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7/22/2019 Como hablar bien en público e influir en los hombres de negocio
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Introducción
Con el fin de profundizar en el arte de la oratoria, resumo “Cómo hablar bien
en público e influir en los hombres de negocios” de Dale Carnegie. Este trabajo
consiste en el resumen de dicho libro contrastándolo con otros, además de lo dado en
clase de Homilética.
Cómo hablar bien en público e influir en los hombres de negocios
Introducción:
La introducción de este libro nos comenta cómo Dale Carnegie nació en una
granja de Missouri y con mucho esfuerzo logró, poco a poco, ser una persona
exitosa. Llegó a criticar unos 150.000 discursos, que básicamente es un discurso por
día desde el descubrimiento de América. En su afán de llegar al éxito, pidió a las
escuelas de la Asociación Cristiana de Jóvenes, en Nueva York, permiso para dar
cursos de oratoria. En poco tiempo, su trabajo era enorme. Hoy, este libro es el texto
oficial para todas las Asociaciones Cristianas de Jóvenes, de la Asociación Bancaria
y de la Asociación Nacional de Crédito.1
Capítulo I: Desarrollo del valor y de la confianza en sí mismo
“Cuando las circunstancias me obligan a hablar me pongo tan nervioso, me
arredro tanto, que no puedo ya razonar con fluidez, concentrar la atención ni
recordar qué tenía pensado decir.”2 La adquisición del valor y la confianza en sí
mismo, además de la calma y claridad, mientras hablamos en una reunión no es un
don que adquirimos al nacer; es algo que se aprende a base de esfuerzo y constancia.3
1Dale Carnegie, Cómo halar bien en público e influir en las personas de negocios
(Barcelona: Ed. Edhasa, 2008), pp. 7-11.2 Íbid., p. 15.
3 Íbid., p. 18.
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Es normal comenzar con cierto nerviosismo, a muchas personas importantes les ha
pasado y les sigue pasando; sin embargo, esta no tiene que ser la tónica del discurso.
Tengamos cuatro cosas en mente:4
1. Comencemos con deseo vivo y tenaz: tenemos que alimentarnos de
entusiasmo, saber que es una satisfacción duradera e íntima poder estar
hablando ante un auditorio y convencerlo. Debemos centrar nuestro
pensamiento en torno al beneficio que produce la oratoria.5 “Si nuestros
deseos son pálidos y fofos, nuestro progreso corresponderá a ese tinte y a esa
constancia…pero si es al revés, nada podrá detenernos.” 6
2. Sepamos con claridad el tema que vamos a tratar: hemos de conocer sobre
qué vamos a hablar. “No hables hasta que estés seguro de que tienes algo que
decir y cuando sepas qué es, entonces dilo y luego siéntate.”7
3. Procedamos con confianza: cuando sepamos qué decir, vayamos con energía
y respiremos profundamente; esto nos ayudará y nos dará valor para afrontar
el auditorio. Miremos al auditorio con confianza como si ellos fueran
deudores nuestros. Roosevelt decía: “comportándome como si no tuviera
miedo, llegué gradualmente a perderlo”.8 De la misma manera,
mentalicémonos en que podemos lograrlo y gradualmente lo iremos
consiguiendo.9
4. ¡Practicar! ¡Practicar! ¡Practicar!: lo más importante y el único método para
conseguir éxito es practicar.10
4 Íbid., pp. 20-21.5 Íbid., pp. 19-21.6 Íbid., pp. 19-20.7 Íbid., p. 24.8
Íbid., p. 27.9 Íbid., pp. 24-27.10 Íbid., pp. 28-29.
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Comentario: Destaco la importancia de la confianza en uno mismo para poder
llegar a ser un buen orador, además de la práctica y más práctica diaria. Kittim Silva
nos comenta que es importante también tener confianza en la providencia de Dios a
la hora de exponer su Palabra.11
Capítulo II: la confianza en sí mismo durante la preparación
Azorín dijo: “Hablar de repente y sin pensar siempre lleva consigo al
desacierto”12 Un error fatal, que muchas veces cometemos, es descuidar la
preparación de los discursos. El apóstol Juan escribe: El amor perfecto destruye elmiedo. Lo mismo hace la perfecta preparación; nos quita el miedo.13
Una de las formas de preparar el discurso es leyendo, pero ni el único ni el
más eficaz. La manera eficiente es a través de la experiencia. Si tan sólo cogemos un
material y lo preparamos, pero no lo vivimos y lo experimentamos ¿cómo podemos
esperar que el auditorio se impresione más que lo nosotros mismos nos hemos
impresionado? Nuestro discurso tiene que provocar en nosotros entusiasmo,
sentimientos para hablar con genuino interés.14 Pero, “¿consiste la preparación de un
discurso en pensar algunas frases intachables y anotarlas o aprenderlas de memoria?”
No, significa reunir los pensamientos propios, las ideas propias, las convicciones
propias, las necesidades propias.15 La preparación es pensar, considerar, recordar y
escoger las sensaciones y experiencias que hayamos vivido en nuestra vida. Sólo
necesitamos concentrarnos un poco, pensar y tener una meta a la cual sujetarnos. El
semillero homilético nos puede ayudar en esto.
11 Kittim Silva , Manual Práctico de Homilética (Miami: Ed. Miami, 1995), p. 42.12 Dale Carnegie, p. 36.13
Íbid., p. 38.14 Íbid., pp. 38-41.15 Íbid., p. 41.
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Es importante que meditemos en el tema y en el texto que utilicemos, pero
esto no se realiza en un día, sino que a lo largo de la semana; por lo cual, no debemos
todo para último momento. A raíz de nuestra meditación podremos sacar muy buenos
discursos.16 Lincoln no preparaba los discursos a las apuradas, sino que juntaba ideas
y pensamientos y, luego, armaba los discursos.17
“Quien mucho abarca poco aprieta y todo se le suelta”.18 Cuando
expongamos tengamos uno o dos puntos a tratar, para que el discurso no sea algo
abstracto. En el discurso no hablemos (incluso en los ejemplos) de cosas abstractas,
sino específicas. Esto ayudará a que el auditorio recuerde mejor y la exposición sea
brillante y fluida. Y es muy importante no cometer un típico error de novato: cuando
preparemos el mensaje, pensemos en el auditorio que tendremos y en sus necesidades
y deseos (tengamos en cuenta la forma de hablar, las palabras a utilizar, el tono,
etc.).19
Uno de los defectos principales que tendemos a cometer es que conocemos
únicamente lo necesitado para el discurso. Hemos de conocer diez veces más; aunque
no nos dará tiempo a exponer a nuestro auditorio todo lo aprendido, sí nos ayudará a
tener seguridad y confianza en nosotros mismos. Todo esto, requiere tiempo; por
tanto, aprendamos a hacerlo algo habitual.20
Comentario: Destaco la importancia de la narración sobre experiencias
personales y la necesidad de un semillero homilético. Es importante tener en claro
que un discurso, si queremos que sea bueno, hemos de dedicarle al menos una
semana de preparación, para así poder meditar y reflexionar sobre las ideas a tratar.
16 Íbid., pp. 42-44.17 Íbid., pp. 45-49.18
Íbid., p. 49.19 Íbid., pp. 49-53.20 Íbid., pp. 53-56.
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Rick Warren nos anima a meditar en todo momento: en el devocional, en el trabajo,
etc. Meditar dirigir nuestro pensamiento a una determinada idea. Pero ello requiere
tiempo, por lo que no lo dejemos para último momento.21
Capítulo III: cómo preparaban sus discursos algunos oradores famosos
“El hombre que no parte de ningún lugar, generalmente no llega a ningún
lugar ”.22 Tenemos que tener una disposición ordenada de las ideas y los objetivos
que busquemos con cualquier discurso.23 Un consejo de Dale Carnegie:
1. Mostremos algo que está mal.
2. Mostremos cómo se puede remediar.
3. Pidamos cooperación, es decir, “ustedes deben ayudar por esto, por esto y por
esto”.24
Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos, utilizaba la práctica de
escribir lo que iba a decir. Esto nos obliga a pensar, aclara nuestras ideas, las fija en
nuestra memoria y nos ayudará en la dicción (entonación).25Escribamos las ideas que
se nos vengan, ya que son de gran utilidad. También, después de dar el discurso,
sigamos anotando estas ideas, ya que es ahí cuando más ideas vienen (“esto debería
haberlo hecho así o asá”).26 Lincoln nunca pronunció un discurso sin antes haberlo
escrito con sumo cuidado.27
Comentario: Es fundamental conocer hacia dónde nos estamos dirigiendo;
por tanto, procuremos tener en claro el propósito general y específico del sermón.
21 Rick Warren, Predicando para cambiar vidas 1 (Madrid: Ed. Ex libris eltropical, 2002), pp.29-30.
22 Dale Carnegie, p. 63.23 Íbid., p. 63-64.24 Íbid., p. 73.25
Íbid., pp. 74-75.26 Íbid., p. 77.27 Íbid., p. 77.
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Nuestro propósito, siempre al predicar, tiene que ser el de persuadir y mover a las
personas a un cambio.28
Capítulo IV: perfeccionamiento de la memoria
La persona media emplea el 10% de su capacidad para memorizar; sin
embargo, cuando conseguimos que algo se nos quede grabado en la memoria, es muy
difícil que se borre .Las leyes naturales de recordación son tres: impresión,
asociación y repetición.29
1. Impresión: esto se produce, normalmente, de forma involuntaria.30
2. Repetición: es interesante saber que podemos estar todo un día repitiendo
algo para que se nos grabe en la mente, pero obtener poco resultado. Esto se
debe al desgaste del cerebro. Es curioso, también conocer, que lo aprendemos
lo podemos perder en las ocho primeras horas; por lo tanto, antes de salir a
nuestro auditorio recordemos lo que tenemos que exponer.31
3. Asociación: otra de las formas de aprender algo, es asociándola con algo que
ya conocemos. ¿Cómo podemos enlazar nuestros datos e ideas entre sí? La
respuesta es hallando su significado y meditándolos.32
¿Cómo recordar los puntos de nuestros discursos? Para ello tenemos dos
métodos, mediante un estímulo externo o interno. Podemos recordar mediante el
auxilio de estímulos externos, tales como las notas, pero ¿a quién le gusta que el
orador esté con una hoja?33 Lincoln decía: “(las notas) Tienden a cansar y confundir
28 James D. Crane, El Sermón Eficaz (Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 1984), p. 15.29
Dale Carnegie, p. 91. 30
Íbid., p. 91. 31
Íbid., pp. 98-99. 32 Íbid., pp. 100-102.33 Íbid., p. 105.
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al oyente”.34 Las notas pueden impedir el contacto visual entre el orador y el
auditorio; puede hacer todo muy superficial, entibiar el discurso. Las notas sí tienen
que estar a la hora de la preparación, pero al dar el discurso escondámosla (además
de que sean muy breves). Las notas son una herramienta de emergencia para usarla
en casos de catástrofe, es decir, cuando nos hemos quedado pillados por los nervios,
nos hemos perdido, etc. A la hora de exponer el discurso no lo leamos, ni tratemos de
recordar frase por frase. Si hacemos esto producirá que la exposición sea dura, fría,
insípida, inhumana. Horacio, poeta romano, hace dos mil años decía: “no busquemos
palabras, sino hechos e ideas, y las palabras vendrán solas”.35 Luego de haber
fijado las ideas, ensayemos el discurso desde el principio hasta el final. Hagámoslo
en silencio y a voz normal, gesticulando, poniendo en ellos nuestro calor y la
energía. Mientras ensayemos, imaginemos a nuestro auditorio, así cuando estemos
con un auditorio real no nos causará impresión, porque ya lo habremos vivido.36
La otra opción es recordar mediante la asociación de ideas. Un método para
ello es el uso de una frase desatinada (p.ej., “La vaca fumo un cigarrillo con
Napoleón” si los puntos a recordar son vaca, cigarrillo y Napoleón). Mientras más
ridículo sea, más fácil de recordarlo será.37
Si nos olvidamos de pronto de qué íbamos a decir, cuando estamos en el
escenario, podemos salvarnos usando las últimas palaras de nuestro último párrafo
como primeras del próximo (esto nos dará tiempo para recordar lo que queríamos
decir).38
34 Íbid., p. 77.35 Íbid., p. 79.36
Íbid., pp. 77-80.37 Íbid., p. 106.38 Íbid., pp. 106-108.
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Comentario: Tenemos dos formas de recordar nuestro sermón para el
domingo: con la ayuda de las notas o con la asociación de ideas. No tengamos las
notas para leerlas y centrarnos tanto en ellas que olvidemos a la congregación. El
hacer esto tiene sus grandes desventajas: que predicador sea autómata, se equivoque
de línea al leer (lo llevará a confundir los pensamientos) y, sobretodo, perderá al
auditorio al no haber contacto visual.39James Crane nos da cinco beneficios si
aprendemos a no utilizar las notas: 1) Nos obliga a realizar una gran labor homilética.
2) Da lugar a la dirección del Espíritu Santo. 3) Contribuye al desarrollo de las
facultades del predicador. 4) Hay feedback entre predicador y oyentes. 5) Es el
método que más agrada a las personas.40
Capítulo V: Cómo evitar que el auditorio se duerma
“Un ser sin pasiones es como un candil apagado: no produce humo, pero
tampoco alumbra”41 Tenemos que comprender que, aunque no seamos unos
oradores consumados, no es en sí el contenido del discurso lo que provoca el fracaso,
sino la forma de trasmitirlo. Es imprescindible estar animados y sentir sincero e
intenso fervor. Si tenemos poco interés, el auditorio tendrá poco interés por nuestro
discurso.42
Para decir algo con pasión, primero, tenemos que tener algo para decir.
Muchos oradores fallan en esto; no le ponen ímpetu a sus discursos. En muchas
ocasiones, el tema que tengamos que exponer será aburrido, pero para que tengamos
éxito tenemos que despertar pasión por ello.43
39 Kitim Silva, p. 56.40 James D. Crane, pp. 194-195.41
Dale Carnegie, p. 116.42 Íbid., p. 118.43 Íbid., p. 120
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-Debo vivir-decía un joven a Voltaire.
-No veo la necesidad – le respondió el filósofo.44
Esta será, en muchos casos, la actitud de las personas hacia nosotros. Es
menester mostrar la necesidad, y dejar que ella se apodere de nosotros; debe parecer
la cosa más importante que haya bajo el sol. Consiste en cavar en lo más hondo en
nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestra vida, y extraer convicciones y
entusiasmo genuino.45
Comportémonos con vehemencia; delante del auditorio estemos erguidos,
firmes, no nos balanceemos hacia adelante y hacia atrás (o en su defecto hacia los
costados), no saltemos con los talones, no mudemos el peso del cuerpo sobre un pie.
No hagamos esa serie de movimientos que delatan que estamos nerviosos. Es
importante que usemos ademanes; éstos darán mayor vivacidad y energía a nuestro
tono y a nuestro estilo en general.46
Pongamos energía y seguridad en lo que digamos. El error de muchos
oradores noveles es que deslucen su discurso con tímidas frases apuntadas (p.ej., “A
la izquierda del camino había algo así como un sembrado de cebollas”, a simple vista
sabes si es un sembrado de cebollas o no, no hace falta tener muchas luces para
ello.).47
44 Íbid., p. 122. 45
Íbid., p. 121.46 Íbid., pp. 125-127.47 Íbid., p. 129.
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Tengamos en cuenta que hay personas en el auditorio que sólo quieren ser
guiadas y no conducidas; por lo cual, presentemos los hechos para que ellos lleguen a
sus propias conclusiones.48 Esto ocurre con las personas de un alto nivel cultural.
Es de suma importancia que amemos a nuestro público. Sigamos el ejemplo
de Jesús: amaba a los hombres, y el corazón de éstos ardía en su pecho cuando Jesús
les hablaba.49
Comentario: Es menester vivir lo que prediquemos. “ El predicador ha de ser
un modelo a los que creen, en la palabra, en comportamiento, en amor, en fe y en
pureza.”50 Además, para que nuestra comunicación sea efectiva procuremos no
realizar los tics nerviosos que tengamos. Es recomendable que nos grabemos para
que podamos ver qué hagamos mal o qué podríamos haber dicho mejor.
Capítulo VI: elementos indispensables para hablar con éxito.
Miguel Antonio Caro, político y escritor colombiano, dijo: “Ten fijo en la
memoria, que nadie sin afán y ardua fatiga, supo arrancar las palmas de la
gloria”.51 Uno de los factores claves para el éxito es que uno tenga confianza en sí
mismo. Esto se consigue con la práctica y más práctica. “Qué pobre el que carece de
paciencia. ¿Cuál es la herida que no haya sanado sino gradualmente?”52 Como
humanos, aprendemos a tirones repentinos, mediante avances bruscos. Luego
permanecemos inactivos, y hasta parece que decrecemos; sin embargo, si
perseveramos, un día sin saber cómo ni por qué, realizamos un gran progreso. Si
perseveramos, nuestros miedos y tics se irán, pero algo permanecerá: nuestro miedo
48 Íbid., p. 130.49 Íbid., p. 132. 50
James D. Crane, p. 2951 Dale Carnegie, p. 146.52 Íbid., p. 140.
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inicial. Después de las primeras frases, se irá este temor y seremos unos grandes
oradores.53
Comentario: Para llegar a tener éxito tendremos que fallar “mil y una” veces, pero nunca nos rindamos; aprendamos que la gran mayoría de las cosas en la vida se
aprenden a base de golpes. Seamos perseverantes en lo que Dios tenga para nosotros.
Capítulo VII: El secreto de la buena elocución
“Es menester algo más que el simple conocimiento del tema. Es menester vestirlo de
vehemencia. Es menester estar convencido de que sabemos algo que la gente debe
imprescindiblemente conocer.”54 Hay algo muy importante en la oratoria aparte de
las palabras: la forma en que uno dice las cosas. No importa tanto lo que decimos,
cuanto cómo lo decimos.”55 Por tanto, cuidemos la elocuencia del discurso. Poder
pronunciar bien un discurso es fácil pero, a su vez, complicado. Tenemos que usar
nuestro tono natural, pero aumentado para que el auditorio nos escuche. El orador
tiene que conseguir que su tono sea tan natural que las personas no se fijen en la
forma de hablar, sino en el contenido.56
Algo que ocurre en el escenario, es que nos ponemos tan nerviosos, que nos
transformamos en oradores rígidos y “estrictamente protocolados”. Sin embargo, la
gente no quiere esto, sino que seamos naturales; esto se consigue con la práctica y
más práctica. Si lo logramos, romperemos con la monotonía del discurso y lo
53 Íbid., p. 141.54
Íbid., p. 154.55 Íbid., p. 155.56 Íbid., pp. 155-157.
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haremos más agradable, directo e íntimo. La sinceridad, el entusiasmo, y la
vehemencia contribuyen a una naturalidad.57
Algunos consejos para una buena elocución:
58
1. Destaquemos las palabras importantes y subordinemos las no importantes:
cuando conversamos, golpeamos ciertas sílabas con bastante fuerza y luego
decimos el resto de la frase con prisas. Pongámoslo en práctica frente a
nuestro auditorio.
2.
Variemos el tono de voz: levantemos o bajemos repentinamente el tono devoz sobre una palabra o frase. Roberto Ardigó, filósofo italiano, decía una
gran verdad: “ Es preciso dominarse mucho para vencer la monotonía de la
voz. Cuando comenzamos en un tono y seguimos en el mismo, los que nos
escuchan dejan de estar atentos al poco tiempo.”59
3. Variemos la velocidad del discurso
4. Hagamos pausas antes y después de las ideas importantes: esto es cuestión de
temperamentos, de sentido y de sentimiento, por lo que variará según cada
persona.
Comentario: Tengamos en cuenta estos consejos y recordemos que el tono
clerical, en muchas ocasiones, se convierte en falso y fastidioso. Ente más natural sea
un mucho mejor será el sermón.60
57 Íbid., pp. 161-163.58
Íbid., p. 164-170.59 Íbid., p. 166.60 Kitim Silva, p.59.
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Capítulo VIII: porte y personalidad en la tribuna
El instituto Dale Carnegie de Tecnología ha realizado estudios que
demuestran que la personalidad contribuye más que la inteligencia al éxito en la vida.Hay oradores que atraen más, porque hablan con vida y brío, irradian vitalidad y
animación.61
Aunque parezca ridículo, la vestimenta habla de nosotros. Si una persona
sube al escenario con una vestimenta descuidada, el auditorio sentirá tan poco
respeto por el orador como el que él siente por su propia apariencia. Al ser el oradoruna persona que siempre está al frente, “la más mínima desarmonía en su apariencia
personal será tan notoria como un comenta en el cielo”.62
Hablando del auditorio, es bueno que esté apiñado, ya que es mucho más fácil
influir sobre las acciones de una muchedumbre que sobre las de un individuo solo. Si
el auditorio no es muy numeroso, acerquémonos a ellos; pongámonos a su mismo
nivel; rompamos con la formalidad y hagámoslo más íntimo. Daremos la sensación
de una pequeña familia.63
Refiriéndonos a la iluminación, es importante que la luz nos dé sobre el rostro
para que la gente vea nuestra cara y gestos.64 Está el famoso dicho de que “una
imagen vale más que mil palabras”, podemos decir también: “un gesto vale más que
mil palabras”.
No caigamos en el error de ocultarnos detrás de una mesa o púlpito; el
público nos quiere ver. Procuremos no tener nada detrás de nosotros cuando estemos
61 Dale Carnegie, p. 181.62
Íbid., p. 183.63 Íbid., pp. 185-186.64 Íbid., p. 187.
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en el tablado: mapas, ventana, personas. Esto es así, ya que la gente no puede resistir
la tentación de mirar. Y sobre todo, cuando estemos en frente, no juguemos con los
dedos, con la ropa, ni hagamos gestos nerviosos que nos quiten méritos.65 Decimos
esto, porque da sensación de debilidad, de falta de dominio propio. “Todo
movimiento que no mejore nuestro porte, lo empeora.”66 (190)
Para salir al frente, tengamos en cuenta estos consejos:
1. Cuando nos levantemos para pasar al frente no nos corra prisa comenzar
nuestro discurso.2. Cuando estemos en frente, respiremos hondo y miremos el auditorio. Si hay
algún ruido, esperemos a que termine.
3. Cuidado con las manos: la mejor posición es que pendan de forma natural a
los costados del cuerpo. Esto nos ayudará a que no fijen la atención y si
queremos realizar un gesto están a plena disposición para ello.
Referido a los ademanes o gestos, es imprescindible practicar si no salen
naturalmente. Podemos practicar cuando hablemos con un amigo nuestro o frente al
espejo. En caso de hacer gestos, no lo interrumpamos y no lo repitamos
constantemente.67
Comentario: Prestemos atención a todos los consejos dados, con el fin de
hablar directamente al corazón, sin barreras. Cuando el predicador está al frente
tengamos en cuenta que cientos de ojos nos están mirando, por lo cual cada detalle
será puesto en evidencia. No queramos ser “el centro de atención de los cotilleos”
65
Íbid., p. 189.66 Íbid., p. 19067 Íbid., p. 196.
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por una mala apariencia.68 Hagamos que el mensaje de Dios sea el centro de atención
de los cotilleos.
Capítulo IX: cómo iniciar un discurso
Una de las cosas más importantes del discurso es la introducción. Preparar un
comienzo interesante, algo que arrebate la atención del público es cuestión de
planearlo. Esto significa: pensar, perder tiempo, tener fuerzas de voluntad y que no
sea lo último que hagamos.69 Es muy importante esto, ya que es la primera impresión
que causamos; si la impresión es negativa, prácticamente habremos perdido alauditorio. No es difícil retener la atención durante los primeros cinco segundos, pero
sí durante los primeros cinco minutos.70
Veamos algunos comienzos pésimos:
1. Comenzar con un chiste: ¿qué hay de más difícil, de más raro, que la
habilidad de hacer reír a un auditorio?71 Si comenzamos con un chiste, que
vengan al caso y ejemplifique un punto del discurso. El éxito depende de la
forma de contarlo. Lo recomendable, y además sano, es que nos riamos de
nosotros mismos; pintémonos en una situación ridícula y apurada.72
2. Comenzar con una disculpa: muchas veces, nos equivocamos en algo, pero el
auditorio no se ha percatado; por tanto, ¿para qué hacérselos saber? 73
Algunas formas correctas de comenzar:
68 James D. Crane, pp. 189-190.69 Dale Carnegie, p. 207.70 Íbid., p. 213.71
Íbid., p. 209.72 Íbid., p. 211.73 Íbid., pp. 212-213.
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1. Despertemos la curiosidad: estimulemos la curiosidad de nuestro auditorio
con la primera frase y habremos tenido éxito. Esto lo podemos aprender muy
bien leyendo periódicos de prensa.74
2. Comencemos con una narración: si el relato es una experiencia vivida es
mucho más placentera para el público.75
3. Comencemos con un ejemplo preciso:76
4. Mostremos algún objeto: es la manera más sencilla de llamar la atención.77
5. Hagamos una pregunta inicial: lograremos que el auditorio piense con el
orador y coopere con él.78
6. Iniciemos el discurso con la cita de un famoso: el nombre de quién es la cita
fija nuestra atención, y la cita misma nos despierta curiosidad y la duda de
qué dirá el orador sobre éste.79
Comentario: Hablando de los chistes, sepamos que la risa rompe las defensas
que tienen las personas, ya que las personas vienen con un estado de ánimo rebelde.80
John Stott comenta que el mofarse de nuestras excentricidades, da testimonio de
nuestra condición caída y nos lleva al arrepentimiento mediante la vergüenza.81
Concluyendo sobre este aspecto: “ El predicador hará bien en dar a la congregación
de acuerdo a la medida a la que estén acostumbrados”.82
74 Íbid., pp. 214-216.75 Íbid., pp. 216-217.76 Íbid., p. 217.77 Íbid., p. 218.78 Íbid., p. 218.79 Íbid., p. 219.80 John R.W. Stott, La Predicacion: puente entre dos mundos (Grand Rapids, Michigan: ed.
Desafío, 2000), pp. 281-282.81 Íbid., p. 283.82 Íbid., p. 287.
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Capítulo X: cómo ganar inmediatamente la voluntad del auditorio
Rousseau dijo: “Para hacer escuchar lo que decimos, es menester ponernos
en el lugar de aquellos a quienes nos dirigimos.”
83
Si queremos ganar un hombre anuestra causa, primero convenzámosle de que somos su amigo sincero.84 Un “ NO”
como respuesta es la desventaja más difícil de superar. Es loable conocer que si
alguien nos dice que estamos equivocados rechazamos el cargo y endurecemos
nuestros corazones. Nos gusta seguir creyendo lo que estamos acostumbrados a tener
por verdadero. El orador que discute con el auditorio sólo logra despertar la tozudez
de él, además de colocarlo a la defensiva y prácticamente con un casi imposible
cambio de parecer. Es más ventajoso comenzar con algún problema que el auditorio
quiere que sea resuelto. Tenemos que llevar al auditorio a buscar la solución,
mientras tanto, expliquemos nuestro punto de vista con claridad y los oyentes irán
aceptándolo como propio.85
Comentario: En la Biblia leemos, “si oyereis hoy mi voz, no endurezcáis
vuestros corazones”; para que consigamos que las personas no endurezcan sus
corazones a las verdades de Dios, busquemos no discutir con el auditorio, sino
presentarle soluciones que le convenzan.
Capítulo XI: Cómo terminar un discurso
En la parte final es dónde podemos conocer si un orador es novel o
experimentado. El final es la parte del discurso más complicada de realizar, ya que
83
Dale Carnegie, p. 232.84 Íbid., p. 234.85 Íbid., pp. 237-241.
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serán las últimas palabras que queden en los oídos de los oyentes. Veamos algunos
errores comunes:86
1.
“Bueno, esto es todo lo que tenía que decir, así que vamos a irterminando…”, este final es desastroso. Si era todo lo que tenía que decir,
mejor le era sentarse y no decir nada más.
2. El orador que ha dicho todo lo que tenía preparado, pero no sabe cómo
finalizar.
Es menester conocer las imágenes y palabras con las que culminaremosnuestros discursos. Debemos ensayar el final varias veces y corregir aquello que
pensemos que sobra o es inadecuado. No caigamos en el fatídico error de finalizar
“de sopetón”.87
Veamos algunas formas de culminar un discurso:88
1. Resumamos los puntos dados.
2. Exhortemos a la acción (se verá en amplitud en el capítulo XV).
3. Expresemos un cumplido sobrio y sincero: esta terminación si no es sincera,
sabrá a falsa y nadie la aceptará.
4. Terminemos con humor: si tenemos esta virtud, usémosla.
5. Finalicemos con una cita poética: realza, dignifica y embellece el discurso.
6. Traigamos una cita bíblica.
Tengamos en cuenta que, en esta época en la que vivimos y en nuestra cultura
occidental, el tiempo es oro. La gente no busca perder el tiempo; por tanto, el orador
tiene que ser claro pero breve. Tengamos presente las palabras de George Horace
86
Íbid., p. 257.87 Íbid., pp. 258-259.88 Íbid., pp. 262-268.
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Lorimer: “el punto de hartazgo llega muy poco después de haberse alcanzado la
cumbre de la popularidad”. Procuremos ser breves, ya que si “lo bueno, si br eve,
dos veces bueno; y aun lo malo, si breve, no tan malo”.89
En los pueblos africanos, nos cuenta el doctor Johnson, cuando un orador
habla un rato considerable, el auditorio lo calla diciendo: Gwangwara (¡suficiente!).
¡Que nuestro auditorio no tenga que pronunciar esta palabra, ni externa ni
internamente!90
Comentario: Una de las cosas que no se menciona, y es importante, es que nodigamos: “para concluir”, “estamos terminado queridos hermanos”, ya que si no
concluimos quedaremos mal. Además, si tenemos algo importante que decir, la
gente no querrá que acabemos; no seamos nosotros quien pongamos en ellos las
ganas de acabar. Otro aspecto a tener en cuenta es el tiempo: el comunicador que
respeta el tiempo asignado para la predicación es querido.91
Capítulo XII: Cómo hacernos entender claramente
Para hacernos entender hemos de conocer nuestra finalidad y cómo poder
llegar a ella. La claridad es un aspecto que, en muchas ocasiones, es olvidada. Jesús
de Nazaret hablaba de forma clara a sus oyentes al utilizar cosas cotidianas y
sencillas que pudieran entender.92 La razón más común por la que las personas no
logran ser explícitas es porque ni siquiera en ellos está claro lo que quieren
expresar.93
89 Íbid., pp. 269-270. 90 Íbid., p. 270.91
Kitim Silva, p. 76.92 Íbid., pp. 279-282.93 Íbid., p. 288.
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Si buscamos tener claridad tengamos en cuenta lo siguiente:94
1. Evitemos palabras técnicas: aprendamos a utilizar palabras comunes al
auditorio y expliquemos los pormenores.2. Recurramos a las imágenes: hagamos nuestras ideas visibles, ya que esto
atrae y estimula la atención. Es importante que sean claras las imágenes.
3. Repitamos las ideas importantes con diferentes palabras. Las ideas que para
nosotros están claras, para otros no pueden estarlo, y necesitan ser repetidas.
Los novatos cometen el error de no repetir nada.
4. Pongamos ejemplos: que sean comunes y concretos.
Capítulo XIII: Inculcación y convencimiento
Miguel de Unamuno decía: “Mira, a un auditorio no le caben, por lo general,
más de tres o cuatro ideas por hora, y el arte del orador consiste en darle a cada
una de esas ideas cuatrocientas vueltas…”95 La mayor parte de nuestras acciones
vienen dadas como resultado de la sugestión. Ésta consiste en buscar que la mente
asimile una idea sin previo análisis de la misma. Por ejemplo: Es fácil creer; dudar es
difícil, ya que exige conocimiento y esfuerzo. Como oradores buscamos introducir
ideas en los oyentes y, con nuestras aclaraciones, responder a sus interrogantes e
ideas opuestas o contrarias.96
Los sentimientos, en esto, son más poderosos que las ideas frías. Esto se
refleja en el orgullo; cuando se toca el orgullo, el hombre puede hacer lo que sea.97
La repetición es otra de las formas para impedir que surjan ideas contrarias y
antagónicas. La visualización gráfica es otro medio. Podemos citar a autoridades en
94 Íbid., pp. 285-292.95
Íbid., p. 302.96 Íbid., pp. 303-307.97 Íbid., pp. 307-308.
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el tema: casi todos somos propensos a hacer lo que los demás hacen, a creer lo que
otros creen, a aceptar sin ponerlo en tela de juicio, etc. Sin embargo, tengamos en
cuenta: 1) Seamos precisos: “muchos autores declaran” esta frase es ridícula; seamos
exactos y demostremos que sabemos de lo que hablamos. 2) Citemos a un hombre
popular y querido: gozaremos del cariño del auditorio. 3) Citemos a autoridades
locales: si el discurso está pronunciado en Madrid, que la persona pública sea
madrileña. 4) Cuidemos que a quien citemos tenga autoridad para decir lo que dice.98
Capítulo XIV: Cómo despertar el interés del auditorio
El político británico Lord Bryce dijo: “…el hombre que tiene algo que decir y
que tiene fama de no hablar a menos que tenga algo que decir, es siempre escuchado
con atención…Si en nuestra mente hay confusión, la habrá mucho mayor en la mente
de los oyentes…”99 ¿Qué despierta nuestro interés? ¿Acaso son las cosas viejas o las
cosas nuevas? Nuestro interés es amarrado por algo nuevo sacado de cosas viejas. 100
Es nuestro deber conocer que la gente es egoísta: sólo se interesan por sí mismos.
Esto provoca que el orador tenga la necesidad de conocer a su auditorio, es decir, ha
de conocer sus necesidades íntimas, si quiere captar su atención.101
Otra de las formas de atraer el interés es por medio de las historias y las
experiencias personales. Estas han de ser concretas (p.ej.: “Lutero era testarudo y
huraño”; mejor es decir: “los maestros zurraban a Lutero hasta quince veces por
98 Íbid., pp. 314-324.99
Íbid., p. 330.100 Íbid., p. 331.101 Íbid., p. 338.
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mañana”).102 Utilicemos palabras que evoquen imágenes, esto ayudará al oyente a
ver con claridad lo que, como oradores, queremos explicar. 103
Comentario: Es muy importante hablar de acuerdo a la necesidad de las personas, pero cuidémonos de no ser “predicadores visionarios” que utilizan el
púlpito para llevar mensajes aislados para determinadas personas.104
Capítulo XV: Cómo incitar a la acción
Aldous Huxley, escritor británico, dijo: “El gran fin de la vida no es el
conocimiento sino la acción” y Saint Elmo Lewis, abogado americano: “La acción
es la característica que distingue la grandeza”105 Para llegar a incitar a la acción,
primero tenemos que pasar por ciertas etapas: ganarnos la atención, ganarnos la
confianza, educar y, al final, incitar al auditorio.
Ya hemos visto cómo podemos ganarnos la atención del público, veamos
ahora cómo ganarnos la confianza. La mejor forma de ganarnos la confianza es
mereciéndola.106 Para ello es necesaria la sinceridad genuina como característica
principal. La gente percibirá si es real o no. Otras de las formas es contando
experiencias personales y pronunciando nuestro discurso con vehemencia.107
Educar al oyente es el cuerpo del discurso. Aquí es necesario conocer veinte
veces más de los sabemos. Le seguirá el último escalón del discurso: incitar a actuar.
Para que las personas actúen tenemos que conocer qué es lo que mueve a las
102 Íbid., p. 342.103 Íbid., p. 344.104 Kitim Silva, p. 41.105
Dale Carnegie, p. 354.106 Rick Warren, p. 92.107 Dale Carnegie, pp. 355-366.
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personas. Los motivos pueden ser los siguientes: el deseo de lucro, mantener la
salud-estética, satisfacer el orgullo, el patriotismo y lo religioso.108
En el capítulo III, se cita un famoso discurso de Antonio Nariño, políticocolombiano, y en su comentario acerca de éste provoca que las personas decidan.
Esto es, les dice que hagan o esto o lo otro. Cuando prediquemos busquemos encarar
a las personas con el problema y ayudémosles a buscar una salida del mismo con
soluciones realistas.109
Comentario: Ganémonos la confianza de la congregación y demos solucionesa los problemas, pero no abstractos, sino específicos. Busquemos ser un canal de
ayuda a tantas personas necesitadas, dentro y fuera de las iglesias.
Conclusión:
Los motivos por el cual cogí y analicé Como hablar bien en público e influir
en los hombres de negocio de Dale Carnegie, es porque me interesó el tema y me lo
recomendaron. Algunas de mis necesidades a suplir en la predicación son: la baja
estima, la cual supliré con un mayor conocimiento del tema a exponer; el
nerviosismo, al que buscaré sobreponerme con el repaso del bosquejo y la
experiencia que iré adquiriendo; y cómo hacer que el auditorio no se quede dormido,
para lo cual transmitiré ejemplos más vívidos, variaré en el tono de voz y realizaré
los ademanes correspondientes. Al leer este libro mis necesidades han sido suplidas
por la diversidad de consejos que en él he hallado; ahora, sólo queda ponerlos en
práctica.
108 Íbid., pp. 366-373.109 Mario Llerena, Un Manual de Estilo (Miami: Ed. Unilit, 1981), p. 419.