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Breve historia de Jesús del Monte Serie Cantera Rosa. Textos Archivísticos Colección IX

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Breve historia de

Jesús del Monte

Serie Cantera Rosa. Textos ArchivísticosColección IX

Directorio

Presidente Municipal Ing. Salvador Abud Mirabent

Síndico Municipal Lic. Maribel Rodríguez Álvarez

Secretario del H. AyuntamientoLic. Alberto Suárez Castillo

RegidoresC. Marbella Romero NúñezC. Edgar Heladio Guzmán MéndezC. Jorge Vázquez GuerreroLic. Alma Janeth Zarco GarcíaLic. Jorge Alfredo Molina SánchezProf. Roberto Ayala SotoIng. Alejandro Villafuerte ArreolaLic. Saraí Cortés OrtizLic. Leticia Farfán VázquezLic. Juan Pablo Ruiz RuizC. Raquel Martínez CortésC. Carmen Cortés Cortés

Directora del Archivo General, Históricoy Museo de la CiudadDra. Yaminel Bernal Astorga

Breve historia de

Jesús del Monte

Jorge Amós Martínez Ayala

H. Ayuntamiento de MoreliaDirección del Archivo General, Histórico y Museo de la Ciudad

La Serie Cantera Rosa. Textos Archivísticos es una edición del H. Ayuntamiento de Morelia y la Dirección del Archivo General, Histórico y Museo de la Ciudad.

Imagenes: Jesús del Monte, Michoacán por: Óscar Mendoza López

Breve historia de Jesús del Montede Jorge Amós Martínez Ayala

© 2015, H. Ayuntamiento de Morelia

© 2015, Dirección del Archivo General, Histórico

y Museo de la Ciudad

Galeana 302 Centro

58000 Morelia, Michoacán

Impreso en Morelia, Michoacán, México

ÍNDICE

Preámbulo... 7Yaminel Bernal Astorga

Breve historia de Jesús del Monte 9

Geografía y economía 9El pasado matlatzinca 11El periodo colonial 12Los conflictos por tierras 15El gobierno a principios del siglo XVIII 18Hablaban lengua pirinda 20La castellanización 24Una serie de epidemias cíclicas 24Llegó la independencia 26Al entrar el siglo XX 27Y las costumbres 27La ascensión del Señor 29Luego llega Santiago Apóstol 30El día de Muertos y santa Cecilia 30La Navidad 31El Carnaval 34Un epílogo dispuesto a convertirse en prólogo 35

PREÁMBULO...

Breve historia de Jesús del Monte” es el título más reciente de la Serie Cantera Rosa. Textos Archivísticos que la Dirección del Archivo General, Histórico y Museo de la Ciudad

realiza con el objetivo de fortalecer el patrimonio histórico y cultural de las tenencias que integran la capital moreliana. A través de una redacción enriquecida, inspirada y detallada por la vida cotidiana de antes y ahora el autor, Jorge Amós Martínez Ayala,1 da cuenta de los habitantes de Jesús del Monte, así como su interacción con los otros, pobladores de Santa María, San Miguel del Monte, Etúcuaro y Atecuaro. El texto tiene la singularidad de ser reflexivo y análitico sobre la edificación de un pueblo y de los años venideros para Jesús del Monte y su gente como resultado de intereses particulares.

En estas líneas, Jorge Amós reconstruye la historia de un lugar y de quienes en él viven. Emerge el pasado matlatzinca –o pirinda–, el adoctrinamiento de los agustinos, el mestizaje de mulatos y negros; proceso en el que los sujetos se entrelazan a una identidad cambiante,

1 Profesor e investigador de la Facultad de Historia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

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Serie Cantera Rosa. Textos Archivísticos

BREVE HISTORIA DE JESÚS DEL MONTE

GEOGRAFÍA Y ECONOMÍA

J esús del Monte es un pequeño pueblo al sureste de Morelia. Situado en una loma al pie de las montañas que forman la Sierra de Otzumatlán o Mil Cumbres, a 2,000 metros sobre el nivel

del mar. Su clima está siempre tres o cuatro grados por abajo de la temperatura promedio de la ciudad (17.8°C), pues el viento que corre de sur a norte se humedece y enfría en el bosque de encinos, cedros y abetos que casi linda con los pueblos. Justo por el noreste corre el río Chiquito que atraviesa la ciudad de Morelia. Tiene tres o cuatro ojos de agua que en el pasado abastecían a la población; pero en la actualidad el agua potable es ya un problema por el crecimiento demográfico de Morelia que ya alcanza al pueblo.

Algunos de los pobladores todavía se dedican al cultivo de maíz, frijol y calabaza para la subsistencia. Hay un par de ladrilleras que se alimentan con la madera desperdicio y el aserrín que producen dos aserraderos que aprovechan los árboles que crecen en los cerros que rodean al pueblo. En el pasado el hacer carbón fue una actividad extendida, así como el cultivo de magueyes para hacer pulque.

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que se reconfiguraría según las práctcias y los hechos: indios-mestizos-ciudadanos. Un pueblo con tal acervo se ve reflejado en el día a día y, desde luego, en sus celebraciones, muchas de ellas con vinculaciones religiosas (Ascensión del Señor; Santiago Apóstol; Día de Muertos y Santa Cecilia; la Navidad; el Carnaval), lo que permite dar cuenta de las representaciones que estos pobladores han construido, continuan realizando, e incluso de las adaptaciones que han hecho para mantener —quizás también como una forma de resistencia— la identidad pirinda.

Para el siglo XX, Amós, nos introduce a un Jesús del Monte distinto, que se reconfiguraría y haría frente a un sentido de independencia; capaz de desafiar, opnerse, resolver… Es un tiempo de lucha e identidad: ciudadanía y tierras. Es claro que no son los mismos. Ahora, los matlatzincas han llegado a Canadá como resultado de las diasporas migratorias, sus disputas se han concentrado en los efectos propiciados por la modernidad (desavasto de agua, acceso de caminos, trabajos en la ciudad) trastocando tanto su cotidianidad como la dinámica con habitantes de otros poblados. Así, “Breve historia de Jesús del Monte” es una investigación que refleja intereses y estilo del autor, como también demuestra los haberes de la gente de Jesús del Monte cuyo pasado matlatzinca aún está presente.

Morelia, Mich., marzo de 2015

Yaminel Bernal Astorga

Ahora la mayoría de la población tiene trabajos en la ciudad de Morelia en la construcción, el comercio en pequeño y los servicios.

El crecimiento urbano sobre las tierras del pueblo han ido desplazando especies de pájaros como cuervos, congas, cardenales, canarios, cenzontles, calandrias, agraristas y colibrís, algunas garzas chapucean junto a las tortugas en los jagüeyes que se construyeron para dar de beber al ganado, y que son aprovechadas por los fraccionamientos residenciales. Tampoco faltan las águilas y gavilanes que se alimentan de los pájaros y de las víboras que hay en los sembrados, las hay venenosas de cascabel, hocico de puerco, coralillo y los alicantes, que se comen a las ratas de campo, las liebres, ardillas y tuzas robadoras de maíz. Los pequeños roedores también sirven de alimento a los coyotes que se escuchan aullar por las noches y acallan a los numerosos perros que hay en el pueblo.

EL PASADO MATLATZINCA

Los antiguos habitantes del pueblo fueron los matlatzinca o pirindas, grupo humano que compartía una lengua y una serie de prácticas culturales y que emigró desde épocas remotas del valle de Toluca. Matlatl significa red, zintli es una partícula reverencial que se utiliza para señalar señorío y catl es un gentilicio; así: matlalzincatl sería “los señores de las redes” o “los que hacen redes”. El mismo grupo humano fue llamado pirindas por los tarascos.

En 1400 el Cazonci Tzitzispandáquare, gobernante tarasco, hizo algunas incursiones a Toluca y Xocotitlán, llevaba entre sus huestes a varios miles de matlatzincas que huyeron de la conquista de su territorio hecha por el señor de México, Axayácatl, quien intentó varias veces la conquista de Taximaroa (ahora llamada Ciudad Hidalgo) y fue vencido por los tarascos y sus aliados matlatzinca; en retribución los matlatzinca recibieron varios pueblos, Charo, Undameo, Santa

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María y Jesús del Monte. Esos pueblos servían de escudo humano que amortiguaba los golpes e incursiones de los mexica y de los indígenas nómadas del norte, llamados chichimeca.

EL PERIODO COLONIAL

Una vez destruida la ciudad de México Tenochtitlan y rendidos los mexicas. Hernán Cortez buscó una salida al Mar del Sur para poder comerciar con Asia; además, encontrar las minas de oro que le decían estaban en Cihuatlán, más al oeste. Necesitaba además, iniciar la conquista de Michoacán, señorío que entonces era igual en lo militar al de los mexicas y que se encontraba como un obstáculo para llegar al mar y a las minas de Colima; por ello, envío al capitán Olid con 70 hombres de a caballo, 200 peones con armas y artillería, además de varios miles de aliados tlaxcaltecas.

Al terminar la guerra de conquista Charo se convirtió en una encomienda de Hernán Cortez y los pueblos matlatzinca fueron adoctrinados por los padres agustinos. En Charo, como capital del antiguo señorío, se edificó un convento, en tanto, Etúcuaro, Undameo, Santa María y Jesús del Monte fueron visitas agustinas, es decir, los frailes residentes en los conventos de Valladolid y de Tiripetío iban cada ocho días a administrarles los sacramentos, a celebrar misa y a doctrinarlos, en especial en los días de fiesta de los santos patronos.

En esos años de fines del siglo XVI los matlatzinca (o pirinda) de Jesús del Monte se ocupaban de proveer de leña y madera a la ciudad de Valladolid, la cual crecía por el cambio de la sede del obispo, que antes estaba en Pátzcuaro. A los pirindas se les mandó congregarse en la ciudad; pero se opusieron, con el argumento de que tal acción los alejaba de su fuente de trabajo; que perderían los terrenos de cultivo de donde se alimentaban y la miel de sus colmenas; además, estaban a menos de media legua de la ciudad y eran administrados con

mucha facilidad por los religiosos agustinos que tenían convento en Valladolid. El virrey Marques de Montesclaros decidió dejarlos en su sitio, con ello, los pueblos del sur pudieron existir hasta la actualidad y no desaparecieron como sucedió con los barrios de la ciudad.

A fines del siglo XVII ocurrieron una serie de cambios que marcaron profundamente a las comunidades indígenas. Se instituyeron las Repúblicas Indias a semejanza de los ayuntamientos españoles, con su cabildo. Se ordenó que cada pueblo cabecera pudiera elegir entre sus habitantes a un gobernador, un alcalde y un regidor; claro, no fueron electos miembros del pueblo bajo, el gobierno recayó o en la nobleza indígena.

En 1635 el cabildo, de la República de Indios de Santa María, se conformó de la siguiente manera: don Gregorio Basalenque fue electo como alcalde de los pueblos de Santa María y Jesús del Monte, Pedro Agustín era alcalde del pueblo de Santiago Necotlán, Miguel Pedro era el regidor de Santa María, Agustín Francisco era el regidor de Necotlán, Francisco Juan era regidor del pueblo de Jesús, y Juan el alguacil mayor, don Bonifacio Sebastián y don Juan Mathías era principales de dichos pueblos.

La población indígena de los pueblos del sur de Valladolid, incluida la de Jesús del Monte, se fue mestizando con los negros y mulatos sirvientes de la ciudad, y con los vaqueros mestizos y mulatos de las haciendas que la rodeaban, hasta transformarse en mestiza.

En 1619 vivían Jesús del Monte unas 75 personas. Muy cerca, en lo que ahora es el club Campestre, estaba El Batán y obraje del alférez de la ciudad, don Joseph de Figueroa; en su huerta y molino donde vivían ya 60 mulatos, negros esclavos, hombres y mujeres, casados y solteros; con ello comenzó el contacto intercultural entre las castas.

En 1635 los indios de Santa María, Jesús del Monte y Santiago Necotlán se quejaron ante la máxima autoridad de la ciudad de Valladolid, el teniente de alcalde mayor Gerónimo Magdaleno de Mendoza, de los abusos a que eran sometidos por las personas

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que compraban los maíces de los reales tributos de la Provincia de Michoacán, pues eludían el tiempo en que deberían cobrarlos (sobre todo en los años abundantes, cuando no tenía valor) y lo hacían cuando había escasez, cobrando entonces en dinero. Ese año, por ejemplo, el recaudador no había recogido el maíz, con lo cual existía el peligro de que éste se echara a perder comido por el gorgojo, y que entonces, acudiera dándoles molestias, pues los mandaba aprehender y les hacía pagar las costas del juicio. Lo anterior no era hipotético, el año de 1633 les había hecho ya esa trastada: no fue a cobrarlo porque hubo mucho y no tenía valor, por lo que se perdieron los granos que tenían en una troje en Santiago Undameo, pues es semilla que entrando las aguas en ésta tierra no se puede guardar porque con la humedad se pudre y se come de gorgojo; pero al año siguiente hubo sequía, el maíz no se encontraba en la provincia y debieron salir a comprarlo fuera de ella muy caro, entonces fue el recaudador y les obligó a pagarlo en dinero, justo cuando morían las personas por hambre. Lo cual ocasionaba problemas a los oficiales de la República encargados de recoger el tributo, ya que las listas debían actualizarse anualmente para evitar que los vivos pagaran por los muertos.

Otra fuente de disturbios entre la población nativa de Patziyegui o Guayangareo, fueron los conflictos que tuvo por tierras con las haciendas y con el convento de agustinos de Valladolid. La orden de los ermitaños fue una de las que más posesiones y poderío económico tuvo en el Obispado de Michoacán; tal crecimiento se debió al trabajo no remunerado de los indios que administraban en lo espiritual y explotaban en lo material, a los cuales despojaron de sus tierras.

LOS CONFLICTOS POR TIERRAS

entre los pueblos matlatzinca del sur de la ciudad con los hacendados y el convento de San Agustín se reactivaron a mediados del siglo

1514

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A principios del siglo XIX los pueblos matlatzincas del sur de nuevo enfrentaron la ofensiva de la hacienda de La Huerta. Los mayordomos de la hacienda también enviaron a un arrendatario mulato a impedir el tránsito de los indios de Santa María por el Poniente. El cabildo formado por Timoteo López, gobernador, Juan Pablo Virela, alcalde, Zeferino López, regidor mayor y José Silvestre Patiño, escribano, se querelló contra Simón Arriaga, mulato libre y sirviente, que trabajaba como guarda pastos en la hacienda de La Huerta, la cual colindaba con las tierras del pueblo. En la mañana del 16 de junio de 1806 Arriaga hirió gravemente a uno de los indígenas de Santa María, llamado Tomás Albarado, por haber ido al monte a cortar ramas para cercar y resguardar la siembra que tenía hecha en su solar.2

Las presiones que sufrieron los matlatzinca del sur de Valladolid se imbricaron entre sí para formar una red que cercó a la población nativa y redujo su número. Las haciendas y el convento agustino fueron menguando a las tierras comunales, cuyas labores se podían sembrar sólo en tiempo de aguas; así, cualquier aumento de población era una presión extra sobre las tierras muy explotadas y sobre los bosques de la comunidad.

La pobreza ocasionaba mala alimentación y hacinamiento, condiciones que favorecían la proliferación de enfermedades.

EL GOBIERNO A PRINCIPIOS DEL SIGLO XVIII

estaba formado por un gobernador, un fiscal mayor, un alcalde, un regidor; puestos que ocupaban, en su mayoría, personas del pueblo de Santa María. El cabildo indígena de Santa María tenía representantes de Jesús del Monte, un alcalde, un fiscal mayor, un fiscal menor y

2 AHMM, Fondo Colonial, ramo justicia, c. 163, e. 7, 16/junio/1806. El común de Santa María contra Simón Arriaga.

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XVIII. Valladolid había sido fundada en el papel y con mercedes de tierra irreales, puesto que ya existían varias haciendas y pueblos indios en esa área. Durante mucho tiempo la ciudad se vio envuelta en problemas con haciendas y pueblos por el territorio, hasta convertirse en mito. Los viejos del pueblo de Jesús dicen que no hace mucho (a mediados del siglo XX) la ciudad le pagaba al pueblo por usufructuar sus terrenos, pues todo lo que estaba en el plan era suyo. Como veremos después, aunque no es del todo preciso, algo tienen razón estas leyendas.

Las tierras de los pueblos indios llegaban hasta las orillas de la ciudad y en algunos casos tenían propiedades dentro de la misma.1

Las tierras comunes o ejidos de la ciudad, que servían para que pastaran los animales de los vecinos, no estaban bien delimitadas con las siembras de haciendas y de las sementeras de los indios. En 1775 don Juan Manuel de Tartajo y Paz elevó una petición ante el capitán Manuel Esteban Sánchez de Tagle, alcalde ordinario de primero voto, por los pueblos de Santa María y Jesús del Monte, pues los padres del convento de San Agustín mandaban a sus arrendatarios que impidiesen a los indios de Jesús el corte de maderas y el tránsito por el camino real al Monte, siendo que los terrenos estaban en litigio y todavía no se determinaba quien era el verdadero propietario.

Los indios de Jesús se quejaban de los padres agustinos, quienes habían mandado poner una cerca en el camino que iba para el monte, privándolos con esto de sacar leña, fabricar carbones y cortar maderas en el monte con que pagaban los reales tributos, las obvenciones religiosas y de su sustento.

1 Archivo Histórico Municipal de Morelia (AHMM), Fondo Colonial, ramo justicia, c. 97, e. 10, Valladolid, 13/noviembre/1790, “Inventario de los bienes de los difuntos Doña Ma. Teresa de Ynzar y...”, f. 5v, al hacer los límites de un terreno por el río Chico dice que linda “con Jacales pertenecientes a los indios de Santa María”.

un escribano. En San Miguel también existía un fiscal, así como en el pueblo del Rincón, en Santa Catarina un alcalde y un fiscal. Todos los cargos estaban ocupados por personas reconocidas dentro de su comunidad y con solvencia moral; eran ocupados mediante elección anual o bianual, realizada entre los miembros de la comunidad: adultos, varones y casados, con capacidad de decisión. Los cargos del gobierno local de los pueblos, como los alcaldes y fiscales menores, eran electos entre los vecinos de cada comunidad, los cuales eran confirmados en la reunión general que se hacía para la elección del cabildo de la república; ahí, los vecinos de todos los pueblos que formaban la república de Santa María elegían a su gobernador, a un fiscal mayor, un regidor y un escribano. Las elecciones se hacían, generalmente, una o dos semanas previas al Domingo de Adviento, cuando comienza el ciclo ritual cristiano.

La república de indios tenía a su cargo varios edificios para el bienestar común. Los templos de Santa María, Jesús del Monte, y San Miguel. Los hospitales de Santa María y Jesús del Monte. Si bien nunca fueron ricas, las capillas de los pueblos matlatzinca contaban con sus figuras de madera tallada, sus cálices, vinagreras, guiones y custodias de plata, sus sobrepellices y capas pluviales bordados de plata, todo lo indispensable para los servicios religiosos; objetos que han ido desapareciendo con el tiempo.

El gobierno general de la república de indios y la intermediación con los poderes coloniales eran las funciones del cabildo. Estaba formado con los alcaldes de cada pueblo que, como hemos visto, no siempre pertenecieron a la misma etnia; por ello, los alcaldes representaban intereses particulares que eran ponderados y sujetos al interés común de la república.

Cada república tenía a la cabeza un gobernador, cuyo voto de calidad era decisivo en las reuniones de cabildo, sobre todo cuando los alcaldes de los pueblos se mantenían fijos en sus posturas durante ciertas disputas de interés “general”. La república tenía un fiscal mayor

1918

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tarascos. Tanto los franciscanos que llegaron al lago de Pátzcuaro o de los agustinos de Tiripetío aprendieron el tarasco y tuvieron como discípulos a miembros de las familias nobles indígenas de Michoacán. En esos años no hubo problemas pues, en los pueblos tributarios de otomís, nahuas y matlatzinca había personas que hablaban la lengua del poder, el tarasco; así, los frailes siempre encontraron manera de comunicarse en el extenso territorio de Michoacán sobre todo con las elites. Con el tiempo, los religiosos descubrieron que sólo hablaban tarasco los gobernantes y que las masas no recibían la adecuada instrucción religiosa, entonces comenzaron a elaborar gramáticas de otras lenguas como el matlatzinca.

La lengua de Michoacán fue el idioma en el que se comunicaron los matlatzinca con los demás gobiernos locales de los pueblos y barrios de Valladolid que concurrían a la República de Indios. Tarasco primero y castellano después, sirvieron para que se tomaran acuerdos entre los nahuas de San Juan, con los matlatzinca de Santa María y Jesús del Monte, y con los tarascos de los otros barrios de la ciudad, no había necesidad de utilizar un traductor pues todos los gobernantes indios sabían el tarasco, aun cuando no conocieran bien el español; por ello, al menos entre los naturales de la ciudad, el tarasco continuó como lengua franca e incluso fue aprendido por negros y mulatos para comunicarse con los indios.

Es difícil encontrar en los padrones de la época, apellidos indígenas que no sean tarascos, incluso son escasos en los pueblos que tuvieron población matlatzinca, mazahua y otomí en el oriente del Obispado. El único que permanece entre la población actual de Jesús del Monte es “Chimal”, apellido de origen nahua que significa “escudo” y que recibieron adecuadamente los matlatzinca porque cuidaban las fronteras de ambos lados, sirviendo a los mexicanos y a los tarascos.

Existe un caso criminal que nos servirá para ilustrar las lenguas que se hablaban en los pueblos del sur de la ciudad, es el proceso

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encargado de los delitos graves que deberían resolver en el pueblo cabecera, y de dictar el castigo que se debería dar a los infractores; el fiscal mayor decidía cuando un delincuente debería turnarse a las autoridades reales. Otro miembro importante del cabildo era el escribano, encargado de escribir los documentos oficiales de la república y leer la intrincada caligrafía judicial al resto del cabildo; debería conocer muy bien el castellano y tener nociones de las leyes que atañían a los indios; pero además, saber los distintos idiomas hablados en su república.

El cabildo se encargó de pelear por las tierras que las haciendas y el convento de San Agustín les querían escamotear; exigir que se disminuyeran los tributos cuando había epidemias con gran mortandad; evitar que se fueran al trabajo forzado de los repartimientos personas enfermas, vigilar que se cumplieran los plazos de tiempo estipulados en cada repartimiento; mantener el monto de las “pindecuas” y vigilar que los bienes de los hospitales y cofradías no se derrochara por los mayordomos o por los sacerdotes.

La gente de Jesús del Monte

HABLABAN LENGUA PIRINDA

es decir, matlatzinca. Los pueblos del sur de la ciudad eran en su mayoría bilingües; pues hablaban su lengua materna el matlatzinca, o el otomí según el caso, y además, la lengua de los antiguos señores del territorio, los tarascos. Después de la conquista el tarasco se convirtió, durante algún tiempo, en lingua franca, pues los primeros misioneros aprendieron ese idioma para comunicarse con la elite gobernante, de la cual obtuvieron tierras y conocimientos etnográficos para iniciar la catequización. Las primeras gramáticas que realizaron los misioneros de los idiomas nativos del occidente de México, así como los primeros catecúmenos de las elites fueron

contra Felipe, indio del pueblo de Jesús, por haber matado a Nicolás Hernández y a Mateo Hernández, ambos del pueblo de San Miguel.3 A mediados del siglo XVII San Miguel del Monte era una doctrina del convento de agustinos situado en Etúcuaro a pesar de lo cercano que se encontraba de la ciudad y de otros pueblos matlatzinca que eran visitas del convento de Valladolid. El 7 de abril de 1667 Francisco Felipe y otros que después resultarán heridos, iban de la ciudad de Valladolid a su pueblo “algo embriagados y como es costumbre en los naturales pasar por los pueblos a buscar un poco de blanco para apagar el calor del vino”; así lo hicieron en Jesús del Monte, donde llegaron a casa de su cuñada Úrsula para comprarle el pulque “y como no lo hubo nos sacaron como obra de dos reales y medio de Charape” que tomaron entre sus hermanos y Juan García:

…y estando descansando un poco, llegó Juan Diego, indio fiscal del dicho pueblo de Jesús, y empezó a regañar, y a reñirnos en lengua pirinda, que entiende muy bien el dicho Juan García, que éste nos interpretó lo que decía el dicho fiscal con que nos retiramos a una cocinita de la dicha Ursula haciendo ora para irnos a nuestro Pueblo de San Miguel que esta un cuarto de legua poco más o menos.

Todavía alguna población en Jesús del Monte y en San Miguel hablaba matlatzinca, aunque no aparece en los nombres y apellidos de sus pobladores.

Un cambio importante para la población indígena de la ciudad de Valladolid y en general de la Nueva España fue

3 AHMM, Fondo Colonial, ramo justicia, c. 33, e. 18A, Valladolid, 15/abril/1667. Cabeza de proceso contra Phelipe indio del pueblo de Jesús sobre a ver muerto a Nicolás Hernández, ya Matheo Hernández del pueblo de San Miguel.

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LA CASTELLANIZACIÓN

implantada desde la metrópoli. Dicha medida tenía como objeto aparente, facilitar la instrucción religiosa de los naturales.4 En realidad se buscaba una explotación más eficiente de la mano de obra aborigen que interactuaba con individuos no indígenas: negros, mulatos y mestizos, para lo cual, la lengua castellana debía ser medio de comunicación.

Las ordenanzas del rey dictaban el establecimiento de escuelas y el pago de maestros. En la ciudad de Valladolid se estableció una escuela pública en las casas del cabildo el 31 de julio de 1692. Ahí deberían ir los muchachos indios de la ciudad, sus barrios y pueblos. Inició con 86 muchachos indios que se entregaron a Joseph Maldonado, español vecino de la ciudad, quien sabía la lengua tarasca y el castellano. El maestro debería “repeler” la lengua tarasca y enseñar a sus alumnos a hablar el español, a leer y escribir; además, les daba doctrina y buenos modales, rezaban todos los días en voz alta las cuatro oraciones (Padre Nuestro, Ave María, El Credo y El yo pecador), el sábado iban a misa cantándolas, y en la tarde, rezaban el Rosario de Nuestra Señora. Se le asignó como salario 15 pesos mensuales que pagarían los barrios y pueblos de la jurisdicción.

UNA SERIE DE EPIDEMIAS CÍCLICAS

iniciaron con la llegada de los europeos y africanos, quienes trajeron enfermedades no conocidas en América. La población nativa no tenía anticuerpos en su sistema inmunológico que pudieran hacer frente a la nueva realidad viral.

4 AHMM, Fondo Colonial, ramo gobierno, c. 7, e. 7, 11/noviembre/1691. Reales cédulas. Manda el rey la castellanización de los indios. El Obispo de Antequera (Oaxaca) habla de una visita a la Costa del Mar del Sur. f. 3.

Al iniciar el siglo XVIII la población matlatzinca sufrió un duro golpe, el “tabardillo” apareció en 1704 y se llevó a 20 adultos, un año después a 34 adultos y 2 jóvenes ya adolescentes, luego pareció disminuir; pero el año de 1709 volvió a cobrar fuerza y se llevó a 18 víctimas.5

El tabardillo era una enfermedad gastrointestinal, que nosotros conocemos como disentería, la cual se debe a las condiciones de escasa salubridad en que vivía la población, agravada con el consumo de agua para beber directamente de los pequeños ojos de agua situados en las laderas de las lomas y por la carencia de letrinas.

Entre 1715 y 1719 hubo nuevos brotes de tabardillo, evidencia de que se convirtieron en epidemias cíclicas, pues surgieron otros entre 1721, 1722 y en 1728.6 El matlazahue atacó nuevamente a los pueblos del sur de la ciudad, entre 1735 y 1738. En 1735 murieron 195 entre adultos y párvulos, en 1737 fallecieron 52 infantes y 143 mayores, y el último año, fueron enterrados 29 niños y 104 adultos.7 Muchos de los difuntos fueron del pueblo de Jesús del Monte, como: Augustín Miguel, del pueblo de Jesús “de enfermedad de matlasague”.8

Los hospitales de los pueblos no sirvieron de mucho; debido a que las epidemias siguieron afectando a los indios de Valladolid, aunque no con tal saña. El mes de diciembre de 1775 pareció que iniciaba otra catástrofe, pues el día 13 ya habían sepultado a 3 niños en Jesús del monte y al día siguiente:

Yo fray Agustín de Silva cura beneficiado. Sepulté a 3 párvulos uno llamado Juan hijo legítimo de Lorenzo de la Cruz y de María

5 Archivo Parroquial de Santa María (en adelante APSM) Libro de Defuncion es f. 39 23/junio/1706 Micaela de la Cruz de Santa María.

6 Ibid., ff. 49-84. 7 Ibid., s/ff. 8 Ibid., sin día/septiembre/1737 Augustín Miguel del P° de Jesús.

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AL ENTRAR EL SIGLO XX,

el pueblo de Jesús del Monte se vio inmerso en diversas disputas durante el siglo XIX. Comenzó por liberarse de la tutela de Santa María con la disolución de las Repúblicas de Indios, lo cual le trajo beneficios, ya no tenía que ayudarle a realizar las fiestas a la cabecera y podría utilizar su trabajo comunitario como mejor les pareciera. El indio se convertía en ciudadano, pero su capacidad de interlocución con el poder se modificó desfavorablemente. Luego vinieron los embates liberales sobre las tierras comunales buscando elevar la producción, muchas tierras se perdieron a manos de los grandes latifundistas, quienes no pudieron gozarlas plenamente por las intervenciones y las guerras civiles. La migración a la ciudad no dejó crecer a la población; pero aceleró el proceso de ladinización y mestizaje. Ya no se escuchaba hablar el matlatzinca sino entre las personas mayores, y sus habitantes dejaron de llamarse “indios”.

Eran tiempos de luchas por conservar las tierras recuperadas en el reparto agrario, en que se formaban defensas armadas por parte de los agraristas que enfrentaban a las guardias blancas de los hacendados, fueron tiempos en que se crearon grupos anticatólicos de mujeres para enfrentar a las hostilidades de la Iglesia, Jesús del Monte tuvo el suyo, cerró el templo y lo convirtió en granero. Después la vida seguiría su curso, los hombres trataron en vano de capitalizarse para producir sus tierras y las mujeres volvieron al refugio espiritual de la religión, el ciclo de fiestas

Y LAS COSTUMBRES

que regían la vida religiosa de la antigua República de Indios de Santa María ha perdido fuerza en la antigua cabecera, en tanto que se reactivó en los pueblos sufraganeos. Ya no hay alcaldes; pero los

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Candelaria, otro nombrado Julián hijo legítimo de Luis Antonio y de Marcela, otro que tenía por nombre Juachín hijo legítimo de Lucas Albis y de Manuela Contreras ambos tres de Jesús.9

En 1780 hubo de nuevo una epidemia, ese año murieron 31

adultos y 146 niños.

LLEGÓ LA INDEPENDENCIA

pero las cosas no cambiaron mucho. Jesús del Monte continuó como un pueblito de indios pirindas que tenía 240 personas, indios matlatzinca que traen el mismo origen que los de Charo. El pueblo tenía un estado bastante triste y miserable pues la producción de maderas y carbón, así como el descuido en el corte de los árboles, casi habían acabado con los bosques y los habitantes no tenían otro ramo de comercio ni industria. El ocote y la leña de ocote ya se habían consumido y el carbón que se llevaba a la ciudad (que todavía se llamaba Valladolid) era muy poco.10

La guerra y el nuevo sistema político trajeron cambios de mentalidad y algunos desbarajustes. No fueron pocos los casos de mujeres que dejaron a sus maridos, de familias que salieron a buscar la vida en otros lugares, de indios y mulatos liberados de la carga del tributo que se fueron a otros lugares, ya no había restricción de movimiento, y comenzaba a tener acceso a la educación y al gobierno local.11

9 Ibid., s/f, 14/diciembre/1775.10 Ibid. 11 AHMM, Fondo Independiente I, c. 13, e. 6, 1814. Jesús del Monte Doña

María Reyes se queja de que su cuñada María de la Luz abandonó a su hermano José Maximiliano Silva y al hijo de ambos, José Albino.

mayordomos del antiguo hospital y su cofradía se niegan a morir aunque ya no existan ni el hospital, ni los magueyales y tierras de labor, ni sus mayordomos. Las fiestas que antes sólo se celebraban en Santa María han quedado en manos del pueblo de Jesús del Monte y San Miguel; varias de éstas tienen un origen colonial e incluso aún quedan marcas de carácter prehispánico en algunas.

El 9 de mayo Jesús del Monte celebra su fiesta patronal,

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

aunque la imagen que se tiene en el altar mayor de la iglesia es la del Señor de la Columna. La advocación que sirve como patrono al pueblo se conmemora en la Semana Santa, el Jueves Santo; pero por ser ésta una fecha de luto, el festejo se traslada, como el Corpus Christi. La fiesta del pueblo (en apariencia) no tiene nada notable, en lo religioso: comienza con una alborada, misas en la mañana para las primeras comuniones y a veces para las confirmaciones, misa mayor, banda de música, castillo. Afuera de la iglesia, desperdigada por el pueblo está la feria, con sus juegos, sus panes viejos de color rosa mexicano, sus puestos que venden chucherías de plástico, algodones de azúcar, papas fritas y tacos. Cada una tiene mole o corundas con sus rajas y carne de puerco, sus cervezas bien frías y el mezcalito de los ranchos abajeños de Etúcuaro. Los vecinos de Santa María, San Miguel y hasta Atecuaro vienen a la fiesta, como lo hicieron los tatarabuelos de sus tatarabuelos, comen y beben como los de Jesús lo hacen en sus respectivas fiestas, muestra de que alguna vez tuvieron (y tuvimos) una relación más próxima y hasta parientes fuimos; de cualquier manera la ocasión es propicia para cortejar a las muchachas y cuidar a las que llevamos hasta que se llega el baile porque ahí sí, todo se revuelve. Aunque si hemos de ser fijados, en los pueblos del sur de Morelia se continúa privilegiando la endogamia y los matrimonios entre parientes (incluso primos hermanos) es muy común.

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LUEGO LLEGA SANTIAGO APÓSTOL,

santo guerrero de la reconquista y conquistas de España, muy venerado por los peninsulares, quienes lo llevaron consigo a cualquier parte del mundo donde se pararon; además, impusieron la manera en que se debe celebrar. A Santiago se le llamó Matamoros, porque la leyenda lo sitúa revuelto con las huestes cristianas en medio de la batalla, jinete en un caballo blanco, combatiendo a los musulmanes. Incluso su nombre se convirtió en invocación y grito de guerra: ¡Santiago! ¡Santiago y a ellos! Gritaron los españoles en sus guerras, ya contra los musulmanes en Granada, España; en Taifa y Marruecos al norte de África; en el cerco de Tenochtitlán, en el de Machu Pichu, y contra Chiloe en América; en las islas Filipinas y en otras de Oceanía. Por ellos, el 25 de julio, en Jesús del Monte (como en muchos otros pueblos del mundo), salen a recorrer el pueblo varios jóvenes caballeros portando una bandera blanca con su cruz roja y una pequeña imagen del Santo, colectan limosnas para la fiesta. A medio día se realizan los muy coloniales juegos de habilidad ecuestre, en los cuales los jinetes sacan por el cuello a un gallo enterrado en el campo habilitado para la ocasión, justo frente al panteón.

Hay que decir que: la población india tuvo en los inicios de la Nueva España restricciones para cabalgar, en tanto, negros y mulatos ocupados en las actividades ganaderas por los frailes agustinos y los hacendados eran diestros jinetes, que servían incluso en la milicia. Ya hemos hablado de la existencia de población mulata en los contornos del pueblo, de su convivencia y mestizaje con los indios matlatzinca, y de ahí la manera en que se festeja a Santiago Matamoros, patrono de los ejércitos de España.

EL DÍA DE MUERTOS Y SANTA CECILIA

son dos fiestas muy comunes en otros lugares; pero que en Jesús del Monte adquieren particularidades insospechadas. El día de los Fieles

Difuntos adquiere en el pueblo el carácter místico que tiene en las antiguas poblaciones indias. Ese día las esquilas de la capilla tocan llamando a difunto toda la noche, mientras las familias acuden a velar a los muertos con sus velas y sus flores al panteón, entre los humos olorosos del copal. Aun cuando ya nadie habla matlatzinca desde hace más de un siglo y vayan más de 400 años del adoctrinamiento agustino, los mitos prehispánicos continúan traducidos al español. Todavía hay quien cree en el viaje al inframundo acompañado por un perro, el cual tiene la responsabilidad de pasarnos el río de la vida y de la muerte, el chicnahuapan.

Aunque no lo sepan, los habitantes de Jesús del Monte son los herederos de la capilla musical de los indios del Rincón. Todavía hay quien se acuerda haber visto algunas antiguas pautas en la capilla local, si bien no fueran coloniales, podría tratarse de partituras decimonónicas con piezas sacras de los maestros morelianos: como Mariano Elízaga, o Ignacio Mier. El 22 de noviembre día de Santa Cecilia el pueblo celebra a la patrona de los músicos, le tocan las pequeñas agrupaciones de alientos llamadas bandas, y uno o dos conjuntos musicales “gruperos” que no han logrado comprender totalmente que es la afinación. Los músicos organizan una comida, después de la cual, las “madrinas” bailan frente al altar con la imagen de la santa cargando una corona de flores, si entre los convidados al baile por las madrinas hay quien acepte, se compromete a llevar una corona al año siguiente al festejo, si nadie baila con la madrina, entonces ella debe regresar con otro arreglo floral el próximo año.

LA NAVIDAD

Es precedida por las posadas con piñatas y ponches calientes. La Natividad del Señor se comienza a celebrar muchos días antes, con

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los candiles que se prenden frente a las casas para alumbrar el camino de la Virgen y realizar las posadas. En la celebración hay muestras de la antigua organización comunitaria, pues la mayoría de los eventos se realizan en el atrio y el templo. Después de la misa y ya nacido, se hace el arrullo del Santo Niño, meciendo la imagen y cantándoles cancioncillas. Tales actividades son de origen colonial, pues ya hemos hablado de la cofradía del Santo Niño, la cual salía a “demandar” o pedir limosna con la imagen. Puesto que la iglesia de Santa María, el pueblo principal, desplazó sus imágenes y objetos de culto a los pueblos sujetos en la segunda mitad del siglo XIX, me pregunto ¿si no será posible que esa imagen sea la de Santa María? De ser así sería de manufactura colonial. Las cofradías realizaban el día de la fiesta de su patrono o patrona, varias comidas y libaciones entre los cofrades miembros de la hermandad; tal vez por eso, después de la misa de Navidad hay una cena comunitaria donde no puede faltar el maíz en forma de tamales, atoles o pozole.

El rasgo más característico de la fiesta de Navidad en Jesús del Monte es la danza de “los viejos”. Se trata de un anciano y una anciana representados por una pareja de hombres quienes se caracterizan con máscaras de madera, bastones de otate, el hombre con sombrero y “china”, y la mujer con delantal y rebozo. Las máscaras no se realizan en el pueblo, pues son compradas a los vendedores que las traen del lago de Pátzcuaro para los turistas; sus vestidos tampoco son diferentes a los que usan en la actualidad los adultos mayores. Es de resaltar que “el viejo” lleve un capote de palma de la Costa michoacana, una “china” (la cual es difícil de ver en la actualidad, incluso en los pueblos de la Costa), es otra evidencia de la relación que existe con el tejido de palmas para bendecir el Domingo de Ramos, una actividad artesanal propia de Jesús del Monte.12

12 Sánchez Díaz, Gerardo, “Los tejedores de palma”, en: Universidad Michoacana, Morelia, UMSNH, # 23, enero-marzo, 1998, pp. 104-111.

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de organización social y ha fomentado el individualismo, con ello, la desaparición de fiestas comunitarias como los “coloquios” (o pastorelas) que se realizaban en diciembre, y paulatinamente, de los “toritos” del Carnaval.

UN EPÍLOGO DISPUESTO A CONVERTIRSE EN PRÓLOGO

Eran mediados de los años cincuenta y la guerra en Corea favoreció el ingreso de mano de obra al campo norteamericano, comenzó el bracerismo y la expulsión de población de Jesús del Monte llegó hasta el Canadá. La vida parecía no cambiar en su ciclo de polvaredas y lodos, de fiesta y trabajo; hasta que un día, los choznos de los matlatzinca supieron que había compradores para las tierras que no habían podido hacer producir. La ciudad había crecido y un grupo de fraccionadores se dio cuenta, por un soplo entre parientes, que se construiría un segundo Libramiento para la ciudad, el cual pasaría por esas lomas erosionadas donde todavía quedaban manchones de encinos en recuerdo del bosque que hubo siglos atrás. Las tierras ejidales se vendieron y al poco tiempo se construyeron amplias avenidas que benefician únicamente a los desarrollos inmobiliarios del grupo Ramírez. Tanto luchar con tarascos y mexicanos, tanto ir y venir para tener tierra, siglos consumidos en pleitos judiciales con las haciendas del Rincón y de La Huerta, con los agustinos de Valladolid por linderos, y ahora estos nuevos latifundistas cercaron a ambos pueblos, se interpusieron entre Jesús del Monte y Santa María, los llenaran de centros comerciales, campos de golf, fraccionamientos residenciales bardeados y escuelas privadas.

Lo único que queda ahora como resabio de la vieja forma de organización comunal del cabildo indio es la junta del agua potable; la cual parece que está por desaparecer ante la creciente llegada de fuereños que ponen sus propios pozos para los fraccionamientos

EL CARNAVAL

En 1930 los vecinos de San Miguel del Monte celebraban su carnaval con el tradicional torito de petate y con una danza, evento importante que continúa hasta la actualidad.13 Los vecinos de Santa María y Jesús del Monte iban (algunos todavía lo hacen) a ver los “toritos” de petate a San Miguel, porque eran más atractivos que los propios.

En Jesús del Monte, “el toro de petate” es una representación más que una danza. No hay diálogos establecidos que se deben aprender de memoria, como en otras partes del país; pero existen patrones que se siguen durante el desarrollo de la representación por las calles del pueblo cuando alguien desea que le bailen frente a su casa, se trata de una serie de diálogos formalizados que permiten ligeras variantes que insertan los participantes para darle un carácter más “espontáneo” y libre. Las estructuras principales son únicas y están presentes en la memoria de todos aquellos que intervienen en la representación, son guardadas conscientemente por los jóvenes que las presencian) pero con las variaciones que el individuo hace se evita la rigidez y declamación que existen en otros lugares.14

El fin principal de esta fiesta hace algunos años, todavía se encontraba en una redistribución de los granos obtenidos en la cosecha de invierno. Los preparativos comenzaban con la recolección de las mazorcas en la casa de aquel que hacía el “toro”, el carguero, una semana antes del Domingo de Carnaval. La cercanía del pueblo con la ciudad de Morelia, fue rompiendo las formas comunales

13 AHMM, Fondo Independiente II, c. 410, e. 25, 17/febrero/1930. Secretaría de Estado 1930 Diversiones “Toritos de petate” San Miguel del Monte, permiso de Basilio Bucio, jefe de tenencia f. 1.

14 Tomado de: Martínez Ayala, Jorge Amós, ¡Epa toro prieto! Los toritos de petate una tradición traída por los esclavos de origen bantú a Valladolid en el siglo XVII, Morelia, IMC, 2000, pp. 225-230.

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residenciales privados que se encierran sobre sí mismos para no ver la pobreza de sus vecinos.

Este momento es incierto para la vida y las tradiciones del antiguo pueblo matlatzinca del sur. Es el momento en que deben decidir si va a desaparecer, a transformarse en una colonia marginal otra vez en medio de extraños que los dominan, a ceder sus particularidades como olvidaron su idioma. Aquí termina este libro que es el prólogo de una decisión comunitaria, tal vez, de una reivindicación: ¡Fuimos matlatzinca! Los dueños del monte y el agua; esta es nuestra tierra...

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Breve historia de Jesús del Monte de Jorge Amós Martínez Ayala. Se terminó de imprimir el mes de marzo de 2015, en Morelia, Michoacán, México. Coordinación editorial: Yaminel Bernal Astorga. Diseño y diagramación: Judith Elizabeth Vargas García. Diseño de portada: Óscar Mendoza López. Área administrativa: Agustín Cerda Serrato (personal del AHMM).