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1 9. PROVOCACIÓN, UNA FORMA SUI GÉNERIS DE COMUNICAR Historias Infames: los maltratos en las relaciones María Cristina Ravazzola p.p. 182-19 5. Ed. Paid ós , 2005 Por “provocación” entendemos un tipo particular de comunicación que origina emociones –generalmente desagradables (tensiones)- y produce en el interlocutor reacciones casi automáticas que no son las que él tendría en condiciones más relajadas y distendidas. Puesto que personas distintas reciben mensajes diferentes (aunque el mensaje emitido sea el mismo), para identificar sus reacciones viene bien acudir a la siguiente metáfora: imaginemos que ciertas frases o actitudes operan como un anzuelo que intenta “enganchar” y hacer “picar” al interlocutor. Éste, cuando “enganchó” y reaccionó, queda enredado en una trama interacional particular, insatisfecho y tenso, con la sensación de que “no era eso lo que quería hacer o decir” y que ni siquiera sabe por qué “entró”. En lenguaje popular, queda “pagando”. Coincidimos en estas apreciaciones con los terapeutas italianos del grupo de M. Andolfi, C. S acu, A.M. Nicoló y P . Menghi (Istituto de Terap ia Familiar, ITF), así como también con R.Piperno. Todos ellos han estudiado especialmente la provocación y han aportado propuestas muy valiosas, tanto teóricas como técnicas. Reconocen los autores citados la presencia regular de esta forma de comunicación entre los miembros de los sistemas familiares que funcionan rígidamente, es decir aquellos que repiten conductas sintomáticas. Observamos que esta clase de mensajes provocadores es, en efecto, típica en familias donde se reiteran conductas de la serie “psicótica”, y también en las que manifiestan conductas de la que llamamos “serie abusiva” (abuso de sustancias y abusos en las relaciones). La provocación presenta una estructura propia, que se expresa en actitudes, frases, gestos, que –más o menos sutilmente- esperan ser complementados por el gesto o la frase del OTRO al cual el sujeto se dirige. La provocación funciona de tal modo que eleva la tensión del destinatario como si se tratara de una danza, o como cuando en un juego, cada jugador actúa al llegar su turno. En su diseño entran reglas que, aunque no se explicitan, se supone compartidas con el OTRO en tanto miembro del mismo sistema social. De hecho, la provocación se completa cuando el OTRO –el interlocutor- da la respuesta prevista. Por lo común, hay alguna respuesta de su parte, a menos que sea sordo, ciego o que desconozca el idioma (que es también una regla de pertenencia). Un insulto, por ejemplo, es una provocación grosera, que induce una emoción de ofensa. La experiencia de la ofensa promueve una reacción limitada, generalmente agresiva para con el que insultó: entre personas que se importan afectivamente o que, por alguna razón, no creen que puedan salirse de la inducción, el insulto estimula una danza, a veces en escalada. Durante una entrevista reciente con una familia que trae a su hijo adicto a las drogas para que se lo atienda en un programa de rehabilitación, en cierto momento el adolescente mira al terapeuta y le dice: “¿Sos estúpido vos?, ¿qué, no entendés que así va a ser peor?”.

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    9. PROVOCACIN, UNA FORMA SUI GNERIS DE COMUNICAR

    Historias Infames: los maltratos en las relacionesMara Cristina Ravazzola

    p.p. 182-195. Ed. Paids, 2005

    Por provocacin entendemos un tipo particular de comunicacin que originaemociones generalmente desagradables (tensiones)- y produce en elinterlocutor reacciones casi automticas que no son las que l tendra encondiciones ms relajadas y distendidas. Puesto que personas distintas recibenmensajes diferentes (aunque el mensaje emitido sea el mismo), para identificarsus reacciones viene bien acudir a la siguiente metfora: imaginemos queciertas frases o actitudes operan como un anzuelo que intenta enganchar yhacer picar al interlocutor. ste, cuando enganch y reaccion, quedaenredado en una trama interacional particular, insatisfecho y tenso, con lasensacin de que no era eso lo que quera hacer o decir y que ni siquiera

    sabe por qu entr. En lenguaje popular, queda pagando.

    Coincidimos en estas apreciaciones con los terapeutas italianos del grupo deM. Andolfi, C. Sacu, A.M. Nicol y P. Menghi (Istituto de Terapia Familiar, ITF),as como tambin con R.Piperno. Todos ellos han estudiado especialmente laprovocacin y han aportado propuestas muy valiosas, tanto tericas comotcnicas. Reconocen los autores citados la presencia regular de esta forma decomunicacin entre los miembros de los sistemas familiares que funcionanrgidamente, es decir aquellos que repiten conductas sintomticas.

    Observamos que esta clase de mensajes provocadores es, en efecto, tpica en

    familias donde se reiteran conductas de la serie psictica, y tambin en lasque manifiestan conductas de la que llamamos serie abusiva (abuso desustancias y abusos en las relaciones).

    La provocacin presenta una estructura propia, que se expresa en actitudes,frases, gestos, que ms o menos sutilmente- esperan ser complementadospor el gesto o la frase del OTRO al cual el sujeto se dirige. La provocacinfunciona de tal modo que eleva la tensin del destinatario como si se tratara deuna danza, o como cuando en un juego, cada jugador acta al llegar su turno.En su diseo entran reglas que, aunque no se explicitan, se suponecompartidas con el OTRO en tanto miembro del mismo sistema social. Dehecho, la provocacin se completa cuando el OTRO el interlocutor- da larespuesta prevista. Por lo comn, hay alguna respuesta de su parte, a menosque sea sordo, ciego o que desconozca el idioma (que es tambin una regla depertenencia). Un insulto, por ejemplo, es una provocacin grosera, que induceuna emocin de ofensa. La experiencia de la ofensa promueve una reaccinlimitada, generalmente agresiva para con el que insult: entre personas que seimportan afectivamente o que, por alguna razn, no creen que puedan salirsede la induccin, el insulto estimula una danza, a veces en escalada.

    Durante una entrevista reciente con una familia que trae a su hijo adicto a las drogaspara que se lo atienda en un programa de rehabilitacin, en cierto momento eladolescente mira al terapeuta y le dice: Sos estpido vos?, qu, no entends queas va a ser peor?.

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    Qu significa? Cul es la utilidad de este tipo de mensaje en un sistemasocial? Se lo considera como una contrasea entre miembros de sistemasrigidizados, un intento de probar que sus miembros estn y siguen estandomuy prximos y muy dependientes, unos de otros, de que se toman MUY en

    cuenta, y de que, entre ellos, la reaccin emocional automtica es ms fuerteque la reflexin.

    En esta situacin, la familia, a travs del adolescente, est probando alterapeuta y su reaccin. En el caso recin relatado el terapeuta opt por ponerun lmite al joven. Le dijo que saliera de la habitacin, diera una vuelta y siquera volver a entrar- se disculpara con l por el insulto. Los padres nointervinieron para nada. Se mantuvieron como espectadores del duelo entre losdos paladines, y de sus propios tironeos contradictorios: el amor al hijo y lanecesidad de poner un lmite a sus desbordes. Obviamente, el insulto alterapeuta deba de tener numerosos antecedentes de insultos a los padres.

    Para nuestro modelo de intervencin teraputica (PIAFF)1, la presencia demensajes provocadores fue siempre una sea a la vez de cierre y deapertura- del sistema o grupo consultante. Al mismo tiempo que nos veamosvulnerables a la emocin y a la reaccin detonada por el anzuelo provocador,aprendimos tambin que, en el nivel de la dinmica de su estructura, la familiaestaba sealando de ese modo al terapeuta un camino para entrar en contactocon ella. Desde entonces, entendimos que esos mensajes representaban lostemores y contradicciones de los miembros de la familia, pero que eranasimismo el instrumento con el que ponan a prueba nuestra capacidad paralidiar con las cuestiones que los atormentaban.

    Para que nos sea posible salir del canal inductor, proponemos a los terapeutasa partir de nuestra experiencia- pensar en la provocacin como si se tratarade una invitacin, acogedora y atractiva, que nos hace alguien que no se sienteen condiciones de invitar y que entonces acta como puede. A pesar de losaspectos agresivos del mensaje, todos sabemos que slo se invita a la genteque a uno le importa. El sujeto provocador manifiesta un intento de que lepresten atencin y dedicacin y, al mismo tiempo, muestra una interferenciaimportante entre esa bsqueda de atencin y las formas de demostrar suinters en esa persona. La dimensin me importa tu persona del mensaje

    provocador queda eficazmente oculta detrs del ataque. La provocacinesconde la parte buena del mensaje y deja visible slo la grosera.

    Quien provoca evidencia su conflicto entre acercarse y alejarse de la persona aquien est provocando. Y lo resuelve poniendo a prueba a ese OTROal queagrede con la provocacin, del cual habitualmente recibe, para completar elcircuito comunicacional, una respuesta automtica confirmatoria de sus peoresexpectativas. La respuesta, totalmente previsible para el provocador, es talvez- la garanta de que el OTRO contina respondiendo, perteneciendo alsistema. Y eso alivia una parte de su conflicto.

    1 Programa de Investigacin, Asistencia y Formacin en Familias, coordinado por la doctora M.C. Ravazzola y elDoctor Gastn Mazires, que funciona desde 1983.

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    Pero tambin suponemos que el provocador espera alguna vez- unarespuesta diferente de la previsible, capaz de abrirle otros canales de relacin,aunque signifique para l una seguridad en cuanto a la sujecin del OTROa susistema.

    La hija de diez aos le grita a su mam adoptiva que sabe muy bien que ella no laquiere, y que es por eso que la hace dormir con la hermana y ceder su dormitorio a losabuelos (el abuelo, que est muy enfermo, vive en la provincia y necesita tratarse en laCapital). La madre, entre enojada por la poca solidaridad de la nena y afligida porquepueda pensar realmente que no es querida, dedica un buen rato a explicarle que sudormitorio es el ms grande y cmodo para los abuelos, y trata de demostrarle conejemplos cunto la quiere. La nena sigue protestando y la madre se pone cada vezpeor hasta que el episodio termina en un cachetazo. La madre llora sintindoseculpable, y el padre piensa que la madre tendra que manejar estas situaciones.

    Tal vez podran cortar este penoso circuito si la mam se diera a s mismapermiso para tratar a la nena con menos deferencia y si no se dejara acusar niculpabilizar por su marido ni por su hija. Y en consecuencia, si tampoco seenojara realmente con ella. Slo entonces estara ponindole un lmite atiempo, como se hace con cualquier persona que molesta.

    LOS TERAPEUTAS SE ENTRENAN EN CONTRAPROVOCACIONES

    Para ejemplificar sus momentos difciles o sus escenas temidas2, quienestrabajan en el entrenamiento del self de los terapeutas (como G. Mazires,M.C. Ravazzola, H.Aponte, W. Santi y otros) evocan situaciones deprovocacin. Describen entonces episodios en los que un paciente aborda al

    terapeuta de un modo tal que gatilla en l una reaccin cuyas derivaciones seda por sentado- no sern tiles para producir conversaciones promotoras deautorreflexin. En esas escenas, surge automticamente, de parte delterapeuta, respuestas que lamentablemente van a cerrar la relacin y apromover un contexto de emociones defensivas con interacciones nodeseadas. Si, en cambio, el terapeuta logra vencer aspectos propiosenganchados con problemas similares a los de los consultantes, laprovocacin ser una oportunidad de entrada, de contacto con ellos, y hastauna ocasin de profundizar el conocimiento de las grietas que contribuyen aresquebrajar la estabilidad sintomtica del sistema.

    En la lnea que plantea el Istituto de Terapia Familiare, de Roma (Andolfi, Sacu,1985), en sus estudios e investigaciones especiales sobre la provocacin,observamos una tcnica teraputica que ha elaborado, y que denominancontra provocacin. Consiste en tomar la provocacin como si fuera el ataquedel OTRO en el transcurso de la prctica de las artes marciales tipo jiu-jitsu:utilizarla entonces como herramienta para desbaratar el juego propuesto yavanzar hacia el contacto fuerte y la construccin de otro juego, menosprevisible, y que ofrezca menor sostn a la repeticin.

    2 Psicodramatistas y psicoanalistas como F.Moccio, C. Martnez y E.Pavlovsky, Friedlevsky y H. Kesselman hanproducido trabajos especficamente con estas escenas.

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    Puede mencionarse aqu el caso de una familia, cuyo padre viene a la segundaentrevista, mostrando su disconformidad con la terapia. Dice al terapeuta: Usted no eseficaz. La entrevista no nos sirvi para nada.

    El terapeuta sabe lo que no debe hacer (Piperno, 1979): no debe dar una

    explicacin en la que se disculpa por lo pocos logros, ni enojarse por lo injustoy desmesurado del reproche ni por el modo maltratador. Esta actitud podra serfcilmente asimilada por el sistema familiar, que, seguramente, conoce modosya aceitados de manejarse en estos casos.

    En los entrenamientos de psicoterapeutas se ensayan diferentesintervenciones para ilustrar las posibles contraprovocaciones capaces dedesbaratar estos juegos y abrir otras alternativas a las familias. Las escenas dedescalificacin de la terapia o del mismo terapeuta, como la del ejemplo-estn entre las que se evocan con mayor frecuencia cuando se trata deexplorar dificultades. Los terapeutas en entrenamiento pueden asignarse y

    cumplir distintos roles (de provocador, de terapeuta, etctera). Y ensayar cules la intervencin que logra que la perturbacin vuelva al polo consultante, sinotros efectos indeseables. Por ejemplo, en el caso citado, el terapeuta podraensayar decir: Por suerte para m, ustedes van despacio. De lo contrario,correra el riesgo de no poder pagar mis vacaciones. Pero, tal vez alensayarlo, se vera que eso suena demasiado contraprovocador,especialmente en los comienzos de una relacin, con lo que el terapeutacorrera el riesgo de quedar en relaciones poco cordiales con la familia. Esto eslo que sucede si la respuesta tiene una dosis algo fuerte de irona, en un timinginoportuno. En cambio, puede probar a decir: Gracias por orientarme en elritmo que ustedes necesitan: me doy cuenta de que son ms rpidos de lo que

    yo cre. Igualmente, no s si estar a la altura de lo que ustedes precisan. A lomejor, soy demasiado lenteja. Probablemente, con esto termine la escenaprovocadora y quizs hasta alguien de la familia intente tranquilizar al terapeutaen cuanto a sus habilidades.

    Hay que pensar que nunca existe una sola respuesta adecuada. Siempreaparecen muchas que son tiles: Lo importante es no caer justamente en lasque sabemos de antemano que son perpetuadoras de las funciones rgidas delsistema. Entre estas ltimas, se incluyen las respuestas emocionales de enojo,ofensa o ganas de echar a todos los consultantes. O la peor-, que el terapeutahaga como que no pasa nada pero se quedemolesto, atontado o acelerado, loque indica que la provocacin lo ha afectado, cargado negativamente, y que latensin se increment en el polo teraputico. Aunque no encuentre deinmediato una respuesta adecuada, el terapeuta puede reflexionar sobre suspropios enganches narcisistas en la propuesta provocadora. Obviamente,para el polo consultante no resulta til disminuir sus tensiones y descargarse,cargando al terapeuta: las tensiones han de descargarse slo a travs de lasolucin del problema que aqueja al consultante. Eso significa que la respuestadel polo teraputico DEBE devolverle la carga tensional de un modo tal quepueda aceptarla y no defenderse luego del terapeuta. Toda esta gimnasiacomunicacional es muy necesaria e ineludible si lo que se quiere es ayudar a

    familias en situaciones de psicosis o de abusos.

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    En cuanto a las familias con miembros abusadores, que son las que nosinteresan especialmente, la provocacin aparece en ellas ms distribuida entretodos. Por lo general, cuidan de que el abusador sea el que resulte menostensionado. No siempre es el terapeuta, por lo dems, el blanco principal:tambin suele serlo la persona sistemticamente abusada. Y por lo tanto, el

    terapeuta no slo debe interferir las provocaciones que lo afectan, sino tambinlas que van dirigidas a otros. Trataremos de explicar por qu esta intervencines tan importante casi un eje de la terapia-, tomando algunas ideas, nadanuevas, expresadas por Piperno ya en 1979.

    Piperno describe las familias rgidas como aquellas cuyos miembros estnconstreidos a ser slo lo que los otros significativos de su coexistenciaesperan de ellos. Ninguno puede libremente ser. A lo sumo, algunas personasdel grupo, pero no todas, tienen cierto permiso de ser ellas mismas segn unaclasificacin antropofenomenolgica propuesta por Ludwig Binswanger-. Y talforma de interactuar se mantiene a lo largo del tiempo. Piperno emplea la

    metfora de la capacidad de definir con claridad los lmites de los espaciospersonales, como posibilidad de expresin del s-mismo y casi como un signode salud mental.

    La falta de autonoma, la imposibilidad de proponerse con un espacio personalpropio, lleva a buscar compaeros de juego con los que se confunde el ser porm y el ser por el otro. La intrusin en el espacio personal del otro, o a travsde la prdida del propio, se vuelve la nica posibilidad de co-existencia. Laprotectividad, la indiferencia, el rechazo, la victimizacin y la locura setransforman, de atributos individuales, en roles para un libreto rgido (Piperno,1979).

    La modalidad de ser en el grupo puede definirse ahora como el coexistir anivel de funcin. La trgica descripcin que hace Piperno de la existencia enfuncin del otro no es tan ajena a nuestra cultura. Si se piensa condetenimiento en los clsicos roles familiares, se advierte que las expectativaspuestas en las madres consisten en que ellas deben vivir parte, o toda suexistencia, en funcin de las necesidades de sus hijos. Esto las pone en unmandato social de ser segn la definicin de Piperno- seres desviados de lonormal? Entonces las madres, por coexistir casi slo en funcin de su hijo.son enfermas por prescripcin social?

    El sistema que forma un operador social convocado en carcter de terapeuta,por un lado, y los miembros de la familia o el paciente individual, por el otro,denominado sistema teraputico, puede tambin transformarse en un sistemargido, y sus componentes actuar slo desempeando aquellas conductas a lasque estn constreidos. La presencia del miembro nuevo en el sistema elterapeuta- amenaza con desestabilizarlo, por lo que los miembros de la familialo aceptan en tanto el nuevo circule sin causar efectos de verdadera ruptura. Elsistema puede (corre el riesgo de) ser mirado o actuado por este miembronuevo de modo que genere sorpresa y temor a alternativas previstas.Seguramente, es lo que a un tiempo se desea y se teme. Por lo tanto, es mstranquilizador anular el efecto de posible novedad.

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    Segn nuestra experiencia, en este tipo de familias el balance de las tensionessuele ser tal que asegura una tensin ptima entre el mnimo y el mximo queel sistema conoce y tolera-, a pesar de la presencia de sntomas que tal vezestn all desde hace mucho tiempo. Estas familias rgidas estn en efecto-acostumbradas a un monto de tensin previsible que no siempre es el mismo

    que los dems toleraran. El aumento de la tensin es razn suficiente paraacudir a pedir ayuda. Al demandar la terapia, buscan un alivio, un cambio, algoque podra genricamente pensarse como una disminucin de la tensin queestn soportando, lo que no siempre puede asimilarse al hecho de buscar ladesaparicin de las conductas sintomticas.

    Hugo vive hace seis aos con sus padres ancianos, despus de una tormentosaseparacin matrimonial. Su hermano mayor, Sergio, en tratamiento por sus problemaspersonales, relata a su psicoterapeuta actitudes de maltrato y conductas violentas deHugo. Le cuenta que Hugo no trabaja porque ningn trabajo se ajusta a sus exigenciasy necesidades. Relata asimismo la afliccin de sus padres, que suponen que Hugo

    est afectado por el fracaso de su matrimonio con Elena, y que constantemente lespide auxilio, a l y a su otra hermana. El terapeuta sugiere a Sergio una entrevista deterapia familiar con nuestro equipo. La madre es quien solicita telefnicamente laconsulta, definindola como urgente.

    Es fcil pensar que el motor de la consulta no han sido los sntomas de Hugo,sino la preocupacin del psicoterapeuta de Sergio, gatillada a su vez poraquellos aspectos de los relatos de Sergio que constituyen focos de tensin enlas relaciones entre l y sus padres, y entre l y su hermano. Esta pelotapicando en esa rea presiona, a su vez, en la relacin Sergio-madre, quienesse movilizan para consultar a nuestro equipo. Dicho de otra manera, la mirada

    del extrao (el terapeuta de Sergio) aumenta el nivel habitual de tensin, y elgrupo busca restablecer el nivel tolerable que les garantiza continuar en lo queMara Selvini Palazzoli llama el juego relacional psictico.

    El juego comunicacional provocador habitual parece un instrumento hbilmenteaceitado entre los miembros de estas familias. Uno de ellos (no siempre elmismo) se ha hecho cargo, a travs de ese juego, de absorber de distintosmodos las tensiones. Cuando un extrao se aproxima, se convierte en blancode mensajes provocadores y, entonces, es probable que asuma esosexcedentes de tensin que podran perturbar el juego habitual. De esto sededuce lo importante que es para el terapeuta hallarse en condiciones de

    esquivar o transformar los mensajes provocadores, de tal manera que vuelvana inducir mayores tensiones en el sistema que consulta, pero cuidando demantener siempre la aceptacin de las personas, y un clima amable en larelacin.

    En el caso relatado, al comienzo de la reunin a la que asisten Sergio, Luisa (lahermana) y la madre, Luisa cuestiona (con vehemencia) la modalidad de trabajo delequipo. Ella se manifiesta en desacuerdo con el uso de la cmara de Gesell y de lasgrabaciones, y exige que la entrevista se realice sin esos instrumentos. De nocomplacerla, amenaza con irse. Entre tanto, permanece de pie, discutiendo, mientrasSergio intenta negociar con nosotros para que cedamos y para que su hermana

    consienta en quedarse.

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    Los terapeutas le contestan que con mucho gusto la complaceran pero que ensituaciones como la que se presenta, desde hace mucho tiempo viene trabajndoseslo de esta manera porque se ha comprobado que de no ser as, no cambia nada. Esentonces la madre quien define que va a quedarse y aceptar las condiciones delequipo. All, Luisa se tranquiliza y toma asiento.

    Nosotros, como equipo, entendimos la reaccin de Luisa como unaprovocacin. Al conocer el funcionamiento de estas familias, estamospreparados para tales momentos. No dejamos que nos invadan emociones quenos haran reaccionar defensivamente, sino que mantenemos el rumbo sindescalificar al provocador ni su propuesta. Cambiar actitudes que vienenrepitindose por aos no es fcil para nadie, y resulta comprensible que causemucho miedo y promueva pataleos y berrinches. Pero somos conscientes deque esos berrinches precisan lmites.

    Por qu es tan importante saber manejar la provocacin?

    Para responder a esta cuestin es necesario preguntarse como lo haceC.Sluzki- sobre los factores que mantienen los sntomas. La serie de estosfactores que coexisten en una familia con un miembro sintomtico puedeestablecerse como sigue:

    - que el grupo familiar comparta un criterio consensual de enfermedad, comouna condicin por la que no se exige al sujeto-problema que seresponsabilice de sus conductas. Este sistema de creencias coincide con labsqueda de una resolucin mdico-psiquitrica del problema.

    - Que, de producirse tensiones entre las personas, tales tensiones se

    mantengan bajo control. Si las tensiones aumentan ms all de un lmite,entre todos los miembros de la familia designarn a alguien para que sehaga cargo de ellas. En consecuencia, las tensiones tienden a serpermanentemente delegadas en alguien.

    - Que cada uno disminuya la intensidad del registro de su propio placer odisgusto (habitualmente lo delegan de uno en otro). Ninguno se comprometecon sus propias necesidades vitales.

    - Que se mantengan algunas pautas fijas a lo largo del tiempo, como si lagente no creciera o como si el tiempo no pasara.

    - Que la estructura jerrquica en algunos subsistemas permanezcainamovible, incuestionable.

    JUEGO AMBIVALENTE DE TENSIONES. ALGUNAS REFLEXIONES

    Si se piensa que los circuitos interaccionales de las familias en las que seproducen conductas de abusos persisten debido a factores que coincidenestrechamente con los que mantienen la existencia de una manifestacinsintomtica, cabe continuar la lnea de intervencin contra-provocadorapropuesta por el ITF de Roma. De ese modo se contribuye a experimentar,fundamentar y precisar su aplicacin tambin a las consultas por problemas deabuso en las relaciones, y de abuso de sustancias.

    Poner el foco en el juego de tensiones nos condujo a preguntarnos, hace aosya, cuando comenzamos con las metforas de coconstruccin en la terapia

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    (Ravazzola y Mezires, 1986): de dnde surgen esas tensiones? Aluden aalgo tendido entre por lo menos- dos polos que tironean. Y cules son esospolos? Tentativamente, respondimos que tienen tal vez que ver con laineludible danza biopsicosocial humana, por la que pertenecemos a grupossociales significativos y, al mismo tiempo, necesitamos diferenciarnos como

    sujetos nicos, lo que nos lleva a una igualmente ineludible situacin decontradiccin personal-grupal.

    Cada cultura, cada grupo, cada individuo, propone y se propone formas deresolver esta contradiccin, y quizs haya habido a lo largo de la historiahumana convergencias ms y menos exitosas. En nuestra cultura occidental,los valores difundidos desde los medios masivos, transmisiones generacionalesde tradiciones, etctera, nos sumen en una paradojizacin flagrante a travs demandatos como los que siguen: 1) existe el culto al hroe, individuo nicoporexcelencia, que es tanto ms heroico cuanto ms se sacrifica por los dems; 2)las mujeres, como madres heroicas, por ejemplo, DEBENdedicar su vida a los

    hijos, pero a la vez realizarse como personas y prever los aos de vidaposteriores a la partida de los hijos del hogar paterno, por lo que tienen quedesarrollarse en alguna rea de su propio inters; 3) los hijos deben a suspadres y familias pero, al mismo tiempo, son raros o enfermos si no sealejan y no constituyen un grupo familiar propio.

    Es sabido que al optar, siempre algo perdemos.

    Nuestras diferentes y personales- construcciones de la realidad pueden incluirla creencia o la ilusin de que podemos no optar y, por lo tanto, no perder, nocomprometernos en la consecucin de lo que queremos, o sea que podemosmantener indefinidamente una oscilacin ambivalente. Esta construccinsupone una delegacin, tanto del aspecto de la contradiccin que, en cadamomento, nos resulta ms difcil o amenazante, cuanto a veces- de la mismadecisin de elegir. Cuando es as, tambin tenemos que delegar nuestroregistro de lo que queremos. Esta oscilacin permanente coincide con ladetencin de los procesos evolutivos en su devenir naturalmente cambiante:Los seres vivos y las organizaciones sociales cambian permanentemente3.Como el burro frente a las dos parvas de heno igualmente grandes, el sujetodebera comprometer su decisin hacia una de ellas pero permanece enconstante oscilacin (Watzlawick y otros, 1971). El circuito oscilante se

    mantiene en tanto no haya alternativas que permitan valorar las diferenciasentre las parvas de heno. Por lo tanto, todo el circuito interaccional debereverberar de modo ambivalente, detenido en una oscilacin constante entre laparva de pertenencia y la de autonoma. As es que para quedarse con lailusin de no perder, hay que generar mecanismos (con gasto energtico) quemantengan la oscilacin y minimicen permanentemente las diferencias.

    En tanto terapeutas familiares, y siguiendo el hilo de este discurso, es paranosotros de permanente inters el modo en el que se producen los circuitos demantenimiento en las familias con miembros sintomticos, en las cualesocurren repetidas interacciones de abusos. Interesa saber, en efecto, cules

    3H. Maturana, comunicacin personal, Buenos Aires, 1983.

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    son en estas familias los mecanismos eficaces para el mantenimiento de unaoscilacin. Tales mecanismos tienen que permitir a los sujetos tender haciapolos cohesivos y diferenciativos a la vez, sin que uno prevalezca sobre otro(crecera una de las parvas). Encontramos con frecuencia que en ellas seformulan apreciaciones en un plano (generalmente verbal), flagrante

    desmentidas en otro plano (generalmente gestual o de acciones concretas).

    En la vida corriente se escuchan muchos de estos ejemplos. Una mujer dice,protestando: A mi marido no le aguanto ms que llegue tan tarde, y lo dicemientras arregla la mesa para servirle la comida cuando llegue. Las palabrashablan de algo a lo que se pone fin, ya intolerable para el sujeto, mientras quelos actos, y seguramente la actitud de la misma seora cuando est frente a sumarido, indican que aguantar muchas veces ms. La madre que dice al hijosta es la ltima vez que te alcanzo lo que te olvidaste, sabe ella misma,mientras le alcanza el objeto por el que protesta, que volver a hacerlo laprxima vez que el hijo se lo reclame. En estos ejemplos las personas hablan

    la autonoma mientras actan la pertenencia.

    Estos actos que se anulan mutualmente tienen el efecto de permitir ciertadescarga de tensin en las interacciones en las que, de no realizarlos, el sujetoestara a punto de registrar un displacer. De todos modos, como se anulan unaa la otra, no inclinan el movimiento en una determinada direccin y, por lotanto, no hay cambio. Puede continuarse con la ilusin de que es posible nooptar, no comprometerse; no hay alarma frente a una tensin dolorosa en laque se sera desleal a la familia o, por lo menos, consciente de una renunciapersonal.

    Estamos ante un fenmeno social comn y corriente. En las familias y en losgrupos sociales, en general, se realizan actos propios de lo que llamamos ladanza relacional (Whitaker, 1982), confirmatoria por un lado- de pertenencia(proporciona identidad, seguridad, continuidad, etctera) y que corrobora -porel otro- la individualidad. Sucede en la vida de todos los das. Cada vez que seresponde a una pregunta, se est por un lado, respondiendo a una induccin,certificando una pertenencia a un cdigo social y, por el otro, dando unarespuesta personal. Pero no necesariamente el circuito interaccional seestablece de un modo fijo: se producen, por el contrario, movimientosgenerados por las necesidades particulares de cada sujeto.

    En los casos que interesan particularmente en este trabajo (maltratos), el polodiferenciador de los mensajes para ser, por alguna razn, muy difcil de asumiry, por lo tanto, se presenta slo para ser anulado por algn otro mensaje,generalmente expresado en otra rea (corporal-conductal, cuando el mensajediferenciado es verbal). Es asimismo importante evaluar el contexto donde semanifiestan estas ambivalencias y las expectativas que se generan en funcinde tal contexto. A veces, se espera que un tercer sujeto, espectador delmensaje, asuma el polo diferenciador y lo convierta en su causa. En esoscasos, si quienes interactan son el marido y la mujer, frecuentemente esetercero es un hijo que hace suya la causa de uno de los padres. Cuando

    estas familias llegan a la consulta, sus miembros proponen mensajesambivalentes y esperan que el terapeuta sea el que tome a su cargo la

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    Captulo 9. Provocacin. Una forma sui gneris de comunicar Historias infames: Los maltratos en la relacionesM.C. Ravazzola

    p.p. 182-195. Ed. Paids, 2005

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    manifestacin diferenciada. En otras palabras, que asuma la necesidad decambio de cada uno.

    Por todo esto, los mensajes ambivalentes resultan importantes para elterapeuta familiar. Si la ambivalencia est presente, significa que l es el

    candidato ptimo para que se le deleguen las necesidades diferenciadoras delos miembros del sistema familiar. Si las hace suyas, la familia puede, ahoraincluyndolo como parte de ella, seguir oscilando indefinidamente o sloregistrar sus tendencias cohesivas.

    Tambin es cierto que el terapeuta tiene al mismo tiempo, a travs de estasmanifestaciones, una oportunidad nica de entrar en el sistema familiar, si logramaniobrar desde una devolucin total de lo expresado de forma ambivalente(por uno, o entre dos, miembros de la familia), hasta producir la amplificacindel aspecto del mensaje que de no ser as- quedara oculto.

    A la luz de estas reflexiones, lo que llamamos provocacin resulta ser,entonces, un tipo especial de mensaje igualmente ambivalente, con el que unsujeto induce violentamente a otro a que d pruebas de su lealtad al sistema deexpectativas mutuas en el que ambos se manejan.

    Un adolescente, por ejemplo, puede decir al terapeuta, con tono despectivomientras sus padres miran y escuchan atentos Usted va a hacer algo porm?, si ni siquiera conoce los nombres de los medicamentos que tomo......

    Este mensaje presenta algunas ambivalencias que es til reconocer:

    a) Adolescente despreciativo y provocador vs. padres reconocidos que pidenayuda.

    b) Adolescente despreciativo vs. adolescente sentado en el consultorio deldespreciable terapeuta.

    c) Adolescente necesitado de atencin y garantas vs.adolescente agresivo ydespectivo.

    Lo esperado y previsible sera que el terapeuta dijera: Bueno, justo no conozcoesos medicamentos, pero si me decs la droga que los compone... o, Bueno,yo no estoy de acuerdo con dar remedios, por eso es que.... En fin, alguna

    explicacin que lo defienda y devuelva al adolescente y a su familia la idea deque el terapeuta funciona con las mismas pautas que ellos.

    Un aspecto especial de la ambivalencia a la que se alude aqu la provocacindel sistema familiar (a travs de alguno o varios de sus miembros) al terapeuta-provee a este terapeuta de un camino de intercambio intenso consigo mismo ycon todos. Pero no por cierto respondiendo en la lnea defensa-ataque prescritapor la familia, sino ofreciendo otra propuesta que incluya los polos de laambivalencia. Por ejemplo, puede decir al joven: Te agradezco que te hayasmolestado hasta aqu, a pesar de mis ignorancias. Espero que me ayudes en loque desconozco porque voy a necesitarlo.

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    Si el terapeuta elude la trampa de tener que responder a la induccin, losmiembros de la familia tambin pueden hacerlo. Cuanto menos intente elterapeuta convencer o tironear o mover a los consultantes en unadireccin, menos cargar con delegaciones que lo lleven a reforzar el no-cambio. Este equilibrio es difcil porque a la vez tender a ayudarlos a cambiar.

    Resulta obvio, en consecuencia, que los terapeutas enfrentados a situacionesde maltrato tienen que ser capaces de registrar estos fenmenoscomunicacionales provocadores. Muchas veces se trata de desafos claroscomo los descritos, pero es muy frecuente que las manifestaciones sean mssutiles. Estas ltimas constituyen, en el contexto teraputico, una forma desntomas en sesin que aparecen como incongruencias de sentido en losdiscursos: sabemos que se trata de las mismas ambivalencias de laprovocacin porque tambin provocan alguna forma de molestia en elterapeuta. Cuanto ms entrenado se encuentre ste para percibir susimgenes, sus deseos, su comodidad y bienestar, ms capaz ser de detener

    las interacciones en las que apareci el malestar, y en producir una nueva rutaen la conversacin.

    En las entrevistas transcritas en otros captulos hay abundantes ejemplos deestos sntomas comunicaciones que ocurren en la conversacin: entre ellos, lasprovocaciones son algunas de las formas menos sutiles.