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El auge de China. Implicaciones para Estados Unidos y Sudamérica en el nuevo contexto mundial * The rise of China. Implications for the United States and South America in the new global context Humberto Álvarez Sepúlveda ** ** Resumen En este artículo se desarrolla un análisis multidisciplinario de la relación triangular que se * El artículo se enmarca en la Tesis de Doctorado “Las relaciones chino-sudamericanas en el marco de la mundialización económica y su impacto en Chile (2000-2014)”. Por medio de la concesión de la Beca de Doctorado en el Extranjero del Sistema Becas Chile, Convocatoria 2013, la investigación ha contado con el patrocinio de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT). ** ** Doctorando del Programa de Doctorado en Sociedad y Cultura, Especialidad Historia de América. Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, 08035. [email protected].

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El auge de China. Implicaciones para Estados

Unidos y Sudamérica en el nuevo contexto mundial*

The rise of China. Implications for the United States and South

America in the new global con-text

Humberto Álvarez Sepúlveda****

Resumen

En este artículo se desarrolla un análisis multidisciplinario de la relación triangular que se ha construido entre China, Estados Unidos y Sudamérica en el siglo XXI. En este marco, se plantea una mirada crítica acerca de las ramificaciones del surgimiento de China como potencia mundial que desafía el liderazgo de Estados Unidos en América del Sur y desarrolla aspectos claves de la relación chino-sudamericana como el tema de la seguridad, el vínculo económico y la cuestión energética.

* El artículo se enmarca en la Tesis de Doctorado “Las relaciones chino-sudamericanas en el marco de la mundialización económica y su impacto en Chile (2000-2014)”. Por medio de la concesión de la Beca de Doctorado en el Extranjero del Sistema Becas Chile, Convocatoria 2013, la investigación ha contado con el patrocinio de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT).

** ** Doctorando del Programa de Doctorado en Sociedad y Cultura, Especialidad Historia de América. Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, 08035. [email protected].

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Palabras clave: China – Estados Unidos – Sudamérica –dependencia – relación triangular.

Abstract

This article develops a multidisciplinary analysis of the triangular relationship that has been built between China, United States and South America in the 21st century. In this context, it poses a critical look at the ramifications of the emergence of China as a world power that challenges the leadership of United States in South America and develops aspects keys of the chinese-south american relation as the topic of the safety, the economic link and the energy question.

Key words: China - United States - South America - dependence - triangular relation.

1. Introducción

En la actualidad, China se ha posicionado como uno de los actores globales con mayores proporciones de crecimiento en el campo de las relaciones internacionales y en el ámbito de la economía global. En paralelo a los cambios provocados por la mundialización del capital en las últimas tres décadas, se produjeron en China reformas económicas y políticas que permitieron la consolidación de este país como la primera potencia económica desde octubre de 2014 según su PIB nominal (US$17.632 billones), el primer prestamista de la Reserva Federal estadounidense desde el 2008 hasta el 2014, el principal productor mundial de manufacturas y el quinto emisor global de inversión extranjera directa (Lenderman & Rojas, 2015; Slipak, 2013).

Ante el avance de China, sobre todo en materia económica y diplomática, Estados Unidos observa con cierta preocupación la idea de perder hegemonía en el concierto mundial y particularmente en Sudamérica. La influencia del gigante asiático en la región está ganando terreno a través de una estrategia global llamada «ascenso pacífico», una

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maniobra geopolítica totalmente opuesta a la utilizada por el gobierno norteamericano después del 11-S.

La aproximación entre Sudamérica y China ha dado nuevos argumentos a quienes consideran que el gigante asiático está detrás del liderazgo mundial y busca socavar la hegemonía norteamericana en su propio continente, mientras que algunos analistas consideran este nuevo vínculo como una oportunidad histórica para promover la cooperación tripartita entre China, Sudamérica y Estados Unidos (Rios, 2005; Cornejo y Navarro, 2010).

El artículo propone adentrarnos en esta problemática para abordar los aciertos, los desafíos y los riesgos de un mayor vínculo entre las tres partes implicadas. En el primer apartado analizo brevemente la política exterior china y las implicaciones geopolíticas que puede tener la profundización de los vínculos del gigante asiático con América del Sur. En el segundo apartado expongo el impac-to de la creciente presencia de China en Sudamérica, sobre todo en el ámbito económico y de la seguridad. En el tercer y último apartado intento dar respuesta al tipo de relación que se desarrollará entre las partes involucradas y a las po-sibles consecuencias que traería para Estados Unidos.

Como señalo en la conclusión de este artículo, el giro de América del Sur hacia China fue factible por el cambio de las prioridades geopolíticas de Estados Unidos y por el deseo del subcontinente de buscar alianzas más allá del “mundo occidental”. Aspiraciones regionales que coincidieron con los objetivos de la política exterior china que se inclinaron hacia la búsqueda de recursos naturales y nuevos merca-dos. En este contexto, se propone la construcción de un nuevo papel para Sudamérica en la economía global, en especial en el nuevo triángulo asimétrico donde se inserta y que compromete varios beneficios y desafíos. Si bien, en cierta medida, se desestima la hipótesis de una posible competencia con Estados Unidos por la hegemonía de la región, se concluye que el mayor vínculo de Sudamérica con China está reproduciendo y reforzando una creciente depen-dencia a través de un modelo de comercio e inversión de tipo centro-periferia, donde China estaría asumiendo el pa-

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pel histórico de Estados Unidos en el caso de algunos países como Chile, Perú y Brasil.2. La importancia de la creciente presencia de China en el hemisferio occidental

Históricamente, China ha desarrollado una relación ambigua de atracción y rechazo con Occidente. En el siglo XIX, se dio una percepción negativa, gatillada por las Guerras del Opio, los “Tratados Desiguales” y la sistemáticas pérdidas territoriales, y que ha alimentado el nacionalismo chino hasta el día de hoy. Sin embargo, ya en los tiempos de Mao Zedong (antes de la Guerra de Corea), y sobre todo durante el periodo Deng, la República Popular China, creada en 1949 y heredera de esa tradición, vislumbró ciertas oportunidades de desarrollo económico que podría generar una relación constructiva con el hemisferio occidental.

Fue así como luego del fin de la Guerra Fría, y especialmente después del 11-S, ha ocurrido un cambio en la forma en que China se relaciona con Occidente, particularmente con Estados Unidos y Sudamérica.

Sin embargo, la irrupción de China en el siglo XXI no ha estado exenta de expectación y alarma. Una de las principales razones por las cuales el ascenso de China preocupa al resto del mundo es su impacto en el precio de las materias primas, las divisas internacionales y los mercados de crédito. Para atenuar los miedos de la comunidad internacional, el país asiático ha lanzado una ofensiva diplomática por medio de una proyección de «as-censo pacífico». Este prototipo de país-imagen sugiere que la acción internacional de China no sería de naturaleza revisionista, sino más bien estaría caracterizada por el pragmatismo y la cautela, y guiada por necesidades y oportunidades primordialmente de carácter económico y comercial. Un principio que se observa con bastante claridad en la relación chino-sudamericana.

La influencia de China en Sudamérica, donde el “factor Estados Unidos” desempeña un rol geopolítico decisivo, ha sido impulsada por herramientas como la inversión extranjera directa, la ayuda humanitaria, la diplomacia simbólica y la política exterior libre de restricciones. Esta

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forma de acción, que Chris Alden denomina “política sin ataduras políticas” ha generado el temor de que lo que esté emergiendo sea un “Consenso de Beijing”1 capaz de mermar los principios del proclamado “Consenso de Washington” (Alden, 2008). Este modelo de política exterior está basado en la no interferencia de los asuntos domésticos de los Estados y en la defensa de la integridad de la soberanía; lo que resulta atractivo para muchos países de la región.

Por otra parte, la orientación china hacia la solución bilateral de las controversias, sobre todo en foros como la Asociación de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), y la búsqueda de un balance de poder con las potencias externas han contribuido a imprimir un bajo perfil a la participación de China en el concierto sudamericano. Sin embargo, las actuales condiciones de asimetría la inducen a adoptar un rol más activo en su objetivo de construir un orden multipolar que promueva la democratización de las relaciones internacionales, lo que en cierta medida supone formular un cuadro de contrapeso a la fuerte presencia de Estados Unidos en Sudamérica.

A pesar de los temores existentes, la mayor parte de los esfuerzos de China en la región se han centrado en la retórica de los “mutuos beneficios” para fomentar la armonía, la paz mundial y la cooperación Sur-Sur (Phillips, 2011).

3. Aspectos económicos y de seguridad energética en las relaciones chino-sudamericanas: ¿qué cabe esperar en el futuro?

La mayoría de los especialistas coincide en que a pesar de que China ha intensificado de manera perceptible sus

1 En 2004, Joshua Cooper acuñó el término “Consenso de Beijing” por primera vez en un artículo publicado en el Foreign Policy Centre. Joshua Cooper utilizó el término “Consenso de Beijing” para referirse a un modelo de desarrollo que se distingue por tres elementos básicos: 1) desarrollo basado en la innovación; 2) éxito económico no basado solamente en el crecimiento del producto per cápita, sino en la sustentabilidad y nivel de igualdad; y 3) un fuerte principio de autodeterminación ante otras naciones, especialmente Estados Unidos. Véase a Cooper, J. (2004), The Beijing Consensus, London: The Foreign Policy Centre.

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vínculos diplomáticos con la región, su agenda estratégica con Sudamérica está guiada principalmente por intereses económicos.2 Para la región, China ofrece varias oportunidades atractivas. En términos económicos, puede beneficiarse de la diversificación comercial, de la inversión extranjera directa, de las importaciones con bajos precios y del crecimiento de sectores complementarios al comercio chino. Desde el punto de vista diplomático, la región puede lograr un mayor perfil en el sistema internacional a través de un itinerario Sur-Sur propuesto en un momento en el cual el compromiso tradicional de Estados Unidos hacia su “patio trasero” ha disminuido debido a su atención en otras partes del mundo.

Pese a las ventajas que el subcontinente puede obtener, debemos tener en cuenta que la estrategia económica que está siguiendo China en Sudamérica, como destaca Xiang Lanxin, se asemeja bastante a un modelo Norte-Sur en términos de la concentración de las inversiones y de los lazos comerciales en los sectores energéticos y de materias primas, arquetipo similar al que está siguiendo China en el sudeste asiático y en África (Lanxin, 2008). La creciente dependencia comercial de la región hacia China se está convirtiendo en la prueba más elocuente de este modelo de desarrollo. Chile es el caso más representativo y merece una breve mención.

A partir del 2007, Chile ya no dependía exclusivamente de Estados Unidos y Europa, cuya tendencia mantienen algunos países como Colombia, Bolivia y Ecuador. Después de la entrada en vigencia del TLC Chile-China (2006), un acuerdo pionero a nivel mundial, la balanza de dependencia se había inclinado hacia el gigante asiático.3 Este fenómeno ha generado un nuevo riesgo de dependencia para Chile.

2 THE UNITED NATIONS ECONOMIC COMMISSION FOR LATIN AMERICA AND

THE CARIBBEAN (ECLAC), Chen, Taotao and Pérez, Miguel, Chinese foreign direct investment in Latin America and the Caribbean, Signatura: LC/L.3785, Santiago de Chile, Enero de 2014, pp. 5-14. 3 ARCHIVO GENERAL HISTÓRICO DE LA REPÚBLICA DE CHILE, Carta del

Presidente Sebastián Piñera al Presidente Hu Jintao, Santiago de Chile, 15 de diciembre de 2010, Sección: Embajada de Chile en China, Grupo horario: 141958, N° 420, pp. 1-3.

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En un reciente estudio, el profesor Pankaj Ghemawat determinó que Chile, a nivel sudamericano, encabeza el primer lugar de los países menos diversificados y más dependientes que exportan a China. Este antecedente se basa en que sus envíos de cobre y derivados representan el 85% del total exportado. De este porcentaje, el país asiático adquiere el 35% (Diario Financiero, 20 de enero de 2014).

La dependencia económica en torno al cobre no es un tema que se mantenga en reserva; hay que considerar que un cuarto de los ingresos fiscales proceden de la Corporación Nacional del Cobre de Chile (Codelco). Si bien esto ha permitido que Chile lidere una economía de crecimiento a nivel sudamericano en los últimos años, los analistas prevén un futuro amargo debido a los desequilibrios estructurales que están mermando la demanda del país asiático.4 Una consecuencia inmediata de lo anterior es el descenso del precio del cobre que ha venido cayendo con fuerza en los últimos años. Desde inicios del 2011, con un precio de casi 4,5 dólares la libra, ha bajado de manera persistente hasta llegar al valor actual de 2,28 dólares, lo cual afecta de manera directa los ingresos de Codelco y sus transferencias al Fisco. Se estima que para este año 2015 los aportes de la minera al fisco caerían a la mitad de lo aportado el año pasado. Esa caída está afectando la recaudación tributaria, la balanza por cuenta corriente y la balanza comercial del país.

Otro riesgo de la creciente dependencia chilena hacia el país asiático es el efecto directamente proporcional que experimenta el crecimiento de sus respectivas economías; es decir, si China se consolida y fortalece en términos de crecimiento económico y estabilidad política, Chile prospera desde el punto de vista oficial; pero si por el contrario, el país asiático se debilita y se hunde, una de las primeras y principales víctimas de esta catástrofe será indudablemente el Estado sudamericano. La última parte de esta tendencia la podemos observar principalmente en los dos últimos

4 LA COMISIÓN ECONÓMICA PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE (CEPAL),

Primer Foro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y China: explorando espacios de cooperación en comercio e inversión, Santiago de Chile, Enero de 2015, Signatura: LC/L.3941, p. 13.

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años, donde China y Chile alcanzaron una de las tasas de crecimiento económico más bajas desde el año 2000.

Fuente: Elaboración propia, en base a datos del Banco Mun-dial

A nivel regional, al igual que en el caso chileno, se observa la dependencia comercial entre China y Sudamérica como una tendencia en constante expansión desde el 2010. En ese año, el valor del comercio bilateral se acercó a los US$150.000 millones, convirtiendo a China en un socio comercial clave para la región. Ya es el primer mercado de destino de las exportaciones de Brasil y Chile, y el segundo del Perú. También es el tercer país entre los principales orígenes de las importaciones de Sudamérica, con un valor que representa el 25% del total.

Es importante notar que entre China y los países sudamericanos hay sobre todo evidentes aspectos complementarios, en especial con economías exportadoras de recursos naturales como Chile y Perú que mantuvieron altas tasas de crecimiento en la última década. No obstante, países con una estructura de exportación mixta, como Brasil y Argentina, se han beneficiado en el sector de las materias primas, pero se han visto mermados en el sector manufacturero. Esta paradoja se vincula a la paulatina sustitución de la industria doméstica por la producción china que funciona a mayor escala y eficiencia.

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Aunque existen claras diferencias, la relación comercial con China para la mayoría de los países de la región ha generado un superávit altamente deseable. Si bien el comercio total es relativamente pequeño para ambas partes, la tendencia está creciendo acentuadamente. Pero, a pesar de que las relaciones comerciales sudamericanas crecen como resultado de las exportaciones de materias primas hacia China, cada vez es más preocupante la correlación entre los ciclos comerciales de ese país y los precios mundiales de esos productos.

Los países de la región deberían redoblar sus esfuerzos por diversificar sus ventas a China —incorporándoles más valor y conocimiento—, estimular alianzas empresariales, comerciales y tecnológicas con sus pares en ese país, y promover inversiones sudamericanas en Asia y el Pacífico para facilitar una mayor presencia regional en las cadenas de valor asiáticas, estructuradas en torno a China.

En el ámbito de las inversiones, debemos señalar que el número creciente de acuerdos entre los gobiernos sudamericanos y China es una tendencia que marca un posible crecimiento de la inversión extranjera directa de China en la región. Un ejemplo reciente son los acuerdos con Brasil sobre desarrollo satelital en los que China provee el 70% del financiamiento y la tecnología y Brasil el restante 30%. Los dos países sellaron también acuerdos para construir acerías en el norte de Brasil para procesar mineral de hierro en acero.

Adicionalmente, China ha estado muy activa en la industria petrolera de Sudamérica. En Venezuela, el gigante asiático por medio de la China National Petroleum Corporation (CNPC) invirtió US$28.000 millones para emprender un nuevo proyecto en la Faja Petrolífera del Orinoco. CNPC es la compañía madre de Petrochina, la segunda petrolera mundial en términos de capital. En Brasil, Sinopec, la mayor refinadora china, adquirió en octubre de 2010 el 40% de la española Repsol por US$7.100 millones. Esta estrategia de adquisición parcial no se limita a Brasil. Dos meses después de su inversión en Repsol, Sinopec adquirió en Argentina la estadounidense Occidental Petroleum por US$2.450 millones.

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Después del sector energético –petróleo y gas– la minería es el rubro que concentra la mayor inversión china en la región. Un ejemplo claro fue la adquisición de las mina de cobre Las Bambas que llevó a cabo el consorcio chino MMG LTD. Luego de esta operación, China pasó a controlar el 33% del sector minero peruano (Diario El comercio de Perú, 14 de abril de 2014). También destaca la celebración de varios acuerdos de cooperación entre empresas mineras de raíz sudamericana y compañías chinas. Por su carácter peculiar y pragmático, destaca el acuerdo del 2006 entre Minmetals (China Minmetals Non-ferrous Metals Co. Ltd.), empresa líder en la producción y distribución de metales en China, y Codelco (Corporación Nacional del Cobre de Chile), el principal productor de cobre en el mundo. Este convenio inauguró una alianza estratégica que tenía como objetivo asegurar el abastecimiento hasta el 2021 de cobre refinado al mercado chino a un precio fijo (entre 1,03 y 1,05 dólar la libra).5 Si bien ese acuerdo permitió materializar la construcción de la mina Gaby, el alza del precio del cobre en los años posteriores, alcanzando su peak en 2011 con 4,5 dólar la libra, provocó graves perjuicios financieros a Codelco y la pérdida de US$4.000 millones para el fisco chileno.

China también ha canalizado su influencia en la región mediante la entrega de préstamos. En término de montos, estos préstamos superan cualquier inversión directa. Según el Instituto de Gobernanza Económica Global (GEGI, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Boston, China otorgó US$80.000 millones en préstamos a América Latina entre 2005 y 2013. Destaca el caso de Venezuela que ha recibido unos US$50.000 millones en créditos garantizados con entregas de petróleo. Si a esto se le suman las inversiones directas, Venezuela es el primer destino de inversión china en Sudamérica.

5 Véase los siguientes reportes oficiales: CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA

REPÚBLICA DE CHILE, Reporte del Directorio de Codelco sobre el Convenio Minmetals-Codelco, 8 de junio de 2005; DIRECCIÓN DE PRESUPUESTO DEL MINISTERIO DE HACIENDA DE LA REPÚBLICA DE CHILE, Acta Resultados del Comité Consultivo del Precio de Referencia del Cobre, 25 de julio de 2005.

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En vista de lo anterior, el desembarco chino en la región se ha caracterizado por el desplazamiento o absorción de firmas privadas occidentales con gigantescas inversiones de compañías o consorcios estatales. Esta estrategia se está convirtiendo en una vía paralela al creciente intercambio comercial para reforzar la dependencia regional a través de un emergente cúmulo de inversiones chinas que se están apoderando de empresas claves de la región. A pesar de los datos apuntados, las inversiones directas chinas en la región son escazas y ese país continúa siendo un inversor extranjero relativamente modesto en el subcontinente. La inversión directa oficialmente aprobada en América del Sur solo alcanzó US$30.000 millones en 2005, pero creció fuertemente en el periodo 2010-2013 con un total estimado de US$40.000 millones.

Fuente: Elaboración propia, en base a datos de la CEPAL

China ocupa el lugar N° 22 como fuente de inversiones que se han llevado a cabo en la región. Los tres mayores países de los cuales provino IED hacia Sudamérica en el 2010 concentraron el 34% del monto total. En el primer lugar, está Estados Unidos (17%), seguido por Países bajos (13%) y España (4%).

Acerca de las causas que pueden explicar las tremendas diferencias entre los países inversores se podrían mencionar el sólido desarrollo y capacidad económica, por ejemplo, de

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Estados Unidos, que era una superpotencia casi 30 años antes que China abriera sus puertas en 1978.

Además, las diferencias culturales, así como la lejanía geográfica, no revertida por vuelos directos, han dificultado el arribo de mayores flujos de inversiones. Sin embargo, se espera que esta situación cambie tras el discurso que realizó el primer ministro chino Li Keqiang en mayo de 2015. Su anuncio prometió la inversión de US$250.000 millones para la región en la próxima década (Garcés, 2015).

Por otra parte, hay que notar el carácter sensible del componente político en las relaciones chino-sudamericanas. Los constantes ataques que acusa China sobre la cuestiones del Tíbet y de Taiwán, a lo que se suman las demandas so-bre derechos humanos y mayor democratización; la hacen buscar como mínimo el silencio oficial de los demás Estados o, en el mejor de los casos, el apoyo explícito. En lo anterior, los países sudamericanos juegan un rol no menor, pues to-dos ellos, a excepción de Paraguay, reconocen oficialmente al gigante asiático bajo el principio de una sola China. En este sentido, la acción exterior de China busca afirmar su imagen como un país en desarrollo que tiene experiencias y problemas similares a los que han vivido los países del Cono Sur. Evidentemente, este proceso de aproximación histórica hace que la relación chino-sudamericana posea un tinte más horizontal, a diferencia del trato de Estados Unidos, caracte-rizado por la pronunciada jerarquización de los actores del sistema internacional.

4. La relación triangular entre China, Estados Unidos y Sudamérica: ¿es posible la cooperación tripartita?

Como vimos en un comienzo, el creciente acercamiento en-tre China y Sudamérica no ha sido indiferente para Estados Unidos. Siendo la superpotencia en solitario a nivel mundial, obviamente, es el actor de mayor importancia en el sistema americano, y como tal, cuida sus intereses en esta zona de-clarada por Monroe (1823) “libre de la influencia de poten-cias extranjeras”.

A partir de los atentados del 11-S, la estructura del siste-ma americano ha sido menos constreñidora, dando un mar-

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gen de maniobra más amplio a los países sudamericanos en sus relaciones internacionales. En este contexto, los atenta-dos en el World Trade Center tuvieron como consecuencia inmediata la reformulación de la política exterior norteame-ricana, lo cual provocó un giro en el interés histórico de Es-tados Unidos en Sudamérica. Atrás quedó la “prioridad he-misférica” proclamada al inicio del primer mandato de Geor-ge Bush al ser sustituida por la inextinguible lucha contra el terrorismo y por la continuidad de los conflictos de Irak y Afganistán.

En el escenario convulso de hoy es conveniente una Chi-na menos confrontacional y más comprometida con el que-hacer internacional, por lo que Estados Unidos en el subcon-tinente privilegiaría una relación benigna con la República Popular antes de sucumbir en una “especie de celos regio-nales”. En esta nueva encrucijada no se observa un deterio-ro en términos absolutos del poder de Estados Unidos, sino más bien una disminución de su poder relativo a nivel mun-dial y en el subsistema americano. Estamos en presencia, por tanto, de una redistribución de las capacidades, ya que ingresa un nuevo jugador a la región, China, que aprovecha la “distensión” para acercarse y posicionarse en el Cono Sur.

El exponencial incremento de la presencia china en la región por medio de un creciente modelo de comercio e inversión constituye una pieza clave para la reconfiguración del orden sudamericano al propiciar el surgimiento de acto-res como Chile y Brasil (Bonilla y Milet, 2015). Este papel decisivo del “Imperio del Centro” en la región se debe al aumento sostenido de las capacidades chinas para liderar el sistema multipolar vigente. Esto hubiera sido impensado hace cuarenta años en la República Popular China cuando, bajo el liderazgo de Mao, sus niveles de pobreza eran in-mensamente superiores y su participación en los asuntos mundiales era escasa.

Ahora bien, cabe señalar que la acción de China no se despliega de manera uniforme en todos los países de la región. En tal sentido, Beijing ha buscado minimizar cualquier conexión con la llamada “izquierda equivocada”. Las relaciones oficiales con países como Cuba y Bolivia han

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sido cuidadosamente correctas y corteses. Si hay alguna cercanía es con países como Chile, que pertenece claramente a la “izquierda correcta”, o Brasil, que ofrece la más rica variedad de materias primas. En este plano de “prioridades geopolíticas”, China no puede pasar por alto la relevancia de Estados Unidos, ya que continúa siendo un elemento clave en las relaciones del gigante asiático con la región, y sobre todo si consideramos que es el primer inversionista de América del Sur.

Estados Unidos necesita balancear cuidadosamente la alta política de las relaciones bilaterales y no permitir que se contamine con preocupaciones sobre supuestos objetivos malignos de China en la región.6 La cuarta generación de líderes chinos es consciente del escepticismo de algunos círculos en Estados Unidos acerca de su nueva y creciente presencia en el continente. Saben también que la transparencia en las relaciones aporta mayores beneficios a sus intereses de largo plazo en el hemisferio occidental.

Así como la llegada de China puede significar una vía para que Sudamérica repiense sus necesidades y aumente su competitividad en el mercado global, también puede servir para abrir el debate acerca de cuáles son las mejores políticas en relación con la inmigración, el comercio y el desarrollo económico sostenible. Sin embargo, el espacio para el optimismo es exiguo.

En última instancia, lo que es claro es que no es necesaria la discusión acerca de si Estados Unidos perdió a Sudamérica a manos de China. A mi modo de ver, sería contraproducente volver a una geopolítica apocalíptica basada en el temor desmedido a una supuesta toma de América del Sur por parte de China. Al contrario, el papel creciente de China en la región debería ser visto como un primer impulso para analizar la existencia de potenciales áreas de cooperación tripartita, oportunidades de crecimien-to para Sudamérica, de acceso a recursos para China, y de

6 SUBCOMMITEE OF THE WESTERN HEMISPHERE, China's influence in the

western hemisphere, Committee on International Relations, United States House of Representatives, Washington D. C., 6 de abril de 2005.

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colaboración en materia de seguridad hemisférica para los Estados Unidos.

5. Reflexiones finales

A diferencia del pasado, Estados Unidos ya no puede imponer tan fácilmente su voluntad en América del Sur. En primer lugar, el cambio de prioridades de la política exterior de Estados Unidos hacia la guerra contra el terrorismo generó una mayor autonomía en los países sudamericanos para liderar sus relaciones internacionales. En segundo lugar, el creciente poder de China en la región configuró la instauración de un orden multipolar y le ha abierto a Sudamérica la posibilidad de concretar nuevas alianzas más allá del «mundo occidental», ofreciendo varias oportunidades y retos para los países de la región.

Desde el punto de vista de la construcción de un nuevo tipo de relaciones entre China y Estados Unidos, no sólo se debe evitar la competencia estratégica en América del Sur, sino también hay que tratar de crear un triángulo de beneficio recíproco. Sin embargo, se debe tomar una posi-ción de cautela y de aprovechar lo que China significa para Sudamérica. Se debe luchar entre las partes por la verdade-ra complementariedad en la relación con el objetivo de im-pulsar el progreso, la diversificación y la innovación tecnoló-gica. Dicha consideración se vuelve sumamente relevante cuando se corrobora el robustecimiento de la dependencia de países como Chile, Perú y Brasil hacia China por medio de «un nuevo colonialismo» que se asemeja a un modelo Norte-Sur de comercio e inversión, fuertemente inclinado hacia los recursos naturales y energéticos. Una cuestión que refuerza la idea de que China estaría asumiendo el papel histórico dominante de Estados Unidos en algunos casos concretos de la región.

Este riesgo, por otro lado, está fortaleciendo la dependencia de “larga duración” de la mayoría de los países del Cono Sur para mantener su desarrollo económico según las pautas vividas en los polos mundiales. Esta dinámica se agudiza con la división internacional del trabajo, que acrecienta las desigualdades entre los territorios que

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concentran las actividades industriales dominantes a escala mundial y los territorios especializados en la extracción de materias primas, que asumen el papel de espacios periféricos dependientes de los centros.

Por otra parte, una cuestión importante a considerar es que el aumento de los vínculos comerciales y de inversión con China no ha significado una mejora de la calidad de la inserción comercial de la región en la economía global. La expansión de los sectores asociados a los recursos naturales no ha contribuido suficientemente a la creación de nuevas capacidades en el capital humano y tecnológico de la re-gión. En tal escenario, Sudamérica tiene como reto clave el aprender de la experiencia acumulada en décadas gloriosas y pérdidas e impedir que se repita con China el error que convirtió a los países del Cono Sur en zonas con una enorme dependencia económica y comercial de Estados Unidos. Por ello, es preciso avanzar hacia una relación comercial más acorde con los patrones de desarrollo económico y social que requiere Sudamérica. El subcontinente debe aprovechar esta oportunidad histórica para realizar las inversiones ne-cesarias en infraestructura, innovación y recursos humanos, con miras a transformar la renta de los recursos naturales en formas variadas de capital humano y competitividad in-ternacional.

6. Bibliografía

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