Apuntes sobre Belle Époque Historia4° CSLP Prof. Rodriguez Gisela

La idea de fin de siglo

Hacia 1890 los franceses llamaban “fin de siglo” a todo lo moderno, a la sensación de “estar al día” con lo novedoso. Unos años después esa misma frase comenzó a asociarse con la inseguridad y el abandono de ciertos valores. Muy pronto, el término adquirió connotaciones negativas y expresó las contradicciones de una época en la cual, la abundancia y el progreso chocaban con la incertidumbre respecto del futuro.

La fragilidad del orden internacional

Para los sectores más acomodados de la sociedad, el fin del siglo XIX y los comienzos del XX aparecían como una “bella época” o belle époque (más precisamente desde 1870 a 1914). Durante este período se difundió un optimismo por el progreso y bienestar económico que llenaban de confianza y seguridad a las clases altas y medias enriquecidas de Europa, Estados Unidos y los países latinoamericanos, integrados al mercado internacional. Los progresos técnicos y la mayor productividad, gracias al avance de la industrialización, traían posibilidades antes inimaginables, como la de volar, o comunicarse a largas distancias de manera casi inmediata.

Pero junto con esa sensación, crecía la inquietud por el desarrollo de conflictos que parecían fuera de control: protestas obreras, atentados políticos y, sobre todo, la creciente tensión entre las grandes potencias.

La aparición de nuevas potencias, como Alemania y Japón, y la competencia entre todas ellas por asegurarse mercados y territorios en todo el mundo, llevaron a fines del siglo XIX, a la crisis del orden internacional. Mientras crecía el armamentismo, los países europeos más poderosos establecieron un nuevo sistema de alianzas políticas y militares, con vistas a disminuir la influencia de sus competidores. En 1882, se firmó la Triple Alianza entre Alemania, Austria e Italia. En 1907, se constituyó otro bloque, la Triple Entente (“triple entendimiento”) entre Gran Bretaña, Rusia y Francia. De esta manera, comenzaban a definirse dos grupos de naciones, uno liderado por Alemania y otro, por Gran Bretaña, que parecían llevar a una “gran guerra” en Europa.

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Desde fines del siglo XIX hasta 1914, el avance del capitalismo y la incorporación de nuevos países al mundo industrializado establecieron una rivalidad entre las potencias para asegurarse mercados mediante el control político o la inversión de capitales. América Latina se insertó en el mercado mundial como productor de materias primas y algunos países, como la Argentina, tuvieron un notable crecimiento económico y cambiaron su fisonomía en esos años.

La crisis de los imperios

Un problema que agravaba la tensión era la crisis de los grandes imperios de Europa Central y Oriental: el ruso, el austro-húngaro y el otomano o turco. En todos ellos, regían sistemas políticos conocidos como “autocráticos”, en los cuales el emperador mantenía un poder casi total, como en las monarquías absolutistas. La cuestión nacional de los pueblos sometidos a estos imperios (eslavos, en general en el otomano; polacos, ucranianos y otros en el ruso; húngaros, eslavos en el austro-húngaro) era fuente de constantes conflictos. La represión de los regímenes autocráticos, además, hacía que los grupos opositores actuasen de manera clandestina y que algunos de ellos recurriesen a atentados, como el asesinato de funcionarios y la colocación de bombas.

Por otra parte, estos imperios se habían debilitado ante las demás potencias. El Imperio otomano había perdido, ante Rusia, Austria y los levantamientos nacionalistas eslavos, parte de sus territorios en Europa. Austria se había visto debilitada por las unificaciones de Italia y Alemania.

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Guerra y revolución

Por su parte, el Imperio Ruso estaba afectado por los reclamos nacionalistas y la acción de los opositores en contra del régimen autocrático y, mientras tanto, ganaban influencias las ideas anarquistas y socialistas.

A esto se sumó la competencia con otras potencias. En 1905, Rusia fue derrotada por Japón en una breve guerra por posesiones en Asia oriental, lo que desencadenó una crisis económica y política. En la capital, San Petersburgo, y otras importantes ciudades, se produjeron protestas obreras que culminaron en una revolución. Los trabajadores organizaron soviets (consejos de representantes de fábricas y barrios) que intentaron tomar el poder. Aunque esta Revolución Rusa de 1905 fue derrotada, en ella creció la influencia de los sectores socialistas que propiciaban el fin del zarismo por medios violentos.

La Paz Armada

El período entre 1905 y 1914 es conocido como la “Paz Armada”, ya que en él las potencias aceleraron su carrera armamentista, con vistas al estallido de un conflicto generalizado. Austria y Rusia intentaron extender su influencia sobre los países eslavos de la región de los Balcanes que se habían independizado del Imperio Otomano (Bulgaria, Montenegro y Serbia), al tiempo que Alemania buscaba debilitar el poderío de Gran Bretaña y Francia. Estas potencias alentaron dos guerras en los Balcanes entre 1912 y 1913, que anticiparon un enfrentamiento mayor. Éste estalló en 1914, luego del asesinato del heredero al trono del imperio austro-húngaro por nacionalistas serbios. Austria, apoyada por Alemania, reclamó a Serbia, que obtuvo el respaldo de Rusia. A su vez, Francia y Gran Bretaña entraron en el conflicto como aliados de Rusia en la Triple Entente. En pocos meses, las grandes potencias europeas estaban combatiendo en una “gran guerra” que luego, con el ingreso de Japón y los Estados Unidos, se convirtió en la Primera Guerra Mundial.

La Primera Guerra Mundial, terminó con el optimismo de la belle époque y aunque la prosperidad se restableció, en 1929 una profunda crisis económica hizo pensar a los contemporáneos que el sistema capitalista podía desaparecer. Por otra parte la democracia liberal fue cuestionada por nuevas ideas políticas que llegaron al poder en la posguerra: el comunismo en Rusia y el fascismo en Italia, mientras en Alemania el nazismo iniciaba su ascenso.

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Europa en 1914