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Cada Vez Que Suena Una Campana

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CADA VEZ QUE SUENA UNA CAMPANA

Vic Winter

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Título original: Every time a bell rings

© Vic Winter

© De la traducción: Libros Secretos

http://loslibrosecretos.blogspot.com.es/

[email protected]

Traducción: Paqui

Corrección: Astrid

Portada: Saíto

Formato: Paqui

Revisión: María G, Teresa y Minu

Edición: Diciembre 2013

Atención: Este libro es de temática homoerótica y contiene escenas de sexo explícito

M/M

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Piggy es sólo un demonio promedio, tratando de ganar puntos con

el Jefe, causando daño en la Tierra. El problema es que no es muy bueno

en eso. Cada vez que trata de ser malo, acaba haciendo el bien en su

lugar. El viejo adagio: «Cada vez que suena una campana un ángel

consigue sus alas» es cierto, y Piggy obtiene unas alas que no quiere al

hacer estas accidentales buenas acciones.

Para empeorar las cosas, está bastante seguro de que se está

enamorando. ¿Podrá Piggy conservar a su hombre y mantener las alas

alejadas de su espalda?

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Piggy se sentó en el patio de la cafetería, sorbiendo el chocolate

caliente mientras observaba a la pareja tres mesas más allá.

Estaban teniendo una discusión. La guapa rubia había llegado unos

diez minutos antes, cargada de cerveza. Se había acercado hasta la mesa

del hombre y comenzó a sermonearle. Piggy no pudo evitar la sonrisa

mientras les escuchaba discutir, la mujer acusaba al hombre de tener una

aventura. Él lo había negado, por supuesto. Los hombres siempre lo

hacían, incluso si se les atrapaba con los pantalones bajados hasta los

tobillos.

La discusión continuó el tiempo suficiente para que Piggy casi

hubiera terminado su chocolate caliente, hasta que, por fin, la mujer se

quitó el pedrusco que llevaba en su dedo anular y se lo arrojó al hombre.

—¡La boda se suspende y te puedes ir al diablo! —Con esa frase de

despedida, se giró sobre sus talones y se fue tal como y había llegado.

Ella estaba claramente molesta, de hecho, Piggy creyó ver lágrimas

mientras corría tras el autobús que estaba arrancando desde la parada de

la esquina. Frotándose las manos, Piggy miró al hombre. Oh, sí, no era

feliz. Parecía enojado más que molesto, pero cualquier emoción bastaría.

La pareja estaba definitiva y verdaderamente disuelta, dos almas

desdichadas, todo gracias a él.

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En ese momento, sonó una campana, el sonido agudo, brillante y

jovial.

Piggy solo tuvo un momento para sentir miedo antes de que

hubiera un “puf” de humo y un peso repentino en sus hombros, y se

encontró frente a la puerta del despacho del Jefe; fuego y azufre por todas

partes, el olor fuerte del sulfuro.

—Oh, joder.

Lo había hecho de nuevo.

***

Piggy trató de no inquietarse mientras el Jefe le taladraba una vez

más. Ya era bastante malo ser arrastrado a la alfombra frente al Gran Tipo

de nuevo, con alas de ángel nada menos. Sería aún peor, sin embargo, si

Belcebú pensaba que no estaba prestando atención.

En honor a la verdad, sin embargo, no lo estaba haciendo. En

realidad, no. Había oído todo eso antes. Varias veces. Pero seguía

metiendo la pata. Aunque esta vez no era culpa suya. En realidad, no. O al

menos, no del todo. ¿Cómo iba a saber que la mujer cuyo corazón él

acababa de romper, había escapado, de hecho por poco, de un

matrimonio abusivo que probablemente habría significado la muerte para

ella?

Había hecho lo peor, hizo que la rubia creyera que su futuro marido

le estaba siendo infiel, cuando en realidad no lo era. Toda la ruptura había

sido obra suya, de principio a fin. Y en lugar de hacer los méritos

necesarios con el Jefe, se las había arreglado para ganarse otro par de alas

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de ángel. Estúpidas cosas. Eran pesadas y blancas, alas blancas que no

hacían juego con el decorado de humo y azufre, y dolían como un hijo de

puta, cuando se las cortaban.

Estúpidos humanos con sus estúpidas cosas ocultas bajo la

superficie, escondiendo quiénes eran realmente. Él los culpaba de esta

cagada.

Se dio cuenta de repente, de que Belcebú había dejado de hablar y

le miraba con expectación. Mierda. Piggy se humedeció los labios. ¿Debía

admitir que no había prestado atención? Probablemente, no. No podía

quedarse así, sin embargo, podía oír al Jefe rechinando los dientes, por no

mencionar el aire, repentinamente, lleno de humo.

Tragando, y sin respirar demasiado profundamente, Piggy alzó la

vista.

—¿Suplico su perdón? —Intentó con su mejor «soy un demonio

joven que no conoce ninguna palabra mejor».

Había fuego en los ojos del Jefe y humo que salía de la nariz y el

rostro estaba encendido de un rojo bastante furioso, más enfadado que

de costumbre, incluso. —¿Eso es todo lo que tienes que decir en tu

defensa?

Oh, estaban en la parte servil de esta particular jodida por el culo.

Pedir perdón había sido, en realidad, una respuesta adecuada aunque era

evidente que el Jefe esperaba más de él que eso.

—¿No va a suceder de nuevo? —No había tenido intención de

hacerlo sonar como una pregunta.

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Belcebú resopló, enviando una impresionante nube de humo por

encima de sus cabezas. —Eso es lo que dijiste la última vez y la vez antes

que esa, y la…

—Esta vez no fue culpa mía.

—Humm... pasando la pelota. Bueno, eso me gusta. Me gusta lo

suficiente para que puedas volver allí y vuelvas a intentarlo.

Piggy parpadeó, incapaz de creer su buena fortuna. —¿Puedo?

—Puedes. Pero, Piggy...

—¿Sí, Jefe?

—No regreses con otro par de alas en esta ocasión. Encima de todo

lo demás, es vergonzoso.

—No, señor. No lo haré. Verá, ¡voy a hacerlo bien esta vez!

Por supuesto, en el momento en que terminó de decir las palabras,

estaba hablando consigo mismo, fuera de la misma cafetería que había

sido el escenario de su último crimen. Era una pena que el café apestara

ahí, porque podría haber consumido una cafetera o dos ahora mismo.

***

La parte más difícil de hacer malas acciones era encontrar a las

personas adecuadas con las que meterse. Oh, claro, Piggy podría haber

robado un banco o golpeado ancianitas en medio de la calle, pero eso era

algo de tres al cuarto. Ser diabólico él mismo era fácil, era un demonio,

después de todo.

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El verdadero truco estaba en conseguir que los seres humanos

hicieran maldades que causaran el caos.

El Jefe siempre estaba hablando sobre lo fácil que era hacer que los

seres humanos fueran malos por naturaleza, pero Piggy no creía que

Belcebú tuviera razón del todo. Piggy pensaba que los humanos, si no

eran por naturaleza buenos, anhelaban serlo y hacían lo correcto más a

menudo de lo que era bueno para la reputación de Piggy en el infierno.

El mejor tipo de injerencia era conseguir que alguien muy bueno

quisiera hacer algo malo. Ese era el objetivo final, aunque en realidad,

Piggy se conformaría con menos; simplemente quería mostrar al Jefe que

podía hacerlo. Le gustaba la Tierra y no quería quedar excluido de volver.

Piggy estaba pensando que era muy difícil y no prestaba atención a

dónde iba así que, no debería haber sido ninguna sorpresa chocar contra

alguien. Brazos y piernas, libros y bolsas, y más papel del que

probablemente era legal en estos tiempos de «hazlo ecológico», salieron

volando en todas direcciones.

Se las arregló para aterrizar en el culo, expulsando todo el aliento.

Lo cual podía haber tenido algo que ver con el humano que había

tropezado y caído encima de él. Levantó la vista para encontrar unos ojos

muy verdes devolviéndole la mirada.

Debería haber sido un momento incómodo. Piggy no solía

encontrarse de espaldas con un hombre encima. Un extraño encima de él.

Incomodidad no era lo que sentía, sin embargo. En su lugar, estaba

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fascinado. Nunca había visto unos ojos de ese particular tono de verde

antes y todo lo demás se desvaneció por un momento.

—Oh, Dios mío, ¿estás bien? —La intrusión de palabras

preocupadas rompió el hechizo y Piggy se dio cuenta de que estaba

tendido en el suelo, después de haber recibido un golpe en la cabeza. Y

no, no estaba seguro de que estuviera bien, pero si lo estaba o no, estaba

bastante seguro de que tenía muy poco que ver con Dios. El Jefe, tal vez,

Dios no.

El extraño de ojos verdes saltó hacia arriba y se apartó de él, tal vez

se había golpeado la cabeza más fuerte de lo que pensaba, porque la

decepción pasó por Piggy cuando el peso del hombre desapareció y le

extendió una mano.

—Lo siento mucho. ¡No te había visto! ¿Estás bien?

Extendiendo la mano con cuidado, Piggy cogió la que le ofrecía y se

dejó izar sobre sus pies. Se sentía un poco inestable y tuvo que apoyarse

contra el “desconocido”1. ¿O era entrometido? No se suponía que

importara. Sentía la cabeza como si hubiera sido golpeada por un bloque

de hormigón. Lo cual, teniendo en cuenta cómo había caído, tal vez era lo

que había pasado, o al menos el equivalente de ello, en el pavimento de la

acera. —No estoy seguro de que lo esté. —Casi no reconoció su propia voz

de tan ronca, como si una docena de ranas vivieran en su garganta.

Se dio cuenta de la gente recogiendo los libros y papeles, ayudando

a meterlos en la vieja cartera universitaria que el hombre que le había

1 En el original, juego de palabras entre “crasher” y “crashee”. Se pierde en la traducción.

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golpeado llevaba. Ahora que estaba de pie, sin embargo, la mayoría de las

personas que se habían detenido, comenzaron a alejarse.

—¿Hay algo roto?

Piggy se encontró con los ojos verdes y logró sacudir la cabeza. Se

arrepintió inmediatamente después, el dolor punzante de su cabeza le

hizo encogerse y estaba bastante seguro de que habría tropezado si no se

hubiera apoyado en un cuerpo sólido y caliente.

—Eso no se ve muy bien.

En realidad, no podía discutir esa declaración. Piggy sabía que tenía

la cabeza dura, pero se había golpeado muy fuerte contra el hormigón y,

francamente, el pavimento tenía borde.

El hombre tomó su cartera de la chica que había liderado la tarea de

recoger todo lo que se había caído, y luego, para desilusión de ella, pasó

un brazo por la cintura de Piggy. —¿Necesitas ir al hospital?

—¡No! —Piggy sacudió la cabeza de nuevo, gimiendo por el destello

de dolor; iba a tener que recordar eso o le daría una migraña al paso que

iba.

—Está bien, nada de hospital. ¿Al menos vendrías a mi casa? Tengo

té y podrías sentarte un poco...

Piggy no tenía interés en ir a la casa de un extraño al azar, a menos

que estuviera planeando hacer algo malo con ello. La respuesta en este

caso era fácil, «no». Tal vez incluso un «No, y vigila por dónde vas, idiota».

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Él era un demonio, ese tipo de comportamiento y lenguaje sería aplaudido

en casa. En su lugar lo que salió de su boca fue:

—¿Galletas? —en un tono más bien patético.

El guapo… espera, ¿cuándo había decidido Piggy que el tipo era

guapo? El hombre de ojos verdes, se echó a reír.

—Creo que podemos conseguirte algunas galletas. Soy Jack, por

cierto. Jack Johnson.

Piggy podría haber estrechado la mano de Jack, pero estaba

bastante preocupado por no vomitar todo sobre el muy caro calzado de

alguien. Realmente no se sentía del todo bien en absoluto. Lo que

explicaba tanto el repentino deseo por las galletas como por el hombre

guapo llamado Jack.

—Piggy —ofreció, ignorando lo que acababa de pensar con todas

sus fuerzas.

—¿Piggy? —Jack dijo el nombre como si estuviera seguro de que no

había oído bien.

Sorprendiéndose él mismo justo antes de asentir, Piggy respondió

en su lugar con un simple:

—Sí.

—Está bien.

Jack lo guió a lo largo del borde occidental del campus, caminando

lentamente en deferencia a su cabeza. Piggy tuvo que admitir, cuando

giraron por el sendero frontal de una de las casas reconvertidas que

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albergaban en su mayoría a estudiantes, que se sentía mucho mejor,

probablemente gracias a la corta distancia a pie y al aire fresco. No le dijo

a Jack eso, sin embargo.

El hombre había ido, obviamente, a toda prisa y se sentía mal por

haber chocado con Piggy. Eran cosas pequeñas, pero Piggy pensó que era

mejor que nada en la escala de maldad. Así que, exageró lo de la cabeza,

que realmente le dolía, y caminó lentamente, como si cada paso le tomara

un poco de esfuerzo extra.

Para el momento en que estuvo sentado en el sofá grande y viejo

del salón de Jack, Piggy casi se había convencido a sí mismo de que se

encontraba mal y gimió con alegría mientras sus dedos se cerraban

alrededor de la taza de té caliente que Jack había hecho para él.

Hundió la nariz en el fragante calor y luego tomó un sorbo,

quemándose al instante la lengua.

—¡Ay!

—¡Oh! Cuidado está caliente. Lo siento, debí haber dicho algo. —

Jack negó con la cabeza—. Solo estoy tratando de ayudar y en lugar de eso

sigo haciendo las cosas peor para ti.

—Está bien. —Piggy tomó un sorbo de su té de nuevo, sin

molestarle el calor en este momento.

Jack no parecía convencido, de hecho, parecía que se sentía muy

culpable por todo.

Piggy podría aprovecharse algo de la buena y tradicional culpa.

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—Dijiste algo acerca de que había galletas...

—¡Por supuesto! —Jack se levantó y desapareció por el pasillo,

volviendo de nuevo un momento después—. Me temo que todo lo que

tengo son estas compradas en la tienda. No tengo de las caseras.

Eso estaba bien para Piggy. No le importaba mucho de dónde

provinieran las galletas, era una de sus debilidades. Estaba más que

contento de que el Jefe no se hubiera dado cuenta de lo mucho que le

gustaban –no añadiría mucho brío a su currículum vitae del que ya carecía

debido a la repetida ofensa de las alas de ángel.

Se sentaron en un silencio un tanto incómodo durante unos

minutos, los únicos sonidos eran los de Piggy comiendo su galleta. Se

aseguró de hacer migas, lo que era realmente casi una criminal pérdida de

unas galletas completamente comestibles, pero a veces había que hacer

sacrificios con el fin de hacer las cosas mal.

—Entonces, ¿qué haces? —preguntó Jack por fin, rompiendo el

silencio.

Hablando de incomodidad, esa pregunta probablemente estaba en

lo alto de la lista de las que, en realidad, no podía responder, junto con

«¿qué eres?» y «¿cómo es que tienes la colita rizada como los cerditos en

la base de la columna vertebral?». De acuerdo que no era tanto una cola

rizada como la rabadilla curvada y ligeramente torcida, pero aun así no le

gustaba recordar el día que había pasado como un cerdo cuando había

enojado a uno de los sub-jefes del nivel cuatro. Su hueso de la cola nunca

había sido el mismo después de eso.

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«¿Cómo iba a responder a la pregunta?». Se detuvo por un

momento. —¿Qué hago?

Piggy podía oír la voz del Jefe en el fondo de su cabeza: «¿Qué

quieres decir con que no tienes una historia como tapadera que funcione?

No es de extrañar que siempre vuelvas con alas, mala planificación».

La verdad es que estaba más cerca de ninguna planificación que de

una mala planificación. Piggy era tan vago como cada hijo de demonio, y

perpetrar el mal era un trabajo duro.

Agitando la mano en la dirección general de la universidad, Piggy

finalmente ofreció una respuesta vaga:

—Universidad.

—Por supuesto. —Jack cogió una de las galletas, la partió y lamió las

entrañas, la lengua color rosa contra la crema blanca de la galleta.

—¿Por supuesto? —El pelo de Jack era ligeramente rizado y parecía

un poco rebelde. Era una buena vista.

—Tropezamos el uno contra el otro en el campus.

—¿Tropezamos el uno contra el otro? —Piggy dio a Jack un vistazo,

recordándose a sí mismo que era un demonio y que eso significaba no

perderse en los casi rizos y en los increíbles ojos verdes—. ¿Es eso lo que

pasó?

—Está bien, está bien, yo tropecé contigo en el campus. Hablando

de eso, ¿estás seguro de que estás bien? ¿Cualquier dolor persistente en

la cabeza? ¿Ves bien? ¿Te duele algo?

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Los dedos de Jack se deslizaron por su pelo, tocando su cabeza y

Piggy sintió como si le hubiera rozado una descarga eléctrica. El toque de

Jack se sentía bien. Muy bueno. Era una lástima que Piggy no fuera un

íncubo; habría saltado sin duda sobre los huesos de Jack de haberlo sido.

—Estoy bien, de verdad. No me quebraste. —Excepto que tal vez

Jack lo había hecho, porque ciertamente no era él mismo. No, en

absoluto. Beber té y comer galletas y encontrar atractivos a hombres

extraños, estas no eran las diez actividades de un demonio.

—Eso es un alivio. Sería una lástima quebrar a alguien tan lindo

como tú.

Las palabras sorprendieron a Piggy.

—¿Lindo? ¿Yo? —. ¿Estaba Jack coqueteando con él?

—Sí. Lindo. Tú. —Jack se rió y le pareció que se inclinaba para darle

un beso.

Se echó hacia atrás, sorprendido de nuevo. No era lindo. No era

sexi. Hombres guapos como Jack no coqueteaban con él o trataban de

darle un beso o llamarlo lindo. Era un demonio, y no uno muy bueno en

eso.

—Lo siento —murmuró Jack, retirándose inmediatamente.

—Creo que probablemente debería irme. —Piggy no quería irse, sin

embargo. Quería quedarse y ver si Jack trataría de besarlo de nuevo.

Incluso podría dejar que Jack lo hiciera en esta ocasión. De hecho, él sabía

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que lo haría. Una espiral de calor se rizó y se retorció en su estómago

mientras esperaba que Jack hiciera otro movimiento.

Pero parecía que le había tomando la palabra, y se levantó

tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse. Piggy ignoró el cosquilleo

en la palma donde sus manos se tocaron, y trató de no sentirse muy

decepcionado de que Jack hubiera sido tan rápido en aceptar su partida. El

hombre prácticamente lo arrojó por la puerta con nada más que un

apresurado:

—Fue un placer conocerte, y otra vez, lo siento mucho.

Maldito sea, pensó Piggy mientras marchaba calle abajo, mirando

ceñudo a cualquier persona que le pasara por delante. Ni siquiera sabía

dónde iba; francamente, estaba de mal humor y gruñón.

Una mujer venía derecha hacia él, y cuando se encontraron, ambos

se hicieron a un lado para dejar que el otro pasara, pero dieron un paso al

mismo lado, y luego lo hicieron de nuevo, y luego una tercera vez. La

mujer empezó a sonreír, pero Piggy estaba harto y frustrado, y cuando

ambos se encontraron en el mismo lado una vez más, gruñó y la empujó

fuera de su camino, lo suficientemente fuerte para que ella tropezara,

cayendo sobre el pavimento.

En ese momento, un aparato de aire acondicionado se desplomó

hacia abajo, aterrizando con un golpe espectacular en frente de Piggy,

justo donde la mujer había estado de pie. Ella había estado muy cerca de

ser destrozada en la acera.

Una campana sonó alegre en la distancia, y Piggy cerró los ojos.

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—¡Joder!

***

El Jefe se paseaba.

Iba de acá para allá frente a Piggy. De vez en cuando se detenía y

abría la boca. Entonces la cerraba y empezaba a pasear de nuevo. Esto

había estado sucediendo desde hacía al menos diez minutos, lo cual, era

una eternidad en el Infierno.

Piggy solo deseaba que Belcebú empezara a gritar, porque

francamente, los gritos eran mejores que esta extraña falta de palabras. El

Jefe nunca se desorientaba con las palabras, especialmente cuando se

trataba de lo muchísimo que Piggy la había jodido. Al volver por quinta vez

con otro par de alas de ángel estaba jodido a gran escala.

Belcebú se detuvo frente a él de nuevo. —¡Tú!¡Tú!¡Tú!

Piggy agachó la cabeza y reprimió un suspiro. Había logrado meter

la pata de nuevo, ¡Y sin siquiera intentarlo esta vez!

El Jefe finalmente consiguió pronunciar las palabras. —¡Has salvado

a esa mujer de ser aplastada hasta la muerte!

—No quise hacerlo —señaló en voz baja.

—No importa lo que pretendieras, el punto es que la salvaste.

—Sí, Jefe.

—Y volviste con alas.

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—Lo hice. Aunque, en realidad, ¿no cree que realmente han

rebajado los estándares para entregarlas? Quiero decir, claro que le salvé

la vida, pero fue un salvamento accidental y era solo una mujer. —No iba

a aceptar esto por las buenas. Todavía estaba dolido por las prisas de Jack

para echarle de su apartamento—. Además, yo estaba siendo un idiota

cuando la empujé, no un héroe. Seguramente, eso merece cierta

consideración.

—No era solo una mujer, era una mujer embarazada.

—Oh. —Su bravata comenzó a desinflarse.

—Cuyos niños van a desarrollar algún tipo de dispositivo para salvar

vidas.

—Oh. —Los hombros de Piggy se desplomaron, la carga de las alas

pesaba en su espalda.

—¿Eso es todo lo que tienes que decir en tu defensa?

—No lo sabía, Jefe. Lo juro. Estaba de mal humor y la empujé. ¡No

significaba nada ni remotamente agradable!

Belcebú resopló:

—O eres el demonio con más mala suerte del infierno, o eres un

genio trabajando para eliminarme del poder con una buena acción cada

vez.

—Es la primera, señor. No soy un genio.

—Me he dado cuenta de que no dijiste que no estabas trabajando

para eliminarme del poder.

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—Oh, no lo estoy. Se lo juro.

El Jefe negó con la cabeza. —Si lo hubieras estado, al menos podría

haberte dado puntos por tener las bolas de acero y hacer el mal.

Realmente no eres muy bueno en esto, ¿verdad?

—¡He tenido mala suerte! Tal vez esté maldito.

Belcebú miró a su alrededor al decorado de fuego y azufre. —¿Eso

crees? Es algo que va con el territorio.

—Deme otra oportunidad. Estoy seguro de que voy a hacerlo bien

esta vez.

El Jefe esperó tanto tiempo para responder que Piggy estuvo seguro

de que estaba a punto de ser enviado a las profundidades del Infierno

para realizar alguna tarea servil y terrible hasta el final de los tiempos. Y

justo cuando había algo interesante en la Tierra para volver. No es que

quisiera volver por Jack. El hombre que se había dado prisa en echarle por

la puerta, recordó. Eso no merecía ningún tipo de interés. Incluso si Piggy

tuviera el tiempo o la inclinación para ese tipo de cosas. Que no lo tenía.

—Muy bien. Deshazte de esas alas primero. —Belcebú hizo señas a

alguien y Piggy sintió unas manos con garras encima de él, trabajando en

arrancar los ofensivos apéndices. Las lágrimas resbalaban por su rostro,

pero todo terminó rápidamente—. Ahora, sal ahí fuera y haz algo malo.

—Sí, Jefe. —Cuando no se materializó de nuevo en la Tierra, se dio

cuenta de que el Jefe esperaba que llegara por su propio pie esta vez. Hizo

una media reverencia incompleta y dejó la guarida del Jefe para comenzar

el largo, largo y aburrido viaje de vuelta a la Tierra.

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***

Piggy había estado en la Tierra durante casi un mes y todavía no

había logrado llevar a nadie a la ruina, o incluso a un punto de mala

suerte. Había tenido cerca un par llamadas al otro lado, pero hasta ahora

había logrado mitigar las buenas acciones que había hecho y por lo tanto

se había mantenido libre de las alas de ángel. Por lo que estaba muy

agradecido.

No sabía por qué sus planes seguían yendo mal, y eso era suficiente

para provocar una erupción a un demonio. Por no hablar de que sus

hombros estaban empezando a doler constantemente de todo el ir y

venir de las alas.

También había vislumbrado una o dos veces a Jack mientras había

estado a este lado, en la Tierra. No es que hubiera estado atento al

hombre. No, en absoluto. Piggy no haría eso, no había ninguna razón para

hacerlo. Piggy no quería hacer mal a Jack después de que fuera tan

agradable, sobre todo cuidando de él, después de chocar entre sí. Pero no

parecía que hubiese mucho interés por parte de Jack, a pesar de que le

había llamado lindo.

No es que Piggy buscara interés. No, señor, no de él. No tenía

tiempo para el amor, el sexo y las relaciones. Era un demonio en una

misión. Un demonio que realmente necesitaba un par de marcas en la

columna del triunfo, por cierto.

Sin embargo, pensaba que tal vez estuviera en el camino correcto

en este momento. Piggy había estado viendo a algunos obreros que

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estaban bastante descontentos. Se reunían en la sala de café de la oficina

de desempleo un par de veces a la semana, y se sentaban alrededor y se

quejaban del gobierno y de cómo se estaban gastando sus impuestos.

Piggy había empezado a unirse a ellos, añadiendo su granito de arena de

vez en cuando. La última vez que asistió a una reunión, había sugerido que

tal vez deberían hacer algo más constructivo que simplemente sentarse

ahí hablando acerca de cómo apestaba todo.

Necesitaban hacerse notar. Riendo, había lanzado sugerencias de

raptar al presidente de la empresa, que se había hecho con el control del

sector en el que habían trabajado, como rehén y exigir sus puestos de

trabajo de nuevo. Ahora que la semilla estaba plantada en sus mentes, lo

único que realmente tenía que hacer era dejarla crecer y luego avivar las

llamas en el momento adecuado.

Piggy estaba trabajando también en algunas otras posibilidades.

Pensó que cuantos más asuntos pusiera en marcha, más serían las

posibilidades de que, al menos, una de las intrigas que estaba incubando,

saliera de acuerdo a sus planes. Había empezado a salir con las madres en

el parque. Eso había necesitado un poco de ingenio para ponerlo en

marcha de modo que no pensaran que era un pervertido.

Había aparecido una mañana, antes de que las madres o niñeras

con niños estuvieran ahí, y se instaló en uno de los bancos con un libro.

Cuando las madres comenzaron a llegar, hizo alarde de cambiarse de sitio

por ellas. A la mañana siguiente hizo lo mismo. Para la mañana del tercer

día, le dijeron que no tenía que moverse. Después de eso, era sólo una

cuestión de tiempo que ellas descubrieran que era nuevo en el barrio, que

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estaba recuperándose de un cáncer, y todo solito. Todas le habían

adoptado antes de que terminara la semana.

Lo más importante que hizo fue oírlas hablar. Hacía ruidos

simpáticos y en la segunda semana había comenzado a hacer sugerencias

también. Era bueno en su manera de convencer a una mujer de tener una

aventura, y estaba ayudando a otra a dar a su marido consejos sobre la

manera de malversar una gran suma de dinero de su empresa.

Piggy estaba seguro de que en esta ocasión, se ganaría una buena

reputación con el Jefe por hacer el mal, mientras que permanecía lejos de

las alas de ángel. Se rascó la espalda, los hombros, de repente, le picaban.

Se dirigía a una reunión con sus descontentos chicos trabajadores,

cuando se tropezó con Jack de nuevo. Literalmente. Se las arreglaron para

no caer en esta ocasión y la mano de Jack era cálida en el brazo de Piggy

cuando el hombre lo estabilizó.

—¡Tenemos que dejar de vernos así! —sugirió Jack.

—¿Lo hacemos? —La llamarada de felicidad que había pasado por

Piggy al ver a Jack desapareció tan rápido como había aparecido. No sabía

por qué había estado tan feliz de ver a Jack en primer lugar.

Probablemente era porque había estado aquí durante casi un mes, por su

cuenta y se sentía solo. Sencillamente ignorando el hecho de que antes de

Jack, no había habido nadie para mitigar cualquier soledad que pudiera

estar sintiendo en la Tierra. Jack era alguien a quien conocía, y lo había

tratado bien, eso era todo.

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—Bueno, el chocar entre sí era una parte, no la parte real del

encuentro. —Jack tenía una cara bonita. Era guapo y simpático, y sus ojos

eran tan verdes como Piggy recordaba que eran. Se había convencido a sí

mismo de que había sido su imaginación, nadie tenía los ojos de un verde

así. Como joyas.

Ahora podía ver que no los había recordado mal. A pesar de eso, no

sabía por qué incluso había estado pensando en ellos en absoluto.

—Yo... —Piggy no sabía qué decir. Bueno, sí lo sabía: «lo siento,

tengo que irme, tengo una reunión» habría funcionado lo suficientemente

bien. Sin embargo, no era capaz de hacer que las palabras salieran.

—¿Quieres tomar un café o algo? —Jack señaló a la cafetería de

enfrente—. Tienen sándwiches y sopa, también, si dejas que te invite a

comer.

«No», se dijo Piggy a sí mismo, «realmente no puedo. Estoy

ocupado y tengo cosas que hacer, gente a quien fastidiar».

—Ah. Yo. Claro —fue lo que salió de su boca.

—¡Genial! —Jack puso una mano en su espalda y lo guió a través de

la calle.

¿Era una cita? Piggy no tenía tiempo para una cita. Además, él no

era del tipo de tener citas, era un demonio, después de todo. Y Jack había

sido tan rápido en acompañarle a la puerta la última vez, ¿por qué estaba

haciendo esto ahora? Si Piggy pudiera entender eso, significaría que

estaba empezando a comprender a los humanos mejor y tal vez podría

usar eso en su favor, y así haría más mal que bien.

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Probablemente fue una suerte que Jack le estuviera guiando, ya que

el cerebro de Piggy estaba prácticamente liado con todas las cosas que

estaba pensando. Preocupándose. No tenía mucha experiencia en este

tipo de cosas. No había exactamente una gran cantidad de citas en marcha

en el infierno. Estaban todos muy ocupados haciendo el mal y cosas

infernales.

Jack le guió a la cafetería y Piggy pidió la sopa de zanahoria con

pollo, aguacate y brotes de alfalfa en el relleno del sándwich y un vaso de

zumo de bayas de guayaba. Jack tomó lo mismo, e insistió en pagar todo.

Piggy decidió que definitivamente había conseguido una cita. No estaba

seguro de qué pensar sobre eso. O sobre la pequeña espiral de calor que

había regresado a su vientre.

Encontraron un rincón tranquilo donde sentarse, Jack dándole una

cálida sonrisa mientras se acomodaban. —Me di cuenta después de que te

fuiste la última vez, que no tengo tu número. Cada vez que estoy en la

universidad te busco. Así que te puedes imaginar lo maravilloso que fue

tropezar finalmente contigo otra vez.

—¿Tú me estabas buscando? —Piggy no pudo evitar la sorpresa en

su voz.

—Así es. Quería verte de nuevo.

—¿Por qué? —Sabía que era directo y probablemente rompía un

montón de reglas, pero no era bueno siendo sutil o ligando. Lo que

explicaba por qué era tan terrible consiguiendo que la gente hiciera el mal.

Los demonios que él sabía que eran muy buenos en eso podrían

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26

convencer a una princesa para que besara a una gran cantidad de sapos

sin resultados, excepto las verrugas.

—Porque quería verte de nuevo.

—Pero pensé... Me refiero a ti. Bueno, no pudiste echarme por la

puerta más rápidamente.

—No, en absoluto. Simplemente no quería que pensaras que estaba

tratando de aprovecharme de ti. Ya habías tenido bastante con el golpe en

la cabeza. Si me hubiera pegado a ti, probablemente habría intentado

llevarte a la cama y pensé que era mejor ir por ese camino cuando no

estuvieras recién golpeado.

Ah sí, Jack era un caballero. Un buen tipo. Piggy tuvo que admitir

que no tenía gran experiencia con los chicos buenos. Probablemente

debería utilizar esta oportunidad para corromper a Jack. Hacer que un

buen tipo girara hacia la maldad compensaría todas las veces que

accidentalmente se había ganado las alas.

Jack tomó una cucharada de sopa y cerró los ojos. —Oh, Dios mío,

está buenísima. Quiero decir, tenía mis dudas… ¿sopa de zanahoria?

Parecía demasiado sano, pero esto es genial.

Piggy no veía cómo podía convertir a Jack en un idiota2, no quería

hacerlo. Sin duda, eso le hacía un pésimo demonio, pero este hecho

estaba muy bien establecido con el Jefe de todos modos. Además, Jack era

realmente agradable, y Piggy en realidad no tenía otros amigos aquí en la

Tierra; no veía el daño en mantener esto para él solo.

2 Douchebag. Idiota. En inglés se utiliza mucho para describir a los jefes.

Page 27: Cada Vez Que Suena Una Campana

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Así era él, se quedaría colgado con su amigo en la Tierra mientras

esperaba que sus malvados planes llegaran a buen término. Eso es lo que

se dijo a sí mismo, de todos modos.

***

Piggy salió mucho con su nuevo amigo a lo largo de las siguientes

semanas. Ni siquiera tenía que descuidar su trabajo mientras lo hacía.

Jack, resultó ser profesor y enseñaba contabilidad y estadística en la

universidad, así que tenía clases que impartir y planes de estudio que

preparar y esas cosas. Pero sus tardes y fines de semana estaban más o

menos libres. Lo cual, no tan casualmente, era cuando Piggy estaba libre,

también. Una de las ventajas de tener su propio horario.

Se aseguró de que poco a poco siguieran adelante sus planes con los

obreros descontentos y las madres del parque. Estas cosas no podían

apresurarse, pero siempre se aseguraba de que tuviera algo de que

informar, aunque fuera tan solo incrementos en las actividades. No había

vuelto a ser arrastrado a las profundidades más bajas para hacer alguno

de estos informes, pero teniendo en cuenta su historial, quería estar

preparado si, de pronto, sucedía.

Piggy nunca había tenido un amigo como Jack antes. Estaba

interesado en sus opiniones sobre las cosas. No importaba lo que

estuvieran discutiendo, Jack siempre escuchaba su punto de vista. Ni

siquiera importaba si estaban de acuerdo o no, Jack todavía quería pasar

el rato con él. No había habido una repetición del intento de beso o de

llamarlo lindo pero, no obstante, Piggy disfrutaba de sus momentos

juntos. Aunque quisiera desesperadamente que hubiera una repetición

Page 28: Cada Vez Que Suena Una Campana

28

del intento de beso. No le importaba si le llamaba lindo otra vez, pero

pensó lo mucho que le gustaría probar un beso.

De hecho, dejó que su amistad con Jack le distrajera de lo que

estaba haciendo en la Tierra en primer lugar.

Había pasado por alto una serie de reuniones de sus amigos

trabajadores descontentos, por lo que se aseguró de estar allí hoy. En

cuanto entró en la habitación del fondo del centro de desempleo, se dio

cuenta de que había transcurrido casi un mes desde que había pasado un

tiempo con estos chicos. Se imaginó que la idea de secuestrar al

presidente necesitaba un poco de estímulo de nuevo en este momento.

Tendría que estar sobre el terreno durante un rato, hasta conseguir que la

pelota rodara por su cuenta.

Para su sorpresa, el grupo no solo había decidido ir a la acción, se

reunían para una última charla antes de que lo hicieran. Todos llevaban

pantalones de vestir, camisas bonitas y corbatas. Hasta el último hombre.

A excepción de Piggy y él no era un hombre, por lo que pensó que no

contaba. Seguro que les hacía parecer un extraño grupo de secuestradores

locos.

—Puedo ver que me he perdido algo —bromeó Piggy, mirando

hacia abajo a su ropa, pantalones vaqueros y una camiseta—. Y estoy

terriblemente mal vestido.

—¡Piggy! Hemos estado tratando de ponernos en contacto contigo

durante mucho tiempo. —Derek le agarró del brazo y Piggy fue arrastrado

a la calle por el grupo. Giraron a la izquierda en la esquina y se dirigieron

Page 29: Cada Vez Que Suena Una Campana

29

hacia el principal centro de negocios de la ciudad—. Probablemente no

deberías venir con nosotros, estamos tratando de presentar una imagen

respetable y de la manera que vas vestido... bueno...

—Como un vagabundo —Peter suministró sin rodeos—. ¿Qué? Es

cierto. Nunca llegaríamos a ver al miembro de la junta vestido de esa

manera.

Derek le dio un encogimiento de hombros y una breve disculpa. —

Lo siento, Piggy, pero Peter tiene razón. Estamos tratando de cambiarlo

todo aquí, y los oficinistas no te tomarán en serio si no estás bien vestido

con ropa fina. Aunque nos encontraremos en el pub de la calle Dessert en

unas dos horas y te haré un relato de todo. Hay unos pocos que no podían

llegar esta tarde y van a estar allí, también. Bueno, ¡deséanos suerte!

—Buena suerte —murmuró Piggy débilmente cuando los chicos

desaparecieron en el edificio. Todo había sucedido tan rápido.

Esto no era bueno. No era bueno en absoluto y no lo había visto

venir. Cuando estuvo en la última reunión, los chicos estaban echando

espuma por la boca sobre los peces gordos, dispuestos a secuestrar a

alguien o al menos hablar de ello. ¿Cómo podía haber cambiado eso tan

radicalmente? ¿Y cómo podían estar atribuyéndoselo a él?

Mordiendo su labio inferior, Piggy esperó fuera de las oficinas del

miembro de la junta directiva, con la esperanza de atrapar a los chicos en

su camino y encontrar la forma de conseguir que terminaran de la otra

manera de nuevo. Esperaba que no llevara mucho tiempo porque había

hecho los arreglos para ir a ver una película con Jack. No es que fuera una

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cita o que no pudiera simplemente anularla o cualquier cosa. No es que

quisiera ver la película. Sí, eso era. Quería ver esa película con el eh… chico

en ella y tenía algunas oh… explosiones. No tenía nada que ver con pasar

tiempo con Jack.

Piggy nunca llegó a ver esa película. Era casi la hora de encontrarse

con Jack cuando sucedió. De hecho, Piggy vio a Jack en la calle, se dirigía

hacia la sala de cine donde se suponía que debían reunirse. Se metió en el

edificio y estaba bastante seguro de que Jack no lo había visto. No es que

importara, porque la campana sobre la mesa de la recepcionista sonó y

¡zas!

Alguien tenía un par de alas.

***

Piggy se preguntó si el Jefe estaba tan cansado de dar ese discurso,

como él lo estaba de escucharlo.

—Eres un demonio no un ángel bla, bla, bla. Haces obras malas no

buenas. Yakkity, yak, yak3... sigue fastidiándola... castigos bla, bla, bla.

Piggy interrumpió la diatriba del Jefe. —Entonces, ¿qué hice esta

vez? —Pensó que tal vez no sería tan malo, si solo supiera cómo se las

había arreglado para conseguir las malditas alas en la espalda.

3 Yakkity Yak es una serie de televisión animada australiano/estadounidense/canadiense creada por

Mark Gravas para Nickelodeon desde 2002 hasta 2003. Se caracteriza por su extrema falta de realidad, y por su extrema estupidez y contó con un estilo de animación que rompió con el pasado de la tradición Nickelodeon. La serie cuenta con un yak antropomorfo llamado Yakkity que quiere alcanzar la fama convirtiéndose en un comediante y tiene aventuras con sus dos mejores amigos: Keo (una piña antropomórfica) y Lemony, una chica humana.

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—Asesoraste a esa banda de rufianes sobre cómo conseguir hacerse

oír, y la oficina del director acaba de aprobar un proyecto de creación de

trabajo que también embellecerá la ciudad. Imagínate lo feliz que está

todo el mundo con este plan que matará dos pájaros de un tiro y ahorrará

dinero para empezar. ¡Y todo por tu culpa!

—Oh. Le juro que no fue mi sugerencia en absoluto.

—¿Estás seguro?

—¡Lo juro! Yo dije que deberían secuestrar al presidente y retenerlo

para pedir un rescate. —Era un gran plan malvado. Uno que vería a un pez

gordo secuestrado y a los vagabundos desempleados encarcelados al

menos antes de que todo fuera dicho y hecho.

—Sólo tú podías empezar desde ahí y terminar con trabajos y

proyectos de embellecimiento de la ciudad. No sé cómo lo haces. ¿Estás

seguro de que no estás tratando de conseguir esas alas sólo para

joderme?

—Se lo juro, Jefe. No son más que un dolor en la espalda.

—Bueno, creo que tal vez sea hora de colgar los viejos cuernos

Piggy, y admitir que no eres bueno con la maldad en la Tierra. Hay un

montón de cosas que puedes hacer aquí en el Infierno.

Los ojos de Piggy se ampliaron y podía sentir el corazón acelerarse.

No podía quedarse en el Infierno, sencillamente, no podía. Jack estaría

preguntándose dónde estaba, para empezar. Lo cual sería un cabo suelto,

y Piggy odiaba los cabos sueltos. No tenía nada que ver con los ojos

verdes. Nada en absoluto. Jack era un cabo suelto.

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—Tengo que volver. Hay cabos sueltos.

Enormes nubes de humo salieron de la nariz de Belcebú.

—¿Me lo estás diciendo o me lo estás preguntando?

—Uh... —Piggy no tenía ni idea de qué respuesta conseguiría

enviarlo de vuelta a la Tierra—. ¿Diciendo?

Los pequeños demonios vinieron y le arrancaron las alas. Una vez

más. Y repentinamente estaba de nuevo en la Tierra. Una vez más.

Piggy tenía que admitir que esto le estaba envejeciendo. No sabía

cómo hacer que se detuviera.

***

Piggy llamó a la puerta de Jack, esperando que no fuera demasiado

tarde para pasarse, pero quería pedir disculpas por no haber aparecido

para la película. Había una luz encendida, por lo que pensó que no sacaría

a Jack de la cama todavía. Volvió a llamar, más tentativamente esta vez, y

casi había renunciado cuando la puerta finalmente se abrió.

La sonrisa de Piggy murió en su rostro. Jack parecía enojado.

—Humm... ¿puedo pasar, por favor?

—No veo por qué debería dejarte.

—Lo siento, no me reuní contigo, pero algo inevitable ocurrió y…

—No me mientas Piggy, te vi torcer abajo por Main Street. Pensaste

que no te había visto aún y te fuiste como un murciélago salido del

infierno. Bueno, gracias por nada.

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Sacudiendo la cabeza, Piggy rogó que Jack le escuchara: —No

estaba tratando de alejarme de ti. Mi Jefe me llamó y, confía en mí, él no

es el tipo de persona cuya convocatoria se pueda ignorar. Al igual que

todos. Si hubiera podido avisarte, lo habría hecho.

Jack no parecía muy convencido.

—Entonces, ¿dónde has estado todo este tiempo?

—Te lo dije, el Jefe me llamó.

—¿Y te mantuvo como rehén durante horas sin permitirte ir a

ningún lugar cerca de un teléfono para que pudieras llamar y hacérmelo

saber?

Francamente, Piggy pensó que era una descripción bastante exacta

de lo que había sucedido. —No se permiten teléfonos cuando el Jefe está

masticando tu culo.

—¿Te estaba gritando? —Finalmente, una grieta en la armadura de

la ira de Jack.

—Así es.

—¿Durante horas?

Piggy asintió.

—Eso suena apestoso.

—Oh, lo fue. El Jefe es el Rey de los culos perforados.

Jack retrocedió, volvió la cabeza hacia el pasillo. —¿Por qué no

entras?

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Había un poco de vacilación en el paso de Piggy cuando hizo

precisamente eso. Jack le iba a perdonar. Eso era, se puso a brincar hasta

que se dio cuenta de lo que estaba haciendo. ¿Por qué estaba tan feliz de

que este humano ya no estuviera enojado con él? No había ninguna razón

para ello, pero no podía cambiar lo que sentía. Al igual que no podía

librarse de la sensación de calor en el estómago cada vez que pensaba o

estaba con Jack.

—¿Quieres un poco de té? —preguntó Jack.

Piggy negó con la cabeza. —No especialmente.

—¿Algunas galletas?

—No tengo hambre. —La tibia sensación estaba entrando en calor;

se estaba extendiendo y le gustaba el sentimiento.

—¿Me quieres a mí? —Los ojos de Jack se clavaron en los suyos y

Piggy pensó que tal vez Jack estaba sorprendido de haber preguntado.

—Lo hago. —La respuesta de Piggy lo sorprendió más aún de lo que

lo hubiera hecho cualquier otra cosa. Decirle eso a Jack le hizo...

vulnerable.

—¿Puedo besarte?

—¿Tienes que preguntar?

—Sí, creo que sí. La última vez...

La última vez Piggy no había sabido que quería ser besado. Ahora lo

sabía.

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—Me pillaste con la guardia baja.

—Y te alejaste, ¿lo ves? Yo necesito preguntarte.

—Está bien. Me lo has preguntado ahora. —Jack tenía que dejar de

hablar ya y seguir adelante y darle un beso.

—Pero aún no has respondido.

—¿Qué? —¿No habíamos acabado de discutir esto?

—Dije «¿Puedo besarte?» y dijiste «¿Tienes que preguntarlo?», esa

no es una respuesta, y…

Piggy agarró los hombros de Jack y se inclinó, deteniendo el flujo de

palabras con su boca.

Se sentía bien. Se sentía mucho mejor de lo que Piggy hubiera

imaginado que pudiera sentirse el besar. Se echó hacia atrás, jadeando,

con los ojos como platos. Ese remolino caliente en su vientre se estaba

convirtiendo en un huracán en todo el cuerpo.

Jack sonrió. —Ese fue un buen comienzo.

—¿Co... Comienzo? —Piggy estaba en problemas.

Jack sonrió cuando tomó la cara de Piggy y atrajo sus bocas juntas

de nuevo. Los labios de Jack eran suaves y calientes, moviéndose

lentamente contra los de Piggy. Podría acostumbrarse a esto de los besos.

La lengua de Jack tocó sus labios y besar fue desde muy bueno a increíble,

tan rápido como pudieras imaginar.

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Deslizó su propia lengua fuera y tocó la de Jack. Sintió el simple

punto de contacto por todo el cuerpo hasta sus pies. El gemido de Piggy se

hizo eco del de Jack y eso abrió sus dos bocas más ampliamente y la

lengua de Jack se deslizó directa a su boca.

Sus rodillas se doblaron por debajo de él, pero por suerte Jack

estaba justo allí y lo atrapó, tirando de él hacia arriba contra el fuerte

cuerpo. Piggy no estaba seguro de que le gustara la forma en que estaba

fuera de control. Parte de su cuerpo se había quedado rígido como una

tabla, pero la mayor parte de él estaba débil y gelatinoso. Era como si la

lengua de Jack en su boca le produjera un cortocircuito.

Jack empezó a caminar hacia atrás y Piggy le siguió ciegamente, con

la boca todavía fundida con la de él. No iba a renunciar a esto con

facilidad, se sentía tan bien. Fuera de control o no, se iba a lanzar a ello.

Cuando dejaron de moverse, empezaron a caer y Piggy se aferró a

sus hombros.

—Hey, te tengo —dijo Jack mientras aterrizaban en el colchón,

rebotando un poco. Piggy jadeó otra vez con los ojos muy abiertos,

nunca... nunca hubiera imaginado que sería así.

—¿Eres...?

Cuando Jack no terminó su pregunta, Piggy le preguntó:

—¿Qué?

—¿Virgen?

Los ojos de Piggy se entrecerraron:

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—Pareces sorprendido.

—La mayoría de los chicos de tu edad por lo menos han sido

besados, pero parece que incluso eso sea nuevo para ti.

—¡No soy un íncubo!

Jack se rió. —¿Así que esas son mis opciones? ¿Virgen o íncubo?

¿No hay término medio?

—No por lo general, no para los de mi tipo.

—¿Tu tipo? ¿Qué tipo es ese?

Piggy parpadeó y repitió la conversación en su cabeza. Había estado

distraído, y quién podría culparle ¡había tenido la lengua de Jack en la

boca! No debería haber dicho lo que había dicho, sin embargo. No creía

que Jack estuviera listo aún para lo que era de verdad.

—Mi gente. —Era un pobre intento de salvar su error.

—Entonces, ¿quién es tu gente?

Piggy podía sentir la electricidad entre ellos comenzar a desaparecer

y se aferró a ella.

—¿Tenemos que hablar de esto ahora?

Jack lo miró a los ojos, durante mucho tiempo, y luego negó con la

cabeza.

—Podemos hacer esto en su lugar. —Entonces, el beso comenzó de

nuevo. Piggy estuvo de acuerdo.

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Era como un baile o una pelea. La lengua de Jack empujó en la boca

de Piggy y se deslizó a lo largo de la suya. Luego Piggy empujó, invadiendo

la boca de Jack. Entonces Jack se hizo cargo de nuevo, y luego, Piggy,

luego Jack, y luego él de nuevo. Iba y venía una y otra vez y los

sentimientos crecían dentro de él.

Se alegró de que estuvieran tumbados ahora, porque estaba

bastante seguro de que no sería capaz de ponerse de pie y estaba feliz de

no tener que tratar de hacerlo. Estaba empezando a entender por qué los

seres humanos hacían tantas cosas estúpidas solo para tener sexo.

Imaginó que podría hacer cosas estúpidas para seguir disfrutando esto.

El beso siguió y siguió y Piggy feliz, se perdió en él. Luego las manos

de Jack comenzaron a vagar por su cuerpo y Piggy apenas podía creerlo,

pero fue aún mejor. Dondequiera que las manos de Jack fueran, dejaban

detrás un hormigueo. La polla de Piggy estaba tan dura ahora, que dolía.

Sin embargo, era un buen dolor.

Intentó tocar de vuelta y Jack gimió, empujando hacia los toques. Le

hizo más audaz y trató de tocar a Jack en todas partes. A veces encontraba

un lugar que hacía a Jack jadear, como en el pecho o contra su polla. Piggy

tenía que admitir, que esos lugares se sentían muy especiales para él,

también, cuando los dedos de Jack se quedaban allí.

—¿Qué tal si hacemos algo con esta ropa? —Jack tiró de los botones

de la camisa de Piggy y antes de que hubiera encontrado suficiente

cerebro para procesar la pregunta, y mucho menos responderla, la camisa

de Piggy estaba totalmente fuera de los pantalones y los botones

desabrochados.

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Piggy había pensado que los besos y toques de Jack eran

impresionantes. Eso fue antes de que Jack le tocara la piel desnuda y

deslizara sus dedos a través de los pequeños pezones de Piggy. Esos no

eran hormigueos de electricidad, eran enteramente rayos. Su polla se

puso aún más dura de lo que ya estaba y Piggy se encontró embistiendo

ciegamente, sus caderas golpeando con entusiasmo, buscando la fricción

con su dolorida polla.

—Sólo un segundo —murmuró Jack, con los dedos rozando su pene

y se puso a abrir sus pantalones.

Piggy empujó y trató de seguir las manos de Jack, ansioso de más

estimulación allí. No importaba lo mucho que estuviera tirando y tratando

de conseguir toques, sin embargo, no estaba preparado para las

sensaciones cuando Jack finalmente consiguió abrir sus pantalones y

poner una mano dentro de ellos. Era como... no sabía lo que era, porque

nunca había sentido nada como lo que sentía en ese momento.

Sus bolas se contrajeron contra su cuerpo y su polla se sacudió,

esparciendo calor, cuando un increíble placer le atravesó. Los ojos de

Piggy se cerraron y gritó, al tiempo que todo su cuerpo se sacudía. La

mano de Jack siguió moviéndose, extrayendo más sensaciones de su pene,

haciendo que Piggy se estremeciera un par de veces más.

Cuando la mano de Jack se detuvo, los ojos de Piggy se abrieron

rápidamente y miraron arriba a los verdísimos ojos.

—¿Te gustó eso, eh? —La sonrisa engreída de Jack le dijo que ya

sabía la respuesta.

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Jack podía tener en su cara la sonrisa que quisiera. Piggy sólo gimió

y empujó, enterrando su rostro en el cuello de Jack.

Acariciando su espalda, Jack depositó besos en la parte superior de

la cabeza de Piggy.

—Te ha gustado, ¿verdad?

Piggy asintió con la cabeza y se alejó lo suficiente para mirar a Jack.

—Aunque gustar parece una palabra algo enclenque para eso.

Riendo, Jack se llevó la mano a la boca y empezó a lamerla para

limpiarla. Piggy miraba, con los ojos abiertos de nuevo.

—Eso. Tú. Yo.

—Sabes bien. ¿Quieres probar? —Jack le tendió la mano y Piggy

tomó una cuidadosa lamida. Su placer sabía a sal y humo, y algo no muy

amargo. No estaba seguro de que fuera bueno, pero no estaba mal.

Piggy vio cómo Jack seguía lamiendo la mano para limpiarla,

asegurándose de no dejar nada. No había estado seguro sobre el sabor,

pero Piggy estaba seguro acerca de cómo le hacía sentir ver a Jack hacer

eso. Su pene estaba volviéndose duro de nuevo, retorciéndose y

llenándose con cada lamida de la lengua de Jack. Gimiendo de nuevo,

empujó contra Jack, chocando con el algodón que cubría la polla de Jack.

—No estás lo suficientemente desnudo.

—Podrías hacer algo al respecto, Piggy. Mientras termino de

conseguir que te desnudes.

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Eso sonaba razonable y Piggy solo se dio cuenta del fallo en la

sugerencia una vez que comenzaron. Era muy difícil concentrarse en

quitar la ropa de Jack mientras Jack estaba ocupado haciendo lo mismo

por él. Jack terminó de desvestirle y Piggy solo había sacado la camiseta de

Jack de sus vaqueros.

—Lento como las tortugas —bromeó Jack.

—¡Me distrajiste!

—¿Lo hice? —Jack tocó el pezón derecho de Piggy, haciéndole

jadear y empujándole hacia delante de nuevo, su pene arrastrándose

mitad sobre la piel desnuda y mitad sobre el algodón. Gimió. —Tal vez

debería ayudar —sugirió Jack, moviéndose para quitarse su propia ropa.

Piggy intentó ayudar, pero se distrajo de nuevo, esta vez por tocar la

piel desnuda de Jack. Hacía calor y el pelo del pecho de Jack era suave

bajo sus dedos. Le rozó el pezón izquierdo y Jack gimió, el cuerpo dando

un pequeño tirón, así que Piggy lo tocó de nuevo, esta vez más firme.

Luego, retorció el otro. Lo hacía muy feliz que pudiera hacer que Jack se

sintiera lo bastante bien para gemir y temblar también.

Por suerte, aún distraído por los toques de Piggy, Jack logró quitarse

sus propios vaqueros, y Piggy pudo tocar por todas partes, piel sobre piel.

Se sentía tan bien cuando presionaba y se frotaban juntos. Sus caderas se

pusieron en marcha de nuevo y él frotó y frotó. Jack atrajo sus bocas

juntas una vez más, añadiendo el beso al frotamiento y luego, también le

tocó los pezones.

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Se sentía tan bien, que Piggy estaba seguro de que iba a conseguir

alas de nuevo. O tal vez, Jack era el único en hacer, como estaba haciendo,

que Piggy se sintiera así.

Nadie consiguió alas.

En su lugar, todo se acrecentó, los besos, los toques, los roces, los

labios en los labios, lengua sobre lengua, polla contra polla. Chispas de

electricidad se movían por todas partes donde Piggy tocaba y cuando sus

labios se separaron brevemente, jadeó en busca de aire, sin importarle en

realidad si lo conseguía o no; sino que simplemente no quería que esto se

detuviera.

—Piggy, voy a...

No tenía idea de lo que eso significaba, pero entonces Jack empujó

con fuerza contra él y el calor salpicó entre ellos. La súbita oleada de

semen en su polla estimuló el orgasmo de Piggy, y se corrió también,

dejando salir más calor.

Jadeando, se derritió contra Jack. Definitivamente se sentía

gelatinoso ahora; era una buena cosa que estuvieran en la cama.

De alguna manera a Jack le había quedado algo de energía y acarició

el hombro de Piggy; luego, se alejó y se incorporó antes de que Piggy

pudiera hacer algo más que gemir como queja. Jack les limpió a ambos

con algunos Kleenex antes de tirar de un enorme y suave edredón hacia

arriba sobre ellos.

Piggy aprovechó esto para decidir que estaba bien si se entregaba a

los deseos de su cuerpo de ponerse a dormir.

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Cerró los ojos y suspiró, cálido y cómodo, y sintiéndose mejor de lo

que cualquier demonio tenía derecho a sentirse.

***

Piggy no podía recordar haberse despertado alguna vez tan cálido a

menos que estuviera en su nido en el Infierno. Caliente del modo que

hacía juego con el territorio de allí, porque cuando estaba en la Tierra,

nunca parecía poder calentarse lo suficiente.

Hoy estaba cálido, pero no estaba en su nido; podía decirlo porque

no olía lo más mínimo como azufre o sulfuro. En su lugar olía a sexo y a

Jack.

Sexo y Jack.

Piggy se irguió de golpe, mirando a su alrededor atolondradamente.

Estaba en casa de Jack. En la cama de Jack para ser precisos, y todo lo que

habían hecho la noche anterior llegó de golpe. Oh, guau. Eso no había

sido… un sueño.

Comprobando la cama, junto a él, se encontró con que Jack todavía

estaba dormido, aunque tenía el ceño fruncido. Piggy lentamente se

acostó y se acurrucó junto a Jack encontrando un lugar que se ajustaba

perfectamente a él. Jack estiró la mano y le acarició la cadera, luego se

envolvió alrededor de ella. La señal era muy clara; Piggy no iba a irse a

ninguna parte.

Amaba a un hombre que sabía lo que quería y no tenía miedo de

aceptarlo. Aunque, para ser justos, Jack no sabía exactamente qué era lo

que había aceptado. Piggy sabía que tenía que confesar, tarde o

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temprano, pero no tenía ni idea de cómo empezar esa conversación en

particular, además, estaba muy cómodo donde estaba. Su polla, dura de

nuevo, encajaba perfectamente en el pliegue entre el torso y el muslo de

Jack.

Este murmuró algo, pareciendo aún medio dormido, y una de sus

manos se cerró alrededor de Piggy, agarrando su culo y tirando de él aún

más cerca. Piggy dio un sincero, feliz gemido y logró acurrucarse aún más.

Podía ser nuevo en esto, pero tenía los instintos y los seguía con

entusiasmo, ya que parecía que le llevaban donde quería ir.

Todo lo que necesitó fue un pequeño codazo y Jack se unió a su

movimiento y de repente, se mecían juntos de nuevo.

—Mmm... —sonrió Jack, con los ojos todavía cerrados, y juntaron

sus labios para un beso.

Esa mezcla de besos y mecerse juntos, carne desnuda con carne

desnuda provocó la misma magia en su cuerpo que tuvo la pasada noche.

Se sentía increíble y tan ansioso como estuvo. Esta vez, Jack deslizó una

mano entre ellos y la envolvió alrededor de ambas pollas, apretándolas

juntas.

Gimiendo, Piggy golpeó con sus caderas, rozando atrás y adelante

tan rápido como podía. Cada vez que pensaba que había sentido la mejor

parte, era aún mejor. Le gustaba la forma en que esto funcionaba.

Sus ojos brillaron en los de Jack, su boca abriéndose en un grito

silencioso mientras el placer se precipitaba a través de su cuerpo de

nuevo, empujando fuera de su pene. Sonriendo, Jack siguió acariciándolas

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juntas hasta que su cara se puso laxa y más calor se extendió entre ellos.

Piggy lo estuvo mirando todo el tiempo.

Jack se relajó y sonrió.

—Buenos días.

Piggy le devolvió la sonrisa.

—Sí, creo que realmente lo son.

La boca de Jack cubrió la suya de nuevo, con un beso un poco suave

y un poco perezoso.

—Es una lástima que no sea fin de semana.

Piggy ladeó la cabeza.

—¿Eh?

—Entonces podríamos dormir, quedarnos en la cama.

—Oh, claro. —Se había olvidado por un momento que había un

mundo fuera de los confines de la cama. Un mundo y un Infierno, de

hecho.

—¿Tienes alguna clase?

—No... —Piggy suspiró. No le parecía bien mentir a Jack ahora que

eran... íntimos. Se recordó a sí mismo que era un demonio y mentir a la

gente le salía con facilidad.

—¿Qué pasa?

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—En realidad, nada. Es sólo que... —Se encogió de hombros—, no lo

sabes todo sobre mí.

Jack se movió a su lado, apoyando la cabeza en una mano.

—Pues dime.

—Así sin más, ¿eh?

—Claro, ¿por qué no?

Si solo fuera así de fácil. Piggy tenía el presentimiento de que a Jack

no le iba a gustar mucho oír la verdad. —Qué pasa si lo que tengo que

decir es una especie de... gran cosa fantasiosa.

—¿Eso es una palabra?

—No lo sé... yo… —Negó con la cabeza—. ¿Podemos dejarlo? —Se

lo contaría, lo haría. Solo que no hoy. Hoy parecía bastante bueno y Piggy

quería deleitarse en ello.

—Por supuesto. —Jack se acurrucó cerca de él. —¿Qué quieres para

el desayuno? ¿Te gustan los huevos? ¿Qué tal salchichas en pasta?

—¿Salchichas en pasta? ¡Eso no es una cosa real que se coma!

—¡Claro que lo es! —Riendo, Jack se levantó y lo arrastró fuera de la

cama—. Vamos, te lo enseñaré.

***

A Piggy le encantaba pasar el tiempo con Jack. Le gustaba tanto que

estaba descuidando las malas acciones. El resultado de esto era que no

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había hecho accidentalmente el bien en vez del mal y no había tenido

incidentes con las alas en meses.

El inconveniente era que cada día que pasaba y no le decía a Jack su

verdadera naturaleza se sentía un poco culpable. Le preocupaba, sin

embargo, que si Jack supiera la verdad, echaría a Piggy y sería peor que

conseguir alas de ángel. Sería peor que ser fuertemente abroncado por el

Jefe, incluso. Aunque, en realidad, más o menos se había acostumbrado a

eso.

Piggy entró en casa de Jack, este le había dado una llave hacía un

par de semanas, y empezó a preparar la cena. Jack tenía una clase a última

hora del martes, por lo que a Piggy le gustaba tener la comida lista para

cuando volvía a casa.

Había un árbol de Navidad en el comedor, iluminando con bonitas

luces de colores a la cocina y Piggy estaba cantando sobre el pudin de

higos. Demonio o no, lo cierto era que a Piggy le encantaba la Navidad.

Adoraba las luces y las decoraciones, y todo el colorido papel de regalo. Y

las canciones, también. Incluso las religiosas, a decir verdad, y si eso lo

hacía un demonio malo, no era lo único, ¿verdad?

Todavía cantando, Piggy puso un poco de pollo al horno con una

agradable salsa rociada de vino e hizo una ensalada. Una vez que hubo

terminado y la mesa estuvo puesta, se sentó y, para compensar el canto

de villancicos, trató de averiguar cómo podía hacer más mal que solo las

pequeñas cosas que estaba perpetrando con las madres del parque. Eso

era poca cosa y lo sabía.

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La cuestión era que su corazón no estaba en ello ya. Tal vez nunca lo

había estado. Tal vez por eso siguió ganándose alas de ángel en lugar de

los elogios del Jefe. Ahora que pensaba en ello, ¿cuál era la recompensa

por haber causado caos y dolor y miseria en la Tierra? Seguir haciendo

más de lo mismo en lugar de estar atrapado en algún nivel más bajo del

infierno, removiendo mierda, ya fuera real o metafísica. Sí, suponía que

era una buena recompensa.

—Parecen serias reflexiones.

Piggy saltó. No había oído entrar a Jack. Se volvió y sonrió. Jack tenía

buen aspecto, quizás un poco cansado, pero era guapo y Piggy amaba los

verdes, muy verdes ojos de Jack. Iba a enloquecer con los ojos de Jack. Y

su sonrisa. Y su cuerpo. Haciendo el amor. Despertando acurrucados

juntos... y la lista seguía. Seguro que había algunas cosas que hizo Jack de

las cuales podría prescindir pero, más o menos, amaba a Jack. Oh, sí,

míralo a él, sacudiendo la vibración demoniaca.

—¿Piggy? —Jack inclinó la cabeza—. ¿Estás bien?

—¿Yo... ? Tal vez… tenga algo que decirte. Probablemente debería

habértelo dicho hace mucho tiempo. —Piggy se retorció los dedos y se

mordió el labio inferior. ¿Podría realmente hacer esto? ¿Iba a hacerlo

ahora? Pensó que tal vez no tuviera ya otra opción.

Sacando una silla, Jack se sentó frente a él y le tomó las manos.

—Espera. —Se inclinó y lo besó, deslizando la lengua por su labio

inferior y luego empujándola en la boca.

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Piggy abrió la boca y chupó la lengua de Jack. Todavía adoraba besar

a este humano casi más que cualquier otra cosa. Bueno, aparte de las

otras cosas que hacía con él. Le encantaba todo eso, también. Se centró

en la forma en que sentía los labios de Jack contra los suyos, en el sabor

de la lengua y trató de no pensar en que podía ser la última vez que

consiguiera hacerlo.

Jack terminó lentamente el beso.

—Ya está. Ahora puedes contarme.

Piggy parpadeó un par de veces, y finalmente asintió. Bueno, podía

hacerlo. Podía. Incluso si eso significaba perder a Jack para siempre.

Míralo de esta manera, se dijo a sí mismo, si rompía el corazón de Jack, al

menos finalmente quedaría bien con el Jefe. No había mucho resquicio

para la esperanza.

—No soy quien crees que soy. —Se detuvo para ver el efecto que

sus palabras tenían sobre Jack.

—¿Qué quieres decir?

—Yo. Yo soy. Ya ves... soy un demonio. —Jack simplemente siguió

mirándolo, parpadeando varias veces y Piggy continuó apuradamente—.

Como los del Infierno. Estoy en la Tierra para provocar confusión y caos y

hacer que la gente haga cosas malas a los demás pero no soy muy bueno

en eso, de hecho, sigo haciendo sonar la campana y consiguiendo alas,

pero eso no cambia el hecho de que soy un demonio del Infierno y siento

no habértelo contado antes, quiero decir que probablemente debería

habértelo dicho antes de que hiciéramos el amor, así tú podrías haber

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roto conmigo entonces, en vez de continuar bajo falsos engaños y sé que

es mucho para digerir, pero estoy realmente esperando que me puedas

perdonar y no me patees o…

Su flujo de palabras fue detenido por la boca de Jack sobre la suya.

Los ojos de Piggy volaron hacia arriba al encuentro de Jack. Esto no era lo

que esperaba. En absoluto. Ni remotamente. Se quedó sin aliento cuando

Jack finalmente se retiró.

—Lo sé —dijo Jack en voz baja.

—¿Qué? —Obviamente el beso de Jack le había confundido el

cerebro.

Jack miró hacia otro lado, y luego se encontró con su mirada de

nuevo.

—No he sido completamente honesto contigo, tampoco.

—No entiendo. —Piggy no lo hacía. No, en absoluto. ¿Cómo podía

Jack saber? ¿Y qué quería decir con que no había sido completamente

honesto tampoco?

—Yo, eh. Soy controlador.

—¿Un qué?

Jack sonrió y extendió la mano para tocar su boca.

—Un controlador. Para el Cielo. Soy una especie de tipo que realiza

un seguimiento de las alas.

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—¿Las alas? ¿Como cuando una campana suena y ¡zas!, un ángel

consigue sus alas? ¿Esas alas? —Las alas que habían estado acosando a

Piggy.

—Sí, y había una discrepancia, ¿ves? o ángeles desaparecidos o tal

vez alas desaparecidas, yo no lo sabía en un principio. Ahora bien, un par

de alas sin ángel es solo una anomalía y lo consideré así. Dos es raro y un

tipo de gran rareza poco probable, pero aun así no vale la pena

preocuparse demasiado por ello. ¿Pero tres? Bueno, ahí fue cuando supe

que algo andaba mal. Así que se lo dije a mi Jefe y él me envió aquí para

investigar.

—Entonces, ¿has sabido desde el principio que soy un demonio y

que he estado robando las alas de ángel? —¿Todo esto con Jack había sido

una trampa elaborada para castigarlo? ¿Ponerle todo caliente y que se

enamorara de Jack y luego arrebatárselo?

—Yo no lo llamaría exactamente robar, ganaste todos y cada uno de

esos pares que has llevado.

—Así que... ¿significa que tienes que entregarme o algo así?

Jack negó con la cabeza.

—Si fuera a hacer eso, lo habría hecho antes de que tropezara

contigo.

—¿Lo hiciste a propósito? ¿Por qué? —Aquí llegaba, el martillo

estaba a punto de caer. Piggy se armó de valor para ello, aunque en

realidad, no creía que ningún tipo de refuerzo iba a hacer que doliera

menos.

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—Porque me encontré a mí mismo enamorándome de este

pequeño y dulce demonio que seguía fastidiándola y ganándose las alas

de ángel.

Piggy parpadeó. Eso no era lo que esperaba en absoluto. ¿Podría ser

verdad? Miró a los ojos de Jack. No había ninguna maldad allí, o cualquier

enojo o desprecio, solo... amor. Jack realmente lo amaba. No parecía muy

real.

Cuando Piggy no dijo nada –no podía ya que todavía estaba un poco

sorprendido y cohibido– Jack continuó:

—Así que organicé una reunión accidental, pero choqué contigo

demasiado fuerte. Nunca quise que resultaras dañado.

—No lo fui, en realidad, no. —Jack no le había hecho daño, ni una

sola vez. Era un buen tipo. A pesar de ser controlador de las alas de los

ángeles.

—No, solo estabas un poco confuso. Y luego te alejaste cuando fui a

besarte y tuve que recordarme a mí mismo que estabas en una situación

de desventaja; te había estado observando durante un tiempo y tú solo

me acababas de conocer.

—Espera un segundo. —Piggy necesitaba asegurarse de que tenía

claras un par de cosas antes de liberar la sensación de su pecho que

estaba bastante seguro de que era esperanza—. Así que ya sabes que soy

un demonio, de hecho, lo has sabido todo el tiempo y no vas a dejarme

por ello.

—Eso es correcto. —Jack sonrió y le apretó las manos.

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—Y tú eres el tío de «dónde están las alas», pero no me vas a

entregar por las que yo rob… accidentalmente me apropié.

—Uh, uh. —Jack se deslizó hasta el borde de la silla, moviéndose un

poco más cerca.

—¿Vas a tener problemas por no entregarme? —Si se hubiera

tratado de él, Belcebú probablemente gritaría mucho y exhalaría humo y

fuego por la nariz y, al final, le asignaría una tarea horrible. Así es como

funcionaban en el infierno.

—No, lo dejé la mañana después de que hiciéramos el amor por

primera vez.

—¿Dejaste tu trabajo por mí? ¿Dejaste el Cielo por mí? —Piggy no

sabía qué decir a eso—. ¿Sabías que era un demonio y todavía lo dejaste

por mí?

—Sí. Bastante tonto, ¿eh?

Piggy no sabía si era tonto o no, pero sí sabía que eso significaba

que a Jack le importaba mucho, que el amor era real y fuerte y

sorprendente. Piggy no sabía lo grande que podía ser el amor. ¿Cómo

podría? Nunca había sido amado antes. Nunca había amado antes

tampoco. Abrazó a Jack y besó a su amante con todo lo que tenía.

Jack le devolvió el beso y Piggy oyó campanas, pero como no hizo

“puf” en el Infierno con un par de alas no deseadas en su espalda, pensó

que eran solo los villancicos.

***

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Piggy no continuó tratando de hacer el mal nunca más. Parecía que

siempre le salía el tiro por la culata y, de todos modos, no necesitaba los

méritos. Había hecho que un controlador de alas del Cielo dejara de serlo.

El Jefe le permitió recibir su carné después de eso. Ese documento le

permitía vivir en la tierra con Jack y cada vez que terminaba con alas, el

Jefe le traía de vuelta al Infierno para que se las quitaran.

A veces le echaba una bronca a Piggy por los viejos tiempos, pero en

la mayoría de las ocasiones sólo ordenaba que eliminaran las alas y

devolvieran a Piggy a la Tierra.

Sin embargo, a Piggy le gustaba mantenerse en forma y a veces

trazaba los mejores planes en su cerebro y los seguía. Todavía era un

demonio, después de todo. Sin embargo, con las mejores intenciones y

todo, más a menudo que no, oía esa maldita campana sonar, como hoy

cuando el maldito ladrón de bancos que se había preparado para hacer el

mayor atraco de su vida la víspera de Navidad, había corrido delante de un

autobús para salvar a una señora y su bebé.

Piggy había oído las campanas repicar justo cuando su ladrón de

bancos fue golpeado y ¡zas!, ahí estaba Piggy, frente al Jefe, las alas

blancas aleteando detrás de él.

—A veces pienso que lo haces a propósito, Piggy.

—¿Se refiere a las alas, Jefe? —Era divertido, que te llevaran ante el

Jefe con la suficiente frecuencia y que no pareciera tan temible e

intimidante.

—Me refiero a las buenas obras, ayudar a la gente.

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—Fue atropellado por un autobús ¿cómo puede ser eso ayudar a

alguien? —Piggy nunca planeó hacer el bien, simplemente sucedía.

—Fue atropellado por un autobús salvando vidas y encima de eso ni

siquiera se murió. ¡Para colmo de males! Ahora es un gran pedazo de

héroe. Convertiste a un ladrón de bancos de los bajos fondos en un

auténtico héroe. En la jodida víspera de Navidad. A veces, creo que

trabajas para el otro lado.

—¡No lo hago!

—¿No? Entonces, ¿cómo se explica tu trayectoria? Vamos, Piggy,

acabas aquí abajo con alas con mayor frecuencia que causas daños y caos.

De hecho, no estoy seguro de que recuerde si alguna vez causaste el caos.

—El Jefe tenía razón; Piggy nunca había logrado nada tan grande como el

caos.

—¿Debido a que no soy muy bueno en eso? —Sugirió Piggy

tentativamente.

Belcebú resopló y Piggy hizo una nota mental para dejar su ropa en

la lavandería en cuanto llegara a su casa, a Jack no le gustaba cuando olía

a humo.

—¿Por qué sigo enviándote de vuelta allí? Conseguiste algún tipo de

tarjeta de sal-del-Infierno-libremente o algo así.

—El controlador de las alas dejó el Cielo por mi culpa.

—Oh, eso es correcto. ¿Y sigue contigo? No se ha arrepentido y se

ha vuelto un santurrón haciendo el bien, ¿verdad?

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—No, en absoluto, Jefe. Estamos enamorados.

—Bueno, ¡ese es suficiente castigo para cualquier persona! Quítate

las alas y lárgate de nuevo.

—Gracias, Jefe. —Piggy resistió la tentación de inclinarse

profundamente antes de volverse para darse a la fuga. Él y Jack iban a

abrir algunos regalos temprano este año y estaba ansioso por empezar.

Tenía una caja llena de besos para Jack bajo el árbol y envuelta con un

bonito lazo. Por no hablar de que Jack estaría esperándole, y cuando no se

presentara a tiempo, sabría lo que había pasado y habría un baño y un

frotamiento de pies y algo de roce de un tipo completamente diferente

cuando regresara a casa. Además de los regalos. ¿Por qué no estaba

huyendo ya?

—Y Piggy...

Piggy desaceleró, luego se detuvo y contuvo un suspiro. Sólo quería

llegar a casa con Jack. La próxima vez no tenía previsto cometer ninguna

fechoría en un día festivo, aunque estuvo bien; se volvió hacia Belcebú,

una vez más.

—¿Sí, Jefe?

—Trata de mantenerte alejado de las campanas.

FIN

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El calor en la vida real es la perdición de la vida de Vic, cuya

estación preferida es el invierno, y la vida de Vic es mucho más mundana

que la ficción. Y cuando se trata de ficción, cuanto más caliente, mejor es

el lema de Vic. Que sea romántico, que sea atractivo, que sea erótico,

pero sin duda que sea caliente.