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MÁS INFORMACIÓN: PARA DONAR: www.behumannepal.org/ infoespanol [email protected] FB Juan Porzio “A VECES SIMPLEMENTE PODÍA ESTAR ALLÍ ACOMPAÑÁNDOLOS HASTA QUE EL MÉDICO PUDIERA ATENDERLOS. UNOS ME TOMABAN FUERTE LA MANO Y YO LES ACARICIABA LA CABEZA”. “CON MI MUJER Y NUESTRO PERRO GIOVANNI, BAJO UNA LONA Y CON UN LIVING DE DOS TRONCOS, TODAVÍA SENTIMOS QUE TENEMOS UN HOGAR”. S uena la llamada por Skype y la voz de Juan Porzio (35) atiende del otro lado del mundo. Habla desde Nepal, el país conocido por el Monte Everest, la montaña más alta del mundo y ahora también conocido por el terremoto del 23 de abril que se llevó la vida de por lo menos 7000 personas, dejando en segundos un país clamando bajo los escombros. Juan, argentino, oriundo de San Isidro, estaba allí cuando pasó, y decidió quedarse. Desde septiembre se había instalado en la ciudad de Kat- mandú, la capital del país, con Delfina, su mujer, y Gio- vanni, el perrito de ambos. Delfina volvía de dar clases de yoga y Juan paseaba al aire libre cuando empezó el terremoto. Eso salvó sus vidas. Si hubieran estado aden- tro de alguna casa, la historia podría haber sido distinta. “Todas las comunicaciones se cortaron durante tres días así que no supimos la magnitud de lo que había pasado hasta ese entonces -cuenta Juan-. El Hotel Hyatt armó carpas en su parque y la mayoría de los extranjeros volvió a su país en cuanto pudo. Nosotros decidimos quedarnos y nuestra familia en la Argentina nos apoyó”. Son las siete de la tarde en Nepal y del otro lado del Sky- pe se escucha un sonido muy fuerte en ascenso. “Están aterrizando aviones militares –explica Juan por si se cor- ta la llamada-. Estoy muy cerca del aeropuerto. También salen helicópteros todo el tiempo para auxiliar a los pue- blos que quedaron aislados. Para el mundo seguramen- te ya dejamos de ser noticia, pero acá seguimos en un estado de alerta, de adrenalina, como si estuviéramos en el cuarto día, con réplicas del terremoto todo el tiempo”. EN MOTO POR LAS ALDEAS Actualmente, Juan dedica gran parte de su tiempo a coordinar donaciones y comprar materiales desde la ONG Be Human Nepal, formada por apenas cinco miem- bros. “Después del terremoto –continúa- quise sumarme a una camioneta que estaba saliendo a recorrer la zona, pero no había lugar para mí, así que fui en mi moto. Me di cuenta de lo práctica que era para llegar a zonas que ni las camionetas podían, y por eso empecé a hacerlo casi todos los días”. Lo más impactante de todo este tiempo fue ese primer día. “Llegamos a un campamento militar y estaban bajando en camillas, desde un helicóptero, a per- sonas muy heridas. Éramos tres extranjeros y un médico los únicos que los recibíamos para asistirlos. Recuerdo especialmente a un anciano que me hablaba en voz muy bajita, una chiquita de diez años que tenía un gran corte en la cabeza..., entre otros. Los acostamos en la tierra y empezamos a desinfectarles las heridas. A veces yo sim- plemente podía estar allí acompañándolos hasta que el médico pudiera atenderlos. Unos me tomaban fuerte la mano y yo les acariciaba la cabeza, procuraba que calma- ran su respiración, darles esperanza y una sonrisa. Estar ahí. Esa forma tan esencial del amor”. EMPEZAR OTRA VEZ “Se necesitarán años para reconstruir todo lo destruido. La caída de puentes dejó aislados a muchos pueblos; se necesitan quince horas de caminata o un helicóptero para llegar a ellos. Las clases por supuesto están suspen- didas, hay aldeas con el 95% de sus casas derrumbadas, y por si fuera poco ahora se viene la época del Monzón, donde llueve durante meses para luego dar lugar al cru- do invierno. La gran parte del país vive de la actividad rural, por lo que al menos no faltan vegetales, pero sí falta arroz, sal, lentejas… ”. Juan pone énfasis en que toda ayuda, por más pequeña que parezca, es muchísi- ma. Con apenas US$ 10, lo que en nuestro país ya casi ni alcanza para un kilo de helado, allá pueden comprar unas lonas-carpa para una familia de cinco a ocho personas. “Ya hemos comprado varias en la India y también chapas onduladas que a futuro pueden servir de techo para una casa. Cualquier ayuda significa muchísimo”. Algo maravilloso de este tiempo para Juan es ser testi- go de tanta gente queriendo ayudar, de la sonrisa de los nepaleses a pesar de todo, de un despertar a una nueva comprensión de la vida. “Lejos de sentir horror, me sien- to maravillado por la fuerza de la tierra; esto acentúa una manera de entender la realidad. Quizás todavía no termi- no de entender todo esto que estoy viviendo, y de cara al futuro hay mucha incertidumbre, pero acá estamos. Con mi mujer y Giovanni, bajo una lona y con un living de dos troncos, todavía sentimos que tenemos un hogar”. Ayudemos a NEPAL Un matrimonio argentino sobrevivió al terremoto y decidió quedarse a ayudar. Juan Porzio recorre en moto las aldeas, nos cuenta lo que se vive allá e invita a colaborar a través de la ONG Be Human Nepal. LA VOZ SOLIDARIA 44 TEXTO: MARÍA MULLEN - FOTOS: JUAN PORZIO

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Un matrimonio argentino sobrevivió al terremoto y decidió quedarse a ayudar. Juan Porzio recorre en moto las aldeas, nos cuenta lo que se vive allá e invita a colaborar a través de la ONG Be Human Nepal.

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M Á S I N F O R M A C I Ó N :

PARA DONAR:

www.behumannepal.org/

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FB Juan Porzio

“A VECES SIMPLEMENTE PODÍA ESTAR ALLÍ ACOMPAÑÁNDOLOS HASTA QUE EL MÉDICO PUDIERA ATENDERLOS. UNOS ME TOMABAN FUERTE LA MANO Y YO LES ACARICIABA LA CABEZA”.

“CON MI MUJER Y NUESTRO PERRO GIOVANNI, BAJO UNA LONA Y CON UN LIVING DE DOS TRONCOS, TODAVÍA SENTIMOS QUE TENEMOS UN HOGAR”.

Suena la llamada por Skype y la voz de Juan Porzio (35) atiende del otro lado del mundo. Habla desde Nepal, el país conocido por el Monte Everest, la

montaña más alta del mundo y ahora también conocido por el terremoto del 23 de abril que se llevó la vida de por lo menos 7000 personas, dejando en segundos un país clamando bajo los escombros. Juan, argentino, oriundo de San Isidro, estaba allí cuando pasó, y decidió quedarse. Desde septiembre se había instalado en la ciudad de Kat-mandú, la capital del país, con Delfina, su mujer, y Gio-vanni, el perrito de ambos. Delfina volvía de dar clases de yoga y Juan paseaba al aire libre cuando empezó el terremoto. Eso salvó sus vidas. Si hubieran estado aden-tro de alguna casa, la historia podría haber sido distinta. “Todas las comunicaciones se cortaron durante tres días así que no supimos la magnitud de lo que había pasado hasta ese entonces -cuenta Juan-. El Hotel Hyatt armó carpas en su parque y la mayoría de los extranjeros volvió a su país en cuanto pudo. Nosotros decidimos quedarnos y nuestra familia en la Argentina nos apoyó”.Son las siete de la tarde en Nepal y del otro lado del Sky-pe se escucha un sonido muy fuerte en ascenso. “Están aterrizando aviones militares –explica Juan por si se cor-ta la llamada-. Estoy muy cerca del aeropuerto. También salen helicópteros todo el tiempo para auxiliar a los pue-blos que quedaron aislados. Para el mundo seguramen-te ya dejamos de ser noticia, pero acá seguimos en un estado de alerta, de adrenalina, como si estuviéramos en el cuarto día, con réplicas del terremoto todo el tiempo”.

EN MOTO POR LAS ALDEASActualmente, Juan dedica gran parte de su tiempo a coordinar donaciones y comprar materiales desde la ONG Be Human Nepal, formada por apenas cinco miem-bros. “Después del terremoto –continúa- quise sumarme a una camioneta que estaba saliendo a recorrer la zona, pero no había lugar para mí, así que fui en mi moto. Me di cuenta de lo práctica que era para llegar a zonas que ni las camionetas podían, y por eso empecé a hacerlo casi todos los días”. Lo más impactante de todo este tiempo fue ese primer día. “Llegamos a un campamento militar y

estaban bajando en camillas, desde un helicóptero, a per-sonas muy heridas. Éramos tres extranjeros y un médico los únicos que los recibíamos para asistirlos. Recuerdo especialmente a un anciano que me hablaba en voz muy bajita, una chiquita de diez años que tenía un gran corte en la cabeza..., entre otros. Los acostamos en la tierra y empezamos a desinfectarles las heridas. A veces yo sim-plemente podía estar allí acompañándolos hasta que el médico pudiera atenderlos. Unos me tomaban fuerte la mano y yo les acariciaba la cabeza, procuraba que calma-ran su respiración, darles esperanza y una sonrisa. Estar ahí. Esa forma tan esencial del amor”.

EMPEZAR OTRA VEZ“Se necesitarán años para reconstruir todo lo destruido. La caída de puentes dejó aislados a muchos pueblos; se necesitan quince horas de caminata o un helicóptero para llegar a ellos. Las clases por supuesto están suspen-didas, hay aldeas con el 95% de sus casas derrumbadas, y por si fuera poco ahora se viene la época del Monzón, donde llueve durante meses para luego dar lugar al cru-do invierno. La gran parte del país vive de la actividad rural, por lo que al menos no faltan vegetales, pero sí falta arroz, sal, lentejas… ”. Juan pone énfasis en que toda ayuda, por más pequeña que parezca, es muchísi-ma. Con apenas US$ 10, lo que en nuestro país ya casi ni alcanza para un kilo de helado, allá pueden comprar unas lonas-carpa para una familia de cinco a ocho personas. “Ya hemos comprado varias en la India y también chapas onduladas que a futuro pueden servir de techo para una casa. Cualquier ayuda significa muchísimo”.Algo maravilloso de este tiempo para Juan es ser testi-go de tanta gente queriendo ayudar, de la sonrisa de los nepaleses a pesar de todo, de un despertar a una nueva comprensión de la vida. “Lejos de sentir horror, me sien-to maravillado por la fuerza de la tierra; esto acentúa una manera de entender la realidad. Quizás todavía no termi-no de entender todo esto que estoy viviendo, y de cara al futuro hay mucha incertidumbre, pero acá estamos. Con mi mujer y Giovanni, bajo una lona y con un living de dos troncos, todavía sentimos que tenemos un hogar”.

Ayudemos a NEPALUn matrimonio argentino sobrevivió al terremoto y decidió quedarse a ayudar. Juan

Porzio recorre en moto las aldeas, nos cuenta lo que se vive allá e invita a colaborar a

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