Cenit 12 - Diciembre 1951

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    Diciembre

    1951

    A. Koechl in : Defensa del es-

    cep t icismo.—José Pei rats : Sobre

    la p retend ida cr i s i s del anar-

    quismo.—Alfredo Panzin i : l ina

    e n f e r m e d a d   __ 

    Un gato y unm a r q u é s __ Dos espectácu los __ 

    J. E. Rod ó: Más a llá. —Ugo Fe

    del i: El movim ien to makhn o

    v is ta en la revo lución de Ukra.

    n ia . IV. Néstor M akhno y el

    mo v i mi en t o an arq u i s t a .—F o n

    taura: Acción in ternacional l i-

    b e r ta r ia .—A. G. L la u rad ó : M a-

    ter ial i smo . — Rem art ínelz: U n

    brev e c o m en ta ri o .

     N O T A S

    André Prun ier : Ante la gue-

    rra que v iene.—Angel Sam

    b la n ca t: Do s fu e rz a s de ch o-

    que.—Antonio La fuen te: Koro

    lenko. Indice.

    REVISTA MENSUAL

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    SE HALLA EN VENTA EL PRIMER TOMO 

    DEL TAN ESPERADO LIBRO

    LO( NT. ENLOREVOLUCIONESPAÑOLOSe trata del estudio más completo y do

    cumentado sobre el origen y proceso histórico del anarcosindicalismo español

    Son resumidos en esta impo rtante obra las ansias, *las- luchas y los ma rtirios del obrerismo español durante las épocas de la monarquia borbónica, durante el periodo de la dictadura militar, durante el agitado régimen republicano, cuyos antecedentes condujeron a la gloriosa epopeya del 19 de Ju

    lio de 1936.416 páginas de texto con ilustraciones in

    tercaladas sobre papel couché. Fotocubierta a dos colores. Precio de la obra : 600 francos.

    Pedidos a todos los delegados de propaganda de las FF. LL. de la C.N.T. Servicio de librería de la C.N.T. 24, rué Stc- Marthe. P aris (X). Ed itoriales libertar ias, y a Martin Vilarrupla, 4, rué Belfort. Tou- louse. (Haute-Garonne).

    REVISTA MENSUALDE SOCIOLOGIA, CIENCIA

    Y LITERATURA

    Dire ctor : A. G AR CIA.—24, ruéSteM arthe. Par is (X) .

    A dm inis t rador : M. VILARRU -

    PLA. — 4, rué Be lfort , Toulouse(Hau t e Garo n n e) .

    Precios de suscr ipción : Fran cia ,180 f ranco s t r im e st r e ; Ex ter io r ,210 francos.

     N úm ero su e lt o , 70 fr an co s.Paqueteros, 15 por 100 de des-

    cu en t o a p a r t i r d e c i n co e j em- p la re s.

    G iro s: «CNT», hebdom adai re .

    C.C .P. 119721, 4, r ué Belfo rt,

    TOULOUSE (H.G.) .

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    REVISTA DE SOGIOIOSIA. CIENCIA ¥ LITERATURA

     Año I Toulouse, Diciembre 1951 N.° 12

    DEFENSA DEL ESCEPTICISMO

    «La alegria de la destrucción es una  

    alegria creadora.»

    M. BAKUNIN.

    BAY dos géneros de escepticismo. El pri-

    mero es el verdadero escepticismo elescepticismo filosófico. El segundo esel «escepticismo» de que habla mi ami

    ¡ go Emilio Muse. El primero, el verda-dero escepticismo, el filosófico, se re-fiere a la vida misma, ©1 segundo atal o cual aspecto de la vida. El es

    cept'icismo filosófico es una convic-ción a priori, el pesimismo por prin-

    cipio, una religión negativa: la vida no tiene fun-damento positivo, sus realidades son ilusiones, susesperanzas no tienen otro fin que el de engañary la única solución de los problemas humanos es lamuerte. Esa negación a priori de la vida el verda-dero escepticismo, el filosófico, es un absurdo, se-gún mi convicción, según mi religión positiva,según ella misma, porque no hay medio objetivo ycientifioo de probarla.

     No es, pues, este escepticismo filosófico el que yome proponga defender, sino el «escepticismo» cen-surado en uno de los últimos números de CENIT, por mi amigo Emilio Muse, y que se refiere a talo cual aspecto de la vida. Valdría más llamarlocriticismo para distiguirlo del otro.

    El criticismo es una cualidad de la razón hu-mana, sin la cual no hay posibilidad de cienciani de moral, ni de pensamiento simplemente. Lafunción de la critica es oponerse siempre y sin li-mite a las creencias, sean cuales fueren. Su fin esla destrucción y nada más que la destrucción. Peroen esta función obra en interés de la creencia mis-ma, que no puede vivir sin ser destruida continua-mente. Sin critica toda creencia es barata y ca-rece de fuerza y de vida. Aun el cristianismo, elcristianismo vivo, no puede existir sino gracias al pecado mortal de la duda.

    La ciencia, que es critica ella misma, se publicaconfiando en sus descubrimientos, que no esperansino su destrucción por conocimientos más exactos.

    El anarquismo es voluntad y conocimiento. Sii¡critica permanente de su filosofia, de sus conoci-

    mientos, de sus métodos, la voluntad, que no esni filosofia ni ciencia, dará en la nada y se can-sará. Si la voluntad no soporta la critica, tanto peor para ella.. Si la soporta, redoblará.

    Por otra parte, hay el criticismo barato, el es-cepticismo querido y fácil, de que habla el amigoMuse. Pero me parece muy cómodo y aun un pocodemagógico rechazar una critica con el argumentode que hay gentes que se sirven de ella para su

    comodidad. ¿Por qué cerrar los ojos ante verdadesque se ven y se sienten todos los dias? Aunquenos desagraden, están ahi, de todos modos. Si agra-dan a otros, ¿qué nos importa?

    Muse no quiere negar la palabra al pensamientonegativo, pero en el fondo lo hace a pesar de todo por las palabras que escribe después de esa afir-mación: «Pero es una infamia apagar entusiasmos,sembrar la desesperanza, restar importancia a laresistencia y agitar fantasmas.» Esta frase me pa-rece muy poco anarquista, exhala incluso un pocoolor de bolchevismo.

    Si es infamia apagar entusiasmos, toda propa-ganda anarquista es infamia. ¡Qué infamia atacaruna religión hacia la cual se dirigen las esperanzasy los entusiasmos de muchedumbres inmensas: elcatolicismo! ¿No es una infamia criticar las espe-

    ranzas que se ponen en la política de los partidosdemocráticos y socialistas, y de los sindicatos re-formistas? ¿No es una infamia denunciar el mito bolchevique? ¿No es sembrar la desesperanza ridi-culizar los nacionalismos y los mil sueños de la,vida futura en el cielo o sobre la tierra en nombrede las cuales los seres soportan el presente deses- perado? En cuanto a la «resistencia». Muse empleala palabra como un término sagrado1. Lo es, enefecto. Resistir al mal es la esencia de nuestravida. Pero nuestro mundo está lleno de resistenciasfalsas, ilusorias e inútiles. Hay que saber a qué seresiste, por qué, y con qué. De otro modo se correel riesgo de capitular ante el enemigo, resistiendoa una quimera. Todo sacrificio heroico es bello, aunsi es inútil, para el historiador y para el novelista.

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    Por mi parte, si no tuviera posibilidad de hacercosa mejor que impedir un solo sacrificio, que yoreconociera inútil y perjudicial, por poco que esosea, me felicitarla de haber hecho algo de valor.

    Sobre «agitar fantasmas», Muse no se explica, demodo que no sé en qué especie de fantasmas pien-sa. Me parece, sin embargo, que los fantasmas engeneral se encuentran más cerca de los optimistasque de los escépticos. ¿Está seguro el amigo Musede no aferrarse a un fantasma predicando con el progreso humano inmanente al desenvolvimientoda la ciencia natural y de la técnica?

    La afirmación de Muse de que el pueblo de laEdad Media ha sufrido humillaciones que las so-ciedades no habían conocido antes ni han conocidodespués no es exacta. La esclavitud de la antigüe-dad no era mejor, era peor, porque le faltaban losfrenos que imponía a la servidumbre de la EdadMedia la religiosidad cristiana. Sea lo que sea loque pueda decirse sobre la sociedad medieval, esinnegable que significaba para el pueblo agrícola

    y artesano una seguridad social que las masas nohan vuelto a  conocer desde el hundimiento deaquel tipo de sociedad. Esa seguridad provenia jus-tamente de la unión estrecha en la cual las gentesvivían con la tierra, y además de una espirituali-dad religiosa que formaba la base de la sociedadmedieval. Al lado del feudalismo, del cual no des-conozco el carácter jerárquico y opresivo, y a me-nudo mezclado con él, había todo un laberinto deautonomías y de libertades que en diversos gradosopusieron obstáculos a las tendencias jerárquicas,tajo las garantías reciprocas de corporaciones daartesanos y de municipios agrícolas y de su fede-ración. La debilidad general de los poderes centra-les significaba un pluralismo que hizo posible a los pueblos crearse libertades que. por pequeñas quefuesen, tenían siempre un carácter vivo y material.

    Todo esto desapareció con la centralización terri-torial en los siglos XVI y XVII.Si ha habido un tiempo de la humillación del

    hombre más terrible, fué el tiempo del absolutismoque siguió a la Edad Media. El sentido del poderde este mundo sin el freno de una espiritualidadque no es de este mundo creó el nacionalismo, los poderes únicos rodeados de fronteras territoriales.A los pluralismos feudales y federalistas los susti-tuyeron poco a poco y cada vez más regímenes

     burocráticos. Fué entonces cuando nació la abs-tracción fría del Estado todopoderoso. Las autono-mías municipales desaparecieron, asi como les te-rrenos comunales hasta en los reductos aislados enlas montañas. Con la realeza triunfaba la gran

     burguesía comercial, que prefería los negocios alas libertades. La tierra y el trabajo fueron reem-

     plazados por el dinero. Un nuevo tipo de explota-dor nació, que se había liberado de los frenos quese había impuesto al explotador de la Edad Mediola unión con la tierra y la espiritualidad religiosaEsta se perdía en los dogmas eclesiásticos católicosy protestantes que significaban poca cosa para lavida social. La sed de oro llevaba al imperialismo,que a su vez fortificaba la potencia de los Estados.La localidad y su bienestar, su libertad y su segu-ridad social, no contaban ya nada. El pueblo, pordecirlo asi, no existia ya. Asi el arte medieval, queera un arte del pueblo, fué reemplazado p°r lacreación de individualidades que trabajaban a suel-do de los poderosos. El pueblo fué abandonado auna miseria que la sociedad medieval no hablaconocido.

    La época revolucionaria, que comenzó en el si-glo XVIII y que parece llegar a su fin en nuestrosdias, no cambió la sociedad absolutista sino super-ficialmente. NI la democracia, ni el liberalismo lle-gaban a encontrar una nueva base espiritual ymaterial de un libertad concreta de los pueblos.Cada transformación revolucionaria, aunque fuesetraída por un deseo real de libertad y de justicia,terminaba siempre por una fortificación nueva delEstado. Todos los formalismos políticos de la de-mocracia y del socialismo no cambian nada al he-cho de que el peder del Estado, desde el reino deLuis XIV, ha crecido y ganado en intensidad da »una manera espantosa, sin que la injusticia y eldesorden social hayan disminuido. Estarnos hioyen plena marcha hacia el año 1984 de George Orwell, el escritor más escéptico de nuestra época.

    Ese desenvolvimiento postmedieval ha sido acom- pañado por el progreso de las ciencias naturalesy de la técnica. Aun destruyendo una sociedad quenada tenia ya de la sociedad medieval sino la for-

    ma, llegada a ser estéril y sin vida, la critica cien-tífica no llegaba sin embargo a encontrar nuevosvalores morales bastante fuertes para un nuevoequilibrio social. Todos los descubrimientos, porgrandes que fuesen, desde los viajes de Colon a lamáquina de vapor y más lejos aún, han sido hechos bajo el signo de lia burguesía, de la clase más uti-litaria y menos espiritual, y de su deseo de riquezay de poder.

    La cuestión de si es la burguesía la que ha pro 'ducido la técnica, o si es la técnica la que ha pro-ducido la burguesía, no es cuestión que hayamosde resolver. No se puede sino hacer constar la reciprocidad   que en el desenvolvimiento históricoexiste entre los dos fenómenos. Esta reciprocidad,sin empargo, me parece tener algo de lógica, sinque quiera decir que sea fatal. Una emancipación

    de la naturaleza como la que significaba la técnicamoderna, ¿era posible sin una «emancipación» de!espíritu como la que significa la burguesía?

    Les argumentos de Muse en favor de la progresividad de la técnica me parecen demasiado débiles para tranquilizarme. Que la técnica moderna hacreado un nuevo tipo de artesano consciente, quie-ro creerlo. Pero ese signo me parece poco nume-roso. Se trata del técnico, del ingeniero más bienque del obrero. Y aun un ingeniero que tiene la posibilidad de ser él mismo en su trabajo, de ex- presar su personalidad en su creación, es una cesacada vez más rara. Las más do las veces trabaja para una necesidad que no es la suya ni la de ungrupo social al cual se sienta ligado. Es limitadoen el más alto grado por el sistema de industria-lización cuya última palabra es el provecho. El

    alma de ese sistema no está en el taller, sino enel despacho, que es un lugar sin alma.La producción en masa, tal como la conocemos

    todos, ¿es preferible a la producción reducida parauna localidad? Lo dudo mucho. Kropotkin hia es-crito en su libro sobre «la agricultura, la artesa-nía y la industria» cosas muy claras que vialdriala pena releer hoy. La producción en masa no hallegado jamás a garantizar a las masas la seguri-dad económica más modesta, mientras que una pro-ducción local orgánicamente ligada a las condicio-nes naturales de una región puede perfectamentegarantizar una estabilidad económica de la vida por modesta que sea. La producción estabilizada dela gran industria me parece un engaño. En gran

     parte se tr at a de una producción de cosas inútiles,

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     predominio de nuestra teoría sobre la de Proudhon...»

    Les partidos obreros socialistas se afirmaron entodo el inundo como consecuencia de la depresiónque siguió a la represión de la Commune. Las de-rrotas traen siempre la desilusión con su secuelade reconsideraciones tácticas y de principios. Seensayan nuevas vias y procedimientos de acciónque vierten en el desviacionismo neto.

    Este mismo fenómeno lo hemos constatado a tra-vés de la propia revolución rusa. En lo que al anar-quismo se refiere, este tuvo un último resplandeci-miento en el movimiento ukraniano que, con tantameticulosidad y acierto, viene estudiando en estasmismas páginas el compañero Ugo Fedeli. Conse-cuencia inmediata de la experiencia ukraniana fueel movimiento «plataformista» de los anarquistasrusos emigrados. Archinoff, al que debemos un do-cumentado estudio sobre la revolución ukraniana,fue el padre de aquel movimiento revisionista que

    tanta materia de discusión brindó al anarquismointernacional. El platafcrmismo, al que se hallabavinculada la prestigiosa personalidad de Makhno,era un movimiento plagado de resabios autoritariosde carácter oportunista. La problemática perspec-tiva en cuanto a un pronto retorno* de los anar-quistas rusos a su país disminuyó sus bríos revi-sionistas. y la plataforma misma acabó por versedesamparada.

    Hemos dicho que al amparo de la situación crea-da en 1871, falto el movimiento intemacionalistaobrero del soporte del proletariado francés, querepresentaba el bastión libertario y federalista, los partidarios de Marx y Engels 'pudieron especulara sus anchas con su fórmula de toma del Poder político por los llamados partidos de la clase obre-ra. Estos partidos lograron deslumbrar a grandes

    contingentes proletarios por las facilidades que preconizaban de solución del problema del capi-talismo. El problema social quedaba reducido a unafórmula pacifica y legalizaría. La legislación de-mocrática del Estado capitalista daba, según los profetas marxistas. amplias facilidades para unafácil y profunda revolución desde arriba. Asi escomo t'ué afincando la tendencia reformista quehabía de convertir el principio de lucha de clasesen colaboración de clases.

    En su libro «La juventud de un rebelde», RudolfRocker hace un atinado estudio sobre las condi-ciones extraordinariamente particulares del periodorevolucionario conocido con el nombre de «anarquis-mo heroico». No ora este un reverdecimiento de lasenergías del movimiento anarquista en el sentido popular de la palabra. Si bien concurren en la

    época un buen elenco de personalidades ácratas de primera fila no es menos cierto que las contun-dentes manifestaciones que la caracterizan no' tie-nen o tienen aue ver muy poco con el anarquismo prooiamenet dicho. Los atentados políticos que lacubren son hechos más o menos esporádicos, en-gendrados por la corrupción políticaadministrativay por la política represiva puesta en práctica paraaplacar lás manifestaciones de protesta del pue- blo. movida esta protesta por toda suerte de escán-dalos financieros. Ciertos sedicentes anarquistastomaron a su cargo la revancha contra los atro-

     pellos de que se hacia victimas a los manifes-tantes. produciéndose la serie de atentados que seha venido señalando con el nombre de «propagan-da por el hecho».

    Los grandes procesos que sucedieron a las ejecu-

    ciones de los llamados terroristas demostraron plenamente que aquellos actos no ten ían que verni con planes organizados ni con el movimiento

    anarquista propiamente dicho. Por otra parte, auntratándose de hechos individuales, a pesar de ha- ber excitado la curiosidad y hasta la simpatia deuna serie de escritores de avanzada, redundarongravemente en perjuicio del movimiento liberta-rio. La máquina de propaganda del Estado encon-tró en aquellos hechos un verdadero filón de ar-gumentos, de orden sentimental, político, y hasta patriótico, que manipulados con gran habilidadfueron de más provecho para el Estado y la bur-guesía dominante que las propias medidas directasde punición aplicadas implacablemente por los tri- bunales contra los «dinamitaros». La estulticl'a popular asimiló lamentablemente aquellas propa-gandas que tenían por objeto identificar un movi-miento social, profundamente filosófico, con una baja manifestación de delincuencia. Aun en nues-

    tros dias persiste en Francia, en la generalidaddel prieblo y entre ciertos rangos de gentes ilus-tradas, un concepto abominable sobre lo que repre-sentan los anarquistas y el anarquismo.

    Suma hecha, que la hecatombe de 1871, el socia-lismo político y el llamado terrorismo, propina-ron un golpe rudísimo al movimiento anarquista.

    Otro de los factores de decadencia del movimien-to anarquista en Francia es el llamado sindicalis-mo puru Este es también una de las consecuen-cias de las épocas difíciles en que es dado ir a la busca de caminos fáciles inspirados en la teoriadel menor esfuerzo.

    El sindicalismo puro, que cuenta entre sus pre-cursores^ militantes a destacados anarquistas, seatribuyó la misión de crear un gran movimientode masas con el propósito finalista de destrucción

    del Capitalismo y el Estado Para el logro de esteobjetivo, y para realizar la concentración antiesfatal y anticapitalista necesaria, ideó un granfrente único proletario, debidamente cohesionado.Para que esta cohesión fuese posible se entendió prooeder a la eliminación previa de todos los fac-tores susceptibles de discordia. El principal de es-tos factores resultó ser según los teóricos del sin-dicalismo puro, nada menos que las tendencias

     políticas y filosóficosociales, entre otras el propiosocialismo político y el anarquismo.

    El sindicalismo puro proclamaba enfáticamentesu independencia de todas las sectas, partidos yesquelas, y por ende su calidad autosuficiente. Esdecir, que se bastaba a si mismo para realizar losideales de manumisión de la clase obrera. Deacuerdo con este principio, el afiliado o confede-

    rado, al ingresar en el sindicato debía dejar en lamisma puerta sus ideas o convicciones particula-res, cualesquiera que estas fueren.

    La experiencia de este sindicalismo nos demues-tra que no se puede renunciar a tener ideas y pre-tender tenerlas al mismo tiempo. La finalidad re-volucionaria que reivindicaba para si este sindi-calismo lo convertia en un movimiento finalista:destrucción revolucionaria del sistema del Estadoy del Capitalismo, cuyo primer acto era la huelgageneral, y reconstrucción de la economía sobre la base de los sindicatos. Sin embargo los métodos de proselitismo le condenaban de antemano a quedarconvertido en un movimiento amorfo El celo conque eran aplicadas las consignas de neutralidadideológica le transformaban paulatinamente en ene-migo de todas las ideologías, degenerando asi

    I V .......... '

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    mismo en un narcisismo autosuñciente, tan pre-tencioso como estéril, ya que todas las energíaseran empleadas en la labor policiaca de descubri-

    miento de los repulsivos infractores del principiosagrado de neutralidad.La finalidad sindicalista revolucionaria, anticapi-

    talista y antiestatal, la perdió muy pronto el sindi-calismo puro. Más tarde, y es el caso típico de laC.G.T. francesa, sirvió este sindicalismo los desig-nios de los partidos socialistas en su política refor-mista y hasta belicista, esto último en ocasión de laguerra de 191418. Desde mucho antes de la guerramundial número 2, la C.G.T. sirve fielmente las con-signas de Estado soviético.

    Otro de los factores tácticos qiue han contribuidoa la actual crisis libertaria reside en la tendencia

     personificada por el anarquismo y anarcosindicalis-mo español. Esta tendencia se ha ido concretizandoen la etapa militante que arranca en aquel pais dela caída de la dictadura de Primo de Rivera y muy

     particularmente de la instauración de la SegundaRepública. La simiente, sin embargo, estaba echada,y en uno de los terrenos mejor abonados, dada larebeldía ingénita de los españoles y su temperamen-to impulsivo.

     Nos referimos a la concepción revolucionaria queha venido sosteniendo el anarquismo ibérico y que seha esforzado en poner en práctica a través de laorganización sindical C.N.T. El anarquismo españolha convertido el sindicalismo revolucionario! de ten-dencia definida (anarcosindicalismo!) en el elementorealizador de sus objetivos inmediatos: el comunis-mo libertario. El comunismo libertario no es un ré-gimen puente según la concepción marxista. No se justifican en él la existencia del gobierno y de laautoridad. Y menos la «dictadura del proletariado».El comunismo liberatpo es, pues, una organización

    social anarquista, si*no la anarquia misma, poraquello de que la anarquia no tiene fin ni programadefinido.

    El anarquismo español ha volcado toda su activi-dad en la organización obrera y en su propósito re-volucionario inmediato. Se sobreentiende que parael anarquista ibérico el comunismo libertario, laanarquia en su primer estadio, es perfectamente rea-lizable o asequible en cualquier momento. Basta paraello la coyuntura del hecho revolucionario y el triun-fo de su propósito más acariciado: la destrucción delEstado a través del derrocamiento del Gobierno yde las instituciones guberamentales; la destruccióndel Capitalismo mediante la expropiación y sociali-zación inmediata de los medios de producción, trans- porte y consumo.

    Esta concepción ha puesto al anarquismo ibérico

    frente a terribles responsabilidades. La critica demo-ledora con que ha procedido contra las corruptelase inmoralidades oficiales y de los partidos politices,que respondía a la realidad más absoluta, han to-cado en lo más vivo del innato sentimiento antigu- bernamental del pueblo’. En consecuencia, la orga-nización C.N.T. ha sido capaz de movilizar a gran-des masas de trabajadores entre las cuales figuraun respetable plantel de activos militantes. He aqui, precisamente, la terrible responsabilidad del anar-quismo español. Estas grandes masas de trabajado-res rebeldes no se sentían menos atraídas por la pro-mesa de un comunismo libertario al alcance de lamano que por el odio natural contra las institucio-nes gubernamentales.

    Por lo tanto, el mismo éxito proselitista de lascriticas y consignas del anarcosindicalismo confede-

    ral, comprometían a éste, automáticamente, a unaacción radical sin posibles aplazamientos ni esca-moteos. Los oradores—se trataba incuestionablemen-

    te de anarquistas—, asi como los propios redactoresconfederales, lejos de encauzar, vertebrar y darleconsciencia al Movimiento, se dedicaron, en reñidacompetición, a alimentar con tandas de leña y degasolina la hoguera revolucionaria.

    Existían, indudablemente, al margen de la preocu- pación revolucionaria aspectos interesantísimos de propaganda y capacitación educativa y constructi-va, pero estos aspectos fueron siempre subordinadosy en último extremo sacrificados al supremo objeti-vo revolucionario.

    Esta concepción determinó toda una mentalidadmilitante y cuajó no menos firmemente en una ob-sesión única. Y se produjo lo fatal e inevitable: unaserie de intentos revolucionarios que, aparte les ro-mánticos propósitos, no contaban ni con la fuerza,ni con la preparación, ni con la posibilidad real o

     práctica de vencer totalmente. Las repetidasderrotas, seguidas de terribles represiones, iban mi-nando la moral de buenos militantes, reproducién-dose los gérmenes de una honda crisis interna.

    Pero aqui también observamos las manifestacionesde esa ley del contraste de las oposiciones y de lasdecepciones que .jamás perdona. Ante los fracasosy los abortos, el espíritu del hombre se tortura enla búsqueda de justificaciones o salidas más o menosfáciles. No otra es la situación creada por la crisisinterna que sube a la superficie confederal en 1932.El Movimiento anarcosindicalista se produce enton-ces en dos direcciones a cual más negativa y peli-grosa: el reformismo propiamente dicho y la radicalización obsesionante del propósito revolucionario.Existe apenas un tercer factor moderador o equidis-tante de aquellas dos concepciones, afirmativa y ne-

    gativa, del milagro revolucionario inmediato. Ambascorrientes se polarizan y viene toda una época deafirmaciones y negaciones rotundas con sus episo-dios lamentables de lucha fratricida. No existe unanarquismo consciente de su misión histórica, devisión elevada y lo suficiente independiente de las pasiones e interpretaciones circunstanciales. El mo-vimiento anarquista propiamente dicho ha hechodonación de su destino a la organización obrera, alconjunto heterogéneo confederal, y viene por sus pasos contados el acto más trascendental del dra-ma: el acontecimiento de la revolución misma; el19 de Julio de 1936.

    El anarquismo y la C.N.T. (el anarcosindicalismoespañol), una sola cosa indistinta, tienen que hacerfrente a un hecho revolucionario de gran enverga-dura, y su misma potencialidad combativa les sitúa

    ante el hecho de la responsabilidad politica y eco-nómica constructiva. La transformación de la revo-lución en guerra civil acentúa gravemente aque-llas responsabilidades.

    Hemos dicho ya en otro lugar que la situacióncreada al anarquismo español a la mañana siguien-te del 19 de Julio no era necesariamente la fatali-dad de un «ir a por el todo», mediante la dictaduraanarquista, ni la colaboración con los demás secto-res políticos, mediante la intervención gubernamen-tal. Pero para ello le era necesario al anarquismouna más clara y precisa consciencia de su misiónhistórica, una mayor independencia de la propiaC.N(.T., y una concepción menos simplista de lasvirtudes revolucionarias en tanto que hecho violen-to. Quedaba el recurso de afirmación del anarquis-mo como movimiento de influencia y de oposición

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     permanente, y hasta si se quiere de acción circuns-crita a los aspectos constructives de carácter eco-nómico en las colectividades y socializaciones poracción directa o de hecho consumado. Pero para

    ello estorbaba enormemente la transformación ope-rada en la propia mentalidad y la educación que, deacuerdo con esta mentalidad revolucionaria rnaximalista, se había dada a si mismo el anarquismoibérióo y había insuflado en las masas que movili-zaba. Dada, pues, esta mentalidad, dada esta edu-cación, dada la obsesión interpretativa de que enuna revolución no juegan más elementos que elaspecto episódico violento, generador de por si detodos los demás milagros, el problema no tenia otrasalida q;ue afrontar la peor de las responsabilida-des: o la dictadura anarquista, con todas las catas-tróficas consecuencias, o el ensayo de entendimien-to con los partidos políticos, a sabiendas o sin saberlos resollados que fatalmente comportaria.. Y anteeste dilema, tenia que imponerse una vez más laférrea ley de las soluciones fáciles, esto es, la co-

    laboración a regañadientes que habia de conver-tirse más tarde en colaboración gubernamental aultranza.

    Más que la colaboración gubernamental en si, yaiun teniendo presente lo que representaba comoclaudicación ideológica y moral, lo que cuenta enella son las consecuencias de orden permanente. Nos referimos a la herencia que indefectiblementecomportan todas las desviaciones y muy particu-larmente en las corrientes ideológicas refractarias por principio al oportunismo. Estas consecuencias permanentes las vive actualmente en toda su loza-nía el movimiento anarquista español a través dela profunda división interna. Ni siquiera teniamesla excusa, al embarcarnos en tan pésimas condi-ciones, de que las realidades no tenían preceden-tes. Lo que no tenia precedente era nuestra igno-

    rancia del proceso de todas las revoluciones y muy particularmente de la historia de nuestros propiosmovimientos revolucionarios. Y conste que se haescrito bastante sobre la materia. En estas mismaslineas hemos citado, aunque a la ligera, tres movi-mientos concretos que bien podríamos reivindicarcomo nuestros: la Commune, la revolución ukraniana y la revolución húngara. La citada platafor-ma de Archincff no es más que una herencia del

     paso de los anarquistas ukranianos por una etapade responsabilidades revolucionarias.

    Ocurra lo que ocurra y hagan lo que hagan lasorganizaciones y movimientos influidos por elanarquismo, la misión de este anarquismo es con-servarse en el terreno anarquista. Es decir, no vin-cular su destino al destino de estos movimientos,a sus impaciencias y a sus inclinaciones oportunis-

    tas o circunstanciales. Si por contra nos encon-tramos con que es el propio anarquismo quienorienta a estos movimientos por él influenciadosen el sentido circunstancralista y oportunista, elerror se llama absurdo o suicidio.

    El anarquismo no es de hoy ni de mañana. Nces un programa político más con vistas a servir promesas fáciles, simplistas, a las gentes o masascon mentalidad conservadora. La mentalidad re-volucionaria que hemos descrito, la que atribuye ala revolución poderes taumatúrgicos, virtudes demagia, es una mentalidad profundamente conser-vadora. E incluso reaccionaria, puesto que de lasrevoluciones y de los revolucionarios de este génerohan nacido los Estados más despotices y los peo-res déspotas.

    La misión de los anarquistas consiste, ante todo,en ser anarquistas en cualquier plano y lugar, enel plano moral, en el de la conducta personal; enel plano social, siendo elementos sociales, es decir,

    tratables, tolerantes, aun con el adversario. La to-lerancia constituye el principal elemento de la so-ciabilidad. En la vida social se imponen transac-ciones mutuas. Saber ceder, aun sabiendo de quenos asiste la razón, es una necesidad social. Teneruna mentalidad abierta es el mejor distintivo anar-quista. Llamamos mentalidad abierta a no encas-tillarnos en nuestras concepciones juzgando erró-neas o despreciables todas las demás. La menta-lidad cerrada es una mentalidad de secta, jamásuna mentalidad anarquista. El anarquis ta debeoperar en todos los planos sociales y no solamenteen las organizaciones de clase. El anarquismo noes un ideal clasista en el sentido marxista, sindi-calista o seudoanarquista de la palabra. Las claseseconómicas son artificiales y todo lo* proletario noes lo mejor. Y por último, el anarquismo es funda-

    mentalmente un mo vimiento de influencia, de edu-cación, de capacitación, de orientación, con vistasmás que a las formas y clases sociales, a la men-talidad que las produce.

    Los que nos replican que el anarquismo se concretiza en el anarquista y que éste no es un diossino un hombre de carne y hueso, sujeto a las mis-mas necesidades que todos los demás mortales, sinexcluir las pasiones, y que la inhibición anarquis-ta de ciertas obligaciones representa llanamentedesviarlas hacia los demás, deben de tener presen-te que no hay aqui torre de marfil ni prejuicioaristocrático de ninguna clase. Y aun habiéndola,libres son los que apostrofan desde el llano, supo-niendo que haya llano y alturas, de tomar el ca-mino que conduce a la cumbre. Pues no hay barri-cada anarquista que les cierre el paso ni abajo ni

    arriba. Y si la hubiere no seria anarquistaAbundan los aficionados a razonar en los si-guientes términos: «Una cosa es la pureza del idealy otra las rudas realidades que imponen muchasveces la necesidad ineludible de bailar al son de lamúsica circunstancialista». Pero esta realidad seconvierte en monstruosidad cuando de lo que ensuma representa un hecho simple se sacan conclu-siones comparables a la del cataclismo universal.Tal es la conclusión de que puesto que es imposibleeludir ciertas realidades y hurtarse a ciertos con-trasentidos, toda la vida es un contrasentido y éstesu principio fundamental. De lo cual se deduce lanegación absoluta de todo principio ético, de todaconsecuencia ideológica y moral posible. E® asicomo han razonado y razonan todos los claudican-tes que no tienen la sinceridad de llamarse tales;

    es asi como razonan el fumador y el borracho em- pedernidos cuando pretenden justificar su vicio.Sin embargo, ¿qué serla de la humanidad si des-apareciera de repente la casta de les hombres que, por encima de las cr idas realidades, de las exigen-cias del bregar cotidiano y de todos los determinismos económicos, sociales, familiares y hasta particulares, y aun a sabiendas del tributo queineludiblemente hay que pagarles, se esfuerzan porignorar estos vínculos y tiranías y obran como se-res inmateriales, como idealistas libres de todatraba, marcando continuamente al conjunto huma-no el verdadero rumbo y el verdadero puerto dela felicidad? ¿Qué sucedería de prosperar la actualmentalidad de escepticismo negadora de los valo-res morales del hombre, so pretexto de que se hace

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    un uso indebido de la misma; negadora del progre-so por cuanto éste no ha producido otra cosa queel bienestar de los ricos?

    El verdadero anarquista es el que cree que si la

     bondad, la moral, la libertad y el progreso no exis-tieran habría necesidad de inventarlos. Y quesiendo aquellos verdades como puños, la única for-ma de conseguir su plena realización es procederconsecuentemente, imperturbablemente, constante-mente, con arreglo a estos principios, con absolutadespreocupación de los obstáculos y contrariedadesde orden circunstancial. Es a lo permanente quevisa el anarquista. Si el miedo a una derrota cir-cunstancial puede poner en peligro todo el eternofuturo de nuestras ilusiones, venga en buena horala derrota, que en resumidas cuentas no es derrotasino triunfo verdadero. Dicho en otros términos; siel miedo a perder una revolución aconseja sacri-ficar a esta revolución todo lo que significamos yvalemos como movimiento de superación humana,venga en buena hora el sacrificio de la revolución

    y quede intacto el prestigio de las ideas. Por nohaber sabido prever las consecuencias de preten-didos sacrificios circunstanciales, en desdoro de lasideas, hemos añadido a la balumba de factores que

    reducen y ahogan la voz internacional del anar-quismo uno de los principales en tanto que engen-drado e incubado dentro de la propia morada; eloportunismo anarquista.

    Y para terminar, nos resta decir que mal puedehablarse de la decadencia del movimiento anar-quista y de su crisis de valores en medio de unaépoca de decadencia general y de crisis de todoslos valores. Hoy solo subsisten las doctrinas arti-ficialmente protegidas por el cinturón de acero delos Estados totalitarios. Sin embargo, estas doc-trinas, al parecer rebosantes de vitalidad, no sonotra cosa que informe amasijo de huesos calcina-dos en el interior de la armadura de un guerreromuerto.

    Cúmplase en buena hora la macabra profecia delos enterradores del anarquismo, desaparezca delmundo el último de esa raza de titanes y quedaránen pie, desafiando' al tiempo y a todos los sofistas,las afirmaciones fundamentales de una doctrina

     basada en la más profunda filosofia de la libertad

    humana, dispuesta a ganar la última batalla aundespués de muerta.

    José PEIRATS

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    UNA ENFERMEDAD. - UN GATO Y UN MARQUES. - DOS ESPECTACULOS

    UANDO uno cae enfermo vienen los' amigos y le dicen: «Disponga ustedde mi como guste, amigo mío. Ten-dré mucha alegria pudiendo serleútil». Y se van. O mandan flores paraque las pongan sobre la cómoda, siemr pre que no haya demasiado tufo a ca-dáver, que entonces mandan flores pa-ra los funerales.

    Pero a Beatus no fué nadie a verlo

     porque había une epidemia llamada «la española»,de la que se cantaban coplas por las calles.El nombre verdadero de la epidemia no se sabia,

     pues el bacilo, por más que lo exhortasen a hablarlos más bravos doctores, empeñábase en guardar ce-losamente el incógnito.

    Por el modo como se comportaba cabla suponerque fuese un bacilo humorístico. Por lo general pre-sentábase con el aspecto de un enfriamiento de loscorrientes, y luego, de pronto, tomaba el cariz demuerte negra. Era además capaz de dejar con vidaa una semicarroña, como Beatus, y de arrambar,como hizo alli mismo, en el piso de más abajo, conun hombre tón enorme, cuya salud y corpulencia po-nían admiración en el ánimo de Beatus.

    ¡Era de ver la unción con que el tal vecino, queera salchichero, cortaba sus lonchas de jamón con

    el descomunal cuchillo! ¡Y su manteca artificial!Y, sin embargo...¡Ah, pobre hombre...!Como se había asegurado que la enfermedad se

     pegaba con sólo la respiración, había gente que sa-lla a la calle con mascarilla.

    Muchas de esas mujeres que venden los besos desu linda boca vieron despreciada su mercancía. Mu-chos «peces gordos», enriquecidos con la guerra, te-míanle a «la española» más que a una revolución.

    Uno de estos «peces gordos» había encargado unacapota para su automóvil; pero le contestaron que por aquellos dias los carpinteros sólo traba jaban encajas de muertos, y con el tiempo, hasta los ataúdesse acabaron. Los sustituyeron con sacos. ¡Metían alos hombres en sacos, como hacen en Roma con las

     basuras!

    Acerca de estas cosas departía Beatus casi dono-samente con su médico, un pollo muy guapo, muydocto y muy amable. Porque Beatus teníale un pocode miedo a los hombres, y en cambio no se lo teniaa la muerte, pues se la habla encontrado de manosa boca muchas veces en su camino, en enfermeda-des anteriores. Estaba acostumbrado a ella y hastahabían concluido los dos por saludarse.

     —¡Ha ganado usted le decía el médico—una gran batalla!

     —¿Cuál? —La que los fagocitos han reñido contra los mis-

    teriosos microbios de la «fiebre española».Y a Beatus parecíale cual si su cuerpo fuese la

    madre tierra, que sostiene a tantos millones de com- batientes sin advertirlo.

    «He aqui a los leucocitos y a los fagocitos movi-lizados para hacerle la guerra a «la española». Micuerpo es un campo de batalla. Aunque quizás seaque ¡como la muerte anda estos dias tan atareada!Por lo demás, ya sabe donde tiene su casa».

    Pero quizá fuese también obra de la señora doñaAlicia, una inquilina de la casa, la cual fué y llevó

    a Beatus una taza de caldo, un huevo fresco y unalón de pollo cosas todas bastante raras entonces.Y la tal inquilina no sólo llevó el caldo y el alón de

     pollo, sino que le aseó la habitación y le mudó lassábanas del lecho y hasta le prestó unas suyas, por-que sólo la Escolástica, su criada, sabia dónde esta- ba la ropa limpia, y si la había. Pero la Escolásticaestaba ausente. Y entonces se le apareció a Beatus elCristo que habia visto en una iglesia antigua de laRomaña, y en su cerebro dábale vueltas esta pre-gunta: «Quis est proximus tuus?»

    Cuando doña Alicia no podia ir, mandaba en sulugar a una chiquilla, hija suya, y a veces iban averle las dos, y con sólo verlas ya habia que son-reírse: la madre era una mujerona tan gruesa queobstruía con 'solo su persona todo el cuarto, siendoasi que se llamaba Alicia, nombre que sugiere la

    idea de una figurilla gentil; la chica, en cambio, sellamiaba Helena, el nombre de la gran hembra, y erachica raquítica, con su cuerpecillo que representabadiez años, la cara toda arrugadita y la barbilla pun-tiaguda; y llevaba unas melenillas negras y recorta-das, atadas con un cintajo rosa. Parecía la imagendel Diablo Cojuelo en las antiguas viñetas de LeSage. Pero tenia una infantil y dulcísima cantinelaumbra con palabras llenas de sentido, por lo queBeatus, comparando aquel timbre de voz con el «ciacolar» de la Escolástica, pensaba que jamás SanFranciscoi hubiera podido ser hijo del Veneto.

    La formidable doña Alicia era una señora de laclase acomodada y precisamente de esa menospre-ciada tierra del Sur a la que llamaron los naturalesdel Norte «tierra loca» o «tierra bailarina». Solíainvocar a los Ídolos esos que se ven en Nápoles sobrelas consolas, y ostentaba un pelo negro muy rete peinado y echado a la cara, de suerte que parecíacomo si no tuviera frente. ,¿De modo, pues, que,no todo está en la frente?

    La chica no era, a la verdad, hija suya legitima,sino adoptiva. La habia recogido del arroyo, lahabía lavado, vestido y calzado, y le habla pro-metido que si era buena y obediente la tendría asu lado hasta que se hiciese la primera comuniónPero la chica no necesitaba que la reprendiesen;era muy discreta, lo entendía todo y, riendo, conaquellos ojos negrísimos que le habia dado Dios,miraba a Beatus, que se maravillaba de su triste-za. «Fie en mi,, señor—decía;—¡le he entendido, lehe entendido!» Y era cierto. Como la Escolástica

    • •

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    habíase ido sin decir oste ni moste, aunque toda-vía seguia alli su ropa, la chica hacíalo ahora todo.«Usted no se mueva», le decía a Beatus. Y tambiéniba a la farmacia, que estaba muy lejos, por lasmedicinas.

    Pero una noche ocurrió que la chica fardabamucho en volver. Habla ido muy ufana por unamedicina que sólo despachaban en una farmaciamuy distante de alli, y eso por recomendación delmédico; una medicina alemana, que rebajaba lafiebre sin atacar al corazón.

    Y la ciudad era grande.Anochecía ya, y la chica sin volver.

     —Ya vendrá—decía la mujer del Mediodía—. ¡Nose pierde, no!

    Pero la chica no volvía, y hasta la mujer delMediodía acabó por sobresaltarse.

    Y aguardaron en silencio.Y se hizo de noche.Y por último llegó la chiquilla. Reia y lloraba

    al mismo tiempo.Refirió el lance.Habíase perdido.Y se le había hecho de noche, y aún no. habían

    encendido el alumbrado público, y ella se habíaechado a llorar.

    La gente se paraba a su alrededor y decía: «¿Qué pasa?» «Una chica que se ha perdido». Y seguíansu camino. Entonces una señora muy hermosa,vestida de blanco preguntó que por qué lloraba.Ella le contó lot que le ocurría. «¡Oh, qué niña tan buena!», dijo la señora, y en un santiamén la con-dujo a su casa en coche.

     —ic"Y la medicina? —Aqui la traigo.Y no acertaba a decir cómo se había agenciado

    la medicina.

    La oronda señora del Mediodía, que se hallabasentada a la cabecera del enfermo, dijo: —¡Vaya usted a saber! ¡Quizá fuera la Virgen!Sab!a muchas apariciones de la Virgen; siempre

    era una señora muy hermosa y vestida de blanco.Una vez se le apareció en lo alto de un cerro a

    una rastorci lla y todas las ovejas se le habíanarrodillado alrededor; otra vez aparecióse en agos-to rodeada toda de nieve; y otra en invierno; cer-cada de lirios florecidos.

     —¿Y por qué a mi no se me aparece?—preguntóBeatus.

     —Dispense usted—dijo la señora del Mediodiacon mucha discreción—, usted es un hombre bue-no, pero no un inocente.

    Aquella noche cedió la fiebre, como a veces amai-

    na misteriosamente el viento del mar. (Sería quelos microbios de la vida vencían a los de la muer-te? ¿Ser a la medicina alemana? Entonces,

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    Pero el marqués, que salla a la sazón, dióle larespuesta.

    El marqués, el que daba puntapiés, encontróse

    de manos a boca con Beatus, pues ambos eran dela misma estatura, asi como de la misma edad; ysiendo todavía cosa incierta quién es más, siun marqués c un caballero, saludáronse los dos almismo tiempo.

     —.¿'Pero ya está usted bien?—dijo el marqués, nosin cierto asombro—. La portera...

     —Adelanta la historia—continuó Beatus—y ha - brá divulgado la noticia de mi muerte.

     —Eso, precisamente, no—respondió el marqués—; pero mi señora, la marquesa, se impresionó mjuchisimo. Teníamos intención de irnos a nuestrastierras, mas también alli hace estragos la enfer-medad. ¡Mira, deciamos, esta casa es la única quese conserva inmune...!

     —Y enfermé yo. Crea usted que verdaderamentelo siento...

     —¡Claro! Y ahora mi mujer echa ácido fénicoen la escalera.El señor marqués hablaba con dignidad, recal-

    cando las palabras, de suerte que no se perdieraninguna.

    De modo y manera que Beatus no era para laseñora marquesa sino un agente de infección; untio ¡porta bacilos que asustaba a una dama. ¿Quehabría pasado si la hubiera asustado con su fére-tro bajando por la escalera?

     —Le ruego—.dijo Beatus—que le presente misexcusas a la señora marquesa.

    En aquel instante asomó por el hueco de la es-calera el propio «Biagino»; pero no bien hubo vistoal marqués, desapareció como una flecha.

     —¡Ah, señor caballero!—dijo el marqués—. ¡Esegato es un bandido!

    Y lo dijo con un retintín que no parecía sinoque quería dar a entender que también su amocompartia la condición bandolera.

     —Le contaré una sola de sus hazañas, que vale por todas—continuó el marqués—. La marquesa,mi mujer, habia comprado un kilo de salmonetesde los escogidos. ¡Y ya sabe usted lo que cuestahoy un kilo de salmonetes escogidos! Pues bien;nos salimos a dar un paseo con nuestro huésped,el diputado del distrito. La criada disfrutaba deldescanso dominical. Habíamos dejado los salmo-netes limpios y aderezados en un plato. ¡Pues alvolver a casa ya habían desaparecido!

    Hizo aqui una pausa el marqués, a fin de queBeatus paladease toda la mortificación de ser nosólo el agente de la «epidemia española», sino tam- bién el propietario de «Biaginoi».

     —Y debo advertirle—siguió diciendo el mar-qués—que nuestro huésped, que es también un abo-gado de los de campanillas, nos hizo observar queel Código registra ese caso en el articulo 429, quedice: «Está exento de pena, y por eso es licitoi ma-tar o, de otro modo, dejar inservibles a los anima-les que pertenecen a otro, siempre que se les sor-

     prenda haciendo daño». Sólo que nosotros no había-mos sorprendido a «Biagino»; y por deferencia austed...

    Escuchó Beatus la cita del Código en que se dice«es licito matar» como si estuviera distraído. Diólelas gracias al marqués por la deferencia, y respon-dió reconociendo que efectivamente habia hechomal en poner su afecto en «Biagino».

    Asi me gusta—contestó el marqués—; y segura-mente aquel era el principal argumento de su co-

    loquio, pues despidióse en seguida, diciendo conuna sonrisa que les hizo dar media vuelta a todaslas arrugas de su cara:

     —Perdóneme usted si en momentos como lo6 presentes no le doy la mano.Beatus echó a andar por la derecha y el mar-

    qués por la izquierda, con un pasito menudo, comosi fuera pisando huevos.

    Siguióle Beatus con la vista y quedóse muy sor- prendido con este pensamiento que le asaltó:

    «Muy bien hecho, «Biagino», bravo bandolero.Quítale también sus tierras».

     —Ea, querido caballero, ya está lista la m onadijo a Beatus la mujer del Mediodía, presentándolea Helena.

    La desventurada, vestida de señorita, hacía unefecto sorprendente; estaba más fea que del otromodo.

     —Ahora, dime, hi ja mia, ¿a dónde querrías ir?— le preguntó Beatus.

    Brilláronle de alegria los ojos a la chica, y res- pondió:

     —Primero, al cinematógrafo, pero a ese dondeestá la...

    Y la muchacha pronunció un nombre de mujer.¡Desventurado de Beatus Renatus! Conocía mu-

    chas cosas, pero ignoraba aquel nombre de mujer.Era una Diosa; esto es, un Diva del arte modernoPareció a todos inverosímil tamaña ignorancia.

    La chica, con ayuda de la señora, dióle a Beatuslas explicaciones necesarias.

    Después del cinematógrafo con aquella señeraDiosa, declaró la niña que le gustaria entrar den-tro de aquellos—y no sabia cómo decirlo—que seven detrás de una verja al pasar ;por el Corso; adónde van los señores, pero los señores de veras.

    Se ven alfombras detrás de la verja; sobre lasalfombras, butacas; sobre las butacas, almohado-nes; y sobre los almohadones, señores. Alli juntitoestán las mesas, y sobre las mesas las tazas ylos dulces.

    Las señoras parecen estatuas; pero fuman.Quería decir la chica un «tearoom o un «hall»

    de fosada grande, de los que hay muchos en elCorso.

    Beatus la llevó a uno y otro sitio.Pero, a decir verdad, antes de ir al cinemató-

    grafo, tuvo Beatus sus escrúpulos.Los carteles decían que dentro se representaban

    «Los siete pecados capitales», «Soberbia», «Luju-ria»... etc., y ¡llevar a eso a una niña!

     —¡Pero si todas van!—dijo la muchacha.Es verdad. Y luego, ¡que hubiera tenido que dar

    explicaciones de por qué no quería llevarla!

    Al comenzar el espectáculo, asombróse Beatusdel asombro con que todos parecían asombrarse ala vista de aquella Diva. Todos la conocían y lanombraban. Y acudieron en su memoria los añosdel pasado, cuando se creia en otras diosas y otrosdioses: el Honor, la Dulzura, la Templanza, laPiedad, y demás zarandajas por el estilo.

    Parecióle que aquella Diosa que se tiraba porlos suelos, se retorcía y desesperezaba en la blan-ca pantalla, representaba para la muchedumbrecomo una excelsa conquista.. Le pareció asi, .por-que en el local habia muchos soldados ingleses, yla orquesta tocó aquello de «I t’s a long way toTipperary».

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    ¡Ah, si! ¡Hay mucho que andar hasta llegar aTipperary!

    En la sala de té el estupor fué mayor aún. Tam-

     bién habia alli muchedumbre, pero de ot ra índole.En vez de soldados, oficiales, todavía más flaman-tes; muchos ingleses y franceses, jóvenes y muyguapos. Hermosísimas mujeres. Mucha compostura.Cierta inmovilidad como de ídolos. Parecióle aBeatus haber entrado en una de esas barracas deferias, llamadas «museos antropológicos», que seestilaban antiguamente y donde se veían figurasde cera de tamaño natural. Y aquellas figuras vi-vas antojáronsele antiquísimas y muertas.

    Pero la chica, con su dedito, señalaba a Beatuslas grandes maravillas que no conocían sus ojos:las plumas, los penachos—¡ oh, que penachos tanraros!—, los zapatitos visibles, más que por si porcierto fulgor de diamantes, y las capitas negras,los hombros desnudos, las manos de cera... —Están fumando, están fumando—decía la mu-

    chacha.Y lo hacia con la misma alegria con que hu- biera dicho: «La muñequita anda, la muñequitaabre los ojos».

    También decía: —Ahora se lleva esto; aquello no se estila ya.¿Cómo sabia la chiquilla todas esas cosas?Pero si la pequeña estaba muy contenta, Beatus

    sentia una misteriosa tristeza. Sólo veia los gran-des semblantes meritricios y el lento girar de losmaravillados ojos. Mas ya fuese por efecto de losextraños peinados o del contraste con las grandesfrentes calvas de los retratos de su despacho, to-das y todos parecíanle como decapitados de lafrente.

    Estaban las paredes de la sala formadas por es- pejos, donde las hermosas damas y los hombres

    guapos multiplicábanse por reflexión. Beatus viósetambién en el espejo, y lo mismo la chica. —¡Qué feos somos los dos! ¡Qué feísimos somos!Y era verdad que él y la chica representaban al

     pitecántropo de donde saliera la Humanidad; yaquella gente magnifica representaba la perfecciónde la llegada. Pero no tenían frente. Por lo queBeatus dijole a la muchacha:

     —¡El más guapo de cuantos hay aqui soy yo! —¡Oh!—exclamó la muchacha estupefacta, y

    miró a Beatus. —Te lo digo en serio: el más guapo de cuantos

    hay aqui soy yo.

     No tuvo valor la chica pa ra decirle que no, peromiró a Beatus con tales ojos, que éste recordóla mirada de la Escolástica y sus sentencias. «Esun chiflado, lo dicen todos».

    ¡Oh, Beatus! ¡Hombre lleno de vanidad! Quizáhubieras podido pasar por guapo en los tiemposdel manual de Epicteto. Te has hecho el tocadopor dentro de la frente, y eso es por fuera. ¡Oh,hombre al margen de la Humanidad!

    De pronto descompúsose aquella elegante com- postura, y Beatus se preguntó:

    «¿Ha nacido alguna nueva religión de la que yono tengo noticia?»

    Todas—dijo la muchacha—llevan al lado sunovio.

    Una señorita estaba sentada a una mesa en com- pañía de dos novios y ot ra señorita tenia tres.

    Quedóse estupefacto Beatus al oir la observaciónde la muchacha.

    El ‘timbre de su voz era de adoración y de bea-

    titud.Próximos a su mesa estaban sentados dos deaquellos «novios» en compañía de una señorita.Eran muy jóvenes los tres y sorbían el te con mu-cha gracia. Con mucha gracia. Uno les encendíacon mucha gracia al otro y a la otra el cigarrillo.Recordó Beatus el tiempo aquel en que los traba-

     jadores, por las mañanas, bebían religiosamentesu copita y encendían su pipa. Pero ¿Iqué movi-mientos eran equéllos, tan extraños, que hacían losdos pollitos delante de la señorita? Aun estandoinmóviles, los dos alargaban la cara y recogían lafrente en una actitud de idiotas. Y ambos, en esaactitud, parecían ofrecerse al examien de la seño-rita. Luego, ambos, competían en lo de proferir palabras de una gracia idiota:

     —¿Te he gustado, señorita?

     —¿Te he gustado más yo?La señorita reia con dulzura.Entre el público que estaba sentado y el que

     pasaba por la acera no habia sino una cristaleraenorme. Algunos ojos miraban por entre los re- pliegues de las cortinas.

    «Hacedlas pedazos», dijo para si Beatus; peroluego pensó: «No las harán pedazos sino para ha-cer ellos después lo mismo».

    Alfredo PANZINI

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    MAS ALLASOS que están sentados a una mesa

    donde hay flores y ánforas de vino,y que preside un viejo hermoso y se-reno como un dios; ésos que bebenmas no dan muestras de contento;ésos que suelen levantarse a consul-tar la altura del sol, y a veces seenjugan una lágrima, son los discí- pulos de Gorgias. Gorgias ha ense-ñado, en la ciudad que fué su cuna,

    nueva filosofia. La delación, la suspicacia, han he-cho que ella ofenda y alarme a los poderosos.Gorgias va a morir. Se le ha dado a escoger el

    género de muerte, y él ha escogido la de Sócrates.A la hora de entrarse el sol ha de beber la cicuta;aún tiene vida por dos m¡ás, y él las pasa en sere-nidad sublime, rector de melancólica fiesta, dondelas flores acarician los ojos de los convidados, queel pensamiento enciende con luz intima, y un vinosuave difunde el soplo para el brindis postrero.Gorgias dice a sus discípulos: «Mi vida es una guir-nalda a la que vamos a ajustar la última rosa».

    Esta vez, el placer de filosofar con gracia, que es propio de alm as exquisitas, se realzaba con unadesusada unción. —Maestro—dijo uno—, nunca po-drá haber olvido en nosotros, para ti ni para *udoctrina. —Otro añadió;—Antes morir que negarcosa salida de tus labios. —Y cundiendo este sen-timiento hubo un tercero que propuso: —Jurémos-le ser fieles a cada una de sus palabras, a cuanto

    esté virtualmente contenido en cada una de sus palabras; fieles an te los hombres y en la intimidadde nuestra conciencia; ¡siempre e invariablementefieles!...—Gorgias preguntó al que había habladode tal modo: —¿Sabes, Lucio, lo que es jurar envano? —Lo sé, repuso el joven; pero siento firmeel fundamento de nuestra convicción: y no dudode que debamos consolar tu última hopa con la promesa que más dulce puede ser a tu alma.

    Entonces Gorgias comenzó a decir de esta ma-nera:

     —¡Lucio! Oye una anécdota de mi niñez .Cuandoyo era niño, mi mjadre se complacía tanto en mi

     bondad; en mi hermosura, y sobre todo, en elamor con que yo pagaba su amor, que no podía pensar sin honda pena en que mi niñez y todaaquella hermosura pasaran. Mil y mil veces la oí

    repetir: «¡Cuánto diera yo porque nunca dejasesde ser niño!...» Se anticipaba a llorar la pérdidade mi dulce felicidad, de mi bondad candorosa, de¡aquella belleza como de flor o de pájaro, de aquelamor único, merced al cual sólo ella existia en latierra para mi. No se resignaba a la idea de la obraineluctable del tiempo, bárbaro numen que pondríala mano sobre tanto frágil y divino bien, y des-haría la forma delicada y graciosa, y ameirgaria elsabor de la vida, y traería la culpa allí dondeestaba la inocencia sin mácula. Menos aún se ave-nía con la imagen de una mujer futura, pero cier-ta, que acaso había de darme penas del alma en

     pago de amor. Y tornaba al pertinaz deseo:«¡Cuánto daría porque nunca, nunca, dejases deser niño!...» Cierta ocasión oyóla una mujer de Te-

    salia, que pretendía entender de ensalmos y hechi-zos, y le indicó un medio de lograr anhelo tanirrealizable dentro de los comunes términos de lanaturaleza. Diciendo cierta fórmula mágica, habíade poner sobre mi corazón, todos los días, el co-razón de una paloma, tibio y mal desangrado aún,que seria esponja con que se borraría cada huelladel tiempo; y en mi frente pondria la flor del iridesilvestre, oprimiéndola hasta que soltase del todosu humedad, con lo que se mantendría mi pensa-miento limpio y puro. Dueña del precioso secreto,volvió mi madre con determinación de ponerlo al punto por obra. Y aquella noche tuvo un sueño.

    Soñó que procedía tal como le había prescrito, quetranscurrían muchos años, que mi niñez permane-cía en un ser; y que favorecida ella misma con elde alcanzar una ancianidad extrema, se extasiabaen la contemplación de mi ventura inalterable, ddmi belleza intacta, de mi pureza impoluta... Luego,en su sueño, llegó un día en que ya no halló, paratraer a casa, ni una flor de iride ni un corazón depaloma. Y al despertarse y acudir a mi, la ma-ñana siguiente, vió, en lugar mío, un hombre vie-

     jo ya, adusto y abatido; todo en él revelaba un an -sia insaciable; nada había de noble ni de grandeen su apariencia, y en su mirada vibraban relám-

     pagos de desesperación y de edio. «¡Mujer malva-da!—le oyó clamar, dirigiéndose a ella con airadogesto—■, me has robado la vida, por egoísmo feroz,dándome en cambio una felicidad indigna, que es

    la máscara con que disfrazas a tus propios ojos tucrimen espantable... Has convertido en vil juguetem,i alma. Me has sacrificado a un necio antojo. Mehas privado de la acción, que ennoblece; del pen-samiento, que ilumina; del amor, que fecunda...¡Vuélveme lo que me has quitado! Mas ya no eshora de que me lo* vuelvas, porque este ¡mismo eseil día en que la ley natural prefijó el término ami vida, que tú has disipado en una miserableficción, y ahora voy a morir sin tiempo más que

     para abominarte y maldecirte...»—Aquí terminó elsueño de mi madre. Ella, desde que lo tuvo, dejóde deplorar la fugacidad de mi niñez. Si yo acep-tara el juramento que propones ¡oh Lucio! olvida-ría la moral de mi parábola, que va contra el ab-solutismo del dogma revelado de una vez parasiempre; contra la fe que no admite vuelo iilterior

    al horizonte que desde el primer instante nosmuestra. Mi filosofía no es religión que tome alhombre en el albor de la niñez, y con la fe que leinfunde, aspire a adueñarse de su vida, eternizandoen él la condición de la infancia, como mi madreantes de ser desengañada por su sueño. Yo os fulmaestro de amor; yo he procurado daros el amorde la verdad que es infinita. Seguid buscándola yrenovándola vosotros, como el pescador que tiendeuno y otro día su red, sin mira de agotar al marsu tesoro. Mi filosofía ha sido madre para vuestraconciencia, madre para vuestra razón. Ella no cie-rra el circulo de vuestro pensamiento. La verdadque os haya dado con ella no os cuesta esfuerzo,comparación, elección: sometimiento libre y res- ponsable del juicio, como os costará la que por 

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    vosotros mismos adquiráis, desde el punto en quecomencéis realmente a vivir. Asi, el amor de lamadre no le ganamos con los méritos propios: éles gracia que nos hace la Naturaleza. Pero luego

    otro amor sobreviene, según el orden natural dela vida, y el amor de la novia, éste si, hemos deconquistarlo nosotros. Buscad nuevo amor, nuevaverdad. No os importe si ella os conduce a ser in-fieles con algo que hayáis oido de mis labios. Que-dad fieles a mi, amad mi recuerdo en cuanto seauna evocación de mi mismo, viva y real, emana-ción de mi persona, perfums de mi alma en elafecto que os tuve; pero mi doctrina no la améissino mientras no se haya inventado para la ver-dad fanal más diáfano. Las ideas llegan a ser cár-cel también, como la letra. Ellas vuelan sobre lasleyes y las fórmulas; pero hay algo que vuela aúnmás que las ideas, y es el espíritu de vida que soplaen dirección a la Verdad...

    Luego, tras breve pausa, añadió: —Tú, Leocipo, el más empapado en el espíritu

    de mi enseñanza: ¿qué piensas tú de todo esto? Vya que la hora se aproxima, porque la luz se va

    y el ruido del mundo se adormece: ¿ipor quién seránuestra postrera libación? ¿Por quién este destellode ambar que queda en el fondo de las copas?...

     —Será, pues—, dijo Leucipo—, por quien, desde el

     primer sol que no has de vernos, nos dé la verdad,la luz, el camino; per quien desvanezca las dudasque dejas en la sombra; por quien ponga el pieadelante de tu última huella, y la frente aun másen lo claro y espacioso que tú; por tus discípulos,si alcanzamos a tanto, o alguno de nosotros, o unajeno mentor que nos seduzca con libro, plática oejemplo. Y si mostramos el error que hayas mez-clado a la verdad, si hacer sonar en falso una pa-labra tuya, si ver donde no viste, hemos de enten-der que sea vencerte: Maestro, ¡por quien te venza,con honor en nosotros!

     —¡Por ese!—dijo Gorgias; y manteniendo en altola copa, sintiendo ya el verdugo que venia, mien-tras una claridad augusta amanecía en su sem-

     blante, repitió—: ¡Por quien me venza con honoren vosotros!

    J. E. RODO

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    EL MOVIMIENTO M AKHN O VIST AEN LA REVOLUCION DE UKRANIA

    IV Y ULTIMO

    NESTOR MAKHNO Y EL MOVIMIENTO ANARQUISTA

    O es posible dar fin al análisis del mo-vimiento insurreccional makhnovistasin dedicar un capitulo a quien fueuno de los principales protagonistasde este importante acontecimiento, aquien fué su animador directo e in-cluso le dió su nombre: Néstor Makhno.

    Ululante largo tiemipo circularon por Europa versiones diversas e in-

    exactas acerca de la vida y la actividad de estemilitante, basadas unas en la fantasía y otras enel afán de mixtificar las cosas. Incluso en Rusiaeran muchísimos los que no le conocían con pre-cisión, si no a través de los informes defectuososy deformados que por interés propio lanzaba a la

    circulación el gobierno de los Soviets. Asi fué como,en 1921, en tanto me hallaba en Rusia, me fueron proporcionados datos completamente inexactosque sólo pude rectificar más tarde al entrar enrelaciones directas con el propio Makhno En mu-chas de las conversaciones que entonces t!uve conél, sobre todo en Berlín y en París (1), Makhno mehabló de su vida y de las dificultades que tuvo quevencer para dar cuerpo, valor y forma al movivimiento insurreccional ukraniano.

    Lo que se sabia con certeza desde los primerosmomentos era que los bolcheviques le habían so-metido siempre a una guerra despiadada y que erasluficiente que alguien fuera tachado de makhno-vista para que se le fusilara inmediatamente. A prepósito de esto recuerdo que en la cam paña sos-tenida por un grupo de delegados al primer Con-

    greso de los Sindicatos Rojos (1921), en la discu-sión pública que se planteó por la liberación delos anarquistas—que en aquellos momentos se ha-llaban detenidos en gran número—y después deuna intervención de Bukarin, que para defenderlas medidas represivas del gobierno de Moscú acçisó a todos los anarquistas de bandidos que lucha- ban armas en mano contra él, el) sindicalistaSirolle el único que logró hacer uso de la palabra, porque hubo quien tuvo cuidado de pedir el cierredel debate antes de que el propio Bukarin comen

    (1) «Convers ando con Néstor Makhno», U. Fedeli. (Revista«Volon tá», Nápoles, año 2, N° 2, Io de agosto 1947.)

    zase a hablar y de que pudiera saberse ¡c que ibaa decir se vió obligado a exponer el problema, deuna manera general e incluso, como resultado dela confusión de noticias, y de las situaciones for-zadas, a echar «por la borda» a los makhnovistas,

    He aquí lo que Sirolle manifestó en su discurso:

    «Compañeros: Por nuestra parte no hubiéramosdeseado que esta discusión se planteara en el Con-greso. Desde que llegamos a Rusia hemos desple-gado todas nuestras actividades para obtener laaceptación de nuestra petición de una amplia am-nistía en favor de los compañeros anarquistas).Esta petición corresponde al mandato de confian-za que sobre este problema nos han conferido lasgrandes organizaciones obreras.

    »Nos hemos puesto de acuerdo con los compañe-ros de la delegación española, con los de la UniónSindical Italiana, con los del Canadá, con los delK.A.P.D., e incluso con Tom Man, para constituiruna Comisión encargada del estudio de los casos particulares con objeto de someter al gobierno delos Soviets nuestra petición de amnistía. A este finnos hemos puesto en contacto con los miembrosresponsables de este gobierno; hemos hablado deesto con el compañero Lenin y le hemos trazadoa grandes lineas, las disposiciones que se podríantomar. A raíz de nuestras gestiones se encargó alcompañero Lunacharski que nos recibiera para tra-tar de resolver esta cuestión por el bien de losintereses comunes.

    »En presencia del delegado del movimiento anar-quista ruso hemos llegado a convenir las modali-

    dades de una eventual liberación de los detenidos.Fué convenido que esta debía quedar en conoci-miento exclusivo de este pequeño círculo, sin tras-cender al exterior. Y si por nuestra parte nos he-mos visto obligados a plantear esta cuestión alCongreso, y la contrarrevolución mundial puedeaprovecharse de ello, la responsabilidad recae so- bre qluienes han obligado a tra er la discusión aeste tribunal, y no sobre nosotros, por incumpli-miento de su palabra.

    «Sentada esta premisa manifestamos que nues-tra declaración y nuestra protesta se basan enalgo verdaderamente concreto. No es cosa de esta- blecer contrastes ni diferencias entre el movimien-to anarquista francés, el español, el italiano o elmovimiento anarquista ruso. La anarquía es una

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    concepción filosófica cuya ideologia es «la misma»en todos los países. No hay anarquistas y... anar-quistas. Aqui, en Rusia, se asocia todo el movi-miento anarquista al movimiento de Makhno. Ten-

    go que manifestar, porque es una realidad pro-funda, que no todos los anarquistas rusos perte-necen al movimiento de Makhno^, que algunos, porsu parte, condenan, y que, por lo tanto, cuandonosotros elevamos una petición en favor del mo-vimiento anarquista, lo hacemos por aquellos quecorresponden al movimiento filosófico e ideológico, por aquellos anarquistas que se encontraron a lacabeza de las primeras luchas revolucionarias, que participaron en todas las batallas, que ingresaronen las organizaciones soviéticas y que intentaronhacer conocer su criterio porque era su propici de- ber, porque la revolución es proletaria y ellos per-tenecen a la_clase proletaria.»

    De las palabras de Sirolle resaltaba que no todoslos anarquistas rusos participaban en el movi-miento makhnovista, y que incluso algunos de és-tos lo condenaban. Y esto no era solamente «unamanera de decir», con objeto de lograr liberar lamayor cantidad posible de anarquistas detenidas:era un dato real (2). En el segundo Congreso de laConfederación de los anarquistas de Ukrania, rea-lizado en marzoabril de 1919, rodeado de extremasdificultades que impidieron a muchos grupos ha-cerse presentes, se trató del problema del movi-miento insurreccional de los campesinos makhnovistas. Algunos delegados afirmaron que el makhnovismo debería ser el preludio de la tercera re-volución, otros criticaron vivamente este movi-miento y el resultado de la discusión fué fijado enuna resolución en la que se establecía una distin-ción entre el makhnovismo y el movimiento anar-quista Pero sobre todo se decidió: «Que se dieracontinuidad ;a la labor clandestina, pero que, encuanto fuera posible, se utilizaran todas las opor-tunidades para poder reemprender una actuaciónlegal.»

    En una de las conversaciones que tuve con Makh-no (3), me confirmó y me explicó este hecho:

    «Ciertamente, el movimiento insurreccional ukraniano o makhnovista ha tenido—y sobre todo aho-ra q|ue ha caldo—muchos enemigos, inclusive en elcampo anarquista. Qué quieres, cuando éramosfuertes y nuestro movimiento se imponía por suamplitud e importancia, ios amigos eran numero-sos y eran muchos también los que aun no hallán-dose completamente de acuerdo con nosotros nos brindaban repetidas muestras de amistad. Recuer-do en estos momentos—por hablar solamente del

    ( 2) «Fué para nosotros muy extraño que la mayoría de losanarquistas de la época, que pretendían haber asumido un papel

     pr eponderante en el te rre no del pen sam iento an arqu is ta , no sup ie-ran distinguir los aspectos de la per sonalidad d _• Makhno.. Muchosde ellos le observaban y le juzgaban a través de las antiparras bolchev iques, fu nda men tándose en las not ici as oficiales, o bien seentretenían en detalles nimios. Kropotkin constituyó una excepciónreveladora, contraria a la manera de ver general. «Decid de mi parte al compa ñero Makh no que tenga mucho cui dado por su propia vida, pue s en Rusia hay muy pocos hombr es como él». Es -tas palabras fueron dichas por Kropotkin en el mes de junio de1919, es decir, en los momentos en que en Rusia Central no sesabía gran cosa sobre Makhno, sal.o lo que hacían corre/ lasnoticias oficiales desnaturalizadas.»—Archinoff. «l.'Histoíre duMouvement Makhnoviste», páginas 363 y 364.

    compañero que, entre otros, ha dado lugar a estaaclaración—a Levandovski (4). Estiuvo sólo dos díasentre nosotros, aprovechando unos momentos enque venir a la región de GulaePole no implicaba

    urna contravención para la autoridad bolchevique, porque eventualmente se nos consideraba comp«amigos» o como «aliados». Cabe decir que pornuestra parte nos sentíamos contentos cada vezque algún compañero venia a vernos. Incluso lo

     pedíamos siempre, ya que teníamos una gran ne-cesidad de valores intelectuales para la labor de propaganda entre las masas campesinas que nossegluian o que simpatizaban con nosotros.

    »Como decía, Levandovski vino a vernos y nos presentó un gran proyecto para la creación de unaUniversidad anarquista que podria constituirse enun centro importante de Rusia. Pero tal realiza-ción requeria fondos, muchos, cinco, diez (tal vezmás) millones de rublos.

    »E1 proyecto de Levandovski era interesante, pe-ro nosotras no podíamos hacer nada por él. Hu-

     biera sido tanto como comenzar a construir sobrearenas movedizas; de un momento a otro éstashubieran podido sepultar todo cuanto hubiésemoserigido a base de inmensos sacrificios; tan difícilera la situación y tan insegura la velamos nosotrosmismos.

    «Nosotros velamos con claridad que la alianzacon los bolcheviques era estrictamente temporalque no podia ser de otra manera y que solamente podia durar en tanto que se mantuv iera en pie el peli-gro representado per la reacción que nos amenazabaa todas. Alianza que duró menos aún de lo que nos-otros mismos, con todo nuestro pesimismp, habla-mos llegado a pensar.

    «Pocos fueron los compañeros que se manifesta-ron de acuerdo con la proposición de Levandovski.a causia de q|ue la mayoría pensaba que, aunque

    su realización se hubiere podido llevar adelante, laobra habría sido inevitablemente demolida pornuestros enemigos. Pero hubo aún otra razón quenos indujo a no aceptarla. Cuando Levandovskivino a vernos yo me encontraba gravemente he-rido en una pierna y me hallaba obligado a arras-trarme con muletas (razón por la cual me encon-traba en GulaePole), por lo que pude participar enlas discusiones q|ue provocó el proyecto entre loscompañeros y el propio Levandovski.

    «Llegado a GulaePole, Levandovski nos pidióque convocáramos al Soviet de la Región para po-der presentar su proposición, acompañada de una petición de fondos (diez millones de rublos) paracrear una Universidad anarquista en Carcoff.

    »Yo pedí la palabra inmediatamente después deLevandovski, deseando se aclarara una cuestión

    que me parecía de gran importancia, y dije más omenos lo siguiente: Nosotros ocupamos luna regiónde cerca de 200 kilómetros de profundidad y unos300 kilómetros de largo. Se hallan con nosotrosmillones de campesinos y casi no tenemos escue-las; carecemos de hombres que quieran—y que pue-dan—ayudar a esta masa a elevarse culturalmenie;y tú, que vienes de la ciudad en donde existen yar/urnerosas posibilidades de aprender; tú, que po34

    (3) «Conver sando con Néstor Makhno».

    (4) «El movimiento anarq uist a ruso durante la revolución», porLevandovski. (Publicado en italiano en la revista «Pensiero e Volontá», dirigida por Errlco Malatesta. Roma, Io de agosto 1925.;

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    drías aportarnos una amplia contribución, que po-drías ayudarnos ampliamente en esta labor, vie-nes a nosotros con el único fin de pedirnos dinero

     para crear una nueva Universidad en Carcoff.

    «Pero, ¿¡por qué precisamente, en Carcoff?«Porque es un centro importante, nos contestas.«Pues no. Nosotros no queremos que se continúe

    en la repetición del error centralista cometido pormuchos descentralizadores, por muchos compañe-ros para quienes la más grande preocupación con-sistió en llevar a la capital la sede orgánica y to-das las actividades de la propaganda. Mira, si no,a Moscú. Todo se halla en Moscú: la FederaciónAnarquista, «Goles Truda», etc. Todo... Lo poco queaún queda se halla alli y en cambio las provin-cias se hallan completamente abandonadas. Y asi-mismo el campo, en el que ciertamente, seriamucho más necesaria nuestra propaganda y, en elfondo, de más resultados que en la propia ciudad.

    «Si, amigo, si, construye una Universidad. Perohazla aqui, entre esta gente, entre estos campesi-nos que tienen mucha necesidad de aprender; si.crea alguna cosa tendente a elevar, a educar a estamasa, y nosotros daremos todo cuanto nos sea po-sible.

    «Este razonamiento enfrió mucho el entusiasmpde Levandovski; el hecho es que, en lugar de que-darse entre nosotros para trabajar juntos a loscampesinos insurrectos, a fin de infundirles unaconciencia y un sentimiento revolucionario más profundos y más anarquistas por el hecho de quese le negaron^ los fondos requeridos se marchó.»Y ahora dice que «el movimiento makhnovistacausó mucho mal al movimiento anarquista».

    Queda así establecido un aspecto de los contras-tes de aquellos momentos, pero, como digo

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    mentes. Hué a raiz de su liberación cuando Volinllegó a estar entre nosotros. Estuvo durante cincomeses, es decir, hasta diciembre, desarrollando unainteresante y proficua labor cultural.

    «Aislados ccmo estábamos, en la casi imposibi-lidad de comunicarnos con el resto de Rusia y delmundo, nuestro movimiento debía vivir exclusiva-mente de nuestros propios recursos y de nuestras propias fuerzas y capacidad.

    »En aquellos años se sabia muy poco o casi nadade nosotros ni de nuestro movimiento en el restode Rusia.

    »En 1920 mi compañera, Elena Gallina, se en-contraba en Kiev y coincidió que en la misma épo-ca hablan llegado a aquella ciudad los compañerosEmma Goldman y Alejandro Berckman, por encar-go del gobierno de Moscú se encontraban alli reco-giendo mjateriales para el museo Kropotkin.

    »A1 saber ellos que mi compañera se hallaba enla ciudad, trataron de verla. Deseaban obtener in-formaciones mias y de nuestro movimiento y entreotras cosas expresaron el deseo de ir a la regiónde GulaePole. Pero la cuestión no era fácil ni sim- ple si no se quería correr muchos riesgos, sobretodo de parte del gobierno central. Estudiada lasituación, decidieron con mi compañera organizarun falso ataque al tren en que habrían de viajarcon objeto de que les hiciéramos prisioneros y leslleváramos con nosotros. De esta forma hubieran podido quedarse cierto tiempo pa ra poder estudiarnuestro movimiento sobre el terreno Habiéndose puesto de acuerdo sobre los detalles más necesa-rios, mi compañera marchó de Kiev y llegó hastaCarcoff, pero encontró la región ocupada por lastropas de Wrangel y se halló en la imposibilidad1de reunirse con nosotros. Un mes más tarde, des- pués que nosotros logramos desencadenar una ofen-

    siva y liberar la región del peligro wrangeliano,tuvimos conocimiento del acuerdo concertado. Eraya demasiado tarde.

    «Además de la necesidad que experimentábamosde que alguna personalidad llegara a nuestro lado para aportarnos su contribución espiritual, nues-tro deseo era siempre el de favorecer la llegada deelementos intelectuales a nuestra región. En cuantatuve conocimiento de los deseos de los compañerosGoldman y Berckman les envié un telegrama ro-gándoles que vinieran. En aquellos dias habíamosconcertado un actuerdo con el gobierno de Moscúy, utilizando esta oportunidad, tratábamos de es-tablecer relaciones con todos. No recibimos res-

     puesta al telegrama enviado a los dos compañeroscitados. Les envié entonces una carta en la que lesaseguraba poder garantizarles todos los medios

     para poder estudiar nuestro movimiento en su pro- pio terrena y para realizar toda la propagandanecesaria. Tampoco hubo respuesta alguna. Y en-tonces no había peligro alguno, pues, como ya hedicho, se hallaba en vigor un pacto de alianza conlos bolcheviques y existían posibilidades de trán-sito.

    «Asi es como nuestro movimiento—asediado portodos los enemigos de la revolución—careció in-cluso de la contribución de todos nuestros compa-ñeros y se resintió de la ausencia de una colabo-ración tan necesaria para poder ayudar a crear enlas masas lanzadas a la lucha una profunda con-ciencia anarquista.

    «Nosotros teníamos poquísimo tiempo para poderdesarrollar toda la labor cultural que era necesa-ria a los campesinos ukranianos, ya que nos hallá-

     bamos sometidos a las necesidades cada dia másduras y urgentes de la lucha cotidiana, que verda-deramente no nos dejaba ninguna tregua.»

    He aquí reflejado uno de los aspectos—y no elmenos importante por cierto—de la tragedia en laque debía debatirse siempre el movimiento insurrec-cional makhnovista: el de hallarse terriblemente ais-lado y muchas veces privado de la influencia inte-lectual incluso de aquellos que le eran más afines,de los anarquistas. Una mayor y más constanteinfluencia de los elementos capacitados del movi-miento anarquista ruso habría seguramente evita-do muchos errores, corregido no pocas fallas e im- pedido algún abuso de los que inevitablementecomporta el hecho del predominio de un hombresobre el desarrollo y el funcionamiento de un mo-vimiento de bases militares

    En un interesantísimo artículo aparecido en elórgano de los insurrectos makhnovistas: «El cami-

    no de la Libertad» (9), con el titulo «Anarquismoy Makhnovismo», se decía, en un lenguaje verda-deramente anarquista:

    «El makhnovismo no es el anarquismo. El ejér-cito anarquista no está formado exclusivamente

     por anarquistas. El ideal anarquista de igualdady de felicidad no puede ser logrado a través delesfuerzo de no importa qué ejército, ni aunqueéste fuera constituido exclusivamente por anar-quistas. El ejército revolucionario en el mejor delos casos, podría servir únicamente para la des-trucción del régimen viejo y aborrecido; en la laborconstructiva, en la edificación y en la creación, noimporta qué ejército, que lógicamente no puedeapoyarse más que en la fuerza y en el mando,seria impotente e inclusive nocivo.

    «Para hacer posible una sociedad anarquista esnecesario que en cada ¡tugar, en cada ciudad, encada pueblo y en cada villorrio, se despierte entrelos trabajadores el espíritu y el pensamiento anar-quistas; es necesario que los propios trabajadores, enlas fábricas y en los talleres, y que los propios cam- pesinos, en sus lugares y en sus puebles, se dispongana la construcción de la sociedad antiautoritaria, noesperando para ello de nadie ni de ninguna parteleyes ni decretos que lo determinen. Ni el ejércitoanarquista, ni sus héroes aislados, ni les grupos,ni la Confederación anarquista, crearán una vidalibre para los obreros y para los campesinos. Porlo tanto, son los propios trabajadores—y nadie masque ellos—quienes, mediante esfuerzos conscientes, podrán construir su bienestar, sin amos y sin Es-tado.»

    * * *

    Indudablemente, muchas criticas que podrían dirigirse al movimiento makhnovista—además de asu peligrosa tendencia hacia el personalismo—de- ben ser atribu idas a las propias condiciones en quese desarrolló la lucha. Debe tenerse en cuenta quelos insurrectos se hallaban rodeados por todas par-tes y por enemigos diversos, a quienes tenían que

    (9) «Anarqui smo y Makhnovismo» , por Polevoi, publicado en«PikfU Svobode»» («El camino de la Libertad»), órgano de los

    revolucionarios ukranianos insurrectos (makhnovistas), número 3del 5 de julio del 1920.

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    hacer frente a la vez, pues todos ellos íeconocíanunánimemente en el movimiento makhnovista elenemigo más directo contra el que debían conver-ger todas las fuerzas (10).

    Por otra parte, la relativa ausencia de tentati-vas de acción en el plano de la labor constructivay realizadora, son debidas a la acuciante preocu- pación de una lucha sin reposo que absorbía todaslas voluntades y las hacia converger en el esfuerzo10

    (10) Para hacerse una idea de la import ancia que alcanzó el mo-

    vimiento makhnovista, y de las dificultades con que hubo de tro- pezar , conv iene echar una ojeada al mapa de opera cione s y de ra -dio de influencia establecido por Archinoff, que consta en su li- bro sobre el movi mien to mak hnovi sta y que ha sido rep rod uci doen el libro de Volin. Conviene saber, por ejemplo, que Ukrinia6e halla comprendida en una extensión de 447.300 kilómetro cua-drados y contaba ya entonces con 30 millones de habitantes. Ellector español se hará una inmediata composición de lugar—conla experiencia de nuestra propia guerra—, ya que sabe que la

    extensión territorial de España es de 492.230 kilómetros cuadra-dos. El movimiento makhnovista ocupaba la parte sur del territo-rio ukraniano y su radio de influencia directa, en el aspecto de lalucha armada, alcanzaba a algo más del tercio de la totalidad deUkrania. Su radio de acción creadora y constructiva era más re-ducido y ocupaba el centro del vasto círculo de actuación bélicaen una extensión que rebasaba los 60.000 kilómetros cuadrados.

    agotador de la propio acción combativa. Tragediaque se experimenta en la mayoría de las grandestentativas iniciadas por un pueblo lanzado a laconquista de su propia liberación. ¿No fué ésta lamisma tragedia de la Comuna de París? ¿No fuétambién, más tarde, la de la Revolución española?Luchar con todas las fuerzas, cogidos en el rodajedel combate, sin tener la posibilidad de profundi-zar ni de ampliar el experimento emprendido. Ha- ber tenido la posibilidad de traz ar un camino, perono la de recorrerlo hasta su meta.

    Las imperiosas necesidades que impone la luchaarmada, sin cuartel ni tregua, obligan muchas veoes a los combatientes a adoptar medios que noson los propios, sino los que el enemigo quiere eimpone.

    Esta lucha, la lucha que mantuvo el movimientomakhnovista, épica por el heroísmo de todos sus(participantes, absorbiendo todo esfuerzo y toda

     posible capacidad de iniciativa, reducía a un cua-dro de estrecho fondo una gesta que hubiera po-dido abrazar todo un mundo, un mundo nuevo, delibertad y de justicia.

    Ugo FEDELI

    (Traducido directamente del italiano por Ildefonso).

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    ACCION INTERNACIONAL 

    LIBERTARIA

    :XCEPCIONAL es, bien lo sabemos, lasituación porque atraviesa el anar-quismo en su aspecto internacionaly en lo que afecta a sus actividades.Siendo la suya una concepción radi-cal, en los métodos, es de compren-

    der que los adversarios, poderosos, pu- jantes, han hecho, particularmenteen algunos países, lo indecible con talde asestarle un rudo golpe suscepti-

     ble de imposibilitar toda actividad. Es el caso deRusia, Polonia, Austria, Bulgaria, Hungría, y entedas partes donde prepondera el régimen comu-nista, o bien fascista, como en España. En lo quese refiere al Asia, duro quebranto ha sufrido tarm bién el movimiento libertario que se desarrollabaen la China y en el Japón. En cuanto a Corea,donde existia pujante efervescencia, desarrollandoacentuada actividad de elementos obreros juntocon intelectuales de diversas profesiones, obvio escomentar cuál será su situación ante el tremendocataclismo bélico que allí se está desarrollando.

    Mas, pese a la represión que se ha llevado a efec-

    to en algunos países; no obstante el desmembra-miento que en otras partes ha experimentado, porausencia de visión ecuánime y falta de actuaciónfirme y responsable (análisis que requiere un am- plio y detenido examen), encauzando debidamentelas actividades, puede desarrollarse una importantelabor, sin ceder terreno al escepticismo, que corroemás que un cáncer. Es lo cierto que el ideario anar-quista, en su conjunto, dispersos acá y acullá buennúmero de elementos; con actuación más o menosrelevante; con posibilidades a estudiar para redo-