Cannabis: efectos, riesgos y beneficios

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    ISSN 1409-214X #244 Junio 2

    LEGALIZAR LA MARIHUANA PARA

    BENEFICIO HUMANO Y ECOSISTMICO

    Editorial

    Legalizar la marihuana para

    benecio humano y ecosistmico

    Jos M. Rodrguez

    Cannabis: efectos, riesgos y benecios

    Ernesto Corts

    Consumidores de cannabis en Costa

    Rica: Informacin sobre ellos para

    promover polticas ms humanas

    Jess Mndez

    Consumidores o monstruos?

    Del ethos al pathos en la

    estigmatizacin de los

    consumidores de marihuana

    Daniel Pacheco

    Legalizar la marihuana para

    humanizar: una salida de

    la cultura de muerte

    Manuel E. Soto

    La legalizacin de la marihuana en

    Uruguay y las lecciones

    para Costa Rica

    Normas mnimas para la presentacin

    de artculos a Ambientico

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    Sumario

    EditorialLegalizar la marihuana

    para benecio humano

    y ecosistmico

    Jos M. RodrguezCannabis: efectos,

    riesgos y benecios

    Ernesto CortsConsumidores de cannabis

    en Costa Rica: Informacin

    sobre ellos para promover

    polticas ms humanas

    Jess MndezConsumidores o monstruos?

    Del ethos al pathos en la

    estigmatizacin de los

    consumidores de marihuana

    Daniel PachecoLegalizar la marihuana para

    humanizar: una salida de la

    cultura de muerte

    Manuel E. Soto

    La legalizacin de la marihuanaen Uruguay y las lecciones

    para Costa Rica

    Normas mnimas para la presentacin

    de artculos a Ambientico

    ISSN 1409-214X. Ambientico 244, Editorial |Pp. 2-3|

    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

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    Legalizar la marihuanapara beneficio humano

    y ecosistmico

    S

    egn informes de la polica y la prensa, los lugaresde Costa Rica en que se cultiva signicativamente

    marihuana estn muy cerca o pertenecen a reservasindgenas cubiertas de selva virgen, en la cordillera de Ta-lamanca. El volumen del rea sembrada no es precisable,debido a lo impenetrable de las extensas montaas en quese ubican los pequeos aunque numerosos sembrados, al-gunos tan diminutos como la dcima parte de una hectrea.Eso es en la vertiente Caribe del pas, en la parte sur de laprovincia de Limn.

    Parece que las siembras, las cosechas y el transpor-te hasta tierras bajas los realizan indgenas reclutados porgrupos criminales organizados de carcter local, que les danlas semillas y les pagan en especie y en metlico. Tambinlas autoridades policiales han dicho que algunos indgenasdedicados a esa actividad ilcita no son reclutados sinosimplemente estimulados por tales grupos, que les ofrecenpago inmediato por cada saco de hierba puesto fuera de laespesa montaa.

    La clandestinidad de los sembrados, a la vez que im-pide su conocimiento, imposibilita -ni que decir tiene!- elcontrol de las prcticas agrcolas. Problema al que se sumael de los incendios que realizan los agentes policiales para

    destruir los plantos. Fcilmente, en un semestre ellos des-truyen un milln de plantas, que es apenas una fraccin,aunque imprecisable, de la totalidad cultivada. Los estro-picios ecosistmicos, pues, merecen ser tomados en cuenta.

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    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

    Editorial

    Mientras el consumo de marihua-na en Costa Rica crece, sin daos signi-

    cativos a la salud de sus practicantes,la selva es maltratada, los indgenas sonperseguidos y estigmatizados, las peque-as maas son engordadas y los recursos

    estatales son dilapidados acosando y hu-millando a muchachos consumidores, tra-tndolos como apestados a pesar de quenadie ha podido probar que perjudiquena alguien.

    La legalizacin del cultivo y el co-mercio de la marihuana en Costa Rica, y

    el control estatal sobre las siembras, redu-ciran el duro impacto ecolgico de estas,restaran medios de vida a grupos crimi-nales, podran apuntalar las raquticas yminsculas economas indgenas -desasis-tidas por el Estado- y restituiran el honorarrebatado a tantos jvenes por fumar unadroga bastante ms inocua que la que co-piosamente bebemos en las bares.

    Pavel Sevela.Cannabis sativa(tomada de Wikimedia Commons).

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    Cannabis: efectos,

    riesgos y beneficios

    Bilogo y antroplogo,experto en

    evolucin humanay alucingenos.Investigador enla AsociacinCostarricensepara el Estudioy la Intervencinen Drogas ([email protected]).

    Jos M. Rodrguez

    ISSN 1409-214X. Ambientico 244, Artculo 1 |Pp. 4-10|

    La planta de cannabis, o camo, ha sido empleadapor el ser humano desde tiempos inmemoriales, connes tanto instrumentales como fraternitarios. Tienemltiples usos histricos y contemporneos, que incluyen laalimentacin con sus hojas y semillas, el uso de sus tallos

    brosos para hacer cuerdas y ropa, as como la produccin deaceite a partir de sus semillas. Sin embargo, su uso ms noto-rio, y desacreditado, es como fuente de preparados de drogaspsicoactivas (marihuana, hachs), que son consumidas condistintos propsitos (medicinales, ceremoniales, recreativos)(Kennedy, 2014). Las propiedades psicoactivas del cannabisson atribuibles, en gran medida, a la presencia del -9-te-trahidrocannabinol (THC), que es el principal cannabinoideque altera la conciencia. Los cannabinoides son compuestossecundarios nicos al gnero Cannabisy estn presentes entodos los tejidos vegetales areos, si bien se concentran prin-cipalmente en la resina (Gotenhermen y Russo, 2002).

    Mundial y nacionalmente, la marihuana es hoy ladroga ilcita de mayor consumo (Samhsa, 2010; Corts,2012). Interesantemente, a pesar de que la cannabis y susVolver al ndice

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    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

    Cannabis: efectos, riesgos y benecios

    compuestos bioactivos -los cannabinoi-des- poseen un potencial incomparable

    como medicina y como herramientas paraavanzar nuestro entendimiento del fun-cionamiento cerebral (Grinspoon y Baka-lar, 1993; Gotenhermen y Russo, 2002),una peculiar demencia cultural o deliriopopular -la cannabinofobia- ha hecho queel avance en estos frentes sea lento y tor-tuoso. Si bien es cierto que no se puedearmar que el uso recreativo de la mari-huana -o de cualquier sustancia psicoac-tiva, en ltima instancia- est exento deriesgos y potenciales efectos adversos enla salud, sin duda concordamos con el m-dico Lester Grinspoon en que los futuroshistoriadores probablemente mirarnesta poca y la reconocern como otra ins-tancia de locura de las masas (Holland,2010, p. xi); no muy distinta de la tulipo-manay las cazas de brujasde pocas an-teriores. En efecto, muchas de las creen-cias sobre los peligros de la marihuana,

    actualmente instauradas en el sentidocomn, no reejan la realidad. Asimismo,

    el enfoque punitivo y persecutorio falla encomprender la condicin humana; se tor-na inhumano al demonizar, vilicar e ile-galizar una planta ante todo porque haceque la gente se sienta veleidosa y alegre:porque la impele a rer. Y ello, en deni-tiva, no reeja otra cosa que una especie

    de locura, una profunda insensatez, como

    bien lo seala la psiquiatra Julie Holland(2010) en su excelente libro sobre el rol dela cannabis en la medicina, la poltica, laciencia y la cultura.

    Lamentablemente, el temor irracio-nal a la planta de cannabis se ha globali-

    zado y nuestro pas no ha escapado al fe-nmeno. Millones de personas inocenteshan sido encarceladas en todo el mundo,y millones de dlares han ido a parar amanos de criminales. Y, con todo ello, sehan violado derechos humanos de modosistemtico y se ha creado un mercado il-cito planetario; al mismo tiempo que, ir-nicamente, se desacredita y desaprovechael formidable potencial utilitario y saluto-gnico de esa maravillosa planta.

    El presente artculo tiene como pro-psito el ofrecer una breve discusin sobrelos efectos asociados al uso psicoactivo dela cannabis. Se intenta, adems, aportara la tarea de una evaluacin objetiva desus riesgos y benecios.

    Antes de abordar propiamente los

    cambios que se experimentan en el estadosiolgico y psicolgico luego de la admi-nistracin del cannabis, es necesario tomaren cuenta que hay muchos factores que in-uencian los efectos subjetivos de cualquier

    droga, incluida la marihuana. Tres factoresimportantes en los cuales nos concentra-remos son: la ruta de administracin, lahistoria de uso de marihuana por parte delindividuo y el contexto social y cultural en

    el que se consume la sustancia.En primer lugar, la manera en la

    que un individuo consume la marihuana-por ejemplo, fumada u oralmente- in-uencia fuertemente el curso del tiempo y

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    Jos M. Rodrguez

    la intensidad de los efectos dela droga. La ruta ms usual

    de administrar la marihuana(i.e.las hojas secas y las oresfemeninas de la planta de can-nabis) es la ruta del fumado,mediante la cual el humo dela planta es inhalado y absor-bido a travs de los pulmones.Dado que los pulmones tienenuna amplia rea de supercie

    y muchos vasos sanguneosque van directo al cerebro, elinicio de los efectos psicoacti-vos es rpido y ocurre en cues-tin de segundos (Kirkpatricky Hart, 2010). Debido a esterpido comienzo, los fumado-res experimentados pueden fcilmentevalorar su dosis y alcanzar los efectossubjetivos deseados. Expresado en trmi-nos de los investigadores, esto le da a losfumadores una gran cantidad de control

    sobre su experiencia aguda con la mari-huana, potencialmente maximizando losefectos positivos de la droga y minimizan-do sus efectos negativos (Kirkpatrick yHart, 2010, p. 12). Tpicamente, los efec-tos que son generados mediante esta rutade administracin son relativamente ef-meros y no duran ms de una o dos horas.

    En el caso de la marihuana consumi-da oralmente, los efectos pueden ser bas-

    tante similares en trminos cualitativosa los de la droga fumada, pero dieren en

    cuanto a la intensidad, a la rapidez de suinicio y a su duracin total. Ms notoria-mente, la marihuana ingerida por la boca

    produce un inicio ms lento de los efectos.Dado que la droga no viaja directamente alcerebro luego del consumo oral, el comien-zo de los efectos se ve retrasado. El puntomximo de los efectos psicoactivos ocurre

    una hora y media despus de la ingestin,aproximadamente (Kirkpatrick y Hart,2010). En trminos prcticos, ello quieredecir que la persona usuaria es menos ca-paz de valorar y ajustar la dosis tomada.Esto implica que aumenta la posibilidad deefectos subjetivos indeseados, como ansie-dad y reacciones de pnico. Por otro lado,los efectos se dilatan signicativamente, y

    a menudo pueden llegar a persistir, sobre

    todo en usuarios poco frecuentes, por has-ta ocho horas (Curran, Brignell, Fletcheret al., 2002).

    En segundo lugar, la cantidad con-sumida y la frecuencia de uso inuyen

    A. Baltodano.Marihuana.

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    en los efectos subjetivos de la marihua-na. Un ejemplo de ello es el hecho de que

    muchas personas que fuman cannabispor primera vez no experimenten nin-gn efecto (Weil, 2004). Parece ser que,antes de que los individuos sean capacesde experimentar efectos subjetivos posi-tivos, deben pasar por un proceso en elque aprenden a reconocer e interpretarlos efectos psicoactivos producidos por ladroga (Jay, 2010). Otro ejemplo es el he-cho de que los fumadores frecuentes pue-den volverse tolerantes a algunos de losefectos de la marihuana (Holland, 2010).La tolerancia implica que se presenta unanecesidad de incrementar la cantidad dedroga consumida para obtener los efectosdeseados. Y quiere decir, simplemente,que quien la utiliza se ha acostumbradosiolgicamente y/o psicolgicamente a

    los potenciales efectos de la marihuana.Un fenmeno comnmente observado enel laboratorio, que ilustra la relevancia de

    los dos factores mencionados (cantidad yfrecuencia de uso), es que efectos subje-tivos negativos son reportados mayorita-riamente por fumadores infrecuentes y/o

    cuando se usan dosis altas -dosis que enusuarios frecuentes tienden a generar unestado alterado disfrutable (e.g. euforia,relajacin) (Kirkpatrick y Hart, 2010)-.

    En tercer lugar, el contexto socialy cultural en el que se usa, as como la

    intencin con que se emplea, inuenciansignicativamente los efectos que se ex-perimentan al fumar marihuana. Enefecto, parece ser que las personas usandrogas -incluido el cannabis- porque sus

    efectos son tiles para sus nes persona-les; es decir, porque pueden fungir como

    instrumentos para fomentar o poten-ciar otros comportamientos especcosque son relevantes para la adaptacin yel benecio propio (Mller y Schumann,

    2011). As, por ejemplo, en el caso de lamarihuana, esta puede ser instrumen-talizada para alcanzar diversas metas ones como mejorar la interaccin social,

    facilitar el comportamiento sexual, facili-tar actividades espirituales y religiosas,aumentar el desempeo cognitivo, facili-tar la recuperacin y el afrontamiento delestrs psicolgico, auto-medicarse paratratar problemas mentales, cultivar la cu-riosidad sensorial o expandir el horizonteperceptual, as como por simple euforia ohedonismo (Holland, 2010; Mller y Schu-mann, 2011). Ello implica que los efectosbuscados y experimentados no siempreson los mismos, sino que varan en funcinde la nalidad por la que se busca cambiar

    el estado de conciencia, as como en fun-cin del contexto social en que se inscribeel consumo individual de cannabis.

    Podemos, ahora, discutir debida-mente los efectos subjetivos de la mari-huana. Los efectos siolgicos agudos (i.e.que resultan de una sola dosis) de estadroga son pocos y no muy signicativos.

    Estos incluyen un aumento moderado enla frecuencia cardaca, enrojecimiento

    de la esclertica de los ojos y sequedaden estos y en la boca; efectos que usual-mente pasan desapercibidos por quienesusan marihuana y que no son peligrosos(Weil, 2004). Con respecto a los efectos

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    Jos M. Rodrguez

    psicolgicos agudos, no obstante, estamosfrente a un panorama muy distinto. La

    marihuana propicia el surgimiento deun estado no-ordinario de la concienciaen el que la cognicin -menos constrei-da que en su estado usual- est enfoca-da en el presente. La persona usuaria sesiente entusiasmada y curiosa, se tornapropensa al asombro y la espontaneidad.Los pensamientos uyen rpidamente

    y la memoria a corto plazo sereduce. Se dan, adems,cambios marcadosen la percepciny en las emocio-nes: el tiempose ralentiza,el mundo seaprecia de for-mas novedo-sas y la emo-cionalidad seintensica.

    En estu-dios de laborato-rio, cuyos resulta-dos son en muchoscasos consistentes conlas descripciones anecd-ticas de los efectos de lamarihuana, uno de los hallazgos msrobustos es que la euforia se ve consis-tentemente aumentada poco despus

    de consumir la droga (Kirkpatrick yHart, 2010). As, quienes la consumenreportan puntajes mayores en catego-ras como sentirse elevado, efectopositivo de la droga y estar colocado

    (Ilan, Gevins, Coleman et al., 2005).Otros efectos subjetivos positivos que

    aumentan de manera consistente luegode la administracin de la marihuanason el sentirse estimulado as comoapacible (Hart, Ward, Haney et al.,2002). Entonces, en general se puedeafirmar que los efectos subjetivos dela marihuana tpicamente incluyen la

    experiencia de un estado de relaja-cin, un aumento de la fe-

    licidad o euforia leve,alteraciones percep-

    tuales y sensua-les, una profun-

    dizacin de losprocesos delpensamiento,alteracionesc o g n i t i v a s ,aumento enel apetito yla intensifica-

    cin de las ex-periencias sen-

    soriales (Green,Kavanagh y Young,

    2003; DSouza, Sewelly Ranganathan, 2009). Del

    lado potencialmente nega-tivo, la evidencia anecdtica y de prue-bas cientficas controladas sugiere queel uso agudo de cannabis puede resultar

    en un estado de nimo cambiado, en unaumento o disminucin en la ansiedad,as como en sntomas psicticos tran-sitorios -y dependientes de la dosis-como paranoia, delirios, pensamiento

    Logo del Movimiento CannabisMedicinal Costa Rica.

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    Cannabis: efectos, riesgos y benecios

    desorganizado y deterioros en la aten-cin y la memoria (DSouza, Sewell y

    Ranganathan, 2009).

    El deseo fundamental de alterar laconciencia -de manera signicativa, pero

    controlable- es parte de nuestra humani-dad (Weil, 2004; Jay, 2010). El perseguirestados alterados, si bien es natural, esuna iniciativa inherentemente riesgosa.No obstante, es fundamental tomar encuenta que muchas de las drogas, ya seande control internacional o no, planteanmayores riesgos a la salud que el canna-bis. Esta planta es solo ligeramente txi-ca. Para la marihuana nunca se ha podi-do establecer una dosis letal; jams se hareportado una sobredosis fatal. Asimis-mo, la probabilidad de tornarse depen-diente de esta droga es sumamente baja(Holland 2010). En resumen, la carga de

    salud pblica del consumo de cannabis esbastante modesta comparada con la delalcohol, el tabaco y otras drogas ilcitas(Hall y Degenhardt, 2009).

    Mas lo anterior no quiere decir quesu utilizacin est totalmente exenta deriesgos. La irritacin pulmonar y los sn-tomas psiquitricos son dos de las preo-cupaciones ms importantes de su uso,y en particular de su abuso. Es sensato

    recomendar que las personas con unahistoria familiar de psicosis, y las quetienen problemas pulmonares, no fumenmarihuana. Esto nos lleva a reconocerque el dao ms probable que puede

    resultar de usar cannabis es el ser arres-tado. Otro inconveniente o consecuencia

    negativa reportada por los usuarios es elrechazo familiar y social (Corts, 2014[en este mismo volumen]), que tambinest ntimamente ligado al estado de ile-galidad de la droga.

    Con respecto a sus benecios, la

    marihuana puede ser usada para tratarlos sntomas de muchas condiciones desalud (Grinspoon y Bakalar, 1993; Goten-hermen y Russo, 2002). Inicialmente, ellatiene un efecto estimulante, seguido derelajacin y reduccin general del estrs.Suscita, adems, un efecto analgsico ypuede bloquear la migraa. Ayuda a mi-tigar o controlar los sntomas de la escle-rosis mltiple, de lesiones medulares y dela epilepsia. Mejora el sentido del humory del bienestar. Asimismo, posee efectosantiemticos, expectorantes y broncodi-latadores. La marihuana puede estimularel apetito y reduce la nusea y el vmito.

    Tambin alivia las articulaciones, es anti-inamatorio, ayuda ante la artritis y el

    reumatismo y relaja los msculos. Otrasdolencias para las cuales la marihuana estil son: sida, anorexia, ansiedad, asma,varios tipos de cncer, dolor crnico, de-presin, ebre, glaucoma, insomnio, sn-drome premenstrual, anemia falciforme,paraplejia y pruritis (Holland, 2010).

    Para nalizar, cabe hacer nfasis en

    que una integracin saludable de los esta-dos alterados de la conciencia es posibley deseable. La exageracin de los riesgosasociados al uso de marihuana, por par-te de algunos medios de comunicacin,

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    Jos M. Rodrguez

    acadmicos y autoridades de institucio-nes de salud o seguridad, es contraprodu-

    cente. La regulacin actual perjudica elentendimiento del funcionamiento del ce-rebro y la mente, al igual que el desarrolloteraputico (Nutt, King y Nichols, 2013);adems de que criminaliza a las personasusuarias de manera innecesaria. Es tiem-po de reexionar sobre la cannabinofobia

    y sus desastrosas consecuencias en la so-ciedad, la ciencia y la ecologa. Es tiempode actuar con sensatez y responsabilidadpara poder reincorporar legtimamenteen las sociedades modernas la utilizacinde esa planta con nes utilitarios, saluto-gnicos y fraternitarios.

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    Jos: Iafa.

    Corts, E. (2014). Consumidores de cannabis en Costa

    Rica: Informacin sobre ellos para promover po-

    lticas ms humanas. Ambientico 244 [en este

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    ton Mifin.

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    Consumidores de

    cannabis en Costa Rica:Informacin sobre ellospara promover polticas

    ms humanas

    Coordinador del reade Incidencia Poltica

    de la AsociacinCostarricense para elEstudio e Intervencinen Drogas ([email protected]).

    El uso de marihuana (cannabis) se ha incrementadosignicativamente en los ltimos aos en el pas, es-pecialmente entre la poblacin joven. Las razonesde este aumento son variadas, y relativamente inciertasdado que contamos con muy poca informacin til y oportu-

    na para poder aventurar una hiptesis al respecto. La ile-galidad del mercado, la intolerancia social y la ausencia deun debate abierto y bien fundamentado dicultan la posibi-lidad de investigar y entender mejor ese fenmeno social ya las personas que lo protagonizan.

    Los usuarios de cannabis no solo estn expuestos alos riesgos fsicos y psicolgicos asociados al uso proble-mtico sino que, adems, son ms vulnerables a posiblesdaos por rechazo familiar y social. Otros riesgos de im-portancia se relacionan con la aplicacin de las leyes decontrol de drogas por los agentes estatales de seguridady justicia, y tambin con las circunstancias propias de laadquisicin y consumo de esta sustancia psicoactiva. Elestigma social con que viven las personas usuarias de dro-gas, entre estas el cannabis, puede llegar a excluirlas de

    Ernesto Corts

    ISSN 1409-214X. Ambientico 244, Artculo 2 |Pp. 11-17|

    Volver al ndice

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    Junio 2014. Nmero 244

    Ernesto Corts

    los espacios socio-afec-tivos, educativos, labo-

    rales y sanitarios, sim-plemente por consumiruna sustancia cuya co-mercializacin ha sidodeclarada ilcita.

    Este artculo, quees un acercamiento alconocimiento de la po-blacin usuaria de ma-rihuana en Costa Rica,apunta a brindar ele-mentos para generarpolticas sobre drogas que prevengan losriesgos y daos asociados al consumo ygaranticen los derechos fundamentalesde los consumidores.

    Para dimensionar la cantidad depersonas que usan cannabis de formaocasional o habitual se utiliza algunas delas pocas encuestas nacionales en que sepregunta sobre el consumo de drogas. Lasencuestas realizadas por el Instituto sobre

    Alcoholismo y Farmaco-dependencia en hogares(Iafa, 2012) y en insti-

    tuciones de educacinsecundaria (Iafa, 2013),as como la EncuestaNacional de Juventu-des (Corts, 2011; CPJ,2013), muestran un cla-ro aumento del uso decannabis (grco 1).

    La encuesta a losadolescentes que se en-

    cuentran en el sistemaeducativo es la que pre-senta una prevalenciams alta, con un au-mento de cuatro puntos

    Getty Images.Tienda de marihuana en Denver, Colorado.

    A. Baltodano.Muro en San Pedro, San Jos.

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    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

    Consumidores de cannabis en Costa Rica: Informacin sobre ellos para promover polticas ms humanas

    porcentuales en un periodo de seis aos(Iafa, 2013). En la ltima versin de esta

    encuesta, del ao 2012, la prevalenciaentre los hombres lleg a un 12,3 % y enlas mujeres a un 7,2 %. Este consumo esmayor en estudiantes de cuarto ao desecundaria, que lo eleva hasta un 21 %entre los hombres y a un 8,3 % en mujeresque dijeron haber consumido marihuanaen los ltimos 12 meses (Iafa, 2013). Pero,aun con estos datos, resulta difcil dimen-sionar la poblacin usuaria de cannabisen Costa Rica, debido a que el cultivo, laimportacin, la exportacin, el trco y el

    uso de esta planta son prohibidos por laLey General de Salud (ley 5379, artculo127) aunque la Ley de Estupefacientesy Psicotrpicos determina que el uso no es

    considerado delito, sino solo su comercia-lizacin (ley 8204, artculos 58 y 79).

    El hecho de que las encuestas nacio-nales se realicen en hogares y en centroseducativos puede provocar que las perso-nas usuarias de marihuana no respondansinceramente por temor a ser sealadas osancionadas. Esto lleva a que los colecti-vos y las personas usuarias de marihuanapuedan ser considerados como ocultos ode difcil acceso para su investigacin.Por ello, se recomienda realizar estudiosms puntuales y con poblaciones parti-culares que se congregan en momentos yespacios puntuales. Es as que desde la

    Asociacin Costarricense para el Estudioe Intervencin en Drogas realizamos unaencuesta a personas usuarias de canna-

    bis que partici-paron en la Pri-mera Marcha dela Marihuana enCosta Rica, reali-

    zada el 5 de mayodel 2013. En estaocasin se reali-zaron 58 entrevis-tas cortas entreparticipantes (43hombres y 15 mu-

    jeres), con el obje-tivo de conocer susprcticas de con-

    sumo, sus modosde adquisicin deesa droga y otrassustancias, ascomo los riesgos

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    Ernesto Corts

    sociales, legales y a la salud queeste uso conlleva.

    Las edades de las personasentrevistadas oscilaron entre los18 y los 68 aos, siendo el pro-medio de edad de 23,6 aos y lamoda de 22 aos. Un 34,5 % deesas personas dijo dedicarse ex-clusivamente a estudiar, un 31 %a trabajar, un 29,3 % a estudiary trabajar y solamente un 5,2 %dijo no estudiar ni trabajar. Unagran mayora obtuvo un ttulo desecundaria (72,4 %), una cuarta parte seencontraba estudiando en la universidad(24,1 %) y un 15,5 % ya haba alcanzado unttulo universitario.

    A la pregunta Con qu frecuenciaconsume marihuana actualmente?, el79,3 % de las 58 personas entrevistadasdijo hacerlo todos o casi todos los das, un13,8 % indic realizarlo al menos una vezpor semana y solamente un 6,9 % mani-

    fest que la consuma una vez al mes omenos (grco 2). El promedio de das

    que dijeron usar marihuana durante elmes fue de 23,19 das, siendo la moda 20de los 30 o 31 das posibles de consumiren un mes.

    Entre los entrevistados, el 90 %manifest consumir marihuana fumn-dola en un puro, un 65 % dijo fumarlaen pipa, un 29,3 % la come, un 25,9 %la vaporiza y solamente una persona dijoque la utiliza en aceite (grco 3). La for-

    ma de administracin puede variar de-pendiendo de la calidad del cannabis, del

    cual se podra ar-mar que en el merca-do costarricense haytres tipos: natural,high grade(high redo jamaiquina) y cri-py, siendo la segun-da variedad la ms

    adquirida entre losentrevistados (63,8%). Aun as, msde la mitad (55,2%) tambin suele

    79,30%

    13,80%

    6,90%

    Grfico No.2 Con qu frecuencia consume marihuana actualmente?

    Todos o casi todos los das

    1 vez por semana

    Una vez al mes o menos

    89,7%

    65%

    29,3%

    25,9%

    1,7%

    0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100

    puro

    pipa

    comida

    vaporiza

    aceite

    Grfico No.3 Como acostumbra consumir marihuana?

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    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

    Consumidores de cannabis en Costa Rica: Informacin sobre ellos para promover polticas ms humanas

    adquirir la cripyy solamente un 27,6 %dijo comprar la natural.

    La gran mayora de los entrevista-dos adquiere su marihuana mediante dos oms vas: la mitad de ellos la compra en unpunto de venta jo, a un 36,2 % se la lleva

    el vendedor a su casa (express), un 29,3 %concreta con el vendedor -sobre la marcha-una cita en algn lugar, un 27,6 % la culti-va para su consumo personal, y el 17,2 % de

    los entrevistados la consigue regalada, o in-vitada, o por canje o, incluso, la encuentracasualmente. Cuatro de los entrevistadosaseguraron no haber compradomarihuana nunca (grco 4).

    En cuanto a frecuenciade compra hubo mayor varia-cin en las respuestas. Un 36% dijo abastecerse al menosuna vez por semana, un 24 %

    la adquiere cada 15 das, un14 % la compra todos o casi to-dos los das, un igual porcen-taje la compra una vez al mesy un 3 % la adquiere cada dos

    meses (grco 5). Cabe resal-tar que un 39,7 % de los entre-

    vistados mencion haber senti-do amenazada su seguridad ala hora de comprar marihuana,principalmente por la posibili-dad de ser asaltado o agredidofsicamente en los lugares don-de se suele expender.

    Las principales razonespara utilizar marihuana son:para relajarse (87,9 %), paraaumentar la creatividad (55,1

    %), para nes medicinales (51,7 %), para

    la espiritualidad o meditacin (50 %)y por placer (41,4 %). Por otro lado, losprincipales inconvenientes o consecuen-cias negativas asociadas al consumo demarihuana reportadas por los entrevis-tados fueron el rechazo familiar y/o so-cial (46,7 %) y la persecucin de la polica(44,8 %). Mientras que consecuencias f-sicas como la prdida de memoria (22,4

    %) y los efectos del humo en el sistemarespiratorio (10,3 %) son mucho menores.Un 20,7 % mencion no percibir o haber

    50,0%

    36,2%

    29,3%

    27,6%

    1,7%

    0% 10% 20% 30% 40% 50% 60%

    Punto de venta fijo

    Express

    Punto de venta movil

    Cultiva

    Otro

    Grfico No.4 Cmo suele adquirir la marihuana?

    7%

    14%

    36%

    24%

    14%

    3% 2%

    Grfico No.5 Cada cuanto compra marihuana?

    Nunca

    Todos o casi todos los das

    1 vez por semana

    Cada 15 das

    1 vez al mes

    Cada 2 meses

    Sin respuesta

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    Ernesto Corts

    experimentado ninguna consecuencia ne-gativa del consumo (grco 6).

    En relacin con el uso de otras sus-tancias psicoactivas, una cuarta parte delas personas entrevistadas dijo no utili-zar otra droga adems del cannabis. Elresto (75 %) dijo haber tomado alcohol almenos una vez en los ltimos doce meses,y de entre ellos un poco menos de la mitadtambin us tabaco, y una tercera parte

    alucingenos como LSD y hongos. Menosde un 15 % del total mencion haber con-sumido xtasis o cocana enel ltimo ao.

    Con respecto a la rela-cin con instituciones esta-tales, de las 58 personas en-trevistadas solo tres habanrecibido algn servicio deatencin en salud relaciona-

    do con su consumo de can-nabis, pero siempre forzadaspor un familiar en un centrode salud estatal. Esas mis-mas tres personas dijeron

    que la atencin recibida fuede mala calidad. Ocho de los

    entrevistados fueron en algnmomento sancionados, suspen-didos o expulsados del colegioo instituto por haber utilizadocannabis, y tres recibieron ensu trabajo ese mismo tipo detrato por igual razn.

    La relacin con las auto-ridades policiales o de seguri-dad es distinta, ya que un 79,3% indic haber sido requisado

    por consumir marihuana o portarla parasu propio uso. De ellos, un poco menos dela mitad mencion haber sido amenazadoy/o insultado. Un porcentaje menor fue

    agredido fsicamente o arrestado por con-sumir cannabis. Solamente siete de las 58personas indicaron que han sido encarce-ladas, y solo una seal haber sido extor-sionada o sobornada (grco 7).

    Algunas conclusiones de esta prime-

    ra encuesta a personas usuarias de can-nabis en Costa Rica son las siguientes:

    46,7

    44,8

    22,4

    20,7

    10,3

    6,9

    5,2

    0 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50

    Rechazo Social/familar

    Persecusin polcial

    Salud mental/memoria

    Niguna

    Sist. Respiratorio

    En estudio o trabajo

    Otros

    Grfico No.6 Principales inconvenientes asociadas

    al consumo de marihuana

    79,3%

    37,9%

    36,2%

    29,3%

    22,4%

    17,2%

    12,1%

    5,2%

    1,7%

    0% 10% 20% 30% 40% 50% 60% 70% 80% 90%

    Requisaron

    Amenazaron

    Insultaron

    Agredieron fiscamente

    Arrestaron

    Nada

    Encarcelaron

    Otro

    Extorsionaron

    Grfico No.7 Ha sido objeto de alguna accin policial porconsumir marihuana o portarla para su propio consumo?

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    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

    Consumidores de cannabis en Costa Rica: Informacin sobre ellos para promover polticas ms humanas

    Mayoritariamente, los consumidores sonjvenes en edades productivas, con en ge-

    neral- buen nivel educativo y/o empleo. Ensu mayora, consumen high gradeo cripyde un modo habitual y casi diario. Lo ha-cen principalmente con nes de relajacin.

    Utilizan distintos mtodos para adquirirla sustancia, predominando la compra enun punto jo, al menos una vez por sema-na. Eso los expone a mayores riesgos aso-ciados al mercado ilcito, as como a requi-sas y hasta a amenazas por parte de lasagencias policiales, siendo esto el segundomayor inconveniente o consecuencia nega-tiva del uso de cannabis, superado solo porel rechazo social y/o familiar.

    Es por ello que resulta necesariomodicar las representaciones sociales de

    las personas usuarias de cannabis, paraeliminar la discriminacin y ver ms allde la represin. Como bien lo dice la Or-ganizacin de Estados Americanos en elInforme publicado en 2013: En la medi-

    da que el consumo de drogas est penali-zado o estigmatizado, las poblaciones msvulnerables al consumo problemtico seven inhibidas de recurrir a la informacinoportuna, a los servicios de salud pblicay, en general, a los programas de preven-cin y tratamiento (Oea, 2013, p. 79).

    Si se desea evitar que el uso de can-nabis siga aumentando en la poblacincostarricense y que las personas usuarias

    sigan corriendo riesgos, es imperativo pro-mover polticas que busquen ampliar laoferta y el acceso a programas de preven-cin e intervencin en el uso de marihuana;programas orientados desde un enfoque

    de salud pblica y derechos humanos. Porlo que, para su elaboracin y ejecucin, se

    debe incorporar no solo a las institucionesestatales de salud, educativas, sociales, eco-nmicas y laborales, sino tambin a las or-ganizaciones de la sociedad civil e incluso alas mismas personas usuarias de cannabis.

    Es imprescindible abrir el debate so-bre la posibilidad de regular el cannabis,iniciando con la despenalizacin del auto-cultivo para consumo personal y sin nes

    de lucro. Esto disminuira los riesgos a lasalud y seguridad de las personas usuariasque opten por cultivar, ya que mejorara lacalidad de la sustancia y evitara tener queacceder a los mercados ilcitos, adems deque eliminara la posibilidad de ser deteni-do y criminalizado por la polica.

    Referencias

    Consejo Nacional de Poltica Pblica de la Persona Joven.

    (2013) Segunda encuesta nacional de juventudes:

    informe de principales resultados [recurso elec-

    trnico] / Consejo Nacional de Poltica Pblica de

    la Persona Joven.

    Corts, E. (2011) Consumo de drogas en las personas

    jvenes costarricenses. En CPJ Simposio 2009:

    La Poblacin Joven de Costa Rica a partir de la

    I Encuesta Nacional de Juventud: ponencias y

    memoria. San Jos: Consejo Nacional de Poltica

    Pblica de la Persona Joven.

    Iafa (Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia).

    (2012) Consumo de drogas en Costa Rica. Encuesta

    Nacional 2010: Consumo de cannabis. San Jos: Iafa.

    Iafa (Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependen-

    cia). (2013) Encuesta nacional sobre consumo dedrogas en poblacin secundaria. Costa Rica 2012.

    San Jos: Iafa.

    Oea. (Organizacin de Estados Americanos). (2013) El

    problema de las drogas en las Amricas. Wash-

    ington: OAS.

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    Consumidores o

    monstruos? Del ethosal pathos en laestigmatizacin de los

    consumidores de marihuana

    Antroplogo social.Profesor en la

    Universidad de CostaRica. Investigadoren el Institutosobre Alcoholismo yFarmacodependencia.

    Jess Mndez

    ISSN 1409-214X. Ambientico 244, Artculo 3 |Pp. 18-23|

    Existe en todo el mundo un discurso sobre el fenme-no de las drogas que establece caracterizaciones yclasicaciones de esas sustancias y, a partir de eso,y valindose de prejuicios y estereotipos, estigmatiza a losconsumidores, pasando a concebirlos como monstruos. Para

    comprender tal proceso de monstricacin de los consumi-dores de cannabis sativa, este artculo considera medulareslos conceptos depathosy ethos, trabajados por diversos au-tores para atender los anlisis de discursos dentro de losprocesos sociales de conguracin de aspectos culturales.

    En su libro Tristes Tropiques (1955), el antroplogoClaude Levi-Strauss asegura que toda sociedad se funda-menta en la conjuncin de costumbres e ideales preforma-dos moralmente en conjunto con un territorio social y unambiente natural especco. La unin de estos aspectos,

    aunado a una serie de procesos reexivos, conforman una

    especie de gua sobre el orden correcto y adecuado de hacerlas cosas, estableciendo unphatoso, en otras palabras, unaserie de costumbres que estipulan las conductas positivasal tiempo que se dene sanciones para las desviaciones.Volver al ndice

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    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

    Consumidores o monstruos? Del ethos al pathos en la estigmatizacin de los consumidores de marihuana

    El phatos, segn Levi-Strauss, conguraun modelo ideal de comportamiento. No

    obstante, para funcionar necesita la pre-sencia de un ethos, el cual proporcionacoherencia y regularidad al aspecto feno-mnico de la realidad de los individuos.

    En este sentido, y desde muchossiglos antes, Aristteles, en su Retrica(1998), subray el papel del ethos comoun conjunto de atributos que se proyec-tan en los discursos. Denicin que am-pli Erving Goffman (1971) al reconoceruna dimensin fuertemente actitudinal,valorativa o motivacional que remite alas cualidades morales del orador, consi-derando en ese sentido las disposicionesticas, creencias, pensamientos o inclina-ciones que generan conductas, prcticasy acciones.

    Entonces, se tiene dos conceptoscomplementarios a considerar: por unlado elpathos, entendido como los idealesde comportamiento de un pueblo, comu-

    nidad o pas, que establece las pautas deaccin y la forma de proceder ante deter-minadas situaciones; y, por otro lado, elethos, que de manera similar se establececomo un ideal de vida y de conducta, peroque se constituye con el n de incidir sobre

    las prcticas de comportamiento, sobre elpathos. El primer concepto se entiendecomo algo implcito en la sociedad, conun grado importante de dicultad para

    comprender su origen, y que, por tanto,se reconoce en las acciones; el segundo esalgo intencional, generado por un conjun-to de actores que establecen una serie de

    ideales, actitudes o creencias que buscaninuir al primero.

    Ahora bien, la monstricacin delos consumidores de marihuana la llevaa cabo el discurso estatal-institucionalmediante el rescate de modelos prohibi-cionistas a los que van intrnsecamenteasociadas imgenes arquetpicas desca-licadoras de aquellos individuos, y esto

    tiene que ver con el mencionado ethos. Elobjetivo es impulsar prejuicios y mitos alos que van asociados temores- sobre lamarihuana y sus consumidores, actuan-do as precisamente sobre elpathosde lasociedad costarricense, para cambiar operpetuar el ideal que se tenga sobre esadroga y sus consumidores.

    De la mano de los principios insti-tucionales de estigmatizacin, ocurre unproceso afn en los medios de comunica-cin masiva que alimenta y exagera eseethos respecto de la marihuana y susconsumidores e incrementa el ideal de

    monstruos que pesa sobre ellos. Desdela esfera estatal se establecen tres for-mas de catalogar a los consumidores demarihuana (del Olmo, 1988), y de partede los medios de comunicacin masiva seestablecen tres estereotipos sobre los con-sumidores (Gonzlez, 1997). Tales formasde catalogacin y tales estereotipos soncomplementarios.

    Segn del Olmo (op. cit.), las tres

    formas de catalogar a los consumidoresse dan a nivel mdico, a nivel cultural y anivel tico-jurdico, respectivamente. Enel primer nivel, el drogadicto se ve comoun paciente y la droga es un virus o una

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    Jess Mndez

    enfermedad que hace ms evidente elconcepto de dependencia; es decir, se tra-ta de un problema de salud pblica. En

    el segundo nivel, el cultural, el drogadic-to es alguien que se opone al consenso; setrata de un joven ocioso que busca place-res prohibidos, derivado esto de la faltade empleo y actividades sociales. Y, en eltercer nivel, el drogadicto es un transgre-sor, alguien que realiza actividades ilci-tas y que, por ende, debe ser castigado.

    Cada una de las anteriores formasde catalogacin se gener durante un mo-

    mento histrico determinado (Bejarano,2006), siendo que antes de la instaura-cin del modelo mdico-sanitario era co-mn que las drogas fueran vistas comolo negativo y, entonces, los consumidores

    y tracantes como lo ms bajo de la so-ciedad. En el caso de la marihuana, estosucedi claramente en Estados Unidos,

    pues a principios de la dcada de 1950 aella se le asociaba con los mexicanos, ini-cindose entonces el estereotipo del lati-no drogadicto, delincuente y pandillero(History Channel HD, 2012; del Olmo,op. cit.). Fue apenas en 1962 que se ini-ci el modelo mdico-sanitario, cuando laCorte Suprema de Justicia de ese mismopas ratic que el consumidor no es un

    delincuente sino un enfermo (Del Olmo,

    op. cit.). Cambio de paradigma que se diocomo respuesta a la generalizacin delconsumo de marihuana y otras drogas,resultando consumidores ya no solo indi-viduos de minoras tnicas sino tambin

    Khalid Mahmood.Cannabis de Pakistn (tomada de Wikimedia Commons).

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    Consumidores o monstruos? Del ethos al pathos en la estigmatizacin de los consumidores de marihuana

    jvenes de todos los estratos socioecon-micos y procedencias tnicas.

    Los tres modelos de catalogacin

    propuestos por del Olmo no son excluyen-tes, sino que en muchos casos la combi-nacin de ellos era y sigue siendo posible,generando ambivalencias a la hora deestablecer perles de los consumidores.

    En el caso de la marihuana, se formandiscursos ambiguos y clasistas que anhoy se mantienen, pues si el consumidores de clase baja la droga lo hace violen-to y criminal, pero si es de clase alta lo

    hace vago y aptico (del Olmo, op. cit.);debiendo aplicarse una medida jurdicaen el primer caso, y una mdico-sanitariaen el segundo.

    Por su parte, frente al tema del con-sumo de marihuana y drogas en general,los medios de comunicacin masiva se ma-

    nejan con base en alguno de los siguientesestereotipos: el de la imprecisin del con-cepto de droga, el de la fetichizacin dela droga y el de la subculturizacin de ladroga (Gonzlez, op. cit.).

    Con base en el primer estereotipo,ellos tergiversan el concepto de droga,implantando el ideal de que todas lasdrogas ilegales tienen efectos idnticos ytodas son negativas. Este estereotipo per-

    peta la separacin entre drogas legalese ilegales, declarando que estas ltimasconllevan nicamente consecuencias per-

    judiciales y, entonces, son mucho msdainas que las otras. En consecuencia,

    A. Baltodano.Muro en San Pedro, San Jos.

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    Jess Mndez

    la marihuana es equiparada con el crack,la herona, la cocana y el LSD, estable-

    ciendo que el componente activo o THC(Tetrahydrocannabinol) es peor que el al-cohol o el tabaco, aunque pruebas clnicaspuedan demostrar lo contrario.

    A partir del segundo estereotipo, ladroga es vista como un ente mgico conpropiedades msticas (Gonzlez, op. cit.),que afecta el cuerpo humano de maneraepifenomnica, siendo un organismo ex-terno a las personas y a la sociedad, queinfecta como si fuese un padecimiento,es decir, un ente patolgico extrao. Enconsecuencia, el consumo de marihuanaes un mal o enfermedad que infecta a j-venes con altas carencias sociales o conun marcado rechazo a los valores tradi-cionales, coincidiendo esto con el modelomdico-sanitario propuesto por del Olmo.

    Segn el tercer estereotipo, el de lasubculturizacin de la droga, la droga esexpresin de actitudes individuales o gru-

    pales al margen y opuestas a la sociedad,tpicas de la juventud. Con este estereoti-po es consistente la idea de que el consumode marihuana responde a presiones socia-les propias de la adolescencia, ayudandoal consumidor a satisfacer la necesidad detransgresin y rebelin y permitindole

    jugar un papel protagnico al convertir-se en centro de la atencin. Que la mari-huana fuera expresin de una subcultura

    o contracultura (Goffman, 2005) se veraconstatado por la abundante parafernalia

    como elemento de cohesin que acom-paa a muchos de sus consumidores (dis-tintos objetos con la bandera de Jamaica

    -supuesta meca de tal droga-, camisetas oartculos con fotografas de Bob Marley y

    de hojas de marihuana, etc.).Los modelos institucionales pro-puestos por del Olmo, as como los este-reotipos impulsados por los medios decomunicacin trabajados por Gonzlez,permiten comprender cmo se promueveny mantienen las estigmatizaciones sobrela marihuana y sus consumidores, gene-ralmente con discursos atemporales quepersisten en el ideario colectivo opathos.De esta forma, no es extrao ver la combi-nacin de estereotipos institucionales enmedios de comunicacin, por ejemplo enla prensa escrita, donde se arma lo da-ina que es la droga segn estudios mdi-cos 1, o donde se sostiene la lucha contrala marihuana como lo ideal y se catalo-ga como xito la incautacin de alijos deella 2, o donde, tambin, se considera a losproductores como monstruos que hacendao a la sociedad y a la naturaleza 3; es-

    tereotipos estos que contribuyen a esta-blecer estigmatizaciones que perduran enel imaginario colectivo.

    Derivada de las polticas institu-cionales y con la ayuda de los mediosde comunicacin, existe la tendencia a

    juntar a productores y consumidores de

    1 Ver, por ejemplo: http://www.nacion.com/vivir/

    medicina/Consumo-frecuente-marihuana-cambi-

    ar-estructuras_0_1386061513.html

    2 Ver, por ejemplo: http://www.nacion.com/sucesos/

    narcotrafico/Policia-frena-ingreso-marihua-

    na_0_1405859421.html

    3 Ver, por ejemplo: http://www.nacion.com/sucesos/

    desastres/Incendio-Forestal-Parque-Nacional-Chirri-

    po_0_1406259502.html

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    Consumidores o monstruos? Del ethos al pathos en la estigmatizacin de los consumidores de marihuana

    marihuana dentro de un mismo conceptoprecedido siempre por el prejo narco

    (del Olmo, op. cit.). As, todo lo relaciona-do con esas sustancias siempre va a sernegativo 4 y forma parte del ethos quebusca convertir en monstruos a consumi-dores y productores, monstruos que sonenfermos o delincuentes pero que, a nal

    de cuentas, son monstruos que corrompenlas bases ticas y sanitarias de la socie-dad costarricense.

    Si bien es cierto que existe un reco-nocimiento de que esta monstricacin

    tiene fundamentos econmicos y polticos(del Olmo, op. cit.; Escohotado, 1998), nocabe duda de que el ethosimperante re-lacionado con la marihuana y sus consu-midores maniesta que son estos los que

    ponen en juego el orden social (la familia,las costumbres, la salud, etc.). Crimina-lidad, redes de narcotrco, orgas, agre-sores, ladrones y caos, todos estigmascon un marcado corte negativo que han

    pasado a formar parte delpathosde la so-ciedad costarricense, tipicando y sobre

    todo monstricando a los consumidores

    de marihuana, lo cual ha disminuido laposibilidad de acercamiento a ellos. Acer-camiento que no solo hara viable unamejor compresin de sus caractersticasculturales sino tambin, y ms importan-te, permitira un acompaamiento en eltratamiento de los consumidores con pro-

    blemas graves derivados del abuso de talsustancia.

    4 Ver, por ejemplo: http://www.nacion.com/sucesos/

    narcotraco/Casa-ocultaba-toneladas-marihuana-Li-

    mon_0_1405259516.html

    Concluyendo: Existen clasicacio-nes institucionales y estereotipos medi-

    ticos sobre los consumidores de marihua-na, y sobre el consumo, que generan enlas estructuras ms elementales de lasociedad costarricense, pathos, una seriede ideas que monstrican a consumidores

    y productores. Si se quiere comprender ydar un acompaamiento adecuado a losconsumidores para evitar el uso y/o abu-so, es necesario dejar de lado varias detales concepciones. Y el acompaamientodebe ir de la mano de la comprensin delos aspectos culturales de esas poblacio-nes y de la des-estigmatizacin por partede los medios de comunicacin.

    Referencias

    Aristteles. (1998). Retrica. Madrid: Alianza.

    Bejarano, J. (2006). Inseguridad ciudadana: realidades y

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    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

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    La cultura de muerte, ttrica expresin acuada porJuan Pablo II en su carta Evangelio de la vida, pue-de ser denida como una cultura contraria a la so-lidaridad, activamente promovida por fuertes corrienteseconmicas y polticas, portadoras de una concepcin de la

    sociedad basada en la eciencia. Una guerra de los pode-rosos contra los dbiles.La vida que exigira ms acogida,amor y cuidado es tenida por intil, o considerada como unpeso insoportable y, por tanto, despreciada de muchos mo-dos. Quien, con su enfermedad, con su minusvalidez o sim-plemente con su presencia pone en discusin el bienestar yel estilo de vida de los ms aventajados, tiende a ser vistocomo un enemigo del que hay que defenderse o a quien eli-minar (Juan Pablo II, 1995, apartado 12).

    La cultura de muerte se maniesta de muchas for-mas cercanas. En Centroamrica han fallecido en aosrecientes unas 30.000 personas debido a la violencia. EnHonduras ocurren 92 homicidios anuales por cada 100.000habitantes, en El Salvador 69 y en Guatemala 39. Sonlos pases ms peligrosos en tiempos de paz del planeta

    ISSN 1409-214X. Ambientico 244, Artculo 4 |Pp. 24-29|

    Legalizar para

    humanizar: una salida dela cultura de muerte

    Antroplogo socialy telogo. Profesor

    en UMCA y UIA([email protected]).

    Daniel Pacheco

    Volver al ndice

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    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

    Legalizar para humanizar: una salida de la cultura de muerte

    (UNODC, 2012). Muchas de estas muer-tes vienen de actividades vinculadas con

    el comercio de drogas, principalmentepor batallas entre policas, narcotra-cantes, pandillas, ejrcitos y ciudadanos.Este dolor, muchas veces invisibiliza-do, se une a la emergencia sanitaria demillones de consumidores en estado deadiccin y de sus familias, quienes su-fren persecucin, crcel, miseria y vio-lencia ante una enfermedad que debe sertratada por profesionales. Ellos puedenser contados entre los muertos de la ac-tual guerra, fruto de una perspectiva quepreere combatir las drogas con balas en

    lugar de con medicina y educacin (sa-bemos que para ciertos sectores es mslucrativo vender armas que construirescuelas y hospitales). Al mismo tiempo,el dinero sucio y la corrupcin de auto-ridades gubernamentales causan daosirreparables en el desarrollo de los pa-ses latinoamericanos.

    Recientemente, en Costa Rica seimplement la prohibicin del fumadode tabaco en reas pblicas, se elev algrado de delito la conduccin bajo losefectos del alcohol y se aumentaron losimpuestos a estas sustancias para serdestinadas a nes sociales. Estas accio-nes legales, en conjunto con medidas deeducacin y prevencin, buscan controlary reducir el dao que causan a corto pla-

    zo (evitando que los conductores ebrioscausen accidentes), a mediano plazo (conla mejora de los ingresos scales del Go-bierno) y a largo plazo (con la reduccinde enfermedades).

    En el campo de las polticas actua-les sobre drogas tambin podran ope-

    rarse algunos cambios que conducirana claros benecios sociales. Por ejemplo,la legalizacin del cannabis y la redirec-cin de recursos de seguridad represivaa educacin, prevencin y tratamiento,disminuiran el dolor, la violencia, lamuerte y la enfermedad que afecta a mi-llones de personas. Si concretramos uncambio cultural y legal, podramos elimi-nar muchas de las actividades dainasvinculadas con la marihuana, como lacorrupcin de autoridades, el engao alconsumidor al que se pone en peligro y laviolencia; y regular otras, como el cultivoy el comercio, cobrando impuestos, gene-rando empleos, impulsando investigacio-nes mdicas, etc.

    La Organizacin de Estados Ameri-canos sugiere modelos de disponibilidadque permitan acceder de forma legal aciertas drogas, bajo controles, precios ytasas especcos, solamente para adultos

    y prohibiendo tareas como la conduccinde autos y equipo bajo los efectos de dro-gas. A partir de este paradigma, la ma-rihuana pasara a estar controlada comolo est el alcohol y el tabaco en muchospases (Oea, 2013).

    Los Estados pueden reencausar losfondos que se utilizan para juzgar, en-carcelar y reprimir a los adictos crni-

    cos y jvenes distribuidores sin empleoo educacin, y utilizarlos para nanciar

    terapias mdicas, dar empleo y sopor-te familiar a esas personas. Entre loscasos ms frecuentes de violaciones de

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    derechos humanos se encuentra la si-

    tuacin de millones de consumidores quehan cometido crmenes vinculados a sucondicin. Estos sufren de hacinamientocarcelario, falta de atencin sanitaria yeducacin, vulnerabilidad ante contagiosde enfermedades de transmisin sexual,entre otros (ibid., pg. 101).

    Las estadsticas del costarricenseInstituto sobre Alcoholismo y Farmacode-pendencia (Iafa) conrman lo que vemos

    en las calles: el consumo de marihuanaentre adolescentes la poblacin ms vul-nerable se ha duplicado, pasando de unaprevalencia anual en el consumo de 5,7 %de los adolescentes en 2006 a un 9,7 % en

    2012. Es decir, las estrategias actuales de

    combate al uso de drogas han fracasadoabsolutamente (ahora hay mayor dispo-nibilidad de drogas a diversos precios enel mercado de la calle), y econmica y so-cialmente son contraproducentes, debidoa la violencia, la corrupcin y otros nefas-tos efectos colaterales que generan (Iafa2012, pg. 49).

    Por el contrario, una legalizacinregularizada del cannabis tendra efectos

    positivos en la salud pblica: La situa-cin ilegal de las drogas es la principalcausa de las sobredosis, tanto por la in-certidumbre acerca de la pureza de lo quese compra como porque la ausencia de

    Director de la Fuerza Pblica de Acosta muestra plantas de marihuana (tomada de eljornalcr.com)..

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    Legalizar para humanizar: una salida de la cultura de muerte

    regulaciones alienta el uso de adulteran-tes que pueden por s mismos provocar

    efectos peligrosos. En un rgimen legalregulado, las drogas vendidas seran depureza conocida y sus ingredientes cons-taran en la etiqueta del producto (Oea,2013, pg. 99).

    En Costa Rica, si bien la legislacinno criminaliza directamente al consumi-dor de drogas, s existen fuertes estigmassociales que lo hacen sufrir, condenndo-lo al desempleo y al rechazo familiar. Larepresin contra pequeos tracantes y

    consumidores, adems de no solucionarrealmente los problemas del delito y elconsumo, deja libres a los grandes delin-cuentes que manejan sumas millonariasque invierten en corrupcin de autorida-des y en nuevos delitos.

    Un claro ejemplo de violacin dederechos humanos por parte de la actuallegislacin es el del encarcelamiento demujeres por introducir drogas a las pri-

    siones, o por colaborar en la distribucinde minsculas cantidades. Las crcelesfemeninas estn llenas de pequeas tra-cantes no violentas, que caen en la tenta-cin del negocio ilcito por hambre y faltade empleo o por extorsin. Sus hijos, mu-chas veces con ambos padres en prisin,perpetan el ciclo de pobreza en las nue-vas generaciones. El perl de las reclusas

    condenadas por introduccin de drogas

    a un centro penal es el de madres jefasde familia, desesperadas por la pobrezay agobiadas por la necesidad, que nuncaantes haban cometido un crimen (Mata,2012). No se trata de hacer apologa del

    crimen o victimizacin de personas quecomenten ilcitos, sino de llamar la aten-

    cin sobre lo contraproducente e infruc-tfero de una poltica que busca reprimirlas drogas produciendo mayor pobreza yviolencia.

    Otros daos colaterales an nocuanticados los sufre el ambiente por

    las siembras ilegales. La devastacinambiental es causada tanto por los tra-cantes como por las autoridades que

    luchan contra la actividad ilcita. Elcultivo de drogas de origen vegetal serealiza en muchos casos en zonas selv-ticas de gran valor ecolgico, generandoconsecuencias inmediatas para el am-biente: deforestacin, degradacin detierras y contaminacin la aspersinarea del herbicida glifosato causa unimpacto negativo en el medio ambientey la salud humana, lo cual ha sido cau-sa de preocupacin en regiones de Co-lombia donde se emplea este mtodo de

    control de cultivos ilcitos Adems,los qumicos o insumos empleados en laproduccin de drogas controladas sonresistentes a la biodegradacin y son t-xicos, asimismo tienen altos niveles demovilidad (Oea, 2013, pg. 34).

    Es ms racional un escenario don-de cultivos como la marihuana y el c-amo sean regulados, cumpliendo es-tndares agrcolas de cuidado al medio

    ambiente. Esto, adems, permitira darcrdito, empleo y seguridad a los agri-cultores e indgenas que se ven forza-dos a participar en cultivos ilcitos, mu-chas veces bajo extorsin y siempre en

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    condicin de pobreza y falta de seguri-dad laboral. Adems, los consumidores

    podran sembrar sus propias plantasen armona con el ambiente, de formasegura, sin narcotracantes interme-diarios. El cultivo de camo industrialtendra efectos positivos en la reduccindel cambio climtico.

    Una promesa ambiciosa de los pla-nes de legalizacin es disminuir el actuarviolento de los tracantes de drogas, por

    medio del desnanciamiento de sus acti-vidades. Desaparecera as el dinero ilci-to dando lugar a impuestos dedicados aprevencin, educacin y salud. Tambinse ahorrara una serie de intiles y costo-sos esfuerzos policiales y jurdicos.

    Ciertamente, legalizar el cannabisno es solucin sencilla a problemas com-

    plejos. Cambios en los mercados ocasio-naran mayor disponibilidad y nuevosproblemas, como el aumento del con-sumo y la mutacin del negocio ilegalen otros ms violentos como extorsiny trata de personas. Es fundamentalmoderar la demanda, priorizar la edu-cacin preventiva y tener planes de con-tingencia en caso de abusos. Sin esto, lalegalizacin de la marihuana podra te-ner efectos devastadores, sobre todo enlos ms jvenes.

    Un tema ausente es la reinsercinde millones de tracantes y consumidores

    que hoy no tienen ms alternativa que

    A. Baltodano.Pipa para fumar marihuana.

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    Legalizar para humanizar: una salida de la cultura de muerte

    el cementerio, el hospital o la crcel. Esposible buscar alternativas sin represa-

    lias violentas, con incentivos para la re-construccin y el trabajo. Evidentemente,quienes tengan cuentas pendientes con lasociedad deben someterse a los procesospenales pertinentes.

    El nuevo paradigma cambiar losindicadores de xito de la lucha contra lasdrogas. En lugar de considerar triunfoslas medidas represivas actuales (arres-tos, decomisos, condenas), es necesarioun enfoque de acuerdo con el que se veancomo xitos la reduccin de la oferta, ladisminucin de la violencia, la baja delconsumo y el descenso de las enferme-dades en las comunidades. Para esto, esfundamental revertir las condiciones devulnerabilidad y exclusin de millones depersonas en Latinoamrica, mejorandoindicadores sociales, econmicos, de edu-cacin y salud.

    Los cristianos debemos recordar

    que nada hay verdaderamente huma-no que no encuentre eco en el corazn dela Iglesia (Pablo VI, apartado 1). Hanmuerto ya millones y otros sufren juntocon sus familias dolorosas situaciones de

    violencia, exclusin, pobreza y enferme-dad. Debemos aadir a este mismo pro-

    blema la irreparable devastacin ambien-tal. Un compromiso humano autnticoante el dolor de tantos exige solucionesnuevas y valientes de justicia y paz, anteun problema que lleva dcadas desan-grando a los pueblos.

    Referencias

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    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

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    ISSN 1409-214X. Ambientico 244 Artculo 5 |Pp. 30-34|

    El 8 de agosto de 2012, el Poder Ejecutivo de la Re-pblica Oriental del Uruguay, presidido por JosMujica, remiti al Congreso para su aprobacin unproyecto de ley que estableca que el Estado asumir elcontrol y la regulacin de las actividades de importacin,

    produccin, adquisicin a cualquier ttulo, almacenamiento,comercializacin, y distribucin de marihuana o sus deri-vados (artculo 2 de la ley 19172). Y, el 10 de diciembre de2013, Uruguay se coloc como el primer pas latinoamerica-no en alcanzar la regulacin legal del cannabis. El Estadoparticipa de los benecios de su produccin y regula su co-mercializacin y tenencia.

    La preparacin de tales cambios legislativos habaconducido al pas a un profundo debate que result ped-aggico. En medio de este, se dio una campaa informativa,dirigida a la poblacin, denominada Por una legislacinms clara y ms justa. Y, en 2013, se consolid la campaameditica denominada Por una regulacin responsable delcannabis en Uruguay.

    La legalizacin de la

    marihuana en Uruguayy las lecciones paraCosta Rica

    Especialista enderecho ambiental

    y consultor([email protected]).

    Manuel E. Soto

    Volver al ndice

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    Revista Mensual sobre la Actualidad Ambiental

    La legalizacin de la marihuana en Uruguay y las lecciones para Costa Rica

    La ley 19172 de Uruguay respondea una poltica orientada a minimizar los

    riesgos y a reducir los daos del uso delcannabis; adems, promueve la debidainformacin, la educacin y la preven-cin respecto de las consecuencias y efec-tos perjudiciales del consumo, as comoel tratamiento, la rehabilitacin y lareinsercin social de los usuarios prob-lemticos de drogas. Por todo ello, est ala vanguardia como iniciativa armnicaque busca verdaderas soluciones a laproblemtica de las drogas (artculo 1dela ley 19172).

    Al trasladar la competencia al Es-tado, esa regulacin permite no solo unapoltica re-socializadora, orientadora yeducativa, sino que da un salto hacia unaefectiva prevencin ms all de la per-secucin, coercin y represin del delito.Con base en esta poltica re-socializadorase funda el Instituto de Regulacin y Con-trol del Cannabis.

    Podramos resumir el caso uruguayode la siguiente forma: efectiva estrategiainformativa, clara iniciativa legislativa yregulacin de vanguardia. Otro aspectoque destaca en la ley es el auto-cultivo ylos clubes de membresa, que permiten aun conjunto de 45 personas tener un mn-imo de 99 plantas. Asimismo, la venta alpblico se realiza exclusivamente en far-macias (artculos 9 al 12 de la ley 19172).

    Hay detractores fuertes de ese cam-bio legislativo, siendo uno de los ms cla-ros la Ocina de la Onu contra la Droga yel Delito(Unodc), que arm que Uruguayhaba violado los tratados internacionales

    al legalizar la produccin, venta y con-sumo de marihuana. Dijo tambin que

    el pas no haba tomado en cuenta la di-mensin del impacto en la salud del usode la droga. La Unodc record que Uru-guay es miembro de la Convencin sobreNarcticos de 1961. El rgano legislativoque ha apoyado leyes y acuerdos inter-nacionales, y un Gobierno que es socio ac-tivo en la cooperacin internacional y enel mantenimiento del Estado de derecho,decidieron romper las provisiones legalesacordadas universalmente, manifestRaymond Yans, presidente de la JuntaInternacional de Fiscalizacin de Estupe-facientes (Onu, 11-12-2013).

    Los rganos como Unodc cuentancon estatus consultivo dentro de los pas-es segn el derecho internacional pblico;sin embargo, sus posibilidades coerciti-vas, a efectos de sancionar las iniciativaslegislativas de los pases que son miem-bros, son reducidas. Permitir que un r-

    gano supranacional tenga competenciasamplsimas dentro de la poltica legisla-tiva de un pas constituye una clara in-fraccin de los principios de soberana eindependencia que consolidan los Esta-dos nacionales.

    En Costa Rica, el consumo de mar-

    ihuana no se encuentra penalizado. LaLey sobre Estupefacientes, SustanciasPsicotrpicas, Drogas de Uso No Au-torizado, Actividades Conexas, Legiti-macin de Capitales y Financiamiento

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    Manuel E. Soto

    al Terrorismo (ley 8204) penaliza latenencia de drogas si es para el trco

    o la venta. La tenencia para el consu-mo es considerada una falta contra lasalud pblica y, por tanto, de peligroabstracto. En una persecucin policial,el aparente consumidor solo se vera ex-puesto al comiso de la droga; sin embar-go, dependiendo de la cantidad, podraverse sometido a seguimientos y diver-sas investigaciones con la nalidad de

    determinar su posicin en el eslabn dela cadena criminal.

    Por otro lado, en la Ley existe ciertaexibilidad en cuanto al consumo de algu-nas drogas de uso no autorizado, con nes

    medicinales o de investigacin (artculo 2).Tal situacin confusa y ambigua ocasionauna prdida innecesaria de recursos en lasupuesta lucha contra el narcotrco,

    lo que ha generado fuertes crticas puesagudiza los modelos de represin de deli-tos comunes. Modelos que, con el pretextode luchar contra el narcotrco, han gen-erado claras violaciones de los derechoshumanos de los consumidores, estigma-tizndolos y convirtindolos en vctimasde discriminacin, crcel, rechazo social,familiar y laboral.

    Y es que, segn datos del mismoInstituto Costarricense sobre Drogas, lamarihuana es la droga ilcita de mayorconsumo, es de fcil acceso y de produc-

    cin local. La prevalencia del consumo havenido aumentando desde 1995. La prev-alencia en hombres desde 1995 se ha in-crementado; en las mujeres en el periodo1995-2001 se increment casi tres veces

    y se duplic del 2001 al 2006. En los lti-mos 15 aos, se ha reportado una edad

    de inicio de 17,6 aos, reejando una levedisminucin en la edad de inicio (Iafa,2006, p. 23).

    Ante este panorama, Costa Ricadestina recurso policial al comiso yataque de consumidores locales, quieneshan sido vctimas antes que victimariosdel mercado subterrneo del narcotrco.

    Es fcil presentar datos estadsticos quedemuestran lo exitoso de la lucha con-tra el narcotrco con base en decomisos

    y encarcelamientos; no obstante, es noto-rio que la legislacin actual cierra los ojosa un enfoque de prevencin alternativade drogas. Parece ser que la economasubterrnea obtiene rditos y benecios

    de su penalizacin y prohibicin, pues esun mercado libre de todo control y cargaimpositiva del Estado.

    Del caso de Uruguay es posible ex-traer aprendizajes para realizar avances

    legislativos que apunten a una polticapreventiva de consumo de drogas. Sigu-iendo los pasos de ese pas, se puede de-sarrollar una estrategia meditica quepolitice la discusin al respecto a n de

    lograr la despenalizacin de las activi-dades de trco y venta, y una armoni-zacin normativa que permita que lasautoridades de polica puedan canalizarsus fuerzas a la persecucin de aquellos

    delitos que generan inestabilidad social.Actualmente, en nuestro pas, ex-

    isten tres tendencias: la de los grupos queabogan por la represin y sancin, inclusode los consumidores; la de un grupo, en

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    La legalizacin de la marihuana en Uruguay y las lecciones para Costa Rica

    marcado crecimiento, que aboga por suregulacin tomando como ejemplos otrospases, y la de otro grupo que promueve laregulacin para uso medicinal. Respectode esta ltima tendencia, considero que

    sus demandas bien podran ser atendidascon la legislacin actual, buscando reori-entar lo que la ley 8204 estipula comones medicinales y de investigacin.

    Referencias

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    archivo.presidencia.gub.uy/sci/leyes/2013/12/

    cons_min_803.pdf

    Garretttaggs55.Detalle de marihuana de alta calidad (tomada de Wikimedia Commons).

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    35Normas mnimas para la presentacin de artculos a Ambientico

    1. Modo de entregaEl artculo ha de ser presentado en Word y entregado vainternet.

    2. Tamao, elementos grcos y separaciones internasEl artculo no debiera exceder las 2.000 palabras (se consi-dera excepciones).Cada gura e ilustracin que contenga debe ser entregadaen alta resolucin. Es importante que en el texto se seale,entre corchetes, los lugares en que deben aparecer.Asimismo, se requiere una fotografa del rostro del autor.Los cuadros s pueden ser incluidos en el mismo archivo deltexto en Word.

    Ambienticono usa subttulos para destacar apartados, sinoque, donde claramente se cierra o suspende un tema para pa-sar a otro, se deja un doble espacio antes del prrafo siguiente.

    3. Citas textualesLas citas textuales, que se ruega no excedan las 60 palabras,no han de ponerse en cursivas, ni usando sangra ni en p-rrafo aparte, sino entrecomilladas, y entreveradas en el texto.

    4. Referencias bibliogrcasA partir del Manual de la American Psychological Association(APA)(2010), seguimos los siguientes lineamientos respectoa citacin de fuentes bibliogrcas. Hay dos modalidades depresentacin de las referencias bibliogrcas intercaladas enel texto. En una, el autor/a citado es el sujeto de la oracin; enla otra, el autor citado, en tanto tal, no es parte de la oracin,

    sino que lo que es parte de la oracin es solo lo dicho o aporta-do por l. Ejemplo del primer caso: Acua (2008) aseguraque el sistema de reas protegidas. Ejemplo del segundo: Los problemas ambientales han resultado el principalfoco de conicto (Morales, 2009).

    Obra con un autorEntre parntesis, se coloca el apellido del autor al que sehace referencia, separado por una coma del ao de publica-cin de la obra. Ejemplo: (Pacheco, 1989) .

    Obra con ms de un autorCuando la obra tiene dos autores, se cita a ambos, separadospor la conjuncin y. Ejemplo: (Nez y Calvo, 2004) .Cuando la obra es de ms de dos autores, se cita a todos en laprimera referencia pero, posteriormente, solo se coloca el ape-llido del primer autor seguido de et al., sin cursiva y con pun-to despus de la contraccin al.. Ejemplo: (Prez, Chacn,Lpez y Jimnez, 2009) y, luego: (Prez et al., 2009) .

    Obra con autor desconocido o annimoSi la obra carece de autor explcito, hay que consignar envez de l, y entre comillas, las primeras palabras del ttu-lo (entre parntesis). Ejemplo: (Onu inquieta, 2011)

    Normas mnimas para la presentacin

    de artculos a Ambientico; o, alternativamente, el nombre de la obra y, despusde una coma, la fecha de publicacin. Ejemplo: La Na-cin(2011) .Solo cuando se incluye una cita textual debe indicarse la(s)pgina(s). Ejemplo: (Prez, 1999, p. 83) .

    5. Presentacin de las obras referenciadasAl nal del artculo, debajo del subttulo Referencias, ha-br de consignarse todas las obras referenciadas, en letra detamao menor a la del texto.

    LibroPrimero se anotar el apellido del autor, luego, precedidode una coma, la inicial de su nombre; despus, e inmedia-tamente luego de un punto, el ao de publicacin de la obraentre parntesis; seguidamente, y en cursivas, el ttulo dela obra; posteriormente, y despus de un punto, el lugar depublicacin de la obra (si la ciudad es internacionalmenteconocida no hace falta sealar el pas, pero, si no, solo seconsigna el pas), y, nalmente, antecedido por dos puntos,el nombre de la editorial. Ejemplo: Prez, J. (1999) La fc-cin de las reas silvestres. Barcelona: Anagrama.

    Artculo contenido en un libroEn este caso, se enuncia el apellido del autor seguido de unacoma, luego se pone la inicial del nombre de pila seguida deun punto; inmediatamente, entre parntesis, la fecha. Ense-guida ha de ponerse la preposicin En, y, luego, el apellidoseguido de una coma y la inicial del nombre de pila del editor

    o compilador de la obra; indicando a continuacin entre pa-rntesis Ed. o Comp., como sea el caso; inmediatamentese seala el nombre del libro en cursivas y, entre parntesis,las pginas del artculo precedidas por la abreviatura p. opp. seguido de un punto; posteriormente, el lugar de publi-cacin de la obra, y, antecedido por dos puntos, la editorial.Ejemplo: Mora, F. (1987). Las almitas. En Ugalde, M. (Ed.)Cuentos fantsticos (pp. 12-18). Barcelona: Planeta.

    Artculo contenido en una revistaEn este caso, se indica el apellido del autor y, luego precedi-do por una coma, se coloca la letra inicial de su nombre depila; luego de un punto, y entre parntesis, la fecha; despusel ttulo del artculo y un punto. Enseguida, va el nombre dela revista, en cursivas; inmediatamente, se indica el nmerode la edicin o del volumen separado por una coma de laspginas que constituyen el artculo, luego se coloca el puntonal. Ejemplo: Fernndez, P. (2008, enero) Las huellas delos dinosaurios en reas silvestres protegidas. Fauna pre-histrica 39, 26-29.

    Artculo contenido en unperidicoSi la referencia fuera a un diario o semanario, habra deprocederse igual que si se tratara de una revista, con la

    ISSN 1409-214X. Ambientico 244, Normas |Pp. 35-36|

  • 8/11/2019 Cannabis: efectos, riesgos y beneficios

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    Junio 2014. Nmero 244

    diferencia de que la fecha de publicacin se consignar com-pleta iniciando con el ao, separado por una coma del nom-bre del mes y el da, todo entre parntesis. Antes de indicarel nmero de pgina, se coloca la abreviatura p. o pp..

    Ejemplo: Nez, A. (2017, marzo 16). Descubren vida inteli-gente en Marte. La Nacin,p. 3A.

    Material en lneaEn caso de que el artculo provenga de un peridico o unarevista en lnea, se conserva el formato correspondiente y, alnal, se coloca la frase Disponible en seguido de la direccinelectrnica, sin punto al nal. Ejemplo: Brenes, A. y Ugalde,S. (2009, noviembre 16). La mayor amenaza ambiental: dra-gado del ro San Juan afecta el ro Colorado y los humedalesde la zona. La Nacin. Disponible en: http://wvw.nacion.com/ln_ee/2009/noviembre/16/opinion2160684.html

    Autores mltiplesCuando el texto referenciado tenga dos autores, el apelli-do de cada uno se separa con una coma de la inicial de sunombre de pila; adems, entre un autor y otro se pondr laconjuncin y. Ejemplo: Otrola, A. y Senz, M. (1985). Laenfermedad principal de las vacas. San Jos: Euned.Tratndose de tres o ms autores, se coloca el apellido decada autor separado por una coma de la inicial de su nom-bre de pila, luego de la que va un punto; y, entre uno y otroautor media una coma. Antes del ltimo autor se coloca laconjuncin y. Ejemplo: Rojas, A., Carvajal, E., Lobo, M. yFernndez, J. (1993). Las migraciones internacionales. Ma-drid: Sntesis.

    Sin autor ni editor ni fechaSi el documento carece de autor y editor, se colocar el ttulodel documento al inicio de la cita. Al no existir una fecha, seespecicar entre parntesis s.f. (sin fecha). La fuente seindica anteponiendo en.En caso de que la obra en lnea haga referencia a una edi-

    cin impresa, hay que incluir el nmero de la edicin entreparntesis despus del ttulo. Ejemplo: Heurstico. (s.f.). Endiccionario en lnea Merriam-Websters (ed. 11). Disponible enhttp://www.m-w.com/dictionary/heuristic . Otro ejemplo: Titu-lares Revista Voces Nuestras. (2011, febrero 18). Radio Dig-nidad, 185. Disponible en http://www.radiodignidad.org/index.php?option=com_content&task=view&id=355&Itemid=44Puede utilizarse corchetes para aclarar cuestiones de forma,colocndolos justo despus del ttulo, y poniendo en mays-cula la primera letra: [Brochure] , [Podcast de audio], [Blog],[Abstract], etctera. Ejemplo: Cambronero, C. (2011, marzo22). La publicidad y los cantos de sirena. Fusil de chispa[Blog]. Disponible en http://www.fusildechispas.com

    6. Comunicaciones personales o entrevistasLa mencin en el texto de comunicaciones personales o en-trevistas se har as: luego de una apertura de parntesisse consigna la inicial del nombre de pila del entrevistado,despus se coloca un punto y, enseguida, el apellido del en-trevistado. A continuacin, se pone una coma y, posterior-mente, la frase comunicacin personal; luego se coloca elnombre del mes y el da, que se separa con una coma del ao

    en que se efectu la comunicacin; nalmente, se pone el pa-rntesis de cierre. Ejemplo: (L. Jimnez, comunicacinpersonal, septiembre 28, 1998) .Las comunicaciones personales no se consignan en la sec-

    cin de Referencias.

    7. Notas a pie de pginaPodr usarse notas a pie de pgina para aclarar o ampliarinformacin o conceptos, pero solo en los casos en que, porsu longitud, esos contenidos no puedan insertarse entre pa-rntesis en el texto.

    8. Uso de cursivas y de comillasSe usar cursivas nunca negritas ni subrayado- para enfa-tizar conceptos. Vocablos en otras lenguas no aceptados porla Real Academia Espaola de la Lengua, y neologismos,han de escribirse tambin en cursivas. Asimismo, irn encursivas nombres de obras de teatro y cinematogrcas, delibros, de folletos, de peridicos, de revistas y de documentospublicados por separado. Captulos de libros y artculos de

    publicaciones peridicas se pondrn entrecomillados.9. Uso de nmeros y unidades de medida

    Cuando las cantidades sean escritas numricamente ha deusarse un punto para separar los grupos de tres dgitos enla parte entera del nmero. Antes de los decimales ha deusarse coma (atencin en los cuadros!).Las unidades de medida, en caso de consignarse abreviada-mente, habrn de escribirse en singular y en minsculas.

    10. Uso de acrnimos

    Los acrnimos lexicalizados (convertidos en palabra) ydevenidos nombres propios (como Unesco y Minae, porejemplo) se escriben con solo la letra inicial en mayscula.Los acrnimos lexicalizados que son nombres comunes(como ovni, oeneg y mipyme, por ejemplo) se escriben contodas las letras minsculas. Los acrnimos no lexicalizadosy que, por tanto, se leen destacando cada letra por separa-do (como UCR y EU, por ejemplo), se escriben con todas lasletras maysculas.

    11. Informacin del autorEn la pgina de apertura de cada artculo hay una muy bre-ve presentacin del autor con la siguiente informacin: cam-po de formacin acadmica, especialidad dentro de ella, ins-titucin o entidad donde se labora o con la que se colaboray cargo que se ejerce. Adems, el articulista debe adjuntaruna fotografa de su rostro (o de cara y hombros) en soportedigital y en buena resolucin, y su correo electrnico. Encaso de varios autores, la anterior informacin debe ser pro-vista para cada uno de ellos. Cuando el autor es institucio-nal, en vez de fotografa se enva el logotipo.

    12. Palabras claveSi bien Ambientico no publica las palabras clave de cadaartculo, se le solicitan al autor no ms de cinco para usarlasen el buscador del sitio web.