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Castrejón Diez, Jaime. La política según los mexicanos. Editorial Oceano. Pp: 175-197. México, 1995. Los partidos políticos ¿El ejercicio del poder de unos reduce el poder a otros? ¿Se trata de un concepto suma cero? Steven Lakes El proceso democrático La democracia, entendida como un proceso dinámico, ha sufrido a través de los tiempos constantes cambios y evoluciones. Durante sus inicios en la sociedad griega, la elección de líderes se realizaba partiendo del supuesto de que todos los votantes tenían el mismo valor. Eurípides, en las suplicantes, incluye un diálogo entre el heraldo de Tebas y Tesco, rey de Atenas. Al preguntar el primero "¿Quién es el rey absoluto aquí?", Teseo responde: "Este Estado no está sujeto a la voluntad de un solo hombre, sino que es una ciudad libre. El rey aquí es el pueblo, quien gobierna año tras año. No le damos un poder especial a la riqueza; la voz del hombre pobre manda con igual autoridad". Sin embargo, las democracias no son perfectas. En el caso de Atenas, por ejemplo, si bien es cierto que los ciudadanos tenían el mismo derecho para votar o ser

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Castrejón Diez, Jaime.La política según los mexicanos.

Editorial Oceano. Pp: 175-197.México, 1995.

Los partidos políticos

¿El ejercicio del poder de unos reduce el poder a otros? ¿Se trata de un concepto suma cero?

Steven Lakes

El proceso democrático

La democracia, entendida como un proceso dinámico, ha sufrido a través de los tiempos constantes cambios y evoluciones. Durante sus inicios en la sociedad griega, la elección de líderes se realizaba partiendo del supuesto de que todos los votantes tenían el mismo valor. Eurípides, en las suplicantes, incluye un diálogo entre el heraldo de Tebas y Tesco, rey de Atenas. Al preguntar el primero "¿Quién es el rey absoluto aquí?", Teseo responde: "Este Estado no está sujeto a la voluntad de un solo hombre, sino que es una ciudad libre. El rey aquí es el pueblo, quien gobierna año tras año. No le damos un poder especial a la riqueza; la voz del hombre pobre manda con igual autoridad".

Sin embargo, las democracias no son perfectas. En el caso de Atenas, por ejemplo, si bien es cierto que los ciudadanos tenían el mismo derecho para votar o ser electos, la sociedad se basaba en la institución de la esclavitud. Los hombres libres votaban y tenían los mismos derechos, de acuerdo con la concepción de democracia, pero a los esclavos se les conculcaba todo derecho.

A veces la evolución del mundo y de las prácticas políticas antecedieron a los cambios sociales y económicos; en otras, los provocaron y, en ocasiones, respondieron a la necesidad de adecuación de los regímenes políticos. Pero la aspiración de los pueblos, en las diversas épocas de la historia, ha sido perfeccionar el sistema de gobierno para que sea justo, iguale a los componentes de la sociedad y permita métodos democráticos en la selección de los representantes de la sociedad. Esto último con el fin de construir un estrecho

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vínculo entre gobierno y gobernados: unos eligiendo a sus conductores, el otro atendiendo las demandas del pueblo.

Schumpeter definió el método democrático como la ordenación institucional establecida para llegar a la toma de decisiones políticas, a través de la cual los individuos adquieren el poder de decidir, por medio del voto, en una lucha competitiva: las elecciones.

Giovanni Sartori considera que "la democracia es un subproducto de un método competitivo de reclutamiento de lideres [...] las elecciones competitivas producen democracia".

En ambas definiciones podemos observar que el voto del pueblo es consustancial a la concepción de democracia. En sociedades pequeñas, donde la elección puede realizarse en la plaza pública y dejar a la espontaneidad del pueblo la selección de sus líderes naturales, la democracia se manifiesta en relaciones cara a cara. Tal procedimiento, aunque totalmente transparente, no puede verificarse en sociedades mayores. En las naciones contemporáneas, de gran extensión territorial y con un alto número de habitantes, ante la imposibilidad de organizar un proceso de confrontación directa, se han creado mecanismos para la selección de líderes y la elección de funcionarios, así como organizaciones estrictamente políticos que impulsan candidatos a puestos de elección popular.

Los partidos políticos

Para acceder a una vida democrática es imprescindible desarrollar las voces articuladas que expresan, en su momento, los deseos explícitos e implícitos de los grandes grupos sociales y detector los liderazgos naturales. Éstos deben ser asimilados por el proceso de evolución política y orientados hacia una concepción ideológica, pero también al pragmatismo en la solución de conflictos.

Una de las primeras definiciones se debe a Edmund Burke, quien en 1770 escribió: "Un partido es un cuerpo de hombres unidos para promover, mediante su labor conjunta, el interés nacional sobre la base de algún principio particular acerca del cual todos están de acuerdo. Los f¦nes requieren medios, y los partidos son los medios adecuados para permitir a esos hombres poner en ejecución sus planes comunes, con todo el poder y toda la autoridad del Estado".

Algunos teóricos, entre ellos Maurice Duverger, sostienen que los partidos nacen en los sistemas parlamentarios. Al formarse los primeros parlamentos-ya sea por la via de la selección o de la elección- los representantes se encontraron ante la disyuntiva de ser voces solitarias, sin influencia en las decisiones, o agruparse en

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torno a ideas comunes, objetivos ideológicos e intereses específicos, para aumentar la posibilidad de incidir en las decisiones del parlamento.

Los partidos políticos tienen como antecedente las facciones: grupos organizados que actuaban de manera coordinada para la obtención de resultados electorates o decisiones en los cuerpos colegiados de gobierno. En la revolución francesa empezaron a organizarse facciones, denominadas partidos, que agrupaban a un determinado número de representantes de la asamblea nacional, con ideas afines o algún común denominador que los hacía actuar conjuntamente para alcanzar sus objetivos o defender sus intereses. El primer grupo que se organizó para estos fines se reunía en el monasterio de San Jacobo, de ahí que fueran conocidos en la asamblea como jacobinos. Un siglo antes, durante la revolución de Cromwell en Inglaterra, los puritanos habían fomado un partido con bases religiosas.

Robert Michels primer autor de gran difusión en esta materia considera que en el inicio de la formación partidista: "La organización es el único medio para llevar adelante la voluntad colectiva. Por estar basada en el principio del menor esfuerzo, es decir, sobre la máxima economía posible de energía, la organización es el arma de los débiles en su lucha contra los fuertes".

Para comprender la dinámica de los partidos y su acción dentro de la sociedad, Michels explica que el proceso iniciado por la diferenciación de funciones en un partido, llega a sus últimas consecuencias cuando sus líderes se separan de la masa y adquieren un complejo de cualidades específicas. En principio, se trata de líderes espontáneos, cuyas funciones son accesorias o gratuitas. Sin embargo, rápidamente se convierten en lideres profesionales, estables e inamovibles. Así, el partido empieza su crecimiento, con espíritu de lucha y participación, basado en dos fuerzas impulsoras: los bienes colectivos y los bienes selectivos.

Los ideales, la ideología y las tácticas comunes que identifican a los miembros de un partido y los hacen parte estructural de él, constituyen los bienes colectivos. Para Michels, los bienes selectivos son aquellos que no pueden distribuirse equitativamente entre todos los miembros del partido, como los puestos de conducción y las candidaturas a cargos de elección popular. Ambos bienes actúan en sentido inverso: en tanto los bienes colectivos unen, los bienes selectivos son elementos disgregantes, factor de luchas internas y estratificación en el partido, que incluso generan una oligarquía.

Michels llega a esta aseveraeión al analizar las transformaciones psíquicas que experimentan las personalidades conductoras del Partido Socialista Alemán en el curso de sus vidas. Pero también lo concluye por los efectos de la psicología propia de la organización, de las necesidades tácticas y técnicas que resultan de la

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consolidación de todo conglomerado político disciplinado. "La ley de hierro de la oligarquía: la organización, es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización dice oligarquía. "

Michels afirma también que la idea de democracia, en sociedades cada vez más grandes y complejas, requiere la introducción de los partidos políticos como elementos ordenadores. Sin embargo, los mismos elementos de orden alteran la demoeracia, por sus dos principios reguladores: 1) su tendencia ideológiea hacia la crítica y la fiscalización para mantener la igualdad del gobernado; 2) una tendencia efectiva hacia la creación de partidos cada vez más complejos y diferenciados.

En tanto la primera tendencia trata de proteger el derecho de los indivlduos, ya que en toda ideología de partido hay un principio de equidad; la segunda actúa en sentido contrario porque, al hacer partidos eficientes y bien diferenciados, se requiere de la formación de élifes partidistas que en cierta forma cancelan el ideal claro de democracia. Dice Michels que los partidos se han alejado del objetivo original de ser instrumentos de regulación del poder y de mantener o ampliar el poder de algunos hombres sobre los otros.

Estas organizaciones, cuyas funciones se han afinado poco a poco, muestran las variaciones que ha experimentado la concepción de partido político, de acuerdo con el momento histórico que se viva. Para claridad del análisis requerimos de una definición de inicio, que nos permita estudiar la evolución de la estructura partidista. En este sentido, la más adecuada es la de Max Weber: "El partido es una asociación dirigida a un fin deliberado, ya sea objetivo, como la realización de un programa que tiene finalidades materiales o ideales; o personales, es decir, tendiente a obtener beneficios, poder y honor para los jefes y secuaces; o, en fin, tendiente a todos estos conjuntamente".

Para Weber, los partidos políticos solamente pueden existir cuando las comunidades han alcanzado ya un grado de organización o socialización de alta complejidad. En este sentido, surge un aparato que mantiene ordenada a la sociedad y permite a los partidos influir en ésta y participar en la conducción del mismo aparato. Por esta vía llega a una definición de partido mucho más amplia: "Llamamos partidos a las formas de 'socialización' que, descansando en un reclutamiento (formalmente) libre, tienen como fin proporcionar poder a sus dirigentes dentro de una asociación y otorgar por ese medio a sus miembros activos determinadas probabilidades ideales o materiales (la realizaeión de fines objetivos o el logro de ventajas personales o ambas cosas). Pueden ser formas de socialización efímeras o de cierta duraeión y aparecer como asociaciones de toda

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clase y forma: séquitos carismáticos, servidumbres tradicionales y adeptos racionales (racionales con arreglo a fines, racionales con arreglo a valores), según una concepción del mundo".

Angelo Panebianco considera que en el estudio de los partidos políticos existen dos prejuicios comunes en la literatura, que ponen en peligro la posibilidad de un análisis realista: uno de carácter sociológico y otro teleológico.

El prejuicio sociológico consiste en creer que las actividades de los partidos son producto de las demandas de los grupos sociales que representan. Y más aún, que los propios partidos no son sino manifestaciones, en el ámbito político, de las divisiones sociales.

El prejuicio teleológico se observa en la atribución a priori de fines, de objetivos que-de acuerdo con el observador-representan la razón de ser del partido en cuestión, de los partidos en general o de una u otra familia ideológica de partidos.

Se pueden identificar, por lo menos, tres etapas en la conformación histórica de la idea de partido.

La primera se caracteriza por una falta total de organización interna. Todavía no pueden definirse como partidos sino como grupos con ideas e intereses determinados, que luchan políticamente y, en ocasiones, identifican a uno de sus miembros como jefe o conductor. Tal es el caso de las primeras asambleas y parlamentos, en los que el líder se constituía en el jefe de una estructura incipiente.

Una segunda etapa se conforma con grupos rudimentarios vinculados a las ideas de soberanía popular, democracia representativa y sistema constitucional. Este tipo de organizaciones aparece a fines del siglo XVIII y empiezan a estructurarse como partidos de notables o comités, en los que se reconoce la participación del pueblo en la gestión del poder político. Como en Inglaterra, que se polarizó en dos partidos los whigs y los tories, ambos formados por integrantes de la aristocracia. Surgieron a raíz del Reform Act de 1832, que amplió la votación no sólo a la aristocracia sino también a los sectores industriales y comerciales del país, a fin de que los destinos de la sociedad inglesa se manejaran desde el parlamento.

En la última fase, el partido aparece ya como una organización compleja, especializada y masiva, cuyo objetivo central es el triunfo en los comicios. De ahí la formación de dos tipos de organización: el partido de aparato o maquinaria electoral y el partido electoral de masas, que surge de movimientos populares de

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masas, los cuales al triunfar cambian el sistema político-previa destrucción del regimer antigno. Existen varios ejemplos, entre ellos el del Partido Comunista Chino, al finalizar su guerra civil, y el del movimiento constitucionalista de la revolución mexicana. Estos partidos de masas lo fueron sólo por un brevisimo tiempo, ya que al entrar en una organización de partido debieron transformarse en partidos de cuadros.

En México, estas tres fases también estuvieron presentes en la conformación de nuestros partidos políticos, cuya historia ha sido muy compleja y, en ocasiones, un tanto misteriosa. Como lo apuntamos antes, los primeros partidos políticos, los de notables, aparecieron ligados a las sociedades secretas, lo cual presuponía ya una cierta organización, aunque incipiente.

En 1808, al fallar el primer intento de la aristocracia criolla para fomnar un parlamento, congreso o carta donde estuvieran representados sus intereses y los de la alta burocracia peninsular, se hizo un segundo intento de convocatoria apoyado por la fuerza de las armas. Al fracasar nuevamente, la actividad partidista se detuvo y pasó a la clandestinidad.

Cuando en 1810 estalla el movimiento armado de independencia, se forman dos clases de partidos políticos: el de los insurgentes, que reúne a la pequeña burguesía y baja burocracia civil, eclesiástica y militar, e identifica su organización partidista con la del naciente Estado nacional, así como con las fuerzas armadas en que se apoya; y el de los notables, que respaldaba moral, política y financieramente al movimientjo armado de la independencia, aunque dividido en varios grupos clandestinos; entre ellos, dos de gran importancia por su influencia social y su permanencia (de 1810 a 1815): los guadalupes y los serpentones.

Los integrantes de estas organizaciones nunca fueron conocidos a ciencia cierta. Sin embargo, algunos fueron identificados por partidarios de la independencia y por autoridades españolas, y luego procesados. Fueron los casos de los marqueses: de Rayas, José María Lafragua, de San Miguel, de Guardiola; y los condes de Santiago, de Regla, de Medina, y muchos más, que fueron descubiertos en la conspiración de 1811, en la ciudad de México.

Muchos autores sugieren que en esta época se formaron las primeras logias masónicas, que aprovecharon la estructura de las sociedades secretas. Sus miembros eran los principales personajes de la conspiración. Desafortunadamente, no existe evidencia documental que permita confirmarlo.

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La siguiente evolución fue originada por la pugna entre conservadores y liberates. Unos deseaban mantener las estructuras de la colonia, con fuerte apoyo de la iglesia, los otros buscaban consumar la independencia, crear sus propias instituciones y desplazar a la iglesia-fueron éstos los que mantuvieron un estrecho vínculo con las logias masónicas.

Ya en este siglo, los partidos en México sufrieron cambios sustanciales. A continuación proponemos una pequeña taxonomía quc nos permita entender la relación entre los procesos políticosociales y la evolución orgánica de los propios partidos. Esta clasificación no ortodoxa nos permitirá retomar movimientos políticos y corrientes que conformarían familias de partidos, de acuerdo con sus orígenes y circunstancias propias.

Del movimiento revolucionario y el constitucionalismo ec 1917 surgió una corriente central, que se manifestó inicialmente en pequeños partidos obreros, agrarios, cooperativistas y electorales, casi todos de carácter regional, los cuales experimentaron una importante transformación cualitativa al consolidarse como primera familia en el Partido Nacional Revolucionario en 1929. A iniciativa de Plutarco Elías Calles y de los caudillos ya unificados, se pactó el compromiso político de retener el podcr, para llevar a la práctica el modelo postulado por la revolución.

El PNR aglutinó a los caudillos y se constituyó, en sus inicios, en un partido indirecto de organizaciones obreras y agrarias regionales. En él, los militares mantuvieron la primacía, pues eran los actorcs centrales y conservaban el poder real de las armas, que durante el siglo XIX les dio el carácter de fiel de la balanza.

Posteriormente, en 1938 el Partido de la Revolución Mexicana se organizó formalmente con cuatro sectores bien definidos: obrero, campesino, popular y militar. Este último aún mantenía la preponderancia, pero su influencia empezaba a ceder ante el empuje de los otros sectores. Su transformación orgánica fue acorde con los momentos que vivía el país.

En 1945, se transformó el partido en Revolucionario Institucional. Se levantó la bandera del civilismo al eliminarse el sector militar y se aceptó el modelo dc partido directo; es decir, aunque persistió la presencia de las organizaciones, los individuos también pudieron afiliarse, a diferencia del PNR y cl PRM, que afiliaban organizaciones-si un individuo dcseaba adherirse al partido debía ingresar primero a una de sus organizaciones.

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De la corriente central también surgieron otros partidos políticos de diferentes tendencias. Poco antes del establecimiento del PNR, José Vasconcelos se separó y se opuso a dicha corriente, encabezando a una facción importante de ella.

Esta ruptura produjo las condiciones que, con el tiempo, llevaron a Manuel Gómez Morín a la creación del Partido de Acción Nacional, como una vertiente más de la corriente central. Vasconcelos, intelectual con un sentido muy claro del nacionalismo mexicano, retomó los conceptos democratizadores de Madero y se enfrentó al pragmatismo del PNR -que a toda costa requería mantener en el poder al grupo de la revolución triunfante. Vasconcelos buscaba establecer un nuevo modelo de país, que reflejara la constitución de 1917. El vasconcelismo fue el primer cisma dentro del movimiento revolucionario, a causa de la falta de democracia interna en el partido y en las elecciones constitucionales.

El bipartidismo, tan de moda en esta época, ya había sido postulado por Francisco I. Madero, bajo la modalidad de alternancia en el poder de grupos radicalmente opuestos dentro del mismo movimiento político antirreeleccionista. En todo caso, al bifurcarse la corriente central empezó la diferenciación entre los grupos Calles-Cárdenas y Vasconcelos-Gómez Morín, que se resolvió con la creación del PNR-PRM y del PAN, respectivamente.

Pero de la primera familia también surgieron dos partidos más: el Popular y el Auténtico de la Revolución Mexicana.

El Partido Popular ahora Partido Popular Socialista, cuya bandera es el capitalismo de Estado, como vía para arribar al socialismo se escindió, en desacuerdo con la tendencia priísta de la corriente central. Su líder Vicente Lombardo Toledano consideró que se había adoptado una política conservadora, manifiesta en una reconciliación con la iglesia católica y con los empresarios, así como en un acercamiento a Estados Unidos, indispensable en ese momento por la segunda guerra mundial.

El PARM tiene sus orígenes en lo que Robert Michels llama la distribución desigual de bienes selectivos. En este caso consistió en la ex-clusión de los militares-sobre todo los que habían participado en la lucha armada-de la cuota de poder que éstos consideraban se les debía, para pertenecer a la corriente central. Fueron los viejos generates revolucionarios, sus hijos, nietos y amigos, los que conformaron originalmente esta agrupación

I.a segunda familia tiene su origen en la posrevolución o, si se prefiere, en la contrarrevolución que significó la guerra cristera. Después del enfrentamiento armada en el que habían participado como ejército, los cristeros se convirtieron

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en grupo político y luego en el Partido Sinarquista, con ideas propias pero apegados siempre a la iglesia católica y a una filosofía conservadora. Su á¦nbito de acción fue principalmenté el Bajío, aunque su influencia se extendió al occidente haste Sinaloa. Se convirtieron así en una fuerza política cuya clientela era el estrato más tradicional de la región: la burguesía rural. El Partido Demócrata Mexicano es descendiente de esta corriente política.

La tercera familia la conforma el Partido Comunista Mexicano, el cual desde su inicio trató de convertir a la revolución mexicana en la versión nacional del movimiento comunista mundial. Surgió al color de la idea de la revolución permanente del Partido Comunista de la Unión Soviética, que pretendía revoluciones similares a la suya en todos los países. Esta influencia externa y los sucesos de la posguerra colocaron al PCM en la clandestinidad durante un largo periodo.

En sus últimas etapas canceló la influencia externa y, con las

modificaciones a la legislación electoral, incursionó en los canales de la legalidad,convirtiéndose en el Partido Socialista Unificado de México y luego en el Partido Mexicano Socialista.

La cuarta familia de partidos puede considerarse una familia sintesis, constituida por el Partido de la Revolución Democrática. Nace como resultado de un cisma en la corriente central, pero también de una fusión posterior entre los disidentes de dicha corriente con los miembros de la tercera familia. Esta fusión de individuos, procedimientos y conceptos tiene su antecedente en el Frente Democrático National que se integró en 1988. No obstante, con la crisis del bloque socialista, este partido síntesis ha tenido que correr sus planteamientos hacia el centro del espectro ideológico.

La quinta familia la conforman los partidos que tienen su origeln en la eclosión social de 1968. Éstos tomaron de la izquierda algunas de sus ideas fundamentales, pero trataron de mantener cierta autonomía que les permitiera ser interlocutores del gobierno. De hecho, ¿Esta ha sido su función principal. Aunque en algunos mementos se han alejado de este rol, como en 1988, cuando formaron parte del Frente Democrático National.

Los partidos de esta quinta familia son: el Partido Socialista de los Trabajadores, fundado por (Graco Ramírez y Rafael Aguilar Talamantes, que posteriormente se convirtió en el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción National y en 1988 formó parte del Frente Democrático National; una vez pasadas las elecciones se separó del FDN para mantener su propia identidad. El Partido

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Revolucionario de Los Trabajadores, que parte de un movimiento de reivindicación de los derechos humanos y mantiene también una posición autónoma. Y el Partido del Trabajo, formado par el llamado grupo independiente de la LIV legislatura del Congreso de la Unión. Con excepción del Partido del Trabajo, estos partidos perdieron su registro por no alcanzar la votación mínima de 1.5%.

En 1991 apareció una sexta familia, coyuntural, con el surgimiento del Partido Ecologista Mexicano, que representa una posición de moda en todo el mundo. Los partidos verdes tienen presencia en Europa y se han incorporado a algunos parlamentos. En América Latina, en países como Brasil, han logrado representación en la cámara de diputados. Sin embargo en México, después de su efervescente nacimiento, casi ha desaparecido.

Estructura de los partidos políticos

Uno de los enfoques que deben ser estudiados a detalle para comprender la formación de los partidos políticos, es aquel que los considera entidades complejas, centros de actividades específicas, con una triple función simultánea de instituciones, organizaciones y comunidades.

Los partidos como instituciones

El origen de los partidos plantea de inicio una diferencia entre ellos, que Duverger tipifica como partidos directos y partidos indirectos. A los primeros se afilian los individios los segundos se constituyen por organ¦zaciones. Actualmente en México todos los partidos son directos; no obstante, el PRI conserva aún la organización sectorial heredada del PNR-PRM, que se constituyó como partido indirecto.

La institucionalización de los partidos surge de dos procesos básicos: l) el desarrollo de intereses en el mantenimiento de la organización y 2) el desarrollo y la difusión de lealtades organizativas. Conforme el partido evoluciona, se perfila un cuerpo más orgánico cuya institucionalidad organizativa corresponde a su nivel de aultonomía al ambiente y al grado de sistematización e interdependencia entre sus distintas partes. Por sistematización debemos entender la coherencia estructural interna de la organización. La consecuencia de un bajo nivel de sistematización es generalmente una fuerte hoterogeneidad organizativa; las subunidades se diferencian entre sí en cuanto extraen sus recursos de sectores distintos al entorno. Por el contrario, un elevado nivel de sistematización da lugar a una mayor homogeneidad entre las subunidades.

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Una organización es dependiente cuando los recursos indispensables para su funcionamiento son controlados desde el exterior. Al ser poco autónoma, el control que ejerce sobre su entorno es muy escaso, acabando por adaptarse a él en lugar de adaptarlo a sí misma.

La institucionalización de los partidos debe analizarse a la luz de cinco indicadores: el grado de desarrollo de la organización extraparlamentaria central, el nivel de homogeneidad y semejanza entre las afinidades organizativas de jerarquía similar, las modalidades de financiamiento, las relaciones con las organizaciones cercanas al partido y el grado de correspondencia entre las normas estatutarias y la constitución material del partido.

La forma y las características de institucionalización dan un perf¦l muy diferente de los distintos partidos políticos. Una institución débil, por ejemplo, permite que la coalición dominante sea cuestionada, subdividida en tendencies, como el PAN que, al dar autonomía a los comités estatales y municipales, permite una diversidad de posiciones. Una institucionalización fuerte implica la concentración del control sobre la incertidumbre y sobre la distribución de los incentivos organizativos; es el caso del PRl, que controla centralmente los bienes colectivos y los selectivos. Cuanto más institucionalizado está un partido, menos organizados serán los grupos internos y viceversa. "

En un partido fuertemente institucionalizado el reclutamiento de militantes suele tener un desarrollo centrípeto: al existir un centro fuerte y una coalición dominante unida, que monopoliza las zonas de incertidumbre y la distribución de los incentivos, la única vía de ascenso es la aceptación del centro.

En síntesis, mayor institucionalización significa mayor autonomía con al ambiente; cuanto más institucionalizado está el partido, la participación en su seno es más profesional.

Los partidos como organizaciones

Duverger considera que la organización de los partidos descansa fundamentalmente en prácticas y costumbres no escritas sino constetudinarias. Los estatutos y los reglamentos interiores sólo describen una pequeña parte de la realidad y en raras ocasiones se les aplica de manera estricta.

Por su parte, Panebianco considera que los partidos se distinguen por el ambiente específico en el que desarrollan una actividad específica. A pesar de que comparten espacios con otras organ¦zaciones, la escena electoral es casi exclusive de los partidos y en ella compiten par los votos y enfrentan tres dilemas:

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Dilema 1. Modelo racional vs. modelos del sistema natural. En la perspective del modelo racional, tanto Las actividades como la fisonomía o el orden interno de toda organización son comprensibles sólo a la luz de sus fines organizativos. No obstante, existen argumentos que objetan tal af¦rmación: los f¦nes reales de una organización no pueden ser nunca determinados a priori. En el seno de una organización existe siempre una pluralidad de fines y a menudo el verdadero objetivo de los dirigentes es la supervivencia de la organización. Por eso con frecuencia vemos cambios en las plataformas políticas que pretenden mantener la viabilidad de los partidos. El ejemplo más claro es la lucha de todos los partidos por lograr el centro ideológ¦co y alejarse de los extremos.

Dilema 2. incentivos colectivos vs. incentivos seleclivos. En la teoría de las asociaciones voluntarias-organizaciones cuya supervivencia depende de una participación no retribuida-, la participación se atribuye a los beneficios o promesas de futuros beneficios e incentivos que ofrecen los líderes de manera más o menos oculta. Éstos pueden clasificarse en colectivos y selectivos.

Los incentivos colectivos se basan en la identidad de los militantes con el partido. Es decir, su participación puede ser solidaria, en tanto la identificación no sólo es con la organización sino también con los militantes; e ideológica, cuando la participación está en función de la identificación de los objetivos personales con la causa de la organización.

Los incentivos selectivos se refieren a los cargos jerárquicos de la institución y a los puestos de representación externa, que son distribuidos al interior de la élite que compite entre sí en el partido. La lucha por los bienes selectivos ha sido la causo de las rupturas internas de los partidos, desde Vasconcelos, Almazán, Ezequiel Padilla, Henríquez Guzmán hasta Cuauhtémoc Cárdenas en el PRI. La formación del Foro Democráticó y la deserción de prominentes panistas hacia otros partidos, también lo ejemplifica con claridad. En el PRD es fácil observer las ruptures internas provocadas por la distribución de las candidaturas, como en el case de la gubernatura de Michoacán.

Dilema 3. Adaptación al ambiente vs. predominio. Toda organización está implicada activa o pasivamente en una multiplicidad de relaciones con su entorno adaptándose al entorno o tratando de transformarlo. Dos casos de adaptación al ambiente: la derechización del PRD que, siguiendo las tendencies internacionales del liberalismo transformó su plataforma política e intentó conciliarla con la generación del indefinido social; y la posición del PAN durante el salinismo, que abandonó su papel opositor para intentar participar en las decisiones a través de un cogobierno.

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Dilema 4. Libertad de acción vs. constricciones organizativas. La libertad de acción de los líderes puede ser indispensable, pues de ellos dependen las decisiones clave: desde la definición de líderes organizativos hasta la gestión con otras organizaciones o las decisiones de orden interno del partido. En contraposición, hay quienes consideran que la libertad de acción de los líderes debe ser más aparente que real y avanzar par vías estrechas impuestas por las propias exigencies de la organización; según esta posición, las posibilidadcs de actuación se predeterminan de acuerdo a las características de la organización. En México, el partido que menos libertad de acción da a sus líderes es el PRI, en tanto el PAN y el PRD permiten cierto grado de disidencia entre los propios integrantes de la dirigencia.

Los partidos como comunidad

Las organizaciones partidistas son colectividades con las mismas características de la sociedad a la que pertenecen. Pero con cualidades adicionales, por ser una comunidad que es a la vez una organización y una institución. No se trata de una comunidad que signifique sólo una parte de la sociedad-como podría ser en el case de una región geográfica o un grupo específico. Es una comunidad que se ha seleccionado a sí misma para compartir bienes colectivos; es decir, en tanto institución y organización sus miembros han aceptado una estratificación tácita En este orden de ideas se insertan clasificaciones como la de Maurice Duverger: partidos de masas y partidos de cuadros, como una manera de señalar los subsistemas diferenciados de la sociedad, de acuerdo con la forma de cohesionar a sus miembros y de sus mecanismos de consolidación (aunque la idea de partido de masas corresponde más a un tipo ideal que a una formación real).

En los partidos, como lo explica Michels, el grupo conductor inicial se convierte en clase dirigente. Una vez diferenciado este grupo, se estratifica el partido en dirigentes, cuadros, militantes y, quizá, simpatizantes.

Los directivos y los cuadros realizan las actividades de organización, desarrollo, labor didáctica de propagar la ideología o los bienes colectivos, detección de las inconformidades de la cindadanía y creación de las plataformas políticas y las estrategias electorates. Los militantes participan del trabajo de partido, pero no en la creación de políticas; promueven y difunden los bienes colectivos y apoyan la consecución de ciertos objetivos de los cuadros o de los dirigentes para promover los bienes selectivos.

Los simpatizantes cobran cada vez mayor importancia en los partidos politicos modemos, pues son realmente el fiel de la balanza las elecciones. Si solamente sufragaran los afiliados al partido, los votos serían muy pocos y las preferencias

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no partidistas, casi incuantificables. Por ello, los partidos políticos buscan atraer la simpatía de la ciudadanía hacia sus posiciones, puntos de vista, prácticas, costumbres, líderes y dirigentes.

Integrar un partido de mesas es sólo una aspiración de los partidos modernos. Más bien dirigir sus esfuerzos a ampliar su atractivo en distintos estratos sociales y en diversas regiones. Los simpatizantes son, en este sentido, la población flotante de los procesos electorates, ya que no establecen lealtades permanentes.

Las condiciones políticas, sociales y económicas son las que deciden las elecciones al confirm¦ar o alterar las inclinaciones de los participantes. Las victorias electorates se deben-parafraseando a Ortega y Gusset-al partido y a sus circunstancias. 

Los partidos y su entorno

La evolución de los partidos está en función de lo que Robert Michels denomina la sustitucion de fines. Esto es, que un partido a lo largo de su historia cambie sus fines sociales, políticos o económicos, para adecuarse a las circunstancias del momento.

Cada partido establece su propio paradigma, que debe ser revisado constantemente en relación con su realidad. O en el espíritu de Hartmann: los partidos políticos tienen que trabajar con ideas y con problemas concretos, de acuerdo con lo que pueden aplicar en el patio de sus realidades.

Los partidos políticos deben ser entendidos, básicamente, como instituciones que median entre los grupos-sean económicos, sociales o políticos-y el Estado. Luchan por el poder, pero ante todo por conformar la voluntad política del pueblo. Por tal razón, cuando las sociedades cambian, cuando el mundo se transforma, es difícil que un partido pueda subsistir si no se adapta al entorno. Porque es un hecho comprobado por la historia que las actitudes cambian con las circunstancias y que éstas modifican las lealtades.

Alejandro Dumas escribió en 1880 que las mayorías sólo existen en tanto las minorías desarrollen los simientos de lo que vendrá. Ésta es una explicación tan clara como bella de las fluctuaciones que sufren las sociedades para incorporarse a los cambios estructurales del entomo.

Los partidos políticos modernos

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Nuestro tiempo, sin duda alguna, es de reflexión y eambio. Los partidos políticos no pueden sustraerse a esta realidad: para atender a una sociedad democrática es necesario fortalecer nuestro sistema partidista. Si las elecciones competitivas producen democracia, la vida democrática cotidiana requiere de la apertura de nuevos espacios para la participación de la sociedad civil, cada vez más ávida de expresarse y ser escuchada.

Pero, ¿es esto suf¦ciente? ¿Cómo incluir a los partidos políticos dentro de los parámetros de modernidad?

Agnes Heller plantea en su libro Historia y futuro: la modernidad es parte de la vida cotidiana y las crisis por las que atraviesan las sociedades coinciden con el momento en que los valores universales pueden ahora sí realizarse política¦nente; porque todo lo ocurrido con anterioridad era parte de la f¦losofía, en tanto su realidad era meramente especulativa. En la actualidad hombres y mujeres contraponen el deber y los valores universales a sus instituciones sociales y políticas, cuestonan que no se actúe conforme al debe ser; por ello, interpretan y reinterpretan esos valores en sus prácticas diarias, y siguen utilizándolos como vehículos de crítica y refutación.

Estas ideas nos hacen pensar que la modernidad es un momento de la historia del hombre en que los problemas de la vida diaria y los grandes pensamientos son simultáneos. No es posible disociar la f¦losofía política o los conceptos sociales de los hechos cotidianos. Esta es la condición para poder vivir en equilibrio con estos valores, la axiología de la sociedad contemporánea, que ya no es sólo motivo de análisis sino una forma de vida, la verdadera praxis.

¿Que son los partidos? ¿Dónde encajan? ¿Que debieran ser? La diferencia de puntos de vista sobre el tema ha formado una gran literatura, que es necesario conocer para interpretar sus estructuras. Los partidos no son iguales en todas las sociedades. Aunque es indiscutible que su objetivo universal debiera ser la expreion o materialización de valores, amén de articular las demandas sociales, proponer soluciones y exigir justicia, ya sea social, jurídica o económica.

Sartori nos ofrece, con gran profundidad, una explicación diferente. La palabra partido-dice-se derive del latín partire, que signif¦ca dividir. Cuando la palabra parte se convierte en partido, el término es sometido a dos atracciones semánticas opuestas: por un lado, la derivación de dividir; por el otro, se asocia con participación y en consecuencia con compartir.

Estado de partidos

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Una de las principales demandas de los partidos políticos desde el siglo pasado hasta la segunda guerra mundial, fue su reconocimiento constitucional. Un reconocimiento rechazado entonces por la mayoría de los gobiernos Europeos, porque consideraban que así se validarían constitucionalmente las fracciones.

Ésta fue una de las polémicas más enconadas y fecundas en el proceso de definición del papel de los partidos en las sociedades. En esta etapa fue de gran importancia el trabajo de Hans Kelsen, quien consideraba que la democracia moderna debía apoyarse en los partidos políticos para fortalecer el sistema democrático, ya que éstos eran, en cierta forma, la garantía de la polémica abierta, de llevar la discusión no solamente a los parlamentos sino a los electores y de hacer sentir su presencia en los gobiernos para racionalizar el poder.

Algunos de los conceptos que aparecen en su ensayo de 1929 nos ayudan a entender realmente el problema del momento: "La democracia necesaria e inevitablemente requiere de un Estado de partidos [...] Ésta es la mera comprobación de una realidad que, estando demostrada par el desarrollo de Las democracias históricas, refuta una tesis todavía muy extendida, según la cual la naturaleza de los partidos políticos es incompatible con la naturaleza del Estado y éste, con arreglo a ella, no puede alzarse sobre grupos sociales como son los partidos políticos [...] La realidad política demuestra lo contrario. Lo que se pretende denominar 'naturaleza' o 'esencia' del Estado es en verdad, con gran frecuencia, un dcterminado ideal y en este caso un ideal antidemocrático".

Otto Kirchhcimer afirma que los cambios logrados con la participación de los partidos son prueba de su gran valor en la constitución del Estado político. Considera que son cuatro las principales contribuciones de los partidos políticos: 1) han sido vehículos de incorporación del medio existente a individuos o grupos, para cambiar o destruir este orden-integ¦ación y solución-, 2) han intentado determinar preferencias de acción pólítica y mover a otras fuerzas del juego político para que los favorezcan; 3) han designado titulares en los cargos públicos y los han presentado ante todo el público para su confirmación; y 4) han cumplido la llamada función de expresión de los partidos.

En nuestro país, los partidos han intentado determiner preferencias de acción política y mover a otras fuerzas del juego político a su aceptación. Tal vez la pobreza de nuestro sistema de partidos se deba a que éstos sólo se limitan a cumplir las funciones teóricas que señala Kirchheimer: los de oposición, par falta de recursos; el PR1, por su rigidez interna y su sumisión al gobierno. Ésta es la razón de la lenta evolución de México como un Estado de partidos.

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Una función más de los partidos que es necesario tomar en cuenta, es la de conciliación, especialmente dentro de los poderes legislativos, ya que sin ninguna función mediadora se podría llegar a la parálisis política. Esto es una constante, porque muchos de los acuerdos parlamentarios son los que permiten la continuidad del sistema político. Así se observó en los trabajos para las reformas políticas que originaron el COFIPE, cuando se negoció el voto del PAN para tener, junta con el PR1, los dos tercios de la votación requerida para reformas constitucionales.

El papel central de los partidos políticos en la formación del Estado fue evidente haste después de la segunda guerra mundial. Destruidos los Estados nacionales fue necesario habilitar a los partidos para reactivar la vida política de estas naciones, bajo el antecedente de la constitución de Weimar que ya reconocía a los partidos políticos. De esta manera, se procuró que las constituciones otorgaran reconocimiento jurídico a estas organizaciones presentes en la práctica política. Incluso los partidos políticos dieron vida a las mismas constituciones desde las cámaras.

Así se empezaron a delinear los partidos políticos modernos, a través de conceptos que con principio sólo retomarían las constituciones italiana, francesa, portuguesa y española. En ellas se habló por primera vez del desarrollo de un proceso democrático y de la cooperación que los partidos pueden brindar con la formación de la voluntad política del pueblo. La aparición formal de los partidos y del sistema de representación proporcional les otorgó estatus al ser reconocidos por el derecho constitucional-por encima de las tendencies individuales, ya que los electores no votan por personas sino por plataformas partidistas-, que derive hacia la obtención de ciertos derechos, pero también de obligaciones. Los partidos tienen derecho a prerrogativas del Estado, particularmente de ayuda financiera para gastos electorates y, eventualmente, para gastos de organización, así como para propaganda en los medios de comunicación.

De esta manera, como concepto, el sistema de partidos significa el punto más evolucionado de la democracia. No obstante, en los hechos un avanzado sistema de partidos como el mexicano no ha implicado un sistema democrático, aunque efectivamente ha contribuido en su construeción

La democracia de partidos es una variación del principio democrático, cuyo enunciado tiene más de veinticinco siglos de existencia. Es una adaptación a las nuevas circunstancias históricas: la masificación del ejercicio de los derechos democráticos, debida no sólo al crecimiento demográf¦co de la sociedad sino tambien a la extensión del sufragio a toda la población adulta-sin distinción de

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sexos, estatus socioeconómico o cultural y grupos generacionales-y la mutación de la polis en una sociedad organizacional.

El pueblo amorfo sólo puede manifestar su voluntad si se sormete a un proceso organizativo formal, a través de la legislación electoral y material, por la acción de los partidos.

En este sentido las funciones de los partidos deben ser básicamente cinco:

1. Movilizar a las masas para su participación e integración con un proceso democrático.

2. Transformar las orientaciones y actitudes generales de ciertos sectores de la socieclad en propuestas de acción política nacional; convertir las necesidades expresas o latentes y los deseos, más o menos vagos y difusos, de los diferentes grupos de la poblaeión, en pretensiones precisas y coherentes a satisfacer por los poderes públicos.

3. Definidas y seleccionadas las demandas de los electores, integrarlas y sistematizarlas en programas coherentes de acción que señalen prioridades e interrelaciones entre ellas.

4. Realizar una labor educativa que incroemente el nivel de la cultura política de la sociedad, pues para que el elector pueda ejercer con una mínima racionalidad su derecho de sufragio, es necesario que disponga de cierta información sobre los problemas nacionales.

5. Ofrecer a los electores su potencial organizativo, su capacidad para articular una pluralidad de recursos personales y materiales en la construcción de sus objetivos, que pueden cumplirse en la medida de los resultados electorales.

La democraeia de nuestro tiempo tiene que ser una democracia de partidos. En razón de ellos, el Estado debería configurarse democráticamente, siempre bajo el principio de la neutralidad, sin benefisiarse existencialmente a ninguno de ellos ni a una orientaeión o ideología política determinada. Este principio se fundamenta en que el Estado de partidos es producto de la interacción de dos sistemas: el jurídico-político, entendido como un conjunto de órganos cuya estructura, competencias y relaciones recíproeas deben configurarse conforme a la ley; y el sociopolítico, compuesto por organizaciones de formación libre, cuyas relaciones entre sí son de concurrencia por la participación en el ejercicio del poder del Estado.

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Tal es nuestra aspiración, pero la realidad nos ha mostrado un sistema diferente. A lo largo de nuestra historia, los mexicanos hemos vivido una práctiea política totalmente contrastante con la teoría. En los contados casos donde el apoyo a la teoría ha sido estricto, ésta se ha convertido más en un freno que en motor del desarrollo político, como ha sucedido con las funciones de los partidos políticos.

En la evolución hacia un nuevo hábitus, el sexenio de Carlos Salinas de Gortari fue significativo por el alto nivel de participación real que alcanzó la oposición en las decisiones nacionales, a través de una mayor representación en el Congreso de la Unión, gubernaturas, alcaldías y cámaras de diputados locales, y de una presencia más fuerte en la opinión pública, gracias a los medios de comunicación masiva.

Después de los conflictos de 1988, la transición en México parecía inherente a la legitimación del sistema. Por ello, casi de inmediato se propuso una reforma política orientada a transformar el Código Federal Electoral, a fin de que el voto se respetara. La transición tan necesaria se tornó sólo en una etapa de procedimientos políticos formales: se modificó la ley y se crearon instituciones para conducir las elecciones y garantizar la decisión del electorado en los niveles federal, estatal y municipal.

No obstante, la actuación política ha evolucionado de manera general en los partidos, las tendencies políticas y la opinión pública como reflejo de la gran efervescencia de ideas que caracteriza a la actual lucha política.

Frente al sufragio, la actitud del mexicano distaba mucho de ser optimista. El alto abstencionismo anterior a 1994 y los resultados de las encuestas revelaban desconfianza hacia las autoridades electorales, y el largo proceso poselectoral desacreditaba a la institución del voto como parte de un proceso democrático.

Si la actividad política en México se basa en el voto debemos distinguir qué lo motive. En principio, existe un voto partidista, leal, que haste antes de 1988 determinaba el resultado de las elecciones. En segundo lugar, se encuentra el denominado voto de castigo, que refleja en las urnas la inconformidad con el sistema. El tercer tipo es el voto reflexivo, emitido por el ciudadano que analiza la situación social y compara las posiciones y ofertas de los partidos políticos para elegir el candidato o las siglas que realmente representen sus aspiraciones para el futuro del país.

En las elecciones de 1988 nació el voto de castigo. La gente, especialmente las clases media y popular que fueron las más afectadas par los cambios económicos del país, culpó al gobierno por su empobrecimiento respecto a la decada anterior.

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Esto significó un alto costo político y mostró una realidad hasta entonces eludida: el partido se había fracturado en su interior y la disidencia tenía posibilidades dc ganar la presidencia de la república, no a través de los métodos partidistas tradicionales sino mediante la formación del durante Democrático Nacional. La idea de un frente amplio y de coaliciones, integrado por diversos partidos, fue una innovación en el sistema político mexicano cuya efectividad se comprobó en los comicios.

Producto de expectativas incumplidas y de una oferta política poco creíble, las elecciones a lo largo del sexenio salinista estuvieron marcadas por un alto nivel de abstención-como en San Luis Potosí, donde el abstencionismo alcanzó la cifra récord de 82% del padrón electoral; o como en otras entidades donde la votación difícilmente llegó a 30%, a pesar de que el trabajo político se intensificó considerablemente. En este orden de ideas, las elecciones federales de 1994 fueron una excepción al despertar el interés nacional hasta conseguir la participación de 77% de la ciudadanía registrada en el Padrón Federal Electoral. Éste es un avance político atribuible al esfuerzo conjunto de los partidos que, en el por legitimarse políticamente frente a los grandes cambios de la sociedad y del mundo entero, realizaron la enorme tarea de convencer al electorado de utilizar los canales partidistas para expresar su posición en las urnas.

El caso extremo contrario sucedió en Perú, donde la deteriorada imagen de los partidos propició el surgimiento de un líder carismático, al margen de la vía partidista, y su triunfo electoral. Alberto Fujimori asumió el poder y se incorporó al sistema partidista que posteriormente destruyó, al disolver el congreso con el beneplácito activo o pasivo de la ciudadanía. Éste es un fenómeno que debe observarse cuidadosamente, porque pudiera tener, en algún momento, un efecto de demostración en el resto de América Latina, a causa de la desilusión general hacia los partidos.

El caso Fujimori, en efecto, flota en el ambiente. La crisis de confianza que existe en México desde hace años, se ha incrementado gradualmente y ha alcanzado también a los partidos. Éstos han demostrado poca capacidad de adecuación para ofrecer alternativas a una sociedad cada vez más insatisfecha con sus instituciones. Por ello, las sucesivas reformas políticas en México se han orientado a la reorganización de las tendencias políticas y a su reagrupación en las diversas estructuras partidistas, para evitar que un ciudadano sea elegido individualmente y promover a los partidos políticos como las únicas instancias que registren candidaturas. Estas reformas empujan al individuo a alejarse de la participación directa. Sin embargo ¿es el individuo subsidiario del partido? ¿así se configura una democracia indirecta?

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