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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Trabajo Fin de Grado Comparatismo interartístico de las representaciones plásticas de la Virgen de la Capilla Alumno: Antonio Martínez Nieto Tutor: Prof. D. Eduardo A. Salas Romo Dpto: Lenguas y Culturas Mediterráneas Junio, 2014

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UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Trabajo Fin de Grado

Comparatismo interartístico de las

representaciones plásticas de la

Virgen de la Capilla

Alumno: Antonio Martínez Nieto Tutor: Prof. D. Eduardo A. Salas Romo Dpto: Lenguas y Culturas Mediterráneas

Junio, 2014

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ÍNDICE

1.INTRODUCCIÓN .................................................................................................................. 2

2. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA ........................................................................................ 4

2.1. SEMIOLOGÍA ............................................................................................................................. 4

2.2. COMPARATISMO INTERARTÍSTICO .................................................................................... 6

3. HISTORIA Y TRADICIÓN DE LA VIRGEN DE LA CAPILLA EN JAÉN ........................ 9

4. ESTADO DE LA CUESTIÓN.............................................................................................. 11

5. REPRESENTACIONES PLÁSTICAS ................................................................................ 11

5.1. ESCULTURA ............................................................................................................................ 12

5.2. PINTURA ................................................................................................................................... 15

PRIMERA ÉPOCA ............................................................................................................................ 16

SEGUNDA ÉPOCA ........................................................................................................................... 21

TERCERA ÉPOCA ............................................................................................................................ 24

6. CONCLUSIONES ................................................................................................................ 38

7. BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................. 39

2

RESUMEN

El objetivo principal de este estudio es conocer cómo se interrelacionan las diversas

artes, más concretamente en las representaciones plásticas dedicadas a la tradición e historia

de la Virgen de la Capilla y su influencia en la compresión y enseñanza de las mismas a través

del conjunto de símbolos e iconografía con una enorme carga significativa que incluyen.

Comenzamos con unas breves referencias a las amplias investigaciones realizadas en

los campos alusivos al comparatismo interatístico y semiótica, pues son las base sobre la que

vamos a cimentar nuestro estudio. La historia documentada de la Virgen de la Capilla en Jaén

igualmente va a ser punto de partida para seguir los datos que nos llevarán a concluir nuestro

estudio persiguiendo el objetivo que nos fijamos, pues de manera definitiva ha marcado un

hito en el desarrollo de la ciudad en todos sus ámbitos. Una de las principales motivaciones

para realizar este estudio es la falta de profundización existente en la cuestión, pues no son

muchos los historiadores, literatos o estudiosos de las artes que se han interesado por realizar

un estudio más o menos profundo de las representaciones plásticas existentes alusivas a la

imagen.

El medio del que nos servimos para realizar nuestro análisis es una selección las

manifestaciones escultóricas y pictóricas existentes que tienen como motivo principal la

imagen de la Virgen de la Capilla y todos los elementos alusivos a la historia y tradición que

la rodean. Para ello nos centramos principalmente en la sección escultórica en la propia talla

de la Virgen, así como las representaciones en relieves y retablos existentes en la basílica de

San Ildefonso. En la sección pictórica, dividida en tres partes épocas, realizamos un

minucioso estudio de la simbología presente y su significado, atendiendo a valores históricos,

literarios y artísticos, y mostrando los diversos parámetros que en su concepción influyeron.

Obtenemos como conclusión que a través de las diversas interpretaciones extraídas de

las manifestaciones existentes se ha podido llevar a cabo una importante labor didáctica y de

conservación, pues sin ellas no hubiera sido posible conocer en la actualidad la historia y

tradición de nuestra ciudad como hoy en día la conocemos. Igualmente se extrae que la

influencia de todos y cada uno de los hechos acaecidos a lo largo del tiempo ha sido decisiva

para que su propia función pueda desarrollarse, incidiendo en que la interpretación subjetiva

de los diferentes símbolos juega un papel fundamental para construir la significación

completa de las obras artísticas en relación con esos hechos y elementos culturales del ámbito

en el que se desarrollan.

3

1.INTRODUCCIÓN

El estudio que iniciamos va a comprender la unión de las diversas artes en su mayoría

iconográficas, que han participado en la plasmación de diversos sentidos y representaciones

de la imagen de la Virgen de la Capilla. Para ello, y tras haber dado unas pinceladas sobre la

histórica tradición en la ciudad de Jaén que envuelve a la imagen mariana, pasando por la

fundamentación teórica basada en estudios realizados sobre semiótica y comparatismo

interartístico, completaremos el estudio con un extenso abanico de representaciones pictóricas

y esculturales, las cuales aportan una más que amplia evidencia de lo que ha supuesto el

desarrollo de esta documentada tradición cultural y religiosa.

El porqué de la realización de este estudio se fundamenta sobretodo en la originalidad

del mismo, pues sobre la cuestión hay poca documentación estudiada y aportada, no más allá

de los escuetos textos religiosos. Nuestro análisis va a dar un paso más hacia adelante en el

estudio comparativo de las artes que a lo largo del tiempo han ido plasmando ciertos

momentos de la historia de Jaén, incidiendo en la definitiva intervención del origen de una

tradición con cimientos religiosos y populares.

La propia talla de la Virgen nos aportará datos de increíble sentido artístico, y a ello

ayudará la interpretación de cada uno de los elementos que, en una u otra medida, colaborarán

para dar un sentido completo, en todo caso subjetivo, sobre las posibles referencias de esas

manifestaciones sobre un suceso datado en acta notarial. No podemos olvidarnos de las

diversas épocas que enmarcan las piezas que nos conciernen, pues no sería posible un estudio

de manifestaciones aisladas; todas aportan un sentido y tienen una significación diacrónica, y

son marcas ineludibles del paso del tiempo y las visiones de cada uno de los que han querido

plasmar con su propio arte la visión y significación alcanzadas de una forma individual,

interpretando símbolos y dotando de significado elementos que a simple vista no son más que

seres inertes, pero que encierran ríos caudalosos de enseñanza.

Es necesario hacer una precisión antes de comenzar, y es que todas las

representaciones aquí mostradas traspasarán el ámbito puramente religioso, siendo

desprovistas en muchos casos del sentido e interpretación que habitualmente se les atañen,

pues en un estudio en el que el comparatismo entre artes está presente hay que trascender la

única visión que se ha dado de ciertos símbolos a lo largo de los siglos.

Pasamos pues, a desgranar cada una de las secciones que componen este estudio

interartístico de iconografía mariana, con una visión artística por encima de la vertiente

religiosa, aunque es esencial hacer mención a todas esas referencias relacionadas con textos

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bíblicos y estudios mariológicos. Marcamos el objetivo de mostrar cómo se relacionan las

diversas artes y de qué forma influyen en la evolución de la historia y tradición a través de los

elementos con una enorme carga significativa que incluyen.

2. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA

2.1. SEMIÓTICA

Antes de comenzar el estudio en sí de las representaciones plásticas que representan

un sentido completo y añaden elementos simbólicos que trascienden lo meramente humano y

mortal, tenemos que dar unas pinceladas de los conceptos íntimamente relacionados con la

perspectiva de la semiótica. Para ello comencemos con una visión dada por María del Carmen

Bobes Naves en la publicación “La Historia de la Literatura y la Crítica”, editada

conjuntamente con diversos autores como Ricardo de la Fuente Ballesteros o Javier García

Rodríguez:

“[…] la semiología intenta buscar no sólo los esquemas –que también los busca en s

nivel sintáctico– sino todos los elementos y relaciones que en la obra generan sentido,

y considera a la obra literaria en sí misma y también como un elemento de un proceso

de comunicación, en el que intervienen dos elementos básicos, el emisor (autor) y el

receptor (lector). Podemos decir que la semiología se define como investigación

autónoma.” (Bobes, 1981: 52).

La descripción que nos da Bobes sobre la semiótica encaja perfectamente con el

estudio que vamos a realizar, pues hay que inferir en una dimensión que trasciende lo

meramente objetivo, pues las obras van a generar un sentido, que significará para cada

receptor un mensaje completamente distinto, atendiendo a la codificación adecuada. Por tanto,

la subjetividad va a marcar el estudio de las diferentes piezas y representaciones, ya que los

símbolos comunican y enseñan lo que la subjetividad de cada individuo suscita.

La diversidad de elementos cognitivos y comunicativos que intervienen en la

interpretación de un signo son elementos que Bobes señala como esenciales, pues obviamente

la visión de cada uno de los componentes que van a tomar parte hasta conseguir una

significación son variados en pensamiento y forma de acceder a la propia interpretación. Así

lo destaca el autor:

“Para un estudio sintáctico de la obra literaria es aceptable una consideración

estática del signo, pero en cuanto se pasa al estudio de los valores semánticos es

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difícil actuar con esta definición y hay que reconocer que el sino es la concurrencia

de un significado y un significante realizada a través de la visión (autor) y de la

interpretación (lector), es decir que la obra literaria, además de ser el producto de un

creador (historicismo) y además de tener unas formas y unos valores intrínsecos

(crítica inmanentista, estructuralismos), es también el elemento intersubjetivo en un

proceso de comunicación” (Bobes, 1981: 53).

Desde esta perspectiva de signo, extrayendo su connotación lingüística, hay que

considerar no solamente lo que el autor ha querido expresar plasmando cierto elemento en la

composición, sino también la interpretación que el receptor da al mismo, que puede ser

parecida o distar mucho del mensaje que se intentó trasmitir en su concepción.

Afirma también Bobes en la sección de la edición incidiendo en la interpretación de

los símbolos pues todo énfasis que ayuda a comprender e imprimir un sentido a la recepción

va a estar marcado por la forma en la que el individuo perciba la sensación necesaria para

dotar de un significado cualquier elemento que quizá nadie interpretó como significativo,

aunque sí pudiere serlo en un determinado contexto (Bobes, 1981: 54).

Por tanto, la interpretación que concluye cada individuo va a adquirir un sentido

distinto al de cualquier otro, que en ningún caso van a ser opuestos ni incompatibles. La

riqueza de la que están dotadas las manifestaciones artísticas, considerando desde la literatura

hasta la pintura, las dotan de una fuente de interpretación amplísima, promovida

especialmente por la subjetividad y coexistencia de diversas corrientes, pues en ningún caso

va a ocuparse la inmensa variedad de significados para los cuales está dotada la

manifestación. Así Bobes afirma que “si se reconoce el carácter artístico del texto dramático

y su polivalencia semántica, resulta improcedente hablar de un significado único, tanto si

procede del que se cree original del autor, como del que propone como un sentido del

director” (Bobes, 1981: 56). Ampliando el campo de aplicación de esta palabras podemos

concluir con la aceptación de la mayoría de interpretaciones, en todo caso subjetivas, que

partan de los individuos que contemplen las obras, pues la exposición pública y juicio son uno

de los fines últimos contemplados en su propia concepción.

Entrando en el tema que nos concierne en este estudio, podemos hacer alusión a una

de las ideas expresadas por el Dr. Alfonso Ruíz Soto, en la que asegura que “La realidad es lo

que es; pero la vida es lo que significa”, añadiendo a cada uno de los hechos y situaciones

que podamos expresar un significado connotativo, colocado incluso por encima de lo

meramente objetivo. De ahí que incidamos de nuevo en la subjetividad que puede añadirse a

todas y cada una de las situaciones, más aun cuando se trata de manifestaciones artísticas,

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cuya significación variará dependiendo de la audiencia que la perciba y los diversos factores

que rodeen la circunstancia.

Pasemos pues a desgranar la fundamentación y los estudios que han suscitado las

diversas artes, sobre todo al interrelacionarse y expresar, de una forma distinta con diferente

visión, el mismo mensaje aludiendo a la misma realidad.

2.2. COMPARATISMO INTERARTÍSTICO

La comparación entre las artes ha sido siempre un campo que no ha suscitado interés

en su estudio, pues quizá por lo amplio del concepto o la falta de conclusiones extraídas del

mismo no han motivado nunca a establecer una clara relación entre ellas. Así mismo lo

asegura C. S. Brown en su publicación Music and Literature, en cuyo prólogo nos previene de

esa carencia:

“Este libro ha sido escrito con la esperanza de lograr ampliar un campo de estudios

que todavía no ha sido explorado sistemáticamente. Aunque hasta ahora muchos

libros y artículos se han ocupado por separado de muchas de las cuestiones que aquí

se recogen, no era posible abarcarlas todas con una única mirada” (Brown, 1948:

prólogo).

El arte literario y las bellas artes comprendiendo la pintura y escultura, así como la

música e incluso danza, han tenido una interrelación en un amplio abanico de posibilidades,

pues puede producirse en varias relaciones. La influencia que ha ejercido la literatura sobre

las demás artes ha hecho que esas representaciones muestren la simbología y punto de vista

del literato, que en muchos casos dista de la concepción de un escultor, pintor o musicólogo.

Posteriormente la concepción cambió y las demás artes han sido las originarias que

han dado paso a una interpretación literaria y manifestación escrita de la misma realidad,

tomando como punto de partida una manifestación plástica.

Dejando aparte las influencias que un arte ejerce sobre otro, tenemos que considerar la

doble vertiente a la que una manifestación puede referir, pues no alude solamente, en el caso

de la literatura, a la expresión misma de ésta, sino que es embajadora de la musicalidad e

interpretación plástica en diversas ocasiones (Wellek y Warren, 1981: 154).

La interrelación propiciada por la unión de las diversas artes en cuestión asume la libre

interpretación del que crea, pues cada manifestación tiene sus propios designios e

idiosincrasia para expresar las diversas interpretaciones de la simbología presente. Así lo

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muestran R. Wellek y A. Warren en la traducción al español por José Mª Gimeno cuando

hacen referencia a la interpretación y análisis de las obras en su relación con las demás artes:

“Es evidente que el método más directo para establecer un paralelo entre las artes se

basa en el análisis de las obras de arte propiamente dichas y, por tanto, de sus

relaciones estructurales. Nunca habrá una verdadera historia del arte y menos

todavía una historia comparada de las artes si no nos concentramos en el análisis de

las obras mismas y relegamos a un plano secundario los estudios sobre la psicología

del lector y del espectador o del autor y del artista; […] por desdicha, hasta ahora

casi no hemos dispuesto de instrumento alguno para establecer tal comparación entre

las artes” (Wellek y Warren, 1981: 155).

Para ello, nos planteamos la pregunta de cuáles son los elementos comparables de las

artes (Wellek y Warren, 1981: 156), pues la veracidad o falsedad de una interpretación no

dependerá más que de los parámetros que nos indiquen la relación establecida con otro arte,

pues los elementos van a ser puramente simbólicos y estarán relacionados con una realidad

íntimamente ligada a la experiencia demostrada por otro arte.

De tal forma concluimos que el entramado de relaciones entre las diversas artes “ha de

entenderse más bien como complejo esquema de relaciones dialécticas que actúan en ambos

sentidos, […] y que pueden transformarse completamente dentro del arte en que han

entrado” (Wellek y Warren, 1981: 161), partiendo así hacia un compendio de diversas

visiones que van a aunar esfuerzos para completar la representación de una realidad, pues la

aportación de cada uno de los sentidos que suscita la subjetividad va a ir formando un

conjunto cada vez más rico en interpretación por mediación de diversas artes.

La relación que puede existir entre las diversidad artística, va a estar íntimamente

ligada al ámbito cultural de una sociedad, pues si nos ceñimos a los elementos representativos

que aparecen en todas y cada una de las manifestaciones artísticas, son interpretación más o

menos libre de la realidad y las normas establecidas de una forma inconsciente dentro de una

comunidad. Muestra de ello dan R. Wellek y A. Warren: “Hemos de entender la suma total de

las actividades culturales de hombre como todo un sistema de series que evolucionan por sí

mismas, cada una con su conjunto de normas propias, que no son forzosamente idénticas a

las de la serie vecina” (Wellek y Warren, 1949: 161). Así vemos el entramado que

conforman el conjunto de normas y elementos culturales que van a tener una influencia

directa en la representación artística, pues sin llegar a unirse en idéntica relación, podrá

observarse como las interpretaciones estarán ligadas.

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La evolución de cada arte va a ir también ligada a la evolución del contiguo, pues si

seguimos una línea de desarrollo que esté ligada a la evolución cultura, la influencia hará que

cada manifestación siga su propio camino sin distar de los respectivos contemporáneos. De

ahí que en ocasiones no pueda entenderse una manifestación sin su respectivo en otra de las

artes como lo afirman R. Wellek y A. Warren:

“Las diversas artes […] tienen cada una su evolución particular […]. Es indudable

que guardan relación mutua constante, pero estas relaciones no son influenciadas que

parten de un punto y determinan la evolución de las demás artes: han de entenderse

más bien como complejo esquema de relaciones dialécticas que actúa en ambos

sentidos, de un arte a otro y viceversa, y que pueden transformarse completamente

dentro del arte en que han entrado” (Wellek y Warren, 1949: 161).

De esta forma observamos cómo nos inducen en el pensamiento de que aunque la

evolución de cada arte siga un camino independiente, llegará una transformación en la que

tengan elementos característicos comunes unas con otras, debido principalmente a la

influencia directa o indirecta de los factores culturales y actividades ciudadanas que

condicionan las normas comúnmente aceptadas. Así, jugará un papel fundamental la

interpretación estudiando las relaciones estructurales que conformen cada una de las

manifestaciones como afirman los autores previamente citados, “Es evidente que el método

más directo para establecer un paralelo entre las artes se basa en el análisis de las obras de

arte propiamente dichas y, por tanto, de sus relaciones estructurales” (Wellek y Warren,

1966: 155).

La interpretación juega un papel fundamental dentro de cualquier arte como hemos

visto, pero no por ello va a ser menos importante la significación de los símbolos dentro de la

misma religión. No podemos olvidar que este estudio está enfocado desde un punto de vista

del comparatismo interartístico, sin caer en pensamientos y manifestaciones puramente

ideológicas, si bien es cierto que es necesario comprender al menos la simbología que

envuelve lo referente a la forma de escribir y colocar los elementos que van a tener una

importante carga significativa dependiendo su posición, forma, color… Por tanto, y dentro de

las secciones dedicadas a las manifestaciones escultóricas y pictóricas, el significado de cada

uno de ellos va a estar ligado a una tradición; esa tradición puede pertenecer a una u otra

corriente, pues no olvidemos que la Iglesia católica que es la institución a la que pertenecen

todos estas manifestaciones tiene una base fundada de siglos, por lo que dependiendo la época

a la que hagan referencia podremos encontrar una u otra significación.

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Más concretamente podremos observar elementos que tengan significación mariana,

pues la talla que nos concierne hoy pertenece al gótico, época artística que sufrió los cambios

e interpretaciones de movimientos posteriores muy directamente en lo referente a los pasajes

bíblicos marianos y su trascendencia en las diversas manifestaciones artísticas.

Adentrémonos en las siguientes secciones en esa visión que enlaza las diversas artes

motivantes de la expresión a través de la rica simbología que presentan.

3. HISTORIA Y TRADICIÓN DE LA VIRGEN DE LA CAPILLA EN JAÉN

El origen de la tradición y culturas jiennense alrededor de la imagen de la Virgen

llamada de la Capilla tiene su origen en un suceso ya lejano en el tiempo pero que aún está

presente en la memoria de los ciudadanos por su transcendencia, y lo que es más importante,

la demostración de que al menos el documento que testifica el hecho es real. Queda a libre

interpretación lo allí narrado, aunque es más que evidente que ha supuesto un antes y un

después en el devenir de la ciudad de Jaén. Hagamos una breve síntesis de la documentada

tradición.

Desde que Jaén fue arrebatada a los musulmanes en 1246, el lugar tuvo un carácter

marcado por ser una de las zonas fronterizas de la región, lo que la llevó a ser el foco de

continuos ataques que parecían no tener fin. En la primera mitad del siglo XV, sobretodo en

los primeros años, los constantes ataques y asaltos fueron elevándose en violencia y

numerosidad, por lo que las autoridades que regían la zona tomaron la decisión de abandonar

la ciudad debido a la flaqueza mostrada por las gentes ante la fuerte oposición de los moros

del Reino de Granada.

Dentro de este contexto de rendición en un conflicto que parecía ganado por el bando

morisco, sucedió un hecho catalogado de extraordinario la madrugada del 10 al 11 de junio de

1430. Parece ser que la citada noche un extraño cortejo procesional recorrió las calles del

arrabal de San Ildefonso, que se encontraba cerca de las murallas de la ciudad. Cuatro fueron

las personas que aseguraron presenciar aquella misteriosa procesión, al despertarse por la gran

claridad “que parecía como resplandor de oro reluciente cuando le da el sol” (Montuno,

1950: 41).

El cortejo constaba de cinco cruces blancas portadas por hombres mancebos, a las

cuales seguían una señora más alta que los demás, con ropajes resplandecientes y un niño

“bien criadillo” en sus brazos. La acompañaban a la derecha un clérigo y a la izquierda una

mujer con aspecto de beata. La procesión se cerraba con un conjunto de hombres de guerra. El

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cortejo irradiaba una luminosidad cegadora, y fue recorriendo el arrabal de San Ildefonso

hasta llegar a la espalda de la capilla, donde fue celebrada una ceremonia litúrgica en un altar

que allí se había preparado. Todo se desvaneció al toque de Maitines (Montuno, 1950: 43).

Tras aquella misteriosa noche, el suceso llegó a oídos del “honrado y discreto arón

Juan Rodríguez de Villalpando, bachiller en Decretos, provisor oficial y vicario general de lo

espiritual y temporal en todo el Obispado por el Muy Reverendo D. Gonzalo de Zúñiga,

obispo de Jaén” (Montuno, 1950: 46). El provisor Villalpando tomó declaración por separado

a los cuatro testigos de aquel acontecimiento el 13 de junio de 1430, documento del cual el

Archivo Histórico Nacional ratificó su legitimidad documental en 1944.

Los hechos acaecidos fueron interpretados popularmente como una aparición de la

Virgen María a la ciudad de Jaén para ofrecer protección y aliento en el momento tan

complicado que estaba atravesando la ciudad. De ahí que se interpretara que eran San

Ildefonso y Santa Catalina los que acompañaban a la Virgen en su Descenso a la ciudad de

Jaén. La piedad popular hizo que se colocara una imagen de la Virgen en el lugar donde según

los testigos había terminado la celestial procesión, y tras las continuas visitas a la “Virgen que

está en la Capilla”, las gentes pasaron a invocarla con la advocación de “Virgen de la

Capilla”.

Por las diversas manifestaciones del fervor del pueblo, la Virgen de la Capilla es

declarada Patrona Principal de Jaén, y en 1930 el cardenal primado D. Pedro Segura la coronó

canónicamente por aclamación popular. Seguidamente, en 1967, el Excelentísimo

Ayuntamiento de Jaén le concede el título de Alcaldesa Mayor Perpetua de la ciudad, con

imposición de fajín y bastón de mando, atributos propios del primer edil del lugar.

La imagen se encuentra en la conocida como nave del Descenso, en la Basílica Menor

de San Ildefonso y Santuario de Ntra. Sra. de la Capilla, enmarcada en un retablo barroco

donde se representa, entre columnas salomónicas la procesión del Descenso. Esta capilla se

encuentra cerrada por una reja de forja adornada con el escudo del obispo Sancho Dávila

(1600-1615), obra del ubetense Nicolás Pérez.

Con esta breve descripción de lo acontecido que dio pie a la actual tradición e historia

alrededor de la Virgen de la Capilla, vamos a comenzar un estudio sobre la iconografía de la

imagen y las diversas representaciones que han prosperado teniéndola como marco

referencial.

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4. ESTADO DE LA CUESTIÓN

Una de las motivaciones con las que me dispongo a realizar el presente estudio es la

falta de profundización en este tema, quizá debido a la poca trascendencia a nivel artístico que

haya podido tener, o quizá porque la época y las circunstancias no han sido las idóneas. Nos

encontramos con una brevísima bibliografía que alude directamente al estudio iconográfico de

la talla y representaciones plásticas, en su mayoría pictóricas, de la Virgen de la Capilla.

De ahí que solamente haya varios historiadores de la ciudad como Manuel López

Pérez, Francisco Jiménez Delgado y José GaliánArmenteros, que en la actualidad hayan

querido profundizar en la cuestión colaborando puntualmente en la revista anual “El

Descenso” con una aportación a la breve bibliografía existente.

En general, no solamente aludiendo a las manifestaciones plásticas, la bibliografía que

se refiere al hecho en sí del Descenso o a la existencia de un acta notarial debidamente

documentada que data de 1430 no ha suscitado rigurosos estudios con tintes históricos o

patrimoniales, sino que ha sido el organismo que se encarga del cuidado de la talla el que con

una periodicidad anual se ha preocupado de aportar breves publicaciones donde se incluyen

estudios, con mayor o menor grado de interés en la cuestión, de autores como los

anteriormente citados.

Tres son las piezas literarias fundamentales que conforman los estudios existentes

acerca de la Virgen de la Capilla, como están debidamente reseñadas en la sección

bibliográfica, escritas por Vicente Montuno Morente (1950), José GaliánArmenteros (2006) e

Isidoro Lara Martín-Portugués (1994), este último sobre los documentos históricos que rodean

la tradición y devoción suscitadas por la imagen a lo largo de los siglos.

Partiendo de esta base procedemos a realizar un estudio pormenorizado de las piezas,

en su mayoría pictóricas, que tienen un carácter simbólico e iconográfico.

5. REPRESENTACIONES PLÁSTICAS

Comenzamos la sección dedicada a las representaciones plásticas haciendo un

recorrido exhaustivo de las manifestaciones artísticas que a lo largo del tiempo han estado

dedicadas a la talla, historia y tradición de la Virgen de la Capilla. En su mayoría los autores

han querido expresar a través de esculturas y obras pictóricas, los diversos elementos que

rodean la tradición e historia documentada de la Virgen de la Capilla, no solamente desde la

visión del pueblo jiennense, pues ha traspasado las fronteras hasta llegar a ser plasmados por

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pintores de la talla de Sor Isabel Guerra. A continuación realizamos el estudio pormenorizado

de las esculturas y pinturas que tienen como centro esta arraigada tradición y podríamos decir

“cultura popular jiennense”.

5.1. ESCULTURA

Comenzamos la sección de representaciones plásticas haciendo un análisis de las obras

escultóricas alusivas a la Virgen de la Capilla. Quizá este campo no ha sido explotado en su

totalidad, pues son escasas las representaciones escultóricas que tienen como centro esta

historia y tradición de siglos.

Iniciamos el estudio con la propia talla de la Virgen de la Capilla (Imagen 1), pues

será la pieza más importante dentro de este tipo de manifestaciones, no por tratarse de la

desencadenante de la historia y tradición, sino por su valor artístico reconocido.

En el estudio de Vicente Montuno Morente(1950) podemos encontrar

ciertos datos referentes a que tras aquel extraordinario suceso “don Gonzalo

colocó en la capilla por él mandada abrir para conmemorar el Descenso

una imagen antigua de Nuestra Señora, que estaba dentro de la iglesia, la

que por carecer de otro nombre o por la novedad se empezó a llamar

comúnmente de la Capilla” (Montuno, 1950: 69). La creencia de que la

imagen actual fuera anterior al hecho del Descenso tomó fuerza tras

comprobar por diversos estudios que la parte trasera era completamente

plana, lo cual hacía notorio su anterior colocación en un retablo, argumento

que enlaza perfectamente con lo mandado por don Gonzalo de

Zúñiga.

Fue a partir de la restauración realizada en el Instituto de Conservación y Restauración

de Obras de Arte (ICROA) de Madrid, cuando comenzó a situarse en el período gótico: “la

imagen de Ntra. Sra. de la Capilla, […] ha sido situada por los investigadores que la han

estudiado entre finales del XIV y primer tercio del XVI. El informe técnico precedente a la

restauración de 1982 afirma la existencia de policromía de finales del trescientos o

principios del cuatrocientos” (López-Fé, 2010: 111).

Situándola en el período gótico, y considerando las características de dicha época,

pasemos a realizar un análisis de los principales elementos que contiene y simbología que

representa. La imagen en un primer vistazo emana una profunda luz debido a la técnica en la

que están realizados los ropajes, pues en tonos estofados resalta la túnica y el cabello.

Imagen 1: Talla de la Virgen de la

Capilla. Siglo XV – XVI?

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Posiblemente esa fuera una de las características que determinara su selección para

representar la luz irradiada por la celestial señora como apunta Vicente Montuno1.

Considerando las características que hacen referencia puramente a la significación, nos

llama la atención el basamento que sustenta a la talla. Se trata de dos cojines en un tono

carmesí oscurecido, que envuelven una simbología riquísima en detalles. Los cojines son

símbolo de majestuosidad, pues es la Virgen la que está sobre ellos. El motivo por el que son

dos justamente no es otro que representar el misterio de la Santísima Trinidad, pues aunque

son tres las personas que se unen en el mismo, dos de ellas, Dios Padre y Dios Espíritu Santo,

están representadas en el soporte de la Virgen, y la tercera recostada en los brazos. El porqué

de esta representación es alusivo a la acogida por parte del misterio comúnmente aceptado en

la tradición cristiana hacia la Virgen como Madre de Dios.

La disposición propia de la talla la hace semejar un avance, la imagen se encuentra en

movimiento, está caminando, metáfora íntimamente ligada al referente de la vida,

significando que la religión a la que alude no es propia de la muerte sino de todo lo contrario.

Un Dios resucitado no hace más referencia que a la propia vida tras vencer a la muerte, como

indica el evangelio de Lucas2. El movimiento queda perfectamente reflejado en los pliegues

de la túnica estofada que muestra la rodilla adelantada, dejando ver bajo el remate de las

vestiduras uno de los pies de la imagen.

Si nos centramos en la disposición de las manos de la Virgen, podemos observar como

con la derecha dibuja un círculo que nos hace suponer que le ha sido arrebatado cualquier

símbolo que sostenía en su concepción original como afirma José Domínguez Cubero en su

artículo para la revista “El Descenso”3. Con el brazo izquierdo sostiene la imagen del niño de

una forma firme y decidida, muestra inequívoca de la íntima relación por la que queda

elevada a la divinidad.

La talla del niño se muestra desnuda, desprovista de cualquier ropaje por sencillo que

fuere y sin atributo alguno de su condición de Dios. La simbología que habitualmente muestra

a los niños en brazos de la Virgen sin ropaje alguno es alusiva a la pureza en la concepción de

Jesucristo, pues en una equiparación a la misma vida terrenal, nació de una mujer y fue

desprovisto de su condición divina. La igualdad entre Dios y el hombre es palpable en la talla,

ya que se muestra indefenso como cualquier ser humano de corta edad cobijado en los brazos

de su madre, necesita de su protección para continuar su desarrollo. Por tanto, la colocación

1 MONTUNO. V. (1950). Nuestra Señora de la Capilla. Madrid: Blass S. A. Tipográfica, pp. 41-43.

2“Porque Dios no es Dios de muertos, mas de vivos: porque todos viven a él” (Lucas: 20, 38)

3 DOMÍNGUEZ, J. (2010). Estudio iconográfico de la Virgen de la Capilla. Revista El Descenso. Torredonjiemeno:

Gráficas La Paz. p. 100.

14

en el mismo plano del ser humano y Dios es una significación expresada directamente por las

características que el niño muestra. Porta en sus manos una figura esférica, símbolo del globo

terráqueo. A la vez que es niño, es Dios, y por ello “juguetea” con su propia creación. La

metáfora coloca diversos elementos que entre sí están íntimamente relacionados, como son la

pureza misma de la imagen siendo niño-hombre, y su condición divina de niño-Dios con el

mundo entre sus dedos.

En referencia a la cara de la Virgen presenta unos rasgos totalmente característicos del

gótico, sin expresión marcada y con leves líneas que le dibujan el rostro. Su cabello es

resplandeciente como su ropaje y porta una diadema sobre la cabeza, símbolo de divinidad y

coronación por parte de los ángeles al ser elevada al cielo.

Como hemos señalado antes la imagen muestra en plano cortado la parte posterior,

signo de que su procedencia bien podría ser un retablo de la propia iglesia de San Ildefonso.

Podríamos hacer un intenso análisis de la procedencia de la imagen y las diversas

restauraciones que ha sufrido, las cuales han ido aportando datos sobre su concepción

original, pero no es el objetivo primordial de este estudio. Sí señalar que en la restauración de

1983 la talla fue desprovista de unos retintes que mostraban su rostro y el del niño con

tonalidad oscura, lo que hizo cambiar de forma radical las representaciones a partir de esa

época.

A nivel escultórico cabe también destacar el

portentoso retablo del Descenso (Imagen 2) que se

encuentra en la basílica de San Ildefonso, pues

representa excepcionalmente la celestial procesión

acaecida en 1430. Fue construido durante el

pontificado de Fr. Benito Marín (1750-1770), y

muestra un tríptico con los participantes de la

extraordinaria procesión, las cinco cruces

parroquiales de Jaén, una señora resplandeciente junto a un clérigo y una mujer con aspecto

de beata, y varios hombres de guerra (Montuno, 1950: 44). El testimonio que escenifica este

tríptico fue una gran herramienta de enseñanza y difusión del maravilloso suceso, pues entre

la gente iletrada la manifestación artística daba debida cuenta de los elementos principales que

habían intervenido en el suceso considerado providencial.

Imagen 2: Retablo de "El Descenso". Siglo XVIII

15

Imagen 3: Representación de "El Descenso" bajo el camarín de la Virgen

De igual forma se

representa la procesión

celestial bajo el camarín de

la Virgen (Imagen 3),

considerada como la

primera representación del

Descenso, datada de finales del siglo XVI. Se trata de una representación de características

similares, destacando su disposición de izquierda a derecha, dando una mayor relevancia a la

imagen de la señora y el niño colocados en la parte derecha, debido a la simbología que ello

supone4. La imagen de la Virgen aparece resplandeciente como indica el suceso y el niño

aparece con rasgos de fuerte complexión como asegura el testimonio de uno de los testigos al

afirmar que se trataba de un niño “bien criadillo” (Montuno, 1950: 42).

Una última representación que podríamos considerar menor es la que se encuentra en

la fachada posterior de la basílica de San Ildefonso, realizada en piedra. Muestra las

características propias de la Virgen de la Capilla, con pequeñas diferencias. El niño aparece

revestido al igual que la imagen de la Virgen, y por los pliegues de la túnica podemos concluir

que se encuentra sentada, posiblemente representando la ceremonia litúrgica que según el

testimonio recogido por Vicente Montuno (1950), pues aunque en ningún momento se cita la

posición, en las ceremonias litúrgicas el celebrante muestra esa posición durante un largo

período.

Pasemos pues al grueso del estudio, considerando las principales obras pictóricas que

han tenido como centro la imagen de la Virgen de la Capilla, su historia y tradición.

5.2. PINTURA

La imagen de la Virgen de la Capilla ha sido, a lo largo del tiempo, tema recurrente e

inspirador de muchos de los artistas consagrados hoy en día, no solamente en el ámbito

geográfico que rodea a la imagen, sino llegando a traspasar las fronteras de la Comunidad

Andaluza y llegando a ser plasmada por pintores de reconocido prestigio a nivel nacional.

Como ocurre en cada uno de los ámbitos artísticos, las técnicas, visiones y formas de entender

4 La zona derecha está considerada de mayor relevancia o prestigio según el protocolo actual sobre actos civiles

y religiosos, y considerando las connotaciones religiosas que aparecen en oraciones populares como el credo apostólico así lo atestiguan: “está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso” (Credo Apostólico).

16

cada arte van sufriendo variaciones debido a las diversas influencias que afectan de forma

directa e indirecta las manifestaciones producidas por cada uno de los artistas.

Así, dentro de esta sección destinada a exponer de forma precisa las distintas

interpretaciones que pueden ser extraídas de las diferentes manifestaciones pictóricas de la

Virgen de la Capilla, vamos a establecer una división en tres épocas diferentes para así

entender dentro de los movimientos artísticos de cada época los diferentes símbolos que

subyacen el mensaje unitario de las mismas. La primera de ellas corresponde a los diversos

carteles que se han destinado a anunciar las efemérides más representativas de la Cofradía

presidida por la Virgen de la Capilla, así como los cuadros que han ido teniendo a lo largo de

la historia a la Virgen como centro, cuyo fin haya sido la colocación en edificios públicos u

oficiales, o regales a nivel institucional. Otra de las etapas en las que vamos a centrar nuestra

atención está constituida por la gran cantidad de obras producidas a raíz de la convocatoria de

concursos diversos por parte del Excelentísimo Ayuntamiento de Jaén con motivo de las

Fiestas Patronales celebradas cada año alrededor del día 11 de junio en Jaén. La última de

ellas constará con la llamada “etapa moderna” de las obras pictóricas producidas por pintores

actuales, en su mayoría jiennenses, y cuyas aportaciones han servido de base para los

diferentes carteles anunciadores de las Fiestas Patronales en honor de Ntra. Sra. de la Capilla

entre los años 2004-2012+.

Todas ellas, independientemente de la época a la que pertenecen, muestran una

infinidad de símbolos que, atendiendo a un juicio particular, hacen alusión a la tradición y

cultura del pueblo de Jaén desde el siglo XV, en el cual, según el acta notarial de Villalpando,

se produjo el extraordinario suceso del Descenso de la Virgen de la Capilla a la ciudad de

Jaén.

PRIMERA ÉPOCA

Nos ocupa en esta primera sección sobre el estudio de las manifestaciones pictóricas

dedicadas a la Virgen de la Capilla, analizar aquellas que podemos considerar históricas, ya

sea por su importancia a lo largo del devenir de la ciudad, o por el hecho que en sí mismas

anuncian o proclaman, pues eran un medio de difusión que llegaba a los lugares más

recónditos al encontrarse incluidas en los carteles anunciadores de las fiestas patronales de

cada año. Si bien es cierto que no fue hasta aproximadamente el año 1930 cuando estas

composiciones destinadas a la cartelería comenzaron a prosperar, encontramos anteriormente

a esta fecha ciertos óleos de gran valor y en su mayoría anónimos que representan, siguiendo

17

Imagen 4: Lienzo Virgen de la Capilla. Siglo

XVII

una línea ornamental de la época, los elementos que por entonces daban significación a la

pieza, y en muchos casos, tenían un objetivo claramente docente.

Cabe destacar en esa primera corriente, un lienzo

que data del siglo XVII (Imagen 4), y que por las

características en la ornamentación que presenta,

podríamos datar anterior a 1667, pues los elementos que

en él aparecen pertenecen al antiguo retablo que acogía

a la imagen, y fue en esa fecha cuando un incendio

obligó a remodelar el mismo.

Observamos en esta pieza la disposición de la

Virgen de la Capilla dentro de su camarín enmarcado en

el por entonces retablo que la cobijaba. El por qué de

esta representación responde a una simbología que

podíamos denominar “de respeto”, pues acudiendo a una

tradición yahvista de escritura nos encontramos con la

visión de Dios como un ente superior que castiga. Muestra de ello son los textos de los libros

Génesis y Éxodo, donde hay una visión de un Dios castigador que expulsa a Adán y Eva del

paraíso5, en lugar de, según la visión actual, perdonar y enseñar. La tradición con la que se

escribe la Sagrada Escritura va variando dependiendo del tiempo, por ello muestra de una

forma u otra la figura de la divinidad, lo cual afecta de una forma directa a las

manifestaciones artísticas, que se sirven de esos elementos para acentuar un ya marcado

significado metafórico.

De esa forma es como se representa a la divinidad en cualquiera de las arte plásticas,

mostrando una distancia absoluta entre las imágenes sagradas y el pueblo, que está también

representado en un lugar inferior, un plano por debajo de esas imágenes para acentuar más

aún esa distancia establecida entre ambos. La distancia producida por la ubicación de la

imagen en un retablo y el pueblo que se postra a los pies del mismo, da esa sensación de

lejanía tan frecuente en las manifestaciones de la época debido a la clara influencia de la

tradición anteriormente expresada.

La imagen no representa en ningún caso el aspecto al que hoy en día estamos

acostumbrados, pues responde a las costumbres del siglo XVII en lo que a ornamentos textiles

y preseas se refiere. Si bien el aspecto se ha visto modificado, la iconografía se ha mantenido

5“Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén...y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén

querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida" (Gen, 3: 23-24).

18

Imagen 5: Cartel Coronación Canónica.

Año 1930

inalterable a lo largo del tiempo, pues la visión apocalíptica reflejada en estas

representaciones marianas ha influido directamente la disposición de cada uno de los

elementos ya tan característicos como la media luna o la luz desprendida por la imagen y

ropajes, gracias en aquella época a las alhajas brillantes prendidas en la vestimenta, y hoy en

día por la luminosidad desprendida del estofado de la talla gótica.

Pasamos ahora a examinar con detalle una serie de composiciones que han marcado de

forma definitiva la historia de la imagen, teniendo todas ellas como centro el mismo elemento

de unión, una corona. ¿Por qué una corona?, pues bien, se trata de representaciones

pertenecientes al concurso convocado en 1929 por una Junta Magna que era la que en

aquellos tiempos regía el destino de la imagen. El motivo no era otro más que el de elegir

entre todas las obras la que anunciaría la coronación canónica de la imagen de la Virgen de la

Capilla. Entre todos, y por diversos avatares del destino solamente se han conservado cuatro

de ellos, el ganador y tres más de los presentados y, sin saberlo a ciencia cierta, posiblemente

galardonados con un premio menor en el concurso.

El primero que nos ocupa es el que fue galardonado con el primer premio y por tanto

el cartel anunciador de la coronación canónica en 1930 (Imagen 5). Se trata de una obra del

barcelonés José Morell Macías, el cual, quiso plasmar un conjunto pictórico rico en

simbología teniendo como centro el elemento de unión entre todos los analizados en esta

sección, la corona de la Virgen.

La parte central del mismo lo ocupa la imagen de

la Virgen siguiendo una línea estética propia del época,

con una iconografía típica de la Virgen de la Capilla,

luciendo de forma triangular el manto con ricos

bordados, sobre su cabeza una corona flanqueada por

estrellas y a sus pies una media luna que guarda una

estrecha relación con la original. Esa corona es la que

centra en gran medida la atención al observar la

composición, pues por su situación en el centro del

plano y sus líneas curvas hacen que todo en los planos

posteriores giren alrededor de ella. Bajo la imagen de la

Virgen podemos observar como la silueta de varias

cabezas se erigen para observar a la patrona, las cuales

son un símbolo más de ese patronazgo y maternidad divina concedida a la imagen,

19

Imagen 6: Cartel presentado al

concurso de pintura. Año 1930

representación que irá sucediéndose de forma continua en las representaciones que

analizaremos con posterioridad.

Si observamos el plano que se encuentra detrás de la imagen de la Virgen, tenemos

representadas diferentes realidades de una forma metafórica. La primera de ellas es la que más

parte del plano ocupa con la representación de la Virgen con el niño en brazos y a su

izquierda un clérigo portando la Sagrada Escritura. Clara referencia ésta del Descenso de la

Virgen a la ciudad de Jaén, pues elevada en la representación sobre cualquier otra realidad,

enmarca y da una visión de acogida al desdibujarse la parte inferior de las figuras y fundirse

con los elementos que continúan el plano. Desde esa perspectiva, como si de un cielo terrenal

rodeado de nubes se tratase, la Virgen que Descendió a Jaén observa la ofrenda echa por los

habitantes de este pueblo a la imagen que representa esa divinidad absoluta y protectora.

Junto a las tres figuras se atisban unas banderolas de diversos colores suspendidas en

una guirnalda, símbolo inequívoco de la explosión de júbilo vivida por la ciudad en una fiesta

tan grande como la que conmemora el profundo y sincero agradecimiento a Dios, a través de

la Virgen de la Capilla. El pueblo estalla y viste sus mejores galas, pues no debe perderse de

vista el sentido popular que acoge la celebración y el origen de la tradición, pues el pueblo fue

testigo y receptor directo del favor concedido.

También en un segundo plano nos encontramos cinco siluetas que podríamos

interpretar como de clérigos que portan cinco cruces, referencia directa a la unión entre la

historia y la cristiandad en el pueblo de Jaén. Gran similitud

une a esas cruces con la que se erige majestuosa en el cerro

llamado “de Santa Catalina”, recordando esa vinculación, y en

la representación que nos concierne rodean a la talla y en

general el escenario representado, que conmemora una vez

más el extraordinario suceso de 1430. También hay

establecida una relación con el texto de Vicente Montuno

Morente (1950: 43), donde se recoge el testimonio de Juan, el

hijo de Usanda Gómez refiriéndose a las cinco cruces que

portaban en la celestial procesión, símbolo de las cinco

parroquias de la ciudad6.

Las otras tres representaciones que concurrieron al

6 “Y vio cinco cruces blancas, como las de Jaén (las de sus parroquias), que iban una en pos de otra como en

procesión, llevadas por otros tantos hombres mancebos, barbirrapados.” (Montuno, 1950: 43)

20

Imagen 7: Cartel presentado al

concurso de pintura. Año 1930

citado concurso, tienen como centro también el simbólico elemento de la corona, cada una de

ellas con un matiz distinto. El primero (Imagen 6), muestra la silueta de la Virgen y un clérigo

imponiendo la corona sobre su sien, mientras en la corta distancia tres siluetas contemplan

ensimismadas la escena. Podemos establecer una relación entre esas siluetas y los testigos del

maravilloso suceso de aquella lejana noche, aunque quedaría por concretar uno de ellos, pues

según el acta notarial fueron cuatro moradores los que presenciaron con júbilo el divino

cortejo. El clérigo que impone la corona podría ser con cierto retoricismo, el acompañante de

la luminosa señora aquella noche de junio, pues como miembro del clero da veracidad a aquel

suceso y lo coloca dentro de las revelaciones o apariciones de la divinidad a sus fieles.

Otra de las representaciones (Imagen 7) coloca en la parte superior del plano la

portada gótica de la basílica menor de San Ildefonso con tonos idealizados incluyendo trece

querubines ocupando el tímpano (Jiménez, 2014: 111). La imagen de la corona aparece esta

vez incluida dentro de esta representación, pues es su propia morada, San Ildefonso, la que

corona a la imagen, haciendo referencia al pueblo jiennense

que la venera desde tiempo inmemorial en el citado lugar. Por

tanto, de forma metafórica, la portada gótica es la que ejerce

el peso de todos los agradecimientos dirigidos para así, de una

forma material dejarlo establecido sobre la sien de la Virgen.

La imagen de la Virgen en sí, con forma triangular

portando manto rojo ocupa la parte central sustentada sobre

nubes y la ya característica media luna a sus plantas. La parte

más representativa es el plano inferior, que mediante varios

elementos hace significar el interior de una vivienda

cualquiera del viejo arrabal de San Ildefonso, donde habitaban

cualquiera de los testigos el extraordinario suceso o sus similares. Los cuatro testigos están

deslumbrados por el fulgor de la imagen, como mostraba la visión apocalíptica y el texto de

Villalpando, y divididos en la parte derecha e izquierda, contemplan estupefactos la escena.

La figura masculina presenta una postura grácil sosteniendo una lámpara de aceite en la mano

derecha, mientras que las mujeres al otro lado, con gran movimiento en los brazos, oran y

observan de forma agradecida el descenso y coronación por los querubines de la imagen de la

Virgen.

Alrededor del cuadro podemos observar una guirnalda de flores con fuerte colorido,

fuente de inspiración para muchos artistas con significación de viveza, vitalidad y ofrenda

21

Imagen 8: Cartel presentado al

concurso de pintura. Año 1930

permanente, pues a lo largo de los años la tradición ha ligado las ofrendas con las flores por

su enorme belleza.

La última de estas representaciones (Imagen 8) puede considerarse la más autóctona

de todas, pues es una representante del pueblo de Jaén la que porta en cojín de remates

dorados, símbolo de realeza, la corona para ofrecerla a la imagen. La señora, ataviada con

traje de pastira, típico traje jiennense, con figura erguida y manos extendidas, lleva hacia la

imagen la corona, representante directo de que es el propio pueblo de Jaén el que, sin

mediación de ningún otro organismo como pudiere ser la Iglesia, lleva hasta su patrona la

acción de gracias por conceder a ese propio pueblo su favor en tiempos difíciles.

La imagen de la Virgen queda desdibujada para ofrecer el mayor protagonismo en el

cartel al pueblo de Jaén, claro receptor de la gracia divina, dejando a un lado la

personalización en la imagen de la Virgen de la Capilla, pues

es simplemente eso, una representación más que en ningún

caso responde directamente con la divinidad, sino que es una

imagen opaca que deja traspasar la luz que viene desde ese

ente superior que intercede por el pueblo.

Al fondo, en la parte izquierda de la representación

aparece uno de los montes que rodean la ciudad, otro más de

los símbolos que focalizan la atención en el pueblo de Jaén,

para así poner especial atención, como se hace en las diversas

apariciones datadas en varios puntos de la geografía española.

Hemos visto con estas diversas representaciones del

mismo hecho, como desde cuatro perspectivas distintas se

produce esa entrega de la corona simbólica a la Virgen de la Capilla: la divinidad representada

por la misma Virgen descendida del cielo en el primer caso, el clero en el segundo cuadro, los

querubines del cielo en el tercero y el pueblo de Jaén en el último de ellos; cuatro

representaciones del mismo suceso pero con protagonistas diversos, aunque el receptor sea el

mismo sin cobrar especial protagonismo en cuanto a significación se refiere.

SEGUNDA ÉPOCA

Tras haber analizado las representaciones más antiguas que tienen como centro a la

Virgen de la Capilla, su historia y tradición, vamos a hacer un breve recorrido por la

iconografía más representativa que ha marcado una segunda época en lo que refiere a

22

manifestaciones pictóricas referentes a la Virgen de la Capilla, caracterizadas sobre todo por

un continuo de elementos simbólicos que se iban sucediendo representación tras

representación, llegando a obtener algunas obras casi idénticas a otras ya producidas.

Dentro de estas manifestaciones vamos a encontrar un elemento conector, y es la

figura de la Virgen de la Capilla con una iconografía bastante peculiar y perteneciente a la

época de los años 50 y 60, donde de una forma casi triangular se muestra a la Virgen portando

manto que la envuelve casi por completo, símbolo de la acogida por parte del pueblo, pues

son regalos que le han ido ofreciendo a lo largo de la historia. También, y como muestra de

los textos apocalípticos, observamos como a sus plantas siempre aparece esa luna gigante que

la soporta, algunas veces con nubes o querubines que la acompañan. Sobre su cabeza una

corona interpretada en una doble vertiente; por un lado la luminosidad que desprende la

imagen apelando al texto de Villalpando como representación de su aparición en 1430 y

haciendo también alusión a la figura de María como mujer del Apocalipsis, coronada de

estrellas. Por otro lado, la sección inmediatamente anterior ha recogido el hecho de la

simbólica coronación, por lo que en esas representaciones posteriores aparecerá como alusivo

a la tradición en Jaén.

Aparecerán diversos elementos en las obras expuestas, pero todos ellos van a tener la

función de enmarcar y acompañar la imagen de la Virgen de la Capilla, pues en la mayoría de

ellos la única función es la de representar a la Virgen, para darle esa vertiente únicamente

religiosa a la manifestación pictórica. Todos los elementos van a perder su simbología para

únicamente dejar el total y absoluto protagonismo a la imagen de la Virgen, pues los autores

consideraron que es el centro donde fijar todas las miradas, sin considerar al pueblo u otras

referencias al hecho en sí del Descenso de la Virgen a Jaén.

De una forma sencilla en lo que a simbolismo se refiere observamos en la siguiente

tabla (Imagen 9) tres ejemplos de estas manifestaciones que centran la imagen de la Virgen en

el cartel, centrando la visión en la talla misma, con los simples atributos anteriormente

expuestos y sin caer en una mayor simbología.

Imagen 9: Diversos carteles de las fiestas patronales

23

Pasando a una visión más folclórica de las fiestas patronales, encontramos

representaciones en las que la imagen de la Virgen de la Capilla queda desdibujada o

escondida tras elementos populares, ya sea el conjunto de viviendas referentes al castizo

arrabal de San Ildefonso, las gentes de Jaén acompañando a la Virgen, o un ambiente típico

que pudiere encontrarse en cualquier esquina de la ciudad, donde las golondrinas se apoyan

sobre el tendido eléctrico, queriendo representar con ello lo tradicional de la conmemoración.

En las imágenes que a continuación se muestran (Imagen 10) pueden observarse estos tres

ejemplos.

Como no podía ser de otra forma, hay pintores que han querido representar al pueblo

de Jaén junto a su patrona, y por ello encontramos ciertas representaciones en las que los

trajes típicos de chirri y pastira florecen alrededor de la Virgen de la Capilla, pues no hay

mejores representantes del pueblo que los que de una forma anónima son embajadores de las

tradiciones jiennenses portando los elementos idiosincráticos más representativos de la

ciudad, más aun cuando se trata de desarrollo cultural y popular. Infinitas son las

representaciones en las que estos personajes rodean la imagen de la Virgen, pues son los que

de una forma u otra prestan su agradecimiento en nombre de los habitantes de todas las

épocas a la providencia venida desde una esfera superior. Tanta importancia se les da a estos

representantes, que incluso en las representaciones del año 1930 aparecen ya, ligándose de

forma intrínseca al proceso evolutivo y de desarrollo de la historia y tradición de la Virgen de

la Capilla. A continuación se reproducen los más significativos (Imagen 11).

Imagen 10: Diversos carteles de las fiestas patronales

24

Imagen 12: Obra de Francisco

Huete Martos. Año 2004

Finalizamos de esta forma el estudio de la segunda época destinada a las

representaciones pictóricas, focalizando nuestra atención ahora en las manifestaciones más

recientes de mano de pintores en su mayoría jiennenses, que han marcado de forma definitiva

la manera de entender la tradición e historia de la Virgen de la Capilla a través de una rica

simbología iconográfica.

TERCERA ÉPOCA

Adentrándonos en la tercera de las etapas en las que han quedado divididas las

diversas expresiones pictóricas centradas en la imagen de la Virgen de la Capilla, tenemos que

fijar nuestra atención en un ámbito regional y actual de la pintura. Desde el año 2004 hasta el

presente 2014, desde el órgano rector de la imagen se ha apostado por la realización de una

obra que año tras año sea añadida a la pinacoteca dedicada en exclusiva a la imagen y su

historia. Vamos a comenzar un recorrido por las expresiones realizadas por los pintores

contemporáneos, en su mayoría jiennenses, que han aportado una de sus obras a esta amplia

colección.

La primera de ellas (Imagen 12), realizada en 2004 por

el afamado pintor jiennense Francisco Huete Martos, inició la

que hoy llamamos etapa moderna de las pinturas dedicadas a la

Virgen de la Capilla, las cuales han servido como base para los

diversos carteles editados cada mes de mayo con motivo de las

Fiestas Patronales en la ciudad de Jaén. Se trata de una obra

realizada en óleo sobre tabla con unas dimensiones de 50 x 65

cm, y la misma tiene como centro la imagen de la Virgen de la

Capilla, rodeada de una enorme simbología que pasamos a

analizar.

Imagen 11: Diversos carteles de las fiestas patronales

25

Si nos fijamos en la imagen, podemos observar como capta la atención por encontrarse

en un primer plano la talla de la Virgen y la corona de la misma. No es casualidad, pues se

representan en el mismo plano dos ámbitos totalmente conexos. La divinidad y el pueblo

jiennense se unen en una pintura de la Patrona de la ciudad, pues el inmenso enjambre de

joyas que conforman la corona que porta la imagen fue donada en su totalizad por el pueblo

jiennense en 1953 con motivo de su recoronación. En el plano principal encontramos

íntimamente ligados ambos planos que hemos comentado, la talla de la Virgen, representada

como madre de Dios, al que porta en su brazo izquierdo, soportando el regalo más preciado

que los hijos de Jaén han hecho a su protectora. Ninguno resalta por encima del otro,

simplemente están ligados como símbolo de su patronazgo y ayuda prestada, según las

diversas manifestaciones, al pueblo de Jaén a lo largo de su historia.

Aparecen en la imagen los atributos que porta con regularidad, como el manto que

reviste a Virgen, los cetros que simbolizan su patronazgo sobre el pueblo jiennense, y en el

caso del bastón de mando, el título de Alcaldesa Mayor Perpetua de la ciudad. La simbología

que envuelve al conjunto floral continúa haciendo referencia a los jiennenses, pues es

costumbre y tradición en Jaén que el día 11 de junio todo el pueblo honre a su patrona con

una ofrenda en forma de flores, las cuales en este caso representan ese abrazo del pueblo a la

Virgen y sustento sobre el que apoyarse.

Pasando al segundo plano podemos observar las inmensas naves de la Basílica Menor

de San Ildefonso y Santuario de Ntra. Sra. de la Capilla, casa que acoge a la Virgen de la

Capilla, guarda y custodia de su historia y tradición, igualmente, y de forma casi

imperceptible se representa en ese segundo plano la nave conocida como “Del Descenso”, en

la cual se erige la exuberante capilla de Ntra. Señora. Esta representación hace alusión al

barrio de San Ildefonso, pues aunque la Virgen de la Capilla es patrona de la ciudad de Jaén,

es este barrio el que la guarda y se encarga de su mantenimiento durante todo el año. Las

columnas están estratégicamente colocadas de forma que se muestra el aislamiento entre el

altar mayor de la basílica y la nave donde se encuentra la Virgen de la Capilla, resaltada esta

vez y llevada al primer plano.

Otra de las curiosidades que puede observarse e incluirse en el estudio retórico-

iconográfico de las presentes manifestaciones pictóricas es el altar mayor que encontramos a

la derecha de la imagen. De una forma realista ha representado Francisco Huete la sede, mesa

de altar, ambón y demás enseres empleados en la liturgia católica, pero en el manifestador que

se erige tras la sede se muestra vacía la parte central, donde habitualmente encontramos

presidiendo la basílica un crucifijo del siglo XV. Esta notable ausencia alude al magisterio

26

que ejerce la Virgen de la Capilla, no solamente en la ciudad, sino también en el plano

religioso, como patrona e imagen que marca de forma definitiva la religiosidad popular. La

disposición se encuentra de igual forma excepto por ese detalle, es decir, ese símbolo católico

que preside de forma indispensable el templo ha sido retirado porque la Virgen de la Capilla,

imagen que da parte del nombre al lugar está fuera de su emplazamiento y traída al primer

plano. De forma indispensable y en una intrínseca relación se liga la presencia de la imagen

con la consagración del templo, ya que fue por el extraordinario hecho acaecido en 1430 el

que desencadenó la construcción sobre la primitiva capilla y posterior nombramiento de

basílica menor. Por tanto, sin la Virgen de la Capilla, quizá no existiría el templo tal y como

lo conocemos hoy.

De esta forma hemos analizado la relación entre la pintura y la enorme cantidad de

símbolos representados en la obra, cuyo significado retórico hace de esta representación una

enorme fuente de enseñanza.

La segunda obra a analizar (Imagen 13), y que

constituye la segunda pieza de la época moderna que estamos

tratando, fue realizada en el año 2005 por el jiennense

Francisco Carrillo Cruz. Se trata de una obra realizada en

acrílico sobre papel basik pegado a tabla, finalizado con

barniz mate opal para óleo. Admirando la pintura, notamos

como la mirada vuelve a centrarse, como en el caso anterior,

en la talla de la Virgen, la cual, esta vez, ha sido representada

en la sencillez más absoluta, desprovista de manto, preseas,

joyas, fajín…, solamente con el báculo de patrona y un suave

paño blanco, el cual nos lleva a centrarnos en la pureza

representada por dicho color, tal y como nos lo muestra el

libro del Apocalipsis, “Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, blanco, limpio y

resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”. (Revelaciones

19:8)7. María, pura y sencilla se muestra en un primer plano, postrada a los pies de su pueblo

mostrando cercanía a los jiennenses, por eso su disposición en la parte inferior de la pintura.

En relación a lo anterior se encuentran los rasgos mostrados en la cara de la Virgen de la

Capilla, con facciones sumamente dulces y un leve tono rosado en las mejillas. La

7 En la Sagrada Escritura los colores adquieren una enorme simbología, y en este caso, a través de la breve

referencia al libro del Apocalipsis podemos observar como la pureza está íntimamente ligada al color blanco.

Imagen 13: Obra de Francisco

Carrillo Cruz. Año 2005

27

humanización de la imagen de la Virgen se suma a su acercamiento al pueblo, sin elementos

que realcen su superioridad, como cualquier madre que soporta en su hijo en brazos y se

dispone en la fachada del templo.

Si elevamos la vista, podemos ver que el centro y parte superior de la obra está

ocupada por unos destellos irradiados desde la cabeza de la imagen hasta la corona colocada

en la parte más elevada. Esta efusión de rayos nos recuerda la coronación que el pueblo de

Jaén concedió a la patrona, cumpliéndose en el año 2005 el 75 aniversario de tal

acontecimiento. No solamente alcanza la corona el resplandor, sino que se eleva traspasando

los límites del cuadro, haciéndonos suponer que llega hasta Dios Padre, a través del cual, y en

un plano medio, el pueblo de Jaén le ofrece a la Virgen sus plegarias en forma de corona en

oro. Por tanto, y en tres planos, dos de ellos representados en la obra, y uno incluido en el

retoricismo de la misma, se incluye la vida terrena de Jesucristo, a través del Descenso a la

ciudad de Jaén de la Virgen de la Capilla, la divinidad de Dios Padre en el plano superior

concediendo al pueblo a Su Hijo a través de la Madre, y la feligresía en un plano intermedio,

como hijos que imploran a su madre y en acción de gracias, a través del Padre, le imponen la

presea.

Si centramos la mirada en el segundo plano de la obra, encontramos la representación

de la portada del Descenso, situada en la fachada posterior del templo de San Ildefonso, lugar

donde, según la tradición, terminó la celestial procesión y la Virgen fue elevada al cielo. No

es casual la disposición de la talla de la Virgen, pues como nos indica el acta notarial de

Villalpando, firmada el 13 de junio de 1430, ese fue el lugar en el que los que presenciaron el

extraordinario suceso vieron como el cortejo celestial ascendía, después de posar los pies en

el lugar.

Por tanto, la imagen enlaza de una forma metafórica el aniversario de la coronación de

la Virgen y el agradecimiento del pueblo de Jaén por el apoyo mostrado a los habitantes de la

ciudad a lo largo de su historia, y de forma específica en el año 1430 tras el descenso a la

ciudad para socorrer a los que estaban decididos a abandonarla8.

Tampoco es casual que la talla de la Virgen delante del mosaico representado en la

histórica fachada del Descenso, puesto que en la representación que nos concierne no hay

8 Según el texto de Vicente Montuno Morente, los habitantes de la ciudad estaban decididos a abandonarla

debido a los incesantes ataques recibidos por parte de los moros, por lo que interpretaron como una señal

divina el Descenso de la Virgen a la ciudad, mostrando su aliento y apoyo para resistir el conflicto y mantenerse

en el lugar. Hay una referencia clara en la jaculatoria popular que el pueblo de Jaén reza a su patrona: “Bendita

sea la hora en que María Santísima descendió del cielo a la ciudad de Jaén para socorrer a nuestros mayores”.

(Canto popular)

28

Imagen 13: Ángel Sierra Tirao. Año 2006

cabida para nada más que no sea la talla de la Virgen y su relación con el pueblo jiennense,

por ello, ese mosaico compuesto por teselas que preside la fachada está oculta porque el

centro más importante, no solo a nivel religioso sino también histórico, está presente y ha

derrocado cualquier representación terrena, viéndose traspasada por lo divino que ha

alcanzado el mundo mortal.

La tercera de las obras (Imagen 13) que nos concierne dentro de esta tercera etapa

salió del pincel de Ángel Sierra Tirao, escultor y pintor nacido en Torredonjimeno. Se trata de

un óleo sobre lienzo que rompe de forma extrema la línea seguida por las dos obras anteriores

en cuanto a técnica, aunque si nos centramos en el retoricismo expresado no se aleja de

ningún modo de la enorme capacidad expresiva a través de símbolos que podemos encontrar

en él.

Éste que nos concierne es fiel representación

de la más pura tradición que en Jaén está arraigada,

y más aún con la veracidad concedida al acta

notarial de Villalpando, la cual recoge el testimonio

de los cuatro testigos singulares del extraordinario

suceso acaecido la noche del 10 al 11 de junio de

1430. La representación ocupa el marco central de la

pintura, representada cual procesión litúrgica precedida por monaguillos con cruz y faroles, y

seguida del cortejo, descrito como celestial por la luz irradiada por los participantes. Así

podemos observar una rica simbología en las gentes que lo conforman, portando ramas dos de

ellas, un cáliz para la posterior celebración litúrgica otra persona, y diferentes enseres a

utilizar en el lugar donde terminó la procesión. Cabe destacar la luminosidad desprendida por

los personajes centrales de la representación, siguiendo fielmente el testimonio de los

presentes recogido por Vicente Montuno9. En perfecto orden se desgranan las diferentes

figuras relatadas en el texto, considerando por estudios posteriores que la mujer denominada

como beata era la santa venerada en el lugar por los jiennenses y llamada Catalina de

Alejandría. Por ello, el autor ha querido expresar con una rueda la presencia de aquella santa

mujer, pues como afirma la tradición, fue una mártir cristiana del siglo IV condenada a morir

en la rueda por su fe, la cual se destruyó milagrosamente al tocarla ésta. A la derecha de la

celestial señora que ocupa el centro de la obra, encontramos dos señores que encajan

9 “Una Señora, vestida con resplandecientes ropajes y con un niño “bien criadillo en los brazos”, llevando a la

derecha a un clérigo y a la izquierda una mujer con aspecto de beata, presidía una procesión en la que figuraban las cruces parroquiales de la ciudad y una numerosa milicia de hombres de guerra”. (Montuno, 1950, 43).

29

perfectamente en la descripción del clérigo que aseguran los testigos, pues al portar una mitra

nos recuerda al Santo Ildefonso y su camarlengo portando la Sagrada Escritura.

El culmen de todo, la celestial señora que centra el cuadro sigue a la perfección lo

expresado el testimonio, pues de una forma resplandeciente ilumina todo lo que la rodea,

portando en sus brazos un niño “bien criadillo” (Montuno: 1950, 43), el cual podría ser el

mismo Jesucristo. La representación misma de la señora reluciente corresponde a una

interpretación totalmente libre en cuanto a disposición e iconografía se refiere, pues la mano

derecha se asemeja a la de la talla de la Virgen de la Capilla, así como la posición de los pies

y ropajes, mostrados en movimiento. El cabello rubio tanto de la señora como del niño hace

una alusión clara y definitiva a la imagen de la patrona que centra este estudio, así como la

posición de las manos del último, sosteniendo un elemento brillante como el conjunto. Tras el

cortejo quedan desdibujados unos hombres, que bien pudieran ser esos militares u hombres de

guerra que cerraban el cortejo.

Después de analizar los personajes principales que captan la atención, tenemos que

centrarnos en esas cuatro personas que presencian el cortejo desde cuatro lugares distintos,

por lo que los detalles de su testimonio serán distintos como sus perspectivas, aunque conexos

en cuanto a hechos. Buena muestra de ello es el acta notarial recogida por Vicente Montuno,

que nos relata los cuatro testigos del extraordinario suceso10

A excepción de ciertos detalles de ubicación, la obra es fiel reflejo de lo ocurrido

aquella noche y en la forma en la que los testigos lo presenciaron. Muestras de asombro se

pueden observar en el que se encuentra encima de la pared del corral de su casa, o aquellos

que tímidamente se asoman a las puertas y ventanas.

El cuarto testigo aparece de una forma ensombrecida, como si no quisiera mostrar su

identidad y observara precariamente el hecho. Tal es la simbología de este extraño personaje,

que podemos concluir comentando que a través de este cuarto, todos y cada uno de los

habitantes de la ciudad de Jaén ponen su atención en el arrabal de San Ildefonso el 11 de junio

de 1430, todos son testigos presenciales del Descenso de la Virgen a la Ciudad, y todos y cada

uno están llamados a pedir su protección como ya hicieran los de la época, obteniendo su

favor. De ahí que aparezca totalmente desprovista de rostro, vestimentas o elementos

identificativos; no importa la época, edad, sexo, cualquier persona se asoma a su particular

ventana para contemplar lo ocurrido.

10

MONTUNO, V. (1950). Nuestra Señora de la Capilla. Madrid: Blass S. A. Tipográfica.

30

Imagen 14: Obra de Javier Ochando

Melgarejo. Año 2007

La cuarta de las piezas que componen esta serie

(Imagen 14) es obra de Francisco Javier Ochando Melgarejo

en el año 2007, con una técnica mixta en papel pegado a tabla.

La simple pero a la vez compleja representación que

observamos corresponde a la unión clara de dos planos en

algunos casos opuestos. Dos son las figuras que podemos

observar más claramente en la parte central; una de ellas es la

talla de la Virgen, esta vez, apoyada sobre una sencilla peana

en madera que luce el escudo propio de la cofradía que se

encarga del cuidado y mantenimiento de la imagen. A sus

pies, una alfombra reviste los escalones, sin dejar nunca que la

talla pueda tocar el suelo, considerado como impuro para una

imagen sagrada como la que nos concierne.

Nada es casual cuando se trata de pintura, y en este caso, el manto que porta la Virgen

de la Capilla es conocido como “de los niños”, debido a que su donación se llevó a cabo a

través de una suscripción popular infantil en todos los colegios de la ciudad. Podemos

considerar que este manto es el que mejor representa al pueblo, y qué mejor que a los

inocentes niños que conformarán el futuro de Jaén. Ese acercamiento que consigue Ochando

entre lo divino y lo popular se ve también acentuado por la aparición de una niña arrodillada a

los pies del presbiterio, portando en sus manos una rosa blanca, símbolo de homenaje filial y

devotísimo de los hijos del pueblo de Jaén hacia la patrona principal. Todo lo ofrendado a la

Virgen se puede resumir en eso, una flor. Luce la niña pañoleta falda y mandil perteneciente a

los ropajes que componen el traje típico de la ciudad jiennense llamado “de pastira” para las

señoras y “de chirri” para los caballeros. Así, no solamente se establece una relación entre la

ciudadanía y el pueblo santo, sino que se concreta de una forma directa en el pueblo de Jaén,

que una vez más, como se ha expresado previamente en las representaciones 1, 2 y 3, acude a

las plantas de la que según los documentos anduvo por las calles de la ciudad en momentos de

angustia y abandono.

Como singularidad mencionar que esta imagen puede catalogarse de insólita, pues se

muestra a la imagen de la patrona sin entronizar en ningún tipo de manifestador ni estructura

que realce sobre todo el tempo a la talla, y es que para conseguir ese acercamiento e íntima

unión entre el pueblo de Jaén y su patrona, la Virgen ha quedado dispuesta a los pies de su

lugar, y el pueblo se acerca hasta ese mismo emplazamiento para que el encuentro pueda

31

producirse. De esa forma nos encontramos en un espacio a caballo entre la popularidad y

divinidad, pues no es un lugar cualquiera. Se encuentra a los pies del presbiterio, donde según

la tradición cristiana es el lugar en el que empieza el pueblo de Dios, que se reúne para

celebrar el sacrificio; también es el lugar en el que el sacerdote se acerca al pueblo para

repartir el cuerpo del Señor. Por tanto, ambas partes son las que inciden en su propio y

personal aproximación al colectivo opuesto, haciendo de sí mismos una unión mística e

intimísima. Queda reflejado en la tradición jiennense, pues no solamente esa ayuda fue

recibida de parte de la divinidad, sino que el pueblo a lo largo de los siglos ha agradecido

merecer ese favor.

Para finalizar el estudio de esta pieza precisa, cabe mencionar de forma breve un

utensilio que aparece colgado en la parte superior derecha, y es una lámpara plateada, regalo

del pueblo a su patrona, una vez más en agradecimiento por el apoyo y protección ofrecidos

en tiempos difíciles. Constituye este objeto otro símbolo que contribuye a aumentar el

significado retórico mostrado en la pintura.

La quinta de las obras (Imagen 15) a analizar es una

acuarela de David Padilla Martínez, obra que sirvió de base

para el cartel de las fiestas patronales del año 2008. Esta obra

realza a simple vista la talla de la Virgen de la Capilla

enmarcada en el camarín que la acoge durante todo el año.

Puede llamar nuestra atención la tonalidad en la que está

realizada, pues carece totalmente de colores fríos. La principal

intención y simbología de las tonalidades que se pueden

apreciar en la totalidad de la obra refieren a la acogida del

lugar, pues son los aposentos de la Virgen, donde todos sus

fieles la visitan día tras día, emplazamiento en el que van a

implorar su maternal protección.

La talla, portando uno de los mantos más majestuosos y ricos en cuanto a la artesanía

del bordado se refiere, sostiene en el brazo derecho uno de los atributos que viene siendo

recurrente en las últimas manifestaciones estudiadas, el cetro, que simboliza su mando y

patronazgo sobre toda la ciudad. Igualmente, a sus pies luce el bastón de mando propio de un

alcalde, perteneciente al Excmo. Sr. D. Ramón Calatayud Sierra, quien fuera alcalde de la

ciudad. Su título de Alcaldesa Mayor Perpetua de Jaén claramente reflejado con tal atributo.

La mayor simbología de esta obra la esconde el planto que podemos contemplar al

fondo; se trata de la exuberante cúpula que corona el camarín de la Virgen. En él, y como si

Imagen 15: Obra de David Padilla

Martínez. Año 2008

32

de brazos se tratasen, parten desde el centro ocho cenefas, de las cuales solamente podemos

observar cinco. La riquísima simbología que estas representan nos recuerda a la romana plaza

de San Pedro, ofreciendo abrazo a los peregrinos que allí se congregan. Por su disposición, la

cúpula que nos ocupa mantiene una estrecha y a la vez simbólica relación con ese abrazo

hacia la cristiandad en la plaza vaticana, pues puede interpretarse de igual forma al caer de

forma casi vertical hacia la parte superior de la imagen.

Doble es la interpretación que puede hacerse de este simbólico abrazo en la cúpula del

camarín, pues el emisor del mismo ofrece una doble visión. La primera de ellas nos evoca a la

previamente citada plaza de San Pedro, pues es Dios quien ofrece su amor paternal a los allí

congregados, y en este caso, la Virgen de la Capilla ofrece a los fieles del arrabal una

protección como la ya mostrada en tiempos pasados. La simbología también nos evoca una

segunda interpretación, en la cual Dios Padre acoge a la Virgen y la ensalza en el cielo con los

ángeles y santos. Según la tradición católica, la Virgen María es la única que está en cuerpo y

alma en el cielo, pues analizando varios pasajes de la Sagrada Escritura se concluye que no

pudo pasar la Virgen a otra vida a través de una muerte como la conocemos habitualmente,

sino no se cumpliría 1 Tes 4:1711

. Si pasó a otra vida mediante un medio que no es el habitual,

puede concluirse también que era una persona especial, como nos dice Lc 1:2812

y Lc 1:4813

.

Junto con estos pasajes, y con el testimonio prestado por Hech 1: 9-1114

acerca de la propia

experiencia de Jesucristo, podemos afirmar que todo el relieve apreciado en la cúpula del

camarín hacer referencia al cielo que acoge el cuerpo y el alma de la Virgen de la Capilla,

estableciendo una metáfora de su virginidad y acogida.

La siguiente pintura (Imagen 16), obra de Jacinto Linares Talavera, está realizada en

óleo sobre lienzo en el año 2009. Nos muestra en este caso una vista casi panorámica del

portentoso retablo que enmarca en el centro la talla de la Virgen de la Capilla. Con una

técnica hiperrealista contemplamos como si de una fotografía se tratase todos y cada uno de

los detalles que conforman esta fachada, con claras alusiones a referencias bíblicas.

11

“Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las

nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes 4:17). 12

“Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo !Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre

las mujeres” (Lc 1:28). 13

“Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las

generaciones” (Lc 1:48). 14

“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado; y una nube le recibió y le quitó de sus ojos. Y estando

con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él iba, he aquí dos varones se pusieron junto á ellos en vestidos

blancos; los cuales también les dijeron: Varones Galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús que ha

sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hech 1: 9-11).

33

Propias de la arquitectura barroca en América y Europa, encontramos en ambos

laterales del retablo dos columnas salomónicas, cuya función, conjuntamente con la de

sostener la parte superior de la pieza, ayuda al barroquismo inspirado en las piezas de la obra.

Junto al arco que centra el propio camarín de la Virgen, se

aprecian dos pequeños querubines en referencia a la letanía

bíblica “Reina de los ángeles”, mostrando a la Virgen una vez

más como escogida para llevar a cabo su tarea de protección.

En esta representación volvemos a apreciar a la Virgen

como nos la presenta la visión apocalíptica “Y una gran señal

apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna

debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce

estrellas” (Ap, 12: 1). Así vemos como fielmente queda

reflejada en la iconografía de la Virgen de la Capilla el pasaje

bíblico, con una corona sobre su sien, una gran luna postrada a sus plantas y con una enorme

luminosidad desprendida por las tonalidades doradas empleadas en la propia talla de la

Virgen, refiriéndonos de una forma evidente a esa relación entre la extraordinaria luz emitida

por la estrella solar y la Virgen mostrada en visión apocalíptica.

Ante el camarín, cuatro candelabros y un crucifijo, signo inexpugnable de toda

manifestación y retablo religioso, pues según la más arraigada tradición cristiana es el

símbolo máximo de la cristiandad.

Nicolás Sánchez Cubillo también colaboró en la ampliación de esta colección pictórica

dedicada a la imagen de la Virgen de la Capilla, la cual está realizada en óleo sobre lienzo

(Imagen 17). Esta representación, alejada de la línea seguida por las anteriores, está llena de

colorido y flores que rodean la talla de la Virgen.

Alejada de la seriedad que ha caracterizado la línea seguida hasta ahora, y lejos del

posible oscurantismo suscitado por las manifestaciones

religiosas referentes al legado más tenebroso de épocas

anteriores, nos situamos ante una explosión de júbilo, alegría y

color. La enorme cantidad de flores que enmarcan la delicada

figura es una expresión directa y con una doble dimensión en

la relación específica con el pueblo jiennense, pues son dos los

momentos claves en los que estas flores adquieren un sentido

simbólico de ofrenda, acción de gracias y petición a la Virgen

Imagen 16: Obra Jacinto Linares

Talavera. Año 2009

Imagen 17: Obra de Nicolás Sánchez

Cubillo. Año 2010

34

y protectora de la ciudad. El mes de mayo al completo acoge esa ofrenda de las diversas

instituciones religiosas, civiles y militares que se postran a los pies de la Virgen, y con un

canto popular se las depositan a sus plantas. Esta relación refiere a la referencia eclesiástica y

popular entre la Virgen María y el mes de mayo llamado también de las flores15

. Aunque la

Iglesia católica dedica con especial atención el mes de diciembre a la Virgen, durante el

periodo que antecede a la Navidad, es de costumbre popular dedicar también el mes florido

por excelencia a la Virgen, pues es el considerado como de explosión de la naturaleza,

utilizada como en tantas ocasiones para metaforizar el bello color y resurgimiento de los

campos con la vida regalada y encarnada en María, centro neurálgico de la pureza.

Como si de una pescadilla que se muerde la cola se tratase, el inmenso enjambre de

flores que rodean a la talla hacen una viva alusión a la vida, un ciclo que aunque con un

pensamiento mortal tienen inicio y tiene fin, ese fin vuelve a verse como un renacimiento o

resurrección a un nuevo estado, según las Sagradas Escrituras junto a Dios Padre en un Reino

denominado “de los cielos”. Así, basándonos en los textos sagrados, vemos como la primera

carta a los Tesalonicenses16

nos habla de esa resurrección de los muertos como inicio de otra

vida continuación de la terrena. Más referencias encontramos en la primera carta a los

Corintios17

y en la carta a los Romanos18

, con lo que podemos llegar a la conclusión de que

ese ciclo vital no acaba con la muerte, sino que hay algo más después, según lo profetizado

para continuar en otra vida y otro estado, siguiendo un mismo camino que nunca acaba, pues

si hay una vuelta a Jesucristo, hay una vuelta a la fuente del agua y completamos el ciclo

volviendo al origen inicial representado en esta obra por el ciclo floral que enmarca a la

Virgen de la Capilla.

Cierra esta obra el escudo del Excelentísimo Cabildo Catedralicio, cuya aparición no

es algo aleatorio, sino que hace mención al 350 aniversario de la consagración del templo

15

Siguiendo la tradición religiosa popular, desde tiempo inmemorial se une de una forma casi imperceptible el

empleo de canciones utilizadas en romerías y manifestaciones públicas a lo que podemos considerar música

religiosa y popular, cuyas letras refieren de forma metafórica a esas flores como ofrenda permanente a la

Virgen: “Venid y vamos todos con flores a porfía, con flores a María, que Madre nuestra es”. (Canto popular). 16 “

Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.(1

Ts, 4: 14). 17

“Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder” (1 Co, 6: 14). 18

“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a

Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Rm, 8: 11).

35

Imagen 18: Obra de Francisco

Galiano Gómez. Año 2011

renacentista celebrado en el año 2010. Muestra el escudo alusión a la Asunción de la Virgen y

una escueta referencia al texto del apocalipsis con un dragón19

a los pies de María.

La obra realizada por Francisco Galiano Gómez (Imagen

18) en una técnica mixta de acrílico, óleo y grafito sobre tabla

continúa ampliando esta colección pictórica con referencia a la

patrona de Jaén. En este caso se muestra la maternidad divina de

la Virgen con una relación materno-filial intimísima, con centro

en una relación humana de cotidianidad que trasciende lo

divino. La talla gótica de la Virgen de la Capilla ocupa el plano

principal, estando rodeada de una serie de elementos que en

ningún caso restan atención al misterio maternal. En el Concilio

de Éfeso 431 fue proclamada como Madre de Dios, y así ha

querido mostrarlo Galiano en su pintura, enlazando con una

profunda tradición apocalíptica en cuanto a iconografía mariana

se refiere. Si hemos descrito el texto del Apocalipsis en su

capítulo 12 en la anterior representación, no menos referencia hay que hacer en la presente,

pues en un ambiente de misticismo favorecido por la espesa nube que nos traslada a un lugar

entre lo divino y lo terreno, aparecen esos elementos marianos expuestos en la Escritura.

Doce son las estrellas que rodean la cabeza de la Virgen, sustentadas en esa nube y

colocadas perfectamente en consonancia para crear una aureola perfecta. También, y de una

forma desdibujada observamos la luna que se posa a los pies de la Virgen, con grandes

dimensiones como la material que luce la Virgen de la Capilla. Puede ser, por tanto, que esas

manifestaciones queden en un segundo plano para resaltar lo principal, pues la intención del

autor no es otra más que resaltar el Dogma promulgado en Éfeso por encima de cualquier

representación iconográfica.

El tercer elemento que acompaña la escena es uno de los ricos mantos que posee la

patrona de Jaén como regalo de su pueblo, ornamento que en ningún caso roza la talla, y

también aparece en suaves líneas, sin demasiado detalle, concentrando la atención en la

imagen gótica. Ese regalo del pueblo de Jaén a la Alcaldesa Mayor es muestra inapelable de la

historia, pues pocas son las ciudades que tienen un referente tan claramente relacionado con la

cristiandad en su proceso de desarrollo, incrementado por la existencia de un acta notarial

19

El texto apocalíptico hacer referencia a la aparición de un dragón, el cual se muestra en el escudo del Cabildo

Catedralicio bajo los pies de la Virgen: “También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón

escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas” (Ap, 12: 3).

36

Imagen 19: Obra de Sor Isabel

Guerra Pérez-Peñamaría. Año 2012

considerada como veraz. Muestra de esta afirmación es la aparición en el plano inferior de la

pintura de la ciudad de Jaén, un continuo de casas con una baja edificación y sin un plano

claramente cuadriculado. Por estas características se deduce que esas viviendas pertenecen a

una época cuanto menos antigua, muestra del paso del tiempo y la evolución de nuestra

ciudad. Culmina ese paisaje la catedral de la Asunción, como centro neurálgico de ese núcleo

urbano. Por tanto, hay una ligazón establecida entre la historia de Jaén y su devenir religioso,

acompañando de la mano cada uno de los procesos y cambios que ha ido sufriendo.

Justamente esa es la iconografía representada en el plano inmediatamente superior a este, una

imagen religiosa, que con protección maternal expresada en el niño que porta en su brazo

protege a una ciudad, la cual está profundamente agradecida y devuelve el favor con ricas

ofrendas terrenales, motivo por el cual están en otro plano, sin tocar a la imagen.

Las tonalidades cálidas de la obra se entremezclan con colores fríos en su parte

inferior, partiendo el plano entre el espacio habitado por el pueblo de Dios, en todo caso

mortal, y el espacio de la divinidad, resaltado por colores cálidos y claros. La imagen,

inmortal pero a la vez terrenal centra la mirada, pues se encuentra entre ambos espacios,

símbolo inequívoco de ese camino conjunto de la historia y la religiosidad popular.

Uno de los grandes nombres que resuenan en la pintura

realista actual en el ámbito nacional es el de la autora de la

obra que ahora nos ocupa (Imagen 19), y con la que concluye

este estudio sobre representaciones pictóricas. Se trata de la

religiosa cisterciense de Santa Lucía Sor Isabel Guerra Pérez-

Peñamaría, conocida popularmente como “La Monja Pintora”.

En un óleo sobre lienzo ha plasmado lo que podría tratarse de

una fotografía por su realismo, su fuerza y movimiento; una

imagen que da una visión totalmente opuesta a las

manifestaciones anteriormente analizadas. Si hasta ahora

hemos visto obras compuestas por diversos elementos

simbólicos cargados de emotividad y significación, envueltos

en tonalidades claroscuras dentro de templos o realidades con cierto atisbo a divinidad, ahora

hacemos frente a una imagen totalmente natural y cercana por su ubicación. Ha colocado a la

Virgen de la Capilla en la popular calle de las Campanas, situada en el centro histórico de la

ciudad de Jaén, junto a la catedral de la Asunción. Ese centro histórico muestra la cercanía

37

profunda y absoluta de la patrona y protectora celestial del pueblo jiennense, y más aún

acrecentada por la manifestación pública tan común en la región andaluza.

La Virgen de la Capilla está en procesión, ha salido a la calle para devolver esa visita a

todos los que de una forma u otra se han postrado a sus plantas día tras día. Una imagen llena

de movimiento sobre los esfuerzos y trabajo de los portadores que hace avanzar en el

atardecer del 11 de junio a la patrona entre el pueblo. La vitalidad desprendida de la escena

nos recuerda aquellos orígenes de la religiosidad popular, cuando los enormes retablos

barrocos eran puestos en la calle para contemplación del pueblo, época en la que hizo falta un

giro de 180º para acercar la Iglesia a la ciudadanía, que la veían como algo solamente

reservado al clero y alta sociedad.

La rememoración de aquel maravilloso suceso del 11 de junio de 1430 nos recuerda la

historia viva de Jaén, el porqué del no abandono de las gentes en tiempos difíciles de

vicisitudes aparentemente sin solución.

La imagen atípica en la modernidad de la Virgen de la Capilla que nos muestra Sor

Isabel Guerra, responde a la descripción profética del Salmo 4520

en la descripción metafórica

de María como la hija del rey, con las mejores galas y tapando con ropajes ricos en

ornamentos la talla gótica. Una estridente media luna reposa a los pies de la imagen, y sobre

su cabeza son doce las estrellas que rodean la corona, símbolos claramente apocalípticos.

Rematado por tonos y texturas empastadas bajo el soporte de la Virgen se culmina esta

obra, muestra de la explosión de júbilo y esplendor de las celebraciones patronales, en las que

el pueblo resurge y llena de peticiones las andas que, flanqueadas por llamas como la zarza

ardiente21

, portan a la Virgen de la Capilla, descendida del cielo para socorrer a las gentes de

Jaén.

Damos pues con esta última pintura, por concluido el estudio de las representaciones

pictóricas que centran su atención en la Virgen de la Capilla y el Descenso a la ciudad de

Jaén, estableciendo una ampulosa lista de simbología que tienen una doble función,

representar los documentos históricos y literarios, y a la vez enseñar y difundir los sucesos

que han marcado de forma definitiva el devenir de la ciudad de Jaén.

20

“Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados” (Salmo 45: 14). 21

El libro del Éxodo relata el pasaje en el que Dios habla a Moisés a través de una zarza ardiente, simbología

utilizada en diversas expresiones religiosas actuales como acercamiento de Dios a su pueblo a través de

elementos de la naturaleza: “Entonces dijo Moisés: Me acercaré ahora para ver esta maravilla: por qué la zarza

no se quema. Cuando el Señor vio que él se acercaba para mirar, Dios lo llamó de en medio de la zarza” (Éxodo

3: 3-4).

38

6. CONCLUSIONES

Tras haber realizado un estudio pormenorizado de las obras escultóricas y pictóricas

que hacen referencia a la historia y tradición de la Virgen de la Capilla en la ciudad de Jaén,

podemos concluir señalando la enorme cantidad de símbolos que encierran las diferentes

manifestaciones existentes, pues bastaría con solamente una pocas para realizar un estudio

completo. Debido a lo extenso del terreno no ha sido posible hacer hincapié con la suficiente

profundidad en la historia y tradición propiamente de cada uno de los elementos, pues habría

material para completar varios estudios.

Uno de los elementos que de una forma personal y subjetiva puede valorarse de forma

positiva es el punto de partida y base para otros estudios posteriores, pues éste de las

manifestaciones alusivas a la imagen de la Virgen de la Capilla no ha sido objeto de estudio y

análisis profundo como si lo ha sido el de otras manifestaciones populares y religiosas a lo

largo de la geografía andaluza y también nacional.

Considerando los símbolos analizados podemos añadir a cada una de las

manifestaciones un sentido puramente didáctico, considerándose una forma de “hacer

escuela” por la cantidad de referencias a las que alude. Desde el punto de vista religioso ha

supuesto desde siempre una fuente importantísima de recursos para poder acercar al pueblo

las enseñanzas regidas por las Sagradas Escrituras, y en este caso podemos ver cómo tras el

análisis del retablo de “El Descenso” subyace un fin puramente didáctico. Concluimos

también que las manifestaciones están plenamente influidas por la historia de Jaén y las

diversas coyunturas históricas y culturales de la ciudad como así lo muestran los elementos

que aparecen en las manifestaciones analizadas.

Muy probablemente una de las desdichas de nuestro tiempo sea la de poder acceder de

manera inmediata a las diferentes manifestaciones y sus interrelación con otras artes, y no ser

conscientes de la cantidad de símbolos que éstas incluyen, ya que desde la perspectiva única,

subjetiva y personal de cada receptor puede componerse un abanico inmenso de

interpretaciones, todas ellas fundamentadas y con un valor incalculable, objetivo principal de

las manifestaciones artísticas. Cada una de esas interpretaciones pueden constituir un arma

poderosísima para continuar con algo que desde hace siglos ha ido sumando un largo continuo

de diversos pareceres, cada uno de los cuales con sus diferentes visiones han aportado nueva

luz sobre un hecho que quizá hasta entonces nadie había acertado adivinar.

Gracias a todas estas manifestaciones hoy por hoy la tradición e historia de la Virgen

de la Capilla en Jaén es lo que conocemos, pues sin ellas podría haber caído en el olvido, sin

39

tener acceso a algo que, fuera o no cierto, ha suscitado una fuente valiosísima para continuar

con la producción artística, signo de evolución de una sociedad a través de la cual la

sensibilidad humana adquiere su punto álgido.

7. BIBLIOGRAFÍA

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