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Bergel, Salvador Darío Percepción social de la nueva biotecnología vegetal Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Argentina. Atribución - No Comercial - Sin Obra Derivada 2.5 https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/ Documento descargado de RIDAA-UNQ Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto de la Universidad Nacional de Quilmes de la Universidad Nacional de Quilmes Cita recomendada: Bergel, S. D. (2003). Percepción social de la nueva biotecnología vegetal. Redes, 10(20), 154-170. Disponible en RIDAA-UNQ Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto de la Universidad Nacional de Quilmes http://ridaa.unq.edu.ar/handle/20.500.11807/555 Puede encontrar éste y otros documentos en: https://ridaa.unq.edu.ar

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Bergel, Salvador Darío

Percepción social de la nueva biotecnologíavegetal

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Argentina.Atribución - No Comercial - Sin Obra Derivada 2.5https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/

Documento descargado de RIDAA-UNQ Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto de la UniversidadNacional de Quilmes de la Universidad Nacional de Quilmes

Cita recomendada:Bergel, S. D. (2003). Percepción social de la nueva biotecnología vegetal. Redes, 10(20), 154-170. Disponibleen RIDAA-UNQ Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto de la Universidad Nacional de Quilmes http://ridaa.unq.edu.ar/handle/20.500.11807/555

Puede encontrar éste y otros documentos en: https://ridaa.unq.edu.ar

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I. Necesidad de un encuadremás abarcativo

Para poder comprender la natura-leza y los alcances de los cues-tionamientos que suscita en lasociedad el cultivo de las varieda-des transgénicas es necesariosalirse del esquema limitado delas modernas biotecnologías yanalizar las relaciones ciencia-so-ciedad en el mundo de hoy.

Durante un largo tiempo, laciencia estuvo vinculada a la ideadel progreso indefinido, idea quela sociedad aceptó sin problema.Los científicos gozaron de ungran prestigio social y las políti-cas públicas que se vinculabancon ciencia y tecnología eranmarcadas por expertos, a los quese consideraba portadores deverdades absolutas.

Hoy la ciencia se ha imbri-cado crecientemente con la técni-ca, conformando la categoría detecnociencias a cuyo impulso semueven relevantes intereses eco-nómicos. Esto da paso al cuestio-namiento de los saberescientíficos en tanto la ciencia seha despojado de su aureola deneutralidad.

El hombre de ciencia sedesplaza de los laboratorios pú-blicos, vinculados en muchos ca-sos a universidades estatales,para volcarse cada vez más a co-laborar en la actividad privada.

El achicamiento del Estadopreconizado por corrientes delneoliberalismo imperante, provo-ca este flujo de cerebros que–por otra parte– encuentra en laactividad privada un mayor incen-tivo económico.

La notable disminución dela actividad científica en el sectorpúblico se ha traducido en unapérdida de confianza social enlos resultados de la investigación,en tanto la sociedad no es, o almenos en gran medida, la desti-nataria final de tales resultados,ni el objeto de la investigación sedirige primordialmente a ella.

Habermas caracteriza ma-gistralmente esta nueva situa-ción: “el destinatario con el quese encuentra a las puertas de lasgrandes organizaciones científi-cas y al que se dirigen las investi-gaciones, no es ya, o por lomenos no es inmediatamente unpúblico discente o una esfera deopinión pública en la que se de-

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Percepción social de la nueva biotecnología vegetalSalvador Darío Bergel *

* Titular de la Cátedra UNESCO de Bioética (Universidad de Buenos Aires).

REDES, Vol. 10, Nº 20, Buenos Aires, diciembre de 2003, pp. 154-170

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sarrollen discusiones, sino por logeneral un cliente al que lo únicoque le interesa del proceso es elresultado que va a emplear técni-camente”.1

Es de toda evidencia queesto no condice con los requeri-mientos de una sociedad cadavez más preocupada por la inci-dencia de la revolución tecnológi-ca sobre su presente y su futuro.Si el científico se desentiende dela sociedad para dar lugar a otrasprioridades, mal puede pretenderque la sociedad le siga dispen-sando la confianza que habitual-mente le brindó.

Esta nueva situación condu-ce a un conflicto que es necesa-rio atender, ya que la sociedad nopuede renunciar a los beneficiosde la ciencia ni puede adoptarrespecto a quienes la ejerce unaactitud hostil. En el contexto ac-tual –naturalmente tecnofóbico–no resulta inútil recordar los efec-tos beneficiosos del desarrollotecno-científico.2

Gay Pallotin –en ese enton-ces presidente del INRA francés–se preguntaba acerca de lo quesería una investigación que pre-tendiera tener razón contra la so-ciedad. La evidencia es quedespués de un largo período du-

rante el cual la ciencia estuvoidentificada casi sin discusión conel progreso, su imagen causa hoyun problema que impone una res-ponsabilidad particular que con-siste en obrar para reconciliar ala sociedad con la ciencia o, si sequiere, a la inversa, a la cienciacon la sociedad.3

El debate ciencia-sociedadqueda abierto y no caben dudasde que es necesario mejorar lapercepción social de la ciencia envista de los condicionamientosque hoy presiden su quehacer.Esta mejora necesita de un cam-bio radical que ponga al científicoal servicio de la sociedad, al mar-gen y más allá de los interesessectoriales que perturban su vi-sión. Dentro del panorama amplioque abarca el mundo de las tec-nociencias, debemos ubicar a lasbiotecnologías, en cuyo ámbitose desarrollan los cultivos trans-génicos.

Entendemos por biotecnolo-gías al conjunto de técnicas queemplean organismos vivos o par-te de éstos para la elaboraciónde productos, para mejorar varie-dades vegetales o razas anima-les, o para desarrollarmicroorganismos destinados a unuso particular.

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1 J. Habermas, Ciencia y Técnica como “ideología”, Madrid, Technos, 1999, p. 152.2 J. N Missa, “ADN recombinant et bioéthique: une application precoce du principe deprecaution”, en E. Zaccai, y J. N Missa, Le principe de précaution, Bruselas, Universi-dad de Bruselas, 2000, p. 181.3 E. Gay Pallotin, en A. Khan, Societé et revolution biologique, París, INRA, 1998, p. 82.

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La historia de las biotecno-logías es tan antigua como la his-toria cultural del hombre, ya quedesde los albores de la civiliza-ción el hombre utilizó microorga-nismos para la producción dealimentos destinados a su consu-mo (pan, cerveza, queso, vina-gre, etc.), o ideó técnicasdestinadas a la mejora vegetal.

Posteriormente utilizó pro-ductos microbiológicos para pro-ducir solventes industriales yácidos orgánicos; en el campo delos metabolismos secundariosprodujo antibióticos y, empleandoprocedimientos de fermentación,biomasa. Todo esto forma partede lo que denominamos biotecno-logía clásica.

La denominada biotecnolo-gía moderna parte de la interven-ción técnica en las células de unorganismo para actuar directa-mente sobre los componentes ce-lulares, usualmente a nivelmolecular. Dentro de estas técni-cas adquieren un papel protagó-nico las técnicas de ingenieríagenética o ADN recombinante,que se expresan en la inserciónde material genético selecciona-do en el genoma de un organis-mo extraño.

Mientras las biotecnologíasse desenvolvieron en los límitesclásicos, ningún debate se suscitóen torno a su aceptación social.Así, cuando a mediados del sigloXX surgieron los antibióticos, enlos hechos se los consideró una

especialidad médica más. A nadiese le ocurrió plantear un esquemadiferencial –en los campos de laética o de la sociedad– entre lassulfas (producto químico farma-céutico) y los antibióticos (produc-to biotecnológico).

El gran cuestionamiento éti-co y social se suscitó a partir dela utilización de técnicas de ADNrecombinante a nivel industrial.La posibilidad de transferir infor-mación genética de un individuoa otro, que puede pertenecer ono a la misma variedad, especieo reino, importa un salto impor-tante en las ciencias biológicas,que correlativamente despertó enla sociedad una serie de inquietu-des e interrogantes.

Pero aun dentro de este es-quema más acotado de las biotec-nologías que utilizan técnicas deingeniería genética, cabe señalarque no en todos los casos la reac-ción social fue de igual magnitud.

Los productos biotecnológi-cos obtenidos por técnicas deADN recombinante para usosdestinados a la salud humana oanimal gozan de un alto nivel deaceptación social. La utilizaciónde estas técnicas en la elabora-ción de productos terapéuticos(insulina, hormona del crecimien-to, factores de coagulación, eri-tropoyetina, etc.) fue recibida sinproblema. En cambio, cuando selos utilizó en la agricultura seplanteó una relación conflictivaentre ciencia-industria-sociedad.

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A juicio de Muñoz, una seriede argumentos avalan este trata-miento diferencial. La agrícola esuna producción más global dondeel carácter del diseño que carac-teriza a la biotecnología se difu-mina; no existe una claraconciencia de que los productosobtenidos se encaminen a resol-ver un problema –como puedeser el caso de la salud o la apli-cación medio- ambiental–, por loque podría decirse que los intere-ses que predominan en el proce-so son los del capital y de lasgrandes empresas.4

En tren de investigar estareacción social, pasaremos revis-ta a algunas de las característi-cas relevantes que presenta lautilización de variedades transgé-nicas. Al entrar en este campo deestudio no podemos dejar de re-conocer lo que ellas representancomo actores centrales de unanueva revolución agrícola –revo-lución en la que estamos inmer-sos y que presenta sus propiosriesgos ambientales, económi-cos, sociales y políticos–, ni loque la agricultura importa comobase esencial de la alimentaciónhumana.

No se trata de una tecnolo-gía experimental circunscripta a

un medio focalizado, sino de unatecnología cuya utilización masi-va amenaza borrar las fronterasnacionales.

Tomando en cuenta que enel año 2001 el 46% del área totalmundial sembrada con soja, el20% de la sembrada con algo-dón, el 11% de la sembrada concolza y el 7% de la sembrada conmaíz utilizó semilla transgénica–con un crecimiento anual expo-nencial– podremos advertir acer-ca de la relevancia y dimensiónde lo que hablamos. En 1998 sesembró tres veces el área sem-brada en 1997 y dieciséis vecesel área sembrada en 1996.5

La ingeniería genética lleva,en opinión de Hermitte, a unanueva acepción de lo vivo, consi-derándolo como una “globalidad”indiferenciada, verdadero reser-vorio de genes que constituye lamateria prima en que se desarro-lla, tal como si se tratara de pe-tróleo o de minerales.6 Esto–obviamente– no puede pasarinadvertido a la sociedad, ya queestamos operando en los límitesde la vida.

Muy estrechamente vincula-do con el cultivo de plantas trans-génicas, el tema de los alimentoselaborados con semillas o deriva-

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4 E. Muñoz, Biotecnología y Sociedad, Madrid, Cambridge University Press, 2001, p. 90.5 M. A. Larach, El comercio de los productos transgénicos. Estado del debate internacio-nal, Santiago de Chile, CEPAL, 2001, p. 15.6 M. A. Hermitte, y L. Noiville, “La dissemination volontaire des organismes génétique-ment modifiés dans l’environment”, une premiere application du principe de prudence.R.J.E. 3, 1993, p. 391.

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dos transgénicos se instaló enuna sociedad que ha sido sacudi-da por frecuentes problemas ali-mentarios y que pugna por unmayor control y seguimiento eneste campo.

A lo referido antes cabeagregar algunas circunstanciassingulares que, sin duda, contri-buyen a tornar más conflictivo elpanorama abierto con estos culti-vos. Entre otras cabe consignar:

a) Cambios profundos en los sistemas de agriculturatradicional

Al igual que lo sucedido con larevolución de los híbridos, la agri-cultura basada en la utilizaciónde semillas transgénicas implicaun cambio profundo en el sector.Esta revolución, que tiene una di-námica propia, amenaza conreemplazar en pocos años laagricultura tradicional. Una prue-ba cabal de lo afirmado es queen la Argentina, a pocos años dehaberse introducido al mercado lasoja transgénica, más del 95% dela superficie cultivada es transgé-nica. En el año 2002 existíanaproximadamente 60 millones dehectáreas en el mundo cultivadascon semillas transgénicas, en die-ciséis países.7 Si la diseminaciónde los cultivos no es aún mayor,ello no obedece tanto a un déficiten la demanda de semillas, sino

a la tardanza en obtener las auto-rizaciones estatales.

La alta productividad logra-da en los cultivos de soja creóuna creciente corriente en lospaíses productores a desplazarotros cultivos, lo que está gene-rando una tendencia marcada almonocultivo. Este efecto no pue-de ser dejado de lado cuando seestudia la percepción social de latecnología, cuyo cuestionamientova mucho más allá del consumode productos transgénicos o susderivados.

b) Centralización de la producción de semillas transgénicas en empresas multinacionales

En el presente, la producción desemillas transgénicas está centra-lizada en unas pocas empresasmultinacionales, lo que contribuyea crear una creciente dependen-cia con las implicancias económi-cas y políticas que ello conlleva.Para salir de esta encerrona espreciso desarrollar capacidadeslocales, lo que ha sucedido enmuy pocos casos.

El principal argumento paraapoyar la capacidad de descubri-miento de genes –en opinión deTrigo– es que supondría una ma-yor disponibilidad de eventosdestinados a abordar problemasagrícolas importantes a nivel de

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7 “ICSU, New genetics food and agriculture: scientific discoveries”, societal dilemas, 2003.

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los estados nacionales. Sin estacapacidad, la disponibilidad deproductos transgénicos está do-minada por los desarrollos decompañías transnacionales deagricultura, principalmente de losEstados Unidos.

c) Generación de conflictos políticos y económicos

El hecho, ya señalado, de que lasempresas productoras de semi-llas transgénicas sean multinacio-nales, hace que se imbrique elrechazo de las semillas transgé-nicas con el rechazo a la globali-zación e internacionalización delas economías nacionales.

Por otra parte, en el ordeninternacional, la posición enfrenta-da entre países productores e im-portadores de transgénicos,amenaza con una guerra comer-cial. Una prueba clara de ello loda la presentación de los EstadosUnidos de América –apoyada porotros países productores– ante laOMC, pidiendo la constitución deun panel para que se apliquensanciones a la Unión Europea porla moratoria impuesta a los culti-vos, en tanto se la considera aten-tatoria a la libertad de comercio.

La concurrencia de los fac-tores referidos –por sólo mencio-nar algunos– nos muestra unescenario conflictivo en el queconvergen intereses diversos yen el que se conjugan problemasde distinta naturaleza y origen.

Si nos detenemos por unmomento a realizar un somero re-paso de los actores principalesque intervienen en este conflicto,tal vez se pueda advertir la com-plejidad de las cuestiones quesuscita esta revolución agrícola enciernes. Pasemos a su análisis:

1) Empresas productoras de semillas

A partir de la revolución verde, laindustria de las semillas ha juga-do un papel relevante en la eco-nomía mundial, que se haacrecentado a partir de la intro-ducción de cultivos transgénicos.

Estas empresas –mayorita-riamente multinacionales– invier-ten sumas importantes eninvestigación y desarrollo, y para-lelamente ejercen una considera-ble presión sobre la autoridadreguladora para obtener autoriza-ciones de lanzamiento al merca-do de nuevas variedades. A eseefecto cuentan con un importantelobby que se manifiesta en unfluido acceso a los medios y ensu actuación directa o indirectaen los organismos regulatorios.

Ya en 1998 Jacques Tes-tard advirtió que la enorme inver-sión intelectual y financiera en lasplantas transgénicas hacía preverque construcciones vivientes iné-ditas serían dispersadas comoproductos industriales, según pro-gramas universales que ignoranlas fronteras políticas, los nichos

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ecológicos y la conservación delpatrimonio biológico.8

En la actualidad un reducidonúmero de empresas agro-indus-triales, europeas y americanas,controlan la mayor parte del co-mercio de los alimentos transgéni-cos y de semillas modificadas quese venden en el mundo.

Por otra parte, cabe desta-car que las empresas de biotec-nología son claramente las másinvolucradas en la defensa de losOGM (Organismos Genéticamen-te Modificados) y al presente im-pulsan distintas campañaseducativas y publicitarias buscan-do demostrar su inocuidad y susventajas potenciales.

2) Agricultores y productoresagrícolas

Aquí cabe hacer una distinción bá-sica entre “el agricultor”, el hombreque cultiva la tierra, y que hace unesfuerzo sostenido por la conser-vación y el acrecentamiento de labiodiversidad, y el hombre al cualel Compromiso Internacional de laFAO sobre Recursos Genéticos leacordó –en premio a su contribu-ción– los denominados “derechosdel agricultor”.

Junto a estos esforzadoscultivadores –que día a día tienen

menos peso en la implementa-ción de políticas agrícolas– tene-mos a los productores agrícolas,constituidos usualmente bajo laforma de empresa y que respon-den a la lógica del mercado.

El “agricultor” es por antono-masia un militante de la biodiver-sidad, de la agricultura tradicional,enriquecida con los saberes primi-tivos. Por el contrario, el productoragrícola es un ferviente defensorde la agricultura transgénica, entanto le asegura mayores benefi-cios económicos, sin interesarsepor los temas ecológicos o losvinculados con la salud. Se consi-dera beneficiado por una mayorresistencia a las plagas, a las en-fermedades y a las condicionesambientales adversas, a lo queadiciona un considerable ahorroen agroquímicos.

3) El sector científico

Este es el sector en el cual los ac-tores reflejan un mayor nivel deconflictividad. En los primeros pa-sos de la ingeniería genética elcentro de la escena fue tomadopor los biotecnólogos y biólogosmoleculares, cuyas preocupacio-nes apuntaron a los riesgos biológi-cos (biohazards), referidos a la fu-ga de los laboratorios de los OGM.9

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8 J. Testard, “Especes transgéniques: ouvrir la boite de Pandora?”, Maniere de voir, N°38, marzo-abril de 1998, p. 15.9 J. A. López Cerezo, y J. L Luján, Ciencia y política del riesgo, Madrid, Alianza, 2000, p.143.

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Hacia los años ochenta laatención de los científicos se cen-tró en los riesgos ambientalesvinculados con la liberación deOGM (bioseguridad) y, en este ca-so, ocupan un papel central losecólogos, acompañados por losbiólogos de campo y los genetis-tas evolutivos.

En la actualidad, las opinio-nes en torno de los cultivos trans-génicos están muy divididas.Mientras algunos científicos con-sideran que estos cultivos no pre-sentan un nivel de riesgo superiora los cultivos tradicionales, y portanto no comparten el criterio deanalizar el nivel de riesgo quepresenta la técnica, centralizandola observación en el producto ob-tenido, otros –partiendo de consi-derar a la técnica como riesgosa–encuentran diversos cuestiona-mientos vinculados con el medioambiente, la biodiversidad y lasalud humana y animal.

Esto no puede separarsede la distinta ubicación de loscientíficos en la actividad privadao en la pública, a la que hicimosreferencia.

Tal como lo recuerda Mu-ñoz, la existencia de controver-sias científicas es un fenómenonormal en el proceso de produc-ción de conocimientos y desarro-llo científico. Pero en situacionescomplejas las controversias cien-

tíficas no se pueden clausurar si-guiendo las pautas y mecanismostradicionales de la propia comuni-dad científica; por ello, sirven pa-ra alimentar o derivar encontroversias sociales, ya quepresentan una dimensión políticao ponen en litigio responsabilida-des colectivas.10

Precisamente, las opinionesaltamente comprometidas de losexpertos en temas tan sensiblespara la sociedad, el único efectoque producen es el de apartarlosmás de ella, contribuyendo a ro-bustecer posturas irracionales. Lasociedad requiere en forma ur-gente que los expertos y los cien-tíficos envueltos en estascontroversias asuman la respon-sabilidad que les cabe dando se-ñales inequívocas de uncompromiso con ella.

4) Los consumidores

Los consumidores muestran unaactitud de desconfianza hacia losproductos generados por la mo-derna biotecnología vegetal. Ope-ran en esta dirección diversasrazones: las dudas sobre la im-parcialidad de las opiniones cien-tíficas y técnicas, y una crecientesensibilidad para la aceptación deproductos agrícolas que puedendañar al medio ambiente o sernocivos para su salud.

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10 E. Muñoz, “Los cultivos transgénicos y su relación con los bienes comunes” en M. Pa-lacios (coord.), Bioética 2000, Oviedo, Ediciones Nobel, 2000, p. 373.

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El grado de aceptación va-ría por regiones y por países. EnEuropa, a raíz de reiterados ca-sos en los que se puso en tela dejuicio la confiabilidad de los con-troles alimentarios, el grado derechazo es mayor que el registra-do en otras regiones. Muchas ca-denas de comercialización se nie-gan a comercializar productos ali-menticios derivados de OGM.

5) Ambientalistas

Los ambientalistas se oponenpor principio a la producción ycomercialización de variedadestransgénicas, fundados básica-mente en los daños que puedeimportar al medio ambiente, a labiodiversidad y a la salud. Seexpresan normalmente a travésde las ONGs, cuyas posturasmuestran una creciente radicali-zación y cuya contribución al de-bate es –de común– negativa,en tanto actúan en base a pre-conceptos.

Examinando esta situaciónpodemos advertir las dificultadesque importa la búsqueda de solu-ciones aceptables. Tal como lodesarrollamos más adelante, es-tamos persuadidos de que sóloun diálogo abierto entre los diver-sos sectores sociales podría en-contrar un camino que conduzcaa la prevalencia de los interesesgenerales.

II. La ingeniería genética como tecnología riesgosa

Un tema central a desentrañarpara ubicar debidamente el deba-te social sobre variedades trans-génicas es establecer si lastécnicas de ingeniería genéticaconstituyen en sí mismas activi-dades portadoras de riesgo, o siel análisis del riesgo debe centra-lizarse sólo en el producto.

Las tecnologías modernas–destacan López Cerezo y Lu-ján– no son como las técnicas ar-tesanales del pasado: constituyensistemas complejos en el sentidode Perrow, en los que ademásparticipan activamente una diver-sidad de actores. Son con fre-cuencia de carácter abierto (nohay certidumbre acerca de lasposibilidades de aprovechamientoo daño) y tienen consecuenciasimprevisibles.11

La reunión de un arsenal detécnicas vinculadas con la biolo-gía molecular, bioquímica y gené-tica posibilitó acceder a lossecretos últimos de la vida y po-der actuar sobre los genomas delos seres vivos, permitiendo la in-troducción de material genéticoperteneciente a otras variedades,especies o reinos; de esta forma,se logró modificar alguna o algu-nas de sus características, trans-formándolo en un sertransgénico. Al permitir la mani-

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11 J. A. López Cerezo, y J. L Luján, op.cit., p. 136.

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pulación del material genético deun individuo la ciencia amplió lacapacidad de intervención delhombre en los procesos biológi-cos, permitiéndole moldearlos pa-ra crear un producto queresponda a sus requerimientos.

Conseguir que una semillaincorpore una determinada cuali-dad con la posibilidad de poderreproducirla ad infinitum coloca alhombre en una posición privile-giada en el mundo, que le permi-te afirmar el dominio sobre labiosfera y someter a las varieda-des y especies que la pueblan asus designios, para modificar de-liberadamente lo que viene dadopor la naturaleza.

Cuando las experiencias dellaboratorio fueron trasladadas almedio ambiente y se comenzó amodificar el perfil de la agricultura,surgió la preocupación por la regu-lación de la biotecnología agrícola,lo que se ha destacado como unejemplo de aplicación tácita, peroprecoz, del principio precautorio.12

En tanto la genética mende-liana permitió a los agricultoresrealizar ciertas transformacionesgenéticas en determinados culti-vos, la genética molecular propor-ciona la clave no sólo de la

manipulación de la estructura in-terna de las plantas, sino de su“manufactura”, de acuerdo a unplan. De hecho, la “manufactura”de las plantas ha llevado a laagricultura al límite de su trans-formación más profunda.13

Si esto no es debidamentecaptado y asimilado, el debate so-bre aceptación social de varieda-des transgénicas perderá unapieza fundamental del análisis. LeDeaut, en su informe sobre utiliza-ción de organismos genéticamen-te modificados en agricultura yalimentación, advierte que si susinterlocutores son enfrentados adeterminar si el conocimiento delas plantas transgénicas constitu-ye una revolución o sólo una in-novación suplementaria en elcamino milenario de mejoramientode las plantas, no hesitaría en se-ñalar que la agricultura se exponea ser profundamente modificada.14

La intervención de una nue-va cultura de domesticación delas especies animales y vegeta-les ha permitido variar los objeti-vos agrícolas clásicos conobjetivos industriales, lo que dalugar a profundas transformacio-nes económicas. Es sabido quetodo nuevo modo de producción

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12 J. N. Missa, op. cit., p. 177.13 J. De Souza Silva, “De las plantas medicinales a los productos farmacéuticos, la mer-cantilización de la naturaleza”, en Organización Panamericana de la Salud: Biodiversi-dad, Biotecnología y Desarrollo Sustentable en Salud y Agricultura, Washington D.C.1996, p. 30.14 M. Le Deaut, “Rapport sur la connaisance des gens a leur utilisation”, Assemblée Na-tionale, N° 1054, París, 1998.

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trae consigo cambios socialesportadores de nuevos riesgos.15

No asimiladas suficiente-mente aún las reacciones y temo-res generados por la aparición dela ingeniería genética, nos enfren-tamos con un formidable desarro-llo de la industria de semillastransgénicas que se orienta deci-sivamente a la reconversión de laagricultura. Antes de que el hom-bre pueda tener una idea clara delos mecanismos biológicos com-prometidos en cada nueva varie-dad transgénica, antes de quepueda tener una idea clara sobresu impacto en los ecosistemas, esdecir, antes de que sobre basesracionales se puedan visualizarlos efectos a mediano y largo pla-zo, las nuevas tecnologías agríco-las se expanden sin fronteras.

En este formidable cambiolos genes no sólo responden a sufunción primigenia de ser porta-dores de información necesariapara el desarrollo de la vida, sinoque se han convertido en materiaprima de una gran industria queasienta su poderío en los proce-sos de recombinación. Pero elexamen económico o industrialno puede hacernos perder de vis-ta que estamos transitando un te-rreno de complejidad creciente,en tanto operamos en procesos

vitales y con materia viva.F. Capra, al estudiar los me-

canismos de organización de losseres vivos, formula estas refle-xiones, que vienen al caso: “pa-tear una piedra o darle unapatada a un perro son dos cosasdistintas, como señalaba Bate-son. La piedra reacciona a la pa-tada de acuerdo a una cadenalineal de causa-efecto. Este com-portamiento podría calcularseaplicando las leyes básicas de lamecánica newtoniana. El perroresponderá con cambios estruc-turales según su propio patrón(no lineal) de organización. Elcomportamiento resultante serágeneralmente impredecible”.16

¿Qué decir cuando nostrasladamos dentro del campo dela biología a un mundo tan com-plejo y tan lleno de misterios in-descifrables, cual es el mundo dela genética?

P. Unalkat, en un lúcido en-sayo acerca de la ingeniería gené-tica, se formula estos interrogantes:¿qué debemos hacer con estos co-nocimientos recientemente adquiri-dos? ¿Qué es lo que nos daderecho a manipular estos proce-sos naturales y con qué finalidad?¿Puede estar justificado por nues-tras insaciables ansias de conoci-miento, o existe otro motivo?.17

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15 M. A. Hermitte y C. Noiville, op. cit., p. 391.16 F. Capra, La trama de la vida, Barcelona, Anagrama, 1996, p. 230.17 P. Unalkat, “Alubias, genes y temas. La necesidad de precaución”, en Biotecnología yDerecho, Bilbao, Editorial BBV, 1998, p. 399.

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Resulta innegable que lastécnicas de ADN recombinanteaplicadas a la agricultura sonportadoras de riesgo. Podrá ar-gumentarse que los estudiosrealizados para autorizar la libe-ración de nuevas variedadesofrecen una razonable dosis deseguridad y que los riesgos delos cuales pueden ser portado-res no son mayores que lo queportaría cualquier cultivo tradicio-nal; pero lo que no puede afir-marse con seriedad es lainocuidad sobre el medio am-biente a mediano y largo plazo.Sostener una idea contraria quedescarte toda idea de riesgo im-porta una inadmisible arroganciacientífica.

Aún los estudios más favo-rables a la aceptación de las va-riedades transgénicas, formulanserias advertencias sobre la insu-ficiencia de las investigacionesrealizadas. Así, en un informeconjunto de seis prestigiosasacademias de ciencia se señala:“que en vista del uso limitado delas plantas transgénicas en elmundo y de las condiciones geo-gráficas y ecológicas relativa-mente limitadas de su liberación,la información concreta acercade sus efectos reales sobre elmedio ambiente y la diversidad

biológica es muy escasa. Porconsiguiente, no hay consensoen lo que se refiere a la grave-dad e incluso a la existencia decualquier posible daño ambientalen la tecnología de las plantastransgénicas.18

No se trata simplementede argumentar que toda activi-dad humana es portadora deriesgos. Aquí el riesgo está vin-culado a un determinado gradode incertidumbre científica sobretécnicas novedosas que actúandirectamente en el ámbito de lagenética vegetal. Si ello no fueraasí, carecería de sentido el sis-tema de autorización previa re-ceptado por la inmensa mayoríade los países para liberar al me-dio ambiente variedades trans-génicas.

Estos regímenes determi-nan por primera vez en la historia–según lo recuerdan Hermitte yNoiville– que se aplique una re-gulación a todo un modo de pro-ducción antes de que ocurraalgún accidente.

De lo hasta aquí expuesto,surge como innegable que lastécnicas de ingeniería genéticaaplicadas a las variedades vege-tales constituyen una actividadriesgosa que justifica la interven-ción reguladora estatal.

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18 Royal Society of London, US National Academy of Science, Brasilian Academy ofScience, Chinese Academy of Science, Indian National Science Academy, Mexican Aca-demy of Science and Third World Academy of Science: Transgenic plants and world agri-culture, Edit. National Academy Press, Washington D.C. 2000.

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III. Carencia de un debate social esclarecedor: su impac-to sobre la percepción social

Hemos visto que la introducciónde las variedades transgénicasimportó no sólo una revolución enel mundo de la ciencia, sino quesu difusión masiva impulsa unarevolución agrícola de imprevisi-bles consecuencias.

Múltiples son los interesesque convergen en el tratamientode esta cuestión, lo que imponeubicar el debate relativo a suaceptación social en un terrenoque más allá de lo que Muñozdenomina racionalidades contra-puestas, importe la búsqueda desoluciones compatibles con lasexigencias sociales.

No hay que perder de vistaque transitamos un terreno com-plejo, lo que nos lleva a receptaropiniones diversas, provenientesde múltiples ramas del saber –in-cluyendo el conocimiento tradicio-nal o “primitivo”– a fin que elEstado pueda asumir el rol que lecorresponde en la toma de deci-siones dirigidas a la protecciónde bienes comunes tales como lasalud de sus habitantes, la biodi-versidad o el medio ambiente.

Tampoco podemos apartarde esta reflexión la circunstanciade que nos hallamos inmersos en

lo que Beck caracteriza como “so-ciedad del riesgo global”. Hablarde riesgo en este panorama histó-rico importa adoptar una posiciónaxiológica que no se agote en unmero cálculo de probabilidades,sino que compromete decisionespolíticas colectivas que deben serorientadas por la ética.19

La sociedad, a través demecanismos transparentes, debetener oportunidad de asumir o deexcluir determinados riesgos, entanto las consecuencias temidaspueden recaer sobre ella y sobrelas generaciones que la sucede-rán. Coincidimos sobre este parti-cular con Mac Lean, en cuantotrae al debate la idea de consen-so como principio justificativo delas decisiones centralizadas queimpone el riesgo.20

El consenso debe constituir-se en el centro y la razón de serdel debate social. La obtencióndel consenso en un debate abier-to no puede sentirse contraria alos mecanismos propios de la de-mocracia representativa. Nadiepretende desconocer la funciónque le asignan las leyes funda-mentales a los representantes delpueblo; pero cuando se trata detemas que comprometen seria-mente el presente y el futuro deuna sociedad, es necesario queésta se exprese en otras instan-

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19 U. Beck, La sociedad del riesgo, Barcelona, Paidós, 1998, p. 35.20 D. Mac Lean, op. cit., en M. Douglas, La aceptabilidad del riesgo según las cienciassociales, Barcelona, Paidós, 1996.

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cias y en otras formas a fin de re-vestir de legitimación las decisio-nes políticas que se adopten enel marco instituido por la ley.

Se ha señalado que uno delos principales aportes del princi-pio precautorio –tantas vecesmencionado cuando hablamos deriesgos provocados por las nue-vas tecnologías– es el de la for-mulación colectiva de laaceptación del riesgo, que nopuede ser determinada por lasformas habituales de pericia, muyunilaterales y demasiado raciona-les. Tal definición –lo reiteramos–sólo puede provenir de la gestióncolectiva que compromete todauna serie de actos diversificadospara construir en interacción unaescena de riesgo específico.21

Ni los expertos –cualquierasea su procedencia–, ni el Estadoa través de los órganos de mani-festación política, pueden preten-der imponer a la sociedad laasunción de un riesgo determina-do sin que paralelamente se ma-nifieste el consenso social. Estono se compadecería con la exis-tencia de una democracia adulta,respetuosa de sus ciudadanos.

Lo que sucede con las nue-vas tecnologías es que son porta-doras de una mayor difusión yprofundización de los riesgos, apunto tal que los convierte en ca-

tegoría social. Por ello es naturalque los procedimientos de ges-tión del riesgo se conviertan enun quehacer colectivo.

Reconocido el carácter so-cial del riesgo en los debates vin-culados con su aceptación, todoslos sectores deben estar coloca-dos en una situación de igualdad,incluyendo el científico. En razónde ello, Bestard considera quecuando hay que realizar un análi-sis del riesgo temido en cuanto asu aceptación pública, los exper-tos en diversas disciplinas sedesvanecen para poner en juegolas relaciones sociales en laconstrucción de la categoría delriesgo.22

Los diversos sectores de lasociedad expresan intereses yvalores muchas veces distintos yencontrados, y corresponde a lospoderes políticos decidir –en ba-se a valores aceptados por la ge-neralidad– el nivel de riesgo alcual someterse, arbitrando entreellos, equilibrando las naturalestensiones y evitando finalmente elpredominio sectorial.

La expresión de la opiniónpública puede asumir diversasformas, que no es del caso anali-zar aquí. Lo importante es que eldebate sea enriquecedor.

No caben dudas, cuandonos referimos al tema de cultivos

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21 P. Lascoune, “La précaution, un nouveau standard de jugement”, en Esprit, noviem-bre de 1997, p. 138.22 J. Bestard, en “Prólogo”, en M. Douglas, op.cit.

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transgénicos, que existen exage-raciones, extrapolaciones quedistorsionan el debate, manejo in-debido de información científica,verdades a medias. Esto ocurretanto en los detractores como enlos defensores; pero no puedenegarse que la realización de undebate abierto puede contribuir aorientar la toma de decisiones ra-cionales.

Un buen ejemplo de la for-ma en que puede participar la so-ciedad en este debate, la ofrecela Directiva Europea 2001/18/CErelativa a la liberación de OMG almedio ambiente.

El considerando 10 estable-ce que para disponer de un mar-co legislativo global ytransparente, es necesario que laComisión y los estados miembroconsulten al público durante lapreparación de las medidas y queestén informados de las medidasdurante la aplicación de la Directi-va. En coincidencia con ello, elconsiderando 60 establece que elintercambio de información esta-blecido de acuerdo con la Directi-va debe incluir también laexperiencia obtenida en la consi-deración de los aspectos éticos.

Lo referido se concreta enel artículo 24 que regula la infor-mación al público, y el 29 referidoa los Comités de Ética, en cuantodispone que “las consultas se lle-varán a cabo acorde con las nor-mas de apertura, transparencia yposibilidad de acceso al público.

Los resultados serán públicos”.La toma de decisiones en

un clima de incertidumbre –y deesto se trata cuando hablamosde transgénicos– impone que seala sociedad en su conjunto la queopine o tenga al menos la oportu-nidad de expresarse y ser oída.

En nuestras sociedades escada vez mayor la preocupaciónpor los problemas relativos al me-dio ambiente y a la salud. La de-manda de participación endecisiones relacionadas con laspolíticas de gestión de riesgo escreciente y las regulaciones de-ben hacerse cargo de ello.

La diseminación desordena-da y cuasi oculta al medio am-biente de los cultivostransgénicos se tradujo –y no po-día ser de otra forma– en una re-sistencia hostil. La quema desembradíos, la oposición al ingre-so de buques que transportabansemillas transgénicas y la resis-tencia al consumo de productosque contengan transgénicosconstituyen claros ejemplos delas consecuencias que trae la ca-rencia de un debate social.

Tal como se destacara en elSeminario sobre Percepción So-cial de la Biotecnología, convoca-do por la Fundación Víctor Grifolsi Lucas, “es imprescindible quelas autoridades competentes di-señen mecanismos necesariospara facilitar la recepción y tomaen consideración de las posturasde los grupos de ciudadanos an-

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tes de adoptar decisiones legaleso ejecutivas en torno a las activi-dades relacionadas con la biotec-nología, porque para tomardecisiones consensuadas es ne-cesario que la información no cir-cule en un solo sentido”.23

Más allá y al margen de losdictámenes de expertos sobre laabsoluta inocuidad de los cultivostransgénicos, cabe compartir conHabermas “que la fuerza libera-dora de la reflexión no puede sersustituida por la difusión del sa-ber técnicamente utilizable”.24

Es indudable que sin unainformación previa, acorde con lacomplejidad de los temas plan-teados, el debate social puedeverse frustrado. Compete al Esta-do y a las instituciones de culturasuperior –primordialmente a lasuniversidades– ilustrar a la ciuda-danía sobre la naturaleza y enti-dad de los problemas que sediscuten.

Para identificar y medir lacomprensión de la población conrelación a la ciencia y a la tecno-logía se acuñó el término “alfabe-tización científica”. Miller locomplementó, agregándole “cívi-ca”. La “alfabetización científicacívica” –lo recuerda Carullo– im-plica tres dimensiones relaciona-

das: un vocabulario básico de tér-minos y conceptos científicos, su-ficiente para leer opinionesdivergentes en los periódicos,una comprensión del proceso deinvestigación científica y unacomprensión de las repercusio-nes de la ciencia y la técnica enlos individuos y en la sociedad.25

Este proceso de definicióndel conocimiento es prioritario a finde que grandes masas de la po-blación no se vean marginadas dela discusión de temas socialmenterelevantes. No obstante ello, caberecordar que un mejor conoci-miento por parte de la ciudadaníano impone una aceptación de labiotecnología y sus aplicaciones.El conocimiento constituye simple-mente una herramienta para undebate racional.

De todas formas, es precisodiferenciar con claridad ambosmomentos: el de la información yel del debate, para que la socie-dad civil pueda asumir el rol pro-tagónico fundamental que le cabeen el debate sobre la agriculturatransgénica.

El tema de los cultivos y ali-mentos transgénicos ocupa a dia-rio importantes espacios en losperiódicos, es motivo de reunio-nes, congresos y conferencias, lo

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23 Fundación Víctor Grifols i Lucas, Percepción social de la biotecnología, Barcelona,2001, p. 36.24 J. Habermas, op. cit., p. 129.25 J. C. Carullo, La percepción pública de la ciencia: el caso de la biotecnología, Tokio,Editorial Universidad de las Naciones Unidas, 2002, p. 9.

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que podría generar la impresiónde que existe un debate socialque orienta las decisiones públi-cas. Sin embargo, esto no secompadece con la realidad.

Emilio Muñoz –uno de losestudiosos que más ha profundi-zado el estudio sobre el tema–denuncia la existencia de unaambigüedad muy marcada en losargumentos que se utilizan tantopara quienes proponen estasaplicaciones como para sus críti-cos. Esta ambigüedad, calculada

o no, conduce a una ambivalen-cia en los argumentos y soportesen que se sustenta.26 En definiti-va, el diálogo enriquecedor sesustituye por un cruce de argu-mentos interesados de escaso onulo sustento, que lejos de contri-buir a la búsqueda de la verdad,la oscurece.

Se impone en consecuenciareconstruir un diálogo social quepermita elaborar soluciones queapunten a la tutela del interés ge-neral. ❏

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26 E. Muñoz, “Acción y reacción en la percepción pública de la biotecnología”, en SEB,Libro Verde de la Biotecnología en Agricultura, p. 113.

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