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  • CRTICA, Revista Hispanoamericana de Filosofa. Vol. 39, No. 117 (diciembre 2007): 87109

    Carlos J. Moya, Moral Responsibility. The Ways of Scepticism,Routledge, Londres/Nueva York, 2006, 233 pp.

    El pausado, slidamente construido, paciente e imaginativo libro deCarlos Moya, Moral Responsability. The Ways of Scepticism [Laresponsabilidad moral. Los caminos del escepticismo], desarrolla unargumento o, como se ver en seguida, una cadena de argumentossobre un argumento sobre cmo entender las atribuciones de res-ponsabilidad y, tras ello, sobre cmo dar cuenta filosfica de la liber-tad de la voluntad. Tendemos naturalmente a pensar que si alguienhace algo forzado por alguna circunstancia (forzado por otra personaque lo amenaza para que haga lo que hace o presionado por unascircunstancias naturales que le imponen algunas elecciones) no actudecimos con la libertad que nos permite alabarlo por lo que hizosi aquello era digno de merecimiento o reprochrselo si, porel contrario, lo era de condena. Las acciones seguimos pensandoen la actitud natural de la vida cotidiana tienen que ser de un tipoespecial y tener determinadas caractersticas para permitirnos sos yotros juicios morales. Si no fueran as, y no tuvieran esas caracters-ticas, suspenderamos nuestras emociones reactivas, modificaramosnuestros juicios y excusaramos su comportamiento y cabra, en algu-nos casos, que nuestra alabanza se trocara en otra cosa o incluso quenuestra condena acabara por ser, por el contrario, aprecio. El queun acto sea susceptible de aprecio o de desprecio moral requiere quequien lo realiz haya actuado con intencionalidad y sin tales constric-ciones que le hubieran impuesto al sujeto esa accin; que esa accin,en definitiva, fuera suya. Parece que nuestras intuiciones respecto acmo juzgamos moralmente se apoyan sobre un cmulo a vecesuna maraa de caractersticas que, en la discusin de la metafsicamoral, han ido decantndose en torno a un complejo de problemascomo son las indicadas y que cabe resumir en dos: la primera seraque la accin no estuviera determinada hasta el punto que cupieradecir que no fuera propia del sujeto; la segunda sealara que unndice de que la accin no fuera as y que fuera susceptible deser materia de juicio moral es que pensemos que el sujeto, por lotanto, pudo actuar de manera distinta de como lo hizo, que tena,como se dice en la jerga, posibilidades alternativas cuando lo hizo.

    Antes de glosar los argumentos de Carlos Moya sobre estas cues-tiones, de resaltar su eficacia y de apuntar una duda final, quisieraesbozar, aunque sea brevemente, qu nos jugamos con estas conside-raciones y el sentido que tiene el tratamiento de la metafsica moral

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    en cuya tarea se enzarza Moya. La discusin de las condiciones bsicasque han de tener las acciones humanas para entrar, por as decirlo,en el mbito de lo moral tiene una larga trayectoria en la filosofaoccidental. Como se recordar, la discusin sobre la voluntariedadde las acciones en el libro III de la tica a Nicmaco es el puntode entrada para el anlisis de la eleccin y la deliberacin que soncaractersticas de las acciones morales y que, para Aristteles, son lasque nos permiten tener a algunas de ellas como virtuosas. La filosofacristiana tendr que darle un giro peculiar a esta reflexin aristotlicay ms a las reelaboraciones estoicas que mudan su terreno dejuego del contexto poltico en el sentido original del trmino alcontexto teolgico de la justificacin de la libertad, y por lo tanto delmerecimiento, una vez que un dios providente y omnisciente entra enjuego. El libro V de La consolacin de la filosofa de Boecio es, enla senda agustiniana, muestra de un detallado tratamiento analticode la libertad amenazada por el azar y el indeterminismo, por unlado, y por la omnisciencia divina (que sera ndice del determinis-mo) por otra, cuyo sentido teolgico modifica, pero no elimina, ladimensin poltica de las atribuciones de responsabilidad, como sepudo ver, de manera explosiva, en el contexto de las discusiones dela Reforma, primero, y de la justificacin del orden social y de laautoridad poltica en la Modernidad, despus.

    Si indico estas cuestiones a las que pudiera aadrseles casi cadacaptulo de la historia de la filosofa es para apuntar que, a pesarde los contextos cambiantes, pareciera haber un ncleo de problemasque recurren, una vez y otra, en nuestros juicios sobre los comporta-mientos humanos que son los que, en un grado cero, tomamos comolos cimientos de los diversos edificios culturales, polticos y filosfi-cos, y para sealar que el diseo de estos edificios y las discusionesque sus diversas facturas reclaman acude recurrentemente a deter-minada comprensin de lo que, con terminologa ya kantiana, pode-mos llamar la metafsica moral o de las costumbres. Los tratamientoscontemporneos de la cuestin han sufrido, no obstante, una extraasuerte acadmica que haramos bien, estimo, en sortear. La suerte, ola mala suerte en este caso, es que la metafsica moral ha parecidoperder su explcita relacin con otras esferas de la racionalidad prc-tica como la filosofa poltica a la que he hecho mencin y sta,por su parte, ha parecido igualmente perder de vista los mencionadosproblemas de fundamento. El resultado no ha sido positivo, estimo,ni para la metafsica moral ni para la filosofa poltica ni, sobre todo,para los juicios morales y polticos que hacemos como ciudadanos ycomo sujetos morales. Ello se percibe no slo en los puntos menores

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    por ejemplo, los terminolgicos (que no me parecen cuestin irre-levante), y lleva a que concepciones filosficas, como el libertarismo,signifiquen cosas absolutamente diversas en esos diversos contextosacadmicos (pinsese en los libertarismos polticos y econmicos yen los libertarismos en la metafsica moral analtica), sino quiztambin en cuestiones ms relevantes, como la que tiene que ver conel tema del libro, las atribuciones de responsabilidad.

    En el ltimo medio siglo hemos visto casos y discusiones, en con-textos histricos especficos (desde los juicios de Nremberg hasta losjuicios a la Junta Argentina, desde las transiciones a la democraciaen Amrica Latina a la Comisin de Verdad y Reconciliacin Sud-africana), en los que las atribuciones de responsabilidad moral yjurdica se han topado con problemas (los de la obediencia debidaen unos casos, los de otras formas de rechazo de las posibilidadesalternativas de accin de los diversos sujetos en otros) que, tal vez,hubieran sido iluminados desde el trasfondo interpretativo de la me-tafsica moral pensemos, por ejemplo, en el rendimiento que unconcepto como el de las emociones reactivas pudiera haber tenidoen el diseo de la comunidad moral que es el sujeto que juzga surelacin con su pasado en los casos que he indicado y que hubie-ran resaltado tambin la urgencia que las discusiones conceptualesmismas revisten. No es esto una crtica al libro de Carlos Moya, sinoa una forma de desarrollo de la disciplina. El taller acadmico yconceptual de la metafsica moral (y de la metafsica moral analtica,en concreto) pierde con frecuencia el sentido de su trabajo cuandoqueda, as, descontextualizado. No es sta una crtica a Moya, porqueen ms de un caso nos ayuda, aunque sea por la va de los ejemplos,en el ejercicio de lectura que hemos de hacer los lectores de este tipode literatura y que tenemos tambin intereses extradisciplinariosen la misma para conectar la discusin conceptual de los funda-mentos, por as llamarla ahora, con los ejercicios de nuestro juiciomoral en nuestros contextos histricos o, en general, en el anlisis delas formas del juicio en contextos prcticos. Tal vez, comprensible-mente, no todo pueda hacerse a la vez y quiz, por ello, el trabajo dellector de las diversas disciplinas sea la paciente reconstruccin de losnexos conceptuales entre ellas. Pero no me parece, en general, unacondicin feliz.

    Parte de esta infelicidad queda paliada, no obstante, cuando losrendimientos tericos de una aproximacin o un libro consiguen losfrutos que ha conseguido el texto de Carlos Moya. Una primera vir-tud que salta a la vista es la capacidad de sntesis de los diversos

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    anlisis contemporneos en cuanto al planteamiento de las condicio-nes en las que atribuimos responsabilidad a un sujeto. Moya realizauna adecuada y precisa cartografa de las diversas posturas de lametafsica moral al respecto y lo hace, adems, desde una discusinoriginal que formula, presenta y discute un argumento escptico enrelacin con la posibilidad de atribuir responsabilidad. Estimo queesta estrategia es importante, porque al poner las cosas difciles paralas atribuciones de responsabilidad hace que no nos las tomemos ala ligera. Ello no slo tiene rendimientos filosficos, como veremos,sino que tambin puede tener otros muy importantes en tiempos defundamentalismos rampantes. Como el mismo Moya indica (p. 164):quienes siguen seriamente los caminos del escepticismo sern msproclives a desarrollar una actitud ms tolerante hacia la debilidad delos seres humanos y a ser ms reticentes a emitir juicios speros sobreellos. Que las intolerancias, todas las intolerancias, tienen en su baserecias certidumbres puede hacerles pensar a los ciudadanos que unaactitud de duda racional ante las propias creencias es condicin deuna vida pblica razonable. Pero, junto a estos rendimientos pblicos,quiz sean importantes, aqu y ahora, los rendimientos filosficos, alos que me vuelvo. El argumento escptico tendra la siguiente forma:

    a. El determinismo es verdadero o no es verdadero.

    b. Si el determinismo es verdadero, la responsabilidad moral noes posible.

    c. Si el determinismo no es verdadero, la responsabilidad moralno es posible

    d. Por lo tanto, la responsabilidad moral no es posible.

    La discusin de estas premisas son las que permiten la cartografade la metafsica moral que antes mencionaba, una cartografa queposee, lo que es muy de alabar, una virtud docente, pues expone lasposiciones y los argumentos de manera ordenada y permite ponerclaridad en lo que se discute. Quisiera resaltar algunos de los rendi-mientos alcanzados en esas discusiones y que se encaminan a mostrarla fortaleza de una posicin escptica as articulada y, con ella, laposibilidad final de un argumento filosfico que quisiera quitarle suestatus definitivo. Pues a pesar de esa fortaleza, un ltimo captulodel libro tratar de dar cuenta de nuestra resistencia una resisten-cia intuitiva y ciudadana a quedarnos tranquilos con ella. Desdemi punto de vista, tal vez el mayor rendimiento filosfico del libro

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    est en la estrategia que Moya adopta para tratar de encontrar unasalida al argumento y que ser, como dir enseguida, cuestionandoque el indeterminismo haga imposible la responsabilidad moral.

    Antes conviene detenerse, no obstante, en la discusin sobre laincompatibilidad entre determinismo y responsabilidad moral, en ladiscusin de la segunda premisa del argumento antes diseado. Moyaadopta una posicin claramente defensora de esta incompatibilidades un incompatibilista, como se dice y lo hace discutiendo dosseries de argumentos que parecen sustentar esa posicin. La primeraserie de argumentos a favor de que el determinismo es incompatiblecon la responsabilidad tiene que ver con la idea de que atribuimosresponsabilidad a partir del supuesto de que el sujeto podra haberactuado de manera distinta de como lo hizo lo que se llama, comodije, que hubiera tenido posibilidades alternativas, una idea queha recibido notable atencin en la discusin contempornea. Moyadiscute y rechaza algunos de los argumentos que se han opuestoa la vinculacin entre este haber podido actuar de manera distintade como se hizo y la responsabilidad del sujeto. Como es lgico, ladiscusin y el rechazo de los argumentos de Harry Frankfurt son,en este tramo, centrales. Moya insiste (y por razones que luego po-dremos formular en otros trminos, quiz ms claros) en que cuandoatribuimos responsabilidad implicamos el supuesto de que el sujetopudo actuar de manera distinta.

    El segundo tipo o serie de argumentos a favor de la premisa de quesi hay determinismo no hay libertad tiene que ver con la idea de que,cuando atribuimos responsabilidad, parecemos suponer que el sujetotiene control ltimo de sus acciones. Moya suscribe esta suposicinen la medida en que entiende que, en efecto, la atribucin de valormoral o de merecimiento de un sujeto por una accin requiere que,en efecto, l estuviera en control de lo que hizo, que l fuera la fuenteltima de esa accin. Parece, por ejemplo, que si alguien modificarael cerebro de un sujeto (incluso hacindole creer que domina susactos) para hacer algo virtuoso, tenderamos a pensar que, a pesar desus protestas en contrario, el sujeto no sera fuente de sus actos y, porende, tampoco digno del aprecio que inicialmente le prestamos. Estasdos lneas de discusin parecen abonar conjuntamente, para Moya, laposicin incompatibilista que suscribe, y dmonos cuenta de que as(y frente a otras posiciones filosficas, la del compatibilismo, quecon una estrategia dualista aceptaran que el reino de la libertady el de la naturaleza determinista, el espacio de las razones y elde las causas, son espacios disjuntos o corren por carriles distintos,quiz paralelos) se le da un fuerte apoyo a la posible conclusin

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    escptica del argumento que, no lo olvidemos, Moya est diseando.Lo que se ha llamado compatibilismo podra representarse en muchasposiciones; una de las ms significativas sera la de Harry Frankfurt,que ya hemos mencionado. Para este autor, el problema de nuestralibertad de nuestro libre albedro es independiente del problemade la determinacin causal de nuestros actos. Como acaba de sealaren una obra reciente:

    La posibilidad de que todo sea necesitado por causas antecedentes noamenaza nuestra libertad. Lo que amenaza es nuestro poder. En lamedida en que estemos gobernados por fuerzas causales, no seremosomnipotentes. Pero eso no tiene que ver, no obstante, con si podemosser libres.1

    Creo que Moya, aunque coincidira, como veremos, con la relevan-cia de la idea de que nuestra libertad tiene que ver con la posibilidadde que podamos tener el control lo que l llamar control regula-tivo ltimo sobre nuestras acciones, sostendra que un dualismotan radical, que separa la posibilidad de la determinacin causal de laposibilidad de la libertad sea conceptualmente coherente con nuestraidea de esta ltima, y dudara de que los ejemplos o casos en los quelas posibilidades alternativas se muestran irrelevantes para la posibi-lidad de la libertad, tipo Frankfurt, sean al cabo consistentes. Una delas razones que aduce y que me parece especialmente significativa esque en esos casos

    al haberse eliminado las alternativas de decisin [ . . . ], tambin la ca-pacidad de razonamiento prctico del agente se ha visto afectada. Estosugiere con fuerza que las posibilidades alternativas y la racionalidadprctica no son independientes unas de la otra. O, con ms precisin,que las posibilidades alternativas son un aspecto esencial de la raciona-lidad y que si, efectivamente, esas posibilidades se eliminan, las capa-cidades racionales para la deliberacin y la toma de decisiones tambinquedan seriamente afectadas. (pp. 54 s)

    No sera imposible encontrarle tambin un lugar a este acento,aristotlico diramos, sobre la deliberacin en el esquema de Frank-furt, pero cabe pensar que el de Moya es especialmente fuerte yen mi opinin, acertado, pues la deliberacin prctica aristotlica

    1H. Frankfurt, Taking Ourselves Seriously and Getting it Right, StanfordUniversity Press, Stanford, 2006, p. 16.

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    lo es sobre aquello que puede ser, o pudiera haber sido, de maneradistinta de como es o a como fue, lo que es, como seala Moya enel pasaje que se acaba de citar, lo mismo que decir, en el orden dela accin, que se pudo haber actuado de manera distinta de como sehizo. Con estos y otros argumentos, la solidez de la segunda premisadel argumento escptico, que reza que el determinismo es incompa-tible con la libertad, parece asentada.

    Para resistirse, pues, al argumento escptico parece entonces ne-cesario discutir la tercera premisa que excluye la posibilidad de queel indeterminismo sea compatible con la responsabilidad. Al igualque suceda en lo que acabamos de comentar, tambin se argumentaque en un mundo indeterminista regido por el azar o la fortuna,el agente no tendra control ltimo sobre sus actos (aunque pudierahabitar, por el contrario, un mundo abierto a mltiples alternativasque no seran, en sentido estricto, elegidas); sus mismas accionesresultaran fortuitas, no causadas por l, y, contra el moralista quequisiera slidamente fundar la primaca de la libertad como funda-mento moral, argumentara que en este contexto las accioneso son frutos del azar (indeterminista) o de alguna necesidad cau-sal (determinista) ajena al agente. En un mundo determinista, l nocontrolara sus acciones; en un mundo indeterminista, no podra sercausa ltima de ellas ni tampoco controlarlas. Hay muchas manerasde resistirse a este argumento, y a m se me ocurren unas cuantas,pero Moya estima que lo importante no es la discusin que hacenlos compatibilistas sobre la relacin entre determinismo (o indeter-minismo, ms favorable a sus posiciones) y libertad, sino la ideade control ltimo que he indicado, idea que se comparte con otrasmuchas opciones filosficas, como hemos visto. Porque lo que pareceverse en aquellos que quisieran defender que esa compatibilidad esposible, las posiciones que tcnicamente se llaman libertarias, es quela libertad ha de entenderse en trminos slo de la voluntad de losagentes y de sus elecciones y no, por ejemplo, en trminos de susdeliberaciones y de sus razones. stas, en un mundo deterministaestaran obviamente determinadas; en un mundo indeterministaacabaran por ser, por su parte, azarosas: en ambos casos, la libertadde la voluntad tendra que sostenerse slo en s misma segregadae inmunizada del azar y de la necesidad. Parece, en efecto, queuna posicin que quisiera defender la libertad en un mundo indeter-minista (como en un mundo determinista) hubiera de remitirse a unfundamento ltimo, a una causa sui, que sera el acto originario de lavoluntad. Pero esto tambin produce problemas o ms problemas

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    de lo que parecera solventar. Y la conclusin que Moya extrae,pues, de este tramo de la discusin es que, enfrentados al indetermi-nismo, el control ltimo sobre nuestras acciones tambin quiebra. Aslas cosas, pareciera que si el control ltimo sobre nuestras accionesno es posible ni en un mundo determinista ni en uno indeterminista,y dado que ese control es lo que estimamos como central en las atri-buciones de responsabilidad (junto a la suposicin de que el agentepudo actuar de manera distinta), la conclusin pesimista o escpticaparece imponerse.

    Cualquier salida, o respuesta, al argumento escptico que se hapresentado parece tener que sostenerse por alguna reinterpretacinde los trminos o los argumentos empleados. Creo que lo ms originaldel trabajo de Carlos Moya aparece, precisamente, en estos intentosde reformulacin. Para decirlo de manera condensada, Moya siguesosteniendo la idea del control ltimo sobre nuestras acciones, comola condicin central que ha de sostenerse para que esas acciones seanconsideradas de un sujeto responsable, pero propone que, en vez deconcebir ese control, como tiende a hacer el libertarismo, sobre labase de nuestras voliciones y elecciones (algo que prima la voluntadcomo fuente, irreductible a otras facultades mentales y sede de lalibertad), lo pensemos, por el contrario, sobre el modelo diverso denuestras creencias y, en concreto, sobre nuestras creencias evalua-tivas. Este giro cognitivo es especialmente relevante. De la mismamanera en que atribuimos mritos a los agentes por el diestro ejerci-cio cognitivo de alguna habilidad o destreza, o de alguna capacidadde innovacin creativa, ejercicios que se apoyan sin demrito paranuestro aprecio sobre contenidos mentales aprendidos por el suje-to, contenidos que son suyos aunque no sean de su creacin, cabepensar que las adecuadas valoraciones de los sujetos y los certerosjuicios morales que realicen pueden ser fuente de nuestro apreciomoral porque son suyos (y se sostiene as la pretensin de su con-trol sobre ellos) sin que dejen de serlo porque l se apoye sobre laautoridad social o sobre otras fuentes.

    Las atribuciones de responsabilidad que practicamos en la vidatienen, en casos que consideramos moralmente relevantes y cultural-mente significativos, un carcter peculiar: son tenaces. No es infre-cuente que algn sujeto que haya hecho un acto reprobable desdenuestro punto de vista trate de excusarse y, como ha sucedido confrecuencia, haga como el teniente Calley, responsable de la tristemen-te clebre matanza de Mi-Lai durante la guerra de Vietnam, quienacudi, en repetidas tandas, a argumentos ya estndar desde laobediencia debida hasta el desconocimiento de las consecuencias de

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    sus decisiones para eludir los cargos contra l. Pero la atribucinincluso jurdica de su responsabilidad fue, como suele ser, te-naz. Si estimamos que un agente no pudo no actuar excepto comolo hizo en virtud de sus creencias, lo hacemos responsable de ellas.La tenacidad de la atribucin de responsabilidad se muestra en estaimpenitente recursividad. Y, en el caso que comentamos, llev ala importante conclusin judicial de que ninguna obediencia debidapuede excusar una violacin grave de los derechos humanos. En estesentido, la responsabilidad por nuestras creencias parece, como sealaMoya, un buen camino para ubicar el fundamento de nuestras atri-buciones de responsabilidad moral. La estrategia, estimo, tiene otrasfuerzas, aristotlicas diramos: posibilita entender el control sobrenuestras acciones no como ejercicios puntuales de alguna facultadmental, sino como el desarrollo de maneras de ser del sujeto (queacaba hacindose responsable de su carcter moral, de la misma ma-nera que se dice acabamos por ser responsables del rostro fsicoque tenemos despus de determinada edad). Es decir, esta estrategiase abre a una teora del carcter virtuoso y, en l, al reconocimientode la compleja mezcla entre aquellas cosas del mundo, de los otros yde nosotros mismos que nos hace ser los agentes morales que somos.

    Coincido con Moya en la humildad, como l dice, que esta pers-pectiva introduce: el control ltimo de nuestras acciones no equivale,ya, a la omnipotencia del agente respecto a sus actos entendida comoel criticado supuesto voluntarista del libertarismo, una omnipotenciaque tambin criticaran posiciones distintas de las de Moya, comoel compatibilismo de Frankfurt que antes indicamos. Pero tal vez, ysta sera mi duda o mi crtica, ese retrato flexible y humilde de lacondicin de control, que se ha articulado sobre lo que de doxsticohay en nuestras acciones, haya perdido en el camino parte de lagarra, o de la urgencia, que le asignamos a la cuestin de cundoy cmo atribuirle responsabilidad a alguien por lo que hizo y quenos parece condenable. Lo que se ha perdido es que ese agente noes condenado, cuando lo es, por lo que cree o crey, sino por loque hace o hizo (en lo cual, ciertamente, son partes constituyentessus creencias). No condenamos a Eichmann por sus creencias o porla poca y banal profundidad de su carcter, ni lo condenamos porsu capacidad perceptiva o emotiva, por lo que no vio o no percibi(porque no vio ni percibi el dao fsico y moral que caus) y porlo que sinti o no sinti, sino por lo que hizo, por el dao causado.La responsabilidad por lo que creemos es, en estos casos, dependien-te de la responsabilidad por lo que hacemos. Y la accin no sonslo creencias, sino tambin el complejo tejido de intenciones y de

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    voliciones. El riesgo de la estrategia de Moya es, estimo, que si noubicamos la idea de control sobre las acciones como control sobrelas creencias en el contexto ms amplio del control mismo sobre lasacciones como inicios de series causales de ese sujeto en el mundola gran intuicin kantiana la razn prctica se convierte y sonpalabras de Moya en un ejercicio de sabidura que y stas sonmas puede ser slo contemplativo. Lo que ganamos en sabidura,en percepcin, en saber ver moralmente el mundo, lo que ganamosen nuestra capacidad de juzgar, podramos perderlo si no vemos quetodas esas capacidades necesarias se miden, a su vez, por cmo cons-tituyen las maneras en que nos implicamos en el mundo por mediode lo que hacemos. Se me ocurren varias maneras en las que Moyapodra contestar a esta crtica, pero prefiero dejrselas a l y, si laconsidera pertinente, estoy convencido de que su paciente claridady su lucidez filosfica sabrn dar la mejor cuenta de ella. Pero creocoincidir con l en que en estas cuestiones se dirimen temas crucialesde una metafsica moral que puede con facilidad recuperar los nexoscon otros territorios de la filosofa prctica, como antes reclamaba.

    Lo que se dirime, al cabo, es la posibilidad de la libertad; unaposibilidad tan frgil, filosficamente, como es frgil el ejercicio mis-mo de ella en un mundo incierto, en el que el control sobre lo quehacemos es arrebatado con frecuencia de nuestras manos, aunque aello nos resistamos. Pero, como dije, hay una cierta tenacidad en esaresistencia. La fragilidad y la tenacidad en nuestra vida moral son,tal vez, equivalentes a la humildad filosfica con la que Carlos Moyarecorre los caminos inevitables a costa de perder la lucidez delescepticismo.

    CARLOS THIEBAUTDepartamento de Humanidades: Filosofa,

    Teora de la Literatura, Lenguas y Estudios ClsicosUniversidad Carlos III de Madrid

    [email protected]

    John Martin Fischer, Robert Kane, Derk Pereboom y Manuel Vargas,Four Views on Free Will, Blackwell, Malden, 2007, 232 pp.

    Four Views on Free Will puede ser dividido en dos partes. En laprimera, que comprende los cuatro primeros captulos, se encuen-tran los aportes de cuatro de los representantes ms conocidos del

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