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849 Sumario Artículo 35 Introducción histórica Luis René Guerrero Galván y José Gabino Castillo Flores 849 Texto constitucional vigente 852 Comentario Jesús Orozco Henríquez 854 Los derechos políticos en tanto derechos humanos y sus medios jurisdiccionales de protección constitucional 856 Derecho a votar o sufragio activo 861 Derecho a ser votado o sufragio pasivo 867 Derecho político-electoral fundamental de asociación 870 Derecho político fundamental de defensa de la República y sus instituciones 872 Derecho de petición en materia política 873 Derecho a ser nombrado para algún empleo o comisión de servicio público 873 Derecho a iniciar leyes 874 Derecho a votar en las consultas populares 875 Bibliografía 876 Trayectoria constitucional 877 35 El artículo 35 remite a las prerrogativas a las que se tiene acceso tras la obtención del título de ciudadanía. Estos derechos son diferentes a los que se cuentan por el hecho de ser reconocidos como mexicanos. La ciu- dadanía daba acceso a derechos políticos entre los que se encontraba votar y ser votado, así como de asociación para tratar asuntos de la misma índole, formar parte del Ejército o Guardia Nacional y ejercer el derecho de petición. Uno de los primeros antecedentes en la mate- ria lo encontramos en la Constitución Política de la Monarquía Española de 1812, la cual definió que sólo los ciudadanos podrían “obtener empleos municipales, y elegir para ellos en los casos señalados por la ley”. 1 Dicha Constitución, estuvo vigente en México du- rante la segunda mitad del siglo XIX, no es raro por ello que su influencia sea manifiesta en los textos de ese periodo. En la Constitución de Apatzingán, por ejemplo, se señaló que a ningún ciudadano podría coartársele la libertad de reclamar sus derechos ante los funcionarios de la autoridad pública (artículo 37). 2 Asimismo, re- marcó el derecho a sufragio para todos los ciudadanos que hubieren llegado a los 18 años, acreditaran su ad- hesión a la independencia, tuviera empleo o modo ho- nesto de vivir y no estuvieran en infamia pública ni procesados criminalmente por el gobierno (artículo 65). Años más tarde, ya en el México independiente, el artículo 16 del Reglamento Provisional Político de Agustín de Iturbide, señaló que las “virtudes, servicios, talentos y aptitudes”, serían los únicos medios que dis- 1 Constitución Política de la Monarquía Española, 1812, artículo 23, dis- ponible en http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/5/2210/7.pdf. 2 “Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana”, Apatzingán, 1814, en Textos fundamentales del constitucionalismo mexicano, México, Miguel Ángel Porrúa, 2014. Artículo 35 Introducción histórica Por Luis René Guerrero Galván y José Gabino Castillo Flores Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv DR © 2016. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, LXIII Legislatura http://www.diputados.gob.mx/ M.A. Porrúa, librero-editor https://maporrua.com.mx/ Libro completo en: https://goo.gl/qDhHWP

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Sumario Artículo 35

Introducción históricaLuis René Guerrero Galván y José Gabino Castillo Flores . . . . 849

Texto constitucional vigente . . . . . . . 852

Comentario Jesús Orozco Henríquez . . . . . . . . 854Los derechos políticos en tanto

derechos humanos y sus medios jurisdiccionales de protección constitucional . . . . . . . . . . . . . . . 856

Derecho a votar o sufragio activo . . . 861Derecho a ser votado o sufragio

pasivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 867Derecho político-electoral

fundamental de asociación . . . . . 870Derecho político fundamental

de defensa de la República y sus instituciones . . . . . . . . . . . . 872

Derecho de petición en materia política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 873

Derecho a ser nombrado para algún empleo o comisión de servicio público . . . . . . . . . . . . . . 873

Derecho a iniciar leyes . . . . . . . . . . . 874Derecho a votar en las consultas

populares . . . . . . . . . . . . . . . . . . 875Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 876

Trayectoria constitucional . . . . . . . . 877

35El artículo 35 remite a las prerrogativas a las que se tiene acceso tras la obtención del título de ciudadanía. Estos derechos son diferentes a los que se cuentan por el hecho de ser reconocidos como mexicanos. La ciu-dadanía daba acceso a derechos políticos entre los que se encontraba votar y ser votado, así como de asociación para tratar asuntos de la misma índole, formar parte del Ejército o Guardia Nacional y ejercer el derecho de petición. Uno de los primeros antecedentes en la mate-ria lo encontramos en la Constitución Política de la Monarquía Española de 1812, la cual definió que sólo los ciudadanos podrían “obtener empleos municipales, y elegir para ellos en los casos señalados por la ley”.1

Dicha Constitución, estuvo vigente en México du-rante la segunda mitad del siglo XiX, no es raro por ello que su influencia sea manifiesta en los textos de ese periodo. En la Constitución de Apatzingán, por ejemplo, se señaló que a ningún ciudadano podría coartársele la libertad de reclamar sus derechos ante los funcionarios de la autoridad pública (artículo 37).2 Asimismo, re-marcó el derecho a sufragio para todos los ciudadanos que hubieren llegado a los 18 años, acreditaran su ad-hesión a la independencia, tuviera empleo o modo ho-nesto de vivir y no estuvieran en infamia pública ni procesados criminalmente por el gobierno (artículo 65).

Años más tarde, ya en el México independiente, el artículo 16 del Reglamento Provisional Político de Agustín de Iturbide, señaló que las “virtudes, servicios, talentos y aptitudes”, serían los únicos medios que dis-

1 Constitución Política de la Monarquía Española, 1812, artículo 23, dis-ponible en http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/5/2210/7.pdf.

2 “Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana”, Apatzingán, 1814, en Textos fundamentales del constitucionalismo mexicano, México, Miguel Ángel Porrúa, 2014.

Artículo 35

Introducción histórica Por Luis René Guerrero Galván y José Gabino Castillo Flores

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II pondrían para los empleos públicos de cualquiera especie.3 Lo anterior reforzó la de-terminación de que todos los ciudadanos tendrían acceso a los empleos sin otra distin-ción. Ordenamientos posteriores, como el Plan de Constitución Política de la República Mexicana de 1823, fueron más explícitos al señalar los derechos de los ciudadanos de la nueva República, en este caso se establecieron como tales:

1°. El de libertad, que es el pensar, hablar, escribir, imprimir y hacer todo aquello que no ofenda los derechos de otro;2°. El de igualdad, que es el de ser regidos por una misma ley sin otras distinciones que las establecidas por ella misma;3°. El de propiedad, que es el de consumir, donar, vender, conservar o exportar lo que sea suyo, sin más limitaciones que las que designe la ley;4°. El de no haber por ley, sino aquella que fuere acordada por el Congreso de sus repre-sentantes.4

En ese mismo sentido, se pronunció Joaquín Fernández de Lizardi en su Proyecto de Constitución de 1825. En ese momento dicho pensador señaló como derechos de los ciudadanos (los que la naturaleza nos concede de libertad, e igualdad, seguridad y propiedad”.5 Además, estableció que dichos ciudadanos gozarían del derecho al voto activo y pasivo para elegir y ser elegidos en los empleos públicos a proporción de su mérito, capacidad y servicios hechos a la patria. Estos puntos fueron considerados también en el artículo octavo de las Leyes Constitucionales de la República Mexicana de 1836,6 en el cual se volvió a considerar como derechos del ciudadano mexicano, además de todos los derechos civiles, el votar por todos los cargos de elección popular directa y poder ser votado por los mismos, siempre que en su persona concurrieran las cualidades que las leyes exigieran en cada caso.

Como puede observarse, este derecho político se enarboló como una de las princi-pales facultades de los ciudadanos mexicanos. Los dos puntos antes mencionados fueron también retomados en el Proyecto de Reformas a las Leyes Constitucionales de 1836 y en el Primer Proyecto de Constitución Política de la República Mexicana. En este último ordenamiento jurídico de hecho se remarca la importancia de mejorar siempre a los individuos que gozaran legalmente de una condición definida, tal como la ciudadanía. En su artículo 22 dicho proyecto estipuló:

A reserva de que una ley detalle los demás derechos y prerrogativas inherentes a las condi-ciones de extranjero, mexicano y ciudadano mexicano, se observará inviolablemente el prin-

3 Reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano, 1822, disponible en http://www.ordenjuridico.gob.mx/Consti-tucion/1823.pdf.

4 Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana, 1823, disponible en http://museodelasconstituciones.unam.mx/1917/wp-content/uploads/1823/05/16-mayo-1823-Plan-de-la-Constituci%C3%B3n-Pol%C3%ADtica-de-la-Naci%C3%B3n-Mexicana.pdf.

5 Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones, tomo II: “Comentarios, antecedentes y trayectoria del articulado constitucional, artículos 16-35”, México, LXI Legislatura-Cámara de Diputados/Suprema Corte de Justicia/ Senado de la República/Instituto Federal Electoral/Tribunal Electoral/Miguel Ángel Porrúa, 2012, p. 1003.

6 Leyes Constitucionales, 1836, disponible en http://www.ordenjuridico.gob.mx/Constitucion/1836.pdf.

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o 35cipio de mejorar en todas las leyes que se dieren, la condición del ciudadano respecto del

que culpablemente no lo es; la del mexicano que aún no ha obtenido aquella calidad, res-pecto del extranjero; y la de éste, respecto del mexicano que ha perdido su calidad de tal.7

Ese mismo año, el Segundo Proyecto Constitución Política de la República Mexi-cana señaló, en su artículo noveno, como derechos del ciudadano, los mismos sobre votar y ser votado en las elecciones populares, y sumó como una prerrogativa más el ser excluido del servicio forzado en el Ejército permanente. No obstante, este último derecho parece no haber ganado mucha popularidad pues al año siguiente no fue con-templado en las Bases Orgánicas de la República Mexicana que, en su artículo 19, sí contempló lo referente a votar y ser electo para cargos públicos y de elección popular.8

Por su parte el Acta Constitutiva y de Reformas, de 1847, tampoco señaló nada sobre el asunto, antes bien colocó como derecho de los ciudadanos el poder “ejercer el de petición, reunirse para discutir los negocios públicos y pertenecer a la Guardia Nacional, todo conforme a las leyes”.9 Estas nuevas prerrogativas contempladas fueron consideradas también en el Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana y en el Proyecto de Constitución Política de la República Mexicana, ambos ordenamien-tos de 1856. De estos textos pasó a la Constitución de 1857, la cual condensó lo ela-borado hasta entonces como parte de los derechos de ciudadanía:

I. Votar en las elecciones populares.II. Poder ser votado para todos los cargos de elección popular y nombrado para cualquier otro empleo o comisión teniendo las calidades que la ley establezca.III. Asociarse para tratar los asuntos políticos del país.IV. Tomar las armas en el Ejército o en la Guardia Nacional para la defensa de la Repúbli-ca y de sus instituciones.V. Ejercer en toda clase de negocios el derecho de petición.10

Como puede apreciarse este texto constitucional es el antecedente más directo del artículo 35 contemplado en la Constitución de 1917. Dicho texto sólo sufrió algunas modificaciones en 1898 cuando se propusieron reformas al mismo. En aquella ocasión lo único que se modificó fue el punto IV del artículo de 1857, estipulando que se podrían tomar las armas en el Ejército o Guardia Nacional, para la defensa de la República o sus instituciones, pero “en los términos que prescriban las leyes”,11 esto último no se había considerado en lo redactado en 1857. De manera que esa fue la única modifica-ción al artículo, y así se mantuvo hasta 1917 en que fue promulgada la Constitución.

7 Primer Proyecto de Constitución Política de la República Mexicana, 1842, disponible en http://www.constitucion1917.gob.mx/work/models/Constitucion1917/Resource/269/1/images/1er_proyecto_constitucion_25_08_1842.pdf.

8 Bases Orgánicas de la República Mexicana, 1843, disponible en http://www.juridicas.unam.mx/infjur/leg/conshist/pdf/1842.pdf.

9 Acta Constitutiva y de Reformas, 1847, disponible en http://www.ordenjuridico.gob.mx/Constitucion/1847.pdf.10 Constitución Política de la República Mexicana de 1857, disponible en http://www.juridicas.unam.mx/infjur/leg/

conshist/pdf/1857.pdf.11 Derechos del pueblo mexicano… op. cit., pp. 1010-1011.

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35 Artículo 35. Son derechos del ciudadano:12

I. Votar en las elecciones populares; II. Poder ser votado para todos los cargos de elección popular, teniendo las calidades

que establezca la ley. El derecho de solicitar el registro de candidatos ante la autoridad electoral corresponde a los partidos políticos así como a los ciudadanos que soliciten su registro de manera independiente y cumplan con los requisitos, condiciones y términos que determine la legislación;13

III. Asociarse individual y libremente para tomar parte en forma pacífica en los asun-tos políticos del país;14

IV. Tomar las armas en el Ejército o Guardia Nacional, para la defensa de la Repú-blica y de sus instituciones, en los términos que prescriben las leyes;15

V. Ejercer en toda clase de negocios el derecho de petición. VI. Poder ser nombrado para cualquier empleo o comisión del servicio público, te-

niendo las calidades que establezca la ley;16

VII. Iniciar leyes, en los términos y con los requisitos que señalen esta Constitución y la Ley del Congreso. El Instituto Nacional Electoral tendrá las facultades que en esta materia le otorgue la ley, y17

VIII. Votar en las consultas populares sobre temas de trascendencia nacional, las que se sujetarán a lo siguiente:1°. Serán convocadas por el Congreso de la Unión a petición de:

a) El presidente de la República;b) El equivalente al 33 por ciento de los integrantes de cualquiera de las cá-

maras del Congreso de la Unión; oc) Los ciudadanos, en un número equivalente, al menos, al 2 por ciento de los

inscritos en la lista nominal de electores, en los términos que determine la ley. Con excepción de la hipótesis prevista en el inciso c) anterior, la petición

deberá ser aprobada por la mayoría de cada Cámara del Congreso de la Unión,

12 Párrafo reformado, dof: 09-08-2012.13 Fracción reformada, dof: 09-08-2012.14 Fracción reformada, dof: 06-04-1990, 22-08-1996.15 Fracción reformada, dof: 09-08-2012.16 Fracción adicionada, dof: 09-08-2012.17 Fracción adicionada, dof: 09-08-2012. Reformada, dof: 10-02-2014.

Artículo 35

Texto constitucional vigente

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352°. Cuando la participación total corresponda, al menos, al 40 por ciento de los

ciudadanos inscritos en la lista nominal de electores, el resultado será vincu-latorio para los poderes Ejecutivo y Legislativo federales y para las autorida-des competentes;

3°. No podrán ser objeto de consulta popular la restricción de los derechos hu-manos reconocidos por esta Constitución; los principios consagrados en el artículo 40 de la misma; la materia electoral; los ingresos y gastos del Estado; la seguridad nacional y la organización, funcionamiento y disciplina de la Fuerza Armada permanente. La Suprema Corte de Justicia de la Nación resol-verá, previo a la convocatoria que realice el Congreso de la Unión, sobre la constitucionalidad de la materia de la consulta;

4°. El Instituto Nacional Electoral tendrá a su cargo, en forma directa, la verifi-cación del requisito establecido en el inciso c) del apartado 1° de la presente fracción, así como la organización, desarrollo, cómputo y declaración de resultados;18

5°. La consulta popular se realizará el mismo día de la jornada electoral federal;6°. Las resoluciones del Instituto Nacional Electoral podrán ser impugnadas en

los términos de lo dispuesto en la fracción VI del artículo 41, así como de la fracción III del artículo 99 de esta Constitución, y19

7°. Las leyes establecerán lo conducente para hacer efectivo lo dispuesto en la presente fracción.20

18 Apartado reformado, dof: 10-02-2014.19 Apartado reformado, dof: 10-02-2014.20 Fracción adicionada, dof: 09-08-2012.

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35 El presente precepto establece diversos derechos políticos fundamentales de los ciu-dadanos y las ciudadanas, en tanto que los artículos 6º, 7º, 8º y 9º constitucionales, por su parte, prevén otros derechos fundamentales que, según se analizará, también pueden versar sobre materia política.

El artículo 35 ha sido reformado en cuatro ocasiones (Diario Oficial de la Federa-ción de 06-04-1990; 22-08-1996; 09-08-2012 y 10-02-2014). La de 2012, atinada-mente, subrayó el carácter de derechos políticos que en favor de los ciudadanos y las ciudadanas se prevén, derogándose así la equívoca calificación de “prerrogativas” que a los mismos se otorgaba desde la Constitución de 1857 y que se conservó en el texto original de 1917 (en tanto que en los ordenamientos constitucionales previos, tanto de naturaleza federal como centralista, sí se les llegó a calificar como derechos). Como se verá, entre otras razones, tal situación propició que a los de naturaleza política no se les considerara como auténticos derechos humanos y no fueran susceptibles de protección judicial a través del juicio de amparo, al grado de que tampoco se les contemplara dentro del capítulo I del Título Primero de la Constitución, entonces denominado, también de manera equívoca, “De las Garantías Individuales” y que, desde la trascen-dente reforma del 10 de junio de 2011 en materia de derechos humanos, lleva por epígrafe “De los Derechos Humanos y sus Garantías” (en el entendido de que en la re-ferida reforma de 2011 se omitió corregir la calificación de “prerrogativas” al artículo 38 y, a la fecha, los derechos políticos no forman parte del citado capítulo I sino del capítu-lo IV del propio Título Primero, denominado “De los Ciudadanos Mexicanos”).

Evidentemente, los derechos políticos previstos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en diversos instrumentos internacionales de derechos humanos suscritos y ratificados por México (de manera destacada, el Pacto Internacio-nal de Derechos Civiles y Políticos, así como la Convención Americana sobre Derechos Humanos) son derechos humanos y, por tanto, son parte del parámetro de control ju-risdiccional de la regularidad constitucional, por lo que todos los órganos constituidos (Legislativo, Ejecutivo y Judicial, así como los órganos constitucionales autónomos) deben promover, respetar, proteger y garantizar su pleno ejercicio.

En efecto, los derechos políticos son una categoría o especie de los derechos hu-manos. En términos generales, son aquellos que confieren a su titular la facultad u oportunidad de participar en los asuntos públicos del Estado, por sí mismo o a través de sus representantes. En la mayoría de los países, incluido México, sólo los ciudada-nos y las ciudadanas son titulares de los derechos políticos, aun cuando en algunos se

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Comentario por Jesús Orozco Henríquez

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permite a los extranjeros y las extranjeras residentes el derecho a participar política-mente, ya sea sólo en elecciones municipales (Bolivia, Paraguay y Venezuela) o también en elecciones distritales (Colombia), o bien sin limitarlo a determinadas elecciones (Ecuador y Uruguay) o dejando su configuración a la ley (Chile).

Es frecuente distinguir entre derechos político-electorales y otro tipo de derechos políticos, refiriéndose los primeros a aquellos cuyo ejercicio y realización hacen uso de la técnica del voto. Generalmente, la democracia representativa se apoya en dicha técnica, como ocurre con el derecho a votar y ser votado en elecciones populares, pero igualmente varios procedimientos de democracia semi-directa la utilizan, por ejemplo, referendo, plebiscito o revocatoria de mandato. Cuando se participa directamente en los asuntos públicos sin hacer uso de la técnica del voto, se está en presencia de derechos políticos no electorales, como ocurre al desempeñar un empleo, cargo o comisión en el servicio público para el que se fue nombrado o designado, o bien otros procedimientos de democracia semi-directa, como el cabildo abierto o la iniciativa popular.

El texto original de este artículo en la Constitución de 1917 era idéntico, como se mencionó, al del mismo número de la Constitución de 1857 (salvo que en la fracción IV de aquél, al derecho a tomar las armas para la defensa de la República y sus insti-tuciones, se le adicionó “en los términos que prescriban las leyes”). Por su parte, las dos primeras reformas a este precepto se referirieron a su fracción III (originalmente, sólo preveía “Asociarse para tratar los asuntos políticos del país”), la primera, de 1990, para precisar que el derecho de asociación debía ejercerse en forma libre y pacífica, y la segunda, de 1996, adicionando que dicho derecho también debe ejercerse en forma “individual”. Asimismo, la de 2012, según se señaló, subrayó el carácter de derechos a los previstos en el propio precepto, además de que incorporó entre los mismos el de registrar candidaturas independientes cuando los ciudadanos y las ciudadanas cumplan los requisitos, términos y condiciones legales (fracción II), así como otros de partici-pación ciudadana, como el de ser nombrado para cualquier empleo o comisión en el servicio público, teniendo las calidades que establezca la ley (fracción VI), y los cono-cidos como procedimientos de democracia semi-directa, como son los de iniciar leyes (fracción VII) y votar en las consultas populares (fracción VIII), en los términos y re-quisitos constitucionales y legales. Finalmente, la de 2014, actualizó la denominación del Instituto Nacional Electoral como el encargado de participar en la iniciativa legis-lativa ciudadana y de organizar las consultas populares.

El artículo 35 que ahora se comenta guarda, asimismo, íntima relación con el 29 constitucional, que excluye a los derechos políticos de aquellos susceptibles de ser suspendidos por el presidente de la República con aprobación del Congreso Unión o de la Comisión Permanente, provisionalmente, si aquél no estuviere reunido, en casos de invasión, perturbación grave de la paz pública o algún otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto; el 34, que define quiénes son ciudadanos y ciudadanas de México; el 36, que prescribe las obligaciones de los ciudadanos y las ciudadanas, así como el 37, apartado C, y el 38, que prevén las causas, respectivamente, de pérdida de la ciudadanía y suspensión de los “derechos o prerrogativas” de los ciudadanos y las ciudadanas (como se indicó, este último precepto conserva aún la referencia a

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II “prerrogativas”). Asimismo, con el 41, que establece las bases para la celebración de elecciones libres, auténticas y periódicas, incluyendo las relativas a los partidos polí-ticos, así como a los principios rectores y atribuciones del Instituto Nacional Electoral como encargado de la función estatal de organizar las elecciones; el 60, que establece las bases para la calificación de las elecciones y su posible impugnación, así como el 99, que regula la estructura y competencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Los derechos políticos en tanto derechos humanos y sus medios jurisdiccionales de protección constitucional

Los derechos políticos son derechos humanos —como se señaló— porque se encuen-tran consagrados en las normas básicas o fundamentales del orden jurídico mexicano, como son la Constitución y diversos instrumentos internacionales de derechos humanos suscritos y ratificados por México.

Algunos de los derechos políticos previstos en el artículo bajo comentario tienen el carácter de político-electorales porque están vinculados con procedimientos electi-vos, ya se trate de los referidos a la democracia representativa, como son los relativos a las elecciones para cargos previstos constitucionalmente y en el ámbito intrapartida-rio (como es el caso de los derechos de votar y ser votado, así como los de asociación y petición en materia político-electoral, según las fracciones I, II y, parcialmente, III y V), o bien los relacionados con procedimientos de democracia semi-directa, como son las consultas populares (fracción VIII). Por otra parte, los restantes que se prevén en el propio precepto como ser nombrado —no elegido— para algún empleo o comi-sión en el servicio público; defensa de la patria y sus instituciones, así como asociación política no electoral, petición en asuntos no electorales y, según se analiza más adelan-te, participación en forma pacífica en los asuntos políticos no electorales del país, en términos de las fracciones IV,V y VII, así como, parcialmente, III y V, cabe identificar-los como derechos políticos en general o de carácter no electoral.

Ciertamente, como se mencionó, los anteriores no son los únicos derechos políticos de los ciudadanos mexicanos que establece la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, ya que el artículo 9º, por ejemplo, contempla como derecho exclu-sivo de los ciudadanos y las ciudadanas de la República reunirse pacíficamente (se entendería, de manera transitoria) para tomar parte en los asuntos políticos del país, del mismo modo que los artículos 8º y el propio 9º, en forma parcialmente redundante con el 35, fracciones III y V, del ordenamiento constitucional, reservan a la ciudadanía los derechos de petición y asociación (se consideraría, de forma más o menos perma-nente, constituyendo una persona jurídica distinta) en asuntos políticos, en el enten-dido de que el ejercicio de los anteriores derechos también puede referirse o no, como se apuntó, a la materia político-electoral.

Asimismo, existen otros derechos que, por su ámbito material, también pueden considerarse políticos (lato sensu) y se encuentran previstos en la Constitución federal,

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los cuales se confieren, en general, a los mexicanos y las mexicanas (incluyendo, claro está, a quienes sean ciudadanos y ciudadanas), como es el caso de los artículos 6º y 7º, en relación con el 33, que consagran los derechos a la libertad de expresión, a la información y a la libertad de imprenta, mismos que, cuando tienen una connotación política, de su ejercicio se excluye sólo a los extranjeros y las extranjeras mas no a los mexicanos y las mexicanas que no tengan la calidad de ciudadanos o ciudadanas [por ejemplo, niños, niñas y adolescentes; en este sentido, v.gr., la Convención sobre los Derechos del Niño, instrumento internacional suscrito y ratificado por México (Diario Oficial de la Federación de 31 de julio de 1990) y, por tanto, integrante del orden jurí-dico nacional en términos del artículo 133 constitucional. Explícitamente contempla como derechos del niño “la libertad de expresión; ese derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo […] ya sea oralmente, por escrito o impresas”, e incluso, “a la libertad de asociación y a la libertad de celebrar reuniones pacíficas” (artículos 13, párrafo primero, y 15, párrafo primero), si bien cuando tales derechos tienen una naturaleza político-electoral, por estar íntimamente vinculados con los derechos de votar, ser votado o asociación político-electoral, su ejercicio se reserva explícitamente a los ciudadanos y las ciudadanas. De esta manera ciertas libertades de expresión o de imprenta (al igual que determinados derechos de asociación o reunión) se encuentran regulados en la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, o bien, es el caso del derecho de información en materia político-electoral que se contempla en los artículos 74, fracción I, y 76 de la Ley Ge-neral de Transparencia y Acceso a la Información Pública.

A pesar del carácter también fundamental de los derechos políticos previstos en este artículo y su naturaleza de ser derechos humanos, a diferencia de los derechos humanos o fundamentales establecidos desde la Constitución de 1857 y en la Consti-tución de 1917, en el mencionado capítulo I del Título Primero, los cuales siempre han sido susceptibles de protección procesal constitucional a través del juicio de amparo, es el caso que durante más de un siglo —según se explicará— aquéllos carecieron de medios procesales constitucionales de protección jurisdiccional.

En efecto, siguiendo la tradición de la Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 (artículo 16), que consideró (quizás, ingenuamente) que la forma de garantizar tales derechos era incorporándolos en un documento solemne llamado Constitución, los primeros ordenamientos constitucionales del México indepen-diente, si bien consagraron varios derechos y libertades fundamentales incluso de carác-ter político, con la salvedad de la Constitución federal de 1824 que, como en el texto original de la Constitución de los Estados Unidos de América de 1787, se abstuvo de contemplarlos y dejó a las constituciones y leyes de los respectivos nuevos Estados la tarea de establecerlos y no fue sino con el Acta Constitutiva y de Reformas de 1847 donde, además de restablecer la vigencia de aquélla, de manera similar a las 10 primeras enmiendas a la referida Constitución de 1787 (aprobadas en 1789 y conocidas como Bill of Rights), cuando se incorporaron algunos de esos derechos en el ámbito federal mexi-cano, aunque se delegó su regulación en el legislador ordinario, no establecieron propia-mente medios procesales constitucionales de protección jurisdiccional. Sin embargo, cabe

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II advertir que la mencionada Acta Constitutiva y de Reformas de 1847 (cuya vigencia fue precaria, debido a la anarquía prevaleciente por las luchas fratricidas entre liberales y conservadores, además de la invasión norteamericana, y la posterior dictadura de Santa Anna) contempló la atribución de los tribunales de la Federación para amparar, con efectos particulares (sin hacer declaraciones generales acerca de la ley o el acto), a cual-quiera de los habitantes en el ejercicio y conservación de sus derechos constitucionales respecto de actos del Legislativo o Ejecutivo federal o local.

Por su parte, la Constitución federal de 1857, cuya sección I del Título Primero (denominado “De los Derechos del Hombre”) consagró varios derechos y libertades fundamentales en los primeros 29 artículos, además de que en el 35 se incorporaron diversos derechos políticos, bajo la denominación de prerrogativas del ciudadano, en tanto que en los artículos 101 y 102 se previó la competencia de los tribunales de la Federación para resolver, entre otras, toda controversia que se suscitara por leyes o actos de autoridad que violasen las “garantías individuales”, limitándose la sentencia a proteger y amparar a los agraviados con efectos particulares.

Una vez concluida la guerra de la Intervención Francesa y restaurada la República, además de la relevante función protectora del juicio de amparo respecto de los derechos y libertades fundamentales previstos en los primeros 29 artículos, se empezó a desarrollar en los tribunales de la Federación la doctrina de “la incompetencia de origen” para sal-vaguardar algunos derechos político-electorales de los ciudadanos, que tuvo como prin-cipal ejemplo al llamado “Amparo Morelos” (1870), según el cual, a través del análisis del concepto de competencia previsto en el artículo 16 constitucional, era posible que el Poder Judicial, con motivo de la impugnación de algún acto de autoridad, estudiara me-diante el juicio de amparo no sólo las atribuciones formalmente otorgadas en la ley a tal autoridad sino, incluso, su legitimidad y cuestionar así la validez de la elección de algún funcionario en que se hubiesen presentado irregularidades. Con base en ese criterio, José María Iglesias en 1876, entonces presidente de la Suprema Corte, cuestionó la reelección presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada por presuntas irregularidades (en el entendi-do de que, ante la eventual falta absoluta del presidente de la República por la declara-toria de nulidad de la elección respectiva, atendiendo al mecanismo de sustitución pre-sidencial previsto en la Constitución de 1857, al propio Iglesias, en su carácter de presidente de la Suprema Corte, le correspondería asumir la Presidencia de la Repúbli-ca). Los riesgos o excesos que implicaba lo anterior dio lugar a la conformación de una doctrina distinta promovida hacia 1881 por el nuevo presidente de la Suprema Corte, Ignacio L. Vallarta, en el sentido de que el Poder Judicial de la Federación se debía abs-tener de involucrarse en el conocimiento de asuntos políticos, distinguiendo entre legiti-midad y competencia y sosteniendo que esta última era el único aspecto susceptible de protección con base en el artículo 16 constitucional.

En el mismo sentido, con motivo de la Constitución de 1917, la Suprema Corte estableció hacia 1920 la jurisprudencia que sostiene que “La violación de los derechos políticos no da lugar al juicio de amparo, porque no se trata de garantías individuales” (la cual se encuentra, en esencia, vigente hasta nuestros días, adoptándose un criterio topográfico para tal exclusión, en tanto que el artículo 35 no formaba parte del capítulo

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entonces denominado “De las Garantías Individuales”), reservando así a los órganos políticos —las asambleas legislativas o una parte de las mismas, como eran los colegios electorales— la calificación final de las elecciones.

Lo anterior se corroboró con la Ley de Amparo de 1936, que estableció la impro-cedencia del juicio de amparo en materia electoral, y, según reforma al artículo 73, fracción VII, publicada en el Diario Oficial de la Federación de 5 de enero de 1988, se previó en forma expresa que: “El juicio de amparo es improcedente […] Contra las resoluciones o declaraciones de los organismos y autoridades en materia electoral”. Por su parte, de acuerdo con la Ley de Amparo en vigor, expedida el 2 de abril de 2013, su artículo 61, fracciones IV y XV, establece que el juicio de amparo es improcedente, respectivamente, contra las resoluciones dictadas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, así como contra las resoluciones o declaraciones de las au-toridades competentes en material electoral.

Fue así como se confirmó la ausencia de un medio procesal constitucional de pro-tección jurisdiccional de los derechos políticos previstos en el artículo 35 constitucio-nal, particularmente los de naturaleza electoral e, incluso, del relativo a la defensa de la patria y sus instituciones (en tanto que la jurisprudencia de la Suprema Corte también reiteradamente sostuvo la improcedencia del juicio de amparo contra actos y resolu-ciones relativos a las bajas en el Ejército Nacional), por considerar que éstos no consti-tuían garantías individuales). Lo anterior no implicaba que no hubiera procedimientos ordinarios legalmente previstos de protección jurisdiccional (o, eventualmente, admi-nistrativa, o bien, tratándose de la calificación de las elecciones, de naturaleza política), como ocurrió, por ejemplo, respecto de los actos y resoluciones electorales federa-les, con motivo de los medios de impugnación bajo la competencia del Tribunal de lo Contencioso Electoral Federal, creado en 1987, y el Tribunal Federal Electoral, instau-rado en 1990, en el entendido de que éstos sólo ejercían un control jurisdiccional de la legalidad electoral (mas no un control jurisdiccional de la constitucionalidad elec-toral), además de que sus resoluciones podían ser revisadas y, en su caso, modificadas por los entonces colegios electorales de las cámaras de diputados o senadores.

Sin embargo, el 22 de agosto (a nivel constitucional) y el 22 de noviembre (a nivel legal) de 1996, operaron en México importantes reformas que vinieron a establecer un sistema integral de instrumentos jurídicos tendentes a proteger y garantizar los derechos político-electorales fundamentales de los ciudadanos y las ciudadanas. Así, en lo or-gánico, se creó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (tepJF), órgano especializado del Poder Judicial de la Federación y, con excepción de lo dispuesto en la fracción II del artículo 105 de la misma Constitución (relativa a la acción de inconstitucio-nalidad de leyes electorales), la máxima autoridad jurisdiccional en materia electoral, y en lo procedimental se publicó la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral que, entre otros medios específicos de impugnación prevé, precisamente, el juicio para la protección de los derechos político-electorales del ciudadano, consideran-do dentro de los mismos a los derechos de votar, ser votado, asociación y afiliación, col-mándose así la laguna que se había generado por más de una centuria en el orden jurí-dico mexicano ante la ausencia de medios procesales constitucionales específicos de

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II protección de los derechos político-electorales, propiciándose un sistema integral de pro-tección jurisdiccional de los derechos y libertades fundamentales.

Al respecto, cabe mencionar que esta trascendental reforma constitucional y legal de 1996 fue consecuencia de algunos avances anteriores, como la creación de los men-cionados Tribunal de lo Contencioso Electoral Federal y el Tribunal Federal Electoral, que precedieron al actual tepJF. Asimismo, tuvieron influencia importante algunos ins-trumentos internacionales en los que, de manera indudable, se reconoce a los derechos políticos el carácter de derechos humanos, previéndose su reconocimiento y debida protección jurisdiccional, v.gr., la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Incluso, antes de que se crearan los primeros tribunales electorales en nuestro país hacia finales de la década de los ochenta y cuando aún prevalecía un sistema contencioso electoral de naturaleza política ante los colegios electorales de las respectivas legislatu-ras, se llegó a cuestionar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos la au-sencia en algunas entidades federativas de un recurso efectivo de defensa de los derechos políticos establecidos en dicha convención ante un tribunal imparcial previamente esta-blecido, habiendo concluido la responsabilidad internacional del Estado por la violación al artículo 25 de la Convención Americana (Informe 01/90), lo cual también puede considerarse un factor para la adopción de los referidos medios de defensa.

Cabe advertir que los otros derechos y libertades que, si bien podrían tener un ámbito material político, como los derechos a libertad de expresión e imprenta, así como de información, cuyo titular es todo mexicano, además de los derechos petición y a la libertad de asociación y reunión para tratar asuntos políticos (de carácter no electoral), cuyo titular es cualquier ciudadano, en la medida en que se encuentran establecidos en los artículos 6º, 7º, 8º y 9º constitucionales, sí se han considerado, en general, susceptibles de protección jurisdiccional a través del juicio de amparo. Por su parte, los derechos político-electorales del ciudadano establecidos en el artículo 35 constitucional, particularmente los de votar, ser votado, así como de asociación y afi-liación, son tutelados a través del juicio para la protección de los derechos político-electorales del ciudadano, bajo la competencia de las diversas salas del Tribunal Elec-toral del Poder Judicial de la Federación.

Incluso, según jurisprudencia de la Sala Superior del propio órgano jurisdiccional electoral federal, también se ha considerado procedente el juicio para la protección de los derechos político-electorales del ciudadano para salvaguardar otros derechos polí-ticos fundamentales (como los de expresión, información, petición o reunión) íntima-mente vinculados con los de votar, ser votado, asociación y afiliación en material polí-tico-electoral, a fin de no hacer nugatorio el ejercicio de estos últimos. Asimismo, el referido juicio se estimó la vía procedente para proteger el derecho de acceso a la in-formación pública en materia político-electoral que se encontrara en poder del enton-ces Instituto Federal Electoral, en términos del en esa época artículo 11 de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental.

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Además, es importante destacar que, a diferencia de los restantes medios de im-pugnación que sólo proceden en contra de actos de las autoridades electorales, el ci-tado juicio para la protección de los derechos político-electorales del ciudadano, según jurisprudencia de la Sala Superior del tepJF en un inicio y por reforma constitucional a partir de 2007, procede también en contra de actos definitivos y firmes de los órganos de los partidos políticos, una vez agotados, en su caso, los medios de defensa intrapar-tidarios, teniendo en cuenta su naturaleza de entidades de interés público y su posición de predominio frente a los ciudadanos, particularmente por el financiamiento público que se les otorga y el cuasi monopolio que, hasta entonces, se les confería legalmente para postular candidatos a cargos de elección popular.

Es importante señalar que, aun cuando el capítulo I del Título Primero de la Constitución federal se denomina “De los Derechos Humanos y sus Garantías”, desde una perspectiva estrictamente técnica, según la teoría del Derecho procesal constitucional, debe distinguirse entre el derecho humano o fundamental y el medio procesal de protección, el cual es propiamente la garantía de aquél. En este sentido, cabría reservar el carácter de derechos (y libertades) fundamentales establecidos en los primeros 29 artículos la Constitución federal (conocidos también, la mayor parte de ellos, como derechos civiles, ya se trate de los de igualdad, libertad o seguridad jurídica), o bien en los artículos 35 (denominados derechos políticos); 3º, 4º, 27 y 123 (los llamados derechos sociales, tal es el caso de los derechos, respectivamente, a la educación; a la alimentación, la protección de la salud y a vivienda digna, así como los de niños, niñas y adolescentes; campesinos, o trabajadores), además del 2º, 4º, 27, 39 y 89, fracción X (considerados como derechos de los pueblos y las naciones, como ocurre con los derechos de los pueblos y comunidades indígenas; a un medio ambiente sano y al acceso, disposición y saneamiento de agua; la preser-vación de los recursos naturales y culturales, y la libre determinación de los pueblos, de acuerdo con la tendencia internacional). Por su parte, conferir el de garantías constitucionales propiamente a los diversos medios procesales de protección juris-diccional de la Constitución según el caso: juicio de amparo o medios de impugnación electoral, o bien acción de inconstitucionalidad o controversia constitucional, en términos de los artículos 99, 103, 105 y 107 constitucionales. Incluso, aunque no tengan estrictamente un carácter procesal, cabría incluir aquí los procedimientos ante el organismo autónomo —Instituto Nacional de Acceso a la Información— en-cargado de garantizar el derecho de acceso a la información pública, de acuerdo con lo previsto en el artículo 6º constitucional.

Derecho a votar o sufragio activo

En la fracción I se establece el derecho político de ciudadanos y ciudadanas a votar en las elecciones populares, también identificada como “derecho de sufragio activo” (a diferencia del derecho de sufragio pasivo, que es el derecho a ser votado), como característica primordial de la democracia representativa.

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II Por otro lado, como parte de los procedimientos de democracia semi-directa pre-vistos a partir de 2012, se establece en la fracción VIII el derecho político de ciuda-danos y ciudadanas a votar en las consultas populares (si bien tuvo algún antecedente entre 1977 y 1987 en que se previó constitucionalmente el referéndum, como parte de la reforma política de aquel año, para el entonces Distrito Federal, pero careció de efica-cia práctica pues nunca se reglamentó, en el entendido de que en 1998 se expidió la Ley de Participación Ciudadana por la entonces Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que contempló tanto el referéndum como otros mecanismos de participación ciudadana para esa entidad federativa, con base en lo previsto en el entonces artículo 122, párrafo sexto, apartado C, base primera, fracción V, inciso h) constitucional, mis-mo que fue reformado por decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación de 29 de enero de 2016, que prevé una Constitución para la Ciudad de México).

La consulta popular bajo procedimientos de carácter electivo debe diferenciarse de otro tipo de consultas que no usan la técnica del voto, aunque también se conside-ren procedimientos de democracia semi-directa, como ocurre con los mecanismos de participación y consulta popular en el sistema nacional de planeación democrática (artículo 26, apartado A, tercer párrafo constitucional), así como la consulta a los pue-blos indígenas en la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo y de los estatales y municipales (artículo 2º constitucional, apartado B, fracción IX).

Naturaleza jurídica del sufragio activo

Se discute si éste es un derecho o un deber que al ciudadano o la ciudadana se le impone para el cumplimiento de una función pública. El debate no es nuevo, pues ya en 1791, en la Asamblea Constituyente francesa se discutió precisamente si el voto era un derecho del individuo o una función pública, habiendo entonces ganado la posición de Barnave, para quien “la calidad de elector sólo es una función pública a la que nadie tiene derecho, que la sociedad dispensa según se lo prescribe su propio interés: la función de elector no es un derecho”.

En México, el artículo 7º, párrafos 1 y 4, de la vigente Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (Diario Oficial de la Federación de 23 de mayo de 2014, que abrogó el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorarales (CoFipe) )establece que “votar en las elecciones constituye un derecho y una obligación que se ejerce para integrar los órganos del Estado de elección popular”, a la vez que “es derecho y obligación de los ciudadanos, votar en las consultas populares […] y en los procesos de participación ciudadana”. Dispositivos legales que encuentran su fundamento en los artículos 35, fracciones I y VIII, así como 36, fracción III, constitucionales, que estable-cen, respectivamente, que votar en las elecciones populares y en las consultas populares es tanto un derecho como una obligación del ciudadano y la ciudadana.

Cabe advertir que, según algunos, el voto no puede ser simultáneamente un derecho y una obligación; consideran que afirmar que una misma conducta (votar) es al mismo tiempo derecho y obligación para un mismo sujeto (el ciudadano o la ciudadana),

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resulta incoherente, en virtud de que frente a todo derecho subjetivo en favor de de-terminada persona, en sentido estricto, existe siempre un correlativo deber jurídico a cargo de una persona diversa y nunca a cargo de la misma persona. Esto es, si se considera que el titular de un derecho “puede” realizar u omitir la conducta que orde-na la ley, mientras que el que tiene una obligación a su cargo “debe”, indefectiblemente, observar esa conducta y no tiene derecho a omitirla, ni a realizar otra diversa, resulta que si la conducta de votar es un derecho del ciudadano, entonces, éste puede o no realizar tal conducta, pero si la conducta de votar es un deber del propio ciudadano, entonces, ésta debe “necesariamente” observarse; por tanto, se aduce, votar no puede ser al mismo tiempo derecho y obligación a cargo de una misma persona, ya que en este supuesto ambos caracteres normativos resultan excluyentes entre sí.

Ahora bien, para resolver o evitar la presunta incoherencia lógico-jurídica de con-siderar al voto simultáneamente como un derecho y una obligación del ciudadano, en la doctrina se plantean diversas ideas, de las cuales a continuación se exponen las más significativas:

1. El voto-prerrogativa. Esta posición pretende resolver la incoherencia de considerar al voto simultáneamente como derecho y obligación, acudiendo al concepto “prerrogativa”, que se estima admite en su seno la citada contradicción. “Prerrogativa, en este sentido (por ejemplo, en el artículo 38 constitucional, como resabio de lo previsto en el antiguo 35), es el derecho de votar en las elecciones populares (al igual que en las consultas populares) y poder ser votado o electo para desempeñar el cargo de elección popular; de la misma ma-nera, es una prerrogativa (en el sentido antes indicado, de constituir tanto un derecho como una obligación) en cuanto posibilidad de “servir” o “desempeñar” un cargo de elección popular (artículo 36 constitucional, fracciones III y IV).

En relación con lo anterior, cabe comentar que la palabra “prerrogativa” efectiva-mente puede usarse para referirse lo mismo a un derecho que a una obligación, pero sólo en aquellos casos en que éstos destacan, honran, privilegian o dignifican a su ti-tular. Derechos y obligaciones específicos que suponen o conllevan ciertas calidades particularmente valiosas o dignificantes para sus titulares, pueden ser correctamente llamados “prerrogativas”; sin embargo, este concepto poco aporta para consolidar un lenguaje técnico preciso que asegure la juridicidad del derecho electoral. En el régimen jurídico-positivo de nuestro país no tiene trascendencia alguna establecer si ciertos derechos u obligaciones tienen un origen o un efecto socialmente más o menos valioso o dignificante que otros.

Las “prerrogativas” que para los ciudadanos establecía el artículo 35 constitu-cional pueden ser consideradas como sinónimo de “derechos”, en términos de lo dispuesto en el artículo 38, aún vigente, de la misma Constitución, cuyo proemio utiliza indistintamente ambos vocablos. Ya en el Congreso Constituyente de 1856, cuando se debatió el que sería el artículo 41 de la Constitución de 1857, se cuestio-nó la frase: “Son prerrogativas del ciudadano”. Diversos diputados constituyentes se opusieron, aunque infructuosamente, al uso de la palabra “prerrogativas” en lugar

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II de “derechos”. En cierta medida, el calificativo de “prerrogativas” contribuyó a que se interpretara que no eran susceptibles de ser protegidos a través del juicio de am-paro durante más de un siglo.

2. El voto o sufragio como conjunto de derechos y obligaciones. Para efectos del presente comentario, es posible considerar al voto —en tanto sufragio activo— como una institución jurídica que se integra por diversos derechos y obligaciones específicos de los ciudadanos. En este sentido, cabe entender al sufragio (activo) como un derecho político fundamental con una estructura compleja que entraña diversos elementos, cuyo núcleo esencial lo constituye un derecho de optar o la libertad de decidir (libertad del titular para votar por quien considere la mejor opción política y sin interferencia de los demás), dentro de un perímetro de otros derechos y obligaciones, entre los cuales cabe identificar los siguientes:a) Obligación de solicitar la inscripción y actualización de sus datos en el Registro Federal de Electores [artículos 36, fracción I, constitucional, en relación con el segundo transi-torio del Decreto de reformas constitucionales publicado en el Diario Oficial de la Federa-ción de 6 de abril de 1990, así como 130 y 135 a 142 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (lgipe)].b) Derecho a obtener, habiendo cumplido con los requisitos y trámites correspondientes, el registro de sus datos actualizados en el Registro Federal de Electores, así como la expedición de su correspondiente credencial para votar con fotografía (artículos 136 y 143 de la lgipe).c) Obligación, el día de la jornada electoral, de acudir a la casilla que le corresponda según su domicilio y, previa exhibición de su credencial para votar con fotografía a los funciona-rios de casilla, emitir en ésta su voto (los electores en tránsito podrán votar en casillas espe-ciales, en tanto que los y las representantes de los partidos políticos y candidatos o candida-tas independientes ante las mesas directivas podrán votar en la casilla en la que estén acreditados), así como de votar sólo una vez en cada elección, utilizando las boletas y mate-rial electoral que la autoridad elabora para cada elección (artículos 35, fracción I, y 36, fracción III, constitucionales, así como 9º, 278, 279 y 284 de la lgipe). En el caso de los ciudadanos y las ciudadanas residentes en el extranjero, tendrán derecho a enviar su voto por correo, mediante la entrega de la boleta en forma personal en los módulos que se instalen en las embajadas o los consulados o, en su caso, por vía electrónica, en conformidad con la ley y los términos que determine el Instituto Nacional Electoral (artículo 329 de la lgipe).d) Derecho a producir su voto con entera libertad, sin presión de índole alguna (artículo 35, fracción I, constitucional), el cual constituye, según se mencionó, el núcleo esencial del derecho fundamental de votar o sufragio activo. La obligación del ciudadano y la ciu-dadana es acudir a votar, pero, ya estando frente a la boleta electoral, cada quien tiene la absoluta libertad de escoger la opción política de su preferencia o, incluso, de no escoger alguna. El ciudadano o la ciudadana tiene derecho a abstenerse de votar, votar en blanco o anular su voto, pero no tiene derecho a ausentarse o no presentarse a votar (los electores que no sepan leer o que se encuentren impedidos físicamente para marcar sus boletas tienen derecho a votar asistidos por una persona de su confianza que les acompañe).

El derecho a votar libremente tiene como tutela, por una parte, la acción del ciu-dadano para denunciar la comisión de un ilícito, a efecto de que se imponga al respon-sable la pena o sanción correspondiente al delito o infracción cometida y, por otra

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parte, la acción de un partido político para solicitar, en los supuestos previstos en la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral (lgsmime), la nulidad del acto de autoridad o de la votación o elección viciada.

e) Obligación de no ejercer presión o violencia sobre elector alguno, con el propósito de influir o determinar el sentido de su voto, ni sobre los funcionarios de la mesa directiva de casilla, con el propósito de obstaculizar o impedir el ejercicio de sus funciones (artícu-los 280 y 281 de la lgipe, así como 75, párrafo 1, incisos i) y j), de la lgsmime).f) Derecho a que el voto en el que conste de manera fehaciente la voluntad del elector expresada a favor de una de las opciones electorales sea considerado como válido y, además, se cuente igual que cualquier otro (artículos 35, fracción I, constitucional y 287 a 291 de la lgipe). En el caso de los ciudadanos y las ciudadanas residentes en el extranjero, se contarán aquellos votos que lleguen al Instituto Nacional Electoral hasta veinticuatro horas antes de la jornada electoral, si el voto es postal o en forma presencial en los módulos instalados en las embajadas o consulados, o hasta las 18:00 horas del día de la jornada electoral, huso de la Ciudad de México, si se envía por medios electrónicos (artículo 345 de la lgipe).

Ahora bien, a quien incumpla su obligación de acudir a la urna a votar el día de la elección, en principio le corresponde como sanción ser suspendido en sus derechos ciudadanos, de acuerdo con el artículo 38, fracción I, constitucional. Sin embargo, en relación con este punto, cabe señalar que ni en la Constitución federal ni en la ley en vigor hay disposición textual que establezca la autoridad competente y el procedimiento para declarar cuándo se ha incumplido injustificadamente con el deber de votar.

Situación distinta ocurrió con motivo de las primeras leyes electorales posteriores a la expedición de la Constitución de 1917, toda vez que tanto la Ley para la Elec-ción de Poderes Federales de 1918 como la Ley Electoral Federal de 1946, la Ley Electoral Federal de 1951 y la Ley Federal Electoral de 1973 establecieron sanciones específicas para los ciudadanos que incumplieran con su obligación de votar, consis-tiendo, estas últimas, en una multa de 10 a 300 pesos y/o prisión de tres días a seis meses, así como suspensión de derechos políticos por un año, sin que se tenga noticia de que se hubiese perseguido con eficacia la infracción correspondiente. No fue sino con la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales de 1977 que se abrogó tal previsión, sin que tampoco se prevea en la lgipe, como se apuntó, disposición alguna sobre el particular.

Por lo que se refiere al derecho electoral comparado de América Latina, se aprecia un panorama acerca de la obligatoriedad del voto con tres vertientes identificables: i) El voto consagrado exclusivamente como un derecho (Nicaragua, República Domi-nicana y Venezuela); ii) El voto como deber sin sanción por su no ejercicio (Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Panamá), o bien, sin desarrollar procedimien-tos para adjudicar la sanción respectiva (es el caso, como se mencionó, de México), y iii) El voto obligatorio con sanción en caso de incumplimiento (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Honduras, Paraguay, Perú y Uruguay).

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II Características del sufragio activo

De los artículos 35, fracción I, y 41 de la Constitución federal; 25 del Pacto Interna-cional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 y 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969 (ambos tratados suscritos y ratificados por México en 1981), así como el 7º, párrafo 2, de la lgipe, se desprende que, en México, el derecho de votar debe ser universal, libre, secreto, directo, personal e intransferible.

Para que el sufragio sea universal, no se requiere que deba ser elector todo habi-tante o residente en la República Mexicana, sino que, para tener derecho a votar, no se establezcan excepciones al ejercicio del voto por razones de raza u origen étnico, color, género, idioma, religión, opinión política o de otra índole, posición económica, nivel cultural o cualquier otra condición social. De ahí que el voto o sufragio no sea absolutamente universal, en tanto que su ejercicio no se confiere comúnmente a la totalidad del pueblo, es decir, al pueblo sociológico como unidad real, sino a deter-minados grupos dentro de él, que satisfagan ciertas condiciones previstas jurídica-mente, siendo dichas condiciones lo que permite calificar a un sistema de gobierno como democrático o aristocrático (pues si se traducen en privilegios de diversa índo-le, de los que sólo puede gozar una clase social determinada, se tratará de una aristo-cracia y, si son susceptibles de satisfacerse por la mayoría popular, se estará en pre-sencia de una democracia).

En la actualidad, los requisitos o presupuestos para adquirir la calidad de elec-tor en México no resultan injustificados. En el pasado, sin embargo, tanto en nuestro país como en el mundo, existieron restricciones que hoy podrían considerarse excesi-vas o indebidas. Por ejemplo, las Leyes Constitucionales de la República Mexicana de 1836, así como las Bases Orgánicas de 1843, requerían la acreditación de una renta económica mínima para poder adquirir la calidad de ciudadano mexicano; el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana de 1814, así como las Ba ses Cons-titucionales de 1835, requerían para ser ciudadano profesar o respetar la religión ca-tólica; no fue hasta el año de 1953 cuando se le concedió a las mujeres el derecho de votar en todas las elecciones, en tanto que en 1969 se confirió la ciudadanía a los 18 años; mediante reforma constitucional de 1992, se derogó la restricción que impedía votar a los ministros de culto religioso; finalmente, a través de la reformas y adiciones al entonces CoFipe, publicadas en el Diario Oficial de la Federación de 30 de junio de 2005, se establecieron mecanismos legales para permitir el voto de los mexicanos residentes en el extranjero, en ese entonces exclusivamente para la elección de presidente de los Estados Unidos Mexicanos, en tanto que, a partir de 2014, se contempla también para senadores y, de así preverse en el ordenamiento constitucional de la correspondiente entidad federativa, gobernadores o jefe de gobierno de la Ciudad de México (artículo 329 de la lgipe).

Las características de voto libre y secreto se encuentran íntimamente relacionadas. La violación a la secrecía del voto vicia la libertad del mismo, de tal forma que lo convierte en un voto que puede no reflejar la voluntad verdadera del elector. Sin em-bargo, la libertad del voto es más amplia, pues no sólo se limita a que el voto sea se-

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creto sino, además, libre de cualquier tipo de presión por cualquier persona, para lo cual se encuentran previstas en la legislación electoral una serie de medidas tendentes a garantizar la libertad en la emisión del sufragio, como pueden ser las facultades con las que cuentan los funcionarios de casilla en el día de la jornada electoral para man-tener al elector libre de cualquier presión, así como la sanción de nulidad de la votación recibida en casilla, prevista en el artículo 75, párrafo 1, inciso i), de la lgsmime, apli-cable cuando haya habido presión hacia los votantes o los miembros de la respectiva mesa directiva de casilla.

El voto es libre cuando no está sujeto a presión, intimidación o coacción alguna, en tanto que es secreto porque la ley y la práctica garantizan que no se conocerá pública-mente la preferencia o voluntad de cada elector, es decir, porque se tiene el derecho de votar sin ser observado desde que se marca la boleta hasta que se deposite en la urna.

El voto es directo cuando la votación emitida por los ciudadanos y las ciudadanas sirve para elegir en forma directa a las autoridades públicas representativas. En cam-bio, es indirecto el voto popular cuando a través de éste se elige o legitima a un órgano intermedio, para que sea éste el que finalmente haga la designación de la autoridad pública. En el siglo XiX, para la elección de legisladores y del presidente de la Repú-blica (incluso, de los entonces denominados magistrados de la Suprema Corte de Jus-ticia), en México hubo un esquema de voto indirecto.

Finalmente, el sufragio es personal porque el elector no lo puede ejercer por medio de representante, mandatario o apoderado, y es intransferible porque el elector no puede ceder a otra persona su derecho a votar.

Derecho a ser votado o sufragio pasivo

En la fracción II del artículo que se comenta está contemplado el derecho político-electoral fundamental a ser votado. No obstante lo anterior, esta disposición debe entenderse en el sentido de que para ser acreedor de este derecho no basta con ser ciudadano o ciudadana sino también deben cumplirse las demás calidades que esta-blezca la ley.

El también llamado sufragio pasivo se integra (al igual que el sufragio activo) por diversos derechos y obligaciones específicos, entre otros, los siguientes:

a) Derecho a solicitar el registro como candidato o candidata ante la autoridad electoral, al ser postulado o postulada por un partido político, o bien, según reforma de 2012, de manera independiente, habiendo cumplido con los requisitos, condiciones y términos que determine la ley, los cuales se establecen en el Libro Séptimo de la Ley General de Insti-tuciones y Procedimientos Electorales (artículos 357 y ss.);b) Derecho a ser registrado como candidato por la autoridad electoral, habiendo cumplido, en tiempo y forma, con los requisitos que la Constitución y la ley prevean;c) Derecho a que su nombre sea impreso en la boleta electoral, habiendo cumplido con los requisitos legales, siempre y cuando haya sido registrado como candidato por la autoridad electoral y su registro no se hubiere hecho después de que las boletas estuvieran impresas;

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II d) Derecho de los partidos políticos y candidatos independientes a acceder a tiempo en radio y televisión, en los términos establecidos en la Constitución y la ley;e) Obligación de los partidos políticos y candidatos de abstenerse contratar o adquirir, por sí o por terceras personas, tiempos en cualquier modalidad en radio y televisión;f) Obligación de los partidos políticos y candidatos de abstenerse en su propaganda polí-tica y electoral de expresiones que calumnien a las personas, así como de apegarse a los límites temporales y topes de gastos que la ley y/o la autoridad electoral establezcan para las campañas electorales;g) Derecho a que le sean contabilizados todos los votos emitidos en su favor, siempre y cuando sea un candidato registrado por la autoridad electoral, yh) Derecho a que, en caso de obtener el mayor número de votos válidos, sea declarado candidato electo o candidata electa por parte de la autoridad electoral correspondiente.

En nuestro país, como se indicó, a partir de la reforma constitucional de 2014, se volvieron a permitirlas candidaturas independientes, toda vez que desde la ley electo-ral federal de 1946 y después en el artículo 175 del entonces CoFipe se había estable-cido el llamado monopolio de los partidos políticos para postular candidatos, en tanto que preveía expresamente que corresponde exclusivamente a los partidos políticos nacionales el derecho de solicitar el registro de los candidatos a cargos de elección popular. Lo anterior fue motivo de un amplio debate en la doctrina científica e, incluso, en el ámbito judicial electoral, en el sentido de si tal exigencia de la ley restringía indebidamente (esto es, de manera inconstitucional) o no el derecho de los ciudadanos y las ciudadanas de acceder a los cargos públicos, al descartarse cualquiera otra forma de postulación que no fuera a través de un partido político.

Cabe señalar que en el año de 2001, al confirmar la negativa de registro como can-didato independiente a un ciudadano en la elección para gobernador del estado de Mi-choacán, la mayoría de la Sala Superior del tepJF estableció el criterio de que el derecho político-electoral fundamental de ser votado es de base constitucional y configuración legal, por lo que no tiene un carácter absoluto y es jurídicamente válido que legalmente se establezcan las calidades y los requisitos para su ejercicio. Al respecto, la Sala Supe-rior sostuvo que si bien el artículo 41, fracción I, de la Constitución federal no preveía el monopolio de los partidos políticos para la postulación de candidatos, razón por la cual el legislador ordinario tenía atribuciones para establecer la posibilidad de candidaturas inde-pendientes o no partidarias (como ocurría, por ejemplo, con las candidaturas ciudadanas para presidentes de comunidad en el ámbito municipal en Tlaxcala, las candidaturas para integración de ayuntamientos postuladas por agrupaciones municipales de ciudadanos en Veracruz y, según reforma legal de 21 de junio de 2005, los ciudadanos sonorenses podían participar como candidatos independientes a los cargos de elección para gober-nador, diputados por el principio de mayoría relativa y planillas de ayuntamiento); igual-mente, sostuvo la Sala Superior, no resultaba necesariamente inconstitucional ni violato-rio de los instrumentos internacionales de derechos humanos que el legislador ordinario (federal o local) previera en ese entonces que los partidos políticos eran los únicos que podían presentar solicitudes para registrar candidatos, en ejercicio de su potestad de regular legalmente las calidades, requisitos, circunstancias y condiciones para el ejerci-

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cio del citado derecho en aras del interés general y en atención a las par ticularidades del desarrollo político y social de la respectiva entidad federativa, salvaguardando el sistema plural de partidos políticos y los demás derechos, fines, principios y valores constitucio-nales involucrados, máxime que resultaba accesible a la ciudadanía formar un nuevo partido político local en el estado de Michoacán pues, al efecto, entre otros requisitos razonables, bastaba la voluntad de tan sólo el 0.45 por ciento del padrón electoral y era el caso de que la misma ley electoral michoacana no exigía estar afiliado a un partido político para ser postulado como candidato o candidata (sentencia recaída en el expe-diente SUP-JDC-037/2001).

Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con motivo de la alegada inconvencionalidad del entonces artículo 175 del CoFipe que establecía que sólo los partidos políticos podían postular candidatos para la elección presidencial de 2006, sostuvo que

[e]l sistema interamericano tampoco impone un sistema electoral determinado ni una modalidad específica para el ejercicio de los derechos a votar y a ser votado. La Convención Americana establece lineamientos generales que determinan un contenido mínimo de los derechos políticos y permite a los Estados que dentro de los parámetros convencionales regulen esos derechos de acuerdo a sus necesidades históricas, políticas, sociales y cultu-rales, las que pueden variar de una sociedad a otra, e incluso en una misma sociedad, en distintos momentos históricos (sentencia recaída en el caso Jorge Castañeda vs. Estados Unidos Mexicanos, párr. 166).

Asimismo, la Corte Interamericana examinó la legalidad de la medida restrictiva que reservaba a los partidos políticos el derecho de postular candidatos o candidatas (considerándola satisfecha, al estar prevista en una ley en sentido formal y material); si su finalidad era legítima y estaba permitida por la Convención (concluyendo afirma-tivamente, pues tenía como propósito organizar el proceso electoral y permitir el acce-so de los ciudadanos y las ciudadanas al ejercicio del poder público en condiciones de igualdad y de manera eficaz), así como su necesidad en una sociedad democrática y la proporcionalidad de la medida restrictiva, llegando a la siguiente conclusión como resultado de un ejercicio de ponderación: que sí satisfacía una necesidad social impe-riosa, esto es, sí estaba orientada a satisfacer un interés público imperativo (al estimar que, atendiendo a las razones históricas, políticas y sociales de México, se requería establecer un sistema de partidos políticos abierto, representativo, plural, equitativo y competitivo a fin de superar el previo régimen de partido hegemónico, así como organizar un proceso electoral en una sociedad de 75 millones de electores sin fragmentar la representación popular; fortalecer un sistema de financiamiento predominantemente público, para asegurar el desarrollo de elecciones auténticas y libres, en igualdad de condiciones, y fiscalizar eficientemente los fondos utilizados en las elecciones); que sí era la medida que restringía en menor grado el derecho protegido (teniendo en cuenta que algunos regímenes que permiten candidaturas independientes establecen mayores requisitos para su registro que los previstos para los candidatos postulados por partidos

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II políticos, condujo a concluir que aquél, per se, no era el menos restrictivo para regular el derecho a ser votado), y que sí se ajustaba estrechamente al logro del objetivo legí-timo y había proporcionalidad respecto del interés que se justificaba (estimando que la exclusividad de postulación de los partidos políticos constituye una medida idónea para producir el resultado legítimo de organizar de manera eficaz procesos electorales periódicos y auténticos). De ahí, la Corte concluyó que ambos sistemas —uno cons-truido sobre la base exclusiva de partidos políticos y otro que admite también candi-daturas independientes—, pueden ser compatibles con la Convención y, por lo tanto, la decisión de cuál sistema escoger está en manos de la definición política que haga el estado, de acuerdo con sus normas constitucionales (Ibidem, párrs. 173 y ss.). Sin embargo, la Corte reconoció la crisis por la que atraviesan los partidos políticos, por lo que consideró imperativo un debate sobre la participación y la representación política, la transparencia y el acercamiento de las instituciones a las personas, debiendo pon-derarse por los estados, de acuerdo con su desarrollo histórico y político, las medidas que permitan fortalecer los derechos políticos y la democracia, estimando que las candidaturas independientes pueden ser uno de esos mecanismos, entre muchos otros.

El caso es que, con motivo de la reforma constitucional de 2014, en ejercicio de su potestad soberana, el órgano revisor de la Constitución estableció también la posi-bilidad de candidaturas independientes, lo cual ha venido a ampliar las posibilidades de participación política de los ciudadanos y las ciudadanas.

Finalmente, algunos autores consideran que la obligación prevista en la fracción IV del artículo 36 constitucional, relativa a desempeñar los cargos de elección popular, es un elemento configuratorio del derecho fundamental a ser votado o derecho de su-fragio pasivo. Sin embargo, más bien se trata de una consecuencia que sólo tiene lugar cuando del derecho político-electoral fundamental a ser votado, plenamente configu-rado, se ejerce y se obtiene un resultado favorable en la elección, es decir, solamente cuando el candidato es electo tendrá la obligación de desempeñar el cargo de que se trate, por lo cual esta obligación se estima que no cabe considerarla como necesaria para la configuración del derecho a ser electo.

Derecho político-electoral fundamental de asociación

En la fracción III del precepto constitucional que se comenta se prevé el derecho de asociación para tratar asuntos políticos (incluyendo los de naturaleza político-electoral), encontrando relación estrecha con lo previsto en el artículo 9º de la misma Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en el cual se establece, entre otros aspectos, que no se podrá coartar el derecho de asociarse pacíficamente (es decir, sin violencia alguna) con cualquier objeto lícito (esto es, para la consecución de ciertos fines que no sean contrarios a las buenas costumbres y las normas de orden público), pero “sola-mente los ciudadanos de la República podrán hacerlo para tomar parte en los asuntos políticos del país”, es decir, sólo quienes tengan el carácter de ciudadanos mexicanos podrán asociarse con fines políticos. En forma coincidente, el artículo 35, fracción III,

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del propio texto constitucional establece, como prerrogativa de los ciudadanos, asociar-se “individualmente y libremente” para tomar parte en forma pacífica en los asuntos políticos del país. En ese sentido y como parte del derecho político-electoral funda-mental de asociación, la última parte del segundo párrafo de la fracción I del artículo 41 constitucional prevé que “Sólo los ciudadanos podrán formar partidos políticos y afiliarse libre e individualmente a ellos”, agregando, de manera redundante y según reforma de 10 de febrero de 2014, “quedan prohibidas la intervención de organizacio-nes gremiales o con objeto social diferente en la creación de partidos y cualquier forma de afiliación corporativa”.

Toda persona que pretenda asociarse con fines políticos, ya sea para crear una determinada organización política (cualquier asociación con fines políticos de carácter no electoral, en términos del artículo 25, fracción VI, del Código Civil Federal; o bien, algún partido político nacional o agrupación política nacional, de acuerdo con lo pre-visto en la Ley General de Partidos Políticos (Diario Oficial de la Federación de 23 de mayo de 2014), en el entendido de que también pueden establecerse partidos políticos y otras agrupaciones locales, conforme con lo dispuesto en las respectivas constitucio-nes y ordenamientos electorales estatales) o al afiliarse a una existente, deberá hacer-lo en forma individual, por lo que queda abolida la vieja práctica de afiliaciones colec-tivas o corporativas en las que un ciudadano, por el hecho de formar parte de una determinada asociación, automáticamente quedaba afiliado a un determinado partido político. Íntimamente relacionado con esto, se encuentra el que dicha aceptación se produzca en forma libre, es decir, que sea el resultado de la expresión de la voluntad efectiva del ciudadano o la ciudadana sin algún tipo de presión o coacción que le obligue a manifestar una situación opuesta a la de su voluntad. En efecto, para ser democráticas, la asociación, para tomar parte en los asuntos políticos (incluyendo la afiliación a una partido político), la convocatoria a un mitin o cualquiera otra actividad política, deben ser libres, es decir, respetar incondicionalmente la voluntad de las y los individuos en tanto ciudadanas y ciudadanos libres, toda vez que cualquier coacción sobre su voluntad pervierte radicalmente el sentido democrático de los procedimientos políticos y, específicamente, los electorales.

Es importante destacar que, a través del ejercicio del derecho de asociación, se crea una entidad jurídica con personalidad y patrimonio propios, diversos e indepen-dientes de cada uno de sus componentes o asociados, con cierta continuidad y perma-nencia para el logro de los fines, la realización de las actividades y la defensa de los intereses coincidentes de sus miembros.

Como se desprende de lo dispuesto en los artículos 9º; 33, último párrafo; 35, fracción III; 41, fracción I, y 130, primeros dos párrafos del inciso e), constitucionales, además de las condiciones señaladas para el ejercicio del derecho de asociación —como el que dicho ejercicio sea en forma pacífica, que el objeto de toda asociación sea lícito y que, cuando la finalidad de la asociación sea tomar parte en los asuntos políticos del país, sólo podrán participar en ella los ciudadanos y las ciudadanas de México, por lo que las y los extranjeros quedan expresamente excluidos para tal efecto—, en relación con cuestiones religiosas, el derecho de asociación en materia político-electoral pre-

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II senta dos importantes limitaciones: la primera, referente a la prohibición de que los ministros de algún culto religioso se asocien para participar en los asuntos políticos del país (véase también el artículo 14 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público), así como la relativa a la prohibición de que se constituya cualquier tipo de asociación o agrupación con fines políticos cuya denominación se relacione o vincule con alguna confesión de carácter religioso (cabe señalar que el gobierno de México, al adherirse tanto al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos como a la Con-vención Americana sobre Derechos Humanos, formuló, respectivamente, reservas a los artículos 25 y 23, a fin de mantener las restricciones referidas).

En una importante tesis de jurisprudencia (bajo el rubro “Estatutos de los partidos políticos. Elementos mínimos para considerarlos democráticos”), la Sala Superior del tepJF estableció desde 2002 que, de acuerdo con lo dispuesto, entre otros preceptos, en el artículo 27, párrafo primero, incisos c), d) y g), del entonces CoFipe (correspon-diente al artículo 39, párrafo primero, incisos b), e) y f) de la Ley General de Partidos Políticos en vigor) impone a los partidos políticos la obligación de prever en sus esta-tutos procedimientos democráticos para la integración y renovación de sus dirigentes, así como para la postulación de sus candidatos, tales estatutos deben satisfacer ciertos elementos mínimos de democracia para ser considerados constitucionales y legales, como son: a) La asamblea u órgano equivalente como principal centro decisor del partido, conformada por todos los afiliados o, al menos, un gran número de delegados o representantes; b) La protección de los derechos fundamentales de los afiliados, que garanticen el mayor grado de participación posible; c) El establecimiento de procedi-mientos disciplinarios, con las garantías procesales mínimas; d) La existencia de pro-cedimientos de elección, mediante votación directa o indirecta de los afiliados, donde se garantice la igualdad y libertad en su derecho a elegir dirigentes y candidatos, y e) La adopción de la regla de la mayoría como criterio básico para la toma de decisiones den-tro del partido. La citada jurisprudencia y la procedencia del juicio para la protección de los derechos político-electorales del ciudadano contra actos definitivos y firmes de los partidos políticos han sido fundamentales para garantizar la democracia interna de los partidos políticos.

Derecho político fundamental de defensa de la República y sus instituciones

Por lo que hace a la fracción IV del artículo que se comenta, el Constituyente establece, como derecho político de ciudadanos y ciudadanas, lo que en los artículos 31, fracción III, 36, fracción II, respectivamente, previeron como obligación de las y los nacionales y de los ciudadanos y las ciudadanas, alistarse y tomar las armas en la Guardia Nacional para la defensa de la República y sus instituciones, en el entendido de que, adicional-mente, sólo como derecho en el artículo que se comenta se prevé para los mismos efectos el de tomar las armas en el Ejército.

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Lo anterior, siguiendo a Tena Ramírez —quien, a su vez, cita los Votos de Vallarta—, no implica contradicción alguna, pues el calificativo de derecho (en el entendido de que el comentario de Tena Ramírez se refería a lo que entonces se denominaba “pre-rrogativa”) con el que aquí se identifica al alto honor y distinción de defender a la patria, sólo significa la exclusión de las y los extranjeros en dicha defensa, mas no la exoneración del deber que los mexicanos y las mexicanas tienen de cumplirla. En todo caso, cabe aquí reiterar lo apuntado en el apartado II de este comentario, en cuanto a la estructura compleja de los derechos políticos, que entraña diversos elemen-tos, dentro de un perímetro que abarca tanto derechos como obligaciones.

Por su parte, el precepto bajo comentario tiene relación estrecha también con el artículo 5º, párrafo cuarto, en cuanto establece expresamente, desde la reforma cons-titucional de 1898 y a efecto de no contravenir el derecho de libertad de trabajo, como salvedad la obligatoriedad del servicio de las armas.

Derecho de petición en materia política

En la fracción V del artículo que se analiza, relacionada con el 8º constitucional, se prevé el derecho político de ciudadanos y ciudadanas de ejercer en toda clase de ne-gocios (léase, materia política) el derecho de petición. Es decir, se reserva el ejercicio de tal derecho a los ciudadanos mexicanos (razón por la cual están excluidos los ex-tranjeros y las extranjeras, en términos del artículo 33 constitucional y, tratándose de los asuntos de naturaleza político-electoral, a los mexicanos y las mexicanas que no tengan la calidad de ciudadanos y ciudadanas), si bien puede entenderse que se hace extensiva a los partidos políticos y las agrupaciones políticas.

Con base en el invocado artículo 8º, siempre que la petición sea formulada por escrito, de manera pacífica y respetuosa, la autoridad debe dar respuesta a través de un acuerdo escrito, el cual debe ser notificado al peticionario en breve término (en el entendido de que, dada la peculiaridad de la materia electoral, el profesionalismo que caracteriza a la autoridad y el principio de definitividad de las etapas del proceso electoral, el “breve término” en que se debe notificar el acuerdo de respuesta, con frecuencia, debe ser menor a lo que ocurre en otras materias, si bien en algunos casos se encuentra involucrado el análisis de información copiosa y/o compleja). En diversas sentencias, el tepJF ha protegido el derecho de petición, particularmente cuando se ha encontrado vinculado con algún derecho político-electoral (de votar, ser votado o de asociación) y el mismo se ha ejercido ante alguna autoridad electoral.

Derecho a ser nombrado para algún empleo o comisión de servicio público

Por reforma constitucional de 2012, se adicionó la fracción VI al precepto bajo comen-tario, a fin de explicitar como derecho político fundamental el poder ser nombrado para

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874 | Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones

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II cualquier empleo o comisión del servicio público, teniendo las calidades que establez-ca la ley. Es claro que esta fracción se refiere a empleos o comisiones en el servicio público de carácter no electoral, pues los cargos de elección popular ya se encontraban previstos en la fracción II.

De esta manera, se incorpora a nivel constitucional lo previsto en los artículos 23, párrafo 1, incisos a) y c), así como 25, incisos a) y c), respectivamente, de la Conven-ción Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que desde 1981 eran Ley Suprema en toda la Unión, en términos del artí-culo 133 constitucional, en cuanto al derecho de los ciudadanos y las ciudadanas de participar directamente en la dirección de los asuntos públicos y de acceder, en con-diciones de generales de igualdad, a las funciones públicas de su país.

Al respecto, es importante tener presente que las calidades que se establezcan en la ley para acceder a cualquier cargo, empleo o comisión en el servicio público e im-pliquen un trato diferenciado jamás podrán tener carácter discriminatorio alguno, pues ello se traduciría no sólo en la violación del artículo 1º, párrafo quinto, constitucional sino de los invocados artículos 23 de la Convención Americana y 25 del mencionado Pacto Internacional.

Derecho a iniciar leyes

Por reforma constitucional también de 2012, se adicionó la fracción VII para establecer el derecho político de iniciativa legislativa para los ciudadanos y las ciudadanas, en los términos y con los requisitos establecidos en la Constitución y la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos. El citado derecho de iniciativa se encontraba hasta entonces reservado para el o la titular de la Presidencia de la Repú-blica, las diputadas y los diputados, así como las senadoras y los senadores al Congreso de la Unión, además de las legislaturas de los estados, en los términos del artículo 71 de la Constitución federal.

A partir de la citada reforma y como complemento del artículo que se comenta, el in-vocado artículo 71 ahora también establece que el derecho de iniciar leyes o decretos compete a los ciudadanos y las ciudadanas en un número equivalente, al menos, al 0.13 por ciento de la lista nominal de electores, en los términos que prevean las leyes.

Asimismo, a pesar de que la iniciativa legislativa ciudadana, si bien es un proce-dimiento de democracia semi-directa, no se trata propiamente de un mecanismo que haga uso de la técnica del voto —a diferencia, por ejemplo, del referendo, el plebisci-to o la consulta popular que sí la utilizan—, es el caso que la fracción VI que se comenta prevé que el Instituto Nacional Electoral tendrá las facultades que en esta materia le otorgue la ley (en el entendido de que, a través de la reforma constitucional de 2014, se actualizó la denominación de la autoridad electoral nacional). Por su par-te, en el nuevo Título Quinto de la Ley Orgánica del Congreso (artículos 130 y ss.) se regula el trámite que debe darse a la iniciativa legislativa ciudadana en el ámbito federal.

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Introducción histórica, texto vigente, comentario y trayectoria constitucional | 875

Derecho a votar en las consultas populares

Como se mencionó, la reforma constitucional de 2012 adicionó también una fracción VIII para establecer como derecho político de los ciudadanos y las ciudadanas votar en las consultas populares sobre temas de trascendencia nacional, como parte de los procedimientos de democracia semi-directa previstos a partir de entones, habiendo tenido como antecedentes el referéndum previsto constitucionalmente entre 1977 y 1988 para el entonces Distrito Federal, así como la Ley de Participación Ciudadana para dicha entidad federativa, expedida en 1998 por la respectiva Asamblea Legisla-tiva, que contempló tanto el referéndum como otros mecanismos de participación ciu-dadana, con base en lo previsto en el entonces artículo 122, párrafo sexto, apartado C, base primera, fracción V, inciso h), constitucional, el cual fue reformado en 2016 al preverse una Constitución para la Ciudad de México. Teniendo en cuenta que la refe-rida previsión constitucional de 1977 hasta 1988 no se reglamentó y, por tanto, careció de eficacia práctica, el último párrafo de la citada fracción ahora en vigor precisa —aun cuando técnicamente sea superfluo— que las leyes establecerán lo conducente para hacer efectivo lo dispuesto en la propia fracción.

Aun cuando las democracias modernas, por sus dimensiones, requieren ser repre-sentativas, es decir, basarse en el principio de la representación política para el ejer-cicio de la función pública, cada vez es más común que las mismas se vean comple-mentadas con mecanismos de democracia participativa o semi-directa, como ocurre con el referéndum, el plebiscito, la consulta popular, la iniciativa ciudadana, la revo-catoria de mandato o el cabildo abierto. De hecho, una democracia integral requiere del complemento tanto de instituciones de democracia representativa como de instru-mentos o mecanismos de democracia participativa o semi-directa.

Cabe mencionar que para 2012 en que se estableció, México era el único país de América Latina que no preveía el referéndum o el plebiscito a nivel nacional, cuyo objeto es involucrar directamente al conjunto de la ciudadanía en el proceso de toma de decisiones sobre cuestiones públicas relacionadas, respectivamente, con normas o actos de gobierno.

La consulta popular de carácter electivo prevista en la fracción VII del artículo que se comenta, según se indicó, debe diferenciarse de otro tipo de consultas que no usan la técnica del voto, aunque también se consideren procedimientos de democracia semi-directa, como ocurre con los mecanismos de participación y consulta popular en el sistema nacional de planeación democrática (artículo 26, apartado A, tercer párrafo, constitucional), así como la consulta a los pueblos indígenas con motivo de la elabora-ción del Plan Nacional de Desarrollo y de los estatales y municipales (artículo 2º, apartado B, fracción IX, constitucional).

Atendiendo a los términos fijados en la Constitución, las consultas populares deben ser convocadas por el Congreso de la Unión, ya sea a petición del presidente de la Re-pública o del equivalente al 33 por ciento de los integrantes de cualquiera de las cámaras del Congreso de la Unión, o bien de un número de ciudadanos equivalente, al menos, al 2 por ciento de los inscritos en la lista nominal de electores, en el entendido de que,

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II tratándose de las formuladas por los dos primeros, la respectiva petición deberá ser aprobada por la mayoría de cada Cámara del Congreso de la Unión.

Al respecto, cuando la participación total en la consulta popular corresponda, al menos, al 40 por ciento de los ciudadanos inscritos en la lista nominal de electores, el resultado será vinculatorio para los poderes Ejecutivo y Legislativo federales, así como para las autoridades competentes.

Asimismo, de manera similar a lo que ocurre en la mayoría de los países que con-templan este mecanismo de democracia semi-directa, existen ciertas materias que se encuentran excluidas de consulta popular, como es el caso de alguna pretendida res-tricción a los derechos humanos, los principios consagrados en el artículo 40 constitu-cional (República representativa, democrática, laica y federal), la materia electoral, los ingresos y gastos del Estado, la seguridad nacional, así como la organización, funcionamiento y disciplina de la Fuerza Armada permanente.

Además, es competencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolver, previamente a la convocatoria que realice el Congreso de la Unión, acerca de la cons-titucionalidad de la materia de la consulta.

Finalmente, la fracción bajo comentario —según reforma de 2014— establece que, tratándose de las peticiones ciudadanas para realizar consultas populares, el Instituto Nacional Electoral tendrá a su cargo, en forma directa, la verificación de que las mismas hayan sido planteadas, al menos, por el 2 por ciento de los inscritos en la lista nominal de electores, cuyas resoluciones podrán ser impugnadas ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en términos de lo dispuesto en los artículos 41, fracción VI, y 99, fracción III, de la Constitución. En todo caso, la consulta popular se realiza-rá el mismo día de la jornada electoral federal.

Bibliografía

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35Primera reformaDiario Oficial de la Federación: 6-IV-1990

lv legislatura (1-iX-1991/31-viii-1994) Presidencia de Carlos Salinas de Gortari, 1-XII-1988/30-XI-1994

Se añaden a la fracción III las palabras: “libre y pacíficamente”, respecto de la prerrogativa ciudadana de asociarse para tomar parte en los asuntos políticos del país.

Segunda reformaDiario Oficial de la Federación: 22-VIII-1996

lvi legislatura (1-iX-1994/31-viii-1997) Presidencia de Ernesto Zedillo Ponce de León, 1-XII-1994/30-XI-2000

Se suma a la fracción III la prerrogativa del ciudadano de asociarse en forma “indivi-dual” para tomar parte en los asuntos políticos del país de manera libre y en forma pacífica, pero siempre limitado bajo la tutela del Estado.

Tercera reformaDiario Oficial de la Federación: 9-VIII-2012

lXi legislatura (1-iX-2009/31-viii-2012)Presidencia de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, 1-XII-2006/30-XI-2012

Se adicionan tres fracciones, en las que se establece el derecho de solicitar el registro para poder ser votado para cargos de elección popular. Se señala que cualquier ciuda-dano podrá ser nombrado para cualquier empleo o comisión del servicio público siem-pre y cuando tenga las calidades que establece la ley. También comprende que los ciudadanos tendrán derecho de iniciar leyes siempre y cuando cumplan con los re-quisitos que establece la Constitución y la ley del Congreso. Se concede el derecho a consultas populares sobre temas de trascendencia nacional.

Artículo 35

Trayectoria constitucional

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II Cuarta reformaDiario Oficial de la Federación: 10-II-2014

lXii legislatura (1-iX-2012/31-viii-2015)Presidencia de Enrique Peña Nieto, 1-XII-2012/30-XI-2018

Con la reforma que crea el Instituto Nacional Electoral se cambia la redacción de todos los párrafos en los que antes se mencionaba el “Instituto Federal Electoral” por “Ins-tituto Nacional Electoral”.

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