50

Brokeback Mountain (En terreno vedado)

Embed Size (px)

DESCRIPTION

un amor que no envejece jamas.

Citation preview

Page 1: Brokeback Mountain (En terreno vedado)
Page 2: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

Brokeback mountain

-En terreno vedado-

E. Annie Proulx

Ennis del Mar se despierta antes de las cinco, el vientomece el remolque, silba al entrar por los marcos dealuminio de la puerta y la ventana. Las camisas colgadasde un clavo ondean en la corriente. Ennis se levantarascándose la cuña gris de la tripa y el vello púbico, seacerca al hornillo de gas arrastrando los pies, vierte losrestos de café en un desportillado cazo esmaltado; lasllamas lo envuelven de azul. Abre el grifo y orina en lapila, se pone la camisa y los vaqueros, las desgastadasbotas, taconea sobre el suelo para calzárselas bien.

El viento brama sobre la curvada superficie de la casaremolque y bajo su atronador embate Ennis oye elrasposo roce de la gravilla y la arena. Ir por la autopistacon el remolque de caballos quizá no va a ser fácil. Tieneque recoger sus cosas y marcharse esa misma mañana.El rancho vuelve a estar en alquiler, ya han despachadolos últimos caballos, las cuentas las saldaron la víspera y

Page 3: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

el dueño dijo: -Dádselas al buitre de la agenciainmobiliaria, yo me largo-, y depositó las llaves enmanos de Ennis. Tal vez tenga que pasar una temporadacon su hija casada antes de conseguir otro trabajo, y, sinembargo, lo embriaga una sensación placentera porqueha soñado con Jack Twist.

El café rancio ha empezado a hervir y Ennis lo retira delfuego antes de que se desborde, lo sirve en una tazasucia, sopla sobre el negro líquido y pasa a la siguientediapositiva de su sueño. Si no se esfuerza en recordarlo,puede que el sueño lo reconforte durante todo el día,reavivando los viejos tiempos en la fría montaña,cuando eran los amos del mundo y todo parecía estar ensu lugar.

El viento golpea el remolque como un cargamento detierra cayendo de un volquete, amaina, se encalma, dejaun pasajero silencio.

Los dos se criaron en ranchitos pobres situados enextremos opuestos del estado, Jack Twist en LightningFlat, junto a la frontera de Montana, Ennis del Mar en losalrededores de Sage, cerca de los límites de Utah, ambosmuchachos rústicos sin estudios ni perspectivas defuturo, de modales toscos, rudo hablar, educados en eltrabajo duro y las privaciones, curtidos por una vidaestoica. Ennis, criado por su hermano y hermanamayores después de que sus padres se salieran de la

Page 4: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

única curva de la carretera del Caballo Muertodejándoles veinticuatro dólares en metálico y un ranchosobre el que pesaban dos hipotecas, solicitó a los catorceaños un permiso de conducir especial que le permitierahacer el trayecto de una hora del rancho al instituto. Lacamioneta era vieja, sin calefacción, con un sololimpiaparabrisas y los neumáticos en mal estado;cuando las transmisiones se estropearon no había dineropara reparadas. Él había querido ser bachiller, se leantojaba una palabra con cierta distinción, pero lacamioneta lo dejó tirado antes, lanzándolo de cabeza alas faenas del rancho.

En 1963, cuando conoció a Jack Twist, Ennis estabaprometido con Alma Beers. Tanto Jack como Ennisaseguraban estar ahorrando para comprar un terrenito;en el caso de Ennis el ahorro consistía en una lata detabaco con un par de billetes de cinco dólares dentro.Aquella primavera, ávidos de cualquier trabajo, ambosse apuntaron a la Agencia de Empleo en Granjas yRanchos; salieron juntos en la lista, el uno como pastor yel otro como guardián de campamento, para apacentarun rebaño al norte de Signal. Los pastizales de veranoquedaban por encima del límite de la zona arbolada enlas tierras del Servicio Forestal de la montaña Brokeback.Sería el segundo verano en la montaña para Jack Twist,el primero para Ennis. Ninguno de los dos habíacumplido los veinte. Se estrecharon la mano en lapequeña y sofocante oficina instalada en un remolque,

Page 5: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

ante una mesa atestada de papeles garrapateados, conun cenicero de baquelita desbordante de colillas. Latorcida persiana veneciana dejaba pasar un triángulo deluz blanca en el que se movía la sombra de la mano delcapataz. Joe Aguirre, de ondulado cabello de colorceniza peinado con raya al medio, les expuso su puntode vista.

-El Servicio Forestal tiene establecidos los lugares dondehay que montar los campamentos. A veces loscampamentos quedan a unos tres kilómetros del lugardonde apacentamos las ovejas. Los predadores hacenestragos, no hay nadie cerca para vigilar el rebaño denoche. Lo que quiero es que el guardián delcampamento esté en el campamento base, donde dice elServicio Forestal, pero el PASTOR -señaló a Jack contajante ademán- plantará una canadiense junto alaprisco, donde no se vea, y DORMIRÁ ALLÍ. Que cene ydesayune en el campamento, pero A DORMIR CONLAS OVEJAS toda la noche, y NADA DE HOGUERAS,no hay que dejar HUELLAS. Por la mañana recogerá latienda por si acaso el Servicio Forestal se pone ahusmear. Te llevas los perros, tu 30 - 30, y duermes ahí.El puto verano pasado tuvimos casi un veinticinco porciento de pérdidas. No quiero que se repita. Y Tú -le dijoa Ennis, fijándose en su pelo revuelto, las manazasrasguñadas, los vaqueros desgarrados, la camisa con losojales sueltos-, los viernes a las doce del mediodía bajasal puente con la lista para la semana siguiente y las

Page 6: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

mulas. Allí te esperaran con la furgoneta cargada deprovisiones -sin preguntar si Ennis tenía reloj, cogió deuna caja colocada sobre un alto estante y un reloj debolsillo barato atado a un cordel trenzado, le dio cuerda,lo puso en hora y se lo tiró como si no mereciera la penaalargar el brazo hasta él- MAÑANA POR LA MAÑANAos llevaremos en la furgoneta hasta la cañada -menudopar de golfos sin futuro.

Buscaron un bar y pasaron la tarde bebiendo cerveza,Jack le habló a Ennis de la tormenta del año anterior quehabía matado cuarenta y dos ovejas en la montaña, delcurioso hedor de los cadáveres y de cómo se hinchaban,de que en aquellas alturas hacía falta una buenaprovisión de whisky. Había cazado un águila, dijo, yvolvió la cabeza para mostrar la pluma de la cola quellevaba prendida en la cinta del sombrero.

A primera vista Jack no era mal parecido, con el pelorizado y la risa fácil, pero le sobraban algunos kilos enlas caderas dada su escasa altura y su sonrisa revelabaunos dientes que se proyectaban hacia delante, no tantocomo para permitirle comer palomitas directamente delcuello de un cántaro, pero sí de una forma apreciable.Estaba enamorado de la vida de los rodeos y se ajustabael cinto con una mediocre hebilla de jinete de toros, perosus botas estaban traslúcidas de tan desgastadas, llenasde agujeros ya imposibles de reparar y Jack se moría de

Page 7: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

ganas de estar en algún lugar, en cualquier lugar que nofuera Lightning Flat.

Ennis, de nariz con pronunciado caballete y semblanteestrecho, desgarbado y con el pecho un poco hundido,balanceaba un torso menudo sobre largas piernas tipocompás, poseía un cuerpo musculoso y elástico hechopara la equitación y las peleas. Sus reflejos eranextraordinariamente rápidos y su visión de lejos lobastante buena como para que desdeñara leer todo loque no fuera el catálogo de sillas de montar de Hamley.

Los camiones de las ovejas y los remolques de caballosdescargaron donde arrancaba la cañada y un vasco depiernas arqueadas enseñó a Ennis a aparejar y cargar lasmulas, dos fardos y una albarda por animal, todo atadoen redondo con dos vueltas de cuerda y asegurado conmedias vueltas; luego le dijo:

- ¡No se te ocurra encargar sopa. ¡Las cajas de sopa nohay quien las cargue en las mulas!

Tres cachorros de una de las perras pastoras iban en uncesto, y el más pequeño de la camada bajo la chaquetade Jack, a quien le encantaban los perros pequeñitos.

Ennis escogió como montura un zaino llamado Colilla,Jack una yegua baya que resultó espantadiza. Entre loscaballos de refresco había un ejemplar entero de capa

Page 8: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

castaña cuyo aspecto agradaba a Ennis. Jack y Ennis, losperros, los caballos y la recua de mulas, un millar deovejas y sus corderos se derramaron cañada arriba comoagua sucia, a través de los bosques y más allá de ellos,adentrándose en los amplios prados floridos y elimpetuoso e incesante viento. Plantaron la gran tiendaen la plataforma del Servicio Forestal, pusieron aresguardo la cocina y las cajas de provisiones. Ambosdurmieron en el campamento aquella primera noche;Jack empezó a echar pestes desde el mismo momento dela orden de a-dormir-con-las-ovejas-y-nada-de-hoguerasque le había dado Joe Aguirre, pero antes de querompiera el alba ensilló la yegua baya sin apenasrechistar.

El amanecer fue de un naranja cristalino, con unagelatinosa franja color verde pálido por abajo. La moleretinta de la montaña empalideció lentamente hastavolverse del mismo color que el humo de la hoguera enla que Ennis preparaba el desayuno. El aire frío secaldeó, junto a las piedras amontonadas y las crestas detierra surgieron de pronto sombras de la longitud de unlápiz, ladera abajo los enhiestos pinos se arracimaban enlanchas de sombría malaquita.

De día Ennis dirigía la vista más allá de un granprecipicio y a veces divisaba a Jack, un puntito que semovía por los prados altos como un insecto pulula sobreun mantel; Jack, en su oscuro campamento, veía a Ennis

Page 9: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

como una hoguera en la noche, una chispa colorada enla gigantesca masa negra de la montaña.

Jack volvió remolón al campamento a última hora deuna de aquellas tardes, bebió un par de cervezas puestasa enfriar en un saco húmedo a la sombra de la tienda,engulló dos cuencas de estofado, cuatro de los pétreospanecillos horneados por Ennis, una lata demelocotones, lió un cigarrillo y contempló la puesta desol.

-Me paso cuatro horas al día yendo de aquí para allá -dijo de mal talante- vengo a desayunar, vuelvo con lasovejas, al atardecer las recojo en el aprisco, vengo acenar, otra vez de vuelta con las ovejas, a estar medianoche levantándome para ver si hay coyotes. En justiciadebería pasar aquí la noche. Aguirre no tiene derecho ahacerme esto. ¿Quieres que te releve? preguntó Ennis.

- A mí no me importaría dedicarme al pastoreo. No meimportaría dormir ahí arriba.

-No se trata de eso. La cuestión es que los dosdeberíamos estar en el campamento. Y, además, esacondenada canadiense apesta a pis de gato o a algo peor.

-A mí no me importaría estar ahí arriba.

Page 10: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

-¿Quieres que te diga una cosa?, hay que levantarse unadocena de veces por culpa de los coyotes. Por mí, seríafenomenal que me relevases, pero te advierto que misguisos son un asco. Darle al abrelatas se me da bastantebien.

-No pueden ser peor que los míos. De verdad, no meimportaría hacerla.

Mantuvieron la noche a raya durante una hora gracias auna lámpara de queroseno y, sobre las diez, Ennismontó a Colilla, un buen caballo para la noche, y sobrela resplandeciente escarcha regresó con las ovejas,llevándose para el día siguiente los panecillos sobrantes,un tarro de mermelada y un jarro de café, dijo que así seahorraría un viaje, no vendría hasta la hora de cenar.

-He matado un coyote al amanecer - le contó a Jack latarde siguiente mientras se salpicaba la cara con aguacaliente, hacía espuma con el jabón y confiaba en que ala navaja le quedase filo; Jack, entretanto, pelaba patatas- o el muy hijo de puta, con los huevos grandes comomanzanas; apuesto a que se habría llevado a un puñadode corderos. Parecía capaz de tragarse un camello.¿Quieres un poco de agua caliente? Hay de sobra.

-Toda tuya.

Page 11: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

-Bueno, voy a lavarme hasta donde alcance - dijo, sequitó las botas y los vaqueros (ni calzoncillos, nicalcetines, advirtió Jack), y empezó a derramar agua poraquí’ y por allá hasta que el fuego chisporroteó. Sedieron un banquete junto a la hoguera, una lata dejudías por cabeza, patatas fritas y un cuartillo de whiskycompartido, recostados contra un tronco, con las suelasde las botas y los remaches de cobre de los vaqueroscalientes; se pasaban la botella mientras el cielo lavandase vaciaba de color y el aire fresco se escurría hacia latierra, bebían, fumaban cigarrillos, se levantaban detanto en tanto para orinar, un arqueado chorrito que laluz de la hoguera pintaba de destellos, echaban palos alfuego para continuar con su charla, hablaron de caballosy rodeos, de sucesos violentos, fracasos y heridasabiertas, del submarino Thresher que se había ido apique dos meses atrás con toda la tripulación a bordo yde cómo debían de haber sido los últimos minutosfatales, de los perros que ambos habían tenido yconocido, de la leva del ejército, del rancho donde habíanacido Jack y aún vivían su padre y su madre, de lastierras de la familia de Ennis, liquidadas hacía añoscuando murieron sus padres, ahora su hermano mayorvivía en Signal y su hermana casada en Casper.

Jack dijo que su padre había sido un jinete de torosbravos de cierta fama en sus tiempos, pero que siempreguardó para sí sus secretos, nunca le había ofrecido unconsejo ni había ido una sola vez a ver cómo montaba,

Page 12: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

pese a que cuando era un chiquillo lo subía a lomos delos corderos. Ennis dijo que él sólo estaba interesado enmontar cuando uno se mantenía sobre el animal más deocho segundos y de aquello se sacaba algo. Sacar dineroera importante, apostilló Jack, y Ennis tuvo quemostrarse de acuerdo. Respetaban mutuamente susopiniones, felices ambos de contar con un compañeroinesperado.

Ennis, cabalgando contra el viento hacia el aprisco a latraicionera y alcoholizada luz, pensó que en su vida lohabía pasado mejor, se sentía capaz de quitarle el blancoa la luna de un zarpazo.

El verano siguió su curso y trasladaron el rebaño anuevos pastos, cambiaron de campamento; la distanciaentre el aprisco y el nuevo campamento era mayor y lacabalgada nocturna más larga. Ennis montaba relajado,durmiendo con los ojos abiertos, pero las horas quepasaba alejado de las ovejas se alargaban más y más.Jack arrancaba un chirrido zumbón a la armónica, unpoco aplastada por una caída de la espantadiza yeguabaya, y Ennis tenía buena voz, de sonido rasposo; másde una noche interpretaron a su manera algunascanciones.

Ennis sabía la picante letra de “Ruana rojiza”. Jackacometió una canción de Carl Perkins, diciendo a gritopelado “lo que yo di-i-i-go”, pero prefería el melancólico

Page 13: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

himno “Jesús caminando sobre las aguas” aprendido desu madre, que creía en el Pentecostés, y él lo cantaba conla lentitud de una endecha, desencadenando aullidos decoyotes en la lejanía.

-Es demasiado tarde para ir al maldito aprisco - dijoEnnis, borracho como una cuba y a cuatro patas, una fríanoche en que la luna marcaba las dos pasadas. Las rocasdel prado despedían destellos verde blanquecinos y elviento acerado que soplaba sobre la hierba recortaba lasllamas y luego las alborotaba como si fueran amarillascintas de seda. –Voy a coger la manta que te sobra y metumbo aquí fuera, echo un sueñecito y me marcho encuanto amanezca.

-Se te va a congelar el culo cuando se apague el fuego.Será mejor que duermas en la tienda.

-Ni me iba a dar cuenta -pero se fue a la tienda haciendoeses, se quitó las botas y se puso a roncar sobre la lonadel suelo, hasta que despertó a Jack con el castañeteo desus dientes.

-Dios mío, deja de dar la matraca y vente aquí. El catrees bastante grande para los dos - dijo Jack con vozirritada y estrangulada por el sueño. El catre era bastantegrande, bastante cálido, y al poco tiempo habíanahondado considerablemente en su intimidad.

Page 14: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

Ennis se lanzaba a todo gas allí donde fuera, ya setratase de reparar cercas o de gastar dinero, y cuandoJack agarró su mano izquierda y la colocó sobre su peneerecto, no le pareció el sistema. Ennis retiró la manocomo si hubiera tocado fuego, se puso de rodillas, sesoltó el cinturón, se bajó los pantalones, colocó a Jack acuatro patas y, con ayuda de un poco de grasilla y desaliva lo penetró, algo para lo que no necesitaba manualde instrucciones pese a que no lo había hecho nunca. Lohicieron en un silencio tan sólo roto por algún que otroresuello y por el sofocado “me corro” pronunciado porJack; luego fuera, abajo y a dormir.

Ennis despertó en el rojo amanecer con los pantalonespor las rodillas, un dolor de cabeza de primera y Jackadosado a él; sin decir nada ambos sabían cómo iba atranscurrir el resto del verano, al infierno las ovejas. Yasí transcurrió en efecto.

Nunca hablaban de sus relaciones sexuales, dejaban quesucedieran, primero sólo en la tienda de noche, luego aplena luz del día con el potente sol cayendo a plomo, yde noche en el resplandor de la hoguera, deprisa, a lobruto, riendo y resoplando, no sin ruidos, pero sinpronunciar una maldita palabra a excepción de la vezque Ennis dijo: “Yo no soy mariquita” y Jack se apresuróa dejar claro: “Yo tampoco. Es una cosa aislada. Asuntonuestro y de nadie más”. Estaban los dos solos en lamontaña, volando en el aire frío y euforizante,

Page 15: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

contemplando desde las alturas el lomo de los halconesy los faros de los coches que reptaban por la llanura,suspendidos sobre los asuntos cotidianos, lejos de losmansos perros de los ranchos que ladraban en las horasde oscuridad.

Creían ellos que eran invisibles, sin saber que cierto díaJoe Aguirre los había estado observando a través de susprismáticos de 10 x 42 durante diez minutos, en esperade que se abotonaran los vaqueros y Ennis volvierajunto a las ovejas para ir a comunicarle a Jack que sufamilia había llamado diciendo que su tío Harold estabahospitalizado con una neumonía de la que quizá nosaliera. Pero salió de ella, y Aguirre subió de nuevo almonte a darle el recado, clavó en Jack una miradadescarada y no se molestó en desmontar. Cuando llegóagosto Ennis ya había tomado por costumbre pasar todala noche con Jack en el campamento base y, durante unaventosa granizada, las ovejas huyeron hacia el oeste y semetieron entre las de un rebaño de otro terreno.

Hubo entonces cinco días de pesadilla en los que Ennis yun pastor chileno que no hablaba inglés trataron desepararlas, tarea casi imposible dado que las marcas depintura estaban desvaídas y borrosas ya al final de latemporada. Incluso cuando el número de ovejascoincidió, Ennis supo que estaban revueltas. Tenía lainquietante sensación de que todo estaba revuelto. Las

Page 16: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

primeras nieves cayeron pronto, el trece de agosto, unacapa de treinta centímetros que no tardó en fundirse.

La semana siguiente Joe Aguirre mandó recado de quebajaran del monte, otra tormenta mayor se aproximabadesde el Pacífico, asi que liaron el petate y descendieroncon el rebaño; los guijarros rodaban a su paso, nubesvioletas avanzaban desde el oeste y el olor metálico de lanieve que iba a caer avivaba su marcha. La montañahervía con demoníaca energía, relumbraba bajo laintermitente luz de las nubes desgarradas, el vientopeinaba la hierba y arrancaba un zumbido bestial a losachaparrados arbolillos que coronaban el bosque y a lasgrietas de las rocas. Mientras bajaban la ladera Ennis sesentía en una caída a cámara lenta, irreversible y decabeza. Joe Aguirre les pagó lo convenido sin apenasabrir la boca. Después de echar un vistazo a lasarremolinadas ovejas con gesto agrio, dijo:

-Algunas de éstas no subieron allí con vosotros.Tampoco el recuento le salió como era de esperar. Lospatanes de los ranchos nunca hacían el trabajo como esdebido.

-¿Vas a volver a hacerlo el próximo verano? -le preguntóJack a Ennis en la calle, ya con un pie en su camionetaverde. El viento soplaba en poderosas ráfagas frías.

Page 17: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

-Tal vez no -un penacho se elevó del suelo nublando elaire con fina arena y Ennis entornó los párpados -Comote he dicho, Alma y yo nos casamos en diciembre. Voy atratar de colocarme en un racho. ¿Y tú? -desvió lamirada de la mandíbula de Jack, amoratada comoconsecuencia del formidable puñetazo que él le habíapegado la víspera.

-Si no me sale al paso nada mejor. He pensado que quizávuelva a casa de mi padre, a echarle una mano eninvierno, y luego tal vez ponga rumbo a Texas enprimavera. Si no me reclutan a la fuerza. -Bueno, nosveremos, supongo.

El viento arrastró por la calle una bolsa vacía decomestibles que fue a engancharse bajo la camioneta. -Claro -dijo Jack, y se estrecharon la mano, se dieron unapalmada en los hombros y luego ya estaban a docemetros el uno del otro y no cabía sino alejarse endirecciones opuestas. Ennis no había recorrido muchomás de un kilómetro cuando sintió como si estuvieransacándole las tripas, un metro con cada estirón. Sedetuvo en la cuneta y, en medio de los remolinos de lanevada, trató de vomitar en vano. Se sentía peor que entoda su vida y hubo de pasar mucho tiempo para queesa sensación se desvaneciera.

En diciembre, Ennis se casó con Alma Beers y amediados de enero ya la había dejado embarazada.

Page 18: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

Consiguió una serie de trabajos pasajeros en diversosranchos y luego se estableció de vaquero en el Hi-Top,del viejo Elwood, al norte de Lost Cabin, en el condadoWashakie. Seguía trabajando allí en septiembre cuandonació Alma segunda, así llamaba a su hija, y eldormitorio conyugal se llenó de olores a sangre rancia ya leche y a caca infantil, y los sonidos eran berridos,succiones y somnolientos quejidos de Alma, todo ellotestimonio de la fecundidad y de la continuidad de lavida para alguien que trabajaba con ganado. Cuando elHi-Top entró en quiebra, se trasladaron a un pisito deRiverton, sobre una lavandería. Ennis se sumó a unacuadrilla que trabajaba en la construcción de laautopista, labor que simplemente toleraba, y los fines desemana trabajaba en el Rafter B a cambio de que ledejaran guardar allí sus caballos.

Nació su segunda hija y Alma quiso quedarse en laciudad cerca de la clínica porque la niña tenía unarespiración asmática.

- Ennis, por favor, dejémonos de malditos ranchossolitarios -le dijo a la vez que se sentaba en su regazo ylo envolvía con sus brazos delgados y moteados depecas -¿Por qué no buscamos casa aquí en la ciudad?

-¿Por qué no? -dijo Ennis, y deslizó la mano bajo lamanga de la blusa de Alma, revolvió el sedoso vello desu axila, luego puso a su mujer en el suelo y subió con

Page 19: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

los dedos desde las costillas hasta el gelatinoso seno,recorrió las redondeces de vientre y rodilla y ascendiópor el interior de la húmeda hendidura que llegabahasta el polo norte o hasta el ecuador, según el rumbo enque te imaginaras que navegabas, se la trabajó hasta queella se estremeció y corcoveó contra su mano, entonces ledio media vuelta e hizo a toda prisa lo que elladetestaba.

Se quedaron a vivir en el pisito, alternativa preferida porEnnis ya que les ofrecía la posibilidad de marcharse encualquier momento.

Llegó el cuarto verano desde la estancia en la montañaBrokeback y en junio Ennis recibió una carta de JackTwist remitida desde su dirección anterior, las primerasseñales de vida en todo aquel tiempo.

Amigo, hace mucho que debería haberte escrito. Espero que tellegue la carta. Me he enterado de que estás en Riverton. Voy apasar por ahí el 24, he pensado pararme a invitarte a unacerveza. Mándame unas líneas si puedes, dime si estás ahí. Ladirección del remite era de Childress, Texas.

Ennis respondió: -claro que sí-, y le envió su dirección deRiverton. La mañana del día señalado fue calurosa ydespejada, pero hacia el mediodía ya se habían instaladounas nubes venidas del oeste empujando ante sí unabrisa tórrida. Ennis, con su mejor camisa puesta, blancacon anchas rayas negras, se había tomado el día libre

Page 20: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

porque no sabía a qué hora llegaría Jack y se paseabaarriba y abajo, mirando el cate pálido de polvo. Almacomentó que hacía tanto calor que en lugar de cocinarpodían llevar a cenar a su amigo al Knife & Fork si esque encontraban a alguien que les cuidara a las niñas,pero Ennis dijo que más bien se llevaría a Jack aemborracharse por ahí. Jack no era de los que van arestaurantes, añadió, pensando en las cucharas suciassobresaliendo de las latas frías de judías en equilibrioinestable sobre un tronco.

A última hora de la tarde, cuando los truenos rugían, lavieja camioneta verde aparcó y Ennis vio a Jackapeándose, con el baqueteado Resistol echado haciaatrás. Una sacudida caliente puso en ebullición a Ennis,que salió al descansillo y cerró la puerta tras de sí. Jacksubía los escalones de dos en dos. Se agarraron por loshombros y se abrazaron con todas sus fuerzas,cortándose mutuamente la respiración a la vez quedecían -hijo de puta, hijo de puta-, y luego, con la mismafacilidad con que la llave adecuada hace girar la guardade una cerradura, sus bocas se juntaron, los durosdentarrones de Jack hicieron brotar sangre, su sombrerocayó al suelo, se raspaban con sus incipientes barbas, lalíquida saliva se acumulaba, y la puerta se abrió y Almaobservó durante unos segundos los hombros en tensiónde Ennis y luego cerró la puerta mientras los hombresaún seguían enlazados, apretados uno contra otro,pecho, entrepierna, muslo y pierna, pisándose

Page 21: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

mutuamente los dedos de los pies hasta que sesepararon para tomar aliento y Ennis, a quien no se ledaban muy bien las ternuras, dijo lo mismo que decía asus caballos y a sus hijas, “cariñito”.

La puerta volvió a entreabrirse y en la estrecha franja deluz apareció Alma. ¿Qué podía decirle? -Alma, éste esJack Twist; Jack, Alma, mi mujer -su pecho subía ybajaba. Percibía el aroma de Jack", aquel olorintensamente familiar a cigarrillos, a almizcleño sudor yuna tenue fragancia a hierba, y con ella los golpes de fríode la montaña- o Alma –dijo-, Jack y yo llevamos cuatroaños sin vernos -como si eso fuera un buen motivo.

Le consolaba que el descansillo estuviera apenasiluminado, pero no trató de volverse para que ella no loviera.

-Claro -dijo Alma en voz baja. Había visto lo que habíavisto. A sus espaldas, la ventana parecía una blancasábana ondulando en el viento a la luz de la sala y lanena lloraba.

-¿Tienes una niña? -dijo Jack. Su mano temblorosa rozóla malla de Ennis y una descarga eléctrica crepitó entreellos.

-Dos niñas pequeñas -dijo Ennis-. Alma segunda yFrancine. Las quiero a rabiar -Alma torció la boca. -Yo

Page 22: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

tengo un niño -dijo Jack-. De ocho meses. ¿Sabes qué?,me he casado con una chiquita preciosa de Texas allí enChildress... Lureen... Por la vibración de la tabla delsuelo sobre la que estaban ambos Ennis notó el fuertetemblor de Jack.

-Alma –dijo-, Jack y yo vamos a salir a tomar un trago. Alo mejor no vuelvo esta noche si nos ponemos a beber ya charlar.

-Claro -dijo Alma, y sacó de su bolsillo un billete de undólar. Ennis adivinó que le iba a pedir que le compraraun paquete de tabaco para obligado a volver antes.

-Me alegro de conocerla -dijo Jack, trémulo como uncaballo deslomado.

-Ennis... -dijo Alma con voz afligida, que no hizoaminorar el paso de Ennis escaleras abajo.

-Alma -le respondió-, si quieres fumar encontraráscigarrillos en el bolsillo de la camisa azul que está en eldormitorio.

Se alejaron en la camioneta de Jack, compraron unabotella de whisky y en menos de veinte minutos estabameneando una cama en el motel Siesta. Unos cuantospuñados de granizo repiquetearon contra la ventanaseguidos de lluvia y de un escurridizo viento que

Page 23: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

sacudió entonces y a lo largo de toda la noche la puertacon el pestillo sin echar que daba a la habitacióncontigua. La habitación apestaba a semen, humo, sudory whisky, a moqueta vieja y heno rancio, a cuero de sillade montar, excrementos y jabón barato. Ennis estabatumbado con los brazos desplegados cual alas de águila,agotado y húmedo, respirando profundamente, todavíamedio tumescente; Jack exhalaba enérgicamente nubesde humo como surtido de ballena, y de pronto dijo:

-Dios, debe de ser tan jodidamente maravilloso todo eltiempo que pasas montando a caballo. Tenemos quehablar de esto. Juro por dios que no sabía que íbamos ameternos en esto otra vez...

- bueno, sí. Por eso estoy aquí. Vaya si lo sabía. Hevenido escopeteado, no veía el momento de llegar.

-No sabía dónde coño estabas -dijo Ennis-. Cuatro años.A punto de renunciar a ti. Suponía que no me habíasperdonado lo del puñetazo.

-Amigo -dijo Jack-, estaba en Texas, dedicado a rodeos.Así fue como conocí a Lureen. Mira lo que hay en lasilla. Ennis vio el resplandor de una hebilla sobre elrespaldo de la mugrienta silla naranja.

-¿Montas toros?

Page 24: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

-Sí. Aquel año gané tres mil dólares de mierda. Memoría de hambre. Mis compañeros tenían que prestarmetodo menos el cepillo de dientes. Me pasaba la vidarecorriendo Texas. La mitad del tiempo metido bajo lajodida camioneta para repararla. Pero nunca pensabaque iba a perder. ¿Y Lureen? Ahí tengo una mina. Supadre está forrado. Vende maquinaria agrícola. Claroque Lureen no ve ni centavo, y el viejo me odia a muerte,así que de momento lo tenemos difícil, pero uno de estosdías...

-Si te lo propones lo lograrás. ¿No te reclutaron en elejército? Los truenos retumbaban remotos por el este,alejándose de ellos entre rojas guirnaldas de luz.

-No les valdría para nada. Tengo unas vértebrasaplastadas. Y una fractura de esfuerzo, este hueso delbrazo, ya sabes que durante los rodeos siempre hay queestar separándolo bien del muslo... la fractura empeoracada vez que lo haces. Aunque te lo vendes fuerte lo vasrompiendo poquito a poco. Y te aseguro que luego duelea rabiar. Me rompi una pierna. Por tres sitios. Me caí deun toro, un monstruo de mucha alzada, le bastaron tressegundos para derribarme y luego me persiguió, y ya teimaginarás que era más rápido que yo. Tuve suerte. Aun amigo mío le midieron el nivel de aceite con uncuerno y no lo contó. Lesiones no me faltan, putascostillas rotas, esguinces y contusiones, roturas deligamentos. Ya ves, las cosas han dejado de ser como en

Page 25: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

tiempos de mi padre. Ahora son tipos con dinero quevan a la universidad, atletas entrenados. Hoy día hayque tener pasta para dedicarse a los rodeos. El viejo deLureen no aflojaría ni un centavo, menos en cierto caso.Y ya me conozco bastante bien la historia para saber quenunca voy a ser de los grandes. Y hay más razones. Lovoy a dejar ahora que todavía puedo andar.

Ennis llevó la mano de Jack a su boca, dio una calada alcigarrillo, exhaló. -Yo te veo bien entero, te lo aseguro.¿Sabes una cosa?, he pasado mucho tiempo tratando deaveriguar si era... y sí que no lo soy. Y sino mira cómoestamos, los dos con familia, ¿o no? y me gusta hacerlocon las mujeres, pero, qué coño, no se puede nicomparar. Nunca se me ha pasado por la cabeza hacerlocon otro hombre, pero sí me la he roto cien vecespensando en ti. ¿Tú lo haces con otros? ¿Jack?

-No, joder -dijo Jack, sin reconocer que él sí había estadomontando algo más que toros. - Los dos lo sabemos. Esamontaña nos enganchó bien enganchados y es evidenteque no lo hemos superado. Tenemos que pensar quécoño vamos a hacer ahora.

-Aquel verano -dijo Ennis-, cuando nos separamosdespués de que nos dieran la paga, me entraron unosretortijones tan fuertes que paré el coche y traté devomitar creía que había comido algo en mal estado en el

Page 26: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

sitio ese Dubois. Tardé todo un año en descubrir que elmotivo era que no debería haberte perdido de vista.

- A buenas horas lo descubrí, amigo -dijo Jack-. Estamosmetidos en un lío de mucho cuidado. Tenemos quepensar qué vamos a hacer.

-Dudo mucho que haya nada que hacer -dijo Ennis-. Yasabes, Jack, que en estos años me he construido otravida. Quiero mucho a mis hijitas. ¿Y Alma? No es culpasuya. Tú tienes a tu niño y a tu mujer, la casa de Texas.Tú y yo no podemos llevar una vida decente si lo que hapasado allí -señaló con la cabeza en dirección a su casa-nos pega así de fuerte. Si lo hacemos donde no debemos,somos hombres muertos. En esto no hay riendas quevalgan. Me da un miedo de muerte.

-Tengo que contarte, amigo, que aquel verano puede quenos viera alguien. El año siguiente volví por allí en julio,pensando en hacer el mismo trabajo otra vez, pero no lohice, en lugar de eso me largué a Texas; Joe Aguirreestaba en la oficina, y va y me dice, -Por lo vistoencontrasteis un buen entretenimiento para pasar eltiempo ahí arriba ¿no es así?-, y yo me quedé mirándolo,pero al salir vi un par de prismáticos de tamaño naturalcolgando junto a la ventana de atrás. No quiso añadirque el capataz se había recostado en su rechinantemecedora de madera y había dicho: ¡Twist, no os paguépara que dejarais que los perros hicieran de niñera de las

Page 27: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

ovejas mientras vosotros cortabais florecillas! y se habíanegado a contratarlo de nuevo. Prosiguió— así-: Sí, esepuñetazo que me pegaste me sorprendió. No podíaimaginar que eras de los que dan golpes bajos.

-Yo voy detrás de mi hermano K E., que me saca tresaños, y me molía a palos todos los días. Mi padre sehartó de verme llegar berreando y cuando tenía unosseis años me dijo que me sentara y me dice: -Ennis,tienes un problema, y si no lo arreglas va a seguir igualhasta que cumplas los noventa y K E. los noventa y tres-.

–Ya-, digo yo, -es que él es más grande-. Y mi padre dice:

-Tienes que pillarle por sorpresa, no le digas nada, hazleun poco de daño, retírate rápido y repítelo hasta quecapte el mensaje. Hacer daño a alguien es la mejormanera de que te escuche-. Y eso fue lo que hice. Lepescaba en el cobertizo, le saltaba encima en lasescaleras, me acercaba a él de noche, cuando estabadormido, y le daba lo suyo. Funcionó en cosa de dosdías. Desde entonces K E. nunca más me dio problemas.La lección fue, no digas nada y soluciónalo deprisa.

Un teléfono sonó en la habitación contigua, sonó y sonóy se detuvo de golpe a media llamada.

-A mí no volverás a pillarme -dijo Jack-. Oye, estoypensando una cosa, tú y yo podríamos tener un ranchito

Page 28: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

juntos, un pequeño rebaño de vacas y terneros, tuscaballos, sería una vida agradable. Ya te he dicho que mevoy a retirar de los rodeos. No soy un jinete picha floja,pero me falta pasta para salir de la ruina en la que estoymetido y me faltan huesos para seguir rompiéndomelos.He pensado en todo, tengo un plan, Ennis, sobre cómopodemos hacerla, tú y yo. El viejo de Lureen, apuesto loque sea a que me soltará la tela con tal de perderme devista. Más o menos ya me lo ha dicho... -Para el carro.Eso no puede ser.

- Es imposible. No puedo dejar lo que tengo, estoyatrapado en mi propio lazo. No puedo escaparme. Jack,no quiero ser como esos tipos a los que a veces se ve porahí. No quiero que me maten. En mi pueblo había un parde viejos que llevaban un rancho entre los dos, Barl yRich... mi padre siempre soltaba alguna guasa cuandolos veía. Eran el pitorreo general aunque ya tenían susaños. Yo era un chaval de nueve cuando encontraron elcadáver de Barl en una acequia. Lo habían machacadocon el gato de un coche, le clavaron un gancho y learrastraron por el pito hasta que se lo arrancaron, noquedaba más que un amasijo de sangre. Y los golpes conel gato lo dejaron como si le hubieran chafado tomatesquemados por todo el cuerpo, la nariz despachurradadespués de haber barrido el suelo.

-¿Y tú lo viste? -Mi padre me obligó. Me llevó a verlo.Por lo de K. E. y yo. A mi padre le hizo gracia el

Page 29: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

espectáculo. Cuernos, hasta puede que fuera obra suya.Si levantara la cabeza, la asomara por esta puerta ahoramismo, ten por seguro que iría a buscar el gato de sucoche. ¿Dos tíos viviendo juntos? Qué va. Lo único quese me ocurre es que nos veamos de vez en cuando enalgún lugar perdido en el quinto demonio.

-¿Cuándo es de vez en cuando? -dijo Jack-. ¿Una putavez cada cuatro Años?

-No -dijo Ennis, absteniéndose de preguntar quién teníala culpa de eso- Estoy jodidísimo de que te vayas por lamañana y yo vuelva a trabajar. Pero cuando algo notiene remedio, hay que fastidiarse –dijo-

- Mierda. He estado mirando a la gente por la calle. ¿Lepasa esto a otras personas? ¿Qué coño hacen los demás?-En Wyoming no pasa, y si pasa yo qué sé qué hacen,irse a Denver, quizá -dijo Jack a la vez que seincorporaba y daba la espalda a Ennis-, y me importa uncarajo. Me cago en diez, Ennis, cógete un par de díaslibres. Ahora mismo. Vámonos de aquí. Echa tus trastosen la parte trasera de mi camioneta y larguémonos a laMontaña.

Un par de días decía mi nota, todavía atada al hilo, queno había tocado el agua en su vida, y como si la palabra“agua” hubiera sido una llamada a su prima doméstica,Alma abrió el grifo y enjuagó los platos.

Page 30: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

-Eso no significa nada.

-No mientas, no trates de engañarme, Ennis. Sé muybien qué significa. ¿Jack Twist? Jack Marrano. Tú y él...Se había metido en terreno vedado.

Ennis la agarró por la muñeca; saltaron lágrimas, unplato se estrelló contra el suelo.

-Cállate -le dijo-. No te metas donde no te llaman. Tú nosabes nada de eso.

–Voy a llamar a gritos a Bill.

-Adelante, grita todo lo que quieras. Pega un puto grito.Le haré tragarse el puto suelo y a ti también.

Le retorció otra vez la muñeca dejándola con la pulseraal rojo vivo, se puso el sombrero echado hacia atrás ysalió pegando un portazo. Esa noche fue al bar Black andBlue Eagle, se emborrachó, se enzarzó en una peleabreve y traicionera y se fue. Pasó mucho tiempo sintratar de ver a las niñas, pensando que ya lo buscaríanellas cuando tuvieran el buen sentido y los añosnecesarios para irse de casa de Alma. Ya no eranhombres jóvenes con toda la vida por delante. Jackestaba más metido en carnes por los hombros y lasnalgas, Ennis seguía tan enjuto como un poste de

Page 31: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

tendedero y se paseaba con botas desgastadas, vaquerosy una misma camisa tanto en verano como en invierno,añadiendo un chaquetón de lona a su indumentaria enlas épocas de frío.

Un tumor benigno le había desplomado un párpadosobre el ojo, tenía la nariz ganchuda por una fracturaque había soldado así. Año tras año continuaronrecorriendo prados alto cuencas fluviales, cargando lospertrechos a lomos de sus caballerías en ]a cordillera BigHorn, los montes Medicine Bow, las estribacionesmeridionales de las Gallatin, las montañas Absaroka, lasGranite, las Owl Creek, la sierra de Bridger-Teton, losmontes Freezeout y los Shirley, los Ferris y losRattlesnake, la cordillera de Salt River, se adentraronuna y otra vez en los montes Wind River, en SierraMadre, en Gros Ventre, en las Washakie y las Laramie,pero nunca regresaron a la montaña Brokeback.

Entretanto, el suegro de Jack falleció en Texas y Lureen,que heredó el negocio de maquinaria para granjas,demostró grandes dotes de gestora e implacablenegociadora. Jack se encontró con un ambiguo cargoejecutivo que lo llevaba a visitar ferias de ganado y demaquinaria agrícola. Ahora tenía algún dinero y siempreencontraba la manera de gastarlo durante sus viajes denegocios. Un leve acento tejano sazonaba sus frases. Sehizo limar los dientes frontales y cubrirlos con coronas yremató la faena dejándose un espeso bigote.

Page 32: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

En mayo de 1983 Ennis y Jack pasaron unos cuantos díasgélidos en una serie de pequeños lagos de alta montaña,sin nombre y rodeados de hielo, luego continuaron rutahacia la cuenca del río Hail Strew. Hacía un hermoso díamientras ascendían la ladera, pero las márgenes de lasenda estaban encharcadas y se desprendían. Sedesviaron por una sinuosa cortada llena de barrollevando por las riendas a los caballos entre quebradizosramajes; Jack, con la misma pluma de águila en su viejosombrero, alzaba la cabeza en el caluroso mediodía paraaspirar el aire embalsamado por la resina de los pinos, lareseca alfombra de pinocha y las piedras calientes, elolor acre de las bayas de enebro aplastadas bajo loscascos de los caballos. Ennis, que tenía buen ojo para eltiempo, avizoró por el oeste posibles cúmulos calientesen un día como aquel, pero el nítido azul era tanprofundo, dijo Jack, que incluso podría ahogarsemirando hacia arriba. Sobre las tres desembocaron porun estrecho desfiladero en la vertiente sur oriental,donde el poderoso sol de primavera había tenidooportunidad de dejar su huella, y descendieron por latrocha que se extendía ante ellos sin gota de nieve.Alcanzaban a oír el murmullo del río, como el traqueteode un tren en la lejanía. Veinte minutos más de camino ysorprendieron a un oso negro en lo alto de un terraplénjunto al que pasaban; estaba volteando un tronco enbusca de larvas y el caballo de Jack se espantó y reculó,

Page 33: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

Jack gritaba: -¡SOO! ¡SOO!- mientras el bayo de Enniscaracoleaba y relinchaba sin llegar a encabritarse.

Jack cogió el 30 - 30 pero no fue necesario; el oso,sobresaltado, se internó a toda prisa en el bosque, con untrote desgarbado que creaba la impresión de que estabacayéndose a pedazos.

El río, de color de té, fluía poderoso con el agua deldeshielo, una bufanda de espuma en torno a cada rocaque sobresalía de la corriente, los remansos y pozasdesbordándose. Los sauces de ramas acres oscilabanrígidos, las candelillas cargadas de polen como huellasdigitales. Abrevaron los caballos y Jack echó pie a tierray sumergió la mano ahuecada en las heladas aguas,gotas cristalinas se escurrieron entre sus dedos, su bocay su barbilla relucían mojadas.

-Vas a pillar la fiebre del castor si haces eso -dijo Ennis, yluego continuo - Este sitio está bien -mirando la llanamargen donde dos o tres círculos de piedras dabantestimonio de antiguos fuegos de campamento decazadores. Una ladera cubierta de hierba se elevabadesde la ribera al abrigo de un bosquecillo de pinos.Había madera seca en abundancia.

Montaron el campamento sin apenas hablar, ataron loscaballos a estacas clavadas en el prado. Jack rasgó elprecinto de una botella de whisky, pegó un trago largo y

Page 34: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

cálido, exhaló enérgicamente, dijo: -ésta es una de lasdos cosas que me hacen falta ahora mismo -enroscó eltapón y le lanzó la botella a Ennis.

La tercera mañana aparecieron las nubes que Ennisesperaba, un frente gris que avanzaba vertiginosamentedesde el oeste, oscura franja precedida por rachas deviento y pequeños copos. Al cabo de una hora quedóreducido a esponjosa nieve primaveral que formó unapesada capa húmeda. El frío se recrudeció al anochecer.Jack y Ennis se pasaban un porro, con la hogueraencendida hasta altas horas; Jack, inquieto ymaldiciendo el frío, atizaba las llamas con un palo y noparó de dar vueltas al botón de sintonización deltransistor hasta que las pilas se gastaron. Ennis dijo quehabía estado tirándose a una mujer que trabajaba amedia jornada en el bar Wolf Ears de Signal donde élestaba ahora empleado en la cuadrilla de vaqueros deStoutamire, pero aquello era caso perdido, la mujer teníaciertos prob1emas de los que Ennis no quería sabernada. Jack dijo que se había metido en una historia conla mujer de un ranchero vecino de Childress, y quellevaba unos meses escabulléndose por las esquinas enespera de que si no era Lureen fuese el marido quien lepegara un tiro. Ennis soltó una risita y dijo queprobablemente se lo tenía merecido. Jack dijo que no leiban mal las cosas pero que a veces echaba tanto en faltaa Ennis que podría pegarle latigazos a un niño de pecho.

Page 35: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

Los caballos relinchaban en la oscuridad más allá delcírculo de luz de la hoguera. Ennis rodeó a Jack con elbrazo, lo atrajo hacia sí, dijo que veía a las niñas una vezal mes, Alma segunda estaba hecha una diecisieteañeratímida que había heredado su tipo larguirucho, Francineera un pequeño manojo de nervios. Jack deslizó la fríamano entre las piernas de Ennis, dijo que estabapreocupado porque su hijo era, sin lugar a duda,disléxico o algo por el estilo, no entendía nada aderechas, ya tenia quince años y apenas sabía leer, él loveía muy claro, pero Lureen, la muy puñetera, seempecinaba en no reconocerlo y hacía como si no pasaranada, se negaba a buscar ni una maldita ayuda. Él notenía ni puta idea de cómo resolverlo. Lureen manejabala pasta y estaba al mando.

-A mí me habría gustado tener un niño -dijo Ennis a lavez que desabrochaba botones-, pero sólo he tenidohijas.

-Yo no quería ni a los unos ni a las otras -dijo Jack-. Peroni una puta vez me han salido las cosas como quería. Elviento nunca sopla a mi favor. Sin levantarse, Jack arrojóleña seca al fuego, del que se alzaron chispas llevándosesus verdades y mentiras, unas cuantas ascuasaterrizaron en sus manos y sus rostros, no era la primeravez, y ellos se revolcaron en el suelo. Había algo quenunca cambiaba: las brillantes explosiones de susinfrecuentes acoplamientos siempre quedaban

Page 36: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

oscurecidas por la sensación de que el tiempo volaba,nunca suficiente tiempo, nunca.

Un par de días después, en un aparcamiento decamiones, con los caballos ya en los remolques, Ennisestaba listo para regresar a Signal y Jack para ir aLightning Flat a visitar a su padre. Ennis se apoyó en laventanilla de Jack y dijo lo que llevaba toda la semanaposponiendo decir, que probablemente no podríaescaparse hasta noviembre, después de que hubieranencajonado los terneros y antes de que tuvieran queempezar a echarles pienso a los animales en invierno.

-Noviembre. ¿Qué demonios ha pasado con agosto? Yasabes que dijimos que en agosto, nueve o diez días.¡Dios, Ennis! ¿Por qué no me lo has dicho antes? Hastenido toda la puta semana para comentarlo. ¿Y por quésiempre salimos a helarnos? Hay que hacer algo.Tenemos que ir al sur. Tenemos que ir a México algúndía.

-¿México?

- Jack, ya me conoces. Mis viajes han consistido comomucho en dar vueltas a la cafetera buscando el asa. Ytodo agosto me toca manejar la empacadora, eso es loque pasa con agosto. Anímate, Jack. En noviembrepodremos ir de caza, cobrar un hermoso alce. Voy a ver

Page 37: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

si Don Wroe me deja otra vez su cabaña. Aquel año lopasamos muy bien.

-Sabes, amigo, esta jodida situación es de lo másdesagradable. Antes nunca tenías problemas para venira verme. Ahora es como pedir audiencia al Papa.

-Jack, tengo que trabajar. En los viejos tiempos siempredejaba colgados los trabajos. Tú tienes una mujer condinero, un buen trabajo. Te has olvidado de cómo sevive cuando se está siempre sin blanca. ¿Has oído hablarde la pensión en concepto de alimentos? Llevo añospagándola y aún me quedan muchos por delante.Permíteme que te diga que esta vez no puedo dejar eltrabajo. Ni me dan tiempo libre. Ha sido muy difícilconseguir estos días... algunas vacas siguen de parto. Noes momento para marcharse. Eso no se hace. Stoutmirees de los que montan broncas y me montó una buenapor tomarme una semana libre.

No le faltaba razón. Seguramente no habrá podidodormir ni una noche desde que me marché. El trato fueque a cambio trabajaría en agosto.

- ¿Se te ocurre algo mejor? -En su momento se meocurrió -lo dijo con tono resentido y acusador. Sinreplicar, Ennis se enderezó despacio, se frotó la frente;un caballo pateó el suelo dentro del remolque. Ennis sedirigió a su camioneta, posó la mano en el remolque,

Page 38: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

dijo algo que sólo los caballos oyeron, dio media vueltay regresó pausadamente.

-¿Has estado en México, Jack?

-como México no había nada. Eso había oído decir. Conesto Ennis estaba cortando la alambrada y arriesgándosea que le pegaran un tiro por traspasar el límiteestablecido.

-Pues sí, qué coño, he estado en México. ¿Algúnproblema? -tantos años preparado para un ataque quellegaba tarde y a destiempo. -Tenía que decírtelo algunavez, Jack, y va en serio.

Lo que no sé -dijo Ennis-, todas esas cosas que no sé,podrían costarte la vida si llegara a enterarme de ellas.

-¿Y a ti qué te parece esto? -replicó Jack-, sólo te lo voy adecir una vez. ¿Quieres que te diga una cosa?,podríamos haber vivido muy bien juntos,cojonudamente bien. Pero tú no quisiste, Ennis, así queahora nos queda la montaña Brokeback. Todo se basa eneso. Es todo lo que tenemos, tío, ésa es la puta verdad, yespero que te enteres de una vez por todas aunquenunca te enteres de lo demás. Cuenta las veces que noshemos visto en estos malditos veinte años. Mide lacorrea con la que me tienes atado muy corto, y luegopregúntame sobre México, y luego dime que me vas a

Page 39: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

matar por necesitar algo que casi nunca me das. Notienes ni puta idea de lo mal que se pasa. Yo no soycomo tú. No me bastan un par de polvos de altamontaña una o dos veces al año. Me tienes destrozado,Ennis, hijo de la gran puta. Ojalá supiera cómo dejarte.

Todo lo que no se habían dicho durante años y ya no sepodían decir, confesiones, declaraciones, vergüenzas,culpas, miedos, se alzó entre ellos como enormes nubesde vapor de un manantial de aguas termales en invierno.Ennis se quedó como si le hubieran atravesado elcorazón de un tiro, el rostro grisáceo y con las arrugasmuy marcadas, una mueca en los labios, los párpadosatornillados, los puños apretados, las piernas cediendo,cayó de rodillas en el suelo.

-Dios -dijo Jack-. ¿Ennis?

Pero sin darle tiempo a salir de la camioneta, mientrastrataba de adivinar si había sido un infarto o undesbordamiento de cólera incendiaria, Ennis se puso enpie y, tal como una horquilla se desdobla para abrir lacerradura de un coche y luego se devuelve a su formaoriginal, se las arreglaron para tensar la situación ydejarla casi como estaba antes, porque lo que se habíandicho no era ninguna novedad. Nada terminaba, nadacomenzaba, nada resuelto.

Page 40: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

Lo que Jack recordaba, y anhelaba con un ansia que noestaba en su mano dominar ni comprender, era aquellaocasión en el remoto verano de la Brokeback en queEnnis se le acercó por detrás y lo estrechó entre susbrazos, aquel abrazo silencioso que satisfizo un hambrecompartida y asexuada. Permanecieron así largo ratofrente a la hoguera, rojizas tajadas de luz incandescentey danzarina, las sombras de sus cuerpos como una solacolumna sobre la roca. Los minutos pasaban medidospor el tictac del redondo reloj que Ennis llevaba en elbolsillo, por los palos que se transformaban en ascuas enel fuego. Las estrellas rasgaban las onduladas capas decalor sobre el fuego. Ennis respiraba pausada,reposadamente, tarareaba, se balanceaba apenas a la luzchispeante, y Jack se reclinó sobre los regulares latidosde su corazón, las vibraciones del canturreo como unleve zumbido eléctrico, y así de pie, se hundió en unsueño que no era sueño sino algo diferente, extasiadoarrobamiento, hasta que Ennis, rescatando de lostiempos infantiles previos a la muerte de su madre unafrase oxidada pero todavía en buen uso, dijo: -Llegó lahora de recogerse en la cuadra, vaquero. Tengo quemarcharme. Vamos, estás durmiendo de pie como uncaballo -y zarandeó a Jack, le dio un empujón y se alejóen la oscuridad. Jack oyó temblar sus espuelas mientrasmontaba, la frase ¡nos vemos mañana!, el resoplidoestremecido del caballo, los cascos rechinando sobre lapiedra. Tiempo después, el somnoliento abrazo cristalizóen su memoria como el único momento de sencilla y

Page 41: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

mágica felicidad en sus vidas separadas y difíciles. Nadalo empañó, ni siquiera saber que Ennis no lo habíaabrazado cara a cara en aquel momento porque noquería ver ni sentir que era Jack a quien tenía en losbrazos. Y quizá, pensaba Jack, nunca habían llegadomucho más lejos. Déjalo estar, déjalo estar.

Ennis no supo del accidente hasta varios meses después,cuando la postal que había enviado a Jack diciendo quenoviembre seguía pareciendo su primera oportunidad lefue devuelta con la palabra FALLECIDO estampadaencima.

Marcó el teléfono de Childress de Jack, algo que antessólo había hecho una vez, cuando Alma se divorció deél, y Jack había interpretado mal el motivo de la llamaday había recorrido casi dos mil kilómetros de carreterasrumbo al norte para nada. Esta vez todo saldría bien,Jack cogería el teléfono, tenía que cogerlo él. Pero no lohizo. Fue Lureen quien contestó diciendo: -¿Quién?¿Quién es?-, y cuando él se lo repitió, ella dijo con vozserena: "Sí, Jack estaba hinchando una rueda pinchadade la camioneta en un camino vecinal y la rueda estalló.Por lo visto la válvula estaba estropeada, y la fuerza dela explosión lanzó la llanta contra su cara, le rompió lanariz y la mandíbula y le dejó inconsciente tirado bocaarriba. Cuando pasó alguien por allí ya se había ahogadoen su propia sangre - No, pensó Ennis, lo machacaroncon un gato. -Jack hablaba mucho de ti -dijo Lureen-.

Page 42: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

Eres su compañero de pesca o de caza, lo sé. Te habríacomunicado la noticia, pero no estaba segura de cómo tellamabas ni de tu dirección. Jack guardaba la mayoría delas direcciones de sus amigos en la memoria. Fue unaccidente espantoso. Sólo tenía treinta y nueve años.

La formidable tristeza de las llanuras norteñas se abatiósobre él. No sabía si había sido de una manera o de otra,si el gato de un coche o un auténtico accidente, la sangretaponando la garganta de Jack y nadie en losalrededores para darle la vuelta. Bajo el zumbido delviento oyó el acero chocando contra el hueso, elestrepitoso golpe del cerco metálico de un neumático.

-¿Está enterrado ahí? -quería maldecirla por haberdejado que Jack muriera en un camino de tierra. Lavocecita tejana se deslizó por el hilo. -Hemos colocadouna lápida. Jack solía decir que quería que lo incineraseny esparcieran sus cenizas en la montaña Brokeback. Yono sabía dónde estaba. Así que lo incineraron,cumpliendo su voluntad, y, como te he dicho, hemosenterrado aquí la mitad de sus cenizas, y la otra mitad sela enviamos a su familia. Yo pensaba que la montañaBrokeback estaba cerca del lugar donde se crió. Peroconociendo a Jack, tal vez era un sitio imaginario dondecantan las aves del paraíso y hay un manantial dewhisky.

Page 43: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

-Un verano estuvimos pastoreando un rebaño de ovejasen la Brokeback -dijo Ennis. La voz le salía a duraspenas.

-Vaya, pues él decía que era su sitio. Yo suponía quequería decir el mejor sitio para emborracharse. Que ahíse dedicaba a beber whisky. Jack bebía mucho.

-¿Siguen viviendo sus padres en Lightning Hat?

-Sí, claro. Y seguirán ahí hasta que se mueran. Yo no losconozco. No vinieron al entierro. Puedes ponerte encontacto con ellos. Supongo que les gustará que secumplan los deseos de su hijo. No cabía duda, Lureen semostraba cortés pero su vocecita era fría como la nieve.

La carretera de Lightning Flat atravesaba un paisajedesolado, una docena de ranchos abandonadossalpicaban la llanura a largos intervalos, casas de ojosvacíos entre las malas hierbas, cercas desmoronadas decorrales. En el buzón ponía John C. Twist. El rancho eraun terreno pequeño y escuálido, medio invadido defrondosas euforbiáceas. El rebaño estaba demasiadolejos para que Ennis pudiera apreciar su estado, sóloalcanzó a ver que eran ejemplares negros de pelo corto.Un porche recorría toda la fachada de la minúscula casaestucada, de dos habitaciones arriba y dos abajo. Ennisse sentó a la mesa de la cocina con el padre de Jack. Lamadre de Jack, regordeta y cautelosa en sus

Page 44: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

movimientos como si estuviera reponiéndose de unaoperación, dijo: -Querrás tomar un café, ¿verdad? ¿Untrocito de tarta de cerezas?

-Gracias señora, tomaré una taza de café, pero en estemomento no soy capaz de comer tarta.

El viejo guardaba silencio, las manos enlazadas sobre elmantel de hule, y miraba fijamente a Ennis con unaexpresión airada y perspicaz. Ennis reconoció en él a esegénero no infrecuente de hombres que necesitan a todacosta ser el pato que manda en el estanque. No lograbaver gran parecido entre Jack y cualquiera de ellos,respiró hondo.

-Lo de Jack me ha afectado muchísimo. No sé ni cómodecir cuánto me ha afectado. Lo conocía de toda la vida.He venido a decirles que si quieren que lleve sus cenizasa la Brokeback como su mujer dice que él lo deseaba,para mí será un honor.

Hubo un silencio. Ennis carraspeó pero no dijo nadamás.

El viejo dijo: -¿Quieres que te diga una cosa?, yo tambiénsé dónde está la montaña Brokeback. El muy jodido secreía demasiado especial para que lo enterrásemos en latumba de la familia. Haciendo caso omiso de esa salida,la madre de Jack dijo: -Venía a casa todos los años,

Page 45: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

incluso después de casarse y establecerse en Texas, ydedicaba una semana a echar una mano a su padre conel rancho, reparar los portones, segar, un poco de todo.He conservado su habitación tal como estaba cuando erapequeño y creo que a él le gustaba así. Sube a verla siquieres, por favor.

-No consigo que nadie venga a ayudarme aquí arriba -gruñó el viejo-. Jack siempre decía: ¡Ennis del Mar!,siempre decía: “Un día de estos voy a traerlo por aquí yentre los dos vamos a poner el maldito rancho enforma”. Estaba rumiando la idea de que los dos osinstalarais aquí, ibais a construir una cabaña de troncosy a ayudarme a llevar el rancho y a levantarlo. Luego,esta primavera tenía otro amigo con el que iba a veniraquí, a construirse una casa y echar una mano en elrancho, no sé qué ranchero vecino suyo de Texas. Iba asepararse de la mujer y a volver aquí. Eso decía. Perocomo la mayoría de las ideas de Jack, se quedó en idea.

Ahora Ennis sabía que había sido el gato de cambiar larueda.

Se levantó, dijo: -Claro que me gustaría ver la habitaciónde Jack-, recordó una de las anécdotas que Jack contabade su padre. Jack tenía el prepucio recortado y el viejono; diferencia anatómica que el hijo había descubiertodurante una terrible escena y que le preocupaba.Tendría unos tres o cuatro años, según le había contado

Page 46: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

a Ennis, y siempre llegaba demasiado tarde al retrete,peleándose con los botones, con la taza, con la altura delaparato, y la mayoría de las veces todo el suelo sequedaba salpicado. Eso hacía refunfuñar al viejo, que enaquella ocasión montó en cólera. - !Dios!, me zurró labadana, me tiró al suelo del baño y me azotó con sucinturón. Creí que me mataba. Luego va y me dice:"¿Quieres enterarte de lo que molesta que esté todomeado? Te lo voy a enseñar", se la sacó y me meóencima, me empapó, luego me tiró una toalla y meobligó a limpiar el suelo, a quitarme la ropa y lavarla enla bañera, a lavar la toalla, y a todas estas yo lloraba amoco tendido y berreaba. Pero mientras me calaba con lamanguera me di cuenta de que él tenía materiales extraque a mí me faltaban. Vi que a mí me habían señaladocon aquel corte, como se marca al ganado con los hierroso recortándole una oreja. Después de aquello fueimposible entenderse con el.

El dormitorio, en lo alto de una empinada escalera consu propio ritmo de ascensión, era minúsculo y asfixiante,el sol de la tarde pegaba fuerte por la ventana del oeste,caía a plomo sobre la estrecha cama infantil pegada a lapared, un escritorio manchado de tinta y una silla demadera; sobre el lecho, un rifle de pequeño calibre en unarmero tallado a mano. La ventana daba a un camino degrava que se desplegaba hacia el sur y a Ennis se leocurrió que hasta que se hizo mayor aquel fue el únicocamino que Jack conocía. Una vetusta fotografía de una

Page 47: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

morena estrella de cine, recortada de alguna revista,estaba pegada a la pared junto a la cama, el tono de lapiel se había vuelto púrpura. Alcanzaba a oír a la madrede Jack dejando correr el agua en el piso de abajo,llenando el hervidor y poniéndolo de nuevo en el fogón,preguntándole algo al viejo con sordina. El armario erauna cavidad de poco fondo recorrida de lado a lado poruna barra de madera y separada del resto de lahabitación por una desvaída cortina de cretona colgadade una cuerda. Dentro del armario, en sendas perchas,dos pares de vaqueros planchados con raya ypulcramente doblados, en el suelo un par dedesgastadas botas de embalador que Ennis creíarecordar. Un saliente de la pared creaba un angostoescondite en el extremo norte del armario y allí, rígidapor haber pendido largo tiempo de un clavo, había unacamisa. La descolgó del clavo. La vieja camisa que Jackusaba en los tiempos de la Brokeback. La sangre seca dela manga era sangre de Ennis, el chorretón que le habíasalido por la nariz la última tarde en la montaña, cuandoJack le había pegado un formidable rodillazo en la narizen pleno fragor de sus descoyuntantes luchas cuerpo acuerpo. Jack había restañado con la manga de su camisala sangre que todo lo bañaba, ellos dos incluidos, pero larestañadura de nada sirvió porque de improviso Ennisse había enderezado y descargado un puñetazo sobre elángel auxiliador tumbándolo entre la aguileña silvestre,con las alas plegadas. La camisa le pareció pesada hastaque descubrió que llevaba dentro otra camisa, las

Page 48: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

mangas cuidadosamente encajadas dentro de la de Jack.Era su propia camisa de cuadros, perdida, según creía él,largo tiempo atrás en alguna maldita lavandería, sucamisa sucia, con el bolsillo desgarrado y sin algunosbotones, robada por Jack y escondida allí, dentro de sucamisa, ambas como dos pieles superpuestas, dos enuna. Apretó el rostro contra la tela, inhaló despacio porla boca y la nariz, queriendo percibir un leve rastro delhumo, la salvia de la montaña y el agridulce tufillo deJack, pero no tenía un aroma real, sólo su recuerdo, lafuerza imaginada de la montaña Brokeback de la quenada quedaba salvo lo que sostenía en las manos. Alfinal, el pato dominante se negó a desprenderse de lascenizas de Jack.

- ¿Quieres que te diga una cosa?, tenemos una tumbafamiliar y ahí es donde lo vamos a enterrar. En pie juntoa la mesa, la madre de Jack les sacaba el corazón a unasmanzanas con un instrumento punzante y dentado. -Vuelve cuando quieras -dijo.

Pegando tumbos por el camino ondulado como tabla delavar, Ennis pasó de largo junto al cementerio ruralvallado con un combado alambre de corral de ovejas,minúsculo cuadrado acotado en la interminable pradera,un puñado de tumbas relucientes de flores de plástico, yél no quería saber que Jack iba a terminar ahí, enterradoen la doliente llanura.

Page 49: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

Pasadas unas cuantas semanas, un sábado Ennis echótodas las mantas de caballo sucias de Stoutamire en latrasera de la camioneta y las llevó al LAVADO DECOCHES Rápido para rociarlas a presión con lamanguera. Una vez guardadas las mantas limpias yhúmedas en la caja de la camioneta, Ennis entró en latienda de regalos de Higgins y se puso a revolver elexpositor de postales.

-Ennis, ¿qué postal andas buscando? -dijo Linda Higginsa la vez que tiraba a la papelera un filtro de caféempapado y marrón.

-Un paisaje de la montaña Brokeback.

-¿Está en el condado Fremont?

-No, está cerca de aquí, al norte.

-No he pedido ninguna de esas. Voy a coger la lista depedidos. Si la tienen, puedo encargarte un centenar.Además, ya tenía que encargar más postales.

-Con una me basta -dijo Ennis.

Cuando llegó -treinta centavos-, Ennis la puso en lapared de su remolque, una chincheta cobriza en cadaesquina, hundió debajo un clavo y colgó la percha dealambre y las dos camisas que pendían de ella. Se echó

Page 50: Brokeback Mountain (En terreno vedado)

atrás y contempló el conjunto a través de algunaslágrimas picantes.

-Jack, te juro... -dijo, pero Jack nunca le había pedido quejurara nada, ni era él mismo dado a jurar. Por aquellaépoca Jack empezó a aparecérsele en sueños, Jack talcomo lo había visto la primera vez, la cabeza cubierta derizos, sonriente, los dientes saltones, hablando delevantar el culo y hacer algo con su vida, pero la lata dejudías que se balanceaba sobre un tronco con un mangode cuchara sobresaliendo también estaba allí, en unaimagen de tebeo de colores chillones que daba a sussueños un regusto de cómica obscenidad. El mango de lacuchara era de ese tipo que podría usarse como gatopara cambiar una rueda. Y a veces Ennis se despertabaapesadumbrado, y otras con la antigua sensación dedicha y liberación; la almohada estaba a veces húmeda,otras veces las sábanas. Había un espacio abierto entre loque sabía y lo que trataba de creer, pero sobre eso nopodía hacer nada, y cuando algo no tiene remedio, hayque fastidiarse.

- Fin.