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SIGLO NUEVO 59 Fidencio Treviño / / / / Correo-e: [email protected] NUESTRO MUNDO Escribir para sumergirse en el origen de lo intemporal, lo imperecedero, lo ilimitado, donde el tiempo es espacio y fractura, en los instantes luminosos de la escritura E n mi caso concreto, soy un mal lector y me considero pésimo escritor. El oficio de lector lo sigo desde hace muchos, muchos años, desde mi niñez, y el leer y escri- bir me dio la dicha y oportunidad de conocer a personas que han desarrollado su buen oficio de escribir, como es el caso de Saúl Rosales, Pepe Lupe Gonzalez, Angélica López Gándara, Magda Madero y Rosita Gámez, Vicen- te Alfonso Rodríguez, su hermano Toño, Jaime Muñoz, Daniel Maldonado, Salvador Hernández Vélez y muchos, muchos más. Algunos jóvenes, otros en edad de merecer, pero todos tienen una unión que los entrelaza y es que desde su niñez o juventud fueron primero ávidos lecto- res y que siguen en su oficio. Me atrevo a decir que por año leen cada uno al menos 20 libros. Mi dicho y opinión sobre el oficio del escritor siempre lo saco a relucir: “escritor no es el escribe mucho, sino el que borra más”. La escritura es un oficio y también cum- ple con una y mil necesidades, como pueden ser: apren- der a hablar, nunca tener miedo, escalar la pendiente que conduce a la sencillez. En mi caso, el oficio de escribir sirve para volverme más consciente de lo que soy, de lo que vivo e intentar ver más allá de donde la mirada co- mún alcanza. También me sirve para aprender a crear y ver, vivir y morir con mis personajes ficticios, para ha- blarles a mis semejantes, para aprender a amar mejor, para sacarle jugo dulce a la fruta amarga, para moverme en libertad, para tener un pensamiento libre, afinando y afilando en mis percepciones ante la realidad de la vida y la irrealidad de la ficción. Escribir para sumergirse en el origen de lo intem- poral, lo imperecedero, lo ilimitado, donde el tiempo es espacio y fractura, en los instantes luminosos de la escri- tura. Escribir por el solo gusto de escribir y crear en la escritura un oficio que no claudique a las convicciones de quien escribe en busca de la libertad del pensamiento sin limitaciones. Escribir para tejer y grabar letras, palabras, frases, oraciones, que formen prosas, cuentos, novelas, ensayos, crónicas e historias ignotas y que una vez escri- tas sean inexorables, inconmensurables y indelebles. Borges decía cuando escribía: “yo no busco el tema, dejo que él me persiga, me busque y solo entonces lo escribo”, y agregaba: “desde que se toma la pluma el es- critor ya tiene un oficio y también una responsabilidad, como en todos los trabajos”. Ahora dicen por ahí que este oficio de escribir se está perdiendo entre la modernidad, la tecnología y la falta de pensamiento de quienes reciben ya todo cocinado sin que se tomen la molestia de leer y menos de hacer un trabajo de comprensión de lo que leen, es decir, caen en el circulo dantesco de no comprender porque no se lee, ¿o quizá porque Frestón (personaje del Quijote) quemó todos los libros? El cuento es la brevedad fugaz, la corta alucinación, un breve sueño, un texto para leerse de una sentada, mientras que la novela es para tomarse espacios y tiem- pos, prolongarse por algunas horas, días o inclusive se- manas y tomar el oficio como los buenos buenos vinos, reposar en el pensamiento; el teatro es otra cosa, tal vez sea la escritura transmutada en carne y hueso. En el oficio de escribir se construyen epopeyas, se matan amores y se reviven desamores, se traicionan sentimientos y el pensamiento derriba todas las barre- ras incluyendo el estilo, la estética de la escritura del na- rrador con el lector, entre otros factores, escribir para que el mundo lea y vea la imagen que tienes de él. El oficio del escritor es perfeccionar cada vez su com- prensión en lo que lee y de esa manera su pensamiento lo materializa, es alucinante, salvaje y sin limites y que estas escrituras se conviertan en renglones que llevan mensajes a quienes en estos tiempos se atrevan a leer. Cada quien su ofi cio; el de escribir

Cada quien su ofi cio; el de escribir - El Siglo de …...El ofi cio del escritor es perfeccionar cada vez su com-prensión en lo que lee y de esa manera su pensamiento lo materializa,

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S I G L O N U E V O • 59

Fidencio Treviño ///// / / Correo-e: [email protected]

NUESTRO MUNDO

Escribir para sumergirse en el origen de lo intemporal, lo imperecedero, lo ilimitado, donde el tiempo es espacio y fractura, en los instantes luminosos de la escritura

En mi caso concreto, soy un mal lector y me considero pésimo escritor. El ofi cio de lector lo sigo desde hace

muchos, muchos años, desde mi niñez, y el leer y escri-bir me dio la dicha y oportunidad de conocer a personas que han desarrollado su buen ofi cio de escribir, como es el caso de Saúl Rosales, Pepe Lupe Gonzalez, Angélica López Gándara, Magda Madero y Rosita Gámez, Vicen-te Alfonso Rodríguez, su hermano Toño, Jaime Muñoz, Daniel Maldonado, Salvador Hernández Vélez y muchos, muchos más. Algunos jóvenes, otros en edad de merecer, pero todos tienen una unión que los entrelaza y es que desde su niñez o juventud fueron primero ávidos lecto-res y que siguen en su ofi cio. Me atrevo a decir que por año leen cada uno al menos 20 libros.

Mi dicho y opinión sobre el ofi cio del escritor siempre lo saco a relucir: “escritor no es el escribe mucho, sino el que borra más”. La escritura es un ofi cio y también cum-ple con una y mil necesidades, como pueden ser: apren-der a hablar, nunca tener miedo, escalar la pendiente que conduce a la sencillez. En mi caso, el ofi cio de escribir sirve para volverme más consciente de lo que soy, de lo que vivo e intentar ver más allá de donde la mirada co-mún alcanza. También me sirve para aprender a crear y ver, vivir y morir con mis personajes fi cticios, para ha-blarles a mis semejantes, para aprender a amar mejor, para sacarle jugo dulce a la fruta amarga, para moverme en libertad, para tener un pensamiento libre, afi nando y afi lando en mis percepciones ante la realidad de la vida y la irrealidad de la fi cción.

Escribir para sumergirse en el origen de lo intem-poral, lo imperecedero, lo ilimitado, donde el tiempo es espacio y fractura, en los instantes luminosos de la escri-tura. Escribir por el solo gusto de escribir y crear en la escritura un ofi cio que no claudique a las convicciones de quien escribe en busca de la libertad del pensamiento sin

limitaciones. Escribir para tejer y grabar letras, palabras, frases, oraciones, que formen prosas, cuentos, novelas, ensayos, crónicas e historias ignotas y que una vez escri-tas sean inexorables, inconmensurables y indelebles.

Borges decía cuando escribía: “yo no busco el tema, dejo que él me persiga, me busque y solo entonces lo escribo”, y agregaba: “desde que se toma la pluma el es-critor ya tiene un ofi cio y también una responsabilidad, como en todos los trabajos”.

Ahora dicen por ahí que este ofi cio de escribir se está perdiendo entre la modernidad, la tecnología y la falta de pensamiento de quienes reciben ya todo cocinado sin que se tomen la molestia de leer y menos de hacer un trabajo de comprensión de lo que leen, es decir, caen en el circulo dantesco de no comprender porque no se lee, ¿o quizá porque Frestón (personaje del Quijote) quemó todos los libros?

El cuento es la brevedad fugaz, la corta alucinación, un breve sueño, un texto para leerse de una sentada, mientras que la novela es para tomarse espacios y tiem-pos, prolongarse por algunas horas, días o inclusive se-manas y tomar el ofi cio como los buenos buenos vinos, reposar en el pensamiento; el teatro es otra cosa, tal vez sea la escritura transmutada en carne y hueso.

En el ofi cio de escribir se construyen epopeyas, se matan amores y se reviven desamores, se traicionan sentimientos y el pensamiento derriba todas las barre-ras incluyendo el estilo, la estética de la escritura del na-rrador con el lector, entre otros factores, escribir para que el mundo lea y vea la imagen que tienes de él.

El ofi cio del escritor es perfeccionar cada vez su com-prensión en lo que lee y de esa manera su pensamiento lo materializa, es alucinante, salvaje y sin limites y que estas escrituras se conviertan en renglones que llevan mensajes a quienes en estos tiempos se atrevan a leer.

Cada quien su ofi cio; el de escribir