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951 La doctrina de Juli a debate (1575-1585) ALEXANDRE COELLO DE LA ROSA Departament d’Antropologia Social i Cultural Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) RESUMEN El objetivo de este artículo es doble. Por un lado, destacar el interés del Provincial José de Acosta (1540-1600), SJ, en la doctrina de Juli como laboratorio de experimentación jesuita para la futura evangelización de los indios del Altiplano surandino. Para llevar a cabo la empresa decidió enviar a sus hombres más virtuosos, entre los que destacó el jesuita extremeño Diego Martínez (1543-1626), SJ, que compartía su labor apostólica y el “modo particular de proceder de la Compañía”. Por el otro, demostrar que dicho interés cuestiona la opinión comúnmente aceptada por algunos historiado- res de que el Virrey Francisco de Toledo (1568-1581) obligó a los jesuitas a residir allí. La férrea defensa que hizo Acosta de la doctrina de Juli hasta su aceptación a perpetuidad en 1585 revela su importancia para la práctica misional y la pastoral indígena del Alto Perú. Palabras clave: jesuitas, José de Acosta, Diego Martínez, misiones, reducciones, Juli. La Compañía de Jesús fue la quinta orden religiosa admitida en Indias, después de los franciscanos, mercedarios, dominicos y agustinos. Venía pre- cedida de un gran prestigio como renovadora espiritual en su lucha contra la herejía protestante en el Viejo Mundo, articulándose con las reformas econó- micas europeas de la economía-mundo (P. Broggio, 2004). El primer contin- gente, integrado por ocho miembros de probatae virtutis et digni, llegó a la Ciudad de los Reyes el 28 de marzo de 1568 1 . Siete meses después de su 1 Se trataba de Jerónimo Ruiz del Portillo, SJ y Luis López, SJ, de Castilla, Miguel de Fuentes, SJ, y el hermano coadjutor Pedro Llobet, de Aragón, Diego de Bracamonte, SJ, y el hermano Juan García, de Andalucía, y Antonio Álvarez, SJ (que murió en Panamá a causa de las fiebres tropicales), y Francisco de Medina, SJ, de Toledo (MP, Tomo I, 1954, pp. 146). Según la carta del Virrey Francisco de Toledo a Felipe II, con fecha en Lima, 8 de febrero de 1570, los jesuitas que desembarcaron en Lima fueron doce (R. Levillier, Tomo III, 1921, pp. 389).

Coello de La Rosa - Juli

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    La doctrina de Juli a debate (1575-1585)

    ALEXANDRE COELLO DE LA ROSADepartament dAntropologia Social i Cultural

    Universitat Autnoma de Barcelona (UAB)

    RESUMENEl objetivo de este artculo es doble. Por un lado, destacar el inters

    del Provincial Jos de Acosta (1540-1600), SJ, en la doctrina de Juli como

    laboratorio de experimentacin jesuita para la futura evangelizacin de los

    indios del Altiplano surandino. Para llevar a cabo la empresa decidi enviar

    a sus hombres ms virtuosos, entre los que destac el jesuita extremeo Diego

    Martnez (1543-1626), SJ, que comparta su labor apostlica y el modo

    particular de proceder de la Compaa. Por el otro, demostrar que dicho

    inters cuestiona la opinin comnmente aceptada por algunos historiado-

    res de que el Virrey Francisco de Toledo (1568-1581) oblig a los jesuitas a

    residir all. La frrea defensa que hizo Acosta de la doctrina de Juli hasta su

    aceptacin a perpetuidad en 1585 revela su importancia para la prctica

    misional y la pastoral indgena del Alto Per.

    Palabras clave: jesuitas, Jos de Acosta, Diego Martnez, misiones,reducciones, Juli.

    La Compaa de Jess fue la quinta orden religiosa admitida en Indias,despus de los franciscanos, mercedarios, dominicos y agustinos. Vena pre-cedida de un gran prestigio como renovadora espiritual en su lucha contra lahereja protestante en el Viejo Mundo, articulndose con las reformas econ-micas europeas de la economa-mundo (P. Broggio, 2004). El primer contin-gente, integrado por ocho miembros de probatae virtutis et digni, lleg a laCiudad de los Reyes el 28 de marzo de 15681. Siete meses despus de su

    1 Se trataba de Jernimo Ruiz del Portillo, SJ y Luis Lpez, SJ, de Castilla, Miguel de Fuentes, SJ,y el hermano coadjutor Pedro Llobet, de Aragn, Diego de Bracamonte, SJ, y el hermano JuanGarca, de Andaluca, y Antonio lvarez, SJ (que muri en Panam a causa de las fiebres tropicales),y Francisco de Medina, SJ, de Toledo (MP, Tomo I, 1954, pp. 146). Segn la carta del VirreyFrancisco de Toledo a Felipe II, con fecha en Lima, 8 de febrero de 1570, los jesuitas quedesembarcaron en Lima fueron doce (R. Levillier, Tomo III, 1921, pp. 389).

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    llegada haba ya treinta jesuitas dispuestos a instruir a indios y espaoles enla religin cristiana2. El 30 de noviembre de 1569 entraba en Lima el VirreyDon Francisco de Toledo (1569-1580), tercer hijo del Conde de Oropesa. Conl lleg la segunda expedicin de jesuitas al frente de los cuales se hallaba elque haba sido rector de los Colegios de Burgos y Salamanca, el PadreBartolom Hernndez (1525-1579), SJ, a quien el General Francisco de Borja,SJ, nombr como confesor del Virrey.

    El 27 de abril de 1572 arrib el tercer contingente de jesuitas integradopor los Padres Jos de Acosta (1540-1600), SJ, Andrs Lpez (1546-1585),SJ, y el estudiante Diego Martnez (1543-1626). Tres aos despus, a los 36aos, Acosta fue nombrado Provincial del Per (1/1/1576). Una de sus prime-ras decisiones como Provincial fue clarificar la posicin oficial de la Compa-a con respecto a las doctrinas de indios. El Virrey Toledo presionaba paraque los jesuitas aceptaran las parroquias que su programa de reduccionesestaba generando. Era la suya una visin pragmtica en la que, como vere-mos, no caban disensiones. La decisin se debati de manera oficial en laPrimera y Segunda Congregacin Provincial que la Compaa celebr en 1576(Lima, 16-27 de enero; Cuzco, 8-16 de octubre). Los Padres superiores con-trarios a su aceptacin (Bartolom Hernndez, SJ, Luis Lpez, SJ, AndrsLpez, SJ, Pedro Miguel de Fuentes, SJ) esgrimieron los peligros, por otraparte ya conocidos, de convertirse en curas doctrineros: la avaricia, el aisla-miento, los pecados de la carne, la supervisin ordinaria de los obispos, lasujecin a los poderes civiles, etc. Apelaban al espritu ignaciano primitivoque los obligaba a observar los votos de pobreza, castidad y obediencia alPapa, as como a preservar su independencia con respecto a los gobernadoresy obispos, rechazando las visitas parroquiales de vita et moribus por parte delordinario y abogando por la prctica de la misin itinerante3. Pero los jesuitasdependan de la buena voluntad del Virrey y de los fieles para su superviven-cia econmica, ya de por s precaria. Y como las presiones del Virrey al Gene-

    2 Carta Anua de 1568 (MP, Tomo I, 1954, pp. 252).3 Para un estudio sobre los problemas derivados de la aceptacin de dichas doctrinas de indios,

    vase el importante trabajo de Xavier Alb, SJ, 1966 (Primera parte), pp. 276-294.

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    ral Mercurian eran constantes4, Acosta, como lder indiscutible de las reunio-nes, opt por flexibilizar los estatutos de la Orden ignaciana para aceptar lacudruple doctrina ms grande de Chuchito: Juli. Una doctrina que, como lade Santiago del Cercado (1570), no abandonaran hasta la expulsin de laCompaa en 17675.

    Por entonces la Compaa se debata sobre la principal ocupacin quehaba de caracterizar a su ministerio en el Per (N. Meiklejohn, 1979, pp.22). Mientras que la parroquia del Cercado sugera una presencia continuaday perpetua de los jesuitas, el fracaso de Huarochir apuntaba en la direccincontraria6. Las causas de aquel derrumbamiento espiritual aparecan comopeligros que cuestionaban la viabilidad de sostener doctrinas. Deba la Com-paa comprometerse con un negocio que, como sealaba el Visitador Juan dela Plaza, SJ, divida a sus miembros? Qu beneficios obtendra a cambio?Para la mayora de historiadores, la aceptacin de Juli supuso la consolida-cin de las reducciones del Paraguay del siglo XVII7. Sin embargo, no se haprestado suficiente atencin al papel que dicha doctrina jug en el proyectomisional defendido por el Provincial Acosta para la evangelizacin de losindios del Alto Per. Ni tampoco a aquellos jesuitas que, como el zamoranoDiego de Torres Bollo, SJ, defendieron los puntos de vista de Acosta para la

    4 De acuerdo con la carta que escribi al General Mercurian en mayo de 1576, Toledo esperaba uncambio substancial en la poltica de la Compaa con respecto a las doctrinas de indios (MP,Tomo II, 1958, pp. 23).

    5 En otro lugar hemos argumentado que los jesuitas peruanos no tenan ninguna intencin deabandonar la parroquia del Cercado (A. Coello, 2006). Antes de partir del Per, Acosta defendilas parroquias como el medio que tena la Compaa para preparar obreros de indios. Suapostolado no consista solamente en trabajar con los espaoles, sino tambin entre indios. Alrespecto, vase las cartas que el ex Provincial escribi al General Aquaviva, con fecha en Lima,14 y 24 de abril de 1585 (MP, Tomo III, 1961, pp. 632-644).

    6 En 1573, los jesuitas decidieron abandonar la parroquia de Huarochir y dejarla al cuidado de loscuras seculares.

    7 Al respecto, vase, entre otros, los trabajos de R. Vargas Ugarte, SJ, 1941, pp. 11; A. Echanove,SJ, 1955, pp. 95-144; A. Echanove, SJ, 1956, pp. 497-540; X. Alb, SJ, 1966 (Primera parte),pp. 282-283; M. Helmer, 1984, pp. 107; A. Nieto Vlez, SJ, 1992, pp. 129-144; M. Marzal, SJ,1992; J. Leuridan Huys, 1997, pp. 62; G. Piras, 1998, pp. 53; 94; C. M. Burgaleta, SJ, 1999, pp.45-50; J. M. Garca Recio, 1990, pp. 22).

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    defensa de las doctrinas de indios8. Juli fue un espacio privilegiado donde sepusieron a prueba los principios desarrollados por el Provincial en su magnaobra: De Procuranda Indorum Salute (1588), un tratado pastoral de carcterteolgico y misional que insista en la salvacin de los indios del Nuevo Mun-do. Para ello tuvo que vencer resistencias que provenan del poder civil, ysobre todo, del interior de la Compaa. Pero la suya fue una decisin calcu-lada. En este artculo quiero destacar la figura de Acosta y su idea de misincomo ejes transversales de la expansin de los jesuitas en el Alto Per. Nue-vos espacios al este y al sur con gran nmero de indios donde la catlicarazn de estado de Acosta pudiera extenderse y prosperar libre deintromisiones ni amenazas de los poderes civiles.

    II

    A casi cuatro mil metros sobre el nivel del mar, Juli era un lugar fropero adecuado para lo que se pretenda: fundar una doctrina lo suficiente-mente grande que permitiera la vida en comunidad. El General Mercurianera contrario a ellas, pero a mediados de 1576 los jesuitas del Per apostaronclaramente por una solucin de futuro, lo que confirma que Acosta estababuscando alguna cosa ms que satisfacer los deseos del Virrey. Si querandedicarse al ministerio de los indios de aquella regin, no haba otro remedioque administrar algunas parroquias, como las de Juli, y fundar residenciasfijas, o misiones largas (X. Alb, SJ, 1966 (Primera parte), pp. 283; M. Helmer,1984, pp. 112-113). Pero si lo que pretendan era extenderse hacia el sur delAltiplano andino, primeramente deban consolidar una residencia fija o cam-po base a orillas del lago Titicaca que les permitiera, en primer lugar, apren-der la lengua aymar y puquina, y en segundo lugar, dedicarse a evangelizara los infieles a partes remotas o a los recin convertidos mediante una formapastoral que se adecuara mejor a sus reglas y constituciones (misiones vivas).

    8 En un artculo reciente, G. Piras llama la atencin sobre las conexiones entre el regalismo deDiego de Torres, SJ, y Jos de Acosta, SJ, en la expansin misionera hacia el sur peruano (G.Piras, 2006).

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    Los primeros aos en la provincia de Chucuito fueron duros y llenos deincertidumbre. La Crnica Annima de 1600 -cuyo ejemplar manuscrito lle-v personalmente a Roma el Padre Diego de Torres, SJ, en 1601- nos habla deuna regin desapacible, a orillas de la enorme laguna de Chucuito (actualTitikaka), donde el pescado no abundaba ni tampoco los cultivos agrcolas mayormente papas, habas, chuo y qunoa -como en otros pueblos del entor-no lacustre- Puno, Ilave, Pomata, Yunguyo, Moho, Copacabana o Juliaca,entre otros (F. Mateos, SJ, Tomo II, 1944, pp. 399). Los uros, que ocupabanlas islas de totora de la laguna, eran los pobladores ms antiguos. Vivan de lapesca y hablaban puquina. Rodeados de las montaas del Altiplano, el restode los indios de Juli, como los lupacas o chullis, pacasas, chipayas, puquinas,y omasuyos, formaban parte del antiguo reino de los kollas en el Qolllasuyo(o Colesuyu), una de las cuatro partes constitutivas del Estado Inca9. Su eco-noma se basaba en la cra de rebaos de llamas, alpacas y vicuas y en laexplotacin agrcola de tierras templadas situadas en diferentes pisosecolgicos, como por ejemplo los valles calientes y encajonados de Larecaja yde otros circundantes (Yungas), La Paz, Inquisivi y Cochabamba, donde cul-tivaban maz. Pero la poltica de reducciones implantada por el Virrey Toledodesarticul los patrones andinos de ocupacin de las tierras. A resultas de ellose empobrecieron, vindose obligados a reorientar sus actividades hacia otrossectores de la economa colonial (R. Choque Canqui, 1992, pp. 130-136).

    9 Desde el siglo XIV los kollas fueron gobernados por las dinastas Khari y Sapana, pero susrivalidades propiciaron la conquista y posterior sometimiento al Inca Cusi Yupanqui, ms conocidopor Pachakutek (1438-1471).

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    Figura 1. Mapa de la regin de Chucuito (M. Polia Meconi, 1999, pp. 583)

    A diferencia de la doctrina de Huarochir, donde vivan alrededor de30.000 indios repartidos en 77 grupos locales andinos -ayllus, o mitades-diseminados en pueblos y caseros dispersos de la puna, los indios lupacas-entre 14.000 y 16.000 almas de confesin- estaban mucho ms concentra-dos. Con ello Toledo pretenda crear la unidad fiscal necesaria para la recau-dacin del tributo colonial. Para los jesuitas significaba una optimizacin delas tareas evangelizadoras, evitando as el aislamiento de los religiosos. Losindios de ambas doctrinas haban estado ya en contacto con los doctrinerosdominicos. Pero la existencia de prcticas idoltricas y de la pobreza materialy espiritual de los indios haca pensar a los Padres jesuitas que los resultadosno haban sido los esperados.

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    Como seala Norman Meiklejohn, los jesuitas no dejaron nada a laimprovisacin. Oficiaban misa por las maanas, y por las tardes salan deprocesin, especialmente los domingos por la tarde, como era costumbre enel Cuzco, contando con el beneplcito de los seores tnicos, hilacatas -ocuracas principales del ayllu (R. Vargas Ugarte, SJ, Tomo I, 1963, pp. 115; N.Meiklejohn, 1988, pp. 203). De acuerdo con el testimonio del Padre DiegoMartnez, SJ, la primera misa que celebraron en Juli fue oficiada en aymarpor el Padre lingista Alonso de Barzana (1530-1597), SJ. Como ya sucedie-ra a su llegada a Lima en 1570, el impacto que caus entre la poblacin indiafue total10. Despus de comer con los seis hilacatas ricos y de explicarlessus intenciones, los Padres jesuitas, cada uno con su auxiliar, se repartieronlas tres parroquias y las funciones que deban desempear en ellas11. Al PadreBarzana, SJ, le correspondi la predicacin y confesin de los adultos en lamisma ciudad de Chucuito, Yunguyo, Copacabana y en otros pueblos de lacomarca. Tambin visit a los Pacajes, en las proximidades de Juli12. Diegode Bracamonte (1533-1583), SJ, nombrado Superior, se ocup de la parro-quia de San Pedro Mrtir -llamada tambin Santo Toms de Aquino- as comode bautizar y casar a los indios de las dems parroquias13, mientras que Diego

    10 Carta del Padre Diego Martnez, SJ, al Provincial Jos de Acosta, SJ (1576), en MP, Tomo II,1958, pp. 272-275.

    11 Recordemos que cada parroquia estaba dividida en dos parcialidades llamadas Hanansaya (oAlasaa) y Hurinsaya (o Maasaa). Cada una de estas mitades estaba representada por un seortnico o hilacata de mitad que posea las tierras de los ayllus y resida en ellas. Las primerasfuentes (Pedro Cieza de Len, Juan de Matienzo, Garci Dez de San Miguel) hablan de parejas deseores principales, subordinados a los reinos de Martn Qhari, de la parcialidad de Hanansaya,quien gozaba de mayor jerarqua, y Martn Kusi, de la de Hurinsaya (J. V. Murra, 1975, pp. 35 yss.). Segn los datos que nos proporciona la Visita de Garci Dez de San Miguel de 1567, loshilacatas de la parcialidad de Hanan eran Baltasar Paca y Francisco Nina Canbilla, mientras quelos de Hurin eran Felipe Chui y Carlos Calisaya. No obstante, Maria Rostworowski seala que enesta misma parcialidad vivan los Ayanca con sus dos caciques respectivos, Ambrosio Tira y CarlosVicsa, los cuales corresponden a los seis hilacatas que se entrevistaron con los jesuitas en 1576-77(M. Rostworowski de Dez Canseco, 1983, pp. 120-121).

    12 Carta de Alonso de Barzana, SJ, a Lus Lpez, SJ, con fecha en Santiago de Estero, 8 de septiembrede 1588 (MP, Tomo VI, 1966, pp. 416-417).

    13 Ejerci el cargo hasta el mes de agosto de 1577 en que fue substituido por Diego Martnez, SJ (R.Vargas Ugarte, SJ, Tomo I, 1963, pp. 98).

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    Martnez, SJ, se hizo cargo de la de San Juan Bautista y de ensear la doctri-na cristiana a los nios y ancianos. La catequesis infantil, apoyada por elcanto, se haba revelado desde el principio como un mtodo efectivo parainstruir a la poblacin indgena. El objetivo era distanciarlos momentnea-mente de sus costumbres y conseguir que fueran ellos quienes educaran a suspadres en los misterios de la nueva religin. Finalmente, el Padre Franciscode Medina, SJ, quizs el menos dotado de los cuatro, se encarg de la deAsuncin, ocupndose mayormente de los entierros y de impedir la reproduc-cin de las supersticiones e idolatras mediante borracheras, uniones sexualesextramaritales, actos de hechicera y danzas colectivas, o taquis.

    La Compaa haba diseado un plan misional consistente en obtenerel mximo fruto en el mnimo tiempo posible (N. Meiklejohn, 1988, pp. 204).Una de las tcnicas utilizadas consista en la (re)distribucin de bienes entrelos indios. En una carta escrita al General Mercurian, con fecha 15 de febrerode 1577, el Padre Barzana, SJ, confirmaba que los bienes -carne, chuo, lla-mas, etc. - recibidos a modo de ofrenda les eran devueltos altruistamente.Los productos ascendan por la jerarqua alcanzando, en un momento dado,al hilacata Bracamonte. En sentido opuesto, los Padres jesuitas patroci-naban fiestas, como el Corpus Christi, en las cuales entregaban generosa-mente gran parte de lo que haban recibido a sus hijos. Una distribucininstitucionalizada de limosnas que con el tiempo se acab convirtiendo en lallamada caja de limosnas (M. Helmer, 1982-83, pp. 211-216). A diferencia delos frailes dominicos, que exigan el camarico y todo tipo de regalos y servi-cios gratuitos de los indios, los jesuitas parecan no querer nada para s ex-cepto invertir en la creacin de nuevas reciprocidades y obligaciones mu-tuas14. En opinin del Padre Acosta, qu provecho se poda esperar para lareligin, qu propagacin de la fe, qu educacin de costumbres, cuando,como deca el profeta, los sacerdotes no slo predicaban a sueldo, sino que lo

    14 Los jesuitas cobraban el snodo o salario equivalente a 2.400 pesos o escudos ensayados (a 13reales), que son unos tres mil ducados, para el mantenimiento de la casa y de los seis misionerosde la Caja Real de Chucuito (Carta de Jos de Acosta al General Mercurian, con fecha en Lima,15 de febrero de 1577, en MP, Tomo II, 1958, pp. 227).

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    que ante todo buscaban es el sueldo?15. Las comunidades locales aymars -omarkas- haban quedado empobrecidas a consecuencia de las reformas tole-danas. Para paliar esta situacin los jesuitas despojaron a los seores tnicosdel Qullasuyo de sus obligaciones redistributivas mediante este flujo de re-cursos provenientes de las limosnas. A la desigualdad socioeconmica colo-nial le sigui la institucionalizacin de la pobreza que los jesuitas paliaroncon esta reestructuracin socioeconmica y poltica.

    Por el contrario, el alimento de los jesuitas pareca no ser material sinoespiritual. Y para demostrarlo fundaron escuelas para los indios las que ense-aban lectura, escritura y aritmtica. Tambin se les enseaba msica y dan-za, siguiendo el espritu del Concilio de Trento. En apenas dos meses habanconseguido fundar una escuela, un hospital, una cofrada, as como bautizar,confesar y casar a muchos indios aymars que vivan amancebados en concu-binato - o serviacuy. Seguramente trabajaban contra reloj a sabiendas de lavisita del Provincial Acosta. Una visita que no fue precisamente intensa. Lle-g el 21 de diciembre de 1576, fiesta del apstol Santo Toms, y en tan sloocho das pudo apreciar el fervor y espritu de los indios de Juli. Los jesuitasse esforzaron en causar la mejor de las impresiones a su Provincial recibin-dolo con msica de flautas y chirimas, cantos, bailes tradicionales y proce-siones. Los domingos por la maana el Padre Barzana, SJ, separaba a hom-bres y mujeres en grupos de doce o quince para predicarles la doctrina en laplaza principal, en aymar. Por la tarde salan en procesin, con una cruz altade plata al frente, repitiendo las oraciones que haban aprendido de memoriamediante tcnicas mnemotcnicas. Tambin haba clases de catecismo, a basede preguntas y respuestas, que dirigan los indios mejor preparados. Aparen-temente los indios parecan haber aceptado la autoridad moral de los Padresjesuitas sin que hubiera sido necesario ejercer ningn tipo de violencia. Yestos, a su vez, parecan haber superado los recelos de vivir como curasdoctrineros. De vuelta a Lima, Acosta dirigi una carta al Visitador Plaza,con fecha 12 de enero de 1577, en que se mostraba entusiasmado con losresultados obtenidos en Juli:

    A m me consol el Seor, los pocos das que pude estar all, el

    ver el fruto de los indios y la alegra y el consuelo de nuestros hermanos,

    15 J. de ACOSTA, SJ: De Procuranda Indorum Salute, [1588] 1984, Libro I, Cap. XI, pp. 177.

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    y la religin y buen modo de observancia que tienen, que, cierto, diera

    por bien empleados trescientas leguas de camino por slo ver esto

    (F. Mateos, SJ, 1947, pp. 62).

    El 15 de febrero de 1577, Acosta escriba otro informe laudatorio alGeneral Mercurian en el que ensalzaba a sus compaeros en su labor de di-latar la santa fe catlica. Con ello pretenda demostrar las bondades de aque-llos Padres absolutamente comprometidos en la salvacin de los indios16. Losnuevos smbolos religiosos - el agua bendita, los rosarios, los cirios, etc.- y lasimgenes -objetos, pinturas- que representaban a Cristo, la Virgen y los San-tos mostraban su superioridad frente a los antiguos dolos, templos y huacas.Las confesiones y actos religiosos se sucedan puntualmente, con gran concu-rrencia de la poblacin. Los pecados eran errores precisos que, como sealaJuan Carlos Estenssoro (2003, pp. 220), podan ser ubicados, clasificados,contados y registrados por los mismos indios mediante sus quipus de confe-sin. Este entusiasmo y colaboracin indicaba, a juicio de Acosta, que loshechiceros y dogmatizadores, inspirados por el Demonio, iban desaparecien-do a favor de los rituales catlicos. Y mucho ms importante, que los indioseran potenciales sujetos de redencin (A. Coello, 2005, pp. 70).

    Pero esta opinin optimista no era del todo objetiva. Por ello el Generalsolicit informes directamente a los doctrineros de Juli, particularmente a losPadres Diego Martnez, SJ, nombrado Superior en 1577, y a Andrs Lpez,SJ. Sus valoraciones eran idnticas. En lo positivo coincidan con el informede Acosta, pero se extendan mucho ms en las dificultades que haban en-contrado para desarrollar su labor. La razn principal era la imposibilidad deatender a todos los indios de la regin. Los jesuitas eran muy pocos, y aunquese enviaran ms, nunca seran suficientes. Juli estaba en un lugar de pasohacia el Cuzco y La Paz y el trnsito atraa a gran cantidad de indios a laregin. Pero pocos permanecan all. Unos se alquilaban voluntariamente paratrabajar como siervos yanaconas a las chcaras de coca de los espaoles acambio de un salario con el que poder pagar sus tasas17. Otros se iban a Potos

    16 Carta del Padre Acosta al General Mercurian, con fecha en Lima, 15 de febrero de 1577 (MP,Tomo II, 1958, pp. 226-227). Para un elogio de la labor evanglica de los jesuitas en el Per,vase De Procuranda, [1588] 1984, Libro I, Cap. XVIII, pp. 235.

    17 En la provincia de Charcas (Omasuyos), estos siervos reciban el nombre de arrenderos (T.Saignes, 1987, pp. 137).

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    a trabajar como mitayos forzados -mita ordinaria- en las minas. Los azogueroshaban solicitado al Virrey el envo de unos 13.340 indios anuales -la sptimaparte de la poblacin originaria, llamada la gruesa- provenientes de diecisiscorregimientos -llamados tambin partidos o provincias-. Los hombres casa-dos que abandonaban sus aldeas recorran hasta quinientos kilmetros parallegar al asiento. Lo hacan casi siempre acompaados de sus mujeres, man-tenindose con las provisiones de charque, chuo, maz y coca que llevabanen dos o tres llamas cargadas para su sustento18. Chucuito era la provinciaque se encontraba ms alejada del Cerro Rico. Por ello, la mita de cuatromeses, con sus viajes de ida y vuelta, se prolongaba hasta un ao. Como losmseros salarios apenas cubran los gastos indispensables para la subsisten-cia, las mujeres ayudaban a sus maridos a transportar lea a los fundidores eingenios de las minas, clasificar los minerales y venderlos en las plazas ymercados minoristas de Potos (B. Larson, 1983, pp. 178; P. Numhauser, 2005,pp. 231-240). Pero las consecuencias fueron nefastas para la poblacin nati-va. Segn el parecer de Baltasar Ramrez, de diez indios que vienen novuelven seis, porque unos se mueren, y otros se quedan a vivir en Potos (B.Ramrez, Tomo I, 1906, pp. 347-348.)19. Al disminuir los indios disponibles,los turnos de la mita fueron reducindose. Este crculo vicioso impeda a losjesuitas conseguir el fruto deseado20. Se haba generado un flujo migratoriosin precedentes en el que muchos indios moran sin confesin (B. Ramrez,Tomo I, 1906, pp. 338).

    18 En su Notables daos de no guardar a los indios sus fueros (1571), el licenciado Juan Polo deOndegardo argumentaba que ellos [los hombres] van a Potos, que no reciben agravio, sino quecada uno acude con lo que le cabe de aquella parte, mayormente que an al tiempo que stos sejuntan, acaece estar algunos ausentes y las mujeres suplen por sus maridos y se hallan a ello y dansu plata (...) (J. Polo de Ondegardo, 1990, pp. 157).

    19 Entre 1571 y 1575 salan unos 1.500 mitayos cada ao a Potos. Como seala Franklin Pease G.Y., el incremento de la mita fue realmente oneroso para los lupaqa (F. Pease G. Y. 1973, pp. 93).

    20 La necesidad de ganar los 13 pesos anuales per capita exigidos para pagar la tasa a la Caja Real-unos 80.000 pesos de plata ensayada- as como sus tratos y granjeras dificultaba enormementesu evangelizacin.

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    Numerosos historiadores como Karen Spalding (1970), Franklin PeaseG. Y. (1973; 1992), Carlos Sempat Assadourian (1987), Thierry Saignes (1987;1989), Roberto Choque Canqui (1987) y Susan E. Ramrez (1987; 1996; 2000),entre otros, han destacado la capacidad de los seores tnicos para ascendersocialmente mediante su participacin en intercambios comerciales de mayoro menor envergadura. Ellos controlaban la produccin agrcola y organiza-ban el trabajo de los indios de su parcialidad21. No pagaban tasas ni prestabanservicios personales, pero respondan del cobro exigido por los espaoles.Ello provoc numerosas protestas, como las contenidas en el Memorial deCharcas (1582), firmado por veintitrs curacas pertenecientes a cuatro gran-des naciones -Charcas, Caracara, Los Chuyes y Los Chichas- de la Provinciade los Charcas. Expresaban un profundo desaliento frente a las elevadas tasas-siete pesos por cabeza tributaria- impuestas por las reformas toledanas y laactitud depredadora de los espaoles, a quienes responsabilizaban del empo-brecimiento y despoblacin de sus tierras (W. Espinoza Soriano, 1969, pp.128-144).

    La generalizacin de estas actividades comerciales reorganiz por com-pleto el espacio econmico del sur del virreinato peruano, provocando pro-fundos cambios en la reproduccin de las unidades de parentesco y reciproci-dad ayllu. La presencia de los jesuitas en Juli signific, en ltima instancia,un poder paralelo que tuvo mucho que ver con la disminucin de la autoridadque los hilacatas haban ejercido anteriormente sobre las comunidades aymarscomo seores tnicos (F. Pease G. Y., 1973, pp. 97). As, al no poder actuarcomo redistribuidores locales, perdieron progresivamente su legitimidad enel mbito comunal a favor de los jesuitas, transformndose en agentes econ-micos del nuevo orden colonial22. Caravanas de arrieros y trajinantes se tras-ladaban a la regin minera para proveerla de productos y mercancas -maz,coca, chuo, ropa, etc.-. Los seores tnicos alquilaban sus indios originarioscomo jornaleros de servicio a los corregidores, quienes monopolizaban el trans-porte y la circulacin de los productos desde el norte del altiplano a la Villa

    21 Sobre el concepto de parcialidad en el contexto andino, vase M. Rostworoski de Dez Canseco,1993, pp. 231-240.

    22 En la Visita de 1567 ya se puede detectar, segn F. Pease G. Y., esta prdida de autoridad por partede los seores tnicos de Chucuito (1973, pp. 97). Al respecto, vase tambin K. Spalding, 1970,pp. 645-664; K. Spalding, 1973, pp. 581-599; C. S. Assadourian, 1987, pp. 65-110; R. ChoqueCanqui, 1987, pp. 357-377; F. Pease G. Y., 1992.

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    Imperial y tambin a la costa. Ello les permita pagar la disminucin de tribu-tarios o mitayos de los que eran responsables en calidad de capitanes de mita(J. V. Murra, 1975, pp. 31-42; M. Helmer, 1982-83, pp. 202; R. Choque Canqui,1987, pp. 358). En palabras del Padre Superior Diego Martnez, SJ, la tasanos es gran dificultad para poder hacer doctrina, porque lo ms del ao estnlos indios ocupados en este trabajo, y sus respuestas, y excusas casi en todaslas cosas es la tasa23.

    A estos problemas se aadan otros de conciencia de interior, como lasamarguras y el descontento general que les asolaba. Le preocupaban especial-mente los referentes a la pureza del alma y del cuerpo. Para remediar estosmales, Diego Martnez, SJ, y Andrs Lpez, SJ, solicitaban siete u ocho sa-cerdotes de virtud extraordinaria, buenos catequizadores, que sepan la lenguade los indios y los puedan confesar, asistidos por tres hermanos coadjutoresas como un nuevo snodo o salario para mantenerlos24. Si se conseguan ven-cer estos inconvenientes, deca el Padre Andrs Lpez, SJ, se alcanzara elfruto deseado puesto que las doctrinas son buenas y medio importantsimopara ayudar a la salvacin de los indios, y a la Compaa le estn bien25.Pero si aun as los problemas no se solucionaban, el consejo del Padre Martnez,SJ, rector de Juli, era que no se tomase doctrina jams, porque es muy caraganancia con tanto detrimento y desabrimiento de los sujetos y con tantasdificultades como consigo trae la doctrina, que cada da se ofrecen ms ymayores26.

    Junto a estas opiniones el General recibi en 1578 el parecer del Visita-dor Plaza, quien lleg el 27 de septiembre de 1577 a la doctrina de Juli,permaneciendo all el mes de octubre. Y su opinin, despus de ledas las

    23 Carta del Padre Martnez al Visitador Juan de Plaza, con fecha en Juli, 1 de agosto de 1578 (MP,Tomo II, 1958, pp. 364).

    24 Al respecto, vanse las cartas del Padre Andrs Lpez, SJ, al Visitador Juan de la Plaza, SJ, confecha en Juli, 6 de agosto de 1578 (MP, Tomo II, 1958, pp. 380), y la carta del Padre Martnez,SJ, al Visitador Juan de Plaza, con fecha en Juli, 1 de agosto de 1578 (MP, Tomo II, 1958, pp.365).

    25 Carta del Padre Andrs Lpez, SJ, al Visitador Juan de la Plaza, SJ, con fecha en Juli, 6 de agostode 1578 (MP, Tomo II, 1958, pp. 381.

    26 Carta del Padre Martnez, SJ, al Visitador Juan de Plaza, con fecha en Juli, 1 de agosto de 1578(MP, Tomo II, 1958, pp. 368).

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    anteriores, no era nada entusiasta. La realidad descrita, como ya apuntara R.Vargas Ugarte, SJ, estaba muy cargada de sombras, desmontando por com-pleto la imagen idlica que Acosta haba escrito en 1576 (R. Vargas Ugarte,SJ, Tomo I, 1963, pp. 117). Todo lo que vio el Provincial no era ms que unespejismo. El trabajo de los Padres era excesivo y se requera un mayor nme-ro de jesuitas que en un colegio ordinario (MP, Tomo II, 1958, pp. 103-104).Aparentemente los indios haban abandonado sus supersticiones, pero en rea-lidad continuaban practicndolas en sus casas y adoratorios. Aunque unastres mil personas atendan el catecismo y se confesaban, lo cierto era que lohacan obligados. Adems, eran consumados mentirosos y no tardaban enolvidar lo enseado. Para remediarlo, los Padres usurpaban las funciones delvicario y el corregidor y recurran a la violencia para restablecer el ordenmoral, lo que les estaba terminantemente prohibido por sus reglas27. Ante estepanorama tan pesimista, el Visitador carg sus tintas contra el Provincialargumentando que los indios, ya fuera por vejez o por incapacidad o rudezanatural, no eran aptos para aprender la doctrina cristiana, porque no entien-den lo que se les dice ni lo perciben; y si algo entienden, no tienen memoriapara acordarse de ello (Carta Anua de 1578, en MP, Tomo II, 1958, pp. 334-338). No olvidemos que el Dr. Plaza haba llegado a Juli acompaado delPadre Luis Lpez (1536-1599), SJ, quien se haba manifestado contrario a laaceptacin de las parroquias. La solucin pasaba, pues, por abandonarla ytrasladar a los Padres a otro lugar, impidiendo as su desmoralizacin28.

    Pero no lo hicieron. El Visitador Plaza mand llamar al ProvincialAcosta, quien sali de Lima el 2 de agosto de 1578 con direccin al Cuzco ensu segunda Visita provincial. All debatieron sobre la conveniencia de mante-ner a los jesuitas en la doctrina chuquitea. Como los puntos de vista no

    27 En una carta escrita al Visitador Juan de Plaza, SJ, el 1 de agosto de 1578, en Juli, el Padre DiegoMartnez reconoca tambin la utilizacin de la violencia por parte de los Padres jesuitas paraobligar a los indios a atender los oficios religiosos (MP, Tomo I, 1958, pp. 360).

    28 En la Congregacin Provincial de 1576 el Visitador Plaza defenda que las doctrinas no podanaceptarse a perpetuidad, sino solamente ad tempus (Carta Anua de 1576, en MP, Tomo II, 1958,pp. 157). Esta opinin coincida con la del Padre Martnez, SJ, quien en 1578 sostena que paracombatir la amargura de corazn era necesario que los sujetos no estuviesen perpetuamentesirviendo en las mismas doctrinas, sino que fueran trasladados a otras residencias o acudieran alas misiones (MP, Tomo II, 1958, pp. 366).

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    acababan de coincidir, ambos decidieron escribir una carta al GeneralMercurian desde el Cuzco, con fecha 16 de octubre de 1578, en que le trasla-daban la decisin final (MP, Tomo II, 1958, pp. 500-501). Tenan una misinque cumplir, y a pesar de la falta de personal y de las dudas del Visitador, locierto es que el Provincial Acosta prefera que se quedaran y aprendieran lalengua de los indios29. A diferencia de los franciscanos, mercedarios, y agus-tinos, los jesuitas basaban su pedagoga religiosa en la dulzura y la persua-sin retrica. Acosta, que haba ledo De unico vocationis modo omniumgentium ad veram religionem (1536-1537), de Bartolom de Las Casas, argu-mentaba en la misma direccin que el fraile dominico. En tierras peruanasescribi De Procuranda Indorum Salute (concluida en Lima en febrero de1577 y publicada por primera vez en Salamanca en 1588), que haca hincapien la persuasin del entendimiento como condicin indispensable para laplena incorporacin del indio americano al imperio espaol. Era una conse-cuencia lgica de la superioridad intelectual y moral de los espaoles sobreaquellas naciones brbaras. Pensaba que, con esfuerzo y perseverancia, losjesuitas podran salvarlos de la condena eterna y hacerlos buenos cristianos30.

    Pero los hatun-runas practicaban un dualismo ritual perfectamente vi-sible en las ceremonias funerarias, adornos, y pinturas corporales (B. AresQueija, 1984, pp. 451). Desde el principio de los tiempos, el Diablo tena unsolo objetivo: imitar y suplantar el mensaje de Dios. Sabiendo de la llegada delos jesuitas al Nuevo Mundo, pretenda confundir a los indios, inculcndolesotros ritos y creencias para convertirlos en enemigos de Dios. Esta capacidadde engao e inversin de la verdad religiosa produjo un gran desconsuelo enla orden jesuita (A. Coello, 2005, pp. 64-66). Pero ello no era de extraar,puesto que los indios haban recibido la doctrina en una lengua que no cono-can o por alguaciles que los obligaban a asistir a las ceremonias religiosas sopena de azotes corporales u otros castigos. La pervivencia de los cultos paga-nos e idlatras frustr particularmente la labor de Diego Martnez, SJ, cuyavocacin pro-indgena era de sobras conocida entre sus cofrades. Si los jesui-

    29 Sobre la importancia de Juli como laboratorio lingstico para la Compaa, vase la carta queescribi el Padre Diego Martnez, SJ, al General Mercurian, con fecha en Juli, 27 de enero de1578, hoy perdida, y la respuesta de ste al Padre Rector, con fecha en Roma, 15 de noviembre de1578 (MP, Tomo II, 1958, pp. 522-523). Otra evidencia de la voluntad de los jesuitas de permaneceren Juli era que por aquellas fechas (1578) acababan de edificar una nueva iglesia.

    30 J. de Acosta, SJ, De Procuranda, [1588] 1984, Libro I, Caps. I-XVIII, pp. 74-243.

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    tas criticaban el paganismo de los indios era porque todava no haban sabidotransmitirles los principios indispensables para alcanzar la salvacin eterna.Y la culpa no era, claro est, de los indios, sino de los sacerdotes encargadosde su evangelizacin. Juli era el lugar donde los mtodos ignacianos debanprobar su eficacia. Pero lo cierto era que aquellos indios olvidaban muy pron-to las enseanzas de los Padres y regresaban de nuevo a sus adoratorios sa-grados31.

    III

    Las preocupaciones de los jesuitas de Juli eran comprensibles. Si losfrutos apostlicos no eran los esperados, o al menos, no diferan demasiadode los obtenidos por los frailes dominicos, qu sentido tena permanecerall? Por qu haban aceptado aquella doctrina que exiga un mayor nmerode sujetos que cualquier otro colegio, residencia o parroquia del Virreinatodel Per?32. El Provincial Acosta saba perfectamente que si Toledo se decidia expropiar las doctrinas de Chucuito a los dominicos no fue por su corrup-cin moral, ni tampoco por sus veleidades teocrticas, sino porque eran losnicos que podan entorpecer las reformas econmicas planeadas en la JuntaMagna de 1566-68. No olvidemos que el espritu lascasiano estaba todavavivo en el Per. Sus excesos de autoridad no eran tan peligrosos como elcontrol que los frailes ejercan sobre una de las provincias ms pobladas delPer. Una vez expulsados, la Visita que realiz a Chucuito el presbteroGutirrez Flores entre 1572 y 1573 le proporcion al Virrey una valiosa infor-macin sobre la capacidad tributaria de los lupacas. En 1574 se consideraba aun indio rico si tena ms de cincuenta llamas. En la aldea de Juli habaunos doscientos treinta indios ricos; el 60% del total de toda la regin de

    31 Antiguamente los indios Chulli tenan su huaca principal en la regin de Lunthayani o Lunthaya- donde todava pueden observarse los muros y las piedras que formaban parte de aquel templosagrado. Con el tiempo varios clanes, liderados por el hilacata Khari, se agruparon en torno a unaaldea, formando la tribu de los lupacas. El espritu sedentario del Inca Pachakutek, basado en elayllu, se impuso sobre unos pueblos cazadores y recolectores que respondan a lo que Jos deAcosta defina como behetras.

    32 Carta del Padre Martnez al Visitador Plaza, con fecha en Juli, 1 de agosto de 1578 (MP, Tomo I,1958, pp. 360).

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    Chucuito. Y segn el Visitador, no era ni la dcima parte de lo que realmenteposean (M. Helmer, 1982-83, pp. 201). Ante esta situacin no es extrao queToledo se decidiera a subir las tasas, como algunos funcionarios de la Au-diencia de Charcas haban solicitado al visitador Garci Dez en 1567. Y noslo eso, sino que adems, tal y como predijo fray Agustn de Formicedo, elVirrey acab confiscando el ganado comunitario para venderlo en Potos yacto seguido organiz la mita minera destinada al Cerro Rico (Fr. P. GutirrezFlores, 1970, pp. 19-23; N. Meiklejohn, 1978, pp. 24-25).

    El Padre Acosta debi sentirse tambin frustrado. Al aceptar la doctrinade Juli haba supeditado los objetivos misionales de la Corona a la voluntaddel Virrey. Pero su creciente animadversin hacia peligrar el futuro de laCompaa. Hacia 1577, su situacin financiera era muy precaria. El PadreFrancisco de Porres, SJ, procurador general de la Compaa en la corte, soli-cit al Rey una ayuda econmica para pagar la deuda que tenan para concluirla edificacin de una iglesia y colegio en el Cuzco33. Al no aceptar ningntipo de compensacin por sus servicios los Padres solicitaban limosnas parasus colegios y doctrinas, pero no era suficiente34. En un intento de paliar lasituacin, el mismo Acosta escribi una carta a Felipe II, con fecha en Lima,4 de marzo de 1577, en que expresaba las dificultades de la Compaa paramantener la parroquia del Cercado (P. Pastells, SJ, Tomo I, 1912, pp. 90; MP,Tomo II, 1958, pp. 297-298).

    A principios de 1577 Toledo puso las cartas sobre la mesa. Una doctrinano era suficiente. Las polticas virreinales requeran un mayor compromisoque los jesuitas no estaban dispuestos a aceptar. Aunque tampoco contaban

    33 Carta de Felipe II al Virrey Francisco de Toledo, con fecha en El Escorial, 18 de marzo de 1578(MP, Tomo II, 1958, pp. 345-346). En 1577, los encomenderos Diego de Silva y su esposa,Teresa Ordez, haban donado 30.000 pesos para la construccin del Colegio jesuita del Cuzco.Recibieron el ttulo de patrones y el derecho a ser enterrados en la iglesia (R. Vargas Ugarte,Tomo I, 1963, pp. 120-121).

    34 El 9 de agosto de 1577, el Provincial Acosta, acompaado del licenciado Pedro Mexa, fueron alCabildo municipal a pedir limosna para reformar el Colegio de San Pablo, aduciendo la falta deotros ingresos que no fueran las limosnas voluntarias de los fieles. A resultas de ello obtuvierondoscientos pesos de plata ensayada (J. Bromley Seminario & Bertrand T. Lee, Tomo VIII, 1937,pp. 462).

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    con sacerdotes muchos para ello. En la misma carta enviada al Rey, Acosta sejustificaba diciendo que

    Los sacerdotes que tenemos son pocos y no pueden acudir a lo

    que se ofrece del servicio de Dios nuestro Seor y de Vuestra Majestad

    tan cumplidamente como desean. Suplico a Vuestra Majestad haga a nues-

    tra Religin tan grande merced de mandar se enve algn buen nmero de

    obreros a este Reino, pues el celo de Vuestra Majestad ha sido siempre

    tan cristiansimo, y el deseo de nuestra Compaa en servir a Vuestra

    Majestad y descargar su Real conciencia nos obliga a suplicar se nos

    haga la merced que siempre hemos recibido (MP, Tomo II, 1958,

    pp. 297-298)

    No obstante, las posturas se radicalizaron. El Virrey opt por ahogareconmicamente a la Compaa en dos actos consecutivos. El primero tuvolugar el 12 de agosto de 1577 en la Villa Imperial de Potos y consisti enamenazar al Visitador Plaza con el cierre de la casa o colegio abierto el 6 deenero por el antiguo Provincial Ruiz del Portillo, nombrado rector35. Con elloconsegua no slo expulsarlos de all sino reducir las fundaciones en otroslugares. Si los fieles reducan sus limosnas la Compaa no tendra ms re-medio que atender la voluntad del Virrey.

    Encolerizado, Acosta se hizo eco de las crticas contra las elevadas ta-sas impuestas a los lupaqas y escribi a Felipe II denunciando la polticatoledana (AGI, Lima, 376). Numerosos magistrados, apoyados por las quejasde los hilacatas y mallkus, haban hecho llegar su malestar al Rey por esemotivo. Como es sabido, el tributo era individual, aunque la responsabilidadde pagarlo recaa en toda la comunidad. El 6 de mayo de 1576, el oidor msantiguo de la Audiencia de Lima, Don Cristbal Ramrez de Cartagena, escri-bi una extensa carta a Felipe II denunciando que la tasa aumentaba propor-cionalmente a la disminucin de los indios tributarios (R. Levillier, TomoVII, 1924, pp. 286). La mano de obra escaseaba as como las posibilidades de

    35 Acompaaban al Padre Portillo, SJ (sustituido en agosto de 1578 por el Padre Bracamonte, SJ),el Padre Medina, SJ, proveniente de Juli, y el hermano Diego Martnez Caldern. El VisitadorPlaza estuvo en Potos del 17 de febrero de 1577 al 4 de septiembre de 1577 (MP, Tomo II, 1958,pp. 693). Al respecto, vase A. de Egaa, SJ, 1956, pp. 162-168; F. Armas Asin, 1999, pp. 584.

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    enriquecimiento de los espaoles36. El 25 de septiembre de 1576, el oidor dela Audiencia de Charcas, Don Luis Dez de Armendriz, escribi una carta alRey en la que cuestionaba la poltica de tasacin del Virrey Toledo y la tacha-ba de imposible cumplimiento37.

    Ignorando las recomendaciones del General Mercurian de suavizar suscrticas al Virrey, Acosta envi una carta an ms incisiva a Felipe II, confecha en Lima, 7 de marzo de 1577, en la que responsabilizaba a Toledo deempobrecer a las comunidades de Chucuito y de favorecer el abandono de lapoblacin. Ello impeda la concentracin de la poblacin nativa en reduccio-nes, donde vivan en orden y polica, as como su evangelizacin. En pala-bras del Provincial Acosta,

    En las nuevas tasas que en este Reino del Per el Virrey ha publi-

    cado hay muchas cosas que parecen muy acertadas para el servicio de

    Dios y de Vuestra Majestad y bien de estos Reinos. Hay tambin algunas

    otras que parecen tener notable inconveniente en especial el ser comn-

    mente mas subidos los tributos de lo que cmodamente los indios pueden

    dar y ser la mayor parte o casi toda la tasa en plata ensayada la cual

    como no la tengan en su tierra los indios sino son aquellos solos que

    alcanzan minas forzoso han de ganarla con mucho trabajo suyo y dis-

    traerse de sus pueblos para buscar donde alquilarse porque de las cosas

    que tienen de su cosecha como ganados o sementeras es cosa averiguada

    que no pueden pagar la tasa (R. Levillier, Tomo I, 1919, pp. 114; MP,

    Tomo II, 1958, pp. 299-300; E. Lissn Chaves, 1945, Tomo III, pp. 738-

    739)

    En el prrafo anterior se presenta una visin claramente negativa de lapoltica tributaria del Virrey. No tena en cuenta las posibilidades econmicaso laborales de los indios del Per, particularmente los lupaqas, quienes esta-ban empobrecidos a causa de las elevadas tasas impuestas en 1575. Para sa-

    36 RAH, Coleccin Salazar y Castro, N-33, 1569, folios 108-109.37 Audiencia de Charcas a Felipe II, con fecha en La Plata, 25 de septiembre de 1576, en R. Levillier,

    Tomo I (1561-1579), 1918, pp. 376. Otros oidores, como el licenciado Recalde, apoyaban encambio las tasas impuestas por Toledo. Y no slo eso, sino que acusaba a los jesuitas y a losmiembros de la Audiencia de Charcas de entrometerse en asuntos de gobierno y de entorpecer lapoltica de reducciones. Al respecto, vase la carta que el licenciado Recalde escribi a Felipe II,con fecha en Lima, 1 de marzo de 1577 (R. Levillier, GP, Tomo VII, 1924, pp. 390-397).

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    tisfacerlas se vean obligados a huir de sus tierras, abandonando a mujeres ehijos, con lo que se descuidaba el fruto evanglico38. Los jesuitas se habancomprometido con la misin apostlica de la Corona aceptando la doctrina deJuli, pero las condiciones no eran las ms adecuadas para desarrollar su la-bor. Si el fruto en no era el esperado, la responsabilidad sera del Virrey.Desconocemos si Acosta estaba enterado de las quejas de sus compaeros dereligin con respecto al mantenimiento de dicha doctrina. Sea como fuere, locierto es que el Provincial actu como un poltico sagaz que saba moverseentre disensiones y conflictos39. Las dificultades no tenan nada que ver conlas parroquias. Ni tampoco con el comportamiento de los indios y de sushilacatas, sino con las reformas econmicas del Virrey.

    Asimismo, las crticas de Acosta sintonizaban con la opinin de algu-nas personalidades de Lima, como el licenciado, Bartolom Martnez, arce-diano del cabildo eclesistico, quien expres sus quejas al Rey con respecto alas elevadas tasas en una carta escrita desde Lima el 3 de marzo de 1577 (E.Lissn Chaves, Tomo II, 1945, pp. 767)40. Del mismo modo, el oidor msantiguo de la Audiencia de Lima, el magistrado Cristbal Ramrez deCartagena, lanz severas crticas contra la legislacin de la industria mineray la poltica de tasacin del Virrey. En una carta escrita desde Lima, con fecha27 de abril de 1577, el magistrado explicaba a Felipe II que las tasas impues-tas a los indios contradecan gravemente la poltica de reducciones, y por lotanto, deban ser abolidas (P. Pastells, 1912, pp. 483-505).

    38 Esta misma opinin la encontramos en el capelln Baltasar lvarez, quien escriba que toda laconfesin hacen con quejarse que tienen mucha tasa, y que les maltratan por la tasa, y que notienen ni pueden pagar el tributo, y que quieren huirse de su pueblo y dejar sus hijos y mujeres,porque no pueden llevar la carga de la tasa y tributo que pagan y sta es pltica muy general entodo el reino del Per (1906, pp. 299).

    39 Para una interpretacin poltica del papel de Acosta en el Per, vase J. Leuridan Huys, 1997, pp.111; A. Coello, 2006, pp. 243-253.

    40 El arcediano Bartolom Martnez particip en el II Concilio Limense (1567-68). Las reformaseconmicas de Toledo perjudicaban enormemente la aplicacin de los decretos del Concilio. Losjesuitas los tomaron como gua pastoral (J. I. Saranyana, 1999, pp. 141-143). No es extrao,pues, que algunas personalidades, como el arcediano Martnez, sintonizaran con las crticas dealgunos jesuitas con respecto a las polticas de Toledo.

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    Mientras tanto, una nueva hornada de diecisis jesuitas al mando delcomisario Jos Tiruel, SJ, se hizo a la mar el 16 de octubre de 1577, llegandoal Per el 3 de abril de 1578. Se compona de tres sacerdotes, cuatro diconos,siete estudiantes, y dos coadjutores (F. Mateos, SJ, Tomo I, 1944, pp. 270-71).Pero ello no modific substancialmente la poltica de la Compaa con res-pecto a las doctrinas. Muy al contrario, las tensiones entre la Compaa y elVirrey llegaron a odos del General Mercuriano, quien escribi una carta alProvincial Acosta, con fecha en Roma, 1 de octubre de 1578, recordndoleque haba que preservar el buen nombre de la Compaa (MP, Tomo II, 1958,pp. 477-478).

    No hay ninguna duda de que el General estaba al corriente de las cartasque Acosta haba enviado a Felipe II. Tampoco albergaba dudas respecto a lapremeditacin y alevosa con la que actuaba el Virrey (A. de Egaa, SJ, 1956,pp. 159 y ss.). Pero haba que actuar con cautela pues se tema lo peor. Y lopeor sucedi el 13 de octubre de 1578, cuando Toledo clausur las ctedraspblicas que se impartan en el Colegio Mximo de San Pablo alegando queninguna orden religiosa, particularmente los jesuitas, poda ejercer la ense-anza de las facultades superiores. La razn no era otra que su negativa ahacerse cargo de los estudios de humanidades y filosofa que se impartan enla Universidad Mayor de San Marcos (A. de Egaa, SJ, 1956, pp. 170). Tresdas antes, el 7 de octubre, haba ordenado a Don Martn Garca Oez deLoyola, corregidor de la Villa Imperial y sobrino segundo de San Ignacio,cerrar definitivamente el Colegio de Potos y embargar todos sus bienes (MP,Tomo II, 1958, pp. 478-484)41. 1578 fue el ao en que una epidemia de pesteasol la doctrina de Juli (MP, Tomo II, 1958, pp. 625). Tambin fue el ao enque tuvo lugar el segundo acto del enfrentamiento de Toledo con la Compaade Jess. Para informar al Rey de los sucesos acaecidos, y buscando probable-mente su autorizacin, el 15 de octubre le escribi una carta desde Lima en laque confesaba que en esta tierra no conviene al servicio de vuestra majestadque ni legos ni religiosos particulares puedan mucho ni tengan mucho para elbuen seguro de ella (R. Levillier, GP, Tomo VI, 1924, pp. 78).

    41 La crnica de B. Ramrez nos informa de que en el Colegio jesuita de Potos haba unos doce otrece religiosos. All se lea gramtica y una leccin de casos y otra en la lengua de los indios(B. Ramrez, Tomo I, 1906, pp. 353).

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    Pocos das despus, el 27 de octubre de 1578, tena lugar un nuevoepisodio: el cierre del Colegio de Arequipa. El Visitador Plaza y su secretario,Luis Lpez, SJ, haban llegado a la ciudad el 12 de noviembre de 1577. Suintencin era promover la fundacin de un colegio, pero el 15 de diciembrepartieron al Cuzco sin haber encontrado patrocinador. Sin embargo, sus ges-tiones dieron fruto. Un rico encomendero de nombre Diego Hernndez Hidal-go estaba interesado en dotar una cantidad de dinero para la fundacin de uncolegio siempre y cuando se hiciera antes de 1579 (MP, Tomo II, 1958, pp.349-356). Tras la muerte del patrocinador, acaecida en Arequipa, el 26 dejulio de 1578, los hermanos Antonio Lpez y Marco Antonio se trasladaron el14 de agosto a la ciudad para iniciar los trmites de dicha fundacin. Notenan permisos para edificar ningn colegio, pero se negaron a abandonar elinmueble, a pesar de los requerimientos del corregidor Garci Gutirrez deEscobar y el alcalde ordinario Jernimo Pacheco. Al poco tiempo llegaron losPadres Luis Lpez y Alonso de Barzana, acompaados del hermano Casasola,para sustituir a los dos hermanos, pero la decisin estaba tomada. Toledo,molesto con la actitud del Visitador Plaza, procedi sin contemplaciones yorden nuevamente a Don Martn Garca de Loyola, ahora corregidor y justi-cia mayor de Arequipa, el cierre del colegio y el embargo de todos sus bienesaduciendo la falta de permisos reales para su edificacin42.

    IV

    Pero Toledo no se content con cerrar una por una las casas jesuitas.Fue an ms lejos. A principios de 1579 utiliz a la Inquisicin para actuar denuevo contra sus principales opositores dentro de la Orden ignaciana. En estaguerra abierta contra la independencia de la Compaa, algunos de los prime-ros jesuitas llegados al Per, principalmente Jernimo Ruiz del Portillo, Pe-dro Miguel de Fuentes, SJ, o Lus Lpez, SJ, fueron las primeras vctimas deesta nueva contrarreforma virreino-inquisitorial (V. Abril Castell, 1988,

    42 Sobre la polmica actuacin del Virrey en este asunto, vanse los trabajos de R. Vargas Ugarte,SJ, 1941, pp. 87-89; A. de Egaa, SJ, 1956, pp. 162-167; R. Vargas Ugarte, Tomo II, 1966, pp.263. Ms recientemente, vase F. Armas Asin, 1999, pp. 588-589.

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    pp. 9-67). El valenciano Pedro Miguel de Fuentes, SJ, fue acusado de losdelitos de alumbradismo y solicitacin amorosa en el confesionario43. LuisLpez, SJ, quien haba protagonizado en 1578 en Arequipa el ms sonoroenfrentamiento de la Compaa contra el poder virreinal en el Per, fueacusado en noviembre de 1578 de solicitacin, traicin y sedicin contra elRey (A. Huerga, 1986, pp. 210-245; P. Castaeda Delgado & P. HernndezAparicio, 1989, pp. 305-306)44.

    Pensamos que el historiador jesuita Antonio de Egaa, SJ, se equivocaal considerar a Acosta una vctima del rigorismo del Virrey. Lo cierto es queactu como un poltico tenaz en defensa de los intereses de la Compaa.Numerosos jesuitas, particularmente el Visitador Plaza, cuestionaron susmanejos secretos a espaldas de la Orden. Lo que le interesaba al Provincialera zanjar el proceso contra el Padre Lpez, SJ, evitando mayores escndalos(F. Mateos, SJ, 1954, XV). Mientras tena lugar dicho proceso, Acosta escri-ba un informe al General Mercurian, con fecha 11 de abril de 1579, en que lecomunicaba que haba ciento dos jesuitas en el Per, de los cuales cuarentaeran sacerdotes, si bien solamente veinticuatro de ellos conocan la lengua delos indios. Con ello Acosta pretenda llamar la atencin del General sobre lanecesidad de mantener las parroquias de indios (MP, Tomo II, 1958, pp. 619).A pesar de los problemas habidos con algunos miembros de la Compaa, enJuli haba ocho de los mejores sacerdotes del Per y tres hermanos coadjuto-res. Esa era una opinin compartida por algunos magistrados de la Audienciade Lima, como el licenciado Ramrez de Cartagena, quien el 27 de abril de1579 escriba a Felipe II una carta laudatoria en apoyo de las actividades delos jesuitas en Juli. Se centraba particularmente en la figura del Padre Barzana,cuyo talento, celo y devocin a la evangelizacin de los nativos era del todoejemplar45.

    43 Segn el trabajo de M. Birckel, el Padre Fuentes diriga espiritualmente a un grupo de mujeres, alas cuales instrua en la contemplacin. Se le acus de ciertos comportamientos deshonestos y fuecondenado a un ao de reclusin, a diez aos de no confesar mujeres y a otras penas menores(1972, pp. 5-91). Vase tambin A. Huerga, 1986, pp. 210-245; P. Castaeda Delgado & P.Hernndez Aparicio, 1989, pp. 324-326.

    44 Con respecto a la actitud desafiante de L. Lpez, SJ, en 1578 en Arequipa, vase F. Armas Asin,1999, pp. 587 y ss.

    45 Carta de Ramrez de Cartagena a Felipe II, con fecha en Lima, 27 de abril de 1579, en P. Pastells,SJ, Tomo I, Madrid, 1912, pp. 93. Vase tambin MP, Tomo II, 1958, pp. 702.

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    El 25 de septiembre de 1580, Felipe II expidi una Real Cdula por laque ordenaba a la Audiencia de La Plata que se instituyera en cada obispadode su territorio una ctedra de cada una de las lenguas originarias de la re-gin46. Segn Acosta, todos los Padres de Juli saban la lengua de los indios,lo que indiscutiblemente facilitaba la salida a las misiones rurales para predi-car la palabra de Dios. Al mismo tiempo enfatizaba los progresos consegui-dos en la parroquia, particularmente en lo referente a la confesin y predica-cin de los fieles. Destacaba sobre todo la labor educativa en la escuela, don-de los nios aprendan el catecismo, coloquios sobre materias piadosas, msi-ca. Tambin aprendan a denunciar y perseguir hechiceros, borracheras co-lectivas y amancebamientos entre sus propios familiares, convirtindose enverdaderos cristianos. Las idolatras y hechiceras quedaban as circunscritasa ciertos grupos de edad que podan ser evangelizados de manera ms directay eficiente47. Una de las actuaciones mejor recibidas por los indios fue lafundacin de la Cofrada de Nuestra Seora (1579). Su objetivo principal,segn refera Acosta, era que todos los cofrades se convirtieran en persegui-dores de la idolatra y borracheras (MP, Tomo II, 1958, pp. 608-609; 619-626).

    Los problemas que tuvo el Provincial eran ms bien de otra ndole.Desde 1576 ostentaba el cargo de calificador del Santo Oficio a pesar de quesus hermanos de orden nunca vieron con buenos ojos que el Provincial de losjesuitas del Per formara parte del tribunal de la Inquisicin. Ello poda po-ner en peligro el carcter independiente y autnomo de la Compaa. Sinembargo, las continuas discrepancias con el Virrey y las buenas relaciones deAcosta con los poderes civiles le inclinaron a poner a los jesuitas espaolesbajo la autoridad del monarca espaol que todava soaba con obtener elPatriarcado de las Indias - y de la Inquisicin, en detrimento de la autoridaddel Papa y del General Aquaviva. Un juego peligroso que puso en prctica asu vuelta a Espaa en 1587 y que le cost numerosos enemigos dentro de laCompaa (Al respecto, vase F. Mateos, SJ, 1954, XX-XXXII ).

    46 RAH, Coleccin Salazar y Castro, n 868, citado en Joseph-Ignasi Saranyana (dir.), 2005, pp.161.

    47 Sobre los peligros de las borracheras colectivas de los indios, vase B. Ramrez, Tomo I, 1906,pp. 301; 355.

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    Sin embargo, la gota que colm el vaso fue su participacin en la con-dena en 1579 del Padre Lus Lpez, SJ. En un primer momento se le acus deformar parte en 1569-70 de un grupo de alumbrados surgidos alrededor deuna joven limea llamada Mara Pizarro48. Estaba poseda por el diablo, ysegn todos los indicios, algunos jesuitas, entre los que se encontraba el Pa-dre Lpez, haban practicado exorcismos y mantenido relaciones sexualescon ella (P. Castaeda Delgado & P. Hernndez Aparicio, 1989, pp. 297-336). Luego, coincidiendo con la vuelta de Acosta de su segunda Visita pro-vincial el 11 de marzo de 1579 a Lima, se responsabiliz al Padre Lpez, SJ,de haber escrito un cuaderno incendiario un memorial o Captulos hechospor el Maestro Luis Lpez, de la Compaa de Jess, contra el Virrey Toledo

    (1580) - contra la legitimidad de la Corona para apropiarse de las Indias. Lahistoria es bien conocida49. El 27 de noviembre de 1579, Toledo escribi unacarta a Felipe II desde Lima informndole de la existencia de dicho cuadernoo memorial como prueba de la actitud hostil y subversiva de la Compaa (R.Levillier, GP, Tomo VI, 1924, pp. 221-223; R. Vargas Ugarte, Tomo II, 1966,pp. 261-262)50. Como su secretario y amigo personal, el Padre Lpez escribiel cuaderno a instancias del Dr. Plaza con el fin de ir a Roma y denunciar lapoltica del Virrey al Papa y al Rey51. Ni que decir tiene que el cuadernoestableca claras conexiones con los escritos del dominico Bartolom de LasCasas. Escritos que Toledo prohibi y recogi en marzo de 1571 (I. PrezFernndez, OP, 1986, pp. 461; 475-477). Despus de declarar ante losinquisidores, el Dr. Plaza se embarc en junio de 1579 para Mxico. Susplanes de llevarse como consultor al Padre Lpez se frustraron, pues losinquisidores iniciaron el proceso. Un largo proceso que dur tres aos: de1579 a 1582.

    48 El erasmismo espiritualista se expandi dentro de los lmites del llamado alumbradismo oiluminismo (M. Bataillon, 1977, pp. 149). Con respecto a la expansin de esta hereja al NuevoMundo, vase el trabajo de A. Huerga, 1986.

    49 Para un estudio de la figura del Padre Luis Lpez y del proceso inquisitorial que padeci, vaseF. Armas Asin, 1999, pp. 592 y ss.

    50 El cuaderno est publicado en Documentos Inditos para la Historia de Espaa, Tomo 94,Imprenta de la Viuda de Calero, Madrid, 1844, pp. 472-486.

    51 Sobre la amistad entre el Padre Lpez y el Visitador Plaza, vase A. de Egaa, SJ, 1956, pp. 180y ss.

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    Visiblemente preocupado, Claudio Aquaviva (1581-1618), SJ, nombra-do Prepsito General de la Orden el 19 de febrero de 1581, escribi una cartadesde Roma al Padre Acosta, con fecha 1 de agosto de 1581, en la que leinstaba a preservar el buen nombre de la Compaa (MP, Tomo III, 1961,pp. 31-32). Y Acosta entendi que haba que actuar con gran discrecin ydesembarazarse del polmico Luis Lpez, SJ. Su presencia en el Per repre-sentaba un escndalo y haca peligrar el futuro de la Orden52. Aunque siempreneg ser el lder de una conjura poltica o el autor del famoso cuaderno, en1581 fue acusado de delitos de solicitacin y de actuar contra el Santo Oficioy el estado eclesial. Por esta razn fue desterrado a perpetuidad de las Indiasy enviado a Espaa en la armada de 1583, permaneciendo recogido de porvida en el colegio jesuita de Trigueros, en el condado de Niebla (Huelva),donde muri en 1599 (P. Castaeda Delgado & P. Hernndez Aparicio, 1989,pp. 311-312; F. Armas Asin, 1999, pp. 592-600; P. Numhauser, 2004,pp. 108).

    V

    La partida del Virrey Toledo a Espaa el 1 de mayo 1581 -y la del PadreLpez, SJ, en 1582- suaviz las relaciones entre el poder civil y eclesistico.Le sustituy en el cargo de Virrey Don Martn Enrquez de Almansa (1581-83), un hombre de avanzada edad y muy devoto de la Orden jesuita (A. deEgaa, SJ, 1961, pp. 578-583). Prueba de ello fue la aprobacin de la RealCdula de Felipe II, con fecha 22 de febrero de 1580, en que ordenaba lareanudacin de los estudios universitarios en el Colegio de San Pablo de Lima,as como la reapertura de los Colegios de Potos y Arequipa. Mientras tanto,la Compaa aumentaba su nmero de efectivos en el Per. El 20 de septiem-bre de 1580 sali de Sanlcar de Barrameda una expedicin -la sexta- de 20jesuitas al mando del Padre Baltasar Pias (1550-1611). Con l iban los Pa-

    52 Su actuacin en este caso fue notablemente agradecida y reconocida por el General Aquaviva enuna misiva que le envi desde Roma el 21 de noviembre de 1583: El oficio que V. R. ha hecho,tan como hijo de la Compaa, para que tuviesen la menos nota que fuese posible las cosas deLus Lpez y Fuentes, tengo yo muy bien entendido y de entraas se lo agradezco (MP, TomoIII, 1961, pp. 291).

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    dres Alonso Ruiz, Lope Delgado, Juan de Atienza, Juan de Torres, Gaspar dela Pea, Juan Sebastin de la Parra y Francisco de Angulo, los hermanoscoadjutores Diego de Villegas, Antonio Franco, Francisco Lpez de Haro yAgustn de Piedra-Santa, y los estudiantes Juan Bautista Rufo, Luis Bertonio,Diego Gonzlez de Holgun, Cristbal Ortiz, Diego de Torres Bollo y Diegode Ziga. De los 20 slo se embarcaron 16, y 3 sacerdotes fallecieron duran-te el viaje, llegando al Callao el 20 de mayo de 1581 (MP, Tomo II, 1958,pp. 343).

    El nuevo Superior Provincial Baltasar Pias (1581-1585), SJ, nombra-do el 25 de mayo de 1581, no era muy partidario del ministerio con los indios(X. Alb, SJ, Primera parte, 1966, pp. 261). El 11 de agosto de 1582 se funden Lima en Colegio Real de San Martn, en honor del Virrey (MP, Tomo III,1961, pp. 191-194)53, mientras que el 29 de septiembre del mismo ao seinaugur solemnemente el Colegio de La Paz. Definitivamente, la vida inte-lectual peruana quedaba en manos de la Compaa de Jess (J. I. Saranyana,1999, pp. 370). No obstante, en la Tercera Congregacin Provincial, reunidaen Lima el 3 de diciembre de 1582, hubo un gran entusiasmo para emprendermisiones a partes remotas54. Entre 1581 y 1582, algunos Padres de Juli, comoDiego Martnez, SJ, y Alonso de Barzana, SJ, estuvieron predicando a losindios comarcanos en misiones volantes y eran firmes defensores de este apos-tolado (MP, Tomo VI, 1966, pp. 416-417). Su experiencia fue determinantepara extender las actividades misioneras de la Compaa hacia la zona de losAndes orientales (Huanuco, 1582; Chachapoyas, 1582) y a reas fronterizasaisladas, principalmente a infieles, como Paraguay, al tiempo que algunasfricciones con el recin llegado arzobispo Toribio Alfonso de Mogrovejo(24 de abril de 1581) y los sacerdotes seculares empezaban ya a manifestar-se55.

    53 El Colegio de San Martn goz de patrocinio real. Contaba con ctedras de Jurisprudencia, Teologay Artes, todas ellas bajo responsabilidad de la Compaa. El primer rector del Colegio (1583) fueel conocido extirpador de idolatras y educador, Pablo Jos de Arriaga (1564-1622), SJ.

    54 MP, Tomo III, 1961, pp. 207, citado en X. Alb, 1966 (Primera parte), pp. 271. Para un estudiode los conflictos entre el arzobispo Toribio de Mogrovejo y los jesuitas, vase A. Coello, 2006.

    55 Recordemos que a principios de agosto de 1582 Toribio se hallaba visitando la provincia deHuanuco, donde nunca haba entrado prelado, conociendo ya el norte y la costa. Existenreferencias de las misiones a Huanuco y Chachapoyas en el manuscrito del llamado jesuita annimo(Jesuita Annimo, [1597] 1968, pp. 188-189).

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    Historiadores como Giuseppe Piras (1998; 2004; 2005) sostienen queen 1582 Diego de Torres Bollo (1551-1638), SJ, fue confirmado como Supe-rior de Juli hasta 1585 y apoyado durante la Tercera Congregacin Provincialpor Jos de Acosta, SJ (G. Piras, 1998, pp. 42; 50; Piras, 2004, pp. 117). Apesar de que Toledo haba abandonado el Per, lo cierto es que los jesuitascontinuaban debatindose sobre la conveniencia de aceptar o no la doctrinade Juli. El rector Torres Bollo estaba decidido a que se aceptara a perpetui-dad, mientras que el nuevo Provincial, Baltasar Pias, SJ, apoyado por otrosjesuitas insignes de mayor experiencia en temas misionales, como Juan deMontoya, SJ, Alonso de Barzana, SJ, y Diego Martnez, SJ56, priorizaban lasmisiones temporales por un espacio de cuatro o cinco aos. Al traspasar susobligaciones como doctrineros a los curas diocesanos, estos obreros de in-dios pretendan dirigirse en misiones volantes a los miles de infieles purosdel Alto Per que no haban odo nunca la palabra de Dios57. Fue un debateque, segn Jacinto Barrasa, SJ, se produjo durante la Tercera CongregacinProvincial de 1583 y de la cual el rector de Juli sali reforzado. No en vanofue l quien incentiv la creacin de cofradas como instituciones que ejerci-taban la devocin de los fieles y apoyaban la labor del sacerdote mediante ladelacin y la vigilancia constantes58. Y no slo eso, sino que tambin fueDiego de Torres, SJ, quien reabri el viejo proyecto de construir un colegio decuracas para educar a sus hijos segn los principios de la doctrina cristiana yhumanista. Ello demuestra su voluntad de mantener el prestigio tnico de sus

    56 Una pequea resea biogrfica laudatoria de los tres jesuitas aparece en el Catlogo (1633) dejesuitas insignes fallecidos en el Per (R. Vargas-Hidalgo, 1996, pp. 385-412).

    57 Carta de Diego Martnez, SJ, al Padre Gil Gonzlez, con fecha en Juli, 24 de diciembre de 1581(MP, Tomo III, 1961, pp. 98-99). La existencia de hechiceros y idlatras es confirmada por AlonsoRamrez Granero, obispo de La Plata, quien en 1582 escribi una carta al rector de Juli, Diego deTorres Bollo, SJ, comunicndole la necesidad de extirpar y desarraigar tan malas hierbas (MP,Tomo III, 1961, pp. 113-115).

    58 El rector de Juli cre la Cofrada de Nuestra Seora que admita a indios y espaoles por igual(Carta de Diego de Torres al General Aquaviva, con fecha en Juli, 12 de febrero de 1584, en MP,Tomo III, 1961, pp. 363-364, citado en X. Alb, SJ, 1966 (Primera parte), pp. 267).

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    linajes bajo el modelo social propuesto por los espaoles59. En cualquier caso,la premura de las actuaciones del Padre Torres parece confirmar que los vie-jos problemas detectados por Andrs Lpez y Diego Martnez, SJ, parecansuperados60.

    Sin embargo, algunos de los viejos problemas, lejos de desaparecer,parecan haberse institucionalizado. En una carta escrita desde Juli el 24 dediciembre de 1581, el Padre Martnez, SJ, confirmaba al Provincial de Toledo,Gil Gonzlez Dvila, SJ, que sus cofrades, en la prctica, cobraban el snodo(MP, Tomo III, 1961, pp. 99 y ss.). A pesar de la franqueza del jesuita, no setrataba realmente de una denuncia, sino de la constatacin de un comporta-miento muy poco jesuita. En realidad no se exiga ninguna ofrenda; seaceptaba lo que daban los indios, lo cual reverta de nuevo en ellos, sinentrar nada en casa (MP, Tomo III, 1961, pp. 100)61. La cuestin no era bala-d. Juli deba aparecer como un grupo de parroquias donde los jesuitas senegaban a sacar provecho del trabajo de sus feligreses. Pero lo cierto es queprobablemente este era uno de los problemas de fondo para aceptarlas. Frentea los escrpulos del Padre Torres Bollo, SJ, a aceptar cualquier donativo olimosna, el Provincial Pias pretenda beneficiarse del fruto de las limosnasde los indios. Si se haba interpretado de manera flexible los estatutos paraaceptar la doctrina de Juli, por qu no hacer lo mismo con respecto al apro-vechamiento de los recursos econmicos de dichas parroquias? Es de sobrasconocida la intencin del Padre Pias de instalar una estancia en Juli de 2.000ovejas pertenecientes a los colegios de Arequipa y La Paz, y dedicar algunosindios a su cuidado. Diego de Torres, SJ, se opuso, lo mismo que el consultor

    59 Los caciques queran tambin que los jesuitas educaran a sus hijos (X. Alb, SJ, 1966 (Primeraparte), pp. 275). Como rector en el Colegio del Cuzco (1585-1592), el jesuita Diego de Torres,SJ, mantuvo algunos contactos para la apertura de un Colegio de indios, que tampoco fructificarondurante su mandato (R. Vargas Ugarte, SJ, Introduccin, en Antonio de la Vega Loayza, SJ, [1600]1948, VIII-IX).

    60 Carta de Diego Martnez, SJ, al Padre Gil Gonzlez, con fecha en Juli, 24 de diciembre de 1581(MP, Tomo III, 1961, pp. 97).

    61 El General Aquaviva confirm el proceder caritativo del Padre Diego de Torres en la carta que leescribi desde Roma, 21 de noviembre de 1583: La traza que V. R. dice de emplear la limosnaque sobra en ayudar a los naturales por va de misiones y de recoger en alguna casa a los hijos delos caciques, para ensearles en las cosas de la fe y buenas costumbres, me ha parecido buena(MP, Tomo III, 1961, pp. 311).

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    Juan de Atienza62. En lugar de presentar al pueblo de Juli como un lugar deenriquecimiento material, el rector lo present como la plaza de armas delos futuros conquistadores espaoles, enfatizando su carcter de laboratoriolingstico donde los obreros de indios podan aprender las lenguas nativasy poner en prctica sus tcnicas de evangelizacin (M. Helmer, 1982-83, pp.210; N. Meiklejohn, 1988, pp. 207-208)63.

    Para resolver estos y otros asuntos en Espaa y Roma, el 11 de abril de1583 se embarcaba el nuevo Procurador y Comisario Andrs Lpez, SJ, acom-paado del hermano Lus de Soto y del penitenciado Padre Luis Lpez, SJ,quienes llegaron a Sevilla a mediados de septiembre64. Por entonces haba yaconcluido el Tercer Concilio Provincial (febrero de 1583), impulsado por elarzobispo Toribio de Mogrovejo. All se debatieron temas de gran importan-cia para el futuro de las doctrinas, como por ejemplo negar la provisin dedoctrinas a los clrigos que ignoraran las lenguas indgenas. La escasez de

    62 El Padre Diego de Torres, SJ, rector de Juli, observ que Pias haca negocios econmicos conlos dineros de Juli, ocasionando una gran disminucin de las limosnas que se solan dar a lospobres (Antonio Astrain, SJ, Historia de la Compaa de Jess en la Asistencia de Espaa.Madrid: Tomo IV (1581-1615), Sucesores de Rivadeneira, 1913, pp. 511). Con respecto a losnegocios econmicos del Padre Pias, SJ, vase los trabajos de R. Vargas Ugarte, Tomo I,1963, pp. 179-180; X. Alb, 1966 (Primera parte), pp. 287; N. Meiklejohn, 1988, pp. 207-212;G. Piras, 1998, pp. 52. Lo que propona el Provincial Pias no pareca lo ms conveniente, dadoque Luis Osorio de Quiones, acompaado del visitador toledano Juan Ramrez Zegarra, estabanrealizando desde 1581 una revisita del rea de Chucuito por orden del Virrey Martn de Enrquez(F. Pease G. Y., 1973, pp. 100).

    63 Fruto de esta inmersin lingstica, varios jesuitas publicaron algunos vocabularios en lenguasnativas. El Padre Ludovico Bertonio, SJ, uno de los obreros de indios que acompa a TorresBollo a Juli en 1581, escribi el Arte y Vocabulario de la Lengua General del Per llamadaQuichua (Lima, 1586), incluida en el Arte Breve de la Lengua Aymar (Lima, 1612). Tambinescribi el Arte de la lengua aymar con una selva de frases de la misma lengua (Juli-Lima,1612), incluida en el Arte de la Lengua Aymar del Padre Diego de Torres Rubio (Lima, 1616).Asimismo, el Padre Juan Martnez public El Vocabulario de la Lengua General del Per llamadaQuechua (Lima, 1604). Otro Vocabulario de la Lengua General de todo el Per llamadaQuechua o del Inca fue escrito por el Padre Diego Gonzlez Holgun (Lima, 1608). Al respecto,vase el trabajo de M. Helmer, 1984, pp. 122-124.

    64 Carta del General Aquaviva al Provincial Baltasar Pias, SJ, con fecha en Roma, 21 de noviembrede 1583 (MP, Tomo III, 1961, pp. 285). Para sustituir al Padre Andrs Lpez, SJ, en el cargo derector del Colegio de La Paz se nombr al Padre toledano Esteban Cabello, SJ, encargado hastaentonces del Noviciado en Lima.

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    religiosos capaces de entender y hablar correctamente la lengua de los indiosllev al obispo del Cuzco, Don Sebastin de Lartan, a escribir una carta aFelipe II, con fecha en Lima, 24 de febrero de 1583, en la defenda la ordena-cin de algunos mestizos que, como los ya conocidos y reputados Blas Valeray el arequipeo Bartolom de Santiago, se haban significado por su habili-dad para establecer puentes culturales entre los espaoles y los indios (E.Lissn Chaves, Tomo III, 1945, pp. 104-106).

    Uno de los jesuitas que se signific a favor de la ordenacin de algunosmestizos fue el Padre Acosta, quien el da 5 de agosto de 1583 declar judi-cialmente a su favor ante el Tercer Concilio Limense, afirmando que ... aeste testigo le parece cosa muy conveniente y conforme a razn que no secierre la puerta tan absolutamente a los que con estudios e virtud puedenmerecer sacerdocio e con l mediante la habilidad y lengua que tienen harnmucho fruto en los indios (MP, Tomo III, 1961, pp. 270). A su juicio, losmestizos podan ser de gran utilidad para el apostolado entre indios. Le im-portaba la orientacin misionera de la Compaa y por ello su pragmatismose opuso al rigorismo del General Aquaviva, quien, no obstante, era un grandefensor de la labor de los Padres de Juli en la conquista de tanta multitud denimas, que de tanto tiempo estaban tiranizadas y posedas por el demonio65.

    No hay duda de que Acosta pretenda utilizar a los mestizos en las mi-siones del Altiplano surandino. Pero para ello haba primero que conservar-las. Por ello escribi una carta desde Lima al General Aquaviva, con fecha 14de abril de 1585, donde se posicionaba a favor de las doctrinas de Juli y elCercado frente a la postura contraria del Padre Baltasar Pias, SJ, avisndolode que si los Nuestros dejaren la asistencia en pueblos de solos indios, seperder el tener lenguas y obreros de indios; y esta vocacin caer en granmanera66. Pero en su aspiracin por crear un proyecto evangelizador espec-fico, los jesuitas armonizaron su poltica de cristianizacin con otros intere-ses ms mundanos. Por ello nunca pensaron seriamente en abandonar las

    65 Carta del General Aquaviva a los Padres de Juli, con fecha en Roma, 1 de agosto de 1581 (MP,Tomo III, 1961, pp. 35-36).

    66 Carta de Jos de Acosta, SJ, al General Aquaviva, con fecha en Lima, 14 de abril de 1585 (MP,Tomo III, 1961, pp. 630).

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    parroquias de Juli y el Cercado. Su importancia estratgica era fundamentalen los territorios de frontera y sobre todo en la capital del Virreinato. No as elpequeo pueblo de Guaral, situado a nueve leguas de Lima, que abandonaronen 1584 al ser incapaces de separar los asuntos temporales de los religiosos67.

    Al mismo tiempo Acosta elogiaba en su carta la labor del Padre Diegode Torres, SJ, de quien deca que es el Superior en Juli, ha hecho muy bien suoficio, a mi entender, en sustentar y mantener aquella doctrina (MP, TomoIII, 1961, pp. 632-644)68. A dicha carta se sumaba la que el dicho Diego deTorres, SJ, escribi al General, con fecha 20 de enero de 1585, en la quedefenda la necesidad de la Compaa, y de su misma persona, de andar siem-pre entre indios (MP, Tomo III, 1961, pp. 512-522). Las gestiones del Procu-rador Andrs Lpez, SJ, el pragmatismo del Padre Acosta, SJ, y el tesn delrector de Juli, Diego de Torres, SJ, dieron finalmente sus frutos. El 5 de juniode 1585, coincidiendo con el nombramiento oficial del Padre Juan de Atienza(1544-1592), SJ, como Provincial del Per, el General Aquaviva, SJ, decidique los jesuitas tomaran a perpetuidad la doctrina de Juli, que por aquel en-tonces contaba con diez mil almas de confesin69. A finales de mayo de 1586Acosta se embarc en el Callao con direccin a Mxico. Nunca ms volverapisar el Per. Pero antes de partir dej establecidas definitivamente las doc-trinas de indios de Juli y el Cercado como parte indispensable para la evange-lizacin de la iglesia indiana. A partir de 1585 la expansin misional de laCompaa se dirigi hacia tierras inexploradas, como las fronteras orientales

    67 Esta doctrina se tom siguiendo el parecer de los Padres Acosta, Atienza y Andrs Lpez. Al finalse acord ir a confesar y a predicar los domingos, siempre y cuando el vicario, que viva escasamentea dos leguas del lugar, no tuviera ninguna objecin (Al respecto, vase la carta del Padre Juan deAtienza, SJ, al General Aquaviva, con fecha en Lima, 8 de abril de 1584, en MP, Tomo III, 1961,pp. 388. Vase tambin la carta del Padre Baltasar Pias, SJ, al General Aquaviva, con fecha enLima, 15 de marzo de 1585, en MP, Tomo III, 1961, pp. 570).

    68 Al respecto, vase J. de Acosta, SJ, De Procuranda, [1588] 1984, Libro II, Cap. VIII, pp. 303-312.

    69 En 1583 los 13 jesuitas -de los cuales 9 eran sacerdotes y 4 hermanos coadjutores- reciban 4.000ducados en concepto de salario o snodo con lo que podan mantener unas 17 o 18 personas(Catlogo Provincial del 2 de enero de 1583, MP, Tomo III, 1961, pp. 220-221).

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    de los Andes: a Santa Cruz de la Sierra y Tucumn70. Este era tambin eldeseo del General Aquaviva, SJ. En abril de 1584 responda la carta que lehaba escrito desde Juli el Padre Diego Martnez, SJ, con fecha 23 de diciem-bre de 1582, en que reflejaba claramente su voluntad de salvar las almas delos indios del Nuevo Mundo,

    Si en estos aos atrs se han diferido las misiones a la gentilidad,

    debe de haber sido porque la gente que haba de ir a ellas conviene que

    sea tal que no poda ir sin hacer falta en la Provincia, ms con los que

    ahora irn con el Padre Andrs Lpez, y habiendo encomendado yo se-

    riamente al Padre Provincial [Baltasar Pias] la importancia de ellas,

    se acudir con efecto y ms calor y se dir lugar para que los deseos que

    Nuestro Seor ha comunicado a muchos de ofrecer su sangre y vida para

    reducir a su conocimiento y servicio tantas almas como se pierden, no

    queden sin mucho fruto (MP, Tomo III, 1961, pp. 429)

    70 MP, Tomo IV, 1964, pp. 12. En 1585 los Padres Alonso de Barzana, SJ, y Francisco de Angulo,SJ, llegaron a la provincia del Tucumn. Entre 1586-1591 la Compaa se estableci de maneraestable en Santa Cruz de la Sierra (actual Bolivia). El 5 de octubre sali el Padre Diego deSamaniego, SJ, camino de Potos para preparar su entrada en Santa Cruz de la Sierra. El 15 demayo de 1587 se present con su Superior el Padre Diego Martnez, SJ, y el Hermano JuanSnchez en la ciudad que haba poblado el capitn Nuflo de Chaves en 1560 (A. Astran, SJ,Tomo IV, 1913, pp. 507).

    LA DOCTRINA DE JULI A DEBATE (1575-1585)

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