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Canto Rodado Revista especializada en temas de patrimonio No. 8 2013 Auspician

Canto Rodado...Nota Editorial Este año, la revista Canto Rodado cumple ocho años de difusión inin-terrumpida, abocada a los temas de investigación patrimonial material e inmaterial

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Canto RodadoRevista especializada en temas de patrimonio

No. 82013

Auspician

Nota EditorialEste año, la revista Canto Rodado cumple ocho años de difusión inin-

terrumpida, abocada a los temas de investigación patrimonial material e inmaterial. Consecuente con su objetivo principal, en esta oportunidad la revista y su equipo de trabajo se ha puesto al servicio de la difusión del Congreso de Antropología Panameña 2013, instancia de encuentro de iniciativa y gestión nacional, que contó con tres días de conferencias y exposiciones del quehacer investigativo de numerosos profesionales na-cionales y extranjeros que convergieron desde diferentes disciplinas para engrosar el conocimiento patrimonial panameño.

Los artículos que componen el presente número de la revista corres-ponden a parte del conjunto de exposiciones que hicieron de Panamá y del Congreso un nodo de conocimiento. De esta manera, la revista es depositaria de numerosas investigaciones que abarcan una amplia gama temática que cubre estudios de primatología, de arqueología para inferir estructuras sociales, antropología de fenómenos sociales contemporá-neos, de lingüística y ornitología etnográfica, por nombrar algunas.

Mención especial se le debe a las tres ponencias magistrales que sirvie-ron de marco general de la visión e historia de las disciplinas sociales en Panamá. Temas como el rol de la arqueología dentro de la antropología y su función actual, el análisis antropológico y sociológico de la naturaleza del populismo en la sociedad panameña, así como la trayectoria y praxis de un profesional de la antropología dentro de un país tan variado y ver-sátil como Panamá, sirvieron de corolario del Congreso de Antropología y le aportaron una valiosa e ilustrativa profundidad temporal al estudio patrimonial en nuestro país.

Para el Comité Editorial de la revista Canto Rodado es un placer y un honor que esta sirva de plataforma divulgativa de los variados artículos aquí presentados, que reflejan el amplio abanico de instancias investiga-tivas que Panamá ofrece tanto a los profesionales de otras naciones como a los hombres y mujeres panameños que consideran que el patrimonio de la nación será siempre un campo fértil de nuevos y emocionantes descu-brimientos.

Colaboran en este volumen

Loreto Suárez Silva Investigadora asociada al Patronato Panamá Viejo,[email protected]

María Eugenia Mellado Universitat de Lleida, [email protected]

Mònica Martínez Mauri, Ph. D.Universitat de Barcelona, [email protected]

Mikael J. Haller St. Francis Xavier University, [email protected]

Mirta Linero Baroni Patronato Panamá Viejo, [email protected]

Almyr Alba Investigadora independiente, [email protected]

Roxana PinoDirección de Patrimonio Histórico, [email protected]

Ilean Isel Isaza Aizpurúa Investigadora independiente, [email protected]

Katti Osorio Ugarte, Ph.D. Investigadora independiente, [email protected]

Karina BryanInstituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Panamá,

[email protected]

Lucía Luján Tórrez HerreraInstituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, Universidad de Panamá,

[email protected]

Margaret Chatham CrofootInstituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales,

University of California, [email protected]

Kafda Vergara Esturaín M.S. Universidad de Panamá / Universidad Sorbonne Nouvelle Paris 3

[email protected]

Eugenia Rodríguez BlancoInvestigadora y consultora independiente, [email protected]

Ponencias magistrales

Beatriz Rovira, Ph.D.Universidad de Panamá, [email protected]

Stanley Heckadon-Moreno, Ph.D.Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, [email protected]

Ana Elena Porras, Ph.D.Universidad de Panamá, [email protected]

Congreso de Antropología Panameña 2013.

Pasado, Presente y Futuro

Comité organizador:Guillermina-Itzel De Gracia Investigadora independiente, [email protected]

Carlos Gómez R. Investigador independiente, [email protected]

Gisela Lanzas Profesora/investigadora Universidad de California, Santa Barbara, [email protected]

Tomás Mendizábal Investigador asociado al Patronato Panamá Viejo, [email protected]

El Congreso de Antropología Panameña 2013 fue celebrado en la Bi-blioteca Nacional Ernesto J. Castillero de la Ciudad de Panamá los días 4, 5 y 6 de septiembre de 2013, gracias al apoyo del Patronato Panamá Viejo, la Universidad de Panamá y la Biblioteca Nacional. Tuvo entre sus múl-tiples objetivos convocar a investigadores que realizan trabajos de inves-tigación antropológica en Panamá y ofrecerles un lugar donde presentar y debatir sus proyectos. Se desarrollaron cuatro ejes temáticos: Primato-logía, Patrimonio y Museos, Antropología Sociocultural y Arqueología. El Comité Organizador extiende sus más sinceros agradecimientos a las instituciones patrocinadoras por su oportuna y destacada contribución a este evento.

El Congreso acogió a 100 personas, entre oyentes y ponentes, y se pre-sentaron un total de 48 ponencias y tres afiches. Durante el evento se vivió un agradable y cálido clima de discusión colectiva, pues también es importante el papel que juegan las relaciones humanas en la ciencia, que no solo se construye sobre la base de investigaciones y publicaciones, sino también a partir del intercambio personal de experiencias y conoci-mientos.

La ponencia magistral e inaugural del Congreso estuvo a cargo del Dr. Stanley Heckadon Moreno, quien relató sus experiencias investigativas en Panamá durante más de treinta años de carrera.

La mesa de Primatología presentó los resultados de varios proyec-tos que se están llevando a cabo en nuestro país, fundamentalmente en cuanto a los patrones de conducta de los primates, como un medio para tratar de inferir procesos evolutivos que pudieron dar origen a ciertas ten-dencias básicas de la conducta humana.

La mesa de Patrimonio y Museos fue conformada por 12 ponencias que abarcaron temas sobre: restauración, gestión y difusión del patrimonio en Panamá. Es de resaltar la participación de la Licda. Julieta de Arango con la conferencia magistral introductoria: Panamá Viejo: un ejemplo de la gestión patrimonial. Además se mostraron los resultados de proyectos que se están desarrollando en Portobelo y Camino de Cruces; se presentó una nueva propuesta museográfica para el Museo de Ciencias Naturales (SENACYT) y una interesante reflexión sobre la situación actual de los museos panameños, con especial énfasis en la región de las Provincias Centrales.

La mesa de Antropología Sociocultural abrió con la ponencia magistral de la Dra. Ana Elena Porras quién presentó información preliminar de su investigación sobre el populismo en Panamá. Las ponencias presentadas abordaron temas de investigación tradicionalmente tratados en Panamá, tales como estudios culturales y lingüísticos entre grupos originarios en el país, y estudios sobre desarrollo y migración. Fue de particular interés la presentación de aproximaciones teóricas a estudios de interculturalidad y género entre mujeres indígenas y afrodescendientes, tema muy poco explorado en Panamá desde una perspectiva antropológica.

La mesa de Arqueología abordó temas diversos en el marco de los dos grandes períodos arqueológicos tradicionalmente estudiados en Pana-má: el Prehispánico y el Colonial. En torno a la arqueología prehispáni-ca fueron presentados proyectos que se encuentran en curso y que han aportado evidencia sobre: los primeros campos de cultivo reportados en Centroamérica; investigaciones acerca de sociedades isleñas tanto en el Océano Pacífico como en el Atlántico; las complejas líneas de intercam-

bio comercial e ideológico, compartidas no solo con regiones aledañas al Istmo, sino también del área Mesoamericana; y la aparición y desarrollo de sociedades cacicales en diversas zonas de Panamá. En el ámbito de las investigaciones del período Colonial se presentaron estudios realizados por investigadoras del Patronato Panamá Viejo que versaron sobre temas de la evolución urbana de algunas zonas de la antigua ciudad de Panamá y el estudio forense de los restos de sus habitantes.

Como colofón baste decir que este evento sirvió para constatar el inte-rés existente de la comunidad científica y del público en general por abrir espacios de difusión y debate sobre la antropología panameña.

Canto Rodado▪8:1-16, 2013▪ISSN 1818-2917

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Convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción Una propuesta de formación*

Loreto Suárez Silva Investigadora asociada al Patronato Panamá Viejo,[email protected]

Palabras claves: arqueología, arquitectura, convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción, Panamá Viejo, registro histórico.

ResumenEl presente artículo recoge las conclusiones y consecuente hipótesis

sugerida en torno al proceso de formación del subconjunto monumental

convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción, sin duda una de

las estructuras mejor conservadas de Panamá Viejo y a la vez una de

las que ofrece la mayor cantidad de preguntas. Durante el año 2011 se

llevaron a cabo excavaciones extensivas principalmente en el sector oeste

del recinto, bajo el patrocinio del Patronato Panamá Viejo. Se presentan

los resultados abreviados de esas excavaciones y los de investigaciones

previas, en conjunto con el material de estudios históricos, para postular

una alternativa de desarrollo arquitectónico del conjunto conventual y sus

respectivas etapas.

El análisis de los informes existentes, junto con la revisión de los datos

históricos y el análisis del registro arqueológico, nos permite postular una

hipótesis argumental y una diacronía en la construcción del complejo

religioso en cuanto a sus hitos más relevantes.

* Recepción: 03/08/13 – Aprobación: 15/08/13

Loreto Suárez Silva▪Convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción

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Key words: archaeology, colonial architecture, convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción, historical record, Panamá Viejo.

AbstractThis paper collects the conclusions and hypothesis concerning the

formation processes of the site Convento de las Monjas de la Inmaculada

Concepción of Panamá Viejo, one of the best-preserved sites of the old

settlement. It also proposes three phases or stages involved in the above-

mentioned process. The archaeological fieldwork and drawing took place

in the year 2011 and was undertaken with an extensive excavation strategy,

mainly executed in the Northwest and Southwest sections of the complex.

Patronato Panamá Viejo sponsored the fieldwork as well as the topographic

and drawing labors.

The review of previous reports on archaeological investigations and

research, in addition to the analysis of the archaeological data and the

historical record available, gave us the possibility of suggesting a diachronic

sequence of the formation processes involved in the development of the

convent, based on the main events that took place in the city. We also identify

some activity areas that illustrate our approach. This article postulates an

argumentative hypothesis concerning the origins and development of the

site in conjunction with the archaeological and historical arguments that

may support it.

Canto Rodado▪8:1-16, 2013

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El proyecto Convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción 2011 fue impulsado, en conjunto con la arquitecta Silvia Arroyo1, como una res-puesta a numerosas interrogantes acumuladas en torno al proceso cons-tructivo del convento para su puesta en valor. La metodología de trabajo se planteó como una estrategia de excavación extensiva, complementaria a los estudios anteriores realizados por los profesionales del Patronato. Los levantamientos de los rasgos, así como el trabajo de planimetría, fue funda-mental para efectos de comparación y análisis de la evidencia arqueológica que aquí presentamos. Para realizar los perfiles se partió de un nivel cero localizado a siete metros sobre el nivel del mar. Se realizó una excavación extensiva mediante trincheras en la sección oeste del conjunto, tomando como referencia geográfica el muro perimetral oeste del aljibe, que discurre en dirección norte-sur (los detalles sobre la metodología de excavación se encuentran en Suárez 2011a).

Nuestros hallazgos fueron asociados con las evidencias arqueológicas de excavaciones previas para lograr una visión comprensiva de las posibles figuras arquitectónicas presentes. Como interpretación de la formación del subconjunto se plantea una hipótesis de fundación compuesta por tres eta-pas, que se basa en los antecedentes arqueológicos, los rasgos descubiertos durante nuestra excavación, así como en los datos históricos.

Materiales para construir: algunas convergencias históricas y arqueológicas

Hasta la fecha no se ha podido determinar con total exactitud la ubica-ción de tres estructuras que se hacen fundamentales para comprender el desarrollo constructivo del convento, estas son: la ubicación de una calleja que lo dividía; la posición original de las casas que dieron inicio al claustro y a la iglesia; y la existencia de un pozo, al interior del convento. Como punto de partida contamos con la información cartográfica del trazado de Panamá Viejo -el mapa de Juan Bautista Antonelli de 1598 y el mapa de Cristóbal de Roda de 1601-los que se han considerado tradicionalmente

1 En ese entonces encargada de la conservación preventiva del Patronato Panamá Viejo (PPV).

Loreto Suárez Silva▪Convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción

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Figura 2. Plano general de los rasgos, diferenciados por color. Rojo: piso de ladrillos;

gris: canto rodado; café: piedras canteadas; verde: estructura abovedada y canaleta; azul:

cimientos; morado: bases; naranja: estructura rectangular; celeste: posible piso de tierra;

amarillo: argamasa; verde: escalera; negro relleno: muros de más de un metro; sin relleno:

muros de menos de un metro. No se alcanzó a incluir la evidencia de los trabajos en el

aljibe y al noreste de la iglesia. (Plano: Silvia Arroyo, PPV)

Figura 1. Plano que grafica las secciones excavadas (en rojo), y las intervenciones previas

(en amarillo). La flecha indica el muro perimetral oeste del aljibe, utilizado como referencia

geográfica de la excavación. No se alcanzaron a incluir las excavaciones en curso en el

aljibe y unos sondeos simultáneos en un segmento del sector noreste del subconjunto.

(Plano: Silvia Arroyo, PPV)

Canto Rodado▪8:1-16, 2013

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como hitos cronológicos de un cambio significativo en la arquitectura del conjunto conventual.

La importancia de la calleja “que iba a lo de Reynoso” -nombre con la que se identifica en el registro histórico- radica en que, al parecer, dividía el actual terreno del convento en dos parcelas, por lo que se ha planteado tradicionalmente como un hito en el proceso de ampliación del convento desde sus orígenes a como lo conocemos ahora. Este supuesto parte de los relatos históricos así como de las diferencias en el parcelario entre los mapas mencionados anteriormente (Figuras 3 y 4), por lo que se les ha considerado el reflejo de un antes y un después para el conjunto. Un informe de excava-ciones (PAPV 2001-2002) aporta alguna posible evidencia de la existencia de dicha calleja, la que habría apoyado arqueológicamente la hipótesis de dos sitios iniciales separados, y posteriormente fusionados. De acuerdo con ello, la actual iglesia del convento sería una estructura posterior a sus inicios, construida como coronación del complejo religioso en su actual fisonomía, y la absorción de la calleja que dividía la manzana se sostiene como una

Figura 3. Mapa de Bautista Antonelli de 1586. La flecha indica la manzana atribuida al

convento. A la derecha, un conjunto de casas en una manzana todavía indefinida.

Loreto Suárez Silva▪Convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción

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de sus pruebas. La evidencia arqueológi-ca para la calleja no fue concluyente y se postularon dos ubicaciones, argumenta-das con el apoyo de los mapas de la épo-ca. En las diversas excavaciones realiza-das en el subconjunto se han encontrado numerosos pisos de cantos como posible evidencia de lo anterior. El último ha-llazgo se produjo durante las excavacio-nes para la restauración del aljibe (PAPV 2011), donde se expusieron dos pisos -uno muy superficial y otro en el costado sureste del aljibe, a mayor profundidad-, que se propone estudiar a futuro y que podría asociarse con la evidencia del an-terior trabajo mencionado.

Por su parte, Rubén Darío Carles (1969) también hizo una interpretación

del parcelario colonial. En este caso, de las cinco manzanas visibles a partir de la manzana de la plaza Mayor, atribuye dos de ellas al convento, dejando la vía que las divide a múltiples interpretaciones, que incluyen la escurridiza calleja hacia las propiedades de Reynoso. Lo cierto es que, ya sea desde la historia o desde la arqueología, no se ha podido establecer con claridad la dirección o forma que adoptó la expansión del cenobio (ver Figura 4).

Normalmente se ha considerado que el mapa de C. de Roda de 1609 es un claro indicador de cambio en el parcelario del convento, pero la histo-riadora Carmen Mena (1992) apunta serias dudas a lo ajustado a la reali-dad de dicho mapa, cuando sugiere que el trazado de Roda podría ser una proyección de la ciudad a futuro, ya que refleja modificaciones detalladas con posterioridad a la fecha de su realización. La explicación más plausible es que Roda realizó una cartografía esquematizada de cómo debería ser la ciudad de acuerdo a las Ordenanzas y planificaciones acordadas, y no pre-cisamente de cómo se encontraba en el momento de su visita. Desde esta perspectiva, caben ciertos reparos respecto a que efectivamente se refleje en este mapa un cambio real en el área conventual, aunque la manzana

Figura 3a. Ampliación del mapa de

Antonelli. Las líneas indican las posi-

bles ubicaciones de la calleja, donde

el trazado de las viviendas insinúa po-

tenciales ubicaciones para ella. La línea

de la extrema derecha coincidiría con

la posible esquina noreste del hospital

San Juan de Dios, tal como se encuen-

tra dibujado en los mapas de ambos

cartógrafos.

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correspondiente al conjunto esté dibujada como se la ve hoy en día. “Pare-ce más bien la traza de una ciudad que se quiere construir, un proyecto de ciudad, que la representación de una realidad existente” (Mena 1992:89). Por lo tanto, el mapa de Antonelli graficaría la ciudad y la distribución del parcelario de una manera más realista y detallada, incluyendo la ubicación y proporción espacial de algunas casas. Consecuentemente, el plano de Antonelli se nos perfila como un ancla gráfica clave para la propuesta de construcción y ampliación del convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción.

Otro aspecto sustantivo en el proceso formativo del cenobio son las referencias que hacen la fuentes escritas para dar inicio a éste y a la iglesia. El punto de partida más reiterado es el que se refiere a unas casas que pertenecían a una acaudalada viuda de apellido Tapia. Alfredo Castillero (2006) alude a los Autos de Calderón y a los Autos del Cabildo en lo refe-

Figura 4. Mapa de Cristobal de Roda de 1609, con la interpretación del parcelario de

acuerdo a A. Castillero (2006:152). La flecha recta indica la manzana convencionalmente

atribuida al conjunto conventual. La manzana colindante hacia la derecha está definida

pero sin interpretación en este caso. La flecha quebrada corresponde a la manzana in-

cluida en la interpretación de Rubén Darío Carles como correspondiente a la iglesia del

convento, ostensiblemente separada del mismo por una vía pública (1969:14).

Loreto Suárez Silva▪Convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción

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rente a las viviendas donde se dio inicio al convento: “fue una vecina rica de Panamá […] la primera en proponer la creación del convento. Ofre-ció unas casas de piedra de su propiedad para dar comienzo al cenobio” (Castillero 2006:252). Coincide en ello con Juan B. Sosa, quien escribe: “En enero de 1595 […] se dio comienzo a la obra del convento, reformando unas casas de piedra adquiridas de los bienes de […] Rodríguez de Tapia” (Sosa 1919:75 y 76). La referencia histórica en cuanto a la ubicación de di-chas propiedades nos la ofrece Castillero: “Estas casas hacían esquina con la calle La Empedrada y una calle (o calleja) secundaria que se dirigía a la ‘Huerta de Reynoso’ ”(Castillero 2006:252).

En la misma obra anterior, el historiador cita el relato de 1604 de Diego Jiménez para la ubicación y forma de la iglesia: “En el interior de la iglesia [iban] ‘dos portadas principales de cantería que salen a la calle, con sus puertas fuertes y buenas. Otra portada salía al corredor del convento que corría pegado a dicha iglesia’ ”(Castillero 2006:258). En el actual muro perimetral sur que da a La Empedrada, se pueden ver dos accesos. Ellos están asociados con los pisos de ladrillos registrados previamente (PAPV 2001-2002) y con los identificados en nuestro trabajo de campo (Suárez 2011a). La composición del muro a la vista sugiere una modificación pos-terior mediante el sellado de los primitivos accesos (Silvia Arroyo, comu-nicación personal).

Recapitulando sobre las fuentes históricas que nos ofrecen las inves-tigaciones, el convento se funda en noviembre de 1594, cuando se cele-bra la primera misa. Esta se habría oficiado en los altos de las casas de la entonces difunta viuda de Tapia, las que habrían sido expropiadas para fundar en ellas el santo recinto. Los relatos históricos también dicen que, en 1595, Francisco Terrín es nombrado mayordomo y adquiere unos lotes y casas para el cenobio. Ya que las viviendas de María Rodríguez fueron expropiadas e inmediatamente utilizadas para esos fines, es dable suponer que las adquisiciones de Terrín servirían para una posterior ampliación del incipiente convento. Tampoco contamos con su ubicación ni fecha de ad-quisición exacta, pero configuran otro antecedente relevante para la hipó-tesis de desarrollo gradual del subconjunto claustral. Es posible que las dos referencias a propiedades, las casas expropiadas de Tapia y las casas que compra Terrín, sean indicios de un proceso de formación más complejo.

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Existen evidencias de cimientos y pisos de ladrillos y cantos bajo la actual iglesia, recogidas en el extenso informe de excavaciones ya citado (PAPV 2001-2002). El segmento sur de la estructura encontrada bajo la iglesia coincide con el muro perimetral sur del convento:

“Esta fundación de 50 cm de ancho y 60 cm de profundidad, estaba

asociada al piso de ladrillo con diseño de espina de pez a 45˚ que se

encontró en la nave del templo. Por otro lado se encontró el piso de

cantos rodados de la Calle de La Empedrada, también asociado a esta

estructura” (PAPV 2001-2002:63).

Sin embargo, la capilla sur, a la vista actualmente, sobrepasa por tres metros al muro y se adentra hacia la calle La Empedrada, rompiendo el límite sur del convento con la calle. Con relación a la iglesia es destacable lo siguiente del informe: “En este mismo sondeo se retiraron los restos de un individuo (-142 cm), los cuales parecían haber sido removidos durante los procesos de reutilización del espacio como lugar sagrado” (PAPV 2001-2002:65). En la descripción de la estructura encontrada bajo la actual iglesia no se señalan evidencias de accesos a La Empedrada.

En suma, tanto en el sector sureste como en el sector suroeste del convento se han encontrado indicios de fundaciones ordenadas en sentido norte-sur, lo que coincide con la gráfica de Antonelli y nos deja por dilu-cidar desde dónde y hacia qué sector se desarrolló el espacio claustral. En nuestras excavaciones en la zona suroeste encontramos pisos de ladrillos y de cantos rodados, así como simples pisos de tierra apisonada, junto con fracciones de cimientos que, asociados con los rasgos identificados en ex-cavaciones previas, se pueden interpretar como unidades de asentamiento en sentido norte-sur, concordantes con la cartografía de Antonelli y coinci-dentes en su proyección con la planta ideal para “casas principales” (Suárez 2011b) presentada por Castillero (2006:190). En cuanto a la actual iglesia, las evidencias arqueológicas y arquitectónicas parecen apuntar a que fue, junto con el aljibe, una de las últimas estructuras en levantarse y su actual fisonomía no coincide con las primeras descripciones históricas, al menos en cuanto a los accesos hacia la calle principal.

Según Castillero, y de acuerdo con las fuentes originales (en este caso el

Loreto Suárez Silva▪Convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción

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maestre mayor Diego Jiménez a quien cita), para principios del siglo die-cisiete, “el convento ya tenía ‘salas y aposentos altos principales […] apar-tados divididos unos de otros ’ […] Finalmente ya estaban construidos el refectorio, las cocinas y el horno y en el patio y la huerta se encontraba un pozo de 10 pies de ancho” (Castillero 2006:259).

La alusión a un pozo también la encontramos en la publicación de Juan B. Sosa:

“Al centro un patio con flores y frutales en cuyo centro se alzaba, a poca

altura del suelo, una construcción cuadrada de una serie de peldaños

dispuestos en cuatro ramales, dando acceso a una meseta que hacía de

cubierta de un profundo pozo que, con otro de apariencia más modesta,

servía para el regado y para otras necesidades del jardín” (Sosa 1919:76).

En un sondeo que pudimos realizar bajo la estructura visible (Figura 2,

señalado en naranja) -que parece suspendida sobre el suelo pues no pre-senta señales de amarre o argamasado de ningún tipo-, se encuentra un ordenamiento de cantos rodados con una marcada inclinación hacia su centro, formando una depresión similar al relleno de un pozo. La breve-dad del tiempo otorgado para el trabajo no nos permitió definir una fun-ción pero esperamos que futuras investigaciones verifiquen el supuesto (Figura 5).

Un relato de Requejo Salcedo (Serrano y Sanz 1908) para el terremoto de 1621, no deja dudas de las estrechas dimensiones del convento para esa fecha, así como de la necesidad de realizar grandes reformas al claustro y a la iglesia debidas a los graves daños sufridos. Describe en su texto las impresiones de las asustadas monjas: ”sus ojos hechos fuentes de lágrimas, tanto por la continuación de los temblores, por ser el patio, donde estaban, tan estrecho” (Serrano y Sanz 1908:48).

Ello no obsta para que se hubieran llevado a cabo varias mejoras, ya que las descripciones de Diego Jiménez de 1604 citadas por Castillero así lo dejan ver: ”La descripción del maestro mayor evidencia que las obras que se seguían haciendo tenían el propósito de ampliar el convento” (Castillero 2006:259). La lectura y comparación de los relatos de 1604 y 1621, aunque a

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ratos confusos, permiten concluir que el convento contaba con una iglesia y un claustro funcionando, aunque al parecer no se encontraban en la ubica-ción, forma y dimensiones que conocemos actualmente.

Otro factor que podría ser relevante es que, en general, las diversas exca-vaciones llevadas a cabo en diferentes sectores del conjunto dan cuenta de un estrato pardo oscuro con alta concentración de conchas. Para el momen-to de la conclusión de nuestro trabajo de campo, pudimos observar en las excavaciones del aljibe la presencia del estrato bajo la zapata, en sus muros norte y oeste (Suárez 2011b). En el informe de excavaciones correspondien-te, se señala la presencia de un conchero a 90 cm que se prolonga hasta los 120 cm (PAPV 2011:16). En los sondeos del sector noreste, iniciados para esa fecha por la arqueóloga Jazmin Mojica, también se encontró el estrato mencionado sobre un piso de cantos aproximadamente a 80 cm de la su-perficie así como en otros sondeos del área (Jazmin Mojica, comunicación personal). En el breve sondeo realizado bajo la estructura del posible pozo ya mencionado, encontramos señales de un estrato de tierra pardo oscura con alta presencia de fauna malacológica muy fragmentada. En el extremo suroeste del subconjunto se detectó claramente entre dos pisos de cantos; y aparentemente es continua hacia el norte, al menos hasta el sector de la es-tructura mencionada, y hacia el este, al norte de la iglesia. No encontramos referencias claras del mismo para la excavación en la iglesia (PAPV 2001-2002), aunque se hace mención a estratos con conchas. Durante los trabajos arqueológicos del año 2006 en el sector suroeste, se identificó un basurero junto con dos pisos de cantos que se asociaron a diferentes momentos de la formación del convento. En el informe se asocia el basurero al piso inferior,

Figura 5. Vista del ordenamiento

de cantos rodados en el segmento

este de la estructura. Puede apre-

ciarse la inclinación que el conglo-

merado presenta hacia el centro

de la misma así como la posición

suspendida de la base de la es-

tructura, sobre el fondo de cantos.

Loreto Suárez Silva▪Convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción

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el cual se interpreta como perteneciente “al solar de la casa de María de Tapia y está directamente relacionado con el basurero, el cual circunscribe ” (PAPV 2006:19). Cabe destacar que la matriz del basurero es tierra par-do oscura con abundante presencia de conchas fragmentadas. No tenemos una explicación para este rasgo, pero dada su extensión suponemos que podría marcar algún tipo de cambio importante y sustancial en la formación del subconjunto, un supuesto que futuros estudios podrían confirmar.

Amalgama para el conjunto: una propuesta de desarrolloLa hipótesis de formación que planteamos es que los orígenes del con-

vento se encuentran en la porción oeste del actual recinto, desde donde se expandió gradualmente, al menos en tres etapas. Es posible que su posición original correspondiera al sector suroeste donde se encuentran evidencias arqueológicas de posibles “casas principales ” (Suárez 2011a) y que podrían relacionarse con las graficadas en el mapa de Antonelli (ver Figura 3a). Lue-go se habría expandido hacia el noroeste y posteriormente hacia el este, donde finalmente absorbió a la calleja y se construyó su iglesia definitiva y el aljibe, con lo que obtuvo la fisonomía que conocemos hoy en día.

Desde la perspectiva de la evidencia arqueológica, partimos del supues-to que bajo la estructura actual se ubicaba el pozo documentado para el centro del claustro, que probablemente formaba parte de las casas. Las ca-racterísticas del muro perimetral sur citado, con sus dos salidas documen-tadas, pueden dar cuenta de la primera iglesia descrita. Los cimientos a la vista, los pisos de ladrillo y cantos registrados durante las temporadas de campo 2006 y 2011, junto con las cimentaciones encontradas durante nuestro trabajo (Suárez 2011a), sugieren espacios de vivienda regulares en esta porción del recinto. La primera expansión hacia el norte se basa en las dimensiones espaciales que nos ofrecen las fundaciones encontradas en las investigaciones de 2001, de 2006 y las nuestras, con el pozo como centro. La tercera etapa comprendería la incorporación de las casas al sureste. Una posible evidencia de ello es la estructura de vivienda bajo el actual templo, encontrada en los trabajos de los años 2001 y 2002, que coincide con el lí-mite original de La Empedrada, en contraste con la absorción de un sector de la calle al momento de la construcción de la actual capilla sur.

Con base en las fuentes históricas y sus fechas, podemos postular grosso

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modo una cronología de los tres períodos en el proceso de formación del subconjunto: 1) desde su fundación en 1594 hasta 1604, fecha de la relación de Diego Jiménez; 2) desde 1604 hasta el terremoto de 1621 relatado por Requejo Salcedo y 3) de 1621 hasta 1671, fecha de la invasión de Morgan. Durante el primer período se ocupan y adaptan las casas de Doña María Rodríguez para el aún escaso número de monjas y novicias. Se reformaron los espacios para una iglesia que tiene salida a la calle principal y para un pequeño claustro, que corría de este a oeste junto al templo (Figura 6), de

Figura 6: Planta hipotética del primer convento. La línea segmentada representa el períme-

tro interno del claustro con el pozo al centro. (Plano: Silvia Arroyo, PPV)

POZO

IGLESIA

EMPEDRADA

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acuerdo a las descripciones históricas de la época. En la segunda etapa, el maestro mayor Jiménez realiza mejoras fundamentalmente en el claustro, ya que aumenta significativamente el número de religiosas ocupantes, ade-más de sus sirvientes (Castillero 2006), ampliando el recinto hacia el norte del actual terreno (Figura 7). El pozo de los relatos históricos se postula como la estructura central eje de la expansión del recinto de vivienda con-ventual. La tercera etapa estaría marcada por la construcción de la actual iglesia, donde es dable suponer la incorporación de las casas que Francisco Terrín habría adquirido de los mercedarios. En este período se levanta el

Figura 7. Planta de la posible ampliación del claustro hacia el norte. (Plano: Silvia Arroyo, PPV)

MT- 1.W

MT- 2.W

MT- 10.W

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18.25

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POZO

IGLESIA

EMPEDRADA

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aljibe y se sella el pozo, se expande el claustro hacia el este absorbiendo la calleja y se cierra el perímetro definitivo, con la consecuente formación de la manzana que conocemos actualmente.

Algunas fisuras en la construcciónLa propuesta de desarrollo aquí presentada no es concluyente en modo

alguno, pero es un postulado que podría servir de orientación para futuras investigaciones. Las etapas de construcción que planteamos tampoco ago-tan todas las posibilidades, pues las industriosas monjas concepcionistas, al parecer, nunca dejaron de mejorar sus espacios. Lamentablemente nunca podremos conocer ni confirmar los exactos detalles del proceso.

Hay mucho trabajo por hacer en este subconjunto conventual, tanto en investigación histórica como en arqueológica. Habría que confirmar la exis-tencia del pozo descrito, en el que nos basamos para nuestro supuesto de ampliación. Falta realizar sondeos bajo el piso de ladrillos, al suroeste del convento, en el límite con la calle La Empedrada: un eventual hallazgo de entierros allí podría confirmar el uso del recinto como primera iglesia y con ello el punto de partida del cenobio. El sector al norte de la actual iglesia requiere de una excavación extensiva para identificar estructuras de vivien-da que nos ayuden a postular con mayor precisión su forma y distribución; sería interesante poder cotejar un eventual número de dichas unidades con la cartografía de Antonelli en ambos sectores, lo que legitimaría su gráfica. Lograr unos fechados absolutos del estrato de conchas mencionado, en los diferentes puntos en que se ha detectado, podría ser muy ilustrativo para definir un eventual sello temporal dentro de la secuencia cronológica del proceso de formación del subconjunto conventual.

Loreto Suárez Silva▪Convento de las Monjas de la Inmaculada Concepción

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Canto Rodado▪8:17-39, 2013▪ISSN 1818-2917

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Turismo en el Archipiélago de las Perlas¿Nuevo sistema de administración de poblaciones?*

María Eugenia Mellado Universitat de Lleida, [email protected]

Palabras claves: Archipiélago de Las Perlas, colonialidad del poder, Sis-tema neocolonial de administración de poblaciones, turismo y desarrollo.

ResumenEste trabajo aborda la relación entre turismo y desarrollo en el

Archipiélago de Las Perlas (ALP), Panamá. Tiene como marco teórico el

sistema de administración de poblaciones (Guerrero 2010; Foucault 1976)

y la colonialidad del poder (Quijano 1992) aplicado al análisis del modelo

turístico residencial (e inmobiliario) predominante hace aproximadamente

una década en el conjunto de islas. Estas perspectivas se basan en una

visión de poder donde las personas pueden ser clasificadas según criterios

de raza y/o étnicos como ciudadanos naturales o intrapares (conformando

la sociedad nacional legitimada) y ciudadanos extrapares. El primer grupo,

en respuesta a sus intereses económicos, políticos y sociales (públicamente

como Estado o de manera privada), sería el encargado de ejercer el poder

y administrar al segundo. En el caso del ALP, los últimos gobiernos

panameños han promovido el turismo en las islas mediante políticas de

tierras y reformas fiscales favorables a empresarios que deseen instalarse.

De esta forma, medianos y grandes grupos empresariales, nacionales e

internacionales, implementan actualmente el desarrollo turístico en una

* Recepción: 14/08/13 – Aprobación:02/09/13

María Eugenia Mellado▪Turismo en el Archipiélago de las Perlas

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relación, muchas veces conflictiva, con las comunidades afrodescendientes

que allí habitan (históricamente relegadas al margen de la sociedad

nacional). Este artículo intenta dilucidar si estos procesos de injerencia

turística en el ALP podrían considerarse parte de un moderno y neocolonial

sistema de administración de poblaciones.

Keywords: Colonial manage of power, neocolonial population adminis-tration system, Pearl Islands,tourism and development.

AbstractThis paper analyses the relationship between tourism and development

in the Pearl Islands, in Panama. Its theoretical framework is represented

by the population management system (Guerrero 2010; Foucault 1976)

and the coloniality of power (Quijano 1992), both applied to the analysis

of the residential tourism (and real estate) model, predominant over a

decade ago on the set of islands. These theories are based on a vertical

vision of power where people can be classified according to race and / or

ethnic criteria as intrapares or natural citizens (sharing the national and

legitimized society) and extrapares citizens. The first group, in response

to their economic, political and social interests (in a public way as the

State or even privately), would be responsible for exercising power and

manage (administrate) the second group. In the case of this archipiélago,

the last Panamanian governments have been promoting the development

of tourism on the islands through land policies and reforms, all of them

favorable to entrepreneurs who wish to settle there. Thus, international

and national medium and large business groups have been carrying out

the touristic activity on the area. The black communities that live there

(historically relegated to the margins of the national society) are not

indifferent to this. They have modified their livelihood patterns, social

organization, land use and access, among others, in order to follow this

particular model of development. Some of them have had to negociate,

even discuss, with the business groups. My main hypothesis seeks to

determine whether or not this processes of tourist interference at the Pearl

Islands could be considered part of a modern and neocolonial management

Canto Rodado▪8:17-39, 2013

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system of populations. By using the ethnographic method and some

archives documentation, I intend to describe, characterize and explain the

tourism phenomenon boom, its consequences and implications (social and

political) for this area.

María Eugenia Mellado▪Turismo en el Archipiélago de las Perlas

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En sentido estricto, el término administrar significa gobernar, dirigir, or-denar, disponer, organizar y ejercer autoridad o el mando sobre un terri-torio y sobre las personas que lo habitan (Real Academia Española 2013). Como categoría analítica de las ciencias sociales, este concepto surge de los trabajos de Guerrero (2010) sobre el sistema ciudadano y la dominación de indígenas en la República del Ecuador a lo largo del siglo diecinueve. Apoyado en la noción de (bio) poder1 de Foucault (2005 [1976]), Guerrero (2010) define la administración de poblaciones como el manejo por parte de ciudadanos particulares, bajo regímenes republicanos, de grupos demo-gráficos que, por diversas razones, no son considerados aptos para el trato cotidiano en igualdad, rasgo inherente a la condición ciudadana.

En América Latina, tras los procesos de independencia de las colonias españolas a partir del siglo diecinueve, se han ido conformando y conso-lidando las actuales repúblicas o estados. Este nuevo sistema político-ad-ministrativo eurócentrico (Quijano 1992), fruto de la modernidad (Escobar 2005), y catalogado históricamente como civilizatorio (Guerrero 2010), se basó en el principio explícito (es decir, por ley) de ciudadanía2. A primera vista igualitario y homogeneizador, en el plano implícito del sentido co-mún, constituyó una novedosa estrategia de poder implantando una nueva forma de dominación y exclusión. Según la teoría de la administración de poblaciones, en este sistema existirían, por un lado, los ciudadanos natu-rales (considerados entre sí, interpares y miembros de la comunidad legíti-ma3) encargados de ejercer el poder. Por el otro, las poblaciones identifica-das como extrapares, cuyo origen histórico puede ser tanto interno como

1 El poder sobre la vida se desarrolló desde el siglo diecisiete bajo dos formas principales: una centrada en el cuerpo como máquina, asegurado por procedimientos de poder característicos de las disciplinas, la anatomopolítica del cuerpo humano. La segunda, centrada en el cuerpo como soporte de los procesos biológicos que pueden intervenirse mediante controles reguladores, la biopolítica de la población (Foucault 2005 [1976]).

2 El concepto teórico de ciudadanía resulta complejo en su desarrollo tanto histórico como teórico. Siguiendo a Guerrero, será tomado como una tendencia discursiva y práctica hacia la permanente universalización de la relación de igualdad (jurídica) entre los habitantes de un estado-nación.

3 Definida como “natural” siguiendo criterios (desde luego siempre arbitrarios) en sentido racial, lingüístico, regional y religioso.

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externo y, por lo general, de ambas procedencias a la vez. Los ciudadanos naturales actuarían como los administradores de los ciudadanos extrapares de manera pública (es decir, como una función atribuida al Estado), y/o privada (Guerrero 2010).

El concepto de colonialidad del poder elaborado por Quijano (1992) ca-racteriza un patrón de dominación global propio del sistema-mundo mo-derno capitalista (Wallerstein 2004) originado con el colonialismo4 europeo a principios del siglo dieciséis (Quintero 2010). Este sistema,

“se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la po-

blación del mundo como piedra angular de dicho patrón de poder, y

opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y

subjetivas de la existencia cotidiana y a escala social. Se origina y mun-

dializa a partir de América [Latina]” (Quijano 2007:93).

Con la independencia de las colonias americanas a principios del siglo diecinueve, se inicia un proceso de descolonización, pero no así de desco-lonialidad. Los nuevos estados-nación se independizan de las potencias hegemónicas, pero la colonialidad continúa operando desde dentro de los distintos países, generando y acumulando diferentes estructuras sociales articuladas bajo el fantasma de la diferencia colonial y del control del tra-bajo por medio del capitalismo (Quintero 2010). Es en este punto donde la teoría de los sistemas de administración de poblaciones y la colonialidad del poder alcanzan su punto común: la dominación y el ejercicio vertical del poder mediante la disposición por parte de las élites dirigentes (ciudadanos intrapares particulares y/u organizados a nivel estatal o gubernamental),

4 Quijano (2007) resalta que colonialidad no es sinónimo de colonialismo aunque sí se hallan en estrecha vinculación. El colonialismo es anterior a la colonialidad. Se refiere estrictamente a una estructura de dominación y explotación, donde el control de la autoridad política, recursos de producción y trabajo de una población determinada lo detenta otra de diferente identidad. La colonialidad es aquella que sobrevive al colonialismo. Se refiere a un patrón de poder que emerge como resultado del colonialismo moderno, pero que no se limita a una relación de poder entre dos pueblos o naciones, más bien se refiere a la forma como el trabajo, el conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí a través del mercado capitalista mundial.

María Eugenia Mellado▪Turismo en el Archipiélago de las Perlas

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por sobre las poblaciones históricamente marginadas por su condición ét-nica asignada (ciudadanos extrapares) enraizada en la colonia.

El patrón actual de poder, es decir, la colonialidad, expresado bajo la forma de los sistemas de administración de poblaciones (mediante la bio-política) no es fortuito, sino más bien es producto de una construcción his-tórica que responde a intereses económicos y políticos y se fundamenta en la subjetividad colonial5. Según Ugarte Pérez, desde la reflexión biopolítica se intenta:

“estudiar los mecanismos por los que el Estado, administrando la vida,

acrecienta su potencia y recursos y los utiliza para fortalecer la pobla-

ción que gobierna. La vida ha dejado de ser un resultado del azar […]

para convertirse en una consecuencia de intervención política” (Ugarte

Pérez [2005] en Polo Bonilla 2009:126), quien cita a Ugarte Pérez [2005]).

En la actualidad, tanto la colonialidad como el biopoder se conforman como elementos indispensables en el desarrollo del capitalismo. Ambos logran afianzarse gracias a la inserción controlada de los cuerpos en el apa-rato de producción, ajustando de esta manera los fenómenos de población a los procesos económicos (Foucault 2005 [1976]).

El turismo, como causa y consecuencia de los fenómenos globalizado-res, constituye una nueva forma de organización económica propia del ca-pitalismo (Gascón 2002), inclusive puede ser visto como una industria más, que administra el ocio y tiempo libre de los y las viajeras. En el marco de los análisis postcoloniales, la teoría de la mercantilización ha sido una de las propuestas con mayor poder explicativo sobre el tema (López Santillán y Marín Guardado 2010). Sin embargo, en este trabajo, me interesa centrar la atención no tanto hacia los/las turistas/consumidores (perspectiva de análisis predominante en dicha teoría), sino más bien sobre las empresas y gobiernos que fomentan determinado tipo de turismo y sus efectos en las poblaciones conocidas como anfitrionas. En este sentido, resulta más

5 Mignolo ([2000] en Quintero 2010) alude al principio de doble consciencia. Es mediante un código imaginario social compartido, a manera de espejo distorsionante, que los dominadores impondrán su modo de ver y concebir la realidad, encubriendo la perspectiva histórica y cultural autónoma de los dominados.

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apropiada la utilización de la aproximación del turismo como un agente del neocolonialismo6 y del imperialismo7 como una forma cultural postcolonial que a la vez que refuerza, se incrusta en las estructuras coloniales del pasa-do vigentes en la actualidad (Tucker y Akama 2009; Martínez Mauri 2010).

Para concluir con esta introducción teórica, considero fundamental re-saltar la relación entre turismo y desarrollo que subyace en el contexto moderno. El paradigma desarrollista (Bretón et al. 1999), que acompaña la implementación (pública y privada) de políticas turísticas, se basa en la convicción de que el turismo es capaz de resolver los problemas de redistri-bución económica tanto a nivel nacional como internacional. Este, al igual que tantos otros mitos8 del turismo como pasaporte al desarrollo (de Kadt 1979), ha justificado y priorizado la implementación del turismo como es-trategia y herramienta predominante a la hora de hablar de desarrollo. Sin embargo, esta ecuación ha sido criticada en más de una ocasión (Buades et al. 2012). A continuación se expone el caso del Archipiélago de Las Perlas (ALP), un escenario donde esta relación se vuelve más que cuestionable.

El caso de estudio: el Archipiélago de Las Perlas9

El ALP es considerado uno de los cuatro mayores archipiélagos de Pa-namá (junto con Coiba, por la vertiente pacífica, y Bocas del Toro y Guna Yala por la vertiente atlántica). Se localiza en el Golfo de Panamá, a 60

6 Varios autores han trabajo este concepto: Said (1978); Britton (1982); Crick (1989). En líneas generales, todos coinciden en afirmar que el neocolonialismo, a diferencia de su predecesor, el colonialismo, apunta más a una colonización discursiva y estereotipada (Hartzell 2008).

7 Nash (1989) menciona el concepto de imperialismo como la expansión en el extranjero de los intereses (económicos, productivos, políticos, militares, religiosos, recreativos, por mencionar algunos) de una sociedad determinada por sobre otra.

8 Basándose en la idea original de Jurdao (1992), Gascón y Cañada (2005) enumeran varios mitos que se generan a la hora de poner en práctica políticas turísticas, como son: la generación de ocupación, la diversificación de actividades productivas, la modernización de las infraestructuras y la revalorización de los recursos autóctonos.

9 Los datos aquí presentes se basan en el trabajo etnográfico realizado en las islas durante los años 2009, 2010 y 2011, como becaria del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y como estudiante de la Maestría en Desarrollo y Cooperación Internacional de la Universidad de Lleida (España).

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km al sudeste de la capital de la República. Se trata de un conjunto aproxi-mado de 90 islas y 130 islotes que pertenecen al distrito de Balboa (con cabecera en la comunidad de San Miguel), provincia de Panamá. Como espacio natural, desde el año 2007 ha sido declarado como Zona Especial de Manejo Marino-Costera. Como centro turístico, su interés se remonta a la década de 1960 (con el primer desarrollo del área en isla Contadora). Pero es sin duda, tras el Plan maestro de desarrollo del turismo sostenible de Panamá 2007-2020, que esta zona se impone como producto turístico, recibiendo especial atención por parte del gobierno (mediante sus distin-tas dependencias) y las empresas privadas (nacionales e internacionales).

El turismo residencial (Aledo 2007), los hoteles de lujo y la exclusividad se han convertido en una realidad innegable al pensar en el Archipié-lago de Las Perlas. Difícil es no hacer referencia alguna a la época del auge del famoso Hotel & Casino Contadora Resort, entre los años 1970 y 1980 (Mellado 2010). Actualmente, numerosos son los proyectos que se encuentran en curso (sea en la fase de construcción o ya en pleno funcio-namiento) en las diferentes islas, con la idea de ofrecer “un producto más

Figura 1. Situación geográfica del ALP

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exclusivo que Contadora y para gente de un poder adquisitivo más alto” (entrevista a una de las encargadas de uno de los hoteles en marcha en la región, año 2011). Esta situación que se observa hoy en día es producto y desenlace de procesos fundamentalmente políticos y económicos que han modificado -y aún continúan haciéndolo- el paisaje tanto natural como cultural del ALP desde mediados del siglo pasado, aunque con mayor fuerza desde hace aproximadamente una década.

Para el año 2008, en un documento presentado por la Autoridad de los Re-cursos Acuáticos de Panamá (ARAP), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el GEF (Global Environment Facility), se informaba que el archipiélago contaba con 442 habitaciones distribuidas en once centros de recepción (hoteles, villas, residenciales y bungalows) repartidos entre las islas Contadora y San José10. En ese momento, existían cinco pistas de ate-rrizaje (Contadora, Viveros, San Miguel, Punta Coco y San José).

Para describir el panorama reciente en las islas al año 2011, se constató la presencia de al menos nueve nuevos grupos empresariales en el área11. Todos ellos manifiestan ser de carácter “turístico”, dentro de los cuales al menos ocho se asocian directamente a un componente residencial y urbanístico cuidadosamente contemplado12. Según el recuento hecho a partir de los informes y evaluaciones de impacto ambiental presentados a la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM)13, para los próximos años se estimaba la construcción de 1.505 unidades habitacionales (medidas en lotes). Es decir, aproximadamente 2.333,29 h destinadas con tal fin (con

10 La mayoría de ellas (específicamente 354) pertenecían al Hotel & Casino Contadora Resort, el cual paradójicamente cerraba sus puertas el mismo año. Sólo 14 se localizaban en isla San José (en un único hotel).

11 Esta cifra excluye aquellos proyectos y empresas instalados en Contadora dada su mayor trayectoria histórica en el área. El objetivo de este trabajo se focalizó en la expansión del fenómeno turístico hacia otras islas (para más información sobre el caso de Contadora, ver Mellado 2010 ).

12 Ver discusión sobre si puede o no considerarse turismo al turismo residencial en Aledo (2007).

13 Cabe aclarar que estos informes son de carácter obligatorio y exigidos por las autoridades nacionales para cada una de las actividades que se realicen en territorio nacional y afecten al medioambiente (Gaceta Oficial 2002).

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un promedio de 15.503 m2 por lote), 874 habitaciones en ocho hoteles, 300 cabañas, cuatro pistas de aterrizaje y un helipuerto (Mellado 2011).

Tabla 1. Proyectos e inversores por islasComo se aprecia en la tabla, la mayor parte de la turistización (Bua-

Isla Proyecto y corregimiento perteneciente Inversor

ChaperaPearl of the Pacific. Resort and Spa -Corregimiento de Saboga

Pearl of Pacific S. A. (Referente: José Nelson Urrego Cárdenas- colombiano1)

Del Rey

Cuna de Vida- Corregimiento de La Ensenada (Playa San Juan)

Cuna de Vida Inc. (Referente: André Nieder-hauser- suizo)/ Del Rey Developments

Punta Coco- Corregimiento de La Esmeralda Las Perlas Asset Panama Corp.

La Perla Resort and Marina- Corregimiento de San Miguel (San Agustín) La Perla Resort and Marina Corp.

King Fisher Bay- Corregimiento de La Ensenada

King Fisher Bay S. A. (compañía australiana), CrownLand (panameños)

PedroGonzález

Pearl Island- Corregimiento de Pedro González

Dolphin Capital Investors, Grupo Verdeazul, Grupo Eleta y Zoniro (griegos, ingleses, panameños)

SabogaSaboga Island Paradise Resort/ urbanización residencial El Encanto- Corregimiento de Sagoba

Grupo del Sol (nicaragüenses y estadouni-denses)

San JoséHotel Hacienda del Mar- Corregimiento de Pedro González Grupo Novey (panameños)

ViverosViveros- Corregimiento de San Miguel

Grupo Viveros (Referente: André Beladina- francés)

Cañas y Bayoneta2 Proyecto Islas Bayoneta y Cañas -

Corregimientos de San Miguel y La Ensenada

The Pearl Island Management Inc.- PANGEA WORLD (Referentes: Claus Mittermayer- ale-mán- y Hana Ayala-checa y estadounidense-)

Casaya3 Proyecto privado. Corregimiento de San Miguel Jorge Arias (panameño)

1 Es de notar que esta firma se encontró involucrada en temas de lavado de dinero y narcotráfico por lo cual podría descartarse la continuidad de dicho proyecto en estas manos. De hecho en la actualidad se ha instalado una base aeronaval. Para más información ver: http://www.antilavadodedinero.com/news_det.php?id=3336&area=News y http://www.almanaqueazul.org/nueva-base-aeronaval-en-isla-chapera/

2 El informe no fue encontrado en la biblioteca de la ANAM.3 El caso de Casaya es bastante particular ya que si bien formalmente no existe

ningún proyecto en la isla (Casayeta) sí se notificaron intentos de parte de uno de los moradores de la isla, el Sr. Jorge Arias.

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des et al. 2012) de la región es de carácter transnacional asociado a algún componente nacional (perteneciente a las élites panameñas). Este hecho tiene su origen hacia la década de 1990, tras la implementación de las pri-meras políticas neoliberales en la República y la restauración democrática (Evans 1994). Nello y Pérez (2007) señalan que bajo este nuevo paradigma neoliberal, se inicia en Panamá (al igual que en varios países de la región centroamericana), una etapa de estabilidad político económica y de forta-lecimiento de la democracia, que le permite potenciar el papel del turismo como factor de desarrollo económico.

Janoschka sostiene que

“el neoliberalismo y la globalización son las dos caras de una reestruc-

turación económica que ha introducido enormes cambios en las condi-

ciones generales de la política urbana y territorial, así como en los mo-

dos de pensar, percibir, diseñar y gestionar las ciudades y los espacios

turísticos […]. En el caso de Costa Rica, a finales de la década de 1980, la

crisis de la deuda abrió las posibilidades de negocio para el turismo resi-

dencial, principalmente por la apertura de la economía a las inversiones

transnacionales en el sector inmobiliario (Janoschka 2011:89 a 91)”.

De hecho, Jackiewicz y Craine (2010) afirman que, en muchos sentidos, los incentivos que actualmente ofrece Panamá se inspiran en aquellos propulsados por Costa Rica a partir de 1980. Desde los primeros intentos con la ya mencionada Ley 8 de 1994 (y sus modificaciones con el Decreto Ley 4 de 1998), se vienen otorgando incentivos y beneficios a personas que se dediquen a este tipo de actividades (Gaceta Oficial 1994, 1998a)14, adoptando los mecanismos necesarios para lograr la conjunción y coor-dinación de la acción del sector público y privado en el área del turismo. Tales medidas hacen referencia, por ejemplo, a leyes flexibles en cuanto a

14 En el Decreto Ley 4 de 1998, que promueve las actividades turísticas en Panamá, se define lo que se entiende por oferta turística. Dentro de esta gama de actividades, se hallarían emprendimientos vinculados con hoteles, moteles, apartahoteles, cabañas o bungalows, tiempo compartido, régimen turístico de propiedad horizontal, sitios de acampar, parques temáticos, hostales familiares, albergues, centro de convenciones y marinas.

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tenencia de tierras15, exención de impuestos a bienes importados de hasta 10,000 dólares, exoneración de impuestos por 20 años sobre propiedades recientemente construidas (y una baja de 2,1 por ciento del impuesto so-bre otras propiedades)16, políticas migratorias en pos de facilitar el libre tránsito de turistas17, atención médica de bajo coste (gracias al negocio de las aseguradoras), una economía dolarizada, entre otras. Sumado a esto, otros pequeños beneficios, como descuentos en cines, restaurantes, ser-vicios médicos, hoteles, resorts, empresas de servicios públicos, han he-cho de Panamá un destino privilegiado para alojar las nuevas inversiones turísticos-residenciales, incluso brindando una ventaja comparativa con respecto a muchos de sus vecinos. Basta mirar el sitio web de la misma ATP, donde se mencionan las leyes que incentivan la inversión turística en Panamá18: la reciente Ley 80 (Gaceta Oficial 2012), la cual define todos los incentivos que reciben las inversiones foráneas, como también otras leyes que los complementan, vinculadas por ejemplo a la protección de la inversión turística19 y a la agilización de la apertura de empresas20.

Este modelo de desarrollo turístico apunta principalmente hacia mer-cados norteamericanos y europeos (históricamente conocidos como Pri-

15 Ver la Ley 2 (Gaceta Oficial 2006a), donde se facilitan las concesiones y la enajenación de territorio insular y costero (de hasta 40 años, prorrogable a 30 años más) para fines de aprovechamiento turístico, medidos a partir de su inversión por metro cuadrado.

16 Ver la Ley 58 (Gaceta Oficial 2006b), donde se establecen incentivos fiscales, mediante la exoneración del pago de ciertos impuestos, para promover las actividades en el rubro.

17 Ver el Decreto Ejecutivo 248 (Gaceta Oficial 2009), por el cual se suprime el requisito de visa para ingresar a la República de Panamá en calidad de turista, a los extranjeros de cualquier nacionalidad que posean visa para ingresar en la misma condición a los países de los Estados Unidos de Norteamérica, Australia, Canadá, Reino Unido o la Unión Europea.

18 http://www.atp.gob.pa/leyes-de-incentivos-para-inversi%C3%B3n-tur%C3%ADstica. Consultada el 30 de julio de 2013.

19 Ley 54 de protección a la inversión (Gaceta Oficial 1998b).

20 Ley 5 que agiliza el proceso de apertura de empresas y establece otras disposiciones (Gaceta Oficial 2007).

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mer Mundo21). Pese a los intentos de Rubén Blades, durante su mandato como ministro de turismo para el gobierno de Martín Torrijos (2004 a 2009), por desligar esta cuestión de un estigma turístico residencial (La Prensa 2007), la residencialización del turismo (Cañada 2010) puede de-cirse que es ya un hecho tanto en el ALP como en gran parte de Panamá (Mac Watters 2009; Prisma 2009).

Ahora bien, anteriormente se hizo mención de las comunidades que habitan en las islas. Se trata de ocho poblaciones: cinco en Isla del Rey (San Miguel: 1.044 habitantes; La Esmeralda: 524 habitantes; La Guinea y Martín Pérez: 83 habitantes; y La Ensenada: 94 habitantes), Casaya, Pedro González22: 263 habitantes; Saboga y Contadora: ambas suman 713 ha-bitantes. La mayoría de la población está compuesta por afrocoloniales23 cuyo origen se remonta a la época de la Colonia y el negocio de las per-las. “Ya en la década de 1540, al ir desapareciendo rápidamente la mano de obra aborigen en el Archipiélago de las Perlas, éstos empiezan a ser reemplazados en la pesquería de perlas por esclavos llevados de África (Castillero Calvo 2004:428)”.

La instalación de las empresas descritas previamente y el inicio de sus proyectos no ha sido una cuestión indiferente a ninguna de estas comu-nidades. Comenzando con las afectaciones al medio ambiente natural (cuestión que no trataré en este trabajo) pero por sobre todo, la impo-sición a los habitantes del archipiélago de nuevas lógicas y patrones de organización social, estructura productiva y espacialidades. La estructura productiva isleña reposa principalmente sobre dos elementos: por un lado

21 Este concepto, al igual que el de Tercer Mundo, en la actualidad resultan ampliamente debatidos. Es preferible hablar en términos de sistema-mundo (Wallerstein 2004) y de relaciones norte-sur (entendiendo al norte como los países colonialistas y al sur como los países que emergieron de las ex colonias de los primeros).

22 Según el XVI Censo Nacional de Población y VI de Vivienda (Instituto Nacional de Estadística y Censo 2010), en donde se incluye la población de Casaya como parte del corregimiento de San Miguel.

23 En Panamá, las poblaciones afrodescendientes pueden clasificarse según sean afro antillanas o afro coloniales. Esta distinción, si bien ya era ampliamente difundida, recién se vio reflejada en cifras oficiales con el último censo nacional (Instituto Nacional de Estadística y Censo 2010).

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los excedentes generados a partir de actividades tales como la pesca y la recolección de cierto tipo de especies marinas (langosta, pulpo y otros), en su mayoría para la venta a intermediarios; y por otro, la producción familiar (mayoritariamente masculina) en la agricultura de roza y que-ma (arroz, yuca, ñame, otoe, plátano, por mencionar algunos). Este ele-mento responde a una necesidad puramente de subsistencia, pero tras la llegada de estos emprendimientos residenciales, se pueden observar dos situaciones. En cuanto al componente de pesca y recolección, se viene produciendo la aparición de ciertos mecanismos para fomentar dicha ac-tividad, tanto por parte de las empresas en la región (como compradoras) como por parte de las ONG -que han entrado en escena tras el boom de los proyectos turístico residenciales-, generando una demanda que antes no existía en el área. Fruto de estos mecanismos (se aduce que “la pesca da más plata”), acompañado de un recambio generacional natural (dado por las nuevas generaciones que se incorporan como mano de obra pro-ductiva), se ha dado un aumento en cuanto al número de pescadores en la región. Por otro lado se ubica la situación vivida por los agricultores: como parte de un proceso de terciarización en la economía panameña en general (más que nada acentuado durante las últimas dos décadas), sumado a la aparición de nuevos centros de producción agrícola en tierra firme (de acceso terrestre, vía carreteras), se está produciendo un cambio gradual en la actividad agrícola de las islas. La rápida y gran absorción de mano de obra masculina en el desmonte y la edificación de los nuevos proyectos, se volverá uno de los factores clave dentro de la primera etapa de la desruralización y transformación de la subsistencia de estos grupos.

Dado que las poblaciones isleñas por ahora no tienen el problema de acceso a la tierra tan marcado, considero que la influencia del régimen de tenencia será determinante en una segunda etapa de esta transición. Los fenómenos de privatización y elitización del territorio (implicando la dinámica elitización y exclusión o la lógica acumulación por desposesión de Harvey 2004 en Cañada 2010), sumados a la introducción de nuevas lógicas de producción capitalista y especulativa, producirán el pasaje que Rudolf (2000) denomina de campesinos a trabajadores asalariados de-pendientes. Históricamente orientadas más que a la acumulación a la subsistencia, el nuevo sistema de trabajo (en palabras de Quijano) impo-

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ne la necesidad de producción de mercancías para el mercado mundial (en este caso, bienes inmuebles y economías asociadas), alrededor de la hegemonía del capital y el turismo como nuevo eje de acumulación. El cambio en las dinámicas productivas y económicas conlleva a un cambio en las estructuras sociales (que deben administrarse alrededor del nuevo sistema laboral), y al abandono de las actividades tradicionales (Escobar 2005) lo cual es peligroso en materia de seguridad y soberanía alimenta-ria de estas poblaciones.

Como queda en evidencia, estas comunidades han venido a experi-mentar una suerte de shock tras la llegada de estos nuevos actores del desarrollo inmobiliario. Sumado a ello, también deben mencionarse la aparición de organizaciones civiles no gubernamentales24, a la vez que la reaparición del fantasma estatal, como velador de estos nuevos intereses (ausente durante décadas en materia social, de infraestructura, salud y educación, por mencionar algunos).

Turismo en el ALP: nuevo sistema de administración de poblaciones y neocolonialismo

Desde mediados del siglo pasado, acompañados por los discursos de-sarrollistas y el turismo como motor de desarrollo, las élites panameñas han venido comportándose como administradoras del ALP. Comenzan-do por el “descubrimiento” de la Isla Contadora en 1950 por el Sr. Lewis Galindo25, pasando por el interés de desarrollar esta isla turísticamente y como centro de reuniones a partir de 196026, y terminando con los nuevos proyectos e inversiones inmobiliarios y de bienes raíces que se plantean hoy en día en el resto de islas, de la mano de medianos inversores extranjeros.

Retomando los conceptos planteados en la introducción, considero

24 Con escasos fondos y débil presencia en el área para generar verdaderas alternativas al modelo turístico que las empresas buscan instalar. Para más detalles, consultar Mellado (2011).

25 Y su posterior compra de los terrenos, hasta entonces propiedad del Estado.

26 Dentro de este punto, cabe mencionar los encuentros allí realizados para la firma del tratado Torrijos-Carter en la década de 1970; el exilio del Sha de Irán y la presencia del famoso Grupo Contadora durante la década de 1980 (Mellado 2010).

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que, en la situación descrita en el ALP, el turismo podría ser entendi-do como un moderno sistema de administración privada de poblaciones. En cuanto a los actores involucrados en este proceso, podría decirse que los administradores, estarían representados por las empresas transnacio-nales (amparadas por el Estado como aparato burocrático facilitador) y asociadas con ciudadanos intrapares de origen panameño (élites econó-micas). Respecto a la población administrada, a manera de ciudadanos extrapares, estaría representada por las comunidades afrocoloniales del mismo conjunto de islas27.

Pese al predominio del paradigma del crisol de razas y mestizaje (Gue-rrón-Montero 2006a; Priestley y Barrow 2010), varios autores caracterizan la inclusión28 de afrodescendientes (al igual que indígenas) a la sociedad nacional de una forma subyugada (herencia de los regímenes coloniales de explotación) y periférica (Maloney 1989; Priestley y Barrow 2010; Mar-tínez Mauri 2012). La idea de raza juega un papel fundamental en esta clasificación binaria (blanco-mestizo) y administración de la población. Durante los siglos posteriores a la Conquista y a la instalación del sistema republicano en países como Panamá, donde la población no blanca constituye una considerable mayoría, se ejecutó un proceso de enmas-caramiento de las jerarquías raciales a través del mito de la democracia ra-cial, que logró invisibilizar los conflictos étnico/raciales aún cuando ellos forman parte de la cotidianidad de la vida social en esta región (Quintero 2010). Maloney (1989) señala que:

“los factores racistas que habían sido elementos ideológicos determinantes en la sujeción de negros durante la esclavitud, con el inicio de la Repúbli-ca, no desaparecen, evidentemente, sino que se reacomodan, se reelaboran como un mecanismo necesario para legitimar la hegemonía de una oligar-quía (Maloney 1989:146)”.

27 Cabe resaltar que pese a su origen étnico, el proceso de inclusión ciudadana y asignación identitaria llevado a cabo por el estado panameño a principio del siglo pasado, ha hecho que estas poblaciones afrodescendientes se identifiquen como ciudadanas panameñas (Maloney 1989). Tras este estatus, aparentemente homogeneizador, se escondería la ciudadanía extrapar de la cual habla Guerrero.

28 Guerrero (2010) considera este proceso como la extensión de la igualdad como un atributo propio de la ciudadanía.

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Es así que, en la actualidad, el turismo podría ser entendido como par-te de esta reelaboración del discurso (y la práctica) en un contexto capi-talista moderno, con el fin de mantener y legitimar el orden establecido (colonialidad del poder). Tucker y Akama (2009) consideran que las rela-ciones turísticas son un eco de, y perpetúan, las relaciones coloniales en el sentido que las estructuras económicas, las representaciones culturales y las relaciones de explotación sobre las cuales se basa la industria turística en la actualidad, son las mismas sobre las cuales se basó previamente el colonialismo. Son los mismos países colonialistas que en el presente promueven el turismo en los países llamados del Tercer Mundo. Los au-tores, advierten también sobre algunos peligros que conlleva la (im)plan-tación de turismo (Mellado 2011), más que nada vinculada a su carácter neocolonial y de dependencia externa (de los mercados y gobiernos de los países antaño colonialistas) de este fenómeno. Un tema fundamental a tener en cuenta es la sociabilización de los costos (ambientales, sociales) y la privatización de los beneficios (económicos). Los servicios aéreos, los grandes resorts, al igual que la diversidad de infraestructuras recreativas son en gran parte propiedad de extranjeros, tal como queda evidencia-do en la tabla de proyectos para el ALP, asociados casi siempre a las éli-tes económicas locales. Sin embargo, los problemas y afectaciones sobre los ecosistemas (marinos y terrestres), la mala repartición de tierras, los cambios perjudiciales en la economía de las comunidades (aumento del costo de vida, dificultad para el acceso a tierras, escasez de productos, por mencionar algunos), y otra serie de costos asociados, corresponden en responsabilidad, casi únicamente a las poblaciones de la zona. Esto no deja de ser sino un reflejo de otra forma en que las relaciones neocolonia-les persisten a través del turismo.

En cuanto al rol de las comunidades y en comparación con otras regio-nes -como por ejemplo Guna Yala, donde el turismo sigue respondiendo a intereses externos pese a haber sido aceptado voluntariamente (Martínez Mauri 2010)-, las comunidades de ALP se han mostrado menos activas pero no pasivas. Considero necesario relativizar la pasividad con la cual se ha estigmatizado a estas poblaciones (mediante frases como “están acostumbrados a que se les de todo servido” por parte de empresas y el Estado). Ellas desarrollan un papel dinámico, tanto en la aceptación de

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ese orden (subjetividad) como en la reconsideración y reelaboración de su propia identidad en este nuevo contexto global que se les presenta. El ALP construido como una zona de frontera turística (Guerrón-Montero 2006b) significaría así, a la vez que un sitio de conflicto histórico y reafir-mación del statu quo, un sitio con características culturales propias (dadas por la identidad afrocolonial). Como zona de contacto, no necesariamen-te entendida bajo una lógica simplista de poder colonizador-colonizado, significaría una zona de (re)construcción, negociación y reafirmación de identidades, a partir de las relaciones establecidas entre los distintos gru-pos tanto empresariales como organizaciones civiles y las mismas comu-nidades. Estos son algunos de los aspectos que quedan por seguir estu-diando en futuros trabajos.

ConclusiónPese a su carácter global, la colonialidad del poder se ha gestado en

diferentes espacios y tiempos de forma específica y heterogénea, pero no por eso ha dejado de existir como fundamento de las relaciones de domi-nación, explotación y conflicto (Quintero 2010). El caso del ALP no es más que un ejemplo de continuidad de lógicas neocoloniales en el marco de un contexto capitalista globalizado que perpetúa las diferencias norte-sur.

El turismo, como el principal instrumento para la nueva administra-ción de poblaciones (privada aunque con cierto componente público), se encuentra en pleno proceso de expansión. El abandono y desentendi-miento por parte del Estado para con las comunidades, ha venido a dar lugar a la administración de las mismas y sus recursos por actores priva-dos (mediante ciudadanos intrapares y empresas transnacionales). Basa-dos en su propio sentido común y esquemas de colonialidad, lideran así procesos de identificación y organización de las sociedades isleñas con un fin: el desarrollo de un modelo turístico residencial. Con un sustento de superioridad racial, acompañado de un componente racista, estos nuevos administradores ejercen el poder sobre las comunidades, determinando sus necesidades, reorganizando su forma de trabajo y por ende, modifi-cando su forma de vida.

El turismo en el ALP se constituye como un nuevo campo de poder a la vez que rejuvenece el clásico discurso y práctica de la colonialidad.

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Definitivamente, la teoría postcolonial tiene un papel importante que de-sempeñar en los estudios sobre turismo, revelando la continuidad de las relaciones coloniales de poder (tanto a nivel estructural como ideológico) aún en la actualidad.

AgradecimientosA las comunidades del archipiélago, a los representantes e institucio-

nes (empresas, ONG y organismos gubernamentales) que participaron y facilitaron mi investigación. A mi tutora, Mònica Martínez Mauri. A mis colegas, Leo Zilio y Marian Sáez. A Iñaki, Placi y Raimundo.

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Intercambios y diálogos entre aves y humanos Apuntes etnográficos en la Gunayala de hoy*

Mònica Martínez Mauri, Ph. D.1

Universitat de Barcelona, [email protected]

Palabras clave: Animismo, antropología de la naturaleza, etnoornitolo-gía, Gunayala, ontología. Resumen

El principal objetivo de este artículo es reflexionar sobre los límites de

la humanidad en las sociedades amerindias. Para ello analizamos la impor-

tancia de las aves en la sociabilidad del pueblo Guna de Panamá. Gracias

a una investigación etnográfica de largo recorrido con expertos botánicos,

maestros ceremoniales e intérpretes de la tradición, hemos documentado el

significado que tienen las aves en los cantos (igargan), su utilización como

alimento, mascota o medicina, así como sus distintos roles en la vida coti-

diana guna. La evidencia empírica muestra que en este universo cultural las

aves suelen presentarse como protectores de los humanos, tienen un papel

protagónico en los mitos y están sujetas a tabúes sobre su consumo. Es-

tas restricciones deben ser observadas por los humanos para vivir en equi-

librio con los no humanos. En Gunayala, al igual que en otros contextos

indígenas en América Latina, los humanos y las aves, en lugar de mante-

1 Investigadora postdoctoral Subprograma Juan de la Cierva, Ministerio de Economía y Competitividad, España.

* Recepción: 15/08/13 - Aprobación: 04/09/13

Esta investigación ha sido posible gracias al proyecto: “La avifauna del sector occidental de Kuna Yala: inventario, etnotaxonomía y turismo responsable” (CCP09-15) financiado por SENACYT y la contratación del Subprograma Juan de la Cierva (2011) del Ministerio de Economía y Competitividad, España.

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ner relaciones de hostilidad y dominio, dialogan, comparten conocimien-

tos e intercambian puntos de vista. En definitiva, los datos etnográficos nos

muestran hasta qué punto en esta sociedad las fronteras entre la naturale-

za y la cultura se perfilan bajo las premisas del animismo (Descola 2005).

Keywords: Animism, anthropology of nature, ethnoornitology, Guna-yala, ontology.

AbstractIn the ethnography and tropical biology of Panama, little attention has

been paid, either to the avian fauna of Gunayala, or to the way the Guna

classify birds and other parts of the natural world.  In Panama as a whole, in

fact, there has been no systematic study of indigenous classification of birds.

Since 2010, however, a project entitled “The Birds of the Western Sector of

Kuna Yala: Inventory, Ethnotaxonomy and Tourism”, funded by the Secretaria

Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación of Panama (SENACYT) (2010-

2012), has addressed those topics.  A team composed by Mònica Martínez

Mauri (social anthropologist), George Angehr (biologist), Euclides Campos

(guide) and Igua Jiménez (guide), has built a biological inventory of the birds

of the gardi, while documenting the traditional knowledge of the Guna peo-

ple regarding avian ontology, survival strategies, and use of natural resources.

In this paper we aim to reflect on the boundaries between nature and

culture, and its effects on the limits of humanity in Amerindian societies. We

examine the role of birds in Guna sociality and the knowledge of the natural

world held by botanical curers (inadurgana), chiefs (sailamar), and ceremo-

nial performers (gandurgan).  We also consider the presence of birds in myths

and rituals and their various transformations into food, medicine, and amu-

lets.  We find that in this cultural universe birds typically appear as protec-

tors of humans.  Birds have until recently been subject to severe restrictions

on their consumption, restrictions that preserve a balance between humans

and non-humans.  Among the Guna, as in other tropical forest Amerin-

dian societies, humans and birds interact, not through hostility or domina-

tion, but through an ongoing exchange of knowledge, skills, and opinion. 

In short, our study shows that the boundaries between nature and culture

are shaped by the premises of animistic belief and practice (Descola 2005).

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Este artículo pretende ser una pequeña contribución a una de las gran-des cuestiones que han guiado el desarrollo de la antropología en los úl-timos cincuenta años: la conceptualización de las relaciones entre huma-nos y animales en distintas sociedades.

Hace más de medio siglo, uno de los debates por excelencia en la antro-pología estuvo relacionado con la asociación de humanos con animales en el totemismo y las prohibiciones alimentarias o tabúes. Lévi- Strauss en El Pensamiento Salvaje (1962) mostraba que había una conexión empíri-ca entre las normas que permitían el matrimonio y las prohibiciones ali-mentarias. Una conexión que según él no era casual, sino metafórica. Un poco antes, Mary Douglas (1957) también se había fijado en los animales catalogados como anómalos entre los Lele, para pensar las prohibicio-nes alimentarias con relación a la sistematización ordenada de las ideas (sistema de clasificación). En 1964 otro prominente antropólogo, Edmund Leach, postuló la teoría del tabú -basada en la idea que este inhibe el re-conocimiento de las partes del continuum que separa cosas- para explicar el sentido de las prohibiciones alimentarias.

Durante esta época de gran importancia para el desarrollo teórico de la antropología social con base etnográfica, muchos antropólogos se con-centraron en estudiar la relación entre las prohibiciones vinculadas con los animales y los sistemas de clasificación, o en entender la conexión entre las reglas relacionadas con la ingestión de animales y las reglas ma-trimoniales y sexuales. Pocos fueron los que como Tambiah (1969) cues-tionaron la correlación que establecía Douglas entre las anomalías clasi-ficatorias y las normas alimentarias, o las deducciones intelectualoides con base en el sistema de categorización de los animales. A partir de una minuciosa etnografía en tierras tailandesas, Tambiah mostraba que los nexos entre: 1) sexualidad y reglas matrimoniales, 2) categorías espacia-les del hogar y 3) diferenciación entre animales domésticos y salvajes, no eran determinantes en su caso de estudio. Gracias a su experiencia empí-rica, señalaba los límites del estructuralismo para caracterizar la relación entre el mundo de los animales y el de los humanos, o el papel que ju-gaban las regulaciones alimentarias en el ordenamiento de las relaciones sociales (Tambiah 1969:452).

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Hoy sabemos que el principal problema del estructuralismo de cor-te lévi-straussiano fue la aceptación de la universalidad de la dicotomía naturaleza/cultura. Se asumió sin cuestionamiento que los humanos en todo el mundo habían pasado de una relación de afinidad a una relación de separación respecto a los animales, gracias al desarrollo de su intelec-to. Es por esta razón que Lévi-Strauss consideraba que las prohibiciones alimentarias eran una manera de fortalecer la frontera entre humanos y no humanos o, en otras palabras, una manera de no atribuir una natura-leza animal a nuestra humanidad. En esa época la antropología sostenía que las prohibiciones eran aspectos simbólicos que servían para que los humanos distinguieran a los animales que inspiraban modelos de dife-renciación naturales, modelos que a su vez eran utilizados para explicar las diferencias entre los mismos humanos.

Si bien el estructuralismo se equivocó partiendo de la dicotomía na-turaleza/cultura para estudiar todas las sociedades humanas, acertó al estudiar las prohibiciones alimentarias poniendo énfasis en el intelectua-lismo y la contemplación y no en el valor calórico de la ingestión de cier-tos animales. Ahora tenemos la certeza de que las especies consideradas emblemáticas o especiales por cada sociedad lo son porque son buenas para pensar, no para comer. En antropología social la contemplación se ha impuesto al utilitarismo. Este giro hacia lo simbólico es más importante de lo que a veces pensamos, pues sin él no podríamos entender las teo-rías postestructualistas, fenomenológicas o perspectivistas vigentes en la actualidad.

Gracias a los primeros trabajos estructuralistas centrados en la relación entre animales y humanos, hoy podemos responder de forma más acerta-da a la cuestión de por qué los humanos tenemos una actitud ritualizada hacia ciertos animales, o por qué las relaciones sociales entre humanos están influenciadas por normas que condicionan la ingestión de no hu-manos. Después de estudiar etnográficamente por qué ciertos animales son elegidos para objetivar sentimientos e ideas humanas, las cuestiones clave se han ido transformando y redefiniendo.

En los últimos años, la antropología social -tanto la dedicada al estudio de las culturas indígenas como la preocupada por los problemas que aca-rrea la modernidad en las sociedades industrializadas-, se ha interesado

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por estudiar lo que separa y hace diferentes a los seres humanos de los no humanos (animales, plantas, minerales, entre otros). Se trata de averiguar qué lugar ocupa el ser humano en el mundo y si esta posición es compar-tida por otros seres. Gracias a la antropología, y otras disciplinas afines, hoy sabemos que lo que separa a humanos de no humanos no es univer-sal, es una construcción cultural muy variable (Ventura i Oller 2011:127).

La variabilidad en el sistema de clasificación de humanos y no huma-nos es paralela a la gran diversidad cultural respecto a la construcción de la naturaleza. Lejos de ser compartida por todas las sociedades del plane-ta, la naturaleza, construida en oposición a la idea de cultura, es un pro-ducto histórico muy particular. Tal y como se ha esforzado en demostrar Philippe Descola, -quien tuvo que luchar contra el estructuralismo fran-cés anclado en el binario “naturaleza vs. cultura”, reinventando la noción de animismo para dar sentido a modos de relación alternativos-, la gente no solo es diferente en su manera de construir la cultura, sino también en sus naturalezas, la manera de concebir las relaciones entre humanos y no humanos (Descola 2005).

En una línea parecida, Eduardo Viveiros de Castro (1992), ha propues-to el término perspectivismo para un modo de relación que no entra en la perspectiva de naturaleza vs. cultura. Para algunas sociedades indígenas del Amazonas con los que ha estudiado, la naturaleza humana es lo que une a todos los seres (animales y plantas incluidos). Las divisiones que existen entre ellos corresponden con su cuerpo. Un cuerpo que es perci-bido como un medio de comunicación gracias a su capacidad de transfor-mación y metamorfosis. Estas realidades han llevado a Viveiros de Castro a hablar de la existencia de multinaturalezas en la Amazonía, pues no se trata de una naturaleza humana y una diversidad de culturas, como en Occidente, sino de una cultura humana y una diversidad de naturalezas.

Tal como apunta Bruno Latour, tras la obra de Descola y Viveiros de Castro, “now the nature has shifted from being a resource to become a highly contested topic” (Latour 2009:2), en poco tiempo se ha consolidado una nueva manera de ver y entender las relaciones entre humanos y no huma-nos. Este cambio de perspectiva se conoce como el giro ontológico. Una nueva mirada hacia el mundo de las relaciones sociales que nos permite ver cómo, en algunas culturas, la intencionalidad y la consciencia reflexi-

Mònica Martínez Mauri▪Intercambios y diálogos entre aves y humanos

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va no son atributos exclusivamente humanos, sino que pueden también ser compartidos por otros seres del planeta.

Las aves: buenas para pensar, buenas para actuarNumerosas monografías clásicas han documentado la importancia de

las aves en la mitología y la vida ritual indígena (Reichel Dolmatoff 1996; Descola 1986), así como en las sociedades occidentales. Sin ir más lejos, el mismo Claude Lévi-Strauss (1962) analizó la relación que mantenían los franceses con las aves. Según él, las aves están separadas de la sociedad humana, aunque forman una comunidad que es homóloga o se parece a esta. El mundo de las aves es una metáfora del humano, y su denomina-ción –muchas especies son bautizadas con nombres cristianos- se basa en una relación metonímica.

Desde una perspectiva parecida, Marie-Madelaine Davy (1992) ana-liza el lugar que ocupan los pájaros en la cultura europea estudiando su presencia en la Biblia, el arte, la literatura y la simbología religiosa. Tras un exhaustivo trabajo de compilación, Davy considera que en la cultura europea las aves son seres que ocupan un lugar intermedio entre la tierra y el cielo, constituyen modelos de comportamiento y transmiten mensa-jes a las sociedades humanas. A nivel simbólico, su figura se opone a la de la serpiente, caracterizada por la oscuridad y la maldad.

En otros contextos culturales, como por ejemplo en Asia, el estudio cultural de las aves también ha dado estimulantes teorías (Le Roux y Se-llato 2006). El trabajo de Itie Van Hout (1999) en Indonesia analiza su presencia en la producción textil de tres grupos étnicos (Iban de Borneo, los habitantes del este de Sumba y los Atoni de Timor), para comprender su percepción del mundo. Al tratarse de grupos originalmente animistas que creen en un orden cósmico dual, en el que los elementos se comple-mentan y son interdependientes, las aves juegan un papel mediador entre el mundo sobrenatural y el de los humanos. Son ellas las encargadas de predecir el futuro y comunicarse con los espíritus del bajo mundo.

En América Latina, la presencia de las aves en los mitos también ha sido estudiada desde distintos prismas (Moya 1958). En el plano histórico, trabajos como los de Michel Gilonne (1997), han analizado el significado del águila real en la sociedad azteca desde una perspectiva etnozoológica,

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trazando su presencia en los códigos, mitos y simbología. Otros, como Mercedes de la Garza (1995), han documentado el carácter sagrado de las aves entre los mayas.

Desde la etnografía más tradicional, las aves, por ellas mismas, no han captado la atención de muchos antropólogos hasta hace muy poco. Una excepción es la investigación que condujo Marilyn Cebolla Badie (2000) entre los mbya-guarani a finales de la década de 1990, que mostró la im-portancia de conocer la nomenclatura, el sistema de clasificación local y la mitología para comprender las formas de manejo del medio ambiente.

En Panamá este tipo de trabajos son casi inexistentes. Una importante excepción es un artículo de Derek Smith (2010), dedicado a analizar la relación entre las comunidades indígenas aledañas a los ríos Calovebora, Pedregoso, Palmar y Quebrada Larga y las poblaciones de aves. Su tra-bajo mostró la importancia de la captura de aves para estas comunidades buglé.

Las aves, como bien ponen de manifiesto estos estudios realizados en diferentes contextos etnográficos e históricos, son buenas para pensar. Su papel, muchas veces de mediación, permite reflexionar sobre la división del cosmos y el lugar que ocupan los humanos en este. Pero las aves no sólo son buenas para pensar, también lo son para actuar. Prueba de ello es el interés que recientemente han despertado entre los etnocientíficos. En este sentido es necesario mencionar la emergencia de la etnoornitología (Tidemann y Gosler 2012; Vásquez-Dávila y Lope-Alzina 2012). Es decir, una aproximación que intenta ir más allá del estudio de las aves en las culturas y analiza su relación con el arte, usos, lenguajes, formas de vida, diálogos e interacciones en la vida cotidiana. Se trata de una propuesta teórica y metodológica que se interesa por las relaciones amplias entre aves, humanos y otros seres, con el fin de compatibilizar el conocimiento ecológico indígena con el científico en los programas de conservación y gestión del medioambiente (Tidemann y Gosler 2012:9). Tal y como ha argumentado recientemente Mark Bonta, la etnoornitología tiene un gran potencial para promover la conservación de la biodiversidad (Bonta 2012:13).

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Las aves y su representación en la Gunayala de hoyExceptuando algunos trabajos pioneros (Griscom 1932; Marcus y Rol-

dan 1984; Blake y Hall 1984; Paredes y Sucre 1990; Angehr et al. 2006 y Montañez y Angehr 2007), las fuentes documentales sobre las aves de Gunayala son escasas y, para algunas zonas, completamente inexistentes. Es por esta razón que en la primera fase de nuestro proyecto, el ornitólogo George R. Angehr y los guías Euclides Campos e Igua Jiménez realizaron numerosas giras y observaciones de campo2. Tras un año de investigacio-nes contabilizaron 378 especies de aves en el sector de Gardi. En Panamá existen escasos datos acerca de los hábitos de muchas de las aves repor-tadas. Algunas de ellas, como la Guacamaya Verde (Ara ambiguous) o el Batará Moteado (Xenornis setifrons) se encuentran en peligro de extinción. Otras, como el Gavilán Plomizo (Leucopternis plumbea), el Águila Cresta-da (Morphnus guianensis) o el Pavón Grande (Crax rubra) se encuentran amenazadas por la desaparición de su hábitat. Otras, como la Tangara de Monte de Tacarcuna (Chlorospingus tacarcunaeson), son endémicas del área (Angehr y Dean 2010).

El modo en que los guna clasifican a los no humanos que conviven con ellos también ha sido un campo poco explorado por la etnografía panameña. Después de dos años de trabajos en el sector occidental de Gunayala hemos aportado datos relevantes, tanto para las ciencias natu-rales como sociales, documentando el sistema de etnoclasificación de las aves por parte de la población guna contemporánea en relación con su ontología, ritualidad y el manejo de los recursos naturales3. En las líneas

2 George Angehr, Gwen Keller, Igua Jiménez y Euclides Campos realizaron giras ornitológicas en 2010 en Nusagandi, Diur Di, Pingandi, Mandinga y zonas aledañas a la carretera Llano-Gardi. Estas giras se realizaron durante los períodos: del 20 al 26 de enero en el proyecto de Diur Di; el 30 de enero en Nusagandi; del 31 de enero al 3 de febrero en Gardi; del 19 al 26 de mayo en Nusagandi; entre el 1 y el 6 de junio en Pingandí; del 18 al 23 de junio en Mandinga. Las aves fueron identificadas utilizado los siguientes materiales: ipod con bocinas con los cantos de aves, binoculares, libro guía y check-list. En ningún momento se utilizaron redes para capturar especímenes.

3 En el marco del proyecto, los métodos empleados por los investigadores han sido los tradicionalmente utilizados por la etnografía y la ornitología. Hemos compilado historias míticas de las aves y recogido los nombres de estas en dulegaya (lengua guna), trabajando con informantes clave. Es decir, con expertos botánicos y rituales,

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que siguen expondremos muy brevemente algunos resultados de nues-tras investigaciones en el área.

EtnotaxonomíaEn general los gunas suelen prestar mucha atención a las aves. Los que

todavía hoy se dedican a la agricultura y a la caza conocen sus hábitos, cantos y lugares de anidamiento. De las 378 especies de aves identificadas por los ornitólogos, los habitantes del sector de Gardi reconocen un total de 250. Aunque no poseen nombres específicos para cada una de ellas, estas especies corresponden a 156 denominaciones. La gente clasifica principalmente las especies grandes, diurnas y sociales.

Con relación a los criterios de etnoclasificación, los habitantes de Gardi clasifican las aves con base en múltiples criterios que se pueden dividir en tres grandes grupos:

a) Características morfológicas: color, forma o aspectos característicos del cuerpo, tamaño del organismo o de alguna parte de su cuerpo.

b) Observaciones etológicas de las distintas especies: aspectos del comportamiento de determinadas aves percibidos por los humanos.

c) Criterios ecológicos: los más utilizados se refieren al tipo de hábitat o sustrato en el que vive el ave (costa, islas, montañas, río).

En el universo guna no existe la categoría genérica “aves”. Tal y como nos recalcaba el argar (intérprete) Inaiduli de Myria Ubigandub en una de nuestras conversaciones, esta categoría se divide en tres:

intérpretes de la tradición guna y autoridades locales. Durante los meses de enero y febrero de 2010 realizamos una serie de entrevistas en profundidad a: Leonidas Valdés (saila, la autoridad tradicional política y espiritual, de Gardi y ex cacique general, q.e.p.d.), Padre Ibelele Davies (intérprete de la tradición guna, sacerdote católico, q.e.p.d.), argar (intérprete) Inaiduli de Myria Ubigandup, argar (intérprete) Alberto Vázquez (de Ailidup), argar (intérprete) Rafael Harris de Myria Ubigandup, botánico Rubén Tejada de Myria Ubigandup, Kandur Dummat (de Myria Ubigandup), Tito López (saila de Gardi Sugdup), Claudio López (q.e.p.d), Avelino Pérez, Delfino Davies y Vicente González (comuneros de Gardi Sugdup). Estas entrevistas fueron realizadas en cuatro giras efectuadas entre enero y febrero de 2010. En dos giras posteriores (de julio a agosto y de septiembre a octubre de 2010) la autora se dedicó a revisar las transcripciones y traducciones con los entrevistados y a corregir las listas provisionales que recogían los nombres de las aves en dulegaya (lengua guna). Durante este proceso se contó con la inestimable ayuda de Evelio López.

Mònica Martínez Mauri▪Intercambios y diálogos entre aves y humanos

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1. Sigwi: animales voladores relativamente pequeños, ágiles y rápidos. En general no son comestibles. A este grupo pertenecen aves como: burin (Tangara Azuleja, Thraupis episcopus), alina (Tangara Escarlata, Piranga olivacea) y nirbaibaie (Mosquero Social, Conopias albovittata).

2. Uludga: animales de grandes dimensiones, que vuelan a gran altura y se alimentan de animales muertos o gusanos. Generalmente este tipo de aves no son consumidas como alimento por los humanos. A modo de ejemplo como integrantes de este grupo podemos citar: mursib (Gallinazo Rey, Sarcoramphus papa), suluba (Halcón-montés Dorsigris, Micrastur mi-randollei) y uedgo (Halcón Reidor, Herpetotheres cachinnans).

3. Nuu: animales con poco vuelo, de dimensiones medianas, aprecia-dos por su carne, como por ejemplo pavas, patos o palomas. Ejemplos de este grupo son: nuu gibdur (Paloma Escamosa, Patagioenas speciosa), gwama (Pava Crestada, Penelope purpurascens) y sigli (Pavón Grande, Crax rubra)

Ontología¿Qué significa ser humano para los gunas? ¿Qué lugar ocupa el ser

humano en el cosmos? ¿Qué relación mantienen los no humanos con los seres humanos? Estas son algunas de las preguntas que intenta responder una aproximación ontológica a la cultura guna. La ontología nos introdu-ce al estudio de las múltiples formas de relación de los seres humanos con sus ambientes.

En la Gunayala de hoy, al igual que hace decenas de años, las relacio-nes entre los no humanos -así como las relaciones entre los humanos y los no humanos-, son equiparables a las relaciones que mantienen los huma-nos entre sí. Es por ello que, en este caso, podemos hablar de la presencia de un sistema animista, que distribuye a humanos y no humanos en tan-tas especies “sociales” como formas-comportamientos existen (Descola 2005:346 a 356). Las especies dotadas de una interioridad análoga a la de los humanos viven en el seno de colectivos que poseen una estructura y propiedades idénticas: se trata de sociedades completas, con jefes, con chamanes, con rituales, entre otros.

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De entre los modos de relación posibles que cita Descola (2005) -tales como intercambio, depredación, don, producción, protección, transmi-sión- los gunas mantienen relaciones potencialmente reversibles (inter-cambio, depredación, don) con estos colectivos no humanos. En este caso, dar, tomar, intercambiar, suponen el movimiento de un valor entre dos términos del mismo estatuto ontológico.

En el Bab Igar (“El camino del padre”: una compilación de historias míticas que guía al pueblo guna en su andar cotidiano), las aves ocupan un papel muy destacado. Wagibler, uno de los poderosos ocho neles (cha-manes) que estudiaron la obra de Baba (el padre), se dedicó a entender el mundo de las aves viajando a Billibage (la octava capa que forma el mun-do). Allá pudo ver cómo vivían y se organizaban estos seres.

Los gunas, siguiendo las enseñanzas de Iberogun -una de las figuras más importantes del Bab Igar-, y recordando lo que les explicó el nele Wa-gibler a su regreso de Billibage, sostienen que cuando morimos el cuerpo se pierde pero nuestro espíritu perdura. Cuando alguien muere, el espíri-tu del difunto es acompañado por los masardulegan (unos espíritus guías) a la morada de Baba. Al igual que los humanos, las aves también tienen la capacidad de revivir en otro lugar. Si cuando muere su cuerpo es preser-vado, enterrado y no se tira al mar, puede continuar su existencia espiri-tual en la morada de su Baba.

Los gunas suelen compartir el espacio doméstico con algunas especies de aves. Unas de las más comunes son los gwili (Perico Barbinaranja, Bro-togeris jugularis). Las cuidan muy bien: les brindan alimento diariamente y cuando mueren, les dan sepultura. Humanos y no humanos comparten la vida del presente y también estarán juntos en la vida que vendrá tras la muerte y el entierro.

Pero aves y humanos no sólo comparten el espacio, también intercam-bian símbolos, se comunican. Tal y como sostenía Leonidas Valdés Kan-tule, cacique general guna durante la década entre los años 1980 y 1990:

“el gigga [Piaya cayana], cuando alguien pasa por el monte, avisa que

alguien viene. Gigga puede prevenir a un cazador de que viene el saíno

o un ñeque. La gente dice que cuando gigga canta, viene un nia [diablo].

Hay árboles que tienen espíritu al igual que el suelo que pisamos. A ve-

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ces estos espíritus salen para conversar con nosotros, gigga se encarga

de avisarnos si salen” (entrevista a Leonidas Valdés [q.e.p.d], Igodub,

Gunayala, realizada el 3 de febrero de 2008, traducción de la autora).

Los humanos y las aves no sólo se comunican durante los estados de consciencia, también lo hacen en sueños. En algunas ocasiones, como pasó a uno de nuestros amigos e informantes de Gardi Sugdup, Clau-dio López (q.e.p.d), una noche un dulu (Psarocolius wagleri) le mostró un nuevo diseño para una cesta que estaba terminando. Ello constituye un ejemplo de que la comunicación entre humanos y no humanos trasciende los espacios de la vida consciente y puede favorecer la adquisición de nue-vas habilidades.

Ritualidad Las aves están muy presentes en la vida ritual guna. Según el testimo-

nio de Igualiginya, también conocido como Gandur Dummad de Myria Ubigandub, es indispensable para la realización de la ceremonia de pu-bertad de las jóvenes gunas la inna (chicha fuerte). Las 16 personas, hom-bres y mujeres, que participan en la ceremonia del gammu4, previa a la elaboración de la chicha, deben comer determinadas aves. Según Iguali-ginya, “Bab Dummad envió al Pavón, sigli [Crax rubra], para ser alimento en esta ceremonia. Bab Dummad envió también a sigli hembra, y luego envió a la iguana para combinar el alimento. Existen aves que no se pue-den comer, no son para gammu, pues se trata de aves que llegaron con alguna dificultad, con una enfermedad”. Durante esta fase de preparación de la ceremonia solo se pueden comer 12 tipos de aves.

Una vez superada la fase inicial, el ave que adquiere un gran simbolis-mo durante la celebración de la chicha fuerte es la paloma. Según Igua-likinya: “Ella alimenta al gammu y el gammu alimenta a las palomas, los gammu no pueden existir sin las palomas. Estas aves están relacionadas con las niñas, son las que las guían en su proceso de paso a la adolescen-cia”.

4 La ceremonia del gammu se refiere al momento previo al canto de la chicha donde los especialistas rituales se preparan.

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La ceremonia de la inna mudigid (chicha fuerte de un día) finaliza con el sacrificio de una gallina o gallo y la danza de culminación (guiled). Según la tradición,

“Nuestros padres dicen que allá arriba están los nibar, las hembras de

los espíritus guardianes, ellos son los que despertarán a las niñas en la

madrugada y dejarán que se alimenten de esta gallina allá arriba. Sin

gallina o gallo tampoco se puede realizar esta ceremonia, sin su presen-

cia puedes crear un problema para el gandur o para la niña. La gallina

ofrece su espíritu (burba) a las niñas en esta ceremonia. El gallo le canta

ocho veces, en la madrugada todas las gallinas cantan ocho veces. Su

canto aporta mucho conocimiento a las niñas, por eso después de sacri-

ficarla se le da de comer a las niñas, este es el sentido de su participación

en esta ceremonia” (entrevista a Igualiginya, Myria Ubigandup, reali-

zada el 25 de enero de 2010).

El pelícano es otra de las aves que intervienen en la ceremonia de la chicha fuerte. Los muchachos que danzan durante la fiesta y en el mo-mento del baile final (guiled), utilizan collares confeccionados con huesos de pelicano para “producir emoción y despertar” a los participantes en la ceremonia.

Uso de los recursos naturalesMuchas de las aves que habitan los bosques y costas de Gunayala es-

tán sujetas a restricciones alimentarias o pueden ser ingeridas para sanar o adquirir alguna habilidad. Tal es por ejemplo el caso de la gigga (Cuco Ardilla, Piaya cayana), quien además de anunciar la presencia de seres malvados, tiene un uso medicinal. Como nos decía Leonidas Valdés, sir-ve “para aumentar el conocimiento, para estudiar y ser inteligente, pero puede ser malo si se utiliza indebidamente”. Muchas otras aves permiten adquirir habilidades a los humanos. Algunos ejemplos son: nele dodoggwa (Garza Verde, Butorides virescens) y wabu (Águila Pescadora, Pandion ha-liaetus), cuya ingestión permite a los hombres mejorar sus dones de pesca, o mula (Gallinazo Cabecirojo, Cathartes aura) que favorece la caza.

Las restricciones -denominadas ised-, además de otros factores como

Mònica Martínez Mauri▪Intercambios y diálogos entre aves y humanos

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la ritualidad, no solamente estructuran la relación de los humanos con los animales, sino que también condicionan su uso. En algunos casos favore-cen su conservación, mientras que en otros provocan un uso más inten-sivo. Por esta razón, son factores a tener en cuenta a la hora de planificar programas de conservación en zonas indígenas.

Conclusiones

Reconstruyendo las etnotaxonomías gunas en relación a la avifauna, recopilando los nombres de las aves en dulegaya y prestando atención a su presencia en la vida ritual y mitológica, hemos acumulado una serie de informaciones que nos permiten reflexionar sobre la relación entre hu-manos y no humanos en las sociedades amerindias. Al documentar el significado que tienen los pájaros en los cantos, su uso como alimento, mascota o medicina, o al observar los distintos roles de las aves en la vida en el monte −como compañeros protectores de los humanos o mensa-jeros de alegrías e infortunios−, hemos constatado que entre los gunas las fronteras entre naturaleza y cultura se perfilan bajo las premisas del animismo (Descola 2005).

A modo general constatamos que las aves en el mundo de los gunas suelen presentarse como protectores de los humanos, tienen un papel protagónico tanto en los mitos de creación del mundo como en el Bab Igar, y están vinculadas a un buen número de tabúes sobre su consumo, que deben ser observados para vivir en equilibrio con los no humanos: un rasgo típicamente animista.

En la Gunayala de hoy, la comunicación y el intercambio no sólo se realiza entre humanos; trascienden las fronteras impuestas por el dua-lismo cartesiano y afectan por igual a humanos y no humanos. Las aves informan a los humanos de peligros y les transmiten habilidades; los hu-manos las alimentan y, si mueren, les dan sepultura para que puedan llegar a la morada de su creador. La humanidad guna no está restringida a las relaciones intraespecie; los gunas mantienen relaciones típicamente humanas con seres que, según la ontología que rige el mundo occidental, no lo son.

Aunque parezca un tanto sorprendente, en este mundo globalizado en el que vivimos, el animismo continúa condicionando las relaciones

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entre humanos y no humanos en sociedades como la guna. Pensamos y actuamos sobre los no humanos desde la posición que ocupamos en el cosmos. Sin embargo no debemos olvidar que esta posición también está condicionada por factores políticos y económicos. A modo de conclusión, creo pertinente evocar una anécdota personal que aconteció en la comu-nidad de Gardi Sugdub para reflexionar sobre la reconceptualización de las ontologías en función del contexto político.

Todo pasó una mañana de enero del año 2008, cuando llegaron a la co-munidad tres turistas españoles arrestados por los vigilantes del Congre-so General Guna. Los turistas fueron sorprendidos arponeando peces en los arrecifes de coral. Tras explicarles que los extranjeros no podían pescar en las aguas de la comarca, los gunas les confiscaron el equipo de pesca y los trasladaron a la comunidad de Gardi Sugdub, donde por casualidad se encontraba el saila dummad (cacique general) Gilberto Arias. Una vez allí, les leyeron el artículo 43 de la Ley Fundamental de la Comarca de Gu-nayala según el cual “Los recursos naturales y la biodiversidad existentes en la Comarca Gunayala se declaran patrimonio del Pueblo Guna. Su aprovechamiento, protección y conservación se realizarán como lo dispo-nen las prácticas tradicionales establecidos en el Estatuto de la Comarca”. Las autoridades de la comarca argumentaban ante los turistas que los extranjeros no podían pescar, ni cazar, ni recolectar plantas o frutas en la comarca porque eran patrimonio del pueblo guna.

Esta patrimonialización de los no humanos me hizo pensar en Tam-biah. Recordé un artículo suyo (Tambiah 1969:457) en el que afirmaba que las culturas y los sistemas sociales no son sólo para ser pensados, sino para ser vividos. El gran desafío para la antropología de hoy es pensar las relaciones entre humanos y no humanos en las sociedades amerindias teniendo en cuenta que para el sistema económico dominante, el capi-talismo, estos seres son conceptualizados como recursos naturales que pueden ser protegidos, comercializados o patentados.

AgradecimientosNuestros agradecimientos van dirigidos a los comuneros de Gardi

Sugdub, el Congreso General Guna, la Secretaría de Turismo del Con-greso General Guna, el Instituto de Investigaciones y Desarrollo Integral

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de Gunayala (IIDIGY), Sociedad Audubon, Leonidas Valdés (q.e.p.d.), Padre Ibelele Davies (q.e.p.d.), Claudio López (q.e.p.d.), Alberto Vázquez (Ailidub) argar Inaiduli, Rafael Harris, Rubén Tejada, Gandur Dummad (Myria Ubigandub), Tito López (Gardi Sugdub), , Chani Morris (Coibita), Evelio López, Avelino Pérez, Delfino Davies, Vicente González y Leo-vigildo Rivera (Gardi Sugdub).

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Canto Rodado▪8:59-74, 2013▪ISSN 1818-2917

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Interdependencia socioeconómica y desarrollo en las sociedades cacicales El caso del valle del río Parita, Región Central de Panamá*

Mikael J. Haller St. Francis Xavier University, [email protected]

Palabras Clave: Cacicazgos, desigualdad social, Panamá.

ResumenLa aparición y el desarrollo de la desigualdad social en el mundo ha sido

un tema central en la literatura antropológica, ya que aborda un cambio

fundamental en la historia de la humanidad. Utilizando la misma línea

de investigación, examinamos el cambio social en el valle del río Parita

y cómo ciertas actividades socioeconómicas influyeron en la aparición de

una jerarquía social en dicho valle. En concreto, se analiza la relación entre

los episodios de cambio social y los siguientes factores: la organización so-

ciopolítica, la especialización artesanal e interdependencia económica, y el

control y la movilización de recursos de subsistencia. Los resultados de este

proyecto sugieren que la existencia de cacicazgos con grandes disparidades

en la riqueza y el poder, como fue detallado por los cronistas en el siglo

dieciséis en Panamá, no era exactamente el caso del valle del río Parita. Por

otro lado, encontramos más autonomía socioeconómica de la que se pen-

saba. La desigualdad social existió, claramente, pero el estatus de las élites

no se basó particularmente en el control de la economía local, sino que se

basó en la política y la manipulación de las relaciones socioeconómicas. De

hecho, no se debe asumir la existencia de un poder de élite como tal, sino

* Recepción: 14/08/13 Aceptación: 13/09/13

Mikael J. Haller▪Interdependencia socioeconómica y desarrollo en las sociedades cacicales

60

que las relaciones sociales se entienden mejor como una constante nego-

ciación entre los diferentes grupos sociales del valle.

Keywords: Chiefdoms, Panama, social inequality.

AbstractThe emergence and development of social inequality around the world

has been a central theme in the anthropological literature as it addresses a

key change in human history. Using similar lines of inquiry, we have inves-

tigated social change in the Parita river valley using several different scales

of analysis. Within the Parita river valley research zone, there is evidence

of human settlement spanning the Paleoindian Period continuously up to

Spanish colonization. This research zone, therefore, provides an excellent

opportunity to examine societal development over long periods of time.

Through a program of surface collections and small-scale excavations at

several second and third-order archaeological sites, we compare our re-

sults to previous works at the valley’s chiefly center and information from a

systematic regional survey. Here, we examine how certain socioeconomic

activities influenced the emergence of a social hierarchy in the Parita river

valley. More specifically, we examine the relationship between episodes of

social change and the following factors: sociopolitical organization, craft

specialization and economic interdependence, and control and mobiliza-

tion of subsistence resources. The results of this project suggest that the ex-

istence of chiefdoms with great disparities in wealth and power, as detailed

by the chroniclers in the sixteenth century for Panama, was not exactly the

case for the Parita river valley. On the other hand, we have found that there

was more socioeconomic autonomy than previously thought. Social ine-

quality did exist, but elite status was not based securely in the control of the

local economy, but relied on politicking and manipulating elite socioeco-

nomic relationships. In fact, elite power should not be assumed, and social

relations are best understood as a constant negotiation among the valley’s

different social groups. This research project addresses similar concerns

to those regional specialists investigating the formation of complex socie-

ties from other parts of the world. Therefore, in examining our database of

archaeological information from Panama, we address important anthro-

Canto Rodado▪8:59-74, 2013

61

pological questions in understanding the relationship between social com-

plexity and the control and manipulation of socioeconomic status.

Mikael J. Haller▪Interdependencia socioeconómica y desarrollo en las sociedades cacicales

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Un tema central en la literatura antropológica es la desigualdad so-cial; su aparición y desarrollo constituye un cambio fundamental en la evolución sociocultural (Flannery y Marcus 2012). Siguiendo la misma línea de investigación, este proyecto aborda situaciones similares a las de los especialistas regionales, que investigan la formación de las socie-dades complejas a partir de ejemplos de otras partes del mundo. En este artículo investigamos las sociedades complejas del valle del río Parita, específicamente desde un punto de vista de los sitios secundarios, y exa-minamos sus actividades socioeconómicas. Nuestros resultados sugieren que la existencia de sociedades con mucha disparidad en la riqueza y el poder detallada por los cronistas, no fue exactamente el caso en el río Parita, donde encontramos aldeas que eran, socioeconómicamente, más autónomas.

Panamá prehispánicaLa erradicación, aculturación y migración de los nativos panameños,

como resultado directo de la colonización española en el Istmo, han limi-tado nuestro conocimiento de las sociedades indígenas de Panamá, es-pecialmente en la Región Central (Haller 2010). Mucha de la información de las sociedades indígenas en Panamá cae en dos categorías: textos et-nohistóricos (Andagoya 1865; Fernández 1944; De Espinosa 1994; Jopling 1994) y descripciones de contextos de entierros de personas de alto rango social (Lothrop 1937, 1942; Mason 1941; Briggs 1989; Hearne y Sharer 1992). Ambas categorías han dejado implícita la existencia de sociedades de rango con mucha disparidad de riqueza y poder.

Hoy en día, hay pocos pueblos indígenas en la Región Central de Pa-namá, especialmente en la península de Azuero; por eso, la arqueolo-gía no solo tiene el potencial de recuperar esta información perdida, sino también de convertirse en una voz de estos pueblos del pasado y de sus descendientes modernos. A pesar de ciertos trabajos arqueológicos re-cientes que se enfocan en importantes asuntos socioeconómicos, todavía el conocimiento público y académico del Panamá prehispánico está muy influenciado por estas dos fuentes principales de analogías, especial-mente fuera del territorio panameño (ver por ejemplo Marcus y Flannery 1996:100).

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Por tal razón diseñamos este proyecto titulado Proyecto arqueológi-co río Parita (PARP), para investigar intensamente el cambio socioeco-nómico utilizando escalas diferentes de análisis. Dentro de la zona del río Parita, hay evidencia de asentamientos humanos a partir del período Paleoindio, continuando hasta la colonización española. Esta zona de in-vestigación es, por lo tanto, una excelente oportunidad para examinar el cambio social durante largos períodos de tiempo. A través de un progra-ma de recolección de superficie y excavaciones a pequeña escala en varios sitios arqueológicos de segundo y tercer orden, comparamos nuestros re-sultados con trabajos previos en el valle, principalmente investigaciones del centro cacical y el reconocimiento sistemático regional.

Reconocimiento sistemático regional Para investigar las sociedades complejas, realizamos un reconoci-

miento sistemático regional (Haller 2008) y documentamos 1.700 años de cambio social en un área de 104 km cuadrados en el valle del río Parita (Figuras 1 y 2). Hicimos una cobertura total del área de investigación. Los grupos de reconocimiento caminaban en paralelo al mismo tiempo y mantenían la distancia de 25 m entre sí, examinando la superficie en busca de restos arqueológicos. Cuando encontrábamos un área de con-centración de artefactos, dividíamos el sector en unidades separadas de recolección de aproximadamente una hectárea donde cada unidad tuvo una muestra representativa. Los sitios mayores a una hectárea tuvieron más unidades y más muestras de artefactos. Para evaluar mejor la variabi-lidad cronológica dentro del sitio, las unidades de recolección se limitaron a un máximo de una hectárea. Al final del reconocimiento identificamos un total de 378 sitios y analizamos 1.265 unidades de recolección en la zona de investigación. Después de identificar las fechas de los artefactos de nuestras muestras, pudimos reconstruir un patrón de asentamientos y cómo éste cambiaba.

Determinamos que hay dos momentos críticos de cambio social en la aparición de estas sociedades. Al principio de la fase cerámica Cubitá (550 a 700 d.C.), se percibe un aumento de la población junto con la apari-ción de un centro cacical (sitio He-4; Figura 2) que dominaba el valle con una jerarquía de asentamientos. El segundo cambio crítico concierne a

Mikael J. Haller▪Interdependencia socioeconómica y desarrollo en las sociedades cacicales

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Figura 2. Límites del reconocimiento del río Parita, pueblos modernos y sitios arqueoló-

gicos.

Figura 1. Región Central de Panamá con los sitios arqueológicos mencionados en el texto.

(Fuente: Linares 1977: Figura 3, con información agregada por el autor)

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la aparición, durante la fase cerámica Macaracas (900 a 1100 d.C.), de un sistema de asentamientos bien integrado (Drennan y Peterson 2004), y a la presencia de entierros con artefactos de prestigio en el bohío, o centro cacical del sitio He-4 (Ladd 1964; Bull 1965). Ambos sugieren la existencia de complejidad social y de una forma de rango social en el valle (Haller 2008:113).

Con los resultados obtenidos del reconocimiento sistemático regional del río Parita, podemos responder a muchas de las preguntas de la inves-tigación, pero existen algunos temas que necesitan mayor clarificación. Parece que el desarrollo de cacicazgos en este valle fue influido por el control e intercambio de manufacturas locales, regionales y macro regio-nales (Haller 2008). Sin embargo, no hay evidencia de que factores tales como la guerra, la presión de la población, el intercambio de objetos a lar-ga distancia, o que el control directo de recursos de subsistencia contribu-yeran a la aparición de rangos sociales (Haller 2008). Descripciones etno-históricas de la existencia de conflicto entre caciques, en torno a grandes cantidades de comida que estaban almacenadas en los bohíos (tal vez en forma de tributo), sugiere que la intensa rivalidad entre cacicazgos influyó en el desarrollo de la complejidad social. Por eso, fue necesario investigar más a fondo sobre cómo la manipulación de la economía, la movilización de recursos de subsistencia y la rivalidad de estatus, afectaron la aparición y el desarrollo de cacicazgos en la Región Central de Panamá.

Sitio He-4, el centro cacicalSe determinó que los dos momentos críticos para el desarrollo del ca-

cicazgo fueron la fase cerámica Cubitá (550 a 700 d.C.) -donde emerge una jerarquía de asentamientos- y la fase cerámica Macaracas (900 a 1100 d.C.), con la presencia de entierros de alto rango social en el sitio He-4. Si la intensificación de la producción artesanal y la acumulación y movi-lización de recursos de subsistencia hubiesen contribuido al desarrollo de la complejidad social en el valle del río Parita, habría evidencia de ello previa a los momentos críticos de cambio social y no después. Estudios diacrónicos de las estrategias de producción y la adquisición de los recur-sos socioeconómicos permitirían un análisis de cómo estos influyeron en el surgimiento y desarrollo de una sociedad compleja en esos momentos

Mikael J. Haller▪Interdependencia socioeconómica y desarrollo en las sociedades cacicales

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críticos. Además, deberíamos ver una concentración de estas actividades en el sitio He-4, que muestra la mejor evidencia para dilucidar la cuestión del rango social en el valle; o percibir un patrón intersitio de la producción y adquisición de artículos, que sugiera que diferentes hogares en el mis-mo sitio tenían acceso diferencial a los recursos socioeconómicos impor-tantes. Investigamos el sitio He-4 mediante un reconocimiento intensivo y excavaciones posteriores de un metro por un metro (e incluso algunas excavaciones más amplias), con el objeto de evaluar la influencia de la producción artesanal y el uso de espacio ritual en el desarrollo de las so-ciedades complejas (Menzies 2009; Locascio 2010).

Las investigaciones de Menzies (2009) revelaron que los hogares de alto estatus tenían mayor acceso a productos manufacturados; existe evidencia de su fabricación y se encuentran más cerca a los montículos mortuorios del sitio. Desde nuestra interpretación de los datos, hemos argumentado (Menzies y Haller 2012a) que las actividades que requie-ren ciertos cinceles de piedra pulida y azuelas (por ejemplo la orfebrería), fueron incorporadas en las casas de élites en el centro cacical He-4 entre los años 900 y 1522 d.C. Como estrategia sociopolítica, la incorporación de la producción dentro de los hogares de élite es una vía para garantizar el acceso a objetos de prestigio, cuando la demanda de estos productos es alta y la competencia sociopolítica es particularmente intensa (Costin 2001:300). Parece evidente que esta estrategia era atractiva para las élites del sitio He-4, como consecuencia de la caída de un poderoso cacicazgo en Coclé (basado en Sitio Conte y en el sitio residencial de Cerrezue-la) después del año 900 d.C. (Menzies y Haller 2012a:128; ver Figura 1). Mientras que la producción doméstica de los comuneros en el sitio He-4 no cambió mucho para ese tiempo, parece que el estatus de artesanos de élite habría estado relacionado con la producción de artículos de prestigio, para el consumo por parte de miembros de alto rango y de sus propios linajes.

Durante excavaciones más extensas, Locascio (2010) encontró basu-reros al lado del cementerio, asociados con los hogares de alto estatus, que contenían una gran cantidad de fauna de mayor calidad. Locascio (2010:120) sugiere que las élites del He-4 hicieron banquetes comunales durante rituales mortuorios. La proximidad de los hogares de élite a este

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espacio ritual y su asociación con las actividades comunales, habría legi-timado su rango social y habría sido una oportunidad para aumentarlo. Locascio (2010:121) cree que el incremento de estos banquetes comuna-les, fue también una oportunidad para unificar a los habitantes del valle del río Parita en una comunidad integrada, y demostró la capacidad de las élites para movilizar y mantener la integración y la colaboración comunal.

Los sitios de segundo y tercer ordenPara entender más claramente la influencia de la producción incorpo-

rada de la artesanía y los rituales comunales en el desarrollo de las socie-dades complejas, necesitamos investigar los sitios de segundo y tercer or-den en el valle del río Parita, utilizando los mismos métodos que usamos en el sitio He-4. Específicamente, queremos determinar si la mayor parte de la producción artesanal en la zona investigada ocurría en el centro He-4, y si el control de la producción fue una vía utilizada por grupos o por individuos para adquirir prestigio socioeconómico. Por tal razón, exa-minamos de qué manera los rituales de banquetes e intercambios -junto con otras actividades socioeconómicas- ayudaron a la integración de los asentamientos en el valle.

Investigamos un total de seis sitios de segundo orden y uno de tercer orden mediante recolecciones superficiales, pruebas de pala, y sondeos; una estrategia basada en la metodología del reconocimiento del valle (Haller 2008) y el reconocimiento intensivo del sitio He-4 (Menzies 2009). En total realizamos 371 pruebas de pala para identificar los límites de los sitios y para ubicar zonas de artefactos (basureros), que abordamos con excavaciones más amplias. Escogimos cuatro sitios para investigar inten-sivamente con un total de 44 excavaciones de un metro por un metro. Los cuatro sitios investigados están en el aluvión, en diferentes zonas de los límites del reconocimiento (Sitios 48, 54, 174 y 278 [He-2]; Figura 2).

Material lítico. La colección lítica de los sitios de segundo orden está enfocada en una tecnología con un uso poco eficiente de la materia prima, debido a su abundancia local. Las lascas de desecho y las lascas reutili-zadas constituyen el 65 por ciento de la muestra y los núcleos el ocho por ciento. En términos de las categorías funcionales, las lascas reutilizadas,

Mikael J. Haller▪Interdependencia socioeconómica y desarrollo en las sociedades cacicales

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las hojas y los raspadores constituyen aproximadamente el 10 por ciento del conjunto lítico del sitio He-2. Estas herramientas habrían sido impor-tantes para una amplia variedad de tareas domésticas (como cortar, pre-parar piel de animales y trabajar madera). Otras herramientas utilizadas para actividades de manufactura incluyen taladros, que corresponden al uno por ciento de la muestra de herramientas. También se encontraron variedades de hachas, tales como hachas en forma de pera y hachas tra-pezoidales, junto con pequeñas lascas producto de su factura. Todas estas herramientas habrían sido importantes para el trabajo agrícola y para el trabajo con madera; y probablemente constituyeron una parte importante de los conjuntos de herramientas domésticas. La tipología de las herra-mientas y los patrones de consumo de materias primas sugieren que la población de los sitios de segundo orden se centraba en la producción de herramientas desechables, con una tendencia hacia el uso de materias primas localmente disponibles y escaso énfasis en su conservación. Al parecer los habitantes de los sitios de segundo orden producían todo lo que necesitaban para sus actividades domésticas.

Material malacológico. En los sitios de segundo orden obtuvimos en total más de 15.000 fragmentos de conchas. La diversidad de especies en la muestra sugiere que los habitantes las obtuvieron en diferentes hábitats (fauna malacológica de tierra, de río, de manglar, y de océano), pues los sitios se ubican cerca de la mayoría de estos entornos. Sin embargo, el sitio 54 en la zona alta (Figura 2), tiene poca fauna malacológica, proba-blemente a causa de su ubicación lejana del mar. También recuperamos artefactos de concha (por ejemplo pendientes), y algunos fragmentos con cortes que posiblemente son evidencia de su producción. Al parecer, los habitantes obtuvieron directamente los productos malacológicos que ne-cesitaban para usarlos como alimento y/o materia prima en la producción de pendientes y otros adornos.

Fauna. Recuperamos huesos de fauna de una gran variedad de anima-les procedentes de diferentes zonas ambientales. Por ejemplo, la pobla-ción del He-2 consumía una variedad de animales que incluía pescados, aves, mamíferos y reptiles (como la iguana). Sin embargo, la mayor parte

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de la carne provenía del Venado de Cola Blanca, que tiene de ésta una gran cantidad disponible. Lo que no hemos podido dilucidar hasta ahora es cómo se conseguían estos animales. En otras palabras, si fueron caza-dos directamente o conseguidos indirectamente por redistribución, du-rante un banquete o durante las balserías (ceremonias rituales indígenas de intercambio y juegos).

Entierros. Encontramos tres entierros durante las excavaciones en He-2. Ello nos dió la oportunidad de investigar el carácter de los rituales funerarios en sitios secundarios, en oposición a las tumbas elaboradas, como en el caso de Sitio Conte, El Caño o He-4 (Cooke et al. 2003; Mayo et al. 2010; Menzies y Haller 2012b). También nos permite definir su rol en la auto definición de la población asentada en el valle del río Parita. Definimos este lugar como un cementerio debido al hallazgo de tres indi-viduos concentrados en un espacio reducido (dos metros por tres metros) y dispuestos ordenadamente (percepción de espacio ritual), lo que lo hace similar a otros sitios fúnebres prehispánicos de Panamá. El cementerio fue utilizado desde el año 550 hasta el 1300 d.C. y en este encontramos un niño, un subadulto masculino y un adulto joven masculino, todos con algunos artefactos asociados. El subadulto fue fechado para la fase Cubi-tá/Conte (550 a 900 d.C.), asociado a artefactos tales como fragmentos de cerámica, una piedra pulida, restos de líticos y una vértebra de tiburón. El niño fue fechado para la fase Macaracas/Parita (1000 a 1300 d.C.). Asocia-do a él se encontró una vasija completa y, situado cerca de las costillas del individuo, se encontraron tres dientes humanos perforados por las raíces que probablemente fueron parte de un collar. El adulto joven fue fechado para la fase Parita (1100 a 1300 d.C.), asociado a tres vasijas sencillas. Los artefactos mortuorios no presentan el mismo grado de elaboración que existe en el resto de la Región Central de Panamá, pero algunos consti-tuyen objetos especiales que no han aparecido en contextos domésticos. Durante una larga temporada, este conjunto configuró un espacio formal para los rituales funerarios de los habitantes de He-2. Su presencia sugie-re que todos los sitios secundarios tuvieron un espacio ritual en su propia comunidad y que no necesitaban depender exclusivamente del sitio He-4.

Mikael J. Haller▪Interdependencia socioeconómica y desarrollo en las sociedades cacicales

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ConclusionesLa evidencia reveló que la población de los sitios de segundo orden

tuvo acceso a muchos recursos y produjo la mayoría de sus herramien-tas y productos, lo que favoreció su autonomía económica. No es eviden-te que las élites de He-4 controlaran completamente el intercambio de recursos o productos entre la población del río Parita. Es probable que las élites estuvieran involucradas en la producción de ciertas artesanías y fueran sus consumidores principales (Menzies y Haller 2012a). Los ar-tefactos mortuorios del sitio He-2 no son tan elaborados como los que se encuentran en los entierros de Sitio Conte, El Caño o He-4. Sin embargo, la presencia de los entierros sugiere que los rituales funerarios fueron una actividad importante para los sitios pequeños y no solo por las élites. La profundidad temporal de casi 800 años, presente en el conjunto de en-tierros, indica que el espacio sagrado fue un elemento fundamental en la organización de esta comunidad. Dicho espacio nos permite observar la variabilidad de rituales mortuorios en el valle del río Parita y sugiere -en conjunto con la socio-economía autónoma de los sitios secundarios- que hubo más negociación en las relaciones sociales entre comunidades que un control directo.

Las descripciones etnohistóricas de la existencia de conflicto entre ca-cicazgos y su relación con los excedentes alimenticios almacenados en los bohíos (tal vez en forma de tributo), permiten deducir que la rivalidad intensa entre cacicazgos influía en el desarrollo de la complejidad social. Al parecer, en la aparición y el desarrollo de cacicazgos en la Región Cen-tral de Panamá, influyó más una situación socioeconómica semejante a la balsería -donde las élites usaban el banquete como vía para adquirir prestigio (Jessome 2008)-, que la mera manipulación de la economía, la movilización de recursos de subsistencia y la rivalidad de estatus. Por otro lado, es importante tomar en cuenta que podría haberse tratado de un conflicto, tanto entre comunidades del mismo cacicazgo como entre caci-cazgos. Además, la combinación de banquetes, balsería, funerales, ofreció una oportunidad a la población de participar en actividades comunales y con ello conformar una identidad integral (Locascio 2010). Estas activida-des también fueron una oportunidad para los líderes, donde mostraban su generosidad y adquirían prestigio. Los rituales comunales en el sitio

Canto Rodado▪8:59-74, 2013

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He-4 y en los sitios secundarios, podrían haber jugado un rol en la ne-gociación durante el aumento de la desigualdad social y la tensión que se produjo en la fase Cubitá, un tiempo crítico de cambio social en la Región Central de Panamá.

Agradecimientos Nuestras investigaciones fueron patrocinadas por la Fundación Nacio-

nal de la Ciencia (NSF) de los EE.UU. (No. 0139005, No. 0612859), de fon-dos del Concejo de Investigaciones de las Ciencias Sociales y de las Hu-manidades de Canadá (SSHRC) (No. 752-2005-0531, No. 410 2007 1633, No. 756-2010-0298, y una beca para instituciones pequeñas administrada por STFX), del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Centro Uni-versitario de Estudios Internacionales de la Universidad de Pittsburgh. Agradecemos la ayuda en el laboratorio del Licenciado Luis Sánchez, la Licenciada Claudia Díaz, la Dra. Diana Carvajal (Universidad Externado de Colombia), Minerva Pérez (Llano Largo), el Licenciado Máximo Jimé-nez y Conrado Tapia (Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropica-les). También agradecemos a Ismael García (INAC) por su ayuda en la organización de este proyecto y los del futuro. Nuestros agradecimientos al Licenciado Carlos Fitzgerald, el Dr. Tomás Mendizábal, el Arquitecto Domingo Varela, la Licenciada Linette Montenegro y el arquitecto Jai-me J. Zárate (INAC) por los permisos para realizar estas investigaciones. Gracias por la ayuda del Museo Herrera en Chitré y a la Fundación para la Ayuda de Estudiantes Pariteños (FADEPA) por permitirnos divulgar al público general los resultados del Proyecto arqueológico río Parita. Que-remos expresar nuestro profundo agradecimiento a Robert D. Drennan y a Richard G. Cooke quienes nos ayudaron en cada fase de estas investi-gaciones. Finalmente, muchas gracias a los organizadores y asistentes del Congreso de Antropología Panameña.

Mikael J. Haller▪Interdependencia socioeconómica y desarrollo en las sociedades cacicales

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Canto Rodado▪8:75-93, 2013▪ISSN 1818-2917

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Bajíos del Rey de Panamá Viejo Caracterización preliminar de un olvidado suburbio de la ciudad colonial*

Mirta Linero Baroni Patronato Panamá Viejo, [email protected]

Palabras clave: arqueología, Panamá Viejo, suburbios.

ResumenEl Conjunto Monumental Histórico Panamá Viejo (CMHPV, 1519-1671)

es el yacimiento arqueológico que contiene los restos de la primera ciudad

hispanoamericana del litoral pacífico panameño. Para 1671, fuentes his-

tóricas reportan una ciudad con 200 construcciones de calicanto entre un

aproximado de 700 que componían el ajuar arquitectónico de la urbe; cifras

difíciles de creer considerando la poca cantidad de ruinas que hoy quedan

en pie y los espacios aparentemente “desocupados” dentro del sitio. Uno

de estos descampados corresponde a la zona que, para 1586, fue dibujada

por el ingeniero Antonelli entre el convento Santo Domingo y el Puente

del Rey

Durante los relevamientos arqueológicos realizados, han quedado ex-

puestos importantes restos que, al ser integrados con la información car-

tográfica e histórica disponible, aportan nuevas luces respecto a la confor-

mación, densidad de ocupación y calidad de vida asociada con el uso de ese

espacio urbano. Esta información rebate la hipótesis de que los suburbios

coloniales eran terrenos poco valorados, ocupados por clase trabajadora de

bajo nivel socioeconómico o destinados a actividades terciarias.

Los resultados preliminares permiten proponer la existencia de una ba-

* Recepción: 23/07/13 – Aprobación: 06/08/13

76

Mirta Linero Baroni▪Bajíos del Rey de Panamá Viejo

rriada en la ciudad de Panamá, que comenzó a crecer cerca de la primera

mitad del siglo dieciséis y que para el momento del ataque de Morgan, en

1671, probablemente estuvo habitada por un grupo económicamente aco-

modado de la sociedad colonial.

Keyword: archaeology, Panama Viejo, suburbs.

AbstractPanama Viejo (1519-1671) is the archaeological site that resembles the

first settlement in the Pacific coast of Panama. Around the year 1671, his-

torical sources report a city with 200 buildings of masonry of a total of 700

constructions that made up the city’s architectural trousseau; a number

hard to believe considering the small amount of ruins that are still stan-

ding today and vasts areas apparently “wastelands” within the site. One

of these open fields, at the Northwest side of the Santo Domingo convent,

seems to correspond to an area represented by the engineer Juan Bautista

Antonelli in the year 1586.

Until 2011, it was suggested that this part of the ancient city had been

reserved to the dispossessed class of the colonial society. People defined

mainly as engaged in secondary or handcrafts jobs that occupied buildings

constructed with perishable materials.

During the archaeological investigations implemented between 2011

and 2013, important remains have been exposed in this area. The carto-

graphic and historical information available provided us with new insights

regarding the composition, stocking density and quality of life associa-

ted with the use of this urban space. The investigations revealed a large

amount of archaeological remains that allow us to hypothesize that this

area was devoted to non-perishable family houses materials.

From an archaeological perspective we suggest a division of the area

into two different parts. A Northern area, with middle-class homes and

a street network that related utilities, built in two successive stages: from

1615 to 1630 and from 1630 to 1670 approximately. And a Southern area,

apparently occupied by a farm, which contained small sized constructions,

drainages, roads and paved courtyards that facilitated the connection bet-

ween each unit.

Canto Rodado▪8:75-93, 2013

77

El Conjunto Monumental Histórico Panamá Viejo es el yacimiento arqueológico asociado con el primer núcleo fundacional de la ciudad de Panamá (1519-1671), ubicado entre los cursos de los ríos Gallinero, Alga-rrobo y acequias secundarias, a orillas del océano Pacífico y en el extremo este de la bahía de Panamá.

El pirata inglés Henry Morgan (1635-1688), invadió Ciudad de Panamá en 1671, a causa de lo cual se dio fuego a los depósitos de pólvora, lo que ocasionó un incendio que arrasó toda la urbe. Tal destrucción, sumada a la mudanza de aquellas partes rescatables de los edificios públicos y pri-vados que pudiesen ser trasladadas al segundo centro fundacional -hoy conocido como Casco Viejo-, más las afectaciones antrópicas ocurridas durante la modernidad, determinaron la actual existencia de grandes la-gunas físicas en el ajuar del sitio.

Aquel centro urbano alguna vez densamente poblado, hoy presenta zonas de descampado que no permiten identificar a simple vista el uso que tuvieron dichos espacios, la cantidad de población o el tipo de edifi-caciones que hubo en el centro histórico fundacional.

El presente trabajo se enfoca en el estudio de uno de estos sectores, localizado hacia el noroeste del conjunto conventual Santo Domingo, y que forma parte de aquellos espacios del CMHPV en donde no quedaron más que retazos sueltos de las estructuras edificadas coloniales y cuya significación para la ciudad y la sociedad del siglo diecisiete se perdió con el paso del tiempo. Desde el punto de vista de la arqueología -y con apoyo en la investigación historiográfica-, se propone una interpretación sobre ese entorno urbano y humano, relacionada con la vida cotidiana de la sociedad acomodada que vivía en Panamá Viejo, entre los años 1580 y 1671 (Figura 1).

La zona analizada corresponde a una franja de terreno alargada que mide casi 100 m de longitud por más de 30 m en su parte más ancha, que se encuentra ubicada en las afueras del núcleo compuesto por la plaza Mayor y la iglesia Catedral.

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Mirta Linero Baroni▪Bajíos del Rey de Panamá Viejo

AntecedentesEl primer documento gráfico que registra la estructura urbana de Pa-

namá Viejo es el plano trazado por el ingeniero Juan Bautista Antonelli (Castillero 1994:151), cuando la ciudad pasa de los 67 años de vida. Este plano evidencia que el perímetro fundacional asociado con la iglesia Ca-tedral y la plaza Mayor ha sido superado en dirección norte y oeste, y que existen construcciones de una planta en ambos lados de la vía que lleva a la salida nororiental de la ciudad, delimitada por el Puente del Rey.

La característica más destacada de este sector se asocia con la pérdida aparente de los parámetros ortogonales que distinguen la ocupación te-rritorial en el resto de la ciudad (Figura 2).

Cristóbal Roda, Ingeniero Mayor enviado 20 años después a estudiar las posibilidades de defensa de la ciudad, entre otras misiones, traza la siguiente fuente gráfica disponible (Figura 3). La proyección dibujada difiere de la anterior, en tanto que la ciudad fue representada de forma esquemática, por lo cual no es factible inferir los detalles constructivos

Figura 1. Conjunto Monumental Histórico Panamá Viejo. Fotografía aérea previa a la cons-

trucción del segundo alineamiento de la vía Cincuentenario. La línea blanca define el pe-

rímetro protegido del yacimiento arqueológico y el rectángulo blanco identifica el área en

estudio. (Fuente: Google Earth, con información agregada por la autora)

Canto Rodado▪8:75-93, 2013

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Figura 2. Detalle del plano histórico Planta y perspectiva de Panamá, 15 de septiembre de

1586, trazado por el ingeniero Juan Bautista Antonelli. Dentro del óvalo se encuentran las

unidades constructivas analizadas. (Fuente: archivos del Patronato Panamá Viejo)

de aquellas casas sitas en los Bajíos del Rey. En el plano se destacan dos grandes inmuebles, al norte -a la izquierda de la calle- y una gran parcela de perímetro cuadrangular circundada por muros, sugiriendo la posible existencia de una finca.

El Maestrescuela de la Catedral, Juan Requejo y Salcedo (1640), refiere la existencia de bohíos y casas de madera de precarias condiciones, situa-das entre el cerrito de San Cristóbal y el Pozo del Rey, en las cuales buscó refugio gran parte de la población durante el grave evento sísmico que sacudió a la ciudad en mayo del año 1620. Menciona que aun siendo casas de gente pobre, con una sola planta, construidas en madera y en mal es-tado, resistieron bien a las sacudidas y solamente se vieron volar las tejas que cubrían a algunas. Sin embargo, hasta hoy no ha sido identificada la ubicación exacta del pozo citado y por lo tanto tampoco se conoce con certeza el emplazamiento de estas construcciones.

En el libro Panamá la Vieja de Juan Bautista Sosa se describen los mo-numentos y el ajuar urbano a la vista para esa fecha. El autor se refiere al área en estudio como “suburbio compuesto de un centenar de casas paji-

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Mirta Linero Baroni▪Bajíos del Rey de Panamá Viejo

zas, lugar de vivir gente pobre y de numerosos esclavos” (Sosa 1919:86).La historiadora Mena García publicó en 1984 la posible ubicación de un

suburbio de la ciudad, a dos manzanas al norte del conjunto formado por el hospital San Juan de Dios y el convento de las Monjas de la Concepción, al cual llamó barrio Malambo. Más recientemente, Castillero (2006:155) señaló que en el año de 1610 comenzó a formarse un “arrabal” hacia el noroeste de la ciudad, argumentando que este emplazamiento obedecía a la intención de evitar las tierras insalubres existentes en dirección al Puente del Rey. Al contrastar la situación que ambos autores proponen con la cartografía histórica citada, proponemos que se trató de dos subur-bios distintos, uno occidental, al oeste de nuestra área de interés y uno oriental, al cual dedicamos nuestra investigación.

En 1994, el arquitecto Eduardo Tejeira Davis elaboró el documento Pa-namá la Vieja: la ciudad y su arquitectura. Guía y términos de referencia para la construcción de una maqueta del sitio. En el texto se incluye la lo-calización de los arrabales Pierdevidas y Malambo; este último señalado en los alrededores de nuestra área en estudio. En los planos presentados

Figura 3. Detalle ampliado del plano trazado por el ingeniero Cristóbal Roda en 1609. Se

destaca con un óvalo la distribución esquemática de la ocupación para la fecha. (Fuente:

archivos del Patronato Panamá Viejo)

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como parte de su trabajo, Tejeira propuso la posible división del suburbio en dos partes: la existencia hipotética de bohíos construidos en caña para la sección norte y casitas con portal y sin cobertizos, para la sección sur.

Conjunto Monumental Histórico Panamá Viejo en el siglo veintePara celebrar la Separación de Colombia, al inicio de la década de 1950

el gobierno panameño construyó la vía Cincuentenario, un corredor vial que cruzó el Conjunto Monumental Histórico Panamá Viejo desde el ex-tremo suroccidental hasta el nororiental, cortando el yacimiento arqueo-lógico en dos grandes partes. Más o menos de manera simultánea, el sector noroccidental era ocupado de forma gradual por viviendas que se fueron asentando en lo que finalmente pasó a llamarse barriada Panamá Viejo.

La densificación del entorno y los requerimientos de movilidad de los habitantes de Panamá Viejo estimularon la apertura de callejuelas de co-nexión entre la barriada y la vía Cincuentenario, surcando el yacimiento en distintos puntos y causando con ello la demolición o cubrimiento de múltiples evidencias arqueológicas; magnificando las pérdidas que ya ha-bían acarreado hechos como la mudanza del asentamiento a partir de 1673, el abandono, los elementos naturales y los saqueos en busca de te-soros escondidos.

Varios lugares del CMHPV -caracterizados por la presencia de restos arquitectónicos coloniales cuya significación resultaba aparentemente irrelevante para el complejo-, fueron aprovechados durante la segunda mitad del siglo veinte, para la construcción de instalaciones gubernamen-tales, como por ejemplo la Unidad de Sanidad Animal del Ministerio de Desarrollo Agropecuario.

Como consecuencia de las ocupaciones modernas, el sector en estudio presentaba un alto nivel de pérdida de información superficial y se des-conocía el grado de afectación en estratos inferiores. Entre finales de las décadas de 1980 y 1990, la ocupación ilegal del espacio para la construc-ción de viviendas precarias sumó nuevos daños a causa de la nivelación del terreno para el vaciado de pavimentos de cemento y las excavaciones de fosas para tanques sépticos. Así mismo, se produjo la aparición de pa-radas para autobuses, gasolineras y talleres mecánicos. Con ello, se au-

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Mirta Linero Baroni▪Bajíos del Rey de Panamá Viejo

mentó la dimensión de las afectaciones al yacimiento arqueológico pues todos estos servicios se encontraban dentro de la zona descrita, entre la calle Rodrigo de Bastidas y la vía Cincuentenario.

El único resto arquitectónico o urbano que quedaba a la vista para no-viembre de 2011, era un fragmento de paramento de manufactura colo-nial de cuatro metros de largo por 1,40 m de alto y un espesor de 0,95 m (R1 de ahora en adelante), orientado en dirección este–oeste, situado en las afueras del perímetro que ocupaba la estación de servicios. Otro pe-queño lienzo de muro, de 1,40 m de altura, se hallaba en el extremo norte del área, a 50 m de allí, construido en fecha indeterminada con restos de otras construcciones derruidas y cohesionado con argamasa de cemen-to, simulando una pequeña ruina (R2 de ahora en adelante). Diagonal a éste, en sentido noreste, existe una construcción que simula un puesto de guardia, de planta rectangular de dos metros por cuatro metros y dos metros de alto. Probablemente una intervención con fines de embelleci-miento de un entorno fuertemente expoliado de su ajuar arquitectónico y urbano en comparación con otras zonas del CMHPV, de la cual no que-daron registros temporales (R3 de ahora en adelante).

El Patronato Panamá Viejo (PPV) con anuencia y participación de la Dirección Nacional del Patrimonio Histórico, el Instituto Nacional de Cultura y la Autoridad de Turismo, se encargó de erradicar las estructuras y los usos discordantes dentro del Conjunto Monumental Histórico Pa-namá Viejo durante el lapso entre 1996 y 2011. Así fueron desapareciendo las estructuras modernas del CMHPV.

Las evidencias arqueológicasExisten zonas del CMHPV que tradicionalmente han atraído la aten-

ción de arqueólogos y arquitectos por la presencia de evidencias mo-numentales excepcionales. No ha sido ese el caso en las partes que, por ausencia de evidencias monumentales, inexistencia de registros de re-ferencia, pérdida de integridad u ocupación moderna, no contaban con atractivos o condiciones favorables para la realización de investigaciones exhaustivas. Las zonas distantes del centro fundacional, alejadas de los entornos asociados a los centros de poder, tradicionalmente tienden a ser

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consideradas como suburbios periféricos, destinados a actividades tercia-rias. Donde:

“la trama tiende a hacerse menos densa, predominan los desarrollos desarti-

culados junto a los caminos de salida y acceso donde se localizan los tambos

o posadas. También se concentran allí las formas primarias de producción

artesanal-industrial, las ollerías y ladrillerías, que como las curtiembres bus-

can la proximidad de las áreas costeras, los molinos de viento o agua y hasta

las tahona, los rastros y carnicerías, los chorrillos de pequeña producción

textil doméstica y eventuales hornos de cal y canteras” (Gutiérrez 1983:90).

Descripciones como la de arriba o la de Sosa, contrastadas con la car-tografía histórica, permiten comprender que el suburbio en estudio haya sido considerado espacio suburbano destinado a actividades terciarias u ocupado por las clases menos favorecidas. Sin embargo, era necesaria la investigación arqueológica que permitiese enlazar las descripciones de corte historiográfico con las evidencias culturales que aún pudiesen que-dar en el sustrato.

Primera propuesta de caracterización del áreaEn atención a la importancia de este sector, entre junio y agosto de

2011 Jazmín Mojica y Clemente Marín (PAPV 2011) desarrollaron una campaña de sondeos arqueológicos para poder caracterizar el potencial estratigráfico. El procedimiento incluyó la excavación sistemática de 20 unidades de 1,5 m por 1,5 m, distribuidas a lo largo de una superficie de 40 m norte-sur y 15 m este-oeste, contemplando la ubicación de una unidad al pie del lienzo de muro R1 y otra en la base del falso puesto de guardia R3.

Como resultado, pudieron comprobar que R1 correspondió a una es-tructura colonial de más de tres metros de alto y un metro de espesor, sugiriendo la probabilidad de que hubiese correspondido a un cerramien-to perimetral de dos plantas. Asimismo, quedó planteada la hipótesis de que aún existiesen restos de este muro en el sustrato, por lo cual se señaló la necesidad de ampliar las excavaciones, investigando el posible alinea-miento en sentido este-oeste.

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Mirta Linero Baroni▪Bajíos del Rey de Panamá Viejo

Restos de pavimento de canto rodado fueron hallados alrededor y bajo R3, lo que supone la existencia de una posible calle colonial. La ausencia de remanentes de tejas sugirió la ausencia de estructura techada en el entorno. Asimismo, fueron ubicados alrededor de R2 los restos de una posible unidad de habitación con pavimentos de ladrillo, algunos indicios de mampostería de calicanto y azulejos sevillanos.

Al considerar la aparente concordancia entre los elementos arqueoló-gicos hallados y la descripción de las crónicas, se mantuvo la propuesta de uso del espacio con fines habitacionales. Las diferencias detectadas entre los rasgos arqueológicos hallados en esta temporada fueron utiliza-das como base para proponer la existencia de dos zonas dentro del área en estudio: una zona norte con rasgos habitacionales y una zona sur, con restos de mampostería de calicanto de grandes proporciones y uso del espacio indeterminado.

Evaluación de impacto ambiental por el desvío de la vía CincuentenarioEn abril de 2011, el Gobierno Nacional ordenó la construcción de un

desvío de la vía Cincuentenario. Los arqueólogos Tomás Mendizábal y Juan Martín junto al ingeniero Alexis Mojica llevaron a cabo, entre julio y agosto, la prospección arqueológica del área a impactar por el proyecto Reordenamiento vial de la ciudad de Panamá, estudios, diseños, cons-trucción y financiamiento de obras para la preservación del patrimonio histórico de la ciudad de Panamá, que implicaba el desvío de la vía Cin-cuentenario dentro de los predios del CMHPV. Implementaron sondeos sistemáticos y análisis de laboratorio de los materiales colectados. La información arqueológica fue integrada a los resultados de tomografías eléctricas del terreno para detectar anomalías que pudiesen indicar la existencia de datos inmuebles. Como resultado, Mendizábal, Martín y Mojica definieron siete Zonas de Potencial Arqueológico (ZPA de ahora en adelante), entre las cuales la número 6 resultó concordar parcialmente con la zona definida por el Patronato Panamá Viejo.

Situada al suroeste del conjunto conventual San José, contando con aproximadamente 140 metros de largo, la ZPA 6 de Mendizábal, Martín y Mojica también fue dividida en dos sectores: norte y sur (Mendizábal et al. 2011). Al igual que el PPV, los investigadores aprovecharon la presen-

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cia del lienzo de muro en calicanto en la sección sur de ZPA 6 (R1 arriba descrito). Calculando el posible alineamiento del muro en dirección este-oeste, ubicaron uno de los sondeos en el punto hipotético de cruce de alineamiento. Como resultado, comprobaron la presencia de cimientos de calicanto bajo una capa de relleno de 1,3 m de profundidad. En la sección norte, los autores también encontraron huellas de pavimentos de cantos rodados, y las tomografías eléctricas revelaron diversas anomalías que sugerían la presencia de restos de edificaciones en el sustrato. El tipo de materiales recolectados reforzó su hipótesis acerca del uso doméstico del suburbio.

Proyecto arqueológico de rescate y mitigación de impactos, nuevo alineamiento de la vía Cincuentenario

En abril de 2011, ya conocida la decisión de desviar la vía existente, fue desarrollado el Programa integral de rescate y mitigación de impactos 2011-2012 (Linero Baroni 2011), con la finalidad de registrar la informa-ción asociada con los datos detectados hasta el momento en las campañas previas, integrar ambas fuentes y mitigar con investigación la afectación potencial que causaría la construcción. Fue implementada una estrategia de excavación basada en una trinchera de control, abierta en el centro de la futura vía, de la cual partieron ejes perpendiculares en la medida en que fueron detectados rasgos o contextos arqueológicos, de ahora en adelante llamados nodos. Hemos adaptado para este trabajo el concepto de nodos informáticos, según el cual un nodo es punto de unión de varios elementos que confluyen en una ubicación determinada (Castels 1997).

El primero de los nodos investigados, el que se detectó asociado al R2, fue excavado parcialmente por los arqueólogos Carlos Gómez y Diana Zárate, con lo cual se comprobó la existencia de restos muebles e inmue-bles relacionados con una vivienda colonial. El material cerámico resca-tado en esta oportunidad, principalmente mayólicas y cerámica criolla, sugirió una datación relativa entre 1590 y 1650. El segundo nodo se refería al muro R1. Ubicado a 20 m de distancia de la sección de paramento a la vista, el arqueólogo Jean-Sèbastien Pourcelot excavó una unidad que abarcó los dos lados de lo que en hipótesis se propuso como potencial ubicación de los restos o cimientos de la estructura.

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Mirta Linero Baroni▪Bajíos del Rey de Panamá Viejo

Removidas las capas de depósito moderno, fueron identificados los cimientos del muro y las evidencias de que la estructura se prolongaba a cada lado de la unidad, por lo cual se recomendaba enfáticamente la realización de un despeje arqueológico del perímetro para definir la di-mensión real de la estructura y la existencia o no de otras construcciones asociadas. Otros nodos de interés arqueológico e histórico fueron detec-tados un poco más al norte de la vivienda asociada a R2, sin embargo las severas afectaciones causadas en tiempos modernos impidieron dar sentido a las evidencias.

Estudio de contexto de uso doméstico y propuesta cronológica de ocupación

A lo largo del período marzo-mayo de 2012 los arqueólogos Carlos Gómez y Diana Zárate tuvieron a su cargo la excavación de R2, el contex-to doméstico detectado y parcialmente excavado en 2011 (Gómez y Zá-rate 2012). Como resultado, quedó a la vista una estructura de habitación con dos etapas constructivas superpuestas, afectadas por las bases de una construcción moderna.

Los investigadores analizaron la frecuencia y tipo cerámico hallado en cada unidad estratigráfica. Partiendo de estudios en los que se establece que la presencia de mayólica de origen europeo es hallada con mayor frecuencia en contextos de inicios del siglo diecisiete, y disminuye signi-ficativamente en épocas posteriores a medida que aumenta la mayólica producida en Panamá (Rovira 1997; Rovira y Mojica 2007). Concluyeron que la primera etapa constructiva de la vivienda mencionada podía haber ocurrido entre 1615 y 1630 y la segunda entre 1630 y 1670. Ambos mo-mentos constructivos estuvieron asociados a mampostería de calicanto, pavimentos interiores de ladrillo para la primera etapa constructiva y de ladrillo asociado con presencia de azulejos, para la segunda. La localiza-ción relativa de esta construcción concuerda con la de la casa registrada tanto en el plano de Antonelli como en el de Roda, dando inicio a la hilera de casas registradas en la cartografía histórica. También fueron identifi-cados los restos empedrados de dos posibles callejas que rodeaban la es-tructura por los costados norte y este, sobre los cuales no fueron hallados restos de tejas ni materiales metálicos, por lo que se sugirió la hipótesis

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de que hubiesen correspondido a calzadas que bordeaban la casa (Gómez y Zárate 2012).

Posteriormente, a lo largo de los trabajos asociados con la construcción de la nueva vialidad, fueron detectados otros rasgos arqueológicos en el entorno de los elementos llamados R2 y R3. Como se observa en la Figura 4, grandes áreas pavimentadas con cantos rodados (R5, R6 y R8) queda-ron al descubierto, a la par de un pozo para agua (R7) y los restos de un pavimento de canto rodado con decoraciones óseas (R4) (Linero Baroni 2013).

Figura 4. Relación planimétrica entre las evidencias de tipo inmueble halladas en el área

estudiada, sección norte, Conjunto Monumental Histórico Panamá Viejo. (Fuente: archivos

digitales del Patronato Panamá Viejo)

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Mirta Linero Baroni▪Bajíos del Rey de Panamá Viejo

Despeje de estructura muraria Entre abril y mayo de 2012, el arqueólogo Jean-Sèbastien Pourcelot y

el coordinador del programa de monitoreo arqueológico Clemente Marín, excavaron ambas caras del lienzo de muro R1. Quedaron expuestos los restos de un posible cerramiento perimetral de más de 20 m de longitud. Al costado norte no fueron hallados remanentes de pisos, techumbre u otro tipo de materiales que identificasen construcciones adosadas, inte-gradas, zonas de tránsito o uso del área. En el costado sur, fueron iden-tificados dos niveles de pavimento de canto rodado superpuestos, que llevaron a proponer un proceso de reutilización sucesiva de un espacio probablemente destinado a patio interno, con escasas muestras de mate-rial cerámico y solo algunos fragmentos de tejas (Figura 5).

Figura 5. Relación pla-

nimétrica entre las evi-

dencias de tipo inmueble

halladas en el área estu-

diada, sección sur, Con-

junto Monumental Históri-

co Panamá Viejo. (Fuente:

archivos digitales del Patronato

Panamá Viejo)

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Al igual que en el caso de la sección norte, en este extremo del área en estudio también fueron apareciendo nuevas evidencias a medida que avanzaban los trabajos de ingeniería civil. Como se puede observar, se re-gistraron ocho contextos arqueológicos; los identificados como: R10, R11, R12, R14 y R16, sumados al R1, correspondieron a pavimentos de cantos rodados asociados a restos de estructuras de calicanto de menos de 30 cm de espesor; R15 mostraba una canal de desagüe intermurario de 15 cm de ancho; mientras que R13 y R17 corresponden a pavimentos de canto rodado sin otro tipo de evidencias arqueológicas.

Hipótesis general de distribución y uso del áreaLa planimetría de las evidencias de tipo inmueble halladas hasta el

momento refuerza las hipótesis preliminares de que esta parte de la urbe estuvo dividida en dos: una al norte y una al sur. Durante la construc-ción del nuevo alineamiento de la vía Cincuentenario fueron detectados múltiples rasgos arqueológicos tanto inmuebles como muebles, entre los cuales destacan: un pozo con brocal de roca tallada de más de un metro y medio de diámetro asociado con varias calzadas, una orientada en senti-do este-oeste y posiblemente conectada con los restos de la Calle de Santo Domingo.

A media distancia entre el pozo y los restos de la vivienda identificada como R2, fue hallado un contexto doméstico cuyo piso interior había sido recubierto con cantos rodados y decorado por medio de la intrusión de huesos de vaca. Una tipología de pavimentos generalmente asociada con entradas o zaguanes de viviendas ocupadas por población de clase media o media-alta, según el arquitecto Graciano Gasparini (1992). Respecto a la sección cercana a R1, fueron hallados diversos restos de pisos em-pedrados bajo desplomes de teja y restos metálicos; canales de desagüe cercanos a cimientos de calicanto con dimensiones reducidas y zonas pa-vimentadas con canto rodado, cuya conformación sugiere callejuelas de interconexión y áreas de patio (Figura 6, R1, R10-R17).

A pesar de que las investigaciones arqueológicas de esta área todavía se encuentran en estado preliminar, los restos rescatados hasta el mo-mento permiten ir comprendiendo progresivamente el concepto urbano y la composición del entorno, redefiniendo las formas de ocupación y creci-

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Mirta Linero Baroni▪Bajíos del Rey de Panamá Viejo

miento de este espacio, especialmente en cuanto a urbanismo, arquitec-tura y uso antrópico de la tierra.

Análisis de evidencias y consideraciones finalesLa sección de la ciudad que hemos analizado en este artículo -definida

a partir de la integración de la información que aporta la cartografía histó-rica con los resultados de diversas campañas arqueológicas implementa-das entre los años 2011 y 2013-, ha demostrado ser una fuente importante de información urbana, constructiva, cultural e histórica para compren-der la conformación de la ciudad desde su fundación hasta 1671. A pesar de las escasas evidencias que se encontraban a la vista hasta mediados de 2011, la investigación arqueológica e histórica ha permitido recopilar suficiente información como para proponer un cambio de concepto con relación al uso y distribución del espacio desde el punto de vista del siste-ma urbano de Panamá Viejo. Hasta hace poco se sugería que la parte de la ciudad que se encuentra al noroeste del convento de Santo Domingo, y de allí hacia el Puente del Rey, había sido ocupada por bohíos o casuchas, elaborados con materiales perecederos, habitados por la clase desposeída de la sociedad que se dedicaba a trabajos secundarios o labores artesana-les. Los hallazgos, tanto muebles como inmuebles, reflejan una situación sustancialmente diferente para 1671.

Respecto a la zona norte, a pesar de las perturbaciones causadas por el uso de los terrenos durante el siglo veinte y del alcance reducido de las exploraciones implementadas que imponen un límite a la proposición de explicaciones definitivas, se sugiere la existencia de una red de calles secundarias, relacionadas con construcciones de uso doméstico y el ac-ceso a los servicios públicos. Todo el ajuar mueble que fue rescatado de estos contextos apunta a un uso doméstico del espacio, ya que hasta ahora no han aparecido evidencias ni entornos relacionados con otros usos o funciones. Por otra parte, gracias a la datación relativa de los materiales cerámicos -en especial la mayólica europea y su relación con la alfarería local- es factible inferir un tiempo de ocupación continuo entre los años 1600 y 1670. Las dos unidades domésticas (R2 y R4), presentan un alinea-miento aproximado que no concuerda con la cuadrícula existente en las proximidades del centro fundacional (plaza Mayor–Catedral). Se asemeja

Canto Rodado▪8:75-93, 2013

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de forma relativa a la distribución registrada en el plano de Juan Bautista Antonelli, donde vemos un crecimiento constructivo posiblemente adap-tado a las curvas de nivel más que a la continuación de la distribución a escuadra.

En el caso de la sección sur del suburbio en estudio, el lienzo de muro de más de 20 m de longitud (R1), podría ser explicado al contrastarlo con el trazado que se observa en el plano de Cristóbal Roda. En este plano, vemos una gran finca de sección cuadrangular, diagonal al convento de Santo Domingo. La relativa concordancia de la planimetría arqueológica con el plano de 1609 podría sugerir que se trataba de una finca cerrada dentro de la cual –a pesar de no quedar claro en el plano histórico de referencia- existieron construcciones domésticas, desagües, caminos em-pedrados y callejuelas que probablemente facilitaban la conexión entre cada unidad.

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Mirta Linero Baroni▪Bajíos del Rey de Panamá Viejo

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Canto Rodado▪8:95-114, 2013▪ISSN 1818-2917

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Portobelo más allá de lo evidente Documentación de estructuras civiles y de defensa en la periferia de la bahía de Portobelo*

Almyr Alba Investigadora independiente, [email protected]

Roxana PinoDirección de Patrimonio Histórico, [email protected]

Palabras clave: Límites de protección, monumentos en peligro, patri-monio mundial, Portobelo.

ResumenEn este artículo presentamos los resultados de la investigación prelimi-

nar, realizada en el año 2012, para establecer los límites de protección de

ocho estructuras poco conocidas de Portobelo (importante enclave marí-

timo colonial del Caribe), que datan de la época colonial y de la etapa de

construcción del Canal de Panamá por los estadounidenses.

Las referencias de los sitios se encuentran en fuentes históricas, prima-

rias y secundarias, desde el siglo dieciséis al veinte. Éstas documentan la

existencia de varias estructuras defensivas y de uso ordinario en la perife-

ria de la bahía de Portobelo, que son poco conocidas tanto para legos como

para especialistas. Su reconocimiento y protección es vital para lograr que

pasen del abandono y potencial desaparición, a ser parte del inventario

activo de bienes patrimoniales del lugar.

* Recepción: 30/07/13 – Aprobación: 17/10/13

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Almyr Alba y Roxana Pino▪Portobelo más allá de lo evidente

Keywords: Monuments in danger, Portobelo, protective limits, world heritage.

Abstract This paper collects the results of a preliminary research developed

during the year 2012 in order to establish the protection limits of eight

poorly known historical structures located in Portobelo, the Spanish set-

tlement in the Caribbean where the important Spanish market known as

Ferias took place. The structures correspond to the Colonial period and to

the years of the construction of the Panama Canal by the government of

the United States.

We found references to the sites in the historical archives (primary

and secondary records) from the sixteenth century to the twentieth cen-

tury. The documentation reveals the existence of many defensive and or-

dinary structures surrounding the periphery of the Portobelo Bay that are

mostly unknown within scholars and to the general public. The recogni-

tion and protection of these constructions is a main issue in order to incor-

porate them into the active patrimonial inventory of the area.

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Varias fuentes históricas primarias y secundarias entre los siglos dieci-séis y veinte documentan la existencia de estructuras defensivas y de uso ordinario en la periferia de la bahía de Portobelo, que son poco conocidas. Su reconocimiento y protección es vital para que logren formar parte del inventario activo y vigente de los bienes de patrimonio histórico del sitio. Sus dimensiones reducidas, su localización y su bajo perfil turístico han jugado un papel decisivo para borrarlos de nuestra memoria. Para sal-vaguardarlos es necesario documentarlos, registrando aspectos básicos tales como su ubicación geográfica, dimensiones, forma y extensión de su emplazamiento. También es relevante difundir las investigaciones que los involucran, tanto entre especialistas como en el público general.

Esta primera aproximación a la investigación de ocho estructuras, lo-calizadas en la periferia de Portobelo, se hizo para actualizar los datos de los sitios de Patrimonio Mundial de América Latina y el Caribe, como parte del Inventario Retrospectivo1 para la región. La labor fue desarro-llada por los autores, quienes integraron el equipo técnico de Portobelo de la Dirección de Patrimonio Histórico del Instituto Nacional de Cultura, en el año 20122. En primera instancia se procedió a la revisión de diversos fondos docu-mentales disponibles en Panamá (recuentos históricos y mapas) y se rea-lizaron entrevistas a lugareños para complementar la información. Poste-riormente se localizaron los sitios en mapas o fotos aéreas modernas. Con esa información de base, pasamos a la labor de campo para levantar datos generales de dimensiones y coordenadas geográficas de las estructuras. Finalmente, la información de coordenadas geográficas fue geo referen-ciada en imágenes de Google Earth. Con ello se obtuvo un insumo de referencia para la definición de los límites y bandas de amortiguamiento de cada estructura.

1 El objetivo del inventario es actualizar la información de las propiedades inscritas entre 1978 y 1998 que no cuentan con límites y/o zonas de amortiguamiento. Igualmente, para aquellas que, teniendo definidos sus límites y zona de amortiguamiento, carecen de mapas adecuados a los requerimientos del Centro de Patrimonio Mundial.

2 Documento que fue utilizado para informar al Programa Nacional de Administración de Tierras (PRONAT) sobre los límites de los sitios ante el proceso de titulación de predios en marcha en el año 2012.

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Almyr Alba y Roxana Pino▪Portobelo más allá de lo evidente

Antecedentes histórico-gráficos del Conjunto Monumental Histórico de Portobelo

Los sitios o vestigios históricos de Portobelo van más allá de los ma-sivos y monumentales fuertes ubicados en la línea de costa de la bahía y de los edificios civiles y religiosos dentro del área urbanizada de Por-tobelo. Entre los callejones, la selva y potreros de propiedades privadas, es posible observar estructuras de pequeña escala y bajo perfil registradas en mapas y recuentos históricos de los siglos diecisiete al veinte, que se pierden en el olvido. Igualmente, encontramos estructuras históricas sin antecedentes documentales que fueron referidas por miembros de la co-munidad. Estas y aquellas podrían fácilmente perderse en el olvido por falta de reconocimiento y documentación.

Del análisis de su forma, materiales e información histórica, se puede deducir que las estructuras documentadas se erigieron durante el período colonial, poscolonial y a principios del siglo veinte. Sus usos van más allá de la función defensiva que predominó en la arquitectura de Portobelo, pues hay registro de obras civiles de varios tipos. Los sitios están localiza-dos entre la bahía de Buenaventura y Nuevo Tonosí. De oeste a este son: las defensas de Buenaventura, el fuerte Farnesio, el acueducto de Triana, La Trinchera, New Portobelo, el recinto amurallado de San Carlos, el al-macén de la Pólvora y el monte Carmelo.

La investigación inicial se basó en la revisión de cuatro mapas históri-cos de Portobelo que grafican el poblado y su entorno más allá de la bahía.

Figura 1. Mapa de la bahía

de Portobelo y su entorno

inmediato donde se des-

taca la ubicación de las

estructuras analizadas en

el estudio. (Fuente: Alba et al.

2003)

Canto Rodado▪8:95-114, 2013

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Estos corresponden a los siguientes autores y fechas: Luis de Venegas y Osorio de 1688 (AGI MP-Panamá 97), Juan de Herrera y Sotomayor de 1731 (Martínez 2006:497), mapa de autor desconocido de alrededor de 1765 (Servicio Geográfico Militar) y Agustín Crame de 1779 (Martínez 2006:449). La primera referencia cartográfica fue el producto de una eva-luación hecha a los trabajos de construcción de la muralla del recinto de San Carlos, donde se planeó mudar la ciudad en 1683. El segundo mapa, se dibujó para reformular las defensas de Portobelo, cuando su autor fungía como ingeniero director del Virreinato de Nueva Granada (Gu-tiérrez 2005:196). Del mapa datado alrededor de 1765, solo contamos con su nombre: Plano de la Plaza de Portobelo con Parte de su Puerto, para Inteligencia de la Situación de las Fortificaciones y Casas Fuertes que han Construido para su Defensa. Finalmente, el trabajo de Agustín Crame correspondía al Plan de defensa para Portobelo, que a su vez estaba vin-culado a un proyecto más abarcador de reformar todas las fortalezas del Nuevo Mundo (Castillero 1978:171).

Fuentes de igual importancia fueron los planos históricos de varias estructuras individuales, tales como las del recinto amurallado de San Carlos hecho por Fernando Saavedra en 16833 (AGI MP-Panamá 97) y el almacén de Pólvora, diseñado por Manuel Hernández en 17604 (Martínez 2006:527). Complementariamente, utilizamos planos contemporáneos del fuerte Farnesio y La Trinchera, producidos por Flores Marini en 1976, Valcárcel en 1971 y Webster de 1970. Los planos de 1971 y 1976 fueron elaborados como parte de los proyectos de recuperación de Portobelo del Instituto Panameño de Turismo (IPAT), mientras que los de 1970 fueron realizados para ilustrar una publicación sobre las defensas de Portobelo (Webster 1970).

La información gráfica de planos y mapas fue complementada con la investigación bibliográfica de los recuentos históricos de Portobelo y

3 Este plano se elaboró como parte de la misión de evaluación del avance de la obra del recinto amurallado de San Carlos. El plano original de la estructura fue proyectado por Venegas y Osorio en 1679.

4 Plano de una estructura que complementaba el Plan de defensa de Portobelo iniciado por Ignacio De Salas (1753 a 1760).

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Almyr Alba y Roxana Pino▪Portobelo más allá de lo evidente

sus fortalezas de Alfredo Castillero Calvo (1978), Carmen Mena García (2000), Edwin Webster (1970) y Juan Manuel Zapatero (1985)5.

Descripción de los sitiosDefensas de Buenaventura

Las defensas de Buenaventura aparecen en los mapas históricos de 1731 y 1779 de Juan de Herrera y Agustín Crame respectivamente, en el borde oriental de la bahía del mismo nombre. En el primero aparece como “Reducto proyectado […] donde empezó el desembarco, con tres cañones”. “Proyectado” ¿significa que no fue construído? No hay certeza

5 Zapatero (1985) aborda tangencialmente la historia de las fortalezas de Portobelo en su libro Historia del Castillo San Lorenzo el Real de Chagre.

Figura 2. Los cuatro mapas históricos utilizados en el estudio. A la izquierda arriba: de

1688 (AGI MP-Panamá 97); izquierda abajo: mapa de 1731 (Martínez 2006:497); a la

derecha arriba: mapa de aproximadamente 1765 (Servicio Geográfico Militar); derecha

abajo: mapa de 1779 (Martínez 2006:449).

Canto Rodado▪8:95-114, 2013

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de ello; mas llama la atención que aparece en el Plan de defensa de Por-tobelo de 1779 como una de las nuevas estructuras propuestas por Crame. Según apunta Castillero Calvo (1978:178), su construcción fue recomen-dada para que funcionara como batería de refuerzo con cuatro cañones, pero se desconocen sus dimensiones. Para 1970 aun se observaban algu-nos cañones en el sitio, aunque no se reportaron restos de edificaciones (Webster 1970:2).

Durante la toma de información realizada en el sitio distinguimos una explanada excavada en la ladera de un pequeño cerro, de alrededor de 20 m de altura, cuya forma es similar a una media circunferencia. Su borde norte sigue la curva más o menos regular del contorno de la ladera y mira hacia la bahía. El diámetro aproximado de la semicircunferencia es de 22,5 m. Según vecinos del sitio, el emplazamiento del fuerte llegaba hasta el borde de la costa, en donde hace varios años había cañones emplaza-dos.

Fuerte FarnesioLa necesidad de reforzar la defensa en el margen sur de entrada de la

bahía de Portobelo se hizo evidente desde comienzos del siglo diecisie-te, y para tal efecto se levantó el fuerte Farnesio. El pequeño fuerte fue construido en 1726, sobre una pequeña elevación en la parte suroeste de la bahía y frente a la fortaleza de San Felipe de Todo Fierro (Castillero Calvo 1978:162). En su etapa inicial fue de carácter provisional y, en con-sonancia con su temporalidad, fue construido con tierra y fajina. Luego de su prematuro abandono -poco después de su construcción- fue reocu-

Figura 3. Explanada de las defensas de Buenaventura. (Foto: A. Alba)

102

Almyr Alba y Roxana Pino▪Portobelo más allá de lo evidente

pado dos veces, en 1744 y en la década de 1760, respectivamente. En 1731 Herrera y Sotomayor proyectó una fortificación más formal compuesta por una torre y una batería, pero no fue edificada. Los remanentes de sus cimientos -que vemos en la actualidad- son bastante precarios. Su forma en planta describe una línea irregular6, amoldada a la topografía del pro-montorio donde se eleva al borde de la costa. Sobresalen en el conjunto dos piezas de artillería que aún permanecen allí7.

6 Las dimensión general del rectángulo (por geometría) donde se inscribe la línea es de 58,5 m de largo por 36 m de ancho.

7 Los planos levantados en 1976 muestran cuatro piezas de artillería en el sitio.

Figura 4. Explanada del fuerte Farnesio. (Foto: A. Alba)

Figura 5. Levantamiento

topográfico del área del

fuerte hecho por Flores

Marini en 1976. (Fuente:

Colección Flores Marini, Biblio-

teca Nacional)

Canto Rodado▪8:95-114, 2013

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Acueducto de TrianaEl acueducto de Triana está ubicado en la vertiente norte de la loma

La Trinchera, a una altura aproximada de 80 m. En su cota más alta se levantan muros coloniales de ladrillos y piedra -y otros de concreto de fabricación moderna- que represan el agua de la quebrada Triana8. El agua excedente del embalse cae por un canal natural horadado en una roca, conformando una cascada que llega al nivel de la calle de acceso a Portobelo. En ese nivel se observa un promontorio de tierra, que divide el curso del agua del acueducto de otro riachuelo, que corre paralelo a la quebrada de Triana. Es muy posible que este montículo sea también una construcción de la época colonial.

La superposición de intervenciones realizadas en diferentes tiempos refleja su larga vigencia como fuente de agua para la población de Por-tobelo, pero la información de los remantes del sitio es confusa. Por tan-to, es necesaria una investigación mucho más detallada para entender su conformación y datar sus elementos.

New Portobelo En 1907, la Isthmian Canal Commissión (ICC)9 estableció la población

llamada New Portobelo en la ribera norte de la bahía. Su función era ser-

8 Los elementos que componen la represa consisten en un muro de ladrillo y piedra conformado por tres tramos rectos y dos muros modernos de concreto armado.

9 Nombre original de la Comisión del Canal de Panamá.

Figura 6. Vista de un muro colonial que

funciona como represa. (Foto: R. Pino)

Figura 7. Cascada que se forma desde

la represa hasta alcanzar el nivel de la

vía de acceso a Portobelo. (Foto: R. Pino)

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Almyr Alba y Roxana Pino▪Portobelo más allá de lo evidente

vir de enclave para extraer la piedra basáltica, que se utilizó en las obras de construcción de las exclusas de Gatún y el rompeolas de Colón (The Canal Record 1908:5). Adyacente a la cantera con grandes máquinas a va-por, se encontraba un conjunto de viviendas, un puerto y las amenidades básicas de todos los poblados canaleros: escuelas, club house, correo, hotel y sede del YMCA (The Canal Record 1908:5). También había una gran represa edificada en la cumbre del cerro (hoy conocido como La Repre-sa). La actividad extractiva cesó hacia 1912, pero no tenemos informes de cuándo desapareció totalmente el sitio.

En la orilla del mar se observan restos del antiguo puerto: plataformas de concreto proyectadas sobre el agua, grandes herrajes a modo de argo-llas y otros elementos de soporte, que se utilizaron posiblemente como amarras de los barcos que trasegaban las rocas hasta Colón. A pocos metros de la orilla perviven grandes muros de hormigón reforzado que sirvieron de soporte para el engranaje de las maquinarias de la cante-ra. También encontramos otros elementos que integraban el sistema de trabajo del poblado: canales para la conducción de agua, restos de gran formato que hacían parte de la maquinaria y los grandes muros de con-tención que formaban la represa. En la superficie se encuentra una gran cantidad de ladrillos industriales de inicios del siglo veinte, algunos de los cuales han sido reutilizados en las paredes de una construcción vecina al sitio.

Al oeste de New Portobelo, se erigió el renombrado fuerte de San Fe-lipe de Todo Fierro, guardián inexpugnable de Portobelo desde el año 1602 hasta 1739, cuando cayó en desuso tras el ataque del almirante inglés Vernon. En nuestro viaje por el sitio no pudimos encontrar vestigios de

Figuras 8. Vista del asentamiento cons-

truido para extracción de piedra de alrede-

dor de 1908 por la ICC. (Fuente: Archivos de

la Autoridad del Canal de Panamá)

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la fortificación, y a juzgar por las fotos que muestran la extensión del área de donde se extrajo piedra en la época del canal norteamericano, es poco probable que quede resto alguno de las famosa estructura colonial.

La TrincheraEl sitio defensivo de La Trinchera fue ideado por Agustín Crame como

parte de su Plan de defensa de Portobelo de 1779, para proteger la ciudad de ataques terrestres provenientes del valle de Honduras (hoy conocido como valle de la Media Luna) (Castillero 1978:160). Su construcción tuvo lugar en algún momento entre 1779 y 1783, según consta en los registros históricos. El diseño original consistía en una explanada bordeada por un muro en forma de zigzag en la sección sur y una serie de cañones dirigi-dos en la misma dirección.

Según pudimos constatar, La Trinchera está compuesta por cuatro ex-planadas de distinto tamaño y formas irregulares, ubicadas a una altura promedio 180 m, en la cima del cerro del mismo nombre. En una expla-nada se encuentran cuatro cañones ubicados sin orden aparente, aunque originalmente apuntaban hacia el valle de Honduras. El extremo sur de la explanada es irregular; por tanto, es difícil identificar la línea mixta com-puesta por varias rectas y un segmento curvo que aparece en los planos de Webster y Flores Marini de 1970 y 1976 respectivamente10. Vale decir, que la estructura registrada por ellos es muy diferente de la línea zigza-gueante ideada por Crame11 en 1776 y registrada por Talledo y Rivera en 1814 (Servicio Geográfico Militar Español).

10 Si bien la forma de una especie de muro es muy similar en los tres documentos, en los planos hay grandes discrepancias en cuanto a las medidas.

11 En muchos casos, los planos originales elaborados durante la época colonial, fueron cambiados al momento de la ejecución de la obra; por tanto, es necesario corroborar la veracidad de la información caso por caso.

Figura 9. Gran rueda de metal que probablemente fue parte

del mecanismo de la trituradora de piedra. (Foto: R. Pino)

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Almyr Alba y Roxana Pino▪Portobelo más allá de lo evidente

Recinto amurallado de San Carlos

Situado en el extremo este de la bahía, el recinto amurallado de San Carlos fue ideado para reubicar la ciudad en un recinto protegido del ataque enemigo. El proyecto inicial fue diseñado por Luis de Venegas y Osorio en 1679, pero el desarrollo del proyecto fue anómalo. Las obras de construcción iniciales se desarrollaron entre 1680 y 1681, a cargo del propio Venegas y Osorio, y continuaron entre 1682 y 1683 bajo la direc-ción de Cevallos y Arce, pero la muralla quedó inconclusa (Mena García 2000:12). El recinto era abaluartado irregular y estaba flanqueado por seis baluartes (también irregulares). Estos se conocían como: San Pedro, del Rey, la Merced, San José, del Duque y San Juan de Dios, y los accesos desde y hacia el exterior serían a través de tres puertas o postigos12. La extensión del perímetro de la muralla era de cerca de 2.100 varas espa-ñolas (aproximadamente 2.520 m); la sección más larga del recinto era de 430 varas españolas aproximadamente (alrededor de 516 m); y la más angosta de 250 varas españolas (aproximadamente 300 m)13.

En ese período de tres años se construyeron cerca de 560 varas espa-

12 La principal era la puerta de tierra, complementada con tres accesos menores: uno desde el mar y dos por el río Cascajal, identificados como boquete del Río y el río Cascajal.

13 Según aproximación hecha por nosotros en el mapa de Fernando Saavedra.

Figura 10. Dimensión aproximada de las explanadas que conforman las defensas de La

Trinchera, dibujado sobre el plano de 1976. (Plano: Flores Marini, con información agregada por

las autoras)

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ñolas (672 m de longitud aproximadamente), lo que equivale al 27 por ciento del total de la muralla perimetral. En el tramo edificado está el baluarte de San Pedro, la puerta de tierra, el baluarte de San Juan de Dios y el postigo del río Cascajal, así como los tramos de muralla entre estos elementos. Todos ellos se encuentran en el sitio hoy en día en mayor o menor grado de deterioro y su lectura es difícil. Hay también en el cerrillo de San Cristóbal, hacia el noroeste, restos de cimientos de pequeñas edi-ficaciones y muros, cuya función en la época colonial desconocemos. Lo cierto es que en los intentos previos de establecer límites de protección del sitio, solo se ha considerado el baluarte de San Pedro, cuya impresionante presencia no puede pasar desapercibida.

Figura 11. Plano de 1683 de Saavedra, que muestra la sección construida del recinto

amurallado de San Cristóbal. (Fuente: Mena García 2000:89)

Figura 12. Baluarte de San Pedro, elemento sobresaliente del recinto. (Foto: A. Alba)

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Almyr Alba y Roxana Pino▪Portobelo más allá de lo evidente

Almacén de la PólvoraEl almacén de la Pólvora fue propuesto como parte del Plan de defen-

sa de Portobelo. Elaborado por Ignacio de Sala en 1740 y construido en 1760 por Manuel Hernández, aparece ya construido en el plano de alre-dedor de 1765. La estructura estaba ubicada a media legua de la ciudad (dos a tres kilómetros), en el camino que conducía a Panamá (Zapatero 1985:185), y cumplía la función de almacén central de pertrechos y explo-sivos14 de Portobelo. El edificio diseñado por Hernández era parecido al almacén de pólvora de San Fernando, pero con dos garitas en las esqui-nas diametralmente opuestas del edificio.

El almacén fue destruido en la década de 1960, para construir un oleo-ducto que nunca se concretó (Webster 1970:1). Los pocos restos de la edi-ficación están ubicados en los predios de una finca privada en la vía hacia a Nuevo Tonosí, a 2,2 km de distancia de la Aduana de Portobelo. Se ob-servan en la superficie solo restos parciales y fragmentados de los muros.

Monte Carmelo Monte Carmelo, como la llaman los portobeleños, es una estructura

de origen colonial o poscolonial localizada a aproximadamente 2,37 km

14 Varios fuertes de Portobelo contaban con uno o más almacenes de pólvora.

Figura 13. Plano

del almacén de la

Pólvora de 1740

diseñado por Igna-

cio de Sala. (Fuen-

te: Martínez Cutillas

2006:576 y 577)

Figura 14. Remanentes de muros que se encuentran hoy en el

sitio. (Foto: C. Strassnig)

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al este del pueblo, cercana al curso bajo del río Cascajal. No consta infor-mación sobre su existencia en mapas coloniales ni en mapas modernos, pero su tecnología de construcción de mampostería de ladrillo (similares a los utilizados en el siglo diecinueve15), mortero de cal, junto con la pre-sencia de muros de piedra de fabricación más arcaica, podría indicar una larga data.

No hay certeza acerca de la función de Monte Carmelo, pero pudo ser originalmente una ermita en el camino a Panamá, que luego se transfor-mó en una casa dentro de una finca de producción agrícola ganadera, o simplemente una casa de campo. Sin embargo, esto es sólo especulación. Lo primero lo aducimos porque el nombre se asocia en la tradición cris-tiana a sitios de culto; mientras que lo segundo deriva de su uso actual y su aislamiento del pueblo.

15 Los ladrillos de los lienzos de pared aún en pie, tienen una coloración y dimensiones menores que la de los ladrillos coloniales; podrían por tanto ser de origen poscolonial. En el suelo hay, sin embargo, piezas de ladrillo de origen colonial y bloques de piedra coral que pueden ser indicativos de una edificación colonial previa a la actual.

Figura 15. Vista del los lienzos de muro de Monte Carmelo. (Foto: A. Alba)

Figura 16. Planta dibujada a partir de

las medidas tomadas en el sitio. (Plano:

A. Alba)

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Almyr Alba y Roxana Pino▪Portobelo más allá de lo evidente

Consideraciones finalesEl marco de protección de los bienes coloniales del Conjunto Monu-

mental Histórico de Portobelo (CMPH) se ampara en la Ley 91 de 1976 de conjuntos monumentales, la Convención de Patrimonio Mundial de 1980 y la Ley 14 de 1982 general de patrimonio. A ello se le agregan diversas normas que ordenan el territorio y definen la zonificación de usos permi-tidos en el Parque Nacional Portobelo16 (PNP).

En los años 2004, 2007 y 2012 se propusieron algunas consideraciones para establecer los límites de algunos monumentos, pero solo tomando en cuenta las estructuras visibles. Esta aproximación ha sido, por tanto, in-suficiente. La protección efectiva de los sitios históricos está supeditada a su identificación desde una perspectiva científica, para lo que se requiere considerar la investigación arqueológica como instrumento para definir la extensión real de cada sitio acompañada de una exhaustiva revisión documental de fuentes primarias y secundarias.

La situación de los límites de protección de los sitios investigados se resume en la Tabla 1. En ella se indica la zona de uso establecida por el ordenamiento territorial (Decreto Ejecutivo 43 de 1999) en el sitio donde se localiza el monumento; las características de los límites propuestos, examinando si son apropiados, insuficientes o no se han propuesto; y la situación de propiedad, considerando si ya fue definida y si corresponde al Estado o a privados. Complementariamente se indican las coordenadas geográficas de ubicación de los ocho sitios estudiados.

Del análisis de las variables presentadas en el antedicho cuadro se de-ducen algunas consideraciones importantes. Para la variable de zona de uso se observa que ninguno de los sitios está en la zona de Patrimonio Monumental Histórico17, aunque para cuatro de ellos (defensas de Bue-naventura, fuerte Farnesio, La Trinchera y el recinto amurallado de San

16 En 1999 se creó el Decreto Ejecutivo 43 de 1999 que estableció el Ordenamiento Territorial del Parque Nacional Portobelo (PNP). Este decreto fue ampliado por la Resolución 30 de 2004 que delimita la zonificación general de la región oriental del PNP y por la Resolución 0733 de 2011, que delimita la zonificación de la región occidental del PNP (en esta región se ubica el CMHP). A finales del año pasado, el decreto original fue reformado por el Decreto Ejecutivo 1366 de diciembre de 2012.

17 La zona de uso no ha sido establecida para ningún monumento del CMH Portobelo.

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Carlos) se ha considerado traspasar la propiedad al INAC. Igualmente, las defensas de Buenaventura y Monte Carmelo están fuera de los límites del CMHP. En cuanto a si se han propuesto límites, sobresale que para la mitad de los ocho sitios se ha considerado pero no se ha oficializado. Cabe destacar que los límites no incluyen todos los rasgos visibles del sitio. Los cuatro restantes no han recibido propuesta de límites de protección.

Propuesta preliminar para establecer las zonas de amortiguamiento Proponemos inicialmente tres tipos de zonas o bandas de amortigua-

miento para las estructuras dentro del CMHP y de aquellas que están en sus cercanías. Estas fueron establecidas en función de las características del entorno inmediato de las estructuras, ya sea que estén dentro del pue-blo, en sus inmediaciones o en las zonas despobladas. Las dimensiones mínimas son las siguientes:

Estructuras dentro del pueblo: 10 m a 30 m.Estructuras en las inmediaciones del pueblo: 100 m. Estructuras en las zonas despobladas: 250 m. En la Tabla 2 se resume la superficie de las áreas de protección de los

sitios estudiados propuestas en los años 2007 y 2012, así como las dimen-siones mínimas de la zona de amortiguamiento para cada sitio, propues-tas también en el año 2012.

Tareas pendientes para la delimitación de las estructuras y sitios del CMHP

La definición de la extensión de los sitios estudiados está supeditada a la verificación arqueológica, con la elaboración de levantamientos to-pográficos de los posibles rasgos que no son perceptibles a simple vista y a la documentación histórica comprensiva de cada uno. La información que se obtenga servirá de base para establecer sus límites y sus zonas de amortiguamiento. Como paso final del proceso, habrá que formalizarlos a través de los instrumentos legales apropiados.

Finalmente es importante agregar que, además de los sitios presenta-dos en este informe, tenemos noticias de los lugareños sobre la existen-cia de caminos, estructuras y objetos históricos (cañones), que no están inventariados ni registrados aún en las memorias oficiales del sitio (A.

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Almyr Alba y Roxana Pino▪Portobelo más allá de lo evidente

Barrera, comunicación personal, agosto de 2012). La verificación de esta información es otra tarea de investigación y protección pendiente en Por-tobelo.

Tabla 1. Zona de uso, características de los límites actuales, situación de propiedad y coordenadas geográficas de los sitios investigados

Nombre del Sitio

Zona de uso establecida en

la Res. 0733 de

2011 de ANAM*

Carac. de los límites

propuestosApropiado

Insuficiente

No tiene

Situación de propiedad

Coordenadas Geográficas(Datum WGS 84)

defensas de

Buenaventura

- Expansión

urbana

controlada

(esta fuera del

CMHP)

INAC (no se ha forma-

lizado el traspaso) y

propiedad privada (sin

título adjudicado)

Pto. 1= 17 P 0645790 1054456

Pto. 2= 17 P 0645794 1054451

Pto. 3= 17 P 0645798 1054446

Pto. 4= 17 P 0645814 1054447

fuerte

Farnesio

- Reserva

absoluta

- Turística

costera de baja

densidad

INAC (no se ha formaliza-

do el traspaso),

propiedad privada (título

adjudicado)

No se levantó la información

acueducto de

Triana

- Reserva

absolutaInadjudicable

Pto. 1= 17 P 0046948 1056162

Pto. 2= 17 P 0046944 1056233

Pto. 3= 17 P 0046914 1056236

Pto. 4= 17 P 0046908 1056197

La Trinchera

- Uso de

extensivo

- Reserva

absoluta

INAC (no se ha formaliza-

do el traspaso) y en

propiedad privada (título

adjudicado)

Pto. 1= 17p 0647310/ 1055457

Pto. 2= 17p 0647378/1055424

Pto. 3= 17p 0647411/1055465

Pto. 4= 17p 0647426/1055484

Pto. 5= 17p 0647382/1055455

Pto. 6= 17p 0647333/1055458

Pto. 7= 17p 0647344/1055483

New Portobelo

- Turística

costera de baja

densidad

Propiedad privada

Pto. 1 =17 P 0645901 1056846

Pto. 2 =17 P 0645856 1056803

Pto. 3 =17 P 0645830 1056853

recinto

amurallado de

San Carlos

- Casco urbano

histórico

- Uso controlado

- Reserva

absoluta

INAC (no se ha formaliza-

do el traspaso) y en

propiedad privada (título

adjudicado)

No se levantó la información

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113

Almacén de

la Pólvora

- Expansión

urbana

controlada

Propiedad privada Pto 1= 17p 0649563/1055890

Monte

Carmelo

- Expansión rural

(está fuera del

CMHP)

Propiedad privada

Pto 1.= 17p 0649831 1056473

Pto 2.=17p 0649820 1056472

Pto 3.=17p 0649818 1056488

Pto 4.=17p 0649847 1056495

Pto 5.=17p 0649832 1056490

* Resolución 0733 del 30 diciembre de 2011: “por la cual se aprueba la delimitación de la zonificación del área occidental

del Parque Nacional Portobelo” donde se localiza el CMHP.

Tabla 2. Superficies de las áreas de protección de los sitios estudiados, propuestas en los años 2007 y 2012, y dimensiones de la zona de amortiguamiento mínima, propuesta en el año 2012.

Nombre del sitio Área de protección sugerida por (INAC

en 2007)*

Área mínima de protección sugerida

(INAC en 2012)*

Ancho mínimo propuesto para zona amortiguamiento

(INAC en 2012) *

defensas de Buenaventura

1.199 m22h + 9.594,25 m2

250 m

fuerte Farnesio 1 h + 2.099 m2 8 h +1.540,55 m2 250 m

acueducto de Triana

No se definió 250 m

La Trinchera 2.858,22 m2 78 h +9.576,74 m2 250 m

New Portobelo No se definió No se definió 250 m

recinto amuralla-do de San Carlos

1 h + 5.905,82 m214 h

100 m en la zona de Casco Histórico Urbano y

250 m en la zona de Uso Controlado

almacén de la Pólvora

No se definió No se definió 250 m

Monte Carmelo No se definió

No se definió, está fuera del CMHP

250 m

* Las propuestas de establecimiento de límites de los años 2007 y 2012 no se han formalizado ni incluido en las reformas de la zonificación Parque Nacional Portobelo ya aprobadas de los años 2011 y 2012

114

Almyr Alba y Roxana Pino▪Portobelo más allá de lo evidente

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Canto Rodado▪8:115-132, 2013▪ISSN 1818-2917

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Recepción: 16/09/13 - Aprobación: 30/09/13

Los dominios sureños del cacicazgo de Parita en el Gran Coclé, Panamá Un estudio de patrones de asentamiento en el valle bajo del río La Villa*

Ilean Isel Isaza Aizpurúa Investigadora independiente, [email protected]

Palabras clave: cacicazgos, etnohistoria, Gran Coclé, patrones de asen-tamiento, río La Villa.

ResumenLas crónicas europeas que datan de la primera mitad del siglo dieci-

séis describen el territorio panameño subdividido y controlado por cacicazgos

o jefaturas, donde al jefe principal se le designaba el título de queví. La mejor

documentación sobre estos cacicazgos se centra en la costa del Pacífico, donde

los españoles encontraron asentamientos que variaban entre caseríos dispersos

en las cimas de cerros en medio de áreas boscosas, a grandes aldeas nucleadas

situadas a lo largo de los valles aluviales. Aunque no hay mucha información so-

bre la jerarquía de los sitios o la organización de la comunidad, hay una constante

referencia al bohío del queví, refiriéndose posiblemente al lugar en donde el jefe y

su séquito residían al momento del contacto, la estructura donde se resguardaban

los restos de los ancestros, o los lugares donde el queví presidía actos o reuniones

comunales. Las pocas prospecciones arqueológicas realizadas en Panamá pre-

sentan una situación comparable a la del Período de Contacto. El presente ensayo

se centra en los resultados de un estudio de patrones de asentamientos en el

valle bajo del río La Villa, cuyo objetivo era identificar su importancia dentro de

un territorio limitado, que para los años del contacto español fue descrito como

Ilean Isel Isaza Aizpurúa▪Los dominios sureños del cacicazgo de Parita en el Gran Coclé, Panamá

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uno de los dos ríos controlados por el queví Parita del siglo dieciséis. Se analiza la

naturaleza, la organización y antigüedad de los yacimientos documentados, las

características físicas de los mismos y se comparan con los datos etnohistóricos.

Keywords: chiefdom, ethnohistory, settlement patterns, Gran Coclé, La Villa River.

AbstractThe first European accounts of Panamanian native society, which dates

back to the first half of the sixteenth century A.D., describe several small terri-

tories controlled by chiefs (locally known as quevís). Most of the descriptions of

these territories come from the Pacific coast, where the chroniclers encountered

small villages with scattered houses on hilltops in the middle of forested areas

as well as large nucleated settlements situated along the rich alluvial valleys. Al-

though not much else is offered about site hierarchies or community organiza-

tion, there is a constant reference to the bohío del queví, which could be inter-

preted as the place where the chief and his entourage happened to be when the

Europeans arrived, the mortuary house where ancestors were kept, or the struc-

tures where chiefs would have presided communal events. The few intensively

surveyed valleys in Panama document a comparable situation to that described

by the chroniclers at the time of contact. This article focuses on the results of a

settlement survey undertaken in the lower valley of the La Villa river described

as the southern domains of the sixteen century queví Parita. The author analyzes

the nature, the organization of the registered sites in La Villa valley, the physical

evidence of surface features, their material culture and compares them with the

ethnohistoric accounts.

Canto Rodado▪8:115-132, 2013

117

El presente ensayo intenta dar un contexto arqueológico a la docu-mentación etnohistórica del siglo dieciséis sobre los dominios sureños del queví Parita, en el valle del río La Villa. También conocido como París, Parise, Parisen, Pariza, o Pariba, el nombre de Parita se ha perpetuado como el nombre de un poblado, un río y una bahía. A Parita se le atribu-ye el dilatar las primeras entradas del capitán Gonzalo de Badajoz y sus soldados hacia Azuero y el occidente de Panamá en 1515 (Andagoya en Jopling 1994:32 a 34; Espinosa en Jopling 1994:60). Irónicamente, el queví Parita ha sido mejor conocido por el detalle de sus ritos funerarios, inte-rrumpido y descrito por quien reemplazó a Badajoz en las subsecuentes entradas a partir de 1516, el capitán Gaspar de Espinosa. El hecho ocurrió durante la tercera expedición que Espinosa condujo en el río del Asiento Viejo (hoy río Parita) en 1519. En un bohío encontró el cuerpo de Parita previamente desecado junto con el de dos subjefes y dos mujeres, todos ricamente adornados con alhajas y ofrendas de oro. El queví presentaba, sin embargo, algunas piezas singulares como patenas, yelmos, collares, cascabeles y una bacina en la cabeza. Todos los cuerpos estaban cubiertos con numerosas capas de coloridas mantas y hamacas de algodón, atados con cordones de algodón y cabello humano (Espinosa en Jopling: 1994:63 a 64). Fueron estas descripciones las que inicialmente permitieron al ar-queólogo Samuel Lothrop (1937) establecer claras correspondencias entre los datos etnohistóricos y los hallazgos de entierros de pompa en el afa-mado Sitio Conte (PN-5), ubicado a orillas del río Grande, en Coclé. El hecho de que las tumbas más ricas en Sitio Conte presentaran el mismo tipo de objetos que acompañaban a Parita y otros miembros de su séqui-to, influyó en que Panamá se convirtiera virtualmente en sinónimo del concepto de cacicazgo o jefatura (Steward 1948; Steward y Faron 1959; Sauer 1966; Helms 1979). En años recientes los hermanos Julia y Carlos Mayo demostraron que Sitio Conte no es un yacimiento único, y que es posible incluso encontrar sitios con el mismo tipo de rasgos funerarios y monumentos a solo 2,5 km, en el yacimiento de El Caño o NA-20 (Mojica et al. 2007; Williams 2012 y Martín Seijo et al. 2012).

El dominio territorial de Parita incluyó los valles aluviales y costeros entre el río del Asiento Viejo (hoy río Parita) y el río Los Mahizales (co-nocido como Cubitá a finales del siglo dieciséis, subsecuentemente río La

Ilean Isel Isaza Aizpurúa▪Los dominios sureños del cacicazgo de Parita en el Gran Coclé, Panamá

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Villa; ver Espinosa en Jopling 1994: 65). La provincia de Parita colindó al norte con la de su rival y cuñado el queví Escoria; Usagaña al oeste; Chicacotra (o Chiracona), Quema y Guararé al sur (Jopling 1994:32 y 33 y 66). Los últimos cuatro quevís estaban bajo el control de Parita (Figura 1). Detalles sobre las distancias entre estos territorios permiten, incluso, estimar la extensión territorial de la provincia de Parita y su influencia sobre otras provincias cacicales:

“de la dicha provincia de Escoria a la dicha provincia de Paris, hay obra

de seis leguas […] de la dicha provincia de Quema […] a Chiracona,

que está tierra adentro, obra de dos jornadas de esta dicha provincia

sobre la mano derecha y que torna y confina con el dicho cacique Que-

ma y con la provincia de Usagaña. De este dicho asiento de Chiracona

al asiento viejo había cuatro jornadas y del dicho asiento de Quema

donde fue el dicho Albitez había dos jornadas” (Espinosa en Jopling

1994:50 a 54; énfasis de la autora).

Figura 1. Dominio territorial del queví Parita y su zona de influencia. (Mapa: Ilean Isaza)

Canto Rodado▪8:115-132, 2013

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Si una legua equivale a 4,44 km (Romoli 1987:221; ver también Cooke 1993), se propone que la provincia de Parita cubrió un área aproximada de 381 km2; su dominio costero era de 26,64 km y su zona de influencia abarcó 1.846 km2 (Figura 1; Isaza 2007:224). Sin duda -y como estimó Mary Helms -, esto le permitió a Parita y sus aliados el “control sobre importantes rutas comerciales y obtener los beneficios de la mano de obra militar” (Helms 1979:59).

Las descripciones de Espinosa sobre el río Los Mahizales (o río La Vi-lla), hacen referencia a una región sabanera densamente poblada e impo-sible de penetrar sin ser descubierta (Espinosa en Jopling 1994:62 y 64). Igualmente describió con admiración los extensos campos cultivados de maíz, camote, zapallos y yuca. Las zonas costeras eran todas “de arenas y de grandes pesquerías” incluyendo pescados y mariscos (Espinosa en Jo-pling 1994:65). La producción de sal era de mucho provecho, sin embargo la sal de mejor calidad se encontraba en la provincia de Natá.

El estudio de patrones de asentamiento realizado por el Proyecto ar-queológico del río La Villa (PARLV) bajo la dirección de Ilean Isaza (2007), detectó una situación similar a la descrita por los cronistas del siglo die-ciséis. Los yacimientos arqueológicos registrados presentaron numerosos montículos de diferentes tamaños, en su mayoría cubiertos por restos de concha y fauna, cerámica y material lítico. Su distribución incluyó ambas márgenes del río y, ocasionalmente, en los sitios de mayor tamaño (Tipos 1 y 2), definieron áreas centrales abiertas. Los sitios estaban separados por áreas vacías y/o por los cortes de paleomeandros. Presumiblemente las áreas abiertas y zonas de aluvión fueron aprovechadas para el cultivo. La distribución de artefactos diagnósticos (utensilios de piedra y cerámica) demostró, además, que los límites de la mayoría de los sitios registrados en el valle bajo del río La Villa se expandieron y contrajeron a través del tiempo, a pesar de estar ocupados durante fases consecutivas entre los períodos Tonosí (250 d.C.) y Parita (1400 d.C.). Este proyecto analizó la naturaleza, la organización y antigüedad de los yacimientos documenta-dos en el curso bajo de La Villa, incluyendo las características físicas y da-tos arqueológicos para compararlos con la documentación etnohistórica.

Ilean Isel Isaza Aizpurúa▪Los dominios sureños del cacicazgo de Parita en el Gran Coclé, Panamá

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Entorno geográficoEl sistema fluvial de La Villa define los límites geográficos actuales de

las provincias de Herrera y Los Santos. El valle bajo fue seleccionado para identificar su función dentro de un territorio limitado que, para el período del contacto español, formaba parte de los dominios sureños del queví Pa-rita. En la zona costera del valle se encuentra el sitio Cerro Juan Díaz (LS-3) donde el programa de investigaciones arqueológicas (1992-2002) diri-gido por Richard Cooke, expuso restos de estructuras con pisos de arcilla, diversos tipos de enterramientos y rasgos domésticos que representaron varios períodos de ocupación entre los años 200 a.C. y 1640 d.C. (Sánchez 1995; Cooke, Sánchez, Isaza y Pérez 1998; Cooke y Sánchez 1998; Sán-chez y Cooke 1998; Cooke et al. 2000; Cooke, Isaza, Griggs, Desjardins y Sánchez 2003; Cooke, Sánchez, Carvajal, Griggs e Isaza 2003.)

Basado en los resultados de las primeras unidades excavadas en el si-tio Cerro Juan Díaz y en la documentación etnohistórica, en 1993 Cooke propuso que el prominente cerro formaba parte de un centro de gran influencia para el valle, y posiblemente representaba uno de los dos asen-tamientos principales del queví Parita descritos para el momento del con-tacto, el Asiento Nuevo. Según las descripciones de Espinosa de 1517, este asiento estaba situado cerca de la desembocadura del río Los Mahi-zales cerca de una colina con afloramientos rocosos (Espinosa en Jopling 1994:51). Fue allí donde el queví y sus guerreros se reagruparon luego de un enfrentamiento que sostuvieron con las tropas de Espinosa. La des-cripción de esa localidad concuerda con la topografía del cerro Juan Díaz. El proyecto arqueológico del río La Villa (PARLV) se diseñó para probar la hipótesis de Cooke, determinar la antigüedad de la ocupación humana en el curso bajo del río La Villa y definir su desarrollo cronológico en relación con las transformaciones sociales.

Metodología de CampoEl PARLV cubrió un área de 40 km2, incluyendo tres kilómetros a tra-

vés del cauce del río y antiguos meandros en la desembocadura actual y antigua. El trabajo de campo incluyó muestreos superficiales sistemáti-cos, empleando transectos separados entre 30 m y 50 m de distancia; ex-cavaciones de prueba en las unidades sin material superficial; prospeccio-

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nes geofísicas (de magnetometría, resistencia y conductividad eléctrica); excavaciones más extensas en el 20 por ciento de los sitios registrados y análisis geomorfológicos de la cuenca baja de La Villa. Luego de incorpo-rar los datos de las recolecciones superficiales y muestreos de pala en el SIG se crearon mapas de interpolación, los cuales revelaron una tipología

Figura 2. Mapa del universo de estudio del Proyecto Arqueológico del río La Villa (PARLV)

que demuestra la distribución de yacimientos arqueológicos documentados por Isaza

(2007) y los principales yacimientos del valle bajo del río Parita registrados por Haller

(2008).

Sitio Topónimo Sitio Topónimo Sitio Topónimo

LS-3 Cerro Juan Díaz LS-13 F. Abel Moreno LS-22 Santa Cruz

LA-28 F. La Flora LS-4 Camaronera LS-15 La Chilonga

LS-24 F. Tito Castillo CHI-30 La Terminal LS-7 Represa La Nestlé

LS-17 F. Los Pilones LS-31 F. Germán Castillo CHI-33 IDAAN

LS-10 Las Huertas LS-18 Balneario Los Olivos CHI-6 El Auditorio

CHI-34 Represa IDAAN LS-11 F. Los Olivos LS-21 Cantera Santa Ana

CHI-25 Puerto El Agallito

Ilean Isel Isaza Aizpurúa▪Los dominios sureños del cacicazgo de Parita en el Gran Coclé, Panamá

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de cuatro niveles de sitios distanciados de manera equidistante (entre 1,5 y 2 km), a lo largo del cauce de La Villa y sus antiguos meandros (Figura 2). Los tipos de sitios se establecieron en función de la extensión máxima de los desechos arqueológicos y los rasgos superficiales asociados (por ejemplo, montículos, basureros con alto contenido de moluscos, exposi-ción de pisos de arcilla quemados, o acumulaciones de tobas, guijarros, nódulos, entre otros. Ver Tabla 1).

Con base en la exposición superficial de instrumentos de cerámica y piedra (2007:320 a 458) se determinó que la mayoría de los sitios fueron ocupados de manera continua y coetánea al sitio Cerro Juan Díaz. Este patrón de asentamiento longitudinal, a lo largo del río, sugirió también que los ancestros de Parita fueron atraídos por las condiciones navega-bles del río, la topografía local y el acceso a los suelos fluviales profundos, ideales para la agricultura. Por ejemplo, los cerros prominentes en la zona costera y valle alto en el sector de Los Olivos presentaron las concentra-ciones más extensas de restos arqueológicos en ambas márgenes del río.

El patrón de asentamiento en el curso bajo de La Villa se asemejó al registrado en el valle del río Tonosí al sur de Azuero, donde los asenta-mientos del período Cerámico Tardío se encontraron en lo alto de colinas, sugiriendo una función defensiva (ver Ichon 1980). En el valle bajo del río Santa María, a cuatro kilómetros de la zona intermareal, Cooke y Ranere (1984) registraron sitios distribuidos de manera equidistante, pero en zo-nas de poca elevación (ver también Weiland 1984). Para la cuenca baja y media del río Parita, Mikael Haller (2008:58 a 114) reportó una tipología de tres niveles, la cual difiere de lo reportado en La Villa (Isaza 2007:137 a 292). Lo más significativo, sin embargo, es que sí existe una correspon-dencia entre los cambios paulatinos que se dan en la distribución de los yacimientos entre la zona costera y el valle alto.

La ocupación precontacto en el valle del río La VillaLa evidencia de ocupación humana permanente más temprana para el

valle bajo del río La Villa correspondió a la fase La Mula (200 a.C. a 250 d.C.), del período Cerámico Medio. La evidencia se dio en las zonas de perturbación reciente, donde pozos de huaqueros y cortes de caminos de terracería -en la base de los cerros Juan Díaz, Juan Gómez y Las Huertas-

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expusieron niveles de suelos de aproximadamente 2.000 años de antigüe-dad (Tomas Bullard, comunicación personal 2003; Isaza 2007:332 a 338). En estas áreas se recolectaron además cerámicas distintivas del período junto con pequeñas navajas con bases simples, conocidas como puntas La Mula. El nombre de estas puntas deriva del primer lugar donde se des-cubrieron, y presuntamente se elaboraron aprovechando un afloramiento en el sitio La Mula-Sarigua (PR-14), consistente en cinco hectáreas de calcedonia rica en sílice en la boca del río Parita (Figura 2; ver Hansell 1988). Además, la prospección de La Villa documentó una concentración de puntas, fragmentos, nódulos y tobas de piedras silíceas en áreas espe-cíficas dentro de los límites del sitio Cerro Juan Díaz (LS-3) la que incluye ambas márgenes del río. Sin embargo, no podemos asegurar si las puntas La Mula encontradas en los sitios adyacentes al río La Villa se produjeron in situ o son producto del intercambio con aldeas del valle vecino. Lo in-teresante es que la ocupación inicial del valle costero en La Villa fue con-temporánea con el crecimiento que experimentó el sitio La Mula-Sarigua.

En vista de que la muestra provino únicamente de zonas que presenta-ron depósitos profundos y expuestos por perturbaciones recientes, Isaza (2007:336 a 338) propuso que la población se concentró en el valle costero, en pequeñas aldeas separadas y ubicadas en las faldas de los cerros Juan Díaz y Juan Gómez (que conforman el sitio Cerro Juan Díaz o LS-3) y en la cadena de cerros en el sector de Las Huertas (sitio LS-10), al norte del cerro El Tamarindo (Figura 2). La distancia entre estas dos zonas es de cuatro kilómetros, y su distribución de artefactos diagnósticos demostró que los límites de ambos sitios -junto a las aldeas más pequeñas y veci-nas- variaron a través del tiempo.

Para la fase Cubitá (550 d.C. a 700 d.C.) del Cerámico Medio, las pe-queñas aldeas cercanas a cerro Juan Díaz y Las Huertas convergieron y formaron asentamientos nucleares de entre 100 y 132 ha (Tipo 1), con áreas de vivienda, basureros, cementerios y talleres especializados. Cerca de estos sitios y el área de La Albina se documentaron asentamientos menos extensos de 15 a 29 ha (Tipo 2), de una a 15 ha (Tipo 3), y menos de una hectárea (Tipo 4). Incluso, algunos sitios parecían haber tenido funciones especiales, como estaciones para la preparación de herramien-tas de piedra (LS-21 y LS-32) o pesquerías, como es el caso del yacimiento

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costero de Finca Castillo o LS-31, ubicado en una zona de antiguas dunas y cerca de la boca vieja del río La Villa. Un aspecto interesante que cabe resaltar es que, a pesar de que en el vecino valle del río Parita Mikael Ha-ller documentó un crecimiento en el número de yacimientos, el sitio La Mula-Sarigua pasa de ser un aldea de primer orden a una de tercer orden (Hansell 1988:200; Haller 2008:79).

Por otro lado, la ocupación en el valle alto del río La Villa para finales del Cerámico Medio fue baja, con aldeas no mayores de cinco hectáreas en tamaño (Tipo 3). Los datos del PARLV mostraron que para inicios del período Cerámico Tardío (700 d.C.), hubo una configuración lineal y equi-distante de aldeas y caseríos situados a lo largo del río, comparable a lo descrito en las crónicas del siglo dieciséis.

Igualmente, se demostró que el crecimiento en el número y tamaño de las aldeas costeras registradas para La Villa a inicios del Cerámico Tardío (700 d.C. a 950 d.C.), fue comparable con el aumento en el número de aldeas que Haller (2008) documentó en el interior del valle del río Parita para el mismo período. Sin embargo, el crecimiento en este valle se aso-ció a la expansión del sitio El Hatillo (HE-4) como el principal a partir de la fase Cubitá. Haller (2008) argumentó, además, que la influencia de El Hatillo resurgió a partir de la fase Macaracas (950 d.C a 1100 d.C.) del Cerámico Tardío, cuando registró evidencias de entierros de pompa en montículos artificiales. El surgimiento de El Hatillo como centro ceremo-nial emergió cuando Sitio Conte declinó (Cooke et al. 2000:155; Menzies y Haller 2012:450). Los montículos funerarios en El Hatillo se asemejan al grupo de montículos en el sitio El Caño, en el territorio del queví Natá en Coclé (Cooke et al. 2000; Mojica et al. 2007). Las excavaciones profesio-nales en El Hatillo (Ladd 1964), no proporcionaron evidencia de entierros de élite como aquellos encontrados en Sitio Conte o recientemente en El Caño (Williams 2012). Sin embargo, los huaqueros que excavaron el sitio sí documentaron objetos de oro exquisitamente martillados y otros mol-deados (Biese 1967). El estilo y contenido iconográfico de las figurillas antropomorfas que presentaban cabezas dobles -los artefactos más abun-dantes en la muestra de El Hatillo-, apuntaron a su manufactura durante el período Cerámico Tardío (Biese 1967; Bray 1992; Haller 2008). Si El Ha-

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tillo representó entonces un sitio de primer orden y con gran influencia a nivel regional -tal como lo fue La Mula-Sarigua en su momento-, no ha de sorprender su impacto en el decrecimiento de las aldeas costeras de La Villa y el aumento en el tamaño de aquellas ocupadas río arriba entre las fases Macaracas y Parita (Isaza 2007:377 a 407). Varios aspectos pudieron haber influido en la concentración de la población en el valle alto del río La Villa. Por un lado, cabe la posibilidad que la progradación costera haya comenzado a afectar la ocupación de aldeas claves como el sitio LS-31, que facilitaban la adquisición de recursos marinos y costeros: por ejem-plo pescado salado, moluscos y/o sal. Sabemos que hay una entrada vieja cerca de este yacimiento, pero no sabemos cuándo comenzó a moverse. Igualmente, la competencia por los recursos costeros pudo haber posicio-nado a las aldeas costeras en una situación más vulnerable a ataques. Por otro lado, desde el valle alto pudieron controlar mejor el movimiento de recursos auríferos y líticos.

Coetáneo con el crecimiento de El Hatillo, los asentamientos de alto rango en la zona costera del valle del río La Villa comenzaron a contraer-se en tamaño, mientras que un sitio en el valle alto -La Chilonga (LS-15) experimentó una expansión en tamaño, convirtiéndose en un sitio de rango Tipo 2 durante la fase Macaracas. Otro cambio importante en la congregación de asentamientos ocurrió durante la segunda mitad de la fase Parita (1295 d.C. a 1420 d.C.), cuando cerro Juan Díaz y Las Huertas se fragmentaron espacialmente y La Chilonga se convirtió en un sitio de rango Tipo 1. Igualmente emergió un sitio de función especial en el bal-neario Los Olivos (LS-18), ubicado a 3,5 km al oeste de La Chilonga don-de el PARLV, con la ayuda de informantes locales, documentó la presencia de petroglifos y piedras talladas (Isaza 2007:Figura 4.39). La importancia de estos rasgos en la comunidad regional pudo ser exclusivamente sim-bólica y/o religiosa. Sin embargo, la topografía y ubicación geográfica del sitio en el balneario Los Olivos coincide con una zona fronteriza, limitada por dos cerros desde donde se observaron rápidos. El sitio del balneario Los Olivos se ubicó en el punto más cercano entre los valles bajos de los ríos La Villa y Parita. También se encuentra en el área que la mayoría de los investigadores han propuesto como el límite del cacicazgo de Parita (Sauer 1966:Figura 27; Helms 1979:Figura 6 y Cooke 1993:Figura 1). Por

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lo tanto, la explicación más recurrente para dar cuenta de la presencia de petroglifos y piedras talladas en el balneario Los Olivos es que sirvieron como hitos territoriales o mojones (Jopling 1994:21). También se puede interpretar su función como lugares de reunión durante acontecimientos sociales especiales en los cuales la gente de cacicazgos vecinos participa-ba (por ejemplo las alianzas políticas). Otros sectores de La Villa, donde se documentaron petroglifos, corresponden a los posibles linderos del queví Quema, en la cabecera del río La Villa en el Montuoso.

Solo dos sitios documentados por el PARLV -La Chilonga (LS-15) y el sitio LA-29 en el valle alto de La Villa- proporcionaron cerámica del estilo Mendoza (1522 d.C a 1650 d.C.). Este sector del valle continuó siendo ocupado durante el período postcolonial, dada la presencia de cerámica hecha en torno y tiestos de manufactura hispano-indígena sobre todo en el sitio La Chilonga y los sitios LA-28 y LA-29.

Economía casera y medio ambienteLa muestra complementaria de objetos líticos recolectados por el

PARLV incluyó una variedad de herramientas de talla, piedra pulida e instrumentos de molienda asociados a la cerámica de los períodos Ce-rámico Medio y Cerámico Tardío. Al igual que la cerámica, estas herra-mientas se ubicaron en contextos domésticos, incluyendo montículos y basureros. Lo anterior sugiere que dentro de las aldeas documentadas se llevaron a cabo diferentes tipos de actividades, incluyendo la preparación de alimentos, carpintería, y la producción de alhajas de concha y hueso, similar a los que documentó Mayo (2004) en cerro Juan Díaz.

Figura 3. Dibujo del petroglifo de Los Olivos (LS-18). (Dibujo: Alexis A. de Isaza, basado en un

frotagge al negativo realizado por Julia Mayo y Celestino Rodríguez)

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Los instrumentos de talla hechos de piedras silíceas (jaspe y calcedo-nia) fueron los de mayor frecuencia, aunque también hubo una alta con-centración de instrumentos hechos en madera fósil. Las fuentes de ma-teria prima para este tipo de instrumentos eran de acceso relativamente fácil. Por ejemplo, el afloramiento de piedra calcedonia más extenso y me-jor estudiado se ubica en La Mula-Sarigua (Hansell 1988). Otras fuentes de jaspe y calcedonia se ubicaron en el distrito de Macaracas, a 20 km de la costa de la provincia de Los Santos y Chepo de las Minas, en Herrera. Incluso, y dentro del área de estudio, en la zona de Los Olivos, el PARLV documentó campos cubiertos por troncos de madera fósil (Isaza 2007:Fi-gura 4.31) que, a pesar de no ser un material idóneo para la producción de herramientas, los ancestros de Parita lo emplearon para la creación de utensilios punzo cortantes no sofisticados, particularmente durante las últimas fases del Cerámico Tardío. La presencia de tobas, nódulos y lascas en zonas específicas del sitio Cerro Juan Díaz (LS-3), LS-21 y LS-32, nos indicó la presencia de áreas de producción dentro del universo de estudio. Se observó la misma situación para los instrumentos de piedra pulida, por ejemplo hachas de las cuales se reportaron incluso preformas y piezas que fueron retocadas.

Entre la muestra de instrumentos de molienda se documentaron ma-nos, metates y morteros hechos de andesita, diorita y granito. Las fuentes de materia prima no se encontraron dentro de la zona de estudio pero sí en la cabecera del río La Villa, en la región del Montuoso. A diferencia de los instrumentos de talla, el PARLV no documentó zonas de producción, lo que sugirió que este tipo de artefactos fue elaborado en otras zonas e importado a las aldeas del curso bajo de La Villa.

Por otro lado, los análisis de fauna apoyaron la idea de que el entorno local en el valle bajo de La Villa sufrió una alteración prolongada a causa de la actividad humana (Isaza 2007:461). Las muestras de reptiles, mamí-feros y aves recolectadas por el PARLV, aunque pequeñas, confirmaron una serie de rasgos que Cooke y sus colegas interpretaron como indica-dores de la caza y colecta de animales en zonas antrópicas expuestas a la agricultura. El predominio del Venado de Cola Blanca, la presencia de mamíferos que frecuentan campos abiertos y pájaros -por ejemplo, Co-nejo de Cola Blanca, Zorra Gris y Codorniz- es consistente con un paisa-

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je que incluía sabanas arboladas, bosques de galería, campos agrícolas y rastrojos, y un mosaico de hábitats costeros, (fangos, manglares, albinas y playas arenosas, entre otros), un panorama que no difirió mucho de las descripciones de Espinosa. Se concluye entonces que las prácticas irre-gulares de caza y recolección de animales terrestres ocurrieron en zonas cercanas a las mismas aldeas.

Tal como lo observaron los españoles, igualmente se aprovechó la ri-queza de los recursos marinos, dada la alta frecuencia (88 por ciento) de restos de pescado (principalmente de las familias de Bagres: Ariidae, Ron-cadores: Haemulidae y Corvinas: Sciaenidae), que habitaron zonas del es-tuario medio y alto y que entraron a la boca del río durante las mareas altas. Tan solo un 12 por ciento de las muestras estudiadas correspondie-ron a especies que evitaban las aguas turbias del estuario. Los moluscos fueron igualmente aprovechados para el consumo humano, y algunas especies se emplearon incluso en la producción de alhajas y ofrendas de tipo suntuario (Sánchez y Cooke 1998; Mayo 2004). El PARLV identificó al menos un sitio en la zona costera (LS-31), cuya función se interpretó como la de una pesquería, la cual abastecía aldeas como los sitios LS-3, LS-8, LS-9, LS-10 y CHI-33.

Interpretación de los datos y conclusiones finalesLas características más evidentes en cuanto al patrón de asentamiento

longitudinal en el curso bajo del río La Villa, fueron el aprovechamiento de la topografía, las condiciones navegables del río y el acceso a los suelos fluviales para la agricultura. En nuestra opinión, la selección de cerros fa-cilitó el control del movimiento de personas y mercancías transportadas a lo largo de la vía fluvial. También proporcionó protección de inundaciones y oportunidades para responder rápidamente a ataques. Otro elemento social que influyó en la selección de los cerros prominentes fue el rito o culto. Los datos obtenidos por el equipo de Richard Cooke en Cerro Juan Díaz por ejemplo, indicaron que esta prominente colina fue el centro de ritos funerarios entre las fases La Mula y Parita (Cooke, Sánchez, Isaza y Pérez 1998; Cooke et al. 2000). Cerro Juan Díaz, sin embargo, no fue el único yacimiento en el valle de La Villa con este tipo de rasgos. En las pocas excavaciones amplias y profundas que se realizaron, se detectó la

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presencia de entierros en yacimientos como Las Huertas, LS-8, La Chi-longa y LA-28.

El PARLV demostró que, a pesar de representar un yacimiento grande y de gran importancia en el curso bajo de La Villa, Cerro Juan Díaz no fue el único sitio, ni fue el más grande. Los cambios en la distribución y el tamaño de los yacimientos en el valle aluvial fueron relativamente estables y longevos. De cierto modo se notó una correlación con los cam-bios que reporta Haller (2008:58 a 114) para el valle del río Parita (Isaza 2007:137 a 292). En el valle del río Parita, sin embargo, no aparenta haber un aprovechamiento de la topografía ni se detectó un aspecto defensivo. Igualmente, el proyecto confirmó la presencia de numerosas aldeas de diferentes tamaños en ambas márgenes del río, a partir de la fase Tonosí del Cerámico Medio (ver Espinosa citado en Jopling 1994:62, 64 y 65).

Con los datos del PARLV ¿podemos establecer con certeza que Cerro Juan Díaz es el Asiento Nuevo de Parita? En realidad no, pero sigue siendo el mejor candidato. El PARLV demostró que el yacimiento que denomina-mos Cerro Juan Díaz (LS-3), es más grande de lo estimado por Cooke y sus investigadores. Este incluye el vecino cerro Juan Gómez en la margen oeste del río, y para probar la hipótesis se requiere de más excavaciones que expongan contextos del período del contacto europeo.

AgradecimientosEl Proyecto arqueológico del valle de río La Villa (PARLV) se realizó

con fondos de la Fundación de Ciencias de Estados Unidos (NSF Disser-tation Improvement Grant N.0206939) y una beca Predoctoral del Insti-tuto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) otorgada a Ilean Isaza en el 2002 siendo becaria de predoctoral de SENACYT. La auto-ra agradece la atinada asesoría de Richard Cooke, Patricia McAnany y Clemency Coggins durante el período de investigación y el respaldo de sus asistentes en campo: Celestino Rodríguez, Darío Rodríguez y María Elena Mendieta. Igualmente reconoce el apoyo incondicional de Alexis Aizpurúa de Isaza, Eric Vrba, Richard Krout, los miembros del Proyecto Cerro Juan Díaz, el laboratorio de arqueozoología y el departamento de educación del STRI.

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El edificio del Museo Afroantillanode PanamáImportante legado cultural e histórico construido en madera*

Katti Osorio Ugarte, Ph.D. Investigadora independiente, [email protected]

Palabras clave: arquitectura histórica, Barbados, construcción en made-ra, legado afroantillano, Panamá, patrimonio cultural.

ResumenEl objetivo general de la investigación es demostrar que el edificio que

alberga al Museo Afroantillano de Panamá cumple con los valores que exi-

ge la ley panameña para ser declarado monumento histórico nacional. Los

objetivos específicos son, contextualizar al edificio bajo estudio en la evo-

lución urbana y social de Ciudad de Panamá, y realzar la influencia de lo

afroantillano en la cultura panameña mediante un edificio referente eleva-

do a la categoría de monumento histórico nacional. El enfoque técnico de la

investigación consistió en examinar la importancia del edificio del museo

como testimonio del pasado de la nación panameña -específicamente la

contribución afroantillana a ese pasado-, mediante la investigación y aná-

lisis de los acontecimientos históricos, legales, sociales y culturales de su

entorno, considerando que la construcción de la estación 5 de Mayo del

metro de Panamá y la consolidación del sistema de transporte Metro Bus,

transformarán nuevamente el entorno inmediato del edificio. La metodo-

logía aplicada consistió en investigar las influencias históricas, culturales

y sociales en torno a la antigua capilla de la Misión Cristiana en el barrio

de El Marañón, desde su origen en 1910, su transformación en el Museo

Recepción: 24/08/13 – Aprobación: 06/10/13

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Katti Osorio Ugarte▪El edificio del Museo Afroantillano de Panamá

Afroantillano de Panamá en 1980, y su situación actual, para luego pro-

ceder al análisis de la información investigada. Ésta incluyó recopilación

documental y trabajo de campo concernientes a la historia y aportes de

los afroantillanos en Panamá. Se consideraron lineamientos internaciona-

les sobre la conservación de estructuras históricas. El resultado principal

y aporte de esta investigación ha sido demostrar que el edificio posee las

cualidades necesarias para ser elevado a la categoría de monumento his-

tórico nacional. 

Keywords: Barbados, historic architecture, Panama, timber construction, West Indies cultural heritage.

AbstractThe general aim of this paper is to demonstrate that the building of the

West Indian Museum of Panama meets the requirements set by Panama-

nian law to be declared a national historic monument. The specific objec-

tives of this paper are, to contextualize the building under study into the

urban and social development of Panama City, and to enhance the influ-

ence of the West Indies culture on Panamanian culture, by means of a refer-

ence building elevated to the category of a national historic monument.

The technical approach of this research was to examine the importance of

the building of the West Indies Museum of Panama as a testimony of the

history of Panama, focusing on the West Indies contribution to that his-

tory, through research and analysis of historical, legal, social and cultural

events that took place in its surroundings. The latter becomes more rel-

evant considering that the construction of the metropolitan subway station

5th of May of the metro de Panamá and the implementation of the Metro

Bus transport system will transform once more the immediate environ-

ment of the building. The methodology incorporated the investigation of

the cultural, social and historic influences around the former chapel of the

Christian Mission in the neighborhood of El Marañón since its founding

in 1910, its conversion into the West Indian Museum of Panama in 1980,

and its current situation, to then proceed to the analysis of the researched

data. This included documentary and field research on the history and con-

tributions of the West Indies in Panama. International guidelines on the

Canto Rodado▪8:133-153, 2013

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conservation of historic structures were considered. The main conclusion

and contribution of this research has been to demonstrate that the building

meets the required attributes to be elevated to the status a national historic

monument.

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Katti Osorio Ugarte▪El edificio del Museo Afroantillano de Panamá

A finales del siglo diecinueve, persistía en la élite criolla panameña la concepción imaginaria de Ciudad de Panamá como ciudad hanseática, por su importancia estratégica para el comercio internacional durante el período Colonial, ilustrada y especialmente, blanca. Existían fuertes ten-siones raciales entre negros, mestizos y blancos, donde los blancos con-sideraban a negros y mulatos del arrabal una presencia amenazante y bárbara (Pizzurno 2010:37). La esclavitud fue abolida en Nueva Granada en 1852 (Mac Guiness 2004:151), en los albores del Estado Federal de Pa-namá, cuya gestión departamental se vio afectada por el Incidente de la Tajada de Sandía de 1856 en La Ciénaga, Ciudad de Panamá. Una reyerta pública que atrajo combatientes desde el arrabal con saldo de muertos, heridos y repercusión internacional.

A este panorama llegaron los afroantillanos1 que venían a trabajar en la construcción del ferrocarril de Panamá (1850 a 1855), y luego en el canal del período francés. La suspensión definitiva de los trabajos de la Compa-ñía Universal del Canal Interoceánico en 1899, redujo el influjo migratorio antillano durante la década de 1890 (Newton 1995:32 y 37). Tras el colap-so económico por la hiperinflación colombiana y la Guerra de los Mil Días (Chapman 1996:2), Panamá se separó de Colombia el 3 de noviembre de 1903 en circunstancias controversiales. El establecimiento de la Zona del Canal en 1904 limitó seriamente la expansión y las ventajas comerciales de Ciudad de Panamá, e incluso la soberanía territorial del país.

La construcción del Canal de Panamá (1904 a 1914) atrajo nuevamen-te inmigración antillana. Westerman (1980:19), señaló como causas a la superpoblación en las islas y a las condiciones extremadamente precarias en las Antillas. A este respecto, añadió Newton (1995:8 y 38) que, entre 1850 y 1914, millares de personas procedentes de las Antillas Británicas decidieron probar suerte en Panamá, pues el sistema de plantaciones en sus islas de origen iba en detrimento del campesinado autosuficiente, y

1 La comunidad antillana de Bocas del Toro fue fundada por inmigrantes negros que vinieron de islas del Caribe, como San Andrés y Vieja Providencia (Westerman 1980:21), cuya arquitectura tuvo influencia en la arquitectura panameña (Gutiérrez 1984:339). Conte-Porras (Conte 2005:346), ha señalado que las islas de San Andrés y Providencia se encontraron bajo la jurisdicción del istmo de Panamá hasta antes del 3 de noviembre de 1903.

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muchos deseaban librarse del estigma de esclavitud asociado al trabajo en las plantaciones de caña de azúcar, mejorar su estatus social, y liber-tad de las duras condiciones mencionadas. En cuanto a los barbadienses, Newton señala que los impulsaron presiones demográficas.

El Convenio Monetario de 1904 estableció la paridad entre el Balboa y el Dólar norteamericano, pero la paridad no representó igualdad; la nó-mina de pago en la Zona del Canal se dividía en dos clasificaciones: el rol de plata (Silver Roll), clasificación para aquellos trabajadores considerados inferiores por cuestiones raciales, que no era otra cosa que la negación de privilegios y el pago en moneda panameña acuñada en plata; y el rol de oro (Gold Roll), que era la nómina de pago en patrón de oro norteameri-cano para los trabajadores considerados blancos. Todos los aspectos de la segregación racial estaban cuidadosamente planificados, incluyendo instalaciones separadas para servicio postal, comisariatos, lugar de cobro de planilla, hospitales, escuelas, inclusive cementerios (Goodin 2012:56 y 57). Newton destaca que la segregación hizo que el contacto social entre los diferentes grupos, fuera de horas laborales, se redujera al mínimo. Aunque los trabajadores del rol de plata de diferentes nacionalidades tu-vieran mayor oportunidad de intercambio social entre sí, “la religión y el idioma eran barreras que impedían la comunicación” (Newton 1995:227). En esto Newton coincidía con Westerman: diferencias culturales dificul-taban la comunicación, y por ende la solidaridad entre los grupos, aunque Newton se refiere solamente a aquellos que residían en la Zona del Canal. Los que no podían residir en la Zona -por cese de labores o por preferen-cia y economía- habitaban en cuartos de alquiler en la periferia de Ciudad de Panamá, a menudo en áreas insalubres. He examinado la expansión de los barrios de inquilinato (Osorio 2010:991), encontrando que las áreas de Guachapalí, Calidonia y El Chorrillo fueron edificadas con casas de inquilinato en madera, orientadas a trabajadores del la época francesa del canal (décadas de 1880 y 1890), de quienes un número importante eran afroantillanos. A partir de 1904 y con el nuevo auge de los cuartos de al-quiler, se edificó una amplia área suburbana de caserones de madera en-tre el arrabal de Santa Ana y el cerro Ancón, expandiéndose hacia el norte

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Katti Osorio Ugarte▪El edificio del Museo Afroantillano de Panamá

en los actuales corregimientos de Santa Ana, El Chorrillo y Calidonia2. Entre los años 1925 y 1933, las condiciones de vida en los inquilinatos y el monto de los alquileres suscitaron alzamientos populares conocidos como los Movimientos Inquilinarios, con saldo de muertos y heridos, y la intervención de tropas norteamericanas (Araúz 1996:153 a 158 y 201).

En 1940, las obras proyectadas para la construcción de un tercer juego de esclusas para el Canal de Panamá atrajeron una nueva ola de trabaja-dores antillanos (ACP 2012; Araúz 1996:304); los trabajos proyectados se suspendieron en la antesala de la Segunda Guerra Mundial.

Hacia una mejor comprensiónLa Constitución Política de la República de Panamá de 1941, que retiraba la nacionalidad panameña a los descendientes de antillanos cuya lengua materna no fuese el español, fue solo una de varias medidas legales dis-criminatorias3. Debido al nacionalismo exacerbado por las condiciones proteccionistas estadounidenses que limitaban la soberanía panameña sobre su territorio y la gestión misma del Estado (Westerman 1980:95), se promulgaron leyes para regular la “inmigración prohibida”4. Westerman, en su ensayo titulado Hacia una Mejor Comprensión, escrito bajo el rigor de los años transcurridos desde la promulgación de la Constitución de 1941, identificó a los Estados Unidos de América, a Panamá y a los pa-nameños de origen antillano, como los principales actores del conflicto, y expresó que cada uno de ellos tenía responsabilidad por el ambiente de

2 Araúz y Pizzurno (1996:154) listan los siguientes barrios de casas de alquiler en Ciudad de Panamá: Calidonia, El Granillo, Malambo, San Miguel, El Marañón (Guachapalí) y El Chorrillo.

3 Algunas de ellas fueron la Ley No. 50 de 1913, que restringía la inmigración de chinos, sirios, turcos y africanos; la Ley 13 de 1926 que restringía la inmigración de oriundos de las Antillas y las Guyanas cuyo idioma original no fuera el español; la Ley 24 de 1941 que restringía la actividad comercial e industrial de las personas de inmigración prohibida; y la Ley 38 de 1941 que limitaba el acceso a empleos de cierta importancia a las personas de inmigración prohibida.

4 La Constitución Política de la República de Panamá de 1941 incluía en su artículo 23: “son de inmigración prohibida: la raza negra cuyo idioma originario no sea el Castellano, la raza amarilla y las razas originarias de la India, el Asia Menor y el Norte de África”.

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incomprensión (Westerman 1946:1 a 20). Gil Blas Tejeira -quien formó parte de la Asamblea Constituyente que elaboró la Constitución Política de Panamá de 1946 y que devolvió la nacionalidad panameña5 a los afec-tados por la Constitución de 1941-, dábale la razón a Westerman en su prólogo al ensayo de éste, señalando que el remedio al conflicto estaba en crear instrumentos de adaptación cultural (Tejeira 1946:viii). Entre los años 1976 y 1980, se celebraron el primero y segundo Congreso Nacional de Antropología, Arqueología y Etnohistoria de Panamá, y se realizó en Panamá el Segundo Congreso de Cultura Negra de las Américas (1980). Las publicaciones de estos congresos -así como otras publicaciones reali-zadas sobre el aporte de los negros en Panamá y sobre la discriminación racial-, contribuyeron a difundir conocimiento (Goodin 1995:xiii y xiv). En su libro publicado en 1980, Westerman enfatizó que no puede hablarse de un solo tipo de antillano, pues los isleños de unas y otras islas abrigaban desavenencias raigales que propiciaban sentimientos de superioridad de unos a otros entre jamaiquinos, trinitenses y barbadienses, circunstancia que impidió que integraran un grupo solidario (Westerman 1980:19). Ha-bían transcurrido 34 años desde la promulgación de la Constitución de 1946, durante los cuales Westerman publicó profusamente sobre los an-tillanos y la Zona del Canal. La creación del Museo Afroantillano de Pa-namá (MAAP) en 1980, fue un proyecto estatal impulsado por la directora nacional de Patrimonio Histórico, Reina Torres de Araúz, bajo la influencia del ambiente cultural de estudio y difusión sobre la situación del negro en Panamá, y se realizó como homenaje a los antillanos que excavaron el Canal de Panamá, para propiciar la comprensión de la contribución anti-llana a la nación panameña. En su razón de ser, el MAAP coincide con la percepción de George Westerman, quien señaló -en los años angustiosos entre 1941 y 1946-, que para resolver el ambiente de incomprensión en ambas direcciones entre panameños de ascendencia antillana, el resto de los panameños, e incluso los habitantes de la Zona del Canal, era necesaria la comprensión cultural entre unos y otros.

5 En 1968, la Organización de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su Artículo 15 señala que toda persona tiene derecho a una nacionalidad, la cual no le será retirada arbitrariamente (ONU 2012). En Panamá durante la década de 1940 no se consideró a la nacionalidad como derecho, sino como privilegio.

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Katti Osorio Ugarte▪El edificio del Museo Afroantillano de Panamá

Contexto urbano históricoLa Finca de propiedad No. 16.296, ubicada en el barrio de El Marañón

en Ciudad de Panamá, contiene seis manzanas urbanas en un área6 de 57.868,28 m2. El edificio del Museo Afroantillano de Panamá (MAAP), con su jardín y dependencias, ocupa parte de la manzana urbana sin nú-mero limitada por la calle 24 Este, la avenida Justo Arosemena, la conti-nuación de la calle 24 Este, y la avenida 3 de Noviembre, dentro de la Finca No. 16.296.

El edificio del MAAP pasó a formar parte del patrimonio del Institu-to Nacional de Cultura (INAC) mediante la Ley 43 de 20107 que, entre otras disposiciones, autorizó al Banco Hipotecario Nacional a traspasar al INAC, a título gratuito, un globo de terreno de 2.408,93 m2, que contiene al edificio del MAAP, su jardín y dependencias. La Sociedad de Amigos del Museo Afroantillano (SAMAAP) viene realizando gestiones para im-pulsar la segregación y el traspaso del terreno desde 2010.

6 Área según datos registrales inscritos en el Registro Público de Panamá.

7 Esta Ley modificó a la Ley No. 63 de 1974, que creó al INAC.

Figura 1. Ubicación del Museo Afroantillano de Panamá en la Finca No. 16.296. (Fuente:

Google 2013, con información agregada por la autora)

Canto Rodado▪8:133-153, 2013

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Según datos del Registro Público de Panamá, la Finca No. 16.296 existe desde 1904. Los 63.575,97 m2 correspondientes, fueron traspasados a la República de Panamá por la Compañía del Ferrocarril de Panamá en 1944. La finca estaba formada por partes de la huerta Obaldía y de la huerta Ber-múdez; y estuvo delimitada por la calle 24 Este, el resto libre de la huerta Bermúdez, la calle 12 de Octubre, y la avenida 3 de Noviembre. En 1976, el Estado traspasó la finca a título gratuito al Instituto de Vivienda y Urba-nismo (IVU). En 1980, mediante Decreto 15, el Órgano Ejecutivo Nacional decretó la inscripción a favor del Banco Hipotecario Nacional de todos los bienes a nombre del IVU, en virtud de lo dispuesto por la Ley 9 de 1973, lo cual incluyó a la Finca No. 16.296. Por el Decreto 59 de 1975, la Finca No. 16.296 fue incluida en el Área de Desarrollo Restringido en relación a la renovación urbana de El Marañón, congelándose su valor catastral desde la fecha de vigencia. Según Alves (1981:83), la manzana donde se ubica el MAAP tiene un valor catastral de 80 balboas por metro cuadrado.

Cambios en el contexto urbano desde 1904 hasta 2013El plano de la ciudad de Panamá de 1857 realizado por Thomas Har-

rison8 muestra que el área al norte de la vía férrea, ocupada por terrenos del señor Bermúdez y terrenos del señor José Marcelino Hurtado, cons-taba de casas edificadas en aparente desorden en un entorno pantanoso e insalubre, rodeado de manglares hacia el norte; situación que aún se observa en el mapa de Bertoncini de 1904, donde el área se denominó Guachapalí (Tejeira 2001:47). Entre 1904 y 1915, el área se urbanizó y se trazaron sus calles actuales. En el plano de 1915 de la ciudad de Panamá y suburbios comprendiendo La Exposición (Tejeira 2007:48 y 49), se obser-van claramente las seis manzanas urbanas que abarca la Finca No. 16.296 y se nombra al sector como El Marañón; ya no se observan manglares en el área. Las condiciones sanitarias en la ciudad mejoraron en la primera década del siglo veinte con la construcción del acueducto en 1905, y la pavimentación de las calles (Araúz y Pizzurno 2003:110); el Decreto No. 14 de 1913 hizo obligatoria la instalación de excusados.

8 El plano reposa en la biblioteca Presidente Roberto F. Chiari, de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP).

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Katti Osorio Ugarte▪El edificio del Museo Afroantillano de Panamá

Conocemos por Coralia de Llorente9, fuente primaria de Gutiérrez y primera directora del MAAP, que la capilla de la Misión Cristiana se edi-ficó entre 1909 y 1910; Gutiérrez (1984:310 y 312) señala que la capilla se inauguró en 1910, el mismo año en que se construyó la Casa Müller, cerca del puente de Calidonia.

La Misión Cristiana dejó el edificio y se mudó a Río Abajo a mediados del siglo veinte; posteriormente fue habitado por indigentes. La construc-ción estaba en estado ruinoso a finales de la década de 1970. Llorente des-cribe que, aunque El Marañón era un área peligrosa de la ciudad capital, la comunidad en ella era pujante. El mercado público y el área de venta de pescado, los olores propios de la actividad y la falta de drenajes adecuados al alcantarillado público, caracterizaban el lugar en 1978.

A finales de la década de 1970 y principios de 1980, El Marañón se hallaba muy transformado en su arquitectura, y sobrevivían pocas casas de madera de influencia caribeña de la época de construcción del canal (Alves 1981:90). Según Gutiérrez, la capilla de la Misión Cristiana es un ejemplo de arquitectura popular y anónima, donde tradiciones construc-tivas (o saber popular), crean y dan forma a espacios para cubrir necesi-dades específicas. Señala Gutiérrez que, entre 1850 y 1914, se construyó un alto porcentaje de “arquitectura en madera, intuitiva, popular, pero de gran unidad en su carácter y sin contradicciones con el conjunto” (Gu-tiérrez 1984:307 y 308). La influencia caribeña en el área de El Marañón está en la construcción popular, que llevó a cabo conjugaciones de es-quemas conocidos, siguiendo ciertos patrones y modelos. Gutiérrez cita como ejemplo en Calidonia a la Casa Müller, el Chalet Roxy y la capilla de la Misión Cristiana; de éstas, solo la última permanece. En general, Gu-

9 Coralia Hassán de Llorente. Entre sus variadas acreditaciones, posee título de Maestría en Turismo con énfasis en Gestión Patrimonial, y Maestría en Antropología Social, así como Licenciatura en Letras y Educación con especialización en Filosofía e Historia por la Universidad de Panamá. Entre los hitos de su carrera profesonal, fue la primera directora del Museo Afroantillano de Panamá, y directora encargada de la Dirección Nacional de Patrimonio Histórico para el Instituto Nacional de Cultura; fue directora del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá. Se desempeña como directora y docente de la Escuela de Turismo Histórico Cultural para la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá. Entre sus múltiples publicaciones se encuentran, La Orfebrería Popular de Panamá (1983) y Folclor e Identidad Nacional (1997).

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tiérrez señala ocho variantes: la madera como material de construcción; plantas arquitectónicas rectangulares y simétricas; soportales o calles con columnatas; las galerías y balconajes perimetrales; puertas y ventanas de persianas; pilotes, herrajes y techos abuhardillados o con mansardas. Es-tas variantes dan unidad visual a la arquitectura del período y muestran excelente adaptación al trópico (Gutiérrez 1984:353).

Breve descripción de la antigua capilla de la Misión Cristiana Gracias a Coralia de Llorente y a la Christian Mission Inc., conocemos

que hubo varias capillas de la Misión Cristiana en diferentes puntos de la ciudad y del país, inauguradas en la década de 1910, en Panamá, Paraíso, Culebra, Gatún y Colón (Christian Mission of Panama Inc. 2013). Pudo haber otras. Conocemos también, por Llorente y por Gutiérrez, que la capilla fue construida por fieles barbadienses. Como señaló Westerman (1980:59), la religión era una fuerza unificadora para los afroantillanos. Por la sencillez de diseño de la antigua capilla de la Misión Cristiana, y de acuerdo con las referencias, considero muy probable que el grupo de fieles barbadienses edificaran ellos mismos su capilla para cubrir su necesidad inmediata de un sitio adecuado para llevar a cabo sus celebra-

Figura 2. La capilla de la Musión Cristiana en el primer tercio del siglo veinte. (Fuente:

Gutiérrez 1984:318)

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Katti Osorio Ugarte▪El edificio del Museo Afroantillano de Panamá

ciones religiosas. El terreno fue obtenido con el apoyo de la Compañía del Ferrocarril de Panamá. La piedra fundacional fue instalada en 1909, en ceremonia presidida por el presbítero Beckles y el reverendo Thorburne. La construcción se realizó bajo la dirección del presbítero Burke y la asis-tencia de los hermanos Brooms y King, y culminó con la inauguración de los cinco edificios construidos, el domingo 16 de enero de 1910. Como se observa en la Figura 3, fotografía que estimo fue tomada alrededor de 1910 con el edificio vecino sin terminar, la mayoría de las casas en la ve-cindad de la capilla de la Misión Cristiana eran de madera.

Figura 3. Planos de la capilla de la Misión Cristiana en 1978. (Fuente: Sociedad de Amigos del

Museo Afroantillano de Panamá (SAMAAP), con información agregada por la Autora)

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Siendo director del INAC Jaime Ingram, el Estado habría iniciado trá-mites para ceder a Patrimonio Histórico, en aquel entonces bajo la di-rección de Reina Torres de Araúz, la casa No. 563 (hoy demolida) y el terreno sobre el que se encuentra el Museo (hacia finales de la década de 1970). Los arquitectos Gilberto Gorrichátegui y Roque Velásquez -miem-bros de la Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos y en calidad de asesores de Patrimonio Histórico-, estuvieron a cargo de levantar los dibujos del inmueble en 1978 (ver Figura 4). La contribución de Coralia de Llorente ha sido invaluable para obtener estos datos sobre la construcción del edificio.

La capilla de la Misión Cristiana consta de una sola habitación elevada del suelo sobre pilotes, formando marcos simétricos de madera. El techo presenta una acusada inclinación en su cubierta sencilla de dos aguas de lámina metálica, sobre estructura de cerchas o “caballos” de madera con ménsulas talladas. Dos ventanas contrapuesta sobre el nivel de la solera, permiten la ventilación del espacio del techo, el cual tiene un cielo raso machihembrado de madera. El número original de ventanas se descono-ce. Como se aprecia en la Figura 3, la capilla era extremadamente sen-cilla en lo que estimamos fue el primer tercio del siglo veinte. Tenía dos entradas en su fachada principal, y lo que se aprecia como la escalera de su fachada lateral derecha (Figura 3). La entrada principal con vestíbulo techado y escaleras habría sido construida en la primera mitad del siglo

Figura 4. Capillas de gran semejanza con la capilla de la Misión Cristiana de El Marañón;

la capilla a la izquierda se encontraba en La Boca; la capilla a la derecha, en San Andrés.

(Fuente: Gutiérrez 1984:137 y 343)

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Katti Osorio Ugarte▪El edificio del Museo Afroantillano de Panamá

Figura 5. Museo Afroantillano de Panamá por Samuel Gutiérrez para el primer tercio del

siglo veinte. (Fuente: Gutiérrez 1984:343, con interpretación gráfica de la autora)

veinte, así como las puertas en la fachada principal, que fueron reempla-zadas por ventanas. Es probable que la fachada principal haya sido remo-delada por los fieles al menos una vez. Según Coralia de Llorente, en 1978 ya existía la entrada principal descrita. Esta entrada guarda semejanza con otras capillas de la época, de influencia caribeña, como la fotografía de La Boca, y de la isla de San Andrés10 (ver Figura 4). Según los datos que he recopilado, la capilla de la Misión Cristiana de El Marañón no llegó a tener el campanario que lucen las capillas en la Figura 4.

De acuerdo con el dibujo de Samuel Gutiérrez (ver Figura 5, izquierda), con la Figura 2, y con la guía de los planos (Figura 3), elaboré un imagen de la posible apariencia de la capilla de la Misión Cristiana en su primera etapa (ver Figura 5, derecha).

La primera exposición museográfica del Museo Afroantillano de Pa-namá, un museo histórico etnográfico, se compuso principalmente de recursos fotográficos de diferentes épocas. El altar de la Misión Cristia-na, testimonio desde 1910, fue un elemento importante de la exposición

10 Como antecedente histórico de la presencia antillana en Panamá, la comunidad antillana de Bocas del Toro fue fundada por inmigrantes provenientes de islas del Caribe, como San Andrés y Vieja providencia (Westerman 1980:21), cuya arquitectura influenció la arquitectura panameña (Gutiérrez 1984:339). Conte-Porras (2005:346) señaló que las islas de San Andrés y Providencia estuvieron bajo jurisdicción del istmo de Panamá hasta antes del 3 de noviembre de 1903.

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Figura 6. Museo Afroantillano de Panamá, en agosto de 2013. (Foto: K. Osorio)

Figura 7. Entorno actual del Museo Afroantillano de Panamá, agosto de 2013; a) avenida

Perú frente a calle 24 este; b) calle 24 este; c) calle 24 este con el MAAP al centro de la

fotografía; d) vista desde la puerta lateral al patio del MAAP, hacia la policlínica Dr. Manuel

Ferrer Valdés y edificios cercanos; nótese el viaducto de la avenida 3 de Noviembre y la

construcción de parte del Metro de Panamá junto al MAAP. (Foto: K. Osorio)

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Katti Osorio Ugarte▪El edificio del Museo Afroantillano de Panamá

en los inicios del MAAP. Un diorama de una escena de trabajo durante la excavación del Canal de Panamá, que permanece en la exhibición, es testimonio de una época; consta de un tramo de vía y un carro volquete metálico. Otros dioramas ilustran la vida cotidiana y la vestimenta. La profesora Coralia de Llorente expresó que el museo gradualmente au-mentó su colección con objetos cotidianos de la época, que tienen incal-culable valor como testimonio cultural. En la actualidad, el museo consta de dos dioramas domésticos (recámara y cocina) en un extremo, junto con un espacio que recrea un recibidor. En el extremo opuesto se halla el diorama ya mencionado de la escena de trabajo, y un área administrativa para la venta de libros temáticos, souvenirs y orientación a los visitantes. El espacio central consta de paneles con fotografías históricas, maniquíes, máquinas, maquetas a escala de casas de alquiler de madera -caracterís-ticas de finales del siglo diecinueve a mediados del siglo veinte-, y mobi-liario histórico, especialmente de la época de la construcción del Canal. Sobresalen un gran baúl de equipaje y una libreta de cupones de compra para usar en los comisariatos del Silver Roll.

Consideraciones FinalesEl aporte de los antillanos a Panamá no fue solamente como mano de

obra para la construcción del Canal de Panamá. Una parte importante de su aporte cultural se encuentra plasmado en la arquitectura en madera en diferentes puntos de la ciudad, la que deja ver la situación social y econó-mica de sus constructores, su influencia cultural, su adaptación al trópico y la forma de vida antillana, reflejada en los espacios que construyeron para su actividad diaria.

El edificio del MAAP fue edificado por fieles voluntarios de la Misión Cristiana oriundos de Barbados, en un solar de El Marañón obtenido con el apoyo de la Compañía del Ferrocarril de Panamá. No hay registros de planos previos y, según la información recabada, fueron voluntarios los que levantaron la edificación, bajo la dirección de un miembro prominen-te de su organización religiosa local y dos asistentes voluntarios. La seme-janza entre el edificio del MAAP de la década de 1970 con otras capillas -en La Boca (Panamá) y en San Andrés-, variando desde formas arqui-tectónicas más sencillas en 1910, hace probable que los fieles modificaran

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el edificio, según disponibilidad de fondos, hacia un modelo semejante a las capillas barbadienses. Una habitación elevada del suelo, con tejado de inclinación pronunciada a dos aguas, ventanas estrechas con persianas, pórtico techado (llamado vestíbulo en el plano de levantamiento del edi-ficio fechado en 1980), con ventanas a ambos lados y un campanario sobre el tejado principal, a la entrada del edificio. El edificio del MAAP es único en su tipo en el área de El Marañón, y constituye en sí mismo un legado cultural e histórico, que representa un tipo de arquitectura religiosa -se-gún técnicas de construcción artesanales barbadienses implementadas en Panamá-, adaptado con éxito a su entorno.

No puedo dejar de mencionar que, sin duda, el aporte antillano a la cultura inmaterial y a la economía nacional mediante el ejercicio de sus profesiones es igualmente valioso, digno de un estudio enfocado a ello.

Con el propósito de demostrar que el edificio del MAAP –es decir la antigua capilla de la Misión Cristiana- puede ser elevado a monumento nacional, si así lo deciden las autoridades correspondientes, presento lo que define a un monumento nacional, según la legislación panameña.

La definición del término monumento histórico se encuentra en el Ca-pítulo I de la Ley 91 de 1976, como sigue:

“Artículo 2. Considérase monumento histórico el edificio o conjunto

de construcciones homogéneas conservados íntegros o en ruinas y que

constituyen una unidad de reconocido valor arquitectónico, histórico y

estético”.

A este respecto, la antigua capilla de la Misión Cristiana es una mues-tra única de arquitectura religiosa afroantillana en El Marañón, es la úni-ca en la manzana donde se encuentra. Con sus 103 años de existencia, constituye una unidad de gran valor histórico, arquitectónico y estético, no en base a la integridad de sus materiales, sino a la integridad de su forma, espacio interno, volúmenes y superfices, que conserva su diseño al momento de su abandono aproximadamente en el segundo tercio del siglo veinte.

La Ley 14 de 1982 que dicta medidas sobre custodia, conservación y administración del patrimonio histórico de la Nación, señala en su Capí-

150

Katti Osorio Ugarte▪El edificio del Museo Afroantillano de Panamá

tulo IV entre otras disposiciones:

“Artículo 36. La calificación de una obra, objeto o documento como de

interés histórico, arqueológico, artístico, arquitectónico, será decretada

mediante Ley.

Artículo 37. Podrán calificarse y declararse monumentos nacionales las

áreas o conjuntos urbanos como calles, plazas, recodos, barrios, mura-

llas, fortalezas, ruinas u otros semejantes, y los lugares cuya memoria

esté unida a hechos importantes del proceso histórico nacional.

Artículo 38. El Instituto Nacional de Cultura, a través del Órgano Eje-

cutivo, podrá solicitar al Consejo Nacional de Legislación la califica-

ción y declaración de monumento nacional para cualquier obra, objeto

o conjunto urbano o rural y la prevención de cualesquiera trabajos que

puedan afectar la integridad de aquellos o disminuir su valor estético o

histórico. En caso de que hubiere obras en ejecución se podrá decretar,

la suspensión de las mismas”.

En cuanto a los artículos 36 y 38 citados, está en manos de las autori-dades de cultura, según sus competencias legales, realizar una propuesta formal para que el edificio del MAAP pueda ser declarado monumento histórico nacional, y elevarla a la Asamblea Nacional (anteriormente lla-mada Consejo Nacional de Legislación). En cuanto al artículo 37, lastimo-samente el entorno urbano de casas de madera de dos pisos que acompa-ñaba a la capilla de la Misión Cristiana ha desaparecido, y solo nos queda el edificio de MAAP.

El proyecto de centro cultural que existió a finales de la década de 1970 para el MAAP (Alves 1981), incluía un jardín de diseño netamente afroantillano y una chiva11. Sugiero que el espacio del patio complemente la interpretación del edificio como monumento, con un diseño paisajístico o estructura que se prefiera, manteniéndose el resto del lote libre como espacio de transición o amortiguamiento, y que toda estructura edificada

11 La palabra “chiva” se refiere a una unidad de transporte público popular. Su principal característica consistía en que los asientos se ubicaban adosados longitudinalmente a las paredes del transporte.

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en él respete y realce la escala y visibilidad del edificio del MAAP.El patrimonio histórico está definido por la Constitución Política de

Panamá en su Capítulo 4º sobre Cultura Nacional, artículo 85:

“Constituyen el patrimonio histórico de la Nación los sitios y objetos

arqueológicos, los documentos, monumentos históricos u otros bienes

muebles o inmuebles que sean testimonio del pasado panameño. El Es-

tado decretará la expropiación de los que se encuentren en manos de

particulares. La Ley reglamentará lo concerniente a su custodia, fun-

dada en la primacía histórica de los mismos y tomará las providencias

necesarias para conciliarla con la factibilidad de programas de orden

comercial, turístico, industrial y de orden tecnológico”.

En cuanto patrimonio histórico de la Nación, el edificio del MAAP es testimonio de la cultura antillana en Panamá durante los siglos dicienue-ve y veinte. Como museo continúa siendo un aporte, para nuestra gene-ración y las siguientes.

Parafraseando a George Westerman, concluyo que para una mejor comprensión de la contribución afroantillana al pasado panameño, el edificio del Museo Afroantillano es un legado cultural e histórico único e irreemplazable, que cumple con los requisitos de la legislación panameña para sustentar una propuesta que lo eleve a la categoría de monumento histórico nacional.

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Katti Osorio Ugarte▪El edificio del Museo Afroantillano de Panamá

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Análisis de la prevalencia de los rasgos no métricos de las coronas dentales en dentición temporal y permanente Restos óseos relacionados a un contexto prehispánico en Panamá Viejo*

Karina BryanInstituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Panamá,

[email protected]

Palabras claves: Antropología dental, indígenas de lengua Cueva, ras-gos dentales no métricos.

ResumenEn las costas del Pacífico del istmo de Panamá habitó una etnia (a la que

los cronistas definen como de lengua Cueva) entre 850 d.C y 1200 años d.C.

(Rojas et. al 2011).

Con los restos de 35 individuos de dicha etnia, se realizó un estudio

macroscópico de 18 rasgos no métricos de las coronas dentales (RNCD)

permanentes y temporales, con el objetivo de establecer el patrón ancestral

dominante entre caucasoide, negroide y mongoloide en esa población, uti-

lizando los métodos: The Arizona State University Dental Anthropology

System (ASUDAS), Zoubov y Jaldeeva. Los resultados arrojaron mayor fre-

cuencia en los rasgos relacionados con el complejo dental mongoloide. No

obstante, no hubo compatibilidad con el modelo Sundadonte y se obtuvo

una alta frecuencia en diente en pala del 100 por ciento (UI1) y protostí-

lid del 76,92 por ciento (LM1) es decir, únicamente dos rasgos de nueve

* Recepción: 30/07/13 – Aprobación: 17/10/13

Karina Bryan▪Análisis de la prevalencia de los rasgos no métricos de las coronas

dentales en dentición temporal y permanente

156

del modelo Sinodonte, lo que indica una deriva genética procedente del

noreste de Asia por la evidencia de rastros de sus rasgos en los dientes,

posiblemente influenciada por factores biológicos durante el proceso de

adaptación a un ecosistema diferente, produciendo su propia variabilidad

en el Istmo.

Keywords: Cueva language group, dental anthropology, non-metric dental crown traits.

AbstractIn the coasts of the Pacific Panamanian isthmus, there is evidence of the

existence of a Prehispanic community between the years A.D. 850-1200,

named Cueva (named cited in the Spanish chronicles due to their langua-

ge). The analisis was run in 35 individuals using a macroscopic study of 18

non-metric dental crown traits (NDCT) from primary and permanent den-

titions in order to establish the dominant ancestral pattern between Cauca-

soid, Negroid and Mongoloid in the Cueva population.  The methods used

to perform this research were The Arizona Dental Anthropology System

(ASUDAS), Zoubov and  Jaldeeva. The results threw a greater frequency in

the characteristics related with the Mongoloid dental complex. Therefore,

there wasn’t  any compatibility found with the Sundadont Model, obtai-

ning a high frequency of shovel shape of 100 percent (UI1) and protosilyd

76,92 percent (LM1), meaning that only two traits out of nine are  from the

Sindadont Model. This suggests that a generic provenance from the Nor-

theast of Asia -due to the evidence of dental trait trace- probably influen-

ced by biologic factors in the process of adaptation to a different ecosystem,

producing its own variability in the Isthmus.

Canto Rodado▪8:155-168, 2013

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Los rasgos no métricos de las coronas dentales (RNCD) son la expre-sión fenotípica de los rasgos morfológicos, producto del control genético de la herencia, en la que participan factores y moléculas reguladoras de la inducción y morfogénesis dentaria, como las proteínas morfogenéticas óseas (BMPs), los factores de crecimientos fibroblástico (FGFs), las pro-teínas Hedgehog (Shh), las proteínas Wnt, y los factores de transcripción Lef1, el Pax 9 y el Barx 1 (Gómez y Campos 2002). Según Pompa y Padilla (Villavicencio 1996) el resultado de las interacciones de estos componen-tes bioquímicos contribuyen a determinar el fenotipo de las diferentes piezas dentales expresados en sus cúspides, surcos, bordes, crestas, su-perficies, fosas, entre otros, que están sujetos a cambios por acción propia. Existen aproximadamente 100 RNCD que han sido estudiados a través de la antropología dental, cuyo valor taxonómico ha conducido a establecer teorías sobre el grado de parentesco de los distintos grupos, diferencias entre poblaciones, trayectoria de desplazamientos, contactos en diversos períodos históricos (Ibañez 1989), así como la postulación de tres modelos evolutivos: el modelo migracionista, el cual alude a que las diferencias americanoides se originaron por varias oleadas migratorias cuya varia-bilidad se infiltró desde Asia; el modelo microevolutivo, que plantea que la variabilidad es producto de los procesos evolutivos de diferenciación local; y el modelo integracionista, que sostiene que ambos procesos -tanto la historia poblacional como la estructuración de la misma-, son respon-sables de la variabilidad americanoide (Rodríguez 2003).

Materiales y métodosEn el laboratorio de arqueología del Patronato Panamá Viejo se revisa-

ron 52 restos óseos relacionados al contexto prehispánico. De éstos, solo 35 presentaron dientes entre permanentes y temporales, a los que se rea-lizó un estudio macroscópico y descriptivo de 18 RNCD, con el objeto de registrar los grados de expresión de todos los rasgos dentales por medio de la aplicación de los métodos ASUDAS, Zoubov y Jaldeeva.

ASUDAS es uno de los métodos más utilizados, y está basado en sis-temas de placas de yeso que reproducen las diferentes expresiones mor-fológicas de un rasgo de los dientes. Este sistema está compuesto por descripciones organizadas por clases de dientes, en el que se analizan

Karina Bryan▪Análisis de la prevalencia de los rasgos no métricos de las coronas

dentales en dentición temporal y permanente

158

separadamente las molares superiores de los inferiores, debido a la gran complejidad morfológica entre las mismas. Los RNCD analizados a partir del sistema ASUDAS fueron: pala, doble pala, cresta mesial del canino, cresta distal de canino, hipocono, cúspide de Carabelli, protostílid ento-conúlido o cúspide seis, y metaconúlido o cúspide siete (Scott y Turner II 2004; Hillson 2003; Rodríguez 2003; Mac Coy 2004).

Para los otros rasgos se utilizaron otros parámetros, por ejemplo la escala de Zoubov de 1968 para analizar la reducción del incisivo lateral superior; la escala de Zoubov y Jaldeeva 1993 en el surco interrumpido y tubérculo dental; la escala de Zoubov de 1998 en el pliegue acodado del metacónido; la escala P. Pederson modificado por Zoubov en 1968 para el estudio de la extensión del esmalte en las molares superiores e inferiores; y el estudio de Wing Kong Yip de 1974 sobre la presencia de dens evagina-tus en personas de linaje mongoloide.

Se analizaron 12 individuos masculinos, cuatro femeninos y 19 inde-terminados. Debido a que los dientes no poseen el suficiente dimorfismo para obtener información confiable, se determinó el sexo a partir de las características de la cintura pélvica y el cráneo, datos registrados en las fichas bioantropológicas realizadas por Claudia Rojas y Javier Rivera en el los años 2002 y 2007. La estimación de edad en la población embrionaria e infantil se basó en las etapas de erupción dentaria de las gráficas de Ubelaker (1989); para la estimación en subadultos y en adultos, se utilizó el patrón de desgaste de Lovejoy (1985).

Las abreviaciones empleadas indican la especificidad de cada diente sin distinguir entre lado derecho e izquierdo: U = upper (superior), L = lower (inferior), I = incisor (incisivo) C = canine (canino), P = premolar (pre-molar), M = molar (molar); 1 = central o primero, 2 = lateral o segundo. Las abreviaciones minúsculas corresponden a los dientes temporales. La nomenclatura en inglés es la de uso estándar ya que facilita la compren-sión de los investigadores a nivel mundial.

El modelo de la tabla que se utilizó para ejemplificar los resultados fue similar al estudio de Bollini, Rodríguez y Colantonio de 2009. Sin embar-go, se le efectuó algunos ajustes, debido que la condición de las muestras estaba alterada por la ausencia o fragmentación del hueso alveolar -pérdi-das dentales antemortem y postmortem-, por lo que se cuantificó la frecuen-

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cia según el número de individuos con la presencia del tipo de diente que aloja determinado rasgo. Por ejemplo, en la Tabla 1, la sigla UI1 corres-ponde al incisivo central superior permanente; el total de individuos con este tipo diente para analizar el diente en pala fue de 10. Sin embargo, la cuantificación no se hizo entre el total de la muestra, sino entre el número de individuos que presentaban el incisivo central superior.

Figura 1. Diente en pala del incisivo central

superior derecho de un germen dentario

(diente en formación, que no ha erupcio-

nado), compatible con un infante de edad

promedio de 5 años. Las dos flechas deno-

minadas 1 tienen relación con los rebordes

marginales que favorece a la formación de

la forma en pala y, la flecha 2 señala otro

rasgo conocido como la protuberancia lin-

gual o tubérculo dental. (Foto: Julio D. Castillo)

ResultadosLos dientes con suficientes estructuras dentarias aportaron informa-

ción valiosa. En este caso el 100 por ciento de todos los incisivos centrales superiores permanentes desarrollaron diente en pala, al igual que el hi-pocono (Figura 2) en el primer molar superior permanente. Ambos ras-gos son mongoloides (Tabla 1), y similar patrón se observa en los dientes superiores temporales (Tabla 2).

La cúspide de Carabelli (Figura 2), presente en un 50 por ciento de los primeros molares superiores permanentes (Tabla 1); y en un 22,22 por ciento en dientes temporales (Tabla 2), cuya expresión está relacionada con el patrón caucasoide.

Al igual que los temporales, los dientes inferiores permanentes tuvie-ron su mayor frecuencia en el diente en pala y protostílid (Shigli, Wanjari y Ahuja 2010), incluyendo en este último el pliegue acodado del metacó-nido. Todos constituyen rasgos mongoloides (Tablas 1 y 2).

La cresta mesial del canino y el metaconúlido -ambos rasgos negroi-

Karina Bryan▪Análisis de la prevalencia de los rasgos no métricos de las coronas

dentales en dentición temporal y permanente

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des- se observaron en menor incidencia que los rasgos caucasoides y mongoloides (Tabla 1 y 2). Dados los resultados, los tres perfiles ancestra-les están presentes en los 35 individuos prehispánicos de Panamá Viejo, siendo el patrón mongoloide el dominante.

Figura 2. Primer molar superior derecho

permanente de un germen dentario (diente

en formación, que no ha erupcionado), com-

patible con un infante de edad promedio de

5 años. La flecha 1 señala la cúspide de Ca-

rabelli grado I en forma de ranura de la ASU-

DAS, la flecha 2 indica el hipocono grado IV

de la ASUDAS. (Foto: Julio D. Castillo)

Tabla 1. Frecuencias de rasgos no métricos en dientes permanentesDIENTES SUPERIORES PERMANENTES

Tipo de diente Rasgos Dicotomía Presencia Ausencia k Total %

UI1

Pala 0-6 1-6 0 10 10 100,00

Doble pala 0-6 1-6 0 0 10 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 2 10 20,00

Surco interrumpido 0-1 1 0 2 10 20,00

UI2

Pala 0-6 1-6 0 9 12 75,00

Doble pala 0-6 1-6 0 1 12 8,33

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 0 12 0,00

Surco interrumpido 0-1 1 0 5 12 41,67

Reducción del ILS 0-3 1-3 0 1 12 8,33

UC

Pala 0-6 1-6 0 5 10 50,00

Doble pala 0-6 1-6 0 0 10 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 0 10 0,00

Surco interrumpido 0-1 1 0 0 10 0,00

Cresta mesial del canino 0-1 1 0 0 10 0,00

Canto Rodado▪8:155-168, 2013

161

Cresta distal del canino 0-1 1 0 0 10 0,00

UP1 Dens Evaginatus 0-1 1 0 0 15 0,00

UP2 Dens Evaginatus 0-1 1 0 0 14 0,00

UM1

Hipocono 0-5 1-5 0 18 18 100,00

Carabelli 0-7 1-7 0 9 18 50,00

Extensión del esmalte 0-1 1 0 8 18 44,44

Perla del esmalte 0-1 1 0 0 18 0,00

UM2

Hipocono 0-5 1-5 0 11 13 84,62

Carabelli 0-7 1-7 0 3 13 23,08

Extensión del esmalte 0-1 1 0 4 13 30,77

Perla del esmalte 0-1 1 0 0 13 0,00

Dientes Inferiores Permanentes

Tipo de diente Rasgos Dicotomía Presencia Ausencia k Total %

LI1

Pala 0-6 1-6 0 8 9 88,89

Doble pala 0-6 1-6 0 0 9 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 0 9 0,00

Surco interrumpido 0-1 1 0 0 9 0,00

LI2

Pala 0-6 1-6 0 10 11 90,91

Doble pala 0-6 1-6 0 0 11 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 1 11 9,09

Surco interrumpido 0-1 1 0 0 11 0,00

LC

Pala 0-6 1-6 0 6 9 66,67

Doble pala 0-6 1-6 0 0 9 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 1 9 11,11

Surco interrumpido 0-1 1 0 0 9 0,00

Cresta distal del canino 0-1 1 0 0 9 0,00

LP1 Dens Evaginatus 0-1 1 0 1 13 7,69

LP2 Dens Evaginatus 0-1 1 0 0 11 0,00

Karina Bryan▪Análisis de la prevalencia de los rasgos no métricos de las coronas

dentales en dentición temporal y permanente

162

LM1

Entoconúlido 0-5 1-5 0 2 13 15,38

Metaconúlido 0-5 1-5 0 1 13 7,69

Protostílid 0-5 1-5 0 10 13 76,92

Extensión del esmalte 0-1 1 0 2 13 15,38

Perla del esmalte 0-1 1 0 2 13 15,38

pliegue acodado del metacónido 0-1 1 0 3 13 23,08

LM2

Entoconúlido 0-5 1-5 0 0 6 0,00

Metaconúlido 0-5 1-5 0 0 6 0,00

Protostílid 0-5 1-5 0 4 6 66,67

Extensión del esmalte 0-1 1 0 3 6 50,00

Perla del esmalte 0-1 1 0 0 6 0,00

Pliegue acodado del metacónido 0-1 1 0 0 6 0,00

Tabla 2. Frecuencias de rasgos no métricos en dientes temporalesDientes superiores Temporales

Tipo de diente Rasgo Dicotomía Presencia Ausencia k Total %

UI1

Pala 0-6 1-6 0 8 9 88,89

Doble pala 0-6 1-6 0 0 9 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 0 9 0,00

Surco interrumpido 0-1 1 0 0 9 0,00

UI2

Pala 0-6 1-6 0 9 9

Doble pala 0-6 1-6 0 0 9 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 0 9 0,00

Surco interrumpido 0-1 1 0 1 9 11,11

UC

Pala 0-6 1-6 0 6 6

Doble pala 0-6 1-6 0 0 6 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 0 6 0,00

Surco interrumpido 0-1 1 0 0 6 0,00

Cresta mesial del canino 0-1 1 0 1 6 16,67

Cresta distal del canino 0-1 1 0 0 6 0,00

Canto Rodado▪8:155-168, 2013

163

UM2

Hipocono 0-5 1-5 0 9 9

Carabelli 0-7 1-7 0 2 9 22,22

Extensión del esmalte 0-1 1 0 2 9 22,22

Perla del esmalte 0-1 1 0 0 9 0,00

DIENTES INFERIORES TEMPORALES

Tipo de diente Rasgo Dicotomía Presencia Ausencia k Total %

li1

Pala 0-6 1-6 0 4 4

Doble pala 0-6 1-6 0 0 4 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 0 4 0,00

Surco interrumpido 0-1 1 0 0 4 0,00

li2

Pala 0-6 1-6 0 3 3

Doble pala 0-6 1-6 0 0 3 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 0 3 0,00

Surco interrumpido 0-1 1 0 0 3 0,00

lc

Pala 0-6 1-6 0 3 3

Doble pala 0-6 1-6 0 0 3 0,00

Tubérculo dental 0-7 1-7 0 0 3 0,00

Surco interrumpido 0-1 1 0 0 3 0,00

Cresta distal del canino 0-1 1 0 3 3 33,33

lm2

Entoconúlido 0-5 1-5 0 2 6 33,33

Metaconúlido 0-5 1-5 0 1 6 16,67

Protostílid 0-5 1-5 0 4 6 66,67

Extensión del esmalte 0-1 1 0 0 6 0,00

Perla del esmalte 0-1 1 0 0 6 0,00

Pliegue acodado del metacónido 0-1 1 0 4 6 66,67

En el año 1968, K. Hanihara, expuso el complejo dental mongoloide -patrón dental característico de la población del este asiático- compuesto por una alta frecuencia de diente en pala, entoconúlido, pliegue acodado y protostílid. Posteriormente Turner, en 1984, señaló dos tipos de patrones mongoloides, conocidos como Sinodonte (población del noreste de Asia) y Sundadonte (población del sureste de Asia). El primero se caracteriza

Karina Bryan▪Análisis de la prevalencia de los rasgos no métricos de las coronas

dentales en dentición temporal y permanente

164

por la alta frecuencia del incisivo en pala, doble pala tubérculo dental, cresta distal accesoria del canino, parastilo, entoconúlido, metaconúlido, protostílid y primer molar inferior trirradicular; el segundo presenta sim-plificación de la cúspide 4 en las segundas molares, retención o reducción de las terceras molares y baja incidencia en diente en pala.

De acuerdo con las investigaciones de Hrdlika, Nelson, Dahlberg, Scott y Turner II (1984), todos los nativos americanos poseen el patrón Sinodonte, lo que ha contribuido con la tesis del desplazamiento de los pobladores del noreste asiático hacia América.

Con respecto a la muestra del grupo etnico de lengua Cueva, se aprecia una alta prevalencia de rasgos mongoloides, pero no así dentro del mo-delo Sundadonte y, a pesar de la alta prevalencia del diente en pala, no sigue un patrón estrictamente similar al modelo Sinodonte. Los dientes en pala estudiados estaban dentro del rango 1-3/0-6; es decir, este rasgo se expresó en las formas más incipientes, así como en la mayoría de ras-gos mongoloides.

Las frecuencias más altas en cúspides de Carabelli se reporta en Euro-pa Central y Septentrional, superior al 30 por ciento (Rodríguez 2003). La información recopilada por Turner (1984) indica que un 41,9 por ciento de los indígenas suramericanos poseen cúspides de Carabelli, pero la mayo-ría oscila en el grado 2/0-6 de la ASUDAS. En la muestra de la comunidad Cueva, el grado fue 1-3/06 o sea que, en su mayoría, se desarrolló en for-ma de fosa o fisura y no la cúspide como tal.

En 1973 Morris (Scott and Turner II 2004), encontró una cresta mesial del canino particularmente más prominente que la distal para grupos africanos especialmente en los bosquimanos. Otro rasgo considerado de carácter africanoide es el metaconúlido o tami, ubicado en los molares inferiores (Rodríguez 2003). Este rasgo también muestra una alta fre-cuencia en afroamericanos, que los distingue de negros de otros orígenes (Aguirre 2006). En la población Cueva, su incidencia fue apenas de un individuo con cresta mesial del canino y 2 con cúspide 7 o tami.

ConclusionesA pesar de que 35 individuos pudieran no ser estadísticamente repre-

sentativos, permiten sugerir la prevalencia del patrón mongoloide. La

Canto Rodado▪8:155-168, 2013

165

presencia de los patrones caucasoide y negroide puede ser atribuida a las oleadas migratorias de poblaciones híbridas entre mongoloides y cauca-soides (Turner 1984); así como por la afluencia de australoides o caucasoi-des (Powell y Neves 1999) o también puede deberse a efectos ectocásticos de los procesos evolutivos, como la procedencia genética y el efecto fun-dador desarrollados en el Nuevo Mundo (Rodríguez 1999). Finalmente, se debe considerar la posibilidad de que el contexto prehispánico pre-sente en Panamá Viejo fue perturbado durante la Conquista y no se pue-de descartar su intervención en la muestra. De acuerdo a lo anterior, es necesario continuar agregando restos óseos a la muestra y estudiar otros contextos en la región, idealmente libres de cambios físicos estructurales.

Los rasgos no concuerdan con el modelo Sundadonte. Con respecto al modelo Sinodonte hubo una alta frecuencia en diente en pala y protostí-lid, pero sólo en estos dos rasgos de un total de nueve rasgos examinados. Sin embargo, esto nos conduce a una deriva genética procedente del no-reste de Asia, por la alta frecuencia de rastros de sus rasgos en los dientes (Figura 3).

Figura 3. Mapa del mundo que muestra las subdivisiones geográficas de las muestras de

los Sinodontes y Sundadontes. (Fuente: Turner II 1984)

Karina Bryan▪Análisis de la prevalencia de los rasgos no métricos de las coronas

dentales en dentición temporal y permanente

166

Finalmente, debemos considerar la existencia de una variabilidad en-dógena, posiblemente influenciada por factores biológicos durante el pro-ceso de adaptación al ecosistema del istmo de Panamá.

AgradecimientosGracias a Jesús por compartir sus conocimientos, a Melissa Prado y

Auri Cerrud en la traducción, a Julio Castillo por las fotografías, Hermó-genes Martínez en las estadísticas y al personal del Patronato Panamá Viejo, en especial a los miembros del laboratorio de arqueología por su colaboración.

Canto Rodado▪8:155-168, 2013

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Canto Rodado▪8:169-177, 2013▪ISSN 1818-2917

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* Recepción: 30/07/13 – Aprobación: 19/10/13

Los monos Cariblancos Cebus Capucinus ¿Por qué usan poco las zonas compartidas de sus áreas de acción?*

Lucía Luján Tórrez HerreraInstituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, Universidad de Panamá,

[email protected]

Margaret Chatham CrofootInstituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales,

University of California, [email protected]

Palabras clave: Área de acción, Cebus capucinus, competencia intergru-pal, isla Barro Colorado, zonas compartidas.

ResumenLa hipótesis de riesgo sugiere que, en especies en que los enfrentamien-

tos entre grupos puede ser fatales, el temor de encontrarse con un gru-

po vecino resulta en un patrón muy particular: las áreas compartidas son

evitadas. Los monos Cariblancos (Cebus capucinus) muestran un modelo

similar, aunque en esta especie las agresiones intergrupales rara vez son

fatales. Para probar la hipótesis de riesgo en esta especie, comparamos el

comportamiento de cuatro grupos en la isla Barro Colorado, Panamá. Si la

hipótesis de riesgo fuese cierta, los monos evitarían las áreas compartidas

porque son peligrosas y los patrones de comportamiento de cada grupo en

el centro y en el borde de sus áreas de acción serían diferentes. Encontra-

mos diferencias significativas en los modelos de comportamiento en las

170

Lucía Luján Tórrez Herrera y Margaret Chatham Crofoot ▪Los monos Cariblancos Cebus Capucinus

dos áreas en todos los grupos estudiados. Tres grupos coincidieron con

nuestras predicciones: pasaron menos tiempo socializando en el borde que

en el centro. Esto sugiere que los cariblancos perciben las áreas comparti-

das como zonas peligrosas y otorga apoyo parcial a la idea de que las evi-

tan porque tienen miedo. Esta es la primera evidencia de que la hipótesis

de riesgo puede explicar patrones de uso del espacio en especies donde la

agresión intergrupal rara vez es fatal.

Keywords: Action area, Barro Colorado island, Cebus capucinus, inter-grup competition, shared areas.

SummaryThe risk hypothesis suggests that in species with lethal intergroup ag-

gression, the fear of fatal confrontations with neighbors leads to the avoid-

ance of shared areas. Capuchin monkeys (Cebus capucinus) show a similar

pattern of space-use, even though intergroup aggression is rarely fatal. To

test the risk hypothesis in this species, we compared the behavior of four

Capuchin groups living in Barro Colorado island, Panamá. If the risk hy-

pothesis is true, and shared areas because they are dangerous, we predict

that the behavioral patterns of each group should differ in the center vs.

as opposed to the edge of their home ranges. We found significant dif-

ferences in activity budget in these two areas in all four studied groups.

In three groups, these differences agreed with our prediction: Capuchins

spent less time socializing near the border of their range. Our results sug-

gest that Capuchins perceive areas of home-range overlap to be dangerous,

and this study provides limited support to the idea that fear of encounter-

ing neighbors explains why the Capuchins avoid shared areas. This is the

first evidence that the risk hypothesis may explain patterns of space use in

species where lethal intergroup aggression is infrequent.

Canto Rodado▪8:169-177, 2013

171

Algunos estudios han encontrado que ciertas especies de hormigas (Formica xerophila) (Tanner 2010; Anner y Adler 2009); lobos (Cannis lu-pus) (Sillero-Zubiri 1998; Mech y Harper 2002); osos negros (Ursus ame-ricanus) (Horner 1990); y algunos primates, como chimpancés (Pan tro-glodytes) (Mitani 2005; Wilson et al. 2004) y grupos de seres humanos (Kelly 2005), tienen enfrentamientos violentos con grupos vecinos. Estos enfrentamientos pueden ser tan violentos que pueden causar heridas gra-ves y desencadenar en la muerte de algunos individuos. Estas especies muestran un patrón de uso del espacio en el que las zonas de sus áreas de acción que se solapan con las de grupos vecinos, son menos utiliza-das. Para tratar de explicar este fenómeno, se ha postulado la hipótesis de riesgo (Wragham et al. 2007), la que sugiere que el temor a tener peleas mortales lleva a algunas especies a evitar las áreas que comparten con grupos vecinos.

Un estudio anterior demostró que los Cariblancos (Cebus capucinus) muestran un patrón similar, usando con menos frecuencia el área que comparten con grupos vecinos. Aunque la agresión intergrupal en esta especie raras veces es fatal (Scarry y Tejague 2012; Gros-Luis et al. 2003), los capuchinos suelen repeler a sus congéneres vecinos frecuentemente (Crofoot 2012).

Si la hipótesis de peligro explica por qué los monos Cariblancos evitan las zonas compartidas de sus áreas de acción, predecimos que su compor-tamiento sería diferente en áreas cercanas al borde, donde ellos sienten miedo, y en áreas más en el centro se sentirán más seguros. Comparando su comportamiento en áreas centrales, predecimos que los Cariblancos invertirían más tiempo en (1) vigilar, y menos tiempo (2) socializando y (3) descansando en el borde.

Comprobar la hipótesis de riesgo puede ayudarnos a explicar mejor este comportamiento de subutilización de las áreas compartidas, el uso del espacio, las interacciones intra e intergrupales, el uso de los recursos, la calidad de la comida y la dispersión de las especies vegetales en estas zonas.

El uso del espacio es muy variado y depende mucho de la especie, las poblaciones, su ecología y comportamiento, por lo que la definición de te-rritorio puede variar dependiendo de la cantidad de criterios que se usen

172

Lucía Luján Tórrez Herrera y Margaret Chatham Crofoot ▪Los monos Cariblancos Cebus Capucinus

para su definición. Entonces, con base en tres criterios: (el área fija, la defensa de la misma y su uso exclusivo), podemos decir que el territorio es el área fija y de uso exclusivo en el que se ejerce dominio mediante la defensa y exclusión de los vecinos, un individuo o grupo de individuos (Wittenberger en Maher y Lott 1995).

Estudiar el comportamiento de las especies por medio de la observa-ción ha dado grandes pistas sobre su ecología. Sin embargo, la tecnolo-gía de la radiotelemetría (Crofoot 2010) y seguimiento satelital (Steiniger 2013) nos han permitido identificar con mayor claridad el uso del espa-cio (Crofoot 2008), los patrones de movimiento (Castelblanco 2013), y las áreas de acción (Harris et al. 1990) de muchas especies.

Los monos Cariblancos (Cebus capucinus) son primates del neotrópico. Son la única especie de genero Cebus reportada en Centroamérica. Su distribución ha sido descrita en la literatura desde el norte de Honduras hasta Panamá en Centroamérica, y en Suramérica a lo largo del oeste de Los Andes colombianos hasta el noroeste del Ecuador.

Habitualmente se les encuentra en bosques maduros caducifolios, pa-sando por bosques secundarios, pantanosos, manglares hasta bosques de galería (Freese y Oppenheimer [1981] en Fragaszy et al. 2004).

Los monos Cariblancos son omnívoros. Su dieta se basa en plantas, flores, frutos, semillas, néctar, polen, huevos de aves, artrópodos y ma-míferos pequeños. La tasa de consumo y preferencia en la dieta varía durante el día y las estaciones del año (Fragsazy 2004). Cuentan con un amplio repertorio de señales que les permiten comunicar a sus congéne-res diferentes mensajes tanto de su estado personal (miedo, agresividad, tranquilidad) como del ambiente (dónde está la comida, dirección en la que moverse, peligro o presencia de un depredador) (Boinski y Campbell [1996] en Fragaszy 2004). Estas señales pueden ser vocales-auditivas, ges-tuales, visuales, y táctiles.

El área de acción de un grupo de Capuchinos tiene un promedio de 0,80-1,5 km² y están extensamente solapadas (Crofoot 2007; Wrangham et al. 2007). Los Cariblancos son territoriales, por lo que suelen repeler con regularidad a sus vecinos en ataques en los que pueden salir lastimados (Gros Louis et al. 2003). Para intentar explicar este comportamiento se ha propuesto la hipótesis de riesgo, la que sugiere que el temor al enfrenta-

Canto Rodado▪8:169-177, 2013

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miento fatal es lo que lleva a estos animales a usar con menor frecuencia las áreas que se solapan con las de sus vecinos (Wrangham et al. 2007).

MetodologíaLa isla Barro Colorado (IBC), ubicada en el Canal de Panamá

(9°09’N/79°51’O), es parte del Monumento Natural Isla Barro Colorado. La inundación que dio origen al lago Gatún durante la construcción del Canal de Panamá, aisló una antigua montaña dando paso a la formación de IBC. Tiene una extensión de 1.500 h. El clima es típico de muchas tie-rras bajas tropicales, el bosque es semidesiduo. El promedio anual de tem-peratura es de 27° C, con una variación diaria de 9° C. La precipitación anual varía entre 2.400 y 2.800 mm y la estación seca tiene una duración de tres a cuatro meses, entre finales de diciembre y principios de mayo. Barro Colorado ocupa un puesto intermedio entre la fuerte gradiente de precipitación que existe entre el Caribe y el Pacífico panameño.

Para este estudio seleccionamos cuatro grupos de monos Cariblancos cuyas áreas de acción se solapan entre sí. Capturamos un individuo por grupo (para los detalles de captura ver Crofoot 2009) y se les colocaron collares de radiotelemetría con el fin de rastrearlos diariamente.

Una vez encontrado el grupo, tomamos cada diez minutos un punto de ubicación del centro del grupo, utilizando el Sistema de Posicionamiento Global (GPS), para obtener coordenadas tempo/espaciales. Registramos por individuo focal datos sobre el tiempo de vigilancia, socialización, descanso, alimentación y número de vocalizaciones por minuto durante diez minutos. Seguimos a cada grupo focal durante cinco horas diarias durante un año. Identificamos a cada individuo adulto y subadulto por medio de características físicas distintivas, les asignamos un nombre para establecer su individualidad. Tomamos datos de comportamiento a nivel grupal e individual.

Para calcular el área de acción de los cuatro grupos en estudio utiliza-mos el mínimo polígono convexo (MPC), usando las localizaciones obte-nidas a través del Sistema Automatizado de Radio Telemetría (ARTS por sus siglas en inglés). Definimos “centro” como el área comprendida por el 50 por ciento de localizaciones ubicadas en el centro del área total; y “bor-de” al 50 porciento de localizaciones ubicadas en la periferia de la misma.

174

Lucía Luján Tórrez Herrera y Margaret Chatham Crofoot ▪Los monos Cariblancos Cebus Capucinus

Para el análisis de los datos utilizamos una prueba de Chi Cuadrado para probar nuestras hipótesis: H0: Los monos Cariblancos (Cebus capu-cinus) se comportan igual en el centro y borde de sus áreas de acción, H1: Los monos Cariblancos (Cebus capucinus) se comportan diferente en el centro y borde de sus áreas de acción. Elegimos esta prueba porque nos permite comparar nuestras observaciones con nuestras predicciones sin una presunción de normalidad en los datos. Comparamos el comporta-miento de cada grupo en cada área (centro vs. borde). Para determinar si comportamientos específicos ocurren con mayor frecuencia (Predicción 1: vigilar) o menor frecuencia (Predicción 2: socializar; Predicción 3: des-cansar) en el borde, hemos utilizado un prueba de aleatorización. Usando el porcentaje de tiempo que los monos pasaban en cada comportamiento cuando ellos estaban en el centro de su área de acción, hemos generado 1.000 grupos de datos con el mismo número de observaciones que hemos realizado por cada grupo en el borde de su área de acción. Por cada com-portamiento (vigilar, socializar y descansar), comparamos el verdadero número de observaciones del comportamiento con la distribución de va-lores esperados basada en nuestra aleatorización. Nuestras predicciones se sostendrían si nuestras observación estuvieran en los extremos (>97,5 por ciento o < 2,5 por ciento) de los valores esperados.

Resultados y discusiónDespués de comparar el comportamiento de cuatro grupos de monos

Cariblancos (Cebus capucinus), encontramos que todos los grupos mos-traron diferencias significativas en su comportamiento en el centro y el borde de su área de acción, tal como predijimos. Aunque solo tres grupos mostraron un patrón de comportamiento que sustenta nuestra predicción 2 (con valores inferiores o iguales a P<0,05). En estos grupos los monos pasaron menos tiempo socializando en el borde, comparado con lo es-perado, según su comportamiento en el centro de su área de acción (ver Figura 1), tal como supusimos que sería si ellos perciben estas áreas como peligrosas.

Las predicciones 1 y 3 no se sustentan; no encontramos diferencias significativas en ningún grupo en cuanto al tiempo empleado en la vigi-lancia y el descanso.

Canto Rodado▪8:169-177, 2013

175

Por su parte, el cuarto grupo presentó cambios significativos en los comportamientos realizados en el borde y centro de su área de acción, pero no los cambios predichos. El grupo no mostró ninguna diferencia en el tiempo invertido en actividades sociales; sin embargo, pasó menos tiempo del que esperábamos buscando comida y caminando en la peri-feria de su área de acción. Este grupo vive frente al lago, y posiblemente la falta de grupos vecinos en este costado de su área de acción explique la diferencia que hemos encontrado en su comportamiento, comparado con los otros tres grupos. Nuestros resultados sugieren que los grupos de mo-nos Cariblancos perciben las áreas compartidas como zonas peligrosas, y nos dan apoyo limitado a la idea de que los monos Cariblancos evitan estas áreas porque tienen miedo. Esta es la primera evidencia de que la hipótesis de riesgo puede explicar patrones de uso de espacio en especies donde la agresión intergrupal raras veces es fatal.

En nuestros análisis futuros buscaremos diferencias entre pa-trones de comportamiento en áreas que comparten grupos grandes con grupos pequeños, para descartar la posibilidad de que el patrón esté sien-do parcialmente enmascarado al comparar todos los grupos vecinos al mismo tiempo. También compararemos la diversidad y abundancia de las especies vegetales en las áreas que los monos comparten con sus vecinos con la de los centros de sus áreas, para evaluar la distribución de los re-cursos en el espacio. Exploraremos alternativas que ayuden a explicar el poco interés de los monos en las áreas que comparten con sus vecinos.

Figura 1. Porcentaje de tiempo invertido

en las actividades sociales. De acuerdo a lo

predicho, los grupos BLT (p = 0,05), TB (p

< 0,001) y TOP (p < 0,001) realizaron con

poca frecuencia actividades sociales en los

bordes de sus áreas de acción. Mientras que

el grupo FC mostró tendencia a mantener

mayor actividad social en el borde.

176

Lucía Luján Tórrez Herrera y Margaret Chatham Crofoot ▪Los monos Cariblancos Cebus Capucinus

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Canto Rodado▪8:179-189, 2013▪ISSN 1818-2917

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Estructuración de la hispanofonía en el pueblo naso Una perspectiva socio-discursiva*

Kafda Vergara Esturaín M.S. Universidad de Panamá / Universidad Sorbonne Nouvelle Paris 3

[email protected]

Palabras clave: Bilingüismo, oralidad, sintaxis, sociolingüística.

ResumenEl presente artículo es una síntesis de mi trabajo doctoral sobre la des-

cripción tipológica de la oralidad hispanohablante de interlocutores de la

etnia naso de Panamá, analizada estructuralmente en su tematización de

la información, así mismo como en el potencial semántico-estructural de

sus enunciados. Este proyecto tiene como objetivo ofrecer la posibilidad

de describir los aspectos tipológicos de una variante de la lengua española

de nuestro país. La analizamos desde sus interconexiones estructurales y

contextuales con la idiosincrasia y cultura de un grupo étnico que se bate,

como muchos, en la defensa de su identidad cultural fuertemente sostenida

por una lengua propia, pero que a través del tiempo ha ido cediendo ante la

circulación de un español que permanece invisible ante las descripciones

academicistas de una norma impuesta por la escuela y la administración

pública.

* Recepción: 30/07/13 – Aprobación: 17/10/13

180

Kafda Vergara Esturaín ▪Estructuración de la hispanofonía en el pueblo naso

Keywords: Bilingualism, orality, sociolinguistics.

AbstractThis article is a synthesis of my doctoral research on the typological

description of the Spanish speaking orality of the Naso ethnic group of Pa-

nama. The Naso language is structurally analyzed concerning the theme

building of the information as well as the structural and semantic potential

of the enunciates. The project aims to offer the possibility of describing

the typological aspects of a variant of the Spanish language spoken in

our country. We analyze it from its structural and contextual interconnec-

tions with the idiosyncrasy and culture of an ethnic group that struggles,

as many do, for the defense of its identity strongly sustained by its native

language, that through time has been silently blending into the Spanish

language, supported by the educational and academic system as well as the

public administration policies.

Canto Rodado▪8:179-189, 2013

181

¿De qué forma la sintaxis puede constituir por ella misma materia y forma en el proceso de la construcción de sentido? ¿Puede ella interac-tuar bajo sus propias leyes de producción morfológica, en armonía con los otros constituyentes de la lengua como la semántica? ¿Cómo es moldeada por el contexto sociocultural? Son preguntas que habitualmente se plan-tea un lingüista frente al reto de describir la tipología de una variante tra-tada de manera dura y sistemática. Se recogen datos a partir de un corpus que queda plasmado en blanco y negro como secuencias discursivas de un hablante que alguna vez fue registrado en una grabadora.

Pero si hay algo que nos enseña una investigación realizada a partir de un trabajo de campo es que todo investigador debe ser ante todo un buen observador, tanto de los fenómenos seleccionados como el de todos los detalles endógenos y exógenos que repercuten en la existencia misma del fenómeno, tomados a veces como meros elementos periféricos y no integrales, cuales cuerpos celestes que giran alrededor de una estrella con la que definen su órbita pero que en ningún momento llegan a tocarse, mucho menos fusionarse.

Es bajo esa relación de fuerzas centrífugas y centrípetas en la que mu-chas veces se trata el aspecto “contexto” en los enfoques de investigación de las llamadas ciencias blandas, o al menos es lo apreciado durante mis años de formación. Ante las preguntas planteadas en mi proyecto doc-toral, centradas fundamentalmente en la informatización de la lengua, vinieron otras a las que concluí era preciso analizar e intentar contestar a fin de que las primeras, más rigurosas, se enriquezcan de sentido. Esta la-bor resulta ambivalente ante el estudio de una variante de una lengua tan expandida como el español, pero hablado por una población que no llega a los 3.000 habitantes y en un país relativamente pequeño como Panamá. En torno a un mundo de estudios hispanos, Panamá presenta situaciones de diglosia dignas de explorar.

Fundada sobre una perspectiva epistemológica, nos hemos apoyado en teorías enunciativas e informacionales destinadas a enriquecer el análisis propiamente estructural de un tipo de sintaxis calificada como “particu-lar”, manifiesta en la oralidad hispanohablante de un grupo de individuos de la etnia Naso de la República de Panamá.

182

Kafda Vergara Esturaín ▪Estructuración de la hispanofonía en el pueblo naso

Contexto socioculturalEl pueblo Naso habita en la región de Bocas del Toro del istmo de Pa-

namá desde épocas precolombinas. A pesar de las diversas amenazas de desplazamiento de su territorio a lo largo de la historia moderna y contemporánea, un número considerable de comunidades naso mantiene viva su lengua y cosmología, lo que lo caracteriza como uno de los siete grupos étnicos vigentes en la República.

La historia oficial ha hecho conocer a los Naso bajo el nombre de Teri-be, que proviene de la simplificación fonética al español de Tjer-di, nom-bre que le dan los naso al río más emblemático de su cultura. Está ligado a un personaje femenino que, como señala Reina Torres de Araúz (1980), personifica a una anciana llamada Tër, guardiana por excelencia de la tradición, de la litomancia y consejera del pueblo.

Añade Torres de Araúz (1980:365) que en algunas leyendas recopila-das -entre ellas Cómo vivían nuestros antepasados con la ayuda de la abuelita, del relator oral Felipe Gamarra-, esta abuelita puede cambiar de nombre, pero se trata en esencia del mismo espíritu sabio y protector: “Este personaje femenino, ‘la abuelita’, habría sido traída por un espíritu desde el lugar donde nació: donde sale el Sol y puesta en medio del mun-do” (Araúz 1980:365).

A inicios del siglo veinte, el cronista francés Pinart escribía en su obra Notes Sur les Tribus Indiennes d’Origine Guarano-Guaymi, los términos térrabas, terribis, terbis o tervis como transcripciones posibles y válidas para nombrar a sus habitantes. Reina Torres (1965) por su parte, en la década de los sesenta, relacionó a estos habitantes bajo el nombre de Té-rrabas, pertenencientes a uno de los pocos grupos humanos del género Talamanca presentes hasta hoy, y que guardan relación étnica e histórica con los actuales Gnäbe.

El último Censo de Población y Vivienda fijó en 2.089 el número actual de pobladores de esta etnia, aunque a lo interno de las comunidades se habla de una cantidad mayor de nasos que no fueron contados como tal por no habitar en las comunidades y los territorios tradicionales de su cultura. El éxodo laboral naso hacia otras provincias, especialmente hom-bres, es muy frecuente.

La escolarización de esta etnia, por otro lado, enfrenta los problemas

Canto Rodado▪8:179-189, 2013

183

habituales de los grupos originarios de América Latina, a saber: un nú-mero considerable de iletrismo, de deserción escolar y de deficiencias en la formación de competencias fundamentales, que se aprecia notablemente en el aprendizaje de la lengua escrita que, en el caso de la educación pa-nameña, se hace sólo en español.

No resulta entonces difícil asumir que en la actualidad los Naso pri-vilegian el uso del español ante su lengua ancestral, aún con la existen-cia limitada de documentos precisos que den testimonio del número de locutores de una lengua y de otra. A manera de referencia, tenemos que en 1972 Koontz y Anderson del Instituto Lingüístico de Verano, contabi-lizaron entre 750 y 1.000 hablantes naso, pero no rindieron mayores luces sobre la población bilingüe u otras actitudes frente al uso de las lenguas.

Es bajo este contexto que observamos el caso de una dama naso a la que llamaremos Lina. Una dama sexagenaria cuya adquisición del es-pañol ha sido marcada por la decisión de sus padres de hablar español, pese a que ellos mismos no eran hispanohablantes nativos. La falta de escolarización, y una vida de interacciones sociales limitadas entre los miembros de su comunidad, caracterizan el marco cultural de su condi-ción de hispanohablante.

“La lengua de Lina” se manifiesta notablemente aleatoria en relación al español oral, no solo en la provincia de origen sino también en la va-riante oral nacional. Su discurso nos llamó particularmente la atención por una morfosintáxis que no pertenece al español normativo y a la su-presión/reemplazo de las preposiciones y los artículos. Seguidas estas observaciones, buscamos si estos trazos son representativos del discurso hispano naso, y para ello hemos logrado recoger un corpus limitado al territorio de San-San Drui y a reuniones de la comunidad en la región de Sieyick, sede del palacio del Rey1 de esta etnia.

Marco teóricoNuestro proyecto de investigación se centra en cuatro pilares teóri-

cos: el primero concierne a los apuntes que Lev Vygotsky hiciera en sus estudios pedagógicos y psicolingüísticos, en donde atribuye a la cultura

1 Es el título que utiliza el pueblo Naso para designar a su jefe máximo (N de la E).

184

Kafda Vergara Esturaín ▪Estructuración de la hispanofonía en el pueblo naso

el papel material y procedimental del desarrollo cognitivo del niño y por ende del individuo. Este marco de pensamiento es también atribuido a la folk-psychology de Jerome Bruner (1990) y de otros investigadores como Coste (1977) que enfatiza la herencia familiar y su influencia en el resto de las interacciones sociales a realizar a lo largo de la vida.

Como segundo pilar tenemos la lingüística del enunciado bajo las ob-servaciones de Antoine Culioli (1990), sobre el problema de la represen-tación mental producto de una falta de referencias contextuales y cómo estas supuestas carencias intervienen en la coherencia textual del discur-so entre los individuos. Esta última nos da pistas sobre los recursos de lengua y habla del que se vale el individuo para completar en la cadena discursiva aquella información lexical faltante (o en muchos casos, dife-rente), que luego se manifiesta en la organización de la información. Esta postura justificaría la hipótesis de la plaza vacía que intenta explicar el origen de los préstamos de morfemas gramaticales entre lenguas estruc-turalmente distantes (Stolz 2002).

El tercer pilar es compartido entre los lazos de la relación discurso-so-ciedad en el cual se consolida la subjetividad y da nacimiento al sentido. Este pilar es inspirado por Lorenza Mondada (1994) cuya perspectiva an-tropolingüista ayudaría a establecer -en casos como Lina- un estatus de bilingüismo funcional, pues pese a su afirmación de “yo no hablo naso”, ella es capaz de comprender el habla de su familia.

El cuarto pilar lo compone el análisis de informatización, centrando nuestra atención en el comportamiento del español construido por los Naso en cuanto a su tematización, tomando y valiéndonos de la defini-ción que estipula: “The topic of a sentence is the thing which the proposition expressed is ABOUT” (Lambrecht 1994:118). Koontz y Anderson (1972) son más enfáticos en el orden de las palabras (word order), para señalar al tema como la información que aparece luego de cualquier cláusula de-pendiente o conjunción. Ante estas anotaciones de los teóricos, surgen preguntas obligadas sobre el orden de las palabras o cláusulas en la len-gua naso, si estas pautas informacionales, por ejemplo se repiten en el habla hispanohablante de los Naso, y con qué frecuencia. Esto podría ex-plicar algunas particularidades encontradas en el orden de las palabras.

Canto Rodado▪8:179-189, 2013

185

Marco metodológicoSe trata de una recopilación de corpus que suma alrededor de 30 horas

de grabaciones de conversaciones cotidianas y entrevistas a miembros de la etnia Naso, especialmente a aquellos en condiciones de bilinguismo si-milar al descrito para la señora Lina. Se trata de interacciones no guiadas, que abordan temas de la historia del pueblo y de la vida cotidiana. Aparte de la observación meramente estructural del fenómeno de interlengua, se busca también la recopilación de información sociocultural que nos sirva para descifrar el mapa sociolingüístico de los participantes.

En cuanto a la investigación de campo, nos apoyamos en los trabajos de Gajo y Mondada (2000), sobre la variabilidad dimensional entre la prác-tica pedagógica o formal de las interacciones sociales y las interacciones sociales “espontáneas”, que se mueven en una dinámica de movimiento continuo. Son este tipo de interacciones las que se busca establecer entre las y los entrevistados naso, tratando de mantener un número similar entre hombres y mujeres.

Observaciones preliminares Si bien es cierto que se necesita un conjunto de datos más extenso y

variado en cuanto a los niveles de bilingüismo de los participantes, las muestras tomadas del corpus que conforman hasta la fecha nuestra inves-tigación sugieren que, tal como suele ocurrir en la organización temática de la lengua naso, estos hablantes, en su práctica discursiva hispanoha-blante, también suelen iniciar los enunciados con el tema del enunciado, ya sea expresado directamente o con un introductor de subordinación como sería: “cuando ellos hicieron tal cosa…” e igualmente por una con-junción como “pero”. Los subrayados señalan los temas de los enuncia-dos, utilizando (S.N.) para los sintagmas nominales, (S.Adj. = sintagma adjetival), (S.Adv. = sintagma adverbial), y los enunciados que contengan (S = sujeto), (V = verbo) y (O = objeto), más algunos casos de (F.Sub. = frases subordinadas):

La vida de nosotro era trabajar. S.N.

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Kafda Vergara Esturaín ▪Estructuración de la hispanofonía en el pueblo naso

Pero cuando ah / sacaron a nosotros de allí / eh tumbaron la casa de nosotros ahí de nosotros

V + O + S.Adj. Cuando uno ya va trabajar uno tiene como 10 años. (F.Sub.)

Otro fenómeno que llama la atención de la oralidad en lengua españo-la de los Naso, se encuentra en las categorías lexicales seleccionadas por los hablantes para manifestar el tema de su discurso, como en la cadena siguiente, donde el adjetivo “alegre” tiene el suficiente potencial semán-tico para reemplazar al sustantivo “gente”, que corresponde a los sujetos actuantes que gritan y que, consecuentemente, constituyen el tema de la conversación. Fenómeno similar ocurre con la afirmación “duerme tarde” que implica necesariamente a un sujeto actuante pero que en la estructu-ra externa del enunciado se encuentra tácita:

K: Qué estarán gritando?C: Alegre / Aquí la gente casi no duerme S. Adj.K: Ya me di cuenta que este es un pueblo muy mo… ¡E: Duerme tarde! S + Adv.En cuanto a accidentes gramaticales, se repite una falta de concor-

dancia entre el sustantivo y el número que a priori puede interpretarse como una falta sistemática de los hablantes en español. Tal conclusión resultaría riesgosa si no se observan con detenimiento las características propiamente semánticas de los sustantivos donde ocurre el fenómeno y su recurrencia en el discurso. No explicaría, por ejemplo, el hecho de que la aparición del pronombre para la primera persona plural “nosotros” no existe un solo error de correspondencia numérica, al menos en nuestras modestas 30 horas de grabación:

“Na’ de to’ nosotros indígenas no tamos lugar seguro”.

Canto Rodado▪8:179-189, 2013

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Lo que no sucede con sustantivos colectivos cuya existencia implica un número de individuos y cuya predicación se realiza mediante la conjuga-ción del verbo en la tercera persona del singular. Observar, en el siguiente ejemplo, la posición discursiva del concepto “el pueblo” y cómo oscila la conjugación verbal en la predicación de una misma cadena discursiva:

“Tito Santana… / este este / reconozco de que para la fecha de ese entonces / invitó a esas mil quinientas personas / entonces / totalmente / jue un / un día muy triste / porque el pueblo llegó a ver si es verdad algo bueno / fue el mensaje de / de una empresa // Y luego / el pueblo lo que hicieron / que / este / lo el pueblo que hicieron ahorita mismo es al ver ese / ese clase de autoridad que nosotros hemo tenido / no se confió más / el pueblo ha tenido / el pueblo co-menzó lamentar, decir: “Ahora qué hacemo?”

También se observó con cierta frecuencia que cuando se trata de un sujeto en tercera persona cuyo valor semántico es individual e inicia una cadena discursiva, existe una tendencia a mantener una predicación en singular, que refiere a este sujeto principal, independientemente de que el enunciado se corte inesperadamente para introducir otro sujeto actuante y de la misma categoría en género y número, como en el caso de Marili, que entra en el segundo enunciado donde Amalia era aparentemente el único sujeto:

“Ella entra en la mañana con esta / Tatiana y Marili entra al mediodía / y sale en la tarde”Pronombre Sujeto compuesto

ConclusionesHablar de hispanofonía y de sus variantes locales en América Latina

es hablar de un extenso campo de investigación lingüística que requiere de atención especial en nuestras universidades y centros de investigación. Al percatar la escasa documentación que hasta ahora el tema posee en comparación a las variantes presentes en la Península Ibérica, al igual que los estudios diacrónicos que pudieran desarrollarse en países como el nuestro -si le prestáramos más atención a la comprensión de nuestra

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Kafda Vergara Esturaín ▪Estructuración de la hispanofonía en el pueblo naso

identidad a través de la traza histórica y social que nos ofrece el estudio y la evolución de nuestras hablas locales-, tanto de las lenguas nativas que aún hoy sobreviven como de la lengua española que, una vez inmersa en la diversidad humana de nuestro continente, no volvió a ser la misma.

Lo que exponemos mediante este artículo, y en el marco del Congreso de Antropología Panameña, no pretende afirmar con mayor o menor cer-teza la existencia sistemática de fenómenos estructurales de la lingüística regional, mucho menos instalar estas observaciones, al menos por el mo-mento, más allá del campo hipotético. Pero sí nos parece pertinente dejar manifiesta la necesidad de continuar con esta línea investigativa sobre nuestros discursos y nuestros interlocutores a fin de que veamos, en un futuro no muy lejano, equipos de investigación a lo interno y externo de la Universidad de Panamá, que invite al trabajo interdisciplinario entre especialidades como la lingüística, la sociología y la psicología, pudiendo la Escuela de Antropología tomar el papel de eje vertical en la gestión académica. Los Naso y todos los pueblos que integran la nacionalidad panameña tienen mucho que contarnos sobre su vida y sobre nosotros mismos. Saber qué habla nuestra gente, cómo lo habla y por qué lo habla de determinada manera es también parte del patrimonio inmaterial de la nación que merece ser escuchado, visibilizado y apreciado.

Canto Rodado▪8:179-189, 2013

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Canto Rodado▪8:191-207, 2013▪ISSN 1818-2917

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Aproximación antropológica al debate entre género e interculturalidadReflexiones desde Panamá*

Eugenia Rodríguez BlancoInvestigadora y consultora independiente, [email protected]

Palabras clave: Antropología de género, género, identidad étnica, multi-culturalidad, relativismo cultural.

Resumen La propuesta de la igualdad de género en contextos multiculturales

es con frecuencia limitada por el discurso del respeto a la diversidad cultu-

ral. En el nudo de esta problemática se encuentra el debate, aparentemente

irreconciliable, entre los derechos colectivos de los pueblos indígenas y los

derechos individuales de las mujeres. Es por ello que el proyecto intercultu-

ral y el proyecto de la igualdad de género han corrido paralelos en la región,

desconsiderando la necesaria intersección entre ambos. En este contexto,

las mujeres indígenas y las mujeres afrodescendientes, proponen, a través

de sus organizaciones, combatir las discriminaciones asociadas a su identi-

dad de género y su identidad étnica de una manera integral, configurando

un proyecto de género intercultural. La antropología del género, la inter-

culturalidad y el relativismo cultural constituyen la base teórica de este

debate, que supone, al mismo tiempo, un interesante reto para la antropo-

logía aplicada. Esta ponencia propone realizar aportes sobre las tensiones

y conciliaciones entre el objetivo de la igualdad de género y el proyecto

intercultural, considerando la diversidad étnica en Panamá.

Recepción: 14/08/13 – Aprobación: 01/09/13

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Eugenia Rodríguez Blanco▪Aproximación antropológica al debate entre género e interculturalidad

Keywords: Cultural relativism, ethnic identity, gender, gender anthro-pology, multiculturality.

AbstractThe gender equality proposal inserted in cultural diversity groups is

often limited by the respect owed to that diversity. The core of the prob-

lem seems to root in the confrontation between the collective rights of the

ethnic groups and the individual rights of women. That seems to be the

main reason why the above-mentioned issues have been applied in the re-

gion in a parallel manner and not considering the necessary intersections

between them. Is in this context, and through their own organizations,

that native ethnic and afrodescendent groups of women try to fight dis-

criminative actions suffered by reasons of their gender and or ethnic con-

dition, developing an integral and multicultural project. Anthropology of

gender, interculturality and cultural relativism are the foundations of the

present debate and represent a challenge for applied anthropology studies.

Considering the ethnic diversity in Panama, this paper points out some of

the tensions involved in the process as well a the conciliations that occur

between gender rights and the intercultural project.

Canto Rodado▪8:191-207, 2013

193

En la última década se ha producido en América Latina y el Caribe un significativo avance en el debate sobre la igualdad de género y la intercul-turalidad. Dicho debate teórico ha calado en políticas públicas y progra-mas de desarrollo que, por un lado, se han hecho eco del objetivo de la igualdad de género, y por otro lado, han supuesto un importante paso por el reconocimiento de la diversidad cultural en la región.

Se ha de destacar el determinante protagonismo que han tenido en ambos procesos los movimientos de mujeres y el feminista, y el movi-miento indígena y el afrodescendiente, respectivamente. Así, la lucha por los derechos humanos de las mujeres promovida por organizaciones de base, tanto nacionales como internacionales en América Latina y el Cari-be, ha supuesto una serie de reconocimientos a nivel nacional y regional, plasmados en leyes, políticas y programas que alientan la consecución de la igualdad de género. Por su lado, el reconocimiento de la diversidad cultural, especialmente promovido por organizaciones indígenas y afro-descendientes, ha cristalizado en legislación y políticas públicas intercul-turales, así como en programas de desarrollo que introducen el enfoque intercultural. Aunque en ambas luchas los logros son destacables, igual-mente se ha de resaltar la brecha de implementación entre la legislación existente y la realidad de los colectivos humanos afectados por el sexismo, el etnocentrismo y el racismo, aún vigentes en todos los países.

El denominador común de ambas luchas – género e interculturalidad – se encuentra en la propuesta de equidad. Equidad entendida como el trato justo de las personas y/o grupos en función de sus necesidades respecti-vas. Este principio de justicia social puede incluir intervenciones iguales o diferenciadas con el objetivo de que todos y todas tengan las mismas oportunidades sin discriminación de ningún tipo. La propuesta de equi-dad que la lucha de género y la de interculturalidad reclaman supone, por tanto, reconocer las diferencias de género y las diferencias étnicas, y a partir de ellas plantear acciones que atiendan sus necesidades sin discri-minación.

Ahora bien, la cuestión sobre la que polemizamos en esta ponencia es ¿hasta qué punto un debate incorpora el otro? ¿no son acaso deba-tes paralelos? Una revisión general de las políticas públicas en la región, planteadas con el objetivo de la interculturalidad o la igualdad de género

194

Eugenia Rodríguez Blanco▪Aproximación antropológica al debate entre género e interculturalidad

demuestra que ambos discursos, y sus implicaciones prácticas y políticas, corren paralelas.

En esta ponencia proponemos promover la reflexión sobre la conexión entre diversidades y discriminaciones en la región de América Latina y el Caribe. Abordaremos la diversidad atendiendo a las identidades de géne-ro y a las identidades étnicas (indígenas y afrodescendientes) en interac-ción con la población latinoamericana, y resaltaremos las discriminacio-nes asociadas a dichas identidades y sus conexiones. Esta propuesta nos llevará a visibilizar los sistemas de dominación o las relaciones de poder existentes entre unos colectivos y otros (hombres sobre mujeres o blan-cos sobre indígenas y afrodescendientes) y las consecuencias de acumular más de una identidad sometida a relaciones de poder.

Los sujetos que visibilizamos en este debate combinan identidades en situación de exclusión y subordinación, son mujeres indígenas y mujeres afrodescendientes, para quienes el solo hecho de ser mujer no explica sus particulares situaciones y posiciones en un contexto marcado por el racis-mo y el etnocentrismo. Del mismo modo, el solo hecho de ser indígenas o afrodescendientes, por tanto su identidad étnica, no explica ni atiende el hecho de ser mujeres en un entorno marcado por el patriarcado y el sexismo.

Las mujeres indígenas y afrodescendientes proponen, a través de sus movimientos y organizaciones, combatir las discriminaciones asociadas a su identidad de género y su identidad étnica de una manera integral. Sus identidades no son divisibles, sino que se encuentran en profunda interacción con resultados particulares en términos de discriminación y exclusión.

En la base de este debate se encuentra el reconocimiento de la diversi-dad dentro de la diversidad, es decir, el reconocimiento de la inexacta ho-mogenización del colectivo mujeres por un lado, y del colectivo indígenas y afrodescendientes por otro. Nuestra propuesta supera dicha homoge-nización, reconociendo que dentro de dichos colectivos también existen diversidades (indígenas y afrodescendientes en el colectivo mujeres y mu-jeres en el colectivo indígenas y afrodescendientes) y que dichas diversi-dades están marcadas por la inequidad y la desigualdad.

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“Ocultar la diferencia al interior de las mujeres como colectivo, o al in-

terior de los indígenas como comunidades o grupos es fruto de la esen-

cialización que implica la construcción de un sentido de colectivo, un

‘nosotros y nosotras’ que anula diferencias. Pero las diferencias o diver-

sidades existen, así como las relaciones de poder que interpretan esas

diferencias en términos de más y menos, con consecuencias de dominio

y privilegios para unos, y de subordinación para otros/as” (Rodríguez e

Iturmendi 2013:25).

Diversificar los colectivos esencializados, concretamente el colectivo mujeres y el colectivo indígenas y afrodescendientes, implicará cuestionar las propuestas planteadas en la región a dichos sujetos. De este modo, la igualdad de género y la interculturalidad deberán ser revisadas. El deba-te que sugerimos en esta ponencia nos llevará a resaltar las falencias de género en la propuesta intercultural, así como los déficit interculturales en la propuesta de género. Nuestra particular posición en este debate su-pone el encuentro entre ambas posiciones y perfila un enfoque de género intercultural, que impacte en políticas públicas y programas de desarrollo capaces de abordar la equidad de manera integral.

El reto de la igualdad en la diversidadAmérica Latina y el Caribe son regiones con fuerte diversidad étnica

-lo que determina su condición multicultural- resultado de una historia marcada por la colonización y el esclavismo. La diversidad étnica cris-taliza en diversos porcentajes de pueblos indígenas y afrodescendientes en los países de la región. Ahora bien, dicha diversidad está igualmente marcada por la desigualdad y la discriminación. Así, los indicadores de bienestar social demuestran la brecha en el acceso a los derechos.

• “Los índices de pobreza entre los indígenas son mucho más altos que

entre el resto de la población en varios países de América Latina: en Para-

guay 7,9 veces; en Panamá 5,9 veces; en México 3,3 veces; y en Guatemala

2,8 veces (CEPAL/UNICEF 2012).

• En Ecuador, según datos de 2006, el 61 por ciento de la población afro-

descendiente rural se encuentra en situación de pobreza, mientras que el

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Eugenia Rodríguez Blanco▪Aproximación antropológica al debate entre género e interculturalidad

promedio de población rural total en situación de pobreza alcanza el 51

por ciento Asimismo, en el caso de los sectores urbanos, el 40 por ciento

de los afrodescendientes está en condiciones de pobreza, contra el 25 por

ciento del promedio nacional (PNUD 2010).

• Existen grandes diferencias en la esperanza de vida entre los indígenas

y los no indígenas de la región. Por ejemplo, en Guatemala la brecha es

de 13 años de diferencia, en Panamá de 10 años y en México de 6 años

(UNFPII 2010).

• En América Latina, la mortalidad infantil de los/as niños/as indígenas

es un 60 por ciento mayor que la de los no indígenas (48 por mil nacidos

vivos frente a 30 por mil, respectivamente). Si consideramos la probabi-

lidad de morir antes de los 5 años de vida, la brecha es aún mayor, con

una sobre-mortalidad del 70 por ciento (Oyarce et al. 2010)” (Faúndez y

Weinstein 2013:10).

Es en este contexto de diversidad y desigualdad que el movimiento indígena y el movimiento afrodescendiente, respectivamente, luchan por el reconocimiento de la diversidad cultural y la redistribución de recursos a nivel nacional y regional.

El paulatino reconocimiento de la diversidad cultural en los estados latinoamericanos ha ido teniendo su eco en legislaciones y políticas que reconocen y proponen la interculturalidad (como enfoque para el desa-rrollo), entendida ésta como proyecto de convivencia respetuosa y justa en un contexto social multicultural.

“El enfoque de interculturalidad, está orientado a abordar las particulari-dades de los pueblos indígenas, afrodescendientes y otros grupos étnicos diferenciados y su relación con la sociedad dominante, más allá de la coexis-tencia de culturas. El enfoque intercultural debe contar con los dispositivos necesarios para identificar el tipo de sociedad en el que los pueblos indíge-nas y afrodescendientes u otros son incluidos de forma efectiva, proceso que bajo este paradigma, no implica la asimilación a la cultura dominante, sino a un espacio en el que las culturas interactúan, dialogan y participan en igual-dad de condiciones en la definición del espacio público y en la toma de de-cisiones de la sociedad” (Zapata-Barrero en Faúndez y Weinstein 2013:26).

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Desde una perspectiva de género, si bien la interculturalidad supone una importante apuesta por la equidad, ésta en sí es insuficiente para quienes además de ser indígenas o afrodescendientes, son también mu-jeres. Introducir las luchas de género en la lucha intercultural constitu-ye una demanda urgente de las mujeres indígenas y afrodescendientes, quienes proponen integrar sus luchas étnicas y genéricas.

En este sentido, es crucial atender los discursos y demandas que pro-ponen el movimiento de mujeres indígenas y afrodescendientes, donde se visibiliza por un lado, el déficit de género al que hacíamos referencia con relación a la propuesta intercultural, pero donde también se concre-tan sus demandas, articulando el derecho a la diversidad cultural con los derechos de las mujeres. De este modo, la salud sexual y reproductiva o la educación como derechos principales en la agenda de la lucha feminista, se concretan para las mujeres indígenas en demandas que atiendan su particular cosmovisión, configurándose así una salud sexual y reproduc-tiva o una educación entendida desde sus valores y visiones culturales. Dichas demandas se traducen en proyectos de salud sexual reproductiva intercultural o de educación bilingüe intercultural con enfoque de género en la región. El objetivo de sus luchas por la igualdad en esos derechos no implicaría solo reducir o eliminar las brechas de género para su im-plementación, sino también superar la brecha étnica existente entre las propias mujeres.

Las mujeres indígenas y afrodescendientes reconocen que su identidad étnica es clave para definir sus agendas de género. Agendas de género culturalmente situadas, que ponen en evidencia la diversidad de las mu-jeres y sus particulares situaciones de desigualdad y discriminación. Ellas demuestran que tanto la interculturalidad como la lucha por la igualdad de género son insuficientes si no se plantean de manera combinada o integral.

Es común escuchar cómo se plantea la doble discriminación vivida por mujeres indígenas y afrodescendientes, por compartir dos identidades en situación de discriminación. Es importante puntualizar que, si bien estas identidades tienen consecuencias dobles en la discriminación vivida, no puede ser resuelta con dos estrategias o respuestas (igualdad de género e interculturalidad) inconexas, porque dichas identidades y discriminacio-

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Eugenia Rodríguez Blanco▪Aproximación antropológica al debate entre género e interculturalidad

nes no se suman, sino que conviven en interacción íntima e indivisible. Con base en este planteamiento, la lucha de mujeres indígenas y afrodes-cendientes, supone la aplicación del enfoque interseccional:

“La interseccionalidad propone dar cuenta de las interrelaciones entre

varios aspectos de la identidad que caracterizan nuestros privilegios o mar-

ginaciones en un contexto social dado. Es, por tanto, un reconocimiento de

la diversidad y de las relaciones de poder que actúan tras ella, combinándo-

se de diferentes maneras y generando como resultado diferentes posiciones

sociales. De este modo, la interseccionalidad constituye la respuesta crítica

a la uniformización u homogenización de los colectivos de personas” (Ro-

dríguez e Iturmendi 2013:26).

El análisis interseccional nos permite identificar los sistemas de domi-nación que conviven en las personas para poder abordarlos convenien-temente. Es, por tanto, una herramienta y un enfoque determinante en la propuesta de las mujeres indígenas y afrodescendientes. El género y la etnia son “categorías socioculturales y políticas en interacción continua y debe ser superada la tendencia a priorizar una lucha sobre otra” (Gonzá-lez y Viadero 2010:47).

El Foro Internacional de Mujeres Indígenas se apropia del enfoque in-terseccional en su lucha global, reconociendo su relevancia práctica para quienes viven cotidianamente violencia y discriminación en relación a sus identidades étnicas y de género (FIMI 2006).

Encuentros y desencuentros entre derechos individuales y colectivosQue los discursos teóricos y las prácticas políticas sobre género e inter-

culturalidad hayan discurrido de forma paralela en la región tiene al me-nos un factor causal determinante. En América Latina y el Caribe, al igual que en otras regiones del mundo, se ha producido por parte de los grupos de mujeres dominantes -lo que se ha volcado en el discurso dominante del feminismo- cierto recelo al reconocimiento de la diversidad cultural, por considerar ésta una amenaza a la defensa de los derechos de las mujeres. Estas mujeres, voceras del feminismo, se ubicaron en contra del relativis-mo cultural en su defensa de las mujeres, y optaron por centrar toda su

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atención y lucha en lo común de las mujeres, su discriminación y subordi-nación en un sistema patriarcal, considerado también común y universal.

Los miedos del feminismo al relativismo cultural se evidenciaban al cuestionarse: “¿Es el reconocimiento de la diversidad cultural un retro-ceso para los derechos de las mujeres?”1. Si aceptamos la diversidad cul-tural, ¿cómo podemos criticar y combatir determinadas prácticas cultu-rales negativas para las mujeres?; ¿Son igualmente respetables culturas marcadamente patriarcales? Existen innumerables ejemplos de prácticas culturales negativas para las mujeres, como la práctica de la ablación del clítoris, la poligamia o los arreglos matrimoniales de niñas, que han ge-nerado intensos y polémicos debates entre posiciones universalistas de los derechos de las mujeres y posiciones relativistas del derecho a la diver-sidad cultural. La resolución a este debate no parece sencilla y nos remite irremediablemente a la tensa relación entre los derechos individuales (de-rechos de las mujeres) y los derechos colectivos (derecho a la diversidad cultural). Desde posiciones feministas, la postura hegemónica argumenta que “los derechos colectivos pueden considerarse potencialmente una amenaza a los derechos individuales de las mujeres” (Rodríguez e Itur-mendi 2013:29)

Por su lado, la propuesta intercultural-liderada sobre todo por el mo-vimiento indígena y afrodescendiente-, mostraba sus reservas a los plan-teamientos del feminismo dominante por considerarlo una expresión cul-tural globalizada, que resultaba tan colonizadora como otros discursos desarrollistas a combatir desde el respeto a la diversidad cultural. Alegan desde estas posiciones que la lucha por la igualdad de género pertenece a otro contexto, a otras mujeres.

Así, ambas resistencias hicieron inviable, de manera retórica, la con-ciliación entre una y otra propuesta (género e interculturalidad). Fueron las propias mujeres indígenas y afrodescendientes quienes, partiendo de su identidad étnica y de género, comenzaron a plantear la conciliación de ambos discursos, así como la necesidad de abordarlos de manera integral para atender sus particulares situaciones y posiciones de discriminación

1 Parafraseando a Susan Moller Okin (1997) quien se preguntaba: “¿es el multiculturalismo malo para las mujeres?”.

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en la región. “Las mujeres indígenas sólo pueden disfrutar del derecho a una vida sin violencia cuando los derechos colectivos de sus pueblos son respetados” (FIMI 2006:16).

La “doble militancia” (Hernández 2004) de las mujeres indígenas y afrodescendientes, ha supuesto también resistencias en las filas del mo-vimiento étnico y del movimiento feminista respectivamente, resistencias propias del relativismo cultural por un lado, y del universalismo por el otro. Por tanto, la “doble militancia” ha sido respondida con una “doble resistencia”. Aún así, los aportes que estas mujeres han realizado a cada uno de los dos movimientos ha sido notable.

“Consideramos que ambos movimientos se han visto beneficiados de

esta doble militancia: las feministas al verse estimuladas a incorporar

la diversidad cultural a sus análisis de la desigualdad de género y el

movimiento indígena al tener que incorporar el género a sus perspecti-

vas sobre la desigualdad étnica y clasista que viven los pueblos indios”

(Hernández 2004:22).

Entre los elementos clave que explican el choque entre las posturas universalistas del feminismo y relativistas del movimiento de reivindi-cación étnica, se encuentra la definición de cultura manejada por unos y otros. Es decir, la cultura se encuentra en el nudo del debate que plantea la contradicción entre una lucha y la otra. Dicho concepto de cultura que articula el discurso culturalista que unos defienden y otros atacan, se basa en su carácter estático y homogéneo, un concepto muy superado por la antropología debido a su inexactitud. El análisis antropológico ha de-mostrado que las culturas son dinámicas y heterogéneas, es decir, tienen la propiedad intrínseca del cambio y en ellas habita la diversidad (Merry Engle 2003). Desde este concepto revisado y reformulado, el discurso cul-turalista (defender la cultura como un todo o criticar la cultura como un todo) puede ser atacado en cuanto al uso que de él hacen ambos movi-mientos y, por tanto, atacar la base misma de la contradicción planteada retóricamente entre la lucha por los derechos de las mujeres y la defensa de la diversidad cultural. Esta reconceptualización permite abrir el cami-no a la posición intermedia de las mujeres indígenas y afrodescendientes

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entre los dos movimientos, una postura que configura un movimiento que es al mismo tiempo étnico y feminista.

“La articulación de ambas perspectivas en el análisis de la situación de

las mujeres nos permite revisar el carácter inmutable y estructurante de

las tradiciones culturales y analizar los impactos desagregados por sexo

(roles, funciones, tareas, beneficios, etc.). […] implica asumir el carác-

ter heterogéneo, contradictorio y versátil de las identidades culturales

(género, raza, clase, etc.), el carácter relacional de la cultural y de los

géneros, y la variable de géneros en función de culturas y contextos”

(Rebollo 2010:21).

La tercera vía: de sumar a integrar género e interculturalidad

El movimiento de las mujeres indígenas y afrodescendientes en la re-gión, con su discurso y su propuesta, responde de la siguiente manera a la igualdad de género y a la interculturalidad: por un lado, a la igualdad de género le reclaman una perspectiva intercultural. Esto se traduce en el reconocimiento de la diversidad de mujeres en función de su identidad étnica. Reclaman que dicha identidad étnica, en un contexto de racismo, debería hacer reformular la lucha por la igualdad de género en una clave intercultural.

“Si el reconocimiento de las causas de la subordinación de las mujeres

permitió pasar de un enfoque centrado en las mujeres a un enfoque

basado en las relaciones de género, el reconocimiento de la diversidad

cultural de las mujeres, y la combinación de identidades que generan

opresión, debería permitirnos avanzar hacia a un enfoque de género

intercultural. Esta nueva perspectiva superará el etnocentrismo en la

lucha por la igualdad de género y permitirá construir un marco coral

en el feminismo, en el que quepan todas, un feminismo intercultural”

(Rodríguez e Iturmendi 2013:30).

En el reconocimiento de la diversidad entre mujeres se encuen-tra el principal aporte de las mujeres indígenas y afrodescendientes al

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Eugenia Rodríguez Blanco▪Aproximación antropológica al debate entre género e interculturalidad

movimiento feminista dominante en la región. “El reconocimiento de las diferencias es requisito indispensable para la construcción de un diálogo respetuoso y para la búsqueda de estrategias de lucha más acordes a las distintas realidades culturales” (Hernández 2002:7). Los debates entre mujeres han visibilizado la diversidad del sujeto femenino en la región y han determinado la reformulación del reclamo feminista, de modo que se reconozca y se superen las inequidades existentes a lo interno.

Por otro lado, a la interculturalidad le reclaman el enfoque de géne-ro. Esta crítica y aporte a la interculturalidad de las mujeres indígenas y afrodescendientes supone reconocer la diversidad dentro de los grupos étnicos, e impedir que dentro de ellos se sigan produciendo inequidades y discriminaciones marcadas por la identidad de género de sus miembros. Esta postura reconoce que la interculturalidad posee un determinante dé-ficit de género.

“La interculturalidad con enfoque de género surge de reconocer que

ésta no es un bien en sí mismo si no transversaliza en su seno otra des-

igualdad recurrente, la que ocurre entre hombres y mujeres, la desigual-

dad de género. De este modo, una perspectiva intercultural con enfoque

de género, gestionará la diversidad cultural en clave de igualdad, sin

olvidar otras diversidades en su interior que también viven marcadas

por la desigualdad” (Rodríguez e Iturmendi 2013:35).

El enfoque de género y el objetivo de la igualdad entre hombres y mu-jeres constituye, por tanto, el principal aporte de las mujeres indígenas y afrodescendientes a los movimientos de reivindicación étnica y su pro-puesta intercultural.

Ambos aportes sistematizan la propuesta que supone la perspectiva de género e intercultural para políticas públicas y programas de desarrollo en la región. Dicha perspectiva tiene la peculiaridad de superar la coexis-tencia de enfoques (el de género por un lado, y el intercultural por otro) y entenderlos y abordarlos de modo integral. Una perspectiva que, como apuntábamos, surge de reconocer la interseccionalidad de las identidades de género y etnia en la región.

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Género e interculturalidad en Panamá: Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas

Una aproximación a este debate desde Panamá evidencia la posibilidad y pertinencia de integrar los objetivos de igualdad de género e intercultu-ralidad, particularmente a través del movimiento organizado de mujeres indígenas del país. En este sentido es relevante observar hasta qué punto las mujeres indígenas están organizadas, cuando en su discurso y su lu-cha proponen la igualdad de género desde su identidad étnica, sin que esto implique una posición acrítica a elementos de sus culturas que las oprimen o subordinan.

“Siendo una mujer indígena siempre vamos a ver lo que es la parte de la

colectividad, nunca nos vamos a ver solamente como mujer. Siempre en

nuestros temas, en nuestras agendas se va a ver los pueblos indígenas.

Vamos a ver la problemática que estamos viviendo dentro de nuestras

comunidades. Esa es la particularidad en la que siempre nos hemos ma-

nejado y es lo que hemos dicho como mujeres indígenas” (Sonia Henrí-

quez en González Guardiola 2011:380).

Su propuesta intercultural y de género se visibiliza en algunas de las recomendaciones que plantean en el documento La mujeres indígenas de Panamá: informe alternativo (CONAMUIP 2009:1), elaborado en un encuentro celebrado por las mujeres indígenas en Panamá el 27 de No-viembre:

• Es necesario que las mujeres indígenas cuenten con la libertad y la

seguridad de participar en la sociedad sin tener que desprenderse de los

vínculos culturales propios y puedan ser partícipes, gestoras, actoras en

el proceso de planificación, ejecución y beneficio de su propio desarrollo.

• Incorporar e implementar dentro de las normas de salud la atención

intercultural incluyendo la igualdad de género

• Que se visibilice la participación de las mujeres en los cargos públicos

de las comarcas y áreas no indígenas, y se comprometa a los que dirigen

la política pública a promover, sensibilizar y plantear acciones que mo-

difiquen los patrones culturales que limitan el acceso de las mujeres en

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Eugenia Rodríguez Blanco▪Aproximación antropológica al debate entre género e interculturalidad

los espacios políticos y que incorporen a los hombres a la responsabilidad

familiar de tal manera que alivie la carga doméstica de las mujeres.

En su discurso ellas reconocen la existencia de barreras a la igualdad al interior y al exterior de sus propias comunidades. “Las mujeres indígenas tenemos que superar barreras que limitan nuestra participación efectiva en el proceso de desarrollo de nuestros pueblos, teniendo que superar la precaria situación de discriminación por parte de la sociedad y de los gobiernos” (CONAMUIP 2009:1).

Una buena representante de esta doble lucha (de género y étnica) de las mujeres indígenas en el país es la Coordinadora Nacional de Muje-res Indígenas de Panamá (CONAMUIP). Dicha organización representa la lucha de las mujeres indígenas en Panamá (guna, emberá, wounaan, ngobe, buglé, naso y bri-bri). Desde sus orígenes a partir de la década de 1990, se encuentra por un lado el fortalecimiento del movimiento in-dígena, así como el creciente protagonismo del movimiento de mujeres. Un proceso que coincide en tiempo y contenido político en toda América Latina y el Caribe, y que tiene en Panamá su expresión particular. Un diagnóstico realizado recientemente sobre dicha Coordinadora reconoce su vinculación con las demandas étnicas y de género en el país:

“La Coordinadora no sólo responde a las demandas como pueblos in-

dígenas, sino que es claramente una organización de mujeres con plena

auto-identificación como tales, con estrategias derivadas de su posición

en la producción y la reproducción, expresando la pluralidad de expe-

riencias presentes en las identidades de género”(González Guardiola

2011:382).

La historia de la CONAMUIP muestra que desde su inicio estas muje-res han insistido en favorecer un proceso de fortalecimiento (individual, colectivo y organizacional), articulando bien las dos identidades que las atraviesan en situación de discriminación: su identidad étnica y su iden-tidad genérica. Es así como su nicho de lucha se diferencia de la lucha del movimiento indígena panameño o la lucha del movimiento de mujeres en el país. De este modo, en su agenda se encuentran al mismo tiempo

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actividades relativas a la violencia de género o salud sexual y reproductiva desde un enfoque intercultural, así como a la defensa de sus valores y prácticas tradicionales.

“Las mujeres de la Coordinadora destacan el hecho de que la Coordi-

nadora Nacional es una organización integral ya que, como instancia

nacional, tienen que velar por todo lo que tiene que ver con los derechos

humanos de las mujeres, y con los problemas sociales presentes en las

comunidades indígenas” (González Guardiola 2011:384).

La líder guna de esta Coordinadora, Sonia Henríquez, lo expresa con claridad: “se ha promovido la búsqueda de alternativas desde nuestras propias historias y particularidades, particularidades que tenemos como mujeres y como pueblos indígenas” (Henríquez 2007:1). De ahí el carácter integral de la organización y de su lucha, expresión práctica del debate teórico sobre la conciliación de derechos individuales (los derechos de las mujeres), y los derechos colectivos (derechos de los pueblos indígenas), y por tanto, de su posibilidad y pertinencia.

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Ponencias Magistrales

AntropologíaInquietudes en un campo complejoBeatriz Rovira, Ph.D.

Notas de un Antropólogo de Campo(1970-2013)Stanley Heckadon-Moreno, Ph.D.

Reflexiones sobre populismo en Panamá Imágenes, valores y reivindicacionesAna Elena Porras, Ph.D.

Canto Rodado▪8:211-227, 2013▪ISSN 1818-2917

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Antropología Inquietudes en un campo complejo

Beatriz Rovira, Ph.D.Universidad de Panamá, [email protected]

Acaba de terminar un evento que puede pasar a la historia de la an-tropología panameña como un hito importante. Los organizadores son, entre otros jóvenes profesionales, miembros de las primeras cohortes de antropólogos graduados en el país. Es meritorio haberse interesado en la realización del congreso, sabiendo lo difícil que resulta llevar a cabo este tipo de empresa. Quiero entender esto como un signo vital importan-te en un campo disciplinar cuya salud está expuesta a amenazas, -que provienen de la existencia de múltiples tensiones, tanto internas como externas-, identificables en la teoría y en la práctica, en las instancias lo-cal y mundial. En esta conferencia intentaré referirme a algunas de ellas; seguramente no lograré profundizar demasiado en cada una, pero espero poder al menos comentar las que más nos conciernen como profesionales del área en el país.

Según hemos visto, este congreso está estructurado esencial-mente con base en los cuatro pilares clásicos de la antropología de corte boasiano, que se delinea en Estados Unidos durante las últimas décadas del siglo diecinueve. Este esquema sin embargo, no existió en otros luga-res del mundo y en otros está empezando a desaparecer. Eduardo Restre-po opina, por ejemplo, que se debería romper con la inercia boasiana que ha conducido a un maridaje de la arqueología con la antropología:

“ Baste con decir que si bien uno podría estar de acuerdo con el conocido

planteamiento de que la arqueología es antropología o no es nada, de

esto no se deriva que la antropología tenga que pasar por la arqueología

ni, mucho menos, que en la formación de un antropólogo sea necesario

asumir la arqueología como un componente pedagógico y teóricamente

necesario de la antropología” (Restrepo 2012:67).

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Ponencias Magistrales▪Antropología. Inquietudes en un campo complejo

Es una tendencia reconocible en otros establishments antropológicos, además del colombiano al que alude Restrepo, que la antropología empie-ce a entenderse exclusivamente como antropología sociocultural. Reco-rriendo los programas de estudios en diferentes universidades encontra-mos fórmulas diversas. El esquema clásico sigue reiterándose en muchos contextos sin demasiada reflexión con respecto a su pertinencia. En otros medios hay un proceso de reorganización que conduce, por ejemplo, a la creación de carreras de arqueología fuera de los departamentos de antro-pología, vinculadas con la conservación y con el patrimonio (Jaramillo Buenaventura 2008), en departamentos de historia o de sociología (como ocurre en algunas universidades norteamericanas), e incluso, como es el caso extremo de la Universidad Politécnica de Madrid, con la arquitectu-ra. Podríamos restar importancia al marco institucional en que se brinde una carrera determinada siempre y cuando estemos de acuerdo con su contenido curricular, y en que se le otorgue protagonismo a la investi-gación y a la perspectiva interdisciplinar , sin las cuales difícilmente se garantiza la sostenibilidad del proyecto. En la formación de arqueólogos, defiendo una trayectoria que tenga como punto de partida la antropología sociocultural. Estoy convencida de ello, sobre todo cuando claramente se detecta que los referentes teóricos en arqueología suelen ser totalmente subsidiarios de los generados en las ciencias sociales.

Las peculiaridades de cada una de las subdisciplinas clásicas, hacen difícil tratar la problemática de la antropología como un todo. Por tal ra-zón voy a limitar mis comentarios a unos pocos aspectos generales.

¿Crisis en la antropología?En la literatura especializada se manifiesta preocupación en torno al

devenir de nuestro campo de trabajo. Muchos están de acuerdo con el hecho de que existe una parálisis general en el campo de la producción antropológica. Carlos Reynoso es quizás uno de los más álgidos críticos acerca del devenir de la antropología en las dos últimas décadas. Inicia en 1992 la publicación de una polémica saga de artículos de corte netamente tanatológico. La primera es Antropología: perspectivas para después de su muerte (Reynoso 1992), seguida de otras que mencionan en sus títulos las ideas de obituario, post mortem, ultratumba, hasta llegar a la “autop-

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sia demorada” (Reynoso 2011). Este muy controvertido autor denuncia, fundamentalmente, aquello que considera el descuido metodológico en el campo de la antropología de las últimas décadas. Específicamente se enfoca en las corrientes interpretativas caracterizadas por la inexistencia de criterios metodológicos explícitos y comunicables, y un exceso en la discursividad con pretensiones de metodología.

Reconocer dichas carencias es un saludable ejercicio de autocrítica. En el ámbito conceptual, sin embargo, es necesario señalar ciertos avances. No obstante, la discusión teórica en antropología suele conducir a dese-char conceptos existentes por el hecho de provenir de posturas conside-radas superadas. Se percibe una suerte de sectarismo en su interior. Los sectarismos, en todos los ámbitos en los cuales suelen hallarse, son sólo nefastas concesiones al oportunismo, en los que se refleja una ominosa pereza intelectual. La construcción de categorías nuevas no necesaria-mente implica el descarte de las viejas, sino la búsqueda de intersecciones y conexiones de las perspectivas del pensamiento antropológico. Lo cierto es que algunas tendencias pasan de moda, lo cual es diferente a decir que deban morir sin dejar huellas. Es lamentable, sin embargo, que algunas corrientes (menciono por ejemplo el marxismo), sean prácticamente ol-vidadas antes de que su valor intelectual sea agotado, por razón de su conversión en dogmas que impide su aplicación productiva en términos de generación de conocimiento. En el caso de las posturas interpretati-vas, incluso quien se declare abiertamente crítico, no puede dejar de re-conocer que estas corrientes han contribuido, por ejemplo, a que seamos más cuidadosos al hablar de objetividad, y a prestar más atención a las subjetividades e intersubjetividades, y a introducir cierto balance en la relación entre estructura y agencia. De allí la importancia de la historia de la teoría antropológica en la formación profesional, que suele descuidarse en complicidad con un pragmatismo mal entendido, y en abierta contra-dicción con el valor asignado a la historia en la comprensión del presente. La reflexión sobre la historia del pensamiento antropológico hace posible dejar de lado dogmatismos simplificadores y estériles. Con Rosana Guber (en Narotzky 2006:170), podemos decir que las pretendidas rupturas en donde las prácticas de los períodos anteriores se presentan como el yermo del “nada se ha hecho” y el sometimiento a la imagen de la refundación

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permanente sólo contribuyen a obstruir posibles conversaciones entre di-versas formas de hacer antropología (y, en efecto, las maneras de hacer antropología son diversas, como lo es su objeto de estudio).

Otra opinión en torno a la crisis de la antropología fue expuesta en una entrevista por Marshall Sahlins (Calvao y Chance post 2006), para quien la mayor amenaza proviene de que el concepto medular de la antropolo-gía, la cultura, ha sido erosionado. No lo dice por el hecho evidente de que está en todas partes (cultura política, cultura empresarial, cultura de la corrupción, cultura del narcotráfico); no es para él la popularidad del concepto una amenaza en sí misma, sino el hecho de estar poco afianza-do en el quehacer antropológico. El problema, según este autor, radica en no haber desarrollado el concepto en concordancia con las transforma-ciones sociales: hay nuevas formaciones culturales sin precedentes, con coordenadas espaciales y temporales diferentes, habiéndose desaprove-chado hasta ahora, según él, una posibilidad de enriquecerlo y fortalecer de esa manera la teoría y la práctica antropológicas.

¿Es tan tajantemente cierto que se haya desaprovechado esta oportu-nidad? Creo que no. Desde la década de 1980, cuando comienza a ha-ber mayor visibilidad de los grupos indígenas, por ejemplo, se afianza el concepto de multiculturalidad. Más tarde, a principios de este milenio, se introduce el concepto de interculturalidad. A muchos autores se les puede adjudicar en parte su maternidad o paternidad. En un listado incom-pleto podemos citar a: Marc Abélès (1997), James Clifford (1999), Arjun Appadurai (2001), García Canclini (2004). Si bien en el discurso oficial se lo emplea como sinónimo de multiculturalidad, la interculturalidad va más allá del mero reconocimiento de la diversidad y apunta a una política cultural dirigida a la transformación social. El concepto germina en un clima político regional cuyo rasgo distintivo es el protagonismo de mo-vimientos indígenas en la reafirmación de identidad, cultura y territorio, fundamentalmente a partir de la segunda mitad del siglo veinte.

La interculturalidad surge de una visión crítica de la multiculturalidad entendida como mera yuxtaposición de culturas. Va más allá de una pos-tura culturalista constituyéndose a partir de aquello que es políticamente significativo para los actores; permite vincular la problemática nacional con las configuraciones socioculturales locales. En esto radica la impor-

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tancia de la inclusión de esta perspectiva en las políticas públicas (y no sólo en la cuestión educativa y curricular en donde tiene mayor presen-cia). En ambos casos -y en sus momentos respectivos- la irrupción de nuevos conceptos influyó en replanteos de nociones preexistentes, ante la necesidad de adecuación a situaciones locales específicas, a los encuen-tros surgidos del incremento de los movimientos migratorios, al impacto de las agendas globalizadoras que acentúan las diferencias, a una mun-dialización de la cultura, que empezaba a mostrarse como fenómeno más complejo que el de una ingenua homogeneización cultural.

Sin duda hay que ahondar en las consecuencias prácticas que la in-terculturalidad ha tenido en proyectos concretos (tareas pendientes para antropólogos en Panamá es evaluar el impacto que la adopción de la perspectiva intercultural tiene en el desarrollo humano del país. A este respecto vale la pena recordar a Katherine Walsh (antropóloga de Ecua-dor identificada con la corriente de la decolonialidad ) quien considera que, con relación al caso por ella analizado de los movimientos indígenas ecuatorianos, las propuestas educativas surgidas bajo el paraguas de la interculturalidad, han fracasado debido a que sólo han vuelto a caer en la estereotipación de grupos racializados o se han limitado a los parámetros de una tradición folklórica. Un texto para explorar, entre otros por ejem-plo, es el de los ritos escolares bajo la interrogante de si las modalidades de representación dominantes contribuyen o no a legitimar una jerarqui-zación de la diversidad (Granda 2000).

Es cierto que, contrariamente a lo temido por Salhins, existe efer-vescencia en la producción de perspectivas novedosas, incluso para el tratamiento de nuevas conformaciones socioculturales. Más aún, ante el estupor de algunos antropólogos que temen la pérdida de la exclusividad del concepto, la cultura ha ido adquiriendo otras dimensiones, y, frente a la amplitud de las definiciones antropológicas, se han delimitado cam-pos más restringidos: 1) el artístico-intelectual de producción de formas y sentidos regido por instituciones y reglas de discurso especializado, que se manifiesta por obras y debates en torno a lo estético e ideológico y 2), el campo de las políticas culturales, asociado a las dinámicas de producción, distribución y recepción de los bienes culturales (Richards 2005). Estos nuevos sentidos, están dando cuenta de configuraciones en las que se

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hace necesaria la reflexión antropológica. Por ejemplo, un campo en el que actualmente se está produciendo mucha discusión es el del deno-minado emprendedurismo cultural, como estrategia de los jóvenes ante la pérdida de expectativas de carreras (no solamente académicas sino laborales en general). Se trata de un fenómeno internacional que está re-configurando las prácticas sociales y culturales de los jóvenes.

Como dicen García Canclini y Urtega (2011:15), la carrera a largo plazo es reemplazada por el proyecto de corta duración, la llamada disconti-nuidad continua. Las preguntas son muchas e inquietantes: ¿cuál es el impacto que estas estrategias tienen sobre la sociedad en general y sobre el mismo emprendedor?, ¿tienen potencial transformador o sólo consti-tuyen intentos de adaptación a la precariedad del empleo, que en última instancia reforzarán la tendencia actual al desmantelamiento de las obli-gaciones legales en la vida laboral? Esta es una discusión que con refe-rencia al caso de Londres, plantea Mac Robbie (2007). ¿Puede pensarse en economías creativas con un sistema educativo en crisis o en medio de políticas de investigación rezagadas? Como suele ocurrir, la literatu-ra de estos últimos años se divide entre complacencia y crítica ante este fenómeno, casi siempre según posturas políticas o posiciones adoptadas frente al neoliberalismo (ver Mac Robbie 2007; García Canclini y Urtega 2011; García Canclini et al. 2012, entre otros).

La proliferación de iniciativas autogestionadas de emprendedurismo cultural en Panamá constituyen material muy rico para la antropología local, obligada a reflexionar críticamente acerca de sus alcances y limita-ciones.

La antropología como territorio de fusionesLa constante desde sus inicios ha sido que la antropología se ha mo-

vido en intersticios epistemológicos. Sigue haciéndolo y esto constituye a mi criterio una de sus fortalezas. En efecto, la tradición antropológica -al contrario de la de otras disciplinas que se originaron por fusión de campos preexistentes- es eminentemente el resultado de un proceso contrario, de la fusión de varios de ellos, pertenecientes en su momento a la “ciencia” y al “humanismo” (Stocking 2002). Más que un pecado original que la condenaría a la perpetua carencia de identidad, esta con-

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dición innata de ser campo interdisciplinario le brinda a la antropología una posición de privilegio para incursionar en las articulaciones entre las ciencias naturales y sociales, entre la explicación y la interpretación, entre la arqueología y la historia, entre otras. La antropología desmitificó desde sus orígenes, aquello que la teoría del conocimiento ha rebati-do y considerado falaz: la discontinuidad funcional entre las diferentes disciplinas, la cual en el fondo supone sujetos cognoscentes diferentes, sobre todo para las naturales y las sociales. (ver Piaget y García 1992, ente otros). Es necesario advertir, sin embargo, que negar las discontinuidades no significa necesariamente desconocer las especificidades: esta es la cla-ve de una práctica interdisciplinar saludable. Me voy a referir a tres áreas intersticiales elegidas por mis propios intereses intelectuales, una es la de la antropología y las ciencias naturales, la de la arqueología y la historia y a la de los llamados estudios culturales.

Antropología y ciencias naturalesDesde la segunda mitad del siglo veinte se han acelerado los procesos

de permeabilización de fronteras entre las ciencias naturales y sociales, no sólo en antropología, sino en ecología humana y en historia entre otros campos. Este proceso, iniciado a finales del siglo diecinueve, ad-quiere estructuración en la década de 1970, cuestionando los determi-nismos ante el reconocimiento de la complejidad de los sistemas. Sin duda la antropología ha sido pionera en este sentido, por caracterizarse desde un inicio por sus enfoques integradores de la experiencia humana; ha contribuido a abandonar puntos de vista mecanicistas y determinis-tas reconociendo como objeto de estudio un espacio en el que convergen múltiples niveles.

Sin embargo, es cierto que dicha integración se hizo más sencilla en temas históricos (estudios paleoecológicos, paleoarqueológicos), en los que la arqueología realizada desde STRI (Instituto Smithsonian de In-vestigaciones Tropicales), es quizás la más avanzada del continente y en la historia ambiental. Es indiscutible que la interpretación del pasado tie-ne un fuerte componente valorativo (hasta podríamos decir político). Sin embargo, en la práctica, el estudio del pasado suele ser menos contencio-so que el del presente (no tiene el mismo impacto social aportar evidencia

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acerca de la deforestación que sufrió una cuenca hidrográfica hace 1.500 años que discutir el impacto ambiental de las hidroeléctricas hoy). Se hace comprensible aunque no justificable, que la antropología tenga una participación marginal, por no decir inexistente, en el diseño de políticas estatales relacionadas con la problemática ambiental de hoy, carentes de una perspectiva integradora. Las diferencias sociales y económicas y los intereses contrapuestos entre los grupos involucrados en el uso de los recursos, convierten la problemática socioambiental en campo de con-flictos. Desde el Estado, desde las corrientes conservacionistas tradicio-nales, y en los mensajes mediáticos hegemónicos puede reconocerse una tendencia no siempre sutil de mantener separadas la conflictiva esfera de lo humano y la de lo natural, en una perspectiva ecológica reduccionista.

Hace pocos años, y como ejemplo de lo que acabo de señalar, se pu-blicó una revisión crítica de la literatura científica en torno a ambiente y población realizado por la universidad nacional de Australia, Stan-ford y la universidad de Gales (Felton et al. 2009). El estudio reveló serias distorsiones en los planteamientos, particularmente la limitada atención que se brinda a la población humana como componente de los ecosiste-mas. En efecto, las soluciones presentadas se inclinan, por ejemplo, hacia la ampliación de las áreas de reservas naturales, obviando la discusión del impacto de las modalidades de producción, sin cuestionar la base energética de los sistemas industriales, y sin considerar en un contexto sociocultural, económico y político las llamadas amenazas antropogéni-cas. El mismo reporte alerta acerca del desbalance en la cantidad de in-vestigaciones realizadas en diferentes partes del mundo. Particularmente escasas son en los países periféricos considerados usualmente de baja capacidad de adaptación ante eventuales crisis ambientales.

Es en los movimientos sociales alternativos o contestatarios que que-da explicitada la íntima relación entre las dos esferas, como es el caso de los reclamos de las agrupaciones Ngöbe Bugle ante la construcción de hidroeléctricas y ante la minería, y de las posturas críticas de ciertas organizaciones no gubernamentales y de algunos investigadores inde-pendientes. No obstante, otras organizaciones y agencias de coopera-ción encuentran en la alianza ambiente- población una posibilidad de financiamiento para proyectos que no siempre tienen impactos positi-

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vos sobre las poblaciones. El tema, en fin, es demasiado delicado como para tratarlo sin una previa investigación (aunque abunda la literatura al respecto en el ámbito iberoamericano), pero al menos creo importante explorar la hipótesis del sometimiento a criterios establecidos de ante-mano, prevaleciendo los intereses de investigadores e instituciones más que aquellos de las poblaciones involucradas. ¿Los ingentes capitales que circulan a través de las grandes organizaciones internacionales se reflejan en logros concretos? La respuesta parece ser negativa. Su impacto parece reducirse a generar competitividad por los recursos de investigación en una dinámica laboral que reproduce desigualdades, que beneficia a unos pocos consultores, dejando una gran masa de ellos atrapados en una di-námica a la que antes hice referencia, de “discontinuidad continua” del empleo en un mercado laboral precario que caracteriza a los profesionales de la antropología aplicada.

Sobre la problemática de la cooperación se ha escrito mucho desde la antropología en la última década. Quisiera destacar los trabajos de Lins Ribeiro (2006), quien discute las iniciativas de desarrollo como estando ancladas y atravesadas por desigualdades de poder; de Luis Nieto Pereira (2001) sobre una evaluación crítica de las ONG y los programas de desa-rrollo y los documentos editados por Jorge Gashé (2004) sobre la Ama-zonía peruana y los impactos de la cooperación. Una de las asignaturas pendientes de la antropología panameña, es la de hacer una evaluación crítica de los proyectos que vinculan población y ambiente.

La arqueología y la historiaDije antes que la antropología (en sentido restringido, es decir, la

antropología social), debe ser un pilar en la formación de arqueólogos debido a que la necesidad de acercarse a la cultura a través del registro arqueológico requiere del bagaje conceptual desarrollado por las ciencias sociales. ¿Y cuál es la relación de la arqueología y la historia, tomando en cuenta que usualmente los arqueólogos (dejando de lado, por ejemplo, a Rathje y su basurología), se orientan al igual que los historiadores a la interpretación del pasado?

Las trayectorias intelectuales peculiares han dado como resultado que, en el Viejo Continente, la arqueología esté más próxima a la historia de

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lo que ha estado en América, donde la estructuración boasiana de la an-tropología la incluye como componente importante. Sin embargo hoy, en uno u otro caso, es evidente el hecho de que el pensamiento arqueológico ha seguido un camino paralelo al de los desarrollos en la teoría históri-ca (algunos arqueólogos se inspiran en la escuela de los Annales, otros exploran la relación entre el registro arqueológico y las “mentalidades”, otros se declaran adscritos a las posturas de la nueva historia cultural). Eso sí, las jergas suelen diferir, pero es incuestionable la impronta de la teoría histórica en las posturas que no siempre de manera explícita orien-tan el trabajo arqueológico.

Hace unas décadas se ha acuñado el rótulo “arqueología histórica” para referirse a aquella realizada en sitios del continente americano fe-chados a partir del siglo quince. Circulan varias definiciones acerca de la llamada arqueología histórica, siendo una de ellas la de ser arqueología de la modernidad o de la expansión del capitalismo, entre otros nombres. La más de las veces, la distinción tiene que ver con el tipo de fuentes empleadas, reduciéndola a mero asunto de método. Si la disponibilidad de documentos escritos hace la diferencia, la arqueología de muchos lu-gares del mundo con documentación escrita previa al siglo quince sería también “histórica” en ese sentido (tanto la europea clásica como la del clásico mesoamericano, por ejemplo). En el fondo, es obvio el sesgo de limitar lo histórico a las fuentes escritas, pero su impacto ha sido impor-tante en el establecimiento de fronteras. Este nuevo nicho compartido por la historia y la arqueología ha contribuido a difuminar las rupturas entre el antes y el después de la Conquista y a posibilitar el enfoque de las transformaciones socioculturales a gran escala, especialmente en contex-tos multiculturales. En este proceso los retos son múltiples, fundamental-mente lograr superar limitaciones obvias muy evidentes en la producción en este ámbito de fusión, tanto por parte de los historiadores como de los arqueólogos: utilizar el dato material como mera ilustración de la evi-dencia textual, para llenar vacíos en ella o para simplemente corroborar aquello que los textos dicen (Langebaeck 2005).

La expansión de la arqueología ha servido entre otras cosas, para re-pensar la relación entre arqueología e historia, interpretada como una dicotomía entre prehistoria e historia, que tiene su origen en una visión

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eurocéntrica del pasado. Las poblaciones autóctonas y aquellas constituí-das a partir de la Conquista se percibían como entidades distintas, y por lo tanto serían estudiadas por equipos diferentes de investigadores.

Los intentos de superar el sin sentido del concepto prehistoria (por ejemplo en la asignatura Prehistoria de Panamá), pareciera que empieza a tener frutos en el país, después de propuestas de revisión que se remontan a más de diez años. Recuerdo perfectamente una junta de departamento hace muchísimo tiempo en que esta cuestión se planteó; sin embargo prevaleció la postura de mantener ese nombre. Lamentablemente la de-cisión tuvo entonces una base eminentemente pragmática, porque de esa manera se protegía el área de lo antropológico de la amenaza de los historiadores (expresada meramente en disponibilidad de horas de clase). Lo ineludible de la relación estrecha entre arqueología e historia contras-ta con su débil articulación en la práctica, la cual se explicaría por las carencias que se tienen aún en el campo de la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad.

La antropología y los estudios culturalesNo puede cerrarse esta mención rápida de los procesos de fusión, sin

hacer referencia al fenómeno de configuración de los llamados estudios culturales, uno de los tantos que le han quitado la propiedad exclusiva del concepto de cultura a la antropología. Entre algunos han generado múlti-ples rechazos por considerarlos una superación de las disciplinas sociales a cuya desaparición contribuirían. Sus defensores por el contrario, consi-deran que han ayudado notablemente al desafío de “abrir las ciencias so-ciales”, tal como lo reconoció el informe Gulbenkian (Wallerstein [1996] 2006:70 a 71), provocando además una revisión del esquema de las “dos culturas”. Ninguno de los temas a los que los estudios culturales se abrie-ron inicialmente (género, prejuicio eurocéntrico, tecnología y cultura, en-tre otros) eran novedosos aunque sí lo fue el esfuerzo por establecer aso-ciaciones entre ellos. No vinieron a reemplazar a los campos disciplinares tradicionales sino a crear un área común de conocimiento, a establecer puentes transdisciplinares y a tender conexiones entre el conocimiento académico y los saberes locales. Los estudios culturales se aproximaron mucho a la antropología, tomando el trabajo de campo como herramienta

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imprescindible para la construcción de modelos. El caso de los estudios culturales, inspira en la concreción de una necesidad que, en mayor o menor medida, hemos empezamos a sentir: la de replantear a fondo la estructuración de las áreas en la unidades académicas de los estudios universitarios que sea acorde con los desarrollos de las ciencias sociales, que facilite las conexiones y no nos encierre en aislamiento parroquial. Para el reforzamiento de la disciplina, la solución es tender a la interdis-ciplina. No hay contradicciones en este sentido.

Breves apuntes acerca de la situación localEn un congreso de antropología estaría de más tener que justificar la

importancia de este campo de estudios en el mundo actual en general y en Panamá en particular. Es cierto que su relevancia es en ocasiones más de carácter potencial que real, por el hecho de que la articulación entre teoría y práctica es conflictiva como lo muestra la situación de la antropología aplicada a nivel mundial. No obstante, dada por sentada su relevancia, la pregunta que nos formulamos es acerca de su débil implan-tación en el contexto de la producción científica y a la escasa, si existente, legitimación estatal y social en nuestro país.

El contraste con la multiplicidad de situaciones problemáticas que requerirían su activa participación es evidente. La exigua reflexión an-tropológica sistemática en escenarios tales como el educativo, la salud, el patrimonio, el ambiental, el turismo, por no extenderme en la lista, es una preocupación legítima para el gremio profesional. ¿Cómo expli-camos esta precariedad cuando -sin pretender hacer una historia de la antropología panameña, que en parte ya se ha hecho (Sánchez 2002)- asombra que quizás, de manera excepcional en el contexto latinoameri-cano, se impartiera una cátedra en la escuela secundaria en la década de 1950. O que, cuando se cancelaban carreras y cátedras de antropología en países de Latinoamérica en la década de 1970, Panamá impulsara los estudios de antropología como política de estado? (Esto lo apunto de-jando de lado las valoraciones que puedan hacerse de este período y las contradicciones que generaron la alineación de un grupo de profesionales en la Asociación Panameña de Antropología).

Se reconoce sin titubeos que es necesario dinamizar las manifesta-

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ciones antropológicas locales. Sirva de muestra el hecho de no disponer de un órgano de difusión científica que tenga periodicidad, que sea arbi-trado e indizado. Muchos sentimos que es urgente estructurar acciones que interrumpan el comportamiento circular de surgimiento y extinción de iniciativas en las que estamos inmersos (ejemplo del museo de antro-pología y el centro de investigaciones antropológicas de la Universidad de Panamá) y se logre cierta continuidad en los esfuerzos. Existe el capital humano, pero es deficitaria la captación de los recursos formados local-mente.

El conocimiento antropológico sólo es en el contexto de la discusión, refutación y replanteo, y para ello se requieren ámbitos propicios. Si bien las fórmulas para lograrlos pueden ser diversas, estos entornos no pue-den ser aquellos en los que prevalezcan las redes de poder en entrama-dos institucionales. Tampoco pareciera posible que sean aquellos en los que ha empezado a devenir la educación universitaria -al menos en la región- con los criterios de productividad (en general meros mecanismos de control), que limitan los espacios para la reflexión en detrimento de la calidad del conocimiento. No es éste un fenómeno local como dije antes, pero no por ello menos preocupante. No es posible soslayar los peligros que encierra.

En nuestros días, solemos decir que la carencia de relatos universa-lizadores es potencialmente un estímulo a la reflexión, dado que puede dar cabida a actores diferentes con sus posiciones en torno a formas de pensar y de sentir. No niego que haya cierta efervescencia en la produc-ción de perspectivas novedosas, pero, ¿estamos haciendo real el potencial que dicha carencia representa, aunada a la multiplicidad de situaciones problemáticas y problemas novedosos que surgen de nuevas conforma-ciones socioculturales (léase locales, mundiales o virtuales incluso)? Es importantísimo por tanto reflexionar respecto a las reglas del juego de la producción antropológica y lograr que el trabajo de desarrollo teórico, la investigación empírica y la difusión, sean paralelos.

Por todo ello, y para finalizar, aplaudo la iniciativa de reflotar la Aso-ciación Panameña de Antropología, de la que visualizo una agenda com-pleja que tendrá que repensar la práctica profesional, consolidar las redes académicas, expandir el campo laboral, contribuir a la formación univer-

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sitaria, promover el diálogo y la integración de la comunidad antropoló-gica, lograr la visibilidad de la producción a través de publicaciones, pro-mover instrumentos legales que legitimen su institucionalización, entre otros retos. Estas tareas deben ser colectivas y no se logran en ausencia de discusión. De ahí la importancia de reuniones como ésta, unida a los esfuerzos de divulgación y de compartir información, llevados a cabo a través de las redes sociales, por lo cual felicito nuevamente a los organi-zadores.

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Notas de un Antropólogo de Campo(1970-2013)

Stanley Heckadon-Moreno, Ph.D.Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, [email protected]

Nunca pensé estudiar antropología al salir del colegio San Vicente de Paul en Chiriquí en el año 1960. En un DC 3 de Copa conocí un ingeniero mexicano y le pregunté: “Qué hace por Chiriquí?” Respondió: “Insta-lando los primeros teléfonos de microondas de Panamá. Has visto unas torres grandes por la Panamericana? Esas son del nuevo sistema de mi-croondas de Empresas Eléctricas de Chiriquí. Soy ingeniero electrónico. Esa es la carrera del futuro, joven”.

A California en los años 60Al no haber en Chiriquí universidades, ni quién me orientara, me fui

a California, Estados Unidos. Me matriculé en ingeniería, en el Orange Coast College de Costa Mesa. Física fue la primera materia que tomé y sa-qué cero. Cambié a pre medicina; a la primera autopsia, casi me desmayo. No lo hice pues las estudiantes me observaban muy motivadas.

Un amigo me dijo: “Stanley, como tú lees tanto, y por lo que lees, te va a gustar antropología”. Fuí al curso de introducción a la antropología y me atrapó. Pagaba los estudios trabajando noches y fines de semana en una gasolinera. Recibí cursos de atención al público motorista y administra-ción de gasolineras. En Fairview State Hospital for the Mentally Retarded, estudié técnico en siquiatría. Por mis buenas notas en el Orange Coast, la Universidad de California en los Ángeles (UCLA) me admitió para hacer los dos últimos años de la carrera. Tuve magníficos profesores. Berkely me aprobó para continuar hacia la maestría y luego el doctorado. Todo parecía planeado.

Marcaron mis años en California dos movimientos sociales de la déca-da de 1960: la lucha por los derechos civiles y la oposición a la guerra de Vietnam. Participé en ambos. El himno de esa generación fue la canción

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de Bob Dylan Blowing in the Wind. En 1968, y a un mes de mis exámenes finales de último año, me llamaron al servicio militar. Lo pensé y decidí no ir a la guerra. Le pregunté a mi profesor Ralph Beals qué escuela de antropología me recomendaba. Dijo que la de México y la de Los Andes, una pequeña universidad privada en Bogotá cuyo departamento de an-tropología lo dirigía su amigo Gerardo Reichel-Dolmatoff.

A Los AndesEn el verano de 1968 crucé en mi busito VW México y Centro Amé-

rica hasta la finca familiar en Chiriquí Viejo. Una noche, bajo la lámpara de querosín, escribí al Dr. Reichel si me aceptaban como graduando. La repuesta demoró días viajando de David a Panamá y a Bogotá, el Tibet de las Américas, como diría el ex-presidente Alfonso López Michelsen. Me aceptaron y validaron mis materias. En mayo de 1968, tras votar en mis primeras elecciones presidenciales en Panamá y con un préstamo del IFARHU, partí hacia Bogotá.

El fundador y director de antropología en la universidad de Los Andes, Gerardo Reichel-Dolmatoff, era un intelectual europeo exilado de la II Guerra Mundial. Conmigo fue muy gentil. Me quedé en la pensión Ale-mana, cerca a la universidad, y luego viví con dos estudiantes y con una familia bogotana, cuyo hijo Alberto estudiaba en Los Andes. En antro-pología todos fueron muy atentos. Uno de los primeros estudiantes que conocí fue a Juan Yanguez, panameño, que terminaba la tesis y partía a su doctorado en Estados Unidos. Me regaló varios textos, me orientó sobre el departamento, la universidad y el país. Al ir a pagar mi matrícula supe que la habían subido, sobre todo para extranjeros, de 3.600 a 4.050 pesos. Quedé debiendo mil pesos, con solo 20 dólares para un mes y libros. Por no tener Panamá y Colombia convenio cultural, debí tomar materias de secundaria, historia y geografía de Colombia y español. Por considerarse los bogotanos la Atenas de América, cuna del mejor español, el profesor no gustaba de mi acento que llamaba costeño.

Dura fue la transición cultural de California a Bogotá. California era cuna de lo informal; los estudiantes vestíamos shorts, t-shirts y chancle-tas. Bogotá era fría y formal. Los hombres con sacos, negros o grises. La primera vez que salí con mis guaraches mejicanos, con suelas de llantas

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de carro, fue un escándalo en la calle y la universidad. Los uniandinos vestían saco y corbata. En poco tiempo hice buenos amigos. Antropología era para gentlemen y se esperaba que sus tesis fueran sobre arqueología, lingüística o etnografía. Temas que no me atraían.

Las islas de San Bernardo Aprovechaba los feriados para recorrer Colombia en bus y a dedo. En

esos años la violencia no era tan virulenta ni extensa. La coca era una hoja que masticaban los indígenas de la Amazonía. Tendía a viajar a la costa, que en Colombia es el Caribe. Un amanecer, el bus me deja en la playa de Tolú, Golfo de Morrosquillo. Zarpaba un cayuco de vela estilo kuna, con tres pescadores negros. Les pregunté a dónde iban y me dijeron que a las islas de San Bernardo. Les dije si podían llevarme y me aceptaron. A la altura de la Punta de San Bernardo muere el viento. Pensando la dormida mar afuera, aparece distante una embarcación. Un pescador se fija en el puntito y dice “Es la INCORA”. Era la lancha del Instituto Colombiano de Reforma Agraria, que organizaba cooperativas de pescadores en el Golfo de Morrosquillo. Al acuaderarse la lancha al bote pregunté a dónde iban. Dijeron que al Islote, único poblado de las San Bernardo. Dando excusas a los pescadores, me pasé a la lancha y llegué al Islote. Estas islas son como las de San Blas, pero su gente es negra, emigrados de la isla Barú durante la Guerra de los Mil Días. Se encuentran a sesenta millas náuticas al oeste de Cartagena.

Al ver ese Caribe cristalino, arrecifes y peces de infinitos colores, su gente alegre y hospitalaria, decidí que ahí haría mi tesis. Vivían de la pesca por la pobreza del suelo y las lluvias erráticas que imposibilitaban la agricultura, salvo por palmas de coco y carbón de mangle. Muchos de los adultos mayores habían trabajado en las canoas que comercian con la costa de San Blas y Colón.

Mi tema sobre la antropología económica de una comunidad de pesca-dores negros no fue bien recibido en el departamento. Nadie había hecho tesis de pescadores, no era respetable, pero me apoyaron el Dr. Reichel y el Dr Egon Schaden.

En el Islote me dio casa y comida Hermelinda Alvarado, para quien fui un hijo. Era la cacique del caserío. Hice un mapa del pueblo ubicando

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todas las casas y familias. Realicé un sinnúmero de entrevistas. Me gané la vida buceando con arpón y vendía pescado y langostas a los interme-diarios de Cartagena y Tolú. Mi biblia fue Malay Fishermen de Raymond Firth.

De Bogotá, a Narganá y a PanamáAl terminar la tesis mandé mis pocas pertenencias vía aérea y en bus

fui a La Dorada, abordando la San Roque, una barcaza que iba por el Magdalena abajo vendiendo sacos de cemento. Deseaba conocer este río, histórica puerta de entrada al Nuevo Reino de Granada. En cada poblado que atracábamos bajaba a conocerlo. Algunos nombres me eran fami-liares por los vallenatos y cumbias que en Panamá sonaban por la radio: Magangué, Plato, Tamalameque, El Banco, Mompós. Los marineros me contaron de la violencia que azotó el Magdalena Medio, cuerpos dego-llados que bajaban flotando. De Barranquilla fui a Cartagena, a Tolú y en cayuco al Islote. Me despedí de mi familia adoptiva y amistades y un pescador me llevó en cayuco de vela a Tolú. Gracias a amigos tolueños conseguí, vía el alcalde de Coveñas, cupo en una canoa para San Blas.

La nave Mary C era de Lorica. Sus marineros de La Rada y Moñitos, caseríos de la costa. Su paga bajísima, 100 pesos el viaje, que suplemen-taban comprando animales, aves y productos agrícolas para vender a los kunas. Esta carga iba en cubierta pero la mercancía de los dueños de la nave iba bajo cubierta. Anclamos en varios puertecillos a cargar plátanos, otoes, ñames, sacos de arroz y azúcar e iguanas vivas. Una noche recala-mos en Isla Fuerte, otra en Isla Tortuguilla. De noche zarpamos a cruzar el Golfo de Urabá. A medio camino se apagó el viejo motor de gasolina y a la deriva quedamos. Al otro día aparecieron unos cazones, tiburones chicos, y de un arponazo cogí uno que el cocinero preparó para toda la tripulación. Finalmente arrancó el motor y al otro día avistamos Cabo Tiburón, raya limítrofe entre Colombia y Panamá. Regresaba al Istmo tras una década de ausencia. Comenzaba mi maestría en las realidades istmeñas.

Anclamos en Puerto Obaldía donde toda canoa pagaba a las autorida-des panameñas 45 dólares para comerciar con San Blas, pero a veces les cobraban 90 y 100, sin recibos.

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El capitán de la Mary C me pidió prestados 75 dólares para el permiso, que luego me canceló. Subieron a abordo los de aduana y decían: “y ese pavo de quién es? De la tripulación. Dámelo, tengo rato que no pruebo pavo. Y ese puerco de ahí? Dámelo”. Aduana, sin tapujos, quitaba a los marineros los productos que traían para vender.

Fascinante era ver el viejo trueque comercial entre kunas1 y canoas. Productos colombianos por cocos, el dólar vegetal kuna. Recalamos en las islas de Carreto, Caledonia, Mulatupo, Isla Pinos, Ustupo, Mamitupo, Achutupo, Ailigandi, Tupile y Playón Chico. Al desembarcar en Narganá sonaba La Negra Celina, de Cristóbal Perez, con voz de Alejo Durán. Me despedí de la tripulación y tomé una avioneta hacia Panamá.

La DIGEDECOM Me dicen en Chiriquí que hay un ministerio nuevo, el Ministerio del

Trabajo, y que a lo mejor allí encuentro trabajo. Me vine a la capital a ver si este ministerio tenía trabajo. El Ministro era Rómulo Escobar; pregunté si podía verlo. Con mala cara, la secretaria me dijo que él no daba citas in-dividuales, solo audiencias generales los jueves. Al llegar el jueves, había un gentío en el auditorio. Unos pidiendo plata, otros sacos de cemento. En eso él dice que se acabó la reunión. Fui el último en salir y esperé que estuviera a mi lado para decirle: “Dr. Escobar, soy un antropólogo recién graduado, aquí está mi tesis y mi diploma y busco trabajo”. Me responde que se acabó la audiencia. Le explico que tengo una deuda con el IFARHU y necesito trabajar. El Dr. Escobar sonríe y dice: “que dijiste que estu-diaste?...antropófago?” “No, no, le digo, estudié antropología!” Entonces dice: “Mira, acaba de formarse la Dirección General de Desarrollo de la Comunidad (DIGEDECOM), bajo la Presidencia de la República y César Rodríguez es el director, ayer me dijo que buscaba un antropólogo”. En una de sus tarjetas el Dr. escribió: “César, ahí te mando un antropólo-go”. Llegué a la DIGEDECOM y César Rodrígez no me prestó mucha atención. Me mandó a que me entrevistara con Francisco Herrera, Fredy

1 El Consejo General Kuna ha modificado recientemente su autodenominación a Guna. Sin embargo, en este artículo se hace referencia a los kunas, debido a que en la década de 1970 ése era el nombre aceptado por el grupo étnico en cuestión (N del E).

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Blanco y Julio Arosemena. Recuerdo que la primera pregunta me la hizo Francisco. Me dijo: “desde un punto de vista antropológico nárranos tu experiencia bajando el Magdalena y en canoa hasta San Blas”. Hice mi recapitulación antropológica del viaje y quedé a cargo de la Sección de Asuntos Indígenas.

La DIGEDECOM fue mi introducción a los graves problemas de las zonas indígenas. Recorrí el Istmo a pie, a caballo, en cayuco, en jeep y avioneta. Mi equipo eran 35 trabajadores comunales y voluntarios, ku-nas, guaimies y chocoes. Con ellos anduve por el Cricamola, el Tuira, Chucunaque, el Sambú, ambas vertientes de la serranía del Tabasará y las islas de San Blas. Los únicos no indígenas eran Rafael “Pito” Murgas y Fabio Bernal, de Veraguas, grandes conocedores de la serranía. Me redac-taron interesantísimos informes sobre las condiciones de los indígenas de Veraguas. Camilo Ortega, luego cacique, también era del grupo. Para los militares de esos tiempos, el desarrollo comunitario consistía en construir pequeñas obras de infraestructura: escuelas, puentes, puestos de salud y zarzos. El tema de la tierra, de las comarcas, era periférico.

Ese invierno de 1970, entré a la serranía del Tabasará con Fabio de baquiano. Siempre dependí de mis baquianos para que me llevaran y tra-jeran por selvas y serranías. Anochecía al llegar a Cerro Plata, caserío guaimí, y habían muerto 13 niños de tosferina. Nunca había visto morir criaturas así, ni pensaba que sucediera en Panamá en pleno siglo veinte. Verlos morir me impactó, tosían y se iban quedando sin aire. Era año de “junito”2 y las cosechas habían fracasado, no había comida. Le digo a Fabio que partiríamos al amanecer, a buscar ayuda al caserío más cercano donde una avioneta aterrizara y nos llevara a Santiago. El llano más cerca era Buenos Aires, donde un comerciante chino tenía una radio de comu-nicaciones. Partimos al amanecer y bajo la lluvia, caminamos día y noche, cruzando ríos y quebradas desbordadas, subiendo y bajando caminos lo-dosos, zanjones, atentos a las víboras. Al día siguiente salimos a Buenos Aires. Al otro día la avioneta de Aerolíneas Cantú nos dejó en la pista de Santiago. Fui a hablar con el director médico de Veraguas. Le digo: “doc-

2 Es cuando se siembra en mayo y no llegan las lluvias y para junio están muertas las plantas.

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tor, me llamo fulano de tal, trabajo para la DIGEDECOM, acabo de bajar de la serranía y he visto morir de tosferina a 13 niños”. Yo siempre quise ser médico, los hijos de Hipócrates que curan enfermos. El jefe médico me miraba, pero no me veía. Como no reaccionaba, le digo: “doctor, han muerto 13 niños en la montaña, de tosferina ¿Qué puede hacer?”. Esta vez me dice: “Esa es la vaina con estos indios. Siempre se andan murien-do de una vaina u otra. Ellos bien saben que sólo tienen derecho a dos gi-ras médicas: la de invierno y la de verano. Ya la de invierno pasó, así que, que se frieguen”. No podía creer que al jefe médico fuera indiferente a la muerte de los niños de la serranía. Esto cambió mi rumbo antropológico. Comencé a cuestionar la política indigenista y las actitudes panameñas hacia sus indígenas. Al leer lo que escribieron los padres de la patria e intelectuales topé con el desprecio hacia el indígena. Tenían que volverse mestizos y hablar español, integrarse. Comencé a investigar la legislación indígena del Panamá colonial, colombiano y republicano. Leyes que los calificaban de salvajes y de menores de edad.

Un amigo periodista, Danilo Caballero, me dijo fuera a ver a monse-ñor Martín Legarra, obispo de Veraguas. Voy y le explico la situación de los niños y me dice: “Por qué me cuentas eso a mí? Dile al médico”. Le explico que acabo de venir de ver el jefe médico de Veraguas y lo que me dijo sobre los indios. Monseñor me preguntó si había hablado por la radio y le digo que nunca porque soy muy tímido. Me pide que vaya esa noche a Radio Veraguas donde enseñan a leer y escribir vía radio, y se hacen entrevistas. Esa noche el que dirigía el programa de alfabetización, con el método Freire, dice: “ahora tenemos un invitado especial, acaba de bajar de la serranía y va a contarnos lo que acaba de ver”. No sé quién oyó mi comentario pero, a los días, un helicóptero de la Guardia fue con una mi-sión médica. Me di cuenta del poder de los medios. En esa época, la radio era la única entrada a las montañas.

Este evento en la serranía del Tabasará marca un capítulo de mi an-dar antropológico. En adelante me enfocaría en los derechos indígenas, la seguridad de la tenencia, las comarcas, su autodeterminación. En mis reuniones con comunidades de Veraguas y Chiriquí, al conversar sobre sus necesidades sentidas, decían que tener escuelas y puentecitos estaba bien, pero primero era la tierra. La ganadería venía empujándolos sierra

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arriba. A la sazón, cuatro grandes políticas del estado eran: la conquista del Darién, la conquista del Atlántico, construir la Panamericana hasta Colombia y la mina de cobre de Cerro Colorado. El Estado y la banca apoyaban la expansión ganadera. Recuerdo años después, al encargarse Rigoberto Paredes de la Planificación de la Presidencia, nos dijo que su sueño era convertir a Panamá en un potrero, de Paso Canoas a Palo de las Letras. Los préstamos que hacía el país a los bancos internacionales daban prioridad a la ganadería. Caminando y hablando con los guaimíes, veía cómo los ganaderos se metían a la fuerza. Otras veces eran los cam-pesinos latinos pobres, aupados por la necesidad y los ganaderos. Me de-cían los guaimíes: “antes los límites nuestros eran allá abajo, en aquel cerro, pero pasó la Panamericana y ahora los límites están acá arriba”. Y el sistema de justicia no funcionaba y cuando lo hacía era contra los indígenas. Nada valía la palabra de un indígena ante un ganadero que le quitó la tierra. Vi a hombres que los ganaderos de Tolé habían amarrado, arrastrado con caballos y azotado. La justicia era para los de plata. En el terreno, la realidad jurídica era la inseguridad indígena ante el avance del ganadero y los proyectos del Estado.

Uno de los primeros proyectos estatales que palpé fue Bayano. Me pide la Dra. Reina Torres de Araúz ir en su lugar a explicarle a los kunas la construcción de la represa de Bayano. En dos piraguas subimos el Dr. Pirro –profesor de anatomía de la escuela de medicina-, unos guardias y yo. Llegamos a Aguas Claras. Aquí vivía el sáhila, el principal cacique de los kunas de Bayano, Leónidas Brenes. Esa noche en la casa del con-greso traté de explicar a la comunidad, vía el traductor de kuna, qué sería esta represa. Según ellos, nadie podría domar la fuerza del Bayano que era casi sagrado. Por cientos de años el río subía en invierno y bajaba en verano. La primera reacción fue que se trataba de una inundación mayor pero que a fin de cuentas, las aguas bajarían en verano y ellos volverían a sus caseríos. Dije que esta vez el agua subiría para no bajar, inundan-do caseríos, cultivos, tierras de cacería y cementerios. Silencio. Leónidas me preguntó para qué era esa represa. Le dije que para el progreso, para generar electricidad. Me preguntó para quién era esa electricidad. Le dije que era para la capital, para los comercios y bancos. Silencio. Finalmente Leónidas me dice: “bueno, si esa represa es para producir electricidad

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para Panamá, por qué no inundan Ciudad de Panamá?”. Le dije que tenía razón.

Preocupado por la política de desarrollo que atropellaba a estas comu-nidades, en enero de 1971, redacté un breve informe interno esbozando los problemas prioritarios y algunas recomendaciones; la primera era la comarca. Lo titulé Anteproyecto de política indigenista para el área de las provincias de Chiriquí y Veraguas. Se lo mostré a mi jefe, Juancho Barrera y no le gustó. “Eso que la prioridad sea la comarca, no, aquí no estamos pa’ eso. Aquí la política es mejorar puentes, caminos, escuelas; pero eso de la tierra es un problema político. Quita eso”. Esa negativa me impac-tó, pues las comunidades enfatizaban la seguridad de la tierra. Le dije que lo pensaría y que quizás publicaría ese informe interno en un diario. Ante eso, Juancho me amenazó con despedirme. Eso me molestó. Para el desarrollo de la comunidad -moda en América Latina a la sazón- la seguridad de la tierra para los indígenas era periférica. El Estado consi-deraba como propias las tierras y los recursos naturales de los indígenas. En proyectos como la conquista del Darién, Cerro Colorado, Bayano, el Estado decidía, no los indígenas.

Un domingo sale en el periódico La Estrella de Panamá la primera de tres entregas de mi escrito cuestionando la política indigenista oficial; nada radical. Partía enfatizando la seguridad en la tenencia. Al día si-guiente me llama mi jefe, y me dice: “¿Stanley tú publicaste esta cosa? ¿Te recuerdas que te dije que si publicabas eso te botaba? Si fueras mi amigo, yo no te boto; pero como no eres mi amigo, ¡estás botao!” Otra experien-cia antropológica. Difícil fue el desempleo. Unos estudiantes de leyes de la Universidad de Panamá que utilizaban mi biblioteca, recogieron dinero para ayudarme a pagar la renta, entre ellos Dicky Panay, Raúl Cochez y Ramón Fonseca.

La CEIDNHumberto Girón, sociólogo, me recluta como antropólogo de la Comi-

sión de Estudios Interdisciplinarios para el Desarrollo de la Nacionalidad (CEIDN), de la Dirección de Planificación de la Presidencia de la Repú-blica. La CEIDN fue establecida por Hernán Porras, primer panameño graduado en antropología. En la década de 1970, los organismos interna-

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cionales exigían a los países prestatarios un plan nacional de desarrollo. Bajo Nicolás Ardito Barletta preparamos la Estrategia nacional para el de-sarrollo nacional: 1970-1980. Se pensaba que el desarrollo económico po-día lograrse consolidando la nacionalidad, vía un proyecto nacional que uniese a los diversos grupos panameños. La CEIDN buscaba respuestas a preguntas como, ¿quién es el hombre panameño? Entre sus estudios estuvieron: La Sociedad Panameña: Historia de su Formación e Integra-ción, del historiador Alfredo Castillero Calvo. El Ensayo Psico-Social so-bre el Hombre Panameño de Eric De León y la obra del economista Juan F. Scott y los geógrafos Ana Hernández de Pitti y Omar Jaén, Evolución de la Estructuras Agrarias Panameñas.

Logré atraer a Francisco Herrera y a Aníbal Pastor. Desde esta insti-tución medular del engranaje estatal, comenzamos a introducir el tema indígena en los planes de desarrollo, nacionales y regionales. En 1972 vino el primer gran estudio de la pobreza en Panamá, desarrollado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con un equipo de expertos. Al preguntar quién sabía sobre comunidades indígenas y campesinas me asignan de contraparte. Les insistimos que los campesinos eran los más pobres: pero los indígenas eran los más pobres de los pobres. Revertir la pobreza rural debía comenzar con los indígenas, asegurando sus tierras. Al salir el informe de la OIT, fue una gran satisfacción ver entre las re-comendaciones el alivio a la pobreza indígena y la tenencia de la tierra.

En ese tiempo hubo múltiples cambios políticos. Se abolió la Asamblea Nacional y se crea la Asamblea Nacional de Representantes de Corre-gimiento. Muchos jóvenes indígenas que trabajaron en la DIGEDECOM fueron electos representantes de corregimiento. Ellos empujarían el tema de las comarcas. Desde Planificación tuvimos siempre las puertas abiertas para apoyarles. Incontables veces atendimos a caciques y representantes indígenas que buscaban apoyo, sea con el tema de la comarca, organizar eventos, redactar cartas a las autoridades, o hacerles contactos con quie-nes pudiesen apoyarles, a lo interno o externo del país.

Otro tema que promovimos fue la Constitución Nacional de 1972, asesorando al equipo de Planificación, que tenía que ver con la política económica. En esa Constitución metimos el tema de las comarcas. Lo que hicimos antropólogos como Francisco Herrera, Aníbal Pastor y yo

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fue trabajar, dentro del Estado, a favor del tema indígena. No fue fá-cil. Recibí amenazas, directas e indirectas. Decían, “cállate la boca, de arriba vienen órdenes que estás alborotando los indígenas con eso de las comarcas”.

Recuerdo la primera vez que vi al general Torrijos. Preparábamos el Plan nacional de desarrollo, y a nosotros nos tocaba lo social. El Ministro dice: “bueno muchachos, vamos a la comandancia”. Entonces mandaban el país desde el Cuartel Central en Avenida A. ¡Ahí se tomaban las deci-siones! Fuimos con el ministro de Planificación y nos reunimos con el Es-tado Mayor de la Guardia Nacional. Tras esperar, nos hacen subir a la sala de reuniones del Estado Mayor; ahí estaban los jefes de Panamá. Cinco oficiales de alto rango, uno de ellos era Noriega. Como tenía que saber qué pensaba el general Torrijos sobre los indígenas, me senté en primera fila, frente a él. Erick De León me consulta si voy a preguntarle al general sobre los indígenas y le dije que sí. Erick dice “si tú preguntas, yo pregun-to” y se sienta a mi lado. Detrás del Estado Mayor había un guardaespal-das -Orejita Ruiz- era de temer. Me cayó bien el general, habló de ser hijo de maestros rurales. Su papá colombiano, su mamá de Veraguas. Había estudiado en la Normal de Santiago, pero por cosas del destino estudió milicia. Recién graduado en El Salvador, debe reprimir a los muchachos alzados en Cerro Tute. La represión de 1959 lo marcó. Viene y nos dice: “muchachos, ustedes son la crema y nata del gobierno revolucionario y el plan de este gobierno lo van a hacer ustedes. Yo no soy hombre de letras, no tengo doctorado ni maestría, yo salí del cuartel. Pero voy a compartir unas inquietudes que tengo y quiero que ustedes lo pongan en el plan, en sus palabras”. Dijo que Ciudad de Panamá crecía mucho, que los minis-terios estaban en la capital, que había que descentralizar el Estado. Por eso el MIDA luego fue trasladado a Santiago y Obras Públicas a David. Le preocupaba lo del Canal, el exceso de dependencia en la economía de tránsito. Habló sencillo y corto. “Bueno muchachos, ¿tienen alguna pregunta?”. Levanté la mano y le dije al general “gracias por explicarnos sus prioridades para el Plan nacional de desarrollo, pero usted no men-cionó a los indígenas”. Y me dice: “dime Stanley, ¿cuál es el porcentaje de población indígena en este país?”. Le digo, “según el censo de 1970 son el cinco por ciento, pero el censo está mal, puede ser el doble”. “¡Ah!...

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te contestaste tu pregunta”, dijo Torrijos. “Tenemos que ocuparnos del 95 por ciento primero y después del otro cinco por ciento”. Por primera vez se rompe el hielo, oficiales y técnicos echamos a reír. Pide la palabra Erick, delgadito y bajito, como monaguillo. Erick tenía esta forma de pararse, juntando los dedos como si rezara y bamboleándose con un pie adelante y otro atrás. Y dice: “bueno general, yo quería preguntarle ¿cuándo va a permitir nuevamente los partidos políticos en Panamá, cuándo va a ter-minarse la censura de prensa y radio, y cuándo la Guardia retornará el poder a los civiles?” Esto en plena comandancia de la Guardia Nacional y frente al Estado Mayor. Salta el Ministro y grita: “¡De León cállate, siéntate! No hagas esas preguntas”. Ese muchacho de Coclé se ganó mi admiración. No cualquiera pregunta eso en la cueva del lobo. Torrijos le dijo al Ministro que se calmara, se sentara y dejara que hablara el mucha-cho. La sala quedó en silencio total.

Lo del cinco por ciento me molestó: En el trabajo mis compañeros para molestar a veces me decían el hombre del cinco por ciento. Así que co-mencé a estudiar la metodología censal y cómo se aplicaban en zonas indígenas. Encontré que quedaban fuera miles de indígenas que, durante los censos, trabajaban en las bananeras, zonas cafetaleras y azucareras, en las tierras altas de Chiriquí y la Zona del Canal. Con Francisco Herre-ra, Aníbal Pastor y Fredy Blanco organizamos un taller con la Dirección del Censo, logrando cambiar la definición de indígena. En el futuro, los indígenas que al momento del censo estuviesen fuera de sus regiones serían contados como indígenas. El cambio se reflejó a partir del censo nacional de 1980, al aumentar la población indígena.

Reforma agraria y asentamientos campesinosUn día de 1972, me llama mi jefe y me dice: “Stanley, Naciones Unidas

quiere que Panamá evalúe las políticas de reforma agraria del proceso revolucionario y, como has trabajado en zonas rurales, ve y evalúa la reforma agraria y los asentamientos campesinos”. Así, salté del tema in-dígena al campesino y la tenencia de la tierra. Tema volátil, pues la tierra es cosa de vida o muerte.

Los nombres de los asentamientos campesinos de la reforma agraria reflejaban la orientación ideológica de entonces: Triunfo Campesino, Uni-

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dad Proletaria, Vanguardia Campesina, Así Marcha la Revolución, Todo por la Patria, Victoria de la Revolución, Unión Revolucionaria, Lucha Campesina y El Brigadier. Los cuadros dirigentes eran de izquierda. Ter-minado el informe, Reinaldo Decerega, mi jefe, me dice: “leí tu informe y no sé si botarte o felicitarte. Al gobierno le interesa que los asentamientos sean vistos como un éxito, pero tu informe deja ver ciertos fracasos”. Se publica el informe que acepta Naciones Unidas.

En agosto de 1973, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), solicitan a Panamá un estudio de la participación de la juventud rural en los procesos de desarrollo. Se escoge Barú, sede de muchos asentamientos y juntas agrarias, en tierras expropiadas a la Chi-riqui Land Company. Debía grabar las entrevistas a los jóvenes campesi-nos, hijos de “manchaos”, antiguos obreros de las bananeras. Por primera vez usé la grabadora para recoger testimonios vía la historia oral. A pesar de haber desarrollado el cuestionario y realizado todo el trabajo de campo en un durísimo invierno, el informe sale sin mencionarme. Otra lección antropológica, tu trabajo puede utilizarse sin darte reconocimiento.

A fines de 1973, con beca del Consejo Británico de Ultramar fui a In-glaterra, a la Universidad de Essex, donde hice mi maestría en sociología. Mi tesis fue sobre la reforma agraria en Panamá.

Cuando se acaban los montes

Regresé al Istmo justo al surgir el Programa de desarrollo rural inte-grado. Me dice mi jefe, Reinaldo: “Stanley, como tú acabas de volver de va-caciones de Inglaterra, vete a Tonosí a estudiar quiénes son los campesinos más pobres, y haces un informe para ayer”. Hicimos una encuesta grandí-sima, buena. Trabajé por primera vez con campesinos de Azuero. Como la documentación escrita escaseaba, hice muchas entrevistas a fondo, muchas grabadas: cuándo, cómo y por qué habían salido de sus lugares de orígen y colonizado las selvas de Tonosí; cómo se organizaron para migrar y torna-ron las selvas en potreros; cómo se ganaban la vida mediante la ganadería extensiva y la agricultura de roza y quema. A falta de archivos, entrevisté a maestros, alcaldes, corregidores, jueces, médicos, periodistas, gober-nadores, sacerdotes, intermediarios ganaderos y matarifes. Entregué mi

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informe en 1976. Gracias al Dr. Carlos Manuel Gasteazoro, fundador y director de la Editorial Universitaria de Panamá, en 1983 se publicó como libro titulado Cuando se Acaban los Montes.

Estando en Tonosí, se realiza el VI Congreso de Ecología Tropical. El evento trajo a Panamá por primera vez a la crème de la crème de los ecó-logos, biólogos y ambientalistas del mundo. Se realizó en el palacio Justo Arosemena. A veces visitaba al Dr. Pedro Galindo y al Dr. Abdiel Adames en el Laboratorio Gorgas y me decían: “tenemos este congreso interna-cional y no hay panameños trabajando con campesinos que talan selvas. ¿Por qué no das una charla sobre lo que haces en Tonosí? No te preocupes por las eminencias, da tu presentación sobre los sistemas de producción campesinos”. Fui el último en hablar, la última noche del evento, ante una audiencia de investigadores en ciencias naturales, extranjeros. Había ecó-logos, biólogos tropicales, pues entonces pocos antropólogos estudiaban a los campesinos que colonizaban la selva. A los científicos sociales les interesaban la lucha de clase y la inminente toma del poder por el proleta-riado urbano organizado por el partido de clase dirigente. Describí pues, los procesos sociales y ambientales que observé en Tonosí. Cómo llegó la gente de otras regiones, talaron y quemaron, sembraron paja para potre-ros quemándola año tras año. Y cómo, al acabarse los montes y perder la tierra su fertilidad, la vendían para irse a otros frentes de colonización. Termino de hablar y silencio. En eso se para un señor alto y me felicita. Era el Dr. Frank Golley, uno de los organizadores del evento. Me pregunta si voy a hacer un doctorado y le digo que sí. “ ¿Y en qué lo va a hacer?”. “Sobre la reforma agraria”, respondo. “Olvídese, ese tema es pasado, esto que hace ahora, estudiar los campesinos que talan la selva, es tema del futuro” me dice. Eso cambió mi vida. Volví a Inglaterra, becado por la Fundación Ford, e hice mi doctorado sobre la colonización campesina de bosques tropicales en Panamá.

Los impactos ambientales de los proyectos de desarrolloAl regresar en 1980, iba a realizarse el primer perfil ambiental de cam-

po de Panamá. Lo coordinaba Planificación, los expertos eran extranje-ros. Fui el antropólogo del equipo. Trabajé con especialistas forestales, en suelos, hidrólogos, biólogos marinos y zoólogos. Una gran experiencia

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interdisciplinaria. Posteriormente hicimos el primer perfil ambiental de República Dominicana.

En 1981, el Ingeniero Irving Díaz, director de la Dirección Nacional de Recursos Naturales Renovables del Ministerio de Desarrollo Agropecua-rio, me solicitó estudiar los campesinos de la cuenca del Canal. Durante seis meses, con guardabosques y técnicos forestales recorrí el lago Gatún, las cabeceras del río Chagres y el lago Madden. Entonces se talaban 3.000 hectáreas de selvas anualmente y la ganadería amenazaba los bosques de las cabeceras de los ríos Chagres, Pequení, Boquerón. Me quedó en claro que la fuente de agua para el Canal y para el consumo de las ciudades de Panamá y Colón peligraba a corto plazo.

En 1983 se crea la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONA-MA), para asesorar al Ejecutivo, decreto que firma el presidente Dr. Jor-ge Illueca Sibauste. Su director era el geógrafo Dr. Jorge Illueca Bonnett. Entre los integrantes estuvimos Alberto Mac Kay y yo. Una de nuestras propuestas fue redactar y publicar la Cartilla Resumida de Legislación sobre Recursos Naturales Renovables, que resumía las principales leyes ambientales del país y era fácil de usar por policías ambientales, guarda- bosques, técnicos forestales, regidores y corregidores.

La grave sequía de 1981 y 1982, debida a la Corriente del Niño, sacudió la complacencia ambiental de esta nación. Estuvimos a punto de racionar el agua para Panamá y Colón. El Canal bajó el calado de los barcos. La lluvia que debía llegar en mayo no cayó hasta agosto. En Planificación organiza-mos el Grupo de Trabajo sobre la Cuenca del Canal de Panamá. Ricaurte “Catín” Vásquez era el Ministro, dándome carta blanca para organizar este esfuerzo interinstitucional e interdisciplinario. Apoyo clave recibimos del coronel Leónidas Macías, jefe de la policía de Panamá, a cuyo cargo estaba la Policía Ambiental. Por dos años, 175 técnicos de todas las instituciones, analizamos los procesos de desarrollo dentro de la cuenca hidrográfica más importante del país. Era la primera visión de conjunto del estado am-biental del Chagres y sus afluentes. Una recomendación prioritaria fue sal-var los bosques supervivientes de las cabeceras del Chagres. Gran placer me dio cuando en la reunión final, nuestro orador invitado, el presidente Erick A. Del Valle, dijo: “Stanley, antes de venir aquí he firmado el decreto ejecutivo que crea el Parque Nacional Chagres”. Ese día Panamá compró el

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Ponencias Magistrales▪Notas de un antropólogo de campo. (1970-2013)

seguro de vida del Canal y del agua para Panamá y Colón.

La Asociación Panameña de AntropologíaDebo agradecer a los nuevos antropólogos por organizar este congreso,

tras veinte años de no realizarse. Quisiera recapitular cómo, en 1972, un grupo de entonces jóvenes investigadores, formamos la Asociación Pa-nameña de Antropología. La conformamos Francisco Herrera, Lizia Lu, Ana Montalván, Aníbal Pastor, Sonia Martinelli, Olga Linares y Richard Cooke. Asimismo, Marcela Camargo, Carlos Castro, Raúl Espino, Alberto MacKay y Berta Rivera. En el exterior, Alvaro Brizuela, Gladys Casimir, María Luisa Picard-Amí y Mario Stoute. Tras un agotador papeleo logra-mos la personería jurídica y, en diciembre de 1975, salió el primer número de la Revista Panameña de Antropología, con portada de Santiago Dam Lao. La segunda entrega salió en 1977, con portada del arquitecto Guiller-mo Trujillo. Fuí electo su primer presidente y guardo con cariño mi carné, con logo de APA, que lleva el número 1.

El primer libro que publicó la APA fue Colonización y Destrucción de Bosques en Panamá, coeditado por Alberto MacKay y por mi. Gracias al antropólogo Mac Chapin, quien hizo su doctorado en San Blas, lo im-primimos con fondos de la Fundación Interamericana. En 1984 salió la segunda edición. Fue el primer breviario que recogía los pocos estudios sobre la colonización de bosques en el Istmo y sus impactos deletéreos, y cuestionaba la política nacional de sustituir bosques por potreros. Obra pionera a los inicios del movimiento ambiental del país. El último capí-tulo llevaba el contundente título La deforestación, muerte del Canal de Panamá, por el Dr. Frank Wadsworth, quien había estudiado la erosión de suelos y la sedimentación de los lagos Gatún y Alhajuela debidas a la deforestación. Lo llamé a su universidad en Puerto Rico y gentilmente nos autorizó incluirlo.

Habida cuenta el tiempo corre y me he extendido más de lo que gentil-mente me concediesen los organizadores, debo dejar las experiencias de este antropólogo de campo en 1984, año de la segunda edición de nuestra obra Colonización y Destrucción de Bosque en Panamá. La narrativa de mis experiencias de 1985 a 2013 quedarán para otra oportunidad. Muchas gracias.

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Reflexiones sobre populismoen Panamá

Imágenes, valores y reivindicaciones

Ana Elena Porras, Ph.D.Universidad de Panamá, [email protected]

La presentación que sigue responde a la necesidad de identificar con-ceptualizaciones, hipótesis de trabajo y problemas, que resultan de la pri-mera etapa de la investigación propuesta a la Vicerrectoría de Investiga-ción y Post Grado de la Universidad de Panamá, con base en el estudio bibliográfico y transdisciplinario, sobre el tema del populismo.

A esta primera etapa de investigación bibliográfica, seguirá una se-gunda etapa de investigación de campo etnográfica sobre el imaginario populista en Panamá, que se realizará durante el año electoral que recién inicia y que terminará en mayo de 2014.

Metodologías y abordajes teóricosDesde una perspectiva principalmente semiótica de la antropología

simbólica, se intentará identificar primero el imaginario ético o de la pro-pia teoría del populismo, para abordar posteriormente el análisis etno-gráfico o émico del imaginario populista, tanto del líder como del segui-dor, desde la perspectiva nativa y la observación participante.

Encontramos especialmente útiles los trabajos de Laclau (2005) Iones-co y Gellner (1969) como referentes teóricos de la presente investigación, sazonados con el giro decolonial de autores como Mignolo (2003) y Qui-jano (2001).

Objeto de estudioSe observa en la bibliografía del populismo en Panamá que los aborda-

jes favorecen el punto de vista de sus líderes más destacados, según crite-rios de número de seguidores, éxito electoral y vigencia histórica posterior

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Ponencias Magistrales▪Reflexiones sobre populismo en Panamá

a sus administraciones. No obstante, esta bibliografía presenta un sesgo importante, al no incorporar el imaginario del seguidor del líder popu-lista. Por consiguiente, se intentará contrastar y profundizar la presente reflexión teórica e historiográfica con la segunda etapa de investigación etnográfica que identifique el perfil, la acción política, la voz y el imagina-rio de los seguidores del populismo en Panamá.

Deconstrucción conceptualEntre los resultados preliminares de esta investigación podemos seña-

lar que el populismo, cuando es estudiado desde una perspectiva com-parativa, aparece como un fenómeno político y cultural de considerable versatilidad. En consecuencia, debe evitarse cualquier definición esencia-lista del populismo.

Perspectiva culturalDesde el punto de vista de la narrativa histórica y cultural, el popu-

lismo es una modalidad transcultural de las relaciones de poder, que se inserta en sistemas políticos y culturales diversos. Podemos encontrarlo en jefaturas, monarquías, democracias y dictaduras; en sociedades preca-pitalistas, así como en sociedades capitalistas y socialistas; culturas tradi-cionales e industrializadas; occidentales y orientales. Es como un calcetín de talla única, suficientemente flexible y resistente como para calzar en todos los pies humanos conocidos.

Perspectiva ideológica y políticaDesde el punto de vista ideológico, el populismo resulta también un

fenómeno político adaptable y flexible, asimilado tanto por la izquierda como por la derecha. Se perfila más como un estilo de liderazgo y una herramienta de poder que como una narrativa, sistema político o cultural en sí mismo.

Perspectiva sociológicaSociológicamente, puede definirse como política de masas, con un lí-

der fuerte, paternalista, carismático, autoritario, quien se comunica di-rectamente con el pueblo (sean campesinos, trabajadores, indígenas, entre

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otros), seduciéndolos, con un discurso mesiánico, actualizado histórica-mente, extrapolado del ámbito religioso y reinventado en un contexto laico.

La perspectiva panameña permite observar que el líder populista pro-viene de identidades sociales distintas: de origen popular, oligárquico, te-rrateniente o burgués. Incluso puede traicionar a su clase o ser leal a ella.

¿Raíces mítico-religiosas del populismo? La teoría del populismo identifica un componente mesiánico indiscu-

tible. En esta presentación se explora la tesis de que las raíces populistas en Panamá encuentran en el catolicismo su matriz original, transcultural, su referente simbólico y cognitivo. Es decir, que en el catolicismo, tal vez, los panameños aprendimos y construimos el arquetipo de nuestro popu-lismo. Y esta raíz/matriz no solo evoluciona (sin un progreso implícito), sino que se reinventa y revive constantemente.

Raíces mítico religiosasEn su perspectiva mítica, Jesús representa un modelo de liderazgo ca-

rismático, mesiánico, seductor de masas, populista social y subversivo –en un contexto tribal del Medio Oriente. En su dimensión histórica, con el Papa en el Vaticano, el catolicismo construye una modalidad populista, absolutista, con política de masas, predominantemente conservador –en un contexto imperial, romanizado.

Problemas de la teoría: la diversidad en la identidad panameña

Competencia coexistencia religiosaEn el Panamá actual, el catolicismo ha perdido su monopolio de cul-

to; convive con otras religiones, las cuales compiten con ella y hasta le restan seguidores y espacios. Las más exitosas (en número de adeptos) son, precisamente, algunas sectas protestantes de proselitismo agresivo, y cuyos pastores ejercen un liderazgo populista que utiliza el espectáculo de masas y asemejan estrellas de rock. No obstante, todas ellas comparten la narrativa mesiánica, mítico religiosa, un pensamiento mágico, conser-vador, intolerante y dogmático.

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Ponencias Magistrales▪Reflexiones sobre populismo en Panamá

Competencia coexistencia culturalDesde el punto de vista cultural, se presenta otra dimensión de com-

petitividad: la llamada modernidad racional, del modelo democrático li-beral, laico, y el concepto de la equidad en los derechos humanos -que conllevan conceptos, principios y valores muchas veces contradictorios con la tradición católica referencial-.

Coexistencia de la tradición con la reinvenciónDe igual manera que el catolicismo, el populismo, que surgió y conti-

núa nutriéndose de el, fue sembrado en Panamá a través de experiencias históricas y culturales durante las siguientes etapas: hispano colonial, de unión a Colombia, republicana temprana, dictaduras militares y demo-cracia postdictadura y postinvasión. En este dinámico escenario histórico, el populismo y sus relaciones de poder se reinventa, actualizándose, y sus actores históricos y sociales en Panamá realizan adaptaciones más o menos exitosas en el desempeño político.

Historia del populismo en Panamá a vuelo de pájaro

Populismo en la colonia hispánicaEn la narrativa historiográfica del Panamá colonial, Vasco Núñez de

Balboa, conquistador del Mar del Sur, se convirtió en el primer caudillo y, por tanto, líder populista de Panamá. Celebró el primer cabildo abierto en la ciudad de Santa María la Antigua del Darién a inicios del siglo diciséis.

Para honrar su memoria, idealizada y legendaria, los panameños nom-bramos nuestra moneda, la primera cerveza nacional, la avenida capitali-na más importante, entre otros, con el nombre de Balboa.

A nivel simbólico, representa al hombre del Nuevo Mundo, el self-made man, aliado y amigo tanto de indígenas como de soldados españoles, olvi-dando sus prácticas genocidas entre los indígenas del Darién.

Populismo en el siglo diecinuevePosteriormente, el Libertador Simón Bolívar, creador de la Gran Co-

lombia, ha sido adoptado por la memoria histórica panameña como su héroe postcolonial. El imaginario colectivo le rinde culto por su liderazgo

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en las independencias de las colonias en América frente a España, donde se perfila como un caudillo militar de alta estirpe criolla. Los panameños añoramos su sueño de la patria grande, la Gran Colombia, en el que dis-tingue al istmo panameño como su capital.

La historiografía local sobre Bolívar le confiere título de Libertador, recordándolo como héroe de América, líder populista y liberal. Olvidando su racismo y tendencias dinásticas, en su variación del criollismo latino-americano.

Populismo republicano: siglo veinteLa historiografía panameña de la época republicana destaca claramen-

te a tres líderes populistas:

1. Belisario Porras, de origen provinciano y popular por parte de madre y oligarca conservador por parte de padre. Fue criado por su familia ma-terna en Las Tablas, debido a que era un hijo natural. Su liderazgo surgió como resultado de su desempeño como caudillo liberal de la Guerra de los Mil Días (1898) colombiana. Su ideología era característica del libera-lismo radical latinoamericano de fines del siglo diecinueve: republicano, laico, humanístico, anti conservador, anti oligárquico. Su estilo populista le valió tres periodos presidenciales (1912, 1916 y 1922). La historiogra-fía lo reconoce como modernizador del estado de Panamá. Construyó obras monumentales para el Estado, códigos y el primer hospital gratuito y estatal. Sus discursos partían de anécdotas simples, o biografías de personajes históricos -que dieran sustento emocional y humanizaran su mensaje, mientras se hacía accesible al pueblo- hablaban de progreso en la modernización y del acceso del panameño humilde a la educación, la salud y a los derechos ciudadanos.

2. Arnulfo Arias: también de origen humilde y provinciano, expresó una narrativa nacionalista, inspirada en Hitler y el social nacionalismo alemán: autoritario, racista (contra negros antillanos y asiáticos) y nacio-nalista (frente a los EEUU). Su nacionalismo lo resumió con el eslogan “Panamá para los panameños” que le atrajo muchos seguidores cansados de las humillaciones estadounidenses en la Zona del Canal y de las masi-

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Ponencias Magistrales▪Reflexiones sobre populismo en Panamá

vas migraciones en Ciudad de Panamá. Creó el sistema del seguro social y otorgó el voto restringido a la mujer. Su estilo populista le confirió tres victorias electorales pero también generó su destitución en tres oportuni-dades, que interrumpieron sus administraciones abruptamente.

3. Omar Torrijos: de familia de maestros provincianos, se convirtió en dictador militar de gran popularidad; desarrolló un liderazgo nacionalis-ta, en favor de la soberanía en el Canal y de una izquierda moderada. Su liderazgo populista le garantizó su jefatura del gobierno durante aproxi-madamente 12 años (1969 a 1982). Su nacionalismo adoptó un discurso focalizado en la soberanía nacional, al mismo tiempo que introduce polí-ticas culturales que ponen en valor la diversidad cultural de Panamá. Su narrativa favorecía el enfrentamiento contra la oligarquía local, depen-diente de EEUU, al mismo tiempo que desafiaba al enclave colonial de los EEUU en el Canal. Entre sus logros más importantes destacan los Tra-tados Torrijos Carter, que nacionalizan el canal de Panamá, eliminando el enclave de la Zona del Canal y las bases militares de EEUU en el país.

Hoy: ¡hola, populismo!En la actualidad, el presidencialismo se robustece con viejas prácti-

cas de clientelismo, exacerbando los vicios del presidencialismo crónico de Panamá. Se utilizan recursos del Estado, sin control alguno de las autoridades competentes, para un proselitismo en favor de inscripcio-nes masivas al partido oficialista, y con ofertas clientelistas se obtiene el transfuguismo de diputados hacia la bancada oficialista. El Presidente Martinelli proviene de inmigrantes italianos y terratenientes panameños. Posteriormente, incursionó exitosamente como empresario en el sector de servicios. Cuenta con una de las fortunas personales más cuantiosas del país. Obtuvo una victoria electoral con un 60 por ciento del total de votos en 2009, utilizando el eslogan “ahora le toca al pueblo”. Adopta el contradictorio discurso de “un gobierno de empresarios” y, también, “en los zapatos del pueblo”. Habrá que esperar algunas décadas para poder evaluar el impacto histórico de este presidente, comparativamente con los tres líderes anteriores.

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Problemas en la caracterización del líder populista

Relativismo sobre el carisma del líder: por admiración o por temorCaso de Manuel Antonio Noriega. Se ha observado antes que el po-

pulismo comparte algunas características en cualquiera de sus manifes-taciones. El líder populista adopta discursos y modalidades identitarias patriarcales, mesiánicas y carismáticas. Inversamente, el caso del General Manuel Antonio Noriega, de origen popular urbano, ofrece un ejemplo de antihéroe, el de un hombre fuerte, dictador militar, sin carisma. Ejerció la inteligencia (espionaje) y la intriga para hacerse del poder. Su imagen comunicaba más terror e intimidación, y su poder emanaba de la fuerza militar, más que de la seducción (si bien también utilizó el clientelismo). Sin promesas mesiánicas ni ideología definida, intentó adoptar el discur-so nacionalista contra los EEUU, como último pataleo de ahogado, al final de su régimen, habiendo sido miembro pagado de la CIA en el transcurso de su carrera militar. Su control del estado panameño abarca aproxima-damente desde 1984 hasta 1989, año de la invasión de EEUU.

Los líderes débiles, sin carisma ni carácter fuerte. ¿Representan casos de fracaso o propuestas diferentes de liderazgo?

Hubo también en la historia republicana presidentes “débiles”, por cuenta de su falta de carisma y carácter, distanciamiento deliberado o debilidad política relativa (frente a una Asamblea de Diputados en opo-sición, manipuladora, y/o frente a presiones estadounidenses). Amador Guerrero (1904), Alcibíades Arosemena (1930), Roberto N. Chiari (1960), Marco A. Robles (1965) y Guillermo Endara (1990) son algunos ejem-plos, en quienes algunas o todas las características mencionadas arriba se conjugaban. Su acceso al poder se explica como resultado de: prácticas electorales manipuladas, poder de sus partidos políticos, componendas entre los grupos de poder, injerencia de los EEUU, respectiva o combi-nadamente. En estos casos, el clientelismo y/o la corrupción coexistieron alegremente.

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Ponencias Magistrales▪Reflexiones sobre populismo en Panamá

Observaciones finales (anticipadas y por tanto sujetas a correcciones)El populismo en Panamá se nutre de los modelos cristianos (especial-

mente católicos) de liderazgo, como su referente cultural originario y ele-mental. Históricamente, el populismo en Panamá ha adoptado diversas modalidades: de izquierda y de derecha, civiles y militares, de los de arri-ba y de los de abajo; coloniales o estatales; democráticas o dictatoriales.

El electorado en Panamá ha favorecido contundentemente a los diri-gentes y líderes populistas, en su variopinto espectro de manifestacio-nes. Incluso después de muertos, los más memorables líderes populistas son venerados, como si fueran santos en el santoral católico (con velas encendidas frente a sus imágenes, con estatuas y referencias en tono de reverencia grandilocuente en el discurso político). Ya desaparecidos con-tinúan ganando elecciones: utilizados en una narrativa dinástica implíci-ta, por parientes en campañas presidenciales (caso de la viuda de Arnulfo Arias, Mireya Moscoso; caso del hijo del General Omar Torrijos, Martín Torrijos).

Una vez convertido el candidato en Presidente, el populismo es favo-recido, además, por un sistema de gobierno presidencialista en Panamá.

Las democracias no son inmunes, ni necesariamente contradictorias al populismo. Tampoco las dictaduras son necesariamente populistas. Las democracias pueden incluso ofrecer un terreno fértil a este estilo de li-derazgo, en la medida en que dependen de la popularidad del líder para ganar las elecciones. Una vez en el Gobierno, las constantes mediciones de aceptación de las decisiones y políticas del Presidente, así como de la figura del Presidente, también nutren al populismo como herramienta de legitimidad, empoderamiento y supervivencia en la gestión de gobierno y para reelecciones subsecuentes. Ellas inhiben la toma de decisiones nece-sarias pero impopulares.

El populismo, de origen católico en su versión panameña conocida (porque desconocemos todavía los liderazgos precolombinos), ofrece un modelo patriarcal en la construcción de su liderazgo: personalista, autori-tario, mesiánico, carismático.

El populismo, religioso o laico, contiene el peligro potencial de generar fanatismo. El populismo inhibe el desarrollo institucional de la democra-cia representativa: que debe ser impersonal, con base en un sistema de

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méritos, de libertades políticas, en el marco de un estado de derecho. No obstante, el populismo tiene enorme capacidad política para impulsar cambios paradigmáticos en la cultura política y sus narrativas sociales y culturales.

En sí mismo, el populismo es un estilo de liderazgo arcaico que coexis-te y se reinventa con la modernidad, gracias a las nuevas tecnologías de comunicación que lo vigorizan permitiendo un contacto directo, fácil y cotidiano con la población. Construye narrativas de esperanza (o tam-bién de fe), que inspiran a los pueblos desilusionados en momentos de incertidumbre, pesimismo y desesperación social.

El populismo puede debilitar la democracia, no cabe duda. Pero resul-ta un enemigo menor cuando lo comparamos con sistemas totalitarios (populistas o no), las crisis económicas y financieras, el narcotráfico, el clientelismo y la guerra. El neoliberalismo salvaje, con su concentración de la riqueza, exclusión social y huella ecológica, puede ser muchísimo más peligroso.

Post data: tareas pendientesLa memoria histórica en Panamá es androcéntrica en materia de popu-

lismo. Mireya Moscoso: primera mujer presidente en 1999, amparada en la figura de esposa del gran líder populista Arnulfo Arias. Mama Chi, una líder mesiánica de la comunidad gnöbe en los años 70. Las activistas en los partidos políticos son valoradas para inscribir adeptos a los partidos, pero no son reconocidas como líderes comunitarias y potenciales candidatas. En todos los casos, debido a su carácter androcéntrico y eurocentrista, el lide-razgo carismático y personal de las mujeres es descalificado por el imagina-rio panameño populista. Descolonizar el estudio del populismo permitirá visibilizar mujeres en la dimensión de líderes populistas.

El discurso de la democracia liberal, especialmente en su versión neo-liberal, demoniza el populismo como peligroso para la democracia. No obstante, una revisión histórica del populismo en Panamá sugiere que el populismo abre camino -tal vez, la única vía conocida- a la participación exitosa de líderes de origen popular, previamente excluidos de riqueza, prestigio y poder en las democracias liberales, predominantemente oli-gárquicas.

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Ponencias Magistrales▪Reflexiones sobre populismo en Panamá

Wilpert, Gregory 2007 Changing Venezuela by Taking Power. The History and Policies of the Chávez Government. Verso, Londres.

Zúquete, José Pedro 2008 The missionary politics of Hugo Chavez. Latin American politics and society 50 (1):91-122.

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