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Capítulo 8 Conducta de ayuda, conducta prosocial y altruismo (1)
14.1 Introducción
El capítulo se inicia con una breve historia del interés de la PS por la conducta prosocial.
A continuación se definen conceptos clave relacionados con la conducta prosocial.
Se describe la investigación llevada a cabo en ese campo.
Se distinguen tres niveles de análisis para organizar la información:
1. Nivel micro: centrado en conocer el origen de las tendencias prosociales. Con
explicaciones desde las teorías de la evolución, la neurociencia, la genética y los
psicólogos del desarrollo y de la personalidad.
2. Nivel meso: centrado en la conducta de las personas que dan o reciben ayuda dentro
de un contexto específico. ¿Por qué ayudamos? ¿Quién es más probable que ayude?
¿A quién? ¿cuándo ayudamos?, y ¿todo el mundo quiere que se le ayude?
3. Nivel macro: que incluye conductas prosociales que se dan a nivel grupal y en el
contexto de organizaciones de cualquier tipo (voluntariado).
14.2 Historia del estudio de la conducta de ayuda desde la Psicología
Social
1908. William McDougall: escribe un manual de Introducción a la Psicología Social en
el que examina el impacto ejercido por variables sociales en el comportamiento. Una
de ellas es la conducta prosocial, que según el autor se produce como consecuencia
del instinto parental. Pero la visión conductista imperante en aquel momento no le da
importancia.
1964: el asesinato de Kitty Genovese es el momento a partir del cual comienza el
interés por el estudio de la conducta de ayuda. En los 15 años siguientes se publicarán
más de mil trabajos sobre el tema.
Años 70: se empiezan a escribir monografías sobre el tema.
Años 80: el altruismo y las conductas de ayuda aparecen como áreas de interés en los
manuales de PS.
Latané y Darley: empiezan a investigar el Efecto del espectador. Principal interés:
cuándo las personas ayudan y cuándo no. En los 70 y 80 interés centrado en por qué se
ayuda (¿intereses personales?, ¿por motivación para satisfacer las necesidades del
otro?). Años 90: ¿por qué los individuos forman grupos para ayudar a los otros? ¿cuál
es la mejor forma de gestionar el comportamiento de ayuda planificado?
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14.3 Conceptos básicos: conducta prosocial, conducta de ayuda,
altruismo y cooperación
Conducta prosocial: término general que refiere a todos los comportamientos que benefician
a los demás.
Conducta de ayuda: más específica. Realización de una acción que beneficia o mejora el
bienestar de otra persona en particular.
Altruismo: más concreto. Introducida en el lenguaje científico y filosófico por Comte para
oponerla a la idea de egoísmo. Tiene un componente adicional a las conductas prosocial y de
ayuda: la motivación de la persona que realiza la ayuda se caracteriza por el énfasis en las
necesidades del otro. Es una atención desinteresada por el cuidado del bienestar de los
demás. Es una acción que proporciona beneficios a otro sin la expectativa de recibir nada a
cambio, y cuyo fin último es aumentar el bienestar de quien o quienes reciben ayuda.
En la definición de altruismo se pone el énfasis en la intención de quien realiza la ayuda: no ha
de tener expectativas de recibir ningún beneficio personal. Para definir un comportamiento
como altruista, dicha conducta debe suponer un coste para quien realiza la acción.
Tanto en los estudios sobre conducta de ayuda como en los de altruismo se suele considerar
que es una sola persona la que necesita la ayuda y quien se la presta tiene los recursos para
poder llevarla a cabo.
Cooperación: dos o más personas que trabajan conjuntamente hacia una meta común que les
beneficiará a todos.
14.4 Tres niveles de análisis en el estudio de la conducta de ayuda, la
conducta prosocial y el altruismo
Los orígenes de las tendencias prosociales en las personas: el nivel micro
Teorías de la evolución
Desde las teorías de la evolución el altruismo se define en función de sus consecuencias. Tres
mecanismos principales propuestos desde esta perspectiva para explicar el por qué las
personas ayudan a los demás:
1. Selección por parentesco: lo realmente importante es la transmisión genética a los
miembros de la siguiente generación. La eficacia biológica inclusiva (inclusive fitness):
los padres que prefieren el bienestar de sus hijos antes que el propio tienen más
probabilidad de que sus genes se conserven, puesto que sus hijos se encargarán de
continuar la transmisión de esos genes.
2. Altruismo recíproco.
3. Selección de grupo.
Las tres explicaciones coinciden en afirmar que las tendencias prosociales existen en los
humanos porque estamos genéticamente predispuestos a actuar prosocialmente y por el éxito
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que ha acompañado a lo largo de la evolución a las personas que han realizado este tipo de
comportamientos.
Críticas: el principio basado en la norma de responsabilidad social acerca de que hay que
ayudar a los que dependen de nosotros no fue controlado en dichos estudios o que la
concepción de familia no es igual en todas las culturas.
Resultados de estudios realizados por Burnstein, Crandall y Kitayama: se pedía a personas de
dos culturas distintas a quién ayudarían entre parientes y no parientes en situaciones de bajo o
de alto riesgo o implicación. Resultado: en situaciones de vida o muerte predominan los
criterios de parentesco, en situaciones cotidianas de bajo riesgo la gente se rige por la norma
de responsabilidad social: se ayuda más al enfermo que al sano o más al pobre que al rico.
¿Qué pasa cuando se dan situaciones de altruismo entre personas que no están
emparentadas? Existe otra norma que ayuda a comprender este otro tipo de comportamiento:
la norma de reciprocidad: deberíamos ayudar a quienes nos ayudan.
Desde la perspectiva evolucionista, el concepto de altruismo recíproco (Trivers -71-) explica
cómo este tipo de comportamiento ha podido evolucionar a pesar de suponer un cierto
perjuicio para el altruista. Es un principio universal que además se produce en otras especies.
Aunque la Teoría del altruismo recíproco explica la conducta social entre amigos y vecinos, no
predice una aplicación indiscriminada de dicho principio.
Bierhoff (02), partiendo del hecho de que no existe un solo tipo de reciprocidad, realizó una
clasificación de los niveles de reciprocidad en función de la dependencia entre el donante y el
receptor según cuatro pautas:
1. Pseudocontingencia: la dependencia donante-receptor es mínima (recoges un objeto
que se le ha caído a alguien y se lo devuelves).
2. Contingencia asimétrica: existe una dependencia unilateral y el receptor necesita la
ayuda del donante (dar sangre para alguien a quien no se conoce).
3. Contingencia reactiva: comportamiento de ayuda en las emergencias.
4. Contingencia mutua: el intercambio de conductas de ayuda como reciprocidad: “hoy
por ti, mañana por mí”.
Un tercer mecanismo para explicar la evolución del altruismo:
- La selección de grupo: el éxito evolutivo se puede dar a nivel individual, pero también
a nivel grupal. Cuando dos grupos compiten entre sí, aquel que tenga más personas
dispuestas a sacrificarse por su grupo de manera altruista, o a cooperar entre sí, será
capaz de quedar por encima de un grupo en el que predominen las personas egoístas.
Según Penner y cols., la propuesta de considerar que las tendencias prosociales pasan de
generación a generación vía genes tiene dos implicaciones:
1. Debería haber procesos fisiológicos o neurológicos que favorecieran que la conducta
altruista tenga lugar.
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2. Al menos, algunos de los mecanismos que facilitan la conducta prosocial son
heredados.
Bases biológicas y genéticas de la conducta prosocial
Desde esta perspectiva se asume que en la mayoría de ocasiones no parece que las personas
realicen la conducta prosocial reflexivamente, aunque sí existe un estado afectivo emocional
que antecede a dicha conducta.
Dos cuestiones:
1. los afectos biológicos en general (Buck): biológicamente existen afectos prosociales y
afectos egoístas. El hemisferio cerebral izquierdo está más asociado a las conductas y
emociones prosociales que el derecho. Esas emociones y conductas facilitan la
comunicación y la cooperación entre los miembros de una especie.
2. un aspecto afectivo en particular, la empatía: la empatía consiste en la habilidad de
ponerse en el lugar de los demás y ser capaz de experimentar sus mismas emociones.
Se acepta que muchas respuestas empáticas preceden a conductas prosociales y que
la empatía aparece en los humanos ya desde pequeños, lo cual hace pensar que es
algo innato.
El Modelo de percepción-acción (Preston y de Wall): si una persona presta atención al estado
emocional de otra, se activa una representación de dicho estado emocional que genera una
respuesta asociada a dicho estado. Las personas pasan mucho tiempo con sus familiares y
amigos y el beneficio biológico de ayudarles sería el resultado de una adaptación de su sistema
nervioso que les predispondría a experimentar empatía y a realizar conductas prosociales.
A efectos de su localización, no hay una zona concreta del cerebro donde esté localizada la
empatía, sino que hay sistemas interconectados para una habilidad concreta. Es decir, parece
que no existe una zona concreta sino varias y las neuronas espejo son fundamentales para
explicar esto.
Neuronas espejo: grupo de neuronas localizadas en la corteza cerebral con capacidad para
descargar impulsos tanto cuando una persona observa a otra realizar un movimiento como
cuando es el propio individuo quien lo hace. Forman parte de un sistema de
percepción/acción, de modo que la observación de movimientos de la mano, boca o pie activa
las mismas regiones de la corteza motora que si estuvieran realizando estos movimientos, a
pesar de que la activación motora no se transforme en movimiento.
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Críticas:
- los psicólogos del desarrollo argumentan que el modelo de percepción-acción es
demasiado simple en la relación que establece entre los procesos neurológicos y la
respuesta empática y no tiene en cuenta los cambios a lo largo del desarrollo del
individuo.
- el modelo no es aplicable a los múltiples contextos sociales en los que se producen los
procesos de comunicación emocional y empatía. Que no se distingue entre empatía,
simpatía y malestar personal y que no se contemplan las posibles consecuencias
negativas de la empatía para el que la siente.
- Otras, argumentan que el modelo no ha sido realmente experimentado ni en humanos
ni en animales y ninguna teoría ha sido consistentemente probada.
El desarrollo de tendencias prosociales
Una de las variables que, desde la Psicología del desarrollo, se ha relacionado con la conducta
prosocial es el temperamento, puesto que aparece en las primeras etapas de la vida.
Temperamento: estilos de reacción ante las situaciones del ambiente, que aparecen desde las
primeras etapas de la vida y tienen supuestamente un importante componente genético. El
tipo de temperamento que posea un individuo no es por sí solo el causante del
comportamiento prosocial, pero se interactúa con otras variables. Se ha demostrado, por
ejemplo, que las personas que tienen tendencia a mostrar emociones positivas también están
más dispuestas a actuar prosocialmente. Por el contrario, las personas con propensión a
mostrar emociones negativas, como ansiedad o tristeza, tendrían una menor tendencia a
realizar comportamientos prosociales, si no son capaces de controlar dichas emociones.
Investigaciones en adultos demuestran que las personas están más dispuestas a ayudar
cuando están de buen humor.
Desarrollo de la conducta de ayuda durante la vida del individuo
La emoción empática se demuestra ya desde muy temprana edad.
Los niños pequeños se mueven por recompensas tangibles o por indicaciones de los adultos,
debido a su egocentrismo. Más tarde serán los elogios u otras reacciones positivas las que
motivarán conductas de ayuda.
Cuando una persona aprende las normas sociales sobre lo correcto y lo incorrecto en cuanto a
comportamiento con los demás, se siente motivado a ayudar.
Finalmente las personas interiorizan las fuentes de motivación y ayudan porque eso les hace
sentirse mejor o porque quieren beneficiar a otro.
En el desarrollo de la conducta prosocial en general intervienen fundamentalmente tres
procesos:
1. la maduración socio-cognitiva
2. la socialización
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3. el aprendizaje a través de la interacción con los iguales
Los tres están relacionados entre sí, de manera que hay determinadas cosas que no se pueden
aprender hasta alcanzar un determinado nivel de maduración cognitiva y, al mismo tiempo, el
progresivo conocimiento de lo que es valorado y rechazado socialmente, así como la
experiencia de lo que resulta apropiado en cada situación, adquirida en la relación con otros,
van modelando la visión del mundo, de los demás y de uno mismo.
En definitiva, aunque nacemos con una predisposición a sentir empatía hacia los demás, esa
tendencia no se traduce en conducta altruista de forma automática, sino que son necesarios
los procesos madurativos y experienciales que acabamos de mencionar, igual que lo son para
otras conductas como andar, hablar o enamorarnos.
Personalidad y conducta prosocial
Es ampliamente aceptado que existen diferencias individuales en las tendencias a comportarse
de manera prosocial y a empatizar. A pesar de ello, la idea de que estas diferencias se deben a
la personalidad y que serían estables a lo largo de la vida, es algo que sólo se ha tomado
realmente en serio desde mediados de los años noventa.
Existen ciertos rasgos de personalidad que disponen a las personas a ayudar en cierto tipo de
situaciones. Bierhoff, Klein y Kramp realizaron un estudio detallado para tratar de identificar si
existe una personalidad altruista y, de ser así, cuáles serían sus características (personas que
presenciaron un accidente de tráfico). Observaron cinco diferencias entre las personas que
ayudaron y las que no lo hacían. Las que ofrecieron ayuda:
1. Tenían un autoconcepto alto en empatía.
2. Creían firmemente en un mundo justo.
3. Se sentían socialmente responsables.
4. Mostraban un locus de control interno (las personas con un locus de control interno
piensan que las cosas no están a merced de la suerte, sino que dependen de ellos
mismos).
5. Eran menos egocéntricas.
Estas características eran propias de las personas que ayudaron a los judíos en los 40 durante
la persecución de los nazis según un trabajo de Oliner y Oliner.
Resultados actuales indican que parece haber una consistencia por parte de ciertas personas
en la predisposición a comportarse de manera prosocial, y/o a mantener estables
determinadas características de personalidad, llegando a comportarse de la misma manera
con el paso de los años. Comprobado en estudios longitudinales con niños desde los 3 a los 21
años y con mujeres desde los 21 a los 52.
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La conducta interpersonal: el nivel meso
Centro de interés de este tipo de investigación: la conducta de las personas que dan o reciben
ayuda en un contexto específico.
Objetivo de estudio: tratar de explicar el comportamiento de ayuda a nivel interpersonal.
En este capítulo se trata de dar respuesta a cinco preguntas:
1. ¿Por qué ayudamos a los demás?
2. ¿Quién es más probable que ayude a otros?
3. ¿A quién es más probable que ayudemos?
4. ¿Cuánto ayudamos?
5. ¿Todo el mundo quiere que se le ayude?
¿Por qué ayudamos a los demás?
Tres mecanismos explicativos surgidos en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado.
1. El aprendizaje.
2. Los valores morales sociales y personales.
3. La activación o la emoción.
La perspectiva del aprendizaje propone que las personas aprenden a ayudar por los
principios del refuerzo y el modelado.
Principio del refuerzo: aprendemos a ayudar si somos reforzados en ello.
Modelado: los programas de televisión podrían fomentar la conducta de ayuda a
través de modelos.
La perspectiva basada en los valores morales sociales y personales postula que hay
unas normas (la responsabilidad social –debemos ayudar a quien depende de
nosotros- y la reciprocidad) que tenemos interiorizadas y que nos dictan cuándo
deberíamos ayudar a una persona. Desde esta perspectiva, los factores sociales son
más importantes que los biológicos para explicar el comportamiento altruista.
Schwartz trabajó sobre la diferencia entre las normas sociales y las personales. Según él,
las personas construyen las normas para situaciones específicas, por lo que podrían ser
diferentes en el mismo individuo en situaciones distintas. De esta manera aquellas
personas con una estructura de valores más estable, tenderían a comportarse igual en la
mayoría de las situaciones.
Schwartz y Howard proponen su Modelo procesual de altruismo con cinco pasos:
1. Atención: alguien detecta que otra persona necesita ayuda, selecciona una acción
altruista y la persona se autoatribuye la competencia necesaria para llevarla a cabo.
2. Motivación: la persona se construye una norma personal y se genera el deber moral
de ayudar.
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3. Evaluación: la persona compara los costes y los beneficios de ayudar.
4. Defensa: evaluación anticipada de qué sucedería si no se toma la decisión de ayudar,
lo cual obviamente reduce la posibilidad de hacerlo.
5. Conducta: decisión final, en la cual puede influir un efecto boomerang y las personas
con gran probabilidad de comportamiento altruista no ayudarán, si piensan que
intentan aprovecharse de ellos.
Además de estas normas sociales las personas también desarrollan normas de justicia social
como la equidad: dos personas que hacen una misma contribución a algo deberían tener la
misma recompensa.
Las normas de reciprocidad y justicia social parecen comunes en todas las sociedades, sin
embargo esta “obligación” no es universal y puede haber diferencias culturales. En algunas
culturas existe la norma moral de ayudar y en otras es cuestión de libre elección. Se ha
estudiado cómo influye según se trate de una cultura individualista (USA) o una cultura
colectivista (Brasil).
El mecanismo de activación y la emoción. Las teorías que se basan en estos principios
defienden que, cuando las emociones se activan, las personas pueden ayudar a los
demás, pero pueden hacerlo por dos motivos distintos:
- Motivación egoísta: para reducir su propio malestar (Cialdini). Modelo del alivio del
estado negativo (Cialdini): las personas ayudan para obtener refuerzo, evitar castigo,
o librarse de un estado emocional negativo. Esto significaría que, al no poner el énfasis
en solucionar el problema de la persona que necesita la ayuda la motivación que lleva
a realizar la acción de ayudar es egoísta. Los defensores de esta perspectiva no sólo
plantean que la motivación por la cual ayudamos es egoísta, sino que además no
existe relación entre la conducta de ayuda y la motivación empática.
- Motivación altruista: porque lo que hacen es ponerse en lugar del otro (Batson).
Existen diversas definiciones de empatía.
Empatía: capacidad que consiste en inferir los pensamientos y sentimientos de otros,
lo cual genera sentimientos de simpatía, comprensión y ternura (Batson).
Habilidad social que permite a la persona anticiparse a lo que otras personas piensan y
sienten, para poder comprender y experimentar su punto de vista.
Hoffman: decía que se trataba de una respuesta afectiva más acorde con la situación
de otra persona que con la de uno mismo.
En general se acepta que existen dos tipos de empatía:
Cognitiva: tomar la perspectiva de la otra persona, es decir, ponerse en su
lugar
Emocional: dos variantes:
Empatía paralela: tratar de experimentar las mismas respuestas
emocionales que experimenta la otra persona. También se denomina
toma de perspectiva.
Empatía reactiva: reaccionar emocionalmente ante las experiencias
que esa otra persona está viviendo. También se conoce como simpatía,
respuesta emocional o toma de perspectiva afectiva.
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Tres aspectos relacionados con la empatía:
- Existen pruebas de que la empatía produce efectos positivos cuando se utiliza en un
contexto interpersonal.
- Existen importantes resultados que demuestran su aplicación al contexto intergrupal.
- Se puede entrenar.
Escala de empatía más utilizada: Índice de Reactividad Interpersonal (IRI) de Davis. Consta de
28 ítems con formato de respuesta de 0 a 4, y donde se debe responder hasta qué punto cada
uno de esos ítems le podrían describir: Consta de 4 subescalas:
1. Fantasía (F): mide la tendencia de la persona a identificarse con personajes de libros,
películas y juegos.
2. Toma de Perspectiva (TP): tendencia o habilidad para adoptar la perspectiva o el
punto de vista de la otra persona.
3. Preocupación Empática (PE): tendencia a experimentar sentimientos de compasión y
preocupación sobre todo por aquellos que sufren consecuencias negativas.
4. Angustia Personal (AP): Sentimientos de disconformidad y ansiedad cuando se es
testigo de las experiencias negativas de otros.
¿Quién es más probable que ayude a otros?
A pesar de que existe la creencia de que las mujeres tienden más a ayudar que los hombres,
medidas fisiológicas y no verbales de la empatía no corroboran tal afirmación.
Otros estudios dicen que puesto que las mujeres experimentan más sentimientos de culpa que
los hombres, estas tienden más a ayudar.
Otros estudios afirman que cuando la actitud altruista tiene un alto coste las mujeres tienden a
ayudar más. Los hombres las superan cuando la ayuda implica un bajo coste.
No obstante, parece ser que realmente depende del tipo de ayuda y de que se tenga en cuenta
el rol social (la función que la persona desempeña independientemente de que sea hombre o
mujer). Respecto del tipo de ayuda, se asume que es más probable que intervengan los
hombres en situaciones peligrosas, que incluyen iniciativa y una intervención activa. La
probabilidad de recibir ayuda en estos casos era mayor en el caso de las mujeres que en el de
los hombres. Lo que está en línea con el sexismo benevolente. La otra respuesta nos la da
tener en cuenta el rol social de género. Una mujer bombero, policía o médico, a pesar de
enfrentarse a situaciones peligrosas no debería de mostrar diferencias a ayudar con respecto a
un hombre, puesto que forma parte de su trabajo.
¿A quién es más probable que ayudemos?
El comportamiento de ayuda está influido por las características de la persona que necesita
dicha ayuda. En general ayudamos más a quienes encontramos atractivos y/o nos gustan, a
quienes son similares a nosotros, a las personas de nuestro propio grupo y a quienes merecen
que se les ayude.
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Para ilustrar atractivo: Foto en la cabina de teléfono con impreso de solicitud de ingreso en un
instituto: la enviaba más quien la encontraba y encontraba a la persona de la foto atractiva.
Para ilustrar quien nos gusta y quien no: Llamada de teléfono para dar mensaje a una
persona. Quien llamaba era hombre y si pedía que se diera el recado a una mujer, el llamado
contestaba más que si decía que era para un hombre (homosexual).
Para ilustrar la semejanza: se tiende a ayudar más a un extraño cuando es del propio país. Y
en base al proceso de atribución de responsabilidad de la víctima es más fácil ayudar si el
problema es debido a cuestiones ajenas a la víctima.
Si la víctima es semejante a nosotros se puede despertar la sensación que nos podría pasar
igual. Con lo cual usamos dos mecanismos de defensa:
- la represión: evitar o negar esa amenaza.
- la sensibilización: preocuparse por la amenaza, pero controlarla centrándose en la
causa de lo ocurrido.
Si quien precisa la ayuda es similar a nosotros tenderemos a ayudar, pero si no podemos
hacerlo, controlaremos las emociones no percibiéndola como una semejante o culpándola
de lo sucedido.
Para ilustrar pertenencia al propio grupo: los hippies ayudaban a los otros hippies. Sin
embargo, ayudar a alguien con quien se tiene un sentimiento de identidad compartida por
alguna razón (por que pertenezca a tu propio grupo) no puede ser visto como altruismo,
porque ayudar al otro sería como ayudarse a uno mismo.
Para ilustrar ayuda a quienes se cree que merecen ayuda: se pueden hacer inferencias a
través de la Teoría de la Atribución: es más probable que ayudemos a alguien si creemos que
el problema que tiene está fuera de su control.
¿Cuándo ayudamos?
Primer modelo que da respuesta a esta pregunta:
Modelo de decisión sobre la intervención en emergencias (Darley y Latané): surgido después
del caso Genovese. Los vecinos podrían haber pensado que alguien había llamado al servicio
de emergencias y por eso no lo hicieron. El modelo proponía que el hecho de que una persona
ayude o no, depende de una serie de decisiones que incluyen:
- reconocer que algo pasa,
- que la situación requiera realmente que alguien ayude,
- tomar la responsabilidad personal de ayudar,
- considerarse capaz y
- decidir cómo hacerlo.
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En su experimento donde ponían a prueba su hipótesis de que cuantas más personas haya,
menos probable será que alguna de ellas ayude, confirmaron lo que se llamó el efecto
espectador (bystander effect).
A consecuencia de los resultados elaboraron un modelo de 5 pasos. Cada paso lleva a no
intervenir en la situación o paso siguiente. Y sólo se realizará la conducta de ayuda si se dan
todos los pasos:
Paso 1: ¿Algo pasa? Lo primero de lo que ha de darse cuenta una persona es de que algo
extraño está sucediendo. Si estamos pendientes de otras cosas, como por ejemplo sentirnos
preocupados por algo, esto puede inhibir los actos prosociales.
Paso 2: Lo que está pasando… ¿Es una emergencia? Interpretar si lo es o no dependerá de
cómo responden otras personas a dicha situación y de que esté claro o no que es una
emergencia. En el primer caso se recurre a la influencia normativa o influencia informativa: el
sujeto se pliega a lo que hace la mayoría, ya sea por el qué dirán o por los beneficios que le
puede aportar. Si lo que se produce es una influencia informativa, cuando los individuos han
de interpretar una situación ambigua, tienen en cuenta lo que hacen y dicen las personas
semejantes a ellos. En el segundo caso, el temor a interpretar como emergencia algo que no lo
es y a sentirnos ridículos, puede influir en que no lo interpretemos como tal. Ignorancia
pluralista: a pesar de que todos querían saber qué pasaba, no deseaban parecer nerviosos
ante los demás y se mostraban aparentemente tranquilos. Difusión de responsabilidad: la
presencia de otras personas en una situación puede ejercer una función inhibidora de la
acción.
Paso 3: ¿Se asume la responsabilidad de actuar? Si hay más personas en la situación tendemos
a pensar que el que tiene el rol de líder será el que asumirá la responsabilidad.
Paso 4: ¿Se considera la persona capaz de ayudar? Una persona puede querer ayudar pero no
considerarse capaz de hacerlo.
Paso 5: Tomar la decisión de ayudar: se pueden haber producido los cuatro pasos anteriores y
llegados aquí no hacerlo porque los costes de ayudar sean demasiado grandes. Se explica
mediante la aprensión por la evaluación: nos preocupa que otros vean cómo nos
comportamos o que juzguen nuestras reacciones negativamente.
Representación esquemática del Modelo de decisión sobre la intervención en emergencias:
Una persona se encuentra en una situación…
¿Se da cuenta de que la situación es anormal?
SÍ
¿Interpreta que existe una emergencia?
SÍ
¿Asume la responsabilidad de actuar?
SÍ
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¿Se considera capaz de ayudar?
SÍ
¿Toma la decisión de intervenir?
AYUDA
Segundo modelo que trata de explicar cuando ayudamos a los demás o cuando no:
Modelo de activación y coste-recompensa: las personas están motivadas para maximizar sus
recompensas y minimizar sus costes. El objetivo del modelo es predecir si una persona ayudará
o no y cómo ayudará en caso de hacerlo.
¿Todo el mundo quiere que se le ayude?
Para saber hasta qué punto las personas desean que otros les ayuden es necesario diferenciar
entre la ayuda que se pide y la que se recibe sin solicitarla
Respecto a la ayuda que se pide, según Nadler, que una persona decida o no pedir ayuda
depende:
1. De características como edad, sexo, personalidad, etc.
2. De la naturaleza del problema y el tipo de ayuda que se necesita.
3. De las características del posible donante de la ayuda.
Otras dos formas de pedir ayuda:
- los grupos de autoayuda: las personas con algún problema en común trabajan juntos
para ayudarse los unos a los otros (adolescentes, embarazadas, alcohólicos,
drogadictos, enfermos de SIDA, etc.).
Esta estrategia minimiza los costes de recibir ayuda, y ofrece la oportunidad de
ayudar de manera recíproca, así como de conocer a otras personas con el mismo
problema.
- ayuda proporcionada por los ordenadores: ofrecen la posibilidad de recibir ayuda de
una máquina en lugar de otra persona. Brindan la ventaja de que los errores propios
son anónimos. En este caso la ayuda es privada y no requiere reciprocidad (reduce el
coste psicológico de recibir ayuda).
Y una forma de ayudar peculiar:
- la ayuda que se recibe sin solicitarla: hay personas que necesitan ayudar a otros para
sentirse bien. Sin embargo, no todos los comportamientos de ayuda son positivos para
el que los recibe. Este tipo de ayuda puede representar una amenaza a la autoestima
del ayudado.
La amenaza a la autoestima se puede explicar desde la Teoría de la atribución. En
ocasiones recibir ayuda no es positivo, ya que se reduce la autoestima, sobre todo si quien
te ayuda es alguien semejante. De acuerdo con esta Teoría, las personas están motivadas a
buscar una explicación de por qué necesitan ayuda y por qué otros se la ofrecen.
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Mantendrán una autoestima positiva si son capaces de atribuir la necesidad de ayuda a
causas externas o incontrolables, más que a deficiencias personales.
¿Por qué nos ayudan en este caso? ¿Por qué realmente lo necesitamos o por qué quien nos
ayuda cree que somos incompetentes?
Los costes del agradecimiento pueden justificarse gracias a la Teoría del intercambio social: las
reacciones a la recepción de ayuda reflejan los beneficios de recibirla, pero también los costes
de aceptarla. Cuando la ayuda es en una sola dirección puede crear un sentido de diferencia de
poder. Por este motivo, las personas están más dispuestas a pedir ayuda cuando piensan que
podrán devolver el favor. Pero si no pueden o no quieren devolverlo, tratarán de evitar que les
ayuden o reaccionarán de manera negativa.
La Teoría de la identidad social (Ellemers, Spears Y Doosje) y (Tajfel): según esta Teoría,
cualquier información que hiciera sentir a los miembros de un grupo que son inferiores a los
de otro supondría una amenaza para su identidad. La segunda premisa es que las relaciones de
ayuda están influidas por las relaciones de poder. Según esto, los miembros de un grupo de
estatus alto ayudarían a los de uno de estatus bajo no sólo por el hecho de ayudarles, sino por
mantener su ventaja social. Sería una forma de demostrarles que realmente son superiores a
ellos. Si los miembros del grupo de estatus más bajo aceptan la ayuda, podrían estar
reconociendo su inferioridad.
La conducta prosocial grupal: el nivel macro
Se incluyen las conductas prosociales que se dan a nivel grupal y en el contexto de
organizaciones de cualquier tipo.
Características de los tipos de comportamientos que se incluyen dentro de la conducta
prosocial grupal:
- Son comportamientos que se dan a los largo de varios meses e incluso años.
- Se producen dentro de grupos u organizaciones.
- Buscan un beneficio tanto para el que da como para el que se recibe.
- Prestan una atención especial al contexto en el que se producen los comportamientos
de ayuda.
- Raramente se utiliza la metodología experimental.
La conducta de ayuda planificada: el voluntariado
- Es un comportamiento de ayuda con carácter no obligatorio.
- Se lleva a cabo planificadamente (objetivos que cumplir, medios materiales y humanos
para llevarlos a cabo, programación, temporalización y reparto de tareas, evaluación
formativa y sumativa de las tareas que se realizan), y a través de la gestión de una
organización.
- No es puntual, sino que se desarrolla por un periodo de tiempo relativamente extenso.
El voluntariado tiene cuatro características:
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- Es una conducta a largo plazo.
- Es una acción pensada y planificada.
- Es una ayuda no obligatoria.
- Se produce bajo un marco organizacional.