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Biblioteca Nacional del Ecuador Eugenio Espejorepositorio.casadelacultura.gob.ec/bitstream/34000/716/1/FR1-L... · I~OllER'l'O .ANDRADE nos se agitan, y la lengua está como ga llardete

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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

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PACHO VlLLANlAR

Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

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IJACHO VI LLAMAR\

"Como en el da se pnb/ic.n todo, lle decidido publicar estos papfles, siu n1~s 8.Veriguaciones, mzldaru:lo slo los JJO!llb1es pro--_pi;.;~. parn que si vive11 los qu~ co~ ~lJos se q'csigna11, no se vea.11 en novela si11 CJ uererlo 11i permi-tirlo'',

JUAN VALERA [Pepita Jimnez)

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GUAYAQUI: , ,") fT {';~l.~ .. -~_\~ t ~ ~-,= :;., -~-~f Y.f<

IM l'IWNTA DE LA CONCORDIA

1900

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ES PROPIEDAD.

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PACHO ViLLAMAR

CAPITULO 1

Invierno! Esta es la estacin alegre en la silenciosa ciudad de los Scyris: alegre, porque disculpa el ocio y, si en las calles disminuye el concurso, yese en las casas pobres msica lastimera y guitanesca, y los acaudalados echan carcajadas con ms rudo, arrellanados en sus _sillones de da-masco, envueltos en grandes capas y cu-biertas las cabezas con gorros de terciope-lo azul 6 carmes, bordados de hilo de oro y con borlas. Mientras los pies y las ma-

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I~OllER'l'O .ANDRADE

nos se agitan, y la lengua est como ga-llardete en clia ele viento, causa de la efer-vescencia del cerebro producida por el me-nudeo de tragnillos, de aguardiente de caa, por supuesto, mientras el chocola-te humea en tazones, con pan y queso de Pe-sillo al rededor, y uno contesta "sin pecado concebida" ft los que le acuden con "ave Mara Santsima", causa de un repentno estormtdo, nadie t1twc1e decir qqe no hay alegra, aunque vea que el aguacero echa abajo la ciudad.~ El quiteo es bueno en todo, hasta en eso de contentarse con poco, Qu importa que haya muchos pobres y que en invierno carc?.can hasta ele sal y combustibles? No hay pohre que no suela tener sus jaranas. Raras_son las poblacio-nes donde no siempre es''estimapo e prove-~ho del trabajo. Pero 1rt gente inclustria:1, los al"tcsnnos, Jos cholos, forman tl'n grc1i1io muy interesante en la capital del Ecuador. Son polwes; pero comprenden que siendo ricos mEtim~ara sn modo de viv:it: por eso aspiran con fuerza {L o btcncr mejor predi-camento. Ntnsc en ellos sed de aprcndi. zaje; mas, en razn de sn pobreza igno-ra11cia, escollan en la menor dificultad. Hay ingenieros, mecnicos, exploradres,

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artistas, artesanos y artfices sin ciencia; porque dnde la han de hallar, por mu-cho que la busquen? Empiezan, y ah se quedan. Raros son, sin embargo, los qne t;e entregan yicios: la mayota desapare-ce en el laberinto de una miseria sorda y silenciosa. Y en el antro de la miseria ms t:riste vense con frecuencia manifestaciones de ingenio que sorprenden: por las calles venden a m uktos, o brillas escul tundes y pic-t6ricas, cuadros de costumbres quitefias, itnitaciones admirables de algn artefacto t'llropeo: venden estos artculos mendigos, .Y 111endigos son los autores ele ellos rnuchas veces: llaman la atl':ucin en la msica, rn-~ica se oye en su locuela; pero nunca pudic-1'1111 salir del yaraY.

Noviembre de 1873 pas tan lluvioso y, !Hllltbdo como cualquier otro Noviembre. 1 ksdc 1868 hasta la fecha, no ha temblado i'n:iumente la tierra en Quito, 110 hnn dan-wdo sus viejos edificios, no se ha difundido

8 .ROBERTO A.NDRADE

nos, y los templos de sacerdotes y devotas. Lo bueno del vecindario muy poco circula-ba en la ciudad, por el inconveniente de las Hu vas y la falta de lugares de recreo Qu era de las qtiiteas bellas, llc los lechugui-nos elegantes, de los hombres maduros y matronas? A las primeras y las ltimas podan ustedes verJas en los templos, y eso en las maanas y las tardes; y los hom-bres, en los portales ele la plaza en la no-che, en donde paseaban envueltos en capas, departiendo acalorados acerca del buen paso de un caballo, del precio ele los bueyes gordos, indiferentes respecto de la cons truccin de un ferrocarril la canalizacin de la ciudad. - Otr! Buen mozo est, pues, el cha-

gra, iba diciendo una jamona por la calle solitaria de San Marcos, recogida la bas-quia para que no se ensuciara en las baldosas, viendo en un balcn al joven Don Francisco Villamar.

Francisco Villamar, quien todos lla-maban Pacho Pachito, era uno de mis amigos, y le voy describir tal cual re_ side en mi memoria. En aquella tarde iba yo su casa, y le vea desde donde lo haca la jamona. Era cenceo y. alto,

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PACIIO \'ILl,A;\fAH 9

y de fisonoma enrgica y hermosa. J\llos-trba.se triste, pesar de sus diez y nueve aos, y ni siquiera miraba los transeuntes, los cuales ya no eran raros, porque en aquel momento haba cesado la lluvia. San Marcos no est en el centro, verdad es: call

10 J{Oilfo:Tl'f) i'\.;{01~.\Df':

hcnrb rkhnjo rk un;t cpdl~l"lll~~ J'l)c\Ctcl, los rayosck S!IS ojos demostraban pohucia y el gvsl.:o de sus labim; unn scrlicin ele de-seos.

De pronto se a1Jril'ron h~ batiente:; cld halcm mirar al soslnyo, ln~~ manos en lo~; bobillos de nno~; estrechos p:wlalo!ll:s. L:1 apar.iciJn era n"rtlntcntc illtct-csrmtc l1nsta panr tlll Xcn(>-crntcs ( tlll l'upa: lHl:t muclwl'lm fk diez y .;dc ai'!os~ y bcll1sima. Diram: cptc se illt--n!in(, la c

J",\Clld VrLL.\,\1.'.1~ 1:1

plicgncfL Estos embelesos no scrnn raros t'll \ttito, si menudo la naturaleza no cs-111 \'er:t en guerra con el mte grotcl;co. El l>i:mlUto, el albayalc1c, manC'jatlos por el diablo, !tan puesto en clcrrota Lll ugcl ele In hclleza na tu m!. El \'esti;lo ern sencillo v por adorno no traa sino una -lor en los t'llildlos. iluminftlmla el sol ele ll\'~rno, t'sl' sol nl cual sohrmt rayos luminosm;. Vi-lfnnwr no la miraba con insistencia, pues-ch':wiabn los ojos cuamlo iban encontrar- :H' con los ele ella, y clln aparentabrt no mi-nrlc en rthsolnto. En este jnego pa~;aron td~ttnos minutos, hasta que ck improviso \\1' ctteontxaron ln8 miradas. El Re sonro\,e,. ,; llstintivamcntc inclin la calJcZ

i:OHH'R'I'O A~Tlr./.AilE

vspern haba cstmlo deshabitada: rle dnde ,ena, pues, aquella aparicin? Vi-llamar era tambin inquilino nuevo en la suya, y pocas conexiones tena con nqucl vecimlnrio. Desde luego se vislumbraba que era cstuclin.ntc de Provincia, chngrn, como haba dicho ln jamona; pero ya todos le conocan en el barrio, , por lo menos, aparentn han conocerle. ~En qu le conoce qne es clwgn.t, nwis-

tr? preguntabaen aquel instante la jamo-na un zapatero quien estaba comprnn-do zapatos en un tenrlucho rlel trente.

-Otr{t! No le ve, pues, esa cara ele jl-guel o espantado? 1Jnos dicen que es mor-J:zco, otros que riobambci'o: ele ande tn-min ser, no s. El hecho es que todos los das le veo en el balcn en chacota con chullalevas colegiales.

-Calle no ms! Ya le ha de estar_ can-tando {t la vecina. Apenas viene cuando yn_ ttn. Jess con estos colegiales del da! Por eso yo ni los veo, ni quier que me vean la cara.

-Je, je, replic el zapatero. Si la ven, no cuente Ud. con aumentar el nmero de las once mil vrgenes, patrona.

-Atatny asco!

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)">ACJIO \'TLl .. AM AH

Sub y estrech la mano ele l'acho, quien se esforz en nwnifcstan;c sereno ~mando descnhri que yo le miraba sonriendo.

-Quin es la vecina? le dije al fin. -No la conozco. -Y cmo la saludaste? Se sonrose levemente y pmpadc

prisa. --Es honita, aad: enamrala. Ri apenas y cambi de conversacin

ni momento. Ambos estuc1ifthamos ma" lt'rias diferentes en 1a Universidad de :-innto Tom{ts de Quito: l medicina, yo .illrRJirndcncia. El era del sur: haba resi-dido algn tiempo en Quito; pero yo no le t'I)IIOC sino al comienzo de aquel ao csco-111 r. Su familia era acomodada y numero-l\11; mas l perraneca solo' en Quito. Su llnllilacin no era grande: componbsc d1 dos estiwcias, una de doi'mir, con t'llllla, lavabo y gnarc1an-opa; otra de cs. i ud io y tertulia, con mesas central y de ttt' rimo, dos sofacs y seis sillas. En la ccn-ll'nl hnha una lmpara y una calavera, v t'tl las de animo, tomos de la Anatoma d(' lloscasa, ele Oumica, algunas novelas y "1:1 cosmopolit';," N 4.0 la rstica. En f 1 H lns eun tro nwsns 1inconeras llamaban

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J..[.

la ntcncin .sendos Utmilktes de flores nn-tnntlcs, frescm; y aromftticns, (t. pesnr ele 1:1 hora, _ven un sof nna gui1rra cnic1nclosrt-mcntc eolocndajunto 1111 sohrctoclo tlo-hlatlo eon esmero. La lwbitacin u;tabrt . mny limpia, las pnrcrks euhicrt:ts ele papel, mmqne sin espejos ni cuadros, y el :mclo cntnpizaclo con alfombra ele Chillo. Slo nn retrato lwlJrt all, el del seor Villnma~, padre, hombre ele cincuenta m1os y bar-huelo.

-Sintate, me dijo Pacho. t'pmJimos y remos cinco minutos; pero

yo me ]eynnt y me acerqu nl bnlc(Jn. La vecin::.t se ]Jr.llaba en el mismo sitio, atmque no sola ni en silencio: un:tmuchacha rubia y fcrt, y nnn niita de c1icz mc:;es, cnicn yn. saltaba .en los brazos ele. la una, ya en los de J.a otra, eran su compaft entonces, y la vedna hahlaba como jilguero, eorno si al fin hnbicra hallado salida el cmulo de pa-ln.hrns aglomerado en su g,-rrrgantn.. Con disimulo eclwba vistnzos mi lacio y aca-ricialm ft la nena con sculos ruidosos. Pncho no pudo r1(:jar ele acercarse, porque ft sus odos lleg la armona. Se miraron otra vez npcnas, y otra Ycz hubo cambio de fluidos magnticos. Ya no quedaba la

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menor duda: ambo~-; tlwJiHtm: se ltalJ;\11

la:rid o recproca mente.

Yo -vi, pnc:::, nacer la a~uccnn del amor en el coraz6n, ncaso viq;cn, de rll nllligo Fn.tncisc"J Vlbnwr; yo, padrino de aquel ::11110r recin nacido, debo conu sus dcp1o-ra1Jk~ altilwjos . .I\ 1111 t(nnino volY t. de-cir :'t Villamar, acere::. de aquella azucena, porque conoc que k gttsta1Ja aspirar su l"wgam:ia en rcc;erva: mi narrnci(m est l"twdnda en rdacimws obtcnidw:; muchos ;1!10s de~;pus. P

1G ROBEH.TO .\:'\'IJI~ArJE

nego, muy

PACHO YILLA:\L\ T! 17

------------------------------11myor sttpli\.:io consiste en esperar, y Pacho iila ya ponin1lose ojeroso. No haba cam. l1iado una sola trase con la Circe, por el kmor de ser odo hasta por cualquier men-digo ele la calle. Haban pasado dos ds \' loclaYa no saha ni el nombic de ella, porqne ilnarlil SL' atrevi { ptcguntarlo. 1 Ja y noche horronenba. cartas; pero todas nan reducidas {t cenizas. Al cerrar de untt 11oehc, la pizpireta h:tba CJueclado sola en :w balcn, y Villamar permaneca solo en 1'1 ~;nyo: en laealkca;;i no hlba transe untes 1' Lt noche estaba helad;:, y oscura. Era la IH':tSton oportunsima. Pacho entr al 1'11:1\'to, tosi, escupi, se :~tns los bigo-1,:;'_\- por fin se rc:,;oh {disparar el pri-llll'r caonazo.

--Bt)Cnas noches, seorita. -----Buenas noches, sc or. E~l Url. contenta cnLste barrio'? l\:Ie

l'lll'ct:c que Ud. no ha YYdo antes eu l. As, a~. No tengo moti YOS para estar

tl,~;contcnta.

--!'orlo que hace {[ m, }'O s tengo un lllli!.\'0 po.ra vi\ir en l coutcntsilllo.

). S? Cul es? La vecindad de Uc1., scfioritn.

-Qu ocurrencia!

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iR .ttonF.n1'0 A~DTIADE ----------------------

-No sabe Ud. qw le yoy dar una: carta?

-A m? -Por Dios, seorita, le suplico que no la

rcchazc. Ya Ud. ve que tenemos muy po-co tiempo ele hablar.

-verdad, porque mamft me est{t llaman-do en este momento.

-lVlaana k' dar la carta; pero ahora hgame eltvor de darme su nombre.

-lVlagdalenaGutirrez, para servir {t Ud. Y su gracia?

-Francisco Villa mar, seii.orita. -Hasta mafiana, no? Villamar o_v una carcajacla armoniosa,

y despus se een la ventana. El pobre qued temblando y entr su cuarto pasearse oscuras. De repente rasp un f6sf(Jro, emencli la buga y escribi:

"Cuanto le dijera U, seorita, .apenas le dara idea dd incendio en que se me est consumiendo el corazn. Ud. no sabe quin soy yo, ni yo qn-in es Ud.; y sin embargo la ac1oro con rklirio, la adoro como ua deidad. Yo morira ele pena si no pu-diera r1edrselo Ucl. Ud. me ha de di~;culpar, no es as? Si no me contesta en los dos primeros dns, no he c1e volver {t

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sal u darla jams''.

Cerr In carta y qued tranquilo largu simo rato.

-Oh si se riera de m! exclam de sbito en voz alta.

A la maana siguiente, como se encami-nase la Universidad con el libro abierto .v estudiando por la calle, segn era cos-tnm bre entre los estudiantes en Quito, se \'ncontr de improviso, al voltear una es-quin~t, con Magdalena, y di un salto, como si ella hubiera sido una yvora. El rostro se le volvi una amapola, y h mn-('hncha no pudo menos de reit. Sorprcn-disc de no ser salucliu1a, y contim1fJ. l 'acho se arreci en el acto, sac del bl)ls1llo lllla carta y ech {t Qndru en persecucin

\.:.ni.O:Ri' A~I>H.\UI;

tierto? Magdalena tom la carta y la escondi

. debajo de la manta. Pacho no pudo decir l11;'s: se ahogaba. Sali, cnminb, fu al ejido, en ningn sitio poda detenerse, y quera hahlar en alta voz y con los vientos. Se tendi, por fin, en el llano y qued inm" vil algunos minutos. De repente psose en pie, cual si le hubiese picado nn ahcrn, y volvi su casa como nrt rayo. Cuando ya se acercaba, moder el paso: lmbi1:asc dicho que tema llegar. En la esquina de la cual se vea r,u casa, se detuvo. Largo rato contempl los balcones de su amada, los qnc entonces estaban Yacas: eran nzu-lcs y viejos, de construccin tosca y on1ina-ria; mas para l tenan el atractivo de los sueos, del arcano, dcla magia que suspen-de los nios. Aquellos balcones, el mfts jnmccliato al suyo especialmente, afias peP lllanecieron incrustados en sn imaginacin con una tenacidad aterradora. Como cre-y cne llamaba la atencin, se prccipi~ !i St1 casa, subi6, entr al cuarto, di dos vueltas la llave, arroj el palet y el soin. brero y empez dm znncar1as corno loco. El libro se 1c baha quedado en el ejido.

-jSoy un brnto! deca {i voz en grito:

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soy nn loco, el ms animal de los hom-bres!

'Si Uc1. no me contest.a en los dos prime ros das, no he de volver saludarla jams", eonclu1a la carta. En aqnellos dos das no se leyt:ia aljoven ni en la Universidad ni en la calle, y sus amigos no le hallamos ni en la casa, adonde mentlf1o ha m os chacotear .1' estudiar. Uno dijo que nna tanle le ha ha sorprcnclir1o en el hnlc6n; pero qnc des apareci apenas se vieron distancia.

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CAPITULO 11

Villamar haba pasado su niez en nnn, ha ciendade su padre, en medio de una paren te la modesta y numerosa, y familiarir.aclocon las vacas del establo, los caballos de los pe-sebres y los pavos y gallinas del corral. Tomaba leche y frutas, trepaba los rbo-les, colgaba columpios, corra riendo por las siembras, seguido de sus hermanitos menores, cuyas carcajadas atraan tt la madre, quien salla contemplarlos de lejos, con su gran sombrero de paja con velo, ri~

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rACHO YILLAMATl 23

s11eiia, como si jugara con los nenes. Era llltly hermosa. Contaba chascarros sus hU os, pasajes de b Historia Sagrada, noyeli-Las ldclas aos atrs, !in de provucades :'t dormir. Pachito aprendi leer y 6. es-nibir en las faldas ele su m

24 ROU.RH'fV :\XllRAUB

hrazos ll rapaz y pasmlolo los llc 1a madre enloqnccirla.

Be\:lnmk, aearicironle y enjngnmlc el sudor. Pacho no deca nada hasta que conchtycron los mimos. Una ycz libre ele ellos, i1gt1ise en el centro del cuarto, le-vant(> el libro y cxdnm:

-Clara de Monta.lvn, Roscmherg! - Y de dnde traes ese libro? --Del } .. guaca te. El Aguacate se 1wllaha dos leguas de

la granja, y el camino era. frngoso y soli-tario. La madre no pudo menos de levantar los ojos, con ademn cntn~ compungido y ri-suei'io, al Seot Vlllanwr, (tnien se puso gra-ve y mic largo rato su h~jo en silencio.

Antes de que Pad1ito cumpliera tloce n os, fu envialo nl colegio ck la capital de la l'rovincin, con \'ento, en hecho de verdad, porque casi todos los profeson:s eran dri- gos, y casi toda la ensei1anza se reduca {t devociones. Ya,Yacho lea algo, ohsenaba y aprenda mucho; pero era muy indinado hacer novillos, yagar por d campo con la escopeta al hombro y ::'t organizar excur-siones con ayuda de los ms ti-

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ho llc rezar y orar; pero al cuarto anduvo .._~ diablo en Cantillana, porque Pcho fue llamado {t confesin.

-Acsome, padre, dijo, que he tenido un pensamiento de hcrejn: cmo siendo Dios ln bueno, la mayor parte de los hombres se va los infie.rnos ?. -La mayor parte no, hijito: los infier-

nos van solamente los malos. -No, padre: en los sermones qicen que se

van tambin los buenos. Se han ido todos los qw existicrot). antes Je la religin cat-lica, y entre ellos ha de haber habido bue-nos: se van todos los que en las selvas no licuen ni idea de nuestra santa religin, y no todos ellos han de ser malos; y entre los cristianos se va~1 todos los que han cometi-,!lo siquiera pecado venial; si no les ha sido posible confesarse. . . . . .

-Y dnde has aprendido t esas herejas bribn ? Ctiw tienes la insolencia de ve~ nir decir aqu esas blasfemias? No hay absolucin hasta el da en que pienses lo contrario. Fuera de aqu !

Pacho se levant asustddo, y desde en. lonces parece que tomaba otra direccin, si vea un confesonario. Sus primeras lec-turas, debidas al gnstoinfnndidoporsu ma-

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!lt) llU.UDU'l'O .t.NIJRAIJI.;

dre, fueron all~Jeutidas y sanns; pero des-pus ya se nutria con los jugos que haUaba ln mano. El latn no le agmd, y la filo-sofia escolstica 1e causaba nuseas y bos-tezos. Al cabo resintise con varios de sus profeso.rcs devotos, y sus padres le envia-ron Q~ito, ya cuando haba cumplido cat~rce quince aos, donde se hundi en los arbollones jesuticos, hasta que pas estudiar medicina.

Ni cuidadO tuvo de averiguar los antece- dentes ele la seorita Magdalena .. Si yo la a m~ e~ porque es. buena; tal em su lgica: dejar de amarla, apenas descubm que es maJa. Y cmo lo descubra S no COll1-pretida que le cegaba una venda, la atada en sus ojos por las perturbaciones de su cs-pJritu y su temperamento bilioso n~rvioso? Hallbase el pobre Pucho como l"l ave la cual emboba una serpiente, y por el mo-mento o le era posible ni reflexionar. Mag-dalena era muy'guapa, es cierto, y todas sus formas eran ricas de hechizos: su modo

. de mirar y sonreir, el primor de la gargan-ta, la comba anterior de la citura y las caderas virginales, la gallarda de la mucha-cha al presentarse, el timbre de su voz que formaba ecos, hndan en meditaciones ~L

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l'acho y le obligaban lentntar los puoS\ 11l ciclo. Magdalena era quitei'ia, y h~ba llltddo en buena posicin: su padre era nllogado, y su madre una seora de htit:mas l'l lStumbres, pero melindrosa, devota y des- !iluida c~e las dotes propias de una bue11a n1n

para ver laetistodia. Hombres? Hom" bres haban de atreverse acercarse siquie" ra Madaquito ? Las viejas no permitan que la ni'ia pasase cerca de un hombre, cualquiera_ que fuera, menos que platicase ton l ni un n1irtuto. El patlre tal, el en" ra cual, el confesor de ellas, entrt los nicos que tenan derecho ft palmear ert la niej1lla la lindura. Y la criaban eh el desaseo, et1 el descuido, entn pereza, en el orgullo, etl el engreimiento, en el egoshio, ert la gula, ert las ficciones, en la mojigateta, eH la igno" rancia absoluta del deber. Iba l escuela, es verdad; pero quin puede decir que en las escuelas de Quito aprenden las nias? Si aprenden, no es sino lectura y escritura, no con perfc~:cin, ya que es proverbial la ortografia femenina; confeccin de horda-dos y flores de mano, cosas con que los maestros cohonestan su ineptitud su in-curia; y principalmente oraciones, rogati-vas, jaculatorias,letanas, trisagios y otras cincuenta mil maravillas, con las cuales han perdido el tiempo y se han vueltoin{tti-les la sociedad y s mismas. Lo queoon ms esmero ensean las nias es el odio y el desprecio 1os hombres, siempre que stos no traigan hbito talar. EnlosEsta-

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JlAHO VILLA MAR 29 ,_~~-~~~

dos Unidos est{l establecida la co-educacin, {sea, la enseanza hombres y mujeres en comn. Si desde nios viven juntos nti" mamen te, teflexionan 1 os norte-america nos, disminuye la atraccin sexual, la emu-lacin de condiscpulos predispone las nias desdear galanteos, se establece la lraternidad y la confianza mutuas y entra-iw,hles, ellos aprenden respetar la mujer, porque prcticamente vienen observando l'U debilidad y superioridad de atractivos, y ellas ven un protector en el hombre, per didos los recelillos que pueden inspirarles desconfianza. Cierta vigilancia prcave los desmanes. Si extravos acaecen en aquellos colegios, en menor nmero son en los mix-tos y en mayor en los de uno slo de los sexos . . De aqu el poder de la mjer en los Estados Unidos: rivaliza con el hombre atn en las profesiones ms altas, no le huye ni tiene por qu huirle, y se auxilian los dos sexos en la gran empresa del progreso. Los filsofos vienen repitiendo desde el orgen de las ideas f'llosficas: edttcad la mujer, porque ella l'H la mejor maestra del hombre, ya que le ensea como madre: la ignq;:aneia de la wujer es tma de las causas del atraso delos

pueblos.

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...... ~fls tarde, la educacin de. Magdalena recibi un nuevo impulso pernicioso: nun-ca ley un libro, nunca seprcocup de ad-quir.~ el menor conocimiento, nunca fu fayoreeda p.or .estmulos extraos. $u ca-sa vino ser el centro de los enemigos de Garda Moren~, el ~emh:s de ar1uellos tiempos, porquesu padre era tambin ene-migo, ~uawlo la mu~;ha~ha era ya seorita, Los jvenel' se enamoraban de ella, los vie-jos la colmaban de elogios. Coqueteaba por orgullo, y nadie pudo glorimse de su amor. Algunos recibieron respuestas que eran ~;amo hofetad,as, modo. de manifestar su sobt;rana indifer~ncia. Si am. n Pacho, lo hemos de ver en el c:m,-so 4e esta. his,tqria. Su padre ,fu~ (lesterrado por el se-m~disjesqJta., y su casa cay en poder de lo!;lje;;ut.as de cogt1lla. La pobre familia se htmd,i -en la miseria, y en ella se deJ,>ata cuanqo Magdalena fu conocida por el.. amigoVillamar. Nada saba clmscroPa-cho de cuanto acah[\mos de exponer, nada tampoco de las prcticas sociales en amor, y se limit obedecer sus instintos. El se tenapor un tomo, siset:ompamba con a-quella,beldadcJe}os ci~los.

Al segundo rla de entregada la c[\rta, re-

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P..CIJO VILJJAMAR 31

grcsnba sobretarde deuna de sus solitarias

l'x_cnrsiones. Amor vea en todas partes, porque el amor le tena oprimido en sus 111/lllas. El sol resplndeca de amor, las lltthes se movan de amor, loscerrosscmos-lraban negros causa de las tristezas de amor. Si una golondrina pasaba, adn-de iba? Iba adonde otra golondrina laespe. l':t ba. Segua la l algunas veces con el cue-llo estirado, cayendo y levantando en los prados, y cul no era su disgusto, si acaso In vda regresar. La fisonoma de sus se-m~jantes le inspiraba despreCio, porque i. lodos supona enmarados, pero nadie l.an enamorado como l. Era co1fio Un borracho, quien todos supone borrachos; pero todos han perdido el jtticio, tilenos l. f{egresba, decamos, y lleg su casa. Magdalena se hallaba en el balcn, suelta la cahellera y enredando con la' nena .. Hasta l'lltonces nada haba contestado ti Pacho,. y ste pas poi delante, niitndol, elcra-;-;n en los ojos, trriml o, pero poniendo la l':tl'~t mas indi.terete. Ella le mitab tam-llin, y risuea. El separ la vista brusca-lllente, no la salud y entr .. A pocos ins~ lautcs sali al balcn. Magdalena le vol-vi( la espa:lda s1n mirade, di u~ bofetotici-

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32 R-OBERTO ANDRADg

toen la mejilla la niH, entr i las habi- taciones y di un podazo que hizo resonar las vidrieras. El bueno de Pacho qned6 bo-quiabierto, estupefacto y se embennejeci hasta las orejas. Qu par de malcriados!

-Debe concluir todo. dijo entrando. Esta .muchacha me tiene odio. Soy el ms des-,predable de los hombres.

-Y por qu esa exclamadn, caballero? respondi una voz desde la puerta, y Pacho qued petrificado.

Era la del joven Palomeque, uno de esos expsitos de la sociedad quitea, hijo de cura, recin salido de nn convento, donde no continu porque le falt vocacin; que viva sin oficio, slo componiendo versos, mimado y sostenido por una ta vieja y ~>oltct'ona. Tena aire de suficiencia, trata-ba Pacho como el superior al inferior y le encalabrinaba con la lectura incesante ~le su:i versos. Su apariencia; era grotesca; porque acostumbrado la sotana y al manteo, eostbale trabajo anclar con pan- talones y levita. No sabemos dnde diablos haba .conseguido Pacho co11exiones con el joven Palomeque, quie~ vino . convertirse en su sombra, porque todos los das com-pona nuevas epopeyas1 las que deban ser

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t.utw poJ' Ntt pblico, rmestro (.~ndido em-ill ,,, 1k mediquiJlo. EntT6 1cou sus poc-,,,,., 11. ln, n1mlo y aadi, estrechando la

,, 1 ':1!'1\(J.

,: 1 'ni' qu exclamas t as, y

norn~wro A~on.AnH

simla impcrtin~ucia~ Pacho se sent sonriendo, y dijo: e-Lec. El joven Palmm:cue tosi(, csenpi dos

tres veces, se limpi los bigotes con un pa-uelo de cuadros y empe7. en tono rlecl~h

matorio: "No k ,is? Nolcos? EsciPichiueha!', --Amit? Alabado sen. el Sei'or ~-)ant~;i

mo Sacramento dd altar, amo ziiTu?. Su mcre ser el hijo ele t8ita cura de Oyum-bicho? dijo en aquel instante una pol,rc india bbricg.cL, quien, smlosa, desgrc-facla, jadeante, un enorme fardo y unas gallinas la espalda, acababa de nsomar-sc la puerta con el semblante angnstaclo de Cristo cuando aseend1a.

l'AC 110 \'lLL.bL\ 1~

l1111 d:1 v:1mi~;a ele lienzo, qllc dcj;lba al des~ 1il ,wri o aquellas dos esteras femeniles, em-lli'lt::() ('ll toc1a mujer civilizada, sobre las ''llilk~; lolgabtn gargantillas de vidrios de . "'"l'l'S. I'icrnas y pies estaba11 desnudos, illliu:; y sangrientos; pcn) la cabeza ttaia 11hinl: con uho como turbante ele tela de '"1\'t'ill. La clsa en que viva Pacho era 1'' .:o, hU::~., dUo Pacho, acerct.ndosc com-uHinido'i'l l

En aquel m omento sonaron las tres en nn reloj de 1gles1a, _v Pncbo se puso.

f?.\CrJO \"JL!_,\.\1.\[{

1 1'" lmcn l'acho, fitse demncrndo, ojeroso, '1111 h \"OX como "lc1. del CtHI ,;~,keient:e _trulut.

lls

tarrones qne se quejaban como un herido l1c muerte. Al aproxim~trsc vi un hom .. bn: que trataba de huir por un corl'al y cscoHdcrsc en ttll chaparro inmediato: Pu-cho puRo c1 calmHo al galope y di al pr-fHgo \'Oees de conftanza.

-Por qn se aleja Ud., camarada? le gtit6. So3 un amigo, quien quiera que Ud. sen, y at11bos podemos au~lanws mnttw-mcntc.

El ckscouociclo se dctu \'O }' midJ Pal'lw con aclcmtn de suspicacia.

--Soy Francisco Villa.mar; y Ud.? -Caracolc! De quin i1nt yo cscon ..

clerme? Yo le conozco . Ucl., seor Pacb. -'-Y yo . Ud., si no me equi,oeo. ; No es

1Jd. el Comandante Pncheco? -Ojoj! Bien venido, Seilor Pachito,

{L estas alturas. 1-'le hall comprometido en la ltima rcnt1udn de Ccnca, y como este trrano todos fusila, me tiene tic!. con vcrtid o en eonej o.

--Monte Ud. caballo y andando, Co-nwl1c1ante. En la hacienda de mi pap{t pnecle tJd. permanecer oculto por el tiempo que sea necesario, y lugo vercmo.s s H. puec1

d:111te ensill un caballo rne \paca en el p( ramo, se ckspidieron ele los indios due-llos de la choza y partieron. Tardaron 1'1 llllO seis horas en llegar la ltciencl

CAPITULO 111

La vudtn Quito L'-" como la ~nlida de lJJH\. prsiu parn ln bu1 1w g1'te lo:;c~!wllancn [>um:t.Sl(H

(en ~\J at'hiiclli. ; ,\\mi \)llit(J~ dice ln ~worn n.nttitica, si JH.:'!:nwnccl' en t\nilwto, por cjeuq>lu, atuHtw el cJinw de ~.}l!i Lo agntvc :-;u. dokut:L [k .mi \)nito ni l'itlu, ni cm pa-- so. J'an.:cc qne v.11 ir:s uulws dcscicntk ::VI:a-r;c SmrL:c!ma, y

"PACIIO VILLA;'.fAR

1ksde Bogot hastrt Guayaquil no 1\ay ciu-d;id comparable con Quito, y ele que, poco viajeros lo~; quitel10s, no conocen ciudad ms 1 )('!la e u e la suya. Pero Pacho era pulcro, 111.> k gustaban los malos olotcs, y por otra p:1 rte, no haba de pensn r en las facilidades dl' ir al cielo, en habicncl o una ojinegra de ph:, (> mejor dicho, el sufrimiento ele: los i11di"c: l'Sclavos rkaqullos',cdificios ele cal \ ''lilllo, tan slidos queJwn resistido va-

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ROBBR1'0 ANDR.ADE

rios terremotos. Tambin hay edificios de constntccin moderna y elegante"; pero ex-tensa parte del rea est ocupada por anti-guos templos y conventos. Poc

-----~---------~~~-------1--

'llias y que si uno es devoto ' tjene dinero,. II'I1Sl le abrazan, le acarician y le besan. Aqu te qnise ver, escopeta. El buen Pachu \'ncil nntes de tender la 1nano 'su patro- 1111.

-Buenas tardes, misia Catari1i. -Seim Villamar, patoji'todC' mi corazn

,1_ c~tt tnJ ha estado? Cmo in~ le ha ido por esos mu'm1os? Bien? Vaya:! :Cunto llll' alegro! Oj(), pues, dije, cUando se fn sin'

!11csi lC'clirse: l ha ele volver:: no ha de ser in.: };rnlo: le he de cn:stig:rr: el uro, cluw le he de' d!fl r. Ha l!C'gado enfermo?

l'ncho ya hah'a: subido l:t escafera', y es;; urn lm cori impaciencia la llave ele s cuar'.: 1' ' con la cual se present al fin el espn-11 jo.

-l~utrc, sintese, dcscans(~, mi sef:or Vi-lllllllar. Gonlo, bnen mozo ha venido. Lim-piccilo est el ctwxto. Ayer no ms tuve e lll' n rrcglarlo, porque las vecinas, hechas 111:1 prolijas, no vinieron decirme que yo .'l'tl 1111a sucia, que no tcun cuidado de los t'lllll'los y otra inmundicia de insultos ? 1 '"m Ud, U el. tiene la culpa, seior Villa mar. ,1_1:11 qn 1)icardas estuvo Ocl. con la vecina, l1rihottazo?

Con la vecina? Y o no s de qu vecinac

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OnER'rO ANilRATJI~

habla Ucl. misia Catalina. -Qu ha de saber clmotlito! Y hn

d11 '11 hrtccrk sens con los ojos. Todito lo '''1111prencl sin que me lo dijera nnir!e.-" A~ 111i,1',o de (:stn es, pues, sigui r1i.cicndo 1n Ge~ ''' >1'1.'\'il; pero toda da no ha Yeniclo {t cnsa.

1. Mo? N! elijo ln chiquilla movinc1ose .,. 1111 lado :1 otro y haciendo hocico con los L!11ios. 1\iinmitn tiene unas cosas ..... - Cier-,, ~ar:'1 qnc se casa? volvi {! decir la Gcno-\1'\'rl." Entonces la )\1adnlcna me clav 111111": ojnzns y no solt 1a respiracin hasta '111' yo rcsponcl:- "Se casar, no s. Con iJIIi(n ~'e kt l1e casar si todava no es sino 1111 11\0COSO. Qttc SC CaSe C011 1\1ndnfcnitn, Jlilt'S: lJOnita pareja sera.-- Aj:1jny? dijo ,, 1 ~cnoveyn riendo, y la chiquilla se hizo l

engaa. Por eso el Mariano tiene confian-za en m, y mientras est(t en su cumto de U yumbieho, yo soy la patrona de esta cnsa. No se casar(t, seor. Yo le he ele hacer es-cribir (t su tnitn. Una pobre es la chiquilla, y dicen que ya tiene novio. ~Novio? Quin? ---,No s,. no s. Hasta luego, dijo la vieja

saliendo toda prisa. -Seora, sciora! Nada. Desaparec(, el espantajo, y Pacho

tuvo que quedarse meditando. De sus re-flexiones concluy qne las vecinas podan regrear; pero no se resolvi fi preguntar por ellas nadie. Desde entonces no se se-paraba del balcn, aclonde le atraa el me-nor tropel en la calle; y aunque sus conclis-epulos le hacan burlas, mmea consigui saber lo que l qncra, porque nadie saba el lugar adonde haba ido Magdalena. Quito no es Londres; pero en cinco meses el pobre Pacho no obtuvo ni noticia. No haba tea-tros, no haba reuniones, no )1,.'1ba ning6n espectculo pblico. Pacho acuda las misas en todas las iglesias, recorri todas las calles, no perdon> ni las callejuelas Iim-ttofes, por hediondas in transita blcs que

fueran, la mirada siempre en toda cabeza

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PACI-10 YJLL-AMAR 47

1111 t11anta, la imagin:tcin en todos los 11111\oucs, el cornzn en rl un de ondeaba una llti!H(ttiil

f{OHEHTO .\~DH.1DE

jc esta lm casi t1csierto. No sa lJcnws porqn, Pacho k gustaba oir ecos en la harnmca del J\!Iachugara, ( trqJar al l'anccillo, tlon-clc se haaha en bri,.;as. Hasta Mayo no lw-ha vuelto set estudiante, como lo nre::cri-ba el clebcr. Si alguna vez apareca en el aula, crn para recihir rdos cld severo cntc-dr{l tic o. Se le encemla el rostro, patea ha, se seabttlla en los rincones de len clnustros; fojeando el texto con ira, se rccostalJa por ah; pcrh le era imposible estn!1 a r. Y rt 1 o~; comliscpulos no se le acen:aha, porque no responda sino con monoslabos, sin ilirnr al interlocutor y haciendo gestos disp1ico:n-tcs; pero almiAmo tiempo mostralw solici-tudes extraas. Todas hs maanasloscs-tuc1iantcs c1c Anatoma concurra u al Hospi-tal, precedidos clcl prot

PACllO YILL.\ :\l.\.1{

tt:t.; lknas de ch~ltrrinac1as -indcc

no IH.li:EH'l'O A~IJRADH

V empez gimoteD.r.

-Anoche volva de la cnllc, contimt. Soy costnrent, sei'or dotar. Voy y me siento en mis eosturm;, porque no tena veb, y se me cla\'H una agnja entetita, y se me pierde del todo en ln cnnw. Aqu, scior, aqu. /\yr1yav!

-E:; nro, dijo el doctor. Aqu? {lfiar1i, hundiendo lm; clcdos ctJ el lngar (]esigna!lo por la

de:scle hoy. l'acho mir la mujer con inters, le ins-

piraron lstima su dolor y tristeza, y en-tonces repar en un .chiquito ele tres aos, casi desnudo, srdido, sentado en un n,gu-lo del lecho, {t los pies ele la enferma. Ti ri-laba de Cro, pareca tener ham1Jre y mira-ha con ojos espantado". Pacho puso nw1 monecla en manos ele-! chico, coni"cccion el remedio, cndl ft la mujer y se alc~(J cojitn.-bundo. Todas las muil.WJ~ Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

OBEl

\'ll L,;int~r,,, y p:)r m-~;1\n c1~ ella pronr ''tH odo, cljok con , ''-~ p:1n~ada y yaci1ante:

\'11 110 rcprncbo su accin, sci\or

fi-I. f~OI\EW!'O A:"\III~ATH;

clas, adems, y ya no tuvo escrpulq e11 referirle la verdad. t/

-Mi ictico, iiio ele mi corazn, pro-rrumpi entre lgrimas. Ya no aguantaba de hambre y fro. Yo pobre en qu esperan-za! Ondc no busqu amparo. Conoca yo el lu:~:.pitnl desde que mi hija estuvo enfer-ma aqn. Ah siquiera hay caldo, pens: hay cobijas panL no morirse ele fro. Dicho y hecho. La opentcin me cloli, pero 1:t Virgen Santsima me ha ayudado {t dar de comer mi hijito. Qn castig-o me impon-drn, i?iilit, si descubren? Protjame, nc me abandone, por las {lllimas benditas!

-No piense en castigos ni en niftocHvttcl-to. Mauaua salclr ele aqu1 conmigo, id \'\ir donde l!Ocarczcn de alimento. Has ta maana! Bncn nimo!

Das mD.s tan le com pt-ometi unos arre ros, dilcs algunas hucuas pesetas, y h mcmliga y el chico fncron parar su hn cienda, con una carta dirigidn su mam{: Nadie lleg D. saber este episodio en el cok gio, y nnnea se vohi ft hablar ck aquello desdiehaclos.

Tcnninado aquel acnccilo, l'aeho se cor virti en tm holga%ftn en el da y se ech

enteramente la briba por In noche. Pe

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a

1'.-'\CJID VJLL~\M,\J~

,,~; 111alanas recorra las calles iba las t11i:::1~~. lngo se trepaba las lomas, donde l':liHiha el cuerpo en brisas, como he dicho, 1 cl 11llll!l en 1as delici

GG ROBEl{'l"O ,\XURAD~

-U el. no viva en una cmn ele S:tn Mar-cos, junto una familia ck apellido Gnti{-rrez?

La locnela del viejo no ero ln de Quii.o, ni menos sus aclcmanes, c1cscm1w.rnzados y expeditos.

-S, sci'or, respondi Vacho, en tono seco--Oiga Ud. joven: yo k cstimo {t Ud. des-

de hace tres c18s. O su ucHnfJre aquella familia, despus lo he odo {t algunt~; lwr-sonas, y por ellas s que Ucl. no ha nneic1o pmaeljuego. Loqucquicro decir 6 Ud. es que uo juegue, jcwen. E:.; tos no :oon los lugares adonde Ucl c1cb~ ccneut-rir. A1Hen-c1a Ud. ser patrio::t: cw e!; lo que le con-viene Ud.

Pacho experiment nq.?;iicllza, y dcsrle luego no ~;upo qu re.;pondcr. _No era im-pertinencia Jo qne a? Qn derccho tena ese hombre para censurar sus actos? Pero l era mavor de edad y el. derecho poda vc-nirlc ele la simpata y la cxperienci[\. No haba clnda: era menester oir en silencio el consejo. Dcspns eomprcml i que tambin debi haber manifestmlo g--catit11d. Pero lo que 1c tcn:l en nsetwc; ~ra hab~r odo en sns hhios clapdlic1o Gutirrcz.

-'rodada no se ha se1:vido Ucl. decirme

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PACHb VILLAMAR !37

1111 nombre, seor, dijo. -Tiene Ud. razn. Me llamo Juan Boza.

1 fe permanecido desterraclo en el Per des-t k Marzo de 1869. Este tirano no perdona I nadie. Regres Guayaquil, mi tierra; pero l acaba de confinarme en esta capital En un puerto de Chile conoc al Dr. Guti-t'l'el':, desterrado tambin, motivo por el tual he contrado relaciones con su mujer y :w hijita.

"-I)e manera que ellas estn en Quito? -Indudablemente. No sabe Ud. donde

\' i ven? Pues detrs de la nntralla de la Mcr-t'ctl. Por all!. .. Yo no conozco el nombre de l:tscalles. Con que retrese U. de aqu, notignito. Los libros, los libros. Estudie ti. la historia de Grecia. El juego es para

HOBEH.'l'O A...:DHAUE

le doli el cuello fuerza de miu nlos hal-cones, la mayor parte ele los cuales estaban ya cerrados. Parcclc que los raros tran-seuntcs se burlaban de l, consider qne me-jor sera rcftexionm en su casa}' se recogi eso de las once ele la noche. Desde el ama-necer estuvo en pie. Era tm]aya rvinyo, y tambin sn corazn empezaba ii florecer. Daba al diablo no haber prolongado la conversi1cin con el viejo lcl club, no haber ohtenicl o m~jores seas ck la casa, 110 haber intlagnclo si Mngdalena hablaba ele l con cario con odio. Indudablemente ha de haber hablado con cnrio, porque, cmo, en en so contrario, se hu hiera interesado por l don J nan Boza? Exahruto le men-cion el guaynquileo la familia Guti-nez. Saba algo de sn amor? f'rohable era hubiese notado lo que observ Do'm Catalina, esto es, que Niagrlalen:t no oa su nombre con c1esL1n; y lleg la demen-cia con slo esta idea. Otro hubiera cshe-chaclo conexiones con el vit:jo Boza, y ele l se hubiera valido para ser presentado la hermosa. Detrs de los muros .de la Mer-ced no tena un ~tmigo, y rnlc cliftcilillo pasar por caBes solitarias, cuando los veci-nos podan presumir el objeto. Permanecer

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1'11 las csquinns le en1 imposible. Pas una \'1'%, pero volvi inc1ignado y taciturno. ,1t't1:l de las ca1les era? Convendra ha-1,1:1 r con Boza? ,Cmo comenzara sus illcl:~gaciones si se vea con l? Ni medicina, 11i l1isLoria de Grecia: entonces le absorba ,. 1111 H lo ele desenbrir el sitio donde se halla-1111 l'llliloscaclo el enemigo. La constancia, !li' di.io, y tarde y maana estaba yendo 1'1 \ Merced, pesar ele que no tocbs las \'1'\'\'S se atreva llegar.

l ksde una cuadra de distancia descubri 1111 da Magdalena y la conoci apenas tt:iPtti(J, Vena sola ilmn encontrarse en \11 ltl'cra. A los ojos de Pacho empezaron dndi l:t r los edificios, y el joven hubo ele ha-1'1'1' 1111 esfuerzo fih de seguir caminando. N; 1 ~::1\J:l qu resolucin tomar. Se le ocu-t ,.(, sacnr una carta, clesdohlla y apnnm-1 ;', itol'r. Lleg Magdalena, ya pasaba jun-1 11 r (-] lllin.nc1ole, cuando Pacho se le acer-1'(, 1'1111 el som.hrcro en la mano.

No irnaginaba encontrar 1 Ud., sefo-dln.

~Cmo est,sefwr? Qn ha sic1oclc Ud? \la dchido U. presumillo ...... La acom-

\lllll:ti"0 ...... No detendr Ud ....... Adnde n lId. scltorita?

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i!OHltR'rO ANDRAD!t

-A mi casa. Aquella es mi casa, agreg designando unos balcones pocos pasos de distancia.

-Sabe Ud. que Ud. es un ngel y que yo no puedo vivir en c'alma desde que Ud. era mi vecina?

-Djese Ud. de eso. Qu ocurrencia! -La ocurrencia no es de ahora. Me deja-

r Ud. morir, pudiendo salvarme? -Por qu no viene Ud. casa? -De miedo. Me recibir Ucl. bien? Ten

dr ocasin ele decirle que la adoro? Sn mam no me tratar con desagrado?

-Ah sale mamita, exclam Magdalena aparentando susto, en el momento en que se abran las vidrieras de la casa. Adis, no?

- Aclios! Volver: vendr sn casa, elijo Paeho, con voz resuelta y egres con ade-mn victorioso. Volvi la cabeza poco, cambi con Magdalena una ltima mirada, y la muchacha penetr al zagun dando el saltito de costumbre.

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, .. \ ."

CAPIIULO IV

- Qu diablos! Se estudia no, caba~ lleras ? Todos ustedes son los m; gran-' les holgazanes, entraba diciendo Pacho la Universidad-en la tarde de aquel da, y su alborozo caus much~ sorpresa los nlumnos.

- Adios, Pachito! Y de dnde apare-l'CS? dijo uno.

-Pan perdido! dijo otro. Y por qu l'Hsualidad asomas tn alegre?

-Le ha de haber llegado arrope de su ca~

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sa. Al cuarto de Villa mar, ~;ciiorcs! -Es que tiene en los bolsillos morroco-

tas. Busqumosle. -No ser algo ele NI ngdakna? dijo por

fin uno. Y aunque Villanwr se cnrojcci6, pncs esta-

ll una risotada general, dirigise muy serio {t su asiento y aparent embeberse en el es-tudio.

Era raro que hasta entonces no hubiese cado Villamar en manos de un sacerdote: ni era tonto, ni era pobre, ni su posici6n social la (tltima, y nadie le conoca por sus ideas polticas, porque, en hecho de verclad, no las tena todava. A Garca Moreno le vea como el viajero ve un peligro remoto, aconlftnrlose ele los que han perecido en l; pero no le exasper.aba la pasin. Traale menudo pensativo toclo ]o que se deca acerca de l, sus traiciones, su vengam:a, su ferocidad, su soberbia, las injusticias que Pacho habia presenciarlo; pero no llegaba {t esclarecer estas ideas, porque le faltaba atmsfera adecuada. Con quin,encfecto, hubiera hablado acerca clel tirano, si en Qui-to teman no m brarlc, y si le no m hrahan eta en mccl io r1e 1 isonj as? T ngnsc en e u en ta, por otra parte, que Pacho no trataba sino con

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U3

pcr~onas de su cdacl.' Haba ledo " El L'osmopolit:t" entsiasnudo, y aunque-le il:1ha tlet:idido (t amar ln libertad, poda )}ll\' ventnra hallar pbnlo este afecto don-. 1k Lo(lo cindacl

, ltOUIIItt'O 1.iiDI1.D~

su compaero estabadistrridu. Todava ests enamorado de Magdalena Gu ti~rrez ?

-Yo? Quin te hn dicho eso? ~ Franca.mente~ no lo creo, y slo la su-

posicin me encocora. Un amigo mo no debe poner los ojos en una muchaqha como ~sa. ; ., .

-Porque los h!g 'nuesto t, es verdad? exclam Pacho; rilirndole con burla.

-Esas son '!!il11plczas, hombre. Yo casi no conozco esagua'lnbra. No debes pensar en ella, y no hay ms: debes considerarla como muerta.

-Va meterse monja? Est prxima casarse ? , .

-Ojal fuera eso! Preg6ntalc mi pri-mo Enrique Cevallos: l sabe algunos por-menores.

-Pero yo sospecho que t los sabes tam. bin.

-No, hijo: apenas he odo generalidades. -Y esas generalidades son tales que te

impulsen calumniar una mujer? -Calumniada yo ? No tal -Me dices no me dices lo que sabes? -Imposible, hijito, concluy M u ni ve,

asustado ante la actitud amenazadora de Pacho.

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l'ACJrO \'lLLAAL\.n

H.etkxion6 un instante e-ste ltimo, tom el sombrero )r sa1i6. En la plaza hall por lin Ceva1los, quien haba buscado lar-gusimo rato, sacle de un corrillo, tomlc del brazo y fuse con l con aire n1isterioso.

-Qu rJabc Ud. de Magclniena Gu tirrez? -Yo? Eso es lo que tena que decir-

me? -S, Enrique: clgamelo. -Y qu inters iiene Ud. en averiguar

esos asmltoA ? -Tengo deseo imperioso' ele saberlos, ele-

seo que no puede menos de ser satisfecho. -Est Ud. enamorado ele ella? -Enamorado no, poco importa; pero s

lo estoy, Enrique. -Esas tenemos, amig-o Don Pachito?

continu diciendo Enrique, riendo y pasan-do el brazo por la espalda de Paclio. Pues, hUo, aacli, ponindose serio, no debe UrL ni pensar en aquella muchacha. Si quiere Ud. sentmonos aqu y oir algo curio-ssimo.

Scntronse en un banco, de los pocos que haba junto los jardinillos ele la plaza de la Jndependencia.

-El Dr. Gutirrez, sigui 6 diciendo Enri-que, es grands)mo amigo de mi abuela, y

r;

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ll6 ROBEHTO ANDR.ADH

ahtes de partir al destierro, pudo hablM cbn ella y le recomend con toda eficacia Magdalena. Sin necesidad de la recomen-dacin, mi abuela la habra protegido, por-que nadie la iguala en lo de generosa, y profesaba mucho cario la guambra. Es-ta no viva sino en mi casa, y mi abuela la agasajaba con ddivas. Hasta de lo que vena de la hacienda reservaba para man-dar Magdalena. A pesar de estas solici-tudes y de recados repetidos, ltimamente se ha resistido la muchacha ir casa, y mi abuela envi una mujer para que ave-riguara con disimulo el motivo. Doa Ge-noveva iba disculparla; pero nnnca se di por satisfecha mi abuela. Al fin entr la mujer y revel mi abuela un secreto que yo, por casualidad, sorprend. Laguam-brita haba venido ser la querida de un rico.

-Es Ud. un blasfemo! exclam Pucho, ponindose en pie.

--'--Me tema esos arranques, sei10r Don Francisco; pero conto en que Ud. seguir oyndome hasta el fin.

-No oigo! Basta con lo que he o ido pa-raque d Ud. un balazo! Y por la espal~ da, ya que Ud mata una nia por la es-

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PI vii..i..t.i:ii.

paldal -Yo matar nadie, Pacho? No 'le

-imagine Ud. eso, y escuche. Cmo! Voy prestar Ud. un servicio, y por ello re amenaza de un modo tn inconveniente ? Ud. es muy exaltado, hombre. Yo le da" r Ud. pruebas, yo le convencer Ud. Ud1; palpar la verdad como yo palpo su chale" co, y de lo contrario le ofrezco que yo mismd me pego un balazo. Ud. acabar por dar-~ me las gracias, porque yo le libertar Ud, de una locura.

No deca todo sto sin experimctltarcierto temor, y con las mir'adas buscaba medios de escaparse.

-Caminemos, dijo Pacho. Vamos por el lugar ms silencioso. Ahora soy todo odos, y no hablar hasta que Ud. haya concluido.

La relacin de Enrique fu corta, verdad que l la prolong, y salpicada de exclama-ciones, reticencias, risas y .aspavientos. Un comerci..ante de apellido Dorrego, cara debo boy vestido la ltima moda, habasedud el o Magdalena, valindose del pretexto del dinerO. Pachotembl cuando oyelnombrt de Dorrego: l le haba visto visitar ltMag daten a. A Doa Genovcva le echab'a la ct1l~

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fHJB.ftRTO ANDRADE

pa Eii.rique, {t esn vieja enflautadora, cochi-nn, sin vergenza, y tambin la. vanidad ele la muchacha, quien no haba podido vencer el antojo rle teJas v.istosas, adornos y pcrifo1lofl de coqueta. Slo Dorrego ha-ba concurrido la casa, y por consiguiente, le habia sido fcil la conqnistn, dada, por otra parte, la situacin de bs Gutirrez, cuyas puertas estaba. llamando la miseria. Por qu no se lo decan con franqueza la abuelrlc Enrique, la que todo lo habra dado por la salvacin de la chiquilla? La abuela tuvo que despedir Dofia Gcnoveva de ]a CflSl y prohibi CjtlC \'Olviescn {t hahlar-/e' de esas :pcoras.

-Ahont, para que Ucl. se convenza, aa-cii, entremos al almacn de Dorrcgo. Sea Ud. prudente: no vaya a exasperarse, por-que qniz haya aqu quien nos observe. Ve Ud. aquel muar para vestidos? Fjese. Esa tela no hay en otro a1macn de Quito. Ve Ud. ese penacho de Cintas color celeste, para adoinar el \:'abe11o? Fjese. Ve Ud. esos aretes de rosas con dos hojitas dimi-nntas? Fjese. Ve Ud. esa gmgantilla negra? Se fij? Ahora bien. Salgamos y vamos dar una vuelta. No me negar{t Ud. que ha visto Ma.gclalena con alguna de

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09

lns prendas que acaho de, indicarle. Aqu-llas y muchas ms h[Ln sido regaladas por Don-ego. Cundo ha visitado Ud. la muchacha?

-Yo noJa visito! exclam Pacho tms-lornaclo, aunque no bien seguro de la idcn-t:iclacl ue las prendas, po,:que en ellas no ha-ha reparado en la ltima vez que vi {t Magdalena.

Sn imaginacin se haba hallado prendi-da de la hermosa durante todo el relato de Enrique, hahala visto rendida Donego: fi. cada instp.,nte se limpiaba el sudor de la !'rente. , :

-Cmo voy -cr~.er que Ud. no visita Magdalena? elijo .. Enriq.ue. No dice Ud. que ella le tiene medio loco?

-En el instante quierQ adquirir conven-emiento de la criminalidad de esa mujer. V runos casa de ella los dos.

-Yo? Cmo he de ir si ocurri el ante-entente ele mi abuela? Ile de exponerme tpte me insulten desde arriba que me tkn con las puertas en la cara? Es Ud. in-nmsato, Pachito?

-Vamos, ser Ud. tenido por infame y k dar de bastonazos en este mismo lugar.

l~sto sf que es el colmo de la gracia, y

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'70 TWDERTO ANDIUDU

no tiene comparacin con nada en el m un slo. Tiene Ud. que mocierar un poco stt ~enguaje y apaciguar la exasperacin eti que se halla, porque de otro modo va ex~ puesto que l's transeuntes se ran de Uc. ]e, je!Bonito sera yo, si entrara vis)tar una mujer que acaba de ser arrojada de mi csa. Y qu dira mi familia de tn? Oiga, Pachito: fcil es que Ud. se convenza si se compromete proceder como yo le voy aconsejar .. Que no la visita, dice? Pues bien;como ella n tiene otros adornos, por que 'es pobrsima, fjese' Ud. en esto, siempre trae las prendas consabidas, y Ud. puede verla con ellas en la casa en la calle. Pue de hallarse en el balcn la .hora en que las muchachas les agrada asomarse.

'-Precisamente la'actual. V amo~, pues, y la veremos juntos.

De tal modo se haba contrado Enrique ft la tarea de aseverar su informe, que no haba t'lotado el rumbo que llevaban. Cuari do lo not, ya era tarde: hallbanse ft una cuadra de la casa de Magdalena, y la nia estaba en e! balcn.

-Si Ud, no sigue, habr pendencia, y Magdalena l_t puede presenciar y conocer nos, dijo Pacho,'excitad por las vacilado

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PACIIO YILLAMAR 71

nes de En:."ique. Este ya no poda retroceder, y al apro-

ximarse y ver Magdalena se esponj, se-guro de su triunfo.

-Fjese, ibadiciendo Padw. En el intedor del infeliz Villamar iba ru-

giendo como len la duda, el pobre camina-ba como autmata, y ya no poda soportar

e!'os zarpazos. lba cadavrico y con gesto de ira: nadie hubiera podido desviar su mi-ntda del balcn. No repar sino en la tela del vestido y en el penacho de cintas del cabello, y perdi toda la sangre del rostt:o. Enrique salud la nia con muy insinuan-te ademn, pero ella no contest, al ver que Pacho la mir con odio y pas sin si-quiera tocarse el sombrero. Al volver la esquina, Enrique estre('h la mano helad~ de Pacho, echando risotadas, con adem{tn victorioso. -Y me ofendiste, no te acuerdas? deca

Munive Villamar, das despus y en el momento en que iban comenzar el estu-dio.

-Si fueras corts, no volveras tocar ese asunto.

-No lo digo por exigirte explicaciones. dgolo para que te convenzas, que yo siem~

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7 2 ROJJERT~ AN:DHADE

pre digo la verdad. -Estudiemos. Estudiaron dos horas, casi sm interntp

cin, al cabo ele las cuales se desperezaron y salieron la ca1le. A poco andnr c1ivis~lron Magdalena y su madre. Entonces adquiri Pacho oha muy amarga sospe-cha: la comba anterior ele la cintura pare-ci que estab::1 muy pt'otltltlciaclaen la joven, y su semblante lnguido y terroso ...

-Ya era tiempo, se.dijo Pacho, contan-do en su imaginacin los meses, y lanz una mirada fnebre la.madre.

-Vile Magdalena descle lejQs; pero a 1 encontrarse aquellos ,mseros, las miradas de uno y otro se hallaban. en direcciones opuestas.

-Oh! qu espantosa es, la miseria! dijo Pacho. Por qu este tirano desterr al pa-dre de esta nia?

-Cada cual est ,en el deber ele. mirar por s, respondi Munive, y quin sabe si ese Doctor Gutirrez no sea hombre peligroso?

-Lo ser para Garca Moreno, 110 para otro, ni para la Nacin ecuatoriana?

Y qu entiendes t por Nacin ecuatoria-na? Lo que es yo, estoy persuadido de que el Sr. Garca es la Nacin, porque, desapa-

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_P ,,,~%~~~ PACHO VILLAMAR \';\! .

\ . ' l ....

tecido l, queda re,ducido la nadad)~ .. ~~. p~\\~-.. clor. El Sr. Gatcta es hombre necesar10~ l, : '\,

' .. _ "\

-Verdad. Es el raciocinio del que nada L \ hace, por la simple razn de que para nava::\

RODER'I'O ANDUAJJll

miento (fe palabras. -Eso es ya intolerable! Otra injusticia

ms? Otra ingratitud clamorosa? T es-ts con nimo de buscar gresca; pero de .seguro no la hallars con un caballero co-mo yo,

-De un lado, el pblico indiferente y tran-quilo, ele otro 1tna pobre nia; y tu primo se apresura publicar un secreto que no perJudicaba sino esta ltima.

-Pero que te aprovechaba t, ingrato! -Yo no peso mfts en la balanza que

aquella muchacha infeliz. Para Enrique, yo soy, adems, indiferente: el secreto no fue publicado en consideracin mi perso-na; yo, por otra parte, lo hubiera descu-bierto de cualquier otro modo. Siempre hay villana cobarde en obrar contra una dbil mujer.

-Cra cuervos y te sacarn los ojos. Si t eres valiente, debes ir desafiar Do-nego. -Y Garca Moreno por qu no? -Si as lo quieres ...... -Crees que soy camasquince? Evitar

las ridiculeces; pero siempre lamentar la suerte de la pobre Magdalena. Aquella

criatura era divinal

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El hecho fue que aquel desengao par el vuelo de la imaginacin del pobre Villa-mar, apag la vehemencia de los sentimien-tos de su nimo, le hundi en el. marasmo, le convirti en bonachn, si bien precaria y aparentemente, quien poco. vinieron {t importarle tirios y troyanos. Al principio fue tm leopardo, como acabamos de verlo en el dilogo en Mnnive; fiero, intratable, brnsco, agreste: las emprenda con cual-quiera insultos; haJlbase en pendencias cada triquitraque; su trato era evitado aun por sus ms ntimos amigos. Poco poco fu entrando en la apacible discrecin, acostumbrndose A escuchar sin hablar, excepto cuando oa nombrar Magda-lena. Al momento daba una estampida y se le alteraba el semblante, lo que algu-nos daba risa, cosa q_ue para l le era indi-ferente. Una tarde tropez con el Joven Palomeque: ~Te consta, le elijo ste, que yo reprob

aquella temeraria afeccin. Yo conozco el mundo y sus ingratitudes y perfidias.

-T tambin? Y cmo tuviste conoc miento ele ello?

-Vaya si lo tuvel Y alguien me. ha refe .. rielo despus el desenlace. Eres un nio, un

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llOBllR'I'

.. -=~ .. ;

CAPITULO V

Jorge Hidalgo e1a un joven mayor que Villamar,bien parecido, muy culto, de aque-llos que en la capital vi\ren de sus tcnts, holgazanes por obra de la moda, que consu-men la hacienda de sus padres en franca-chelas y superfluidades, en ddivas beatas socalieras, y desperdician una ndole buena, muchas veces un nimo noble en la pesti-lente cloaca de los vicios, ec:x:cpto cuando temprano contraen matrimonio. Era nn poco cndido, biblimano desaforado por los libros en favor del cristi&nismo, aunque

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78 ROBERTO ..NDDE

ya no asista :i los colegios. Sus lecturas no eran de aquellas que alimentan: etan de las queembotany ofuscan, como aquellos con-dimentos sin fsforo, horchatas que no esti-mulan, pero enervan. Lea Augusto Nico-ls, al abate Gaume, al Padre Ventura, y los antepona los mejores escritores. Una simpata profunda haba vinculado, no obstante, Jorge y {t Pacho en las noches sin sueo deldub, donde Pacho ya no concurra desde el encuentro con Boza. Las discusiones entre los dos eran frecuentes; pero siempre concluan con risotadas de muchachos. Hidalgo estaba enamorado. Su confidente vino ser Facho, quien, sin embargo, nada refiri su amigo de sus amoros con Magdalena, porqueseconocie-ronccrca ya deldcsenlace consabido. Cuan do lo supo Hidalgo, se afianz su cario por Facha, y desde entonces se esforzaba en mitigar las tristezas del chagra.

Una noche invit Facha bailar en su casa en una tertulia de confianza. La sala estaba mal alumbrada: en Quito no haba todava gas ni luz elctrica. En la sala haba sofs y sillones mullidos, mesas y consolas con candelabros y ti.1il chucheras, cortinajes de damasco rojo, una enorme araa suspen-

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PACHO l"II .. L.Ai\fA.ll

didadel cielo raza cubierto de grietas, espe-jos, pinturas al leo y alfombra usada en el suelo. El piano era de fbl'ica antigua. Pa-cho conoci all t/t Rosita, el dolo de su amigo Jorge, pecileula, delgada, gachona, de mi-rada triste, pero de conversacin muy in-geniosa. En breve llegaron tratarse co-mo ntimos amigos, pesar de la reserva d~ Pacho, inspirada por ese como candor de las quiteas, las que poco se prestan hi confianza con los hombres. Rosita era muy franca, de modales sencillos y agrada-bles, y naturalmente llana y bondadosa. Pacho haba adquirido un modo de SE'l" interesante: hallbase delgado y sus mira-dns revelaban alguna experiencia. Amar-gura intensa no se descubra sino muy rara vez, en una de las comisuras de los labios, cuando alzaba levemente el superior, obliga-do son reir. Era cortsimo cuando trataba con clamas; pero lo haca sin melindres, sin fanfarrias, con naturalidad y discrecin. Rehua el trato de las mujeres con el mayor 'disimulo, y por eso s~ pre.nd de Magdale-na como loco. Habl y bail con Rosita, recibi y devolvi chancillas oportunas, has-

ta que derrot la gachona con alusimies delicadsimas Hidalgo. Derrotarla? Bue-

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80 HOUEI~TO ANOR,\Og

nas son las mujeres para dejarse derrotar por los proyectiles de cualquier hombre mozalvctc. Cul no sera la amargura de Pacho cuando oy pronunciar Rosita las palabras siguientes !

,-Cuidado, serrar Villa mar! Ud. ha teni-do la desgracia de apasionarse de la ami- guita de Dios, y lo malo es que no debe con-fiar en verla arrepentida.

-.Conoce Ud. la amiguita ele Dios? -No, seor; pero s la historia. -Se la ha referido Jorge ? -Adivine ...... P~ro he hecho mal en

meneimar aquel incidente, seor Villamar? aadi ,al ver la palidez ele Pacho. He si-do muy indiscreta. Srvase Ud. dispensar-me, seor. Mi deseo no era otro que pro-bar Ud. que le estimo y dade muestras de cordialidad y" confianza.

-Si no hay nada, seorita, respondi Pa- cho, riendo: no hay cosa mas agradable que orla Ud. embromar.

En un rato de aqullos busc Hidalgo y le increp con profundo dolor.

-Aquel secreto no ha debido salir de tus labios, le dijo, porque l no me ofende m sino una pobre seorita. Cmo lo sor-prendiste t?

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:PAft).I.O VJ-LL..-\MAH 81

-N'i:Me lo rd1fiEnriquc. Rosirt:a sabe que yo te he con.fuido d nustrp; ywmejor me-dio de.inst)j.rarle GJJ:nfianza era referirle tu Scl;reto. Se 1p rded ah tes de quN&:caeciesc el ltimo lance, y despus ya. ftt'l(j'J'ecesar.i'o conwletar el l!~bto. PQreinarile ,ccn todo ca?o,.mi.dwlo. Rtvsa.no Ci.mo

ROBERTO ANDI

seorita, y deber es de los amigos e~aforzarnos en que no las halle fastidiosas.

-Gracia8, seor. ~ Bailar Ud. conmigo otrft, oca!ilin, se-

orita? -Oh, s! -Las monjitas no le prohiban bailar? -S, seor. - Y entonces ? -Y a iw estoy con ellas. A m ami ta y

Jorge no les disgusta que yo baile. -Vaya! Bailemos! Pacho estaba en ascuas. Dolores hab,:-

ba medias y con voz apenas perceptible. Se extremeca su cuerpo en los brazos del mozo ; pero ste como si estuviera en B'a. bia. Seguro era que aquella nia slo bai-laba dt: vergenza de excusarse, potq_ne tropezaba y pona en apuros Pacho. XI fin acudi Rosita y se asi d un brazo del joven.

:"!

-Me muero! Todava piensan en bai-lar? Y por qu no;toman una copita 7 Oye, monjita, danos una copita: de eB vino tn rico, ese Amontillado que sab

l-lODEI~'J' .. A No u A o U

- N much;,.potxnc el baile.;Jw sitio- mt1}' corto: quisipra.bailar' con ella toda la: vid~. ~Ay, Jesus! Qu est Ucl. diciendo, atre-

vido? Vamos;i. ver.:. nn:t copa Dolores, otra Ud. y otra yo. Un brindis, sci'ior Vi'lln-mat!

-Brindo,. prqnc SO y: eL ms afortnnado de los hombres. Cristo muri entre dos lar] rones, yo brindo entre dos cn

~--------~-_ . ..:... ____________ _ .lores complctrtha:i'c1ue1la redt.i: {?n.cho: casi no bail cotl' ellas; distrat-(1o,por las .. solicitudes de!Rosar cuya; caus-rii. era incomprensible~paura.tel joven. En Dl"G cho dorma el alma, . hv que no: poda sm despertada. ni por, alarmas .. de ,incendios. Estaba en el convencimiento ntimo de que ninguna beldad poda amarle pR).P torpe,,-y

ello le sugiri idea,, acerva de su suerte. Ha~ llhanse en la sala \;arios caballeros,:. casi ninguno cle.ellosestudiante ;. pero por des-dicha nocstabaeljoven Palomeqne, quien en

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l

PACHO YILLAMAR 8'1'

Al entrar casa de Rosita, uno 6 dos das despus de la tertulia, Pacho ya 'no se acor-daba de las alusionesen toda aquella noche, ni de las promesas de revelaciones qJ!e ell._ le haba hecho. Haban sido nicamente chanzas. Raro es que no se acuerde aldh. siguiente de lo que no le ha cautivado 1~ atenci6n, y ste es el secreto de qu ,~no ol-vide con frecuencia nombres y' apellido~. Rosita segua muy amable; pero latristez~ de su mirada haba aumentado. Vea sih pestaar Pacho, especialmente ctt;ndo ~p la conversaci6n entraba el nombre;deDoi. res. El joven pronunciaba este no~bre con cario; mmt de ello no se poda de~ucir lo que Rosita anhelaba.

- j Qu candor el de Dolores! dijo por fin Villamar en una de las puntadas pel di-logo. ,

-Si yo no estuviera convencidade que no arriesgo nada con mis frases, porque Ud. es una persona de noble coraz6n, ya por lci que me ha dicho Jorge, ya porque m tambin a~ me parece, dijo Rosita; sria y conmovida hasta lo quejnm broso de la voz, el secreto hubiera sido etern~ por l~:t simple razn de que es de una nia adorable. Le

,,ama Ud. con pasi6n, Francisco. Yo he

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~-. .: - ~: ,,_:;; ,:=., :,;n.~ ;': .. ~fq~p ~/':

;:~sc~~t~;~~:i~:~~\~\~~:;t~~~~f~l~;~i~~:~q~~l;,:~~~~.',\: .' . ~'' 1. l't :.=."!'.1~.. h~ ,1 t.., ::t~~,

sus confidencias .,jenttc ~olloio y sollo_;!;o. . i..- .-~~ .... .,:-.", ... :,. . : .. :.. -~r

Hace pocos d?{ estbit:nios-en Pucmh.9,,: ,. ' Dblotes hbiera:~~rii11i~iAHb, si cn;;ni nl~)X~~.1 : .

. . . ~ ~)f~~ ' ,.J.~ /' .. .)

bitl'rrr halhtdo, 'hJ fii1, una ~hniga. ' ';::y ~Dolores? ' ' ,., ''''J, .

~~ D

. . . . . . ~-------------- ... --------~

dar ~itthcr la verdad. -- I-l n.ht las cdo;ccucnbils '(1e la, e~hl~Yi

ci6n del claw;tro, p2ns6. Het'mh.ilflS de In Providencia; Hcniwnn.s del B'ei'l l'nf;tor, Henn~nas de los Corazonc:s! S;: erh1c:J n las

ifas com'o si ho hnbi0-ra hombtc:::, dt's-arrollari ohligarln:; oditi:r lti.~; hombr'ci:>\, snlcn y f::e C:'nlqtleeeh A 0n.nsn de ln 'iri-mcnl c:tm l1igotnrb. UH~\~J ~:0> Yi;t>~'.jtuY0'n ele m n 1 crl11cn cbk y pobres en Quito, (~ti' as so11 inoccJltc;, vetl!nas de Si viera ud. mi cornz6n en cslc mo;nd;rw; P;:ro si cst rksgarrado, :;i necc:';ito .qnc se ciiwtl'i-ccn las Jlagns. Puede hnhcr crintnra m{ls aclora!Jlc que Dolorc~;? Oi_u;;u1c :Rosita: cl-galc que lo s todo, que lo he ~~omprcnc1ir1o todo, que he temido que vlh comprenda lo r.,tue hay cu mi inh'rior, v q ne forzoso es cs-conrkrno:; en la m~; gr;l!Hlc discrecin. H i-dalgo podra mlqtrir dcn:cho }]

!lO lt.OUHRTO ANDH,AUE

n.e de mal amigo y aun de infame. - Yq hablo con l respecto de sto. -De ningn modo. Me odiara. -El, tn bueno? Y por qu? Lo

t11ismo me dice siempre Dolores. Tiembla que Jorge l~gue comprender su ~ecreto.

-As es la naturaleza humana. Jorge es d seor de la casa: por recelo de hablillas, vendra el alejamiento, Iugo la displiscen-cia, y finalmente yo tendra que alejarme por completo. Acso estoy en situacin de casarme? Ella es 11).tty nia, y yo tambin muy joven. Ruegue Ud. Dolores, Rosita, qu~vaya aprendertdo eldisimulo.

-Estoy contenta, dijo Rosita al des pe-dirse de su amjgo. Ya no tendr que con-versar con miedo. Y Ud. ya no pensar en la umiguitade Jess?

-Quiz esta Magdalena es ms des(1icha-da qru~ la. Qtra,

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CAPITUL \t

Raro haba de ser que no se conoderan entre s todos los estudiantes de Quito, ya que todos eran atrados al centro jesuHico. Se rennfan, se vean, se observaban, ~e eki--piahan, se aborrecan por motivos fti.ls y acababan por disputarse el derecho de llG~ var informes los padres jesuitas, el amigo en contra del amigo, el pariente en ~eontra del pariente, hasta el protegido en contra de quien le daba proteccin. Edueacin ~1ne empieza pot envilecer los nios, im~ ponindoles como deber el espionaje y e1

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ltuDill:'i'O A~DJ{/,DJ{

----~- ------- ... ___ L_ ___ ~---~-

ehisme, puede traer buenos resultados? De la obligacin de chismear Yicne la im~ j)ostura y. el embuste, y de stos no va

:'-~Tan distancia la calumnia. Niiios pHra . tuiencs la calumnia es yirtud, Yicnen ser n fhljelo para las poblaciones en que Yi-\"en. Los jcsnftas alegan que tienen t:1lcn-to, que con facilidml distinguen la ven1acl rlc la mcntim, que premian la prrtera y castigan la segunda, y que para educar Js uil1os les es forzoso a veriguar todos fms secretos y an los de Jos rcf;pcctivas b-milin~;? Esta lgica es innqblc y ya no pue(le ser aceptada en Ncio'nes que pw~ penden {t la seriedad : hi

tos magnficos para cortar las alas al esp-ritu: debilitan el organismo de los jvenes con mposicioneii de estudios, que son co-mo fardos de arena, y con las de 1mgas meditaciones ~ic~rca ele metafsico escols--tica. Prescriben volmcnef; de latinujos que fatigan y esterilizan el alma, como hay. vcgetaln; cnc esterilizan la ti12rra, sin cne sirvan

\H H.Olii~H.TO A!:\DHAllg

los ausentes aparentando compasin. Co-nocidas son estas sabandijas ele uno y otro sexo, y lo han sido desde el origen de los tiempos, pero el jesuitismo las es t in en vando en lo moderno. J..-as m[Js daosas son las de mayor jerarqu-a y las que me nos convencidas estn de la maldad de la calumnia. Si la serpiente supiese el dao que causa, seguro es que sus mon1eduras seran menos frecuentes. Enrique era de buena familia, dbasc las apariencias de sabio y andaba por las calles finchado y magestuoso. Quizs haba sido nn pobre dtablo, quizs hubiera sido un hombre til; ' pero los jesutas le depravaron de remate con estmulos sn vanidad y con la ense-anza propia de ellos.

-Tengo que dechte una cosa, dijo ttnc1n Hidalgo Villamar. Cuidado la digas nadk Enrique Cevallm_; nunca me debi buen concepto. Creo que es p~ra calumnia suya lo relativo . Magdalen

l'Ai.i\-H) YILLAMAH o !S ~-------~--------

cuando se.observa con mucha atencin y sin estar preocupado como estabas.

-Pero hs prendas que ella tena eran del mismo almacn de Don-ego.

-Ese no es argumento, hombre! No se venden de esa clase en otros almacenes de Quito? Magdalena no pudo adqnirirla's del mismo almacn ele Don-ego por cual-quier otro motivo lcito y decente? -Pero cmo, si es1lm tan:pobre? -Pobre est no hoy; pero maana

puede adquirir dinero. Me admiro de que, no se te hayan ocurrido estas reflexiones, de que te hayas sometido la ntitJOt'a y ests execrando ht guambrita, de;;ps que ella te invit ir :;u casa.

Pacho se puso de pie. -Entreveo el infierno, dijo, con slo ima-

ginarme que sea vercladlo que dices. --Por otra pHrte, Enrique tiene la cos-

tumbre ele ser insigne charlatn. Es en~: migo del prjimo ese mequetrefe endemo-niado. Y has fleg-ndo {t sahCl' si l le ha cantado las tristes la guambrn, y si por c11'a ha sido desdeado?

Pacho fJUecl contemplando su amigo 'como fuera ele s.

-Voy ft sal)erlo! dijo, tonwndoel bastn

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Dfi

>Y. el sombrero. -Espeta) ,:Adnde nts? Me cla gana

c1e.ech~~r. al olvido tus asuntos y dejnrte que te desenrede~; conio puedas. Todo lo vas tntstornnr con e:,;e carcter de potro cerrero. Yo me encargo de in veo;;tigar con ca1m0, y yo te traer Jugo .el resultado. Adnclc ibas i1 volar si todava ticnc:>tl-las en los ojos? Yo tengo algT11Hl amistad con Dorrcgo y hasta puedo :;er presentado M1:1gdalena.

-Pero si ...... -.--Pero s, pero ~i .. , ... l\laldita sea la te-

nactdad del hombre! ~le ob::::cleces { t; dejo solo .. Nada r1ices en estos seis ocho das. A ms .yer.

J Ot'ge era activsimo cuando se traiitb; d~ servir n c~>pc-. rmna. Pisose el sombrero;." se aconl de sns paseos solitacios. Volvi ~iobrctank, no quiso ir en busca de amigos, cncctTsc

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PAClfO YILLAiiU ... T~ U7

para salir al halcu, desde el cual se pnso contemplar las ventanas contiguas, cksier-tas en los postreros meses, olvidadas clos ltimos dns; pero ~Lhora ynpone vokadn de tu solio, te con".icl.era como nznccn a marchita, y tiene el' vaor ele no le\an ta r ningnno ele h1s ptalos? Y a Pacho cmpezn ba transformarse,ya vol-va ft ser una c1e e:

98 ROllER'l'O ANDRAD1!

cha las cortinas un lado, arroja f:obre la cama la bata de Pacho, y

-Gran noticia, amigo, le dice: levnta-te ... Me caigo de sueo ... La casualidad ha venido en auxilio de tus planes. No he dor-mido en toda la noche. Acabo de separar. me de Magdalena, entiendes? Ella ha tocado estos guantes: t6malos. Qu boni-ta est la guambra, cholo de mi alma. Es calumnia, muy calumnia, ms que calum-nia lo dicho por ese infame de Cevallos Ca-ramba! Pero te levantas n, perezoso? El dormido, y la muchachita acordndose de l ! Esto s que es curioso!

-Acordndose de m ? No mientas. Cuntame, pues, mientras yo me levanto. -

-La casualidad no te digo? En casa . de las Riofros hubo una tertulia anoche por el cumpleaos de la vieja: yo fu invita-do desde el viernes. Quin crees t que eritr despus de m y vino engalanar el saln? No hay ni sea de embarazo en ese cuetpedto elegante, y t sabes que deba hallarse en los seis meses. All haba esta~ do Dorrego. Desde que entr Magdal~tni, resol vme no perder un gesto de los dos;)r lo consegu, pues era enteramente fcil. Na-turalidad evidente y perf('cta: nada revela-.

.. ;-' : -

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bala: menor complicidad, intimidadescom0 las que hay que suponer, dado el caso d relacin culpable y misteriosa. No, seor: nada de sto. Se cambiaron algunos chis-ts, bailaron una dos veces; pero l se con-trajo festejar una ambatca, con quien, segn dijeron all, est prximo casarse. Magdalena le hizo algunas burlas en pre-sencia ma y de otros caballeros acerca del futuro matrimonio. El final es lo que hay de bueno: vas ver. La invit bailar eso de las doce: antes no lo hice porquc,ella ,tena compromisos. Qu bien baila la m~t. chacha, hijo! Y est hermosa, hermossima: su semblante tiene la frescura de la virgini-dad y la salud. -" Yo no he vis.to Ud.' ,algun tiempo ni en la calle, seorita, le dije, -Pero yo s: le he encontrado varias veces. Me parece que Ud. tiene rnuchos amigos? -Ms me agrada tener amigas, ~e:orit~. ,,

' , . \ . \ j 1 ~ 1 :.' -i ..-Ambas. cosas le sern f

100

bin Ud. le conoce? -Apenas. Sospecho rp1e aquel caballero es persona muy inso-ciable. -Al contrario. -Al contrario, dice Ud.? Puede ser: Ud. lo ha tratado con ms frecuencia que yo. Pero por lo que yo hcohsctvado ... -Ha sido tambin ami-go ele Ud.? ~As, as: ramos vecinos; pe-ro clcsc1c entonces ...... -Algo le he odo ele la cstimaci6n protnc1a que tiene por Ud. -S? Qu ocmTencia,! Me han dicho que est para casarse .. -Con quin?- Yo no s con quin. Yo no estoy .para averigunr esas cos

t~.\CliO VILLAi'llAH 101

migo, que habh quieJ}_ la qbscrv~lse y qnc tocio pocla daarse por una bagatela.

- Dai1nr? elijo l:'acho. Y qu es lo que . se poclrft cln1ar?

-No s; simplezas.

r -~o ha_r tal. Eso de clafwi cs.muy signi-neavo. Ya Yes? Ah vuclye aparecer Doncgo.

-]a, ja, ja! A eso voy: precisamente de Dnrrcgo ilm lwhl

ltODRTO A>IDRADll

que pidiese en mercancas." Qtiicte Ud, 'saber ms, amigo Don Pachito? . Ya ste no estaba al lado de Jorge: hall-basc escribienclo, y escriba de modo de des-pedazar el papel.

-Quieres ser mi padrino ?-dijo de repen-if:e Hidalgo.

-Qu es eso? Desafas Enrique? n~ modo que quieres ir parar :1 lalnten-dcnci\?

-No comprendo. -Mejor es darle un fuetazo en la cara {t

Enrique donde nadie pueda ver la escena. - Fuetazo? Con fuete se puede lavar

la honra de una nia ? -Pero con revlver menos. Vas la In-

tendencia, y todo el mundo sabe que has cometido un disparate. --Y por qu he de ir la Intendencia si

el duelo no es divulgado? -Bonito. ; Y crees que Enrique no lo ha

de divulgar al momento? .:....; Ser un canalla . .....; Creo ~ue no es otra cosa quien ha e . a

lumniado una eeorita.

Pacho volvi al pupitre y se puso escri-bir Magdalena. La carta brotaba cen-tellas y lgrimas amargas. Pacho se hu

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PACIIO YILLAJ\IAR. lO;l

millaba en ella, se ergua, rogaba, volva levantarse altivo y trituraba con el pie al calumnian te. No nombraba ste, sin cm~ bargo. Suplicaba despus con frases tan tiernas, con locuciones tan naturales y vi~ vas, que nadie se.hu hiera resistido alleerlas. "S soy culpado, deca un pasaje, tamb{n lo es el pecador; pero Dios se compadece de l y le perdona. Quin ha deimitarDios mejor que uno de sus ngeles? Mi pecado ha provenido del exceso de pasin, del deli-rio que me arrebataron los atractivos' de Ud. Ofrecerle la vida es nada: mejor es ofi'e-cerle vivir en incesante adoracin. Yo s_oy as, idlatra; pero preciso es que mi dolo se llame Magdalena. Amor mio ! es cier to que ya he obtenido su perdn, que ya puedo presentarme sin la timidez del reo, que sus ojos no me han de mirar con odio, que sus labios han de pronunciar mi nom-bre con bondad? Yo no quiero sino oir su voz, yo no quiero sino estrechar su mano, yo no quiero sino contemplar su sonrisa, respirar junto Ud. el aire que est Ud. res-pirando, y lugo ya puec1o espirar como si todo me fuera indiferente."

Cuando concluy de escribir, not que Hidalgo dorma, se lav, se visti, se perfu-

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104 ROHEl~'l'O A~IJHADE

m(l, puso la carta. en d holsi1Jo, y sali {t la ~llc. Al sali1 se le o~~uni que Ivbgdalena estara en el lecho, ya que la tertulia haba durado hasta la aurora, y pnso ante paso, fuese por esas calles como quien iba liber-tar la patria. Quera entregar l en per-sona la carta, nico medio de que no hubie-se retardos; peio se le vino la idea ele q uc no estara visible }V1ngc1alena en aquel c1'ia, con motivo ele la ltima noche, y se rec.ol-,;i6 esperar el da venidero. A las doce en punto ele este da, Pacho snba ][ cscnlcrn_ de sn amada. La casa esta l1a silenciosa : slo not alg-ln n1ovimicnto ele criados . . -SeriorVillamnx, quJnilngroviencUd.?

Entre, sintese, dijo Doi'a Gcno_yeYa, quien encontr en el corredor. Cmo as viene Ud. cuando ni se lo ha visto por b citllc? Un da ni nos salud. Amigos soirios. No se acnenln, pues, de cuando C:ramot; ve-cinos?

Ent la primera v?- que Pacho oa la voz ele b seiora.

-Cierto, seorn., murnmr el joven, cu-yos ojos ~;e salan de sw; 6rbitas_v huscnbau lVlitgdalena en todns direcciones. Y la seforita Magdalena? - A.clentro est ocu1acla. Y n no ms vie

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l'ACHO VlL1 . \;...!AR 100

11e. Pero cbrase, cbrnse, amiguito. Por qtt no ha venido, puc~>? Tnto como le ltcmos in\'taclo. A qu cnsualicla.d dehe-llJOS d gusto ele tenerlo aqu?

- Caswllidad no es, seora: el ese o darle ttna explicncin la seorita hija c1e Ur1.

-Tal vez no ha de poder s~t1ir. Nopncde lfd. d6.rmcln m? Yo se la he de pasar ella en el momento.

Pacho, sentado en un sof, ten1a la puer-ta a1 frente y por ella miraba lostndcncs. De improviso vi el perfil e~ e JVI ngdnlcna en 11 n cuarto contiguo ft la escalera, y se preci-piU> all sin hacer caso r1c Doa Genoveva. lVlagclalena se ocult dctrs de la puerta; wto P

106 Hllb:Wi'O ANDUAD)o!

seis de la tarde. -Pero ... -Oh, yo le ruego, Magdalena, dijo Pa-

cho con voz te m hlorosa. - En fin, pues ... Y recibi 1;: carta y la puso en nna mesa

. contigua. Dola C~enove\'n se haba encon-trado espaldas de Pac1w, una mano so-. bre otra y amhns sobre el ahclonwn, en nc-titncl ele expeetalint. Pacho se inclin de- lante ele ella y se precipit(J por la escalera, c,n l

!'.\t':JO \"iLL ... \:\I,'..U 1.07

ij i)ER'f' ANnRADI~

situacin largo rato. A cada instante vea Pcho el relcij. A las cinco, por fin, al la-vabo, escobill bien la ropa y vistise con ln m'nyor elegancia. Iba oir sn sentencia; pero eil aquella vez estaba sereno, como Juana ele Arco en. Beauvais.

Lleg ln pllza ele la Independencia, y t:>cb,a no ecan las seis. En nn banco se hallaba un joven, quien repar en Villamar. Er~ Villacs, otro de los amigos del club. ~Va Ud. muy preocupado, Don Francis-

co, dijo este ltimo. Est Ud. cariaconte-cido. Ven y sintate, hombre. Veamos e~;a muchacha que pasa por ah. Qu bue-

na pierna, diablos ! ~Tengo que hacer. -Venga Vd. sentarse, so triste, vea

Ucl. lo que hace, porque le trituro la mano. ~Hombre, no seas tosco. Vuelvo en el

momento. Hasta lugo. -Y ha de porfiar! Est Ud. muyclcgnn-

te, caballero Ests invitado al matrimo-nio, tal ve~?

-A qu matrimonio? -No has sabido? Al de MagcJnlena

G ntirrez con Rmn1rc;~. racho se puso lvido-y se cubri la cara

en ademn ele cstornndar.

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- Por qu te has puesto tn plido ? dijo Villacs

- P!rece qne me va dar un vrtigo. He ('S luclindo todo el da y no he tomado nin-gIII alimento. Felizmente el pauelo est empapado en agua de Colonia.

Dicienc1 o s lo se sent y se enjug la fren-t\' con mano temblorosa.

-Tal vez Magdalena Gut1uez ...... -Ni la conozco, hombre. Con quin di-

ces que se casa y cundo? --Dentro de una hora ms 6 menos. Vienen

la capilla de losjeGntas. Se casaeoni\.a-IIJrcz, ese latacungl1eo feo, pero rico. Qu le parece? Estoy por creer que la pobre chiquilla se vende, porqne se hallaba en la Id lima miseria, y el chagra no deja detener sm; re;:_litos. S la conoces: no mientas.

l'aeho no hablaba: hallbase recostado en el espaldar clel banco, el rostro p{l1ido l!aeia nrriba, y procuraba at~r cabos, lo q ttc le era muy dif'cil.

-Te pas? dijo Villacis. -S; pero caminemos. Yo me quiero ir ... -Parece que de veras ests malo, dijo Vi-

llads, al ver que Pacho le temblaban las piernns. Quieres ir una botica? :Mejor es tomar una copita c1e cordiaL

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110

Enlaz su brazo c11 d de Pacho, _~:ambo:; se encaminaron una licorera innwd

t~CHO VlLLAMAll 111

d j(, I>orrego, quien ex tendi la mano p

CAPITULO VIl

A europeos he visto tirar bs riendas {t sus mulas, afirmarse en ios estribos, levan-tarse los sombreros y hundir la mirada a1l en el paisaje, la vuelta ele un recodo, en el descenso Hamado Romerillos. Aquel pano-rama que suspende por lo amplio, por la ver-dura de los campos, qnenoesunifonne, pt1cs aqu y all hay granjas y aldeas, bosc1ucs y colinas, vallas de demarcncin y pequeos matorrales, es el vn11c embelesador c1c 1VIa-chachi, surcado por un hilo recto de dos le-guas, la carretera de norte sur, nica va

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rACHO YILLA:\1,\1\

~--------~-~-----~-----

IIWrirlionnldesckQnito. A nnoy otro lado d1 la carretera hay potrcrosy s'mhrm:, po-(cm:1 cubierto~' de g:mwclo, scmbrios dih-ludm: de pupns y cereales. L[t vistn scdctie-,,.,. ;-) i'rcnt.e en lo~;clc?;n.ntcf;otcrm; 11amar1m.l ~~:\lll:t Rosa, y {1_ clr:rccha i;.;qnicnla en las de:; nmn:: ck los Ancles. Vense un laclo ,.1 Coraz(m y su~; cnf~tlclo:-:, ;l otro

tH ROllilR1'0 A~OHADg

encontrarle la provincia de Len. Pa-cho haba dejado los estudios y partido Popayn por el interior de Colombia, un negocio comercial de su padre; de Popayn haba salido Bnenaventnra, de all veni-do Guayaquil, por el ocano, y de Guaya-quil iba Quito, adonde lugo llegara su familia.

Antes de partir Popayn, haba vuelto {t ver Magdalena: una tarde haba visto dos seoras, de vuelta encontradfl con l, en d portal del Arzobispo: una, joven y p-lida, otra madura. Pacho las oonoci desde lejos; pero iw quiso evitar el encuentro. Eran Magdalena y su madre. Pucho pasa-ba junto ellas quitndoseel sombrero;pc-'ro con la ms sombra indiferencia, cuando Doa Genoveva le llam la atencin.

-Seor Villamnr, le dijo tendindole la mano, en qu tiempos se k ve Ud. Se habr ido, estar aqu, qu ser? deca el otro cHa hablando con sta. Qu tal ha estado, pnes ? -A sus rdenes, seoras. -Hasta cundo es, pues, Ud. tn ter-

co, seor Vllmnar? Aura vivimos all por el Caqnen, ngrimtts, porque todos los hombres estn lejos: mi marido desterrado,

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PA.CHO VILLMA. li

1l de Magdalena, se fue Francia. Magdalena mir Pacho y gesticul des~

defioRamente con los labios. ---Buscar oportunidad y las visitar, se-

(tora.

- --Pero cundo ser, pu~s? V cnga no 111fts cualquier rato: hoy, maana, cual-quier da, Vem, venr, no?

---131 domingo por la noche; senord1mur wur Pacho por salir del aprieto, y en se~ ~ttida se despidi, oprimido el corazn.

-- H ah que tengo que ir el Domingo, iba 1'\'1\cxionando para s. Oferta y oferta se~ f1oras! Jams dejar de ser un animal.

1 'ero despus ele tntos meses ele sombras, 110 dej de experimentar cierto intenso re-gocijo. Amaba todava y entraablemen-!.t. Fue el Domingo: la casa estaba silen-I'osa y no haba siqueira alumbrado. Desde ~tl'ucra oy la voz ele Magdalena, esa voz t tte le haba estremecido y embargado, al-ti va, como de enojo; pero las palabras en111 i 11 i 11tdigibles. Magdalena se hallaba en-('Cildicndo una lmpara en el momento en que Villamar lleg la puerta de la sala.

-Entre Ud, seor Villamar, dijo ella. --Soy tan puntual, seora, que llego has,.

l:;t ser imporhwo.

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~No, seor: ntrc Ud. y tome ar3icnto. Y sentse frente Pacho con ademn

desdem:o. --::-Y la seora su mam? -Est buena, gracias. -Y tnmbin Ucl. mt1y .buctw? Dira yo

que Ucl. ha embelleciclo. -Yo? Qn ocnrrencia! No vncha Ucl.

ckcirmc esas cosa!S. P

117"

lrihuyc> la torpeza ele l, y rcsolvise \'oiwr para comportnn;e mejor. Tal era l:t ndole ele Pacho: siCTnprc estahadispues-1 o( colwnc:stm las 1altm; de los otros. No \':-;la han en casa ni madre ni hU11, y slo :1' t te! In nt bia Jea, quien un da vi m o,~ cinco minntm;. Al cabo de cieron al1nsmtc en la aleo-ha, mientras rloiiaGennve\'a:;;e dcjaha caer en un sof(t. Pncho se ha lb ha en nna silla, de c:_;palcla3 {t la mamp~tra de Ia

Genoveva. De sbito se abri la mampa-ra,'la rubia se acerc Pacho por detts, y por delante Magdalena en Roctitud de coinhate. La rubia le empni'l las manos y Magdalena quiso sacarle la cattera. Al principio Pacho ri y se resisti chacot.;;an do; pero lugo que vi en el rostro ele la hermosa gestos de clera intensa, de c:otpri-cho, de venganza ele perra enfurecida, sacn rli las manos de las macizas de la rnhia, irguise, tom las solapas de la levita ylas f\just una contra otra, oprimiendo las ma-nos de la dama, las que ya se haban intro elucido en sus vestidos. ~Qu pretende Ud. seora? dijo Paeho

en. tono ya mny serio. -Dme Ud. su cartera. """'Y para eso tnta furia? -Su cartera, su cartera, vea lo que se

hace. Entrevi la causa de aquella embestida

no muy corts, y se desprendi de Magdale-na, dando un salto 1pido hacia atrs.

-Seora, lo comprendo todo. Ofender-me as es indigno.

-Todos los jvenes tienen la costumbre de comprar en las fotografas retratos de las de quienes se aficionan, ponen declicato-

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11!1

rias ellos mismos y anclan mostrarlos Lodos los amigos.

-Supone Ud. que en mi cartera est el suyo? Si le mostrara el que tengo, seora, k dara satisfacciones en cambio de una ofensa muy innoble. No he hecho con un retrato lo que Ud. dice jams. Si lo hicie-ra, sera con un retrato de pcrsonaqueme-rcciese la pena.

Tom su sombrero. -Seo1as, dijo inclinndose, y sali sin

t:Htrcchar la mano de ninguna. H ah la ltima entrevista de la boni-

tn pareja de Doa Catalina, la patrotia de la cast de San Marcos. A poco de esta en-L'rcvist~, Pacho se encamin Popayn.

Conque avanza tma cabalgata en la car-retera ele Machachi; trota, galopa, llega al casero inmediato la aldea, cuando acae-ce nn suceso inesperado. El caballo de Do-lores haba tenido costumbre de entrar una de las posadas contiguas, era tozudo, recalcitrante y porfiaba por precipitarse didm posada. Doiores tiraba la rienda con mano vigorosa. Al fin se encabrit el ca-llttl1o y levant las pitas delanteras, espar-ciendo blanca espuma, y hasta ponerseel.l ac-titud vertical. Hubo un momento de susto:

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120 HOt:Ef~TO A::'iDt1.-\.DJ1

16sjYcnc3dierondenpuchs sm caha1g:l-duras y'c1e

PACHO YILLAMAJl 121

por Villanwr. Iba inundada en dicha: aqud era el da ms glorioso ele su vida. Comen-taron el suceso hasta llegar al puente de IV1 achnga ra, ID e o ment especialmente el Cvm::tn~hnte Paebeco, A quien haba to~ado lo principal de la taena, 'eso el~ ir pvr agLt t pat'a salpicar en elros.tro [1: DJlore.>. '' :

Al descender al puente crri o~ru C

I(QB!i:!l'r.O

'i'rat:Jle y cli con e1 rumbo. I

124 HODERTO ANDnAbE

dijo el Padre Rector en su media lengua, pues era italiano, es . suficiente argumento para no permitir que el alumno rinda su exa:men; per la extremada bondad del Pa-dre superior ha consentido eri que lo rin-da, como prueba de distincin lajuverttttd de esta catlica Repblica.

En seguida tom algunos sorbos de rap, se son con un inmenso pauelo cuadros, se acomod el bonete y principi el examen. Fue brillante, pesar de la prevencin del jurado. Antes de la votacin, el Padre Rector se inclin amablemente y se puso registrar los papeles que se hallaban en la 1nesa.

-Y el certificado de confesin? elijo con mucha dulzura.

-No lo he presentado, Padre, contest el sustentante

-Y por qu, hijo mio? -Porque no me he confesado. -He debido yo recoPdarme de este reqni-

, ~ito antes de principiar el examen, y as hu-, biramos evitado prdida de tiempo.

Se procedi la votacin, y el secre-tario dijo, despns de sacar las fichas de la bolsa:

-Reprobado con ttS cuartas!

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l'ACIIO VJLLA:\T AH.

Pncho se adelant ft losjesutas, lvido ele clem, cuando stos estahan dejando sus asientos. -A e u no se viene rendir examen ele

mojigatera, sino de la ciencia que uno ha es" tncliaclo en las aulas: esa calificacin es una desvergenza.

El discreto Padre Hector se desliz co11 paso muy mesurado; pero uno de los Pa-dres profesores se en en r con Pacho y ex-clam con ac1emn altivo:

-En nuestfa casa no se dicen tales inso" kncias!

-Mayores son las que se hacen. Y la ca ~;a no es de U stcdes, ni