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Aurora 173 Los defensores del trabajo. En la exaltación del trabajo, en los incansables discursos acerca de la bendición del trabajo veo la misma oculta intención que se esconde en las alabanzas de las acciones impersonales de utilidad común: el miedo de toda realidad individual. A la vista que ofrece el trabajo (me refiero a esa dura actividad que se realiza de la mañana a la noche), podemos comprender perfectamente que éste es el mejor policía, pues frena a todo el mundo y sirve para impedir el desarrollo de la razón, de los apetitos y de las ansias de independencia. Y es que el trabajo desgasta la fuerza nerviosa en proporciones extraordinarias y quita esa fuerza a la reflexión, a la meditación, a los ensueños, al amor y al odio; nos pone siempre ante los ojos un mundo nimio, y concede satisfacciones fáciles y regulares... De este modo, una sociedad en la que se trabaja duramente y sin cesar, gozará de la mayor seguridad, y ésta es la seguridad a la que hoy se adora como divinidad suprema. Pero resulta (¡qué horror!) que el trabajador es quien se ha vuelto peligroso. Proliferan los individuos peligrosos, y detrás de ellos se encuentra el peligro de los peligros: el individuum. Humano demasiado humano 282. Lamento.– Pueden ser quizá las ventajas de nuestra época las que traen consigo un retroceso y en ocasiones una depreciación de la vida contemplativa. Pero es necesario confesar que nuestro tiempo es pobre en grandes moralistas; que Pascal, Epicteto, Séneca, Plutarco, son muy poco leídos; que el trabajo y el celo, en otro tiempo escolta de la grandiosa salud, parecen como una enfermedad. Como falta el tiempo para pensar y guardar calma en el pensamiento, no se estudian ya las opiniones divergentes, se contenta uno con odiarlas. En al enorme prisa de la vida, la vista y el espíritu están acostumbrados a una visión y un juicio falsos e incompletos, y cada uno de ellos se parece a aquellos viajeros que se forman el conocimiento de un país o de una

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Aurora

173 Los defensores del trabajo. En la exaltacin del trabajo, en los incansables discursos acerca de la bendicin del trabajo veo la misma oculta intencin que se esconde en las alabanzas de las acciones impersonales de utilidad comn: el miedo de toda realidad individual. A la vista que ofrece el trabajo (me refiero a esa dura actividad que se realiza de la maana a la noche), podemos comprender perfectamente que ste es el mejor polica, pues frena a todo el mundo y sirve para impedir el desarrollo de la razn, de los apetitos y de las ansias de independencia. Y es que el trabajo desgasta la fuerza nerviosa en proporciones extraordinarias y quita esa fuerza a la reflexin, a la meditacin, a los ensueos, al amor y al odio; nos pone siempre ante los ojos un mundo nimio, y concede satisfacciones fciles y regulares... De este modo, una sociedad en la que se trabaja duramente y sin cesar, gozar de la mayor seguridad, y sta es la seguridad a la que hoy se adora como divinidad suprema. Pero resulta (qu horror!) que el trabajador es quien se ha vuelto peligroso. Proliferan los individuos peligrosos, y detrs de ellos se encuentra el peligro de los peligros: el individuum.

Humano demasiado humano

282. Lamento. Pueden ser quiz las ventajas de nuestra poca las que traen consigo un retroceso y en ocasiones una depreciacin de la vida contemplativa. Pero es necesario confesar que nuestro tiempo es pobre en grandes moralistas; que Pascal, Epicteto, Sneca, Plutarco, son muy poco ledos; que el trabajo y el celo, en otro tiempo escolta de la grandiosa salud, parecen como una enfermedad. Como falta el tiempo para pensar y guardar calma en el pensamiento, no se estudian ya las opiniones divergentes, se contenta uno con odiarlas. En al enorme prisa de la vida, la vista y el espritu estn acostumbrados a una visin y un juicio falsos e incompletos, y cada uno de ellos se parece a aquellos viajeros que se forman el conocimiento de un pas o de una poblacin desde el ferrocarril. Una actitud independiente y prudente del conocimiento, se juzga como una mana: la libertad del espritu es desconsiderada especialmente por los sabios, que querran encontrar en aquel arte de considerar las cosas su solidez y su labor de abejas, y que les confinaran de buen grado en un solo rincn de la ciencia, la cual, sin embargo, debe extender desde una posicin aislada su manto sobre todas las fuerzas de la ciencia y de la erudicin, y de hacerles ver todos los caminos y los fines de su cultura. Una lamentacin como la que acaba de entonarse, resonar un da en una vuelta ofensiva del genio de la meditacin.

283. Defecto principal de los hombres de accin. Los hombres de accin escasean ordinariamente de la actividad superior: quiero decir, de la individual. Obran a ttulo de funcionarios, de mercaderes, de eruditos; dicho de otro modo, como representantes de una especie, no como hombres determinados, aislados y nicos: son en este respecto perezosos. Desgracia de las gentes de accin es que su actividad sea siempre poco razonada. No se puede, por ejemplo, preguntar al baquero que amontona el dinero el fin de su incesante actividad; es irrazonada las gentes de accin ruedan como rueda la piedra siguiendo la ley ruda de la mecnica. Todos los hombres se han dividido en todos los tiempos, y aun en nuestros das, en esclavos y libres, pues aquel que no ha hecho los dos tercios de su jornada por s mismo, es esclavo, aun cuando despus sea lo que quiera: poltico, comerciante, funcionario, erudito.

284. En favor del ocioso. Es seal de lo que ha bajado el valor de la vida contemplativa, que los sabios luchen hoy con las gentes de accin en una especie de gozo apresurado, al punto de que parecen tambin ellos apreciar ms esta manera de gozar que lo que les conviene. Los sabios tienen vergenza del otium. Y sin embargo, es cosa noble. Si la ociosidad es el comienzo de todos los vicios, tambin es la proximidad de las virtudes: el hombre ocioso es siempre mejor que el activo. No creas, seor perezoso, que hablo contigo.

285. La inquietud moderna. Hacia el Oeste, crece ms la agitacin humana, aunque los americanos se figuren a los europeos amigos del ocio y de los placeres. Y es tan grande esta agitacin, que la cultura moderna no tiene tiempo de madurar sus frutos: es como si se sucedieran rpidamente las estaciones. Por falta de reposo, nuestra civilizacin corre de nuevo a la barbarie. Nunca fueron ms estimados los trabajadores. As, pues, entre las enmiendas de la humanidad, es preciso incluir la vuelta a la vida contemplativa. De hoy ms, todo individuo calmoso y sereno puede creer que no slo posee un buen temperamento, sino que tambin una virtud de utilidad general, la cual tiene el deber de conservar.

Aus Mangel an Ruhe lauft unsere Zivilization in eine neue Barbarie aus

286. En qu medida el hombre activo es perezoso. Yo creo que todo hombre debe tener, sobre aquello que es posible formarse opinin, una propia, porque l mismo es algo especial, no existiendo sino una vez, que ocupa en relacin a las dems cosas una situacin nueva que jams existi. Pero la pereza que existe en el fondo del alma del hombre activo, le impide sacar el agua de su propia fuente. Paso con la libertad de las opiniones lo que con la salud: una y otra son individuales, pero ni de la una ni de la otra puede formarse concepto de un valor general. Lo que a un hombre es necesario para su salud, para otro es causa de enfermedad y muchos medios, y caminos que conducen a la libertad del espritu, puede por causas de un grado ms alto de desarrollo, ser medios y camino de dependencia.