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ASPECTOS POLITICOS DEL PLENO EMPLEO. Michael Kalecki. Si un alto índice de producción y empleo beneficia a los empresarios –sus ganancias aumentan- y es el Estado el que se hace cargo de financiar la creación de empleo, ¿por qué los empresarios se oponen a el pleno empleo logrado mediante el gasto gubernamental? 1. Desagrado ante la intervención estatal en el problema del empleo como tal: Bajo el sistema de laissez-faire el nivel de empleo depende del “estado de confianza” (entiendo que es lo que se llama “seguridad jurídica”, que serían mejores condiciones para los privados como por ejemplo, flexibilización laboral y desregulaciones). Si este se deteriora la inversión privada baja, y la producción cae junto al empleo. Esto otorga a los capitalistas un poderoso control sobre la política gubernamental, porque aducirían que el “fantasma del intervencionismo” asusta a los capitales extranjeros, no llegarían inversiones y se producirían crisis económicas con altos índices de desempleo. Los gobiernos deben cuidarse también de Que los déficits presupuestarios (propios de la intervención estatal) no sean demasiado grandes como para que los hombres de negocio y sus economistas salgan a decir, por ejemplo, que hay que limitar la emisión, para equilibrar las finanzas. 2. Desagrado ante la orientación del gasto gubernamental: a. Hacia la inversión pública: aunque la intervención del gobierno deba limitarse a objetivos que no supongan una competencia con el sector privado (ya que puede perjudicar su margen de utilidades y, por lo tanto, hacer que descienda la inversión privada), podríamos entender que los empresarios teman que la intervención termine por incentivar al Estado a la nacionalización. b. Hacia el consumo subsidiario: supondríamos entonces que se mostrarían más contentos con los subsidios del consumo masivo, ya que el gobierno no se embarcaría en ningún tipo de empresa. Sin embargo no es así, porque la “ética capitalista” requiere que los trabajadores/consumidores se ganen el pan con el sudor de su frente. 3. Desagrado ante los cambios sociales y políticos que resultarían del empleo pleno: Bajo un régimen de pleno empleo permanente el despido dejaría de jugar su papel como medida disciplinaria. La posición social del jefe se vería socavada y la clase trabajadora tendría mayor conciencia de clase. Sí, las ganancias serían mayores que bajo el laissez faire, el pleno empleo y aumento de salarios aumentaría los precios sin reducir las utilidades de los empresarios, afectando a la clase trabajadora. Pero a un precio que los empresarios no están dispuestos a pagar: el abandono de la disciplina de las fábricas y la “estabilidad política”. El fascismo elimina las objeciones capitalistas al pleno empleo: el gasto gubernamental está controlado por una sociedad conformada por las grandes empresas y los nuevos ricos fascistas. Los gastos se concentran en armamentos y la escasez de recurso conduce a la restricción del consumo. La disciplina en las fábricas y la estabilidad política bajo el pleno empleo se mantiene por la supresión de sindicatos y hasta los campos de concentración: la presión política reemplaza a la presión económica del desempleo. Veamos entonces una propuesta que resulta atractiva para tales hombres de negocio: contrarrestar la depresión por medio del estímulo de la inversión privada bajando la tasa de intereses, reduciendo los impuestos sobre beneficios o por medio del subsidio a la inversión privada. El estímulo a la inversión privada, no obstante, no es un método apropiado para impedir el desempleo masivo, ya que la tasa de interés y el impuesto sobre los beneficios tendrían que ser reducidos constantemente. Dos alternativas serian:

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ASPECTOS POLITICOS DEL PLENO EMPLEO. Michael Kalecki.

Si un alto índice de producción y empleo beneficia a los empresarios –sus ganancias aumentan- y es el Estado el

que se hace cargo de financiar la creación de empleo, ¿por qué los empresarios se oponen a el pleno empleo

logrado mediante el gasto gubernamental?

1. Desagrado ante la intervención estatal en el problema del empleo como tal:

Bajo el sistema de laissez-faire el nivel de empleo depende del “estado de confianza” (entiendo que es

lo que se llama “seguridad jurídica”, que serían mejores condiciones para los privados como por

ejemplo, flexibilización laboral y desregulaciones). Si este se deteriora la inversión privada baja, y la

producción cae junto al empleo. Esto otorga a los capitalistas un poderoso control sobre la política

gubernamental, porque aducirían que el “fantasma del intervencionismo” asusta a los capitales

extranjeros, no llegarían inversiones y se producirían crisis económicas con altos índices de desempleo.

Los gobiernos deben cuidarse también de Que los déficits presupuestarios (propios de la intervención

estatal) no sean demasiado grandes como para que los hombres de negocio y sus economistas salgan a

decir, por ejemplo, que hay que limitar la emisión, para equilibrar las finanzas.

2. Desagrado ante la orientación del gasto gubernamental:

a. Hacia la inversión pública: aunque la intervención del gobierno deba limitarse a objetivos que no

supongan una competencia con el sector privado (ya que puede perjudicar su margen de

utilidades y, por lo tanto, hacer que descienda la inversión privada), podríamos entender que los

empresarios teman que la intervención termine por incentivar al Estado a la nacionalización.

b. Hacia el consumo subsidiario: supondríamos entonces que se mostrarían más contentos con los

subsidios del consumo masivo, ya que el gobierno no se embarcaría en ningún tipo de empresa.

Sin embargo no es así, porque la “ética capitalista” requiere que los trabajadores/consumidores

se ganen el pan con el sudor de su frente.

3. Desagrado ante los cambios sociales y políticos que resultarían del empleo pleno:

Bajo un régimen de pleno empleo permanente el despido dejaría de jugar su papel como medida

disciplinaria. La posición social del jefe se vería socavada y la clase trabajadora tendría mayor conciencia

de clase. Sí, las ganancias serían mayores que bajo el laissez faire, el pleno empleo y aumento de salarios

aumentaría los precios sin reducir las utilidades de los empresarios, afectando a la clase trabajadora.

Pero a un precio que los empresarios no están dispuestos a pagar: el abandono de la disciplina de las

fábricas y la “estabilidad política”.

El fascismo elimina las objeciones capitalistas al pleno empleo: el gasto gubernamental está controlado por

una sociedad conformada por las grandes empresas y los nuevos ricos fascistas. Los gastos se concentran en

armamentos y la escasez de recurso conduce a la restricción del consumo. La disciplina en las fábricas y la

estabilidad política bajo el pleno empleo se mantiene por la supresión de sindicatos y hasta los campos de

concentración: la presión política reemplaza a la presión económica del desempleo.

Veamos entonces una propuesta que resulta atractiva para tales hombres de negocio: contrarrestar la

depresión por medio del estímulo de la inversión privada bajando la tasa de intereses, reduciendo los

impuestos sobre beneficios o por medio del subsidio a la inversión privada. El estímulo a la inversión

privada, no obstante, no es un método apropiado para impedir el desempleo masivo, ya que la tasa de

interés y el impuesto sobre los beneficios tendrían que ser reducidos constantemente. Dos alternativas

serian:

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a. Reducir drásticamente la tasa de interés o el impuesto sobre beneficios durante la depresión e

incrementarlos en el auge. Tanto el periodo como la amplitud del ciclo comercial se verán

reducidos, pero el empleo –tanto en el periodo de depresión como en el auge- distara mucho del

pleno empleo.

b. Reducir la tasa de interés o los impuestos sobre los beneficios durante un periodo de depresión sin

aumentarlos en el subsiguiente periodo de auge. El auge durara más, pero terminara en una nueva

depresión: la reducción elimina las fuerzas que causan las fluctuaciones cíclicas en una economía

capitalista. En el nuevo periodo de depresión será necesario aplicar nuevamente una reducción y así

sucesivamente. En poco tiempo, la tasa de intereses seria negativa y el impuesto sobre los ingresos

tendría que ser reemplazado por un subsidio a los ingresos.

Kalecki hace un análisis sobre cómo podrían funcionar las democracias capitalistas en el futuro (escribe en

1943): en la depresión la inversión privada financiada mediante empréstitos seria asumida con el fin de impedir

el desempleo en gran escala. Pero si el Estado intentara aplicar ese método con el fin de mantener el alto nivel

de empleo alcanzado en el subsiguiente periodo de auge, el gobierno se encontraría frente a un bloque formado

por los intereses de las grandes empresas, los rentistas, y economistas que no durarían en calificar la situación

económica como inestable. La presión de este grupo induciría al gobierno a volver a la política ortodoxa de

reducir el déficit presupuestario –que significaba la creación de empleos mediante el subsidio del consumo

masivo y el mantenimiento del pleno empleo. Seguiría entonces un periodo de depresión, en el cual la política

de gastos gubernamentales retornaría a su cauce.