Cantalamessa Raniero - El Misterio Del Bautismo de Jesus

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Se trata de un precioso comentario del famoso "predicador" de ejercicios al Santo Padre, sobre el Bautismo de Jesús

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El Misterio del Bautismo de Jes?s

LOS MISTERIOS DE CRISTO EN LA VIDA DE LA IGLESIA

EL MISTERIO DEL BAUTISMO DE JESS

RANIERO CANTALAMESSA

Autor: Cantalamessa, Raniero1997, EDICEPColeccin: Coleccin Pastoral, 30ISBN: 9788470504860Generado con: QualityEbook v0.72

I. JESS DE NAZARET, UNGIDO POR DIOS CON LA FUERZA DEL ESPRITU SANTO

EL bautismo de Jess y el misterio de la uncinAl comienzo de su evangelio, afirma Juan solemnemente que de la plenitud de la Palabra encarnada todos nosotros hemos recibido gracia sobre gracia (cfr. Jn 1,16); san Pablo afirma esto mismo cuando escribe que en Cristo reside toda la plenitud de la divinidad y que, en l, nosotros participamos de su plenitud (cfr. Col 2,9s.). Los padres de la Iglesia entendieron estas expresiones en un sentido muy concreto: de la plenitud del Espritu Santo de Jess, nosotros hemos recibido y recibimos gracia sobre gracia. En l reside corporalmente toda la plenitud del Espritu Santo y en l nosotros participamos de dicha plenitud. En efecto, as escribe san Ireneo: El Espritu de Dios descendi, pues, sobre Jess y lo ungi, como haba prometido en los profetas, a fin de que nosotros fusemos salvados participando en la abundancia de su uncin y otro escritor, algo posterior, dice esto mismo con la imagen de una fuente de la que manan ros: El Espritu Santo es el que en forma de paloma, despus que Cristo fue bautizado, vino y permaneci sobre l, habitando plena y totalmente slo en Cristo, sin merma de cantidad o parte alguna, sino dado y enviado concentradamente con toda su superabundancia, de suerte que todos los dems puedan obtener de l un cierto disfrute de gracias, quedando en Cristo de modo permanente la fuente de todo el Espritu Santo, para que de l fluyeran los los de los dones y de las obras maravillosas, mientras el Espritu Santo habita sobreabundantemente en Cristo. De su plenitud -escribe abiertamente san Atanasio- hemos recibido la gracia del Espritu.El misterio de la uncin, que queremos profundizar a lo largo de estas meditaciones, nos habla precisamente de este grandioso acontecimiento de gracia; nos habla de Jess que, en la encarnacin y, de un modo an ms concreto, en el bautismo, es colmado por el Padre de Espritu Santo para poder, a su vez, llenarnos del Espritu Santo a nosotros que participamos en el misterio de su uncin. Esto es suficiente para indicar la importancia de dicho misterio para la vida cristiana. En esta primera meditacin intentar trazar una visin de conjunto de todo el misterio y de su comprensin por parte de la Iglesia, dejando para las siguientes meditaciones la tarea de profundizar en algunos aspectos ms especficos y concretos de la accin del Espritu Santo en la vida de Jess y de la Iglesia.1. Cristo, puesto que fue ungido por el Padre

NOS preguntamos cul es el hecho concreto, en la vida de Jess, que hace de la uncin un misterio; esto es, un acontecimiento histrico, cargado de significado para nuestra salvacin y, como tal, celebrado por la Iglesia en su liturgia. Para el pensamiento cristiano ms antiguo, no existe duda alguna; este hecho es el bautismo de Jess en el Jordn: En cuanto sali del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espritu, en forma de paloma, bajaba a l (Mc 1, 10). El apstol Pedro, en su sermn en casa del centurin Cornelio, dice: Despus que Juan predic el bautismo... Jess de Nazaret, ungido (echrisen) por Dios con la fuerza del Espritu Santo, pas haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo (Hch 10,37s.). Antes del bautismo, el Hijo de Dios haba recibido, ciertamente, otras unciones: la uncin (o, al menos, la venida) del Espritu Santo en el momento mismo de la encarnacin, en virtud de la cual era santo ya desde su nacimiento. Segn algunos padres de la Iglesia, la uncin csmica -esto es la uncin que el Verbo haba recibido del Padre para la creacin del mundo- haba tenido lugar antes todava, para que -como escribe san Ireneo- l a su vez pudiese ungir y embellecer todo, confiriendo su esplendor al universo.Estos telogos de primersima hora, no ignoraban, pues, la presencia del Espritu Santo en Jess, ya desde el momento de su nacimiento; sin embargo, atribuan un significado aparte y decisivo a la uncin solemne recibida por Jess en el Jordn, con motivo del comienzo de su accin mesinica. Para alguno de estos telogos, del mismo modo que en la encarnacin el Verbo se haba convertido en Jess, as tambin en la uncin de su bautismo se haba convertido en Cristo, esto es, el Ungido de Dios, el Mesas: La uncin confiri al Seor su nombre: Cristo; uncin ciertamente espiritual, puesto que fue ungido con el Espritu por Dios Padre La importancia que a sus ojos revesta el misterio de la uncin era tal que hacan derivar de ella el nombre mismo de cristianos: Pues nosotros -escribe uno de ellos- nos llamamos cristianos (christianoi), porque somos ungidos (chriometha) con leo divino. Cristianos, segn su interpretacin, no significa en primer lugar seguidores de Cristo, como entendan los paganos que en Antioqua fueron los primeros en darles este nombre (cfr. Hch 11,26), sino ms bien quiere decir ser partcipes de la uncin de Cristo.La uncin recibida por Jess en el Jordn fue una uncin trinitaria, en el sentido de que las tres personas divinas tuvieron concurso en ella: En el nombre Cristo est implcito el que ungi, el que fue ungido y la misma uncin con la que fue ungido. De hecho, el Padre ungi y el Hijo fue ungido, pero fue ungido en el Espritu Santo, que es la misma uncin. Tambin san Basilio insiste en este hecho: Efectivamente, nombrar a Cristo -escribe- es confesar a toda la Trinidad: pues es mostrar a Dios que unge, al Hijo que es ungido y al Espritu que es la uncin. Pedro da testimonio de ello en los Hechos: Jess de Nazaret, al que Dios ungi con el Espritu Santo (Hch 10,38), y tambin Isaas cuando dice: El Espritu del Seor est sobre m, por eso me ungi (Is 61, I), as como estas palabras del salmista: Por eso me ungi Dios, tu Dios, con leo de alegra (Sal 44, 8) y la cita del texto de los Hechos muestra claramente que san Basilio sita todava el misterio de la uncin en el bautismo de Jess en el Jordn.Desgraciadamente, una peligrosa hereja-el gnosticismo-empez muy pronto a turbar estas certezas de fe que las comunidades cristianas profesaban serenamente. Desde la perspectiva gnstica, en efecto, uno es Jess y otro es el Cristo: Jess designaba para los gnsticos al hombre nacido de Mara, en cambio, Cristo designaba a la divinidad que desciende sobre Jess en el momento del bautismo. De este modo, el bautismo vena a negar la realidad de la encarnacin, y esto no poda sino suscitar una fuerte reaccin por parte de la Iglesia. Otras herejas posteriores reforzaran ms tarde los motivos de descrdito del bautismo de Jess: el arrianismo tomaba como pretexto el bautismo de Jess para afumar que, si en Jess haba tenido lugar algn cambio en el momento del bautismo, esto quera decir que l era mutable y por lo tanto no era un Dios inmutable como el Padre; el adopcionismo de Pablo de Samosata haca depender de la venida del Espritu Santo la divinidad misma de Cristo, como si l fuera uno de los profetas, si bien el ms santo, en el que haba actuado el poder de Dios. Contra stos, san Gregorio Nacianceno declara que est excomulgado quien dice que Jesucristo ha sido juzgado digno de la adopcin filial despus de su bautismo.Al malestar creado por todas estas herejas se sum tambin un factor externo, es decir la fuerte tendencia a la ontologizacin, propia de la cultura griega en la que estaban inmersos los hombres de entonces, incluidos los telogos. Para esta tendencia, lo que cuenta verdaderamente, en cualquier cosa, es lo que exista desde el principio, el arch de las cosas, esto es, su constitucin metafsica, no su devenir ni su historia; lo que cuenta es la esencia, no la existencia. En este contexto, brota de forma natural la pregunta sobre cmo puede el Verbo encamado llegar a ser, en el bautismo, algo nuevo que no estuviera ya presente en el momento de la encarnacin. Se puede atribuir a la historia de Jess y a los hechos concretos de su vida tal importancia, sin poner en discusin el hecho de ser un hombre perfecto y un Salvador tambin perfecto ya desde el momento de su nacimiento?.Ante el apremio de estas preguntas, vemos cmo, paulatinamente, se va desplazando toda la atencin de los acontecimientos y misterios concretos de la vida de Jess (naci, fue bautizado, muri, resucit), al momento de la encarnacin. El problema del fundamento de la salvacin (esto es, cmo es hecho el Salvador), prevalece sobre el problema del desarrollo de la salvacin (es decir, lo que hace el Salvador). El misterio del bautismo de Jess, en este nuevo clima, conserva, es ms, acrecienta su importancia y solemnidad, especialmente en el mbito griego, pero en un sentido bien distinto al de antes. El bautismo es ahora un misterio cristolgico solamente en sentido activo, es decir, por lo que Cristo obra en ste; pero no lo es en sentido pasivo, por lo que en el bautismo se opera en Cristo. El bautismo de Jess, en otras palabras, tiene importancia y eficacia para nosotros, no para Jess: El descenso del Espritu Santo sobre Jess en el Jordn -escribe san Atanasio- nos concierne a nosotros, puesto que l llevaba nuestro cuerpo; y no tuvo lugar para el perfeccionamiento del Verbo, sino para nuestra santificacin.El bautismo de Jess en el Jordn es visto y celebrado como la fiesta de la institucin del bautismo cristiano. En las homilas pronunciadas con motivo de dicha fiesta, se fijan los contenidos teolgicos esenciales de este misterio que hallaremos despus, en la liturgia bizantina y en el arte de los iconos hasta nuestros das: Jess -se dice- es bautizado para sumergir y sepultar en las aguas al viejo Adn y para santificar el Jordn; para que igual que l era carne y Espritu, as tambin introdujese la salvacin a travs del Espritu y el agua; saliendo del agua, eleva consigo al mundo; ve abrirse de nuevo el paraso que Adn haba cerrado, mientras el Espritu es testimonio de su divinidad. El Espritu Santo interviene en el bautismo de Jess -como vemos-ms para atestiguar la divinidad de Cristo que para ungir y consagrar su humanidad.La idea de la uncin de Jess por obra del Espritu Santo no desaparece de la teologa, pero, desde el momento del bautismo en el Jordn, es desplazada idealmente al momento de la encarnacin, acabando por ser identificada, pura y simplemente, con la encarnacin misma. La uncin pierde ese carcter propiamente trinitario que le pertenece y que hemos puesto de relieve ms arriba: en efecto, quien unge sigue siendo el Padre y es siempre tambin la humanidad de Cristo la que es ungida; pero el crisma con el que es ungido Cristo en su humanidad ya no es, propiamente, el Espritu Santo, sino el mismo Verbo. En Cristo la humanidad es ungida, esto es, santificada por la divinidad, por el hecho mismo de la unin hiposttica. En la encarnacin -escribe san Gregorio Nacianceno- Jess fue ungido con la divinidad y esta uncin de su humanidad no era sino la misma divinidad. La funcin que realiza el Espritu Santo en relacin con la persona de Jess es slo la de causar la humanidad, obrando milagrosamente, en Mara, la encarnacin del Verbo.La consecuencia ms relevante de todo ello es un cierto debilitamiento de la dimensin pneumtica de la cristologa, es decir, de la atencin que se otorga a la accin del Espritu Santo en la vida de Jess. Hay excepciones. Una de ellas est constituida por san Basilio, el cual habla de una presencia continua del Espritu Santo en la vida de Jess; pero, en general, el punto decisivo de insercin del Espritu Santo en la historia de la salvacin ya no es situado en la uncin de Jess, sino en Pentecosts. La pneumatologa tiende a separarse de la cristologa y a colocarse despus de ella, en lugar de dentro de ella (el peligro recurrente de contraponer la obra y la era del Espritu Santo a las de Jess -como sucede en Joaqun de Fiore- existe slo en esta nueva perspectiva, no cuando se considera correctamente el Espritu Santo como el Espritu de Jess).Entre los latinos, con la llegada de la Escolstica, el misterio y la idea misma de la uncin de Cristo por obra del Espritu Santo en el da de su bautismo, desaparece totalmente de la teologa, al no entrar como cuestin aparte en las diversas Sumas teolgicas, desde la de santo Toms en adelante. Con el concilio Vaticano II, este misterio ha aflorado de nuevo en la conciencia de la Iglesia: El Seor Jess -leemos en uno de sus textos-, a quien el Padre santific y envi al mundo (Jn 10,36), hace partcipe a todo su Cuerpo mstico de la uncin del Espritu con que fue l ungido. Sin embargo, se trata slo de premisas. La presencia y la accin del Espritu Santo en la vida de Jess no han recibido todava, ni siquiera en los textos conciliares, la atencin de la que fueron objeto en la teologa de la Iglesia; aunque, por otro lado, tampoco era posible que esto ocurriera de repente. Todava no se ha vuelto a poner en relacin explcitamente el misterio de la uncin con el bautismo de Jess y, por lo tanto, todava no le ha sido devuelto a este momento de la vida de Cristo la importancia que reviste en los textos del Nuevo Testamento.2. Redescubrir el significado del bautismo de Jess

EL misterio de la uncin es como un tesoro hundido que slo ahora comienza a emerger de nuevo a la superficie. El concilio Vaticano II ha trazado algunas pistas, nos ha indicado dnde excavar. Debemos volver a excavar sobre el terreno de la Biblia y de la tradicin ms antigua de la Iglesia, pero con los medios proporcionados por la exgesis y la teologa ms recientes. Si tenemos la esperanza de descubrir una luz nueva sobre el misterio de la uncin, no es porque confiemos en las intuiciones personales, sino porque, por el progreso de los conocimientos bblicos y patrsticos, podemos interrogar a la Escritura desde un punto de vista ms favorable y tambin porque ya no estamos condicionados negativamente por aquellas herejas que indujeron en el pasado a ensombrecer el bautismo de Jess. Volvamos, pues, al Jordn, en humilde peregrinacin, para tratar de comprender aquello que en un da nico en la historia del mundo tuvo lugar en las riberas de este rio.Los exgetas no cesan de resaltar el importante significado existencial que tuvo para Jess la experiencia que est unida con su bautismo en el Jordn. Para estos biblistas, la importancia de esta experiencia no depende slo de lo que Jess realiz en aquella ocasin (santificacin de las aguas del bautismo), sino tambin, y sobre todo, de aquello que en tal circunstancia se realiz en l. Y qu es lo que se realiz aquel da en Jess? En su bautismo tuvo lugar algo que modific el rumbo de la vida de Jess... Tenemos razones para inferir que en aquel momento fue cuando Jess acept su vocacin (Ch. H. Dodd); no porque hasta ese momento no la hubiera aceptado, sino porque slo en este momento de su crecimiento en sabidura y gracia, como hombre, su vocacin se le manifest clara y concretamente. Es en el momento del bautismo donde Jess debi adquirir la certeza de que deba asumir la funcin del siervo de Yahv (O. Cullmann). En efecto, la voz del cielo proclama sobre Jess las palabras que, en Isaas 42,1 se dirigen al siervo de Yahv: Mirad a mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco: he puesto mi espritu sobre l... As pues, por lo que sabemos, es en este momento cuando tiene lugar, en la conciencia de Jess -en cuanto conciencia tambin humana-, la fusin de estas dos figuras: la del Mesas y la del Siervo de Dios; fusin que determinar, a partir de entonces, la identidad y la novedad mesinica de Jess, dejando una huella inconfundible en cada una de sus palabras y acciones.Dicha revelacin paterna, sin embargo, no encuentra a Jess poco preparado. Su decisin de ir y hacerse bautizar por Juan, ponindose, por decirlo as, en fila con los pecadores y casi hacindose uno ms de ellos, era ya un paso hacia la asuncin sobre s de los pecados de los hombres, rasgo fundamental de la misin del siervo de Yahv (cfr. Is 53,6). La escena de Jess que es bautizado en medio de los pecadores, es un preludio de la escena de Jess que es crucificado en medio de dos ladrones. Por otro lado, la vida que hasta entonces haba llevado en Nazaret, en obediencia al Padre y a los hombres, haba sido un largo y coherente noviciado para esta hora. La revelacin del Padre, en este momento del bautismo, cae as sobre un terreno preparado, creando una situacin nueva para la que es necesaria un nuevo fat por parte de Jess; fiat que pronuncia de inmediato, superando la tentacin del diablo que quera empujarlo precisamente en direccin opuesta a la de su vocacin. La llamada del Padre precede a la respuesta de Jess que se da como consecuencia de ella, en una compenetracin de obediencia y de amor entre la voluntad humana y la voluntad divina. El Espritu Santo viene a ungir, esto es -en el lenguaje bblico-, a consagrar, a dar la investidura y los poderes necesarios para esta misin a Jess; misin que no es simplemente salvar a los hombres, sino salvarlos de un modo concreto establecido por el Padre: a travs del abajamiento, la obediencia voluntaria y el sacrificio expiatorio. Saltarse este momento de la vida de Jess, significara retrasar su fat redentor hasta la noche de Getseman, es decir, significara ponerlo slo al final, y no al principio, de su actividad mesinica. En el momento de la encarnacin, el nico consentimiento libre de la criatura a la salvacin es el fat de Mara; pero a partir del bautismo y de las tentaciones en el desierto, hay algo nuevo en la historia de la salvacin: existe el consentimiento libre y humano de un Dios! Humano, pero de Dios; esto es, un s de cualidad plenamente humana, pero de fuerza divina.A esta nueva y fundamental etapa de la vida de Jess, le corresponde una nueva y fundamental uncin del Espritu Santo; y esto es lo que entendemos, precisamente, cuando hablamos del misterio de la uncin. ste crea una novedad en el itinerario espiritual de Cristo, tanto es as que hubo un momento en que, como hemos visto, se haca derivar de este momento el nombre mismo de Cristo. Se trata de una novedad funcional, es decir en la misin; no de una novedad metafsica, en la realidad profunda de su persona. Esta se manifiesta a travs de efectos grandiosos e inmediatos: milagros, predicacin con autoridad, instauracin del reino de Dios, victoria sobre los demonios. Se comprende de todo esto por qu razn los evangelios conceden tanta importancia al episodio del bautismo de Jess, a pesar de que ste constituyera una dificultad desde el punto de vista apologtico, porque podra parecer que se admita con l una cierta imperfeccin en Cristo y una inferioridad respecto al Bautista. La importancia que asignaban al bautismo se deduce tambin por el hecho de que, en la fase ms antigua de la tradicin evanglica, ste constitua el punto de arranque, el principio (arch) del evangelio y de la historia de Jess (cfr. Mc 1, 1.9; Hch 10,37); arranque que, con Mateo y Lucas, ser retrotrado al nacimiento virginal de Mara y, con Juan, al nacimiento eterno del Padre. Sin el episodio inicial del bautismo de Jess, los Evangelios seran como el libro de los Hechos de los Apstoles sin el relato inicial de Pentecosts: les faltara la clave de lectura para comprender todo el resto.3. De la uncin a la efusin del Espritu

SLO ahora, despus de haber tomado nota de la importancia que tuvo el bautismo, personalmente, para Jess, podemos considerar tambin la importancia que ste revesta para la Iglesia y valorizar plenamente las afirmaciones hechas por los padres de la Iglesia a este respecto. A nosotros -escribe san Atanasio- est destinado el descenso del Espritu Santo sobre Jess en el Jordn... es para nuestra santificacin, a fin de que fusemos hechos partcipes de su uncin y se pudiera decir de nosotros: No sabis que sois santuario de Dios y el Espritu Santo habita en vosotros? (1 Co 3, 16). En efecto, mientras el Seor, como hombre, era lavado en el Jordn, tambin nosotros ramos lavados, con el Seor y por el Seor, y mientras l reciba el Espritu, ramos nosotros quienes, por el Seor, nos hacamos capaces de recibir el Espritu. La uncin de Cristo era una uncin para nosotros, en el sentido de que estaba destinada a nosotros. San Pedro, queriendo explicar el prodigio de Pentecosts a la multitud que all haba acudido, pronuncia estas palabras: Este Jess... ha recibido del Padre el Espritu Santo que estaba prometido y ha derramado lo que vosotros veis y os (Hch 2, 32s.). En Pentecosts y, todava antes, en el Misterio Pascual, Jess derram sobre la Iglesia aquel Espritu que haba recibido del Padre en su bautismo. Por ello es llamado el Espritu de Cristo. En Pentecosts el Seor Jess -dice el texto del Vaticano II ya citado- hace partcipe a todo su Cuerpo mstico de la uncin del Espritu con que fue l ungido. Un mismo Espritu fluye, pues, en Jess y en nosotros, del mismo modo que es una misma savia la que fluye entre la vid y los sarmientos.Ciertamente, Espritu Santo no hay ms que uno; pero aqu se trata de una unidad diversa de la hiposttica, debida a la unidad fundamental de la Tercera Persona de la Trinidad; se trata de una unidad tambin histrica, en el sentido de que el Espritu Santo viene a nosotros a travs de la historia de Cristo, no directamente de la eternidad, sino que viene a travs de la Iglesia. Esto no significa olvidar la fuente ltima del Espritu Santo que (como les gusta subrayar a nuestros hermanos ortodoxos) es el Padre. El Espritu Santo, en efecto, viene a nosotros exactamente como vino sobre Jess: esto es, como el Espritu enviado por el Padre, como Espritu del Padre; no se olvida su fuente eterna, por el hecho de que se contempla a su fuente inmediata en el tiempo.En el Espritu Santo, a travs de Jess, nosotros accedemos directamente (es decir, sin barreras extraas a la naturaleza divina) al Padre mismo. Dios -escribe el Apstol- ha enviado a nuestros corazones el Espritu de su Hijo, esto es, el Espritu de Jess que clama Abb, Padre (cfr. Rm 8,15). El hecho de que el Espritu Santo grite en nosotros Abb, Padre, es la mejor prueba de que es el mismo Espritu que estaba en Jess de Nazaret; en efecto, en s mismo, en cuanto Tercera Persona de la Trinidad, el Espritu Santo no podra clamar a Dios, llamndolo Padre, porque l no es hijo, como Jess; procede del Padre (y del Hijo) por espiracin, no por filiacin.Cuando invocamos al Espritu no deberamos, pues, mirar idealmente a lo alto, al cielo, o quin sabe a qu parte; no es de all de donde viene el Espritu, sino de la cruz de Cristo. sa es la roca espiritual de la que se derrama esta agua viva sobre la Iglesia para saciar la sed de los creyentes. Como sucede en tiempo de lluvias, cuando el agua desciende abundantemente del cielo y se almacena entre las rocas y en los lugares ms recnditos de una montaa, hasta que encuentra una oquedad que le deja libre el paso para salir hacia el exterior transformndose en una fuente que brota ininterrumpidamente de da y de noche, en verano o en invierno; as tambin el Espritu que descendi sobre Jess y se almacen plenamente en l durante su vida terrena, en la cruz encontr una oquedad, una herida que se convirti en una fuente que brota para la vida eterna en la Iglesia. El momento en que Jess, en la cruz, expir (Jn 19,30), es tambin para el evangelista, el momento en que entreg el Espritu; la misma expresin griega debe ser entendida, segn el uso propio de Juan, en uno y en otro sentido: en el sentido literal de expirar y en el mstico de entregar el Espritu. El episodio del agua y de la sangre que sigue inmediatamente, acenta este significado mstico. Poco despus, este misterio es como representado plsticamente, cuando, en el cenculo, Jess resucitado sopl sobre los discpulos dicindoles: Recibid el Espritu Santo (Jn 20, 22). Parafraseando unas palabras de Jess (Yo les he dado a ellos la gloria que t me diste), san Gregorio de Nisa hace decir al mismo Jess: Yo les he dado a ellos el Espritu Santo que t me diste.Pero surge espontneamente una pregunta: por qu existe ese intervalo de tiempo entre el momento en que Jess, en el Jordn, recibi la uncin, y el momento en que, en la cruz y en Pentecosts, tuvo lugar la efusin? y por qu dice el evangelista Juan que el Espritu Santo no poda ser dado hasta que Jess no fuera glorificado? San Ireneo ofrece esta respuesta: el Espritu Santo tena que acostumbrarse primero a habitar entre los hombres; deba, por decirlo as, humanizarse e historizarse en Jess, para santificar despus a todos los hombres desde dentro de su propia condicin humana, respetando los tiempos y las formas del obrar y del sufrir humano: Descendi el Espritu Santo sobre el Hijo de Dios -escribe-, que se haba hecho Hijo del hombre, para as, permaneciendo (adsuescens) en l, habitar en el gnero humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios, realizando as en el hombre la voluntad del Padre y renovndolo de la antigua condicin a la nueva, creada en Cristo. A travs de Jess, el Espritu arraiga la gracia en el hombre, hace que en l eche sus races. El Espritu puede ahora bajar y posarse (Jn 1, 33) sobre Jess, que no ha pecado, acostumbrndose as a permanecer entre los hombres; a diferencia de como ocurra en el Antiguo Testamento, cuando su presencia en el mundo tena lugar slo de forma discontinua. En cierto sentido, podemos decir que tambin el Espritu Santo se encarna en Jess de Nazaret, si bien encarnarse tiene en este caso un significado distinto. Entre nosotros y el Espritu de Dios -escribe Cabasilas- haba un doble muro de separacin: el de la naturaleza y el de la voluntad corrompida. El primero fue derribado por el Salvador con su encarnacin [y, aadimos nosotros, con su uncin]; el segundo con su crucifixin, pues la cruz aniquil nuestro pecado. Borrados los dos obstculos, nada puede impedir ya la efusin del Espritu Santo sobre toda carne.Este mismo autor explica cmo fue eliminado, entre nosotros y el Espritu, el muro de separacin constituido por la naturaleza; es decir, por el hecho de ser l espritu y nosotros carne. La humanidad del Salvador -dice- era como un frasco de alabastro que, por un lado, contena la plenitud del Espritu, pero por otro impeda que su perfume se difundiera por el exterior. Slo si, por un especial prodigio, ese frasco de alabastro se hubiese transformado en ungento oloroso, no quedara separado el ungento del ambiente exterior, ni retenido dentro del frasco, encerrado en s mismo; de igual modo, al quedar deificada la naturaleza humana en la carne del Salvador, desapareci el frasco que separaba a Dios del hombre. Esto fue exactamente lo que se realiz durante la vida terrena de Jess: el frasco de alabastro, que era la humanidad pursima del Salvador, se transform en ungento oloroso; en otras palabras, gracias a su plena y total adhesin a la voluntad del Padre, la carne de Cristo fue espiritualizndose poco a poco hasta convertirse, en la resurreccin, en un cuerpo espiritual (1 Co 15, 44), hasta llegar a ser el Cristo segn el Espritu (Rm 1,4). La cruz fue el momento en que cay la ltima barrera, el ltimo muro de separacin; el frasco de alabastro fue entonces quebrado, como en la uncin de Betania, y el Espritu se esparci, llenando de perfume toda la casa, esto es, toda la Iglesia. El Espritu Santo es la estela de perfume que Jess ha dejado a su paso por la tierra. El mrtir, san Ignacio de Antioqua, une magnficamente los dos momentos que hemos considerado -el de la uncin y el de la efusin del Espritu-, escribiendo: Por esto el Seor recibi ungento (myron) sobre su cabeza, para infundir incorrupcin a la Iglesia.4. El misterio de la uncin en la Iglesia y en nosotros

NOS queda por ver cmo el misterio de la uncin acta ahora, concretamente, en la Iglesia y en nosotros. San Juan explica en qu se reconoce que permanecemos en Jess y que Jess permanece en nosotros, despus de su ascensin al cielo: l nos ha dado su Espritu (1 Jn 4,13). El Espritu Santo es el misterio de la permanencia de Jess en medio de nosotros; l se hace presente, haciendo presente a Jess; hasta el punto de que san Pablo puede decir, con una frase gramaticalmente elptica pero verdadera: El Seor es el Espritu (2 Co 3, 17); esto es, el Seor Jess, resucitado, vive y se manifiesta en el Espritu. Como en el Hijo se ve al Padre -escribe san Basilio-, as en el Espritu se ve al Hijo. Esta conviccin resultaba tan familiar para las primeras generaciones de cristianos que, en Pentecosts, no celebraban tanto el descenso del Espritu Santo sobre los apstoles el quincuagsimo da despus de la Pascua, cuanto ms bien la nueva presencia de Jess segn el Espritu, inaugurada por su resurreccin; la presencia espiritual de Cristo en su Iglesia, de los que estos cincuenta das despus de Pascua eran una manifestacin. Pentecosts no era la fiesta del quincuagsimo da, sino de los cincuenta das; esta fiesta comenzaba el mismo da de Pascua y daba nombre a toda la cincuentena pascual: A la fiesta de Pascua -escribe san Atanasio- sigue la fiesta de Pentecosts, a la cual nos dispondremos, como de fiesta en fiesta, para celebrar el Espritu que ya est con nosotros en Cristo Jess.La Iglesia es conducida, pues, por el Espritu de Cristo. Es ms, en cierto sentido, est constituida por su participacin en la uncin de Cristo; en otras palabras, somos cuerpo de Cristo, esto es, Iglesia, porque estamos animados por el Espritu de Cristo: No slo-escribe Agustn- fue ungida nuestra Cabeza, sino tambin su cuerpo, es decir, nosotros mismos... nosotros somos cuerpo de Cristo, porque todos somos ungidos, y todos estamos en l, siendo Cristo y de Cristo, porque, de alguna manera, el Cristo total es Cabeza y cuerpo. Somos un pueblo mesinico, como el Vaticano II define a la Iglesia, porque somos un pueblo de ungidos, esto es, de consagrados con el Espritu.Este descubrimiento del misterio de la uncin est empezando a dar ya sus frutos en teologa. El telogo H. Mhlen define la Iglesia como la continuacin histrica de la uncin de Cristo con el Espritu Santo. Para este telogo, slo en un sentido muy amplio se puede afirmar que la Iglesia es una prolongacin de la humanidad de Cristo, es decir, de su encarnacin; mientras, en sentido estricto, s que es una prolongacin del Espritu de Cristo, esto es de su uncin y de su gracia. En efecto, es de la uncin de donde le deriva a Cristo la gracia capital (gratia capitis), -es decir, la gracia que tiene y que comunica en cuanto Cabeza de la Iglesia- y no tanto de la unin hiposttica, de la que, por s misma, proviene tan slo su gracia personal, esto es, su santidad nica e incomunicable de Hijo unignito de Dios hecho carne. En este sentido, los padres de la Iglesia que he recordado al principio afirmaban que, de la plenitud del Espritu Santo de Jess, hemos recibido gracia sobre gracia. Ciertamente, el bautismo no puede separarse de la encarnacin, pues sin ella no tendra ningn significado para nosotros; sin embargo, el bautismo aade a la encarnacin algo que es de sumo inters para nosotros, hasta el punto de empujarnos a amar y contemplar con emocin este misterio de la vida de Cristo.La Iglesia dispone de diversos medios para ponemos en contacto con el bautismo de Jess y el misterio de su uncin. Uno de estos medios es la fiesta litrgica del bautismo de Jess que hace revivir el acontecimiento histrico, como sucede en la misma ndole de la fiesta. Pero todava ms importante es el medio sacramental constituido por el bautismo y, en particular, por la uncin: ya sea la uncin que ha quedado hoy como rito complementario del bautismo, as como la uncin que ha llegado a configurarse, poco a poco, como sacramento aparte: la confirmacin y que, literalmente, significa crismacin, uncin.Refirindose a este aspecto particular del bautismo, escribe san Pablo: Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungi, y el que nos marc con su sello y nos dio en arras el Espritu en nuestros corazones (2 Co 1, 21 s.). En la poca dorada de los padres de la Iglesia, en el siglo IV, este momento de la uncin sacramental era la ocasin privilegiada para explicar a los fieles el misterio inefable de su participacin en la uncin de Cristo: Habiendo venido a ser partcipes de Cristo -deca a sus fieles el obispo de Jerusaln-, sois llamados, no de modo inmerecido, Cristos (esto es, ungidos, consagrados). De vosotros dijo Dios: No toquis a mis ungidos (Sal 105,15). Fuisteis hechos Cristos al recibir la imagen del Espritu Santo... Tambin Jess, verdaderamente, una vez bautizado en el Jordn y despus de comunicar la fragancia de los efluvios de su divinidad a las aguas, sali de stas y el Espritu Santo descendi a l en forma visible posndose sobre l como alguien que le era semejante, despus de que subisteis de las sagradas aguas de la piscina, se os ha dado el crisma, imagen realizada de aquel con el que fue ungido Cristo: en realidad es el Espritu Santo.La Iglesia dispone, pues, de distintos medios para ponemos en contacto con el misterio de la uncin de Jess; pero todos estos medios, como siempre, quedan inoperantes si no se une a ellos el esfuerzo personal. Al plano histrico (el bautismo de Jess en el Jordn) y al plano sacramental (nuestro bautismo y nuestra confirmacin), se debe aadir el plano existencial o moral. Es ms, todo aquello que la palabra de Dios nos ha revelado hasta aqu, acerca del misterio de la uncin, tiende a este plan operativo; tiende a producir su fruto en nosotros. Y el fruto es ste: que lleguemos a ser nosotros mismos buen olor de Cristo en el mundo. En la misa crismal del da de jueves santo, dice el Obispo al consagrar el leo que debe servir para la uncin bautismal y crismal: Que este crisma sea sacramento de la plenitud de la vida cristiana para todos los que van a ser renovados por el bao espiritual del bautismo; haz que los consagrados por esta uncin, libres del pecado en que nacieron, y convertidos en templo de tu divina presencia, exhalen el perfume de una vida santa. Orgenes nos informa de que los paganos de su tiempo desafiaban a los cristianos diciendo: Cmo puede un hombre solo, que vivi adems en un lbrego poblado de Judea, llenar el mundo entero de la fragancia del conocimiento de Dios, como decs vosotros, los cristianos? (cfr. 2 Co 2,14). Orgenes responda diciendo: Jess puede hacerlo porque ha consagrado con el Espritu divino y ha enviado por el mundo a un gran nmero de discpulos, que se dedican a la salvacin de los hombres, viviendo con pureza y rectitud, enseando la misma doctrina de Jess. Gracias a ellos el ungento precioso extendido sobre la cabeza del verdadero Aarn, que es Cristo, va bajando hasta la franja de su ornamento (cfr. Sal 133,2), esto es, se difunde en todo el cuerpo de la Iglesia y, a travs de ella, por todo el mundo.Somos aquellos discpulos enviados por todo el mundo para esparcir el buen olor de Cristo. Para obtener esto, es necesario que tambin nosotros rompamos el frasco de alabastro de nuestra humanidad, esto es, que mortifiquemos las obras de la carne, el hombre viejo, que hace de escudo en nosotros a la irradiacin del Espritu. El perfume de Cristo emana de los frutos del Espritu: si en nosotros estn los frutos del Espritu que, segn Pablo, son: amor, alegra, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, sencillez, dominio de s (Ga 5, 22), entonces, sin darnos cuenta de ello (y quizs mientras no sentimos salir de nosotros otra cosa ms que el mal olor de nuestro pecado), puede que alguno a nuestro alrededor sienta algo de esa fragancia del Espritu de Cristo. El mundo necesita urgentemente sentir este perfume de Cristo. Lo necesita para ser preservado de la corrupcin o, al menos, para que su corrupcin sea puesta de manifiesto y juzgada: Pues nosotros -escribe el Apstol- somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan v los que se pierden: para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la vida lleva a la vida (2 Co 2, 15s.).Termino esta meditacin con esa bella plegaria que la liturgia pone en labios del obispo, en la misa crismal del jueves santo: Oh Dios, que por la uncin del Espritu Santo constituiste a tu Hijo Mesas y Seor, y a nosotros, miembros de su cuerpo, nos haces partcipes de su misma uncin; aydanos a ser en el mundo testigos fieles de la redencin que ofreces a todos los hombres.II. LA UNCIN REAL

EL ESPRITU impulsa a Jess y a la Iglesia a luchar contra SatansSan Juan, en su primera carta, recuerda a los cristianos la uncin recibida por el Santo, diciendo que permanece en nosotros y que ensea acerca de todas las cosas (cfr. 1 Jn 2, 20. 27). La uncin recibida por el Santo indica nuestra participacin en la uncin de Cristo; se identifica, en definitiva, con el Espritu Santo recibido en el bautismo, en cuanto que acta en nosotros como luz que calienta e ilumina y como maestro interior de verdad. Esta uncin ensea acerca de todas las cosas; pero lo que ensea concretamente nos lo explica Jess mismo, en las palabras con las que promete la venida del Parclito: El Parclito, el Espritu Santo que el Padre enviar en mi nombre, os lo ensear todo y os recordar todo lo que yo os he dicho (Jn 14,26). La uncin nos ensea, pues, a Jess; nos recuerda a Jess; nos hace revivir a Jess. Es de vital importancia, por ello, conocer, a travs de los evangelios, qu es lo que el Espritu Santo impuls a Jess a obrar durante su existencia terrena, qu pasos le hizo dar, qu opciones le movi a realizar; porque l impulsa a la Iglesia a realizar exactamente esas mismas cosas. Pentecosts remite a los evangelios. Por otro lado, es lo que vemos realizado en la Iglesia despus de Pentecosts: los creyentes se disponen, con gran solicitud, a reunir las noticias que haban ido recogiendo sobre Jess; a reunir sus palabras y todo aquello que haba realizado en la regin de los judos y en Jerusaln (cfr. Hch 10,39) segn los testigos presenciales. Los evangelios hablan de lo que hay que hacer, Pentecosts -es decir, el Espritu Santo, la gracia- da la fuerza necesaria para realizarlo.Las meditaciones que vienen a continuacin, tienen precisamente este objetivo: descubrir, a travs de los evangelios, qu le impuls a hacer el Espritu a Jess. Queremos buscar el criterio ms seguro para reconocer las verdaderas mociones, o impulsos, del Espritu Santo en nuestra vida y en la vida de la Iglesia.Todo aquello que Jess hace o dice en el evangelio, lo realiza en el Espritu Santo.Tambin los apstoles fueron elegidos por Jess en el Espritu Santo (cfr. Hch 1,2). Escribe san Basilio que el Espritu Santo en primer lugar, estaba con la carne del Seor, al hacerse uncin y estar presente de manera inseparable y en segundo lugar, toda accin se efectuaba con la presencia del Espritu. Cristo nace -escribe san Gregorio Nacianceno- y el Espritu lo precede; es bautizado, y el Espritu da testimonio de ello; es puesto a prueba y lo conduce nuevamente a Galilea; realiza milagros y lo acompaa; sube al cielo y el Espritu lo sucede. San Juan Crisstomo dice que, en su vida, Cristo fue asistido por el dulcsimo Espritu que le es ntimamente consustancial.Estos textos contienen expresiones muy bellas que evocan imgenes de intimidad y amistad, pero no nos pueden dar idea, ni lejanamente, de lo que verdaderamente pasaba en la intimidad entre Jess y el Espritu Santo durante los das de la vida terrena del Salvador. Pensemos en dos hermanos que, despus de haber vivido mucho tiempo en casa de sus padres, con una buena relacin de amistad, se encuentran, despus de mucho tiempo, en un pas extranjero, entre gente que habla otro idioma, comprometidos ambos en una misma y arriesgada tarea que su padre, a quien aman, les ha encomendado. Quin puede hablar de ese secreto entendimiento que se establece entre los dos, el apoyo que uno encuentra en el otro, la dulzura de su dilogo ntimo, las ansias por cumplir pronto la empresa que les ha sido confiada por el padre comn? Nadie -dice Pablo- conoce lo ntimo del hombre sino el espritu del hombre que est en l (I Co 2, 11) y esto sirve tambin para Jess y su Espritu. Debemos dejar este secreto inviolado y conformamos con contemplarlo en silencio y oracin para poder percibir algn indicio de ello si es que el Espritu quiere comunicrnoslo.Hemos visto que toda la vida de Jess se desarroll bajo la accin del Espritu Santo; sin embargo en esta presencia continua se distinguen algunos momentos determinados que los evangelios mismos ponen explcitamente en relacin con una mocin especial del Espritu Santo sobre Jess. Nos atendremos a dichos momentos para estar seguros de tocar as los verdaderos puntos neurlgicos de la accin del Espritu en la vida de Jess, sin peligro de caer en arbitrariedades.Tales momentos son, sobre todo, tres: el Espritu empuja a Jess al desierto para ser tentado (Mc 1,12); el Espritu consagra a Jess con la uncin para llevar la buena nueva a los pobres (Lc 4, 18); el Espritu hace exultar de gozo a Jess, y le hace decir: Yo te bendigo, Padre... (Lc 10, 21). En otras palabras, el Espritu impuls a Jess a luchar contra el demonio, a predicar el evangelio y a orar al Padre, ofrecindose a l en sacrificio. En estas tres cosas podemos ver realizada la triple uncin -real, proftica y sacerdotal- de Jess. Al consagrar el leo para la uncin bautismal y crismal, en la misa del jueves santo, la liturgia resalta esta triple uncin con las siguientes palabras: Te pedimos, Seor, que te dignes santificar con tu bendicin este leo, y que, con la cooperacin de Cristo, tu Hijo, de cuyo nombre le viene a este leo el nombre de crisma, infundas en l la fuerza del Espritu Santo con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mrtires. En la lucha contra el demonio Jess realiza su misin real, en cuanto que abate el reino de Satans y establece el reino de Dios; dice en efecto: Si yo expulso los demonios por el Espritu de Dios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios (Mt 12,28); en la evangelizacin de los pobres, desempea su misin proftica; en la oracin al Padre con gemidos inefables ejerce su misin sacerdotal. Y en estas tres realidades lleva a cumplimiento su misin fundamental de siervo de Yahv recibida en el bautismo y en la que se resumen todas las dems.1. El Espritu lo empuj al desierto

CONSIDEREMOS ahora la primera mocin del Espritu Santo sobre Jess, en la que se realiza su uncin real.Los tres sinpticos dicen que, despus del bautismo, Jess se retir al desierto; los tres atribuyen esta decisin de Jess al Espritu Santo: A continuacin, el Espritu lo empuj al desierto (Mc 1,12). Lucas, que es el ms sensible de todos a la accin del Espritu Santo en la vida de Jess, reduplica la mencin del Espritu Santo en este punto y dice que Jess, lleno de Espritu Santo, regres del Jordn, y era conducido por el Espritu en el desierto (Lc 4,1).Sabemos que cada evangelista da un matiz propio a este episodio, segn la ndole y el carcter de su narracin; segn el ambiente propio y las caractersticas de la comunidad cristiana a la que se dirige cada uno. Mateo y Lucas, por ejemplo, ponen en relacin las tentaciones de Jess con las que tuvo Israel en el desierto, queriendo decir con ello que Jess es el nuevo Israel que sale victorioso de la tentacin all donde Israel haba sucumbido; Marcos alude, en cambio, al resultado distinto de las tentaciones en Jess y en Adn que, habiendo vencido al tentador, vuelve a poner al hombre en el paraso que haba perdido (estaba con las fieras y los ngeles le servan).Pero a nosotros no nos interesan tanto las diferencias cuanto el ncleo que tienen en comn, o su significado profundo, que se obtiene teniendo en cuenta no slo el episodio de las tentaciones, sino el resto del evangelio. El mismo Jess explica el sentido de su lucha contra Satans en el desierto, diciendo: Nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte: entonces podr saquear su casa (Mc 3, 27). En el desierto Jess ha atado al adversario; si podemos hablar as, ha ajustado cuentas con l, antes de ponerse a trabajar y, de este modo, puede llevar adelante su campaa en territorio enemigo, libre de cualquier indecisin o duda acerca de sus finalidades o medios que habra empleado (Ch. H. Dodd).Jess se libera de Satans para liberar de Satans: ste es el sentido del relato de las tentaciones, visto a la luz de todo el evangelio. En efecto, si seguimos leyendo, despus de este episodio se tiene verdaderamente la impresin como de un avance irresistible del frente de la luz que hace retroceder al frente demonaco de las tinieblas. Cuando Jess se acerca, los demonios se agitan, tiemblan, suplican no ser expulsados y tratan de pactar: Qu tienes t contra nosotros, Jess Nazareno? Has venido a destruirnos? S quin eres t: el Santo de Dios (Mc 1, 24); Si nos echas, mndanos a esa piara de puercos (Mt 8,31). Pero la presencia de Jess no deja opcin: Cllate y sal de l (Mc 1, 25). La gente es presa del miedo y dice: Qu es esto? Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espritus inmundos y le obedecen (Mc 1,27).Lo que ms impacta, como vemos, es la autoridad y el poder que se desprende de Jess. En seguida se plantea la pregunta: De dnde le viene esta autoridad? La respuesta de sus adversarios es: del prncipe de los demonios. La respuesta de Jess es: del Espritu Santo. Yo expulso los demonios por el dedo de Dios (Lc 11,20); por el Espritu de Dios (Mt 12, 28). Tambin Pedro, en los Hechos de los Apstoles, pone en estrecha relacin esta actividad de Jess contra los demonios con la uncin del Espritu Santo: Dios ungi con el Espritu Santo y con poder a Jess de Nazaret, que pas... curando a todos los oprimidos por el diablo (Hch 10,38).Pero tratemos de comprender mejor esta afirmacin. Qu haba sucedido en el desierto para que ahora que est de regreso la persona de Jess tenga tal autoridad que Satans se disuelve, desaparece ante l? Lo que ha sucedido es que Satans ha sido vencido en su terreno. El terreno privilegiado de Satans, despus del pecado, era la libertad del hombre; en ella haba construido Satans su fortaleza, una fortaleza inexpugnable, porque lo nico que hubiera podido expulsarlo de all era la voluntad del hombre, pero esta voluntad se haba hecho esclava de Satans por el pecado (cfr. Rm 6, 16ss.; Jn 8, 34) y no poda rebelarse contra su amo y vencerlo, mientras siguiera siendo esclava. Jess penetr en esta fortaleza inexpugnable y la destruy. Sus tres poderosos no!, opuestos a la tentacin, quebraron el aguijn de Satans, que es la rebelin contra Dios. Satans cay fulminado como un rayo (cfr. Lc 10, 18). Efectivamente, aquellos no! eran, al mismo tiempo un s! amoroso e incondicional a la voluntad del Padre.La derrota de Satans comienza, pues, all donde haba empezado su victoria: en la libertad de un hombre. Jess aparece as ante nosotros como el nuevo Adn que pronuncia finalmente ese s libre por el que Dios haba creado el cielo y la tierra; una voluntad creada se ha desarrollado hasta acoger en s la entera voluntad de Dios. El poder de Jess brota de aqu: l acta ya con la misma autoridad y poder de Dios; los demonios sienten que Jess es el Santo de Dios, esto es, que en l est presente la santidad misma de Dios y no soportan dicha presencia. Esto significa expulsar los demonios en el Espritu de Dios: El diablo es rechazado, ante la presencia del Espritu Santo, ha perdido su poder ante la presencia del Espritu de Dios.El ltimo reducto que le quedaba a Satans era tan slo el imperio de la muerte, pero tambin lo perdi cuando, de manera incauta, arrastr a Jess hasta l. La pasin se convierte as en la segunda parte de este gran enfrentamiento entre Jess y el prncipe de las tinieblas; la pasin constituye ese tiempo oportuno, en que el demonio, segn Lucas, vuelve a la carga contra Cristo (cfr. Lc 4, 13). Llega el prncipe ele este mundo -dijo Jess en la vigilia de su muerte-. En m no tiene ningn poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro segn el Padre me ha ordenado (Jn 14,30s.). Satans haba perdido todo su poder sobre l en el desierto, pero ahora Jess, con su muerte, reduce a la impotencia al que tena dominio sobre la muerte, es decir, al diablo (Hb 2, 14). Satans es vencido en su ltimo reducto; se obra el gran juicio del mundo y el prncipe del mundo es echado fuera (cfr. Jn 12,31). En la cruz, Jess, obedeciendo al Padre hasta la muerte, ha roto el poder de Satans, como se rompe una barra de hierro; desde este momento, dice el Apocalipsis, ha llegado el reinado sobre el mundo de nuestro Seor y de su Cristo (Ap 11, 15).2. El Dragn y la Mujer

CUANDO pasamos a examinar la situacin de la Iglesia despus de la Pascua, partiendo de estas afirmaciones sobre la victoria de Jess, de inmediato somos sorprendidos por un gran sentimiento de prdida y decepcin: todo sigue como antes. Son los mismos autores del Nuevo Testamento quienes nos revelan, con desconcertante sencillez, esto mismo. San Pablo dice: Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los espritus del mal que estn en las alturas (Ef 6, 12). Pedro, a su vez, escribe: vuestro adversario, el diablo, ronda como len rugiente, buscando a quin devorar (1 P 5,8). El Apocalipsis ofrece una especie de representacin escnica de esta situacin nueva: el demonio (el Dragn), al no conseguir devorar al Hijo (Jess), lleno de rabia, se arroja sobre la Mujer que lo ha engendrado, obligndola a refugiarse en el desierto (cfr. Ap 12, 13-14). La Iglesia (la Mujer) tambin es conducida por el Espritu al desierto donde es tentada por el diablo. No se poda decir de forma ms clara que la lucha contra Satans contina, despus de Jess, en la Iglesia y contra la Iglesia. Es ms, esta lucha se ha hecho ms encarnecida, porque ahora Satans est lleno de furor, sabiendo que le queda poco tiempo (Ap 12, 12). En efecto, con la venida de Cristo, el tiempo toca a su fin tambin para l; al llegar la plenitud de los tiempos, ya no le queda esperar ms que la eternidad, cuando para l haya terminado cualquier perspectiva de accin en el mundo y sea encerrado para siempre en la inmovilidad eterna de su condena.Si los autores del Nuevo Testamento pueden decirnos todas estas cosas, sin mostrar sorpresa alguna, es porque han descubierto su sentido. La tentacin es un aspecto de los sufrimientos de Cristo. Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1, 24); estas palabras de Pablo son, pues, verdaderas si se dicen tambin de la tentacin: cumplo en mi carne lo que falta a las tentaciones de Cristo en favor de su cuerpo que es la Iglesia. Los miembros deben participar en la lucha de la Cabeza, como participarn un da de su victoria y de su gloria plena. Esta ley es universal: vale para todo tipo de sufrimiento, tambin para este sufrimiento especial que es la tentacin y la lucha contra el demonio.De este modo, descubrimos que no es en absoluto cierto que la situacin no haya cambiado y que la situacin sea la misma, antes y despus de Jess. En el desierto, Jess ha atado a Satans de una vez por todas; en la cruz, adems, una vez despojados los Principados y las Potestades, los exhibi pblicamente, incorporndolos a su cortejo triunfal (Col 2, 15). El imperio de Satans ya no es libre, como antes, de actuar para sus propios fines; ha sido sometido. Cree actuar por un fin y en cambio obtiene otro que es exactamente el contrario; sin quererlo, sirve a la causa de Jess y de sus santos. Satans es verdaderamente ya ese poder que siempre quiere el mal y obra el bien (Goethe). Y esto es as porque Jess parece haber derribado y cambiado el signo de su accin: se dirige contra l; se ha convertido en una especie de boomerang. Se ensa contra Jess hacindolo condenar, flagelar y, finalmente, crucificar; pero Jess, aceptando todo esto en obediencia al Padre y por amor de los hombres, lo ha transformado en la suprema victoria de Dios y en la derrota suprema de Satans. Jess es victor quia victima (san Agustn); Satans, por el contrario, es victima quia victor; Cristo es vencedor por ser vctima, Satans es vctima por ser vencedor: vctima de su victoria.As ha sucedido siempre en los verdaderos seguidores de Jess, en los santos, ya desde los mrtires de los que habla el Apocalipsis (cfr. Ap 11, 7ss.). La victoria de Dios se construye en medio de la aparente derrota. El aspecto ms duro y difcil de aceptar de todo esto es que cada vez la derrota se presenta con caracteres realistas y definitivos, y Dios parece dar por perdido el partido en todos los frentes al adversario, incluso parece abandonar la reyerta, de modo que permite al enemigo sacar su arma ms temible: la duda sobre la bondad de Dios: Dnde est tu Dios? Qu padre, que se considerase a s mismo como tal, no acudira a poner fin a un sufrimiento como ste de su hijo? La derrota mortal de Satans se da cuando, en esta situacin, el discpulo de Jess, apelando a todas sus fuerzas y casi gritndose a s mismo, dice: Eres santo Seor! Justos y veraces son tus caminos! Me abandono a ti, Padre, aunque ya no te comprenda. Padre, en tus manos encomiendo mi espritu. La victoria est, en definitiva, en hacer propios los sentimientos que tuvo Jess.Hay un segundo fin para el que Dios hace valer la accin de Satans, y es la correccin y la humildad de sus elegidos. Para que Pablo no se enorgulleciera de la sublimidad de las revelaciones que haba recibido, le fue introducida una espina en la carne, un emisario de Satans encargado de abofetearlo (cfr. 2 Co 12, 7). San Francisco, despus de haber recibido los estigmas, para que tampoco l se envaneciera, recibi tantas tribulaciones y tentaciones de los demonios que sola decir: Si supieran los hermanos cuntas y cun penosas tribulaciones y aflicciones me ocasionan los demonios, no habra ninguno que no se moviera a compasin y no tuviera piedad de m. El mismo santo, por esta razn, llamaba a los demonios los mandatarios, esto es, los ejecutores materiales de las rdenes, del Seor: Los demonios son mandatarios de nuestro Seor. Lo mismo que el podest enva sus guardias para castigar a un culpable, tambin el Seor corrige y castiga a los que ama por medio de sus guardias, es decir, los demonios, que en esta funcin son sus ministros.Naturalmente sta es slo una visin en positivo de la historia de las tentaciones en la Iglesia; pero existe tambin otra visin en negativo hecha de desmoronamientos, de victorias parciales o totales del enemigo. Esto ha tenido lugar cada vez que el cristiano se ha separado de la grey de Cristo para combatir como lobo, en vez de como cordero; cada vez que la Iglesia ha credo poder instaurar el reino de Dios con medios distintos a los empleados por Jess en el desierto. Pero sobre esta historia en negativo se ha insistido tanto en el pasado (basta recordar la tremenda requisitoria de Dostoyevski, en el relato del Gran Inquisidor) que, por una vez, podemos dejarla de lado.3. El silencio sobre Satans

TODO esto, para bien o para mal, ha dado a la existencia cristiana de lodos los tiempos un carcter dramtico de lucha, y de lucha no slo contra la carne y contra la sangre. Ahora esta tensin, en muchos sectores de la cristiandad, se ha derrumbado en gran parte; el silencio ha cado sobre Satans; la lucha se ha convertido slo contra la carne y la sangre, esto es contra males al alcance del hombre, como la injusticia social, la violencia, el propio carcter, o el propio pecado. Para males al alcance del hombre basta, naturalmente, una salvacin que est tambin al alcance del hombre; es decir, realizable con el progreso y con el esfuerzo humano; en otras palabras, no es necesaria la salvacin cristiana, que viene de fuera de la historia. El inventor de la desmitificacin escribi: No se puede usar la luz elctrica y la radio, no se puede recurrir en caso de enfermedad a medios mdicos y clnicos y al mismo tiempo creer en el mundo de los espritus (R. Bultmann). La desmitificacin ha exorcizado al demonio del mundo, pero de un modo distinto al que se lee en el Nuevo Testamento: no expulsndolo, sino negndolo. Pienso que nadie ha estado nunca tan contento de ser desmitificado como el demonio, si es verdad -como se ha dicho- que la mayor astucia de Satans es hacer creer que l no existe (Ch. Baudelaire).As el hombre moderno, todava convaleciente de esos dos intensos baos de la desmitificacin y de la secularizacin que impregnaron su piel, manifiesta una extraa y sospechosa alergia a or hablar de este tema. Se ha terminado por aceptar, ms o menos conscientemente, una explicacin tranquilizadora: el demonio es la suma del mal moral humano, es una personificacin simblica, un mito, una especie de ogro; es el inconsciente colectivo o, respectivamente, para los socilogos, la alienacin colectiva. Cuando el papa Pablo VI, hace ya algunos aos, se atrevi a recordar a los cristianos la verdad catlica de que existe el demonio, la cultura laica (o al menos parte de ella) reaccion rasgndose las vestiduras escandalizada: Cmo puede haber alguien que se atreva a hablar del demonio en nuestros das? Acaso estamos en el medioevo? Incluso muchos creyentes, y entre ellos tambin algunos telogos, se dejaron intimidar: S, aunque podra bastar la hiptesis simblica, la explicacin mtica o la psicoanaltica... La cuestin del demonio se ha convertido, para los cristianos, en un caso tpico de mala fe: se finge que algo cierto no existe, porque no se tiene el valor de tomar conciencia de ello y de aceptar sus consecuencias.La vida cristiana es as minimizada y, por eso, trivializada. Y no slo la vida cristiana, sino que tambin la vida de Cristo se minimiza, porque se malogra su victoria si no se sabe quin fue su verdadero adversario, aquel contra quien luch con toda su alma, aquel que lo condujo a la cruz y a quien venci en la cruz. Al darnos la vida cristiana con el bautismo, la Iglesia nos la presenta como una opcin: Renuncias a...?, crees en...?; como si dijera: existen dos seoros, dos reinos en el mundo; hay que elegir a cul de ellos quieres pertenecer. Haber abolido uno de los dos polos de eleccin, el negativo, traiciona quiz, en el hombre secularizado, el miedo a tener que elegir. l ha tratado de eliminar de raz la angustia, eliminando la eleccin; sin comprender que hacindolo as se echa en brazos de una angustia todava peor.Porque es necesario elegir -o apostar-, y el hombre lo sabe. Igual que el inconsciente, rechazado y no aceptado, se transforma en neurosis y genera todo tipo de trastornos psicolgicos, as tambin el demonio, rechazado de la inteligencia y relegado al pasado, entre los mitos, se aprovecha de esto para crear en el hombre moderno todo tipo de neurosis espirituales: agitacin, miedo, remordimientos, angustia. Y, en efecto, est sucediendo algo muy extrao: habindole sido cerrada la puerta, Satans ha entrado por la ventana; habiendo sido expulsado de la fe y de la teologa, ha entrado por la supersticin. El mundo moderno, tecnolgico e industrializado, pulula -precisamente all donde est ms industrializado y avanzado-de magos, brujas, espiritistas, astrlogos, vendedores de amuletos y hechizos... de autnticas sectas religiosas satnicas. Ha tenido lugar algo parecido a lo que el apstol Pablo reprochaba a los paganos de su tiempo: Jactndose de sabios se volvieron estpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representacin en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrpedos, de reptiles... Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entreg Dios a su mente insensata... (Rm 1, 22. 28).4. Pero... el demonio existe!

AQU tenemos, pues, una de esas situaciones en la que, como deca santa Catalina de Siena, es necesario que alguien emita un bramido tal sobre el cuerpo de la santa Iglesia que sea capaz de despertar a los hijos dormidos que yacen en su interior. Hermanos, ya es hora de despertar del sueo. El demonio existe y est, ms que nunca, enfurecido contra los santos. Se dira que sospecha que est en juego algo muy importante para la Iglesia y ha puesto en la refriega todas sus fuerzas para impedirlo o distorsionarlo, como si de repente el tiempo para l estuviera tocando a su fin; reacciona con violencia cuando se proclama que han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado (Ap 19,7). Enloquece de celos ante Jess.Muchas veces se ha dicho que Jess sigue todava agonizando en el huerto hasta el fin del mundo. Y, segn la doctrina del cuerpo mstico, es verdad. Pero, por esta misma razn, tambin es verdad que Jess est en el desierto y sigue siendo tentado hasta el fin del mundo. Si se pudiera decir todo lo que Satans pone hoy por obra contra este Jess que est todava en el desierto para ser tentado, un grito de horror se elevara de nuestra boca. Los argumentos que esgrime para separar de Dios a los creyentes son una terrible escuela de teologa; nos hacen ver cmo tantas disputas teolgicas de hoy que llenan los libros, revistas y peridicos y hacen perder tiempo y energas a la Iglesia, no son sino escaramuzas acadmicas; mientras la verdadera batalla est a una profundidad bien distinta que ni siquiera llega a rozar. Ay de la Iglesia si no existieran estos bastiones avanzados que, dejndose flagelar por el ngel de Satans, retienen y quiebran el mpetu de sus oleadas y no permiten que stos se derramen sobre la Iglesia! Pablo escribi a los Tesalonicenses algunas palabras que, estoy convencido, tienen un significado para nosotros hoy, aunque no sepamos muy bien cul es: Vosotros sabis qu es lo que ahora le retiene (al Adversario de Dios), para que se manifieste en su momento oportuno. Porque el misterio de la impiedad ya est actuando. Tan slo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, entonces se manifestar el impo, a quien el Seor destruir con el soplo de su boca, v aniquilar con la manifestacin de su venida. La venida del impo estar sealada por el influjo de Satans, con toda clase de milagros, seales, prodigios engaosos y todo tipo de maldades (2 Ts 2,6-9).Por qu, entonces, parecen darse cuenta tan pocos de esta tremenda batalla subterrnea presente en la Iglesia y se les deja a menudo tan solos, albergando incluso la sospecha de luchar contra quimeras y contra las propias insinuaciones? Por qu slo unos pocos parecen or los siniestros rugidos del len que ronda buscando a quin devorar? Es muy sencillo. Porque los eruditos y los telogos (y no slo stos) buscan al demonio en los libros, mientras que al demonio no le interesan los libros sino las almas; y no se le encuentra yendo a los institutos universitarios, bibliotecas o despachos de las curias eclesisticas, sino precisamente en las almas. Es en las almas, y especialmente en aquellas que se toman en serio a Dios, o mejor, que Dios ha elegido para realizar sus planes misteriosos, donde l es obligado a quedar al descubierto. La prueba ms fuerte de la existencia de Satans no la tenemos en los pecadores o en los posesos, sino en los santos. En ellos su accin resalta y contrasta, como el color negro sobre el blanco. Tambin en el evangelio la prueba ms convincente de la existencia de los demonios no est en la liberacin de los posesos (que alguna vez puede, efectivamente, hacerse eco de las creencias del tiempo acerca del origen de las enfermedades), sino que la tenemos en las tentaciones de Jess, cuando Satans se ve obligado a ponerse, por decirlo as, a contra luz.Estara fuera de lugar esperar que una cultura atea o secularizada creyera en el demonio. Sera incluso trgico que se creyera en el demonio cuando ni siquiera se cree en Dios. Qu puede saber de Satans quien tiene que ver, no con la realidad de Satans pero s con su idea o con las tradiciones culturales, religiosas o etnolgicas sobre Satans? Estos fulanos suelen tratar este argumento con una gran seguridad y superioridad y pretenden borrarlo todo de un plumazo con la etiqueta de oscurantismo medieval. Pero es una seguridad slo aparente, como la de quien presume de no tener miedo del len slo porque lo ha visto tantas veces pintado o en fotografa y nunca se ha asustado.Cuando uno sale del mbito acadmico y se adentra en el mundo de las almas y en el interior vivo del reino de Dios, se cambia de opinin sobre Satans. Entonces se descubre dnde se destila ese veneno que infecta el mundo y de dnde procede una cierta filosofa atea que enarbola como bandera la autonoma absoluta del hombre, la blasfemia y el ensaamiento contra el nombre de Cristo.5. El espritu que flota en el aire

PERO no es slo en las almas, o en los hombres como individuos donde se ejerce la accin de Satans. Aunque dicha accin slo queda al descubierto en ellos, se esconde y acta tambin a travs de instituciones, situaciones y realidades humanas de las que se ha adueado. El Nuevo Testamento nos ensea a este respecto algo extremadamente actual: nos habla de un espritu que flota en el aire, es decir, que es como una atmsfera que respiramos y que encuentra en la opinin pblica (los medios de comunicacin) su vehculo privilegiado. En Ef 2, 2 el prncipe de este mundo es llamado extraamente el dominador del podero del aire. Y el Apstol mismo aclara el significado de la palabra aire. Para l significa el espritu que ahora acta en los hijos de la desobediencia, esto es, en los hombres que han rechazado el evangelio. Resulta, pues, de ello que Satans acta en el mundo determinando el espritu que domina a los incrdulos. Acta en este espritu del que se ha apoderado y habita en l. Este espritu es al mismo tiempo una atmsfera. Habita y acta en dicha atmsfera espiritual y, mediante ella ejerce su influjo. De ella y por medio de ella, que es su radio inmediato de accin y su morada, adquiere poder sobre los hombres y penetra en ellos. Esta no es, ciertamente, la nica va que sigue, pero es evidentemente la preferida y, por lo que concierne a la expansin de su poder, la ms eficaz. Es decir, se convierte en un espritu de gran intensidad histrica al que uno puede sustraerse difcilmente. Cuando uno se cie al espritu general, se lo considera obvio. Actuar o pensar o decir algo contra esto es considerado algo insensato, o incluso una injusticia o un delito. Entonces ya no se atreve a ponerse ante las cosas o las situaciones y, sobre todo ante la vida, de modo distinto a como ste las presenta. El dominador escondido de este mundo -escondido precisamente en el aire espiritual, en la atmsfera de las distintas pocas-, sirvindose de esta atmsfera dominada por l, presenta el mundo y la existencia en su propia perspectiva.Se dira que como existe una uncin de Cristo que ensea acerca de todas las cosas, es decir, hace ver todas las cosas a la luz de Cristo (cfr. 1 Jn 2,20.27), as tambin existe una uncin del anticristo que lo ensea todo, es decir, da una interpretacin propia de cada cosa que es la interpretacin diablica y, por decirlo as, el lado satnico de las cosas. Esta uncin de muerte lo permea todo, se adhiere a todo y se convierte en el espritu del propio tiempo. Cuando el Apstol nos exhorta a no configurarnos a semejanza del espritu de este mundo (cfr. Rm 12,2), se refiere a este espritu. Se puede decir que la incredulidad del mundo de hoy -all donde no es impuesta de lo alto con la violencia- es obrada por Satans, en gran parte, a travs de este medio silencioso que es la adaptacin servil al espritu de los tiempos, haciendo que el hombre respire el olor de esta uncin que tiene el poder de adormecer las conciencias.6. El discernimiento de espritus

CIERTAMENTE, existe tambin el problema del discernimiento de espritus. Este asunto es muy delicado y necesita de mucha prudencia para no hacerse ilusiones ni confundirse: hacerse ilusiones, atribuyendo indiscriminadamente al demonio cualquier error nuestro, sin tomar en serio y por lo tanto sin llegar a herir esa raz de mal que existe en nosotros; confundirse, empezando a atribuir al demonio en persona todo gnero de fenmenos y vindolo actuar por todas partes. La palabra de Dios nos ofrece, a este propsito, criterios seguros. Pedro recomienda a propsito del diablo: Sed sobrios y velad (1 P 5, 8): ser sobrio significa, aqu, tener una sana y realista visin de nosotros mismos y del mundo, en su complejidad y ambigedad, para no ver a Satans actuando all donde no se trata ms que de enfermedades, si bien misteriosas, o de consecuencias del pecado; velar significa no dormirnos en una peligrosa seguridad, ignorando que el demonio existe todava y que no duerme. Juan, a su vez, exhorta a no dar crdito -en el bien y en el mal- a cualquier inspiracin, a todo espritu, sino que nos anima a poner a prueba las inspiraciones para examinar si provienen verdaderamente de Dios cuando parecen buenas y si es verdad que provienen del demonio cada vez que parecen malas (cfr. 1 Jn 4, lss.). El sano discernimiento debe servir tambin para no hacernos de Satans representaciones errneas o chabacanas que una conciencia moderna, necesariamente, se inclinara a rechazar en nombre, esta vez, de una sana desmitificacin. Satans no es una persona, como lo es el hombre o como lo es el Verbo despus de la encarnacin; no se puede, por ello, representar o tratar como si fuera una persona concreta. Las potencias demonacas son llamadas, en el Nuevo Testamento, con el mismo trmino que designa tambin el poder divino del Espritu Santo, es decir, pneuma, espritu. El Espritu Santo, sin embargo, no habla directa e inmediatamente por boca de un hombre, sino que se expresa, ms bien, en y a travs de la inteligencia, la voluntad, o el sentimiento del hombre. Anlogamente, sera equivocado suponer que Satans habla directa e inmediatamente por boca de un hombre y que responde preguntas (H. Mhlen). As pues, no una persona, sino slo una potencia personal, esto es una potencia dotada de inteligencia y voluntad que persigue un fin bien concreto, que es destruir la relacin entre los hombres y Dios.Satans, fuera de su mundo, esto es, cuando acta en el mundo de los hombres, lleva una vida parasitaria; no puede subsistir por s mismo, como si se tratara de una persona autnoma, sino que siempre necesita unirse a algo o a alguien y ejercer su accin a travs de ellos. El Nuevo Testamento sugiere que puede unirse a las potencias espirituales del hombre y actuar, a travs de ellas, en lo corporal; y tambin puede actuar directamente sobre lo corporal, sin que pueda disponer de las facultades del alma, al menos de la parte ms profunda del alma, como demuestran ciertas pruebas diablicas que se encuentran en la vida de algunos santos. Puede unirse a elementos del mundo sacralizados y divinizados, como lo eran un tiempo los astros y los dolos (cfr. Ga 4, 8s.; Col 2, 18). Puede aduearse tambin -como indica Juan en el Apocalipsis- del mbito poltico y de manera tal que pueda llegar a infundir a los poseedores, a los medios y a las esferas de dicho poder la propia voluntad de poder y de hacerles llegar a efectos mortales, inspirando en ellos el propio espritu (H. Schlier). Bajo la impresin de lo sucedido en la segunda guerra mundial, fueron escritas palabras que confirman esta intuicin de Juan en el Apocalipsis: En estos tiempos hemos estado excesivamente en contacto con potencias demonacas, hemos experimentado y visto ms de lo necesario hombres y enteros grupos seducidos y guiados por potencias misteriosas de los abismos, hemos observado demasiadas veces un espritu extrao en las personas transformarlas hasta en lo ms profundo de su ser; cmo las ha impulsado a todo tipo de crueldades, sed de poder y explosiones de locura, de las que nunca habran sido capaces; una mano invisible ofreca un invisible cliz de frenes y lo pasaba de pueblo en pueblo hasta hacer enloquecer a las naciones. Digo que hemos visto demasiado, hemos estado demasiado aterrorizados, para que podamos seguir preguntndonos, sin vergenza nuestra, si existe el diablo (H. Thielicke). Si supiramos mirar tambin nosotros ciertas realidades polticas de nuestros das con esos ojos penetrantes de profeta con los que el autor del Apocalipsis miraba al imperio que entonces tiranizaba a las gentes y persegua a los cristianos, quiz nuestra valoracin no sera distinta y tantas cosas a las que nos hemos acostumbrado las veramos con su verdadero rostro, que es un rostro satnico.El discernimiento debe concernir tambin a otro punto: el lugar que el demonio ocupa en nuestra fe. Satans no tiene en el cristianismo una importancia igual a la de Cristo, aunque en sentido opuesto. Es ms, ni siquiera es justo decir que creemos en el demonio. Creemos en Dios y creemos tambin en Cristo (cfr. Jn 14, 1), pero no creemos en el demonio, si creer significa fiarse de alguien y confiarse a alguien. Creemos que el demonio est ah, pero no creemos en l; ste es un objeto y, por aadidura, un objeto negativo de nuestra fe, como lo es el pecado y el infierno, no el mvil ni el trmino de la misma fe. No establecemos ninguna relacin personal con l, como establecemos, en cambio, con Cristo cuando decimos: Creo en Jesucristo.Dios y el demonio no son dos principios paralelos, eternos e independientes entre s, como lo son en ciertas religiones dualistas (por ejemplo, en la religin de Zaratustra). Para la Biblia, el demonio no es ms que una criatura de Dios deteriorada; todo lo que tiene de positivo, viene de Dios; su poder, antes y ahora, viene de Dios, pero el demonio lo corrompe y lo desva usndolo contra l. As pues, tan slo su malicia (lo que no es) viene de su libertad; todo lo que tiene de propio es su querer ser independiente de Dios y todo aquello que busca en el mundo es arrastrar al hombre en ste su querer ser independiente de Dios.7. Liberarse de Satans para liberar de Satans

EXISTE, pues, el problema del discernimiento de espritus y de la prudencia, pero esto no agota la tarea del cristiano y sobre todo de los pastores y de los sacerdotes en esta materia. Sera un error fatal si toda la sobriedad y vigilancia se agotasen en desalentar la excesiva credulidad y los exorcismos fciles. Estos son meros entretenimientos y falsas alarmas del enemigo que es necesario saber discernir, pero ay de la Iglesia! si una vez hecho esto creyese haber realizado todo cuanto est en su mano para preservar a sus hijos del len rugiente; o, peor an, ay de la Iglesia! si ignorase que existe este len rugiente que est al acecho rondando a quin devorar. Se necesita algo ms. De nosotros que, en virtud del sacerdocio, participamos de manera especial de la uncin real de Jess, se requiere que anunciemos con valor que la vida cristiana es una opcin entre dos reinos, que nuestra batalla no es slo contra la carne y la sangre. Se requiere que proclamemos con Espritu y poder que Jess ha vencido todas las potencias, y que es ya el nico y verdadero Seor y que no hay que tener miedo pues el que est en vosotros es ms que el que est en el mundo (1 Jn 4, 4). Es muy importante que, mientras todava dura la lucha y el dragn parece prevalecer, se eleve ya desde la Iglesia el grito de jbilo y de victoria: Ahora ya ha llegado la salvacin, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba da y noche delante de nuestro Dios. Ellos le vencieron gracias a la sangre del cordero (Ap 12, 10- 11). Este grito que se eleva en la noche, por la pureza de fe que supone, hace temblar los cimientos del trono de Satans.De nosotros se requiere, sobre todo, que imitemos la lucha y la victoria de Cristo en favor de su cuerpo, que es la Iglesia. En el desierto, l se liber de Satans para poder despus liberar de Satans a los hombres. Lo at y lo alej por completo de su vida y as pudo disponerse a cumplir su misin de anunciar la buena nueva a los pobres, sanando a todos aquellos que estaban bajo el poder del diablo. Jess seala como una de las tareas esenciales del buen pastor la de enfrentarse personalmente al lobo para defender a las ovejas de l, distinguindose as del mercenario que ve venir al lobo y abandona las ovejas (cfr. Jn 10, 12s.). El Apstol nos indica las armas para esta batalla contra los dominadores de este mundo tenebroso: Tomad las armas de Dios -dice- para que podis resistir en el da malo, y despus de haber vencido todo, manteneos firmes. En pie!, pues; ceida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la fe, para que podis apagar con l todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad tambin el yelmo de la salvacin y la espada del Espritu, que es la palabra de Dios; siempre en oracin y splica, orando en toda ocasin en el Espritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos (Ef 6, 13-18). stas son, pues, las armas que se nos proponen: celo apostlico, robustez en la fe, palabra de Dios y oracin incesante en el Espritu. Jess se liber de Satans con un acto de adhesin total a la voluntad del Padre, entregndole definitivamente a l su libertad, hasta el punto de poder decir: Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado (Jn 4, 34). Tambin hoy, cuando un siervo de Dios se entrega totalmente a la voluntad del Padre en favor de los hombres y sigue confiando en l, incluso en la oscuridad total, el prncipe de este mundo pierde todo poder sobre l y l participa as del poder liberador de Cristo. Su palabra y su vida, en lo poco y en lo mucho, segn el lugar donde lo ha puesto el Seor, son un exorcismo real, pero no un exorcismo de palabras sino de hechos. Donde llega l, el enemigo es desalojado y ahuyentado, no por l, se entiende, sino por la uncin real que lleva dentro y lo hace partcipe de la santidad misma de Cristo.Es una imagen de Jess en parte nueva la que se desvela ante nuestra mirada de fe despus de esta meditacin; una imagen que irradia energa espiritual y valor: el Jess ungido de Espritu Santo y poder que se enfrenta con valor al poder de las tinieblas; el Jess del comienzo de su misin; el Jess que mueve a instaurar el reino de Dios y dice: Quien quiera venir en pos de m, que me siga. Si nos mantenemos firmemente unidos a este Jess, no tenemos nada que temer de los acontecimientos y de las potencias desencadenadas del mal; l est delante de nosotros como una muralla inexpugnable contra la que se estrella y queda reducido a cenizas todo poder de las tinieblas. A este Jess, la Iglesia entera, embriagada por el perfume de su uncin, dice con las palabras de la esposa del Cantar: Llvame en pos de ti: Corramos! (Ct 1,4).III LA UNCIN PROFTICA

EL ESPRITU impulsa a Jess y a la Iglesia a la evangelizacinDespus de ser tentado y de haber vencido la tentacin en el desierto, Jess volvi a Galilea -cuenta san Lucas- por la fuerza del Espritu... l iba enseando en sus sinagogas (Lc 4, 14ss.). Toda la actividad evangelizadora de Jess, que comienza en este momento, se pone, as, bajo la accin del Espritu Santo. Pero de este hecho tenemos el testimonio del mismo Jess. Escuchemos el relato evanglico:Vino a Nazaret, donde se haba criado y, segn su costumbre, entr en la sinagoga el da de sbado, y se levant para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaas y desenrollando el volumen, hall el pasaje donde estaba escrito:El Espritu del Seor est sobre m, porque me ha ungidopara anunciar a los pobres la Buena Nueva,me ha enviado a proclamar la liberacin a los cautivosy la vista a los ciegos,para dar la libertad a los oprimidosy proclamar un ao de gracia del Seor.Enrollando el volumen lo devolvi al ministro, y se sent. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en l. Comenz pues a decirles: Esta Escritura, que acabis de or, se ha cumplido hoy (Lc 4,16-21).La presencia del Espritu Santo en la vida de Jess recibe de este texto una luz nueva. Tenemos dos fuentes para conocer lo que el Espritu Santo obr en Jess durante su vida terrena. La primera est constituida por lo que dicen al respecto los mismos evangelios (por ejemplo, que Jess fue conducido por el Espritu Santo al desierto, que exult en el Espritu Santo, etc.); la segunda fuente la constituye todo aquello que haban predicho los profetas acerca de la relacin entre el Espritu de Dios y el Mesas, y que los evangelistas aplican a Jess, o que Jess -como en este caso- se aplica a s mismo.De los grandes textos que hablan de la efusin del Espritu en los ltimos tiempos, slo uno -Joel 3- es aplicado al tiempo de la Iglesia; todos los dems -Is 11,lss.; 42,lss.; 61,1 ss - son aplicados, en los evangelios, al Jess terreno. Una vez ms descubrimos que Pentecosts empieza en el evangelio.En estos ltimos textos se dice que el Espritu le es conferido al Mesas en toda su obra, pero especialmente en la obra de evangelizacin. El Espritu del Seor es puesto sobre el Siervo para que proclame el derecho con firmeza, para que sea luz de las naciones (cfr. Is 42,1 ss.) y para que anuncie la buena nueva a los pobres (cfr. Is 61,1). Se expresa as la uncin proftica del Mesas. Pero, al aplicar a s mismo la misin proftica, Jess aumenta desmesuradamente su importancia; hoy-dice- se ha cumplido esta Escritura. En el caso de Isaas, se trataba de una figura; con Jess, se trata ya de la realizacin. Jess no es, pues, uno de los profetas, sino el cumplimiento de todos los profetas. En los profetas del Antiguo Testamento, la presencia del Espritu era parcial y temporal, es decir, estaba ligada a momentos particulares de inspiracin; en Jess es una presencia plena y permanente: a l le es dado el Espritu sin medida (Jn 3,34, segn algunos cdices). La diferencia es cualitativa, no slo cuantitativa. Se trata de una plenitud que es a la vez escatolgica, esto es, definitiva y ontolgica, es decir, total y absoluta; porque, como Verbo, l es, junto con el Padre, el principio mismo del Espritu y, como hombre- Dios, ofrece una capacidad ilimitada de acogida del Espritu.1. El Espritu, fuerza de la Palabra

EL ESPRITU le es dado a Jess de un modo totalmente especial para evangelizar. El Espritu no da a Jess la palabra que ha de anunciar, porque Jess, en cuanto Verbo, es l mismo la Palabra del Padre, pero da fuerza a su palabra; es ms, se convierte en la misma fuerza de la palabra de Dios. Qu obra, en concreto, el Espritu en la palabra de Jess? Le confiere autoridad (habla con autoridad) y eficacia. Cuando Jess habla, siempre suceden cosas: el paraltico se levanta, el mar se calma, la higuera se seca; adems: los ciegos ven, los cojos anclan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia (Lc 7,22). El Espritu confiere a Jess, en la predicacin, tambin aquella libertad divina que lo pone por encima de situaciones discordantes y de los intereses de los distintos grupos (fariseos, saduceos, zelotas, herodianos) y hace decir a los mismos adversarios: No miras la condicin de las personas, sino que enseas con franqueza el camino de Dios (Mc 12,14). Un soplo poderoso invade de nuevo el pas, tras un largo silencio de los profetas. Este soplo, adems de fuerza, da tambin a la palabra de Jess uncin, es decir, dulzura, consolacin, delicadeza: Nunca hombre alguno ha hablado as, dicen los guardias que haban venido a prenderlo (Jn 7, 46). El Espritu, sin embargo, da fuerza a Jess sobre todo para no abatirse (cfr. Is 42,4). Se dira que el Espritu le es dado a Jess ms para el fracaso que para el xito (aquel mismo da en Nazaret, se vio obligado a huir); la misin de siervo que Jess acept en el bautismo, pasa de hecho a travs del rechazo, el fracaso y la derrota.Es, ciertamente, algo maravilloso ver que Jess sigue adelante, sin aoranzas ni titubeos, aceptando -l, que era el Hijo de Dios- pasar de desilusin en desilusin, de rechazo en rechazo, de conflicto en conflicto. Cuando en situaciones similares algunos le sugieren que haga llover fuego del cielo, Jess se vuelve y les reprende dicindoles: no sabis de qu espritu sois (Lc 9,55, segn una variante del texto). Sin embargo, no asume un aire de vctima, ni abandona con desdn la lucha, como hacen los hombres en circunstancias similares; contina hablando, acepta discutir, no rechaza nunca una explicacin, a no ser que est ante la hipocresa o ante una mala fe manifiesta. As hasta la muerte. Jess evangeliza tambin a lo largo de su viaje hacia el Calvario, o en la cruz.Prudencia, sabidura, fortaleza, consejo, conocimiento, piedad: todos los dones del Espritu enumerados en el captulo once del libro de Isaas, e infinitos ms, brillan en la actividad evangelizadora de Jess y es natural que as sea, si es verdad que de l viene toda gracia y todo don espiritual: Pues era conveniente, como algunos han interpretado, que las primicias y los dones del Espritu Santo, que se otorgan a los bautizados, se mostrasen en primer lugar en la humanidad del Salvador, que es quien tal gracia confiere.El Espritu impulsa, pues, a Jess a evangelizar, pero no lo impulsa solamente quedndose fuera; lo sigue, lo asiste en el desarrollo de su misin, se hace su compaero inseparable. Lo que Jess dice, al prometer el Espritu a sus discpulos en la ltima cena, hace comprender que entre l y el Parclito hay un perfecto entendimiento y una comunin total acerca de las cosas que deba anunciar, hasta el punto de que este ltimo puede continuar el anuncio de Jess, puede recordarlo a los discpulos y conducirles hasta su plena comprensin (Jn 14,26; 16,12).2. De Jess a la Iglesia

PODRAMOS continuar todava poniendo en evidencia las maravillas que el Espritu Santo obr en la actividad evangelizadora de Jess. Pero nosotros nos hemos propuesto estudiar lo que el Espritu hace en Jess, sobre todo para descubrir lo que l quiere hacer en nosotros. Tenemos, por ello, que despedirnos del Jess de los evangelios y dirigir nuestra mirada al hoy de la Iglesia. Si es verdad que el Espritu impulsa a la Iglesia a las mismas cosas que impuls a realizar a Jess, cabeza de la Iglesia, entonces es la Iglesia la que repite, esta vez en primera persona, aquellas solemnes palabras pronunciadas en la sinagoga de Nazaret: El Espritu del Seor est sobre m...; me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena noticia a los pobres.Pero es importante saber, a estas alturas, en qu consiste esa buena noticia que est llamada a anunciar; cul es el verdadero contenido de la palabra euangelion, en la que se resume una parte tan relevante de la actividad mesinica de Jess. En efecto, no todo lo que Jess dice en los evangelios es evangelio; la palabra evangelio tuvo, al principio, un sentido restringido que debemos redescubrir, porque para ello, para su proclamacin, es para lo que le ha sido conferido, de modo particular, el Espritu.Cul es, propiamente, la buena noticia que Jess ha venido a anunciar a los pobres? Aunque se repite de distintas formas, es siempre la misma: El reino ce Dios est cerca ele vosotros (Lc 10,9; 11,20). Esta noticia hace de premisa implcita a cualquier enseanza: el reino de Dios est cerca de vosotros, por ello amad a vuestros enemigos; el reino de Dios est cerca de vosotros, por ello si tu mano te escandaliza crtatela; el reino de Dios est cerca de vosotros, por ello no os preocupis por vuestra vida, sino buscad ante todo el reino de Dios. La buena noticia es, en definitiva, sta: lo viejo ha pasado, y el mundo se ha convertido en una nueva creacin, porque Dios ha descendido en l como rey (Ch. H. Dodd). Todo depende de esta breve, pero gran noticia. El alegre anuncio (enangelion) de Jess es el mismo que se proclama en Isaas: Ya reina tu Dios! (Is 52,7); pero mientras en Isaas se trataba de una esperanza, de una profeca, ahora, con Jess, se trata de una realidad.3. El evangelio, o kerygma, en la Iglesia apostlica

CON la muerte y resurreccin de Jess sucede algo que modifica la formulacin -aunque no la sustancia- de aquella buena noticia. Pero examinemos la situacin en la Iglesia apostlica, para encuadrar este nuevo hecho. Todos los autores del Nuevo Testamento parecen presuponer la existencia y el conocimiento por parte de los lectores, de una tradicin comn (paradosis) que se remonta al Jess terreno. Esta tradicin presenta dos aspectos, o dos componentes: uno llamado predicacin, o anuncio (kerygma) de aquello que Dios obr en Jess de Nazaret y otro llamado enseanza (didach) que presenta, en cambio, normas ticas para un recto obrar por parte de los creyentes. Varias cartas paulinas reflejan esta distribucin porque contienen una primera parle kerigmtica, de la que se desprende una segunda parte de carcter parentico o prctico.La predicacin, o el kerygma, es llamada el evangelio (cfr. Mc 1,1; Rm 1,1; Ga 1,7; etc.); la enseanza, o didach, en cambio, es llamada la ley, o el mandamiento de Cristo, que se resume, en general, en la caridad (cfr. Ga 6, 2; 1 Co 7, 25; Jn 15, 12; 1 Jn 4, 21). De estas dos, la primera -el kerygma, o evangelio- es lo que da origen a la Iglesia; la segunda, -la ley, o la caridad- que brota de la primera, es lo que traza a la Iglesia un ideal de vida moral, que forma la fe de la Iglesia. En este sentido, el Apstol, ante los corintios, distingue su obra de padre en la fe, de aqulla de los pedagogos, venidos despus de l, diciendo: He sido yo quien, por el evangelio, os engendr en Cristo Jess (1 Co 4, 15).As pues, la fe como tal, aflora slo en presencia del kerygma o del anuncio. El mismo Apstol establece esta sucesin en la gnesis de la nueva vida y de la Iglesia en general: primero est el envo por parte de Cristo, despus est el anuncio; de ste nace la fe y de la fe la invocacin, que es el comienzo de la vida nueva. Y, para poner de relieve la importancia nica del anuncio, concluye citando las palabras de Isaas: Qu hermosos son los pies de los que anuncian el bien (cfr. Rm 10, 14-15).Pero preguntmonos, una vez ms, cul es exactamente el contenido de esta alegre noticia. Ya hemos dicho que es la obra de Dios en Jess de Nazaret. Pero no basta esta precisin; hay algo ms restringido, que es el ncleo germinativo de todo y que, respecto al resto, es como la reja en relacin con el arado: esa especie de espada que reja los terrones y permite al arado trazar el surco y remover la tierra. Esta palabra -porque todo se reduce, de hecho, a una palabra- es propiamente lo que el Nuevo Testamento llama la espada del Espritu (Ef 6,17), es decir, una palabra de Dios viva y eficaz, y ms cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espritu (Hb 4, 12). Es el instrumento