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TEMA 3: EL FEUDALISMO 1. EL FEUDALISMO. La segunda mitad del siglo IX y el siglo X fueron tiempos de división e inseguridad para Europa. Los reinos en los que se había dividido el imperio carolingio lucharon entre sí para lograr la superioridad sobre los demás. Las guerras debilitaron a los reyes y mermaron la capacidad defensiva de Europa. Esta situación facilitó una segunda oleada de invasiones que asoló Europa, protagonizada por vikingos, magiares y sarraceno, provocando una situación de violencia e inseguridad. Ante la incapacidad de los reyes de garantizar la seguridad frente a los nuevos invasores, los campesinos buscaron la protección de los nobles, que disponían de ejército propio y de un castillo en el que refugiarse si la zona era atacada. A cambio de su protección, los nobles exigían a los campesinos que trabajasen para él y que se sometieran a su autoridad, convirtiéndose en siervos. Los nobles aceptaban la autoridad del rey mediante un pacto llamado vasallaje: por medio de una ceremonia llamada homenaje, los nobles se convertían en vasallos del rey, jurándose fidelidad, ayuda militar y consejo en el gobierno a cambio de la obtención de un feudo. Los nobles podían tener a su servicio como vasallos a otros nobles menos importantes, que recibían un feudo más pequeño a cambio de su fidelidad. Este sistema provocó frecuentes guerras, cuando uno o varios nobles dejaban de reconocer la autoridad del rey y luchaban contra él, o cuando el rey trataba de apropiarse por la fuerza de las tierras de algún noble, siendo frecuentes también las guerras entre los propios nobles. Como consecuencia de todo este proceso, además, la sociedad quedó dividida en tres grupos llamados estamentos: nobles (caballeros y sus familias) que defendían al conjunto de la población; clérigos (monjes y sacerdotes) que rezaban para lograr la salvación espiritual de las 1

Apuntes Tema 3

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Ciencias Sociales 2º ESO

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TEMA 3: EL FEUDALISMO

1. EL FEUDALISMO. La segunda mitad del siglo IX y el siglo X fueron tiempos de división e

inseguridad para Europa. Los reinos en los que se había dividido el imperio carolingio lucharon entre sí para lograr la superioridad sobre los demás. Las guerras debilitaron a los reyes y mermaron la capacidad defensiva de Europa. Esta situación facilitó una segunda oleada de invasiones que asoló Europa, protagonizada por vikingos, magiares y sarraceno, provocando una situación de violencia e inseguridad.

Ante la incapacidad de los reyes de garantizar la seguridad frente a los nuevos invasores, los campesinos buscaron la protección de los nobles, que disponían de ejército propio y de un castillo en el que refugiarse si la zona era atacada. A cambio de su protección, los nobles exigían a los campesinos que trabajasen para él y que se sometieran a su autoridad, convirtiéndose en siervos.

Los nobles aceptaban la autoridad del rey mediante un pacto llamado vasallaje: por medio de una ceremonia llamada homenaje, los nobles se convertían en vasallos del rey, jurándose fidelidad, ayuda militar y consejo en el gobierno a cambio de la obtención de un feudo. Los nobles podían tener a su servicio como vasallos a otros nobles menos importantes, que recibían un feudo más pequeño a cambio de su fidelidad.

Este sistema provocó frecuentes guerras, cuando uno o varios nobles dejaban de reconocer la autoridad del rey y luchaban contra él, o cuando el rey trataba de apropiarse por la fuerza de las tierras de algún noble, siendo frecuentes también las guerras entre los propios nobles.

Como consecuencia de todo este proceso, además, la sociedad quedó dividida en tres grupos llamados estamentos: nobles (caballeros y sus familias) que defendían al conjunto de la población; clérigos (monjes y sacerdotes) que rezaban para lograr la salvación espiritual de las personas; y trabajadores (campesinos, artesanos y comerciantes) que producían y vendían los alimentos y los productos que necesitaba la sociedad. La pertenencia a cada estamento venía determinada, por lo general, por el nacimiento, siendo los nobles y los clérigos estamentos privilegiados (no pagaban impuestos, no trabajaban y controlaban los cargos más importantes de gobierno).

2. EL PODER REAL. Durante los siglos X y XI el poder de los reyes era muy pequeño, afectando sus

decisiones a los territorios que estaban bajo su dominio directo. El rey estaba en la cúspide de la sociedad estamental y establecía toda una serie

de lazos personales con los nobles, que reconocían su autoridad y su papel como mediador en los conflictos entre nobles.

El ejército real era reducido, por lo que para la defensa del reino el monarca dependía de los ejércitos privados de sus vasallos.

La principal fuente de ingresos para los reyes provenía de sus feudos y de algunas ciudades, ya que no tenía poder suficiente para cobrar impuestos en las tierras de sus vasallos. En ocasiones excepcionales, como las guerras, recibían ayudas de la Iglesia y de los grandes nobles del reino.

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Alrededor del rey se creó la Curia o Consejo Real, un grupo de personas, familiares o amigos del monarca, que le ayudaban en las tareas de gobierno. Con el paso del tiempo la Curia fue ampliándose y pasó a estar integrada por juristas, altos dignatarios eclesiásticos, oficiales del palacio real, miembros importantes de la nobleza y guerreros.

Durante la Edad Media los reyes no tenían una capital fija y se desplazaban continuamente por los castillos que poseían para controlar los territorios de su reino. El rey iba acompañado siempre de la corte, es decir, de su familia, sus guerreros y sus consejeros.

3. LA NOBLEZA. Todos los nobles no eran igual de poderosos, pues algunos eran dueños de

grandes feudos mientras que otros sólo poseían sus armas y su caballo. En ambos casos la guerra era su principal actividad.

Los hijos de los nobles empezaban su educación militar desde niños. De pequeños servían como pajes y escuderos de un noble importante, con el que aprendían las distintas técnicas de combate. Cuando llegaban a la edad adulta pasaban a ser caballeros tras una ceremonia específica.

En caso de guerra, el rey convocaba a los caballeros y les pedía ayuda militar, conformando una mesnada (grupo de caballeros y sus vasallos), volviendo a sus feudos al término de la guerra.

Los nobles tenían que estar siempre dispuestos a partir a la guerra por lo que entrenaban continuamente. Una forma de entrenamiento eran los torneos, combates en los que no se arriesgaba la vida y que servían para ganar prestigio.

En cuanto a las mujeres nobles, su función era casarse y tener hijos que asegurasen la continuación del linaje, siendo los matrimonios concertados por los padres (las mujeres nobles que permanecían solteras ingresaban en monasterios). Las mujeres dirigían las labores de los sirvientes, educaban a los hijos más pequeños y bordaban y tejían, estando completamente sometidas al marido.

4. EL FEUDO. El feudo era el conjunto de tierras que recibían los nobles de los reyes a cambio

de su fidelidad, y que gobernaban y explotaban a través de los campesinos. Las tierras se dividían en dos grupos:

a) La reserva era la parte de la tierra cuya explotación se reservaba al señor, al que entregaban todos los productos obtenidos de su cultivo. En ella se situaba el castillo, donde residía el noble con su familia. También se encontraban aquí los prados y los extensos bosques en los que los campesinos sólo podían cazar o recoger leña con permiso del señor.

b) Los mansos eran porciones de tierra que el señor concedía a los campesinos para su sustento a cambio de unas rentas, que podían ser en dinero, productos (parte de la cosecha, tejidos, animales…) y, sobre todo, servicios personales, como trabajar las tierras de la reserva señorial gratuitamente.

Los señores feudales poseían además derechos de jurisdicción sobre sus feudos, es decir, impartían justicia en ellos y cobraban impuestos. Así, los campesinos tenían que pagar por utilizar el molino, el horno y la prensa, que eran propiedad señorial, y los

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comerciantes debían pagar el peaje cuando atravesaban el feudo y el pontazgo cuando cruzaban los puentes.

5. EL PODER DE LA IGLESIA. En la Edad Media el cristianismo era la religión mayoritaria de los europeos,

contribuyendo a la formación de una civilización común (la cristiandad). El papa era la cabeza de la Iglesia y también gobernaba un Estado, los Estados

Pontificios. Si bien su poder militar era escaso, poseía la máxima autoridad religiosa de la cristiandad, pudiendo excomulgar a un rey, lo que libraba a sus súbditos del juramento de fidelidad. Por debajo del papa, la Iglesia se dividía en dos grupos:

a) El clero secular, que estaba encabezado por los obispos, que controlaban un extenso territorio llamado diócesis, que se dividía en varias parroquias donde realizaban su labor los sacerdotes.

b) El clero regular, que estaba formado por las órdenes religiosas, cada una con un abad principal. Por debajo del abad se encontraban los superiores que dirigían los monasterios, en los que vivían los frailes, los monjes y las monjas.

La Iglesia tenía un gran poder: los papas intervenían en los asuntos de los Estados cristianos, y los monasterios y las catedrales eran dueños de gran cantidad de tierra en las cobraban rentas a sus siervos, que además estaban obligados a pagar el diezmo, es decir, la décima parte de sus cosechas.

La Iglesia intervenía en casi todos los aspectos de la vida, con diversos ritos (bautizo, matrimonio, entierro) que eran acontecimientos que celebraba toda la comunidad de creyentes. Los cristianos debían asistir a misa los domingos, rezar diariamente, ayunar en cuaresma, confesarse y comulgar al menos una vez al año, y si era posible, peregrinar a lugares santos.

La Iglesia intervenía incluso en las guerras estableciendo ciertos períodos llamados Treguas de Dios durante los cuales se prohibía luchar. También organizaba grandes ejércitos para combatir por motivos religiosos, como pasó en las Cruzadas: intervenciones militares impulsadas para conquistar Tierra Santa a los musulmanes.

6. LOS CAMPESINOS. En la Edad Media, la mayoría de la población estaba formada por campesinos.

Muy pocos eran propietarios de sus tierras. Muchos de ellos vivían en un feudo y trabajaban las tierras de un señor noble o eclesiástico. No obstante, su situación no era siempre la misma:

a) Unos campesinos eran siervos, es decir, estaban sometidos completamente a la autoridad del señor, para que el trabajaban gratuitamente, bien cultivando las tierras de la reserva señorial o realizando los trabajos domésticos. A cambio, el señor los alimentaba y mantenía muy pobremente. La condición de siervos pasaba de padres a hijos.

b) Otros campesinos eran libres, vivían en la aldea y podían abandonar el feudo. Trabajaban los mansos y, a cambio, pagaban rentas al señor, pero disponían del resto de la cosecha. También pagaban el diezmo a la Iglesia.

A veces, los campesinos se rebelaban contra sus señores, buscando mejorar su situación.

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En cualquier caso, el trabajo de los campesinos era muy duro: toda la familia trabajaba de sol a sol con herramientas muy rudimentarias (hoces, guadañas, azadas). Además, como no tenían abonos, cada año cultivaban solo la mitad de la parcela para dejar descansar la tierra. La otra mitad se dejaba en barbecho, es decir sin cultivar, para que la tierra recuperase su fertilidad. Esto hacía que la producción agrícola fuese muy baja. Se cultivaban principalmente cereales, legumbres, hortalizas, vides y frutales. Quienes se hallaban en mejor situación poseían algún animal (gallinas, cerdos, corderos, terneros…).

Los campesinos vivían por lo general en pequeñas aldeas, en viviendas muy pobres hechas de adobe, madera y cañas, con una sola habitación donde comían y dormían y con escasos muebles. Era común que compartiesen esa habitación con sus animales.

Los campesinos eran autosuficientes, es decir, producían todo aquello que necesitaban, siendo su nivel de vida muy bajo.

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