ragoza,1656. Tit. 15, constitucin V, nm. 7, fol. 53r.~ " .

    ADP, c. 1603, numo 6, s/f.80 No as las numerosas disposiciones relativas a la sucesin en l~s bienes del

    cnyuge difunto.tlt En Francia el parlamento de Toulouse 10 condenara L>tl 1538, siendo habitual y

    comn a todo el reino como 10 recuerdan los parlamentos de Borgoa, en 1606, Bur~deos en 1639, y el de Aix-en-Provencc en 1640.

    mente quando se dijere misa", pero la prohibicin quedaba circuns-crita al espacio sacro. y tambin es cierlo que se pusieron estrictoslmites a los sacerdotes que participaran en tales acontecimientos,dentro del proceso de reforma del clero iniciado en la primera mitaddel siglo XVI. En el snodo de Caria de 1537 se animaba a los fieles aque declarasen contra los curas que anduvieran de noche por lascalles, cantando chan~onetas, villancetes o con vihuela ... ,,77. Yms decien aos ms tarde el snodo de Zaragoza de 1656, insista en lomismo, como lo haran la mayor parte de los snodos celebrados afinales del XVI y durante todo el siglo XVll:

    ,

    .1

    1'1

    ni lenguAje de In t:encermdn

    hi1n dicho y cantado amlares rlcS/ollcsfos C/" / _. de I3errio] y n olrn~ pa,.',.' y P JI rlu./(//es ~l sllplIcallte Uernimo, w nres perSOll{/~ /l/JI1rnrl rl 1I .J(;Jlra.ti perjlldimci611 de l~vida mnri/n/ ) ,as e ugar, ell dctnme'tlto de StldIchas personas y dando OCrl ., ' t p( l1le.ndo nota y escndalo en .lasresRf.>. .< slon a que laya qUIebras entre maridos y muge-

    " IL,s rdenes del emperador contr t

  • 248 ]css M.~Usunriz Ellengu~jc de Incencerrada 249

    ello haba dado lugar a "muy grandes disensiones entre casadoshabiendo vivido hasta agora con IllUYgrande conformidad, y slopor causa de los dichos acusados. Y se agrava lo sobredicho por serfeligreses del dicho don Hiernimo y tener obligacin como a sacer-dote y cura de ellos a tenerle respecto y mucho ms a no infamado".Segn el vicario general del obispado, durante la matraca, pulla ocencerrada que varios sacerdotes dieron a las dos hijas de Toms deSarasa, maestro sillero, vecino de Pamplona, se profirieron vocesdisonantes, escandalosas y propalaron expresiones muy denigrati~vas y ofensivas al decoro ... ,,"'. La joven Maria de Arzaga, acusada deengaar a su prometido, haba quedado "difamada entre las gentesque no conocen ni saben de su vida ... ". Y es que el contenido detales cencerradas afectaba al honor del individuo y al de su grupo,pues la opinin pblica llegaba a ser omnipotente". La burla seconverta as en destructora de la reputacin'l. De ah que las vcti-mas convirtieran la salvaguarda de su honor en el fundamento de losp.leitos que llevaban a los tribunales". .

    Qu es por tanto lo que preocupa a unos y a otros? A la