Cienfuegos

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  • Guillermo Cabrera lvarezMayo 2013

    sta es una publicacin de la Rosa Luxemburg Stiftungy Para Leer en Libertad AC.

    brigadaparaleerenlibertad@gmail.comwww.brigadaparaleerenlibertad.com

    Cuidado de la edicin: Alicia RodrguezDiseo de interiores y portada: Daniela Campero

  • CAMILO CIENFUEGOS

    El hombre de mil ancdotas

    Guillermo Cabrera lvarez

  • Presentacin

    Dicharachero sano, en su humor no hay burla irnica,

    sino risa franca, con esa rara capacidad de ver el lado

    simptico de lo que nos rodea y encontrar una sonrisa

    de confianza y amistad en los momentos dif ciles, la frase

    oportuna o la respuesta ne cesaria y sagaz.

    Ernesto Guevara, entre las ms inolvida bles pginas

    que nos legara sobre su amigo y compaero de armas,

    destaca sta su ca racterstica. Che era tambin en gran

    me dida un humorista, su humor rioplatense de semboc

    justo en las mrgenes del chiste criollo a flor siempre en

    los labios de Ca milo y fue como un anticipo de presenta-

    cin con el pueblo cubano.

    No todas las ancdotas son sinnimo de alegra,

    muchas de ellas estn destinadas a la meditacin, surgi-

    das de la vida misma.

    La ancdota define un carcter y mucho ms, un

    temperamento. Fijan muchas ve ces conceptos y aprecia-

    ciones de la vida, delinean una posicin entrevista en la

    intimidad de un dilogo ocasional que ahora se retoma

    en la memoria de quien recuerda.

    Han sido recogidas de variadas formas, algunas

    re-escritas para ofrecer el contexto en que surgieron,

    otras respetando la evo cacin oral. Unas han sido ledas

    a lo largo de estos aos en que su presencia se nos hace

  • cada vez ms tangible; otras, las ms, las he odo por

    boca de sus padres, de sus amigos, de compaeros de

    armas, de per sonas que le conocieron fugazmente; tam-

    bin estn esas que carecen de autor propo, que confor-

    man la leyenda, pero en todas vibra una enseanza, un

    detalle que acerca de una manera perdurable a su per-

    sonalidad.

    Ernesto Guevara nos ha dejado una sem blanza

    nica. Deca: Camilo era un hombre de ancdotas, de

    mil ancdotas, las creaba a su paso con naturalidad;

    una su desen voltura y su aprecio por el pueblo a su per-

    sonalidad, eso que a veces se olvida y se desconoce, eso

    que imprima el sello de Camilo a todo lo que le pertene-

    ca, el dis tintivo precioso que tan pocos hombres al canzan

    a dejar, eso suyo, en cada accin.

    De ah el ttulo de esta coleccin de re latos y la ra-

    zn del propsito. Nuevas bs quedas enriquecern indu-

    dablemente este primer intento porque queda mucho en

    la memoria de quienes lo vieron cruzar, como el cometa

    en medio de las constelaciones, llameante, incendiando a

    su paso la atms fera de una poca de combate.

    El autor

  • 9

    Guillermo Cabrera lvarez

    Si inventramos un nombre

    Camilo es una figura legendaria, es la idea que yo tengo de Camilo, hasta de su mismo nombre nada comn, lle-no de fuerza y de poesa al mismo tiempo. Si nosotros inventramos un nombre para un personaje de leyenda le podramos poner el nombre de Camilo Cienfuegos. La misma muerte de Camilo, perdido en el mar, la manera de conmemorarla, echando una flor al agua y todas aquellas, sus hazaas, son acciones de leyenda.

    Narrado por Vilma Espin

    Su sombrero

    Un da llegu yo a caballo a donde ellos estaban: era el da que llevaba el animal para ensillrselo a Camilo, para que se trasladara de un lado a otro, y l coge y se pone mi sombrero y me dice que a m no me luca ese som-brero, que le luca, por ejemplo, al capitn Camilo, y se lo puso, se mir en un espejito y me dice: Qu chico? Ponte la gorra sta. Le digo:

  • 10

    Camilo Cienfuegos Bueno, me la llevar para la casa y me pondr otro sombrero que tengo all, que inclusive es mejor que ste que tengo puesto, que tiene unos cuantos aos ya.l se qued con el sombrero y yo lo miraba y me rea y l luego miraba que yo le estaba mirando el sombrero y l se rea y guiaba un ojo y le haca seas a los otros compaeros. Y l luego le haca seas a ellos de que yo estaba mirando el sombrero; parece que l pensaba que yo quera el sombrero, pero era mirando que le luca bien. Ese sombrero que Camilo traa era mo. Era mo y a m me era orgullo que a l le luciera bien, lo trajera, y que Camilo con ese sombrero luce ms bonito todava. Ese sombrero se lo regal yo, se lo regal yo en el sentido que l lo cogi y se lo puso y le qued bien, me mir y me dijo que le luca ms a l que a m y se qued con l.

    Narrado por Rafael Verdeca Lien

    Su cabalgadura

    El viaje no es muy largo, pero el mulo en que pienso ha-cer el regreso es vago y bruto como no hay dos, cuando vine tuve que apearme tres veces a empujarte, y eso que era loma abajo. Ahora que es tema arriba tendr que echrmelo a cuesta, como si fuera la mochila.

    De una carta a sus padres

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    Guillermo Cabrera lvarez

    Cumpleaos de 1954

    Del da de mi cumpleaos les dir que tuve quien me hi-ciera mis regalitos, pues Rafael me regal una corbata, la familia Tllez una camisa y unos calzoncillos y por otro lado un pasador y yugos. Suerte que tiene el Cubano.

    De una carta

    a su familia

    Qued muy bien Fulgencio

    Otra de sus cosas era con los perros, con los animales en general. Recuerdo ahora que, al poco tiempo del 10 de marzo, se apareci en casa uno. Lleg por la madrugada, de eso estoy seguro, porque Camilo, asociando la llega-da del animalito con la entrada de Batista por la posta 6 en una madrugada, le puso Fulgencio. Cuando se fue quisimos disimular y le decamos Negrito. Una vez le escribimos mandndole una foto y l contest: Qued muy bien Fulgencio. Cuando nos hacen un registro, ven la carta y me preguntan por Fulgencio y cuando le digo que Fulgencio es el perro, cmo se puso el guardia!

    Narrado por

    Ramn Cienfuegos

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    Camilo Cienfuegos

    Castigo inmerecido

    Reconozco que alguna vez fui injusto. Por ejemplo, el da que me comunicaron que Camilo haba mordido a una conserje del kindergarten. Lo llam. Le expliqu lo que pasaba. l no dijo ni esta boca es ma. Un mes lo tuve de penitencia. Despus supe, accidentalmente, que no ha-ba sido l sino un compaero al que quera mucho. Pero aguant el castigo; yo, que senta lstima, cuando hizo dos o tres trastadas, le deca: Te las perdono, a cuenta del castigo que cumpliste sin haberlo merecido.

    Narrado por

    Ramn Cienfuegos

    Qu les llevan?

    Era el segundo domingo de mayo y en el campamento rebelde del comandante Camilo Cienfuegos se planifi-caban las prximas acciones en el llano para batir a la tirana. Dos jvenes se le acercan, son muchachos de la zona que se han unido al movimiento en los montes. Comandante, usted podra darnos un permiso para llegarnos a ver a nuestras madres? El comandante rebelde alza la vista y se tropieza con los ojos de Armando Garca y Jess Cervantes.

  • 13

    Guillermo Cabrera lvarez Bien, pueden ir, pero no tarden... Enseguida, Comandante... y dieron la espalda para retirarse. Camilo, como un relmpago, volvi a detenerlos. Un momento... qu les llevan? Los jvenes se miraron. Nada... Y cmo piensan ustedes ver a sus madres sin llevarles nada... No, y no... cojan estos veinte pesos, re-prtanlo y llvenles algo.

    Narrado por Antonio, ico, Cervantes

    Prometi no alegrarse ms

    Cuando el cicln del 44 era muy nio y nunca haba vis-to un cicln. Estaba loco por saciar su curiosidad. Yo le deca: Nio, los ciclones son peligrosos, le tumban las casas a las personas y causan mucho dao.

    Ni quin lo convenciera. Vino el cicln y pasamos todo el tiempo con la puerta semiabierta. Cuando todo termin y salimos a la calle, lo primero que vio fue la casa de un compaerito a quien quera mucho, o mejor dicho, lo que quedaba de la casa, que se haba cado. A la familia no le pas nada, pero Camilo se entristeci y prometi no volverse a alegrar por la llegada de un cicln.

    Narrado por Ramn Cienfuegos

  • 14

    Camilo Cienfuegos

    Te lo doy para que lo gastes

    Cuando Camilo ordenaba a algn compaero una mi-sin en la ciudad, le facilitaba dinero con que poder co-mer durante el tiempo que demorara la encomienda.

    ico, uno de sus hombres, utilizado mltiples veces para entrar y salir de la ciudad de Bayamo, deba burlar el cerco de los guardias y sacar del pueblo alimen-tos, medicinas, y otros tiles necesarios para las tropas que operaban en los montes. El enlace, en la conciencia de que el dinero que le daban era necesario para otras cosas, escasas veces lo utilizaba y lo entregaba ntegro.

    Por otra parte, en varias ocasiones llegaba a casas de campesinos conocidos por l y solicitaba el plato de comida para continuar la misin. En una ocasin, Camilo, bastante contrariado, le llam a su presencia.

    Oye le dijo me parece que te ests comiendo la comida de los campesinos y eso no es bueno. Yo te doy dinero para que lo gastes y no para que me lo devuelvas y vayas a pegarles la gorra. No quiero que se repita.

    Narrado por

    Antonio, ico, Cervantes

  • 15

    Guillermo Cabrera lvarez

    Combatir el tedio

    Se acercaba el fin de diciembre de 1957. Eran esos das silenciosos donde la nostalgia invade a los hombres ale-jados de sus familiares. El jefe del primer pelotn de la Columna 4, capitn Cienfuegos, moviliza 3 de sus hom-bres; Haroldo Cantallops y Fernando Virelles montan a do la cancin Por el camino verde, muy popular por esos das; ellos dos, ms Guevara, (debe ser Ernesto Guevara conocido por Ttiro o ngel Guevara), forma-ran un tro; Ramn, Nen, Lpez y Luis Olazbal fungi-ran de guaracheros; Flix Mendoza, el Bazuquero, hara de maestro de ceremonias; los hermanos Zenn Merio (muertos en la invasin) y Tempo Mermo (cado en el combate de la Otilia) formaran otro do. Como cierre del acto Vitalio Acua (Joaqun en la guerrilla de Che en Bolivia) improvisara puntos guajiros. Todos los hombres del pelotn de Cienfuegos te-nan una ocupacin en la fiesta. Una de las invitaciones, dirigida al armero de la Sierra y redactada de puo y letra del jefe de pelotn an se conserva; dice: Sr. Tllez y sra. El Pelotn No. 1 de la Col. 4 Tiene el honor de invitarle a usted a las fiestas de Nochebuena que se celebrarn en el cuartel situado en La Pata de la Mesa,

  • 16

    Camilo Cienfuegos

    AMENIZARN

    1) Do Vanguardia (Haroldo y Virelles)2) El tro Rebelde (Haroldo, Virelles y Guevara)3) Los Guaracheros del 26 (Nene y Luis)4) Los Merengueros de Mendoza5) Do Hermanos Merio6) Luis Olazbal (el dinamitero bailarn)7) Vilo Acua (puntos guajiros)

    Acompaamiento a cargo de la orquesta

    CUBA LIBRE

    Flix Mendoza (maestro de ceremonia) Se tomarn fotos para la posteridadMaestro fotgrafo (Guillermo Vega) Se admiten colaboraciones artsticas

    Cap. Camilo.

    Datos tomados de la oficina

    de asuntos histricos

    del Consejo del Estado

  • 17

    Guillermo Cabrera lvarez

    Deuda pagada

    A ustedes me dirijo, puesto que ante ustedes, como principales gerentes de esa casa, empe mi palabra, con respecto al pago de los $153.56 que desde esta ciu-dad hara, ya que en el momento de dejar esa casa, muy a pesar mo, me era imposible realizar esa liquidacin.

    (...) Adjunto a estas lneas, les envo el importe de ciento cincuenta y tres pesos con cincuenta y seis centa-vos ($153.56) pago total por el valor de las compras que en esa casa, Sastrera El Arte, realic en el tiempo que de ella fui empleado.

    (...) Ya realizada esta operacin, podr sentirme verdaderamente tranquilo, sabiendo que esa mancha que sobre mi apellido pesaba, materialmente est bo-rrada (...)

    De una carta a los dueos de su antiguo trabajo

    El bando comeln

    Camilo tena hambre y quera comer; tuvimos fuertes broncas con Camilo porque quera constantemen-te meterse en los bohos para pedir algo y, dos veces, por seguir los consejos del bando comeln estuvimos a punto de caer en las manos de un ejrcito que haba asesinado all a decenas de nuestros compaeros.

  • 18

    Camilo CienfuegosAl noveno da, la parte glotona triunf; fuimos a un boho, comimos y nos enfermamos todos, pero entre los ms enfermos, naturalmente, estaba Camilo, que haba engullido como un len un cabrito entero.

    Narrado por Ernesto Che Guevara

    Tena una reservita

    El campamento rebelde es actividad. Los combatientes se disponen a marchar a un combate.

    El rebelde Horacio Gonzlez Polanco, a quien Camilo haba apodado cariosamente el Mulato, pese a que la pigmentacin de su piel no corresponda a la de-signacin, se lamentaba junto al teniente de largas barbas.

    yeme, con qu gusto me tomara un jarro de caf con leche...!

    Camilo, que no participara en la accin, le sonri y sin decir palabra alguna, se retir lentamente, hacia el rincn del monte donde colgaba la hamaca. Polanco se dispona ya a partir junto con el resto de los combatien-tes seleccionados para la accin, cuando, desde lo alto de un promontorio, oy una voz conocida, que gritaba:

    Mulato, antes de irte, pasa por aqu...Polanco cruz con sus descalzos pies el tramo que les separaba y se aproxim. Frente a l, extendiendo en la mano un jarro, le sonrea Camilo.

    Esto vale un tesoro!, dnde lo conseguiste?

  • 19

    Guillermo Cabrera lvarezNada, tena una resevita de lata de leche, y la

    sangr... Narrado por

    Horacio Gonzlez Polanco

    El cartuchito de frijoles

    Despus de Uvero nos quedamos enterrando los muer-tos, porque sa era la misin de la vanguardia. El resto de la columna continu retirndose y cogimos en un al-tico atravesado, y all les dimos sepultura.

    Camilo mand a recoger y alcanzar a la tropa, y al poco rato la pasamos y volvimos a ocupar la vanguardia. Eso de andar alante siempre tiene sus ventajas, porque ese da, por ejemplo, cruzamos por un boho abandona-do y haba un cartuchito y Camilo lo recogi, le ech un vistazo dentro y coment:

    Qu bueno, encontramos frijoles!Vctor Mora vio una maceta de arroz para semilla

    y la carg tambin y nos cargamos esas dos cosas pen-sando en el banquete que nos bamos a dar con el arroz y los frijoles.

    Cuando llegamos fuimos a preparar lo que traa-mos y result que los frijoles que vio Camilo, que era un hombre de la ciudad, no eran frijoles sino semillas de jcaro para sombrear el caf. El arroz tambin fue im-posible cocinarlo y pasamos en blanco esa noche.

    Narrado por Walfrido Prez

  • 20

    Camilo Cienfuegos

    Hay que guardar

    Cuando se consegua alguna comida, los combatientes acostumbraban a hartarse y abandonaban posterior-mente las sobras.

    Una y otra vez suceda lo mismo y despus todos tenan apetito y se lamentaban por haber abandonado la comida.

    Pero nadie escarmentaba, cuando al estmago se llenaba, ya no queran cargar.

    Camilo, con su actividad de siempre, not el pro-blema y, desde ese momento cuando se terminaba de comer y la gente abandonaba los restos de comida, la iba recogiendo en una cazuela grande y casi siempre la llenaba con las viandas sobrantes.

    Hecho esto, la cargaba al hombro, sin solicitar ninguna ayuda y la trasladaba a los combates y a las distintas operaciones a las que era designado.

    A la hora del hambre, Camilo, sonriendo con su acostumbrada picarda, expona ante todos su cazuela repleta de viandas y llamaba al personal. Ya ven ca-balleros, siempre hay que guardar; miren si no traigo la cazuela...

    Narrado por Horacio Gonzlez Polanco

  • 21

    Guillermo Cabrera lvarez

    Se enter de la paliza?

    La comandancia general de la Columna 2 radicaba en el lugar conocido como montes de La Caridad, en Las Villas. All se encontraban adems la planta de radio, el almacn y Puerto Gofio, nombre con el cual Camilo pa-rodiaba al de la crcel de Puerto Boniato.

    Los rebeldes batan al ejrcito de la tirana, hos-tigndolo en los caminos, carreteras y pueblos de la costa norte, como Venegas, Iguar, Mayajigua, Meneses, Zulueta, General Carrillo y otros.

    Un da, en el campamento de La Caridad se susci-t un singular dilogo entre el jefe guerrillero y Lorenzo Prez Prez, conocido por Monino, carnicero de la zona y colaborador de los rebeldes.

    Viejo le dijo Camilo, squeme un bistec bien grande para un hombre que va a combatir hoy.

    El viejo Monino, satisfaciendo la peticin, lo pre-par en la rstica cocina, acompandolo con malanga.

    Al da siguiente, al ver nuevamente al viejo Monino, lo envolvi con su franca sonrisa, comentando.

    igame, el biftec de ayer me dio muchas ener-gas... No se enter de la paliza que les dimos a los cas-quitos en Zulueta?

    Narrado por Lorenzo Prez Prez

  • 22

    Camilo Cienfuegos

    En el tailoreo

    En el peridico vi que pedan un sastre para una fbrica; me present, llen los papeles, pero cuando me dijeron identifcate persona, papeles de por medio, qued por testarudo, les dije que los tena en N. Y. y que maana, un maana que nunca lleg, se los llevara. Tambin el ciudadano se me dijo que tena que tener unin, pero ah mismo se le fue la musa, le ped la direccin de la unin y de ah part para all (la unin esa tarde, sbado, estaba cerrada y entonces el lunes, a las 8 en punto, ya estaba haciendo posta en la unin).

    Llegu a las oficinas y me preguntaron What you want, le dije a la anciana que haca 10 das que estaba en el pas y que era Taylor (sastre) no se ran, que us-tedes saben de mis cualidades, que yo era Taylor y que quera uniformarme y quera una chambita, de ah me pasaron a otro, donde llen una solicitud. El buen Mr. se, me dijo que qu poda hacer, le dije que en sacos any kind, cualquier cosa, me pregunt Where you come from (de dnde viene), le dije de Cuba, me pidi el social security y llam por telfono, despus me pregunt si yo era P. Riqueo (que es como aparezco en el registro del S. C.) entonces di marcha atrs, le dije que yo era nacido en P. R. y me pregunt que cmo le haba dicho que cubano, le dije, mire artista, usted me pregunt que de dnde vena y no dnde haba nacido, entonces le tuve que dar una explicacin explicativa, explicndole

  • 23

    Guillermo Cabrera lvarezde cundo nac y dnde y cundo me llevaron a Cuba, o sea, que dije mentiras de aburujn pila, montn puao, por fin el to me dijo: mira, vete ahora mismo a este lu-gar y ah puedes trabajar.

    Llegu, segu llenando planillas y (diciendo men-tiras, muy pocas), hombre, me deca, t sabes hacer esto, aquello, lo de ms all y a todo el yes, que es lo que vale y camina en este pas, de ah me dijo venga tomorrow a las 8.

    Efectivamente, con 2 metros de nieve en el cielo de la boca del fro (sin nevar), me pasaron a un quinto piso, me buscaron una silla y me preguntaron si tena tijeras, dedal y dems, les dije que no, me consiguieron todo eso y despus me pusieron a pegar cuellos, me ti-raron un saco y fuera, ah mismo fue el average, gracias a un viejo que estaba al lado mo me fui defendiendo, le dije: mire Mr. resulta que hace muchos year ago que yo no hago esto, y se me ha olvidado, dme una manito, yo lo que quiero es aprender no me interesan los Tikets para la money, efectivamente el viejo me indic cmo era (no es difcil); ah pas como 2 horas, cuando el jefe vino me pregunt que de qu yo haba pedido trabajo, yo le dije que en lo que yo era un trueno era haciendo bolsillos, que poda hacer cualquier cosa, pero necesitaba un poco de prctica. Me dijo que si quera coger un puesto para hacer bolsillos, le dije: Today?, me dijo: s, hoy: le dije: barn. Segu subiendo pisos y llegu al Dpto. de bolsillos, ah me dieron una pequea indicacin de cmo hacerlos y me hicieron uno, entonces les tir mis alardes, les dije: mire maestro yo los hago igual con un procedimiento ms moderno; me dijo: Ok, vamos a ver. Les hice uno y

  • 24

    Camilo Cienfuegosme dijeron: djese de inventos y hgalo como le dijimos. En fin de cuentas hice ms bolsillos que un buey, todava no s lo que me pagan, pero ya afinqu el puesto, pues el jefe me dijo que regresara maana, as que como pue-den ver, ya estoy tailoreando.

    De una carta a sus padres

    De la memoria popular

    El Caimito es un pequeo batey de Bayamo, bautizado cariosamente como Picio por los rebeldes al mando de Camilo Cienfuegos que en muchas ocasiones reci-bieron el trato de Eupicio Ramrez, campesino del lugar.

    La casa de Eupicio fue centro de colaboracin para cuantos barbudos llegaran a cualquier hora en busca de ayuda. Adems, en ella se confeccionaban los uniformes verde olivo, que la esposa de Ramrez cosa con esmero.

    Al iniciar Camilo la histrica invasin, lleg hasta la casa.

    La seora de Picio, se preparaba para coser los uniformes rebeldes en el momento en que el coman-dante de largas barbas penetraba en el humilde boho. Seora dijo el jefe rebelde, djeme a m esa tarea, no sabe que fui sastre?

    Ocup el lugar de la desconcertada campesina y ya frente a la vieja mquina de coser, pedale hasta bien entrada la madrugada.

  • 25

    Guillermo Cabrera lvarez

    Me encanta el sabotaje!

    Caminamos como uno y medio kilmetro y se detuvo la columna al pasar una lnea de cables telefnicos que existe entre Bayamo y Mart, en la provincia de Camagey. La lnea en cuestin fue cortada frente al chucho fe-rroviario Pastor. Causaba admiracin ver a Santiago Rosales subir al poste telefnico. Qu rapidez! Cort los alambres y estos en el suelo fueron hechos aicos con extraordinaria velocidad por el Capitn, quien a la vez daba a los alambres ms cortes que un sastre a un traje. Exclamaba: Me encanta el sabotaje!

    Osvaldo Herrera, diario de campaa

    Un minuto de silencio

    Fuimos al panten donde cay el Apstol y colocamos como l quera una bandera y un ramo de rosas, y se puso otra bandera, la del 26. Hicimos un minuto de si-lencio en memoria de los cados y dos descargas de fu-silera. De ms est decirle que la aviacin ametrall ms tarde los alrededores.

    Aquello es una vergenza como est de abando-nado. Tena planeado mandar a limpiarle y arreglar el lugar. Ya nos encargaremos de hacerlo.

    De una carta a Fidel

  • 26

    Camilo Cienfuegos

    Un cartelito que deca: COMUNISTA

    El da de enero fui al Parque Central, aquello pareca un desfile policiaco, estaban por docenas, no permitan gru-pos ni entrar al parque, al rato logr entrar. Cuando me acerqu a la estatua del Apstol rindindole homenaje silente y pensando cmo estaba la tierra por la cual mu-ri, se me acercaron dos policas moviendo amenazado-ramente los palos, me alej, todos esperbamos la llega-da de Echeverra, la orden era que cuando l apareciera unirse todo el mundo, l lleg por Prado en una mquina con otros portando una corona, acto seguido empezaron los palos a todo el que intentaba acercarse. Echeverra y los dems peleaban cuerpo a cuerpo con la polica, la corona para el Apstol destrozada por el suelo.

    Yo estaba frente al Asturiano. Cuando corra hacia el lugar me cogieron tres paisanos y la emprendieron a golpes, me metieron en un carro chapa particular. Cuando lo llenaron (enseguida lo hicieron), nos llevaron a las oficinas del BRAC, Bur Represivo de Actividades Comunistas, segn nos suban al carro nos daban golpes.

    Ya dentro me dieron una patada en la cara. En el BRAC nos tuvieron como seis horas, nos tomaron las huellas, mil preguntas y me retrataron con un cartelito que deca: COMUNISTA. ste fue el homenaje que le brind la dictadura a MART en su natalicio.

    De una carta a Jos Antonio Prez

  • 27

    Guillermo Cabrera lvarez

    Para qu piensas que pelea?

    Recuerdo que una vez un compaero le pregunt qu eran los comunistas.

    T qu eras antes de alzarte? le pregunt l como respuesta.

    Ordeador respondi el compaero.Qu te han dicho que son los comunistas?Que son malos...Y si t ves un comunista peleando junto a no-

    sotros, para qu piensas que pelea?Para el bien del pueblo. Ah, entonces no son tan malos como te dicen!

    Narrado por

    Roberto Snchez Barthelemy

    Los nios tristes

    Los caminos estaban intransitables por las pulgadas de lluvia cadas y tuvimos que hacer un alto en La Jacinta, un pequeo batey de Ciego de vila.

    All estuvimos desde horas tempranas, de la ma-ana hasta bien entrada la noche.

    En ese lugar estaba una escuela, pero el maestro no haba acudido a dar su clase por la lluvia y los nios

  • 28

    Camilo Cienfuegosnos recibieron con tremenda alegra; Antonio Snchez Daz, Pinares, se improvis como maestro y dio una cla-se muy cmica sobre matemticas, pero con problemas que eran como un juego. Les preguntaba, por ejemplo, el nmero del mes en que haban nacido y despus de sacar montones de cuentas, de sumas y restas, conclua sonriente:

    Naciste un martes... Los muchachos estaban divertidos; Camilo,

    aprovechando que los trabajadores y vecinos no podan abandonar, por razones de seguridad, el batey, los reu-ni y les habl a nios y mayores. Recuerdo que a los muchachos les dijo que le pidieran a la maestra que cada viernes les hablara de Mart, Maceo, de nuestra guerra de independencia.

    l nos orient a los miembros de la columna re-partir dulces a los nios y entregar a cada trabajador una suma equivalente a un da de haber, porque no po-dan presentarse al trabajo ese da por estar retenidos por nosotros.

    Por ltimo, todos cantamos poblacin y tropa rebelde el Himno Nacional y la Marcha del 26 de Julio. Fue realmente un da inolvidable y Camilo tena un re-gocijo tremendo porque se daba muy fcil con los nios y estos lo miraban con mucha admiracin.

    A la hora de partir los nios estaban tristes.

    Narrado por Orestes Guerra

  • 29

    Guillermo Cabrera lvarez

    Chiste mutuo

    Pas aquello, salvamos la vida, la ma personalmente gracias a la intervencin del compaero Almeida y vaga-mos cinco hombres por los acantilados cercanos a Cabo Cruz. All, una noche de luna encontramos a tres com-paeros ms, dorman plcidamente sin temor a los sol-dados y los sorprendimos creyendo precisamente que eran enemigos, no pas nada, pero servira despus de base a un chiste mutuo que nos hacamos; el que hubie-ra estado yo entre los que lo sorprendieran, pues otra vez me toc levantar bandera blanca para que su gente no nos matara, confundindonos con batistianos.

    Narrado por Ernesto Che Guevara

    La rendicin de los soldados

    La orden era detener una tropa de Snchez Mosquera. La vanguardia recibi la misin de adelantarse por uno de los flancos.

    Mientras avanzaban localizaron al enemigo en una altura, con evidente ventaja sobre ellos. Pese a la desven-taja, Camilo abri fuego sobre las sombras con cascos.

    El fuego de su fusil oblig a los hombres a echar-se a tierra, y l continu hostigndolos hasta que en la punta de un fusil flot la bandera de rendicin en la for-ma de un pauelo blanco.

  • 30

    Camilo CienfuegosAvanzando cautelosamente lleg hasta los sol-

    dados. Su sorpresa fue mayscula, eL militar rendido desanudaba tranquilamente el pauelo de la punta del fusil mientras le comentaba:

    Vos no te diste cuenta que ramos nosotros? preguntaba el argentino.

    Che haba avanzado por otro lado y ocupado una posicin superior; al percatarse de que el agresor era Camilo iz la bandera de paz.

    Con esto quedaba zanjada una vieja disputa. Luego de Alegra de Po Ernesto haba sorprendido dor-mido a Camilo y tambin lo haba capturado.

    Narrado por Reinaldo Bentez

    Ese matasanos

    La primera vez que William Glvez vio a Camilo fue en el Hombrito. El guerrillero ya legendario vena a la con-sulta de Ernesto. Fue tambin la primera jarana que le escuchara. Estaba risueo y coment su preocupacin de extraerse una muela con el Che. Cmo es posible coment William si el Che es mdico y seguro no te va a doler?

    No, no es porque me duela, sino porque ese matasanos de seguro me saca una buena y no la mala.

    Narrado por William Glvez

  • 31

    Guillermo Cabrera lvarez

    De la memoria popular

    El Che visitaba la zona de Yaguajay para discutir con Camilo los pasos a seguir. La presencia del legendario guerrillero argentino provoc la lgica curiosidad y mu-chos pobladores del lugar se acercaron para verlo; se asomaban por todos lados. En medio de la conversacin, antes de iniciar la reunin que sera privada, Camilo, al notar la curiosidad de los campesinos, le coment a Ernesto Guevara: Ya s a lo que me voy a dedicar cuando triunfe-mos: Te voy a meter en una jaulita y recorrer el pas co-brando cinco kilos la entrada para verte. Me hago rico!

    Una camilada

    Con pocos das de diferencia, la invasin haba comen-zado. Las columnas 2 y 4 se desplazaban casi paralela-mente en los llanos orientales. Camilo cruz detrs de la columna de Che el ro Salado. Casi al amanecer arriba-ron al campamento de la Ciro Redondo. Che dormita-ba en su hamaca y Camilo llev su caballo azuzndolo hasta que derrib al Che. Desde el suelo, enredado con la frazada, Che rea como un nio.

    Ya la pagars, ya la pagars.... No te da pena estar durmiendo a estas horas?

  • 32

    Camilo CienfuegosY ambos rean de lo lindo. El Che gozaba como

    nadie de las camiladas.

    Narrado por Walfrido Prez

    Impresionar con tu estado mayor?

    Una noche de finales de agosto lleg Camilo a Las Vegas para ver al Che. El Che estaba acostado en la cama, sin camisa, y conversando con Miguel, Ramn Pardo, Guile, y yo.

    Desde que lleg Camilo se puso a jugar con el Che: a hacerle cosquillas, a imitarle el hablar. Entonces, rindose, le dijo a Camilo:

    Mir, Camilo, fijte que ests jugando al lado de mi estado mayor.

    Cul es tu estado mayor? le pregunt Camilo.Pues, mir, aqu tienes al compaero Miguel,

    que es jefe de la comandancia, al compaero Guile, que es el jefe de la esuadra, y a Pachequito, que es jefe de suministros de la tropa.

    Camilo lo mir y hablando en tono argentino, le ripost:

    Y vos cres que me vas a impresionar con tu estado mayor?

    Narrado por Raimundo Pacheco Fonseca

  • 33

    Guillermo Cabrera lvarez

    De la memoria popular

    Despus del triunfo de la revolucin, Fidel y Camilo, los inseparables guerrilleros, acudan con regularidad a los encuentros de pelota, algunas veces como espectadores y otras como activos participantes.

    En una ocasin en que ambos acudieron al esta-dio del Cerro para participar en un desafo que se desa-rrollara esa noche, surgi la idea de que en las dos no-venas jugaran los guerrilleros en una divisin que dara al juego mucha viveza.

    Camilo, acariciando su amplia barba oa la pro-posicin y mascaba fuertemente su tabaco, mientras ex-halaba el humo con vigor. Cuando concluyeron de expli-carle la idea, respondi como un rayo: Que integre una novena contra Fidel? Qu va! Contra Fidel yo no estoy ni en juego! Ese da, mientras Fidel ocupaba el montculo de los lanzadores, en la novena de Los Barbudos, Camilo le atrapaba sus lneas como receptor.

    Cuando habla Fidel

    Camilo y un grupo de compaeros nos trasladamos a mi casa, que era la de mis padres. Muy prximo a comen-zar Fidel su comparecencia por televisin, mi madre nos prepar comida a todos, y siguiendo la costumbre invit a pasar al comedor. Camilo, muy cortsmente le dijo:

  • 34

    Camilo CienfuegosUsted no se pone brava, mi vieja, si nos lleva-

    mos los platos para la sala para poder escuchar a Fidel?Mi madre respondi con una sonrisa ella tam-

    poco quera dejar de orlo y todos nos llevamos los platos para la sala y nos dispusimos a or a Fidel, que estaba a punto de comenzar.

    En medio de la intervencin del Comandante en Jefe son el timbre del telfono: era una llamada local de un compaero que quera hablar con Camilo. Camilo se puso de pie, con rostro serio, y despus de escuchar brevemente pregunt qu estaban haciendo. No s lo que le contestaron, pero jams podr olvidar la res-puesta de Camilo:

    Cuando Fidel est hablando lo nico que debe hacer un revolucionario es orlo.

    Narrado por Jorge Enrique Mendoza

    Es la sangre de mi hijo

    Cuando termin el acto nos dirigamos a la Universidad, la masa del pueblo con el estudiantado al frente, con el estudiantado que marcha con entereza y herosmo en la lucha contra el rgimen, profiriendo voces contra la bes-tia de Batista, los gritos de cientos y cientos de jvenes, viejos, mujeres, era grito de pueblo, de pueblo sufrido que quiere o morir o ser libre, gritando REVOLUCIN, REVOLUCIN, REVOLUCIN. Al llegar a la calle Hospital

  • 35

    Guillermo Cabrera lvarezestaban entre las primeras filas Sierra y Osmany que es-taba por su lado (como siempre) y a los dems ya no los vi. La polica y varios carros atravesados en la calle San Lzaro, seguamos avanzando, y los ms pequeos del grupo comenzaron a tirarnos, tiraban con rifles, recuer-do cmo Anillo, que iba al frente, quiso, cuando estba-mos a unos solos metros, lanzarse contra la polica (lo hubieran destrozado a tiros). Los ms serenos lo aguan-taban, nadie se mova, seguan los tiros, comenzaban a caer la gente. En esos momentos fue que me hirieron en la pierna izquierda, fue un balazo de M-1. Ya las armas del pueblo respondan valientemente al ataque, llovan las piedras, palos, botellas y los gritos contra la porra traidora y mercenaria que acostumbra a marchar en las manifestaciones, para despus emprenderla a golpes contra el pueblo (...)

    Ya herido, a pesar de la confusin, me metieron en una mquina donde haba tres heridos ms. Cuando nos llevaban al Hospital, la polica volva a tirarnos, sen-timos los disparos contra el carro, 3 nos alcanzaron, uno de ellos alcanz el que manejaba en la cabeza, fue slo una rozadura, de milagro no lo mat, nos lleva-ron al Calixto Garca, la confusin era terrible. En aquel momento cuando esperaba que me atendieran cre que se peleaba en las calles, cada vez ms heridos y golpea-dos, decan que la polica iba a tomar la Universidad y el Hospital, el primero en llegar cuando me curaban fue Osmany, despus los viejos, esos momentos son impo-sibles de olvidar, cuando el viejo en un verdadero arran-que de emocin y tensin, cogiendo el jakey manchado

  • 36

    Camilo Cienfuegosde sangre con que me haba vendado provisionalmente la herida, dijo: Es la sangre de mi hijo, pero es sangre para la Revolucin.

    De una carta a

    Jos Antonio Prez

    l se molest

    Siendo l Capitn nos fuimos a atacar Pino del Agua, con unos cuarenta y tantos hombres. Llegamos a eso de las cuatro y media o cinco de la maana. Las postas estaban con ametralladoras treinta. Nos acercamos como a unos diez metros.

    Camilo abri fuego y tomamos las dos postas de delante. Nos hirieron al ltimo hombre, familia de Delfn Moreno; Fernando Virelles llevaba una treinta y cuando empezamos a avanzar sonaron dos browning, unas San Cristbal y unos Springfield, y todos los guardias de por all cayeron. Entramos hasta el mismsimo estado mayor de Pino del Agua.

    A Camilo lo hirieron y le tumbaron la gorra que llevaba como si fuera de la legin extranjera. Nos orden que nos retirsemos y cargsemos un herido que estaba cerca. Nadie quera irse dejndolo all.

    l se molest y sali caminando hacia nosotros con sus tiros en el cuerpo, exigiendo el cumplimiento de la orden o si no la cumplira l mismo. El herido que le preocupaba se muri ms tarde.

  • 37

    Guillermo Cabrera lvarez Camilo dirigi la retirada de su propia gente y cuando bamos lejos fue que logramos encaminarlo.

    Narrado por Alejandro Oate Caete

    Realmente infantiles

    Camilo acostumbraba a hacerle bromas a todo el mun-do, as que todos estbamos siempre un poco en guar-dia con l... eran bromas realmente infantiles, que ha-can rer.

    En los primeros tiempos, en el ao 1959, cuando vivamos en Ciudad Libertad, se celebraban en la habi-tacin de Ral y ma muchas reuniones.

    Cuando Camilo sala, y como ya lo conocamos, tenamos que registrarlo porque acostumbraba a llevar-se, por broma, un montn de cosas en los bolsillos, y me dejaba las almohadas pintadas de corazones y con le-treritos de las cosas que se haban estado conversando.

    Narrado por Vilma Espn

    De la memoria popular

    El Capitn sitiado accedi a la conversacin durante la tregua y se aprovech la presencia de un vehculo para

  • 38

    Camilo Cienfuegostrasladar a la esposa e hija de un militar, de visita en el cuartel en el momento de comenzar el ataque.

    Camilo lleg con sus ayudantes repartiendo ci-garros y tabacos a los soldados, apiados en la puerta para conocerle. A la entrada, contrastando con la ale-gra caracterstica del guerrillero, estaba la marcialidad aprendida en la escuela de oficiales del jefe de la plaza.

    Durante la conversacin inicial, se le ofreci al capitn Abon Le garanta absoluta para l y su tropa, puesto que el objetivo principal era la ocupacin del cuartel, las armas y el parque. Abon Le se neg a aceptar las condiciones rebeldes y decidi continuar peleando, pese a la evidente inutilidad de la resistencia.

    Al salir del despacho, el Comandante se detuvo en la puerta.

    Es una lstima, Capitn dijo yo tena el compromiso con sus soldados de comernos esta Nochebuena veinte puerquitos asados y se volvi son-riente a la tropa.

    Abon necesitaba una frase para escapar del rid-culo y la encontr.

    Las circunstancias me hacen imposible aceptar el ofrecimiento, se desmoralizara la tropa, seor.

    Se dieron las manos, y el delgado barbudo se ale-j hasta sus posiciones.

  • 39

    Guillermo Cabrera lvarez

    La identificacin de los masferreristas

    El comandante Jos Quevedo, hecho prisionero durante el combate de El Jige se haba sumado a las fuerzas rebeldes. Una tarde, vspera de la invasin y a modo de despedida, Camilo prepar una fiesta. Antes hizo llamar a Quevedo.

    Tengo presos unos masferreristas y necesito que los identifiques le precis.

    Es difcil, porque yo no tengo contactos con esos elementos respondi el oficial.

    Es que ellos insisten agreg Camilo en que usted puede dar fe de ellos.

    Si es as, trigalos, para ver si los conozco. A una seal de Camilo, William Glvez fue has-ta los mulos y trajo sobre el hombro un saco. Quevedo miraba con curioso asombro el bulto. Cuando ante sus ojos fue abierto y descubierto el interior, Las carcajadas duraron horas. Varias botellas de ron eran sus presun-tos conocidos.

    Narrado por William Glvez

    El submarino

    Que todava no le han contado lo del submarino en las montaas de Villa Clara?

  • 40

    Camilo CienfuegosCamilo era as, ocurrente, jaranero, le corra una

    mquina a cualquiera, de una forma sana. No se poda uno disgustar con l porque no tena ni una pizquita de maldad, sino que todo era entero, como de una sola pieza.

    Una vez estbamos conversando de muchos te-mas y l ve que est un compaero que nos escucha embelesado, como si aquello fuera algo de otro mundo y entonces se le ilumin la cara como slo l saba ilu-minarla.

    Bueno, bueno, compaeros, a m lo que ms me preocupa ahora es qu vamos a hacer con el submarino que me manda Fidel desde la Sierra, porque yo s no s para qu sirve eso aqu en las lomas de Yaguajay.

    Todo el mundo se qued callado, a la expectativa, y el hombre aqul abri los ojos en redondo.

    S, hay que traerlo porque si Fidel lo manda para algo tiene que servir, as que en cuanto llegue, us-ted se dirigi al hombre tiene la responsabilidad de subirlo hasta ac arriba y ya veremos en qu lo usamos, pero usted lo trae, no es as? Y aquel hombre, sin salir del asombro, afirmaba con la cabeza.

    Narrado por Manuel Bravo

  • 41

    Guillermo Cabrera lvarez

    El detector de mentiras

    Alrededor de las tres de la tarde una de las postas de-tuvo a tres hombres. Los prisioneros fueron conducidos ante el Comandante. ste los observ detenidamente. Los tres trataban de simular tranquilidad, con sonrisas que slo acentuaban su nerviosismo. Camilo inici el in-terrogatorio.

    Antes de comenzar, sintense. Vamos a evitar que traten de correr o las consecuencias sern peores esas fueron sus primeras palabras. Los tres, casi al unsono, se sentaron en el suelo, pues no haba otra cosa en qu hacer-lo. Los presentes los imitaron y nuestro jefe agreg:

    Bueno, usted, dgame cmo se llama y qu esta-ba haciendo. Nos buscaba? Bien, si es as, nos encontr.

    Se haba dirigido al que pareca mayor. Era alto y delgado, pero fuerte. De pelo totalmente canoso.

    Mire, seor, nosotros andbamos viendo cmo estaban nuestras reses, ya que tenemos que pagar cierta cantidad de dinero para que stas pasten y aumenten de peso contest.

    sa es la verdad agreg otro de los prisione-ros, un poco nervioso.

    Era el que ms alterado pareca, pues, aunque a los otros dos se les notaba intranquilos, a ste se le acen-tuaba el nerviosismo. Era el montero Enrique Navarro, colaborador del ejrcito.

    Y usted seguro que dice lo mismo dijo Camilo al otro prisionero .bajo de estatura, de fuerte

  • 42

    Camilo Cienfuegoscomplexin fsica, muy trigueo. En realidad, bastante parecido al montero.

    Al preguntrseles cmo se llamaban, dos de ellos dieron nombres falsos, excepto el montero, ya que dos de los prisioneros haban ocultado sus identificaciones debajo de las monturas de sus caballos. Claro, Navarro no poda negar quin era, pues esto serva de funda-mento a lo que los otros decan. Al decirles Camilo que sus brazos se vean blan-cuzcos y no parecan hombres de trabajo ni de campo, el viejo respondi que tenan una bodeguita en el central y que trabajaban a la sombra. Camilo entonces les dijo:

    S? Y trabajan con mangas largas siempre? Qu casualidad!

    El montero slo afirmaba. El Comandante not que calzaban botines semicortos, de color carmelita, y les hizo esta observacin.

    Esos botines los usa el ejrcito?Mire contest de nuevo el viejo canoso los

    guardias venden cualquier cosa cuando no tienen dine-ro. No es difcil ver en el central o en el pueblo a mucha gente con esos botines.

    Se saba que era cierto lo que afirmaba, pero tan-to Camilo como los que participbamos en el interroga-torio, estbamos seguros de que los acompaantes del montero no eran otra cosa que guardias rurales, envia-dos en busca del rastro de la columna y de su ubicacin.

    De manera que las cosas fueron subiendo de tono. En la guerra los interrogatorios no son siempre calmados, an ms si se sabe que los interrogados an-

  • 43

    Guillermo Cabrera lvarezdan buscndonos para informar acerca de nuestra ubi-cacin, con el propsito de liquidarnos.

    Ya haba transcurrido un buen rato de conversa-cin y no se sacaba nada en claro.

    Camilo entonces me indic que lo acompaara. Nos apartamos de los prisioneros, quienes se notaban temerosos de su suerte, y me dijo:

    Mira que estos tipos son descarados! Ya me tienen a punto de perder la paciencia. Por mi parte le dije lo mismo, y entonces agreg:

    Ve y busca al prctico y ensale desde lejos a estos tipos, a ver si los reconoce, antes de que se mueran del susto que les vamos a tener que dar.

    Busqu a Fernando de Oro, pero debido a su avanzada edad no vea bien de lejos. La tragedia fue acercarlo al grupo. El hombre tema que lo vieran si de verdad eran guardias, y luego le exigieran cuentas. No fue fcil aproximar al viejito hasta los prisioneros para que los identificara. Despus de un chate para ac y chate para all, ms bien de un empuja-empuja, el campesino distingui a los prisioneros a travs de unos matorrales y los identific:

    Ese canoso es el cabo Trujillo. Ese otro dijo sealando para Enrique Navarro es el montero. El ter-cero no s cmo se llama, pero es guardia.

    Dej que el viejito se retirara. Me acerqu a Camilo y le inform.

    l se sonri y coment:Ya ves que eran guardias.Luego de estar convencidos de la identidad de los

    prisioneros, Camilo le puso una nota simptica al mo-

  • 44

    Camilo Cienfuegosmento, no obstante nuestra situacin difcil. Se qued un rato pensativo y me dijo:

    Vamos a hacerle una bromita a estos descara-dos. T vers.

    Orden separar a los detenidos e hizo un aparte con Sergio del Valle, a quien propuso lo siguiente:

    Vamos a ponerle el aparato de tomar la presin al cabo Trujillo y decirle que es un detector de mentiras.

    Y una vez junto al cabo, dirigindose al capitn mdico:

    Ponle el detector de mentiras.Mientras Sergio aplicaba el esfigmgrafo, Camilo,

    con mirada amenazante, repeta:Vamos a ver si dices la verdad...El estado nervioso de Trujillo le impeda darse

    cuenta de qu era realmente el aparato y las preguntas de Camilo aumentaban la tensin:

    Son ustedes guardias? S o no?A cada respuesta del cabo, Sergio mova negati-

    vamente la cabeza.Usted es un mentiroso! Usted no nos dice la

    verdad! Al fin, el cabo comenz a narrarlo todo.

    Narrado por William Glvez

  • 45

    Guillermo Cabrera lvarez

    El ventrlogo

    Camilo era alegre, era dicharachero y burln, recuer-do que en la Sierra, a un campesino, uno de nuestros grandes hroes annimos, magnfico, le tena puesto un apodo que se lo deca con un gesto infame; un da vino a darme las quejas como jefe de la columna para decir-me que l no poda ser insultado, que l no era ningn ventrlogo. Como no entend fui a ver a Camilo para explicar un poco esa actitud tan extraa, y es que Camilo lo miraba con un aire tan despectivo y le aplicaba la pa-labra ventrlogo, que el campesino interpretaba como un insulto de terrible magnitud.

    Narrado por Ernesto Che Guevara

    Ganas de bromear

    El 5 de diciembre de 1956 son sorprendidos en Alegra de Po. Bajo la espesa balacera del enemigo, el expedi-cionario Reinaldo Bentez ve a Camilo acercrsele arma en mano. Est sereno, ligeramente inclinado para evadir las balas que buscan registrar en el aire la presencia del hombre. En tono algo jocoso, le comenta:

    Reinaldo, crees que si disparamos al aire se asusten los guardias?

  • 46

    Camilo CienfuegosBentez, con la tensin del enfrentamiento responde que no, que hay que tirar sobre el objetivo y fue entonces que vio el fugaz destello del humor. Los tiros cruzaban en todas direcciones y aquel hombre todava tena ganas de bromear.

    Narrado por Reinaldo Bentez

    Candela a Riverito

    Tena lugar una reunin en Las Mercedes. Desde que desmontaron de las muas todo fue encuentro amigo. Che contaba de un viaje en helicptero y lo fcil que es desde la altura localizar a un hombre escondido tras un rbol. Para la reunin montuna haban acercado una caja de refrescos y otra de tabacos, en sta ltima, cada vitola traa la propaganda presidencial del candidato batistiano Andrs Rivero Agero, con las tpicas exhor-taciones al voto. Camilo tom uno y lo acerc a la llama del fsforo.

    Bueno, vamos a darle candela a Riverito.Y se lo fum.

    Narrado por William Glvez

  • 47

    Guillermo Cabrera lvarez

    Los gitanos se lo podan robar

    Cuando nos demandaron tuvimos que irnos de la casa en que vivamos en la calle OReilly, all en La Habana Vieja. All tenamos una vecina que quera mucho a Camilo, quien por entonces contaba slo dos aos.

    Cuando ella supo que nos marchbamos, se apen y nos recomend que lo cuidsemos mucho, porque era un nio rubio y bonito y los gitanos se lo podan robar.

    Yo me puse nerviosa. Nos fuimos para Pocito en-tre 16 y 17, Lawton, y el tiempo pas. Hasta que una no-che se nos pierde Camilo. Nosotros lo buscbamos por todas partes y no apareca. Quin le dice que lo nico que se nos haba olvidado registrar era una puertecita que estaba en una esquina de la casa! Ya casi sin espe-ranzas de hallarlo y pensando lo de los gitanos, abrimos y all estaba, calladito, y muerto de risa.

    Narrado por Emilia Gorriarn

    El Roca Club

    Cuando eran ms jvenes iban de vez en cuando, los domingos, para Cojmar. All se baaban en un lugar al que bautizaron Roca Club.

    Ellos hablaban de ese lugar y yo me intrigaba, y les pregunto: Qu es eso?

  • 48

    Camilo CienfuegosRamn me invita un da a ir al Roca Club y Camilo

    me advierte:No vayas vieja, que eso no es ms que diente de

    perro, por eso le decimos as.

    Narrado por Emilia Gorriarn

    Lema de mi vida

    Como lema de su vida ha escogido un verso de Espronceda que dice:

    Y si muero, qu es la vida? Por perdida ye la di, cuando el yugo del esclavo como un bravo sacud.

    Osvaldo Herrera, diario de campaa

    Cruce de carretera

    La marcha se reanud al anochecer. Abrindose paso en el monte tupido, manteniendo la distancia prudencial entre uno y otro llegaron hasta la carretera que va des-de el entronque de Bueycito al de Manzanillo-Bayamo,

  • 49

    Guillermo Cabrera lvarezjusto junto al monumento que recuerda la batalla de Peralejo.

    Dos emboscadas a ambos lados de la carretera se instalaron silenciosamente y comenz el cruce ordena-do y ligero de los hombres, apenas uno se hunda en la maleza que creca en la orilla del asfalto, otra silueta se levantaba y cruzaba con premura.

    Toc el turno a los mulos que cargaban el par-que de la tropa, Camilo, desde el pequeo monumento convertido en estado mayor, comprobaba la eficacia del cruce, atento a todo cuanto se mova en los alrededores. Tal vez por eso not los destellos de luces que amena-zaban iluminar la carretera tras desembocar en la curva cercana. El combatiente que conduca uno de los anima-les agit a la bestia para sacarla prontamente del camino y fue cuando el recin herrado animal resbal para caer justo al centro, dispersando en su cada la carga de balas y pertrechos.

    Todo fue instantneo, en la oscuridad, ante la sorpresa del rebelde, su jefe recoga los bultos y los lan-zaba hacia la cuneta con precisin de patotero; despus, entre ambos halaron al animal.

    Apenas reposaban del esfuerzo, un haz de luz barri la desierta carretera y minutos ms tarde cruza-ban ante ellos, silenciosas, tres tanquetas enemigas.

    Narrado por Orestes Guerra

  • 50

    Camilo Cienfuegos

    De la memoria popular

    Al establecer su comandancia en los montes de La Caridad, en Las Villas, la columna de Camilo se situ en el centro de las operaciones para batir a los casquitos en la zona norte de esa antigua provincia.

    Estando all, el ejrcito avanz en busca de unos escopeteros que hacan campamento en el lugar, sin saber que all estaba acampada la Columna No. 2. Un campesino de la zona dio la voz de alarma, y mientras Camilo ordenaba las posiciones, los soldados penetra-ban en el monte.

    Unas piedras sirvieron de trinchera y se abri fuego. Durante el combate, se oy decir a un casquito que haban herido al Capitn, y Sergio del Valle quiso ir a buscarlo, cosa que Camilo impidi por estar muy crecido el tiroteo.

    La fuerza rebelde, apenas poda contarse con los dedos de ambas manos, mientras que los casquitos eran una compaa y amenazaban con ocupar las posiciones defendidas. Sin embargo, olvidando la desproporcin numrica, Camilo, en pie, gritaba a todo pulmn: Soldados de la tirana! Rndanse, que les respe-taremos la vida! Los soldados optaron por retirarse acobardados.

  • 51

    Guillermo Cabrera lvarez

    Su voz sobre el intenso fuego

    La idea de crear el Dragn I se materializ en el central Narcisa. Se trataba de un tractor recubierto de planchas de acero al cual dieron tambin en llamar Monstruo de la Noche. Camilo agreg: Fuerza Rebelde de Tanques. Su tripulacin estaba compuesta, por Horacio Gonzlez, Ernesto Guevara, Ttiro, y Miguel Sotolongo.

    Se pretenda acercarse a cubierto hasta los muros del cuartel y a corta distancia accionar una especie de lanzallamas casero.

    Aquello no funcion, y el fuego cerrado proce-dente del cuartel amenazaba la vida de los combatientes sobre todo luego del certero disparo del bazuquero que logr penetrar el blindaje y estropear seriamente el motor. Horacio ha recordado que en medio del fuego ensor-decedor y mientras buscaban un modo de alejarse de los muros hacia las lejanas posiciones rebeldes, Ttiro maniobraba febrilmente el tanque mientras los dems disparaban sin cesar y fue en ese momento que escu-charon voces conocidas prximas al tanque. Afuera era un infierno de balas y alguien haba llegado hasta ellos y ahora se escudaba tras el propio Dragn I.

    Qu les pas? Hay heridos? Cmo estn? esas preguntas slo podan proceder del propio Camilo quien, junto a Sergio del Valle, haba cruzado la distancia hasta ellos.

  • 52

    Camilo CienfuegosAnte la confirmacin de que no haba peligro, el

    jefe volvi a las posiciones rebeldes mientras ellos, len-tamente, hacan retroceder el tanque.

    Narrado por Horacio Gonzlez Polanco

    Dentro del cuartel

    La primera victoria rebelde fue La Plata. All, en medio de la balacera, Camilo se adelant temerariamente hasta el cuartel, arranc parte de la cerca de madera que lo rodeaba y penetr fusil en mano.

    El tiroteo continu an por un tiempo hasta que los soldados, convencidos de que no saldran con vida, decidieron rendirse.

    Ya Camilo estaba dentro del cuartel en aquel mo-mento de la rendicin, en un rasgo de valor inusitado.

    Narrado por Reinaldo Bentez

    A boca de jarro

    Junto a Camilo particip en una emboscada que tendi-mos entre Agua Revs y Loma Azul. Los soldados venan subiendo y Che orden tender la emboscada. Recuerdo que Camilo le pidi que le dejara disparar primero y as

  • 53

    Guillermo Cabrera lvarezfue. Los soldados venan avanzando y Camilo no dispa-raba...

    La tensin era mucha y el dedo tena ganas de halar el disparador, pero Camilo esper a que el guar-dia estuviera casi encima de l, entonces dispar a boca de jarro, como quien dice y antes que cayera muerto el guardia, l adelant la mano y le quit la Thompson mientras el hombre aqul caa, tan cerquita estaba.

    Narrado por Silveade Cabrera Alba

    Silenciosamente

    Camilo era de un valor temerario. En una ocasin los guardias estaban acampados prximos a nuestras po-siciones y era imposible moverse sin llamar la atencin. La cuestin ms grave era la falta de comida, Camilo y Julito Daz, de la vanguardia de la pequea tropa, se dis-ponan a regresar despus de una exploracin a las zo-nas ocupadas por el enemigo.

    Camilo sugiri a Julito meterse en el campamento batistiano, y as lo hicieron. Recogieron azcar, oyeron sus conversaciones y despus se desplazaron silencio-samente hasta el grupo rebelde.

    Narrado por Reinaldo Bentez

  • 54

    Camilo Cienfuegos

    Por poco se ahoga

    Camilo era muy buen nadador. No voy a decir que tam-bin se destacaba jugando a la pelota, porque eso ya se sabe. Pero nadaba bien. A lo mejor por el susto que pas cuando era chiquito y estando en el ro Almendares le advert que no se metiera en el agua hasta que no le avi-sara figrese, no saba nadar!; pues me vigil y se tir en lo hondo. Por poco se ahoga.

    Narrado por Ramn Cienfuegos

    La detencin del traidor

    Nosotros llegamos al regimiento en horas tempranas de la maana. Haba muchos oficiales en las calles interio-res del recinto militar, debido a que por la madrugada Hubert Matos haba sostenido varias reuniones con el es-tado mayor del regimiento, Camilo pregunt por el jefe de la unidad y se dirigi directamente hacia donde ste se encontraba. Estaba en su cuarto, haca poco que se haba acostado. Tena el uniforme puesto, Camilo le dijo:

    Hubert, yo, como jefe del Ejrcito Rebelde, asu-mo el mando de la provincia, ests preso.

    El traidor no dijo nada de inmediato, pero cuando fuimos a la oficina y vio que estaban all sus oficiales, adopt un papel de vctima y se puso a llorar, era una chorrera de lgrimas.

  • 55

    Guillermo Cabrera lvarez Uno de los hombres suyos, un tal lamo (que des-pus se convirti en Agente de la CIA), intent desenfun-dar su pistola para tirarle a Camilo o intimidarlo, pero yo lo estaba observando y le di un culatazo en el pecho que lo dej fuera de accin, Camilo me dijo:

    No vayas a tirarle, desarma a ese m...As lo hice. Algunos de aquellos oficiales mani-

    festaron sus ideas y opiniones y se origin una discu-sin en torno al comunismo y al anticomunismo. El Jefe Guerrillero, que saba que en el grupo se encontraban compaeros valiosos, pero que se haban dejado con-fundir, explic el alcance y el carcter de la revolucin y les dijo que si para hacer una verdadera revolucin haba que ser comunistas, pues entonces l sera comunista.

    Narrado por Manolo Espinoza Daz

    El uniforme de la revolucin

    Corre el mes de junio de 1959. En el cementerio de Sagua la Grande tiene lugar un acto de recordacin de los mrtires sageros. En ese ntimo dilogo que sabe sostener con las masas, en mitad del discurso escucha a una mujer que le informa que quedan esbirros en el pueblo. Inmediatamente reacciona.

    Hay una seora aqu que nos habla de que que-dan esbirros en el cuartel.

  • 56

    Camilo CienfuegosS, Comandante, quedan ocho y uno en la jefa-

    tura, y es verdad que quedan responde la mujer se-guida con gritos de apoyo de la poblacin. Camilo contina:

    Esta misma tarde vamos a ir al cuartel y vamos a ver cules son los esbirros que visten el uniforme ver-de olivo de la revolucin.

    De un discurso

    en Sagua la Grande

    l se qued

    Desde nio yo le deca: no corras jams. Cuando veas un problema no corras. Por eso lo cogieron el da en que ju-gaba a la pelota y rompieron el cristal de un camin de la florera Tosca. Todos los nios huyeron, pero l se que-d. A l fue a quien cogi el dueo del vehculo y lo llev a casa. Yo pagu por el cristal roto. Poco despus supe que el dueo de la florera era un pariente de Emilia. Por eso le deca a Camilo:

    Mira, no se te olvide que t eres socio de la flo-rera Tosca, porque por lo menos, pagaste un cristal que no rompiste.

    Narrado por

    Ramn Cienfuegos

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    Guillermo Cabrera lvarez

    Academia vs coraje

    El regimiento de Matanzas estaba bajo las rdenes de ofi-ciales designados por el coronel Barqun. Camilo haba to-mado la decisin de nombrar jefe militar de esa provincia al oficial rebelde William Glvez y sobre este particular discuta con los improvisados jefes de la plaza.

    Cmo hombres que no han sido militares de academia van a dirigir a estos oficiales? pregunt el representante de Barqun.

    Camilo, sin inmutarse, respondi: Todos uste-des, siendo militares de academia y bien armados per-dieron la guerra contra hombres que no lo eran, pero que hemos sabido ser ms patriotas y estamos dispues-tos a dar la vida por esta causa.

    Y William qued al frente del regimiento.

    Narrado por William Glvez

    Poco antes de partir

    No recuerdo bien las palabras pronunciadas aquel da, solo memorizo el principio donde deca: Compaeros, se nos ha encomendado la difcil pero honrosa labor de llevar la guerra a occidente. Recordemos todos que esta columna llevar el nombre de Antonio Maceo, y que esta

  • 58

    Camilo Cienfuegostarea ya fue realizada por el Titn de Bronce. As es que nuestra obligacin es cumplir con este deber. Podremos caer muchos en el camino, lo que s no podemos es dejar de cumplir nuestra misin. Y si uno solo queda con vida, la cumplir por todos nosotros.

    Narrado por Antonio Snchez Daz, Pinares

    El caso de Juan sin Miedo

    Todava no le han contado el caso de Juan sin Miedo? se operaba por la zona de Mabay como enlace rebelde para orientar a quienes bajaban al llano. Yo le inform a Camilo que lo haba visto en Bayamo dentro de una m-quina con los esbirros de Morejn y l me envi a ver a Hernn Prez Concepcin, Hctor, para que investigara la vida de Juan.

    En Bayamo no tenamos muchos problemas. Nos escondamos en la casa de Rolando Garcs, que era un especie de puente. Cuando supimos todo lo que era ne-cesario saber, me encamin a los montes de Fello, cam-pamento de Camilo, y le inform todos los detalles que pidi. En sntesis le dije que se trataba de un colabora-dor de Morejn, el esbirro de Bayamo.

    El chivato Juan sin Miedo se present ese mismo da en el campamento acompaado de dos muchachas. Le llev tabacos a Camilo, dulces, medallitas. Lleg muy temprano y como a las cinco de la tarde se empez a

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    Guillermo Cabrera lvarezdespedir. Camilo lo haba dejado hacer todo lo que l quisiera.

    Cuando se iba, son a sus espaldas la voz del ca-pitn Cienfuegos.

    Juan sin Miedo, ests preso, Orestes, Osvaldo, arrstenlo!

    En el juicio se prob todo y Juan sin Miedo con-fes. La condena fue fusilamiento.

    Juan habl para que intercedieran con Camilo, quera que le dieran una oportunidad. Un compaero se dirigi al Capitn que iba en ese momento a visitar familias campesinas en su labor de proselitismo y cap-tacin y le explic la peticin del condenado. Se detuvo con el semblante nublado.

    Mira, negrito, ese hombre estaba con Morejn y vino al campamento para ver la posicin que tenemos, los hombres y las armas con que contamos. Adems, en el juicio ha reconocido toda su culpabilidad. Dile que se resigne a morir. Juan se ech a llorar cuando supo las palabras del jefe, y muri no precisamente como su apodo indicaba.

    Narrado por Antonio, ico, Cervantes

    De la memoria popular

    Las que habra que inventar para ganarse el pan. Por gestin del padre consigui empleo como mojador de

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    Camilo Cienfuegostelas, mozo de limpieza y mensajero en El Arte. Hizo correr la voz entre sus amigos para cuando necesitaran alguna ropa preguntaran por l en la tienda. Frecuentemente los clientes solicitaban ser aten-didos por el empleado Cienfuegos y lo mandaban a bus-car donde estuviese. Era curioso ver la facilidad que tena para anudar la corbata en la mano izquierda y mostrar cmo lucira en el cuello del marchante. Una vez, mientras convenca al cliente sobre las ventajas de la prenda, y para acortar la distancia en-tre su interlocutor y l, se inclin demasiado sobre el mostrador y el dueo le silb discretamente para llamar la atencin. Impasible continu su trabajo hasta que el hombre, molesto, le dijo: Camilo. No oye que le estoy hablando? Sin inmutarse, respondi: Usted me conoce y sabe mi nombre. No soy psss, sino Camilo, y esas no son formas de llamar a nadie. Ese comentario hizo historia en la tienda, donde siempre haba que rebajarse ante los dueos, y l dio su pequea leccin de dignidad.

    Saludan a la revolucin

    El acto de esa tarde, da 26 de octubre, a las cuatro, se celebrara en la avenida de las Misiones, frente a la te-rraza norte del antiguo Palacio Presidencial.

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    Guillermo Cabrera lvarezPartimos de su despacho, cerca de la hora sea-

    lada para comenzar la concentracin. En las calles que conducan desde el antiguo Campamento Militar de Columbia hasta el hoy Museo de la Revolucin haba un mar humano. Todos se dirigan a concentrarse al lla-mado de Fidel para dar un grito ms de independencia o muerte. Al paso de Camilo las gargantas gritaban su nombre con inmenso fervor y cario; los brazos se agi-taban para saludarlo, y l corresponda con su sonrisa, agitando tambin sus brazos. A los 15 20 minutos de repetirse incesantemente esta escena, se volvi y me dijo:

    Qu equivocados estn los fatuos que se creen que los aplausos y los saludos del pueblo son para ellos. Yo contesto a los saludos con igual cario, porque s que no me saludan a m, sino a la revolucin.

    Narrado por

    Jorge Enrique Mendoza

  • Guillermo Cabrera lvarez

    La Habana (1943-2007). Empez su vida periodstica como redactor en la revista Mella. Trabaj en Juventud rebelde (1965-1977). Director de la revista Somos jvenes durante una dcada. Subdirector de Granma (1987-1995).

    Miembro de la Presidencia de la Unin de Periodistas de Cuba (1987-1993). Ganador de varios premios periodsticos nacio-nales. Obtuvo en 1972 el Gran Premio de la Organizacin Internacional de Periodismo por entrevista que efectu a un ranger del ejrcito norteamericano destacado en Viet Nam, pu-blicada en varios captulos en Juventud rebelde. Director del Instituto Internacional de Periodismo Jos Mart, a partir de 1995. Autor de una seccin muy popular en Granma: Abrien-do cartas, de atencin a los lectores y de opinin. Director de la revista La calle (rgano de los CDR). Premio Anual Juan Gualberto Gmez 1999.

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  • Este libro se imprimi en la Ciudad de Mxico en el mes de mayo de 2013.

    El tiraje fue de 3,000 ejemplares para su distribucin gratuita y es cortesa de la Rosa Luxemburg Stiftung

    y Para Leer en Libertad AC.