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INTERSUBJETIVO - JUNIO 1999 - Nº 1, Vo. 1, Pags. 65 -78 c Quipú - ISSN 1575-6483 Revisión de la denominada «Regla de Abstinencia» 1 Bjørn Killingmo 2 El ensayo plantea si la regla de abstinencia permanece aún vigente den-tro del campo teórico contemporáneo del psicoanálisis. No solamente se trata de un debate acerca de este principio. También suscita la cuestión de hasta qué punto se debería gratificar en el encuentro analítico sin salir-se del paradigma del psicoanálisis. Se revisan las últimas críticas sobre el concepto de abstinencia. El autor rebate algunas de estas objeciones. Aduce que la llamada regla de abstinencia no es una regla que describe la conducta particular del analista, sino un principio general que describe la esencia del tratamiento psicoanalítico. Según la opinión del autor si lo aban- donamos se pueden originar consecuencias perjudiciales tanto teórica como técnicamente. Finalmente, el autor plantea la presencia emocional del analista en el espacio analítico y sugiere una versión actualizada de la idea de abstinencia. PALABRAS CLAVE: Abstinencia, Técnica Psicoanalitica. The paper discusses whether the rule of abstinence is still valid in the contemporary theoretical arena of psychoanalysis. Not only is this a deba-te on principle. It also raises the question of how gratifying the analyst should be in the analytic encounter, still remaining within the psychoanalytic paradigm. Current criticisms of the concept of abstinence are reviewed. The author replies to the objections. He argues that the so-called rule of abstinence is not a “rule” which describes the particular behaviour of the analyst, but a general principle describing the essence of the psychoanalytic cure. In the opinion of the author, abandoning this principle may have detrimental consequences both theoretically and technically. Finally, the author discusses the emotional presence of the analyst in the analytic setting and suggests an updated version of the idea of analytic abstinence. KEYWORDS: Abstinence, Psychoanalytic Technique. Introducción El énfasis dado a las relaciones objetales y a los déficits emocionales en los últimos años, bien sea la falta de armonización (Stern, 1985) o bien la especularización del objeto sí mismo (Kohut, 1984), han ejercido una gran in-

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INTERSUBJETIVO - JUNIO 1999 - Nº 1, Vo. 1, Pags. 65 -78 c Quipú - ISSN 1575-6483

Revisión de la denominada

«Regla de Abstinencia»1

Bjørn Killingmo2

El ensayo plantea si la regla de abstinencia permanece aún vigente den-trodel campo teórico contemporáneo del psicoanálisis. No solamente se tratade un debate acerca de este principio. También suscita la cuestión de hastaqué punto se debería gratificar en el encuentro analítico sin salir-se delparadigma del psicoanálisis. Se revisan las últimas críticas sobre elconcepto de abstinencia. El autor rebate algunas de estas objeciones.Aduce que la llamada regla de abstinencia no es una regla que describe laconducta particular del analista, sino un principio general que describe laesencia del tratamiento psicoanalítico. Según la opinión del autor si lo aban-donamos se pueden originar consecuencias perjudiciales tanto teóricacomo técnicamente. Finalmente, el autor plantea la presencia emocional delanalista en el espacio analítico y sugiere una versión actualizada de la ideade abstinencia.PALABRAS CLAVE: Abstinencia, Técnica Psicoanalitica.

The paper discusses whether the rule of abstinence is still valid in thecontemporary theoretical arena of psychoanalysis. Not only is this a deba-teon principle. It also raises the question of how gratifying the analyst shouldbe in the analytic encounter, still remaining within the psychoanalyticparadigm. Current criticisms of the concept of abstinence are reviewed. Theauthor replies to the objections. He argues that the so-called rule ofabstinence is not a “rule” which describes the particular behaviour of theanalyst, but a general principle describing the essence of the psychoanalyticcure. In the opinion of the author, abandoning this principle may havedetrimental consequences both theoretically and technically. Finally, theauthor discusses the emotional presence of the analyst in the analyticsetting and suggests an updated version of the idea of analytic abstinence.KEYWORDS: Abstinence, Psychoanalytic Technique.

Introducción

El énfasis dado a las relacionesobjetales y a los déficits emocionalesen los últimos años, bien sea la falta

de armonización (Stern, 1985) o bienla especularización del objeto símismo (Kohut, 1984), han ejercido unagran in-

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fluencia en la teoría y en la técnica psicoanalítica. Actualmente, parece que ungrupo de analistas ha impulsado una serie de medidas provisionales dirigidas alprimer plano de la técnica analítica, a costa de intervenciones más ortodoxas.¿Significa esto que los psicoanalistas no tienen un objetivo determinado y queuna base común para el psicoanálisis está en proceso de desintegración? ¿Esta-mos a punto de alcanzar un estado donde nuestra identidad descansa más biensobre aspectos formales, tal y como señala el título - reglas, reglamentos y es-tructuras de organización -, que sobre unos puntos de vista comunes tanto en latécnica como en la teoría? Para discutir esta cuestión, tomaré la regla de laabstinencia como punto de partida. A pesar de que pueda parecer un poco anti-cuada, aún admite un debate válido dentro del psicoanálisis contemporáneo. Nosolamente, en tanto discusión acerca de este principio, también, en relación conla conducta particular del psicoanalista dentro de la sesión.

La llamada regla de la abstinencia fue acuñada por Freud en 1915, enObservaciones sobre el amor de transferencia. Una formulación más definiti-va ygeneralizada aparece desarrollada en 1919 en Líneas de avance en la terapiapsicoanalítica. Al final de este artículo, Freud plantea el futuro de una psicoterapiapara el hombre de la calle. Concluye con una profecía: «segura-mente, loselementos más importantes y efectivos que compongan la futura psicoterapiaserán aquellos aspectos que se mantengan y sean heredados como fruto de unanálisis riguroso y carente de tendenciosidad» (p.168). Freud se refiere a estosaspectos, como el «oro puro» del psicoanálisis. No hay duda de que la idea deabstinencia se encuentra en el núcleo de esta metáfo-ra. El conjunto de ideasreunidas en el concepto de abstinencia, constituye el principal fundamento deltratamiento psicoanalítico a juicio de Freud. Si este concepto es rechazado, elpsicoanálisis clásico sucumbirá. El problema que expondré consiste en resolver sila regla de abstinencia, respetada por el tiempo, sigue siendo válida en el campoteórico del psicoanálisis. Para resu-mir: ¿continúa la regla de la abstinenciasiendo el «oro» del psicoanálisis?. A continuación y, en primer lugar, analizaréesta regla tal y como la formuló Freud y señalaré algunas de sus implicaciones.En segundo lugar, resumiré los puntos de vista actuales, que directa oindirectamente ponen en duda el concepto de abstinencia. Más tarde,argumentaré en contra de estas objecio-nes e intentaré demostrar que siabandonamos el núcleo principal de la abs-tinencia, se pueden producir gravesconsecuencias tanto teórica como técni-camente. Finalmente, propondré algunospuntos de vista acerca de la pre-sencia emocional del analista en el espacioanalítico, y sugeriré una versión actualizada de la idea de abstinencia.

La regla de abstinencia de Freud

Comencemos echando una mirada retrospectiva a las formulacionesori-ginales de Freud. En Observaciones sobre el amor de transferencia,introduce la idea de abstinencia del siguiente modo:

«Ya he dado a entender que la técnica psicoanalítica requiere de un medico

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que debería negar a la paciente, anhelante de amor, la satisfacción que ella deman-

da. El tratamiento debe de ser llevado a cabo en abstinencia» (1915, pp.164-1665).

Si bien Freud subraya aquí el hecho de estar presentando un principiofundamental, su primera formulación es bastante limitada. Hace referencia algobierno, por parte del analista de las fuertes pasiones y de las peticioneseróticas en la transferencia. En este contexto, la regla de abstinencia actúa másbien como un recordatorio que aconseja no ceder a las tentaciones del paciente.Sin embargo, cuatro años más tarde, en Líneas de avance..., la abs-tinencia yaha conquistado un estatus de principio básico. Freud plantea dife-rentes tipos deintervenciones activas que pueden ser incluidas en el futuro psicoanálisis. Peroindependientemente de lo que puedan ser, el principio an-tes subrayado sedesarrolla de este modo: «el tratamiento analítico debería ser llevado a cabo,hasta donde sea posible, con privación, en un estado de absti-nencia» (1919,p.162). Freud pretende que, «por encima de todo, el paciente busque sussatisfacciones substitutivas dentro del mismo tratamiento, en la relación detransferencia con el médico. A través de este medio, puede que luche paracompensarse a sí mismo en nombre de todas las privaciones alma-cenadas ensu interior» (1919, p.164). Naturalmente, Freud admite algunas concesiones parael paciente. La privación no se extiende a todo lo que el paciente desea «ya queposiblemente ninguna persona enferma pudiera tole-rarlo»(1915, p.165). Pero suconclusión no deja lugar a duda: «En el tratamien-to analítico, todo lo que seaconsentir debe ser evitado. En lo que se refiere a las relaciones con el médico, elpaciente debe quedarse con bastantes deseos insatisfechos. Es convenientenegarle, precisamente, aquellas satisfacciones que desea más intensamente, yque expresa con mayor ansiedad» (1919, p.164).

Esta es la formulación que se ha convertido en el principal objetivo dela crítica de los últimos años.

Para contestarla, en primer lugar, tenemos que volver a las razones ori-ginales que acuñaron la regla. Si examinamos el texto de Freud, podemos verque la regla de abstinencia se basa en tres pilares principales: (1) una concep-ción de las fuerzas impulsoras de la vida psíquica del hombre, (2) una concep-ción de la causalidad de la neurosis, (3) una visión de lo que puede ser el objetivodel tratamiento. El primero se refiere a las consideraciones económi-cas, es decir,al concepto de pulsión que alimenta el aparato psíquico, y al mantenimiento de unnivel óptimo de tensión para asegurar la motivación en el trabajo analítico. Lapulsión es la principal fuerza que empuja al paciente hacia la cura. El siguientepilar se apoya en la idea básica del conflicto en la vida psíquica. Así pues, lo queinteresa en la neurosis, no es un simple estado de carencia, sino una resistenciainterna que imposibilita la satisfacción. El princi-pio que se plantea aquí es quelos deseos angustiosos, enraizados en los con-flictos inconscientes, no soncurados por satisfacerlos meramente. Estos confi-guran «las raíces infantiles delamor», las cuales deben ser exploradas en psi-coanálisis (Freud, 1915). Elasunto no consiste en satisfacer las necesidades

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del paciente sino en desarrollar su capacidad para la satisfacción. Es esta, unavisión del tratamiento que rompe radicalmente con la tradición3. El tercer pilar seapoya en la concepción de una satisfacción real, contrastada con unasubstitutiva. Así mismo, alude a una visión del hombre como alguien que tiene lasuficiente fuerza para enfrentarse a la vida y llevar a cabo plenamente susempresas vitales. En palabras de Freud: «el analista se alegra de evitar acon-sejar, y en su lugar, estimula el poder de iniciativa del paciente» (1923, p.251).

Objeciones al concepto de abstinencia

Ahora regresaré a la crítica surgida en contra de la regla de abstinencia. Elpropósito es analizar si las distintas objeciones socavan los tres pilares ex-puestos anteriormente. En un ensayo reciente, Lindon (1994) presenta un pun-tode vista extremo. El subtítulo de este ensayo es: «¿Deberíamos liberarnos de laregla de abstinencia?». Y su conclusión no deja ninguna duda: «Mi tesis es que laregla de abstinencia, actualmente impartida en seminarios técnicos y defendidacomo esencial en el desarrollo de un proceso psicoanalítico, en rea-lidad,interfiere en el psicoanálisis, por lo que debería ser sustituida por el con-cepto deprovisión óptima» (p.549). Lindon expone sus principales argumentos en treslíneas. En la primera sostiene que la regla de abstinencia de Freud «no cumpliólos objetivos para los cuales fue recomendada, es decir, convertirse en la fuerzamotivadora que impulsara al paciente a trabajar analíticamente»(p.550). SegúnLindon, la mayor parte de los analistas actuales no adoptan el modelo clásico delconflicto pulsional, y saben que «las configuraciones motivacionales, movilizadaspor el proceso analítico no son derivados de impulsos patológicos, sino intensosesfuerzos evolutivos frustrados y reprimidos»(p.557). Así pues, Freud estaríaequivocado desde el principio. Los conceptos de abstinencia y neutralidad nuncadeberían ser acuñados. El siguiente argumento de Lindon es que en ningúnmomento debemos evitar la gratificación. El prestar atención al paciente ya esuna gratificación. Las gratificaciones involuntarias y las provi-siones aparecen encada encuentro humano de una forma inextricable, y lo mismo sucede en elanálisis clásico. Por lo tanto, la abstinencia representa un concepto equivocadopara el espíritu psicoanalítico, conduciéndonos a un «des-vío, desorganización yalargamiento del análisis» (p.549). La tercera objeción de Lindon es que esta idease ha convertido en una regla ritual de la técnica, casi un dogma, que puedellevar a los analistas a sentirse culpables por no ser analíticos si se comportan deuna forma espontánea en su respuesta a los pacientes. Incluso los analistas queya no creen en la teoría de las pulsiones piensan que la regla de abstinenciaocupa una posición demasiado elevada, convirtiéndose en el gran lema de unatécnica correcta, que no valora las varia-ciones en la orientación teórica. Asípues, el par clásico abstinencia-neutralidad también produce un efecto perjudicialen la práctica, convirtiendo a los candi-datos en seres ansiosos, obedientes, yorientados hacia la autoridad. La alter-nativa de Lindon consistiría en sustituir elconcepto de abstinencia por el con-cepto de provisión óptima. En su opinión, estetérmino, según la comprensión psicoanalítica contemporánea, tendría unsignificado más apropiado para el

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contexto de la interacción analítica. La provisión óptima es entendida así:«aque-lla provisión, que cuando se encuentra con un deseo en desarrollo,pueda des-velar, aclarar y transformar el trasfondo de las experienciassubjetivas del pa-ciente» (p.559).

Ciertamente, las objeciones de Lindon son rebatibles. No solamente argu-menta que la regla de abstinencia es destructiva, sino que debe ser rechazada;así mismo, mantiene que debería ser sustituida por otro concepto, el de «provi-sión», que transmitiría más apropiadamente lo esencial del proceso psicoanalí-tico. En realidad, parece que este punto de vista implica que el análisis ya no esel principal objetivo del psicoanálisis. En su lugar, la tarea consistiría en desarro-llar las necesidades del paciente surgidas de la transferencia. La crítica de Lindones categórica. No obstante, creo que debemos considerar sus objeciones comorepresentantes de una tendencia más tolerante en el moderno psicoanálisis. Sutesis principal es que el viejo paradigma de pulsión-conflicto se encuentra desfa-sado. Con ello, apunta una cuestión fundamental para el psicoanálisis contempo-ráneo. ¿Es el concepto de las pulsiones suficiente para incluir todo tipo de moti-vaciones humanas o deberíamos complementarlo o sustituirlo por otros concep-tos de motivación? Esta cuestión ha ocupado una posición central en el debatepsicoanalítico desde que Fairbairn, Balint, y otros teóricos de las relacionesobjetales, comenzaron a poner en duda el concepto de pulsión de Freud.

Las teorías de las relaciones objetales han ejercido una gran influencia durantelos últimos años. Con el término de relaciones objetales, haré referen-cia a la teoríaque «comprende el desarrollo y la patología de la personalidad, considerada como labase de la internalización en la relación con los otros. Este modelo puede sercontrastado con el del yo que ve en las pulsiones y sus vicisitudes la explicación deldesarrollo y la patología de la personalidad a tra-vés de mecanismos yoicos»(Summers,1941.p.1). Una teoría de las relaciones objetales no excluye forzosamenteel concepto de pulsión. Sin embargo, lo que sí es común a todas las teorías de lasrelaciones objetales, exceptuando la de Melanie Klein, es que las primerasexperiencias con el objeto actúan como motivos primarios independientes de laspulsiones. Según Greenberg (1991), incluso teóricos como Loewald y Kernberg, queson partidarios del concepto de pulsiones, no las conciben como determinantesexclusivamente innatas y ante-riores a toda experiencia. La calidad de la relación conlos primeros objetos también debe ser integrada dentro del concepto de pulsión. Estose opone al pensamiento de Freud, para quien las pulsiones son fuerzas básicas eirreductibles, anteriores a cualquier experiencia objetal. Sandler y Sandler (1978)también mantienen que, aparte de gratificar necesidades pulsionales, el hombre luchapor satisfacer deseos de seguridad, confianza, narcisismo y afirmación. Estos anhelosson fuerzas de motivación. Así pues, tenemos que concluir que los últi-mos avancesen la teoría psicoanalítica, hablan a favor de dos clases de motiva-ciones:necesidades pulsionales y necesidades de relación. La diferencia reside en que elprimer grupo consta de una serie de fuerzas internas y ansiosas que intentan reducirla tensión a través de la consumación. La otra clase consta de unas necesidades queluchan por alcanzar y conservar las cualidades preferidas

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de la propia experiencia a través de su relación con los objetos.

Aparte de extender la teoría de la motivación, el punto de vista de larelación objetal ha influido en el papel del analista. Tal como Sandler y Sandlerafirman: «Hemos viajado desde el concepto de analista-espejo con la idea de quelas fantasías de transferencia del paciente deben ser expresadas, hasta unanalista-anónimo, cuya tarea simplemente es interpretar el contenido incons-ciente que se encuentra tras las asociaciones libres del paciente. Hasta ahora, esaceptado por muchos que la situación analítica es una relación analítica y que elanalista está íntimamente involucrado en esta relación.»(pp.47-48). La palabraclave aquí es relación, lo cual significa que debemos pensar en el encuentroanalítico como interacción mutua. Más allá, la terminología del psi-coanálisisclínico, que ha cambiado el lenguaje clásico de los derivados de los impulsosdisfrazados o simbolizados, fracasa al describir la concepción moder-na de larelación analítica, y nosotros debemos regresar a términos de transac-ción, talescomo escisión, proyección, identificación proyectiva, internalización,representación y reversión de rol y escenarios interpersonales. El «escenario» seha convertido en la nueva metáfora para el espacio analítico y el analista hadejado su papel como director y ha entrado en escena, tomando parte en la obra.A raíz de este movimiento teórico, los conceptos de contratransferencia y puestaen escena, se han trasladado al centro de la comprensión de la dinámi-ca deldialogo analítico, y la función autorreflexiva del analista se ha convertido en elfactor decisivo en superar el papel del analista en cualquier momento de lamúltiple fundamentación de la interacción entre las dos partes. La enormeimportancia asignada a la contratransferencia ha dado un impulso a la explora-ción del significado que las intervenciones del psicoanalista tienen en el pa-ciente. El giro radical del centro de atención, de los procesos intrapsíquicos delpaciente hasta las interacciones paciente-analista, ha cambiado la imagen delpsicoanálisis. El psicoanálisis se ha trasladado de una psicología unipersonal auna psicología bipersonal (Mitchell, 1988).

En la práctica del nuevo escenario, el analista debe expresar sus propiosestados internos, así como los del paciente, incluso debe reflejar sus reflexiones.Debe oscilar entre la empatía surgida en la experiencia con el paciente y la observa-ción más distante. Sin embargo, algunos analistas parecen haber dado un paso másradical en la «línea relacional» en los últimos años, de modo que se han desmarcadode la idea básica de la posición del analista como observador. Así, parece que con eltiempo se ha llegado a plantear si el drama del paciente que analizamos aún conti-núa, o si más bien se trata de un drama común creado conjuntamente entre pacientey analista. Otra cuestión estrechamente relacionada es la pregunta sobre hasta quépunto el analista armonizará el encuentro de su propia subjetividad con la del pacien-te. Levine (1994) argumenta que ningún analista podrá reconocer nunca todos losaspectos complejos de su propia participación, dentro de lo que denomina «la co-rriente continua de actualizaciones y emergentes disimulados del procesoanalítico»(p.675). Mientras el analista no pueda evitar «ser conducido a la acción porla fuerza del compromiso emocional con los pacientes»(p.670), la noción de un

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analista objetivo, protegiendo el proceso analítico, debe ser rechazada, y así (en suopinión), conceptos como abstinencia y neutralidad se han convertido en metasinalcanzables. Es decir, que la principal teoría de la acción terapéutica del psicoa-nálisis debe ser evaluada de nuevo. La alternativa de Levine es la concepción de «unanalista forzosamente subjetivo que trabaja dentro de un amplio campo deposibilidades en el proceso analítico, el valor y la naturaleza que sólo pueden serconocidos volviendo al pasado»(p.675). Esta es naturalmente una posición extre-maque lleva al psicoanálisis hasta una esfera incierta de intersubjetividad. La idea deanalista como observador se sustituye, más o menos, por la concepción del analistasumergido en un campo emocional intersubjetivo. Levine apunta que al suscitar estostemas, no aprueba el análisis salvaje. No obstante, tal como lo veo, el uso del término«proceso analítico» está tan extendido que ya no se puede equiparar con la clásicacomprensión del proceso. Levine no propone una sustitu-ción para el concepto deabstinencia como lo hace Lindon. Sin embargo, ambos parecen compartir la tesis deque el analista se encuentra atrapado en una interacción mutua con el paciente deuna forma casi peligrosa, donde un cierto tipo de gratificación pasa a formar parte delproceso.

Nos encontramos enfrentados a una cuestión fundamental en el psicoanáli-siscontemporáneo ¿Cómo podemos cambiar la idea del analista considerado como unobservador estrictamente independiente, por la de un analista involucrado de formainextricable en una interacción subjetiva? Esto no es sólo una cuestión de técnica,sino también de epistemología. Lo más probable es que también se trate de unapregunta sin respuesta. Uno debe elegir su propia postura. En lo que a mí se refiere,comparto la opinión de Hanly. Este es su punto de vista: «una individuo adquiere lahabilidad suficiente para objetivar sus propias percepciones y cree que se sientecapacitado para distinguir entre las que se corresponden y adaptan al objeto y las queno» (Hanly, 1990, p.381). Esta es la misma capacidad de autorreflexión que losanalistas ejercen y hace que el trabajo analítico sea posible. Sin embargo, está másallá del alcance del artículo aclarar el fuerte impacto de un punto de vista relacional.Mi interés es plantear si el amplio campo de la motiva-ción y las relacionesautoobjetales de los últimos años ha socavado el concepto de abstinencia. ¿Podemosdecir que esta idea de abstinencia está muerta o está muriéndose? ¿Ha llegado elmomento para un analista más proveedor o gratificante?

Respuesta a las objeciones

Comencemos por examinar si los tres pilares que sustentan la regla deabstinencia aún se mantienen en pie. A raíz de la pérdida de fuerza del concepto depulsión, gran parte de la crítica se ha levantado contra el concepto de energíapsíquica y el lenguaje de catexias. Mientras el punto de vista económico ejercía unainfluencia sobre la teoría psicoanalítica, la dimensión cuantitativa estuvo justi-ficada.Fijación y desplazamiento de la energía de catexias fueron concebidos como términosde cantidades móviles e inmóviles. A pesar de que el punto de vista económico no hasido declarado nulo y sin efecto oficialmente, parece ser que ha desaparecidodiscretamente de la teoría. En el mejor de los casos ocuparía una

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posición periférica. Rubinstein (1967) ha dado un golpe de gracia a este aspecto de lateoría clásica, argumentando que la actual doctrina de la energía psíquica care-ce deun poder explicativo y que simplemente establece unas metáforas descripti-vas.Thomä y Kächele (1987) mantienen que «a pesar del continuo uso de la jerga, lamayor parte de los analistas se han inclinado por desterrar de su práctica clínica lateoría de la catexias, es decir, del principio de economía» (p.221). En mi opinión,debemos de estar de acuerdo con las objeciones surgidas en contra del punto devista económico. El concepto mecánico de la energía psíquica y de catexis ya nodescribe la relación entre analista y paciente de forma significativa. Esto debería serentendido en términos de calidad y no de cantidad. Así pues, se ha dado un golpemortal a uno de los pilares que sustentan el concepto de abstinencia.

¿Qué sucede con los otros dos? ¿Ha perdido interés el concepto del conflictopsíquico y la visión de Freud del psicoanálisis como empresa liberadora ha tenido quedar paso a aquélla en la que deben ser provistas las necesidades de desarrollo? Elconflicto de las pulsiones ya no detenta el monopolio como en la teoría clásica. Enprimer lugar, esto se debe a la extensión del concepto de motivación. Quiere decirseque, tanto las necesidades pulsionales como las relacionales pueden formar parte delconflicto psíquico. En segundo lugar, se debe a la introducción del concepto de déficit.Ambos conceptos no aparecen al mismo nivel. El déficit pertenece a un con-texto dedesarrollo, mientras que el conflicto pertenece a un contexto de organiza-ción de lapersonalidad entre partes enfrentadas. Sin embargo, tanto el conflicto como el déficitafectivo pueden entrelazarse como agentes etiológicos en psicopatología (Killingmo,1989). Naturalmente esto no convierte el concepto de conflicto en algo superfluo. Másbien, tenemos que concebir el conflicto como algo incluido en un contexto máscomplejo de lo que lo hicimos antes. Esta ampliación de la complejidad se mantieneen buen estado en lo que al tercer pilar se refiere, es decir, la visión de Freud delobjetivo analítico. Cuando concebimos las pulsiones reprimidas o las fantasías comofuerzas determinantes y productoras de motivación en la vida mental, la idea de laliberación aún ocupa un puesto importante en nuestro planteamiento del objetivoterapéutico. Sin embargo, cuando permitimos que el de-sarrollo de los déficits juegueun papel en el sufrimiento psíquico, nos sentimos obli-gados a complementar nuestraconcepción de objetivo terapéutico con la idea de «reparación». Mi conclusión es quelos últimos progresos de la teoría psicoanalítica no han desbancado los dos pilaresrestantes de la teoría de la abstinencia. Sin em-bargo, deben ser incluidos en uncontexto más amplio. Esto nos induce a clarificar de un modo urgente nuestracomprensión de la idea de abstinencia y a actualizarla.

Un primer paso en esta dirección sería establecer una serie de distincio-nes conceptuales. Schachter (1994) mantiene que los dos conceptos de absti-nencia y neutralidad expresan la misma idea y que después de la segunda guerramundial, el concepto de neutralidad ha sido sustituido por el de absti-nencia.Según Wallerstein (1993) los dos términos están relacionados, aunque sonclaramente diferentes y aluden a distintos marcos de referencia. La neutra-lidadremite al manejo de la transferencia por el analista, mientras que la abs-tinenciase atribuye al problema de la gratificación, la frustración de los deseos

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libidinales. Al fusionar estos dos conceptos, se puede haber contribuido a laimagen estereotipada del analista sobrio y estricto. Sin embargo, se ha creadouna confusión al utilizar dos términos para desarrollar la conducta actual delanalista. Dichos términos han sido considerados como reglas que dirigen el modoen el que el analista se comporta emocionalmente en relación con el paciente. Enmi opinión es una interpretación errónea de Freud. En los dos ensayos de Freudsobre la abstinencia, queda claro que se debate un principio básico, una idea degran importancia para la teoría del tratamiento psicoanalí-tico. Una idea que no serefiere a la conducta sino a un pensamiento estratégi-co. Se trata de un conceptodiferente de la empatía, el sostenimiento y la contención. Llamándola regla deabstinencia se comete un error ¡No es la re-gla! Creo que es aquí donde Lindon yotros críticos están equivocados. Tomando la abstinencia como una descripcióndel modo en que el analista realmente se comporta en la situación analítica,construyen un hombre de paja y luchan contra él. Puede que Lindon tenga razónal decir que una concepción estricta de la conducta del analista prevalece en losinstitutos o grupos analíticos. Mi punto de vista es que no se trata de un fallo delprincipio de abstinencia, sino de una falta de comprensión, al considerar elprincipio como una regla. La idea de abstinen-cia ha llegado a jugar un doblepapel en el pensamiento psicoanalítico, como un principio general y como unaenseñanza en relación con una conducta social. Esto ha originado una granconfusión. En mi opinión, la idea de abstinencia de-bería encaminarse hacia ellugar al que pertenece realmente, es decir, al nivel de principio, al degeneralización fundamental (Eickhoff, 1993). Al mismo tiempo, la conexiónexistente entre el concepto de abstinencia y la imagen de un analista frío y pocoafable, debería ser rechazada de una vez por todas.

En defensa del principio de abstinencia

Si rechazamos el objetivo principal de la abstinencia como recomiendansus críticos, ¿qué perdemos? En primer lugar, la complejidad estructural puedeser fácilmente ignorada. Lo que se echa en falta es que en el adulto los deriva-dos del déficit afectivo y del conflicto aparecen respectivamente organizados deuna forma indisoluble en estructuras complejas (Killingmo, 1989). En se-gundolugar, aunque una estructura patológica se base, no en el conflicto, sino en eldaño estructural infligido por el entorno, es la interpretación del daño del sujeto alque nos dirigimos en la terapia. La realidad física de lo que sucede es laconfiguración propia del paciente. Por lo tanto, incluso allí donde el compo-nentede déficit domina la estructura patológica, las intervenciones analíticas seránnecesarias para descubrir las resistencias y explorar las fantasías de lassituaciones en que el paciente ha re-interpretado la realidad. En tercer lugar, lasprivaciones infantiles no quedarán como un estado simple de déficit espe-rando aser colmadas. La decepción, la rabia, el rencor, darán lugar a un cam-bio dentrode las mismas necesidades. Serán estructuradas como necesidadesambivalentes, caracterizadas por la persona que al mismo tiempo quiere y noquiere aceptar lo que se le ofrece. Las propiedades del desarrollo mencionadasanteriormente, representan a las resistencias estructurales que impiden el ac-

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ceso directo al estado original del déficit. El único modo de modificar los deri-vados del estado infantil, basado finalmente en el déficit o en el conflicto,sería a través del análisis de la reinterpretación del paciente y de latransformación estructural de los traumas primitivos, tal y como serepresentan en la transfe-rencia. Esta comprensión de la complejidad de laresistencia, forma parte de la idea de abstinencia. El principio de abstinenciasirve como una posición venta-josa para llegar al control de las resistencias.

Al rechazar la idea de abstinencia, la complejidad del conflicto en símismo puede también ser pasada por alto, tal y como indicó Poland (1984), laabstinencia es el instrumento que facilita la regresión hasta los másprofundos niveles de los significados ocultos. Sin embargo, al encontrarsecontinuamente con los llamados deseos de desarrollo, se puede tender adetener la posterior producción psíquica. Así pues, puede perderse lapenetración en la estructura infantil del conflicto, lo cual nos conduciría aolvidar los sentimientos incons-cientes de culpabilidad. Fox (1989) señala queal enfatizar el apoyo emocional, probablemente también se evite la apariciónde la transferencia edípica, y Sandler y Sandler (1994) arguyen que almostrarse demasiado amable el analista puede hacer que el paciente sesienta culpable por experimentar algún senti-miento crítico hacia el analista.

Según Riva Novey (1991) «la abstinencia es esencial para desarrollar unaregresión terapéutica analizable y para observar las relaciones de transfe-rencia»(p.360). Ciñéndonos al principio de abstinencia conseguimos tambiénsalvaguardar un análisis consistente de la transferencia emergente. Si el analistacede a las demandas del paciente, implícitamente le proporciona un argumen-tocasi incontestable para permanecer en una posición de demanda: «cuando elanalista me gratificó en una ocasión, ¿por qué no lo puede hacer de nue-vo?».Esta actitud puede transformarse en una resistencia difícil que impide al analistacontinuar con su posición analítica. Ciertamente, al encontrarse con lasnecesidades del paciente, se puede producir un efecto de apoyo a un nivelsuperficial. Al mismo tiempo, si el efecto de apoyo se produce a un nivel másprofundo, quizás el resultado sea el opuesto. Inconscientemente, la actitud deproveer por parte del analista puede actuar como una confirmación de las fan-tasías del paciente, sintiéndose capaz de manipular a todos incluso al analista,con lo cual, se puede desencadenar una terrible experiencia de omnipotencia.Solamente aquel analista que se considere insensible a la manipulación podrátransmitir un trasfondo de seguridad al paciente. En este contexto, el principio deabstinencia ayuda a proteger al analista de la actuación como respuesta alcomportamiento del paciente.

El tratamiento psicoanalítico implica un encuentro doloroso con la rea-lidad, el paciente tiene que darse cuenta que ha perdido su tren. La vida nocolma los deseos infantiles y no satisface las expectativas narcisistas. Al mis-mo tiempo el paciente se constituye como una persona madura, a través dela total integración de la desilusión. En este proceso, la tarea del analista

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consiste en transmitirle que se siente de acuerdo con la trágica visión de larealidad (Schafer, 1970), y en respetar los esfuerzos del paciente por liberar-se de las ataduras de sus deseos infantiles. Tal y como lo veo, en lugar defacilitar este proceso, el analista proveedor lo contrarresta, y en su lugar,fomenta en el inconsciente del paciente la imagen de un analista omnipoten-te. Para llegar a una experiencia de sí mismo como individuo con iniciativa yconfianza en su propio poder, el paciente tarde o temprano tiene queaventurarse a pronunciar un ¡No!. El paciente debe hacerlo asumiendo supropio riesgo y sin una malla de seguridad. El analista proveedor, ansioso portranquilizar a su paciente, puede reducir el atrevimiento de la empresa. Así, elpaciente se priva de dar un paso decisivo hacia la autonomía. Tanto eldesencanto como la asunción del riesgo son elementos centrales en el trata-miento psicoanalítico.

Los dos términos, provisión y abstinencia, tienen diferentes significa-dos. El primero, significa acercar algo directa e inmediatamente al paciente,mientras que el segundo alude a una especie de retraso, de tal modo que elanalista pueda adoptar una actitud de investigación. Así pues, los dos térmi-nos implicarían diferentes formas de estar presente en relación con las nece-sidades del paciente surgidas en la transferencia. Al elegir el término de pro-visión como el significado primordial para esta presencia, la aventuraespecíficamente analítica de búsqueda, si no eliminada, sí es notablementedestronada. Quizás, la más importante objeción a la idea de provisión sea laque se inclina a borrar la marcada diferencia entre el campo terapéutico y «elestar juntos de cada día». El principio de abstinencia convierte la sala deconsulta en una «sala de ilusión» (Eickhoff 1993), donde las necesidades delpaciente pueden ser transformadas en fantasías y en reflexiones, en lugar deser liberadas. El analista abandona la esfera social en la que la idea de grati-ficación mutua prevalece y adopta una metaposición. Esta posición nos acla-ra que lo que a nosotros nos interesa es otra clase de realidad, incluyendootras estructuras y otros objetivos. Establecer, conservar y restablecer estesistema es la tarea más importante del analista. Gracias al principio de absti-nencia, el analista puede sentirse libre y comportarse con naturalidad dentrode este espacio.

El objetivo primordial del psicoanálisis es impulsar un crecimiento psico-lógico en el paciente. Sin embargo, cuando el desarrollo se bloquea por moti-vosy mecanismos inconscientes, el mismo paciente ya no se encuentra en posiciónde conocer cuáles son las soluciones que pueden contribuir a su desa-rrollo. Asípues, es tarea del psicoanalista, proteger las perspectivas de progre-so ennombre del paciente. Desde este punto de vista, la resistencia analizada (aunquesea desagradable para el paciente), transmite una profunda confianza en laspotencialidades de desarrollo. En realidad, el analista respeta al pacien-te más delo que el paciente se respeta a sí mismo. Mi conclusión es la siguien-te: en elmomento actual del psicoanálisis, donde las opciones teóricas varían, por unlado, desde la clásica posición de observador hasta el intersubjetivismo

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extremo, por otro, necesitamos más que nunca, el conjunto de ideas que com-ponen el principio de abstinencia. Una de sus más importantes propiedades es suaportación a la idea de complejidad del tratamiento psicoanalítico.

La presencia emocional del analista

En lo anteriormente expuesto, he manifestado que la idea de abstinen-ciaha tenido un doble papel en el psicoanálisis. Uno, como principio que repre-sentael carácter distintivo del tratamiento psicoanalítico, otro, como «regla» que guía laconducta del analista en la sesión. Esta conexión entre la conducta del analista yla abstinencia ha forzado la descripción del analista en una sola línea, trazandouna imagen del profesional frío, rígido y carente de espontanei-dad. Al devolver elconcepto de abstinencia a su lugar adecuado, como un principio general, y alrechazarlo como una «regla» de conducta, nos queda-mos con la tarea de acuñartérminos y describir la presencia emocional del analista con mayor exactitud. Nocreo que este tema haya conseguido la sufi-ciente atención en la literaturapsicoanalítica. El problema es, ¿cómo debemos describir la presencia emocionaldel analista sin tener en cuenta la idea de gratificación? En opinión de Lindon,nos enfrentamos a una tarea imposible. Una de sus objeciones a la idea deabstinencia es que siempre existirá un elemento de gratificación, incluso dentrode un análisis llevado a cabo estricta-mente desde los modelos clásicos. Laimportante experiencia de ser escucha-do por un ser humano que comprendeimplica una cierta gratificación. En este sentido, nunca podemos escapar a lagratificación. Por supuesto, tiene razón. Casi todos los encuentros humanoscontienen algún elemento de gratificación, lo mismo sucede en el encuentropsicoanalítico. Esto es tan sólo un tópico. Sin embargo, el tema es que cuandoutilizamos el término gratificación en un sen-tido amplio, la posibilidad de hacerdistinciones significativas se pierde.

En un ensayo anterior (Killingmo, 1995), he manifestado que cada pa-ciente necesita un sentimiento razonable de seguridad y un sentimiento deque su experiencia personal tiene plenitud de sentido, al poder funcionar ana-líticamente. Esta es la tarea del analista, proporcionar las cualidadesrelacionales. En mi opinión, es aquí, donde el concepto de afirmación resultarelevante. Al comportarse afirmativamente, el analista establece y justifica lossentimientos subjetivos del paciente y demuestra que el carácter distinti-vo desu experiencia puede ser compartido por otra persona. De este modo, elanalista rompe el aislamiento emocional del paciente y le transmite unsentimiento de autoprotección. El punto decisivo en esta conexión es que laafirmación no es lo mismo que la gratificación. Afirmar no es gratificar lasnecesidades del paciente, sino transmitir la aceptación y la comprensión de lalegitimidad de sus necesidades. Para construir un modo afirmativo, el analistano evalúa la imagen del paciente, lo cual habría sido una gratificación narci-sista, sino que fortalece el sentimiento de seguridad y el valor significativo desu experiencia personal. La esencia de la afirmación consiste en dar validez ala experiencia (Killingmo,1989). En este contexto, considero los conceptos

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como sostenimiento (Winnicott,1960) y contención (Bion,1962), como aspec-tos de una cualidad afirmativa y que por lo tanto no son contradictorios con unprincipio de abstinencia.

Para concluir, la afirmación no debería ser descrita como gratificación. Másbien, debería ser considerada como parte de la infraestructura emocional delespacio analítico, mientras que el término gratificación, debería ser utilizado deuna forma restringida, refiriéndonos al conocimiento de los deseos específi-cos,bien sean los deseos pulsionales, o bien los deseos relacionales, que sonactivados y representados como parte de la transferencia. Al introducir el con-cepto de afirmación no conseguimos dar una respuesta final a la pregunta de cuáles la presencia emocional del analista. Sin embargo, la afirmación puede llenarun hueco dejado por el concepto de abstinencia y de este modo, servir comoobjetivo conceptual, según el cual, las cualidades emocionales de la con-ductadel analista pueden ser formuladas.

Dentro de este trasfondo, ¿cómo sería la idea de abstinencia analítica for-mulada de nuevo?. Quizás, como sigue. El analista debería sintonizar empáticamentecon la experiencia inmediata del paciente a través de su actitud afirmativa, ytransmitirle un sentimiento de seguridad y de legitimidad en la expe-riencia personal.De forma respetuosa, consecuentemente, debería representar una perspectiva dedesarrollo en nombre del paciente. Comportándose de una manera libre y natural,proporcionará un ambiente analítico de simpatía y preocu-pación humana. Dentro deesta valiosa presencia emocional, debería abstenerse de gratificar los deseos y deaceptar las prescripciones de rol que son representa-das en la transferencia,independientemente de saber si son de origen relacional o instintivo. En su lugar,deberían ser analizadas, de modo que sus precondiciones puedan ser desveladas.Tomando esto en cuenta, fracasar en el análisis sería lo mismo que no respetar laspotencialidades de desarrollo del paciente.

Creo que este planteamiento preserva la esencia del texto clásico, altiempo que transmite una imagen del analista que concuerda con el punto devista relacional de la psicología contemporánea. La principal propuesta deeste trabajo es que la idea de abstinencia contiene lo que es esencial en elproceso psicoanalítico. Continúa siendo el lema de la empresa psicoanalítica.Si lo sustituimos por algo más, como por ejemplo, «provisión», la identidaddel tratamiento psicoanalítico se desvanece. Así pues, la idea de abstinenciadebe continuar siendo considerada como el «oro» del psicoanálisis.

Notas

1 Killingmo, B. (1997). The so-called rule of abstinence revisited. The Scandinavian Psychoanalytic Review , 20,

144-159. Publicación y traducción castellana autorizada por el autor, traducción realizada por GRITA y revisadapor José Manuel Pinto y Alejandro Ávila, que agradecen a Eduardo Chamorro sus sugerencias sobre latraducción. Una versión abreviada de este trabajo fue presentada en la Sociedad

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Psicoanalítica Finlandesa, Helsinki, Octubre de 1996.

2 Psicoanalista. Profesor Emérito. Instituto de Psicología, Universidad de Oslo,Noruega. Dirección postal, Box 1094, Blindern 0317 Oslo, Norway. 3 La misma idea fue presentada en Psicoanaláisis Silvestre (Freud, 1910).

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