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Bertie Green Junior Travel Award Essays 2016 Ecuador Un premio de viaje de la Sociedad Honoraria Hispánica y los National Spanish Examinations

Bertie Green Junior Travel Award Essays...que podría sobrevivir en un país hispanohablante. Fue un momento inolvidable, porque cuando empiezas a aprender un idioma, puedes sentir

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Bertie Green Junior Travel Award Essays

2016

Ecuador

Un premio de viaje de la Sociedad Honoraria Hispánica y los National Spanish Examinations

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Alice Berry

Antes de viajar con la Sociedad Honoraria Hispánica a Ecuador, nunca había visitado un país fuera de los Estados Unidos. La idea de ir a un país extranjero con personas desconocidas era emocionante y a la vez abrumadora. Cuando llegué a Quito, la verdad es que no había tiempo de tener miedo. Empezamos inmediatamente con numerosas excursiones y actividades, y no descansamos hasta las once de la noche o más tarde. Aunque he tenido algunos días para reflexionar, todavía no he podido contar todo lo que hicimos. Sobre todo, mi viaje a Ecuador me ayudó a tener una mente más abierta. No me importaba si bailaba con los kichwa en Tena, comía hormigas en la Amazonía o iba en una tirolesa sobre un río en Baños. Era necesario estar lista y emocionada para absorber tanto como fuese posible. Además, así se divierte uno más. Mi profesora de español siempre nos dice que nos inclinemos por lo difícil. Creo que ella está pensando en aprender a conjugar verbos o usar vocabulario nuevo, pero su lema era invaluable durante esos diez días. Rara vez estoy incómoda cuando hablo español en la escuela, pero inmersa en la cultura ecuatoriana con personas desconocidas, yo sí estaba nerviosa. La lección más importante que aprendí de cada persona que conocí era que enfrentar lo que da miedo es esencial. Eso es algo que es indispensable de varias maneras, pero especialmente al conocer lenguas y culturas. En los momentos de temor, es posible aprender cosas que no sería posible de otra manera.

Gabriela Caligaris Capítulo Velázquez Brookstone School

Columbus, GA Lisa Keller, asesora

Al volver de Ecuador después de un viaje con la Sociedad Honoraria Hispánica, sé que nunca me olvidaré de este viaje. Yo no cambiaría esos diez días por nada. Todo lo que hicimos durante el viaje contribuyó a enriquecer mi experiencia. Lo que más me impresionó fue la visita a una comunidad kichwa. Después de dar un paseo por la Amazonía (la cual fue increíble también), nuestro grupo se encaminó hacia una típica comunidad kichwa. Nosotros vimos una demonstración de unos ritos tradicionales que hasta hoy en día practican los kichwa. A mí me encantó que los indígenas aún conservan sus tradiciones y siguen hablando en su lengua nativa. Nosotros también tuvimos la oportunidad de jugar un partido de fútbol con los niños de la comunidad. El partido sirvió para conectarnos, no solo con los niños, sino también con la cultura del país. Gracias a una de los chaperones, conocimos más de la cultura kichwa a través del idioma. Aprendimos unas frases que eran difíciles de pronunciar, pero valió la pena aprenderlas para conocer mejor esta cultura. Mediante este viaje a Ecuador, tuve la oportunidad de apreciar más la cultura de este hermoso país, y me gustaría agradecer a la Sociedad Honoraria Hispánica por haberme dado esta experiencia inolvidable.

Learn more at http://www.aatsp.org/shhawards

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Lauren Cameron Capítulo El Dorado

Trinity Preparatory High School Winter Park, FL

Amarilys Heard, asesora Mi experiencia en Ecuador es muy difícil de explicar, porque las amistades que hice y los recuerdos que tengo son únicos. Aprendí muchísimo sobre quien soy y la persona que quiero ser. Una de las experiencias más profundas para mí fue nuestra visita al orfanato, porque siempre he querido adoptar un niño algún día. La alegría y el amor de los niños me conmovieron el corazón, y sentí deseos de darles un hogar y unos padres a todos los niños. Fue fácil olvidar mis posesiones y vida privilegiada, porque mientras jugábamos, todos éramos solamente niños con deseo de jugar y divertirnos. El tiempo que pasamos en el orfanato fue demasiado corto, y para la hora de salir, ya había decidido adoptar un niño de este orfanato en el futuro. La otra experiencia que nunca voy a olvidar fue el partido de fútbol con los chicos en la comunidad kichwa de la Amazonía. Después de jugar, mi camisa blanca ya no era blanca. Todos nos ensuciamos por completo en la tierra del campo. Ninguno de nosotros pensábamos en nuestros teléfonos, los ensayos para las universidades o la tierra que cubría nuestros cuerpos. Todos estábamos viviendo en el momento, y tuve una epifanía mientras estaba caminando al hotel después del partido. Me di cuenta de que en nuestra sociedad complicamos la alegría al punto de que no sabemos cómo estar contentos sin posesiones materiales. También me di cuenta de que había encontrado la forma de alegría más pura del mundo. Estoy sumamente agradecida por esta experiencia, y creo que mi tiempo en Ecuador afectó mi vida más que cualquier otra experiencia hasta ahora.

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Sarah Cawley Capítulo Andalucía

Villa Walsh Academy Morristown, NJ

Sor Josephine Palmeri, asesora Durante diez días en Ecuador, encontré a amigos nuevos, practiqué el español, comí un tipo de comida nueva y aprendí mucho de la cultura del país. Viajamos a tres lugares: Quito, la capital; Tena, un pueblo pequeño en la Amazonia; y Baños, una ciudad un poco menos grande que Quito. En Quito y Baños, pasamos dos días que especialmente me encantaron. En Baños, el primer día tuvimos dos horas de tiempo libre en el centro de la ciudad. Me di cuenta de que tener tiempo en una nueva ciudad es la mejor manera de conocer el lugar. Pudimos hablar entre nosotros, pero también con los vendedores en varias tiendas, y aprender a través de las conversaciones y la energía de las personas con quienes charlábamos. Nos contaron cómo los ciudadanos de la ciudad viven cada día. No recibimos indicaciones de nuestros chaperones; solamente tuvimos una experiencia de aprendizaje. También ese día recibimos una lección de salsa. Es interesante aprender un baile que practican personas en Ecuador, ya sea a través de una lección o simplemente disfrutando de una noche divertida. La lección me mostró la presencia de la música y la belleza del cuerpo humano en la cultura del país. El último día del viaje, visitamos un orfanato por dos horas. Había niños de diferentes edades, incluyendo unos con menos de dos años. Pasamos el tiempo con los niños jugando, charlando, cantando, etc. Pero era muy interesante observar la diferencia entre los niñitos y los adolescentes. Era obvio que mientras los más jóvenes se divirtieron, los adolescentes entendían más su situación, porque parecían más serios y un poco tristes. Nuestro grupo comentó esta diferencia. Aunque los adolescentes están en un entorno positivo y fantástico y están agradecidos a las monjas, tal vez el que se encuentre ahí es el resultado de una tragedia, por lo que habría razón de mostrar tristeza. Después de la experiencia en el orfanato, quiero hacer más por mi comunidad. No vivimos en una sociedad perfecta; hay orfanatos en nuestros pueblos también. Este año, quiero encontrar orfanatos en mi estado o región y pasar tiempo con los niños o ayudar a las organizaciones. La visita al orfanato no fue para enseñarnos sobre nuestra suerte, sino para ayudar a personas que necesitan ayuda. De esta manera, y a través del aprendizaje de la cultura de Ecuador, el viaje me enseñó mucho.

Noelle Daigle Capítulo Gabriel García Márquez

Las Vegas Academy Las Vegas, NV

Anthony Troche, asesor Estoy muy agradecida por haber tenido la oportunidad de ir a Ecuador. Hicimos tantas cosas durante nuestra corta estancia, cada una más emocionante que la última. Estuvimos ocupados desde el aterrizaje en Quito hasta el despegue diez días después por nuestro fabuloso guía. Aprendimos a bailar salsa, visitamos montañas tan altas que tocamos las nubes y caminamos sobre la línea imaginaria ecuatoriana. Uno de mis recuerdos favoritos fue cuando estábamos en un mercado y teníamos que regatear en español con los vendedores. Fue la primera vez que me di cuenta que realmente podía hablar con los hispanohablantes y que podría sobrevivir en un país hispanohablante. Fue un momento inolvidable, porque cuando empiezas a aprender un idioma, puedes sentir que nunca vas a lograr un nivel competente. Recuerdo la primera semana de mi clase de español—tenía dificultad con memorizar el alfabeto y pronunciar las palabras más sencillas. Nunca habría pensado que tres años después estaría hablando español en Ecuador.

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Pero lo que me sorprendió aún más fue que me hice amiga con todos los otros ganadores. Cuando gané esta beca nunca me imaginé que conocería a veintitrés amigos de todas partes de los Estados Unidos, pero eso fue lo que pasó. Era evidente que nos caeríamos bien cuando llegamos al aeropuerto. Todos nos sentamos en un círculo grande e hicimos actividades para romper el hielo, y desde ese momento, no dejamos de reírnos y divertirnos. Soy afortunada de haber compartido esta extraordinaria experiencia con estos chicos. Aprendí tantas cosas allí, no solo sobre el idioma. Definitivamente era la mejor experiencia de mi vida. Me hace sentir más emocionada de viajar en el futuro porque sé que voy a aprender aún más y conocer a más personas y lugares increíbles. Ojalá que yo pueda regresar a este país bello algún día. ¡Viva Ecuador!

Francesca Di Cera Capítulo Los Carneros de Ladue

Ladue Horton Watkins High School Ladue, MO

Maritza Sloan, asesora El viaje a Ecuador fue una gran experiencia llena de aventuras y sorpresas. Desde el momento en que llegamos al país, estábamos inmersos en la cultura por la música tradicional cantando, “¡Ay pobrecito!” en el camino al hotel. Cada día, tenía algo especial, pero mis actividades favoritas fueron a regatear en Otavalo y también la caminata en el Amazonas.

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En Otavalo, una ciudad indígena en el norte de Ecuador, visitamos unos mercados donde hay que regatear con los vendedores antes de comprar algo como una bufanda, un suéter u objetos pequeños. Todo era hecho a mano y la mayoría de los precios parecían muy baratos. Para los vendedores la meta no era ganar dinero, sino lo contrario—la diversión de hacer el mejor regateo. Me sorprendí mucho cuando estaba lista para ir a otra tienda porque no me gustó el precio y el vendedor me dijo, “Ok, ok, bajamos el precio a cinco”. Nunca me imaginaría hacer algo semejante en mi comunidad donde los precios no son negociables.

Me encantó ver que las personas ecuatorianas llevan vidas más sencillas que las nuestras, pero parecen tan felices, si no más felices que nosotros. Otra aventura que me gustó muchísimo fue la caminata por la Amazonía. Cuando nos dieron unas botas de lluvia no creí que aguantarían la caminata pero estaba muy equivocada. Cuando entramos en la selva, subimos colinas fangosas, cruzamos corrientes en piedras y ramas, y caminamos en una cueva llena de agua casi hasta las rodillas—estaba muy feliz de tener mis botas. Antes de llegar a una cascada en el centro de la selva, aprendimos los usos medicinales de la flora de la región. Por ejemplo, la savia del árbol Sangre del Dragón se usa como una crema para limpiar la piel de cicatrices. También probamos hormigas del bosque con un sabor a limón. Regresar de la selva mojados y cubiertos de fango aumentó la emoción de la excursión. El viaje no habría sido un éxito sin la ayuda de los chaperones y también de los nuevos amigos. La mejor parte fue estar con personas que valoraron la cultura y la lengua tanto como yo, además de conocer a personas de varias regiones de los Estados Unidos. Todos llegamos como extranjeros pero salimos riéndonos y agradeciéndole a la Pachamama por un viaje inolvidable.

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Nicole Domínguez

Capítulo Los Serenos La Serna High School

Whittier, CA Elena Jorgenson, asesora

¡Qué chévere!

Mi excursión en Ecuador fue una experiencia inolvidable. Desde el momento en que dejé mi casa hasta regresar, mi viaje a Ecuador, sin ninguna exageración, fue una verdadera aventura. Solo pensándolo hoy me doy cuenta de todas las oportunidades extraordinarias que se me han dado, y aunque me encantaría describir cada actividad individualmente, solo relataré mis favoritas. Sin duda, regatear en el mercado de Otavalo fue una experiencia fascinante. Antes de este viaje, siempre había viajado con mi familia. Entonces, mi mamá se encargaba de negociar las mejores ofertas para cualquier actividad o excursión que queríamos hacer. Desafortunadamente, mi mamá no estaba conmigo para ayudarme, y me tocaba poner en práctica lo que había estudiado toda la vida. La verdad es que nunca me había sentido más orgullosa de una compra. ¡Logré negociar el precio de un suéter hecho de lana de alpaca desde $22 hasta $13! Les prometo que no era nada fácil, porque aunque los ecuatorianos son muy simpáticos, ¡también son muy buenos negociantes! Pero yo estaba decidida hacer valer mis conocimientos y salirme con la mía. ¡Y sí se pudo! Además, nuestra visita al orfanato fue una experiencia que me cambió la vida para siempre. No sabía qué esperar, pero nunca pensé que los niños me iban a afectar tanto. Me sentía muy orgullosa de estos niños porque a pesar de no haber sido tan afortunados de tener una familia, luchan por seguir adelante y hasta encuentran maneras muy originales para divertirse. También sabía que muchos de ellos todavía no entendían su situación, y que pronto iban a darse cuenta de que un detalle muy grande les faltaba en sus vidas. Más que nada me di cuenta de qué afortunada soy de no solo tener padres, sino también de tener las oportunidades de participar en una gran variedad de actividades: deportes, viajes, etc. Nunca olvidaré a Christina por su habilidad y destreza natural en la gimnasia, quien probablemente no tendrá la oportunidad de ser campeona, como yo lo fui. Estos niños lograron despertar en mí los sentimientos que por mucho tiempo habían estado dormidos debido a la comodidad, la tecnología y la vida tan apresurada que llevamos. Vi con admiración cómo los niños apreciaban y veían con asombro las cosas más pequeñas. No solamente para Christina, sino para la mayoría de estos niños, solo ver pasar un avión les ponía una sonrisa en la cara, en la cual pude ver que lo ven como algo inalcanzable. Aunque disfruté bastante la belleza natural de Ecuador, mi parte favorita fue la manera en que este viaje me abrió los ojos. Me siento bendecida por tener mi propia casa, por tener alguien a quien llamar mamá y papá, y por haber sido parte de tantas otras experiencias y oportunidades que yo inconscientemente consideraba necesidades básicas, mientras millones de personas del mundo las considerarían solo sueños. ¡Decir que nuestro viaje a Ecuador fue cheverísimo, me quedaría corta!

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Caelie Flanagan Capítulo Pablo Picasso Suffield High School

West Suffield, CT Magdalena Kruk, asesora

Lecciones

Era el seis de julio, a las siete y media de la mañana, y me sentaba en mi asiento de avión, preparándome para regresar a los Estados Unidos. Miré por la ventanilla y saqué una última foto mental del panorama ecuatoriana. El volcán nevada Cotopaxi y las montañas envolventes siempre estaban presentes en Ecuador. Pero, pronto, ya no estarían presentes en mi vista. Después de lo que había sido un retraso de media hora—media hora de expectación y muchos sentimientos—, empezamos el proceso de salida. Mientras despegábamos, miré por la ventanilla otra vez; en ese momento las montañas estaban desapareciendo debajo de las nubes. Le tiré un beso a Cotopaxi y susurré: “Adiós, Ecuador. Hasta la próxima vez”. La próxima vez—estas palabras parecían improbables, pero con un corazón optimista, le ofrecí un rezo simple a Dios: Señor, Te doy gracias por este país hermoso y por esta gente hermosa. Ahorita, no sé si será Tu deseo que yo visite otra vez, pero espero que sea posible. Sin embargo, de todas formas, guardaré la memoria de este lugar increíble, y todo lo que me has enseñado a través de esta experiencia, en mi corazón, por siempre.

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Me relajé en mi asiento, y reflexioné sobre “las lecciones” de Ecuador. He mejorado mi habilidad de hablar español (obviamente), andando por la selva, regateando en los mercados, volando por tirolesa y hasta comiendo el cuy y una oruga. Estas han sido experiencias increíbles; lecciones, sin duda. Pero la mayor lección, la que contemplé en el avión, y la que contemplo hoy, es la lección del espíritu de la gente. Mi día favorito del viaje fue el último, nuestra visita al orfanato. Había traído materiales y donaciones para darle al establecimiento, pero al final, fui la recipiente de muchos regalos. Los niños allí eran como angelitos, y juntos jugamos en un estado divino. Cada momento pasado con ellos—cada sonrisa, cada broma, cada abrazo y cada beso—fue una lección de alegría y amor. Después de lo que parecía solamente un instante, nuestro autobús estaba listo para salir. Empecé a llorar, no con piedad, sino con la tristeza de despedirme. Mis nuevos amiguitos se acercaron, preguntándome: “¿Por qué estás llorando?” Les contesté con la verdad: “Porque los amo”. Como me di cuenta en el avión, la posibilidad de regresar a Ecuador es incierta. Y sé que en el futuro, ciertos detalles del viaje se me escaparán de la memoria. Puede que se vuelvan borrosos en mi mente como las montañas debajo de las nubes—la imagen de Cotopaxi, los nombres de los restaurantes y su comida, los recuerdos de la selva y aun los nombres y las caras de mis angelitos en el orfanato—pero los sentimientos permanecerán. Se aprendieron las lecciones de aventura, de belleza, de alegría y de amor; y con eso, mi mundo ha expandido y mi corazón se ha profundizado.

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Lianna Golden Capítulo Los Salaos

The Wheatley School Old Westbury, NY

Mary Martínez, asesora “27 de junio y 6 de julio”.... Cada vez que oiga esas fechas, siempre voy a pensar en mi viaje a Ecuador por dos razones: el 27 de junio de 2016 fue el día que conocí a veintitrés de mis mejores amigos y me embarqué en un viaje para el cual yo no tenía ninguna expectativa. El 6 de julio de 2016 fue el día que les dije a los nuevos miembros de mi familia—“Nos veremos pronto”— y lloré lágrimas de alegría mientras recordaba lo vivido y me enamoraba de cada segundo del viaje aún más. El viaje a Ecuador cambió mi vida en diversas formas, y estoy muy agradecida por ello. Siento como si mis ojos se hubiesen abierto ampliamente a los estilos de vida de las personas del mundo que nunca antes había conocido. Como he dicho, cuando salí para Ecuador, yo realmente no sabía qué esperar. No sabía cómo serían la comida y los sabores, cómo se vestirían los indígenas o de qué manera seríamos capaces de comunicarnos con ellos. No sabía cuál sería el aspecto de la ciudad de Quito o si habría señalamientos de tráfico como en Nueva York. Deliberadamente, mantuve la cabeza clara y la mente abierta cuando ingresamos al país. No quería tener ningún tipo de expectativas o de conocimientos previos. Yo quería sumergirme en la cultura ecuatoriana tan profundamente como pudiera para aprender tanto como fuese posible. Orgullosamente, diré que mi método funcionó. Todas las experiencias vividas me enseñaron a absorber la mayor cantidad de conocimientos, lecciones, música, comida, interacciones y mucho más de la mejor manera que podía al momento de vivirlo y dejar de preocuparme por lo que habría de venir antes o después: solo prepararme para vivir el momento en que la vida me había puesto. He encontrado que en numerosas ocasiones, no tenía ni idea de lo que estaba en nuestra agenda para un día en Ecuador, y yo sinceramente no quería saber. Me despertaba, me vestía, desayunaba y esperaba cada día como una nueva aventura. Abría mis ojos y mantenía una mente abierta en cada lugar que visitábamos, verdaderamente asombrada de lo que hacíamos, escuchábamos o incluso comíamos (tos tos, orugas). Como no tenía expectativas previas o imágenes en mi cabeza de lo que iba a suceder ese día, solo me dejaba llevar y experimentaba cada momento conforme iba sucediendo. Este viaje me ha enseñado a hacer precisamente eso: no preocuparme por lo que uno no sabe—simplemente hacer lo que se pueda para disfrutar de lo que se tiene delante y sacarle el máximo provecho a cualquier situación.

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Judith González

Los Guardabosques Redwood High School

Visalia, CA Angélica Jiménez, asesora

Este verano tuve la gran oportunidad de viajar a uno de los países más bellos de Sudamérica. Aunque solo pasé un poco más de una semana en Ecuador, realmente fue una de las experiencias que más ha dejado una huella en mi vida. Este viaje fue la primera vez que salí del estado de California. Más que una buena experiencia, fue realmente un punto de inflexión en mi vida. Salí de California el 26 de junio del 2016 como una persona nerviosa, insegura e infeliz, pero con un profundo deseo de entender y cambiar el mundo. Al estar acompañada por un grupo de estudiantes con un amor igual al mío por el idioma español, verdaderamente me permitió apreciar la cultura de este precioso país. Y aunque había muchos momentos de inspiración en esos pocos días, la mayor epifanía ocurrió mientras ayudaba a un agricultor a plantar los granos de una futura cosecha. Mientras enterraba los granos de maíz, tuve una experiencia de primera mano de lo que significa una vida de trabajo en el campo. La tierra bajo mis pies descalzos y la maravillosa vista montañosa me hicieron sentir una con la tierra y su gente en todas partes. Todos somos uno. Vi lo precioso de los estilos de vida rurales y tradicionales. Las conversaciones con la gente kichwa en la Amazonía me abrieron los ojos a la belleza de nuestras diferencias culturales. Sentí un profundo deseo de vivir años entre los indígenas—para ver, pensar y sentir como ellos. Había un brillo en sus ojos y una calidez en su sonrisa, signos de una alegría más allá de las palabras. Salí del Ecuador con más que buenos recuerdos. Me fui con un profundo deseo de entender y cambiar el mundo. En cierto modo, era una vida dentro de una vida.

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Tyler Jansen Capítulo Los Mineros Telluride High School

Telluride, CO Sara López, asesora

Creo que una de las mejores experiencias durante nuestro viaje en Ecuador fue cuando estuvimos en la selva amazónica. Caminamos desde nuestro hotel por una calle de barro hacia un pueblito pequeño de habitantes kichwa (es decir, personas nativas que hablan el idioma kichwa). Ahí los habitantes locales compartieron algunas bebidas locales con nosotros, prepararon unas comidas típicas, nos mostraron unos bailes tradicionales de la región y también nos enseñaron a bailar de la manera tradicional. Después nos mostraron algunas de sus obras de arte en una casa típica de la selva. Aunque todo eso fue muy interesante, pienso que la mejor parte del día en la selva fue cuando nosotros jugamos un partido de fútbol con los chicos del pueblo. Salimos del pueblito, cruzamos la calle (solo había una en todo el pueblo), y llegamos a una cancha de barro rodeada de árboles tropicales donde encontramos a unos chicos locales jugando al fútbol. De pronto, se formó un partido con chicos ecuatorianos y chicos estadounidenses corriendo y jugando juntos. Nuestro guía, Leo, también jugó en mi equipo. Había un montón de barro en la cancha y los zapatos de todos se ensuciaron rápidamente, pero todos siguieron jugando porque disfrutaban demasiado del partido para parar. Aunque algunos de los chicos locales cayeron múltiples veces, siempre se pusieron de pie inmediatamente de nuevo. El partido empezó al atardecer, cuando el sol tropical empezaba a bajar por el horizonte, y aunque la luz desaparecía rápidamente, nadie quiso dejar de jugar. Cuando llegó un camión de helados, los chaperones les compraron conos de helado a algunos de los chicos locales, y con los conos en mano siguieron jugando con nosotros. Te lo juro que nunca en tu vida has visto nada tan único y gracioso. Tristemente tuvimos que dar fin al partido cuando se puso demasiado oscuro, y empezamos a caminar a nuestro hotel de nuevo. Mientras volvíamos por la calle de barro a nuestro hotel, los otros chicos del viaje y yo empezamos a hablar del partido. De pronto nos dimos cuenta de que esa experiencia de verdad fue como algo que solo ves en las películas. Fue una experiencia tan especial para todos nosotros porque cuando todos estábamos jugando, los chicos ecuatorianos no nos vieron como estadounidenses ni como extranjeros, sino simplemente como otros chicos. Aunque todos nosotros no teníamos la misma nacionalidad, todavía pudimos divertirnos juntos. Al mismo tiempo, también nos dimos cuenta de que somos muy afortunados de tener lo que tenemos en nuestras vidas. Aunque solamente tienen esa cancha de barro en la mitad de la selva, esos chicos pudieron disfrutar de la vida y estar felices con lo que tienen sin quejarse. Esa experiencia intercultural con chicos de otro país no fue larga, pero fue una de las experiencias más memorables y especiales de todo nuestro viaje en Ecuador, y estoy muy agradecido a la Sociedad Honoraria Hispánica, a mi asesora Sara López y a todos los maestros buenísimos que nos acompañaron en el viaje por permitirme tener una experiencia tan especial. Ahora estoy en casa de nuevo, pero cada vez que veo las manchas de barro en mis zapatos, recuerdo esa tarde en la selva ecuatoriana.

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Allison LeHanka

Capítulo Sor Juana Inés de la Cruz Georgetown Visitation Prep High School

Washington, DC Christy Joria, asesora

Este verano pasado viajé a Ecuador por diez días increíbles. Explorando un país lleno de cultura y vida con veintitrés otros estudiantes, descubrí la belleza de todos los aspectos de Ecuador—su paisaje y su geografía, su gente y sus instituciones, su cultura y su espíritu. Desde los primeros momentos en Ecuador era obvio que la tierra era hermosa. No se puede mirar en ninguna dirección sin asombrarse por la vista. Rodeada de las montañas Andes y a veces la selva amazónica, me parecía que estaba en el lugar más pintoresco del mundo. Nuestra visita a la selva tropical, con todas las plantas raras, las cuevas ocultas y los colores vivos, reforzó esta idea. Y cuando llegamos a la cascada enorme llamada El Pailón del Diablo, se adueñó de mí el sentimiento de asombro ante la naturaleza. Experimenté una sensación de asombro semejante al conocer a la gente indígena. Un día sembramos y cocinamos con la tribu salasaka. Me interesaban mucho la ropa tradicional y la manera de vida sencilla pero contenta de las personas. La hora que trabajamos en el campo no era tan difícil, pero me hizo pensar en todo el trabajo necesario para poner comida en mi plato todos los días. Tuvimos la oportunidad de visitar otra comunidad indígena, la tribu kichwa de Huasquilla, y ellos nos mostraron los bailes tradicionales y cantaron en kichwa. Todas las personas que conocimos emanaron un carácter simpático y entusiasmado. En su presencia, siempre tenía una sonrisa. Creo que las personas indígenas encarnaban el espíritu del país, un espíritu que también encontré en la cultura musical. Durante el viaje, escuchamos canciones folklóricas de Ecuador. Muchas de estas canciones tenían un ritmo animado y una letra que describía una historia de amor o un triunfo. Las melodías eran muy memorables y nunca podré olvidarlas. En la última noche, una banda viva tocó nuestras canciones favoritas ecuatorianas. Era la manera perfecta de terminar el viaje. La energía de la música y el entusiasmo de la banda reflejaron el ánimo que sentía durante todo el viaje—en nuestras aventuras, en las relaciones con los ecuatorianos y en mi amor por el país y la lengua española.

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Hannah London

Capítulo San Martín de Valencia St. John’s College High School

Chevy Chase, DC Helen Winder, asesora

Siempre he amado la naturaleza. Pasé una gran parte de mi niñez en los bosques, los ríos, las montañas y las praderas. Para mí, lo que hace la diferencia de ser un país impresionante es la belleza de la flora y la fauna. Creo que el espíritu del ser humano está más cercano a lo divino y a la sabiduría completa cuando está rodeado de la naturaleza. Así que ya podrán imaginarse mi emoción al viajar a Ecuador, un país que tiene una gran reputación por su biodiversidad. Las mañanas ecuatorianas eran frescas y lindas. Las empezábamos con desayunos de frutas tropicales, jugos deliciosos, pan dulce y ricas carnes. Los alimentos nos preparaban para los nublados cielos matutinos encima de las aguas termales de Papallacta y en las montañas de Baños de Santa Agua. Las enormes colinas eran de variados colores y parecían como si estuvieran hechas de edredones de hierba. Al mediodía, probábamos los sabores de la naturaleza. Durante nuestra exploración del valle quiteño, comimos helado que se llamaba “frutos del bosque” y “papa locro”, una sopa de papa, queso y aguacate—complementario al paisaje andino. Me enamoré de la fuerza ilimitada de la cascada El Pailón del Diablo. Por las tardes, en la región de la Amazonía, experimentamos el misterio de la selva. Recuerdo la libertad que sentí en el aire cuando volé dentro de los árboles, agarrada de una liana. Todavía puedo sentir la sensación del aire de la selva y el golpazo en mi corazón cuando entré en la cueva en Huasquila. Era totalmente oscura, con un techo bajo que tenía murciélagos, arañas y escorpiones. Había un arroyito en el suelo, el cual creció más y más hasta que, finalmente, escalamos las rocas al fondo de la cueva y salimos hacia arriba para ver el sol brillante, iluminando las rocas cubiertas de musgo y los árboles altísimos bañados de una luz dorada. Dimos la bienvenida a las noches con comidas deliciosas y postres elegantes. Bebimos el aire salvaje y escuchamos la música de la lluvia, los insectos y la respiración de las montañas y la selva. Una noche, tomamos un “autobús de fiesta” a las afueras de la ciudad y subimos una montaña para beber té y ver nuestro entorno bajo la luna. Vimos una oscuridad poderosa y encantadora, decorada por el encaje de las luces de la cuidad. En ese momento, me sentí parte de la súper-alma de Emerson. En ese momento, me sentí en armonía con la naturaleza.

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Max Mazursky

Capítulo Don Quixote Scotch Plains Fanwood High School

Scotch Plains, New Jersey Daniela Davidzon, asesora

Ecuador: ¡un país que nunca voy a olvidar!

Desde el primer día hasta el último adiós en el aeropuerto, cada momento en Ecuador fue increíble y no voy a olvidar esta experiencia. Compartí el viaje con veintitrés estudiantes inteligentes y apasionados. Antes de este viaje, estaba nervioso, porque no sabía mucho sobre la cultura ecuatoriana y pensaba que no habría mucho que hacer en Ecuador. Este pensamiento no fue nada correcto; la cultura ecuatoriana es una cultura bella e interesante. Sin embargo, la gente de Ecuador fue lo que más me impresionó. Cuando fuimos al orfanato, pasé el tiempo un niño que se llama Luis. Era feliz aunque es huérfano. Claro, Luis es solamente una persona pero también representa la población de Ecuador en su totalidad. ¡Todas las personas con quienes yo hablaba eran muy amables y se mostraban felices! A causa de esta experiencia, voy a buscar la felicidad en mi vida porque vi la habilidad de los ecuatorianos de ser felices siempre. Esta experiencia también ha abierto mis ojos a la importancia de conocer otras culturas. En el futuro, quiero regresar a Ecuador para aprender más de la cultura y quiero viajar a otros países hispanohablantes para mejorar mi español y explorar más culturas. Por un lado, esta experiencia fue increíble porque Ecuador es un país muy lindo, pero por otro lado, las personas que viajaban conmigo fueron la razón por la cual no voy a olvidar esta experiencia. Cada estudiante era simpático y amable. Yo podía confiar en todas las personas en el viaje y puedo decir con confianza que ahora tengo veintitrés amigos más. Cada persona ha impactado diferentes aspectos de mi vida. Les voy a extrañar a todos. Para concluir quiero decir muchas gracias a la Sociedad Honoraria Hispánica por esta oportunidad. Voy a llevar esta experiencia conmigo durante toda la vida. También, muchísimas gracias a mi profesora, la Sra. Davidzon, por su pasión porque sin ella no habría tenido esta oportunidad. Nunca voy a olvidar este viaje y la cultura ecuatoriana. ¡Ay pobrecito!

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Leah Mushall

Capítulo El Sol New Berlin West High School

New Berlin, WI Nicole Thompson, asesora

Antes de salir para este viaje, jamás habría podido imaginar que veintitrés desconocidos y diez días en Ecuador podrían cambiar mi vida tanto. Ahora, no puedo imaginar mi vida sin estas experiencias invaluables que he adquirido o las amistades que he creado. Una de mis partes favoritas fue la música: escuchar la música andina durante nuestro primer almuerzo, cantar canciones del género de música Pasillo—famosa en Ecuador—como “¡Ay pobrecito!”, bailar en el autobús de fiesta y, por supuesto, la banda que tocó música en vivo durante la última cena. La comida fue una parte muy memorable del viaje también. Antes de algunas comidas nos sirvieron una sopa hecha de papas que se llama locro. ¡Estaba deliciosa! Otra comida popular estaba tostada y se parecía mucho a las semillas de palomitas de maíz. ¡Esta comida tiene un sabor increíble también! Y, por supuesto, como cualquiera que viaja a Ecuador tiene que hacer, ¡yo comí cuy! No me gustó, pero estoy contenta de poder decir que he probado cuy. Finalmente, la mejor parte del viaje fueron las experiencias culturales. Nosotros visitamos dos poblaciones indígenas. En uno de los pueblos nosotros sembramos con la gente y en el otro nos mostraron sus bailes y canciones y los niños nos invitaron a bailar con ellos. Me encantó visitar los pueblos porque me mostró la gente y la cultura asombrosas de Ecuador. Estoy muy agradecida por esta oportunidad y las experiencias fenomenales durante el viaje. Nunca olvidaré todas las personas que conocí ni los recuerdos de las experiencias que viví en este viaje increíble a Ecuador.

“Preparándose para volar” (foto de Matthew Nadel)

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Matthew Nadel

Capítulo José Limón A. W. Dreyfoos School of the Arts

West Palm Beach, FL Barbara Smith, asesora

La lengua de conexión

Con una maleta grande y mis dos padres—uno a cada lado, caminaba con incertidumbre. Doblé en una esquina en el Aeropuerto Internacional de Miami, y lo encontré: un grupo de 23 estudiantes estadounidenses sentados en un círculo, tratando con esfuerzo de conocerse usando solamente el español Me senté, y miré alrededor de mi asiento. Allí, había 23 individuos de regiones diferentes, culturas incomparables y experiencias diversas. Cuando me tocó a mí presentarme, empecé con: “Hola. Me llamo Mateo. Soy de la Florida, y mi sabor favorito de helado es galletas y crema”. Era básico; sin embargo, después de muy poco tiempo, ese grupo de desconocidos se transformó en un grupo de mejores amigos. No era porque tuviésemos intereses similares o los mismos amigos. Lo que nos unificó fue una pasión por la lengua española. Aprendí rápidamente que la lengua era tan poderosa que formaba una conexión mágica. Cuando llegué al Ecuador, me di cuenta de que la magia no había desaparecido. Cada palabra de español destruyó una barrera que me separaba de la gente ecuatoriana. La lengua me conectó con la gente en el mercado de Otavalo, donde regateé con vendedores y hablé con artistas sobre las obras que creaban. Podía hablar con la vieja costurera que armó un edredón que me hizo cosquillas cuando lo toqué. Podía tener una conversación con un pintor sobre su proceso artístico, comparando mi proceso personal con el suyo. En la Selva del Amazonas, el español me permitió comprender las historias orales que ha transmitido la gente indígena de generación en generación. Podía entender las instrucciones para hacer una corona de ramas y maquillaje de la savia de un árbol. El idioma me abrió la mente a los rituales de limpieza espiritual y a los trucos de quema que usaron los campesinos de papas. El español me conectó con los niñitos en el orfanato San Vicente de Pablo, que me llamaron “hermano”. Me reí con ellos y desarrollé un amor por ellos. En Ecuador, yo aprendí que el español no es solamente para las telenovelas y los trabajos bien pagados; el español permite una conexión que cruza fronteras culturales. Ahora sé que un idioma extranjero me abre un mundo de lecciones y experiencias de las que puedo aprender. No es algo de diplomacia. Es una conexión humana.

“Una ceremonia de purificación” (foto de Matthew Nadel)

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Anitha Ramadoss

Capítulo Pablo Neruda Hamilton High School

Chandler, AZ Linda Hayes, asesora

Este viaje inolvidable fue la experiencia más importante de mi vida por muchas razones. La primera es un país bellísimo—con un paisaje verde, unas actividades divertidas y gente tan simpática. También hay comida, cultura e historia únicas, con mucho que aprender. Pero lo más importante de todo fue el grupo del viaje a Ecuador—los chicos, que no conocíamos antes, pero que ahora son nuestros mejores amigos del mundo. Juntos por nuestro amor por la lengua, estas relaciones van a permanecer con nosotros por muchos años. En la primera hora en el aeropuerto, participamos en actividades para conocernos, y antes del vuelo a Quito, parecíamos como amigos de más de diez años. Al terminar el viaje, observamos que si alguien necesitaba algo—pequeño o grande—cinco personas estaban gustosas por ayudar. Así, establecimos amistades de amor, amabilidad y compasión. Para darles una idea de las actividades que hicimos, tuvimos un horario llenísimo. En Baños, fuimos de canotaje, también a la casa del árbol, al fin del mundo, tuvimos un día de spa, fuimos a una iglesia y al mercado, aprendimos a bailar salsa e hicimos una excursión en un bus de fiesta muy divertido. En Tena, caminamos por la Amazonía, visitamos un pueblo indígena donde jugamos al fútbol, bailamos con los niños del pueblo y disfrutamos de comida buenísima. Al final, en Quito, pasamos por esta elegante ciudad, visitamos un orfanato, fuimos a la comunidad salasaca donde sembramos vegetales y regateamos en dos mercados. Además de establecer relaciones de amistad, este viaje fue una oportunidad de inmersión que no puedo comparar con ninguno de los otros viajes que había realizado antes. Aprendimos un poco de kichwa y experimentamos el español de muchas personas con dialectos y acentos variados—por ejemplo, nuestro guía, el conductor del autobús, la gente del hotel en la Amazonía, los del mercado en Quito y el pueblo indígena en Tena. Fue la experiencia perfecta para mejorar el español y conocer a personas increíbles. Me encantó cada segundo del viaje, y me gustaría tener más experiencias como esta en el futuro.

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Nathanael Schetter

Capítulo Machu Picchu Niles North High School

Skokie, IL Susan Ranft, asesora

El viaje a Ecuador fue una gran aventura, llena de nuevas experiencias que me ayudaron a comprender algunos aspectos de la vida en ese país. Para mí, lo notable fue la diferencia entre el modo de vivir en los Estados Unidos y el de Ecuador. En Ecuador, particularmente en las zonas rurales, como la selva amazónica y las comunidades agrícolas, el ritmo de vida es más lento que en los Estados Unidos. La gente se toma el tiempo para apreciar y aprender sobre la inmensa belleza de la naturaleza de su país. También, en la capital de Quito, con sus casi 2,7 millones de personas, la actitud no parece ser tan apresurada como en los Estados Unidos. Hay personas en las plazas, hablando entre sí y dando de comer a los pájaros. Las razones de la vida tranquila en las comunidades agrícolas son evidentes: todos tienen que cultivar y cocinar y todos pasan la vida al aire libre, donde pueden ver y oír a la naturaleza. Sus vidas no están llenas de la tecnología como en los Estados Unidos y por eso tienen tiempo para trabajar y jugar con los demás. Sin duda, su vida no es fácil. Si las personas no cosechan suficiente comida, no pueden comer. Pero a pesar de este desafío, la gente es muy acogedora con los visitantes y les encanta compartir información de su cultura. Tienen una conexión importante con la tierra porque es la fuente de su comida. A mí, me fue fascinante presenciar la vida calmada, que parece estar llena de alegría por las cosas pequeñas y que tiene un enfoque en la familia, la tierra y las necesidades sencillas. Esa visión de una vida totalmente diferente de la mía me acompañará para toda la vida, y por eso estoy muy agradecido.

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Sarah Thompson

Capítulo Mérito Juvenil Marist High School

Chicago, IL Erica Nathan-Gamauf, asesora

Primero, quiero darles las gracias a las personas que me ayudaron y a las que me dieron esta beca de Bertie Green Estaré siempre agradecida porque esta experiencia me cambió en muchos aspectos. Soy muy tímida y no me gusta conocer a muchas personas nuevas en poco tiempo. El viajar, dormir y comer con mis compañeros nos permitió conocernos el uno al otro muy rápido. Me gustan más los aspectos simples del viaje. Con cada comida, aprendí algo nuevo del español, o algo sobre la política, o de las personas en general. Este viaje me forzó a conversar con personas nuevas cada día. Nunca olvidaré cuando nosotros estábamos en el orfanato jugando con los niños y yo conversaba con dos niños. Fue un momento de realización para mí. Además del idioma español, no tenía nada en común con los niños, pero a través del idioma nos comprendimos. Este viaje me enseñó muchas cosas, pero lo más importante fue que no tengo nada que perder. Tomar riesgos tiene que ser algo que debo hacer todos los días de mi vida. Pienso que no tendré una experiencia similar a esta jamás en mi vida, y es por esto que estoy tan agradecida.

Eliana Uriona Capítulo Pablo Sexto

Paul VI Catholic High School Fairfax, VA

Cindy Ali, asesora Tener la oportunidad de viajar a un país gratis, y sumergirte en la cultura y el idioma con personas increíbles, es algo que pasa solamente una vez en la vida. Nunca pensé que mi viaje a Ecuador cambiaría no solo mi vida, sino también mi perspectiva de la lengua española. Primero, quiero hablar de veintitrés estudiantes que me mostraron la belleza de la vida. Estos estudiantes están llenos de pasión y amor. Ellos me enseñaron que la cosa más importante es alcanzar la felicidad. El viaje no habría sido tan increíble sin ellos. Salí de Ecuador con un nuevo aprecio por la vida, y también con veintitrés nuevos mejores amigos. Los estudiantes me inspiraron, y es un honor conocerlos. Cuando gané la beca, estaba muy nerviosa porque no tenía confianza en mi habilidad de hablar en español. Durante el viaje, fuimos a un mercado grande en Otavalo, Ecuador. Siempre voy a recordar ese día, porque era el día cuando me di cuenta de que sí puedo hablar español con un ciudadano de un país hispanohablante. Es increíble ser capaz de hablar y regatear con otras personas en el idioma de ellos. Se puede conectar con ellos de una manera muy especial, y esto lo aprendí en el viaje. Sin este viaje, nunca habría sabido que mi pasión en la vida es viajar a otros países para saber más de la cultura y de la vida de las personas de cada país. La belleza que encontré en Ecuador era espectacular, no solo en la naturaleza, sino también en los ecuatorianos mismos. Este viaje a Ecuador me mostró otro mundo de música y comida que nunca habría conocido sin él. Quiero decirles gracias a la señora Park y a todas las otras maestras. Siempre estaré agradecida por esta oportunidad.

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Akhil Vaidya Los Madrileños

Johns Creek High School Johns Creek, GA

Katherine Sánchez, asesora Para mucha gente, el medio ambiente y la naturaleza son unas de las razones más populares para ir de vacaciones. Muchas personas quieren una conexión con la tierra que no pueden encontrar en sus vidas diarias. Normalmente, con la acampada, los deportes y otras actividades al aire libre, se puede sentir un rastro de esta conexión, pero, al mismo tiempo, se sabe que esto es solo el comienzo. Antes de este viaje, me sentía nervioso porque no tengo mucho interés en la naturaleza y las cosas ambientales; estaba muy preocupado de sentirme avergonzado o quedarme atrás. Cuando llegamos a Ecuador, sin embargo, inmediatamente nos sentimos conectados con una fuerza y un espíritu más grandes y profundos que nosotros mismos. Desde el primer día en Ecuador, con el aire suave y la flora abundante, yo sabía que había algo único en Ecuador. En este país, se puede encontrar lugares y monumentos extraordinarios como la Mitad del Mundo y el Panecillo que solo existen como otra parte de la identidad de este país. Por todos los recorridos y las visitas, sin embargo, hay una energía que emana de la tierra. Desde las calles de Quito hasta la selva amazónica, todo gira alrededor de la naturaleza. Había visitado muchos países con mucho ecoturismo y naturaleza bella antes, pero nunca había sentido que el medio ambiente fuera una parte viva y esencial de la identidad de un país. La cultura existe solo en este ambiente, no al revés. La flora, los animales y las personas tienen esta energía vibrante. Nunca la olvidaré.

Olivia Varones Capítulo Los Goyescos

Highland Park High School Highland Park, IL

Nancy Hagopain, asesora Cuando regresé a mi casa después de nuestro viaje a Ecuador, todos los miembros de mi familia y mis amigos me preguntaron acerca de mi viaje. Querían saber más acerca de mi itinerario, la comida, el clima y mis impresiones del país. Traté lo mejor que pude de explicar el viaje, pero enfrenté dificultades al expresarme. (Una de estas dificultades era que había hablado español casi todo el tiempo en Ecuador y ¡era difícil cambiar a inglés!) Era muy difícil capturar mis sentimientos y el profundo efecto que este viaje había tenido en mi vida y en mi identidad. Para mis amigos y mi familia, es posible que este viaje pudiera parecer divertido e interesante, pero para mí, fue una experiencia que me brindó la oportunidad de crecer, de empujar los límites de mi zona de confort y de pasar tiempo con tantos estudiantes increíbles que comparten mi pasión por el idioma español. Fue una experiencia inolvidable que me cambió profundamente como hispanohablante y también como persona. Es cierto que todos compartimos una pasión por el idioma español, pero también teníamos una pasión por aprender acerca de las perspectivas y los estilos de vida diferentes a los nuestros, y por tratar de convertirnos en mejores ciudadanos de la comunidad global. Pienso que todos los estudiantes en el viaje tuvimos la oportunidad de aprender el uno del otro y de todos los ecuatorianos que conocimos en nuestro viaje. El aprendizaje de los idiomas, especialmente el español, no solo abre puertas para los estudiantes en un sentido profesional y académico, sino también en un sentido muy personal. Poder comunicarme con mis compañeros y con todas las personas que conocimos en el viaje fue una experiencia inolvidable que me ha inspirado a continuar estudiando el español.

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Christina Xu

Capítulo La Acelera Parsippany High School

Parsippany, NJ Jay Duhl, asesor

Este verano pasado, tuve la oportunidad de viajar a Ecuador. Allí, tuve muchas experiencias inolvidables con otros adolescentes y aprendí mucho sobre el país y la cultura de los ecuatorianos. Nosotros viajamos a Quito—la capital de Ecuador—y también visitamos la ciudad de Baños. Sin embargo, la parte más importante del viaje para mí fue nuestra visita a la comunidad kichwa añangu. Cuando llegamos a la comunidad, estaba muy nerviosa y tenía miedo porque estaba preocupada por los problemas de comunicación entre los niños y yo. Por suerte, primero, los locales nos enseñaron múltiples componentes de su cultura. Aprendí que su cultura es muy diferente de la nuestra; ellos usan utensilios únicos para comer, comen comidas especiales y bailan de una manera diferente. Pero, mi observación más importante fue que ellos tienen un estilo de vida completamente diferente del nuestro. No necesitaban sus teléfonos cada cinco minutos, no sacaban fotos de todas las cosas que veían y no compraban aparatos nuevos frecuentemente. En lugar de estas acciones, los niños se divertían con una pelota y sin la tecnología. Corrían todos los días y jugaban al fútbol y al voleibol, y estaban sonriendo constantemente. Por ejemplo, cuando jugué con ellos, estaban felices todo el tiempo; no puedo olvidar sus sonrisas radiantes. Después de la visita a la comunidad kichwa añangu, aprendí mucho sobre mi vida. No necesito muchas posesiones para ser feliz. Mi felicidad es interna y los factores externos no deben influirla; no debo vivir una vida materialista porque al final, mis posesiones no deben importarme. Estoy muy agradecida por la oportunidad de conocer a los locales de la comunidad kichwa añangu, y definitivamente voy a visitarlos otra vez en el futuro.

Polina Yashnyk Capítulo Julia Álvarez

Gerstell Academy Finksburg, MD

Deborah Doyle, asesora ¡Estoy tan contenta de haber ganado este viaje a Ecuador! Nunca podré olvidar la experiencia ni los amigos que hice durante este viaje. Ecuador es un país hermoso que es rico en historia y cultura. Me alegro de haber sido capaz de verlo con mis propios ojos. Esta experiencia desde el principio hasta el fin estuvo llena de energía positiva. El primer día, yo estaba muy nerviosa por conocer a los viajeros. Sin embargo, cuando los conocí fueron amables y acogedores. ¡Todos conectamos fácilmente! La experiencia fue más divertida debido a mis nuevos amigos. Nuestro guía turístico, Leo, fue muy amable e informativo. Él sabía mucha información acerca del hermoso país de Ecuador. Cada vez que tenía una pregunta, él siempre sabía la respuesta. Nos llevó a muchos lugares hermosos, como la capital, Quito. Quito está llena de historia y cultura; aprendí mucho durante los dos primeros días del viaje. Por ejemplo, la lengua de muchas de las comunidades indígenas es kichwa. Después de explorar la vida de la ciudad, nos trasladamos al bosque lluvioso de la Amazonía donde exploramos el lado natural de Ecuador. La parte más interesante del viaje la encontré caminando a través de la selva amazónica. El grupo luchó para caminar a través de los diferentes tipos de terrenos. Aunque luchábamos por hacerlo, supimos la manera en que las personas usan la naturaleza para usos cotidianos.

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Después de eso, fuimos a la gran ciudad de Baños. Esta fue la parte más memorable del viaje. Visitamos el fin del mundo, la casa del árbol y otros bellos lugares. Pasé por muchos riesgos durante estos días, pero no me arrepiento. Para resumir, este fue un viaje inolvidable. Siempre recordaré el país de Ecuador y las relaciones que establecí allí. Expreso mi gratitud a la Sociedad Honoraria Hispánica por esta increíble oportunidad.

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¡TODOS A UNA!