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149 149 REVISTA INTERNACIONAL DE PENSAMIENTO POLÍTICO · I ÉPOCA · VOL. 2 · 2006 · [153-168] · ISSN 1885-589X Bolivia, una experiencia alternativa Helio Gallardo Catedrático de Filosofía de la Universidad de Costa Rica. Sobrevenido Fecha de recepción: Julio 2006 Fecha de aceptación: Agosto 2006 An Experience of the Alternative Left PALABRAS CLAVES: Izquierda latinoamericana, política, socialismo, liberación popular, pueblos indígenas, alternativas. KEY WORDS: Latin America political left side, socialism, popular liberation, indige-nous people, alternatives. Abstract. The possibilities and limits of the Evo Morales’ government in Bolivia are analysed in view of both the socio-economic context and the new leftist parliamen-tary experiences in Latin-America. A brief differentiated study on the anti-oligarchic gover- nments of Cuba and Venezuela, which along with Bolivia, are those which more directly and explicitly oppose the economic capitalist system and its neo-liberal ideology is also offered. MAS’ alternative socialism, and that of other leftist governments in the conti- nent, is conditioned on the existence of a real commitment and truthful union where the leading actors could shape a popular social bloc of political and cultural power based on those discriminated groups and grass-roots actors who must change the character of power and exercise it. Resumen. Se analizan los límites y las posibilidades del gobierno de Evo Mo- rales en Bolivia, teniendo en cuenta tanto el contexto socioeconómico como las nuevas experiencias parlamentarias de izquierda en el continente latino- americano. Además se realiza un breve estudio diferenciado de los gobiernos anti-oligárquicos de Cuba y Venezuela, que junto con Bolivia son los tres que más directamente y de manera más explícita se oponen contra el sistema económico capitalista y su ideología neoliberal. El socialismo alternativo del

Bolivia Una Experiencia Alternativa

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reforma agraria

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    REVISTA INTERNACIONAL DE PENSAMIENTO POLTICO I POCA VOL. 2 2006 [153-168] ISSN 1885-589X

    Bolivia, una experiencia alternativa

    Helio GallardoCatedrtico de Filosofa de la Universidad de Costa Rica.

    Sobrevenido

    Fecha de recepcin: Julio 2006Fecha de aceptacin: Agosto 2006

    An Experience of the Alternative Left

    PALABRAS CLAVES: Izquierda latinoamericana, poltica, socialismo, liberacin popular, pueblos indgenas, alternativas.KEY WORDS: Latin America political left side, socialism, popular liberation, indige-nous people, alternatives.

    Abstract. The possibilities and limits of the Evo Morales government in Bolivia are analysed in view of both the socio-economic context and the new leftist parliamen-tary experiences in Latin-America. A brief differentiated study on the anti-oligarchic gover-nments of Cuba and Venezuela, which along with Bolivia, are those which more directly and explicitly oppose the economic capitalist system and its neo-liberal ideology is also offered. MAS alternative socialism, and that of other leftist governments in the conti-nent, is conditioned on the existence of a real commitment and truthful union where the leading actors could shape a popular social bloc of political and cultural power based on those discriminated groups and grass-roots actors who must change the character of power and exercise it.

    Resumen. Se analizan los lmites y las posibilidades del gobierno de Evo Mo-rales en Bolivia, teniendo en cuenta tanto el contexto socioeconmico como las nuevas experiencias parlamentarias de izquierda en el continente latino-americano. Adems se realiza un breve estudio diferenciado de los gobiernos anti-oligrquicos de Cuba y Venezuela, que junto con Bolivia son los tres que ms directamente y de manera ms explcita se oponen contra el sistema econmico capitalista y su ideologa neoliberal. El socialismo alternativo del

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    Preliminar

    l amplio triunfo electoral del Movi-miento Al Socialismo-Instrumento Poltico por la Soberana de los Pue-

    blos1 en diciembre del ao 2005, y la asun-cin presidencial de su principal dirigente, Evo Morales, en enero de este ao, han re-forzado la imagen periodstica y geopoltica de un retorno de la izquierda en Amrica Latina, imagen que puede ir acompaada de tesis reactivas como las que sealan que es necesario poner orden y res-ponsabilidad racional en la poltica del rea y que resulta urgente monitorear sus democracias. Por supuesto, la imagen de un retorno de la iz-quierda es enteramente falsa, ya sea porque comprende gobiernos tan dismiles, por sus agendas locales e internacionales, como los encabezados por Lula en Brasil, Bachelet en Chile y Hugo Chvez en Venezuela, como porque se trata principal, aunque no exclu-sivamente, de procesos parlamentarios que, en el marco de cada pas, terminan en triun-fos electorales de izquierda, pero no necesa-riamente en triunfos poltico-culturales de iz-quierda, conquistas que deberan sostenerse, en ltimo trmino, en la organizacin y movili-zacin, no puramente electoral, de los secto-res populares y en la constitucin de poderes locales. La situacin brasilea resea bien

    esta ltima conceptuacin. Aunque la admi-nistracin de Lula desempee un rol decisivo para evitar iniciativas avasalladoras de Esta-dos Unidos en el rea (ALCA, por ejemplo), internamente administra desde la izquierda pero sin contenido social popular signicativo a un Brasil para las minoras pudientes y los conglomerados transnacionales.2

    El punto anterior se relaciona con un desa-fo central: lo que caracteriza a las izquierdas latinoamericanas, o debera caracterizarlas, tanto si se empean en el trabajo parlamen-tario como en otro tipo de estrategias, no es solo alcanzar el poder, sino transformar su carcter. La transformacin de este carc-ter, excluyente y vertical, o sea centrado en lgicas de dominacin, tiene como referente antropolgico la promesa moderna de auto-constitucin de sujetos: que la gente alcance control sobre sus existencias en entornos que no determina enteramente. En este sentido, las polticas de izquierda en Amrica Latina no bajan desde el Estado o el Gobierno, sino que se autoconstituyen en sus formas decisi-vas en el seno de las tramas sociales bsicas. Estado y gobierno, partidos populares y lide-razgos, pueden crear condiciones para esta autoconstitucin. En trminos conceptuales esto permite sealar que la administracin Lula no es de izquierda y que, por el momen-

    MAS, as como del resto de gobiernos de izquierda en el continente, pasa por una real apuesta y una verdadera unin en donde los protagonistas sean quienes conforman un bloque social popular de poder poltico y cultural, arti-culado desde abajo, desde los actores y grupos discriminados, quienes deben cambiar el carcter de poder y ejercerlo.

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    to, la experiencia bolivariana local y regional que encabeza Hugo Chvez tampoco lo se-ra. Ello no signica denunciar a estas admi-nistraciones y procesos como fraudes o ana-tematizarlos como los peores enemigos del pueblo. nicamente se los describe como no siendo de izquierda, lo que no impide que puedan representar papeles positivos al in-terior de los sectores populares o interpelar sensibilidades de izquierda.

    Interesa en estas notas enfatizar los aspectos que hacen de la experiencia boliviana enca-bezada por el gobierno del MAS-IPSP un po-sible gobierno de izquierda radical. Las notas han sido redactadas desde fuera del proceso boliviano y se resienten de ello. En el anlisis poltico popular nada reemplaza poder sentir y acompaar el testimonio de la gente que protagoniza procesos reivindicativos radicales y de liberacin y, tambin, la calidad del re-sentimiento y odio que expresan sus oposito-res y enemigos. En otro ngulo, la fase actual, en la conduccin del gobierno, del proceso boliviano, es muy reciente y existen factores objetivos, internos e internacionales, que po-dran daar o alterar el curso que sealamos en estos apuntes. Sirvan ellos entonces solo como aliciente para una discusin en el ca-mino de comprender lo que se juega hoy en Bolivia y Amrica Latina.

    Introduccin a tres gobiernos antioligrquicos latinoamericanos

    En mayo de este ao en curso los gobiernos de Bolivia, Cuba y Venezuela rmaron un Tratado Comercial de los Pueblos. Los tres

    gobiernos tienen en comn el congurar, para la visin estadounidense y de la prensa comercial, el eje del mal hemisfrico. Este eje congregara las polticas irresponsables (nacionalistas o populistas) y al obsoleto comunismo y estara vinculado a acciones desestabilizadoras como el narcotrco, el terrorismo y el bolivarismo. Si nos alejamos de este imagen ocial, los tres gobiernos tie-nen tambin en comn el que sus polticas (exitosas o frustradas) se acompaan de un fuerte discurso antioligrquico, es decir contra las instituciones y lgicas (locales e internacionales) que discriminan y excluyen y por la articulacin o integracin nacional y regional. As, por ejemplo, el Tratado Co-mercial de los Pueblos recin mencionado promueve la complementariedad frente a la competencia, la convivencia con la Natura-leza contra la explotacin irracional de los recursos y la defensa de la propiedad social frente a la privatizacin externa en el mar-co de un enfrentamiento a las propuestas neoliberales en curso. Valora el comercio y la inversin no como nes en s mismos (la sacralizacin del crecimiento econmico) sino como medios o factores para un desa-rrollo humano.

    Lo que caracteriza a las izquierdas latinoamericanas, o debera caracterizarlas, tanto si se empean en el trabajo parlamentario como en otro tipo de estrategias, no es solo alcanzar el poder, sino transformar su carcter.

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    En Amrica Latina, cuya dinmica social y formas de propiedad y prestigio producen empobrecidos y excluidos de todo tipo3 , las polticas antioligarquicas o antineoligrqui-cas han constituido fenmenos inscritos o en esfuerzos de modernizacin sin explcito referente de clase o en procesos conduci-dos por un imaginario de izquierda en el sentido de una actualizacin que bene-cie a los sectores sociohistricamente pos-tergados. Los procesos de modernizacin han llevado a la constitucin de las nuevas oligarquas (industriales, tecncratas, alta burocracia pblica y privada, capas me-dias altas, medios masivos) que hoy reinan en alianza con las antiguas oligarquas (te-rratenientes, banqueros, comerciantes im-portadores, ejrcitos, jerarqua eclesial) y

    constituyen la expresin local o nacional del sistema imperial de dominacin vigente en el hemisferio. De modo que las condi-ciones sociales, econmicas y culturales de Amrica Latina han hecho posible tanto un discurso antioligrquico no izquierdista y una prctica antioligrquica de izquierda.

    Sealamos que los gobiernos de Bolivia, Cuba y Venezuela tienen en comn un dis-curso antioligrquico y antineoligrquico. Este hecho no los hace, sin embargo, in-mediata e igualmente de izquierda o de izquierda radical. Conviene reparar aqu en determinados aspectos de los diversos pro-cesos de gestacin de estos gobiernos para introducirse a la distinta manera que tienen de ser antioligrquicos (que inevitablemen-te signica anticapitalismo dependiente) y, por tanto, a las posiciones diferenciadas que ocupan dentro de un espectro de iz-quierdas. El proceso revolucionario cubano se dio un gobierno nacional tras una guerra popular, fue casi inmediatamente separa-do del hemisferio y bloqueado por Estados Unidos y resolvi desafos internos e inter-nacionales aceptando su cooptacin por el bloque de pases socialistas histricos dominado por la Unin Sovitica (mercado socialista). Su experiencia pas entonces enteramente a inscribirse en el marco de lo que se llam Guerra Fra. En este marco el gobierno cubano combin sus posturas martianas o nacionales (cubana) con la ortodoxia ideolgica del marxismo-leninis-mo. La ltima incluye la ausencia de opo-sicin efectiva y se expresa en un sistema poltico que tiende a una altsima concen-tracin de poder. En Cuba no ha existido oposicin al gobierno revolucionario por

    Los procesos de modernizacin han llevado a la constitucin de las nuevas oligarquas (industriales, tecncratas, alta burocracia pblica y privada, capas medias altas, medios masivos) que hoy reinan en alianza con las antiguas oligarquas (terratenientes, banqueros, comerciantes importadores, ejrcitos, jerarqua eclesial) y constituyen la expresin local o nacional del sistema imperial de dominacin vigente en el hemisferio.

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    factores diversos y de distinto peso. Tem-pranamente hubo un masivo exilio y expul-sin de grupos opulentos, profesionales y sectores confesionales. Posteriormente la Constitucin cubana (1975) torn ilegal la oposicin poltica que se realizara fuera del Partido Comunista. La poltica estadouni-dense de nanciar a los grupos opositores (incluyendo terroristas), dentro y fuera de Cuba, deslegitim en mayor o menor medi-da todas las formas de oposicin. Una alta centralizacin del poder, con al menos un ciudadano por encima de toda sospecha, y la compleja empata derivada de una vigo-rosa conduccin carismtica, favorecieron el manejo vertical de las decisiones pol-ticas. Finalmente, el sitio y embargo con efectos de bloqueo por parte de Estados Unidos y la permanente conspiracin de su Departamento de Estado por destruir la experiencia revolucionaria y liquidar a su dirigencia contribuyeron decisivamente en la creacin de una sensibilidad que hizo de los opositores, enemigos. En efecto, en Cuba se ha vivido, desde 1959 a la fecha, una guerra.

    La no factibilidad de una oposicin inter-na efectiva, cualesquiera sean los entornos que determinan esta no factibilidad, gene-ra, en lo que aqu interesa, las condiciones para la eventualidad de una forma no tra-dicional de oligarqua, en su sentido lato de conduccin y dominio por unos pocos, que pueden institucionalizar mecanismos de discriminacin y de exclusin o reforzar al-gunos ya existentes, como el machismo y la pasividad ciudadanas. La forma no tradicio-nal de esta oligarqua (que ni es plutocra-cia ni tampoco necesariamente el dominio

    de los peores) con destinatario popular es que se orienta a universalizar opciones en salud, educacin, seguridad, recreacin y propiedad para los sectores empobrecidos y hace de la honestidad de sus principales dirigentes un referente cultural y social. En la experiencia cubana, adems, la conduc-cin por estos pocos se inscribe como una experiencia de desarrollo nacional tal como se la entendi despus de la Segun-da Guerra Mundial bajo el enfrentamiento cara a cara de capitalismo y socialismo.

    La experiencia venezolana, abierta en su fase actual por el triunfo electoral del Polo Patritico y el Movimiento V Repblica (fundado en 1997 por Hugo Chvez), en las elecciones de 1998 y 1999 (Constitu-yente), se da en el marco de un colapso completo de las organizaciones polticas tradicionales (COPEI, AD e izquierdas) y sus clientelas sociales, y por el debilita-miento y posterior naufragio de la Confe-deracin de Trabajadores de Venezuela. Se trata del hundimiento del sistema poltico y de su reconstitucin bajo un liderazgo chavista asentado en votaciones masivas. Aunque el antecedente social ms lejano de la experiencia bolivariana venezolana es el caracazo popular espontneo y, sin pa-radoja, antineoliberal, de 1989 contra Car-los Andrs Prez, el chavismo no gan ni ha avanzado sostenido por un movimiento social articulado, sino apoyndose en la co-hesin de las fuerzas armadas en ejercicio y en una multitud de espacios populares dispersos y sin mayor centralizacin pol-tica ni cultural. Esto, o sea la ausencia de poder local, de alguna manera obliga a la direccin chavista a intervenir vertical-

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    mente en sus bases de apoyo social, ya sea a travs de las misiones4 o por medio de prcticas clientelares ms tradiciona-les, como en el caso de las ayudas a los trabajadores reunidos en la recientemente creada Unin Nacional de Trabajadores, o por medio de aparatos bolivarianos de coordinacin desde arriba. En trminos esquemticos, la conduccin poltica cha-vista interviene en los grupos sociales para procurar ganarlos para sus objetivos o para subordinarlos a ellos. Lo acelerado del pro-ceso, la entera descomposicin previa, la claridad acerca de las metas a alcanzar (sin mayor inquietud por la ecacia de los medios), el apoyo de personal cubano, la formacin militar de Hugo Chvez y su per-sonalidad carismtica son factores de este proceso de intervencin. A diferencia del proceso cubano, y por su carcter institu-cional con separacin formal de poderes, la experiencia venezolana tiene oposicin interna, aunque desagregada y errtica es-pecialmente despus del fracasado golpe de Estado abril del 2002. Por ello, y pese

    a la forma parlamentaria del proceso bo-livariano, el colapso del sistema poltico tradicional alcanza un efecto parecido al logrado por la guerra revolucionaria cuba-na: la ausencia de oposicin, aunque en el caso venezolano este vaco es situacional. De todas formas, el permanente esfuerzo, quizs inevitable, por incidir verticalmen-te en los grupos sociales populares para ganarlos para la causa, ha conseguido acentuar la polarizacin venezolana en chavistas y antichavistas, polarizacin que tiene caracteres ideolgicos y de clase pero tambin ensea una realidad social ms compleja: la inecacia del proceso, hasta el momento, para captar el apoyo de sectores medios de la poblacin. Venezuela avanza as hacia una cultura de enfrentamiento (en un contexto internacional no solidario con el bolivarismo) en el marco de lo que parece un proceso politicista de moderni-zacin o actualizacin inclusiva aunque sin autonoma para los sectores populares. En breve, la conduccin chavista del proceso carece de interlocutores tanto hacia la iz-quierda como hacia el centro y la derecha. Su espacio poltico tiende a quedar carac-terizado como uno que contiene clientelas y enemigos.

    Tanto la experiencia venezolana como la cubana tienen en comn ser procesos poli-ticistas (es decir que operan desde el poder estatal y gubernamental abstrayndose, mejor o peor, de la signicacin radical de las tramas sociales bsicas y complejas en los proyectos liberadores). El politicismo se nutre tanto de la composicin estructural de las formaciones sociales modernas y capi-talistas (economa poltica natural y Estado

    El chavismo no gan ni ha avanzado sostenido por un movimiento social articulado, sino apoyndose en la cohesin de las fuerzas armadas en ejercicio y en una multitud de espacios populares dispersos y sin mayor centralizacin poltica ni cultural.

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    articial, consensual o consociativo) como de las ideologas que, surgidas desde esta composicin estructural dicotmica o trico-tmica (si se incorpora el mbito privado familiar), hacen parecer como enteramen-te diferenciadas por su naturaleza las exis-tencias particular y pblica. En la primera, por ejemplo, puede reinar el egosmo; la segunda se organiza y dirige por el bien comn o al menos por la felicidad para la mayora. El prestigio ideolgico del mbito pblico (Estado, gobierno) se deriva de su racionalidad tica y del carcter universal de su dominio jurdico. En trminos con-ceptuales, las polticas pblicas deberan ser siempre racionales y alcanzar mxima-mente sus objetivos porque son diseadas y ejecutadas por funcionarios que solo bus-can el bienestar comn. Pueden cometer errores o enfatizar disfunciones, pero se encuentran al mismo tiempo en la posicin ptima para reconocerlos, criticarlos y co-rregirlos sin acumular innecesariamente daos. Se entiende que los ideologemas politicistas son particularmente extrava-gantes cuando se verbalizan y practican en formaciones sociales donde Estado y gobierno son reconocidamente patrimonia-listas y clientelares (sin que sea necesario discutir su dependencia internacional y su carcter de clase y sexo-gnero), lo que los torna polticamente corruptos y venales. El discurso politicista resuelve estos ltimos escndalos atribuyndolos a individuos co-rruptos y venales o a situaciones de excep-cin (como en los casos de terror de Esta-do). Aunque no es del caso tratar aqu de ampliar esta discusin, el politicismo cuba-no y venezolano descansa en el imaginario burgus bsico y lo adereza con una loso-

    fa de la historia en la que los ltimos sern llevados a los primeros lugares, mediante el inapelable papel rector de las vanguar-dias, la eciencia de la ingeniera militar o partidaria y el caudillismo carismtico. El efecto tambin bsico, ya hemos sealado, deseado o no deseado, es la conguracin de un nuevo tipo de oligarqua funcionaria5 y la reaparicin de las antiguas formas de corrupcin y venalidad6 acompaadas con la gestacin de algunas originales.

    La experiencia boliviana, conducida desde la presidencia por el MAS-IPSP, se dife-rencia notoriamente por su gestacin de las experiencias cubana y venezolana. Aunque coincide con esta ltima en su carcter parlamentario-institucional, sus antece-dentes estn en enrgicas movilizaciones sociopolticas que, a su vez, se apoyan tan-to en las experiencias de contraste histrico que caracterizan a los pueblos originarios de Bolivia: aymaras, quechuas y guaranes, como a su ms moderna experiencia de lucha obrera, campesina, especialmente la cocalera, y ciudadana. La eleccin de Evo Morales a la presidencia, con casi el 54% de los votos, forma parte, quizs decisiva, de un proceso en el que los sectores po-pulares bolivianos libraron y ganaron dos batallas que bordearon lo insurreccional: la Guerra del Agua (centro en Cochabamba, 1999-2001) y la Guerra del Gas (centro en El Alto, oc-tubre del 2003). Los nombres de estas guerras son en buena medida simblicos respecto de la realidad popular boliviana. Se trata de batallas orientadas a la defensa y reconquista del agua decisiva para la vida y de una de sus ltimas rique-zas naturales amenazada por la enajena-

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    cin oligrquica y capitalista: los hidrocar-buros. El sistema imperial de dominacin ha hecho de Bolivia una economa central-mente primaria-exportadora funcional para el capitalismo global. En Bolivia la alianza oligarqua-corporaciones transnacionales se ha llevado prcticamente todo: plata, estao, madera, agua, zinc. Sus vecinos la-tinoamericanos, Chile, Brasil, Paraguay, le han despojado de territorios equivalentes a medio milln de kilmetros cuadrados. Chi-le, en particular, mediante una guerra de rapia, lo priv de 158.000 km2 y de salida al mar. Vecinos, oligarcas y transnacionales han querido llevarse todo de Bolivia, excep-to la poblacin7 a la que siempre se ha despreciado interna e internacionalmente. Los ajustes estructurales exigidos por la globalizacin han aumentado dramtica-mente el desempleo (el urbano pas de 4.3 a 8.7 entre 1997 y el 2004) y elevado la cifra de empobrecidos y miserables al 70% de la poblacin. Bolivia es un nombre que condensa en el lmite el capitalismo dependiente latinoamericano con conduc-

    cin oligrquica y respaldo internacional: a su poblacin mayoritaria la han despoja-do de todo en el mismo movimiento que se ha discriminado, invisibilizado, explotado y reprimido a su poblacin originaria, a sus campesinos y a sus trabajadores.

    La Guerra del Agua (huelgas, cortes de carreteras, enfrentamientos armados con-tra las tropas ociales) fue protagonizada por indgenas, juntas vecinales, algunos sindicalistas, cocaleros, estudiantes, aso-ciaciones de profesionales, campesinos y transportistas, sostenidos por el apoyo de la poblacin de los departamentos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, y organi-zados en un sindicato ciudadano (Coordi-nadora de Defensa del Agua)8 que dieron su lucha bajo el lema Por el Agua y por la Vida, sentencia que condensa bien el ca-rcter radical de su empeo. El presidente Hugo Banzer, jaqueado por los alzamientos populares, las denuncias de corrupcin y su fragilidad personal, renunci en agosto del 2001. La empresa estadounidense Be-

    La experiencia boliviana, conducida desde la presidencia por el MAS-IPSP, se diferencia notoriamente por su gestacin de las experiencias cubana y venezolana. Aunque coincide con esta ltima en su carcter parlamentario-institucional, sus antecedentes estn en enrgicas movilizaciones sociopolticas que, a su vez, se apoyan tanto en las experiencias de contraste histrico que caracterizan a los pueblos originarios de Bolivia: aymaras, quechuas y guaranes, como a su ms moderna experiencia de lucha obrera, campesina, especialmente la cocalera, y ciudadana.

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    chtel, que estaba en el centro del conicto, ya que el gobierno central y el Municipio de Cochabamba le haban concedido el servi-cio y la distribucin del agua y tambin los medios legales para sustraerla del control de la poblacin y transformarla en mercan-ca, fue expulsada de Bolivia. En esta oca-sin, y tras un perodo de decadencia de la resistencia popular, una accin que hera las costumbres y usos de los campesinos, de las comunidades indgenas y de la ciu-dadana emergente no quedaba impune. La resistencia social y poltica, centrada en la Coordinadora del Defensa del Agua y de la Vida, forz la renuncia de un presidente, expuls a Bechtel y recuper el agua y, con ella, aliment para todos su esperanza de vida.

    La Guerra del Gas (octubre del 2003) se gener al encadenarse la lucha de cam-pe-sinas y campesinos por la liberacin de uno de sus dirigentes, demanda reprimida con ferocidad por el gobierno, con otras de-mandas (abrogacin de la ley de Seguridad Ciudadana, indemnizacin a los familiares de los campesinos asesinados y heridos en los enfrentamientos, medios de traba-jo, salud, educacin y mercados para los campesinos) y, nalmente, con el recha-zo a la decisin del presidente boliviano, Gonzalo Snchez de Lozada, para vender el gas boliviano a Estados Unidos expor-tndolo por puertos chilenos. Esta repu-dio avanz desde pedir la exportacin por puertos peruanos a solicitar la industrializa-cin del gas en Bolivia (exportar con valor agregado) y, nalmente, exigir la renuncia del presidente. La batalla popular incluy bloqueos de carreteras, huelgas, marchas,

    paros cvicos, detencin de turistas como rehenes y enfrentamientos armados. El go-bierno contest con la militarizacin de El Alto (ciudad de unos 700.000 habitantes) y represin policial y militar. El MAS, incorpo-rado de lleno a esta lucha, y otros sectores sociales, demandaron la nacionalizacin de los yacimientos de gas y la renuncia de Snchez de Losada. Los diarios hablaban de una Revolucin Aymara, y el gobierno se dispers como resultado de la represin brutal ordenada por el Presidente. En la tercera semana de octubre, campesinos, mineros y comits ciudadanos sitiaron la casa presidencial exigiendo la renuncia del presidente. Snchez de Lozada huy a Es-tados Unidos y dej su renuncia por escri-to. Asume el Vicepresidente, Carlos Mesa, quien solicita una tregua para emprender la reconstruccin del pas, y se compromete a llamar a un referndum sobre la venta del gas boliviano, a modicar la Ley de Hidro-carburos y discutir el llamado a una Asam-blea Constituyente. No cumplir nada. Sitiado por las demandas populares para que se les restituya Bolivia, se ve forzado a adelantar las elecciones para diciembre del 2005. El resultado de stas ya se sabe.

    En lo que aqu interesa, la experiencia bo-liviana encabezada por el MAS-IPSP es centralmente parlamentaria pero posee un componente (a veces agregado, en otras diferenciado hasta la hostilidad) social, ideolgico y poltico popular no parlamen-tario. Se trata aqu de una oposicin popu-lar de izquierda con recientes experiencias de organizacin y lucha (y otras ms his-tricas) que el gobierno actual no puede ignorar y que difcilmente podra ser coop-

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    tada. La eventualidad de una represin de estos sectores est, en esta fase, asimismo, descartada. Esta oposicin de izquierda se ha constituido a veces contando con el accionar poltico de Evo Morales y en otras funcionando paralela y encontradamente con l. Aunque electoral y parlamentaria-mente esta oposicin es irrelevante, su im-portancia es social y cultural lo que implica que su accin agitativa tiene capacidad de convocatoria. En los meses iniciales de la administracin del MAS el ethos de esta izquierda se ha manifestado, por ejemplo, en reivindicaciones salariales y de empleo (Central Obrera de Bolivia, maestros, traba-jadores de la salud), demandas impositivas (transportistas), paros cvicos (Beni), agita-cin minoritaria de grupos indgenas sobre su derecho a la territorialidad, bloqueos de carreteras y tambin exigencias de amnis-ta para los presos polticos.

    Al mismo tiempo, el gobierno del MAS-IPSP debe enfrentar una oposicin de derecha (oligarqua, empresarios, trans-nacionales) que no tiene posibilidades de gobernar, pero que posee capacidad de bloqueo institucional debido a su represen-tacin numrica en el Senado, y que posee fuerza ideolgica y capacidad especca de convocatoria con las tesis autonomistas o regionalistas que le dieron triunfos electo-rales en los departamentos de Cochabam-ba, Santa Cruz de la Sierra y Tarija, reas que, combinadas, renen un 20% de la poblacin boliviana. Adems de su capa-cidad institucional y fuerza departamental (en particular Santa Cruz donde se ubican los yacimientos de gas) esta derecha es slidamente racista y etnocntrica, despre-

    cia a los indgenas y estima que un patn como Evo Morales puede ser comprado o no pasar de ser un mal pasajero. El llama-do a votar simultneamente, a inicios del mes de julio de este ao, la eleccin de de-legados a la Constituyente y las autonomas departamentales, ha constituido su primer posicionamiento en un proyecto para avan-zar hacia la completa desnacionalizacin, va la fragmentacin econmica y adminis-trativa, de Bolivia, y debilitar hasta anular al gobierno del MAS-IPSP. Esta oposicin busca asimismo ligar sus planteamientos con las luchas reivindicativas de izquierda y puede contar con el apoyo, abierto o disi-mulado, del entorno internacional e, inter-namente, de la jerarqua catlica (ms del 85% de los bolivianos se reconoce catlico) y los medios masivos.

    Sobre el prrafo anterior conviene destacar que la cuestin de las autonomas depar-tamentales (y nacionales) en Bolivia ad-mite diversas lecturas. La ms fuerte es la que se entronca con las reivindicaciones de los pueblos originarios y est presente en la convocatoria a la Constituyente que encabeza el gobierno del MAS. Para este enfoque, las autonomas se entienden cen-tralmente como el reconocimiento humano y jurdico de los pueblos y naciones exclui-dos, su derecho a laterritorialidad y a un gobierno propio en el marco de una arti-culacin nacional multinacional y pluricul-tural que refuerza (para el caso de Bolivia constituye por vez primera) una soberana popular. Autonoma de las naciones indge-nas y constitucin de una nacin boliviana pluricultural no se entienden aqu como procesos paralelos o antagnicos. Una lec-

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    tura muy distinta de las autonomas hacen los grupos de derecha, oligrquicos y neo-ligrquicos o modernizadores, apoyados en las prefecturas regionales de oposicin (seis de un total de nueve). Inscriben su re-clamo en el imaginario de la guerra de los ricos contra los pobres anunciada por la pareja Tofer.9 Especcamente en el caso de Santa Cruz de la Sierra se trata de ena-jenar al pueblo boliviano los yacimientos de gas y el entorno de negocios que ellos ge-neran y de administrarlos en benecio de minoras regionales y de las corporaciones transnacionales. La referencia es aqu a una autonoma que prolonga y acenta la descomposicin histrica de Bolivia y bus-ca sancionar jurdicamente su feudaliza-cin. Los discursos se enrarecen porque el tema de las autonomas en Bolivia: recono-cimiento, respeto y acompaamiento cul-turales, descentralizacin, modernizacin, democratizacin, posee legitimidad debido a la necesidad de una profunda recompo-sicin de su Estado que ya no puede operar ms sin efectivas transferencias de poder (econmico, poltico, cultural). El desafo es si esas transferencias de poder empoderan a los de abajo o acentan el dominio de los de arriba. El reto es crucial porque Bo-livia contiene actualmente una crisis de do-minacin, trabajada por los sectores popu-lares y en particular por las organizaciones indgenas, y sale, con el gobierno del MAS-IPSP, de una situacin de ingobernabilidad. En esta crisis de de dominacin (a la que se suma una crisis estructural derivada del modelo neoliberal aplicado a un capitalis-mo de Estado obscenamente oligrquico y dependiente) muchos de los de abajo ya no aceptan sus situaciones de exclusin,

    invisibilizacin y miseria. Una salida de go-bernabilidad clientelar, o realista, como la de Lula en Brasil, no parece factible. Una salida hacia la derecha supone una inten-sa represin y, eventualmente, una (o va-rias) guerra o la descomposicin. Por ello el rumbo, considerando el caudal electoral del MAS-IPSP, parece potenciar un camino nacional con dilogo de izquierdas, o sea popular, que recibir un constante acoso neoligrquico. En este sentido el gobierno que encabeza Morales debe transitar desde ser la nica opcin de gobernabilidad ac-tual (que es una de sus principales fuerzas) para constituirse en factor de un proceso que constituya un nuevo bloque tnico y social de poder poltico y cultural de modo que al menos la organizacin oligrquica y neoligrquica, y con ellas el neoliberalismo y la globalizacin antipopular, de Bolivia, carezcan histricamente de capacidad de retorno. No es asunto de hegemona, aun-que este aspecto est contenida en el reto, sino radicalmente moral y cultural. Es decir de una tarea que no puede ser acometida verticalmente. Y que, adems, no ha sido acometida nunca en Amrica Latina. Las condiciones de Bolivia la tornan exigencia.

    El socialismo alternativo del MAS*

    Fuera de Bolivia una agrupacin que lleve como nombre Movimiento Al Socialismo evoca probablemente determinaciones li-gadas con el marxismo-leninismo, la admi-nistracin de la lucha de clases con fraseo-loga obrera y conduccin burocrtica y la estatizacin parcial o completa de la propie-dad privada en nombre ms de la produc-

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    tividad del trabajo que de una apropiacin social y humana de la produccin en sus diversos momentos y objetivaciones. Estos ltimos elementos existen complejamente en la lucha poltica de Bolivia, pero no de-terminan el planteamiento poltico ocial y dominante en el MAS bajo el liderazgo de Evo Morales. Por el contrario, en el inicio de su planteamiento doctrinal se encuen-tra la crtica y el rechazo del imaginario occidental moderno (del que es tributario el marxismo-leninismo) bajo la gura de la cosmologa de la cultura occidental:

    Se han cumplido 500 aos de la pre-sencia europea y 176 de visa (sic) repu-blicana durante estos 500 aos hemos estado dominados por la cosmologa de la cultura occidental, dominacin que no ha alcanzado ninguno de sus objetivos.10

    En realidad, s los ha alcanzado en tanto dominacin que discrimina, explota y re-baja a las mayoras y a la Naturaleza. El mismo documento lo seala al enumerar que los 500 aos de presencia europea y los 176 de vida republicana han llevado a la pobreza al 97% de la poblacin rural de Bolivia y al 60% de su gente urbana. Nios y nias nacen con menos de dos kilos. El desempleo afecta a ms del 30% de la fuerza laboral. Los analfabetos fun-cionales superan el 60% de una poblacin que sufre enfermedades endmicas previ-sibles, como tuberculosis, incluido el mal de chagas padecido por dos millones de quechuas y aymaras. En el mismo proce-so, las empresas extranjeras, en asocio con el colonialismo interno, se han apoderado del petrleo, del gas, de la electricidad, del

    agua, haciendo que los resultados de ha-ber tomado el camino de copiar y remedar los fundamentos de la cultura occidental hayan resultado

    ... en la extrema pobreza, en la ex-plotacin despiadada, en masacres permanentes, en conceptos racistas intolerables.

    Esta historia no es cosa del pasado: es ac-tual:

    Los conceptos de globalizacin y economa de mercado se enmarcan en la cosmologa occidental, como el viejo concepto de progreso que se despren-da del paradigma cientco de la modernidad (...) El denominado siglo de las luces de occidente ha caducado y ya nos es ninguna opcin para la humanidad.

    Lo que se denuncia por ello no son solo los resultados de la dominacin occiden-tal, sino la raz o fundamento de estos re-sultados. El problema no es solo poltico, sino cultural y moral. Una cultura como la occidental, que imagina unilateral y grotes-camente que el crecimiento y la Naturaleza son innitos, descansa en una antropologa de Homo Faber, u hombre fabricante, co-rrelato de la era de la mquina, del dominio de la mquina sobre la Naturaleza:

    El paradigma mecanicista de la cul-tura occidental ha conducido a que el hombre sea amo y seor de la creacin y que su misin es llegar a dominarla. Considera a la Naturaleza como ente sin vida y sin capacidad de autorre-

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    gularse rompe con la Naturaleza para dominarla, para erigirse en su amo y seor11.

    La respuesta del MAS a esta cosmovisin y antropologa occidentales es directa: la recuperacin poltica, o sea cultural, de las races andinas y amaznicas. Estas ex-periencias de vida, sus resistencias, han triunfado sobre los fundamentos de la cul-tura occidental. Se trata de experiencias de vida simbiticas y de total equilibrio con la Naturaleza en las que los seres humanos, comunarios o comunitarios, consciente y moralmente colaboran a parir la tierra y a crear vida:

    Para nosotros el planeta tierra tiene vida. Es inteligente y autorregulado. A este principio nuestros antepasados le han denominado Pachamama, es decir madre tierra y a ella, a la madre tierra no podemos violarla a titulo de dominarla no podemos venderla ni comprarla porque somos parte de ella y en ella criamos la vida, Pachamama quiere decir que el ser humano es con y para la tierra y es lo contrario de la cultura occidental que viven de la tierra y sobre la tierra. Para nuestra cultura la tierra es vida y por eso le rendimos nuestro tributo. Le agrade-cemos a la Pachamama porque es el espacio habitado por los hombres. Es nuestra protectora y cuidadora por excelencia. Es una madre que ampara a sus hijos y que les da los alimentos que necesitan para vivir (...) Este prin-cipio simbitico del concepto Pacha-mama de vivir con y para la tierra, es tambin el principio del equilibrio con la naturaleza, que es el nico camino que nos queda para preservar la vida en el planeta.

    De esta raz cultural se sigue un compromi-so moral y poltico:

    Tenemos un deber sagrado con la hu-manidad, el de luchar por retomar el paradigma de una sociedad simbitica y de total equilibrio con la naturaleza, cuya mayor expresin es el concepto Pachamama. De lo contrario el indus-trialismo occidental continuar con su tarea de destruir la vida en el planeta tierra.

    Ms especcamente, esta cultura simbi-tica conduce a la produccin de relaciones sociales solidarias, de reciprocidad, no patriarcales, responsables y participativas (democracia igualitaria de consenso), de subordinacin de lo individual a lo comuni-tario y cuyos referentes ticos lo contrapo-nen, asimismo, frontalmente, al realismo occidental:

    Estamos obligados a reponer nuestros principios ticos de no robar, no men-tir, no ser ojo, no violar, no matar.

    Como se advierte, esta propuesta de pro-duccin y sostenimiento subjetivos de una comunidad fraternal dibuja un camino civilizatorio alternativo al trazado por el Occidente moderno (y reproducido con variantes por las sociedades del socialismo histrico). Se trata de un imaginario forjado por quienes han resistido sociohistrica-mente las diversas formas de colonialismo y sujecin modernos. Es bsicamente un imaginario tercermundista o desde el Sur, donde Sur y tercermundismo no de-signan posiciones geogrcas o bloques institucionales, sino prcticas y experien-

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    cias de sujecin-liberacin (existentes en Nueva York, Roma o Cochabamba) a las que resulta posible poner n con renova-das prcticas orientadas a ganar control so-bre la existencia para que ella sea propia. Se trata de dar un testimonio poltico y tico boliviano y radicalmente humano.

    Este testimonio no elude el enfrentamiento con las formas actuales que asumen las tra-mas sociales de sujecin-liberacin en Bo-livia y en el mundo. Por ello el MAS denun-cia frontalmente (e intentar enfrentar con sabidura puesto que no puede cambiar el mundo con abstractas decisiones unila-terales) la mal llamada globalizacin y su principal ideologa y programa en Amrica Latina, el neoliberalismo. De aqu se derivan las tareas centrales inmediatas del gobier-no del MAS-IPSP, recogidas principalmente de las demandas populares en las guerras del agua y del gas y que se pueden esque-matizar como nacionalizacin e industria-lizacin de los hidrocarburos, Asamblea Constituyente para refundar multinacional, pluricultural y socialmente el pas, autono-ma para los pueblos y regiones, nuevo mo-delo econmico centrado en la reciprocidad y complementariedad, legislacin contra la corrupcin, venalidad e impunidad polticas y contra la desproporcin en los ingresos de los funcionarios pblicos, legislacin sobre tierra productiva que liquide el latifundio y titule las tierras para las comunidades in-dgenas, s a la produccin de coca y no al narcotrco, nuevo sistema de seguridad social, legislacin para un Sistema Nacional de Educacin.

    Pero todas estas acciones de accin guber-namental se sustentan en el criterio poltico bsico del MAS-IPSP que es no solo antica-pitalista, anticolonial y antioligrquico, sino que busca ser un revisitamiento de un prin-cipio civilizatorio alternativo al dominante en la actualidad:

    Si la economa capitalista de intercam-bio y acumulacin, que supone tam-bin el poder de la propiedad privada, nos ha trado la extrema pobreza, no tenemos otra opcin que reponer nuestros principios econmicos de reciprocidad y redistribucin, es decir producir desde y para la comunidad.Para ello es necesario el control verti-cal y transversal de los pisos ecolgicos que nos permitirn crear abundancia y calidad de vida. Por un largo perodo de realizar un Tinku entre la economa capitalista de intercambio y acumu-lacin con la economa de reciproci-dad y redistribucin. En este marco nuestros municipios deben funcionar bajo la losofa del Ayllu, del Ayni, la Minka y la Minga en ningn caso bajo los principios dela economa de mercado capitalista.12

    No se est aqu ante un planteamiento indianista de retorno al pasado, sino de testimoniar culturalmente desde la Bolivia actual un futuro posible (y exigible) para to-dos los seres humanos. Tampoco en estas notas se busca decir que este testimonio tendr xito (los enemigos son brutales y poderosos), sino de enfatizar su radicalidad popular. Testimonio organizado de lucha de aquellos a quienes el colonialismo mundial e interno convirti en los ms vulnerables,

    * La informacin especca sobre Bolivia utiliz trabajos de ngel Guerra Cabrera, Francisco Fernndez Buey, Adalid Contreras Baspineiro, Mario Ronald Duran Chuquimia, Claudia Lpez, Antonio Peredo Leigue, Jos Pinto, Carlos Valdez, Ral Zibechi, textos aparecidos principalmente en ALAI.

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    en los ms invisibles, en los ms despre-ciados. Testimonio que surge desde las entraas para interrumpir y revertir la de-gradacin material y espiritual radical que hasta hoy occidente y el capitalismo han producido en Amrica Latina.

    Lo que ojal no ocurra: el posible extravo del camino

    Para terminar estas notas conviene indicar sumariamente los posibles extravos de ruta que pueden frustrar el proceso boliviano. En primer lugar aparece la tentacin de la nueva gobernabilidad con conduccin de izquierda que hemos ejemplicado con la administracin de Lula en Brasil. La presen-cia cultural y poltica de los pueblos profun-dos, de campesinos y ciudadana popular puede bloquear esta amenaza. En segundo lugar, la oposicin de izquierdas puede ser utilizada, independientemente de su volun-tad, para tornar permanente una situacin de ingobernabilidad que conduzca a una salida de fuerza (interna o internacional) que abra el paso a un gobierno oligrqui-co y represivo que se llamar a s mismo democrtico y que ser reconocido as internacionalmente. Este escenario debe ser impedido por el gobierno del MAS con radicalidad sabia y tajante prudencia que implican reconocer y aceptar las tensiones (pero tambin riquezas) que le supone una oposicin de izquierda. Convendr recor-dar que en Amrica Latina solo la experien-cia cubana ha podido sacar ventaja de una ruptura institucional. Y las condiciones en que logr hacerlo no son las del inicio de este siglo. El ltimo desafo poltico-cultu-

    ral a mencionar consiste en posponer las luchas estratgicas en benecio de logros puntuales: estratgicamente se trata de una lucha cultural y moral y los principales enemigos deben ser desde ya tendencial-mente aislados y obligados a retroceder y a expiar all donde se determinan sus reinos: iglesias, familias, formas de propiedad. Ra-dicalidad, tenacidad, sabidura para produ-cir cambios sin aplastar. Por ah se move-r el testimonio de xito de la experiencia boliviana. Y es por su contenido popular organizado probado en la lucha que se le puede valorar, recin iniciado su trayecto, como una experiencia latinoamericana de izquierda alternativa.

    Radicalidad, tenacidad, sabidura para producir cambios sin aplastar.Por ah se mover el testimonio de xito de la experiencia boliviana. Y es por su contenido popular organizado probado en la lucha que se le puede valorar, recin iniciado su trayecto, como una experiencia latinoamericana de izquierda alternativa.

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    1 En el enfrentamiento presidencial, el MAS-IPSP obtuvo casi el 54% de los votos. Para el Congreso, bajo a casi el 44%. Su ms inmediato contendiente, Jorge Quiroga, del Partido Democrtico y Social (derecha neoliberal), casi el 20% en ambos casos. Con estos resultados, el MAS puede enfrentar un bloqueo parlamentario para votaciones calicadas al no contar con demasiados votos en el Senado. Sin embargo, el triunfo electoral del MAS-IPSP es espectacular y el gobierno que encabeza Evo Morales apuesta al llamado a una Constituyente que podra variar la actual aritmtica y lgica parlamentaria.2 Durante el ao 2005, los sectores opulentos de Brasil crecieron un 11,3%, casi el doble que su crecimiento mundial (6,5%). Asimismo, los bancos elevaron sus ganancias en un 60%. Acentuar la concentracin de riqueza y atacar la pobreza mediante subsidios y clientelismos es la base de la poltica social de Lula.3 Expresados, por ejemplo, en las cifras de pobreza y miseria, pero tambin en los bajos salarios, el machismo, las emigraciones forzadas, los racismos y la devastacin del hbitat natural.4 Las misiones son planes sociales que tienen como objetivo incluir a las venezolanas y venezolanos que han sido producidos como altamente vulnerables por el sistema social. Cubren campos como educacin, salud, vivienda y alimentacin, comercio y pueden tener participacin militar. Existe una misin especca para los pueblos indgenas (Misin Guaicaipuro).5 A la que se integran cmodamente individuos y sectores oportunistas mediante el recurso de gritar vigorosamente revolucin!. 6 Que supuestamente desapareceran ante el avance revolucionario. El politicismo sostiene que los controles propios de la planicacin racional y del Estado de derecho hacen desaparecer la corrupcin. Si no fuese pattico, debera uno rerse.7 en 1909, Alcides Arguedas, nacido en Bolivia, escribe Pueblo enfermo para hablar de su pas. Su

    juicio central es que en Bolivia la sangre blanca ha sido descompuesta por la sangre indgena y que este rebajamiento tnico y biolgico torna a Bolivia despreciable en su conjunto.8 Un sindicato ciudadano es un espacio de encuentro y organizacin de diversos sectores de la ciudad y del campo que se renen sin intermediarios en grandes asambleas para discutir, decidir y ejecutar.9 La idea bsica es que las zonas opulentas se desagregan de las regiones empobrecidas para no nanciar con su riqueza (impuestos) la inecacia, mala raza o ojera (Cf. Las guerras del siglo XXI).10 Todas las referencias han sido tomadas de la declaracin del IV Congreso Nacional Ordinario del Movimiento Al Socialismo (Cochachamba, diciembre de 2001), la que fue conrmada en su V Congreso (Oruro, diciembre del 2003).11 Itlicas no estn el original.12 El MAS menciona como referentes comunitarios centrales a la familia, el sindicato y la sociedad.

    N o t a s