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III LA FORMACIÓN HUMANA 1. PERSONA Y EDUCACIÓN En nuestros días, al hablar de educación, la referencia más común suele ser un grupo humano; de tal manera que cuando se habla de la necesidad de la educación, parece que no puede entenderse otra cosa que no sea una tarea válida para varios o muchos. Los más grandes y más difundidos discursos sobre la educación tienen frecuentemente a una colectividad como referente. Las ideas pedagógicas se reputan como importantes y se celebran como valiosas en la medida en que sea mayor la colectividad a la cual se dirigen; máximamente, claro está, cuando el destinatario es la comunidad humana. Por eso, los estudios de los organis mos internacionales —principalmente de la UNESCO— sobre la educa ción se acogen como dictados supremos para la práctica y el saber peda gógicos. Sin negar este alcance común o comunitario de la educación, no por ello debe olvidarse que, ante todo e inmediatamente, es un quehacer diri gido a sujetos particulares que, tomados uno a uno, son todos ellos  personas.  Las normas, métodos u orientaciones pedagógicas se resuelven siempre —sean cuáles sean las condiciones económicas, culturales o sociales de su ejercicio— en una labor personal, o, dicho más precisa mente, en una labor interpersonal. De hecho, así ocurre con toda tarea 151

Capitulo 3 La Formacion Humana(1)

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  • III

    LA FORMACIN HUMANA

    1. PERSONA Y EDUCACIN

    En nuestros das, al hablar de educacin, la referencia ms comn suele ser un grupo humano; de tal manera que cuando se habla de la necesidad de la educacin, parece que no puede entenderse otra cosa que no sea una tarea vlida para varios o muchos. Los ms grandes y ms difundidos discursos sobre la educacin tienen frecuentemente a una colectividad como referente. Las ideas pedaggicas se reputan como importantes y se celebran como valiosas en la medida en que sea mayor la colectividad a la cual se dirigen; mximamente, claro est, cuando el destinatario es la comunidad humana. Por eso, los estudios de los organis-mos internacionales principalmente de la UNESCO sobre la educa-cin se acogen como dictados supremos para la prctica y el saber peda-ggicos.

    Sin negar este alcance comn o comunitario de la educacin, no por ello debe olvidarse que, ante todo e inmediatamente, es un quehacer diri-gido a sujetos particulares que, tomados uno a uno, son todos ellos personas. Las normas, mtodos u orientaciones pedaggicas se resuelven siempre sean cules sean las condiciones econmicas, culturales o sociales de su ejercicio en una labor personal, o, dicho ms precisa-mente, en una labor interpersonal. De hecho, as ocurre con toda tarea

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  • FILOSOFA DLA EDUCACIN

    realmente humana, pues el ser humano nada hace sino en relacin con sus semejantes, sea esta relacin ms o menos prxima y directa. No obstante, si toda tarea humana concierne e incumbe a seres humanos, no todas atienden inmediata y directamente al ser humano en cuanto tal; esto es, en cuanto que persona. As, por ejemplo, la medicina se ocupa de algo tan esencial como la salud. Pero la salud es algo de la persona, pues sta no deja de ser tal en la enfermedad; ni siquiera deja de ser persona en la misma muerte. Como en la medicina, en otras varias actividades humanas se tiene como destinatario a un aspecto o dimensin ms o menos esencial de las personas. En cambio, el quehacer educativo, si verdaderamente es tal, afronta directamente la condicin personal del ser humano.

    Hay concepciones y metodologas pedaggicas enteramente vertebra-das desde esta consideracin; como, por ejemplo, el sistema de la educa-cin personalizada, propugnado por V. Garca Hoz1. Sin tener explcita-mente una filosofa de la educacin que la sustente, es una propuesta que alcanza a todos los aspectos de la educacin acadmica o educacin forma2, desde el didctico hasta el organizativo. Se definen tres principios prcticos que expresaran las notas o caractersticas esenciales de la persona: autonoma, dignidad y apertura3; de ellos se derivaran todos los grandes objetivos educativos y las grandes y bsicas orientaciones metodo-lgicas para la enseanza. Es una amplia, fecunda y extendida concepcin que, sin pretensiones de exclusividad, muestra muy concretamente un desarrollo pedaggico centrado en la consideracin del educando como persona.

    Sin embargo, aunque se puede afrontar, no es posible incidir directa-mente en el mismo ser personal del educando. El educador promueve el conocimiento y suscita acciones, pero la respuesta proviene del aprendiz; el grado de implicacin en el quehacer educativo puede potenciarse desde la enseanza, pero la dedicacin y el compromiso en el aprendizaje es un asunto personal. El fondo de la persona, el ser personal es algo intangible, e incluso inexplorado en buena parte por el sujeto que aprende. No obs-tante, el educador, aunque no alcance el objeto de su actuacin, no por ello puede desconocerlo. Ah radica la clave de su eficacia en su ayuda inestimable a la formacin de la personalidad humana.

    1. Cfr. GARCA HOZ, V., Educacin personalizada, CSIC, Madrid, 1970; el mismo autor ha dirigido la magna obra del Tratado de Educacin Personalizada, en 33 tomos, Rialp, Madrid.

    2. Para este concepto, ver ms adelante, 1.6. 3. Cfr. GARCA HOZ. V., Principios de Pedagoga Sistemtica, Rialp, Madrid, 1960, 27.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    1.1. La persona y la eminencia de la educacin

    Ninguna otra tarea como la educacin ninguna otra entre las ms menudas o las ms trascendentes de la existencia se ocupa tan directa y necesariamente de la persona. La educacin debe encarar en primer lugar "la realidad ms importante de este mundo, a la vez ms misteriosa y elusiva, y clave de toda comprensin efectiva: la persona humana"4. Otras tareas y otros saberes encuentran tambin a la persona humana en algn momento de su discurso prctico o terico; pero la educacin se topa con ella en su mismo comienzo, pues es una actuacin humana, tanto por parte de quien ensea, como por parte de quien aprende; y lo humano, consi-derado en su ms profunda realidad, se resuelve en la persona. Todo lo que somos, lo que tenemos y lo que queremos se sintetiza en la vida personal de cada uno. Por eso, la persona cobra carcter absoluto de fin respecto de nuestras acciones, lo que constituye un imperativo prctico, segn la afortunada expresin de Kant: "obra de modo que uses la humanidad tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro siempre a la vez como fin, nunca meramente como medio"5. La persona no tiene un valor medial: no es elemento o valor de cambio para nada, pues es "lo ms perfecto en toda la realidad"6.

    Esta afirmacin de Toms de Aquino parece desmesurada a primera vista si no se tiene la referencia conceptual adecuada. Cuando se habla de "persona" no se est hablando de cualquier manera del ser humano; es evidente que no puede afirmarse lo mismo de otros trminos, tales como "yo", "sujeto" o "individuo". El "yo" puede entenderse como el auto-concepto o la idea que cada uno se forma de s mismo, y que puede obje-tivarse reflexivamente, e incluso proyectarse objetivamente a otras indivi-dualidades. En cualquier caso, el yo resulta ser una autorreferencia ideal de la subjetividad. Por otra parte "sujeto" es un trmino propio de la tradicin filosfica del idealismo trascendental desde Kant a Husserl y conlleva la referencia al objeto para su comprensin: el sujeto es el polo opuesto al objeto en la dinmica del conocimiento segn se da en la conciencia intencional, denotando la singularidad del agente cognoscente frente a la universalidad de lo conocido como objeto. Esta misma referencia de

    4. MARAS, J., Persona, Alianza Editorial, Madrid, 1996, 9. 5. KANT, Fundamentacin de la metafsica de las costumbres, 2a seccin, 429, 10; Ariel,

    Barcelona, 1996, 189. 6. TOMS DE AQUINO: S. Th. I, q. 29, a. 3.

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  • FILOSOFA DE LA EDUCACIN

    singularidad es el fondo significativo de la nocin de "individuo", en este caso en contraposicin a grupo, clase o colectividad. El individuo se define por relacin al gnero o especie a la que pertenece, resultando as cada uno un caso individual del gnero humano o humanidad en su conjunto.

    Obviamente, cuando se dice que la persona es "lo perfectsimo en toda la realidad" no se est hablando del yo, del sujeto, del individuo o de cualquier otra denominacin, que puede ser real, pero siempre es parcial respecto de la totalidad que se expresa con el trmino "persona". Por lo tanto, no hay una oposicin radical entre yo, sujeto e individuo respecto de persona; ocurre que sta sobrepasa a los otros conceptos. As por ejemplo, no se oponen persona e individuo, pero tampoco se identifican, pues "las personas son individuos con capacidad de iniciativa (...) Cada hombre es un ser individualmente activo, aunque no en todo instante est ejerciendo la capacidad correspondiente"7.

    La persona humana es una realidad irrepetible de suyo: si todo ser humano participa de la misma naturaleza la humanidad que define lo que es, no se agota en ella, pues su dignidad no se agota en lo que es, sino en quin es. La dignidad humana, en efecto, no se considera como propia de la especie humana, sino de cada individuo, que es por ello persona. Si la dignidad perteneciera al gnero humano tendra sentido, por ejemplo, la eliminacin de algunos individuos en beneficio de los restantes; pues, por definicin, la dignidad humana no se resuelve cuantitativamente, y el que la cumplieran unos cuantos individuos de ms o de menos no afectara en nada en su valor. (Esto no es una abstrusa fantasa especulativa: la historia reciente y el mismo presente de la humanidad ofrecen, a diversa escala, suficientes muestras de la horrible posibilidad de su realizacin efectiva: la aniquilacin de determinados individuos en pro de la "humanidad superior".)

    Que la persona sea irrepetible implica tambin que es irreductible: que no puede reducirse a nada superior a ella y por ello, propiamente y de suyo, resulta incognoscible en s misma. "Los actos tericos de la inteligencia conocen asuntos universales y necesarios de la naturaleza humana, pero la intimidad de las personas desborda su alcance"8. Si la dignidad humana es privativa de cada persona, se implica que radica en su ms profundo interior, esto es: en su intimidad, que resulta as constitutiva

    7. MlLLN-PUELLES, A., voz "Persona", Lxico Filosfico, 459. 8. SELLES, J. F., La persona humana, Universidad de La Sabana, Bogot, 1998, vol. II, 220.

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    de su ser nuclear. La incapacidad de la inteligencia terica para conocer dicho ncleo personal se corresponde con la imposibilidad de la inteli-gencia prctica para educar a la persona en cuanto tal; por ello, la educa-cin slo puede ser una ayuda para el perfeccionamiento personal, pues nunca se alcanza en la accin pedaggica el ncleo personal de cada uno. "La razn conoce manifestaciones de cada uno de nosotros, pues eso de que por lo que aparece no puede juzgarse el interior de la persona no es una frase hecha, o un consejo piadoso, sino una gran verdad. Juzgar es propio de la razn, pero la razn no accede al ncleo personal"9. Anloga-mente, la razn prctica no alcanza ms que las acciones particulares de los otros anlogas a las manifestaciones singulares que conoce la razn terica, y por ello la accin educativa no incide directamente en el ncleo radical de la persona: slo ayuda a disponer las mejores acciones para propiciar el crecimiento personal.

    Aqu radica la dificultad intrnseca de la educacin: no poder acceder de modo directo a su objeto, ni terica ni prcticamente, y sin embargo no poder dejar de considerarlo como ltimo referente real de su actuacin. El problema de la relacin unidad-diversidad se acenta con estas conside-raciones. La unidad es lo propio de todo ser vivo, pues la vida se realiza como integracin de rganos o partes diversas. En la persona, dicha unidad se realiza en la intimidad de su ser; por lo tanto, en la medida en que la educacin pretende humanizar a su sujeto, debe referirse necesaria-mente a esa unidad ntima que lo constituye como persona. Sin embargo, no puede acoger y comunicarse ms que con manifestaciones parciales y acciones particulares y por tanto diversas y exteriores de la unidad personal.

    Puede resolverse prcticamente este problema? En rigor, no es posible; y en esta imposibilidad constitutiva radica la fuente de muchos y graves errores en antropologa y en pedagoga, pues incita a obviar u olvidar la dualidad unidad-diversidad. De hecho, as se ha obrado en mltiples propuestas educativas, que se han atenido a alguna faceta de la vida personal, tomndola en cuenta exclusivamente, postergando las restantes dimensiones y desnaturalizando as la accin educativa y su sujeto. Desde tal posicin se han forjado los reduccionismos pedaggicos, bajo las formas usuales de los intelectualismos, voluntarismos, emotivis-mos, socialismos o colectivismos, segn se haya acentuado la incidencia de la accin educativa en la formacin de la inteligencia, la voluntad, la

    9. dem.

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  • FILOSOFA DE LA EDUCACIN

    afectividad, las habilidades sociales o cualquier otro aspecto manifestativo de la persona.

    No obstante la incapacidad para resolver un problema no implica la inaccin. Precisamente en esa incapacidad se asienta la excelencia de la dignidad humana que se realiza en la persona. Dicha dignidad se acredita como de orden superior a la propia capacidad o poder para resolver el problema esencial, que no impide afrontarlo aunque no se alcance su solucin. De hecho, la elusin de la relacin unidad-diversidad en la accin educativa es sntoma seguro del desmedro de la persona y, conjun-tamente, del desdoro de la misma educacin, que sostiene su excelen-cencia directamente en la atencin y la afirmacin de la condicin personal del ser humano.

    El valor eminente de la educacin se funda en su directa e inmediata relacin a la persona; de la suprema dignidad de sta resulta la excelencia de la educacin: "La dignidad es una preeminencia o excelencia (excellere significa destacar) por la que algo resalta entre otros seres por razn del valor que le es exclusivo o propio"10. La tarea de educar es excelente as, no por su consistencia intrnseca, esto es, por su eficacia productiva, sino que destaca sobre otras tareas por eso es excelente por su objeto propio, que es la persona. Respecto de otras actividades humanas, cabe hablar de produccin, de elaboracin, de consecucin: en suma, de resultados de la actividad. Incluso ocurre as en una actividad tan valiosa como la curacin. La enfermedad y el dolor son hechos ineludibles que impiden la expansin debida de la vida personal; de ellos se ocupa la medicina, sirviendo sustancialmente a la persona. Sin embargo, como ya se mencion, la medicina no se ocupa directamente de la persona, aunque atiende eso s a algo que incumbe vitalmente a la persona, como es su salud. La educacin, en cambio, s que se destina a la persona, pues se emplea derechamente en la promocin de su actuacin propia, suscitando eficientemente el obrar racional del educando.

    Por eso en la educacin cabe decir que, en cierto sentido, el resultado ya est dado en el principio: el resultado no puede ser otro que la condi-cin personal del educando. En educacin no cabe hablar de produccin, sino de formacin; pues "se trata de dar forma a lo ya formado, no en cuanto formado, sino en cuanto incompletamente formado"11. La atencin

    10. MILLN-PUELLES, A., Lxico Filosfico, Rialp, Madrid, 1984, 457. 11. ALTAREJOS, R, Educacin y felicidad, Eunsa, Pamplona, 1986, T ed., 17; cfr. GARCA HOZ,

    V., Principios de Pedagoga Sistemtica, Rialp, Madrid, 1970, 5a ed., 16-18.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    a la condicin personal del ser humano proporciona inmediatamente la ms saludable y veraz orientacin al quehacer educativo. Hablando propia-mente, el educador no forma al educando, sino que ste se forma con la ayuda coadyubante del educador. El educador no puede producir ni obte-ner personas; esto sera negar su dignidad esencial. El educador slo puede cooperar en la plenificacin de la condicin personal del educando: slo puede propiciar o fomentar su formacin.

    Una segunda consideracin de la excelencia de la educacin implcita en la anterior es su inmunidad al xito o al fracaso, entendiendo stos en trminos de consecucin de resultados. En efecto, en cuanto que la condicin personal est dada en el ser del educando, y en cuanto que la educacin no es otra cosa que una ayuda a su plenificacin intrnseca, sta se encuentra por encima de la obtencin de un posible resultado definitorio. La educacin no slo es actividad; tambin, y primordialmente, es accin12. Una actividad tiene un fin terminal o parcial {peras)13; que puede culminar felizmente, teniendo entonces xito; o bien puede truncarse en la consecucin de sus objetivos, abocndose as al fracaso. Sin embargo, cuando se trata de una accin propiamente tal, de una accin inmanente, slo cabe que se realice o se frustre, independiente-mente de todo resultado de la actividad subsecuente. Y esta realidad se manifiesta claramente en la accin personal. Se habla a veces de una "vida despersonalizada", pero no significando una vida sin personalizar, sino indicando un modo de vida fuera de contra lo personal. Una vida humana despersonalizada, si cabe hablar as, es una vida humana que contraviene sus ms propios e ntimos dictados; es una vida antinatural.

    El ser humano es, ante todo, persona; el conocimiento de lo que eso significa es esencial para el quehacer educativo. Este conocimiento, no obstante, debe ser prctico; pues el estudio de un tratado de metafsica o de antropologa trascendental no resuelve ni sustenta operativamente la relacin educativa entre personas. Dichos tratados ponen de manifiesto la radicalidad de la persona en el mundo, pero no aclaran suficientemente la ndole de la accin personal que, como tal, slo se realiza plenamente como accin dirigida a otra persona; o sea, como accin interpersonal. Sin embargo, pese a su insuficiencia prctica, esos estudios o tratados son un buen punto de partida terico. Conviene entonces una breve recapitulacin de la nocin de persona como introduccin a la comprensin prctica de

    12. Ver antes, Ia parte, 3.1. y 3.2. 13. Ver antes, IIa parte, 1.2.

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    su realidad, que es la referencia primaria para la comprensin prctica de la educacin.

    1.2. La persona: de la subsistencia a la coexistencia

    Ya desde Toms de Aquino es tpico comenzar la reflexin sobre la persona aludiendo a la definicin ofrecida por Boecio: "sustancia indivi-dual de naturaleza racional"14. Pero esta nocin ser slo el punto de partida para las consideraciones posteriores de Santo Toms, que com-pletan y consolidan la nocin de persona para la especulacin posterior15. La primera observacin que realiza es dirimente para el presente estudio: la formulacin de Boecio no especifica si en el lenguaje metafsico de Toms de Aquino se est refiriendo a la sustancia primera o a la sustancia segunda16; dicho de otro modo, que puede entenderse tanto personalidad o personeidad como esta persona. Esta observacin se vincula con la necesidad de preguntarse lo que es decisivo para la filosofa de la educacin y tambin para la antropologa sobre todo por quin es el hombre, ms que por qu es el hombre; se trata de pensar "no ya la vida humana esto se ha logrado con asombrosa perfeccin en nuestro siglo sino la persona que vive"17. Esta dificultad es tambin el primer aviso sobre el valor del anlisis metafsico de la persona que, siendo verdadero, resulta insuficiente para una filosofa prctica.

    Para Toms de Aquino, la decisin por la sustancia primera viene dada por la acotacin de individualidad que figura en la definicin de Boecio, y se refuerza por el aadido "de naturaleza racional" que la especi-fica definitivamente. "La naturaleza racional determina especficamente el ser de la persona, distinguindolo as del correspondiente a las dems sustancias individuales. Cada persona tiene individualmente la naturaleza racional. Ser persona consiste, pues, en ser sujeto de la naturaleza racional; y, a su vez, sta, en tanto que poseda, es lo que hace que sea persona su sujeto"18.

    14. TOMS DE AQUINO, S. Tk, I, q. 29, a.l. 15. Cfr. FORMENT, E., Persona y modo sustancial, PPU, Barcelona, 1985, 35 y ss. 16. 5. Th.,1, q. 29, a. I ,ad2. 17. MARAS, I, Persona, 134. 18. MILLN-PUELLES, A., voz "Persona", Lxico filosfico, 460.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    No obstante, y estando claro este planteamiento en Toms de Aquino, la exgesis tomista posterior va a encontrar aqu un punto de divisin al determinar cul es el constitutivo esencial de la persona, su fundamento radical. Pues si la racionalidad esta afirmada taxativamente, tambin se puede y se debe considerar la esencial propiedad metafsica de la sustan-cias primeras, que es la subsistencia. "De una manera esquemtica puede definirse la subsistencia como la independencia de todo sujeto de inhesin, respecto de todo coprincipio y respecto de toda parte"19. Por ser sustancia individual, la persona es, ante todo, subsistente; lo que significa que su ser es independiente:

    a) de todo otro sujeto del que puedan predicarse las mismas caracte-rsticas que las suyas de cualquier sujeto de inhesin;

    b) de otro sujeto similar que opere con l conjuntamente en su ser de cualquier coprincipio;

    c) de otro sujeto con el cual tenga parte formando un todo unitario de cualquier parte.

    Tal es el resultado del anlisis metafsico que, como se ha dicho, plantea la dificultad de establecer cul es el constitutivo esencial de la persona; de qu es primero y fundamental en el ser personal, si la sub-sistencia o la racionalidad. No se trata obviamente de una cuestin dirimente para la nocin metafsica de persona, que afirma ambas notas, y en cuya sntesis adems se encuentra la clave del rango ontolgico superior de la persona que, en tanto sujeto subsistente de naturaleza racional recibe el nombre de suppositum (hipstasis, en griego). Por eso, "el rango ontolgico de la persona no viene exclusivamente de la natu-raleza racional, sino tambin de la suficiencia o plenitud en que estriba la subsistencia"20.

    La preeminencia de la subsistencia o la racionalidad no es decisiva en el orden ontolgico de la fundamentacin; pero se torna algo problemtica en el orden antropolgico de la operatividad radical. Parece que, aten-diendo al nmero como a la autoridad de los intrpretes tomistas21, el constitutivo esencial de la persona estriba en la subsistencia, antes que en la racionalidad. Es la orientacin interpretativa que ha recibido el nombre

    19. Ibidem. 20. Ibidem, 461. 21. Por nombrar slo a algunos del presente siglo, pueden citarse a O.N. Derisi, C. Fabro,

    E. Gilson, J. Maritain o J. Rassam.

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  • FILOSOFA DLA EDUCACIN

    de "entitativa" frente a la orientacin "esencialista" que opta por la racionalidad y que responde mejor al sentido del estudio de Toms de Aquino, que es de finalidad teolgica y, por ello, de carcter metafsico. De ah que, siendo verdaderas sus afirmaciones, puedan resultar insufi-cientes para una consideracin antropolgica de la persona que pueda fundar la accin pedaggica, y por tanto la filosofa de la educacin.

    Dicha insuficiencia se revela cuando se prosigue con el anlisis meta-fsico y comparece como nota esencial la incomunicabilidad de la persona. Junto a la subsistencia, racionalidad, totalidad expresin del concepto "sustancia especfica completa", que no interesa ahora la incomunica-bilidad es la ltima caracterstica afirmada como propia y esencial de la persona. "El poseedor de la naturaleza racional es un ser subsistente, un sujeto o suppositum, cuya entidad est cerrada en s misma segn el modo de la independencia respecto a todo sujeto de inhesin, respecto de todo coprincipio y respecto de toda parte (en el sentido anteriormente ex-puesto)"22. Esta incomunicabilidad se dice de la entidad, o de la persona en tanto que ente, para diferenciarla de otros entes, concretamente de otras sustancias primeras como minerales, plantas o animales. La incomunicabi-lidad en el ser no impide obviamente su relacin con otros entes ni, por supuesto, con otras personas. Sacar esta errnea conclusin es un atentado al sentido y la experiencia comunes. No obstante, la afirmacin necesaria de la clausura en s misma o incomunicabilidad entitativa de la persona s que dificulta mucho el establecimiento de otra nota o caracterstica del mismo rango, y que es decisiva para la educacin: la relacionabilidad.

    Diversos intrpretes tomistas han incluido la nota de relacionabilidad entre las restantes de la persona; pero ha sido a costa de una exgesis hermenutica discutible, pues, cuando menos, se ha tenido que recurrir a otros textos tomistas vinculados a la nocin de participacin y slo muy indirectamente pertinentes a la nocin de persona. La apelacin a la rela-cionabilidad fue debida principalmente a la presencia de otras corrientes de pensamiento contemporneas: tanto el existencialismo23 como el personalismo24 establecan precisamente a la comunicabilidad bajo distintas formas y nombres como el rasgo definitorio esencial de la condicin humana. Por ejemplo, tanto en K. Jaspers, como en M. Scheler

    22. MlLLN-PUELLES, A., Ibidem. 23. As, en la obra de M. Heidegger, K, Jaspers, G. Marcel, e incluso en el pesimismo de

    J. P. Sartre. 24. Por ejemplo: M. Buber, E. Mounier, M. Nedonclle, M. Scheler, K. Wojtyla.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    y K. Wojtyla (en su obra filosfica Persona y accin) confieren a la comu-nicabilidad el rango antropolgico supremo bajo el mismo nombre de transcendencia, aunque obviamente con sentidos antropolgicos muy distintos.

    El problema, pues, radica en que la incomunicabilidad establecida en el anlisis metafsico de la nocin de persona, como consecuencia ine-vitable de la subsistencia, no impidiendo la relacionabilidad, tampoco puede establecerla parejamente en categora ontoigica, y slo puede admitirla como propiedad derivada o subsidiaria. Pero precisamente en la antropologa que resulta idnea para la filosofa prctica y que demanda particularmente la filosofa de la educacin la comunicabilidad de la persona es esencial y prioritaria para toda consideracin ulterior, especial-mente cuando el asunto de la comunicacin resulta radical. No se trata de una oposicin de tesis filosficas, sino de dos visiones distintas, o dicho de otra manera, de "una presentacin del problema completamente nueva en relacin a la filosofa tradicional"25.

    Esta nueva visin y presentacin vienen demandadas por la necesidad de afrontar la realidad personal desde la perspectiva de su operatividad o actuacin, en la cual la consideracin de la subsistencia como constitutivo esencial resulta insuficiente. De hecho, parece ser as para el propio Toms de Aquino, al menos en cuanto que, para l, la distincin radical entre la sustancia-primera-subsistente y el suppositum o hipstasis sustancia-primera-subsistente y de naturaleza racional radica en que stas "son dueas de sus actos y no se limitan a obrar impulsadas, como sucede con las otras, sino que se impulsan a s mismas y las acciones son propias de los singulares"26. Este planteamiento apunta la posibilidad de que el Aquinate fuera consciente de la frontera de su perspectiva teolgico-metafsica, pues roza la demarcacin antropolgica al distinguir entre sustancias primeras no racionales y racionales, y entonces acude al criterio operativo: los entes racionales se impulsan a s mismos en su obrar, mientras que los irracionales obran impulsados por otros; hoy diramos que el impulso o movimiento a la actuacin de los seres irracionales se genera primero en el medio circundante o ambiente, mientras que en los seres racionales o personas nace de s mismas, esto es, en y desde su libertad. Y por ello, "las acciones son propias de los singulares"; esto es, les pertenecen enteramente, teniendo as plena responsabilidad de ellas.

    25. WOJTYLA, K., Personqy accin, B.A.C., Madrid, 1982, XI. 26. TOMS DE AQUINO, De Potentia, q. 9, a. 2.

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    Libertad y responsabilidad son las dos vertientes esenciales que distinguen esencialmente la operatividad de la persona.

    La relacionabilidad, comunicabilidad o transcendencia de la persona no son sino diferentes nombres de su apertura constitutiva, que puede tam-bin denominarse como coexistencia, trmino especialmente significativo frente al de subsistencia21. Esta consideracin de la persona de ndole preferentemente temtica es al mismo tiempo experiencia inmediata de la vida personal de ndole primariamente existencial. La vida humana es una constante revocacin de la posibilidad de la soledad como mbito vital; pero razn y vida no son dos esferas separadas, pues vivir es tender al saber, y por eso saber es vivir eminentemente. De ah que la soledad no es slo el mayor atentado a la vida humana en plenitud, esto es, a la vida personal. Tambin ocurre que "la soledad frustra la misma nocin de persona"28. La persona no puede vivir como tal separadamente de otras; "la convivencia personal es lo primario, anterior a la persona en su aislamiento y a la condicin social o colectiva, presente en forma de usos, vigencias o instituciones"29. Pero, adems, tampoco puede ser entendido su ser personal si no es como co-existencia30. "No hay yo sin t. Una per-sona sola no existe como persona, porque ni siquiera llegara a reconocerse a s misma como tal. El conocimiento de la propia identidad, la conciencia de uno mismo, slo se alcanza mediante la intersubjetividad"31.

    No puede hablarse con rigor de la persona, sino en relacin de com-paa con otras personas, esto es, con otros seres humanos, con Dios, e incluso cabe decir que consigo mismo en cuanto persona. Esto ltimo parece sonar a retrucano retrico, o abstruso bucle filosfico-conceptual. Sin embargo, al meditar en la radicalidad de la condicin personal en el ser humano, surge como sugestiva y fecunda posibilidad.

    Si, en efecto, la persona es constitutiva y radicalmente coexistencia, no lo es slo para los otros las dems personas y Dios, sino tambin para s misma. No puede ser de otra manera; pinsese en el absurdo al que se avocara si se afirmara lo contrario, por ejemplo, de la capacidad huma-na donde se realiza mximamente la comunicabilidad, como relacionabi-

    27. Cfr. SELLES, J. F., La persona humana, vol. III, 26 y ss. 28. POLO, L., Introduccin a la filosofa, 228. 29. MARAS, J., Persona, 40. 30. Cfr. POLO, L., Presente y futuro del hombre, Rialp, Madrid, 1993, 156 y ss. (El pensamiento

    de este autor es la fuente de las consideraciones antropolgicas de este captulo). 31. YEPES STORK, R., Fundamentos de antropologa, 82.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    lidad o apertura radical, esto es, de la razn: no cabe pensar que la persona sea racional respecto de los otros y no pueda serlo respecto de s misma. Igualmente, en cuanto que plena y total coexistencia, la persona lo es con los dems y consigo misma. As, la subjetividad humana, por su condicin de persona, se muestra en su actuacin como intersubjetividad radical, lo que es el fondo antropolgico del ser humano como animal social; pero esto no significa slo apertura a los otros, sino tambin a s mismo. Esta coexistencia originaria se descubre mediante la reflexin intelectual y afectiva, pero no se reduce obviamente a ella, sino que en ella se mani-fiesta. Al no consistir en la reflexin, sino en hacer posible sta, aparece otro radical antropolgico de la persona que es la intimidad.

    1.3. La persona: intimidad, donacin, trascendencia

    La coexistencia de la persona, tal como se la ha caracterizado, no consiste en un mero "estar con". Todo ser en el universo est con otros seres; en ocasiones la relacin entre seres llega a ser de fuerte depen-dencia, como en los casos de simbiosis biolgica, pero tal tipo de relacio-nes no va ms all del estar. Su existencia depende poderosamente de su modo de estar con los otros seres, pero no consiste en s misma en co-existir con otros seres. Por ejemplo, en el caso de la vida parasitaria no cabe duda de que su existir se da en funcin de la contigidad fsica con el ser parasitado, de modo tan intrnseco a la relacin simbitica que si ste, el ser parasitado no est, la existencia es imposible. Sin embargo, el ser del parsito est ya dado, hasta el punto de que se activa completamente en cuanto comparece el ser parasitado.

    No ocurre as en el ser humano, el cual si no co-existe ya desde el mismo momento de su nacimiento, generalmente perece. Y si llegara a subsistir, pero sin coexistir con otras personas, su ser es deficiente, y no llega a reactivarse aunque recomience a coexistir con otras personas: es el caso o situacin de los nios-lobos. Este hecho objetivo aunque subjeti-vamente trgico para quienes lo han sufrido es la corroboracin emp-rica de la coexistencia como radical antropolgico de la vida personal: el ser humano no slo est con los otros seres del universo, sino que co-existe con las otras personas, y su ser le va en ello. Pero esto revela entonces que su ser se actualiza en y desde algo profundo que sustenta su

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    estancia con otros seres y que se realiza en la coexistencia con otras personas y consigo mismo. Esta apertura originaria y nativa, considerada en su fuente o raz, es precisamente lo que se llama intimidad.

    El trmino "ntimo" es el superlativo latino de "interior", transliterado al espaol. Generalmente, la apelacin a la intimidad suele entenderse respecto a los contenidos de conciencia que para el sujeto son ms pro-fundos o recnditos y tienen frecuentemente el tono afectivo de entra-ables. La intimidad resulta as como una especie de "depsito" de actos espirituales, bien sean stos pasados como los recuerdos, presentes como los pensamientos, o futuros como los deseos; todos ellos en cuanto que privativos o pertenecientes al sujeto. Estos contenidos ntimos seran actualizados o conocidos mecante la reflexin de la inteligencia sobre la conciencia; y as sucede, en efecto cuando se conoce reflexivamente; pero ste no es el nico modo humano de conocer: tambin se conoce directa-mente en la presencia mental inmediata de lo conocido, y dichos actos son antecedentes o ms radicales en el conocimiento humano.

    Uno de estos actos primarios, por ejemplo, es la conciencia del "yo", y hasta tal punto es originario que a veces se ha considerado como el fundamento operativo o acto radical del ser humano32. Sin embargo, "la conciencia del propio yo de cada hombre es un acto que puede no estar siendo ejecutado, sin que por ello deje de ser persona ningn hombre. No se es persona por la autoconciencia, sino por la capacidad correspondiente. El yo personal del hombre no consiste en ningn acto de conciencia, sino en un ser capaz de realizar esos actos"33.

    Todo esto apunta a la perspectiva formal antropolgica que debe regir la consideracin propia y radical de la intimidad, que no puede ser la de los contenidos de conciencia, ni la de los actos espirituales. Tampoco se agota la intimidad personal en las facultades o potencias inmanentes humanas, como la inteligencia y la voluntad. Es cierto que la apertura de estas potencias a sus objetos revela una capacidad de obrar desde s mismas que supone un obrar ntimo, fundante de sus actos. No obstante, este obrar no puede ser el ltimo fundamento o la raz de la intimidad personal, pues esto sera reducir el ser de la persona a sus actos. El perso-nalismo de M. Scheler, rico y sugerente en sus anlisis antropolgicos, adolece sin embargo de esta visin parcial; no da el paso ulterior nece-

    32. As ocurre en el idealismo alemn, sobre todo en J.G Fichte, aunque tambin en F.WJ. Schelling e incluso en G.W.F. Hegel.

    33. MILLN-PUELLES, A., voz "Persona", Lxico filosfico, 464.

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    sario y se queda en un actualismo, no de carcter psicolgico del cual Scheler es consciente, y lo critica atinadamente, sino de rango tico-antropolgico. Para Scheler, la persona es "la unidad de ser concreta y esencial de los actos de la esencia ms diversa"34; se absolutizan as los actos personales, conformndolos como fundamento de la persona e ignorando que slo son manifestaciones del ncleo o ser personal.

    La intimidad humana, en su sentido ms radical, es una dimensin del ser personal y opera como el necesario soporte de la operatividad de la persona, la cual se despliega en actos espirituales mediante sus facultades, y en los consecutivos contenidos de conciencia. Por tanto, lejos de defi-nirse por lo oculto o lo recndito, la intimidad personal no es sino la mis-ma apertura esencial de la vida humana que se realiza como coexistencia. "Coexistir es, por as decir, el ser ampliado por dentro: la intimidad, el ser como mbito"35. La coexistencia, que define radicalmente a la persona, no puede realizarse sino desde la interioridad de un ser que se posee a s mismo desde su libertad en un grado mximo, y por eso puede abrirse a s mismo; incluso cabe decir que "la persona humana es la intimidad misma del hombre. La apertura a su intimidad es cada quin"36.

    De esta manera, la intimidad personal no es el mbito oscuro de la vida humana, lo que en sta se destina a ser guardado y reservado para el conocimiento y uso subjetivo y privado. La intimidad no es la clausura de la subjetividad en s misma, sino, por el contrario, es el ncleo de la radical apertura del ser personal a otras personas. Ocurre eso s que la apertura est ligada a la accin libre; en cierto sentido, la apertura de la intimidad es la realizacin de la libertad humana. "Ser libre no aade nada a la intimidad. Se convierte con ella. La libertad personal es del mbito de la intimidad. La intimidad es la apertura libre personal. La libertad es efusiva sin restriccin."37. Por eso, en la actuacin de ciertas personas cabe la posibilidad de que la intimidad se perciba efectivamente como mbito de clausura: porque libremente se opta por no manifestarse cmo se es y, sobre todo, lo que se es; o sea, por llevar una vida despersonalizada. Tal es el riesgo esencial de la libertad: no ejercerla; no vivir libremente. Pero

    34. SCHELER, M., tica. Ensayo de fundamentacic'n de un personalismo tico. Revista de Occi-dente, Madrid, 1941, vol. II, 175.

    35. POLO, L., Presente y futuro del hombre, 167. 36. SELLES, J.F., Lapersona humana, vol. III, 215. 37. Ibidem, 224.

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    slo una persona puede despersonalizar su obrar, como un ser libre puede, desde su libertad, vivir como un esclavo.

    De suyo, la intimidad personal es la capacidad de manifestarse, de revelar lo que se es; algo que no tienen los animales, porque carecen por completo de intimidad; su ser se trasluce espontneamente en la exterio-ridad de su actividad: por eso siempre puede conocerse su situacin o estado vital, sea ste de furia, tranquilidad, euforia, celo sexual, etc. El ser humano, en cambio, decide lo que manifiesta de s mismo, pues lo que revela es realmente suyo; no perteneciente a la especie humana, sino propio de su ser personal. "El hombre es un ser manifestativo; el animal no lo es. El ser manifestativo es aquel que al actuar pone algo exclusiva-mente propio y se lo da a los dems: una intimidad que se abre"38.

    En este sentido debe entenderse la donacin como otra dimensin radical de la persona. La apertura o manifestacin del ser humano se realiza a travs de elementos singulares, principalmente sus palabras y sus acciones. Pero a travs de ellas puede manifestar su ser personal, y entonces no slo da, sino que tambin y sobre todo se da; de esta forma la persona actualiza eminentemente su libertad radical. "Mostrarse a s mismo y mostrar lo que a uno se le ocurre es de algn modo darlo: otra nota caracterstica de la persona es la capacidad de dar. La persona humana es ante todo efusiva, es decir capaz de sacar de s lo que tiene, para dar o para regalar"39.

    Esta donacin, por otra parte, como es desde y de la intimidad, no comporta prdida para la persona, sino muy al contrario, supone un enriquecimiento intensivo y constante, no slo por lo que recibe de otras personas que dan, sino por el crecimiento operativo de su ser que conlleva su donacin. En efecto, si la donacin es una dimensin esencial de la persona, su actualizacin conlleva un incremento en su ser; al dar se crece sin perder por ello lo que se tiene40. Este dar sin perder, segn qued consignado pginas atrs41, es el rasgo distintivo de la comunicacin humana. Lo que el ser humano tiene se corresponde con su naturaleza; naturalmente, el ser humano tiene razn, voluntad, memoria, sentimientos, etc. Pero adems de lo que tiene por naturaleza, el ser humano es

    38. POLO, L., Etica, Hacia una versin moderna de los temas clsicos, 75. 39. YEPES STORK, R., Fundamentos de antropologa, 11. 40. Cfr. POLO, L., "Tener y dar", Sobre la existencia cristiana, Eunsa, Pamplona, 1996,

    127 y ss. 41. Ver antes, Ia parte, 4.1.

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    perfectible de suyo a travs de su accin comunicativa y donal, a travs de la cual aporta, da al mundo que le rodea, y particularmente da y se da a las otras personas con las que coexiste. "En cuanto que el hombre es una naturaleza, aparece un rasgo que recorre toda la naturaleza humana: el tener. En tanto que el hombre es persona, aparece otra caracterstica que no es el tener, sino justamente superior a ello: el aportar"42.

    El trmino "aportar" destaca un matiz o dimensin esencial de la donacin: la persona da aadiendo, tanto al receptor o al receptculo, como a s misma en cuanto que donante. El trmino "donacin" tiene hoy una vigencia social considerable en la referencia a un tipo concreto de ella, como es el acto humanitario de la donacin de sangre o de rganos a los enfermos necesitados. Es un ejemplo especialmente significativo de lo que supone el dar para el ser humano. Al donar sangre se est ofreciendo algo a otro, algo que me pertenece y es propiamente mo. En cuanto que es una posesin material, al darla, la pierdo, y debo restaurarla mediante la nutricin. Pero, al tiempo que se pierde lo donado, el donante gana, pues su voluntad se enriquece con el acto de generosidad de la donacin; y este incremento es profundo pues su ser personal tambin crece en la apertura al otro a otra persona necesitada; se crece en la vida personal con esa donacin, que es una aportacin de lo que me es propio y no necesito dar para subsistir biolgicamente. Y esa aportacin, posible desde la intimidad personal, aade vida al otro y a uno mismo, acrecentando la vida biolgica al receptor y la vida personal al donante. La aportacin eminente de la persona no obstante ser stas otras tan importantes se realiza me-diante los actos espirituales, y especialmente mediante el conocimiento, que en la comunicacin interpersonal da realidad & los otros y se enri-quece al tiempo el mismo sujeto.

    Este dinamismo de enriquecimiento remite a otro concepto que refiere la intimidad-apertura y la donacin directamente a la actuacin humana y que expresa la raz de la accin personal: la transcendencia. Este trmino, no obstante, es polismico, y tanto en el lenguaje filosfico como en el lenguaje corriente expresa una pluralidad de referencias que precisan ser deslindadas para perfilar los sentidos propiamente antropolgicos.

    En primer lugar, transcendencia es el nombre de uno de los atributos divinos: el que expresa la distincin plena de Dios respecto del ser del mundo, y que puede ser derivado del atributo absoluto de la unicidad de

    42. POLO, L., tica. Hacia una versin moderna de los temas clsicos, 91.

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    Dios, corno de su infinitud e inmutabilidad43. Obviamente, no es ste el sentido que aqu es pertinente.

    Como un cierto trasunto del sentido teolgico puede afirmarse la transcendencia como la orientacin hacia la realidad en cuanto est fuera del hombre e incluso fuera del tiempo; como aquello hacia lo que apunta y se dirige la accin humana intemporalmente porque es estable de suyo, y no efmero y mudable. Este sentido de la transcendencia que puede calificarse de objetivo ha sido percibido de modo pesimista en el exis-tencialismo; e incluso con tonalidad trgica o nihilista, por ejemplo, en el pensamiento de J.P. Sartre, donde expresa el corte ontologico entre la realidad como En-S y como Para-Mi son sus propios trminos, haciendo del hombre la pasin intil que busca incesantemente el camino imposible para transcender al En-s desde el Para-S. No puede ser de otro modo: la transcendencia es un absurdo o, en el mejor de los casos, una peticin de principio desde toda posicin inmanentista del conocimiento y la conciencia.

    Fuera del inmanentismo, y en correspondencia con el sentido objetivo de la transcendencia, desde el realismo se habla de la transcendencia como correlato de la intencionalidad de los actos humanos, que se descubre en el carcter referencia! de los mismos: la reflexin sobre la actuacin humana que traspasa de suyo los lmites del sujeto en pos del objeto. Pero cabe tambin un ltimo sentido en el que no se trata slo de que el sujeto salga de sus lmites mediante actos intencionales, quedando as la transcen-dencia determinada por el objeto como trmino o meta. En este postrer sentido, "la transcendencia es fruto de la autodeterminacin; es la trans-cendencia debida al mismo hecho de la libertad, de ser libre al actuar, y no slo debida a la direccin intencional de las voliciones hacia un valor-fin en cuanto objeto adecuado"44. Este ltimo sentido se hace preciso para afirmar la libertad como radical antropolgico de la persona, pues la transcendencia intencional, aunque supone ya un cierto desbordamiento de la subjetividad hacia el objeto, a la postre sta queda determinada por el objeto en cuanto trmino; pero siendo la apertura de la intimidad personal incondicionada, as tambin debe serlo la accin personal. ste es el sentido de la transcendencia de la persona en la accin. Expresa la

    43. Cfr. MILLN-PUELLES, A., Voz "Atributos divinos entitativos", Lxico filosfico, 57 y ss. 44. WOJTYLA, K., Persona y accin, BAC, Madrid, 1982, 139 (El autor habla respectivamente

    de transcendencia horizontal la intencional y vertical para distinguir una de otra, y las refiere grosso modo al sentido que tiene en Scheler la primera, y en Kant la segunda).

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    situacin del hombre cuando acta: siempre puede experimentar que su accin le lleva "ms all del horizonte"45. El trmino "horizonte" es intro-ducido por K. Jaspers como referente sensible, pero tambin conceptual de la transcendencia constitutiva de la existencia humana, en la cual, "a donde quiera que lleguemos, el horizonte que abarca lo obtenido va ms all"46. Cuando se conoce algo o se ama a alguien, en ese mismo acto cumplido hay una vertiente de apertura o deseo de ms.

    El horizonte o lmite visible de la accin humana se transciende en y desde ella misma, precisamente en cuanto que la accin es interpersonal. Al ser la persona inagotable en su ser y en su obrar, la coexistencia constitutiva implica una referencia continua hacia un sujeto que se trasciende, y no slo hacia un objeto transcendente al sujeto. La trans-cendencia de la accin personal reafirma y a la vez supera a la sociabilidad natural del ser humano, pues es el efecto operativo de la coexistencia radical de la persona y, por tanto, fundamento antropolgico de la socia-bilidad. sta es natural al hombre; es decir, pertenece a la naturaleza o esencia del ser humano. La coexistencia es del ser personal, que actualiza la sociabilidad en la transcendencia de la accin.

    De esta forma, una antropologa personalista esquiva por definicin toda crtica de individualismo o solipsismo. Por supuesto, cabe un plantea-miento individualista de la vida social, pero la causa es precisamente la ausencia de la consideracin del ser humano como persona, reducindolo a mero individuo. Desde esta posicin, expuesta inicialmente por T. Hobbes o JJ . Rousseau, es lgica "la tendencia a considerar la sociedad como un conjunto de individuos autnomos, a quienes no queda ms remedio que convivir, aunque haya que recortar un poco la libertad de cada uno, puesto que as se obtiene una seguridad que de otro modo se vera amenazada"47.

    En el mundo animal existen especies sociales y asociales; en las primeras la vida de sus individuos transcurre en grupo como manada, rebao o bandada; en las segundas, los individuos slo se relacionan en momentos o etapas delimitados, como la crianza o la reproduccin, viviendo aisladamente en las dems. En la conducta de las especies sociales se observa una tendencia natural a la cooperacin activa entre sus individuos, e incluso una incipiente y aparente divisin y reparto de las

    45. YEPES STORK, R., Fundamentos de antropologa, 409 y ss. 46. JASPERS, K., Razn y Existencia, Nova, Buenos Aires, 1959, 44; cfr. tambin La Filosofa,

    FCE, Mxico, 1954, 356 y ss.; 603 y ss. 47. YEPES Stork, R., Ibidem, 260.

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    actividades y tareas que conciernen al grupo. Sin embargo, en la especie humana esta tendencia a la colaboracin no se manifiesta estable y perma-nentemente, pues aparecen de modo recurrente conductas que disgregan el grupo y daan la vida colectiva e individual de sus miembros. Pero tomar la patologa antropolgica por la regla general es instalarse ab initio en el reduccionismo de la persona a individuo. Obviamente, esta situacin destructiva de ciertas conductas singulares es fruto de la libertad humana, pero de una libertad recortada y yugulada en su raz personal, que se ha desarrollado eligiendo la clausura de la intimidad y sofocndola en tanto que apertura. El individualismo es una patologa de la libertad, a la que absolutiza por encima de su sentido personal, concibindola ajena al encuentro con los otros48. La libertad, as, aparece como fundamento lti-mo de la accin humana, impidiendo su realizacin propia como accin transcendente y abocando en una vida despersonalizada propia de indi-viduos que se enfrentan, no de personas que coexisten.

    No se sostienen las crticas de individualismo y solipsismo a la antro-pologa personalista. Por el contrario, en ella se encuentra la ms slida y rotunda afirmacin de la sociabilidad humana, como coexistencia cons-titutiva del ser personal. De aqu se pasa fluidamente a la concepcin de la vida humana como esencialmente dialgica y, ms an a la fundamen-tacin del perfeccionamiento y la formacin humanas como accin radi-calmente transcendente e interpersonal, tal como se expone a conti-nuacin.

    1.4. El crecimiento personal

    El carcter irreductible de la persona consignado antes hacen de ella el referente ltimo del ser propio del hombre, y por tanto, tambin para la educacin. Pero esto no significa que la persona sea obra de la educacin, o que la accin educativa incida directamente en el ncleo personal del educando, pues ni la inteligencia terica puede conocerlo, ni la inteligencia prctica puede alcanzarlo, como ya se ha dicho. Como la persona es principio de actuacin desde ella misma, la actuacin del educador no puede activar por s misma las acciones del educando: slo puede disponer del mejor modo su actividad.

    48. Cfr. TAYLOR, Ch., tica de la autenticidad, 56 y ss.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    Recurdese la distincin clave establecida antes entre accin y acti-vidad {praxis y poesis)49: educador y educando se comunican principal-mente mediante la mutua actividad. Puede haber momentos, e incluso relaciones educativas establecidas desde la comunicacin subjetiva, donde cabe una comunicacin comn-uninde acciones; pero aun entonces, la actuacin educativa se realiza desde las actividades compartidas. De hecho, as ocurre en toda relacin humana; pero slo en la relacin educativa se da la intencionalidad de suscitar acciones o actos de aprender mediante la actividad de la enseanza: en esto consiste el perfecciona-miento humano que se promueve en la educacin, y por ello, sta slo es una ayuda a ese dinamismo. La enseanza actividad del educador dispone las mejores actividades a realizar por el educando, tanto en el orden del conocimiento terico como en el orden del hacer prctico. Cules son las mejores y por qu?: las que ms eficazmente susciten acciones (praxis) en el aprendiz, porque ellas son el cauce del perfeccio-namiento humano, que debe ser entendido como crecimiento personal.

    Definida la educacin como ayuda al perfeccionamiento humano50, puede concretarse ms su sentido desde la nocin de crecimiento; adems, hacerlo es una exigencia de rigor desde la consideracin del ser personal. Segn el diccionario, "perfeccionamiento" es la accin y el efecto de perfeccionar, que consiste en "acabar enteramente una obra, dndole el mayor grado posible de bondad o excelencia". Desde la nocin de persona deben aadirse dos caractersticas esenciales para poder hablar con rigor de perfeccionamiento humano:

    a) el ser humano, en cuanto que persona, al ser origen y dueo de sus actos, es su propio agente perfectivo; en su caso, no se trata de perfec-cionar, sino deperccionarse;

    b) su perfeccin no consiste en acabar nada; si acaso, cabe decir que en su caso consiste en no acabar de perfeccionarse. Esta segunda caracte-rstica se descubre desde la primera: si el ser humano se perfecciona a s mismo, en cuanto "acabara", dejara de poder perfeccionarse, con lo cual dejara radicalmente de ser. As se implica desde la subsistencia propia de la persona, tal como se ha expuesto antes.

    Respecto de la persona, pues, cabe hablar de perfeccin, pero en otro sentido, consignado ya por Aristteles: no slo lo acabado es lo perfecto,

    49. Ver antes, Ia parte, 3.1. y 3.2. 50. Ver antes, Ia parte, 2.3.

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    pues "tambin se llaman perfectas las cosas que tienden a un buen fin"51. En cuanto que la persona es a se, desde s misma aunque no per se, por s misma, su fin no es acabarse, sino precisamente perfeccionarse. En este sentido, segn Toms de Aquino, "se dice que algo es perfecto en la medida que es en acto"52; o, dicho de otro modo, muy sinttico: "perfec-cin significa realizacin"53, o bien, "actualizar equivale a perfeccionar"54.

    As entendido, el sentido del perfeccionamiento humano no puede consistir simplemente en evolucionar. La propagacin capilar del evolu-cionismo es uno de los efectos de la ideologa materialista que, de una teora parcial y discutible, ha desembocado en una extendida mentalidad y una difusa sensibilidad socio-culturales. Desde ellas, se llega a valorar positivamente toda evolucin, todo cambio gradual con un sentido intrn-seco; es decir, toda transformacin proveniente del sujeto que cambia, que se justifica por y en ella misma. Sin embargo, en todo evolucionismo est subyaciendo una estructura adaptativa que afirma al medio circundante como motor y causa principal del cambio; y, adems, sus leyes del cambio responden a la teleonoma endgena propia de la especie y no a una teleologa inmanente que radica en el individuo55. Se contradice as al carcter susbsistente de la persona, pues el cambio est en funcin del medio ambiente; y tambin se hace imposible la transcendencia de la persona en sus actos, pues sta permanece clausurada en s misma. En suma, se niega el ser nico e irrepetible de la persona, reducindola a simple individuo de la especie.

    Vinculada a la sensibilidad evolucionista y tan extendida como ella^ se encuentra la concepcin homeosttica, que es tambin deudora del esquema adaptativo para comprender la ndole de la conducta humana. Desde ella, toda accin humana se explica desde la irrupcin de una necesidad' que descompensa el equilibrio esttico al que tiende la vida. Esta se entiende como sistema cerrado, donde la actuacin humana no es ms que una parte o subsistema de creciente complejidad. La satisfaccin de: la necesidad sera la regla suprema de todo dinamismo interno al sistema y, por tanto, el perfeccionamiento humano debera desembocar en un quietismo tendencial y operativo de carcter ideal, que, por cierto,

    51. ARISTTELES, Metafsica, V, 16 1022 a. 52. S. m.I ' iq . 4, a. 1, ad 1. 53. PIEPER;.!:, Felicidad y contemplacin, 279. 54. POLO, L., La persona humana y su crecimiento, Eunsa, Pamplona, 1996, 105. 55. Cfr. MlLLN-PUELLES, A., voz "Evolucin", Lxico filosfico, 289.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    semeja inquietantemente al sueo o a la muerte. En todo caso, se niega as la donacin como nota esencial de la persona; no cabe aportar nada a la realidad, sino slo responder al impulso o al estmulo como trnsito inevitable a la situacin esttica ideal, originaria y debida. Lo propio (MI ser humano, en cambio, es aportar, y por tanto, desequilibrar o descom-pensar constantemente el sistema.

    El estudio del ser humano como persona, frente a todo reduccionismo, lleva a comprender el perfeccionamiento humano su actualizacin o realizacin personal en trminos de crecimiento, lo que se corresponde con la persona como ser coexistente y donal desde su intimidad. La apertura incondicionada reclama un referente proporcionado, es decir, otras personas a las que da y, sobre todo, se da. Un ser capaz de darse, de ser l mismo donacin, es capaz de verdadero crecimiento, y no slo de aumento; adems, dicho crecimiento debe ser incesante, pues no le caben lmites intrnsecos. Si as no fuera, la donacin quedara truncada; slo si se crece, y precisamente en la medida en que se crece, se puede dar perdurablemente. Pero por otra parte, si la donacin es radicalmente interpersonal, el enriquecimiento que conlleva la donacin ajena es fuente de nuevos incrementos, de nuevas aportaciones posibles. Dar es tambin aceptar; "no hay dar sin aceptar y no hay aceptar sin dar"56. De tal manera, la dinmica aportar-aceptar, aunque pueda visualizarse temporalmente en una sucesin de momentos y as debe hacerse adems para su compren-sin conceptual, en la vida personal es un incesante continuum; en la actuacin humana, la donacin-aceptacin no se resuelve en trminos de sucesin, sino de simultaneidad.

    Por otra parte, y tal como se rese en el apartado anterior, la dona-cin personal no supone prdida, y esto significa que la persona mantiene su unidad sustancial: no deja de ser ella, no se divide en otra, como ocurre en los grados inferiores del crecimiento; por ejemplo, en la reproduccin celular de los organismos vivos. La persistencia en su ser es, por ltimo, el rasgo que caracteriza finalmente la ndole del crecimiento humano demandada por su ser personal. Aqu no cabe hablar de crecimiento con rigor si el incremento conllevara una separacin o divisin del ser que crece. Por el contrario, al ser la persona donacin, el crecimiento humano puede y debe entenderse como fortalecimiento integrador de la unidad sustancial de su ser. La novedad de esta tesis y la perplejidad que suscita en muchas personas perplejidad, como la reaccin ms benevolente

    56. YEPES STORK, R., Fundamentos de antropologa, 77.

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  • FILOSOFA DE LA EDUCACIN

    entre las posibles, slo es un efecto o signo del enorme grado de desper-sonalizacin de los parmetros culturales y vitales vigentes. Por eso es dirimente insistir en la consideracin del crecimiento como carcter propio del perfeccionamiento humano.

    "Hay que sentar la tesis siguiente: el hombre es un ser capaz de creci-miento irrestricto, un ser que nunca acaba de crecer. Ciertos tipos de crecimiento dan de s hasta cierto punto el crecimiento orgnico se acaba, la formacin de los circuitos neuronales tambin; tales crecimientos no son irrestrictos, pero el hombre en cuanto tal es capaz de crecer sin coto. Por eso para el hombre vivir es radicalmente, principalmente, crecer"57.

    Obviamente, este crecimiento propio del hombre en cuanto tal incluye el crecimiento corporal u orgnico, pero no se reduce a l. Adems, debe tenerse en cuenta que ste tampoco consiste principalmente en aumento de tamao, sino que es el resultado de la diferenciacin y reproduccin celular. Acabada la etapa vital en que es posible el aumento del organismo, no se detiene la reduplicacin de clulas unas ms visiblemente que otras en un continuo perecer y renacer del cuerpo. Como el hombre no es exclusivamente un ser corpreo, tampoco su crecimiento es principal y modlicamente corporal. El mismo organismo corpreo ofrece la mejor muestra, pues hay en l unas clulas que no crecen, que no renacen al tiempo que perecen: las neuronas. Sin embargo, el sistema nervioso es el principal y primero entre los restantes sistemas orgnicos, que dependen de l para operar, tanto en el ser humano como en los animales. La razn de esto es que el sistema nervioso no sirve slo ni principal, sino subsidia-riamente, al nivel menos humano de la vida: el simplemente vegetativo, que se resuelve en las funciones de nutricin, reproduccin y desarrollo, imprescindibles para el mantenimiento de la vida. Las neuronas no sirven al mero subsistir en la existencia, sino a la funcin cognoscitiva; tanto al conocimiento sensible en el animal, como al intelectual en el ser humano.

    En el conocimiento se revela la ndole propia del crecimiento huma-no. La verdad de este enunciado no es demostrable porque es mucho ms: es un principio de demostracin, que se conoce por experiencia y slo puede argumentarse por reduccin al absurdo. En efecto, no puede con-cebirse la posibilidad contraria; esto es, que en algn momento de la vida pudiera dejarse de conocer. Podra arguirse precipitadamente que, en algn

    57. POLO, L., Quin es el hombre?, 110.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    caso, s que cabe la imposibilidad de conocer, al menos a nivel sensible: por ejemplo, cuando sobreviene la ceguera. Pero entonces, lo que real-mente ocurre es que deja de actuar una potencia, que es la vista; y aun en este caso, tampoco decae el conocimiento sensible, pues en toda situacin opera en su nivel ms primario y elemental como potencia tctil.

    De esto se desprende que el crecimiento humano es esencialmente un crecimiento de potencias que no estn terminadas; entre ellas, las ms eminentemente humanas el entendimiento y la voluntadmuestran el carcter propio del crecimiento humano: siempre se puede conocer ms y querer ms. Por otra parte, este incremento, este "ms", es radical: es lo propio de las potencias, que tienen su sentido y carcter propio en crecer como tales a travs de sus actos. El crecimiento humano est en sus actos, y esto es otra diferencia respecto de las funciones meramente vegetativas y su aumento correspondiente. En la nutricin, por ejemplo, segn sea la calidad de los alimentos, as es tambin el desarrollo meramente orgnico que se propicia. No hay duda de que una disfuncin cualquiera en el sistema digestivo puede mermar la capacidad de los nutrientes; pero en el estado de salud, la funcin nutritiva depende primordial, aunque no exclusivamente, de los alimentos.

    No es as respecto de las potencias superiores y especficamente hu-manas, por cuanto su crecimiento es intrnseco e inmanente a ellas mis-mas: el incremento se inicia desde la potencia y permanece en ella. En la vida vegetativa, en cambio, la funcin es estimulada por y desde el orga-nismo vivo y su incremento es extrnseco, pues, por ejemplo, no por comer mucho crece solamente el estmago, que es el rgano que opera en la digestin. En cambio, el conocimiento y el amor aumentan las potencias propias de esos actos: el entendimiento y la voluntad. Por supuesto, que no todo conocimiento incrementa la inteligencia ni cualquier querer desarrolla la voluntad. No se da una total desvinculacin entre los actos de estas potencias y sus objetos; pero tampoco se puede decir que segn sean stos, as ser el crecimiento de aqullas.

    sta reflexin es de la mayor importancia para la educacin, pues el crecimiento propiamente humano tiene otro nombre que lo designa opera-tivamente, y que no es otro que aprender. Al hablar de "crecimiento" mencionamos el hecho; en cambio, si decimos "aprender" nos referimos al modo de su dinamismo propio. El crecimiento propio del ser humano en cuanto tal es un incremento de las potencias especficamente humanas mediante su actualizacin, es decir, en la realizacin de sus actos propios.

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  • FILOSOFA DLA EDUCACIN

    Estos actos consisten esencialmente en desmaterializar la realidad para incorporarla al sujeto, para que ste la haga suya. Es lo propio de los actos gni!)scitiyos, mediante los cuales se potencian tambin los actos voli-tivos. stos, los actos, son as preeminentes a sus objetos, en cuanto que actualizan la potencia, cuya finalidad es precisamente poder apropiarse de ms objetos, lo que no puede realizar si ella misma no crece. El sentido etimolgico del trmino "aprender" as lo indica. Viene del trmino latino appreendere, que significa "coger, asir, agarrar". Lo cual implica que el principio de actuacin es la facultad o potencia de coger, para as incorporar o apropiarse la realidad. La finalidad de tal dinamismo es el crecimiento de la potencia, para el cual se requiere su actualizacin mediante el objeto es el carcter intencional de las potencias, pero no slo; por "l y desde l, sino tambin desde sus actos propios.

    ste es el punto neurlgico de la actuacin educativa, y la clave deci-soria: de la actividad de la enseanza. La primera cuestin es: qu objetos deben presentarse al educando para que ste pueda aprender? La respuesta vendr! derivada de lo que sea aprender educativamente. Se incoa as la segunda cuestin: qu significa aprender educativamente? La respuesta es el ncleo de sentido en la nocin de la formacin humana.

    1.5. La formacin humana

    El crecimiento es un asunto estrictamente personal, y slo a cada per-sona singular corresponde realizarlo. "Pero si el crecimiento es de incum-bencia de cada uno, de modo que en este punto nadie puede sustituir a otro, lo que s es posible y, a la vez, requerido, es ayudar a crecer. Ayudar a crecer no es slo arreglo o progreso, sino una asistencia que el que crece paga sobradamente: nada menos que creciendo. Lo ms grandioso que en este mundo cabe encontrar es un vivir humano en crecimiento"58. Tal es el afortunado encuentro cotidiano en que consiste la educacin: asistir y contemplar el crecimiento humano.

    Repasando lo dicho sobre la persona, surgen las pautas claves para la comprensin y realizacin de la formacin humana. Ante todo, debe tenerse en cuenta que este plexo asistencia al crecimiento no es ms

    58. POLO, L., La persona humana y su crecimiento, 107.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    que otra formulacin de la naturaleza de la educacin. Ya se destac pginas atrs59 que la educacin es la integracin de las actuaciones del educador y del educando, y que si puede hablarse con verdad de un aprender en que nadie ensee la inventio o descubrimiento, como de una enseanza que no suscite ningn aprendizaje por defecto en la actividad docente o rechazo afectivo del discente, no puede hablarse entonces con rigor ni de un aprendizaje ni de una enseanza educativas. Pero la integracin de enseanza y aprendizaje, en la que consiste la educacin, no es mera fusin o concurrencia de actuaciones; hay una jerarqua de orden del ensear al aprender, anloga a la relacin de sentido de la actividad (poesis) a la accin (praxis).

    Mantener esta relacin en su debida consistencia no es nada fcil, ni para el pensamiento ni para la actuacin pedaggica, y no es extrao que tanto las teoras como las prcticas educativas venzan su atencin o su dedicacin hacia uno de los extremos. Tambin es difcil sentenciar cules de ellas han cado en tal o tal otro sesgo, pues es imposible pensar ni realizar la educacin prescindiendo de uno cualquiera de los dos polos. No obstante, el riesgo de escorarse a babor o a estribor, destacando ms de lo debido la tarea del educador o del educando, es constante en la compren-sin de la educacin. De ah dimana, por ejemplo, una de las tendencias de los educadores en la teora como en la prctica que ms lesionan la actuacin pedaggica en su desarrollo temporal y ms reducen su eficacia: la proclividad a suplir al educando cuando ste no alcanza los objetivos de la enseanza. Esta viciada suplencia tiene la perversa virtualidad de alentar la correspondiente actitud en el aprendiz: la dejacin o abandono de la responsabilidad personal en su aprendizaje; actitud fcil de concitar en la infancia por su incapacidad de responder libremente, y que se perpeta en la adolescencia y la juventud si el educador sigue escorado, atribuyndose ms poder formativo del que tiene, esto es, sobredimensio-nando su papel de ayudante o asistente al crecimiento personal.

    El principio del crecimiento radica en el educando. sta es la primera nota a destacar en la formacin de la personalidad humana. La tarea del educador es dispositiva respecto a los objetos que muestra y las acciones que promueve. No mueve directamente al educando, lo que es obvio; pero tampoco su enseanza opera a modo de estmulo unvoco, desencade-nando siempre, o la mayora de las veces, la misma respuesta de apren-dizaje. ste es un punto lgido en muchos planteamientos educativos,

    59. Ver antes, Ia parte, 2.1., e); 3.2.

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  • FILOSOFA DLA EDUCACIN

    especialmente en el siglo XX: el pensar la relacin entre enseanza y aprendizaje con un carcter necesario en cuanto relacin de causa-efecto. Sin embargo, la mejor leccin para uno entendiendo "leccin" como producto de la enseanza60 no lo es para otro, lo que tambin es evidente desde la experiencia docente, aunque no parece haber la misma certidumbre en la explicacin de esta supuesta "defeccin" pedaggica. Se ofrecen dos tipos generales de justificacin al fallo en la enseanza o, como tambin se viene denominando, al fracaso educativo o escolar: el rechazo del educando, efecto de su libertad, o la ineficacia de la ense-anza, fruto de la insolvencia de las tcnicas didcticas o de la incompe-tencia del educador. No hay duda que son dos causas posibles; pero no son las nicas. La causa primera y esencial es siempre incluso en estos dos casos la condicin personal del aprendiz y tambin del educador.

    La enseanza no alcanza el ser personal, sino slo las potencias o capacidades de la persona. Por encima o por debajo, segn se vea de dichas capacidades est la persona, ncleo de integracin y actuali-zacin de ellas, y segn esto, as se acogen las lecciones; como recuerda el aforismo medieval, "lo que se recibe, segn el modo del recipiente se recibe". Por ello, la tendencia a individualizar la enseanza debe maximi-zarse todo lo que se pueda, segn lo permitan las condiciones materiales de la enseanza. Esta tendencia a individualizar es la piedra de toque de toda metodologa didctica u organizacin y planificacin de la enseanza. En el caso de la llamada enseanza programada, por ejemplo, entre sus diversas y numerosas propuestas, puede discernirse su calado educativo real segn se busque y se realice en ellas la individualizacin; pues en algunas de estas propuestas la pretensin declarada es medir la eficacia de la enseanza por los resultados del aprendizaje; lo cual significa ignorar el sentido de la formacin humana.

    La educacin no alcanza al ser personal porque la persona no es un ser completamente informe, sino que tiene en s misma el principio de su formacin. Rigurosamente, no se forman personas, sino que se ayuda a stas para que se formen, lo cual tiene lugar mediante la asistencia a la actualizacin de sus potencias. El estudio y la definicin de stas es tarea estrictamente antropolgica, por lo que aqu se dan por supuestas61. S que es pertinente aqu afirmar la tesis de las potencias humanas como

    60. Ver antes, Ia parte, 3.2. 61. Cfr. las obras citadas como referencia en este captulo: YEPES STORK, R., Fundamentos de

    Antropologa, caps. 1 y 2; SELLES, J.F., La persona humana, caps. 12-18.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    destinatarias de la enseanza, y su incremento como finalidad de la ayuda al crecimiento personal que define a la accin educativa.

    Como el quehacer educativo es una tarea dispositiva, segn se ha dicho, la primera accin es elegir lo que se ensea. Los criterios de dicha eleccin determinan que la enseanza sea realmente educativa, esto es, que propicie o promueva la formacin humana. A su vez, entre estos criterios, el primero es el incremento de las potencias humanas. Ensear es mostrar algo mediante signos; la eleccin, pues, es doble: qu se muestra y me-diante qu tipo de signos se muestra? Esta segunda cuestin, la del len-guaje educativo, es un asunto tan rico como inexplorado, y ya se hicieron algunas observaciones bsicas pginas atrs62. Sin ser materia accesoria, lo esencial y prioritario para la enseanza, y que ms redunda en la forma-cin humana, es sin duda la decisin sobre qu objetos se muestran; esto es, cul es el contenido de la enseanza.

    Generalmente, hoy se razona del siguiente modo: como quiera que lo enseado va a constituir el saber del educando, y sta va a ser su mayor y mejor posesin vital, debe ensearse aquello que ms sirva para afrontar la vida, tanto en la participacin en la cultura, como en la relacin social y, por supuesto, en la futura insercin laboral. As expuesto, el argumento parece irrevocable, y la benevolencia de su intencin, indudable. No obs-tante, dicho planteamiento puede inducir al error y, en la actual situacin, propiciar el olvido de la referencia personal.

    En primer lugar, en tal planteamiento, el criterio decisorio es tcito, pero evidente: la utilidad. Se ensea aquello que se considera m con-veniente, en el sentido de ms beneficioso, de mayor provecho. Pero bajo el imperio de la razn instrumental, lo ms til tiende a ser concebido como aquello que mejor se pueda usar; dicho de otro modo, como lo que permita obtener mejores rendimientos, no ya en la formacin intelectual, sino tambin en la educacin del carcter o en la convivencia social: es la consideracin del saber como poder. Este criterio no es rechazable en s mismo, pero s que debe discutirse su rango y su alcance; pues, por ejemplo, el valor de las humanidades en la formacin humana queda as seriamente comprometido. A este respecto, sin embargo, ya Aristteles destaca cul es el principal valor del aprendizaje de las letras para el ser humano: capacitan para obtener ms conocimiento63. Con esta sencilla afirmacin se apunta directamente al ncleo del asunto; y no es extrao

    62. Ver antes, Ia parte, 4.3. 63. Cfr. Poltica, V, 2, 1338 a 36-38.

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  • FILOSOFA DE LA EDUCACIN

    que ocurra as, pues si bien la nocin de persona est ausente del pensamiento aristotlico, s que tiene firmemente presente el superior valor del conocimiento como acto inmanente, como actuacin buena en s misma, y que debe ser propiciada y ejercida por s misma. Sencillamente, se trata de aprender a conocer, ms que de conocer tales o tales otras cosas.

    Ya se mencion pginas atrs la revitalizacin de la accin inmanente que se propugna en el ltimo informe de la Comisin Internacional sobre la educacin para el siglo XXI, auspiciada por la UNESCO. El resumen del mismo es la declaracin de los que llama "cuatro pilares de la edu-cacin" que, examinados en detalle pueden ser una sntesis vlida del sentido de la formacin humana desde una perspectiva personalista. Estos cuatro pilares son los siguientes:

    a) Aprender a conocer, segn se ha dicho. Se puede aprender a conocer y "este tipo de aprendizaje, que tiende menos a la adquisicin de conocimientos clasificados y codificados que al dominio de los instru-mentos mismos del saber, puede considerarse a la vez medio y finalidad de la vida humana"64. Frente al valor de la utilidad que ha desembocado en la hiperespecializacin del saber y la consiguiente fragmentacin de la formacin humana, para el objetivo de aprender a conocer, "como fin, su justificacin es el placer de comprender, de conocer, de descubrir"65. Esta apelacin a la instancia afectiva es el reconocimiento expreso de la unidad entitativa y operativa del ser humano que dimana de su condicin de persona y la abolicin tcita del racionalismo ilustrado que ha inspirado el grueso de la pedagoga en los ltimos siglos. Se aviene con la concep-cin del aprender como contemplacin, referida pginas atrs66, y destaca expresamente la importancia del desarrollo de la imaginacin y la memoria, potencias de la sensibilidad interna. Se trata, pues, de desarrollar el conocimiento en s mismo, por lo que implcitamente se afirma el carcter accesorio o secundario de los objetos conocidos, que se avaloran por la capacidad que tienen para el crecimiento de las potencias cognos-citivas. La pedagoga moderna y contempornea est apoyada en buena parte en el principio implcito de la equivalencia entre valor cientfico y valor formativo del conocimiento; de tal manera que conocer los concep-tos propios de las ciencias, e incluso conocerlos segn el sistema o

    64. DELORS, J., La educacin encierra un tesoro, Santillana-Unesco, Madrid, 1996, 96. 65. Ibidem. 66. Ver antes, Ia parte, 3.4.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    estructura de las ciencias y, si es posible, segn los mtodos de la inves-tigacin cientfica, eran la mejor enseanza para la formacin humana. Se puede hablar de un cientiflsmo pedaggico, como se habla de un cienti-fismo filosfico; en ambos casos, el "conocimiento cierto por causas" que es la ciencia se considera el mejor posible para la formacin humana. Esta posicin posterga la enseanza de los saberes humansticos y dificulta en gran medida el desarrollo de las potencias internas mencionadas, por el alto grado de formalizacin de los conceptos cientficos.

    b) Aprender a hacer. La comisin avisa de que "ya no puede darse a la expresin aprender a hacer el significado simple que tena cuando se trataba de preparar a alguien para una tarea material bien definida, para que participase en la fabricacin de algo"67. Los cambios en el mundo del trabajo, que definen a la sociedad postindustrial o postcapitalista actual, desembocan en una situacin laboral donde "los empleados dejan de ser intercambiables y las tareas se personalizan"68. Por otra parte, la extensin y crecimiento del sector de los servicios en la economa permiten hablar de una cierta desmaterializacin del trabajo, y "obliga, pues, a cultivar cuali-dades humanas que las formaciones tradicionales no siempre inculcan y que corresponden a la capacidad de establecer relaciones estables y efica-ces entre los personas"69. Directamente apuntada est la nota de la coexis-tencia, en la que se insistir ms adelante. Pero el objetivo de aprender a hacer es, sobre todo, una referencia a la donacin personal. Lo decisivo en el trabajo, y de modo creciente en la economa y la sociedad actuales, es la capacidad de aportar de la persona, que es vista como creatividad, capa-cidad de iniciativa, de innovacin, de asumir riesgos, etc. La formacin humana debe tener en cuenta esta dimensin radical de la persona, y por tanto, la enseanza debe estructurarse de forma que promueva eficazmente la aportacin del que aprende; por ejemplo, en la enseanza escolar insistiendo en los ejercicios de respuesta abierta, al menos tanto como en los ejercicios de respuesta definida y predeterminada.

    c) Aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los dems. "Sin duda este aprendizaje constituye una de las principales empresas de la educacin contempornea"70; cabe aadir que de la educacin pasada, futura y de siempre, aunque tal vez se acentu ms en el presente por los

    67. DELORS, J., La educacin encierra un tesoro, 99. 68. Ibidem, 100. 69. Ibidem, 101. 70. Ibidem, 103.

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  • FILOSOFA DE LA EDUCACIN

    brotes de violencia descontrolada que proliferan en la sociedad actual. Las sugerencias que da el informe tienen una doble vertiente: ayudar al "descubrimiento del otro" y a la "participacin en proyectos comunes". La referencia aqu es la coexistencia de la persona. La formacin humana se realiza en un mbito social, pero en cuanto que ya est dado, no es suficiente. Se trata de promover intencionalmente la sociabilidad, y ms an, de educar las potencias afectivas, ncleo operativo de las relaciones interpersonales. Son tan formativos los aprendizajes intelectuales como la educacin de la afectividad; y aqu, la escuela debe aprender mucho de la familia. Los sentimientos, emociones y voliciones son otros objetos de la educacin, tanto como los conceptos, juicios y razonamientos; y su forma-cin conlleva necesariamente la apertura a los otros y su desarrollo en las relaciones interpersonales, empezando obviamente por la relacin educador-educando, y proyectndose a las relaciones intrafamiliares y a las relaciones escolares y sociales.

    d) Aprender a ser. Sin mencionar expresamente la nocin de per-sona, ni analizar sus notas distintivas, con esta finalidad se alude "al desa-rrollo global de cada persona: cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido esttico, responsabilidad individual, espiritualidad"71. Con ello se afirma la consistencia del ser humano como una unidad y, a la vez, como un todo; es decir, como persona. Es un postulado implcito en otro anterior informe a la UNESCO que hace suyo la presente comisin: "el desarrollo tiene por objeto el despliegue completo del hombre en toda su riqueza y en la complejidad de sus expresiones y de sus compromisos"72. Formulado en los trminos del anlisis antropolgico que se ha realizado pginas atrs, se estara apelando al radical personal de la intimidad, especialmente como ncleo de apertura a la realidad. La formacin humana, as, no se concibe como un proceso cerrado de asimilacin de informacin, sino como actua-cin abierta a la realidad desde la afirmacin de la condicin personal, en su unicidad y su irrepetibilidad, y asistida por el educador. La prioridad de la actuacin educativa no se concede a las tareas, sino a las personas que aprenden; su realizacin es el intemporal reto pedaggico.

    La formacin humana, de esta manera, no es ms que el crecimiento personal asistido o ayudado. Esta ayuda puede ser: a) formalmente inten-cional, o b) indirecta y espontnea, no buscada como tal ayuda, pero ejer-cida de modo derivado como influencia formativa. En el primer caso se

    71. Ibidem, 106. 72. FAURE, Ti., Aprender a ser, UNESCO-Alianza Editorial, Madrid, 1987, 16.

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  • LA FORMACIN HUMANA

    puede hablar con propiedad de agentes formativos; en el segundo, de mbitos de formacin.

    1.6. Agentes y mbitos dla formacin humana

    La recomendacin final de gran alcance que ofrece el informe Delors es una implcita denuncia de la parcialidad e incluso del reduccionismo de muchas concepciones pedaggicas: "mientras los sistemas educativos formales propenden a dar prioridad a la adquisicin de conocimientos, en detrimento de otras formas de aprendizaje, importa concebir la educacin como un todo. En esa concepcin deben buscar inspiracin y orientacin las reformas educativas, tanto en la elaboracin de los programas como en la definicin de nuevas polticas pedaggicas"73.

    En la actualidad, cuando se habla de educacin el referente primario es la escuela, y secundariamente, la familia. En la investigacin pedag-gica ha sido censurado este protagonismo de la escuela como agente educativo, ya desde 196874; pero la efectividad de este aviso ha sido bien escasa. En la literatura pedaggica actual se ha adoptado mayoritariamente la distincin entre educacin formal (formal educatior), no formal (not-formal educatior) e informal (unformal educatior)15 para designar:

    a) educacin formal: la enseanza acadmica institucionalizada, desde la educacin infantil hasta la educacin superior;

    b) educacin no formal: la enseanza que se imparte organizada y sistemticamente para atender necesidades particulares, pero fuera del sistema ordinario, como pueden ser los cursos de actualizacin y perfec-cionamiento profesional o las actividades de la pedagoga social;

    c) educacin informal: todo otro tipo de aprendizajes que se realizan a lo largo de la vida, y que tienen lugar en mbitos donde no se imparte una enseanza organizada y programada racionalmente: por ejemplo, en la familia y en la empresa laboral.

    73. DELORS, I, Ibidem, 109. 74. Cfr. reedicin: COOMBS, P. H., La crisis mundial de la educacin. Perspectivas actuales,

    Santillana, Madrid, 1985. 75. Cfr. ALTAREJOS, F., Dimensin tica de la educacin, 167 y ss.

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  • FILOSOFA DLA EDUCACIN

    Esta divisin muestra claramente su criterio de distincin: la preemi-nencia de la escuela como agente primordial y principal de la educacin. Es una consecuencia del cientifismo pedaggico que se mencion anterior-mente, y tambin de la concepcin de la sociedad como artificio, fruto del contrato social. Por ello, slo puede hablarse propia y rigurosamente de educacin cuando es formal; esto es, cuando la enseanza es promo-vida y gestionada por una institucin social que se constituye ad hoc la escuela, y que la desarrolla racionalmente, comunicando los con-ceptos y contenidos metodolgicos de las ciencias segn las pautas de la investigacin pedaggica sobre los procesos de aprendizaje. Se llega a admitir como inevitable la atencin a la educacin no formal, debido a la complejidad creciente y el acelerado dinamismo de cambio en la sociedad, que imponen la promocin de actividades docentes fuera de la escuela para subvenir necesidades especficas. No obstante, con todas las dife-rencias particulares, el modelo sigue siendo la escuela; dicho de otro modo, la educacin no formal es slo un precipitado o derivado extensivo de la educacin formal. En cuanto a la educacin informal cajn de sastre donde se meten todas las restantes actividades formativas, se la considera inabarcable por la racionalidad pedaggica, debido a su carcter espontneo, contingente y circunstancial; es decir, incapaz de ser afrontada cientficamente. Sin embargo, la educacin no es una ciencia, sino un arte; aunque no por ello deja de servirse de los hallazgos de las ciencias de la conducta humana76; y este arte empieza a ejercerse en el primer mbito educativo natural: la familia.

    En rigor, el agente real de la formacin humana es el educando en cuanto persona, como ya se ha dicho. Al hablar de otros agentes educa-tivos se entiende como agentes coadyuvantes o ministeriales, pues sirven o ayudan a ella, a la formacin humana; entre ellos, los primeros son los padres. La ms completa argumentacin de esta tesis proviene de Toms de Aquino, y ha sido clara y certeramente analizada por A. Milln-Puelles77. Sintticamente, puede afirmarse "la educacin como tendencia y obligacin de los padres"78, puesto que es considerada como prolongacin natural de la generacin y nutricin, puesto que "todas las cosas tienden naturalmente a llevar sus efectos a la perfeccin"79. Del mismo modo que

    76. Cfr. ALVIRA, R., "La educacin como arte suscitador", Reivindicacin de la voluntad, Eunsa, Pamplona, 1988.

    77. Cfr. MILLN-PUELLES, A., La formacin de la personalidad humana, 91-108. 78. Ibidem, 95. 79. S. Th.,111, q. 41, a. 1, ad 1.

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    el cuidado en alimentar a los hijos es la prosecucin de engendrarlos, el bien sucesivo y debido lleva a los padres a la solicitud por educarlos; de este modo, la educacin no slo es un derecho, sino que es prioritaria-mente un deber; adems, la educacin es nota definitoria de la paternidad y la maternidad, distintas entre s, pero integradas en el matrimonio.

    Hay tambin otra razn, de ndole estrictamente pedaggica, para afir-mar que los padres sean los primeros y principales educadores: su ense-anza es casi inevitablemente individualizada, supuesta la voluntad de ejercer a paternidad y maternidad, esto es, de educar; lo cual es el primer requisito de una formacin del ser humano como persona, segn se dijo antes. Adems, dicha individualizacin comporta el reconocimiento tcito, pero fehaciente, de la condicin personal de sus hijos. Sin necesidad de apelar a la instancia jurdica, tica o a la antropolgica, desde la misma reflexin sobre el sentido personal de la educacin se descubre la excelen-cia educativa de la familia, de "aquella forma o estructura en la cual el ser humano se personaliza y se socializa, es decir, como el lugar propio y primario del devenir del individuo y de la sociedad"80. Los padres son los primeros educadores en su mbito propio, que es su familia; fuera de ella, su potestad educativa decae y su capacidad pedaggica es deficitaria al no incidir en sus hijos; la causa no es otra que el vnculo estricta y radical-mente personal que une a padres e hijos. En tanto que mbito, en la familia tienen lugar otras influencias formativas, como la de los hermanos entre s, e incluso la de los hijos respecto de los padres. Este dinamismo de actua-ciones educativas e influencias formativas se realiza en la convivencia familiar, que es una genuina praxis educativa81 por cuanto emplaza coti-dianamente a sus miembros a reconocerse y reconocer a los otros como personas. El carcter personal se descubre en las relaciones puramente interpersonales propias de la familia: "en la familia domstica uno nunca aparece como individuo, sino como padre, madre, hijo, hermano, es decir, como persona. Si no hay familia domstica, el hombre no descubre su carcter de persona"82.

    Las relaciones interpersonales se sustentan en las instancias afectivas de la personalidad humana: sentimientos y voluntad. Por ello, a los padres, como agentes primarios de la formacin humana en el mbito natural de la

    80. AL VIRA, R., "Sobre la esencia de la familia", en CRUZ, J., (ed.) Metafsica de la familia, Eunsa, Pamplona, 1995, 15.

    81. Cfr. ALTAREIOS, F., Dimensin tica de la educacin, 175 y ss. 82. AL VIRA, R., Reivindicacin de la voluntad, 103.

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    familia, les compete la educacin de la afectividad, que tambin se realiza naturalmente, partiendo del amor conyugal que se expande en amor paterno-filial y amor fraternal. No es ste su nico cometido, pues tambin pueden ensear conocimientos, y de hecho inciden poderosamente en la formacin moral. No obstante, la armona afectiva que es la base de la maduracin personal se cimenta y desarrolla en el mbito familiar, don-de ms libre y naturalmente se manifiestan los sentimientos personales.

    Por causa de la extensin y diversificacin del saber humano, los padres no estn capacitados para subvenir todas las necesidades que conlleva la formacin intelectual y cultural; por ello se recurre a una ayuda especfica para completar la