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1 CONFERENCIA MAGISTRAL SEMINARIO DE ARGUMENTACIÓN CÁMARA DE DIPUTADOS ARGUMENTAR BIEN, UNA EXIGENCIA INELUDIBLE Muy buenas tardes tengan todos ustedes, distinguidos miembros del presídium: 1. Dip. Francisco Arroyo Vieyra, Vicepresidente de la Mesa Directiva. 2. Dip. Ricardo Fidel Pacheco Rodríguez, Presidente de la Comisión de Justicia. 3. Lic. Juan Carlos Delgadillo Salas, Secretario de Servicios Parlamentarios. 4. Magdo. Julio César Vázquez Mellado García, Director General del Instituto de la Judicatura del Poder Judicial de la Federación 5. Dr. Héctor Fix Fierro, Director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. 6. Dra. Iliana Rodríguez Santibáñez, Directora del Departamento de Estudios Jurídicos y Sociales del ITESM Campus Ciudad de México. 7. Dr. Víctor Manuel Rojas Amandi, Director del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana 8. Dr. Gustavo Rodolfo Cruz Chávez, Rector de la Universidad Autónoma de Baja California Sur.

ARGUMENTAR BIEN, UNA EXIGENCIA INELUDIBLE · Argumentación Jurídica, que por sí mismo reviste ya una gran importancia por el alto impacto que la argumentación tiene en todas nuestras

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CONFERENCIA MAGISTRAL

SEMINARIO DE ARGUMENTACIÓN CÁMARA DE DIPUTADOS

ARGUMENTAR BIEN,

UNA EXIGENCIA INELUDIBLE

Muy buenas tardes tengan todos ustedes, distinguidos miembros del

presídium:

1. Dip. Francisco Arroyo Vieyra, Vicepresidente de la Mesa

Directiva.

2. Dip. Ricardo Fidel Pacheco Rodríguez, Presidente de la

Comisión de Justicia.

3. Lic. Juan Carlos Delgadillo Salas, Secretario de Servicios

Parlamentarios.

4. Magdo. Julio César Vázquez Mellado García, Director

General del Instituto de la Judicatura del Poder Judicial de la

Federación

5. Dr. Héctor Fix Fierro, Director del Instituto de

Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

6. Dra. Iliana Rodríguez Santibáñez, Directora del

Departamento de Estudios Jurídicos y Sociales del ITESM

Campus Ciudad de México.

7. Dr. Víctor Manuel Rojas Amandi, Director del

Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana

8. Dr. Gustavo Rodolfo Cruz Chávez, Rector de la Universidad

Autónoma de Baja California Sur.

2

Puedo afirmar, sin duda alguna, que estamos congregados en

un evento extraordinario por varias razones; no sólo para dar

inicio formal a un diplomado, el Diplomado en

Argumentación Jurídica, que por sí mismo reviste ya una

gran importancia por el alto impacto que la argumentación

tiene en todas nuestras actividades, sino porque es éste el

resultado de la preocupación mutua tanto del Poder Judicial

de la Federación como del Poder Legislativo por el continuo

perfeccionamiento y mejoramiento de nuestras capacidades y

la colaboración, respetuosa e inteligente entre los Poderes de

la Unión.

En la instrumentación de este Diplomado han participado

conjuntamente el Instituto de la Judicatura Federal –

Escuela Judicial, del Poder Judicial de la Federación y el

Centro de Estudios de Derecho e Investigaciones

Parlamentarias de la Honorable Cámara de Diputados

dando así inicio, por vez primera, a un acto de esta

naturaleza.

Estoy absolutamente convencida que el resultado de la

colaboración con espíritu de servicio y de un profundo

compromiso con nuestra nación, sólo puede redundar en un

beneficio directo para toda la comunidad que es y será la

receptora de todos nuestros esfuerzos, todos nuestros

anhelos, en fin, de todas nuestras decisiones que tienen,

como soporte un previo, ejercicio argumentativo. De ahí la

trascendencia del diplomado que hoy, en esta espléndida

sede, tengo el honor de inaugurar.

3

Por el extraordinario relieve que hoy en día tiene el estudio

de la argumentación, quiero comentar con todos ustedes

algunos aspectos que considero de la mayor relevancia y que

todos los participantes en el Diplomado podrán corroborar a

lo largo de los temas que en él se desarrollarán.

Previamente, quiero platicarles una vivencia personal que, al

estar preparando estas palabras, me vino a la mente un refrán

que escuché repetir muchas veces en mi casa, en el hogar

dónde adquirí y asimilé, como es natural, esas vivencias y

experiencia que quedan grabadas en el fondo de nuestro ser,

y que, por ello mismo, se convierten, en no pocas ocasiones,

en los ejes rectores de nuestra vida.

Estas palabras dichas con frecuencia por mi madre y por mi

abuela son las siguientes:

Dime cómo hablas y te diré quién eres

Hoy, retomo este pensamiento para decirles:

Dime como argumentas y te diré quién eres

De ahí la trascendencia de la argumentación, es por eso que

he titulado mi intervención en esta honorable soberanía:

Argumentar bien, una exigencia ineludible

4

Como les comentaba con anterioridad, vinieron a mi mente

muchísimas ideas sobre este tema que considero de los más

importantes, de los más formativos, en fin, de los más vitales

para todas nuestras actividades en general y profesionales en

particular, donde se incardina, sin duda, el quehacer

legislativo, que es, como el judicial, de la máxima

trascendencia por el impacto directo que ambos ejercen

sobre toda la comunidad.

Sin embargo, me ceñiré a comentar con todos ustedes dos

grandes rubros de la máxima importancia:

1º La trascendencia e importancia de la argumentación,

y;

2º Los grandes ejes rectores, que, a mi juicio deben

contemplarse en toda actividad profesional que requiera

de un ejercicio argumentativo especialmente cuidadoso.

Ante todo, debemos partir, como premisa básica, del hecho

cierto e indubitable de que vivimos argumentado. Quizá

este aserto cause un gesto de asombro inicial, pero, pasado el

primer impacto y después de una breve pausa reflexiva, no

deja a nuestro intelecto más que asentir a este hecho que la

fuerza de los hechos cotidianos nos depara a cada momento.

5

De modo general se entiende por argumentar el acto del

habla mediante el que se pretende justificar ante los demás o

ante uno mismo una opinión, creencia, acción, actitud y un

largo etcétera.

Así, continuamente nos vemos obligados a justificar o dar

una buena o mala razón de nuestros actos, en el ejercicio de

la profesión o en la vida cotidiana, desde dar el porqué de

una resolución, de una exposición de motivos, de un

dictamen, de una orden, hasta dar razón de por qué

queremos ir a comer a un restaurante vegetariano y no a uno

de cortes de carne. No por ser algo tan coloquial (y

necesario) como a dónde ir a comer deja de existir

argumentación, examinemos el diálogo de la escena

siguiente:

¡Vamos a comer!; estupendo, propongo que vayamos a un

restaurante de cortes argentinos.

¡Ni pensarlo! Padezco de gota, tengo el ácido úrico hasta el

tope, con un pequeño trozo de suculento filete y mañana no

podré caminar.

Bueno, bueno, qué mal, vayamos pues a los mariscos.

¡Ni soñarlo!, mis triglicéridos no me lo permiten, me dijo el

doctor que al primer camarón me dará un infarto fulminante.

6

Ni hablar, vamos a un restaurante vegetariano, ¡espero que tu

nivel de clorofila te lo permita!

¿Hay o no hay buenas razones, entendamos argumentos, para

ir o no ir a determinado restaurante? Ahora, imaginen

ustedes lo que sucede en el ámbito profesional, cuando hay

que dar una razón o razones para absolver o condenar, para

justificar o no un acto legislativo, para sustentar

racionalmente tal o cual proyecto de ley.

Como hemos podido comprobar, la argumentación está en

nuestras vidas de una manera presente continua, persistente,

necesaria.

No por casualidad lo afirmó el mismo Aristóteles, el gran

Estagirita, al inicio de una de sus obras más influyentes en la

historia de Occidente: la Retórica.

Obra que, de manera explícita o de manera implícita está

presente en todas las teorías y textos fundamentales sobre

la argumentación; desde las antiguas a las contemporáneas,

esto es:

De Aristóteles a Marco Tulio Cicerón [época antigua];

7

de Agustín de Hipona a Bártolo de Saxoferrato [edad

media];

de Luis Vives a Fray Luis de Granada [Renacimiento];

hasta el siglo XX de Perelman a Robert Alexy.1

El texto es el siguiente:

La retórica es análoga a la dialéctica, ya que

ambas tratan de aquellas cuestiones que permiten

tener conocimientos en cierto modo comunes a

todos y que no pertenecen a ninguna ciencia

determinada. Por ello, todos participan en

alguna forma de ambas, puesto que, hasta

cierto límite, todos se esfuerzan en descubrir y

sostener un argumento e, igualmente, en

defenderse y acusar.2

1 Hernández, J., Historia Breve de la Retórica, Madrid, Síntesis, 1994.

2 Aristóteles, Retórica, 1354a, Introducción, Traducción y Notas por Quintín

Racionero, Madrid, Gredos, p. 161.

8

Como podemos inferir del texto anterior, todos,

absolutamente todos, sea en el ambiente cotidiano o en el

más exigente plano profesional, participamos de la

retórica, que al fin y al cabo es la llave maestra de la

argumentación.

En síntesis, la retórica y la argumentación están presentes,

de manera constante en nuestra vida cotidiana y por supuesto

con mayor énfasis, en el desempeño de nuestras actividades

profesionales, judiciales y legislativas. Ya lo mencionaba

don Alfonso Reyes parafraseando al filósofo griego:

Todos participamos de una retórica infusa.3

Infusa, mejor palabra no pudo haber escogido don Alfonso,

término que denota algo que está puesto por la naturaleza

en la esencia del ser humano, gracia o don infundido por

dios en la naturaleza humana dirían los teólogos españoles

del siglo XVI.

No podemos concebir la argumentación sin retórica ni la

retórica sin argumentación, hago un énfasis extraordinario,

que la argumentación sea buena o mala es una cuestión

diversa.

3 Reyes, Alfonso, La Filosofía Helenística, en Obras Completas, México,

F.C.E.

9

Se preguntarán ustedes la razón o el argumento que sustenta

vincular estrechamente retórica y argumentación.

He mencionado que la retórica es la llave de la

argumentación, ¿por qué?, por la simple razón de que, todo

ejercicio argumentativo no puede ser planteado sin los

instrumentos que nos proporciona la retórica, que de

manera sintética, es la ciencia que gobierna el discurso

entendido éste como el habla puesta en movimiento.4

Para argumentar, necesariamente debemos hacer uso del

lenguaje, oral o escrito; y esto lo hacemos a través del

discurso y la ciencia que lo gobierna, insisto, es la retórica.

¿Cómo exponemos nuestros argumentos?, ante el tribunal,

ante las cámaras o comisiones, ante las diversas autoridades,

ante cualquier persona: mediante el discurso

De tal manera el binomio retórica y argumentación está

presente en nuestro quehacer cotidiano. La argumentación y

la retórica, de la que participa, por necesidad, todo ser

humano, es susceptible de ser siempre

4 Beristaín, Helena, Diccionario de Retórica y Poética, México, Porrúa,

1985.

10

perfeccionada, de ahí la trascendencia del diplomado que

hoy inauguramos.

De lo que he mencionado con anterioridad, se deprende la

extraordinaria importancia de la argumentación y la

exigencia ineludible de su continuo y nunca terminado

perfeccionamiento.

El acto comunicativo de dar buenas razones,5 como en

múltiples ocasiones se ha definido la argumentación, nunca

podrá por tenerse tan dominado que el hablante considere

que ya no es necesario seguir ocupándose por mejorarlo, tal

pensamiento implicaría no sólo la pérdida de la más

elemental capacidad de asombro, motor de todo

conocimiento y de toda filosofía, sino de todo signo de vida

intelectual que nos lleva a preguntarnos continuamente por la

razón de ser de las cosas.

Todo acto del habla, escrita u oral, entre deja ver mucho de

lo que una persona es:

5 Atienza, Manuel, Curso de Argumentación Jurídica, Madrid, Trotta, 2013.

11

Su educación, su cultura, sus conocimientos, sus estados de

ánimo; el tono y el modo en el que decimos las cosas y

exponemos nuestros argumentos no son, de ninguna manera,

cuestión menor. De ahí que el uso cuidadoso y el dominio

del lenguaje sean elementos y presupuestos

indispensables para una buena argumentación,

persuasiva y convincente. No casualmente se le dedican en

su integridad los módulos 2 y 4 de este Diplomado.

Estoy convencida de que un buen uso del lenguaje, entraña,

necesariamente, una buena formación cultural, ya lo decía

Marco Tulio Cicerón uno de los más grandes abogados y

oradores de la antigüedad que con sus argumentos hizo

temblar, en varias ocasiones, al senado y al foro de Roma:

Debe, en efecto, ser abarcada (para el discurso

argumentativo) la ciencia de muchísimas cosas, sin la

cual la afluencia de palabras es inane e irrisoria; y

ser configurado el discurso mismo no sólo mediante la

elección, sino también mediante la construcción

adecuada de las palabras; y ser por entero conocidos a

fondo todos los movimientos de los ánimos que la

naturaleza de las cosas tributa al género de los hombres,

pues toda la fuerza y el método del decir deben

desplegarse sea para sedar, sea para excitar las mentes

de los que oyen.

12

Conviene que se añadan cierta gracia y chistes, la

celeridad y brevedad para responder y para atacar,

aunándoseles sutil encanto y finura.6

El texto citado constituye una de las más espléndidas

descripciones de algunas de las características que debe tener

un ejercicio discursivo.

En consecuencia, el lenguaje, cuyo gobierno corresponde a

la retórica, es el instrumento idóneo de la discusión

democrática por excelencia. De hecho, la retórica nace en el

ámbito jurídico y político en el lejano siglo V de la Grecia

Clásica.

En la época contemporánea se refleja el uso de la

argumentación y de la retórica, con especial relevancia, en

ámbito socio – institucional, al que me referiré al final de

mi intervención y que es la arena donde se lleva a cabo el

debate y la discusión jurídica y política. Como todos ustedes

lo verán, esta es la razón de ser de los módulos primero y

séptimo del Diplomado que hoy inauguramos.

6 Marco Tulio Cicerón, Acerca del Orador, Introducción, versión y notas de

Amparo Gaos Schmidt, México, UNAM, Vol. I, p. 7.

13

Bien lo decía Marco Cornelio Frontón, podremos pasar

desapercibidos y hasta instruidos mientras no abramos la

boca, ya que en ese momento, no podremos ocultar ni

disimular que no conocemos el uso de las palabras, la

estructura del más elemental discurso ni el sentido exacto de

los vocablos que empleamos. Grave acusación de este

abogado romano contra los descuidados en el uso del

lenguaje.7

¿Podremos pasar desapercibidos ante quienes nos escuchan y

constantemente evalúan nuestras actividades judiciales y

legislativas si no argumentamos bien?

¡¿Qué tal?!

Noten y deduzcan, por ustedes mismos, la importancia de

perfeccionar, contantemente, nuestra argumentación.

Amigos todos, estamos ante un compromiso ineludible que,

cada vez más, nos pide y aún nos exige la sociedad

contemporánea, no hay posible escapatoria ni pretexto para

dilatar el perfeccionamiento de todas nuestras habilidades

retóricas y argumentativas.

7 Marco Cornelio Frontón, Epistolario, Madrid, Gredos. (Biblioteca Clásica

Gredos).

14

Por último, quiero comentarles un segundo aspecto que

considero de extraordinaria importancia para tener una idea

clara de lo que debe contener todo ejercicio argumentativo,

en especial el que se desarrolla en el ámbito académico y

profesional, pensando, de manera especial, el trabajo

legislativo, me refiero a los:

EJES RECTORES

DEL DISCURSO ARGUMENTATIVO

Estos son:

1º EL ASPECTO LÓGICO.

2º EL ASPECTO DIALÉCTICO.

3º EL ASPECTO RETÓRICO, Y

4º EL ASPECTO SOCIOINSTITUCIONAL.

Si bien es cierto que bajo estos ejes rectores se desarrollarán

los siete módulos de este Diplomado con un total de 120

horas como podrán comprobar todos ustedes, quiero

referirme de manera especial a cada uno de éstos en los que

15

se sintetiza no sólo una parte esencial de todo este ambicioso

esfuerzo, sino que constituyen los elementos que, de manera

necesaria, deben estar presentes en todo ejercicio discursivo

– argumentativo.

ASPECTO LÓGICO

Respecto al ASPECTO LÓGICO, debo mencionar que es

de manera general el que atañe a la forma básica de la

estructura del discurso argumentativo y que consta de:

Premisas

– nexo ilativo – y

Conclusión, que en cierto aspecto no son otras que

precisamente, las partes que se encuentran inmersas en el

discurso retórico y la lógica que lo acompaña.

La lógica tiene un papel de gran trascendencia en el ejercicio

argumentativo por varios aspectos, dentro de los cuales

destacan, por ejemplo, la coherencia, la cohesión, la

pertinencia y la calidad de las inferencias que se realicen

para asegurar que el paso de las premisas a las conclusiones

sea formalmente correcto.

La lógica, nos proporciona los elementos necesarios para el

adecuado manejo del silogismo tanto formal como

entimemático como método de razonamiento.

16

Debo destacar que, en nuestro razonamiento cotidiano y aún,

en nuestro razonamiento profesional, suele prevalecer la

construcción y el uso del silogismo entimemático, que no es

otra cosa que un silogismo abreviado, trunco, al cual le falta

u omite una de sus partes, ya sea la premisa mayor, la

premisa menor o la conclusión.8

Ustedes se preguntarán, ¿por qué razón? Esencialmente, por

la rapidez con la que se realiza en razonamiento en que con

muchísima frecuencia quedan implícitas una o varias partes

del silogismo, partes que nuestro auditorio o interlocutor

suple de manera casi inmediata con información que él tiene

pero que nosotros no hemos mencionado de manera

explícita.

Parecería entonces que existe cierto descuido u omisión en

nuestro razonamiento? no hay tal. Lo que sucede es que es

así como funciona nuestro intelecto que primero realiza la

simple aprehensión, luego emite un juicio y posteriormente

elabora un razonamiento.

Yo les preguntaría a ustedes, a todos, cuando están

argumentando, en el más elevado nivel profesional, o en las

circunstancias más delicadas, por los efectos que se seguirán

de ese ejercicio, cuántos de ustedes recuerdan o aplican - de

manera totalmente consiente - cualquiera de las ocho

reglas del silogismo? 8 Copi, Irving, Introducción a la Lógica, México, Limusa, 2000.

17

Como ven, en ese momento no están en nuestro

pensamiento y, sin embargo, argumentamos. Cosa distinta

es que después, y en un acto posterior del intelecto,

formalicemos nuestros argumentos, ahora sí, explicitando

todas nuestras premisas y conclusiones; esto es, dándoles

FORMA, precisamente mediante la lógica FORMAL.

De lo anterior podemos discernir con claridad la enorme

diferencia que existe entre convencer y persuadir.

En el convencimiento, privilegiamos de manera exclusiva el

razonamiento estrictamente formal, lo dirigimos de modo

especial y preponderante al intelecto, a la inteligencia. En

cambio, en la persuasión, recurrimos de manera eminente al

razonamiento dialéctico y usamos la lógica informal; aquí,

nos dirigimos especialmente a la voluntad.

Algunos de ustedes tal vez piensen que estas son distinciones

sutiles y propias del ámbito académico, yo creo que no, y

¿cuál es razón práctica? Impactante:

Una persona convencida no necesariamente ejecuta la

acción correspondiente, de la cual está convencido, una

persona persuadida, ejecuta, hace, realiza; aunque,

paradójicamente, no esté convencida.

18

Si bien todos estos elementos son de gran importancia, no

debemos olvidar otro factor trascendental y que atañe de

manera directa a la aplicación de la lógica tanto formal como

informal, de una forma singularmente relevante, me refiero

al uso de la lógica en el amplio campo de las falacias.

El problema de las falacias ha sido metódicamente

examinado desde la épca de Aristóteles, especialmente en su

obra lógica llamada el órganon que se compone, a su vez,

de seis obras que son:

Categorías

Tópicos

Refutaciones Sofisticas

Acerca de la Interpretación (conocido también como el perí

hermenéias)

Analíticos Primeros

Analíticos segundos

Hasta nuestra época, de manera muy cuidadosa en las obras

contemporáneas de Douglas Walton, Infromal logic y de

Cristian Santibañez Yañez, De las Falacias, entre otras

muchas, lo que nos da una muestra de la importancia que en

la argumentación tiene este tema.

19

Bajo una nueva perspectiva el problema de las falacias, tan

recurrente en la argumentación por sus múltiples

modalidades y formas en que éstas pueden aparecer, no

puede reducirse a un simple catálogo de falacias formales,

como solía hacerse recientemente.

Nuestro término falacia se deriva del verbo latino fallo –

fallere – fefelli – falsum, que tiene los significados de

engañar o inducir a error, ser infiel, no cumplir, traicionar;

fallar, incumplir, defraudar. Se dirige de manera esencial al

intelecto de la persona.9

A partir de estos dos campos semánticos se puede entender

por falaz el discurso que pasa, o se quiere hacer pasar, por

una buena argumentación, o al menos mejor o mucho mejor

de lo que en realidad es; y en esa medida se presta o induce a

error. En realidad, resulta que estamos frente a un pseudo –

argumento o de una argumentación fallida o fraudulenta.

No debemos olvidar que el fraude no solo consiste en

frustrar las expectativas generadas en el marco de la

argumentación, sino que además puede responder a una

intención o a una estrategia deliberadamente engañosa. En

todo caso, representa una quiebra o un abuso de la confianza

discursiva, comunicativa y cognoscitiva sobre la que

descansan nuestras prácticas argumentativas.

9 Segura Munguía, Santiago, Diccionario por Raíces del Latín y sus voces

Derivadas, Bilbao, Universidad de Deusto, 2007, p. 222.

20

A estos rasgos básicos o primordiales, las falacias conocidas

suelen añadir otros característicos: en particular, su empleo

extendido o frecuente, su poder tentador y su uso táctico

como recursos capciosos de persuasión o inducción de

creencias y actitudes en el destinatario del discurso. De todo

ello se desprende la ejemplaridad que se atribuye a la

detección, análisis y resolución crítica de las falacias, así

como la urgencia de su comprensión conceptual y

explicación teórica.10

A esta tarea se aboca, esencialmente, la lógica entendida, en

primer término como la corrección del pensamiento pero no

reducida a única y exclusivamente a los aspectos formales,

(terreno de lo racional) sino que su campo abarca también el

ámbito de lo razonable, que es uno de los campos de la

lógica informal.

ASPECTO DIALÉCTICO

El ASPECTO DIALÉCTICO, éste se encuentra

profundamente vinculado tanto con el aspecto lógico que

acabamos de mencionar como con el aspecto retórico al que

me referiré más adelante, de manera especial si recordamos

el texto de la Retórica de Aristóteles que se ha citado con

anterioridad, en el cual se pone de manifiesto la naturaleza

dialéctica de la retórica y en consecuencia su relación con

la lógica. 10

Vega Reñon, L., La Fauna de las Falacias, Madrid, Trotta.

21

Entendemos por dialéctica, partiendo de Aristóteles, la

ciencia práctica de la discusión, la actividad de la razón en su

momento discursivo, a partir de esta idea podemos establecer

las siguientes especificaciones:

Es un instrumento de argumentación.

Es el discurso interior del intelecto, por el que se avanza de

la aprehensión de la realidad sensible a la realidad

inteligible.

Es un instrumento metodológico de definición y división.

Es un Método de confrontación mediante argumentaciones

indirectas.

Es un proceso de desarrollo y pasaje de lo implícito a lo

explícito.

En consecuencia, resulta claro que para Aristóteles la

dialéctica era tanto la ciencia del discernimiento de la

esencia de una cosa como el juicio de las cualidades de la

22

cosa por medio de la disputa y los argumentos racionales y

razonables que intervienen en una discusión crítica.11

No sin razón afirmó Arthur Schopenhauer:

La dialéctica es la esgrima intelectual para tener

razón en las discusiones.12

De los aspectos anteriores podemos concretar en que, el

aspecto dialéctico se refiere a toda la normativa del

debate, por ejemplo, los proponentes y oponentes. Bajo su

ámbito está la determinación de las actuaciones correctas o

incorrectas de interacción y confrontación entre los papeles

argumentativos con el fin de resolver de modo razonable

una diferencia de opinión. Rige, en suma, las normas de

confrontación.

Por lo que hemos mencionado nos resulta entonces muy

claro por qué el término dialéctica originalmente se refirió al

uso de una técnica específica de argumentación en un

debate, en donde el proponente plantea una tesis, la que se

pretende refutar en un discurso contradictorio de dos modos

y con dos vías.

11

Rojas Amandi, V.M., Argumentación Jurídica, México, Oxford, p. 2. 12

Schopenhauer, Arthur, Dialéctica Erística o el arte de Tener Razón,

Expuesta en 38 Estratagemas, Madrid, p. 55, Trotta. 2007.

23

Los modos:

A) Ad rem (o referencia a la cosa), y

B) Ad Hominem (con referencia a la persona con la

que se discute)

Las vías de la refutación pueden ser:

Directas, las que atacan la o las tesis del adversario en sus

mismos fundamentos.

Indirectas, las que atacan la o las tesis del adversario en

sus consecuencias.13

No pasamos por alto y tenemos plena conciencia de que este

término, el de dialéctica, reviste una extraordinaria

dificultad conceptual de la que da cuenta buena parte de la

historia de la filosofía, ya que éste ha sido empleado con los

más diversos significados por filósofos como Kant, Spinoza,

Hegel y Marx; sin contar con los usos ideológicos y políticos

de autores como Lenin y Engels.14

Por ello, lo hemos acotado con la mayor claridad posible

como han podido escuchar todos ustedes.

13

Rojas Amandi, Op. Cit., p. 3. 14

Copleston, F., Historia de la Filosofía, Barcelona, Ariel, Vol. I.

24

ASPECTO RETÓRICO

Sobre el ASPECTO RETÓRICO. En éste se encuentran

contenidos todos los recursos y estrategias de interacción

argumentativa personal. Abarca el estudio de todos los

recursos efectivos y estrategias eficaces para inducir

creencias, acciones o disposiciones.

Es el alma del discurso persuasivo y en su caso, convincente.

Cuando mencioné que la retórica es la llave maestra de

la argumentación, no fue, de ninguna manera, una mera

exageración. Como han podido escuchar todos ustedes éstos

principios rectores no son compartimientos estancos,

incomunicados los unos de los otros, ¡NO! Sino que se

relacionan estrechamente entre sí, podría afirmar que se

implican en el trinomio:

lógica – dialéctica – retórica

Al respecto, nos dice uno de los autores más relevantes en

esta materia que:

25

Donde las dimensiones dialécticas y retóricas

juegan un mayor papel es probablemente en relación

con la cuestión de cómo argumentar. Como se ha visto,

los modelos dialécticos son útiles – quizás

indispensables – para el que tarta de saber cómo podría

argumentarse en favor de una determinada tesis, a qué

objeciones podría hacer frente etc. Y, a la hora de

construir su argumentación – redactar un texto

argumentativo o preparar una intervención oral – la

tradición retórica es simplemente

inesquivable: de algún lugar hay que sacar los

argumentos; de alguna manera hay que comenzar un

discurso, que narrar los hechos del caso, que exponer

los argumentos a favor o en contra, y que concluir; y de

alguna forma hay que presentar el discurso para que

resulte persuasivo.

En los clásicos de la retórica (Aristóteles, Cicerón o

Quintiliano) puede encontrase la respuesta a muchos de

los problemas que surgen cuando alguien tarta de

construir una argumentación; también (o especialmente)

en los contextos jurídicos.15

Esta larga cita corrobra puntualmente lo que hemos

sostenido con anterioridad.

15

Atienza, M., El Derecho como Argumentación, p. 287, Barcelona, Ariel,

2006.

26

No olvidemos, partiendo de las mismas fuentes clásicas,

del conocimiento de los textos originales, lo que dijo

Aristóteles:

Entendemos por retórica la facultad de tener en

cuenta lo que es adecuado en cada caso para

convencer.16

La facultad o la capacidad para convencer y persuadir,

estimados amigos, no son innatas. Se adquieren a través de

un largo y prolongado esfuerzo, de trabajo, de ejercicio. Por

ello nos preocupa tanto que se lleven a cabo este tipo de

diplomados, destinados a perfeccionar nuestras habilidades

argumentativas.

Es cierto que se puede tener cierta disposición natural, que

sin duda puede facilitar las tareas del argumentador y del

orador como son, entre otras: buena voz, no tener temor para

hablar en público, ser de natural despierto, buena memoria,

en fin; pero si todas éstas no se cultivan y refuerzan con un

trabajo ordenado y metódico de poco sirve, no olvidemos

que Demóstenes, uno de los más grandes oradores de la

historia era tartamudo y venció este grave defecto con

denodado esfuerzo y tenacidad, ni más un menos.

16

Aristóteles, Retórica, 1355 b 25 – 26, Introducción, versión y notas de

Arturo Ramírez Trejo, México, UNAM, p. 5.

27

ASPECTO SOCIOINSTITUCIONAL

El ASPECTO SOCIOINSTITUCIONAL. Este es, por

último, el ámbito donde se lleva a cabo el debate público, el

discurso político, judicial, en fin, el debate y la discusión

democrática. Es donde se realizan los procesos colectivos de

discusión de propuestas y ponderación de alternativas para

resolver una cuestión práctica de interés o dominio público.

Aquí, es donde se lleva a cabo la regulación de los planos

discursivo y procedimental, socio – ético y sociopolítico,

modulada según el marco institucional del debate, como son

las elecciones, asambleas o referendos, debates

parlamentarios, jurídicos, académicos etcétera. Es el

campo de la deliberación pública.

Este último aspecto, acaba, prácticamente de integrarse para

constituir así, el conjunto de los ejes rectores del discurso

argumentativo. Sin bien, a partir de los textos clásicos

podíamos intuir su presencia, es hasta el día de hoy que se le

ha integrado y se la ha dado la extraordinaria relevancia que

le corresponde.

Hoy, sin embargo, se están abriendo nuevos horizontes

argumentativos como el discurso público en determinados

ámbitos de carácter social o institucional y nos estamos

28

viendo ante nuevos cruces de caminos como los marcados,

por ejemplo, por la negociación o por la deliberación en su

calidad de encrucijadas de discurso práctico y del discurso

público.

Todo esto apunta hacia un nuevo programa de exploración y

de investigación en teoría de la argumentación.

Sin duda alguna, mucho, mucho más, aun superando con

gran amplitud las horas que se dedicarán al desarrollo de este

Diplomado, es lo que podría decirse sobre la importancia de

la argumentación hoy. Es por ello que, lo digo con el mayor

de los convencimientos:

ARGUMENTAR BIEN, ES HOY, MÁS QUE

NUNCA

UNA EXIGENCIA INELUDIBLE

Muchas gracias.