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Introducción 1. ¿Qué son los Partidos y Sistemas de Partidos? Resulta difícil imaginar que en los Estados contemporáneos pueda existir una política sin partidos. De hecho, solo hay dos tipos de estado en los que se aprecie la ausencia de partidos hoy en día: sociedades tradicionales gobernadas por familias y regímenes que han prohibido los partidos y actividades que ellos desarrollan. Aunque la conducción de política y gobierno parezca requerir la presencia de partidos, esto no significa que siempre se reverencie a los partidos como institución. En muchos partidos existe desconfianza hacia ellos (EEUU). A veces, este antipartidismo se aprecia a través de los intentos para limitar su actividad. Por lo demás, incluso en aquellos países donde los partidos parecen tener un mayor grado de aceptación, vista su implicación en la vida pública, la insatisfacción con la política puede afectar a los grandes partidos. Dada la importancia de los partidos para el Estado moderno, urge definir lo que son, pero aquí aparece el problema de identificar con precisión los vínculos que existen entre partidos y otras instituciones sociales y políticas. Quizá a mejor forma de sortear el problema pase por considerar algunos rasgos de los partidos, que algunos observadores consideran clave. Los partidos son instituciones que agrupan a gente con el propósito de ejercer el poder en el seno del Estado. En muchos casos, el objetivo a largo plazo es hacerse con el control del estado, bien en solitario, bien en conjunción con algunos partidos. Sin embargo, hay algunas excepciones que impiden considerar este rasgo como característica definitoria de un partido. El objetivo de algunos parece ser la disolución de un estado existente y no ejercer el poder en su seno (Marxistas ortodoxos a finales del XIX). Como táctica para lograr el objetivo último de derrocar a un régimen, un partido puede optar por o implicarse en la actividad asociada al ejercicio del poder, es decir, no ayudar a crear un gobierno. Existen algunas formaciones autodenominadas partidos, que se implican en actividades políticas asociándose con partidos, cuyo propósito es distraer o ridiculizar a la política como actividad (Partido de los Monstruos Lunáticos de GB). Los partidos pretenden utilizar medios legitimitos para utilizar sus objetivos. A veces los politólogos distinguen entre partidos y grupos terroristas o milicias, vinculando a los primeros a la persecución de objetivos por medios legítimos. Sin embargo, existen excepciones que debemos considerar: Partidos que empiezan como organizaciones civiles pueden acabar implicándose en conflictos armados con un régimen, bien por 1

Comportamiento político, Partidos y Grupos de Presión

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Introducción

1. ¿Qué son los Partidos y Sistemas de Partidos?

Resulta difícil imaginar que en los Estados contemporáneos pueda existir una política sin partidos. De hecho, solo hay dos tipos de estado en los que se aprecie la ausencia de partidos hoy en día: sociedades tradicionales gobernadas por familias y regímenes que han prohibido los partidos y actividades que ellos desarrollan. Aunque la conducción de política y gobierno parezca requerir la presencia de partidos, esto no significa que siempre se reverencie a los partidos como institución. En muchos partidos existe desconfianza hacia ellos (EEUU). A veces, este antipartidismo se aprecia a través de los intentos para limitar su actividad. Por lo demás, incluso en aquellos países donde los partidos parecen tener un mayor grado de aceptación, vista su implicación en la vida pública, la insatisfacción con la política puede afectar a los grandes partidos. Dada la importancia de los partidos para el Estado moderno, urge definir lo que son, pero aquí aparece el problema de identificar con precisión los vínculos que existen entre partidos y otras instituciones sociales y políticas. Quizá a mejor forma de sortear el problema pase por considerar algunos rasgos de los partidos, que algunos observadores consideran clave. Los partidos son instituciones que agrupan a gente con el propósito de ejercer el poder en el seno del Estado. En muchos casos, el objetivo a largo plazo es hacerse con el control del estado, bien en solitario, bien en conjunción con algunos partidos. Sin embargo, hay algunas excepciones que impiden considerar este rasgo como característica definitoria de un partido.

El objetivo de algunos parece ser la disolución de un estado existente y no ejercer el poder en su seno (Marxistas ortodoxos a finales del XIX).

Como táctica para lograr el objetivo último de derrocar a un régimen, un partido puede optar por o implicarse en la actividad asociada al ejercicio del poder, es decir, no ayudar a crear un gobierno.

Existen algunas formaciones autodenominadas partidos, que se implican en actividades políticas asociándose con partidos, cuyo propósito es distraer o ridiculizar a la política como actividad (Partido de los Monstruos Lunáticos de GB).

Los partidos pretenden utilizar medios legitimitos para utilizar sus objetivos. A veces los politólogos distinguen entre partidos y grupos terroristas o milicias, vinculando a los primeros a la persecución de objetivos por medios legítimos. Sin embargo, existen excepciones que debemos considerar:

Partidos que empiezan como organizaciones civiles pueden acabar implicándose en conflictos armados con un régimen, bien por haber optado por el recurso a la fuerza, bien en respuesta a la represión del régimen.

Organizaciones que nacen para derrocar a un régimen por la fuerza si es necesario, pueden contar con ‘brazos políticos’ que reúnen las características propias de los partidos.

Los partidos intentarán participar en las elecciones del Estado. Centrándose en la política de los regímenes demoliberales, algunos politólogos intentar definir el partido acentuando en la actividad de proponer candidatos u compitan en elecciones por cargos públicos. Pero aún aceptando que los partidos de regímenes donde no se celebran elecciones no son partidos, aparecen más problemas:

Algunos partidos pueden negarse a proponer candidatos si piensan que contribuirán a legitimar un régimen que no reconocen o creen que no favorece sus objetivos a largo plazo.

En algunas circunstancias, un partido que suele participar en las elecciones puede negarse a hacerlo en unas elecciones concretas en protesta contra alguna política gubernamental.

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No obstante, la mayoría de partidos considera que las elecciones son un mecanismo que les ayuda a desplegar su fuerza política, aunque no tengan intención de unirse al gobierno que salga de las elecciones. La publicidad que conllevan las actividades electorales supone que, a no ser que el ascendente de un partido sobre una comunidad concreta sea especialmente intenso, éste se arriesga a perder algunos de sus simpatizantes que se pasarán a partidos que sí estén dispuestos a presentar candidatos. En las democracias liberales, solo algunos partidos sectarios podrán permitirse el evitar la política electoral, y ésta es la razón que hace que la participación en las elecciones parezca ser la actividad nuclear de todas las desplegadas por los partidos en tales regímenes. Ello lleva a diferenciar a algunos politólogos entre partidos y grupos de presión. Los grupos de presión son instituciones que quieren tener influencia pero que no presentan candidatos. No es fácil describir los vínculos que existen ente ambas instituciones. A veces, un grupo representa un único interés económico o una causa única puede presentar candidatos par el desempeño de cargos públicos como parte de una estrategia pensada para presionar a los políticos de los partidos. Los partidos son instituciones que pretenden representara más de un único y limitado interés social. Aparentemente, ello permite trazar una firme línea de delimitación entre partidos y grupos de presión, pero esto no es tan claro. Es cierto que muchos partidos intentan agregar toda una banda de intereses sociales. Sin embargo, no es cierto que todos los partidos intenten apelar a una banda amplia de intereses sociales (Partido de los refugiados en Alemania). Los partidos son agrupaciones de personas con creencias, actitudes y valores similares. Algunos observadores han partido de un rasgo de los partidos británicos que señalaba Burke en el XVIII: el hecho de que se tratara de agrupaciones compuestas por personas con ideas parecidas, lo que podría llamarse una ‘opinión organizada’. Esta forma de considerar los partidos presenta dos problemas potenciales:

Excepto en el caso de partido relativamente pequeños, sería de esperar que un partido englobara toda una gama de puntos de vista, de forma que a veces, deberían darse disensiones serias ente sus miembros. Los defensores de partidos como forma de opinión organizada podrían replicar afirmando que siempre habría áreas de consenso suficiente como para diferenciar un partido de sus rivales. Esto es cierto en el caso de muchos partidos, pero nos conduce al segundo de los problemas:

Existen partidos (sobre todo los surgidos a partir de un líder carismático que representan una banda de opinión tan amplia que resulta difícil su consideración como forma de opinión organizada.

En torno a tales problemas, el autor, propone una definición de partido. Un partido político es una institución que (a) busca influencia en el seno de un estado, a menudo intentando ocupar posiciones en el gobierno, y (b) puesto que normalmente defienden más de un único interés social, intenta, hasta cierto punto, agregar intereses. Pero esto no resuelve la definición de partido. El vínculo existente entre partidos y otras instituciones sociales es tan complejo que no es de esperar que pueda aprehendérsele con ayuda de una definición simple. Pero esta definición presenta ciertas ventajas sobre otras.

Acentúa la centralidad del Estado como objetivo de la actividad de los partidos.

Reconoce que para muchos partidos, estar en el gobierno es medio importante para desplegar sus medios de influencia.

Se puede aplicar a partidos que no operan en regímenes que no sean democracias liberales.

Permite diferenciar entre partidos y grupos de presión, aún reconociendo la dificultad de tal distinción, no siempre se puede distinguir claramente.

No se defiende que en los partidos deba darse necesariamente como aglutinante el compartir principios u opiniones, por considerarse un error.

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A menudo, la diferenciación entre partidos y sistemas de partidos plantea problemas. Los partidos son instituciones, algo que no sólo implica organización formal, tb reglas formales y procedimientos que rigen las conductas. Si un partido es algo más que una organización formal, cabe diferenciar entre la institución y las áreas de la vida social y política afectadas por tal institución. En un artículo de finales de los ’60, A. King analiza la premisa (premisa para muchos autores) de que los partidos constan de tres elementos diferentes: 1partido en el electorado, 2organización de partido y 3partido en el gobierno. Según el autor, deberíamos diferenciar la institución de las actividades y procesos sobre los que el partido ejerce alguna influencia. Lo que aquí nos interesa, son los partidos en tanto instituciones y su papel a la hora de determinar la conducta electoral, pero el ‘partido en el electorado’. Tb nos interesa la formación y disolución de gobiernos y el uso que se hace de la ocupación de puestos en el gobierno para favorecer los objetivos e intereses del partido. Como los partidos, es posible analizar los sistemas de partidos desde una vertiente institucional, tb desde el punto de vista de modelos de competición y cooperación entre diferentes partidos. Analizar el sistema de partidos de un país supone algo más y menos que estudiar los partidos concretos que existen en tal país, supone analizar la interacción entre ellos. Y supone menos, pues es posible que muchos aspectos de la actividad desplegada por los partidos no tenga importancia directa a la hora de comprender la forma en que opera el sistema.

2. Estudio de Partidos y Sistemas de Partidos.

Nuestro objetivo es una labor de síntesis, dirigida no sólo a analizar el punto de vista de uno u otro autor, sino a situar tal punto de vista en el contexto de las ideas de aquellos cuyas reflexiones sobre el tema han influido en la forma en la que nosotros concebimos y explicamos partidos y sistemas de partidos. No sólo existen argumentos concretos expuestos por diversos autores; en ciencia política podemos hallar enfoques útiles par el estudio de este tema que son muy distintos entre sí, incluso llegan a rivalizar con las teorías clásicas. A riesgo de incurrir en notable simplificación, existen dos dimensiones en las que cabe encuadrar los diferentes enfoques. En la primera se localizan los factores que hemos identificado como determinantes últimos de partidos o sistemas de partidos, a los que podríamos dividir en factores sociológicos, institucionales y competitivos. Mediante el factor sociológico se intentan explicar los fenómenos políticos a partir de los fenómenos sociales subyacentes. Por ejemplo, cabe explicar la presencia de un partido social-demócrata en un país afirmando que existen en el país grupos con intereses normalmente defendidos por tal partido y que existe una posible amenaza para esos intereses, lo que convierte su defensa en algo importante para estos individuos. Según este enfoque, las instituciones políticas son meros intermediarios y en el proceso de búsqueda de explicaciones causales se pasa rápido por encima de los fenómenos políticos para centrarse en lo que se consideran determinantes últimos: modelos de conflicto social existentes en un país. Según el enfoque institucional, las instituciones sí tienen importancia. Las luchas políticas se verían siempre mediatizadas por el escenario institucional en el que se desarrollan. Si se cambian ciertos aspectos de las reglas que rigen la poética es de suponer que se vean afectadas tanto la naturaleza de las instituciones como la forma de llevar a cabo la acción política. Por ejemplo, la introducción de restricciones legales al clientelismo político puede tener efectos de largo alcance sobre la naturaleza de los partidos que operan en un sistema y sobre los modelos de conflicto y cooperación que se dan entre ellos. El enfoque de los factores competitivos se considera una variante del modelo institucional, pues niega la primacía de los factores sociológicos. Si bien el enfoque institucional se centra en una amplia gama de instituciones que revisten importancia para el estudio de partidos y sistemas de partidos, el presente enfoque

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se centra sólo en la competición. Así, se trata de un enfoque de aplicación solo en los regímenes liberal-democráticos. Los partidos, como instituciones, compiten con otros, y el sistema de partidos refleja la lógica de interacción competitiva (y de cooperación). Se concibe a los partidos como actores con intereses propios que responden a la lógica de la situación en la que se encuentran: competición por el voto. Este enfoque comparte con el sociológico una idea que se rechaza en el enfoque institucional: las creencias, valores y actitudes de los actores implicados se asumen como dadas en un contexto institucional concreto. Por el contrario, los institucionalistas creen que el modo que tiene los actores de entender el mundo de la política y lo que buscan en él cobra forma a partir de las instituciones mismas. Existe una segunda dimensión en relación con estos tres enfoques que se interesa por la capacidad de adaptación de partidos y sistemas a los cambios en las fuerzas que les dieron forma. Así, partiendo del enfoque sociológico se podría defender que los cambios habidos en las fuerzas sociales tendrán repercusión en algunos partidos y en el sistema de partidos. El extremo opuesto entendería los partidos como producto de fuerzas sociales existen en un determinado momento crítico para un estado que solo cambiarían posteriormente como consecuencia de grandes levantamientos sociales. Los cambios menos drásticos solo tendrían impacto relativo sobre partidos y sistemas. Un institucionalista podría creer que partidos y sistemas muestran gran capacidad de adaptación a los cambios operados en las reglas que rigen el juego político. Tb cabría afirmar que demuestran ser muy poco maleables tras ese primer momento crítico que les hiciera surgir. Alguien que intentara explicar a partidos y sistemas como respuestas dadas por actores racionales a la lógica de competición, podría decir que se trata de un mecanismo con alta capacidad de adaptación. Pero tb que no tiene capacidad de respuesta porque ésta se ve inhibida en los oligopolios económicos. Cuando hay pocos productores, lo normal es que el mercado sea estable, que no haya competencia en torno a los precios y en que a veces se dan guerras de precios de corta duración. Así, podríamos considerar que un sistema de partidos aún puede estar reflejando el estado de tregua alcanzado hace años tras un periodo de intensa e inestable competición entre partidos. Por consiguiente, intentar explicar aspectos de los partidos puede implicar desacuerdos, entre los que parten de factores causales diferentes y tb entre los que comparten puntos de vista similares respecto de los factores causales últimos. Los tres enfoques se han convertido en núcleo de los principales debates en ciencia política. Por eso es importante comprender el trasfondo de una controversia que forma parte de la evolución de la ciencia política como disciplina. El viejo Institucionalismo. La ciencia política surge entre los años 20-30 a partir de dos campos: la historia contemporánea y el Derecho constitucional. El énfasis puesto en la acción de las élites políticas combinado con el enfoque naturalista de los constitucionalistas originó una disciplina con un enfoque fuertemente institucionalista. Los estudiosos asumían que las comunidades políticas funcionaban de forma diferente porque contaban con instituciones diferentes. Era un enfoque que tb se empleaba en la práctica política. Con la descolonización de África por GB se crean en cada país instituciones representativas inspiradas en las de Westminster, pensando que tales instituciones habían funcionado bien en otro contexto. El resultado fue un fracaso. La Revolución Conductista. Este enfoque sustituyó al legal-constitucional. Desde los ’40 la disciplina se había visto influida por académicos con formación en el ámbito de la sociología. Los sociólogos decían ser capaces de explicar la política examinando la conducta política. Las instituciones solo eran detalles relevantes que podían encontrar acomodo en una explicación total del comportamiento político una vez hubieran sido deducidas las causas subyacentes. Pero los sociólogos se irían percatando de lo limitado de un acercamiento a la política desde un punto de vista exclusivamente sociológico, intentando dar mayor cabida en sus trabajos a las instituciones.

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El nuevo Institucionalismo. En los ’50 y principios de los ’60 las CP norteamericana da un vuelco, de forma que hasta los ’80 no surgiría una nueva línea importante. El nuevo institucionalismo supuso un reto a la primacía conductista en el seno de la disciplina. Como habían hecho los conductistas, el nuevo institucionalismo empezó con una agenda concreta: acentuando el papel del estado y sus instituciones en la determinación de los resultados políticos. Como ocurriera con el conductismo, se ha ampliado el alcance y se ha incluido en el ámbito de estudio instituciones de carácter económico y social. Sin embargo no debemos creer que no hubo alternativa al enfoque sociológico. En estas décadas el análisis basado en la elección racional empieza a ganar terreno. Sus teóricos extrajeron de la economía la idea de que los actores implicados recurrirían a los medios más eficaces para lograr sus objetivos. Sacaron una herramienta analítica de gran importancia para los que intentaban explicar la conducta de partidos y sistemas en términos de competición. En los ’80, reanu nz de las principales corrientes de la disciplina.

Así, a la altura de los ’90 había varios enfoques alternativos que estudiaban partidos y sistemas de partidos. No existe hoy un paradigma dominante. Reflejaremos la pluralidad de enfoques que conviven hoy en la literatura especializada.

3. Estudiar Partidos y Sistemas de Partidos en los ‘90

Debido a la variedad de enfoques, el estudio de partidos y sistemas de partidos resulta más interesante. Todo se ha visto complicado por los cambios por los que parecen estar atravesando las políticas de los partidos en sí. A efectos de entender tal evolución, hemos de retrotraernos al surgimiento de los partidos. Los partidos surgieron a partir de dos fuentes originarias: desde el interior de un sistema legal y a través de movilizaciones de grupos o clases sociales que no se veían representados en tales sistemas y que querían defender sus propios intereses. Independientemente de sus orígenes, la extensión de la afiliación y el surgimiento de los electorados de masas, tuvo gran impacto en la evolución de los partidos. Obligados a competir, tuvieron que adaptar sus organizaciones, alterándose el formato del sistema de partidos, pues era necesario englobar los intereses de nuevos afiliados. Hubo décadas de gran estabilidad. En 1970, partidos y sistemas diferían poco de los de los años ’20. En las democracias liberales, parecían conformar el núcleo de las actividades del estado, lo que tb ocurría en otros tipos de regímenes (comunistas). Pero en 1990, algunos autores empiezan a hablar de una crisis política de partidos, señalando el dramático colapso en el apoyo a partidos en el gobierno en algunos países como Canadá, Francia, Italia y Japón. Por primera vez, a parecía la posibilidad de cambios radicales en el sistema de partidos. Se afirmaba que los canales de movilización política alternativos estaban minando el papel desempañado por los partidos y que la opinión pública en muchos países se mostraba escéptica respecto de su valor y actividades, desconfiando de los motivos que guiaban a los políticos. El colapso del Este de Europa provocó una oleada de reconsideraciones sobre la habilidad de los partidos para conquistar el estado a largo plazo. Estos cambios han influido en la forma que tiene los politólogos hoy de enfocar el análisis de partidos. Al estudiarlos hoy, hay que tener cierta precaución. Sobre la debacle de los partidos en los ’70, se puede afectar que solo afectó a unos pocos países, y que su impacto a largo plazo tampoco ha sido para tanto. La perdurabilidad de partidos y sistemas es uno de sus rasgos principales y bien podría seguir siéndolo en el futuro.

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Partidos e Ideología

A menudo se ha considerado que los partidos son vehículos capaces de unir a los que comparten opciones políticas similares. En las democracias liberales se cree que los partidos se diferencian unos de otros según puntos de vista e ideologías a las que se adhieren. El partido aparece como la arena en la que se organizan las opiniones sobre la forma de llevar los asuntos públicos. En un sistema, cada partido tiene sus propias ideas respecto de la relación entre sociedad y Estado y sobre el papel de éste. Esta idea de que los partidos representan diferente ideologías no es incorrecta. Si bien los consideraremos como organizaciones que tiene o aspiran a tener ideología, debemos situar en contexto tal dimensión ideológica de los partidos. Incluso en Europa a finales del XIX principios del XX había muchos partidos cuya única razón de ser consistía en obtener clientelas por medio de su control de los cargos políticos. La competencia de un electorado de masas puede haberlos hecho optar por una ideología, pero los aspectos no ideológicos de la política siguieron afectando a mucos partidos hasta bien entrado el XX. Tampoco podemos negar el carácter central que ocupa la ideología en la política de partidos. ¿Cómo comprender la adopción de una ideología concreta y su mantenimiento o modificación? Se distinguen dos enfoques. La diferencia estriba en el grado de receptividad ante las opiniones y los cambios de opinión de los votantes que se atribuye a los partidos. Uno de estos enfoques es competitivo, el otro, institucional:

Bajo el enfoque competitivo, se considera a los partidos actores que adaptan su ideología a las opiniones y valores de sus simpatizantes potenciales entre el electorado.

Bajo el institucional, se entiende que los partidos tiene cierta capacidad de adaptación, pero tb les ven como a ‘prisioneros de su propia historia’ en cuanto institución. Es decir, los aspectos propios de la ideología que adoptara un partido en su fundación tienden a mantenerse, incluso cuando las condiciones cambian. Es la propia historia de los partidos la que determina como se adapta, suponiendo que sea capaz de hacerlo.

1. Competición espacial e Ideología de partido.

El enfoque competitivo está relacionado con aquellos que parten de la ideología de los partidos y la competición espacial entre partidos. El análisis de la competición espacial debe mucho a DOWNS. En ‘An Economy Tneory of Democracy ’, el autor recurre a la idea popular de espectro político, al postulado de que existirían temas políticos que corresponderían bien a la derecha, bien a la izquierda

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o a posiciones intermedias. Vincula estas ideas a un análisis económico realizado por Hotelling (ubicación de las tiendas). El análisis de DOWNS sobre la idea más general de que los puntos de vista políticos deben situarse en un espectro, está ligado a la noción física de espacio que supone la competición entre tiendas (Hotelling). Nuestro autor asume en su modelo que todas las posturas políticas pueden agruparse en torno a un único espectro, y que, al votar lo hacemos a partido que defiende la posición ideológica que nos resulte más cercana. Un grupo de teóricos espaciales más recientes (Budge, Robertson, etc.) analizan la medida en que los partidos del mundo real difieren entre sí. Les interesa si en los sistemas liberal-democráticos hay un solo espectro o varios. ¿Hay una dimensión relacionada con temas económicos, otra relacionada con asuntos de estilo de vida/valores personales, etc.? Budge y sus colegas analizaron los programas electorales y manifiestos de los partidos en las democracias liberales a partir de la segunda guerra. Incidieron sobre el énfasis que se otorgaba a algunos asuntos en los diferentes programas y situaron la posición oficial de cada partido en torno a un tema en ‘espacios ideológicos’. Hallaron que los programas de los partidos de la mayoría de los países tendía a reflejar una única dimensión espacial izquierda-derecha. Prosiguen identificando cuatro grandes familias de partidos: comunistas, socialistas, centrista y conservadora, cada una con su posición con respecto al espectro ideológico.

Pese a lo interesante de tal análisis, podemos afirmar que no lograr captar esas diferencias entre los partidos que corren el riesgo de verse amalgamados en un ‘familia’. En el núcleo de la deficiencia de su análisis se encuentra el hecho de que los programas de los partidos solo reflejan ciertos aspectos de la ideología de un partido. El programa es la cara pública del partido, pensado para atraer votantes, pero existen otros aspectos de las creencias, valores y principios éticos que bien pueden no aparecer en un manifiesto. Estos aspectos pueden cobrar gran importancia, por ejemplo que el partido, una vez en el gobierno y por circunstancias inesperadas se vea obligado a abandonar los compromisos asumidos en el programa. Podemos acudir a Drucker, a la distinción hecha en su investigación del Partido Laborista británico. Propone diferenciar entre sus principios éticos y sus doctrinas. Las doctrinas pueden ser argumentos coherentes en defensa de posturas, pueden generar políticas públicas, pero al hablar de principios éticos, nos referimos (Drucker) al espíritu del partido, sus tradiciones, hábitos y sentimientos. Las doctrinas no se corresponden con programas o manifiestos aunque es normal que éstos sean una guía. Las doctrinas no son el único componente de la ideología de un partido, la ideología engloba tanto principios éticos como doctrinas. Sólo analizando la ideología podremos comprender lo que intentarán hacer lo miembros de un partido concreto al llegar al gobierno. Los programas solo ofrecen comprensión limitada de su conducta previsible. Las limitaciones inherentes a intentar reducir la ideología de un partido a sus programas resultan evidentes donde tales ideologías pueden consistir en mezcla entre dimensión estándar izquierda/derecha y otras dimensiones (Ej. Populismo en América del Sur). Así, en tal caso aparecen dos problemas:

Los partidos pueden hacer llamamientos contradictorios a distintos grupos de simpatizantes.

Populismo y nacionalismo –al contrario de lo que sucede con el clásico espectro izquierda/derecha- son dimensiones que se hacen más evidentes a través de las reacciones de los partidos ante ciertos eventos que por medio de cualquier declaración de intenciones. El análisis de los programas de los partidos es un análisis que tiende a descubrir la dimensión izquierda/derecha antes que ninguna otra.

2. Enfoque Institucional para el estudio de la ideología de partido.

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Los defensores de este enfoque a la hora de analizar la ideología de partido no niegan que muchas veces se basan en la referencia izquierda/derecha en el espectro político. Pero no consideran los partidos instituciones que reaccionan ante las opiniones de los votantes. Se les ve como instituciones cuya conducta puede estar muy influida por creencias y valores mucho más antiguos, los que defendía el partido en el momento de su fundación. La fuerza de tales creencias difiere entre partidos pero su mera existencia nos lleva a la necesidad de definir las posiciones que hoy ocupan en la dimensión espacial teniendo en cuenta sus orígenes. Dentro de tal tradición, Klaus von Beyme, en su estudio de las democracias liberales europeas, identifica nueve grandes grupos de partidos que pueden agruparse bajo un mismo nombre, o familias espirituales, como él les llama. En orden a su aparición en la política europea, estas familias sería: partidos liberales y radicales; conservadores; socialistas y demócratas; demócrata-cristianos; comunistas; agrarios; étnicos y regionales; extrema izquierda y derecha; movimiento ecologista. La razón que explica que todas las democracias europeas hayan creado partidos que forman parte de una misma familia identificable, es que cuando fueron fundados, los partidos reflejaban la necesidad de defender ciertos intereses, intereses que tb se daban en otros países. Pero debemos preguntarnos si no es posible integrar en tal esquema algunos partidos de otras democracias liberales. Planteo el debate mencionando cinco limitaciones que plantea la ampliación del esquema, incluso en el contexto europeo:

Según el autor algunos partidos de esas democracias no tenían cabida en el esquema y tampoco cabían ciertos partidos nuevos. El autor tenía razón al afirmar que la mayoría de los partidos representados en las democracias europeas tiene un lugar en su marco analítico.

Es fácil caer en la tentación de intentar incluir el mayor número de partidos posible.

La persistencia de elementos de política clientelar en algunos partidos puede incidir sobre los objetivos que el partido se fija, objetivos que pueden ser muy distintos a los que se asocian a una familia en concreto. De la interacción entre políticas clientelares y políticas orientadas ideológicamente puede surgir un miembro atípico de la familia, suscitando la duda de si conviene considerarle miembro de esa familia.

Cuando en un país se dan largos periodos de gobierno autoritario entre periodos de democracia es posible algunos que resurjan al establecerse la democracia guarden vínculos débiles con las familias espirituales.

Incluso si existe continuidad en el régimen, puede que algunos partidos se vean obligados a modificar su ideología debido a presiones electorales –y de otro tipo- y esto puede hacer que se parezcan poco a los miembros de la misma familia de otros países.

Evidentemente, no deberíamos sorprendernos porque las líneas de división ideológica entre partidos europeos se difuminen, lo raro sería que se fosilizaran. Es un recordatorio de que no debemos considerar ninguna de las familias espirituales una categoría rígidamente delimitada en la que debe caber cualquier partido europeo. Se trata de un marco que es un mecanismo para dar sentido a un amplio número de partidos que forman parte del mundo político liberal-democrático. Al examinar cada una de las familias, parece que habría que decidir si incluir o no partidos de fuera de Europa, Australia y Nueva Zelanda analizando caso por caso. Una ampliación excesiva del ámbito de inclusión de una familia concreta puede generar tipos híbridos, inusuales de partidos. Pero si restringimos en exceso la banda de inclusión podemos dejar al margen casos importantes a la hora de realizar comparaciones, casos cuya inclusión podría arrojar luz sobre ciertos aspectos de esa familia.

3. ¿Cabe hablar hoy de las familias espirituales?

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Las familias identificadas por von Beyme guardan relación con los orígenes de los partidos. Pero cabe preguntarse si estas familias existen o en día, o los partidos, ante la demanda del electorado han ido adoptando ideas y políticas que los han ido alejando de las familias. A finales de los ‘80 Laver y Hunt intentaron en su investigación situar –entre otras cosas- las posturas de los líderes y votantes de partidos en diferentes dimensiones según las políticas que defendieran. Utilizaron –entre otras- dos escalas: papel que debía desempeñar el estado en la economía y los derechos del individuo frente a ese estado. En la primera escala se ponen en relación las posturas de los líderes en torno a la propiedad pública de los medios de producción (Del 1 al 20, 10 era postura intermedia). En la segunda se pone en relación las posturas de los líderes y temas de ámbito social. Estas encuestas respondidas por expertos resultan útiles para comparar las ideologías de partidos en países diferentes. La principal ventaja de esta escala es que permite comparar familias de partidos enteras.

4. Familias espirituales de von Beyme.

Liberales y radicales. Los primeros partidos fueron grupos creados por una burguesía en busca de organización política que respaldara sus intereses frente a los de los terratenientes que controlaban el estado. Surgen en el XIX, y a finales de éste los liberales ya son fuerza poderosa en las democracias liberales. Querían acabar con las restricciones impuestas desde el estado, algunas de las cuales, de origen medieval (producción de bienes y comercialización). Pretenden separar sociedad y estado, pero para asegurar su influencia, debían acceder al estado para defenderse de las acciones de la clase terrateniente. Así, elemento clave de las ideas liberales era la obtención de derechos políticos y legales para los ciudadanos, aunque algunos eran contrarios a la extensión del voto a los que no tenían propiedades. Como señala von Beyme, la diferencia entre liberalismo y radicalismo está relacionada con dos aspectos de conflicto político decimonónico. El primero es la extensión del sufragio. Los radicales eran demócratas, querían incluir a muchos que para los liberales no tenían un lugar propio en la sociedad (no tenían propiedades). Así los radicales surgen donde se da más valor a la participación de las masas y a la democracia. Pero tb surgía en países de tradición republicana entendida como oposición al poder monárquico. Pero aunque apoyara el radicalismo la extensión de derechos políticos, en general no fueron precursores del socialismo. Existe otra dimensión de liberalismo radicalismo. Especialmente en países católicos donde el acento que se hacía en la separación estado/sociedad hizo entrar en conflicto a liberales y radicales con la iglesia. En Francia, el radicalismo iba de la mano del anticlericalismo. En la Europa protestante los países estaban más preparados para conceder primacía al poder secular y el elemento antirreligioso del liberalismo era menos explícito. Estos son los orígenes de liberalismo y radicalismo, pero ¿en qué medida influyen sobre las ideologías de los partidos de hoy? El compromiso que mantenían con la concesión de derechos políticos y ciudadanos (con separación entre Estado y Sociedad) se refleja en el apoyo a las políticas sociales permisivas. Casi todos los partidos liberales se sitúan en el centro o a la izquierda de la dimensión de políticas públicas (cuadros reinvestigación de Laver y Hunt). En relación al intervencionismo económico la relación es algo más compleja. Algunos partidos han seguido el ejemplo de los liberales británicos, optando por formas de intervencionismo limitado, situándose en la mitad del espectro (liberales canadienses, daneses…), pero la gran mayoría de liberales se sitúa más a la derecha. Así, se muestra como la mayoría de partidos liberales siguen vinculados a sus raíces ideológicas, lo que se manifiesta en su oposición a la propiedad pública. En lo referente al anticlericalismo, la creciente secularización de las sociedades liberal-democráticas ha hecho que este tema pierda fuerza, con excepciones como Italia. En la mayoría de países hoy el liberalismo tiende a aceptar los intereses legítimos de la religión organizada más que a oponerse a ellos. El legado del

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anticlericalismo sigue presente en Francia, sobre todo en cuanto al papel del estado en la educación. En el XX, el problema electoral al que se han tenido que enfrentar los liberales ha sido la necesidad de adaptar su ideología para poder seguir atrayendo a votantes de clase media. A principios de siglo, liberales y radicales perdieron gran parte del voto obrero por el ascenso de los partidos socialistas. Pero el incremento del tamaño de las firmas comerciales e industriales junto al declive de la importancia de los temas religiosos tb habían erosionado la base de la clase media original de liberales y radicales. Conservadores. Experimentaron aún con más fuerza las presiones para adaptarse a las demandas electorales de la política del XX. Una vez ampliado el derecho de voto hasta incluir a todos los varones adultos, estos partidos no tenían claro por qué la mayoría de votantes querría eventualmente votarles, problema al que se tuvieron que enfrentar: en general, los conservadores se habían opuesto a la extensión del sufragio. Estos partidos surgen en oposición a los liberales, se oponían al cambio para proteger sus intereses políticos y económicos, movidos tb por un sentido paternalista de la responsabilidad hacía quienes no tenían poder político y pudieran verse perjudicados por la ausencia de mecanismos proteccionistas en los mercados. Terratenientes, claro y los que mantenían vínculos materiales con la estructura de clases constituían una base electoral limitada para intentar acceder a los cargos públicos. Así, hubieron de adaptar ideologías y programas. A mediados del XX, no sobrevivieron grandes partidos conservadores. Los conservadores se habían acercado a otros partidos del centro y derecha, obligándoles a mantener muchas de sus posturas políticas dentro de límites aceptables para ellos. Allí donde siguieron siendo un partido independiente, los conservadores intentaron desarrollar políticas y enfoques en consonancia con su duradera oposición a las teorías sociales generales y al cambio radical. Intentaron captar el voto de la clase media adinerada, pero utilizaron sus llamamientos a favor del honor nacional, los símbolos y la unidad para traer a otro tipo de votantes, incluida la clase obrera. Esta mezcla de políticas hizo que hasta los ’70 estos partidos fueran meno doctrinarios en su oposición a la propiedad estatal que por ejemplo los liberales. Pero su rechazo a la idea de derechos sociales significaba que estarían más a la derecha que los liberales en lo referente a políticas sociales permisivas.

Dos factores han alterado esta situación desde mediados de los ’70: En sociedades secularizadas, los conservadores se han sometido a la presión

de tener que dar prioridad a su política económica, lo que ha hecho que hayan tenido que girar hacia el centro en temas relacionados con una política social permisiva para poder mantener su base electoral de clase media. Aún hoy se mantienen a la derecha de los liberales en estos temas, pero más a la izquierda de los demócrata-cristianos.

Influencia ejercida por la ‘Nueva Derecha’. Algunos partidos conservadores rompieron con su herencia y se adhirieron a puntos de vista que conformaron una teoría general de la sociedad. Se podrían considerar que tales puntos de vista provienen de la principal corriente del liberalismo decimonónico. En lo referente a la propiedad pública, les ha llevado a eliminar justificaciones basadas en el interés nacional a favor del intervencionismo estatal que antes formaba parte del mosaico de ideas conservadoras.

Socialistas y Socialdemócratas. Los partidos socialistas se movilizaron en torno a la clase trabajadora. Durante buena parte de la historia de sus orígenes entraron en conflicto con la autoridad política. Pero no siempre el socialismo resultó ser un movimiento antiautoritario que existía en los países industrializados. En

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América el populismo se presentaba como serio rival, oponiéndose a quien ostentaba el poder, pero ellos intentaban movilizar mayorías al margen de las divisiones por clase social. Objetivo original de los partidos socialistas fue asegurar a los trabajadores sus derechos políticos, meta que los convertía en aliados de los radicales y algunos liberales. Pero tb querían el control de los medios de producción, objetivo que les alejaba de cualquier tipo de liberalismo y de la mayor parte de los radicales. Antes de la 1ª guerra, la mayoría de partidos socialistas era internacionalista en cuanto a sus objetivos. Este internacionalismo les diferenciaba de liberales y conservadores. La primera guerra repercute en el ideario socialista, directa e indirectamente. Los líderes y seguidores de los países socialistas beligerantes apoyaron el esfuerzo de guerra desplegado por sus refuerzos, se rompió en pedazos la ilusión de que el socialismo era un movimiento genuinamente internacional. Los partidos se centraron más en su habilidad para representar los intereses de la clase trabajadora tras la guerra, pero esta vez en el seno de su propio país. La guerra había creado escisiones en los partidos socialistas, división que se incrementó con la revolución rusa. Entre 1918-1921 se crearon partidos comunistas independientes al escindirse el ala izquierda de los socialistas que abandonaban partidos que en su opinión traicionaban los ideales de la revolución social. Para los socialistas de entreguerras, en cuanto a organización e ideología, supuso tener que enfrentarse a la competencia que suponía la izquierda. Como ideal, los socialistas seguían defendiendo una transformación a largo plazo de las sociedades capitalistas, pero en este caso un gran porcentaje de líderes y seguidores querían lograrlo a través de las instituciones políticas liberal-democráticas. En pocos países alcanzaron los socialistas el poder en estos años, por lo que su capacidad para transformar las sociedades que existían se vio muy reducida. La segunda guerra vuelve a transformar la ideología socialista, afianzando su apoyo a las estructuras políticas demócrata-liberales. Intentan ampliar su base electoral más allá de la clase obrera organizada. La socialización de la economía como objetivo se sustituye por una economía mixta, donde el estado asumiría las responsabilidades en el manejo económico. Algunos autores ven aquí un giro a la socialdemocracia. Así, los partidos socialdemócratas serían aquellos que rechazaron sus objetivos sociales radicales. Pero otros autores utilizan el término social-democracia de forma diferente, se trata de partidos con fuertes vínculos sociales con los sindicatos de trabajadores. Los diferentes usos del término socialdemocracia que hemos visto pueden llevar a confusión. Pero existe conexión entre ambos. Los partidos que han mantenido fuertes vínculos con los sindicatos suelen ser más receptivos con el reformismo, aunque solo sea por mantener la clientela del sindicato. Por otro lado, los vínculos de los sindicatos suelen frustrar los intentos de acelerar la revisión de la ideología del partido. Los desajustes económicos de la crisis de 1973 junto a la popularidad creciente de las ideas de la Nueva Derecha impulsan revisiones de los programas socialistas en los ’80-’90. Los partidos se alejan de un compromiso con la propiedad pública y empiezan a promover un control eficaz de los excesos del poder económico privado para proteger a los afectados por los desajustes económicos, mostrándose a favor del mantenimiento de políticas públicas sociales. En lo referente a la propiedad pública de medios de producción, no se alejan mucho del centro; sobre políticas sociales permisivas el socialismo está dividido entre los que adoptan postura liberal en estos temas y los que se inclinan por los valores tradicionales sociales como fuente de energía. A medida que estos partidos han intentado presentarse más atractivos a la clase media, han tendido a adoptar posturas liberales, encontrándose aquí a la izquierda del centro. Demócrata-Cristianos. Aunque se originan en el XIX, no fue hasta pasada la Segunda Guerra cuando se convierten en fuerza poderosa. En el XIX, la iglesia se mostraba suspicaz ante el ascenso del estado secularizado, al que considera amenaza a su autoridad. Sin embargo, los católicos percibieron la necesidad de proteger sus intereses, lo que ocurrió en la Alemania protestante, convirtiéndose su partido de centro en uno de los más organizados. Pero la suspicacia papal hacia las

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democracias liberales se mantuvo hasta entreguerras, y en 1920 se considera a los partidos fascistas un bastión para la defensa de los intereses de la iglesia. El descrédito de tales regímenes en los ’30 hizo que la iglesia prestara apoyo a movimientos políticos que defendían la democracia liberal. Este fue el medio para que surgieran partidos demócrata-cristianos capaces de utilizar los recursos de la iglesia para movilizar al electorado. Pero los dirigentes de tales partidos eran seglares, y en la ideología se mezclaban valore católicos con pragmatismo electoral. Así, estos partidos son de los más conservadores en lo que respecta a valores sociales permisivos. Sólo los partidos de extrema derecha resultan menos liberales. En los temas económicos la situación cambia, la teología católica nunca ha valorado positivamente una forma de capitalismo sin restricciones, intentando estos partidos movilizar a los trabajadores católicos tanto como a las clases medias. Han adoptado un enfoque centrista en lo referente a la propiedad pública de los medios de producción y la participación del estado en la economía. Están cerca de los liberales de izquierda y más a la izquierda de la media de los partidos liberales y radicales. Hoy esta postura de centro derecha ya no es tan clara y oculta un giro a la derecha tras los años posteriores a la guerra, rebajando el consenso a favor de la planificación estatal y la propiedad pública que caracterizó su política tras 1945. A medida que las ideas de la Nueva Derecha iban calando en la esfera europea en la década de los ’70, los partidos demócrata cristianos se encontraron entre los más dispuestos a alterar su postura en lo relativo a la intervención estatal. Hay dos partidos englobados en esta categoría que deberían ser considerados híbridos más que demócrata cristiano. Ambos ejercen su actividad en países con alto porcentaje de población protestante. El PDC alemán y el LDC holandés agrupan católicos y protestantes. Son apoyados por votantes burgueses y defienden programas económicos más la derecha que los demócratas cristianos. Están más a la derecha en políticas sociales, lo que refleja que son partidos más exclusivamente religiosos. Existen para promover valores religiosos, mientras la razón de ser de la democracia cristiana es el defender los intereses de los votantes cristianos a la par que promover la aceptación de valores cristianos en política. Partidos Comunistas. En comparación con otras familias, es fácil definir lo que fue la ideología comunista, al menos durante las 5 décadas primeras desde la fundación de estos partidos. A través del Comitern creado en 1919, el PC de la URSS intenta controlar ideología y programas del resto de países. Era un guardián de las ideas marxistas, tal y como fueron desarrolladas por Lenin. A pesar de que este órgano se disuelve en 1943, estos partidos siguen mirando a Moscú en buscar de directivas tras la segunda guerra. La lealtad comienza a debilitarse en algunos partidos tras la supresión de la revuelta húngara en 1956 y tras la invasión de Checoslovaquia en 1968. Así, algunos partidos, como los comunistas italianos, buscaron una ideología más flexible, adecuada al contexto doméstico en el que desplegaban sus actividades. El PCI fue uno de los partidos más importantes que optaron por la vía del eurocomunismo a partir de 1975, reconociendo legitimidad al estado liberal-democrático italiano y proponiendo la regulación parlamentaria de los sectores no competitivos de la economía en vez de la propiedad estatal. La propiedad pública siguió siendo uno de los valores estandarte de los comunistas. Estos partidos se encontraban entre los más a la izquierda en política social, sólo los ecologistas estaban más a su izquierda. Pero esto induce a engaño. El comunismo se ha visto desgarrado ente la tradición libertaria en relación a la conducta social y una tradición conformista. A menudo toleraban el no conformismo cuando el oponerse a él hubiera podido generar tensiones internas, pero para la ideología comunista se trataba de un tema poco relevante. El colapso del comunismo en soviético ha tenido un efecto casi tan directo sobre comunistas de otros países como lo tuvo la revolución rusa. Mientras algunos se mantienen en una línea similar, otros han cambiado nombre e ideología. El PCI se convierte en PSD (partido de izquierda democrática) con un programa socialdemócrata. El PSD alemán, sucesor del PC del Este, opta por ideología mixta y un programa que mezcla políticas incoherentes, como corresponde a un partido que busca el apoyo de aquellos que no están conformes con la reunificación alemana. Combina socialismo, ecologismo y populismo.

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Partidos Agrarios. Estaban compuestos por pequeños granjeros y campesinos que surgen cuando la industrialización y la depresión generan descontento en el campo a finales del XIX y principios del XX. Surgieron y se desarrollaron en países pequeños en los que el proceso de construcción de naciones no concluyó hasta muy tarde, así como en países de ciudades muy pequeñas. Se desarrollan en Escandinavia y Europa del Este. Un segundo tipo de partido agrario surge en EEUU y Australia como reacción a los intereses financieros que parecían minar la agricultura. En general estos partidos se encontraban a la derecha del espectro político en temas económicos y sociales y sus miembros pudieron ser absorbidos más tarde por otros partidos de derechas. Pero tenían alas liberales. El Movimiento Populista Norteamericano intentó crear vínculos con el sindicalismo. Los que aún subsisten, en Australia y Escandinavia han cambiado tanto sus nombres como su orientación. En Escandinavia los partidos agrarios e auto describen como de centro, intentan captar votos de la clase media. Regionales y Étnicos. En la mayoría de democracias liberales existen minorías significativas con lengua diferente a la del grupo dominante o diferente cultura y tradición, o intereses económicos distintos que derivan del territorio que ocupan. Es el caso por ejemplo de España. Al existencia de estas subculturas no es condición suficiente para que aparezcan partidos que se comprometan a su protección. Incluso en aquellos países donde los primeros estadios de la democracia liberal se habían visto marcados por la aparición de partidos regionales y étnicos a mediados del XX, estos fueron fagocitados por movimientos políticos de gran alcance. En general se ha tendido a asociar el nacionalismo con la derecha. Ha apoyado el mantenimiento de valores tradicionales y a menudo defendía los intereses de la burguesía más que los de la clase trabajadora. Algunos de estos partidos son en verdad de extrema derecha. Pero existen algunos, como el Bloque Quebequés en Canadá, los nacionalistas galeses y escoceses y algunos españoles que tiene orientación centrista o de centro izquierda. Estos partidos forman un bloque bastante heterogéneo. Extrema Derecha. Analizar las ideologías de extrema derecha es un ejercicio complicado. Los partidos presuntamente pertenecientes a esta familia resultan ser un haz disperso unidos por el hecho de que las políticas que propugnan se mantienen muy a la derecha del centro del espectro político. Corremos el riesgo de pasar de una clasificación de familias de partidos a un enfoque espacial (downsiano). El punto de partida es el fascismo. Los partidos fascistas se desarrollaron en casi todos los países europeos en entreguerras. El fascismo era antidemocrático y antiliberal. Defendía un estado autoritario en el que se protegieran los valores tradicionales, por ello el racismo era uno de los elementos implícitos de su ideología. Pero si el antiliberalismo le convertía en enemigo de la permisividad social, mantenían actitud ambivalente en lo referente a intervención estatal en la economía. Apoyaban al pequeño empresario y se oponían a las disrupciones sociales que podían tener las grandes corporaciones. A la vez, se oponían al marxismo y a la movilización de la clase trabajadora en torno al conflicto de clase. Por ello intentaron estar en buenos términos con el gran capital más que favorecer la intervención estatal directa. Una vez desechados los partidos fascistas, las conexiones entre partidos de extrema derecha y otros partidos –especialmente conservadores y nacionalistas- resultan difusas incluso en entreguerras. Se hace difícil identificar una ideología de partidos de extrema derecha en la época de posguerra, en la que no hay un modelo de partido dominante comparable al fascismo en los ’20-’30. En la Europa liberal democrática el fascismo y neofascismo se vieron minados por la guerra y las revelaciones sobre los horrores de los nazis. Pero el racismo asociado al fascismo sí explica el crecimiento de partidos de extrema derecha, como el Frente Nacional francés. En este caso se intenta incluir la penuria económica de los grupos raciales dominantes a la presencia de inmigrantes recientes en el país. Pero debido al apoyo del que goza la liberal democracia, estos partidos no han podido convertirse en abiertamente antisistema, como lo eran los fascistas.

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Aún así, cabe mencionar algunos ejemplos de movimientos antisistema de derecha, siendo el más notable el poujadismo francés en los ’50. A partir de los ’70 y ’80 se da otro fenómeno vinculado a la derecha, la existencia de partidos antigubernamentales y antifiscalidad. El primer partido que logra abrirse camino fue el Partido Progresista en Dinamarca. Se les podría considerar incluso una forma extrema de liberalismo. Son partidos anteriores a la popularización de las ideas de la Nueva Derecha, pero han logrado incrementar su credibilidad inspirándose en la publicidad en contra del gobierno lanzada por las principales corrientes conservadoras. Si bien cabe incluirles en los partidos de extrema derecha, en lo que respecta a políticas sociales resultan ser más liberales que otros partidos de extrema derecha como el Frente Nacional o el Bloque Flamenco (Bélgica). En lo referente al tema de la propiedad pública de los medios de producción los partidos de extrema derecha actuales muestran hostilidad a la intervención estatal. Movimiento Ecologista. Es la familia más nueva, tb aquí es difícil identificar las tradiciones dominantes que llevan a su fundación. Es difícil saber hasta que punto se ha reestructurado ideológicamente a los partidos ecologistas par adaptarlos a la competición electoral. Von Beyme afirmaba que se trataba de un movimiento caracterizado por tocas un gran número de ideas tanto de izquierda como de derecha o de centro. Los partidos ecologistas no se han volcado en doctrinas sociales y mantienen amplia libertad para desarrollar sus ideas o programas sin verse constreñidos por ideologías en concreto. Pero existen razones para considerar que el medioambientalismo se ha convertido en un nuevo tipo de política de izquierda más que un movimiento al margen de las nociones tradicionales de izquierda y derecha. En el caso del tema de la intervención estatal, su postura media se acerca a la media de socialistas y socialdemócratas; referente a permisividad social, los ecologistas son más liberales. Dos razones explican que el ecologismo de izquierda haya ganado la partido al tipo de conservacionismo con el que un conservador tradicional pudiera sentirse cómodo. La primera está relacionada con la lógica de la acción estatal en el ámbito de políticas incluidas en áreas centrales para el ecologismo. Muchos objetivos perseguidos por los ecologistas sólo pueden lograrse a través de un alto contenido en intervención estatal coordinado con intervenciones internacionales. Este grado de intervencionismo colisiona con la noción de estado ideal defendida tanto por liberales como por conservadores. En lo referente a permisividad en política social, el imperativo electoral probablemente tenga más peso como factor. El prototipo de votante de clase media que se siente atraído por el ecologismo no estaría dispuesto aceptar políticas sociales conservadoras en tales áreas, de forma que al adoptar políticas liberales lo ecologistas se arriesgan a perder pocos votantes potenciales.

5. Ideología de Partido en el mondo político Liberal-Democrático

¿Cuál es la fuerza de las familias en los países concretos? A excepción de EEUU, en todos os países existen partidos que pertenecen a más de una familia. Algunos pertenecen a dos o tres, otros se encuadran en seis o siete familias. Cabe deducir que existen variaciones considerables en el modelo de la política de partidos en las democracias liberales. No olvidemos que los partidos se ven presionados por adecuarse a los procesos electorales, lo que puede derivar en que partidos de distinta familias se acaben pareciendo. Excepto en EEUU, en ningún país obtiene una única familia más del 50% de votos. En los años ’80, las familias que más votos obtuvieron fueron los liberales/radicales, conservadores, socialistas/socialdemócratas, cristiano-demócratas y comunistas. En general, las otras cuatro familias simplemente participaban. Aún así, existen razones para creer que los votos de tres de ellas (regional/étnico, extremistas de derecha y ecologistas) se pudieron haber incrementado en los ’90, mientras el voto comunista caía en picado con el fin de la guerra fría y la transformación de muchos de estos partidos. Si el porcentaje de votos obtenido por una familia se viera reflejado en su influencia sobre políticas del gobierno, deberíamos esperar que las políticas de los

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partidos de los regímenes liberal-democráticos se encontraran en algún lugar ente el centro derecha y el centro izquierda en el espectro político. Las familias que defienden los puntos de vistas más extremos no parecen atraer muchos votos. Pero éste no ha sido un rasgo de las democracias liberales. Antes del colapso de la República de Weimar, nazis y comunistas obtiene 50% de votos. Socialistas y socialdemócratas son las familias más extendidas. Excepto en EEUU, en todos los países incluidos en el listado (democracias liberales occidentales) existen estos partidos que recibieron los votos de al menos una octava parte del electorado. En los modelos de oposición frente a ellos desde el centro derecha y derecha donde cabe encontrar las mayores diferencias entre democracias liberales.

6. Cambios en la Ideología de Partido

Elemento clave del argumentario de este capítulo ha sido la tendencia a permanecer de las ideologías de partido; valores y puntos de vista que ya estaban en el origen de la fundación de los partidos parecen haber sobrevivido a o largo del tiempo. Pero las ideologías no son algo fijo, los partidos han de adaptarse a las demandas del electorado. Los partidos han modificado sus ideologías tradicionales, por lo que hemos de completar el análisis de la ideología en los orígenes de los partidos, con otro sobre valores y políticas propugnados en la actualidad. Esto lleva la discusión al ámbito de la competición espacial. Si antes hemos citado las limitaciones de los análisis teóricos de tipo espacial, debemos apuntar ahora las ventajas de tal enfoque. Intenta percibir los cambios en las posturas adoptadas por los partidos, los partidos han modificado sus ideologías. El cambio se ha catalizado a través de la competición por la captación de votos. La necesidad de competir puede llevar a los partidos de procedencia diversa a parecerse unos a otros. En los ’90 se detectan similitudes entre las políticas prupognadas por el PDC alemán, conservadores británicos y el Partido republicano de EEUU. Según los patrones de división social en los países, se dará un espacio ideológico que es necesario cubrir y los partidos se moverán para intentar cubrirlo. Los tres partidos mencionados constituyen ejemplos de partidos en movimiento, dinamismo que se justifica para adoptar posiciones políticas que creen serán electoralmente populares. En cierto sentido, ahora son todos partidos de ‘derechas’. Pero hablar de izquierda y derecha es suponer que en todos los países los partidos se pueden alinear a lo largo de ese continuum tradicional izquierda-derecha. ¿Es esto así? Ya señalamos que las investigaciones de Budge y sus colegas llegan a la conclusión de que existe una confrontación evidente izquierda-derecha ente partidos. Laver y Hunt llegan a una conclusión global similar. Si bien encontraron una segunda dimensión en algunos países (Bélgica, Grecia y España) basada en centralización y descentralización de la toma de decisiones que resulta ser independiente de la dimensión izquierda-derecha, su análisis confirma el significado de la dimensión izquierda-derecha en la competición entre partidos. Desde ciertos puntos de vista es de utilidad concebir los partidos como grupos que compiten por los votos mediante la posición que adoptan en el espectro ideológico. El PSA alemán, el laborista británico y los demócratas EEUU serían de izquierda, mientras PDC, conservadores británicos y republicanos EEUU son de derecha. Unos están más a la izquierda o derecha, pero todos van ‘por el mismo camino’. El que no todos vayan por la misma ruta significa que han aparecido divisiones de intereses similares en el seno de las diversas sociedades y tb que ha habido una transmisión internacional de ideas políticas significativa. Así, podemos hacer comparaciones transnacionales basándonos en la necesidad que experimentan los partidos de competir por los votos situándose en un lugar óptimo del espectro ideológico. Pero aún así, los orígenes de los partidos y su historia específica del régimen en el que se han mostrado activos, afecta a las políticas que consagran en sus programas. No podemos intentar comprender el partido republicano EEUU como si fuera una versión más extrema del PDC. En lo que se refiere a política económica, el partido republicano parte de una tradición de oposición al estado intervencionista. Cabe rastrear los orígenes de su liberalismo económico hasta su

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nacimiento como partido Liberal. En cambio, el PDC se ha mostrado favorable a cierto tipo de intervención estatal en empresas económicas debido a que su tradición no es la de liberalismo económico, sino la de corporativismo de la democracia cristiana. En los ’80, el PDC se ve bajo la influencia de las ideas económicas de la Nueva Derecha, pero éstas no lograron suplantar la ideología de partido existente. El PDC es un tipo concreto de partido centro-derecha que se mueve en un contexto concreto. Considerarlo versión moderada del partido republicano es enfocar el tema de las ideologías de partido de forma unidimensional y errónea. Esta unidimensionalidad resulta ser limitación al analizar partidos que tiene como componentes importantes de su ideología de partido el populismo o el nacionalismo. El marco de von Beyme resulta limitado en muchos países como Argentina, donde muchos de su partido han resultado ser híbridos ideológicos. Es muy complejo hacer comparaciones transnacionales de ideologías de partido debido a que muchos de los que pertenecían a las familias tradicionales han comenzado a adaptarse a condiciones electorales cambiantes, y lo más probable es que las dificultades no hagan sino aumentar.

Francia

La política francesa se ha caracterizado por su alto grado de retórica ideológica. Existe amplia gama de familias espirituales en su sistema de partidos. En la izquierda hay un partido comunista de línea dura (PCF), en la extrema derecha encontramos el Frente Nacional. Entre ambos existe un partido socialista ortodoxo, un gran partido de la gama conservadora, los gaullistas, un movimiento ecologista en expansión y un partido de centro-derecha con raíces liberales (UDF) que resulta de la fusión del partido de Centro Democrático, partido Republicano y partido Radical. La base ideológica de la política electoral ha cobrado forma a partir de los orígenes de muchos de los partidos. Por ejemplo, el socialismo se diferencia del británico o el alemán or sus laxos vínculos con el sindicalismo. En Francia el sindicalismo de los XX se vio influido por creencias de corte anarco-sindicalista y se rechazó la idea de ganar influencia en la industria por medios electorales o parlamentarios. Tras la ruptura socialistas-comunistas fueron los últimos los que buscaron asentamiento en la industria, los socialistas siguieron siendo un partido basado en el debate ideológico y el faccionalismo. Pero esta dimensión ideológica de la política francesa resulta ser más espuma que sustancia. Debido al papel desempañado por una fuerte burocracia de Estado ha habido una continuidad mayor en las políticas de gobierno de lo que cabría esperar tras un examen superficial de las diferencias ideológicas entre partidos. En la V República, el contenido ideológico de la contienda electoral se ha mantenido alto, pero lo cierto e que hasta o ’80 se fueron debilitando los extremismos políticos. Hasta el surgimiento del FN no había habido partidos de extrema derecha desde los ’50. El surgimiento del FN da origen a la cuestión de la conexión existente entre la persistencia de un partido y el mantenimiento de una ideología. Aunque los partidos puedan intentar marginalizar las ideologías rivales para dar forma al universo político, el cambio social puede minar sus esfuerzos. Tras la V república y durante 50 años los gaullistas monopolizaron la derecha política. Crearon coalición centro-derecha que parecía sin rival mientras fuera un partido que le sobrepasara por la derecha. La extrema derecha parecía algo del pasado. Pero surge un partido que se hace con el 10% de votos aprovechando las dislocaciones sociales en una sociedad de desempleo, convirtiendo en chivos expiatorios a los inmigrantes (de las antiguas colonias) a los que se presentaba como amenazas a los puestos de trabajo franceses y la forma de vida francesa. Es evidente que la persistencia de un partido no parece condición necesaria para la existencia de un electorado que pueda verse atraído por una ideología concreta. En los ’90 surge un nuevo elemento que produce escisiones entre la izquierda y derecha: el del papel a desempeñar por Francia en Europa. El antieuropeismo está ligado a la idea de que Francia es una de las grandes potencias mundiales

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independientes. Otros consideran que el futuro de Francia ha de estar ligado a una UE fuerte. No parece fácil ligar estas posturas divergentes a ideologías existentes, tampoco está claro si acabarán por convertirse en algo más que trasfondo retórico.

Alemania

En la Alemania de Weimar existía alto número de partidos, incluidos algunos muy extremistas cuyo creciente poder acabaría minando el régimen. La situación de posguerra era diferente, al menos hasta la reunificación en 1990. Desde los ’60 hasta los ’80 hubo tres partidos principales: un partido Socialdemócrata moderado (PSA), un partido Cristiano Demócrata moderado y un Partido liberal ortodoxo más pequeño (PLD). En los ’80 surgen los verdes y tras la reunificación sale de la sobra el partido Republicano de derechas.

La moderación política fue parcialmente resultado de la ingeniería constitucional. El sistema federal hacía necesarias fórmulas de cooperación entre partidos y las leyes electorales hacían difícil que los extremistas llegaran a los cargos públicos. Pero además los líderes de partidos de posguerra estaban decididos a evitar los extremos de forma que los partidos se adaptaron y aumentaron sus coaliciones electorales, lo que implicó olvidar muchas facetas ideológicas de partido. El abandono del PSA de su agenda socialista en la conferencia de Bad Godesberg 1959 supuso un cambio de dirección para el socialismo en general. El PSA había sido modelo para el socialismo europeo, y su estrategia se basó en atraer a personas no sindicadas y ala clase media trasformando la ideología de partido. El éxito a largo plazo, fue parcial. La insatisfacción de los miembros más jóvenes del partido se convertiría en factor –uno ente otros- catalizador del ascenso de los Verdes. Así, antes de la reunificación aumentan las familias de partidos en Alemania. La dislocación social y económica que siguió a la reunificación supuso un revés para los partidos. El creciente apoyo a partidos de extrema derecha en 1992-93 preocupó a los demócratas alemanes, pues iba aparejado al descenso del apoyo a granes partidos. Se temía que el apoyo a la extrema derecha fuera mayor de lo que parecía. En el extremo izquierdo, el PSD, partido socialista democrático (formado a partir del partido comunista de la RDA en 1990) que tiene su base electoral en Berlín del este, ha crecido en torno a funcionarios del antiguo PC y quienes vivían en Berlín del Este y habían perdido el nivel económico en el proceso de trasformación.

Gran Bretaña

Antes de los ’60 los tres partidos principales eran relativamente afines ideológicamente hablando. El laborismo tenía veleidades centristas propias, el partido conservador hacía gala del pragmatismo que le hacía poder gobernar regularmente, y los liberales eran un grupo minoritario en el seno de los liberales europeos por sus tendencias izquierdistas. Pero en 1983 la situación cambia. El laborismo se había escorado a la izquierda, los conservadores habían adoptado las ideas de la Nueva Derecha bajo el liderazgo de Thatcher situándose más ala derecha; sólo los liberales se mantuvieron donde estaban. Incluso a finales de los ’80, cuando el laborismo había adoptado una política más de centro, las diferencias ente los dos mayores partidos siguieron siendo importantes. Siguiendo la investigación de Laver y Hunt, podemos comprobar la distancia ente la postura laborista y la conservadora en muchos puntos y compararla con las diferencias entre socialistas y gaullistas en Francia y PSA y PDC en Alemania. En la mayoría de los casos, los expertos perciben mayor distanciamiento ente laboristas y conservadores que ente los dos principales partidos de otros países. Para explicar la gran diferencia ideológica que se da en GB hemos de analizar por qué los partidos desarrollaron un alto grado de consenso a mediados de los ’70. La explicación hay que buscarla en parte en los orígenes del partido laborista, surgido del movimiento sindicalista en 1900. El que el partido controlara los sindicatos

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suponía que las ideas socialistas, y el marxismo tuvieran influencia muy escasa en el desarrollo de la ideología del laborismo. El partido se mostró más preocupado por las formas prácticas de mejorar la suerte de la clase obrera y de proteger los intereses de los sindicatos que por el cambio social o económico radical. Tras la nacionalización de diversas industrias problemáticas en los ’40 la vinculación del partido y la idea de propiedad pública de los medios de producción era sentimental. En los ’50-’70 las propuestas de nacionalización del partido fueron muy limitadas, el partido había optado por las ideas keynesianas, enfoque que alcanzó alto grado de consenso entre ellos y los conservadores. Tras la derrota electoral de 1945, el partido conservador se adaptó rápidamente a la nueva situación electoral. Tal reacción pragmática ante la adversidad contaba con tradición en el partido. En la posguerra supo aceptar gran parte de las medidas nacionalizadotas del programa laborista y no oponerse a que el estado desempeñara su papel en la dirección del nivel de demanda en economía. Se trataba de un nuevo consenso en temas económicos. Identificamos ahora algunos factores que contribuyeron a la ruptura de tal consenso. La subida de precios del petróleo en 1973 origina una crisis en las economías occidentales y cataliza una nueva era de alta inflación y elevados niveles de desempleo. En segundo lugar, la derrota del partido conservador durante las huelgas mineras de 1973-74 produjo fuerte rechazo en el seno del partido hacia la política de consenso. En tercer lugar, tal rechazo aupa en la dirección del partido a Thatcher en 1975. En cuarto lugar, tras la victoria de los conservadores en el 79 Thatcher utiliza su posición para transformar la agenda política del partido y diseñar nuevas líneas básicamente de derecha. Si nos fijamos en la vertiente laborista apreciamos a principios de los ’70 una desintegración de la estructura de poder a largo plazo en el partido. El firme apoyo al posicionamiento en el centro-derecha del partido habían sido siempre algunos sindicatos mayores y éstos empezaban a inclinarse hacia la izquierda. Esto, unido al rápido declive en el número de afiliados dio al ala izquierda mayor capacidad de influencia. Mientras el partido gobernó se pudieron contener tales presiones, pero la derrota del ’79 el partido se escora rápidamente a la izquierda. Sólo tras la derrota de 1983 empezarían a recoger velas proponiendo políticas de centro.

Japón

Hasta 1993 los principales partidos eran PLD (partido liberal demócrata), PSJ (partido socialista), PSD (socialdemócratas), PCJ (comunistas) y Komeito (partido del gobierno limpio, con la base de la secta Soka Gakkai). A pesar de la existencia de socialistas y comunistas, la interpretación de la configuración ideológica de partidos resultaba ser más complicada. Quizá sea oportuno empezar por los partidos respecto de los cuales resultaba más sencillo establecer conexiones, los de la izquierda. Japón contaba con un partido comunista de tamaño medio y línea dura y con uno socialista algo mayor. Pero Japón no había seguido la línea del PSA alemán o de otros partidos similares que reformaron la ideología de partido para hacer crecer su base electoral. En el ’59, año de la Conferencia de bad Godesberg en el PSA, surge el PSD a partir de un grupo escindido del PSJ, debido a las tendencias ‘procomunista’s del partido. El PSJ se parecía mucho a un partido socialista no reformado enfrentado a un partido en el poder del que difería bastante en sus puntos de vista sobre toda una serie de políticas. En comparación con la política moderadamente polarizada de GB en los ’80, la política de partidos de Japón en esos años parece estar mucho más polarizada en dos áreas, algo más en otras dos y sólo menos polarizada en política social. Pero existen dos aspectos en los que la comparación entre GB y Japón que estamos haciendo puede inducir a error:

Los temas pacifistas y la defensa de la C de la paz de posguerra desempeñaron un papel más importante en la autodefinición del PSJ de lo que lo hicieron los temas de política exterior en el caso del laborismo británico.

Respecto de los asuntos internos, el PSJ se mostraba más interesado en la defensa de los derechos de los trabajadores del sector público (de los que

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obtenía un gran apoyo organizativo) que por extender la propiedad pública. Ello supone una diferencia ente el partido japonés y el Laborismo Británico.

El resultado de las elecciones de 1993 obliga al PSJ a introducir cambios. Había cambiado su nombre por el de PSDJ (partido socialdemócrata de Japón) y al hacerse con el gobierno tuvo que cambiar sus compromisos políticos. Par excluir al PLD del gobierno, tuvo que formar coalición con otros partidos, con ninguno de los cuales compartía ideología socialista. Se hizo cargo de un gobierno cuyos miembros pertenecían en gran número al centro o derecha, destruyendo su imagen de partido de oposición de la izquierda respetuoso con los principios. Adopta posturas cercanas al PLD, como la participación de las fuerzas de defensa en misiones de paz de la ONU. Las tensiones internas generadas por la adopción de estos compromisos llevaron al PSDJ a abandonar la coalición en 1994. Resulta irónico que a continuación entrara en una coalición con el PLD y un partido minoritario (Sakigake). Se puede decir que en el PLD se aprecia una fusión entre liberalismo y conservadurismo. El PLD trata a los empresarios japoneses con guante blanco y promueve sus intereses. Tiene rasgos liberales 8excepto su apoyo a una intervención estatal de largo alcance para el desarrollo de una política industrial), pero por otro lado se trata de un partido que ha concedido generosas subvenciones a los agricultores, cuyo voto a ayudado mucho a retener el poder. Es más, ha apoyado la conservación de ciertos aspectos de la forma de vida japonesa tradicional, desde tal punto de vista se asemejaría más a un partido conservador. Las escisiones híbridas del PLD antes de las Elecciones 1993 dieron lugar a nuevos partidos, como el nuevo partido japonés, si bien reformista y más liberal que el PLD, seguía estando basado en fusión de liberalismo y conservadurismo. Si el PLD puede encajar en el marco de von Beyme, Komeito no tiene cabida. Los paralelismos entre la democracia japonesa y las europeas sólo on parciales.

Estados Unidos

Se trata de un sistema bipartidista, básicamente porque se optó por el presidencialismo y el derecho al voto estuvo muy extendido desde muy pronto. En sus orígenes ambos partidos eran liberales. El partido republicano no e un partido conservador, a pesar de que muchos de sus líderes y votantes se describirían como tales. ¿Por qué ambos son variantes de la vertiente liberal? Una de las respuestas más extendidas es la famosa hipótesis de la sociedad fragmentada. Al haber sido un país de emigración en el XVII y XVIII fueron poblados por grupos representativos de la sociedad británica de la época. Es significativa la inexistencia de una clase aristocrática de grandes terratenientes. Como la América colonial carecía de aristocracia, no tenía base social de la que pudieran haber surgido valores conservadores que se pudieran oponer al liberalismo. La estructura social favorecía el predominio de valores liberales. La Guerra de la independencia fortaleció la fuerza del liberalismo, pues muchos de los que tomaron partido por GB abandonaron el país y se fueron a Ontario. El liberalismo no tenía contrincante y siguió siendo la ideología americana incluso durante el periodo de industrialización. El socialismo, al contrario de lo que ocurrió en Canadá, no fue capaz de hacerse un hueco en EEUU. Sin embargo, los dos partidos difieren en sus políticas. Incluso de aquellas políticas en las que cabría esperar pocas diferencias –propiedad pública- los datos de Laver y Hunt muestran que existe considerable distancia. En ciertas políticas de otras áreas la distancia es aún mayor, como en políticas sociales permisivas, incremento de servicios públicos o reducción de impuestos, protección medioambiental o crecimiento, etc. Ello sugiere que la política de partidos en EUU no es más consensuada de lo que resulta la Alemana, en algunos aspectos es similar a la que se dio en GB en los ’80. Aunque admitimos que os datos de Laver y Hunt no son muy fiables tal y como los utilizamos aquí, permiten confirmar que cabe diferenciar ente sí a los partidos EEUU atendiendo al tipo de políticas públicas que promueven. ¿Cómo explicar el hecho de que los conservadores americanos hayan vinculado su antiestatalismo en

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asuntos económicos a una fuerte oposición en lo que respecta a políticas sociales permisivas? La respuesta está en el peculiar papel desempeñado por la religión en EEUU. Se mantiene unos altos niveles de observancia religiosa en comparación con otras democracias liberales. En otras partes el espectro de valore dominante hoy es el de valores seculares, en EEUU existe un equilibrio mayor entre ambos grupos de valores. En su sociedad, por lo demás liberal, hay un amplio número de votantes que quieren que los valores religiosos conformen las bases de las poéticas públicas, incluso siendo favorables a la separación iglesia/estado. Esta es la base de apoyo del partido Republicano que resulta ser así un partido liberal de derechas en temas económicos y conservador en política social.

Simpatizantes, Afiliados y Activistas

Hoy los partidos engloban muchos simpatizantes, en algunos partidos en calidad de afiliados y a veces como activistas. Puede que pensemos que la idea de que los partidos necesitan personas es tal evidente que no hace falta constatarlo. Pero si reflexionamos veremos que muchos objetivos que se fijan los humanos pueden alcanzarse sin movilizar a simpatizantes. Se construyen muchas multinacionales que realizan sus negocios sin reclutar afiliados y activistas. ¿Por qué son precisamente los partidos los que los necesitan? Avanzamos varias razones:

Una de las formas más eficaces de conseguir que se acepte una ideología es crear un forum donde los que se sienten atraídos por una ideología interactúen con otros. Así se mantiene el entusiasmo ente os que están convencidos: no se sienten aislados. Es la base para el proselitismo en una comunidad amplia y ayuda a dar publicidad a tal ideología.

En el caso de algunos partidos, el conjunto de ideas desarrolladas políticamente por sus fundadores incluye necesidad de que la gente se implique y participe en la vida política. la actividad que se desarrolla en el seno del partido contribuirá a promover esa participación y se valorará precisamente por ello.

Al margen de si el partido tiene o no base ideológica, hay que realizar varias tareas. En campaña, los partidos necesitan gente incluso entre campañas hay cosas que hacer. Aunque podrían contratar a trabajadores requeridos para realizar tales tareas, hay razones por la que tal forma de actuar es limitada. A menudo carecen de fondos necesarios; en algunos países hay restricciones respecto de actividades políticas que pueden llevar a cabo los afiliados, y el partido puede arriesgarse a presentar una imagen desfavorable, acusados de comprar elecciones o influencia política.

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El contar con activistas puede ayudar al partido a autolegitimarse en el seno de una comunidad más amplia. Un partido que consigue atraer votantes y simpatizantes es considerado más serio. Es posible que sus actividades resulten más respetables su parecen ser resultado de la acción de simpatizantes. Un candidato elegido por los simpatizantes en proceso democrático puede ser considerado de forma más positiva por los votantes de un partido que otro elegido por los líderes del partido.

Los líderes suelen contar con un incentivo adicional para crear un grupo de simpatizantes. Algunos partidos mantiene vínculos con otros tipos de organizaciones (sindicatos, iglesia, etc.) y los líderes de tales organizaciones pueden estar en condiciones de dominar a los líderes del ala política del movimiento debido a que cuentan con más recursos para hacerlo. Tener simpatizantes vinculados al partido puede ser una forma de contrarrestar el poder de líderes externos.

Aparte de la capacidad para llevar a cabo ciertas tareas, los simpatizantes pueden aportar otro tipo de recursos al partido, como el dinero.

Parecen que los partidos necesitan simpatizantes. Pero estas razones no apuntan en la misma dirección cuando se trata de dilucidar la relación que debe existir ente los líderes y los seguidores. Hay razones que indican que sería necesario establecer una relación jerárquica, otras que apuntan a la necesidad de generar mayor participación. Estas diferencias darán lugar a medios diversos para reclutar simpatizantes, según las razones del reclutamiento con más peso en el partido. Veremos como reclutan los partidos, los cambios en los métodos de reclutamiento, grupos incluidos y excluidos de las actividades de partidos y los efectos de estas situaciones sobre los procesos políticos. Consideraremos algunos canales alternativos de desarrollo de actividades políticas.

1. Como reclutar simpatizantes, afiliados y activistas.

Para entender la diferencia entre simpatizantes, afiliados y activitas partidos de la distinción establecida por Duverger entre partidos de cuadros y partidos de masas.

Partidos de Cuadros. Son agrupaciones de notables para preparar las elecciones, llevar las campañas y mantener el contacto con los candidatos. Se trata de élites políticas que tiene por objetivo asegurar la elección de sus candidatos. Se parecen más a una firma empresarial que a una religión, pues su necesidad de personas que les ayuden es instrumental. Cuando requieren de personas que les ayuden a movilizar votantes intentarán hacerse con personas que no pretendan influir en los asuntos del partido a cambio. El acceso de la élite es restringido, la entrada al partido es un acto personal, basado en las aptitudes o circunstancias concretas de un hombre, determinado por las cualidades individuales. Depende de una selección rígida y exclusiva. Si militante es aquel que firma un compromiso con el partido y paga regularmente sus cuotas, los partidos de cuadros no cuenta con afiliados. Además, suelen tener pocos simpatizantes, entendidos como individuos que sin pertenecer a la élite, ayudan en las campañas de forma regular. Es posible que el partido no los necesite, porque sea capaz de pagar a irregulares en las campañas electorales para que realicen las tareas rutinarias. Partidos de Masas. A diferencia de los de cuadros, intentar reclutar el máximo número de afiliados posible. Son fuente de ingresos, reserva de trabajo para realizar las tareas en las campañas, y en caso de partidos de ideología definida, base a partir de la cual se difunde tal ideología. A cambio de sus contribuciones, los individuos pueden tener esperanza de ejercer cierto control (en teoría) sobre los objetivos y actividades de los partidos. Los partidos socialistas fueron los mayores innovadores en el desarrollo de partidos de masas. Estos partidos contaban con afiliados, pero tb tenían simpatizante, no afiliados que votaban al partido regularmente y estaban dispuestos a realizar algunas tareas

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para el partido. Al hablar de activistas en un partido de masas, se hace referencia a aquellos miembros especialmente implicados en las tareas del partido, a diferencia de los afiliados que se contentan en pagar sus cuotas. Duverger creía que los partidos de cuadros estaban destinados a desaparecer o a modificar su reclutamiento de bases, pues d o contrario o podrían competir con los partidos de masas. Los partidos de cuadros solo eran capaces de movilizar a electorados muy pequeños, sin embargo este tipo de partido ha sobrevivido. Si bien algunos si han adoptado la forma de partidos de masas, no existe un modelo único, han surgido híbridos. Partidos Híbridos. Los conservadores británicos son un buen ejemplo. A finales del XIX no contaban con afiliados, hoy tiene un número alto. Sin embargo, los miembros del partido carecen de algunos de los poderes formales de los que gozan los afiliados a partidos socialistas, los vínculos entre las asociaciones de base y el partido a nivel nacional son complejos y poco claros. Incluso aquellos que representan a tales asociaciones en la conferencia anual son designados representantes y no delegados. Los representantes tienen derecho a ser oídos, más no a decidir. En EEUU la transformación de los partidos de cuadros ha tenido lugar en dirección diferente. En el XXI los partidos se ajustaban al tipo descrito por Duverger como ‘de cuadros’. El poder se concentraba en unos pocos individuos que reclutaban gente en las campañas para realizar las tareas rutinarias. Los partidos no tuvieron que enfrentarse al reto de un gran partido socialista, no tuvieron la necesidad de cambiar su estructura. Pero en las primeras décadas del XX, algunas reformas (primarias directas, etc.) abrieron la posibilidad de que los que estaban excluidos de la élite lograran influir en la política del partido, como la nominación de candidatos. El poder pasaba a candidatos capaces de organizar sus propias campañas tanto para la nominación como para las elecciones generales. Se acaban convirtiendo en nueva élite del partido. Los procedimientos necesarios para la organización de las nominaciones hicieron posible que aquellos que lo deseaban participaran en asuntos del partido. Estos individuos autoreclutados se convirtieron en los activistas del partido. Se implicaban de forma regular en las actividades pero no eran afiliados, pues los partidos de EEUU no tienen ni tenían afiliados. En EEUU se da al término activista un significado elástico. Engloba a aquellos que participan en las campañas a favor de candidatos e incluso a aquellos que se centrar en promocionar las campañas de un solo candidato. Un simpatizante puede ser desde alguien que se limita a votar a los candidatos en las elecciones hasta alguien registrado como votante del partido, con derecho a voto en las primarias. ¿Por qué reclutar participante constituye un problema?

El Problema de la Acción Colectiva. Supongamos que hay un gran número personas, cada un de ellas racional y calcula hasta qué punto le merece la pena realizar cada una de las acciones que realiza. Supongamos que existe algún tipo de política pública, p, que beneficiaría a todos y que conseguir que se pusiera en marcha requeriría la participación de muchos de ellos en algún tipo de actividad. Participar les costará, les llevará un tiempo que podían haber empleado en otra cosa; no participar no les cuesta nada. Al calcular si deben o no participar, calcularán cada uno de ellos la probabilidad de que sean imprescindibles para que p vea la luz. Si hay muchos participantes, la probabilidad de que alguno de ellos sea crucial es pequeña. Por grande que sea el beneficio que obtiene la persona, el valor de ese beneficio descontando la probabilidad de que su contribución sea esencial será casi con toda seguridad mucho menor que el coste de participar. Pero si todos hacen sus cálculos según estas directrices, nadie participará. Cada participante tiene un incentivo para ser un free-rider. Este es el principal problema que plantea la acción colectiva, el problema del free-rider o de Olson, economista que analizó ese problema. Los partidos se enfrentan al problema de conseguir que os que desean que el partido logre sus objetivos participen contribuyendo a alcanzar tales metas. Para lograrlo, un partido puede utilizar tres tipos de incentivos: materiales, solidarios y teleológicos. Materiales y solidarios están pensados para acabar con el problema de la acción colectiva ofreciendo incentivos selectivos al individuo para la participación

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que superen los costes de participación. Los tecnológicos resultan eficaces en el caso de que aquellos participantes potenciales que no calculan el coste de participación o que lo ignoran. Incentivos materiales. Ejemplos serían pagar a quienes realizan tareas necesarias durante las campañas; ofrecer puestos en el gobierno a cambio de la realización de una serie de tareas de forma habitual; ofrecer contratos públicos a cambio de aportaciones a las arcas de partido, etc. la base de los incentivos materiales es un intercambio explícito aunque a veces la relación entre ambas partes sea de subordinación de una de ellas. Pero incluso en los casos en los que la relación es más equilibrada, el hecho de que se trata de un intercambio implica que el trabajador cuenta con un incentivo que le mueve sólo ha hacer lo menos posible para quitarse el compromiso de encima. Si bien los partidos de masas pueden acudir a los incentivos materiales de forma selectiva existen razones que explican su utilización mayoritaria por partidos de cuadros. Por su política de afiliación restrictiva, es frecuente que tengan pocas alternativas a la hora de velar por la realización de las tareas propias de las campañas. De otro lado, a veces los notables que lideran los partidos de cuadros tb eran élites sociales o económicas que contaban con gente que dependía de ellos y en quienes se apoyaban. En tercer lugar, un partido que intenta reclutar afiliados y activistas por otros medios, puede tenerse que enfrentar a cierta resistencia por parte de otros activistas. Especialmente en el caso de aquellos partidos para los que la ideología es importante, la mera idea de que las actividades necesarias para el partido se realicen sobre la base del intercambio puede generar oposición. Pero esta oposición no pude extenderse a la búsqueda de habilidades especiales, como la realización de encuestas de opinión, que los afiliados no pueden aportar. Incentivos solidarios. Los materiales se caracterizan por ofrecer un beneficio individual, de carácter sustantivo. El beneficio solidario es algo más intangible y se puede obtener por parte de un colectivo. Unirse a un partido porque quieres disfrutar de la compañía de otros y colaborar en las actividades que realizan es ejemplo paradigmático de repuesta a un incentivo solidario. En un partido, el beneficio solidario puede tener su origen en las actividades explícitamente políticas que lleva a cabo. Por ejemplo, alguien puede disfrutar de hablar a la gente de política a lo largo del proceso de captación de votos a favor de un candidato. Pero el beneficio puede tener una relación indirecta con las actividades de tipo político. Un partido podría contar con amplias instalaciones recreativas atractivas para aquellos a los que l albor política del partido interesa menos. Pero una vez en el partido, los afiliados que se toman más en serio los problemas políticos pueden acabar engatusándoles para que aporten su granito de arena. El problema de los incentivos solidarios es lograr que lleven a cabo tareas de corte político aquellos que se muestran más interesados en las actividades recreativas. Un partido con elevado número de afiliados solidarios puede seguir teniendo dificultades para movilizar a quienes trabajan en una campaña electoral.

A finales del XIX y principios del XX, los incentivos solidarios fueron forma importante de atraer a la gente y hacerla participar en la vida del partido. En el aso de comunidades obreras y clase media baja, los partidos conseguían crear oportunidades recreativas que no estaban al alcance d la mayoría de una gente que no se las podía permitir. No solo los partidos de masas movilizaron por tal sistema, un partido de cuadros que quisiera tener un grupo de trabajadores a su disposición sin tener que cederles poder afiliándolos tb podían beneficiarse de tal enfoque. Incentivos teleológicos. Los activistas reclutados por medio de estos incentivos que les ofrecen los partidos se sienten a traídos por sus ideologías o su programa en lo referente a pp. Comparten los objetivos del partido y quieren colaborar a la obtención de tales beneficios colectivos que aportarán las metas propuestas. Estos beneficios pueden ser, por ejemplo, mayor seguridad económicas para la clase trabajadora o asegurar el lugar de una determinada iglesia o de sus valores en la vida de la comunidad. Los partidos de masas y los de cuadros han intentado movilizar activistas por este tipo de incentivos.

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Pero hemos de hacer dos observaciones referentes a la conexión entre activistas/afiliados teleológicos y la estructura de un partido. La primera es referente a la forma en que la gente se adhiera a una ideología. La socialización en una organización externa (iglesia o sindicato) conducirá a que se adquiera un conjunto coherente de creencias relacionadas con el mundo de la política. Las ideas políticas se trasmiten en el seno de las familias pero se ven reforzadas por participar en alguna de estas organizaciones. Así, los partidos que mantienen relaciones con organizaciones de este tipo tienen más posibilidades de reclutar afiliados o activistas ofreciendo incentivos teleológicos. Aún así, una vez presente en la arena en la que desarrolla sus actividades, un partido pude ser capaz de convertir aquellos que han sido movilizados por medio de otro tipo de incentivos. En este caso es importante la continuidad de relaciones entre el recluta y el partido, lo que favorece tanto partidos de masas como de cuadros que crean organizaciones subsidiarias en las que se dan interacciones regulare ente los leales al partido y los reclutas. Los partidos de cuadros que no pueden o no quieren crear estas organizaciones tienen menos probabilidades de hacer de los activistas teleológicos. La segunda cuestión se refiere a la capacidad de activismo teleológico de generar tensiones en los partidos. Pueden llegar a desarrollar su propia visión de lo que deberían ser las metas del partido o creer que la dirección del partido no es rigurosa al perseguirlas. En un partido de cuadros podrían darse resentimientos por ausencia de control sobre la dirección. Sucedió en 1968 en del Partido Demócrata EEUU, al debatirse el tema de Vietnam. Pero los partidos de masas pueden resultar vulnerables a l contrario: existencia de mecanismos formales de control sobre los objetivos al alcance de los afiliados puede intensificar los conflictos, dado el menor margen de maniobra de la dirección a la hora de rebajar la insatisfacción mientras se busca el momento oportuno para modificar el programa o ideología del partido. Esto puede ser un problema espinoso en el caso de descenso del número de afiliados, de modo que minorías pequeñas y poco representativas pasen a formar parte del partido. El activismo teleológico premia a los partidos que cuentan con estructura que puede responder a las demandas de los activistas sin ponerles en sus manos. Aunque es difícil lograr este tipo de equilibrio en una organización, no es imposible. Interacción entre diferentes incentivos. Hasta aquí hemos considerado dos posibles vías para superar el problema de la acción colectiva. (1) Un partido puede usar incentivos materiales o solidarios atractivos para que los individuos afronten el coste que supone participar en las actividades del partido. (2) La información y propaganda sobre la ideología y políticas públicas propugnadas por el partido que se ofrece a posibles cooperantes es lo suficientemente convincente como para que una persona no se tome la molestia de sopesar los costes de participación o los ignore. Pero existen otras formas de que el partido pueda superar el problema del free-rider: (3) Puede recurrir a alguna combinación entre dos o tres tipos de incentivos. Los recursos a los que tiene acceso un partido, la ideología de los líderes y los orígenes del partido determinan el tipo de incentivos que acabe utilizando finalmente. Es más, si se utilizaron ciertos incentivos en l momento fundacional del partido, esto puede coartar la utilización posterior de otro tipo de ellos. (4) A veces, la utilización de un tipo de incentivo pude facilitar el desarrollo de otro tipo. Una persona que acepta una ideología fuerte puede al hacerlo identificarse con otros compañeros y valorar la participación conjunta, facilitándose así el recurso a incentivos de tipo solidario que ayuden a mantener la participación de ese afiliado. Este caso plantea el problema de como pude conseguir el partido que una persona acepte al ideología que propugna. Las estrategias desplegadas por los partidos a la hora de ofrecer incentivos pueden ser complejas. La complejidad inherente a los paquetes de incentivos que los partidos ofrecen se aprecia si consideramos algo más de cerca la categoría de incentivos teleológicos. Supongamos que un partido se fija como meta mejorar las condiciones de vida de a clase trabajadora. Para lograrlo, ha de hacerse con cargos públicos que le permitan realizar tal objetivo. Pero como son metas a largo plazo, resulta esencial mantener el control de estos cargos públicos y si es así, resulta que el mantenimiento de tal control acabe derivando en objetivo en sí mismo. Así, hay

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cooperantes que siguen en activo porque quieren que su partido siga en el gobierno. Cuando un partido incentiva este tipo de participación recurre a incentivos de carácter teleológico, pero son de un tipo diferente aquellos cuya base es una ideología que promueve los intereses de la clase trabajadora. Esto parece indicar que existen al menos dos tipos de incentivos de carácter teleológico: uno que gira en torno a la ideología y la política y otro relacionado con las actividades de un partido que busca el poder.

2. Cambios en los Modelos de reclutamiento.

¿Cómo han reclutado los partidos a sus miembros, y si lo han hecho, han cambiado las formas de hacerlo? Es imposible responder completamente a esta pregunta. Es difícil obtener datos de los partidos de cuadros, no es sencillo determinar quien está dentro o fuera de un partido. Pero incluso en el caso de partidos de masas los datos pueden inducir a error. Además, muchos cambios en los partidos tuvieron lugar antes de que los científicos sociales empezaran a estudiarlos de forma sistemática y comparada, de forma que siempre que se analice evidencia relativa a periodos anteriores, los estudios han de basarse en estudios históricos de partidos concretos.

2.1 AFILIACIÓN A LOS PARTIDOS EN LAS DEMOCRACIAS EUROPEAS

Aún así, los politólogos han intentado hacer un mapa de os cambios habidos en las nuevas formas de vinculación de las personas a los partidos, siendo el estudio más reciente en el tema el coordinado por Katz y Mair. Investigan en once democracias europeas y obtienen datos de dos periodos, década de 1960 y años ’80. Sus datos nos permiten extraer algunas conclusiones.

Existe variación considerable en la densidad de los partidos en ambas décadas. La densidad de los partidos varía entre países de ser una actividad común a se algo a lo que se dedica una minoría pequeña de la población.

En una clara mayoría de los países, la densidad de los partidos ha disminuido en los 20-30 años que cubren los datos. En algunos países el declive es poco importante, en otro es espectacular, como por ejemplo en UK.

No se registró en ningún país un incremento de los niveles de afiliación comparable a los importantes descensos habidos en Dinamarca o UK por ejemplo.

Estos datos se refieren solo a afiliaciones, no indican con cuantos miembros activos pueden contar los partidos. En los estudios sobre el tema se ha demostrado la proporción de miembros activos es muy baja. Los datos de Katz y Mair ayudan a confirmar la extendida creencia de que la afiliación a los partidos tiende a disminuir. Sus datos pueden infravalorar la tendencia alargo plazo, pues en algunos países, incluyendo GB, se podría decir que el descenso ya había comenzado a principios de la década de los ’60. Debemos preguntarnos por qué se dan tales variaciones entre países y por qué se da este descenso en la participación en el caso de la mayoría de partidos. Para encontrar una respuesta volvemos sobre los tres tipos de incentivos identificados por Clark y Wilson.

Incentivos Materiales. Se han dado dos tendencias opuestas a lo largo del XX. Se limitaron y eliminaron muchas de las formas tradicionales en las que se ofrecían incentivos materiales. El cambio social era un factor clave; la relación entre terrateniente y campesino dependiente o pequeño granjero se fue convirtiendo en una base más débil par la organización política, debido ala disminución de población ocupada en el campo. Además, hubo otro tipo de relación patrono-cliente, la que existían entre las maquinarias políticas urbanas de EEUU y los nuevos grupos de inmigrantes, deteriorada por el descenso de la inmigración masiva desde 1920. La extensión del derecho al voto supuso la necesaria sustitución de formas anteriores de movilización del electorado; los nuevos métodos requerían muchos más activistas e los que se podían reclutar por el sistema de los dependientes

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personales. A principios del XX en casi todas las democracias liberales los incentivos materiales al viejo estilo desempeñaban algún trípode papel en la política de partidos. En los ’60, la mayoría había desaparecido. Pero en el mundo de posguerra tuvo mucho auge un nuevo estilo de política materialista. Propiciado por el estado y la expansión de responsabilidades asumidas por éste, fue un tipo de oportunidad que solo se dio en algunos estados, destacando Austria, Bélgica e Italia como caos extremos. La distribución de recursos del estado podía colocar a los políticos de los partidos en aquellos puestos clave en los que se decidían quienes serían los beneficiarios. En Bélgica los políticos de los partidos desempañaron un papel mayor como intermediarios, ello se manifestaba en diversas formas, desde posibilidad de conseguir una línea telefónica más rápidamente a la posibilidad de asegurar a un joven profesor la plaza que deseaba. En Italia la lucha por copar puestos de los organismos públicos dio lugar a un tipo de política de patronazgo creciente entre los cristiano-demócratas y sus socios de coalición. En muchos otros países el aumento del intervencionismo estatal y el surgimiento del Eb dejaban menos oportunidades a los partidos para que pudieran desempeñar papel mediador. A menudo, la historia concreta de la burocracia estatal constituyó una variable importante a la hora de determinar por qué vía se optaba en un estado. Encontramos variaciones considerables en el mundo liberal-democrático en la disponibilidad o no de incentivos materiales al alcance de los partidos en los años de posguerra. En algunos estados eran muy escasos o directamente inexistentes. En otros, parte importante de la capacidad de reclutar de los partidos dependía de ellos.

Incentivos Solidarios. En el XX tb asistimos al declive de los incentivos solidarios como fuente de reclutamiento de afiliados o activistas. A principios de siglo, los partidos contaban con tres grandes ventajas para acudir a los incentivos solidarios:

Los vínculos entre gente de una misma comunidad suponían que cada miembro estaría probablemente conectado a un gran número de personas que podrían ser persuadidas de unirse a él.

Los partidos contaban con ‘economías de escala’ que les permitirían ofrecer cosas como bares o equipos deportivos; muchas de las actividades de ocio requerían los recursos d en una organización y había pocos posibles competidores para los partidos en esta tarea.

En unos años en los que los valores sociales y religiosos limitaban el tipo de arenas en las que las actividades podían desarrollarse de forma respetable, los partidos sí solían ajustarse al criterio de respetabilidad.

Con el tiempo estas ventajas se fueron socavando, suburbanización y desarrollo urbanístico, desindustrialización y otros factores llevaron a la sustitución de unas comunidades con fuertes vínculos donde la gente interactuaba de forma extensiva con los demás por modelos de interacción más laxos. Así, era más difícil usar incentivos solidarios. El incremento y disponibilidad de formas individuales de transporte alteró los modelos de demandan de formas recreativas. Los servicios que ofrecían los partidos resultaban menos atractivos en un momento en el que la gente tenía a su alcance una amplia gama de actividades a las que podía acceder individualmente. El declive de los valores religiosos y sociales decimonónicos hizo que la gente se sintiera menos desinhibida a la hora de elegir arenas en las que desarrollar sus actividades recreativas. Los efectos de tales cambios se harían sentir lentamente, pero 1950 acoge el punto de inflexión, a partir de entonces, muchos partidos tendrían que librar batallas par atraer afiliados por medio de incentivos solidarios.

Incentivos teleológicos. La ruptura e comunidades tradicionales tb tuvo un impacto significativo en la habilidad de los partidos para imbuir a sus miembros de una ideología. Los partidos de base ideológica de la era anterior estaban más organizados estaban capacitados para el ‘encapsulamiento organizacional’, para involucrarse en tantos aspectos de la vida de sus afiliados, que los valores

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defendidos por el partido y su forma de ver el mundo eran aceptadas por el afiliados casi como parte del orden natural de las cosas. Para los demás partidos, establecer vínculos de largo alcance con sus afiliados era menos importante. Cuanto más unida estuviera la comunidad, más factible era controlar la información y puntos de vista que llegaban al afiliado, más probable resultaba que la ideología del partido se trasmitiera ente generaciones. Pero esta tipo de comunidad entra en decadencia, la irrupción de la TV tb dificulta a los partidos reforzar el compromiso ideológico con sus afiliados. Tras la 2ª guerra, respuesta al cambio social, muchos partidos empezaron a modificar sus estrategias electorales, lo que afectó al modo en el que se relacionaban con sus afiliados de base teleológica. A esta estrategia se le ha llamado ‘atrapalotodo’ (cath all). Kirchheimer describe los cambios en relación con los partidos de masas: los partidos de masas, producto de una era con divisiones de clase de líneas más duras y estructuras mucho más sectarias, se están autotransformando en un partido del pueblo ‘atrapalotodo’. Se abandonan los intentos de encuadrar intelectual y moralmente a las masas para volcarse en la escena electoral, cambiando la eficacia en la profundidad por una mayor audiencia y éxito electoral más inmediato. Ello no suponía sólo prestar menos atención al control de los afiliados, tb utilizar los temas y las políticas de forma diferente para atraer activistas y simpatizantes. En vez de recurrir a una ideología cerrada, apelan a temas más generales que superan las escisiones sociales, acentuando aquellas áreas en las que se pudiera mantener una postura electoral concreta. Así, los partidos socialistas se hicieron con un electorado más de clase media. Este proceso amplió la banda de gente que podía verse atraída por motivos teleológicos, y a la vez más activistas se sintieron atraídos por el partido por las posturas que adoptaba en relación con una política o banda estrecha de políticas concretas. Todo ello magnifica dos problemas internos de los partidos. Al decrecer la importancia de un tema en torno al cual se había movilizado la gente, muchos renunciaban a su afiliación o desplegaban menos actividad en el partido. Continuamente habían de buscarse ‘imágenes frescas’ para el partido que despertaran el interés de los miembros potenciales. Otro problema era que, al contrario de lo que ocurría con los que consideraban al partido parte integral de su comunidad, los nuevos activistas tendía a considerar que sus relaciones con el partido se basaban en la idea de intercambio. A cambio de su trabajo y sus cuotas de afiliados, se suponía que el partido debía imponer su programa de políticas públicas. Si fracasaban, los activistas podían optar ente hacerse oír, abandonar el partido o hacerse oír tras abandonar el partido. Esto tenía un coste para el partido, y los líderes se veían constreñidos constantemente por estas estrategias ‘atrapalotodo’. Si hacerse con más votos suponía cambiar los programas políticos, debían ser más flexibles. Pero ello podía suponer el enfrentamiento con los afiliados antiguos que consideraban el cambio de línea política rompía el trato que consideraban haber hecho con el partido. La resolución de problemas internos del partido resultaba ser cada vez más complicada. El cambio en el tipo de incentivos teleológicos ofrecidos a los afiliados y activistas supuso una complicación para resolver los asuntos internos del partido. El hacerse eco de un tema o una política pública específica podía generar relaciones complejas ente el partido y grupos centrados sólo en defensa de un tema. A veces, el partido y el grupo podían convertirse en rivales a la hora –por ejemplo- de desviar tiempo y dinero a los activistas. Por otro lado, el partido podía verse comprometido por las actividades de un grupo sobre el que puede ejercer una limitada influencia. Salta a la vista la diferencia respecto de los esquemas anteriores, basada en una comunidad unida y cerrada característica del partido. Es una razón más para que los partidos se muestren muy cautos a finales del XX a la hora de ofrecer incentivos teleológicos para movilizar activistas. Aún así, excepto en una minoría de partidos en los que se recurrió al estado para generar incentivos materiales, la mayoría de partidos tenía menos incentivos materiales y solidarios a su disposición de los que tenían 50 años atrás. Los incentivos teleológicos habían ganado en importancia relativa, pero podían generar graves problemas en la gestión interna de los partidos. Deberíamos haber sido capaces de explicar el descenso de afiliados a los partidos que mencionamos antes, en esta sección. Quizá sea que el tipo de incentivo menos

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peligroso, el solidario, resulta hoy de mucha menor utilidad para los partidos. En muchos países se puede recurrir a pocos incentivos materiales. Los cambios introducidos a la hora de ofrecer incentivos teleológicos a los afiliados y activistas exige cautela por los partidos, por la forma en la que se usan. Sin embargo, la trasformación de las vías de encauzar campañas electorales puede haber reducido la demanda de activistas: así, hoy en día el descenso del número de afiliados importa menos de lo que importaba a principios del XX.

3. Quién está incluido y excluido del activismo en los partidos.

Es posible que en un mundo ideal quienes forman parte de la vida de los partidos fueran por sí mismos una sección transversal de la sociedad. Aquellos grupos sociales sobrerrepresentados ente los activistas de un partido, estarían infrarrepresentados en otros. Pero los sistemas de partidos no funcionan así; lo más probable es que en cada partido haya fuerzas propugnando tasas de participación diferentes por parte de grupos sociales diversos. En general, miembros y activistas suelen ser un grupo bastante atípico de personas. Podemos entender mejor algunas de las desviaciones importantes analizando en qué medida la clase social, identidad étnica y el género afectan a la participación. Clase Social. En las primeras fases de la movilización de un partido revolucionario –por ejemplo- es posible utilizar incentivos teleológicos con muy buenos resultados para movilizar a trabajadores o campesinos oprimidos. Pero a medida que un partido se vea movilizado a movilizar gente en la arena electoral, el impacto de clase generado por la utilización de incentivos teleológicos es diferente. Cuanto más eficaces resulten ser estos incentivos a la hora de estimular el activismo más probable es que la clase media esté sobrerrepresentada en un partido y la clase trabajadora infrarrepresentada. El implicarse en debates ideológicos y sobre políticas públicas es actividad en la que cuentan con ventaja los que tiene ciertas habilidades y recursos (capacidades retóricas, conocimientos sobre ideas políticas y temas públicos). Es más probable que cuenten con tales habilidades quienes tienen niveles de educación altos y no bajos, gente de clase media. Su capacidad e interés por la argumentación política probablemente lleve a la gente de clase media a integrarse en organizaciones locales de de partidos y a generar la impresión de que su presencia hace de inhibidor para los activistas potenciales pertenecientes a la clase trabajadora. Hemos visto como los incentivos teleológicos se han ido convirtiendo en los más importantes en los partidos. Ha habido un descenso en la disponibilidad de incentivos materiales y solidarios. Cabría esperar que el resultado de esto sea una tendencia al incremento del control ejercido por las clases medias sobre las formas de activismo de los partidos: es lo que ha ocurrido. Los efectos son evidentes en el caso de partidos socialistas y socialdemócratas, creados para promover intereses de la clase trabajadora. Se han visto controlados por secciones de clase media, como ocurre hoy con el Laborismo británico. El otro gran partido de la izquierda, el comunista, resultaba menos atractivo para a participación teleológica de la clase media debido a la estructura jerárquica del partido, y al hechote que las políticas a seguir se decidían de forma centralizada. Así, la afiliación de la clase trabajadora a los grupos comunistas se mantuvo más alta que la afiliación de miembros de la clase trabajadora a partidos socialistas. El colapso de la URSS genera el colapso de los PC’s de occidente o su marginalización en el sistema de partidos, o intentos de transformarlos en partidos socialistas. El resultado global ha sido el incremento de sobrerepresentación de las clase medias ente los activistas de los partidos políticos. Grupos Étnicos. Podemos preguntarnos en qué medida los partitos responden a la presencia de nuevos grupos étnicos entre el electorado. Son una fuente de votos potenciales que el partido puede movilizar. Pero querrán para sí los beneficios que comporta la afiliación y el activismo de los que saben que disfrutan aquellos grupos étnicos ya imbricados en el partido. En relación con los incentivos solidarios esto no plantea problemas. Pueden abrirse nuevos clubes de partidos en las comunidades. Pero en el caso de incentivos materiales y teleológicos, los costes pueden

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desincentivar una política agresiva de captación de afiliados por el partido entre los miembros de la comunidad. En la medida que un partido cuenta con la posibilidad de ofrecer empleos y otros beneficios, se verá obligado a disminuir los beneficios ofrecidos a quienes ya están dentro para dárselos al grupo nuevo. Admitir nuevos grupos puede incentivar una desbandada ente los grupos más veteranos que ven disminuir sus oportunidades de recompensa. Lo más probable es que el partido se resista a dar mucho a los nuevos grupos hasta que éstos no se conviertan en fuerza electoral importante, que ‘justifique’ la necesidad de ofrecerles beneficios materiales. Fue un proceso evidente en los EEUU en los años de inmigración masiva en la segunda mitad del XIX. Los partidos querían ganar el voto del último grupo de inmigrantes que llegaba, cuyos miembros podían obtener el derecho de voto on facilidad, pero intentaban que les saliera barato (pocos empleos, pocas candidaturas públicas, etc.). Algo similar sucede en el XX cuando mucha población de color emigró desde el sur al norte y oeste. En unos años en los que se da un descenso generalizado de la capacidad de los partidos de ejercer el clientelismo a través de los empleos, a las comunidades negras les costó mucho hacerse con su porción de los partidos. En la medida que un grupo étnico recién llegado pudiera tener sus propios puntos de vista sobre políticas públicas, podría ser difícil conciliarlo con los programas políticos del partido. Ello podría limitar el entusiasmo del partido por favorecer el activismo de tales grupos. Podría suceder que teniendo en cuenta la proporción de votos que brindan al partido se vieran infrarrepresentados en lo referente a afiliación y activismo. Género. Esta falta de predisposición de los partidos a abarcar a nuevos grupos étnicos resulta más evidente en el caso del género. En su historia, la mayoría de los partidos han estado dominados por hombres, sólo recientemente se experimenta algún cambio al respecto. En casi todas las democracias liberales el derecho al voto se extendió a los varones mucho antes de las mujeres obtuvieran el derecho al voto. Así, en las primeras fases de democratización, los partidos estaban interesados en reclutar a los hombres como afiliados y activistas. Tenían derecho a votar y e les creía más capaces para influir sobre los votantes. No es que las mujeres estuvieran excluidas, pero cuando se ofrecían incentivos solidarios era una forma indirecta de hacer que participaran los hombres. Obtenido el derecho al voto, la posición de la mujer cambió poco, por tres razones. Los partidos conocían la influencia ejercida por las familias a al ahora de determinar el voto de una persona. Así, la posición de las mujeres era distinta a la de los nuevos inmigrantes. Los partidos podían confiar en que las redes creadas por hombres incrementaría el apoyo de las mujeres a las secciones de los partidos. A menudo se intentaba completar el proceso estableciendo secciones femeninas, pero fueron periféricas en la estructura de poder del partido y no eran vía para que las mujeres obtuvieran puestos de influencia política. En segundo lugar, a la vista de las posiciones de influencia real en los partidos no abundaban, los aptitos no querían problemas de organización interna facilitando el acceso de las mujeres a tales puestos. Habría supuesto conflictos con las jerarquías existentes, lo que se podía evitar admitiendo a las mujeres como participantes de ‘segunda clase’. En tercer lugar, debido a que raramente se las admitía en puestos de responsabilidad, las mujeres no contaban con muchos incentivos para implicarse en la vida de los partidos. El resultado fue que décadas después de conseguir el derecho al voto, las mujeres tendían a seguir infrarrepresentadas tanto como afiliadas, como en el papel de activistas. Prácticamente no existe ningún partido en el que las mujeres sean clara mayoría. En los ’70 y ’80, sólo algunos partidos –verdes alemanes- intentaron igualar la representación de la mujer en todos los niveles del partido. La publicidad a menudo supuso fuerte presión APRA otros partidos que querían dar la imagen de simpatizar con las mujeres. Pero las tensiones subyacentes persistieron, el abrir a las mujeres las oportunidades para ascender en el partido, las expectativas de los activistas masculinos se veían afectadas. El control masculino de los pesitos de los partidos sigue siendo una realidad hoy, incluso en aquellos partidos que se han comprometido formalmente a dar igualdad de oportunidades a hombres y mujeres. ¿Un problema de representatividad? Los afiliados y activistas de un partido tienden a no representar correctamente a los votantes considerados en conjunto.

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Lo más probable es que sean varones de clase media y que no procedan de grupos étnicos que han inmigrado recientemente al país. Pero, ¿tampoco resultan representativos en lo referente a sus puntos de vista? En la medida en que han sido movilizados por la ideología o programas de los partidos, es probable que no resulten muy representativos en este aspecto, pues la mayoría de los votantes no tiene un nivel de información política tan alto como el que tienen ellos, o marcos conceptuales tan sofisticados a través de los cuales interpretar el mundo político. Pero ello no significa que se trate de extremistas políticos. Según la idea popular, los activistas de un partido son ‘perros ideológicos locos’ a los que los lideres intentan mantener bajo control. Esta es una imagen distorsionada de lo que es el panorama general de los activistas. Hay muy pocos partidos no extremistas que tengan base de afiliación extremista. Afiliados y activistas pueden estar menos dispuestos que sus líderes establecer compromisos que afecten al orden de las políticas para mejorar las posibilidades de los partidos de ganar influencia política general, pero los casos de conflicto permanente en torno a temas de este estilo son escasos. Suele suceder que cuando disminuye el número de afiliados global hasta niveles muy bajos los partidos se hacen más vulnerables a la influencia de los extremistas.

4. Alternativas a la participación en los partidos.

Como los incentivos teleológicos han ido cobrando importancia progresiva en el reclutamiento de afiliados y activistas, merece la pena preguntarse que alternativas tiene los partidos para promocionar sus políticas. Los partidos nunca han sido la única vía para promocionar una política específica. Las causas concretas casi siempre han llevado a la creación de un grupo que la promoviera, incluso cuando había algunos partidos que simpatizaran con la causa en cuestión. En las últimas décadas nos preguntamos si estará cambiando el equilibrio entre partidos y grupos creados por una causa. Lo cierto e que cuanto más tienden los partidos a optar por estrategias electorales ‘atrapalotodo’, menos probable resulta que aquellos que promueven una causa concreta puedan considerar a un partido aliado fiable. ¿No significa esto que los partidos resultan menos atractivos para aquellos sensibles a incentivos teleológicos? ¿No podría contribuir esto a explicar el descenso de los niveles de afiliación a los partidos? En algunos aspectos, partidos y estos grupos pueden convertirse en rivales. Hay un límite para la cantidad de tiempo y dinero que una persona puede dedicar a una actividad de tipo político, así es posible que los partidos pierdan parte de los recursos que hubieran obtenido de ser las cosas de otra manera. Si estalla un conflicto interno ente partido y grupo movilizado en torno a una causa, es posible que algunos afiliados abandonen el partido y se unan al grupo, pensando que los objetivos y estrategias del grupo son incompatibles con la permanencia en el partido como afiliado. Pero en la mayoría de casos, el afiliado cuenta con incentivos para permanecer en las filas del partido. Un problema que plantean estos grupos es que el apoyo que se les brinda cambia enormemente a medida en que se altera la importancia pública del tema en torno al que se actúa. El activismo en el seno de un partido bien puede ser una buena forma de mantener viva la causa en los periodos en los que se le presta poca atención. Abandonar el partido es correr un riesgo para quienes crean un grupo porque dependen más de su capacidad de mantener unido un grupo y vivo el interés de la opinión pública por su causa. Los afiliados a la mayoría de estos grupos suelen tener pocas alternativas a la entrada en uno o más de los partíos existentes. Pero incluso cuando las causas tiene amplio alcance, podría recurrirse a la estrategia alternativa de presentar a sus propios candidatos a las elecciones, fundando su propio partido, sobre todo si resulta fácil obtener representación. En los últimos años han surgido muchos partidos ecologistas dado el fracaso de los grupos preocupados por el medio a la hora de obtener el compromiso de los partidos existentes de apoyo a su agenda política. Pero la entrada en la arena electoral de un grupo de presión no supone alejamiento del modelo político liberal-democrático (Partidos agrarios por descontento de granjeros). Este tipo de desarrollo refuerza los argumentos sobre la

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importancia de los partidos como solución para los que, preocupados por un tema, intentan ganar influencia.

Francia

Probablemente sea en Francia donde la noción de afiliación masiva haya tenido menos influencia. Entre sus partidos, solo el PCF, cuyo número de afiliados y activistas ha diminuido drásticamente en la V República, se ha preocupado por hacerse con un gran número de afiliados a largo plazo. El resto de partidos sigue afincado en la tradición política al uso hasta el final de la IV República –partidos débiles, candidatos que dependían tanto de sus afiliados como de sus contactos-. Las mujeres seguían estando infrarrepresentadas en todos los niveles de la política, incluso en aquellos partidos, como el socialista que parecían haber adquirido un compromiso con la igualdad entre los sexos. A finales de los ’80, sólo el 9% de votantes comunistas estaba afiliado. Pero es que la densidad de los localistas era de un 2-3% y un 35 mayor que en el caso de la UDF. Aceptando el valor nominal de estas cifras, los afiliados a los partidos en Francia constituirían el 5% del electorado, nivel de los más bajos de Europa. Esto no sorprende teniendo n cuenta lo limitado de las funciones desempañadas por los partidos en la sociedad francesa. No es solo que se les atribuya papel limitado en la lucha electoral, es que los partidos nunca han actuado como intermediarios ente la gente y los beneficiarios públicos de la forma en que lo hicieron en Bélgica, Austria o Italia. A nivel nacional los partidos tienen unos beneficios materiales relativamente escasos que ofrecer a sus activistas (excepto PCF) y sus debilidades organizativas les impidieron ofrecer el tipo de incentivos solidarios que ofrecían muchos partidos en otros lugares. Alemania

La participación en este caso plantea una paradoja. El partido socialista (PSA) fue el que marcó las pautas del desarrollo del modelo de partido de masas en Europa. Atrajo afiliados identificándose con una ideología y ofreciendo servicios recreativos. Pero la afiliación a los partíos en este país ha sido muy baja. En Weimar solo PSA y el Centro tenían vínculos con los masas electorales a través de sus afiliados. De hecho, uno de los factores que contribuyó al éxito del nazismo fue el hecho de que intentaran llenar un vacío organizacional en la derecha. Con la RFA en 1949, las existencia de partidos con un número bajo de afiliados seguía siendo característica del sistema. El PSA volvió a convertirse en partido de masas. Tenían afiliados el 135 de sus votantes en las primeras elecciones en 1949. Pero la reconstrucción del partido resultó ser poco ventajosa para la atracción de nuevos miembros. El partido estaba muy vinculado al movimiento sindicalista. El número de afiliados fue disminuyendo incluso mientras aumentaba el número de votantes. El electorado se duplicó entre 1949-1969, fecha en la que el 5% de los votantes estaban afiliados. El cambio de imagen tras 1959 (programa de bad Godesberg) y la formación de gobierno de coalición con el PLD impulsó un crecimiento moderado de los afiliados, aunque tal repunte partía de un nivel de afiliación bajo. Lo cierto es que ninguno de os grandes partidos alemanes se planteó la necesidad de tener un amplio número de afiliados. En teoría existía partidos de afiliación masiva, dada la obligación de ser democráticos que pesaba sobre ellos, pero ni el PDC ni PLD concedieron prioridad la tema. Así, la RFA tiene densidad de afiliación más baja a principios de los ’70; desde entonces ha aumentado el número de afiliados, pero sigue siendo bajo. La razón del aumento fue el cambio de política respecto al tema de la afiliación por parte del PDC (demócrata-cristiano) en 1969. Al encontrarse fuera del gobierno desde la creación de la República, estimaron que su voz no se escuchaba en las comunidades, iniciando un proceso de captación de afiliados, duplicando su afiliación. No es solo que la afiliación haya crecido en Alemania, ha cambiado el tipo de personas que participan en la vida de los principales partidos. Ha habido un cambio en la participación de las mujeres en la vida de los partidos, aunque siguen estando

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infrarrepresentadas en los partidos alemanes, quieren desempeñar un papel diferente al papel que tuvieron en los ’50.

Gran Bretaña

Es u8n ejemplo del colapso de la afiliación de los partidos. La densidad de afiliados a los partidos a finales de los ’80 (3.3%) no llega a un tercio de su nivel a principios de los ’60. pero el descenso comenzó antes. El punto álgido a filiación se sitúa en los años posteriores ala guerra. Los afiliados conservadores y laboristas constituían el 13% de votantes en las elecciones generales de principios de los ’50. En otras palabras, GB ha pasado de nivel medio de afiliación a un nivel muy bajo de densidad. ¿Cómo se explica esto? Factor clave fue el hecho de que ambos partidos apostaran por incentivos solidarios para reclutar afiliados. Los Conservadores ofrecían la arena para que las clases medias pudieran desplegar sus relaciones sociales. Los laboristas crearon clubes para miembros de la clase trabajadora. Al cambiar las bases existentes para relacionarse con otras personas, y en el caso del partido laborista al erosionarse su base de clase, los partidos se convirtieron en algo muchos menos atractivo para los afiliados potenciales. El declive de los incentivos solidarios se dio en un contexto en el que los incentivos materiales y los solidarios resultaban poco atractivos. Los materiales a la participación en las actividades del partido eran débiles desde el XIX; en 854 se habían puesto en marcha un sistema meritocrático de acceso a los cargos públicos y la corrupción electoral se eliminó con una disposición parlamentaria en 1883. Así se aseguró que os partidos de la era democrática liberal contaran con pocos recursos que repartir. Además, el tipo de penetración de los apretados en la vida social que se diera en Austria, nunca se dio en GB. Por otro lado, desplegar actividades en el seno del partido no resultaba atractivo para aquellos a los que se podía movilizar recurriendo a incentivos teleológicos. La relación entre o que se discutía y argumentaba en los partidos de base local y las políticas adoptadas por los partidos a nivel nacional era más indirecta que la que se daba en la mayoría de los países en los partidos de masas. Dos razones explicaban la debilidad del nexo. Ninguno de los partidos contaba con estructuras especialmente democráticas (comparados con los partidos noruegos). Los conservadores no reconocían que las decisiones adoptadas por el Congreso del Partido pudieran resultar vinculantes para éste. En el caso del laborismo, fue la estructura federal, en la que el derecho al voto de los sindicatos tenía mucho peso a la hora de determinar las políticas del partido la que diluyó el posible impacto del activismo. En segundo lugar, al contrario de lo que ocurría en Escandinavia o en Austria, donde los intereses corporativos unían al gobierno y e los intereses organizados en torno al proceso de implantación de políticas públicas, el estilo de creación de políticas públicas en GB no incentivaba a quienes tenían intereses particulares para intentar extender su influencia a través de los partidos mismos. El carácter centralizado y elitista de gran parte de la toma de decisiones iba en contra de fomentar la participación de los partidos locales. En la medida en que los gobiernos locales resultaban ser grandes áreas de administración de políticas públicas sobre las que los políticos electos ejercían un cierto control ofrecían ciertos atractivos para el activismo teleológico. Fue la combinación de este atractivo con incentivos solidarios la que mantuvo el nivel de densidad de los partidos en los ’50. Pero en los ’70, lo único que les quedaba a los partidos eran los incentivos teleológicos y a finales de los ’80 los laboristas contaban con menos de 300.000 afiliados y el partido conservador con 1 millón. Efecto generado por la débil conexión ente el activismo de los partidos y las políticas adoptadas estos, es que en el partido laborista se tendió a reforzar el tradicional dominio masculino. Las mujeres tenían pocos incentivos para unirse a instituciones que tradicionalmente habían estado dominadas por hombres. En proporción hay muchas más mujeres en el partido conservador, pero su reclutamiento tuvo lugar debido a la gran influencia de los incentivos solidarios. Su poder en el partido se veía reducido a las secciones femeninas y su número creciente no se ha reflejado en la titularidad de cargos clave en las organizaciones locales de los partidos.

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Japón

En Japón la afiliación ha sido mucho menos importante que en las democracias europeas. Es posible que los cambios efectuados (reformas 1993-1994) en el sistema de partidos y la reforma del sistema electoral ofrezcan mayores incentivos para que los partidos se reconstruyan sobre la base del activismo. En el nuevo sistema de partidos, los factores que sustentan el faccionalismo de los partidos y de las organizaciones de apoyo de los candidatos son algo más débiles de lo que lo eran con el anterior sistema electoral. Es posible que los efectos del sistema anterior dominado por el PLD subsistan en los próximos años. En el PLD el principal factor responsable de la baja afiliación ha sido el sistema de competición interna, estimulado por el sistema electoral. Se incentivaba que cada candidato al parlamento se hiciera con su propia organización, pues tenían que competir entre sí por los votos. Estas organizaciones suponían la existencia de obligaciones variadas hacia los candidatos por parte de los otros políticos, de manera que el reclutamiento se basaba en incentivos materiales en sentido amplio del concepto. Las organizaciones personales eran las que proveían de estos incentivos materiales y solidarios, y no el PLD. Además, el PLD ofrecía pocos incentivos teleológicos a sus afiliados, pues los miembros no desempeñaban papel alguno en la toma de decisiones. Las facciones controlaban la política del partido, de manera que el poder del partido reside básicamente en el poder de los afiliados al PLD de la Dieta Nacional. La situación no era muy distinta en el PSJ (socialistas, actualmente socialdemócratas) aunque en este caso lo que desincentivaba la afiliación era el dominio ejercido por los sindicatos. A mediados de los ’80 tenía una densidad del 0.6%, aunque a finales de la misma década hubo un aumento notable, al llegar ala presidencia de este partido Takako Doi. Los grandes cambios en la esencia de la competición ente partidos en 1993 podrían seguir movilizando a los partidos hacia el establecimiento de unas bases de afiliados más similares a las existentes en las democracias europeas.

EEUU

Rastrear los cambios a largo plazo en la participación de los partidos EEUU es difícil por dos razones: los dos grandes partidos no son partidos de masas, no cuentan con ningún sistema de afiliación formal. Los politólogos no disponen de una de las formas más esenciales de medir la participación de los partidos, el registro de afiliados. Pero hay otro problema, os activistas pueden ofrecer su apoyo a un candidato individual y no al partido, y a menudo es complicado decidir si es conveniente considerar a estos activistas simpatizantes del partido al que pertenece el candidato. Sin embargo, podemos identificar cierto número de cambios a largo plazo en los modelos de participación en estos partidos. Existen cuatro épocas diferencias en su historia. Finales de la Década de 1780 finales de la de 1830. Se habla de tal época como era prepartidista. Los partidos surgidos en los noventa del XVIII (federalistas y demócrata-republicanos) eran coaliciones de individuos localmente poderosos. El electorado no era demasiado numeroso y para movilizarlo podían confiar en la familia, amigos y os que dependían de los anteriores. Muchas personas que participaban en estas primeras políticas de partidos lo hacían por incentivos materiales, pero el número de participantes era reducido. El colapso del bipartidismo en la década de 1810 significa que por entonces, la competición electoral se volcó más en rivalidades personales, de manera que los incentivos teleológicos desempeñaban un papel aún menor que en 1790. Finales de la década de 1830 a finales de la década de 1890. Llamada ‘edad de oro’ de los partidos en EEUU, fue un periodo de activismo canalizado a través de los partidos y no de las candidaturas individuales. En la década de 1830 hay

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incremento masivo del tamaño del electorado, surgiendo un sistema bipartidista muy competitivo para movilizar a tal electorado. Ello requería un gran número de activistas en los que confiar para llevar a cabo las tareas propias de los procesos electorales. Los incentivos solidarios cobraron especial importancia a la hora de reclutar activistas y no habría que subestimar la importancia de los aspectos sociales en la vida del partido en tales décadas. En las primeras décadas e recurre a incentivos solidarios y teleológicos, pero a partir de 1860, los incentivos materiales se convierten en algo muy importante en las zonas urbanas. La maquinaria de partidos se hace con las ciudades, los partidos organizados descansaban sobre el activismo de la gente que obtenía beneficios (empleos, etc.) a través del partido. Se reclutaba a los activistas con una mezcla de incentivos materiales y solidarios. Finales de la década de 1890 a los años ’60. En muchos países los partidos burgueses tuvieron que enfrentarse en torno al cambio de siglo al reto que suponían los partidos socialistas, que reclutaban simpatizantes y los afiliaban. Ganaban así fuerza de trabajo en épocas de movilización electoral, así que tales partidos burgueses se hicieron a la idea del cambio que estaban obligados a realizar. Pero en EEUU no se da tal transformación. Los dos partidos hicieron frente al reto electoral planteado por el socialismo, además habían encontrado la forma de vincularse al electorado de masas, de forma que la forma de reclutamiento de los partidos socialistas no les suponía ventaja alguna. Aún así, y por diferentes razones fue una época de grandes cambios en el activismo desplegado por los partidos en EEUU. Existen tres factores interrelacionados que hemos de comprender para realizar el esquema del cambio. Primero, el nivel de competición descendió, de forma que sólo había competición en unos pocos estados, reduciendo la presión por obtener alta movilización de activistas. Segundo, hubo una serie de reformas (elecciones primarias y elección directa de senadores en 1913) que alteraron el equilibrio entre partidos y candidatos individuales. Los candidatos más relevantes empiezan a crear sus propias organizaciones para presentarse a las campañas, lo que suponía reclutar sus propios simpatizantes. El divorcio candidatos-partidos fue más acusado en los estados del oeste, donde los reformistas progresistas ejercía mayor influencia. En tercer lugar, los progresistas introdujeron otro tipo de mecanismos (reclutamiento de funcionarios y celebración de elecciones a ayuntamiento locales donde los partidos tenían poco que decir) pensados para erosionar los incentivos materiales al alcance de los partidos. El efecto fue el logro de un equilibrio más ajustado entre candidatos y partidos y la reducción del valor de los incentivos materiales a la hora de reclutar activistas. El impacto sobre el reclutamiento fue evidente a largo plazo. Los susceptibles de ser movilizados por incentivos teleológicos se centraban en lograr que salieran vencedores sus candidatos en las primarias y no en invadir las organizaciones de los partidos y hacerse con ellas. Solo en los ’50 el activista tradicional que gestionaba la organización del partido empezó a encontrar competencia en grupos rivales de activistas que estaban en posición de suponer un reto para su control. Hasta ese momento los activistas eran personas sensibles a una mezcla de incentivos materiales y solidarios, si bien el valor de ambos tipos de incentivos había disminuido. Cambio evidente den los ’50 era el papel desempeñado por las mujeres, si bien las posiciones de liderazgo seguían ocupadas por hombres. Década de 1960 a nuestros días. En los ’60, el equilibrio entre candidatos y partidos se rompe a favor de los primeros. El partido se convierte en arena poco atractiva para la participación política teleológica y las campañas organizadas por candidatos y grupos unidos en torno a una causa fueron ganando en capacidad de atracción. Ello tb tuvo lugar por los cambios utilizados en la tecnología utilizada en las campañas (TV) que hacía más fácil a los candidatos presentarse por un cargo público al margen de sus partidos. Tb contribuyen otros factores. Reformas políticas relativas al proceso de nominación presidencial debilitaron el papel de los partidos como intermediarios. Y la existencia de un número de temas controvertidos que afectaban a todos los partidos rompiendo las tradicionales líneas divisorias entre ellos, incluida guerra de Vietnam, fue un fuerte catalizador del cambio. Estos temas

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espolearon quienes querían trabajar al margen de las organizaciones de los partidos y debilitaban las estructuras de éstos. En la década de los ’80 los activistas se dejaban movilizar mucho antes por incentivos teleológicos que sus predecesores de 70-80 años antes. Los materiales mantenían importancia solo en unas pocas ciudades, y los solidarios eran atractivos para una banda menos estrecha que la de años atrás, cuando las relaciones sociales en los clubes políticos eran forma de esparcimiento. Pero para muchas personas que podían movilizarse por incentivos teológicos no estaba claro si los partidos podían ofrecerles algo distinto de lo que les ofrecían las campañas de los candidatos o los grupos unidos en torno a una causa. Puesto que los aptitos solían pedir poco a los que tenían puestos de poco nivel, estos activistas podían ostentar un puesto público y participar a la vez en otras arenas políticas.

Las Organizaciones de los Partidos

Al margen de la combinación de recursos con la que cuenta, un partido requiere unza organización para utilizar tales recursos de forma eficaz. El tema tuvo enorme importancia ente los fundadores de la ciencia política, y no es coincidencia que revistiera tanta importancia para esa generación de politólogos, el crecimiento de las estructuras de los partidos habían sido el principal fenómeno en el proceso de democratización de las sociedades industrializadas.

1. Cómo y por qué convergen y difieren la organizaciones de los partidos.

Podemos identificar tres tradiciones a la hora de identificar por qué y en qué medida los partidos se diferencian unos de otros en lo referente a su forma de organización. En el ámbito de la primera tradición encontramos los modelos de

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competición electoral, ejemplos son los estudios clásicos de Duverger y Epstein. Tras explicar por qué surgieron los diferentes tipos de organización en las primeras fases de democratización, los defensores de tal enfoque se centran en el efecto generado por la competición por otros partidos que les empuja a adoptar tipos concretos de organización. Ambos autores están en desacuerdo sobre el tipo de estructura considerada óptima del partido, pero el impacto que en su opinión genera la lógica de la política competitiva sobre las formas de organización, es muy similar. Los modelos institucionales conceden mayor prioridad a la dinámica que explica cómo se creó una organización y qué relación existe ente los diferentes elementos del partido. No se niega que la necesidad de competir por votos pueda empujar a un partido a reformar sus estructuras, pero se acentúa más el papel desempeñado por los modelos de relación en el seno del partido que dificultarían la posibilidad de convergencia hacia una forma organizacional óptima. El estudio más actual en el seno de tal tradición es el de Panieblanco, si bien sus orígenes intelectuales se remontan a Max Weber. La tercera tradición es de corte sociológico, vincula la organización de los partidos al tipo concreto de recursos de los que disponen. La forma organizacional reflejaría el flujo de recursos. Luego explicaré este enfoque, ahora veamos en qué medida difieren los dos primeros explicando los marcos diseñados por Duverger y Panieblanco.

1.1 ENFOQUES CENTRADOS EN LA COMPETICIÓN ELECTORAL

La tipología de organizaciones de los partidos de Duverger tiene dos dimensiones: hay que ver si la estructura es directa o indirecta; y los llamados elementos básicos del partido. (1) Partidos directos e indirectos. Implica distinción entre partidos con organizaciones unitarias (estructuras directas) y los que son confederaciones de otros cuerpos (estructuras indirectas). Para Duverger, que diseña esta tipología en los ’50, las indirectas eran menos comunes y se daban en partidos socialistas y católicos. Pero no implica que todos esos partidos fueran indirectos. El Laborista británico era indirecto, pero el socialista francés de la época era directo. Duverger señalaba que un partido podía ser más o menos indirecto y que se había dado una tendencia hacia lo indirecto en el ámbito de los partidos agrarios. Duverger denomina a esta dimensión ‘plano horizontal’. (2) Elementos básicos de los partidos. Dimensión llamada por Duverger plano vertical, son las unidades de las que surge el partido. Los tienen tanto los partidos directos como los indirectos. Duverger identifica 4 tipos a partir de los cuales puede componerse un partido.

Camarillas. Elemento más antiguo, constituían forma de organización de partidos en las asambleas legislativas de la época predemocráticas, en la primera fase de la democratización. Consta de un pequeño número de miembros y no busca la expansión, sólo se puede llegar a formar parte de ella por medio de coopción tácita o nominación formal. La estructura de las camarillas se basa en las élites políticas, que controlan los asuntos de su territorio y pactan con otras élites de su partido a nivel nacional. Con la extensión del derecho al sufragio, se extendieron las organizaciones de los partidos. Así, esta organización está vinculada a partidos que organizan a sus afiliados en cuadros: ‘los partíos de cuadros son partidos formados por camarillas, están descentralizados y mantiene vínculos laxos’ (Duverger).

Secciones. Duverger relaciona la sección con los partidos de afiliación de masas. Esta estructura se diferencia de las camarillas en dos aspectos: se intenta reclutar afiliados para incrementar los recursos del partido y no se trata de grupos de élites políticas locales (notables, en palabras de Duverger). Tb se diferencian por la forma en la que las secciones se vinculan a las demás. Mientras las camarillas requisen alto grado de autonomía frente a la organización nacional del partido, los partidos organizados en secciones están más controlados desde el centro. En cuanto a sus orígenes, tb hay diferencias: los partidos de camarillas se crearon desde dentro (parlamentos

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predemocráticos, por élites políticas), los partidos por secciones originales, sobre todo socialistas, se crearon desde fuera (por los excluidos del poder político en un régimen).

Célula. Invención de los partidos comunistas, igual que en el caso de las camarillas y al contrario de las secciones, los comunistas se preocupaban más por la calidad de quienes reclutaban que por el número global. Se diferencian de las camarillas por que los principios por los que se regían a la hora de ser admitidos eran fijados desde el centro y no venían dictados por las circunstancias políticas. Los partidos comunistas se diferenciaban de las camarillas y las secciones en que las unidades organizativas clave no eran geográficas (vinculadas a unidades y restricciones electorales) sino establecidas a nivel de centros de trabajo. Se asumía que se movilizaba mejor al proletariado creando organizaciones en las fábricas que en las comunidades donde residían. Ello refleja los más amplios objetivos de los partidos comunistas, para los que las actividades electorales eran una actividad más, pero no la más importante hacia el derrocamiento del capitalismo.

Milicia. Fue la forma de organización adoptada por los fascistas y partidos de extrema derecha en entreguerras. La organización estaba pensada para que a través de ella se pudieran realizar muchas tareas que no encajaban en el campo de la política electoral. Para Duverger, era un tipo de ejército privado cuyos miembros se enrolaban según parámetros militares; el carácter militar se aprecia en su composición y estructura. Estructura basada en grupos muy pequeños que se integran en pirámides para formar unidades más amplias.

Duverger tb desarrolló ideas acerca de por qué partidos concretos habrían adoptado su forma de organización. Pero en su análisis nos encontramos con una propuesta que supone un reto en relación con lo que denomina ‘plano vertical’. Supone que el partido basado en la afiliación de masas es superior al de notables. Así, la presión de tener que competir por los votos y tener que retener la lealtad de quienes son fieles al partido, supone a los partidos de camarillas que, o se transforman en partidos por secciones o adoptan muchos de sus rasgos, convirtiéndose en un híbrido ente el tipo de camarillas y el de secciones. Célula y milicia son apropiados par partidos con objetivos políticos especiales, pero estos elementos básicos son inapropiados para la mayoría de partidos. Es la sección la que plantea el reto a las camarillas y la que resultó ser adecuada para adquirir grandes recursos políticos. Duverger no dice que todos los partidos acabarán por tener el mismo modelo de organización. Según su opinión, la historia organizacional de un partido determina la forma en que está capacitado para alterar sus estructuras. Reconoce tb que hay diferentes formas en las que estructurase un partido por secciones. El pilar de su argumentación era que la forma de organización de os partidos socialistas era superior al reto de formas y sería copiada por el resto de partidos. Ofrecía más posibilidades al partido de obtener los recursos necesarios de una organización electoral. Así, el factor principal para determinar el futuro de la organización adoptada por un partido en las democracias liberales era la lógica de competición electoral, que impulsaba a los partidos a modificar su organización de manera que se hicieran lo más competitivos. Epstein puso patas arriba el argumento de Duverger. Mientras éste reconocía la importancia de la competición electoral a la hora de dar forma a la evolución experimentada por la organización de un partido, Epstein cree que la organización de un partido no es más que la respuesta a la competición por votos. Tb está en desacuerdo con la orientación europeísta del análisis de Duverger, que habría considerado a los partidos americanos una especia de ‘fósil organizacional’. No habrían abandonado su organización en camarillas porque no se habían tenido que enfrentar al reto electoral de los partidos socialistas. Epstein afirmaba que los partidos de tipo norteamericano eran los más aptos para llevar a cabo campañas electorales modernas. En una era de elecciones televisadas, encuestas de opinión, etc., los partidos no precisaban muchos afiliados

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para movilizar votantes. Lo que necesitaban era dinero para comprar tales servicios, y el dinero se obtenía fácilmente de los grupos de interés y donante individuales que por medio del reclutamiento masivo de afiliados. Es más, muchos afiliados podían limitar las posibilidades de los líderes de los partidos a la hora de diseñar las estrategias de las campañas. Los líderes precisaban del tipo de flexibilidad que se da cuando existe una forma de vinculación más laxa ente líderes y activistas. Los rasgos determinantes para el futuro de las organizaciones de los partidos en las democracias liberales no provendrían –según Epstein- de un ‘contagio de la izquierda’, sino de un ‘contagio de la derecha’, siendo el modelo el partido republicano de EEUU. Si Epstein tiene razón, hemos de rechazar el grueso del análisis de Duverger.

1.2 UN ENFOQUE INSTITUCIONAL (PANIEBLANCO)

El politólogo italiano ofrece un análisis de la organización de los partidos que resulta más limitado y teóricamente más riguroso que los de loso autores anteriores. Limitado porque excluye los partidos que operan fuera del marco de Europa Occidental. Al explicar la razones para excluir a los sistemas de partido único y a los EEUU afirma que en el segundo de los casos, se debe a que los factores que afectaron al desarrollo y surgimiento de los partidos norteamericanos son muy distintos a los que se dieron en Europa. Pero su análisis es aún más restrictivo por dos aspectos: no presta atención a los aptitos urgidos en las excolonias británicas (Australia, Canadá, Nueva Zelanda) a las que recurren a menudo los expertos para comprobar la validez de sus hipótesis extraídas de la experiencia de Europa Occidental. En segundo lugar, aunque pretende ser un estudio centrado en Europa Occidental, los estudios de caso a os que recurre Panieblanco para comprobar sus hipótesis se refieren a partidos de cuatro países: Francia, Alemania, Italia y Reino Unido. En esta tipología de Panieblanco, se ponen en relación dos tipos de variables:

Modelo genético. Averigua como llegó a formarse un partido e identifica seis vías principales a través de las cuales se forman los partidos.

Institucionalización. La segunda variable es el grado de institucionalización, referida a que un cuerpo deja de ser un medio para lograr ciertos fines y se convierte en ‘algo valioso en sí mismo, siendo así que sus metas no se diferencias de él, ambos son inseparables’. Evidentemente, todos los partidos tienden a institucionalizarse en alguna medida para sobrevivir, pero en unos caos este proceso hace surgir instituciones fuertes, en otros obtenemos instituciones débiles. El autor introduce dos formas de medir la institucionalización.

Según su modelo genético, existen tres factores determinantes a la hora de caracterizar los orígenes organizativos de un partido. Habrá que ver:

Si el partido se construyó sobre la base de penetración territorial o difusión territorial (o por medio de combinación de ambos).

La presencia o ausencia de una institución externa que patrocina el partido. Si existe un líder carismático involucrado en la formación del partido.

La 1penetración territorial es el proceso a través del cual un partido centralizado crea organizaciones locales y regionales. 2Difusión territorial implica reunión nacional de grupos independientes compuestos por las élites políticas locales. Podría parecer que la penetración territorial no es sino una forma de describir lo que Duverger llamó partido dividido en secciones creado de forma externa y que la difusión territorial es la descripción de una formación de partidos creados internamente a través de camarillas. Pero Panieblanco rechaza tal comparación, argumenta que mientras algunos partidos de camarillas experimentaron difusión territorial, otros practicaron la penetración territorial. Que una organización externa patrocine o no un partido afecta a la fuente de legitimación de la dirección. En los partidos que se legitiman internamente, el liderazgo extrae su autoridad del seno del partido mismo; en partido de legitimación externa, la autoridad la constituye la institución patrocinadora.

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Aunque los partidos indirectos de Duverger sean instancia de legitimación externa, esta categoría no se solapa con la de Panieblanco. La legitimación externa no genera necesariamente estructura de partido indirecta. Así, en relación a la formación de un partido, el aceptar el marco de Panieblanco supone que debemos preguntarnos en el caso de cada uno de los partidos: ¿Fue creado por penetración territorial, difusión territorial o ambas? ¿El liderazgo de partido se legitimaba de forma interna o externa; si era externa, lo fue de forma extranacional –organización al margen del estado-? Institucionalización. Propone dos dimensiones de institucionalización. Una es el 1grado de autonomía de la organización en relación a su entorno, medida en que el partido es capaz de controlar los términos de la relación que tiene con sus simpatizantes, con organizaciones externas, etc. Partido institucionalizado ejerce un control intenso y es capaz de transformar su entorno en caso de ser necesario. Partido débilmente institucionalizado es un partido que debe reaccionar ante su entorno y adaptarse a él. La segunda dimensión es la que el autor denomina 2grado de sistematicidad. Es baja cuando se deja mucha autoridad a los subgrupos encuadrados en el partido. Sistematicidad es alta cuando existe alto grado de interdependencia ente subgrupos, lo que es posible debido al control que el centro ejerce sobre los recursos. El autor afirma que ambas dimensiones están empíricamente relacionadas en la medida en que baja sistematización hará difícil que una organización de un partido sea autónoma respecto de su entorno. Vínculos entre el modelo genético y la institucionalización. Esto nos lleva a la conexión que establece Panieblanco entre ambas dimensiones:

Los partidos que han evolucionado a partir de penetración territorial tiende a crear instituciones fuertes porque las élites fundadoras están en situación de controlar la forma que adoptará la organización.

Los que lo han hecho partir de difusión territorial, tiende a ser institucionalmente débiles porque las élites fundadoras entran en competición para controlar los recursos del partido.

Partidos de legitimación externa (a excepción de los extranacionales) tienden a institucionalización débil porque los patrocinadores están interesados en que así sea (de lo contrario se reduciría su capacidad de control sobre el partido).

Partidos patrocinados extranacionalmente suelen desarrollar organización fuerte, para reducir la posibilidad de que otras organizaciones sociales ejerzan influencia sobre el partido.

Partidos de legitimación interna carecen de las constricciones impuestas a los partidos de legitimación externa y pueden evolucionar hacia una institucionalización fuerte.

Los líderes carismáticos tienden a resistirse a la institucionalización en sus partidos porque lo consideran amenaza a su poder. Pero cuando se procede a la institucionalización, tenderá a ser fuerte, reflejando el modelo original de autoridad centralizada del partido.

Donde la legitimación interna va de la mano de la penetración territorial el resultado será fuerte institucionalización, ejemplo de lo cual son los conservadores británicos para Panieblanco. Algo similar ocurre cuando la legitimación extranacional permite penetración territorial que tb da lugar a instituciones fuertes, ejemplo de los cual son los partidos comunistas. Donde la difusión territorial se complementa con la existencia de patrocinador dentro del país, el resultado será institucionalización limitada, el autor pone como ejemplo el laborismo británico y algunos aptitos religiosos. Señala el caso de federaciones de grupos existentes en los que se da legitimación interna, pero donde los grupos pueden ejercer su derecho a veto frente al centro, en estos partidos a institucionalización será débil. La tipología de Panieblanco relaciona los orígenes del partido con los modelos de ejercicio del poder dentro del partido (y entre la organización del partido y su entorno) que pueden llegar a consolidarse tras su fundación. No niega que los partidos pueden cambiar su tipo de organización, pero al contrario de Duverger y Epstein, cree que el cambio organizacional tiene lugar sobre todo en el contexto del

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modelo concreto de relaciones internas que puso en marcha el acto fundacional del partido. Así, el enfoque de Panieblanco es tanto institucional como centrado en el paso del pasado, idea de que los partitos atraviesan por momentos que les definen y coartan su evolución posterior. Duverger y Epstein creen que es posible encontrar vía común de cambio entre todos los partidos que compiten por los votos del electorado de masas, si bien la vía de la que uno habla es distinta a la del otro.

1.3 EVALUACIÓN DE AMBOS ENFOQUES

Duverger y Epstein. Superficialmente puede parecer que la evidencia debía llevarnos a rechazar el enfoque de Duverger. El partido de masas organizado por secciones, no ha demostrado ser el modelo dominante de organización de partidos que Duverger afirmaba que era. Partidos con estructura de camarillas han sido capaces de mantenerla y ser electoralmente competitivos. El FPD alemán (P. Liberal) es uno de ellos, aunque formalmente recluta afiliados, no realiza política activa de reclutamiento y se precia de ser pequeño pero selecto. Es más, aquellos aptitos que se han creído obligados a crear una estructura por secciones a menudo han acabado generando un tipo híbrido de organización del partido. Si bien no ha habido ‘contagio desde la izquierda’ como auguraba Duverger, tampoco se ha dado ‘contagio desde la derecha’. El modelo norteamericano de organización descentralizada y laxa no ha sido emulado por partidos europeos. Algunos sí lo han hecho, como Forza Italia, modelo puro de Epstein. Pero ello no ha de sorprendernos, el recurso de Berlusconi a la hora de fundar el partido era su control sobre ciertos sectores de medios de comunicación, sobre todo cadenas de TV. Quería una organización elitista, donde la relaciones con las masas serian un complemento del control sobre los medios que perseguía. Al escribir en 1980 Epstein una nueva introducción para una versión revisada de su Obra (Political Parties in Western Democracies) admitió que podría haber sobreestimado la presión ejercida sobre los partidos europeos para evolucionar en esa dirección. Algunos partidos más que debilitar su base de militancia intentaban construir una organización más fuertemente basada en la afiliación. Fue la política seguida por el PDC alemán en los ’70, como repuesta a la convicción de que la débil organización de las comunidades alemanas lesionaba las posibilidades del partido de conseguir apoyo popular. Contra lo pronosticado por Epstein en el sentido de que la TV y otras formas de hacer campaña convertirían las altas tasas de afiliación en algo superfluo, la experiencia del PDC sugiere que las estructuras tradicionales de los partidos divididos en secciones aún estaban llamadas a desempeñar papel crucial a la hora de movilizar votantes. Duverger y Epstein se equivocaban al señalar el predominio de una u otra forma de partido. No vieron que los partidos requieren una gran variedad de recursos que les hagan electoralmente competitivos. Pero en alguna medida estos recursos son sustituibles. Variaciones en las formas de organización son posibles sólo en la medida en que tales recursos sean sustituibles. Por eso existen tipos de organizaciones de partidos híbridas en los partidos liberal-democráticos. Se combinan los elementos de partidos de camarillas y por secciones. Pero, como descubrió el PDC alemán en los ’70, los recursos no son intercambiables. Unos partidos podrían evolucionar en una dirección para intentar compensar debilidades organizativas (creando base de afiliación mayor) y otros, como los noruegos podrían moverse en distinta dirección. Allí los líderes se vuelcan en las encuestan de opinión buscando puntos de vista de la gente común, l oque plantea la cuestión del valor que tienen para la política nacional la organización y afiliación locales. Algunos de los procesos que tiene lugar en Noruega apuntan a una evolución que a de la afiliación masiva a la profesionalización y el consumismo. Por lo tanto, no es que subsistan amplia variedad de formas de organización de partidos, además no parece haber discrecionalidad única en el cambio. Como las debilidades organizativas en los partidos difieren, tb lo hacen las reformas que ponen en marcha. Esta conclusión no invalida la idea general de Duverger ni la de Epstein, que las formas de organización departidos cambian en respuesta a las formas de competición electoral. Ahora debemos plantarnos si el enfoque de

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Panieblanco ofrece un marco mejor para comprender la organización de los partidos. Panieblanco. Su análisis, al ligar modelos genéticos a los patrones de institucionalización, arroja luz sobre aspectos importantes de la vida interna de los partidos. Es capaz de explicar por qué las facciones de los socialistas italianos PSI fueron más fluidas que las del SFIO francés, aludiendo al tipo de estructura más localizada que habría tenido el primero en el momento de su formación.

Este enfoque es excesivamente teórico, recurre a estudios de caso elegidos para encajar perfectamente en tal modelo. Como presenta pocos estudios de caso, si uno de los estudios que presenta no casa con el modelo en la forma esperada, supone graves consecuencias para la validez de su modelo global. Vemos el ejemplo de los 1conservadores británicos para ilustrar tal problema. Según este enfoque, los conservadores serían un partido de legitimación interna surgido entre la élite parlamentaria. Por a extensión del derecho al voto y necesidad de movilizar votantes, el partido recurrió a la penetración territorial, controlando de cerca el establecimiento de organizaciones locales del partido. El resultado fue un partido latamente institucionalizado que gozaba de cierta autonomía frente a los grupos de interés y donde el centro controlaba a las organizaciones locales. Panieblanco negaba que las organizaciones locales hubieran disfrutado tradicionalmente de un alto grado de independencia, afirmando que tal independencia era más aparente que real. El centro controlaba las asociaciones a través del reclutamiento de agentes locales y por medio de un discreto control ejercido sobre la selección de candidatos. En centro puede vetar a los candidatos que no quiera, pero en general el partido está tan unificado y unido que las asociaciones locales tienden a elegir candidatos que cuentan con la confianza de la dirección sin que se precise una intervención explícita de ‘arriba’. Esta descripción de la evolución del Partido conservador induce a error, es cierto que a finales del XIX el partido parlamentario intentó establecer asociaciones locales conservadoras como forma de movilizar votantes. Pero el ámbito de tal penetración territorial fue limitado. En esa área vital de la política local, los conservadores intentaban preservar todo el poder posible para las élites locales conservadoras. Así, en mucho de los Condados mayoritariamente conservadores en cuanto al sentir popular, los conservadores no intentaron imponer candidatos en las elecciones a los gobiernos locales. Hasta las reformas de tales gobiernos en 1974, en control político de muchos de estos condados estaba en manos de ‘consejeros’ independientes, muchos simpatizantes de los conservadores a nivel nacional. A las élites conservadoras tradicionales, terratenientes, les era más fácil retener grado de influencia considerable en este foro no partidista. La falta de organización formal del partido a este nivel reducía la posibilidad de que los elementos menores del partido (comerciantes, etc.) tuvieran influencia desproporcionada. Al ignorar tal aspecto de la organización conservadora, Panieblanco ofrece un cuadro de centralización e institucionalización mucho mayor de la que debe atribuírsele. Incluso en las actividades donde había mayor implicación de la organización formal del partido, panieblanco sobreestima el poder del centro. Los parlamentarios conservaron el poder sobre la organización del partido, liberándose de tener que elaborar estrategias electorales populares al margen de las demandas de los afiliados del partido. Pero el partido nunca hubiera podido llevar a cabo tal maniobra de aislamiento de la dirección si no se les hubiera concedido a las organizaciones locales poderes reales de algún tipo, principalmente la elección de candidatos. El grado de influencia que pudiera tener el centro ala hora de suprimir candidatos que pudieran suponer un lastre para los conservadores no era mayor que el que se daba en partidos menos institucionalizados. El hecho de que prácticamente todos los candidatos fueran aceptables para el centro no significa que las organizaciones locales se alinearan de forma natural con aquellos candidatos que contaban con la confianza de la organización central. Hay que pensar más bien en una autodefinición del partido, que se consideraba como una iglesia: el espíritu de la dirección conservadora en relación con la selección de candidatos estaba más en línea de la idea de que ‘cualquiera que se considerase a sí mismo conservador es conservado’. No había test ideológico que superar. Así, era

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inevitable que existiera cierta congruencia ente las organizaciones de los partidos locales y lo que resultaba aceptable para el centro. Pretendo resaltar que si bien en algunos aspectos el partido conservador está centralizado e institucionalizado, no se ajusta al análisis presentado por Panieblanco. ¿Qué es lo que falla? Ya he hablado de un aspecto, la sobreteorización. Como su elegante y complejo marco teórico no explica bien las realidades de la evolución organizativa de los partidos, tiene que hacerlas encajar en la estructura de su análisis analítico. Es significativo que de mayor peso a las formas de configuración de la organización de los partidos y no dedique mucha atención al hecho de que deben adaptarse a los cambios en el mercado electoral. Es obvio que los partidos que obtiene victorias, como los conservadores en el XX se ven menos presionaos para reformarse, lo que explicaría el alto nivel de continuidad de las estructuras de un partido concreto. En general, la conexión electoral es un incentivo para que los líderes busquen el cambio para mejorar su actuación. El problema de los niveles de análisis. Lo que falla en la variante de Panieblanco del enfoque institucional es parecido a lo que falla en las versiones de Duverger y Epstein del enfoque de competición electoral. Se ha buscado una explicación al desarrollo organizativo de los partidos demasiado general. Podemos asumir que el tipo de estructura de un partido influirá sobre las posibilidades de la dirección y extensión del cambio de esa estructura. Tb que la necesidad de competir por votos ejerce cierta presión sobre el partido para que adopte una forma de organización adecuada. Pero la fuerza desplegada por tales influencias, y los resultados finales, dependen de las circunstancias concretas de cada partido. Por un lado, las limitaciones organizativas serán bastante serán más complejas de lo que resultaría del análisis de Panieblanco. Por otro, la competición electoral puede catalizar soluciones diferentes recurriendo al cambio organizacional y dependiendo de los diversos partidos; simplemente porque cuentan con diferentes recursos, mantienen distintos tipos de relaciones con sus afiliados, etc. Los partidos liberal y conservador progresista de Canadá nos ofrecen buen ejemplo de la complejidad de las interacciones entre factores institucionales y de competición electoral. La política de este país en el XIX se caracterizaba por la concentración del poder en manos del Primer Ministro por el uso extensivo del patronazgo. El clientelismo garantizaba control de las élites locales de forma que resultaba tanto en su interés como en el de la dirección del partido, que la organización fuera un ‘esqueleto’. No había casi actividad política en periodo no electoral y las organizaciones locales existían par nominar candidatos y gestionar campañas electorales generales. Esta forma de organización de base persiste, igual que el control ejercido por la dirección sobre las organizaciones locales, que resulta ser mayor que en GB. Podemos construir una explicación plausible del desarrollo organizativo de los partidos canadienses. Pero que hay del impacto de la competición electoral. Ambos partidos han sido capaces de movilizar a electorados de masas, y en 4 provincias lo han hecho frente al NPD (socialdemócratas) que tiene organización basada en afiliación masiva. Esto sugiere que entra de la opinión de Duverger y Epstein, a largo plazo ha sido viable en Canadá más un tipo de organización de partidos. Pero el mercado electoral ha tenido influencia significativa a la hora de dar forma a esta organización, puesto que el alto grado de volatilidad electoral de un distrito a otro ha evitado el surgimiento del tipo de estructuras altamente centralizadas típicas de liberales y conservadores. Los partidos de bases han mantenido un grado de autonomía mayor aunque los líderes del partido tengan alta concentración de poder. Estos se han mostrado conformes con ejercer el poder a través de delegaciones parlamentarias y dejan a las bases libertad para elegir a quienes quieren votar y cómo quieren llevar a cabo sus campañas electorales (aunque tienen derecho de veto lo ejercen rara vez). El que los partidos de bases retengan tal autonomía les dota de flexibilidad deseable en un país en el que hay asegurados relativamente pocos escaños.

2. Recursos al alcance de la organización de los partidos.

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Según el enfoque sociológico de las organizaciones de partidos, el tipo de recursos concretos de los que disponen limita y posibilita la creación de organizaciones diferentes. Las organizaciones de los partidos se embarcan en muchas actividades: dirigir campañas electorales, mantener contacto entre líderes y activistas, movilizar a la opinión pública en ciertos temas, etc. Ello requiere utilizar recursos. Algunos, como trabajo y dinero pueden utilizarse para realizar amplia gama de tareas o para adquirir recursos más especializados. Otros, como el contar con un líder carismático pude estar al alcance de un partido que por lo demás, no cuenta con demasiados recursos, y no estar a disposición de un partido ‘rico’ en dinero y afiliados. La forma en la que un partido reacciona ante el reto de desarrollar su forma de organización de modo que le permita mantener su competitividad electoral (o mejorarla) depende de donde supone que están sus nuevos recursos potenciales. Pero el cambio organizacional no depende sólo del tipo de recursos que sea capaz de conseguir un partido, tb del origen de los recursos con los que cuenta. A finales de los ’80, los laboristas presentaban atención escasa al reclutamiento individual de afiliados. Pese a todo, el periodo que va de los ’50 a finales de los ’70 se caracteriza por desarrollar el partido alto grado de competitividad, manteniéndose en el gobierno durante 11 años de 28, de forma que se podría haber asumido que el partido había construido su base organizativa. Esta paradoja se soluciona porque en sus inicios, en la terminología de Divergir, el partido era ‘indirecto’. La mayor parte de los fondos para las campañas provenían de los sindicatos. Muchos pactaban con sus bases para que colaboraran en las campañas. Comparado con un partido directo, que tenía que depender de sus propios recursos, el Partido Laborista no se vio tan afectado por el colapso de la afiliación individual. El partido hizo poco por intentar invertir el descenso de esa tendencia, sin embargo, la situación es más compleja que todo esto. Incluso en el caso de partidos directos, los vínculos con grupos de interés concretos, pueden ser tan estrechos que os partidos tengan que pensar que su interés radica en mantener tales vínculos, posiblemente a costa de la expansión de sus bases de recursos. Los nuevos ‘donantes’ –nuevos afiliados y grupos que aportan dinero- pueden plantar demandas o presionar al partido de forma incompatible con el mantenimiento de compromisos con los patrocinadores tradicionales. Que los partidos se mueven entre modelos distintos de recursos es razón que avala el que no puede existir una única forma dominante de organización de partido. Hasta aquí, el enfoque sociológico casa bien con la experiencia de las organizaciones de partidos en las democracias liberales. El problema de tal enfoque es que no explica que tipo de estructura organizacional –de todas las congruentes con los recursos del partido- será la que surja. Y no se trata de que cada partido cuente con una única y óptima forma de organización. Nos ocupamos ahora de la conexión entre adquisición de recursos y competición entre partidos. Hasta hace poco los politólogos asumían que si los partidos competían por recursos, tb podían competir por votos en las elecciones. En un estado, cuantos más recursos tenga el partido A, más difícil será para B y C competir con el en unas elecciones. Katz y Mair cuestionan la aplicabilidad de tal modelo competitivo para entender el comportamiento de los partidos. Piensan que en las democracias liberales ha surgido un nuevo tipo de partido, el partido ‘cártel’, caracterizado por la interpenetración entre partido y estado y por un modelo de connivencia entre partidos. En su opinión, dos factores son cruciales para propiciar tal interpretación entre partido y estado:

Aumento de los partidos fundados por el Estado. Auge de medios electrónicos a la hora de llevar las campañas, medios

sujetos a regulación estatal (al contrario de lo que ocurre con la prensa).

La cooperación de los partidos en Europa para favorecer estos recursos se ha visto incentivada por el hechote que desde los ’60, sólo ha habido dos partidos electoralmente significativos que no hayan estado en el poder: comunistas italianos y liberales británicos. Según los autores citados los partidos pueden usar su control sobre los recursos para mantenerse y evitar que surjan nuevos partidos. La importancia de la ‘cartelización’ de los partidos no radica en el hecho de que altere

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las formas de competición organizacional. En la medida en que el estado puede ofrecerles recursos que sustituyan a los aportados por afiliados y activistas, se desincentiva la expansión y desarrollo de una base de afiliados. Podemos preguntarnos en qué medida tales recursos son sustituibles. El autor de este libro sugiere que aun queda por demostrar el que se de un alto grado de permutabilidad ente los recursos que se necesitan para llevar a cabo una campaña electoral. Pero en el caso de que no fueran sustituibles, el argumento de ambos autores de que la accesibilidad al gobierno de la mayoría de los partidos hace disminuir el grado de competitividad entre ellos, podría permitirnos decir que hoy importa menos a un partido el porcentaje de votos que obtenga. Si esto fuera cierto podríamos afirmar que las presiones a las que se ven sometidos los partidos para alcanzar forma organizacional óptima s han visto reducidas.

3. Organización y Control de los Partidos Políticos.

El tema fue estudiado por Michels analizando el PSD alemán. El autor creía haber descubierto la ley de hierro de la oligarquía, el desarrollo de una organización conduciría a una oligarquía. Para comprender esta ‘ley’ de Michels, volvemos de nuevo sobre la distinción de Duverger. Para este, dos principales tipos departidos son los de cuadros y lo de masas organizados por secciones. El principio operativo en los partidos de masas era el reclutamiento de afiliados, gente a la que se ofrecía, a cambio de su esfuerzo, participar en el control del partido. En teoría los afiliados controlaban al partido, sus objetivos y estrategias; el partido era democrático por dentro. Era el modelo supuestamente diseñado por el PSA y que sería copiado pos muchos partidos socialistas.

Michels afirmaba que una vez que el partido iba más allá de la democracia directa y establecía una organización a través de la cual se organizaran diferentes tareas, los que ocupaban puestos en el seno de la organización acabaría por asumir el control efectivo. En teoría el partido podía ser democrático por dentro, pero a la hora de la verdad, las decisiones se tomaban en otros ámbitos. ¿Influye el tipo de organización fuertemente en la distribución de poder en el seno del partido como afirma Michels? Para contestar es preciso señalar que incluso si las élites controlaran un partido cuya base fuera la afiliación, no existiría un control unificado:

(1) En las primeras décadas de la democratización la dirección de los partidos de afiliación solía provenir de dos fuentes: líderes de la organización y parlamentarios. En los partidos socialistas de Europa Central y del Este, el control lo tenían los primeros. En cambio, en el partido laborista británico los parlamentarios desarrollaron autonomía y controlaron sus relaciones con quienes ostentaban cargos en la organización del partido. Tras la segunda guerra, el equilibrio de poder tendió a inclinarse a favor de parlamentarios y otros cargos públicos, en la medida en que nuevas formas de conducción de las campañas les hacía más importantes a la hora de movilizar electorados de masas.

(2) Si un partido engloba facciones, o tendencias, la organización bien puede reflejar tales fuentes de división. En el caso de un partido donde hay facciones, lo normal será que la organización sea un campo de batalla por el dominio; sería un error intentar caracterizar a los cargos del partido como grupo unido enfrentado a los afiliados carentes de poder.

Si admitimos el hecho de que la dirección del partido puede no estar unida y que el control de la organización es fuente de competición ente élites, ¿dónde queda la afirmación de Michels de que a organización destruye el control que las masas ejercen sobre el partido? Una forma de enfocar el problema es demostrar que son afiliados en ausencia de una organización. Los verdes alemanes son buen ejemplo, no querían que en su seno surgiera una clase de políticos profesionales, eligiendo cada pocos años políticos que rotaban. No pagaban a funcionarios del partido, recurría a ‘organizaciones a su aire’ y al mandato imperativo. Esto no funcionó. Su ejemplo no demuestra que la democracia interna en los partidos sea imposible, demuestra que es difícil practicar a no ser que exista un grupo de afiliados

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importante y estable, muchos de los cuales no se implicaran regularmente en la búsqueda de soluciones a los problemas de su interés y que acudieran regularmente a las asambleas. Sin tales condiciones, la alternativa a la organización formal puede ser el caos. Incluso en el caso en que Michels tuviera razón al identificar las ventajas que la organización ofrece a los que ocupan puestos en su seno, tales ventajas no surgen necesariamente a expensas de un sistema de toma de cisiones democrático previo. ¿En qué medida contribuye la organización a cubrir los intereses y demandas de los miembros? Un argumento de Michels se basaba en la idea de que los encargados de una organización trabajaban a favor de sus propios intereses que resultarían incompatibles con los de los demás miembros. Los liberados de partidos socialistas se hacían de clase media y adquirían intereses opuestos a los de la militancia. Este argumento es problemático por dos razones: en general a cualquier cargo le interesa que se amplía su base de simpatizantes y se haga con el control del estado en la misma medida que a otro afiliado. La movilidad social ascendente no atenta contra estos intereses. Por otro lado, no hay razón para creer que lo que la gente percibe como sus intereses venga determinado exclusivamente por el tipo de empleo que tengan. Según su fuente de ingresos, los miembros a sueldo pueden identificar sus intereses con los del proletariado, y los cargos del partido socialista seguramente se encontrarían en este grupo, trabajando con militancia proletaria. Sin embargo, la organización hace algo en la medida en que canaliza las demandas que vienen de abajo; Michels tiene razón al afirmar que en este aspecto no es neutral. En general cabe identificar dos fuerzas: una organización crea su vida propia, su preservación y mantenimiento e convierte en objetivo diferente al de los objetos últimos de los miembros del partido. Quienes gestionan una organización tiende a no querer correr riesgos en este sentido, no tanto porque no quieran arriesgar sus propios empleos, como porque entienden que tiene la obligación de preservar la organización. Así, cuando ciertos miembros plantean políticas y estrategias radicales que amenazan la existencia misma del partido, quienes trabajan en él tienden a resistirse a su aplicación. La segunda fuerza procede del hecho de que los recursos de la organización están más al alcance de los que trabajan a sueldo del partido y sus líderes que del resto de miembros, de forma que, en cualquier partido, las iniciativas en materia de políticas y estrategias tenderán a surgir antes de ente los cargos y líderes que de entre los demás miembros. Así, la organización privilegia a aquellos mejor situados para utilizarlos. Si esto ocurre a expensas o no de los miembros, depende en qué difieran en la realidad los intereses de los líderes y los demás miembros. Por todo ello, el tipo de organización sí hace una diferencia en los partidos. Pero la organización no destruye necesariamente toda influencia que pudieran desplegar los miembros, y en los partidos de práctica afiliativa hay diferencias en la práctica interna de democracia efectiva. Pero incluso en un partido con compromiso de maximizar la democracia interna, es complejo conseguirlo. Si se descentraliza el proceso de toma de decisión y se traspasa a las unidades locales, puede verse reducido el poder ejercido por la organización central, pero es probable que se acaben creando feudos locales que difícilmente puedan ser destruidos por los miembros. Descentralización no es lo mismo que democracia, a veces puede impedir su funcionamiento.

4. Lo que hacen las organizaciones de los partidos.

Podríamos imaginar que hacen tres tipos de actividades: (1) Preparar las campañas y ayudar en su gestión. Mientas que algunas de tales actividades solo se realizan en épocas de campaña, otras como recaudación de fondos o tareas de relaciones públicas pueden suponer un esfuerzo continuo. La organización bien pude no ser el único actor que participa de esta forma; los parlamentarios individuales pueden recaudar fondos para sus propias campañas. (2) Mantener la organización, militancia y otros recursos. Una vez que el partido cuenta con base de recursos, ha de dedicar parte al mantenimiento. Puede que el periódico del partido necesite subsidios. Hay que pagar a los conferenciantes que

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hablan en favor del partido y mantiene alto nivel de esfuerzo desplegado por los activistas leales., etc. (3) Diseñar nuevas pp y estrategias para los representantes electos que ocupan cargos públicos. Se supone que existe algún tipo de conexión ente el mantener los cargos públicos y gobernar exitosamente, por lo que los partidos deberían dedicar parte de sus recursos a preparar a sus líderes para las tareas del gobierno. ¿En qué medida se dedican los partidos a estas actividades? Es obvio que el grado de organización de los partidos es muy variado. En un extremo están los clásicos partidos de base afiliativa, como el PSA, con una burocracia importante desde los inicios. En el otro extremo los de organización similar a la de liberales y conservadores progresistas de Canadá, que a nivel de militancia son poco más que cuerpos que se reúnen cada tres o cuatro años para nominar los candidatos al P. Las generalizaciones que hemos hecho sobre las actividades organizacionales han de entenderse en el contexto de tal diversidad. Pero podemos afirmar dos cosas muy generales. El diseño de nuevas pp no es área fundamental de la actividad organizacional de hecho es algo inexistente en muchos partidos. En Alemania y Países Bajos algunos partidos tienen fundaciones dedicadas a la organización o grupos que facilitan tal tarea, pero incluso aquí la medida en que tales políticas se formulan por los partidos al margen del gobierno es limitada. Hoy, la complejidad de muchas áreas de pp es tan grande que solo pueden ser formuladas por partidos en el gobierno, partidos con los recursos del estado a su disposición. Lo que pueden hacer los demás partidos es informarse sobre posibles enfoques, financiando investigaciones para dar con alguna noción que les perita valorar las políticas existentes cuando estén en el gobierno. En segundo lugar, el incremento de los costes de las elecciones a partir de los ’50 y el aumento de complejidad de las técnicas para llegar a los votantes, son dos procesos que combinados, atraen la atención de casi todos los partidos que desarrollan actividades relacionadas con la conducción de campañas electorales. Los crecientes costes de despliegue de actividades electorales suponen un reto a la habilidad de los partidos de cuidar y mantener el desarrollo de las organizaciones mismas. Comparado con o que ocurría en entreguerras, hay un declive de actividades pensadas par mantener la organización y sus recursos, excepto de aquellas que generan ingresos para la propaganda electoral. En el caso de la mayoría de los partidos se ha roto el equilibrio en las tareas realizadas.

Francia.

El desarrollo organizacional de los partidos franceses se dio muy tarde. A finales de la IV República, en 1958, sólo los comunistas tenían organización extensiva, por lo que existían vínculos muy débiles entre partidos y votantes, y bajos niveles de identificación ente partido y electorado. La presencia de los comunistas no había catalizado una revolución organizativa en los partidos, pues su ideología no resultaba atractiva para más de ¾ partes del electorado. El fracaso de os socialistas a la hora de establecer una maquinaria electoral coordinada redujo la presión de los partidos de centro y derecha para que intentaran superar su estructura de camarillas. En este caso, las ideas de Panieblanco cobran valor considerable. El SFIO era un partido de formas organizacionales heterogéneas, sobre las que el partido central ejercía control muy exiguo. El partido era producto de la difusión territorial, federación de grupos cuyas bases pertenecían y las pequeñas ciudades y no a la clase trabajadora de la industria. El faccionalismo y localismo persistieron y el partido nunca adquirió el control centralizado de la burocracia logro del PSA alemán. Lo que si impulsó la reforma fue el establecimiento del sistema presidencial en la V República. Todos los partidos, con su baja tasa de afiliados, idearon nuevas formas de vincularse a los votantes para ser electoralmente competitivos en un sistema presidencialista. La necesidad hacer campaña impulsó a los partidos aún más hacia organizaciones centralizadas cuando habían contado en su tradición con organizaciones laxas y descentralizadas. La necesidad de cooperar con otros partidos (para ponerse de acuerdo sobre un candidato o para desarrollar alianzas

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en la segunda vuelta) reforzó tb el proceso de centralización de los partidos. Pero si podemos identificar un catalizador del cambio, sería el tipo de organización de partido creada por De Gaulle, al principio pensada como vehículo para sí mismo, pero que acabaría por ser organización permanente. El PG, como se le denomina ahora, altamente centralizado forzó a socialistas y pequeños partidos de centro y derecha a la consolidación y reorganización. En 1969 aparece el partido socialista PS y en 1978 se crea la UDF que reforzó la base de sus aliados contra el gaullismo. Los partidos franceses siguen teniendo base de afiliación escasa en comparación co la mayoría de partidos europeos. La alternancia de izquierda y derecha en el poder, por contraposición a los gobiernos de coalición de tipo alemán, italiano u holandés, solo ha generado débiles presiones en favor de la cartelización.

Alemania.

Se buen ejemplo de cómo los partidos se han adaptado organizativamente a las demandas de competición electoral y de cómo afecta la cartelización a los partidos. El PSA es el punto de partida, paradigmático partido de masas organizado por secciones. Tras su fundación de 1875 rápidamente adquiere recursos organizacionales y con el cese de la repretensión de los socialistas en 1890 desarrolla extensa y poderosa burocracia. Hemos de acentuar dos rasgos del temprano desarrollo del PSA: Alemania no era una democracia liberal, por lo que la competición desarrolló un pequeño papel en el desarrollo organizativo en el PSA y en las reacciones organizativas de partidos de centro y derecha. Esto sí se haría evidente en Weimar, donde hasta el ascenso de los nazis solo los católicos ente los partidos de centro y derecha contaban con amplia organización de masas. Un segundo rasgo que destacar son las relaciones entre partido y sindicatos. Hay aquí diferencias con las experiencias británica y francesas. El partido laborista GB se crea como ala parlamentaria de los sindicatos; el PS francés se crea de forma más o menos independiente de un movimiento sindical que a principios del XX estaba influido por el anarcosindicalismo, SINDO contrario a la política electoral. El PSA era organización fuerte en la época de la expansión sindical en la segunda mitad de la década de 1890 y primera del siglo XX y fue instrumento de tal expansión. Ello generó un tipo de relación diferente caracterizada más que en los otros dos países por colaboración o compañerismo que por subordinación parcial o falta de contacto. Esta colaboración forzó al partido a desplazarse a la derecha. Tras la segunda guerra el PSA modifica el papel jugado por su organización. El repunte inicial de las tasas de afiliados fue seguido por un declive en la densidad del número de miembros. Las reglas de juego fijadas por la C de la RFA impedían que sindicatos estuvieran en la nómina de los partidos. Así, el PSA no pudo buscar aliados directo en los sindicatos. Además necesitaba ser electoralmente competitivos en unas circunstancias en las que el PSA tenía posibilidades reales de llegar al gobierno a nivel federal, pero tb se enfrentaba a oponentes con buenos recursos. La TV controlaba cada vez más la competición electoral, como hacer campaña en TV requiere dirección nacional, por lo que las organizaciones centrales de los partidos se hicieron cada vez más poderosas. El PSA se había convertido en candidato estrella para participar en un sistema de partidos cartelizado; se trataba de un partido centralizado, con base de afiliados menguante, necesitaba dinero par airear otros recursos en campaña y funcionaba en un país donde el acceso de los partidos a la TV estaba regulado, además, pasaba por el gobierno a periodos pero sólo en coalición con otros partidos. Pero el PSA por sí solo no había podido generar un sistema de partidos cartelizado. El PDC/PSC, y el PLD tb tenían interés en el asunto. El PLDS acusaba debilidad organizacional, que le ayudarían a superar la garantía de acceso a la TV y los recursos estatales. El problema del PDC es que en 1950-60 era algo parecido a un partido de notables. En posguerra construye una organización fuerte, pero no contaba con organización de masas a finales de los ’40. El milagro económico de los ’50 le trajo el éxito electoral, pero en los ’60 la competición electoral minaba su posición. Así, desarrolla interés por base de afiliados más amplia en los ’70 y se ve impulsado a apoyar políticas como la que consistía en el apoyo con fondos estatales a los partidos, lo que llevaría su cartelización.

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El resultado neto es que organizativamente los dos grandes partidos alemanes se han acercado el uno al otro y que todos los partidos importantes cooperan en un proceso que, a la postre significan recursos estatales para sí mismos. Ello es cierto especialmente en caso de los verdes, que intentaron crear estructuras que facilitaran la maleabilidad de la dirección por parte de las bases. Pero las bases no reclutaban miembros formalmente y cualquiera que quisiera podía participar. El resultado fue que el partido tenía acceso limitado a recursos privados y tras 1983 su supervivencia dependía de los recursos del estado ofrecidos a los partidos con representación parlamentaria: su supervivencia solo fue posible gracias a la cartelización.

Gran Bretaña.

Las organizaciones de los dos grandes partidos de GB muestran ser muy similares hoy en día. Ninguno penetra profundamente en la sociedad. La densidad de afiliación ha pasado de medios a niveles bajos y la penetración en instituciones sociales sigue siendo baja. El control del gobierno por parte de los conservadores ha determinado su estrategia en las relaciones partido/sociedad lo que ha ejercido influencia sobre las estrategias que le quedaban al laborismo. Como vimos, la estrategia conservadora ante el crecimiento de la organización del partido consistía en limitar el papel desempeñado por la organización en el ámbito social. El partido recurrió a la penetración territorial asegurando que la dirección se viera exenta de retos en lo referente a pp. Se garantiza autonomía de la dirección en temas de pp por medio de mecanismos, como los servicios recreativos y sociales que ofrecía el partido, dejando la responsabilidad de la selección de candidatos en manos de los partidos locales y cultivando entre tales partidos locales un ethos dirigidos a hacerles comprender la necesidad de preparar la siguiente tanda de elecciones. La recaudación de recursos y otras actividades evitaban que los miembros se preocuparan por aspectos relativos a las políticas de gobierno. Así, los conservadores adoptaron el modelo de partido de masas organizado por secciones, se aseguraron un número alto de afiliados con poder muy limitado que no supusieran amenaza a las élites de los partidos. Estos miembros eran poderosos recursos electoral pero carecía de poder y oportunidad de poner en entredicho a la dirección del partido a nivel nacional. En muchas áreas de GB, el poder de las élites ocales se vio preservado permitiendo que supuestos independientes llevaran gobiernos locales, había que retener el poder no organizado. D forma simétrica apoyaron una tradición de funcionario neutral que venía desarrollándose desde mediados del XIX. Del modo en que limitaban la penetración formal del partido en la sociedad debían limitar la penetración formal del estado. Ambas estrategias reflejaban la apreciación de que la organización podía jugar en su contra en manos de sus enemigos políticos. Los conservadores contaban con una ventaja relativa sobre sus oponentes, en lo referente a distribución de recursos políticos y el definir el ámbito de la política del partido de forma restrictiva les ayudaba a mantener tal ventaja. A mediados de los ’70, esto ya no era sostenible. Las reformas del gobierno local de 1974, el interés hacia una mediación corporativista ente gobierno e intereses económicos y otros factores, parecían estar en contra de los conservadores. Asentados en el poder en 1979, cambia su estrategia respecto de la penetración del partido en la sociedad y el estado. A las instituciones sociales autónomas (gobiernos locales, universidades, colegios profesionales, etc.) se les privó de aspectos de tal autonomía, de forma que no pudieron seguir siendo la fuente de oposición al conservadurismo en la que se habían convertido. Si los conservadores no querían gobernar a través de la penetración informal de las instituciones sociales, había que someter a control tales instituciones, lo que se podía lograr con más penetración del partido en el Estado. Los gobiernos de Thatcher dedicaron más atención a las opiniones políticas de los funcionarios públicos a los que había colocado en posiciones clave a politizó los nombramientos a los comités y comisiones cuyo número se amplió con la retirada de diversos poderes a los gobiernos locales.

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Este cambio en el tipo de relación del partido con la sociedad y el Estado no incidió sobre la continuidad del papel desempañado por la organización formal del partido. Siguió con el poder dividido entre centro y periferia y aunque tenía más personal asalariado que os laboristas no dejó de ser un partido poco burocratizado si le compara con el modelo clásico de partido por secciones. El descenso del número de militantes en los ’50 y el creciente coste de las campañas en la era TV fueron dos factores que presionaron sobre la dirección del partido para captar fondos de donantes, pareciendo algunos escándalos. Lo que Panieblanco había descrito como autonomía del partido en relación a una parte clave de su entorno se estaba erosionando. La organización de los laboristas difiere en muchos aspectos. Es indirecta, siendo así que sindicatos y sociedades cooperativas tiene un porcentaje de peso en el voto a todos los niveles de toma de decisión del partido. En teoría es formalmente democrático pues el Congreso Anual puede determinar las políticas a seguir por el partido. En la práctica los parlamentarios no se han visto vinculados por el Congreso cuando el partido ha estado en el poder y han podido disentir de políticas que no les gustaban cuando el partido ha estado en la oposición. Puesto que los sindicatos tienen amplio porcentaje de los votos emitidos en el Congreso y muchos sindicatos no instan a sus afiliados a votar sobre las políticas a seguir por el partido, el nivel de democracia interna no ha sido muy elevado. El partido ha pasado más tiempo fuera del gobierno que en él, necesitaba recursos para desarrollar nuevas políticas de oposición, pero crecía de ellos. En su periodo más exitoso de implementación de pp (1945-51) se benefició de haber sido miembros del gobierno de coalición que durante la guerra encargo ciertos informes (entre otros el Beveridge) para la reconstrucción de posguerra. Estos informes fueron la base con la que el gobierno de tal época 1945-51 pudo construir sus políticas. Como ocurre con los conservadores, la responsabilidad de la selección de candidatos al P descansa en los partidos que conforman su base, si bien en ambos partidos la organización central fija las reglas de tal selección. Pero al contar con menos afiliados que los conservadores, las organizaciones locales carecen de los recursos y (excepto los vínculos con sindicatos) la penetración social del partido era baja. Podría significar que el partido sería más receptivo a la hora de adaptar su organización para convertirse en más competitivo electoralmente. Pero hasta finales de os ’80 las presiones en tal sentido fueron débiles. Antes de tales años los vínculos sindicales desincentivaron al partido a emprender ningún tipo de iniciativa para remediar la disminución de sus bases de recursos. La inexistencia de fondos aportados por el estado, presencia de gobierno mayoritario de partido único y la tradición hasta los ’80 de administración estatal neutral, contribuyeron a hacer del partido uno de los últimos grandes partidos cartelizados de Europa occidental. Esto, unido a las presiones para que se dediquen más fondos a la organización de campañas, ha arrojado como resultado un desmantelamiento de las actividades organizacionales. Hoy el partido recurre menos que hace 30 años a los activistas de las bases del partido.

Japón.

El argumento según el cual la forma de organización que adopta un partido es consecuencia en parte de su reacción ante las demandas de competición electoral parece aplicarse de forma distinta al Japón. Hasta mediados de 1993, el PLD ostentó un monopolio de poder único entre las democracias liberales de posguerra, lo que contribuyo a la falta de desarrollo organizativo tanto en el caso del PLD como el PSJ (socialistas). Hay diferencia en este aspecto con Alemania, donde los dos grandes partidos se han adaptado a las nuevas formas de competición electoral y donde el impacto de la cartelización es evidente. El tipo de organización desarrollada en posguerra por el PLD (liberal-demócratas) debe mucho a las estructuras organizativas locales creadas por Hara en 1910. Se trataba de un modelo organizativo basado en notables locales que funcionaba incluso antes de la introducción del SU masculino en 1925 y que demostró seguir siendo eficaz. El resultado es que las organizaciones del partido a nivel local solo desempeñan un papel limitado en las campañas y son

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la arena en la que políticos y facciones se pelan por el control de las nominaciones en el partido. Pero en último término han de someter sus decisiones y actividades a regulaciones procedentes del centro, pues es la única forma de contener las luchas entre facciones. Por razones similares, el Congreso Nacional del partido no tiene poderes reales, pues sería poner en peligro el sistema de reconciliación entre élites. Por ahora, el PPLD no ha optado por el rumbo que tomaron los conservadores británicos a finales del XIX o la CDU en 1970 de ampliar sus bases y aislar a sus líderes de aquellos miembros que pudieran querer tomar partido en temas de política en sentidos diferentes a los de la dirección. El PLD ha hecho menos modificaciones en la dirección de la creación de un partido de masas por secciones que otros partidos. Sigue siendo híbrido entre camarillas y secciones, híbrido que refleja de forma clara sus orígenes como partido de notables. Igual que en la versión norteamericana de organización por camarillas, las organizaciones creadas por candidatos individuales desempeñan papel significativo. Las organizaciones locales tienen escasa influencia sobre las élites centrales. hasta 1980, el PLD carecía de autonomía en el diseño de pp, que eran producto de la coordinación entre líderes del partido, funcionarios públicos y grupos de interés. El nuevo sistema electoral introducido tras las elecciones de 1993 tendrá impacto considerable en la estrategia del PLD en relación con su propia organización y bien puede generar una reestructuración hacia una organización más centrada en el partido y menos en los candidatos. El PSJ, hoy PSDJ (socialdemócratas) tiene el tipo de organización que Duverger calificó de moderna. Es un partido de bases organizada por secciones pero tiene relativamente pocos miembros. Parece haberse tenido que enfrentar a problemas similares a los sufridos por el Laborismo inglés: secciones que a veces cayeron bajo influencia de la extrema izquierda y dependencia de sindicatos en cuanto a sus recursos debido a la debilidad de sus bases. Pero hay una diferencia crucial: el laborismo contaba con base de recursos asegurada (sindicatos) que le mantuvo electoralmente competitivo y a la que en todo caso el partido no podría eliminar fácilmente. El sindicalismo era elemento crucial para la definición del partido. El PSJ tuvo que apoyarse en los sindicatos porque no tenía éxito como partido directo de masas por secciones. Ello refleja uno de sus problemas fundacionales, siempre obtenía el doble de votos que el PC por ejemplo, pero sus ingresos eran inferiores. Al contrario de lo que ocurría con el PLD, antes de 1993 se venían ejerciendo presiones sobre el PSJ, se habían registrado iniciativas cristalizadas en movimientos ciudadanos desde 1960, pero sólo en los ’80 empiezan a jugar un papel en el seno del partido capaz de competir con el desempeñado por los sindicatos. Los cambios en el contexto electoral tras 1993 se suman a las presiones ejercidas sobre el partido para que acabara con su dependencia de los sindicatos.

EEUU.

Hay que preguntarse si los partidos EEUU son tan desorganizados en comparación con los de otras democracias liberales; y si hay diferencia entre demócratas y republicanos en lo que respecta a la debilidad de la organización en ambos partidos. Volvemos a las 4 épocas de la historia. Finales década 1870, mediados década 1830. Los partidos e parecían a los existentes en otros países en las primeras etapas de democratización. Eran de notables, con organización laxa, reflejando los orígenes de unos partidos que habían surgido en diferentes asambleas legislativas de los estados y en el mismo Congreso. Ni demócrata-republicanos ni federalistas contaban con organización extensa a nivel de masas, pues el electorado era muy restringido. Reinaba un tipo de política en la que se precisaba poca organización formal y las élites tampoco lo deseaban. La organización supondría amenaza a su poder, como demostraría serlo en la década siguiente.

Década 1830, finales década 1890. Se desarrolla la organización de los partidos en EEUU. La combinación de dos factores (incremento del tamaño del electorado en 1830 y ampliación del número de cargos electivos) impulsó a los

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partidos a organizarse a nivel de masas. Con al menos una campaña anual en la mayoría de las comunidades, era imposible mantener el antiguo estilo de organización política informal. Pero la experiencia de EEUU de lo que significaban los partidos organizados fue muy diferente a la de otras democracias liberales en dos aspectos relacionados entre sí. Primero, los partidos un tuvieron que enfrentarse al reto electoral que suponían los partidos de base militante y organizados por secciones, por lo que no modificaron su organización en esa dirección. Los partidos que surgieron no eran sino extensiones del principio de camarillas de notables. La influencia en el seno de un partido dependía más de raciones informales que de una base de afiliados que permitía a un activista tener algo que decir en los asuntos del partido, derecho que podía reforzarse aplicando reglas de funcionamiento del partido basadas en la democracia interna. La base de organización de amarillas de notables hizo posible que crecieran centros de poder que pudieran minar las prácticas democráticas de un partido. Desde mediados de siglo esto fue el resultado de una política de patronazgo, llevada a cabo por maquinarias políticas de base clientelar que funcionaba sobre todo en áreas urbanas. Esta maquinaria estaba bien organizada, existía una jerarquía en el partido y remuneración a cambio de labores políticas que salía indirectamente de las arcas públicas, en forma de empleos en las ciudades o participación en los gobiernos de los condados para las figuras más destacadas de las estructuras de los partidos. Segundo, si bien la experiencia EEUU de crecimiento de los partidos no es inusual en el sentido de proceder de la difusión territorial, sí lo es si teneos en cuenta que ésta tuvo lugar en el seno de una estructura gubernamental altamente descentralizada. El resultado fue un sistema peculiar de influencias de partido muy descentralizado donde las organizaciones del partido metropolitanas eran muy poderosas y las organizaciones del partido a nivel nacional resultaban muy débiles. A nivel intermedio el poder de los aptitos estatales tendía a reflejar la distribución de poder a nivel condal. Las organizaciones condales del partido gozaban de gran autonomía frente a las organizaciones estatales de los partidos, a su vez autónomas respecto de las organizaciones a nivel nacional. Estas no eran sino la reunión de varios partidos estatales cada 4 años para elegir un candidato a la presidencia y organizar la campaña electoral. Las organizaciones nacionales permanecían en estado letárgico durante el resto de ese ciclo de 4 años. Finales década 1890, década de 1960. Consecuencia de los tumultos políticos de finales de la década de 1890 fue la apertura de la vía reformista para restringir el poder de las organizaciones de los partidos. A principios del XX, los progresistas introdujeron reformas al efecto. Instauraron la celebración de elecciones primarias directas para la selección de candidatos por debajo del nivel presidencial y atacaron a la organización de los partidos regulando de forma precisa el modo de organización del partido en un estado. Exigieron en general que los partidos tuvieran un comité custodio cerrado y cuyos miembros fueran elegidos en primarias, elecciones cuya regulación competía a las leyes estatales. Así, excluyeron la posibilidad de que los partidos pudieran evolucionar en la dirección de partidos de masas por secciones. El resultado de tales reformas –uno de ellos- es que los candidatos individuales a cargos públicos importantes empiezan a desarrollar sus propias organizaciones que gestionaran sus campañas. En California, donde los progresistas habían destrozado las estructuras de los partidos, no les quedó a los candidatos otra alternativa. En otros estados las organizaciones perduraron hasta bien entrado el XX. A lo largo de este periodo los partidos nacionales siguieron estando como habían estado durante e XIX, carentes de poder y faltos de autonomía. Década de 1960 hasta nuestros días. Las nuevas oportunidades que ofrecía la tecnología aplicada a las campañas para que los candidatos se presentaran a las elecciones sin ayuda de sus partidos, contribuyó a debilitar más las organizaciones de los partidos. Fueron destruidas aquellas áreas a nivel de ciudad y condado donde se mantenía la fuerza de los partidos. Podemos mencionar dos aspectos en los que la época actual ha contribuido a fortalecer parcialmente a las organizaciones de los partidos. En primer lugar, el colapso de las estructuras de los partidos a nivel condal

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ha contribuido al crecimiento en tamaño y profesionalización de las organizaciones estatales. Pero hay que contextualizar este crecimiento, los partidos estatales siguen siendo los ‘compinches’ de los candidatos, tienen poca influencia sobre la nominación de los candidatos y contribuyen poco al esfuerzo que supone montar un campaña electoral, pero su campo de actividades es más amplio que antes. En segundo lugar, consecuencia de la reforma del proceso de selección presidencial a principios de la década de 1970 a sido el incremento de los poderes de los partidos a nivel nacional, especialmente en lo referente a las reglas que presiden la selección de delegados a las Convenciones Nacionales. Aún así, las organizaciones nacionales de los partidos en EEUU siguen siendo particularmente débiles. ¿Existe una diferencia entre la fuerza organizacional de ambos partidos? Sí. Mientras el modelo de política centrada en los candidatos encaja con el partido republicano, sus organizaciones de partido han retenido más vitalidad que la de los demócratas. Han tenido mayor acceso a los fondos que las organizaciones demócratas. Esto ha promovido que el partido desempañara un papel mayor en la selección de candidatos y probablemente haya contribuido a generar mayor coordinación entre las campañas de los distintos candidatos que en el caso de los demócratas. Solo hay un aspecto en el que los republicanos están más descentralizados que los demócratas. En la reforma de los procedimientos de nominación presidencial, los republicanos retuvieron un grado de autonomía mucho mayor para los partidos estatales a la hora de diseñar las reglas a aplicar para la selección de delegados.

Partidos en Regímenes Democráticos no Liberales

Las similitudes entre los partidos de las democracias liberales son demasiado importantes como para esperar que, analizando sus diferencias, encontremos explicaciones generales sobre por qué los partidos han evolucionado en la forma en la que o han hecho. Pero hay muchos tipos de regímenes democráticos no liberales. Si hiciéramos de ellas una categoría residual, tendríamos que incluir en ellas al África del Sur bajo dominio blanco, a Siria, Méjico, R. P. China, Zambia y Bolivia. Al margen del hecho de que sean estados y de que hayan surgido en ellos un número de partidos escaso, hay pocas cosas que estos países tengan en común. Hay dos razones para no ignorar a los partidos de democracias no liberales:

Aunque es posible que la democracia liberal vaya a penetrar en el Este de Europa y América Latina, aún no se ha confirmado la estabilidad de tal evolución.

Los límites entre la categoría de democracia liberal y otros tipos de régimen son muy difusos, no siempre es posible considerar a las primeras tipo de régimen diferente. Es evidente que Suecia y Australia son democracias liberales, pero hay quien afirma que la India no entra en tal categoría, y que aún durante sus fases democráticas, tampoco cabe considerar muchos estados suramericanos miembros de pleno derecho, debido a su combinación de populismo y sistemas presidencialistas.

1. Democracias Liberales.

Hemos de reconocer en qué medida los factores que influyeron sobre la evolución de los partidos en países como Suecia o Australia difieren de los presentes en regímenes distintos a las democracias liberales, como Siria o China. Factor crucial es que en los dos primeros países los partidos se vieron obligados a competir entre sí regularmente para obtener el voto de un electorado de masas. Ello afecta a la forma en que evolucionan y de modifican las ideologías, a los incentivos para que los partidos busquen simpatizantes o afiliados y a cómo se desarrolla y se modifica

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la organización del partido. Lego está el tema de cómo surge en primer lugar un sistema político competitivo. El núcleo de las democracias liberales son regímenes que han surgido a través de un modelo específico de conflicto social, bien en ciertas sociedades comerciales avanzadas, o sociedades industrializadas. Este grupo engloba a algunos estados de inmigrantes como Australia o EEUU, a los que los inmigrantes llevaron sus valores culturales, instituciones sociales, políticas y económicas, etc. Ello permitió una evolución política paralela a la que se dio en otras partes de Europa. Con la conquista militar y colonización, otros países impusieron las instituciones liberales democráticas en países donde aún no se habían desarrollado donde las tendencias hacia tal modelo habían fracasado. Tras 1945 la democracia liberal se impuso a los regímenes autoritarios; tras la descolonización, los imperialistas británicos intentaron dejar tras de sí estructuras liberal-democráticas en los territorios que habían controlado. Aunque tañes estructuras no sobrevivieron en gran parte de África, en India o el Caribe se mantuvo la política de partidos competitiva. Las dudas de algunos politólogos sobre si cabe o no considerar la India una democracia Liberal auténtica se basa en el argumento de que lo que caracteriza a la democracia liberal no es sólo que haya elecciones competitivas, sino toda una serie de instituciones sociales mediadoras y ciertos valores políticos. Algunos creen que tales instituciones y valores no han evolucionado on plenitud en algunos de los regímenes donde se impuso la política competitiva, y que las cosas no se resuelven de la misma forma allí que en las democracias liberales auténticas. Esta diferencia en los contextos podría explicar algunas de las variaciones en la evolución en la ideología de partidos, los tipos de afiliación y organización registrados fuera de tales democracias liberales auténticas y nucleares.

2. Partidos y el mundo no liberal-democrático.

Aceptada la dificultad de la controversia anterior, tal vez resulte más fácil aceptar que algunas de las fuerzas más importantes a la hora de conformar los partidos en la democracias liberales, tb pueden estar ahí, dando forma a su evolución en otro tipo de regímenes. El impacto de tales presiones varía según el contexto de cada régimen concreto. Presentamos algunos de los principales regímenes democráticos no liberales en los que se mueven los partidos:

Donde los partidos participan en la competición por cargos públicos pero se dan constricciones escasas sobre lo que pueden o no hacer quienes resultan elegidos durante su mandato (Argentina 1946-1955).

Donde los partidos compiten por el poder, pero a un amplio sector de población se le impide por la fuerza que participe (Estados sureños EEUU desde 1890-1960).

Done existe competición entre partidos pero los resultados pueden ser manipulados por el partido en el poder si es necesario (México).

Donde los periodos de competición electoral se entremezclan con periodos de gobierno civil autoritario o régimen militar (Turquía) o donde ha habido un tipo de competición electoral limitada bajo gobiernos autoritarios y se ha impedido a las principales fuerzas políticas participar en la competición (Argentina 1957-1966).

Regímenes autoritarios o militares donde se permite la existencia de algunos partidos pero no se celebran elecciones y se restringen sus actividades (Irak).

Regímenes autoritarios de partido único (Siria). Regímenes comunistas de partido único (URSS) o en los que solo se permite

a un partido que controle el gobierno (Polonia hasta 1989).

En algunos de estos tipos, han de estar presentes al menos algunas de las fuerzas que dieron forma a la evolución de partidos en las democracias liberales. Sería de esperar que la necesidad de competir haya influido sobre los partidos blancos de África del sur, por ejemplo. De hecho, en algunos aspectos, las estrategias de los partidos blancos surafricanos para reclutar miembros y crear organizaciones configurar un ‘estudio de caso’ útil para compararlo con las democracias liberales.

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Por ello, para compara los partidos es aconsejable no recurrir a la categoría ‘partidos en las democracias liberales’, y apelar a una más amplia como ‘partidos en competición electoral’. No debemos ser escépticos a la hora de preguntarnos qué tiene en común los partidos de África, oriente medio o China con los de as democracias liberales. Como apunta MackIntyre, no hemos de considerar los partidos como iglesias, el concepto de partido cambia radicalmente cuando varía el contexto cultural. Intenciones, creencias los conceptos que informan las practicas de los partidos de masas africanos configuran un contexto tan distinto que no cabe ni siquiera plantearse el transportar el fenómenos de los partidos a este otro contexto.

Lo cierto es que el hecho de alguien se autodenomine partido no significa que sea un partido. El Partido de los Monstruos Lunáticos del Manicomio participa en las elecciones británicas por diversión. Para que algo sea partido ha de haber un grado de coordinación entre la gente que lo conforma, dirigida a influir en la política estatal y a ser posible, hacerse con el control del estado. Aunque los límites entre partidos y grupos de presión son algo difusos, un partido es algo más que una serie de intereses económicos definidos de forma restrictiva. Ahí radica la esencia del partido, en la coordinación de recursos individuales con el fin común de ejercer el poder en el seno del estado. El partido Baas, de Siria y de Irak cumple tal criterio, y aunque durante la mayor parte de su existencia no ha dedicado recursos a la movilización electoral se parecen a los partidos liberal-democráticos en que sí asocian los recursos individuales a la posibilidad de ejercer el poder en el estado. Pero la acumulación de recursos bajo un propósito común bajo el nombre del partido significa que partidos tan distintos como los conservadores británicos y el Baas sirio comparten ciertas oportunidades y limitaciones. El hecho de reunirse aumenta las posibilidades de conseguir los objetivos perseguidos, pero tb se generan dilemas sobre afiliación, organización e ideología. El hecho de incrementar el número de simpatizantes probablemente eleve el número de recursos del partido, pero el reclutamiento tb implica costes, los miembros pueden hacer demandas de difícil acceso y la afiliación puede crear un foro donde los líderes de las facciones lleven a cabo sus batallas internas. Las ventajas de una burocracia departido pueden no verse compensadas por las desventajas que puede suponer cuando el partido está a la defensiva (por ejemplo, si ha sido proscrito por el régimen). Y la ideología puede ser lo que uniera a los individuos para crear un partido, pero la dirección puede terse que enfrentar luego a la toma de decisiones difíciles respecto de tal ideología. Puede resultar inapropiada en circunstancias políticas difíciles, entrar en conflicto con otros aspectos relacionados con metas perseguidas por el partido, como descomposición de patronazgo, etc. Si alguien estuviese dispuesto a hacerlo, se podría comparar el partido conservador británico y el sirio Baas centrándose en alguna de tales variables, pero los resultados que obtendríamos no nos dirían muchos más que estudiando ambos partidos por separado. Por el contrario, si compramos al baas irakí con el baas sirio, o si comparamos los conservadores británicos con otros conservadores de las democracias liberales, podríamos obtener importantes resultados a los que no accederíamos por medio de estudios individuales de partidos. Hemos empezado por los partidos de regímenes liberal-democráticos porque hay un montón de partidos que se pueden analizar. Algo parecido ocurre cuando se hacen estudios comparados que implican partidos comunistas; se cuenta con una base a partir de la cual uno puede empezar a moverse, tras haber descubierto tendencias y factores causales en la evolución de los partidos, para buscar conexiones con otros tipos de partidos, Es lo que vamos a hacer ahora. ¿Cuál es el papel que desempeña la ideología de partido; cómo se recluta a sus simpatizantes y miembros; qué formas adoptan las organizaciones de partidos? Fuera del contexto liberal democrático, a medida que nos desplazamos de l modelo de partidos competitivos y de la experiencia de la evolución de partidos europeos o formados por colonos de Europa en sociedades comerciales avanzadas, teniendo en cuenta la banda de contextos en la que se han desarrollado los partidos de esos otros regímenes deberíamos esperar hallar una gran variedad de respuestas.

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3. Partidos e Ideología.

Hay que distinguir dos cuestiones sobre la diferencia que puede suponer una democracia liberal. Una es si la democracia liberal contribuye a hacer política de partidos más o menos ideologizada que en otro tipo de regímenes. La segunda es si el modelo de ideologías que se puede hallar entre partidos fuera del mundo liberal democrático difiere significativamente de los modelos que identificamos en el capítulo 2. Abordamos ambas cuestiones centrando el tema, parte en la democracia liberal, parte en la transición a la democracia liberal.

3.1 LA CUESTIÓN GENERAL DE LA IDEOLOGÍA

En ausencia de competición formal por los votos ante un electorado de masas, es más probable que puedan sobrevivir partidos de elite que dependen de la distribución del patronazgo para asegurarse los recursos necesarios. Se podría aducir que existen límites respecto del uso que se puede hacer del patronazgo cuando es lo único con que se cuenta para movilizar electorados de masas. La escala del problema de atraer votantes en cualquier lugar que no sean sociedades pequeñas, exige que un partido vaya más allá del clientelismo. Pero hay dos razones que nos pueden llevar a creer que esta conexión entre el surgimiento de la democracia liberal y el de los partidos de base ideológica es bastante débil. En las primeras fases de democratización, un modelo de política competitiva que dependiera de los contactos familiares y personales podría –y de hecho lo hizo- establecerse en algunos países. Se hizo evidente en los nuevos regímenes independientes del sureste de Europa en los años posteriores al Tratado de Versalles (1919). Es el caso de Rumanía, pero se podría aducir que es consecuencia del bajo nivel de industrialización de Rumanía, si esto es así, estaríamos sugiriendo que el alto nivel de desarrollo económico en las democracias liberales crea vínculo entre la democracia liberal y la evolución de apretados de base ideológica. Podríamos decir entonces que no es la competición per se la que genera tal desarrollo. Un segundo punto es que en las sociedades industriales avanzadas, la ruptura de comunidades estrechamente unidas forzó a los partidos a ampliar sus bases electorales por medio de la adopción de estrategias atrapalotodo. Sometidos a la presión de asegurarse votos, los partidos diluyeron su ideología para incrementar su atractivo electoral, la experiencia de los partidos socialistas de Europa occidental ilustra esto perfectamente. Cuando no se ven obligados a reaccionar ante el electorado de esa forma, los partidos tienen mayor capacidad de aferrarse a su ideología original de forma pura. Así, unida a la industrialización, la competición entre partidos supone un incentivo para que los partidos hagan llamamientos de base ideológica, pero a la vez, las presiones por la competencia supondrán que a la vez haya que diluir tales ideologías. La democracia liberal se asocia a una gran variedad de ideología políticas que tiene su plataforma en la política de partidos, pero no cabe ansiarla con la intensidad de la ideología. Podemos introducir otro argumento sobre el nexo entre ideología de partido y democracia liberal. Las democracias liberales son partidarias de una sociedad abierta, donde las gentes tengan oportunidad de desarrollar sus ideas y propagarlas. Es más probable que surjan ideologías de partido coherentes en sociedades de este tipo, y que consigan aprobación de simpatizantes. Hemos de precisar este argumento. En algunas democracias liberales se han prohibido partidos cuya existencia se consideraba incompatible con la práctica de la democracia liberal. En 1956 se prohíbe el PC en Alemania Occidental. A veces, si bien no se prohíben, se ponen restricciones formales o informales a sus actividades. La segunda precisión es que fuera de las democracias liberales existe una enorme

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variedad en la voluntad de los regímenes de acabar con el desarrollo de ideologías concretas. En México se adopta una actitud liberal. Albania estuvo bajo control comunista, cerrada al exterior y sólo se admitía la versión del comunismo ofrecida por el régimen. Incluso los regímenes que han querido acabar con fuentes alternativas de valores y creencias, a menudo han sido incapaces de aislar completamente a sus ciudadanos. La Rusia Zarista de principios del XX no puedo erradicar completamente a los grupos marxistas. El desarrollo de los medios de comunicación reduce las posibilidades de eficacia de las políticas de aislamiento. Se podría decir que en general el nivel de apertura de las sociedades liberal-democráticas contribuye a ensanchar la banda de ideologías defendidas por los partidos. Hemos discutido conexión democracia liberal-ideologías de partidos sin mencionar un rasgo significativo de tales regímenes: intento de separar estado y sociedad. En teoría el control de los partidos sobre el estado liberal-democrático les aporta recursos limitados a la hora de difundir su ideología. El estado no se convierte en vehículo para la conversión ideológica. En la práctica, rara vez han favorecido las democracias liberales a los partidos que gobiernen ideológicamente, excepto en los momentos en que les hayan brindado recursos para construir sus organizaciones. Al contrario, fuera del mundo liberal-democrático, hay regímenes donde el control del estado ha servido directamente para fomentar la ideología de partido.

Ejemplos esclarecedores de estados que han intentado sacar adelante una ideología de partido han sido los regímenes comunistas, donde se crearon organizaciones paralelas de Estado y de partido, para que el estado pudiera implementar las políticas propugnadas por el partido. Pero el estado comunista no ha sido mero vehículo para la propaganda del partido; su actividad ha estado centrada más bien en cambiar valores sociales, implementando políticas del partido destinadas a generar la transformación social deseada y explicar esas políticas a la gente. En su utilización del estado para ganar adeptos a su ideología de partido, los regímenes comunistas se han diferenciado de otros Estados de partido único en dos aspectos:

La extensión y eficacia de las estructuras del partido han ofrecido al estado un imput mayor, la ideología del partido ha tenido un efecto mayor sobre las políticas del estado que en otros tipos de regimenes. Partidos como el nazi o el fascista en Italia se hallaban relativamente infradesarrollados en comparación con os comunistas de URSS y China. Como señalaba Duverger refiriéndose a los nazis, ‘el partido no parece haber tenido influencia preponderante sobre la vida política’.

Los regímenes comunistas tb se diferencian de muchos otros estados en los que un partido monopoliza el poder en la impermeabilidad y coherencia de la ideología de partido. Al contrario que México –por ejemplo- donde el PRI mantuvo un fuerte eclecticismo ideológico que va de la derecha neoliberal a la izquierda marxista.

Dejando al margen los estados comunistas, la utilización del estado para difundir la ideología de partido ha sido bastante limitada incluso en estados de partido único. Pero la exclusión del comunismo es una gran exclusión. Hasta finales de 1980 había más de una docena de ellos y habían demostrado ser la forma de gobierno duradera. Pero han de ser considerados algo excepcional en lo referente a la vinculación que establecían tales partidos ente estado y partido.

3.2 IDEOLOGÍAS CONCRETAS

Las familias espirituales de las que hablamos surgen en un contexto de desarrollo socio-económico concreto. Los primeros partidos fueron liberales que pedían derechos políticos y más poder para secciones de la burguesía en las sociedades comerciales avanzadas. Por el contrario, en África, Caribe, oriente medio y sur y sureste de Asia, los aptitos surgen como reacción al colonialismo. Empiezan siendo agrupación de gente con estudios que no aceptaban las políticas o negaban la

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legitimidad de los poderes coloniales. Existían diferencias considerables en la experiencia de los partidos bajo regímenes coloniales. En algunos casos, un partido único lidera el movimiento a la independencia, en otros, un único movimiento sobrevivió a la independencia pero posteriormente se escindiría, a menudo de forma amarga. Nos interesa resaltar que el anticolonialismo fue un punto de partida diferente para la evolución de las ideologías de partidos de lo que fue el liberalismo de Europa. Ha sido muy distinto el desarrollo socioeconómico de estos países, dando lugar a modelos muy diferentes de divisiones políticas y de partidos; además el modelo de alianzas y conflictos políticos resultantes de la independencia eran muy distintos a los que cabía encontrar en Europa, América del Norte y Meganesia. De las familias espirituales que podemos encontrar en las democracias liberales, el comunismo ha sudo la más universal, aunque ha fracasado al intentar implementarse en algunas regiones como en África. Ha sido un éxito en la medida que la ideología de partido se ha reformulado teniendo en cuenta as circunstancias locales. El marxismo leninismo puro, en su énfasis sobre el papel revolucionario a desempeñar por el proletariado urbano y la vanguardia del partido en el seno de una clase trabajadora, tiene poca relevancia en una sociedad constituida por campesinos y granjeros. En China, Meo reescribió el marxismo leninismo para convertirlo en ideología apropiada alas circunstancias. Los regímenes más cercanos a los de los estados europeos en relación a la evolución de los partidos han sido los de Hispanoamérica. En el XIX se independizan de España, antes del auge de la política de masas. En Chile y menos en Argentina, se da un crecimiento de los partidos socialistas muy similar al que se produce en Europa. Pero los paralelismos no son totales. En buena parte de Suramérica contamos con una historia de hundimiento de buena parte de regímenes civiles y golpes militares, el sistema presidencialista vigente en muchos países ha fomentado fuertes tendencias populistas y el culto a un líder carismático. Se pueden hacer comparaciones con algunos países europeos que son de utilidad, como con Grecia pero ello complica los intenso de encajar las ideologías de los partidos d América del Sur y Central en el marco europeo.

4. Activistas, Simpatizantes y Miembros.

Al considerar las estrategias a las que recurren los partidos para reclutar activistas, puede ser útil considerar tres tipos distintos de situaciones a las que podrían tener que enfrentarse los partidos que operan fuera de los regimenes liberal-democráticos:

Política competitiva o semicompetitiva. Hay regímenes muy diferentes en los que los partidos tiene que organizarse para competir por los votos, pero los electorados son restringidos, las limitaciones impuestas a los partidos en el gobierno son débiles o los regímenes democráticos tiene una tendencia a acabar en dictadura.

Los partidos que gobiernan en estados de partido único o estados en los que los demás partidos no tiene oportunidad de gobernar.

Como partidos de oposición en regímenes de partido único, regímenes militares o cualquier forma de régimen autoritario.

4.1 PARTIDOS QUE SE ENFRENTAN A ALGÚN TIPO DE COMPETICIÓN ELECTORAL

En estos casos los incentivos al alcance de los partidos pueden ser muy similares a los de las democracias liberales. Ante la demanda de competición los partidos reclutan miembros utilizando diversos incentivos (materiales, solidarios o teleológicos). Pero hay dos aspectos en los que estos partidos pueden diferenciarse de los de las democracias liberales, lo que tendrá impacto en el reclutamiento. El primer caso es el de regímenes que impiden por la fuerza a muchos ciudadanos que participen (Rodesia de UDI). Lo más probable es que la inestabilidad potencial del grupo étnico gobernante lleve a los votantes a alinearse tras un partido, de forma que la amenaza que supongan los partidos de la oposición se vea neutralizada. Quizá el caso de Sudáfrica se instructivo.

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De 1914 a 1948 hubo competición electoral, pero sólo se refería a la población blanca (pequeño porcentaje de población en el país). En 1948 el Partido Nacionalista alcanza el poder por una escasa diferencia frente a su rival el Partido Único, reforzando su control de la política electoral por medio de mecanismos como la falsificación electoral de los resultados electorales en varios distritos. La razón por la que los nacionalistas retienen el poder hasta 1990 fue que una mayoría de votantes consideraba que el partido único era capaz de preservar una sociedad en la que se garantizaran posprivilegios de los blancos. Los nacionalistas extendieron su influencia sobre la mayoría de la población afrikaner, por lo que el Partido Único dejó de ser competitivo. Parte del éxito de los nacionalistas radicó en su capacidad para crear una base de afiliados significativa vinculando el partido a unas asociaciones. Era un partido de masas que apelaba a los afrikaners. Las mismas circunstancias de la posición nacionalista tan 1948, basado en el enorme apoyo electoral que le brindaba el grupo étnico mayoritario en el seno de la minoría racial del país aumentó hasta 1960, cuando una gran parte de población pertenecían al partido. Aunque el éxito electoral estuviera asegurado, la estrategia global pensada para proteger los intereses de los afrikaners requería del apoyo y expansión de la base de afiliados del partido. El segundo caso es muy distinto, partidos que operan en países en los que un régimen basado en la competición electoral es sustituido periódicamente por un gobierno autoritario o militar, algo común en Suramérica o Turquía. Desde la perspectiva de un partido, una de las consideraciones más en torno a la afiliación es si los recursos utilizados para reclutar miembros pueden ser destruidos o confiscados caso de hundimiento del régimen democrático. Así, el partido puede ser menos capaz de movilizarse contra el régimen. Existe el riesgo de que incluso un miembro ordinario del partido pueda llegar a ser víctima de la represión. Ambos factores pueden modificar los modelos de reclutamiento de miembros en comparación con lo que ocurre en las democracias liberales. La medida en que esto suceda depende de las expectativas respecto de las reacciones probables por parte de un gobierno autoritario que se haga con el poder. La conducta desplegada por gobiernos militares varía entre países, en unos casos son más disuasorios que en otros para la organización política. Pero las reacciones militares pueden variar con el tiempo incluso dentro del mismo país. Ocurre en Turquía, donde la tradición militar era de supervisión de los gobiernos civiles, victimizando a los líderes de los partidos y no a sus seguidores. En general no se dañaban las filas del partido, lo que preocupaba a los militares era preparar la vuelta al gobierno civil. A largo plazo, las políticas de os partidos podían sobrevivir a la muerte de un líder. Las intervenciones de los militares turcos en 1980 dieron lugar a una política más radical de despolitización de la sociedad, lo que condujo a mayores esfuerzos por debilitar el poder de los activistas de los partidos y restringir sus actividades políticas legales.

4.2 PARTIDOS GOBERNANTES EN ESTADOS DE PARTIDO ÚNICO

Contar con amplia base de afiliadotes importante para consolidar el control que ejerce el partido sobre el poder, una vez ha disminuido la amenaza electoral. Si el partido cuenta con un 10, 20 ó 30% de votantes, se puede decir que tiene forma de combinación clave con a sociedad. Además, el control del estado da al partido acceso a muchos tipos de recursos que puede utilizar para fomentar la afiliación. En tales circunstancias, pude ofrecer recompensas materiales los miembros del partido. Lo que atrae a los miembros no es sólo los puestos que el partido puede ofrecer directamente, sino los que pueden facilitar de forma directa o indirecta una mejora social o económica. Esto era evidente en los regímenes comunistas de Europa, donde todo avance en la carrera solía estar vinculado a la pertenencia al partido. En los 60, 70 y ’80 (Lovenduski y Woodall) demuestran que entre un 4-12% de población de los regímenes de Europa del Este fueran miembros del Partido. Si se relacionan las tasas de afiliación con el número de adultos de un país se pueden obtener densidades de afiliación de hasta un 31%. Es posible que la afiliación hubiera podido ser más alta si los partidos hubieran defendido una política de puertas

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abiertas hacia la afiliación. Pero según la idea leninista original de la vanguardia del partido debería estar compuesta solo por los que reunieran los requisitos que los hacían aptos para formar parte del partido. Podemos decir que un número de miembros relativamente alto puede implicar una serie de elementos que funcionan como el palo y la zanahoria’ en relación a la población. El parido ofrece mecanismos que suponen ventajas para los ciudadanos ordinarios pero tb así pude difundir su mensaje y ejercer un control informal sobre la población. Pero tener afiliados tb implica costes. Cabe esperar que los que se vean atraídos por incentivos materiales se vean leales mientras sigan disfrutando de sus beneficios, pero sino se impone alguna forma de compromiso ideológico fuerte, la corrupción en el partido puede convertirse en algo endémico. Los miembros que reaccionan con demasiada intensidad a los incentivos teleológicos tienden a ser potencialmente desestabilizadores. Además, la consolidación del partido en el poder puede no depender solo de que era capaz de desarrollar una amplia base de afiliación, sino de sus vínculos con otras organizaciones. En algunos aspectos, este apaño se parece al modelo indirecto de partido descrito por Duverger. Por ejemplo, en México, bajo el nivel institucional se aprecian elementos de este tipo. Para mantener el dominio de un partido único sobre el estado, el partido ha de hacerse con quienes le apoyen para contrarrestar el apoyo brindado por las comunidades a los movimientos de oposición. Tb se requiere la presencia de un partido si no se quiere que el control del partido se vea reemplazado por el ejercido por individuos o camarillas. Pero un partido puede en alguna medida interesarse menos por las tasas de afiliación que por la búsqueda de apoyos institucionales para el régimen.

4.3 PARTIDOS EN LA OPOSICIÓN A REGÍMENES AUTORITARIOS

En muchos ejemplos de estados de partido único, algunas formas de gobierno autoritario pueden intentar eliminar a ciertos tipos de partidos o a todos ellos. Al ser reprimidos, los partidos tienen dificultad para reclutar miembros. Si el partido sobrevive, puede que solo sea capaz de hacerlo en el exilio o en la clandestinidad. En estos casos el número de miembros será muy limitado. Pero puede que los regímenes observen que les es más fácil gobernar y adquirir legitimidad tolerando la existencia de ciertos partidos. En la Polonia comunista el partido en el poder optó por esta política. Dos razones pueden hacer que se opte por ella.

Que surjan centros de oposición al régimen que no es probable que se reconcilien jamás con éste; reconociendo a estos partidos y dotándoles de canales de expresión de sus postulados el régimen puede difuminar formas de oposición más extremas. Es lo ocurrido en Polonia. El régimen puede intentar asegurar su supervivencia a largo plazo aún permitiendo que los aptitos de la oposición ganen alguna influencia. Pero el régimen tb puede pensar que la falta de oposición debilita sus propios esfuerzos por mantener su legitimidad. En México en los ’60 el sistema estaba más preocupado por mantener la oposición en el juego que por su derrota electoral. Existía a evidencia de la creciente tendencia a la abstención mientras el crecimiento demográfico y el éxodo rural daba la expela da a la maquinaria electoral del PRI. Sin oposición en las elecciones, habría menos probabilidades de movilización, por lo que apoyaron la reforma electoral de 1963 que garantizaba ala posición una representación limitada en el Congreso. El problema al que debe enfrentarse un partido en la oposición en este caso es distinto del caso polaco, pues al principio el partido tenía una base limitada en México. El papel que representaba era el de estar ahí y esperar que alguien le votara, no era un partido pensado para articular intereses. Por su poca influencia, no tenía sentido convencer a nadie para que se uniera al partido. Al liberalizarse el régimen mexicano permitiendo que los partidos en la oposición ganaran algunas elecciones a gobernador, la falta de incentivos para unirse a estos partidos se ha dio debilitando. Privados de sus beneficios materiales y sin recursos que les permitan ofrecer incentivos solidarios, la mayoría de partidos en la oposición han de confiar en los teleológicos para atraer simpatizantes. Las ideologías que ofrecen la esperanza de

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ofrecer un sistema mejor una vez derrocado el régimen como el nacionalismo o el comunismo ofrecen buenas oportunidades para crear un partido. Cuanto más radical la ideología, mayor probabilidad de represión por el régimen y mayor el coste que el individuo puede tener que pagar por unirse al partido. Por ello como en cualquier otro área de movilización política existe un punto critico en le proceso de atraer simpatizantes. Por debajo de un cierto nivel de éxito potencial será muy difícil hacerse con apoyo, traspasado tal nivel, un éxito creciente puede provocar un ‘cambio de chaqueta’ respecto de la afiliación, en la medida que los individuos intentan identificarse con lo que creen que será el bando ganador. S9este efecto se despliega rápido, el partido afectado puede ser incapaz de procesar el reclutamiento formal de todos los que quieren ser miembros; pero tb puede mostrarse reacio a ampliar sus bases por miedo a la infiltración de miembros y activistas que solo tengan un compromiso superficial con los objetivos del partido.

5. Organización del Partido

Los partidos que operan en otros regímenes que no son las democracias liberales requieren una organización y recursos que han de utilizar co eficacia. La diferencia entre ambas circunstancias radica en las presiones existentes para que usen sus recursos participando regularmente en elecciones. Esto afecta al equilibrio de recursos óptimo para un partido, lo que está relacionado con la forma que debe revestir la organización del partido par resultar apropiada. Una vez más distinguimos tres tipos de partidos: los que se enfrentan a algún tipo de competición, partidos en el poder en estados de partido único y los partidos que se oponen al gobierno autoritario de un tipo u otro.

5.1 PARTIDOS QUE SE ENFRENTAN A ALGÚN TIPO DE COMPETICIÓN ELECTORAL

Allí donde los periodos en que gobiernan civiles se ven interrumpidos de vez en cuando por golpes militares, las presiones motivadas por la competición son similares a las que se aprecian en las democracias liberales: hay que movilizar periódicamente a los votantes potenciales. Las diferencias oranizacionales entre partidos como Turquía y Argentina y los de los aptitos de las democracias liberales a menudo surgen debido a que los primeros cuentan con una población rural oque habita en ciudades pequeñas relativamente numerosas. Pero no todas las democracias liberales están altamente urbanizadas, aunque en la mayoría el porcentaje de población que habita en zonas urbanas es mucho mayor que por ejemplo en Turquía. Esto tiene importancia, pues es más fácil crear un partido de masas basado en la afiliación individual en las edades que en las áreas rurales. En áreas rurales y ciudades pequeñas lo normal es que subsistan partidos de notables organizados en torno a las élites locales. Ocurrió en Francia, donde subsistió una sociedad rural hasta bien entrado el XX. Es probable que las formas híbridas de los partidos que evolucionan en tales sociedades retengan más elementos de los partidos de notables que los híbridos surgidos en GB, Suecia o Países bajos. Otra fuente de variación organizativa entre ambos tipos de regímenes es la necesidad de hacer flexible a la forma organizativa que se elija. Siempre existe la posibilidad de que el régimen se hunda y si esto ocurriera el partido tendría que utilizar sus recursos de forma diferente. Si se prohíbe el partido puede que se haya de transferir tales recursos para fundar un partido nuevo. La represión afecta al desarrollo organizacional. Panieblanco, que considera que la institucionalización está vinculada a la forma en que fuera fundado un partido llega a firmar que en el caso del PSA, por la represión que sufre entre 1878 y 1890, los líderes del partido tuvieron que prescindir de muchos de sus proyectos organizativos. En un país con un modelo d represión periódica o de intervención militar, los partidos pueden optar por no crear untito de organización altamente burocratizada porque su inversión puede no dar frutos, si por ejemplo se prohíbe el partido. Es posible que prefieran organización susceptible de ser modificada para que sea eficaz en nuevas circunstancias en las que es posible que haya que abandonar la movilización electoral. En gran parte de Suramérica, la evolución de las organizaciones de los

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partidos se ha visto influida no solo por el derrocamiento regular de los regímenes democráticos, tb por la adopción de formas de gobierno presidencialistas en vez de parlamentarias. En algunos de tales sistemas, es posible que hagan campaña algunos individuos que no parten de las bases de poder que ofrecen los partidos, simplemente apelando a lealtades personales para obtener votos. Este populismo débilmente institucionalizado tiende a debilitar el desarrollo organizacional de los partidos. Evidentemente no el presidencialismo per se el responsable de tal situación, sino el momento en que se implanta en relación con los procesos de democratización.

5.2 PARTIDOS EN EL PODER EN ESTADOS DE PARTIDO ÚNICO

Destacan los estados donde hay gobiernos comunistas, por la extensión de la organización del partido y el papel clave desempeñado por este en el estado. Aunque hay diferencias y sigue habiéndoles entre os pocos estados comunistas que quedan, el modelo básico era el mismo. En teoría las piezas centrales de la organización comunista eran los Congresos del Partido, pero la escasa frecuencia con que se celebran tales reuniones hacía de otras instituciones de los partidos los portadores del poder, sobre todo en el caso del Politburó y el Secretariado elegido en cada Congreso por el Comité Central del Partido. El principio operativo de tales partidos era el ‘centralismo democrático’, el deber de los cuadros del partido consistía en implementar sin preguntas la política del partido una vez decidida. Era una práctica centralista, pero había poca evidencia de que existiera proceso democrático alguno. En la Europa del Este la URSS influía en la forma ha adoptar por las organizaciones de los partidos, pues había jugado un gran papel en el establecimiento de tales regímenes. Pero incluso en Yugoslavia, donde la URSS no contribuyó a aupar al PC al poder, las estructuras originales del partido se parecían a las de la URSS. Al contrario que en las democracias liberales, los estados comunistas no preveían ningún papel movilizador para la organización del partido. El propósito de la organización es satisfacer la organización leninista del papel director del partido en el seno del estado. El partido supervisa las actividades del estado y facilita su implementación. Esto no solo requiere una organización extensa, tb ha de ser disciplinada. Otros tipos de regímenes de partido único o bien on han contado con los recursos suficientes para que el partido desempeñe un papel tan importante o no lo han querido así. En Zambia, el Comité central del PNUI estaba teóricamente por encima del Gabinete, pero en opinión de Tordoff, la voz del partido no resultaba crucial a la hora de fijar las políticas centralizadas. Si bien este tipo de estado precisa de muchos miembros para legitimarse, la necesidad de eficacia en la toma de decisiones e implementación de las instrucciones recibidas es menos pronunciada que en el modelo comunista. Aún así, es sigue requiriendo un partido relativamente centralizado, una estructura de camarillas podría generar resistencia excesiva hacia el centro. Cuando el poder del partido está descentralizado (Italia fascista con Mussolini) el partido desempeña un papel menor en el seno del régimen. La cooperación con otras instituciones, incluida la iglesia católica en el caso italiano, aporta en tipo de vínculo que en teoría es la salvaguarda del partido en los regímenes comunistas.

5.3 PATIDOS EN LA OPOSICIÓN A REGÍMENES AUTORITARIOS

La forma organizativa que adopte el partido en tales condiciones depende de las circunstancias concretas, grado de represión por parte del estado, etc. Donde la represión es severa, es posible que el partido se convierta en clandestino y opera sobre una base de afiliación altamente selectiva de pequeñas células. El algunos casos como en México, el estado puede ser capaz de salirse con la suya dejando a los partidos libertad relativa par formarse y felicitando la existencia de una estructura más extensa. En ausencia de la necesidad de organizarse en elecciones periódicas como de las demandas que plantea ostentar el poder, faltan dos presiones importantes sobre la organización de los partidos. Así, se desarrollan

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cuerpos que reúnen muchas de las características de las organizaciones de los partidos, pero que presentan rasgos que se suelen asociar a los movimientos políticos. El vínculo entre organización y simpatizantes que actúan por su cuenta es mucho más laxo, lo que genera problemas ala hora de controlar las actividades de los que supuestamente operan en nombre de la organización. En general, una vez establecido el sistema de gobierno civil electo, el tipo de organización laxa ha de ceder paso a estructuras más formales, debido a la coordinación requerida en elecciones competitivas. Lo que ocurre cuando el régimen se hunde, depende del grado de institucionalización que haya alcanzado el partido durante la vigencia del régimen. Pero la institucionalización no es el único factor. En Argentina, el carisma de Juan Perón y el de su esposa Eva contribuyó a la supervivencia del partido peronista no ya solo a lo largo de sucesivas transformaciones del régimen, incluso después de la muerte de ambos. De esta experiencia deducimos otro factor. Las organizaciones sindicales peronistas, ofreciendo incentivos selectivos a sus miembros, contribuyeron a mantener el partido tras la muerte del presidente. No todos los movimientos civiles de oposición que llegan al poder son partidos, ni pretenden establecer regímenes en los que puedan operar partidos. No lo desean porque un partido implica división de la sociedad, y o que quieren crear es una sociedad holista, donde todos vivan su vida con referencia a los mismos valores. El fundamentalismo islámico que se opone al estado secular en Egipto es de este tipo. Si bien es fácil identificar facciones en estos cuerpos, no se trata de aptitos on otro nombre. La forma en que reclutan y se organizan guarda alguna similitud con el modelo n que se crean los partidos. Pero como se aprecia por la experiencia de la revolución iraní, desaparecido el líder carismático, hay tendencia a que el gobierno caiga antes en manos de tecnócratas que en los partidarios de la línea religiosa dura. A largo plazo estas evoluciones suelen conducir a la vuelta a una forma de organización política que se parece más a un partido que a un movimiento.

6. Observaciones Finales.

Es difícil hacer distinción clara ente partidos y otros tipos de actores en un sistema político. Algunos de los casos problemáticos se dan en las democracias liberales (aparecen casos de cuerpos que se autodenominan partidos y que no parecen apuntar a la movilización de simpatizantes para ejercer el poder en el seno del estado) pero la mayoría si desarrollan tal actividad, y para la mayoría si es mas importante la movilización electoral. Al salir de estos regímenes se incrementan las oportunidades para identificar a los partidos. Hay partidos similares la gama de aptitos en regímenes liberal-democráticos en cuanto a ideología, base de afiliación y organización. Pero hay muchos otros en los que se aprecian diferencias significativas. Por eso la comparación sistemática entre partidos resulta difícil en regímenes en los que no hay competición electoral; aunque no es imposible realizar estudios comparados.

La Clasificación de los Sistemas de Partidos

Los sistemas de partidos suponen tanto competición como cooperación ente los distintos partidos. Hay dos razones que apuntan a que la clasificación de los

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sistemas d epatados es algo importante para comparar los sistemas de partidos entre sí:

Durante mucho tiempo (sobre todo en ’50, ’60 y ’70), los politólogos creían que había un número limitado de tipos de sistemas de partidos en las democracias liberales. En las primeras clasificaciones se distinguía entre sistemas bi y multipartidistas, si bien clasificaciones posteriores, como la de Sartori, serían más complejas. Todas las clasificaciones pretendían explicar los distintos tipos de comportamiento que s se apreciaban entre los partidos, algo supuestamente asociado a los distintos tipos de sistemas de partidos. El objetivo de la ciencia política era no sólo describir los distintos sistemas de partidos con sus rasgos y diferencias entre ellos, sino explicar su evolución. Sin embargo, en el mundo real hay gran número de variables que afectan al modo en que evoluciona un sistema de partidos concreto, de forma que intentar imaginar un sistema de clasificación de este tipo ha sido intento desalentador.

Hay un asegunda razón; para quines inician sus estudios de política comparada, la clasificación de sistema as de partidos es una forma muy útil de simplificar una realidad muy compleja. El mundo de los sistemas de partidos se ría difícil de comprender si tuviéramos que dominar muchos de sus rasgos en los 22 regímenes liberal-democráticos. Así, la clasificación es guía y resulta útil hasta que el recién llegado a estos temas adquiere conocimientos suficientes de los sistemas de partidos como para estar en situación de olvidarse de él. Que los expertos de política comparada no utilicen esquemas de este tipo no significa que no sean mecanismos importantes para empezar a adquirir cierta comprensión de los sistemas de partidos. A continuación señalamos algunas de las vías por las que podemos optar para formular una clasificación de los sistemas de partidos y mostraremos or qué no seremos capaces de captar las diferencias clave entre sistemas de partidos que en apariencia aparecen pertenecer al mismo tipo.

Primeros pasos a la hora de diseñar una Clasificación.

El primer punto es tratar que partidos debemos incluir y cuales excluir. Todo el mundo habla de GB como sistema bipartidista en los ’50, y sin embargo los liberales obtenían un 9% de votos y tb presentaban candidatos los comunistas y otros partidos. ¿Por qué no contar a estos partidos al describir el sistema de partidos GB? La mejor respuesta en este sentido es la que aportó Sartori, al diseñar un sistema de irrelevancia para determinar que partidos habían de incluirse en la clasificación de un sistema de partidos. Dicho criterio implica dos condiciones para la inclusión, si un partido no cumple ninguna, hay que excluirle:

Potencial de Coalición: el partido debe haber sido necesario, al menos en una ocasión, para crear una coalición viable capaz de hacerse con el gobierno.

Potencial de Chantaje: la existencia del partido ha de afectar a las tácticas de competición de aquellos que tiene potencial de coalición.

En el caso de GB, solo laboristas y conservadores cumplían el primer requisito en los ’50. Además, ninguno de los otros partidos contemplaba un porcentaje significativo de voto, o controlaba áreas de la vida social que obligara a laboristas y conservadores la forma de competición entre sí. La necesidad de plantar dos condiciones diferenciadas respecto del criterio de relevancia se hace más evidente al considerar estados en los que, en general, el gobierno se basa en coaliciones. La primera condición es importante para identificar partidos pequeños que nunca son necesarios para formar un gobierno de coalición de aquellos que sí lo son. Pero si eliminamos la segunda condición habría muchos partidos con grandes partidos comunistas (Francia e Italia en los ’50) donde no podríamos contar a estos partidos como parte del sistema. Ocurriría esto porque, a partir de 1947, los demás partidos nunca invitaron a los comunistas a formar parte de un gobierno de coalición, y a su

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vez, los comunistas nunca pudieron asegurarse los votos suficientes como para pensar en formar un gobierno propio. No hay duda de que a pesar de su carencia de potencial par formar coaliciones, estos partidos comunistas ejercieron influencia en sus países sobre las estrategias competitivas y de cooperación de los otros partidos. Vamos a examinar ahora los factores a considerar a la hora de diseñar la clasificación de un sistema de partidos. Hay cuatro formas básicas en la que los sistemas difieren entre sí, por lo que deberían a formar parte de los esquemas clasificatorios de los sistemas de partidos: 1medida en que están implantados en la sociedad; 2ideología; 3postura adoptada por el partido ante la legitimidad del régimen; 4número de partidos en el sistema. El tener en cuanta solo el número de partidos que componen el sistema es una base de clasificación inadecuada. Pero hay dos razones por lo que nos extenderemos al considerar este punto. En primer lugar, hasta la publicación de la obra de Sartori (Partidos y Sistemas de Partidos) las clasificaciones basadas en el número dominaban la mayoría de los análisis. Una de las principales contribuciones de Sartori es exponer las limitaciones de tal método, aunque este tipo de clasificaciones siguen ocupando lugar central en las discusiones académicas. En segundo lugar, al discutir sobre el número podemos explorar algunos temas relacionadas con la naturaleza del sistema de partidos, que de otra forma, nunca hubieran surgido.

1. Implantación Social de los Partidos.

Hay gran variación en este punto. En un extremo tenemos ejemplos de vínculos muy laxos entre votantes y partidos. En tales sistemas, ningún aspecto relacionado con la actividad de los partidos afecta a la vida de la mayoría de gente. Pocos ciudadanos se identifican con la vida del partido y menos aún realizan algún tipo de tarea política para el partido. Es posible que pocos votantes sean capaces de reconocer los nombres de los partidos o sus líderes. En otro extremo, hay partidos que pueden estar implicados en la vida social, la mayoría de gente se identifica con partidos, leen periódicos que pueden ser de partidos y llevan a cabo actividades sociales encauzadas a través de organizaciones relacionadas con el partido. En general, la implantación social de en partido afecta a la competición electoral de un partido de las siguientes formas:

Cuanto menos penetración social exista, más fácil será a partidos nuevos ver la luz y competir con os ya existentes. Un factor que ha hecho posible que surgieran nuevos partidos en Europa del este y central en los ’90 ha sido la ausencia de vínculos entre votantes partidos existentes, a excepción de los antiguos partidos comunistas. Los partidos que ya existían, luchaban por obtener la lealtad de sus propios votantes. Hay muchos factores institucionales que restringen las oportunidades de nuevos participantes potenciales en las democracias liberales establecidas (normativa electoral), pero no hay duda de que la implantación social de los partidos tb contribuye a limitar tales oportunidades.

A mayor penetración social de los partidos, más tentados estarán a concentrarse en retener el apoyo de los que les son leales. A mayor número de partidos existentes en un sistema de alta implantación social, más tenderán todos a centrarse en retener el apoyo de quienes les son leales. Así, hay pocos incentivos para actuar como partido atrapalotodo, buscando votos en una amplia gama de incentivos sociales. El sistema cosociacional de los Países Bajos er aun buen ejemplo de penetración extensa de todos los partidos mayoritarios. Era un sistema de partidos muy estable por los llamamientos partidistas que los partidos hacían a sus votantes.

Sin embargo, hemos de cualificar la conexión entre penetración social de los partidos y estabilidad del sistema de partidos en tres importantes aspectos. Primero, alguno sistemas de partidos muy inestables contaban con partidos muy implantados en comunidades concretas, si bien, en general, losa partidos tenían implantación débil. Ejemplo sería los comunistas y de centro en Weimar y los Comunistas de la IV República francesa. El que estos partidos fueran algo

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excepcional en sus sistemas probablemente contribuyera a su inestabilidad. Esta situación en parte de debía a su tamaño, y en parte a la actitud de los comunistas frente al régimen. Un partido comunista importante limitaba la competición en ambos regímenes por el voto de la izquierda y asustaba a los votantes de la derecha (cuyo partidos tenía escasa penetración social) haciéndose volcarse en partidos antisistema que fueran ‘antirrojos’. Es una de las dinámicas clave a la hora de explicar la inestabilidad de los sistemas. Si entendemos esto, podemos apreciar algunas de las conexiones entre diferentes elementos del sistema de partidos. En segundo lugar, la configuración de los partidos en el seno del sistema puede prevenir una inestabilidad excesiva, incluso en aquellos sistemas de partidos en los que la penetración social es muy débil. Por ejemplo el sistema de a III República francesa no era tan inestable como el de la cuarta. Entre los factores que pueden explicar esto, está el papel desempeñado por el partido radical en la II República, un partido grande que ocupaba el centro del espectro, mientras eran mucho más débiles durante la IV. Además, los partidos estaban tan descentralizados (eran alianzas nacionales de partidos locales) que el sistema pudo encajar la mayor parte de los giros en apoyo de los votantes en el seno de los grupos de partidos existentes. Los partidos eran porosos, y hacían difícil que se formaran organizaciones nuevas que pudieran aprovecharse de la falta de penetración social de los partidos. En el sistema EEUU se dan argumentos similares sobre la porosidad de los partidos y el impacto de este factor sobre la competición entre ellos; en Norteamérica el bipartidismo ha sobrevivido a pesar del debilitamiento de los vínculos entre partidos y votantes. En tercer lugar, existen factores institucionales que pueden inhibir el desarrollo de nuevos partidos, incluso en países donde la penetración social de los partidos es baja. El presidencialismo y otros furores han limitado las oportunidades para nuevos participante en el sistema de partidos en Argentina o Brasil, y es en este sentido limitado en el que es posible decir de algunos países suramericanos que tienen sistemas de partidos bastante estables.

2. Ideologías de los Partidos.

La forma de actuar de un partido depende tb de la combinación concreta de ideologías representadas. Vimos como Von Beyme identificaba 9 familias basadas en la ideología de los partidos. Muchos de los sistemas de partidos engloban solo unas pocas familias mientras otros abarcan una banda más ancha. Alguna de las categorías de Von Beyme, puede estar representada en el sistema por más de un partido, lo que es probable: en las primeras fases de democratización de un país; donde hay gran diversidad étnica; donde las divisiones étnicas tiene una base territorial, y donde las leyes electorales y otras normas facilitan el que los partidos se astillen. Vamos a ilustrar con ejemplos el hecho de que las ideologías concretas representadas en un sistema afectan a la dinámica de ese sistema. Consideramos dos sistema de partidos que cuentan con dos partidos grandes y otros más pequeños: Italia en los ‘50-’60 e Israel a partir de los ’70. En Italia, el hecho d que el PC fuera uno de los grandes partidos limitó la forma adoptada por la competición más que si, digamos, uno de los dos grandes partidos hubiera sido el socialista. Los gobiernos caían y emprendía reformas, conscientes de que la Democracia Cristiana siempre estaría en el corazón de cualquier administración; así, la DC funcionaba como partido centrista que votaba a favor de altos niveles de gasto social. La situación en Israel era muy diferente, desde los ’70 un partido socialdemócrata grande se enfrentaba a un conservador de su mismo tamaño. Los gobiernos podían formarse sobre la base de uno u otro, según los resultados electorales y las negociaciones de coalición con partidos más pequeños. Esto dio lugar a fuete competición por los votos, comparado con el caso italiano. Las elecciones determinaban la complexión ideológica del gobierno de forma más sustancial. Además, la formación y hundimiento de los gobiernos estaba más centrada en los resultados electorales. Las elecciones en Israel daban paso a larga temporada de negociaciones, pero los gobiernos duraban. En Italia, la inestabilidad la generaba la ausencia de alternativa a la DC, resultado de que el otro gran partido era el

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comunista. La distancia ideológica ente DC y comunistas contribuía a que el sistema funcionara de forma diferente al de Israel. Otro caso a considerar es cuando algún partido tiene identidad basada en la clase o lo económico, y ala vez representa un grupo social concreto, como subcultura lingüística o étnica. Ocurre con los partidos belgas en la década de los ’70 cuando la tensión flamenco-valona cataliza un cambio en un sistema que pasa a tener dos grandes partidos y uno pequeño a ser un sistema con más partidos (los partidos grandes se escinden siguiendo una línea lingüística y surgieron nuevos que competían por los votos en una de las dos comunidades). Esto altera el enfoque de la competición electoral, intensificando la competición en cada comunidad y convirtiendo el colapso del gobierno en algo mucho más común. Así, en este tipo de sistemas de partidos existe fragmentación mayor, y las estrategias de competición entre partidos son más complejas que en sistemas donde lo que está en el centro del conflicto político son los conflictos de clase. 3. Postura de partidos respecto a la Legitimidad del Régimen.

Volvemos sobre el ejemplo italiano. El problema de los comunistas desde 1947 hasta los ’60 no era sólo la distancia ideológica ente el PCI y la DC, el PCI en tales años era un partido antisistema. No e puede permitir a estos partidos formar parte de los gobierno por miedo a que minen el régimen. La presencia de estos partidos, sobre todo si existen en la izquierda y derecha, denota que existen pocos gobiernos alternativos, l oque tiene impacto en la competición entre partidos. Así, es posible que gobiernos impopulares generen más apoyo a partidos antisistema por la ausencia de alternativas ente los partidos constitucionales. Ello incrementa el inmovilismo del sistema. No sólo los partidos extremistas pueden ser antisistema. Los regionales, en su búsqueda de independencia territorial tb pueden serlo. Aquí se manifiesta mejor la diferencia entre elementos ideológicos y antisistema. Aceptar la legitimidad de un régimen, y la legitimidad de las demandas de otros grupos dentro del régimen, dota al sistema de una estabilidad aunque la distancia ideológica siga siendo amplia. La adopción de eurocomunismo por el PCI (reconocimiento del carácter liberal-democrático del estado italiano) hizo posible el compromiso histórico de 1976; por el que el PCI ayudaría a la DC a mantenerse en el poder cuando no hubiera gobierno alternativo viable. Cuando no se logra la aceptación de los otros en la arena política se puede generar inestabilidad, incluso aunque los principales partidos no estén muy lejos en el espectro ideológico. La distancia entre rojos y negros en Austria en 1920 no parecía tan grande como en otras democracias liberales, pero la intolerancia mutua de élites y masas desencadenó una escalada que llevó casi a una guerra civil y al colapso de la democracia liberal.

4. El número de Partidos del Sistema. Hasta los ’50 la distinción entre sistemas bi y multipartidistas fue central para las explicaciones al uso de los politólogos que analizaban los sistemas de partidos. En opinión de muchos, el bipartidismo era superior, se daba en regímenes democráticos estables, mientras el multipartidismo se asociaba a regímenes inestables como la Alemania de Weimar o la IV República francesa. Bipartidismo. Desde cierto punto de vista, centrarse en los regímenes bipartidistas no era lo más acertado por la razón de que sitian muy pocos que lo fueran genuinamente. Los principales candidatos eran GB, Colombia, Malta, Costa Rica, Nueva Zelanda, EEUU y Venezuela desde los ‘70. Se plantean dudas en muchos de estos casos, como GB y EEUU. GB lo fue entre 1935-1970. A partir de 1970 la fuerza electoral del tercer partido ha hecho que algunos prefieran hablar de GB como de sistema de dos partidos y medio. Las dudas sobre EEUU surgen a partir de consideraciones diferentes. Se podría aducir que las conexiones laxas que existen entre los diferentes elementos de los partidos Republicano y Demócrata hoy, y la virtual autonomía de la mayoría de candidatos frente a la estructura de os partidos convierten el sistema en algo que no es bipartidista, sino sistema multipartidista muy complejo enmascarado bajo el bipartidismo. Aún rechazando estos argumentos (veremos que hay razones para ello) el número de sistemas

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multipartidistas en el mundo liberal-democrático sigue siendo pequeño. Tb plantean dudas Costa Rica y Venezuela. Desde la perspectiva teórica, considerando el bipartidismo, parece ser un acaso límite; único ejemplo de sistema de partidos en el que aparentemente no existen otros incentivos para un partido que no sea el competir con su oponente, no existen oportunidades para la cooperación formal e informal con otros partidos. El bipartidismo es uno de los ejemplos de lo que en la teoría de los juegos se denomina competición de suma cero. Cada voto perdido por el partido contrario beneficia a tu partido, te ayudaría más que el voto fuese a parar a tu partido, pero el que no voten a tus oponentes ya significa la mitad del beneficio. Al diseñar las estrategias electorales, el partido puede calcular de forma sencilla las ganancias y pérdidas que le puede reportar adoptar una determinada postura. En condiciones de competición estricta, no hay incentivos para la cooperación electoral entre partidos, y los partidos se ven incentivados a introducir cualquier tipo de estrategia de campaña que les lleve a obtener ganancias netas en los votos.

Más de dos partidos. Cuando en un sistema hay más de dos, hay dos factores que podrían limitar la competición entre ellos. Primero, cuantos más partidos haya, más difícil resultará calcular el impacto probable de una iniciativa de pp sobre quién votará a favor de quién. Así, un partidos que quiera evitar riesgos, se ve incentivado que en el sistema bipartidista a evitar los cambios radicales en las pp. Segundo, es posible que en sistemas multipartidistas no se esté compitiendo realmente contra todos los demás partidos (será así a menos que se compitan en unas elecciones donde el ganador se lo lleva todo, como unas presidenciales a una sola vuelta con voto plural). Se puede estar compitiendo principalmente contra aquellos partidos que resulten más cercanos. La mayoría de votantes potenciales a otros tipos de partido ni siquiera considerarán el votarte, de forma que puede tener poco sentido el intentar atraerles. Vamos con un ejemplo teórico, donde asumimos que los partidos tienen niveles de información muy altos sobre los efectos que tendrán sus estrategias electorales sobre los votantes y sobre la conducta de los rivales. Consideramos un sistema de 7 partidos, siete primeras letras del abecedario. Las estrategias de A se dirigen fundamentalmente sus votantes potenciales y los de B y C, mientras que no se esfuerza por los votantes potenciales de G. En cierto sentido, el ámbito de competición entre partidos se ve más limitado que en el caso bipartidista, pues algunos de los partidos ni siquiera tienen intención de competir entre sí. Suponemos que compiten por un P con 100 escaños y que según las expectativas, es previsible que A gane 30, B unos 10 y C en torno a 20. Suponemos además que A cree que es probable que forme parte junto a B y C del gobierno que salga, y no así los demás partidos. Quiere incrementar su influencia en las negociaciones para formar gobierno y cree, que en tal proceso, C es un rival de mayor peso que B. El partido D hace mención de un tema (n) durante la campaña que hará que algunos votantes de C se pasen a D reduciendo el número de escaños a ganar por C. Asumiendo que la viabilidad del gobierno de coalición no se vea afectada, A podría contentarse con no tomar partido respecto de (n). Esto ocurriría si la pérdida de escaños de C debilitara su capacidad de oponerse a A. Pensando en sí mismo, A prefiere un C débil a un C fuerte. La importancia que se conceda a este objetivo podría afectar a la voluntad de A de competir con B. El partido A podría decidir no tomar postura respecto de (n) aunque si lo hiciera ganaría votos netos a costa de B. Al partido S le podría ir mejor en las negociaciones para formar coalición contando con un C más débil, que aumentando su propia fuerza en el número de escaños obtenidos. La cooperación implícita de A con D en tal aspecto no tiene contrapartidas en la estricta política competitiva de la competición bipartidista. ¿Cabe encontrar en el mundo real alguna correspondencia a este tipo de comportamiento electoral? Primero, en las sociedades segmentadas, un partido cuya base está en algunas de las subculturas, puede no querer intentar hacerse atractivo a los votantes de otra subcultura. Este tipo de conducta es la opuesta a los partidos atrapalotodo. Entre otros ejemplos, podemos mencionar a los partidos religiosos de Israel, que no hacen

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esfuerzo por atraer a los judíos seculares que les voten. Por otro lado, los partidos pueden dedicar esfuerzo especial a ganar votos de los votantes de un partido rival. Los partidos que son producto de la escisión, dirigen gran parte de su esfuerzo inicial a ganar los votos de un partido ‘nodriza’, en parte debido lo limitado de sus recursos. Ponemos como ejemplo los partidos de izquierda que se han escindido de los socialdemócratas en Escandinavia. Por lo que respecta a la cooperación entre partidos, el problema de la información imperfecta sobre el trasvase de votos probable, inhibe el tipo de conducta que discutíamos en el ejemplo anterior. Pero sí existen ejemplos en el mundo real de conducta cooperativa entre partidos en sistema multipartidistas, tipo de conducta dictada por la complejidad de la competición en el contexto multipartidista. De hecho, como explica Panieblanco, fue esta conducta en el sistema italiano la que permitió el surgimiento del partido radical en los ’60. Cooperación y Competición en los Sistemas de Partidos. Cuando se aduce que la competición multipartidista puede brindar oportunidades para la actitud cooperativa entre partidos que parece no existir en la competición bipartidista, hay que hacer dos precisiones más que nos advierten de no sacar la conclusión de que en el mundo real la competición bipartidista será más competitiva en algunos sentidos y quizá esté menos domesticada que la competición multipartidista. Si volvemos a considerar el primero de los elementos en la competición de los partidos, su grado de penetración social, vemos que en sistemas multipartidistas allí donde los partidos penetran con profundidad en ciertos sectores de la sociedad, puede recurrir a un estilo de campaña exagerado, pensado para apelar de forma explícita a los leales del partido. Este tipo de campaña se asocia a la era de la política consociacional en los Países Bajos (1917-1960). El hecho de que el multipartidismo pueda restringir el alcance de al competición electoral no convierte a tal competición en menos intensa o agresiva. Por otro lado, la teoría de competición bipartidista se puede ampliar en direcciones que sugieren que puede que los dos competidores no persigan de una forma tan agresiva los votos como cabría de esperar en competición de suma cero. Así suponemos –por ejemplo- que: las nuevas iniciativas respecto de políticas resultan costosas par un partido (los activistas pueden mostrarse hostiles ante la idea de cambiar en enfoque general ofrecido por el partido, de forma que haya de dedicar algún tiempo a convencerles); la mayoría de los votantes no están tan bien informados sobre los partidos o tan interesados en política como para mostrarse sensibles a los cambios de políticas diseñados por los partidos; para los nuevos partidos, el entrar en escena es muy costoso. En tales circunstancias, parece haber pocos incentivos para los partidos a la hora de mostrarse receptivos ante las demandas de los votantes. El partido en el poder que no presta atención a estas demandas puede encontrarse con que gana tantos votos de votantes desilusionados que antes apoyaban a otros partidos como pierde a consecuencia de la desilusión experimentada por sus votantes. En ve z recompetir ferozmente unos contra otros por temas relacionados con las pp, los partidos pueden decidir competir en torno a temas como la imagen de sus líderes o recurrir a una publicidad electoral cuyo contenido no sea estrictamente político. Es la forma en la que se comportan los competidores económicos en ciertos tipos de mercados, oligopolios, donde solo un pequeño número de formas proporciona los bienes. A. Hirschman ha desarrollado una teoría para explicar por qué disminuye la calidad de los bienes suministrados en régimen de oligopolio, y este análisis puede extenderse al caso de la competición entre partidos. Este tipo de comportamientos, de ser desarrollados por los partidos oligopolisticos, podían darse en sistemas multi y bipartidista. Pero hay que dejar claro que en la medida en que esto ocurra, tiende a disminuir la probabilidad de que el alcance de la competición sea mayor en el bipartidismo que en el multipartidismo. Aún así, el bipartidismo sigue siendo un caso especial porque parece que impide que haya ciertas formas de cooperación entre partidos. ¿Qué otros casos interesantes hay a la hora de clasificar los sistemas de partidos? Si no hay criterio alternativo, tendremos que clasificarles atendiendo al número. En este punto, podemos recurrir a dos enfoques alternativos. Uno toma en cuenta solo el número de partidos, pero se agrupan casos similares. El otro enfoque añade un

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elemento adicional: tamaño relativo de los partidos en el seno del sistema. Veamos ambos enfoques. Enfoque A (sin considerar el tamaño relativo de los partidos). Es adoptado por Sartori entre otros. Existen tres tipos fundamentales de sistemas de partidos, aparte del bipartidismo: partido predominante; tres-cinco partidos; más de cinco partidos. En una tabla (Pág. 253) muestra los partidos contando sólo aquellos que obtuvieran al menos un 3% de escaños de P en unas elecciones generales. En el 1sistema de partido predominante un solo partido suele ganar regularmente los escaños suficientes par controlar por sí mismo el gobierno. El Japón de posguerra es un buen ejemplo, donde el PLD fue capaz de mantener la situación de predominio con menos del 50% de voto popular. Hemos de diferenciar este sistema de casos como Italia, donde un partido es mucho más grande que los demás que pudieran unirse al gobierno, por lo que es miembro dominante de cualquier gobierno de coalición. En este tipo de sistemas, el partido principal s enfrenta a una oposición dividida., incluso el segundo mayor de los partidos tiene dificultades para incrementar el tamaño de su coalición electoral y convertirse en rival potencial para el partido predominante. En Japón la falta de proporcionalidad de los sistemas electorales hizo posible que el PLD mantuviera el poder con facilidad, incluso cuando dejaron de obtener la mayoría de votos. Un partido predominante no tiene porqué intentar innovar en la forma de obtener votos, como sí tienen que hacerlo los que funcionan en sistemas bipartidistas. Confía en que se le identifique como partido de la nación y se limita a tomar medidas contra la posible defección de demasiados líderes de facciones concretas, que pudiera poner en peligro su base organizativa su afirmación de partido nacional. Como categoría para ayudarnos a comprender los diferentes sistemas de partidos, esta categoría es valiosa porque ayuda a identificar un tipo de sistema especial. Pero hay pocos ejemplos y su número sigue disminuyendo, siendo estos sistemas más escasos que los bipartidistas.

Es el turno de los 2sistemas con entre tres y cinco partidos. Un sistema de partidos moderadamente fragmentado, en el que operen 3-5 partidos, suele presentar rasgos muy distintos a los que muestran los sistemas en los que existen muchos partidos. Según Sartori, ‘las interacciones entre más de 5 partidos, tienden a producir mecánicas diferentes que la interacción entre 5 o menos’. Esto no quiere decir que los partidos de sistemas en los que operan 6 partidos se comporten de forma diferente a como lo hacen los que existen en sistemas de 5 partidos. Sartori habla de diferencias en sistemas en los que existen en torno a 5-6 partidos. Además, este argumento de Sartori se basa en una hipótesis suya relacionada con los tipos de ideologías que se presentarán en sistemas de más de 5 partidos. Para Sartori, cabe imaginar un sistema con 7-8 que se comportara igual que otro con 4, siempre que asumamos que la banda ideológica en que se mueven estos partidos no encaja con las experiencias del mundo real. En general, un sistema que cuenta con entre 3-5 partidos muestra tendencias similares a las mostradas por el sistema bipartidista: los partidos tratan de ofrecer un gran atractivo electoral. Lo contrario de lo que ocurre en sistemas de partidos predominante donde los partidos que no tienen el poder cuentan con pocos incentivos para intentar maximizar su atractivo electoral, y lo mismo cabe decir de los sistemas de más de 5 partidos, donde incluso los partidos con escaso atractivo electoral pueden influir políticamente. El sistema de cuenta con 3-5 partidos tiende a favorecer la formación de coaliciones electorales amplias. En los 3sistemas con más de 5 partidos, la dinámica de competición electoral es distinta. Incluso los grandes partidos saben que se ven limitados respecto del número de votos que pueden esperar obtener. Su temor reside en la pérdida de votos ante partidos más pequeños que están más cerca de ellos en cuanto a políticas que defienden e imagen. A su vez, es a costa de estos partidos como pueden ganar votos con mayor facilidad. En estos sistemas los partidos tienden a querer ganar votos de segmentos concretos del electorado que a atraer votos de diversos segmentos. Esta tendencia a la ‘localización’ de la competición está en

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función tanto del tamaño relativamente pequeño de muchos partidos del sistema como de la fragmentación del voto de cierto número de partidos. La utilización de este enfoque ofrece una ventaja evidente (al no considerar el tamaño relativo de los partidos dentro del sistema) que reside en la simpleza de su serie de categorías. La desventaja es que dos de tales categorías (3-5 y más de 5) generan tipos de sistemas bien distintos. No es evidente que puedan ser utilizados a la hora de analizar el comportamiento de lo partidos. Tampoco está claro que el ‘localizar’ la competición sea algo que necesariamente ocurra en los sistemas que cuentan con más de 5 partidos, o que si esto ocurre, los partidos se vean arrastrados a la adopción de posturas extremistas. De los 6 países que se incluyen en tal categoría, Dinamarca, Finlandia y Suiza muestran estas tendencias. Y se podría aducir en contra de Sartori, que en Italia, en los años del PCI, el sistema no mostró tendencias centrífugas sino más bien centrípetas. El desagrado de Sartori ante el PCI le llevó a malinterpretar la naturaleza de la competición en Italia. Esto nos deja a Israel y Bélgica, donde se dieron características de competición localizada cuando cambió el sistema de partidos. Enfoque B (tomando en consideración el tamaño relativo de los partidos). Se asume que es probable que el comportamiento en un sistema de partidos se vea influido por el tamaño de los partidos ponentes en relación con las propias dimensiones. Consideremos alguna configuración lógica posible en el seno de un sistema con 4 partidos: cada uno puede obtener en torno al 25% de escaños en las elecciones; dos suelen obtener en torno al 35% mientras los dos restantes reciben un 15%; uno puede recibir en torno al 45% mientras los restantes obtiene el 18% cada uno. Debería resultar obvio que la forma en la que los aptitos compiten y cooperan para obtener votos puede ser muy distinta en cada uno de los tres casos, por lo que este enfoque se centra en la atención a este problema. Se recurre a la idea de ‘medio partido’ para describir los partidos más pequeños y se operacionaliza la idea de sistemas de dos partidos y medio. Con este enfoque, podemos identificar 4 tipos de sistemas de partidos, además del partido predominante y el bipartidismo; dos partidos y medio; un partido grande y muchos pequeños; dos grandes y varios más pequeños y multipartidistas equilibrados.

En el caso de 1sistemas de dos partidos y medio, (ya hemos dicho que hay sistemas que contando con tres partidos, dos son más grandes que el tercero) se incluyen sistemas de partidos que despliegan modelos de relaciones muy diferentes entre los partidos en lo referente a la forma que tiene de cooperar y competir ente sí. Uno de los modelos es el que se da en Alemania desde los ‘50 a los ‘80, y de forma modificada desde entonces. Ninguno de los grandes partidos (PSA, PSC, PDC) puede tener la esperanza de ganar la mayoría. El partido más pequeño, PLD, suele formar coalición con el más grande. Se presenta a las elecciones partiendo de la idea de que se mantendrá en la coalición, siempre que los dos partidos se sigan repartiendo la mayoría de escaños en el Bundestag. Los cambios en alianza entre PLD y los dos grandes partidos son poco frecuentes y suelen tener lugar entre elecciones. Irlanda finales de los ’40 finales de los ’80, ofrece un modelo alternativo. A veces, n este periodo parecía un sistema de partido predominante o un sistema con un partido grande y varios pequeños, por la fuerza del partido mayor, Fianna Fáil. Puesto que este partido no se prestó a formar parte de una coalición hasta 1989, algunas elecciones anteriores a 1987 las llevaron Fina Gael y los laboristas entendiendo que formarían gobierno de coalición si obtiene la mayoría. Así, en ocasiones la competición electoral era de verdad tripartita, mientras que en torno caos era una variante del bipartidismo del tipo alemán. Canadá 1945-1984 presenta otro modelo alternativo. En términos de fuerza electoral de los partidos era semejante al caso irlandés, pero al contrario de lo que ocurría con Fine Gael en Irlanda, en Canadá el segundo de los partidos (Conservadores Progresistas) ganaban solos mayorías parlamentarias en Canadá.

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Además, el sistema electoral plural podía generar mayorías en el P a favor de los liberales con menos del 50% del voto. Aunque solo en muy pocas elecciones se diera el caso de mayoría en el P para un partido, no se formaban gobiernos de coalición. El mayor partido acababa formando gobierno minoritario y se convocaban nuevas elecciones en un plazo de dos o tres años. En lo referente a la competición electoral, este modelo se parece al clásico bipartidista donde se da una competición sin restricciones entre los tres partitos. El caso Australiano es el ejemplo de la política de los dos partidos y medio, en lo referente a la competición electoral. El partido más pequeño (P. Nacional) mantiene identidad electoral y organizacional independiente de la del Partido Liberal en algunos Estados, pero no en todos. Mientras que en algunos los candidatos nacionales compiten con os liberales, en otros no lo hacen. Pero ha formado gobiernos de coalición con los liberales, nunca con los laboristas. Lo más interesante de esta categoría, en resumen, es que la dinámica del sistema de dos partidos y medio es muy diferente a las demás. Ello suscita dudas considerables sobre si el tamaño relativo de los partidos podría ser una forma de superar las limitaciones de los esquemas clásicos basados solo en el número. En los 2sistemas con un partido grande y varios más pequeños, el partido grande suele obtener al menos un 45% de escaños pero rara vez obtiene más del 59%. Los principales ejemplos los encontramos en Noruega y Suecia en las décadas centrales del XX. En tales años, lo normal es que gobernaran los socialdemócratas en Suecia, si bien el predomino de estos partidos se erosionan en la democracias escandinavas en los ’90. hay similitudes entre este sistema y el de partido predominante en lo referente a la disponibilidad de los recursos al alcance del partido mayor para mantenerse, pero la situación a la que se enfrentan los mayores partidos en ambos sistemas es muy diferente. La continuidad en el gobierno no siempre dependía en Escandinavia de ganar mayorías en el P. Al contrario, hubo largos periodos socialdemócratas minoritarios incluso en Suecia. Al contrario de lo que ocurre en los sistemas de partido predominante, no es que los otros partidos no tuvieran esperanzas de llegar a hacerse con el gobierno, los socialdemócratas daneses formaron gobiernos de coalición en los ’50, grandes alianzas de partidos no socialistas formaron gobiernos en Noruega en los ’60. Mantener el domino socialdemócrata suponía encontrar nuevas formas de atraer a la clase media hacia partidos que hundían sus raíces en la clase trabajadora. Ello requería innovar la estrategia electoral, algo que un partido predominante no se ve en la necesidad de hacer. Las relaciones entre partidos de la oposición les hacían mantener identidades separadas y competir entre sí, al tiempo que eran conscientes de que tendrían que cooperar si el resultado en las elecciones era un declive el partido grande. Los países escandinavos son el ejemplo típico de este ti0o de sistemas de partidos, las similitudes en su cultura política, sus modelos de problemas sociales y su evolución institucional sugieren que tal vez resultara de utilidad hablar de un tipo de sistemas de partido escandinavo, pero siempre que excluyamos a Finlandia e Islandia. Pero Dinamarca, Noruega y Suecia no son os únicos ejemplos de sistema de partido con un partido grande y varios pequeños. En los ’80 surge en España este tipo de competición, cuando los partidos de centro y derecha se fragmentaron a la vista de la victoria socialista en 1982. Incluido este país, resulta menos claro que la similitud entre los sistemas de partidos sea lo suficientemente importante como para que podamos hablar de un tipo aparte de sistema de partidos. En los países escandinavos, el partido mayor solo podía retener su posición realizando esfuerzos por ampliar su base electoral original. Si el primero de los dos tipos de sistemas de partidos en realidad se ajustaba a la categoría entre 3 y 5 partidos del enfoque de ‘solo número’, en la categoría 3sistemas con dos partidos grandes y varios más pequeños, se incluyen algunos de los sistemas que se pueden hallar en la categoría ‘más de cinco partidos’. Los dos mayores son más grandes que cualquiera de los otros, pero ninguno puede esperar obtener mayorías en el P por sí mismos, además, la coalición postelectoral implicará a varios de los partidos más pequeños y no sólo a uno de ellos (los mayores reciben más del 65%, pero ninguno de los pequeños pasa del 14%). Los partidos líderes suelen defender tradiciones, políticas o valores diferentes, generando intensa

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rivalidad que dota de capacidad de influencia considerable a los partidos más pequeños a la hora e obtener concesiones en el proceso de formación de gobiernos de coalición. Los dos mejores ejemplos son Italia ’50-’80 e Israel a partir de los ’70. La distancia ideológica entre los dos partidos grandes ponía en manos de los partidos pequeños una considerable cuota de poder. Esta distancia o imposibilitaba gobiernos de coalición entre los partidos principales o bien lo convertía en solución ‘en último extremo’. Una vez más, se suscitan dudas entre las similitudes en los diferentes casos que son suficientes como para permitirnos hablar de un tipo aparte de sistemas de partidos. La competición en Israel es distinta a la que se daba en Italia antes de 1994 debido a que existe una dinámica tb distinta en la formación de gobierno de coalición. En Israel los laboristas y el Likud son aceptables como líderes potenciales de gobiernos de coalición, los pequeños partidos religiosos equilibran el poder y utilizan su posición para obtener ventajas que suponen concesiones en las políticas y carteras en el gobierno. Pero en Italia el PCI no era aceptable como miembros de gobierno tras 1947 y a partir de mediados de los ’50, la DC no podía esperar gobernar en solitario, excepto en minoría. Siendo el mayor partido de cualquier gobierno en Italia un partido de centro, las negociaciones para formar gobierno tendrían que estar más centradas en la consecución de carteras que en la agenda política. En la última categoría, 4sistema multipartidista equilibrado, se incluyen aquellos sistemas de partidos donde existen más de dos partidos pero ninguno es un único gran partido, ni existen dos de tamaño más o menos equivalente; la fuerza electoral está distribuida de forma más equilibrada en un sistema que abarca al menos 4 partidos (es posible que haya tres, pero sería un sistema inestable que puede ser ignorado). El número de partidos de estos sistemas es tal, que el ámbito de la competición se e restringido, generalmente los partidos compiten por los votantes que se parecen más a ellos mismos. La gama de sistemas que se pueden incluir en esta categoría es tan amplia que no parece que vaya a resultar muy útil par el análisis. Todos los casos siguientes podrían considerarse sistemas multipartidistas equilibrados:

Cooperación y no competición. Es el caso Suizo, donde 4 partidos crean un gobierno de coalición sobredimensionado que no varía tras las elecciones.

Cooperación con retórica electoral competitiva. Típico modelo de democracia consociacional. Gobiernos son grandes coaliciones donde participan los principales partidos y el estilo de gobierno responde a la acomodación de élites. Se diferencia de Suiza por que la participación en las elecciones conlleva un llamamiento más intenso a las lealtades de grupo estilo electoral más combativo.

Competición de un cierto número de partidos, 3-4 de los cuales pueden ser más grandes que los demás. Es probable que la composición del gobierno cambie con las elecciones reflejando los giros en el apoyo de los votantes. Los gobiernos tb pueden cambiar entre unas elecciones y otras cuando partidos concretos que están en el gobierno les retiran su apoyo. Es el caso Holandés y Finlandés, la formación de gobierno puede ser un proceso complejo pero la estabilidad del régimen está fuera de toda duda. Esto no ocurre en un caso aparentemente similar pero en verdad muy diferente, hablamos de Weimar.

Competición electoral polarizada y volátil. Weimar y la IV francesa se parecen más a multipartidismo donde hay implicados dos grandes partidos y varios pequeños, que a las versiones anteriores (Holanda y Finlandia) de multipartidismo equilibrado. Mostraban tendencias hacia la polarización del sistema, exacerbadas por la volatibilidad del comportamiento electoral que resultaba ser mucho mayor que en Italia o Israel. En estos dos países, los partidos tenían penetración social bastante profunda, lo que dotaba de estabilidad a un sistema de política polarizada. Ni en Weimar ni en la IV república se daba intensa penetración social de los partidos. Se podría decir que la fuerza más equilibrada de los partidos contribuyo a la volatilidad de esos sistemas.

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Sistemas de partidos muy fragmentados en los que no hay partidos grandes, pocos de tamaño medio y muchos pequeños, Se corresponde con la experiencia Checoslovaca de entreguerras y ha sido un rasgo de los estadios iniciales de la política de partidos en muchas de las nueva democracias del Este de Europa y Central.

De lo anterior debiera deducirse que el limitarse a tomar en consideración el número de partidos de un sistema (aún considerando su tamaño relativo) es inadecuado par intentar clasificar los sistemas de partidos. En la amorillad categorías, se incluyen sistemas que difieren unos de otros en aspectos cruciales. Para obtener una clasificación más adecuada habría que englobar os 4 elementos que hemos identificado. Pero esto no parece solucionar nuestro problema. Cualquier clasificación que quiera tener en cuenta estos 4 aspectos sería en extremo complicada. Para clasificar hay que simplificar, lo que hizo Sartori.

5. Esquema Clasificatorio de Sartori.

Su análisis pivota en torno a dos variables, fragmentación de los partidos y distancia ideológica entre partidos del sistema. En cuanto a la fragmentación, recurre a una forma de medirla teniendo en cuenta tanto el número de partidos como el tamaño relativo de los partidos que participan en las elecciones. Sobre la distancia ideológica, el marco de Sartori se relaciona de forma bastante explícita con el espectro ideológico izquierda-derecha. Donde hay amplia división entre los partidos, como en temas relacionados con estilo de vida, medioambiente, derechos reproductivos, esto no cuenta para medir la distancia ideológica entre partidos del sistema. Aparte de centrarse en una noción restringida de distancia ideológica, Sartori tampoco tiene en cuenta el grado de penetración social de los partidos o la postura ante el régimen como variables independientes. Aunque no discuta de forma directa el grado de penetración del partido parece defender que, en la medida en que son relevantes par el sistema de partidos, las variaciones en la penetración no serían sino reacciones ante otras variables que si incluye. Así, en sociedades segmentadas como la holandesa, en la que existen subculturas protestantes, católicas y otras de tipo secular, los partidos han de lograr una penetración profunda como respuesta organizativa ineludible ante la segmentación. El problema de este enfoque es que no todas las sociedades segmentadas tiene nivel tan alto de penetración (Canadá no lo tiene, por ejemplo) y que la penetración de los partidos y que la penetración de los partidos puede ser amplia en sociedades no segmentadas como Italia o en países de baja segmentación. Y ya hemos visto que el grado de penetración de los partidos sí suele tener un impacto respecto de la competición que tiene lugar en el seno de los sistemas de partidos. Aún así, es el precio que hay que pagar por ‘simplificar’. La segunda variable, distancia ideológica, es categoría muy amplia. No sólo incluye el alcance de las ideologías de los partidos del régimen, sino que engloba una variable muy diferente, las actitudes que muestran los partidos hacia el régimen mismo y hacia lo demás partidos del régimen. Para Sartori, los partidos que se mueven en los extremos ideológicos tienden a ser antisistema, algo que nunca serán los partidos de centro. Esta simplificación es más aceptable que la anterior, aunque esto no signifique que debamos ignorar casos como el de Argentina o Austria en entreguerras, donde la intolerancia ante los oponentes no estaba directamente vinculada a demandas políticas extremistas.

Para Sartori, el rasgo más crucial de cualquier sistema de partidos no es lo competitivo que resulte un sistema de partidos, sino la dirección que se imprime a la competición entre partidos. La competición puede tener efectos centrífugos o centrípetos. Cuando asume esta última forma existe un impulso fuerte al desplazamiento del sistema hacia el centro del espectro político. Los partidos no pueden ganar adoptando posturas asociadas con los extremos más lejanos del

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espectro. Cuando la competición es centrífuga, el centro del espectro se debilita en la medida que el apoyo electoral se desplaza hacia uno de los extremos, y los partidos se ven incentivados a adoptar posturas políticas extremas. Bipartidismo. Según Sartori, en este caso se aprecia una combinación entre baja fragmentación de los partidos y distancia ideológica reducida entre ellos, siendo así que lo corta de la distancia de los partidos se ve preservada por las fuerzas centrípetas del sistema. Un partido que se hiciera extremista en este tipo de sistemas sufriría electoralmente las consecuencias y se vería obligado a acercarse al centro. Y, en el mundo real, a menudo encontramos al bipartidismo asociado a tendencias centrípetas. Multipartidismo Polarizado. Representa la tendencia opuesta. El centro se ve debilitado por la huida de votos hacia los partidos que representan los extremos. La falta de alternativas a los partidos que ya gobiernan debilita a los partidos de centro cuando el gobierno se vuelve impopular. En Alemania, la IV república en Francia y Chile a principios de los ’70 estas tendencias llevaron al colapso del régimen. Multipartidismo Moderado. Se revelan niveles medios de fragmentación de los partidos bajo competición centrípeta. Estos son el tipo de sistemas de partidos que cuentan con entre 3-5 partidos de os que ya hablamos. Pero Sartori incluye casos como Canadá en la categoría de bipartidismo, reservando la categoría de pluralismo moderado para países que han tenido de cuando en cuando gobiernos de coalición. La aplicación sin más de la forma de Sartori de medir la fragmentación situaría a Japón en un multipartidismo moderado debido a que la oposición está dividida. En este aspecto la clasificación difiere del esquema introducido con anterioridad en este capítulo. Multipartidismo Segmentado. Se muestran amplios niveles de fragmentación de los partidos, pero este rasgo no va acompañado de competición centrífuga entre ellos. Los partidos no compiten por posturas extremas, los partidos de sociedades que cuentan con –al menos- dos subculturas apelan a las solidaridades de grupo por un lado, y a la cooperación para la formación de gobiernos, por otro. Esto evita tendencia general al extremismo que se daría de otra forma en una competición fragmentada. En este modelo se omite hablar de multipartidismo atomizado, pues se le considera fenómeno propio de los primeros estadios de la democratización, cuando podían estar implicados en la competición de 15-20 partidos. Estos sistemas o bien se hundieron o la consolidación de los partidos dio lugar a un sistema de partidos que sí está incluido en le modelo. Si partimos de la constatación de que definir los limites entre estas categorías puede ser difícil, ¿Dónde están las limitaciones básicas del marco de Sartori? El mismo autor reconoce que medir de modo mecánico la fragmentación puede dar como resultado que los países de partido predominante acaben siendo clasificados en la categoría de multipartidismo moderado. Tiene más sentido o modificar la medida de la fragmentación o excluir los sistemas de partido predominante del marco. Existe un problema más serio no reconocido por el autor, y es que Sartori considera al multipartidismo segmentado como más estable que el pluralismo polarizado. Escribiendo en los ’70 esta podía se postura defendible, pero la reciente experiencia del Bélgica nos puede llevar a otra conclusión. La segmentación de la política de partidos puede generar inmovilismo en un sistema siempre que haya un incremento moderado del apoyo prestado a partidos más extremistas. Así, el sistema belga parece mostrar algunos rasgos que Sartori habría asociado con Italia, aunque los partidos extremistas eran mucho más pequeños de o que fue el PCI en el momento álgido de su poder, cuando contaba con ¼ de voto popular.

6. Evaluación del Esquema de Sartori.

Para evaluar este esquema hay que hacerlo operativo. Hemos de admitir que el enfoque que adoptamos es muy burdo, aunque ayude en alguna medida a valorar el modelo de Sartori. Los datos registrados (pág. 270) en el eje horizontal muestran la distancia que existe entre los líderes del la más de izquierda y del ala más derecha de los partidos de un país.

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La mínima puntuación posible sería 0, si no existiera diferencia entre los partidos y la máxima 19.9. Se prescinde de los aptitos más pequeños y se intenta medir la distancia ideológica, separando a los actores mayores y más poderosos del sistema de partidos. Con la excepción de GB, parece existir algún nexo ente fragmentación del sistema de partido y distancia ideológica. En general, existe distancia mayor entre los partidos más grandes cuando el sistema engloba a seis o siete que cuando solo cuenta con dos o tres. Esto parece confirmar los resultados obtenidos con el modelo de Sartori, donde el pluralismo polarizado se considera un sistema de alta fragmentación donde los partidos se ven empujados hacia los extremos. Pero ha de desplegarse una cautela. No todos los países situados en el extremo del pluralismo polarizado constituyen ejemplos de regímenes donde la competición esté arrastrando a los partidos lejos del centro político. La política danesa es más consensuada de lo que indica la burda medición relacionada con la propiedad pública. En segundo lugar, si bien Sartori consideró Italia ejemplo de pluralismo polarizado, desde la realización de su estudio han ocurrido cambios en la postura del PCI. Las tendencias centrífugas aún estaban presenten en la Italia de los ’90 con el surgimiento de la Liga del Norte, tensiones regionales y tema de la corrupción en el Estado. El resultado fue la transformación radical del sistema de partidos. Si este ejemplo muestra las limitaciones del tipo de evidencia presentada por el gráfico 5.2 (pág. 270) tb pone de relieve las limitaciones de un enfoque como el de Sartori que subsume la actitud mostrada por un partido ante el régimen, en la noción de distancia ideológica. Además hemos de considerar la excepción británica. ¿Cómo interpretar esta gran brecha ideológica? Si los líderes mantuvieran sus puntos de vista durante el tiempo suficiente lo previsibles sería un giro hacia el estilo de política de Austria en anteguerras: división social extrema en sistema bipartidista. Pero las presiones electorales ejercidas sobre los dos partidos para acercarse han sido extremas, sobre todo para el partido laborista, que quería de nuevo hacerse con el poder. En los resultados probables de una repetición del análisis de Laver y Hunt realizado a finales de los ’90, se aprecia un estrechamiento considerable de la brecha existente; por ello se podría decir que la experiencia británica de los ’80 no mina la viabilidad general del marco de Sartori. De hecho e podría decir que este ejemplo sirve para ilustrar como el bipartidismo modera las presiones centrífugas. Sin embargo, el caso de Austria en entreguerras si plantea serios problemas al marco de Sartori. Este bipartidismo se asocia a un estilo de política amarga y tendente a la división, que conduciría al colapso del régimen, algo que según Sartori no ha de ocurrir en sistema bipartidista. El bipartidismo no necesariamente empuja a los aptitos hacia el centro, en algunas circunstancias no lo hace. ¿Qué valor tiene entonces el marco de Sartori? Nos rinda un punto de partida a la hora de examinar los sistemas de partidos. Ayuda a simplificar el mundo real de los sistemas de partidos ofreciendo un número limitado de tipos de sistemas y vinculando estos tipos a modelos de conducta de los partidos. Con su ayuda, hemos ido más allá de la simple descripción de los sistemas y más allá de la mera enumeración de partidos. Es mecanismo heurístico de gran utilidad, importante la primera vez que se acerca uno al estudio de los partidos. Pero podemos dudar de que ofrezca algo más. El nexo entre fragmentación de partidos y competición electoral donde predomina el extremismo no es tan evidente como parece sugerir Sartori. Aún así, nos lleva a un punto muerto a la hora de intentar explicar por qué se diferencian entre sí los sistemas, un punto muerto que, una vez explorado, nos deja en mejor posición para entender el debate sobre como y por qué difieren ente si los sistemas de partidos.

Francia

Con el advenimiento de la V República el sistema de partidos experimenta un gran cambio. En la IV, el país tenía sistema multipartidista polarizado. En la oposición al régimen estaban los comunistas, el mayor partido de la izquierda con ¼ de votos asegurado, y varios grupos de derecha. La desilusión con las políticas del gobierno o la situación económica podían dar lugar a giros drásticos en el apoyo de partidos extremistas (por ejemplo, los Poujadistas). Pero no es solo que la

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competición electoral fuera centrífuga, implicaba una amplia gama de familias de partidos como comunistas, socialdemócratas, liberales, demócrata cristianos, conservadores y extrema derecha. En general, los partidos no tenían penetración profunda en la sociedad, si exceptuamos los comunistas. Solo la mitad de los ciudadanos se identificaban on un partido concreto.

Comparando el sistema actual on el que había ante de 1958 aparecen tres diferencias grandes. Hasta los ’80, los extremistas o se debilitaron o cambiaron su carácter, de forma que parecía haberse eliminado el aspecto centrífugo de competición electoral. Los simpatizantes de De gaulle, opositores a la constitución de la IV República, forman el primer gobierno de la V República y apoyan el régimen que habían creado. Solo con el surgimiento del FN a mediados de los ’80 vuelve a cobrar fuerza el extremismo de derecha en Francia. En segundo lugar, al optarse por una presidencia elegida directamente y la transformación del P, que pasa de ser uno de los más poderoso de Europa a ser uno de los más débiles contribuye a la consolidación de los partidos. En la izquierda el socialismo se reconstruye (1969-1971) uniéndose al antiguo SFIO y grupos socialistas menores. En el centro derecha, los partidos retienen identidad separada, pero crean una alianza formal UDF en q1978. No hubo fusión entre gaullistas y UDF, ni entre socialitas y comunistas, era una política de dos tendencias, no un bipartidismo. En tercer lugar, excepto el UDF los partidos de la V estaban más orientados hacia estructuras organizativas que facilitaran el contacto con el electorado de masas. Se incrementa el grado d penetración social de los partidos y la identificación de los votantes con los partidos. Si bien esto redujo algo la volatilidad electoral, no se acaba del todo con ella. La introducción del sistema de representación proporcional en las elecciones de 1986 supuso un incentivo para los que podían haber votado a la extrema derecha siguieran haciéndolo. A mediados de los ’90 se puede analizar el sistema de partidos desde varios puntos de vista, se puede pensar que tiene dos tendencia y media, la izquierda (comunistas, socialistas y grupo RI más ecologistas), la derecha ortodoxa (gaullistas y UDF) y una extrema derecha (FN). Pero tb se puede concebir el sistema como miembros de la categoría de entre 3-5 partidos y que puede estar en vías de convertirse en sistema de más de 5 partidos donde la fuerza electoral de los partidos está bastante equilibrada.

Alemania.

Nos centramos en la RFA, donde como en Francia los cambios habidos han sido responsables de la transformación del sistema de partidos. Pero hay una diferencia en los dos casos. En Francia un régimen demócrata-liberal sustituye a otro y las fronteras del país no varían. En Alemania, aunque la RFA ocupa un territorio ligeramente diferente al de Weimar hubo 16 años de dictadura brutal ente el colapso de Weimar y el establecimiento de la RFA. Como en la IV en Francia, la de Weimar er aun ejemplo de multipartidismo polarizado. En ambos extremos se encontraban partidos antisistema, el apoyo a ambos se incrementa en 1929, con las desfavorables condiciones económicas, con la importante subid del nacional socialismo. A excepción del partido de centro católico (Zentrum) de todos los partidos de centro o de derecha solo el nazi había calado profundamente en la sociedad alemana, l oque contribuyó a desestabilizar el sistema. En la RFA se implantaría un sistema de dos partidos y medio con un partido DC, uno social-demócrata y uno liberal. La competición era centrípeta y la formación de gobierno suponía establecer coaliciones. Quienes acababan formando coalición realizaban sus campañas por separado, pero los cambios en la coalición solían ser resultados de tensiones emanadas de la coalición de gobierno y no de negociaciones postelectorales. Pero haremos algunas precisiones. Primero, pasaron varias elecciones antes de que el sistema surgiera en su forma acabada, en las primeras 1949, el PSA y los demócrata-cristianos solo obtuvieron el 60% de votos. En segundo lugar, de hecho la democracia cristiana contaba con dos partidos independientes, el más conservador PSC con base en Baviera y el PSC (social cristiano) on base en el resto de Alemania. Al contrario de lo que hacían

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gaullistas y UDF en Francia que competían entre sí en las elecciones arpa luego aliarse, PDC y PSC no eran competidores directos. En tercer lugar, en las elecciones de 1983 los verdes obtiene un 5% y algunos observadores dijeron que la país avanzaba hacia un sistema de dos partidos y dos medios. ¿Pero, tenían los verdes potencial de coalición? La alianza establecida en Bremen entre el PLD, Verdes y PSA demuestra que sí. Pero debido a sus estructuras de toma de decisiones, en la mayor parte de los ’80 la falta de confianza en los verdes por el PSA redujo las posibilidades. Todo lo más cabría definir el sistema de los ’80 como de dos partidos y dos medios en vías de creación.

Gran Bretaña.

A finales de los ’50 no tenían los partidos penetración social profunda pero si suficiente para que la mayoría de votantes se identificara con uno u otro de los partidos. Se consideraba que el bipartidismo había sido la norma en el pasado. Treinta años después calificar el sistema no parece tan sencillo; no es obvio que se pueda interpretar la historia del parlamentarismo democrático británico en términos de bipartidismo inmemorial. Desde la primera extensión del derecho de sufragio en 1867 hasta la segunda en 1884, liberales y conservadores dominaban las elecciones y la disciplina de partido se incrementa notablemente en el P. Entre 1886 y 1930 el sistema fue multipartidista moderado; en un momento u otro el sistema contaba con tres tipos de partidos. Unionistas liberales. Una minoría significativa de os liberales se escinde 1886 por desavenencias en torno a la presentación de la Ley Gladstone sobre el régimen de gobierno irlandés. Hasta 1912 las relaciones que existían entre éstos y los Conservadores (con los que cooperaban) no eran distintas a las que surgirían entre los partidos Liberal y del Campo en Australia. Nacionalistas Irlandeses. A partir de 1880, los escaños irlandeses ocupados por mayorías católicas empezaron pasar a los candidatos del Partido Nacional Irlandés. En 1918 los nacionalistas del P habían perdido apoyo electoral y se vieron reemplazados por l Sinn Fein, cuya política se basaba en no ocupar sus escaños. Partido Laborista. La representación laborista se incrementó desde su aparición en 1900 pactando con los liberales. Al escindirse los liberales en 1916 los laboristas surgen como segundo mayor partido en las elecciones de 1918. Hasta 1931 habría una genuina competición electoral entre tres partidos en GB. Hasta los ’70, la proporción de voto entre los dos grandes partidos fue muy alta; desde entonces, se han dado procesos que ponen en duda que el sistema aún sea bipartidista:

El porcentaje de voto obtenido por ambos partidos ha disminuido del 905 al 70-75%.

El descenso en escaños ha sido mucho menor, del 98 al 93%. Dos factores explican este descenso. Hasta 1974 los parlamentarios Unionistas de Irlanda del norte estaban aliados con los conservadores, la insatisfacción con la política conservadora respecto de Irlanda del Norte lleva a romper tal vínculo por los unionistas. En segundo lugar, los liberales empiezan a ganar más escaños, pese a las distorsiones del sistema electoral británico.

Teniendo en cuenta los efectos del sistema electoral, ninguno de estos partidos tenía potencial de coalición, pero, ¿tienen hoy potencial de chantaje? Lógicamente, no en igual medida que el PC francés. Pero si recordamos la definición de Sartori de potencial de chantaje el tema resulta menos claro. Por ejemplo, el desplazamiento del laborismo hacia posturas de centro en 1983 ¿no estuvo motivado por el hecho de haber sido suplantado por la alianza entre liberales y social-demócratas como segundo mayor partido en porcentaje de voto? Si la razón es correcta podríamos decir que la coalición sí tenía potencial de chantaje. Perol os laboristas sabían por sondeos electorales que una mayoría de votantes de la alianza no le hubiera votado en todo caso si no existiera la alianza. Sus tendencias hacia al derecha en 1983 tendrían más que ver con sus posturas en relación a los conservadores que en relación a la alianza. Sí, se mina el argumento de que el sistema se aleja del

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bipartidismo. Los cambios habidos en las tres últimas décadas convierten el cambio de sistema en algo más probable, pero de ahí a afirmar que ya no se trata de sistema bipartidista hay un trecho.

Japón. Hay un aspecto por el que este sistema era único ente las democracias liberales, ha estado gobernado por un solo partido con mayoría de escaños en cada parlamento durante más de 40 años. Con la derrota del PLD (partido liberal de derechas) en 1993, hay un cambio de sistema de partidos, sin estar aún claro en qué dirección. El sistema de partidos más parecido al japonés es el de la India desde 1977, pero en el mejor de los casos, las comparaciones que se pueden realizar entre India y Japón son pocas e inducen a error. India es sociedad multiétnica y económicamente subdesarrollada, Japón es relativamente homogénea y desarrollada. Estas diferencias son evidentes si nos fijamos en el tipo de partidos que fueron surgiendo al desaparecer el dominio del partido predominante. En india, una de las principales fuerzas de oposición era los fundamentalistas hinduistas, que podría no tener cabida en la japonesa, donde no hay controversia social en torno a la identidad religiosa o étnica. En Japón a finales de lo 50, PLD y Socialistas se repartían el 90% del voto; hubo quien habló de bipartidismo, pero veremos que lo que sucedió está lejos de ello. Con el tiempo, hubo escisiones en ambos partidos y los dos perdieron votos entre partidos nuevos y surgieron más partidos en la oposición al PLD que de la escisión del PLD. Por estos, la brecha electoral entre PLD y socialistas no se estrechó, de hecho se incrementó. A finales de los ’70 ambos partidos obtenían el 60-70% del voto, enfrentado a una posición cada vez más fragmentada, el PLD pudo retener su posición de predominio hasta que la corrupción lo debilitó como para perder su mayoría en el P en 1993. Tan importante fue esto como la compenetración entre el partido y otros grupos de élite como emrpesarios y funcionariado. El PLD no contaba con los clubs y servicios que se consideran característicos de una profunda penetración en la masa social, se centró más bien en lograr una unión de élites.

EEUU

Según el análisis realizado en el capítulo, EEUU sería sistema bipartidista, la penetración social es muy débil y ambos partidos los podemos considerar liberales y prorrégimen. La competición es centrípeta: se castiga a los partíos que se cree se apartan de la corriente principal. Pero si examina os la estructura del sistema de partidos con más detalle, podemos llegar a la conclusión que la anterior clasificación puede inducir a error. ¿Deberíamos considerar al sistema como bipartidista? Ciertos hechos no admiten duda: la última vez que se crea un nuevo partido fue en 1856-1860, cuando los republicanos ocupan el lugar del decadente partido Whig; en las elecciones presidenciales, terceros o cuartos partidos apenas han obtenido un 1-2% de votos. Sólo en 1912 un tercer partido ha derrotado a uno de los mayores; el dominio de ambos partidos resulta igual de evidente en las elecciones al Congreso; incluso a nivel estatal, son los dos mismos partidos los que disputan entre sí las elecciones. La principal objeción para considerar tal sistema bipartidista es que los vínculos ente diversos elementos de los partidos son tan débiles que el partido parece poco más que una etiqueta. En cada partido, hay gente que defiende puntos de vista opuestas en temas mayores. Algunos analistas han sugerido que el sistema es bipartidista solo nominalmente. A nivel estatal se podría hablar de bipartidismo, pero a nivel nacional esta afirmación no tiene mucho sentido. A veces este argumento se vincula a otros dos. El primero es que si se llevaran a cabo ciertos cambios institucionales (se aboliera la presidencia o se cambia el sistema electoral) EEUU se transformaría en algún tipo de sistema multipartidista. El otro argumento es que los partidos en EEUU no son como los de Europa, no se les puede hacer encajar en una clasificación de sistemas cuya base son los partidos de Europa porque se parecen mucho entre sí en el aspecto ideológico. Son dos partidos, que en realidad, son caras de una misma moneda.

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Pero algunos de estos argumentos son irrelevantes. Primero, si se puede aducir que cambiando algunas instituciones cambiaría el sistema de partidos, se podría decir lo mismo en el caso de otras muchas democracias liberales. No es argumento para considerar que EEUU no constituyan auténtico sistema bipartidista. Segundo, EE.UU no es el único país donde los dos grandes partidos parezcan iguales. Ocurrió entre Liberales y Conservadores en Canadá a mediados de los ’80. Tercero, desde finales de los ’60 Demócratas y Republicanos empiezan a mostrar diferencias cada vez mayores. El ala norteña y liberal de los republicanos comenzó a perder fuerza mientras los conservadores del sur se escoraban cada vez más hacia el partido republicano. La evidencia recogida a través de los datos de investigación de Laver y Hunt confirma el punto de vista de que los partidos no se parecen, son menos parecidos políticamente que los partidos alemanes. Por último, hay que decir que en un estado federal pueden darse diferencias entre las políticas e intereses representados por un partido a nivel nacional y los representados a nivel estatal. La afirmación de que estamos ante un sistema bipartidista no se ve invalidada por el hecho de que la política de partidos en EEUU sea más compleja debido a su dimensión federal.

Por qué difieren entre sí los Sistemas de Partidos

Se han utilizado tres enfoques diferentes (sociológico, institucional y competitivo) para analizar partidos y sistemas. En la cuestión de por qué éstos difieren. El enfoque sociológico e institucional ha producido respuestas muy diferentes. Para el institucionalismo temprano la causa había que buscarla en los sistemas electorales; el enfoque sociológico hace hincapié en la importancia de las divisiones en el seno de la sociedad, especialmente en las divisiones de clase. Sin embargo, las controversias entre ambos enfoques cambian con los años. Hoy, en lo que ambos enfoques difieren es en el peso que ambos conceden a diferentes factores que determinan el carácter de un sistema de partidos concreto.

1. Enfoque Sociológico.

Los orígenes de la obsesión con la clase social hay que buscarlos en dos fuentes distintas en el área de desarrollo de la sociología política en los ’50. Primero, tanto para sociólogos marxistas como no marxistas, la clase social era un tema primario en las sociedades industrializadas. Otro tipo de problemas sociales eran considerados residuos decadentes de sociedades preindustriales. Segundo, en la politología angloamericana, se sabía relativamente poco de la política entre estados en estados como Bélgica o Países Bajos, sociedades done la política estaba ordenada de acuerdo con otros temas políticos básicos no basados en la clase. El resultado fue que al diseñar una tipología de los sistemas políticos democráticos liberales en los ’50, el norteamericano Almond pudo distinguir entre cultura política angloamericana estable y una europea continental inestable. La primera tendía al bipartidismo, la segunda al multipartidismo fragmentado. Países Bajos y escandinavos se consideraban casos intermedios. Una década después la CCPP empezó a comprender que la política belga y holandesa se organizaba en torno a parámetros muy diferentes a os de GB o Francia. Pero incluso si afirmamos que los diferentes tipos de partidos surgen en torno a diferencias étnicas, de lengua o religiosas en sociedades divididas y en sociedades básicamente agrícolas (Irlanda) seguimos teniendo necesidad de explicar el hecho de que los sistemas de partidos difieren entre sí incluso n sociedades aparentemente homogéneas. Considerando GB e Italia en los ’50,

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ambas eran industrializadas, étnica y lingüísticamente homogéneas y se daba tb bastante homogeneidad religiosa. Tenía y siguen teniendo sistemas de partidos muy diferentes. Si queremos explicar tal diferencia recurriendo al conflicto de clases, la explicación tiene que ser más compleja, pues de lo contrario cabría esperar que los sistemas de ambos países se parecieran mucho más. Cuanto más aprendían los politólogos de sobre democracias liberales más pequeñas, más evidente se hacía que la combinación entre anglocentrismo y el hincapié hecho en la clase social podía generar un análisis que podía inducir a error en la explicación que buscamos: por qué difieren los sistemas de partidos. En este contexto es en el que hay que situar la influyente publicación en 1967 de la obra de Lipset y Rokkan ‘Party System and voter alignements’ , que aunque partía desde un enfoque primariamente sociológico, tenía en cuenta factores institucionales y no solo como algo residual. Reconocía que la complejidad de la política de partidos a mediados del XX se debía al hecho de que los temas no estrictamente relacionados con la clase social seguían teniendo importancia. La política de partidos no tenía que ver solo con la clase social. En el núcleo del sutil, detallado y desconcertante (par el que lo aborda por primera vez) modelo de Lipset y Rokkhan se encuentra la animación de que los sistemas de partidos modernos son resultado de conflictos sociales de los últimos siglos. Identifican cuatro líneas de conflicto en la evolución de las sociedades industriales modernas. La forma en que se resolvieron tales problemas, quien ganó y quien perdió habría afectado al modo de resolución del conflicto. Al final se habrían gestado distintos modelos de coaliciones sociales con sus antagonismos en el seno de la sociedad, constituyendo las bases de los diferentes sistemas de partidos en la era de las democracias de masas: siglo XX. Examinaremos ahora las cuatro líneas de conflicto.

Centro-periferia. Fue la primera escisión en las sociedades europeas, originada en el XVI-XVII que gira en torno a Reforma y Contrarreforma. Surgen dos temas cuya solución habría de tener impacto sobre el conflicto político a lo largo del XX: si la religión de la sociedad debía ser nacional o internacional; y el conflicto entre el latín como lengua internacional unificadora y las lenguas nacionales. El estado nación europeo moderno cobra vida en el XVI-XVII al centralizarse el poder, pero si bien la revolución nacional fue un fenómeno a escala europea, se dieron diversas variantes. En el norte de Europa hay completa ruptura con la iglesia internacional (católica romana), por lo que las élites no tuvieron que competir con una iglesia extraña por a lealtad de sus súbditos. Al sur, (Alemania, Suiza, países Bajos) hubo territorios donde convivían católicos y protestantes. En el sur de Europa se asiste a revoluciones nacionales donde las elites nacionales tuvieron que enfrentarse a las pretensiones de la Iglesia Católica Romana. La creación del Estado-nación tb genera conflictos en su seno respecto de la relación entre diversos grupos lingüísticos y el Estado. En los reinos medievales coexistían muchas comunidades lingüísticas y las élites se comunicaban recurriendo al latín como lengua internacional. Construir un Estado implicaba recabar lealtades, planteando el problema de tratar con aquellos de lengua diferente a la utilizada por los líderes que controlaban el estado. En GB solo se hablaba una lengua en el corazón del territorio, por o que pudo imponerse a la periferia. En otros estados, como en España, las comunidades lingüísticas diferenciadas sobrevivieron al proceso de creación de naciones. Iglesia-estado. La segunda fase de la revolución nacional se da durante y tras la revolución francesa. Esta impulsa la creación de una relación más estrecha entre estado y habitantes, que pasan a ser ciudadanos. Esto pasa a ser elemento clave para la supervivencia del estado, que exigía lealtad a sus ciudadanos y precisaba os medios necesarios para adquirirla. Un aspecto importante era el control sobre la iniciación de la gente en la sociedad, razón por laque intentaba controlar la educación de sus ciudadanos. Ello intensifica el conflicto entre estado e iglesia, sobre todo en la Europa católica donde la Iglesia entendía que eses campo era de su responsabilidad. Para las corrientes liberales inspiradas por la Rev. Francesa la educación obligatoria era una medida entre otras destinadas a crear vínculos

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directos basados en la capacidad de influencia y de control ente el estado y el ciudadano. Campo-industria. Se una de las dos líneas que emanan de la Rev. Industrial. Mientras el enfrentamiento iglesia estado fomentaba el conflicto en temas como la educación, en el XIX surge un nuevo conflicto. El primer problema surge en torno a la divergencia de intereses agrícolas e industriales y se centrará sobre todo en el tema de los aranceles y la libertad de empresa, incluyendo el libre comercio entre estados. Las soluciones al conflicto diferían ente estados: en GB el conflicto en torno a los aranceles del trigo supuso una crisis para el partido en el poder, pero a largo plazo se alcanzaron acuerdos entre las élites industriales y los terratenientes. En gran parte e Europa estos conflictos serían centrales en la política hasta bien entrado el XX. Propietario-trabajador. Última línea de conflicto; para Lipset y Rokkhan, la coyuntura crítica fue la revolución rusa de 1917. Esto no quiere decir que tal relación no fuera significativa para la política antes de ese momento, pero la revolución rusa suscitó un conflicto de lealtades. Dio lugar a dos lealtades contradictorias entre sí: lealtad a un movimiento revolucionario internacional y el apego a la política nacional. En el análisis de Lipset y Rokkhan se tiene en cuenta que los países dieron distintas soluciones diferentes a los enfrentamientos mencionados y se aduce que ciertos aspectos de estos tempranos conflictos (por ejemplo derechos lingüísticos) aún se reflejan en la política de partidos. Pero problemas no es lo mismo que sistemas de partidos, de modo que ¿por qué ambos autores vinculan las dos cosas? El núcleo de su análisis engloba tres puntos principales.

Lo que realmente divide a los partidos a finales del XIX y principios del XX una vez extendido el SU, fueron conflictos sociales anteriores a la extensión del derecho de voto. Lo importante es que vincularon un sistema de partidos emergente a divisiones sociales más antiguas.

Al politizarse las masas, las reglas del juego político hacían difícil que las organizaciones políticas sobrevivieran a largo plazo, a no ser que tuvieran estrechos vínculos con sectores sociales concretos. Los partidos que sobrevivieron era o que ponían el acento sobre identidades e intereses fuertes presentes en tales sociedades.

Cuando tuvieron éxito ciertos movimientos que facilitaban que los grupos contaran con representación, no fue debido a una reacción de los movimientos políticos, sino a divisiones en el seno de los partidos existentes y ya establecidos. Así, la introducción del sistema de RP en sí no produjo una mayor fragmentación del sistema de partidos.

Los autores ligan los modelos de partidos evidentes en países concretos a modelos de enfrentamiento social que surgían a partir del modo en que se resolvían ciertos conflictos sociales suscitados en siglos anteriores. La supervivencia de los partidos está vinculada a la fuerza de los grupos sociales más que a ningún otro aspecto de las instituciones sociales de la sociedad en cuestión, por ejemplo, el sistema electoral. Volviendo sobre l ejemplo anterior, el hecho de que GB haya optado por sistema mayoritario e Italia por RP no explica las diferencias entre sus sistemas de partidos. Las explciacio0nes sociológicas niegan que las estructuras de instituciones concretas tengan mucho peso a la hora de analizar los resultados políticos o evolución de otras instituciones políticas, como el tipo de sistema de partidos que pueda surgir. Es preferible considerar a estas instituciones variables dependientes puesto que son resultado de la interacción entre fuerzas sociales. En un reciente estudio de Luebbert se parte de un argumento clásico de este enfoque de forma más extrema que la de Lipset y Rokkhan; el autor analiza por qué en algunos países de Europa de entreguerras triunfa la socialdemocracia, en otros el liberalismo y algunos estados se hicieron fascistas. El autor cree que ‘los líderes tomaron decisiones que mediaban ente los contextos sociales y políticos heredados y los regímenes resultantes. Para bien o para mal, tales decisiones siempre casaban con los imperativos a corto plazo relativos a la optimización del poder mediante la optimización del apoyo de las masas. No hubo régimen de entreguerras que no

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contara con el apoyo de las masas, cada uno de ellos se basaba en una alianza de clases o social distintiva’. Esto viene a decir que las instituciones no tienen mucha importancia. Hay dos aspectos que los sociologistas destacan para corroborar eso:

Los sociologistas rechazan la idea de que el cambio en una institución (por ejemplo sistema electoral) fuera a alterar mucho el modelo de resultados políticos. Un sistema electoral concreto no genera un sistema de partidos.

Tb niegan que las decisiones tomadas por los líderes en el contexto de estructuras institucionales concretas supongan una gran diferencia respecto de los resultados. El autor critica este segundo tipo de institucionalismo; mientras el primero se centra en las consecuencias generadas por reglas y procedimientos que existen en el estado, el segundo acentúa la habilidad de los líderes para definir la política de forma específica, optando por ciertas alianzas, dentro de la banda de opciones que permiten las reglas y procedimientos de cada régimen.

Para los sociologistas ni las instituciones ni las estrategias o decisiones adoptadas por los líderes en sus estructuras institucionales determinan la naturaleza de los sistemas de partidos. En el modelo de Lipset y Rokkhan se considera que los factores institucionales son secundarios; para ellos las diferencias esenciales en los sistemas de partidos surgieron en las primeras fases de la política competitiva, antes de que se alcanzara la fase final de la movilización de masas. ¿Está justificado que releguen estos factores de esa forma? Antes de seguir hemos de hacer una referencia al enfoque competitivo del que aún no hemos hablado. Su contribución más decisiva ha consistido en el análisis de la conducta de partidos y votantes, asumiendo que se trata de actores racionales. La obra clásica de este enfoque de elección racional aplicada a la competición entre partidos es de A. Downs (An economic theory of Democracy). Hemos de señalar un vinculo importante entre el análisis sociológico y este enfoque; ambos, en contra de os institucionalistas contemporáneos, aceptan que ideologías, creencias y valores de votantes viene determinados por factores internos a la sociedad no e forman a partir de instituciones políticas. Lo distintivo de la versión del enfoque de Downs son sus predicciones acerca de los partidos según el contexto sociológico en el que operan. La lógica del mercado electoral lleva a los partidos a situarse en un lugar apropiado del espectro ideológico, pero cual será este lugar dependen de la distribución de los votantes en tal espectro y si los otros partidos se comportan racionalmente a la hora de situarse a sí mismos en posiciones apropiadas. Si todos se comportan racionalmente, el tipo de sistema de partíos de cada país reflejará el modelo de creencias e ideologías de tal sociedad, producto a su vez exclusivo de la interacción entre fuerzas sociales. En tal aspecto, el enfoque sociológico y el de Downs son muy similares.

2. Enfoque Institucional.

La Ley de Duverger. En las primeras hipótesis de este enfoque en relación a los sistemas de partidos, se tendía a acentuar una sola institución, los sistemas electorales. Uno de los que más ha subrayado la capacidad de los sistemas electorales de influir en los sistemas de partidos ha sido Duverger, que afirma que existe conexión directa entre el tipo de sistema electoral británico y el bipartidismo. En sus palabras, ‘el sistema de mayoría simple a una sola vuelta favorece el bipartidismo’, creyendo así estar ante una ley sociológica, pues el observa una ‘correlación casi completa ente dicho sistema electoral y el bipartidismo: en los países dualistas se recurre a la mayoría simple y donde no se funciona con el sistema de mayoría simple son dualistas’. Esto se conoce como la ley de Duverger. Aquí, Duverger parece defender el punto de vista según el cual –al margen de los problemas sociales que se den en un país- un sistema electoral plural –denominado por el de mayoría simple- unido a circunscripciones electorales único tiende a dar lugar a bipartidismo. La responsabilidad recae sobre dos factores. Uno es el efecto mecánico, los terceros, cuartos yo demás partidos obtendrán un porcentaje de escaños mucho menor al porcentaje de votos, pues solo el primer candidatos de la lista obtiene el escaño. Pero tb existe un efecto psicológico: votante y votantes

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potenciales de terceros y cuartos partidos tendrán la sensación de que están desperdiciando su voto y lo usarán para apoyar a uno de los partidos mayores. El otro argumento de Duverger es que cuando la representación es RP y en sistemas a dos vueltas existe la tendencia a que se afiance el multipartidismo. Duverger afirma que la RP sirve para prevenir tendencias hacia el bipartidismo. Pero tb cree que existe una tendencia secundaria, y es que e realidad el número de partidos tiende a aumentar en los caos de RP, si bien lo que surgen son partidos pequeños, muchos de los cuales no conseguirán representación en el P por el método de asignación de escaños en el P. Para Duverger el principal efecto generado por la RP es negativo, evita un bipartidismo que surgiría en un sistema de voto plural. A esta ley se pueden plantear serias objeciones:

El sistema de voto plural y el bipartidismo no casan a la perfección; de los seis países a los que podemos calificar como bipartidistas, sólo tres –GB, Nueva Zelanda y EEUU) recurren al voto plural. Colombia, Malta y Venezuela usan algún tipo de RP den las elecciones al P. Así, a nivel superficial el vínculo que establece Duverger no parece tan fuerte.

El efecto mecánico que identificó solo funciona en la medida en que os terceros partidos tiene una base regional limitada, cuanto más concentrada la base regional, mayor la probabilidad de representación. Esto explica el caso canadiense, donde el Nuevo Partido Democrático tiene su apoyo concentrado en 4 provincias, pero apenas le votan fuera de ellas, obteniendo 16-20% del total de voto y 6.5-14% de escaños. En cambio a los liberal demócratas en GB les ha ido mucho peor, pues su voto está disperso por el país, obteniendo con un 17-20% de votos un 3.5% de escaños.

Duverger parece admitir que los países dualistas recurren al sistema plural, como podría sugerir un sociólogo, ¿no podría ser que la dirección de la causalidad vaya del modelo de temas sociales conflictivos al sistema electoral plural? Parece más fácil que se aproximen aquellas sociedades que cuentan con una única línea de conflicto, y son estas mismas sociedades las que siguen usando el voto plural. Podríamos añadir que en muchos de los casos de sistema de partidos fragmentados no sería improbable que fuera el cambio al voto plural mismo el que les acercara al bipartidismo.

El caso es que hay algo cierto en el núcleo de la tesis de Duverger. El voto plural tiende a reducir el número de partidos de un sistema, en la medida que los votantes están vinculados a un sistema político nacional y no local o regional. Donde la competición política está localizada, los efectos mecánico y psicológico apenas se desplegarían. Donde existen identidades regionales o líneas de conflicto fuertes pueden surgir terceros y cuartos partidos y mantenerse debido a los efectos citados solo serán de intensidad moderada, y nunca se llegará al bipartidismo puro (bipartidismo en sistema parlamentario); éste es el caso canadiense. En EEUU hubo una línea regional fuerte desde mediados del XIX a mediados del XX, pero no se llegó a quebrar el sistema bipartidista debido al impacto del sistema presidencialista. Pero allí donde existe una orientación política nacional, la disciplina del voto plural tenderá a reducir el número de partidos. Si para explicar cuando el voto plural afecta al sistema de partidos, recurrimos a las lealtades locales y regionales, parece como si estuviéramos introduciendo el tipo de factores que los sociólogos utilizan para explicar por qué los sistemas de partidos difieren unos de otros. Parece como si estuviéramos volviendo a examinar los conflictos sociales como causa de los sistemas de partidos. Factores Institucionales. En ciertas condiciones, el voto plural tiene un impacto independiente sobre un sistema de partidos. Podemos ir más allá de esta conclusión sobre el poder de una normativa electoral concreta para aducir que existen otro tipo de normas electorales que pueden dar forma a un sistema de partidos emergente. Una de estas reglas es la del umbral a la que se puede recurrir en sistemas de listas. En el sistema alemán de ‘miembro adicional’ el umbral se fija en un 5%. Partidos por debajo de tal cifra en votos no conseguirán colocar miembros adicionales y deberán contentarse con situar a os que hayan sido elegidos según el sistema de voto plural utilizado en la parte constituyente del proceso electoral. En cambio, en Países Bajos e Israel el umbral es bajo; partidos con menos del 1% aún

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pueden asegurar su representación en el P. El alto umbral alemán contribuyó a establecer y mantener un sistema de dos partidos y medio. Si pasamos de los sistemas electorales a otras reglas y procedimientos que pueden afectar a un sistema de partidos tan vez seamos capaces de empezar a comprender el papel que pueden desempeñar las instituciones. La estructura de las instituciones estatales puede dar forma a un sistema de partidos. El factor más obvio es el que determina si un sistema está basado en sistema parlamentario, semipresidencial o presidencial. Una presidencia elegida popularmente con responsabilidades ejecutivas puede tener efectos similares, incluso más intensos sobre los partidos que los que emanan de un sistema parlamentario de voto plural. Sólo puede haber un presidente, el ganador se lo lleva todo. Sean cuales sean las reglas en las que se celebran unas elecciones presidenciales, un partido no gana nada si se queda en otro puesto que no sea el primero. Para maximizar sus posibilidades, un partido que no pueda esperar ganar por sí mismo ha de establecer alianzas para asegurarse de que sale elegido un candidato sobre el que tengan algún tipo de ascendente. Cabe esperar que al introducción de un sistema presidencialista en u régimen pluripartidista aporte cuando menos una cooperación mucho mayor ente algunos de los partidos. A partir de ella, puede que surja cooperación en otros campos. Los regímenes democráticos establecidos en América Central y del Sur ofrecen evidencia sobre el impacto del presidencialismo. Colombia, Venezuela y Costa Rica tienen presidencias electivas; en estos países lo que inhibe la proliferación de nuevos partidos es que el ganador se lo lleva todo en las presidenciales. El desarrollo constitucional de estas tres democracias se vio muy influenciado por el sistema norteamericano, y los EEUU son la evidencia de la influencia que ejerce la elección directa del jefe del ejecutivo sobre el desarrollo de sistemas de partidos. El presidencialismo de EEUU fue una fuerza poderosa que contribuyó a generar un resultado que, de otra forma, sería sorprendente, un sistema bipartidista en una sociedad altamente heterogénea. Pero los efectos del presidencialismo no siempre pueden superar las fuerzas que empujan hacia el multipartidismo. Quizá donde se ilustren mejor los efectos complejos que se detectan tras la implantación de una presidencia electiva en un sistema de partidos sea en Francia, donde se desarrolla un sistema semipresidencial con la quinta República en 1958 y la adopción de una presidencia elegida directamente en 1962. Esto ha generado cuatro efectos interrelacionados sobre el sistema de partidos francés:

En la primera vuelta de las presidenciales, los partidos presentan sus propios candidatos, pero puesto que solo dos participarán en la segunda, ya existen acuerdos previos sobre los candidatos a los que apoyarán en la segunda vuelta. Si esto no se hiciera sería tanto como hacer llegar ala presidencia aun candidato que no es el favorito. En todas las elecciones salvo en una han estado implicados un socialista y un candidato de la derecha o centro derecha. El semipresidencialismo ha generado fuertes tendencias dualistas al menos en lo que respecta a las elecciones presidenciales.

Como los comunistas no podían optar a ganar unas presidenciales, el semipresidencialismo a contribuido a alterar el poder de la izquierda. El fracaso de los comunistas a la hora de hacer llegar a la segunda vuelta a sus candidatos ayuda a los socialistas a convertirse en el principal partido de la izquierda. Así Francia el multipartidismo polarizado de la IV a ser un régimen multipartidista moderado. Hubo cambios sociales que contribuyeron a la marginación de los comunistas, pero la velocidad de la transformación fue resultado de las nuevas reglas de juego.

La reducción de los poderes de la Asamblea hizo que los partidos parlamentarios actuaran mucho más de lo que lo habían hecho en la IV, bien como apoyos incondicionales del gobierno o como oposición a éste. Ello fomentó el desarrollo de alianzas electorales en las elecciones a la Asamblea, alianzas que cobraban su fuerza en la segunda vuelta de las presidenciales.

Hubo una consolidación de los partidos, los socialistas se reorganizan en 1971 y los partidos de centro derecha (con uno de sus miembros en el poder: Giscard-d’Estaing) crean una organización paraguas UDF en 1978

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para coordinar sus actividades. Los partidos que la conformaban eran los que habían ocupado un lugar central en la política y el gobierno de la IV, cuando el mantener organizaciones de partido separadas aún no resultaba una desventaja como sí lo era en la V República.

Pero si bien el semipresidencialismo contribuyó a generar importantes tendencias dualistas, no llegó desembocar en bipartidismo. Nunca se planteó la posibilidad de que llegaran a unirse socialistas y comunistas, o gaullistas y el UDF. Sus ideologías y estilos organizativos eran diferentes en un grado como para hacer imposibles estas fusiones. Además, los límites del dualismo tb se hicieron evidentes cuando el FN se convierte en fuerza electoral a mediados de los ’80. Si el semipresidencialismo ilustra los efectos de las estructuras institucionales del estado sobre los sistemas de partidos, hay otros aspectos de la estructura del estado que afectan a la conducta y estrategia de los aptitos, y por ende, al sistema de partidos. Uno de estos factores se refiere a si el estado es federal o no y el tipo de de federalismo del que se trate. Cuando los gobiernos provinciales o estatales tienen amplia banda de responsabilidades políticas, se facilita la existencia de tensiones potenciales en los partidos a nivel federal. En este caso, los partidos pueden seguir unidos fácilmente, de manera que se puede mantener un multipartidismo moderado o bipartidismo. A cambio es más probable que se den tensiones ente las alas estatal y provincial de un partido, tensiones que pueden resolverse garantizándoles niveles considerables de autonomía en ambos niveles. El federalismo supone una diferencia para la dinámica de los sistemas de partidos. E igualmente toa una serie de arreglos institucionales en un Estado. Por ejemplo, la financiación pública de los partidos puede diseñarse para favorecer a los partidos grandes, por ejemplo vinculando los fondos a los escaños en el P. Una ingeniería constitucional de tal tipo puede contribuir a reducir el número de partidos dentro de un sistema, lo mismo que contribuye a esto el mantenimiento de umbrales alto en el sistema electoral, es lo que ocurrió en España a finales de los ’70. Pero los procedimientos informales tb influyen en los sistemas de partidos. Buen ejemplo de ello son las oportunidades existentes para ejercer el control a través de patronazgo. La posibilidad de ejercer clientelismo extenso puede convertir en más probable el afianzamiento de un partido en el gobierno. La habilidad de los demás partidos para competir se vería así severamente limitada por el control ejercicio por el partido en el gobierno sobre la élite política. Japón es un ejemplo magnífico de este fenómeno, así como Canadá, donde ele efecto de patronazgo sobre la configuración temprana del sistema de partidos fue notable contribuyendo a generar largos periodos de dominio de un único partido.

3. Reconsideración de la explicación institucional.

Esta discusión sobre el institucionalismo nos permite colegir que los primeros institucionalistas cometieron dos errores a la hora de examinar las razones por las que difieren los sistemas de partidos. El Pietro es que tendían a centrarse demasiado en los sistemas electorales; el segundo es que a veces se ha exagerado el impacto ejercido independientemente por los sistemas electorales. Los sociologistas tenían razón al afirmar que existía conexión entre los problemas sociales y los sistemas de partidos, pero alterar las reglas electorales no siempre genera grandes cambios en el sistema de partidos. Pero hay un tercera crítica, la mayor parte de los primeros institucionalistas se centran en las reglas y procedimientos concretos, especialmente de reglas formales. No se interesaban en comprobar la medida en la que reglas y procedimientos dados ofrecían oportunidades a los líderes políticos para construir élites y coaliciones de masas. De hecho, tanto los primeros institucionalistas como los sociologistas tendían a excluir el estudio del papel desempeñado por los políticos, en el sentido de ser los creadores de líneas divisorias en la sociedad. Para entender esto hemos de considerar las ideas de Schattschneider, politólogo que analiza partidos y grupos de presión norteamericanos entre 1930 y la década de los ’60. Se le conoce por sus argumentos a favor de unos partidos más cohesionados e ideológicamente

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diferenciados en EEUU. En 1960 publica The Semiovereign People, donde interpreta la dinámica del conflicto político y lanza un gran reto al modelo sociológico. El autor rechaza la idea de que debido a que en una sociedad existan ciertos temas conflictivos, los partidos que surjan vayan a reflejar estos temas. Afirma que ente las múltiples divisiones existentes en el seno de una sociedad, algunas se convierten en dominantes porque la división entre partidos se centra en ellas. Otros temas conflictivos se omiten o se vuelven irrelevantes para la competición política. Los líderes intentan explotar aquellos temas que facilitan el acceso al gobierno de los partidos. Pretenden definir el conflicto político de modo que puedan crear una coalición que les permita acceder al poder mejor. Significa que algunas de las líneas serán siempre olvidadas, pues las posibles coaliciones a las que podría dar lugar el resaltarlas no se consideran suficientes para llegar al poder, o a que las coaliciones que haya podido montar un partido explotándolas hayan sido derrotadas. En opinión de Schattschneider, los partidos no crean los conflictos sociales, pues les es imposible porque por su multiplicidad de intereses e identidades que existen en una sociedad dada, no hay un orden natural de conflictos que un sistema de partidos pueda reflejar y representar. Los líderes políticos a través de los partidos imponen ese orden a través de sus esfuerzos por ganar y mantener el poder. El partido que sea capaz de definir los temas conflictivos tendrá todas las posibilidades de hacerse con el gobierno. El autor no describe aquí lo que ocurre en una sola campaña (donde los partidos desarrollan temas que serán bien recibidos por los votantes dejando de lado otros), esto forma parte del proceso global de fijación de temas conflictivos. El autor describe un proceso largo a través del cual los partidos se aseguran el poder. Utiliza este marco analítico para explicar la dinámica del crecimiento del así llamado Cuarto sistemas de partidos americano en la década de 1890 y su hundimiento principios de los años treinta. Se centra en la construcción de coaliciones políticas a largo plazo. Las sociedades difieren entre sí en el tipo de intereses e identidades que ostentan sus ciudadanos, los líderes trabajan en el seno de una estructura social dada, así, no son solo ellos los que pueden ocuparse de el desarrollo de algunos temas de conflicto y de la elección de los líderes de los partidos. Pero según la tesis que está tras el argumento de este autor, sí cuentan on grandes posibilidades. La política influye sobre la formación de los sistemas de partidos como la sociedad misma. Veamos un ejemplo. En Suecia en la década de los ’30 los socialdemócratas acceden al poder con fuerte a poyo de la clase trabajadora. Permanecieron en el gobierno de forma continuada hasta 1976, consolidando su posición por la utilización de varias estrategias. La primera fue la implementación de una forma de mediación de intereses liberal corporativa, sistema por el que el estado y los intereses organizados llegaban acuerdos políticos implementados por medio de organizaciones que representaban tales intereses. Así no sol ose vinculaba a los sindicatos socialdemócratas al proceso de toma de decisión política, sino que tb se contribuía a difuminar la oposición que pudiera generar el gobierno entre las organizaciones empresariales. ‘Sacando de la política’ ciertas áreas clave, se limitaba la capacidad de otros partidos de movilizar coaliciones ganadoras contra los socialdemócratas. En segundo lugar, estos hicieron ajustes administrativos clave para contrarrestar el declive de su base electoral. La prosperidad de la posguerra y la terciarización de su economía erosionaron la base de clase trabajadora que había posibilitado su éxito electoral inicial. Una estrategia tendente a asegurar los intereses de la clase trabajadora hubiera dado con los huesos de los socialdemócratas en la oposición. Pero en los ’50 dieron forma al EB sueco, de forma que pudiera ofrecer pensiones más proporcionales a los salarios de los individuos. Estro resultaba atractivo para trabajadores de cuello blanco que conseguían una segura participación en el EB nacional. Extendiendo a cambiando sus alianzas sociales, el partido del gobierno pudo retener el poder otros 20 años más.

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4. Integración de enfoques sociológicos e institucionales.

Tenemos dos soluciones contrapuestas acerca de porqué los sistemas de partidos difieren. Por un lado parece plausible asumir que los grandes conflictos sociales del pasado tuvieron enorme influencia sobre el tipo de partidos y de sistema de partidos que evolucionaron en las democracias de masas. El modelo de Lipset y Rokkhan vincula estos conflictos secuenciales y sus diferentes resoluciones en distintos países a las variaciones que se daban en los sistemas de partidos y que resultaban evidentes en las primeras décadas tras la concesión del derecho de voto a las masas (finales del XIX principios del XX). Es un modelo en el que aparecen establecerse importantes conexiones entre la formación de partidos y los modelos de conflicto social propios de la historia europea. Por otro lado, hemos visto que las estructuras institucionales afectan al tamaño relativo de los partidos y las líneas de escisión que intenta explotar estos partidos. ¿Cómo resolvemos la concepción diferente que sobre el papel desempañado por los líderes a la hora de dar forma a temas conflictivos políticamente, tiene por un lado los sociólogos y por otro los politólogos como Schattschneider? Podemos centrarnos en tres puntos que nos acercarán a una solución a este problema. 1. Aún aceptando el argumento de Schattschneider, es innegable que algunos de los partidos representados en el sistema de partidos A no tiene por qué estarlo en el sistema de partidos B, simplemente porque los habitantes de éste último no se vieron socialmente divididos de la misma forma. En GB no existe problema lingüístico como el que se da en Bélgica. La gestación en un país de os temas conflictivos siempre tiene lugar en un contexto específico. 2. En las primeras fases de democratización, las instituciones políticas no son una variable independiente a la hora de configurar el desarrollo de los partidos, las instituciones reflejan el reparto de poder entre partidos y a su vez éste refleja as divisiones sociales. Las instituciones suponen mayores diferencias tras los primeros años de democratización: 3. Podemos ir un poco más lejos al analizar la medida de la influencia de las instituciones y la forma en la que se ejerce tal influencia. Para esto hay que distinguir tres formas diferentes a través de las que los ciudadanos individuales pueden vincularse a un partido. 1Vínculo material individual; la persona vota a un partido porque está vinculada en una jerarquía social a otra persona que está comprometida a favor de ese partido. Esta relación puede adoptar forma de relación laboral, entre aparcero y terrateniente puede ser que se deba el empleo a otra persona. En estos casos el apoyo al partido se basa en una obligación contraída con otra persona, obligación de base material, oponerse al partido supondría asumir el riesgo de sufrir daños materiales. En la cumbre de estos partidos tenemos una élite social que puede actuar más libremente a la hora de elegir el partido por el que votará. 2Vínculo basado en la solidaridad social, donde el apoyo al partido muestra que existe una identificación, cierta solidaridad, con otros miembros de un grupo social concreto. Caracteriza este tipo de apoyo el hecho de que no es condicional, no depende de lo que hagan los demás. 3Vínculo gestión política/personalidad/imagen, donde existe posibilidad de que el votante de su poyo a uno u otro partido, según lo que éste le ofrezca, según las políticas que defienden, su imagen o personalidad que muestren sus líderes. El apoyo a un partido depende de que siga ofreciéndoles lo que quieren. Aquí el nexo entre simpatizante y partido es condicional, pero no hay intermediarios ni influencias que controlen el cambio de apoyo. En el mundo real esperaríamos encontrar un tipo de nexo complejo donde interactúen incluso los tres tipos descritos. Pero a nivel analítico se trata de formas de relación partido-votante diferentes. Aunque hay excepciones, se podría decir que el vínculo material tiene su origen en las sociedades preindustriales; el solidario nace en sociedades industriales o en vías de industrialización, aunque tb hay excepciones. El último vínculo descrito es más evidente en sociedades industriales avanzadas donde la solidaridad social se ha visto mermada y donde en general, las jerarquías sociales no suelen presionar a miembros inferiores par que se unan a un partido a través de la intermediación de otros individuos pertenecientes a tal

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jerarquía, pese a que la experiencia japonesa es bien distinta en este aspecto a la europea o americana. La habilidad de los líderes para desarrollar diferentes temas conflictivos difiere atendiendo a los tres tipos de vínculos. Es más fácil hacerlo cuando la mayoría de votantes mantiene un tipo de vínculo de tipo 3 mucho más difícil si el vínculo es del tipo 2. El tipo 1 está en algún lugar ente los otros dos.

El tipo 1 presenta un doble problema. Las elites pueden estar tan localizadas que sea imposible favorecer el desarrollo de temas de conflicto. Además, el tipo de vínculo existente entre las subélites y los subordinados puede dificultar la conducta política de sus subordinados. Lo que interesa resaltar aquí es que el enfoque sociológico explica mejor las variaciones que se dan entre sistemas de partidos en periodos determinados y en regímenes donde la mayoría de votantes están vinculados a un partido porque se identifican con un grupo social concreto al que está unido ese partido. De hecho, al análisis de Lipset y Rokkhan estaba pensado sobre todo para explicar las formas concretas de un sistema de partidos desarrollado en los años posteriores a la extensión del voto a las masas. Estaba centrado en la Europa de finales de la industrialización, finales del siglo XIX y principios del XX, donde la solidaridad llegó a ser el nexo de unión más importante entre masas y líderes políticos. El margen que nos ofrecen Lipset y Rokkhan es de menor utilidad al margen de ese contexto. En Canadá de finales del XIX, nos encontramos con un contexto diferente, una economía centrada en el sector primario y una sociedad extremamente jerárquica y clientelar en una de sus regiones más importantes, Québec. El resultado fue que las instituciones estatales, sobre todo el patronazgo, desempañaron un papel fundamental en la configuración del sistema de partidos. Pero Canadá es un modelo bastante excepcional ente los países que formaron democracias liberales a lo largo del XX. En la mayoría de los casos el vínculo basado en la solidaridad fue más importante durante los procesos de democratización. Esta solidaridad ha ido declinando en las sociedades industriales avanzadas, de modo que las posibilidades de que los líderes se comporten de la forma descrita por Schattschneider se han incrementado. Este modelo casa bien con el país cuyo sistema intenta explicar, EEUU. La solidaridad como vínculo votantes-partidos disminuía a finales del XIX, por ello no nos debe sorprender que conciba el papel desempañado por el liderazgo político de forma diferente a como lo concebían quienes defendían el enfoque sociológico, enfoque que hace hincapié en la habilidad de los partidos para alterar los temas de conflicto dominante y las alianzas sociales. En la misma década en la que Schattschneider se ocupaba de la dinámica del sistema de EEUU, Lipset y Rokkhan daban una explicación completamente diferente centrándose en la política europea. Afirmaban que las líneas de conflicto se habían congelado. Los sistemas de partidos reflejarían así en la década de 1960 líneas de división propias de los años ’20. Pero si los vínculos de solidaridad social que habían contribuido tal congelación se están debilitando (como parece que lo hacen), ¿cabe esperar un cambio mucho mayor en los sistemas de partidos europeos? Ya volveremos sobre esto.

Francia

Sería un error considerar que la experiencia política francesa hasta 1958 fue un completo fracaso si de lo que se trataba era de encontrar la estructura institucional adecuada en la que pudieran evolucionar partidos estables. Francia ofrece un reflejo de la interacción entre problemas sociales y estructuras institucionales a la hora de determinar la naturaleza del sistema de partidos. Se trataba de una sociedad muy dividida:

Francia ingresa en la era liberal-democrática con minorías lingüísticas significativas.

La revolución francesa había contribuido a crear un conflicto social agudo entre la iglesia y los anticlericales que seguiría siendo fuente de conflictos.

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La revolución dio tb lugar a diferencias sobre las estructura apropiada para el estado francés ente realistas, parlamentaristas (tradición revolucionaria) y quienes defendía implantación de un poder ejecutivo fuerte (tradición bonapartista).

En comparación con GB y Alemania, el país tarda mucho en industrializarse, la Rev. Industrial genera dos líneas de conflicto identificadas en el estudio de Lipset y Rokkhan, estas desavenencias hicieron muy complicado el modelo de conflicto en Francia.

El sistema de partidos fragmentado de la III refleja tales conflictos, la política francesa er acompleja y muy localista en su orientación. El localismo fue mantenido en parte gracias al sistema electoral a dos vueltas para la Asamblea que ofrecía escaños incentivos par que surgieran partidos nacionales más cohesionados. Los acuerdos y alianzas celebrados tras la primera vuelta implicaban a los actores políticos locales. Cuando en la IV se opta por un sistema de representación proporcional el efecto fue que se cataliza en alguna medida el desarrollo de instituciones nacionales de los partidos como reacción ante las demandas planteadas por las nuevas reglas electorales. El principal cambio en esta dirección no tuvo lugar hasta el advenimiento de la V República. En la IV la modernización económica exacerba las tensiones, mientras la centralización del poder en la V hizo más difícil el manejo de tales tensiones. A largo plazo, la transformación económica, disminución del campesinado y pequeños comerciantes, contribuyó a generar cambios en el sistema de partidos, cambios posibles debido a las nuevas instituciones políticas. El cambio en la estructura social hizo posible que las nuevas instituciones políticas diera a luz un sistema de partidos diferente. Lo más importante a retener, es que hasta hace relativamente poco tiempo, la naturaleza local de la política electoral hacía imposible una revisión de los temas conflictivos en la línea discutida por Schattsschneider. En cambio, los sucesos ocurridos entre 1958-61 casan bien con las ideas de este autor. Poniendo en juego unos poderes extraordinarios que le habían sido concedidos par evitar un probable golpe de estado, de Gaulle redefinió las líneas primarias de la división política en Francia, obteniendo un control del gobierno que duraría hasta 1981.

Alemania

Al examinar los orígenes del sistema de dos partidos y medio que surgió en la RFA ente los ’50-’80, es importante no olvidar lo diferente que resultaba ser el territorio de la RFA de el de la Alemania imperialista o Weimar. La separación entre la RDA y la RFA en 1949 tiene dos consecuencias. La RFA no incluía a Prusia, corazón de la Alemania Imperial y centro tradicional del militarismo tradicional. Una de las áreas imperiales en las que las élites se habían mostrado más reacias ante las democracias liberales y Weimar, no formaba parte de la RFA. Los católicos del Sur de Alemania se convirtieron en minoría mucho más significativa de la sociedad alemana; en la RFA los líderes católicos se unieron a los protestantes para crear un partido de democracia cristiana (PDC) biconfesional, lo que implicaba que este partido unido a los aliados cristianos bávaros del PSC se convertía en el mayor partido que había tenido Alemania. La combinación de las estructuras institucionales de la RFA y el compromiso democrático de las nuevas élites políticas configuran el nuevo sistema de partidos. Uno de los defectos de Weimar había sido su incapacidad de hacerse con organizaciones y élites sociales que apoyaran el estado. Pocos partidos en Weimar habían calado profundamente en la sociedad y uno que sí lo hizo, el PC, era opuesto al régimen. Para evitar tal experiencia, en la RFA se diseña la idea de ‘estado de partidos’ que había dado lugar a una penetración de la burocracia por parte de los partidos mucho mayor de la que había en Weimar. Esto ha facilitado que los partidos desempeñaran papel aglutinante en el régimen, pero lo importante es que el sistema electoral alemán ha evitado la fragmentación de los partidos (recuerda la barrera del 5%). La única manera en la que un partido podía saltar tal barrera era ganando tres o más escaños en las circunscripciones (en las que se recurría al voto plural). Si lo conseguía, el partido tenía derecho a la misma proporción de escaños

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adicionales que supusiera el porcentaje total de votos. Solo partidos con apoyo muy localizado podían aspirar a lograrlo. Si bien las reglas electorales estaban pensadas para prevenir la fragmentación de los partidos, tb fueron responsables de que Alemania no evolucionara hacia un sistema bipartidista. Los votantes alemanes pueden dividir su voto, pueden votar al candidato de un partido en su circunscripción y votar a otro en las listas de los partidos. Algunos alemanes piensan que el voto sobre las listas de los partidos ha de ser un voto que muestre su preferencia en segundo lugar, sin que sean conscientes del efecto que esto ejerce en las elecciones generales. Pero teniendo en cuenta que el gobierno alemán es un gobierno de coalición, otros votantes pueden votar al PLD (los alemanes que han dividido su voto han dado uno al PLD a la hora de votar a las listas) en las listas para frenar el poder que pudiera ejercer el socio principal de la coalición. Así, una combinación entre ignorancia política y los que persiguen la moderación mantuvo al PLD y dio lugar a que uno de los principales rasgos del sistema alemán fuera el de contar con dos partidos y medio.

Gran Bretaña

El bipartidismo británico de mediados del XX está vinculado a la ausencia de grandes núcleos de conflicto, si exceptuamos los problemas de clase. Ni siquiera el conflicto de clase ha sido especialmente agudo. Cabe decir dos cosas sobre el modelo de conflicto existente, primero refleja el hecho de que este país tuviera una de las historias más pacíficas de la construcción de naciones en Europa. Segundo, si nos centramos en la clase social, no deberíamos olvidar que hasta la primera guerra, la religión fue la principal fuente de identidad política. Los conservadores eran el partido del sur de GB y de la iglesia de Inglaterra. Los liberales tenían más fuerza en la periferia y entre los inconformistas religiosos. La primera guerra rompe con este modelo por tres razones. Condujo a la separación política total de una de las zonas más distintivas de las islas británicas, Irlanda. En segundo lugar, la guerra acentúa las tendencias secularizadoras, a partir de 1918 el tema religioso no volvió a ser tema fuerte de escisión política. Tercero, la escisión de los liberales en las elecciones de 1918 permitió al partido laborista convertirse en el principal partido de oposición. Desde la perspectiva sociológica, el ascenso de los laboristas era inevitable. La concesión del derecho al voto a la clase obrera llevaba a la creación de un partido socialdemócrata que representara sus intereses. Los institucionalistas consideran crucial la división de los liberales en 1916, aducen que tras las primeras escaramuzas electorales entre liberales y laboristas los laboristas estaban penetrando en el sistema bipartidista. Loa liberales eran el partido mayor, y controlaban las relaciones entre ambos. Si los liberales no se hubieran escindido los laboristas hubieran seguido siendo un socio joven. Hoy por hoy, no son totalmente convincentes ni los argumentos sociologistas ni los institucionales. Hay otro ámbito d disputa entre ambas corrientes, el tema de los efectos de la reformas del sistema electoral británico. Si los sistemas de partidos reflejan los conflictos sociales, y si la clase social es fuente importante de conflicto en GB porque no hay otros temas conflictivos, cabría esperar que el nuevo sistema electoral no supusiera grandes cambios. Laboristas y conservadores seguirían siendo grandes partidos. Sin embargo, no parece probable que ninguno de losa partidos fuera capaz de formas gobiernos mayoritarios, lo que alteraría la relaciones entre partidos. La evidencia que pudiera existir respecto de toros lugares no parece apuntar hacia el hecho de que la introducción en GB de sistema de RP pudiera dar lugar a un sistema político altamente fragmentado. Es incluso posible que a largo plazo, el apoyo de los liberal demócratas decreciera en la medida en que sus aportaciones a los gobiernos de coalición eliminarían el elemento ‘voto de protesta’ con el que cuentan. Cabe imaginar que los liberales obtuvieran el mismo nivel de apoyo que sus homólogos en Alemania, el PLD. Pero los institucioanlistas aducirían que parece improbable que

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el bipartidismo pudiera sobrevivir en tal caso, y surgiera lo que surgiera, el resultado sería un cambio significativo en el sistema de partidos.

Japón

Hay que tratar este caso al margen del marco de Lipset y Rokkhan, su tradición cultural es distinta, ya la restauración Meiji de 1868 tuvo lugar poco antes de una fuerte industrialización, de hecho fue la que facilitó tal industrialización. En comparación con Europa, Japón parece una sociedad homogénea, dejando al margen las pequeñas comunidades de Corea y China, no ha compartido la experiencia europea, donde los estados-nación se formaron a partir de territorios donde convivían grupos étnicos, lingüísticos y religiosos diferentes. Además, pese a la fuerte tradición comunista de la izquierda japonesa, y pese al hecho de que los partidos de la izquierda obtuvieran al menos ¼ de votos, existe muy poca solidaridad de clase en Japón. El 905 de identifica como de clase media. Si el país resulta ser socialmente homogéneo, fue la acción gubernativa la que lo homogenizó. Esta interpretación institucional de la política japonesa acentúa el hecho de que antes de la restauración Meiji había escasa conciencia popular de la existencia de una nación llamada Japón. En muchas partes del país se hablaban dialectos que otros no entendían, el país estaba dividido en 250 feudos semiautónomos (han) y el sistema de estratificación social era más rígido que cualquiera de los europeos a mediados del XIX. El régimen Meiji intenta acabar con tales divisiones. Pero esta política de construcción de nacionales no fue del todo exitosa, persistieron rivalidades regionales, minorías china y coreana y los barakumin, minoría discriminada. El Japón de mediados a fines del XX sí puede considerarse más homogéneo que otros estados europeos más grandes. Si la división de clase no es fuerte y existen importantes divisiones étnicas o lingüísticas en torno a las que se pudieran tejer solidaridades, cabría esperar que los factores institucionales fuesen importantes a la hora de explicar el dominio de un partido único, el de los liberal-demócratas. La habilidad de este partido para recurrir al control de gobierno como fuente que les permitiera hacer meramente tal control es el primer factor. En Japón la interpenetración entre el PLD y la comunidad de negocios la que contribuyó a generar los recursos financieros que permitirían mantener la competición electoral. Pero la fuerza de este nexo estriba en el modelo de relaciones líder-seguidor de los partidos japoneses. Al descubrir estas relaciones nos alejamos de una interpretación meramente institucional del sistema de partidos japonés y aceptando explicaciones sociológicas. La aceptación de y la participación en diversas formas de jerarquías es algo más extendido en Japón de lo que es en Norteamérica o en Europa. Las facciones del PLD y relaciones entre políticos y grupos de apoyo se basan en consideraciones de tipo clientelar, pero más en nociones de obligación en el seno de las jerarquías. La relación líder/seguidor facilita las rivalidades en el seno del partido, pero una vez superada la batalla entre facciones, el partido actúa unido frente a otros partidos. Antes de los ’90, la disciplina y aceptación de las reglas informales evitaron la disgregación del PLD. Si las recompensas al alcance de las facciones dominantes ofrecen explicación institucional, la deferencia japonesa ante la autoridad sugiere explicaciones sicológicas para la peculiaridad del sistema de partidos japonés. El segundo de los factores era el sistema electoral, funcionaba a favor del PLD y otros partidos pequeños, pero contra los intereses de partidos de tamaño medio. Hasta las reformas electorales de 1993-94 había un sistema en el que se elegían varios miembros por distrito en una sola vuelta. Cada votante emitía un único voto, pero de cada circunscripción fijada para las elecciones al P salían de entre 3-5 miembros. En un sistema como este las consideraciones estratégicas tienen gran importancia; puede que el PLD no presentara tantos candidatos como escaños porque ello diluiría su voto entre los candidatos, de forma que algunos candidatos que de otra forma saldrían elegidos se quedarían fuera. Así el PLD presentaría tantos candidatos como pudieran salir elegidos y lo mismo cuenta para los demás partidos. El problema par un partido de tamaño medio como los socialistas era que si presentaban pocos candidatos podían perder un escaño ante un partido menor,

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pero si presentaban demasiados el PLD podía ganar un escaño a su costa. A diferencia de lo que ocurre en los sistemas de voto plural donde se elige un solo miembros (GB) los partidos pequeños tenían muchas posibilidades de obtener representación en el P. Como ocurre en GB, lo más probable es que el partido grande obtenga más escaños que votos en porcentaje. Además, se trataba de un sistema electoral que tendía a enfrentar entre sí a los candidatos de un mismo partido, cada voto a favor de un candidato de un partido era un voto perdido para un candidato del mismo partido. Así, los organizadores de las campañas se centraban en el candidato individual, esto contribuyó a su vez a la faccionalización de los partidos, rasgo evidente en el PSJ y en el PLD.

EE.UU.

Cuando se aducen explicaciones sociológicas del sistema de EEUU, se suele empezar por la idea de que se trata de un país que pasó por la experiencia de los primeros estadios de la construcción de nacioanes europea. Muchos colonos en el XIX y sus ancestros habían sufrido el conflicto europeo entre centro y periferia. Pero los colonos no procedían de todas las secciones de las sociedades, se trataba más bien de astillas de las sociedades que dejaban atrás. La gama de creencias que profesaban reflejaban solo las mantenidas en ciertas secciones de la sociedad británica. Para Hartz, lo característico de estos colonos fueron sus valores liberales. Otro tipo de actitudes de deferencia social que prevalecían en Europa tuvieron importancia menor allí. La revolución contra GB empujó estos valores dominantes de dos formas. Primero, el nacimiento de un estado independiente tras la revolución dio lugar a actitudes antigubernamentales y antiestatales. Segundo, tras la guerra muchos colonos que apoyaron el gobierno británico huyen a Canadá, entre los que se encuentran los miembros más deferentes de la sociedad colonial. Los que se quedaban atrás defendían una gama de valore políticos y sociales aún más limitada en el EEUU colonial. Los exponentes de este tipo de desarrollo norteamericano suelen presentar como evidencia el fracaso subsiguiente del partido socialista y de sus valores en EEUU, mientras en Canadá los socialdemócratas obtienen un éxito electoral mayor a lo largo del XX. Afirman que la diferenta crítica fue la ausencia de conservadurismo en EEUU; el desarrollo de ideas socialistas solo podría darse en sociedades donde hubiera tradición de ideas políticas colectivistas. En Europa y Canadá el colectivismo inherente a la ideología conservadora fue el semillero a partir del que evolucionan las ideas socialistas. Pero en EEUU el completo dominio de los valores liberales impidió estos procesos. Desde este punto de vista, en EEUU no pudo evolucionar nada que no fueran partidos liberales, únicos valores con legitimidad en la sociedad. En esta restringida banda de valores políticos, no cabía un sistema multipartidista, solo había lugar parta el conflicto en el seno del liberalismo entre los que defendían mayor o menor regulación estatal; el bipartidismo estaba garantizado. Aún aceptando el tema del fragmento liberal sigue habiendo razones para creer que en la sociedad EEUU pudo haber surgido un sistema de partidos diferente. El tema de la esclavitud y la guerra civil produjeron una fisura en la sociedad que no casaba con las escisiones tradicionales del liberalismo. En lugar de considerar que el bipartidismo era algo natural par esa sociedad, muchos institucionalistas afirman que existe el bipartidismo porque la evolución institucional ha contribuido a mantenerlo. De no haber existido tales instituciones, lo más probable es que el país hubiera acabado con un complejo sistema multipartidista. Lo más notable en el entramado institucional era la elección directa de la presidencia y el uso de sistemas electorales de voto plural en las elecciones al Congreso, parlamentos estatales y toros lugares. A finales del XIX y principios del XX, además, se introducen en la Cámara de Representantes procedimientos que la institucionalizan muchos más, procesos que tendían a favorecer aún más el bipartidismo. Los institucionalistas tb señalan las consecuencias de la temprana extensión del voto en EEUU, donde los votantes blancos lo obtienen en 1830, durante las primeras fases de la industrialización. Esto hacía más difícil el despegue de nuevos partidos porque los partidos existentes ya habían movilizado a sus electores leales.

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De hecho, cuando hablamos de cambio en el sistema electoral de EEUU no nos referimos al surgimiento de nuevos partidos importantes, sino a la transformación de las alianzas electorales entre partidos demócrata y republicano.

Estabilidad y Cambio en los Sistemas de Partidos

Hemos de considerar la duración de los sistemas de partidos. De las 23 democracias liberales, estables e independientes a finales de los ’50, solo 4 tenían un sistema de partidos a finales de los ’80: Bélgica (un sistema de dos partidos y medio se había trasformado en multipartidismo fragmentado), Francia (multipartidismo polarizado se transforma en multipartidismo moderado), India (el dominante Partido del Congreso había perdido esa posición) e Israel ( donde la consolidación de los partidos de la derecha en el Likud transforma ala dinámica del sistema multipartidista). En otros tres países los cambios fueron menos radicales pero evidentes, como Noruega, Islandia y Dinamarca. Pero al echar un vistazo a la lista de países, se tiene la impresión de que existe una clara continuidad en la mayoría de sistemas de partidos. Hablamos de continuidad, pero hemos de acentuar el hecho de que existe una gran variación entre distintos países en la propensión de los partidos a escindirse y en la gestación de nuevos partidos. Pero lo que ahora nos ocupa no son los ‘ajustes’ a corto y medio plazo de un sistema de partidos, sino los cambios en las relaciones entre partidos que resultan ser fundamentales para la dinámica del sistema, de modo que ésta cambia totalmente. La impresión de continuidad de la mayoría de sistemas de partidos no casa con la percepción de los analistas que desde 1970 observan un electorado más volátil en su comportamiento. Hemos de diferenciar dos cuestiones: ¿Es cierto que los electorados se han vuelto más volátiles? Y si existe tal volatilidad, ¿suelen los votantes volcarse en nuevos partidos, votan partidos parecidos a los que han dejado, o votan a viejos partidos distintos a los que han votado?

1. Volatilidad y realineaciones.

Volatilidad electoral. En 1970, el argumento de que los electorados eran más volátiles cobra fuerza por la coincidencia de varios eventos, incluyendo el incremento del apoyo a los liberales de GB en las lecciones 1974; el ascenso del Partido del Progreso en Dinamarca en 1973; el declive en la identificación con un nuevo partido en EEUU pasada la década de 1960 y el resultado de las elecciones del ’72, que supuso victoria par los republicanos en las presidenciales con mayorías segura de los demócratas en el Congreso. Pero a finales de esta turbulenta década, Pedersen analiza alas elecciones europeas a partir de la segunda guerra y no fue capaz de encontrar un modelo general de cambio en los sistemas de partidos. Francia y Alemania habían experimentado alta volatilidad entre elecciones con anterioridad, pero la habían perdido, mientras Dinamarca y noruega se habían movido en Dirección opuesta. En los demás países se habían dado menos variaciones ente unas y otras elecciones y algunos de estos países se estaban convirtiendo en algo más volátiles mientras que en otros la volatilidad disminuía. El rasgo más notable de los hallazgos era la ausencia de tendencia general. Esto nos sugiere la necesidad de ser cautos al considerara la experiencia de principios de los ’90, cuando de nuevo se asiste a un cambio en el apoyo concedido a los partidos:

Suecia, en las generales del ’91 desciende el porcentaje de voto (5.5%) a favor de los socialdemócratas en el gobierno.

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Bélgica, en el ’91 aumenta el apoyo al derechista bloque flamenco, mientras se aprecia la fragmentación de los partidos, lo que indica que podría estarse gestando alguna forma de multipartidismo polarizado.

Italia, donde el 1992 la Liga del Norte obtiene ganancias significativas, y el colapso de DC y los socialistas da lugar a un revolución en el sistema de partidos en el ’94 8los partidos reorganizan en torno a tres grandes alianzas electorales).

Francia, donde el apoyo a los socialistas en el poder se fue al garete en las parlamentarias de 1993.

Japón, donde el 1993 termina el dominio del PLD y done las reformas electorales realizadas por el nuevo gobierno del PLD indicaban que no sería posible restaurar el dominio de un solo partido.

Canadá, donde el Partido Conservador en el poder solo retuvo dos escaños parlamentarios en las elecciones de 1993, cuando dos nuevos partidos (Bloque Quebequés y Reforma) se convierten en el segundo y tercer mayor partido del sistema.

Austria, donde el aptito de derecha Libertad obtiene un 22% del voto sin precedentes en las elecciones de 1994.

Contra esta evidencia de cambios masivos podríamos esgrimir la evidencia contraria basada en elecciones de otros países (GB, Dinamarca, Noruega y Grecia) sugería que la política era la usual y ni siquiera la reunificación en Alemania hacía pensar que fuera a haber un cambio inminente en el sistema de partidos de la RFA. No hay evidencia de que la volatilidad de los ’90 fuese un fenómeno universal. ¿Realineación Política? Si bien no parece haber tendencia universal hacia la volatilidad electoral, lo cierto es que ha habido elecciones en democracias liberales estables en las que hubo una considerable cantidad de cambios en el voto. Por ejemplo, el 40% de os que habían votado en las eelccio0nes danesas de 1971 votaron por un partido diferente en 1973. Esto podría indicar que es posible una transformación masiva en el sistema de partidos cuando, por las razones que sea, los votantes se muestran desilusionados con el partido al que ante habían votado. Pero la evidencia sugiere que la conexión entre volatilidad electoral y cambios a largo plazo en el sistema de partidos no es del todo directa. En primer lugar, hay que señalar que en las elecciones de 1973, sólo un 3 del 40% de los electores que cambiaron su voto, lo hicieron a favor de un partido viejo que fuera muy distinto al que dejaban. El 9% cambiaba a partidos similares mientras el 27% votó partidos nuevos y pequeños. Mair ha señalado que no son solo los viejos partidos los que reciben un porcentaje relativamente alto del voto de un electorado que ahora es mucho mayor, sino que tb se está votando sustancialmente más que antes. Esto supone una fuente de estabilidad continuada en los sistemas de partidos. ¿Qué hay de los partidos nuevos? La conducta de los daneses en 1973 parece sugerir que, si bien son infrecuentes, las revoluciones electorales no existen y pueden transformar un sistema de partidos. En Dinamarca existen pocas barreras a la creación de partidos nuevos y las escisiones y refusiones son frecuentes. En esto difiere de GB, donde el sistema electoral –entre otros factores- funciona en contra del establecimiento de partidos nuevos. Centrándonos en el caso danés, en comparación de dos elecciones, las de 1971 y las de 1990, la principal diferencia estriba en el drástico descenso del Partido Liberal Radical y en el surgimiento del Partido Progresista y de los Demócratas de centro, que obtiene entre los dos la misma proporción del voto que habían perdido los liberales radicales. Teniendo en cuenta las turbulencias asociadas a las elecciones de 1973, no podemos decir que su impacto a largo plazo sobre el sistema de partidos danés haya sido muy grande. Ha habido cambios, pero modestos. Si algo sugiere el ejemplo danés es que los sistemas tienden a perdurar, incluso cuando se da gran volatilidad electoral en un momento concreto. Un gran cambio en el sistema de aptitos no es algo corriente. Veamos las fuentes de estabilidad y cambio en el sistema de partidos.

2. Instituciones Políticas.

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Las estructuras institucionales relacionadas con los partidos políticos cambian lentamente. Cuando hay mayor probabilidad de que se den cambios es en el momento en que se une el estado liberal democrático. El fin de una democracia puede conducir a algún tipo de ingeniería institucional al restaurarse esa democracia, ingeniería pensada para impedir el colapso del nuevo régimen. La inestabilidad de la democracia en Latinoamérica ha producido muchos de estos intentos, pero en Europa tb hay ejemplos de reconstrucción de regímenes: Austria, la RFA, Italia, Francia, Grecia, Portugal y España. En Austria y Alemania las nuevas estructuras políticas se diseñan para conceder un papel central a los partidos en el poder, en los demás países las instituciones tb fortalecieron a unos partidos que se había convertido en vinculo entre el gobierno y los electorados de masas. El efecto neto de esta ‘ingeniería’ sobre los sistemas de partidos ha sido el incremento de poder de los partidos grandes. A excepción de Italia, estos países evitaron un alto nivel de fragmentación de los partidos: en Francia se establece un pluralismo moderado; excepto en 1987 en Portugal solo se han presentado 4 grandes partidos significativos en cada elección; Austria y la RFA acabaron siendo sistemas de dos partidos y medio; Grecia evolucionó hacia el bipartidismo y España hacia un sistema multipartidista con un único partido grande. Pero la ingeniería institucional a gran seca es algo poco común, excepto en aquellos casos en los que se establece un nuevo régimen. Si hubiera cambios frecuentes de las reglas de juego es probable que se acabara minando el compromiso de las masas y las élites con el régimen democrático. Los perdedores aparentes, caso de aplicarse nuevas reglas, se verían tentados a recurrir a medios inconstitucionales para recobrar el poder. Por eso, incluso los cambios en el sistema electoral pensados APRA reducir la probabilidad de una derrota electoral son poco corrientes. Los oponentes se veían tentaos a la manipulación institucional encunado volvieran a recuperar el poder. Pero hay algunos de estos ejemplos en las últimas décadas:

En 1951 el gobierno francés modifica el sistema de RP para reducir el número de escaños que pudieran ganar los partidos antirrégimen (comunistas y gaullistas).

El gobierno socialistas francés cambia la legislación antes de las elecciones de 1986 sustituyendo el sistema de RP con voto por listas por un sistema electoral a dos vueltas. Esto no pudo impedir su derrota, y al llegar los gaullistas al poder reintrodujeron el sistema antiguo.

En general, las modificaciones introducidas en los sistemas de RP tienden a ser la consecuencia de una alteración en el número de los partidos más que a ser la cusa de surgimiento caída del número de esos partidos. Las investigaciones demuestran que la adopción de reglas lectorales más proporcionales solo tiene lugar después de que el número de que el número de partidos ha empezado a decrecer. Esto nos sugiere dos conclusiones respecto de la relación que estudiamos: los cambios radicales en la normativa electoral son poco frecuentes, aquellos cambios en menos drásticos en la normativa electoral no parecen ser la causa de cambios en el sistema de partidos, sino como mucho factores que tienden a favorecer cambios que ya están teniendo lugar.

Aparte del sistema electoral, existe una amplia gama de prácticas y reglas que podrían modificarse para debilitar a los partidos de oposición. Podría acabarse con las relaciones clientelares del gobierno, o reducirse los poderes de los gobiernos locales si estos son bastiones del poder de oposición. Pero estos tipos de reformas podrían no producir la transformación del sistema de partidos. Los partidos afectados podrían recurrir otro tipo de estrategias para neutralizar los efectos de las reformas. En la década de los ’80 en GB, la retirada de los poderes a los gobiernos locales y las reformas de las leyes reguladoras de los sindicatos por el gobierno conservador debilitaron las fuentes de poder de los laboristas. Pero el efecto ejercido por el sistema de partidos se vio modificado por la respuesta del partido que acentúa la necesidad de tender hacia un partido basado en la colaboración de afiliados. En resumen, la permanencia de las instituciones y habilidad de los partidos para contrarrestar reformas institucionales limita los

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cambios en los sistemas de partidos. Pero esto no invalida los argumentos aducidos en el capítulo anterior sobre el papel de las instituciones a la hora de conformar los sistemas de partidos. Tampoco niega que los líderes de los partidos puedan crear ‘temas políticos’ conflictivos. Pero sí indica que, una vez formados, los sistemas de partidos tienden a verse preservados por el contexto institucional en el que surgieron.

3. La Composición del Electorado.

Existen tres vías a través de las que el electorado de un país puede variar de unas elecciones a otras: migración de y hacia el Estado; cambios territoriales en el seno del estado por sumar más territorios o por ceder a otros Estados o concesión de status de independencia; muerte de algunos votantes o llegada de la mayoría de edad de otros. Cualquiera de estos procesos podría contribuir a transformar un sistema de partidos. Migración. Una de las formas de medir la fuerza de los partidos es comprobar su habilidad par incorporar a los nuevos ciudadanos y responder a sus intereses específicos, para que estas gentes no tengan que crear nuevos partidos que defiendan sus intereses. En Australia y Canadá, a partir de 1945 los partidos han sido capaces de integrar en el proceso político a nuevos inmigrantes sin alterar el sistema de partidos. A veces la inmigración ha tenido impacto global escaso sobre el sistema de partidos, lo que no significa que el sistema sea inmune a sus efectos. Pese a las experiencias de algunos países, la inmigración a gran escala puede transformar un sistema de partidos, sobre todo si la cultura de los recién llegados es muy diferente a la de los antiguos residentes. Israel se funda en los ’40 por inmigrantes y refugiados judíos de Europa, la mayoría de los cuales habían participado en los partidos socialistas de sus países de origen. Durante más de 20 años esto facilitó el control del gobierno por parte del laborismo. Pero el país siguió siendo un país con altas tasas de inmigración, siendo los inmigrantes cada vez más judíos del norte de África y de Oriente medio que compartían pocas experiencias propias de la social democracia europea que tanto había influido en los creadores del estado. Los partidos de derecha consiguieron movilizar a estos grupos; a mediados de los ’70 el Likud obtenía más del 30% del voto. El sistema de RP de Israel contribuyó a acelera os efectos del impacto de la inmigración sobre el sistema de partidos, pero el cambio se habría producido independientemente de la legislación electoral. La inmigración puede facilitar al existencia de conflictos en el seno de las sociedades, sobre todo en épocas con tasas de desempleo elevadas. Los residentes pueden entender que los inmigrantes les roban los empleos, lo que se convierte en fuerte división social cuando los recién llegados se diferencian fácilmente de los otros debido al color de la piel, religión, lengua y costumbres. Cuando los partidos existentes no ofrecen respuesta a esta reacción en contra de los inmigrantes haciéndose eco de la política racial de los grupos establecidos, es posible que surjan partidos nuevos que acentúen este tema. En las dos últimas a décadas muchos países europeos han pasado por estas tensiones sociales donde están implicados inmigrantes del norte de África, del este y sudeste de Europa y de las antiguas colonias británicas. Un ejemplo es el surgimiento del FN en Francia y partidos de extrema derecha en Alemania tras la unificación. Hasta ahora solo en Francia e Italia ha promovido el nivel de apoyo de los votantes una transformación parcial del sistema de partidos.

Cambios territoriales. Esporádicamente se han ido añadiendo o separando territorios en los Estados liberal-democráticos y los pequeños ajustes de fronteras suelen tener escaño efecto en el sistema de partidos; pero los grandes cambios si pueden tenerlo. Dos ejemplos que han experimentado grandes cambios territoriales desde 1918 han sido Alemania y GB. En GB la ausencia de diputados del Partido Unificado Irlandés en el P de Westminster tras 1918 y la subsiguiente independencia de Irlanda alteró el equilibrio del sistema de partidos. Cuando los

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nacionalistas dejaron Westminster de 1921 se facilita el bipartidismo en el P. En Alemania las fronteras de la RFA surgida en 1949 engloban una comunidad en la que los católicos pasan a ser minoría más importante de l oque había sido antes. Esto sienta las bases para la creación de un partido cristiano que uniera a católicos y protestantes. En 1990 la reunificación abre la posibilidad de un cambio en le sistema de partidos, pues los nuevos votantes tenía valores muy distintos a los que operaban en la RFA y vivían en una región económicamente atrasada. El fin del dominio comunista en el Este lleva a la creación de algunos estados compuestos por poblaciones pequeñas en número y étnicamente diferenciadas., es el caso por ejemplo de la república Checa y Eslovaquia. Pero el surgimiento de nuevos estados tb puede convertirse en catalizador para territorios concretos en los que habitan sociedades divididas que pertenecen a democracias de viejo cuño y deciden optar por incrementar sus demandas de independencia. El estado que mayor peligro de ruptura parece presentar es Canadá, cuyo ejemplo ilustra como la pérdida de territorio podría alterar el sistema de partidos. En general el partido de gobierno ha contado con fuerte apoyo en las dos grandes provincias: Québec y Ontario. En 1993, el Bloque Quebequés separatista se asegura una mayoría de escaños del P federal de Québec. Si Québec obtuviera la independencia esto cambaría las estrategias perseguidas por los partidos a la hora de formar coaliciones en le resto del país y se sustituyera el sistema de dos partidos y medio existente. Cambio generacional. La población on derecho a voto cambia de elección a elección por muerte de algunos y debido a que otras alcanzan la mayoría de edad. En el periodo comprendido entre la década de los ’50 y los ’80 cambiaron comparativamente muy pocos sistema de partidos. De hecho, los sistemas de partidos vigentes en algunas democracias son asombrosamente parecidos a los que surgieron en los años ’20 tras la era de la democratización. Una posible respuesta es que en algunos países ha sido muy difícil crear un partido, pues la normativa electoral ha dificultado la obtención de una victoria electoral. El umbral para conseguir el poder es muy alto; se trata de un argumento muy fuerte en GB o EEUU pero pierde fuerza al hablar de otros países con sistemas electorales muy proporcionales (Países Bajos) pero incluso en estos países sobreviven los partidos grandes. Más significativa resulta la conexión dual entre partidos y votantes y entre éstos y sus hijos. A lo largo de la era de la democratización se asiste a un debilitamiento de los vínculos materiales existentes en el seno de las jerarquías sociales. Cada vez más, para hacerse con un apoyo fiable un partido tenía que explorar la solidaridad social o crear vínculos emocionales hacia los partidos similares al apego que muchos mostraban por un grupo social concreto. El vínculo de la solidaridad social demostró ser el mejor medio de ligar votante a un partido. La mayoría de partidos católicos y socialistas el partido político surgió partir de un movimiento social, organización conjunto de lealtades más amplio. A veces uno mostraba su solidaridad con la clase obrera uniéndose a un sindicato e identificándose con el partido socialista. En otros casos podían ser lealtades menos específicas (la nación) las que estimulaban lealtad hacia un partido. En ocasiones er ala mera necesidad de identificarse con alguna institución social la que llevaba a buscar cierto tipo de conexión con un partido. Los partidos pudieron hacerse con electorados de todas estas formas. No había que convencer a los votantes respecto de las políticas de partidos, éstos brindaban su apoyo porque representaban las identidades que creían tener. Estas identidades vinculadas partidos concretos pasaban de generación en generación, incluso en el caso de aquellas familias que mostraban poca actividad en política. Los hijos se identificaban con sus padres y asumían la identidad que éstos centraban en la pertenencia a un partido. Así, el apoyo a partidos se mantenía solo. La socialización política se realizada a través de la familia que hacía en gran medida el trabajo de los partidos. La tara resultaba más fácil en la medida en que la familia se identificaba con un partido. A menudo la identificación con los partidos sobrevivía a cambios en el estilo de vida de las familias. Familias obreras que experimentaban movilidad social ascendente buen podían trasmitir a sus hijos la identificación con un aptito socialista.

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La movilidad social era un factor clave que tendía a debilitar estos vínculos en la medida en que los hijos entraban en contacto con otras posibles identidades en circunstancias por las que no habían pasado sus padres. Además, la ruptura de comunidades homogéneas tb erosionaba la fuerza de identificación de la gente con un partido agregado a tales identidades. El tipo de identificación con os partidos suponía un tipo de relación más laxa con los partidos que la que habían tenido sus abuelos con los partidos. Las actividades de los mismos partidos contribuían a debilitar el nexo ente votante y partido. A principios del XX, las actividades recreativas de los partidos reunían a votantes y promovían el sentimiento de comunidad en el seno del partido. La opulencia y disponibilidad de entretenimientos que sopo puede disfrutarse individualmente redujeron los atractivos que tenían los partidos como centros de la vida social. Ya no podían competir con las recreaciones atractivas disponibles en cualquier otro lugar. El resultado fue que la solidaridad social como vínculo votante-partido se debilitó. Como medio de atraer votantes se sustituye por la imagen, personalidad y temas conflictivos. Así el apoyo a los partidos se convirtió en algo relativo la actuación. El voto estaba condicionado por el hecho de que la imagen, personalidad o tema conflictivo correspondiente se ajustara en la medida de lo posible a lo que quisiera el votante. Aquello que alguien perteneciente a una determinada generación quiere depende de los que se aprende de generaciones anteriores por medio de experiencias de socialización derivadas de la familia. Pero es más probable que las influencias externas interrumpan la transmisión de deseos que alteren la transmisión de identidades. Así, hoy los partidos tienen un vínculo mucho más laxo con los partidos que antes. ¿Significa esto que hoy es más probable que cambien los sistemas de partidos? De ser así, ¿Cómo se explica a aparente estabilidad de os sistemas de partidos des la década de 1950 hasta los ’80?

4. Divisiones Sociales, valores políticos y tremas conflictivos.

Podemos partir de argumentos de Lipset y Rokkan, que sugerían que los conflictos y las alienaciones entre votantes y partidos se habían congelado. Se mantenía el equilibrio entre partidos fijado en torno a la década de los ’20; la identificación se trasmitía d generación yen generación. En los ’60, momento de escribir de Lipset y Rokkan los sistemas de partido tendían a reflejas divisiones sociales de 50 años atrás. En los ’60, las mayores familias de partidos habían participado en las elecciones décadas antes. En los ‘30, ’40 y ’50 no habían surgido nuevos tipos de partidos. Ello hacía preguntarse qué ocurriría con los sistemas de partidos en el futuro; aún no se ha formulado respuesta que haya alcanzado consenso universal. Se pueden ofrecer tres tipos de respuestas:

Transformación gradual de los partidos que pasarían de ser representantes de los grupos enfrentados en la sociedad a ser equipos que compiten por el poder para sí mismos, para lo que deben movilizar a electorados de masas (partidos como buscadores de cargos); pero tales electorados ya no estarán firmemente divididos en grupos sociales distintivos.

Surgimiento de nuevas lineas de división social que generarán respuesta organizacional que dará lugar al surgimiento de nuevos partidos de otras estructuras que representarían estos intereses (nuevos conflictos y nuevos partidos).

Los conflictos existentes disminuirían sin llegar a desaparecer completamente y bien pudiera ser que emergieran nuevas líneas de conflicto. Los partidos existentes sobrevivirían y sus líderes intentarían promover conflictos para obtener el poder (mantenimiento de los partidos).

La tercer de las respuestas se diferencia de la primera en que mantiene que las divisiones de intereses e identidades persistirán y crearán el contexto a partir del cual tendrán que operar los partidos. Pero en contra de lo que supone la segunda, la tercera considera que los líderes serán capaces de adaptarse y movilizar nuevas identidades.

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Partidos como cazadores de cargos. La idea de que los partidos entablarían en el futuro relación diferente con los electorados de masas de la que había mantenido en la primera mitad del XX se menciona en dos análisis interpretativos sobre los partidos. Uno es el ensayo publicado en 1966 por Otto Kirchheimer en el que introduce el concepto ‘atrapalotodo’. El otro era el libro de León Epstein ‘Politial Parties in Western Democracies’; cada uno había llegado a conclusiones similares respecto de la dirección en la que se movían los partidos. Ya no conectaban con electorados leales recurriendo a la ideología y a las organizaciones asociadas al partido. Los partidos utilizaban métodos diferentes para llegar a los electores y estaba ampliando considerablemente sus objetivos. Intentaban atraer votantes recurriendo a todos los medios a su alcance sin importar a qué grupos social pertenecían, por lo que les llamaron ‘atrapalotodo’. Uno de los atractivos de este tipo de explicación a finales de los ’60 era que casaba bien con la idea de que la ideología de posguerra estaba en declive en los sistemas occidentales. Los cambios en la estructura socioeconómica habían convertido a los trabajadores manuales en elemento en declive en las sociedades occidentales. Los partidos de izquierda ya no podían apelar a los votantes obreros apelando a su lealtad hacia la ideología socialista, lo mismo sucedía con la apelación al libre mercado de los partidos burgueses. Si los electorados no estaban tan divididos como antes, los partidos podrían intentar hacerse con el mayor número de votantes diluyendo cualquier compromiso ideológico que tuvieran. Además, a medida que las sociedades se secularizaban las divisiones étnicas y regionales disminuían. El poder en el seno de los partidos pasaría a la dirección, que utilizaría la tecnología para llegar a los votantes; los miembros del partido se convertirían en algo irrelevante. Los partidos serían equipos de líderes que buscaría el poder para sí mismos y al hacerlo crearán las imágenes y harían las promesas políticas necesarias para maximizar sus oportunidades de hacerse con el poder. Esta conexión laxa entre votante y partido desembocaría en un cambio en los sistemas de partidos durante el periodo de tranformación de los antiguos partidos en otros nuevos. Pero según Epstein (no en opinión de Otto Kirchheimer) los partidos en Europa se acabarían pareciendo a los norteamericanos, se reduciría mucho la necesidad de partidos diferentes una ve establecido el nuevo sistema. La razón que alegaba era que estos nuevos tipos de partidos tenían gran capacidad de adaptación, cambiando su imagen a conveniencia a la hora de hacer llegar al electorado su mensaje y políticas. La habilidad de los partidos para reaccionar ante los deseos del electorado haría muy difícil que pudieran surgir nuevos partidos. Este tipo de explicación se basa en 4 hipótesis: 1debilitamiento de los conflictos sociales preexistentes en las sociedades occidentales; 2ausencia de nuevos conflictos sociales en torno a los que pudieran movilizarse los partidos; 3reducción d el poder de las ideologías a la hora de movilizar a los partidos de masas; 4habilidad de los partidos de transformarse a sí mismos en el ámbito organizativo, implementado estrategias atrapalotodo. Pero lo ocurrido desde 1960 nos lleva a estar en desacuerdo con las afirmaciones anteriores. En cuanto a los conflictos sociales, lo cierto es que el declive de los antagonismos de clase es algo evidente por los cambios en las estructuras sociales, pero esto ha permitid que resurgieran conflictos aún más antiguos (divisiones étnicas y regionales) y focos de descontento centrados en el declive económico, etc. No se ha dado un movimiento general hacia sociedades homogéneas. En cuanto a la existencia de nuevos conflictos sociales, en los ’60 se presta atención al tema de si los temas relacionados con los estilos de vida postmaterialistas que surgían en amplios sectores de la clase media podían configurar nuevos temas conflictivos en las sociedades occidentales, enfrentando a estos grupos con aquellos que propugnaban maximización del crecimiento económico. La posibilidad de que se generara un nuevo eje de conflicto permite poner en duda la posibilidad de que los sistemas de partidos evolucionaran hacia convertirse en partidos a la caza del poder. En el caso de la ideología a la hora de movilizar las masas, el

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surgimiento de las ideas de la nueva derecha en las democracias angloamericanas (cuyos partidos hicieron campañas que giraban en torno a una ideología concreta) en los ’80 minó el argumento de que los partidos estuvieran abandonando el llamamiento ideológico. El campo de batalla ideológica era distinto al de los años ’30, pero como argumento no cabe sostener que en los años de posguerra se legara al fin de las ideologías.

Sobre la transformación organizacional de los partidos, hoy muchos sistemas cuentan con partidos atrapalotodo, quizá Bélgica sea una de las excepciones. Los partidos han sido capaces de recurrir a fórmulas organizacionales (alta centralización, escaso control sobre los miembros) necesarias para articular una estrategia electoral atrapalotodo. Pero sobreviven otro tipo de partidos, debido a que el modelo atrapalotodo no parece ser conquistador invencible, y porque ciertas tradiciones como la implicación de los miembros o los faccionalismos pueden evitar que se adopten las estructuras organizativas requeridas. Sin embargo, hay algo de verdad cuando se alegaba que los partidos atrapalotodo eran los partidos del futuro. En los ’80 estaba claro que estos partidos no eran los únicos que podían funcionar en las democracias liberales. Epstein reconocería que había sobreestimado las tendencias de este tipo en Europa. El gran cambio que suponía la conversión de todos los partidos en atrapalotodo no tuvo lugar. Nuevos conflictos y nuevos partidos. En los ’70 se empieza a prestar atención a nuevos valores que gana peso en las sociedades industriales avanzadas. En su estudio, Inglehart distingue entre valores materialistas y postmaterialistas, incluyendo entre os primeros la seguridad física y prioridad de la economía y entre los segundos la participación y libertad de expresión. Pero esta distinción no abarcaba todas las fuentes de conflicto que habían ido surgiendo durante los años ’60-’70 y que parecían estar al margen de los conflictos tradicionales relacionados con la clase social, religión, problemas lingüísticos o territoriales. Por otro lado se contaba con la evidencia de la existencia de fuentes de escisión en las sociedades occidentales centradas en valores materiales, pero no encuadrable en el marco tradicional de conflicto de clase, se trata del conflicto sobre el papel que había de jugar el Estado a la hora de promover el bienestar económico y social. Tb se contaba con la existencia de nuevos movimientos sociales que se movilizaban en torno a temas que no eran los materialistas tradicionales, pero que tampoco encajaban limpiamente en la categoría postmaterialista descrita por Inglehart. El ecologismo, por ejemplo, porque plantea una noción de seguridad física ausente de los debates políticos anteriores. Era más difícil encuadrar a los movimientos de género en la categoría postmaterialista, pues os puntos donde hacían hincapié eran derechos económicos y seguridad física. Estos movimientos, pese a las diferencias entre estados, dividían cada vez más a sectores del público. No estaba claro si alguno de ellos representaba una línea nueva de conflicto social o si se trataba de escisiones de las anteriores. En principio, no parecía probable que fueran a durar mucho; y tampoco dividían a las sociedades en segmentos tan amplios como lo hicieron los antiguos ejes de conflicto. Podríamos plantear la cuestión de si ecologismo o feminismo, no serías más que la expresión política de una minoría pequeña de la clase media. Lo cierto es que no ha sido posible corroborar la idea de la Nueva Derecha de que la reducción de las actividades del estado debilitaría el apoyo a la intervención estatal. En lo referente a muchos aspectos del EB, las encuatas transnacionales indican que las actitudes públicas era y son de simpatía hacia el modelo internacional prevaleciente a favor de a provisión dirigida por el estado. Ni siquiera en GB o EEUU (que mayor experiencia tuvieron con las ideas de la nueva derecha) ha disminuido el apoyo al desempeño de un papel positivo por parte del estado y el team sigue siendo fuente de desacuerdo entre las masas. No se ha podido comprobar que este conflicto sea fundamental, pero tampoco lo contrario. La resolución del problema se vio dificultada por el hecho de que muchos activistas de los movimientos sociales reflejaban su rechazo hacia las formas de organización política tradicionales. Se miraba con suspicacia a los partidos que habían ido

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surgiendo como reacción a los conflictos de clase, por las dudas suscitadas sobre lo que serían capaces de conseguir y debido a la adopción de compromisos de participación que se consideraban incompatibles con las jerarquías típicas de los partidos. La participación debía ser directa y los líderes debían atenerse a los dictados de los seguidores. Los verdes en Alemania empiezan siendo un movimiento, y la decisión de presentar candidatos a las elecciones suscitó controversia en el seno del movimiento. Se sigue especulando acerca de la medida en que estos movimientos hubieran podido en los sistemas de partidos si se hubieran orientado más hacia una movilización convencional de los electorados de masas. Como respuesta a tales movimientos, los partidos han intentado capitalizar los puntos de conflicto haciéndose eco de políticas medioambientales y de fomento de la igualdad de oportunidades, etc. preservando así los sistemas de partidos existentes. El problema central de los movimientos es cómo mantener el activismo en los periodos en los que un tema conflictivo se enfría en la opinión pública. Las nuevas formas de organización introducidas por tales movimientos no han sido capaces de sustituir al tipo de organización utilizada por lo partidos. Hay pocas razones para pensar que el tipo de problemas plateados por los movimientos sociales se puedan resolver de forma similar a como se han resuelto temas más concretos. Hay poca evidencia en apoyo de la idea de que estos movimientos no representen más que políticas de pequeñas minorías. Por el contrario, los cambios habidos en la estructura de clases y las prácticas sociales podrían convertir algunos de os valores defendidos por tales movimientos por algo atractivo para capas cada vez más amplias de la población. Nos interesa que los partidos han demostrado considerable capacidad de reacción ante nuevas formas de división social, lo que sugiere que podría ser plausible el tercero de los enfoques que identificábamos anteriormente. Centrémonos en él. La pervivencia de los partidos. El tercero de los enfoques implica que se mantendrán tanto los conflictos como el estilo de política tradicional. Pero quienes defienden este enfoque reconocen que los que divide a la gente cambiará, pero aducen que las sociedades siempre estarán divididas y que el decrecer de las antiguas alineaciones de clase no cambiará esta dinámica. Lo que sí puede cambiar es la forma que adopte esta división. Algunos partidos retendrán su posición, otros no; surgirán partidos nuevos y se transformarán algunos sistemas de partidos. Pero el punto que conviene acentuar, es que en general, los partidos no se verán superados por nuevos tipos de organizaciones más laxas que fomenten una participación más directa. En este enfoque se parte del tipo de asunción sobre las divisiones sociales que hiciera Schattscheneider; las sociedades se fragmentan de forma distinta, a vece s estos conflictos tienden a desaparecer a la par que surgen otros, pero la principal tarea de los líderes de los partidos sigue siendo la de hacer prevalece su definición de lo que es la forma de división más aceptada por los votantes. Es la vía hacia el poder. El problema del modelo de partidos ‘atrapalotodo’ es que no se intenta dividir a la gente en torno a ejes de las divisiones sociales. A corto plazo puede tener éxito a la hora de movilizar votantes, pero a largo plazo mucho de esos votantes pueden pasarse a partidos que exploten los ejes de conflicto. Cuanto más abierto sea un sistema de partidos a la formación de nuevos partidos o a la desintegración de los existentes, mayor será la presión que se ejerce sobre los partidos que pretenden adoptar una forma pura de atrapalotodo. En este enfoque se admite que las divisiones de larga duración, como las étnicas, pueden intensificarse, lo han hecho en Bélgica y Canadá. Tb se reconoce que los cambios en la estructura social pueden ofrecer oportunidades que los aptitos pueden explotar. Por ejemplo, el surgimiento de intereses que generen un conflicto en el seno de la clase media, entre los que dependen del estado y aquellos cuyo medio de vida es independiente, permitiría a losa partidos redefinir los temas de conflicto y ofrecer un incentivo para que al menos uno de ellos intentara esta redefinición. Por medio de este enfoque se puede explicar el hecho de que ciertas políticas concretas ayuden a fijar los temas de conflicto. La guerra fría es buen ejemplo, pues tuvo fuerte impacto en los sistemas de partidos de las democracias liberales. Con ella se crean más divisiones en el seno de la izquierda en Europa, el potencial de cooperación entre socialistas y comunistas se vio restringido. Se crearon las

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oportunidades par que fueran otro tipo departidos los que definieran las líneas de división política y lo hicieran en su provecho. El ejemplo clásico es el de la DC italiana. Obtuvo su fuerza electoral por su anticomunismo, pero tb por definirse como partido de centro. Aunque el apoyo que recibía se minaba desde los ’70-’80, y pese a que se trataba de un partido con muchas facciones, mantuvo su posición como partido dominante que tenía que estar presente en cualquier gobierno de Italia. Con el fin de a guerra fría se desvanece la internacional amenaza comunista, y el PCI se intenta convertir en Social Demócrata Ortodoxo. El eje de conflicto comunista/anticomunista pierde importancia, aunque algunos de los problemas que tradicionalmente habían dividido a la izquierda y derecha siguieran siendo destacados. El apoyo electoral ala DC bajó, perdiendo votos frente a otros partidos de centro-derecha. Este ejemplo es útil porque muestra de qué forma este tercer enfoque puede explicar tanto el potencial para el cambio como la estabilidad del sistema de partidos. En algunos sistemas pude registrar un cambio debido a que la estructura de temas conflictivos, la estructura institucional y la base de las políticas se transforman su vez. Pero donde estos cambios son menos acusados, los partidos, por la ventaja de que ya existen, probablemente tiendan a adaptar a las nuevas circunstancias. Intentarán redefinir las líneas de división política para mantenerse en el poder, lo que restringirá las oportunidades, tanto par partidos nuevos como para posibles rivales de los partidos.

Francia

Tras las elecciones de 1981 se podía argumentar que las instituciones de la V República había completado la transformación del sistema de partidos francés. E podía decir que el sistema había encontrado cierto equilibrio. En términos de competición, izquierda y derecha estaban igualadas. El problema de este análisis es que no resultaba plausible pasados dos o tres años. El surgimiento de FN sugiere que las tendencias lulistas impuestas por la competición presidencial no eran tan fuertes como parecía indicar las elecciones de 1981. La reaparición de la extrema derecha a mediados de los ’80 era un argumento más en contra de la idea de que los conflictos sociales desaparecerían al incrementarse la prosperidad o que los grandes partidos ‘atrapalotodo’ se convertirían en el modelo de partidos dominante. El FN defendía las políticas de derecha usuales en temas como ley y orden, sindicatos y problemas sociales. Pero el ímpetu para el repunte de apoyo que obtuvo a principios de los ’80 se la dio su política de inmigración y la defensa del papel que argumentaba que deberían defender en la sociedad francesa las minorías no blancas. Obtuvo su primer éxito a nivel nacional en las Europeas de 1984, un tipo de elecciones favorables a partidos pequeños; los votantes consideran estas elecciones menos serias, permitiéndose votar a partidos que no votarían en el caso de elecciones nacionales. Al reemplazarse el sistema RP por uno a dos vueltas en las elecciones a la Asamblea, el FN plantea problemas a PG y UDF y PS en relación a la estrategia electoral. Ninguno de estos partidos quería aparecer como si estuviera buscando el apoyo del FN en la segunda vuelta. El sistema a dos vueltas es un fuerte incentivo a para alianzas entre partidos; pero aún así los partidos de las principales corrientes no querían presentarse como beneficiarios de os votantes de FN que habían cambiado su voto, pero tampoco deseaban que sus oponentes se beneficiaran de tal eventualidad. El surgimiento de FN plantea la cuestión de que tan diferente es el sistema de la V del que era en la IV. Admitiendo que han cambiado las estructuras institucionales del Estado, los cambios en el seno de la sociedad francesa, consolidación organizacional de los grandes partidos, etc., es interesante señalar que existe alguna semejanza en el sistema de partidos de ambas épocas. Ya no se trata de un sistema departidos que se dejara llevar por os extremos como sucedía en la década de los ’50. No muestra multipartidismo polarizado. Pero pese a las presiones impuestas hacia el dualismo por el sistema semipresidencialista, tampoco se trata de un sistema que guarde semejanza con el de GB o Alemania. Los sistemas de aptitos no son simplemente el producto de la interacción ente distintos puntos de conflictos sociales, pero tampoco se puede manufacturar un sistema de aptitos

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seleccionando solo un conjunto adecuado de instituciones políticas. Al margen del surgimiento de FN, el otro gran objeto de debate sobre el cambio en el istmo de partidos que nos ocupa, es la aplastante derrota sufrida por el PS en 1993. la idea de que se trataba de un golpe del que la izquierda no se recuperaría se convierte en popular. Pero sería un error considerar un patinazo como algo que necesariamente promovería una transformación del sistema de partidos, o que pudiera tener fuertes efectos a medio plazo.

Alemania

El estable sistema de dos partidos y medio establecido en la RFA se ha visto amenazado por dos procesos sucesivos desde finales de los ’70: surgimiento de los Verdes y Reunificación del país. Sería engañoso que el surgimiento de los Verdes se debió solo a la evolución de nuevas líneas de fractura social en el seno de la RFA, fracturas a las que los partidos existentes no podían hacer frente. Parte del impulso que llevó a la creación de los verdes provino de a tensiones en el seno del PSA. Gracias a la transformación de bad Godesberg 1959, el PSA se había convertido en modelo de moderación política entre los partidos socialistas de E. Occidental. Tras los 1969, el PSA era socio mayoritario en un gobierno de coalición, l oque exacerbaba el problema. La dimisión de W. Brandt como canciller en 1974 y su sustitución por Schmidt –más a la derecha- se sumó a los problemas de un aptito que debía seguir apareciendo como izquierda creíble. Pero en un estado donde el PC era ilegal, y con una barrera del 5%, la creación de nuevos partidos era difícil: los que se situaban ala izquierda del PSA no encontraban partido al que ‘fugarse’. Esto explica parte de l atractivo de os nuevos movimientos sociales como focos de atención a la desencantada izquierda de la RFA.

Los Verdes presentan candidatos en 1977 en listas alternativas, ante de adoptar la forma de partido, en 1980. Obtiene representación en el P en 1983. Entre principios y mitad de os ’80 resultó crítico para su crecimiento la intensificación de la guerra fría en la que se llegase a una guerra nuclear que tuviera como primer escenario de batalla Alemania. Para los que defendían puntos de vista pacifistas en el PSA, lo verdes eran alternativa atractiva. Pero no cabe pensar que os verdes no fueran más que un grupo escindido del PSA. Obtuvieron el apoyo de quines no habían sido votantes del PSA apelando a temas medioambientales como al pacifismo. Tb se hicieron con el apoyo de nuevos temas que afectaban sobre todo a las clases medias. De lo que no hay duda es que el apoyo que obtuvieron fue a expensas del PSA. El ascenso de los verdes contribuye a generar un vuelco en la tendencia general registrada en la RFA ente 1949 y mediados de los ’70, hacia un mayor dominio del bipartidismo entre el electorado. Si añadimos la información de las actitudes de los votantes hacia los partidos podemos defender la hipótesis de que se ha dado una desalineación de estos votantes en Alemania. En 1975, el 55% se identificaba fuertemente y muy fuertemente con un partido. En 1991 el 35% de la población de Alemania Occidental afirmaba lo mismo. Pero no hay que exagerar el alcance de la desalineación. La mayoría de alemanes se sigue identificando on un partido, y al tratarse de un régimen donde os partidos están muy vinculados a las operaciones estatales, éstos cuenta con muchos recursos para combatir los efectos de tal descenso. Un enfoque por el que se puede optar al estudiar Alemania reunificada nos llevaría a aducir que los partidos más antiguos cerrarían con los votantes alianzas similares a las que se habían establecido en Alemania Occidental. El resultado sería que, tras un corto periodo de transición, se llevaría al sistema de partidos nacional similar al de la antigua RFA. Pero se pueden hacer diversas objeciones a tal argumento, una sería que la diferencia en desarrollo económico ente regiones podría suponer por un lado, limitaciones en las alianzas de voto en la parte occidental, y por otro, generar apoyo favor de aptitos nuevos en el este. En los ’90 se asiste a una de las manifestaciones de este proceso, en concreto el crecimiento del apoyo a partidos de extrema derecha, sobre todo en el este. Además, las alineaciones híncales de los votantes con los partidos en el Este llevaron aun vuelco

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de la alineación de clase tradicional. La mayoría de clase obrera apoyaba al PDC, los altos funcionarios estatales optan por el PSA. Si los partidos del este intentan mantener sus coaliciones iniciales pueden acabar construyendo allí tipos de partidos muy diferentes.

Gran Bretaña

En tñermnios generales, sigue siendo sistema bipartidista, pero la dinámica del sistema ha cambiado en los últimos ’50 años en el papel desempeñado por terceros partidos. Destaca la diferencia de actuación de los dos grandes partidos antes y después de 1974. Ante de tal fecha el voto más bajo obtenido por ambos fue de 87.5%. A partir de 1974 el porcentaje combinado más alto llega al 80.9%. Ello sugiere que a principios de los ’70 se da un vuelco en el apoyo otorgado por os votante a ambos partidos. En general se puede decir que en los años que van de 1945 y principios de los ’90 se asiste a tres cambios cruciales en el marco de un sistema bipartidista. Primero, la transformación de la estructura social británica debilitó la competitividad del laborismo. Éstos nunca habían tenido éxito al movilizar a electorados de masas al margen de sus bases organizadas en torno a la clase trabajadora y la familia de los miembros de los sindicatos. Cuando la clase obrera decrecía, los laboristas no podían competir en términos de igualdad con los conservadores. Sus giros a la izquierda en los ’80 empeoran sus problemas en torno la movilización de votantes. En segundo lugar, a finales de la década de los ’50 se incrementa la volatilidad electoral. En tercer lugar, cambia el papel desempañado por terceros partidos. En el periodo posterior a 1945 eran algo marginal, pero después canalizan la protesta de votantes. Sin duda, de no haber sido por el sistema electoral plural, esto hubiera desembocado en P paralizados tras la mayoría de elecciones. Pero siéndole sistema como era, terceros partidos solo tuvieron en sus anos el equilibrio de poder parlamentario una sola vez.

Japón

El sistema de Japón es el que ha experimentado menos cambios en el mundo liberal-democrático, al menos hasta 1993. Aunque hubiera multipartidismo durante la ocupación americana tras 1945, acaba surgiendo partido predominante a partir de la fusión de dos grandes partidos, demócrata y liberal en 1955. Si queremos explicar la rigidez de tal sistema hasta 1993 hay que prestar atención no solo a los factores sociales, tb a las instituciones en torno al sistema de partidos. Conviene mencionar tres aspectos del sistema electoral. El primero es el ‘fraude pasivo’ de los distritos electorales. En todo sistema basado en circunscripciones territorialmente definidas, la forma en la que s delimiten las divisiones afectará a las probabilidades que tienen los partidos reobtener un escaño. Si el partido en el gobierno puede controlar el proceso de diseño de circunscripciones, puede perpetuar su poder, delimitando esta en su beneficio. Este tipo de fraude en Japón no era tan evidente como lo fue en muchos estados de EEUU antes de los ‘60; lo que se hacía era no rediseñar las circunscripciones atendiendo a los cambios en la distribución poblacional. Al mantener las circunscripciones como estaban se llega n poco tiempo a una sobrerepresentación de áreas rurales y semirrurales e infrarrepresentación de zonas urbanas. A través de subsidios a la agricultura el PLD se hizo con un electorado rural fiel que le ayudaba a mantenerse en el gobierno. El segundo rasgo es que a menudo los candidatos salían elegidos con sólo un 15-20% del voto, puesto que los votantes solo contaban con un voto por cabeza en distritos plurales, el candidato solo necesitaba el apoyo de una minoría fuerte para ganar las elecciones. Esto, unido al tercero de los rasgos, naturaleza local y personal de la contienda electoral, dificultaba que cualquier satisfacción con el partido en el poder se pudiera reflejar en un cambio en el equilibrio de poder en el sistema de partidos. El hecho de que al menos parte del apoyo a un candidato fuera

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personal, contribuyó a proteger al partido de las consecuencias de la impopularidad. En Japón –como en EE.UU- las encuestas reflejan gran insatisfacción con la labor realizada por los políticos de la Dieta, pero más del 95% de los que ostentan un escaño han sido reelegidos, de forma que la insatisfacción popular o genera muchos cambios en la composición del órgano legislativo. Los escándalos de corrupción en que se veía el PLD acaban por generar tensiones en el seno del partido que demostraron ser muy fuertes. En 1992 se crea un partido anticorrupción, NPJ, y surgen otros dos antes de las elecciones de 1993 formados por políticos del PLD que se adhieren a un sistema cada vez más complejo. Entre estos tres obtiene el 21% de voto en 1993. Teniendo en cuenta en qué medida las instituciones habían ayudado al PLD a mantenerse en el gobierno hasta 1993, no sorprende la prioridad que dio el nuevo gobierno a la reforma institucional. Se debilita el poder de los burócratas y se reforma el sistema electoral (sistema mixto); las nuevas demarcaciones electorales y el sistema de un miembro por circunscripción probablemente acabaría debilitando lo que mantenía unidas a las facciones. Si los nuevos partidos en el gobierno querían mantener su influencia a largo plazo, era esencial reducir la base de poder del PLD, incluso tras 1993 el PLD sigue siendo el principal partido en la Dieta. El gobierno de coalición estaba en perpetuo peligro de ruptura, por su amplio número y amplia cantidad de ideologías representadas. Para prevenir esta eventualidad el gobierno dio prioridad al cambio de las reglas del juego político.

EE.UU

En la obra de Epstein, los partidos de EEU se erigían en modelo de los futuros partidos europeos. Contaban con la estructura organizacional necesaria par llegar a amplia banda de secciones del público. Las políticas de vecindad, donde los jefes de distrito vinculados mediante patronazgo a las maquinarias de los partidos, engatusaban ala gente para que votaran por su partido. El tipo de relación líder del partido-votante se basaba en el llamamiento directo de los votantes a través de los medios y en el interés hacia las preferencias de los votantes estudiadas por encuestas de opinión. Cuando Epstein escribía, la mayoría de norteamericanos se seguía identificando con un partido concreto, y esta identificación era el factor de más peso ala hora de votar. Pocos años después seto ya no era así. Uno de los primeros signos de cambio en la relación partidos-votantes, fue el incremento del número de personas que se consideraban independientes en vez de demócratas o republicanos, que pasa de un 10 a un 30% de la población. Pero los estudios revelaban que muchos de los que decían ser independientes se comportaban en la cabina electoral como los más demócratas o republicanos, tendiendo a votar por el candidato de uno de los partidos. Lo que era vidente es que había cambiado lo que se suponía que era ser alguien que se identificaba con un partido. Pero aquí no estriba la gran revolución de este sistema de partidos, sino en el cambio del nexo entre identificación con un partido y comportamiento electoral. Los votantes, se identificaran con un partido o no, estaban cada vez más dispuestos a cambiar su apoyo, lo que podía plasmarse en diferentes situaciones: cambiando el voto entre dos elecciones o dividiéndole; en unas mismas elecciones el votante podía votar a un republicano par un cargo (presidencia) y a un demócrata para otro (Senado). Desde los años ’60 hasta hoy hay muchas evidencias de los efectos de tal conducta. Este comportamiento dio lugar al argumento de que en EEUU se asistía a una desalineación electoral. Los votantes ya no se sentían vinculados a un partido per se, votaban según se sintieran atraídos por un candidato concreto. Esto generó altos niveles de cambio de voto y de voto dividido lo que supuso cambio fundamental par el sistema de partidos. Antes, EEUU había hecho gala de un modelo muy estable de partidos que se había manifestado en ciclos de al menos 30 años a los que seguían periodos cortos de turbulencias electorales durante las que el sistema se realineaba. Según este modelo se hubiera podido pronosticar una realineación a finales de los ’60, pero el debilitamiento del vínculo entre partidos y líderes dio lugar aun modelo distinto: los republicanos se convirtieron en el partido dominante en las presidenciales y los demócratas siguieron siendo partido

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mayoritario a otros niveles de competición electoral, incluyendo el Congreso. Pero sigue abierta la pregunta sobre por qué habría de colapsarse el anterior modelo cada treinta años; no hay país en el que encontremos vuelcos tan regulares en el sistema de partidos. En el trabajo de Burnham puede que encontremos la clave que nos permite explicar este fenómeno. Él considera que es el resultado de la tensión entre un sistema económico muy desarrollado y un sistema político subdesarrollado. Una economía dinámica genera divisiones sociales a las que el sistema político no puede responder de forma adecuada. Estas divisiones generan comportamiento electoral volátil traducido a menudo en apoyo a terceros partidos. Al cambiar el voto en unas elecciones clave se genera una realineación del sistema de partidos. El nuevo sistema es capaz de satisfacer a más votantes, por lo que la volatilidad electoral disminuye. Se mantiene estable hasta que las fuerzas sociales empiezan de nuevo a generar demandas a las que el sistema no puede dar salida. Pero este autor no ofrece una explicación de tallada de su argumento. Pero una forma de avanzar en esta argumentación pasaría por analizar el impacto de la estructura institucional fragmentada –por federalismo, división de poderes- sobre el sistema socioeconómico. Comparado con la mayoría de sistemas de gobierno europeos, al gobierno federal de EEUU le resulta difícil reaccionar ante crisis socioeconómicas, debido a lo descentralizado que está el poder. Solo cabe esperar reacción una vez que l sistema de partidos se ha visto convulsionado. Las comunidades políticas europeas más centralizadas no tienen que enfrentarse a fuerzas sociales tan dinámicas ni tiene problemas de coordinación en la toma de decisiones que son endémicos en EEUU. Se trata de un modelo de cambio del sistema de partidos que no se da fuera de EEUU.

Sistemas de Partidos en Regímenes no Liberal-Democráticos

Ya vimos que no se pude tratar a los partidos que funcionan en este tipo de régimen como si se tratara de una misma categoría institucional: so demasiado diferentes. Al centrarnos en sistema nos encontramos con un problema aún mayor, para cuya comprensión hemos de plantearnos la definición de sistema de partitos. La sistematicidad en otras áreas de la vida social implica interacción entre distintos elementos, lo que implica competición y cooperación entre tales elementos. Para que podamos describir algo como sistema ha de haber límites y reglas que regulen las acciones de los participantes. La forma en que se constriñe a los diversos elementos (partidos en nuestro caso) determina la naturaleza de los incentivos concretos que tengan para competir o cooperar, l oque a su vez de vida a los

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elementos distintivos de tal sistema. Participantes y observadores pueden interpretar de forma diferente tales interacciones. Cuando las elecciones son libres y competitivas, el sistema de partidos evoluciona en torno a reglas que ofrecen recompensas para los partidos garantizándoles el control del gobierno u ofreciendo incentivos para la cooperación entre partidos. Pero ¿qué ocurre cuando no hay elecciones o cuando son una mera fachada tras la que se esconde un gobierno autoritario, o cuado están muy sesgadas a favor de un partido específico? ¿Podemos hablar de sistema de partidos? Algunas condiciones que se han dado en algunos países levar a afirmar la inexistencia en ellos de sistema de partidos. Sucede cuando un único partido controla el Estado y prohíbe cualquier otro partido. Si bien en esta circunstancia no se puede hablar de un sistema de partidos, lo cierto es que sí se pueden apreciar dos aspectos característicos de este tipo de regímenes:

1.- La inexistencia de un sistema de partidos no significa necesariamente que haya una ausencia absoluta de oposición al régimen. Los grupos religiosos pueden convertirse en un foro en el que desarrollar acciones antirégimen.

2.- Dentro de la política del partido pueden verse algunos rasgos de las políticas entre partidos. Las facciones pueden competir entre sí para obtener influencias de forma similar a la que adoptan los partidos en otro tipo de regímenes.

No obstante, entre los sistemas de partidos del mundo liberal-democrático y los casos puros de regímenes de partido único existe una amplia gama de regímenes en los que se puede hablar de un sistema de partidos pero que se rigen por una serie de límites y reglas muy distintos a los vigentes en las democracias liberales.Cuatro casos lo representan: África del Sur bajo el gobierno blanco, Corea del Sur, México y Polonia.

África del Sur.

Este es un ejemplo inusual pues hay dos ámbitos distintos en los que resulta relevante la idea de un sistema de partidos:a) Hasta 1948, todos los adultos blancos tenían derecho a voto y competía más

de un partido en las elecciones parlamentarias, existía una competición con justa competencia. Pero el fraude electoral y la utilización de fuerzas de seguridad contra los oponentes debilitó la posición de los oponentes al Partido Nacionalista. A partir de esta fecha, el Partido Nacionalista se basa en la identidad étnica del grupo mayoritario entre los blancos (los Afrikaners) y de esta forma, incluso entre la población blanca nos encontramos con un sistema de partidos al que le falta un elemento clave en la competición electoral: la habilidad de los partidos que compiten de captar el interés de algunos de los simpatizantes del partido del poder para hacerse con ese poder. Así, el sistema resultaba no ser competitivo.

b) El otro ámbito en el que se podía considerar que en África del Sur existía un sistema de partidos, se refería al de las relaciones entre el gobierno nacionalista y las organizaciones de raza negra y mixta, sobre todo con el Congreso Nacional Africano, prohibido por el gobierno en 1960. El CNA estableció su cuartel general en el extranjero y recurrió a toda una serie de medios para movilizar a la comunidad negra.

Así, nos encontramos con una serie de partidos que compiten por el poder en unas circunstancias en la que una de las partes intenta mantener es politizada a la mayoría de la población, mientras que la otra tenía que recurrir a métodos clandestinos para hacer sólidos sus apoyos. Esto es el mínimo de un sistema de partidos. Solo había competición y no cooperación entre ambos partidos. Esta competición sólo implicaba intentos por una de las partes para impedir a la otra movilizar a sus simpatizantes. Las reglas y procedimientos que regían la conducta de las partes eran LAXAS y no tenían vigencia en el interior del Estado,

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algunas surgen de estrategias de otros estados nación que pretendían extender su influencia sobre los sucesos que se daba en África del Sur.

Corea del Sur.

Corea del Sur tenía un sistema de partidos. Pero la competición electoral se veía severamente limitada de dos maneras: Las elites políticas del partido en el poder nunca hubieran permitido que las

elites de otros o partidos les arrebataran el poder por medio del voto. No se permitía ganar a los oponentes políticos y se establecían reglas de competición electoral pensadas para reservar el poder del partido dominante.

Los partidos eran vehículos para las ambiciones políticas de los grupos de elite de la sociedad coreana y no vehículos para movilizar a los electorados de masas haciendo llamamientos a programas y símbolos. Por ello cuando tuvieron posibilidad de llegar al poder no se estableció cooperación entre los partidos de la oposición y el partido dominante, aliándose con uno de sus principales oponentes fundó un nuevo partido para mantenerse en el poder.

México.

Al igual que Corea del Sur, México es un país en el que un único partido ha monopolizado los principales cargos públicos. El PRI ha gobernado México desde 1929 aunque su nombre actual sólo lo ostente desde 1946. Igual que en Corea, el PRI no ha dudado en recurrir al fraude electoral para mantenerse en el poder. México es un ejemplo de lo que Sartori denomina “partidos hegemónicos”. Son partidos que no permiten que se de una competición normal por el poder. Se permite la existencia de otros partidos, pero como partidos de segunda sin que puedan competir con el partido hegemónico en base a una igualdad. Debido a la habilidad del partido hegemónico para controlar el poder, la mayoría de los que tienen ambiciones políticas tienden hacia él, reforzando así su posición. Pero necesita de oponentes competentes aunque no sobresalientes con los que competir. Por ello, el PRI ha favorecido la creación de fuerzas de oposición organizada (especialmente de derechas) demostrando así lo indispensable que era el PRI para la estabilidad política en México. Por tanto, es un sistema en el que existen límites estrictos a la competición entre partidos, pero donde la competición limitada, al igual que la cooperación fortalece la posición del partido dominante.

Polonia.

Polonia bajo el régimen comunista fue otro ejemplo de partido hegemónico. Pero los comunistas polacos no prohibieron todos los demás partidos; permitieron algunas organizaciones de campesinos y de la iglesia para que ejercieran cierta influencia sobre el sistema de partidos concreto. Su papel era limitado y no se les permitía competir por los cargos o actuar como partido de oposición. Es significativo que cuando surge la oposición pública al régimen a principios de los ’80, se la movilizó a través de un movimiento sindicalista. En Polonia el Partido Comunista intentaba gobernar un país en el que un elevado porcentaje de la población tenía intereses que podían ser contrarios al partido gobernante por ello los partidos secundarios podrían haber actuado como válvula de escape. La diferencia respecto a México, donde los partidos secundarios también eran una válvula de escape para el partido de gobierno pero donde el PRI gozaba de una legitimación mucho mayor, es que en Polonia los comunistas carecían de esa legitimación.

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Conclusión.

Cada uno de estos cuatro regímenes tenía un sistema de partidos. Pero estos sistemas no siempre tenían como base la competición por los votos de los electorados de masas, los vínculos entre los partidos que conforman el sistema también suelen cerrarse en otros ámbitos donde los políticos y grupos de interés buscan influencia política. (Como el caso surcoreano o surafricano). Esta es la razón por la que intentar clasificar a los sistemas de partidos que funcionan fuera del mundo liberal-democrático resulta aún más difícil que diseñar un esquema clasificatorio para los sistemas de partidos liberal democráticos. Sartori recurrió a la ideología como elemento diferenciador entre los sistemas de partidos (diferenciando entre sistemas de partido ideológicos y pragmáticos), pero lo cierto es que este marco de análisis resulta bastante insatisfactorio, no porque el factor ideológico no tenga cabida en el análisis de partido, sino porque no se puede establecer un vínculo entre ideología y competición entre partidos de la forma que propone Sartori. En base a todo ello, más que intentar construir un esquema clasificatorio de los sistemas de partidos que sea de aplicación fuera del mundo liberal democrático, se pueden delinear las variables que había que incluir en cualquier análisis de este tipo de sistemas de partidos:

El ámbito y extensión de la competición electoral entre los partidos. Esta oscilará entre una competición inexistente o casi nula y formas de quasi-competición con elecciones parcialmente manipuladas (el caso mexicano), por un lado y una competición plena que solo implica a una minoría de la población (el caso de Sudáfrica), por otro.

El número de partidos implicados en la movilización y actividades NO electorales.

El ámbito, extensión y forma de esas actividades (por ej. si incluyen actividades de milicias).

Si existe un partido dominante u otro actor (un líder militar, por ejemplo) que pueda restringir las actividades de todos los partidos.

La composición ideológica de los partidos que operan en el seno del sistema.

Algunas de estas variables son relevantes también para el análisis de los sistemas de partidos de democracias liberales y otras no. Pero lo que si es cierto es que este tipo de análisis nos libera de la camisa de fuerza que supone considerar a los sistemas de partidos como una manifestación de la competición electoral, aunque en las democracias liberales sea este tipo de competición la que esté en el corazón del sistema. De hecho, podemos reconocer que el conflicto y la cooperación entre partidos pueden darse en circunstancias muy diversas e implicar otros tipos de movilización política. Por otra parte, existe un área de estudio que hoy esta resultando central para la ciencia política en la que cabría esperar que el sistema de partidos y los cambios que en él se registren sean una variable importante: el proceso de democratización: ¿Cual es el papel que desempeña el sistema de partidos a la hora de facilitar o impedir el crecimiento de la democracia en el seno de un régimen? Pues bien, hay estudios que muestran que el tipo de partido que compite entre sí por el poder en una democracia recién instaurada puede afectar a sus perspectivas de estabilidad a largo plazo. Por ejemplo, para que la democratización fuese exitosa en Suramérica, el sistema de partidos tenía que englobar a partidos grandes de base clientelar, de manera que las élites económicas no buscaran alianzas con los militares para derrocar a los gobiernos civiles democráticos. Los partidos políticos surgieron desempeñando un papel de mediadores crucial tanto en la implantación como en la consolidación de las democracias. Ahora bien, también existen buenas razones para considerar que el sistema de partidos en sí no es un agente de cambio. La existencia de una política de partidos semicompetitiva en Corea del Sur o la competición que solo se aplica a ciertos grupos de la sociedad como en África del Sur, no cataliza la

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democratización. En un caso, las élites del poder consiguieron evitar el traspaso de poder a quienes hubieran democratizado el régimen, mientras que en el otro la dinámica de la competición electoral no llevó a los políticos blancos a extender sus conflictos hasta llegar a englobar a la población no blanca. La competición electoral no es contagiosa.Por tanto, en ocasiones el sistema de partidos resultará ser una variable crucial a la hora de explicar el éxito o fracaso de un proceso democrático pero en otras circunstancias será mucho menos significativo...

Selección de Candidatos y Líderes

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Nos ocupamos de la forma en la que son elegidos los líderes de las organizaciones de los partidos, cuando no pertenecen al legislativo o ejecutivo elegidos directamente. Nos interesa un grupo de gente a la que la dirección del partido situará al frente de cargos oficiales. Lo que determina la conducta del partido que participa en el proceso legislativo es lo que ocurre en la fase de selección. En la legislatura, la conducta de un aptito depende de quién sea el líder del partido, aunque casi todos os líderes del P han de moverse dentro de los límites impuestos por la composición del partido que legisla. El vínculo existente entre los líderes de las organizaciones de los partidos y los parlamentarios y otros cargos públicos electos:-Se puede distinguir entre partidos que surgieron en el parlamento y sólo posteriormente crearon organizaciones que les ayudaran a movilizar los electorados de masas, y aquellos partidos que surgieron fuera de los parlamentos. En el caso de los primeros el liderazgo de la organización solía subordinarse al liderazgo parlamentario desde antes. Carecían de una base de poder independiente y cualquier moviendo realizado por los líderes de la organización para adquirir esta base, desataba acciones por parte de los líderes parlamentarios para evitarlo. En aquellos partidos con origen externo al P (sobre todo católicos, socialistas y partidos comunistas) pudo desarrollarse una serie de relaciones completamente diferentes entre los distintos bloques de líderes. En algunos casos (Partido Laborista británico), el dominio del partido P se gestó relativamente pronto. En otros partidos, los actores clave siguieron siendo los líderes de la organización, p ej a la hora de decidir los términos en los que el partido podría integrarse en un gobierno de coalición. Incluso cdo los líderes de la organización formaban parte del P, la base de su poder seguía siendo la posición que ocupaban en la estructura del partido y no el haber sido elegidos para desempeñar un cargo público. Tras la 2ª Guerra Mundial la relación entre líderes de la organización y los líderes P empezó a cambiar significativamente a favor de los P. Fue sobretodo la TV la que, al incrementar la visibilidad de los líderes P, aumentó su nivel de influencia en las organizaciones de los partidos. Los q aspiraban a lo + alto del liderazgo del partido podían tener carreras que implicaban tanto el desempeño de altos cargos oficiales de elección directa como buenas posiciones en el seno de la organización de partido. Sin experiencia en cargos públicos electivos el aspirante a líder no podría convencer a los responsables de su elección de que tenía credenciales suficientes como para apelar al electorado de masas. Ej, en la República Federal Alemana los principales partidos empezar a designar a alguien como “candidato a canciller” mucho antes de las elecciones generales, de manera q el electorado pudiera saber quién sería el líder del partido en un gobierno de coalición. Aunque esto no colocaba al líder del PSD en una posición de total subordinación, si suponía una transformación respecto de la situación que se había dado tanto en la Alemania imperial como durante la república de Weimar. La diferencia que suponía el origen de un partido a la hora de determinar el poder relativo de los líderes parlamentarios y de la organización. En muchos casos era una influencia muy importante, pero había otros factores que podía alterar el locus de poder. El ej norteamericano lo ilustra muy bien pué allí el poder relativo ha dad un vuelco en diversas ocasiones. los paridos tenían su origen en las facciones del Congreso de los EEUU y en los parlamentos estatales. Los primeros partidos norteamericanos no eran más que alianzas parlamentarias de élites políticas locales, no eran partidos creados externamente. Al irse desarrollando las maquinarias urbanas de los partidos a lo largo del siglo XIX, fueron capaces de controlar a los electorados de masas de sus propios condados, de manera que los jefes de los partidos pudieron fijar los términos de sus relaciones con los legisladores estatales, miembros del Congreso y otros cargos públicos. Más recientemente, el equilibrio del poder se ha ido hacia los cargos públicos individuales y electos. Sin embargo, aunque el poder de los jefes decreció considerablemente a principios del siglo XX y de nuevo a principios de los años cuarenta, persisten vestigios de la influencia de la maquinaria del partido. A principios de los sesenta, un jefe de partido era aún capaz de hacer que un

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miembro del Congreso de su ciudad votara de una forma determinada en una votación clave de la cámara.

Al decrecer la influencia general ejercida por los líderes organizacionales en el seno de los partidos, la selección de los candidatos para los cargos públicos electos se ha convertido en uno de los factores fundamentales que conforman la naturaleza de un partido. Los partidos difieren enormemente en la forma de elegir a sus candidatos y líderes y esto afecta a su capacidad de apelar a los diversos sectores del electorado. Los principales tipos de procedimientos de selección de candidatos se diferencian según:

La selección se lleve a cabo atendiendo a reglas y procedimientos diseñados e implementados por el partido mismo, o si es el estado quien determina las reglas y los procedimientos.

La selección se lleve a cabo por un órgano central del partido o por unidades locales descentralizadas.

El grado en el que la unidad decisoria que ostenta el poder de selección está compuesta por algunos actores clave o esta capacidad se distribuya entre los miembros o activistas de esa unidad.

El número de cargos para los que se selecciona a los candidatos de cada tacada por la unidad decisora relevante.

La facilidad con la que los que ostentan un cargo público (los que ejercen el poder) pueden ver cuestionada su reselección.

1. REGLA PÚBLICAS Y PRIVADAS

Los paridos norteamericanos se diferencian de otros países en que la ley estatal controla la nominación de los candidatos que se lleva a cabo bajo los auspicios del Estado mismo. Es especialmente evidente en el caso de los cargos que no son de la presidencia, es decir, la Cámara de Representantes de los EEUU y el Senado, los gobernadores de los Estados, otros cargos ejecutivos estatales, los parlamentos estatales y los cargos locales. Las leyes de cado uno de los Estados exigen a los partidos Demócrata y Republicano que nominen a los candidatos según sus propios procedimientos. Actualmente, lo normal es que implique algún tipo de elección primaria directa, una elección que implica que los simpatizantes del partido vote para elegir a sus candidatos en unas elecciones que preside el Estado. las leyes estatales especifican la forma en que los candidatos pueden acceder a las primarias y quien debe tener la consideración de simpatizante o miembro. De hecho, la inexistencia de una militancia formal en los partidos norteamericanos supone que el derecho de voto en las primarias, se ha extendido hasta abarcar a una amplia gama de gentes cuya vinculación con el partido se limita a su deseo de votar en las elecciones primarias celebradas por ese partido. En nexo que existe en los EEUU entre la regulación pública y las elecciones primarias es puramente contingente. Puede haber elecciones primarias celebradas por partidos que no estaban reguladas por la ley estatal. Los partidos belgas han hecho elecciones de este tipo y en otros países. Además, la regulación pública podría manifestarse en un requerimiento a los partidos para que nominen a sus candidatos en cierto tipo de convección en vez de especificar que se deben celebrar elecciones primarias. Este tipo de regulación se parecería mucho a los requerimientos legales que existen el Alemania. La Ley Básica vigente en la RFA exige que a los partidos que se rijan por “principios democráticos”, y tanto la Ley de partidos de 1967 como la Ley Electoral exigen a los partidos que recurran a ciertos procedimientos a la hora de seleccionar a los candidatos. El voto debe ser secreto. En los EEUU, las elecciones primarias las dirigen los gobiernos estatales. Son elecciones públicas en la misma medida que unas elecciones generales. Al contrario, en Alemania muchos aspectos de los procedimientos de nominación se regulan en los estatutos de los partidos y pueden cambiarse si el partido así lo decide. Los partidos norteamericanos sólo pueden alterar los procedimientos para la nominación de candidatos, cambiando la ley estatal. Esto, junto con que las leyes estatales tb regulan la forma de organización de los partidos, es lo que ha hecho que los partidos norteamericanos hayan dejado de ser asociaciones privadas.

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Cuando los reformadores progresistas de principios de siglo XX consiguieron que se aprobaran leyes que regularan la organización de los partidos y la selección de los candidatos, transformaron a los partidos que pasaron de ser asociaciones privadas a ser estructuras de untito totalmente diferente. La concepción de “utilidad pública” que se aplica a la selección de candidatos capta la esencia de la práctica americana por debajo del nivel de la presidencia. Hay que añadir un elemento de “asociación privada” más a los procedimientos. Los Estados y los partidos nacionales comparten el control que se ejerce en la selección de los candidatos presidenciales. A partir de las reformas del Partido Demócrata (1969-1972), los partidos nacionales han adquirido poderes formales que cubren los procedimientos a seguir por los partidos estatales, de los que gozaban con anterioridad. Pero muchos aspectos, incluido el de la elegibilidad para votar en una primarias o en una convención, siguen siendo regulados por las leyes de los estados individuales. Asumiendo que en los EEUU la medida de la regulación publica de los partidos sea más amplia, ¿p q habría que suponer esto una diferencia en el proceso de nominación? El hecho de que la ley controle los procedimientos de selección no asegura que los que seleccionen consideren de la misma manera a los candidatos de todos los grupos sociales. No se puede legislar en contra de las preferencias o los gustos de quien seleccionan. De hecho, a corto plazo la introducción de las primarias no transformó el tipo de persona nominada. Las elites de los partidos existentes a menudo encontraron la forma de adaptarse a las nuevas reglas del juego.El hecho de que las reglas se vean respaldadas por la ley elimina algunos mecanismos que habían venido siendo utilizados por las elites para impedir que los participantes más nuevos en el partido influyeran sobre la elección de los candidatos. Cuando es el partido mismo el que respalda las reglas que presiden la selección de los candidatos, lo más probable es que quienes deben velar por su cumplimiento sean las mismas elites a las que se pretende frenar. Este problema se dio en el caso de la nominación presidencial de lo demócratas en 1968. en muchos Estados los activistas insurgentes se encontraron con que los líderes de los partidos hacían caso omiso de sus puntos de vista y concedían su apoyo a la candidatura del vicepresidente Hubert Humphrey. Estos líderes se encontraban a menudo en una posición que les permitía ignorar las peticiones de inclusión planteadas por aquellos que no tenían capacidad de influir sobre el proceso. Pero, cuando los que han sido excluidos pueden acudir a la justicia y, especialmente en el caso de que el Estado mismo sea el responsable de supervisar ciertos aspectos del proceso de selección, se reduce considerablemente el grado de discreccionalidad con el que cuentan las elites a la hora de excluir a los recién llegados no deseados.

2. SELECCIÓN CENTRALIZADA O DESCENTRALIZADA

En uno de los extremos los candidatos de los partidos pueden ser nominados por órganos locales sin interferencia del exterior, en el otro, el único que puede tomar decisiones es el órgano central, puede que incluso el líder del partido en solitario. En la 3ª Republica francesa se producía el primer caso, eran los “notables” locales los que elegían a los nominados en sus propios distritos sin interferencias del centro (no existía ningún centro que pudiera ejercer influencia sobre decisores locales de los partidos). En Francia llevó mucho tiempo a los parlamentarios generar recursos y relaciones que pudieran ser utilizados contra compañeros de las élites locales. En este sentido, los partidos políticos de 1930 se parecían más a los británicos de 1860 que a los de 1930. En Gran Bretaña nunca el centro ha ejercido un poder muy fuerte (fue en el último cuarto del siglo XIX cdo los partidos británicos dejaron de ser completamente autónomos para convertirse en un mezcla del centro y lo local, lo que se presenta hoy en día en casi todas las democracias liberales). Aunque actualmente la ausencia completa de influencia central en la selección de los candidatos sea algo comparativamente raro en las democracias liberales, tb lo es un sistema de nominación completamente centralizado. La práctica del centralismo democrático de los partidos comunistas suponía el control del centro, pero incluso en el caso de los partidos no reformados como los de Francia, las

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demandas de participación en la gestión del partido en los años de la posguerra hizo necesaria que se prestara atención a la opinión local. El control del partido desde el centro se ha mantenido más en aquellos partidos creados o gestionados por una familia. En la India, Indira Gandhi asumió personalmente el control sobre las nominaciones al partido del Congreso y su hijo Sanjay hizo lo mismo a finales de la década. Grecia es un excepción entre las democracias europeas por el poder q ostenta el líder en la nominación de los candidatos. El partido MSPH combina la social-democracia con un alto de control del líder sobre las nominaciones. Las diferencias de este partido con respecto a los partidos del norte de Europa son las siguientes: no se trata de un partido antiguo que cuente con procedimientos establecidos desde hace mucho tiempo. Se creó tras el colapso de la dictadura militar en 1974. Al contrario de los partidos de España que sobrevivieron en la clandestinidad y en el exilio durante los años de la dictadura (1939-1975), el MSOH era un partido nuevo. Existe una larga tradición en el sureste de Europa de partidos que no son sino el vehículo organizado de familias políticas concretas. Grecia parece un caso inusual `por ser el único país que no tuvo un gobierno comunista tras 1945, de manera que el modelo de partido anterior a la guerra, basado en familias que competían por el poder pudo resurgir y en ningún otro lugar. Las prácticas de la mayoría de los partidos se sitúan entre los dos extremos de control local completo y dominio del líder (es un espectro muy amplio). En muchos países, la influencia del centro se limita a la formulación de reglas de procedimiento generales para intentar obtener el poder. In extremis puede incluir el veto aun partido local si eligiera a un candidato que pudiera ser embarazoso para ese partido, aunque en ese caso, el centro no es participante activo en la selección de los candidatos. En algunos países y partidos, los niveles medios de la organización de los partidos, como el nivel de los Lünder en Alemania, pueden desempeñar un papel en la selección de los candidatos junto a los paridos locales. Son muy pocos los países en los que la organización local del partido desempeña un papel más influyente. (mirar estudio pg 402). Sin embargo, incluso en aquellos partidos donde el papel directo del órgano central a la hora de seleccionar a los candidatos resulta insignificante, este puede establecer reglas o procedimientos que puedan resultar importantes a la hora de decidir que tipo de candidatos serán seleccionados. Noruega es uno de los países más avanzados en la elección de candidatos femeninos en los últimos años, en parte por la decisión adoptada por los partidos de centro-izquierda en 1985 de establecer cuotas para las candidatas. Pero, según la ley noruega, los partidos no pueden pasar por alto las decisiones de las organizaciones locales de los partidos, siendo así que ese año un partido no alcanzó la cuota de circunscripción, la organización no pudo revocar esa decisión. El que exista una política de los partidos referente a las cuotas femeninas, o que afecten a otros grupos sociales, es importante para fijar la agenda de los partidos locales a la hora de emprender la selección de candidatos incluso aunque el centro no pueda modificar la decisión de otros partidos. Así, incluso en los casos como Noruega en la que la selección de los candidatos está descentralizada, la adjudicación puede adjudicar un papel a los órganos centrales que no existía en absoluto en la 3ª República Francesa. No se puede fijar la importancia relativa del centro frente a los partidos locales independientemente de otras variables, y, en concreto, la extensión de la democracia en el proceso de selección. En un partido relativamente democrático, cuanto más fuerte sea el centro, más fácil será que los participantes nuevos hagan oír en el partidos sus llamamientos de representación. Si las normas de selección se pueden cambiar desde el centro será más fácil que los distintos grupos obtengan representación incluso en aquellas zonas del país donde los partidos políticos hacen oídos sordos a las peticiones de los grupos nuevos. Los partidos descentralizados tienden a ir en contra de los intereses de estos grupos porque habrá áreas en las que no encuentre asidero. Sin embargo, si la centralización ofrece autonomía a los líderes parlamentarios y de las organizaciones, tb crea mayores oportunidades para que los grupos de interés nacionales desempeñen su papel en la selección de candidatos. Esto se hizo evidente con los cristiano-demócratas en Italia y con el Partido Popular Cristiano

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flamenco en Bélgica. La evolución es más notable cuando un partido centralizado no tiene democracia interna, la centralización dificulta aún más el que los excluidos puedan meter baza. Ej. el partido PLD de Japón mantuvo la exclusión de las mujeres debido en parte a la influencia ejercida por los órganos centrales sobre el proceso de selección de los candidatos. Debido a que el partido no es democrático en su funcionamiento interno, es más probable que los elementos centralizadores contribuyan a mantener el dominio de los grupos e intereses anteriormente representados por él.

3. CONTROL DE LAS ELITES O DEMOCRÁTICO

Una de las mayores controversias sobre los partidos políticos ha sido la de si el control ejercido por las élites es inevitable. En la selección de candidatos es uno de los puntos en donde podemos encontrar la influencia de estas. La medida en que los miembros serán capaces de controlar el proceso de nominación dependerá de si la elección se lleva a cabo a través de organizaciones locales o por medio de las estructuras locales:

Si es a través de las organizaciones locales del partido no hay problema en que los miembros sean convocados a mítines, para discutir y eventualmente votar en la elección de los candidatos. Cuando el número de participantes es relativamente directo cabe una democracia directa de este tipo. Evidentemente, las élites políticas locales pueden tener tal capacidad de influencia sobre sus miembros que les impida hacer poco más que ratificar las elecciones realizadas por los primeros, pero el principio de toma de decisiones de forma democrática sigue siendo viable en cuerpos pequeños.

Cuanto más centralizado esté el proceso de selección, menos probable resultará que a un partido le baste con un simple mitin para controlar democráticamente la selección de candidatos. Un partido puede recurrir a dos métodos para superar el problema planteado por el número de miembros. El primero es la celebración de mítines locales en los que se seleccionan los representantes que pasarán al mitin de siguiente nivel, hasta llegar a un mitin final en el que se incluyen puntos de vista expresados en los mítines locales originales. El segundo método consiste en hacer votar directamente a todos los miembros a la hora de elegir candidatos.

Los dos mecanismos: de toma de decisión local como los centralizados, están abiertos a la dominación de las élites. El problema de los sistemas de nominación descentralizados es que, por lo general, es a nivel local donde las elites suelen desplegar su mayor grado de influencia. Los recursos con que cuentan para coaccionar y manipular a los miembros ordinarios y a los activistas se ven amplificados debido a la ausencia de aliados exteriores a los que puedan recurrir los miembros ignorados o rebeldes. Pero esto no supone que le control ejercido por las elites sea inevitables. El que surja o no depende del modelo de valores de la cultura política local, de formas anteriores de participación en el partido y de otra serie de factores. En caso de sistemas más centralizados, los posibles participantes pueden tenerse que enfrentar a dos dificultades a la hora de hacer valer sus opiniones. Una de ellas es el hecho de que la necesidad de mantener una organización permanente crea posiciones de influencia para aquellos que las ocupan (los que controlan la maquinaria del partido pueden ser los que elijen a los candidatos y no los demás miembros del partido): Para contrarrestar el poder de las elites políticas locales, quizá se deba alentar la formación de las elites a otros niveles del partido. Esto sugiere que el proceso de diseño de una estructura de toma de decisiones en el seno del partido que tenga en cuenta las opiniones de los miembros supone

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mantener un delicado equilibrio. La otra dificultad surge en torno a los procedimientos a través de los cuales se supone que los miembros votan directamente a los candidatos. Por otro está el tema de quienes se presentan a las elecciones primarias. Si hay que “filtrar” a los candidatos, ¿cómo puede hacerse sin dotar de excesivo poder a los cargos más importantes del partido? Y si no existen mecanismos de filtros los candidatos mismos pueden convertirse en los principales actores del proceso al movilizar a sus simpatizantes, invirtiendo así la relación entre candidatos y miembros que buscan los demócratas. La existencia de este tipo de relación se ha hecho evidente en gran parte en los EEUU donde se da una amplia participación en el proceso de nominación, pero todo el proceso es dirigido por los candidatos y no por los activistas del partido. Esto se debe, en parte, al hecho de que prácticamente cualquiera pude votar en unas primarias norteamericanas, siempre que se registre con antelación. La participación no se restringe a los que se han implicado más activamente en el partido. Esta situación crea un problema inherente a le elección de candidatos en unas primarias en las que el electorado es un grupo muy amplio que no puede encontrarse cara a cara. EEUU no es el único que recurre a la elección primaria. El poder ejercido de los candidatos sobre el proceso de nominación ha venido preocupando a todos los partidos que han pensado adoptar este sistema. Uno de los temores de algunos miembros de Likud en 1992, a la hora de elegir líder del partido por medio de primarias, se centraba en la perspectiva de que el proceso se vería controlado por los candidatos. Puesto que electorado sólo se compondría con miembros del partido (al contrario q en la norteamericana), no se podría ejercer desde fuera ningún tipo de influencia, lo que constituía la base de la aprensión sobre el procedimiento. En general, los seleccionadores provienen de una banda más ancha que antes, pero se cuenta con excepciones. Y estamos lejos de que los modelos de los partidos políticos se basen en la democracia interna pura en los procesos de selección de sus candidatos. El caso de Bélgica (uno de los países en la que se han hecho menos democráticos en estos últimos años), donde anteriormente se celebraban cierto tipo de primarias (mirar ejemplo de De Winter pag 406). El valor del ejemplo Belga, un caso inusual, puede ayudar a situar en contexto evolucione muy diferentes habidas en otros lugares.

La necesidad de atraer miembros

Los partidos de élite que tuvieron su origen en los parlamentos tienen algunos rasgos de los partidos de masas para intentar mantener la fuerza electoral necesaria para ganar las campañas electorales. Esto suponía ceder algunos poderes a los miembros, aunque las élites locales siempre diseñaban mecanismos que les permitieran “manejar” a los partidos locales y no caer en la democracia de partido asociada a los partidos socialistas. Algunos partidos de élite sobrevivieron, como los de centro-derecha (UDF) en Francia. Aunque la UDF ha mantenido el dominio de los notables a nivel local, se ha cedido mucho poder respecto de la elección de candidatos a los órganos centrales, ya que había que coordinarse con unos aliados gaullitas mucho más centralizados.

El declive de las jerarquías sociales

El segundo factor que ha favorecido la devolución de poderes es el declive de las jerarquías sociales junto a la elección de niveles educativos que ha hecho que incluso los miembros de partidos conservadores se muestren menos dispuestos a aceptar las decisiones que se les imponen de los que lo estaban sus predecesores de hace una o dos generaciones. Los conservadores británicos de 1980 se mostraban menos dispuestos a ser “funcionarios” o “simpatizantes” del partido y tenían una tendencia mayor a querer participar en la política de su partido. Esta orientación conduce a conceder a los activistas un mayor papel a la hora de la selección de los candidatos. Además, en la medida en que el atractivo de los partidos reside en que son arenas para la interacción recreativa y social, el núcleo de sus miembros tenderá a centrarse más en aquellos que están interesados en las políticas públicas. Al ceder a los miembros mayores cotas de control sobre la

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elección de candidatos es una forma de reducir los conflictos internos. Los partidos de Bélgica y Austria, son inusuales debido a que no se reducen a pequeños cuerpos políticos. La “pilarización” de la vida social belga supone que los partidos deben ofrecer una amplia gama de servicios a sus miembros o a aquellos que desean conectar con ellos. De hecho, la penetración de los partidos en la administración pública belga, se incremento enormemente tras la Segunda Guerra Mundial. Esta es la razón por la que los partidos belgas se mostraron menos receptivos a las presiones ejercidas en otros lugares en la dirección tipo de afiliación cada vez más política. lo que hizo la reducción de la democracia interna de los partidos en Bélgica, cuando en muchos otros países un movimiento de este tipo podría haber encontrado una fuerte resistencia.

El interés de movilizar intereses infrarrepresentados

Un tercer factor es el incentivo que supone para los la movilización en torno a intereses sociales nuevos o infrarrepresentados. En la medida en que existía una tendencia entre los partidos a desplegar un estrategia electoral “atrapatodo”, intentarán apelar a esos nuevos intereses adaptando sus políticas a ellos y seleccionando candidatos que resulten viables para esos votantes. Así, en el norte de Europa muchos partidos han intentado atraer a las votantes femeninas incrementando el número de candidatas y situando a más mujeres en posiciones de liderazgo en el seno del partido. Una de las formas para hacer un partido atractivo a los ojos de los votantes parte de implicar a la gente que comparte un interés concreto en la toma de decisiones del partido. Y una de las formas es recurriendo a su partido en la participación en la selección de los candidatos. Los partidos Belgas se han movido en dirección opuesta, ¿por qué?: interactuaron dos poderosas fuerzas interrelacionadas entre si. El fortalecimiento de las divisiones lingüisticas en el seno de la sociedad belga suponía que algunas de las tendencias “atrapatodo” evidentes en partidos de otros lugares eran mucho más débiles. Además, De Winter afirma que la base local de toma de decisiones respecto de los candidatos tendía tanto a sobredimensionar las tensiones internas de los partidos como a excluir a candidatos nuevos y electoralmente atractivos. Si los partidos belgas querían atraer nuevos votantes, tenían que optar por soluciones muy diferentes para la selección de candidatos a las adoptadas en otros países.

La necesidad de legitimación

Existe un cuarto factor relacionado con las demandas de legitimación en un ámbito en el que los medios de comunicación de masas desempeñan un papel central en épocas de campañas electorales. En muchos países, los candidatos deben proceder de partidos políticos que no sean evidentemente injustos o ilegítimos. Este fue uno de los factores que impulsaron a los partidos comunistas de Europa Occidental hacia una mayor participación local en la selección de candidatos durante los años de la posguerra. En 1968 se consideró que Hubert Humphrey, uno de los políticos mejor cualificado que se haya presentado nunca a unas elecciones presidenciales norteamericanas, había sido impuesto al partido. Esto no sólo dañó severamente sus perspectivas electorales, sino que suscitó demandas de una mayor participación en los procesos de nominación. Cabe hasta cierto punto, cumplir los requisitos de legitimidad sin contar con un electorado excesivamente extenso, y de hecho, en algunos partidos como Grecia el proceso sólo tiene importancia relativa, si bien, se ha dado un incremento de la presión para conseguir procesos más abiertos. En general se han incrementado los niveles internos de democracia en el seno de los partidos aunque sea lentamente. La variación existente entre países referente a control democrático es una cuestión que queda abierta. Una de las dificultades que plantea la respuesta a esta cuestión es que existen varias dimensiones diferentes que se deberían incluir en la medición del grado de democracia. Tenemos, el grado de implicación de los miembros, según Gallager: “la implicación de los miembros abarca un tercio en Francia y en Irlanda, pero se mantiene por debajo del 1% en Gran Bretaña, Italia y Japón y en ninguno de los nueve países estudiados habría

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mas del 3% implicados en la selección de los candidatos, y en algunos la proporción llegaba a ser minúscula”. Se deben considerar además otros dos factores: uno se refiere al hecho de que si las elites de los partidos pueden invertir o modificar una decisión adoptada por los miembros del partido. Desde ese punto de vista, los procedimientos seguidos en los dos mayores partidos de Gran Bretaña parecen más democráticos que los seguidos por los franceses. El otro factor es el de lo abierto que sea el proceso de selección para los candidatos potenciales. Un proceso pude resultar relativamente cerrado por dos razones. Las cualificaciones formales exigidas para ser candidato (como losa años de servicio) pueden ser tan duras que sirvan como elemento discriminatorio para cierto tipo de candidatos potenciales. Pero también puede ser cerrado cuando favorece a aquellos candidatos que tienen un acceso personal a los recursos que permiten movilizar directamente el “selectorado”. Esto pude generar el tipo de proceso señalado en EEUU, puede llevar a la inversión de la relación entre el candidato y quienes le seleccionan. En este caso es el candidato el que gestiona su nominación, no se trata de un proceso en el que quienes están llamados a seleccionarse se impliquen activamente en el momento de tomar una decisión se impliquen activamente a la hora de tomar una decisión. En las dos primeras dimensiones de democracia, el sistema norteamericano de elecciones primarias puntuaría como altamente democrático. Su aspecto no democrático radica en el papel que se concede al candidato individual a la hora de establecer los términos de la competición por una nominación y en la forma que tiene de premiar al candidato individual capaz de recaudar personalmente dinero y otros recursos para competir por la nominación.El resultado de todo lo anterior es que medir el grado de democracia implicado en la selección de candidatos en los partidos de régimen liberal-democrático es algo extremadamente complejo. Conclusiones: no existen partidos que puntúen como altamente democráticos en las tres dimensiones descritas. No cabe duda de que existen algunos partidos cuyos procesos de selección resultan bastante poco democráticos (los dos principales partidos de Grecia, el PLD japonés y los partidos de centro-derecha franceses como PG, la UDF y el FN). Pero la mayor parte del resto de los partidos oscila en algún lugar entre estas dos posiciones extremas, aunque existen grandes diferencias entre ello en lo referente a aquellos aspectos de los procesos que siguen que son democráticos y los que no los son.

4. El número de cargos seleccionados a la vez

Especialmente en las democracias modelo Westminster, el “selectorado” sólo elige a un candidato cada vez que toma una decisión. Esto se debe a que, tanto el sistema de voto plural (utilizado en Gran Bretaña y Canadá, y hasta los 90 en Nueva Zelanda) como el sistema de voto alternativo, tienden a usarse hoy en día en conjunción con circunscripciones uninominales. No es que exista necesariamente una conexión entre estos métodos para agregar votos y las circunscripciones uninominales. En Gran Bretaña, el distrito uninominal es el resultado de las reformas llevadas a cabo a finales del siglo XIX. Antes de eso, la norma era los candidatos por circunscripción. La circunscripción uninominal es el sistema más extendido actualmente en este tipo de sistemas electorales.

Tanto los sistemas de listas como el voto singular transferible de los sistemas de representación proporcional, requieren de “selectorados” que confeccionen una lista de candidatos que incluya al menos dos, y normalmente, más de dos nombre. Cuando hay muchos cargos de diferentes niveles por elegir, como en EEUU, hay que encontrar candidatos que los cubran todos.

Pero el nº de candidatos seleccionados a la vez alerta el modelo de selección que se utiliza. Ej. tanto el partido A en el país X como el partido B en el país Y desean incrementar su atractivo para las votantes femeninas y ambos quieren incrementar el porcentaje de candidatas mujeres, porcentaje que no suele superar el 5% del total. X recurre a un sistema de voto plural con 100 circunscripciones uninominales. Y divide el territorio en 20 regiones que pasan a configurar las

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unidades de voto en un sistema de listas de las cuales cada circunscripción elige a 5 candidatos. Para incrementar el nº de candidatas femeninas A debe o bien contar con la posibilidad de que haya más circunscripciones en las que salgan elegidas candidatas femeninas, o bien ser capaz de imponer una candidata o una pequeña lista de candidatas en varias circunscripciones. La última de estrategias descritas puede generar conflictos en el seno del partido y, en todo caso, es posible que las normas que rigen el partido lo prohíban. Sin embargo, depender de los partidos de cada circunscripción puede implicar muy pocos cambios, por muy motivadas que muestren estar estos partidos respecto del objetivo de nominar a más candidatas. Suponiendo que todos los partidos de las circunscripciones siempre han concedido una gran importancia a la experiencia previa de los candidatos y que un 95% de los candidatos que cuentan con esa experiencia son hombre. Cabrías esperar que en las circunscripciones salieran elegidos una serie de elegidos entre los que sólo el 5% serían mujeres.

Los decisores de los partidos regionales del partido B podrían recurrir a un enfoque diferente. Debido a que eligen 5 candidatos al mismo tiempo, podrían llegar a un acuerdo y establecer una cuota femenina al margen de su cualificación en experiencia política en el momento de elegir al 4º y 5º candidato. Ni el sistema de cuotas, ni el parcial a la hora de prescindir del criterio de la experiencia están al alcance de los partidos de las circunscripciones del partido A, debido a que sólo deben elegir a un candidato. El partido B puede lograr sus objetivos porque la toma de decisiones respecto de los candidatos no depende de que cada unidad tome una decisión aislada; no está sujeto a la “tiranía de la toma de decisiones mínima”. Los partidos suelen ser capaces de responder con mayor facilidad a las demandas de grupos infrarrepresentados previamente para que se incluya a sus candidatos, cuantas más candidaturas deba cubrir el partido a la vez. Es lo que explica que encontremos una conexión entre los avances realizados por las candidatas femeninas en las últimas décadas y el sistema de sistema electoral utilizado.

Aunque exista esta conexión, tb están presentes otro tipo de factores en casos concretos que afectan al impacto de esta variable institucional. Uno de esos factores es el recurso a las elecciones para seleccionar a los candidatos, y es importante la experiencia norteamericana para comprender como el elegir candidatos podría dificultar el que grupos previamente excluidos puedan asegurarse una representación, a finales del XIX y ppios del XX, las maquinarias urbanas de los partidos norteamericanos controlaban totalmente el proceso de nominación y a menudo buscaban el equilibrio (eligiendo un irlandes/americano para el Congreso, a un judío/americano para el parlamento estatal y aun italiano/americano como fiscal del distrito etc..). este sistema “equilibrado” gustaba a una banda muy ancha de votantes, y una vez que un grupo étnico era capaz de demostrar que tenía “masa” electoral podía forzar su cabida en el sistema. Cuando los líderes de la maquinaria perdieron su poder de nominación y el proceso se centró mucho más en los candidatos individuales , el sistema se vio expuesto a la tiranía de la decisión mínima; ya no había forma de ligar las decisiones de los votantes individuales para generar el “equilibrio”. Algo similar ocurría si el partido B permitiera a sus miembros votar de forma secreta a la hora de elegir a los candidatos. Sería mas difícil incrementar el porcentaje de mujeres, a no ser de que se introdujera explícitamente una cuota para candidatas femeninas.

Un 2º factor a considerar es el hecho de que puede haber cargos que valgan mucho más que otros, de forma que la inclusión de grupos sociales emergentes pueda acabar siendo algo meramente simbólico. En EEUU, un escaño en el congreso solía ser mucho más importante que en los parlamentos estatales. En un sistema de listas las posiciones más bajas de las listas pueden valer menos debido a probable que el partido obtenga escaños suficientes como para que los candidatos que ocupan estos mismos lugares puedan llegar nunca a los cargos. Gallagher: social-demócratas finlandeses en 1966, incrementaron el nº de mujeres y gente joven de sus listas pero, al hacerlo, disminuyó la posibilidad de salieran elegidos por los resultados que arroja el sistema de voto preferente.

Otro factor es que las fuerzas políticas que compiten entre si puedan opinar que se está dando un peso específico excesivo a uno de los polos del equilibrio, de forma que sea difícil tener en cuenta nuevos intereses en la selección de los

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candidatos. Es lo que ocurre con el tema local en Irlanda. Los partidos irlandeses intentan equilibrar sus cuotas incluyendo a candidatos de zonas muy distintas de la circunscripción. Pero el “voto territorial” se considera tan importante por parte de los partidos que hace que contribuya a excluir a otros elementos del equilibrio. Hasta 1992, las mujeres estuvieron peor representadas en el Dáil irlandés (el parlamento) que en el parlamento británico, a pesar del que el sistema electoral de voto singular transferible (VST) necesariamente implicaba el recurso a circunscripciones multinominales. Aún así, Irlanda ofrece abundante evidencia de que se pueden superar los obstáculos “estructurales”. La elección de Mary Robinson a la presidencia del país en 1990 demostró la popularidad potencial de las candidatas femeninas, lo que se reflejó en la selección para las elecciones de 1992. el resultado fue que la proporción de mujeres en el Dáil se incrementó de un 7 a un 12 % del total.

Las desventajas de las circunscripciones uninominales se pueden compensar cuando existe una amplia tasa de renovación entre los legisladores. Canadá constituye un ejemplo de esto. En comparación con lo que ocurre en G.Bretaña o EEUU, se da allí un importante vuelco en los escaños después de cada celebración de elecciones generales, muchos escaños cambian de mano en contra de las tendencias nacionales. Esto favorece a los grupos previamente excluidos de dos formas. Hay más espacio para quienes cuestionan lo que hay en otros parlamentos, de forma que se acelera el proceso de incorporación de nuevos grupos. Pero, además, escaños poco prometedores por los que los políticos profesionales muestran escaso interés, pueden ser ganados por alguien con experiencia política menor. En estas circunstancias, los grupos previamente infrarrepresentados pueden incrementar en gran medida su representatividad. Tanto a nivel federal como en provincias como Ontario, las mujeres han obtenido ganancias significativas de escaños debido a lo impredecible de las elecciones a nivel de circunscripción.

5. Las ventajas de estar en el poder

La 5ª forma en la que los procedimientos de selección pueden diferir unos de otros es la facilidad con la que quien ostentan el poder pueden resultar reelegidos. Cuanto más probable sea este hecho, más lentamente tenderá el partido a alterar el tipo de gente a la elige como candidato. Sobre el ej. de Canadá, cdo muchos escaños resultan vulnerables es más probable que cambien mucho los candidatos, pues los candidatos derrotados se sienten menos inclinados a volver a participar. La alta volatilidad del electorado hace más fácil que los partidos se autotransformen. Sin embargo en las democracias liberales, un alto porcentaje de legisladores están blindados contra la derrota, porque cuentan con circunscripciones seguras o por que ocupan una posición elevada en las listas del partido. En algunos partidos de izquierda se lleva a cabo una política de rotación de miembros, así, es menos probable que se desarrolle algún tipo de carrerismo político (Verdes en GR). En EEUU hay restricciones legales a nº de legislaturas consecutivas que puede ocupar una persona en ciertos cargos ( presidente dos mandatos). Además, los límites en la legislatura se convirtieron en un arma popular para los reformistas políticos en los ’90. Si alguna de las restricciones propuestas en EEUU se llegaran a aplicar, se abrirían las puertas a la competición por ciertas candidaturas que hasta el momento eran ocupadas por quienes ostentaban el poder. En la mayoría de los partidos, quienes ostentan el poder no se enfrentan a la rotación ni a restricciones legales sobre el nº de legislaturas. No obstante, existen diferencias entre los partidos en los referente a la necesidad o no de presentarse a una reselección disputada o sólo cuando existe un clima de gran insatisfacción con él o ella. Las competiciones automáticas facilitan que los disidentes se movilicen contra quien están en el poder, pero siguen en desventaja. En EEUU, quienes están en el poder deben enfrentarse a competidores en las primarias, pero las derrotas en las primarias son algo comparativamente raro. Uno de los principales recursos con los que cuentan quienes están en el poder y que es utilizado contra los enemigos internos del partido, hace referencia a las organizaciones creadas para las campañas en las elecciones generales, que pueden

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reactivarse en futuras elecciones primarias. Los candidatos en EEUU, son ej. extremos de organizaciones individuales de campaña. Las organizaciones de campaña personales se crean para ayudar en el contexto de las elecciones generales, pero una vez movilizada la gente y recolectados los fondos, tb puede recurrirse a ellas para frustrar los intentos internos de deponer a quienes están en el poder.

6. De candidatos con éxito a líderes de partido

Al principio del capítulo sugerimos que el filtro principal para determinar el tipo de partido ante el que nos encontramos está en la etapa de selección de candidatos. Pero lo que distingue a los partidos es el liderazgo. ¿De donde salen los líderes, quienes son los actores más importantes en el proceso de selección de líderes? El modelo de reclutamiento usual es el de líder de partido que ha pasado por un periodo de aprendizaje largo como legislador, trabajando su propia carrera y escalando posiciones en el partido con representación parlamentaria, GB constituye un ej. Pero la estructura de las instituciones en el seno de un estado, pueden brindar vías alternativas para los líderes de partido, federalismo y presidencialismo pueden contribuir a la disponibilidad de caminos distintos hacia la meta. Durante los años en que el PSA estuvo en la oposición, el partido ha recurrido a gente que son PM y unos de los Länder donde existe una administración PSA, más que a parlamentarios del Bundestag. Tienen la ventaja de hacerse visibles ante el electorado a la par de contar con experiencia ejecutiva. Pero que el federalismo ofrezca vías alternativas al liderazgo depende de la relación entre el estado central y los entes estatales. En Canadá, las estructuras de las carreras políticas federales y provinciales son irreductibles. Al reducir la importancia del P, el presidencialismo puede abrir rutas alternativas hacia el liderazgo. En la V Francesa, ser un miembro de la asamblea nacional era un recurso clave en las etapas iniciales de una carrera política, pero una vez establecido como figura líder en el partido, se puede acceder a otras formas de convertirse en candidato a la presidencia. La importancia que confieren posiciones como la presidencia de la Comisión europea o la alcaldía de París (Chirac), podrían ser mejores plataformas de lanzamiento para optar por la nominación presidencial que los servicios prestados en una Asamblea que ostentan poderes limitados. El alto grado de faccionalismo interno en los partidos tb puede reducir la importancia de la vida parlamentaria. En EEUU el candidato a presidente se convierte en el líder, y el presidente sigue siendo informalmente el líder del partido. La combinación de federalismo y presidencialismo reduce la importancia del congreso como escalón en la carrera hacia la nominación presidencial. Ha sido poco corriente que miembros del congreso en activo fueran nominados como candidatos presidenciales.

El otro aspecto de reclutamiento de líderes es el de la importancia relativa de los actores involucrados en el proceso. Identificamos ahora diferentes actores aunque algunas categorías se solapan entre si: líderes potenciales; miembros del partido en el P o algún subgrupo de ellos; miembro del partido; facciones organizadas a nivel nacional si las hubiere; partidos provinciales, estatales o regionales en sistemas federales y los votantes de los partidos. Alguno de estos actores podrían ser responsables de elegir a un líder por su cuenta, tb es posible que ejerzan su influencia de modo compartido. Incluso cuando los miembros del partido o los votantes se ven implicados en la selección de líderes hay otros participantes activos, como los candidatos o facciones del partido que intenta movilizarles. La importancia relativa de cada uno de estos actores depende de factores que varían entre estados y entre partidos, entre los que destacan:

Forma en la que se creó el partido. Ceteris Paribus, los partidos surgidos sobre la base de afiliación y fuera de los P, tienden a conceder un papel formal a los miembros del partido que aquellos creados por élites políticas.

Tradiciones parlamentarias. Algunas, como la idea Westminster de soberanía parlamentaria, abrieron el camino a partidos con representación en el P

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incluso cdo aquellos se creaban de forma externa. Incluso estos últimos se relacionaban con las organizaciones externas facilitando el dominio del partido parlamentario.

Actitudes tradicionales del partido ante la democracia. Partido que cuente con tradición de valorar los procesos democráticos, albergará presiones cada vez que se intente disminuir el ámbito de los actores implicados.

Necesidad de aceptación pública o legitimación. En la medida en la que el público que vota evalúa de forma negativa decisiones adoptadas en privado por las élites, puede resultar de importancia que implique a más personas en el proceso.

Faccionalismo y divisiones en el partido. Ambas pueden funcionar en direcciones diferentes según el contexto. Facciones cerradas y disciplinadas como las de Japón pueden incentivar que la sección de líderes se mantenga en el restringido ámbito de política faccional. Pero cuando hay menos disciplina y más lucha pública, el partido puede encontrarse con que se reducen las desavenencias porque la batalla por el liderazgo se resuelve por los miembros del partido votantes.

Estructuras estatales como presidencialismo o el federalismo. Tanto el presidencialismo como el federalismo tienden a incentivar la implicación de más actores en el proceso. En un caso debido a la importancia de postular un candidato aceptable para el cargo y en el otro, porque indirectamente es probable que esté en juego el interés de partidos autónomos a la hora de seleccionar a un líder nacional.

Cabe considerar que modelos de influencia son evidentes. Primero, en el pasado existían prácticas diversas que iban desde algunas antidemocráticas a las que pasaban por una participación más amplia de los miembros. En general, los partidos socialdemócratas del norte de Europa son ej. de participación en el proceso. Segundo, muchos partidos han avanzado hacia una mayor participación en la selección de líderes. Ha habido presiones similares a las que se dieron en el caso de la elección de candidatos al P, pero especialmente en el caso del líder es donde el partido necesita a alguien que pueda utilizar la TV de forma eficaz a la hora de apelar a los electorados de masas. Un partido puede sobrevivir incluso con parlamentario grises y laboriosos pero de valía; pero un líder gris y trabajador sería un lastre y la popularidad más allá del círculo parlamentario del partido es esencial. En general hay tendencia a ampliar los procesos de conducta y selección incluso en los casos en los que el poder de nominación siga residiendo en los afiliados. Tercero, hay un aspecto en la que la experiencia de EEUU se parece a lo que ha pasado en muchos países y se diferencia mucho de lo que ha pasado en otros. La similitud estriba en la adopción de procedimientos que hacen más probable que se elija a candidatos televisivos. La diferencia está en el tipo de procedimientos adoptados. Una vez destruido el poder de organizaciones locales y estatales a la hora de la nominación presidencial tras las reformas realizadas a principios de los 70, el atractivo de las primarias a la presidencia se convirtió en algo obvio para los partidos estatales. Captaban más atención dirigida hacia el estado que un sistema de convenciones. El nuevo sistema de elección presidencial estaba bien adaptado a la era de la TV y los candidatos tuvieron que hacerse adeptos a la utilización de este medio. No hay ningún otro país en el que se haya dado tanta cancha a los votantes del partido en el proceso de nominación, consecuencia del aspecto de utilidad pública que revisten los partidos en EEUU. Todo el mundo se ve afectado por las políticas presidenciales, cualquiera que quiera se puede implicar en el proceso de nominación.

7. Conclusiones

Ha surgido una imagen compleja de la forma que los partidos seleccionan a sus candidatos y líderes, y de cómo las diferencias entre ellos afectan a su modo de reaccionar ante las nuevas fuerzas electorales. Los dos modelos más simples del proceso de selección de candidatos que teníamos al principio no casan con la realidad: los partidos no tienen gran capacidad de maniobra a la hora de afrontar la

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necesidad de tener candidatos de cierto tipo y que ello se refleje en la selección de candidatos para las siguientes elecciones. Las nominaciones no las controlan las elites directas, que seleccionan el tipo de candidatos que quieren. Aunque ninguno responde a estos modelos, los partidos tampoco se parecen entre si en la forma de seleccionar candidatos. Entre los partidos más reactivos del espectro están los noruegos con gran capacidad de producir candidatos cercanos a las demandas e intereses de las políticas internas. Las nominaciones allí están regladas y algunas están insertas en leyes estatales. Siguen un procedimiento democrático, si bien sólo están implicados en el proceso de nominación el 5% de miembros del partido. Como el sistema electoral es de listas permite que los partidos intenten equilibrar, y quienes están en el poder tienen las mismas ventajas de las que se disfruta en la mayoría de los sistemas. Entre los partidos menos reactivos del espectro, destacan los japoneses, en especial el PLD. Las nominaciones no se controlan con leyes públicas y la normativa del partido importa menos que las negociaciones entre facciones. El procedimiento no es muy democrático y la búsqueda de equilibrio está pensada para satisfacer a las facciones. Quienes están en el poder gozan de ventaja considerable por la capacidad de movilizar personalmente a los votantes. Entre los dos extremos están la mayoría de países del mundo liberal democrático, pero el lugar exacto que ocupan con respecto a los demás es un tema de debate. Como vimos en el caso de Bélgica, intentar hacer más reactivos a los partidos puede suponer la posibilidad de desmantelar algunos aspectos de su democracia interna, pues esta situación genera tensiones internas en el seno de los partidos. La presión de la competición electoral puede modificar los procedimientos del partido para hacerlos más sensibles de los que eran. El contexto al que se enfrentan los partidos es tan distintos que bien pueden optar por enfoques divergentes a la hora de modificar sus procedimientos de nominación. Sobre la selección del liderazgo, las élites han ejercido una influencia mayor que en caso de selección de candidatos, pero las presiones para incluir a otros en el proceso son mayores que en caso de nominación de candidatos, por la importancia de la popularidad potencial del líder ante el público. Pero en muchos casos, los miembros del P expresan su voluntad de que se les vea consultar con las organizaciones locales, aunque estas desempeñaran papel formal alguno en el proceso. Cuando se asigna formalmente el poder como en Israel o EEUU los actores clave pueden seguir siendo las facciones de los partidos o candidatos miembros.

La Campaña Electoral

SECCIÓN A

La conexión que existe entre la celebración de unas elecciones y la formación de un gobierno es algo es algo complejo. El vínculo que se da entre la selección de candidatos y la participación en una campaña electoral no es tampoco una cuestión

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clara. Es cierto que hace 40 años o más, la celebración de las campañas casi siempre tenía lugar tras la selección de los candidatos. Pero aún hoy en muchos países las campañas electorales empiezan mucho antes de la convocatoria de elecciones y, en algunos casos, incluso antes de que tenga lugar el proceso de selección de candidatos. Las campañas electorales ya no se ven confinadas a un periodo determinado de las seis semanas o dos meses inmediatamente anteriores a las elecciones. La extensión del periodo de campaña en EEUU se ha ampliado tanto, que algunos comentaristas han llegado a decir que existe una “campaña continua”. En cuanto se acaban de celebrar unas elecciones los candidatos potenciales empiezan a movilizar a la gente para la siguiente. El principal factor responsable de este cambio ha sido la invención de los medios de comunicación electrónicos, especialmente la TV. La TV permite a los políticos comunicarse con sus electorados de muchas formas distintas. Al principio, a principios de 1950, se la utilizaba como un medio que se metía en el antiguo calendario electoral, pero, muy rápidamente, los políticos empezaron a darse cuenta de la importancia de generar credibilidad entre sus electores antes del inicio formal de la campaña. Resultaba evidente que las opiniones sobre la competencia de un gobierno o una administración se iban formando a lo largo de un cierto periodo de tiempo y que el partido que no se esforzaba por hacer llamamientos a sus votantes hasta el momento en que se acercaban unas elecciones podía verse a si mismo en una gran desventaja. Al competir unos contra otros para presentarse bajo la mejor luz posible, los partidos empezaron a esforzarse en “implicar” al electorado mucho antes de que resultara probable la celebración de unas elecciones. Había 2 razones que justificaban el que la TV supusiera una diferencia. En primer lugar, la TV permitía a los políticos establecer un contacto algo más ”directo” con los votantes del que podía establecerse por medio de la prensa escrita. Se pensaba que el hecho de que les pudiera ver explicando sus acciones o puntos de vista, probablemente influiría más sobre la opinión que tenían los votantes. En la mayoría de los países, las estaciones de TV ni eran propiedad de ni se veían influidas por partidos concretos, algo muy diferente a lo que ocurría con los periódicos. En algunas democracias liberales, los periódicos de mayor tirada habían sido propiedad de los partidos, mientras que en otros, gran parte de la prensa mantenía estrechos vínculos con partidos concretos. A la hora de comunicarse con sus votantes, los partidos tenían que preocuparse menos de si también estaban escuchando el mensaje lanzado por sus oponentes. Además, incluso en aquellos casos en que los partidos estaban en situación de ejercer su influencia sobre la TV, lo que no podían era controlar la conducta de sus votantes que bien podían cambiar a otro canal, viéndose así expuestos a otros puntos de vista. Además, mucha gente no compraba periódicos variados, con lo que se veían menos expuestos a las noticias resaltadas por los rivales. Para contrarrestar la posible influencia que pudieran ejercer sus oponentes en la TV, los líderes de los partidos debían mostrarse mucho más activos como comunicadores y, una consecuencia de este fenómeno fue un importante alargamiento del periodo de campaña electoral. No obstante, sería un error creer que el advenimiento de la TV ha llevado a estilos de campaña convergentes en los diversos países liberal-democráticos. Todo lo contrario, en la era de las campañas televisadas se ha generado una considerable diversidad. Para comprender este factor y otros que han desembocado en diferencias entre los países en relación a las campañas resulta útil examinar 3 aspectos del problema:

El equilibrio existente entre las campañas emprendidas por candidatos individuales pro su cuenta y las campañas que llevan a cabo los partidos.

El peso relativo concedido por los partidos (o candidatos) a los dos principales tipos de recursos que se pueden emplear en una campaña, dinero y trabajo humano.

El peso específico que se da a las distintas formas de comunicarse con los votantes, como apariciones en TV, buzoneo, campaña puerta a puerta, periódicos de los partidos, publicidad, intermediarios como los sindicatos o las iglesias, etcétera.

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1. Organización de los partidos y los candidatos

Una de las formas más corrientes en que una campaña electoral difiere de un país a otro, gira en torno al hecho de si son los partidos los que organizan campañas para elegir a los candidatos o si los candidatos individuales se organizan por si mismos para intentar resultar elegidos. Esta variación se explica en parte atendiendo al tipo de sistema electoral con el cuenta una país. En aquellos países en que, como Israel, Portugal o Francia en las elecciones de 1986, se recurre a un tipo de representación proporcional basada en listas confeccionadas por el partido, en los que los votantes no tienen forma alguna de mostrar sus preferencias entre los candidatos de la lista del partido, no tiene sentido que los candidatos individuales intenten hacer campaña por si mismos. El hecho de que salgan elegidos depende de la forma en que el partido tantee las elecciones. Existen dos razones que explican que los partidos deban hacerse cargo de la campaña en estas condiciones. En primer lugar, se da un problema de “acción colectiva”. Si se dejara en mano de los candidatos la organización de las campañas, estos intentarían ir por su cuenta, dejando que toda carga recayera sobre sus compañeros. Sería así porque, de haber un amplio nº de candidatos, cada uno de ellos podría llegar a la conclusión de que, por separado, ninguno podría hacer gran cosa por cambiar los resultados eventuales, debido a que sólo eran una pequeña parte de un equipo más extenso. Si todos hicieran esta reflexión el esfuerzo replegado en la campaña quedaría en nada. En segundo lugar, si los candidatos son conscientes del lugar que ocupan en las listas, sólo algunos de ellos se verían motivados a desplegar un esfuerzo importante durante la campaña. Los que tienen casi la seguridad de ser elegidos y aquellos a los que les consta que no tienen ninguna posibilidad porque ocupan los últimos lugares de las listas tienen poco que ganar si ayudan a los demás. Evidentemente, la situación no es tan mala como aquí se pinta. Probablemente, los que tienen la seguridad de ganar preferirían contar con una representación parlamentaria más amplia, y los que van a perder pueden querer ganar crédito para lograr un puesto más alto en las listas de las siguientes elecciones. Pero es muy probable que la escala de la campaña se viera algo reducida si se la dejara en manos de los candidatos individuales. Esta es la razón por la que en un sistema no preferencial de listas del partido, las campañas estarán más centralizadas. Pero cuanto más nos alejamos de este tipo de sistema electoral, los incentivos para que el candidato despliegue al menos algún tipo de esfuerzo personalmente, aumentan. El que los individuos se movilicen depende básicamente de tres consideraciones:

El porcentaje de votantes que puede con cierta probabilidad cambiar su voto dependiendo de un llamamiento más personalizado.

El incentivo que tengan los candidatos para hacer quedar mal a sus compañeros, los demás candidatos del partido.

El tipo de recursos a disposición de los candidatos individuales.

Examinamos cada uno de los puntos:

Apoyo de los votantes a los individuos

Depende de un tercer factor: que tan “visible” resulte ser un candidato a los ojos de los votantes depende de los recursos que sea capaz de conseguir, en forma de espacios televisivos, campañas publicitarias, simpatizantes que hacen campaña por él, etcétera. Pero también constituye un problema el dilucidar lo que espera un votante.

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Supongamos que existe una única lista de un partido nacional para cubrir 500 escaños del P, y que a los votantes se les presenta esa lista pero que, al votar pueden cambiar el orden de las listas si quieren. Cada uno de los cuatro mayores partidos presenta 500 candidatos. Cada candidato intentaría competir con los restantes 499 (por el voto de los votantes fieles al partido) e indirectamente con otros 1999 candidatos por la atención de los votantes. Mas allá de intentar persuadir a sus amigos y vecinos para que se les coloque en la parte superior de la lista, probablemente no compense ningún esfuerzo individual. Cuanto mayor sea el nº de candidatos que podrían hacer un llamamiento personal para desviar la atención de ese individuo, menos incentivado se verá éste a intentarlo. En realidad, el tamaño de las circunscripciones es mucho más reducido en las democracias liberales establecidas que en el ejemplo. No obstante es tan elevado como 150 en los Países Bajos, es decir, allí 150 de los escaños parlamentarios se adjudican a nivel nacional. En estas condiciones, los incentivos para hacer campaña al margen de los partidos son bajos, debido a que los candidatos individuales no son capaces de captar la atención de muchos votantes por sus propios medios. También influye el hecho de lo apegados que están los votantes a sus partidos. Si la mayoría de la gente va a votar por un partido al que son fieles, tiene mucho menos sentido intentar llevar a cabo una campaña individualmente, que si la mayoría del electorado mantiene únicamente vínculos laxos con un partido.

Incentivos para hacer quedar mal a los demás candidatos del partido

En algunos sistemas electorados, cuanto más éxito tengan los compañeros del partido a la hora de hacerse con votos, menos probable resulta que salgas elegido. De los sistemas electorales usados más comúnmente, hay tres que producen este efecto: El primero es el sistema de lista confeccionadas por el partido con voto preferencial. Cuantos más votos logren tus compañeros de partido, más abajo te colocan a ti en las listas y menos probable resulta que salgas elegido. Además, en este tipo de sistema electoral la organización central del partido se ve muy incentivada a llevar las campañas para asegurarse que los candidatos del partido “pasan la línea”, lo que, a su vez, convierte en menos probable que los candidatos gestionen por si mismos grandes campañas. En muchos países donde, en teoría, los votantes pueden cambiar el orden de los candidatos en las listas del partido, la posibilidad de que se vea alterado el orden diseñado es bastante reducida. Es más probable que los individuos se embarquen seriamente en la conducción de sus propias campañas en una forma de representación proporcional con voto singular transferible, debido a que la VST se puede utilizar en caso de circunscripciones relativamente pequeñas (3 a5 escaños). En la mayoría de las circunscripciones no hay ningún partido que pueda esperar obtener todos los escaños, a no ser que se haga con un porcentaje abrumador del voto. Por lo tanto, cada candidato dentro del partido quiere estar situado los más alto posible en la lista e preferencia de los votantes. A menudo los principales rivales con los que deben competir por el escaño son otros candidatos del mismo partido. La forma de competir con ellos puede hacer que se obtenga el último de los escaños del partido en esas elecciones o no. Por esta razón, los candidatos se ven muy incentivados a crear sus propias organizaciones de campaña, complementado los esfuerzos realizados por el partido. La experiencia irlandesa es un buen ejemplo. El sistema electoral que más incentiva las campañas individuales es el que se utilizó en Japón hasta las reformas de 1994. Cada votante tenía sólo un voto pero, por lo general de cada circunscripción salían elegidos cinco miembros de la Dieta. Por lo tanto, cada voto arrebatado por los oponentes al margen del partido al que pertenecieran éstos, era un voto que habías perdido. Pero, si existía la posibilidad de que muchos votantes votaran por el mismo partido al que habían votado en las elecciones anteriores, los votantes por cuyo voto debían luchar eran aquellos que votaban a tu partido. Lo que te situaba en competencia directa con los demás candidatos de tu propia organización. Así, los incentivos para llevar tu propia campaña de forma totalmente independiente a la de los demás candidatos eran muy fuertes. No sorprende que uno de los rasgos más distintivos de las campañas

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electorales en Japón haya sido la creación de organizaciones para la conducción de campañas de forma individual, las koenkai.

Recursos a disposición de los candidatos individuales

Los recursos a disposición de los partidos pueden ser inalcanzables para los individuos, u obtenerse sólo a un coste prohibitivo. El ejemplo más obvio es el de los anuncios de TV. En la mayoría de los países se prohíbe a los partidos y candidatos el comprar espacios publicitarios en TV como lo hacen las firmas comerciales. A los partidos o bien se les adjudica un tiempo, o se organizan debates televisivos entre los lideres. La gran excepción la constituyen en este caso EEUU. Allí los candidatos pueden comprar espacios televisivos y de hecho, desde finales de los años cincuenta, éste se ha convertido en uno de los principales recursos de las campañas electorales. Esto ha permitido que los candidatos a los principales cargos, la presidencia, el Senado de los EEUU, gobernadores estatales, etcétera, tuvieran la oportunidad de separar mucho más que antes sus propias campañas de los partidos. El “éxito” parcial de los candidatos a los principales cargos ha contribuido a reducir enormemente a reducir el papel desempeñado por los partidos en la conducción de las campañas, lo que, a su vez, ha forzado a los candidatos a puestos menos importantes a dedicar un grado de atención considerablemente mayor a sus propias campañas. Durante buena parte de la primera mitad del siglo XX en muchos Estados los candidatos a cargos menores podían confiar en los esfuerzos de las organizaciones de los partidos para salir elegidos. Sólo en los Estados occidentales donde los reformadores progresistas habían destruido el poder de las organizaciones a la altura de la década de 1920, los candidatos se vieron abandonados a sus propios recursos. A medida que empieza a declinar el voto a favor del partido y que los candidatos se separan más de las campañas organizadas por los partidos. Nuevas formas de tecnología aplicadas a las campañas, como la TV, era poco apropiadas para este tipo de contienda electoral. Los anuncios eran muy caros y la audiencia de una determinada cadena era más amplia que los componentes de un distrito electoral, de forma que esto podía ser un desperdicio. Los candidatos debían optar por un tipo de campaña más individualista para contrarrestar los efectos de la degradación de campañas construidas por los partidos. La liberalización del mercado republicidad política en TV fue uno de los principales factores a la hora de inclinar la balanza hacia los candidatos, incluso en el caso de aquellos cargos para los que la propaganda en TV parecía inapropiada. Pero la TV no es el único recurso al que cabe aplicar restricciones legales que creen desventajas para los candidatos individuales frente a sus partidos. Existen restricciones en gastos que pueden realizar los candidatos, y el dinero es un recurso más generalizado que la TV. En GB existen restricciones legales a los gastos que pueden realizar los candidatos a partir de la Corrupt Practices Act de 1883. Así las elecciones celebradas en GB se realizan a un costo relativamente bajo comparado con lo que ocurre en otras democracias liberales. La legislación tb fue factor importante que contribuyó a fortalecer las organizaciones de partido emergentes a nivel nacional, que podían fortalecer su posición frente a los parlamentarios individuales. Los candidatos se convirtieron en elemento menor de la campaña y a mediados del XX podían añadir personalmente muy poco voto al global de su partido. En los ’70 hay una leve reversión de esta tendencia, debido a los servicios y representación de quienes estaban en el poder, cuyos esfuerzos podían asegurarles cientos de votos adicionales para sí mismos al margen de la participación directa en la campaña. La imposición de restricciones legales no ha sido la única fuerza que ha echado a os candidatos legales en brazos de su partido. Por ejemplo, la tendencia a acaparar todos los votos supone un problema para la acción colectiva cuando hay que cubrir más de un cargo en unas elecciones. Cada candidato puede verse tentado a ir a su aire respecto de su contribución iniciativas que beneficien a todos los candidatos.

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Esto explica por qué una de las principales actividades asociadas a las campañas de partidos locales de EEUU consiste en acaparar todos los votos. Se trata de una actividad que todos los candidatos se muestran satisfechos de delegar en sus partidos. Algunas actividades desarrolladas en las campañas pueden dar lugar a economías de escala significativas al realizarlas los partidos de forma centralizada y no los candidatos. A veces, las encuestas de opinión revisten esta característica. Es muy caro realizar un encuesta, pero fácil añadir preguntas a una ya hecha. Si cada candidato realizara su encuesta se solaparía mucha información y se desperdiciarían recursos. Se puede obtener la misma información a menor coste si son las organizaciones centrales las que organizan la encuesta. En EEUU no ha sido este un factor que restringiera la tendencia a que las campañas se centren en los candidatos. La posibilidad de hacer campaña a través de TV fue un incentivo tan poderoso para que los candidatos individuales reunieran información sobre la forma en que les percibían los votantes que no se tuvieron las consideraciones fortunas sobre economías de escala. Al considerar qué recursos existen a disposición de los candidatos hemos de recordar que el valor de algunos recursos para el candidato varía según el volumen del electorado al que intenta movilizar. Esto explica las campañas electorales en Irlanda, donde el electorado es pequeño y una circunscripción media no abarca más de 80.000 votantes. Allí, tus amigos y convecinos pueden ser poderosa fuerza a la hora de movilizar apoyos.

Diferencias entre Países

La interacción de los tres factores que hemos identificado ayuda a explicar las diferencias entre las democracias liberales en lo referente al papel desarrollado por los candidatos individuales en las campañas. Ayuda a mostrar entre qué países existe similitud superficial en lo referente al equilibrio que se observa ente campañas individuales y las llevadas por el partido; puede haber dinámicas internas de los partidos muy distintas. Las formas más individualistas de campañas las encontramos en EEUU y Japón, pero el motivo principal es diferente en ambos casos. En EEUU se debe ala disponibilidad de recursos para los candidatos, en Japón hay fuerte incentivo a competir contra los demás candidatos del partido. El efecto global conseguido con la extensión del voto en el siglo pasado fue facilitar la emergencia de campañas realizadas por partidos. Las economías de escala en especial en lo referente a trabajadores en la campaña, incentivaron este desarrollo. Recientemente la revolución tecnológica hizo posible la reversión de esta tendencia. Excepto en EEUU, sin embargo, en la mayoría de países se ha regulado legalmente la utilización de estas técnicas, de modo que solo allí se ha materializado el impacto potencia que podía tener este revolución en los partidos.

2. Recursos del Partido: Dinero y Trabajo.

Son los dos tipos de recursos más generalizados que se pueden utilizar en una campaña electoral y resultan sorprendentes por lo poco intercambiables que son. Incluso donde los afiliados pagan las cuotas debidas, tiene que haber un gran número de ellos o ser las cuotas muy elevadas para generar el volumen de fondos que se pueden obtener a través de grupos de interés, individuos pudientes o peticiones directas por contribuciones por correo. Un partido puede utilizar gran parte de su fuerza de trabajo en conseguir fondos para la campaña, pero a menudo cuenta con vías más eficaces para lograr el mismo resultado. Por otro lado, el valor del mercado de trabajo voluntario es alto y en muchos países se han restringido los tipos de actividad electoral por las que se puede pagar a la gente. Así, lo típico es que dinero y trabajo hagan posible diversas formas de estrategias de campaña. El dinero se utiliza para pagar espacios publicitarios en TV, pagar y pegar propaganda, financiar el buzoneo directo a los votantes y encuestas privadas de opinión, pagar a quienes busquen otro tipo de fondos, etc. El trabajo se emplea para hacer campañas puerta a puerta o dirigirse a pequeños grupos de gente en iglesias, lugares de trabajo o cualquier otra zona.

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Partidos y candidatos necesitan de ambos elementos, dinero y trabajo, pero los partidos varían en cuanto a la medida en la que dependen de uno o de otro. Existen variaciones considerables en el tiempo y entre países, así como significativas entre partidos en un mismo país. La revolución democrática de Europa a finales del XIX principios del XX estuvo asociada a dos tipos de evolución que transformaron el tipo de campaña, cuando solo un pequeño porcentaje de población tenía derecho al voto. Primero, se introducen en muchos países leyes APRA evitar la compra de elecciones por parte de las elites. Segundo, el reto electoral planteado por los socialistas y partidos de cuño religioso que contaban con organizaciones extraparlamentarias extensas fuerza a otros partidos a admitir la necesidad de la existencia de una importante fuerza de trabajo para llevar acabo las tareas electorales. Estas dos evoluciones paralelas contribuyeron al crecimiento d estilos de campaña orientados a la utilización del trabajo de voluntarios.

En EEUU el voto universal se introdujo mucho antes (década de 1830), pero los intentos de controlar la corrupción no se iniciaron hasta más entrado el siglo. Para movilizar electorados de masas los partidos intentaron crear una fuerza de trabajo que estuviera imbricada con las comunidades y se mantuviera fiel a través del patronazgo. Pero las clásicas maquinarias políticas urbanas no se basaban solo en la disponibilidad de trabajo humano. Lo que permitía a tales maquinarias mantener el control sobre tal fuerza de trabajo era su acceso al dinero, que provenía de su control de contratos públicos, favores a firmas comerciales, y a veces directamente de actividades criminales. Esta última fuente empieza a secarse al ganar fuerza los reformadores en las dos últimas décadas del siglo; las dos primeras fuentes siguieron siendo instrumentos clave. En comparación con Europa, la base de las campañas en EEUU era diferente a principios de siglo en dos aspectos fundamentales. El dinero revestía más importancia como recurso que el trabajo y la fuerza de trabajo a disposición de los partidos provenían del clientelismo. En EEUU los partidos no tienen que enfrentarse al reto de partidos con un número importante de voluntarios que se convertían en miembros de los partidos que contribuían con sus cuotas. El hecho de que en EEUU los partidos no tuvieran que transformar los vínculos que les unían a los electorados de masas como si tuvieron que hacer los partidos burgueses europeos tendría un impacto significativo en la forma en que cambiará la organización electoral más tarde. En EEUU los partidos no se vieron ante la necesidad de centralizar, ello afectaría a mediados del XX a la preponderancia de las campañas centradas en los candidatos, en las que el dinero se convertía en un recurso más importante que el trabajo. Desde principios del XX, las novedades en torno a la conducción de las campañas en las democracias liberales han girado en torno a la invención de toda una serie de técnicas que permiten ‘escuchar’ las opiniones de los votantes e influir sobre ellas. Destacan encuestas de opinión públicas, propaganda directa computerizada y TV, que eran las más caras. El descenso de precios de ordenadores y programas desde los ’80 hace que algunas técnicas útiles para movilizar a los votantes estén a disposición de las organizaciones de los partidos y de candidatos que carecen de fondos. Estas innovaciones han incrementado la importancia relativa del dinero en relación al trabajo como recurso electoral.

3. Dinero Político.

Hemos visto que la conducción de campañas en EEUU se ha convertido en un proceso que dura todo el año. Esta tendencia se ha visto en muchos otros países, lo que significa que la distinción entre actividades electorales y de otro tipo se difumina. Gran parte de lo que lo partidos hacen hoy está relacionado con el esfuerzo electoral. Esto dificulta la distinción entre el dinero que necesitan los partidos para planificar las elecciones y para actividades no electorales. Al considerar el dinero como recursos electoral tal vez sea de utilidad considerar como obtiene el dinero los partidos. Se pueden identificar –a riesgo de simplificar- siete fuentes de ingresos para los partidos en las democracias liberales. En algunos países los partidos contarán con más de una fuente de ingresos, pero algunas de

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las más importantes en un país serán inaccesibles o carecerán de importancia en otro. Cuotas y Tasas. Los miembros son una fuente de ingresos directa. Asumiendo que no cambie su estructura de cuotas, un partido aumenta sus ingresos al aumentar el número de miembros. Pero las políticas respecto de cuotas varían mucho entre partidos. En GR las cuotas son mucho más altas que por ejemplo en GB (donde se mantienen tan bajas que cualquiera puede permitirse ser miembro) y en algunos partidos dependen del nivel de ingresos del afiliado. Pero para el partido, estos ingresos cuentan con una limitación. A medida que se incrementa el coste de las campañas por los avances tecnológicos no ha sido posible compensarlo con un incremento de afiliados. Al contrario, en muchos partidos el descenso del número de afiliados ha sido algo evidente desde la posguerra. Es difícil hacer comparaciones directas de los ingresos de los partidos entre países, pero la evidencia permite sostener la hipótesis central sobre la importancia relativa de las cuotas de afiliación en ambos países. Deducciones del salario de cargos públicos. Se suele pedir a un legislador que aporte un porcentaje de salario a las arcas del partido, como han hecho algunos partidos alemanes. Cuando quienes ostentan cargos gubernamentales deben su nombramiento al partido tb se les puede exigir que cedan un porcentaje de su salario. Eso solo se ha practicado de forma extensa en EEUU a nivel estatal y local y la generalización del sistema de funcionariado civil en el XX lo ha eliminado de casi todos los Condados. Hoy esta fuente es secundaria. Candidatos para cargos electivos. La segunda de las fuentes está entremezclada con la tercera, los candidatos. Los partidos pueden pedir a sus candidatos no sólo que busque el dinero necesario para llevar a cabo las campañas, sino tb que contribuyan a los fondos generales con los que cuenta el partido para las campañas. Por ejemplo, cuando la potestad de nominar a candidatos estaba firmemente anclada en manos de las organizaciones en EEUU, era frecuente que las organizaciones locales de los partidos pidieran a sus candidatos que hicieran contribuciones. Cuando los candidatos dejaron de depender del partido, se eliminó la posibilidad de que éste pudiera pedirles fondos. Esta fuente de recursos presentaba aún más general y es que exigía de los partidos que reclutaran gente relativamente pudiente o bien que los candidatos pensaran en sus propios medios de conseguir fondos. Pero podía ocurrir que no se eligiera a un partido tan nominado por los ricos, y si los candidatos estaban en situación de recibir fondos más directamente serían menos dependientes del partido en muchas formas. Este es uno de los factores que explican el declive de los partidos en EEUU: Patronos. Un partido puede estar en la “nómina” de uno o varios patronos. Los más ricos pueden estar bien dispuestos a hacerlo, pero hay al menos dos razones por las que no es algo corriente en las democracias liberales actuales. Para un patrón puede se difícil convencer a los activistas y votantes de que el partido es algo más que un vehículo para conseguir sus intereses y ambiciones. Estas consideraciones no jugaran en contra del magnate italiano de los negocios, Sergio Berlusconi, que fundó su propio partido, Forza Italia, para contrarrestar la alianza de partidos e centro-izquierda justo antes del colapso de la DC en 1993. el partido de Berlusconi obtuvo más escaños en las elecciones de 1993 en el P que cualquiera de sus aliados electorales, la Liga Norte y la neofascista Alianza Nacional Fascista, de manera que tras la victoria de esta coalición de la derecha, Berlusconi se convirtió en el primer ministro. Este ejemplo ilustra la importancia de los factores culturales, viene “de perlas” a los que abogan por el enfoque sociológico, ya que en Escandinavia o GB los votantes se mostrarían mucho más suspicaces ante partidos de base clientelar. En Europa del sur y América Latina la aceptación por parte de los votantes del valor del liderazgo hace más fácil el establecimiento de valores de patronazgo. No obstante, por lo general los ricos prefieren convertir sus asientos contables en influencia política recurriendo a medios diferentes a pagar a los partidos. Si no gobierna su partido se pueden encontrar con que los que si lo hacen, resienten la competición electoral a la que se tienen que enfrentar por su culpa y pueden utilizar su poder par minar las bases económicas de sus rivales. Aunque los patronos adinerados fueron importantes en las primeras fases de democratización,

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actualmente sólo tienden a emerger cuando se ven excluidos de los circuitos de influencia. Ejemplo: un país no democrático donde ha habido ciertas formas de competición electoral, el África del Sur anterior a 1994. El multimillonario Harry Oppenheimer había fundado el Partido de la Reforma Progresista, el principal partido de la oposición en el P desde 1977. El Partido Nacionalista en el gobierno era un partido Afrikaner, de manera que los blancos ricos angloparlante estaban en gran medida excluidos del ámbito de influencia. En estas circunstancias, surgió un patrón para fundar un partido que pudiera articular los puntos de vista de la minoría blanca excluida.Ingresos por inversiones y ventas. Un partido puede generar ingresos por sí mismo, a través de inversiones que ha hecho de ventas por ejemplo (periódicos, etc.). La principal desventaja del intento de recaudar fondos de este tipo es que los partidos no son negocios. Es poco probable que quieran diversificar sus actividades comerciales y en algunos países pueden encontrar barreras legales para introducirse en aventuras que dejen más beneficios. Con alguna excepción, los partidos solo han comerciado con productos relacionados con su actividad política. En los clubs sociales se vende cerveza como parte de la estrategia que consiste en habilitar un lugar donde congeniar y hacia el que pudieran sentirse atraídos miembros potenciales del partido. Tendrían poco interés en optar por el negocio de las comidas rápidas si los clubes empezaran a atraer a menos miembros. En una empresa comercial se tendrían en cuenta tales transformaciones, en un partido, no. Esta es la razón por laque los ingresos generados de forma endogámica no suelen ser la fuente riqueza en expansión para los partidos desde finales del XX.

Grupos de interés. Es la primera de las dos fuentes de ingresos que sí presentan un potencial de expansión a medida que sube el coste de las campañas. Estos grupos no son un fenómeno político. En el XIX los grupos de interés recurrían a todos los medios a su alcance para asegurarse de que se aprobaban las leyes que querían. El único cambio desempañado en el papel de los grupos de interés en el XX es de escala. La diversificación de las compañías industriales avanzadas y el papel relevante de los gobiernos en la dirección de la economía ha contribuido a generar un universo de grupos de interés más imporante. Al reemplazarse las firmas familiares por unidades económicas extensas se elevan las apuestas y oportunidades de las que gozan las firmas comerciales a la hora de buscar influencia política. Ahora hay muchos más intereses en juego que quisieran disfrutar del mismo tipo de influencia que ejercían las compañías ferroviarias en el XIX, si bien es poco probable que hoy recurran a los métodos de tal época. Una de las formas obvias de ganar influencia sobre el gobierno que aún se utiliza hoy es la de aportar financiación a candidatos y partidos. El Estado. Última fuente de recursos, su utilización supuso una revolución en la financiación de los partidos desde 1950. Como apunta Nassmacher, la forma de financiar las actividades de las democracias occidentales había sido el patrocinio privado. Hoy los subsidios públicos a partidos son necesidad, no hay otra forma de cubrir el gap permanente ente las donaciones voluntarias y las funciones ya establecidas de los partidos. La experiencia con la corrupción y la desigualdad de oportunidades ha contribuido a la proliferación de subsidios públicos. A finales de los ’80 dos terceras partes de las democracias asentadas habían introducido la financiación estatal. En la década de 1950 surgen tres formas de presión en las democracias liberales que las impulsa a la introducción de algún tipo de financiación pública:

Descenso generalizado de ingresos recaudados por las vías privadas tradicionales.

Creciente disponibilidad de las nuevas tecnologías aplicadas a las campañas, que eran más costosas que las campañas basadas en el trabajo intensivo.

En plena guerra fría, crece la impresión de que hay que proteger a loa partidos de las fuerzas que puedan minarlos, como la corrupción. Se creía

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que si aumentaban las aportaciones a los partidos por los grupos de interés podía surgir una forma muy seria de corrupción del sistema electoral.

En casi toda Europa, estas presiones dan lugar a un giro en la financiación en las tres décadas siguientes. En EEUU el primer factor fue insignificante, pues allí no se pagaban cuotas. Allí lo que lleva a la financiación pública fue la combinación de los crecientes costes de las campañas y los escándalos políticos. Fuera de EEUU el incremento de costes de la tecnología electoral no era el único problema en el que se pensaba que debían de afrontar los partidos. Muchos observadores pensaban que el vínculo votantes-políticos que habían montado los partidos se debilitaban en formas diversas. Esta es la razón por la que los subsidios públicos a partidos han revestido formas muy diversas, una de las cuales es la financiación directa de gastos electorales. Aún cuando el subsidio en forma desembolso de gastos decapada puede contribuir indirectamente a facilitar el proceso electoral y liberar otros recursos del partido que sí pueden utilizarse para hacer campaña. No solo existen diferencias en la forma que adopta la financiación pública, su importancia varía entre países en relación a la financiación. Incluso en países como en GR donde se monta un sistema de financiación muy amplio, a menudo no se han alcanzado los objetivos propuestos: erradicación de la corrupción. En GR han persistido escándalos financieros. Aunque la financiación pública contribuyera a proteger a los partidos en tanto que nexo ente votantes y políticos, al menos hasta los ’90 complementaba más que reemplaza los fondos aportados por los grupos de interés. Así, no hay evidencia de que la financiación pública por sí misma reduzca los escándalos financieros que implican a partidos. Para lograr tal objetivo habría que imponer severas restricciones a la capacidad de los grupos para donar dinero a los partidos, o invertir en las campañas políticas que podrían beneficiar a un partido concreto. Puede ser difícil reconciliar este tipo de restricciones con la tradicional preocupación de las democracias liberales respecto de la libertad de expresión. En 1950 el gobierno laborista quería hacer extensivo su programa de nacionalizaciones ala industria del azúcar. La industria respondió con una gran campaña publicitaria en la que mostraban su oposición. Este tipo de campañas no estaba prevista en las restricciones británicas a la financiación de campañas. Las restricciones no solo estaban relacionadas con las campañas individuales y no con las llevadas a cabo por políticos nacionales, sino que se impedía a los grupos que manifestaran sus puntos de vista. No cabe duda de que los beneficiarios de la conversión de votantes debida a los argumentos esgrimidos por la industria del azúcar serían los conservadores. Restringir la capacidad de un grupo para hacer campaña en torno a un tema que le afecta parece como violación significativa de la libertad de expresión. No está claro donde debería situarse el límite entre libertad de expresión y protección de la política democrática frente los intereses específicos.

4. Trabajo Voluntario.

En comparación con el dinero, es un recurso electoral en declive, si bien sigue siendo esencial. La mayoría de estrategias electorales no están desequilibradas en cuanto al uso de dinero y trabajo voluntario. Pero la necesidad de dinero y la dificultad creciente de reclutar quien trabaje en las campañas entre mediados y finales del XX han alterado el equilibrio de los dos tipos de recursos. En el caso de partidos que cuentan con base de afiliados, son los propios miembros los que constituyen su fuerza de trabajo que tiene a disposición un partido en la campaña. Pero en la mayoría de países será la propia campaña la que contribuya a motivar a los activistas no vinculados al partido, Canadá cuyos partidos no son de masas es un caso. Allí, la ausencia de actividad por parte de los partidos en las elecciones no parece desembocar en escasez de trabajadores en la campaña. Generalizando partir de este ejemplo, podemos aducir que los partidos se benefician del hábito de la participación, aunque sea un hábito poco frecuente. En la mayoría de democracias asentadas, la gente desarrolla el hábito de participar en las campañas, por que es divertido, porque sus familias lo hayan hecho siempre, por sentido de deber cívico, etc., lo que contribuye a sustentar el trabajo necesario para el partido.

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Lo extendido que esté este componente del hábito de participación varía entre países. El cambio en las campañas que han pasado de basarse en el trabajo intensivo durante las elecciones a fundamentarse en el capital no es consecuencia de que los partidos tradicionales fueran incapaces de seguir haciendo lo que siempre habían hecho. El cambio se ha generado por la disponibilidad de nuevos tipos de campaña que requieren más dinero que trabajo. El cambio no fue consecuencia de que los partidos estuvieran en declive o se colapsaran, según Warre, sino de los cambios tecnológicos que motivaron un giro en el equilibrio que los partidos buscaban en las campañas. Ese equilibrio varía entre países y entre partidos en un mismo país, pero ello no invalida nuestra conclusión.

5. Diferentes formas de Comunicación.

Las campañas no son iguales en todas las democracias liberales. Las diferencias en lo relativo al equilibrio dinero-trabajo afectan al tipo de campaña en que se pueden embarcar los partidos. Pero tb hay otros factores que determinan la forma de la campaña adoptada en un país: Restricciones legales. Ya hemos hablado de la restricción referida a la publicidad en la TV. Excepto en EEUU, en la mayoría de los países se raciona el tiempo de anuncios adjudicado a los partidos para que no haya ventajas injustas. Ello limita las opciones de los partidos a la hora de elegir la estrategia electoral. Por otro lado, hay una restricción aplicada de forma aún más general en las democracias liberales, la prohibición de sobornos. Tb a restricciones que afectan a algunos países, Japón resulta interesante en este aspecto. Hay amplia gama de actividades como la captación de votos puerta a puerta aceptada como válidos en otros lugares y prohibidos en Japón. De alguna forma, los políticos siempre han encontrado la forma de obviar estas regulaciones, pero siguen influyendo en la forma de conducir las campañas en Japón y han contribuido a aumentar el poder de quienes ostentan cargos. Rasgos concretos de una sociedad. Los rasgos que caracterizan una sociedad influyen sobre los tipos de campaña que utilizan los partidos. Por ejemplo, india tiene los niveles más bajos de alfabetización, por lo que no tiene sentido montar una campaña con pasquines, de forma que los contactos personales realizados por quines ayudan en la campaña tenderán a tener importancia relativa mayor en este tipo de comunidades. La captación de votos puerta a puerta resulta difícil en los aislados fiordos noruegos o las casas de apartamentos de New York donde os porteros impiden el paso a desconocidos. El buzoneo será más corriente allí que en ciudades pequeñas donde los residentes tiene intenso contacto entre sí. Tb existen diferencias dentro de un país en lo referente al tipo de campaña que se puede hacer.

Tradiciones. El equilibrio ente diversas formas de hacer campaña ha variado de una democracia liberal a otra. Algunos tipos son importantes en un país y lo son menos en otros. La captación devoto puerta a puerta era corriente en GB mientras la pega de carteles tenía más importancia en la FR urbana. Los partidos adaptan los estilos de campaña alas circunstancias cambiantes y la implantación de la TV fue el mayor de tales cambios. Sin embargo, el pasado sigue influyendo en la forma de realizar la campaña en al menos dos formas. Primero, en las transiciones a la democracia, pueden desarrollarse distintas formas de organizar la política, relacionadas con formas más antiguas de estructuración social. En Japón la campaña está centrada en el político individual que crea su propia organización de campaña. Puede parecer que existe semejanza entre este proceso y las organizaciones creadas para campañas en EEUU, pero la base es distinta. Vincula al parlamentario a toda una serie de políticos que cuentan con simpatizantes y aliados que les están obligados. El resultado es una jerarquía de conexiones entre quines despliegan actividad política que penetra profundamente en la actividad japonesa. Este modelo de obligaciones sigue haciendo posible la existencia de una forma de llevar las campañas y de organización con vistas a la campaña en Japón muy especial.

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Segundo, las formas anteriores de hacer campaña creaban expectativas entre los votantes respecto de la forma en la que los partidos debían interactuar con ellos. Los partidos que no establecían tales relaciones podían perder apoyo. En GB la expectativa de que quienes piden el voto por un candidato puede aparecer en la puerta afecta a la opinión sobre la marcha de la campaña. El partido que no se haya pasado crea una opinión adversa, así, hay una tendencia a que ciertos modos de hacer campaña pervivan aunque surjan nuevas formas de tomar contacto con los votantes. Además, la adopción de nuevas formas de hacer campaña con convierte en redundantes alas antiguas, pueden convertirse simplemente en menos importantes de lo que eran. Muchos tipos de actividades pueden ser utilizados en las campañas. Puede que sea más útil clasificar los distintos métodos que hacer listados de las diferentes formas en que los partidos pueden intentar comunicarse con los votantes. Existen 4 métodos diferentes a los que pueden recurrir los partidos:

Contacto personal intensivo, mediante amigos, vecinos y gente con los que los votantes pueden tener algún tipo de obligación para inducirles que brinden su apoyo.

Formas no intensivas de contacto personal, como ejercer presión sobre el votante dándole más margen para elegir a la hora de votar: voto puerta a puerta, mítines, discursos, etc.

Contacto impersonal por escrito: el votante potencial se enfrenta a argumentos, eslóganes o imágenes sobre el papel. Se incluye el buzoneo, carteles, folletos, distribución de literatura electoral por correo, etc.

Contacto impersonal vía medios de comunicación electrónicos; permiten contacto humano, pero no directo. Propaganda por radio y TV donde la comunicación es unidireccional.

De entre estos métodos, los dos primeros utilizan fuerza de trabajo pagada, son intensivos en trabajo. El tercero de los métodos usa capital, pero, en este caso, la necesidad de trabajo combinado con el primero varía. La distribución de folletos requiere de mucho personal que distribuya la propaganda; la petición directa del voto por correo puede requerir poco trabajo, pero considerables sumas de dinero en sellos. (Las listas de los receptores potenciales pueden obtenerse a través de diversas fuentes en disquetes de ordenador y tb por ordenador se pueden poner las direcciones en los sobres, de manera que sólo se requiere de un pequeño nº de personas para llevar a cabo la operación. El último de los métodos es intensivo en la utilización de capital, lo que el partido necesita para emplearlo es dinero. En general, según han evolucionado las democracias liberales, ha tendido a declinar totalmente el primero de los métodos (contacto personal intensivo) y relativamente tb el segundo (contacto personal no intensivo). Se ha dado un pequeño giro respecto del tercero de los métodos hacia técnicas con utilización más intensiva del dinero y un gran incremento de la importancia del cuarto de los métodos, recurriendo a técnicas que no han estado disponibles hasta el siglo XX, en especial tras la década de los ´50. Sin embargo las tendencias varían de país a país. El crear una importante fuerza de trabajo a disposición de la organización de una campaña sigue siendo la base de la actividad en muchos países. Además, en algunos regímenes que se están democratizando en los años 90, especialmente en el este de Europa, los partidos carecen del capital necesario para hacer un uso intensivo de las tecnologías disponibles, por lo que deben confiar en el trabajo de sus voluntarios durante las campañas. Es poco probable que desaparezcan las formas personales de conducción de las campañas. Las interacciones personales ayudan a formar actitudes frente a la política y pueden contribuir a fortalecer preferencias débiles de los votantes. Los partidos deben contar con “voces” en el seno de la comunidad para dejar claro su punto de vista, algo que los medios electrónicos sólo consiguen hacer de forma imperfecta. Un partido que reconoció esto en seguida fue el PDC alemán. Viendo que corría peligro de “perder el debate” entre el público, se embarcó en un exitoso programa pensado para expandir la base de sus miembros y contrarrestar la tendencia. Así, aunque quepa esperar que ulteriores desarrollos de la tecnología utilizada en las campañas incrementen la presión entre los partidos a la hora de

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recaudar fondos, no es muy probable que vaya a haber un declive uniforme en el valor concedido a la fuerza de trabajo a disposición del partido. En este aspecto, al menos la experiencia de los EEUU probablemente no sea un heraldo de futuro.

Preferencias de los Votantes y Formación de Gobierno

En principio, parece defendible que el papel desempeñado por los partidos en una democracia es muy importante, es decir, resulta crucial la relación entre partidos y políticas del gobierno. Casi todas las teorías sobre democracia representativa afirman que debería existir conexión entre opiniones e intereses de los votantes individuales y lo que hace el gobierno en el poder. Se supone que las elecciones vinculan a los votantes con los resultados obtenidos por el gobierno a través de un proceso que consta de tres etapas:

a) La gente, al votar elige entre partidos que compiten por su voto y por tanto, estos partidos intentaran atraer votantes por medio de ofertas sobre las políticas que implantaran de llegar al poder.

b) Tras las elecciones se forma un gobierno bien mediante el partido ganador, bien mediante una coalición que controle la mayoría de espacios del

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Parlamento. La composición del gobierno va a reflejar las tendencias más importantes en el ámbito de las preferencias de los votantes.

c) El gobierno lleva a cabo el tipo de programa político con el que se identificaban los partidos que forman parte de ese gobierno. Su incentivo para hacerlo radica en la necesidad de participar en otras elecciones y retener el apoyo de sus electores.

1. Modelos de Preferencias de Votantes y Competición Electoral.

Downs publicó una serie de análisis en 1957 que ejercieron una gran influencia en el desarrollo de muchos subcampos de la ciencia política. Este enfoque recibe el nombre de competitivo. La hipótesis de Downs respecto a los votantes nos indica que:

Los votantes tienen sus preferencias respecto a los tipos de políticas que quieren que el gobierno implemente y esas preferencias se determinan de forma exógena. Es decir, los partidos no pueden determinar lo que quieren los votantes. Downs cree que las preferencias de un votante individual estarán vinculadas a su interés que, a su vez, dependerán de la posición que ocupe en la sociedad.

Estas preferencias se pueden representar a lo largo de un único espectro izquierda-derecha. El modelo de Downs no admite la posibilidad de que un votante pueda tener dos puntos de vista totalmente distintos, uno relacionado con el apoyo a la religión organizada y otro siendo izquierdista en otros aspectos. En este modelo se asume además que si el votante tuviera puntos de vista diferentes, se podría sacar una media que nos diera su postura global en el espectro.

Los votantes actúan de forma racional pero no siempre están bien informados sobre la conexión entre sus propias preferencias y las políticas que promueven los partidos. E tipo d racionalidad atribuida a os votantes es la invocada en la teoría económica. Las preferencias se entienden dadas, y la cuestión de si una serie de preferencias e so no racional para un individuo en una situación determinada no se analiza en el modelo. Lo único que podemos analizar con vista a la racionalidad son los medios a los que los votantes recurren para alcanzar sus fines; en tal aspecto Downs asume que los votantes son racionales. Votante racional es el que vota por el partido más cercano a sus preferencias.

La hipótesis de Downs respecto a los partidos asume lo siguiente:

Los partidos intentan maximizar su porcentaje de voto popular. Por tanto deben actuar como “iglesias abiertas” que adapten sus programas políticos a las demandas de los votantes.

Los partidos se mueven arriba y abajo a lo largo del espectro, adaptando sus programas políticos según sea su percepción de lo que quieren los votantes, pero están sujetos a una limitación: no pueden saltar por encima de otros partidos. El hecho de que los partidos se vean constreñidos tanto por su pasado, como por su necesidad de parecer coherentes ante el electorado, implica que no se puedan llevar a cabo cambios radicales, deben mantener sus tradiciones, pues los electores no se fiarían de un partido que pasa todo el tiempo haciendo cambios.

Los partidos recurren a la ideología a la hora de intentar movilizar a los electorados de masas. Se debe tener en cuenta que los votantes cuentan con pocos recursos para adquirir tanta información sobre temas y políticas. Por ello las ideologías ofrecen una especie de guía en le mundo político que permite a los votantes tomar decisiones de voto informales. Los partidos se ven

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así incentivados a desarrollar su ideología puesto que la comprensión simplificada del mundo de lo político que ofrece ayudará a los votantes a tomar sus decisiones. Pero lo cierto es que no son las ideologías las que ayudan a definir los intereses pues los intereses de la gente y su conciencia de esos intereses existen independientemente de las actividades de los partidos. Los partidos no crean los deseos e intereses de los votantes; la ideología es un mero mecanismo que facilita a quienes votan la comprensión de cómo sus deseos e intereses se verán afectados por el éxito electoral de los distintos partidos. Este punto es crucial para el marco downseniano.

El número de partidos que forman parte de un sistema viene determinado por la distribución de votantes a lo largo del espectro ideológico. El hecho de que haya o no un partido en un punto concreto del espectro no dependerá solo del porcentaje de voto total que sea capaz de atraer, tb dependerá del modelo de distribución de los votantes en el espectro. Downs asume que el modelo de distribución de votantes en el espectro determinará el número de partidos que habrá en el sistema. Con ello realiza una serie de análisis indicando que si los votantes son básicamente moderados, tanto de izquierda como de derechas, lo más probable es que el sistema sea bipartidista y que ambos partidos tenderán a converger en el centro del espectro político. La competición electoral dará lugar a partidos que defienden políticas muy similares entre sí.

En base a estos análisis, hay dos ideas importantes que se han incorporado en muchos estudios sobre la interacción entre partidos y votantes:1ª) La competición por los votos pude entenderse en términos espaciales. Downs postuló la idea de que todas las actitudes ante políticas públicas podían ubicarse en un único espectro (izquierda-derecha) Pero en el mundo real lo que probablemente ocurra es que los votantes muestren actitudes ante las políticas democráticas que no se puedan ubicar en un único espectro y que hagan necesario recurrir a dos, tres o más espectros. Los politólogos empíricos que han utilizado este enfoque no san por sentado que solo exista un espectro. Intentan averiguar cuantos espectros son necesarios para enmarcar las actitudes políticas de electorados de distintos países. Pero existen 4 rasgos que vinculan sus enfoques al de Downs. Primero, está la idea de que las actitudes de los votantes ante un área de políticas diferenciadas están relacionadas unas con otras. Si bien pude que no haya un único espectro, lo cierto es que el número de espectros es pequeño y que todas las actitudes que engloban los diferentes temas de conflicto casan con cada uno de tales espectros. Segundo, la mayoría de tales espectros están presentes en muchas organizaciones políticas del mundo liberal-democrático. Así el análisis espacial puede utilizarse para estudios comparados y aplicarse a la mayoría sino a todos los estados democráticos. Tercero, cabe entender las actitudes de forma espacial en el seno de un único espectro. Entre las dos posturas extremas hay un centro y en extremista de izquierdas defiende posiciones más cercanas al centro que uno d derechas. En cuarto lugar, se entiende que las actitudes de los votantes se forman al margen de las actividades desplegadas por los partidos. Los partidos se acomodan las preferencias de los votantes. No determinan ni modulan tales preferencias. Por tanto, a efectos del análisis podemos entender que las preferencias de los votantes y las conductas de los partidos son dos variables separadas. 2ª) La segunda de las ideas del marco de Downs incorporada al enfoque competitivo de las relaciones partido-votantes es la relacionada con la hipótesis de que las políticas propugnadas por los partidos y las que se implementan cuando están en el poder se respetan por la necesidad que tienen de acaparar votos. Pueden existir constricciones (tradición de un partido o su ideología ancestral), pero al margen de sus orígenes, los partidos diseñan sus políticas teniendo en cuenta la probable reacción de los electorados de masas. Si cambian las preferencias de los

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votantes, debe alterarse la postura de los partidos. Así, la campaña electoral tiene como trasfondo las maniobras de los partidos en torno a políticas, y en mayor o menor medida la competición en trono a las políticas se lleva a cabo en el seno del marco general de las campañas reales. El enfoque competitivo para el estudio de las relaciones entre partidos y votantes ha sido criticado por los INSTITUCIONALISTAS por dos motivos:1.- No están de acuerdo en que las preferencias de los votantes sea una variable exógena. Se afirma que, muy al contrario, los partidos construyen o moldean tanto preferencias de los votantes como la forma en que éstos perciben sus propios intereses.2.- Los institucionalistas niegan que los partidos sean capaces de ajustar sus políticas a una posición óptima en función de cómo sean definidas las preferencias de los votantes. Al contrario que las firmas comerciales que operan en el mundo económico, se ven severamente limitados por su propia historia y las relaciones que imperan en el seno del partido. No es sólo que un partido no sea capaz de moverse hacia la dirección de una gestión política óptima, sino que lo que expone sobre las pp (manifiestos, programas electorales, etc.) puede constituir una guía limitada para saber qué actividades desarrollará una vez que legue al gobierno. Respecto a si las preferencias son exógenas, decir que incluso en relación a los mercados se han planteado dudas sobre la autonomía de la elección individual. Pero lo que defienden los institucionalistas no deriva ni depende de esta hipótesis. Parte del argumento institucionalista se basa en la idea de que la relación entre partido y votantes es muy distinta a la que se registra entre una empresa y el consumidor.

2. La Crítica de Dunleavy

Dunleavy identifica una serie de formas por medio de las cuales los partidos pueden dar forma a las preferencias de los electorados de masas. Afirma que tanto los partidos en el gobierno como los que potencialmente pueden formar parte del siguiente gobierno, cuentan con estrategias que les permiten moldear las preferencias. La enorme cantidad de recursos con los que cuenta el estado da ventaja al partido en el gobierno. Los partidos en el gobierno recurren preferentemente a tres estrategias para moldear las preferencias: Ingeniería Social Partidista. Si el atractivo que un partido político tiene para sus votantes está vinculado a la posición que ocupa en la estructura social, las políticas de Estado que puedan cambiar la estructura social también afectarán a la fortuna electoral de los distintos partidos. El crecimiento o declive de una clase social puede darse por dos razones, cambio generacional produce cambios duraderos en la estructura social, mientras los cambios en las preferencias de los votantes cuya posición social se ha visto alterada puede dar lugar a un nuevo modelo de alineación de votantes incluso a corto plazo. Este segundo tipo de evolución es el relevante a la hora de considerar la naturaleza exógena de las preferencias de los votantes. Ajustes en las Relatividades Sociales. Al cambiar la posición relativa de los grupos en el orden económico y social, los partidos en el gobierno puede fortalecer el apoyo que ellos mismos reciben por parte de grupos particulares y esto también supone moldear preferencias. Control del Contexto. En algunas situaciones, el partido en el poder puede ser capaz de manipular la situación objetiva de la comunidad política, de forma que sus partidarios adquieran ventajas, especialmente a través de la toma de decisiones en política exterior. Por ejemplo, una intervención militar breve y exitosa en el exterior, con pocas bajas puede ser favorable para el gobierno en unas elecciones en las que de otra forma se viera presionado debido al descontento de los votantes por su actuación en otros asuntos. Los partidos en la oposición y que podrían llegar al poder tb tienen estrategias para moldear las preferencias, dos de las cuales señala Dunleavy. Capitalizando Tensiones Sociales. Es una estrategia que guarda similitud con la manipulación del contexto y que tb está al alcance del partido en el gobierno; se

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alteran las preferencias a corto plazo, en este caso por el sistema de incidir sobre el antagonismo que existe entre grupos sociales diferentes. Fijando La Agenda. Un partido, tanto si está en el gobierno como si no, tenderá a centrar la atención de los votantes en ciertos temas y no en otros. Lo que dicen y hacen durante la legislatura, afecta al modo en que los votantes llegan a percibir el mundo político. Contribuye en el modo que definen y perciben los votantes individuales. De todas estas estrategias lo que es importante retener es que no se trata de meros mecanismos que un partido puede usar si se toma la molestia de pensar en ellos, sino más bien hablamos del núcleo de las actividades de todos los partidos. Los partidos no son como empresas comerciales en situación de competencia perfecta, no están a merced del mercado. Su negocio consiste en intentar dar forma a las preferencias de los votantes todo el tiempo. Evidentemente los votantes pueden contar con otras fuentes de información y acceder a otras formas de entender el mundo de lo político, y sería un error que están a merced de los arptidos a la hora de desarrollar sus preferencias. Pero el argumento central del enfoque de la competición espacial, el de que los partidos responden a preferencias de los votantes determinadas de forma exógena resulta poco plausible. Es una simplificación del mundo político que no refleja correctamente el papel que desempeña la formación de preferencias por parte de los partidos en la política democrática.

3. Limitaciones del Análisis Espacial.

Otra importante objeción al enfoque competitivo y su forma de considerar la competición entre partidos se refiere a la necesidad que tienen estos partidos de encontrar su localización en el espectro político. La capacidad de un partido para diseñar políticas que respondan a unos supuestos requerimientos del mercado político se ve muy circunscrita por dos factores relacionados entre sí, su historia y las relaciones internas de los partidos. Ya vimos que la ideología de partido no es algo que se pueda cambiar fácilmente, los partidos no pueden moverse libremente por el espectro ideológico. Downs señala que los partidos no pueden saltar unos por encima de otros, pero esto es inadecuado para intentar captar el impacto que tienen la ideología y la historia sobre la ideología y la política del presente. Una de las principales razones que hacen que los orígenes y evolución de un partido sigan teniendo su impacto es que es que no se trata únicamente de un actor unitario. El análisis de Downs igual que en todos los demás basados en la competición espacial, se presume que existe ‘el’ partido, que tiene objetivos y recurre a estrategias alternativas para lograr estos objetivos. Pero todos los partidos (excepto los muy pequeños) se componen de elementos diferentes que fijan sus propios objetivos y estrategias óptimas para alcanzarlos. Bien puede ser que estas estrategias entren en conflicto con lo que podría parecer una estrategia óptima a ‘el’. E esta idea subyace una forma de considerar a los partidos que parte de la elección racional que recurre a la teoría de juegos desarrolla por Tsebelis. Este autor crea la idea de ‘juegos ocultos’ que suponen conflicto entre actores que juegan a un juego como parte de otro juego. Puede explicar así por qué los activistas laboristas reemplazaron a sus representantes en el P y coadyuvaron a su derrota electoral. Desde la perspectiva de Downs esto es una estrategia irracional, pues el partido no podía aspirar a ganar mayoría parlamentaria. Tsebelis muestra que fue una estrategia racional par unos activistas que actuaban en contra de lo representantes del partido, pues a largo plazo les permitiría hacerse con la reputación de ‘duros’, de forma que se tomaran más en serio sus puntos de vista. Los defensores del enfoque competitiva podrían aducir que este tipo de ejemplos solo se dan en el seno de partidos con base afiliativa y que son los miembros del partido los que constituirán elemento desestabilizador, en el sentido de que son capaces de parar estrategias que son óptimas para el partido en su conjunto. Pero esto no resulta convincente. En todos los partidos hay miembros cuyos intereses pueden divergir de los del partido en tanto que actor unitario. Por ejemplo los intereses de parlamentarios de segunda fila sin esperanza en hacer carrera en el

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partido, tanto si este está como si no en la oposición, podrían salir mejor parados si se mantienen en la oposición. Individualmente ejercen más influencia y tiene más prestigio en sus localidades cuanto más pequeña sea la delegación parlamentaria. Sin embargo el partidario del enfoque competitivo podría preguntar por qué tiene tanta importancia la historia y el carácter no unitario de un partido a la hora de influir sobre la conducta desplegada por éste, mientras este tipo de factores son menos importantes cuando se aplican al estudio de la conducta de las empresas en el mercado. Hay dos diferencias clave entre empresas y partidos en este aspecto. Los partidos no tienen una línea de meta como las empresas. Una empresa que no obtiene beneficios sistemáticamente ha de abandonar los negocios, pero un partido puede seguir existiendo mucho tiempo aunque no expanda su base electoral y se mantenga en la oposición. En segundo lugar, el hecho de que el voto no sea un mero medio para los votantes –como sí lo es el dinero- tiene impacto sobre la longevidad de los partidos. Existe un mayor desistimiento de empresas en el mercado que de partidos en la comunidad política. Sin embargo, las grandes empresas se han visto minadas a largo plazo por sus nuevos rivales en el seno de su industria doméstica; se han ido enfrentando a la competencia creciente de los rivales de fuera y se ven sometidos a la competencia de productos nuevos con el paso del tiempo. Así, actores y grupos individuales en el seno de una empresa han d estar más preparados a apoyar los intereses de la empresa de lo que lo están los distintos elementos dentro del partido. La operatividad de las egresas que sobreviven implican que los intereses de la empresa en sí, del actor unitario, han de predominar en caso de conflicto de intereses de cualquiera de sus componentes. Es mucho menos probable que esto ocurra en el seno de un partido. Todo esto sugiere que hay que considerara con precaución la idea de competición espacial. El análisis espacial no permite comprender la competición entre partidos; pero la idea tiene ‘algo’. Los votantes tienen puntos de vista políticos y demandas que funcionan independientemente de los partidos. Un partido no es solo un conglomerado de individuos y grupos, son una institución y es posible analizar sus intereses. En cierta medida el enfoque competitivo puede ayudarnos a entender los vínculos existentes ente votantes y partidos. De hecho se podría decir que con el tiempo, en las últimas décadas del XX los partidos e han ido alejando de sus raíces, lo que puede convertir al análisis espacial en algo más valioso de lo que era. Pero sería un error entender que la competición entre partidos es esencialmente el posicionamiento estratégico de los partidos en relación a programas políticos, siendo así que el posicionamiento indica que reflejan preferencias de los votantes. Sería un error por tres razones:

Los partidos moldean las preferencias de los votantes más que simplemente reflejarlas.

Tanto la historia de un partido como las relaciones que existen entre sus diversos elementos dan lugar a programas de los partidos que no son reflejos “óptimos” de las preferencias de los votantes.

Los programas de los partidos sólo son uno de los factores que sirven de guía para saber lo que harán los partidos cuando gobiernen. Los programas no son como los catálogos de bienes de consumo que encontramos en los buzones, fiables y viables.

3. Partidos y Formación de Gobierno.

Muchas de las versiones populares de las teorías del gobierno representativo no explican completamente el nexo partidos-votantes. Para comprender lo que hacen los partidos durante el proceso de formación de gobierno, debemos identificar tres series de variables: la conexión (si existe) entre partido en el poder y formación de gobierno; las personas responsables en el seno de un partido de la toma de decisiones sobre como formar o unirse a un gobierno; y los objetivos de los que estén implicados en la decisión de formar gobierno.

a) El papel desempeñado por el partido en el poder.

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Existen tres haces principales de relaciones entre el partido del poder y la formación de gobierno en democracias liberales:1. —El modelo presidencial. El único que ostenta la responsabilidad de formar gobierno es un presidente elegido directamente. Los partidos en el poder no tienen un papel directo ni ponen nada personal en juego, puesto que los miembros del Parlamento no pueden ser al mismo tiempo miembros de gobierno. Los EEUU son el ejemplo más puro de esta variable.2.- El modelo de partido mayoritario. Se trata de un modelo parlamentario en el que un único partido tiene una mayoría “funcional” de los escaños del Parlamento. El gobierno se forma con miembros de ese partido parlamentario y no hay ningún otro partido que pueda recabar el apoyo suficiente en la cámara. Gran Bretaña y Nueva Zelanda ha funcionado en base a este modelo.3.- El modelo de partido minoritario. Estamos ante un sistema parlamentario en el que ningún partido tiene mayoría “funcional” de los escaños. Los gobiernos sobreviven mientras puedan mantener la confianza de su Parlamento. Es la forma más común de gobierno en las democracias europeas y se pueden dar tres posibles resultados:# Gobierno minoritario que no puede controlar a la mayoría del Parlamento. Sobreviven hasta que otros partidos puedan unirse y ganar una moción de censura o se convoquen elecciones.# Gobierno de coalición basado en alianzas preexistentes. Se pacta la formación de gobierno antes de la celebración de elecciones. Este tipo de acuerdos casi siempre son públicos y suele trascender los principios generales de distribución de cargos.# Gobierno de coalición tras las elecciones. La negociación entre partidos tiene lugar antes de la formación de gobierno. Se negocia qué partidos formarán parte del gobierno y cómo se distribuirán las carteras entre los partidos, así como la naturaleza de la política gubernamental.

b) ¿Quién es el responsable de las decisiones respecto de la formación de gobierno?

Hemos de diferenciar entre la constitución formal (que puede contemplar por ejemplo que la responsabilidad de formar gobierno recae sobre el líder electo o presidente de un partido mayoritario) y el proceso real. En algunas democracias europea de antes de la segunda guerra las figuras decisivas eran los líderes de antes de la organización del partido, y no los líderes en el P. Pero en general, en los sistemas parlamentarios el poder en este ámbito tiende a recaer cada vez más en los líderes de las cámaras. Pro existen dificultades en el caso de muchos de estos líderes, que pueden no ser capaces de convencer a sus colegas en el P para que coincidan con ellos en el deseo de unirse a un gobierno. Pueden tener que asegurar que sus colegas en el P obtengan carteras en el gobierno, etc. En sistemas presidenciales se atendido a que los presidentes durante su mandato incrementen la ya considerable autonomía del cargo respecto a la formación de gobierno.

c) Los objetivos de los implicados en la formación de gobierno.

Muchas de las ideas populares sobre la democracia representativa asumen que la formación de gobierno debería efectuarse de la forma que mejor asegure que las preferencias de los votantes determinan la política del gobierno. Pero lo cierto es que las políticas públicas sólo constituyen uno de los tres objetivos que pueden defender quienes están formando un gobierno, los otros dos serían: las carreras y el cargo. Las carreras: Uno de los objetivos de un político puede ser el mantener su carrera política. En el caso de un parlamentario esto pudiera ser seguir en el Parlamento. Sin embargo, en el caso de os políticos, al contrario de lo que ocurre con otras carreras, deben ser reelegidos periódicamente frente a otros competidores para poder mantenerla. Obviamente, la forma en que actúan individualmente y especialmente le modo de actuar de su partido tendrá un impacto importante sobre sus posibilidades de mantener viva su carrera.

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El Cargo: Puede ser que el político también quiera ocupar cargos en el gobierno o en organismos gubernamentales. Pueden valorar estas posiciones porque les aportan prestigio o porque facilitan el acceso de los simpatizantes del partido a ciertos recursos como por ejemplo el ejercicio de patronazgo. Así, los objetivos de los políticos individuales pueden ser –y en el caso de la carrera y del cargo, son- distintos de los objetivos del partido como actor unitario. Esto complica cualquier análisis de la formación de gobiernos que se base en la idea de que la conducta de los actores es racional, puesto que el análisis debe incluir soluciones al problema de quienes son actores relevantes cuyos objetivos han de tenerse en cuenta. La formación del gobierno es una de las áreas de la ciencia política en la que la teoría de la elección racional ya ha hecho sus contribuciones. Pero lo que esta claro es que el grado de motivación de los políticos por cada uno de los tres objetivos: Políticas públicas, Carrera y Cargo, es variable. No sólo debemos individualizar los tres objetivos, incluso puede que sean incompatibles entre sí. Un político tendrá que enfrentarse a circunstancias en las que exista cierta incompatibilidad entre los distintos objetivos.

4. Partido y formación de Gobierno en Sistemas Presidencialistas. La formación de gobierno en los sistemas presidencialistas supone un modo muy diferente de implicación de los partidos al que se da en regímenes parlamentarios. De hecho, los sistemas presidencialistas no son frecuentes en las democracias liberales. Sólo en Costa Rica, EEUU y Francia y recientemente Finlandia, cuenta con presidentes elegidos con poderes ejecutivos. Las presidencias electivas con poderes ejecutivos se han considerado como una de las principales causas de la elevada tensión e inestabilidad en una comunidad político pues el que gana se lo lleva todo; el ejemplo estrella de este tipo de proceso nos lo ofrece Weimar. En sistemas estrictamente presidencialistas, se cuenta con un presidente directamente elegido que controla el brazo ejecutivo, los miembros del gobierno no pueden formar parte del Parlamento y a su vez, el ejecutivo no puede ser objeto de moción de censura por parte del legislativo. En este tipo de sistema, cabe esperar que la influencia ejercida por los partidos del Parlamento a la hora de formar gobierno dependa enteramente del desempeñado por el partido parlamentario a la hora de elegir al presidente. En los EEUU el presidente a menudo solicita el consejo de los señores de su partido en el Congreso, pero el dar consejo es el único papel que desempeñan y si bien la elección de los funcionarios más importantes está sujeta al visto bueno del Senado, sólo ocasionalmente el senado ha rechazado al candidato del presidente. De hecho, este nexo entre presidente y partido en el Congreso se ve debilitado debido a otros factores. Uno de ellos es la tradición norteamericana de que el vencedor de unas elecciones presidenciales haga un llamamiento al país para que cierren filas en torno a él tras su elección. Una de las contribuciones que hace el presidente es nombrar para cargos en la administración a personas que no forman parte del partido y en ocasiones a uno o dos asociadas a otro partido. Por otra parte, las normas del Congreso discriminan a los congresistas que abandonan la Cámara para reanudar su carrera en ella más tarde. Por tanto, pocos miembros del Congreso dejan el Congreso o el Senado para unirse a una nueva administración. En el sistema semipresidencialista francés se da una especie de término medio entre el sistema presidencialista de EEUU y los sistemas parlamentarios. El gobierno es elegido por los partidos que ostentan una mayoría en la Asamblea Nacional. Cuando estos partidos son los mismos que aseguran la elección del presidente, el poder de nominación efectivo recae sobre el presidente. Cuando no lo son, el líder del mayor partido o grupo de partidos resulta ser el actor clave en este proceso. A diferencia de EEUU, los ministros que dejan el gobierno, pueden posteriormente reclamar un escaño en la Asamblea Nacional sin grandes dificultades, por tanto, los lazos que se dan entre el partido parlamentario y la formación de gobierno son mucho más estrechos que en EEUU.

5. Partidos y formación de Gobierno en los Sistemas Parlamentarios.

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El bipartidismo establece una conexión directa entre resultados electorales y formación de gobierno a través del modelo de partido mayoritario. Un partido sale de las elecciones con la mayoría de los escaños y con esa mayoría es capaz de instalar en el gobierno a quien quiera; normal mente miembros más antiguos y experimentados del partido mayoritario en el P. En el sistema británico el líder se convierte en primer ministro y elige al resto de ministros, pero también pueden surgir muchos rivales en el seno del partido y por tanto interesa no dejarles al margen de los cargos. En este sistema, cuando el partido pierde una votación importante en el Parlamento, es como si el gobierno se censura a sí mismo y lo normal será que se solicite al Jefe del Estado la convocatoria de elecciones. A partir de este modelo de relación entre elecciones y gobierno, se puede entender algo mejor –sólo algo mejor- los nexos que existen en otro tipo de sistemas de partidos. El modelo de partido minoritario que más se parece a la versión bipartidista es el del sistema de dos partidos y medio, en el que dos partidos no esperan contar con una mayoría parlamentaria propia y anuncia antes de las elecciones que formarán gobierno de coalición si obtienen mayoría entre los dos. En Australia e Irlanda, entre otros, tenemos este modelo. La naturaleza de estas asociaciones es tan perdurable que cuando se rompe la coalición lo más probable es que se celebren elecciones poco tiempo después. Pero no todos los sistemas de dos partidos y medio son de este tipo. En algunos casos los votantes no saben con antelación lo que ocurrirá tras unas elecciones de las que sale un Parlamento que “queda en el aire”. Así, partiendo de los trabajos realizados sobre la política bipartidista cabría esperar el siguiente proceso. Se celebran elecciones. Si la distribución de votos y escaños parlamentarios es la misma que se daba en el anterior Parlamento, el gobierno previo (de coalición) se mantendrá en el poder. Si no, los líderes de los partidos negociarán entre sí sobre cómo formar un nuevo gobierno. Este gobierno reunirá los siguientes rasgos:

Abarcará un número de partidos suficiente como para formar mayoría en el P que permita gobernar, pero tampoco a más.

Habrá acuerdo sobre la distribución de cargos entre aquellos partidos que formarán parte de la coalición.

Habría acuerdo sobre las pp que implicaría que todos los partidos, en alguna medida deberán ceder en el ámbito de sus políticas preferidas.

Debido a estos compromisos y a que cabe imaginar toros posibles gobiernos de coalición, es más fácil de que este tipo de gobiernos fracase antes del término de la legislatura que en el caso de sistemas bipartidistas. Es posible que se forme un nuevo gobierno sin la convocatoria de elecciones.

Cuantos más partidos haya más probable es que los gobiernos se hundan y reformen de tal manera.

Este fue el tipo de modelo en sistema multipartidistas que según los politólogos de los ’50 era característico del mundo real. Pero esta forma de formación de gobierno no capta algunos aspectos importantes del proceso real de formación de gobierno. En el mundo real de sistemas bipartidistas hay muchos más ejemplos de gobiernos minoritarios y de coaliciones sobredimensionadas. Esto indica que las explicaciones que se han dado sobre el proceso de formación de coaliciones son incompletas, induciendo a error en algunos casos. para ver por qué resultan inadecuadas volvemos sobre la distinción entre objetivos que pueden perseguir los políticos. Objetivos relacionados con las carreras. Lo que se suele asumir en los sistemas bipartidistas es que estar en el gobierno ayuda a preservar una carrera parlamentaria además puede dotar de un perfil mejor al partido, líderes y miembros en el P e implementar políticas públicas que incrementen las posibilidades de mantener la fuerza parlamentaria. Pero existen algunas razones por las que un partido puede considerar que unirse a un gobierno de coalición pude disminuir sus probabilidades de preservar su fuerza electoral, por ejemplo:

a) Los partidos antisistema y los partidos con agendas políticas extremas pueden negarse a entrar en gobiernos de coalición porque no quieren comprometer sus principios y sus agendas. Para las “carreras” esto supone

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que los parlamentarios temen que sus simpatizantes pueden organizar revueltas electorales si llegan a un compromiso.

b) En los sistemas multipartidistas en gobiernos que caen regularmente, estar fuera del gobierno hace más fácil para los parlamentarios el que critiquen las políticas impopulares del gobierno y de este modo preservar sus carreras.

c) Un partido que defiende una política concreta en un área específica, política que aparece como el pilar de sus llamamientos electorales (por ej. nacionalismo de Convergencia i Unió), puede abstenerse de entrar en una coalición si esta política no es aceptada por los socios. Esta posición basada en los principios puede ser una estrategia mejor para proteger su apoyo electoral y, por tanto, las carreras parlamentarias de sus miembros.

Objetivos relacionados con el cargo. Normalmente se piensa que, en un sistema bipartidista, la recompensa del cargo funciona según el principio del “ganador se lo lleva todo”. Si tu partido no está en el poder, no puedes formar parte del gobierno ni premiar simpatizantes con cargos en el gobierno u otras organizaciones sobre las que el gobierno tenga alguna influencia. Pero pueden darse circunstancias en las que este argumento no sea del todo válido para entrar a formar parte de un gobierno:

a) Los líderes de los partidos pueden negarse a entrar en una coalición si este gobierno va a durar poco y su participación en él pueda dañar sus oportunidades de estar en el gobierno a largo plazo.

b) En el caso de partidos pequeños, los cargos que pueden asegurarse en el marco de una coalición podría ser poco importantes como para que el argumento del cargo juegue a favor de la entrada en el gobierno de coalición.

c) Se pueden ofrecer a un partido algunos beneficios (incluidos los propios del patronazgo), que normalmente van asociados al ejercicio del poder, sin que esto implique entrar formalmente a formar parte del gobierno. Si participar en el gobierno supone otro tipo de desventajas, esta opción puede resultar más atractiva para el partido.

Objetivos relacionados con las políticas públicas. Lo que se suele asumir en el caso de los objetivos relacionados con las políticas públicas es que un partido que no forma parte del gobierno no conseguirá implantar las políticas que propugna. Un partido en el poder esta en mucha mejor posición para presionar en este sentido. Sin embargo esta regla no es universal, puede ocurrir que por ejemplo, en un partido centrista, un gobierno puede excluirle pero aquellos partidos que sí forman parte del gobierno y están tanto a su izquierda como a su derecha, pueden acabar con una agenda política muy similar a la que resultaría de la participación del partido de centro en el poder. A la inversa, un partido puede ser capaz de gobernar pero no poder hacer lo que quiere respecto de las pp, sobre todo cuando las discusiones en el proceso de formación de la coalición están centradas en la distribución de cargos y no en acuerdos políticos. Además, en los parlamentos, el grado de influencia que pueden ejercer los políticos que no pertenecen al poder sobre la toma de decisiones en cuanto a políticas públicas, varía. Algunos permiten un nivel de influencia considerable (Riksdag sueco). Para un político cuyo interés radique en la implementación de políticas públicas esto tendrá su efecto sobre el nivel de atractivo que pueda tener la participación en el gobierno.

Formación de gobierno en el multipartidismo.

Parece demostrado que la conexión entre resultados electorales y formación de gobierno es mucho más compleja en sistemas multipartidistas que en bipartidistas. Pensemos que los cálculos que haga un partido para decidir si entra o no a formar parte de un gobierno son mucho más complicados cuanto más nos alejemos del bipartidismo. Por ejemplo, los objetivos centrados en los cargos pueden acercar a

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los líderes de los partidos a la unión, pero otro tipo de consideraciones pueden empujarlos en dirección opuesta. Puede darse conflicto de intereses en el seno del partido a la hora de plantearse el ingreso en el seno de la coalición. Las coaliciones con los partidos mínimos para ganar no son la única forma estable de gobierno en un sistema multipartidista. Los gobiernos minoritarios puede se estables siempre que la oposición no se ponga de acuerdo y por tanto no actúe junta. De hecho, en ocasiones, un gobierno minoritario puede constituir una solución más estable pues puede que exista un conflicto de intereses menor en su seno que cuando la mayoría parlamentaria esté formada por una gran coalición. Suecia es un ejemplo notable, por lo general, sus gobiernos minoritarios duraban más que los gobiernos de mayoría en solitario de un partido. Cabría pensar que las diferentes circunstancias podrían dar lugar a gobiernos minoritarios por un lado y a coaliciones sobredimensionadas por otro. Uno de los argumentos más interesantes que han surgido en los últimos años es el de que ambas formas de gobierno tienden a surgir en condiciones similares. Como señalan Laver y Schofield, ambos tipos son algo común en Finlandia y en Italia. Los estudiosos afirman que es probable que se llegue a cualquiera de las dos fórmulas cuando existe un partido domínate en el sistema. Un partido minoritario grande con partidos tanto a su derecha como a su izquierda puede gobernar por sí mismo durante largos periodos de tiempo debido a la ausencia de temas conflictivos que pudieran unir a sus opositores contra él para derrotarle. Pero cuando un partido de este tipo entra en un gobierno de coalición pede verse tentado a intentar introducir más partidos en la coalición de los que son necesarios para proveer una mayoría parlamentaria. Una coalición de este tipo representa la desventaja de no dejar abierta la posibilidad de chantaje si uno de los socios amenaza con irse en un momento inoportuno. Además si son partidos pequeños, puede que tengan pocos cargos de gobierno. Esto nos lleva al tema de la asignación de cargos en el gabinete y en el resto del gobierno. Existen dos bases alternativas a la hora de formar gobierno, la 1fuerza negociadora y la 2proporcionalidad. Si la base de asignación de cargos es la fuerza negociadora, el número de escaños que cada partido tenga en el Parlamento no es demasiado importante. Los partidos negocian los puestos en base a lo cruciales que pueden ser en la coalición de gobierno. En teoría, un partido pequeño podría reclamar la mitad de los puestos de su socio más grande, si ese socio fuera incapaz de formar gobierno con otro partido o gobernar en minoría. Pero si el criterio utilizado es el de la proporcionalidad, los partidos obtienen grosso modo la misma proporción de puestos en el gobierno que su porcentaje de escaños parlamentarios en el seno de la coalición. Pero, ¿cómo se comportan los partidos en el seno de sistemas multipartidistas? Laver y Schofield hallaron fuerte relación empírica entre la estabilidad de los gabinetes y el recurso a la proporcionalidad a la hora de la distribución de carteras ministeriales. En general, en sistemas en que los gobiernos perduran se recurre a la proporcionalidad (Alemania, Austria, Irlanda, Luxemburgo y Noruega), mientras en gabinetes que duran poco se recurre al principio de la fuerza negociadora (Bélgica, Dinamarca, Finlandia e Italia). Las razones que explican estas conexiones varían según los tipos de sistemas de partidos, pero en general, cuando la composición del gobierno está abierta a renegociaciones regulares, los partidos utilizan su capacidad de negociación con los demás partidos. Entramos en competición y el primer recurso con que cuentan los partidos es la fuerza negociadora. Pero la formación de coaliciones que cuentan con gabinetes estables tiene muy pocos rasgos de una competición, en estas condiciones es más fácil que surjan reglas de equidad a la hora del reparto de cargos del gobierno, y la proporcionalidad es un principio obvio de equidad, puesto que se reconoce que los partidos mayores tienen que recompensar a más gente que los más pequeños. En resumen podemos decir que la forma más común de gobiernan es la coalición. De los quince países europeos que no han dejado de ser democracias libertades desde finales de los años cincuenta, el único que no ha contado con gobiernos de colación ha sido Gran Bretaña. No obstante, hay que comprobar si el proceso de

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formación de gobierno distorsiona aún más el vínculo que existe entre preferencias de los votantes y resultados de los gobiernos, un vínculo que para muchas teorías de la democracia representativa resulta crucial. En principio, del análisis establecido parece que este vínculo se distorsiona en los sistemas multipartidistas. Por ejemplo, los objetivos relacionados con las carreras y los cargos de los líderes de los partidos y los parlamentarios, y la forma en que afectan a la formación de los gobiernos en sistemas multipartidistas, podrían ser un factor que impediría la materialización de las preferencias de los votantes en políticas gubernamentales. Puede darse el caso que en un modelo de partido minoritario se llegue a dar una alianza “maldita” entre extrema izquierda y extrema derecha que distorsione el vínculo entre preferencias de votantes y políticas públicas. De hecho, hay que admitir que en alguna ocasión se ha formado gobiernos multipartidistas en los que se evidencia este tipo de distorsión:

a) La exclusión sistemática del gobierno, ha partir de la década de 1940, de los grandes partidos comunistas de Italia y Francia. Los comunistas no disfrutaban del porcentaje de tiempo en el gobierno que su apoyo electoral debería garantizarles, suponiendo que los gobiernos a largo plazo reflejaran el patrón de opinión de los votantes.

b) La gran influencia ejercida por pequeños partidos, especialmente partidos religiosos en las políticas implementadas por sucesivos gobiernos israelíes.

c) En Suiza, no existe conexión alguna entre tendencias electorales y formación de gobierno. Desde finales de la década de los 50, los cuatro mayores partidos que obtienen más del 80% de los votos, han sido miembros de la coalición de gobierno.

En resumen, puede decirse que si bien la formación de gobierno en un modelo de partido minoritario implica otros factores además de las políticas públicas, este proceso no rompe los vínculos existentes entre preferencias de los votantes y resultados ofrecidos por los gobiernos. El modelo popular de democracia representativa se mantiene razonablemente intacto en este aspecto.

Francia.

Una diferencia clave entre la IV y V república estriba en la relación partidos-gobierno. En la IV los gobiernos de coalición se formaban y disolvían con rapidez. El poder de los partidos pen el P para derrocar al gobierno podría llevarnos a pensar que se trataba de un sistema dominado por los partidos. Pero no es cierto, un problemas de este República era la debilidad de los partidos. Estaban muy descentralizados, excepto gaullistas y comunistas, se trataba de agrupaciones de políticos individuales cuyo poder derivaba de su base local. El resultado era su falta de cohesión. En 1958 surgen unas relaciones partidos-gobierno distintas. El predominio del ejecutivo (cuando el presidente contaba con el respaldo de la mayoría del P) ha permitido que surgieran partidos más cohesionados. Es el presidente quien elige al primer ministro y quien puede restringir o favorecer las ambiciones políticas de miembros de su partido. Pero la mayoría de gobiernos de la V han sido de coalición, si bien los socios de coalición se conocían antes de saber los resultados electorales. Ninguna de las dos formaciones de derecha aseguraron mayoría en el P; los socialistas tuvieron mayoría en 1981 pero recompensaron a los comunistas con puestos en el gobierno. Cuando en 1984 estos abandonan el gobierno se da predominio de partido mayoritario hasta 1986. Tras las elecciones del ’88, los socialistas gobiernan en minoría hasta 1993, fecha en la que se constituye un gobierno de coalición por partidos de centro-derecha. La reducción de la influencia ejercida por las bases políticas de la V agudizó las tendencias centralizadoras. Ello unido a los largos turnos en la oposición que habían pasado tanto izquierda como derecha ha hecho que los partidos se dediquen más al desarrollo de pp.

Alemania.

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Gobiernos de coalición duraderos son característica en posguerra, lo que marca diferencia respecto de Weimar. Partido que no forme parte de la coalición puede verse excluido del gobierno durante un considerable periodo de tiempo. Entre elecciones se ha registrado una tendencia de ruptura de gobiernos de coalición más que antes de las lecciones, formándose nuevas coaliciones mayoritarias. Aunque los partidos en el poder no hagan campaña como equipo antes de las elecciones, el electorado a menudo sabe cual sería la composición de un nuevo gobierno de coalición si se hiciera con la mayoría del Bundestag. Se ha dado alguna conexión entre tendencias de apoyo electoral en elecciones precedentes y cambios en los socios de coalición. Pero el modelo dista mucho de ser único. Mientras que a nivel federal los gobiernos estables y duraderos han sido lo usual, ello no ha impedido el surgimiento de coaliciones diferentes en los Länder, por ejemplo, hubo coaliciones entre PLD y PSA. El resultado es que no es probable que la mayoría de partidos se vean completamente excluidos del gobierno, algo que ilustra el ejemplo de los Verdes, cuyos resultados electorales a nivel de Land hicieron factible su entrada en gobiernos federales. La facilidad relativa con la que un nuevo partido puede entrar a formar parte de un gobierno puede indicar que una de las vías por la que el sistema político de posguerra ha cumplido uno de los objetivos de sus fundadores ha sido la de brindar mecanismos que ayuden a desarrollar lealtad al sistema. Pero hemos de matizar, hasta el momento, este sistema de partidos no ha tenido que enfrentarse a partidos antisistema. En la izquierda se ha excluido a los extremistas, el PC se prohíbe y con la barrera del 5% el PSA no tenía rival por la izquierda o el centro hasta la llegada de los verdes. La derecha se contuvo hasta la reunifación. El impacto económico y social probablemente ofrezca una oportunidad para la representación en el P de la derecha a nivel federal y de Land.

EEUU

En cierto modo, su C excluye la posibilidad de pensar en gobiernos de coalición. La responsabilidad de los nombramientos de los principales cargos del gobierno recae en el presidente elegido. Pero varias razones hacen que esto esté por debajo de la máxima ‘el ganador se lo lleva todo’ y que, en cierto modo, los acuerdos de coalición estén en el corazón del sistema. Primero, en este sistemas de gobierno se contrapesa la separación de poderes con distintos mecanismos de control y equilibrio. El modelo establecido por os padres fumadores en 1787 impone controles a los poderes de cada uno de los brazos, como el veto del Senado respecto de los nombramientos del presidente. Segundo, la tendencia de que los votantes voten ala vez a partidos distintos incrementa la necesidad de que el presidente construya alianzas políticas con sus oponentes, en el Congreso si quiere que se prueben leyes que le interesen y que no se abran investigaciones que pudieran resultar embarazosas para la administración. Gobiernos divididos en los que el presidente es de un partido y el Congreso es controlado por otro han sido comunes en las últimas décadas, por ejemplo 12977-1981. Tercero, el hecho de que los candidatos leven cada vez más sus campañas y el partido haya dejado de ser la llave para acceder a los votantes hace que los miembros del Congreso se comporten de manera cada vez más individualista en la Cámara de lo que o habían hecho en años anteriores. El comprometer el liderazgo del partido resultaba una estrategia menos atractiva. Los líderes del Congreso se enfrentaban una situación en la que intentaban pastorear más que a ovejas, a gatos, cada uno de sus cargos iba en su dirección. Un presidente que quiera implementar su agenda política ha de contar ahora con más apoyos en el Congreso. Una de las formas de comprender a los partidos norteamericanos es reconocer su falta de cohesión y descentralización de sus estructuras; descentralización que convierte los pactos formales de coalición entre partidos en algo sumamente difícil. Esta es la razón por la que si cabe decir que estos partidos parecen un conjunto de huesos descoyuntados, y no un esqueleto como se dice de los de GB.

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Partidos en el Gobierno

Entrar a formar parte del gobierno puede ofrecer una serie de oportunidades a los políticos individuales, que quieren perseguir sus propias metas, tanto si éstas consisten en dar cancha a sus políticas prioritarias concretas, como si se trata de disfrutar de las recompensas del poder o de incrementar su influencia en el seno del partido. El gobierno tb constituye un recurso para el partido. Controlarlo es una forma de implementar políticas públicas, pero tb de fortalecer el partido mismo. Esto se logra, colocando a los simpatizantes en puestos administrativos o semiadministrativos sobre los que el partido en el poder puede ejercer su influencia. Lo importante que puede ser el gobierno como recurso varía. El que un partido pase a formar parte de un gobierno no significa necesariamente que puedan él o sus socios de coalición impulsar las políticas públicas en la dirección deseada. Tampoco implica que los que estén en el poder se comporten siempre como vencedores repartiéndose el botín. En algunos regímenes el estar en el poder ofrece medios relativamente escasos para recompensar tanto a quienes “mueven y sacuden” al partido como a sus más fieles miembros. Además, la importancia relativa de las políticas públicas por un lado, y el cargo y sus recompensas por otro, varía enormemente entre regímenes y asimismo en el tiempo. Durante la década de Jackson, y durante décadas después, los partidos en EEUU utilizan el control del gobierno para recompensar a quienes les apoyaban. Se trataba de un sistema cuya base era los objetivos relacionados con los cargos y no con las pp. Existían diferencias entre los aptitos respecto de las políticas, pero la

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competición entre ellos no implicaba conflicto en torno a agendas políticas radicalmente diferentes. Esta utilización del gobierno suena muy distinta de la que hizo el partido laborista en GB entre 1945-51. En este caso existían importantes diferencias entre las agendas legislativas de laboristas y conservadores y los años que pasaron los laboristas en el poder se caracterizan por la gran cantidad de legislación que se implementó. Pero los laboristas se atuvieron a la tradición de en GB de no utilizar el gobierno para recompensar a quines les apoyaban. Nuestro objetivo aquí es básico, comprender que el tipo de recompensa que puede ofrecer el estar en el gobierno varía mucho en el seno de los países liberal-democráticos. A continuación examinamos ambos tipos de recompensas. Pero existe un tercer aspecto vinculado a ambos tipos de comportamiento por parte de los partidos: el tiempo que un partido permanezca en el poder una vez lo haya conseguido, que será objeto de análisis en el último punto.

1. La Implementación De Políticas Públicas.

En el tema anterior identificamos un vínculo entre votantes-pp que se generaba en tres etapas. Vimos que la noción de que las preferencias de los votantes debía considerarse variable exógena era cuestionable. Se pueden criticar los modelos espaciales de competición entre partidos que se basan en esta concepción de la relación entre votantes-pp; pero las investigaciones de quienes han utilizado tal enfoque pueden ayudarnos a hacer visible la tercera de las etapas de formación del nexo votantes-pp; es decir, aclara si los partidos en el gobierno implementan el tipo de programa que desean la mayoría de votantes. Los programas de los partidos y otras manifestaciones políticas son una fuente importante de información sobre las políticas que persiguen. Comparando estos datos con lo que dicen los gobiernos que van a hacer y con lo que finalmente hacen, podemos calibrar si este tercer estadio del vínculo está presente en las democracias liberales. Conocer la relación existente entre lo que los partidos decían que iban a hacer y lo que los gobiernos intentaban implementar es el primer paso. En el estudio realizado por Laver y Budge se llega a la conclusión de que en general las pp eran un factor importante para la constitución de gobiernos en los países objeto de investigación (Irlanda, Noruega, Suecia, Dinamarca, Alemania, Luxemburgo, Bélgica, Holanda e Israel) pero con variaciones entre ellos. Las políticas eran factor fundamental en Escandinavia, pero tenían menos relevancia en Italia o Israel. Para estos autores, ‘las políticas tiene un impacto sobre las negociaciones para formar coaliciones, si un solo partido controla el legislador situado en el punto medio de la dimensión izquierda-derecha puede llegar a convertirse en elemento fijo del poder y recibir recompensas regularmente más elevadas que el resto de partidos’. Esto nos lleva a la idea de ‘partido eje’ que introducíamos en el tema anterior. Cuando un partido es recurrente en el eje (controla al legislador situado en el punto medio del espectro ideológico) la composición del gobierno tiene poca importancia para la implementación de las políticas. En Italia hasta 1994 los cristiano-demócratas eran los principales determinantes de las agendas debido a su posición axial. Pero cuando el partido que hace de eje cambia con el tiempo, como ocurre en Escandinavia, la composición precisa del gobierno si afecta a las políticas perseguidas. En ambos caos lo que hace un gobierno está relacionado con quienes están en él. Sin embargo, el hecho de que el partido o partidos que estén en el gobierno tengan relevancia en este punto es algo cuestionable. Nos asaltan tres objeciones: primero, al centrarnos en el tipo de países del estudio de Laver y Budge, olvidamos que ha habido algunos regímenes liberal-democráticos en los que la composición por partidos de un gobierno importaba menos. En segundo lugar, cabe aducir que no son los partidos per se, sino otras instituciones políticas las que dan forma a la agenda política de los gobiernos. Al final está el argumento de que no son los diferentes partidos, sino los distintos niveles de desarrollo socioeconómico los que mejor explican las variaciones existentes entre políticas que se implementan en los sistemas políticos. Examinemos estos tres puntos.

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¿La presencia de un partido siempre implica diferencia? Esta línea crítica tiene carácter institucional. La habilidad de un partido para implementar las políticas que quieren, depende de que su control en el gobierno sea algo más que nominal. En la IV francesa, la composición del gobierno cambiaba tan frecuentemente que el impacto del partido sobre las pp era leve; a FR la gobernaban básicamente sus administradores. En EEUU donde la separación de poderes garantiza que el partido que gobierno no tenga bajo su control el legislativo, el modelo de gobierno dividido ha sido rasgo de los gobiernos estatales. Mucho se ha hablado de las consecuencias de este poder de bloqueo mutuo. Por un lado están los que creen que los gobiernos divididos eran candados incapaces de diseñar y llevar a cabo grandes pp. Otros observadores afirman que el Congreso y la presidencia han sido capaces e llegar a compromisos efectivos y que se puede crear una legislación que el público encuentre aceptable. A estas interpretaciones subyace la idea de que en caso de un gobierno dividido no se pueden implementar las agendas de los partidos. Ambos ejemplos nos enseñan que el contexto institucional es relevante. El que se ocupen los primeros cargos del gobierno no garantiza que las pp reflejen los programas de los partidos. Pero a este argumento podemos responder de dos formas. Existen más democracias liberales como, las incluidas en el estudio de Laver y Budge que Cuartas Repúblicas o EEUU. Tb se podría negar que estos dos ejemplos demostraran de hecho lo que se supone que demuestran. Un estudio de Budge y Hoffenbert intenta demostrar que el partido es importante en EEUU; prueban que el poder del ejecutivo es tal que, sea cual sea el partido que controla la presidencia los programas de gasto siempre se asemejan más a los propuestos por el propio partido que a los propuestos por el partido contrario. Esto no altera la conclusión de que el contexto institucional en el que se mueve un partido sí supone una diferencia. El hecho de que los programas en EEUU tengan un carácter muy general y que los políticos individuales pueden ignorar los programas de sus partidos supone que no podemos sobreestimar los resultados de Budge y Hoffenbert. ¿Los partidos son instituciones políticas significativas a la hora de diseñar pp? Si diferenciamos la forma en la que los partidos conectan con el gobierno, ¿podríamos decir que los vínculos que tiene con otras instituciones políticas son rasgos definitorios del diseño de pp? Estos argumentos parten de un enfoque institucional, que no casa con el enfoque competitivo utilizado por Laver y Budge, que consideran que las políticas de los partidos son respuesta a lo que demanda el mercado electoral. El enfoque competitivo está limitado por la incapacidad de responder a dos cuestiones. Primero, la necesidad que tenga un partido de imponer políticas concretas puede deberse tanto a sus vínculos con otras organizaciones como al intento de satisfacer a sus votantes. Segundo, estas organizaciones pueden ser un recurso más para que el partido consiga la aceptación de su programa a pesar de la oposición de otras organizaciones sociales y partidos.

Sin embargo, una vez aceptada la posibilidad de que el contexto organizacional pudiera ser un factor que influyera en las pp, surge un serio problema explicativo. Si los partidos en el gobierno recurren a su control de este para establecer vínculos con otros grupos, y estos grupos se ven incentivados a buscar la influencia que les pueden brindar los partidos en el gobierno, ¿Cómo pueden determinar los politólogos quien influye sobre quién? Como vimos en un tema anterior, el enfoque corporativista de la gestación de pp podría entenderse como parte de la estrategia de un partido para crear arenas en las que pudiera ejercerse la capacidad de toma de decisiones por los sindicatos y en las que pudiera debilitarse la capacidad de crear coaliciones por parte de los oponentes. Pero tb podría considerarse al corporativismo como estrategia provechosa par las empresas de economía pequeña, sujetas a los impactos generados por fuerzas externas, pues les ofrecería un grado de influencia sobre las políticas.

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Diferencias entre los intereses y posturas políticas de los partidos y otras organizaciones es más sencillo en comunidades políticas donde existe mayor alternancia en los partidos en el gobierno. Pero el bipartidismo es poco frecuente y ofrece pocos ejemplos que nos permitan comprobar la corrección del argumento de que las alianzas institucionales que tiene un partido antes de hacerse con el poder ejercen influencias sobre la posibilidad de que puedan implementar plenamente su programa político. La cuestión queda sin resolver. ¿Importa la política? Esta cuestión enfrenta el enfoque sociológico y el competitivo. En este debate, los protagonistas fueron por un lado los que partían de una perspectiva sociológica y argumentaban que las pp era producto de fuerzas sociales. Así, el nivel de desarrollo económico determinaba las políticas estatales. Estados ricos tenían amplios programas de gasto, los estados más pobres, no. En estos estudios en los que se utilizaban datos a nivel macro se llegaba a la conclusión de que importaba poco que un país estuviera gobernado por izquierda o la derecha. Evidentemente, los sociologistas utilizaban tipos de datos muy distintos as los usados por investigadores como Laver y Budge. Los primeros buscan datos sobre pp implementadas y las relacionaba hacia atrás con partidos que habían ejercito el poder. Los segundos buscan las manifestaciones de los gobiernos respecto de sus programas políticos y las relacionan con partidos concretos. Cabría esperar que la primera de las estrategias revelara menos sobre las diferencias existentes entre partidos, partiendo de lo que sabemos del funcionamiento a largo plazo de decisiones políticas anteriores. Pero al margen de estos problemas, ¿podemos considerar que la evidencia aportada por los sociologistas prueba que da igual qué tipo de partido esté gobernando? Una limitación de la hipótesis de los sociologistas es que no siempre permite diferenciar entre aquellas áreas en las que cabe pensar que los partidos sí pueden suponer una diferencia, y aquellas en las que no. La internacionalización de la economía hace más difícil que los países por sí mismos puedan seguir sus propias políticas económicas. Orta de las áreas políticas en las que las alianzas internaciones limitan las oportunidades de llevar a cabo políticas propias y distintivas era defensa y relinter en los años de la guerra fría. En la mayoría de democracias liberales de hoy, la pertenencia a la UE supone límites a las oportunidades de las que pueden disfrutar los partidos a la hora de poder diseñar políticas exteriores novedosas. Al evaluar el papel jugado por os partidos hay que tomar nota de las áreas en las que no pueden actuar con eficacia, y podemos llegar a la conclusión de que las áreas en las que pueden actuare con eficacia son restringidas. Es importante separa las áreas en las que cabe esperar que los partidos supongan diferencia de las que no, para comparar unas y otras. Hay otro aspecto en el que resultan relevantes las limitaciones experimentadas por los gobiernos. Los países que se encuentran en distintas etapas de desarrollo económico se enfrentan a limitaciones diferentes en términos de los servicios que pueden ofrecer. Una sociedad rica puede permitirse más servicios que una pobre. ¿Qué ocurre si mantenemos constantes las limitaciones? ¿Acaso diferentes países adoptan en contextos similares políticas parecidas aunque estén en el poder distintos tipos de gobiernos? Hay estudios en los que se comparan Estados de EEUU en lo referente a la provisión de bienestar y otros programas sociales pensados para demostrar que el control que pudieran ejercer los partidos no es variante significativa. Pero pudieron llegar a esa conclusión porque no tuvieron en cuenta el nivel de desarrollo económico alcanzado por los estados, para luego intentar descubrir si dentro de ciertas bandas de desarrollo la adopción de programas sociales se priorizó más por parte de administraciones demócratas que por las republicanas. Puesto que los ingresos de los estados más pobres eran 1/3 de los de la gente que vivía en estados ricos no sorprende que el control ejercido por los partidos resultara irrelevante en relación con las variables económicas. Otra limitación de los datos recopilados por los sociologistas fue que en estudios transnacionales se compraban programas únicos con puntos de partida diferentes y un impacto muy diverso sobre aquellos a los que afectaba. Cuando se intenta explicar estos sesos recurriendo a datos agregados, el argumento de que los partidos no importan parece más débil. Esto no significa que los partidos gocen de completa libertad para plantear propuestas sobre pp en la dirección que piensen

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que agradarán los votantes. El hecho de que existen limitaciones generales que les coartan se ilustra muy bien apelando a un área de importancia en las democracias liberales desde los ’80: la privatización. Ésta se ha hecho evidente en todas las democracias liberales en los ’90. Entre las razones para sacar adelante estas iniciativas cabe contar con las presiones para ayudar a las empresas a competir en mercados extranjeros que pudieran estar cerrados a empresas públicas o controladas por el sector público. `Pero las diferencias que podemos encontrar en los procesos de privatización son un testimonio a favor del papel que puede desempeñar un partido. Aunque no todas, de las aseveraciones que pudieran hacer Laver y Budge respecto del papel desempeñado por partidos a la hora de implementar pp en el marco de un enfoque competitivo, parecen ser correctas en términos generales. Sí hay una diferencia según los partidos, pero probablemente ejerzan una influencia mayor en relación a la dirección general que se adopte en las pp, sobre todo el desarrollo de políticas concretas y detalladas. La razón es simple, los partidos carecen de recursos necesarios (en términos de información, investigadores, etc.) para desarrollar políticas detalladas por su cuenta. Ni siquiera los partidos que cuentan con los mejores recursos pueden imitar desde la oposición el tipo de desarrollo de pp que pueden propugnar los gobiernos. Estar en el gobierno brinda a un partido las mejores oportunidades para desarrollar sus políticas. Por ejemplo, en las administraciones de EEUU, la agenda política de un candidato presidencial que se presenta en la campaña solo se parece parcialmente a las políticas a las políticas a las que se suele relacionar a ese presidente. Esto indica que la cuestión del vínculo existente entre políticas públicas y partidos tiene algo del famoso proverbio de si el vaso está medio lleno o medio vacío. Quienes defienden que está medio lleno pueden basarse en el nexo entre los programas de los partidos y lo que posteriormente hacen los gobiernos. Los que defienden el vaso medio vacío, argumentan que al celebrarse elecciones se juzga a los partidos en el gobierno según los resultados que hayan obtenido, lo que implica que deben utilizar los recursos a su alcance en el gobierno para sacar adelante políticas concretas, posiblemente en una dirección en la que no hubieran pensado en las elecciones anteriores, si bien dentro de los parámetros de los compromisos adquiridos por los partidos. Así seguiría el debate ente ambos puntos de vista. Al analizar el tema de las políticas deberíamos prestar atención al modelo entres etapas de vinculación entre votantes y partido que esbozamos en el tema anterior. Hay un sentido en el que se puede decir que los votantes, como colectivo, ejercen cierto control sobre los resultados de los gobiernos por mediación de los partidos. El modelo de democracia representativa descrito aquí no está en las antípodas del mundo real de la democracia liberal. Pero en las tres etapas, sobre todo en la primera y en la tercera, los vínculos son más complejos de lo que el modelo permite reflejar. Hablar de que los votantes tienen preferencias y de la forma en la que tales preferencias se trasladan finalmente a las políticas del gobierno, puede inducir a error. Se basa en una analogía con la conducta de los consumidores en el mercado que no se pude llevar hasta el extremo sin que se genere una representación errónea del proceso político. 2. La Dimensión relacionada con los Cargos.

No resulta sencillo diferenciar entre la dimensión relacionada con las políticas y la dimensión relacionada con los cargos en el caso de un partido en el gobierno. Los cargos significan recursos para los partidos y estos recursos van a facilitar el desarrollo de políticas propugnadas por el partido. Por otra parte, ocupar cargos en el gobierno también ofrece recompensas a los políticos individualmente. Aún así, si bien estos cargos pueden ser valiosos considerados en sí mismos, las recompensas económicas asociadas a un ministro en activo no suelen ser muy altas, al menos, no en comparación con los salarios que perciben la mayoría de los gerentes en grandes firmas comerciales. Por tanto, lo mucho o poco que un político se aferre a su cargo tenderá a depender de sus circunstancias concretas; ante lo arduo del empleo y los modestos salarios deben compensarse con la ambición de una futura carrera política y el status que confiere un cargo público.

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En el caso del partido mismo, ocupar cargos políticos concretos puede permitirle administrar las políticas de forma favorable a grupos clave de entre quines le apoyan. Por ejemplo un partido agrario puede valorar más la cartera de agricultura que el resto de ministerios. Si bien los objetivos de los partidos centrados en la implementación de políticas y en la obtención de cargos pueden coincidir, tb pueden entrar en conflicto. Por eso los politólogos intentan estimar la medida en que la participación está motivada por el deseo de usarla como forma de poder tener un cierto impacto en el ámbito de las pp o de obtener cargos. En una investigación al respecto realizada por Laver y Hunt, en primer lugar los datos ofrecen evidencia de las variaciones existentes entre países y contribuye a confirmar otra evidencia más bien basada en las impresiones. Así, las democracias escandinavas tienen una fuerte orientación hacia la implementación de las políticas, mientras que en Grecia, Italia y Japón se valora más el desempeño del cargo. Aún así, además del valor intrínseco que el desempeño de un cargo pueda tener para los miembros más experimentados de los partidos, el estar en el gobierno también puede simplemente suponer recursos para los partidos. Son un tipo de recursos que o bien no son directamente relevantes para las pp o bien resultan significativos por otras razones, por ejemplo, permiten recompensar a quienes apoyan al partido o montar una organización de partido. Los cargos menos importantes de los gobiernos, cargos en organismos semigubernamentales o en organizaciones de carácter privado, bien pueden estar a disposición de los líderes del partido en el poder. Pero los Estados difieren enormemente en el grado en que permiten a los partidos “penetrar el Estado” y recompensar a sus miembros con cargo a este recurso. Cabe identificar algunas tradiciones diferenciadas. Tradición Británica. En el modelo de gobierno británico parlamentario se hace una estricta diferenciación entre los políticos de los partidos y los funcionarios públicos. Los funcionarios ejercen su cargo de forma permanente y se supone que deben permanecer imparciales sea cual fuere el partido en el poder. La existencia de un funcionariado restringe severamente el número de nombramientos a disposición de los partidos de gobierno. Pero esta es una versión parcialmente correcta. Hasta mediados del XIX los nombramientos para un cargo público se hacían partiendo del patronazgo. Se ocupaba un cargo en virtud de conexiones, y el cargo se convertía en algo de propiedad de uno, pudiendo pagar a alguien para que lo desempañara por él. La reformas de 1854 son el inicio de cambios hacia un sistema de funcionariado basado en el nombramiento y promoción atendiendo al principio del mérito. Tras 1979, los gobiernos conservadores implantaron una política de nombramientos bastante politizados, buscando altos funcionarios que simpatizaran con el estilo de gobierno. Tanto Thatcher como Major hicieron uso de los nombramientos para puestos semigubernamentales con fines partidistas. No obstante, a pesar de esta reciente modificación, la principal preocupación de la tradición británica ha sido siempre la de limitar la capacidad de los partidos en el poder de consolidar su posición por medio de la “colonización” del gobierno mismo. Tradición de algunas excolonias británicas. El sistema americano tras su independencia fue (aunque al principio será el patronazgo, como en GB, luego lo transforman en el sistema de censarías) aquel en que todos los cargos que conforman los servicios del Estado están a disposición del partido del poder, más conocido como sistema de cesantías. Los funcionarios servían a gusto del presidente, gobernador o alcalde. Además, nominalmente el sistema político de EEUU cuenta con más cargos políticos en las altas esferas del gobierno federal que otras democracias. Un presidente entrante debe cubrir miles de puestos. Al haberse debilitado las organizaciones de los partidos y haberse incrementado las habilidades necesarias para desempeñar muchos de estos puestos, se ha tendido a abandonar el sistema de nombramiento y volver a las cesantías de base partidista. Al cubrir los cargos, los presidentes y consejeros buscan a un funcionario que, simpatizante a nivel general con los objetivos políticos fijados por la administración, cuente con experiencia política y administrativa suficiente como para hacerlos realidad.

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A largo plazo, la tendencia en EEUU ha sido la de apartarse de las lealtades de partido en los nombramientos, tanto en lo que respecta al gabinete como a otros cargos de la administración. Ello ha ido parejo al declive de los partidos en otros aspectos. Ello no significa que hoy los cargos clave los ocupen apolíticos sin interés por las pp. La implementación de una agenda política depende tanto de contar con administradores que simpaticen on esa agenda como del éxito legislativo en el Congreso. Canadá tb utilizó la capacidad de nombramiento para crear, primero para crear el Partido Conservador y luego el Liberal. Incluso tras la introducción de un funcionariado meritocrático federal, los PM retuvieron la potestad de nombrar a quienes ocuparían un gran número de puestos, recompensando así a las élites de los partidos. Ello contribuyó a centralizar el poder en manos de los líderes de los partidos en un grado mayor que en otros sistemas parlamentarios organizados según el modelo Westminster. Estos regímenes cuentan así, en mucha mayor medida que el sistema británico, con amplios recursos que los líderes de los partidos en el poder pueden utilizar para contribuir a consolidar su propia posición. Tradición Estatal Continental. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, muchos de los regímenes de Europa continental como Francia, Suecia y Alemania, desarrollaron burocracias estatales muy distintas de Gran Bretaña. En la época predemocrática surgen burocracias basadas en la idea de servicio al estado y el ethos de la competencia profesional. Tras el establecimiento de la democracia liberal, ello significaba que los políticos electos debían enfrentarse a burócratas profesionales que creían que su lealtad última debía ser para el Estado y no para sus amos políticos. Se trataba de la antitesis del sistema americano. Sus efectos eran variables. Podía ser una fuente de estabilidad para el régimen pero también podía contribuir a su inestabilidad. En la III y IV francesas generó continuidad en la implementación de pp pese a los continuos cambios de gobierno. En Weimar, el conservadurismo del funcionariado de la Alemania Imperial fue uno de los factores que contribuyeron a debilitar el régimen. En los años posteriores a la guerra la inestabilidad que se percibía en aquellos Estados donde los partidos no se sentían vinculados al régimen, hizo que se revisara esta estricta separación entre partidos y Estado. La versión más extrema se dio en Austria, donde se implantó un sistema (proporz) en el que los nombramientos a cargos públicos se realizaban según las preferencias de los partidos y se repartían proporcionalmente entre ellos. En Alemania sigue funcionando un sistema parecido aunque menos estricto, basado en las preferencias de quines apoyan a los partidos. Tradición Pilarizada. Se trata de Estados donde las antiguas tradiciones de burocracia estatal se han visto modificadas por el surgimiento de instituciones sociales pilarizadas. La penetración de la sociedad por parte de los partidos fomenta la penetración del Estado por parte del partido. Tanto en Bélgica como en los Países Bajos existen sociedades fragmentadas en las que toda una gama de instituciones interconectadas han organizado la vida social en torno a estos segmentos. Los partidos políticos han sido una de esas instituciones clave, de manera que la penetración de la sociedad por parte de los partidos ha sido muy profunda en estos países. Los partidos usan el control sobre los cargos gubernamentales para ayudar a servir mejor al segmento al que representan y al hacerlo usan los nombramientos para cargos públicos como un mecanismo que hace de la dirección del partido algo más seguro en el futuro.Esto ha ocurrido en Bélgica, donde se ha asistido a una considerable politización de la administración pública. Aunque existen regulaciones para evitar interferencias partidarias p clientelismo en el proceso de reclutamiento, se han desarrollado técnicas que permiten saltarse las regulaciones. En los países Bajos, una serie de factores (inexistencia de gabinetes ministeriales y tendencia de los partidos a controlar que ministerios concretos no se conviertan en feudos de algún partido) que han limitado la influencia de los partidos en la Administración Pública. Pero sigue la influencia de los partidos en el reclutamiento de los gobiernos y en nombramientos de funcionarios civiles hechos para asegurar que permanecerán fieles a sus ministros. Al igual que en Bélgica, en los nombramientos se entiende que las consideraciones políticas son importantes como

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parte de la distribución proporcional ente los grandes partidos, algo esencial en democracia consociacional. Hay cierta similitud entre Países Bajos y GR en el ámbito de la influencia ejercida por los partidos, pero los tratamos por separados porque los orígenes son distintos: en GR se parte de la creencia de que los errores en Weimar no debían repetirse, lo que implicaba el diseño de un sistema político donde el nexo partidos-estado fuera firme. En el caso holandés se parte del crecimiento de instituciones sociales pilarizadas y de las presiones que ejercían sobre los partidos para que utilizaran el estado como recursos que ayudara a gestionar relaciones entre segmentos.

Tradición no Burocrática. Esta tradición hace referencia a Estados que no han heredado la tradición británica ni cuentan con una larga tradición de burocracia estatal profesionalizada. Italia constituye un buen ejemplo. Carecía de las tradiciones anteriores y hasta 1945 de partidos políticos en un marco liberal-democrático. Los partidos, en especial los cristiano-demócratas, se aprovechaban de sus turnos en el poder para nombrar a sus simpatizantes para el desempeño de una serie de cargos públicos y semipúblicos, disponiendo de una cantidad formidable de recursos. Mediante el clientelismo, la mayoría de partidos tenían algún tipo de participación en el estado, aunque DC era la principal beneficiaria de la porosidad del estado italiano. La corrupción que implicaba este alto nivel de penetración del estado por los partidos acabaría por desestabilizar el sistema de partidos dando paso a un realineación a mediados de los ’90. En la mayoría de estados no se ha dado una penetración tan profunda de la administración por los partidos como en Italia o en Bélgica, estrategia pensada para fortalecer a los partidos como organizaciones. Pero en algunos países los partidos han desarrollado mecanismos para asegurar que sus objetivos no se verían frustrados por administradores poco proclives a simpatizar con ellos, generando un área de penumbra que se extiende entre los partidos y la administración. Ello ha permitido a los partidos ejercer cierto tipo de patronazgo, aunque la estrategia no estuviera pensada en principio para este fin. No son solo el estado y las agencias semiestatales las que actúan como recurso para partidos en el poder. La coopción de intereses organizados en la sociedad podría funcionar como estrategia para consolidar la participación de un partido en el gobierno. Pero a menudo es difícil saber quien a cooptado a quien. Podríamos preguntarnos si los partidos que han optado por una intensa penetración en la administración del estado o intereses sociales no habrían plantado las semillas de su destrucción. La debacle de la DC italiana y la fragmentación del PLD muestran que el potencial de revueltas electorales contra regímenes políticos que parecen trabajar a favor de los intereses de quienes están dentro. Esta sugerencia no tiene en cuenta el éxito de la experiencia austriaca en la interpenetración de partidos., administración del estado e intereses organizados. Se trata del modelo neocorporativo por excelencia. La interacción entre los intereses organizados y el estado, done los primeros controlan la observancia de los pactos políticos, ha sido intensa. Ello no solo genera altas tasas de afiliación a grupos como sindicatos, sino que ofrece incentivos para afiliarse a los partidos. Así, la densidad de afiliación es muy elevada incrementando los recursos en manos de los partidos. Pero Austria es un caso poco usual. Entre las democracias liberales asentadas, la penetración del estado y sociedad por los partidos es mayor allí que en ninguna otra parte.

3. ¿Cuanto tiempo permanecen los Partidos en el Poder?

Es obvio que la duración de un partido en el gobierno afecta a su capacidad para influir sobre las políticas y adquirir recursos. Cuanto más tiempo permanezca en el poder más control de políticas y recursos. Para analizar este hecho debemos distinguir entre dos cuestiones independientes:

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A) La duración de los gobiernos concretos, tema ha sido muy estudiado en relación a los gobiernos de coalición. Los gobiernos pueden cesar cuando se convocan elecciones, pero los sistemas multipartidistas son muy variables en cuanto a estabilidad de gobiernos. Se pueden establecer vínculos entre el tipo de sistema de partidos de un país y la duración de sus gobiernos. Pero incluso en aquellos países en los que los gobiernos suelen durar poco, nos encontramos que en general, los nuevos gobiernos se forman a partir de los mismos partidos que conformaban el anterior. Además, suponiendo que haya algunos cambios, muchos de los partidos más importantes en el gobierno estarán presentes en el nuevo, uno de los ejemplos más extremos lo constituye Italia.

B) Esta es la cuestión que nos preocupa: ¿Cuánto tiempo suelen permanecer los gobiernos en el poder hasta que se les vuelve a mandar al frió exterior? Es fácil determinarlo en el caso de gobiernos monocolor.

Entre las democracias continentales europeas, lo normal es que los grandes partidos gocen de periodos relativamente lagos en le poder sobre todo entre 1945 y 1992, siempre que no se trate de partidos comunistas. En Alemania el protagonismo del PDC/PSC duró veinte años, si bien no completos; el PSA estuvo en el gobierno ininterrumpidamente durante 13 años. Los partidos franceses de centro-derecha estuvieron 23 años sucesivos en el poder tras 1958. El partido socialista español duró 14 años. No debemos sobreestimar el resultado de este punto. Las limitaciones a las que se enfrentan los aliados de una coalición, como no poder controlar los ministerios, la incertidumbre planteada por la inestabilidad de los gobiernos y otros factores, pueden reducir las oportunidades existentes para ejercer el poder durante largos periodos de tiempo. Así, la mayoría de los partidos grandes de las democracias liberales, una vez alcanzado el poder han permanecido en el gobierno el tiempo suficiente como para lograr sus objetivos. Así, cuando nos preguntamos por qué no siempre se implementan los programas de los partidos, o por qué los partidos pierden la oportunidad de adquirir recursos, debemos buscar factores que operan al margen de los partidos mismos. Entre ellos hay que incluir la estructura de la instituciones gubernamentales la cultura política y muchos otros.

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Introducción

Existen muchas formas de organizar y gobernar un democracia; en las prácticas, las democracias modernas exhiben un abanico de instituciones gubernamentales formales, como cuerpos legislativos y tribunales, sistemas de partidos y grupos de interés. Las regularidades aparecen cuando tales instituciones se analizan desde la perspectiva de lo mayoritarias o consensuales que son sus normas o prácticas. El contraste entre mayoritarismo y consenso aparece en la misma definición de democracia. La definición de democracia como gobierno del y para el pueblo plantea el interrogante de quien gobernará y a los intereses de quien responderá el gobierno en caso de desacuerdo del pueblo. Una respuesta es lo que diga la mayoría. Es la esencia del modelo mayoritario de democracia. Su respuesta es simple y directa. Sin embargo, una respuesta al dilema es el mayor número de gente posible. Se acepta el gobierno de la mayoría solo como requisito mínimo, se busca maximizar el tamaño de las mayorías. Sus normas e instituciones pretenden una amplia participación en el gobierno y acuerdo sobre las políticas que el gobierno debería seguir. El modelo mayoritario concentra el poder político en manos de una mayoría escasa, a veces mayoría relativa, mientras el modelo consensual intenta dividir, dispersar y limitar el poder de distintas formas. El modelo mayoritario de democracia es excluyente, competitivo y de confrontación; mientras el consensual se caracteriza por la inclusión, el pacto y el compromiso. Considerando las instituciones y normas democráticas, podemos deducir diez diferencias de los principios mayoritario y consensual. Cabría esperar que las diez variables se hallaran relacionadas, lo que ha sido confirmado, pero con una excepción: las variables se agrupan en torno a dos dimensiones separadas. La primera agrupa cinco característica de de organización del poder ejecutivo, sistemas de partidos y electorales y grupos de interés, la llamaremos dimensión de ejecutivos-partidos. La mayoría de las cinco diferencias de la segunda dimensión se asocian al contraste entre federalismo y gobierno unitario, se trata de la dimensión federal-unitaria. Las diez diferencias se relacionan en términos de contraste dicotómico ente modelos mayoritario y consensual, pero son variables en las que determinados países pueden encontrarse en los extremos del continuo o espacio que los separa. La característica mayoritaria encabeza la lista en cada caso. Diferencias dimensión ejecutivos-partidos:

Concentración del poder ejecutivo en gabinetes mayoritarios de partido único frente a la división del poder ejecutivo en amplias coaliciones multipartidistas.

Relaciones entre ejecutivo y legislativo dominadas por el primero, frente al equilibrio de poder entre ambas instituciones.

Sistemas electorales mayoritarios y desproporcionales frente a representación proporcional.

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Bipartidismo frente a sistemas multipartidistas. Sistemas de grupos de interés de mayoría relativa con competencia libre

ente los grupos frente a sistemas de grupos de interés coordinados y corporatistas orientados al compromiso y a la concertación.

Diferencias dimensión federal-unitaria: Gobierno unitario y centralizado frente a federal y descentralizado. Concentración del poder legislativo en legislatura unicameral frente a

división del poder legislativo en dos cámaras fuertes pero constituidas de forma diferente.

Constituciones flexibles que aceptan enmiendas con mayorías simples frente a C rígidas que solo pueden cambiarse con mayorías extraordinarias.

Sistemas donde las legislaturas tiene la última palabra en lo referente ala constitucionalidad de su propia legislación frente a sistemas donde las leyes están sujetas a revisión judicial mediante TS o TC.

Bancos centrales que dependen del ejecutivo frente a bancos centrales independientes.

El Modelo Westminster de Democracia

Se utilizará el término de forma intercambiable con el de modelo mayoritario en referencia a un modelo general de democracia. La versión británica es el modelo mejor conocido de dicho modelo, que ha recibido amplio reconocimiento público. Muchos rasgos de este modelo han sido exportados a otros países, como Canadá, Australia y Nueva Zelanda y la mayor parte de las antiguas colonias de GB en Asia. Tres democracias se aproximan estrechamente a este modelo y pueden considerarse prototipos de sistema mayoritario: Reino Unido, nueva Zelanda y Barbados.

1. Modelo Westminster en Reino Unido.

1.1 CONCENTRACIÓN DEL PODER EJECUTIVO EN GABINETES DE UN SOLO PARTIDO Y DE MAYORÍA ESCASA

El órgano de gobierno que goza mayor poder es el gabinete. Está compuesto por miembros del partido con mayoría en los Comunes, siendo raros gabinetes de coalición. Dado que los dos partidos principales poseen la misma fuerza, el parido que vence en las elecciones representa poco más que una mayoría estrecha, y la minoría es relativamente amplia. Es la perfecta encarnación del principio de gobierno de la mayoría: otorga poder político para gobernar a una mayoría sin proporciones abrumadoras. Amplia minoría es excluida del poder y condenada a la oposición. Desde 1945 se han dado pocas excepciones a la norma de gabinetes de mayoría de un solo partido, y las que hubo tuvieron lugar de 1918 a 1945. Los únicos casos de gabinetes de minoría en posguerra fueron dos de minoría laborista en los ’70.

1.2 PREDOMINIO DEL GABINETE

Reino Unido posee un sistema parlamentario de gobierno por el que el gabinete depende de la confianza del P. En teoría, dado que los Comunes pueden votar a favor de retirar el poder al Gabinete, lo controla. Pero la relación está invertida. Como el Gabinete se compone de los líderes de un partido mayoritario cohesionado en los Comunes, normalmente se ve respaldado por la mayoría en dicha Cámara, así, el Gabinete domina claramente frente al P. El liderazgo del gabinete depende del apoyo mayoritario de los Comunes y del apoyo de los partidos, por lo que los

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gabinetes pierden parte de su posición dominante cuando falta una de estas condiciones. En los periodos de gobierno minoritario de los ’70 se produjo un incremento de la frecuencia de derrotas en propuestas del gabinete. Ello cambió la óptica tradicional de que los gabinetes han de dimitir o disolver la Cámara y convocar elecciones si sufren derrota en moción de cesura parlamentaria o en votación sobre proyecto de ley relevante par el gabinete. La nueva regla no escrita dice que solo una votación expresa de no confianza comporta la dimisión o nuevas elecciones. Más que el sistema parlamentario, es el sistema bipartidista el que origina el predominio del ejecutivo. En sistemas parlamentarios multipartidistas, los gabinetes –a menudo de coalición- suelen tener menor predominio.

1.3 SISTEMA BIPARTIDISTA

Dos grandes partidos dominan la política británica, Conservador y Laborista. Hay otros, como el Liberal y el Demócrata Liberal, pero no lo suficientemente grandes para alcanzar victorias globales. La hegemonía de los dos grandes partidos ha sido destacada ente 1950-70. Entreguerras es un periodo de transición, donde el laborismo sustituye a los liberales como uno de los grandes partidos. Un corolario de estos de los sistemas bipartidistas es que tiende a ser sistemas de partido unidimensionales. Es decir, que normalmente los programas y políticas de los partidos principales difieren unos de otros sobre todo en lo concerniente a una dimensión, la de cuestiones socioeconómicas. La diferencia política significativa que separa los dos grandes partidos es su desacuerdo en este campo. Estas diferencias se reflejan en el modelo de apoyo de los votantes a los partidos en las elecciones parlamentarias. Los trabajadores tienden a dar su voto a candidatos laboristas y los votantes de clases medias a candidatos conservadores. Liberales y socialdemócratas ocupan en estos temas posición de centro, laborismo centro-izquierda y conservadores centro-derecha. Hay otras diferencias, pero son menos relevantes y no ejercen efecto importante en la composición de los Comunes y del Gabinete. La única ligera excepción a la unidimensionalidad del sistema es que una cuestión de política exterior –pertenencia a la UE- ha sido fuente de divisiones, tanto dentro como entre los dos grandes partidos.

1.4 SISTEMA DE ELECCIONES MAYORITARIO

Los miembros de los Comunes son elegidos en distritos uninominales de acuerdo al método de mayoría relativa, donde gana el que obtiene la mayoría de votos, o el que obtiene la minoría más amplia. El sistema produce resultados muy desproporcionales. En las elecciones celebradas entre 1979-1997, el partido vencedor ha conseguido claras mayorías de escaños con porcentajes que nunca han superado el 44% de votos. Ello ha dado pié a lo que Rae llama ‘mayorías fabricadas’, creadas de forma artificial por un sistema electoral a partir de meras mayorías relativas de votos. Así, Reino Unido es una democracia de mayoría relativa, en vez de una democracia mayoritaria. La desproporcionalidad puede incluso producir un vencedor global que no ha logrado obtener una mayoría relativa de votos. Este sistema electoral ha sido adverso para liberales y socialdemócratas, que se han mostrado favorables a la introducción de representación proporcional. Como la mayoría relativa ha beneficiado a conservadores y laboristas, estos siguen aferrados al viejo método. Pero hay movimientos hacia la RP, en Irlanda del Norte se utiliza par todas las elecciones. Desde la victoria de los laboristas en1997, se utiliza para la elección de parlamentarios europeos. Tb se utiliza par la elección de nuevas asambleas regionales en Escocia y Gales. El principio de proporcionalidad ya no es un anatema. Como dice Wilson, los dos grandes partidos poseen una tradición en favorecer las reformas básicas, pero sólo hasta que llegan al poder., entonces dan marcha atrás ante cambios como éste, que pudiera serles adverso.

1.5 PLURALISMO DE GRUPOS DE INTERÉS

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Al concentrar el poder en manos de la mayoría, se establece un modelo de gobierno contra oposición que propicia la competencia y el enfrentamiento. Estos son tb característicos del sistema de grupos de interés típico de este modelo: un sistema de pluralismo competitivo. Este contrasta con el corporalismo de los grupos de interés, donde se dan reuniones ente representantes del gobierno, sindicatos y organizaciones empresariales que buscan acuerdos en materias socioeconómicas. A veces a este proceso de coordinación se le llama concertación, y los acuerdos alcanzados reciben el nombre de tripartidos. La concertación se v favorecida los grupos de interés son pocos, amplios y poderosos y/o si existe fuerte organización puntera en cada sector que coordine preferencias y estrategias deseadas para cada sector. Al contrario, el pluralismo indica multiplicidad de grupos de interés que presionan al gobierno de forma competitiva y falta de coordinación. Es el caso de GB, con la excepción del Contrato Social de 1975 sobre salarios y precios, concluido por el gobierno laborista, sindicatos y empresarios. Los ’80 se caracterizan por agrios enfrentamientos ente el gobierno conservador y sindicatos, lo contrario de la concertación. GB no es un sistema corporativo por dos razones: falta general de integración de sindicatos y patronales de empresarios en la toma de decisiones y aparente preferencia de ambos bandos por métodos de confrontación para zanjar sus diferencias.

1.6 GOBIERNO UNITARIO Y CENTRALIZADO

Reino Unido es estado unitario y centralizado. Los gobiernos locales realizan importantes funciones, pero están sometidos económicamente al gobierno central y sus poderes no tienen garantía constitucional (como ocurre en el sistema federal). No tiene áreas geográficas y funcionales delimitadas de las que queden fuera la mayoría parlamentaria y el gabinete. Ha dos excepciones: Irlanda del Norte, cuya autonomía aún no está plenamente consolidada y los casos de Escocia y Gales, que aprobaron por referéndum 1997 la creación de sus respectivas Asambleas autónomos y elegidas directamente; inicio del fin de un gobierno muy centralizado. 1.7 CONCENTRACIÓN DEL PODER LEGISLATIVO EN LEGISLATURA UNICAMERAL

El principio mayoritario de la concentración del poder implica que el legislativo ha de concentrarse en una sola cámara. Es aquí donde GB se desvía del modelo mayoritario. El P se compone de dos Cámaras, Comunes (elegida por ciudadanos) y Lores (mitad hereditaria mitad designada por el gobierno). La relación entre ambas es asimétrica, casi todos los poderes legislativos pertenecen a los comunes. El único poder que retiene los Lores es retrasar la entrada en vigor de la legislación: proyectos de finanzas pueden demorarse un mes, los demás un año. Así, el cuerpo legislativo bicameral se desvía del modelo mayoritario, pero no demasiado. En lenguaje coloquial, al decir P uno s refiere casi en exclusiva a los Comunes, y su sistema asimétrico puede denominarse cuasi unicameralismo. En el partido Laborista existe fuerte opinión a favor de reformas que van desde la eliminación del derecho de voto de los miembros hereditarios hasta la abolición de las Cámara de los Lores.

1.8 FLEXIBILIDAD CONSTITUCIONAL

Su C es ‘no escrita’, no hay documento escrito que defina composición y poderes de las instituciones gubernamentales y los derechos de los ciudadanos. Están recogidos en una serie de leyes básicas –Carta Magna 1215, Declaración de Derechos 1689, Leyes sobre el P de 1911 y 1949-, los principios de derecho común, las costumbres y las convenciones. Esto tiene implicaciones importantes: hace que la C sea flexible, pues puede ser modificada por el P mediante mayorías regulares. Excepción a esto es que la oposición de los Lores puede comportar un año de demora en los cambios constitucionales.

1.9 AUSENCIA DE REVISIÓN JUDICIAL

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Otra implicación de C no escrita es ausencia de revisión judicial. No hay documento que posea estatuto de ley superior frente a la que los tribunales puedan confrontar la constitucionalidad de una ley regular. Aunque el P acepta las normas de la C no escrita y se siente obligado por ellas, formalmente no lo está. A la hora de modificar o interpretar la C el P goza de la autoridad última y soberana. El P, en virtud de la C, dispone del derecho de aprobar y revocar leyes de todo tipo. Excepción a la soberanía del P viene dad por la entrada de GB en 1973 en la UE, por la que tuvo que aceptar leyes e instituciones comunitarias como autoridades por encima del P en lo relativo a varias áreas políticas. El P ya no puede contemplarse como plenamente soberano. La presencia en Europa tb ha introducido medidas de revisión judicial tanto para el TJE como para los tribunales británicos: la supremacía del P está desautorizada por el derecho de las instituciones comunitarias de legislar para UK (sin consentimiento del P) y por el derecho de los tribunales de resolver sobre la admisibilidad de las futuras leyes del P. GB ha sido miembro de la Convención de Derechos Humanos desde 1951, su aceptación de una cláusula optativa otorga al Tribunal Europeo de Derechos Humanos el derecho de revisar cualquier actuación del estado, incluida legislación, que estime constituye violación de derechos humanos protegidos por la Convención.

1.10 BANCO CENTRAL CONTROLADO POR EL EJECUTIVO

Se considera que los bancos independientes son mejores a la hora de controlar la inflación y mantener estabilidad de precios que los bancos que depende del ejecutivo. Pero tal independencia entre en conflicto con el principio del modelo Westminster de concentrar el poder en manos del gabinete de mayoría de un solo partido. El Banco de Inglaterra no ha sido capaz de actuar con independencia, estando bajo control del gabinete. Con la llegada del gobierno laborista en 1997 se concede al Banco la faculta de fijar libremente los tipos de interés.

Modelo Consensual de Democracia

Este modelo cuestiona el punto de vista de la definición básica de democracia, gobierno de la mayoría del pueblo, lo que implica que las mayorías deberían de gobernar y las minorías estar en la oposición. Según Arthur Lewis, premio Nobel y economista, el significado primordial de democracia es que todos los afectados por una decisión deberían tener la oportunidad de de participar en la toma de esa decisión de forma directa o a través de sus representantes elegidos. Su significado secundario es que permanezca la voluntad de la mayoría. Para Lewis, impedir que los grupos perdedores participen en la toa de decisiones es clara violación del significado primordial de democracia. Los mayoritarios pueden responder a Lewis que la incompatibilidad que el observa puede resolverse alternando mayorías y minorías en el gobierno. Por otro lado, excluir a un partido del poder puede resultar antidemocrático según la definición de democracia como gobierno por el pueblo, pero si los intereses y preferencias de los votantes son razonablemente satisfechos por las políticas gubernamentales del otro partido, el sistema se acerca a la definición de democracia como gobierno para el pueblo. Pero en sociedades menos homogéneas no se pueden cumplir estas condiciones. Las políticas ofrecidas por los partidos tienden a divergir de forma notable y las lealtades de los votantes son más rígidas, reduciéndose las oportunidades de que los partidos se alternen en el poder. En sociedades plurales –con fracturas religiosas, lingüísticas, étnicas, culturales o raciales, etc.- o en auténticas subsociedades separadas que cuentan con partidos, grupos de interés y medios

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propios es probable que la flexibilidad necesaria para conseguir una democracia mayoritaria no exista. Bajo tales condiciones, el gobierno de la mayoría es antidemocrático y peligroso, pues las minoráis a las que se niega el acceso al poder se sienten excluidas y son susceptibles de perder lealtad al régimen. Estas sociedades necesitan un régimen democrático que haga hincapié en el consenso, que incluya más que excluya y que intente maximizar el tamaño de la mayoría gobernante en lugar de contentarse con una mayoría escasa: es la democracia consensual. Pese a sus inclinaciones mayoritarias, los gabinetes británicos han reconocido tal necesidad insistiendo en la necesidad de RP para las elecciones celebradas en Irlanda del Norte, y como condición previa para la devolución de su autonomía, amplias coaliciones de poder compartido entre protestantes y católicos. Este modelo es viable y razonable para países menos divididos pero heterogéneos y es alternativa razonable al modelo Westminster aún en caso de sociedades homogéneas. Este modelo intenta dividir, dispersar y restringir el poder de varias formas.

1. Modelo Consensual en Suiza y Bélgica.

1.1 DIVISIÓN DEL PODER EJECUTIVO EN GABINETES DE AMPLIA COALICIÓN

El principio consensual permite a casi todos los partidos importantes compartir el poder ejecutivo en coalición amplia. El Consejo Federal, ejecutivo Suizo, es ejemplo excelente. Los tres grandes partidos (democristianos, socialdemócratas y demócrata-radicales) y el partido Popular suizo comparten las siete posiciones ejecutivas de forma proporcional, con la fórmula 2:2:2:1 establecida en 1959. Criterio adicional es que los grupos lingüísticos estén representados en proporción a su tamaño. A pesar de leyes informales, ambos criterios se cumplen rigurosamente. La C belga es ejemplo de estipulación formal, el ejecutivo ha de contar con representantes de los grupos lingüísticos más numerosos. La formación de gabinetes con número aproximadamente igual de ministros de habla holandesa y francesa no es costumbre reciente. Se convierte en ley formal en 1970 y la C estipula que con la posible excepción del Primer Ministro, el Consejo de Ministros cuenta con tantos miembros de habla holandesa como francesa. Esta ley no es aplicable a la composición partidista del gabinete, desde 1980 todos los gobiernos han sido coaliciones de 4-5 partidos 8solo ha habido 4 años de gobierno de un solo partido en la posguerra).

1.2 EQUILIBRIO DE PODER ENTE EJECUTIVO Y LEGISLATIVO

El sistema suizo ni es parlamentario ni presidencial. Los miembros del Consejo son elegidos de forma individual para 4 años y con arreglo a la C, el legislativo no puede votar moción de censura durante tal periodo. Si una propuesta gubernamental es rechazada por el P, ni el que promueve la propuesta ni el Consejo Federal están obligados a dimitir. Tal separación de poderes hace que ejecutivo y legislativo disfruten de independencia, siendo su relación más equilibrada que la que se da entre ambos cuerpos en GB, donde el gabinete domina. El Consejo federal es poderoso pero no supremo. La forma de gobierno belga es parlamentaria, con un gabinete dependiente de la confianza de la legislatura igual que en el modelo Westminster. Pero los gabinetes Belgas, por tratarse de coaliciones amplias y no cohesionadas, no ejercen un dominio tan claro como en GB y tiende a una relación de intercambio con el P. El hecho de que los gabinetes belgas sean de corta duración confirma su débil posición.

1.3 SISTEMA MULTIPARTIDISTA

Suiza y Bélgica tienen sistemas multipartidistas sin que ningún partido se acerque a la mayoría. En Suiza se considera que el sistema es de 4 partidos. Hasta finales de los ’60, Bélgica se caracteriza por un sistema de tres partidos: democristianos,

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socialistas y liberales. Desde entonces los partidos han sufrido divisiones por motivos lingüísticos creando un sistema multipartidista extremo. Alrededor de 12 partidos obtienen escaños en la Cámara de Representantes. En 1995, en Suiza obtiene escaños 15 partidos. La emergencia de tales sistemas en tales países se explica analizando dos factores. Los dos son sociedades plurales, con fracturas reflejadas en el sistema de partidos. En Suiza se da dimensión religiosa, socioeconómica y lingüística. La división religiosa en Bélgica separa a socialcristianos de socialistas y liberales. Socialistas y liberales están divididos por diferencias de clase. Pero l contrario que en Suiza, la dimensión lingüística en Bélgica ha provocado más rupturas, dividiendo a los grandes partidos y creando más adicionales.

1.4 REPRESENTACIÓN PROPORCIONAL

La segunda explicación de la emergencia de tales sistemas es que sus sistemas electorales proporcionales no han impedido que las divisiones societarias se reflejaran en divisiones en el sistema de partidos. A diferencia del método de mayoría relativa, que tiende a representar a los grandes y a infrarrepresentar a los pequeños, el principal objeto de la RP es dividir los escaños ente los partidos en proporción a los votos obtenidos. Las cámaras de bajas de ambas legislaturas son elegidas por RP.

1.5 CORPORATISMO DE LOS GRUPOS DE INTERÉS

Se dan discrepancias entre os experto respecto al grado de corporalismo en Suiza y Bélgica, pues los sindicatos en ambos países tienden a estar poco organizados y ser menos influyentes que las empresas. Esta discrepancia puede resolverse distinguiendo dos modelos de corporatismo: el social de predominio de sindicatos y el liberal de dominio de asociaciones empresariales. Para Katzenstein son ejemplos de lo último. Ambos países muestran tres elementos esenciales de corporalismo: concertación tripartita, grupos de interés escasos y amplios, y proliferación de asociaciones punteras.

1.6 GOBIERNO FEDERAL Y DESCENTRALIZADO

Suiza es un estado federal, con veinte cantones y seis medio-cantones, resultado de las divisiones de tres cantones unidos hace tiempo. Estos tiene la mitad de peso representativo en la cámara federal y la motad de peso a la hora de votación de enmiendas constitucionales. Es tb uno de los estados más descentralizados del mundo. Bélgica fue unitario y centralizado, pero a partir de los ’70 gira hacia la descentralización y federalismo, siendo estado federal en 1993. Se trata de un federalismo singular, de complejidad bizantina, pues está formado por tres regiones definidas (Flandes, Valonia y la capital Bruselas) y tres comunidades culturales no definidas: flamenca, francesa y germana. Construyen este sistema en dos niveles porque el área bilingüe de brisuelas tiene mayoría de habla francesa, pero se halla rodeada por Flandes de habla holandesa. La superposición entre regiones y comunidades es considerable, pero no exacta.

1.7 BICAMERALISMO FUERTE

Se justifica en otorgar representación especial las minorías en la segunda cámara o cámara alta. Pero hay que cumplir dos condiciones para que tal representación sea válida: la elección de la cámara alta ha de llevarse a cabo de forma distinta a la de la cámara baja. Y deben tener poder real, idealmente como la baja. Las dos se cumplen en Suiza. Las dos cámaras de Bélgica gozaban de los mismos poderes en la época prefederal. El nuevo Senado de 1995, representa sobre todo a los dos grupos culturales y lingüísticos, peroren gran parte aún está constituido proporcionalmente y no está diseñado para proporcionar sobrerepresentación a las minorías (sí en Suiza en el Consejo de los Estados) de habla francesa y alemana.

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Sus poderes son menores que los del antiguo Senado. En la nueva legislatura de Bélgica se escenifica un bicameralismo relativamente débil.

1.8 RIGIDEZ CONSTITUCIONAL

Ambos países tiene C escrita, con las reglas básicas de gobierno, que solo puede ser cambiadas por mayorías especiales. Las enmiendas en Suiza han de ser aprobadas por referéndum por la mayoría de votantes a escala nacional y en la mayoría de los cantones. En la práctica, poblaciones de los cantones y medio-cantones con menos del 20% de total de población Suiza, pueden impedir cambios constitucionales. En Bélgica se dan dos tipos de supermayorías, todas las enmiendas necesitan mayorías de dos tercios de ambas cámaras. Las leyes relacionadas con la organización de las comunidades y regiones tienen estatuto semiconstitucional y son más difíciles de adoptar y modificar, pues aparte de mayoría de dos tercios de ambas cámaras, necesitan mayoría dentro del grupo de habla holandesa y del grupo de habla francesa en cada cámara. Ello proporciona a los francófonos veto de minoría efectivo.

1.9 RIGIDEZ CONSTITUCIONAL

Suiza se aleja del modelo consensual porque su TS, no tiene derecho a la revisión judicial. Tampoco hubo revisión en Bélgica hasta 1984, cuando se estableció el Tribunal de Arbitraje. Su misión era la interpretación de las provisiones constitucionales referentes a la separación de poderes entre los gobiernos central, comunitario y regional. Ampliada su autoridad en 1988, hoy puede considerarse un auténtico TC.

1.10 INDEPENDENCIA DEL BANCO CENTRAL

El Suizo ha sido siempre considerado uno de los más fuertes e independientes junto con el Alemán y el sistema de Reserva Federal de EEUU. Al contrario, el Banco Nacional Belga fue uno de los más débiles. Pero su autonomía se vio reforzada a principios de los ’90, con la transición al sistema federal, pero principalmente resultado del Tratado de Maastricht 1992, que obligaba a los estados miembros a aumentar la independencia de sus bancos centrales.

2. Modelo Consensual en la UE.

Las instituciones de la UE no responden a la clasificación en órganos ejecutivo, legislativo, judicial y monetario tan fácilmente. Es notable en el caso del Consejo Europeo, formado por los jefes de gobierno de los 25. Puede ejercer gran influencia política y la mayor parte de los pasos en el desarrollo de la UE los ha iniciado este órgano. Para el resto de instituciones, la Comisión actúa de Ejecutivo de la UE y puede equiparase a un gabinete. El P es la cámara baja y el Consejo de la UE puede considerarse la alta. Las responsabilidades del TJE y BCE las indican sus nombres.

La comisión está formada por 20 miembros, cada uno con responsabilidad ministerial específica, designados por los gobiernos de los estados miembros. Los 25 están representados, esta es una coalición de internaciones permanente y amplia, por lo que l poder ejecutivo se divide en gabinetes de alta coalición. En la práctica, la Comisión une la izquierda centro y derecha del espectro europeo. Tras cada elección parlamentaria, la nueva comisión ha de ser aprobada en el P. Éste puede disolver la Comisión, pero con 2/3 de mayoría. El P ostenta potentes poderes presupuestarios y débiles legislativos, pero a las reformas del Tratado de Ámsterdam 1997. El Consejo es la más fuerte de las instituciones, por lo que la Comisión se comporta más como socio igualitario del modelo consensual que como gabinete predominante del modelo Westminster. Podemos hablar de equilibrio de poder entre legislativo y ejecutivo.

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En cuanto al sistema multipartidista, los miembros del P tenían 7 partidos oficialmente reconocidos en 1999. El mayor es el PSE, seguido del PPE. La fragmentación política es mayor de los que se desprende de tal modelo multipartidista, pues los partidos de P son menos cohesivos y disciplinados que los partidos de los P nacionales. La composición política de la ‘cámara alta’, el Consejo, cambia a la vez que los gabinetes de los países miembros, y tb depende del tema que se discute. En la práctica, el Consejo es tb cuerpo multipartidista. El P ha sido elegido desde 1979, se supone que con sistema electoral uniforme, pero aún no hay acuerdo en este tema. Prevalece una variante de RP utilizada en los países miembros e Irlanda del Norte. En 1999 los laboristas se suman a la elección de parlamentarios europeos por RP, aunque se da un grado de sobrerrepresentatividad de pequeños estados e infrarrepresentaicón de los grandes. El P combina en una misma cámara los principios de RP y de igual representación nacional. La UE no ha desarrollado corporatismo completo, pues las decisiones socioeconómicas más importantes se toman a nivel nacional o están sujetas a vetos nacionales. A medida que la UE se integra, el corporatismo aumenta. M. Gorges cree que es pronto para hablar de Euro-corporatismo, pero que observa elementos significativos en algunos sectores, así como la tendencia a un corporatismo mayor. La Comisión ha venido favoreciendo un modo corporatista de negociación con los grupos de interés. Promovió Conferencias tripartitas en los ’70 y a pesar de que no se institucionalizaron los acuerdos tripartitos, la Comisión siguió promoviendo el diálogo entre socios sociales. Otro indicador es que una de sus instituciones, el Comité Económico y Social está integrado por representantes de grupos de interés designados por los gobiernos miembros con funciones asesoras. A diferencia de otras OI, la UE supranacional está altamente unificada y centralizada, pero comparándola con los estados nacionales, es claro que la UE es más confederal que federal, a la vez que extremadamente descentralizada. Los dos criterios de bicameralismo fuerte son que las dos cámaras sean iguales en poder y diferentes en composición. El legislativo de la UE cumple el segundo criterio con facilidad. En las legislaturas nacionales las desviaciones del poder igualitario tienden a ser ventajosas par la cámara baja, en la UE sucede al revés, la cámara alta se considera más poderosa, no del todo de acuerdo con el modelo consensual, pero en menor medida aún con el modelo mayoritario. En cuanto a la rigidez constitucional, la C de la UE, al momento de una crisis preconstitucional que atraviesa Europa, hundiendo sus raíces en las crisis nacionales francesa y alemana, -por supuesto la británica- la C se basa en el Tratado de Roma y otros posteriores. Puesto que son tratados internacionales, pueden cambiarse con el consentimiento de todos los consignatarios, de ahí su extremada rigidez. Además, la mayoría de decisiones importantes que se toman en el Consejo exigen unanimidad, para temas menos importantes hay otras fórmulas como mayoría cualificada y un sistema de votación ponderado de escaños en el P. El TJE tiene derecho a la revisión judicial y puede declarar inconstitucionales tanto leyes de la UE como nacionales si violan tratados de la UE. El enfoque que el TJE ha dado a sus labores ha sido creativo y activista; en palabras de Shapiro y Stone, hay pocos ejemplos de tribunales que se erijan a sí mismos en instituciones políticas, contribuyendo a construir el conjunto de instituciones de las que forman parte. El BCE se ideó para ser independiente. Sin embargo, su independencia resultó comprometida al designarse al primer presidente en 1998. Para maximizar la autoridad del presidente, la designación es por 8 años. La UE es sociedad plural, por lo que no extraño que las instituciones de la UE se ajusten mejor al modelo consensual que al mayoritario. Si algún día se convierte en Estado soberano europeo las instituciones sufrirán cambios, el P será más poderoso y es posible que se adopte la forma federal.

Sistemas de Partidos: Bipartidismo y Multipartidismo

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La primera de las diez variables que caracterizan el contraste entre democracia mayoritaria y consensual era la diferencia ente gobiernos de mayoría de un solo partido y amplias coaliciones multipartidistas. Es la diferencia más importante y típica, pues compendia el contraste entre concentración y división del poder. La clasificación de los gabinetes depende en gran parte de cómo se definan los partidos políticos y su número en el sistema de partidos. Los sistemas bipartidistas tipifican el modelo mayoritario de democracia y los multipartidistas el consensual. Se considera que los sistemas bipartidistas poseen ventajas directas e indirectas frente a los multipartidistas. El primer beneficio directo es que ofrecen a los votantes elección clara ente dos conjuntos de pp. En segundo lugar, tiene influencia moderadora, puesto que los partidos tenderán a competir por los votantes oscilantes en el centro del espectro político defendiendo políticas centristas y moderadas. Este mecanismo es fuerte cuando el centro político está ocupado por muchos votantes, pero su lógica continúa operando incluso cuando las opiniones están más polarizadas: en los dos extremos del espectro, los partidos perderán algunos seguidores, que decidirán abstenerse que votar un programa que es demasiado moderado. Pero un voto en el centro robado a otro partido, es dos veces más valioso que uno perdido por abstención. Los dos argumentos son plausibles, pero contradictorios, pues si los dos partidos están cerca del centro y sus programas son parecidos, en lugar de ofrecer una elección válida a los votantes lo más probable es que se repitan el uno al otro. Tb se considera que los bipartidistas ofrecen ventaja indirecta, son necesarios para la formación de gabinetes de un solo partido que harán políticas estables y efectivas. Lowell calificó como ‘axioma en política’ que los gabinetes de coalición sobreviven poco tiempo y son débiles en comparación con los gabinetes de un solo partido: ‘cuando mayor es el número de partidos discordantes que forman la mayoría, más difícil resulta contenerles y más débil e inestable resulta la posición del gabinete’. Este autor confirmará la hipótesis de Lowell, relacionando los sistemas de partidos con los tipos de gabinete y su axioma. La preferencia de los mayoristas por el bipartidismo está relacionada con la preferencia por gabinetes de un solo partido, dominantes y poderosos. Mostrará fuerte relación entre sistemas de partidos y sistemas electorales, que explica la preferencia de los mayoristas por la mayoría relativa en lugar de RP, por su tendencia a favor de partidos grandes y su contribución al mantenimiento de sistemas bipartidistas. Pero el que este síndrome se traduzca en elaboración de pp más capaz y efectiva que su contrapartida consensual es otro cantar. Lowell da por sentado que la fuerza concentrada significa toma de decisiones efectiva; el autor se encargará de mostrar que tb es incorrecto.

1. Número efectivo de Partidos

Citando a Lowell, los sistemas bipartidistas puros con sólo dos partidos son raros. ¿Cuando definimos a GB como sistema bipartidista pese a la presencia de algunos partidos más pequeños hacemos una descripción correcta? Esto nos conduce a un problema más serio, como es determinar el número de partidos en un sistema de partidos. Sartori propuso una solución aceptada ampliamente. Sugiere excluir partidos sin representación en el P, que las fuerzas relativas de los otros partidos se midan en términos de escaños y que no todos los partidos, independientemente de su tamaño pueden entrar en el recuento. Pero señala que no puede señalarse un punto de corte arbitrario por encima del cual los partidos se cuentan y por debajo del cual han de dejarse de lado. Propone que sólo los partidos relevantes en términos de potencial de coalición o ‘potencial de chantaje’ deberían contarse como componentes del sistema de partidos. Se tiene potencial de coalición si un partido ha participado en coaliciones de gobierno o los partidos lo consideran posible socio de coalición. Los partidos que no son ideológicamente aceptados por todos o la mayoría de los otros socios de coalición (que carecen de potencial de coalición) han de contarse si son lo suficientemente grandes. Ejemplos son los fuertes partidos comunistas francés e italiano hasta los ’70. Esta es la regla de recuento subsidiaria basada en el poder de intimidación de los partidos orientados hacia la oposición de Sartori.

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El criterio de Sartori resulta útil para distinguir entre partidos significativos en el sistema político y aquellos que juegan papel menor, pero no funcionan bien para contar el número de partidos en un sistema de partidos. Pese a que sus criterios se basan en dos variables, tamaño y compatibilidad ideológica, el tamaño es el factor crucial. Sólo partidos grandes pueden tener potencial de chantaje, principal determinante del potencial de coalición. Partidos muy pequeños con pocos escaños pueden ser bastante moderados y aceptables para la mayoría de partidos restantes, pero raramente poseen potencial de coalición, pues no tiene peso suficiente para contribuir al gabinete. De ahí que los partidos que se cuentan, sean o no ideológicamente compatibles, son principalmente los más grandes. Por otro lado, aunque el tamaño ocupa lugar destacado en el criterio de Sartori, no utiliza tal factor para hacer más distinciones entre los partidos relevantes. Para remediar este defecto, Blondel propuso una clasificación de los sistemas de partidos que tiene en cuenta tanto su número como el tamaño relativo. Los sistemas bipartidistas están dominados por dos partidos grandes, aunque es posible que existan otros pequeños en el P. Si además de los dos partidos grandes hay un partido más pequeño pero con potencial de coalición y papel político significativo (liberales alemanes) Blondel lo llama sistema de dos partidos y medio. Los sistemas de más de dos partidos y medio significativos son multipartidistas y se subdividen el multipartidistas con u sin un partido dominante. Ejemplos con partido dominante son Italia hasta 1990 (democristianos dominantes) y ejemplo de sistemas multipartidistas sin partido dominante son Suiza o Países Bajos. Los conceptos de partido dominante y medio partido son útiles para acentuar las posiciones fuetes o débiles de cada partido en comparación con el resto departidos importantes del sistema, aunque acusan gran imprecisión. Necesitamos un índice que nos diga cuantos partidos hay en un sistema de partidos, tomando en consideración sus tamaños relativos. Laakso y Taagepera lo elaboraron; el número efectivo de partidos se expresa: N= 1/∑si

2, donde si es la proporción de escaños del partido i. En un sistema bipartidista de dos partidos de igual fuerza el número efectivo de partidos es igual a dos. Si un partido es más fuerte que el resto –(reparto de escaños del 70 y 30% entre ambos) el número efectivo de partidos es 1.7, confirmando que nos alejamos del sistema bipartidista hacia el unipartidista. Con tres partidos iguales la fórmula da 3. Si uno es más débil que los otros, la fórmula dará un valor entre dos y tres, según la fuerza relativa del tercer partido. Siempre que los partidos sean iguales, el número efectivo será el mismo que el recuento numérico bruto. Cuando no sean iguales en fuerza, el valor será menor al número real de partidos.

2. Partidos estrechamente aliados.

El problema de cómo contar partidos de tamaño diferente se resuelve con la medida del número efectivo. Pero esto no resuelve la cuestión de qué es un partido político. El supuesto en ciencia política es que las organizaciones que se llaman partidos políticos son partidos políticos. Esto funciona para la mayor parte de partidos y países, pero es problemático en dos situaciones: partidos estrechamente aliados que parecen más bien uno sólo, y partidos que están tan divididos que se asemejan a dos o más que a uno sólo. Analizamos ahora los caos de CDU-CSU, los partidos Liberal y Nacional en Australia y en Bélgica los dos partidos democristianos originados a partir de la separación por razones lingüísticas en 1968, los dos partidos liberales divididos de manera semejante desde 1971 y los dos partidos socialistas desde 1978. Los dos alemanes y austriacos son tratados como partidos únicos. Blondel considera a Liberales y Nacionales como un solo partido al referirse al sistema australiano como bipartidista y trata a la CDU-CSU como uno sólo al referirse l sistema alemán como de dos partidos y medio (CDU-CSU, SPD y Liberales). Se pueden aplicar dos criterios para decidir si los partidos estrechamente aliados –con distintos nombres y organizaciones separadas- son dos o uno sólo. Los partidos compiten para conseguir votos en las elecciones, ¿lo hacen esto cinco pares de partidos? CDU-CSU no, pues operan en distintas partes del país (CSU sólo en Baviera); tampoco lo hacen los tres belgas, que compiten en Flandes como en

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Valonia y entre los que hablan francés y los que hablan holandés en bruselas. En las elecciones australianas con distritos uninominales el modelo está mezclado. Normalmente liberales y nacionales no presentan candidato contra un representante de otro partido, pero pueden presentar un candidato cada uno en los distritos con representante laborista y en los que ejercen representante. El segundo criterio gira alrededor del grado de cooperación entre partidos en el P y en particular, si los dos partidos forman grupos parlamentario único. Sólo CDU y CSU lo hacen. En tercer lugar cabe preguntarse si se comportan como partidos separados en la formación de gabinete, si están juntos en el gabinete o en la oposición o bien si uno está en el gabinete y otro en la oposición. Al respecto, cada uno de los cinco pares opera como partido único. El cuarto criterio es el tiempo, sólo tiene sentido considerar el contar un partido estrechamente aliado como único si la estrecha colaboración es de larga duración. Duración y frado de proximidad distinguen a los cinco pare de partidos mencionados de otros ejemplos de alianzas electorales que son ‘matrimonios de conveniencia’. Los sistemas electorales con distritos uninominales dan a los partidos pequeños y medianos un incentivo para formar tales alianzas, aunque tienden a ser temporales y cambiantes. Pero las alianzas tb se dan en sistema de RP, como en Portugal, donde la Alianza Democrática de tres partidos presentó una única lista de candidatos y tuvo gran éxito en 1979-80. En 1983 vuelve al sistema de partidos puramente competitivos. Estos cuatro criterios no proporcionan respuesta inequívoca a la pregunta de cómo los cinco pare de partidos mencionados deberían ser tratados. Todos se encuentran en algún punto entre dos partidos y un partido. Así, en lugar de optar por la solución arbitraria de uno o dos partidos, o echar una moneda al aire, Liphart propone en el libro partir la diferencia, calcular dos números de partidos efectivos, basados primero en el supuesto de dos partidos y después en el supuesto de un partido, para hacer la media de estos números. Significa que cada par de partidos aliados se cuenta como partido y medio. Puede no ser la solución más perfecta y elegante, pero refleja la realidad de estos actores partidistas mejor que las opciones más extremas.

3. Partidos divididos.

El autor propone solución parecida para partidos altamente divididos: Partido del Congreso de la India, Liberal y Conservador colombianos, democristianos italianos, PLD japonés y Demócratas EEUU. Estos son os casos más extremos en los que los analistas han concluido que las facciones son muy similares a partidos separados. Los expertos ven las facciones del PLD japonés como partidos dentro del partido, siendo una colación de facciones. Innumerables autores sostienen que es más acertado hablar de sistemas de facciones que de sistemas de partidos en muchos de estos casos, como india, Colombia, Japón, etc. Von Beyme declara que el congreso de EEUU no ha tenido nunca un sistema bipartidista y que todos los estudios dan por sentado un sistema de tres o cuatro partidos. En el Congreso, los demócratas se comportan generalmente como dos partidos, conservadores del sur y liberales del norte. Estos tipos de fuertes facciones internas suelen operar tb como partidos durante las formaciones de gabinete y los gabinetes de coalición. Puesto que las facciones se comportan como partidos, sería de esperar que los gabinetes compuestos por partidos divididos fueran menos duraderos que los compuestos por partidos cohesionados. En un estudio comparativo de ocho naciones, Druckman constató que efectivamente esto era así. El reto a la hora de encontrar una solución intermedia par contar los partidos divididos es que los dos números que forman parte del acuerdo no son inmediatamente obvios. En Italia y Japón, donde las divisiones internas han sido más sobresalientes, el número de facciones ha sido bastante grande. Si estas es cuentan como partidos, medido en términos del número efectivo de partidos referidos antes, democristianos y liberal-demócratas habrían de contarse como cinco o seis partidos. Ello es excesivo, convertiría al total de sistemas de partidos en estos países en los multipartidistas más extremos del mundo. La propuesta de Lijphart para la alternativa del extremo multipartidista es más modesta, limitándose a tratar cada partido con facciones como dos partidos de

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igual tamaño. El compromiso sería entonces hacer la media del número de partidos basado en el supuesto de un partido y el número efectivo de partidos basado en el supuesto de dos partidos iguales. El resultado es que los aptitos divididos se cuentan como un partido y medio, la misma solución que propuso para partidos estrechamente aliados. El autor reconoce que su solución es aproximación rudimentaria y poco convencional, controvertida. La duda del autor no radica en la justificación de un ajuste, sino en la solidez del mismo. 4. Dimensiones del tema del conflicto partidista.

Los programas electorales y manifiestos oficiales de los partidos deberían leerse con escepticismo, si bien ofrecen algunas claves de la posición de los partidos en las pp, sobre todo si se contemplan con otras declaraciones formales de los partidos, debates en conferencias de partido y discursos de los líderes del partido en el P. Además podemos observar las políticas que un partido adopta cuando está en el poder o las que promueve al compartir ese poder cuando está en coalición. Los programas de partido han de distinguirse de las características de los votantes a los que los partidos representan. El hecho de que un partido reciba apoyo excepcionalmente fuerte de votantes católicos no lo convierte en católico ni indica que la religión sea una dimensión temática de importancia. Pero normalmente hay relación mutua entre el programa de un partido y los intereses objetivos y subjetivos, así como las necesidades de los seguidores de un partido. Una segunda directriz para la identificación de dimensiones de temas de los sistemas de partidos es que la atención debería recaer en las diferencias entre partidos antes que dentro de los partidos. Significa que algunos grupos de temas que son importantes en un país pueden no serlo en su sistema de partidos, con lo que pueden causar divisiones internas en los partidos en lugar de marcar las diferencias entre uno y otro. En tercer lugar, el análisis se restringirá a os temas políticos que dividen lo que Sartori llama los partidos relevantes, aquellos con potencial de coalición. Finalmente, la atención se concentrará en las dimensiones de temas duraderas de los sistemas de partidos; se ignorarán diferencias partidistas que aparezcan en unas elecciones y desaparezcan una vez éstas se hayan celebrado. Las siete dimensiones de temas siguientes pueden observarse en algunos de los 36 sistemas de partidos democráticos en el periodo comprendido entre 1945 y 1996 (que compone la parte empírica del libro): socioeconómica; religiosa; étnico-cultural; urbana-rural; apoyo al régimen; política exterior; y postmaterialista. Dimensión Socioeconómica. Es la más importante y está presente en todos los sistemas de partidos democráticos -36- en el periodo estudiado por el autor (1945-1996). Muchos estudios han demostrado que existen diferencias significativas ente las políticas socioeconómicas defendidas y adoptadas por los partidos y gobiernos de izquierda y derecha. Los gobiernos de izquierda han producido un mayor índice de crecimiento en el sector público de la economía, mayores presupuestos del gobierno central, mayor igualdad de renta, mayores esfuerzos para reducir el desempleo y más énfasis en la educación, salud pública y prestaciones sociales que los gobiernos de la derecha. En palabras de Edgard Tufte, ‘El determinante más importante en las variaciones en los resultados macroeconómicos ente una democracia industrializada y otra es la posición en el espectro izquierda-derecha del partido político gobernante. Los programas de partido y la ideología política establecen prioridades y ayudan a decidir la política económica’. En general, las diferencias entre izquierda y derecha en estas cuestiones han disminuido desde los ’60, aunque no hasta el punto de poder decir que esta dimensión ha desaparecido en ninguno de los países o que se haya moderado pasando de una intensidad alta o sólo media, en los partidos y durante el periodo estudiado en la presente obra. El estudio asigna intensidades medias a EEUU, Canadá, Bahamas y Trinidad. La dimensión socioeconómica es la única que ha estado presente de forma significativa en los 36 sistemas de partidos, l oque confirma la afirmación de Lipset de que las elecciones pueden considerarse como la ‘expresión de la lucha de clases democrática’. Dimensión religiosa. El la segunda dimensión más importante, las diferencias entre partido seglares y religiosos están en más de la mitad de las 36 democracias

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objeto del estudio de este libro. En doce países mayoritariamente católicos y/o protestantes han existido partidos que se autodenominan ‘cristianos’, como Alemania, Bélgica, Costa Rica, Dinamarca, Venezuela, etc. En seis países eminentemente católicos, las divisiones religiosas han sido por término medio menos explícitas, como Colombia, España, Francia, Malta y Portugal. En tres países eminentemente no cristianos ha estado tb presente una dimensión religiosa. Sigue siendo muy importante en Israel y en la India y lo fue en Japón en los ’70, con el partido Komeito. Como la dimensión socioeconómica, la dimensión religiosa ha descendido en importancia tras la segunda guerra. En los países de Europa con mezcla de católicos y protestantes e historia de antagonismo entre ambas poblaciones, las tensiones entre religiones han desaparecido en gran parte y los grupos han tendido incluso a unirse políticamente. La Unión democratacristiana de posguerra en Alemania se funda como un partido conjunto de católicos y protestante. En Países Bajos el partido católico y los dos protestantes se fundieron en una única organización de partido. Tanto partidos religiosos como anticlericales han moderado sus exigencias y críticas. Pero los partidos religiosos y seglares se hallan aún divididos en cuestiones morales como las posturas relativas al matrimonio y divorcio, derechos de homosexuales, control del nacimiento, aborto, educación sexual, etc. Son temas que alcanzan importancia a finales de los ’60. Dimensión étnico-cultural. Lipset y Rokkan en su teoría desarrollista de las estructuras divisorias y los sistemas de partidos, identifican 4 fuentes básicas de división en los sistemas de partidos. Son, junto a la dimensión socioeconómica y religiosa, las étnico-culturales y la división ente intereses rural-agrarios y urbano-industriales. La dimensión étnico-cultural tiene importancia en los 9 países descritos como sociedades plurales, excepto Israel. En la mayorías de ellos, tales cuestiones son sobresalientes, excepto en India y Suiza, con sociedades étnicamente muy divididas, puesto que la dimensión religiosa es un diferenciador mucho más significativo a nivel nacional. En tres sociedades semiplurales, la dimensión étnico-cultural tiene cierta importancia. En Finlandia, la minoría de habla sueca y el partido Sueco son muy pequeños, pero el partido ha sido actor político efectivo y frecuente socio en los gobiernos de coalición. En EEUU ningún partido tiene base exclusivamente étnica, pero los demócratas han sido más sensibles a los intereses de las minorías étnicas y raciales que los republicanos. Cuando las medidas de discriminación positiva y otros programas a favor de las minorías han sido controvertidos, los demócratas los han apoyado y los republicanos se han opuesto. Dimensión Urbana-Rural. Las diferencias entre áreas e intereses citados aparecen en todas las democracias, pero son fuente de dimensión de temas en los sistema de partidos en sólo unas cuantas y de importancia media. Donde hay partidos agrario, -sobre todo países nórdicos- han tendido convertirse en menos rurales par atraer tb a electorados urbanos, influidos por el descenso de población rural. Signo de tal cambio es que los partidos agrarios sueco, noruego y finlandés cambiaron sus nombres por partido de centro ente 1957 y 1965. Dimensión de apoyo al régimen. Puede darse en democracias como resultado de presencia de partidos importantes que se oponen al régimen democrático. Se ha dado en países europeos y asiáticos con partidos comunistas bastante grandes: Francia, Italia, Finlandia, Portugal, Grecia, India y Japón. Perola tendencia hacia el eurocomunismo ha comportado cambios básicos en las actitudes comunistas hacia la democracia y política exterior, y los partidos comunistas de India y Japón se han moderado. Así, ninguno de los sistemas de partidos estudiados recibe más que una calificación media en esta dimensión. El único país restante con partido comunista importante es Islandia, pese a que tales comunistas pueden ser considerados como eurocomunistas desde 1938. Colombia recibe puntuación media por razón diferente: el importante papel del AD-M19, que pese a su origen revolucionario llegó a participar en elecciones y formó parte del gabinete a principios de los ’90. Dimensión de Política Exterior. Partidos de 12 de las 36 democracias estudiadas se han visto divididos por una gran variedad de cuestiones de política exterior: la tradicional postura prosoviética adoptada por los partidos comunistas europeos, la oposición a la entrada en la OTAN en Francia e Islandia, y en la UE y sus predecesoras en GB, Dinamarca, Francia, Irlanda y malta, las relaciones con

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EEUU en Japón y Jamaica. Ninguna de ellas fue lo suficientemente importante o duradera para alcanzar valores superiores al medio. El único país con puntuación alta es Israel. Aquí la cuestión nacionalista-territorial y el debate se produce entre aquellos que siguen la tradición territorial maximalista de los revisionistas y los que se unen a las demandas territoriales más moderadas de la escuela socialista sionista. Esta dimensión alcanza más preeminencia a partir de la ocupación de los territorios árabes en 1967. Dimensión materialista frente a la postmaterialista. Gira alrededor de las cuestiones de la democracia participativa y el medio ambiente, pertenecientes al grupo de valores que Inglehart ha dado en llamar posmaterialismo. Inglehart observó que sobre todo entre la gente joven de clase media de la democracias occidentales se otorga gran importancia a metas tales como que la gente tenga más voz y voto en la toma de decisiones en el trabajo y en sus comunidades y conceder a la gente mayor participación en las decisiones más importantes que toma el gobierno. En las naciones más ricas este grupo de valores incluye el intentar hacer más bellas nuestras zonas urbanas y rurales. El posmaterialismo se ha convertido en fuente de una nueva dimensión en unos pocos sistemas de partidos, pues ha aparecido en los países más desarrollados y en épocas recientes. Los partidos posmaterialistas han permanecido pequeños y sin potencial claro de coalición. Pero los partidos del centro noruego y sueco han protagonizado una transición uniforme de los desfasados valores rurales a los medioambientales modernos y dos nuevos partidos holandeses, Demócratas ’66 y los Radicales, plantearon propuestas participativas ya a finales de los ’60 y formaron parte de un gabinete de coalición en 1973. Alemania tb recibe valoración media por la importancia del partido Verde, que ha participado en diversos gobiernos estatales y era considerado tb partido on potencial de coalición a nivel nacional, antes incluso de formar parte del gobierno nacional con el SPD en 1998.

5. Dimensiones y Sistemas de Partidos.

¿Cuál es la relación entre el número de dimensiones de temas y el número efectivo de partidos políticos? Hay dos razones para esperar fuerte vínculo entre ellos: primero, cuando en una sociedad existen diversas dimensiones de conflicto político es lógico que se necesite gran número de partidos para expresar dichas dimensiones, a menos que éstas coincidieran. En segundo lugar, las dimensiones han sido definidas en términos de diferencias entre los partidos en lugar de dentro de los mismos, lo que significa por ejemplo que los sistemas bipartidistas no pueden adaptarse con facilidad a tantas dimensiones como los multipartidistas. El coeficiente de correlación entre el número efectivo de aptitos en las 36 democracias objeto de este estudio y el número redimensiones de temas es 0.84, estadísticamente muy significativo. Taagepera y Grofman han propuesto que la relación entre el número efectivo de partidos (N) y el húmero de dimensiones de temas (D) puede expresarse N= D+1. El sistema bipartidista Westminster, típicamente con una dimensión de temas, responde a esta fórmula. Cada aumento experimentado en el número de partidos provocará el mismo aumento de dimensiones. Alemania, Noruega, EEUU y Bahamas son los países más alejados de la línea de regresión (Fig. 5.1 Pág. 95), aunque no pueden considerarse muy alejados.

Gabinetes: Concentración frente a División del Poder Ejecutivo

Se analiza ahora la segunda de las diez variables básicas que caracterizan la diferencia entre el modelo consensual y el mayoritario: la amplitud de participación de los representantes del pueblo en la rama ejecutiva del gobierno. La diferencia

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entre gobiernos de mayoría absoluta de un partido y las amplias coaliciones multipartidistas resume el contraste entre ambos modelos de democracia: concentrar el poder en manos de la mayoría o amplia división del poder. Los dos modelos se diferencian entre sí en base a dos cuestiones; si se trata de gabinete de partido único o de gabinete de coalición, y el tipo de base de apoyo parlamentario de que el gabinete disfruta. En lo referente al apoyo, la teoría de las coaliciones distingue gabinetes ganadores mínimos (mayorías de escaños, pero sin incluir a ningún partido que no sea necesario para alcanzar la mayoría), gabinetes sobredimensionados (contiene más partidos de los necesarios para el apoyo mayoritario en el legislativo) y gabinetes de minoría o infradimensionados (no reciben el apoyo de la mayoría parlamentaria). El tipo más mayoristarista es el de partido único y ganador mínimo. El más consensual es el multipartidista y sobredimensionado. Los de minoría se parecen a los sobredimensionados, por los que los de minoría multipartidista tb pertenecen al extremo consensual del espectro. Esto sitúa a dos gabinetes en posición intermedia: los ganadores mínimos multipartidistas y gabinetes de minoría de partido único. Revisaremos las principales teorías de las coaliciones y veremos que predicen limitadamente el tipo de gabinete que realmente se forma en las democracias. Y ello por basarse casi íntegramente en supuestos mayoritaristas y por ignorar las características institucionales que promueven la formación de gabinetes de minoría y sobredimensionados. Hemos de añadir que la democracias estudiadas difieren mucho en esta variable. Al final se analiza la relación entre el tipo de gabinete y los números efectivos de partidos en las 36 democracias.

1. Teorías de las Coaliciones.

¿Es Posible predecir la formación del gabinete conociendo los puntos fuertes de los distintos partidos del P? Si un partido cuenta con mayoría, la predicción parece fácil, se formará gabinete de partido único. Pero es posible que forme coalición con uno o más partidos minoritarios. Por ejemplo, el gabinete de Churchill (conservador y con clara mayoría en los comunes) era amplia coalición de los tres partidos principales. En el caso de que ningún partido obtuviera la mayoría es probable que se evite la formación de gabinete de minoría departido único y se forme un gabinete de coalición. ¿Pero qué coalición es más probable? Las seis teorías más importantes de formación de gabinetes predicen los siguientes tipos de coaliciones.

Partidos (izquierda-derecha)

A B C D E

Escaños 8 21 26

12

33

1Ganadora Mínima ABC

ADE

BE

CE

BCD

2Tamaño Mínimo ADE

3Proposición Negociadora BE

4Distancia Mínima ABC

CE

BCD

5Ganadora Conectada y Mínima

ABC

CDE

BCD

5Coalición Políticamente Viable

ABC

CE

BCD

Coaliciones que se formarán según 6 teorías.

1.1 COALICIONES GANADORAS MÍNIMAS

El ‘principio del tamaño’ de Riker, predice la formación de coaliciones ganadoras mínimas, coaliciones ganadoras (mayoritarias) en las que sólo participen aquellos partidos mínimamente necesarios para que el gabinete tenga mayoría. El supuesto

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básico de estas teorías es simple y plausible: los partidos buscan maximizar su poder. En los sistemas parlamentarios, poder significa participación en el gabinete, y máximo poder significa ocupar tantas posiciones como sea posible en el gabinete. Para formar gabinete, un partido minoritario tendrá que formar equipo con uno o más partidos, pero rechazará la inclusión de aptitos innecesarios en la coalición, puesto que reduciría el número de ministros en el gabinete. Esta teoría solo puede hacer una sola predicción específica cuando Hay un partido mayoritario en el P: gabinete de partido único, el partido mayoritario en solitario. Si no hay partido mayoritario, la teoría predice más de un resultado. En el ejemplo de la Pág. 97 se predicen 5 coaliciones. Las tres teorías que ahora explicamos intentan mejorar la teoría de las coaliciones mínimas ganadoras introduciendo criterios adicionales para llegar a predicciones más específicas.

1.2 COALICIONES DE TAMAÑO MÍNIMO

Esta teoría se basa en el mismo supuesto de maximización de poder, pero lleva esta premisa hasta su conclusión lógica. Si los partidos quieren excluir a los aliados innecesarios de un gabinete de coalición para maximizar su cuota de poder deberían preferir tb que el gabinete estuviera basado en una mayoría parlamentaria lo más estrecha posible. Es más ventajoso para el partido E formar coalición ADE con 53 escaños (33 escaños aportan el 66% del apoyo parlamentario del gabinete) que CE con 59 (sólo aportan el 56%). En un gabinete con 20 ministros, esto supone un puesto ministerial adicional para el partido E. Según este razonamiento se predicen gabinetes de tamaño mínimo. ADE con 53 escaños es más probable que las otras cuatro coaliciones ganadoras mínimas cuyos respetivos tamaños oscilan entre 54-59 escaños.

1.3 COALICIONES CON EL MENOR NÚMERO DE PARTIDOS

La ‘proposición negociadora’ de Leiserson constituye un criterio diferente que puede usarse para elegir entre las numerosas coaliciones que predice la teorías de las coaliciones de victorias mínimas. El autor explica que la tendencia será la formación de coaliciones ganadoras mínimas, que impliquen el menor número de partidos posible, pues ‘la negociación es más fácil de llevar a cabo, y en igualdad de condiciones coalición con menos partidos es más fácil de conservar unida’. Así, se opta por BE o CE, pues sólo son necesarios dos partidos.

1.4 COALICIONES DE DISTANCIA MÍNIMA

Las teorías anteriores basan sus predicciones en el número y tamaño de los partidos, sin considerar sus programas y preferencias políticas. Esta teoría considera que es más fácil crear y conservar coaliciones entre partidos con preferencias políticas similares que entre aquellos más distanciados. Si los partidos buscar coalición con socios de orientación similar, la coalición ABC cos sus dos espacios de distancia es más probable que la ADE, con 4 espacios que cubren la totalidad del espectro. Esta teoría tb predice las coaliciones BCD y CE con la distancia mínima de dos espacios, como ABC.

1.5 COALICIONES GANADORAS CONECTADAS Y MÍNIMAS

Alxelrod propone una teoría estrechamente relacionada. Predice la formación de coaliciones ‘conectadas’, compuestas por partidos adyacentes en la escala política, y carentes de socios innecesarios. El supuesto de esta teoría es que los partidos intentarán formar coaliciones con sus vecinos inmediatos y que otros partidos adyacentes se unirán hasta formar coalición de mayoría. El ejemplo de la tabla muestra que las ganadoras conectadas y mínimas no son necesariamente ganadoras mínimas. Según esta última teoría la coalición CDE contiene un socio superfluo –partido D- pero según el autor, es un partido necesario para que la coalición esté conectada.

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1.6 COALICIONES POLÍTICAMENTE VIABLES

Esta teoría lleva al último extremo la atención prestada a las preferencias políticas de los partitos. Se supone que la prioridad de los partidos on solo las pp en lugar de los cargos, el poder real reside en el legislativo, donde se aprueban las políticas más importantes en lugar de en el gabinete. En el legislativo, el partido núcleo es el de importancia decisiva. El partido nuclear es el que, en una escala política unidimensional, como la izquierda-derecha, contiene el miembro mediano del P, como es el caso de C en nuestro ejemplo. Este partido decisivo puede dictar las políticas porque ni los partidos ni los que están a su derecha tiene la mayoría necesarias para aprobar ninguna política contraria a sus deseos. Esto significa que en términos políticos es irrelevante cuantos y qué aptitos anticipan en el gabinete. Como Laver y Schofield señalan, para la formación de gabinete políticamente viables, ni siquiera importa si el partido decisivo participa o no. Pero reconocen que debería distinguirse entre las granes cuestiones políticas y los asuntos más detallados. Para ejercer influencia sobre asuntos políticos más detallados puede ser de gran importancia el formar parte del gabinete y esta a cargo de un departamento ministerial. Esto pude ser un incentivo para los partidos sin interés por las recompensas intrínsecas del ministerio y mucho menos por darse golpes por ocupar una silla en la mesa del gabinete. La importancia de qué partido tiene qué cartera en el gabinete tb se pone de relieve en la obra de Laver y Shepsle. La implicación es que presumiblemente los partidos están tb interesados en darse golpes para conseguir tantos asientos en el gabinete y tantas carteras como sea posible, lo que nos remite a las lógicas de las coaliciones ganadoras mínimas, con la condición de que el partido decisivo forme parte de tales coaliciones, como en el caso de ABC, BCD y CE. En última instancia, esta teoría no hace ninguna predicción acerca de a composición de los gabinetes, y de hacerla, predice coaliciones ganadoras mínimas similares a las predichas por la teoría de distancia mínima.

2. Incentivos para la formación de gabinetes de minoría y sobredimensionados

De las seis teorías, las que se basan en pp han realizado predicciones con más éxito que las que no las tiene en cuenta. Pero no deben recibir todo el mérito, la situación de los partidos en la escala izquierda-derecha puede deberse a un razonamiento circular. El lugar que un partido ocupa en términos de izquierda derecha puede ser fruto de su programa formal, sus votos en el P, etc., pero tb es probable que esté influido por el hecho de que el partido sea o haya sido miembro del gobierno y con qué partidos haya formado coalición. El problema de todas las teorías es que predicen coaliciones ganadoras mínimas de uno u otro tipo. La teoría de Axelrod es una excepción parcial, ya que ocas de sus coaliciones ganadoras conectadas y mínimas y conectadas son más grandes que las ganadoras mínimas. La predicción ganadora mínima se basa en un supuesto mayoritario y está en pugna con los grandes números de coaliciones sobredimensionadas y de minoría reales que se forman en las democracias parlamentarias. Laver y Schifield clasifican los gabinetes formados en situaciones de minoría (no hay partido mayoritario en el P) en doce democracias multipartidistas europeas desde 1945 a 1987. Solo el 39,3% (77 de ellas) eran ganadoras mínimas; 46 eran sobredimensionadas y 73 gabinetes de minoría. Algunos de los países objeto de estudio en este libro han tenido a menudo partidos mayoritarios en sus parlamentos, lo que explica la gran proporción de gabinetes de mayoría de un solo partido: 37.1%. Cuando los gabinetes de mayoría de un solo partido se excluyen la proporción de coaliciones ganadoras mínimas es el 39.3%, idéntico porcentaje que el obtenido por Lavoer y Schofield, a pesar de los diferente países, periodos de tiempo y definiciones de gabinete que se han utilizado en ambos estudios. Las coaliciones sobredimensionadas son el 33.4% del total y los gabinetes de minoría el 27.3%, juntos sobrepasan el número de gabinetes ganadores mínimos por un margen de más de tres a dos.

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¿Cómo pueden explicarse todos esos tipos de gabinete de minoría y sobredimensionados? El tipo de incentivos en los que se basan las teorías de coalición mencionadas sólo explican la formación de gabinetes que no son gabinetes ganadores mínimos. Una consideración importante es la perspectiva temporal de los partidos. Siendo correcto el supuesto de que los aptitos buscan el poder y que el poder significa participación en el gabinete, no es cierto que los partidos siempre quieran formar parte de los gabinetes. Pueden considerar que el no ser responsables d el gobierno durante un tiempo puede ser ventaja electoral, que un periodo en la oposición ofrecería ventajas electorales y posibilidad de obtener mayor participación en el gabinete en el futuro. Si esta consideración es importante para diversos partidos es muy probable que se forme un gabinete de minoría. Riker admite de forma explícita una razón para la formación de gabinetes mayores que los ganadores mínimos. Lo llama el ‘efecto de la información’. En las negociaciones para la formación de gabinete pude existir incertidumbre sobre lealtad que uno o más de los partidos candidatos a formar parte de la coalición o los legisladores individuales dispensarán al gabinete propuesto. Así, pueden entrar más partidos en la coalición como seguro contra posibles deserciones y garantía de la condición de gabinete ganador. En segundo lugar, las teorías basadas en las políticas tb toman en consideración el principio del tamaño. Son adiciones, más que alternativas, la teoría ganadora mínima. Las colaciones de distancia mínima son tb coaliciones ganadoras mínimas, y las coaliciones ganadoras conectadas y mínimas son iguales o ligeramente mayores en tamaño que las ganadoras mínimas. No obstante, las preferencias políticas de los aptito ejercen fuertes presiones para aumentar en lugar de minimizar el tamaño y distancia de las coaliciones. Los partidos pueden formar un gobierno que responda a sus preferencias políticas; un gabinete on partidos de peso más o menos o igual ala izquierda y a la derecha es ideal al respecto. En el ejemplo, si B y C pretenden participar en la coalición, ABC es más atractivo para B porque éste ocupa posición central, pero C preferirá BCD. Por ello no es improbable que se forme coalición sobredimensionada ABCD. En tercer lugar, las consideraciones políticas tb llevan a formar coaliciones sobredimensionadas si la intención de todos o la mayor arte de los partidos es trabajar juntos en defensa del país o el régimen democrático ante amenazas internas o externas. Las guerras son grandes amenazas externas, las grandes coaliciones en tiempos de guerra –como el gabinete de Churchill- se han dado con frecuencia. Las amenazas internas pueden causar partidos y movimientos antidemocráticos, así como profundas diferencias entre partidos prodemocráticos en sociedades. Budge y Herman probaron la siguiente hipótesis en 21 países ente 1945-1978: ‘Cuando el sistema democrático sufre una amenaza inmediata, los partidos significativos a favor del sistema se unen al gobierno, excepto los antisistema’. Bajo tales condiciones de crisis, el 72% de los gabinetes que se formaron fueron amplias coaliciones.

Además, varias características institucionales pueden favorecer la formación de gabinetes de minoría y sobredimensionados en detrimento de los ganadores mínimos. Por ejemplo, es más sencillo formar un gabinete de minoría en ausencia de de un requisito de investidura, es decir, si se puede formar un nuevo gabinete sin necesidad del voto parlamentario que o apruebe; es más probable que se forme un gabinete de minoría cuando la mayoría parlamentaria lo pude tolerar en lugar de tener que darle aprobación explícita. Muchas democracias parlamentarias carecen de normas de investidura, como GB y la mayoría de antiguas colonias británicas, la mayoría de países escandinavos y Países Bajos. El requisito de voto constructivo pude tener dos efectos distintos. Un voto de no confianza que recibe el apoyo de la mayoría del P es parecido a la investidura y promueve la formación de gabinetes de mayoría. Sin embargo, el requisito de no confianza constructiva pude tb mantener en el poder a un gabinete de minoría si la mayoría parlamentaria que se opone al gabinete está demasiado dividida para

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ponerse de acuerdo en nombrar un gabinete alternativo. Alemania fue el primer país en adoptar un voto de no confianza constructiva en su C de posguerra, hoy lo utilizan España, Papúa-Nueva Guinea y desde 1993 la Bélgica federal. Una innovadora regla de la C de la V República francesa alienta a la formación de gabinetes de minoría. Le da ala gabinete derecho a hacer de sus propuestas legislativas cuestiones de confianza y estipula que tales propuestas sean automáticamente adoptadas, a menos que una mayoría absoluta de la asamblea Nacional vote a favor de la disolución del gabinete. Los únicos votos que contarán serán aquellos favorables a la moción de censura, que puede ser adoptada solo por una mayoría e los miembros que forman la Asamblea. Así, los gabinetes socialistas de minoría vigentes durante el mandato de Mitterrand consiguieron mantenerse en el poder desde 1988 hasta 1993, consiguiendo aprobar a mayor parte de su programa legislativo. La característica institucional más importante que favorece los gabinetes de minoría es la fuerza de los comités parlamentarios. Los comités poderosos con gran influencia sobre el dinamismo general, así como lo detalles de la legislación propuesta, proporcionan a los partidos capacidad de influir en las políticas desde sus posiciones en el legislativo y disminuir sus incentivos para formar parte del gabinete. La fuerza de los comités legislativos constituye un aspecto de la cuestión general del balance de poder entre ejecutivos y legislativos. En igualdad de condiciones, cuando los legislativos son relativamente fuertes frente a los ejecutivos, los incentivos para participar en gabinetes descienden aumentando la probabilidad de formación de gabinetes de minoría. Los gabinete sobredimensionados tb pueden ser alentados por provisiones institucionales particulares. Un ejemplo claro es el acuerdo del Frente Nacional ente los partidos liberal y conservador que puso fin a la guerra civil de finales de los ’40 en Colombia. De 1858 a 1974 se prescribe constitucionalmente representación equitativa de ambos partidos en el gabinete, así como alternancia en la presidencia. Ejemplo distinto es la prescripción sobre equilibrio lingüístico en Bélgica, l oque ha tendido a agrandar el gabinete. Finamente, las mayorías especiales necesarias para introducir enmiendas constitucionales o para la legislación ordinaria pueden ser razones de peso para la formación de gabinetes sobredimensionados. Si la agenda política de un gabinete nuevo incluye la introducción de enmiendas importantes a la C, es probable que las mayorías especiales necesarias para ello aumenten la composición del gabinete. La regla de mayoría dedos tercios para enmiendas constitucionales en Bélgica fue una de las razones de sus numerosos gabinetes sobredimensionados durante el largo proceso de reforma constitucional que llevó a un Estado federal en 1993. En Colombia, la mayoría de medidas legislativas exigían mayorías de dos tercios para la aceptación de las propuestas durante los primeros diez años del Frente Nacional.

3. Gabinetes de Minoría.

La clasificación de gabinetes mínimos, sobredimensionados y de minoría, así como la doble clasificación en gabinetes de un solo partido y de coalición parecen simples y directas, pero comportan algunas complicaciones que hemos de resolver antes de ser utilizadas en la medición del grado de concentración del poder ejecutivo. El problema más importante es el tratamiento de los gabinetes de minoría y de los gabinetes presidenciales. Esta claro que los gabinetes ganadores mínimo y los d e un solo partidos presentan características mayoritarias, y que los sobredimensionados y de coalición presentan rasgos consencuales. ¿Dónde encajan los gabinetes de minoría? En principio pueden existir dos tipos de gabinetes de minoría; el primero es un gabinete de minoría genuino que se ve obligado a negociar continuamente con uno o más partidos fuera del gabinete para permanecer en el cargo y solicitar apoyo a sus propuestas legislativas, negociación que hace que tales gabinetes de minoría se asemejen a las coaliciones sobredimensionadas. Strom define al otro tipo de gabinetes como gobiernos de mayoría disfrazados, gabinetes que más bien parecen de mayoría, puesto que han recibido un compromiso de apoyo firme de uno o más partidos del legislativo, aunque han optado por no tener carteras en el gabinete. En

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su estudio, Strom se encuentra con que sólo el 115 de gabinetes de los numerosos gabinetes de mayoría analizados podrían considerarse como tales mayorías disfrazadas, lo que le hizo llegar a la conclusión de que, por amplio margen, la mayoría de gabinetes de minoría no son simplemente gobiernos de mayoría disfrazados. El gabinete de minoría típico es un gobierno de un solo partido que posiblemente se vea en la necesidad de buscar apoyo legislativo más adecuado para cada cuestión que se plantea. Nos basamos en las observaciones de Strom, y en dos consideraciones adicionales, que el compromiso de un partido de apoyo nunca resulta tan sólido como el de un partido que forma parte del gabinete, y que a menudo es difícil determinar si un partido reúne las condiciones necesarias para convertirse en un partido de apoyo. Así, es razonable en la teoría y práctica, pensar en los gabinetes de minoría como sobredimensionados. De acuerdo con esto, el contraste será entre gabinetes de ganadores mínimos, y gabinetes de minoría y sobredimensionados por otro.

4. Gabinetes Presidenciales

¿Pueden aplicarse las clasificaciones anteriores a los sistemas presidenciales? Para ello se necesitan dos ajustes cruciales. Las diferencias entre sistemas parlamentarios y presidenciales las trataremos más adelante, pero existe una diferencia capital. En los parlamentarios el ejecutivo (gabinete) depende del apoyo de la mayoría en el P para permanecer en el cargo y aprobar sus propuestas legislativas, mientras que el ejecutivo en sistemas presidenciales necesita el apoyo de la mayoría legislativa solo para las propuestas legislativas del presidente. Los presidentes son elegidos por periodo determinado y ni ellos in los gabinetes que nombran dependen de la confianza del legislativo para su supervivencia. Así, respecto a la permanencia en el cargo, presidentes y gabinetes son ganadores mínimos por definición, mientras que referente al apoyo legislativo para la aprobación de propuestas pueden ser ganadores mínimos, sobredimensionados o de minoría, en función de las diferentes afiliaciones políticas de los presidentes y miembros de su gabinete, así como de los respectivos tamaños de los partidos que componen el legislativo. Mientras loa gabinetes de sistemas parlamentarios pueden oscilar entre el 0-100% de victoria mínima, la variación correspondiente a gabinetes presidenciales queda entre 50-100%. Hay otra diferencia de importancia crucial que separa ambos tipos de sistemas, los ejecutivos parlamentarios son gabinetes colegiados, mientras que los presidenciales son de una sola persona. En el sistema presidencial, el ejecutivo está concentrado en la persona del presidente en lugar de estar repartido de forma equitativa entre sus participantes. En aras de la distinción entre ejecutivos de un solo partido y de coalición, hay que tener cuenta que, por un lado, los gabinetes presidenciales son de un solo partido por definición y que este partido es el del presidente por la posición dominante que éste ocupa en el gabinete. El que un presidente designe o no únicamente a miembros de su partido para formar parte del gabinete constituye una diferencia sustancial. Considerando que estos dos aspectos pueden ser valorados de igual forma, los gabinetes presidenciales pueden oscilar entre 50-100% de gabinetes de un solo partido, a diferencia de los gabinetes parlamentarios, donde el margen de variación es de 0-100%. Los cinco sistemas presidenciales son EEUU, Francia, Costa Rica, Colombia y Venezuela. Dejando de lado a Francia, los semipresidenciales pueden ser considerados parlamentarios. Suiza es caso intermedio, pero desde el punto de vista de la clasificación de la composición de su ejecutivo puede pensarse en ella como sistema parlamentario.

5. Gabinetes poco frecuente en Austria, EEUU y Japón.

Incluso estos gabinetes poco frecuentes pueden clasificarse en base a los criterios básicos utilizados para distinguir entre gabinetes de un solo partido y coaliciones,

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así como entre gabinetes ganadores mínimos, sobredimensionados y de minoría. Los gabinetes de gran coalición en Austria de 1949 a 1966 ejemplifican el caso de formación de amplias coaliciones compuestas por los dos partidos más grandes de un país, siendo sin embargo, gabinetes ganadores mínimos en términos puramente técnicos. Estas coaliciones estaban formadas por los socialistas y el pp que controlaron más del 92% fe escaños en el P. pero puesto que cada partido ostentaba menos de la mitad de los escaños, sus gabinetes eran técnicamente ganadores mínimos, pues la deserción de cualquiera de ellos hubiera convertido al gabinete en gabinete de minoría. Sin duda, estas amplias coaliciones deberían ser consideradas sobredimensionadas. De acuerdo con esto, colocamos la etiqueta de gabinete sobredimensionado a todo aquel gabinete de coalición basado en gran supermayoría del 80% de escaños o más de la legislatura. Los gabinetes EUU son ejemplos de gabinetes partidistas con uno o dos miembros simbólicos pertenecientes a un partido diferente. La participación simbólica comporta una serie de cargos más baja de lo que cabría esperar en base a la proporcionalidad. Un ejemplo reciente es el nombramiento del senador republicano Cohen como Secretario de Defensa de la segunda administración Clinton. La conclusión alcanzada por R.F. Fenno sigue siendo válida hoy: ‘normalmente la totalidad del gabinete es del mismo partido que el presidente, las pocas excepciones sirven para confirmar la regla. Muchas desviaciones de estas normas son más aparentes que reales, involucrando a hombre cuyas simpatías no coinciden demasiado con sus etiquetas partidistas’. Un importante descubrimiento relacionado con los gabinetes de coalición es que, en general la proporcionalidad aproximada en la división de las posiciones del gabinete tiende a ser escrupulosa. Así, no es difícil distinguir el simbolismo de las coaliciones genuinas, y los ministros simbólicos pueden excluirse a la hora de hacer clasificación de gabinetes. Los gabinetes liberal-demócratas (PLD) de Japón de 1976-1993, presentan el caso poco frecuente de un gabinete ganador mínimo en número que se comporta como gabinete de minoría. Pempel escribe que el PLD n lugar de usar su mayoría en el P para impulsar legislación polémica tiende a seguir la norma de formación de consenso multilateral. Normalmente, el PLD intentaba asegurarse el apoyo para sus propuestas de al menos uno, y a menudo, más partidos de la oposición. En Japón esto recibió el nombre de estrategia de coalición parcial con la oposición parlamentaria. Estos gabinetes deberían contarse como de minoría más que de victoria mínima, pues los expertos en política japonesa relacionan este comportamiento con las normas consensuales que operan contra lo que los japoneses llaman tiranía de la mayoría.

6. Gabinetes en 36 Democracias.

La mayoría de gabinetes de un solo partido son tb ganadores mínimos, y los gabinetes sobredimensionados son coaliciones por definición. Algunos países tienen gabinetes ganadores mínimos, pero pocos gabinetes de un solo partido (Bélgica, Alemania, Luxemburgo e Islandia) y otros tiene pocos gabinetes ganadores mínimos, pero muchos de un solo partido (España y Suecia). El resultado es que 6 países siempre tuvieron gabinetes ganadores mínimos y 9 siempre de un solo partido, por contra, 5 nunca tuvieron gabinetes de un solo partido. La tendencia gabinetes ganadores mínimos es ligeramente más fuerte que la tendencia a gabinetes de un solo partido. Hacia el extremo mayoritario en la parte inferior de la tabla (Pág. 112) encontramos a UK, nueza Zelanda y Barbados. Suiza está en la parte superior. En términos generales, hay dos grupos de países en la parte mayoritaria: las democracias con herencia política británica y las democracias presidenciales. Parte del carácter mayoritario de las democracias presidenciales se debe ala posición constitucional y al poder de los presidentes. Pero hay excepciones a esta concentración de democracias de herencia británica y presidenciales en el extremo mayoritario. Colombia (con muchos gabinetes de amplias coaliciones)se encuentra en la parte central de la tabla, igual que India e Irlanda, ambas antiguas colonias británicas. Otras dos colonias británicas, ambas sociedades plurales como la India

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están en 5 y 6º lugar en parte superior consensual de la tabla: Mauricio y Papúa nueva Guinea.

7. Gabinetes y sistemas de Partido.

Hay una relación fuerte entre los sistemas de partido y los tipos de gabinete, a medida que aumenta el número efectivo de partidos parlamentarios, la incidencia de los gabinetes ganadores mínimos y de un solo partido disminuye. Cada incremento en el número efectivo de partidos en un partido se asocia a un descenso del 23,5% en los gabinetes de mayoría de un solo partido. El caso que más se aleja de la línea general es Mauricio, donde el sistema de lecciones por mayoría relativa ha reducido el número efectivo de partidos, aunque no hasta el punto de crear un sistema de partidos bipartidista, y el multipartidismo moderado y los gabinetes de coalición han avanzado juntos. Otros dos casos más alejados del modelo son Austria y Alemania, ambos países con dos grandes partidos pero normalmente no mayoritarios, l oque provoca multipartidismo moderado y frecuentes gobiernos de coalición. La fuerte relación entre sistemas de partidos forma aprte del grupo de cinco variables estrechamente relacionadas que abarca la dimensión ejecutivos-partidos del contraste entre democracia mayoritaria y consensual.

8. Apéndice: Poder del Primer Ministro.

En los sistemas presidenciales, el gabinete es el gabinete del presidente y la posición constitucional del presidente le hace preeminente. En palabras de Sartori, es una posición que podemos llamar ‘de primus solus’, como en el caso del gobierno EEUU, donde el gobierno es solo el gabinete privado del presidente. En sistemas parlamentarios, el poder del primer ministro que dirige el gabinete puede variar considerablemente de un fuerte –en palabras de Sartori- primeo por encima de no iguales a n medio primero entre no iguales, a un relativamente débil primero entre iguales. Hemos medido la concentración de poder y al grado de mayoritarismo en el gabinete en términos de la amplitud de la representación y los números de partidos incluidos en el gabinete. Un corolario lógico sería esperar que el grado de poder del primer ministro estuviera relacionado con a concentración de poder en el gabinete. La clasifición triple de A. King sobre el poder de los primeros ministros dentro del gabinete en 13 países europeos permite someter a prueba esta hipótesis. King clasifica a seis primeros ministros (Alemania, España, Grecia, Irlanda, Portugal y UK) con alto grado de influencia dentro de sus gabinetes; los primeros ministros de Austria, Bélgica, Dinamarca y Suecia se encuentran en posición media; los de Italia, Noruega y Países Bajos tiene grado de influencia relativamente bajo. Comparando los dos estudios (Lijphart y King), los primeros ministros parecen tener mayor poder en países de gabinetes mayoritaristas. Sólo tres primeros ministros de desvían de forma inequívoca de la pauta general, puesto que el primer ministro noruego y el alemán y portugués tiene un poder menor y mayor respectivamente que el supuesto en base al tipo del gabinete. La correlación sería más fuerte de haberse incluido Suiza, cuyo gabinete es un órgano igualitario con presidencia rotativa anual entre sus 7 miembros, con lo que se haría necesaria la inclusión de un 4º tipo de primer ministro, la del ‘igual entre iguales’.

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Relaciones Ejecutivo-Legislativo:Modelos de Dominio y de Equilibrio de

Poder

La tercera diferencia entre modelos mayoritarios y consensuales concierne a las relaciones ejecutivo-legislativo. El mayoritario presenta dominio del ejecutivo, mientras el modelo de consenso se caracteriza por una relación más equilibrada. En la vida real se dan toda una serie de situaciones entre estos dos casos. Compararemos este tipo de relaciones en los regímenes de gobierno parlamentario y el gobierno presidencial. Al efecto, el autor propone un esquema de clasificación basado en las tres diferencias principales entre estos tipos de gobierno y se muestra que la mayoría de las 36 democracias encajan, bien en el tipo parlamentario puro, bien en el tipo presidencial puro. La cuestión se cómo medir el grado de dominio del ejecutivo. Se propone un índice basado fundamentalmente en la duración de los gabinetes (para lo que se realizarán ajustes en los sistemas presidenciales).

1. Formas de gobierno parlamentario y presidencial.

Hay tres diferencias esenciales. La primera es que en el sistema parlamentario, el jefe de gobierno (denominado de forma genérica primer ministro) y su gabinete son responsables ante el legislativo en el sentido de que dependen de la confianza del mismo y pueden ser destituidos de sus funciones por votación de no confianza o censura del legislativo. En un sistema presidencial, el jefe de gobierno –presidente- es elegido por un periodo de tiempo constitucionalmente establecido y en circunstancias normales no se puede forzarle a dimitir en virtud de un voto de no confianza legislativo (aunque es posible destituirle por conducta criminal). La segunda diferencia es que los presidentes se eligen mediante votación popular, directamente o mediante colegio electoral presidencial reelección popular; los primeros ministros son elegidos por los legislativos. El proceso de elección puede adoptar múltiples formas. Al Canciller alemán lo elige formalmente el Bundestag. En Italia y Bélica los gabinetes surgen de las negociaciones entre partidos y líderes aunque se requiere votación formal del P de investidura. En GB, el Rey designa como primer ministro al líder del partido mayoritario, y en muchos sistemas multipartidistas los gabinetes que surgen de las negociaciones de los partidos son nombrados por los jefes de estado sin investidura previa, entendiéndose que gozan de la confianza del legislativo hasta que éste exprese lo contrario. La tercera diferencia es que los sistemas parlamentarios poseen ejecutivos colectivos o colegiados, en tanto que los presidenciales poseen ejecutivos unipersonales no colegiados. Ya hemos señalado que la posición del primer ministro en un gabinete puede variar desde el predomino hasta la igualdad respecto de los otros ministros, pero hay siempre un alto grado de actuación colegiada en la toma de decisiones. En los sistemas presidenciales los miembros de os gabinetes son meros consejeros y subordinados del presidente. Las decisiones más importantes en los sistemas parlamentarios han de ser tomadas por el conjunto del gabinete, en sistemas presidenciales, puede tomarlas el presidente con y sin consejo del gabinete, incluso en su contra. Dado que los gobiernos de ambos tipos se definen en términos de tres criterios dicotómicos su aplicación conjunta genera las ocho combinaciones posibles que se

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plasman en la tipología que paso a describir (Pág. 120). Además de los tipos puros de presidencialismo y parlamentarismo, existen 6 formas híbridas de gobierno. De las 36 democracias estudiadas, 35 cumplen los criterios de los dos tipos puros, si bien Francia e Israel han de clasificarse de forma diferente en periodos diferentes. Cinco países han sido totalmente presidenciales –EEUU, Venezuela, Colombia, Francia, Costa Rica- y 30 han sido fundamentalmente parlamentarios. Suiza encaja en la forma híbrida I, único ejemplo que puede clasificarse en cualquier categoría híbrida. Este híbrido es parlamentario en dos aspectos y presidencial en uno: el gabinete es elegido por el P, pero los consejeros permanecen en el caro por 4 años y no pueden ser destituidos por votación de no confianza. Los tupos híbridos III y IV son presidenciales en dos aspectos y parlamentarios en uno. EEUU sería un ejemplo si al final no se hubiera optado por la elección indirecta del presidente. Cabe observar que si ningún candidato obtiene mayoría la C prevé el híbrido III: la elección por parte de la cámara de representantes. Un interesante ejemplo del tipo V viene dado por el sistema uruguayo con presidencia colegiada desde 1952-1967: órgano de 9 miembros inspirado en el modelo suizo, de carácter colegiado y en ejercicio por un periodo de tiempo determinado, pero elegido por vía popular. No hay ejemplos empíricos de los híbridos II, IV y VI, lo que es normal, pues tiene en contra al lógica de la confianza legislativa. El tipo II sería sistema parlamentario, salvo por el hecho de que las relaciones del primer ministro, salvo por el hecho de que las relaciones del primer ministro con el gabinete recuerdan alas de un presidente con su gabinete. Los tipos IV y VI resultan problemáticos, pues una votación de no confianza del legislativo hacia n ejecutivo elegido por vía popular sería visto como desafío a ala voluntad popular y a la legitimidad democrática. La única forma aceptable de estos dos tipos sería aquella en la que una votación de no confianza del legislativo hacia el ejecutivo se conjugara con el derecho del ejecutivo a disolver la cámara, desembocando ambas actuaciones en convocatoria de elecciones tanto del legislativo como del ejecutivo. El único problema serio a la hora de clasificar las democracias con arreglo a esta tipología surge con los sistemas que poseen tanto presidente elegido por vía popular como un primer ministro parlamentario, llamados sistemas semipresidenciales en terminología de Duverger. En este estudio de 36 democracias, se dan 6 casos: Austria, Finlandia, Francia, Irlanda, Islandia y Portugal. Estos casos pueden resolverse formulando la siguiente pregunta: ¿Quién es el verdadero jefe de gobierno, el presidente o el primer ministro? Los presidentes de Austria, Islandia e Irlanda tienen poco poder aunque son elegidos por vía popular, estas democracias operan en gran medida como sistemas parlamentarios ordinarios. Lo mismo es aplicable a Portugal sobre todo porque los poderes del primer ministro fueron recortados en la revisión constitucional de 1982. El caso francés es más problemático. Hasta 1986 el presidente era elegido por vía popular para un mandato de 7 años, era claramente el jefe de gobierno y no el primer ministro. Pero el poder presidencial se basaba más en el apoyo de fuertes mayorías de la Asamblea Nacional que en prerrogativas constitucionales, a principios de los ’80 dos politólogos franceses predijeron que si el presidente perdiera el apoyo de la mayoría en dicha cámara, el sistema se convertiría en parlamentario. Duverger predijo que la V República desarrollaría un modelo de alternancia entre fases presidencialistas y parlamentarias, lo que ocurriría, por ejemplo mientras el Presidente socialista Mitterrand ocupaba posición secundaria respecto de Chirac, primer ministro que ejercía el verdadero poder político ejecutivo (cohabitaicón). El caso más difícil es el finlandés, este país posee un presidente elegido con menos poder que el que ostenta el presidente francés, pero con más poder que el de otros presidentes de sistemas semipresidenciales. Hay un cierto parecido con el sistema francés en su fase parlamentaria, durante la que el PM es jefe de gobierno y el poder del presidente está limitado a su papel especial en asuntos exteriores. Si dicha fase del sistema francés puede contemplarse como parlamentaria, la situación similar en Finlandia tb debería considerase así. En conjunto, la democracia de Finlandia puede clasificarse como sistema parlamentario, desde Lugo está más cerca que del sistema presidencial. Israel cambia en 1996 de un sistema claramente parlamentario a la elección popular directa del PM, plantando otro rompecabezas de clasificación. El PM es

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elegido por los votantes, el P es elegido al mismo tiempo, manteniendo el derecho de hacer dimitir al PM, que tb goza del derecho de disolver el P. Cualquiera de estas actuaciones comporta nuevas elecciones tanto de PM como de P. El nuevo sistema israelí es similar a una nueva forma de presidencialismo, salvo por el hecho e que la presidente se le llame PM. El primer ministro es: elegido por vía popular, para un periodo establecido de 4 años, predomina sobre el gabinete en virtud de su elección (legitimidad democrática). La norma israelí por la que los demás miembros del gabinete necesitan investidura antes de entrar en sus cargos suena a especie de conservación de n aspecto del viejo parlamentarismo. Así, el PM elegido directamente es mucho más como un presidente de un sistema presidencial. La única incertidumbre existente en esta clasificación guarda relación con la probabilidad de la frecuencia de nuevas elecciones. En EEUU se predijo que elecciones anticipadas serían raras, pues todas las partes quieren conservar su mandato. En cuanto a Israel se ha formulado la predicción contraria: el principal efecto del nuevo sistema sería la celebración de elecciones frecuentes.

2. Contrastes Adicionales entre ambos Sistemas.

Algunos politólogos apuntan además a otras tres diferencias principales entre sistemas presidencialistas y parlamentarios. Tales contrastes plantean serias excepciones empíricas y no son esenciales para distinguir la dos forma de gobierno. En primer lugar, la separación de poderes en el sistema presidencial no solo significa independencia de ejecutivo y legislativo, sino tb la regla de que la misma persona no puede ejercer en ambos al mismo tiempo. Por el contrario, la falta de separación de poderes en los sistemas parlamentarios no solo significa que el ejecutivo depende de la confianza del legislativo, sino que las mismas personas pueden ser miembros tanto del P como del Gabinete. Pero respecto a este punto hay mucha variación en el tipo parlamentario de gobierno. En un extremo (GB, antiguas colonias británicas) están los sistemas parlamentarios que convierten en requisito casi absoluto el hecho de que los miembros sean tb miembros del legislativo. En el otro extremo están Holanda, Noruega y Luxemburgo, donde la pertenencia al gabinete no puede combinarse con la práctica parlamentaria. No obstante, en estos países los miembros del gabinete pueden participar en los debates del P. Dado que la norma de incompatibilidad hace hincapié en el estatuto separado del gabinete, tiende a reforzarse la autoridad del gabinete frente al P, pero no puede considerarse sino variante menor dentro del tipo parlamentario. Sería incorrecto decir que estos tres países coinciden con la forma presidencial de gobierno. En segundo lugar, se invoca la existencia de otra diferencia clave entre ambos sistemas, los presidentes no gozan del derecho de disolver el legislativo, mientras que el PM y sus gabinetes sí disfrutan de él. Excepción en el lado presidencialista es que el presidente francés si posee tal derecho. Otra la da el ejemplo israelí de mutua destitución disolución con nuevas elecciones para ambos. En los sistemas parlamentario tb hay amplio espectro de variantes. En el sistema GB y sistemas inspirados en él, el poder de disolución es virtualmente ilimitado, prerrogativa específica del PM. En otros países, como Alemania, el P puede ser disuelto sólo bajo circunstancias especiales y no a libre apreciación del ejecutivo. En Noruega el P es elegido por 4 años y no puede disolverse de forma alguna. Lógicamente, la autoridad del ejecutivo se ve afectada por el hecho de si goza de o no de dicho poder sobre el legislativo, pero este factor no puede considerarse distinción esencial entre las ambas formas de gobierno. En tercer lugar, los sistemas parlamentarios poseen dos ejecutivos: un jefe de estado simbólico y ceremonial que dispone de escaso poder y un PM jefe del gobierno y que junto con el gabinete ejerce la mayoría de los poderes ejecutivos. La regla habitual en sistema presidencial es que el presidente sea al tiempo jefe del estado y jefe de gobierno. Pero hay excepciones en ambos lados. Sudáfrica tiene un primer jefe de gobierno y jefe del estado combinados en un sistema parlamentario. Si el nuevo PM del sistema israelí directamente elegido puede contemplarse como presidente en un sistema presidencial, Israel proporciona un ejemplo de sistema presidencial con un ejecutivo doble en lugar de simple. Además del PM presidencial

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existe un presidente que es el jefe del estado. El prestigio de ser jefe del Estado refuerza la influencia de la mayoría de los presidentes y es una ventaja de la que carecen beuna parte de los PM, pero no constituye distinción esencial entre las dos formas de gobierno.

3. Separación de Poderes y Equilibrio de Poder

La distinción entre ambos sitemas de gobierno es de enorme importancia en varios aspectos. La distinción parlamentario-presidencial no se refiere directamente a la distribución del poder en las relaciones ejecutivo-legislativo. En los sistemas parlamentarios puede encontrarse un difícil equilibrio de poder entre gabinete y P –como en Bélgica- pero y tb un claro predominio del ejecutivo –UK, Nueva Zelanda y Barbados-. En mismo grado de variación afecta los sistemas presidenciales; en EEUU la separación de poderes comporta equilibrio de poder entre presidente y Congreso. Lo mismo se aplica en el caso de Suiza, el único sistema de separación de poderes que no es sistema presidencial. El sistema presidencial francés se halla en el extremo opuesto; Colombia y Venezuela se hallan en posiciones intermedias. Los poderes presidenciales provienen de tres fuentes. Una es el poder del presidente definido en la C, que consisten en poderes de reacción (facultad de vetar, poderes de acción (legislar por decreto en determinados ámbitos. La segunda fuente es la fuerza y cohesión de los partidos del presidente en el legislativo. En tercer lugar obtiene gran poder de la elección popular directa y del hecho de poder invocar que son los únicos dirigentes públicos elegidos por el conjunto de la población. Los presidentes de Francia Venezuela y Costa Rica son débiles a nivel constitucional, pero disponen de considerable poder de partido. Los presidentes de EEUU y Colombia dependen mucho más del poder constitucional, en el caso EUU, el fuerte poder de veto y en el caso colombiano, poderes de decreto y de veto. La frecuente dependencia que muestran los presidentes respecto de sus poderes de partido muestra que el poder relativo de los presidentes y legislativo a menudo puede cambiar de forma repentina, y de hecho lo hace, y que en general es menos estable que en los sistemas parlamentarios. Los poderse constitucionales son más estables, entre nuestros 9 sistemas presidenciales es único ejemplo de cambios r4elevantes a este respecto es el refuerzo sustancial del poder presidencial que se dio en Colombia en 1968, seguida de una reducción en 1991. La legitimación democrática derivada de la elección popular puede variar de acuerdo con la amplitud de la victoria electoral.

4. Medición de los grados de dominio y equilibrio de poder.

En sistemas parlamentarios el mejor indicador del poder relativo de los órganos ejecutivo y legislativo del gobierno es la duración del gabinete. Uno que dure mucho probablemente domine sobre el legislativo, uno que dure poco es probable que sea relativamente débil. Los teóricos de las coaliciones han prestado mucha atención ala duración de los gabinetes pero normalmente presuponen que su duración es indicador no solo de fuerza del gabinete en comparación con la del legislativo, sino tb de la estabilidad del régimen. El argumento es que los gabinetes cortos no disponen de tiempo de desarrollar políticas cabales y coherentes y que su ineficacia en la adopción de políticas concretas pondrá en peligro la viabilidad de la democracia. Se presume que la inestabilidad del gabinete conduce a la del régimen, por lo que se toma como indicador de la misma. Este punto de vista está tan equivocado como extendido, incluso los gabinetes poco duraderos de a IV en Francia fueron capaces de impulsar pp con eficacia. Muchos miembros de cada uno de los gabinetes difuntos ejercieron de nuevo en los nuevos gabinetes. El observador francés André Siegfried explica esta paradoja de políticas estables con gabinetes inestables, ‘las desventajas no son tan graves como parecen, con una crisis de gabinete cambian ciertos ministros o se distribuyen, pero ningún dirigente público resulta desplazado y la administración continúa sin interrupción. Como los mismos ministros pasan de un gabinete a otro, forman una especie de equipos de gobierno’. Dogan argumenta que la estabilidad del gabinete no es indicador válido de la salud y viabilidad del sistema democrático,

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puesto que en la mayor parte de sistemas con gabinetes inestables existe un núcleo altamente estable de personal ministerial, similar a la situación que describe Siegfried. Cabe añadir a lo expresado por Dogan que en gabinetes poco duraderos se tiende a la continuidad no solo de personal, tb de partidos. Los gabinetes de un solo partido tienden a ser más duraderos que los de coalición, pero un cambio de un gabinete a otro, siendo ambos de un solo partido, supone un vuelco global, mientras que un cambio de un gabinete de coalición a otro tb de coalición comporta solo un retoque en la composición del gabinete. La cuestión de si las democracias que gobierno un partido mayoritario –con sus ejecutivos dominantes y duraderos- son mejores elaboradoras de pp que las democracias de consenso –con sus ejecutivos más breves y menos dominantes- se resolverá, como veremos más adelante en que no hay gran diferencia. Tras decidir que la duración del gabinete puede indicarse como indicador de predomino del ejecutivo veremos ahora como medimos tal duración. La cuestión afecta a los eventos que se consideran que ponen fin a la vida de un gabinete y sientan otro nuevo. Hay dos alternativas: una es centrarse en la composición de partidos del gabinete y contar un gabinete como un solo gabinete como un solo gabinete si su composición de partido no cambia. Pero es más común contemplar otros eventos adicionales como factores que señalan el final de un gabinete y el comienzo del siguiente, como una elección parlamentaria, y cambio en la figura del PM y un cambio en las situaciones de mayoría mínima, de sobredimensionamiento o de minoría de gabinete. Una ventaja de la primera opción, -aplicada en el estudio de Dodd- es que mide duraciones de gabinete que pueden interpretarse muy bien como indicadores de predominio de ejecutivo. En particular, es improbable que los gabinetes que vencen en varia elecciones sucesivas –que Dodd cuenta como un mismo gabinete- encuentren desafíos serios por parte de sus Parlamentos. Sin embargo, en deferencia al uso más común de la definición más estricta el autor combina ambos enfoques en la tabla (pág. 131). La segunda columna de la tabla se basa en una definición estricta de duración de gabinete que emplea cuatro criterios par señalar en fin del mismo: cambio en la composición del partido, en la figura de PM, en el estatus de la coalición y nuevas elecciones. La primea columna se basa en el criterio de la composición de partido –Dodd-. La tercera presenta las medias de las dos primeras. Para trasladar las medias de la tercera columna a un índice satisfactorio de predominio del ejecutivo se requieren dos ajustes: en primer lugar, algunos de dichos promedios asumen valores extremos. Botswana que tuvo gabinetes de un solo partido de 1965 a 1996 es el ejemplo más destacado. Su ciclo de elecciones cada 4 años reduce la duración media de la tercera columna a 17.63 años, cifra tres veces mayor que la media de 5.52 en GB y no hay razón justificada para creer que los gabinetes de Bostwana sean tres veces más predominantes que los de GB. No hay razón para estimar que ningún gabinete sea más predominante que el de GB, que es el ejemplo más claro de gabinete predominante. Por ello cualquier valor superior en la tercera columna se ha reducido al valor de GB, 5.52, lo que comporta enorme reducción para Bostwana y ajustes menos importantes para otros 4 países. Para los sistemas presidenciales y el sistema de separación de poderes suizo es necesario un ajuste superior. En 4 de los 6 casos, la duración del gabinete ofrece una impresión equivocada del grado de predomino del ejecutivo. El promedio suizo de 8.59 años –basado en tres composiciones distintas de partidos entre 1947 y 1996, pero con un cambio en la presidencia del Consejo Federal todos los años- es erróneo como medida de predominio del ejecutivo, pues suiza es un ejemplo de primera línea del equilibrio entre ejecutivo y legislativo. Se le asigna por tanto un valor simbólico de 1, procedimiento tb apropiado para EEUU y Costa Rica. A Francia debe asignársele el máximo grado de predominio del ejecutivo, como a GB. En Colombia y Venezuela el grado de predominio del ejecutivo ha fluctuado considerablemente. En términos medio se estima mayor en Colombia, pero ni siquiera sus presidentes tienden a acumular tanto poder como el que acumulan los fuertes gabinetes de los sistemas parlamentarios.

5. Relaciones ejecutivo-legislativo en las 36 Democracias.

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El índice abarca desde el valor arbitrario de un año signado a Costa Rica, EEUU y Suiza, al valor recortado de 5.52 recortado otorgado a siete países. El valor promedio es de 3.2 años y la media general es de 2.94 años. Los países situados en el extremo mayoritario son GB y las cinco antiguas colonias británicas. El índice de predominio del ejecutivo en Nueva Zelanda es un poco más bajo -4.17 años- debido a su breve mandato parlamentario de tres años, que hace imposible que sus gabinetes duren más de ese tiempo. Las antiguas posesiones británicas de Australia, Canadá e Irlanda tb se hallan en la mitad inferior de la tabla. Sin embargo, varios países de herencia británica pasan al lado consensual, el caso más sorprendente es EEUU. De los dos prototipos de democracia consensual, Suiza y Bélgica, a Suiza se le asigna a parte alta de la tabla, junto con EEUU y Costa Rica, con Bélgica más abajo. De los seis sistemas de separación de poderes –las democracias presidenciales y Suiza- solo el ejecutivo francés es claramente dominante; Colombia se halla en zona media, y los otros cuatro aparecen en posiciones más elevadas, l oque sugiere que la separación constitucional ente ejecutivo y legislativo en gran medida corresponde a un mayor equilibrio de poderes entre legislativo y ejecutivo.

6. Tipos de Gabinete y su Duración

Hay tres razones para esperar relación positiva entre gabinetes ganadores mínimos y de un solo partido de un lado, y dominio del ejecutivo por otro. Primero, ambas variables pertenecen a la misma serie de variables que configuran la dimensión ejecutivos-partidos del contraste mayoritarismo-consenso. Segundo, en sistemas parlamentarios los gabinetes de minoría están a merced del legislativo, por lo que no cabe esperar que dominen sobre aquél. Tercero, los estudios sobre la independencia mostrada en GB por los legisladores individuales que han votado en contra de propio su gabinete señalan que este tipo de comportamiento tiende a variar en proporción directa a la dimensión de la mayoría del gabinete en la Cámara de los Comunes. En general, gabinetes de mayoría escasa reciben fuertes apoyos de sus partidarios, mientras gabinetes con amplias mayorías suelen encontrarse con que su propio partido es más rebelde. Comparando esta tendencia con la de otros sistemas parlamentarios podemos esperar mayor independencia legislativa cuando los gabinetes están sobredimensionados. Analizando las 36 democracias, los gabinetes de un partido con mayoría mínima tienen el tiempo medio de vida más largo. Ambos tipos de gabinete con mayoría mínima (un solo partido o una coalición) duran más que los gabinetes en minoría o sobredimensionados. Los gabinetes de coalición sobredimensionados y los gabinetes en minoría (que tan distantes parecen estar en términos de apoyo parlamentario) de un solo partido tiene duraciones similares. Las coaliciones minoritarias son las que presentan vida más corta. Una razón es que en sistemas multipartidistas, tales coaliciones son una especie de gobiernos provisionales tras la ciada de un gabinete, mientras se espera la celebración de nuevas elecciones. En países donde estos gabinetes son más normales, como en países escandinavos, los gabinetes de coalición minoritaria duran más tiempo. En la cuestión que nos atañe, (respecto de nuestras 36 democracias) el resultado es claro: los países con más gabinetes de un solo partido surgidos con mayoría mínima tienden tb a ser los países con más dominio del ejecutivo. El coeficiente de correlación arroja un resultado de 0.68% (significativo a nivel de 1%). Un incremento en el 10% de la frecuencia de los gabinetes de minoría de un solo partido se asocia a un incremento unitario de 0.35% en el índice de dominio del ejecutivo. La mayoría de países están cerca de la línea de regresión; los principales que se quedan descolgados son 4 de los sistemas presidenciales. EEUU, Costa Rica y Venezuela poseen nivel de dominio del ejecutivo muy inferior del que cabría esperar, en base a su frecuencia de gabinetes de tipo mayoritario. Francia muestra combinación de características opuesta. La explicación de los tres primeros parece ser una característica intrínseca del presidencialismo. Sus gabinetes son parcialmente mayoritarios –de mayoría mínima y de un solo partido- por definición (como argumentamos en la lección anterior), pero su separación de poderes contribuye al rasgo consensual del equilibrio legislativo-ejecutivo. Sin embargo,

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dado que solo existen 5 sistemas presidenciales en las 36 democracias esta observación ha de reputarse provisional. De las democracias parlamentarias, solo dos se desvían claramente: Austria y Grecia. Austria ha tenido muchas coaliciones sobredimensionadas que gozaron de inusual larga vida. Grecia, a raíz de la confusión generada por dos elecciones parlamentarias no decisivas y tres elecciones en menos de 10 meses es responsable de la reducción de la vida media de los gabinetes.

Monarcas y Presidentes

En lo que respecta a los jefes de estado, la diferencia más sobresaliente en las 36 democracias es que casi la motad son monarquías. Normalmente son reyes o reina, pero tb hay emperador en Japón y un Gran Duque en Luxemburgo. Es sorprendente que muchas de nuestras democracias sean o hayan sido monarquías, una forma constitucional que parece menos democrática que el gobierno republicano. La explicación es que son monarquías constitucionales donde el poder del monarca está seriamente restringido. La ventaja que se suela tribuir a la monarquía para un régimen democrático es que incorpora un jefe de estado, símbolo apolítico e imparcial de unidad. En general esto es cierto, pero tb es posible que los monarcas constituyan una fuerza divisoria. Por ejemplo, la conducta del Rey Leopoldo III en Bélgica en la segunda guerra se convirtió en cuestión política relevante en ese país en posguerra. En un referéndum 195º, una mayoría flamenca y católica apoyaron al rey, mientras la mayoría de valones, socialistas y liberales votaron por su destitución. En términos de principios democráticos básicos, una desventaja viene dada por el hecho de que los monarcas no carecen del todo de poder, normalmente, en los sistemas parlamentarios conservan el derecho de designar al primer ministro. No es función significativa cuando hay preferencia unánime hacia un candidato, pero en el caso de producirse muerte o dimisión repentina o cuando los partidos son incapaces de alcanzar un acuerdo la influencia del monarca puede que no sea despreciable. Incluso si a los monarcas se les restan los poderes residuales la presunción general es que el monarca es jefe del estado y no jefe del gobierno. La tentación de interferir en los poderes del jefe de gobierno y del gabinete es mayor en las democracias parlamentarias que tiene a un presidente como jefe de estado, una persona que haya desarrollado anteriormente carrera política. Un método usado por los sistemas parlamentarios para reducir al mínimo este riesgo es no permitir al presidente el prestigio democrático y poder implícito que supone ser elegido por vía popular. En su lugar, el procedimiento habitual es tener un presidente elegido por el P o por un colegio electoral especial. Otra solución es no poseer un presidente separado, sino dar el título y la función de presidente al PM, como en Bostwana. Suiza utiliza un método similar haciendo que el jefe de gobierno actúa al tiempo como presidente. Pero la característica esencial de las democracias semipresidenciales que funcionan como sistemas parlamentarios (Austria, Finlandia, Irlanda, Islandia y Portugal) radica en que poseen presidente elegido por vía popular. Aquí el peligro yace en que la elección popular puede proporcionar un jefe de estado que amparándose en su legitimación democrática usurpe o toma el liderazgo del gobierno, modificando la naturaleza del sistema parlamentario. Para quienes consideren que son preferibles los sistemas parlamentarios a los presidenciales hay que decir que una ventaja de la monarquía constitucional, es que en general, se considera incompatible con el presidencialismo. Pero este punto de vista no es correcto. En teoría, es posible instaurar un sistema presidencial on un presidente que ejerza de jefe de gobierno y un monarca como jefe del estado. No hay ejemplos empíricos de dicho sistema, y el punto de vista de que presidencialismo y monarquía no pueden combinarse, aunque sea erróneo, puede evitar que países en vías de democratización con un monarca en la jefatura del estado (España finales de de los ’70) consideren la posibilidad de adoptar una forma presidencial de gobierno.

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Sistemas Electorales: métodos de Mayoría Absoluta y Mayoría Relativa frente a Representación Proporcional

El sistema típico de la democracia mayoritaria es el sistema de elección por mayoría absoluta o relativa en distritos uninominales, mientras la democracia consensual utiliza la RP. En el primer caso, el ganador se lo lleva todo y el resto se queda sin representación; es reflejo perfecto de la filosofía mayoritaria. El partido que gana la mayoría nacional absoluta o relativa de votos tenderá a estar sobrerrepresentado en términos de escaños en el P. en contraste, la finalidad de la RP es la representación de mayorías y minorías, se intentará traducir los votos en escaños proporcionalmente. El desequilibrio entre los dos sistemas es tb acusado en el sentido de que los cambios dentro de cada tipo son normales, pero rara vez una democracia cambia de RP a métodos de elección por mayoría absoluta o relativa. Cada grupo de países parece estar fuertemente aferrado a su sistema electoral. Aunque se dan variaciones dentro de la familia de sistemas RP y aunque ninguno es perfectamente proporcional, estos sistemas tienden a ser menos distorsionadores de la proporción que los sistemas de elección del candidato más votado, salvo en las democracias presidenciales. Los sistemas electorales son tb factor esencial en los sistemas de partidos, aunque no el único factor.

1. Fórmulas Electorales

Si bien la dicotomía entre RP y sistemas de mayoría absoluta o relativa en distritos uninominales constituye la línea divisoria fundamental en la clasificación de sistemas electorales, es necesario adoptar importantes distinciones y desarrollar una tipología mejor delimitada. Los sistemas electorales pueden describirse en términos de 7 atributos: fórmula electoral, magnitud del distrito, umbral electoral, número total de miembros del órgano a elegir, influencia de las elecciones presidenciales en las legislativas, reparto no equitativo de escaños y vínculos electorales entre partidos. La primera categoría de fórmulas de elección por mayoría absoluta o relativa puede subdividirse en tres clases (ver página 143). En GB la regla de mayoría relativa –gana el más votado- es con mucho la más sencilla: el candidato que recibe más votos –sean estos mayoría absoluta o relativa- es el elegido. Las fórmulas mayoritarias requieren mayoría absoluta para conseguir la elección. Una forma de cumplir con este requisito es celebrar una segunda vuelta ente los dos candidatos más votados si ninguno ha obtenido mayoría absoluta. Este método se utiliza con frecuencia en las elecciones a la presidencia –En Francia, Austria, Portugal, Colombia y Finlandia- así como en elecciones directas del primer ministro israelí, pero no en las elecciones legislativas. Sin embargo en Francia se utiliza un método estrechamente relacionado para las elecciones del legislativo. La Asamblea Nacional es elegida mediante una fórmula mixta de mayoría absoluta relativa en distritos uninominales. En la primera votación se requiere mayoría absoluta para salir elegido, pero si ninguno la obtiene, en la segunda solo se exige mayoría relativa. Los candidatos que no logran alcanzar un porcentaje mínimo de votos en la primera vuelta no tienen acceso a la segunda. Normalmente esta segunda vuelta enfrenta a los dos candidatos principales, de forma que a nivel práctico no existe gran diferencia entre la fórmula de mayoría absoluta-relativa y la mayoría en la segunda vuelta. En Australia se utiliza el voto alternativo, verdadera fórmula mayoritaria. Al votante se le pide que señale su primera preferencia, la segunda y así sucesivamente, ente los diferentes candidatos. Si un candidato recibe la mayoría absoluta de los votos de la primera preferencia sale elegido. Si no, se suprime el candidato con menor número de votos de la primera preferencia y los votos que contiene a este candidato como primera preferencia se trasladan a las segundas

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preferencias. Este procedimiento se repite, excluyendo los candidatos con menos votos y redistribuyendo dichos votos a las siguientes preferencias más altas en cada fase del recuento, hasta que surge un vencedor con mayoría. En Irlanda tb se tulipa este sistema par las presidenciales. En cuanto a la RP cabe distinguir tres tipos, el más común es el RP de lista, utilizado en la mitad de las 36 democracias ente 1945-1996. Aunque existen variaciones menores en las fórmulas de lista, básicamente implican que los partidos presentan listas de candidatos en distritos multinominales (plurinominales), los votantes emiten sus votos para una u otra lista de partido (a veces se permite dividir el voto entre varias listas) y los escaños se asignan a las listas de partido en proporción al número de votos que han obtenido. Los sistemas RP de lista pueden dividirse ulteriormente según la fórmula matemática utilizada para trasladar los votos a escaños. El método que se aplica con más frecuencia es la fórmula d’Hont, que favorece ligeramente a los partidos grandes, en perjuicio de los partidos pequeños. Otra diferencia entre los RP de lista es si las listas son abiertas, parcialmente abiertas o cerradas. Donde se utiliza la lista cerrada el votante no puede expresar sus preferencias (España); con lista abierta –Finlandia- los votantes optan por candidatos individuales de la lista y el orden en que se eligen viene determinado por los votos recibidos a título individual; en Bélgica y Holanda las listas son parcialmente abiertas, los votantes pueden expresar sus preferencias por candidatos individuales, pero tiende a prevalecer un orden de lista establecido por los partidos. La segunda forma de RP es la fórmula MMP -mixta-nominal-proporcional-; cerca de la mitad de los miembros del legislativo de Alemania, Nueva Zelanda y Venezuela y tres cuartas partes de los de Italia son elegidos por mayoría relativa en distritos de miembros único, y los demás son elegidos mediante RP de lista. Cada votante dispone de dos votos, uno para un candidato de distrito y otro para una lista de partido. La razón por la que esta combinación de métodos se califica como sistema RP es que los escaños de RP compensan cualquier falta de proporcionalidad producida en los resultados de escaño de distrito. El grado exacto de los resultados globales depende de cuantos escaños de RP de lista hay disponibles para lograr la compensación. Los resultados italianos han sido menos proporcionales que en otros países. El tercer tipo de voto RP es el voto único transferible (STV). Difiere del tipo de RP de lista en que los votantes optan por candidatos individuales en lugar de por listas de partido. La papeleta es similar al sistema de voto alternativo. Contiene los nombres de los candidatos y a los votantes se les pide que los ordenen. El procedimiento para determinar los candidatos vencedores es más complicado que con el método de voto alternativo. Se producen dos clases de transferencias: en la primera, los votos excedentes que no sean necesarios para los candidatos que hayan alcanzado la cuota mínima de votos se trasladan a los candidatos siguientes más preferidos en las papeletas; en la segunda transferencia el candidato con menos votos queda eliminado y su votos se trasladan de idéntica forma. Si es necesario, tales pasos se repiten hasta cubrir los escaños disponibles. El STV recibe alabanzas porque combina las ventajas de permitir los votos a candidatos individuales y generar resultados proporcionales, pero no se usa mucho (Irlanda, Malta y las lecciones al Senado en Australia). La mayoría de fórmulas encajan en las dos grandes categorías de RP y mayoría absoluta relativa, si bien algunas quedan en medio de ambas. Las fórmulas semiproporcionales se usan poco y los únicos ejemplos en nuestros 36 países son los tres sistemas que se han empleado en Japón. El voto limitado utilizado en las elecciones de 1946 y el voto único no transferible (SNTV) utilizado en las elecciones siguientes hasta 1996 están estrechamente relacionados. Los votantes emiten su voto a favor de candidatos individuales, y como en los sistemas de elección por mayoría absoluta-relativa, ganan los candidatos más votados. Pero a diferencia de estos sistemas, los votantes no disponen de tantos votos como escaños hay en el distrito, y los distritos disponen de al menos dos escaños elegibles. Cuanto más limitado es el número de votos del que dispone el votante y mayor es el número de escaños en juego, más tiende el voto limitado a desviarse de la elección por minoría relativa y más se acerca a la RP. En 1946 cada votante disponía de dos o tres votos en distritos que comprendía de 4 a 14 escaños. El SNTV es el caso especial de voto

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limitado donde el número de votos emitidos por cada votante se reduce a uno. En la versión japonesa se aplicó a distritos con una media de 4 escaños. En el sistema paralelo de mayoría relativa/RP que se introdujo en Japón en 1996, 300 miembros del legislativo son elegidos por minoría relativa en distritos uninominales y 200 elegidos por RP de lista. Cada votante dispone de un voto de distrito y uno de RP. Esto recuerda al MMP, pero la diferencia radica en que los escaños de RP no son compensatorios. Los componentes de las elecciones de minoría relativa y RP se mantienen separados. Por ello, a diferencia del MMP, este sistema es proporcional solo en una parte, y no una forma de RP. Los cambios más importantes en los sistemas electorales en los países se producen en la década de los ’90 (Nueva Zelanda, Italia, Japón y Venezuela) y tres de estros países han cambiado al MMP.

2. Magnitud del distrito.

Indica el número de candidatos a elegir en el distrito. No ha de confundirse con el tamaño geográfico del distrito o con el número de votantes que comprende. Las fórmulas de mayoría absoluta y relativa pueden aplicarse tanto en distritos de uno como de más miembros. Los sistemas de RP y SNTV requieren distritos de más de un miembro, que van desde los dos hasta el distrito único de rango nacional, de donde se eligen todos los miembros del P. la magnitud del distrito ejerce un marcado efecto en el grado de distorsión de la proporcionalidad y en el número de partidos. Algunos autores como Taagepera y Shugart l oven como el ‘factor decisivo’. La magnitud del distrito es de enorme importancia en dos aspectos; la 1primera razón es que ejerce gran influencia tanto en sistemas de mayoría absoluta-relativa como en los de RP (y SNTV) pero en el sentido contrario. Al aumentar la magnitud del distrito en los sistemas de mayoría absoluta y relativa crece la desproporcionalidad y crecen las ventajas para los grandes partidos, mientras que en el sistema de RP deviene en una mayor proporcionalidad y en unas condiciones más favorables para los partidos pequeños. En lo referente a la mayoría relativa, supongamos que las elecciones enfrentan a los partidos A y B y que A es más fuerte en un área en particular. Sui esta área es un distrito de tres miembros, es probable que A obtenga los 3 escaños. Pero si le área se divide en tres distritos de un solo miembro, B bien puede ganar en uno de los tres distritos. Cuando aumenta la magnitud de un distrito, tb lo hace la desproporcionalidad. En el caso de un distrito de rango nacional con elecciones de mayoría relativa, y suponiendo que todos los votantes votaran estrictamente a sus respectivos partidos, el partido que obtuviera la mayoría relativa nacional de los votos se llevaría todos los escaños. En el sistema devoto alternativo de Australia y en el sistema de mayoría absoluta-relativa francés, solo se han utilizado distritos uninominales. En los sistemas de mayoría relativa hay bastantes casos de utilización de distritos de varios miembros, pero esto es cada vez más raro. El único país con elecciones por sistema de mayoría relativa en donde sobreviven los distritos de más de un miembros es Mauricio, cuyos 62 miembros del P se eligen en 20 distritos de tres miembros y en 1 distrito de 2 miembros. Una razón importante por la que los distritos de elección múltiple se han vuelto raros es que, como hemos explicado, conducen a mayores distorsiones de proporcionalidad que los ya de por sí poco proporcionales distritos de un solo miembro.

Hay países que han adoptado disposiciones especiales para la representación de las minorías d determinadas etnias y comunidades, demarcando distritos específicos al efecto.: los distritos maoríes en Nueva Zelanda, 1/5 parte de los distritos de la India que se han destinado a castas señaladas (intocables) y tribus señaladas y distritos positivamente manipulados en sus límites en EEUU. La 2segunda razón por la que resulta de tanta importancia la magnitud del distrito es que –a diferencia de lo que ocurre en los sistemas de mayoría absoluta y relativa- varía enormemente en los sistemas de RP, por lo que ejerce un fuerte impacto en el grado de proporcionalidad que consiguen los diferentes sistemas RP. Por ejemplo, un partido que represente una minoría del 10% es improbable que

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logre un escaño en un distrito de 5 miembros, pero lo logrará en un distrito de 10 miembros. Así, es difícil que los distritos de dos miembros sean compatibles con el principio de proporcionalidad. Por el contrario, un distrito nacional, en igualdad de otras condiciones, es ideal para una traslación proporcional de votos en escaños. Holanda e Israel son ejemplos con sistema de RP y distritos de ámbito nacional. Muchos países con RP de lista utilizan dos niveles de distritos, para combinar la ventaja del representante que está en contacto más estrecho con el votante en los distritos más pequeños y la superior proporcionalidad de los distrito más grandes, especialmente de ámbito nacional. Al igual que en los sistemas MMP, los distritos mayores compensan las distorsiones de proporcionalidad de los distritos más pequeños, aunque éstas sean menos pronunciadas que en los distritos pequeños de varios miembros con RP de lista que en los distritos uninominales con MMP nominales con MMP. Ejemplo de sistemas RP de lista de dos niveles, con diestrito nacional en el nivel superior son Dinamarca, Suecia desde 1970, y Noruega desde 1989.

3. Umbrales electorales.

Los distritos de gran magnitud con RP tienden a maximizar la proporcionalidad y a facilitar la representación incluso de los aptito más pequeños. Ello es cierto en los distritos nacionales de Holanda e Israel así como en todos los sistemas que utilizan los distritos nacionales de nivel superior. Para no poner demasiado fácil a los partidos pequeños que salgan elegidos, los países que utilizan distritos de ámbito nacional aplican unos umbrales mínimos de representación preestablecidos, definidos en términos de un número mínimo de escaños conseguidos en los distritos de nivel inferior y/o un porcentaje mínimo a nivel nacional de votos. Tales porcentajes pueden ser relativamente bajos, como el techo del 1.5% en Israel, pero cuando se sitúe en el 5% como en Alemania constituyen topes significativos para los partidos pequeños. Las magnitudes de distrito y los umbrales electorales pueden contemplarse caras de la misma moneda: el tope explícito impuesto contra los partidos pequeños por un umbral tiene la misma función que el tope implícito impuesto por la magnitud del distrito. Una expresión de dicha relación puede expresarse así: U= 75%/ M+1 donde U es el umbral y M la magnitud media de distrito. De acuerdo con esta ecuación, el distrito medio de cuatro miembros en Irlanda posee un umbral implícito del 15%, y el distrito medio con una magnitud de 6.7 escaños del sistema español de RP de lista de un solo nivel posee un umbral del 9.7%. El umbral del 5% de Alemania tiene el mismo efecto que unas magnitudes de distrito de 14 escaños.

4. Otros atributos del Sistema Electoral.

Otro factor que puede afectar a la proporcionalidad de los resultados electorales y del número de partidos representados es el tamaño del órgano a elegir. Dado que los sistemas electorales poseen métodos para trasladar votos en escaños, el número de escaños disponibles para esta traslación es parte integrante del sistema de traslación, esto es importante por dos razones. Supongamos que tres partidos logran el 41%, el 31% y el 26% de los votos nacionales con RP. Si las elecciones van dirigidas a un minilegislativo de 5 escaños, ninguna de las formas por las que se asignen los escaños podrá producir forma alguna de proporcionalidad. Las posibilidades de asignación proporcional mejoran mucho para un legislativo de 10 miembros. Podría obtenerse proporcionalidad perfecta con uno de 100 miembros. Para legislativos de éste o mayor tamaño, el tamaño deviene en irrelevante, pero no es despreciable para los legislativos de Mauricio (70), Bostwana (44), Barbados (28) o Luxemburgo (60). En segundo lugar, el modelo general muestra que los países muy poblados poseen legislativos amplios, países con pequeñas poblaciones poseen legislativos reducidos y que el tamaño de poslegislativos tiende a ser grosso modo la raíz cúbica de la población. Las elecciones por mayoría relativa tienden siempre a no ser proporcionales, pero esta tendencia se ve reforzada cuando el número de miembros que componen el legislativo es significativamente inferior a la raíz cúbica de la

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población (Taagepera y Shugart). Barbados es uno de tales casos, su cámara debería poseer 64 miembros en vez de 28. Los legislativos de tamaño reducido no son una característica de todos los sistemas de mayoría relativa. La Cámara de los Comunes de GB es bastante más amplia de lo que postula le ley de la raíz cúbica de los autores citados. Los sistemas presidenciales pueden ejercer un fuerte efecto indirecto en el número efectivo de partidos representados en el P. Dado que la presidencia es el mayor premio político que puede lograrse y que sólo los grandes partidos tiene oportunidad de conseguirlo, estos partidos tiene una gran ventaja sobre los pequeños, que se traslada a las elecciones legislativas, incluso si se celebran por RP, como en Costa Rica, Colombia y Venezuela. Esta tendencia es fuerte cuando la elección presidencial se decide por el sistema de minoría relativa en vez de por el de doble vuelta y cuando las elecciones legislativas se celebran al mismo tiempo o poco antes que las presidenciales. Incluso en Francia, donde presidenciales y legislativas no suelen coincidir y donde las presidenciales on con sistema mayoritario a dos vueltas, el presidencialismo ha reducido el multipartidismo. Duverger compara la V con la III República, ya que en ambas se utilizó el sistema de doble vuelta para las legislativas y se pregunta por qué el mismo sistema electoral coincidió con una docena de partidos en la II y termina con cuatro partidos en la V. Su explicación es la elección popular directa del presidente, que ha transformado el régimen político. El reparto no equitativo de escaños tb puede contribuir a la falta de proporcionalidad electoral. En distritos uninominales, el reparto no equitativo supone que los distritos poseen poblaciones d votantes muy distintas; los distritos plurinominales con reparto no equitativo poseen magnitudes que no se corresponden a sus poblaciones de votantes. En los sistemas de mayoría absoluta y relativa con distritos uninominales, el reparto no equitativo resulta difícil de evitar, pues se requerían muchos distritos pequeños equiparados a electorados o poblaciones exactamente iguales. El problema es menor en sistemas RP que utilizan distritos relativamente amplios de magnitudes variables, porque los escaños pueden asignarse proporcionalmente a unidades geográficas preexistentes, como provincias o cantones. El reparto no equitativo queda erradicado cuando las elecciones se celebran en un solo distrito de ámbito nacional, como Israel y Holanda con un nivel superior de ámbito nacional, como en Alemania. Los casos más destacados de reparto no equitativo de escaños han tenido que ver con la sobrerepresentación rural: por ejemplo, EEUU, Australia, Francia y España. Pero el reparto no equitativo a favor de zonas rurales solo conduce a un incremento de la distorsión en la proporcionalidad de la representación de los partidos, si son los grandes partidos los que se benefician de él. Ha sido el caso del PLD en Japón. Finalmente, algunos sistemas de RP de lista permiten partidos que presentan listas separadas en las papeletas pero vincula formalmente dichas listas, lo que implica que su total conjunto de votos e utilizará en la asignación final de escaños. El paso siguiente es la distribución proporcional de escaños a cada partido vinculado. Al conjunto de tales listas conectadas de partidos se le designa con el término francés apparentement. Ejemplos de sistemas RP con esta característica son Suiza, Israel y Holanda. Dado que la agrupación ayuda a los partidos pequeños que tienden a estar infrarrepresentados, suele producir la distorsión proporcional y aumentar el número de partidos. Es más, la formación de vínculos electorales entre partidos para su beneficio mutuo está permitida no solo mediante el sistema descrito, sino que tb es consecuencia lógica de otros tres sistemas electorales. Tanto el voto alternativo como el STV permiten que los partidos se vinculen para obtener el máximo beneficio electoral simplemente acordando pedir a sus respectivos votantes que emitan su primera preferencia por sus propios candidatos, pero que las siguientes preferencias sean para el candidato del partido vinculado, ventaja de la que se aprovechan los partidos australianos e irlandeses. De forma similar, el sistema francés de doble vuelta implica la posibilidad de que los partidos se vinculen par retirarse recíprocamente de la segunda vuelta en algunos distritos.

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5. Grados de Desproporcionalidad.

Muchos atributos de los sistemas electorales influyen en el grado de desproporcionalidad, e indirectamente en el número de partidos en cada sistema de partidos. Es fácil determina la desproporcionalidad para cada partido en una elección particular, es la diferencia entre su porcentaje de votos y su porcentaje de escaños. Más difícil es el cómo agregar las desviaciones entre votos y escaños para el conjunto de los partidos. El índice de desproporcionalidad que propone M. Gallagher solventa el problema ponderando las desviaciones por sus propios valores, l oque hace que las desviaciones amplias cuenten mucho más que las pequeñas en el índice. El cálculo del índice G se efectúa así: se elevan al cuadrado las diferencias entre porcentajes de votos (vi) y porcentajes de escaños (Si) de cada partido y se suman; ese total se divide por dos, y al final se extrae la raíz cuadrada de tal valor. Así: U= √1/2 ∑ (vi – Si)2

En algunos sistemas electorales pueden utilizarse dos conjuntos de votos para calcular las diferencias entre porcentajes de votos y de escaños. En los sistemas de MMP la opción es entre los votos de lista de partido y los votos de distrito. Los especialistas concuerdan en que los votos de lista expresan con más exactitud las preferencias de partido del electorado. En los sistemas de voto alternativo y STV, la opción está entre los votos de primera preferencia y los votos del recuento final, es decir, los votos tras completar las trasferencias de preferencia. Normalmente solo se reportan los votos de primera preferencia y los especialistas están de acuerdo en que las diferencias entre ambos tienen poca relevancia. El único caso donde la diferencia es relevante se produce en Francia entre los resultados de la primera y segunda vuelta. La mejor solución es recontar los votos decisivos, votos de la segunda vuelta fundamentalmente, pero tb los votos de la primera vuelta de los distritos donde los candidatos fueron elegidos en la primera vuelta.

6. Desproporcionalidad electoral en las democracias presidenciales.

En tales democracias la elección del presidente es por lo menos tan importante como la del P, de casi idéntica importancia en sistemas de equilibrio ejecutivo-legislativo y de mayor importancia en los sistemas con predominio del ejecutivo. Incluso en los sistemas con equilibrio, los votantes consideran más importante la elección del presidente, como lo refleja la menor participación en las elecciones legislativas cuando estas no se celebran a la vez que las presidenciales. Las elecciones presidenciales carecen de proporcionalidad por naturaleza, a causa de dos propiedades del sistema electoral que hemos analizado antes: la fórmula electoral, que para elegir un solo miembro ha de ser necesariamente de mayoría relativa o absoluta (o mayoritaria por parte de un colegio electoral) y el tamaño del órgano a elegir, que es el mínimo absoluto de 1; el ganador lo gana todo. Este es otro aspecto en el que los sistemas presidenciales tienden a ser mayoritarios por naturaleza, además de su tendencia inherente a poseer gabinetes de mayoría y de sus efectos reductores sobre el número de partidos. Así, la desproporcionalidad de las presidenciales es mayor que en las elecciones legislativas: por término medio, entre el 38-50% en los 6 países. Si solo hay dos candidatos, el índice de desproporcionalidad equivale al porcentaje de voto del candidato perdedor. La desproporcionalidad en las presidenciales no es sólo mayor que en las legislativas, sino mucho mayor, 5 de los 6 sistemas presidenciales poseen unos índices de desproporcionalidad legislativa inferiores al 5%. Si ambas desproporcionalidades son relevantes, ¿como combinarlas para tenerlas en cuenta? De utilizarse el promedio aritmético, la desproporcionalidad en las presidenciales se impondría. Por ello es aconsejable usar la media geométrica (la raíz cuadrada del producto de los números), que es más apropiada cunado se promedian valores de magnitudes muy diferentes.

7. Grados de desproporcionalidad.

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En nuestras 36 democracias los índices abarcan un espectro que va del 1.30% de Holanda al 21.08% de Francia. La media es 8.26% y la mediana 8.11%. Hay una clara línea divisoria entre sistemas parlamentarios de RP y sistemas de mayoría absoluta y relativa. Incluso los dos países de RP que a menudo se contemplan como poco pertenecientes a la familia de RP –Grecia y España- se sitúan del lado RP de la línea divisoria. El sistema español no es muy proporcional debido a la pequeña magnitud de sus distritos. El sistema RP de Grecia ha cambiado, pero el sistema habitual es el de RP reforzada. Incluso estos dos sistemas impuros de RP poseen menor desproporcionalidad que los sistemas de mayoría absoluta o relativa. El sistema SNTV de Japón semiproporcional y con pequeña magnitud de distrito- tb se sitúa en el lado RP de la línea divisoria. Su desproporcionalidad media es inferior a la de Grecia y España. La mayoría de países RP poseen desproporcionalidad entre 1-5%, los caos ejemplares de Suiza y Bélgica se hallan hacia la mitad de este rango. En el lado de la mayoría absoluta y relativa de la línea divisoria, Austria es el único con menos de un 10%, la mayoría de estos países están entre 10-20%. Los cuatro sistemas parlamentarios con los índices más altos –Bahamas, Barbados, Mauricio y Jamaica- son países pequeños con sistemas de mayoría relativa y órganos legislativos de dimensiones pequeñas. GB y Nueva Zelanda están entre los menos desproporcionales de los sistemas con mayoría relativa, los únicos casos excepcionales de sistemas RP con alta desproporcionalidad son tres democracias presidenciales: Colombia, Costa Rica y Venezuela, pero sus desproporcionalidades legislativas van sólo del 2.96-4.28% -normal par los sistemas RP- siendo el presidencialismo el que provoca alta desproporcionalidad global. La desproporcionalidad legislativa es baja en EEUU, pese al método de mayoría relativa en las elecciones al Congreso. La explicación de tal fenómeno es la existencia de elecciones primarias en EEUU. En la mayoría de sistemas de mayoría relativa, parte de la desproporcionalidad de las elecciones está causada por pequeños partidos que permanecen no representados o infrarrepresentados. En EEUU hay pocos de estos casos porque las elecciones primarias otorgan fuertes incentivos a los disidentes par que busquen suerte en algunos de los partidos principales, en vez de establecer pequeños partidos separados. Además, las leyes estatales tienden a discriminar a los partidos pequeños. Sin embargo, las elecciones presidenciales dan a EEUU un alto nivel de desproporcionalidad. Francia posee el sistema más desproporcional, por su desproporcionalidad en las legislativas combinada con el presidencialismo. Las elecciones presidenciales de Israel en 1996 solo aumentaron un poco el nivel desproporcionalidad porque fueron precedidas de trece lecciones parlamentarias, donde el promedio de desproporcionalidad fue del 1.5%.

8. Sistemas electorales y sistemas de partidos.

Una proposición conocida en política comprada es que el método de elección por minoría relativa favorece sistemas bipartidistas. Duverger sostiene que esto se aproxima a una verdadera ‘ley sociológica’. Contrariamente, RP y sistemas a dos vueltas estimulan el multipartidismo. Duverger explica los efectos diferenciados del sistema electoral en términos de factores mecánicos y psicológicos. El efecto mecánico de la regla de la minoría relativa es que todos menos los os partidos más fuertes se ven infrarrepresentados porque tienden a perder en cada distrito. El Partido Liberal británico en la época de posguerra es buen ejemplo. El factor psicológico refuerza el mecánico: los electores pronto se dan cuenta de que sus votos se desperdician si siguen votando al tercer partido, por lo que la tendencia natural e trasladar su voto el menos malo de sus dos adversarios. El factor psicológico opera nivel de los políticos, cuya tendencia es no desperdiciar energías presentándose como candidatos de terceros partidos, sino a incorporarse a uno de los grandes. Rae contribuye al estudio de los vínculos entre sistemas electorales y de partidos. Los sistemas electorales poseen impactos diferentes en los sistemas de partidos, pero tb –enfatiza Rae- poseen importantes efectos comunes. Los sistemas electorales tienden a sobrerrepresentar a partidos grandes e infrarrepresentar a los más pequeños. Cabe distinguir tres aspectos de tal tendencia: todos los sistemas

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generan resultados desproporcionales; todos recuden el número efectivo de partidos parlamentarios en comparación con el número efectivo de partidos electorales; y todos los sistemas electorales pueden fabricar una mayoría parlamentaria par partidos que no han recibido el respaldo mayoritario de los votantes. Las tres tendencia son más fuertes en sistemas de mayoría absoluta o relativa que en sistemas de RP. La primera propuesta queda reflejada incluso en el sistema holandés, el más proporcional. La segunda y tercera propuesta se basan en el hecho de que la desproporcionalidad de los sistemas electorales no es aleatoria, sino sistemática: sistemáticamente favorecen a partidos grandes y perjudican a los pequeños. Por eso las elecciones en general, y las de mayoría absoluta y relativa en particular, reducen el número efectivo de partidos.

La ventaja sistemática que los sistemas otorgan a los partidos grandes se vuelve importante cuando un partido que no logra una mayoría de votos es recompensado con una mayoría de escaños. Ello posibilita la formación de gabinetes mayoritarios de un solo partido, sello distintivo de las democracias mayoritarias. Rae denomina a dichas mayorías ‘fabricadas’, creadas artificialmente por el sistema electoral. Las mayorías fabricadas pueden ser contrastadas con las mayorías ganadas, cuando un partido gana tanto una mayoría de votos como de escaños, y con las minorías naturales, cuando ningún partido logra un mayoría ni de votos ni de escaños. Los ejemplos más claros de mayorías fabricadas pueden encontrarse en GB y Nueva Zelanda, pero tb en Austria y Canadá. Las mayorías ganadas son comunes en los sistemas de mayoría relativa con estricto enfrentamiento bipartidista: Bahamas, Botswana, Jamaica, Trinidad y EEUU. De hecho, consecuencia de la frecuencia de elecciones al Congreso EEUU contribuye al total de mayorías ganadas en sistemas de mayoría absoluta y relativa en gran medida. Al contrario, la RP raramente genera mayorías fabricadas o ganadas. Ha ocurrido en países donde a pesar de la RP hay pocos partidos (Austria, Malta) o donde existe un RP relativamente impura (España y Grecia) y en sistemas presidenciales que utilizan la RP par las elecciones legislativas (Colombia, Costa Rica y Venezuela). El 805 de las elecciones por mayoría absoluta y relativa produjo mayorías fabricadas o ganadas y más del 805 de elecciones por RP produjo minorías naturales. Tb podemos esperar fuerte relación negativa ente la desproporcionalidad del sistema electoral y el número efectivo de partidos parlamentarios. Así, conforme crece la desproporcionalidad (según estudio de las 36 ya famosas democracias) decrece el número efectivo de partidos. Un aumento del 5% en desproporcionalidad está asociado a una disminución en torno a medio partido en el número efectivo de partidos. Pero hay dispersión considerable, y varios partidos descolgados. Otros dos factores tb afectan al número de partidos. Uno es el grado de pluralismo y el número de grupos en que está dividida la sociedad, l oque podría explicar el multipartidismo de la India, pese a los efectos reductores de sus sistemas electorales favorecedores de la desproporcionalidad. El efecto opuesto puede observarse en Austria, cuya sociedad plural consiste fundamentalmente en dos grandes campos y en Malta (electorado alineado en dos grupos de parecido tamaño). En estos dos países, los sistemas de dos partidos y de dos partidos y medio han coexistido con sistemas de RP proporcionales. Dos de los sistemas presidenciales, Francia y Venezuela tb se desvían, con muchos más partidos de los que cabría esperar en razón de a desproporcionalidad. En el lado de la mayor desproporcionalidad existe una considerable dispersión, pero si se incluyen los caos que se desvían (India y Papúa nueva Guinea), el número efectivo de partidos medio es de 2.32. Con estos dos países es de 2.61. En el lado más proporcional el nº de partidos fluctúa mucho y no existe una pauta discernible, pero el promedio es superior: 3.78 partidos. La relación global entre las dos variables depende de esta gran diferencia entre dos grupos de países, que coinciden en forma amplia, pero no total con la diferencia ente sistemas de RP y sistemas de mayoría relativa: por un lado muchos países con RP más Japón, y por otro, los países con sistemas de mayoría absoluta y relativa, los sistemas impuros de RP de Grecia y España y las democracias presidenciales.

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Grupos de Interés: Pluralismo frente a Corporatismo

Es la quinta diferencia entre democracia consensual y mayoritaria –última de la dimensión ejecutivos-partidos- y hace referencia a los grupos de interés. El grupo de interés típico de la democracia mayoritarista es un pluralismo competitivo y no coordinado de grupos independientes, que contrasta con el sistema de grupos coordinado y orientado al compromiso típico del modelo consensual. Al corporatismo se le suele denominar democrático, societario o neocorporatismo para diferenciarlo de las formas autoritarias de corporativismo en la que los grupos de interés están controlados por el estado. Aquí hablamos de corporatismo como democrático. La palabra tiene dos significados distintos, el primero se refiere al 1sistema de grupos de interés donde grupos están agrupados en organizaciones punteras nacionales, especializadas, jerarquizadas y monopólicas. El segundo se refiere a la 2incorporación de los grupos de interés al proceso de formación de pp. Schmitter apunta que este segundo tipo debería designarse como concertación. Sin embargo, empíricamente los dos tipos funcionan por igual, pues el corporatismo en sentido literal es condición casi necesaria para la concertación. Tal y como Schmitter declara, parece existir ‘una compatibilidad estructural entre corporatismo y concertación; históricamente los elementos de centralización, representación monopólica, etc. han aparecido primero preparando el camino hacia una concertación política que a su vez, ha facilitado una mayor corporatización de los grupos de interés’. Cada uno de estos elementos puede subdividirse hasta llegar a los 4 componentes clave mediante los que el corporatismo puede ser identificado. Siguiendo a Schimitter, el corporatismo comporta: grupos de interés relativamente grandes y poco numerosos; que estén muy coordinados en organizaciones punteras nacionales. La concertación conlleva consultas regulares por los líderes de estas organizaciones punteras nacionales, sobe todo representantes sindicales y patronales, tanto entre sí como con los representantes del gobierno para llegar a acuerdos exhaustivos que sean vinculantes para las tres partes de la negociación (pactos tripartitos). Katzenstein añade otras características diferenciadas, ‘una ideología del compañerismo social’ y ausencia de ‘mentalidad de ganador total’: característica que vincula al corporatismo con las otras características de la democracia consensual. Naturalmente pluralismo y corporatismo puros son infrecuentes, la mayoría de las democracias se sitúa en algún punto medio entre los dos tipos puros.

1. ¿Declive del Corporatismo?

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Desde los ’70 esta cuestión ha centrado el estudio de los grupos de interés; siendo la tendencia de esta literatura favorable al corporatismo. En general, los resultados macroeconómicos medidos en términos de bajo crecimiento, bajo desempleo y baja inflación fueron superiores a los de sistemas pluralistas. El corporatismo parecía producir un sistema económico superior. Recientemente los teóricos empiezan a disentir de tal interpretación y ha hablar de ‘declive’ del corporatismo. Ante todo, el declive del corporatismo suele significar que la eficacia de las estructuras corporatistas y la frecuencia de su uso han menguado, no que tales estructuras hayan sido desmanteladas. Además, el declive experimentado en algunos países ha sido cuestión de grado. En el laborioso estudio cuantitativo de Alan Siaroff sobre los cambios en el corporatismo desde los ’70 a los ’80 en 21 democracias, ninguna de ellas presenta declive alguno. Solo dos países experimentan un cambio de un 10% en el espectro que va del pluralismo al corporatismo: Finlandia se convirtió en más corporatista e Israel en menos. Otros once países experimentaron cambios más pequeños, pero en dirección opuesta; 6 más pluralista y 5 convierten en más corporatistas. H. J. Wiarda expone que en lugar de estar en declive, evoluciona hacia nuevas áreas; un área particular (relaciones sindicatos-patronales) que se está reestructurando. El autor especula que aunque la fase industrial de las relaciones corporatistas tripartitas se desvanezca, los asuntos posindustriales (educación, salud pública, asistencia social y medioambiente entre otros) empiezan a destacar, y que frecuentemente estos nuevos asuntos se negocian a la manera corporatista tradicional entre los diferentes grupos de interés más importantes y el gobierno. El autor cree que el proceso político es aún corporatista. Por otro lado, una explicación que se usa para explicar el corporatismo tradicional es la globalización económica, limitadora de la capacidad del gobierno para actuar de forma efectiva en política económica, en especial en la gestión macroeconómica. Pero Katzenstein usa el mismo factor para explicar el crecimiento del corporatismo y la causa de que se desarrolle especialmente en países europeos pequeños, que adoptan el corporatismo como modelo de protección. Este análisis sugiere que la influencia negativa de la globalización en el corporatismo no es ineludible, y que a largo plazo cambiará d dirección. Otra razón para explicar el declive del corporatismo es el nivel de erosión en la integración de los individuos con organizaciones de interés y partidos políticos. Esta evolución debilita la capacidad de los sindicatos para representar aun gran número de personas así como su influencia en las negociaciones. La distinción de Katzenstein entre corporatismo liberal (donde las empresas son la fuerza principal) y corporatismo social (donde dominan los trabajadores) es adecuada. Sugiere que el declive en la fuerza de los sindicatos no significa necesariamente un declive general del corporatismo, sino un cambio del corporatismo social al liberal. Schimitter señala que el corporatismo de grupos de interés tiene ‘una especie de continuidad dinástica marcada por fallecimientos periódicos y posteriores resurrecciones’.

2. Grados de Pluralismo y corporatismo en 36 democracias.

Las medidas de grados de pluralismo y corporatismo tienen un interés limitado para los objetivos de este estudio. Por un lado, tienden a centrarse en diferentes aspectos del corporatismo, algunos se basan más en la presencia y fuerza de organizaciones punteras y otros en el proceso de concertación. Algunos estudios se centran en el grado de centralización de la negociación de salarios, otros en la fuerza y orientación histórica de los sindicatos de trabajadores (reformistas frente a revolucionarios); otros intentan medir el éxito o fracaso de la concertación utilizando los niveles de huelgas y despidos en los países. Esta diversidad de análisis da cuenta de que aunque las medidas expresadas en los diversos estudios coinciden, éstas están lejos de alcanzar el acuerdo perfecto. Además la mayoría de tales medidas constituyen rígidas clasificaciones tricotómicas que tienden a cubrir breves periodos y sólo entre 15-18 países, haciendo hincapié en las democracias industrializadas.

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El reciente estudio comparativo realizado por Siaroff (1998) resuelve muchos de tales problemas abarcando 24 países. El autor toma ocho aspectos básicos del contraste pluralismo-corporatismo y evalúa las 24 democracias mediante una escala de cinco puntos. Entonces hace la media de los resultados hasta llegar a un resultado global para cada país, y lo hace en dos periodos: 1963-1970 y 1983-1990. Estos dos periodos pueden ser considerados representativos para un largo periodo de tiempo que va de finales de la década de los ‘40 a 1996, pues tb analiza el periodo comprendido ente 1983 y 1996 con otros países. Los años transcurridos de 1983 a 1990 son representativos para el periodo de democratización de España, Portugal y Grecia desde mediados de los ’70 hasta 1996. El único problema son los 12 países en vías de desarrollo que no se incluyen en el estudio de Siaroff ni en estudios anteriores. La razón a esta negligencia podría ser que os datos requeridos en relación a los países más pobres no estuvieran disponibles. Otra razón puede ser que los expertos en grupos de interés estuvieran especialmente interesados en el corporatismo en lugar de en el pluralismo, y que en general, los países en vías de desarrollo tiene tendencia a ser más pluralistas. Pero los grupos de interés en los países en vías de desarrollo no son puramente pluralistas y el grado de pluralismo y de corporatismo puede medirse en base a las opiniones expresadas por los expertos en cada país. De las doce democracias en vías de desarrollo incluidas en este estudio, el país con el sistema más corporatista es Mauricio (como apunta Mathur, mucho miembros de los sindicatos son a lave miembros de grandes confederaciones, las cuales, junto a la Federación de Empresarios y el gobierno mantiene encuentros a tres bandas para tratar la cuota de compensación que se ha de pagar al año para hacer frente a la subida del oste de la vida. Así, aunque lea negociación tripartita sigue existiendo, la cantidad compensatoria decidida por la reunión tripartita ha de ser respetada por todos los sectores económicos). Peeler describe los sistemas de grupos de interés de Colombia, Costa Rica y Venezuela como ‘ampliamente corporatistas’, pero se suele considerara a Venezuela el más corporatista, cuya representación corporatista se canaliza a través de las diferentes comisiones asesoras. B. Crisp cuenta 3330 diferentes creadas ente1959-1989, con participantes llamados a representar grupos de interés o a la totalidad de sectores socioeconómicos. Estas comisiones dan a los grupos de interés acceso formal a la toma de decisiones del gobierno; su influencia y el hecho de ser nombrados por el Presidente ayuda a explicar el motivo por el que el Presidente venezolano ha sido tan dominante respecto al Congreso, apunta Crisp. En Nueva Guinea y Botswana el sistema de grupos de interés no está demasiado desarrollado y los sindicatos son débiles. En opinión de algunos científicos sociales evoluciona hacia un corporatismo democrático. Los grupos se organizan desde abajo y trabajan con los funcionarios del gobierno en la elaboración de pp. Las democracias de los países caribeños y Malta han sido siempre pluralistas. El sistema de grupoide interés de la India ha sido siempre de tradición pluralista. El sector agrícola es la única excepción, aunque excepción muy significativa dado el tipo de sociedad rural y agrícola que reina en tal estado. Los resultados de nuestra tabla muestran una franja empírica que van desde un 3.56 para el país más pluralista –Canadá- hasta un 0.44 para el más corporatista, Noruega. La media es 2.24 y la mediana 2.50, l oque indica que las 36 democracias tomadas en su conjunto son más pluralistas que corporatistas (la escala va de 0-4). Una razón para explicar esto es la presencia de los 12 países en vías de desarrollo y que solo dos de ellos –Venezuela y Mauricio- se sitúen en la parte corporatista respecto del punto medio. Reino Unido y Suiza están cerca de los límites pluralista y corporatista respectivamente.

3. Sistema de Grupos de interés, sistemas de partido y tipos de gabinetes.

El sistema de grupoide interés difiere de otras variables de la dimensión ejecutivos-partidos en que no existe clara conexión causal que la vincula a las otras 4 variables, mientras que estas últimas gozan de tales conexiones. Los sistemas electorales forman sistemas de aptitos que a su vez ejercen gran influencia en la formación de gabinetes, y los tipos de gabinetes están relacionados con la duración

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de éstos. Por tanto, la hipótesis que establece relación entre sistemas de grupos de interés y estas variables permanece en la correspondencia conceptual ente a distinción entre corporatismo y pluralismo y la diferencia entre el amplio consenso y el mayoritarismo. De acuerdo con la hipótesis, las democracias que tienen más gabinetes de un solo partido y ganadores mínimos son tb los países con más sistemas de grupos pluralistas; los países con mayor multipartidismo tienden a ser menos pluralistas. El coeficiente de correlación es más fuerte para el vínculo entre gabinetes y grupos de interés que para el vínculo entre partidos y grupos de interés, pero ambos casos son significativos. Los principales casos que se alejan de esta pauta son los tres sistemas más corporatistas -Austria, Noruega y Suecia- que tienden mucho más hacia el consenso en esta cuestión que en relación a sus gabinetes usuales. Italia y Portugal son en cambio considerados menos corporatistas de lo esperado en base a sus pocos frecuentes gabinetes de un solo partido y mayoría mínima. Austria, Noruega y Suecia, corporatistas, se salen del patrón establecido, como Italia. LaPalombara ofrece una curiosa explicación para la poco frecuente situación italiana. Describe a Italia, ante de la reformas de 1994 como una partitocrazia con amplia participación de todos los partidos en la política activa y fuerte inclinación hacia la búsqueda del consenso. El consenso alcanzado fue tan fuerte que, en opinión de LaPalombrara, no hubo ninguna necesidad de alcanzar más consenso a través del corporatismo. Una sólida cooperación entre partidos puede compensar la debilidad en la coordinación de los grupos de interés. Éste parece haber sido el caso de Italia, pese a que no es la pauta seguida por las demás democracias; de serlo, no hallaríamos una relación negativa entre multipartidismo y los gabinetes de amplia coalición por un lado, y el corporatismo por el otro (en lugar de la fuerte y positiva relación que nos muestra la investigación). El tipo de sistemas de grupos de interés está tb correlacionado con el sistema electoral y, en menor grado con el predominio del ejecutivo. Las correlaciones entre las cinco variables relativas ala dimensión ejecutivos partidos las analizaremos más adelante. Pero en los siguientes capítulos abordaremos las variables pertenecientes a la dimensión federal unitario.

División del Poder: contrastes Federal-Unitario y Centralizado-Descentralizado

La característica principal del modelo de democracia mayoritaria es la concentración del poder en manos de la mayoría. El modelo consensual se caracteriza por la no concentración del poder, tomando dos formas básicas: el poder compartido y el poder dividido. Estas dos formas proporcionan la base teórica de las dos dimensiones del contraste mayoritario consenso. La distinción crucial en la democracia consensual es entre el poder dispersado en actores políticos que operan juntos dentro de las mismas instituciones políticas y el poder dispersado ente instituciones políticas separadas. En los capítulos anteriores hemos tratado las cinco variables de la dimensión ejecutivos-partidos (poder conjunto); en este capítulo abordamos la primera variable de la dimensión federal-unitaria (poder dividido): federalismo y descentralización frente a gobierno unitario y centralizado. El federalismo divide el poder entre niveles enteros de gobierno. En todas las democracias el poder está dividido hasta cierto punto entre gobiernos centrales y no centrales, pero la división es muy desigual en la democracia mayoritaria. Para mantener la regla mayoritaria en el modelo mayoritario puro el gobierno central debe controlar no solo el aparato del gobierno central incluso los gobiernos no centralizados que podrían competir con él. Así, el gobierno mayoritario es unitario y centralizado. El modelo consensual está inspirado

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por el objetivo opuesto. Sus métodos son la descentralización, no solo la división garantizada del poder entre niveles centralizados y no centralizados de gobierno, sino tb, en la práctica, gobiernos fuertemente descentralizados que ejercen una parte sustancial del poder total disponible en amplios niveles.

1. Federalismo y descentralización.

Pese a que hay muchas definiciones de federalismo, tb existe una especie de acuerdos más básico sobre su característica más básica. Una división del poder garantizada entre el poder central y los gobiernos regionales. Un aspecto de la definición de Riker, en consonancia con lo que acabamos de apuntar, es que las unidades se denominan gobiernos regionales. Ello está en consonancia con la visión convencional de federalismo: división territorial del poder donde as unidades son denominadas estados, provincias, cantones y regiones. La descripción preferida por Elazar se centra en la ‘no centralización del poder’, se trata de una distribución del poder entre una multiplicidad de centros, no la devolución del poder desde un único poder central. Ninguno de estos centros en el sistema federal es de mayor o menor importancia que cualquier otro, en contraste con la pirámide organizativa en la que los niveles se distinguen como altos o bajos como cuestión de diseño constitucional. Las definiciones de Elazar y Riker permiten que un amplio abanico de poder sea ejercido por diferentes niveles del gobierno. Ambos expertos suponen que el objetivo fundamental de garantizar la división del poder es asegurar que una parte sustancial del poder pueda ser ejercido a nivel regional, o dicho de otra forma, que el propósito de la no centralización del poder es la no centralización del mismo. Los teóricos del federalismo identifican además varias características secundarias del mismo, como legislatura bicameral con cámara federal fuerte que representa las regiones constituyentes, C difícil de reformar o enmendar, un TC o TS especial que puede proteger la C mediante su poder mediante su poder de revisión judicial. Su relación con el federalismo es que pueden servir para preservar la división básica del poder. A diferencia de las características primarias, son garantes del federalismo más que componentes del mismo. Las características básicas de no centralización y descentralización son los pilares de nuestra clasificación. El primer criterio es si los estados tiene C federales formales. Como apunta Elazar, ‘adoptar una mantener una C federal es el medio principal de expresar tal voluntad’. Este criterio comporta una distinción inicial entre sistemas unitario y federal. Cada una de estas categorías puede dividirse en subclases centralizada y descentralizada; centralización y descentralización son cuestiones de grado. Es necesario introducir una tercera categoría semifederal par unas pocas democracias que no puede ser clasificas sin ambigüedad.

Hay dos características notables en nuestra clasificación. Primero destaca lo relativamente poco común que es el federalismo. Hay el doble de estados unitarios que federales. En segundo lugar, las diferencias unitario-federal y centralizado-descentralizado están íntimamente relacionadas: muchos sistemas federales están descentralizados y muchos unitarios centralizados. Más de la mitad de las democracias caen en una de as dos categorías extremas. Seis de los 9 sistemas federales (Australia, Alemania, Canadá, EEUU y Bélgica) con claros ejemplos de sistema de gobierno descentralizado. Solo Venezuela está centralizada. Austria e India están situadas entre los dos tipos de federalismo, no son tan descentralizados como Australia pero lo son más que Venezuela. Es más realista darles a estos países un valor intermedio que hacerles encajar en algunas de las categorías. De las muchas democracias unitarias solo las 4 nórdicas y Japón se pueden clasificar como descentralizadas. Muchos de los toros son minúsculos estados, que no necesitan gran descentralización del poder, pero la categoría centralizada y unitaria tb incluye varios países de mayor extensión, como GB, Francia, Italia y Colombia. La categoría semifederal incluye las tres democracias que Dahl llamó sociológicamente federales, Bélgica, Holanda e Israel. El gobierno central e estos países han reconocido que durante mucho tiempo ha dado muchas subvenciones y ha traspasado poderes a asociaciones privadas con funciones semipúblicas establecidas por los principales grupos ideológicos y principales de estas

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sociedades. Por la poca concentración geográfica de estos grupos sociológicos, el federalismo sociológico se desvía del criterio de Riker pues las unidades de una federación son regionales por naturaleza. Bélgica pasó de un federalismo sociológico a un semifederalismo a partir de la década de los ’70, par pasar a pleno federalismo en 1993, que aún incluye pequeñas comunidades culturales no definidas entre las pequeñas unidades constituyentes de la federación. España ha de colocarse en la categoría semifederal, garantizó amplia autonomía a todas las regiones sin convertirse formalmente en estado federal. Moreno llama al federalismo español ‘federalismo imperfecto’.

2. Otros indicadores de federalismo y descentralización.

¿Expresan los índices de federalismo las propiedades del federalismo y la descentralización de forma fiable? La centralización del gobierno puede ser medida como la proporción total de los impuestos centrales y no centrales en manos del gobierno central. Solo hay datos fiables para los 21 países de nuestros 36 pertenecientes a la OCDE, excepto Nueva Zelanda y Luxemburgo. A medida que la medida de federalismo toma valores más altos, más baja resulta la proporción de impuestos del gobierno central. La diferencia entre países unitario-centralizados, on valor próximo a 1 en el índice de federalismo y los países federales descentralizados con valores de 5 es notable. Para tres casos extremos sugiere que el índice de federalismo sobrevalora el grado de centralización. Australia es el único país federal y federal descentralizado que no tiene proporción baja de impuestos en manos del gobierno central. Japón y Suecia ya estaban clasificados como descentralizados entre los países unitarios, pero parecen más descentralizados por sus proporciones de impuestos en manos del gobierno central. Recordemos que el índice de federalismo trata de capturar la distinción unitario federal, mientras el indicador de la proporción de impuestos solo mide el grado de centralización. Bélgica y Holanda son dos casos extremos, pues la medida de distribución de impuestos no captura el elemento de federalismo sociológico. El índice de autonomía institucional de Lane-Ersson toma en consideración el federalismo y el federalismo sociológico así como la autotomía institucional para regiones y el grado de discrecionalidad del gobierno local y regional. Para las 16 democracias de este índice hay fuerte correlación con el índice de federalismo. Las comparaciones con estas medidas alternativas dan alto grado de validez al índice de federalismo.

3. Federalismo y Autonomía Étnica.

El federalismo tiende a usarse en dos tipos de países: países relativamente grandes y las sociedades plurales. Los países más grandes incluidos en este estudio, India y EEUU son federales. La federación menos poblada es Suiza. Cuatro de los nueve sistemas federales son sociedades plurales: Bélgica, Canadá, India y Suiza. En las sociedades plurales el federalismo desempeña la función de dar autonomía a las minorías étnicas. Para analizar esto hemos de distinguir entre el federalismo congruente y el que no lo es, como señaló Tartlon; el congruente está compuesto por unidades territoriales con características sociales y culturales similares en cada una de las unidades y en la federación como conjunto. Las federaciones incongruentes tienen unidades con composición social u cultural que difiere de otras y del país en conjunto. En federalismo congruente las fronteras políticas coinciden con las sociales, pero tienden a cruzarse en los sistemas incongruentes. Si las fronteras políticas coinciden con las sociales, la heterogeneidad de la federación se transforma en alto grado de homogeneidad a nivel de unidades componentes. El federalismo incongruente puede reducir el pluralismo de una sociedad mediante la creación de áreas más pequeñas relativamente homogéneas. Esta es la pauta de los 4 países federales que son tb sociedades plurales, pese a que las fronteras políticas y étnicas no coincidan exactamente. En Suiza hay mucha menor diversidad lingüística en los cantones que a escala nacional. La federación helvética tiene 4 lenguas oficiales, pero 22 de los 26 cantones son oficialmente unilingües, 3 son

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bilingües y 1 tiene tres lenguas oficiales. En Canadá la minoría francófona está concentrada en Québec y su gobierno ha sido el principal portavoz de la comunidad de habla francesa en Canadá, pero Ontario y New Brunswick tb poseen un bien número de franco parlantes. Por la extrema diversidad lingüística de la India, el federalismo incongruente no ha conseguido acomodar todas las pequeñas minorías, pero en su conjunto ha conseguido convertir la lengua en elemento de cohesión e integración, en vez de factor de división. El nuevo federalismo belga es esfuerzo por construir una federación incongruente. Pese a que las regiones definidas ya eran bastante incongruentes, se superpusieron tres comunidades culturales no geográficamente definidas en dichas regiones; aquí las fronteras lingüísticas y políticas coinciden, haciendo de éste sistema un federalismo incongruente puro.

4. Federalismo y experimentación institucional.

Un aspecto de la autonomía de las unidades constituyentes de las federaciones es que tiene sus propias C, que pueden enmendar libremente dentro de ciertos límites establecidos por la C federales. Así, pueden experimentar diferentes formas de gobierno, lo que puede ser ventajoso tanto para los otros miembros de la federación como para el gobierno central. En la práctica encontramos un isomorfismo casi completo en las formas gubernamentales centrales y de las unidades componentes como entre las unidades componentes de cada país. EEUU es sistema presidencial, con gobernadores ejerciendo de presidentes a nivel de estado. Pero ha habido más experimentación con el sistema el toral en EEUU que en otras federaciones. La Cámara de Representantes de Australia y las cámaras bajas de los estados australianos son elegidas mediante el voto alternativo, excepto uno, tasmania, que utiliza la forma STV de RP. La RP es la norma tanto a nivel nacional como cantonal en Suiza, pero algunos cantones más pequeños usan métodos mayoritarios. Las otras federaciones son más isomórficas en relación con sus sistemas electorales, isomorfismo visible en relación con la elección de sistema presidencialista y parlamentario; leve excepciones se encuentran en Suiza y Alemania. Los Länder en Alemania tienen sistemas parlamentarios, pero en Baviera el PM no puede ser destituido por un voto de confianza. En Suiza los cantones se desvían en un aspecto del sistema híbrido parlamentario-presidencial nivel federal, pero son similares ente sí este aspecto.

Parlamentos: concentración frente a división del Poder Legislativo

El segundo componente de la dimensión federal-unitaria es la concentración –frente a división- del legislativo en una sola cámara. El modelo consensual puro se caracteriza por un legislativo bicameral donde el poder está dividido a partes iguales en dos cámaras constituidas de forma distinta. Hay infinidad de posiciones

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intermedias en la práctica. El P Suizo y el neozelandés son los prototipos ideales. El P británico es bicameral, pero asimétrico por el poco poder del que dispone la Cámara de los Lores. El legislativo federal belga no presenta equilibrio de poder perfecto y diferencias mínimas entre la composición del Senado y la de la Cámara de Representantes. Las Cámaras legislativas tiene gran variedad de nombres propios, por lo que emplearemos los términos primera (baja) y segunda cámara (alta) para el caso de P bicamerales. La totalidad del legislativo bicameral se denomina normalmente Congreso en los sistemas presidenciales y p en los sistemas parlamentarios de gobierno. Pero utilizaremos el término P.

1. Unicameralismo y Bicameralismo.

Pese a la simpleza de esta clasificación dicotómica de los P existen dos legislativos que no encajan en ninguna de las dos categorías: noruega y hasta 1991 Islandia. Los legisladores noruegos son elegidos como un solo cuerpo, pero se dividen en dos cámaras mediante la elección indirecta de ¼ de sus miembros para constituir una segunda cámara una vez celebradas las elecciones. Las dos comparten comités legislativos y los desacuerdos entre ellas se resuelven en sesión plenaria de todos los miembros que componen el legislativo. Así, estas legislaturas tienen algunas características del bicameralismo y del unicameralismo. De tener que hacerse una distinción puramente dicotómica, estos legislativos deberían considerarse más próximos al unicameralismo; pero no es preciso llevar a cabo una distinción tan difícil, pues en nuestra clasificación se incluirán estos casos en la categoría de una cámara y media. En su estudio del bicameralismo, Tsebelis y Money observan que 1/3 de los países del mundo cuentan con estos legislativos, los 2/3 restantes con unicamerales. En nuestro estudio la proporción e diferente, el bicameralismo es más común; en 1996, 13 de 36 tenían P unicamerales. Estos 13 países tienden a ser los más pequeños, Grecia es el más grande. Destaca que ninguno tenga sistema federal. Los 9 países con sistemas federales formales dentro de la s36 democracias tienen legislativos bicamerales, mientras que desde 1996, los 27 países con sistemas unitarios formales se encuentran perfectamente divididos entre unicameralismo y bicameralismo; de forma que 13 cuenta con unicameralismo, 13 son bicamerales y Noruega tiene cámara y media. La relación entre la estructura cameral y la distinción federal-unitaria será analizada después.

2. Variedades de bicameralismo.

Las dos cámaras difieren de varias maneras. Originalmente, la función más importante de las cámaras altas, elegidas por sufragio limitado, era servir de freno conservador respecto a las cámaras bajas, elegidas de forma más democrática. Con el SU, esta función queda obsoleta, aunque algunas cámaras, como la de los Lores Británicos presentan ambigüedades. Hoy, la pertenencia a la Cámara de los Lores se basa, en la mayoría de los casos sen criterios hereditarios, presentando esta entidad una perspectiva conservadora. La Cámara de los Lores cuenta con mayoría conservadora permanente. De las seis diferencia restantes entre la primera y la segunda cámara, tres son importantes en cuanto determinan el grado de importancia de las instituciones bicamerales. Veremos primero las menos importantes. Las segundas cámaras suelen ser más pequeñas, esto era una ley absoluta para los legislativos bicamerales de nuestro estudio, de no se por los Lores en GB, que consta de casi el doble de miembros que la Cámara de los Comunes. Pero la excepción es más aparente que real, excluyendo a los miembros que casi nunca asisten, el número se ve reducido a 300 frente a los 659 –datos de 1997- de los Comunes. Los mandatos legislativos suelen ser más largos en las segundas cámaras, en la primeras oscilan entre 2-5 años, a diferencia de los 4-9 de las segundas cámaras. En GB y Canadá los miembros de estas segundas Cámaras son vitalicios y hasta la jubilación respectivamente) Suiza es la única excepción, pues de entre los miembros de la segunda cámara unos posos son elegidos para un mandato algo

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más corto que el periodo de 4 años para la primera cámara. En tercer lugar, la elección escalonada es característica fundamental de las segundas cámaras. Por ejemplo, 1/3 de los miembros de la segunda Cámara en EEUU y la India se elige de forma bianual. Estas tres diferencia afectan al funcionamiento de las dos cámaras; las segundas cámaras más pequeñas pueden llevar a cabo asuntos de una manera más informal y relajada que las primeras, que en general son más grandes. Pero parte de una excepción que luego comentaré, no afectan la cuestión de si el bicameralismo de un país es realmente una institución fuerte y significativa.

3. Bicameralismo fuerte frente a bicameralismo débil.

Tres características de los P bicamerales determinan la fortaleza o debilidad del bicameralismo. El primer aspecto importante es el de los poderes formales constitucionales de que disponen las dos cámaras. La pauta general es que las segundas cámaras estén subordinadas a las primeras. Por ejemplo, a menudo las primeras cámaras pueden revocar los votos negativos emitidos por las segundas en relación a legislación propuesta; en la mayoría de sistemas parlamentarios, el gabinete es solo responsable ante la primera Cámara. En dos países los desacuerdos entre las dos cámaras se resuelven en sesión conjunta: India y Venezuela. Los únicos ejemplos de legislaturas bicamerales con poderes formalmente iguales en nuestro grupo son Colombia, Italia, Suiza y EEUU. La verdadera importancia política de las segundas cámaras radica no solo en sus poderes formales, sino en el método utilizado para su elección. Todas las primeras cámaras son elegidas por los votantes, mientras la mayoría de miembros de las segundas son elegidos de forma indirecta (Países Bajos) o nombrados (Canadá). Las segundas cámaras que no s eligen directamente carecen de legitimidad democrática y de la influencia política real que otorgan las elecciones populares. En contraste con esto, la elección directa de una segunda cámara pude compensar hasta cierto punto la limitación de su poder. En virtud de tales criterios –poderes relativos y legitimidad democrática- los legislativos bicamerales pueden clasificarse en simétricos o asimétricos. Los simétricos disfrutan de poderes constitucionales iguales o ligeramente desiguales y de legitimidad democrática. Las cámaras asimétricas son desiguales en estos aspectos. Tres de las simétricas, Colombia, Italia y EEUU cuenta tb con segundas cámaras directamente elegidas y la mayoría de miembros de as segundas de las cámaras suiza y belga son elegidos tb por voto popular. Las cámaras de 4 legislaturas bicamerales no son completamente iguales, pero se las puede clasificar como simétricas: Alemania, Austria, Japón y Países Bajos. El P de Holanda pertenece a esta categoría pese a la elección indirecta de la segunda cámara por las legislaturas provinciales, pies esta cámara tiene poder absoluto de veto sobre cualquier legislación que la primera cámara no puede anular. La tercera diferencia crucial entre las dos cámaras de legislativos bicamerales es que las segundas cámaras pueden ser elegidas siguiendo distintos métodos o diseñadas de forma que sobrerrepresenten a determinadas minorías. De ser éste el caso, las dos tienen composiciones diferentes y se las puede denominar incongruentes. Los ejemplos más claros son la mayoría de segundas cámaras que sirven de cámaras federales y que sobrerrperesentan las unidades más pequeñas que coronen la federación. El mayor grado de sobrerepresentación tiene lugar cuando hay igualdad de representación cantonal independientemente del tamaño de las poblaciones. Esta paridad puede encontrarse en Suiza, EEUU y Venezuela además de Australia. El Bundesrat alemán y el Senado canadiense son ejemplos de cámaras federales en las que las unidades no se hallan igualmente representadas, sino que las más pequeñas están sobrerrepresentadas y las grandes infrarrepresentadas. La población que goza de mayor representación es la de las unidades más pequeñas de la federación. EEUU es el caso más extremo, el 105 de población mejor representada y que vive en estados más pequeños tiene casi el 40% de la representación en el Senado; el 20% de votantes mejor representados tiene una mayoría cómoda del 55% y la mitad de ellos elige una mayoría arrolladora de casi 84 senadores.

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En Suiza los porcentajes son parecidos, por los que el Consejo de los Estados suizo está casi tan mal repartido como el Senado EEUU. En Venezuela, Australia, Canadá y Alemania las desigualdades son menos extremas pero aún así sustanciales. El 30% de los votantes mejor representados elige las mayorías en las cámaras superiores. El Bundesrat austriaco y el Senado belga son las únicas cámaras federales en las que el grado de sobrerepresentación es tan pequeño que casi se las puede considerar cámaras proporcionalmente repartidas, por lo tanto, deberían ser clasificadas como congruentes con sus primeras cámaras. El índice Gini es una medida global del grado de desigualdad; puede variar desde 0 –igualdad completa- hasta un máximo teórico de 1, cuando la unidad más favorablemente representada ostenta todos los escaños de la cámara federal y los otros no tiene ninguno (ver tabla en pág. 196). Varias segundas cámaras no federales deben ser clasificadas tb como incongruentes. El Senado francés elegido por un colegio electoral en el que las unidades pequeñas, con menos de 1/3 de población poseen más de la mitad de votos. En atención a la sobrerepresentación de zonas rurales, Divergir caracteriza dicha cámara como Senado de a Agricultura. El Senado español es incongruente por tres razones: las provincias de la península –no las de las islas ni las CCAA norteafricanas- está igualmente representadas. La mayoría de los senadores son elegidos mediante sistema semiproporcional de voto limitado –en contraste con el método RP para la elección de la primera cámara- y casi 1/5 parte es elegida por los legislativos autónomos regionales. Muchas otras legislaturas bicamerales son elegidas con métodos similares; RP de lista en Italia –hasta 1992-, Países Bajos y Bélgica prefederal; MMP en Italia desde 1994; SNTV en Japón hasta 1996. En Bahamas Barbados y Jamaica las cámaras altas son nombradas por el gobernador general y en trinidad por el Presidente, según diversos criterios, pero siempre de forma que el primer ministro nombre a la mayoría, convirtiéndose el partido con mayoría en la primera cámara en el partido con mayoría en la segunda.

4. Estructura cameral de las 36 democracias.

En nuestra clasificación hay 4 categorías principales: bicameralismo fuerte, semifuerte, débil y unicameralismo. El fuerte se caracteriza tanto por la simetría como por la incongruencia (4 puntos). En el semifuerte falta uno de esos dos elementos. Esta categoría se divide en dos subcategorías según sea el elemento que falte, pese a que ambos elementos tiene la misma importancia y el mismo índice de bicameralismo (3 puntos). En el caso de débil las cámaras son asimétricas y congruentes (2 puntos). En el caso de cámaras unicamerales el índice de bicameralismo es de 1 punto. ¿hay diferencia significativa entre bicameralismo con dos 0 más cámaras idénticas y una mucho más poderosa que la otra, y un cuerpo legislativo bicameral? Tsebelis y Money enfatizan la respuesta positiva a esta pregunta: toda s las segundas cámaras ejercer influencia, incluso en el caso de se consideradas débiles o insignificantes. Así, el bicameralismo sigue representando un grado de división frente a la concentración completa del poder en el unicameralismo. Nuestra clasificación sitúa varios países en puestos intermedios entre las cuatro categorías principales. Esto es necesario, pues varios países cambiaron su estructura cameral en el periodo objeto de estudio. En segundo lugar, el bicameralismo británico o de Bostwana, aunque técnicamente incongruente, se encuentra degradado en medio punto, pues las cámaras altas son reliquias de una época predemocrática. Las legislaturas intermedias de Islandia y Noruega deben clasificarse como de cameralismo una y medio, asignándoles el índice de 1.5 puntos. El promedio de los treinta y seis países es de 2.2 puntos con una media de 2.0, ambos por debajo del punto medio teórico de 2.5 puntos entre bicameralismo fuerte y unicameralismo.

5. Estructura cameral y grado de federalismo y descentralización.

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Hay fuerte relación empírica entre las dicotomías bicameral-unicameral y federal-unitario. Todos los sistemas formalmente federales cuentan con legislativos bicamerales, mientras que algunos de los sistemas no federales tienen P bicamerales y otros unicamerales. Tb hay fuerte vínculo al correlacionar los dos índices de federalismo y bicameralismo. A medida que reincrementa el grado de federalismo y descentralización, en primer lugar hay un desplazamiento del unicameralismo hacia el bicameralismo y posteriormente se incrementa la fuerza del bicameralismo. Austria federal, es uno de los casos más anómalos, por su estructura débilmente bicameral. Los tres nórdicos clasificados como unitarios y descentralizados –Finlandia, Dinamarca y Noruega- tiene puntuaciones bicamerales bajas típicas de sistemas unitarios centralizados. Al otro lado de la línea de regresión existen tres sistemas unitarios y en gran parte centralizados: Colombia, Francia e Italia, con un bicameralismo mucho más fuerte de lo que cabría esperar. Parece que el tamaño de la población es una explicación de estos casos anómalos. Los países más pequeños –Austria, Nueva Guinea, los tres nórdico e Israel- suelen tener legislaturas unicamerales o débilmente bicamerales, a pesar de sus condiciones federales, semifederales o descentralizadas. Los grandes como Colombia, Francia e Italia tiene bicameralismo relativamente fuerte, pese a sus sistemas unitarios y centralizados. En el capítulo anterior el tamaño de la población tb se relaciona con el federalismo, el sistema federal suele existir en países más grandes. La correlación entre las tres variables está muy lejos de la perfección, pero veremos que hay estrecho vínculo entre el tamaño de la población y la dimensión federal unitaria global de la cual los índices de federalismo y bicameralismo son dos de los 5 componentes.

Constituciones: procedimientos de enmienda y revisión constitucional

Tratamos ahora dos variables pertenecientes a la dimensión federal-unitaria, relacionadas con la presencia o ausencia de restricciones explícitas al poder legislativo de la mayoría del P. ¿Hay una C que actúa de ley superior obligatoria para los P y que no puede ser modificada por mayoría normal o es el P –mayoría parlamentaria- el organismo legislador supremo y soberano? La primera variable es la facilidad o dificultad de introducir enmiendas a al C. la distinción convencional se establece ente C flexibles –pueden ser modificadas por mayorías normales- y rígidas, que requieren mayoría cualificadas para la introducción de enmiendas. La segunda variable trata la presencia o ausencia de revisión judicial, caso de existir conflicto entre C y ley ordinaria el P u organismos tales como un tribunal constitucional especial independiente del P son los que interpretan la C. En el modelo consensual puro la C es rígida y está protegida por revisión judicial. El modelo mayoritario puro se caracteriza por una C flexible y ausencia de revisión judicial. En la práctica, ambas diferencias no son dicotómicas, pues las C disponen de grados de flexibilidad o rigidez, y cuando existe revisión judicial, esta es usada en distintos grados. Analizaremos la relación entre las dos variables concluyendo que las C rígidas suelen tener mayor protección de la revisión judicial que las flexibles.

1. Constituciones escritas y no escritas.

Esta distinción parece tener poca relevancia por dos motivos. Casi todas la C del mundo son escritas, en nuestro grupo solo tres se salen de tal regla: GB, Nueva Zelanda e Israel. En los dos primeros países ello se explica en términos de un fuerte consenso sobre las normas políticas fundamentales. En Israel la explicación es contraria: han fracasado los intentos da adoptar un C escrita porque no han podido llegar a un acuerdo sobre una serie de cuestiones calve, sobre todo el papel de la religión en el estado y sistema legal. Ello se ha resuelto mediante un acuerdo sobre

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le desacuerdo, mientras en los toros asuntos el consenso ha sido tan fuerte como para permitir dirigir el país sin una C formal. En segundo lugar, desde el contraste entre modelos mayoritario y consensual de democracia, es más pertinente determinar si la C impone o no restricciones significativas a la mayoría que ver si se trata de una C escrita o no. La C escritas pueden ser tan fácilmente enmendables y libres de examen judicial como las no escritas. Pero hay dos argumentos de peso en contra. Si la C escrita es un documento designado como la máxima ley de un país, es probable que la mayoría en el P se sienta moralmente obligada a respetarla que si se trata de un conjunto más o menos amorfo de leyes básicas y costumbres sin un consenso claro sobre lo que forma y no forma parte de la C. Segundo, la naturaleza de las C no escritas –por o tener validez formal superior a las otras leyes- implica tanto la total flexibilidad como la ausencia de revisión judicial. Las C escritas pueden ser flexibles y estar desprotegidas por la revisión judicial, pero en la práctica esto es poco común. En nuestro grupo el ejemplo es Francia ente 1958-1974.

2. Constituciones flexibles y rígidas.

Las democracias usan gran variedad de mecanismos para proporcionar a sus C diferentes grados de rigidez: mayorías legislativas especiales, aprobación por ambas cámaras de los legislativos bicamerales, aprobación por mayorías ordinarias o especiales de las legislaturas nacionales o provinciales, aprobación por referéndum, y aprobación por mayorías especiales en un referéndum. Algunas C estipulan distintos métodos para la introducción de enmiendas para diferentes provisiones de la C o métodos alternativos que se pueden usar par enmendar cualquier parte de la C, lo que comporta complicaciones adicionales. Se puede reducir esta variedad de provisiones constitucionales a 4 formas básicas. Se basan en la diferencia entre aprobación por mayorías ordinarias –total flexibilidad- y mayorías superiores a las normales. A continuación se distinguen tres categorías de rigidez: aprobación por mayoría de dos tercios; aprobación por menos de una mayoría dedos tercios (pero por más de una ordinaria (3/5 y mayoría ordinaria más referéndum); y aprobación de más de una mayoría de dos tercios, por ejemplo tres cuartos o dos tercios más la aprobación por los legislativos de los estados. El único ajuste necesario tiene que ver con la clasificación de las mayorías especiales cuando on mayorías parlamentarias especiales en P elegidos por mayoría relativa. En tales legislaturas, las grandes mayorías a menudo representan mayorías populares más pequeñas, a veces solo una mayoría relativa popular. Con frecuencia estas son mayorías de un solo partido. Las supermayorías en sistemas de mayoría relativa imponen muchas menos restricciones que las mismas supermayorías en RP. Así, calificamos los sistemas de mayoría en una categoría inferior a la que técnicamente pertenecen. Parece que la necesidad de este ajuste está reconocida por los mismos países de mayoría relativa. Los únicos países que requieren mayoría en el P cualificadas de ¾ para introducir enmiendas son Bahamas, Mauricio, Nueva Guinea, Trinidad y Jamaica. Se les clasifica en la segunda categoría, como equivalentes sustánciales de los países que se rigen por la regla de 2/3. Barbados y Bostwana se inscriben en la tercera categoría, auque sus requisitos formales son mayorías de dos tercios. El problema de las distintas reglas para la introducción de enmiendas constitucionales en la misma C puede resolverse con facilidad. Si hay medios alternativos, ha de contarse con el menos restrictivo. En Italia, por ejemplo es posible enmendar la C por mayorías de dos tercios en las dos cámaras o por absolutas de todos los miembros de las dos cámaras, pero no por supermayorías seguidas de referéndum. Por eso se encuentra clasificada en la tercera categoría. La aplicación de distintas reglas a distintas partes de la C ha de contar con la regla relacionada con os artículos más básicos de la C. En India, se pueden cambiar algunas provisiones constitucionales con mayorías normales en ambas cámaras, otras con mayoría absoluta en ambas cámaras, y un tercer grupo con mayorías de dos tercios más la aprobación por los legislativos de la mitad de los estados. India se clasifica en la segunda categoría.

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Las reglas para la introducción de enmiendas suelen ser estables y cualquier cambio eventual no suele ser de mucho alcance. En Francia la enmienda requiere la aprobación mayoritaria de las dos cámaras seguida de referéndum, bien mayoría cualificada de 3/5 en sesión conjunta del legislativo, ambos métodos la sitúan en la tercera categoría. La mayoría de países entran en las dos categorías centrales, requieren mayorías superiores a las ordinarias pero no superiores a dos tercios equivalente. El índice medio de rigidez constitucional es 2.6 y la media es 3.0. Cinco países cuentan con C más rígidas; la C de EEUU es a menos flexible, sus enmiendas requieren 2/3 en el Senado y en la Cámara de Representantes además de la aprobación por tres cuartas partes de los estados. En Canadá solo es posible enmendar diversas provisores con la aprobación de todas las provincias. En Australia y Suiza las enmiendas requieren la aprobación en referéndum, no solo por mayoría de votantes, sino por mayoría en una mayoría de estados o cantones, lo que permite al más pequeños de los cantones (20% población) bloquear reformas constitucionales. La C japonesa requiere mayorías de dos tercios en ambas cámaras del legislativo además de referéndum. Cabe argumentar que la C alemana debe colocarse en la misma categoría, requiere 2/3 en ambas cámaras cuya composición es diferente. En la práctica todas estas C rígidas son tb difíciles de enmendar, de hecho la japonesa nuca ha sido enmendada en sus más de 50 años de existencia. 3. Revisión Judicial.

Se puede argumentar que de coexistir un organismo independiente que decida sobre la conformidad de las leyes con la C, e incluso una C escrita y rígida no resulta lo suficientemente restrictiva respecto de las mayorías parlamentarias. Si el mismo P puede juzgar la constitucionalidad de sus propias leyes, es fácil que se sienta tentado a resolver cualquier duda a su favor. La solución más común es otorgar a un tribunal especial el poder de revisión judicial, el poder de comprobar la constitucionalidad de las leyes aprobadas por el cuerpo legislativo nacional. Aunque la C no prescriba explícitamente revisión judicial, esto queda implícito en la importancia superior de la C. Pero muchas constituciones no otorgan este poder específicamente a los tribunales. Varias C niegan explícitamente el poder de revisión a los tribunales, alfo que se establece literalmente por ejemplo en la C holandesa. Los P son los máximos garantes de la C, no sólo en países sin C escritas, tb en aquellos con C escritas pero no tiene revisión judicial. La lógica en la que se basa esta alternativa es la del principio democrático: decisiones tan importantes como la conformidad de una ley a la C han de ser tomadas por los representantes elegidos por el pueblo y no por un organismo judicial nombrado y por lo general poco representativo. Como término medio entre estas dos lógicas contradictorias, varios países confían la revisión constitucional a tribunales especiales en lugar de los tribunales ordinarios. Los tribunales pueden presentar cuestiones de inconstitucionalidad a los tribunales especiales, pero no pueden emitir fallo alguno sobre tales cuestiones. Esto se denomina sistema centralizado de revisión constitucional propuesto por Kelsen y adoptado por Austria por primera vez en 1920. Hoy está adoptado en Alemania, Italia, España, Portugal y Bélgica. La alternativa, revisión constitucional descentralizada, en la que todos los tribunales pueden considerara la constitucionalidad de las leyes, sigue siendo el sistema más común.

4. Revisión Judicial y Activismo Judicial.

El efecto de la revisión judicial depende en parte en su existencia formal y de forma más vital del vigor y frecuencia de su uso por los tribunales, especialmente los TS y los TC. Hemos realizado una clasificación cuádruple de la fuerza de revisión judicial, basada en primer lugar en la distinción ente presencia y ausencia de revisión judicial y en segundo lugar en tres grados de activismo en la afirmación de este poder por los tribunales. Sólo hay unos pocos países donde a revisión judicial es muy fuerte: EEUU, Alemania, India, Canadá. La revisión judicial semifuerte caracteriza 5 países de nuestro ámbito de estudio, Australia, Austria, Mauricio, Papúa Nueva Guinea y España, aunque tb se incluye 5 países durante periodos cortos, como Canadá hasta 1982 o Italia desde 1956,

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cuando el TC contemplado en la C de posguerra empieza a funcionar. La mitad de las democracias se encuentran en la categoría de revisión judicial débil. Según Cappelletti los jueces de Dinamarca, Suecia y Noruega ejercitan su poder descentralizado de revisión judicial con excepcional cautela y moderación. Estos países están entre los más débiles en este aspecto y algunos otros como Portugal y tras 1982 Malta se pueden considerar ligeramente más fuertes. La pauta general es revisión judicial relativamente débil, la media es 2.2 y la mediana 2.0. Parece que hay tendencia hacia revisión judicial más difundida y fuerte. Las democracias europeas más antiguas han aceptado la revisión judicial supranacional del TEJ y/o el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, tendencias que confirman la expansión global del poder judicial. Nuestra clasificación muestra que los países con revisión judicial centralizada suelen tener revisión judicial más fuerte que los sistemas de revisión descentralizados. Pero se trata de una conclusión bastante sorprendente, pues originariamente se desarrollo una revisión centralizada como término medio ente la ausencia total de revisión judicial y la forma descentralizada de la misma. La explicación debe ser que si se crea un organismo especial con el propósito explícito y exclusivo de examinar la constitucionalidad de la legislación, entonces es probable que este organismo lleve acabo su tarea con energía.

5. Rigidez Constitucional y Revisión Judicial.

Dos motivos no hacen creer que habrá correlación entre variables rigidez versus flexibilidad constitucional y la fuerza de revisión judicial. Uno es que tanto rigidez como revisión judicial son mecanismos antimayoritarios y que las C flexibles y ausencia de revisión judicial permiten el gobierno por mayoría sin restricción. El segundo es que tienen un vínculo lógico en que la revisión judicial solo puede funcionar si se tiene el respaldo de la rigidez constitucional, y viceversa. Si hay revisión judicial fuerte con C flexible es fácil que la mayoría en la legislatura responda a una declaración de anticonstitucionalidad con una enmienda a la C. De forma similar, si la C es rígida, pero sin protección por revisión judicial, la mayoría en el P puede considerar que cualquier ley de constitucionalidad cuestionable no viola la constitución. Así, entre las dos variables el coeficiente de correlación es 0.39, no fuerte, pero aún así significativo a nivel de 1%. Suiza está alejado de los demás, donde la ausencia de revisión judicial es la única característica mayoritaria de una democracia que es, en todos los demás sentidos consensual. Los toros casos extremos son Finlandia, Países bajos y Luxemburgo –que necesitan por norma mayorías de dos tercios para aprobar enmiendas constitucionales, pero que no tienen revisión constitucional- e India y Alemania, donde se combina la revisión judicial muy fuerte con C rígida, aunque no la máxima rigidez. Los analistas de la revisión judicial destacan su uso frecuente en los sistemas federales. De hecho tanto la revisión judiciales como las C rígidas están vinculadas al federalismo, además de la otras dos variables de la dimensión federal-unitaria: bicameralismo y bancos centrales independientes.

6. Refrendos y Democracia Consensual.

Característica destacada de los procedimientos de reforma constitucional especificados en las C escritas es el uso frecuente del referéndum, como requisito absoluto o alternativa opcional. Si la aprobación por mayoría en el referéndum es el único procedimiento requerido para enmendar la C, el referéndum sirve de mecanismo mayoritario, pero el único ejemplo de este tipo de referéndum en nuestras democracias fue su uso extraconstitucional por De Gaulle en Francia. En todos los demás casos se prescribe el referéndum, además de aprobación legislativa por mayorías ordinarias o extraordinarias, lo que significa que es más

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difícil introducir enmiendas y que las C son más rígidas y sirven de mecanismo antimayoritario. Esta función del referéndum está en conflicto con la opinión convencional de que el referéndum es el método mayoritario más extremo para tomar decisiones, incluso más mayoritario que la democracia representativa mayoritaria, pues las legislaturas elegidas ofrecen por lo menos algunas oportunidades que permiten a las minorías presentar sus casos para la discusión sin prisas y por participar en negociaciones e intercambios de votos. Como afirman Butler y Ranney, los refrendos son más peligrosos para los derechos de las minorías que las asambleas representativas. Aunque este argumento tiene fuerza considerable en la mayoría de situaciones, ha de ser precisado. Su uso en el procedimiento de enmienda constitucional como requisito adicional a la aprobación legislativa, es más bien antimayoritario que mayoritario: ofrece a las minorías insatisfechas oportunidad de lanzar campaña contra la propuesta de enmienda. Hay otra forma en la que los refrendos difieren del carácter mayoritario contundente que la sabiduría convencional les atribuye. Ocurre cuando adoptan su forma más fuerte: en combinación con la iniciativa popular. El principal ejemplo es Suiza, donde el referéndum y la iniciativa proporcionan incluso a minorías pequeñas oportunidad de desafiar cualquier ley aprobada por una mayoría de representantes elegidos. Aunque tal esfuerzo no prospera obliga a la mayoría a sufragar el coste de una campaña de referéndum. La posibilidad de obtener una minoría que pueda exigir referéndum es un estímulo a la mayoría para estar atenta a las opiniones minoritarias. Así, el referéndum más la iniciativa han reforzado dos tradiciones Suizas: las coaliciones amplias de 4 partidos en el Consejo Federal y la búsqueda de mayorías legislativas para proyectos de ley concretos que se acerquen los máximo la unanimidad. Esto apoya la conclusión de que éste puede ser un mecanismo potente para inducir el consenso y lo contrario a un instrumento mayoritario contundente.

Mapa Conceptual Bidimensional de la Democracia

1. Las dos dimensiones.

Al inicio de este resumen anticipé una de las conclusiones más importantes de este libro: la agrupación de diez variables institucionales en base a dos dimensiones separadas (ejecutivos-partidos y federal-unitario) a pesar de que sería más exacto llamarlas dimensión de poder conjunto y división de poder dividido. En los capítulos anteriores hemos llamado la atención entre los vínculos existentes entre algunas variables dentro de cada grupo. Ello pone de manifiesto fuertes vínculos dentro de cada grupo frente a las débiles correspondencias ente variables pertenecientes a grupos distintos. Todas las correlaciones dentro de los grupos son estadísticamente significativas. El primer grupo de variables contiene interconexiones más fuertes que el segundo. El porcentaje de gabinetes de mayoría mínima de un solo partido representa elemento fuerte dentro del primer grupo de variables, pues posee valores de correlación más elevados que otras variables. Esto es de gran interés teórico, pues esta variable puede ser considerada conceptualmente cercana a la esencia de la distinción entre concentración de poder y ejercicio compartido del mismo. El número efectivo de partidos en el P es el segundo elemento clave en este grupo. En el segundo grupo, la variable federalismo-descentralización sobresale como elemento más fuerte. Esta conclusión tb es teóricamente significativa, pues podemos considerar esta variable conceptualmente inherente a la dimensión federal-unitario.

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El análisis factorial puede proporcionarnos un resumen más sucinto de las relaciones entre las diez variables. El objetivo es detectar si existen una o más dimensiones comunes subyacentes entre diversas variables. Los resultados del análisis factorial arroja unos valores para cada variable son ponderaciones factoriales, que pueden interpretarse como coeficientes de correlación ente la variable y el primer y segundo factor detectados por el análisis factorial. Los mismos dos grupos se forman en este análisis, son tb grupos separados. Las ponderaciones factoriales son elevadas dentro de cada uno de los grupos y mucho más bajas ente ellos. El porcentaje de gabinetes de mayoría mínima de un solo partido resulta ser de nuevo la variable más fuerte de la primera dimensión. El número efectivo de partidos es un elemento dotado de una fuerza parecida, y la variable del federalismo sobresale de nuevo como elemento más fuerte de la segunda dimensión.

2. Mapa conceptual de la Democracia.

El modelo bidimensional formado por las diez variables básicas permite resumir donde se sitúan los 36 países individuales ente la democracia mayoritaria y de consenso. Se puede hacer la media de sus características en cada uno de los diez conjuntos de cinco variables para formar solo dos características sumarias, que pueden usarse para situar cada democracia en el mapa conceptual bidimensional. En el cuadro en la Pág. 231, el eje horizontal representa la dimensión ejecutivos-partidos, y el vertical la dimensión federal-unitario. Cada unidad de estos ejes representa la desviación estándar, valores elevados indican mayoritarismo, los bajos, consenso. En la dimensión ejecutivos partidos, todos los países están dentro de las dos desviaciones estándar del centro; en la federal-unitario, Alemania y EEUU son los más alejados, caso con dos desviaciones y media por debajo del centro. La mayor parte de los casos prototipo de democracia mayoritaria y consensual ocupan las posiciones esperadas. GB es ligeramente más mayoritario en la dimensión ejecutivos-partidos, pero Nueva Zelanda lo es mucho más en la dimensión federal-unitario. Hasta 1996, este país constituía el caso más puro del modelo Westminster. Como cabría esperar, Suiza ocupa su posición en la parte inferior derecha de la tabla, aunque no tan abajo como otros países precisamente por carecer de revisión judicial, característica no consensual. Pese a ello sigue siendo el prototipo consensual más claro. Bélgica es ejemplo de un país que no está en posición extrema, aunque esto no es inesperado, pues se convierte en estado federal en 1993; pese a esto, ocupa una posición consensual fuerte en la dimensión ejecutivos-partidos. El mapa bidimensional revela prototipos de las dos combinaciones de las características consensual y mayoritaria. En la parte superior izquierda, Israel representa combinación de democracia consensual en la dimensión ejecutivos-partidos (frecuentes gabinetes de coaliciones sobrerrepresentada, multipartidismo, elecciones por RP altamente proporcionales y corporatismo de grupos de interés) y democracia mayoritaria, pese a que de forma menos intensa en la dimensión federal-unitario (C no escrita y P unicameral, moderado por características intermedias con respecto al federalismo y la independencia del BC). En la parte inferior derecha, Canadá es el candidato más fuerte para el prototipo opuesto de mayoritario en la dimensión ejecutivos-partidos y consensual en la federal-unitario; por una parte gabinetes de partido dominante, sistema de dos partidos y un tercio, elecciones por mayoría relativa y pluralismo de grupos de interés; por otra, fuerte federalismo y revisión judicial, C rígida, BC independiente y P bicameral. EEUU está en la misma zona, es más fuerte en la dimensión federal-unitario, pero no excepcionalmente mayoritario en la dimensión ejecutivos-partidos debido a que el equilibrio entre el ejecutivo y el legislativo de que goza su sistema presidencialista.

3. Explicaciones.

¿Ayuda la distribución en el cuadro anterior de las 36 democracias en el mapa a revelar pautas generales? ¿Existe correspondencia entre los mapas conceptual y geográfico? Tal relación parece existir en los que concierne a la parte consensuadle

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la dimensión ejecutivos partidos. La mayor parte de países europeos continentales se sitúan en la parte izquierda del mapa, incluidos los nórdicos. En la parte derecha las tres democracias latinoamericanas están muy cerca una de la otra y sólo ligeramente a la derecha del centro. A una distancia más alejada de la derecha se sitúan los 4 países caribeños, tb muy cercanos el uno del otro. Sin embargo, la mayoría de países situados en la parte derecha del mapa conceptual están geográficamente alejados entre sí. La característica común de muchos de estos países, incluidos los caribeños, es haber sido antiguas colonias británicas. El factor que justifica la distribución a izquierda y derecha de la dimensión ejecutivos-partidos, mejor que cualquier factor geográfico es la presencia o ausencia de herencia política británica. Hay excepciones evidentes a esta división basada en la influencia de herencia británica. Los tres países latinoamericanos son una de ellas, aunque no muy relevante, pues están más cerca del centro que de la derecha. Más a la derecha están España, Grecia y Francia. Considerando el antagonismo que De Gaulle expresaba hacia los anglosajones, resulta irónico que la república por el creada sea la más anglosajona detonas las democracias europeas continentales. Del mismo modo, tb hay excepciones en la parte izquierda de tal dimensión: India, Israel y Mauricio surgen del dominio colonial británico y Papúa Nueva Guinea fue gobernada por Australia (antigua colonia británica). Lo que une tb a estos países es que son sociedades plurales, lo que sugiere que el grado de pluralismo explica por qué estos países son consensuales y no mayoritarios. De las 18 sociedades plurales y semiplurales de nuestro estudio, doce están en la parte izquierda del mapa. El análisis de regresión confirma la importancia de tales explicaciones, pero tb que la herencia política británica es la influencia más fuerte. El grado en el que los países s0on sociedades plurales parece explicar la situación d la s36 democracias en la dimensión federal-unitario. De los trece países que están por debajo del centro, diez son sociedades plurales o semiplurales. El mapa sugiere una explicación adicional: el tamaño de la población. Los tres países más grandes –India, EEUU y Japón- están en la parte inferior del mapa y de los quince con oblaciones de más de 10 millones, diez están localizados en la parte inferior. Esta posible explicación se ve adelantada por la conclusión a la que llegaron Dahl y Tufte, que trata de la relación entre federalismo y descentralización, variable central de la dimensión federal-unitario: ‘cuanto más grande es un país, más descentralizado es su gobierno, sea éste o no federal’. El análisis de regresión confirma estas dos impresiones. A pesar de que los aspectos de poder compartido y poder dividido de la democracia consensual son dimensiones diferenciadas conceptual y empíricamente, representan mecanismos institucionales complementarios para acomodar profundas divisiones sociales.

4. Conclusiones.

Este libro contiene dos conclusiones que merecen ser destacadas. La primera es que la enorme variedad de reglas formales e informales así como las instituciones que encontramos en las democracias pueden reducirse aun claro modelo bidimensional en base a los contrastes entre gobierno mayoritario y consensual. La segunda conclusión tiene que ver con el desempeño de los gobiernos democráticos. En lo referente a la dimensión ejecutivos-partidos, las democracias mayoritarias no superan a las consensuales en la gestión macroeconómica y el control de la violencia; sin embargo estas superan a las mayoritarias en lo referente a calida de democracia y representación democrática, así en lo que se ha llamado en la obra benigno y benevolente de sus orientaciones en pp. En la segunda dimensión, las instituciones federales de la democracia consensual comportan evidentes ventajas a los países grandes, y los BC independientes que forman parte de este conjunto de características consensuales resultan efectivas para controlar la inflación. Estas conclusiones tienen una implicación práctica importante; puesto que el desempeño global total de las democracias consensuales es superior al de las mayoritarias, la opción consensual es la más atractiva para países en proceso de

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democratización o que contemplan la reforma democrática. Esta recomendación es especialmente pertinente, incluso urgente, para sociedades con profundas divisiones culturales y étnicas, pero tb para países más homogéneos.

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