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Capítulo 1

BIOETICA Capitulo 1 Libre

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  • Captulo 1

  • 6

    ROBERTO ANDORNO

    BIOTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA

    2 edicin

    Versin espaola ampliada y actualizada del texto original en francs: La biothique et la dignit de la personne,

    Pars, Presses Universitaires de France, 1997

    TECNOS

    Madrid

    2012

  • 7

    INDICE

    INTRODUCCIN ...................................................................................

    PRIMERA PARTE

    LA BIOTICA O LA TICA DE LA VIDA......................................................................

    CAPTULO I LAS BASES DE LA BIOTICA ......................................................... I. LA AMBIGEDAD DEL PROGRESO CIENTFICO RECLAMA LMITES ............................................................................. II. TICA RELATIVISTA VERSUS TICA OBJETIVISTA ......... III. CALIDAD DE VIDA y DIGNIDAD DE LA VIDA ........... IV. LOS PRINCIPIOS DE LA BIOTICA ....................................... 1. EL PRINCIPIO EMINENTE DE LA BIOTICA: EL RESPETO DE LA DIGNIDAD HUMANA .................................................................................. 2. EL PRINCIPIO DE BENEFICENCIA ...................................... 3. EL PRINCIPIO DE AUTONOMA .......................................... 4. EL PRINCIPIO DE VULNERABILIDAD 5. LOS PRINCIPIOS PROPIOS DEL MBITO DE LA SALUD PBLICA V. LA BIOTICA Y EL DERECHO ................................................ VI LA INTERNACIONALIZACIN DE LA BIOTICA........

    CAPTULO II QU ES LA PERSONA? .................................................................... I. SER PERSONA EQUIVALE A SER DIGNO ....................... II. LA PERSONA: UN INDIVIDUO HUMANO ............................. III. LA PERSONA: UN SER AUTOCONSCIENTE ........................ IV. UN DEBATE MS QUE TERICO .........................................

  • 8

    CAPTULO III LA EUGENESIA: LA UTOPA DEL HOMBRE PERFECTO ....... I. LOS ORGENES DE LA EUGENESIA ........................................ II. LA NUEVA EUGENESIA: EL DIAGNSTICO PREIMPLANTATORIO ......................................................................... III. EL RESPETO DE LA DIFERENCIA ........................................ IV. EXISTE UN DEBER DE PRESERVAR LA HUMANIDAD? ......................................................................................

    SEGUNDA PARTE

    LA PERSONA EN EL CENTRO DE LA BIOTICA ................................................................................

    CAPTULO I EL COMIENZO DE LA PERSONA ................................................... I. LA APROXIMACIN BIOLGICA ............................................ II. LA APROXIMACIN FILOSFICA .......................................... III. LA APROXIMACIN TICO-JURDICA ................................

    CAPTULO II LA PROCREACIN DE LA PERSONA ........................................... I. PROCREACIN Y PRODUCCIN ............................................. II. EL CONGELAMIENTO DE EMBRIONES ................................ III. LA EXPERIMENTACIN CON EMBRIONES ........................

    CAPTULO III LA IDENTIDAD DE LA PERSONA .................................................. I. EL RECURSO A DONANTES DE GAMETOS ........................... II. LA MATERNIDAD SUBROGADA ............................................ III. LOS EXMENES GENTICOS ................................................ IV. LA CLONACIN ........................................................................ V. LAS INTERVENCIONES EN LA LNEA GERMINAL .............

    CAPTULO IV EL FIN DE LA PERSONA ................................................................... I. LA INTERROGACIN ACERCA DE LA MUERTE .................. II. LA CONSTATACIN DE LA MUERTE ....................................

  • 9

    III. CARCTER PROPORCIONAL O NO PROPORCIONAL DE LOS TRATAMIENTOS ................................ IV. LA EUTANASIA .........................................................................

    CONCLUSIN ....................................................................................... BIBLIOGRAFA .....................................................................................

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    INTRODUCCIN

    Es peligroso hacer ver al hombre su semejanza con las bestias,

    sin mostrarle a la vez su grandeza. Blas PASCAL

    El desarrollo extraordinario de las ciencias biomdicas que se observa en las ltimas dcadas est en la base del poder descomunal que estamos adquiriendo sobre nosotros mismos y nuestra propia especie. Esto plantea, no slo a los investigadores, sino tambin a los juristas, a los poderes pblicos y a los ciudadanos en general, preguntas nuevas y difciles. Hasta dnde puede avanzarse en el creciente dominio del hombre sobre el hombre? Puede hacerse debe hacerse todo lo que resulta tcnicamente posible en materia de procreacin asistida, de mejoramiento de la calidad de los futuros nios, de desdoblamiento de la paternidad o maternidad entre varios individuos? El ser humano, tal como lo conocemos, merece ser preservado? Tienen las caractersticas propias de la condicin humana un valor intrnseco? O son meros datos contingentes que podemos modelar a voluntad?

    Al mismo tiempo que se plantean estos nuevos interrogantes, viejas cuestiones relativas a la relacin mdico-paciente comienzan a ser vistas desde una perspectiva distinta, que pone especial nfasis en los derechos y autonoma del paciente. Se insiste con razn

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    en la importancia de superar una visin excesivamente paternalista de la medicina y de reconocer al paciente un mayor poder de autodeterminacin respecto de los tratamientos a los que desea o no someterse.

    Para agrupar los esfuerzos dirigidos a dar respuestas a estos interrogantes se ha acuado un nuevo trmino: biotica. Este vocablo est compuesto a partir de dos palabras griegas: bios (vida) y ethiks (tica). La biotica es, por tanto, la tica de la vida.

    La biotica es ante todo tica. Esto significa que forma parte de aquella rama de la filosofa que se ocupa de estudiar la moralidad del obrar humano. La tica es, en efecto, la disciplina que considera los actos humanos en tanto buenos o malos.

    Pero la biotica es una parte de la tica y no toda la tica. Ella se ocupa de la vida en cuanto tal. La pregunta central que se plantea es: cmo debemos tratar a la vida, sobre todo, a la vida humana? En efecto, sin perjuicio de la creciente y justificada preocupacin por el respeto a los animales y al medio ambiente, es ante todo la cuestin del respeto a la vida humana la que se coloca en el centro del debate biotico.

    Resulta interesante observar que la palabra biotica fue al principio resistida en Europa continental, porque haca pensar que era la biomedicina la que se elaboraba, a su gusto, su propia tica. Ahora bien, la tica, en tanto disciplina filosfica, est por encima de las ciencias particulares. No corresponde a las biotecnologas dirigir a la tica, sino que es a la tica a quien incumbe dirigir a las biotecnologas. Por ello, se prefera hablar de "tica biomdica" antes que de biotica1.

    Sin embargo, en esta guerra terminolgica, el neologismo parece haber terminado por imponerse gracias a la gran fuerza expresiva de que est dotado. La palabra biotica permite reunir en una misma disciplina reflexiones sobre temas en apariencia heterogneos, que interesan no slo a la tica mdica, sino tambin al derecho, a la

    1 La palabra "biotica" fue empleada por primera vez en los Estados Unidos en

    1971 por el onclogo Van Rensselaer POTTER en su libro Bioethics: bridge to the future. Al ao siguiente, el nuevo trmino fue empleado para dar nombre a una institucin fundada por Andrew HELLEGERS en la Universidad de Georgetown (Washington), que estara dedicada al estudio de estas nuevas cuestiones: The Joseph and Rose Kennedy Institute of Ethics for the Study of Human Reproduction and Bioethics (hoy conocido como Kennedy Institute of Ethics).

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    filosofa y a la poltica. El punto comn de los nuevos interrogantes es el valor del ser humano en su corporeidad frente a los desarrollos biomdicos. Por ello, puede afirmarse, en una primera aproximacin, que la reflexin biotica no hace ms que retomar el cuestionamiento eterno del ser humano sobre s mismo y su dignidad, aplicndolo al campo especfico de la biomedicina2.

    Sin embargo, en razn misma de su complejidad, ligada a los desarrollos biotecnolgicos, esta rama de la tica posee caractersticas que le son propias. En particular, la biotica supone una aproximacin interdisciplinaria, prospectiva, global y sistemtica a los nuevos dilemas3. Es interdisciplinaria, ya que, al interesarse directamente por el valor de la vida humana y las repercusiones sociales de los nuevos desarrollos, no concierne slo a los mdicos y bilogos, sino tambin a los juristas, filsofos, telogos, autoridades pblicas, psiclogos, etc. Prospectiva, porque mira necesariamente hacia el futuro de la humanidad. Global, porque muchos de los nuevos desafos no slo afectan a individuos aislados, sino a la humanidad en su conjunto. Sistemtica, porque pretende organizarse como una reflexin coherente y estructurada, con principios propios, y no como una simple casustica.

    La Primera Parte de este libro pone de relieve las cuestiones relativas a los fundamentos de la biotica (cap. I), a la nocin clave de persona (cap. II) y al problema planteado por la eugenesia (cap. III).

    La Segunda Parte analiza cuatro dimensiones de la personalidad que tienen especial relevancia en los debates bioticos: el comienzo de la persona (cap. I), su procreacin (cap. II), su identidad (cap. III) y su fin (cap. IV).

    2 En el mismo sentido, cfr. la definicin propuesta en la primera edicin de la

    Encyclopedia of Bioethics (dirigida por W. Reich, New York, 1978, vol. I, Introduccin, p. XIX): La biotica es el estudio sistemtico de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida y de la salud, a la luz de los valores y de los principios morales. 3 Cfr. Guy DURAND, La biothique, Cerf, Paris, 1989, pp. 21 ss.

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    PRIMERA PARTE

    LA BIOTICA O LA TICA DE LA VIDA

    Una vez ms, la nica cuestin que cuenta, es la del valor de la existencia humana.

    Claude BRUAIRE

    En esta primera parte consideraremos los fundamentos de la biotica (cap. I), y en especial, lo que constituye su ncleo duro la persona (cap. II), para luego sealar los interrogantes ms fundamentales que se plantea respecto del futuro de la humanidad (cap. III).

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    CAPTULO I

    LAS BASES DE LA BIOTICA

    I. LA AMBIGEDAD DEL PROGRESO TECNOCIENTFICO RECLAMA LMITES

    Los avances de la medicina y la gentica estn contribuyendo de modo extraordinario al desarrollo de nuevos procedimientos preventivos, diagnsticos y teraputicos. Pero, al mismo tiempo, dan lugar a nuevos interrogantes que, por su gravedad, no pueden ser ignorados: tenemos el derecho de hacer todo lo que es tcnicamente posible en materia de procreacin asistida, de uso de embriones humanos como material de experimentacin, de modificaciones en el ADN de nuestra descendencia? Pueden duplicarse deliberadamente individuos con una misma informacin gentica? Tenemos un derecho a no saber nuestros propios datos genticos? Debe prolongarse indefinidamente y a cualquier precio el tratamiento de los enfermos terminales cuando la tcnica lo permite? En base a qu criterios debe decidirse la distribucin de recursos escasos (rganos para trasplantes, equipos mdicos de alta complejidad, etc.) cuando de ellos depende la vida de los pacientes?

    Estos son slo algunos de los nuevos dilemas que genera el desarrollo tecnocientfico y que hasta hace algunas dcadas eran inimaginables. El positivismo triunfante presentaba a la ciencia y la tcnica como actividades neutras", colocadas ms all del bien y del mal. El proyecto tecnocientfico escapaba al juicio crtico en

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    tanto instrumento del progreso ilimitado en el que la humanidad se crea embarcada. Segn este esquema, propio del pensamiento iluminista, el desarrollo cientfico bastaba por s mismo para asegurar la instauracin de una sociedad armnica gracias a la aplicacin sistemtica de mtodos racionales en todos los campos.

    Luego del empleo de la bomba atmica en Hiroshima, y ms recientemente, la perspectiva de la denominada ingeniera humana (human engineering) y de la clonacin, la actitud ante la ciencia se ha vuelto profundamente ambivalente; por un lado, sigue habiendo una suerte de confianza ingenua en los beneficios que promete, como si se mantuviera intacto el mito decimonnico segn el cual la ciencia es, por s sola, capaz de salvar al mundo de todos sus males4; pero al mismo tiempo, hay un temor creciente ante los riesgos desmesurados que algunas tecnologas representan para la humanidad.

    Hoy se constata que la ciencia se ha vuelto subrepticiamente tecnociencia", es decir, que se ha puesto al servicio de finalidades puramente operativas, desligadas de toda reflexin acerca del sentido ltimo de los productos que genera. Es como si las posibles aplicaciones inmediatas de los desarrollos tecnolgicos bastaran para justificarlos a priori y ahogaran de raz toda consideracin tica. Tal como lo destaca un filsofo, ya no se plantea cul es la naturaleza o esencia de...?, sino cul es la funcin de...?, para qu sirve?, cmo funciona?, cmo ha sido producido?5.

    Desde esta perspectiva, de tipo utilitario, el mundo natural deja de ser visto como expresin de la belleza y armona del cosmos para volverse una suerte de cantera cuya nica funcin es la de producir bienes de consumo. Lo que desde la noche de los tiempos era un objeto de contemplacin, pasa a ser un simple objeto de explotacin.

    Este reduccionismo impregna en buena medida la concepcin moderna de la ciencia, que se mueve en el campo de lo cuantitativo, de la representacin formal. El medio por excelencia de este tipo de representacin es la matemtica. Es por ello que el verdadero paradigma del pensamiento tecnocientfico es el objeto matemtico.

    4 Cfr. Mary MIDGLEY, Science as Salvation. A Modern Myth and its Meaning, Routledge, London, 1992. 5

    Gilbert HOTTOIS, Le signe et la technique, Aubier, Paris, 1984, p. 61.

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    No debe olvidarse que el objeto matemtico es construido, no nos es dado como los objetos naturales. El objeto matemtico es el modelo segn el cual la ciencia busca reconstruir la realidad natural, que deviene as, de algn modo, una multiplicidad matemtica6.

    En esta ptica, la naturaleza slo sirve para aportar bienes y servicios al pblico consumidor. Ella debe entregar su energa escondida a instancias de la tcnica, que tiene como tarea el provocarla7. Resuena en esta nueva perspectiva un eco del llamado cartesiano a los hombres para que se conviertan, a travs de la tcnica, en dueos y poseedores de la naturaleza (matres et possesseurs de la nature)8. Con la nica diferencia de que, tal vez, Descartes no haba imaginado que esta empresa de conquista de la naturaleza poda algn da volverse contra el hombre mismo.

    Cuando se llega a este punto, es decir, al propio ser humano como terreno de conquista, resulta difcil precisar quin domina a quin y quin gana sobre quin. Esta sensacin de vaco existencial crea en muchos el temor de que estamos marchando hacia una deshumanizacin de las generaciones futuras. Como lo adverta profticamente C.S. Lewis en 1943, si el hombre elige tratarse a s mismo como materia prima, se convertir en materia prima; no en materia prima a manipular por s mismo, como ingenuamente imaginaba, sino a manipular por la simple apetencia.... de sus deshumanizados Manipuladores9.

    Este cambio radical de perspectiva respecto de la naturaleza, incluyendo al mismo gnero humano, reconoce entre sus principales inspiradores a Condorcet y Bacon. Condorcet pensaba que si el siglo XVIII cumpla con sus dos tareas esenciales extender la aplicacin del mtodo cientfico a toda la gama de conocimientos humanos y codificar en frmulas el mtodo cientfico ya haba asegurado la perennidad a las verdades descubiertas por las ciencias. Entonces, el progreso cientfico

    6 Edmund HUSSERL, Crisis de las ciencias europeas y la fenomenologa

    trascendental, Folio Ediciones, Mxico, 1984, p. 27. 7 Martin HEIDEGGER, Die Frage nach der Technik", en: Die Technik und

    die Kehre, Neske, Tbingen, 1980, p. 16. 8 Ren DESCARTES, Discours de la mthode, VIe partie, Vrin, Paris, 1967,

    p. 62. 9 Clives S. LEWIS, The abolition of man, Harper Collins, New York, 2001, p.

    73.

  • 17

    aportara necesariamente el progreso moral. El Siglo de las Luces haba inaugurado la era en la que, por fin, el ser humano dejara de oscilar entre el saber y la ignorancia: cada siglo agregar nuevas luces al que le ha precedido; y este progreso, que ya nada podr detener ni suspender, no tendr otros lmites que los de la duracin del universo10.

    Condorcet llega incluso a prever la construccin, por medio de la ciencia, de una sociedad nueva en la que ya no existirn diferencias sociales, habiendo desaparecido las enfermedades y la ignorancia: nuestras esperanzas en el destino futuro de la especie humana pueden reducirse a estas tres cuestiones: la destruccin de la desigualdad entre las naciones; los progresos en la igualdad dentro de un mismo pueblo, y por fin, el perfeccionamiento real del hombre11. Pero se tiene la impresin de que el progreso que tiene en mente concierne a la humanidad globalmente considerada, y no tanto a los individuos concretos, que juegan un papel secundario12. En este sentido, y anticipndose a las medidas eugensicas modernas, seala que no cabe imponerse como un deber el cargar el mundo con seres intiles y desdichados13. Por este motivo, se seala a Condorcet como el padre de la eugenesia republicana14.

    El mismo ideal de un intervencionismo creciente en la naturaleza se observa en Bacon, para quien la tcnica no se satisface con imitar a la naturaleza, quedando en un segundo plano, sino que busca superarla e incluso modificarla. Despus de todo, no habra ninguna diferencia esencial entre lo natural y lo artificial. La idea segn la cual la nica tarea de la tcnica consistira en completar la naturaleza o en corregirla no sera ms que un vano prejuicio. Es este prejuicio el que, segn Bacon, ha vuelto los asuntos humanos tan desesperados. Por ello, los hombres debieran convencerse de este principio: que las cosas artificiales no difieren de las cosas

    10 CONDORCET, Discours prononc dans lAcadmie franaise le jeudi 21

    fvrier 1782, la rception de M. le marquis de Condorcet , en Oeuvres de Condorcet, t. I, Firmin Didot, Paris, 1847, p. 392. 11

    CONDORCET, Esquisse dun tableau historique des progrs de lesprit humain, ditions Sociales, Paris, 1971, p. 253. 12

    El perfeccionamiento o la degeneracin orgnicas de las razas vegetales o animales puede ser vista como una de las leyes generales de la naturaleza. Esta ley se extiende a la especie humana (ibid., p. 379). 13

    Ibid., p. 270. 14

    Jacques TESTART, Le dsir du gne, Franois Bourin, Paris, 1992, p. 32.

  • 18

    naturales por la forma o la esencia, sino slo por su causa eficiente (...); y cuando las cosas estn dispuestas para producir un cierto efecto, que ste se produzca por el hombre o sin el hombre, poco importa"15. Si al principio la tcnica parece imitar a la naturaleza, es por una simple razn estratgica, a fin de vencerla ms tarde, ya que slo se triunfa sobre la naturaleza imitndola16.

    En el esquema baconiano, la transformacin de la naturaleza por medio de la tcnica es la tarea ms elevada que puede imaginarse para el ser humano. Despus de comparar una serie de ambiciones humanas, Bacon concluye: pero que un hombre trabaje para restaurar y acrecentar el poder y el imperio del gnero humano sobre el universo, esta ambicin es la ms noble de todas17.

    Es verdad que la visin judeocristiana ya haba en buena medida desacralizado el mundo natural, estableciendo una diferencia neta entre el mundo y Dios, y colocando al ser humano en la cspide de la creacin. Pero tambin es cierto que esta perspectiva continu comprendiendo la nocin de naturaleza en un sentido teleolgico, como una suerte de ley interna a los seres, y especialmente al ser humano. A ste se le juzg capaz de conocer esta ley interna la ley natural por medio de su razn y de vivir en armona con ella.

    Pero el pensamiento tecnocientfico no reconoce ninguna ley natural en sentido moral, puesto que slo funciona con las dimensiones cuantitativas de la materia. Es incapaz de ir ms all de lo puramente emprico y cuantificable y, por tanto, de captar la esencia de las cosas, su naturaleza en sentido aristotlico. Ms an, la tecnociencia niega que existan tales esencias, cuando en realidad lo que ocurre es que ellas son solamente cognoscibles por va de abstraccin a partir de lo real.18 Cabe incluso preguntarse si es posible entender el mundo que nos rodea y a nosotros mismos si negamos las esencias. Con el trmino esencia, en el fondo, simplemente se quiere indicar que cada realidad tiene ciertas caractersticas que hacen que sea precisamente eso y no otra cosa, y que, en el caso de los seres vivos, explica que se comporten de una manera y no de otra. Por eso, advierte con razn Mary Midgley que la idea de una finalidad intrnseca a los seres es tan bsica que ni

    15 Francis BACON, De dignitate et augmentis scientiarum, II, 2.

    16 Natura enim non nisi parendo vincitur (Aforismo 3, Novum Organum). 17

    Novum Organum, Aforismo 129. 18 ARISTTELES, Analticos Posteriores, II,19; tica a Nicmaco, VI.3.

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    siquiera podramos pensar, ni menos an entender la realidad sin ella19.

    Es interesante observar que el proyecto racionalista de dominio de la naturaleza parte, de alguna manera, del someted la tierra bblico, pero lo exacerba hasta su paroxismo. El hombre deja de ser el administrador del mundo natural, para devenir su dueo absoluto. Todo cae bajo su poder, incluso su propia naturaleza, que es como su ltima tierra de conquista. Desde el momento en que el ser humano considera a las cosas slo desde la perspectiva del pensamiento tecnicista, todo lo lleva a creer que sus progresos sern ilimitados. Fuera de los obstculos estrictamente tcnicos, tiene la impresin de que nada puede impedirle avanzar20.

    En la perspectiva baconiana del progreso, la ciencia ya no busca conocer la realidad, sino transformarla; o mejor dicho, conocerla para transformarla. Esta primaca de la tcnica sobre la ciencia posee, segn Hottois, tres caractersticas esenciales21:

    a) No eticidad: la tcnica es considerada como algo absoluto, sin lmites ni barreras, exceptuadas la de orden puramente prctico que todava no se logran dominar. La tcnica se vuelve as una actividad neutra, desprovista de toda valoracin. El imperativo tcnico podra enunciarse as: hay que hacer todo lo que es posible hacer, realizar todos los experimentos, impulsar todas las investigaciones. La actividad tcnica es de este modo pensada como el ejercicio de una libertad radical o nihilista.

    b) No ontologismo: la primaca de la tcnica obliga a hacer abstraccin del ser mismo de las cosas, porque el ser es identificado con la inmovilidad, con la rigidez. El ser es visto como un

    19 Teleology reasoning from purpose is, I believe, a much more pervasive,

    much less dispensable element in human thought than has usually been noticed. I will suggest that it is doubtful, in fact, whether our imaginations can work at all without it. () Purpose-centred thinking is woven into all our serious attempts to understand anything, and above all into those of science (Mary MIDGLEY, Science as Salvation. A Modern Myth and its Meaning, cit., p. 9). 20

    Bernard EDELMAN destaca el carcter tendencialmente dominante del pensamiento tecnocientfico, que no tolera ninguna visin de la naturaleza y del ser humano distinta de la que l mismo promueve (Sujet de droit et techno-science, Archives de philosophie du droit, 1989, t. 34, p. 167). 21

    Gilbert HOTTOIS, Droits de lhomme et technique contemporaine: libert responsable et libert nihiliste, Les tudes philosophiques, 1986, n2, p. 204.

  • 20

    adversario de la dinmica tecnicista, que no puede dejar de avanzar. Todo lo que existe, animado o inanimado, humano o no humano, puede ser igualmente privado de su naturaleza propia y sometido a manipulacin.

    c) No simbolismo: la tcnica omnipotente es irracional, porque slo respeta la razn tcnica y avanza ciegamente en todas las direcciones posibles. Por ello, puede ponerse al servicio de cualquier poder sobre el hombre, porque no comprende la diferencia profunda que existe entre el ser-persona y el ser-cosa.

    Esto explica el que la tecnociencia sea a menudo vista en la actualidad con gran temor, como una suerte de mquina incontrolable que nadie sabe manejar y que avanza de modo imprevisible. El cientfico presenta al pblico la imagen de un aprendiz de brujo que, al mismo tiempo que est dotado de poderes casi sobrenaturales, corre el riesgo permanente de verse sumergido por los mismos poderes mgicos que l ha desencadenado22.

    Desde luego, sera absurdo condenar el progreso tecnocientfico como si fuera intrnsecamente perverso. Este progreso nos ofrece continuamente nuevos bienes y servicios, gracias a los cuales podemos gozar de una mejor calidad de vida y hacer que nuestras condiciones de trabajo sean ms humanas, al reducir el tiempo dedicado a tareas rutinarias o embrutecedoras. Por ello, puede afirmarse que el progreso, es decir, todo lo que contribuye al despliegue de las potencialidades propias de cada ser humano, es siempre positivo.

    El centro del problema consiste en distinguir el progreso verdadero del progreso aparente. Hoy sabemos muy bien que no todo nuevo medio tcnico sirve forzosamente al desarrollo de la personalidad humana. La tarea, muy ardua, consiste en distinguir lo que personaliza al ser humano de lo que lo despersonaliza, lo que le hace ms libre de lo que le hace ms esclavo, ya que sera igualmente ingenuo el tener por intrnsecamente malo todo nuevo desarrollo tecnocientfico como el creerlo forzosamente bueno.

    La cuestin se complica por el hecho de que las biotecnologas ya no operan slo sobre el mundo exterior, sino sobre el propio ser

    22 Cfr. Jean LADRIRE, Les enjeux de la rationalit. Le dfi de la science et

    de la technologie aux cultures, Aubier-Unesco, Paris, 1977, p. 187.

  • 21

    humano. Esto torna falaz toda comparacin con los progresos tecnolgicos de pocas precedentes y desvirta el argumento segn el cual, en definitiva, toda creacin humana puede ser usada para bien o para mal. Es cierto que toda nueva tecnologa, ya sea en el campo de las comunicaciones, de la energa o del transporte, ha llevado a poner a nuestra disposicin nuevos instrumentos, cuyo uso es ambiguo. Pero las invenciones de pocas precedentes nos dejaban siempre la posibilidad de aceptarlas o rechazarlas, en base a una eleccin libre y luego de hacer una valoracin razonable de sus efectos positivos y negativos. En cambio, la ingeniera humana amenaza con actuar sobre esta misma capacidad de eleccin la libertad tout court a travs de la predeterminacin gentica de los individuos. Algunos de los desarrollos recientes de la biomedicina se ubican en un nivel radicalmente distinto al de los desarrollos tcnicos precedentes, ya que amenazan, no con cambiar los instrumentos que usa el ser humano, sino con cambiar al mismo usuario23.

    Se advierte entonces que la generacin presente, o mejor dicho, ciertos individuos de la generacin presente, estn a punto de adquirir un poder inaudito sobre las generaciones futuras; que nos acercamos cada vez ms a la apropiacin de nuestra propia naturaleza para modelarla a nuestro gusto, sin conocer realmente el impacto que esto tendr sobre la humanidad futura. Por ello, todos reconocen hoy la necesidad de fijar lmites a ciertas experiencias biomdicas, a fin de proteger la identidad humana de una modificacin irreversible de sus caractersticas.

    El problema se plantea cuando se quieren precisar las bases de estos lmites, que an deben fijarse: qu tica adoptar como fundamento de la biotica? Este interrogante se justifica porque las conclusiones a las que se llegue dependern totalmente de los principios de los que se parta. Lo que est claro es que la biotica debe interrogarse acerca de sus fundamentos. De lo contrario, corre el riesgo de disolverse en un aglomerado difuso de ideas acomodadas a la moda o al gusto de cada uno. Surge de esta forma la necesidad de determinar los fundamentos de la biotica; se habla en este sentido de la metabiotica.

    23 Cfr. Leon R. KASS, Toward a More Natural Science. Biology and Human

    Affairs, The Free Press, New York, 1985, p. 18.

  • 22

    II. TICA RELATIVISTA VERSUS TICA OBJETIVISTA

    De un modo esquemtico, pueden distinguirse dos grandes corrientes de pensamiento en relacin a los fundamentos de la tica en general y, por ende, de la biotica en particular. Una, que en sentido amplio puede denominarse relativista (o subjetivista), sostiene que los principios ticos no son en s mismos verdaderos o falsos, sino simple resultado del acuerdo o de la eleccin. La otra corriente, objetivista, afirma en cambio, que es posible acceder, por medio de la razn, al conocimiento del bien, el cual es objetivo y trasciende a los individuos.

    Dentro del relativismo existen corrientes diversas, entre las cuales pueden sealarse el no cognitivismo, el utilitarismo y el contractualismo24. Las tres corrientes tienen como punto comn la exclusin de toda tentativa por trascender de la materialidad contingente de lo real; el bien no es verdaderamente conocido por la razn, sino slo construido por la voluntad o percibido por los sentimientos; no hay acciones intrnsecamente malas.

    El no cognitivismo rechaza la capacidad de la razn humana para acceder a alguna verdad en materia moral. La eleccin tica no tiene nada que ver con la razn, ya que no es verificable empricamente. Se parte de la negacin de toda posibilidad de trascender de lo puramente fenomnico. David Hume es uno de los principales inspiradores de esta corriente. Su pensamiento es, en efecto, de un escepticismo radical acerca de la capacidad cognoscitiva del ser humano. Esto le conduce a atribuir al sentimiento y no a la razn el rol de determinar la bondad de las acciones humanas25.

    El utilitarismo y el contractualismo, por su parte, aspiran a superar el individualismo y a identificar criterios que puedan ser compartidos por todos. El utilitarismo se apoya sobre el criterio de la utilidad social. Busca maximizar el placer y minimizar el dolor. El clculo costo-beneficio, traspuesto del plano individual al social,

    24 Cfr. Laura PALAZZANI, Introduzione alla biogiuridica, Giappichelli,

    Torino, 2002, p. 12-33. 25

    Segn David HUME, la distincin entre vicio y virtud no est fundada ni en la relacin entre objetos, ni es percibida por la razn (A Treatise of Human Nature, London, Green and Grose, 1886, libro III, Ia parte, seccin I). Para un anlisis ms detallado del escepticismo humeano, ver: Yves MICHAUD, Hume et la fin de la philosophie, Presses Universitaires de France, Paris, 1983.

  • 23

    viene a constituir la regla moral vlida para todos. El contractualismo, por su parte, hace coincidir el bien moral con el acuerdo entre los sujetos: el bien es construido por medio de una decisin colectiva; no tiene una sustancia predeterminada, sino que posee un contenido variable.

    En cambio, para el pensamiento objetivista el bien no es el resultado de una eleccin arbitraria, individual o colectiva. El bien no es construido, sino reconocido. La razn humana es juzgada capaz, aunque con esfuerzo, de distinguir lo que contribuye al bien de la persona de aquello que puede daarla; se admite que hay acciones intrnsecamente malas, especialmente aquellas que van contra los bienes bsicos de la persona26. En esta corriente, la persona es vista como el fin de todas las instituciones sociales, polticas y econmicas. Por ello, tambin puede ser llamada corriente personalista. Toda la tica clsica, desde Aristteles, est aqu implicada. Desde este enfoque, la moralidad de un acto est determinada principalmente por su objeto y por la intencin del sujeto. Para que un acto pueda ser calificado como bueno, es necesario que estos dos elementos lo sean. Por tanto, si el objeto es malo, el acto tambin lo es, an cuando haya sido realizado con la mejor de las intenciones, ya que la buena intencin no basta por s sola para justificar una conducta: el robo de un banco es inaceptable, aun cuando se realice para hacer beneficencia con el botn. Se trata, en definitiva, de la aplicacin del antiguo principio segn el cual el fin no justifica los medios.

    III. CALIDAD DE VIDA Y DIGNIDAD DE LA VIDA

    Las dos grandes corrientes ticas el relativismo y el objetivismo dan lugar a dos aproximaciones diferentes y hasta opuestas del valor de la vida humana: la de la calidad de vida" y la de la dignidad de la vida". Esta ltima se apoya en una nocin muy antigua dentro de la reflexin filosfica. El concepto de calidad de vida", en cambio, posee una historia ms reciente. Como uno de sus primeros antecedentes, podemos recordar un pequeo libro de dos acadmicos alemanes, publicado en 1920, titulado El derecho de suprimir las vidas que no merecen ser

    26 Cfr. John FINNIS, Natural law and natural rights, Oxford, Clarendon Press,

    1980, cap. IV.

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    vividas. Sus autores, el jurista Karl Binding y el psiquiatra Alfred Hoche, formulaban as el problema: existen ciertas vidas humanas que han perdido a tal punto la calidad de bien jurdico que su prolongacin no tenga, a la larga, ningn valor, ni para los portadores de esas vidas, ni para la sociedad? La respuesta de los autores era afirmativa, y les llevaba a sostener que estaban incluidos en esta categora, en primer lugar, aquellos individuos que por causa de enfermedades o de incapacidades fsicas, son irrecuperables para una vida plena y que, en pleno conocimiento de su estado, manifiestan el deseo de morir; y en segundo lugar, los enfermos mentales incurables27.

    Estas ideas no permanecieron como un simple tema de debates acadmicos, sino que fueron puestas en prctica en el programa nazi de exterminio de los enfermos mentales. Sobre esta base, los hospitales psiquitricos de Alemania fueron literalmente vaciados.

    Hoy, la tesis segn la cual es preferible la muerte a una vida con una enfermedad grave e incurable reaparece en el debate sobre la ayuda al suicidio y la eutanasia. Es cierto que la expresin calidad de vida no se asocia necesariamente a estas prcticas, ya que puede significar simplemente que debe mejorarse el nivel de cuidados de quienes padecen una dolencia grave, sobre todo si es incurable (cuidados paliativos, tratamiento del dolor, etc.). As entendida, la nocin de calidad de vida no genera mayores discrepancias. El problema surge cuando se la usa para expresar la idea de que hay vidas humanas que no tienen suficiente calidad", o, en otros trminos, que ciertas vidas se ubican por debajo de la norma. Esta idea se acerca peligrosamente de la nocion, ya mencionada, de vidas sin valor vital (lebensunwerte Leben), dado que presupone que hay seres humanos (enfermos terminales, recin nacidos afectados de graves dolencias, etc.), para quienes sera mejor la muerte. El razonamiento que se hace es el siguiente: dado que la calidad de vida actual del individuo es inferior al estndar fijado, y que las perspectivas de mejorar son muy bajas o inexistentes, su muerte se convierte en un objetivo a alcanzar, por accin u omisin. Esta nocin sirve as para justificar la eutanasia o la ayuda al suicidio, cuando el balance entre las perspectivas

    27 Karl BINDING y Alfred HOCHE, Die Freigabe der Vernichtung

    lebensunwerten Lebens, Felix Meiner Verlag, Leipzig, 1920.

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    positivas y negativas de la salud del paciente llevan a estimar que su vida ya no tiene calidad, o que ha perdido significacin.

    Este tipo de razonamiento est basado en una lgica consecuencialista. Para este enfoque, el nico criterio para valorar la moralidad del obrar humano est dado por las consecuencias favorables o desfavorables que de l se siguen28. Esta corriente, inspirada en el utilitarismo, aspira a una maximizacin de los resultados: si el cotejo entre el placer identificado al bien y el dolor identificado con el mal que derivan de la accin da un resultado favorable al primero, la accin es buena El objeto mismo del acto no cuenta. Es interesante observar que este razonamiento supone transponer a la tica un modelo de clculo propio de la tcnica.

    Como ya se ha destacado, las conclusiones de las dos grandes corrientes ticas indicadas no son las mismas. En las corrientes relativistas, el respeto de la vida humana no es incondicional, puesto que ella slo es estimada en la medida en que sea capaz de sentir placer o dolor (utilitarismo), o de tomar decisiones (no cognitivismo), o de intervenir en la concertacin del contrato social (contractualismo). La vida, por tanto, no es respetada incondicionalmente, sino en la medida en que posea una cierta calidad.

    Para la corriente objetivista o personalista, en cambio, todo ser humano posee una dignidad que le es propia. Por ello, merece ser respetado como un fin en s, cualquiera sea su grado de desarrollo, su salud fsica o mental. Por qu? Porque es una persona, es decir, un ser dotado de espritu. Y nunca es aceptable actuar directamente contra un bien bsico como la vida de un ser humano inocente. Ciertamente, esta postura no conduce a favorecer el encarnizamiento teraputico, como veremos luego, sino simplemente a poner de relieve que la muerte no debe ser jams perseguida por s misma como objeto del acto. La nocin de persona, identificada a la de individuo humano, est as en la base de la biotica personalista.

    28 Desde luego, la tica clsica, al momento de valorar la moralidad de un acto,

    tambin tiene en cuenta sus consecuencias, que pueden incidir a los fines de agravar o atenuar la responsabilidad de autor, pero no les reconoce un valor exclusivo.

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    IV. LOS PRINCIPIOS DE LA BIOTICA

    Una disciplina esencialmente valorativa como la biotica es difcilmente concebible sin la referencia a ciertos criterios que ayuden, tanto en la elaboracin de conclusiones generales (en el caso de las bioticas terica y normativa), como en la toma de decisiones concretas (en el caso de la biotica clnica). Debe tenerse en cuenta que la nueva disciplina no se agota en la mera descripcin neutra de los dilemas que plantean las prcticas biomdicas, sino que adquiere su sentido ms pleno con la bsqueda de respuestas adecuadas a tales dilemas. Para ello, necesita ineludiblemente contar con algn tipo de referencias valorativas, que reciben el nombre de principios.

    La propuesta de principios bioticos ms influyente es la elaborada por los norteamericanos Tom Beauchamp y James Childress en su libro Principles of Biomedical Ethics29. Segn este enfoque, los principios que guan las decisiones en la materia pueden reducirse a cuatro: autonoma, beneficencia, no maleficencia y justicia. El principio de autonoma se refiere bsicamente al derecho de los pacientes y participantes en investigaciones biomdicas a ser correctamente informados acerca de la intervencin que se les propone, sobre todo, de su naturaleza, objetivos y riesgos, y a decidir libremente si se someten o no a ella. El principio de beneficencia exige del mdico la realizacin de actos conducentes a promover la salud del paciente. El principio de no maleficencia enfatiza la necesidad de no causar un dao al paciente. El principio de justicia ordena una distribucin equitativa de los recursos sanitarios disponibles entre las personas que los necesitan. Segn el esquema de Beauchamp y Childress, los cuatro principios tienen el mismo valor. Ello significa que el mdico siempre tiene el deber de respetarlos, excepto cuando entran en conflicto entre s. En este caso, slo las circunstancias pueden establecer un orden jerrquico entre ellos.

    Esta propuesta ha sido criticada, entre otras razones, porque los principios son presentados como criterios independientes que funcionan fuera del contexto de una teora moral ms amplia que los armoniza. Esto explica el que no quede claro cmo pueden ser

    29 La primera edicin de esta obra fue publicada en 1979. La ltima versin es

    la sexta (Oxford University Press, New York, 2008).

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    conciliados cuando entran en conflicto30. En el mismo sentido, se ha dicho que los principios se vuelven estriles y confusos por la falta de un fundamento ontolgico y antropolgico, por lo que resulta necesario que sean objeto de una sistematizacin y jerarquizacin que permita armonizarlos31. Algunas autores tambin han criticado el empleo de un procedimiento deductivo, sosteniendo que no se debe partir nunca de criterios abstractos fijados a priori, sino de las situaciones individuales a resolver, y recin luego inducir criterios generales, que se pueden aplicar analgicamente a otros casos32.

    Estas crticas estn en buena medida justificadas. La teora principialista de Beauchamp y Childress necesita ser corregida, como de hecho sus propios autores lo han hecho en las ltimas ediciones del Principles of Biomedical Ethics. De todas maneras, parece claro que la referencia a ciertos principios resulta inevitable. En toda solucin dada a un problema tico subyacen criterios que orientan la respuesta. Pero esto no signfica que los denominados principios bioticos deban ser vistos como un esquema sui generis separado del resto de la teora tica. En realidad estamos ante principios ticos generales, vlidos para todo el amplio espectro del obrar humano, que simplemente encuentran aqu un campo especfico de aplicacin.

    La necesidad de principios tampoco implica desconocer la importancia del juicio prudencial, en el sentido de la phronesis, o sabidura prctica de que habla Aristteles, que debe sin duda intervenir para sopesar las circunstancias particulares de cada caso33. Sin embargo, la biotica no puede volverse una simple casustica, ciega para toda finalidad general. La existencia de

    30 Bernard GERT, Charles M. CULVER y K. Danner CLOUSER, Bioethics. A

    Systematic Approach, Oxford University Press, New York, 2006, p. 99-125. 31

    Elio SGRECCIA, Manuale di bioetica, 3a. ed., Vita e Pensiero, Milano, 1999, p. 173. 32

    Albert JONSEN y Stephen TOULMIN, The Abuse of Casuistry: A History of Moral Reasoning, University of California Press, Berkeley, 1988; Stephen TOULMIN, The Tyranny of Principles, Hastings Center Report, 1981, vol. 11, n 6, p. 31. 33

    Cfr. tica a Nicmaco, VI, 5, 1140 b. La prudencia recae sobre lo contingente, mientras que la ciencia recae sobre lo necesario (cfr. Pierre AUBENQUE, La prudence chez Aristote, Presses Universitaires de France, Paris, 1993).

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    principios en este campo nos recuerda que esta disciplina posee objetivos generales, que ella aspira a realizar ciertos valores, en especial, a garantizar la dignidad y derechos de los pacientes y participantes en investigaciones biomdicas.

    1. EL PRINCIPIO EMINENTE DE LA BIOTICA: EL RESPETO DE LA DIGNIDAD HUMANA

    La preocupacin central de la biotica es que las prcticas biomdicas estn en armona con el respeto de la dignidad humana. Este constituye el punto de referencia decisivo para entender la actividad biomdica en general y darle su sentido ltimo. En otras palabras, la idea de que cada individuo posee un valor intrnseco e inalienable opera como el necesario teln de fondo, no slo de cada decisin clnica concreta, sino de la teora biotica como un todo y de las normas que regulan la materia. Si nos esforzamos por promover la autonoma de los pacientes, es porque vemos a stos como sujetos", no como objetos, es decir, precisamente porque poseen dignidad. Algo semejante podra decirse de los principios de beneficencia, de no maleficencia y de justicia. Sin la idea de dignidad, todos estos principios se vuelven ininteligibles. Por este motivo se puede afirmar que la dignidad humana juego un verdadero rol unificador del conjunto de la tica biomdica.

    Este rol central de la dignidad est en consonancia con la idea comnmente admitida de que ella representa un valor absoluto o incondicional, mientras que los dems valores humanos, incluso los ms importantes, son en alguna medida relativos y admiten excepciones. Esto significa que nunca y bajo ninguna circunstancia podemos someter una persona a un tratamiento indigno.

    En contra de lo que podra pensarse, la idea de dignidad humana, que cumple un rol indiscutible en el derecho internacional de los derechos humanos, no es pacficamente aceptada en el mundo de la biotica. Por ejemplo, Ruth Macklin ha criticado el valor eminente que se atribuye a esta nocin en los documentos internacionales sobre bioticas, sosteniendo que estamos ante un concepto puramente retrico y superfluo, que debera ser simplemente abandonado, ya que slo quiere significar la exigencia de respeto de

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    la autonoma de pacientes y de participantes en estudios cientficos34.

    Esta conclusin parece apresurada. Es cierto que en ocasiones se emplea la nocin de dignidad en forma abusiva y puramente retrica, como si ella pudiera resolver por s sola todos los dilemas bioticos o como si bastara invocarla para evitarse el trabajo de desarrollar una argumentacin en favor o en contra de una determinada prctica. Pero esto no justifica considerar la idea de dignidad como intil o como un mero sinnimo de la idea de respeto. Sin duda, la dignidad inherente al ser humano genera un deber de respeto hacia l. Sin embargo, tal respeto no es ms que una consecuencia de la dignidad. Por ello, confundir ambas nociones sera como identificar una campana con el sonido que ella produce, la causa con el efecto.

    La dignidad tampoco puede reducirse a la autonoma de las personas. Si bien el respeto de la autonoma forma parte de lo exigido por la dignidad humana, estas dos nociones no se superponen. Si as fuera, los individuos que an no gozan de autonoma, como los recin nacidos, o los que ya la han perdido de modo irreversible, como aquellos afectados por enfermedades mentales graves, no poseeran ninguna dignidad y, en consecuencia, ningn derecho, lo que no es el caso.

    Es verdad que la idea de dignidad normalmente no aporta una solucin inmediata y precisa a dilemas bioticos concretos, sino que funciona por intermedio de otros principios, tales como la exigencia del consentimiento informado del paciente, el cuidado de su integridad fsica y psquica, el mantenimiento del secreto profesional, la prohibicin de tratos discriminatorios, etc.

    Pero en todos los casos la idea de dignidad humana juega un rol paradigmtico que revela el sentido ltimo de la actividad biomdica. Tener esta idea en mente ayuda a los profesionales de la salud a no perder de vista que cada paciente no es ni un caso, ni una enfermedad, ni un diagnstico, sino que es una persona dotada de un valor inefable y que debe por tanto ser tratada con el mayor respeto y cuidado. Cuando se tiene esta actitud, se le est diciendo tcitamente al paciente: usted es una persona y no un objeto; su existencia tiene un valor intrnseco, no slo para usted,

    34 Ruth MACKLIN, Dignity is a useless concept, British Medical Journal,

    2003, vol. 327, p. 1419.

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    sino tambin para m y para todos. Estas afirmaciones, que normalmente estn implcitas en la actividad clnica, no son en absoluto secundarias, sino que tienen una importancia fundamental para evitar la deshumanizacin de la labor mdica.

    En sntesis, no es superfluo calificar al respeto de la dignidad humana como criterio supremo de las actividades biomdicas. An cuando este principio posea una significacin muy amplia, ilumina o mejor dicho, debe iluminar cada decisin concreta en la labor de los profesionales de la salud. Al mismo tiempo, est llamado a servir de gua ltima para la formulacin e interpretacin de las normas deontolgicas y legales relativas a la biomedicina.

    2. EL PRINCIPIO DE BENEFICENCIA

    Una vez sealado el criterio rector de la biotica el respeto de la dignidad humana es necesario mencionar los otros principios ms especficamente relacionados con la materia. El primero de ellos es el que dispone que el ejercicio de la medicina debe orientarse hacia el bien del paciente. Al menos desde Hipcrates (siglo V a.C.) se reconoce que ste es el objeto propio de la medicina, lo que le da su razn de ser y la caracteriza de forma ms tpica, distinguindola de otras actividades humanas. En efecto, el juramento hipocrtico afirma, como queriendo definir la quintaesencia del arte de curar, que los tratamientos tendrn por finalidad el bien de los enfermos. En trminos modernos puede expresarse esta misma idea diciendo que la medicina se orienta esencialmente al diagnstico, prevencin y tratamiento de enfermedades35.

    Este principio deriva directamente del imperativo de respeto de la vida, que es el bien ms bsico de la persona, la conditio sine qua non del despliegue de todas sus potencialidades, el primero de sus derechos fundamentales. Ello explica el que a continuacin de la exigencia de buscar el bien del paciente, el mismo juramento hipocrtico afirme: no dar a nadie un veneno, aunque me lo pida, ni a nadie sugerir que lo tome; igualmente, no proporcionar a ninguna mujer una sustancia abortiva.

    35 Cfr. Edmund PELLEGRINO y David THOMASMA, For the Patient's

    Good: the Restoration of Beneficence in Health Care, Oxford University Press, New York, 1988.

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    Desde luego que no es siempre fcil determinar lo que es en beneficio del paciente. En primer lugar, porque todo tratamiento suele implicar ciertos riesgos o efectos colaterales y por ello ser necesario sopesar en cada caso sus ventajas y desventajas a fin de determinar el curso de accin a seguir. En este sentido, el juramento hipocrtico aclara que el mdico debe aplicar los tratamientos en beneficio de los pacientes segn su capacidad y buen juicio. En otras palabras, el principio de beneficencia incluye el esfuerzo orientado a discernir cundo la bsqueda de un cierto beneficio se justifica, a pesar de los riesgos, y cundo, por el contrario, debe renunciarse a un determinado bien potencial para el paciente en razn de lo elevado de los riesgos.

    Una segunda razn de la dificultad para precisar lo que es en beneficio del paciente estriba en el hecho de que el mdico no est habilitado para definirlo en forma solitaria, sin consultar los deseos, expectativas, intereses y temores del paciente. En las sociedades modernas hay consenso acerca de la necesidad de que la decisin en favor de una determinada terapia (o de la renuncia a una terapia) sea el resultado de una deliberacin conjunta del mdico y el paciente. Es decir, lo que es bueno para ste no es el fruto de una evaluacin puramente tcnica hecha por un profesional, sino que se integra tambin con una dimensin subjetiva, que aporta el destinatario de la intervencin mdica.

    Una aplicacin peculiar del principio de beneficencia tiene lugar cuando una accin mdica produce dos efectos, uno bueno y otro malo. Se habla entonces de la accin de doble efecto o del principio del voluntario indirecto. Por ejemplo, para aliviar los dolores de un enfermo terminal, se le suministra morfina, que puede tener el efecto secundario de abreviar su vida; para extirpar un tumor cancergeno a una mujer embarazada se la somete a una intervencin quirrgica que puede tener el efecto no deseado de hacerle perder el hijo. En tales casos, el acto mdico es ticamente aceptable cuando se cumplen ciertas condiciones:

    a) que la accin principal sea en s misma buena y que la intencin del agente tambin lo sea. Esto significa que el mal no debe ser directamente querido, sino slo aceptado como un efecto secundario de la accin principal. En otras palabras, no se debe causar directamente un mal para obtener un bien;

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    b) que haya razones proporcionadas para actuar de esa manera, es decir, que el efecto positivo sea proporcionalmente superior, o al menos equivalente, al efecto negativo.

    Una dimensin peculiar de la bsqueda del bien del paciente se expresa en forma negativa a travs del imperativo de no maleficencia (primum non nocere: ante todo, no daar). El juramento hipocrtico tambin incluye este mandato cuando declara: me abstendr de hacerles dao o injusticia (a los enfermos). Este deber de abstencin es sin duda ms fuerte y urgente que el de procurar un bien en sentido positivo. El mdico aspira a curar al paciente y pone para ello todos los medios necesarios, pero si no lo logra, debe, al menos, hacer lo posible para no causarle un perjuicio. Por ello, puede afirmarse que la no maleficencia tiene prioridad sobre la beneficencia (entendida sta en sentido estricto). Es decir, el no daar constituye la obligacin primaria del mdico36.

    3. EL PRINCIPIO DE AUTONOMA

    En aquellos supuestos en los que el destinatario de la prctica biomdica es mayor de edad y posee pleno discernimiento entra en juego un criterio adicional en la toma de decisiones: el principio de autonoma. Este imperativo exige el respeto de la capacidad de autodeterminacin de pacientes y sujetos de investigacin, que deben tener el derecho de decidir por s mismos, de aceptar o de rechazar un determinado tratamiento o investigacin, luego de haber sido debidamente informados acerca de su naturaleza, objetivos, ventajas y riesgos.

    La valorizacin de la autonoma del destinatario de la prctica mdica constituye uno de los grandes aportes de la moderna tica biomdica, que ha contribuido a superar la visin excesivamente paternalista de la medicina tradicional. Este nfasis en la autonoma de pacientes y sujetos de investigacin encuentra su concrecin ms destacada en la necesidad del consentimiento informado. Esta exigencia supone excluir que un tratamiento o estudio pueda

    36 Cfr. Diego GRACIA, Fundamentos de biotica, Triacastela, Madrid, 2008,

    p. 103; Id., Como arqueros al blanco. Estudios de biotica, Triacastela, Madrid, 2004, p. 229.

  • 33

    llevarse a cabo contra la voluntad del individuo o en base al engao o a cualquier forma de coaccin.

    La tarea del profesional es en este modelo muy distinta a la propia del modelo paternalista: su obligacin moral no consiste en procurar el mayor beneficio posible tal como l lo entiende, independientemente de lo que opine el paciente. Se trata, por el contrario, de ayudar a ste a descubrir y a decidir qu es lo que le parece ms beneficioso para s mismo, en funcin de sus circunstancias personales. En otras palabras, el profesional ofrece ahora al paciente un punto de partida: lo que desde su perspectiva como profesional de la salud, con sus conocimientos y experiencia, estima que es la decisin clnica ms acertada. A partir de ah se inicia un proceso dialgico, donde el intercambio mutuo de informacin tiene una importancia clave, que culmina cuando el paciente decide en forma autnoma qu opcin diagnstica o teraputica acepta y cul rechaza37.

    En la actualidad, la exigencia de consentimiento informado se encuentra en todos los cdigos de tica mdica y en las regulaciones legales en la materia. Incluso es reconocida por un instrumento internacional de carcter vinculante como es el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos de 1966, aunque ste slo se refiere al consentimiento para las investigaciones biomdicas (art. 7). La Declaracin Universal sobre Biotica y Derechos Humanos de 2005 es el primer instrumento global de carcter legal (aunque no vinculante) que extiende este principio a toda actividad biomdica.

    No hay dudas de que el rol central que la autonoma del paciente tiene en la medicina moderna y el abandono del antiguo paternalismo mdico constituyen fenmenos altamente positivos, en cuanto suponen reconocer en forma plena el estatus de persona del paciente.

    Sin embargo, el nfasis puesto en la autonoma tampoco debe llevarnos a caer en el extremo opuesto, el del relativismo moral, que sera funesto para todo esfuerzo tico. Ello ocurrira si la autonoma fuera erigida como principio supremo de la relacin mdico-paciente, sin ninguna vinculacin con bienes objetivos que trasciendan a los sujetos en cuestin. Como ejemplo extremo de esta postura se destaca el norteamericano H. Tristram Engelhardt,

    37 Pablo SIMN LORDA y Javier JDEZ GUTIRREZ, "Consentimiento

    informado", Medicina Clnica (Barcelona), 2001, vol. 117, pp. 99-106.

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    quin ve la tica mdica laica como una mera empresa no violenta de solucin de conflictos, sin referencia a ningn bien objetivo38. Esta posicin lleva a privar a la tica de toda significacin racional, porque nos presenta voluntades subjetivas desbordantes de contenido pero irracionales, las que (...) son radicalmente libres de hacer cualquier cosa y de creer cualquier cosa, de producir cualquier tipo de regla moral promoviendo cualquier concepcin de su bien39.

    Est claro que cuando lo correcto o incorrecto de una decisin clnica se reduce al nico hecho de que refleja los deseos del paciente, la tica mdica se empobrece enormemente. Ms an, se puede decir que, en ltima instancia, este enfoque priva de sentido al arte de curar, ya que el profesional de la salud se convierte en una suerte de mercenario al servicio de cualquier pretensin del paciente, por irracional que sea. En realidad, el principio de autonoma no exige que el mdico abdique ni de su saber profesional, ni de su conciencia, ni de su deber de velar por la salud de quienes se confan a su cuidado. De lo que se trata es de encontrar un equilibrio razonable entre los imperativos de beneficencia y de autonoma. En la bsqueda de tal equilibrio, se ha sugerido que la labor clnica debera basarse en una visin relacional del bien, es decir, en la idea de que la terapia ms conveniente resulta del dilogo y de la interrelacin entre el mdico y el paciente, y no de una decisin solitaria de ninguno de ambos sujetos40.

    Tngase en cuenta que, llevado al extremo, el absolutismo de la autonoma individual podra tornar legtimas, no slo prcticas de eutanasia activa (hoy rechazadas en la inmensa mayora de los pases), sino incluso actos de autoaniquilacin colectiva, ya sea de determinados grupos (por ejemplo, sectas) o de la humanidad en su conjunto. De hecho, no faltan autores que, partiendo de una visin profundamente pesimista de la existencia, defienden la necesidad de promover un consenso social a fin de evitar ms nacimientos y

    38 The Foundations of Bioethics, 2a. ed., Oxford University Press, New York,

    1996. 39

    Gilbert HOTTOIS, Aux fondements d'une thique contemporaine. H. Jonas et H. T. Engelhardt en perspective, Vrin, Pars, 1993, p. 27. 40

    Edmund PELLEGRINO y David THOMASMA, cit., p. 40.

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    lograr de este modo, a mediano o largo plazo, la extincin del gnero humano41.

    Pero, a menos que se adopte una perspectiva nihilista como la mencionada, hay que reconocer que la autonoma de la voluntad no funciona en el vaco, sino que se ejerce dentro de la estructura propia de la condicin humana; la libertad no es el fin ltimo de nuestra existencia, sino que es el medio por excelencia del que disponemos para desarrollar todas las potencialidades que encierra nuestro ser.

    Tambin cabe recordar que hay innumerables decisiones autnomas que, por ir en contra de la dignidad del propio individuo, no se consideran normalmente legtimas, ni por las normas ticas ni por las jurdicas. Por ejemplo, est claro que, por ms autnomo que sea el deseo de una persona de trabajar en condiciones prximas a la esclavitud, tal deseo no es reconocido como vlido por las leyes. El derecho abunda en normas de este tipo, llamadas de orden pblico, que no pueden ser dejadas de lado por la voluntad de los particulares, precisamente en cuanto tienden a prevenir prcticas contrarias a la dignidad humana. En el campo mdico tambin existen numerosos ejemplos en tal sentido: ni el consentimiento a una experimentacin cientfica que implica un riesgo desproporcionado para la propia vida, ni el deseo de verse amputado un miembro sano42, ni la voluntad de vender un rin para cubrir necesidades propias o de la familia, ni el pedido de eutanasia activa se consideran compatibles con la dignidad humana en la inmensa mayora de los pases. En sntesis, puede decirse que es la dignidad humana la que fija el marco en el que las decisiones autnomas gozan de legitimidad43.

    41 David BENATAR, Better Never to Have Been. The Harm of Coming into

    Existence, Oxford University Press, New York, 2006. 42

    Es lo que se denomina bodily integrity identity disorder (BIID). 43

    Algunos autores integran el bien del paciente dentro del respeto y promocin de su autonoma, aunque entendiendo sta en un sentido muy amplio segn el cual la misma enfermedad implica una falta de autonoma (Antonio CASADO DA ROCHA, Biotica para legos. Una introduccin a la tica asistencial, Plaza y Valds, Madrid, 2008, p. 84).

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    4. EL PRINCIPIO DE VULNERABILIDAD

    En muchas ocasiones, el destinatario de la prctica biomdica no es autnomo en el sentido antes indicado, sino que, por diversas razones (edad, salud mental, situacin socio-econmica, etc.), se encuentra en una situacin de especial fragilidad, que le expone a ser explotado o a sufrir daos en su integridad fsica. Por ello, la sociedad tiene la responsabilidad de prever medidas particulares para evitar abusos. Es lo que en biotica se conoce con el nombre de principio de vulnerabilidad.

    Es cierto que existe una fragilidad propia de la condicin humana. En tal sentido, todos somos vulnerables, aunque ms no sea por el hecho de que estamos expuestos a padecer enfermedades y de que, sin duda, todos vamos a morir algn da. La vulnerabilidad inherente a la existencia humana reclama la solidaridad y el cuidado por parte de los individuos y de la sociedad en su conjunto. Esta perspectiva existencial segn la cual todos formamos parte de una empresa comn la Humanidad, que es inevitablemente frgil, nos ayuda a respetar y amar a los semejantes, sobre todos a quienes padecen actualmente de alguna dolencia.

    No hay que olvidar que la nocin misma de normalidad" es en buena medida una construccin social. Como lo puso en evidencia Georges Canguilhem, la normalidad y la enfermedad no son siempre condiciones claramente distinguibles en trminos fisiolgicos objetivos, sino que dependen en buena medida de cada individuo, de su aptitud para relacionarse con aquello que le rodea y de formular sus propias normas de interaccin con el medio44.

    Pero, ms all de la vulnerabilidad propia de la condicin humana, est claro que en el mbito mdico, la vulnerabilidad adquiere caractersticas peculiares. En primer lugar, porque la relacin mdico-paciente est inevitablemente caracterizada por un cierto desequilibrio de poder y conocimientos entre ambas partes, lo cual impone al mdico un deber especial de no abusar de la fragilidad del paciente45. Tal vulnerabilidad es, desde luego, mucho ms marcada cuando los pacientes son menores o padecen de alguna

    44 Georges CANGUILHEM, Le normal et le pathologique, Presses

    Universitaires de France, Paris, 1993. 45

    Edmund PELLEGRINO y David THOMASMA, The Virtues in Medical Practice, Oxford University Press, New York, 1993.

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    enfermedad psquica, en cuyos casos resulta necesaria la intervencin de un representante legal para asegurar que la prctica no sea contraria al bien del paciente.

    En segundo lugar, porque las investigaciones biomdicas con seres humanos crean situaciones en las que los riesgos de abusos son mayores. En este mbito, se denomina personas vulnerables a aquellas que, por las razones antes mencionadas, estn particularmente expuestas a ser utilizadas de modo indebido en estudios cientficos. En esta categora se incluyen, entre otros, menores, prisioneros, mujeres embarazadas, personas con discapacidades fsicas o mentales, o individuos econmicamente necesitados. Precisamente en razn de esta vulnerabilidad, cuando la participacin de tales sujetos en investigaciones biomdicas est permitida, se exigen ciertas medidas especiales de proteccin (por ejemplo, que la investigacin no implique ms que un riesgo y una incomodidad mnimos, que el proyecto sea aprobado por un comit de tica independiente, que se cuente con el consentimiento de un representante legal, etc.)46.

    5. LOS PRINCIPIOS PROPIOS DEL MBITO DE LA SALUD PBLICA

    Adems de los principios mencionados, que funcionan a nivel de la relacin individual mdico-paciente, existen otros que tienen relevancia desde un punto de vista colectivo, es decir, de la sociedad en su conjunto. Ellos son: el principio de justicia y el de solidaridad.

    A) El principio de justicia

    En biotica, se suele hacer referencia al principio de justicia para indicar la necesidad de asegurar una distribucin equitativa de los recursos en materia sanitaria y evitar discriminaciones

    46 Cfr. Declaracin Universal sobre Biotica y Derechos Humanos de 2005

    (artculos 7 y 8); Convencin sobre Derechos Humanos y Biomedicina del Consejo de Europa de 1997 (artculos 6, 7 y 17); Council for International Organizations of Medical Sciences (CIOMS), International Ethical Guidelines for Biomedical Research Involving Human Subjects, 2002, Directiva 13; Asociacin Mdica Mundial, Declaracin de Helsinki sobre investigaciones mdicas en seres humanos (1964-2008), pargrafo 27.

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    arbitrarias en las polticas de salud pblica. Este principio implica ante todo el empeo del Estado para garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso, al menos, a un mnimo de atencin sanitaria de calidad.

    El derecho a la atencin mdica es uno de los ms importantes dentro de la denominada segunda generacin de derechos humanos. Se trata de derechos de realizacin progresiva, lo que significa que los Estados se comprometen a adoptar las medidas necesarias, hasta el mximo de los recursos de que dispongan, para lograr progresivamente la plena efectividad de tales derechos47. Si bien los instrumentos internacionales no especifican el tipo de cuidados sanitarios que deben brindarse, el Comit para los Derechos Econmicos, Sociales y Culturales de la O.N.U., que es el rgano encargado de la interpretacin del Pacto internacional sobre tales derechos, ha enumerado los elementos de los cuidados sanitarios que son esenciales para la vigencia efectiva de este derecho: la disponibilidad de los cuidados, su accesibilidad (es decir, que se provean en base a criterios no discriminatorios), su aceptabilidad (que se brinden de un modo respetuoso de los valores ticos y culturales) y la buena calidad del servicio48.

    En la prctica, hay que reconocer que los costos crecientes de la atencin mdica se presentan actualmente como un obstculo serio para asegurar el acceso a los servicios de salud de una gran masa de individuos, incluso en los pases ms ricos. Paradjicamente, el desarrollo socio-econmico, el aumento de la expectativa de vida y la tecnificacin de la atencin sanitaria se estn erigiendo en enemigos potenciales del acceso igualitario a los servicios mdicos. Este fenmeno explica la actual tendencia a racionalizar drsticamente los gastos en salud pblica y a facilitar una expansin creciente de los sistemas privados de salud. Por otro lado, estos cambios, aunque comprensibles desde el punto de vista puramente econmico, plantean serios interrogantes desde la perspectiva de la

    47 Pacto Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales de 1966

    (art. 2, inc. 1). 48

    Comit para los Derechos Econmicos, Sociales y Culturales (O.N.U.), Observacin general n 14: El derecho al disfrute del ms alto nivel posible de salud (artculo 12 del Pacto Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales, 2000.

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    justicia, ya que amenazan con profundizar las inequidades en el acceso a los servicios de salud.

    Una aplicacin especfica del principio de justicia es el relativo a los dilemas que genera la inevitable escasez de ciertos bienes y servicios en materia sanitaria (por ejemplo, rganos para trasplantes, equipos de dilisis, tratamientos de mantenimiento vital, etc.) en comparacin con el nmero de personas que necesitan de ellos. La cuestin tica consiste en determinar cul es la forma ms equitativa de distribuir tales bienes y cules son los criterios ms adecuados a tal fin. Es legtimo dar prioridad a los jvenes sobre los ancianos? Debe tenerse en cuenta en la seleccin de los posibles beneficiarios el mrito personal de cada uno? Por ejemplo, debe tener prioridad en el acceso a un trasplante de hgado una mujer, madre de tres nios pequeos, sobre un alcohlico inveterado? Es la gravedad de la situacin del paciente lo determinante en la decisin? O se debe resolver el dilema en funcin de las probabilidades de que la intervencin mdica resulte exitosa?

    B) El principio de solidaridad

    Existen ciertas intervenciones biomdicas en las que, de modo excepcional, el beneficiario no es el destinatario directo de ellas, sino un tercero o la sociedad en su conjunto. Por este motivo, no son justificables en base al principio de beneficencia, sino al de solidaridad. Los dos ejemplos ms destacados son la donacin de rganos para trasplantes y las investigaciones mdicas en seres humanos. En el primer caso, el beneficiario ser quin reciba el rgano; en el segundo, ser la sociedad toda, en cuanto se espera que tales estudios contribuyan a un mejor conocimiento de las enfermedades y al desarrollo de terapias ms eficaces.

    La solidaridad se apoya en la conviccin de que el ser humano es sociable por naturaleza, es decir, que no puede vivir slo y necesita de los dems. Es razonable que, estando todos los seres humanos ligados entre s como miembros de una gran familia, se ayuden mutuamente y compartan las cargas de los dems.

    Desde luego, se requiere una extremada cautela ante de autorizar, en nombre de la solidaridad, intervenciones biomdicas en beneficio exclusivo de terceros. De otro modo, se corre el riesgo de instrumentalizar a las personas de un modo contrario a su dignidad. En tal sentido, numerosos documentos internacionales

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    enfatizan el principio segn el cual el inters y el bienestar del ser humano deben prevalecer sobre el inters exclusivo de la sociedad o de la ciencia49.

    Dado el carcter excepcional de estas prcticas, que pueden implicar riesgos no despreciables, su legitimidad est condicionada al cumplimiento de ciertos requisitos, principalmente: el consentimiento libre e informado del individuo; el bien para la salud de un tercero o de la poblacin en general; la gratuidad del acto de disposicin del rgano o de la participacin en la investigacin; la minimizacin de los riesgos para la vida y la salud del individuo en cuestin.

    Conviene sealar que la regulacin de las investigaciones mdicas con seres humanos, que se inici sobre todo con el denominado Cdigo de Nuremberg de 1947, marca en alguna medida el nacimiento, no slo el nacimiento de la moderna tica biomdica, sino tambin del derecho internacional de los derechos humanos.

    El Cdigo de Nuremberg, que en realidad no fue ningn cdigo, sino la sentencia del tribunal que conden a los mdicos nazis que utilizaron a los prisioneros de los campos de concentracin para sus estudios, enumera diez principios bsicos para la experimentacin mdica con seres humanos, entre los que se destacan: el carcter absolutamente esencial del libre consentimiento de los participantes en las investigaciones (Principio n 1); la necesidad de evitar todo sufrimiento y dao innecesario, fsico o mental, a los sujetos (Principio 4) y de abstenerse de aquellas investigaciones que previsiblemente pudieran acarrear su muerte o un dao irreparable (Principio 5); la proporcionalidad de los riesgos (Principio 6); la calificacin cientfica de quienes conducen el experimento (Principio 8); y el derecho de los participantes a revocar su consentimiento en todo momento (Principio 9).

    No es casual que apenas un ao despus de formulados los diez principios que componen este documento, las Naciones Unidas adoptaran la Declaracin Universal de Derechos Humanos de 1948. En efecto, el documento fundacional de los derechos humanos a

    49 Cfr. Declaracin Universal sobre Biotica y Derechos Humanos de 2005

    (artculo 3, inciso 2) ; Convencin sobre Derechos Humanos y Biomedicina del Consejo de Europa de 1997 (artculo 2).

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    nivel internacional se inspir en buena parte en las revelaciones que llevaron a la adopcin del Cdigo de Nuremberg50. Como lo observa con agudeza George Annas, la Segunda Guerra Mundial fue el crisol en que se forjaron tanto los derechos humanos como la biotica, y desde entonces ambos han estado vinculados por la sangre51.

    V. LA BIOTICA Y EL DERECHO

    El derecho es una de las disciplinas ms directamente interpeladas por los nuevos dilemas bioticos y a la que se reclama, a veces en forma perentoria, respuestas normativas. Desde luego que la tarea del derecho en este mbito no es nada fcil. Cuando surgieron con ms fuerza estos debates, a comienzos de los aos 1980, ningn pas contaba con normas jurdicas para regularlos. La insuficiencia del derecho positivo se hizo entonces patente. El paso de la tica al derecho fue, y sigue siendo, una tarea ardua. Varios pases crearon comits nacionales de tica para preparar de algun modo el camino en tal sentido. Pero la concrecin legislativa fue ms lenta que la reflexin de los expertos. As por ejemplo, en Francia, el Comit Consultivo Nacional de tica para las Ciencias de la Vida fue creado en 1983, pero recin once aos despus consigui el Parlamento aprobar tres leyes vinculadas a los temas de biotica. Un fenmeno anlogo se produjo en otros pases, lo cual muestra la dificultad que encuentra el legislador para intervenir en estas cuestiones.

    La ardua situacin del legislador en este mbito es comprensible. No hay que olvidar que el problema de fijar los lmites entre la tica y el derecho ha sido siempre uno de los ms complejos de la filosofa. El jurista Ihering afirmaba que esta cuestin era el cabo de Hornos de la ciencia jurdica", queriendo destacar con ello que la frontera entre la ley y la moral es un escollo en el cual han naufragado numerosos esfuerzos doctrinales y legales. El legislador teme dar respuestas que sean, o demasiado restrictivas para los

    50 Cfr. Robert BAKER, Bioethics and Human Rights: A Historical

    Perspective, Cambridge Quarterly of Healthcare Ethics, 2001, vol. 10, n 3, pp. 241-252. 51

    George J. ANNAS, American Bioethics. Crossing Human Rights and Health Law Boundaries, Oxford University Press, New York, 2004, p. 160.

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    cientficos, o demasiado dbiles para garantizar la dignidad de la persona. De este modo, se encuentra como una nave entre dos peascos, sin saber cmo hacer para avanzar y satisfacer exigencias que parecen contradictorias.

    Pero ms all de la cuestin de las dudas comprensibles del legislador, parece claro que ste no puede eludir su deber esencial. La ley est principalmente destinada a garantizar la dignidad y los derechos de las personas. Ella debe fijar las bases para asegurar el respeto de cada individuo frente a los posibles abusos de las prcticas biomdicas.

    Resulta ya clsico sostener que el derecho est llamado a fijar el minimum ethicum de la sociedad, es decir, los principios morales de base que son indispensables para una vida social digna52. La ley no podra, por ejemplo, legitimar el homicidio o el robo, porque la aceptacin de tales conductas sera incompatible con una coexistencia humana civilizada. En cambio, puede tolerar otras conductas que, si bien son antiticas, no afectan, por su menor gravedad, el equilibrio social.

    Lo que busca ante todo el derecho es evitar que la sociedad humana sea regida por la ley del ms fuerte. Para ello propone la justicia y la equidad como condiciones necesarias para la paz social. Pero su fin inmediato no consiste en hacer virtuosas a las personas, an cuando, a travs de sus exigencias mnimas contribuya sin duda a esta finalidad, que es de naturaleza propiamente tica.

    La expresin minimum ethicum pretende poner de relieve que el orden jurdico no es un sistema cerrado, asptico a los valores, sino que, por el contrario, encuentra su fundamento ltimo en la tica, y en particular, en el primer principio de la razn prctica, que ordena hacer el bien y evitar el mal. El derecho no es, por tanto, un orden amoral, desde el momento que aspira a que se haga justicia al ser humano.

    Hominum causa omne ius constitutum est, decan los romanos: es en vista del ser humano que existe el derecho. Y el ser humano es uno; l no puede desdoblar su personalidad entre la tica y el derecho, ya que su conducta tambin es una. Por ello, no puede evitar que su conducta cotidiana siga, en mayor o menor medida, criterios ticos. Est forzado por su propia naturaleza a ser un

    52 Cfr. Georg JELLINEK, Die sozialethische Bedeutung von Recht, Unrecht und Strafe, Hring, Berlin, 1908, p. 45.

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    animal tico, un ser que debe elegir constantemente entre acciones buenas o menos buenas, malas o menos malas. Por esto, un derecho neutro o amoral, indiferente a la realidad humana, que est colmada de valores, sera un derecho inmoral.

    Dicho de otro modo, el derecho persigue ordenar las relaciones interhumanas, y por ello no puede hacer abstraccin de lo que es el ser humano, de la verdad de su ser. Por el contrario, debe hacer justicia a esta verdad53. Ello explica por qu el derecho no es ni puede ser un conjunto de normas arbitrarias impuestas por el legislador, como el positivismo jurdico lo ha pretendido. Muy por el contrario, las leyes aspiran a garantizar el respeto de la dignidad y derechos de cada persona, y de este modo, a que la armona reine en las relaciones sociales. Si el derecho busca institucionalizar la justicia, y la justicia tiene por definicin un contenido moral, es inevitable admitir que existe una conexin necesaria entre el derecho y la moral54.

    Cul es el lmite preciso entre estos campos de la razn prctica que son el derecho y la tica? Es clsico sealar que una de las caractersticas tpicas de lo jurdico es la alteridad. Mientras la tica se interesa (al menos primariamente) por los actos humanos en la medida en que contribuyen al perfeccionamiento moral del sujeto agente, el derecho centra su atencin exclusiva en lo que concurre al bien del otro (es decir, en la justicia), y de este modo, en el bien de la sociedad en su conjunto.

    La principal preocupacin del derecho es que los ciudadanos acten con justicia en sus relaciones recprocas. Ahora bien, segn la definicin clsica, la justicia consiste en dar a cada uno lo suyo, es decir, en dar a cada uno su derecho (ius suum cuique tribuere). Segn Cicern, este dar a cada uno lo suyo implica en ltima instancia reconocer a cada uno su propia dignidad. Para el jurisconsulto romano, la nocin de dignidad" integra el ncleo mismo de lo jurdico. Al momento de definir a la justicia y al derecho, reemplaza la expresin ius suum de la definicin de

    53 Sergio COTTA, Diritto, persona, mondo umano, Giappichelli, Torino,

    1989, p. 271. 54

    Cfr. Robert ALEXY, El concepto y la validez del derecho, Gedisa, Barcelona, 2004; Id., La institucionalizacin de la justicia, Comares, Granada, 2005.

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    Ulpiano por suam dignitatem55. Las nociones de ius y de dignitas son as identificadas56. Por tanto, el respeto del derecho del otro" equivale al respeto de su dignidad en tanto ser humano.

    Se entiende entonces que dar a cada uno lo suyo supone ante todo tratarlo en funcin de lo que es, un ser digno, y no cometer contra l discriminaciones arbitrarias. Hay discriminacin arbitraria cada vez que el acto de dar a cada uno lo suyo respetar su dignidad se hace depender de condiciones no objetivamente relacionadas con el derecho de que se trata. Si la titularidad de un derecho est fundada en el simple hecho de ser un individuo humano, habr discriminacin toda vez que se niegue este derecho a alguien bajo el pretexto de que es un individuo de condicin diferente por su edad, raza, sexo, estado de salud, etc.

    El principio jurdico de no discriminacin tiene una importancia decisiva en biotica. En efecto, si sta se ocupa de determinar qu actos de las biotecnologas son compatibles con el respeto de la persona humana, y si toda persona es igualmente digna, parece lgico concluir que toda persona debe ser igualmente protegida contra cualquier abuso en el mbito biomdico. La reflexin sobre la justicia, es decir, sobre lo que es debido a cada uno, merece por tanto estar en el centro de la reflexin biotica.

    Asimismo, es necesario destacar que el rol del derecho en este campo no consiste en aceptar a ojos cerrados cualquier innovacin tecnolgica. Sin duda, la ley debe partir de la realidad social concreta, pero se ubica en un nivel distinto al de la sociologa. El derecho no es un instrumento tcnico de ingeniera social, a sueldo de cualquier modificacin de las costumbres o de las prcticas a las que debiera plegarse ineluctablemente para satisfacer todos los intereses o deseos particulares. El derecho es, por esencia y ante todo, una instancia de valoracin de los hechos57.

    El mayor riesgo que corre el derecho frente a las prcticas biomdicas es el de abandonar su propia lgica, que es una lgica de justicia, para plegarse a una lgica de dominacin de los ms fuertes sobre los ms dbiles. Para evitar esto, el derecho debe saber

    55 Iustitia est habitus animi communi utilitate conservata, suam cuique

    tribuens dignitatem (De inventione, II, 160). 56

    Cfr. Flix SENN, De la justice et du droit, Sirey, Paris, 1927, pp. 19 ss. 57

    Catherine LABRUSSE-RIOU, crits de biothique, PUF, Paris, 2007, p. 114.

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    distinguir bien entre ciencia y cientificismo. La ley debe garantizar el progreso de la ciencia, pero no est obligada a seguir ciegamente las desviaciones del cientificismo. Mientras la ciencia reconoce sus propios lmites y se abstiene de transgredirlos, el cientificismo decreta que no hay lmites y se autoproclama capaz de resolver por s solo todos los problemas humanos.

    El derecho est llamado a desempear un papel fundamental en biotica. Se quiera o no, la tarea de conjurar los nuevos peligros para la dignidad humana recae principalmente sobre l, en razn de que la tica no tiene por s sola la fuerza suficiente para asegurar el respeto de la persona. Es a la ley a quien incumbe la tarea de ejercer el poder poltico, de defender al ser humano de los abusos a que est expuesto, sobre todo en los momentos ms frgiles de su existencia (al comienzo y al fin); es a la ley a quien corresponde evitar que nuestros congneres, presentes y futuros, sean reducidos a puras relaciones de utilidad y rentabilidad.

    VI. LA INTERNACIONALIZACIN DE LA BIOTICA

    Uno de las etapas ms interesantes en el desarrollo reciente de la biotica es la de la internacionalizacin de sus principios. Este proceso se explica en el contexto de la globalizacin creciente que tiene lugar en todos los mbitos y de la expansin de los intercambios cientficos internacionales. Est claro que los nuevos desafos propios de la biotica ya no pueden ser encarados dentro de los estrechos lmites de cada pas. Las implicancias globales de la biomedicina y la gentica trascienden forzosamente las fronteras polticas y exigen la cooperacin de los Estados en la bsqueda de soluciones adecuadas a los nuevos dilemas. La internacionalizacin de la biotica se lleva a cabo por medio de acuerdos graduales sobre principios generales, evitando normas demasiado especficas que haran difcil el consenso58. En este sentido, se pueden destacar especialmente los esfuerzos desarrollados por la UNESCO y el Consejo de Europa.

    La UNESCO (Organizacin de las Naciones Unidas para la Educacin, la Ciencia y la Cultura) dio en 1997 un primer gran paso hacia la internacionalizacin de la biotica con la adopcin de

    58 Cfr. Nolle LENOIR y Bertrand MATHIEU, Les normes internationales de

    la biothique, 2a. ed., Presses Universitaires de France, Paris, 2004, p. 49.

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    la Declaracin Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos. La idea principal de la Declaracin es que el genoma humano es merecedor de proteccin como patrimonio de la humanidad (art. 1). Al mismo tiempo, el documento enfatiza que la dignidad de los individuos es independiente de sus caractersticas genticas y que por ello debe evitarse el reduccionismo gentico, que sentara las bases de una forma particularmente perversa de discriminacin (art. 2). Al mismo tiempo, la Declaracin califica dos prcticas concretas como contrarias a la dignidad humana": la clonacin con fines de reproduccin de seres humanos" (art. 11) y las intervenciones en la lnea germinal" (art. 24). La Declaracin de 1997 tambin se ha ocupado de institucionalizar el Comit Internacional de Biotica (CIB), que es el primero a nivel mundial en esta disciplina y que se integra con expertos provenientes de diversos pases (art. 24).

    La Declaracin Universal sobre Biotica y Derechos Humanos de 2005, tambin elaborada en el mbito de la UNESCO, es otro hito importante en la internacionalizacin de la biotica. Su valor radica en que es el primer instrumento internacional de carcter legal (an cuando no sea legalmente vinculante) que establece un marco de principios orientadores para todas las actividades biomdicas.

    La Declaracin de 2005 contiene quince principios de fondo y cuatro normas relacionadas con la implementacin de los principios59. Los quince principios de fondo son: 1) El respeto de la dignidad humana y de los derechos humanos (art. 3.1), con el corolario de la prioridad de la persona humana sobre los meros intereses de la ciencia y la sociedad (art. 3.2); 2) La maximizacin de los beneficios y la reduccin al mnimo de los posibles daos para pacientes y participantes en investigaciones (art. 4); 3) El respeto de la autonoma (art. 5); 4) La exigencia del consentimiento informado (art. 6); 5) La proteccin de las personas incapaces (art. 7); 6) La atencin especial debida a las personas vulnerables (art. 8); 7) La confidencialidad de los datos personales de pacientes y participantes en investigaciones cientficas (art. 9); 8) La igualdad, justicia y equidad (art. 10); 9) La no discriminacin y no

    59 Para un profundo anlisis de la Declaracin, ver: Yolanda GMEZ

    SNCHEZ y Hctor GROS ESPIELL (comp.), La Declaracin Universal sobre Biotica y Derechos Humanos de la UNESCO, Comares, Granada, 2006.

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    estigmatizacin (art. 11); 10) El respeto de la diversidad cultural y del pluralismo (art. 12); 11) La solidaridad con las personas ms necesitadas y la cooperacin internacional (art. 13); 12) El acceso a una atencin mdica de calidad y a los medicamentos esenciales (art. 14); 13) El aprovechamiento compartido de los beneficios (art. 15); 14) La proteccin de las generaciones futuras (art. 16); 15) La proteccin del medio ambiente, de la biosfera y de la biodiversidad (art. 17).

    Las normas para la aplicacin de los principios son las siguientes: 1) La exigencia de profesionalismo, honestidad, integridad y transparencia en el proceso decisorio sobre cuestiones biomdicas (art. 18); 2) La necesidad de establecer comits de tica interdisciplinarios y pluralistas (art. 19); 3) La promocin de una adecuada evaluacin y gestin de riesgos en el mbito biomdico (art. 20); 4) La exigencia de equidad y justicia en los proyectos de investigacin transnacionales (art. 21).

    Tambin el Consejo de Europa est desempeando un papel destacado en el esfuerzo orientado a desarrollar normas internacionales en materia de biotica. En 1997, el Consejo abri a la firma de los Estados miembros la Convencin de Derechos Humanos y Biomedicina, tambin conocida como Convencin de Oviedo. La Convencin enuncia una serie de principios generales, entre los que se destacan: la primaca del ser humano sobre los intereses de la sociedad o de la ciencia (art. 2); el acceso equitativo a los servicios de salud (art. 3); la necesidad del consentimiento informado para someterse a un tratamiento (arts. 5 a 9); el respeto de la confidencialidad (art. 10); el principio de no discriminacin por razones genticas (art. 11); la prohibicin de diversas prcticas, tales como los exmenes genticos predictivos sin finalidad mdica (art. 12), de las terapias gnicas germinales (art. 13) y de la seleccin del sexo en las tcnicas de procreacin asistida (art. 14); el enunciado de reglas generales acerca de la experimentacin no teraputica con seres humanos (arts.