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5/XI/07 Aristóteles o el príncipe y la tragedia. Sobre la homosexualidad. Querido Teofrasto: Estos días en Atenas son días de penuria para un extranjero. Camino por el Ágora al alba, antes de que se pueble de mercaderes. En esta ciudad casi todos los hombres tienen alma de pequeño mercader. Pero esta es la parte donde el extranjero tiene que callar. Yo miro asombrado cómo decaen las costumbres áticas y los ideales jónicos que las inspiraron. La Moira lleva las leyes hacia una corrupción que los hombres, en medio del delirio, consideran bienaventurada. La historia, me parece, siempre es así. Mira, por ejemplo, lo que ocurre con los llamados aristócratas. ¿Qué hace hoy en día un aristócrata? Sumirse en todo tipo de voluptuosidades, con espíritu letalmente frívolo. No creo contradecir a Platón si afirmo que hasta la Academia ha caído en la banalidad con Espeusipo y su séquito de repetidores. En su mejor época, el amante evitaba contaminar la pedagogía con el giro hedónico de la pederastia, ese pretexto pedagógico que sirve para encubrir el fracaso de la paideia. ¿O no nos enseñó Platón a educar el apetito carnal? Los atenienses no conocen la temperancia, ni el orden ni la mesura. He ahí el destino de nuestra cultura peninsular. Es cierto que Sócrates le quitó a la pederastia toda su función iniciática y eso fue un auténtico progreso. Lo mismo hizo Platón, tan leal a Sócrates en cuestión de virtud. Pero has de saber que, con todo, antes la pederastia servía a un propósito más elevado que el placer: servía para organizar la alianza y el intercambio entre familias de la nobleza. Me refiero a la civilización minoica. Tú mismo lo puedes comprobar en las cerámicas de hace siete siglos. El adolescente tenía que jugar entonces un papel femenino y pasivo que había de ser superado 1

Aristóteles o El Príncipe y La Tragedia

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Aristóteles

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Aristteles o el prncipe y la tragedia

5/XI/07Aristteles o el prncipe y la tragedia.Sobre la homosexualidad.

Querido Teofrasto:

Estos das en Atenas son das de penuria para un extranjero. Camino por el gora al alba, antes de que se pueble de mercaderes. En esta ciudad casi todos los hombres tienen alma de pequeo mercader. Pero esta es la parte donde el extranjero tiene que callar. Yo miro asombrado cmo decaen las costumbres ticas y los ideales jnicos que las inspiraron. La Moira lleva las leyes hacia una corrupcin que los hombres, en medio del delirio, consideran bienaventurada. La historia, me parece, siempre es as.

Mira, por ejemplo, lo que ocurre con los llamados aristcratas. Qu hace hoy en da un aristcrata? Sumirse en todo tipo de voluptuosidades, con espritu letalmente frvolo. No creo contradecir a Platn si afirmo que hasta la Academia ha cado en la banalidad con Espeusipo y su squito de repetidores. En su mejor poca, el amante evitaba contaminar la pedagoga con el giro hednico de la pederastia, ese pretexto pedaggico que sirve para encubrir el fracaso de la paideia. O no nos ense Platn a educar el apetito carnal? Los atenienses no conocen la temperancia, ni el orden ni la mesura. He ah el destino de nuestra cultura peninsular.Es cierto que Scrates le quit a la pederastia toda su funcin inicitica y eso fue un autntico progreso. Lo mismo hizo Platn, tan leal a Scrates en cuestin de virtud. Pero has de saber que, con todo, antes la pederastia serva a un propsito ms elevado que el placer: serva para organizar la alianza y el intercambio entre familias de la nobleza. Me refiero a la civilizacin minoica. T mismo lo puedes comprobar en las cermicas de hace siete siglos. El adolescente tena que jugar entonces un papel femenino y pasivo que haba de ser superado simblicamente mediante un rito inicitico que sealaba su ingreso en la madurez. Y en el intercambio, el amante, como sucede ahora entre los lacedemonios, procuraba despertar el ansia de virtud del amado con una disciplina inflexible acompaada de solcitos cuidados. Ahora las cosas han cambiado. Y es doble el despropsito. Con Platn aprendimos a idealizar la atraccin homosexual. No es poca cosa. Y ya los hiperbreos nos haban enseado a procurar una vida superior. Pues bien: de todo ello slo quedan ruinas.

No has caminado alguna vez por Atenas, siguiendo el sendero que lleva hasta el Helesponto, con la sensacin de encontrarte atorado en la encrucijada de lo sublime y lo vulgar? Mira hacia el Olimpo desde el Heucasterion y despus pasea por el mercado. Si palpas la avidez de dinero y el placer de lo superfluo, si observas que la vida corre con total despropsito como agua que se vierte al cao, sabrs entonces a qu me refieroParece que en toda civilizacin hay luz y tinieblas, vida y muerte, civilizacin y guerra, ambigedad del alma. Eterna ambigedad. Y nos aburrimos de la lucha interna. Por eso acudimos al mercado: para olvidar. Sobre el bien.Querido Eudemo:

Mucho extrao tu conversacin en ausencia de Platn y Eudoxo. Esto es un desierto. Y mientras yo reflexiono sobre la dialctica t te dispones a entablar una guerra contra Siracusa.

Me preguntas en tu carta qu es el bien y si tiene o no sentido la guerra. Yo no me pregunto cul es el sentido de la guerra sino cmo hay que afrontarla. Por eso, creo, toda ciudad-estado, toda pols, debe tener un ejrcito. Nos guste o no, la guerra es tan natural como la economa. Ambas brotan de la cultura, del crecimiento y la ambicin. Por eso prefiero un estado pequeo: porque no despierta la codicia de sus vecinos ni la suya propia

Pero qu es el bien? Dnde queda, si lo hay, en medio de este tumulto de contradicciones que es la vida? Lo bueno, creo, es lo elegible por s mismo, o aquello por causa de lo cual elegimos otra cosa. Cuanto la inteligencia individual asigna a cada cosa, eso es para cada uno un bien. Te parece relativo? Lo es, sin duda, en cierto modo Pero las cosas ms evidentes y objetivas tambin se dan en relacin al que percibe. O podra ser de otra manera? Es buena la salud para el que est saludable o el conocimiento para quien conoce. Pero lo bueno se dice de muchas maneras: es bueno el placer y las cosas hermosas tambin son necesariamente buenas, o la felicidad porque es autosuficiente y se prefiere por s misma, como la belleza.

En el orden de lo preferible (que es siempre bueno y ptimo) la vida es preferible por s misma, incluso si no la acompaara otro bien. No creo que tenga razn el Sileno: que lo mejor fuese no haber nacido. La vida tiene su propio placer y una rara grandeza que se yergue sobre sus propios abismos. En esto hemos de seguir el ejemplo de Platn que elogiaba lo dionisiaco no por lo que tiene de excesivo sino de placentero y vibrante. Por eso, hasta en la ms intensa lujuria podemos encontrar algo bueno, una figura de la vida, como la del venado que se abre paso en la nieve o en el bosque. La vida es lucha y fragor.A veces las cosas mejores son las ms difciles, y lo difcil se define por el sufrimiento o por la cantidad de tiempo. No es difcil para ti la vida de soldado? Y no te recompensa el placer de la virtud que extraes de ello a cambio? No gozas del alba y el ocaso, del aroma de la primavera y de las ventajas de la sobriedad? No te descubres cada vez ms saludable y poderoso? Hay bien que slo se adquieren por privacin Por eso, yo tambin permanezco en este desierto llamado Atenas. Qu bien le hara yo a quienes no tienen necesidad de filosofa? Siempre ser preciso que el filsofo viva entre almas indigentes y que en ello encuentre su consuelo. Esa es su soledad pero tambin su sentido, la flor de su existencia. Hemos de preferir siempre al enfermo sobre el sano. Este es el legado de Scrates. El sano se basta a s mismo. Pero cul es la suerte del enfermo? T lo sabes mejor que yo, ahora que te dispones a librar a un pueblo subyugado por un tirano. Los atenienses tambin son esclavos. Por eso he dicho alguna vez que inventaron el grano y la filosofa pero slo hacen uso del primero. Que Zeus, te acompae. Oro por ello en la amistad que nos une.

Regresa pronto y que ests a buen recaudo.

Carta de Aristteles a AlejandroDe la juventud.Querido Alejandro:

De sobra conoces mi reticencia y mis motivos para oponerme a tu campaa de conquista. Yo no creo en imperios ni reinos ni unificaciones culturales, sino en pequeas ciudades bien administradas que conservan su propio carcter. No te voy a convencer a ti ni t a m. Pero como quiera, te agradezco el envo que me haces. La botnica me distrae de mis afanes diarios. Y la vida llega a ser gris y onerosa a causa de ellos. Adems Mitilene es de una soledad extrema que no me hace bienNo tengo nada que recriminarte pero sabes que considero lo tuyo mero mpetu de juventud. Aunque por otro lado, s que nunca recibiste el cario de tu padre. Siempre te trat como un hijo natural y no tengo remilgo en reconocer que no fue bueno contigo ni con la ciudad, que se entreg a todo tipo de excesos y que l mismo propici su muerte.

Pero me preguntas si tengo algo contra el bro de la juventud. Sera insensato tener algo en contra de un estado natural. Yo no pretendo estar en contra de la marea o del otoo, ni contra los vientos del Cfiro en el Invierno. La vida es como es. Y uno hara bien en reconocer esta verdad fundamental. Pero no creas que no tengo, por ello, mi propia opinin sobre la juventud. Antes bien, he tenido buen cuidado en considerar las diferencias entre la juventud y la vejez. Y las quiero compartir contigo. Vers:

Los jvenes, en cuanto a su modo de ser, son propensos a desear y hacer lo que desean. En cuanto a los deseos del cuerpo, son especialmente inclinados a los sexuales e incapaces de dominarlos, aunque tambin son inconstantes y dados a aburrirse de sus deseos. Y es que sus impulsos son agudos pero no intensos, como la sed y el hambre de los enfermos. Son temperamentales, vehementes e inclinados a la ira, y se dejan dominar por sus impulsos, pues por su pundonor no soportan sentirse menospreciados, sino que se irritan si creen que sufren un trato injusto. Son deseosos de prestigio pero lo son ms de ganar, pues la juventud desea ardientemente la superioridad, y la victoria es una forma de superioridad. En cambio, ambas cosas son ms importantes para ellos que el deseo de dinero. Y es que son muy poco deseosos de dinero porque no han experimentado an su falta: me refiero, claro est, a las lites. No tienen mal talante sino bueno, porque an no han conocido muchas perversidades. Son confiados porque an no les han engaado muchas veces, y esperanzados, porque tienen un calor natural semejante al que sienten los borrachos, adems de porque an no han fracasado muchas veces. La mayor parte de su vida est llena de esperanza, porque la esperanza se refiere al porvenir, y el recuerdo, al pasado, y para los jvenes el futuro es largo y el pasado, corto; en el primer da, por as decirlo, no se puede recordar nada y s esperarlo todo. Tambin son engaadizos, por lo dicho, pues se esperanzan con facilidad, y ms valerosos, porque son impulsivos y llenos de esperanza: lo primero les quita el miedo, lo segundo les da nimos. Adems son vergonzosos, pues todava no se plantean otras metas nobles, sino que estn educados slo en las convenciones creadas por sus padres. Y magnnimos, pues an no se han visto humillados por la vida ni han aprendido a qu nos vemos obligados, a ms de que la magnanimidad implica que nos consideremos dignos de grandes logros, y eso es cosa de quien est lleno de esperanza. Prefieren realizar acciones hermosas mejor que provechosas, pues viven ms de acuerdo con su modo de ser que con el clculo, y es que el clculo se refiere a lo provechoso, y la excelencia a lo hermoso. Son ms amigos de sus amigos y de sus compaeros que los de las dems edades porque disfrutan de vivir en compaa y an no eligen nada de acuerdo con el provecho, y en consecuencia, tampoco a los amigos. Todos sus errores son por exceso e impetuosidad, en contra de la mxima de Ciln, ya que todo lo hacen en exceso: aman en exceso, odian en exceso y en todo lo dems obran por el estilo. Creen saberlo todo y estn absolutamente seguros, y eso es el motivo de que todo lo hagan en exceso. Cometen agravios para injuriar, no por hacer dao. Son compasivos porque suponen a todo el mundo noble y mejor de lo que es, pues miden al prjimo por el rasero de su propia inocencia, de suerte que suponen que sus sufrimientos son inmerecidos. Son propensos a rer y por ello tambin bromistas. Pues la broma es una insolencia atemperada por la buena educacin.

No, querido Alejandro, no te reprocho nada. Eres joven y no esperaba (o no deb hacerlo) que mis palabras encontraran suficiente eco en tus odos. Me reprochas que yo no viv mi juventud. Pero cmo se puede reprochar al otoo la cada de las hojas o a la primavera el deshielo de las aguas? Cada cual es cada cual. Y, segn deca Herclito, el carcter (thos) es el destino del hombre. Yo he encontrado en mi melancola y en mi afn de saber comunitario mi propio destino. T has de encontrar el tuyo. Pero en eso como en todo, la mejor ayuda es la moderacin de los nimos y eso es obra del tiempo.Carta de Alejandro a Aristteles

Querido Maestro:

La vida de un soldado est sujeta a miserias infinitas. A veces las ms irritantes son las ms ordinarias: los mosquitos, el calor, la sed, el sudor, la comezn. Mil males pequeos nos asedian cada da. Y hemos de aprender a sufrirlos con mansedumbre.

Pero yo tengo otra carga. Acaso pienses que no me preocupo por el destino de esta legin de valientes. Yo tengo que administrar un ejrcito de 100,000 soldados. Te habrn llegado rumores sobre la veleidosidad de mi nimo y mis extravagancias. Me llaman extravagante ahora que, derrotados los persas, he conservado al rey y con l la fidelidad y gratitud de todos sus hombres. Pero he querido llegar ms lejos y vestirme como un persa, rezar las oraciones matinales a Aura Mazda y visitar sus templos, ser un hombre que adopta las costumbres de los conquistados. Te dir por qu lo hago: t, maestro, me enseaste que haba que tratar al esclavo como si fuese un amigo, que los brbaros slo diferan de los griegos en su imprudencia e intemperancia, que el buen gobernante es un pedagogo que despierta la benevolencia entre los hombres, que es el principio de unidad en las ciudades. Acaso todo eso era slo una comedia? Yo he procurado aplicar tu idea de ciudadana en cada tierra conquistada. He intentado ver a los hombres como ciudadanos, ilustrarlos y ganarme su confianza, su aprecio. No quiero seguir la senda de mi padre, tan indiferente a la civilizacin como a su propia familia. Por eso no acepto tu reproche de no ser suficientemente griego. Aspiro a la universalidad porque es la lgica consecuencia de lo que me enseaste

La unidad de la civilizacin, no sera el principio del fin de las guerras? T has visto la inutilidad y fragilidad de las alianzas griegas. De qu sirvi la liga del Peloponeso o los flirteos de tebanos y espartanos? Una alianza destruye otras porque despierta ambiciones. En poltica es todo o nada. No te das cuenta?

Muy frgil ser tu estancia en Atenas si el tiempo no me concede la razn. Hay que llevar el logos por todas partes. Eso es lo que no entienden mis hombres lo demuestran con sus reticencias a ir cada vez ms lejos-. Y yo no s si t aceptes que el logos ha de ser combativo para superar la divisin

Confieso que en parte me veo reflejado en tu descripcin de la juventud. Pero slo una pequea parte. No soy tan inocente como para juzgar con benevolencia la condicin de cualquier hombre. Pero s, es verdad, me considero capaz de grandes logros. Y si esto quiere llamarse esperanza, si es como dices t, el sueo de un hombre despierto, que sea entonces mi sino, no s si por ventura o desventura. Soy impetuoso, cometo errores. Pero tambin tengo una idea muy clara de lo que quiero y no pretendo que el mundo sea mo sino nuestro, que refleje la perfeccin de lo helnico, lo macednico, lo tico. Qu importa si puedo equivocarme? Yo apuesto a la posibilidad aunque me devore la incertidumbre pero slo a ti, maestro, te confieso ste, el ms secreto de mis secretosNo espero tu anuencia, pero no estoy dispuesto a renunciar a tu amistad que se encuentra entre mis ms preciados haberes.

Un mensajero har acompaar esta carta de dos exticos roedores del desierto rabe.

Salve, maestro.

Reth. 1362-1363b.

Reth. 1389-1389b.

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