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BOLETÍN Edición abril – julio 2020 Criminología en tiempos de pandemia: Centro de Pensamiento Penal. Luis Carlos Pérez

Centro de Pensamiento Penal

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BOLETÍN

Edición abril – julio 2020

Criminologíaen tiempos de pandemia:

Centro de Pensamiento Penal.Luis Carlos Pérez

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EN 5 AÑOS DE TRABAJO HEMOS

CRECIDO Y APRENDIDO…

Le invitamos a acompañarnos en este camino de construcción colectiva, nacional e internacional, de

pensamiento penal contemporáneo.

A H O R A C O M O :

Centro de Pensamiento Penal“Luis Carlos Pérez”

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DIRECTOREstanislao Escalante B.

CODIRECTORJorge Enrique Carvajal Martínez

INVESTIGADORES SENIOREstanislao Escalante Barreto.Miguel Ángel Lamadrid Luengas.Mauricio Cristancho Ariza.Jorge Enrique Carvajal Martínez. INVESTIGADORES JUNIORAlexandra González Zapata.Fabián Alexander Hernández Guzmán.María Fernanda Maldonado Arcón.Diego Mauricio Bocanegra Chaparro.Michael Stiven Reyes Barreto.Andrea Liliana Prieto Larrotta.Grace García Gutiérrez.

INVESTIGADORES AUXILIARESKena Lilibeth Rodríguez Borda.Oscar Javier Trujillo Osorio.Yennifer Katerine Rodríguez Hernández.David Alejandro Luna Barrera.Laura Esther Páez Soto.

Nixa Wgerddy Triana Balaguera.Olga Constanza Uñate Suárez.

CONTENIDOSEstanislao Escalante Barreto.Mauricio Cristancho Ariza.Grace García Gutiérrez. David Alejandro Luna BarreraOlga Constanza Uñate Suárez.Michael Stiven Reyes Barreto.Oscar Javier Trujillo Osorio.

EDICIÓNEstanislao Escalante Barreto.Oscar Javier Trujillo Osorio.

DIAGRAMACIÓN Dherlly Lourdes Malagón P.

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1. SABÍA USTED…1.1. ¿Sabía usted que los últimos 5 años han sido en los que más se ha usado la acción de tutela desde su institución a inicios de la década de los 90 del siglo pasado? Por: David Alejandro Luna

1.2. ¿Sabía que el hacinamiento carcelario para mediados de julio del presente año alcanzó un 37% de población intramural? Por: Oscar Javier Trujillo Osorio

2. Rincón académico2.1.Presentación del libro: Pandemia. Derechos Humanos, Sistema Penal y Control Social (en tiempos de coronavirus). Por: Iñaki Rivera Beiras

2.2. Presentación del libro: PANDEMIA Y JUSTICIA PENAL. Apuntes actuales para discusiones emergentes. Por: Nacho Sa�arano y Ezequiel Kostenwein

3. ANÁLISIS PROFUNDO 3.1. PANDEMIA, SANCIÓN PENAL Y PENA DE MUERTE: Prevenir el genocidio carcelario como imperativo ético y moral. Por: Estanislao Escalante Barreto

4. ¿CÓMO VAMOS?4.1. Trabajo de grado: NARRATIVAS DEL HURTO CALLEJERO UN ANÁLISIS DE LA MEDIATIZACIÓN DE LA POLÍTICA CRIMINAL COLOMBIANA Y LA LEY DE “PEQUEÑAS CAUSAS”. Por: Alexandra González Zapata

4.2. Trabajo de grado: APROXIMACIÓN A LA RESPONSABILIDAD PENAL DEL DIRECTIVO DE EMPRESA. Por: Grace Consuelo García Gutiérrez

4.3. Trabajo de grado: POLÍTICA CRIMINAL, REFORMAS PENALES Y NECESIDADES REALES EN LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN EN COLOMBIA. UNA RELACIÓN TRILEMÁTICA. PERIODO 2005-2018. Por: Andrea Liliana Prieto Larrotta.

5. CRIMINOLOGÍA VISUAL5.1. “La criminología verde” (Green Criminology) en tiempos de pandemia. Por: Oscar Javier Trujillo Osorio

6. COLUMNAS DE OPINIÓN6.1. EL MUNDO CARCELARIO COLOMBIANO: LOS CONDENADOS DE LA TIERRA: Por: Boaventura de Sousa Santos

6.2. PROCESOS PENALES EN ÉPOCAS DE PANDEMIA ¿UN EXCESO DEL PODER PUNITIVO? Por: Mauricio Cristancho Ariza

6.3. UNA NUEVA FORMA DE CONTAMINACIÓN. Por: Grace García Gutiérrez.

6.4. COVID-19 Y LA LIMITACIÓN A LAS LIBERTADES INDIVIDUALES: UNA MIRADA DESDE LA EPIDEMIOLOGÍA. Por: Olga Constanza Uñate Suárez

6.5. DECRETO 546 DE 2020: ¿UNA DISCUSIÓN PASADA DE MODA?Por: Michael Stiven Reyes Barreto

6.6. LA EXCEPCIÓN COMO NORMA DENTRO DE LA CRISIS PANDÉMICA DEL COVID-19: la enfermedad, el delito y la miseria. Por: Oscar Javier Trujillo Osorio

7. RUMBO A UN GENOCIDIO CARCELARIO. Manifiesto en contra del Decreto 546 de 2020 y en pro de la mejora real de las condiciones de privación de la libertad para los reclusos y el personal penitenciario afectados por el Coronavirus.

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B L

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¿SABÍA USTED? ¿Sabía usted que los últimos 5 años han sido en los que más se ha

usado la acción de tutela desde su institución a inicios de la década de los 90 del siglo pasado?

Centro de Pensamiento Penal “Luis Carlos Pérez”

Abril – Julio 2020

Por: David Alejandro Luna Barrera

Sabía usted que los últimos 5 años han sido en los que más se ha usado la acción de tutela desde su institución a inicios de la década de los 90 del siglo pasado; en el lustro comprendido desde el 2015 y hasta el año pasado en promedio se radicaron 613.612 tutelas por año; el histórico más alto corresponde al año 2019 con 620.242 radicacio-nes, respecto del año 2020, en el primer trimestre se radicaron 106.647 acciones de tutela. Los derechos que más piden ser amparados son el derecho de petición con la pretensión de solicitar información o documentación y el derecho a la salud con la pre-tensión de la práctica de algún procedimiento médico1.

Evidentemente la acción de tutela es uno de los mecanismos más utilizados por la ciudadanía en general y como consecuencia de ello, no está exenta de padecer las pro-blemáticas de la congestión judicial y engrosar las filas de expedientes pendientes de resolver por la administración de justicia; de esta situación se ha justificado una refor-ma a la acción de tutela en el marco de una reforma a la justicia, mediante iniciativas gubernamentales de reforma o proyectos de acto legislativo desde el congreso que busca hacer énfasis y delimitar el carácter excepcional del mecanismo constitucional, es decir, que la tutela es el último mecanismo a ejercer cuando previamente se hayan agotado las otras vías para el reconocimiento del derecho, por lo que las reformas, siendo la última iniciativa presentada en 2018 por el partido Cambio Radical, buscan la censura o prohibición de las llamadas “tutelatones” debido a que generan conges-tión en la administración de justicia y se realizan con el fin de aumentar la posibilidad

1 Información tomada de las estadísticas de la página web de la Corte Constitucional de Colombia: https://www.corteconstitucional.gov.co/lacorte/estadisticas.php

Gráfica tomada de las estadísticas de la Corte Constitucional

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Abril – Julio 2020

congestión en la administración de justicia y se realizan con el fin de aumentar cargada con elementos regresivos en cuestión de protección inmediata y urgente de derechos fundamentales, como que no pueda ser interpuesta la acción por otra persona que no sea el titular del derecho, el representante legal, apoderado o agente oficioso con el justificante que en muchas ocasiones se puede dar una manipulación política; en últi-mas se busca limitar la acción de tutela cuando el Decreto 2591 de 1991 per se ya impone ciertas restricciones para su ejercicio como el que existan otros medios o me-canismos de defensa judicial excepto si se usa como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, que en palabras del experto Manuel Quinche:

“Se trata de una acción constitucional de carácter judicial establecida por la Carta Políti-ca de 1991, cuyo objetivo central es proteger de modo inmediato los Derechos Fundamen-tales, cuando quiera que resulten vulnerados o amenazados, siempre que no exista otro medio ordinario de defensa que resulte eficaz, salvo el caso de configuración de perjuicio irremediable” 2

Un ejemplo del carácter de excepcionalidad y subsidiariedad que tiene la tutela puede ser cuando se pretende la protección del derecho al buen nombre y a la honra al pre-sentarse declaraciones injuriosas o información falsa/errónea contra una persona o entidad, situación en la que antes de acudir a la tutela para amparar los derechos vul-nerados, previamente se debieron agotar los demás medios jurídicos ordinarios para conseguir la rectificación de esa información falsa con manifestaciones injuriosas en su contenido, que en el ejemplo específico consiste en la realización de una solicitud de rectificación previa, la cual materializa el derecho a la rectificación en condiciones de equidad consagrado en el artículo 20 constitucional; así pues la Corte precisa los esce-narios en que ésta solicitud de rectificación adquiere el carácter de requisito de proce-dibilidad de la acción de tutela, a saber, “cuando la información que se predica inexacta o errónea fue divulgada por medios de comunicación, personas que actúan en calidad de periodis-tas, o quienes sin ser comunicadores de profesión se dedican habitualmente a emitir informa-ción; no así cuando lo hace un particular que no ejerce alguna actividad periodística, como tam-poco es aplicable tal requisito cuando la información publicada es veraz pero expone elementos propios de la vida íntima de las personas, afectando el derecho a la intimidad.” 3

Así pues, es evidente el incremento en el uso de la acción de tutela con el fin de ampa-rar los derechos fundamentales en un país donde desgraciadamente la normalidad es la violación y negación de los mismos, la alta desigualdad en las condiciones materia-les de vida y la precariedad del sistema de administración de justicia para exigir el cum-plimiento de derechos, por lo que ante la interposición masiva de tutelas que pueden causar congestión en el aparato judicial es importante preguntar si ¿Se han agotado las

2 Quinche, M. Derecho constitucional colombiano. Bogotá: Ed. Temis, 2015, p. 330

3 Corte Constitucional, Sentencia T- 102 de 2019, M.P: Alberto Rojas Ríos

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vías ordinarias previas a la interposición de este mecanismo extraordinario? o por el contrario ¿se ha intentado hacer de su uso una situación corriente y ordinaria con fines mediáticos y de aumentar las probabilidades de un decisión pretendida, saltándose así el carácter excepcional y subsidiario de la misma?

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Este hecho reporta un inconveniente particular dentro de la coyuntura de pandemia por el COVID-19, pues, pese a la ejecución del Decreto 546 de 2020 que logró la susti-tución de la pena de prisión y medidas de aseguramiento en centros carcelarios y peni-tenciarios por detención domiciliaria transitoria a personas de mayor vulnerabilidad, lo cierto es que el impacto de dicho decreto ha sido mínimo, pues las personas que han logrado salir en libertad o sustituir la ejecución de la penal lo han hecho por causes diversos al famoso decreto. No obstante, la cifra muestra que la población reclusa no amparada por el decreto y que no ha logrado una medida alternativa por otras vías judiciales se encuentra en riego para ser atendida por el COVID-19 de necesitarlo, pues, complica el hecho de que estos centros penitenciarios no se encuentran con la capacidad de enfrentar de manera oportuna y adecuada la irrupción del virus, pues conocida es la deficiencia en el servicio de salud en cada uno de estos centros de reclu-sión.

En efecto, como muestra el cuadro 1 y, pese a las medidas tomadas para evitar la pro-pagación dentro de los recintos de reclusión, se observa un considerable número de personas que han dado positivo en la prueba, siendo la cárcel de Espinal, Tolima la más afectada con un total de 506 casos reportados y en aumento. El siguiente recinto de tratamiento carcelario con un alto índice de contagios por COVID-19 es el de la Paz en

Por: Oscar Javier Trujillo Osorio.

4 En Colombia, la capacidad para recluir pobla-ción carcelaria dentro de los 132 centros peni-tenciarios habilitados es de 80.941 personas entre condenados y sindicados. De esta cifra, para julio de 2020 la población carcelaria oscila entre 106.507 personas, reportando un total de 31,59% de hacinamiento, es decir, un excedente en números de 25.566 personas en condición intramural5.

4 Cuadro 1: Población carcelaria y penitenciaria reportada con COVID-19

5 INPEC, Población intramural en julio de 2020, En:

http://200.91.226.18:8080/jasperserver-pro/flow.html?_flowId=dashboardRuntimeFlow&dashboardResource=/public/DEV/dashboards/Dash__Poblacion_Intramural&j_username=inpec_user&j_password=inpec

¿Sabía usted que el

HACINAMIENTO CARCELARIOpara mediados de julio del presente año alcanzó un 37% de población intramural?

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Itagüí, Antioquia, reportando un total de 295 casos confirmados.

Ahora bien, con las nuevas medidas de seguridad establecidas por el Gobierno Nacio-nal se espera que se ahonde en estrategias que impidan el avance del COVID-19 dentro de los centros de detención carcelaria y penitenciaria, como que impida también, el ingreso desmedido de nuevas personas a causa de la persecución penal desmedida y la inutilización de alternativas en el tratamiento de la justicia. Finalmente, llama la aten-ción el hacinamiento y la congestión que aumenta por estos días en las estaciones de Policía en la ciudad de Bogotá, pues de una parte el INPEC no está haciendo traslados a los centros de reclusión y el aumento de las capturas no cesan.

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R I N C Ó N A C A D É M I C OPresentación del libro:

El libro pretende ser “un ojo” para aquello que no se ve, que no sale normalmente a la superficie, aunque tuvimos que reconocer una gran aporía en esa pretensión: un “ojo preventivo” nunca puede prescindir de la comunidad, de las organizaciones sociales y del mundo de las personas afectadas. Y eso es particularmente difícil en este tiempo cuando, paradójicamente, el imperativo es “quedarse en casa”. Es verdad que es correcto que necesitemos permanecer en los hogares (quienes los tenemos) para que las oportunidades de expansión de la infección por el coronavirus disminuyan. Pero también es verdad que tenemos que mantener nuestros ojos y sentidos abiertos y alerta para evitar que el retorno a la normalidad no sea un retorno “domesticado” y basado en un nuevo individualismo que haga perder el sentido de comunidad. Eso es particularmente decisivo en el terreno de los derechos humanos, del sistema penal y de las formas de control social que se están ensayando ahora mismo y pueden inundar los territorios “ordinarios” cuando pase la situación “extraordinaria”. La experiencia de

Por: Iñaki Rivera Beiras

PresentaciónEsta obra fue concebida en los meses de abril y mayo de 2020 durante el confinamiento global decretado con ocasión de la pandemia del Covid-19. El grupo de personas que participamos en la misma, originarias de diversos países de Europa (España e Italia) y de América Latina (Argentina, Chile, Brasil, Venezuela, Colombia, Costa Rica y México), provenimos de diversas disciplinas sociales y jurídicas.

Todas, nos hemos sentido convocadas a pensar en las distin-tas dimensiones que la cuarentena presenta, fundamental-mente en el ámbito de los derechos humanos, el sistema penal, la democracia y las diversas formas que el control social adopta en esta Modernidad tardía enferma, infectada;esta Modernidad que hemos producido y que estamos padeciendo.

Presentación tomada del libro: RIVERA BEIRAS, Iñaki, Pandemia. Derechos Humanos, Sistema Penal y Control Social (en tiempos de coronavirus), Tirant Lo Blanch, 2020.

Pandemia. Derechos Humanos, Sistema Penal y Control Social

(en tiempos de coronavirus)

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privación de libertad vivida abre multitud de interrogantes.

Es evidente que, como se verá a lo largo de los trabajos que componen este libro, tene-mos más preguntas que respuestas. Pero creemos que debemos interrogarnos fuerte-mente sobre el momento actual, sobre sus implicaciones futuras y sobre las posibilida-des (y los límites) que tendremos para seguir viviendo y bajo qué formas. Es evidente que asistimos a un desafío sin precedentes en todas las esferas de la vida política, social, económica, de la subjetividad, del derecho, del sistema penal y del control social.

Este conjunto de artículos reflexiona sobre los siguientes temas. La privación de liber-tad que padecemos es fuertemente analizada en esta obra, tanto en la sociedad en general, cuanto en las cárceles que demandan pensar en una nueva forma de acercarse al castigo, a la penalidad, en tiempos de pandemia y confinamiento. Gobierno médico, control de la población, vigilancia electrónica, (re)unión entre psiquiatría y derecho, vuelven a ser conceptos claves del nuevo (des) orden mundial.

La desigual afectación de la pandemia según criterios socioeconómicos y particular-mente de género, constituye otro de los nudos importantes de las reflexiones aquí incluidas. Es más, como algunas lo reflejan expresamente, el agravamiento de una con-dición femenina ya discriminada previamente acentúa y golpea con fuerza la desigual distribución de tantos trabajos y roles.

Ello se vincula con otro tema repetidamente considerado en la obra, cuál es el vincula-do con los derechos sociales, la atención social y las formas (muy diversas) de previ-sión social según los diversos países aquí examinados. Es evidente que afrontar la pan-demia representa un espejo en el que se amplifican los problemas (políticos, económi-cos, sanitarios y jurídicos) que ya eran anteriores a la crisis. Como se ha dicho, los trabajos que se presentan han sido construidos desde diversos puntos del planeta, con la distinta significación que ello puede otorgarles. Hemos optado por agruparlos según la procedencia geográfica de sus autores y autoras. Esperamos, modestamente, que los mismos contribuyan a un mejor regreso a la vida en libertad, no a cualquier tipo de vida, sino a una vida que merezca ser adjetivada como digna.

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A partir de la propagación del COVID-19 y subsiguiente el Aislamiento Social Obligato-rio, se nos presenta una nueva posibilidad para reflexionar sobre algunos de los ejes de trabajo que llevamos adelante como Área. Uno de ellos es identificar qué hace la justi-cia en circunstancias tan fuera de lo común: si bien en nombre del COVID-19 se pueden decir muchas cosas, lo que nos interesa es analizar qué ha dicho la justicia del COVID-19, o mejor aún, qué le ha hecho decir la justicia al COVID-19.

Tomemos como referencia un primer movimiento: la resolución emitida el 16 de marzo pasado por la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, en sintonía con lo que ya había redactado la Corte Suprema de la Nación. Allí se dispone el asueto en

Presentación tomada del libro: SAFFARANO, Nacho y KOSTENWEIN, Ezequiel , PANDEMIA Y JUSTICIA PENAL. Apuntes actuales para discusiones emergentes, Laboratorio de Estudios Sociales y Cultura-les, Área de Sociología de la Justicia Penal, Asociación Pensamiento Penal, 2020.

Por: Nacho Sa�arano y Ezequiel Kostenwein

PresentaciónLa anarquía coronada. Movimientos entre pandemia y justi-cia penal Desde que se conformó el Área Sociología de la Justicia Penal en el Instituto de Cultura Jurídica (UNLP), uno de los objetivos que nos propusimos fue el de instalar nues-tro tema de estudio más allá de los ámbitos académicos con-vencionales.

Hablábamos en esas primeras reuniones sobre la importan-cia de llegar a un público más amplio que el de grupos de estudio similares al nuestro, que debíamos ser capaces de lograr interpelar a estudiantes y graduados de diferentes disciplinas para que se interesen en la problemática, más concretamente, en la inusual pretensión de desarmar la opa-cidad característica de la justicia penal. Es en este sentido que venimos realizando una serie de actividades, que van desde coordinar proyectos de investigación hasta el dictado de seminarios, pasando por presentaciones de libros y orga-nización de jornadas.

Presentación del libro:

PANDEMIAY JUSTICIA PENAL.

Apuntes actuales para discusiones emergentes Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales Área de Sociología de la Justicia Penal

Asociación Pensamiento Penal - Junio 2020

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en todo el ámbito del Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires, con suspensión de los términos procesales (Art.1). Esto supone limitar la circulación judicial, porque la misma se vuelve un riesgo. Además, se establece durante el período del asueto, la prestación mínima del servicio de justicia, que se limitará a la atención de los asuntos de urgente despacho o que por su naturaleza no admitan postergación. (art. 2). Como consecuencia, el aislamiento y la cuaren-tena deben imponerse a la administración de justicia.

Sin embargo, lo más interesante surge cuando dispone que las intendencias de los diferen-tes edificios extremen los recaudos a fin de profundizar la limpieza y desinfección de los espacios físicos ocupados, durante el periodo de emergencia sanitaria. A tales efec-tos, señala, las citadas dependencias permanecerán en actividad, a fin de dar estricto cumplimiento a las medidas necesarias para preservar la higiene de los espacios (Art 9). Esto significa que aún en la cuarentena, aún en el aislamiento social, aún en la máxima limitación de desplazamientos, algo debe circular para el Poder Judicial, algo debe permanecer en actividad: en este caso, la limpieza y la desinfección.

Lo mencionado nos invita a pensar si en una situación de excepción como la actual, donde el flujo -sea de personas, de vehículos, de trenes o de aviones- se vuelve indebi-do por las consecuencias que puede generar, y donde además la administración del servicio de justicia se circunscribe al máximo, lo único que amerita permanecer en acti-vidad son las dependencias de limpieza y desinfección.

En definitiva, vale preguntarse si se puede administrar la pandemia sin administrar la justicia.Asimismo, pandemia mediante, otro movimiento volvió a poner a la justicia penal en el centro de la escena. En este sentido, vale advertir que liberar a personas que se supone han cometido determinados ilícitos suele ser problemático, aun cuando dichas libera-ciones se hagan en tiempo y forma desde un punto de visto jurídico. Y en este contexto de cuarentena, sin dudas, aquellos ligados a los crímenes de lesa humanidad, a los delitos contra la vida o la integridad sexual serían un claro ejemplo. Este tipo de situa-ciones son el escenario ideal para que se desencadenen lo que la literatura define como pánicos morales, los cuales permiten analizar, entre otras cosas, las relaciones que existen entre la justicia penal y determinados actores extrajudiciales.

Hay cierto consenso en que para que surja un pánico moral deben estar presentes, al menos, dos componentes: el primero, una preocupación significativa acerca del com-portamiento de un grupo de personas, en este caso, los demonios judiciales, es decir, operadores jurídicos señalados como “saca-presos”. Segundo componente, la trans-formación de dicha preocupación en indignación hacia quienes hayan sido definidos como una amenaza, y que para los demonios judiciales esta transformación suele ocu-rrir a partir de jurys de enjuiciamientos, sumado a graves acusaciones en la prensa.

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Sin entrar en detalles sobre los buenos o malos motivos que puedan existir en cada caso particular para otorgar prisiones domiciliarias; sin hacer hincapié en lo bien o mal presentado que estuvo el tema por la misma justicia, por el gobierno, o por los medios de comunicación, algo similar a un pánico moral parece estar sucediendo en los últi-mos días. Y en este tipo de circunstancias, cuando los agentes de la justicia penal toman decisiones que traen aparejadas consecuencias inquietantes, tienden a ser señalados por diferentes sectores como un peligro para la sociedad, primordialmente porque vuelven “giratorias” las puertas de las prisiones, debilitando así valores impor-tantes para la sociedad.

Una cuestión relevante aquí sería aclarar que estos demonios judiciales, justa o injus-tamente atacados, no forman parte de grupos sistemáticamente marginados o estig-matizados, sino que pertenecen a sectores con una serie tangible de beneficios y reco-nocimientos. Sin embargo, esto no impide que sean señalados exageradamente por sus detractores como verdaderas amenazas para la integridad de la sociedad.

Otra cuestión importante es precisar si dichos fenómenos de señalamiento sobre los demonios judiciales son generados “desde abajo” como consecuencia de la participa-ción genuina y comprometida de la ciudadanía; o “desde arriba” por las élites, como podrían ser actores políticos y medios de comunicación; o tal vez se trata de un proce-so que debe ser explicado articulando ambos elementos a raíz de que en la práctica están interrelacionados. Es posible que esta última sea la postura más apropiada.

Con todo, si tomamos en cuenta lo dicho, ¿cuál es la relación que podría existir entre justicia penal, pánicos morales y demonios judiciales en este contexto de pandemia? Si es cierto que en los últimos años la justicia penal ha venido perdiendo legitimidad, todo lo cual la aísla de las víctimas y de la sociedad, una de las posibles razones podría estar vinculada a la emergencia de estos demonios judiciales que con sus decisiones se transforman –según sus opositores- en generadores de pánicos morales. Más allá del respaldo con el que cuenten estos demonios judiciales, como en esta circunstancia la Asociación de Magistrados, las resoluciones que dictan parecen incitar a que desde ciertos ámbitos se los apunte como auténticos riesgos para la cohesión social, profun-dizando así la desconfianza y el rechazo de parte de la comunidad alrededor de la justi-cia penal.

En definitiva, podemos sugerir que muchos de los diagnósticos que se hacen sobre los vínculos entre excarcelaciones, pandemia y demonios judiciales no son del todo exac-tos, fundamentalmente aquellos que parten de la premisa de que estas liberaciones muestran que los reclusos son los fuertes porque consiguen lo que quieren, y la justi-cia penal es la débil porque solamente homóloga aquello que otros poderes le dictan.

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Entender mejor las relaciones entre los supuestos reclusos fuertes y la supuesta justi-cia penal débil, es también advertir con más claridad el papel que en todo esto juegan las víctimas y la sociedad.

Habiendo constatado estas particularidades que vinculan al ámbito judicial con la pan-demia, habiendo precisado ciertos movimientos entre la pandemia y la justicia penal, nos pareció interesante ofrecer una recopilación de textos que habilite la reflexión en una coyuntura como esta. Es importante señalar que se trata de una propuesta que realizamos en conjunto con la Asociación Pensamiento Penal, quienes ya vienen haciendo un gran trabajo en la divulgación de artículos sobre la pandemia, y con el Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales perteneciente a la (UNQ), espacio inno-vador en exploraciones sobre violencias, jóvenes, policías y cárceles. En fin, una inicia-tiva compartida que busca reforzar, notablemente, la capacidad de llegar a un público más amplio.

Ahora bien, luego de todo lo expuesto, ¿qué podemos destacar de “Pandemia y Justicia Penal: apuntes para discusiones emergentes”? En lo fundamental, que se trata de una reunión de trabajos que expresan, tomando palabras de Gilles Deleuze, algo del simu-lacro, en el sentido que este último hace imposible el orden de las participaciones, la fijeza de la distribución y la determinación de la jerarquía. Instaura el mundo de las distribuciones nómadas y de las anarquías coronadas.

Son textos diversos, con presupuestos distintos, que consideramos relevantes no tanto por su coherencia como sí por su potencia, una potencia común que arraiga en el tiempo presente. Son textos diversos que provocan fracturas, que se ofrecen como una anarquía coronada en busca de rastrear algunos de los movimientos que surgen entre la pandemia y la justicia penal.

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATAInstituto de Cultura Jurídica Área Sociología de la Justicia Penal

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Del universo total de personas privadas de la libertad, 33.844 son personas sindicadas, es decir, que aún no han sido condenadas y que, por tanto, se presumen inocentes, que el proceso de investigación está en curso y que están privados de la libertad de manera preventiva. Todo lo cual ha dejado en el pasado consecuencias económicas reales y gravosas para el patrimonio público en un sistema penal en permanente crisis, ejemplo de ello es que la Fiscalía General de la Nación ha sido objeto de onerosas demandas y condenas en el Consejo de Estado por personas que han sido absueltas luego de vivir una privación de la libertad que no les correspondía o por sufrir las consecuencias inhumanas de la privación injusta de su libertad.

Centro de Pensamiento Penal “Luis Carlos Pérez”

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carcelarios, ubicados en 28 departamentos, en la actualidad la cifra oscila en un aproxima-do de 106.507 privadas de la libertad, es decir que en cuatro meses de circunstancias especiales de sanidad pública, apenas han recobrado o sustituido la ejecución de la medida o de la pena un aproximado de 10.000 personas privadas de la libertad, de manera que como se advirtió en su momento, las medidas de prevención deberían ser más radicales y no como lo fueron, apenas un paño de agua tibia en circunstancias adversas que requieren de mejores decisiones en materia de política pública, económica y política penal.

Al inicio de las medidas adoptadas por el gobierno, la capacidad física de cupos carcelarios disponible para personas privadas de la libertad en Colombia es de 80.928, de manera que la constante es un promedio de 35.800 personas de sobrepoblación, lo que equivale a un índice de 44.25% de hacinamiento carcelario.

Por: Estanislao Escalante Barreto Profesor e investigador asociado de la Universidad Nacional de Colombia en comisión de estudios. Director del Centro de Pensamiento Penal –Luis Carlos Pérez-, Polcrymed.

En términos generales y de acuerdo con la información estadística del INPEC al iniciar la aplicación de los decretos del gobierno que buscan disminuir el contagio y contener el riesgo por COVID-19, en la segunda semana del mes de marzo, el país tenía a 116.737 per-sonas privadas de la libertad en 132 establecimientos

ANÁLISIS PROFUNDOpara PANDEMIA, SANCIÓN PENAL Y PENA DE MUERTE: Prevenir el

genocidio carcelario como imperativo ético y moral.

Page 17: Centro de Pensamiento Penal

6 De acuerdo con la Corte Constitucional, Auto 157 de 202, “Para el 31 de abril de 2020, el establecimiento tenía una capacidad para albergar a 899 personas privadas de la libertad, estaba ocupada por 1773, con

una sobrepoblación de 874 internos y un índice de hacinamiento del 97,2%.”

En términos específicos y en relación con la situación del país y esta población vulnera-ble frente al Covid-19 la situación es alarmante. Al hacer una aproximación a casos concretos, el país ha estado pendiente de las circunstancias de salud pública derivadas de la infección al interior de la cárcel de Villavicencio en el departamento del Meta. No es para menos, la gobernación del departamento ha venido actualizando el número de personas infectadas en ese establecimiento y al día 7 de mayo la cifra era de 679 casos de coronavirus en el penal que tiene 1.773 personas privadas de la libertad y 300 guar-dias del INPEC.6

De acuerdo con los datos informados por el Ministerio de salud, en el departamento había para la misma fecha un total de 759 casos, de manera que el 89% de los casos de este departamento provienen de la cárcel de Villavicencio, lo que corresponde al 7.2% del total informado a nivel nacional, con una cárcel que tiene una tercera parte de su personal infectado.

La aproximación que acabamos de observar es preocupante si tenemos en cuenta que la situa-ción de la cárcel de Villavicencio es un ejemplo de lo que podría pasar en el país. De una parte, Colombia tiene cárceles en 28 departamentos, en su mayoría se encuentran en condiciones de hacinamiento y mal estado físico, con deficientes servicios de salud y poca posibilidad de aten-ción médica y ninguna garantía de salubridad para los internos. De otra parte, la falta de condi-ciones de protección y salubridad para el personal de guardia, para los auxiliares bachilleres y terceros que allí laboran y que son personal flotante, que entra y sale del establecimiento carce-lario, los convierte en potenciales transmisores de la infección al interior del penal y al resto de la población en general.

De acuerdo con lo anterior, la preocupación no solo es por las condiciones y circunstancias de las personas privadas de la libertad y el personal que allí trabaja, sino que también implica ana-lizar la incidencia de esta situación para el resto de la población como un problema de salud pública, a no ser que, la política de estado sea dejarlos morir en las instalaciones carcelarias sin atención médica. Como se espera una actuación diligente, un foco de infección en las cárceles traería consecuencias externas para el sistema de salud por su eventual saturación, así como una omisión negligente implicaría efectos económicos negativos a largo plazo por la responsabilidad que le corresponde al estado al no tomar medidas adecuadas para evitar lo que la academia ha llamado “Rumbo a un Genocidio Carcelario”.

La preocupación por nuestras cárceles traspasa fronteras, profesores colombianos y extranjeros del más alto reconocimiento científico y académico suscribieron un manifiesto en contra del Decreto 546 de 2020 y en pro de la mejora real de las condiciones de privación de la libertad para los reclusos y el personal penitenciario afectados por el Coronavirus, por la falta de condi-

Centro de Pensamiento Penal “Luis Carlos Pérez”

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ciones de vida digna, el riesgo real de muerte de una población vulnerable y que se encuentra bajo especial sujeción con relación al Estado. En este documento, los profe-sores plantean su indignación por lo que denominaron “la pantomima y el sórdido espec-táculo que [gobierno y Fiscalía General de la Nación] han montado frente a esta situación de riesgo excepcional, exhibiendo una supuesta preocupación por las personas privadas de la liber-tad, pero demostrando con todos sus actos, absoluta indiferencia para con la suerte que puedan correr la vida, la salud y la dignidad de esta población.”

No es para menos, para el final de la semana pasada solo habían sido beneficiados con prisión domiciliaria 351 personas privadas de la libertad (0.3%), de apenas 4000 (3.42%) que calculó el gobierno serían destinatarios del decreto, lo que en ninguno de los dos casos aliviaría la situación carcelaria y que, a todas luces, no deja de ser una burla con el eufemismo de preocupación humanitaria.

Por su parte y después de valorar la situación de la cárcel de Villavicencio en particular, la Corte Constitucional, mediante importante orden judicial de protección (auto 157, 06 de mayo de 2020), estableció los parámetros de interpretación constitucionalmen-te adecuados para la aplicación de las normas vigentes en favor de las personas priva-das de la libertad y en especial de aquellas que tienen condiciones que las hace espe-cialmente vulnerables, también ordenó una caracterización importante por condicio-nes específicas de salud y ordenó su trámite expedito a través de la defensoría del pueblo y las autoridades judiciales competentes.

Esta medida fue tomada con la finalidad de reducir la propagación de la enfermedad, para lo cual se consideró el distanciamiento social real que en las condiciones de haci-namiento nunca serían posibles, razón por la que se consideraron necesarias medidas reales de descongestión de los establecimientos de reclusión. Para mitigar el efecto del Covid-19 y prevenir el daño antijurídico, se impone a la administración la obliga-ción de centrar sus esfuerzos en preservar la vida e integridad de las personas privadas de la libertad, así como del personal administrativo y del cuerpo de custodia y vigilan-cia.

Aunado a la decisión, de ésta se interpreta constitucionalmente que la prisión domici-liaria para personas mayores de 60 años con enfermedades debe ser tramitada como enfermedad muy grave, pretermitiendo el informe del Instituto Nacional de Medicina Legal y las excepciones del famoso decreto. Así, una persona que acredite por medio del médico del penal, además de la edad, enfermedad grave como diabetes, VIH u otra de la misma naturaleza, tiene derecho a que el juez conceda la prisión domiciliaria sin importar el delito por el que fue condenado. De otra parte, los funcionarios judiciales deben considerar que prima la valoración de la conducta del penado durante el cumpli-miento de la pena en la institución carcelaria y no la gravedad de la conducta por la que

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lo condenaron, todo lo cual es importante, pues no pocos jueces se aferran a la grave-dad de los hechos para negar la sustitución de la pena, lo cual no debería ser así, pues la gravedad de los hechos ya habría sido estimada en la valoración del injusto al mo-mento de la condena y en la sustitución de la pena no deberían ser tenidos en cuenta por segunda vez para su negación.

Finalmente, es del caso recordar que en el Estado Constitucional es un deber la protec-ción de las garantías y derechos fundamentales de todas las personas, máxime si se trata de personas que por sus condiciones materiales o particulares se encuentran en circunstancias de vulnerabilidad. La sociedad colombiana debe valorar si lo que debe primar es el castigo, la disciplina y la prisión como formas de transformar la sociedad, o si debemos buscar una transformación social que parta de la solución real de los pro-blemas sociales, la superación de la inequidad, de la corrupción por el buen gobierno y la consideración de una ética de la ciudadanía como forma de respeto al otro en su integridad.

Los estados constitucionales contemporáneos no prevén, formalmente, la pena de muerte como una de las consecuencias de la conducta punible, sin embargo, en térmi-nos materiales hay diversas maneras de morir cuando se cae en desgracia por sospecha de delito grave o cuando se es presa de las redes selectivas del poder punitivo. Fou-cault (2016) exponía en las clases de la “Sociedad punitiva” como en la Grecia arcaica la pena de muerte directa, la de la ejecución, era más bien rara y reservada a faltas específicas, en cambio, existían procedimientos particulares que consistían, no en ejecutar al reo, sino en exponerlo a la muerte segura con disfraz de exilio. La expulsión del territorio cuyo abandono era sin bienes previa exhibición a la vindicta pública para que, fuera de la ley, cualquiera en el tumulto le diera muerte sin que nadie se hiciera cargo como ejecutor, o también cuando se arrojaba a la persona desde lo alto de un acantilado, privando a la persona del “suelo materno”, en su abandono sin ayuda más que la de los dioses.

Tal como en el pasado, en tiempos de pandemia, la vindicta y el rechazo público apare-cen en los medios de comunicación y en redes sociales, la suerte del reo está mediada por el azar, que muera o no, depende del contagio o no en el penal, la política pública del estado frente a la población carcelaria pareciera ser la misma que en antaño: En Colombia no hay pena de muerte, pero en las condiciones actuales, en la cárcel el des-tino la define al azar.

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durante los últimos años en materia de política criminal para el hurto callejero han pretendido responder, principalmente, a fenómenos de opinión pública, razón por la cual las soluciones planteadas buscan producir resultados en el corto plazo, que no van encaminados hacia la transformación de un fenómeno socio-criminal, sino a la contención político-electoral del problema social.

El hurto callejero es, hoy en día, uno de los principales problemas de la política crimi-nal colombiana. Ha sido modificado penal y procesalmente en diez ocasiones en los últimos dieciséis años. Dentro de los motivos y argumentos esgrimidos en el Congreso de la República para promover estos cambios, se encuentran las referencias a las demandas de la ciudadanía, lo que “la gente quiere”, las cuales son transmitidas, casi de manera exclusiva, por los medios de comunicación.

Esta investigación caracteriza la construcción de la política pública criminal para el hurto callejero desde el año 2005, y analiza las narrativas mediáticas instaladas en los

Trabajo de Maestría: NARRATIVAS DEL HURTO CALLEJERO UN ANÁLISIS DE LA

MEDIATIZACIÓN DE LA POLÍTICA CRIMINAL COLOMBIANA Y LA LEY DE “PEQUEÑAS CAUSAS”

¿ C Ó M O V A M O S ? En el último semestre tres de nuestras investigadoras lograron superar su requisito para optar al título de maestría con el mejor reconocimiento de calidad, dedicación y proyección investigativa. Los trabajos sustentados permiten ubicar al Centro de Pensamiento Penal “Luis Carlos Pérez” en el debate contemporáneo en el campo penal. Se trata de trabajos de investigación de nuestras egresa-das con una gran calidad académica, científica y de permanente actualidad, de manera que nos senti-mos muy complacidos y orgullosos por el logro de nuestras investigadoras y el aporte que han hecho al debate penal actual con los siguientes trabajos:

Por: Alexandra González Zapata

La institucionalización y transcripción política de los problemas relacionados con la criminalidad urbana, especialmente la callejera, ha estado caracterizada por tener una retórica en la cual se validan las premisas de las narrativas hegemónicas de los medios de comunicación, lo que ha conllevado a la formulación de soluciones institucionales reactivas y sin fundamentos empíricos sólidos. Las decisiones que se han adoptado

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noticieros de mayor audiencia durante el trámite legislativo de la última norma aprobada que modifica la actuación procesal penal para el hurto callejero, la ley 1826 de 2017. Desde un enfoque metodológico de análisis del discurso crítico, se identifican las estructuras narrativas que se imponen en la problemática política y se analiza su relación con las nociones comunes que sirven como argumentos de los hacedores de la política para promover cambios que, generalmente, buscan mayor punitividad. Palabras clave: política criminal, hurto callejero, análisis del discurso, populismo punitivo, política pública.

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autoría y participación que podrían armonizarse con el reconocimiento de la posición o deber de garante del directivo, con un enfoque principalmente dirigido a los delitos contra el medio ambiente y los recursos naturales. De allí se desciende al estudio de la temática a la luz del ordenamiento jurídico penal colombiano, en especial a los pro-nunciamientos de la Corte Constitucional y de la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal para llegar a la conclusión de la aplicabilidad de la posición de garante del directivo de empresa.

Para abordar esta pregunta de investigación, se relacionan analíticamente las aparen-tes propuestas de política criminal implementadas en Colombia, con la motivación de las leyes penales y las necesidades reales de intervención en la materia expuestas a través de los principales indicadores de medición del fenómeno. En cuatro capítulos, la tesis comprueba que, el tratamiento penal y normativo de la lucha contra la corrup-ción en Colombia en los últimos trece años, no ha tenido un desarrollo lógico y conse-cuente con los principios de una política criminal propia de un Estado Social de Dere-cho; por tanto, la relación entre el desarrollo de estos conceptos es incoherente: la relación es trilemática.

Tesis de maestría: APROXIMACIÓN A LA RESPONSABILIDAD PENAL DEL

DIRECTIVO DE EMPRESA

Trabajo de grado:POLÍTICA CRIMINAL, REFORMAS PENALES Y NECESIDADES REALES EN LA

LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN EN COLOMBIA. UNA RELACIÓN TRILEMÁTICA. PERIODO 2005-2018

Por: Andrea Liliana Prieto Larrotta

Por: Grace Consuelo García Gutiérrez

En este trabajo se aborda desde un contexto históri-co el análisis del Derecho penal económico y de la empresa, los desafíos que esta rama enfrenta con las condiciones actuales de la delincuencia, así como, revisamos desde un ámbito dogmático, el riesgo inherente a la actividad empresarial, la omisión impropia, la posición de garante del empresario em-presario o directivo de empresa, y algunas figuras de

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El populismo punitivo, la falta de voluntad política, los intereses partidarios y particu-lares, la influencia mediática y una aberrante ausencia de técnica legislativa y estudios de necesidad e impacto de las reformas legales, son solo algunas de las temáticas ana-lizadas y comprobadas. Al final, la tesis plantea recomendaciones metodológicas e instrumentales para la definición de una política criminal de lucha contra la corrupción convergente con la realidad del país.

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En este video, la profesora Valeria Vegh Weis hace un pequeño recorrido sobre la “Cri-minología verde”. En esta descripción, indica algunas características de ese enfoque criminológico relativamente nuevo, el cual, visto desde su perspectiva, contribuye a pensar los problemas del mundo actual, especialmente, aquellos relacionados con los virus que se están expandiendo por el planeta, los riesgos para la salud pública que traen consigo, los riesgos para el medio ambiente, las comunidades vulnerables, las comunidades indígenas, entre otros.

Señala la profesora que el concepto de criminología verde nace con un artículo escrito por Michael J. Lynch en el año de 1990, denominado “The green criminology”, el cual, buscaría ampliar el campo de acción interdisciplinar de la criminología, que, a su vez, se venía ocupando de los delitos ordinarios, delitos de la calle, delitos de personas marginadas, pero no de los delitos que más afectan al planeta en la actualidad, como los delitos contra el medio ambiente.

En ese sentido, menciona cómo busca ser un enfoque de la criminología, tomando a su vez, algunos puntos del legado del abolicionismo. Buscó superar, a su vez, la orienta-ción disciplinar del enfoque de los crímenes como centro de estudio y dirigirlo hacia el daño social (daños sociales graves, a la vida, a las personas y al planeta).

La profesora Vegh, además, en este video señala cómo surge una corriente o escuela de estudio del crimen ambiental denominada la “semiology”, caracterizada por redirec-cionar el campo de estudio de la criminología hacia la concepción del daño social, tal como se mencionó anteriormente. Esta búsqueda por la redirección del enfoque de estudio de la criminología partió de la utilidad práctica que alcanzaría el estudio del delito ambiental desde una expresión más diciente, alcanzando resonancia en los

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C R I M I N Ó L O G O V I S U A L“La criminología verde” (Green Criminology) en tiempos de pandemia

Por: Oscar Javier Trujillo Osorio

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círculos intelectuales.

Finalmente, el video nos señala algunas de las corrientes que conforman la criminolo-gía verde, pasando por una breve descripción de la criminología crítica, la criminología del sur, la escuela ecológica de Chicago y el feminismo, todas ellas, partiendo de la unidad teórica que consolida este enfoque de estudio que tiene como norte, la supera-ción de los procesos de criminalización en función de la instauración de aplicaciones de justicia alternativa como la justicia restaurativa.

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REFERENCIAS:

Criminología, historia y actualidad (10 de abril de 2020) "La criminología verde" (Green Criminology) en tiempos de pandemia. [Archivo de video]. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=uJOVZ1oRbr0

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7 Parafraseando al famoso texto de Frantz Fanon “Les Damnés de la Terre” publicado en 1961.

8 Foto extraída del portal web, “El viejo topo. https://www.elviejotopo.com/autor/boaventura-de-sousa-santos/

El pensamiento occidental moderno opera a través de líneas abismales que separan lo humano de lo subhumano (o no humano), de tal forma que los principios humanos no quedan comprometidos por las prácticas inhumanas. Las colonias proporciona-ron un modelo de exclusión radical que hoy preva-lece en el pensamiento y la práctica de nuestras sociedades occidentales modernas como lo hizo durante el periodo colonial. Hoy, al igual que en el

C O L U M N A S D E O P I N I Ó N EL MUNDO CARCELARIO COLOMBIANO:

LOS CONDENADOS DE LA TIERRA7 Por: Boaventura de Sousa Santos8

pasado, tanto la creación como la negación del otro lado de la línea es un elemento constitutivo de los principios y las prácticas de la hegemonía dominante.

La civilidad legal y política de este lado de la línea (el lado de lo que se considera humano) se usa de premisa para demostrar la absoluta incivilidad del otro lado de la línea (lo subhumano o no humano). La cárcel, es hoy una de las manifestaciones más grotescas del pensamiento legal abisal, la creación del otro lado de la línea como una “no-área” en términos legales y políticos, un terreno impensable donde no rige la ley ni mucho menos los derechos humanos.

El año 2020 ha iniciado con un nuevo virus descubierto en una provincia China que ha logrado impactar a todo el mundo. Nos ha sumergido en medidas de cuarentena que, si bien pueden resultar discriminadoras, resultan más difíciles para algunos grupos sociales que para otros, por no decir, que resultan imposibles para un vasto grupo de cuidadores, cuya misión es lograr poner en cuarentena a la totalidad de la población.

Me concentro en este corto escrito en uno de los grupos para los cuales resulta muy difícil sobrellevar este periodo excepcional, por no decir imposible: los presos y las presas en las cárceles colombianas, quienes sufren una vulnerabilidad especial que precede a la cuarentena y se agrava con esta.

Contrario a lo que transmiten los medios de comunicación y las organizaciones inter-nacionales, la cuarentena no solo hace más visible a quienes sufren, sino también refuerzan la injusticia, la discriminación, la exclusión social y el sufrimiento inmerecido

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9 Es una garantía formal pues, como se ha visto, la situación del país es tan dramática que buena parte de la población colombiana lucha entre morir de hambre o morir por COVID-19.

en su día a día. La vulneración masiva de derechos dentro del sistema penitenciario colombiano dio lugar a que hace más de 20 años, la Corte Constitucional por medio de la sentencia T-153/98 declarara el “Estado de Cosas Inconstitucional” reconociendo las condiciones inhumanas en las que se encontraban recluidos cientos de personas. En dicha sentencia, la Corte no solo encontró las graves vulneraciones a los derechos humanos, sino que también evidenció la ausencia de una respuesta institucional estructurada ante tal escenario.

Hoy, veintidós años después, de la declaración del estado de cosas inconstitucional por segunda vez y en medio de una pandemia global, los presos y las presas siguen ocupando la “no-área” en términos políticos. La respuesta por parte del gobierno del Presidente Duque ante la crisis carcelaria manifiesta no sólo el desinterés por los dere-chos humanos sino también la materialización de la línea abisal. El 21 de marzo del presente año se presentaron diversos disturbios en algunas cárceles colombianas solicitando medidas efectivas contra el hacinamiento y la sobrepoblación que agravarían el número de contagios y muertes ante el nuevo virus que recorre el mundo y ha cobrado la vida de al menos 176.786 personas. Los disturbios en su mo-mento fueron reprimidos violentamente, con exceso y abuso de la fuerza por parte del Estado, actualmente se han confirmado al menos 73 casos de COVID-19 y mínimo 3 personas fallecidas.

La respuesta del gobierno colombiano a esta crisis carcelaria que se suma a la ya exis-tente por motivo del estado de cosas inconstitucional consistió en la expedición del Decreto 546 de 2020, a través del cual, se propuso resolver la crisis de salud pública que empieza a impactar los centros carcelarios y penitenciarios, pero que en la práctica no servirá de nada y podrá empeorar aún más la situación del COVID-19 en el país. Si bien dicho decreto relata perfectamente el estado actual de las cárceles del país, impone tantas excepciones para lograr acceder a la reclusión domiciliaria que sencilla-mente escoge y divide: por un lado, a quienes pueden llegar a tener derechos (los beneficiarios de las medidas cobijadas en el decreto) de aquellos que no son sujetos de derecho, y, por consiguiente, no son humanos.

Es tan expresa la línea abismal que impone esta medida que, solo unos pocos privile-giados, aquellos a quienes el Estado ha decidido rescatar tendrán formalmente garan-tizado el derecho a la salud y a la vida9 , mientras que otros, aquellos a quienes la socie-dad ha desechado por los crímenes cometidos, deberán seguir soportando las condi-ciones inhumanas y el inminente riesgo de contagio y posterior muerte por causa del

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coronavirus. Así, la prisión, como la forma de castigo imperante dentro de nuestras sociedades, no es más que otra prueba de que vivimos en sociedades políticamente democráticas, pero socialmente fascistas.

Pido al Congreso Nacional, a los movimientos y organizaciones sociales que presionen al presidente Iván Duque para que garantice el derecho a la vida de los presos y las presas en Colombia. Mi apoyo y solidaridad en esta cuestión es incondicional.

Coímbra, Portugal 23 de abril de 2020

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En estas difíciles épocas de pandemia y de amenazas a la salubridad pública, pero sobre todo de incertidumbre y desesperanza, se anhela que la gran mayoría de actores sociales colaboren, desde sus especialidades, a sobrellevar estas pesadas cargas que de manera inesperada nos correspondió asumir. Es por ello que los médicos, verdade-ros héroes de esta aciaga temporada, doblan o triplican sus turnos, renuncian a com-partir con sus familias, exponen sus vidas y destinan todo su capital intelectual y físico a cumplir perentoriamente el juramento hipocrático que orienta su profesión; los inge-nieros pasan noches en vela intentando diseñar respiradores mecánicos y nuestros policías y soldados se empeñan en repeler el aumento de la criminalidad.

En sentido contrario, de quien NO se espera protagonismo en estas particulares circunstancias es del Derecho penal, es aquí en donde el principio de intervención mínima o de ultima ratio debe brillar, fundamentalmente por dos razones. Por un lado, porque dado el intempestivo freno que se imprimió a la actividad judicial, las actuacio-nes de la Fiscalía deberían enfocarse primordialmente a casos relevantes, como aque-llos de extrema gravedad, los que amenazan prescripción o posibles episodios de corrupción relacionados con el abuso de las contrataciones directas; por otro lado, porque el uso irresponsable del ejercicio de la acción penal puede conllevar no solo a una absurda congestión judicial y al desperdicio de valioso capital humano y físico, sino a que, con el paso del tiempo, todos los ciudadanos terminemos judicializados.

En este escenario, hace algunas semanas se publicaron algunos videos que daban cuenta que la Sra. alcaldesa de esta ciudad capital, Dra. Claudia López Hernández, junto con su esposa, la senadora Angélica Lozano Correa, al ir juntas al supermercado violaron las normas que, paradójicamente, la primera de ellas había dictado, como primera autoridad distrital, para contrarrestar la propagación de la pandemia. La enorme difusión de tales vídeos generó, por una parte, el anuncio del Sr. Fiscal General de la Nación sobre la apertura oficiosa de investigación penal en contra de la burgo-maestra y, por otra, una denuncia ante la Corte Suprema de Justicia en contra de la senadora.

Por: Mauricio Cristancho ArizaDoctor en Derecho Codirector línea de Derecho Penal Económico y dela Empresa del Centro de Pensamiento PenalLuis Carlos Pérez-, Polcrymed. @MCristanchoA

PROCESOS PENALES EN ÉPOCAS DE PANDEMIA

¿UN EXCESO DEL PODER PUNITIVO?

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La Sala Especial de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia, en decisión de fecha 14 de mayo de 2020 (radicado 00286), resolvió inadmitir la denuncia instaurada en contra de la senadora, teniendo como fundamento, principalmente, tres planteamien-tos. En primer lugar, aludió al alcance de la figura de la inadmisión de la denuncia; seguidamente presentó un análisis del delito de violación de medidas sanitarias del que trata el art. 368 del Código Penal, para precisar que es un tipo penal de peligro abstracto y en blanco, última característica que obliga a remitirse a otros ordenamien-tos para concretar su contenido y alcance.

En este ejercicio estimó que, en atención a los decretos 531 de 2020 del Gobierno Nacional, por medio del cual se dispuso un aislamiento preventivo, y el 106 de la Alcal-día Mayor, que implementó las regulaciones necesarias para cumplir en el plano local la directiva del orden nacional, el incumplimiento de las prohibiciones allí señaladas puede ser considerado como una infracción a medida sanitaria, con lo que el juicio de tipicidad objetiva estaría plenamente consolidado. En tercer término, hizo una valora-ción de los hechos denunciados desde la óptica de la antijuridicidad material y del prin-cipio de insignificancia, para concluir que se trata de comportamientos despojados de relevancia penal, por lo que debe deducirse su atipicidad, siendo lo procedente orde-nar la inadmisión de la denuncia.

Esta providencia merece cuatro comentarios. El primero de ellos tiene que ver con el juicio de tipicidad, específicamente en relación con el concepto ‘medida sanitaria’; el segundo con el abordaje de antijuridicidad material y principio de insignificancia; el tercero con la figura de la inadmisión de denuncia y, finalmente, el impacto de esta decisión frente a la gran cantidad de procesos que se han abierto por cuenta del incum-plimiento de medidas para evitar la propagación de la pandemia y, de manera puntual, en el de la alcaldesa.

En lo que tiene que ver con el alcance del concepto ‘medida sanitaria’, se estima que la Corte Suprema fue excesivamente laxa en la delimitación de la cobertura de este ingre-diente normativo, pues, definitivamente, no todas las prohibiciones que se adoptan en los decretos dictados bajo este estado de excepción deberían tener tal connotación. Aceptar la tesis de la Corte llevaría a que sacar la mascota al parque más tiempo del autorizado o comprar una cerveza adicional al número permitido, configurarían, objeti-vamente, el delito de violación de medidas sanitarias; se echa de menos, entonces, una adecuada delimitación de tal término, en donde se explique cuáles son las calidades o características que deberían predicarse para su configuración, pues, de lo contrario, debería iniciarse proceso penal por cada comparendo que la policía haya puesto en virtud de las infracciones a las restricciones dictadas en virtud de la pandemia, lo cual es, cuando menos, una insensatez.

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En segundo lugar, no puede pasar desapercibido que, según esta providencia, el juicio de antijuridicidad material, estrechamente relacionado con el principio de insignifican-cia, debe resolverse mediante la atipicidad de la conducta. Esta postura, que dice fun-damentarse en fallos dictados en procesos por delitos contra la salud pública (53157), desconoce que, si se habla de principio de insignificancia o de antijuridicidad material, necesariamente ha de predicarse la tipicidad, sólo que el bien jurídico se afectó de manera leve, por lo que la conducta sería típica y antijurídica formalmente, aunque no desde la óptica material (50512).

Desconoce también que en casos en los que se ha declarado la atipicidad en delitos de tráfico de drogas, tal reconocimiento se ha hecho porque, vía jurisprudencia, se creó un ingrediente subjetivo distinto del dolo, como es el ánimo o propósito de destinar las sustancias a su distribución o comercio, caso en el cual, a pesar de que una persona supera los límites de cantidad permitidos, como son para consumo propio, deviene la atipicidad (subjetiva) de la conducta.

Esta circunstancia no debe pasar desapercibida, pues a pesar de que se dictó bajo la égida de la Ley 600 de 2000, por tratarse de una senadora de la República, puede tener un enorme impacto en los procesos adelantados por la Ley 906 de 2004, como el de la Sra. alcaldesa y los cientos que se han abierto por quebrantar ‘medidas sanitarias’, pues los fiscales, de ahora en adelante, podrían optar por dictar el archivo de las dili-gencias cuando, de cualquier forma, encuentren que ha operado el principio de insigni-ficancia o que una conducta, pese a ser típica, no consolida el juicio de antijuridicidad material.

En tercer término, y en plena concordancia con el punto que antecede, muy interesan-te resulta auscultar un poco más en la figura de la inadmisión de denuncia, inexistente en la Ley 906 de 2004, a efectos de concluir si es posible que, ante querellas o denun-cias en las que se evidencie la inexistencia de delito o, como en este caso, la posible atipicidad o no antijuridicidad material de una conducta, pueda ordenarse inclusive desde la misma oficina de reparto su inadmisión, sin tener que crear una noticia crimi-nal, asignar a un fiscal para que luego de una misión de trabajo ordene el archivo o, peor aún, dada la tipicidad objetiva de determinadas conductas deba acudirse a la pre-clusión de la investigación por falta de antijuridicidad.

Obsérvese que, tal como aconteció con la figura de la indemnización integral de la Ley 600 de 2000, que no contó con regulación en la Ley 906 de 2004, la Corte concluyó un vacío legislativo que tuvo a bien llenar con el art. 42 de la primera ley (35946). Bajo esa misma lógica, y atendiendo a que la Ley 906 no reguló la inadmisión, esta podría traerse desde la Ley 600 (art. 29), pues no sólo no denota desfiguración del sistema a-

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acusatorio, sino que podría coadyuvar a la necesaria depuración que con urgencia demanda nuestro sistema penal.

Finalmente, llama profundamente la atención la celeridad de la apertura de investiga-ción a la alcaldesa, pero la lentitud en ordenar el archivo de las diligencias o solicitar la preclusión de la investigación. Nótese que, por una parte, pareciera que si ya la sena-dora Lozano reconoció su error, pagó la multa y se le resolvió su situación penal en la Corte, no tiene ningún sentido que se mantenga viva la investigación contra la alcalde-sa, pues, acudiendo a una lógica elemental, el incumplimiento de la medida que se reprueba por el hecho de ir juntas al supermercado, sólo podría atribuirse y reprochar-se a una de ellas, no a las dos, con lo que la investigación en contra de una, debería, de suyo, descartar la de la otra.

Por otra parte, no puede desconocerse que los planteamientos que expuso la Corte para inadmitir la denuncia en contra de Lozano, son más que suficientes para concluir que la conducta, individualmente considerada, de todo aquél que haya incumplido con las medidas de la cuarentena, bien podría ser catalogada de atípica o por lo menos de no antijurídica desde una óptica material; de ahí que los centenares de investigaciones que de manera apresurada se abrieron por quebrantar estas restricciones, deben tener una nueva lectura que redundará, en la inmensa mayoría de casos, en preclusiones de investigación, denotándose un innecesario desgaste de recursos físicos y humanos.

Desgaste que se podría revelar con más fuerza en el futuro inmediato, cuando la juris-dicción constitucional y/o la contencioso administrativa aborden el estudio de las me-didas restrictivas de derechos, pues aun cuando parece innegable que el confinamiento era, y es, necesario para frenar, o por lo menos mermar, la rapidez de la propagación del virus, no pueden desconocerse las voces que han insinuado la inexistencia de funda-mento en el texto superior para soportar que estas limitaciones de garantías puedan ordenarse, vía administrativa, mediante la emisión de decretos nacionales o locales, ¿qué pasaría si los guardianes de nuestra Carta encuentran inconstitucionales tales medidas?

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10 https://www.dw.com/es/los-residuos-pl%C3%A1sticos-del-coronavirus-contaminan-el-medio-ambiente/a-53278504

11 https://www.nationalgeographic.com.es/mundo-ng/20-datos-sobre-problema-plastico-mundo_15282

Es innegable que con ocasión del virus COVID-19, la forma de vida ha cambiado mun-dialmente, y una de esas transformaciones, ha conllevado a la utilización de imple-mentos de protección para el ser humano que generan una alta producción de material de fácil desecho, como los tapabocas, guantes, máscaras, entre otros. así mismo, la industria médica ha generado una gran demanda de respiradores y elementos de pro-tección para su personal, incrementado exponencialmente los desechos hospitalarios.

Con ocasión de esta realidad, tenemos que no pocos ambientalistas, han estado aler-tando del resultado que obtendrá la humanidad; nos referimos, por dar un ejemplo, a una preocupación de antaño: los océanos plagados de plástico; este temor se actualiza significativamente con las primeras apariciones en las playas de tapabocas utilizados 10.

Además, se ha dicho que, en el 2018, la producción global de plástico fue de 359 millones de toneladas, un peso similar al aproximado de la población mundial; igual-mente, se ha mencionado que, 8 millones de toneladas de residuos plásticos acaban en los océanos cada año, y si no actuamos, los océanos contendrán más plástico que peces en el 205011.

Principalmente, los elementos plásticos, que tendían a ser restringidos a nivel mun-dial, han resultado rescatados por la pandemia, y en las políticas de los gobiernos para enfrentar esta crisis, se ha visto una tendencia a exigir la utilización de ciertos produc-tos que, aunque sea en un mínimo porcentaje, están compuestos de plástico. De lo anterior, surgen los siguientes interrogantes: ¿A qué nos enfrentamos en Colom-bia en la actualidad? y ¿Qué tiene que ver el Derecho Penal con este asunto?

Abogada de la Universidad Externado de Colombia.Especialista en Ciencias Penales y Criminológicas Universidad Externado de Colombia. Máster en Derecho Penal Económico Internacional de la Universidad de Granada, España.Magíster en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia e integrante del Centro de Pensamiento Penal –Luis Carlos Pérez-, Polcrymed.Contacto: [email protected]

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UNA NUEVA FORMA DE CONTAMINACIÓN

Por: Grace García Gutiérrez.

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12 Por el cual se adiciona el Decreto 1076 de 2015 Decreto Único Reglamentario del Sector Ambiente y Desarrollo Sostenible, en lo relacionado con la adopción de disposiciones transitorias en materia de

concesiones de agua para la prestación del servicio público esencial de acueducto, y se toman otras determinaciones en el marco de la emergencia sanitaria declarada por el Gobierno Nacional a causa de la Pandemia

COVID-19.

13 Artículo 9.

14 https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/adoptan-medidas-ante-posible-aumento-de-residuos-hospitalarios-por-coronavirus/49246

15 Decreto 476 de 25 de marzo de 2020

Colombia

En nuestro país, necesariamente el gobierno y las administraciones locales debían tomar medidas para enfrentar la crisis de salud pública y emergencia sanitaria, al que no somos inmunes los colombianos, por lo que se efectuó la declaratoria del Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica, que tiene su respaldo en los Decretos 417 y 637 de 2020.

Y en lo que al ordenamiento jurídico en materia de implicaciones ambientales atañe, se profirió el decreto 465 de 23 de marzo de 202012, en el cual se estableció13 que mien-tras se mantuviere la declaratoria de emergencia sanitaria, en el evento en que la canti-dad de residuos peligrosos con riesgo biológico o infeccioso, se acercaran a la máxima capacidad instalada de los gestores de dichos residuos, las autoridades ambientales competentes, podían autorizar la licencia ambiental, a otros gestores de residuos peli-grosos14,lo que podría significar una licencia exprés.

Así mismo, se determinó, el otorgamiento de facultades al Ministerio de Salud y Pro-tección Social, para flexibilizar los requisitos frente a la evaluación de solicitudes de registro sanitario, o permisos de comercialización, entre otros productos, a dispositi-vos médicos, cosméticos, productos de higiene doméstica y de higiene personal, que se requieran para la prevención, diagnóstico o tratamiento del COVID-19; también se flexibilizan las exigencias para los establecimientos fabricantes de esos mismos pro-ductos15, Con lo anterior, resulta evidente que el estándar de protección y prevención que las autoridades tienen frente a ciertos riesgos ha disminuido, lo cual tiene justifi-cación en la protección de la vida y salud de los ciudadanos.

En lo que tiene que ver con la disposición final de ciertos elementos, particularmente, las Corporaciones Autónomas Regionales, han empezado una línea de campaña16 por la evidente falta de educación en la materia; como autoridades ambientales tienen el deber de prevenir que la manipulación de elementos compuestos de materiales conta-minantes, si no tienen una adecuada disposición final, sea el próximo problema que debamos enfrentar, lo que sin duda resultaría, igualmente, una amenaza en contra del ser humano.

Y es que no podemos olvidar que la Constitución Política de Colombia está plenamen-te vigente, así como muchas normas de las cuales se desprenden los deberes de las autoridades ambientales frente a la protección del medio ambiente desde una pers-pectiva de supervivencia del ser humano, y la responsabilidad por las generaciones

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17 Principio 1 de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1992.

18 Por la cual se crea el Ministerio del Medio Ambiente, se reordena el Sector Público encargado de la gestión y conservación del medio ambiente y los recursos naturales renovables, se organiza el Sistema Nacional

Ambiental, SINA y se dictan otras disposiciones.

19 La Corte Constitucional en la Sentencia C-528 de 1994, al declarar la exequibilidad del primer principio, refirió que: “De igual modo, debe tenerse en cuenta que las autoridades de la República están instituidas para asegurar

el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares; en este sentido es claro que en dichos principios, cuyo reconocimiento legal se impugna por la demanda, se establecen las mencionadas pautas que encuentran en la de

20 La Corte Constitucional ha referenciado el rumbo de la protección ambiental a partir de la Constitución de 1991, Cfr. C-045 de 2019: La Constitución Política de 1991 "modificó profundamente la relación normativa de la

sociedad colombiana con la naturaleza" (Sentencia C-126 de 1998), (…) La Corte ha sostenido que la protección del ambiente compromete a la sociedad entera (Sentencia T-1172 de 2004). En este escenario, la Constitución económica

desde su tríptico propiedad, trabajo y empresa (T-411 de 1992[51]) ;(…)”.fensa del ambiente sano uno de los derechos colectivos que deben ser protegidos por el Estado según la Carta Política de 1991(…)”.

futuras, en particular.

Desde 1992 con la Cumbre de Río sobre el Medio Ambiente y Desarrollo, se estatuye-ron una serie de principios y pautas dirigidas principalmente a establecer que los seres humanos constituyen el eje central de preocupación relacionado con el desarrollo sos-tenible, y que tenemos derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza17. La ley 99 de 199318, y los principios generales19 allí establecidos, sobre los cuales debe ceñirse la política ambiental colombiana, tienen plena vigencia hoy en día; el décimo principio, refiere concretamente que la acción para la protección y recupera-ción ambiental del país es una tarea conjunta entre el Estado, la comunidad, las orga-nizaciones no gubernamentales y el sector privado.

Podemos inferir que hay varios actores involucrados en la protección del medio ambiente, sin embargo, para el tema que ocupa nuestra atención son protagonistas: la Sociedad19, el Estado y la empresa/sector privado.

Referido lo anterior, y contextualizado de manera general el fundamento de los debe-res de protección en cabeza de las autoridades ambientales, es necesario pasar a revi-sar de manera muy somera cuál es la incidencia del Derecho penal.

¿Qué tiene que ver el Derecho penal en este asunto?La grave crisis que estamos enfrentando por esa nueva forma de contaminación es de tal

relevancia que se espera que el Derecho penal tenga a cargo la sanción por los compor-tamientos causantes de tal impacto en el medio ambiente, que como hemos visto, directamente atenta contra el ser humano mismo.

De los actores involucrados, las autoridades ambientales deben cumplir con sus debe-res constitucionales y legales, porque incluso de ellas se predica una posición de garante para este bien jurídico. Tienen a su cargo la potestad del otorgamiento de licencias ambientales que permiten delimitar hasta dónde pueden llegar ciertos ries-gos para el interés jurídico, les corresponde administrar pese a que los estándares exigidos por la ley parecen haber menguado.

Las autoridades ambientales y sanitarias deberían prestar una tarea eficiente, desde la función preventiva y como parte del sistema del poder punitivo del Estado; sin embar

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21 https://www.ccb.org.co/Clusters/Cluster-de-Comunicacion-Grafica/Noticias/2020/Abril-2020/Consulte-los-productos-para-los-que-Invima-ha-flexibilizado-la-autorizacion-de-produccion-o-importacion Carta

Política de 1991(…)”.

go, no pueden ir en contra de lo que las modificaciones legales permiten en la actuali-dad, esto es, que se dé una flexibilización en los estándares de producción y/o que se otorguen licencias ambientales para disposición de residuos de una forma menos rigu-rosa.

Es allí donde entra otro actor fundamental, “la empresa”; se espera de esta un debido sistema de gestión medioambiental, y un compromiso con la información para el con-sumidor; pero pongamos nuestra atención en la siguiente hipótesis: deviene el resulta-do contaminación en un cuerpo de agua relevante, como consecuencia del desecho de mascarillas con filtro de marca “X”, el cual es elaborado con materiales de difícil degra-dación, y como parte de la flexibilización implementada por el gobierno, este produc-tor/empresa no requiere registro sanitario y se autoriza la producción de las mascari-llas sin muchos requisitos21.

Si dentro de esta hipótesis, como los materiales contaminantes son permitidos como consecuencia de la política de flexibilización, aunque se presente el resultado conta-minación, el actor puede justificar su comportamiento en la autorización que tenía para el uso de dichos materiales; en otras palabras, pese a que el comportamiento pudiere parecer penalmente relevante, será imposible la persecución de este porque esa producción es parte de la política para enfrentar la pandemia, y por ende el riesgo es permitido.

Recordemos que los tipos penales de contaminación (art. 332 y 332A C.P), son tipos penales en blanco, parten de la premisa de que haya incumplimiento de la normativi-dad existente, haciendo remisión necesaria a la regulación administrativa, por ende, no sería posible adecuar típicamente estos comportamientos cuando es la misma norma la que les permitió la utilización de materiales que resultan contaminantes. Así las cosas, podríamos concluir que las conductas contaminantes son penalmente relevantes, que incluso superan el principio de lesividad, pero definitivamente el Dere-cho penal bajo este entendido, parece no ser la herramienta adecuada.

Será entonces el momento de que como sociedad ejerzamos una autorresponsabilidad no solo con la salud, sino con el medio ambiente que es proveedor de la supervivencia humana y seguro de la existencia de generaciones futuras.

A las autoridades ambientales y sanitarias, corresponde más que nunca, el ejercicio estricto de sus facultades y poderes, tanto en prevención como en sanción, y de las empresas es el momento de una verdadera responsabilidad social empresarial, porque la economía no puede marchar a costa de cualquier bien jurídico.

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22 De acuerdo con el “National Human Genome Research Institute”, “un virus es una partícula de código genético, ADN o ARN, encapsulada en una vesícula de proteínas. Los virus no se pueden replicar por sí

solos. Necesitan infectar células y usar los componencccctes de la célula huésped para hacer copias de sí mismos. A menudo, el virus daña o mata a la célula huésped en el proceso de multiplicación. Los virus se han

encontrado en todos los ecosistemas de la Tierra. Los científicos estiman que sobrepasan a las bacterias en razón de 1 a 10. Puesto que los virus no tienen la misma biología que las bacterias, no pueden ser

combatidos con antibióticos. Tan sólo vacunas o medicaciones antivirales pueden eliminar o reducir la severidad de las enfermedades virales, incluyendo SIDA, COVID-19, sarampión y viruela” (National Human

Genome Research Institute, s. f.).

23 Un virus puede tener una cadena de ADN o de ARN, estos ácidos nucléicos se disponen en forma de espirales más o menos largos y pueden encontrarse de a uno o de a dos. En el primer caso se denominan

“monocatenarios” y en el segundo caso “bicatenarios”. En los virus de ARN, estas cadenas se pueden orientar hacia la derecha (denominados de orientación positiva) o hacia la izquierda (de orientación negativa)

(Baldoví, García, & Grau, 2016).

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En estas difíciles épocas de pandemia y de amenazas a la salubridad pública, pero sobre todo de incertidumbre y desesperanza, se anhela que la gran mayoría de actores sociales colaboren, desde sus especialidades, a sobrellevar estas pesadas cargas que de manera inesperada nos correspondió asumir. Es por ello que los médicos, verdade-ros héroes de esta aciaga temporada, doblan o triplican sus turnos, renuncian a com-partir con sus familias, exponen sus vidas y destinan todo su capital intelectual y físico a cumplir perentoriamente el juramento hipocrático que orienta su profesión; los inge-nieros pasan noches en vela intentando diseñar respiradores mecánicos y nuestros policías y soldados se empeñan en repeler el aumento de la criminalidad.

En sentido contrario, de quien NO se espera protagonismo en estas particulares circunstancias es del Derecho penal, es aquí en donde el principio de intervención mínima o de ultima ratio debe brillar, fundamentalmente por dos razones. Por un lado, porque dado el intempestivo freno que se imprimió a la actividad judicial, las actuacio-nes de la Fiscalía deberían enfocarse primordialmente a casos relevantes, como aque-llos de extrema gravedad, los que amenazan prescripción o posibles episodios de corrupción relacionados con el abuso de las contrataciones directas; por otro lado, porque el uso irresponsable del ejercicio de la acción penal puede conllevar no solo a una absurda congestión judicial y al desperdicio de valioso capital humano y físico, sino a que, con el paso del tiempo, todos los ciudadanos terminemos judicializados.

En este escenario, hace algunas semanas se publicaron algunos videos que daban cuenta que la Sra. alcaldesa de esta ciudad capital, Dra. Claudia López Hernández, junto con su esposa, la senadora Angélica Lozano Correa, al ir juntas al supermercado violaron las normas que, paradójicamente, la primera de ellas había dictado, como primera autoridad distrital, para contrarrestar la propagación de la pandemia. La enorme difusión de tales vídeos generó, por una parte, el anuncio del Sr. Fiscal General de la Nación sobre la apertura oficiosa de investigación penal en contra de la burgo-maestra y, por otra, una denuncia ante la Corte Suprema de Justicia en contra de la senadora.

Este artículo tiene como finalidad informar sobre la enfermedad COVID-19 en térmi-nos epidemiológicos: agente causal, factores de riesgo, tasas de incidencia y de morta-lidad, estimaciones sobre incidencia y mortalidad en escenarios de implementación o ausencia de medidas de contingencia, para que, desde estos presupuestos científicos se genere conciencia sobre la importancia de las medidas de prevención del contagio o medidas de contención en la protección de la salud pública y del interés general limi-tando incluso, algunas libertades individuales.

La humanidad se enfrenta a una amenaza proveniente de un agente biológico de alto potencial de contagio, una pandemia que ha generado una emergencia sanitaria (que no ocurría desde la gripe española en 1918), en la que muchas personas enferman de manera grave en el mismo momento y en diferentes lugares del mundo, y que ha puesto en duda la capacidad de respuesta de los Estados y del modelo económico pre-dominante a esta situación. Esta enfermedad, que ha mostrado la vulnerabilidad de la sociedad del siglo XXI, se denomina Síndrome Respiratorio Agudo Severo por Corona-virus (SARS-CoV); sin embargo, se ha acuñado en todos los idiomas el vocablo “COVID” que corresponde al acrónimo en inglés de “Enfermedad por Coronavirus de 2019” (Coronavirus Disease-2019, COVID-19) y es esta la designación que se utiliza ampliamente para referirse al virus en sí mismo (lo cual es un error) y a la enfermedad SARS-CoV.

Pero ¿cuál es el agente biológico que ha causado una emergencia sanitaria de tales pro-porciones? Pues bien, se trata de un virus22 de la familia coronavirus (CoV), una familia de virus de ARN monocatenario de sentido positivo 23 que puede producir diversas pa-

Por: Olga Constanza Uñate SuárezBacterióloga, Especialista en Epidemiología, Especialista en Gerencia de la Salud Pública,Estudiante de Noveno Semestre de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia e integrante del Centro de Pensamiento Penal - Luis Carlos Pérez-, Polcrymed.

COVID-19 Y LA LIMITACIÓN A LAS LIBERTADES INDIVIDUALES:

UNA MIRADA DESDE LA EPIDEMIOLOGÍA

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tologías que afectan los sistemas respiratorio, digestivo, hepático y neurológico de severidad variable tanto en animales como en humanos.

Dentro de esta familia de coronavirus, se encuentran cuatro grupos, de los cuales inte-resa el Betacoronavirus, en el que se hallan los dos virus que han generado las crisis sanitarias de los últimos años: el que en 2012 ocasionó el síndrome respiratorio de Medio Oriente, conocido como MERS-CoV; y el que actualmente produce el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS-CoV) que, como ya se señaló anteriormente, se denomina comúnmente COVID-19 (Cortés, 2020). Estas enfermedades son de origen zoonótico, es decir, se encuentran en un reservorio animal silvestre (dromedarios y camellos en MERS-CoV y murciélagos y lémures en SARS-CoV) y es a partir de este reservorio, asintomático generalmente, que pueden ser transmitidos a los seres huma-nos o a los animales domésticos (Cortés, 2020).

Ahora bien, frente a los factores de riesgo de COVID-19, es decir aquellas condiciones que predisponen o hacen más vulnerables a los individuos de sufrir la enfermedad, al inicio de la pandemia parecía que la población mayor de 60 años sería la más afectada, sin embargo, el comportamiento epidemiológico ha permitido notar que no se trata exclusivamente de vulnerabilidades relacionadas con la edad sino también de aquellas relacionadas con el estado general de salud del individuo y de ciertas enfermedades crónicas de origen cardiovascular o respiratorio, o incluso de factores como la obesi-dad o la desnutrición, las que condicionan la aparición de un cuadro clínico grave.

No obstante, de acuerdo con la OMS, desde 2012 hasta el 30 de septiembre de 2019, el número total de casos de infección por MERS-CoV fue de 2468, de los cuales 851 han sido mortales (OMS, s. f.), amenaza que no se compara con el número de casos y muertes por COVID-19. Es así como, a la fecha de la escritura de este artículo, se han confirmado 12’995.624 de casos en todo el mundo, con 570.435 muertes, de la cuales 135.425 han ocurrido en Estados Unidos, 72.100 en Brasil y 44.915 en Reino Unido. En Colombia, se han reportado 150.445 casos con 5.634 muertes (Johns Hopkins Center for Systems Science and Engineering, 2020).

Sin embargo, los estudios sobre exposición y factores de riesgo se encuentran apenas en desarrollo y, mientras tanto, son necesarias todas las medidas de prevención que puedan implementarse, incluso cuando parecen excesivas y limiten algunas libertades individuales. Por lo tanto, y para quienes aún son escépticos y abogan por la continui-dad de las actividades en la “normalidad” como se conocía hasta ahora, investigadores de la Universidad de Pernambuco han diseñado un estudio que señala varios escena-rios epidemiológicos relacionados con la implementación de medidas de contingencia.

Según este estudio, para mediados de marzo de 2021, si no se realizará intervención o

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medida sanitaria alguna, la enfermedad COVID-19 tendría un 100% de riesgo de explo-sión, que probablemente ocurriría en nueve semanas, con una tasa de infección espe-rada del 34% de la población mundial (2.600 millones) y 67 millones de muertes, y con África como el continente más afectado. No obstante, en un escenario de apertura del comercio en Asia y mitigación moderada en los demás continentes, el riesgo de explo-sión de la enfermedad disminuiría a 55%, con una tasa de infección del 22% de la población mundial (1.700 millones) y 22 millones de muertes. Aun así, en el caso en que las medidas de mitigación se implementarán por igual en todos los continentes, el riesgo se reduciría a 7% de explosión, con una tasa de infección del 3% de la población mundial (223 millones) y 1.5 millones de muertes (Duarte, Siqueira, Oliveira, & Moura, 2020).

En este sentido, se advierte que cada vez más el cerco de la enfermedad se cierra y que las medidas de contingencia no son solamente necesarias sino obligatorias para el mantenimiento y la protección de la salud pública. El distanciamiento social, el uso de tapabocas, el lavado de manos y el confinamiento periódico podrían disminuir consi-derablemente la posibilidad de contagio, sin embargo, esta enfermedad ha demostra-do que las sociedades del siglo XXI no se encontraban preparadas para una emergencia sanitaria de esta envergadura, en tanto el sector salud adolece de falta de inversión estatal desde hace décadas y sin duda, este es el factor que dejará más víctimas; por ejemplo, ya se empieza a ver en Bogotá una ocupación de Unidades de Cuidado Inten-sivo del 90% que obligará a replantear las medidas de contención y tal vez a endurecer aún más las limitaciones a las libertades individuales.

Por lo tanto, es deseable que, una vez superada esta crisis -que no será pronto, puesto que para esta enfermedad la inmunidad de rebaño o inmunidad por contagio no parece ser efectiva y la única salida posible es la inmunización mediante vacunación, que puede tardar incluso dos años más- se reconsideren las prioridades en lo referente a la salud pública en tanto la falta de inversión y la improvisación tienen consecuencias en vidas humanas y es indignante que en un Estado Social de Derecho sean los eslabones más débiles de la sociedad, esto es, aquellos que deben salir y exponerse para proveer-se el mínimo vital, o aquellos privados de la libertad en condiciones de hacinamiento, o aquellos cuya comorbilidad crónica es la pobreza, quienes enfermen y mueran por la incapacidad estatal de mantener el orden público sanitario.

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REFERENCIAS:Baldoví, E. C., García, C. F., & Grau, C. S. (2016). Bacterias y virus de interés médico veterinario: análisis etimológico. Nereis: revista iberoamericana interdisciplinar de métodos, modelización y simulación, (8), 51–64.Cortés, M. E. (2020). Coronavirus como amenaza a la salud pública. Revista médica de Chile, 148(1), 124–126.Duarte, H., Siqueira, P., Oliveira, A., & Moura, M. (2020). Probabilistic Model for Quantitative Risk Assessment of COVID-19: the case of a patchy environment with poten-tial for migration between continents.Johns Hopkins Center for Systems Science and Enginee-ring. (2020). COVID Global Cases [Internet]. Accessed 2020 July 13.National Human Genome Research Institute. (s. f.). Virus. Recuperado 13 de julio de 2020, de https://www.genome.-gov/es/genetics-glossary/VirusOMS. (s. f.). Coronavirus causante del síndrome respirato-rio de Oriente Medio (MERS-CoV) — Reino de Arabia Saudi-ta. Recuperado 14 de julio de 2020, de https://www.who.int/csr/don/18-october-2019-mers-sau-di-arabia/es/

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Las medidas para prevenir y enfrentar el Covid-19 han cambiado drásticamente la vida en sociedad. El distanciamiento social ha reconfigurado los espacios de interacción social. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda al menos 1 metro de distancia, e invita al lavado frecuente de manos, ya que el virus es altamente contagio-so.

Sin embargo, es inviable adoptar estas recomendaciones en los centros penitenciarios y carcelarios (prisiones), que, como desde 1998 viene resonando en las decisiones de la Corte Constitucional, tienen un alto hacinamiento carcelario y su infraestructura carece de condiciones mínimas, como el acceso al agua o la adecuación de espacios apropiados para seguir las recomendaciones de los expertos en salud. Todo esto hace que las prisiones sean el lugar propicio para la lamentable propagación de este virus.Para solventar esta situación, el Gobierno Nacional expidió el Decreto 546 de 2020, el cual, pretende conceder la prisión y detención domiciliaria a personas que se encuen-tren privadas de la libertad por algunos delitos. No obstante, la lista de los delitos excluidos de este beneficio es tan larga que, hace nula la eficacia del decreto: la minis-tra de justicia estimó que alrededor de 4000 personas se beneficiarían, lo cual no es un dato significativa respecto a las cifras de hacinamiento.

En sus consideraciones, el decreto desarrolla detalladamente, desde fundamentos científicos, la necesidad de tomar medidas frente a la propagación del contagio en las prisiones. Sin embargo, en la toma de decisiones se muestra la negligencia al suponer que, con el hecho de decidir sobre un asunto, la responsabilidad constitucional de tomar medidas tendientes a proteger la vida y la salud de las personas privadas de la libertad se encuentra cumplida, en otras palabras, el gobierno expide un decreto sin apropiarse de sus impactos en la realidad.

Esto recuerda la importancia de tener en cuenta las dimensiones del derecho al mo-mento de la toma de decisiones. Es bien conocida la categorización tripartita que ase-gura que el derecho puede ser analizado desde la justicia, la validez y la eficacia. Cada una de estas categorías es asimismo una herramienta útil al momento de la creación

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Por: Michael Stiven Reyes BarretoAbogado de la Universidad Nacional de Colombia.Investigador junior del Centro de Pensamiento Penal –Luis Carlos Pérez-, Polcrymed.

DECRETO 546DE 2020:¿UNA DISCUSIÓN PASADA DE MODA?

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normativa.

La justicia, al expedir normas, se refiere a la coherencia con valores de mayor importan-cia dentro de una sociedad -debido a la dificultad de conciliar las diferentes perspecti-vas sobre justicia, se toma en consideración los valores que ya se encuentran positivi-zados en la Constitución Política-, conformándose de esta manera el criterio axiológico que deberán seguir las normas tanto en su creación como en su aplicación.

La validez remite a la existencia de las normas y los mecanismos adecuados para que nazcan a la vida jurídica. Por último, la eficacia mira la relación entre derecho y socie-dad, no sólo se conforma con la existencia y la coherencia con ideales, sino que estudia los efectos sociales de la norma.

Bajo estas dimensiones, las medidas tomadas frente a la crisis carcelaria y el Covid-19 son insuficientes. Es momento de que el gobierno adopte medidas no sólo coherentes normativamente, sino coherentes con la realidad. A diferencia del uso del conocimien-to experto que tomó en consideración para evaluar la gravedad del problema en salud, en la elaboración del decreto, evidentemente, no se tuvieron en cuenta las considera-ciones de los expertos en la materia; pareciera que el conocimiento de las ciencias sociales pudiera prescindirse, lo que visiblemente es una consideración equivocada.

Un grupo de expertos en derecho penal y criminología manifestaron por medio de un documento que titularon “Rumbo a un genocidio carcelario” la inviabilidad del Decre-to 546 de 2020 para solventar la crisis humanitaria latente en las prisiones. En estas condiciones, la pena de prisión desborda su fin preventivo, pues los reclusos, debido a las pésimas condiciones de estos centros, tienen la posibilidad de perder su vida pur-gando una condena: el Estado con su omisión está condenando a muchos reclusos a la pena de muerte. No obstante, no estoy diciendo que todo está perdido, sino que invito a tener en consi-deración los efectos sociales de las normas y su efectividad respecto al fin que preten-den alcanzar. No basta la coherencia normativa, pues de la eficacia de una norma, depende su justicia.

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Aunque no es poco, ya es lugar común señalar que la pandemia producida por el SARS-CoV 2 (Covid-19) debeló la crisis oculta y esquelética del sistema social, político y económico en el que nos encontramos. Las banderas rojas en las ventanas, signo de S.O.S. en muchas de las casas del país; el detestable espectáculo de la fuerza pública haciendo uso arbitrario de la violencia sobre personas en condiciones extremas de vul-nerabilidad; la negligente atención de las personas privadas de la libertad y; la morbo-sa forma de naturalizar mediáticamente los presuntos delitos electorales en los que se encuentra actualmente el Gobierno Nacional, hoy, debe llenar por mucho la reflexión, análisis, indignación y acción de los estudiosos de la conflictividad social en Colombia.

Empecemos por el principio; nadie esperaba una pandemia, menos un gobierno en crisis de legitimidad24 menos una sociedad abstraída de su condición política, y mucho menos, una academia imbuida en sus cálculos analíticos sobre los problemas sociales. La crisis rebeló, no sólo el rostro de la miseria que el sistema social deja a su paso, especialmente en poblaciones sin Estado, sino también, la endémica actuación de las instituciones para soportar medianamente una crisis de salubridad.

Una vez se decretó el confinamiento obligatorio en casi todos los lugares del país y se destinó, a su vez, dineros para paliar la emergencia social producida por el virus, la sociedad observó con la boca abierta lo que un país oculta cuando la desigualdad social impone cargas sobre grupos poblacionales como los migrantes, los desplaza-dos, los habitantes de calle o los trabajadores informales, básicamente población flotante.

Desde antes que el Covid-19 se manifestara, ya reinaba un cierto caos social aceptado. En la cuestión criminal, por ejemplo, la negación humana en las cárceles del país reitera-ba el caso omiso que las instituciones gubernamentales hacían de la voz razonable de la Corte Constitucional; ya rondaba la delincuencia empresarial por los grandes nudos

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Por: Oscar Javier Trujillo OsorioAbogado de la Universidad Nacional de Colombia.Investigador del Centro de Pensamiento Penal –Luis Carlos Pérez-, Polcrymed.

LA EXCEPCIÓN COMO NORMA DENTRO DE LA CRISIS PANDÉMICA DEL COVID-19: LA EXCEPCIÓN COMO NORMA DENTRO DE LA CRISIS PANDÉMICA DEL COVID-19:

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24 Para noviembre de 2019, según encuesta Invamer registrada por el periódico El Tiempo, la desaprobación del gobierno del actual presidente Iván Duque Márquez alcanzó un 69%, desaprobación respaldada por

un manejo regular sobre temas como corrupción, desempleo e inseguridad, entre otros (Tiempo, 2019).

Aunque no es poco, ya es lugar común señalar que la pandemia producida por el SARS-CoV 2 (Covid-19) debeló la crisis oculta y esquelética del sistema social, político y económico en el que nos encontramos. Las banderas rojas en las ventanas, signo de S.O.S. en muchas de las casas del país; el detestable espectáculo de la fuerza pública haciendo uso arbitrario de la violencia sobre personas en condiciones extremas de vul-nerabilidad; la negligente atención de las personas privadas de la libertad y; la morbo-sa forma de naturalizar mediáticamente los presuntos delitos electorales en los que se encuentra actualmente el Gobierno Nacional, hoy, debe llenar por mucho la reflexión, análisis, indignación y acción de los estudiosos de la conflictividad social en Colombia.

Empecemos por el principio; nadie esperaba una pandemia, menos un gobierno en crisis de legitimidad24 menos una sociedad abstraída de su condición política, y mucho menos, una academia imbuida en sus cálculos analíticos sobre los problemas sociales. La crisis rebeló, no sólo el rostro de la miseria que el sistema social deja a su paso, especialmente en poblaciones sin Estado, sino también, la endémica actuación de las instituciones para soportar medianamente una crisis de salubridad.

Una vez se decretó el confinamiento obligatorio en casi todos los lugares del país y se destinó, a su vez, dineros para paliar la emergencia social producida por el virus, la sociedad observó con la boca abierta lo que un país oculta cuando la desigualdad social impone cargas sobre grupos poblacionales como los migrantes, los desplaza-dos, los habitantes de calle o los trabajadores informales, básicamente población flotante.

Desde antes que el Covid-19 se manifestara, ya reinaba un cierto caos social aceptado. En la cuestión criminal, por ejemplo, la negación humana en las cárceles del país reitera-ba el caso omiso que las instituciones gubernamentales hacían de la voz razonable de la Corte Constitucional; ya rondaba la delincuencia empresarial por los grandes nudos de corbata del país; ya se balanceaba la violencia del narcotráfico por las tierras del despojado; ya rondaba el fraude electoral ceremonia tras ceremonia detrás del voto; ya la fuerza policiva y militar desplegaba su armamento sobre el pandillero sin oportu-nidades o el campesino empujado al conflicto y; ya teníamos un Estado secuestrado, creando leyes para favorecer intereses y encerrando la miseria en lugares de confina-miento, ya lo teníamos.

El Covid-19, visto como fenómeno de masas y efecto social de la mediatización, hizo lo que las teorías del control y el paradigma del “Estado seguro” y el “ciudadano amenaza-do” (Londoño Carvajal, 2011) siempre han hecho; reafirmar una simbología teleológi-ca de la urgencia. Por un lado, la progresiva reflexión en torno a lo que deja la pande-

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mia al descubierto desde la academia, no subsana lo que el poder político desarrolla en Estados de excepción, aunque lo explica: la imposición de medidas a largo plazo que ahondará la búsqueda de seguridad y defensa.

En efecto, la historia se reescribe con la pandemia actual; la fuerza como imposición de lo urgente vuelve a insinuar la siempre “necesidad” de seguridad que recae sobre el miedo generalizado al delito, a la miseria o a la enfermedad. En esa lógica, podrá decir-se que, ante aquel miedo al contagio explicado desde la biopolítica foucaultiana (López, 2013), congrega una vez más en matrimonio las medidas paliativas contra la enfermedad, la miseria y el crimen en una sola. Sin lugar a dudas, será delito estar enfermo y como nos demuestran las medidas tomadas en China, donde la fiebre genera sospecha, en Colombia ser pobre, ser enfermo y ser migrante, tendrá un efecto sobre el sistema construido sobre sus mismas contradicciones.

El defecto mayor será el silencio del burdo acontecimiento de esta biopolítica que trata la enfermedad como una guerra y, como señala a voz Carolina Martínez Molina, politó-loga de la Universidad Nacional, se enfocará específicamente en los sistemas y no en los enfermos, pues, lo tasable no será mejorar las condiciones de sanidad de las perso-nas enfermas o propensas al delito, sino la capacidad del sistema médico y carcelario para sostener un control desde una simbología teleológica de lo urgente.

En el momento en el que se decretaron medidas excepcionales para solventar un fenó-meno coyuntural inesperado como el Covid-19, se normalizó la militarización de la vida, incluyendo la interpretación del hábitat como trinchera, creando discursos sobre la economía de guerra25, y transfigurando una vez más el sentido común hacia la necesi-dad del autoritarismo, tal como indicó Byung Chul Han recientemente sobre el caso asiático26 y, como observa Agamben desde la óptica de la restricción de las libertades en Italia con ocasión de la pandemia:

hay una tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno. El decreto-ley aprobado inmediatamente por el gobierno “por razones de salud y seguridad pública” da lugar a una verdadera militarización “de los municipios y zonas en que se desconoce la fuente de transmisión de al menos una persona o en que hay un caso no atribuible a una persona de una zona ya infectada por el virus. (Agamben, 2020, p. 18).

La enfermedad en ese sentido pasa a fomentar la ya aclimatada idea del riesgo, pues, del miedo al contagio surge la demanda de restricción de libertades y de criminaliza-ción de los factores incidentes de peligro que, en este caso, se focalizan en la ya men-

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25 A propósito de esta interpretación de la crisis económica aparece el cuestionable decreto excepcional denominado Hipoteca Inversa, “Por el cual se reglamentan las condiciones de operación de la hipoteca

inversa y la renta vitalicia inmobiliaria”. En dicho decreto, fuertemente agenciado por el sector financiero, se estaría haciendo uso de la crisis de las personas de tercera edad que, al no tener ingresos para su vejez,

pondrían en hipoteca sus casas a un banco (con condición de plazo de entrega como venta) con el fin de obtener una cifra mensual que solvente sus gastos inmediatos.

26 Recientemente, en entrevista hecha por el diario El País de España, el filósofo Surcoreano Byung Chul Han señaló que, uno de los aspectos interesantes sobre el tratamiento político y social del Covid-19 en Asia

es que es diferente de los países occidentales, pues, para él, “la conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente inexistente”, refiriéndose al caso particular de China, pues, allí, “ Cada ciudadano

debe ser evaluado consecuentemente en su conducta social. En China no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté sometido a observación” (Chul Han, 2020). (Subrayado propio del texto)

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REFERENCIAS:Agamben, G. (2020). La invención de una pandemia. En La sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 17-20). ASPO.

BID. (2020, mayo 25). Los problemas de salud, la pobreza y los desafíos de COVID-19 en América Latina y el Caribe. Ideas que Cuentan. https://blogs.iadb.org/ideas-que-cuen-tan/es/los-proble-mas-de-salud-la-pobreza-y-los-desafios-de-covid-19-en-america-latina-y-el-caribe/

cionada población flotante. En efecto, la vulnerabilidad será una agenda de trazabili-dad de la ley penal como supuesto necesario que, en Latinoamérica, no será un episo-dio nuevo y esporádico.

En América Latina, en donde más se acentúa un sistema social fuertemente estratifica-do27 , el aspecto que definirá la criminalización es la fuente de las mediciones de la enfermedad, pues por obvias razones, los pacientes saldrán urbanamente hablando desde los barrios más pobres. En el caso colombiano, como es sabido, hasta la fecha (julio de 2020), concretamente en su capital, Bogotá, las localidades con mayor conta-gio de COVID-1928, son aquellas en las que azota en mayor medida la criminalidad de alto impacto en tiempos ordinarios como el homicidio29, lo que hace que se reafirmen las tres condiciones necesarias para desplegar el uso de la fuerza en función de la segu-ridad y defensa: la enfermedad, el delito y la miseria necesarias para desplegar el uso de la fuerza en función de la seguridad y defensa: la enfermedad, el delito y la miseria30.

En últimas, ante ello, y como en todos los tiempos de crisis, será necesario reevaluar los principales puntos de los debates académicos, incluyendo la revisión de la posible inmovilidad de muchos sectores frente a las situaciones sociales que aquejan la impo-sición de medidas en tiempos excepcionales, incluyendo aquellas puestas en la mesa como distractores para el mejoramiento de las imágenes gubernamentales en un con-texto de crisis, como la reciente ley sobre la cadena perpetua para violadores de niños en Colombia, que a su vez, muestra la irracionalidad de medidas legislativas en función del espectáculo, mientras avanzan las verdaderas medidas que tratarán de normalizar la criminalización en los factores que hoy reportan el riesgo, como la enfermedad como delito para perseguir y arrinconar aún más a la gente pobre.

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27 En América Latina, factores como la pobreza, la enfermedad y la educación (problemas arraigados estructuralmente) complican las respuestas implementadas por los gobiernos de turno, que de por sí, en

algunos casos resultan más perjudiciales que beneficiosos, como el levantamiento de las restricciones de movilidad sin políticas de bioseguridad necesarias para la protección de la mayoría de la población (BID,

2020).

28 “La localidad de Kennedy registra el 19,3 % de los casos de la ciudad (n= 7.063), Bosa, el 10,1 % (n=3.678), Suba el 9,8 % (n= 3.588), Ciudad Bolívar el 8,2 % (n=3.002) y Engativá con el 7,7 % (n= 2.804)”

(Observatorio de Salud de Bogotá, 2020)

29 Un informe de seguridad reseñado por periódico El Tiempo acerca de los lugares en donde más se comenten delitos de homicidio, como delito de alto impacto son las localidades Ciudad Bolívar, Kennedy, Usme,

Rafael Uribe Uribe, entre otros. Los de hurto, por ejemplo, se presentan en barrios Usaquén, Chapinero y Kennedy. (Tiempo, 2018).

30 Un criterio a tener en cuenta referente a la enfermedad y el delito en localidades vulnerables es el desplazamiento de población migrante, la ingente necesidad de trabajar fuera de sus hogares y, la fuerte

consolidación de grupos delincuenciales con ocasión de la falta de inversión en políticas públicas que mejoren las condiciones materiales de dicha población.

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REFERENCIAS:

Chul Han, B. (2020, marzo 22). Coronavirus: La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín [El País]. https://elpais.com/i-deas/2020-03-21/la-emergencia-vi-ral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html

Londoño Carvajal, G. (2011). Estado seguro—Ciudadano amenazado: El paradigma de la seguri-dad y sus gestos simbólicos. Revista Internacional de Filosofía, 119-129.

López, C. (2013). La biopolítica según la óptica de Michel Foucault. Alcances, potencialidades y limitaciones de una perspectiva de análisis. Revista de filosofía y teoría política contemporá-neas, 1, 111-137.

Observatorio de Salud de Bogotá. (2020, julio 6). Casos confirmados de COVID-19 | SALUDA-TA. http://saludata.saludcapital.gov.co/osb/index.php/datos-de-sa-lud/enfermedades-trasmisibles/covid19/

Tiempo, C. E. E. (2018, marzo 30). Este es el mapa del crimen en Bogotá. El Tiempo.

https://www.eltiempo.com/bogota/este-es-el-mapa-del-crimen-de-la-ciudad-199576

Tiempo, C. E. E. (2019, noviembre 8). Aprobación de Duque está en 26 %, y la desaprobación en 69 %: Invamer. El Tiempo. https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/desaproba-cion-del-presidente-ivan-duque-esta-en-69-dice-encuesta-431642

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El centro de pensamiento pone a disposición de toda la comunidad académica el texto denominado: “RUMBO A UN GENOCIDIO CARCELARIO”, cuyo manifiesto fue suscrito por los más importantes profesores del pensamiento penal actual, dada la gravedad de las condiciones actuales de privación de la libertad para los reclusos y el personal penitenciario afectados por el Coronavirus Covid-19 en Colombia.

RUMBO A UN GENOCIDIO CARCELARIO

Manifiesto en contra del Decreto 546 de 2020 y en pro de la mejora real de las condiciones de privación de la libertad para los reclusos y el personal

penitenciario afectados por el Coronavirus.

Quienes suscribimos esta declaración, en nuestra condición de docentes e investigadores en los ámbitos del derecho penal, la criminología y la política criminal en diversas instituciones de educación superior del país, de estudiosos independientes o de profesionales vinculados con el servicio de la Justicia, pero, sobre todo, como seres humanos,

MANIFESTAMOS:

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PRIMERO: Que es necesario expresar nuestro repudio a la actitud indolente del Gobierno Nacional y la Fiscalía General de la Nación frente a la población carcelaria y a los trabajadores vinculados al sector penitenciario del país, hoy gravemente afectados como consecuencia de la pandemia del coronavirus COVID-19 que azota a toda la humanidad.

SEGUNDO: Que nos indigna la pantomima y el sórdido espectáculo que esos entes han montado frente a esta situación de riesgo excepcional, exhibiendo una supuesta preocupación por las personas privadas de la libertad, pero demostrando, con todos sus actos, absoluta indiferencia para con la suerte que puedan correr la vida, la salud y la dignidad de esta población. Una mirada al Decreto 546 del 2020, a través del cual se prometía resolver la crisis de salud pública que comienza a azotar los centros carcelarios y penitenciarios, demuestra su total inutilidad e ineficacia.

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TERCERO: Que el texto referido describe con suficientes razones la gravedad de las circunstancias que determinan la emergencia carcelaria y enumera los derechos humanos que se encuentran amenazados. Además, él detalla las condiciones de reclusión que no pueden ser más alarmantes, cuando advierte que el confinamiento y el hacinamiento “convierten a los establecimientos penitenciarios y carcelarios en una zona de transmisión significativa del coronavirus COVID-19, que puede poner en riesgo la salud y la vida de todas las personas que interactúan en dicho entorno”, debido a la absoluta imposibilidad de implantar –en las actuales condiciones– las medidas esenciales para prevención del contagio en la mayoría de los casos.

CUARTO: Que en ese contexto las circunstancias que ameritan la sustitución de la pena y la detención –que es también sustancialmente una pena anticipada– intramurales, por la privación de la libertad en el domicilio, están plenamente justificadas –enfermedades preexistentes, discapacidades, y mujeres en embarazo o de parto reciente–; y, además que el número de las personas recluidas no puede sobrepasar conforme al espacio disponible en donde están privados de la libertad, al número que recomiendan en espacios cerrados las medidas sanitarias, por cuanto corresponden a los casos de riesgo real de muerte en el evento de contraer Coronavirus, según la opinión calificada y reiterada de la Organización Mundial de la Salud, los informes institucionales y los múltiples estudios científicos sobre la pandemia.

QUINTO: Que después de todo este discurso, es inaceptable que el Decreto termine por vincular tantas excepciones para acceder a la reclusión domiciliaria, que lo hacen inútil e ineficaz para el propósito que lo informa. Además, todas ellas discriminatorias, populistas y, por ende, ilegítimas. De esta forma, se da la apariencia de que el gobierno se ocupó del conflicto, que tuvo sensibilidad respecto del mismo, que salvaguardó los derechos humanos en riesgo y dio una solución salomónica, esto es, justa, necesaria, proporcional y humana, cuando en realidad todo es una grosera mentira inscrita en lo que se conoce como el uso simbólico del Derecho.

SEXTO: Que todas esas barreras impuestas a la medida extramural son ilegítimas, porque los derechos a la vida y a la salud no puedan ser afectados ni puestos en peligro por el Estado, porque ni la pena ni la detención preventiva autorizan su limitación y, mucho menos, su sacrificio. Por tanto, omitir su

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EXIGIMOS:PRIMERO: Que, en desarrollo de las precisas facultades constitucionales previstas en el artículo 215 se modifique –a la mayor brevedad– el Decreto 546 de 2020 para derogar todas las barreras que impiden el acceso efectivo a la reclusión domiciliaria y se garanticen de forma real y efectiva la salud y la vida tanto de la población carcelaria como de los trabajadores del sector penitenciario.

SEGUNDO: Que, en uso de esas mismas potestades constitucionales, se adopten protocolos y medidas urgentes, reales y serias, concertados con todas las partes involucradas (en especial reclusos y personal penitenciario) encaminados a introducir herramientas que –de verdad– sirvan para garantizar la vida de quienes deban permanecer en reclusión, incluidos todos sus custodios.

TERCERO: Que toda la sociedad civil y los medios de comunicación social, en especial estamentos como la Procuraduría General de la Nación, la Defensoría del Pueblo, las universidades, las iglesias y todos los organismos nacionales e internacionales encargados de velar por el respeto y la preservación de los derechos humanos, se pronuncien en frente a esta tragedia que embarga a las prisiones colombianas y acompañen nuestros respetuosos pedimentos,

Como consecuencia de lo anterior, nos suscribimos hoy 21 de abril de 2020:

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debida protección es una extralimitación al ejercicio de la privación de la libertad, aniquilando con ello la legalidad, la humanidad y la proporcionalidad, que son sus requisitos constitucionales de legitimidad, máxime si con ello se profundiza el gravísimo estado de cosas inconstitucional en las prisiones colombianas ya declarado –en forma reiterada– por la Corte Constitucional.

SÉPTIMO: Que, así las cosas, obligar a cualquier persona a encarar el peligro para la vida, real y cierto, en las condiciones actuales, significa someterla a situaciones equiparables a una pena de muerte. Se produciría, pues, un verdadero genocidio carcelario como lo advirtió estos días el profesor Eugenio Raúl Za�aroni; y, también, se confirmaría la admonición del jurista italiano Luigi Ferrajoli, cuando expresa que los castigos, por irrogar dolores excesivos y despóticos, conllevan muchas más injusticias que los delitos cometidos.

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ADHERENTES INTERNACIONALESLuigi Ferrajoli

Filósofo del Derecho.

José Hurtado PozoProfesor Emérito Universidad de Fribourg, Suiza.

Perfecto Andrés IbáñezMagistrado Jubilado, Tribunal Supremo Español.

Eugenio Raúl Za�aroniProfesor y tratadista de Derecho Penal.

Boaventura de Sousa SantosSociólogo e investigador,

Catedrático Jubilado de la Universidad de Coimbra, Portugal.

Miguel Ontiveros Alonso.Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de Chiapas.

José Luis González CussacCatedrático de Derecho Penal, Universidad de Valencia, España.

Andrea Planchadell GargalloCatedrática de Derecho Procesal, España.

Ana Gabriela Braga Profa. Universidade Estadual Paulista- UNESP, Brasil.

Juan Manuel Alcoceba GilDocente Universidad Carlos III de Madrid, España.

José R. AgustinaUniversidad Internacional de Catalunya, España.

José Luis Guzmán DalboraProfesor de Derecho Penal, Chile.

Rodolfo Félix CárdenasCatedrático de Derecho Procesal Penal, Escuela Libre de Derecho

Miembro de número de la Academia Mexicana de Ciencias Penales.

Iván Meini MéndezProfesor Principal de Derecho Penal de la PUCP, Perú.

Juana del Carpio Delgado. Profesora titular de Derecho penal. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España.

Eduardo Demetrio CrespoCatedrático de Derecho Penal

Universidad de Castilla-La Mancha, España.

Javier Llobet RodríguezProfesor Jubilado Universidad de Costa Rica.

Mario Ramírez OrozcoProfesor universitario, Noruega.

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Vincenzo MilitelloProfesor Ordinario de Diritto Penale, Università di Palermo, Italia.

Fernando Miró LlinaresCatedrático de Derecho penal y director de CRIMINA de la Universidad Miguel Hernández de Elche.

Fernando A. FernandesUniversidade Estadual Paulista “Julio de Mesquita Filho” (UNESP), Brasil.

Iñaki Esparza LeibarCatedrático de Derecho Procesal, Universidad de San Sebastián España.

Héctor Claudio Silveira GorskiProfesor de la Universidad de Barcelona, España.

Pastora García Álvarez. Profesora titular de Derecho penal, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla.

María del Valle Sierra López.Profesora titular de Derecho penal. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla.

Víctor M. Macías CaroProfesor Ayudante, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España.

Rosmari Moreno Acevedo. Profesora de Derecho penal. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla.

Alejandro Rodolfo CillerueloDoctor en Derecho Penal.

Director Especialización en Derecho Penal, Universidad del Salvador, Argentina.

Nahuel Alberto Felicetti Docente investigador en el Instituto de Investigación de la Universidad del Salvador, Argentina.

Agustín López Resano Investigador del Instituto de Investigaciones de la USAL (Argentina).

Gabriel Raúl BustosSecretario de Juzgado Penal de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Raúl GarcíaInvestigador Penalista y Periodista.

Director de la Revista MATICES y Consultor Despacho Valores Jurídicos., México.

José Martín OstosCatedrático de Derecho Procesal, España.

David Sánchez Rubio Profesor de Filosofía del Derecho, Universidad de Sevilla, España.

Manuel Vidaurri AréchigaMiembro Academia Mexicana de Ciencias Penales, México.

Martín Alexander Martínez OsorioLa Universidad del Salvador, Argentina.

Alejandro de Pablo SerranoProfesor ayudante doctor. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España.

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Germán Venegas Díaz. Profesor de Derecho penal. Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, España.

Viviana Caruso Fontán. Profesora contratada doctora. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España.

Amalia Calderón Lozano. Profesora de Derecho penal. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España.

Carmen López Peregrín Profesora titular de Derecho penal. Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España.

Laura Zúñiga Rodríguez. Catedrática derecho penal, Universidad de Salamanca, España.

Julio Ballesteros Sánchez Doctor e investigador en derecho penal, Universidad de Salamanca, España.

Ignacio González Sánchez. Profesor de la Universitat de Girona, España.

Ezequiel María Ercole Abogado penalista e investigador, Instituto de Investigaciones de la Universidad del Salvador

(Argentina).

Miguel Díaz y García ConlledoCatedrático de Derecho penal, Universidad de León, España.

Esther Pomares CintasProfesora titular de Derecho penal, España.

Inés Olaizola Nogales. Catedrática de Derecho Penal de la Universidad Pública de Navarra.

Guillermo Portilla ContrerasCatedrático Universidad de Jaén, España.

John VervaeleProfesor de la Universidad de Utrecht, Holanda.

José Luis Díez RipollésCatedrático de la Universidad de Málaga, España.

Juan Luis Gómez ColomerInvestigador jurídico.

Iñaki Rivera BeirasDirector OSPDH, Barcelona, España.

José Manuel Paredes CastañónCatedrático de la Universidad de Oviedo, España.

Massimo DoniniProfesor de Derecho penal, Universitá degli Studi di Modena e Reggio Emilia, Italia.

Pilar Martin RiosProfesora titular, Universidad de Sevilla, España.

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ADHERENTES NACIONALES

Paz Francés LecumberriUniversidad Pública de Navarra, España.

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Jaime Sandoval FernándezProfesor Universidad del Norte.

Alfonso Cadavid QuinteroProfesor Universidad Eafit.

Ricardo Molina LópezProfesor Universidad de los Andes.

Francisco Javier Tamayo PatiñoProfesor Universidad de Antioquia.

Ricardo Posada MayaProfesor Universidad de los Andes.

Fernando Velásquez VelásquezAbogado penalista/columnista.

Armando Luis Calle CalderónProfesor Universidad de Antioquia.

Juan Oberto Sotomayor AcostaProfesor Universidad Eafit.

Diego Araque MorenoProfesor Universidad de Medellín.

C. Estanislao Escalante BarretoProfesor e Investigador de la Universidad

Nacional de Colombia.

Luis Eduardo Agudelo SuárezProfesor Unaula.

Juan Carlos Álvarez ÁlvarezUniversidad Eafit.

Bladimir Ramírez ValenciaUniversidad de Antioquia.

Cesar Alejandro OsorioPenalista y criminólogo.

Jesús Antonio Muñoz GómezCriminólogo.

Emiro Cáceres GonzálezDoctorando (Universidad de Salamanca).

Yennesit Palacios ValenciaDocente en derechos humanos.

Julio Darío Vélez LópezProfesor de Derecho penal, Universidad

Pontificia Bolivariana.

Carlos Jaime Taborda TamayoJuez 15 Penal del Circuito de Medellín.

Juan Ignacio Palacio NaranjoAbogado penalista.

César Augusto Otálvaro SánchezAbogado penalista.

Luis Fernando Vélez GutiérrezAbogado penalista.

Plinio Posada EchavarríaAbogado penalista.

Albeiro Pulgarín CardonaConstitucionalista.

Bryan Benavides HerreraUniversidad Tecnológica de Bolívar.

Yani Vallejo DuqueUniversidad San Buenaventura.

Alfonso Insuasty RodríguezUniversidad San Buenaventura.

Juan Fernando Gutiérrez MárquezUniversidad de Antioquia.

Juan Carlos Cantillo ArcónInvestigador (Universidad De León).

John E. Zuluaga TabordaInvestigador en Derecho penal y justicia

transicional.

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Ricardo Echavarría RamírezUniversidad Eafit.

Adriana Villegas ArangoAbogada penalista y profesora universitaria.

Einarco Morales CarpioProfesor universitario y abogado penalista.

Guillermo Arismendy DíazAbogado penalista.

José Fernando Botero BernalProfesor de Derecho Penal.

Edilberto Vanegas HolguínAcadémico y abogado penalista.

Guillermo José Ospina LópezProfesor UAC-Popayán.

Juan Esteban JaramilloProfesor Universidad de Antioquia.

Rubén Darío Triana S.Abogado litigante.

Alejandro Decastro GonzálezAbogado penalista.

Mario Nicolás CadavidProfesor de Derecho penal.

Darío Encinales AranaAbogado penalista.

Sandra Urrea OrlasAbogada penalista.

Ligia María Vargas Mendoza.Profesora Universidad de Los Andes.

Luis Bernardo Ruiz JaramilloProfesor Universidad de Antioquia.

Gabriel Fernando Roldán Restrepo.Juez Penal del Circuito, Medellín.

Andrés Botero BernalProfesor Universidad UIS

Rubén Darío Acosta OrtizDirector del Centro de Estudios Socio

Jurídicos Latinoamericanos CESJUL

Oscar Augusto Rincón MartínezAbogado penalista U. de A.�

Geovana Andrea Vallejo JiménezProfesora Unaula.

Diana Patricia Arias HolguínProfesora Universidad de Antioquia.

Carlos Hernán Ocampo G.Docente y abogado penalista.

Susana Escobar VélezUniversidad Eafit.

Orlando Mendoza GaleanoAbogado penalista.

Nicolás Süssmann HerránAbogado e investigador en el área penal.

Juan Carlos Trujillo Cabrera.Penalista, investigador visitante Instituto Max

Planck de Derecho Penal, Freiburg i. Br.

Roby Andrés Melo AriasProfesor de Derecho Penal, Universidad del

Tolima.

César Augusto López LondoñoAcadémico y abogado penalista en ejercicio.

Miguel Lamadrid LuengasProfesor de Derecho penal; investigador

Germán Pabón GómezProfesor e investigador de Derecho Penal.

Ingrid Lorena Parrado LealAbogada penalista.

Walter RiveraAbogado penalista.

Diana Restrepo RodríguezUniversidad San Buenaventura (Cali).

Juan Gonzalo Escobar MarulandaDirector Cátedra Unesco de Desarrollo

Humano sostenible.

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Karyn Lenis SanínDoctora en Derecho penal

Universidad de Sevilla (España).

Blanca Inés Uribe MesaTraductora e intérprete judicial (Países Bajos).

William Fredy Pérez ToroProfesor Universidad de Antioquia.

Gloria Liliana Pérez GaitánAbogada penalista.

Oscar Manuel Bernal Guarín.Abogado penalista y docente universitario.

Nicolás Ortega Tamayo. Abogado penalista y profesor.

Gloria Patricia Lopera MesaPhD en Derecho, estudiante doctorado en historia, Florida International University

David Enrique Valencia MesaProfesor Universidad de Antioquia

Marcela Gutiérrez QuevedoUniversidad Externado de Colombia.

Esteban Vásquez OrtizProfesor Politécnico de Antioquia.

Diana Paola Herrera ArroyaveProfesora Universidad de Antioquia.

Hernando Londoño BerríoProfesor Universidad de Antioquia.

Mauricio Martínez SánchezProfesor de Derecho penal y

constitucional-criminólogo de la Universidad Nacional de Colombia.

Julián Andrés Muñoz TejadaProfesor Universidad de Antioquia.

Julio Alberto González ZapataProfesor Universidad de Antioquia.

Álvaro Frías CruzAbogado penalista.

Gloria María Gallego GarcíaProfesora de Filosofía del Derecho, Eafit.

Mario Andrés Vásquez ArredondoDocente universitario y abogado litigante.

Ricardo Andrés Giraldo CifuentesDoctorando en derecho, Universidad Sergio

Arboleda.

Gabriel Ignacio GómezProfesor Universidad de Antioquia.

Julián Camilo Giraldo NaranjoProfesor Universidad de Antioquia.

Estefanía Osorio HernándezUniversidad la Gran Colombia, Sede Armenia.

Luis Fernando Tocora LópezCoordinador para Colombia de la Asociación

Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología.