169
LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER INSTITUCIONAL EN LA CAMPAÑA BONAERENSE (1785-1836) * MARÍA E. BARRAL *C RAÚL O. FRADKIN *** 1. INTRODUCCIÓN: ENFOQUE, OBJETIVOS Y FUENTES Hasta fines del período colonial la construcción de un orden institucional en la campaña bonaerense estaba muy lejos de ser efectiva y resolver este desafío fue una de las prioridades del nuevo estado que emergió de la revolución. En estas condicio- nes, la necesidad del estado de adquirir una capacidad de control y de coacción efec- tiva de la población rural fue cada vez más imperiosa. 1 En los últimos años dos vertientes historiográficas han revelado una compleji- dad hasta hace poco insospechada de este proceso de incorporación institucional Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” Tercera serie, núm. 27, 1 er. semestre 2005. * Una versión anterior de este trabajo titulada “Redes y sedes de poder institucional en la campaña bonaerense (1785-1836)” fue presentada en las jornadas de la Red de Estudios Rurales realizadas en el Instituto Ravignani el 15 de agosto de 2003. Agradecemos las críticas y sugerencias de los participantes y de los evaluadores anónimos de el Boletín. ** (UNLu - ANPCYT - CONICET) Becaria Posdoctoral CONICET, Subsidio IM40-2000 ANPCYT. *** (UNLu - Instituto E. Ravignani, UBA) 1 Juan C. Garavaglia, “Paz, orden y trabajo en la campaña: la justicia rural y los juzgados de paz en Buenos Aires, 1830-1852”, en Desarrollo Económico, Buenos Aires, N°146, 1997, pp. 241-262; Ricardo Salvatore, “Los crímenes de los paisanos: una aproximación estadística”, en Anuario del IEHS, N°12, Tandil, 1997, pp. 91-100; Fabián Alonso, María E. Barral, Raúl Fradkin y Gladys Perri, “Los vagos de la campaña bonaerense: la construcción histórica de una figura delictiva (1730-1830)”, en Prohistoria, N°5, Rosario, 2001, pp. 171-202.

Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27, Los pueblos y la construcción de las estructuras de poder institucional en la campaña bonaerense (1785-1836) Barral, María E.; Fradkin, Raúl O. - Elecciones y luchas políticas en los pueblos de la campaña de Buenos Aires: San Antonio de Areco (1813-1844)Garavaglia, Juan Carlos - Categorías ocupacionales y actores económicos: Los sectores mercantiles en Tucumán (1800-1870) Parolo, María Paula - Reseñas Roberto Di Stefano, El púlpito y la plaza. Clero, sociedad y política de la monarquía católica a la república rosista. Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 272, Reseña Salvatore, Ricardo D.: Wandering Paysanos. State order and subaltern experience in Buenos Aires during the Rosas era, Durham y Londres, Duke University Press, 2003, 523 págs

Citation preview

Page 1: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LASESTRUCTURAS DE PODER INSTITUCIONAL EN LA

CAMPAÑA BONAERENSE (1785-1836)*

MARÍA E. BARRAL*C

RAÚL O. FRADKIN***

1. INTRODUCCIÓN: ENFOQUE, OBJETIVOS Y FUENTES

Hasta fines del período colonial la construcción de un orden institucional en lacampaña bonaerense estaba muy lejos de ser efectiva y resolver este desafío fue unade las prioridades del nuevo estado que emergió de la revolución. En estas condicio-nes, la necesidad del estado de adquirir una capacidad de control y de coacción efec-tiva de la población rural fue cada vez más imperiosa.1

En los últimos años dos vertientes historiográficas han revelado una compleji-dad hasta hace poco insospechada de este proceso de incorporación institucional

Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”Tercera serie, núm. 27, 1er. semestre 2005.

* Una versión anterior de este trabajo titulada “Redes y sedes de poder institucional en la campañabonaerense (1785-1836)” fue presentada en las jornadas de la Red de Estudios Rurales realizadas en elInstituto Ravignani el 15 de agosto de 2003. Agradecemos las críticas y sugerencias de los participantes y delos evaluadores anónimos de el Boletín.

** (UNLu - ANPCYT - CONICET) Becaria Posdoctoral CONICET, Subsidio IM40-2000 ANPCYT.*** (UNLu - Instituto E. Ravignani, UBA)1 Juan C. Garavaglia, “Paz, orden y trabajo en la campaña: la justicia rural y los juzgados de paz en Buenos

Aires, 1830-1852”, en Desarrollo Económico, Buenos Aires, N°146, 1997, pp. 241-262; Ricardo Salvatore,“Los crímenes de los paisanos: una aproximación estadística”, en Anuario del IEHS, N°12, Tandil, 1997, pp.91-100; Fabián Alonso, María E. Barral, Raúl Fradkin y Gladys Perri, “Los vagos de la campaña bonaerense:la construcción histórica de una figura delictiva (1730-1830)”, en Prohistoria, N°5, Rosario, 2001, pp. 171-202.

Page 2: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

8 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

del mundo rural. Una renovada historia política analizó la construcción de la ciu-dadanía, las formas de representación y la participación electoral.2 La historiarural puso en evidencia la existencia de una sociedad rural compleja y dinámica,protagonista de una expansión de la producción agropecuaria con fuertes oscila-ciones y marcadas diferencias regionales3 y que se sustentaba en un rápido cre-cimiento de la población rural.4

Estos desarrollos historiográficos advierten acerca de la necesidad de buscaruna mayor integración de ambas perspectivas de análisis. Este trabajo constituyeun intento en este sentido pues nos proponemos explorar el proceso de construc-ción del poder institucional en el mundo rural bonaerense. Sin duda, un propósitode tal magnitud implica considerar una gama de niveles de análisis que sería im-posible desarrollar en este artículo. Por tanto en esta oportunidad hemos consi-derado conveniente circunscribirnos al proceso de construcción de estructurasde poder institucional en la campaña. Este proceso fue parte central de la forma-ción del nuevo estado provincial y se expresó en su creciente ramificación terri-torial, la centralización de los mecanismos de ejercicio del poder y el desarrollode nuevos medios de coacción y control institucional. Se trataba de un procesopleno de dificultades, obstáculos y ambivalencias que estuvo lejos de completar-se en el período aquí analizado, aunque durante este medio siglo se sentaron lasbases para la progresiva inclusión de las relaciones sociales agrarias en los ámbi-tos del poder institucional. Sin embargo, la necesidad de resaltar las líneas cen-trales del desarrollo institucional puede llevar a una imagen equívoca, suponerlodominado por una lógica externa al proceso social y haber sido impulsado por unactor (el estado) dotado de una voluntad unívoca. Esta perspectiva debe ser radical-mente descartada. En su lugar conviene adoptar un enfoque que pueda dar cuenta de ladinámica de la construcción estatal en la campaña, de sus apoyaturas y limitaciones.Para ello es preciso atender, al menos, a dos dimensiones de análisis: por un lado, las

2 José C. Chiaramonte y otros, “Vieja y Nueva Representación: los procesos electorales en Buenos Aires,1810-1820” en A. Annino (comp.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, Buenos Aires, FCE,1995, pp. 19-64; Oreste C. Cansanello, “De súbditos a ciudadanos. Los pobladores rurales bonaerenses entreel Antiguo Régimen y la Modernidad”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr.Emilio Ravignani, N°11, Buenos Aires, 1995, pp. 113-139 y Marcela Ternavasio La revolución del voto.Política y Elecciones en Buenos Aires, 1810-1852, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores Argentina, 2002.

3 Juan C. Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campañabonaerense, 1700-1830, Buenos Aires, Ediciones de la Flor-IEHS-Universidad Pablo de Olavide, 1999 y RaúlO. Fradkin y Juan C. Garavaglia (eds.), En busca de un tiempo perdido. La economía de Buenos Aires en “elpaís de la abundancia, 1750-1865”, Buenos Aires, Prometeo Libros, en prensa.

4 Raúl Fradkin, Mariana Canedo y José Mateo (comps.), Tierra, población y relaciones sociales en lacampaña bonaerense (siglos XVIII y XIX), GIHRR/UNMDP, Mar del Plata, 1999.

Page 3: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

9LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

orientaciones adoptadas por las autoridades para ejercer efectivamente el poder enel medio rural; por otro, el accionar de los grupos sociales que iban buscando ocu-par posiciones dentro de la nueva estructura institucional. Razones de espacio yclaridad expositiva nos llevan en esta ocasión a concentrarnos exclusivamente enla primera de estas dimensiones aunque sabiendo que la segunda era parte insepara-ble del contexto en que este proceso se desarrolló.

Es sabido que la coerción estatal define en su ejercicio un ámbito territorial y ellosupone el desarrollo de una serie de medios coercitivos que acrecienten no sólo sufuerza armada sino su capacidad de controlar, vigilar, castigar, educar, juzgar y hastatransformar los hábitos y costumbres de la población. Al respecto, de los argumentosexpuestos por Tilly, nos interesa rescatar que para ello era necesario contar con unaserie de organizaciones diferenciadas y que debía operarse una transición desde unmodo de control indirecto (que se apoyaba en intermediarios sociales) a otro que ten-diera a ser directo (y se apoyara en organizaciones estatales con capacidad de penetrarprofundamente en la vida social).5 En términos de Mann,6 puede pensarse en el des-pliegue de una serie de estructuras institucionales de poder que adoptaron la forma deredes. Ellas permitieron configurar no sólo un “poder despótico” sobre la población –entendido como capacidad estatal de acción independiente de toda negociación rutina-ria e institucional– sino también un “poder infraestructural” –entendido como la capa-cidad estatal para penetrar en la sociedad y poder ejecutar logísticamente sus decisio-nes sobre todo un territorio–. Es esta última noción la que nos parece sugerente puessu ejercicio supone una división del trabajo entre las actividades que despliegan lasdistintas redes de poder y que el estado termina por coordinar y centralizar.7

El análisis de la construcción del poder institucional no puede realizarse sinconsiderar sus relaciones con el espacio y la población. Al respecto, prestaremosatención preferencial a la multiplicación de jurisdicciones territoriales y a la com-plejidad que adoptó la implantación de las estructuras de poder en el medio rural.En este sentido, son útiles las observaciones de Hespanha, quien se propuso analizar

5 Charles Tilly, Coerción, capital y los estados europeos, 990-1990, Madrid, Alianza Universidad,1990, especialmente pp. 44-45 y “Cambio social y revolución en Europa, 1492-1992”, en Historia Social,N°15, 1993, pp. 71-98.

6 Michel Mann, “El poder autónomo del Estado: sus orígenes, mecanismos y resultados”, en ZonaAbierta, N°57-58, 1991, pp. 15-50 y Las fuentes del poder social. Una historia del poder desde sus comien-zos hasta 1760 d.c., Madrid, Alianza, 1991, especialmente pp. 32-36.

7 Para un análisis de los planteos de Mann, véase: Pablo Sánchez León, “La lógica del Estado:autonomía política y naturaleza social”, en Zona Abierta , N°61-62, 1992, pp. 29-80 y Christ Wickham,“Sociología histórica, materialismo histórico”, en Zona Abierta , N°57-58, 1991, pp. 217-242.

Page 4: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

10 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

“en los entresijos de las instituciones y de las prácticas político-administrativas”cómo se tramaban los equilibrios de poder. Desde esta perspectiva buscó develar“los cuadros estructurales de la distribución del poder” que “limitan objetivamente eljuego político o definen marcos o escenarios para la acción política”.8

Consideramos que puede ser enriquecedor inspirarnos –muy libremente por cier-to– en estos planteos con el propósito de construir un enfoque interpretativo que nospermita observar, lo más a ras del suelo posible, el complejo proceso de construc-ción del poder institucional en el mundo rural bonaerense e indagar las posibilidadesreales que tenía de hacer obedecer sus orientaciones. En función de ello concebimosel proceso de construcción de las estructuras de poder institucional como el desplie-gue de redes más o menos diferenciadas, cada una de las cuales estaba dominada porsu propia lógica de funcionamiento y contaba con jerarquías, intensidades y modali-dades de inserción en el medio social rural diferenciales. Por lo tanto, cuando habla-mos de redes de poder institucional no hacemos referencia a la trama de relacionesinterpersonales que formal e informalmente puedan haber articulado los sujetos sinoa la forma ramificada que adoptó el despliegue de cada estructura de poder institu-cional. Desde esta perspectiva postulamos que existieron tres tipos principales deestructuras de poder institucional en el mundo rural: la militar-miliciana, la eclesiás-tica y la judicial-policial. Por cierto, la inclusión de la estructura eclesiástica en esteanálisis es problemática en la medida que, al menos formalmente, no era parte de laorganización estatal. Sin embargo, considerando que ella sirvió de sustento al des-pliegue de organizaciones estatales y que su autonomía fue escasa y decreciente,consideramos pertinente incluirla en el análisis.

Sin embargo, a nivel local, estas estructuras no estaban integradas sólo poruna burocracia estatal. En buena medida el ejercicio efectivo de las funcionesasignadas a cada estructura era efectuado por un conjunto de vecinos que no con-formaban una burocracia profesional y que, o bien no eran remunerados, o sólo loeran parcialmente.9 En consecuencia, para identificar el personal efectivo de cadared a los fines de evaluar su capacidad de acción consideramos en este trabajo sóloal personal efectivamente integrado a las estructuras de poder, cualquiera sea el

8 António M. Hespanha, Vísperas del Leviatán. Instituciones y poder político (Portugal, siglo XVII),Madrid, Taurus Humanidades, 1989, p. 10 y 55.

9 Así, la red militar y miliciana contenía tanto a los vecinos integrados a las milicias como a contingentesindígenas con sus propios oficiales y a soldados destinados coercitivamente al servicio. La red eclesiásticaestaba integrada tanto por curas que eran parte de una burocracia clerical profesional como por otros religio-sos y laicos que colaboraban en la administración de los servicios espirituales. La red judicial y policial nosólo reclutaba sus miembros entre los vecinos de la campaña sino que tanto los Alcaldes de Hermandadcomo luego los Jueces de Paz cumplían sus funciones apelando al concurso y colaboración de otros vecinos.

Page 5: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

11LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

modo de reclutamiento y remuneración: serán para nosotros miembros de la estruc-tura militar-miliciana los efectivos reclutados y los milicianos en servicio activo, dela eclesiástica los párrocos y los tenientes de cura, y de la judicial y policial losAlcaldes de Hermandad y sus tenientes y luego a los Jueces de Paz, sus Alcaldes yTenientes y las partidas policiales.

Estas estructuras de poder institucional operaron en un espacio socialmenteconstruido y móvil. Entre 1780 y 1833 el espacio sobre el cual se desplegaba lasociedad criolla creció unas seis veces, pasando de unos 30.000 Km2 a unos 180.000Km2; la población rural, por su parte, se acrecentó hacia 1836 casi siete veces,pasando de unos 13.000 a unos 90.000 habitantes.10 El notable crecimiento de lapoblación rural fue mucho más rápido que el de la ciudad de Buenos Aires, y en ladécada de 1830, por primera vez, la población rural superó a la urbana. Estos datos,con toda la imprecisión que pueden contener, permiten poner de relieve la magni-tud del esfuerzo que era preciso realizar para construir el poder institucional en elmundo rural. Sin embargo, la baja densidad de población no habilita la visión de uninmenso “desierto”, que por otra parte era la mirada de las élites urbanas sobre esteespacio rural. Por el contrario, el poblamiento estaba muy desigualmente distri-buido, contenía zonas de población mucho más concentrada y tasas de crecimientodemográfico muy diferentes.11 Pero, además, en la región se fueron configurandoaglomeraciones desde las cuales se fueron organizando formas de ejercer el poderinstitucional y desde las cuales ese poder actuaba sobre el medio rural. Estos pue-blos rurales pueden ser considerados, siguiendo a Giddens, como sedes, una re-gión física que interviene como escenario de la interacción social, dispone de fron-teras que contribuyen a concentrarla y permiten fijar las instituciones.12 Esta pers-pectiva además facilita un análisis centrado en el ejercicio de las funciones de po-der que tuvieron estos pueblos en la construcción del entramado de las redes insti-tucionales. Hasta ahora esta cuestión ha merecido escasa atención historiográfica13

y aunque no se ha realizado un estudio sistemático de ellos, la evidencia disponiblemuestra una extrema variedad de situaciones.

10 Juan C. Garavaglia, Pastores y labradores de Buenos Aires..., op. cit., pp. 41 y 46.11 José Mateo, Población, parentesco y red social en la frontera. Lobos (Provincia de Buenos Aires) en

el siglo XIX, Mar del Plata, UNMdP-GIHRR, 2001, pp. 89-93.12 A. Giddens, La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración, Buenos Aires,

Amorrortu Editores, 1995, pp. 149-151.13 Entre los pocos estudios disponibles se destacan Oreste C. Cansanello, “Pueblos, lugares y

fronteras de la provincia de Buenos Aires en la primera parte del siglo XIX”, Jahrbuch Für GeschichteLateinamerikas, N°35, Böhlau Verlag Köln Weimar Wien, 1998, pp. 159-187. Carlos Birocco, “Morón delas Doce Casas. El poblado de Morón en la etapa tardocolonial (1780-1810)”, en Revista de la Facultad

Page 6: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

12 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

Un enfoque de esta amplitud nos ha obligado a trabajar con una gran diversidadde fuentes de información. Por una parte, hemos apelado al relevamiento cuidado-so de la información contenida en la bibliografía existente. Por otro, a una serie defuentes éditas como los Acuerdos del Cabildo de Buenos Aires, los cuadernos co-piadores de los Acuerdos del Cabildo de Luján, el Registro Oficial de la Provinciade Buenos Aires y los Almanaques de 1826 y 1834. Pero también hemos empleadodocumentación inédita: el archivo de Policía, los legajos de los Juzgados de Pazy las Listas de Revista de 1823, 1824 y 1836 y los archivos parroquiales, paraseñalar las más utilizadas.

2. LAS ESTRUCTURAS DE PODER INSTITUCIONAL

2.1. La estructura eclesiástica de poder

La estructura de poder eclesiástica comenzó su ramificación en el medio ruralcon la instalación de las primeras parroquias rurales en 1730; a lo largo de un siglosus sedes se multiplicaron al interior de la antigua frontera y comenzaron muy lenta-mente a hacerlo en el área de la nueva frontera. Los párrocos tenían ante sí la difíciltarea de convertir a los pobladores de sus comunidades en feligreses y, como tales,obedientes cumplidores del precepto anual de la comunión. Para ello instrumentabanestrategias de confesionalización diferenciadas según los sectores de población a lasque iban dirigidas: para notables y vecinos las cofradías, la misa mayor e incluso ladelegación de algunas funciones espirituales; para los paisanos –con la colaboraciónde religiosos de las distintas órdenes– las misiones interiores o populares, el re-cuento de almas y algunas de las fiestas religiosas locales más destacadas a las queasistían probablemente a partir de motivaciones que podían incluir, pero también ex-ceder, las religiosas o devocionales.

de Filosofía, Ciencias de la Educación y Humanidades, 3: 4, 1998, pp. 77-108 y Cañada de la Cruz.Tierra, producción y vida cotidiana en un partido bonaerense durante la colonia, Buenos Aires,Municipalidad de Exaltación de la Cruz, 2003. Fernando Aliata, “Cultura urbana y organización delterritorio”, en Noemí Goldman (dir.), Revolución, República, Confederación (1806-1852), en. NuevaHistoria Argentina, Tomo III, Buenos Aires, 1998, pp. 199-254. Fernando Aliata y Omar Loyola, “Laacción del Departamento Topográfico y las Comisiones de Solares en la consolidación de los pobladosbonaerenses. Dolores entre 1831 y 1838”, ponencia a las IX Jornadas Interescuelas/Departamentos deHistoria, Córdoba, 24 al 26 de setiembre de 2003.

Page 7: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

13LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

La construcción de una red articulada de parroquias, viceparroquias, capillasen guardias de frontera o colegios de misioneros a lo largo del siglo XVIII se nospresenta como el andamiaje que la Iglesia organizó en su propósito de cristianizarel mundo rural bonaerense.14 Las parroquias eran las porciones de territorio que seencontraban bajo la jurisdicción del cura párroco, quien ejercía en ellas la cura dealmas.15 Este eclesiástico debía ejercer el ministerio pastoral, realizar el recuentoanual de almas en tiempo de cuaresma, asegurar el cumplimiento de su feligresíacon la Iglesia centrado en el precepto pascual y administrar los sacramentos. Susingresos provenían de una parte de los derechos parroquiales y de las primicias, yen algunos casos, de negocios particulares como estancias, pulperías o del ejerci-cio de patronatos de capellanías. En las viceparroquias los tenientes de cura semantenían con parte de las rentas que les proporcionaba el párroco. Tampoco goza-ban de un territorio propio el cual era supervisado por el párroco.16

Algunas parroquias contaban además con un patrimonio institucional de tierras,chacras o estancias –de la virgen o el santo– que en principio fueron organizadas parael depósito del ganado que los feligreses daban de limosna o del pago de serviciosreligiosos, y en algunos casos se transformaron en empresas productivas.17 Sin em-bargo, en esta reconstrucción nos centramos en aquellas estructuras seculares plena-mente integradas al gobierno de la diócesis: las parroquias y viceparroquias. Pese aello, debe recordarse que estas instituciones del clero regular y sus religiosos actua-ron como auxiliares en las parroquias más cercanas.18

En 1730 se crearon los seis primeros curatos de la campaña de Buenos Aires ysus sedes parroquiales fueron San José de los Arrecifes en el norte, Nuestra Seño-ra de Luján y San Antonio de Areco hacia el oeste, San Isidro y el oratorio de

14 María Elena Barral, Sociedad, Iglesia y religión en el mundo rural rioplatense, 1770-1810, Tesisdoctoral, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, 2001.

15 Manuel Teruel Gregorio de Tejada, Vocabulario Básico de la Historia de la Iglesia , Barcelona,Crítica, 1993. p. 299.

16 Roberto Di Stefano y Loris Zanatta, Historia de la Iglesia Argentina, Buenos Aires, Grijalbo-Mondadori, 2000.

17 También las órdenes religiosas contaban con sus establecimientos productivos destinados a abastecercada complejo de unidades urbano-rurales, aunque merece destacarse la presencia de otras institucionesdel clero regular sólo complementariamente productivas como el Convento franciscano de la Recolecciónde San Pedro o el Hospicio mercedario de San Ramón de Las Conchas. María Elena Barral, “La Iglesia en lasociedad y economía de la campaña bonaerense. El hospicio mercedario de San Ramón de las Conchas(1779-1821)”, Cuadernos de Historia Regional, N°19, Luján, UNLu, 1996, pp. 95-135.

18 Esto es particularmente visible en el caso de los mercedarios y la parroquia de Morón y de losfranciscanos del Convento de la Recolección de San Pedro con varias de las parroquias del norte comoSan Pedro, Arrecifes y Baradero.

Page 8: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

14 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

Francisco de Merlo como sede interina de la parroquia de Matanza y parte de lasConchas en la campaña cercana y Santa María de Magdalena en el sur, con Quilmescon sede interina de la parroquia.19 De este modo, las antiguas reducciones de indiospreexistentes de Quilmes20 y Baradero, que ya no tenían un peso significativo, queda-ron dentro de la jurisdicción de las parroquias más cercanas: Baradero dentro delcurato de Arrecifes y Quilmes en el de Magdalena.21

Las estructuras eclesiásticas seculares de la región se multiplicaron en mo-mentos muy precisos: 1750, 1780, 1806, 1822/27 y 1833/38 (ver Gráfico N°1).22

Estos cambios se tradujeron en creación de nuevas parroquias desmembradas delas ya existentes o de las ayudas de parroquia23 o viceparroquias dependientes delas ya existentes. En la mayoría de los casos, la multiplicación de parroquias yviceparroquias rurales de Buenos Aires fue posterior a visitas diocesanas, tal es elcaso de la que llevó a cabo Fr. Sebastián Malvar y Pinto en 1779 y la realizada pormonseñor Benito de Lué y Riega entre 1803 y 1805. A su vez, las creaciones de1825, fueron posteriores a la misión pontificia denominada “Misión Muzi”, queconstituyó la primer tentativa de acercamiento de los gobiernos posrevolucionarioshispanoamericanos con Roma, llevada a cabo en 1824 y en el contexto de las refor-mas eclesiásticas de Rivadavia. Por último, fue en la década de 1830 cuando empe-zaron a restablecerse las relaciones con el Vaticano y Mariano Medrano fue desig-nado vicario apostólico primero y luego, en 1832, obispo.

19 Hemos dividido a la campaña en cinco zonas: Campaña norte (San Nicolás de los Arroyos,Arrecifes, Baradero, Pergamino, Rojas, Salto, San Pedro y Mercedes –Colón–); oeste (San Antonio deAreco, Fortín de Areco, San Andrés de Giles, Exaltación de la Cruz, Luján, Pilar, Guardia de Luján,Navarro y Lobos); cercana (Morón, Quilmes, Flores, Las Conchas, San Fernando, San Isidro y SantosLugares), sur (Cañuelas, San Vicente, Ensenada, Magdalena, Chascomús, Ranchos, Monte) y nuevafrontera (Dolores, Azul, Tapalqué, Tandil, Bahía Blanca, Carmen de Patagones, 25 de mayo, GuardiaConstitución, Las Saladas, Las Mulitas, Martín García, Junín, Fortín Colorado, Laguna Blanca,Kaquelhuincul).

20 Miguel Angel Palermo y Roxana Boixadós, “Transformaciones en una comunidad desnaturalizada:los Quilmes, del Valle Calchaquí a ”, en Anuario del IEHS, N°6, Tandil, UNCPBA, 1991, pp. 13-42; JoséCraviotto, Historia de Quilmes desde sus orígenes hasta 1941, La Plata, AHPBA, 1961 y GuillerminaSors de Tricerri, Quilmes colonial, La Plata, AHPBA, 1937.

21 Cayetano Bruno, Historia de la Iglesia en la Argentina, Buenos Aires, Don Bosco, 1958.22 La confección de este gráfico ha tenido en cuenta la propia lógica del proceso de ramificación

institucional eclesiástica: las primeras parroquias de 1730 y las sucesivas parroquias y viceparroquiascreadas como desmembramientos de las mismas. Por esta razón este gráfico no ha seguido laregionalización que se propone en este artículo.

23 A diferencia de las viceparroquias para cuya instalación interviene el obispo de la diócesis, lasayudas de parroquia surgen más directamente ligadas a la autoridad del párroco y administradas por unsacerdote en calidad de teniente de cura. Para su funcionamiento se debía contar con la autorización delobispo, como en el caso de cualquier oratorio público, y una vez concedida la licencia, el cura párroconombraba al teniente de cura y le cedía parte de sus rentas. Roberto Di Stefano y Loris Zanatta, Loris,Historia de la Iglesia..., op. cit., p. 59.

Page 9: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

15LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

Hacia 1750 se habían creado tres viceparroquias. En el norte, además de la pa-rroquia de Arrecifes, la capilla de San Vicente Ferrer –que luego sería la parroquia deSan Nicolás– funcionaba como viceparroquia del curato de los Arroyos en la juris-dicción de Santa Fe. La campaña oeste se convertía en la zona que concentraba mayornúmero de estructuras eclesiásticas: a las parroquias de Luján y San Antonio de Arecose agregaban las viceparroquias de Pilar dependiente de la primera y de Cañada de laCruz bajo jurisdicción de la segunda.

El mayor despliegue de las estructuras eclesiásticas se verifica en 1780, cuandose crearon nueve parroquias, tres de las cuales eran viceparroquias desde al menos1750, completándose el cuadro para toda la campaña de quince parroquias. Su distri-bución entre las distintas regiones era bastante equilibrada: cinco en el norte (Arre-cifes, Baradero, San Pedro, San Nicolás y Pergamino), cuatro en el oeste (Luján, SanAntonio de Areco, Pilar y Cañada de la Cruz), tres en la campaña cercana (San Isidro,Las Conchas y Morón) y tres en el sur (Magdalena, Quilmes y San Vicente).

Esta situación se mantuvo con pocas modificaciones hasta 1810. Los cambios en1806 se concentraron en la campaña cercana (con la creación de las parroquias de SanFernando y San José de Flores) y en la línea de frontera (Lobos, Guardia de Luján,Navarro, Salto, Ensenada y Chascomús). Algunos de estos fuertes y fortines ya conta-ban con capilla y capellán castrense y ahora ingresaban a la estructura diocesana comoparroquias o viceparroquias. Este proceso se consolidó en 1825 cuando todos los fuer-tes y fortines de la antigua frontera se transformaron en parroquias o viceparroquias.Para mediados de la década de 1830 las estructuras eclesiásticas no habían cambiadosustancialmente y mientras se profundizaba la integración de la antigua línea de fronte-ra a la vida religiosa diocesana, comenzaba a verse lentamente la “llegada” de la Iglesiaa los fuertes del nuevo sur como Azul, Dolores,24 Bahía Blanca y Patagones.25

Algunos de los primeros pueblos de la región se fueron formando en torno aparroquias o viceparroquias que en su mayoría tuvieron origen a partir de oratoriosprivados o públicos. Así, entre las primeras parroquias de 1730, sólo Magdalena yArrecifes contenían otras estructuras preexistentes: las reducciones de indios.26

24 En el caso de Dolores la parroquia se instala en 1817, luego el poblado es destruido en 1821 por unaentrada de grupos indígenas. Se necesitará un nuevo impulso unos años más tarde para instalar unapoblación fija.

25 En Carmen de Patagones si bien la presencia eclesiástica –y obviamente la militar– es anterior con lainstalación de capellanes castrenses, la parroquia es de 1833.

26 Baradero dejó de ser reducción en 1780 con la creación de la parroquia de españoles y Quilmes lohizo en 1812, aunque ya durante las últimas décadas del siglo XVIII su condición de pueblo de indios notenía demasiada relevancia.

Page 10: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

16 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

En cambio, Luján, San Isidro, Matanza, Conchas y San Antonio de Areco fijaron susede parroquial en oratorios de algunas de las familias “principales” de cada pobla-do en formación.27 De modo análogo, años después otras capillas situadas en tie-rras de particulares fueron el origen de parroquias y viceparroquias, como sucedióen San Nicolás de los Arroyos,28 Cañada de la Cruz, Nuestra Señora del Pilar,29

Magdalena30 y, varias décadas después, San Andrés de Giles.Hasta por lo menos la década de 1820 en las parroquias rurales transitaban

intensamente religiosos de las distintas órdenes –mercedarios, franciscanos, do-minicos y, en menor medida, agustinos y betlemitas– que, sin estar integrados a lasparroquias como párrocos o tenientes de cura, eran autorizados por éstos a admi-nistrar sacramentos.31 También es el caso de los sacerdotes seculares ordenados atítulo de capellanías u otras fundaciones similares –los “clérigos particulares”–que no tenían la obligación de prestar servicios pastorales en las estructuras de ladiócesis.32 A comienzos del siglo XIX, en su visita, el obispo Lué advertía estasituación y la planteaba en estos términos:

Persuadido SSI de que la escasez de Ministros que hay en estas campañas que ayuden a lospárrocos en sus ministerios les obliga a éstos más veces a tolerar en sus feligresías algunossacerdotes seculares y regulares que contra las disposiciones de los Sagrados Cánones yrepetidas Reales Ordenes del Soberano viven errantes y vagos sin adscripción ni residen-cia fija abandonando aquéllos a la que deben tener por sus beneficios o títulos de órdenes.33

27 Entre otros ver: Juan A. Presas, Nuestra Señora de Luján y Sumampa. Estudio Crítico-histórico, 1630-1730, Buenos Aires, Ediciones Autores Asociados Morón, 1974; Jorge M. Salvaire,Historia de Nuestra Señora de Luján: su origen, su santuario, su villa, sus milagros y su culto, 2tomos, Buenos Aires, ed. Pablo Coni, 1885. Pedro Kröpte, La metamorfosis de San Isidro 1580-1994, San Isidro, 1994. José Burgueño, Contribución al estudio de la fundación de San Antonio deAreco, Areco, 1936.

28 Mariana Canedo, Propietarios, ocupantes y labradores. San Nicolás de los Arroyos 1600-1860,Mar del Plata, UNMdP-GIHRR, 2001; José De la Torre, Historia de la ciudad de San Nicolás de losArroyos, La Plata, AHPBA, 1938.

29 Aldo Beliera, “Basamento histórico de la Capilla Nuestra Señora del Pilar y del Pueblo del mismonombre”, en Primeras Jornadas de Historia del Partido del Pilar-1990, Buenos Aires, ed. JoséSánchez, 1991.

30 Francisco Cestino, Apuntes para la historia del partido de la Ensenada, 1821-1881 , LaPlata, Dirección de Impresiones Oficiales, 1949. José Craviotto, “La atención del pago de Magdale-na (1738-1765)”, Separata de Investigaciones y Ensayos, Nº 42, Buenos Aires, 1992; Fernando E.Barba, “Los orígenes del pueblo de Magdalena”, Separata de Investigaciones y Ensayos, Nº 38,Buenos Aires, 1988.

31 Este tema puede verse desarrollado en María Elena Barral, Sociedad. Iglesia.... En el capítulo 5 dela tesis se analiza el clero rural a nivel de las parroquias y se advierte sobre esta situación.

32 Roberto Di Stefano y Loris Zanatta, Historia de la Iglesia..., p. 90.33 Centro de Historia Familiar, Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, Libro de

Bautismos de Capilla del Señor (microfilm 0672842, int. 8073). El destacado es nuestro.

Page 11: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

17LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

También es evidente que no todas las parroquias despertaban el mismo interés, yque aquellas ubicadas en las zonas más pobladas, y de producción cerealera –de lacual dependía el pago de las primicias– eran las más requeridas y donde más eclesiás-ticos en distintas funciones se pueden encontrar.34

A su vez, dentro del grupo de feligreses que en cada parroquia respondía al impe-rativo de “vivir bajo cruz y campana” y cuyas cabezas más visibles integraban las co-fradías rurales,35 hubo quienes cumplían funciones relativamente fijas de colabora-ción con los curas como “bautizar en caso de necesidad”.

Pero si consideramos solamente a los párrocos y sus tenientes de cura, es decirsolamente al personal estable de las estructuras eclesiásticas seculares, el panoramacambia bastante. Entre 1813 y 1836, a pesar que aumentaron las sedes de la estructu-ra eclesiástica de poder, disminuyó el número de eclesiásticos sirviendo en las mis-mas. En 1815 eran 42 eclesiásticos y 27 las parroquias o viceparroquias; en 1825eran 38 curas y 29 estructuras eclesiásticas y en 1836 el personal eclesiástico man-tuvo el mismo número y sus sedes de poder aumentaron a 33.

El estancamiento del número de párrocos en la campaña se debe a cuestiones deorden más general que afectaban a las instituciones eclesiásticas en su conjunto. Lacaída de ordenaciones sacerdotales se verificaba desde la revolución e incluso algu-nos años antes y es probable que los potenciales clérigos encontraran otros ámbitosmás atractivos de desarrollo profesional como los cuerpos de milicias o los mediosintelectuales, que dejaban de ser, paulatinamente, patrimonio exclusivo del mundoeclesiástico. A su vez, la caída de las rentas eclesiásticas y las dificultades de recau-dación de los diezmos o del cobro de los derechos parroquiales pudo desalentar amás de un candidato a incorporarse al clero. Pero además cada ruptura política signi-ficó una desarticulación territorial que afectó también a la esfera eclesiástica. Sobretodo si pensamos en los vínculos de dependencia institucional que ligaban a las jurisdic-ciones eclesiásticas y que en estas condiciones las fragmentaban aún más, con lasconsabidas dificultades para canalizar formas de intervención más o menos unifor-mes (como el caso del arzobispado de Charcas, del que dependían los obispos rioplatenses).El programa reformista de Rivadavia profundizó la debilidad de las instituciones

34 María Elena Barral y Roberto Di Stefano, “La diócesis de Buenos Aires a principios del sigloXIX: estructuras eclesiásticas y política pastoral”, en CD-Rom Ponencias. VII Jornadas deInterescuelas Departamentos de Historia, Neuquén, septiembre de 1999. María Elena Barral, Socie-dad, Iglesia...., op. cit.,

35 Los cofrades entre sus funciones fijadas por sus constituciones debían visitar a los enfermos losdías de fiesta y costear y organizar determinadas funciones religiosas: María Elena Barral, “Iglesia,poder y parentesco en el mundo rural colonial. La cofradía de Animas Benditas del Purgatorio, Pilar,1774”, en Cuadernos de Trabajo, N°10, UNLu, pp. 17-56.

Page 12: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

18 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

eclesiásticas con la expropiación de recursos económicos orientada por la políticade centralización de las instituciones eclesiásticas, de desamortización de los prin-cipales recursos y la eliminación de los fueros, y que retomaba las iniciativasborbónicas del siglo anterior.36

Sin embargo la Iglesia mantuvo en sus manos algunos mecanismos importantesde control social en el plano local, aunque más subordinada a las autoridades políti-cas civiles y militares. Aún nos falta conocer mucho sobre la acción eclesial en laépoca de Rosas; la manera en que contribuyó a la legitimación simbólica de la figurade Rosas y del federalismo ha sido puesta de manifiesto por distintos trabajos.37

2.2. La estructura militar y miliciana de poder

El desarrollo de la estructura de poder militar y miliciano aún carece de unestudio completo y sistemático y la información disponible sólo permite esbozarun cuadro general de su expansión. En algunos aspectos, esta información es muyimprecisa dado que la mayor parte de las veces sólo se hace referencia a la fecha deinstalación de los fuertes y fortines38 pero no se ofrecen precisiones respecto acuándo cada uno dejó de funcionar. En cuanto a la magnitud y composición de lasfuerzas militares y milicianas sólo recientemente se han producido estudios cuida-dosos y en ellos nos apoyaremos.39

36 Puede verse: Di Stefano, Roberto, El púlpito y la plaza, Buenos Aires, Siglo Veintiuno EditoresArgentina, 2004.

37 Ricardo Salvatore, “Fiestas federales: representaciones de la República en el Buenos Airesrosista”, en Entrepasados, N°11, Buenos Aires, 1997, pp. 45-68 y Juan C. Garavaglia, “Escenas de lavida política en la campaña: San Antonio de Areco en una crisis del rosismo (1839/1840)”, en Juan C.Garavaglia, Poder, conflicto y relaciones sociales. El Río de la Plata, XVIII-XIX, Rosario, HomoSapiens, 1999, pp. 157-188.

38 Comando en Jefe del Ejército, Reseña Histórica y Orgánica del Ejército Argentino, Tomo I ,Buenos Aires, Círculo Militar, 1971; Fernando Barba, Frontera ganadera y guerra con el indio. Lafrontera y la ocupación ganadera en Buenos Aires entre los siglos XVIII y XIX, La Plata, UNLP, 1995;Carlos Mayo y Amalia Latrubbesse, Terratenientes, soldados y cautivos: la frontera (1736-1815), Mardel Plata, UNMDP, 1993; Carlos Mayo (ed.), Vivir en la frontera, Buenos Aires, Biblos, 2000.

39 Un análisis señero de los comienzos de la militarización es el de Tulio Halperin Donghi,“Militarización revolucionaria en Buenos Aires, 1806-1815”, en Tulio Halperin Donghi (comp.), Elocaso del orden colonial en Hispanoamérica, Buenos Aires, Sudamericana, 1978, pp. 122-158. Enrelación a las milicias durante las décadas de 1810 y 1820 ver Oreste C. Cansanello, “Las miliciasrurales bonaerenses entre 1820 y 1830”, en Cuadernos de Historia Regional, N°19, UNLu., Luján,1998, pp. 7-51. El análisis más completo y panorámico es el de Juan C. Garavaglia, “Ejército y milicia:los campesinos bonaerenses y el peso de las exigencias militares, 1810-1860”, en Anuario IEHS,N°18, 2003, pp 153-187.

Page 13: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

19LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

En la campaña la estructura militar y miliciana tuvo como principales sedes depoder a los fuertes y fortines de la frontera pero también estaba presente en otrospueblos donde se localizaron diversos destacamentos, los que a su vez no tuvieronuna localización fija. No todos estos fuertes tenían la misma jerarquía, ya que desde1780 la Villa de Luján era la sede de la Comandancia de Frontera.40 A lo largo de esteazaroso período las fuerzas se componían de tropas regulares y de milicias, una de-marcación perdurable aunque no inalterable en la medida que las fuerzas milicianasterminaron por quedar subordinadas a las autoridades militares regulares y su coman-do quedó en manos de oficiales veteranos.

Hacia 1784 los Blandengues, un cuerpo miliciano que comenzó a funcionar enla década de 1750, pasó a tener seis compañías de 100 hombres y fue transformadoen un cuerpo veterano.41 La jurisdicción contaba además con 1490 hombres enotros cuerpos regulares, lo que hacía un total apenas superior a los 2000 efectivos.Por entonces los milicianos que prestaban servicio activo en la frontera eran unos125 localizados en Chascomús, Ranchos, Monte, Salto y Rojas, aunque podían sermovilizados 2171 hombres en toda la campaña.42

A mediados de la década de 1810 la ramificación de la estructura había ganadoen complejidad y extensión. Al sur del Salado se agregó el fuerte de Kakelhuinculy en gran parte de los pueblos existían regimientos milicianos; a su vez, se sumóuna Comandancia de Milicias en Las Conchas y Comandancias Militares en SanNicolás, San Pedro, Baradero, Arrecifes, Pilar, Capilla del Señor, San Fernando,Ensenada y Dolores. Hacia 1819, se procedió a organizar tres regiones militaresdividiendo la campaña en Sur, Norte y Centro. La intensa militarización ocurridahacia 1806/7, aun cuando se había reducido hacia 1810, recibió un decidido impul-so. Las levas sucesivas afectaron crecientemente a la población rural y se ha esti-mado que pueden haber abarcado a un 10% de los varones solteros, es decir a unode cada seis adultos.43 Sin embargo, no es fácil estimar el número de efectivosrealmente existentes en la jurisdicción aunque sabemos que hacia 1814 el total demilicianos en la campaña llegaba a 105844 y que en 1817 las fuerzas que guarne-cían la frontera ascendían sólo a 308 hombres.45

En los primeros años de la década de 1820 la estructura militar de la provinciafue reorganizada y en 1823 el ejército regular contaba con 214 oficiales y 3.142

40 Eugenia Néspolo, “Gobernar en la Frontera Bonaerense 1736-1784. Luján un estudio de caso”,mimeo, 2003.

41 Comando General del Ejército, Política seguida con el aborigen (1820-1852), Buenos Aires,Círculo Militar, 1974, I, p. 88.

42 Juan C. Walther, La conquista del desierto , Buenos Aires, EUDEBA, 1974, p. 114.43 Juan C. Garavaglia, “Ejército y milicia...”, p. 163.44 Juan C. Walther, La conquista...., p. 134.45 Rolando Dorcas Berro, Nuestra Señora de Dolores, La Plata, AHPBA, 1939.

Page 14: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

20 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

suboficiales y soldados.46 Otros datos indican que en 1825 el total de efectivos erade 3840 hombres, de los cuales tenían asiento en la campaña al menos 1800 pertene-cientes a los Regimientos de Húsares (en Salto), de Blandengues (en Lobos) y deCoraceros (en Kaquel).47 A ellos hay que agregar las Comandancias de Marina que seencontraban en Conchas y Ensenada aunque no sabemos sus dotaciones. Por su parte,la estructura miliciana estaba integrada por una Milicia activa de infantería compues-ta por unos 3960 ciudadanos y 89 veteranos, una o dos compañías de milicia activa deinfantería en cada pueblo y los cuatro Regimientos de Milicia activa de Caballería,48

cada uno de los cuales estaba conformado por cuatro escuadrones y cada uno de ellospor dos compañías de 100 soldados cada una.49 De este modo, antes del gran es-fuerzo militar que supuso la guerra con Brasil, el estado provincial contaba con unafuerza de línea de unos 4000 hombres y con alrededor de 3200 milicianos. En1826 se agregó un 5º regimiento con jurisdicción el partido de Monsalvo y a finesde ese año se dispuso que todos los regimientos de caballería tuvieran agregadosun escuadrón de milicias de 200 plazas, por lo que el número de milicianos decaballería debe haber rondado los 5000.50

A mediados de la década de 1830 la estructura de poder militar se había ex-tendido mucho más.51 En la campaña, hacia 1836 la línea de fuertes se había am-pliado con la incorporación de Federación (o Junín), Cruz de Guerra y Bahía Blan-ca en 1828, Azul y Tapalqué en 1832, Fortín Colorado en 1833 y Las Mulitas en1836.52 Silvia Ratto ha demostrado en el estudio más sólido y preciso de laestructura militar hacia 183653 que en los fuertes de frontera (Federación, 25 de

46 Juan C. Garavaglia, “Ejército y milicia...”, p. 158.47 Juan José María Blondel, Almanaque político y de comercio de la ciudad de Buenos Ayres para el año

de 1826, prólogo de Enrique M. Barba, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1968, pp. 40-42.48 Juan José María Blondel, Almanaque político..., pp. 43-44.49 El Regimiento 1º comprendía los suburbios de la ciudad y los partidos más cercanos (San Isidro, San

Fernando, Las Conchas, Santos Lugares y San José de Flores). El Regimiento 2º se reclutaba en los partidosdel oeste de Buenos Aires (Morón, Villa de Luján, San Antonio de Areco, Pilar y Capilla del Señor). ElRegimiento 3º tenía jurisdicción sobre los partidos del sur de la provincia hasta el línea del Salado (Quilmes,Ensenada, Magdalena, Chascomús, San Vicente, Cañuelas, Ranchos, San Miguel del Monte y Lobos). ElRegimiento 4º comprendía los partidos del noroeste (Guardia de Luján, Fortín de Areco, Salto Rojas, Pergami-no, San Nicolás, Arrecifes, San Pedro y Baradero).

50 Dado que hacia 1824 las milicias reunían 4942 hombres; Oreste C. Cansanello, “Las milicias...”, p. 25.51 Juan José María Blondel, Guía de la Ciudad y Almanaque de Comercio de Buenos Aires para el año

1834, Buenos Aires, Imprenta de la Independencia, 1834, pp. 33-34.52 Un excelente análisis del funcionamiento de los nuevos fuertes del sur en Silvia Ratto, “Poblamiento en

áreas de frontera: el funcionamiento de los fuertes al sur del río Salado”, mimeo, 2002.53 Silvia Ratto, “Soldados, milicianos e indios de “lanza y bola”. La defensa de la frontera bonaerense a

mediados de la década de 1830”, en Anuario del IEHS, N°18, Tandil, 2003, pp. 123-152.

Page 15: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

21LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

Mayo, Tapalqué/Azul, Independencia y Bahía Blanca) había una fuerza armada deunos 4.000 hombres, de los cuales 817 eran tropas de línea, 904 milicianos y 2360indígenas. Sin embargo, también ha mostrado que esta situación podía variar signi-ficativamente pues a fines de 1836 los milicianos movilizados hacia los fuertes defrontera eran 2267 aunque en 1837, las fuerzas de línea en ellos se mantenían enlos mismos niveles (903 hombres), los milicianos eran 1403 y los indígenas 2.121,lo que hacia un total algo superior al año anterior (4.427 hombres). De este modo,sus datos nos indican que la fuerza del ejército regular era decisiva en algunospuntos (como Bahía Blanca) y también que tenía una marcada estabilidad; más flexibleera en cambio la posibilidad de apelar a milicianos y pese a ello el predominio delos contingentes indígenas era decisivo.

Por nuestra parte, hemos intentado evaluar la magnitud total de las fuerzasdisponibles en la campaña en 1836: ese año habría un total de 1.415 milicianosactivos por lo que puede afirmarse que en su inmensa mayoría estaban en losfuertes; las tropas de línea, en cambio, eran unos 3.065 hombres de modo quesólo una tercera parte estaban en esos fuertes. A este total de 4.480 hombreshabría que sumar en consecuencia los 2.300 indígenas, todos ellos en el área defrontera. Las Listas de Revista de 1836 permiten ver la compleja trama que teníala distribución espacial de la red. El Regimiento 1º tenía sus fuerzas en Federa-ción y Las Mulitas. El 2º tenía en la Villa de Luján a su Plana Mayor y unidades en25 de Mayo, Federación, Flores, Exaltación de la Cruz, Morón, Saladas y ademáscontaba con un Escuadrón de Milicias en comisión para capturar vagos y deserto-res que no tenía una localización fija. El N°3 tenía sus unidades distribuidas entreMonte, Matanza, Tapalquén, el Campamento de la Botija y piquetes en Navarro yLobos. El 4º tenía su Plana Mayor en Federación y diversas unidades acantonadasen ese fuerte. El Regimiento N°5 las tenía distribuidas entre Ranchos, Tapalquén,Laguna Blanca, Dolores, Monsalvo, Fuerte Independencia y Azul. El RegimientoN°6 estaba ubicado en Azul, Quilmes, San Vicente, Ensenada y Magdalena. Por suparte, el Regimiento de Blandengues de la Nueva Frontera tenía su Plana Mayoren Bahía Blanca y sus fuerzas ubicadas en Fuerte Argentino y Guardia Constitu-ción. El Regimiento de Dragones de la Nueva Frontera tenía su Plana Mayor en elFuerte 25 de mayo y unidades en Fuerte Argentino, Monte y San Nicolás. LasCompañías Batallón Guardia Argentina tenían su plana mayor en Bahía Blanca yunidades en 25 de Mayo, Azul, Patagones, los Polvorines de Flores y Cuelli, SanNicolás, Fortín Colorado y Fuerte Independencia.

Podemos ahora intentar una evaluación muy provisoria. A mediados de ladécada de 1780 la provincia contaba con una fuerza armada que apenas superabalos 4.000 hombres entre milicianos y regulares aunque en la frontera sólo habíaunos 600 Blandengues. A mediados de la década de 1810, parece haberse des-guarnecido la campaña con una reducción tanto de las fuerzas regulares comomilicianas a la mitad. Esta situación se habría revertido a mediados de la década de

Page 16: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

22 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

1820 cuando la provincia contaba con una fuerza armada de unos 7.200 hombres;de ellos en la campaña había unos 1.800 regulares y más de 3.000 milicianos. Ha-cia 1836 hemos podido constatar que en la campaña había 3.065 hombres en lastropas de línea y 1.415 milicianos movilizados aunque ese número podía elevarse aunos 4.800 en caso de necesidad; además, ahora era también posible recurrir a másde dos millares de contingentes indígenas. Este panorama puede ser completadocon los datos de Garavaglia para 1841: por entonces el estado disponía de una fuer-za armada de 10.367 hombres de los cuales el 32% eran milicianos. Si considera-mos los datos desagregados que suministra para las principales unidades militarespodemos ver que el 35% de las tropas regulares y el 39% de las milicianas seencontraban asentados en la campaña.54

2.3. La estructura de poder judicial y policial

Esta estructura de poder institucional tuvo un precario desarrollo hasta bien entra-do el siglo XVIII y una organización cambiante a lo largo del período. Aunque sus fun-ciones eran distintas las hemos agrupado en una sola red considerando que uno de losrasgos claves de su estructuración fue el fallido intento de organizar dos agencias ins-titucionales diferenciadas, al menos en el ámbito rural.55 Como es sabido, hasta 1821la justicia y la policía rural fueron ejercidas principalmente por los Alcaldes de la SantaHermandad designados por el Cabildo de Buenos y desde 1756 también por el deLuján; pero además efectuaba designaciones el Alcalde Provincial de la Santa Herman-dad, un oficio vendible que mantuvo tensas y conflictivas relaciones con el cuerpocapitular porteño. En un principio las designaciones del Cabildo de Buenos Aires seefectuaban inicialmente sólo para dos grandes jurisdicciones aunque en 1766 se in-tentó infructuosamente aumentar su número a cuatro. Recién a fines de la década de1770 comenzó a haber un sistemático incremento de designaciones que se consolidó amediados de la década siguiente56 cuando llegaron a ser 16 las jurisdicciones delimita-das sin considerar las que se efectuaban para la Banda Oriental. Con todo, su poder efec-tivo seguía siendo muy limitado: no disponían de cárceles ni con una fuerza propia bajo su

54 Sobre una tropa regular de 4.446 hombres 2.395 estaban asentados en la campaña y sobre un totalde 2.251 milicianos 1448 estaban en la campaña. Juan C. Garavaglia, “Ejército y milicias...”, p. 181.

55 Para analizar las implicancias históricas de esta cuestión ver Osvaldo Barreneche, Dentro de la Ley,TODO. La justicia criminal de Buenos Aires en la etapa formativa del sistema penal moderno de laArgentina, La Plata, Ediciones Al Margen, 2001.

56 “Alcaldes de la Hermandad. Sobre su jurisdicción”, AHPBA, Real Audiencia, 7-2-109-13 y 7-2-109-14.

Page 17: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

23LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

dependencia directa57 y era muy frecuente la designación de jueces comisionadoscon funciones acotadas y para jurisdicciones específicas.58 Aún mayores dificul-tades tuvo el Cabildo de Luján que incluso llegó a ser suspendido en sus funciones.Además debió lidiar con la competencia jurisdiccional del cabildo porteño, unasituación que perduró hasta 1796 cuando el cabildo lujanense recuperó plenamentesus atribuciones59 y comenzó a designar sus propios Alcaldes para los partidos dePilar, San Antonio de Areco, Cañada de la Cruz, Navarro, Guardia de Luján y Fortínde Areco. Pese a ello, el cuerpo capitular porteño siguió designando un Alcaldepara Areco Arriba hasta 1821.

La crisis revolucionaria puso en primer plano la necesidad de conformar unpoder de policía más efectivo que tenderá a escapar del control del Cabildo paradepender directamente del poder central. La centralización se evidenció tambiénen la recreación de la figura del Gobernador Intendente –de breve existencia en ladécada de 1780– que tenía jurisdicción sobre la campaña. Así, en 1812 se designa-ron tres comisarios de policía, uno de los cuales estaba encargado de supervisar elaccionar de los Alcaldes de Hermandad, y en 1816 el gobierno creó un cargo deComisario de Campaña con el preciso objetivo de la persecución de los “va-gos”.60 De esta manera, hacia 1816 en la campaña bonaerense había al menos21 Alcaldías de Hermandad designadas por el cabildo porteño y 6 por el de Luján.Ese año se dispuso que debían contar con una partida de auxiliares a sueldo con lo cualse independizaban de los comandantes de milicias para la provisión de auxilia-res. ¿Hasta qué punto se cumplió esta disposición? Lamentablemente no lo sabe-mos, pero de haberse cumplido habría significado un mínimo de 84 auxiliares (si sólo

57 Según el Alcalde de los Arroyos en 1795 “la guardia de los soldados que se le imparte de auxilio porlos oficiales militares es de milicianos voluntarios que estos hacen lo que quieren y al mismo tiempo esmenester que el Alcalde Juez los gratifique y mantenga”: AGN, IX-19-7-7.

58 El mejor estudio disponible sobre los Alcaldes de Hermandad es el de Carlos Birocco, “Laestructuración de un espacio de poder local en la campaña bonaerense: las Alcaldías de la SantaHermandad de los partidos de Areco y la Cañada de la Cruz (1700-1790)”, en Gabriela Gresores yCarlos Birocco, Tierra, poder y sociedad en la campaña rioplatense colonial, Cuadernos del PIEA,N°5, Buenos Aires, 1998, pp. 53-95.

59 Enrique Barba, “La erección de la Villa de Luján y el pleito jurisdiccional con el Cabildo deBuenos Aires”, en Investigaciones y ensayos, N°31, Buenos Aires, ANH, 1981, pp. 263-273; Dedier N.Marquiegui, Estancia y poder político en un partido de la campaña bonaerense (Luján, 1750-1821), Buenos Aires, Biblos, 1990.

60 Abelardo Levaggi, “La seguridad de la campaña bonaerense entre los años 1821 y 1826. Esta-blecimiento, supresión y restablecimiento de las comisarías de campaña”, en Investigaciones y Ensa-yos, N°20, 1976, p. 378.

Page 18: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

24 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

consideramos a las Alcaldías dependientes del cabildo porteño) y un máximo 108auxiliares (si consideramos el conjunto de Alcaldes existentes).61

La crisis de 1820 abrió nuevas incertidumbres. La elite gobernante llegó a laconclusión de que era preciso acabar con los Cabildos,62 sustituir a los Alcaldes deHermandad por los Jueces de Paz, imponer una justicia letrada en la campaña a cargode tres Juzgados de Primera Instancia y organizar una estructura de ocho comisaríasde policía directamente dependiente del gobierno. Sin embargo, esta nueva organiza-ción tuvo corta duración. En 1824 se dispuso reducir los cinco juzgados de primerainstancia a cuatro (dos civiles y dos criminales) todos localizados en la ciudad.63

Transitoriamente se anularon las comisarías de campaña, trasladándose sus funcio-nes a los Jueces de Paz y se dispuso que cada uno tuviera una partida de tres milicianoscon una remuneración de 8 pesos mensuales;64 pero en julio de 1825 se dispuso lareposición de las ocho comisarías y a fin de año se autorizaron dos nuevas: una paraMonsalvo y otra para los partidos de Navarro, Lobos y Matanza.

No era suficiente. Ya en abril de 1827 el Juez de Paz de Exaltación de la Cruzproponía una “solución” más drástica: la necesidad de elegir un comisario paracada partido.65 Pero la medida tardó en implementarse. En 1830 Rosas elevó de10 a 21 las secciones de policía y recién en 1836 transfirió directamente las fun-ciones –y la renta– de los comisarios a los Jueces de Paz. De este modo, cadapartido contaría con su comisaría aunque el proceso fue más gradual y varios Jue-ces de Paz tuvieron asignada esta función con anterioridad.66 En consecuencia,si hacia 1822 las 8 comisarías debían atender el servicio de policía de 29 parti-dos, a fines de 1825 eran 10 las comisarías para 31 partidos; en 1830 eran 21 lascomisarías y 32 los partidos y en 1836 eran 35 los partidos y cada uno con sucomisaría. De este modo, la ramificación de la red policial fue más intensa que la

61 Este proceso ya se había dado en la ciudad donde los Alcaldes de Barrio que desde 1772 erandieciséis se habían elevado a veinte en 1794 y a treinta y tres desde 1812, cuando además se dispusoque debían contar con cuatro Tenientes cada uno. El dato es bien sugerente de las prioridades oficia-les: sólo para la ciudad se había previsto una retícula más densa que la que se disponía para elconjunto de la campaña.

62 Marcela Ternavasio, “La supresión del cabildo de Buenos Aires: ¿crónica de una muerte anun-ciada?”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, N°21,2000, pp. 33-74.

63 AGN, X-14-5-4, Policía, 1827.64 “Decreto del Gobierno. Buenos Aires 28 de febrero de 1825”, en Manual para los Jueces de Paz de

Campaña, Buenos Aires, Imprenta de la Independencia, 1825, p. 2.65 Abelardo Levaggi, “La seguridad...”, p. 406.66 Por ejemplo, el de Monte fue designado como comisario en marzo de 1832. Juzgado de Paz de

Monte (1829-1842), AGN, X-21-3-5.

Page 19: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

25LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

de los jueces aunque terminó por perder su existencia diferenciada.67 De este pro-ceso emergen algunas cuestiones claves.

La formación de las fuerzas policiales, es decir de una fuerza armada dotada decapacidad de coerción sobre la propia población y diferenciada de las fuerzas especí-ficamente destinadas a la defensa, no resultó una tarea sencilla. A lo largo del perío-do se organizaron dos tipos de “partidas” policiales: unas centralizadas y móviles(bajo el comando directo de la jefatura) y otras que tuvieron a sus órdenes Comisa-rios de Sección, Alcaldes de Hermandad o Jueces de Paz. Las primeras tuvieron unaexistencia inestable pero persistente. Desde 1799 había una partida que contaba con35 hombres y mantuvo esa dotación hasta 1812 aunque en 1809 se había dispuestoque fuera de 50 efectivos; en 1812 se estipuló que debía estar compuesta por 100hombres pero pocas veces llegó a contar efectivamente con esa dotación y en 1822apenas contaba con 50; hacia 1831 se organizó una nueva fuerza policial, la Compa-ñía de Caballería Auxiliar, que contaba con 80 hombres pero en 1836 su número sehabía reducido a 60. De este modo, las autoridades contaron permanentemente conuna fuerza policial centralizada y militarizada, cuya misión primordial era asegurar elorden en la ciudad y sus arrabales, aunque también esta fuerza era empleada pararealizar incursiones en las profundidades del mundo rural. Además, desde 1822 sehabía formado una Compañía de Peoneros de Policía integrada por tres secciones,cada una de las cuales debía integrarse con un sargento, dos cabos, 46 soldados y untambor68 aunque su dotación efectiva rondaba los 130 hombres.69 En 1823 fue sus-tituida por los Celadores de Policía, una fuerza urbana mucho más reducida que re-unía unos 32 efectivos y perduró hasta 1834 cuando fueron reemplazados por dosnuevos cuerpos de vigilancia urbana: los Serenos y los Vigilantes de Día. De estaforma, se fue configurando una trama policial que se adosó a la estructura crecientede Alcaldes de Barrio y que buscaba asegurar el control del territorio de la ciudad ysus zonas aledañas, la preocupación por excelencia de la policía.

En la campaña mientras existieron las comisarías de sección se establecióque cada una debía contar con su propia partida celadora. Pero, además, las auto-ridades recurrieron a diversos mecanismos para forzar la activa colaboración delos vecinos de los pueblos y que eran un modo de ampliar la capacidad de acciónpolicial del estado exigiendo prestaciones a los vecinos. En julio de 1823 un decretodispuso que todos los ciudadanos estaban obligados “a prestar su cooperación

67 Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires; Francisco Romay, Historia de la Policía FederalArgentina, Buenos Aires, Biblioteca Policial, Tomo II, 1820-1830, 1964. Adolfo Rodríguez, Cuatrocien-tos años de policía en Buenos Aires, Buenos Aires, Editorial Policial, 1981.

68 Ver Francisco Romay, Historia de la Policía ..., tomo I, p. 178 y tomo II, pp. 120-121 y 172-175.69 AGN, X, 35-10-13, Policía, 1822.

Page 20: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

26 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

para evitar cualquier atentado o crimen por vía de hecho o para aprender a superpetrador”, so pena de 24 horas de arresto.70 Para incentivar esta colaboraciónse introdujo otra modalidad que terminaría por ser práctica rutinaria: las personasque detuvieran al autor de un delito serían remuneradas con sumas que oscilabanentre 25 y 100 pesos.71 Otra de las formas que adoptó esta colaboración vecinalfue organizar patrullas armadas.72 En consecuencia, podemos ver que a nivel localfuncionaron partidas estables y remuneradas y otras extraordinarias y ocasionalesque implicaban la movilización de los vecinos y que en los pueblos de campañadebían cumplir las funciones de los celadores o serenos de la ciudad.

No sabemos aún los efectivos que integraban efectivamente estas “partidasceladoras” de cada comisaría de sección, pero en 1825, cuando se reinstalaronlas comisarías de sección, se dispuso que cada una debía contar con un cabo ycinco soldados, lo que haría un total de 48 efectivos; y, cuando a fin de año seaumentaron a 10 las comisarías se dispuso que cada partida se integrara con uncabo y 12 soldados, la fuerza disponible habría pasado a ser de unos 130 hom-bres. A su vez, entre fines de 1826 y de 1827 se organizaron dos “comisaríasextraordinarias”, con 25 hombres cada una, lo que llevó la fuerza de la policíarural a unos 180 hombres. Si las partidas de cada sección mantuvieron esta dota-ción cuando en 1830 las comisarías pasaron a ser 21, el total de efectivos puedehaber llegado a ser entonces de 273. ¿Qué sucedió con ellas cuando las funcio-nes de comisario fueron transferidas a los Jueces de Paz? No lo sabemos conprecisión, pero algunas referencias dispersas inducen a pensar que siguieron exis-tiendo.73 Más aún, es probable que hubiera otro tipo de colaboradores policiales:en Arrecifes hacia 1832 además de los Alcaldes y tenientes el Juzgado disponía de44 “auxiliares”, de los cuales sólo seis estaban pagos y deben haber sido los miem-bros de la partida.74 Si suponemos una partida de cinco hombres para cada uno delos 35 partidos, esa fuerza habría contado hacia 1836 con al menos 175 hombres.Estas estimaciones son demasiado inseguras como para extraer de ellas conclusio-nes precisas y requieren de una indagación de mayor alcance; pero sugieren que elproceso de intensa ramificación de la estructura policial parece haber significado

70 Manual de los jueces... p. 26.71 Por ejemplo, en 1836 se pagaban 50 pesos por ayudar a apresar un desertor: Juzgado de Paz de San

Isidro (1828-1840), AGN, X-21-6-4.72 AGN, X-32-10-7; AGN, X-15-3-1, Juzgado de Paz de San Isidro.73 En Rojas y en Salto hacia 1837 operaba una partida celadora: Juzgado de Paz de Rojas, 1828-

1852, AGN, X-21-5-3 y Juzgado de Paz de Salto, 1831-1851, AGN, X-21-5-4. En Tandil hacia 1840operaba una partida compuesta de un sargento y cuatro soldados: Juzgado de paz de Bahía Blanca yTandil 1831-1852, AGN, X-20-10-4.

74 Juzgado de Paz de Arrecifes, 1831-1851, AGN, X-20-9-7.

Page 21: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

27LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

un incremento sistemático de las partidas policiales rurales entre 1825 y 1830(de 48 a 273 efectivos) y luego, quizás, una disminución.

Pero hay otra cuestión más importante a considerar. Como vimos, resultó in-fructuoso el intento de separar las funciones judiciales y policiales a nivel local.Este fracaso puede ser visto como la expresión de la misma naturaleza del estadoen formación y el resultado de una fórmula de transacción entre concepciones dis-tintas. Cuando fueron suprimidas las comisarías en 1825 el Jefe de Policía criticóla decisión argumentando que era “imposible conservar el orden y tranquilidad dela Campaña sin funcionarios rentados” dado que “los Jueces de paz huyen de loscompromisos porque están relacionados en los partidos y porque su estabilidad enel mando es muy temporal”. Y agregó: “Los Jueces de Paz jamás podrán desenvol-verse ni expedirse en un ramo que necesita mucha imparcialidad, y más fibra que laque pueden desplegar unos individuos relacionados”.75 Personal remunerado, ma-yor “fibra” y sobre todo, ausencia de relaciones con el medio social local era loque el jefe esperaba de su personal. Fue esta misma concepción la que se postulóen la Legislatura cuando se sostuvo que los Jueces de Paz

eran unos vecinos, que no durando más que un año en su judicatura, ni podían absoluta-mente desatender sus labores, ni perseguir con empeño a los criminales, a cuyos tirosquedan expuestos lo que transcursase un año: que en calidad de vecinos tenían, y debíantener ciertos miramientos aun con los mismos que acaso deberían perseguir, pues que enciertas épocas del año los necesitaban para los trabajos del campo, y que un comisario, oun agente de policía con cualquier otro nombre, era absolutamente independiente de to-das estas circunstancias.76

Comisarías y Juzgados de Paz eran instituciones recientes pero expresaronconceptualmente dos modos de relación diferentes entre el estado y la sociedad:los Jueces de Paz debían ser parte de la comunidad mientras que los comisariosdebían ser “extraños” a ella. Los primeros eran legos, designados por partido y norecibían remuneración. Lejos estaban de formar una burocracia profesional y sucapacidad de acción estaba sometida a restricciones sociales en la medida que eran,a un mismo tiempo, emisarios del poder central y portavoces de los vecinos.77 Loscomisarios, en cambio, pueden ser vistos como el embrión de una burocracia estatalrural: eran rentados, seleccionados entre quienes tenían experiencia militar,

75 Abelardo Levaggi, “La seguridad...”, p. 396.76 Abelardo Levaggi, “La seguridad...”, p. 401.77 Raúl O. Fradkin, “Tumultos en la pampa”, ponencia a las Jornadas Interescuelas y Departamentos

de Historia, Córdoba, setiembre de 2003.

Page 22: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

28 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

ejercían una jurisdicción sobre varios partidos y el gobierno buscaba que no tuvieranuna sede fija de actuación sino una constante movilidad, aunque pocas veces lo logra-ba. De este modo, los comisarios expresaban una forma de poner en marcha la for-mación de una agencia institucional coercitiva destinada a la seguridad y diferenciadade las fuerzas militares y milicianas de defensa. La solución adoptada de fusionarambas funciones aparece en consecuencia como un intento de establecer un sistemade control directo pero firmemente asentado en poderes locales socialmente cons-truidos y llevaba a la construcción de una red de poder con profundas ramificacioneslocales y con marcado carácter policial sin generar una burocracia profesional cen-tralizada aunque convertía a los jueces en personal remunerado, dotado de subalter-nos y de una partida armada. No extraña, por tanto, que en esta segunda fase de suhistoria la duración de los jueces en sus funciones se acrecentara.78

3. LOS PUEBLOS COMO SEDES DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER INSTITUCIONAL

A fines del período colonial se estaba conformando una red de pueblos rura-les aunque en su mayor parte no alcanzaron el estatuto jurídico de villas que sóloobtuvieron Luján –desde 1756– y efímeramente San Nicolás, en 1819. Este esta-tuto era una aspiración de los vecinos y una dimensión muy valorada por una men-talidad que prefería que la población viviera “bajo cruz y campana”. La propialegislación discriminaba taxativamente entre los delitos según fueran cometidosen “poblado” o en “despoblado” y, más aún, la intención de “reducir” a la poblaciónrural dispersa a vivir en los poblados fue varias veces intentada entre las décadas de1780 y 1820.79 Este ideal social se materializaba en una serie de pueblos en loscuales tuvieron sus sedes las estructuras de poder institucional y desde donde in-tentaban desplegarse sobre el medio rural.80 En parte, las disímiles historias de

78 Jorge Gelman, “Crisis y reconstrucción del orden en la campaña de Buenos Aires. Estado y sociedaden la primera mitad del siglo XIX”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. EmilioRavignani, N°21, 2000, pp. 7-32.

79 María E. Barral, Raúl O. Fradkin y Gladys Perri, “¿Quiénes son los ‘perjudiciales’? Concepcionesjurídicas, producción normativa y práctica judicial en la campaña bonaerense (1780-1830)”, en Claroscuro.Revista del Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural, N°2, Rosario, 2002, pp. 75-111.

80 Hemos considerado tanto a las parroquias como a las viceparroquias como sedes de poder eclesiás-tico, a los pueblos en lo que se designaban Alcaldes de Hermandad o Jueces de Paz como sedes de poderjudicial y policial y las sedes de poder militar y miliciano son los fuertes, fortines, comandancias militaresy de marina y los pueblos donde se localizaron a diversos piquetes y destacamentos.

Page 23: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

29LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

estos pueblos se explican a partir del ejercicio de estas funciones de poder. Así,algunos llegaron a tener transitoriamente una jerarquía institucional mayor a los otroscomo, por ejemplo, aquellos que fueron sede durante su corta vigencia de los tresDepartamentos Judiciales de Campaña entre 1822 y 1824.81

La distinción decisiva y más perdurable entre los pueblos fue la de transfor-marse en pueblos cabecera de partido. Por eso, conviene atender primero alproceso de formación de los 35 partidos existentes en 1836. Sin tomar en cuentalas designaciones transitorias82 podemos observar que 26 de ellos habían sidohasta 1821 sedes de Alcaldías de Hermandad. Con todo entre ellos había dife-rencias dado que tenían antigüedades muy diferentes: 13, que dependían delCabildo porteño,83 existían ya en 1785 –y en algunos casos eran muy anterio-res–84 y 6 más se agregaron en los años siguientes;85 por su parte, del Cabildolujanense dependían otros 6 partidos.86 Cuando los Alcaldes de Hermandad fue-ron sustituidos por los Jueces de Paz se incrementó el proceso de formación departidos y de transformación de pueblos en cabeceras. Sin tomar en cuenta las designa-ciones provisorias87 podemos registrar que en 1822 se incorporaron cuatro nuevospartidos88 y que transitoriamente desaparecieron Patagones (repuesto en 1824) yMatanza (en 1825); más tarde se agregaron cuatro partidos más.89 Esta multiplicaciónde jurisdicciones respondía tanto a la intención del poder urbano de lograr un controlmás efectivo del medio rural como a iniciativas de los vecinos por adquirir el im-preciso –pero no por ello menos significativo– estatuto de partido. Así sucedió, porejemplo, con los Alcaldes de Hermandad que estableció el cabildo lujanense unavez superada su disputa jurisdiccional con el porteño en 1796 y que dieron lugar a la

81 En el norte San Nicolás y luego Arrecifes; en el sur San Vicente y luego Chascomús; en el oeste la Villade Luján, que además de haber sido la sede del único cabildo en la campaña era también la sede de laComandancia de Fronteras.

82 Por ejemplo, desde 1796 en algunos años el cabildo porteño designó un Alcalde de Hermandad paraAreco Arriba, entre 1800 y 1804 lo hizo para la Cañada de la Paja y en 1821 lo hizo para Patagones. Tambiéndesignaba a dos Alcaldes para la “banda norte” y la “banda sur” de la ciudad y desde principios de siglo aotro para Palermo pero estos tampoco perduraron.

83 San Nicolás, San Pedro, Baradero, Pergamino, Arrecifes, San Isidro, Morón, Conchas, Matanza, SanVicente, Quilmes, Ensenada y Magdalena.

84 Por ejemplo Arrecifes o San Isidro desde la década de 1730 y la Villa de Luján o Magdalena desde ladécada de 1750.

85 Lobos (1805), Chascomús (1809), Flores y San Fernando (1812), Salto (1816) y Patagones (1821).86 San Antonio de Areco, Cañada de la Cruz y Pilar (1793), Navarro (1799), Guardia de Luján y Fortín de

Areco (1812).87 Como la que se realizó en 1827 para Areco Arriba.88 Monsalvo, Cañuelas, Monte y Ranchos.89 Dolores (1829), San Andrés de Giles (1831), Bahía Blanca (1834) y Azul (1835).

Page 24: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

30 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

formación varios partidos. De modo análogo, también el cabildo porteño recibiópeticiones para la instauración de Alcaldes de Hermandad en Palermo (1808) y enFlores (1812). Situaciones semejantes se dieron luego y por peticiones vecinalesfue restaurado en 1825 el partido de Matanza.

Así, hacia 1836 la antigüedad de las jurisdicciones era muy diferente: mientras15 partidos tenían más de medio siglo de existencia otros eran muy recientes. A suvez, de los 40 pueblos existentes en 1836 cabe anotar que sólo siete de ellos nohabían adquirido la condición de cabecera de partido hasta entonces.90

La creación de nuevos partidos respondía a un criterio claro. Para definirlo enlos términos del Tribunal Superior de Justicia en abril de 1825: “Hoy combiene mu-cho qe. la campaña sea selosam.te. vigilada por el escandaloso aumento de robos qe.turvan la seguridad de las personas y las propiedades y esto se consigue mejor y mascomodamente colocando jueces a distancia proporcionadas”.91 Ese criterio iba indi-solublemente ligado a que cada partido requería de un pueblo cabecera.

Además estos pueblos se distinguían por cuál había sido la función de poderque en ellos se ejerció inicialmente: mientras 20 poblados fueron primero sedesde la estructura de poder militar otros 20 lo habían sido de la eclesiástica.92 Estepanorama se modifica un poco si concentramos la atención en los 33 poblados quese transformaron en cabecera de partido: 18 tuvieron como función de origen laeclesiástica y 15 la militar.

Puede ser útil relacionar estas funciones de origen según su distribución re-gional. El Cuadro N°1 nos permite observar que la campaña cercana y la nuevafrontera ofrecen las situaciones opuestas: en la primera todos los poblados tuvie-ron origen como sede de la red de poder eclesiástico y en la segunda todos lofueron de la red de poder militar. Las otras regiones, en cambio, presentan situa-ciones equilibradas entre ambos orígenes.

¿Cuántos años tardaron estos pueblos en transformarse en cabecera de parti-do? En el Cuadro N°2 podemos ver que las trayectorias fueron marcadamentedisímiles. Entre los poblados cuya primera función de poder fue la eclesiásticalas sedes de las antiguas reducciones, Baradero y Quilmes, ofrecen una trayecto-ria extraordinaria pues tardaron más de un siglo en transformarse en cabecera.Luego, puede registrarse que algunos pueblos tuvieron que esperar varias décadashasta convertirse en cabecera de partido (como Capilla del Señor, San Antonio deAreco o Pilar) mientras que en otros casos el proceso de autonomización del po-blado fue mucho más veloz. Por su parte, las diferencias también son notables en-tre los pueblos cuya primera función fue la militar o miliciana y entre ellos (salvo

90 Santos Lugares, Merlo, Mercedes (Colón), Tandil, 25 de Mayo, Federación y Tapalqué.91 Informes del Tribunal de Justicia al Gobierno, 1822-1842, AGN, BN, 6609, leg. 387, f. 29.92 Diez parroquias, ocho viceparroquias y dos reducciones.

Page 25: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

31LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

Pergamino y Navarro) el resto adquirió la condición de cabecera de partido duranteel siglo XIX, de modo que puede observarse que las guarniciones militares másantiguas tardaron mucho más en transformarse en partidos que las que surgieron dela expansión de la frontera después de 1815. Para algunos poblados, además, laadquisición de la condición de cabecera fue más compleja y sólo la obtuvierondespués de haber sido sedes de la estructura militar-miliciana y de la eclesiástica(como Pergamino, la Guardia de Luján, Lobos o Chascomús). En consecuencia,hacia 1836 los pueblos que operaban como cabecera de un partido tenían trayec-torias muy distintas: algunos (Arrecifes o San Isidro) hacía prácticamente un si-glo que habían adquirido ese estatuto y otros (San Nicolás, Villa de Luján o Mag-dalena) los seguían muy de cerca. En el otro extremo, algunos poblados nuevos –con menos de una década de existencia– ya se habían convertido en cabecera.

La cabecera de partido era el máximo grado de autonomía al que un pobladopodía aspirar y sólo esa condición permitía adquirir un estatuto diferente. Perosu autoridad por excelencia –el Juez de Paz– ni siquiera era electiva y pese a lasmúltiples funciones asignadas nunca dejó ser una autoridad esencialmente judi-cial y policial. El proceso de construcción del poder institucional implicó unamultiplicación de jurisdicciones que expresaba una mayor capacidad estatal de con-trolar el espacio y la población pero también la autonomización de poblados de susantiguas cabeceras. Sin duda, el caso emblemático fue la desaparición del lugar

Cuadro Nº 1: Distribución regional de los pueblos según la función de origen

OrigenPoblados

Cercana Norte SurOesteNueva

Pompeya

Quilmes Baradero

Conchas San Nicolás S. A. de Giles Cañuelas

SanFernando Pilar

San Isidro

SantosLugares

Capilladel Señor

Flores

Morón

Merlo

San Pedro V. Luján Magdalena

San VicenteS. A. de ArecoArrecifes

Pergamino Guardia deLuján Monte Carmen de

Patagones

Fortines

Viceparroquias

Parroquias

Rojas

SaltoMercedes

(Colón)

Junín

Fortín Areco

Lobos

Navarro

25 de Mayo

Ranchos B. Blanca

Chascomús Dolores

Ensenada Tandil

Azul

Reducciones

Page 26: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

32 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

Cuadro Nº 2: Trayectoria de los pueblos cabecera de Partido

1827

Pueblo

San Antoniode Areco

San Andrésde Giles

Capilladel Señor

Año inicialde primerafunción de

poder

Año inicialcabecerade partido

Cantidad de añosde diferencia

hasta sercabecera

Cantidad de añoscomo cabecera

hasta 1836

Pueblosde

origeneclesiástico

Pueblosde

origenmilitar

San NicolásSan PedroBaraderoArrecifes

Villa LujánPilar

San IsidroFloresMorón

ConchasSan FernandoSan VicenteMagdalenaCañuelasQuilmes

PergaminoRojasSaltoFortín

de ArecoGuardiade LujánNavarroLobos

EnsenadaChacomús

MonteRanchos

PatagonesDolores

Bahía BlancaAzul

1748178016151730

1766178517851739

185

1709

70515197

1730 1778 48 58

1831 4 5

1730 1756 26 801750 1785 35 51

1735 1785 50 51

173018061780177218031780173018211666174917771752

173917781785173918121785175818221785178418221816

9651395281

119354564

972451512451781451521420

1779 1812 43 24

1752 1812 60 24

1779177917601779177917791779181718281832

1799180518221809182218221821182918341835

202662304343421263

37311427141415721

Page 27: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

33LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

jerárquico que durante siete décadas tuvo la Villa de Luján. En este proceso, huboalgunas jurisdicciones que no perduraron, poblados que no adquirieron en este perío-do la condición de cabecera (como Santos Lugares) u otros (como la capilla de Merlo)que sólo lo fueron por poco tiempo. Sólo excepcionalmente algunos partidos notuvieron un pueblo cabecera, como Matanza o Monsalvo.

4. LA COMPLEJIDAD DE LAS SEDES DE PODER

A partir de 1779, cuando se amplió el número de fuertes y fortines, casi simultá-neamente se produjo un cambio sustancial en las estructuras de poder que vinieron acompletar y a yuxtaponerse a la trama más antigua y más extensa que había conforma-do la Iglesia. De este modo, durante las décadas centrales del siglo XVIII la presenciaeclesiástica fue preponderante y la designación de Alcaldes de Hermandad siguió lospasos trazados por la estructura parroquial. A su vez, diferentes sedes iniciales depoder militar/miliciano fueron adquiriendo también su lugar como sedes de las es-tructuras eclesiástica y judicial pero sus trayectorias fueron distintas.93 Pese a lasdiferencias, en todos los casos, se definió esta tríada de poder básica y fundamental.

Un aspecto a tener en cuenta es la cantidad de sedes con que contaba cada unade las estructuras y su distribución regional: ello permite estimar el grado de rami-ficación de cada estructura. Los resultados se pueden ver en el Cuadro N°3: entre1785 y 1836 la estructura de poder eclesiástico ha pasado de 15 a 34 sedes, lajudicial/policial de 12 a 33 y la militar/miliciana de 16 a 32. Ello indica que las tresse han ramificado aunque el mayor incremento se ha operado en la judicial y poli-cial. Este procedimiento comparativo esconde procesos regionales muy diferen-tes y disimula los ritmos desiguales de despliegue de cada estructura de poder.Ante todo porque hacia 1825 la militar/miliciana se había retrasado en su desarro-llo –con 20 sedes frente a las 29 con que contaban tanto la eclesiástica como lajudicial y policial–, situación que se modificó luego de diez años con la instalaciónde fuertes en la nueva frontera.

Para completar esta presentación nos centraremos ahora en analizar la com-plejidad que podían alcanzar la yuxtaposición de las sedes de estas estructuras de

93 En algunos casos (Lobos, Chascomús, Pergamino, Salto, Ensenada, Monte, Ranchos y la Guardia deLuján) la secuencia de acumulación de funciones iba a ser fuerte/parroquia/partido. En otros (Fortín deAreco, Navarro y Rojas) la secuencia fue distinta: fuertes/partidos/parroquias. Por último en Arrecifes lasecuencia fue parroquia/fuerte/partido.

Page 28: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

34 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

poder en los mismos pueblos. El Cuadro N°4 sintetiza la información disponiblecon el objeto de clasificar las sedes según la complejidad de funciones que ejer-cían. El número de poblados con una sola función (11) era muy alto en 1785 yrecién volvió a serlo en 1836 (11), justamente en dos momentos de expansiónfronteriza; la excepción es el pueblo de Santos Lugares, que aparece sólo comoparte de la estructura eclesiástica pero que terminará por ser también una impor-tante sede de la militar en poco tiempo. La tendencia claramente dominante esque los pueblos van adquiriendo una estructura de poder más compleja. Desdeesta perspectiva, la tríada de poder pueblerino que se ha pensado como típica –cura, juez y comandante– sólo es válida para una parte importante de los pueblos,pero no para el conjunto y tampoco para todo el período: sólo dos pueblos fue-ron sede de las tres funciones de poder a lo largo de todo el período: Pergaminoy Luján. Cabe señalar que mientras hubo pueblos que fueron en algún momento

Cuadro Nº 3: Cantidad de Sedes de poder

Total

Años/Sedes de poder

1785

1815

1825

1836

JP MM

15

29

12

23

29

33

16

27

20

32

E

27

34

Referencias: E: sedes red eclesiástica; JP: sedes red judicial y policial; MM: sedesred militar y miliciana.

Años/Sedes de poder

1785

1815

1825

1836

Dos redes Tres redes

11

15

5

5

19

22

27

34

44

Una red

8

11

Cuatro redes

8

32

5

11

15

Cuadro Nº 4: Sedes de poder según la complejidad de funciones

Page 29: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

35LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

exclusivamente sedes del poder eclesiástico o militar, en ningún caso hubo pue-blos que hayan sido únicamente sedes del poder judicial y policial.

La historia diferente de estos pueblos aún debe ser indagada y es obvio queella no estuvo marcada sólo por las funciones de poder que en ellos se ejercie-ron, que es el aspecto que hemos considerado en esta oportunidad. Sin dudaotros factores fueron también decisivos. Buena parte de esas diferencias debehaber respondido a la capacidad que tuvieron algunos de esos pueblos para con-centrar circuitos de intercambio y financiamiento, pero aún es muy poco lo quesabemos al respecto.94

5. PARTIDOS, CUARTELES Y PERSONAL DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER INSTITUCIONAL

En la historia de los pueblos y de las estructuras de poder institucional unaspecto decisivo a tener en cuenta es el notable crecimiento de la población ru-ral. Conviene recordar que este crecimiento se tradujo en una distribución de lapoblación en la campaña muy desigual y en ritmos de crecimiento muy diferentesen las distintas zonas.95 Una idea bastante clara al respecto la ofrece el GráficoN°2. Hacia 1822 mientras había partidos que tenían menos de 1000 habitantes(como Rojas o Conchas) otros superaban los 3.000 habitantes (San Isidro, Villade Luján y San Nicolás). En 1836 se ponían en evidencias cambios importantes:algunos partidos seguían teniendo un lugar preponderante (como San Isidro o SanNicolás) y contaban con una población superior a los 4.000 habitantes; pero otrasjurisdicciones aumentaron mucho su población y se incorporaban ahora al pri-mer rango (como Quilmes y Flores). También se puede ver cómo ciertos partidos,que poco antes se ubicaban en el área de frontera, habían tenido un crecimiento noto-rio y no estaban lejos de esas magnitudes. Ello se había producido tanto en el oeste(Navarro, Lobos y la Guardia de Luján) como hacia el sur (Chascomús y Monsalvo).En rigor, el gráfico nos advierte que junto a estas zonas muy dinámicas había otrospartidos en los cuales el crecimiento demográfico se había detenido (como

94 Carlos Mayo (dir.), Pulperos y pulperías de Buenos Aires, 1740-1830, Mar del Plata, GrupoSociedad y Estado-UNMDP, 1996.

95 Una excelente síntesis en José L. Moreno y José Mateo, “El ‘redescubrimiento’ de la demogra-fía histórica en la historia económica y social”, en Anuario del IEHS, N°12, Tandil, 1997, pp. 35-56.Cfr. Jorge Gelman, Crecimiento agrario y población en la campaña bonaerense durante la épocade Rosas. Tres partidos del sur en 1839, Buenos Aires, Cuadernos del Instituto Ravignani, N°10,FFyL-UBA, 1996.

Page 30: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

36 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

Baradero o San Antonio de Areco) e incluso en algunos se evidenciaba cierto re-troceso (como Arrecifes, Cañuelas o Ranchos).

Esta misma evidencia sugiere la necesidad de explorar el nivel más bajo de laestructura institucional: el de los cuarteles en que se dividía cada partido. Ellopuede ofrecernos un indicador bastante preciso de la capacidad de control del es-pacio y la población y pone en evidencia la magnitud del esfuerzo desplegado paraconstruir una retícula institucional cada vez más densa. Ella no adoptó sólo la for-ma de multiplicación de los partidos sino también de los cuarteles.

En 1836 los cuarteles en que se dividían los partidos eran 170 y en promediocada uno contenía 501,4 habitantes. Por supuesto, la situación era muy variableentre las distintas regiones y el mayor promedio se presentaba en la campañacercana (736,2 habitantes por cuartel) mientras que el menor estaba en la campa-ña oeste (387,6). Pero la variación era aún mucho mayor a nivel de los partidos:esos promedios iban desde un mínimo de 182 en Arrecifes hasta un máximo de2096,2 en Flores. La complejidad de la estructura territorial era muy variada ymientras algunos partidos todavía no tenían una división por cuarteles (como BahíaBlanca y Salto), otros sólo contaban con dos o tres cuarteles (como Patagones,Ensenada, San Fernando, Conchas, Flores, Capilla del Señor o Pilar). En cam-bio, había partidos con una estructura territorial muy compleja como la Guar-dia de Luján con 16 cuarteles, la Villa de Luján con 15, San Nicolás con 9 o SanIsidro o Arrecifes con 8.

Estos cuarteles estaban a cargo de Alcaldes y Tenientes, el personal subal-terno de los Juzgados de Paz. El Cuadro N°596 permite una comparación preci-sa para dos momentos en los cuales los Jueces de Paz ejercían las funciones decomisarios. Como puede observarse, en una década se operó un decisivo in-cremento de la capacidad de control de la estructura judicial y policial. En un contex-to de importante incremento de la población y del espacio, el número de Alcaldes yTenientes creció mucho más rápido que la población: así, mientras la poblaciónrural ha crecido un 57% el número de alcaldes y tenientes se ha acrecentado un131,7%. Sin embargo, esta estimación esconde fuertes variaciones regionales:si bien en todas las regiones ambas variables crecieron lo han hecho de modomuy distinto. En el norte, el crecimiento demográfico fue mucho menor (17,43%)y allí el personal dependiente de los juzgados ha seguido este ritmo creciendo un23,6%. En la nueva frontera se dio una situación semejante: la población creció un486,1% y el número de Alcaldes y Tenientes un 563,6%. Fue en las otras tres regio-nes donde el porcentaje de incremento de los efectivos fue mucho más acentuadoque el de la población: mientras la población creció en el sur un 28,6%, en el

96 Agradecemos la generosa colaboración de Fabián Alonso, Carlos Birocco, Valeria Ciliberto, JorgeGelman, Sol Lanteri, José Mateo, Silvia Ratto y Daniel Santilli.

Page 31: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

37LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

11

2

11

246

PartidoHabit. Alcaldes y

TenientesPromed./

HabitHabit.

Cuar-teles

Habit./Cuartel

Alcaldes yTenientes

Prom./Habit.

1825 1836

San NicolásSan PedroBaraderoPergaminoArrecifesRojasSalto

350025001832160820403901021

141278824

462025991731282214567171194

250208,3261,7201255195

255,2

9455802

533,3649,7346,2564,4182717597

2115610925

220,0173,2177,5282,2161,7358,5238,8

S. A. ArecoF. ArecoS. A. GilesV. LujánG. de LujánPilarC. del SeñorNavarroLobos

Norte 12891 55 234,3 15139 33 458,7 68 222,6

Oeste

15101703

357219081902283010391870

94

111181098

167,7425,7

324,7173,4237,7283

115,4233,7

14961937108132933686

(2351)11933819

(3630)

44415163345

374484,2270,2219,5230,3783,6397,6954,7726

111111291717121723

13617698,2113,5216,8138,299,4224,6157,8

16334 70 233,3 22486 58 387,6 148 151,9San IsidroFloresMorónConchasSan FernandoMatanza

39031331110980012761128

162134410

243,9665,585,6200319

112,8

47974193254895324461834

824324

599,62096,5

637317,61223458,5

3427208915

141155,2127,4119,1271,7122,2

Quilmes 1623 6 270,5 4579 6 763,1 49 93,4 CercanaSan VicenteCañuelasMagdalenaEnsenadaChascomúsMonteRanchos

111701622203712451318284917001830

55131383675

203,0124,7156,6155,6439,3474,8242,8366

21350288317232596832360630681501

295543655

736,2576,6344,6649

277,3601

613,6300,2

16220141714241515

131,7144,1123,0152,759,4150,2204,5100,0

DoloresMonsalvoAzulPatagonesBahía BlancaN. Frontera

Total

Sur 12601 55 229,1 16209 33 491,1 119 136,2

1900

S/dat.

1900

54896

172,7

172,7

223,1

2957345114711239948

10066

85250

4652017

170

739,2575,1294,2619,5

592,1

501,4

2631133073

570

113,7111,3113,1413

137,8

149,5

Cuadro Nº 5: Personal y capacidad de control de la red judicial y policial:1825 y 1836

Page 32: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

38 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

oeste un 37,6% y en la campaña cercana un 91,3%, el número de alcaldes y te-nientes se acrecentó un 116,3%, un 111,4% y un 194,5% respectivamente. Elloindica que el mayor esfuerzo se concentró en estas regiones y que fue aún másacentuado en las cercanías de la ciudad. Como puede observarse en el GráficoN°3 el número de Alcaldes y tenientes aumentó prácticamente en todos los par-tidos pero lo hizo en forma muy desigual: en Quilmes la ampliación de los efecti-vos fue realmente espectacular aunque la dotación también era muy notable hacia1836 tanto en otros partidos de la campaña cercana (San Isidro y Flores), como endos partidos de la nueva frontera (como Monsalvo y Dolores) y en algunos deloeste (Villa de Luján y Lobos).

El rasgo central que ofrece la implantación de la estructura de poder judiciales de una extrema diversidad regional y sobre todo local. Si estimamos su capaci-dad de acción sobre la base de la relación de Alcaldes y Tenientes por habitantepuede observarse que ella se ha acrecentado pasando de 223,1 a 149,5. Este cam-bio se produjo en todas las regiones pero lográndose la relación más baja en lacampaña cercana y la más alta en el norte. Sin embargo, las variaciones por partidoson en este aspecto todavía más significativas: hacia 1836, Ensenada y Quilmes ob-tienen los “mejores” resultados seguidos de Giles y Capilla del Señor; en cambio,

Cuadro Nº 6: Incremento porcentual de la población y el número deAlcaldes y Tenientes (1825-1836)

Región RegiónIncremento depoblación

Incremento de Alcaldesy Tenientes (en %)

Norte

Oeste

Sur

Cercana

Nueva frontera

Total

17,43 23,63 6,2

37,66

91,13

28,63

486,10

56,95

111,42

194,54

116,36

563,63

131,70

73,76

103,41

87,73

77,53

74,75

Fuentes de los Cuadros Nros. 5 y 6: Los datos de población de 1825 corresponden alpadrón de 1822. Para Alcaldes y Tenientes en 1825 ver AGN-X-14-1-5. Los datos depoblación de 1836 provienen del padrón de ese año salvo los correspondientes aPilar y Lobos donde hemos preferido incluir los del padrón de 1838. Alcaldes yTenientes de 1836 los legajos de los Juzgados de Paz.

Page 33: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

39LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

los “peores” (todo depende del color del cristal con que se mire...) son los deBahía Blanca o Patagones... pero alcanza con saber la dotación militar con quecontaban para revisar esta conclusión meramente matemática y advertir que enestas zonas de la nueva frontera el sistema de control pasaba centralmente porotros mecanismos. Aún así el promedio de la región no es de los “peores”. Entodo caso, suponiendo unidades censales de 6,3 miembros en promedio,97 cadaAlcalde o Teniente debería haber tenido bajo su vigilancia unas 24 unidades. Esesta última estimación la que sugiere la capacidad potencial de acción del perso-nal subalterno de los juzgados.

Pero, además, esta capacidad no había dejado de acrecentarse: entre 1825 y1836 la relación de alcaldes y tenientes por habitante se había reducido de 223,1 a149,5. Si intentamos extender esta estimación hacia 1816 podríamos ver que en-tonces esa relación pudo haber sido de 506,6 o de 394 según consideremos unadotación de 84 o de 108 auxiliares. En cualquier caso, se habría operado en unadécada un sustancial incremento de la capacidad de control, una tendencia que seprofundizó aún más en la década de 1830. Y no estamos incluyendo en estas esti-maciones las fuerzas que componían las partidas policiales.

¿Cuál era la relación entre personal y población en las otras estructuras de po-der? Los datos de Garavaglia dejan claro que la magnitud de la estructura de podermilitar y miliciana en la provincia era incomparablemente mayor y que tambiéntendió a acrecentarse. Y aunque no suministra datos desagregados para la campa-ña, la información que brinda permite estimar que en toda la provincia se ha pasa-do de un soldado cada 35 habitantes en 1823 a uno cada 21,6 habitantes en 184198

y que, en ese año, el 85,8% del personal estatal estaba compuesto por personalmilitar.99 Esto era, sin duda, una novedad completa para la sociedad bonaerense.

La performance de la estructura eclesiástica de poder había sido sustancial-mente diferente. Así en 1815 podemos estimar que había un párroco cada 1.013habitantes; hacia 1825 la relación había pasado a ser de un párroco cada 1.442habitantes y en 1836 era de un sacerdote cada 2.181 habitantes. Frente a una po-blación en notable crecimiento, el establecimiento –e incluso retroceso– del nú-mero de efectivos de la red eclesiástica se traducía en una capacidad de acciónsustancialmente menor. Ello puede explicarse por distintas razones, algunas de las

97 Jorge Gelman y Daniel Santilli, “Distribución de la riqueza y crecimiento económico. Buenos Airesen la época de Rosas”, en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, vol. 43, N°169, 2003, p.75-101, cuadro 3.

98 Juan C. Garavaglia, “Ejército y milicias...”.99 Juan C. Garavaglia, “La apoteosis de Leviatán: el estado de Buenos Aires durante la primera mitad del

siglo XIX”, en Latin American Research Review, vol. 38, N°1, pp. 135-168, especialmente cuadros 5 y 11.

Page 34: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

40 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

cuales ya hemos mencionado. La caída de las rentas, la absorción de recursoseconómicos, un horizonte para el desarrollo profesional poco prometedor, eldesmantelamiento institucional, no hacen sino mostrar el cambiante lugar y pa-pel que desempeñaban las instituciones eclesiásticas y el clero en la sociedadrioplatense.100 Por otra parte debe considerarse que hasta 1816 el personal queen la campaña disponía la estructura eclesiástica y la judicial policial era de mag-nitudes semejantes. Sin embargo, desde entonces la situación tendió a modifi-carse dada la enorme ampliación de los integrantes de la última y el estancamien-to del personal eclesiástico.

6. CONCLUSIONES

Como hemos visto, cada una de las estructuras de poder institucional adoptó dife-rentes formas de organización y tuvo distintos ritmos de desarrollo, una ramificaciónregional específica y adquirió una capacidad potencial de actuación de diferente inten-sidad. De este modo, el proceso de construcción del poder institucional en la campañafue el resultado de la centralización de mecanismos de poder por parte del estado y deldespliegue de nuevos medios de coacción y control institucional. En consecuencia, alo largo de este medio siglo el desarrollo del “poder infraestructural” del estado lepermitió penetrar vastas dimensiones de la vida social rural pasando a ejercer un modode “control más directo”. Sin embargo, a mediados de la década de 1830, todavía setrataba de una transformación en curso, inacabada y plena de limitaciones y obstáculos.

Estas estructuras institucionales no hubieran podido implantarse sin unas sedesque las fijaran. Ellas tuvieron asiento en los pueblos rurales y desde allí desplegaronsu accionar. En forma convergente, estos poblados en parte se constituyeron en tor-no al ejercicio de esas funciones de poder y la mayoría de los que existían hacia 1836terminó por convertirse en cabecera de su respectivo partido; algunos veían ratifi-cada así una condición adquirida hacia tiempo; otros, habían alcanzado de este modoel máximo estatuto que el sistema de poder les asignaba y se autonomizaron de suantigua cabecera; sólo la Villa de Luján vio en este proceso perder su jerarquía decabecera jurisdiccional y su condición igualada a la del resto. De este modo, para lamayor parte de la población rural los pueblos se fueron transformando en los esce-narios privilegiados para la acción política en la campaña.

Se expresaba así un proceso ambivalente. Por un lado, los pueblos converti-dos en sedes de estructuras de poder hacían factible su accionar sobre el espacio

100 Di Stefano, Roberto, El púlpito..., op. cit.

Page 35: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

41LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

y la población. Por otro, estas estrategias se enlazaban con las aspiraciones degrupos locales que pugnaban para que sus pueblos adquirieran el estatuto de cabece-ra. Si estamos en lo cierto, las menudas historias jurisdiccionales podrían estar indi-cando procesos opacos de estructuración social, formación de redes de poder socialy construcción de identidades y solidaridades locales. Cómo se tradujo esta situa-ción en la magnitud de los pueblos de campaña es todavía una cuestión incierta quedebe ser indagada a través de una investigación específica de sus trayectorias parti-culares. Sin embargo, algunos datos parciales permiten advertir que a mediados dela década de 1830 había partidos cuyos cuarteles “urbanos” podían llegar a conte-ner hasta un 75% de la población (como sucedía en un partido de antigua coloniza-ción como San Nicolás)101 y que había otros que también contaban con proporcio-nes importantes en estos cuarteles aunque provenían de una colonización más re-ciente, como Dolores, donde superaba el 60%.102 En otros casos los “cuartelesurbanos” reunían alrededor de un 40% de la población (como Lobos o San Antoniode Areco)103 y en una misma zona podían darse situaciones muy distintas: así,mientras en Quilmes104 esa proporción podía acercarse al 20%, en Flores casillegaba al 50%.105 Sin duda tomar en cuenta la proporción de la población que teníaresidencia en los cuarteles de los pueblos no es por cierto un indicador preciso delgrado efectivo de urbanización y lejos estamos de postularlo. Su consideraciónsólo apunta a indicar el desigual proceso de aglomeración de la población rural y,por ende, la existencia de configuraciones sociales muy distintas.106

En ello debe haber jugado un papel fundante la estructura parroquial. Sin em-bargo, hemos podido corroborar que en los años posrevolucionarios hubo un muyleve aumento de las sedes eclesiásticas y al mismo tiempo, un estancamiento delnúmero de curas que debían hacer cumplir los preceptos a una población rural en

101 Mariana Canedo, Propietarios, ocupantes y pobladores..., op. cit.102 Alejandra Mascioli, “Población y mano de obra al sur del Salado. Dolores en la primera mitad del

siglo XIX”, en R. Fradkin, M. Canedo y J. Mateo (comps.), Tierra, población y relaciones sociales en lacampaña bonaerense (siglos XVIII y XIX), Mar del Plata, GIHRR/UNMdP, 1999, pp. 185-210.

103 Para Lobos puede verse José Mateo, Población, parentesco...; para Areco ver Juan C. Garavaglia,“El juzgado de Areco durante el rosismo (1830-1852)”, en R. Fradkin, M. Canedo y J. Mateo (comps.),Tierra, población y relaciones sociales en la campaña bonaerense (siglos XVIII y XIX), Mar del Plata,GIHRR-UNMdP, 1999, pp. 211-236.

104 Daniel Santilli, “Población y relaciones en la inmediata campaña de la ciudad de Buenos Aires. Unestudio de caso: Quilmes, 1815-1840”, en Anuario IEHS, N°15, 2000, pp. 315-352.

105 Valeria Ciliberto, “Los agricultores de Flores, 1815-1838. Labradores ‘ricos’ y labradores ‘pobres’en torno a la ciudad”, en R. Fradkin, M. Canedo y J. Mateo (comps.), Tierra, población y relacionessociales en la campaña bonaerense (siglos XVIII y XIX), Mar del Plata, GIHRR-UNMdP, 1999, pp. 41-76.

106 A propósito de estos problemas de definición ver César A. Vapñarsky, La aglomeración GranBuenos Aires. Expansión espacial y crecimiento demográfico entre 1869 y 1991, Buenos Aires,Eudeba, 2000.

Page 36: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

42 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

constante y rápido crecimiento. Ello sugiere que la capacidad de acción de la estruc-tura eclesiástica pudo verse seriamente limitada y no es improbable que esta situa-ción haya influido en los comportamientos de la población.107

Sucede que las instituciones eclesiásticas sufrieron cambios decisivos en elperíodo analizado. A la crisis institucional, provocada por la revolución y la guerra,le siguió el programa reformista rivadaviano, que se proponía convertir las institu-ciones eclesiásticas en un segmento del estado. Se buscaba crear una estructuracentralizada despojada de los elementos propios del Antiguo Régimen. Si a lo lar-go del siglo XVIII la separación entre sociedad e instituciones eclesiásticas sehacía borrosa, desde la década de 1820 se sumarán medidas para separar definitiva-mente la Iglesia de la sociedad.108 Para ello, el clero y las instituciones eclesiásti-cas debían convertirse, respectivamente, en funcionarios y estructuras del estadoen formación. De manera que a lo largo del período analizado se observa un despla-zamiento de la red eclesiástica de poder institucional hacia un estado que la centra-liza, fiscaliza y subordina.

No obstante estos curas, sometidos a un control más estrecho y directo delpoder político, no sólo cumplieron funciones decisivas para el ejercicio de esepoder en cada localidad sino que además la extensión del número de parroquias fueparte inseparable –y sustancial– de la configuración de los pueblos y de la adquisi-ción del estatuto de cabecera de partido. En este sentido, la red eclesiástica fueclaramente un sostén clave en la configuración del poder tanto en términos logísticoscomo simbólicos. Las funciones de jueces y curas fueron cada vez más comple-mentarias que competitivas y no deja de ser interesante que en los pueblos de lanueva frontera la Iglesia instaló sus parroquias tardíamente: para la década de 1830sólo cuatro de los catorce poblados contaban con parroquias o viceparroquias yfueron justamente los mismos que adquirieron el estatuto de partido.

Para el ejercicio de sus funciones cada una de estas estructuras tenía su pro-pio personal y afrontó de distinto modo los problemas que aparejaba su recluta-miento. No cabe duda de que si el estado provincial tenía una “columna vertebral”ella era la que proveía la estructura de poder militar y miliciana cuya magnitud yextensión terminó siendo incomparablemente más amplia que la que tuvieron lasotras dos. Sin embargo, si tratamos de incluir en nuestro razonamiento el conjun-to de agentes que contribuían al desarrollo de las funciones de cada una podemos

107 Ver José Mateo, “Bastardos y concubinas. La ilegitimidad conyugal y filial en la frontera pampeanabonaerense (Lobos 1810-1869)”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. EmilioRavignani, N°13, Buenos Aires, 1996, pp. 7-34 y José L. Moreno, “Sexo, matrimonio y familia: la ilegitimi-dad en la frontera pampeana del Río de la Plata, 1780-1850”, en Boletín del Instituto de Historia Argen-tina y Americana Dr. Emilio Ravignani, N°16-17, 1998, pp. 61-84.

108 Esta idea que se desarrolla en: Di Stefano, Roberto, El púlpito..., op. cit.

Page 37: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

43LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

identificar algunos problemas de naturaleza común. Como hemos indicado el ta-maño efectivo del personal eclesiástico era mucho más amplio que el de las pa-rroquias. De manera análoga, Alcaldes de Hermandad y Jueces de Paz no eranrealmente funcionarios estatales y además recurrían constantemente a la coope-ración de los vecinos para desplegar sus tareas. En este sentido, el fracaso delproyecto de construir una policía rural es altamente significativo. Los miembrosde las “partidas celadoras” debían ser reclutados por el propio comisario entregente “de toda su confianza”, aunque terminó siendo frecuente que se apelara adetenidos para integrarlas.109 Esta “solución” pragmática terminaba por dar unresultado muy distinto al esperado al proyectar las comisarías: las partidas poli-ciales no eran ni una fuerza integrada por “vecinos honrados” ni una fuerza com-pletamente “extraña” a la sociedad local. El estado todavía deberá esperar paraconstruir toda su capacidad coercitiva y organizar burocráticamente la acciónpolicial. Mientras tanto habilitaba un tipo de reclutamiento que abría la posibili-dad para que los comisarios o jueces construyeran séquitos personales. Por últi-mo, la dependencia de la fuerza militar, no sólo de la milicia sino también de loscontingentes indígenas (que se convertirían en otra forma de milicia), ilustra tam-bién los límites del proceso de formación estatal y hasta qué punto el “controldirecto” dependía todavía de mediaciones sociales.

Los pueblos fueron el espacio en que estas estructuras constituyeron sus se-des y por lo tanto el punto de intersección de las redes de poder institucional. Amedida que se profundiza el estudio microrregional de la campaña de Buenos Aireslos ejemplos de estos enlaces de redes de poder y su localización en los pueblosse multiplican. El análisis de los juicios civiles en la región nos mostró una cre-ciente litigiosidad precisamente en estos pueblos.110 A su vez, desde fines delsiglo XVIII, aunque más decididamente a partir de la segunda década del sigloXIX, en los pueblos rurales se fueron estableciendo escuelas y Juntas Protecto-ras de Escuelas, destinadas a la promoción y vigilancia de la educación de prime-ras letras. Estas comisiones estaban integradas por el cura de la parroquia, el alcal-de y un vecino “de probidad” y tuvieron en sus manos las tareas de contralor delejercicio de la docencia y de control sobre las familias para que enviaran a sushijos a las escuelas.111 Por su parte las cofradías rurales, instaladas en la mayorparte de las parroquias más antiguas, reunían en una institución de carácter eclesiásticoy bajo la supervisión del párroco a los notables locales, quienes personalmente o a

109 AGN, X-32-11-2, Policía, 1827. AGN, X-32-10-6.110 María E. Barral, Raúl O. Fradkin, Marcelo Luna, Silvina Peicoff y Nidia Robles, “La construc-

ción del poder estatal en una sociedad rural en expansión: el acceso a la justicia civil en la campañabonaerense (1800-1834)”, ponencia presentada en las Terceras Jornadas de Historia Económica,Montevideo, julio de 2003.

111 Juan C. Zuretti, La enseñanza y el Cabildo de Buenos Aires, Buenos Aires, FECIC, 1984; JoséBustamante, “La escuela rural. Del Caton al arado”, en Carlos Mayo (ed.), Vivir en la frontera. La casa,

Page 38: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

44 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

través de sus redes familiares desempeñaban funciones civiles o militares en es-tas localidades.112 Por lo tanto, eran los pueblos los puntos que operaban comonudos de intersección de las diferentes redes de poder institucional y por ellolos espacios principales de conformación de la vida política rural. En consecuen-cia, a la diferenciación entre ciudad y campaña se hace preciso agregar otra quehasta ahora ha sido poco considerada: la que existía entre los pueblos y sus áreasrurales dependientes. Y a partir de ella se hace necesario atender a sus implican-cias sociales: principalmente, la que se fue configurando entre paisanos y“pueblerinos” y entre notables y vecinos.113

El crecimiento de la población rural durante el período sustentó el procesode formación y consolidación de los pueblos rurales y su transformación en se-des de las estructuras de poder institucional. Sin embargo, este proceso no pare-ce haber tenido la suficiente consistencia y prueba de ello fue que la autonomíalocal siguió siendo muy limitada y circunscripta a la función de justicia local.Más aún, la morfología institucional de la provincia no contempló un nivel dejerarquía intermedio entre los pueblos cabecera y la capital. En rigor, los tímidosintentos resultaron fallidos. Así el fracaso de los tres departamentos judicialesde campaña con sus tres sedes es una demostración palpable. A su vez, el estable-cimiento de las comisarías de sección fue también un modo de organización deun nivel institucional intermedio: si bien es cierto que ellas no debían tener unacabecera fija según los propósitos oficiales, en la práctica y mientras funciona-ron, establecieron una distinción de jerarquía entre algunos pueblos. Lo mismosucedió con las comandancias o departamentos militares y ellos tampoco llega-ron a consolidarse. En otros términos, el crecimiento demográfico y económicode algunos de los pueblos rurales alcanzó para transformarlos en los espaciospor excelencia de la construcción del poder institucional pero no tuvo la enver-gadura suficiente como para sostener una estructura institucional intermedia en-tre el poder provincial y los pueblos rurales.

la dieta, la pulpería, la escuela (1770-1870), Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 123-159; María E. Barral,“Buenos cristianos, ciudadanos y vasallos”. Los tempranos esfuerzos civilizatorios en el mundo ruralbonaerense” , en CD IX Jornadas Interescuelas/departamentos de Historia, Córdoba, UNC, 2003.

112 María E. Barral, “Iglesia, poder y parentesco en el mundo rural colonial. La cofradía deAnimas Benditas del Purgatorio, Pilar. 1774”, en Cuadernos de Trabajo, N°10, Luján, UNLu, 1998,pp. 15-56 y “¿‘Voces vagas e infundadas’? Los vecinos de Pilar y el ejercicio del ministerio parroquial,a fines del siglo XVIII”, en Sociedad y Religión, N°20-21, CEIL-PIETTE/CONICET, pp. 71-106.Patricia Fogelman, “Elite local y participación religiosa en Luján a fines del período colonial. LaCofradía de Nuestra Señora del Santísimo Rosario” en Cuadernos de Historia Regional, N°20-21,Luján, UNLu, 2000, pp. 103-124.

113 Raúl O. Fradkin, “¿Fascinerosos contra cajetillas? La conflictividad social rural en Buenos Airesdurante la década de 1820 y las montoneras federales”, en Illes i Imperis, N°5, Barcelona, 2001, pp. 5-33.

Page 39: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

45LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

MORÓN

ARRECIFES ARRECIFES ARRECIFES ARRECIFES ARRECIFES

S. NICOLÁS S. NICOLÁS S. NICOLÁS S. NICOLÁS

BARADERO BARADERO BARADERO BARADERO

SAN PEDRO SAN PEDRO SAN PEDRO SAN PEDRO

PERGAMINO PERGAMINO PERGAMINO PERGAMINO

SALTO SALTO SALTO

ROJAS ROJAS

ARECOARECOARECOARECOARECOARECO

Cda. de la CRUZ C. del SEÑOR C. del SEÑOR C. del SEÑOR C. del SEÑOR

C. de ARECO C. de ARECO

GILES GILES

S. ISIDRO S. ISIDRO

CONCHAS CONCHAS

S. FERNANDOS. FERNANDOS. FERNANDO

S. ISIDROS. ISIDROS. ISIDROS. ISIDRO

CONCHAS CONCHAS

Stos. LUGARES

MORÓN

LOBOS

FLORES

LUJÁN

PILAR

NAVARRO

QUILMES

S. VICENTE

MORÓNMORÓNMORÓNMATANZAo CONCHAS

MATANZAo CONCHAS

LOBOSLOBOS

FLORESFLORES

LUJÁNLUJÁNLUJÁNLUJÁN LUJÁN

PILAR PILAR PILAR PILAR

G. DE LUJÁNG. DE LUJÁN

NAVARRO

MAGDALENAMAGDALENAMAGDALENAMAGDALENAMAGDALENAMAGDALENA

G. DE LUJÁN

QUILMESQUILMESQUILMES

S. VICENTE S. VICENTE S. VICENTE

ENSENADAENSENADAENSENADA

CHASCOMÚS CHASCOMÚSCHASCOMÚS

MONTEMONTE

DOLORESDOLORES

RANCHOSRANCHOS

CAÑUELASCAÑUELAS

1730 1780 1806-1808 1825-1827 1833-1838

ARRECIFES

S. NICOLÁS

1750

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

ä

AZUL

B. BLANCA

PATAGONES

PARROQUIA VICEPARROQUIA

Referencias

Gráfico Nº 1: Estructuras eclesiásticas 1739-1838

Page 40: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

46 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

Grá

fico

Nº 2

: Hab

itant

es p

or p

artid

o, 1

825

y 18

36

600

0

500

0

400

0

300

0

200

0

100

00

Norte

Oeste

Ce

rcan

aSur

N. Frontera

San Nicolás

San Pedro

Pergamino

Arrecifes

Baradero

Salto

Rojas

V. Luján

G. de Luján

C. del Señor

S. A. Areco

Navarro

Pilar

Lobos

F. Areco

S. A. Giles

San Isidro

Morón

Matanza

Quilmes

Conchas

San Fernando

Flores

San Vicente

Cañuelas

Magdalena

Monte

Chascomús

Ranchos

Ensenada

Monsalvo

Patagones

Dolores

Azul

Bahía Blanca

1825

1836

Page 41: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

47LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

Grá

fico

Nº 3

: Alc

alde

s y

Teni

ente

s po

r pa

rtid

o, 1

825

y 18

366

0

50

40

30

20

100

Norte

Oeste

Ce

rcan

aSur

N. Frontera

San Nicolás

San Pedro

Pergamino

Arrecifes

Baradero

Salto

Rojas

V. Luján

G. de Luján

C. del Señor

S. A. Areco

Navarro

Pilar

Lobos

F. Areco

S. A. Giles

San Isidro

Morón

Matanza

Quilmes

Conchas

San Fernando

Flores

San Vicente

Cañuelas

Magdalena

Monte

Chascomús

Ranchos

Ensenada

Monsalvo

Patagones

Dolores

Azul

Bahía Blanca

1825

1836

Page 42: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

48 MARÍA E. BARRAL-RAÚL O. FRADKIN

RESUMEN

Este artículo examina el proceso de construcción de las estructuras de poderinstitucional en la campaña bonaerense entre 1785 y 1836. Este proceso fue partecentral de la formación del nuevo estado provincial y se expresó en su crecienteramificación territorial y la centralización de los mecanismos de ejercicio del po-der. El estudio ha diferenciado tres estructuras de poder institucional –la eclesiás-tica, la militar/miliciana y la judicial/policial– y ha analizado y comparado sus de-sarrollos. Este procedimiento comparativo muestra procesos regionales diferen-tes y ritmos desiguales de despliegue de cada estructura de poder. El análisis ponede relieve la importancia de los pueblos rurales desde los cuales se fue organizan-do el poder institucional.

Palabras clave: poder institucional - campaña bonaerense - pueblos - Iglesia -Ejército - milicias - justicia - policía.

ABSTRACT

This article examines the process of construction of the institutional power’sstructures in the Buenos Aires campaign between 1785 and 1836.

This process was a central part of the formation of the new provincial state and itwas expressed in a increasing territorial expansion and in the centralization of themechanisms of exercise of power.

The study has differentiated three structures of institutional power –theecclesiastic, the military and the judicial– and has analyzed and compared itsdevelopments.

This comparative procedure shows diferents regional processes and unequal ratesof spreading of each power structure. The analysis puts of relief the importance ofthe rural towns from which the institutional power started to organize.

Palabras clave: institutional power - Buenos Aires campaign - towns - Church -Army - militias - justice.

Page 43: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

49LOS PUEBLOS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS DE PODER...

Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”Tercera serie, núm. 27, 1er. semestre 2005.

ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOSPUEBLOS DE LA CAMPAÑA DE BUENOS AIRES:

SAN ANTONIO DE ARECO (1813-1844)

JUAN CARLOS GARAVAGLIA*

1. INTRODUCCIÓN

El tema de las elecciones durante el siglo XIX, que en los últimos años varioslibros han planteado en sus variables más generales para el conjunto deIberoamérica,1 había sido hasta ese momento dejado casi completamente de ladopara el período inicial del siglo (se lo tomaba como un ejercicio “inútil” y “nodemocrático” en el marco de una sociedad férreamente dominada por caudillos).Siguiendo el camino trazado por los estudios antes mencionados, trataremos demostrar de qué forma una visión local de esas elecciones puede contribuir a enri-quecer nuestro acercamiento al tema de la representación política y la ciudada-nía en el ámbito rural durante esos primeros años posrevolucionarios rioplatenses.La perspectiva local –tanto en sus aspectos demográficos, como sociales y políti-cos– nos permite una aproximación microhistórica que enriquece mucho la posibili-dad de un conocimiento más profundo de algunos aspectos de las luchas políticas

* École des Hautes Etudes en Sciences Sociales, París.1 Annino, A., (ed.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. De la formación del

espacio político nacional, FCE, Buenos Aires, 1995 [en adelante Historia de las elecciones]. PosadaCarbó, E., Elections before Democracy: The History of Elections in Europe and Latin America, Instituteof Latin American Studies, Londres, 1996 [en adelante Posada Carbó Elections before Democracy].Sábato, H., (ed.), Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de AméricaLatina, FCE/El Colegio de México, México, 1999 [en adelante Ciudadanía política].

Page 44: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

50 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

y los conflictos sociales en la primera mitad del siglo XIX.2 Este trabajo es, ade-más, la continuación de una serie de estudios que hemos venido desarrollando so-bre el pueblo de San Antonio de Areco desde hace cierto tiempo.3

2. LAS ELECCIONES Y EL PROBLEMA DE LA REPRESENTACIÓN EN EL RÍO DE LA PLATA:LA PRIMERA DÉCADA POSREVOLUCIONARIA

Dado que la vacatio regis ocasionada por los hechos de Bayona había dejadoa las sociedades hispanoamericanas sin cabeza, toda construcción político-insti-tucional novedosa que la reemplazara debía tener como base de sustentación larepresentación de los pueblos4 (aun cuando la opinión monárquica fue más re-levante de lo que la historiografía de inspiración patriótica generalmente haaceptado).5 Pero, llegar a determinar qué englobaba exactamente ese términode los pueblos no fue tarea simple –y ese larguísimo camino aún en nuestrosdías está lejos de haberse acabado–.6 De todos modos, muchos de los elementosque se repetirán, una y otra vez, en la historia posterior sobre este tema aparecenya desde ese momento inicial: ¿quiénes deben votar? ¿Cómo se debe ejercitar

2 Un estudio desde esta perspectiva local: Deas, M., “La presencia de la política nacional en la vidaprovinciana, pueblerina y rural de Colombia en el primer siglo de la república” en El poder y lagramática y otros ensayos sobre historia, política y literatura colombianas, Tercer Mundo Editores,Bogotá, 1993, pp. 175-206.

3 Ver “Migraciones, estructuras familiares y vida campesina: Areco Arriba en 1815”, en Garavaglia,J.C. y Moreno, J.L., Población, sociedad y familia, familia y migraciones en el espacio rioplatense.Siglos XVIII y XIX, Ediciones Cántaro, Buenos Aires, 1993; “El funcionamiento del Juzgado de Arecodurante el rosismo (1830-1852)”, en Fradkin, R., Canedo, M. y Mateo, J., (compiladores), Tierra, pobla-ción y relaciones sociales en la campaña bonaerense, 1700-1850, Universidad Nacional de Mar delPlata, Mar del Plata, 1999; “Escenas de la vida política en la campaña: San Antonio de Areco en unacrisis del rosismo (1839/1840)”, y “Los Martínez: la complejidad de las lealtades políticas de una redfamiliar en el Areco rosista”, ambos en Poder, conflicto y relaciones sociales. El Río de la Plata, XVIII-XIX, Homo Sapiens, Rosario, 1999, pp. 157-183 y 189-201.

4 Acerca de este aspecto de la cuestión, ver el estudio ya clásico de François-Xavier Guerra, Moder-nidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, FCE/Mapfre, México, 1993.

5 Sobre el tema sigue siendo de lectura obligada el casi centenario libro de Adolfo Saldías La evolu-ción republicana durante la revolución argentina, Editorial América, Madrid, 1919.

6 Y no sólo en la experiencia latinoamericana, como lo señala Rosanvallon: “Le peuple est un maîtreindissociablement impérieux et insaisissable” [ “El pueblo es un patrón indisociablemente imperioso einasible”], Rosanvallon, P., Pour une histoire conceptuelle du politique, Seuil, París, 2002, p. 16.

Page 45: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

51ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

concretamente ese derecho? ¿Qué se puede votar? En consecuencia, el tema desu “representación” estuvo en el centro de casi todos los planteos políticos másdecisivos de estas primeras décadas de la formación de los nuevos estados.7 Va-rios autores han estudiado este momento en el Río de la Plata.8 Las reflexionesque siguen están estrechamente relacionadas con algunas de las principales hipó-tesis de los trabajos citados que abrieron indudablemente un primer y fértil ca-mino en un tema muy poco estudiado hasta ese entonces.

En el caso rioplatense, el problema de la representación se planteó desde eldía mismo en el que el coup d’état del 25 de mayo de 1810 dio inicio al procesode la revolución de independencia; en efecto, el apartado X del acta del 25 demayo dice: “que los referidos SS. [los miembros de la junta] despachen sin perdi-da de tiempo ordenes circulares a los Xefes de lo interior y demas a quienescorresponde, encargandoles muy estrechamente baxo de responsabilidad, haganque los respectivos Cabildos de cada uno convoquen por medio de esquelas a laparte principal y más sana del vecindario, para que formando un congreso desolos los que en aquella forma hubiesen sido llamados elijan sus representan-tes y estos hayan de reunirse á la mayor brevedad en esta Capital”.9 Así comienza

7 Remitimos a la presentación que hace José Carlos Chiaramonte de esta problemática en su “Estudiopreliminar” a Ciudades, provincias, Estados: orígenes de la Nación Argentina (1800-1846), Ariel,Buenos Aires, 1997, en las pp. 111-124. Algunos estudios clásicos, como los de Bushnell habían yaplanteado varios de estos problemas: Bushnell, D., “Voter participation in the Colombian election of1856”, Hispanic American Historical Review, 51 (2), 1971.

8 La tesis de Pilar González Bernaldo, sostenida en 1992, discutía algunos aspectos del problemaeleccionario en el período [Civilité et politique aux origines de la nation argentine. Les sociabilités àBuenos Aires, 1829-1862, Publications de la Sorbonne, París, 1999, en especial, las pp. 112-116]. Unartículo posterior de José Carlos Chiramonte con la colaboración de Ternavasio, M. y Herrero, F., [“Vieja ynueva representación: los procesos electorales en Buenos Aires, 1810-1820”, en Historia de las eleccio-nes, pp. 19-63] ha marcado las líneas fundamentales de este problema en el ámbito de la ciudad de BuenosAires –y en menor medida, también de la campaña– durante los años 1810/1820 y el trabajo de MarcelaTernavasio [Ternavasio, M., “Nuevo régimen representativo y expansión de la frontera política. Las elec-ciones en el estado de Buenos Aires: 1820-1840”, en Historia de las elecciones, pp. 65-105] señala laslíneas generales de desarrollo del período que llega hasta 1840 en el ámbito rural bonaerense. Chiaramontey Ternavasio volvieron sobre el tema en el libro, coordinado por Hilda Sabato, Ciudadanía política[Chiaramonte, J.C., “Ciudadanía, soberanía y representación en la génesis del estado argentino (c. 1810-1852)”; Ternavasio, M., “Hacia un régimen de unanimidad. Política y elecciones en Buenos Aires, 1828-1850”, ambos en Ciudadanía política, pp. 94-116 y pp. 119-141]. Finalmente, Ternavasio publicó en 2002su libro La revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1852, Siglo XXI EditoresArgentina, Buenos Aires, 2002 [en adelante La revolución del voto].

9 La Revolución de Mayo a través de los impresos de la época, compilados por Augusto E. Mallié,Comisión Nacional Ejecutiva del 150º Aniversario de la Revolución de Mayo, Buenos Aires, 1965,tomo I, p. 353.

Page 46: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

52 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

un laborioso camino en búsqueda de la representación popular. No podemosaquí seguir todos los vericuetos de ese trayecto; sólo mencionaremos los prin-cipales problemas que este primer período planteó en relación a la participa-ción electoral de la campaña.10

Debemos recordar que la búsqueda de la representación exigía imaginar unentramado completamente novedoso referido a las formas concretas de ejercer-la y este primer momento vio una serie de ensayos a través de varios sistemas derepresentación, directos e indirectos. Pero, las necesidades de la guerra revolu-cionaria obligaron al grupo que desde Buenos Aires ejercía el poder a que inten-tase, con mayor o menor éxito, controlar el curso del proceso y evitase, hastadonde fuera posible, el fenómeno de dispersión de la soberanía –el resultadoinevitable de la vacatio regis–. En general, todos los sistemas ideados –y huborepetidas experiencias en ese corto período– eran indirectos y se apoyaban enlas formas heredadas del Antiguo Régimen ibérico instrumentadas a través de loscabildos. De todos modos, incluso en este marco de lo que François-Xavier Gue-rra ha llamado “la política antigua”,11 se pueden observar diferencias que parecenestar ya profundamente enraizadas en las características de cada una de las socie-dades locales en juego. Es decir, incluso en este cuadro, apegado todavía a lasformas de la “vieja política”, hay ya matices que apuntan a elementos de novedad;es notable, además, cómo estos matices tienen que ver en general con diferen-cias bastante evidentes de los diversos contextos sociales.

Hasta 1811, la presencia de la plebe urbana y rural tuvo una participaciónmenor en esta primera parte del proceso. Será a partir de los hechos del 5 y 6 deabril de ese año cuando la irrupción de los “hombres de poncho y chiripá” –comolos llama escandalizado un testigo de la época–12 va a comenzar un proceso decambio que, por otra parte, era inevitable (inevitable, pues esos mismos hombreseran quienes ponían su cuerpo en los ejércitos revolucionarios y en las milicias

10 Hemos tratado este período temprano en “Manifestaciones iniciales de la representación en el Ríode la Plata: la Revolución en la laboriosa búsqueda de la autonomía del individuo (1810-1812)”, enRevista de Indias, 231, Madrid, mayo-septiembre, 2004, pp. 349-382.

11 Ver “De la política antigua a la política moderna. La revolución de la soberanía”, en Guerra, F.-X.,Lampérière, A., et al., Los espacio públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, FCE, México, 1998.

12 “Se apeló a los hombres de poncho y chiripá contra los hombres de capa y de casaca”; Núñez, I.,Noticias históricas de la República Argentina [1857], edición de la Biblioteca de Mayo. Colección deObras y Documentos para la Historia Argentina, tomo I, Memorias, Buenos Aires, 1960, p. 452. Unanálisis más extenso de estos hechos en Di Meglio, G., La participación política de la plebe urbana deBuenos Aires en la década de la revolución (1810-1820), Tesis de licenciatura, Fac. de Filosofía yLetras, UBA, Buenos Aires, 2000, pp. 48-58.

Page 47: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

53ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

urbanas y rurales; los miembros de la elite urbana eran conscientes de que no sepodía continuar exigiendo ese sacrificio a cambio de nada). Y así, por vez prime-ra en marzo de 1812 se establece la necesidad de la representación de la campañaen las elecciones para una de las primeras asambleas del período.13 Pero, hastadonde sabemos, en las dos experiencias asambleístas de 1812, esa representa-ción de la campaña no se hizo efectiva.

Será en realidad durante la más “revolucionaria” de esas asambleas –la conoci-da como “Asamblea del año 13”– cuando por vez primera –y a través de los electo-res del cabildo de Luján, el único existente en la campaña de Buenos Aires– queuna parte de la opinión de los vecinos de los pueblos rurales se haga sentir. Enefecto, en enero de 1813 se reúnen en Luján los electores locales, más aquelloselegidos en los seis pueblos que en ese entonces dependían del cabildo lujanense.14

No sabemos cómo se realizaron en cada uno de esos pueblos las elecciones prima-rias, pero el reglamento de 24 de octubre de 1812, al referirse al cuerpo electoral,habla de “todos los vecinos libres y patriotas” quienes nombrarían “un elector apluralidad de votos”.15 Es decir, las asambleas primarias estarían compuestas detodos los hombres libres “y patriotas” –o sea, los que conocidamente apoyasen elproceso revolucionario–16 y ellas nombrarían a su elector. En este caso, segúnsurge de los documentos del archivo de Luján, el representante electo por SanAntonio de Areco fue su cura párroco, Gregorio José Gómez; éste, al decir deldocumento, representa a “los vecinos de su pueblo y Hacendados del distrito desu comprensión”,17 lo que estaría mostrando que no sólo los que viven en elpoblado han participado, sino también una parte de los vecinos rurales. Se suponeque ha habido para ello una reunión pública con participación de esos vecinos yésta es la primera reunión de ese tipo de que tengamos conocimiento para Areco.Finalmente, el 16 de enero de 1813 todos los electores más los miembros delcabildo de Luján se reúnen –se les leen allí las instrucciones de octubre de 1812–

13 Artículo 2º de las adiciones al reglamento de la asamblea, Buenos Aires, 9/3/1812: “Los veci-nos de la Campaña con las calidades requisitas, tienen derecho à ser electores y electos en laAsamblea, del mismo modo qe. los de esta Capital y demas Pueblos delas Provas. Unidas con talque puedan asistir pa. el tiempo de la apertura”, en Archivo General de la Nación, Buenos Aires [enadelante AGN], sala X-6-6-1.

14 Estos eran los de Pilar, Cañada de la Cruz, San Antonio de Areco, Fortín de Areco, Navarro yGuardia de Luján, ver Archivo Histórico “Estanislao Zeballos”, Luján [en adelante AHEZ], Actas delCabildo de Luján, 1813, acta del 11/1/1813.

15 AGN-X-3-8-8.16 Una comunicación del alcalde del Fortín de Areco al cabildo de Luján de marzo de 1815, consulta

acerca de la inclusión o no de los europeos (“españoles europeos”) entre los votantes, ver AHEZ,Juzgado de paz, caja 1.

17 AHEZ, Actas del Cabildo de Luján, 1813, acta del 15/1/1813.

Page 48: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

54 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

y esta pequeña asamblea, llamada “congreso de electores”,18 elige al cura párrocode Luján (y miembro de la elite porteña), Francisco Argerich, como diputado.19

Termina así esta primera experiencia electoral en la campaña.La segunda y ya mucho más relevante, es la ocurrida en 1815; ahora tene-

mos un poco más de datos sobre Areco.20 Esta elección era nuevamente de tipoindirecto, pues se debían escoger los electores que procederían a su vez a ele-gir los diputados del Congreso de Tucumán.21 En 1815, Areco votaba en la mis-ma sección electoral que Arrecifes, Pergamino y Salto, siendo Arrecifes lacabecera de esa sección.22

El 29 de julio de 1815 se abre en Arrecifes el “Arca” que contenía las bole-tas eleccionarias de Areco. Don Manuel Antonio Vicenter –sería más tarde Al-calde ordinario del cabildo de Luján y tendrá, como veremos, actuación poste-rior relevante en Areco como juez de paz– contaba con 217 votos; don MarianoMartínez (miembro de una extendida familia de notables relacionada con el ante-rior y que aparecerá en forma repetida a lo largo de este texto)23 poseía cuatrovotos; dos votos don Pedro Pablo Genes –su hija emparentaría con los Martínez–. Los vecinos restantes, don Carlos Casco y don Felipe Lima (contaban con un voto) ydon Ramón Martínez (con dos sufragios), son también conspicuos miembros de lanotabilidad local, siendo todos parientes entre sí, formando parte así mismo de lared de los Martínez. Mariano Galeano, otro vecino relevante del pago, obtuvo tam-bién un voto. Finalmente, el 1° de agosto de ese mismo año, los responsables de lasección electoral, nombran al cura de Arrecifes, Juan Josef Dupuy y al menciona-do vecino de Areco, Manuel Antonio Vicenter, como electores de los distritos deAreco, Pergamino, Salto y Arrecifes. Este nombramiento fue objeto de una opciónmuy particular en la cual se sopesó la “calidad” de algunos de los votantes paratomar la decisión final respecto a los electores seleccionados.24

Breves reflexiones a la vista de estos pocos datos. Primero, el número devotantes ya parece bastante alto –pero, como se verá, está lejos de las cifras pos-teriores– y en segundo lugar, el “carácter unanimista” de la elección es menos

18 Comunicación del “presidente” del cabildo al poder ejecutivo, Luján, 16/1/1813, AGN-X-3-8-8.19 AHEZ, Actas del Cabildo de Luján, 1813, acta del 16/1/1813.20 Ver Sesiones de la junta electoral de Buenos Aires (1815-1820), Documentos para la Historia

Argentina, Facultad de Filosofía y Letras, tomo VIII, Buenos Aires, 1917.21 Remitimos a Chiaramonte, J.C., “Vieja y nueva representación...”, que analiza estas elecciones.22 No sabemos muy bien cómo estaban delimitadas las jurisdicciones, pero todo hace suponer que

Areco incluía también en esta ocasión al Fortín de Areco (recordemos que en 1815, Areco Arriba tenía926 habitantes, San Antonio de Areco 1.605, y el Fortín 526 habitantes, según AGN-IX-8-10-4).

23 Nos hemos ocupado de ellos en “Los Martínez: la complejidad de las lealtades políticas de una redfamiliar en el Areco rosista”, en Poder, conflicto y relaciones sociales..., op. cit.

24 Ver Chiaramonte, J. C., “Vieja y nueva representación...”, op. cit., y Ternavasio, M., La revolu-ción del voto, p. 50.

Page 49: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

55ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

marcado que en las elecciones posteriores y si bien es evidente que ha habido unaclara concertación en el pueblo respecto al nombre de Manuel Antonio Vicenter,unos once electores consideraron que se hallaban en libertad de preferir otros nom-bres. Y tampoco es de despreciar al hecho de que todos los candidatos sean “laicos”–la presencia de curas párrocos o vicepárrocos entre los elegidos en otros distritoses bien perceptible– y miembros sin excepción de la pequeña elite de notables deAreco (casi todos ligados a la ya mencionada red familiar de los Martínez). Señale-mos que en el cercano pueblo de San Nicolás de los Arroyos, otra votación realizadaese mismo año para decidir sobre la renuncia de uno de los diputados electos, dalugar a una reñida elección en la que participan 10 candidatos, obteniendo los prime-ros tres 134, 56 y 49 votos, respectivamente. Habiendo votado 331 personas, sobreun total de 2.560 habitantes.25 Si contabilizamos sólo los varones mayores de 25años (sin incluir a los esclavos), únicos habilitados para votar según el Estatuto de1815,26 los porcentajes de participación son del 37% del padrón potencial para lajurisdicción de Areco y alcanzan a un alto 80% para San Nicolás.27 Es decir, estasprimeras elecciones de los pueblos de la campaña muestran ya un grado apreciablede participación en relación al padrón respectivo.

Pero, antes de continuar con las elecciones posteriores a 1820 (cuando los cam-bios en el cuerpo electoral se harán evidentes), veamos de qué hablamos cuando nosreferimos a San Antonio de Areco y a su entorno rural.

3. SAN ANTONIO DE ARECO Y SU HINTERLAND AGRARIO

El pueblo de San Antonio de Areco está situado al norte de la campaña deBuenos Aires, en la zona de “vieja colonización”, es decir, aquella que comenzó aser poblada desde fines del siglo XVII. Como se puede comprobar en el cuadro,después de poseer tasas de crecimiento muy altas (4,4% anual entre 1726 y 1744)y perfectamente comparables al conjunto de la campaña –que sigue creciendo a

25 AGN-IX-19-6-8, fjs. 862-863 y 865-865 vta.; San Nicolás contaba con 1.241 hombres y 1.315 mujeres,ver AGN-IX-8-10-4.

26 “Todo hombre libre, siempre que haya nacido y resida en el territorio del Estado es Ciudadano, perono entrara al exercicio de este derecho, hasta que haya cumplido 25 años o sea emancipado”, art. II, cap.III, del Estatuto Provisional de 1815, en Galletti, A., Historia constitucional argentina, tomo I, LibreríaEditora Platense, La Plata, 1987, p. 597.

27 Según los censos de 1813 y 1815, hay 611 varones libres de 25 años para arriba en Areco, ArecoArriba y Fortín de Areco; en San Nicolás hay 415 varones de esos grupos de edad, ver AGN-X-7-2-4y AGN-IX-8-10-4.

Page 50: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

56 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

ritmos superiores al 3% anual– la población de Areco se estanca. La razón esevidente: la relativa oferta de tierras fértiles está ya cerrada en 1813 y sólo en lasección conocida como “Areco Arriba” quedan todavía algunas áreas libres. Encambio, en el resto de la campaña el crecimiento demográfico seguirá acompa-ñando la progresiva expansión de la frontera. Ya en el comienzo del siglo XIX,hay otro aspecto a señalar: el relativo equilibro de la tasa de masculinidad, conuna cifra de 110 varones cada 100 mujeres en 1813.

Población de San Antonio de Areco y de la campaña de Buenos Aires: 1726-1854

Año Areco Campaña

1726 546

1744 1.266 6033

1778 12.925

1813 1.607

1815 1.605 41.168

1838 1.667 88.2321854 2.030 180.257

Ahora bien, ¿de qué vive esa población rural? Según los censos de 1813 y1815, ésta presenta un perfil similar al del resto de la campaña en el área devieja colonización, es decir, nos hallamos con un número mayoritario de la-bradores y pastores de ganado que trabajan con mano de obra familiar.28 Segúnesos datos, tenemos en 1813, 86 UC de labradores y 84 UC de estancieros yhacendados; la mayoría de estas UC cuenta con mano de obra familiar y ex-cepcionalmente, uno o dos dependientes –libres o esclavos–. Un 14% de lapoblación está constituido por trabajadores dependientes (peones, jornalerosy esclavos varones); un puñado de ellos se halla laborando con los 13 comer-ciantes y pulperos que tiene el poblado; si los descontamos, descubrimos quehay apenas 1,2 dependientes por unidad agraria. Al lado de las unidades do-mésticas campesinas, también encontramos unas pocas grandes estancias queocupan así mismo esclavos y jornaleros.

En los censos de 1836 y 1838 este cuadro se repite29 –con una presenciaahora menor de los labradores por efecto de la crisis de la agricultura–. La mayor

28 AGN-X-7-2-4 y AGN-IX-8-10-4.29 AGN-X-25-2-4 y AGN-X-25-6-2.

Page 51: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

57ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

parte de las 123 unidades domésticas rurales que contabilizan esos censos si-guen perteneciendo a los pequeños y medianos pastores de ganado (vacuno y ovi-no) y a los labradores. Y continúa existiendo un grupo de grandes estancias conjornaleros y peones –los esclavos son ya escasos por efecto de la ley de Liber-tad de Vientres de 1813–. De todos modos, si en 1813 y 1815 los jornaleros yesclavos eran un 14% de la población total, en 1836, los jornaleros han descen-dido al 10,6% y es probable que hayan vuelto a crecer un poco en 1838 (los datoscensales no permiten hacer este cálculo en esa fecha). Como ocurre en el restode la campaña, la mayor parte de estos jornaleros son migrantes del Interior y elLitoral. En 1854, este crecimiento de los trabajadores dependientes se confir-ma: hay un 16% sobre el total de la población de ese año. Para esa misma fecha,tenemos 94 individuos (no se trata ahora de UC pues los datos del RegistroEstadístico30 están ordenados de otro modo) que son propietarios rurales y otros86 que son arrendatarios. De estos individuos, 151 son ganaderos (se trata aquí,en gran parte, de propietarios y arrendatarios orientados a la cría del lanar) y 33se dedican a la agricultura31 –confirmando la notable disminución de la actividadagrícola en esos años para Areco.

Sea como fuere y pese a los diversos criterios censales, si quisiésemos es-bozar a partir de estos datos –bastante pobres, por cierto– una aproximación a laestructura productiva del área, veríamos que hay una mayoría de pastores y la-bradores que se apoyan fundamentalmente en la fuerza de trabajo familiar, frentea una minoría de hacendados. Lamentablemente, la falta de otras fuentes nosimpide poseer más datos y comparar más profundamente con otros estudiosregionales recientes, pero, es indudable que este cuadro es similar al que nospresentan esos estudios.32 Además, la relación entre el peso predominante de laproducción familiar y la de los trabajadores dependientes es también semejante ala que nos muestran esos mismos trabajos. Este es un mundo de campesinos pas-tores y labradores, salpicado con un puñado de hacendados en varias estanciasmedianas y, excepcionalmente, dos o tres “grandes”.33

30 Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires, segunda época, números 3 y 4, Imprenta delOrden, Buenos Aires, 1855, tabla décima.

31 Hay incongruencia en los datos de la fuente, pues los totales no coinciden, siendo 180 en el primercaso y 184 en el segundo.

32 Ver un estado de la cuestión en Garavaglia, J.C. y Gelman, J., “ Mucha tierra y poca gente : un nuevobalance historiográfico de la historia rural platense (1750-1850)”, Historia Agraria , 15, Seminario deHistoria Agraria, Universidad de Murcia, 1998, pp. 29-50. La abundante producción posterior no hahecho más que confirmar esta visión.

33 Entrecomillamos porque, en este marco regional, una “estancia grande” alcanza muy raramentelas 10.000 hectáreas; un gran establecimiento como “La Porteña” de los Guerrico, poseía en 1856 untotal de 9.670 ha. [Archivo de la Dirección General de Geodesia y Catastro, La Plata, Mensura 10 deSan Antonio de Areco].

Page 52: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

58 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

Otro hecho importante: el peso del poblado en el total. Si bien hay un levedescenso relativo entre 1836 y 1838, el pueblo tiene en esta época una buenaparte de los habitantes del partido y esto se acrecienta hacia fines del rosismo;según los datos de 1854, la mitad de los 2.030 habitantes de Areco vivían en elpueblo.34 Si en 1813 se contabilizaban 13 UC de pulperos y comerciantes (aménde unos pocos artesanos), en 1854 existen 25 comerciantes y 28 artesanos en elpoblado, con varios almacenes, cafés y billares, además de las infaltables pulpe-rías. No le escapará al lector la relevancia de este hecho y su relación con loscambios en las formas de sociabilidad,35 especialmente, si comparamos estascifras con la humilde aldea que nos presentaba Alexander Gillespie, militar in-glés que vivió en San Antonio de Areco en 1806.36

4. LA PRÁCTICA ELECCIONARIA EN ARECO DURANTE EL PERÍODO 1820-1844

El año 1820 verá la caída del poder central en el Río de la Plata y la instau-ración, por más de tres décadas de una confederación de estados provincialesautónomos. Este hecho será acompañado por grandes cambios en el sistema derepresentación en lo que ahora constituye la provincia de Buenos Aires.37 Setrata ahora de elecciones de tipo directo para elegir los miembros la Sala deRepresentantes de la Provincia de Buenos Aires y no, como en los casos ante-riores, indirecto (o sea elección de un elector). En este período, esas eleccio-nes eran el objeto de un seguimiento, elección por elección, por parte de laComisión de Peticiones de la Sala y no olvidemos que las elecciones eran anua-les, dado que el mandato de los representantes duraba sólo un año.38 Gracias a los

34 En efecto, según Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires, cit., el pueblo alberga en esemomento casi el 50% de la población total, pero, estos datos de población no coinciden totalmente conlos del censo de 1854.

35 Sobre esto, cf. Cansanello, C., “De súbditos a ciudadanos. Los pobladores rurales bonaerensesentre el Antiguo Régimen y la modernidad”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y AmericanaDr. E. Ravignani, 3ª serie, N 11, pp. 113-139.

36 Gillespie, A., Buenos Aires y el interior, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986.37 Para un análisis pormenorizado de este momento, remitimos a Ternavasio, M., La revolución del

voto, pp. 54-73.38 Sobre la Comisión de Peticiones, ver los diversos legajos del Archivo Histórico de la Provincia de

Buenos Aires, La Plata [en adelante AHPBA], Sala de Representantes; un ejemplo típico: en 1824 sehace un recuento general de los votos de toda la campaña y la comisión dice que “la pratica de la ley deelecciones apenas mejora en la campaña. De las nueve actas que la comision ha examinado, solo unaencuentra sin reproche: esta es la de los Arrecifes”, en AHPBA 48-4-34, 1824, nº 269.

Page 53: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

59ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

detallados datos de las elecciones de 1825, 1833, 1838 y 1844,39 podremosseguir con mayor precisión el desarrollo de esos cuatro actos electorales en lajurisdicción de San Antonio de Areco (en 1825 el partido formaba parte de laIV Sección de la campaña con Pergamino y Fortín de Areco y desde 1832 eracabecera electoral de la VII Sección electoral, que incluía al Fortín de Areco ya San Andrés de Giles).40

El cuerpo electoral

Segun las leyes en vigor,41 el cuerpo electoral estaba ahora compuesto de todoslos varones mayores de 20 años, tuvieran o no bienes de fortuna (y en la AsambleaConstituyente de 1826 se entabló una discusión muy ardua sobre ese tema en loque respecta a la futura constitución; sólo los “federales doctrinarios”, como Ma-nuel Dorrego y otros, estarán de acuerdo con un sistema tan abierto, bastante inédi-to en el panorama que presentaban en ese entonces las nuevas repúblicas),42 es

39 Los datos de 1825, 1833 y 1838 ha sido tomados de AGN-X-30-7-7; las elecciones de 1844 enAHPBA 48-5-60, 1844.

40 En 1825, los partidos de Arrecifes, Pergamino, Rojas, Salto, Areco Arriba, San Antonio de Arecoy Fortín de Areco formaban parte de la misma sección, AHPBA 48-4-40, 1825, nº 17. Los cambios dejurisdicción de 1832, en AHPBA 48-5-48, 1832, nº 10 y 14. En 1833 y 1838, el juez de paz de Arecofungía como presidente de la mesa central de la VII Sección electoral, AGN-X-30-7-7. Esta jurisdiccióneleccionaria duraría hasta después de 1852.

41 El artículo 2 de la ley electoral del 14 de agosto de 1821 dice “Todo hombre libre , natural del país oavencidado en él, desde la edad de 20 años y antes si fuera emancipado, será hábil para elegir”, verRecopilación de la Leyes y Decretos promulgados en Buenos Aires desde el 25 de mayo de 1810 hastafin de diciembre de 1835, Buenos Aires, 1835, p. 173.

42 Ver Medrano, S. W., “Los aspectos sociales en el debate sobre la ciudadanía en 1826”, en Revistadel Instituto de Historia del derecho, 5, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Buenos Aires, 1953.Hay que señalar que en 1824, una Comisión Especial ad hoc de la Sala recuerda que la disposición dela ley de 1821 que dice “Todo hombre libre , natural del país o avencidado en él, desde la edad de 20 añosy antes si fuera emancipado, será hábil para elegir”; “Y esta amplitud ha hecho tomar parte en nuestroscomicios publicos a toda clase de hombres que tubiesen solo la calidad de libre, natural del pais oavecindado en él, mas la comision observa que las circunstancias actuales del dia... no permiten conti-nuar en esta franqueza pa. la gravisima, importante y delicada nominacion de diputados a congreso, muydistinta y de superior consideracion y responsavilidades à la de diputados de provincia, mucho mascuando la experiencia ha mostrado que la liberalidad de dicho articulo no ha sido la mas a proposito parael acierto de las elecciones, ni la mas aceptable en el concepto publico. Cree por esto la comisionproponer a VH qe. quedando el articulo 4to. del proyecto en los terminos en que esta concebido [el quedecía que las elecciones debían hacerse en arreglo a la ley de 1821] se inserte un quinto en los siguientes‘Solo podran votar los Españoles Europeos que tengan carta de ciudadano’...”, AHPBA 48-4-34, 1824,nº 251. Para un contemporáneo como Esteban Echeverría, este sistema electoral abierto constituye unade las causas de la anarquía y propone claramente un sistema censitario (aunque moderado), ver Ojeada

Page 54: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

60 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

decir, los “ciudadanos pasivos”43 serán únicamente los esclavos (y las mujeres,obviamente). Pero, ¿se cumplía efectivamente esta norma? Como es de imaginar,la pregunta está lejos de ser retórica y tiene una importancia muy grande paracomprender el fenómeno electoral en sí mismo y para captarlo como elementode sociabilidad en el marco de la vida del pueblo en esos años.

En 1825 hay 327 votantes y el escribiente se ocupó de anotar los “dones”,siendo éstos un 14,4% del total. No sorprende hallar la notabilidad local en estereducido grupo; decimos “reducido”, pues se trata de un uso del “don” muchomás restrictivo que el aplicado en gran parte de los censos de los años 1813/1816; esta forma de utilizarla nos remite a su uso habitual en los censos colo-niales. De todos modos, es evidente que hay “pardos” y “mulatos” que participanen la votación, pues al menos en dos casos hemos podido localizarlos,44 pero, lafalta de otro censo cercano nos impide decir mucho más acerca del cuerpo electo-ral en esta votación. En 1833, los votantes han descendido a 30345 y ese descen-so debe estar en relación con la gran sequía de los años 1828/1832 y sus efectossobre la población de la campaña. El uso del “don” es ahora muy poco útil, puesse lo atribuye a unos pocos nombres iniciales y se abandona su uso después de lasprimeras líneas, quizás por cansancio del escribiente. Nuevamente aparecen aquíalgunos pardos entre los votantes (al menos en cuatro ocasiones, según los datosde población del censo de 1838).

En el caso de la elección de 1838, el hecho de contar con el censo realizadoese mismo año nos permitirá un conocimiento bastante profundizado del cuerpoelectoral arequense en esos tiempos difíciles del rosismo (ya ha comenzado elbloqueo francés, se ha disparado la inflación, hay guerra con la ConfederaciónPeruano-Boliviana y los rumores de conspiración en Buenos Aires tornan el climacada día más pesado). Votan en esta elección unos 359 individuos. Vimos que lapoblación de la jurisdicción46 es de 1.667 habitantes según el censo de ese mismoaño y si aplicáramos una tasa de masculinidad de 110 –ésta es la de 1813, último

retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 37 [1846] en Dogma Socialistade la Asociación de Mayo, Perrot, Buenos Aires, 1958; algunos comentarios sobre este sistema electo-ral, bastante excepcional en el panorama iberoamericano del período, en González Bernaldo, P., Civilitéet politique..., cit. y Ternavasio, M., La revolución del voto , pp. 75-98.

43 Sobre este concepto, ver Rosanvallon, P., Le sacre du citoyen. Histoire du suffrage universel enFrance, Gallimard, París, 1992, pp. 142-144.

44 Se trata de dos individuos de esa condición étnica que hemos podido ubicar en el padrón de 1838.45 Hay un pequeño error en el conteo de la fuente que da un total de 301. 46 ¿Estamos realmente seguros de que ambas fuentes (censo y actas eleccionarias) cubren idénticas

jurisdicciones? No podemos asegurarlo, pero nos parece plausible.

Page 55: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

61ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

censo con datos diferenciados por sexo– habría en ese entonces unos 917 varo-nes. Ahora, si aplicamos el mismo porcentaje que tenemos de Areco en 1813para los varones mayores de 20 años,47 tendríamos un cuerpo electoral potencialde ca. 462 varones. Es decir, si han votado 359 hombres, lo ha hecho algo más detres de cada cuatro varones en edad y aptitud de votar.48 Lo que no está nada mal ysupera bastante las posteriores cifras conocidas para Buenos Aires49 y hasta lascontemporáneas europeas y norteamericana.50 Es sabido de todos modos que laexperiencia electoral de América ibérica fue desde sus inicios mucho más am-plia que la europea en este sentido.51

Pero, la relación nominal de todos los votantes comparada con los nombresde cabezas de familia del censo de 1838, nos permite profundizar un poco máseste aspecto capital del problema. Veamos. Si comparamos todas las unidadescensales [UC]52 observamos que hay 81 nombres de votantes que no pertenecena ningunos de los apellidos de las familias censadas en el partido.53

47 Ese año hay 426 varones de 20 años para arriba sobre un total de 844 individuos.48 Señalemos que no sabemos exactamente cuántos esclavos hay todavía en Areco –conocemos la

cantidad total de pardos y mulatos, pero no se hallan discriminados los esclavos– por ello, decimos “algomás de tres de cada cuatro varones”, pues los esclavos no están legalmente habilitados para votar.

49 Ver H. Sabato y E. Palti, “Práctica y Teoría del sufragio, 1850-1880”, Desarrollo Económico, vol. 30n. 119, oct-dic. 1990.

50 En Francia en 1840, vota un varón de cada cinco, ver Charle, Ch., Histoire sociale de la France auXIXe siècle, Editions du Seuil, París, 1991. Pero, hay que recordar que la Revolución había instauradorealmente un sufragio “cuasi universal” masculino y es durante la Restauración que se establece el sistemacensitario (cf. Rosanvallon, P., Le sacre du citoyen, op. cit.). En Inglaterra en 1824 votaban 487 mil personassobre 24 millones de habitantes y en los Estados Unidos 350 mil sobre una población que no llegaba a los10 millones. Pero, los cambios serán bastante rápidos en estos años, pues en Inglaterra se reforma la leyelectoral en 1832 [Reformbill Act de 1832] y los electores llegan a ser unos 800 mil y en Estados Unidos, seamplía considerablemente el cuerpo electoral, pues votan más de 2,7 millones sobre 17 millones en laelección presidencial de 1848 (ver Dreyfus, F., L’invention de la bureaucratie. Servir l’Etat en France enGrande Bretagne et aux Etats Unis, Editions de la Découverte, Paris, 2000). En España en 1834 estabanhabilitados para votar sólo 16.000 varones sobre una población total superior a los 12 millones de habitan-tes (Artola, M., La burguesía revolucionaria (1808-1869), Alianza Universidad, Madrid, 1973).

51 Consultar Annino, Historia de las elecciones; Sabato Ciudadanía política; Posada Carbó, E.,Elections before Democracy; Ternavasio, M., La revolución del voto.

52 El censo indica algunas UC que son, en algunos casos, habitaciones en el poblado y en otros,unidades productivas agrarias y señalemos que hay 11 nombres de jefes de familia repetidos –se trata eneste caso de personas que poseen casas en el pueblo y estancias en sus alrededores.

53 Para comprender esto, hay que recordar que el censo está realizado a partir de los jefes de familia,es decir, cada UC está encabezada por el(la) jefe(a) de familia, el resto de los integrantes de la UC noaparece con su nombre y apellido.

Page 56: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

62 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

Podemos saber más sobre algunos de ellos gracias a nuestro conocimientode otras fuentes sobre Areco, pues entre éstos hallamos a Domingo Fresero, quienfungía entonces como maestro de primeras letras, a varios jóvenes que integra-rían más tarde la elite, pero que son recién llegados al pueblo como los dos Lanussey Sabatté, a Tomás Machado –que viviría muy probablemente con su cuñado, Pa-tricio Arriaga, etc.–. Pero, la gran mayoría de esa lista está compuesta por losapellidos típicos de los migrantes del Interior que tanta relevancia tuvieron des-de el inicio mismo de la ocupación de este territorio, allá por los años veinte delsiglo XVIII.54 Y en no pocos casos (exactamente en 22 de ellos) estos hombresya han votado también en algunas de las elecciones precedentes, es decir, se ha-llan en el pueblo desde al menos 1833 –e incluso, desde 1825–. Obviamente,éstos son tanto los “agregados”, como los peones y jornaleros que trabajan en lasestancias y las chacras de Areco en esos años. Si descontamos ahora los escasosnombres de esos individuos que sabemos que no son jornaleros, agregados o peo-nes (los pocos mencionados en el texto un poco más arriba: Fresero, Lanusse,Sabatté, Machado, etc.) tenemos así que el 20% de los votantes estaría compues-to por “agregados” y sobre todo, por peones y jornaleros.55 La existencia en 1838de votantes “nuevos” en esta categoría laboral –es decir, que no lo han hecho en1833– nos muestra la persistencia de este tipo de migraciones. Además, todoslos pardos o mulatos que estaban domiciliados en la jurisdicción y eran cabeza defamilia (en Areco se trataba en su mayoría en su mayoría de chacareros y quinterosque vivían en los alrededores del pueblo), votan en 1838, salvo el caso de uno,que habiendo ya votado en 1833, suponemos que consideró quizás que su edadavanzada lo eximía de la obligación de hacerlo en 1838.

Así mismo, hay unos pocos vecinos “domiciliados”56 según los datos censales,que no han votado (hemos contado una veintena de éstos), pero, en algunos casos,ya lo han hecho en 1833 y 1825 y es probable entonces que se trate nuevamentede hombres ancianos que no se sintiesen moralmente obligados a votar. En otroscasos, como es el de Alvaro de la Riestra,57 es obvio que éste debe votar en

54 Nos encontramos así con los Coronel, Almada, Herrera, Maciel, Cornejo, Covián, Avallay, Fonse-ca, Fretes, etc.

55 Recuérdese que los censos nos daban entre un 10% y un 12% de jornaleros y peones y que en1854 había ya un 16% de éstos.

56 Sobre este concepto de “domiciliados”, ver Cansanello, C., “Domiciliarios y transeúntes enel proceso de formación estatal bonaerense (1820-1832)”, Buenos Aires, Entrepasados, IV, 6,1994, pp. 7-22.

57 Se trata de un inmigrante asturiano, propietario de la estancia “La Porteña” –que sería vendi-da a los Guerrico en 1850– casado con una Martínez, de la familia más importante de esos años en lanotabilidad local.

Page 57: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

63ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

Buenos Aires; en este sentido, también es notable que un hombre como PlácidoGuerrico lo haga en Areco, al igual que José Antonio Terry (padre del economistadel mismo nombre que actuaría años más tarde en Buenos Aires). Esto nos indicaya formas de sociabilidad diversas en estos hombres que pertenecen a la elite porte-ña, es decir, a la elite que se extiende más allá de los límites del pueblo. Otro hechointeresante: varios extranjeros, como el ya mencionado Alvaro de la Riestra, Caye-tano Calvo –un español que había llegado en la década del 1810–, Patricio Islas,irlandés, o Tomás Taylor –inglés o irlandés– votan en las elecciones (al igual quelos dos Lanusse y Sabatté, que también son extranjeros).58 Esto es congruente conla ley electoral de 1821 (se trata de individuos “avecindados” como dice el artículo2 de la ley), pero, debe ser señalado pues nos indica de qué modo el acto elecciona-rio es considerado un rito cívico que confirma derechos ciudadanos.

En una palabra, el cuerpo electoral de Areco en esos años abarca la gran mayo-ría de los varones adultos residentes (es decir, incluso, va bastante más allá de esacategoría que Carlos Cansanello ha llamado “los vecinos domiciliados”) sin distin-ción notable de grupos sociales, adscripción étnica o categorías laborales, alcan-zando el total de los votantes efectivos cifras bastante altas en relación al cuerpoelectoral legalmente habilitado (Tulio Halperin Donghi llamará a este sistema “su-fragio casi universal” y comprobamos que la fórmula es más que certera). La elec-ción es entonces un rito cívico en el que participan claramente la mayor parte delos varones mayores de edad del pueblo y de su hinterland rural. Es, si se nospermite la fórmula, el acto público más evidente –pero, obviamente, no el único–que expresa la pertenencia política en tanto ciudadano en esos años.

En el caso de la elección de 1844, el hecho más destacado es la desaparicióncasi total de los opositores y los federales “tibios” del cuerpo electoral. Para en-tender lo que ha ocurrido es necesario evocar brevemente los hechos sucedidos enel pueblo en los años 1839/1840, que hemos tratado extensamente en otros traba-jos.59 Después del paso del general Lavalle por Areco a la vuelta de su frustradoataque a Buenos Aires a mediados de septiembre de 1840, el pueblo será escenariode los embargos a los opositores (unos 50 opositores serían embargados en

58 Jean y Philippe Lanusse eran originarios del Béarn, llegaron probablemente al Río de la Plata enlos años veinte o en los inicios de los treinta y habían esposado a dos hermanas Fernández, hijas deJosé Fernández, vecino de Areco; Joseph Sabatté era también bearnés y sería socio de uno de losLanusse; cf., Miguel R. Lanusse Los Lanusse. Más de 150 años de historia argentina, Sudamericana,Buenos Aires, 1991.

59 Ver “Escenas de la vida política en la campaña: San Antonio de Areco en una crisis del rosismo(1839/1840)”, Poder, conflicto y relaciones sociales..., op. cit., pp. 157-183 y “Los Martínez: la comple-jidad de las lealtades políticas de una red familiar en el Areco rosista”, en ibídem, pp. 189-201.

Page 58: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

64 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

Areco,60 aun cuando no todos ellos eran vecinos del pueblo y esta ola de embar-gos es una de las más graves, en lo que hace a sus consecuencias económicas, encomparación con otros pueblos de la provincia) y una decena de estos opositoresterminarían incluso en prisión; muchos de ellos buscarían refugio posteriormen-te en la Banda Oriental. Y bien, en la lista electoral de 1844, sólo tres, comomáximo, de la lista de los embargados en 1840, votan ese año (hay entre losembargados apellidos muy comunes en la campaña y de ello deriva nuestra dudaen relación a su número exacto). Es decir, los notables de Areco –y en especial,los miembros de la familia Martínez– han sido literalmente borrados de la esce-na pública, aun cuando es probable que algunos siguieran viviendo en el poblado.Pero, pese a ello, el cuerpo electoral ha crecido a ojos vista, pues hubo 436votantes en 1844 (el juez da un número aún superior, de 442 votantes, en su in-forme final al cierre de la mesa). Este crecimiento es bastante sorprendente,visto que la evolución demográfica del pueblo no será excesivamente dinámicaentre 1838 y 1854, pues si teníamos 1.667 habitantes en 1838, llegamos a los2.030 en 1854, pero, está plenamente confirmado por los datos de ese últimoaño, pues según el Registro Estadístico hay en Areco 434 “ciudadanos”. Y alparecer, gran parte de los nuevos votantes de 1844 está constituida por jóvenesmigrantes, pues hemos podido identificar con relativa certeza a unos 87 apelli-dos que podemos considerar “típicos” de estos jóvenes llegados del Interior y elLitoral.61 Si esta operación fuera correcta (y tenemos una certeza suficiente comopara tomarla como un hipótesis valedera) ello podría querer decir que ha crecido lacantidad de peones y jornaleros con que cuentan las estancias y chacras de Areco.¿Es ésta en parte una consecuencia indirecta de los embargos? Sabemos que en po-cos lugares de la campaña de Buenos Aires fue tan golpeada la elite local de propieta-rios: el 56% de ellos fueron embargados y esto afectó al 42% del capital sometido alpago de la contribución directa en la jurisdicción de Areco, según los datos de Gelmany Schroeder del trabajo citado.62 Probablemente –y esto también es sólo una hipóte-sis– muchas de estas unidades productivas embargadas, al ser administradas di-rectamente por el juez de paz, albergan ahora una cantidad más alta de trabajadores

60 Debo agradecer a Jorge Gelman y a Daniel Santilli el haberme facilitado una copia de la lista máscompleta que tenemos de esos embargos; sobre las consecuencias en la provincia de este hecho, cf.Jorge Gelman y María Inés Schroeder “Juan Manuel de Rosas contra los estancieros: los embargos alos ‘unitarios’ de la campaña de Buenos Aires”, Hispanic American Historical Review, 83 (3), DukeUniversity Press, 2003.

61 Hemos tomado en cuenta exclusivamente los apellidos de ese origen que no aparecen en laslistas electorales de los años precedentes, es decir, se trata de migrantes que han llegado al menosdespués de 1838.

62 Gelman y Schroeder “Juan Manuel de Rosas contra los estancieros: ...”, op. cit.

Page 59: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

65ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

que cuando estaban en manos de sus propietarios. Y por supuesto, no deberíaentonces extrañarnos la presencia de estos hombres como votantes, ya que hasido contratados por el juez o sus acólitos y a quienes deben fidelidad.

El acto eleccionario

Veamos ahora cómo se organizaban los actos eleccionarios. Gracias a la de-tallada información para estas elecciones de 1825 a 1844 podemos saber bastan-te sobre este aspecto.

El 18 de diciembre de 1825 se reúne en “la casa del juzgado”, el juez de paz,como presidente de la mesa electoral, un alcalde de barrio y seis tenientes de alcal-de, más “un número competente de vecinos” para proceder a realizar la Asambleaelectoral y elegir los miembros de la mesa escrutadora.63 Don Patricio Arriaga(cabeza de los unitarios locales,64 que sería encarcelado junto con su hijo y sucuñado en septiembre de 1840, moriría poco después en circunstancias desco-nocidas, es decir, no sabemos si fue ajusticiado) era entonces el juez de paz y entrelos miembros de la mesa escrutadora se hallarían dos hombres que tendrían di-verso itinerario en el futuro: el unitario Patricio Islas, un irlandés estrechamenteligado a Arriaga,65 que se uniría a Lavalle en 1840, y Jacinto Bogarín, un hombre

63 Transcribimos el documento, que se encuentra en AGN-X-30-7-7: “Reunidos el Juez de Paz,Presidente, el Alcalde de Barrio D. Atanacio de la Cruz Sosa y los Tenientes, D. Pasqual Rodriguez, D.Ignacio Casas, D. Juan Grego. Carrasco, D. Celedonio Fernandez, D. Dámaso Flores y D. RemigioGomez y un numero competente de vecinos en el Pueblo de S. Antonio de Areco, en la casa delJuzgado, hoy diez y ocho de Diziembre se procedio con arreglo a la Ley de Elecciones a hacer laapertura de la Asamblea y al nombramiento de los quatro escrutadores de la mesa Electoral qe. previe-ne el arto. nueve de la citada ley, resultando electos para dho. cargo, D. Eduardo Durand, D. JacintoBogarin, D. Fernando Hernandez y D. Patricio Islas. Acto continuo el Presidente recibio a los expresa-dos individuos el juramento... y en su consequencia procedio a darles posecion de su cargo, pa. ladevida constancia se extiende la presente firmada pr. el Presidente y los individuos de la mesa”. Estafórmula, con algunos cambios que señalaremos, se repite en casi todos los casos.

64 El juez de paz interino, Hermógenes Martínez, en su informe de 1831 sobre las opiniones politicasde los vecinos más importantes, es lapidario con Arriaga: “Unitario empedernido, natural de Buens.Ays...tiene una estanzuela en el Partido de Baradero... y su casita en el citado Pueblo donde reside, esdedicado a la bebida... ha sido Juez de Paz en años anteriores; ha sido Capitán de la Compañía deinfantería de Milicia actiba de este pueblo habiendo sido destituído de su empleo hace poco tiempo;es en extremo hablador...”, AGN-X-21-5-7.

65 Veamos cómo lo describe Hermógenes Martínez: “Unitario malo, Ingles de nacimnto. casado... ha sidoAlcalde de Barrio en años anteriores, despues alferes de la compañía de Milicia de infanteria de estepueblo... [tiene] un puesto con un poco de ganado ...en el Partido de Baradero, a sido despojado delempleo ase poco... siempre está reunido con el anterior...”, AGN-X-21-5-7; moriría degollado por Oribedespués de la batalla de Quebracho Herrado en noviembre de 1840.

Page 60: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

66 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

que sería juez de paz en el crucial año de 182866 y formaría parte más tarde delnúcleo selecto de los federales duros en el largo período de la judicatura de TiburcioLima en Areco.67 Todos los integrantes de la mesa llevan el “don” –tanto en el do-cumento inicial, como en el acto eleccionario mismo– que indicaba, como ya vi-mos, un claro sentido de pertenencia a la elite de notables del pueblo. A las cuatrode la tarde se cierra el registro, después de hacer constar la votación de los 327participantes y de anotar los nombres de la lista ganadora –¡unánimemente votada,por supuesto!– Como vemos, la constitución de la mesa, es una expresión evi-dente de lo que llamaríamos el grupo “ministerial” o del Partido del Orden en elpueblo –dejando de lado a Bogarín, que tendría una clara evolución hacia los fe-derales “netos” más tarde–. Se trata en general, de un grupo de vecinos cuya rela-ción con las actividades agropecuarias es bastante desdibujada, si bien algunos deellos son medianos o pequeños propietarios agrarios y arrendatarios. Y también,es llamativa la ausencia total del clan de los Martínez en esta mesa electoral.

El 28 de abril de 1833, se reúne en el atrio de la iglesia de San Antonio deAreco la mesa electoral presidida por el juez José Vicente Martínez; la elecciónde los componentes de la mesa escrutadora recaería en un tal José González yen... tres miembros más de la familia del juez de paz: su medio hermano Norberto,su sobrino, Eufemio, el padre de su concuñado, Manuel J. Vicenter –se trata deese mismo que ya conocemos y que había sido elegido en 1815 como representan-te del partido; sería unos años más tarde juez de paz, sucediendo al propio JoséVicente Martínez. Señalemos primero una diferencia respecto al caso precedente:la reunión se hace ahora en el atrio de la iglesia de San Antonio (y no en la casa deljuez)68 –detalle nada despreciable, pues este desplazamiento simbólico de la casadel juez a la iglesia parroquial, es indudablemente un signo de los nuevos (viejos)tiempos del rosismo–.69 Uno podría con justicia preguntarse: ¿es más o menos

66 Jacinto Bogarín, que ocupaba el cargo de juez de paz, quiso enviar los milicianos a defender algobernador Dorrego, pero el ex juez y capitán de las milicias, el ya mencionado Patricio Arriaga, seopuso; en 1831 ha reemplazado a Arriaga en el cargo de capitán de milicias (ver los informes de H.Martínez, AGN-X-21-5-7).

67 Ver “Escenas de la vida política...”, en op. cit. Tiburcio Lima es hijo de Felipe Vidal de Lima (uno deaquellos vecinos que recibieron votos en la elección de 1815 –fue alcalde de la hermandad y después,juez de paz) y casó con la hija de Pedro Pablo Genes, otro de los votados en esa fecha, siendo tambiénVicenter –el elector que resultó elegido en 1815– un pariente político suyo. Ver nuestro trabajo “LosMartínez: la complejidad de las lealtades políticas de una red familiar en el Areco rosista”, en Poder,conflicto y relaciones sociales..., pp. 189-201.

68 Pese a que la fuente de 1825 dice “juzgado”, no existía tal juzgado y se trata, muy probablemente,de la casa del juez Patricio Arriaga.

69 Es notable que este aspecto coincide casi exactamente con las exigencias de la constitución gaditanade 1812, ver Guerra, F.-X., “El soberano y su reino. Reflexiones sobre la génesis del ciudadano enAmérica Latina”, en Ciudadanía política.

Page 61: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

67ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

“público” este ámbito para la elección? En el contexto de la cultura ibérica, ¿puedeconsiderarse o no que el atrio de la iglesia sea un espacio público? Pero, además,del mismo modo que en el caso anterior –en que casi todos los miembros de lamesa eran notables unitarios– ahora pertenecen a los federales tibios y sobre todo,al poderoso clan de los Martínez, verdadero centro de la notabilidad lugareña enese momento. Todos ellos son propietarios, aun cuando no se halla en el grupopresente en la mesa ninguno de los “grandes” propietarios de tierras del partido.

Pero, a propósito de estas elecciones de 1833, en medio de las luchas intesti-nas al grupo federal, luchas que llegaron a un punto evidente de no retorno duranteel gobierno de Balcarce (1832-1833), sabemos que se distribuyeron en los pue-blos listas de candidatos con diversos nombres. Un carta de Vicente González (elcélebre “carancho del Monte”) a Juan Manuel de Rosas lo señala; un párrafo de estacarta merece ser citado integralmente por su estrecha relación con el tema:

Ayer ha tenido lugar en este Pueblo las elecciones el Juez tubo papeletas en que debiannombrarse al Dr. Ugarteche y al Dr. Saenz Peña: el mismo Juez de Paz escrivio dias pasadosal Dr. Masa diciendo qe. le diera direccion en esta parte y Masa me escrivio ami diciendomele digese a Salas, qe. con respecto a los qe. se devian nombrar hiciera lo qe. quisiera, qe. losnombrados por la ciudad no le gustaban y tampoco los de la Campa., qe. el en este caso seretiraba y no tomaba parte alga. Salas me dijo qe. hasiamos le dije qe. repartiera las papeletasqe. la Policia le havia mandado, así lo hizo por medio de los Alcaldes y Tentes. Y al nombrarlos escruatdores [sic] y demas de la mesa, me presente yó en la Sacristia de la Iglesia qe. esdonde se han hecho las eleccions. y al empezar a tomar los votos fui yo el primo. qe. dige doymi voto por el Sr. General dn Juan Manuel de Rosas y el Sr General Dn Angel Pacheco todosme miraron y me preguntaron si ese era el voto qe dava lo ractifique y dije qe si y lo qe loasentaron me sali, pero sucedio qe todos los qe estaban con las papeletas en las manos paraentregar, unos las guardaban y otros las rompian y los qe estaban presentes y fueron biniendodespues, sin qe nadie le advirtiera y les digera nada, todos votaron por Rosas y Pacheco, estanto qe ni con el Juez de Paz ni con nadie havia yo conversado sobre esto, pues este fue ungolpe de mis cavilaciones en ber lo que havia dicho el Dr Maza y al menos qe no se pudieseremediar, qe conozcan lo qe bale el nombre de Rosas y Pacheco en el Monte, pues los mismosforasteros qe ahigan estado presente habran visto qe a nadie se le ha dicho vote V. pr Fulano,los votos han pasado de seiscientos en favor de V. y de Pacheco.70

Como podemos observar, hay aquí un detalle interesante (hay diversas listasimpresas que circulan en la campaña). Ya habían sido utilizadas antes, al menos en

70 Carta a Juan Manuel de Rosas del 29 de abril de 1833, el Celesia, E., Rosas. Aportes para su historia,tomo I, Goncourt, Buenos Aires, 1969, pp. 567-568.

Page 62: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

68 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

183171 y vuelven a aparecer en este momento tan particular de la historia delrosismo –el período que va desde el gobierno de Balcarce a la nueva asunción en1835 de Rosas como gobernador con las “facultades extraordinarias”.72 Hay otrosdatos documentales que hablan de la circulación de folletos y panfletos en la cam-paña.73 Es decir, hay en estos momentos una dura batalla de opinión. Pero, además,la carta nos muestra el peso que podían tener los “grandes electores”, como lo erael caso del coronel Vicente González en Monte, y que podían volcar la opinión delelectorado, incluso sin el auxilio de una presión coercitiva evidente (aun cuando esobvio que el papel de estos hombres en la política local daba a “su voz” un valorsuperlativo). En un envío realizado en 1836 –cuando aún Rosas no se sentía total-mente seguro de su poder– se le dice el juez de Areco:74

[el envío de listas tiene como] objeto de qe. si V. lo cree necesario dirija cada uno de ellas a lapersona que considerase conveniente, bien por ser comandante de compañía [de milicias] ópor cualquiera otra causa qe. pudiera influir al mayor numero de la votación...

Esto muestra nuevamente la importancia relevante que podían tener los “for-madores de opinión” y no casualmente se menciona en primer lugar a los coman-dantes milicianos. Es decir, no hay que confundir la “unanimidad” en el momentode votar, con una opinión unánime, en especial en estos momentos de gran ten-sión política, como es el período 1828/1840.

Pero, volvamos a la constitución de la mesa en los distintos actos electorales.El 2 de diciembre de 1838, el entonces juez don José Vicente Martínez reúne a la

71 Véase el envío de las listas “federales” para las elecciones en abril de 1831, en Archivo del juzgadode paz de San Antonio de Areco, San Antonio de Areco [en adelante AJPSAC], año 1831; también enLuján, en AHEZ, Juzgado de paz, caja 1.

72 Balcarce gobernó hasta noviembre de 1833; le siguió Viamonte que lo hizo hasta octubre del añosiguiente y de allí, hasta la asunción definitiva de Rosas en abril de 1835, gobernó Manuel VicenteMaza. Esos escasos dos años fueron de gran actividad y Rosas realmente vio peligrar su dominiosobre la política local.

73 Rosas tenía la costumbre de difundir las gacetillas de noticias por toda la provincia mediante loscorreos que las leían o las hacían leer en las postas (y probablemente, se repetía esa lectura en laspulperías y en la misa dominical); el lenguaje de estas hojas sueltas impregnaba así rápidamente eldiscurso popular; un ejemplo típico es la gacetilla impresa con motivo de la “conspiración” de los Mazaen septiembre de 1839 y que lleva el título “Noticias que debe comunicar el correo extraordinario de lacarrera de Cuyo en su tránsito”, en Pelliza, M., La dictadura de Rosas, La Cultura Argentina, BuenosAires, s/f, pp. 131-133. En 1840, en ocasión de unas fiestas “federales” en Areco, se queman unas“papeletas celestes” que había distribuido Hermenegildo de la Riestra durante la ocupación del pueblopor parte de Lavalle, ver nuestro trabajo, ya citado, “Escenas de la vida política...”.

74 Envío de las listas al juez de Areco por Manuel Corvalán, Buenos Aires, 23/11/1836, en AJPSAC,año 1836; en 1837, se repite un envío de listas, AJPSAC, año 1837.

Page 63: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

69ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

10 de la mañana en el “pórtico” de la iglesia de San Antonio a sus subalternos y aun buen número de vecinos para nombrar la mesa electoral de esas elecciones.Esta vez, José Vicente –que se hallaba ya en plena evolución hacia un federalismocada vez más tibio– se cuida de no colocar a sus parientes en la mesa como lohabía hecho en 1833, pero, por supuesto, sus integrantes le son hombres fieles yentre ellos se halla su propio escribiente, Angel Brid.75

Es decir que, pese a la unanimidad que reina en estos actos eleccionarios, ladeterminación acerca de la composición de la mesa era importante y escondíamuy probablemente luchas intestinas y agudos conflictos. ¿Por qué, si despuésde todo, nadie “va a sacar los pies del plato” en el momento de votar? La primerarespuesta es evidente: la lucha por el control de la mesa era vital y con ciertafrecuencia, aseguraba el resultado posterior.76 En Colombia se decía “el que es-cruta, elige”. Pero, hay otro elemento importante. Simbólicamente la mesa repre-sentaba mucho y el lento paso de cada uno de los cientos de ciudadanos delantede ella en el momento de expresar su voto –recordemos que en general, el votoera “cantado”– debe adquirir indudablemente un significado muy alto en este ritocívico (imaginemos un poco la escena, en medio de comentarios y no pocas fra-ses de sutil ironía intercambiadas entre el votante, los miembros de la mesa y unpuñado de curiosos, todo en el atrio de la iglesia y muy probablemente, con lapresencia vigilante del cura párroco del pueblo, en este caso, don Feliciano Martínez,¡otro hermano del juez Martínez!). La mesa “preside” ese acto junto con el juez depaz y por lo tanto, el hecho de integrarla otorgaría prestigio y un poder simbólicoimportante frente al resto de los vecinos del pueblo.

Y si en 1833 no se utilizó el “don” para especificar notabilidad, el orden dela hoja inicial del documento muestra bien la importancia relativa de estos pri-meros votantes: el cura Feliciano Martínez, su medio hermano Norberto, su pa-riente político Vicenter, su hermano José Vicente, José González –miembro dela mesa escrutadora–, su sobrino Eufemio, su primo Tiburcio Lima (futuro juez,como también futuro líder de los federales “netos” de Areco), Angel Brid, quienfunge de escribiente y que sería más tarde alcalde con Tiburcio Lima, etc. En1838 este orden parece aún más evidente de los cambios que se están anunciando:el cura Feliciano Martínez, el futuro juez Tiburcio Lima y los dos hombres queserían después sus inmediatos colaboradores (Santiago Casco y Clemente Lavallén,concuñados entre sí) son los cuatro vecinos que encabezan la lista eleccionaria;

75 Tiburcio Lima diría de él unos años después, que pese a su proximidad con José Vicente Martínez “...ensu emigración no quiso seguirlo y se conserba desde aquella epoca desempeñando la pluma a mi lado...”,AGN-X-21-5-7, 1842.

76 Ver sobre esto, Ternavasio, M., “Nuevo régimen representativo... “, cit., en Historia de las elecciones yGuerra, F.-X., “El soberano y su reino...”, cit. en Ciudadanía política.

Page 64: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

70 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

ellos son los mismos que, una vez sucedidos los hechos relacionados con el pasode Lavalle por el pueblo, serían la cabeza de los federales “netos” de Areco hastael momento de la caída de Rosas.

En 1844 la mesa se reúne en la iglesia, como ya era habitual; la composiciónde la misma expresa nuevamente el total dominio de los federales “netos”, puesamén del juez Tiburcio Lima nos encontramos con nuestro conocido JacintoBogarín, entonces comandante de las milicias locales y otros dos vecinos; pero,paradójicamente (¿o no?), uno de ellos, Juan Francisco Font, sería uno de los suce-sores de Tiburcio Lima después de la caída de Rosas... La lista está encabezada denuevo por el cura Feliciano Antonio Martínez, seguido de Santiago Casco y Cle-mente Lavallén, ya mencionados precedentemente.

Pero, existe otro aspecto del acto eleccionario que debemos subrayar: elacto representa indudablemente un momento de sociabilidad culminante en lavida del pueblo. Casi todos los varones del “pago” se hallan presentes a un mismotiempo77 y ello debió haber dado rienda a reuniones festivas en las tiendas y pul-perías del pueblo (el pueblo poseía varias y entre ellas, una que es llamada café,¡cuyo propietario es otro viejo conocido, don Manuel Antonio Vicenter! Proba-blemente, su condición de propietario de un café, ámbito de nuevas formas desociabilidad, haya sido una de las razones de su desgracia en 1840)78 y es posibleque también las mujeres acompañaran a sus maridos y compañeros en este tranceelectoral. Así, con esa tendencia innata hacia la fiesta que esta sociedad habíaheredado del Antiguo Régimen, es muy probable que el acto electoral estuvieserodeado de una serie de expresiones lúdicas que, obviamente, lo hacían todavíamucho más atractivo. Canchas de bochas, riñas de gallos, carreras de caballos,sortijas, pato y otros juegos, más los inevitables bailes nocturnos con payadas ycomidas, deberían acompañar a este rito cívico reforzando intensamente la so-ciabilidad de ese pequeño ámbito pueblerino.

Veamos un ejemplo de unos pocos años más tarde. Ya después de la caídade Rosas, en 1854, Pastor Obligado, entonces gobernador de la provincia y encamino al vecino pueblo de Capilla del Señor (éste se halla a unas pocas leguas

77 Por supuesto, el lector podría suponer que la presencia física de los electores fuese simulada, perotodo indica que los electores efectivamente se desplazan ese día hacia el pueblo. En las elecciones de 1836en Dolores, por ejemplo, el juez de paz informa que a causa de unas partidas que estaban reclutando genteen forma forzosa, muchos vecinos no acudieron a votar por medio a ser reclutados “...devo haser presenteqe. [ese hecho] tuvieron [sic] mucha parte en qe. la concurrencia a la votacion de las Elecciones no fueramas numerosa, pr. qe. muchos no concurrieron a votar el dia prefijado de temor de ser agarrados como lohavian sido otros...”, AGN-X-21-1-2.

78 Se lo acusa de ser unitario y va en prisión, aunque brevemente, ver “Escenas de la vida políti-ca...”, en op. cit.

Page 65: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

71ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

de Areco), resume así el ambiente de las elecciones en esos pueblos del áreade vieja colonización:

Hoy salimos para Capilla del Señor, después que han bailado todos, gente decente y chusmahasta sacarse la frisa. Ya se sabe que el programa de todos estos pueblos es misa por lamañana, gran jarana de mesa que, por más que la resistimos no se puede evitar, y baile a lanoche en donde se sacuden duro las muchachas79

La tripartición ceremonial de esta jornada pública evocada por el gobernadorObligado no puede ser más simbólica: misa matinal, “gran jarana de mesa” [electo-ral] y baile nocturno (“en donde se sacuden duro las muchachas”). Esta tríada, pare-ce quizás demasiado obvio señalarlo, expresa un tipo de publicidad que transitatodavía –trabajosamente– entre la cultura política del Antiguo Régimen ibérico yla de la nueva nación republicana liberal a la que aspiraban los hombres triunfado-res en Caseros, cuando derrotaron a Juan Manuel de Rosas.

Pero, así mismo, es notable cómo el acto eleccionario ha sido recogidoen la literatura gauchesca. Un largo poema citado por Olga Fernández Latour,“El gaucho federal”, muestra hasta qué punto las elecciones formaban parte delimaginario popular de los paisanos federales; el que habla, que se llama a símismo “Neto y colorado” para no dejar dudas acerca de su total identificacióncon el rosismo más puro, dice:

Si hubiera sido precisoque nos llamen a votar,no queda uno en la Campañasin bajar a la ciudad80

No hay dudas que votar –y participar en la milicia– eran los dos componen-tes que el rosismo consideró claves como elementos de fidelidad a su proyectopolítico. La diferencia entre la condición de votante y la de miliciano es tantocuantitativa como cualitativa –hay el doble de votantes que de milicianos81 yestos últimos deben ser de una lealtad a toda prueba– pero, ambas funciones for-man parte central de la fidelidad al régimen.

79 Citado en Irigoin, A., “Del dominio autocrático al de la negociación. Las razones económicas delrenacimiento de la política en Buenos Aires en la década de 1850”, Anuario de IHES, 14, Tandil, 1999.

80 Ver Fernández Latour, O., “Poesía popular impresa de la colección de Lehmann-Nitsche”, Cuader-nos del Instituto Nacional de Antropología , 6, Buenos Aires, 1966/1967, p. 222.

81 Si en 1844 había 436 votantes, en 1851 hemos contabilizado 157 milicianos (ver AJPSAC, año 1851).

Page 66: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

72 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

5. CONCLUSIONES

Este análisis pormenorizado de algunos de los procesos electorales de los años1813 a 1844 nos ha dejado un cuadro que creemos enriquece bastante nuestro es-caso conocimiento del tema para la campaña de Buenos Aires. Tenemos, primero,un cuerpo electoral que llega a tener una extensión muy vasta y que supera las ci-fras que habitualmente se manejan en estos casos. Lógicamente, no hay que olvidarque el carácter “unanimista” le quita a esa alta cifra de votantes una parte sustancialde su valor en términos de ejercicio realmente “democrático”.82 Pero, de todosmodos, ello no es óbice para imaginar de qué modo era vivido este acto por lasmasas rurales, y decimos las masas rurales pues (salvo los esclavos africanos)todos los varones –incluyendo también a la gran mayoría de los “agregados”, lospeones y los jornaleros– acuden al pueblo para depositar su voto. Este acto, ¿esrealmente percibido por los votantes como un momento de “participación real” enla conducción de los asuntos del Estado provincial? Esta pregunta –ante la falta demás elementos de juicio– no tiene todavía para mí una conclusión plenamente sa-tisfactoria, pero me inclinaría por una respuesta positiva.

Vimos también –confirmando lo que se sabe sobre la ciudad de Buenos Airesde antes y después de estos años– que uno de los aspectos centrales de la luchapolítica consiste en controlar la composición de la mesa electoral. Los tres gru-pos políticos más destacados del pueblo de Areco de esos años83 (los“rivadavianos” del Partido del Orden, los federales tibios y los federales “apostóli-cos”) se hallan representados en las mesas electorales durante las distintas eleccio-nes que hemos estudiado. Por otra parte, la presencia aplastante de una red familiarde notables locales, la de los Martínez, se hace así mismo muy evidente en losprocesos electorales analizados a partir de la elección de 1815. De todos modos,parece evidente que la pequeña elite de San Antonio de Areco se hallaba profunda-mente involucrada en las luchas políticas del período; no hay aquí nada que se pa-rezca a “apatía” frente a las agitaciones que recorren el cuerpo político de la pro-vincia en esos años. La política y “lo público” –un espacio público de nuevo tipoque estaba recién constituyéndose– conmovían intensamente la vida cotidiana de lanotabilidad local. Al punto tal que podían dividir dramáticamente algunas redes so-ciales e incluso, algunas familias, como fue justamente el caso de los miembros dela familia Martínez.84 Además, la “batalla de la opinión” que se trasluce a través de

82 Ver las reflexiones de François-Xavier Guerra en “ Le peuple souverain: fondements et logique d’unfiction (pays hispaniques aux XIXe siècle)”, en L’avenir de la démocratie en Amérique Latine, CNRS,Toulouse, 1988.

83 Evidentemente, no solo del pueblo de Areco, sino de la vida política de toda la provincia durante ese período.84 En efecto, una parte de esta red familiar optó por un federalismo tibio y otra por la total fidelidad a

Rosas con trágicas consecuencias para sus parientes, ver “Los Martínez: la complejidad de las lealtadespolíticas de una red familiar en el Areco rosista”, en Poder, conflicto y relaciones sociales..., op. cit.

Page 67: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

73ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

la intensa circulación de folletos y listas electorales en el período clave de losaños 1830-1840, muestra en forma visible que, más allá del estrecho círculo delos notables, nos hallamos frente a una opinión que no parece tan “adormecida” oausente, como habitualmente se lo ha presupuesto para la campaña.

Otro elemento interesante es estudiar el acto electoral como “ritual”, es decir,como un acto colectivo de “magia social” –según la imaginativa fórmula de Bourdieu–que, en este caso, consagra y legitima a todo varón libre y adulto como ciudada-no. Hemos visto entonces de qué modo podíamos comprender mejor esta –aparente-mente absurda– insistencia en realizar un acto que, a primera vista, se nos aparececomo vacío de significado real. Ninguna sociedad se complace en realizar actos gra-tuitos o “inútiles”85 (es sólo nuestra ignorancia de algunos de sus más ocultos meca-nismos la que nos hace tomarlos por tales); ya sabemos que las elecciones eran in-dispensables para asegurar el problema capital de la representación popular, pero asímismo, el hecho de asistir al acto y tomar parte en el resto de las actividades lúdicasque lo acompañaban permitía, hasta al más humilde de los paisanos, saberse partícipede ese nuevo teatro del poder, aunque por supuesto, lo hiciese desde la última fila ymuy lejos del escenario. Este ritual eleccionario era entonces un componente im-portante del universo simbólico relacionado con la nueva ciudadanía republicana86 yera un capítulo importante del largo proceso de acceso de nuevos sectores a la vidapolítica en el marco de estas formas transicionales entre la “antigua” y la “nueva”publicidad.87 Pero, además, parece evidente que estamos ante un fenómeno de ciu-dadanía muy peculiar, del tipo de “súbdito ciudadano”, como lo llama Murilo deCarvalho, es decir, en el cual, la iniciativa “viene principalmente de arriba, del Estado,antes que de los ciudadanos organizados”.88

85 Recordemos lo que dice Durkheim: “C’est, en effet un postulat essentiel de la sociologie qu’une institutionhumaine ne saurait reposer sur l’erreur et sur le mensonge: sans quoi elle n’aurait pu durer. Si elle n’était pasfondée dans la nature des choses, elle aurait rencontrer dans les choses des résistances dont elle n’aurait putriompher” [“Existe un postulado esencial de la sociología que afirma que una institución humana no puedereposar sobre el error o la mentira: si no no podría durar. Si aquélla no estuviera fundada en la naturaleza delas cosas, habría sin dudas hallado en esas mismas cosas, resistencias que la habrían vencido”], Durkheim,E., Les formes élémentaires de la vie religieuse, PUF, París, 1998.

86 No olvidemos que la relación entre el cuerpo electoral y la condición de ciudadano, central en laconcepción democrática, tarda en imponerse en Europa; Tocqueville se asombraba en su estadía nortea-mericana del año 1832 por la amplitud del cuerpo electoral en los Estados Unidos Tocqueville, A. de, De laDémocratie en Amérique, GF Flammarion, París, 1981, tome I, pp. 117-120.

87 Sobre estas formas transicionales de publicidad, ver “Note su storia e opinione pubblica” deGiuseppe Civile en Bollettino del diciannovesimo secolo , 6, Università degli Studi di Napoli “ FedericoII ”, Nápoles, 2000.

88 Murilo de Carvalho, J., “Dimensiones de la ciudadanía en el Brasil durante el siglo XIX”, enCiudadanía política, pp. 321-344.

Page 68: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

74 JUAN CARLOS GARAVAGLIA

RESUMEN

El objetivo de este artículo es el análisis desde una perspectiva local de las di-versas alternativas de las elecciones sucedidas en la campaña de Buenos Aires en elperíodo posrevolucionario. Esta perspectiva, centrada en la vida política del pueblode San Antonio de Areco, nos permite una aproximación microhistórica que enrique-ce la posibilidad de un conocimiento más profundo de las luchas políticas y los con-flictos sociales en la campaña durante la primera mitad del siglo XX.

Palabras clave: historia política - elecciones - Provincia de Buenos Aires.

ABSTRACT

The article’s objective is to analyze to election of Buenos Aires campaign duringpostrevolutionary period. The focus is the politic life of San Antonio de Areco, inapproach microhistory, of struggle politic and social conflict during first halfnineteenth century.

Key words: Political history - election - Province of Buenos Aires.

Page 69: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

75ELECCIONES Y LUCHAS POLÍTICAS EN LOS PUEBLOS DE LA CAMPAÑA...

Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”Tercera serie, núm. 27, 1er. semestre 2005.

CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS.LOS SECTORES MERCANTILES EN TUCUMÁN (1800-1870)*

MARÍA PAULA PAROLO**

INTRODUCCIÓN

Desde su traslado en 1665, la ciudad de San Miguel de Tucumán –enclavada enel corazón del actual Noroeste Argentino– constituyó un punto de articulación deflujos comerciales en un amplio espacio, del Pacífico al Atlántico, incluyendo aPotosí y Buenos Aires.

Si bien las Reformas Borbónicas, la Revolución y los conflictos civiles delas primeras décadas de vida independiente generaron cambios que en menor omayor medida se vieron reflejados en la estructura económica de la provincia,San Miguel de Tucumán mantuvo el carácter de núcleo mercantil hasta mediadosdel siglo XIX, momento en el que comenzaron a vislumbrarse algunos síntomasde transformación en el sistema productivo.1

El peso relativo que tuvo el comercio de larga distancia en el conjunto de lasactividades económicas de la provincia en la primera mitad del siglo, determinóla preeminencia de un grupo de comerciantes, los mercaderes mayoristas, que se

* Agradezco a los evaluadores anónimos del Boletín y a Daniel Campi por las críticas y sugerenciasque realizaron a las primeras versiones de este trabajo.

** CONICET - Universidad Nacional de Tucumán.1 Daniel Campi y Rodolfo Richard Jorba, “Las producciones regionales extrapampeanas”, en Marta

Bonaudo (comp.), Nueva Historia Argentina. Tomo IV. Liberalismo, Estado y orden Burgués (1852-1880), Sudamericana, Buenos Aires, 2000.

Page 70: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

76 MARÍA PAULA PAROLO

destacaban por la acumulación de importantes capitales producto de la importa-ción de efectos de ultramar, de la exportación de productos locales y de su rol deconsignatarios de casas mercantiles de Buenos Aires. Junto a ellos y dentro de lamisma esfera del comercio a larga distancia, estaban los troperos, sector que fueconsolidando a lo largo de la primera mitad del siglo su posición económica.

Por otra parte, debido a la notable densidad demográfica de la población deTucumán desde épocas muy tempranas2 y a la demanda generada por el Ejércitodel Norte asentado en este territorio desde 1811, se conformó un importantemercado de consumo que dinamizó tanto el comercio de importación como elcomercio local al por menor. De este modo, la venta al menudeo, a cargo espe-cialmente de los pulperos, cobró una nueva dimensión.

Durante este período de vertiginosas transformaciones políticas y económi-cas los sectores mercantiles debieron adaptarse a la nueva realidadposrevolucionaria. Como en todo proceso de adaptación hubo modificaciones ypermanencias tanto en los circuitos de intercambio, como en los rubros y lasprácticas comerciales, aspectos que fueron analizados por diversos autores.3 Sinembargo, no ha sido estudiado aún el efecto de dichas transformaciones en lacomposición interna y en las formas de identificación o diferenciación que adop-taron –o recibieron– los sectores que nos ocupan en el transcurso de las sieteprimeras décadas del siglo XIX.

2 Tucumán desde comienzos del siglo XIX era el territorio más densamente poblado del espacio rioplaten-se, siendo su densidad en 1801 diez veces mayor a la media del resto de las provincias; mientras que el ritmode crecimiento sostenido arrancó en 1800 para alcanzar su máximo nivel del 28,6 por mil en el período 1845-1858, el que no será superado en ningún otro momento de la historia provincial (Roberto Pucci, “La poblacióny el auge azucarero en Tucumán”, en Breves Contribuciones del Instituto de Estudios Geográficos, N°7, pp.74-76, Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 1992).

3 Cf. Eric Langer, “Espacios coloniales y economías nacionales. Bolivia y el norte argentino (1810-1930)”,en Siglo XIX, Año II, N°4, Monterrey, 1987, Eric Langer y Viviana Conti, “Circuitos comerciales tradiciona-les y cambio económico en los Andes Centromeridionales (1830-1930)”, en Desarrollo Económico, Vol. 32,N°121, Buenos Aires, 1991; Silvia Palomeque, “Circulación de carretas por las rutas de Santiago (1818-1849) (elementos cuantitativos)”, en Cuadernos FHYCS, N°5, Jujuy, UNJu, 1995; Ramón Leoni Pinto, “Elcomercio de Tucumán (1810-1825)”, en Actas Quinto Congreso Nacional y Regional de Historia Argen-tina y Regional, Tucumán, 1971; Esteban Nicolini, “El comercio en Tucumán 1810-1815: Flujos de merca-derías y dinero y balanzas comerciales”, en Población y Sociedad, Nº2, Fundación Yocavil, Tucumán,1994; Esteban Nicolini, “Circuitos Comerciales en Tucumán entre 1825 y 1852. Tensión entre el mercado delPacífico y el del Atlántico”, en DATA, N°2, La Paz, Bolivia, 1992; López de Albornoz, Cristina, “Arrieros ycarreteros tucumanos. Su rol en la articulación regional (1786-1810)”, en Andes, N°6, 1993; López deAlbornoz, Cristina, “Hacendados y comerciantes de San Miguel de Tucumán en la segunda mitad del sigloXVIII: origen de la elite comercial”, mimeo, Tucumán, 1992.

Page 71: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

77CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

En este estudio, partiremos de la hipótesis de que así como las transformacio-nes económicas del período afectaron las prácticas y la composición interna de lossectores mercantiles, también impulsaron la resignificación de las categorías so-cio-ocupacionales aplicadas a los mismos.

En este marco, el objetivo del trabajo es explorar y, en la medida de lo posible,revelar, la composición interna de las mencionadas categorías ocupacionales urbanasentre 1800 y 1870;4 rescatando, asimismo, las diferenciaciones y segmentacionespresentes en cada grupo. En este sentido, se pretende identificar aquellos atributos ocaracterísticas generales que cada individuo poseía para autodefinirse –o ser defini-do por los otros– como “comerciante”, “tropero” o “pulpero”.

Para este fin se recurrió a fuentes censales en las que quedaron registradasestas categorías ocupacionales y a numerosos fondos documentales de variada ín-dole, testamentos, pleitos judiciales, reglamentaciones sobre abasto y venta demercaderías, solicitudes de matrículas de comerciantes, relatos de viajeros y “me-morias descriptivas”, entre otros.5

COMERCIANTES Y MERCADERES

Como ya se adelantó en los párrafos precedentes, desde el siglo XVII la ciu-dad de Tucumán constituía un nexo obligado entre los circuitos mercantiles queunían mercados distantes. En este marco, la ciudad de San Miguel de Tucumánvio incrementar un sector de grandes comerciantes, fenómeno potenciado porlas últimas migraciones hispanas del período colonial puesto que algunos de es-tos migrantes se convirtieron en vecinos ricos e influyentes, se integraron rápi-damente a la elite tradicional tucumana (antiguos hacendados/encomenderos/fleteros) y adquirieron estancias, potreros, haciendas y chacras.6

4 Si bien las actividades mercantiles de comerciantes, pulperos y troperos abarcaban también el árearural, la mayor parte de ellos residían o tenían su centro de operaciones en la ciudad. Este estudio secircunscribe, por lo tanto, al análisis del uso y evolución de dichas categorías en los censos y padronesde la ciudad de San Miguel de Tucumán.

5 Para el período que estudiamos disponemos de un padrón de habitantes de dos cuarteles de laciudad del año 1812; otro padrón de similares características de 1818; padrones de contribuyentesa empréstitos extraordinarios clasificados por gremios (años 1806-1830); padrones del pago depatentes y composiciones de tiendas y pulperías (1795-1869); y por último del recuento general delPrimer Censo Nacional de 1869 y una muestra aleatoria elaborada a partir de las cédulas censales dela ciudad capital (urbano).

6 Cristina López de Albornoz, “Hacendados y comerciantes...”, op. cit., p. 9.

Page 72: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

78 MARÍA PAULA PAROLO

Se trataba, sin duda de un sector en el que coexistían diferentes grupos dedi-cados todos ellos a la compra y venta de bienes, pero especializados en diferen-tes tipos de transacciones (importación de efectos de Castilla; importación defrutos de la tierra; exportación de bienes locales) y en diferentes circuitos co-merciales (internacional, interregional y local).

El siglo XVIII trajo para las colonias hispanoamericanas profundos cambios,cuyos efectos se hicieron sentir también en esta pequeña ciudad del extremo surdel Imperio colonial español. Las reformas borbónicas no sólo aceleraron la ex-pansión del comercio exterior al amparo del Reglamento de Libre Comercio,sino que la reestructuración político-administrativa modificó notablemente los circui-tos mercantiles en los que Tucumán se encontraba inserta. Sin embargo, la estratégicaubicación geo-económica de la ciudad y su producción y economía bastantediversificada7 permitieron una rápida adaptación a las nuevas condiciones económi-cas impuestas por el reformismo borbónico profundizando la preeminencia de aque-llos comerciantes mayoristas dedicados a la introducción de efectos de ultramar.8

A finales de la primera década del siglo XIX el imperio hispánico de Américainició su rápida desintegración. El eje de las transformaciones económicas en lamayor parte de las colonias españolas de América del Sur estuvo dado por las rup-turas, cambios y reacomodamientos del “espacio económico peruano”. El esque-ma de integración espacial basado en la especialización productiva regional y enlos intercambios comerciales sufrió profundas transformaciones a partir de 1810,ocasionadas, entre otras cosas, por las guerras de la independencia y por los nuevoslímites nacionales que surgieron durante las mismas o inmediatamente después.

Con la crisis producida por la independencia, disminuyó el tráfico ascendentede mercadería y la consiguiente provisión de mulas para el transporte de montaña –aunque se mantuvieron lazos comerciales con algunas ciudades altoperuanas–. Almismo tiempo se redujo notablemente el flujo descendente de plata, con lo cualprácticamente desapareció la principal fuente de metálico de la economía provin-cial. A partir de entonces, si bien se fortaleció la dependencia comercial con res-pecto al puerto de Buenos Aires –que pasó a ser el principal comprador de los

7 Aparte de ser una de las principales plazas redistribuidoras de los “efectos de Castilla”, Tucumán poseíauna importante explotación maderera que surtía de materia prima a un importante artesanado urbano dedica-do a la fabricación de carretas y muebles rústicos; la agricultura (arroz) alimentaba al rubro mercantil ya quese distribuía por varios mercados regionales; la ganadería se orientaba hacia dos tipos de actividades ydestinos: como ganado en pie hacia el tradicional mercado altoperuano, y como actividad conexa, las curtiduríasconvertían los cueros en suelas para el mercado del litoral argentino; por otra parte la producción textil eradestinada al consumo local (Cristina López de Albornoz, “Hacendados y comerciantes...”, op. cit., pp. 3-9).

8 Cristina López de Albornoz, “Hacendados y comerciantes ...”, op. cit., p. 9.

Page 73: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

79CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

excedentes productivos provinciales–, Tucumán siguió inserta en el antiguo “es-pacio económico peruano”, de manera que a lo largo de toda la primera mitad delsiglo XIX sus intercambios mercantiles se desenvolvieron bajo el influjo de di-versas fuentes de aprovisionamiento de bienes importados y no dependió de unsolo mercado de consumo para la colocación de sus productos.

Las transformaciones económicas de las primeras décadas del siglo XIX noparecen haber modificado demasiado la estructura interna del sector mercantilde la ciudad. Entre 1810 y 1825, aunque dentro de un nivel alto de irregularidad,se habría dado cierta especialización en uno o dos de los rubros comerciales(introducción de efectos de Castilla, importación de frutos del país, exportaciónde bienes locales) ya que sólo excepcionalmente aparece algún comerciante ogrupo de comerciantes operando en los tres apartados. Sin embargo, existiría unrecambio importante entre los principales comerciantes en esos quince años, loque lleva a pensar que las ganancias no se concentraban en tan pocas manos.9

El primer padrón de habitantes del siglo XIX (el de 1812), del que sólo seconservan los listados de dos de los cuatro cuarteles en que se dividía la ciudad,registró 33 comerciantes, todos ellos “españoles” (blancos) de los cuales 11eran europeos y 18 “americanos”.10

Los listados de 1818 consignaron 49 comerciantes. En esa oportunidad no seregistró el origen étnico aunque sí su lugar de origen, resultando 31 de ellos “ameri-canos” (de Tucumán u otras provincias) y, de los 18 restantes, siete europeos.

Sólo en uno de los cuarteles empadronados en 1812 se registraron cincomercaderes, entre ellos, dos españoles peninsulares y dos americanos, mientrasque en el de 1818 desapareció esta denominación. El reducido número y la faltade continuidad en el uso de esta categoría, permite presumir que la utilización delos términos “comerciante” o “mercader” era indistinta a los fines de “nombrar”a una misma ocupación o actividad.11 Del mismo modo que en el padrón encon-tramos los términos “del comercio”; “comerciante”, “comercia” o “comerciar”–producto, posiblemente, del registro directo de la respuesta del encuestado por

9 Esteban Nicolini, “Circuitos Comerciales en Tucumán entre 1825 y 1852. Tensión entre el mercado delPacífico y el del Atlántico”, en revista DATA, N°2, p. 22, La Paz, 1992.

10 Padrón de habitantes de dos cuarteles de la ciudad se San Miguel de Tucumán. Archivo Histórico deTucumán (en adelante AHT), Sección Administrativa (en adelante SA), Vol. 22, Año 1812.

11 En la bibliografía sobre el comercio y los comerciantes durante la colonia, los autores denomi-nan indistintamente como mercader o comerciante a los individuos dedicados a la compra y ventade bienes generalmente al por mayor y a larga distancia. Ver Jorge Gelman, De mercachifle a grancomerciante: los caminos del ascenso en el Río de la Plata colonial, p. 13, Universidad Internacio-nal de Andalucía, Sede Iberoamericana de la Rábida, España, julio 1996. Carlos Mayo (comp.),Pulperos y pulperías de Buenos Aires, 1740-1830, Facultad de Humanidades, UN Mar del Plata,Buenos Aires, 1995.

Page 74: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

80 MARÍA PAULA PAROLO

parte del amanuense–, mercader constituiría una forma más de autodefinición deestos individuos.

Esta presunción se sustenta, por otro lado, en el uso indistinto que se hizo deambos términos en otras fuentes como convocatorias a empréstitos, Autos, Ban-dos y expedientes judiciales. Asimismo, el análisis comparativo entre las opera-ciones comerciales, los testamentos, el pago de impuestos y la participación enlos donativos y contribuciones extraordinarias, no arrojaron diferencias sustantivasentre los “comerciantes” y los escasos “mercaderes” registrados. Otro es el casode los pulperos, quienes mantuvieron ciertas características particulares que per-miten entenderlos como una categoría con identidad propia, al menos en las cua-tro primeras décadas del siglo XIX.

Resta ahora definir qué tipo de actividades desarrollaban y qué característi-cas internas presentaban estos comerciantes o mercaderes del Tucumán de laprimera mitad del siglo XIX. Analizando diez testamentos e inventarios de bie-nes se pudieron detectar ciertas regularidades.12 Todos llegaron a poseer algúntipo de propiedad inmueble en la que habitaban (casas, cuartos o sitios), con mue-bles y utensilios que variaban en su cantidad y valor de unos a otros. Cinco deellos registraron “dependencias activas y pasivas” (deudas y haberes) e hicieronreferencia al asiento de las mismas en “libros de Caxa”, “Documentos” y/o “apun-tes”. La mitad de estos comerciantes tenía otras propiedades –aparte de la queles servía de habitación–, tales como chacras, potreros, sitios, cuartos o quintas.Cinco de ellos detallaron la existencia de géneros de comercio o inventarios deefectos para la venta almacenados en tiendas. Solamente tres tenían esclavos ocriados y el mismo número poseía ganado. En dos de las diez testamentarias se de-clararon negocios en otras provincias (Córdoba, Potosí, Buenos Aires) o habilitacio-nes (apertura de una cafetería y de una pulpería a nombre de un hijo, en un caso, y deun administrador, en otro). Se constató la existencia de un solo establecimiento deproducción de azúcar y destilación de aguardiente, el de Manuel Posse, uno de losmayores comerciantes del período.13 El cuerpo general de bienes resultante de

12 Si bien los testamentos registran el patrimonio de un individuo al final de su vida y poco noshablan de la actividad que desarrolló, utilizamos este tipo de documento en tanto permite identi-ficar variantes en los patrones de acumulación e inversión del capital entre las distintas catego-rías que nos ocupan.

13 Testamentarias de: Cayetano Rodríguez (AHT. Protocolo. Serie A. Vol 19. Año 1815. F. 111v.);Pedro Rodríguez (AHT. Sección Judicial Civil. Caja 90. Exp. 29. Año 1852); José Mur (AHT. SecciónJudicial Civil. Caja 66. Exp. 22. Año 1827); José Antonio Carmona (AHT. Sección Judicial Civil. Caja 68.Exp. 2. Año 1828); Manuel Posse (AHT. Sección Judicial Civil. Caja 76. Exp. 17. Año 1839); BernabéPiedrabuena (AHT. Sección Judicial Civil. Caja 82. Exp. 4. Año 1844); José Manuel Monteagudo (AHT.Protocolo. Serie A. Vol 20. Año 1821. F. 37v.); Pedro José Velarde (AHT. Protocolo. Serie A. Vol 22. Año1832. F. 32). Manuel Monteagudo (AHT. Protocolo. Serie A. Vol 22. Año 1836. F. 61v.). Embargo debienes: José Manuel Figueroa (AHT. SA. Vol. 27. Año 1819. F. 35v.).

Page 75: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

81CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

cinco de los inventarios consultados oscilaba entre los 519 y los 16.766 pesos;aunque el valor mínimo apuntado resultó excepcional ya que los cuatro restantessuperaban los 5.000 pesos.14

A su vez, de las transacciones protocolizadas en los registros notariales entre1800 y 1860, las más frecuentes fueron la compra de esclavos, la de sitios, casas ytierras, y, con menor frecuencia, las adquisiciones de cuartos, de estancias, chacraso potreros. En tales registros se asentaron, además, poderes, compromisos, obli-gaciones, hipotecas y fianzas,15 operaciones que denotan ciertas pautas de inver-sión fuera del ámbito estrictamente comercial, tendientes a capitalizarse econó-micamente y a mantener una posición social de prestigio.

La coyuntura bélica de las primeras décadas del siglo pasado (las invasio-nes inglesas en 1806 y 1807, la guerra por la independencia a partir de 1810 ylos posteriores conflictos civiles que se extendieron hasta más allá de 1850)provocaron una constante presión por parte del gobierno revolucionario quebuscaba satisfacer sus necesidades mediante contribuciones extraordinarias.Estas recayeron sobre todo en los comerciantes a través del aumento de tasas onuevos impuestos al tránsito y a las ventas, o por medio de las contribucionesextraordinarias o empréstitos.16

El análisis de siete de estos requerimientos fiscales permitió detectar losdiferentes niveles de riqueza dentro de este amplio grupo de comerciantes.17 En1806 no fue la guerra la que exigiría la colaboración de todos los “vecinos”, sino

14 Hasta las últimas décadas del siglo XIX la mayor parte de la masa monetaria circulante en lasprovincias del norte consistía en moneda acuñada con plata boliviana. Si bien existieron ensayos deemisión de moneda “provincial” (como la que puso en circulación la Casa de Moneda de Tucumán en1820 durante el gobierno de Bernabé Aráoz), la moneda en vigencia era aquella de aceptación másgeneralizada, con más porcentaje de plata en su acuñación y de más difícil falsificación (EstebanNicolini, “El comercio en Tucumán...”, op. cit., pp. 51-52). Por lo tanto, hasta 1881 la unidad monetariaera el peso boliviano, que valía 8 reales y cuyo valor respecto al peso fuerte nacional era: en 1874, de1,35 a 1,38 y en 1881, de 1,70 a 1,75; Manuel Lizondo Borda, Historia de Tucumán (siglo XIX), Univer-sidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 1948, p. 169.

15 AHT. Protocolos. Años 1800-1860. En un estudio sobre la composición ocupacional de los com-pradores de tierras en Tucumán entre 1800 y 1850, Cecilia Fandos y Patricia Fernández Murga confirmanlas teorías sobre la diversificación de actividades por parte del sector económico más importante de lasociedad tucumana y de la inversión del capital comercial en la tierra, aunque aclaran que, si bien lapropiedad rural significó una fuente complementaria de ingresos, en esta etapa la actividad principalseguía siendo la mercantil. (Cecilia Fandos y Patricia Fernández Murga, “La estructura ocupacional delos compradores de tierra. Tucumán, 1800-1850”, inédito, Tucumán, 1994).

16 Tulio Halperin Donghi, Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentinacriolla , p. 144, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 1972.

17 Muchos de los padrones de habitantes levantados en este período responden a la necesidad deestas recaudaciones, como el relevamiento de los habitantes del Cuartel de la Merced realizado en 1808o el de los cuatro cuarteles de la ciudad de 1818.

Page 76: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

82 MARÍA PAULA PAROLO

la inminente necesidad de construcción de un hospital. La recaudación de losdonativos se realizó por gremios. El listado comienza con los comerciantes quecontribuyeron con las mayores sumas de dinero, aquellos que –en función de sustestamentos y las operaciones mercantiles analizadas anteriormente– pueden con-siderarse los más acaudalados. De los 19 comerciantes detectados dos contribu-yeron con cien pesos, cinco de ellos cincuenta, cuatro aportaron veinticinco,otros dos veinte, y seis menos de diez.18

Esta clara estratificación en las contribuciones de 1806 se tradujo en la clasifi-cación de los vecinos convocados al año siguiente con el fin de solventar un “soco-rro” para la ciudad de Buenos Aires. En esta oportunidad se los dividió en ocho cla-ses pudientes. La primera –que aportó cien pesos por individuo– nucleaba a los mis-mos que vimos desembolsar las mayores sumas en el empréstito de 1806, aquellosque realizaron la mayor cantidad de operaciones comerciales protocolizadas en elperíodo y cuyos testamentos testifican su gran patrimonio (Manuel Posse, Cayeta-no Rodríguez, Francisco Monteagudo, Manuel Reboredo, José Velarde, etc.). En lasegunda, tercera y cuarta clase –a las que se les asignó el monto de 60, 40 y 30pesos respectivamente– se encontraba la mayoría de los comerciantes. Una mino-ría fue enrolada en la quinta, sexta, séptima y octava clase.19

En 1816 y 1819 se reiteraron los pedidos de empréstitos, pero en ambas opor-tunidades los contribuyentes serían específicamente los comerciantes y tenderos.Una vez más se repiten los nombres de muchos de los “grandes”, “medianos” y“pequeños” prestamistas de años anteriores, aunque la diferencia en las sumas apor-tadas ya no resulta tan significativa.20

En 1819 muchos comerciantes alzaron sus voces quejándose al gobierno porel monto que se les obligaba a pagar. Uno de los testimonios fue el de Miguel F.Aráoz, quien se excusó de pagar el empréstito por su “calidad de emigrado y faltade giro”.21 Pedro Cayetano Rodríguez, por su parte, no se rehusó al pago de lacontribución, sino que planteó su desacuerdo con el monto que se le había fijado.Su fundamentación constituye una clara evidencia de las diferentes situacionesexistentes entre los comerciantes:

cuando a otros qe. indudablemente podrían (permítaseme el decirlo) comprarme sin apurar-se, se les ha tratado con tanta consideración. Bien notorios son los fondos qe poseen ymanejan los Sres. D. José Pose, D. José Mur, D. Pedro Velarde y D. Pedro Garmendia; y

18 AHT. SA, Vol. 17. Año 1806. Fs. 225-234.19 AHT. SA, Vol. 18. Año 1807. Fs. 536-540v.20 AHT. SA, Vol. 25. Año 1816. Fs. 271 y v, Vol. 27. Año 1819. Fs. 14-36.21 AHT. SA, Vol. 27. Año 1819. Fs. 21 y v.

Page 77: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

83CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

yo creo qe. ninguno con una mediana tintura de comercio sera capaz de afirmar imparcial-mente qe. los míos lleguen a la mitad de los de cualquiera de dhos. Sres.; pues; como es qe.se les asigna: al primero cuatrocientos noventa: al segundo y tercero de a docientos ochen-ta: al último doscientos cuarenta y cinco, y a mi setesientos? [...] ¿por qué principio deequidad y justicia [...]? ¿Es proporción esta Sr? [...] si es cierto lo qe se dice qe el tres ymedio por ciento ha sido lo que se ha puesto sobre los fondos de los individuos prestamistas,pa imponerme lo que se me ha puesto ha sido necesario calcularme un capital de veintemil pesos [...] En la actualidad sólo hay en mi poder trescientos y esto los ofrezco [...] meserá imposible entregar más.22

En ninguno de los dos casos los capitulares hicieron lugar a los reclamos y,por el contrario, exigieron que se ejecutara el empréstito so pena de embargo yprisión; agregándose en la presentación de Pedro Cayetano Rodríguez la adverten-cia de que cambiara su “estilo” por imprudente e irreverente. Cabe destacar que loscapitulares que firmaron esta determinación eran justamente Garmendia, Mur,Velarde y Posse, a quienes el suplicante tomó como ejemplo de los “grandes” co-merciantes tratados con benevolencia al fijarse las contribuciones.

Otro pedido fue el de Juan Bautista Bergeire, un francés residente en la ciudadque se excusó de pagar 550 pesos, lo que fue aceptado por el Cabildo:

hazen seis meses qe llegado a ésta trato de realizar [...] el establecimiento de fábricas, ya desombreros, ya de curtiembres, sin otros fondos opulos que manifiesta la tienda pública qe seabrió al efecto, su producto a sufrido sucesivamente la inversión en utensilios, muebles ydemás útiles qe exige un nuevo y tan complicado establecimiento, aun no esta en el estadio deque sus labores y productos reemplazen los impendidos gastos.23

Estos testimonios confirman las diferencias de riqueza, prestigio y poderentre los comerciantes. Algunos que recién se iniciaban en la actividad, con es-caso capital, otros con giros superiores a los 10.000 pesos –no por casualidadocuparon cargos capitulares–, los de mediano rango que, si bien parecieran haberadquirido una sólida posición dentro del rubro, se diferenciaron de aquellos “gran-des” sobre los que Cayetano Rodríguez afirmara que “bien notorios son los fon-dos qe poseen y manejan”.

En los libros Mayores y Manuales de Contaduría de la Hacienda, quedaronasentados los pagos de impuestos, patentes, guías de comercio –entre otros–,registros que permiten identificar el tipo de actividades y los rubros a los que

22 AHT. SA, Vol. 27. Año 1819. F. 20.23 AHT. SA, Vol. 27. Año 1819. Fs. 22 y v.

Page 78: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

84 MARÍA PAULA PAROLO

se dedicaron los comerciantes tucumanos en el transcurso de los setentaaños bajo estudio.24

De entre los numerosos impuestos que conformaban el sistema rentístico dela provincia desde 1810 hasta 1870, se analizaron alcabalas, sisa, impuesto alaguardiente, nuevo impuesto provincial, depósitos en especie y patentes, por serlos tributos de mayor permanencia y regularidad en el período.25

A partir de estas fuentes, se puede concluir que los comerciantes, en general,se ocupaban de la introducción de efectos de ultramar y de aguardiente, así comode la exportación de bienes a Buenos Aires –especialmente suelas y cueros–, y aSalta y Jujuy; actividad esta última que los vinculará en forma muy fluida con losprincipales troperos de la provincia. Fueron también importantes abastecedoresdel gobierno para el sustento de los tropas, en tanto participaron en el depósito detelas, maíz, arroz y otros efectos para el mantenimiento de las mismas.

Por otra parte, al cruzar la información de los padrones de habitantes del pe-ríodo con la evolución de los pedidos de licencia y pagos de patentes por aperturasde tiendas, se observa que sólo a quien abría un despacho bajo esta denominaciónse registraba como “comerciante”. Efectivamente, de 24 comerciantes detectadosen los listados de Contaduría pagando patentes, más de la mitad lo hizo por apertu-ras de tiendas a su nombre o a nombre de otros, para “los efectos que introdujo conguía de...”, fórmula que permite advertir que para importar bienes se debía teneruna tienda autorizada. Se identificó, también, a cuatro de estos comerciantes pa-gando por aperturas de pulperías. Por lo general lo hacían a nombre de un adminis-trador o dependiente, lo que indicaría que este tipo de negocios no constituía laprincipal de sus actividades, sino una más entre varias.

También, en otros fondos documentales consultados se advierte una rela-ción inmediata entre la categoría de comerciante y la posesión de tiendas. Enlos Autos de Buen Gobierno dictados por los Alcaldes Ordinarios del Cabildoen 1799, por ejemplo, se establecía que “todos los mercaderes en los días de

24 AHT. SA, Hacienda, Vol. 1 a 16. Años 1816-1870.25 Las alcabalas recaían sobre la introducción de los “efectos de Castilla” y de los “efectos de la

tierra” y sobre los “contratos públicos”. La siza consistía en un derecho de 12 pesos por carga deaguardiente importada en la provincia, el impuesto al aguardiente era un derecho del 12 y ½ por 100sobre el valor estimativo o aforo del aguardiente introducido de otra provincia. El nuevo impuestoprovincial, que se estableció a partir de 1823 y quedó abolido en 1852, encerraba en un solo cuerpovarios impuestos de naturaleza muy distinta: derechos de exportación –que antes no existían–, poraperturas de tiendas y pulperías, pasaportes para troperos y peones que acompañaban las tropas. Enlos depósitos en especie quedaban asentadas aquellos efectos que eran provistos para las tropas –suelas, telas, alimentos–. Las patentes, licencias o derechos de apertura pesaron –a partir de 1823–sobre los beneficios de industrias, profesiones, oficios, etc. (Alfredo Bousquet y otros, Memoriahistórica y descriptiva de la Provincia de Tucumán, Buenos Aires, 1878).

Page 79: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

85CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

fiesta sierren las puertas de sus tiendas” mientras los “pulperos” harían lo propiocon las de sus “pulperías”.26 Del mismo modo, en la Nómina de Tenderos yPulperos qe. pagaron ocho reales en la visita general, figuraban como tende-ros aquellos nombres que en el padrón de habitantes del año anterior fueron re-gistrados como comerciantes.27

En 1823 la reglamentación del Nuevo Impuesto Provincial –al que ya se hizoreferencia– estipulaba claramente en su artículo 22 que “Los mercaderes, pulperos,villaristas y cafeteros quedan obligados a renovar sus licencias anualmente...”;28 yuna lectura detenida del pedido y pago de licencias en los libros de contaduría per-mite observar que en su mayoría los que pagaban por pulperías figuraban en lospadrones como pulperos –aunque también hemos citado el caso de comerciantesque abrieron este tipo de negocios–, mientras que los que pagaban por tiendasfueron registrados como comerciantes o mercaderes.

Desde 1827, el registro del pago de patentes para la apertura de tiendas, pul-perías, canchas, almacenes, villares, etc., confirma esta tendencia, aunque se puedenotar que los comerciantes o “tenderos” diversificaban sus inversiones.

A partir de 1820 las actividades relacionadas con la nueva red de intercambios–surgida de las transformaciones en los circuitos mercantiles provocadas por larevolución y la guerra– cobraron mayor peso: la construcción de carretas; el curti-do y elaboración del cuero; la producción tabacalera y la de azúcares y aguardien-tes; mientras subsistieron otras como las artesanías textiles y productosagropecuarios para consumo interno. En este proceso habría colaborado de maneracontundente la finalización de las guerras por la independencia y el consecuenteretiro del Ejército del Norte de la jurisdicción de Tucumán, hecho que alivió laspresiones recaídas sobre la economía de la provincia y sobre la población por lospermanentes empréstitos y contribuciones, así como por las levas militares. Asi-mismo, a partir de 1832, el gobierno de Alejandro Heredia se tradujo en la promo-ción y protección de las actividades económicas –como la del azúcar y las cur-tiembres– y el marcado interés por reglamentar y ordenar todos los aspectos de lavida política, económica, laboral y social. Si bien las actividades agrícola e indus-trial no contaban con la misma tradición de prosperidad que la ganadera, también seaplicaron sobre ellas medidas de fomento y protección, especialmente al cultivode trigo, así como al de la caña dulce y su transformación fabril.29

26 AHT. SA, Vol. 13. Año 1799. Fs. 294-299 v.27 AHT. SA, Vol. 27. Año 1819. F. 273.28 Ley de impuestos al ganado, cueros, vehículos, artículos de exportación y otros ramos. En Actas de

la Sala de Representantes, Vol. 1, UNT, Tucumán, 1938, p. 38.29 Norma Pavoni, El noroeste argentino en la época de Alejandro Heredia, Tomo II, Economía y

Sociedad, Tucumán, Fundación Banco Comercial del Norte (Colección de Historia), 1981, p. 12.

Page 80: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

86 MARÍA PAULA PAROLO

Por lo tanto, se abrió en Tucumán una etapa de relativa estabilidad política yaque la provincia dejó de ser escenario de guerras y enfrentamientos, iniciándose unproceso de recuperación y hasta de “prosperidad” para la elite mercantil, que pocoa poco se fue transformando también en terrateniente.30

A pesar de todos los inconvenientes que debió enfrentar en las primeras déca-das del siglo XIX, el comercio siguió desempeñando el rol más destacado entre lasactividades económicas de Tucumán. Con la llegada de Alejandro Heredia al podery el reordenamiento político operado por entonces bajo los lineamientos impues-tos por el rosismo, las transacciones mercantiles recuperaron su ritmo. El circuitode comercialización de mayor intensidad y dinamismo siguió siendo el que sevinculaba con la ciudad puerto, desde y hacia donde los envíos eran regularestodo el año;31 Córdoba se mantuvo como uno de los principales mercados recep-tores del tabaco tucumano, y los contactos con la región cuyana y las provinciasdel norte abrieron paso a la entrada de los productos de la provincia en los mer-cados trasandino y boliviano, respectivamente.

Efectivamente, una década después, el censo provincial de 1845 consignólos rubros: “Azúcar, aguardientes y productos azucarados”; “Tabaco”; “Otros pro-ductos agrícolas”; “Industria forestal”; “Ganadería y sus derivados”, lo que refle-ja una estructura productiva diversificada y dinámica, orientada tanto a abastecerel mercado interno como a los mercados regionales (Salta-Jujuy) yextrarregionales (Buenos Aires, Cuyo).

Si bien en los años cincuenta los azúcares y aguardiente representaban sóloun 10% de la producción tucumana, el sector azucarero se convirtió en el demayor dinamismo en tanto atraía crecientemente los recursos excedentes de losdemás.32 Este dinamismo y diversificación que se insinúan en la estructura pro-ductiva de la provincia se trasladó también al interior de las actividades mercan-tiles. Tanto es así que en las décadas de 1850 y 1860 ya no eran las tiendas y

30 Muchos autores, como Giménez Zapiola (1975), afirman que en los años que estudiamos seproduce un proceso de acomodamiento de los sectores sociales dominantes en el que burguesíacomercial habría trasladado capitales de la actividad mercantil al campo. Investigaciones más recien-tes confirman estas hipótesis acerca de la diversificación de actividades por parte del sector económi-co más importante de la sociedad tucumana y la inversión de capital comercial en tierras (CeciliaFandos y Patricia Fernández Murga, “Composición ocupacional de los compradores de tierras. Tucu-mán, 1800-1850”, inédito, Tucumán, 1994).

31 Tucumán enviaba especialmente suelas y cueros, y –en segundo término– productos de laindustria artesanal y doméstica como arroz, pellones, riendas, aperos, carretas, bateas y quesos.Recibía de Buenos Aires exclusivamente artículos de ultramar (tocador, ferretería, lencería, loza,cristalería, etc.).

32 Para 1853, los azúcares y aguardientes constituían el 10% de la producción tucumana, porcentajeque se elevó al 37% en 1865 (Daniel Campi, “Aproximación a la génesis...”, op. cit., p. 10).

Page 81: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

87CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

pulperías las que abastecían a la ciudad de una gran variedad de productos, sinoque habría surgido una suerte de especialización en la venta de ciertos efectos ycomo consecuencia una multiplicación de negocios. De este modo se observa laexistencia de “pulperías, casas de comestibles al por menor, panaderías, tiendasde calzados, almacenes por mayor, billares, zapaterías, cafeterías y confiterías,reservándose a las tiendas la venta de mercaderías extranjeras al por menor”.33

En las décadas siguientes la actividad azucarera experimentó un marcado cre-cimiento. Se fueron perfeccionando los métodos de producción e importando alam-biques, fondos y trapiches, con lo cual se inició el equipamiento de los ingenioscon maquinaria de avanzada, de origen europeo. Ya en 1876, año en que se inauguróel ferrocarril que une a Tucumán con el litoral, el valor de la producción azucareratriplicaba al de la industria del cuero, y constituía más del 45% del producto pro-vincial, iniciándose de este modo el auge de esta actividad. Este auge azucarerocoincidirá con el ocaso definitivo de los vínculos mercantiles que daban vida al“espacio económico peruano”, un complejo de circuitos dinamizados por la pro-ducción argentífera altoperuana del cual formaba parte todo el norte argentino.34

Mientras se iba modificando el perfil productivo de la provincia y los circuitoscomerciales en los que se hallaba inserta, las categorías ocupacionales con que seidentificaban los actores mercantiles de la primera mitad del siglo XIX sufrieronnotables transformaciones. Entre 1864 y 1871 se detectaron 29 pedidos de inscrip-ción y rubricación de libros de comercio, de los cuales diez especificaban dedicarsea la compra y venta de mercadería de ultramar por mayor y menor; nueve corres-pondían a negocios de compra y venta de mercadería de ultramar y frutos delpaís; y los ocho restantes –ya que dos no aclararon el tipo de negocio– eran decomerciantes dedicados a despacho de tropas; venta de mercaderías generales;fabricación y venta por mayor y menor de azúcar y aguardiente; compra-ventade hacienda y cría de ganado; panadería; tienda; almacén; y, por último, comi-siones y carretajes.35 Cotejando los nombres de los matriculados con las patentesdel mismo año en que solicitaron la inscripción, se observa que pagaban por una grandiversidad de negocios (tiendas, curtidurías, “despacho de carretas al exterior”, “es-tablecimientos de destilación”, almacenes y “barracas”, entre otros).36

33 AHT. SA, Hacienda, Mayores y Manuales de Contaduría. Años 1857 y 1869.34 Daniel Campi, “Economía y sociedad en las provincias del Norte”, en Mirta Zaida Lobato (comp.),

Nueva Historia Argentina. El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916), p. 96, BuenosAires, Sudamericana, 2000.

35 AHT, Sección Judicial Civil. Cajas 125 a 141. Años 1864-1872. Expedientes varios.36 Los “establecimientos de destilación” eran ingenios rudimentarios que producían azúcares y aguar-

dientes destinadas, especialmente, al mercado del litoral. Las “barracas” funcionaban como centros deacopio de frutos del país donde se cargaban las carretas. Las tiendas y almacenes comercializaban efectosde ultramar y frutos del país (Campi, Daniel, “Aproximación a la génesis...”, op. cit., p. 10).

Page 82: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

88 MARÍA PAULA PAROLO

De este modo, paulatinamente parece desdibujarse esa identificación semán-tica entre comerciante y tendero, tendiendo la categoría a abarcar una variadagama de rubros. La nueva Ley de Patentes de 1867 establecía en el artículo 20que los comerciantes que tuvieran más de un despacho de comercio en la mismacasa, aunque estuvieran comunicados unos con otros, tomarían por cada uno deellos la patente correspondiente. Norma que confirma que la multiplicidad deinversiones y de operaciones era un hecho. La ley consideraba comerciante, en-tonces, a todo aquel que tuviese alguna clase de despacho de comercio –o sea,cualquier negocio de compra y venta.37

En el Censo de 1869, de los 136 comerciantes registrados en la muestraobtenida,38 cinco presentaron petitorio de matriculación como comerciantes,diez fueron identificados pagando patentes por pulperías, otros 10 por tiendas,cuatro por almacenes, uno por un villar, uno por barraca, tres pagaron impuestospor carretas, dos por introducción de vinos y uno por venta de cueros. Algunos deellos (al menos cinco de los 27 identificados en ambas fuentes) poseían simultá-neamente varios despachos.39

En el resumen global de los datos del censo de 1869 correspondiente a laprovincia de Tucumán, la tabla en la que se volcó el resumen de las “profesiones”de los empadronados, a la categoría en cuestión se la denominó comerciantes,negociantes, almaceneros, etc., dando cuenta, una vez más, de que la categoríade comerciante a fines de la década de 1860 englobaba un amplio espectro deindividuos que se dedicaban a las más variadas actividades de compra y venta,tanto al por mayor como al menudeo.

En suma, de los indicadores hasta aquí analizados, se puede concluir que loscomerciantes o mercaderes de las primeras décadas del siglo XIX constituíanun sector conformado por individuos de mayor o menor fortuna, dedicados ge-neralmente a la importación y exportación de productos, que presentaban unaimportante diversificación en sus operaciones mercantiles plasmada en la com-pra de tierras, chacras, ganado, quintas y –más avanzado el siglo XIX– de “estableci-mientos de destilación”, es decir, ingenios de azúcar y aguardiente. Por otra parte, se

37 Ley N°263 de Patentes para el año 1867. En Cordeiro y Viale, Compilación Ordenada de Leyes, Vol.3 (1862-1867), Edición Oficial, Tucumán, 1916.

38 Debido a que los resultados generales del censo no diferencian entre las categorías mercantiles bajoestudio, nuestro análisis fue realizado a partir de una muestra aleatoria de 3.618 registros (20% de lapoblación total de la ciudad), extraídos de las cédulas censales correspondientes a las ocho secciones enque se dividió a la ciudad para el relevamiento.

39 Tal era el caso de Vicente Gallo, quien figuraba como comerciante en el censo y pagó en ese mismoaño de 1869 por una tienda, una barraca, por introducción de efectos de ultramar y por envíos de carretasal exterior; Luis Chambeau figura pagando por un establecimiento de destilación y por un almacén;mientras que Napoleón Maciel lo hizo por una tienda y por venta de cueros.

Page 83: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

89CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

pudo comprobar que fue un sector sometido sistemáticamente a fuertes presio-nes fiscales (elevación y creación de nuevos impuestos, empréstitos extraordi-narios, etc.). Dentro de la diversidad de giros de comercio, rubros de operacio-nes y niveles de prestigio, pareciera advertirse una constante: la apertura y pose-sión de tiendas, no sólo destinadas a la recepción y despacho de mercaderías “alpor mayor”, sino también almacenes de venta al menudeo que entrarían en francacompetencia con las pulperías.

Esta asociación entre “comerciante” y “tiendas”, sin embargo, comenzó a de-bilitarse a partir de la década de 1840 y más intensamente en la de 1850, cuando elproceso de diversificación de las actividades comerciales –que indicaría una suertede especialización en rubros que antes eran atendidos por tiendas y pulperías– fueacompañado por una ampliación del significado de la categoría comerciante –plasmada en el Censo de 1869–, que se hará más flexible y contendrá a otrasque, en las primeras décadas del siglo XIX, aparecían con identidad propia, comolas de pulpero y tropero.

PULPEROS

Con respecto a la producción historiográfica sobre los sectores mercantilesde Buenos Aires, Carlos Mayo sostiene que los estudios centraron su interés enlos grandes comerciantes y en el comercio de importación y exportación, mien-tras que el comercio minorista permaneció en la penumbra; lo que habría generadoque se sepa “algo” sobre las pulperías –a través de la literatura costumbrista–, peromuy poco sobre los pulperos.40

Este diagnóstico del estado del conocimiento sobre los sectores mercantilesminoristas en Buenos Aires es mucho más marcado aún en la historiografía sobreTucumán. Si bien las elites comerciales, los grandes mercaderes y los circuitosmercantiles de mediana y larga distancia fueron objeto de algunos estudios,41 el

40 Carlos Mayo, “Introducción”, p. 8, en Carlos Mayo (comp.), Pulperos y pulperías de BuenosAires..., op. cit.

41 Eric Langer, “Espacios coloniales y economías nacionales. Bolivia y el norte argentino (1810-1930)”. En revista Siglo XIX, Año II, N°4, Monterrey, 1987. Silvia Palomeque, “Circulación de carretaspor las rutas de Santiago (1818-1849) (elementos cuantitativos)”. En Cuadernos FHYCS , N°5, Jujuy,UNJu, 1995. Ramón Leoni Pinto, El comercio de Tucumán (1810-1825). En Actas Quinto Congreso Na-cional y Regional de Historia Argentina y Regional, Tucumán, 1971. Cristina López de Albornoz,“Arrieros y carreteros tucumanos...” y “Hacendados y comerciantes...”, op. cit. Esteban Nicolini, “El

Page 84: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

90 MARÍA PAULA PAROLO

papel jugado por el comercio al menudeo y el de los pulperos, en particular, no hansido aún tratados en profundidad.

En 1812 los dos cuarteles de la ciudad contabilizaron 26 pulperos, todosellos “españoles”, aunque no todos tratados como “don” (20 llevaban el apelati-vo). La mayoría eran tucumanos (11) pero los hubo también europeos (cuatro),peruanos (dos) y de provincias vecinas (tres). En 1818 se registraron 86 pulperos(57 de ellos distinguidos con el “don”). Se mantuvo la mayoría de tucumanos yaumentó ligeramente la proporción de originarios de provincias vecinas con res-pecto al recuento anterior.

Si bien la cifra obtenida en el segundo recuento triplicó a la del primero, no sepuede afirmar que haya habido un incremento de pulperos en los seis años que sepa-raron ambos censos, ya que se debe tener en cuenta que los padrones disponibles seencuentran incompletos (de 1812 se conservan sólo dos de los cuatro cuarteles de laciudad) lo que estaría generando un subregistro importante.

Por ello, no es el incremento cuantitativo el que interesa remarcar, sino unaserie de modificaciones cualitativas entre ambos padrones. El seguimiento dealgunos nombres permitió comprobar que algunos individuos que en 1812 figu-raban como pulperos, fueron registrados como comerciantes en 1818, y, a lainversa, se dieron casos de comerciantes de 1812 que aparecerán posteriormen-te como pulperos. El testimonio de José Manuel Figueroa –categorizado comocomerciante en 1818– es, asimismo, un ejemplo de estos cambios de “esfera”dentro del sector mercantil:

me hallo todavía en descubierto con mis acreedores: mis fondos deben ser muy conocidosqe no llegan a quatro mil ps. Pues el año pasado de la esfera de pulpero entre al rango decomte. Y en el día no soy ni uno, ni otro, pues me e quedado sin dino., y sin tienda [...] porno tener ni el valor de doscientos ps. entre los clavos qe. han quedado qe. desde entoncesmantengo mi puerta cerrada.42

Por otra parte fueron varios los casos de comerciantes que habilitaban a sushijos con una pulpería o los colocaron como administradores de las mismas; asícomo los casos de pulperos que fueron testigos en los testamentos de comercian-tes o a la inversa.43

comercio en Tucumán 1810-1815: Flujos de mercaderías y dinero y balanzas comerciales”, en revistaPoblación y Sociedad Nº2. Fundación Yocavil, Tucumán, 1994. Esteban Nicolini, “Circuitos Comercia-les en Tucumán...”, op. cit. Ana María Bascary, Familia y Vida Cotidiana. Tucumán a fines de lacolonia . Universidad Pablo de Olavide-Universidad Nacional de Tucumán, 1999.

42 AHT. SA, Vol. 27. Año 1819. Fs. 29 y v.43 Los casos de pulperos que aparecieron posteriormente como comerciantes son los de José

María Carmona y de Juan de Dios Aguirre; y a la inversa (de comerciante a pulpero) Patricio Acuña yMariano Artaza.

Page 85: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

91CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

Esta primera aproximación a la composición interna de la categoría pulperopermite advertir que el mundo de los comerciantes mayoristas y el del tráfico delarga distancia no se encontró, en principio, escindido del comercio local al me-nudeo, ya que existían estrechos vínculos entre los individuos dedicados a uno yotro tipo de intercambio.

Del análisis de ocho testamentos se observa que todos ellos poseían propieda-des inmuebles como sitios, casas o esquinas –estas últimas de singular importan-cia ya que las pulperías solían instalarse en ellas–; mientras que sólo cuatro regis-traron estancias, tierras, chacras o quintas. Siete de ellos hicieron constar laexistencia de dependencias activas y pasivas (deudas impagas y haberes por co-brar), aunque sólo tres se refirieron al registro de las mismas en apuntes y docu-mentos. Los esclavos y el ganado constan sólo en dos testamentarias. A manera deexcepción aparece en uno de los testamentos de 1842 un establecimiento de azú-car (perteneciente a Juan de Dios Aguirre, uno de los pulperos devenidos en co-merciantes) y un negocio de tienda producto de una habilitación. El cuerpo gene-ral de bienes –asentado en sólo tres de los ocho testamentos– varió entre los oncemil y los veinticinco mil pesos aproximadamente.44

Una lectura comparativa de estos datos y los obtenidos de las testamentariasde los comerciantes permite detectar muchas similitudes y algunas diferencias entreambos grupos. Entre las primeras se puede rescatar que tanto unos como otrosposeían una serie de bienes muebles e inmuebles de variada índole que estaríanindicando cierta diversificación en las inversiones; por otro lado, en ambos casosse observó la existencia de deudas activas y pasivas. Entre las diferencias se puederemarcar el hecho de que entre los comerciantes parecía más difundido el uso delibros de caxa, documentos y apuntes, así como la tenencia de tiendas y/o habili-taciones de negocios a terceros; por último, en el monto total de bienes, en algu-nos casos, los pulperos superaron a los comerciantes.45

44 Datos obtenidos de las Testamentarias: Francisco Sosa (AHT. Protocolo. Serie A. Vol. 17. Año 1808. F.43 a 45); Bartolomé Flores (AHT. Protocolo. Serie A. Vol. 18. Año 1812. F. 91v.); José María Carmona (AHT.Protocolo. Serie A. Vol. 20. Año 1818. F. 123v.); Mariano Levy (AHT. Protocolo. Serie A. Vol. 20. Año 1819. F.53 ); Patricio Acuña (AHT. Protocolo. Serie A. Vol. 20. Año 1822. F. 44v.); Santiago Helguero (AHT. Protocolo.Serie A. Vol. 22. Año 1836. F. 24); Fancisco Javier Frías (AHT. Sección Judicial Civil. Caja 67. Exp. 22. Año1828); Juan de Dios Aguirre (AHT. Sección Judicial Civil. Caja 80. Exp. 16. Año 1842); Nicasio Cainzo (AHT.Sección Judicial Civil. Caja 110. Exp. 5. Año 1859).

45 Tratándose de una muestra muy pequeña debido a las limitaciones de las fuentes, no se puedeafirmar que los niveles de riqueza alcanzados por algunos pulperos hayan sido un fenómeno generalizadodel sector o si se trató, en realidad, de casos excepcionales.

Page 86: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

92 MARÍA PAULA PAROLO

En lo que a operaciones comerciales se refiere se pudo detectar a 34 pulperosrealizando diferentes tipos de transacciones en los registros notariales del pe-ríodo. La mayoría de ellas eran compras de sitios; en segundo término la de tie-rras; luego los poderes, compromisos y obligaciones; en menor medida la com-pra de esclavos, terrenos y casas; y, esporádicamente, la de cuartos, esquinas,estancias y potreros. De estos 34 pulperos se destacaron por la cantidad de ope-raciones y el monto en ellas involucrado: Lorenzo Domínguez, Juan de DiosAguirre, Manuel Madrid y Juan Pío Romano; los dos primeros, asimismo, eranquienes tenían mayores bienes en sus testamentarias.46

Los numerosos pedidos de donativos, empréstitos y contribuciones extraordi-narias que se sucedieron a lo largo de la primera mitad del siglo XIX recayeron tam-bién sobre los pulperos. En 1806 (oportunidad en que se recaudaron fondos para laconstrucción del hospital) en el listado de donantes se alternaron los nombres decomerciantes y pulperos. Si bien la exigencia recayó por igual sobre unos y otros, losmontos donados diferían notablemente; mientras los comerciantes desembolsaronentre 100 y 25 pesos cada uno, ninguno de los pulperos pagó más de quince.

En 1807, en cambio, se clasificó a los vecinos en ocho clases pudientes yencontramos tanto a comerciantes como a pulperos en cada una de ellas. Sin em-bargo, se detectó sólo un pulpero de la primera clase (que contribuyó con 100pesos), el resto se encontraba entre la quinta y la octava (que pagaban entre veintey seis pesos), mientras que la mayoría de los comerciantes fueron registradosentre la primera y la cuarta clase.

En los empréstitos posteriores (1808, 1816, 1819, 1831 y 1840) las dife-rencias en los aportes volvieron a acentuarse. En 1819, por ejemplo, mientrasalgunos comerciantes aportaron 700, 500, 300 o 200 pesos, los montos de lospulperos no superaron, en ningún caso, los 100 pesos. Si bien las cifras estable-cidas para unos y otros mostraban diferencias considerables, la sistemática y si-multánea presión fiscal sobre ambos insinúa que se trataba de los sectores másrelevantes de la economía urbana.

Por otra parte, un estudio detenido sobre el pago de los impuestos, patentesy guías de comercio permite inferir las vinculaciones que existían entre ambossectores. Prestando especial atención al pago de la sisa se observa que la pagabanmuchos pulperos, quienes en algunos casos introducían las cargas de aguardiente

46 AHT. Protocolos, Años 1800-1860. El trabajo ya citado de Cecilia Fandos y Patricia Fernández Murgasobre la compra-venta de tierras en este período, si bien incluye en un mismo grupo ocupacional a comer-ciantes y pulperos, citan dos casos de pulperos que participan activamente en este tipo de transacciones.Se trata justamente, de Lorenzo Domínguez y Juan de Dios Aguirre. (Cecilia Fandos y Patricia FernándezMurga, “La estructura ocupacional de los compradores...”, op. cit.).

Page 87: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

93CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

a su nombre y, en otras circunstancias, a nombre de terceros, pulperos o de reco-nocidos comerciantes. Además se los encontró –a través del pago del impuestoextraordinario de 1834– introduciendo diferentes bultos, vinos, pasas, yerba yotros frutos del país; pero no se detectó ningún caso de participación de pulperosen la introducción de efectos de ultramar. Así también se desempeñaron, delmismo modo que los comerciantes, como proveedores del ejército.

La participación de este sector desde fines del siglo XVIII y durante las dosprimeras décadas del XIX en el pago por composiciones de pulperías, y a partirde 1823 por patentes, demuestra claramente cuál era el núcleo de sus activida-des comerciales.47

Desde 1784 hasta 1824 (año en el que comenzó a regir el Nuevo ImpuestoProvincial) se sucedieron anualmente los pedidos por “composición” de pulpe-rías. El cruce de datos entre los pagos por dichas composiciones en 1806 con lospadrones de habitantes de 1812 y 1818 indica que a excepción de cuatro casos(tres comerciantes y un tropero) el resto de los que solicitaron dichas licenciasfiguraban como pulperos. En las patentes de 1832 se detectaron los casos de dospulperos que aparte de la pulpería, abrieron un almacén, uno de ellos, y, una tien-da, el otro; mientras que un tercero que figuraba en 1818 como pulpero pagó en1832 por la apertura de una tienda.

De lo expuesto se infiere que, así como se reconoció como particularidad de loscomerciantes, durante las primeras décadas del siglo XIX, la posesión de tiendas y laespecialización en el comercio a larga distancia (de “efectos de Castilla”), la particu-laridad de las pulperías y de los pulperos radicaba en la venta al menudeo.

47 En 1784 el Juez Subdelegado del Gobernador Intendente de la ciudad de Tucumán y su jurisdicción,Dn. Vicente de Escobar, estableció que “...los pulperos que tengan en esta ciudad fuera de las ordenanzas,han de haser su composición conmigo y consederles impuestos que sean la competente licencia...” (AHT.SA, Vol. 10. Año 1784. F. 104v.). En la Real Cédula de 1797 el Consulado estableció que toda pulpería debíapedir “...licencia como tiendas públicas de contrato” al margen de la que otorgaba el Subdelegado de laIntendencia (AHT. SA, Vol. 13. Año 1797. F. 214). Esta modalidad de pago de licencias o composición depulperías se mantuvo hasta 1823, año en el que se reglamentó el Nuevo Impuesto Provincial que establecióla renovación anual en el mes de Enero de las licencias por parte de los pulperos; en 1827 una nueva Leydispuso tres clases de patentes de 8, 15 y 30 pesos, correspondiendo esta última tanto a pulperos como acafeteros y villaristas de la ciudad; en 1828 la Legislatura resolvió que el abono de patentes se hiciera portrimestre en la ciudad y por semestre en la campaña; en 1832 el gobernador Alejandro Heredia introdujo enla reglamentación de las patentes el principio de proporcionalidad: según el giro de las pulperías seestablecía el monto a pagar, eximiendo a aquellas que tuvieran menos de 100 pesos. La ley de patentes parael año 1864 retomó este criterio de proporcionalidad, estableciendo cuatro tipos de pulperías: la que teníanun capital mayor de mil pesos, las de quinientos a mil, las de cien a quinientos y las de cincuenta a cien;estableciéndose el pago de treinta, veinte, diez y cinco pesos respectivamente. En la ley de patentes para1867 ya no figuraron las pulperías, estipulándose el pago de patentes para otro tipo de negocios comopanaderías, despacho al por menor, boticas, tiendas de calzado, casas de billar, etc.

Page 88: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

94 MARÍA PAULA PAROLO

En su estudio Pulperos y pulperías en Buenos Aires..., Carlos Mayo distinguióa las tiendas de las pulperías: las primeras se dedicaban a la venta de géneros deCastilla mientras que las últimas a géneros para el abasto de la población. Según elpropio gremio de pulperos de la ciudad de Buenos Aires, las pulperías tenían algo de“abastería” (almacén), algo de taberna y también de tienda.48

Las pulperías de la ciudad de Tucumán habrían compartido esta caracterís-tica de almacén-taberna-tienda; pero las tiendas en esta ciudad no sólo se dedi-caban a la dispensación de “efectos de Castilla”, sino que habrían incursionadotambién en la venta de una gran variedad de productos de abasto al público alpor menor. En 1796, por ejemplo, el Ramo de Pulperías inició un proceso aAntonio Alvarez por tratarse de:

uno de los que traen de San Juan Aguardientes y vinos a espenderlos en esta plaza, enperjuicio de los pulperos que pagan [...] anualmente el dro. de composición y alcavala areventa, vendio por lo menos en los seis primeros meses de este año sin licencia aquelloslicores, pan, velas, y otras cosas que tenía en la tienda esquina en qe. vive 49

Del mismo modo, las pulperías expendían al público artículos para cuyo expen-dio no estaban autorizadas, según se desprende de un reclamo formulado por el far-macéutico Hermenegildo Rodríguez en 1833:

en multiplicidad de casas [...] sin formalidad alguna se venden medicamentos de todasclases [...] es degradante para un pueblo que es asiento de gobierno, [...] y en el que haybotica pública, ver a un pulpero a quién se le piden a un tiempo pasas y purga [...] Todo elmundo está convencido en la utilidad que representa un pueblo con la existencia de unabotica pública ¿mas que será del boticario si los remedios se venden en las pulperías ytiendas, como sucede en el presente?50

No parecía exclusivo de las pulperías la venta al menudeo de comestibles, bebi-das y hasta medicamentos. Así lo sugieren las fuentes ya citadas, como los Autos deBuen Gobierno y Reglamentaciones sobre pesas, medidas y precios de los comesti-bles. En estos últimos, si bien las normativas se dirigían generalmente a los pulperos,hicieron extensivas algunas de ellas a mercaderes y a tenderos, especialmente en losítems referidos al sellado de las varas o al arreglo de las pesas de acuerdo con los

48 Carlos Mayo y otros, “Anatomía de la pulpería porteña”, pp. 43-44, en Carlos Mayo (comp.), Pulperosy pulperías de Buenos Aires..., op. cit.

49 AHT. SA, Vol. 13. Año 1796. Fs. 98 a 106.50 AHT. SA, Vol. 41. Año 1833. F. 295.

Page 89: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

95CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

parámetros dispuestos por el Cabildo. Se conminó, también, a ambas “clases” decomerciantes a “no tomar prenda o recibir alhajas de oro y plata en poca ni enmucha cantidad, a personas sospechosas, esclavos ni hijos de familia”.51

Otra de las disposiciones que tuvo vigencia tanto para tenderos como parapulperos fue la de no abrir las puertas de sus negocios los domingos. Por otraparte, se instaba, a reglar el funcionamiento de las pulperías:

ningún pulpero en días de fiesta benda bebida alguna hasta después de la misa mayor, yporque sea experimentado que los avituados en este vicio tienen por menos empeñar laropa de vestir para hacer estas compras con perjuicio dela sociedad, mandamos proivir yproivimos esta especie de ventas, spre que se dirijan a la vevida o juego [...] ningún pulperoconcienta sobre su mostrador aun que sea con pretesto de gasto, juegos de naipes ni en lointerior de su pulpería.52

De estas disposiciones se desprende que tanto almacenes, como tiendas y pulpe-rías abastecían a la población de la ciudad recibiendo prendas o empeños de bienes.Asimismo, se advierte una marcada diferenciación entre ambos negocios en lo que ala venta de bebidas alcohólicas y a los juegos prohibidos se refiere, para lo que laspulperías gozaban de exclusividad. Ya en el año 1784 el Cabildo de la ciudad advertíaesta situación al emitir un bando en el que se hace evidente el descrédito de las pulpe-rías por tratarse de un ámbito de beberajes y juegos prohibidos:

Por cuanto la mayor parte de los latrocinios, riñas, heridas, y muertes, que con grave dolor yescandalo de toda la Provincia, experimenta esta ciudad [...] en los días en que ntra. MadreIglesia, nos obliga [...] a oír misa [...] y proviniendo tan graves delitos, y desgracias del abomi-nable vicio de la embriaguez, a que se abandonan [...] y debiendo tomar quantas Providenciasdicte la razón, y la justicia capases de remediar tan total desorden en su origen, y causa,porque quitando esta, desaran los efectos, he determinado mandar y mando que de aquíadelante ningún pulpero sea osado ha tener en los días Domingos, y de mas festibos del año,abierta su Pulpería, ni venda aguardiente, ni vino atal especie de gente.53

Pero las prohibiciones no parecen haber sido respetadas. Así lo demuestran lasnumerosas multas y los expedientes judiciales iniciados a pulperos que fueron de-nunciados por haber aceptado objetos en empeño, por permitir juegos prohibidos

51 AHT. SA, Vol 10. Año 1784. Fs. 94-97 y 272-273, Vol. 13. Año 1799. Fs. 442-443, Vol. 17.Fs. 4 y 5.

52 AHT. SA, Vol. 13. Año 1799. Fs. 442-443.53 AHT. SA, Vol. 11. Año 1784. Fs. 177 y v.

Page 90: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

96 MARÍA PAULA PAROLO

en sus trastiendas, o por haber dispensado bebidas que embriagaron a sus clientesdesencadenando episodios de violencia.54

Por todo lo expuesto se puede afirmar que, tal como lo sostiene Angela Fer-nández para el caso de Buenos Aires, también en Tucumán los pulperos “eran quie-nes se encontraban frente a las pulperías en las que se abastecía de alimentos, ves-timentas y de bebidas, suerte de taberna y al mismo tiempo lugar de ocio y recrea-ción de los sectores populares”.55 Sin embargo, aunque –como se ha señalado– laspulperías no gozaban de muy buena reputación, sus propietarios no parecían com-partir con los pulperos porteños el desprestigio del que estos últimos eran vícti-mas, “producto de desempeñar una ocupación denigrada públicamente consideradaun ‘oficio despreciable’ ”.56 Por los datos recogidos sobre los pulperos en la ciu-dad de Tucumán, no se reconoce en ellos al “otro español, el español oscuro, po-bre, desprestigiado socialmente que se mezclaba con la plebe, que trataba cara acara con la población criolla de la ciudad” que Mayo observó en los pulperos de laciudad de Buenos Aires.57 Si bien se detectaron situaciones diversas, los pulperosgozaron en gran medida del “don” (apelativo que indicaba su condición de vecinoy un reconocimiento social); fueron algunos de los principales contribuyentesde los empréstitos; algunos llegaron a poseer bienes valuados por encima de losde algunos comerciantes mayoristas, y se vincularon familiar y comercialmentecon estos últimos, lo que les permitió, en muchos casos, transitar por las dife-rentes esferas del comercio y ocupar cargos públicos.58

54 Cobro de multas a los pulperos José Mur, Pedro Millán y otros por haber recibido dinero de unmulato esclavo y haber consentido su participación en juegos prohibidos (AHT. Secc. Judicial Civil.Caja 14. Exp. 15. Año 1802). Juicio a Patricio Acuña por haber herido de muerte a Jacinto Ortíz // Ortiz ?// en una pelea por dinero producto de juegos prohibidos en la trastienda de una pulpería, a quien se locondena por embriaguez, por juegos prohibidos y por portar cuchillo. Otros delitos bastante generaliza-dos eran los asaltos a pulperías y robo de bebidas, como les sucedió a los pulperos Manuel Acosta yJosé Pomares (AHT. SA.Vol. 39. Año 1832. F. 177, Vol. 40. Año 1832. F. 462)

55 Angela Fernández, “Perfil de los pulperos en Buenos Aires, 1744-1810”, en Carlos Mayo (comp.),Pulperos y pulperías de Buenos Aires..., op. cit., p. 11.

56 Angela Fernández, “Perfil de los pulperos en Buenos Aires, 1744-1810”, en Carlos Mayo (comp.),Pulperos y pulperías de Buenos Aires..., op. cit., p. 17.

57 Carlos Mayo, “Más allá del mostrador. Reflexiones en torno de los pulperos y las pulperías deBuenos Aires”, en Carlos Mayo (comp.), Pulperos y pulperías de Buenos Aires..., op. cit., p. 130.

58 Según algunos estudios recientes sobre los sistemas de representación en Tucumán en las prime-ras décadas del siglo XIX, los Alcaldes de Barrio (estrato político intermedio entre la capa superior de laelite y el común de los vecinos) fueron a menudo reclutados entre los pulperos (Gabriela Tío Vallejo,“Procesos electorales y representación en Tucumán, 1810-1820”, p. 17, Presentado en las VI JornadasInterescuelas/Departamentos de Historia, Santa Rosa, La Pampa, 1997.

Page 91: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

97CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

De este modo, “comerciantes” y “pulperos” se diferenciaban por la mayor for-tuna y prestigio de los primeros, aunque no se trataba (como parece haber sido enBuenos Aires) de dos mundos excluyentes.

Llama la atención, por otra parte, la paulatina disminución del uso de la cate-goría “pulpero” en las décadas de 1850 y 1860. Si bien la documentación de Ha-cienda de esos años consignó el pago de patentes por numerosas pulperías, lospropietarios de las mismas ya no figuraban en los padrones como tales, sino comocomerciantes. Sin duda, el Código de Comercio de 1862 –adoptado por la provin-cia al año siguiente– fue un factor determinante de este cambio en los registros, yaque en su artículo segundo definió la condición de comerciante:

Se llama en general comerciante, toda persona que hace profesión de la compra o venta demercaderías para vender por mayor o menor, en almacén o tienda. Son también comercianteslos libreros, merceros y tenderos de toda clase que venden mercancías que no han fabricado.59

En consecuencia, en el resumen general de profesiones del Primer Censo Na-cional de 1869 no se incluyó a los pulperos como categoría independiente, a pesarde que sí figuraban como tales en las cédulas censales. La abarcativa categoría decomerciantes, negociantes, almaceneros, etc. terminó incluyéndolos.

Paralelamente a este proceso de fusión entre las categorías de pulpero ycomerciante, parece haber ido perdiendo relevancia la pulpería como principalcentro de abastecimiento minorista debido, probablemente, al surgimiento ymultiplicación de zapaterías, confiterías, billares, panaderías, casas de comes-tibles, las que cubrían, en cierto modo, muchas de las demandas que tradicio-nalmente satisfacían aquéllas.60

TROPEROS

La jurisdicción de San Miguel de Tucumán fue identificada hasta fines delsiglo XIX con las carretas y el negocio del transporte. Junto a los carreterosmendocinos que dominaban el espacio cuyano y los fleteros santafecinos que

59 Código de Comercio para la Nación Argentina. Sancionado el 10 de septiembre de 1862. BuenosAires. Librería de C.M. Joly, 1862.

60 Como ya mencionáramos anteriormente, si bien la categoría de “pulpero” va desapareciendo paulatina-mente de las fuentes, las pulperías siguen ocupando un lugar importante en la estructura mercantil de laciudad. En 1869, por ejemplo, pagan patente 75 de ellas a pesar de que ya en la ley de 1857 no se las incluía enel listado de negocios que debían pagar el impuesto.

Page 92: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

98 MARÍA PAULA PAROLO

circulaban por los caminos que unían Paraguay y Córdoba, los vecinos tucumanosencontraron en la fletería una actividad muy lucrativa cubriendo la ruta Potosí-Buenos Aires y circuitos conexos.

Durante los siglos XVI y XVII esta actividad estaba en manos de familiasde encomenderos y hacendados locales. El incremento del tráfico comercialen la segunda mitad del siglo XVIII habría permitido a dichas familias consoli-dar sus fortunas.61

Este aumento de la fletería a partir del siglo XVIII quedó plasmado en los pro-tocolos notariales –donde se asentaron numerosos contratos de fletes de algunosvecinos–, en los testamentos –que consignaban entre los bienes numerosas carre-tas y centenares de bueyes de tiro–, así como en descripciones de época.62 Sinembargo, los “troperos”, “fleteros” y “carreteros” registrados en los padrones defines del siglo XVIII y comienzos del XIX son muy escasos.

En 1806, el relevamiento por gremios a fin de recaudar los donativos para el“Ramo Hospital”, contabilizó sólo diez individuos, con el capital en carretas y bue-yes del que disponían en ese momento.63 En el padrón de 1812 fueron dos lostroperos registrados en los dos cuarteles cuyos registros se conservan –PedroNolasco Moyano y Domingo Villafañe–, mientras que en el de 1818 se cuenta en-tre “troperos”, “fleteros” y “carreteros” nueve individuos. Se trataba de hombrescasados, mayores de 30 años (excepto uno de 25), la mayoría tucumanos (seis) yuna minoría mendocinos (tres); todos eran llamados “don”, excepto uno que figuracomo tropero de arrieros.64

61 Cristina López de Albornoz, “Arrieros y carreteros tucumanos. Su rol en la articulación regional (1786-1810)”, en revista Andes, Nº6, p. 89, 1993.

62 Según la descripción de Concolocorvo de fines del siglo XVIII “los tucumanos son todos fleteros”,entre quienes se encontraban “los hombres más distinguidos de Mendoza, San Juan de la Frontera, Santiagodel Estero y San Miguel de Tucumán” (citado por Roberto Zavalía Matienzo, “Las carretas tucumanas. Suimportancia en la economía argentina”, en Investigaciones y Ensayos, Núm. 17, pp. 247-248, Buenos Aires,Academia Nacional de la Historia, 1974).

63 AHT. SA, Vol. 17. Año 1806. F. 234.64 De las fuentes consultadas se desprende que los términos “fletero”, “tropero” y “carretero” se

utilizaron indistintamente para designar a los dueños de carretas que por lo general viajaban dirigiendopersonalmente las tropas que transportaban mercaderías a diferentes destinos. Sin embargo los “arrieros”aparecen definidos en algunos documentos como “transeúntes que por pocos días hacen mansión en lasciudades con sus caldos y frutos del país” por lo que se los eximía del pago de derechos de apertura detiendas, almacén o pulperías (AHT. SA. Vol. 13. Año 1797. F. 214). López de Albornoz, por su parte, losidentificó como “peones encargados de cuidar las mulas, caballos y ganado vacuno que acompañaban ala tropa”, o sea como parte del personal que acompañaba a la tropa, muy diferentes de los propietarios delas mismas (Cristina López de Albornoz, “Arrieros y carreteros tucumanos...”, op. cit., p. 93).

Page 93: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

99CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

Si bien estos recuentos arrojan cifras muy reducidas de troperos, otras fuen-tes, permiten identificar un número mayor. A través de las guías de comercio sepudo detectar –entre 1786 y 1810–, 125 nombres correspondientes a carreteros,de los cuales una decena eran originarios de otras jurisdicciones. Entre ellossólo se incluyen 48 tucumanos, reunidos en 16 apellidos, que tuvieron continui-dad durante el período y que, a su vez, eran miembros de las familias que consti-tuían la elite local y que hicieron sus fortunas a través de sus haciendas ganaderasy/o el negocio de fletería, tales como las familias de Domingo Villafañe, MarcosIbiri, Solano Caínzo o Eduardo Sosa. Las rutas que dominaban incluían: BuenosAires-Jujuy-Potosí; Tucumán-Santa Fe y el circuito Tucumán-Córdoba-BuenosAires. Algunos de ellos contaban con sus propias carpinterías para la fabricaciónde las carretas, así como con estancias para la cría de bueyes y demás ganadonecesario para las largas travesías.65

Algunas testamentarias demuestran que se trataba de un sector económicamentemuy dinámico. Los bienes de las tasaciones incluían casas y solares en la ciudad,carpinterías, esclavos, ropas, muebles y joyas, así como estancias con todo tipo deganado. Se declaraban también bienes en Buenos Aires, y numerosas operacionesmercantiles (como el alquiler de carretas y bueyes a vecinos y “forasteros” dedica-dos a la fletería; el pago de salarios a capataces de tropa y a peones; la venta de ganadoy de carretas o partes de ellas; etc.). Los cuerpos generales de bienes (entre 10.000y 25.000 pesos a los que se suman, en algunos casos, las deudas pasivas) traslucenque se trataba de sectores pudientes dentro de la estructura socio-económica delSan Miguel de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, ya que para ese mo-mento una fortuna valuada en 20 o 25 mil pesos era muy respetable, consideran-do que los giros comerciales y capitales de los comerciantes mayoristas máspoderosos económicamente oscilaban entre los 10 y los 35 mil pesos.66

Se encontraron también troperos participando en la compra-venta de tierras,sitios y potreros. En los Protocolos Notariales aparecen algunos de ellos com-prando, entre 1818 y 1850, propiedades rurales en más de una oportunidad.

De la misma manera que los comerciantes y los pulperos, los troperos nopudieron escapar a la presión fiscal. En todos los requerimientos de donacioneso empréstitos figuraron aportando diferentes montos en proporción a sus bienes

65 Cristina López de Albornoz, “Arrieros y carreteros tucumanos...”, op. cit., p. 93.66 Testamentos de Marcos Ibiri (AHT. S. Judicial Civil. Caja 53. Expte 8. Año 1808), Francisco Ugarte

(AHT. S. Judicial Civil. Caja 90. Expte. 12. Año 1851). Hijuela dejada a Anacleto Gramajo en la testamen-taria de su padre Pedro Bernabé Gramajo (AHT. S. Judicial Civil. Caja 65. Expte. 2. Año 1826). Pleitojudicial iniciado por Anacleto Gramajo por una Estancia en la Ramada (AHT. S. Judicial civil. Caja 88.Expte 23. Año 1849). Testamento de Roque Avila, Eduardo Sosa y Francisco Javier Robles, citados porCristina López de Albornoz, “Arrieros y carreteros tucumanos...”, op. cit., p. 96.

Page 94: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

100 MARÍA PAULA PAROLO

(calculado en función de las carretas y bueyes que poseían en el momento delrequerimiento). El pedido de donativos para el hospital de 1806 –al que ya sehizo referencia en varias oportunidades– resulta un claro testimonio de las dife-rencias socio-económicas dentro del sector. El mismo registró dentro del gre-mio de carreteros a Josep Villafañe, quien disponía de 14 carretas y 196 bueyes,a Javier Robles o a Eduardo Sosa, quienes poseían más de un centenar de bueyesy alrededor de 8 carretas cada uno, así como a Bernal Aráoz, quien en ese mo-mento declaró no poseer ningún bien (ni bueyes ni carretas) “por averselas fran-queado a Francisco Ugarte”. Estas diferencias se repitieron en los montos adju-dicados a los troperos contribuyentes en los empréstitos sucesivos. En 1807 losencontramos enrolados tanto en la primera como en la quinta, sexta y octava clasede pudientes. En 1831 y 1840 también figuraban aportando diferentes cantidadesde dinero que demuestran los diversos niveles de riqueza dentro del sector.

Estas diferencias internas se pueden comprobar también a partir del análisisdel pago del Nuevo Impuesto Provincial o del impuesto al “tráfico exterior”, encuyos registros se consignaba la cantidad de carretas, el personal de la tropa y elmonto del impuesto abonado.

A través del análisis del pago de estos impuestos y la identificación y segui-miento de cada uno de los carreteros, Silvia Palomeque diferenció, para el período1818-1849, tres grupos de carreteros: a) de una a nueve carretas, b) de diez a 19, yc) más de 20, a los que denominó como “pequeños”, “medianos” y “grandes” carre-teros. En términos generales se observa en un primer momento (1818-1822) apocos propietarios de carretas, pero su número se incrementó lenta y constante-mente, al igual que el de las carretas que poseían. Se detectó un escaso nivel deconcentración, en tanto gran parte de la actividad la controlaban los carreterosmedianos. Sólo al final de los años estudiados (1847-1849) aparece una tendenciaa un mayor control de la actividad por parte de los grandes propietarios y a unamayor participación de los pequeños.67

Comercio, ganadería y, posteriormente, producción agroindustrial eran activi-dades que se combinaron con la fletería.68 Por ello, los principales comerciantesen efectos de Castilla y de la tierra, en general, no conducían personalmente eltransporte de las mercancías. La mayoría de ellos participaron de esta actividad“habilitando” a troperos, alquilando las tropas de carretas o facilitando créditos alos fleteros, los cuales debían ser devueltos en servicios, mercancías o metálico.

Pero para poner en funcionamiento una empresa como la de los transportes detropas no sólo era necesario contar con el capital fijo (carretas y bueyes), sino

67 Silvia Palomeque, “Circulación de carretas...”, op. cit., pp. 56-59.68 El estudio de Daniel Campi sobre las exportaciones de carretas tucumanas entre 1863-1867 confirman

esta tendencia (Daniel Campi, “Aproximación a la génesis...”, op. cit., p. 20).

Page 95: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

101CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

el metálico suficiente para pagar los salarios del personal necesario para movilizarla tropa y para afrontar los gastos del viaje. De allí que la mayoría de los carreteroscobraban por adelantado el flete o utilizaban el crédito o la “habilitación” de loscomerciantes, razón por la cual debían contar con el respaldo suficiente para ofre-cer garantías al prestamista o a quien los contrataba.

Con esta modalidad de funcionamiento recaía sobre los transportistas una granresponsabilidad. Debían garantizar la llegada a destino de la mercadería en tiempoy forma y cumplir con la devolución de los créditos, préstamos o anticipos reque-ridos para iniciar el viaje. De allí que en más de una oportunidad los troperos sehayan visto envueltos en pleitos y demandas judiciales –iniciadas por parte de loscomerciantes mayoristas o por otros carreteros– por la avería de mercaderías, porla demora en la llegada de la misma a destino, o por deudas impagas.69

Si bien los riesgos del negocio eran considerables, los beneficios económi-cos del mismo fueron evidentes, como puede apreciarse a través de los testamen-tos, la recurrente presión fiscal sobre el sector,70 y la modalidad de las transaccio-nes de algunos carreteros tucumanos. Efectivamente, los “dueños de tropa” acumu-laron estimables fortunas con las ganancias de la fletería.71

69 En 1804 un comerciante de Salta presentó una queja ante al Consulado de Comercio contra un“conductor y dueño de carretas” por “la avería que án padecido los efectos conducidos...” y reclamóel pago del importe de la regulación de dicha avería (AHT. SA, Vol. 15. Año 1804. F. 235). En 1808 sedesató un pleito entre la testamentaria de un importante tropero, Marcos Ibiri, y Jacinto Guevara porunos bueyes y carretas que este último compró y no recibió (AHT. SA, Vol 19. Año 1808. Fs. 36 a 51).En 1832 Don Sebastián Medina, tropero de carretas, participó de un pleito con su apoderado en Saltay el comerciante que lo contrató en dicha ciudad por no haber podido llevar a destino la mercaderíapor los problemas políticos del momento, exigiendo el contratante que se le devolviese el adelanto delflete que dijo haberle pagado al apoderado de Medina, pero que este último nunca percibió (AHT. SA,Vol 40. Año 1832. Fs. 359-375). En la década de 1860 siguieron los conflictos judiciales contra troperos,tal es el caso de la sociedad Gramajo Hnos. contra el tropero Tomás Rosa, a quien se le adelantó elflete pero no llegó a destino por haber sido detenido por otra causa judicial pendiente (AHT. S.Judicial Civil. Caja 136. Expte. 10. Año 1863).

70 Ya desde fines del siglo XVIII los Autos y Bandos del Cabildo establecían para los troperos laobligación del pago de impuestos por la entrada y salida de la jurisdicción. Hacia 1821 se estableció elderecho de tránsito que recaía sobre las mercaderías (suelas, azogue, aguardiente) que ingresaban ala provincia. Con la creación del Nuevo Impuesto Provincial, en 1824, apareció el pago del derecho ala exportación que recaerá directamente sobre a las carretas que salieran de la jurisdicción provincial.En la década de 1840 ya no figuraba en los Manuales de Contaduría este Nuevo Impuesto, los troperospagaban a partir de esta fecha por la “estracción de frutos de la provincia”, por “pasaportes” para elpersonal de la tropa y por “derecho de tránsito”. En 1850 apareció concretamente el pago de unimpuesto por “carretas puestas a la carga” que en la década siguiente tomará el nombre de “carretaspara el tráfico exterior”.

71 En un artículo de la Nueva Revista de Buenos Aires del año 1852 sobre la ciudad de Tucumán sedefine a los troperos como “verdaderos capitalistas constructores de carretas, las que vendían también

Page 96: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

102 MARÍA PAULA PAROLO

Si bien el transporte de mercancías era la principal actividad de los troperos,en las décadas de 1850 y 1860 los encontramos participando de otros tipos denegocios: apertura de tiendas, boliches, pulperías, barracas, introducción de efec-tos de ultramar, etc.

En la muestra extraída del Primer Censo Nacional, de 1869, figuran sietetroperos. Sólo uno de ellos pagó por carretas al tráfico exterior en ese mismoaño, mientras que aparecieron abonando este impuesto muchos individuos que enel censo consignaban como ocupación la de comerciante.

En el resumen general de datos del mismo censo los troperos no aparecencontabilizados en forma independiente. Seguramente, también en esta oportuni-dad –de la misma manera que con los pulperos– se los incluyó en la categoríacomerciantes, negociantes, almaceneros, etc. producto del carácter cada vez másabarcador que la categoría comerciante fue adquiriendo a lo largo de los setentaaños que se analizaron.

En suma, los “troperos” o “carreteros” de las siete primeras décadas del si-glo XIX formaron parte de una de las “esferas” de la economía provincial cuyaparticularidad era el transporte de mercaderías, así como la construcción y ventade carretas, actividades que tuvieron un gran peso local y regional. Con diferen-tes grados de riqueza y de “dominio” sobre el mercado de carretas, se trató, engeneral, de un sector de alto prestigio social. No faltaron troperos ocupando car-gos políticos locales a partir de relaciones vinculantes de negocios y parentescocon otros grupos sociales como el de los comerciantes mayoristas.72

De este modo, el alto nivel de beneficios que otorgaba la actividad puede ex-plicar que, durante el siglo XIX, algunos de los más poderosos grupos familiaresde la época continuaran en la actividad y, quizás, el origen de fortunas –como las delos Méndez y los Gallo– que luego se reorientaron a la actividad azucarera.73

en el mercado del litoral” (“La ciudad, la provincia y la encantadora sociedad tucumana de 1852”, en LaNueva Revista de Buenos Aires, 1884, Año IV. Nueva Serie. Tomo X. Para la década de 1860 se estimóque los beneficios que dejaban los fletes eran elevados: una tropa de 29 carretas que unía Tucumán conRosario en 60 días dejaba una utilidad “en término medio” de 3.372 $b, a los que habría que sumar lasutilidades que deparaban los productos que exportaban en calidad de propietarios (Daniel Campi, “Aproxi-mación a la génesis...”, op. cit., p. 22).

72 Cristina López de Albornoz, “Arrieros y carreteros tucumanos...”, op. cit., p. 112.73 Daniel Campi, “Aproximación a la génesis...”, op. cit., p. 22.

Page 97: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

103CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

CONCLUSIONES

El objetivo de este trabajo se centró en el análisis de los actores económicosurbanos y su identificación con las categorías “comerciante”, “pulpero” y “tropero”en el transcurso de las primeras siete décadas del siglo XIX. A partir del estudio dela composición interna de cada una de ellas, se pudo determinar las característicasgenerales o atributos que constituían su especificidad, lo que permitió, a su vez,identificar las diferencias entre las esferas o rangos en que se desempeñaron losindividuos dedicados a la actividad mercantil tucumana en el período bajo estudio.

Para ello, sobre la base de los datos obtenidos en padrones y censos, se pro-curó rastrear las actividades de algunos de estos actores en otras fuentes. Así, selos identificó actuando en transacciones comerciales, en acciones judiciales, enel pago de impuestos y empréstitos. Sus testamentos permitieron, a su vez, obte-ner indicios sobre los beneficios y resultados de sus actividades.

Es evidente que la especificidad de las categorías analizadas residía en eltipo de actividad que en el momento del relevamiento censal se presentaba comola principal. Aquellos que abrían tiendas destinadas a la importación y exporta-ción de efectos de Castilla o de la tierra recibieron generalmente la denomina-ción de comerciantes o mercaderes; los que centraron sus negocios en la venta almenudeo a través de pulperías habilitadas por las autoridades para tal fin, se iden-tificaron como pulperos; mientras que los constructores de carretas y encarga-dos del transporte de mercaderías fueron nombrados como troperos, fleteros ocarreteros. Se trataba, entonces, de esferas claramente diferenciadas, aunque su-mamente relacionadas y permeables.

Ello explicaría que la identificación de un individuo con una ocupación no fuerapermanente. De un registro a otro los empadronados declaraban diferentes ocupa-ciones, observándose una fluida movilidad horizontal entre ellas: pulperos que añosmás tarde figuraban como comerciantes, o mercaderes que habilitaron pulperías ahijos que luego actuaban en otras esferas comerciales, como la del transporte.

Asimismo, no se detectaron entre comerciantes, pulperos y troperos pro-fundas diferencias de prestigio ni de riqueza. Si bien en las primeras décadas delsiglo XIX se destacaron los comerciantes mayoristas (importadores de efectosde ultramar) por su riqueza y su dominio en la esfera política, también pulperos ytroperos lograron acumular fortunas considerables, fueron contribuyentes en losempréstitos gubernamentales y ocuparon relevantes cargos políticos. Por lo tan-to, a pesar de que se pudo constatar la jerarquías y diferencias dentro del sector,la brecha entre comerciantes y pulperos no parece haber sido tan grande como laexistente entre ambos grupos en la región pampeana. Efectivamente, según losdatos extraídos y la documentación analizada, los pulperos de la ciudad de Tucumán

Page 98: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

104 MARÍA PAULA PAROLO

74 Carlos Mayo, Pulperos y pulperías..., op. cit., p. 130.75 Jorge Gelman, De mercachifle a gran comerciante..., op. cit., p. 152.76 Laura Valdemarca, “Los comerciantes mayoristas y sus estrategias adaptativas en un mercado en

transición. Córdoba, 1880-1920”, en Travesía, N°576, segundo semestre de 2001/primer semestre de2002, pp. 272-273.

distaron de constituir la “contracara de la elite mercantil y burocrática”, comofueron los pulperos porteños, según los estudios de Carlos Mayo.74 Muy por elcontrario, en Tucumán, los vínculos familiares y económicos entre los distintostipos de comerciantes (pulperos, mercaderes y troperos) tejieron redes que con-fluyeron en la conformación de la elite local.

Asimismo, cuando hablamos de grandes comerciantes de la ciudad de Tucumánse debe tener en cuenta que sus fortunas, así como sus niveles de beneficio, eransignificativos en el contexto regional, pero no pueden compararse con los de losgrandes comerciantes de Buenos Aires. Sin duda, la vinculación directa de estosúltimos con el mercado ultramarino, la vastísima área geográfica que alcanzabansus operaciones, la importancia del mercado local, la mayor disponibilidad y ma-nejo del metálico americano que era enviado a Europa y las mayores posibilidadesde diversificación de actividades, entre otros factores, los colocaron en una posi-ción de superioridad respecto a las elites mercantiles del interior, las que depen-dían, en gran medida, de los grandes mercaderes porteños y de los términos deintercambio que estos últimos establecieran.75

De este modo, las características del caso porteño en cuanto al origen, lacomposición interna y la evolución de los sectores mercantiles durante el si-glo XIX, hace difícil todo intento de comparación con el itinerario que estosúltimos siguieron en una ciudad mediterránea tan alejada de los mercados deultramar como Tucumán.

Tal vez la evolución de los comerciantes cordobeses pueda asemejarse, enalgunos aspectos, a la de los tucumanos. En ambas ciudades, el ambiente bélicopredominante desde 1810 no era el mejor contexto para las inversiones y tran-sacciones económicas, del mismo modo que no las favorecían la escasez de di-nero circulante, la inexistencia de entidades bancarias, la desarticulación y suce-sivos reacomodamientos de los circuitos mercantiles y la falta de medios de trans-porte rápidos y baratos. Tales razones mantuvieron a los intercambios en míni-mos niveles de complejidad, pero no impidieron procesos de acumulación enalgunos grupos sociales, los cuales accedían, al mismo tiempo, al control de ciertasesferas del poder político.76 Asimismo, promediando el siglo XIX, estas circunstan-cias comenzaron a modificarse en el marco del proceso de unificación política ymodernización económica. Es así como la vieja forma de comerciar del “tendero”

Page 99: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

105CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

(realizar muchas actividades simultáneamente) ya no resultó eficaz para ciudadescrecientemente pobladas, como las de Córdoba y Tucumán. El ejercicio del co-mercio planteó, entonces, la necesidad de especialización de acuerdo a la nuevaoferta de mercancías y al crecimiento de los mercados locales. La presión fiscalse profundizó y las leyes de patentes incorporaron cada vez mayor cantidad derubros y categorías, dando cuenta de la división del trabajo, lo cual indicaba, a suvez, un incremento de la actividad económica y la consiguiente necesidad demejorar, ampliar y especificar la legislación que la regularía.77

Paradójicamente, mientras se complejizaba la actividad comercial la legisla-ción tendía a aglutinar al disímil universo de actores dedicados a ella en la unifica-dora categoría de “comerciante”. A partir de la década de 1850 se percibe, enton-ces, el inicio de un proceso de resignificación de dicha categoría impulsado por lasnuevas formas de “ser” y definir a los comerciantes que impuso el Estado Nacio-nal –verdadero mentor y gestor de identidades a partir de los años ’50–, más queproducto de una genuina transformación en la autoidentificación de los actorescon determinada ocupación.

Por ello, el Código de Comercio sancionado en la década de 1860 definiócomo comerciante a toda persona que hacía profesión de la compra o venta demercaderías, constituyendo un claro ejemplo de la intención de aglutinar en unagran categoría a la diversidad de ocupaciones ligadas a las actividades mercanti-les. Otro ejemplo de estos mismos cambios en el uso de las categorías socio-ocupacionales lo encontramos en la ausencia de las categorías “pulpero” y“tropero” en el resumen censal de 1869, aunque persistía su uso, como lo de-muestran las cédulas del mismo.

De este modo, mientras se producía una paulatina diversificación de las acti-vidades económicas y aparecían una multiplicidad de rubros –destilerías, barra-cas, boliches, tiendas de comestibles al por menor y por mayor, panaderías,villares, zapaterías, etc.–, desaparecía la especificidad de las ocupaciones co-merciales que en las primeras décadas del siglo XIX parecían claramente defini-das, y, con ella, la identidad diferenciada del comerciante, del pulpero y deltropero, quienes pasaron a ser considerados dentro de la cada vez más englobadora,heterogénea y compleja categoría de “comerciantes”.

77 Laura Valdemarca, “Los comerciantes mayoristas...”, op. cit., pp. 282-283.

Page 100: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

106 MARÍA PAULA PAROLO

RESUMEN

El objetivo de trabajo es el análisis de los actores económicos urbanos y suidentificación con las categorías “comerciante”, “pulpero” y “tropero” en el trans-curso de las siete primeras décadas del siglo xix. a partir del estudio de la composi-ción interna de cada una de ellas, se persigue determinar las características generaleso atributos que constituían su especificidad e identificar las diferencias entre esferaso rangos en que se desempeñaron los individuos dedicados a la actividad mercantiltucumana durante el período en cuestión.

Palabras clave: actores económicos - categorías ocupacionales - comerciante -tropero - pulpero.

ABSTRACT

The paper’s objective is to analyse, identify and categorize agents in occupationalcategories of “comerciante”, “pulpero” and “tropero” during the seven first decadesof the XIX century. Starting from the study of the inner composition of each one, weintend to determine the common characteristics or attributes that constitute theirspecificity an identify the differences between the spheres or ranks of the mercantileactivity in Tucumán in the period under study.

Key words: economic agents - occupational categories - “comerciante” -“tropero” - “pulpero”.

Page 101: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

107CATEGORÍAS OCUPACIONALES Y ACTORES ECONÓMICOS...

Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”Tercera serie, núm. 27, 1er. semestre 2005.

KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSOSIMBÓLICO DEL CAMINO EN LA ARGENTINA

DE LOS AÑOS TREINTA

ANAHÍ BALLENT*

En 1931, poco antes de la sanción de la Ley de Vialidad 11.658 en octubre de1932, el país contaba con unos escasos 2.000 Km. de caminos de tránsito perma-nente, mientras que para 1944 la acción pública había logrado elevar esa cifra porarriba de los 30.000 Km. En poco más de una década, entonces, la labor estatalhabía consolidado para el tránsito permanente aproximadamente un sesenta por cien-to de la longitud en que se estimaba la red nacional de caminos. Las obras de vialidadocupaban anualmente a más de 30.000 obreros en todo el país, lo cual constituyeotro índice del impacto de los emprendimientos.1 De manera más amplia, comotoda iniciativa estatal que aspirara a conmover a la sociedad, la red nacional devialidad era capaz de abrumar con cifras contundentes, traducidas incesantementeen todo tipo de cuadros, gráficos e índices. Sin embargo, sus significados supera-ban ampliamente el hecho técnico y sus representaciones estadísticas. “Milagrocaminero”, “cruzada por la obra caminera”:2 las imágenes vinculadas a epopeyascolectivas, subrayadas por un aura religiosa, se reiteraban en los discursos oficia-les, desplazando el centro de sentido de la red vial de la objetividad de las cifras y latécnica hacia la emotividad romántica de las grandes empresas sociales.

* Universidad Nacional de Quilmes - CONICET.1 Los datos entre 1936 y 1943 oscilan entre 26.421 obreros (1939) y 40.892 (1941). Automovilismo

N°284, septiembre de 1943, p. s/n.2 El Hogar N°1465, 12/11/1937, p. 30; Poder Ejecutivo Nacional, Obra de gobierno 1932-1938, vol.

II, Buenos Aires, 1938, p. s/n.

Page 102: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

108 ANAHÍ BALLENT

Solventada por los consumidores a través de impuestos –sobreprecio a la naftay a los lubricantes–, planificada por una nueva repartición pública basada en unaburocracia técnica específica –los ingenieros de la Dirección Nacional de Vialidad(DNV)– y promovida por una particular política –el Ministerio de Obras Públicas(MOP) bajo la dirección de Manuel Alvarado, dentro del gobierno del Gral. Agus-tín P. Justo–, la red caminera era capaz de sugerir un nutrido imaginario, que po-dríamos calificar como “epopeya del estado moderno”, cuya potencia comunicativano se circunscribía al estado o al gobierno que lo promovía, sino que parecía sercompartida por amplios sectores de la sociedad. El presidente de la DNV comenta-ba en 1935 sobre las infinitas solicitaciones que recibía la repartición para el tra-zado de caminos, en las que se reiteraba la demanda ansiosa de que “los caminospasaran por todas las poblaciones, y casi sin exagerar, [...] por todas las casas”.3

Pero no se trataba solamente de demandas de proximidad, reveladoras de búsque-das de beneficios individuales e inmediatos, ya que, a diferencia de otras obraspúblicas, la red caminera era una obra de alta visibilidad social, cuya presencia en lasociedad no dependía del contacto directo con la misma ni de la efectiva experien-cia de su uso; por el contrario, no sólo la prensa multiplicaba sus imágenes, sinoque las conexiones de la vialidad con otros sectores o actividades sociales (pro-ducción, turismo, deporte, etc.) le permitían concitar intereses muy distintos entresí. De esta manera, la obra vial suscitaba una enorme adhesión, ignorada únicamen-te por las empresas de ferrocarriles, que asistían no sin resistencias a la consolida-ción de un enemigo al que suponían mortal.

Devenida símbolo, la red vial remitió a un mito arraigado en la sociedad ar-gentina: el anhelo de unidad e integración nacional, el impulso hacia la construc-ción de la nación entendida como un todo homogéneo. Como es sabido, se trata-ba de un anhelo que, forjado en el siglo XIX, se había traducido inicialmente enel trazado de las líneas de ferrocarriles y que se depositaba ahora en el avance delautomóvil. Distinto tipo de imágenes y representaciones tematizaban tal anhelo.A modo de presentación, por su carácter emblemático, recordamos el caso delmojón que en la Plaza del Congreso indica el “kilómetro cero” de las rutas argen-tinas, presentado el 5 de octubre (considerado Día del Camino desde 1925) de1935, tres años después de aprobada la ley de vialidad. Se trataba de un auténticosímbolo del carácter sistemático y de la voluntad integradora del plan de caminos,ya que uniformizaba idealmente el inicio de las distintas rutas de alcance nacional,que anteriormente habían carecido de un punto común al cual referir su extensión.En 1931, el MOP había proyectado que un hito existente, la Pirámide de Mayo,

3 “Nuestro turismo necesita caminos ...y buenos cocineros - Una entrevista con el presidente de la DNV”,en El Hogar N°363, 29/11/1935, p. 37.

Page 103: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

109KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

indicara el “kilómetro cero”, pero, algo más tarde, a propuesta del AutomóvilClub Argentino (ACA), el mojón se trasladó a la Plaza de los dos Congresos,donde sería posible materializarlo de manera autónoma, convirtiéndolo en un mo-numento al sistema vial nacional.4

Las lecturas simbólicas del mojón eran recurrentes. Como indica el textoque le dedicara Enrique Amorím, el “kilómetro cero” era también valorado entérminos metafóricos que superaban su carácter técnico, porque se lo percibíacomo un disparador de imágenes capaces de evocar ecos de toda la patria en elcentro de Buenos Aires:

Huellas de la Argentina para los hombres de pie caliente y fresca canción en los labios.Huellas para siempre, nacidas al pie del mojón de la Plaza del Congreso, hormiguero inagota-ble de kilómetros. En los confines de la patria, quiebran sus bracitos y escuchan el sumar deltiempo y el fatal crecimiento de la patria.5

Con el mismo entusiasmo y simpatía, Amorím llevaba el vínculo entre auto-móviles, caminos y nafta de producción nacional –YPF–, a la popular comedia ci-nematográfica Kilómetro 111 (Mario Soffici, 1938), en la que, en un clima de mo-dernización del medio rural, esa combinación patriótica se oponía a acopiadores yferrocarriles extranjeros: en un desenlace feliz, el personaje encarnado por PepeArias abandonaba el riel, renunciando a ser jefe de estación, pero a cambio pasabaa regentear una moderna estación de servicio sobre la nueva trama caminera.

La red vial, entonces, no fue construida sólo por la técnica y la política, sinoque otras miradas de la sociedad operaron en la construcción de los significadosque ella va a adquirir en los años treinta. Algunos aspectos de este proceso hansido señalados por la historiografía, como la importancia de la red vial comoresultado de la ampliación de la intervención del estado en la economía y en lasociedad producida como consecuencia de la crisis de 1929. En particular, RaúlGarcía Heras, desde una perspectiva fundamentalmente económica, ha analizadola intervención estatal en el marco de la expansión de la industria automotriz norte-americana en el mercado argentino de transporte, en detrimento de las empresasbritánicas, vinculadas a los ferrocarriles.6 Menos transitados han sido los aspectos

4 “El punto cero en los kilometrajes”, en Automovilismo N°167, mayo de 1933, p. s/n.5 Enrique Amorín, “Kilómetro cero”, en El Hogar N°1465, 12/11/1937, p. 24.6 Raúl García Heras, Automotores norteamericanos, caminos y modernización urbana en la Ar-

gentina, 1918-1939, Buenos Aires, Libros de Hispamérica, 1985. También ver: María Silvia Ospital,“Autos y caminos para la modernización de Argentina. Comerciantes importadores de automóvi-les, 1920-1940”, en XVIII Jornadas de Historia Económica , Mendoza, 18 al 20 de septiembre de2002 (Versión CD de Actas).

Page 104: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

110 ANAHÍ BALLENT

territoriales del diseño y construcción de la red vial y su dimensión simbólica,aunque existen consideraciones de temas específicos como la vinculación entrela red vial, el automovilismo y su difusión mediática en la construcción de repre-sentaciones referidas a la integración territorial argentina, que han sido aborda-dos desde perspectivas disciplinares e intereses de investigación distintos porEduardo Archetti y por Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza.7

Como se ha observado en esta introducción, el trabajo propone centrar elanálisis en el terreno de las representaciones sociales construidas sobre la obrapública, es decir en el plano simbólico de la acción estatal sobre el territorio,perspectiva que hemos ensayado anteriormente, en colaboración con AdriánGorelik.8 Dentro de tal marco, el propósito de este artículo es examinar distintosaspectos del proceso social de construcción de un particular universo de repre-sentaciones alrededor de la red vial en la década de 1930, mediante el análisis,primero, de la trama de actores –sobre todo el estado y las organizaciones públi-cas no estatales– y políticas públicas que intervinieron en él y, segundo, de ladimensión territorial de esas representaciones tomando como centro la vincula-ción entre automóvil, camino y territorio nacional.

1. INICIOS: LA CULTURA DEL AUTOMÓVIL EN LA SOCIEDAD ARGENTINA

Una insistente demanda a favor de la ampliación de la red caminera se habíaconsolidado en los años veinte, período en el cual se había asistido a un incre-mento notable en el parque automotor que carecía de una contrapartida en el nivelde la infraestructura vial. Según datos de 1931, el parque automotor de Argentina,que consistía en algo más de 420.000 unidades, mostraba valores relativamente

7 Eduardo Archetti, El potrero, la pista y el ring. Las patrias del deporte argentino, Buenos Aires,Fondo de Cultura Económica, 2001. Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza, “La democratización delbienestar”, en Juan Carlos Torre (dirección de tomo), Los años peronistas (1943-1855), Tomo VIII dela Nueva Historia Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, pp. 257-312, sobre todo pp. 267-273.Sobre las imágenes territoriales construidas por el avance del turismo popular y sus relaciones con lasposteriores políticas peronistas, puede verse Eugenia Scarzanella, “El ocio peronista: vacaciones yturismo popular en Argentina (1943-1955)”, en Entrepasados N°14, comienzos de 1998, pp. 65-86.

8 Anahí Ballent y Adrián Gorelik, “País urbano o país rural: la modernización territorial y sucrisis”, en Alejandro Cattaruzza (director de tomo), Crisis económica, avance del estado eincertidumbre política, tomo VII de la Nueva Historia Argentina, Buenos Aires, Sudamerica-na, 2001, pp. 143-200.

Page 105: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

111KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

altos de vehículos por habitante (0,04 automóviles por habitante; 1 automóvilcada 26 habitantes), muy superiores a los de Alemania, por ejemplo, y compara-bles con los de Francia y Gran Bretaña. En cuanto a la relación con los caminos,nuestro país registraba el elevado número de 95 automotores por kilómetro decarretera, cifra que, al resultar notablemente superior al de otros países comoEstados Unidos (27), Australia (16) o Canadá (9), constituía un dato ilustrativodel atraso de la infraestructura sobre el parque automotor.9

Como ocurría en otros países latinoamericanos, desde fines de la PrimeraGuerra Mundial la producción automotriz norteamericana desplazaba a la inglesaen la captación del mercado argentino. En efecto, las empresas norteamericanasofrecían precios más competitivos instalando en el país plantas de ensamblado,una actividad que era observada como un avance en la industrialización asentadaen el país. Por otra parte, a través de compañías financieras asociadas, las auto-motrices estadounidenses emprendieron la financiación de sus ventas, amplian-do de esta forma el espectro de posibles compradores. Finalmente, a fines de ladécada se instalaban en el país empresas de neumáticos y de repuestos, aseguran-do a los usuarios una seguridad en la obtención de estos elementos que hacíaatractiva y práctica la elección por los productos de la industria americana.10

Un aspecto particular de este mismo fenómeno lo constituyó el desarrollo deinstituciones privadas vinculadas al uso y difusión del automóvil y al automovilis-mo como el principal “deporte mecánico” del siglo. Este tipo de asociaciones apa-reció tempranamente en Argentina: la más importante fue el ACA, fundado en 1904,al que siguió en importancia el Touring Club, formado en 1907. Se trataba de dosde los principales constructores y soportes de una trama de instituciones, accionesy representaciones sociales cuyo centro era el automóvil; constituían dos soportesinstitucionales de lo que puede denominarse “cultura del automóvil”. Dentro deeste nuevo universo, material a la vez que simbólico, pueden destacarse la crecien-te pasión despertada por el automovilismo como deporte, la aparición de nuevasformas de turismo, la modernización de hábitos de transporte, la difusión de nue-vas imágenes de la tecnología aplicada a la vida cotidiana, y por supuesto, la crea-ción de una nueva infraestructura.

El crecimiento del ACA puede ser tomado como un síntoma de estos proce-sos, aunque sin duda la institución constituyó un promotor de los mismos. En1911, cuando contaba con unos doscientos socios, el ACA instituyó entre ellosla primera competencia automovilística. En 1916 organizó la “Fiesta y Feria del

9 Datos de la Asociación de Importadores de Automóviles y Anexos, al 1/1/1931, en Cámara de Diputados,Diario de Sesiones, 1932, tomo III, pp. 646-650.

10 Sobre este tema, ver: Raúl García Heras, Automotores norteamericanos, caminos y modernizaciónurbana en la Argentina, 1918-1939, op. cit., pp. 9-27.

Page 106: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

112 ANAHÍ BALLENT

Automotor”, donde logró “una afluencia de público enorme [que] se encargó dedemostrar al ACA que su acción no aparecía indiferente a la masa popular”. En elmismo sentido y a partir de 1918 los “Salones anuales del Automóvil” exhibiríanlas novedades brindadas por importadores y fabricantes ante un público numero-so y ávido. En el mismo año la entidad comenzaba a editar su revista Automovi-lismo y ya no dejaría de ganar adeptos en distintos puntos del país: en 1925 con-taba con unos 9.000 y socios y con 27.000 en 1933, resultado de sus sonadasexcursiones-campañas de conscripción de socios por el interior.11

Los importadores de autos, los empresas productoras y expendedoras de nafta,y las asociaciones vinculadas al automovilismo interpelaban permanentemente alestado a propósito de las carencias de la infraestructura –“Tres cosas necesitanuestra República: caminos, caminos y caminos”, repetían desde el ACA–.12 Sinembargo, las asociaciones no sólo demandaban, sino que también colaborabancon los reducidos cuerpos técnicos estatales en vialidad. Así, por ejemplo, laAsociación de Importadores de Automóviles y el Touring recopilaban datos esta-dísticos y experiencia internacional, agrupando datos y fuentes que acercaban alestado y que servirían más tarde para alimentar la legislación y las decisionesgubernamentales argentinas en la materia. Los cruces eran múltiples y doble elsentido del intercambio entre asociaciones y estado: por ejemplo, el ACA conta-ba con su oficina técnica topográfica e informaba sobre el estado de los caminos;por otro, solicitaba a los organismos estatales, tanto en el plano nacional comoen los provinciales, el mejoramiento de un camino antes de cada carrera o raid. Afines de la década, la asociación comenzó a realizar ensayos de señalización encaminos nacionales y provinciales.

La intensidad –y también las limitaciones– de los vínculos entre estado, téc-nicos, empresas importadoras, automotrices o petroleras y asociaciones de au-tomovilismo alrededor del tema vial se pudo observar claramente en 1925, cuando,organizado por el Touring Club se realizó en Buenos Aires el Primer CongresoPanamericano de Carreteras, que, bajo el liderazgo de los Estados Unidos, reunía re-presentantes de diecinueve países miembros de la Unión. El ACA, el Touring, lasasociaciones de técnicos argentinos (Centros de Ingenieros) y las reparticionesestatales, y los importadores de automóviles se reunieron a reflexionar sobre lavialidad en América bajo el modelo de la experiencia estadounidense, la más avan-zada dentro del horizonte continental en tal campo. El Congreso se constituyó enpermanente e instituyó el 5 de octubre como Día del Camino en todos los países

11 “El ACA desde su fundación hasta la fecha”, Automovilismo N°85, noviembre de 1925, p. s/n. “La fundación del ACA, hace treinta años fue una verdadera aventura”, en El Hogar N°1258,24 /11/1933, p. 40.

12 Automovilismo N°79, mayo de 1925, p. s/n.

Page 107: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

113KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

de la Unión; en otras palabras, esta especie de “coalición carretera” formada a par-tir del fin de la Primera Guerra, reagrupaba fuerzas y ensayaba una presión sistemá-tica sobre el estado. Mientras tanto, en homenaje al Congreso Panamericano, Ro-berto M. Ortiz, ministro de Obras Públicas, enviaba al Congreso un proyecto de leyde vialidad –no muy diferente del que se aprobaría en 1932– que nunca llegó a sertratado por el cuerpo legislativo, como había ocurrido con un número apreciablede iniciativas similares.13 El momento de tratamiento y sanción de la ley se dila-taría hasta los primeros años de la década siguiente, momento en que la crisiseconómica pondría en primer plano la cuestión de los valores de transporte comoparte de los costos de la producción agroexportadora argentina.

2. EL DEBER: EL ESTADO TOMA EL MANDO

A diferencia de las numerosas iniciativas propuestas en los años veinte, elproyecto del Poder Ejecutivo de 1932 fue sancionado con celeridad, conmemo-rando el Día del Camino del mismo año. Como antecedentes inmediatos contabacon una serie de iniciativas nacionales y provinciales que se habían implementadodesde mediados de 1930.14

Como otras propuestas legislativas presentadas aproximadamente al mismotiempo, el proyecto oficial de 1932 hacía hincapié en el abaratamiento del fletecomo una forma de reducir los costos de la producción rural, con el objeto demejorar la competitividad de los productos argentinos en el mercado internacio-nal. Según estimaciones de uno de los proyectos, el costo de acarreo de la pro-ducción agraria a las estaciones podía reducirse entre el 40 y el 60% a través delmejoramiento vial.15 En este sentido podemos considerar que la Ley de Vialidad11.658 formaba una pareja con otra ley sancionada muy poco después, la 11.742de elevadores de granos, nueva iniciativa oficial en el campo de las obras públicas,

13 Un panorama de los distintos proyectos presentados desde 1875, alrededor de veinte,puede verse en: Asociación Argentina de Importadores de Automóviles y Anexos, División deVialidad, Antecedentes para el de la ley federal de carreteras, Buenos Aires, Imprenta A.Baicocco y Cía, 1931.

14 Por ejemplo los programas viales de la Provincia de Buenos Aires y de Mendoza, ambos de 1930,los llamados a licitación de las rutas Buenos Aires-Rosario-Córdoba y Buenos Aires-Bahía Blanca,además de la creación del impuesto a la nafta en 1931. Ver Raúl García Heras, Automotores norteame-ricanos, caminos y modernización urbana en la Argentina, 1918-1939, op. cit., pp. 56-65.

15 Proyecto de Carlos Moret (h), Alejandro Castiñeiras y Rufino Inda, Cámara de Diputados, Diariode Sesiones 1932, tomo III, pp. 83 a 93.

Page 108: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

114 ANAHÍ BALLENT

presentada bajo la presión de la crisis, y centrada también en la modernizacióndel comercio de la producción agrícola.16

La propuesta de vialidad seguía el modelo de la legislación norteamericana,juzgada como la más adecuada para nuestro país por poseer problemáticas territo-riales semejantes y una organización política comparable. La ley creó un nuevofondo nacional de vialidad destinado al estudio, trazado y construcción de caminosy obras anexas, obtenido por un impuesto sobre la nafta y los lubricantes.17 Pocoantes, por decreto del 11 de marzo de 1932 y sobre la base de dos reparticionesexistentes abocadas con anterioridad al sector vial, se había creado la DirecciónGeneral de Vialidad de la Nación, dependiente del MOP; la Ley 11.658 le daría aeste ente administrador de fondos, proyectista y ejecutor de obras una mayor auto-nomía, ascendiéndola a Dirección Nacional (DNV).

La autonomía con la cual fue dotado el nuevo organismo era algo relativa-mente novedoso para la estructura estatal y se consideraba decisiva para que lasobras se efectuaran con celeridad, ya que no requería la aprobación de cada unade sus acciones por parte del MOP, sino que dependía de un directorio específi-co. Entre 1932 y 1938, la gestión de la repartición como presidente del directoriorecayó sobre el ingeniero Justiniano Allende Posse, ministro de obras públicasde Tucumán y de Córdoba por breves períodos al inicio de la década e integrantedel círculo más estrecho vinculado al presidente Justo.18 Allende Posse, además,

16 Al igual que la ley de vialidad, la de elevadores de granos disponía un plan de construccionespor parte del estado nacional, con carácter de servicio público que enfatizaba la integración de lasobras en un único plan nacional. Tales características, según la argumentación del poder ejecutivo,reclamaban la intervención directa del estado nacional en la materia, ya que los particulares seríanincapaces de ejecutarlas.

17 La ley estableció un impuesto de pesos m/n 0,05 por litro de nafta y de un 15% del valor de ventapor mayor del kilogramo de aceites lubricantes (Fondo de Vialidad). Encomendó al nuevo organismocreado (DNV), la planificación y construcción de la red vial troncal o nacional y estableció una “ayudafederal” que se repartía entre las provincias, para que aumentaran sus propias inversiones en caminosprovinciales. Las provincias debían adherirse a la ley, creando sus propias direcciones provincialesde vialidad. En general, las provincias se adhirieron al sistema entre 1932 y 1933. Poder EjecutivoNacional, Obra de gobierno..., op. cit., p. s/n.

18 J. Allende Posse. Ingeniero y empresario cordobés, nacido en 1886. Formado en la Facultad deCiencias exactas de la Universidad de Córdoba, se recibió en 1906 de ingeniero geógrafo y en 1908 deingeniero civil. Ingresó a la administración pública como inspector de ferrocarriles del MOP. Tambiénse desempeñó como docente, presidió el Centro de Ingenieros de Córdoba en 1916 y fue vicedecanode la facultad en 1918. En 1912 se asoció con el ing. Emilio Olmos, fundando en Córdoba una empresade construcciones, que actuó hasta 1930, cuando Olmos fue elegido gobernador de la provincia. Tuvouna actuación amplia en distintas industrias vinculadas a la construcción, dentro de la cual se destacasu carácter de director de la Corporación Cementera Argentina (CORCEMAR). Fue ministro de Obraspúblicas durante la intervención federal a Tucumán (1931) y ministro de obras públicas de Córdoba en1932. Diccionario biográfico contemporáneo, Personalidades de la Argentina, Editorial Veritas,Buenos Aires, 1948, p. 30.

Page 109: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

115KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

representaba en el directorio a las zonas Centro y Norte del país, mientras que elresto del mismo se componía de vocales representantes de la zona Sur y el Lito-ral (dos ingenieros funcionarios de la DNV), de las empresas de transporte (1),de asociaciones agrarias (1), entidades automovilísticas (1, recaería sobre el ACA)y el Ejército (1). En este esquema corporativo –usando el término en sentidolaxo– los intereses privados, aunque en minoría, eran incorporados al organismoestatal en un directorio mixto. En efecto, el control estatal se imponía desde elpunto de vista numérico; además, la elección de una figura sumamente prestigio-sa desde el punto de vista técnico, como Allende Posse, era un signo de que loque estaba en juego no era la cesión de las decisiones estatales al campo de losintereses privados, sino una concepción de acción estatal de nuevo tipo. La pre-sencia de empresas privadas e instituciones públicas en el directorio era presen-tado como garantía de que la repartición “se mantendría alejada de la política”.19

En tal sentido, recordemos que “política” era considerada una “mala palabra”,sinónimo del depuesto yrigoyenismo: la oposición a esta imagen denostada en suvinculación con el estado guió numerosas decisiones de la nueva repartición,entendida como el modelo de un aparato estatal administrador, moderno y efi-ciente, profundamente diferente del heredado.20 Por supuesto, éstas eran las re-presentaciones de la política que sustentaban el discurso público estatal, aunqueotro tipo de análisis saca rápidamente a la luz los puntos de continuidad que vin-culan la nueva creación con experiencias previas: desde la actuación del personaltécnico dentro de elencos estatales, hasta las semejanzas entre la ley de vialidad de1932 y el proyecto del mismo asunto presentado al Congreso por Ortiz como mi-nistro de Obras Públicas de Alvear en 1925. Lo importante, en este caso, es desta-car que este discurso público operaba en la construcción de políticas estatales.

“Nuestra obra no es espectacular pero sí eficiente”.21 Esta expresión, quepodría considerarse el leitmotiv de Allende Posse en la construcción de la DNV,indicaba que se hacía cargo de su orientación con ideas precisas y con una claraconciencia de la magnitud e importancia de la tarea a emprender. La figura públi-ca de este nuevo constructor de políticas estatales se delineaba como la de unpoderoso líder del organismo y de su personal, pero también dirigía su mensaje a la

19 León Tourrés, diputado por San Juan, “Consideración de la ley de Vialidad”, en Cámara de Diputa-dos, Diario de Sesiones, 1932, tomo VI, p. 676.

20 Sobre el sentido político y el carácter de la DNV dentro de la estructura estatal y la inserción deasociaciones y empresas en el directorio: Anahi Ballent, “Estado, acciones públicas y ámbito privado enla construcción de políticas estatales: La DNV y el ACA, 1932-1943”, en XIII Jornadas de HistoriaEconómica, Mendoza, 18 al 20 de septiembre de 2002 (Versión CD Actas).

21 “Nuestra obra no es espectacular pero sí eficiente, dice el Ingeniero Justiniano Allende Posse”, enAutomovilismo N°171, septiembre-octubre de 1933, p. s/n.

Page 110: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

116 ANAHÍ BALLENT

sociedad en lo que hoy llamaríamos una alta exposición pública y mediática: unavez creada la DNV, Allende Posse, en persona, o a través de sus colaboradores,hegemonizó la voz del estado en la materia.

Esta voz, en primer lugar, resaltaba la figura de ingeniero –tradicional emblemade los aspectos técnicos de la modernidad– como protagonista de una nueva gestapatriótica: sobre los ingenieros de vialidad recaía el deber de realizar esta obra como“[ejerciendo] un apostolado”, porque trabajaban “para asegurar el progreso de losargentinos y la grandeza de la Nación”.22

Nos encontramos en un momento singular, como pocas veces se ha presentado a un cuerpode ingenieros. Se nos ha entregado el país entero, casi virgen, para diseñar sobre él la red decarreteras definitivas. Nuestra obra será una obra para siglos. Si ella está bien planeada, seráeterna. Los caminos de hoy podrán ser corregidos en detalles, ampliados, levantados o mejo-rados, pero su trazado general será definitivo. Es entonces nuestra responsabilidad.23

El carácter necesariamente nacional, integral, del sistema a diseñar era otroelemento constante de los discursos que tuvo un claro correlato en las accionesiniciales de la nueva repartición, ya que una de las primeras tareas a las que seabocó fue el diseño global del sistema vial. Dicho sistema exigía ser representadocomo totalidad a escala nacional, apelando a una abstracción, el mapa patrio, paratransformarlo en el “mapa carretero” o explayarlo analíticamente en un “atlas vial”.De esta manera establecía jerarquías de emprendimientos y subrayaba el caráctersistemático del proyecto: “red troncal nacional”, “caminos provinciales”, “cami-nos locales”. Esta coordinación, que representada sobre el territorio producía elresultado de una malla y no de un abanico, como ocurría con el trazado de losferrocarriles, no era obvia para la mirada del años treinta: justamente uno de losvalores de la ley de vialidad era su capacidad de sistematizar, de crear un conjuntoordenado donde anteriormente existían iniciativas dispersas. Trama y no abanico:ésta era una imagen de integración territorial, de nuevo tipo y sumamente poderosa.

En el plano de las imágenes, la contracara de la red vial se presentaba como elsímbolo de integración nacional propio del siglo XX, cuya representación se mon-taba sobre imágenes previas de la patria basadas en la geografía y ya consolidadasen el imaginario social, como las típicas “postales argentinas”, que en la sublimi-dad de los paisajes naturales –de los cuales el hombre estaba ausente– encontrabansímbolos de la patria.24 En efecto, las representaciones visuales de la obra vial

22 República Argentina, MOP, DNV, Memoria 1935, Buenos Aires, 1936, p. X.23 República Argentina, MOP, DNV, Conferencia pronunciada por el Ing. Justiniano Allende Posse al

regresar de su viaje de estudios a Sur y Norte América, Buenos Aires, 1936, p. 28.24 Graciela Silvestri, “Postales argentinas”, en Carlos Altamirano (Ed.), La Argentina en el siglo XX,

Buenos Aires, Ariel, 1999, pp. 111-135.

Page 111: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

117KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

consistían, por un lado, en fotos paisajísticas que tomaban como centro la vincu-lación entre camino y paisaje, agregando generalmente a su indiscutido protago-nista, el automóvil. A diferencia de la natura naturans de las postales argenti-nas, la natura naturata de las fotografías de la obra vial se presentaba comooperación de montaje, como articulación de técnica moderna y naturaleza. Másque la patria, lo allí representado era la acción humana –el estado conduciendo latécnica– en la construcción de la nación.

“Camino de acceso a la Capital Federal”, “Camino de Salta a Jujuy por el Abrade Santa Laura”, “Camino de Nonogasta a Vinchina por la Cuesta de Miranda, através del Famatina”, “Camino de Mendoza a Chile. Túnel en construcción (Cordi-llera de los Andes)”: esta sucesión u otra similar, alternando lo próximo con loremoto, acercando en el plano simbólico centros y fronteras, puede encontrarse enlos epígrafes de fotografías en folletos de difusión o constituir una serie dediapositivas de una conferencia dedicada el tema, ya que la sucesión de imágenesde caminos y automóviles irrumpiendo en los diversos paisajes patrios formabaparte de una retórica conocida que parecía imponerse para difundir la obra camine-ra, pero también para pensarla.25

En los discursos de Allende Posse, al remitirse a términos territoriales, laempresa presentaba otros aspectos. Mostraba la gravedad de una obra verdadera-mente titánica, cuya enunciación no podía evitar cargarse de acentos sombríos:

Meditemos un instante sobre la variedad infinita, sobre la extensión inmensa del territorio de lapatria, en el que debemos realizar [...] una obra vastísima y urgente. [...] Selvas impenetra-bles, [...] llanuras anegadizas, calor y plagas en el Norte; planicies inmensas [...], hielo, vien-tos [...] en el Sur; montañas escarpadas, [...] torrentes, aludes [...] nieves permanentes alOeste. [...] Escasez de recursos y de hombres; soledad frente a la cual la humana impetuosi-dad reclama lo que la técnica no aconseja, las finanzas no permiten y la falta de vehículos y detráfico hacen innecesario [...]26

Territorio extenso, dificultades técnicas, tránsito poco denso, recursos limi-tados: en estos términos, casi dramatizándolos, el presidente del organismo pre-sentaba al público su caracterización del problema vial argentino. La sociedad,continuaba entonces, no debía equivocarse esperando de la acción de la DNV laespectacularidad con la que solía asociarse al camino –sobre todo en los mediosmasivos: por ejemplo, autopistas atravesando paisajes impactantes–, pero en cam-bio encontraría en el organismo eficiencia económica y racionalidad técnica para

25 “Lista de diapositivas proyectadas durante la conferencia”, en Teodoro Sánchez de Bustamante, Oríge-nes y desarrollo de la vialidad en el mundo, folleto, Buenos Aires, 1938, p. s/n.

26 Discurso de Allende Posse Día del Camino de 1935, DNV, Memoria 1935, p. 38.

Page 112: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

118 ANAHÍ BALLENT

resolver lo que consideraba el principal problema del país: la transitabilidad delos caminos de un territorio extenso, con baja densidad de tránsito y con recur-sos acotados para aplicar a la cuestión vial.

La discusión que planteaba no era menor, ya que estaba definiendo el criterioque orientaría la inversión en vialidad y el tipo de infraestructura a que podíaaspirar el país. En este sentido, Allende Posse se inclinaba por los caminos debajo costo dirigidos fundamentalmente al transporte de la producción agraria,dejando para el futuro los caminos pavimentados no ligados directamente a dichaproducción, como los de turismo, que eran, en cambio, los que resultaban máspopulares como imágenes del camino. Un blanco preciso de la discusión puedeubicarse en algunas propuestas realizadas por el gobierno de Uriburu, que la pos-terior creación de la DNV reencauzaría, de crear una red troncal nacional pavi-mentada financiada en parte por peaje, siguiendo ejemplos europeos, como eldesarrollado desde la década anterior por Italia, más que el modelo norteameri-cano que Allende Posse defendía.27 Esta propuesta era capaz de producir carrete-ras “espectaculares”, pero carentes de espíritu sistemático y alcance nacional,ineficaces, por lo tanto, en términos de resolución del verdadero problema delterritorio argentino. En cambio, el aparato estatal que construyó la DNV, centra-do en técnicos viales de una sola disciplina –ingenieros civiles–, en caminos debajo costo, y en su vinculación con reparticiones similares provinciales, resultóefectiva para enfocar el problema de otra forma, ligándolo a la totalidad nacionaly privilegiando el rol de soporte de transporte de la producción agraria del siste-ma. La DNV estaba apoyada por un conjunto de ideas que podría calificarse deestricto o aun rígido, pero que permitía operar sin vacilaciones, calidad no des-deñable a la hora de diseñar políticas estatales.

El organismo basó sus éxitos en la adopción de este enfoque inicial, aunquetambién encontró en él posteriores limitaciones, como desarrollará más adelan-te este trabajo. Sin embargo, para cerrar este punto, cabe destacar que en relacióncon la difusión que tenía el automóvil en el país y el nutrido imaginario social tejidoa su alrededor desde la primera posguerra, esta propuesta inicial del estado, aun-que razonable en términos técnicos y económicos, parecía impregnada de ciertotono inactual, hasta anacrónico. En cambio, así describía la revista Turismo los“sueños de automovilista”:

27 El ministro de Obras Públicas Octavio S. Pico (1930-abril 1931) seleccionó un conjunto de cami-nos a ser ejecutado por el sistema de peaje; posteriormente Pablo Calatayud (abril 1931-febrero 1932)creó el Directorio Central de Consorcios Camineros. Estas iniciativas fueron sustituidas un poco mástarde por la DNV y su propio plan.

Page 113: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

119KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

Siempre soñaron nuestros automovilistas con ver transformados los caminos del país, hacién-dolos correr entre amigas hileras de árboles y verde obscuro de setos vivos, de tanto en tantoun cottage, de inclinada techumbre y humeante chimenea; y otras imágenes de caminos di-chosos, umbrosos, flanqueados de poesía.28

En contraposición con estas imágenes de un paisaje amable y tiernamentemodelado, la propuesta de la DNV se asentaba en la imagen de un país que pri-vilegiaba los aspectos rurales tradicionales, que se modernizaba e integraba,pero lo hacía en clave rústica. Hasta el presidente Justo, al hacerse cargo públi-camente de estas ideas que sin duda compartía, parecía traslucir involuntaria-mente cierta decepción: “Hay, pues, que conformarse con el camino barato ysin polvo ni barro, que permita el tráfico todo el tiempo. Eso es lo que interesaa nuestra producción agrícola”.29

Por otra parte y en un sentido similar, en la prensa de la época, la publicidadsolía resaltar los aspectos poco gratos de estos caminos, transitables, en el me-jor de los casos, pero siempre poco confortables. Así, el Ferrocarril del Sur re-cordaba insidiosamente que “llueva o truene... el tren siempre llega”, para luegoaconsejar: “No se aventure con su automóvil por malos caminos”.30 Otras propa-gandas presentes en las revistas de automovilismo operaban como verdaderosdetalles reveladores: “Ningún turista olvida Pastillas Valda: con ellas defiendesus bronquios de la tierra del camino”.31 En síntesis, y como se observará conmás detalle posteriormente, esta apelación inicial no conformaría por mucho tiem-po, ni al propio estado ni a amplios sectores de la sociedad argentina.

3. LA PASIÓN: BÓLIDOS DE LAS CARRETERAS

Al mismo tiempo que el estado, a través de la DNV, configuraba una nuevavoz sobre el sistema de caminos, otros usos del mismo sistema sustentabannuevas representaciones sociales, que también se referían a la deseada inte-gración nacional a través de la red caminera, aunque desde perspectivas muydiferentes. Uno de esos usos fue el del automovilismo deportivo, que tenía en

28 “Sueños de automovilista”, en Turismo N°338, julio de 1937, p. 33.29 Agustín P. Justo, “Mensaje del Presidente de la Nación al inaugurar el Congreso Nacional, 1935”,

p. 164 (Consultado en versión digital, Association of Research Libraries, Digital Collection of Mexicanand Argentine Presidential Messages, sitio http://www.lanic.utexas.edu).

30 Automovilismo N°196, febrero de 1936, p. s/n.31 Automovilismo N°179, junio-julio de 1934, p. s/n.

Page 114: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

120 ANAHÍ BALLENT

el ACA a su principal protagonista, carácter que no haría sino crecer a partir delmejoramiento de los caminos, pero también de la incorporación de la asociaciónal directorio de la DNV, teniendo en cuenta que la dirección había pasado a ser elorganismo estatal que autorizaba la realización de competencias. Por otra parte,el automovilismo servía de propaganda a la DNV, ya que demostraba que las ca-rreras ganaban en extensión y ampliaban su radio de realización a causa del mejo-ramiento de los caminos: la alianza entre organismo estatal y asociación públicatenía bases sólidas y de mutua conveniencia.

Además, la incorporación del ACA al directorio de la DNV consolidó la pri-macía de la asociación sobre el Touring Club, creado en 1907 como desprendi-miento del ACA. Aunque se trataba de dos instituciones con rasgos en común, enrealidad, en la década del veinte el Touring había tenido un mayor protagonismoen relación con las demandas de una ampliación de la participación estatal, y unamayor vinculación con las asociaciones de ingenieros, organizando, por ejem-plo, el Primer Congreso Argentino de Vialidad entre 1922 y 1925. Mientras queel Touring parecía contar con un aparato técnico más afinado en cuanto a suspropuestas sobre vialidad y a información complementaria –como la estadística–, el ACA iba creciendo en popularidad apoyando el automovilismo deportivo.

Como se planteó anteriormente, el mejoramiento de los caminos permitió, enprimer lugar, que los premios nacionales abarcaran mayores extensiones y reco-rrieran regiones geográficas que anteriormente le estaban vedadas. Este aspectoconstituiría una base para numerosos discursos, referidos al “descubrimiento” delpaís, tanto en el plano físico como en el cultural, ya que las competencias poníanen primer plano sectores del país que en otros aspectos distaban de ocupar talesespacios. Así, el Gran Premio Nacional de 1934 llegaba hasta Resistencia y colo-caba, aunque fugazmente, al Chaco en primer plano. Según aseguraba la prensa, esaexposición fugaz y precaria tenía la capacidad de dejar huellas en el imaginariosocial, cambiando representaciones consolidadas:

Mucha, muchísima gente, que creía que el Chaco era solamente una selva inhospitalaria conmuchos indios y algunos blancos, ha recibido una verdadera sorpresa al enterarse de que eseterritorio es tal importante y civilizado como las primeras provincias argentinas y mucho másque algunas de ellas.32

Sin embargo, la ampliación de la extensión del Gran Premio Nacional fue sóloun promisorio inicio. El avance de la DNV sobre la transitabilidad de las rutas prontopermitió pensar en un Gran Premio Internacional como el de 1936, segunda prueba

32 “Consideraciones sobre el último Gran Premio Nacional”, en Revista del Touring Club ArgentinoN° 299, abril 1934, p. 105.

Page 115: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

121KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

de su categoría, que llegaba hasta Chile recorriendo la insólita cifra de 7000 kilóme-tros en nueve etapas. Organizado por el ACA, contó con el auspicio de YPF y delpropietario de la fábrica de cigarrillos Particulares –Virgilio Grego–, quien aportólos fondos requeridos para los premios.

En línea con la cita anterior sobre la competencia nacional de 1934, la revistaSintonía afirmaba que “el Gran Premio Internacional Virgilio F. Grego 1936 [‘des-cubría’] a los argentinos la Patagonia”.33 En efecto, los diarios y revistas, pero sobretodo la radio, seguían con avidez los derroteros del evento: la transmisión por radioSplendid durante los catorce días de duración de la carrera, bajo la dirección delpopular relator Luis Elías Sojit, era considerada en sí toda una proeza organizativa ytécnica. La radio constituía el corazón mediático del evento, pero la prensa escrita,ya fuera deportiva o no especializada, colaboraba también activamente en la difusión.Cabe destacar que la revista Sintonía, que dedicó un suplemento al evento, era pro-piedad del periodista chileno radicado en Argentina Emilio Karstulovic Bonaci, co-nocido “raidista” y exitoso corredor de carreras –ganador del Gran Premio Nacionalde 1934–, a la vez que uno de los principales impulsores del premio.

Retomando el nivel de las representaciones construidas por la prensa es-crita, sorprende la combinación de niveles que se desplegaban en los discur-sos. Por ejemplo, La Nación recogía la narración de las impresiones de RaúlRiganti, ganador de la competencia, quien combinaba una cantidad de aspectostan amplia, que el centro natural del evento, es decir el automóvil y su rendi-miento, parecían perder tal carácter, mientras que, en cambio, el foco de aten-ción del relato se iba desplazando alternativamente hacia el estado de los cami-nos, la labor de los funcionarios de la DNV, las técnicas de transmisión de lainformación o la infraestructura turística:

Hay en Comodoro Rivadavia un funcionario de la DNV, que ha hecho proezas [...], a quien ami llegada a esta ciudad no pude sino felicitar por lo que fue capaz de hacer en tan pocotiempo [...] Pero lo que me maravilla es el telégrafo [...] En la ciudad del turismo [Bariloche],el acogimiento fue entusiasta: hubo calor en la muchedumbre, aplausos no interrumpidos ycordialidad en las autoridades. No así en los hoteles, donde se cobra cuatro pesos por unabotella de vino común.34

La particular combinación entre hombres, autos y caminos tramada por eldeporte en este momento que podemos calificar de “fundacional”, generaba discur-sos policéntricos, porque los caminos convocaban a distinto tipo de tópicos y even-tos, todos ellos novedosos. Dentro de ellos, como se observaba anteriormente

33 Suplemento especial dedicado a la transmisión radiofónica del Gran Premio Virgilio Grego de 1936,Sintonía N°147, 15/2/1936, p. s/n.

34 La Nación, 11/3/1936, p. 11.

Page 116: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

122 ANAHÍ BALLENT

en las representaciones estatales, la integración nacional que proponía el evento,al recorrer distintas zonas del país, se reiteraba de manera insistente, tal como loplanteaba el cronista de La Nación:

La carrera está llenando una función patriótica evidente al difundir por todo el país losaspectos más salientes de las regiones más distintas, para bien de ellas mismas y para quesea más vigoroso el sentimiento colectivo al advertirse en la unidad geográfica tantos mati-ces de la vida argentina.35

El evento, en su representación mediática, parecía instalar al país en ciertasimultaneidad temporal, que constituía otra forma de integración, más simbólicaque territorial: durante catorce días, la competencia mantenía en vilo al país ente-ro. Podría afirmarse que esta misma sensación se registraba en otros eventos de-portivos (partidos de fútbol, por ejemplo), pero en el caso del automovilismo pre-senta particularidades diferentes, relacionadas con la representación del territorionacional. En efecto, la competencia obligaba a conocer lugares antes desconoci-dos y acercaba idealmente espacios distantes:

Pueblos enteros que no figuran siquiera en los mapas de la república estarán en los labios yoídos de millares de lectores y radioescuchas, y de oscuros villorrios y poblaciones pasarán aser puntos conocidos y por ende, fáciles de traslados hacia ellos gracias a la difusión que sehará de los medios a que ello converge.36

Por otra parte, la competencia invertía fugazmente las relaciones centro-peri-feria tal como se habían consolidado históricamente en el territorio argentino. Porpocos pero intensos momentos, el centro de gravitación, la acción vital, se desa-rrollaba fuera de las grandes ciudades, desplazándose hacia rincones de la patria,que súbita e inesperadamente vibraban, convirtiéndose en centros de atracción dela vida nacional. Así, según Crítica, el 18 de febrero de 1936, la máxima emociónargentina se experimentaba de manera directa –no mediática– sólo en Uspallata:

Esta localidad conocida por sus características pintorescas fue escenario de uno de lospasajes de mayor interés en la tercera etapa y posiblemente de todo el curso de la carre-ra hasta ahora disputada. Todo el pueblo se circunscribió con su atención y presencia en lospuntos allegados al camino por donde debían pasar fugazmente los participantes [...] La llega-da de los primeros fue verdaderamente épica. Todo el mundo barajaba nombres sobre

35 La Nación, 11/3/1936, p. 11.36 Emilio Karstulovic B., “Recuerdos e historias del Gran premio Internacional”, en Suplemento de

Sintonía, p. s/n.

Page 117: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

123KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

quién sería el primero en cruzar este control pero cuando iban a ser las ocho horas treintay cinco minutos, se avistó a lo lejos una gran nube de polvo. Es que se trataba de nadamenos que de cuatro coches juntos que de forma impresionante brindaron una emociónincontenida entre los asistentes al pasar por aquí con vertiginosa velocidad. Pasaron comobólidos sin cejar un instante con el fierro a fondo.37

Estas nuevas percepciones inducían cierta revisión de algunos aspectos de lasrepresentaciones tradicionales del territorio nacional –sus órdenes, distancias y je-rarquías–, pero en otros aspectos reforzaban dichas representaciones y obligaban aacudir a la asistencia de dispositivos tradicionales de representación. Así, ciertosaspectos de las narraciones de la prensa sólo podían seguirse con la ayuda y laorientación de un mapa o un plano carretero. Por ejemplo, veamos esta lección degeografía en la descripción de la etapa Temuco-Neuquén (en territorio chileno):

Con rumbo al Noroeste se inicia la etapa hasta la Cordillera, retrocediendo hasta Lautaro ytomando franco rumbo Oeste, o sea hacia Lonquimay. Hasta Curacautin el camino es más omenos viable, algo suelto y en ese punto hasta Pino Hachado se inicia una zona montañosatortuosa, de caminos irregulares, con algunos pasos como ser las numerosas alcantarillas querequieren precaución.38

Estas narraciones mediáticas construían una forma de mirar y representar el te-rritorio, en la cual se actualizaban elementos tradicionales, a la vez que se introdu-cían nuevas valencias. Los paisajes que se representaban eran similares a los queregistraban los discursos que observamos en la producción estatal. Adoptaban el mismocarácter áspero y rústico, pero no se encontraban modulados por los mismos acentossombríos: las dificultades que imponía la naturaleza constituían en este caso la clavedel peligro, pero también fundaban la fuerza de la emoción.

Como habrá podido notarse, dentro de este conjunto de representacionesmediáticas, faltaban las imágenes en movimiento, la forma más directa y precisade captar la esencia del automovilismo, la única capacitada para seguir su veloci-dad y captar su sentido. Pronto llegarían como iniciativa del piloto y hombre demedios Karstulovic. En efecto, la debutante productora Rayton decidió aprove-char el entusiasmo de un público amplio para realizar un film con imágenes do-cumentales del Gran Premio Internacional de 1936, bajo la dirección del propioKarstulovic. Así, sólo quince días después de finalizada la competencia, cuandoaún no se habían apagado las resonancias del evento, se estrenaba en Buenos Ai-res Vértigo, la primera película del cine argentino centrada en el automovilismo.

37 Crítica, 19/2/1936, p. 5.38 Crítica, 21/2/1936, p. 4.

Page 118: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

124 ANAHÍ BALLENT

Vértigo no se nutría solamente de imágenes de la competencia ya que tambiénmostraba paisajes de distintas regiones argentinas en una simultaneidad que hastaese momento los esfuerzos de producción locales desconocían: “las sierras deCórdoba, los lagos patagónicos y la agreste y serena naturaleza de Chubut figuraránseparadamente en Poncho Blanco, Sombras porteñas y Petróleo. La nueva pelícu-la de Rayton las presenta juntas”.39 A ello se sumaban imágenes nativistas de cos-tumbres y fiestas tradicionales, “todo lo cual [hacía] de este film una gran obra deargentinismo”.40 Finalmente, la carrera “se matizaba con un argumento de cortesentimental y profundamente humano”.41 En otras palabras, Vértigo combinaba dis-tintos tipos de materiales: el documental deportivo, filmado especialmente duran-te el Gran Premio, y filmaciones ficcionales previas, dentro de las cuales se desta-caba una historia simple y moralizante. Con respecto a esta última, se trataba de unjoven piloto obligado a elegir entre su pasión por el automovilismo y el mandatosocial que le exigía gerenciar una modesta fábrica de propiedad familiar –cosa quesensatamente decidía en el final del film, logrando dominar el “vértigo” que loembriagara en su fugaz aproximación al mundo deportivo.

El estreno del film generó una gran expectativa, y fue presenciado por buenaparte del espectro de actores que constituían la “trama automovilística” local; sinembargo, la proyección defraudó a su público. La crítica constató de manera unáni-me que la película adolecía de serios problemas, circunstancia que hasta la revistadel director del film debió admitir. En tal sentido, entre otras cuestiones, se obser-vaba que la trama ficcional resultaba poco interesante y que mostraba problemastécnicos, a punto tal que se aconsejaba su supresión completa. Pero las observa-ciones iban más allá: en realidad, como reconocía Sintonía, “el deportivo era elúnico aspecto que el público deseaba ver”.42

En otras palabras, el aspecto deportivo obturaba tanto los aspectos humanoscomo los patrióticos contenidos en los eventos deportivos, al menos si éstos seencontraban planteados de manera, tan directa como lo había intentado hacer Vér-tigo. Sin embargo, dejando de lado esa crítica general, en el documental deporti-vo, la crítica rescataba una novedad apasionante:

Representa ello un rápido esfuerzo, que, aunque no consumado con mucha habilidadtécnica, despierta legítimamente la atención y se hace acreedor del aplauso por la ideamoderna latente en él, de trasladar lo palpable, lo que apasiona a la colectividad, la reali-dad cercana, a la pantalla.43

39 “Una gran película nacional”, en Sintonía N°143, 18/1/1936, p. s/n.40 “El 6 de marzo se entrenará en el Renacimiento la película Vértigo”, en Sintonía Nº148, 22/2/

1936, p. s/n.41 “Con Vértigo la Rayton hará obra de nacionalismo”, en Sintonía N°146, 8 /2/1936, p. s/n.42 “La premiere de Vértigo”, en Sintonía , N°152, 21/3/1936, p. s/n.43 La Nación, 12 /3/1936, p. 12.

Page 119: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

125KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

Desprolija, tosca y apresurada, tanto en la apelación a representaciones so-ciales como en la búsqueda de nuevas imágenes, Vértigo ostentó el mérito de serla primera película nacional que se ocupó del automovilismo, y, como intuía lacita anterior, tuvo el valor de aventurar a la cinematografía local en un terrenonuevo: el de la modernidad de las pasiones masivas, ensayando nuevas formasapropiadas para representarlas.

En el desarrollo posterior de la producción local, el automovilismo en parti-cular no fue un tema excesivamente frecuentado, aunque existe una serie de ejem-plos posteriores. Así, a Vértigo le seguirían Bólidos de acero y Fangio, el de-monio de las pistas (1950), Turismo de carretera (1968) y Piloto de pruebas(1972).44 Las dos películas de 1950 se centran en los grandes ídolos del automo-vilismo (los Gálvez y Fangio), y las otras en la inmensa popularidad que manten-dría el deporte a lo largo de décadas, sobre todo en la categoría denominada “tu-rismo de carretera”. Estos dos procesos aún no estaban presentes en Vértigo, yaque se iniciaron a fines de la década de 1930, pero continuaban por un caminoanunciado por la conjunción de acciones y valores que registraba el film. A partirde 1937, la DNV prohibió las carreras de velocidad en caminos nacionales, perono las de automóviles de categoría turismo (cerrados), que un par de años mástarde darían el nombre a dicho tipo de competencias, cuando eran realizadas encarreteras y no en pistas. Tal categoría pronto consagraría a los grandes ídolosdel automovilismo argentino, capaces de cosechar un éxito arrollador a nivel in-ternacional, éxito que generaría nuevas representaciones sociales quedesactualizarían el tradicionalismo social que constituía el trasfondo moralizan-te de la historia ficcional de Vértigo.

A fines de la década, no sólo la categoría turismo de carretera ampliaría elautomovilismo; sus fronteras internacionales también se extenderían. Nueva-mente debemos retomar la figura de Karstulovic, quien, apoyado por el ACA ypor la amplificación mediática de sus hazañas, emprendió en 1939 una nuevaacción en tal sentido, que seguía el sentido de su raid Buenos Aires-Santiago deChile, recorrido dos años antes: logró establecer un record de velocidad,piloteando un automóvil común, en el trayecto entre Lima, La Paz y BuenosAires, tramo Sur de la futura Carretera Panamericana. Según sus declaraciones,no lo movía ningún mezquino “egoísmo deportivo”, sino el deseo de “divulgaren el continente que las centenarias huellas incaicas [eran] excelentes caminosy la ruta ideal para el turismo de invierno”.45

44 Bólidos de acero (1950), dirigida por Carlos Torres Ríos; Fangio, el demonio de las pistas (1950),de Román Viñoly Barreto; Turismo de carretera (1968), de Rodolfo Kuhn; y Piloto de pruebas (1972),con Carlos Pairetti, de Leo Fleider.

45 “Mis impresiones”, en “En automóvil por la huella de los chasquis”, suplemento especial deSintonía , N° 362, 27/3/1940, p. 1.

Page 120: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

126 ANAHÍ BALLENT

En efecto, hacia los últimos años de la década, el avance de la DNV hacía vis-lumbrar el alcance latinoamericano y continental de las carreras de automóviles,que introducía una nueva escala de percepción en la dimensión territorial. Esta am-pliación de la pasión deportiva se vinculaba, entre los promotores, con un senti-miento panamericanista (asociado, por otra parte, al sistema de carreteras desde ladécada de 1920) presente tanto en la DNV como en el ACA. En el ACA, el principalpromotor del panamericanismo carretero fue el ing. Carlos Anesi –presidente dela asociación entre 1940 y 1956, vicepresidente entre 1936 y1939 y activo organi-zador de competencias en ese mismo período–, quien proponía realizar el “GranPremio de las Américas” entre Nueva York y Buenos Aires en octubre de 1942,inaugurando la Carretera Panamericana en la conmemoración del novenocincuentenario del Descubrimiento. Dicha competencia estaría precedida por even-tos de menor extensión, aunque también notablemente ambiciosos: el “Gran Pre-mio de la América del Sur”, Buenos Aires-Caracas en 1941 y el “Gran PremioInternacional del Norte”, que efectivamente recorrió Argentina, Bolivia y Perú en1940. Como se observa en las competencias realizadas o planeadas, elpanamericanismo carretero argentino era más “andino” que “tropical”, y Argentinaconsideraba tener un papel líder en el Sur del continente, en simetría con EstadosUnidos en el Norte.46 La Guerra Mundial interrumpió estos sueños, pero el ACAno cejó en su empeño a escala latinoamericana, hasta que los casi 10.000 Km entreBuenos Aires y Caracas se constituyeron en escenario del Gran Premio de 1948.

Este panamericanismo que hablaba también de la grandeza argentina se vioparticularmente estimulado en los últimos años de la década, a medida que elprograma vial argentino se extendía, tal como indicaba Allende Posse en el te-legrama enviado al presidente del Bureau of Publics Roads de los Estados Uni-dos, con motivo de la inauguración del camino a Córdoba en 1937, parte de laruta 9 (Panamericana):

La DNV acaba de inaugurar el primer tramo carretero panamericano en una extensión de800 km [...] Estimulado por el júbilo popular ante el singular acontecimiento, anúnciole queantes de dos años la República Argentina habrá terminado esta carretera hasta el límite conBolivia. Creo que esta contribución al esfuerzo de todos los países americanos hará factible elelevado propósito de establecer un nuevo vínculo de unión que haga más sólidas a todas lasnaciones del continente.47

46 Ver: Carlos P. Anesi, La Carretera panamericana. Su inauguración en el noveno cincuentanariodel Descubrimiento de América. El Gran premio de las Américas, Buenos Aires, Compañía GeneralFabril Financiera, 1938.

47 “Telegramas cambiados con el presidente del Bureau of Publics Roads en los estados Unidos”,en DNV, Memoria 1937, p. 30.

Page 121: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

127KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

El entusiasmo despertado por el sueño de esta nueva escala territorial, queprimero sería frenada la guerra y más tarde desactualizada por la expansión delavión como medio de transporte, debía mucho a los sueños del automovilismo, y,en tanto espacio privilegiado del “júbilo popular”, contagiaba los discursos delos funcionarios estatales, despejando los tonos secos y sombríos que los habíancaracterizado en los primeros años de la década.

4. EL PLACER: INVITACIÓN AL VIAJE

A partir de mediados de la década de 1930, la gestión de los recursos de laley de vialidad comenzaría a contemplar el rol de la red vial en otro sector de laeconomía que las nuevas políticas económicas, una vez superado el momentomás agudo de crisis, intentaban estimular: el turismo. Si retomamos los discur-sos con los cuales se habían iniciado las políticas de la DNV, observamos que elénfasis en el transporte de la producción agropecuaria y en el turismo no eranobjetivos incompatibles para una red vial, pero sí eran cometidos claramente di-ferentes. Como reflexionaba un ingeniero vial que presenciaba este viraje, en elmomento inicial los técnicos habían puesto especial atención en el “factor co-mercial del tonelaje de cargas, con prescindencia de otros factores”, y el cambiode objetivos no llegaba a satisfacer a todos: “Cuando recién se planteó este asun-to hubo una franca declaración de quienes decían que los caminos debían hacersepara transportar trigo y no para transportar vagos”.48

En cambio, resultaría satisfactoria para amplios sectores de la sociedad, so-bre todo los sectores medios que acababan de acceder al turismo masivo –o quealbergaban la esperanza de acceder a él–. En esta nueva etapa, los austeros cami-nos “sin polvo y sin barro” ya no serían suficientes. La ruta 2 a Mar del Plata,inaugurada en 1938, se transformaría en un símbolo de la nueva etapa que inaugu-raba la red nacional de vialidad; en el mismo sentido operaban obras como los300 km de caminos internos que la DNV construyó en el Parque Nacional NahuelHuapí, el camino de la costa entre Mar del Plata y Miramar, o las rutas que en laMesopotamia permitían alcanzar las cataratas del Iguazú, entre muchas otras.

Los recursos de la ley no eran grandes y este cambio de objetivos obligaba aampliarlos: la economía nacional, decían una vez más las políticas públicas, lo

48 Eduardo L. Edo, “El turismo y su influencia en la política caminera del país”, en La Ingeniería N°7737,marzo de 1936, pp. 198-199.

Page 122: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

128 ANAHÍ BALLENT

requería.49 Por un lado, el país podía permitirse esa inversión, y por otro, se tra-taba de consolidar un sector como el turismo, al que se atribuían enormes posibi-lidades de crecimiento. Pese a estos cambios, a las presiones estatales y socia-les, Allende Posse como presidente de la DNV nunca modificó radicalmente sudiscurso sobre la primacía del sistema nacional y de los caminos de tierra, aun-que la estructura de la repartición se adaptó parcialmente a la nueva realidad,como debió adaptarse, muy a su pesar, a la incorporación puntual de la vialidadurbana –los accesos a las grandes ciudades, en 1937–, a partir de que el CongresoNacional le asignara el proyecto y construcción de la Avenida General Paz en laCapital Federal. Sin embargo, las huellas de la rigidez inicial, del panorama de ca-minos rurales, ásperos pero transitables, nunca desaparecieron por completo.50

Si la ley de elevadores de granos hacía pareja con la ley de vialidad en elmomento de su sanción, esta nueva etapa de la red vial se vinculaba directamentecon otro instrumento legal: la ley de parques nacionales 12.103/1934.51 Se tra-taba de una iniciativa del Poder Ejecutivo que el ministro de Agricultura (LuisDuhau) presentaba como un estímulo al turismo, cuya creación “favorecería laeconomía nacional”. Estos argumentos abundaban en la época y se referían sobretodo al turismo de elite: se calculaban los montos que los argentinos gastaban enel imprescindible “viaje a Europa”, y el proyecto, decía Duhau, “contribuiría aque [quedara] en el país la considerable suma que representa el turismo en capita-les argentinos gastados en el extranjero y en una previsible concurrencia extran-jera a los parques nacionales”.52

Aunque en el turismo de elite se centraban las más grandes esperanzas econó-micas, también se estimulaba el turismo de las capas medias, y a través de algunasmedidas, el popular. La ley de sábado inglés, la de vacaciones pagas, las rebajas

49 Los fondos de vialidad se ampliaron en 300 millones entre 1936 y 1938, y en 1939 la ley 12.625aumentó el impuesto sobre la nafta.

50 Así, la falta de criterios paisajísticos y forestales en el diseño vial –aspectos de escasa importanciaen los caminos vinculados a la producción, pero de relevancia vital en el interés de los caminos deturismo– fue una limitación que la repartición, regida por los dictados de una única rama de la ingeniería,nunca superó por completo: los ingenieros podían ser “apóstoles”, pero estaba lejos de convertirse endiseñadores sensibles al “aspecto estético de las obras viales”. Algunos casos en que los proyectosviales desarrollaron valores paisajísticos, como el caso de la Avda. General Paz, diseñada por el arq.Ernesto Vautier o los caminos de Parques Nacionales, a cargo de técnicos de la repartición, no fueronrealizados por ingenieros de la DNV.

51 La Dirección General de Parques Nacionales, creada dentro del ámbito del Ministerio de Agricul-tura, aunque gozando de una amplia autonomía, administraba y gestionaba parques o reservas nacio-nales, definidos como porciones del territorio de la Nación, que por su extraordinaria belleza o enrazón de algún interés científico determinado fueran dignas de ser conservadas para uso y goce de lapoblación de la República.

52 Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 1934, tomo VI, p. 1022.

Page 123: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

129KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

tarifarias de los trenes turísticos, algunas políticas locales, como la de Mardel Plata, eran iniciativas –algunas de ellas venían de la década anterior–que se sumaban a los nuevos caminos en el fomento del turismo. El turismopara empleados nacionales se iniciaba en 1936 con las colonias de vacacio-nes en embalse Río Tercero, obra del MOP, siguiendo la línea trazada porinstituciones privadas que estimulaban el turismo popular, como la Asocia-ción Cristiana de Jóvenes, la Casa de la Empleada y el Club Argentino deMujeres, que disponían de casas de veraneo para sus asociados en Sierra deLa Ventana, Cosquín y Mar del Plata, respectivamente. A fines de la década,la Ley 12.669 disponía que la Dirección de Arquitectura del MOP erigierahoteles y hosterías de turismo en San Luis, La Rioja y Catamarca.53

Uno de los aspectos más destacables de la extensión del turismo en relacióncon el automóvil consistía en la propuesta de nuevas modalidades de desarrollo,entendiendo al auto como transporte privado –familiar–, que daba la posibilidadde establecer un nuevo tipo de relación con la naturaleza o con los lugares turís-ticos, permitiendo desplazamientos de enorme libertad. Ciertas valencias cultu-rales de dichas modalidades de transporte estaban claramente señaladas en la pu-blicidad de Ford de mediados de los años veinte, ya que ella enfatizaba los aspec-tos originales y específicos del automóvil, centrándose en el placer, la libertad yel inmenso poder convocados por la acción de conducir:

Hay muchos lugares hermosos, próximos a la ciudad, que usted y su familia no conocen.Compre un Ford y adquiera cabal conocimiento de todos los barrios de la ciudad y de suspintorescos alrededores. Guíe usted mismo. Vaya por la calle o el camino que le parezca másinteresante. Si un objeto o un paisaje llama su atención, deténgase. Sin violencias, sin apuros,con toda comodidad, con toda tranquilidad. Usted es el dueño de un Ford. Usted manda.54

Ford remarcaba astutamente que el automóvil es uno de los medios de trans-porte que se disfruta plenamente sin chauffer: libertad e independencia son valoresindividuales, que estimulan la imaginación de conductores capaces de privilegiar laexperiencia individual por sobre el reconocimiento social. Aunque ambos planosno son incompatibles y de hecho coexisten aún en el imaginario social actual delautomóvil, lo verdaderamente nuevo –y radicalmente moderno– afincaba en el pri-mero; las estrategias publicitarias de Ford lograban captarlo y explotarlo, señalan-do los caminos de la producción automovilística masiva y multiplicando lasvalencias simbólicas del automóvil.

53 Sobre el turismo popular, en relación con las políticas posteriores del peronismo, ver: EugeniaScarzanella, “El ocio peronista: vacaciones y turismo popular en Argentina (1943-1955), op. cit.

54 “Paseos saludables, económicos e instructivos” (Publicidad Ford), en Femenil N°1, 14/9/1925, p. s/n.

Page 124: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

130 ANAHÍ BALLENT

Estas características del automóvil sugerirían nuevas perspectivas para el tu-rismo, promoviendo formas de recorrer el territorio y de aproximarse a la natu-raleza. Como ocurrió con otros elementos de la nueva cultura del automóvil, estetipo de turismo encontró en el ACA un temprano difusor: el weekend, los cam-pings, las excursiones de campamentos y las caravanas turísticas fueron activa-mente promovidos por la asociación. En efecto, en 1933 el ACA estableció luga-res de camping próximos a la Capital Federal, a la vez que se comenzaron a orga-nizar excursiones de campamentos, en las proximidades del Salado y de Mar delPlata, mientras que poco más tarde dichas actividades incorporaron a Córdobacomo destino.55 La moda parecía extenderse rápidamente entre los asociados:

La vida al aire libre, en el camping, desprovista de toda preocupación protocolar y constitu-yendo un mundo propio en los límites reducidos de un vivac, ha ganado ya un lugar de prefe-rencia en las simpatías del turista argentino [...]. Fueron quince días alegres, durante loscuales todos y cada uno de los excursionistas fueron dueños absolutos de sus personas, conprescindencia de todos los compromisos que trae aparejada la actividad urbana.56

Los protagonistas de esta nueva moda, “modernos Robinsones”, debían sercapaces de gozar de esta “vida sin protocolos [...] sin pensar en los teatros, elbiógrafo, el peinador, el sombrero, la moda y todas esas cosas que esclavizan[...]”.57 La técnica moderna, entonces, permitía reivindicar una aproximación di-recta a la naturaleza, que se cargaba de cierta ensoñación primitivista, controladasin embargo por la estricta disciplina de comportamientos impuesta en los cam-pamentos por la asociación.58

En síntonía con esta caracterización del turismo, la difusión del ACA insistíatambién en el “turismo rodante”, tema que aparecía reiteradamente en la prensaen general. Las casas rodantes eran aún una excentricidad, pero aprovechaban losexcelentes carroceros que la demanda automovilística local había generado, eindicaban un futuro destino libre y personal para el turismo, en tanto se ampliaba

55 Los lugares de camping se encontraban en Luján, Quilmes, Punta Chica y Chascomús. “El cam-ping del ACA en Quilmes”, en Automovilismo N°166, abril de 1933, p. s/n.; “Campamentos”, enAutomovilismo, febrero de 1933; “A orillas del río Cavalango se realizó con éxito el tercer campeonatodel ACA”, en Automovilismo N°165, marzo de 1933, p. s/n.

56 “A orillas del río Cavalango...”, op. cit.57 “En la estancia Santa Rita”; Ernesto Baldrich,“Turismo con acampamento”, en Automovilismo

N°173, diciembre de 1933, p. s/n.58 “Está en vigencia el nuevo reglamento de camping”, en Automovilismo N°179, junio-julio

1934, p. s/n. Entre otros elementos, se controlaban concurrencia de invitados, horarios de activi-dades y vestimenta.

Page 125: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

131KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

la red vial. Un ejemplo reiterado por varias publicaciones del momento fue el deCarlos A. Pueyrredón, impulsor de la ley de vialidad en el Congreso, quien toma-ba la iniciativa en la materia haciéndose construir “íntegramente en el país” unacasa rodante para seis personas que era mucho más que un capricho: “Amun-rucá”(piedra que rueda) señalaba el rumbo de la técnica del futuro, sin olvidar la apela-ción a la historia; dos temas particularmente adecuados para recorrer, en los añostreinta, los caminos argentinos.59

En este mismo sentido, y también a partir de 1933, promocionando la cons-trucción del llamado Camino de la costa, la asociación relevó y contribuyó a laexplotación de lugares turísticos inexplorados por el tren, como ciertos parajesde la costa Atlántica:60 San Clemente y Mar de Ajó, afirmando, además que aún“[quedaban] todavía muchos que [podían], por su topografía, constituir núcleos deconcentración de veraneantes: Claromecó, Reta, Arroyo Parejas, Monte Hermo-so e Ingeniero White”.61 En la década de 1940, el estímulo del ACA llegaría aVilla Gesell,62 eligiendo en la costa siempre lugares que pudieran construirse deacuerdo a nuevas modalidades turísticas, más individuales, relajadas y próximas ala naturaleza que el ocio mundano de balnearios tradicionales como Mar del Pla-ta. En efecto, el tipo de turismo promovido parece construirse como la inversióndel desarrollado en esa ciudad: “Veranear no es agotarse en una actividad socialabrumadora; es descansar, y para ello se requiere tranquilidad”.63 Aun para quie-nes se mostraran incapaces de renunciar al encanto de Mar del Plata, el ACAaconsejaba dirigirse a Chapaldmalal, cuya constitución celebraba, ya que a Mardel Plata le faltaba “el gran barrio apartado y espacioso de las personas que, sindejar de participar en sus atractivos, desean venir a orillas del mar en condicio-nes de tranquilidad e independencia”.64 En la década de 1940, este perfil turísti-co alternativo se marcaría con mayor fuerza. Así, Gesell se definiría por sus pla-yas amplias, sin piedras, menos frías, como un “bello y tranquilo paraíso [...] don-de el turista amante de la naturaleza, el mar, el cielo, los árboles y los pájaros[encontraba] exactamente lo que [buscaba]”.65

59 “La casa rodante del Dr. Carlos A. Pueyrredón”, en El Hogar N°1402, 28/3/1936, p. 44.60 Benjamín Muñiz Barreto, fallecido en 1933, era considerado el “padre del camino de la costa”: miembro

de la Comisión Directiva del ACA, integraba la Dirección Provincial de Vialidad como representante de laSociedad Rural. El camino, construido por la dirección indicada e inaugurado en 1936, atravesaba suestablecimiento “La Magdalena”; en Automovilismo N°170, agosto de 1933, p. s/n. Conducía a Mar delPlata, saliendo de La Plata, por Magdalena, Punta Indio, General Conesa, General Madariaga y Mar Chiqui-ta. El ACA instaló a lo largo del camino varias casillas de servicios camineros. “Fue inaugurado oficialmen-te el camino de la costa”, en Automovilismo N°195, enero de 1936, p. s/n.

61 “Balnearios de la costa atlántica”, en Automovilismo N°229, enero de 1939, p. s/n.62 “El ACA establecería un recreo en el balneario Gesell”, en Automovilismo N°320, 1 de julio de 1946, p. 45.63 “El Barrio Jardín en San Clemente”, en Suplemento de Automovilismo N°300, enero de 1945, p. s/n.64 “Playa Chapaldmalal, nueva residencia marítima”, en Automovilismo N°241, enero de 1940, p. s/n.65 “Villa Silvio Gesell. Naciente balneario atlántico”, en Automovilismo N°332, mayo de 1947, p. s/n.

Page 126: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

132 ANAHÍ BALLENT

Si por un lado el ACA proponía nuevos espacios al turismo, por otro cambia-ba la modalidad de aproximación a los existentes. Esta propuesta se observa en laforma en que la asociación recreaba la relación con una región tradicionalmentevinculada al turismo de invierno, como era la constituida por las provincias delNorte, en la medida en que, a lo largo de la década, el estado de los caminosmejoraba, como se observó en puntos anteriores:

Fuera del verano, se hacen excursiones al Norte en forma de excursiones por ferrocarriles,ya sean individuales o colectivas, generalmente organizadas por sociedades comerciales, queforman caravanas de turistas [...] Esta clase de excursiones no son precisamente las másindicadas para hacer turismo propiamente dicho; son excursiones regimentadas y a horariosfijos, sin esa libertad de recorrer, estar o descansar cómodamente y que no permite al turistaobservar con detenimiento, y por ende, tener una mejor impresión de todo aquello que está asu alrededor. El turismo al Norte debe ser individual y en automóvil.66

La promoción del turismo efectuada por el ACA fue muy amplia: dentro deella, pueden destacarse el relevamiento de caminos, la información a los asocia-dos, la confección de cartas de turismo y guías de hoteles, hasta producir, en 1943,el plano caminero completo, a nivel nacional.67 El ACA fue también exitoso en laincorporación de temas y figuras al aparato estatal en relación con el turismo, yaque el presidente de la asociación (Camilo Idoate) fue nombrado también directorde la Dirección Nacional de Turismo, poco después de su creación, en 1938.68

Entre la incorporación del ACA al directorio de la DNV y su llegada al organismode Turismo, medió la firma de un convenio entre la asociación e YPF que ocuparíaun rol central en la construcción de una imagen para las rutas argentinas: las de lasestaciones de servicio ACA-YPF.

66 “El turismo a las provincias del Norte”, en Automovilismo N°208, marzo 1937, p. s/n.67 Los relevamientos sobre estados de caminos eran realizados por el ACA desde la década del veinte. A

lo largo de la década de 1930, fue perfeccionado las cartas de turismo, sobre todo a partir de 1938. En 1940publicaba cuatro, referidas a distintas regiones. En 1940 publicó su guía de hoteles (“Tres cartas de turismoy otras publicaciones afines ha editado el ACA”; “El ACA publica su primera guía de hoteles”, en Automo-vilismo N°242, febrero de 1940, p. s/n.). A fines de 1943 comenzó a distribuir su plano caminero nacional (“Delesquema mimeografiado del camino al gran plano vial de la Argentina”, en Automovilismo N°276, enero de1943, p. s/n.). Poco después organizó concursos para mejorar las condiciones de hospedaje (“Concurso paramejoramiento de los hospedajes”, en Automovilismo N°279, abril de 1943, p. s/n.).

68 “El general Camilo Idoarte, presidente del ACA fue designado Director de la Dirección Nacional deTurismo”, en Automovilismo N°219, marzo de 1938, p. s/n.

Page 127: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

133KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

Un eslogan se repetiría en las tapas de Automovilismo en la década de 1930:“Haga patria: cómprele a YPF”. Más aún, todo el desarrollo de YPF encontró unórgano de difusión indirecto en el ACA, quien, simultáneamente, en la primera mitadde la década estaba construyendo sus primeras cuatro estaciones de servicio en laCapital Federal. En 1936, la vinculación entre la empresa estatal y la asociación adoptóuna forma precisa al firmarse un convenio entre ambas para la construcción de unared de estaciones de servicio, que, financiadas de manera indirecta por YPF, seríanconstruidas y operadas por el ACA, operación que se inscribía en un momento deconflicto entre YPF y las empresas extranjeras, que habían obligado al gobierno na-cional a tomar una serie de medidas de control de dumping.69

Dentro de este marco, el ACA llamó a concurso de anteproyectos para la ar-quitectura de estas estaciones de servicio, que, a través de los proyectos del ing.Antonio Vilar, y del “muñeco” que identificaba a la asociación, se transformó ensímbolos de la vinculación entre YPF y el ACA, y en hitos de la modernizaciónterritorial emblematizada por la red de caminos.70 Las estaciones de servicio no sesituaron sólo en las grandes ciudades o capitales de provincias, sino que llegaronen ciertos casos y conjuntamente con el camino, a pequeñas localidades, siempre ycuando estuvieran vinculadas a la red troncal de Vialidad y se vincularan con elestímulo del turismo (Humahuaca o Rosario de la Frontera, por ejemplo). Al mis-mo tiempo, el ACA construyó el imponente edificio de su sede central, inauguradoen 1942, como parte del plan de estaciones de servicio.

69 Según el convenio, la asociación se comprometía a expender solamente productos de YPF; enretribución por este “privilegio de exclusividad”, la empresa otorgaba al ACA una bonificación ex-traordinaria por la nafta vendida, que debía destinarse a la construcción de estaciones de servicio uotro tipo de instalaciones afines; Benjamín Villafañe, YPF y el ACA. Su significación en la economíadel país, folleto, s/f, c. 1942. No todos los observadores del período acordaban con esta presentacióndel vínculo. En 1942 el director del períodico Basta! realizó una presentación ante la justicia solicitan-do una investigación sobre las relaciones contractuales YPF-ACA, considerándolas de incurrir enprácticas monopólicas, de dumping y competencia desleal con otros intermediarios de la comerciali-zación de hidrocarburos. El tema también fue discutido en el Congreso y generó una amplia polémica,aunque finalmente, a fines de 1943, la justica desestimó la presentación; en Automovilismo N°275,diciembre 1942, 276, enero 1943, p. s/n.

70 “Entra en su fase definitiva el Plan ACA-YPF”, en Automovilismo N°212, julio 1937, p. s/n.Sobre la relación ACA - YPF y su arquitectura, ver: Adrián Gorelik, “La arquitectura de YPF: 1934-1943. Notas para la interpretación de las relaciones entre Estado, modernidad e identidad en laarquitectura argentina de los años treinta”, en Anales del Instituto de Arte Americano N°25, Bue-nos Aires, 1987, pp. 97-106. Su ubicación dentro de un contexto más amplio: Anahi Ballent y AdriánGorelik, “País urbano o país rural: la modernización territorial y su crisis”, Alejandro Cattaruzza(director de tomo), Crisis económica, avance del estado e incertidumbre política, tomo VII de laNueva Historia Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2001, pp. 143-200.

Page 128: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

134 ANAHÍ BALLENT

El plan fue verdaderamente notable y la acción del ACA igualmente eficaz.En efecto, a fines de 1943, el ACA contaba con 86 estaciones funcionando, mien-tras que 65 se encontraban en trámite o en construcción. La velocidad de mate-rialización del plan es verdaderamente sorprendente; sus virtudes lo transforma-ron en modelo para otros países latinoamericanos.71 Además, el carácter de tra-ma integrada formada por las estaciones de servicio fue rápidamente aprovecha-do para la localización de otro tipo de servicios, que requerían un alcance nacio-nal: en 1944 se autorizaba a instalar estaciones radioeléctricas en los estableci-mientos y pistas de aterrizaje anexas a ellos; poco después se incorporaban esta-fetas postales. El plan era un modelo de integración del territorio nacional, com-plementando claramente, en el plano arquitectónico y de servicios, el rol de lared de caminos y el espíritu con el cual se había proyectado.72

A partir de su vinculación con el estado, el ACA crecería en distintos planos,pero cabe insistir en que el arraigo social de la asociación era previo a ella: no setrató de una institución surgida bajo la protección o tutela del estado, sino que,en todo caso, creció y aumentaba su visibilidad y penetración social a partir deesta relación. El número de socios aumentó de 27.000 en 1933 a 62.000 en 1943,aunque una popularidad más amplia descansaba en su historial como principalpromotor de competencias deportivas desde 1910, y como rostro visible, a tra-vés de las estaciones de servicio, y de su conocido “muñeco”, de las carreteras ar-gentinas.73 El vínculo fue verdaderamente complejo y particular, ya que, como seplanteó anteriormente, la empresa estatal (YPF) también se benefició al mantenerlo,pues pudo desentenderse de amplios aspectos de la comercialización de la nafta.

EPÍLOGO: LA TRAMA DE LA PATRIA

En 1942, cuando se inauguraba la estación de servicio de Humahuaca, BenjamínVillafañe, integrante del directorio de YPF, planteaba:

No es aventurado decir que en los últimos treinta años lo único grande que se ha hecho y sesigue haciendo por el progreso material del pueblo argentino es la obra de YPF, la de laDNV, y la del ACA. Podría agregarse también la de Parques Nacionales [...]. En todas

71 “Desenvolvimiento del Plan ACA-YPF al 31-12-43”, en Automovilismo N°291, abril 1944 p. s/n. 72 “El Gral. Farrell se refiere a la trascendencia del Plan de telecomunicaiones y pistas de aterrizaje”,

en Automovilismo N° 292, mayo de 1944, p. 10; “Estafetas postales funcionarán en las estaciones delACA”, en Automovilismo N° 298, noviembre de 1944, p. 30.

73 Automovilismo N° 291, abril 1944, p. 49.

Page 129: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

135KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

74 “Fueron inauguradas estaciones camineras del ACA en Humahuaca y Rosario de la Frontera”, enAutomovilismo N°265, enero de 1942, p. s/n.

estas reparticiones se alienta un amor de patria, que nace de la convicción que experi-menta hasta el último empleado de que se encuentra al servicio de una obra grande enbien de la colectividad.74

Como se observa en la cita, en los años cuarenta puede verse ya claramente defi-nida y articulada una trama de instituciones estatales y privadas lideradas por el esta-do, centradas en el vínculo entre automóvil y camino y sólidamente asociada a laperspectiva de integración nacional en el plano simbólico.

Este trabajo ha tratado de reflexionar sobre las complejas relaciones entre esta-do y sociedad que construyeron esa trama en los años treinta, la forma en que elestado llegó a liderarla y las representaciones sociales que ella generó. Para ello, elanálisis partió de la década anterior, observando el avance del transporte automotor yla aparición de demandas a favor de la construcción de una red vial como procesosque crecían en la primera posguerra, momento en el cual la presión del conjunto deasociaciones y empresas que hemos considerado como una “coalición carretera” en-contró respuesta en ciertas iniciativas estatales, aunque ellas no llegaron a materiali-zarse de manera inmediata. En tal sentido, el trabajo destaca que la necesidad guber-namental de responder a la crisis desatada en 1929 jugó un rol central, ya que llevó aque el estado asumiera un rol activo en la materia. En efecto, la ley de vialidad de1932 y la creación de la DNV formaron parte del incremento de la intervención esta-tal registrado como respuesta a la crisis, en tanto la red caminera era entendida sobretodo como un medio de abaratar los costos de la producción agrícola.

Sin embargo, a través del análisis de la forma en que la obra de la DNV era pre-sentada y de los distintos usos que registraba su desarrollo, el trabajo ha tratado demostrar que la acción sobre el territorio nacional no era entendida en términos ex-clusivamente productivos, sino que también era explotada en tanto escenario de emo-ciones y pasiones colectivas. Así, el automovilismo y la expansión del turismo cons-tituyeron temas forjadores de imágenes sustentadas en una promesa de integraciónnacional basada en la red caminera. Tal promesa encontraría finalmente una imagenarquitectónica en el Plan de estaciones de servicio ACA-YPF. Como se observa en lacita que inicia este punto, dicho plan, producto directo de la trama entre estado ysociedad tejida alrededor del automóvil y del camino, puede ser entendida como cul-minación de una serie de procesos y como condensación de sus representaciones.

El anhelo y la promesa de integración del territorio nacional que la red cami-nera y su equipamiento inspiraban no eran elementos nuevos, aunque sí lo eran lastécnicas y modalidades con que tales expectativas eran sostenidas en la década de1930. En tal sentido, la combinación de preocupaciones tradicionales de la con-formación del país y elementos modernizadores (automóvil, tecnología, nuevaarquitectura, turismo, deporte, etc.) puede considerarse una clave de lectura de la

Page 130: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

136 ANAHÍ BALLENT

acción estatal analizada y la base de la notable capacidad de actuar como disparadorade la imaginación social que ostentó la obra vial en los años treinta.

Este trabajo se ha centrado en el plano de las representaciones de acción esta-tal y en la relación entre estado y sociedad; se ha tratado de desarrollar así unaperspectiva cultural sobre la acción estatal, en particular sobre las obras públicas.Dentro de la misma perspectiva, pero poniendo el acento en otros aspectos de laconstitución de esta particular política pública, se abren numerosos temas de estu-dio a los cuales este trabajo, por razones de espacio y orientación, no ha podidohacer referencia. Tales temas se vinculan sobre todo al significado de la acción dela DNV como emprendimiento modernizador dentro del aparato estatal, a la con-formación de su cuerpo burocrático y a las complejas relaciones entre política ytécnica albergadas en su seno.

Page 131: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

137KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

RESUMEN

El artículo toma como objeto la creación y la obra inicial de la Dirección Nacio-nal de Vialidad dentro del Ministerio de Obras Públicas. Se trata de examinar diver-sos aspectos del proceso social de construcción de representaciones alrededor de lared vial en la década de 1930, mediante el análisis de la trama de actores –sobre todoel Estado y las organizaciones públicas no estatales– y de políticas públicas que in-tervinieron en él y de la dimensión territorial de esas representaciones, tomandocomo centro la vinculación entre automóvil, camino y territorio nacional.

Palabras clave: obras públicas - historia arquitectura - historia del territorio -sistema de caminos - cultura del automóvil

ABSTRACT

The article focuses on the creation and the initial works of the National Agencyfor Roads within the Ministry of Public Works in order to examine several aspects ofthe social process of construction of representations of the road and highway systemin the 1930s. In the first place, the article analyzes the agents –aboye all the State andthe non government public organizations– and the public polices which intervened init. Second, it examines the territorial dimension of those representations, taking asits center the relationship between the automobile, the road, and the national territory.

Key words: architectural history - history of the territory - highway and roadsystem - autornobile culture

Page 132: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

139KILÓMETRO CERO: LA CONSTRUCCIÓN DEL UNIVERSO SIMBÓLICO...

Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”Tercera serie, núm. 27, 1er. semestre 2005.

CATOLICISMO Y PERONISMO:DEBATES, PROBLEMAS, PREGUNTAS

MIRANDA LIDA*

Han sido dos las preocupaciones que han predominado en la historiografía re-ligiosa que comprende las décadas que preceden al arribo del peronismo; ellas hanmarcado el rumbo de las diversas interpretaciones a las que dio lugar la relaciónentre Perón y la Iglesia católica. En primer lugar, se cuenta la compleja y por mo-mentos conflictiva relación que la Iglesia sostuvo con el Estado, donde se ha desta-cado principalmente la preocupación por estudiar los debates en torno a las leyeslaicas de la década de 1880.1 En este contexto pudo advertirse el desarrollo de unaopinión católica sobre cuya debilidad todos parecían coincidir: la “batalla” de losaños ochenta concluyó en una derrota que, para algunos, sólo podía anunciar lanecesidad de estrechar filas a fin de preparar la “revancha”;2 para otros, permitíaen cambio entrever la tímida presencia de un discurso antiliberal que encontra-ría más tarde su plena maduración.3 De cualquier forma, la Iglesia se presenta-ba como una entidad bastante escuálida, más vinculada al pasado que al presen-te, poco consolidada institucionalmente e incluso podía considerársela en re-troceso, bajo el impulso de la secularización; el Estado en cambio hablaba unlenguaje típicamente moderno y se hallaba en franco proceso de expansión. En

* Becaria posdoctoral Universidad Torcuato Di Tella - CONICET. Agradezco los comentarios y observa-ciones de Luis Alberto Romero, Lila Caimari y Roberto Di Stefano.

1 Néstor Tomás Auza, Católicos y liberales en la generación del ochenta, Buenos Aires, 1981; CarlosFloria, “El clima ideológico de la querella escolar”, en Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo, La Argentina delochenta al Centenario, Buenos Aires, 1980, pp. 851-869.

2 Cayetano Bruno, La década laicista en la Argentina (1880-1890). Centenario de la ley 1420,Buenos Aires, 1984.

3 Loris Zanatta, “De la libertad de culto posible a la libertad de culto verdadera. El catolicismo en laformación del mito nacional argentino, 1880-1910”, en Marcello Carmagnani (ed.), Constitucionalismo yorden liberal (1850-1920), Torino, 2000.

Page 133: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

140 MIRANDA LIDA

segundo lugar, cobró relevancia para los historiadores el modo en el cual la Igle-sia católica, aún con grandes contratiempos dada su ingénita debilidad institucio-nal, hizo frente al desarrollo de la cuestión social, desde la formación de losCírculos de Obreros hasta la creación de la UPCA; esta preocupación abrió unabanico de problemas donde se destaca particularmente la relación entre la Igle-sia y la sociedad, relación que se teje a través de las múltiples asociaciones delaicos que se involucraron en dar respuesta a la cuestión social.4 En este contex-to, la relación con el Estado no mereció particular atención; tal es así que elconflicto que involucró la designación de De Andrea para el arzobispado de Bue-nos Aires en 1923 ha permanecido prácticamente sin ser estudiado.5 Pero a me-dida que nos adentremos en el período de entreguerras la cuestión social comen-zará a perder relevancia en la historiografía religiosa, no sólo porque la Iglesia,en abierto contraste con la debilidad heredada, se sumergió en un proceso deconsolidación institucional que sin duda tenía otras prioridades; sino tambiénporque el Estado comenzó a ganar terreno ante la cuestión social, entre otras, yterminaría, en los años peronistas, por quitarle a la Iglesia lo que aún conservarade protagonismo. Para cuando arribemos a los años peronistas, pues, la historio-grafía religiosa tendrá que lidiar nuevamente con el Estado, presencia que Auzasin embargo había podido casi pasar por alto en sus estudios sobre el catolicismosocial de las primeras décadas del siglo XX. Y tendrá que aceptar, quiera o no, lapresencia de una Iglesia institucionalmente consolidada y robustecida. En estecontexto se inscribe el amplio espectro de interpretaciones que se han desarro-llado en torno a la relación entre el catolicismo y el peronismo, a cuya revisión ydiscusión dedicaremos las siguientes páginas.

No existe otro período de la historia de la Iglesia argentina que en los últimosaños haya concitado tanta atención por parte de los historiadores como el conflic-to desatado con el gobierno de Perón a partir de 1954, y es por ello que este tópicoconcentra la más amplia variedad de interpretaciones. Entre ellas, y en pocas pala-bras: hay quien ha investigado el tema porque veía en el peronismo la más claraexpresión de una tradición regalista, de profundas raíces en la historia política ar-gentina, que no podía sino conducir al más desembozado conflicto con la Iglesiadado que aspiraba a someter bajo su órbita a la propia jerarquía eclesiástica;6 porotro lado, se ha estudiado el modo en que la Iglesia contribuyó a forjar un mito de la“nación católica” que sirvió de argamasa ideológica capaz de sellar su aproximación

4 Néstor Tomás Auza, Aciertos y fracasos del catolicismo argentino, Buenos Aires, 1987; del mismoautor, Corrientes sociales del catolicismo argentino, Buenos Aires, 1984 y Los católicos sociales. Suexperiencia política y social, Buenos Aires, 1984.

5 Sólo mereció la atención de una muy documentada tesis de licenciatura: José Luis Kaufmann,Beligerancia del gobierno nacional con motivo de la provisión del arzobispado de Buenos Aires(1923-1926), UCA, 1993.

6 Roberto Bosca, La Iglesia nacional peronista. Factor religioso y factor político, Buenos Aires, 1997.

Page 134: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

141CATOLICISAMO Y PERONISMO: DEBATES, PROBLEMAS, PREGUNTAS

al Ejército, mito en el cual paradójicamente la propia Iglesia quedaría atrapada a la horadel ascenso de Perón al poder;7 se ha interpretado por otra parte que el peronismotendió a constituir una religión política que, a medida que se afianzara en el poder,lograría monopolizar el espacio simbólico al precio de desplazar de él a la religióncatólica;8 se ha advertido que tanto la Iglesia católica como el peronismo tendrían se-rias dificultades para convivir dado que aspiraban a controlar bajo su órbita la sociedadtoda, de tal modo que el resultado de la relación entre ambos no podía ser sino la con-frontación;9 se ha puesto el acento en subrayar el hiato que existiría entre la no siempreclara relación entre la Iglesia y el Estado de los primeros años peronistas y el virulentoconflicto final, de tal modo que las consecuencias no podrían deducirse sin más de losantecedentes, por lo cual la explicación del conflicto resultará menos lineal de lo quemás de una vez se ha afirmado.10 Veamos más detenidamente cómo construyen susargumentos respectivos cada uno de los autores mencionados, qué aspectos del proble-ma han contribuido a iluminar y cuáles quedarían aún en la sombra.

Tanto Roberto Bosca como Loris Zanatta, aunque desde perspectivas a todasluces antitéticas, tienen en común el hecho de escribir a la luz del Concilio Vatica-no II. Bosca repudia los aires renovadores que el Concilio introdujo en la Iglesia yrechaza cualquier tipo de eclesiología que atente contra las prerrogativas de la sederomana dado que, según Bosca, la Iglesia católica es por definición universal ycualquier discusión de este principio introduce el riesgo del cisma. A la universa-lidad, además, debemos añadirle otro ingrediente en la concepción eclesiológicade Bosca: la ahistoricidad, dado que se trata de una Iglesia que se considera perfec-ta y se resiste a someterse al tiempo histórico, por lo demás profano. Por ello, el

7 Loris Zanatta, Perón y el mito de la nación católica. Iglesia y Ejército en los orígenes delperonismo 1943-1946, Buenos Aires, 1999; y del mismo autor, “La reforma faltante. Perón, la Igle-sia y la Santa Sede en la reforma constitucional de 1949”, Boletín del Instituto de Historia Argen-tina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Nº20 (1999), pp. 111-130. También, Roberto Di Stefano yLoris Zanatta, Historia de la Iglesia argentina. Desde la conquista hasta fines del siglo XX ,Buenos Aires, 2000, tercera parte.

8 Mariano Plotkin, Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régi-men peronista 1946-1955, Buenos Aires, 1993.

9 Susana Bianchi, Catolicismo y peronismo. Religión y política en la Argentina 1943-1955,Buenos Aires, 2001; de la misma autora: “La conformación de la Iglesia católica como actor político-social: el episcopado argentino 1930-1960”, en S. Bianchi y M. E. Spinelli, Actores, proyectos eideas en la Argentina contemporánea, Tandil, 1997, pp. 17-48; “La conformación de la Iglesiacatólica como actor político-social. Los laicos en la institución eclesiástica: las asociaciones deélites (1930-1960), Anuario IEHS, 17 (2002), pp. 143-161, y “La construcción de la Iglesia Católicaargentina como actor político y social, 1930-1960”, ponencia, coloquio Católicos en el siglo: cultu-ra y política, Universidad Nacional de Quilmes, 27 y 28 de mayo de 2004.

10 Lila Caimari, Perón y la Iglesia católica. Religión, Estado y sociedad en la Argentina 1943-1955,Buenos Aires, 1994; y de la misma autora, “El peronismo y la Iglesia católica”, en Nueva HistoriaArgentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2002, vol. 8, pp. 443-479.

Page 135: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

142 MIRANDA LIDA

conflicto con el peronismo podrá, según Bosca, encontrar sus raíces en el propioConstantino: no es azaroso el “excursus histórico” con que el autor nos introduce ensu libro. Semejante reafirmación de una concepción más próxima al primer ConcilioVaticano que al segundo hace que en el libro de Bosca el peronismo se confunda concualquier eclesiología que haya disputado la autoridad de Roma en la Iglesia univer-sal; no es casual que el autor insista en subrayar que el peronismo “prefiguraría” lateología de la liberación. En este sentido Bosca señala que Perón aspiraba a que laIglesia católica recuperara sus más puras raíces evangélicas, al igual que lo han hechotantos otros movimientos reformistas a lo largo de la historia de la Iglesia, pero estetipo de argumentos poco nos explica en definitiva acerca del peronismo, y menostodavía acerca de las particulares relaciones que éste sostuvo con la Iglesia. Claroestá que desde su concepción no hay necesidad de explicar demasiado, en verdad,dado que la Iglesia sólo puede ser concebida como una entidad siempre igual a símisma. Y ni siquiera el peronismo es sometido a una interpretación de naturalezahistórica: si el peronismo se convirtió en una religión política que construía sus pro-pios rituales –argumento que el autor retoma a su modo de Plotkin– ello es explica-do por Bosca por su naturaleza eminentemente cesarista, sin ninguna otra considera-ción acerca de la historia de la consolidación del régimen y su lucha por conquistarcrecientes dosis de poder. La explicación, entonces, del conflicto desencadenadoentre Perón y la Iglesia es tan universal y ahistórica como las premisas de las queparte el autor: en definitiva, ha sido producto de la sempiterna vocación de los pode-res seculares por invadir la esfera de los asuntos eclesiásticos, al riesgo de provocarun cisma. Así, para Bosca la confrontación entre la Iglesia y el peronismo era inexo-rable, y si la Iglesia no tuvo una actitud hostil en los primeros años de Perón ello sedebería a una siempre ahistórica –y escasamente explicativa– apelación a la caridadcristiana que le impediría adoptar tal actitud, aún en la adversidad.

A diferencia de Bosca, bien distinta es la interpretación de Loris Zanatta, que sehalla lejos de renegar del Concilio Vaticano II. El autor nos presenta una Iglesia dis-puesta a llevar adelante, a toda costa y prácticamente sin medir las consecuencias, unproceso de recristianización de una sociedad moderna que ha ingresado en un francoproceso de secularización que Zanatta da por descontado; cuenta para ello con elrespaldo de la Santa Sede, dado que a lo largo del siglo XIX la Iglesia argentina habríaentrado, más tarde o más temprano, en un vasto proceso de romanización: no casual-mente es éste un objeto de discusión por lo demás frecuente en la historiografíaposconciliar. El argumento de Zanatta y su interpretación acerca de la relación entrela Iglesia y el peronismo se deduce de estas premisas. Con una clara actitud revanchista,a fin de revertir las consecuencias del proceso de secularización que trajo consigo lamodernidad, la Iglesia estuvo desde la década de 1930 dispuesta a todo, y buena prue-ba de ello es que haya adoptado una “vía militar hacia la cristiandad”, según nos harevelado Zanatta en sus trabajos. Pero en 1943, cuando todo parecía indicar que lameta había sido exitosamente alcanzada, esta vía habrá de revelarse crecientemente

Page 136: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

143CATOLICISAMO Y PERONISMO: DEBATES, PROBLEMAS, PREGUNTAS

problemática dado que colocará en jaque la propia autonomía de la Iglesia, cada vezmás incapaz de guardar distancia con respecto al orden político. Si este problemafue apenas advertido a la hora en que Perón asumía el gobierno, a medida que elperonismo se consolide en el poder la balanza habrá de desequilibrarse en detri-mento de la Iglesia. Tal es así que la reforma constitucional de 1949 constituyósegún Zanatta un punto de inflexión en esta historia dado que mantuvo intacto, con-tra las expectativas de la Santa Sede, el siempre polémico sistema de patronato. Asícomenzó a manifestarse un fuerte deterioro en las relaciones con el papado quehabría sido difícil de imaginar en 1934, y que según Zanatta contribuyó decidida-mente a erosionar las relaciones entre Perón y la Iglesia católica. La reforma de1949 puso en marcha, pues, una bomba de tiempo. No puede negarse que la inter-pretación de Zanatta se desprende a todas luces de sus premisas: la importancia queel autor le atribuye a aquella reforma constitucional, a la que considera un hito queseñala un antes y un después, es un producto del papel clave que la romanizaciónjuega en su argumento. No casualmente, son tres los principales actores que Zanattatiene en cuenta en su análisis: la Santa Sede, la Iglesia argentina y el Estado.

Pero bien podemos preguntarnos si la harto reiterada tesis de la romanizaciónno encubre más de lo que explica. Veamos algunos ejemplos: mucho se ha insis-tido en la importancia que el Congreso Eucarístico Internacional de 1934 tuvopara la historia de la Iglesia dado que entre otras cosas lo trajo a Pacelli a laArgentina fortaleciendo de este modo los vínculos con el Vaticano; pero se hapasado por alto que fueron laicos los que se ocuparon de organizar aquel Congre-so; fue especialmente una destacada dama católica –Adelia Harilaos de Olmos–la que más contribuyó a preparar la recepción del futuro Pío XII, en una propor-ción todavía mayor que la del propio presidente Justo, esfuerzo que le fue retri-buido con creces por la Santa Sede dado que le concedió un título pontificio denobleza, por entonces prestigioso. No era simplemente la relación entre el Esta-do argentino y la Santa Sede lo que estaba en juego en aquella ocasión; el presti-gio que los laicos de familias distinguidas esperaban ganar para sí con tales obrasno es menos significativo, pero no puede ser explicado mediante la tesis de laromanización. Una segunda consideración: siquiera la radicalización del discur-so católico en la década del 30 –del cual es buena prueba la construcción del mitode la nación católica que Zanatta nos presentó de manera tan convincente– puedeexplicarse por la simple obra de la romanización, que habría contribuido a acentuarel sesgo revanchista de la Iglesia. ¿No ocurrió más bien que el discurso revanchistaadquirió creciente significación para la sociedad porque ésta se hallaba inmersaen un profundo proceso de transformación? En 1919 fueron pocos los que se toma-ron seriamente la advertencia formulada por De Andrea de que los bárbaros se halla-ban a las puertas de Roma; hacia fines de la década del 30, en cambio, se desarrolló unvasto proceso de polarización de la sociedad que fue importante caldo de cultivo paraque calara hondo una fórmula como “Dios o Lenin”, desde hacía tiempo difundida.

Page 137: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

144 MIRANDA LIDA

La sociedad fue polarizándose de tal modo que el discurso católico cobraría pleno senti-do para ella, y así, en 1943 ya no se podía ser indiferente ante el catolicismo: o se estabaa favor o se estaba en contra. No es pues de extrañar que en el propio Perón se sintieranlos ecos del discurso católico; no obstante, no debe interpretarse que Perón buscaracongraciarse con la Santa Sede: quizás sólo buscara congraciarse con sus eventualesinterlocutores. En fin, cabe preguntarse si la tesis de la romanización no se convierteen una explicación que corre el peligro de sobredimensionar el papel desempeñado porla Santa Sede, a riesgo de perder de vista las transformaciones sociales y el sentido queel discurso –sea político, sea católico– adquiere en un determinado contexto.

Por un camino diferente incursiona Mariano Plotkin a la hora de indagar algunosde estos problemas, si bien debemos comenzar por señalar que no ha sido su propó-sito elaborar una interpretación acerca de las relaciones entre la Iglesia católica y elperonismo. Lejos de ello, Plotkin se propuso estudiar los diversos rituales que die-ron forma al “imaginario político peronista” –inspirado en buena medida en la obrade Mona Ozouf–, prestando particular atención a las transformaciones sufridas por larelación entre el Estado y la sociedad en los años de Perón. Síntoma de estas trans-formaciones fue la multiplicación de las tareas que se arrogó el Estado, ocupandotodos los espacios de la vida social: en este sentido Plotkin señala que Perón teníauna concepción totalitaria de la política; y sobre la base de esta concepción, Perónterminaría por calificar de enemigos a todos aquellos de los que podía dudar acercade su lealtad. En este contexto, la construcción de un imaginario político peronista –que en especial habrá de verificarse en la politización de la escuela, en los diversosrituales políticos y en las organizaciones de las mujeres y de la juventud– se tornaríacrecientemente excluyente, al precio de restarle legitimidad a cualquier otro sistemasimbólico que apelara a valores que ante todo no expresaran abiertamente la lealtad alrégimen. En este último caso quedaría comprendido, claro está, el catolicismo. Se-gún Plotkin, Perón había podido presentarse en 1946 como el “candidato católico”;no obstante más tarde la doctrina peronista reemplazaría a la católica provocando uncortocircuito entre ambas. De este modo, y dado que Plotkin considera al peronismocomo una “religión política” que puso en marcha diversos mecanismos para sacrali-zar el poder, su estudio termina por ofrecer, aunque el autor no se lo haya propuestoexplícitamente, una interpretación acerca de las relaciones crecientemente conflic-tivas entre el peronismo y la Iglesia católica; así el autor concluye que la construc-ción de una religión política peronista, convertida en un sucedáneo del catolicismo,no podía sino desembocar en una fuerte tensión entre la Iglesia católica y el peronis-mo. Es éste el punto en el cual el argumento de Plotkin resulta menos convincente: laperonización del discurso político y la formación y consolidación de un herméticoimaginario político peronista, con sus consabidos rituales, ¿bastan para explicar porqué la Iglesia Católica pasó a quedar crecientemente identificada a partir de 1954con el antiperonismo, que es el nudo de la cuestión? ¿Cuál es el camino que nosconduce de la causa a la consecuencia?

Page 138: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

145CATOLICISAMO Y PERONISMO: DEBATES, PROBLEMAS, PREGUNTAS

Según Bianchi, por su parte, este camino es largo y está atravesado por una mul-tiplicidad de tensiones y disputas que se manifestarán en diversos planos y se iránacumulando unas sobre otras; en este sentido, Bianchi se halla lejos de suscribir laidea de Zanatta de que es posible identificar un único punto de inflexión en la his-toria de la relación entre Perón y la Iglesia católica. Origen de estas múltiples, ypor momentos casi imperceptibles, tensiones era según Bianchi el hecho de quetanto la Iglesia, embarcada en su proyecto de recristianizar la sociedad, como elperonismo, compartían el mismo afán por controlar bajo su órbita la totalidad de lavida social: la enseñanza, la familia, la beneficencia, las diversas expresiones cul-turales, las costumbres, las propias prácticas religiosas... en cualquier rubro queconsideremos los roces y las tensiones se multiplicarían por doquier. La Iglesia,que aspiraba a transformar de raíz la sociedad en un sentido cristiano, contaba se-gún Bianchi con firmes bases sobre las cuales sustentar tamaña aspiración dadoque había sido protagonista desde los años 30 de un fuerte proceso dereordenamiento institucional impulsado por el arzobispo Copello, que la convirtióen un actor social y político que ya no podrá ser pasado por alto. Una serie detransformaciones permitió que la Iglesia se convirtiera en un actor de importantesproporciones: la consolidación del cuerpo episcopal de la Iglesia argentina que,luego de la multiplicación de diócesis que se verificó en 1934, se vio súbitamenteampliado y fortalecido; el propósito de constituir un cuerpo eclesiástico sólido ysin fisuras, reduciendo el peso de los particularismos, en pos de fortalecer el “es-píritu de cuerpo” de un actor que, según Bianchi, debe ser concebido –en los térmi-nos de François-Xavier Guerra– bajo una forma antigua, premoderna; eldisciplinamiento de los laicos, y su sujeción a la autoridad, es otro problema queopera en este mismo sentido: así, tanto los “Cursos de Cultura Católica” como larevista Criterio se vieron coartados en su autonomía cuando la autoridad eclesiás-tica sometió aquellas iniciativas al control estrecho de la jerarquía; el retorno a unaforma medieval de liturgia bajo la forma del canto gregoriano, que habría contri-buido a resaltar la solidez y el carácter jerárquico de la Iglesia. En fin, según Bianchi,la Iglesia se convirtió en un actor social y político compacto, ordenado bajo unaforma de gobierno que lindaría cada vez más con la monarquía, una vez que el poderquedó depositado en las férreas manos de Copello. Una vez así constituida, es com-prensible que la Iglesia se hallara poco dispuesta a hacer concesiones de ningún tipo.Entre una Iglesia que gozaba de un renovado espíritu de cuerpo, y que era capaz deelaborar un proyecto destinado a cristianizar la sociedad con el cual pretendía transfor-marla de raíz, y un Estado cada vez más controlado bajo la férula de Perón, la relaciónno podía de ningún modo ser amable; el desenlace final no es difícil de imaginar.

Pero, ¿cuán antiguo puede ser un actor que no vacila en elaborar un proyectopara transformar de raíz una sociedad, sea en el sentido que sea? Los actores detipo antiguo tienden más bien a respetar los usos consuetudinarios y las costum-bres inmemoriales, en los que hallan la fuente de su legitimidad; son los actores

Page 139: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

146 MIRANDA LIDA

modernos los que pretenden barrer con esos hábitos, a los que consideran vetustos, oincluso degradados por el propio uso. ¿Era de por sí antiguo el proyecto derecristianizar la sociedad, una sociedad moderna y secularizada que no podía sinohallarse en sus antípodas? No necesariamente. Para el caso no importaba cuánto hu-biera avanzado la sociedad en su marcha hacia la secularización, pero era necesariohacer como si se tratara de un hecho consumado para que aquel proyecto tuvierasentido, y proceder entonces a barrer con el pasado; lo sorprendente del caso es queeste gesto de negar el pasado es bien propio de todo revolucionario moderno... Enfin, el proyecto de cristianizar la sociedad era el fruto de una actitud moderna, aunqueesta última estuviera formulada en un lenguaje arcaico. ¿Era a su vez antigua la formade gobierno sobre la que se vio calcada la Iglesia en los años de Copello? Un poderunipersonal casi “monárquico” puede tener como contracara, si se quiere paradójica,una sociedad democrática e igualitaria, en la cual se tornan difusas las distincionesque la atraviesan. En este contexto cabe preguntarse si la Iglesia, con Copello a lacabeza, no demostró acaso una fuerza democrática sin precedentes para integrar a lasmasas: no fueron los fieles adscriptos a cada parroquia y a cada congregación, sinolas grandes masas católicas, homogéneas e indiferenciadas, las que le dieron sutono al Congreso Eucarístico de 1934. ¿Puede decirse que esto fuera antiguo? Asi-mismo, no hay paradójicamente nada más “moderno” e igualitario que el uso que sele quería dar al canto gregoriano en el siglo XX: en él todas las voces se confundíanen la masa sin ninguna de ellas destacarse plenamente; de allí que haya sido consi-derado desde temprano como el género de liturgia más apropiado para una Iglesiadonde ningún laico debía ocupar el centro de la escena: sólo la masa casi anónimade fieles que al unísono lleva adelante los cánticos. Si tenemos en cuenta que estetipo de prácticas, bien propias de una Iglesia de masas, se repetía en cada procesióny en cada peregrinación en el espacio público, ¿no era éste un excelente ámbito deaprendizaje para forjar una cultura política a todas luces moderna? Más que encualquier otra parte, allí se aprendía a salir a la calle, a marchar y cantar al unísono.Cabe preguntarse si Perón, acaso, no tenía mucho que envidiarle a la Iglesia, oincluso que aprender de ella. ¿Qué tan extraño, o incluso antitético, era el peronis-mo con respecto al catolicismo? ¿No hablaban acaso un mismo lenguaje de masas?Y si la relación entre ambos presenta tantas aristas complejas, ¿cómo se explicanentonces los virulentos conflictos de 1954-55?

A esclarecer este problema contribuyó Lila Caimari, cuyo trabajo se proponeexplicar cómo fue que la construcción de una identidad política antiperonista re-sultó inseparable del catolicismo en el último trecho del gobierno de Perón, con-virtiéndose la Iglesia de este modo en el blanco hacia el cual Perón dirigiría sinningún prurito todos sus dardos. Según la autora, las raíces de este proceso no seencuentran más que en la agudización del conflicto político desencadenado en losúltimos años de Perón, y en este sentido Caimari descarta cualquier explicaciónque pretenda identificar las causas del conflicto entre el peronismo y la Iglesia

Page 140: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

147CATOLICISAMO Y PERONISMO: DEBATES, PROBLEMAS, PREGUNTAS

católica en la propia naturaleza de los actores en pugna, o en rasgos profundos quedefinirían de una manera sustancial dos actores que habrían estado destinados deantemano a chocar. Podríamos entonces interpretar que la causa del conflicto nose halla ni en el cesarismo en el que estaría fundado el poder político (Bosca); ni enel carácter eminentemente revanchista de la Iglesia católica, incapaz de convivircon cualquier tipo de poder estatal que pretendiera un mínimo de autonomía(Zanatta); ni en una concepción totalitaria de la política que habría conducido alperonismo a pretender ejercer un férreo monopolio de lo simbólico, vaciando desentido al catolicismo (Plotkin); ni en la competencia entre dos modelos por natu-raleza antitéticos de sociedad, uno de ellos construido por la Iglesia y el otro por elpropio peronismo (Bianchi)... En el trabajo de Caimari, cada uno de estos factoresmerece, sin duda, legítimamente ser tenido en cuenta en el análisis; no obstante,ninguno de ellos podría ser identificado como la causa que habría desencadenadoel virulento conflicto de los años 1954-55.

En pocas palabras, entonces: el desenlace conflictivo no puede deducirse decualquier atisbo de anticlericalismo que uno pudiera identificar, incluso, en lostramos iniciales del peronismo; sin duda los hubo, y ellos podrán ser interpretadosen múltiples sentidos, pero ellos no bastan para explicar por qué una consigna cató-lica como “Jesús es Dios”, voceada en 1950 en ocasión del Congreso Eucarístico,pudo convertirse en una consigna antiperonista. Según Caimari, pues, si aquellaconsigna y otras subsiguientes adquirieron esa significación, ello fue el productode las condiciones políticas del régimen que, desde esa fecha en adelante, somete-ría a la sociedad a un profundo proceso de polarización en el cual la identidadperonista se radicalizaría, sin estar dispuesta a tolerar ambigüedades: o se eraperonista o se era antiperonista. La creciente polarización del lenguaje político,que sólo podía expresarse bajo la lógica amigo-enemigo, delimitó claramentelos campos y en este contexto una procesión católica pudo transformarse en unamanifestación antiperonista. No es difícil imaginar cuál fue la respuesta de Pe-rón ante el enemigo desplegado en las calles, pero esta respuesta no debe leersecomo el fruto maduro de eventuales atisbos anticlericales que ya habrían comenza-do a asomar en los años previos; en este sentido Caimari señala con agudeza que laquema de las iglesias encuentra su antecedente más verosímil en la que sufriera elJockey Club en 1953 dado que en el fondo ambos episodios no eran sino el despia-dado ataque contra cualquier fantasma, real o imaginario, de la oposición que Pe-rón tanto temía. No había nada en la poco transparente relación entre la Iglesia y elEstado peronista de 1946 que pudiera anunciar el desenlace final. De este modo, laexplicación que ofrece Caimari se despoja de todo tipo de teleología.

Aun con sus diversos matices, las interpretaciones que hemos revisado hanestudiado la historia de la Iglesia en el período peronista con el propósito de expli-car las relaciones que ésta tenía con el Estado; la Iglesia de este período concitótanta atención por parte de los historiadores como el propio Estado, y lo mismo

Page 141: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

148 MIRANDA LIDA

ocurrió con el discurso católico, que cobró importancia por la relación que teníacon el discurso político. Que la jerarquía eclesiástica y el Estado se hayan convertidoen los casi exclusivos protagonistas de la historia de la Iglesia que se ha escrito parael período peronista no es un dato menor: el Estado se manifestaba como una reali-dad tan fuerte e inobjetable, que la Iglesia por la cual cabía preguntarse parecía cons-truida a su imagen y semejanza. De este modo, Perón, Copello y sus respectivosséquitos, pasaron a ser los protagonistas de aquellas interpretaciones; sin embargosalta a la vista que ni el arzobispo Espinosa ni el Estado lo eran en la historia de laIglesia que reconstruyó Auza para las primeras décadas del siglo XX. Se pone énfasisasí en la existencia de una discontinuidad radical en la historia de la Iglesia, y estadiscontinuidad entre la Iglesia de las primeras décadas del siglo y la que se construyóen la década de 1930, suele ser presentada en la historiografía como una certeza tanevidente que en gran medida no mereció una discusión ulterior.11 ¿No será acasonecesaria esta discusión? La propia trayectoria de Copello parece sugerirlo: su pasa-je desde la muy pujante diócesis de La Plata, en las primeras décadas del siglo XX, ala arquidiócesis porteña quizás no sea casual; la diócesis de La Plata, en la que sehallaban emplazadas las estancias de los grandes terratenientes, vivió en las primerasdécadas del siglo un proceso de desarrollo institucional tanto o más impresionanteque el que tuvo décadas más tarde la arquidiócesis de Buenos Aires.12 ¿Qué tan débilera la Iglesia que se hallaba a caballo del cambio de siglo? No se trata simplemente demedir –¿con qué vara?– los éxitos o fracasos en el proceso de consolidación de laIglesia; tanto o más importante es considerar quién es el artífice de este proceso.Cuando arribemos a los años 30, el papel del Estado estaba ya ingresando en unaprofunda redefinición en relación con la sociedad, y ello habrá de redundar en elmodo en que se configura la Iglesia: el Estado tenía herramientas con qué hacerlo,dado que podía intentar modificar mediante leyes las jurisdicciones eclesiásticas, asícomo también incrementar las partidas del presupuesto destinadas al culto. Para avan-zar sobre la sociedad, el Estado necesitaba transformar una Iglesia que tenía lazos aveces más estrechos, a veces más débiles, pero siempre múltiples, con la sociedad.

En fin, a pesar de los importantes esfuerzos que se han hecho en los últi-mos años, la historia de la Iglesia en el período peronista todavía permaneceabierta: no sólo al debate historiográfico –que exigirá por parte del historiadorel compromiso de no transformarlo en un debate teológico o ideológico–, sinotambién a su reinterpretación.

11 El único trabajo que sugirió la necesidad de indagar las transformaciones en el largo plazo en lahistoria de la Iglesia desde fines del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX es el de Luis AlbertoRomero, “Una nación católica 1880-1946”, en Carlos Altamirano (ed.), La Argentina en el siglo XX,Buenos Aires, 1999, pp. 308-313.

12 Un cuadro de situación de las transformaciones sufridas por la diócesis de La Plata puede verse enla compilación de documentos extraídos del Boletín Eclesiástico de la diócesis de La Plata , que elaboróJosé Luis Kaufmann, Dos nombres para una historia (1898-1921), Arzobispado de La Plata, 2001.

Page 142: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

149CATOLICISAMO Y PERONISMO: DEBATES, PROBLEMAS, PREGUNTAS

Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”Tercera serie, núm. 27, 1er. semestre 2005.

María Silvia Di Liscia, Saberes, terapias y prácticas médicas en Argentina(1750-1910), Madrid, CSIC, 2002, pp. 372.

El libro que reseñamos, reelaboración de una tesis doctoral defendida enel Instituto Ortega y Gasset de Madrid, se ocupa de una temática relativamentepoco explorada en la Argentina, a lo largo de un período que supera el siglo ymedio. Estas dos características ya constituyen por sí mismas un desafío. Sinembargo, lo más valioso del libro de Di Liscia se encuentra en la particularperspectiva de la autora. No es éste un texto de historia de la ciencia ni muchomenos de medicina folclórica: lo que Di Liscia se propone es observar y eva-luar son las interacciones y convergencias entre sistemas médicos –diferen-ciando el “científico”, el “indígena” y el “popular”– en el espacio geográficomás “moderno” de la Argentina. Se trata, entonces, de afrontar la historia de laformación de un campo profesional en oposición, pero a también a partir desucesivas reapropiaciones, con otros conjuntos de saberes.

La complejidad que supone este enfoque rechaza el relato lineal y ello quedareflejado en la estructura del texto. Los capítulos no se ajustan estrictamente aun orden cronológico, más allá de que en la segunda parte del libro (a partir delcuarto capítulo), por las problemáticas que aborda, el énfasis recaiga en el perío-do posterior a la segunda mitad del siglo XIX. Justamente, uno de los principalesaciertos de esta obra es la traza de líneas de investigación, hasta ahora escasa-mente atendidas, que exigen volver la mirada hacia atrás, recoger antecedentes,completar procesos para permitir una lectura de largo plazo.

¿Cuáles son las principales líneas de investigación que se proponen en Sabe-res...? A nuestro juicio, una de las estructuras portantes del texto consiste enrecoger la percepción acerca de la “medicina del otro” y, más en general, de la

RESEÑAS

Page 143: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

150 RESEÑAS

alteridad cultural. Si bien por las fuentes elegidas (y disponibles) tal reconoci-miento se produce en una sola dirección, el análisis de Di Liscia resulta unaporte revelador y novedoso. Así, si por un lado el otro cultural es menospre-ciado por bárbaro e ignorante y relegadas sus prácticas médicas al terreno de lapura magia, en otro plano, queda al descubierto una valoración selectiva de lossaberes subalternos y, sobre todo, una apropiación de los mismos por parte dequienes dicen detentar la “verdadera” ciencia. Como sostiene la autora, es através de los informantes indígenas que los jesuitas aprenden las cualidadescurativas de ciertas plantas (no obstante insistan en la “falsa ciencia” ) y es lavaloración positiva de los saberes médicos, de la higiene y de determinadasterapias la que sustenta las posturas integracionistas (finalmente derrotadas enla segunda mitad del siglo XIX) así como la admiración no velada de algunosviajeros por las sociedades indígenas de la pampa.

Si en los primeros tres capítulos el “otro” es el indígena, en los cinco si-guientes la atención se concentra en los multiformes sectores populares, en cuyacomposición pesa cada vez más la diferenciación entre nativos y extranjeros.Unos y otros son sujetos que se transforman históricamente, así como tambiénva cambiando la sensibilidad de quienes los juzgan. Di Liscia registra en su libroalgunas de esas transformaciones, tan apegadas a la suerte y el lugar de aquellos“otros” en la sociedad colonial primero y en la Argentina independiente después.Es así que entre los capítulos II y III el lector puede recorrer un camino en quelas prácticas médicas indígenas despiertan cuanto menos curiosidad, otro sende-ro paralelo en que desde el estado provincial se propone la variolización comoarma de control político de algunas tribus, para llegar a una nueva imagen de lassociedades indígenas y de su patrimonio cultural en general: la de un cuerpo sus-ceptible de ser estudiado (como lo entienden los positivistas y sus sucesores delsiglo XX) o a lo sumo tratado como un “alma para salvar” (tal el objeto funda-mental de los misioneros destacados en los lazaretos indígenas”). En cualquiercaso, del flagelo que implican ciertas enfermedades mortales –la autora desarro-lla el caso de la viruela y las explicaciones que fueron dadas acerca de la morta-lidad diferencial de los indios– termina por responsabilizarse a las mismas vícti-mas (por desalmadas, poco higiénicas, ignorantes, etc.). Que estas cambiantespercepciones están atadas al papel que desempeñan las sociedades indígenas encada momento, bien lo destaca la autora. El libro se inicia en un momento en quelas sociedades indígenas están compitiendo por un territorio, atraviesa su derro-ta militar (y su correlato en su conversión en “fósiles vivientes”) para concluirsecon su desaparición demográfica (o más bien estadística) y su reivindicación (par-cial) por algunos sectores nacionalistas. Por cierto, tal reivindicación llega de-masiado tarde: no se trata ya de sujetos reales sino de fantasmas.

Una vez “resuelta” la cuestión indígena después de la campaña al desierto de1879, la otredad se traslada a los sectores populares, que en el siglo XIX reúnen

Page 144: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

151RESEÑAS

elementos de muy diverso origen. Y aquí se le presenta a Di Liscia un nuevoconjunto de problemas porque, de un lado, la medicina popular es acumulativa yno desdeña ninguna tradición, y del otro, una transformación profunda estágestándose simultáneamente con la construcción y el avance del estado. En efec-to, con todas sus limitaciones, la medicina científica se va imponiendo sobrelas otras formas de curar. El tiempo en que no existía un monopolio en materiamédica ha quedado atrás, aunque todavía quede por recorrer mucho camino an-tes de llegar a “la eliminación triunfante de la medicina popular”, como procla-ma el último capítulo del libro.

Las polémicas en torno a la medicina popular son analizadas en un contextoglobal (y éste es otro de los méritos del libro) y están por lo tanto atravesadas porlas cambiantes valoraciones de las poblaciones nativas y extranjeras. Así, a la vezque el criollismo y posteriormente el nacionalismo alcanzan cierto poder de con-vocatoria, los extranjeros, y en particular los curanderos extranjeros, llegan a serpercibidos como los “enemigos de la patria”. Enemigos no sólo por los estragosque pueden producir en la salud de sus clientes sino también por el hecho de con-vertir su actividad un medio de vida. El curandero no tiene ética; sólo le interesaganar dinero. De este modo, el materialismo de los inmigrantes, tan criticado porlos intelectuales positivistas y nacionalistas, toca también la actividad de curar.

Mencionamos hasta ahora a “los otros” y sus medicinas. ¿Quiénes son losactores que emiten sus juicios, crean “opinión pública” o construyen políticasque conciernen a esos “otros”? Es importante destacar al respecto la pluralidadde voces que la autora rescata en su trabajo: funcionarios estatales, eclesiásti-cos, viajeros, médicos y periodistas son convocados en el libro. También por esoDi Liscia se aparta de los relatos lineales: la polémica, más que el acuerdo, sueleestar en el centro del análisis. Estado e Iglesia aparecen como eventuales con-trincantes pero también integracionistas y partidarios de la eliminación indígena,ortodoxos y flexibles en relación con la aceptación de “medicinas alternativas”,entre otras posiciones. Particularmente fructífero resulta el traer a colación es-tos disensos; un dato más que apoya la hipótesis de una lenta y difícil imposiciónde la medicina científica (a la vez que explica los compromisos con la realidadque tendrán que hacer las autoridades oficiales).

Más allá de los actores, un aspecto central de toda práctica médica se refiere asu eficacia. Este punto agrava la relación entre la práctica científica de la medi-cina y las prácticas alternativas en la medida en que la eficacia de algunas tera-péuticas establecidas en la medicina indígena y popular ponían en entredicho elsupuesto fundamental del cientificismo positivista cristalizado en el supuesto deuna ciencia única. Paralelamente, al mismo tiempo que muchas terapias populareseran “inexplicablemente” eficaces, muchas terapias basadas en el conocimientocientífico estaban lejos de alcanzar los resultados que se esperaba de ellas, sobretodo hasta alrededor de 1880 con relación a la fiebre amarilla y el cólera. De este

Page 145: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

152 RESEÑAS

modo, ciertas prácticas establecidas, y sus practicantes, se convertían en unobstáculo a la institucionalización de la medicina científica, vista como im-periosa por parte de la elite modernizante y como dudosa por una parte signi-ficativa de la población.

La autora desgrana con gran claridad los diversos aspectos de esta tensióncompleja. Por un lado el problema político de implementar una política sanitariaque mejore el estado de salud general de la población y que, en tanto tal debíacombatir toda práctica “antihigiénica”, al mismo tiempo que a los “charlatanes”que se aprovechan de la ignorancia popular o de su fascinación por lo novedoso.Es por ello que un capítulo completo está dedicado a la necesidad de lograr des-velar el contenido científico de las prácticas populares, con el fin de monopoli-zar el dominio de la eficacia como elemento central en la articulación de un dis-curso oficial en contra del curanderismo (que con el tiempo se convertirá en unaetiqueta generalizante para referirse a toda práctica no-científica). Con buen senti-do la autora observa cómo la necesidad de articular este discurso en términosdicotómicos (médico-curandero), con el fin de estructurar la política sanitatariaoficial, no siempre acompañó la necesidad más fundamental de curar.

Por este motivo el quinto capítulo comienza con las palabras pragmáticas de PaoloMantegazza: “Mientras el criterio terapéutico no sea reducido a reglas infalibles deciencia y el arte de curar se vuelva una lógica aplicación de la fisiología de la vida,conviene aceptar en nuestro museo farmacológico todas las sustancias que se nos pre-sentan como aliadas a la obra, pero libres de rechazarlas cuando las hayamos compro-bado impotentes o traidoras”. Y si bien queda claro que esta tolerancia del médico-antropólogo italiano fue considerada y valorada de modo diferente por los distintosactores vinculados al establecimiento de la medicina académica, la aceptación pragmá-tica de ciertas técnicas médicas sin lógica podía ampararse tanto en su éxito, como enla necesidad de investigar lo desconocido. Con sagacidad la autora también aprovechalas reflexiones de Mantegazza sobre la diferencia entre un curandero y un médico, lacual a su juicio estaba menos en la posesión de un saber garantizado por un títulooficial, que en la capacidad de duda, algo que ningún curandero podía permitirse y quetodo médico honesto debía reconocer sobre su propia ciencia.

Otra tensión igualmente fuerte que se suma a la complejidad del problemafue la reivindicación del folclore médico frente al positivismo universalista afinales del siglo XIX, en parte de modo general como reivindicación de la culturapopular, y en parte de modo político-estratégico por el reconocimiento de pen-samiento racional en los “otros” (campesinos y gente común) como forma deasimilación al “nosotros” nacional.

Por otro lado la autora muestra la vinculación entre la construcción de laidentidad nacional y el darwinismo social dominante en el siglo XIX. Tal vínculollevó al mismo tiempo a adoptar el biologismo como lenguaje común que lespermitía “soslayar las barreras” en la búsqueda de consensos políticos, y a abrir

Page 146: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

153RESEÑAS

las puertas a la eugenesia como nueva ciencia que permitiría aprovechar la afluenciade población extranjera y mejorar la “atrasada” demografía nativa y mestiza, la cualera percibida como conducente a la disgregación nacional.

La solución científica frente al curanderismo dependió de diversos factores.Por un lado del acceso a instituciones estatales que facilitaron la legitimación desu autoridad y por su mayor capacidad para enfrentar problemas de salud socialcomo sucedió con las epidemias. La autora desarrolla con visión amplia el modoen que tal autoridad se afirmó a principio del siglo XX, y cómo la eugenesia y elhigienismo brindaron nuevas posibilidades de actuación y de pedagogía socialfrente a las “masas” incultas. Pero un indicio del buen juicio en este análisisconsiste en enfatizar que la tensión médico-curandero no debe verse como unalucha corporativa sin cuartel, sino que implica la transformación de una miradaculta sobre las prácticas populares, relacionada a su vez con la organización delEstado y la función de los expertos dentro del tejido social.

Será entonces en el seno de estas tensiones, dinámicas y multiformes, en laque se establecerá la polaridad médico-curandero en términos de modelo yantimodelo, la cual servirá como plataforma para que avance la crítica de las “otrasmedicinas” frente a las actitudes de mayor tolerancia. Y será este discurso el quearticulará la lógica que permitirá, finalmente, ver en la eliminación de las prácticasindígenas y populares en términos del triunfo de la ciencia y la razón. Tal elimina-ción encontrará como elemento privilegiado la condena legal del curanderismo, apesar de afectar la libertad individual de curar y de no siempre contar con el apoyode la prensa (la cual por otra parte nunca abandonó el lucro proveniente de publicitarlos métodos y promesas terapéuticas más diversas). Tal sanción obliga a abandonarel terreno epistemológico y pasar al ético-político, de lo “no científico” a lo “ile-gal”. El destino del curandero, reconceptualizado como “débil mental” y “carentede juicio”, será en definitiva ser recluido en una institución psiquiátrica.

Finalmente nos parece interesante destacar la propia posición de la autora quele permite discurrir ordenadamente en el tratamiento de un tema, el cual que sebeneficia del hecho mismo de no evitar su complejidad: “Caciques indios, científi-cos, políticos, clérigos, curanderos, médicos e intelectuales –por citar sólo algu-nos agentes–, mantienen una lógica particular que les permite dar sentido a suspercepciones y relaciones, a asumir determinadas estrategias, considerando las ac-ciones del interlocutor y reinterpretando las bases sobre las que éstas se fundan. Laracionalidad de los otros coincide o se opone a la occidental, mientras que esa valora-ción implica a la vez un reconocimiento de la propia lógica, de sus aciertos y errores,y de las convergencias entre varios sistemas de ordenamiento corporal y espacial”.

JUDITH FARBERMAN

U. N. de Quilmes - CONICETFernando Tula Molina

U. N. de Quilmes - CONICET

Page 147: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

154 RESEÑAS

Roberto Di Stefano, El púlpito y la plaza. Clero, sociedad y política de lamonarquía católica a la república rosista. Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 272.

En los últimos años, las investigaciones sobre el mundo eclesiástico han de-jado de ser patrimonio casi exclusivo de la historiografía católica para consti-tuirse en un campo de análisis renovado que despierta el interés de muchos histo-riadores. Roberto Di Stefano es, sin dudas, uno de los responsables de esta reno-vación y el libro aquí reseñado es una clara muestra de ello. Sus aporteshistoriográficos, la rigurosidad académica con que son tratados los temas, la no-vedosa información que proporciona –a partir de un amplísimo corpus documen-tal– y las perspectivas metodológicas bajo las cuales aborda dicha información,hacen de El púlpito y la plaza... un texto de referencia obligada para toda lacomunidad académica. Pero es preciso destacar también que se trata de un libroque no habilita solamente a los especialistas; por la forma que adopta el relato ypor su estilo amable y directo invita a ser leído por un público mucho más amplioque el constituido por los colegas de la disciplina.

Uno de los grandes méritos del texto de Di Stefano es ocupar un vacío,que no debe pensarse en términos historiográficos –puesto que desde hacedos décadas, tal como señala el autor en su introducción, la historiografíaargentina ha dado pasos importantes en la tarea de incorporar la dimensiónreligiosa a sus planteos y de abordar a ésta como objeto– sino desde una pers-pectiva diferente: la de proporcionar al lector una interpretación másabarcadora sobre la cuestión eclesiástica, tanto por las dimensiones que in-cluye como por la amplitud del período que aborda.

El objeto del libro es mostrar los cambios que se dieron en el catolicismorioplatense entre 1767, con la expulsión de los jesuitas, y 1835, cuando Rosasasumió su segundo mandato con la suma del poder público. Que el recorte pasepor observar los cambios en el “catolicismo rioplatense” y no en la “Iglesia rio-platense” no es un simple problema nominal, sino que se vincula a una de lashipótesis centrales del libro: tal es el hecho de que “la Iglesia” no fue dada a luzhasta después de la revolución y que el proceso de su constitución, entendidacomo la construcción de una esfera diferente de la sociedad, va a ocupar granparte del siglo XIX. El punto de observación de todo este proceso constituye unade las tantas originalidades del libro puesto que se desplaza desde la perspectivadel centro (la Santa Sede) a la de la periferia, entendida ésta como la construc-ción de la Iglesia local. En tal sentido, tal como afirma el autor, el texto abordalos orígenes de la Iglesia Argentina.

Desde la definición misma del objeto, entonces, el autor está desplegando suhipótesis central a la vez que se posiciona historiográficamente. En primer lugar,para decir lo que no va a hacer: tratar a ese objeto como algo preconstituido yexterno a las tramas sociales, políticas, económicas, ideológicas y culturales de su

Page 148: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

155RESEÑAS

tiempo. En la medida en que el autor rechaza las visiones ahistóricas y concibe suproblema de indagación en el seno de un entramado social y político complejo, ellibro deja de ser un acotado relato de los cambios ocurridos en el catolicismorioplatense para convertirse en una reflexión mucho más amplia que nos informade las transformaciones producidas en todas las dimensiones de esa sociedad. Elabordaje se realiza, entonces, desde todas esas dimensiones en simultáneo y a par-tir de una entrada específica: el clero y, dentro de él, el clero secular porteño. Esta“ventana”, como la llama Di Stefano, le permite observar los entrecruzamientosentre la religión y las demás manifestaciones de la vida social.

El libro se divide en tres partes y la primera de ellas está destinada al clerocolonial (1867-1810). Di Stefano trabaja allí la intrincada relación existente entrelas familias, el clero y la Corona a partir de muy diversos ángulos que incluyen,entre otros temas, el sistema beneficial en la geografía de la diócesis de BuenosAires, las estrategias familiares y la formación del clero. Temas todos que ponende relieve el papel fundamental que tuvieron las familias de la elite en el control delos mecanismos del poder eclesiástico y la discusión en torno a los cambios pro-ducidos con las reformas borbónicas.

Di Stefano adhiere, en gran parte, a la posición que sostiene que los objetivosreformistas no se vieron finalmente plasmados cuando afirma que la nueva dinastíano logró sustituir con éxito el antiguo modelo de funcionamiento del clero. Elintento por convertir a la religión en instrumento civilizador –en sintonía con lacultura ilustrada hispana de ese momento– y al sacerdote en una suerte de “párro-co-funcionario” que debía ser, además de “hombre del altar”, “hombre del púlpito”y difusor de los conocimientos útiles a la sociedad, modificaba sustancialmentelas tradicionales formas de articulación de las familias de elite con la religión ysus instituciones. Habrían sido, entonces, estas tradicionales formas de articula-ción las que, en la perspectiva del autor, no desaparecerían con el impulso refor-mista. Interpretación que coincide con algunos de los posicionamientoshistoriográficos que, sin tener al clero como objeto de estudio, consideran que lasreformas borbónicas, más que producir una “revolución en el gobierno”, mantuvie-ron los equilibrios sociales preexistentes. El intento de crear una nueva noción de“funcionario”, diferente del magistrado tradicional como asimismo separado delas intrincadas redes del poder colonial, es evaluado como un fracaso borbónico.

Para Di Stefano, sin embargo, la coincidencia inicial con estas posiciones nole impide ir más allá de lo observado en el corto período en el que tuvieron lugarlas reformas. El autor vuelve sobre el impulso reformista de fines del XVIII parareconsiderarlo en otra clave: tal el hecho de mostrar cuánto de ese impulso dejóhuellas profundas dentro del clero formado en esa experiencia y cómo fue capita-lizado por el proceso revolucionario. Esta clave, que matiza en mucho las posicio-nes más duras respecto a la evaluación realizada sobre las reformas en el Río de laPlata, se hace visible en la medida que el autor recorta una periodización poco

Page 149: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

156 RESEÑAS

habitual hasta hace unos años. El hecho de tomar como unidad de análisis el perío-do tardo colonial y las primeras décadas posrevolucionarias le permite ponderaralgo imposible de ser ponderado cuando la periodización se detiene en la revolu-ción o toma a ésta como punto de partida. Así, pues, los conceptos de reforma yrevolución aparecen anudados en un continuum: si bien las reformas no produje-ron la revolución, dejaron en disponibilidad un conjunto de nuevos lenguajes, y auncuando la revolución irrumpió como algo totalmente nuevo capitalizó en gran parteel zócalo que dejaba por herencia la experiencia reformista.

Por esta razón, la segunda parte del libro, destinada a la década revoluciona-ria, no está planteada en términos bipolares de ruptura o continuidad. La estrate-gia que adopta el autor es observar los cambios ocurridos a partir de 1810 sinponer en juego ninguna grilla clasificatoria. El análisis es, sin duda, muy sutil enla medida en que aun reconociendo la profunda conmoción que la revolución pro-dujo en toda la sociedad y en el clero en particular, gran parte de las estrategiasadoptadas por parte de ese clero se inscribieron en las huellas dejadas por lasreformas. Cabe subrayar, además, que el clero no es pensado aquí como un actorque apoyó o combatió la revolución (como si se tratara de algo externo a la so-ciedad), sino como un conjunto de hombres que vivieron las mismas alternativasy contradicciones que el resto de los mortales y que midieron de igual manera lasalternativas que se les abrían o cerraban con ella.

Di Stefano analiza en la segunda parte del libro el papel jugado por el púlpitoy el confesionario en el proceso abierto en 1810. Adhesión a la causa o conspi-ración contra ella fueron los móviles que llevaron a las nuevas autoridades a po-ner su mira en estos dos espacios religiosos. La interpretación se desliza en estepunto hacia un aspecto crucial de la revolución: tal es la dimensión social de lapolítica y el carácter simbólico de los lenguajes. El lenguaje del cristianismo –herramienta de transmisión, según el autor, de los nuevos valores revoluciona-rios hacia sectores sociales que sólo podían comprender éstos en aquella clave–es objeto de un refinado análisis por parte de Di Stefano.

El impacto revolucionario en el plano institucional es otro de los temas queaborda el autor inscribiendo su objeto en los aportes que, en los últimos años, sehan realizado tanto en la historia política como en la historia económica y social.Sólo basta decir que en el plano de la dimensión política, el análisis se centra enlos conflictos que generó la redefinición del sujeto de imputación soberana al po-ner en discusión el problema del patronato y al producirse un fuerte desajuste entrelas viejas jurisdicciones eclesiásticas y las nuevas jurisdicciones políticas. En elplano económico, estudia la crisis de las rentas y las contradicciones que implicópara las imposiciones eclesiásticas una economía cada vez más volcada a las activida-des pecuarias. Y en el plano social se detiene a estudiar las estrategias de elecciónprofesional y, dentro de ellas, la crisis de reclutamiento del clero. Aunque el autorexpone aquí varias explicaciones, vuelve a anudar el problema a la hipótesis central

Page 150: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

157RESEÑAS

que recorre todo el libro: la crisis de reclutamiento del clero se inscribe en elcambio que comienza a esbozarse después de la revolución y que habría de con-solidarse –y hacerse visible– bastante tiempo después. La tendencia a controlarla vida eclesiástica por parte de los poderes públicos privaba a las familias delcontrol de antiguos mecanismos de poder. Según Di Stefano, esto hacía menosatractiva que en el pasado la carrera eclesiástica y no era más que un signo de lastransformaciones que se estaban dando en los vínculos entre las institucioneseclesiásticas y la sociedad.

Transformaciones que el autor aborda en la tercera parte del libro, titulada“La invención de la iglesia” y centrada en el período que se abre con la caída delpoder central en 1820 y que cierra en 1834. Aquí se encarga de delinear las posi-ciones que se plantearon en Buenos Aires en torno a la pregunta sobre la natura-leza y origen del poder religioso, poniendo en juego, cada una de ellas, una deter-minada forma de articulación entre el clero, las instituciones religiosas, el poderpolítico, la Santa Sede y la sociedad rioplatense. El análisis de dichas posicioneses muy iluminador, puesto que el autor debe articular ideologías conposicionamientos políticos más coyunturales y tendencias locales con procesosecuménicos. Las respuestas galicana, intransigente y liberal –tal como las deno-mina Di Stefano– son presentadas primero como estilizaciones más generalespara ser encarnadas luego, especialmente las dos primeras, en los debates des-plegados en Buenos Aires después de 1820. Y aquí, el recurso al género biográ-fico no podría ser más oportuno. La selección de algunos de los principales ex-ponentes de estas posiciones para relatar sus itinerarios de vida permite observarlas ambigüedades y contradicciones que ellas encerraban y condensar las dispu-tas que se daban ya no sólo en el seno de la comunidad religiosa sino en el de lasociedad en su conjunto respecto al papel del poder eclesiástico.

En el detallado análisis que realiza el autor en torno a la reforma eclesiásticade 1822 se subraya la herencia borbónica en la medida en que aquélla concretabala tendencia esbozada a fines del siglo XVIII. Tendencia orientada a construir unedificio estatal, separado de la sociedad misma, que no podía dejar en la órbita delas familias el poder religioso. Todas las dimensiones de la reforma son contem-pladas en el texto, incluido el alto costo que la elite tuvo que pagar por ella alquebrarse el consenso interno que la mantuvo relativamente unida después de lacrisis de 1820. Pero será con el rosismo cuando la tendencia a separar la esferaeclesiástica de la sociedad se consolide, aunque bajo un signo completamentedistinto. De la mano de la posición intransigente y con la balanza inclinada a fa-vor de Roma, Rosas contribuyó a la conformación de la Iglesia como entidaddesvinculada del poder social de las familias y del clero local.

Es, entonces, en el epílogo, donde esta última hipótesis se anuda al conjunto deproblemas desarrollados a lo largo del libro. El autor retoma en el largo plazo las expli-caciones parciales expuestas y plantea que de la misma manera que la revolución

Page 151: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

158 RESEÑAS

capitalizó los lineamientos que en materia religiosa tendieron los Borbones, Ro-sas supo capitalizar los lineamientos fundamentales de la reforma rivadavianapero, en este caso, en alianza con la Santa Sede. Una alianza que le resultabaconveniente en esa coyuntura en la medida que le permitía desactivar el controlcorporativo del clero sobre el gobierno de la diócesis, en manos, por otro lado,del grupo identificado con el partido galicano con notorias simpatías unitarias.Sin dudas, Rosas no podía medir las consecuencias que en el largo plazo tendríala alternativa por él adoptada. Pero, de hecho, el golpe de timón que le dio a lacuestión eclesiástica con su acercamiento a Roma significó, más allá de su opor-tunismo político, la conformación de una institución eclesiástica como entidadseparada de la sociedad.

El epílogo, además, deja en evidencia la gran capacidad que posee el autorpara combinar elementos de muy diversa procedencia: ideas y lenguajes con cur-sos de acción; principios que guían estas acciones y motivaciones coyunturales yhasta oportunistas; contexto local con tendencias más universales... Di Stefanoune allí los fragmentos de una trama sumamente compleja y va despejando posi-bles deslizamientos interpretativos. La política religiosa de Rivadavia emergeentonces como un fenómeno menos novedoso que la operación efectuada por elrosismo y la creación de una Iglesia más romana en la época de Rosas no signifi-có una restauración del catolicismo colonial, sino todo lo contrario.

El púlpito y la plaza... resulta, pues, un libro muy compacto y agudo en susinterpretaciones. El autor no se deja tentar, en ningún momento, por exponer pers-pectivas lineales del proceso histórico en estudio ni por crear cadenas de equiva-lencias que simplificarían en extremo el análisis. Por el contrario, prefiere dejarabiertas ciertas preguntas y proporcionar un arco de alternativas que seguramen-te serán retomadas en futuras investigaciones. El libro de Di Stefano invita en-tonces a un recorrido por sus páginas en las que el lector descubrirá tanto o másde lo que su título evoca.

MARCELA TERNAVASIO

(UNR)

Salvatore, Ricardo D., Wandering Paysanos. State order and subalternexperience in Buenos Aires during the Rosas era, Durham y Londres, Duke UniversityPress, 2003, 523 págs.

El estudio de Ricardo Salvatore sobre las clases populares de Buenos Aires du-rante el rosismo viene a ocupar un lugar significativo en la historiografía sobre eseperíodo que, recién en los últimos años, comienza a ser objeto de una revisión

Page 152: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

158 RESEÑAS

capitalizó los lineamientos que en materia religiosa tendieron los Borbones, Ro-sas supo capitalizar los lineamientos fundamentales de la reforma rivadavianapero, en este caso, en alianza con la Santa Sede. Una alianza que le resultabaconveniente en esa coyuntura en la medida que le permitía desactivar el controlcorporativo del clero sobre el gobierno de la diócesis, en manos, por otro lado,del grupo identificado con el partido galicano con notorias simpatías unitarias.Sin dudas, Rosas no podía medir las consecuencias que en el largo plazo tendríala alternativa por él adoptada. Pero, de hecho, el golpe de timón que le dio a lacuestión eclesiástica con su acercamiento a Roma significó, más allá de su opor-tunismo político, la conformación de una institución eclesiástica como entidadseparada de la sociedad.

El epílogo, además, deja en evidencia la gran capacidad que posee el autorpara combinar elementos de muy diversa procedencia: ideas y lenguajes con cur-sos de acción; principios que guían estas acciones y motivaciones coyunturales yhasta oportunistas; contexto local con tendencias más universales... Di Stefanoune allí los fragmentos de una trama sumamente compleja y va despejando posi-bles deslizamientos interpretativos. La política religiosa de Rivadavia emergeentonces como un fenómeno menos novedoso que la operación efectuada por elrosismo y la creación de una Iglesia más romana en la época de Rosas no signifi-có una restauración del catolicismo colonial, sino todo lo contrario.

El púlpito y la plaza... resulta, pues, un libro muy compacto y agudo en susinterpretaciones. El autor no se deja tentar, en ningún momento, por exponer pers-pectivas lineales del proceso histórico en estudio ni por crear cadenas de equiva-lencias que simplificarían en extremo el análisis. Por el contrario, prefiere dejarabiertas ciertas preguntas y proporcionar un arco de alternativas que seguramen-te serán retomadas en futuras investigaciones. El libro de Di Stefano invita en-tonces a un recorrido por sus páginas en las que el lector descubrirá tanto o másde lo que su título evoca.

MARCELA TERNAVASIO

(UNR)

Salvatore, Ricardo D., Wandering Paysanos. State order and subalternexperience in Buenos Aires during the Rosas era, Durham y Londres, Duke UniversityPress, 2003, 523 págs.

El estudio de Ricardo Salvatore sobre las clases populares de Buenos Aires du-rante el rosismo viene a ocupar un lugar significativo en la historiografía sobre eseperíodo que, recién en los últimos años, comienza a ser objeto de una revisión

Page 153: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

159RESEÑAS

sistemática. Significativo, es cierto, pero no fundamentalmente disruptivo, en tan-to el autor reconoce su deuda hacia estudios anteriores tanto sobre la historia eco-nómica del período, como sobre la historia política. Es sobre los hombros de esahistoriografía que el libro se propone desafiar interpretaciones tradicionales de la“era de Rosas”, que presentaban a la figura del gobernador de Buenos Aires comoepítome de un mundo rural feudal y semibárbaro, en el que las relaciones clientelarescaracterizaban tanto la estructura social de la campaña (moldeada sobre la internade la estancia ganadera) como el vínculo establecido entre el popular líder federaly sus seguidores más “plebeyos”. Esta tesis recibió su última y más acabada expre-sión de parte de Lynch, aunque sus orígenes podrían remontarse hasta los propiosopositores políticos del régimen. En contra de ella, Salvatore viene a proponer unaimagen alternativa que se asienta sobre tres elementos fundamentales: la presenciade relaciones mercantiles permeando múltiples instancias de la vida social; la lógi-ca fuertemente facciosa que una guerra civil endémica impuso a los clivajes políti-cos –tanto al interior de las clases sociales como entre la terrateniente y el Esta-do–; y, por último, una relación de dominación/hegemonía menos unívoca que lapropuesta por los modelos clásicos de “caudillismo”.

No obstante, aun dentro de un contexto historiográfico caracterizado porla recurrencia de las revisiones de esa visión tradicional, el trabajo no carecede originalidad. En particular, más allá de la propia articulación de temas de esacrítica propuesta por el autor, el abordaje teórico-metodológico empleado parasu construcción resulta novedoso. El título mismo anuncia ya la voluntad deinscribir el estudio en cuestión en la tradición de lo que ha dado en llamarse“escuela de estudios subalternos”, surgida y desarrollada principalmente en laIndia pero que, hace unos pocos años, ha sido propuesta –desde la academiaestadounidense, sobre todo– como una perspectiva válida para abordar la histo-ria cultural latinoamericana.

La opción por esa perspectiva es explicada, en la introducción, por las difi-cultades enfrentadas a la hora de tratar de aprehender la experiencia de los gru-pos subordinados (económica, social o políticamente) en términos de “clase”.De ahí el interés por una tradición que, aunque filia sus orígenes en la historiasocial practicada por los historiadores marxistas británicos, presenta, paraSalvatore, dos ventajas frente a la metodología de análisis histórico de éstos. Poruna parte, el autor la reconoce menos teleológica que aquélla en su búsqueda deidentificación de sujetos sociales predeterminados, a saber, la clase obrera. Ensegunda instancia, le resulta atractiva la peculiar atención que los estudios subal-ternos prestan a los efectos de la representación de la experiencia social comofenómeno cultural, más que como mero reflejo de realidades materiales.

El estudio procede, entonces, a dar cuenta de la relación entre la voluntaddel novel estado provincial de imponer un “orden” y la experiencia de quienes deahora en más pasan a ser referidos como subalternos (y no, salvo raras excepciones,

Page 154: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

160 RESEÑAS

subalternas). Para ello, el autor ha recurrido a una amplia variedad de fuentes pro-ducidas por y durante el régimen rosista, entre las que se destacan las filiaciones yclasificaciones de presos, soldados y milicianos, como ejemplo de narrativas enlas que las voces (utterances) de los subalternos se cuelan por entre los discursosoficiales (oficial transcripts, en la terminología de Scott adoptada por Salvatore).

La presentación se despliega en doce capítulos que apuntan a cubrir cuatrodimensiones que el autor considera fundamentales para la experiencia subalternade la era de Rosas, a saber: las del mercado, la ley, la vida militar y la política; lasque se encadenan en el devenir del texto en ese orden. En esas cuatro dimensiones,la relación entre el Estado y los subalternos se estructura a partir de diferentescombinaciones de coerción y consenso, o dominación y hegemonía –los dos paresson utilizados como sinónimos en el texto–. En el continuum entre esos dos po-los, la dimensión del mercado (tanto el de bienes como el de fuerza de trabajo) sepresenta como aquella en la que las relaciones de dominación, contra lo que pre-tendía la visión tradicional, están menos presentes. En el extremo opuesto, en laesfera de la vida militar, atravesada como está por su relación con las formas depunición estatal, la coerción se ejerce más abiertamente.

La exposición, como dijimos, se abre con los capítulos correspondientes a laexperiencia de los subalternos en el mercado y las endebles tentativas del estadode establecer su presencia en ese ámbito. La lógica de esa ubicación inicial seadvierte al notar la fuerza que adquiere la descripción de la autonomía relativa delos sujetos en esa dimensión de la vida social (autonomía condensada en la idea desubaltern’s agency), fuerza que subtiende la construcción de la noción de “libera-lismo popular”. Esta se articula a partir de las reacciones de los subalternos frentea los intentos estatales de regular el funcionamiento de los mercados. La propuestade un reglamento alternativo al propuesto por el gobierno, en el que los participan-tes del abasto urbano defienden la libre concurrencia en el mercado, es la piedra detoque de la formulación inicial. No obstante, aunque no siempre la categoría sehaga presente en el texto, ésta parece atravesar, de un modo u otro, todas las otrasinstancias de experiencia subalterna de cara al que aparece como tímido Leviatánde las pampas. Los mecanismos de evasión pergeñados por quienes pretenden es-capar a la garra del estado provincial necesitado de reclutas, así como lareelaboración “subalterna” del legado revolucionario, por tomar dos ejemplos sa-lientes, parecen confluir en la construcción de esa nueva ideología popular.

La agency de los subalternos, aparece reforzada por su autopercepción entanto individuos, más que en tanto miembros de ningún colectivo. Este individua-lismo que Salvatore halla en la esfera de las representaciones de los propios sub-alternos (y que reforzaría la hipótesis de su ideario liberal), ofrece un potencialdisruptivo frente a la voluntad clasificadora (class-ifying) del Estado en su inten-to de encuadramiento de esos sectores, a quienes pretende asimilar –por razonesoperativas–, al concepto de “clase de peón de campo”.

Page 155: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

161RESEÑAS

La sección dedicada al análisis de la construcción de una identidad políticaresulta atractiva por dos motivos. Por una parte, propone un concepto audaz deproto-nacionalismo, apoyado en la idea de una “comunidad imaginada” de ca-rácter federal, que habría sido forjada al calor de la experiencia de las guerrasciviles. La audacia radica en el desafío que supone a buena parte de lo que enlos últimos años se ha escrito sobre la formación de la idea de nación en el Ríode la Plata (piénsese, por ejemplo en los trabajos de José Carlos Chiaramonte,o de Fabio Wasserman).

Por otro lado, la identidad federal opera como argumento para reforzar yenunciar definitivamente la idea de una forma de ciudadanía concebida como un“contrato” político entre los subalternos, quienes aportan su cuerpo y su fuerzade trabajo al servicio de las necesidades militares de la Federación, y el estadode ésta, al que, como contrapartida de su esfuerzo, comienzan a exigir el recono-cimiento de un conjunto de derechos. La elaboración de dicha concepción con-tractual de la relación dominantes/subalternos descansa sobre las tendencias in-dividualistas y el liberalismo de la “plebe” que Salvatore había enunciado al ocu-parse de las otras dimensiones de análisis.

La matriz contractualista que se presenta tiene innegables reminiscencias clá-sicas. El tema del ciudadano en armas, que aquí aparece reinterpretado como ciu-dadano-ergo-miliciano o soldado-ergo-ciudadano, así parece atestiguarlo. La hi-pótesis de Salvatore es que dicha correspondencia entre pertenencia al cuerpo po-lítico y servicio militar es el resultado de una concepción popular sobre la política.Habida cuenta del peso que el lenguaje del republicanismo clásico parece habertenido en la retórica oficial del rosismo, sería legítimo preguntarse en qué medidala ciudadanía federal puede pensarse más bien como el resultado de una apropia-ción, no lineal, sin duda, de un discurso emanado “desde arriba”. Esto no suponenegar la hipótesis de la autonomía de los subalternos frente al Estado. Los intentosde éste de construir algo que pueda llamarse hegemonía, resulta evidente, choca-ron constantemente contra la capacidad de acción de las clases populares. Que éstaderivara de una trama ideológica propia susceptible de ser caracterizada como li-beral resulta quizá más aventurado.

Por otra parte, la recurrencia de la autonomía popular parece desdibujar elcontenido más inmediato (al menos desde un punto de vista estrictamenteetimológico) del término subalterno. ¿Frente a quién o quiénes se pone de ma-nifiesto su subalternidad? El hecho de que el contendiente más frecuente de losllamados subalternos sea, en este libro, un Estado al que parecen tan capaces deevadir e imponer condiciones, como se dijo, tiende a debilitar la idea de subordi-nación. Paradójicamente, la imagen de un estado mucho más endeble que el tra-dicionalmente asociado al período rosista es, sin duda, uno de los elementos másatractivos de la propuesta de Salvatore. Pero, a la vez, ese estado parece ser lo sufi-cientemente eficaz para dotar de algún “orden” a una sociedad que, para el período

Page 156: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

162 RESEÑAS

posrosista (tema del último capítulo del libro), será capaz de “subalternizar” rápida-mente a quienes, por su misma “agencia”, habían permitido el ascenso del propioRosas al poder en 1829.

Quizá la referencia a la era de Rosas como un bloque homogéneo dificulte laposibilidad de dar respuesta a estas aparentes contradicciones. No sería justo, noobstante, desconocer que, probablemente, las limitaciones impuestas por las fuen-tes disponibles hayan jugado un papel importante en la construcción de esa apre-ciación global. Vale aclarar que, allí donde pudo establecer una “serie” documental,como en el análisis de la criminalidad rural, el autor desagregó períodos en los quees posible apreciar cambios en la relación entre Estado y subalternos. Asimismo,cuando fue posible a lo largo del resto del trabajo, estableció contrastes entremomentos distintos de la historia de esa relación a partir del análisis cualitativo delas fuentes. Por lo general, pese a todo, esos contrastes tienden a ser obliterados.

En suma, si la construcción de un “contrato” social y político impuesto por laagenda (liberal) de los subalternos, resulta menos convincente que la innegablecapacidad de acción autónoma (agency) de los mismos, ello no autoriza a soslayaruna obra que realiza un aporte significativo a un campo historiográfico que no pue-de sino enriquecerse con su publicación.

JUAN PABLO FASANO

(UBA)

Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Políticas de la historia, Argentina1860-1960, Alianza Editorial, Madrid-Buenos Aires, 2003, 265 páginas.

El libro de Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian contiene un conjunto detrabajos elaborados por los autores a lo largo de más de diez años y dados a cono-cer en publicaciones nacionales y extranjeras. Une a estos textos el intento de cons-truir una interpretación de diferentes tópicos de la historiografía y de la utilizaciónde las imágenes del pasado en la Argentina de los siglos XIX y XX. Los trabajosestán articulados a partir de una concepción amplia de la historia de la historiogra-fía que excede al análisis de lo que se conoce habitualmente como las produccio-nes de la historia profesional. Las relaciones de los historiadores con el mundo dela política, las letras, sus disputas por monopolizar los discursos sobre el pasadoconstituyen sólo algunos de los problemas que se tratan en este libro.

El trabajo está dividido en tres partes. La primera, a cargo de AlejandroEujanian, contiene, a su vez, tres artículos destinados a analizar diferentes face-tas del proceso de conformación de un campo profesional en la historiografíaargentina de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. El primero

Page 157: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

162 RESEÑAS

posrosista (tema del último capítulo del libro), será capaz de “subalternizar” rápida-mente a quienes, por su misma “agencia”, habían permitido el ascenso del propioRosas al poder en 1829.

Quizá la referencia a la era de Rosas como un bloque homogéneo dificulte laposibilidad de dar respuesta a estas aparentes contradicciones. No sería justo, noobstante, desconocer que, probablemente, las limitaciones impuestas por las fuen-tes disponibles hayan jugado un papel importante en la construcción de esa apre-ciación global. Vale aclarar que, allí donde pudo establecer una “serie” documental,como en el análisis de la criminalidad rural, el autor desagregó períodos en los quees posible apreciar cambios en la relación entre Estado y subalternos. Asimismo,cuando fue posible a lo largo del resto del trabajo, estableció contrastes entremomentos distintos de la historia de esa relación a partir del análisis cualitativo delas fuentes. Por lo general, pese a todo, esos contrastes tienden a ser obliterados.

En suma, si la construcción de un “contrato” social y político impuesto por laagenda (liberal) de los subalternos, resulta menos convincente que la innegablecapacidad de acción autónoma (agency) de los mismos, ello no autoriza a soslayaruna obra que realiza un aporte significativo a un campo historiográfico que no pue-de sino enriquecerse con su publicación.

JUAN PABLO FASANO

(UBA)

Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Políticas de la historia, Argentina1860-1960, Alianza Editorial, Madrid-Buenos Aires, 2003, 265 páginas.

El libro de Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian contiene un conjunto detrabajos elaborados por los autores a lo largo de más de diez años y dados a cono-cer en publicaciones nacionales y extranjeras. Une a estos textos el intento de cons-truir una interpretación de diferentes tópicos de la historiografía y de la utilizaciónde las imágenes del pasado en la Argentina de los siglos XIX y XX. Los trabajosestán articulados a partir de una concepción amplia de la historia de la historiogra-fía que excede al análisis de lo que se conoce habitualmente como las produccio-nes de la historia profesional. Las relaciones de los historiadores con el mundo dela política, las letras, sus disputas por monopolizar los discursos sobre el pasadoconstituyen sólo algunos de los problemas que se tratan en este libro.

El trabajo está dividido en tres partes. La primera, a cargo de AlejandroEujanian, contiene, a su vez, tres artículos destinados a analizar diferentes face-tas del proceso de conformación de un campo profesional en la historiografíaargentina de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. El primero

Page 158: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

163RESEÑAS

de ellos propone una lectura de los debates que mantuvo Bartolomé Mitre conDalmacio Vélez Sarsfield primero y con Vicente Fidel López después. El textoprivilegia el análisis del rol desempeñado por la crítica historiográfica en el pro-ceso de profesionalización de la historia en la Argentina de las últimas décadasdel siglo XIX. La crítica es considerada aquí como uno de los modos privilegia-dos por los historiadores para afirmarse frente a las elites políticas y al conjuntode la sociedad. El análisis de la naturaleza de las relaciones entre poder políticoy mundo intelectual está situada en el centro del artículo. Así, la figura del histo-riador se construye a partir de un diálogo permanente con el mundo de los escri-tores y con el de la política. La crítica historiográfica aparece entonces todavíaaquí estrechamente subordinada a las reglas de la práctica política y del mundoliterario. El capítulo 2 está centrado en la figura de Paul Groussac y en su papelen la constitución de la historiografía como una disciplina profesional. El estu-dio parte de una indagación en torno al lugar de Groussac en el campo intelectualy en la cultura argentina de finales del siglo XIX. Se muestra cómo el entoncesdirector de la Biblioteca Nacional instala con fuerza la distinción entre las prác-ticas del historiador y las del abogado a partir de su conocida polémica conNorberto Piñero. El capítulo tercero aborda, en principio, nuevamente el estudiode la figura de Groussac y de la polémica que con él establecen los historiadoresde la llamada Nueva Escuela Histórica. A partir de allí se profundiza el análisisdel espacio ocupado por los historiadores pertenecientes a dicha tradición en elmundo universitario y académico. La relación entre el proceso de profesionali-zación y los vínculos entablados por los historiadores con el aparato del estadoconstituye uno de los núcleos de este estudio.

La segunda parte contiene dos artículos elaborados por Alejandro Cattaruzza.El primero de ellos está centrado nuevamente en los procesos de profesionaliza-ción de la historia y en el perfil de la comunidad de los historiadores en la Argen-tina de entreguerras. El autor analiza las distintas orientaciones y tendencias, fun-damentalmente de los historiadores de la Nueva Escuela Histórica, sus vínculoscon el estado y el aparato de enseñanza pública, y su relación con los movimientosrenovadores en la historiografía europea de aquellos años. El trasfondo del desa-rrollo de la actividad académica de estos historiadores aparece dominado, en estecaso, por la debilidad de la barrera técnica que diferencia a la práctica historiográficaprofesional de la amateur. El segundo capítulo está consagrado al estudio delrevisionismo histórico argentino. Esta tradición está analizada a partir de su estre-cha vinculación con la política y también se asume una perspectiva que privilegia lainserción de los historiadores revisionistas en el campo intelectual, su participa-ción en las instituciones del estado y su articulación con las agrupaciones políti-cas. Aquí se reconocen distintas etapas. En la primera de ellas, situada a partir delsurgimiento de este movimiento en los años treinta, se subraya la inserción de loshistoriadores revisionistas en un mundo en el que las tradiciones ideológicas y los

Page 159: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

164 RESEÑAS

bloques políticos no se encontraban aún claramente definidos. El texto aborda pos-teriormente la relación entre revisionismo y peronismo destacando la recepción par-cial y distante, por parte de la mayoría de los revisionistas, del movimiento lideradopor Perón y el hecho de que dicho movimiento albergó a historiadores provenientesde diversos grupos. La conversión pública de Perón al revisionismo durante la segun-da mitad de los años cincuenta marca un giro sustancial en esta relación. La expan-sión del revisionismo a partir de entonces está vinculada no sólo con factores políti-cos sino también con un proceso de ampliación de los públicos lectores interesadospor los temas históricos y políticos. La relación con las instituciones universitariasconstituye otro de los ejes del trabajo.

La tercera parte del libro contiene dos artículos. El primero de ellos –de autoríade A. Cattaruzza– propone una reflexión sobre el objeto y la práctica de la historia dela historiografía. Pasa revista de forma crítica a algunos de los supuestos sobre losque se construyeron estos estudios durante los últimos años. Los problemas vincula-dos con la vigencia de una historiografía internacional, las relaciones entre campointelectual, científico y de poder, las cuestiones vinculadas con las coexistencia dedistintos discursos sobre el pasado y la necesidad de no limitarse al estudio de lasgrandes obras constituyen los ejes del texto. El último capítulo del libro –elaboradoen forma conjunta por los dos autores– está centrado en la relación entre la figura delgaucho y el problema de la nacionalidad. Pasa revista así a las distintas recepcionesdel Martín Fierro desde su publicación a principios de la década de 1870. El textoaborda simultáneamente el problema de la conformación de un público para el librode José Hernández y el papel del texto en la constitución de diferentes tipos de iden-tidad social entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX. En esta evoluciónse reconocen distintas etapas. Una de ellas está definida por la elevación, por parte deun conjunto de reconocidos intelectuales a principios de la década de 1910, del Mar-tín Fierro como obra central de la literatura nacional. Otra etapa significativa se ve-rifica desde mediados de la década de 1930 cuando se lleva a cabo la “canonización”estatal de Martín Fierro. Se produce entonces la plena asociación entre el gaucho y latradición argentina en el marco de un proceso en el cual se afirma la tendencia adefinir la nacionalidad en términos étnicos.

Los textos revelan un trabajo de reflexión rigurosa y sistemática. Podrían des-tacarse aquí algunas observaciones específicas sobre cada uno de los trabajos in-cluidos que son, de todos modos, de carácter menor. Tal vez, los trabajos sobre laprofesionalización de la historia merecerían acentuar el rol del estado en dichoproceso. La función del Estado cobra relevancia aquí no sólo por la preocupaciónde sus dirigentes por encontrar mecanismos para reforzar la identidad colectivasino también porque su consolidación y la consecuente estabilidad institucional yadministrativa es prerrequisito para la profesionalización. Sin un sistema de archi-vos y bibliotecas de carácter estatal y público sólidamente organizado es muy díficilavanzar en el proceso de profesionalización. Esta parte del libro presenta además

Page 160: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

165RESEÑAS

una visión un tanto rígida del campo historiográfico, de sus tensiones y deldevenir de las trayectorias académicas que, entendemos, un análisis más deta-llado develaría provistas de un grado mayor de apertura y flexibilidad. El análi-sis de las controversias vinculadas con el revisionismo probablemente tambiénmerecería prestar mayor atención a la misma evolución del clima político. Lairrupción del peronismo quiebra finalmente un clima de cierta tolerancia y plu-ralismo político e ideológico y es, en realidad, el discurso histórico el queempieza a ser comprendido de manera diferente.

También podrían hacerse algunos comentarios formales sobre la propia organi-zación y concepción del libro. Esta edición permite el acceso a los textos de unpúblico que no consulta en forma periódica las revistas especializadas. En estesentido contiene trabajos de indudable interés, pero tal vez debiera advertirsetambién que no innova sustancialmente en relación a trabajos ya conocidos delos mismos autores. Algunas secciones giran, además, en forma recurrente, so-bre las mismas temáticas abordadas con perspectivas conceptuales similares. Porotro lado, adolece de cierta falta de unidad, presentando así un panorama hastacierto punto fragmentado. La historiografía brinda aquí solamente un marco dereferencia general. De todos modos, cabe reconocer también que las dos prime-ras partes conservan cierta unidad que se pierde en la última. Pero, en definitiva,esto no altera en lo esencial la importancia del trabajo, que resulta de lecturaimprescindible para todos aquellos interesados en los complejos itinerarios dela historiografía argentina de los siglos XIX y XX.

PABLO BUCHBINDER

(UBA-UNGS)

Fernando Devoto, Historia de la inmigración en la Argentina, Editorial Sud-americana, Buenos Aires, 2002, 527 páginas.

La inmigración ha configurado buena parte de la urdimbre y de la trama de lahistoria argentina. Ese fenómeno que tantos debates inspiró en los años de llegadamasiva de extranjeros al país, y que despertó al interés de los sectores dirigentes ylos intelectuales para pensar en la integración de una sociedad cuya heterogeneidadcomplicaba (o “amenazaba”, en las miradas más pesimistas) la identidad nacional,se transformó en un problema de estudio académico, sobre todo a partir de 1980,que fructificó en una abundante –aunque fragmentaria– producción.

Sin embargo, más allá del interés por el tema y de los prolíficos resultados,dos décadas de estudio sobre las migraciones no habían dado lugar a un trabajo desíntesis que, elevando la mirada sobre los grupos migratorios específicos –mayo-ritarios o no, tempranos o tardíos, con identidades más o menos definidas–, abrevase

Page 161: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

165RESEÑAS

una visión un tanto rígida del campo historiográfico, de sus tensiones y deldevenir de las trayectorias académicas que, entendemos, un análisis más deta-llado develaría provistas de un grado mayor de apertura y flexibilidad. El análi-sis de las controversias vinculadas con el revisionismo probablemente tambiénmerecería prestar mayor atención a la misma evolución del clima político. Lairrupción del peronismo quiebra finalmente un clima de cierta tolerancia y plu-ralismo político e ideológico y es, en realidad, el discurso histórico el queempieza a ser comprendido de manera diferente.

También podrían hacerse algunos comentarios formales sobre la propia organi-zación y concepción del libro. Esta edición permite el acceso a los textos de unpúblico que no consulta en forma periódica las revistas especializadas. En estesentido contiene trabajos de indudable interés, pero tal vez debiera advertirsetambién que no innova sustancialmente en relación a trabajos ya conocidos delos mismos autores. Algunas secciones giran, además, en forma recurrente, so-bre las mismas temáticas abordadas con perspectivas conceptuales similares. Porotro lado, adolece de cierta falta de unidad, presentando así un panorama hastacierto punto fragmentado. La historiografía brinda aquí solamente un marco dereferencia general. De todos modos, cabe reconocer también que las dos prime-ras partes conservan cierta unidad que se pierde en la última. Pero, en definitiva,esto no altera en lo esencial la importancia del trabajo, que resulta de lecturaimprescindible para todos aquellos interesados en los complejos itinerarios dela historiografía argentina de los siglos XIX y XX.

PABLO BUCHBINDER

(UBA-UNGS)

Fernando Devoto, Historia de la inmigración en la Argentina, Editorial Sud-americana, Buenos Aires, 2002, 527 páginas.

La inmigración ha configurado buena parte de la urdimbre y de la trama de lahistoria argentina. Ese fenómeno que tantos debates inspiró en los años de llegadamasiva de extranjeros al país, y que despertó al interés de los sectores dirigentes ylos intelectuales para pensar en la integración de una sociedad cuya heterogeneidadcomplicaba (o “amenazaba”, en las miradas más pesimistas) la identidad nacional,se transformó en un problema de estudio académico, sobre todo a partir de 1980,que fructificó en una abundante –aunque fragmentaria– producción.

Sin embargo, más allá del interés por el tema y de los prolíficos resultados,dos décadas de estudio sobre las migraciones no habían dado lugar a un trabajo desíntesis que, elevando la mirada sobre los grupos migratorios específicos –mayo-ritarios o no, tempranos o tardíos, con identidades más o menos definidas–, abrevase

Page 162: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

166 RESEÑAS

en el amplio abanico de trabajos puntuales para ofrecer una imagen global delproblema con sus regularidades y sus matices. El libro de Devoto constituye elprimer intento de salvar este vacío del que paradójicamente adolecía una histo-riografía que contaba con una profusa y calificada producción.

Por supuesto que el mérito de esta obra no radica en haber venido a cubrir unespacio vacante. Las virtudes del libro están en su reflexión y en la densidad de susargumentos, que resumen el pensamiento de Devoto sobre el impacto de la inmi-gración en la Argentina desde la colonia hasta mediados del siglo XX, y dan cuentade la lectura minuciosa de un enorme volumen de fuentes y de trabajos sobre elcaso argentino y sobre el de otras latitudes migratorias con las que, en algunospasajes, el autor ensaya comparaciones.

En las primeras páginas del trabajo, Devoto nos advierte que la inmigraciónes una sumatoria demasiado diversa para englobarla en una historia en común. Sinembargo, el libro desvela esa historia en toda su complejidad pues, el autor, en-cuentra un punto de equilibrio entre la multiplicidad y las tendencias generales,alternando una mirada de perspectiva más lejana que se ocupa de las aristas es-tructurales del fenómeno y otra, que escruta a los inmigrantes en su inserción eintegración en la sociedad local.

En esta primera parte del trabajo, el autor desovilla una intrincada madeja dedecisiones, motivos, racionalidades e incertidumbres a través de una trama argu-mental que parte de las críticas a ciertas miradas reductivas que asimilaban alinmigrante con un homo economicus, para mostrar la complejidad que encerrabatomar la decisión de emigrar, financiar el viaje y contar con la información queasegurara, aunque más no fuese parcialmente, un resultado positivo a la empresa.

La información como capital del inmigrante es un tema retomado en variasocasiones a lo largo del libro, sin embargo, su análisis más detallado es abordadodesde una perspectiva micronalítica en el tercer capítulo, que está configurado apartir de una evidencia empírica densa y de unas inteligentes (aunque por momen-tos un tanto enmarañadas) reflexiones. Aquí, las cadenas y las relaciones interper-sonales ocupan un lugar preeminente, puesto que en las redes sociales, que mostra-ron tener perdurabilidad y capacidad de reactivación, se articulan los argumentosmás adecuados para comprender la experiencia de migrar e insertarse en la nuevasociedad, aun cuando, como nos advierte el autor, las decisiones se tomaran encontextos de “racionalidad limitada”�, información escasa, e incertidumbre.

Esa información, contenida en la propaganda de los agentes, en las cartas delos parientes y amigos establecidos en la Argentina, en los relatos de los queretornaban, o de los que visitaban su lugar de origen con miras a regresar al paísde inmigración, forjó una imagen de la sociedad argentina para una masa de euro-peos que evaluaban la posibilidad de abandonar sus aldeas y sus ciudades. En tan-to que esos europeos llegaban al puerto y se insertaban de manera temporaria opermanente, la sociedad local iba cambiando su textura y su color. Hacia fines de

Page 163: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

167RESEÑAS

los años 1880, cuando la Argentina aluvial empezaba a hacerse más evidentepara todos, la clase dirigente dio comienzo a un debate que reflejaba sus preocu-paciones sobre la inmigración, debate que con nuevos contenidos, significados eintensidades atravesaría el paso de los ochocientos a los novecientos para perdu-rar en las primeras décadas del nuevo siglo. El problema de la integración de unaidentidad argentina que había quedado sumergida en la heterogeneidad, el dilemade la nacionalización de los inmigrantes, y los resultados (los esperados y los nodeseados) de una sociedad que se había fraguado al amparo de la diversidad, ocu-paron en diferentes momentos a políticos e intelectuales en un debate que fuevirando de la inmigración como preocupación o problema, a la integración de lasociedad argentina amenazada por la emergencia de la conflictividad social ypolítica, y por el “cosmopolistimo”.

El viraje de la contienda verbal, que por momentos se avivaba, para adorme-cerse en otros y luego resurgir, y que era más bien la respuesta a coyunturasdeterminadas, paralelamente dio lugar a la definición de políticas migratorias enlas que el autor se detiene a lo largo del libro y para cuya exposición ha utilizadouna estrategia muy apropiada. En cada uno de los períodos por los que esta histo-ria atraviesa, Devoto ha entramado la retórica de la clase dirigente y las políticasde la época sobre la colorida urdimbre de las experiencias de los inmigrantes.Esta mirada en perspectiva que se proyecta hasta los años 1950, cuando el cicloeuropeo llegaba a su fin, desvela la continuidad de las tradiciones y las percep-ciones positivas que concebían a la inmigración como un factor beneficioso queen buena medida reflejaba la prosperidad (o la falta de ella) en el país, y queremitía a las ilusiones de un destino de grandeza que los mentores de la Argenti-na moderna imaginaron en el siglo XIX.

Esta historia, que remata con un apéndice de Roberto Benencia sobre la inmi-gración de los países vecinos que desde mediados del siglo XX prosiguió al cicloeuropeo, contiene una mirada final a modo de balance. La sociedad argentina esvista a través del prisma de la inmigración, un fenómeno que quizá algo exagerada-mente, Devoto liga de manera “indisoluble” a las percepciones del éxito y del fra-caso del país. En cualquier caso, el autor revisa el pasado y los aportes de la expe-riencia migratoria modulando entre las ventajas y los inconvenientes. Ello resultaen la imagen de una sociedad que coexistió en la diversidad y a la que la movilidadsocial hizo relativamente abierta y democrática, lo que no es lo mismo que decir,sin prejuicios étnicos, como bien nos lo recuerdan los pasajes sobre judíos y “tur-cos”, y el ensayo de Benencia cuando se refiere a la falta de políticas demulticulturalismo como proyecto político de una sociedad cuya sustancia está he-cha en buena medida de la pluralidad cultural.

Como todo trabajo, éste también presenta algunos flancos débiles. En mi opi-nión, la propuesta del autor de contarnos la historia de la inmigración combinandodos registros: en la primera parte del libro, analítico, y en la segunda, narrativo, no

Page 164: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

168 RESEÑAS

está plenamente lograda. Creo que, si los cuatro capítulos iniciales se correspon-den con una historia analítica, el resto de la obra transcurre en una difusa fronteraentre el análisis y la narración que desdibuja las prácticas y las experiencias de losinmigrantes. Por otro lado, el estilo general del libro no respeta del todo los postu-lados de la colección en la que se inserta, cuyo objetivo es captar la atención de unpúblico no especializado. Envuelto en juegos de escalas y simulaciones, en espe-culaciones tan sofisticadas como abstractas, por momentos, Devoto parece olvidarque no está escribiendo tan sólo para académicos. Sin embargo, estas falencias ennada deslucen a una obra sustentada en dos sólidos pilares: una laboriosa investiga-ción y unos argumentos que resultan de la reflexión crítica y refinada.

MARÍA M. BJERG

U. N. DE QUILMES - CONICET

Ignacio Klich (compilador): Sobre nazis y nazismo en la cultura argentina.Hispamérica C/o Latin American Studies Center,University of Maryland, EE.UU. de A., 2002, pp. 252

El libro que nos ocupa es parte de la producción intelectual de la Comisiónpara el Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en Argentina (CEANA),cuya creación data de 1997, impulsada por el entonces canciller Guido Di Tella.

Según se expresa en la presentación, el texto es el producto de cumplir conuno de los objetivos que impulsó las actividades de la CEANA: Evaluar el im-pacto que la ideología nazi y la afluencia de criminales y otros nazis tuvieronsobre la cultura, sociedad y gobierno argentinos.

Sobre este tema se volcó mucha tinta, ya que despertó una amplia gama deestudios específicos, que condujeron a investigaciones desarrolladas por historia-dores (Newton, Buchrucker y otros), quienes aportaron trabajos interpretativos einstrumentos metodológicos que permitieron analizar sin prejuicios la importan-cia relativa que la presencia nazi tuvo sobre el pensamiento y la política argentinos.

Simultáneamente, la temática también fue explorada por el periodismo, cuya pre-ocupación mayor consistió en subrayar la presencia de un importante número de exjerarcas nazis refugiados en Argentina comprometidos con el régimen y exaltar lainfluencia de su ideología en intelectuales y políticos locales (Camarassa, Goñi).

La historia del vínculo de funcionarios locales con el nazismo y con el fascis-mo es un tizón ardiente en manos no siempre mesuradas para mirar y medir esarelación. Muchos han intentado dar respuesta a múltiples interrogantes para deve-lar si: ¿fue la Argentina de la década del ’30 un campo propicio para el desarrollo

Page 165: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

168 RESEÑAS

está plenamente lograda. Creo que, si los cuatro capítulos iniciales se correspon-den con una historia analítica, el resto de la obra transcurre en una difusa fronteraentre el análisis y la narración que desdibuja las prácticas y las experiencias de losinmigrantes. Por otro lado, el estilo general del libro no respeta del todo los postu-lados de la colección en la que se inserta, cuyo objetivo es captar la atención de unpúblico no especializado. Envuelto en juegos de escalas y simulaciones, en espe-culaciones tan sofisticadas como abstractas, por momentos, Devoto parece olvidarque no está escribiendo tan sólo para académicos. Sin embargo, estas falencias ennada deslucen a una obra sustentada en dos sólidos pilares: una laboriosa investiga-ción y unos argumentos que resultan de la reflexión crítica y refinada.

MARÍA M. BJERG

U. N. DE QUILMES - CONICET

Ignacio Klich (compilador): Sobre nazis y nazismo en la cultura argentina.Hispamérica C/o Latin American Studies Center,University of Maryland, EE.UU. de A., 2002, pp. 252

El libro que nos ocupa es parte de la producción intelectual de la Comisiónpara el Esclarecimiento de las Actividades del Nazismo en Argentina (CEANA),cuya creación data de 1997, impulsada por el entonces canciller Guido Di Tella.

Según se expresa en la presentación, el texto es el producto de cumplir conuno de los objetivos que impulsó las actividades de la CEANA: Evaluar el im-pacto que la ideología nazi y la afluencia de criminales y otros nazis tuvieronsobre la cultura, sociedad y gobierno argentinos.

Sobre este tema se volcó mucha tinta, ya que despertó una amplia gama deestudios específicos, que condujeron a investigaciones desarrolladas por historia-dores (Newton, Buchrucker y otros), quienes aportaron trabajos interpretativos einstrumentos metodológicos que permitieron analizar sin prejuicios la importan-cia relativa que la presencia nazi tuvo sobre el pensamiento y la política argentinos.

Simultáneamente, la temática también fue explorada por el periodismo, cuya pre-ocupación mayor consistió en subrayar la presencia de un importante número de exjerarcas nazis refugiados en Argentina comprometidos con el régimen y exaltar lainfluencia de su ideología en intelectuales y políticos locales (Camarassa, Goñi).

La historia del vínculo de funcionarios locales con el nazismo y con el fascis-mo es un tizón ardiente en manos no siempre mesuradas para mirar y medir esarelación. Muchos han intentado dar respuesta a múltiples interrogantes para deve-lar si: ¿fue la Argentina de la década del ’30 un campo propicio para el desarrollo

Page 166: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

169RESEÑAS

de ideas nazis? ¿Acaso prevaleció el antisemitismo de algunos grupos ligados ala derecha más radicalizada, encolumnada o no detrás del catolicismo? ¿Algunosintelectuales argentinos aceptaron incorporarse al coro antisemita pero partici-pando de una suerte de antisemitismo visceral, sin compromiso con el todo ideo-lógico del nazismo? ¿El primer gobierno peronista, actuó con complacencia yfavoreció el refugio de criminales de guerra nazis, y otros como el jerarca croataPavelic, vinculados estrechamente con el nazismo y su política de exterminio?¿La captura de Eichmann y su posterior ajusticiamiento en Israel, dividió la opi-nión política del mismo gobierno de Frondizi?

En la presente compilación, podemos advertir un hilo conducente para revisary dar respuestas a las preguntas que señalamos. En ese sentido, observamos quedesde una marco crítico y analítico, los ocho ensayos que componen la estructuradel texto, están atravesados por un corte cronológico que ocupa el lapso entre 1930y la década del ’70 aproximadamente, período en que los diversos estudios discu-ten y demuestran (a través de trabajos dispares en cuanto a su extensión) la vigenciay posibilidad de seguir pensando sobre la presencia nazi y sopesar el grado de in-fluencia que la ideología nazi tuvo sobre la cultura Argentina.

Teniendo en cuenta estas consideraciones observamos que los ensayos de SaúlSosnowski y Fernando Degiovanni analizan, desde el ámbito literario, el impactode la Segunda Guerra Mundial y la expansión de las ideologías autoritarias y totali-tarias. Sosnowski, revisa textos de Borges, el teatro de Griselda Gambaro y la bio-grafía de Maes escrita por Buch, todos ellos producidos en contextos históricosdiversos pero que contienen un común denominador: la denuncia y la preocupaciónante la expansión de las ideas totalitarias, (Borges) la asfixia de los seres que de-ben padecerlas (Gambaro, cuando compara esta situación con la vivida en la Argen-tina del Proceso) la complacencia y el pacto de silencio (Buchs) que incluyó aalemanes nazis y no nazis residentes en la Argentina y a los argentinos que tambiénoptaron por mirar hacia otro lado ante la sospecha de convivir con los refugiadoscomprometidos intensamente con el Tercer Reich.

A su vez, F. Degiovanni encamina su trabajo hacia la revisión de las posicio-nes del campo intelectual argentino ante la amenaza de una nueva guerra mundialque comprometería al mundo europeo, pero que planteaba dudas acerca de la ca-pacidad espiritual y material de América para enfrentar los efectos del conflictoy que también obligaría a la Argentina a tomar posición al respecto.

Para desarrollar este tema Degiovanni se remite a las opiniones de las revistasNosotros (neutralista) y Sur (pro-aliada) mientras que paralelamente revisa el dilemaque preocupa a los diversos colaboradores de ambas publicaciones ante la SegundaGuerra Mundial y el arrollador efecto del nazismo ¿Estaba la cultura americana pre-parada para asumir la responsabilidad de continuar con el legado cultural europeo?

Por su parte L. Senkman lleva a cabo un pormenorizado análisis de ensayos ynovelas políticas (Hombres en Soledad y Uno en la multitud) que le permiten

Page 167: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

170 RESEÑAS

insertar desde la Historia de las Ideas el itinerario del pensamiento político deManuel Gálvez individualizando las fuentes ideológicas de las que el autor supobeber: el nacionalismo católico, el hispanismo, el integrismo francés y su atrac-ción posterior por el fascismo italiano (según su ensayo Este pueblo necesita).Del fascismo lo atrae la “justicia social” que Gálvez también adjudica al peronismoy obviamente a su líder, el Gral. Perón, una atracción que abandona abruptamenteante los hechos de violencia desplegados por el peronismo contra la iglesia católi-ca en junio de 1955. Asimismo, Senkman reflexiona sobre una particularidad en elpensamiento y obra de Gálvez, ya que a pesar de la constelación ideológica en elque sumerge su pensamiento no cae en la tentación de adherir al antisemitismo,una posición que lo llevará a polemizar con algunos de sus contemporáneos.

Desde otro lugar, Cristian Buchrucker nos introduce, a través de una minu-ciosa tarea conceptual y metodológica, en el debate siempre recurrente por dife-renciar los regímenes conservadores y autoritarios de las dos versiones del fas-cismo “versión normal” (italiana) y la “versión extrema” (nacionalsocialista)Buchrucker analiza y caracteriza bajo el nombre de Los nostálgicos del “NuevoOrden” europeo a los protagonistas y colaboradores europeos de las versio-nes fascistas arriba mencionadas convertidos en conservadores-autoritarios alllegar a la Argentina.

El autor se aboca a la búsqueda de las posibles vinculaciones de estos gru-pos con la cultura política argentina y con esa finalidad sigue sus acciones, lasredes que construyeron y los medios de expresión a través de los que se mani-festaron en el contexto de la Argentina de la década del ’30 hasta 1945 aproxi-madamente. Buchrucker observa que aquellos nostálgicos desplegaron estrate-gias de alcance internacional durante el período de la Guerra Fría con la inten-ción de lograr “El renacimiento de un polo derechista a nivel internacional”,pero refuta a quienes les adjudicaron un papel determinante sobre la culturapolítica argentina, como también a la supuesta existencia de un núcleo duro derefugiados nazis. Esta teoría no implica que Buchrucker resalte la existencia deuna prédica antisemita que no encontró duras críticas en el espacio universita-rio y en la prensa local entre otros ámbitos.

Daniel Sabsay y Andrea Pochak investigaron alrededor de 250 fallos detribunales argentinos entre 1933 y 1958, con la finalidad de verificar si existióo no la influencia de las ideas nacionalsocialistas o teorías próximas que pu-dieran haber dado lugar a la discriminación contra el extranjero o actuado bajola influencia de ideas eugenésicas.

Luego de considerar varios casos destacados los autores concluyen que nohubo –durante el período analizado– decisiones judiciales que permitan advertirpronunciamientos abiertamente antidiscriminatorios si se intenta acercarse al temabajo consignas como “nazismo”, “ judaísmo” o “discriminación”. Por el contrariosi la búsqueda se inicia incorporando lo que Sabsay y Pochak llaman otras “voces”

Page 168: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

171RESEÑAS

es posible advertir la presencia de las ideas nazi-fascistas en algunos fallos, sobretodo en aquellos casos donde eran judíos los que actuaban en calidad de partes. Apesar de ello, los autores advierten que no puede hacerse una generalización de laactuación de los magistrados en ese aspecto, y mucho menos considerar que aquelideario se hubiera consustanciado en los estamentos judiciales.

Por su parte, María Inés Barbero y Marcelo Rougier revisan la producciónhistoriográfica de las relaciones internacionales en el período 1930-1955, tenien-do en cuenta los temas, debates en discusión y nuevas perspectivas. En ese camino,se observa que en el campo de la historiografía de las relaciones internacionaleshay dos cuestiones –al menos en el período aquí estudiado– que ocupan central-mente a quienes cultivan la disciplina: la Segunda Guerra y la neutralidad argentinarespecto a la misma. Con esa finalidad, Barbero y Rougier avanzan en el análisis ylas polémicas entre autores acerca de cómo tratar las relaciones internacionales(ver M. Rapoport y C. Escudé) y otras discusiones suscitadas sobre la caracteriza-ción nazi del gobierno militar surgido con el golpe del ’43 y posteriormente delperonismo. Sobre estos temas los autores remiten a los trabajos de I. Klich, y entrelos extranjeros a Ronald Newton, Joseph Tulchin y Roger Gravil. Asimismo, acer-cándose a discusiones más próximas Barbero y Rougier resaltan otros estudiosmás centralizados en las relaciones internacionales durante el peronismo y sumanlos aportes de otros historiadores, como Mónica Quijada y Raanan Rein quienes sepreocuparon por la relación peronismo-franquismo.

La preocupación por conocer la mirada argentina sobre el nazismo, da lugar aque María Inés Tato y Luis Alberto Romero se preocupen por seguir las posicionesde la prensa local (La Nación, La Prensa, La Razón, Crítica, El Mundo, la revistaCaras y Caretas y otras) ante el advenimiento de Hitler.

Tato y Romero señalan que la percepción periodística sobre el fascismo y elnazismo consistía en considerarlos como fenómenos pasajeros, desviando más laatención sobre la particular característica de sus jefes y la retórica de la que hacíangala. En el caso de Hitler la mirada parece detenerse en su personalidad extravagan-te y los excesos cometidos no ocupaban un lugar central siempre y cuando fueranútiles para detener al demonio comunista soviético; es importante recordar tam-bién la persistencia en grupos tradicionales de un fuerte componente antisemitaque subyacía desde la década del ’30. Recién a partir del estallido de la SegundaGuerra Mundial comienzan a dibujarse los rostros del enemigo y se los reconocecomo “fascismo” o “totalitarismo” según la mirada provenga de la izquierda, enroladaen el antifascismo o de una proyección liberal que englobaba al nazismo y al comu-nismo soviético. Ante estas representaciones antagónicas, la posibilidad de que elnazismo ocupara un lugar central o despertara fuertes adhesiones en la derechaargentina se diluyó, y quedó en manos de los grupos más radicalizados y en laspublicaciones de su producto. En cuanto a la prensa, los autores señalan que optó,con posterioridad a 1939, a situarse en el campo antifascista.

Page 169: Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani numero 27

172 RESEÑAS

El trabajo de I. Klich cierra el texto con la revisión del efecto de la captura deEichmann luego de 40 años de ocurrida. El ensayo, que incorporó fuentes orales(entrevistó varios ex diplomáticos) y también prensa escrita local, se propone re-componer las partes de un rompecabezas como fue el caso Eichmann, debido engran parte a la carencia de bibliografía desde el lado argentino. El secuestro deEichmann (un hecho que según Klich, se mantuvo en el congelador por largo tiem-po) fue un disparador para el renacimiento de temas recurrentes sobre la presenciade criminales nazis en la Argentina y sobre la particular tradición político-diplo-mática argentina, refractaria a conceder extradiciones.

Klich indaga minuciosamente (las notas al pie de página componen otro texto)el derrotero y el caos diplomático en que se vio envuelto el gobierno argentino(Frondizi) ante el operativo montado por su par israelí que devino en la captura deEichmann en el Gran Buenos Aires; un hecho que conllevó la interrupción de lasrelaciones bilaterales e impactó en la opinión internacional.

Asimismo el rapto reinstaló la percepción de la Argentina como refugio de losjerarcas nazis y de sus colaboradores. A su vez, ante el permanente reclamo delgobierno de Israel para lograr la extradición, no resulta fácil desenmarañar el ovi-llo que constituyen las complejas y diferentes percepciones del presidente Frondi-zi por un lado y sus colaboradores en la cancillería por otro, ya que éstosmayoritariamente provenían de la derecha política; tampoco se pueden soslayar losconsecuentes reclamos de los militares que clamaban por protección y defensa,hipersensibilizados por el rapto de Eichmann y motorizados para terminar con elgobierno de Frondizi. En palabras de Klich, el caso Eichmann debilitó interna-mente a un importante gobierno electo, y lo dañó políticamente.

El texto se detiene aquí, y nos preguntamos sobre la posibilidad de haberincluido en esta presentación otras investigaciones que revisaran la presencianazi y su relación con espacios artísticos locales y pensar el modo de explorar lamodalidad de la educación impartida en las escuelas de la colectividad alemanaen Argentina. En ese sentido, esperamos que futuros trabajos incluyan estas yotras temáticas. De más está decir que la presente compilación refuerza la nece-sidad de potenciar estas tareas colectivas alrededor de ejes problemáticos quepermiten el intercambio y la discusión sobre aspectos comunes entre investiga-dores argentinos y extranjeros.

MARÍA VICTORIA GRILLO

(UBA)