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Asalto Capitolio: Esto puede pasar aquí Published on Servindi - Servicios de Comunicación Intercultural (https://www.servindi.org) Imprimir articulo Exportar a PDF Volver Asalto Capitolio: Esto puede pasar aquí Aunque el golpe o mascarada haya fracasado, la última provocación trumpiana ha sumido de lleno a toda la institucionalidad estadounidense en un dilema radical y traumático: o bien dejar pasar esto y esperar que la llegada de Biden calme las aguas, o hacer caer con ánimo ejemplarizante todo su peso sobre el todavía inquilino de la Casa Blanca. Por Vicente Rubio-Pueyo* Pressenza, 8 de enero, 2020.- El miércoles 6 enero, Estados Unidos asistió estupefacto a un espectáculo inédito, si no en su historia (su imperio ha estado detrás de muchos momentos similares en numerosos países en el pasado), sí en su territorio. Masas de manifestantes, convocados por el presidente Trump, irrumpieron en el Capitolio –la policía prácticamente les abrió las puertas– obligando a evacuar el edificio e interrumpiendo la sesión en la que se iba a certificar la validez de los resultados electorales de noviembre (a los que se sumaban los de Georgia, celebrados el martes). ¿Un intento de golpe? Seguramente algo más simple y menos peligroso (de momento) pero igualmente confuso. En cierto modo, lo ocurrido en el Capitolio no es sino el cierre más perfecto y adecuado a estos cuatro años, a todo lo que ha hecho y representado Trump y su gobierno. Creo que nos vienen a la cabeza todos esos famosos fragmentos del 18 de Brumario de Marx. El gobierno de Trump empezó como una farsa, con su descenso de las escaleras mecánicas de su Trump Tower. [1] Siguió como tragedia, mediante la represión y asesinato de ciudadanos afroamericanos, la persecución de migrantes, el enjaulamiento de niños, la criminalizacion de manifestantes, el cotidiano toque de un tambor de angustia. Trump termina ahora en un tercer acto, que vuelve a la farsa (espero que no nos aguarde un ultimo giro trágico). Se habla de que este asalto pueda haber sido tan solo un ensayo, que podría proseguir en los próximos días, hasta llegar al 20, cuando se celebre la inauguración de Biden Page 1 of 5

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Asalto Capitolio: Esto puede pasar aquí

Aunque el golpe o mascarada haya fracasado, la última provocación trumpiana ha sumidode lleno a toda la institucionalidad estadounidense en un dilema radical y traumático: obien dejar pasar esto y esperar que la llegada de Biden calme las aguas, o hacer caer conánimo ejemplarizante todo su peso sobre el todavía inquilino de la Casa Blanca.

Por Vicente Rubio-Pueyo*

Pressenza, 8 de enero, 2020.- El miércoles 6 enero, Estados Unidos asistió estupefacto a unespectáculo inédito, si no en su historia (su imperio ha estado detrás de muchos momentos similaresen numerosos países en el pasado), sí en su territorio. Masas de manifestantes, convocados por elpresidente Trump, irrumpieron en el Capitolio –la policía prácticamente les abrió laspuertas– obligando a evacuar el edificio e interrumpiendo la sesión en la que se iba a certificar lavalidez de los resultados electorales de noviembre (a los que se sumaban los de Georgia, celebradosel martes).

¿Un intento de golpe? Seguramente algo más simple y menos peligroso (de momento) peroigualmente confuso. En cierto modo, lo ocurrido en el Capitolio no es sino el cierre más perfecto yadecuado a estos cuatro años, a todo lo que ha hecho y representado Trump y su gobierno.

Creo que nos vienen a la cabeza todos esos famosos fragmentos del 18 de Brumario de Marx. Elgobierno de Trump empezó como una farsa, con su descenso de las escaleras mecánicas desu Trump Tower. [1] Siguió como tragedia, mediante la represión y asesinato de ciudadanosafroamericanos, la persecución de migrantes, el enjaulamiento de niños, la criminalizacion demanifestantes, el cotidiano toque de un tambor de angustia. Trump termina ahora en un tercer acto,que vuelve a la farsa (espero que no nos aguarde un ultimo giro trágico).

Se habla de que este asalto pueda haber sido tan solo un ensayo, que podría proseguir en lospróximos días, hasta llegar al 20, cuando se celebre la inauguración de Biden

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Las imágenes de la entrada trumpista en el Capitolio son un testimonio de paranoia, estupidez, depuro miedo, sin máscaras ni barbijos, pero ataviados con confusos tatuajes, parafernalia militar,camisetas nazis, simbología vikinga. E incluso pieles de lobo, como la que portaba un manifestantesubido al estrado del Senado, en una foto que quedará para la historia (bufa).

Banderas confederadas se paseaban por los pasillos del Capitolio. Horcas y cruces, al mas puro estiloKu Klux Klan, se levantaban en las calles. Disfraces –de nuevo Marx– prestados del pasado. Elinconsciente, el 'ello' brutal de un país, que aflora y se pasea, entre todo el ruido y furia de cabezasde idiotas corriendo por pasillos desiertos, vociferando ¿Dónde están? [2]

Quizás esas imágenes entre ridículas y dramáticas han servido para revelarnos algo del trumpismo:su carácter de fondo del caldero del neoliberalismo, las heces ideológicas acumuladas tras décadasde una hegemonía solitaria que, cansada de monologar consigo misma, ha acabado atrapada en suspropios fantasmas. Y que a la vez convoca los propios fantasmas de la historia del país. A un nivelsimbólico, esta jornada ha sido una humillación a la institucionalidad estadounidense.

El mazazo (¿final?) de la era Trump o, como apuntaba en twitter Keeanga-Yamahtta Taylor, el finalabsoluto del excepcionalismo americano [3]. “It can’t happen here” (Eso no puede ocurrir aquí) erael título de la famosa novela de Sinclair Lewis que advertía, mediante una narración distópica, de laposibilidad del ascenso de un líder fascista en los Estados Unidos de los años cuarenta. Esta jornadaha desmentido esa incredulidad que el título de Lewis criticaba: eso puede ocurrir aquí, eso haocurrido aquí, y de hecho, eso ha venido ocurriendo y larvándose aquí, desde mucho antes deTrump.

La simpatía con los cuerpos policiales enmascara una identificación profunda con el racismoestructural, que se identifica con la “americanidad” misma

Porque conviene no enfocarse únicamente en la apariencia bufonesca del espectáculo. De momento,este asalto ha costado cuatro vidas (una mujer por un disparo de la policía en el interior del capitolio;otras tres personas fallecidas en hospitales por circunstancias todavía por conocerse). Y podríamoshaber presenciado una jornada todavía más sangrienta: se han encontrado dos artefactosexplosivos, dirigidos contra las respectivas sedes de los partidos Demócrata y Republicano. Por otraparte, se habla de que este asalto pueda haber sido tan solo un ensayo, que podría proseguir en lospróximos días, hasta llegar al 20, cuando se celebre la inauguración de Biden.

Como apuntaba la politóloga Laleh Khalili [4], el asalto, a pesar de su apariencia caótica y chusca, nodebe entenderse como una acción espontánea, sino como parte de un intento coordinado: el ataquese ha replicado, con menores y variados efectos, en los capitolios de diez Estados [5] que, comoexplica Khalili, podría tener un efecto reclutador y –observando la notable presencia de banderas demuchos otros países– contiene asimismo una dimensión internacional.

A esto hay que sumar la actuación de la policía que, como demuestran numerosos vídeos, ha dejadopasar a los manifestantes [6]. Un impulso biempensante podría explicarnos que se trata de unacuestión de mera actitud individual de los agentes. Sin embargo, es un gesto amable con losmanifestantes trumpistas que 1) no es ni mucho menos aislado, como se ha demostrado ya ennumerosas ocasiones, y 2) esta en línea con una tendencia emergente en el trumpismo, lo que elescritor Jeff Sharlet ha denominado “nacionalismo policial”, acentuado sobre todo este verano conlas protestas de Black Lives Matter: la simpatía con los cuerpos policiales enmascara unaidentificación profunda con el racismo estructural, que se identifica con la “americanidad” misma.

Este proto- o pseudo-golpe puede tener una dramaturgia grotesca e incompetente. Pero esaincompetencia no lo hace menos fascista

Hay que estar atentos –con óptica poulantziana– a qué seguimiento y posiciones se adoptan desdelos aparatos represivos. Como recordaba el politólogo ─y, precisamente, experto en

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Poulantzas─ Rafael Khachaturian [7], el llamado “estado profundo” [8] que tantas teorías de laconspiración ha animado durante estos años dista de ser una entidad unificada, y de hecho se hanrevelado numerosas divisiones entre diferentes aparatos: muchos departamentos de policía, laspatrullas fronterizas y ICE han expresado repetidamente su apoyo a Trump. Las agencias deseguridad nacional, FBI y CIA se han mostrado en general hostiles a sus acciones.

En definitiva, este proto- o pseudo-golpe puede tener una dramaturgia grotesca e incompetente.Pero como señala Richard Seymour [9], esa incompetencia no lo hace menos fascista, y la jornadadel miércoles puede entenderse como uno más de una larga serie de progresivos experimentos,pruebas de vestuario y procesos de radicalización mutua entre calle y aparatos del Estado quesectores de la extrema derecha han venido desarrollando, y que podrían conducir a la emergencia,ya totalmente desplegada, de una extrema derecha extraparlamentaria, sí, pero ya abiertamentegolpista y, sobre todo, de una consistencia organizativa más sólida. Como apuntábamos en unartículo anterior [10], la paulatina cristalización de corrientes, sensibilidades y actitudes individuales,en una forma más coherente y, por eso mismo, mucho más peligrosa.

El último escenario es el político. Despejado el asalto –los manifestantes salieron tranquilamente[11], algunos gritando “vamos a por una cerveza” y hubo tan solo 52 detenciones– se reanudaba ladeliberación para certificar los votos del Electoral College. Los apoyos a Trump se reducían, y solosiete senadores mantenían su oposición a los resultados, entre ellos Ted Cruz. Pero en la Casa deRepresentantes, hasta 121 congresistas republicanos rechazaban todavía los resultados de Arizona.En otros Estados, el voto llegaba a números entre 70 y 80. Los resultados quedaban aceptados ycertificados. Pero aún en minoría, ese rechazo es sin duda políticamente muy significativo.

Mientras tanto, el aun vicepresidente Mike Pence operaba un enfático distanciamiento de Trump.Parece que durante la noche y la madrugada altos funcionarios y miembros del gabinete de Trumphan estado discutiendo la posibilidad de invocar la vigésimo quinta enmienda, el único mecanismoprevisto en la constitución para forzar la salida de un presidente. ¿Se atreverán esos miembros de laadministración Trump? ¿Y que hará el Partido Demócrata? El mensaje de Biden en la tarde delmiércoles denunciaba sin duda los hechos, pero concluía apenas con una vaga interpelación a Trumpa reaccionar, ejercer liderazgo y llamar a los asaltantes a retirarse, algo hasta cierto puntocomprensible como último gesto para no cargar mas la situación y dejar una vía de intervención aTrump, sin amenazar con posibles consecuencias.

Trump efectivamente llamó a la retirada en un mensaje grabado, pero –en su característico yfalsamente espontáneo fraseo, siempre calculadoramente vago e irresponsable– manteniendo suacusación de fraude electoral.

El ala progresista de los demócratas, con Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar o Jamaal Bowman,entre muchas otras voces, llamaba al impeachment inmediato. Aunque el golpe o mascarada hayafracasado, la última provocación trumpiana ha sumido de lleno a toda la institucionalidadestadounidense en un dilema radical y traumático: dejar pasar esto y esperar que la llegada deBiden calme las aguas o bien hacer caer con ánimo ejemplarizante todo su peso sobre el inquilino dela Casa Blanca.

Hasta esta confusa jornada, era de los que no esperaba ninguna represalia del sistema políticoestadounidense hacia Trump. Pero esta última sangrienta jugarreta –farsa y tragediainextricablemente unidas–supone una verdadera humillación para todo ese sistema, unaimperdonable mancha en el ensueño de su inmaculada autopercepción.

No creo en ninguna bondad o justicia intrínsecas a esa institucionalidad, es simplemente que la másférrea razón de estado –y de imperio– obliga a los Estados Unidos a derribar a Trump. Ningún“estado serio” –como podría decir un informe de la CIA escrito desde una embajada en cualquier otropaís– puede permitirse dejar pasar algo así. En cualquier caso, la más importante razón paraterminar de una vez con este payaso trágico, más allá y más acá del estado, del Capitolio, de lascolumnas y escalinatas en que una vez este país quiso soñarse a sí mismo como democraciafundadora de la modernidad, es la supervivencia de la democracia misma, y de una sociedad que laejerza, practique y transforme. ¿Puede eso ocurrir aquí?

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---* Vicente Rubio-Pueyo es profesor adjunto en Fordham University (Nueva York).

----Fuente: Agencia Internacional de PrensaPressenza: https://www.pressenza.com/es/2021/01/asalto-capitolio-esto-puede-pasar-aqui/ [12]

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Chomsky: «Trump es el presidente más criminal» que haya existido[13]

Un entrevista clara, directa y muy esclarecedora sobre lo que ocurre en el mundoefectuada al filósofo y lingüista Noam Chomsy, por parte de Vijay Prashad, historiadorindio, periodista, comentarista e intelectual marxista.

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