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Claves de La Teoria Critica

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Actuel Marx 7

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  • Edicin Argentina: K&ai Ediciones Kohen & Asociados Internacional E-mail: [email protected]

    Ilustracin de tapa: Beatrice Tabah, sobre el cuadro "La Gioconda con llaves" de F. Leger, 1930 (a modo de nuevas claves) Diagramacin: Ricardo Souza Traduccin: Dora Ivnisky

    Impreso en Argentina - Pritend in Argentine

    Distribuye-, Tesis 11 Grupo Editor Av. de Mayo 1370 - piso 14 - Of. 355/56 (1362) Buenos Aires Tel/fax: 00-54-11-43834777 E-mail: tesis 1 [email protected]

    ISBN: 987-99737-7-1 Impreso y hecho en Argentina

    Hecho el depsito que prev la ley 11.723

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de cubierta, puede ser reproducida o transmitida en manera alguna ni por ningn medio, ya sea elctrico, qumico, mecnico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sin permiso del editor.

  • A. Tosel - Y. Quiniou - J. Bidet G. Dumenil y D. Lwy - J. Texier - E. Balibar

    C. Gabetta - Alberto Kohen

    MARX2000 CLAVES DE LA TEORA CRTICA CONGRESO M A R X INTERNACIONAL II

    FILOSOFA - ECONOMA- POLTICA

    Publicado en Pars, Francia por PUF - Presses Universitaires de France con el auspicio del Centro Nacional del Libro de la

    Universidad de Pars X - Nanterre y del Instituto Italiano de Estudios Filosficos (1999)

    Edicin argentina en espaol por K&ai (Kohen & Asociados Internacional)

    Buenos Aires, 2000

  • CONGRESO MARX INTERNACIONAL II 1 i ( o o / i a f e c o n o m a

    y p o l t i c a d e s p u s d e M a r x :

    PRESENTACIN

    En este volumen de ACTUEL MARX Edicin Argentina, se publican en castella-no, algunas contribuciones filosficas econmicas y polticas, presentadas en el Con-greso Marx Internacional II celebrado en Pars en setiembre de 1998.

    Esta adicin se presenta en dos volmenes: el primero sobre temas de filosofa, economa y poltica, y el segundo sobre las nuevas relaciones de clase en la sociedad contempornea.

    Ellas conservan plena actualidad en un debate que apenas se abre, entre otros as-pectos, acerca de las indagaciones filosficas y sociolgicas despus de Marx sobre la cuestin de la razn y la filosofa poltica, por una parte, y por otra, la de la economa en el capitalismo contemporneo y las nuevas relaciones de clase en la sociedad .

    Las actas de dicho Congreso han sido publicadas por ACTUEL MARX en su versin original en francs, en siete volmenes:

    En dos ediciones regulares de la revista, en sus nmeros 25 y N 26 de 1999. El primero bajo el ttulo "Marx, Wittgenstein, Arendt, Habermas", compilada por Yves Quiniou y Andre Tosel. El segundo bajo el ttulo "Las nuevas relaciones de clase", compilada por Jean Lojkine.

    Los otros volmenes editados con los materiales del Congreso son: "El tringulo infernal: crisis, mundializacin, fnanciarizacin", compilado por G.

    Dumenil y D. Levy, rene diversos anlisis del capitalismo contemporneo. "Trabajo asalariado y conflicto social", bajo la direccin de Michel Vakaloulis. "Arte, cultura y poltica" dirigido por Jean-Marc Lachaud. "Derecho y Poltica", que compilaron Monique Chemillier-Gendreaun y Yann

    Moulier Boutang. Y, nuevos estudios sobre Marx y el marxismo, compilado por Eustache Kouvalakis,

    bajo el titulo: "Marx 2000".1

    Este trabajo de adicin de las actas del Congreso Marx Internacional II ha sido coordinado por Jacques Bidet, director de Actuel Marx.

    En la presentacin del volumen N 25, Jacques Bidet, seal las siguientes pala-bras concernientes al "balance" del Congreso, en relacin a ciertas cuestiones filosfi-

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  • cas: "En este dominio es cierto que la visibilidad del marxismo devino problemtica.

    En la vuelta de este fin del siglo XX, la crisis del marxismo es en un sentido, por consiguiente filosfico: las deficiencias de la "concepcin del mundo" que el propo-na como principio de una poltica de emancipacin se han verificado no solo en el fracaso de los proyectos que explcitamente se respaldaron en el (a menudo de manera fuertemente ilegtima), sino tambin en la recada del admirable movimiento secular, poltico y cultural que inspiro."

    "Sobre sus escombros, como lo subraya A.Tosel, hoy se pueden ver florecer toda clase de sntesis fofas, entre las cuales, las de mas triste figura, son sin duda las reformulaciones social-liberales del marxismo en trminos de teora de la justicia o del contrato social."

    "Ello, no obstante, no debe ocultar el hecho de que el marxismo -e l conjunto de conceptos, de presupuestos, de valores, de habilidades analticas que designa esta apelacin eponmica- hoy reemerge significativamente , y tambin en Francia, a titulo de fuente terica asociada a otras, en el anlisis sociolgico, econmico, jurdico, cultural y poltico de la sociedad contempornea, a travs de gran numero de movimientos crticos y de iniciativas intelectuales."

    "La brutal apropiacin de todo, no solo de los medios de produccin y de cambio, de comunicacin, sino de toda la envoltura terrestre en si misma, por una nfima minora, retrotrae a la memoria las problemticas de la divisin de clase en la sociedad moderna, y de su reproduccin. Anuncia, como un doble de la vivacidad imperialista, la instauracin de un Estado de clase mundial." "La percepcin, de mas en mas co-mn, del desastre ecolgico reenva a los espritus mas recalcitrantes a las cuestiones abiertas por la "critica de la economa poltica". No se tardar en comprender que ella tambin concierne a la filosofa. Que la filosofa trabaja fuera de si misma, y que ella, por consiguiente, es trabajada de afuera. Que el movimiento del mundo y el movi-miento de los conocimientos, est nuevamente pleno de presupuestos a decifrar."

    "La poltica exige unidad de pensamiento. En esa exigencia se encuentra la filoso-fa, develando todas nuestras divisiones y deseos de superacin. El prncipe -e l prnci-pe moderno, la multitud- no lo es si no es filsofo. Pero, no es el "marxismo" el que puede proveer esta identidad filosfico - poltica. La nostalgia seria mala consejera. El marxismo, como toda tradicin terica, no vive mas que con los pensamientos que son radicalmente otros. La unidad de pensamiento que requiere una poltica de la humanidad no puede sino proceder de una sustancia mas rica y mas diversa, y perpe-tuamente (renovable), renovada."

    "Lo que estimula la intervencin terica de Marx, es la interferencia entre el saber de la ciencia social y el saber filosfico, y por otro lado, la relacin de la filosofa y de la ciencia con la poltica. Ello, de una manera ejemplar, que lo es en un todo, en un contexto de saber y de cuestionamientos filosficos y cientficos."

    Por lo tanto, seala tambin J.Bidet en su presentacin, no debe asombrar la ampli-tud del programa del Congreso Marx Internacional II y sus actas, publicadas en 7 volmenes de Actuel Marx: Filosofa, el N. 25 de la Revista; Sociologa, el N. 26 sobre la cuestin de las clases sociales; y los volmenes sobre Economa; Derecho; Cultura; Ciencias Polticas; Marxismo; los cuales se mencionan mas arriba en esta

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  • presentacin. Los artculos seleccionados en esta edicin de Actuel Marx en espaol, abarcan solo algunos de los aspectos mencionados. Pueden resultar divergentes, y an contradictorios, pero testimonian, a nuestro juicio, el deseo comn de abordar las nue-vas realidades estableciendo nuevas sntesis tericas.

    Con el Congreso Marx Internacional II, el pensamiento crtico ha dado un nuevo paso adelante.

    ' De todos estos volmenes se proporcionan los ndices completos en la parte final de esta edicin.

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  • M a r x i s m o s , n e o - m a r x i s m o s

    y p o s t - w n a r x i s w n o s

    Andr TOSEL.

    PARA UN ESTADO DE SITUACIN: DEL LADO "MARXISTA"

    El modo de existencia del pensamiento de quienes hoy se reivindican ms o menos en pro de Marx y se dicen marxistas, es muy problemtico. El fin del marxismo-leninismo sovitico, que fue el pensamiento oficial de los partidos comunistas de la Tercera Internacional, coincidi con el agotamiento de los efectos producidos por las ltimas grandes elaboraciones de los herticos del marxismo que fueron, a ttulos di-versos, A. Gramsci, G. Lukcs, M. Horkheimer, T. W. Adorno, H. Lefebvre y L. Althusser. Todos estos autnticos pensadores del siglo XX no han logrado reformar la ortodoxia, de la misma manera en que sus proposiciones tericas y estratgicas no han sido asimiladas en profundidad por sus destinatarios efectivos, los partidos comunis-tas. La implosin del comunismo de tipo sovitico, o bien ha conducido a un alineamiento tendencial sobre los partidos socio-demcratas, cada vez ms converti-dos en liberal-demcratas, o bien ha desembocado en la existencia de partidos comu-nistas "refndados", pero desprovistos de una actitud poltica efectiva. Y sobre todo, ha sido roto irremisiblemente el vnculo que una la teora marxista y el movimiento obrero organizado, ese substrato de los marxismos ortodoxos y herticos. La referen-cia a Marx, por lo tanto, no ha desaparecido, y, en esta situacin indita, han surgido numerosas tentativas de efectuar un balance del pensamiento marxiano, exentas de toda reverencia y atentas a la complejidad real de ese pensamiento.

    As han emergido neo-marxismos y post-marxismos sin que este florecimiento pueda alinearse como tal en la investigacin acadmica: si bien todas esas elaboracio-nes tratan a Marx como un clsico del pensamiento que debe ser estudiado como Hegel o Aristteles, todas lo tratan como un crtico esencial de la modernidad y bus-can, en l y contra l, elementos y an una problemtica para la elaboracin de un pensamiento realmente crtico respecto del capitalismo que devino mundial. Todas son "polticas", lo que no perdona la filosofa universitaria. Esta supervivencia explo-siva y diseminada de Marx, desprovista de vnculos organizativos, puede reservar sorpresas, pero en el momento actual lleva una existencia marginal. La amplitud de las revisiones de que han sido objeto la obra de Marx y de los grandes herticos del siglo,

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  • impide la ocurrencia de un efecto de sugestin sobre las grandes corrientes de la filo-sofa contempornea. Sera til estudiar esos neo-post-marxismos para medir el esta-do de pulverizacin extrema en que se halla, de aqu en ms, el corpus marxiano, del que, por otra parte, se comienza a percibir que es como tal una inmensa acumulacin de fragmentos, no un sistema.

    Se podra ver que en el seno de esos neo y post-marxismos no hay ni una sola tesis de Marx que no sea discutida, reformulada, o incluso abandonada. Un sencillo relevamiento bastar. La teora de la historia es, o bien denunciada como versin ma-terialista de la filosofa progresista de la historia, o bien reelaborada como teora de posibles abiertos. Estos posibles, a su vez, son, ya interpretados como tendencias que contienen sustancialmente las razones objetivas y los motivos subjetivos de su actua-lizacin, o ya reelaborados como elementos de una concepcin aleatoria del cambio. La teora crucial de la explotacin, que durante mucho tiempo e considerada como el meollo de la crtica de la economa poltica capitalista, no goza de mejor estado. Su fundamento, la teora de la plusvala absoluta y relativa, reposa sobre la teora del valor trabajo que, desde fines del siglo XIX, ha sido objeto de recusaciones constantes (a partir de la dificultad de hacer posible una teora de los precios de mercado). As, ella puede ser, o bien aceptada por su capacidad de dar cuenta de las formas sucesivas de la sumisin real del trabajo al capital, abstraccin hecha de sus propias aporas, o bien completamente reformulada sobre la base de una crtica del sustancialismo meta-fsico inmanente a la idea misma del valor trabajo; y esta reformulacin puede tomar a su vez diversas formas, de las cuales, la de la dotacin desigual en capital (se dicen explotados los individuos que estaran en mejor posicin si se retiraran de su lugar en las relaciones sociales). Las mismas observaciones podran hacerse sobre la teora de la cada tendencial de la tasa de ganancias y de las crisis: a la tesis de la necesidad de una resolucin ms o menos catastrfica de esta ley en una crisis final, ha sucedido una interpretacin probabilstica que hace reserva de los derechos de la contingencia histrica y de la iniciativa humana. Ms an, ciertas lecturas hacen de la crisis misma el mecanismo de la reproduccin indefinida del capitalismo....

    A la vez, se plantea la polmica concerniente al derecho, la moral y la poltica, la justicia segn Marx, polmica que se ha nutrido durante estos aos en el seno del marxismo llamado analtico: la teora fncionalsta de la explotacin autoriza una teora normativa, o conduce, en razn de la inseparabilidad entre el ser y el deber ser, a no ver en la reivindicacin de justicia sino una diccin necesaria y contradictoria de los derechos segn la posicin de clase? Este interrogante sobre el lugar y la funcin de la tica, y an de la moral, en el pensamiento marxiano, relanza con la cuestin del derecho la cuestin an pendiente de la poltica, la de la lucha de clases en su relacin con el Estado, con la democracia representativa y directa: a los que reivindican a Marx, terico de la institucin republicana, se oponen los que hacen aparecer la irreductibilidad de la crtica de la representacin en Marx y subrayan la persistencia de la temtica de la democracia directa y de los consejos. El asunto no termina ah, se vuelve a plantear al interrogarse sobre la relacin de Marx con la tradicin poltica del liberalismo, el contractualismo liberal-social: a los que proponen, siguiendo a Rawls y Habermas, reconstruir la teora de Marx a partir de las categoras del contrato central e

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  • interindividual, y del principio de asociatividad, se enfrentan quienes sostienen una lectura neo-maquiaveliana o spinoziana en trminos de relaciones de poder.

    No es sorprendente, desde luego, que la estructura del saber marxiano sea objeto de disputas tan radicales. La interpretacin dialctica de la Kritik es contestada, no solamente por lecturas estructurales que eliminan la herencia terica de la referencia hegeliana, siempre diabolizada en Francia, sino que esas lecturas mismas se dividen segn que rectifiquen el presunto funcionalismo epistemolgico, considerado teleolgico, de Marx en el sentido del individualismo metodolgico, o que entiendan conservar algo de la tradicin organicista en la que se supone se inscribe Marx. Todas estas revisiones se desarrollan, por fin, sobre el trasfondo que constituye el descubri-miento de faltas y lagunas graves en el pensamiento marxiano: es ya antigua la com-probacin de la insuficiencia de las teorizaciones marxianas acerca de lo poltico, lo jurdico, lo religioso, demasiado marcadas por el economismo y la reduccin de las relaciones hegemnicas de sentido a relaciones mecnicas de fuerzas; a ello se agre-gan cuestionamientos ms graves que se refieren a la hipstasis de la produccin y del trabajo, a la accin mal entendida como accin en primera persona, al olvido de las estructuras simblicas, a la ocultacin de la perspectiva hermenutica en beneficio de la sola dimensin de la crtica.

    Todo ocurre como si el campo de los neo y pos-marxismos estuviese organizado en dos polos contradictorios, el analtico y el utpico.

    Por una parte, el polo de lo que se denomina el marxismo anglosajn o analtico ha emprendido la deconstrucccin del corpus marxiano de manera interna cotejando sus argumentos desde el punto de vista del individualismo metodolgico, es decir hacien-do del mtodo micro-fundador y de la teora de las opciones racionales los medios de una reconstruccin, ms coherente, de la teora de los fenmenos econmicos y socia-les. Esta reconstruccin debe poder ser sometida a la discusin argumentada de una comunidad cientfica cuya primera preocupacin es el rigor. Ella pone a prueba la coherencia de la teora marxiana, individualiza sus modos de razonamiento, sus obscuridades, su plenitud. Ella recusa toda opcin ideolgica a priori que se refiera a una eleccin de posicin de clase o de partido, retraduce a un lenguaje ordinario pero epistemolgicamente controlado lo que en Marx se enuncia en un lenguaje especula-tivo y dialctico. Ella trata de esclarecer los conceptos de base para llegar a definicio-nes claras que permitan una confrontacin constante con las ciencias sociales. No vacila en corregir ciertos anlisis, abandonar sin retorno ciertas teoras, recusar ciertas perspectivas consideradas confusas, inconstructibles y utpicas. Mantiene as la doble necesidad del mercado y del Estado, liquida como intil la teora del valor. Separa lo que es vlido en Marx de lo que no est verificado empricamente o que es lgicamen-te incoherente. Aade las piezas tericas consideradas faltantes, como la teora norma-tiva de la tica y del derecho. De todas maneras, esta deconstruccin analtica asegura un distanciamiento respecto del corpus marxiano y marxista.

    Por otra parte, el polo utpico, e incluso escatolgico y apocalptico, trata de si-tuarse a un nivel no susceptible de ser demostrado como falso, inaccesible a la

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  • deconstruccin analtica. sta deja intacta la dimensin de esperanza inscripta en los gritos de los vencidos y de los explotados, no conoce ms que el comportamiento racional modelado sobre los teoremas del utilitarismo, es ciega a la cuestin histrico-mundial de la dominacin. No puede encarar otro horizonte que no sea el de la racionalizacin aceptada como un dato evidente, no problematizable. Excluye en ge-neral la dimensin de la posibilidad, y en particular la ruptura de la linealidad del tiempo. Marx supo unir saber (incluso si ese saber exige su rectificacin) y memoria viva del sacrificio de los vencidos. Este vnculo apocalptico - que acaba de subrayar J. Derrida despus de W. Benjamn - halla su pertenencia en la poca de la mundializacin capitalista. La epistemologa tiene por efecto ocultar el espritu de un pensamiento que ha estado y est todava a la altura del desafo de la modernidad en la medida en que no oculta el precio cada vez ms intolerable con que se paga la consti-tucin de la economa-mundo. Como se ve, los neo y post-marxismos no se desarro-llan en el sentido de una iracundia sin fronteras. La nueva libertad de que goza la bsqueda no acaba en un unsono, sino ms bien en una cacofona. Aqu el estado de situacin debera ser evaluacin o balance, pero dejaremos esta tarea en suspenso.

    En este punto de mximo alejamiento de la compactacin de las diversas ortodo-xias marxistas, se plantea un interrogante: qu significa hoy llamarse todava "mar-xista"? qu unidad conceptual mantiene juntas esas voces discordantes? por dnde pasa para cada elaboracin la lnea de demarcacin entre lo que es vlido en el pensa-miento de Marx y sigue siendo fecundo, y lo que debe ser descartado? se pueden formular, en el seno de los desacuerdos comprobados, proposiciones con un consenso mnimo asegurado? Podemos intentar una respuesta distinguiendo dos tesis que pue-den ser la base que permita todava hablar de neo o de post-marxismo o de marxismo a secas.

    Primera tesis: es del orden del saber. Afirma la posibilidad y la urgencia de una crtica del capitalismo histrico devenido mundial y de sus formas, articulada con la teora de la sumisin real del trabajo al capital. Esta tesis tiene por horizonte llevar a cabo un juzgamiento crtico respecto de la persistencia injustificable material y espiri-tualmente de formas antiguas y nuevas de inhumanidad histrica.

    Segunda tesis: es del orden de la finalidad prctica y de la esperanza razonada. Plantea las esperanzas de una posibilidad de eliminacin de ese elemento inhumano (llmese alienacin, dominacin, explotacin, sometimiento, exclusin). Esta tesis tiene por horizonte la liberacin del poder de la multitud y la construccin efectiva de for-mas sociales determinadas que institucionalicen este poder.

    DEL LADO DE LA FILOSOFA

    Fuerza es reconocer sin embargo que esas investigaciones no atraen la atencin de las corrientes filosficas actualmente dominantes, si se excepta el marxismo analti-co que ha logrado ser parte activa del debate concerniente a la justicia o ciertas lectu-ras estticas y estetizantes del marxismo utpico-apocalptico. Estn muy lejos los

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  • aos en que las orientaciones esenciales de la filosofa no podan sustraerse a la inte-rrogacin concerniente a su propio sentido emanado de los diversos marxismos. Si se observa lo ocurrido en Francia, la situacin es de desinters de la filosofa por Marx y los mil marxismos actuales. Al anti-marxismo virulento de los aos 1975-1990, ha seguido un a-marxismo educado. La ltima intervencin "marxista" en filosofa que logr ser tomada en cuenta por la filosofa "pura" fue la de Althusser y su grupo. Pero esta intervencin ha conocido una parbola singular: partiendo de una proposicin de reestructuracin del pensamiento de Marx como ciencia estructural del continente his-toria (despus del corte epistemolgico), ha terminado en aportica generalizada y se ha acercado tendencialmente a los emprendimientos post-metafsicos y post-heideggerianos de deconstruccin del racionalismo occidental. Su vigor y su capaci-dad de plantear bien los problemas han inspirado investigaciones originales, pero den-tro del elemento inevitable de la escisin y la dispersin de "la escuela". Marx es bien reconocido hoy como un clsico, pero ninguna corriente de pensamiento integra de manera orgnica la. Kritik para definirse y desarrollarse. El reconocimiento del pensa-dor crtico de la modernidad econmica mundializada no da lugar a una confrontacin recprocamente productiva. El interrogadorde la filosofa que haba obligado a Merleau-Ponty, Sartre, R. Aron o Eric Weil, y, en menor grado, a Foucault y Deleuze a situarse en relacin a l, ya no es interrogado. Queda librado al estudio dividido de sus intr-pretes.

    En efecto, la escena filosfica francesa es dominada tendencialmente por la con-frontacin y la interpenetracin de la fenomenologa y la hermenutica, las que de aqu en adelante deben, cada vez ms, confrontarse y combinarse con la filosofa ana-ltica en plena emergencia.

    La fenomenologa da una gran importancia a la intersubjetividad y a su modo de ser en el lenguaje, pero jams se eleva a un anlisis de las relaciones sociales funda-mentales. El inters por el propio cuerpo, la sensibilidad y la esttica en general con-cierne a un cuerpo que no trabaja ni acta como ciudadano, un cuerpo esencial sin otra actividad que las del ejercicio de los sentidos en el seno de una relacin indeterminada con las cosas mismas. La fenomenologa del vnculo social, formulada por Schutz, interesa ms a los socilogos pragmticos de la accin que a los fenomenlogos que reemplazan a menudo la temtica de la constitucin por aquella, teolgica, de la donacin. El libro importante de Michel Henry (Marx, I. Unephilosophie de la ralit. II. Une philosophie de l 'conomie. 1976) no ha tenido continuacin.

    La hermenutica, por su parte, es de hoy en ms la koin filosfica que valida en el ecumenismo del crculo del precomprender y del comprender, la totalidad de los dis-cursos convertidos en textos objetos de una reverencia igual. El perturbador planteo del cuestionamiento heideggeriano o nietzcheano sobre la metafsica moderna es as amortiguado en beneficio de un relativismo bien pensante. El retroceso del motivo de la crtica ante el de la hermenutica da una primaca de hecho a la toma en considera-cin de las tradiciones de lenguaje y de los prejuicios como estructura del sentido comn. La idea misma de una articulacin de la filosofa y la crtica de la economa poltica ya no es encarada, precisamente en el momento en que la mundializacin

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  • capitalista da a esta tarea una urgencia nueva. A este respecto, basta observar la mane-ra reduccionista en que se comprende en Francia la obra de J. Habermas. La larga confrontacin con Marx y l marxismo occidental es aceptada sin discusin, basta con registrar su resultado, el de una eutanasia suave propuesta a Marx en la lgica de la accin comunicacional. Se descuida la dimensin crtica, modesta, pero sostenida an por Habermas en sus anlisis de la colonizacin del mundo vivido por esos medios impersonales que son la economa de mercado y la administracin poltica. A ello se prefiere emprender la fundacin de una tica del discurso separada de sus justificacio-nes histrico-mundiales.

    La filosofa analtica se consagra al anlisis tcnico del lenguaje y de los saberes. Se fecunda con las ciencias cognitivas, desarrolla una epistemologa internalista de las ciencias. Pero olvida ostentosamente las aproximaciones de la epistemologa histrica francesa (Cavallis, Bachelard, Canguilhem, Desanti, Dagognet) que ha sabido siem-pre analizar la dialctica del conocimiento en trminos de prctica histrica, sin igno-rar la inscripcin de la verdad en una problemtica terica que se inscribe simultnea-mente en una situacin socialmente determinada e indisolublemente unida a la ideol-gica.

    Sera importante interrogar a la figura mayor de la filosofa francesa, Paul Ricoeur, y compararla con Habermas, para hacer aparecer la virtualizacin de la referencia marxiana en el pensamiento filosfico francs. El intento, impresionante por su ampli-tud y su saber, de reconciliar fenomenologa y hermenutica, crtica y comprehensin, se pretende considerar a-marxista. An cuando los conceptos de ideologa y de utopa hayan sido tomados en cuenta por el filsofo, su tematizacin sigue siendo general y como desconectada de la interrogacin marxiana sobre la impureza del simbolismo propiamente capitalista. La filosofa poltica de P. Ricoeur representa un retorno a Kant; ms ac de los anlisis penetrantes de Hegel mismo o de Eric Weil. El precio por pagar es por lo menos pesado, en la medida en que permanezcan filosficamente im-pensadas las estructuras efectivas de nuestro mundo social y de su ontologa de hecho. El muy notable Temps et rcit moviliza con penetracin los recursos de la narrativa, la historiografa, pero nunca las historias o exposiciones as tematizados al plano de la historia mundial que se hace, so pretexto de peligro de un retorno al totalitarismo inmanente de las grandes exposiciones de las filosofas de la historia.

    Es menester ir ms lejos. La obra de Ricoeur, an sin ser seguida por los filsofos mismos, devino la referencia dominante en Francia para las ciencias humanas e hist-ricas. El paradigma del actor intrprete privilegiado de us actos, aquel de la accin como texto, tendiente a reemplazar la perspectiva crtica de un P. Bourdieu, quien paga las consecuencias de haberse mantenido siempre ligado a la problemtica de Marx, procediendo a la generalizacin de la nocin de capital y elaborando la teora de las prcticas como campos diferenciados de relaciones de dominacin y de legitimacin. Pero los filsofos franceses, en su gran mayora, ignoran con soberbia el trabajo de P. Bourdieu a quien no perdonan el haber objetivado la filosofa como prctica inscripta en los dispositivos sociales.

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  • Este rpido panorama sera, por cierto, incompleto si no se observara que, siguien-do la estela de una lectura epocal de Heidegger, o incluso de Nietzche, algunos pensa-dores, marginales y originales, solicitan a Marx para interrogar la modernidad como crisis de la produccin ilimitada, siendo sta la figura actual de la subjetividad en lugar de dominacin, y para replantear la cuestin de la filosofa en su relacin con una poltica de dominio (G. Granel, J.-L. Nancy y, desde otro punto de vista, J. Derrida). Pero, como se ha visto, la exposicin de lo que sucede del lado de la filosofa conside-rada en su relacin con Marx y con los marxismos manifiesta, sobre todo, la marginalidad de la referencia marxiana.

    Sin embargo, las cosas no son tan simples: este estado de situacin, en efecto, muestra simultneamente que al margen, pero de manera sintomtica, el mantenimiento de un punto de vista marxiano-marxista minimal renueva de manera inesperada la posibilidad de interrogar de nuevo a la filosofa en su ejercicio actual, con la condicin de que la interrogacin marxiana-marxista sepa cruzarse con las corrientes de la filo-sofa contempornea que han afrontado la cuestin histrico-mundial del destino del pensamiento como bsqueda desenfrenada de la supremaca. La interrogacin marxiana de la filosofa y de su crtica vuelve a surgir as subterrneamente desde el corazn de las aporas marxistas.

    Filosofa, ideologa, constitucin del mundo, en la poca de la mundializacin capitalista.

    La filosofa contempornea se rehusa, en efecto, estructuralmente, no tanto a pen-sar su historicidad en trminos de misin (el servicio "tradicional" de la libertad, del derecho, de la comunicacin, de la ciencia, del ser, enumeracin no exhaustiva) como a asumir su pertenencia a un mundo histrico-social, a tornar problemtica su propia vinculacin con las relaciones sociales fundamentales de este mundo, con las prcti-cas efectivas as conducidas. Ella difiere la prueba que consiste en medirse con ese otro, con la alteridad de la no filosofa, que es el proceso histrico en su condicionalidad especfica, con sus espacios de experiencia y sus horizontes de espera para tomar prestados de R. Koselleck sus tiles conceptos. El pensamiento de Marx y de los marxistas que realmente han trabajado, ha resurgido cuando ha logrado reformarse y reformar teniendo en cuenta los desmentidos y los fracasos histricos, reconfigurndose en funcin de las reconfiguraciones indefinidas de las coyunturas en que se haba inscripto l mismo como actor pensante, cuando ha podido analizar en el curso vivien-te del cambio histrico los cambios de ese mundo y los cambios del modo de cambio mismo, cuando, en fin, se ha transformado sin renegar de s mismo. Es el modo actual de cambio del cambio que importa pensar, con el fracaso de la primera tentativa de revolucin comunista y con el devenir-mundo de un capitalismo tambin transforma-do. Con raras excepciones, la filosofa considera indigno de s misma pensar esas transformaciones de las transformaciones, cuya tarea delega a las ciencias humanas sin comprometer de manera general con estas ltimas la indispensable confrontacin. Todas las temticas impuras desarrolladas en torno a "Marx y la filosofa" no han llegado jams a definir "una filosofa marxista", pero han asegurado incansablemente

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  • el retorno de la historia y de las relaciones sociales en la filosofa, tomando sus formas ms diversas y relativamente heterogneas dentro de la unidad de la cuestin: dialctica materialista, materialismo(s) dialctico(s), teora crtica, filosofa de la praxis, ontologa del ser social, ontologa del an no ser, etc. Marx contina planteando a la prctica de la filosofa la cuestin de su incurable impureza. Esta cuestin no toma slo la forma "salvaje" de la ideologa, pues sta es reversible, y los marxismos han funcionado largamente como legitimacin del Estado-Partido para reivindicar una ingenuidad perdida.

    Para recuperar su pertinencia, la cuestin de la funcin ideolgica de la filosofa, sin embargo, puede y debe comenzar por reformularse en trminos de constitucin del mundo. La dependencia de la filosofa respecto de las relaciones sociales de produc-cin obliga, en efecto, a pensar positivamente la heteronomia de la filosofa, su perte-nencia a un mundo histrico-social que ella puede relativamente constituir. La cues-tin "marxista" dirigida a la filosofa es la de la efectividad de su prctica terica, ella reenva la prctica filosfica a su verdad inmanente, a la prueba del asimiento concep-tual, de la concepcin de su mundo, la hace constreirse a los lmites de ese mundo que son siempre los lmites (parcialmente desplazables) del pensamiento mismo. La cuestin planteada por el marxismo ste se la plantea infinitamente a s mismo, con-cierne a su propia capacidad de pensar los lmites de ese mundo. No se trata de la cuestin clsica de la historicidad ni la de la reflexividad, magistralmente planteada y absolutizada por Hegel y asimismo magistralmente retomada por M. Weber, sino la de la historicidad y la reflexividad determinadas, propias de nuestro mundo actual, de su reflexin especfica en su proceso de vida y de muerte, del borde, del margen mismo de la posibilidad radical que define nuestra historicidad, la de su derrumbe como mun-do humano histrico.

    La fuerza de Marx ha sido y sigue siendo la de dar un contenido a esa historicidad. Ella remite al modo de produccin capitalista y a las relaciones sociales que lo defi-nen, las del capital como poder de sumisin real del trabajo y de todas las actividades humanas. Ella implica la permanencia de la resistencia a esta sumisin, y por lo tanto la de la figura de esta resistencia, la lucha de clases que no es solamente lucha contra la servidumbre, sino contra su forma especular, la dominacin. La universalizacin a nivel planetario de la relacin social capitalista es ciertamente la materia no filosfica (y el nombre no filosfico) que convoca y cita a la orden del da a la filosofa, y la aparta de los sueos de su imposible autonoma, de su vana pureza. La especificidad de nuestra historicidad - fin del comunismo histrico, devenir mundo de la economa y devenir economa del mundo - radica en que ya no es posible traducir esta universa-lizacin capitalista en anticipacin y condicin de posibilidad (as sea en vano) de superarla. Nada garantiza que el progreso de las fuerzas productivas sea el de la liber-tad, una vez liberadas stas de las trabas de la relacin capitalista. La universalizacin ya no es el sinnimo social de la libertad, de la racionalizacin, de la humanizacin o de la eticizacin. Ella se presenta como un mundo totalmente nuevo ("brave new new world" que espera con sus tempestades su nuevo Shakespeare) en el cual, a las anti-guas escisiones y contradicciones identificadas por Marx y los grandes herticos mar-

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  • xistas del siglo, se agregan, desplazndolas, nuevas escisiones y contradicciones, sean sexuales, ecolgicas, etno-nacionalistas o intelectuales. Es ste sin duda el punto filosficamente decisivo que concierne a la pertinencia y los lmites del racionalismo progresista en el que Marx y los marxistas estn inscriptos.

    La hegemona actualmente no limitada de la produccin por la produccin, de su infinitud, es la de la subjetividad perdida en su delirio de dominacin. Ella designa nuestra coyuntura y muestra a la vez los lmites y la impotencia del comunismo hist-rico, obsesionado por lo infinito de la produccin y al mismo tiempo incapaz de riva-lizar con el capitalismo en su propio terreno. Ella hace aparecer los lmites de la crtica marxiana demasiado ligada a la exaltacin moderna de la produccin por la produc-cin y a su racionalidad, demasiado confiada en el poder de la ciencia, considerada en cuanto se halla incorporada al capital mientras se mantiene susceptible de ser separada y liberada de l. Es en este punto que la aprehensin de la historicidad de nuestro tiempo, el tiempo de la cada del comunismo histrico y de las devastaciones de la produccin capitalista, desemboca en la necesaria reconsideracin de la racionalidad moderna y de la presin que ella ejerce sobre Marx y los marxistas. Es en este punto que se convoca a la filosofa, y es en este punto que aparece la pertinencia de una confrontacin de Marx y los marxistas, no slo con la tradicin de la economa polti-ca, del social-liberalismo, o del pensamiento racionalista, dialctico o no, sino con los filsofos de la historia del ser como historia del nihilismo. As, Vico, Rousseau, Nietzche, Heidegger, y, ms cerca de nosotros, M. Weber, son a su manera los testigos y los pensadores del devenir nihilista de la historia, de la modernidad econmica y poltica. Nuestra poca es la del desencadenamiento del capital, vencedor de sus ad-versarios histricos, liquidados o reabsorbidos en su hegemona, pero siempre en gue-rra civil y en todos lo? frentes contra las resistencias que perduran pese a todo porque es l quien las reproduce. Ciertamente, la proposicin de la historia del ser como his-toria del devenir nihilista de la produccin por la produccin est llena de equvocos, e incluso es portadora de mitologas criminales (como lo atestigua la ambigedad poltica de Heidegger). Pero tiene el mrito de precisar la doble e idntica cuestin que la configuracin "Marx" plantea a la filosofa y se plantea a s misma: es una cuestin histrico-mundial. La participacin de los neo-marxismos y de los post-marxismos (que hasta aqu hemos dejado sin dilucidar) puede operarse de aqu en ms.

    Los post-marxismos se distinguen, en efecto, de los neo-marxismos por la resolu-cin de trabajar con Marx, sobre l y contra l, a partir de un punto de vista crtico sobre los racionalismos de la subjetividad absoluta en la medida en que stos se ilusionan sobre su propia supremaca y sobre la de la produccin-destruccin. Podr parecer excesiva esta proposicin, pero la produccin es por cierto la figura historial de nues-tra relacin con el mundo y el ser, de nuestra pertenencia al ser y al mundo. Su domi-nacin que no es potencia se revierte cada vez ms en impotencia, es decir en fuerza de deshumanizacin creciente, al separar a la multitud de su propia potencia. El reino del capital-mundo es el de la subjetividad-dueo que, en su inmanencia y su finitud pro-clamada, se absolutiza, se infinitiza en una produccin de riquezas que es simultnea-mente destruccin. Esta reversibilidad de la produccin y de la destruccin es el pro-

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  • pi nihilismo (como lo han visto G. Granel, Etudes, 1995, y J.-L. Nancy, Etre singulier pluriel, 1996). La cuestin que la configuracin "Marx" plantea a la filosofa al dar una concrecin histrico-social, la del capital como relacin social imperialista, a las especulaciones pnicas de los deconstructores sobre el fin de la metafsica, es por cierto la del porvenir de la produccin y de su razn. El post-marxismo plantea la cuestin, no deplorando el devenir mundial del nihilismo capitalista, sino intentando explorar las vas de un nihilismo gozoso en que la tecnologa social ser reexaminada no solamente en sus impasses sino tambin en su limitacin y su reconfiguracin po-sible, a construir en la resistencia. Desde este punto de vista, pierde toda pertinencia la problemtica de una refundacin, de un recomenzar, de una revisin de la obra de Marx, fundada sobre un balance que establezca lo que en ella est vivo o muerto.

    No se trata ya de reducir a piezas el rompecabezas de la crtica de la economa poltica para repetir esta ltima en el lenguaje depurado del individualismo metodolgico dejando sin considerar el vnculo entre este ltimo y el individualismo posesivo. No se trata ya ante todo de suplir las carencias aadiendo a Marx y a los marxismos una teora de la poltica fundada sobre el contractualismo social-liberal, una teora de lo simblico tomada del psicoanlisis o de la antropologa, una teora de la accin salida de un cruzamiento entre Weber y Habermas, entre Gadamer y Ricoeur. Como si la suma improbable de estos agregados pudiera ocupar el lugar de una rectificacin co-herente y darnos al fin el buen sistema. Se trata de interrogar a la filosofa contempo-rnea y a las ciencias sociales, hacindola pragmtica antes o despus, sobre su perte-nencia a la relacin social de la economa mundo, sin olvidar que esta relacin es la figura presente de nuestra relacin con el mundo y el ser, sin pasar a prdidas y ganan-cias la masa de destrucciones y de inhumanidad, que se ha hecho injustificable, produ-cida por la produccin desencadenada. Se trata de establecer otra relacin, a la vez filosfica y no filosfica, con la produccin, la racionalidad, de fundar esta relacin sobre el rechazo del fantasma de la dominacin, sobre la liberacin de las potencias de actuar y de disfrutar en comn, sobre la accin que se hace de la multitud.

    Solamente la aprehensin por la filosofa de su pertenencia al mundo de la produc-cin destructora, esta figura historial de la manifestacin del ser, puede permitir a la filosofa la conquista de una posicin crtica a la altura de la poca. La distancia toma-da en relacin al racionalismo de la dominacin, que abre la provocacin surgida de los grandes pensamientos del nihilismo, puede hacer posible otra relacin con las tra-diciones del racionalismo y distanciar a su vez el catastrofismo del nihilismo, al relativizar su pretensin de hacer el proceso global, sin distinciones, del racionalismo y de la tcnica confundida con el capital. El cuestionamiento marxiano-marxista de la filosofa puede as trabajar en su propia reconfiguracin por la rectificacin de sus figuras anteriores y por el descubrimiento de una nueva tierra ms all de los racionalismos y de la deconstruccin nihilista.

    Ese cuestionamiento autoriza in fine, despus de esta vuelta por el examen de las relaciones entre filosofa y constitucin del mundo, a volver a la cuestin de las rela-ciones entre filosofa e ideologa. "La ideologa es para la filosofa el nombre materia-

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  • lista de su propia finitud", dijo E. Balibar en La philosophie de Marx (1993). La cues-tin de Marx y de los marxistas es por cierto la de la verdad, pero de una verdad que se juega sobre la crtica de las ficciones unlversalizantes y de su funcin (atrevmonos a usar la palabra, a pesar de la nueva interdiccin del marxismo analtico) en la instala-cin de la produccin destructora y del nihilismo. Esta verdad se forma en la conjun-cin de lo lgico y lo poltico, asume su gnesis en las formas pasadas y presentes del agn de la historia, desarrolla su constitucin lgico-poltica.

    La lucha contra la explotacin del capitalismo mundo no puede ser entonces una simple lucha poltica que habra que articular a las otras luchas contra otras formas de contradiccin. Tiene una dimensin historial en tanto se trata de lucha contra y en el nihilismo de la produccin convertida en destruccin. Apuesta a la construccin en la finitud histrica de otra relacin con el mundo, otra figura de nuestro mundo histrico-social. Replantea como cuestin ltima y primera la cuestin de la comunidad, ms all del comunitarismo, ms all del vnculo social impuesto por la sociedad mercan-til, la cuestin de nuestra relacin con el ser como ser-en-comn. Replantea como cuestin ontolgica la cuestin de otro modo del cambio, la cuestin de la revolucin (pensable) despus de la revolucin (errada), despus de su aniquilamiento en la pro-duccin por la produccin. Esta cuestin se abre paso en numerosos estudios, surgidos en verdad de las ciencias sociales ms que de la filosofa. La crisis del neoliber(al)ismo queda abierta de aqu en adelante, y se debe reconocimiento a P. Bourdieu por haberla formulado (con otros, neo y post-marxistas incluidos) dndole una bella virulencia que le ha valido el odio feroz del establishment liberal-social. Buenos espritus en filosofa apelan incluso a desarrollar sus capacidades de anlisis y de crtica (as, J. Bouveresse o F. Dagognet) para arrojar nuevos Iluminismos esclarecidos sobre su parte de sombra y sobre sus lmites. Del interior de las problemticas aqu evocadas podrn salir cambios de perspectivas. La filosofa ha estado quizs demasiado marca-da por los excesos del siglo para no apartarse de una desconfianza justificada respecto de la cuestin "Marx". Pero la gran mundializacin de una ruina de lo humano, que es la cuestin propia de la poca, acabar por hacerse reconocer en sus trminos exactos por la filosofa misma. Una noche indita cae, demasiado oscura, sobre nuestro mun-do, para que levante vuelo el pjaro de Minerva.

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  • M t u w i & i i u p . t i c a y f U a s a f

    Qu normatividad para la crtica del capitalismo: tica o moral?

    Yvon QUINIOU

    La crtica del capitalismo tal como se encuentra en Marx y, ms extensamente, en la tradicin poltica que se proclama su continuadora, conlleva una evidente dimen-sin de normatividad - evidente aun cuando se suele negarla en favor del binomio inteligencia de la historia / prctica poltca, como si la poltica (con su momento de crtica) fuese de alguna manera su propia razn de ser y no tuviera cuentas que rendir ante algn tipo de "razn prctica" Pero la naturaleza de esta normatividad, una vez admitida su presencia, plantea un problema: se puede estar tentado de no ver en ella ms que una tica de contenido normativo "dbil", con las comodidades tericas aun-que tambin con la renuncia al rigor prctico que este trmino implica; pero tambin se puede ver en ella una moral de contenido normativo "fuerte", con las dificultades intelectuales pero tambin con las responsabilidades, en el orden de la accin, que esta nocin implica. Cmo es esto exactamente?

    ANTECEDENTE: UNA NORMATIVIDAD PRESUPUESTA, LA DE LA RAZN O VINCULADA A ELLA

    Debo de entrada eliminar un contrasentido. La crtica marxiana del capitalismo, por el hecho de apoyarse sobre una teora, implica en realidad una primera normatividad, puramente terica o vinculada a la teora, pero apenas visible en s (por terica), y su dimensin crtica se manifiesta a diversos niveles: 1) Marx adopta un discurso racio-nal y an cientfico sobre la sociedad y la historia, lo que implica desde ya una opcin a favor de la racionalidad que lo inscribe en el campo del racionalismo terico - y esta opcin tiene en s misma un sentido prctico en razn del poder que le acuerda al hombre sobre lo real. 2) Por otra parte, este anlisis, al ser dialctico, revela la accin de mltiples contradicciones en la realidad histrica y exhibe por ende una autocrtica de lo real, fuera de la teora, que se supone lo lleva a un estado ms racional, marcado por la desaparicin de sus contradicciones ms esenciales: el comunismo. "Las rela-ciones de produccin burguesas son la ltima forma contradictoria del proceso de produccin social" dice Marx 2: Esta frmula expresa bien la presencia de un ideal normativo de sociedad "racional" en el seno de la teora de la historia, incluso si aqul no se presenta como un "ideal" sino como un resultado inmanente del mismo proceso histrico real; lo que no impide que ese "ideal" habite la teora misma, puesto que ella

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  • lo vuelve a tomar en cuenta en el enunciado positivo que hace de l, y se constituye en su aspecto critico: la normatividad racional del fin de las contradicciones est en ac-cin directamente en la presentacin terico-crtica del capitalismo, aunque est hipostasiada en forma de cumplimiento de lo real en s mismo, fuera de toda crtica externa, 3) Por otra parte, el anlisis terico, en la medida en que pretende ser cientfi-co y verdadero, se hace crtico de la ideologa que enmascara lo real - tema constante desde las obras de juventud hasta incluso las de la madurez si es que la cientificidad se adquiri tardamente. Hay entonces un efecto crtico inmediato de la teora como tal, de alguna manera intra-terico, y que es de demistificacin; pero ste tambin est dotado de un sentido prctico y extra-terico, pues contribuye a la emancipacin de los hombres al suprimir las ilusiones de su conciencia. La racionalidad terica es, pues, crtico-prctica, y a ese ttulo ha sido valorizada por Marx. 4) Por fin, hay una normatividad crtica que la teora misma revela en el seno de lo real: aqulla de que son portadoras las luchas de clase en tanto implican enfrentamientos ideolgicos so-bre el poder, la riqueza o el estatuto y por ende una crtica mutua, planteada por valores antagnicos o concurrentes.

    Sin embargo, al indicar todo esto, no se sale del terreno de una normatividad crtica propia de la teora o revelada por ella. Ahora bien, ms all de esta potencia de la razn cuyo valor debe ser recordado y mantenido contra las corrientes irracionalistas que, inspiradas por Nietzsche o Heidegger, resurgen sin cesar para desacreditarla3, lo que est en juego es la presencia de una normatividad propiamente (o inmediatamente) prctica: aqulla que opera en las elecciones de vida o en la accin, pero que habita tambin la teora de la historia en cuanto ella se inscribe en un horizonte poltico.

    LA NORMATIVIDAD PRCTICA

    Seamos claros: Marx no se limita - si se deja de lado su toma de posicin racionalista y su crtica de la ideologa - a indicar tericamente una normatividad crtica inherente a su objeto de estudio, sea la de la autocrtica dialctica de lo real o la normatividad ideolgica, ella misma crtica, de las luchas de clases (puntos 2 & 4 precedentes); no se cie a registrarla y reflejarla "objetivamente" en una postura de neutralidad axiolgica cuya posibilidad es por otra parte difcilmente concebible cuando se trata de un mate-rial humano: l toma partido prcticamente en el proceso real autocrtico que, simult-neamente y "por otra parte" (pero no es "otra parte" puesto que es en el mismo mo-mento y en el mismo texto) comprende, critica l mismo lo real crtico que comprende o lo real que comprende "crticamente" (en el sentido de una crtica inmanente a la teora). Es por eso que despliega una comprensin crtica del capitalismo, pero en un sentido nuevo que hace referencia plenamente al elemento del valor, y que recupera, mantenindolo, el sentido original del trmino "crtica": no hay verdadera crtica sino a partir de un valor presupuesto y que constituye la matriz del juicio expedido sobre lo real4 . Es as que -para no tomar por el momento ms que este ejemplo- frente a la contradiccin de la burguesa y el proletariado -contradiccin que es posible exponer tericamente "por otra parte"- l opte axiolgicamente por uno de los dos trminos -el proletariado cuya causa sostiene polticamente- y por el porvenir que el anlisis

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  • puramente terico de la dinmica de esta contradiccin permite augurar: el porvenir revolucionario de su resolucin, el comunismo. Ahora bien, esta toma de posicin prctica es tericamente contingente, en el sentido de que manifiesta una postura cr-tica que excede al solo anlisis racional-terico de lo real y no es posible deducirla de l5 : otras posiciones frente a la misma realidad conocida de la misma manera, son lgicamente posibles y de hecho han sido adoptadas histricamente. Esa toma de po-sicin implica, pues, una normatividad, fuente de crtica, que no es ms racional-te-rica sino plenamente prctica, heterognea en el orden de una simple inteleccin de lo real. Su presencia no anula la dimensin terica del discurso y sus motivos propios de validacin (o de refutacin) sino que la duplica en otra dimensin que hace del texto marxiano un texto plenamente terico-crtico; no ambiguo, como si vacilara entre dos estatutos cada uno de los cuales desestabilizara al otro, sino ambivalente, combinando dos registros, el explicativo y el crtico o normativo 6, sin que uno elimine al otro, ya que, por lo contrario, se apoyan mutuamente: sin la ciencia, la normatividad vira al encantamiento ineficaz y, como la moral encarada en forma abstracta, no es ms que "la impotencia puesta en accin" 7 ; pero sin la normatividad la ciencia cae en el positivismo y no posee ningn poder de interpelacin prctica. A. Heller lo ha indica-do bien, a su manera: "Sin esas premisas normativas, Marx sera un crtico inmanente del capitalismo, y sin anlisis inmanente del capitalismo, un anti-capitalista romnti-co" 8. Lo que hay que retener es que la comprensin se basa en el elemento del valor, que es inseparable de lo que J. Granier ha denominado justamente un "pathos valoral"

    incluso aunque Marx lo niegue a menudo en nombre de una auto-comprensin de s positivista o politicista, que disfraza las proposiciones prcticas de proposiciones te-ricas, terico-histricas o terico-polticas - de modo que lo deseable (prctico) se vuelve lo inevitable (terico) a lo cual lgicamente hay que adherir por una eleccin cuyo sentido sera puramente histrico-poltico. De ah el problema: de qu naturale-za es esa normatividad prctica que habita el discurso y lo constituye como crtica, as como habita las prcticas de aqullos que se oponen al capitalismo y que, no confor-mndose con ser movidos por la necesidad, el deseo o el inters, lo juzgan?

    UNA NORMATIVIDAD TICA?

    La distincin entre una normatividad tica y una normatividad moral es relativa-mente reciente, pero comienza a imponerse en el debate intelectual, en particular con las reflexiones de Ricoeur y de Habermas10 . Esa distincin supone, para ser compren-dida en todo su rigor, que se haya registrado la crtica radical de la moral operada por Nietzsche en nombre de la vida tratada como fuente ltima de los valores y erigida en valor tico supremo. Aplicada a Marx y, ms extensamente, al compromiso poltico, permite discernir mejor el dominio en el cual la poltica tiene derecho de legislar sobre la vida humana y por ende tomar la forma de una ley obligatoria para todos. Para decir lo de una vez: la tica y la moral t ienen en comn el desplegar un campo de valores. Pero los valores ticos son totalmente reabsorbibles en la vida que los produce - sea sta biolgica, psicolgica o social ". Por lo tanto esos valores, en cuanto toman la forma ilusoria de objetos para la conciencia, no son ms

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  • que la expresin mistificada de un proceso humano de valorizacin, lis decir que son: 1) empricos o concretos; 2) siempre particulares, relativos a tal estado o forma de vida; 3) puramente facultativos, sin fuerza de obligacin. Tal es el caso del placer, el poder, el goce o ejercicio de la inteligencia ... que no pueden obligar a nadie. Solamen-te definen lo "bueno" o lo "malo" para tal hombre, tal clase, tal poca, tal cultura. Al desplegarse en la inmanencia integral de la vida cuya normatividad propia ellos expre-san, se comprende que no supongan en absoluto la presencia de un sujeto libre dotado de razn, ni como fuente del valor ni como aquel a quien el valor se impone: el valor (con minscula) no es aqu, pues, ms que un "juego" de la vida consigo misma y al servicio de ella misma. Por oposicin, la moral instala un orden de valores: 1) abstrac-tos o formales, incluso si, como debe ser, se traducen de manera concreta al nivel ele la vida; 2) universales, puesto que valen para todos: hay una sola moral - a l menos en derecho o no hay moral; 3) obligatorios: lo propio de un valor moral es escapar a lo arbitrario axiolgico de la tica e imponernos -s iempre en derecho - una forma de vida o una forma para la vida (que no es exactamente lo mismo). K1 respeto hacia el prji-mo no est, evidentemente, librado a la apreciacin de cada cual! Se admitir que aqu, pese a las mistificaciones de que puedan ser portadoras, las categoras de "bien" y de "mal" son las nicas que convienen: incluso si el "bien" es tambin "bueno" para el hombre, y el "mal", "malo" para l, no son lo "bueno" y lo "malo" los que constituyen el valor del "bien" y del "mal"; pero se admitir tambin que, al menos en una primera aproximacin, semejante orden de valores parece suponer un sujeto libre sustrado al empirismo, que instituye por su razn el valor, siendo interpelado por ste como ser libre, pues lo obliga, y susceptible de responder o no a su obligacin. Por un lado, entonces, el valor segn Nietzsche, por el otro el Valor (con mayscula) segn Kant

    Uno se sentira tentado, entonces, de no ver en la normatividad afirmada por el marxismo otra cosa que una normatividad de tipo tico, por varias razones que no debemos subestimar 13:

    Marx se rehusa explcitamente a fundar su afirmacin sobre la referencia a un orden de valores morales que trascienden la historia y las clases y estn instituidos por un sujeto libre dotado de razn prctica: siempre ha desconfiado de la "crtica moralizante" a la que niega todo fundamento terico, en la cual vea una simple mistificacin ideolgica, que deba ser reemplazada por una crtica poltica vinculada al conocimiento de lo real.

    El comunismo no es presentado por l, en lo esencial, como un deber-ser moral, dirigido a un sujeto libre, pues su filosofa materialista elimina semejante sujeto y lo reemplaza por individuos retenidos por relaciones sociales y siempre determinados por stas. Por eso el comunismo constituye una tarea poltica para la sociedad, y no una obligacin moral para un individuo aislado y "libre" en el sentido metafsico del termino - una tarea que slo el juego antagnico de los intereses, articulado al desarro -llo histrico material, est en condiciones de cumplir.

    En un sentido ms extenso, se impone la proximidad terica entre el valor tico tal como lo he presentado y la ideologa segn Marx, considerada en su parte prctica, portadora de valores. Marx se ve llevado a no encontrar, en los valores a los que adhieren los hombres, otra cosa que la expresin, casi siempre disfrazada, de intereses de clase, vinculados a una poca dada En su dimensin prctica, entonces, una

  • ideologa es una formacin "tica", siempre concreta, particular y sin valor obligato-rio, y de la cual la vida, entendida aqu en un sentido socio-histrico, da cuenta nte-gramente, puesto que es "la vida la que determina la conciencia" (y no a la inversa), y no es posible imaginar cualquier "trascendencia" de la conciencia que, escapando a esa vida, le permita dirigirla moralmente. En consecuencia, slo define lo "bueno" y lo "malo" para tal grupo social, y la apariencia moral que se atribuye al proponer un "bien" y un "mal" (pensemos en la sacralizacin de la propiedad privada y la correla-tiva prohibicin del robo) no es ms que una mistificacin (y tambin sin duda una auto-mistificacin) funcional en relacin al inters: refuerza, llevndola al plano uni-versal, la justificacin ideolgica por el valor y sirve as al inters de grupo o de clase que ese valor expresa negndolo. De aqu se siguen las consecuencias en lo que con-cierne a los valores relacionados con la toma de posicin comunista, puesto que lo que dice Marx, expresado en este nuevo lenguaje, respecto de toda toma de posicin nor-mativa, debe lgicamente aplicarse a la suya: no habra ah sino una toma de posicin tica, que se manifiesta en una ideologa particular, proponiendo lo "bueno" para los hombres desde el punto de vista del proletariado -pues la burguesa define su "bueno" de otra manera y ve en lo "bueno" comunista lo "malo" para ella- y enunciando enton-ces no un ideal moral objetivo, sino un ideal de vida buena ligada originalmente a un grupo social particular, desplegndose sobre el terreno del inters, de la necesidad o del deseo, invertido, por lo dems, en formulaciones polticas concretas, pero sin que esa inversin anule su carga normativa especfica. La normatividad marxiana -cuya existencia no se puede negar- se inscribira entonces en una tradicin de normatividad modesta, desembarazada de los oropeles de la moral, que es la de Aristteles o Spinoza, del mismo orden que la propuesta por los materialistas, desde Epicuro hasta P. Ree pasando por La Mettrie, y que saldra, a cierto nivel de abstraccin, del anlisis nietzscheano del valor que lo hace radicalmente inmanente a la vida y siempre relati-vo. Por ende, normatividad tica, pero nihilismo moral I 5 .

    Indiscutiblemente hay proposiciones ticas en el proyecto marxiano, y sin hacer un inventario completo, se pueden indicar algunas de ellas: la valorizacin constante de la ciencia y de la tcnica, as como de la dominacin de la naturaleza que stas permiten, y que retoma la axiologa propia de las Luces; el tema ms amplio de una libertad prctica o libertad-potencia, en un estilo spinozista, que se manifiesta en la relacin con la naturaleza pero tambin en la relacin con la historia y la relacin consigo mismo; la atencin prestada al cuerpo, a la materialidad de las necesidades, a la vida sensible, y que permite hablar no solamente de una tica material con E. Dussel 16 -y toda tica es material al poseer un contenido-, sino de una tica materialista de la cual los Manuscrits de 1844 ofrecen una formulacin elocuente y vinculada a su materialismo filosfico. A ese nivel, el materialismo terico de Marx se convierte lgicamente en materialismo prctico: la vida que valoriza ticamente no puede sino valorizarse ella misma y valorizar su propia expresin vital, como no puede sino valo-rizar, contra las diferentes variedades de ascetismo espiritualista, las mltiples formas de gozo que le son afines: el hombre "rico en necesidades" de los Manuscrits de 1844 es seguramente el ideal tico de un materialismo consecuente; pero se encuentra tam-bin, a la inversa, la valorizacin de las formas superiores de la existencia asociadas a la inteligencia, el arte, la cultura, y que sita lo "bueno" en contra de todo "comunismo

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  • grosero", ms all de la esfera productiva, muy especialmente en la actividad intelec-tual: el comunismo intenta reducir el trabajo manual (y no aumentarlo) para permitir a todos el acceso al trabajo intelectual l7. Y las necesidades cuya apologa hace Marx no son solamente simples necesidades naturales o fsicas: son, fuera de las exigencias Tsicas (nunca negadas), necesidades humanas, que llevan la marca del desarrollo cul-tural y de su riqueza potencial... Se podra alargar esta lista.

    Lo que est claro, es que se trata de valorizaciones prcticas (incluso la eleccin de la ciencia es aqu una eleccin prctica), cuyo contenido es concreto o "material" (en el sentido de Dussel), que no tienen carcter obligatorio, que no suponen ni un sujeto trascendente que las opere, ni un sujeto libre que debera suscribirse a ellas, y que son, por una parte, relativas a una poca o a los intereses de una clase, sin validez universal evidente: otras valorizaciones contrarias son lgica y prcticamente posibles. Por otra parte, la historia misma se ha encargado de relativizar el valor del poder ejercido inde-finidamente sobre la naturaleza con la irrupcin de la crisis ecolgica, as como ha hecho surgir la sospecha de que el crecimiento de las fuerzas productivas, ms all de cierto lmite, no es por s mismo portador de felicidad, valor que se puede considerar superior al culto a-crtico del poder tecnolgico Manifiestamente, se trata de una tica que, sobre todos esos puntos, nos propone el marxismo, tal como ha sido formu-lado en la poca de Marx, con todas las caractersticas que este concepto implica: concreta, relativa, carente de fuerza obligatoria; la idea de tica es coherente con el cuadro materialista de referencia que hace problemtica la idea misma de la moral: en definitiva, convertir esta tica en moral, ms all de la imposibilidad puramente lgica de hacerlo, implicara un peligro: el totalitarismo acecha a quien quiera imponer a todos su definicin de la "vida buena", so pretexto de ver en ella la definicin del "bien"; y, para conjurar ese peligro, hace falta mantener una conciencia alerta del propio carcter "dbil" de la normatividad tica que, hay que admitirlo, en principio se ofrece al debate pblico, es decir, a la discusin democrtica. La "guerra de los dio-ses" es aqu infinita, porque ningn Dios, ni siquiera la ciencia, podra ponerle fin. El comunismo tiene entonces todas las de ganar evitando la tentacin moral a ese nivel.

    Sin embargo, esta posicin no me convence totalmente: de proseguirla hasta el fin, es decir, extender el carcter tico al conjunto de las proposiciones normativas de Marx, se llegara a hacer de la reivindicacin de la abolicin de la explotacin del hombre por el hombre (por ejemplo), con todo el cortejo de desdichas que le estn asociadas, una simple opcin facultativa, sometida al arbitrio axiolgico de cada uno. Esta concepcin no es sostenible, ni lgica ni prcticamente.

    LA NORMATIVIDAD M O R A L

    La obra de Marx est habitada por valores morales, aunque el tema de la moral est ausente, y se extiende as paralelamente a su lnea cientfica, en el elemento prctico de la moral y no solamente en el elemento, moralmente neutro, de la tica. Bien enten-dido: este elemento no slo est presente bajo la forma de una motivacin de partida, confesada expresamente por Marx en su juventud y formulada explcitamente en el lenguaje del imperativo categrico19, pero que slo servira como disparador externo

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  • para una obra que, luego, abandonara radicalmente; se trata ms bien de una dimen-sin constante de sta, que le es interna y constitutiva, y que le confiere un sentido moral que la hace escapar al solo registro de la positividad terico-poltica a condi-cin, por cierto, de precisar en qu sentido se puede seguir hablando de "moral" cuan-do falta el sujeto libre20.

    La presencia de ese contenido moral no ha sido verdaderamente demostrada (en el sentido riguroso o estricto del trmino) por una razn terica ligada a la naturaleza de ese elemento prctico: una demostracin apunta a demostrar una proposicin terica a partir de otra proposicin terica o un hecho a partir de otro hecho, y no tiene manera de establecer la presencia de una dimensin contra-terica o "contra-factual" (Habermas). Entonces solamente debe ser probada, y, sobre la base de esta prueba, mostrada y explicitada de una manera rigurosa. Ese contenido moral es manifiesta-mente de tipo kantiano - y no podra ser de otra manera si se admite que no hay otra moral que la fundada sobre el criterio de lo Universal tal como Kant lo ha, no inven-tado, sino simplemente expresado o tematizado, porque por definicin slo lo Univer-sal en s mismo puede funcionar como ley universal2[.

    Recordemos las tres formulaciones resumidas: 1) no hay otra moral que la que pueda tomar la forma de la Universalidad; 2) no hay otra moral que la que no reduce al otro al estado de medio y respeta en l la persona humana considerada como un fin en s misma; 3) no hay otra moral que aqulla que podra ser elegida, con toda autonoma, por cada uno. Ahora bien, quin no ve que esos principios normativos, cuya validez ninguna ciencia puede establecer porque son "prcticos", operan plenamente en la eleccin, la adhesin o la reivindicacin (como se quiera) del comunismo en Marx y por lo tanto en la crtica del capitalismo que es su reverso, pero de una manera casi siempre silenciosa (por negada o denigrada) mas con un silencio ruidoso que brinda el pathos valoral "del texto, sensible no slo en sus mltiples indignaciones, protestas, gritos de corazn, denuncias, etc ...", pero en sus categoras cientficas ms abstractas o sus notaciones ms polticas22 ? Mostrmoslo en el ejemplo privilegiado de la explo-tacin que est en el corazn de la teora social de Marx y cuyo tratamiento "moral" no se ve en qu alterara su tratamiento cientfico:

    La explotacin constituye una forma de vida que, por definicin, no puede ser unlversalizada porque consiste en una relacin exclusiva o antagnica que supone la existencia de explotadores y explotados.

    Ella implica, en la manifestacin misma de su realidad ms concreta, la reduccin de los explotados, ms o menos realizada histricamente, al estado de medios para los explotadores, cuya finalidad - l a produccin de plusvala, el beneficio- hace abstrac-cin radicalmente del carcter de "fin en s mismo" de todo hombre. A este nivel, no es la moral la que es "abstracta" sino ms bien el capitalismo el que, concretamente, "hace abstraccin" de toda moral23

    Finalmente, la explotacin produce una situacin radical de heteronoma (que las conquistas sindicales no atenan sino en parte) en la cual el explotado est sometido a opciones de vida que no son las suyas y que l acepta a la fuerza! Se sabe que Marx asimilaba el obrero a un esclavo asalariado, sometido a una opresin econmica es-tructural.

    As, los criterios kantianos funcionan a pleno en la crtica de la explotacin capita-

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  • lista (como tambin de las otras formas de explotacin, porque su critica no se limita al modo de produccin capitalista), y hay numerosas formulaciones en que se los ve aflorar explcitamente; ellos son los operadores internos de sus tomas de posicin prcticas crticas 24, y se los ver funcionar igualmente, pero en positivo, en su opcin a favor del comunismo. Por qu, entonces, negar semejante evidencia terico-prcti-ca, que casi no tiene necesidad de ser establecida?

    Por cierto, esta condenacin no es solamente moral y su carcter moral puede tericamente plantear un problema:

    1) No es solamente moral porque est constantemente erigida sobre un anlisis cientfico de la realidad que ninguna moral podra ofrecer, y que revela, adems de la forma real, socio-econmica y socio-poltica de lo "inmoral", las posibilidades reales de su abolicin.Sin esta revelacin terica de un posible real que en el corazn de lo real se opone a lo real presente, la condenacin del presente resultara impotente, e incluso perdera toda significacin real.

    Desde este punto de vista, muchas veces la expresin moral no es otra cosa que la transfiguracin normativa de una tarca histrica concreta que la sociedad se impone a s misma, y que slo se la impone en tanto y en cuanto pueda llevarla a cabo: "la humanidad, recuerda Marx, no se plantea ms problemas que los que puede resolver" 2\ Sin embargo, la revelacin terica de esa posibilidad no basta para fundar un juicio de valor crtico: Marx lleva por su cuenta esa posibilidad al plano del valor por una toma de posicin propiamente normativa - por lo que yo he denominado en otra parte una "asuncin valorizante", que transmuta lo posible concebido tericamente (esta es la tarca del Marx-sabio) en principio prctico de crtica normativa del estado presente. A este nivel preciso, operan en ltima instancia los criterios kantianos de lo "moral". De modo ms amplio, se puede decir que stos le permiten interpretar - y no solamen-te comprender - la realidad histrica a la luz de exigencias normativas: los hechos histricos adquieren entonces un sentido, porque son aprehendidos y retraducidos desde el punto de vista de valores que esos hechos niegan o realizan en mayor o menor grado, y que por s mismos dan sentido o tienen sentido. Desde este punto de vista, es el comunismo el que juzga la historia, aunque sea sta la que lo hace tericamente concebible, y no hay aqu ningn crculo vicioso: la historia permite concebir su posi-bilidad efectiva en el plano de la neutralidad axiolgica - e s el aspecto terico-explica-tivo de la obra de M a r x - pero esa posibilidad, en cuanto es llevada al plano del valor por un proceder especfico, acta retroactivamente sobre la comprensin y se convier-te en el principio de un examen crtico normativo, podra decirse "interpretativo" de la misma historia que lo produce" 26

    2) Ms all de su evidencia prctica propia, el carcter moral de esta toma de posicin puede tericamente plantear problemas. Para empezar, la falta de un sujeto moral: Marx condena un sistema social o un estado de la historia, no condena hombres - y l mismo piensa en esta condenacin como un efecto socio-histrico. Si existe una "moral", como creo, se trata entonces de una "moral sin Sujeto". Luego, cti razn del origen histrico de los valores morales: aparecen en la historia - l a Antigedad no conden masivamente la esclavitud- y de golpe, uno se puede preguntar si no le son enteramente relativos, y si no constituyen puras y simples formaciones ideolgicas. Hn cuyo caso, se volvera a caer en la tica y en la negacin de la moral. Un elemento

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  • de respuesta a esta dificultad es el siguiente: si la toma de conciencia de lo Universal -con sus aplicaciones a campos cada vez ms numerosos, desde la simple poltica a la economa, pasando por lo social- es ciertamente histrica, el contenido de esa toma de conciencia, lo Universal mismo, vale ms all de sus condiciones histricas de apari-cin, como una verdad cientfica vale ms all de las condiciones histricas que han permitido su salida a luz. Pues lo propio de un valor moral, a diferencia de un simple valor tico, es, como se ha visto, pretender la universalidad y presentar, como lo indica justamente Habermas, una validez anloga a la de una verdad 11. Luego, admitir que hay una moral susceptible de "fundar" la crtica del capitalismo ms all de sus ele-mentos puramente socio-histricos o an ticos, es admitir que hay valores de ese tipo. Si esto se acepta, entonces hay que renunciar a subsumir el concepto de moral bajo el de ideologa y a pensar su aparicin histrica en los trminos de una simple produc-cin ideolgica: los valores morales no son stricto sensu "producidos" como los valo-res tico-ideolgicos, sino ms bien constituyen el objeto de una toma de conciencia y se debe decir que "emergen" - lo mismo que la moral emerge de la evolucin natural tal como Darwin nos lo ha hecho comprender28. El inters del concepto de "emergen-cia" es el permitirnos pensar en conjunto, sin incoherencia, la historicidad de los valo-res morales en cuanto a su origen, es decir, al origen de su toma de conciencia, y la transhistoricidad de su valor o su validez. Sea, pues, la tesis: es moral y escapa a la pura y simple ideologa de contenido tico todo valor que escapa a sus condiciones histricas de aparicin y desde ese momento vale universal y definitivamente, incluso si, de hecho, su proceso de reconocimiento universal y definitivo no est realizado o es todava frgil. Quin negar que la Declaracin universal de los derechos del hom-bre, en sus principios constitutivos y cualesquiera sean los enriquecimientos y rectifi-caciones concretas que se le hayan podido aportar, responde a esta definicin y que vale de ah en adelante, ms all de la poca y la clase que la han hecho emerger histricamente? Hay, entonces, procesos histricos de aprendizaje, por los cuales la humanidad realiza tomas de conciencia moral29 y, en ese cuadro, siempre histrica-mente condicionado y jams acabado, opera adquisiciones definitivas que arrancan la moral a la factualidad de la ideologa, sea de clase, de raza o de poca30. Son stas las que justifican una crtica "de derecho", y no solamente de hecho, de la realidad hist-rica; animan por una parte su transformacin a travs de las luchas sociales siempre concretas, y pueden pretender inscribirse en un Derecho o un meta-Derecho compulsivo en el cual llevan la existencia de normas obligatorias socialmente reconocidas, sin que haya necesidad de un sujeto metafisico para pensarlas ni en su origen ni en su valor: se trata de moral... pero sin Sujeto.

    Se habr comprendido que la normatividad crtica de Marx responde a este anlisis y que el capitalismo no es solamente, en muchos aspectos, "malo" para los hombres. Medido con la vara de un florecimiento de todos los individuos, constituye un "mal", pero histrico, que una simple tica no bastara para denunciar. A la inversa, el comu-nismo concebido fuera de sus aberraciones del siglo XX, no es solamente "bueno" para ellos (que para m lo es): siendo "bueno" para la inmensa mayora de ellos, se constituye en un "bien" en razn de la exigencia de universalidad que satisface y slo por ella. Por cierto, ese "bien" no es concebido de una manera abstracta y formal,

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  • porque no est separado de cierto "contenido" de vida y de sus determinaciones socio-hislricas concretas (tipo de propiedad, estado de la divisin del trabajo, abundancia material para todos, etc.); es por eso que puede hacer creer en un simple ideal de "vida buena" y por lo tanto en una "tica material". Pero el comunismo no propone sola-mente una forma concreta de vida: reivindica una forma universal para la vida de los hombres, que exige que las condiciones de una libre eleccin de la "vida buena", de la forma de vida deseada, estn al alcance de todos - lo que es otra cosa, y propiamente moral.

    NOTAS

    1 p.sta es la conclusin a que llega H. Renault en su excelente librito Marx el I'idee de critique (PUF, 1995) ... y que yo no comparto. Se leer tambin su puesta a punto, "Le problcine de la inrale ehez Marx", en la revista Philosoplw, Philosophie (Univcrsit de l'aris VIII -- Vincennes, Saint Denis, 1997).

    ! Ln el prefacio a Conlribution la critique de 1'conomie politique.

    ' Constantemente hay que oponer, a la crtica de la razn, la razn de la crtica o la crtica por la razn.

    ' E. Renault lo indica desde e comienzo: "criticar es examinar un o b j e t o - y a sea un saber, una prctica o una obra - a fin de determinar su valor. I lace falta para ello, medir el objeto con la vara de una norma vlida". Op. cit. p.5.

    s No es sino por un discurso "meta" que se podra reducir esta contingencia: un discurso que mostrara que esta posicin est determinada por las condiciones del t iempo y que es, por lo tanto , tericamente necesa-ria. Pero la cuestin de su valor propio quedara en pie.

    6 Se halla la misma dualidad, pero ms pronunciada y asumida, en la obra de Nietzsche: su trabajo sobre la moral es a la vez explicativo y crtico o normativo.

    I Marx, "La Santa Familia" in 1C. Marx, CEuvres, "La Pliade" t. 3, p. 651

    8 Citado por T. Andrani, De la socit I 'histoire, Mridtens-Kiincksieck, 1989, t. 1, p. 436-

    ' P e n s e r la praxis, PUF, 1982.

    10 A las que agregara los anlisis de Comte-Sponvil le y de M. Conche, A propos de Habermas. Sobre este tema, remito a mi artculo "Morale, thique et politique chez Habermas" in Actuel Marx N" 24, 1998

    I I Por donde se vuelve a encontrar el tema marxiano de una conciencia integralmente determinada por la vida - tema que une las obras de Nietzsche, de Marx y de Freud desde el momento en que se admite que la palabra "v ida" puede adquirir sentidos concretos diferentes.

    l : Habermas formula este tipo de distincin en su elaboracin terica de una "tica de la discusin", que es en realidad una moral. Para l, la moral es deontolgica, cognitivista, universal y formal - eognitivsta. puesto que puede ser objeto de conocimiento. De ah se deducen por oposicin las determinaciones de la

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  • tica (cf. mi artculo de Actuel Marx, citado ms arriba).

    13 Esta oposicin ha sido expresada en el ltimo perodo, con inspiraciones muy diferentes, por autores como S. Petrucciani, E. Dussel y A. Tosel. Yo la he evocado igualmente en mi artculo "La question morale dans le marxisme" in Actuel Marx, N 19, 1996.

    14 Dejo de lado el parasitismo introducido entre clase y valores ideolgicos por el hecho de que los domina-dos pueden interiorizar los valores de los dominantes que van en contra de sus propios intereses, as como el hecho de que las clases pertenecen a conjuntos - como la nacin o la poca - que los renen y por ende los unifican, por una parte, desde un punto de vista ideolgico.

    " E s la posicin de S. Petrucciani, quien, muy atento, como yo, a la presencia de la normatividad en lacrrica de Marx, a pesar de las negaciones de que es objeto, se niega a considerarla una normatividad moral: "la tica de Marx no es por cierto una tica del deber, pero ( . . . ) puede ser considerada como una tica de la virtud", dice en su artculo "Marx and morality". Le dbut anglo-saxon sur Marx, l'thique et la justice (in Actuel Marx, n 10, 1991, p. 163). Pero Petrucciani rechazara la expresin de "nihilismo moral" por-que la asocia con la posicin de los que niegan toda normatividad en Marx.

    16 Cf. "Karl Marx: une thique critique matrielle" in Actuel Marx n 19, 1996.

    17 Este es el sentido del clebre pasaje de El Capital, donde Marx define la vedadera libertad por "el desen-volvimiento de las fuerzas humanas (considerado) como fin en s mismo". Y a propsito del comunismo grosero, Marx dice bien que "la categora de obrero no se suprime, sino que se extiende a todos los hom-bres" (Manuscr i t s de 44, ditions sociales, p.85).

    18 Asimismo, la valorizacin absoluta del conocimiento, que hago ma, puede verse como opuesta a una opcin contraria lgicamente posible, la apologa de cierta forma de ignorancia o de inconsciencia que se encuentra en Nietzsche.

    " Cf. la afirmacin de la introduccin a la Crtica de la filosofa del derecho de Hegel "La crtica de la religin tiene por finalidad ( . . . ) el imperativo categrico de revertir las relaciones sociales que hacen del hombre un ser humillado, sometido, despreciable" (in Sur la religin, ditions sociales, p. 50). No entien-do por qu E. Renault ve en este imperativo, un imperativo "hipottico y no categrico ( . . . ) , heternomo e inmoral" (art. cit. p. 102, nota 31).

    20 Vuelvo a encontrar aqu una inspiracin que era, bajo una forma programtica, la de A. Tosel al final de su Praxis, ditions Sociales , 1994, p.296-308. La abandon luego por una lectura estrictamente "tica" , formulada con reticencias, de Marx, inspirada en sus trabajos sobre Spinoza. Me parece que su rechazo de la moral cae bajo el peso de sus propias criticas expresadas en el texto de Praxis y que se dirigan a quienes quieren eliminar toda reflexin moral en y a propsito del marxismo (cf. su estudio "Marx, la justice et sa producton", in Etudes sur Marx y Engels, Kim, 1996, cap. 4)

    21 He aqu el rasgo genial de la reflexin kantiana, de haber deducido el contenido de la ley moral de su misma forma de ley universal por auto-reflexin de la forma en un contenido determinado (aunque no emprico). Est expresado al final de la primera seccin de los Fondements de la mtaphysique des mosurs [Fundamentos de la metafsica de las costumbres], retomado y desarrollado luego en la segunda seccin de la misma obra. Este criterio es tan "evidente" (en derecho) que Habermas lo retoma tal cual en su propia elaboracin moral, pero sin el dispositivo ontolgico idealista que le da fundamento en Kant.

    22 Cf. la obra de F. Kaplan, Les trois communismes de Marx (Nosis, 1996), que lo muestra bien.

    23 Desde este punto de vista, me parece ms pertinente denunciar lo concreto de esta abstraccin que deni-grar la pseudo-abstraccin de dicha abstraccin moral.

    24 En ellos se basa, por ejemplo, una crtica de la alienacin respecto de una sociedad que no es adecuada a

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  • la verdadera naturaleza del hombre y no permite realizarla. He desarrollado este punto en el cap. 6 de mis Figures de la draison politique (Kim, 1995),

    25 Prefacio a Contribution la critique de l'conomie politique.

    26 Y desde ese punto de vista tambin se puede hablar, o no, de progreso histrico: este concepto es perfec-tamente legitimo, en el plano terico, desde el momento en que se admita la existencia de valores que permiten juzgar la historia y solamente con esta condicin. Pero la realidad o el sentido de este "progreso" est en s mismo ligado a ios valores que se reconocen.

    21 Anloga solamente, porque una proposicin prctica no tiene objeto al cual referirla para decir que es "verdad": ella no dice lo que es, sino lo que debe ser (cf. De 1 'thique de ta disaission, Ed. du Cerf, Paris, 1992).

    n Me permito remitir a mis trabajos sobre este punto, que se inspiran en la impresionante lectura que hizo I'. Tort de la obra de Darwin.

    Tomo esta idea de Habermas.

    10 En Engels, en el Anti-Diihring, se encuentran observaciones que van en este sentido y lo deslindan de Marx.

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  • $ o e l f o m o . c o m u n n t o . H u n i t i n i t U u l

    Jacques BIDET

    1. El Manifiesto entenda formular un socialismo ms all de la utopa, fundado sobre el movimiento mismo del capitalismo

    Su proposicin programtica central era la siguiente: "El proletariado utilizar su dominacin poltica para arrancar poco a poco a la

    burguesa todo capital, para centralizar todos los instrumentos de produccin en ma-nos del Estado, es decir del proletariado organizado en clase dominante ( . . . )".

    Abolicin de la propiedad privada, es decir, de las relaciones mercantiles, y esta-blecimiento de un orden democrtico organizado y planificado. He aqu a qu tenda la obra terica ulterior de Marx. He aqu lo que han querido realizar los bolcheviques. He aqu la gran utopa del siglo XX, que ha puesto en movimiento no solamente el Este y el Oeste, sino al mundo entero.

    El objetivo esperado del proceso era la realizacin de "una asociacin en la cual el libre desarrollo de cada uno sea la condicin del libre desarrollo de todos". Ahora, un siglo ms tarde, asistimos a la esterilizacin de todo cuanto se refiera a una apropia-cin comn de los medios de produccin y de vida social. Si tenemos que volver sobre este anuncio inaugural hecho por El Manifiesto, no es, pues, en el contexto de un gozoso aniversario. Algunos pensarn incluso que se trata ms bien de un entierro. Estaramos reunidos para oraciones fnebres. En el mejor de los casos, para separar "lo que est vivo y lo que est muerto".

    Yo sostendr aqu que lo que est muerto y bien muerto, es lo que desde el inicio era falso, y lo que queda vivo es lo que era verdadero. No tratar de separar, en el pensamiento de Marx, lo vivo de lo muerto, sino de distinguir lo verdadero y lo falso.

    2. Se nos dice hoy desde la izquierda que el socialismo es una utopa superada, y que en adelante, de alguna manera, habr que encarar directamente el comunismo: dejar el combate por la apropiacin comn de los medios de produccin, e ir directa-mente hacia la vida libremente asociada, fundada sobre una reduccin drstica del tiempo de trabajo y sobre concesiones universales, emprender, en fin, la construccin de un hombre nuevo a travs de las mltiples posibilidades, hoy da ofrecidas o por conseguir, de comunicacin inmediata, de formacin continua y de asociacin para fines diversos. Y que es as, reconquistando el "mundo vivido" como se neutralizar

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  • desde el exterior los grandes "media" del mercado y de la organizacin burocrtica. Se dice esto en diversos sentidos. En la perspectiva de un "asociacionismo" que

    declara el fin del asalariado, el fin del trabajo-empleo. En la idea de que "la vida est en otra parte" que en este encarnizamiento en defender, contra toda racionalidad eco-nmica, la idea de una propiedad comn y de servicios pblicos: que habra que bus-carla en la sustancialidad antropolgica de la cultura y de la identidad, en la libre determinacin de las "comunidades". Ms abstractamente, en los trminos de una "tica del discurso", de una poltica deliberativa.

    Habermas, segn Parsons, ha demarcado fuertemente el terreno al proponer una especie de gnesis ideal de la modernidad. sta -d i ce - proclama a los hombres libres e iguales, es decir, comprometidos a gobernarse por un discurso racional. Pero, corre-lativamente, los problemas se han vuelto cada vez ms complejos, y cada vez menos manejables por la palabra inmediata. El mundo moderno est marcado, pues, por el desarrollo de los "media", el mercado econmico, la jerarqua administrativa, que constituyen nuestra racionalidad comn social, pero que, al mismo tiempo, nos sofoca con sus patologas. La poltica emancipadora ser aqulla que asegure, contra esta colonizacin de los "media", pero respetando su funcionalidad, el triunfo de la palabra viviente del mundo vivido, su desarrollo en el espacio pblico.

    Muchos (y sin duda el propio Habermas, quien no se ha referido a ello) se sorpren-deran al saber que el inventor de esta problemtica de la palabra inmediata y de las mediaciones no es otro que el propio Marx, que ordena toda su conducta a partir de ella. En un momento de bsqueda terica fundadora, Grundrisse (1, 27), explica con mucha claridad que la sociedad moderna no es la isla de Robinson, no es la pequea ciudad bajo el rgimen de la palabra inmediata: "debe haber mediacin", escribe Marx , "Vermittlung muss natrlich stattfinden ". Y seala explcitamente la dualidad de las mediaciones: por un lado, la mediacin ex post del mercado, que genera el capitalis-mo; por otro, la mediacin ex ante del plan, eine Organisation, que proporciona, por lo contrario, el espacio propio de la libertad comn, del socialismo. Esta dualidad jalona El Capital. A la produccin privada mercantil se opone regularmente la comu-nidad de hombres libres que produce segn un plan a partir de la propiedad comn 2.

    A los ojos de Marx, el mercado engendra una relacin de clase. Por lo contrario, el plan (o sea la organizacin, en el sentido fecundo que el institucionalismo contempo-rneo confiere a este trmino), una vez liberado del mercado, abre el espacio comn de la determinacin democrtica. Y El Capital traza el camino del uno al otro, formu-lando la gran utopa del siglo XX. Por cierto no da recetas para el futuro. Pero est claro que, desde el momento en que se suprime el mercado, queda el otro gran modo de coordinacin social, o sea la organizacin. Y sta, librada a s misma, presenta propiedades singulares, que han sido ilustradas por el colectivismo sovitico.

    Sobre este punto decisivo, pues, Marx se ha equivocado, y el marxismo clsico con l. El colectivismo fue, por cierto, el nico pensamiento fuerte del socialismo. Pero era un pensamiento en gran parte errneo. La tradicin social-demcrata, que no ha cesado de batirse en retirada respecto de la cuestin de la apropiacin colectiva de los medios de produccin, qued, a pesar de sus mritos, como un pensamiento dbil. Y en la actualidad manifiesta una dbil capacidad de resistencia ante el liberalismo. Finalmente se ha replegado en un republicanismo social, que defiende los derechos

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  • del hombre, civiles y cvicos, y condiciones mnimas de existencia para todos. Lo que es algo. Pero este republicanismo comn sigue siendo un capitalismo con rostro hu-mano (al menos "en el centro"), que acepta de antemano la reproduccin del orden remante.

    Y no es seguro que el punto de vista inmediato del "comunismo" aclare por s solo el camino por seguir, al menos en la medida en que apelara a cambiar de terreno antes que enfrentar al capitalismo en su propio terreno, que es el suyo y por lo tanto, tambin el nuestro.

    3. Me parece, en efecto, que hay que retomar la cuestin de ms arriba. La tesis que quisiera adelantar es que si la social-democracia convertida en republicanismo cede sobre lo esencial ante el capitalismo, [es] porque ella acepta la divisin liberal entre la esfera poltica y la esfera e