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Armando Villanueva: Yo vivo alegre, varonil y austero Y a la causa del pueblo que seguí debo las arrugas que a mi faz erguí son ideales floridos de madero.
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Publicado en La Mula.pe http://lamula.pe/2013/04/21/armando-villanueva-el-ultimo-montonero-del-apra/javierbarreda
Armando Villanueva EL ÚLTIMO MONTONERO DEL APRA
Yo vivo alegre, varonil y austero Y a la causa del pueblo que seguí
debo las arrugas que a mi faz erguí son ideales floridos de madero.
Tiene mi cara rasgos de severo
son líneas, padre, que tomé de ti: También fuiste arrogante y montonero
Armando Villanueva
Javier Barreda
Una noche de marzo de 1980, muchos jóvenes del Comité Aprista de Lince corrimos a ver a
Armando Villanueva, quien cenaba con la alta dirección del Partido Aprista en un chifa de la
Avenida Arenales, era la noche posterior al cierre de campaña de 1980. Belaunde era un gran
rival, capaz de derrotar al candidato del Partido del Pueblo. Armando nos saludó, recuerdo que
estaban con él, Alan García y Alfredo Barnechea. Nos aproximamos, pero a una distancia no tan
cercana. Armando Villanueva, el primer candidato del Apra Post Haya nos saludó, parecía mentira.
Nos miró y nos dijo: vayan a descansar, que pueden ir presos y el domingo podemos perder o
ganar las elecciones por 15 votos. Fue la primera vez que lo miré de tan cerca. En las elecciones
presidenciales de 1980 Belaunde arrasó ganando con una ventaja de casi 18% de votos. La década
de los 80 reivindicaba así al derrocado por Velasco en la década de los 60. Y por primera vez, el
Apra sentía una derrota tan holgada, parecía mentira que el Partido del Pueblo no alcance el
“tercio histórico” y más.
En 1978 el viejo Haya de la Torre había ganado las elecciones para la Asamblea Constituyente con
su disciplinado C-1 tanto al mesocrático Partido Popular Cristiano como a las izquierdas siempre
desunidas. En 1962 Haya de la Torre le ganó las elecciones presidenciales a Fernando Belaunde
por estrecho margen y en 1963 Belaunde le ganó a Haya por una muy angosta distancia. En 1980
Armando fue el candidato que eligieron las bases deseosas de volver a los años 30 del Apra, era
el candidato que recogía la identidad emergente en un partido que Haya había dirigido con
paciencia hacia el centro. Al morir el fundador venía la gran cuestión de la sucesión y la carta
presidencial. La alternativa a Armando, era Andrés Townsend, lleno de inteligencia y especial
carisma; pero no tenía años de prisión; su rostro era más de un canciller, que de un candidato
popular y el Apra elegiría a un caudillo, no a un candidato presidencial. Mi familia aprista, por su
cercanía a Ramiro Prialé, era simpatizante de Townsend, pero la histórica convención electoral
eligió a líder de los cuatro exilios y tres prisiones; al líder que había demandado volver a las
fuentes primigenias, a quien hacía un llamado desde Alfonso Ugarte a la “izquierda responsable”.
Armando Villanueva hizo una gran campaña, “el Apra es el camino” fue un hito en la propaganda
electoral; Armando tenía la “fuerza para gobernar”
(http://www.youtube.com/watch?v=XFIC9b39N2A). La de 1980 fue la última campaña
ideologizada, de juventudes concientizadas de modelos de sociedad; de la movilización de los
cuadros y militantes comprometidos en acción y razón. Pintas, marchas, afiches, jornadas,
volantes, mítines relámpagos, enfrentamientos en las calles. La ideología, las herencias
doctrinarias, los partidos fuertes, los militares en retirada, la democracia tenía un sentido, era el
medio para alcanzar una sociedad mejor.
Armando Villanueva después de esa coyuntura electoral tomó un perfil más pasivo. Creo que no
esperó perder, aunque lo sabía ya una semana antes. Viajó a Europa tras las huellas de Haya de la
Torre, estudiar sobre los diversos lugares que visitó. Se apartó por algunos meses de la política
partidaria. Quien quiera conocer más sobre las ideas y percepciones de Armando para los 80,
debe leer el libro “Arrogante Montonero” 1, que recoge sus conversaciones con el historiador
Pablo Macera. Es un libro especial, de reflexión y preguntas abiertas a un pasado no relatado
por completo, de afirmaciones que las sabemos francas pero no siempre certeras- aunque
explicable porqué. Son respuestas muy de su tiempo y su estilo. Conocedor de la historia real
del Aprismo, Armando expresa una mirada crítica sobre sucesivas decisiones e intentos por
alcanzar el poder.
El Apra era un partido de esencias ideológicas y carismáticas. Ya había perdido a su fundador dos
años antes. Armando se inclinó por perfilar una actitud de izquierda o de enunciados primigenios,
ayudó al retorno a los años 20 y 30 de un Partido que debió responder de otra forma a los
problemas de estos tiempos (que expresaban la agonía de un modelo desarrollista, que no lo
lográbamos percibir del todo). El “Antiimperialismo y el Apra” - para él- era el libro fundamental
del Aprismo, y su reflexión después en los años 80 era crítica, pero leal a Haya de la Torre. Una
1 Armando Villanueva y Pablo Macera: Arrogante Montonero, conversaciones. Fondo Editorial del Congreso
de la República, producción Mirko Lauer y Abelardo Oquendo, Lima 2011.
lectura de “Arrogante Montonero”, nos lleva a episodios tan relevantes, como polémicos y
heroicos de parte de un pueblo, un partido y su líder en una lucha de cal y arena por acceder al
gobierno, al co-gobierno, al poder total o al poder compartido.
Al leer “Arrogante Montonero” se nota la simultánea crítica y lealtad al Partido. Esa era su estilo
de liderazgo; de rebeldía y oficialismo a la vez; de conspiración y reserva; de frases polémicas y
silencios inexpugnables. Podía criticar la histórica y polémica frase de Haya de la Torre sobre el
“no quitar riqueza al que la tiene, sino crear para el que no la tiene” ante una impresionante
multitud en 1945 y criticar que en 1962 se haya generado “un frente curioso del partido con las
derechas borbotando un anticomunismo que no era el nuestro”; pero nunca tuvo palabras
agresivas contra Haya de la Torre ni contra los apristas más activos o sus dirigentes.
Armando Villanueva acató, calló, decidió y lideró toda su vida. Fue el militante de todo los
tiempos. Tenía ideales, una lealtad y convicción a prueba de todo; una añoranza y admiración
por el Apra y más por el Haya de la Torre de la “Gran Persecución”, título del libro que publica sus
conversaciones con Guillermo Thorndike2. Para Armando el Apra se hizo grande en estos años
tormentosos de 1932 a 1956; del Frontón, las cabañas y la solidaridad con los que no tenían nada
en la prisión; de la capacitación aún en las cárceles; de la toma de radios y cines para lanzar los
mensajes de resistencia contra Benavides o Prado; de las conspiraciones y los cuarteles infiltrados
por apristas impacientes y nobles; de los destierros y los retornos clandestinos para retomar la
lucha contra la dictadura de turno. Pero también fue un actor protagónico del Apra de extremo
realismo de la necesaria convivencia con Prado en 1956 y de la polémica y – creo - innecesaria
coalición parlamentaria con el odriismo de 1963 a 1968, con la que se respondió a la
intolerancia de Belaunde en las elecciones de 1962.
En los años 90 la figura democrática de Armando creció más; fueron los años de un proyecto
autoritario y de reformas económicas verticales, que luego se hicieron sentido común y
cimentaron el capitalismo peruano que fue el marco de la transición de un siglo a otro. Armando,
ante un momento de confusión en el propio Apra asumió la Secretaría General del Partido en la
década fujimorista. Era una figura cohesionadora internamente, Alan García estaba en el exilio y
el fujimorismo se consolidaba socialmente. En la Secretaría General estuvo momentáneamente,
esperando que se supere el temporal de un proceso político que el Apra no advirtió, pero llegó.
Años de la resistencia a un proyecto vertical de reformas liberalizadoras y que fue el contexto
donde Armando se constituyó en el puente entre el Apra y la ciudadanía no aprista.
Alan García en los 80, cuando asumió la conducción del Apra, no contó con su respaldo
inicialmente, pero siempre lo consideró o en el gobierno o en el Partido. Armando había sido el
candidato que le tocó asumir una dificultosa responsabilidad de heredar un liderazgo inmenso que
fue el de Haya de la Torre. Armando fue una figura de transición, pero no rompió el cerco del
anti-aprismo o del “miedo al Apra”. Sin embargo, su figura y sus opiniones generaron una
identificación que fue siendo unánime en el Apra a medida que pasaban los años, a medida que la
2 Armando Villanueva y Guillermo Thorndike: La Gran Persecución, 1932- 1956. Epensa-Diario Correo, Lima,
2004.
política se hacía más pragmática, más individualista y cuando el Partido iba perdiendo a su primera
y segunda generación de forjadores.
Conversé muchas veces con él. Me decía Jara y no Barreda, por el recuerdo de mi abuelo
Fortunato Jara, que fue parlamentario con él y con quien asaltaron Radio Sucre el 07 de Enero de
1936, para emitir un mensaje al país. Severo, fraterno y paterno con todos los que lo visitaban.
Escuchaba a todos; de todas las tendencias, apristas y no apristas. Impulsó a mi generación a
conducir y liderar el Partido. Sabía contestar con inteligencia cada pregunta, con la dosis necesaria
de prudencia, franqueza y verdad. No dejaba de ser bromista y encontrar alegrías en cualquier
episodio que relataba, así sea difícil. Se preocupaba mucho por el futuro, por el Apra sin él. Sufrió
mucho cuando por nuestros propios errores y soberbias nos quedamos sin candidata a la
presidencia en el 2011. Acaso presagiaba un final no merecido de un segundo gobierno que él
entendió y apreció. A sus 97 años fue más consciente que nadie sobre la naturaleza y lo
contradictorio de los tiempos nuevos.
Lo entrevisté una tarde para preguntarle sobre como hubiese sido un gobierno de Haya de la Torre
en 1962. Me dijo muchas cosas y estoy seguro que pudo decirme más, pero no lo hizo. Lo visité
una noche muy fría dejándole el texto de los “contra-fácticos”3, cuyo relato me ayudó a imaginar a
un Víctor Raúl presidente, y “1987, los Límites de la Voluntad Política”; ambos publicados
conjuntamente en agosto del año pasado. Lo visité algunas veces más. Sesionó dos veces con la
Dirección Política del Apra. Estaba enfermo, pero no cansado; estaba siempre atento. Sabía que
los tiempos serían difíciles. Antes de un viaje a Arequipa logré verlo muy débil en la clínica,
durmiendo con mucha paz. Tres días después partiría como decimos hecho polvo en viaje a las
estrellas.
Lo despedimos en la Casa del Pueblo. Lo acompañamos, lo cargamos, le cantamos, le vivamos, le
lloramos. Vi múltiples y sucesivos rostros ante su féretro; expresiones y llantos que le decían
adiós; jóvenes y viejos (no todos apristas), con brazo izquierdo en alto o con un pañuelo blanco,
que se despedían compungidos; algunos tomándole alguna foto. Delegaciones de otros partidos
le rendían homenaje. Armando parecía asentir en su féretro cada saludo ciudadano y popular,
con una inmensa y silenciosa fuerza moral, que puede tener quien se entregó tanto y tanto a una
causa que le dio y le quito vida; que le dio trascendencia, lo hizo eterno. Lo despedimos con la
“Marcha a los Caídos” (https://www.youtube.com/watch?v=cjwk8-zKvBc) de ese gran
compositor que fue Lucas Cabello, cantada por los más adultos y pocos jóvenes. Le dijimos adiós
con su “El Apra es el camino” que marcó a la primera generación del Aprismo post Haya;
canción que no le permitió ganar la elección, pero sí ganar un lugar en la historia con una melodía
conmovedora y entusiasta. Esa fuerza cohesionadora la comprobamos el último miércoles, el
último día que Armando estuvo con nosotros. Lo despedimos con el pañuelo blanco, con
nostalgia, desorden, incertidumbre y esperanza.
3 Eduardo Dargent y José Ragas: Contra Historia del Perú. Ensayos de Historia Política Peruana. Mitin
Editores, Lima 2012. Me refiero al ensayo contra fáctico “Haya Presidente. Si el Apra hubiese llegado al poder (1962 – 1968).