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82 l QUO I r a un país extraño como voluntario para la protección de animales puede parecer noble, romántico y placentero. Conveniente, además, porque un turista tiene que viajar enormes distancias y pagar 500 dólares extra sólo por el permiso de visitar una sola vez a los gorilas lomo plateado que habitan las montañas del este de África, mientras que el conservacionista, imaginamos, tendrá todas las posibilidades para ver, acercarse e, incluso, interactuar con los grandes simios cuantas veces quiera y con tranquilidad, sin competir por la foto con las dece- nas de citadinos neuróticos del tour. Al revisar el blog de quienes se encargan de esto en la realidad, no hay nada que nos sugiera un jardín idílico de convivencia con las bestias. Por bestias, claro está, no nos referimos a los prima- tes, sino a quienes siguen provocando una de las mayores y menos conocidas tragedias humanas y de la vida salvaje. Por ejemplo, una entrada en el blog Gorilla Protection, dice así: “Los combates han empezado de nuevo en Bukima. El jefe del puesto de guardaparques llamó para decir que está escuchando tiroteos. Se suponía que los rebeldes deberían integrarse en el ejército nacional (como estaba pac- tado). Tengo la impresión de que con frecuencia los anuncios que los líderes hacen a la prensa no son interpretados en el campo por los que están en lucha”. Esto relataba Samantha Newport, entonces directora de comunicación de la ONG Wildlife Direct, el 20 de octubre. “Los guardapar- ques temen que los rebeldes tomen el puesto de observación. Inocente (uno de ellos) está eva- cuando a su familia. También el ICCN (Instituto Congolés para la Conservación de la Naturaleza) está evacuando. Nosotros esperamos, esperamos, esperamos. Pero una de las repercusiones de esta inseguridad es que genera más inseguridad. Hay un aumento en el bandidaje común y en las acti- vidades de otros grupos armados en el parque nacional. Esto impide que los guardaparques entren en el Sector de Gorilas”. Ecocidio Quedan 700 en el mundo. Todos ellos viviendo como carne de cañón en una de las peores zonas de conflicto del mundo. Por Témoris Grecko Gorilas EN LA ZONA DE GUERRA <

Congo GorilasQUO

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Ecocidio Quedan 700 en el mundo. Todos ellos viviendo como carne de cañón en una de las peores zonas de conflicto del mundo. Por Témoris Grecko 82 l quo < quo l 83 : getty images foto

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Ir a un país extraño como voluntario para la protección de animales puede parecer noble, romántico y placentero. Conveniente, además, porque un turista tiene que viajar enormes distancias y pagar 500 dólares extra sólo por el permiso de visitar una sola vez a los gorilas

lomo plateado que habitan las montañas del este de África, mientras que el conservacionista, imaginamos, tendrá todas las posibilidades para ver, acercarse e, incluso, interactuar con los grandes simios cuantas veces quiera y con tranquilidad, sin competir por la foto con las dece-nas de citadinos neuróticos del tour.

Al revisar el blog de quienes se encargan de esto en la realidad, no hay nada que nos sugiera un jardín idílico de convivencia con las bestias. Por bestias, claro está, no nos referimos a los prima-tes, sino a quienes siguen provocando una de las mayores y menos conocidas tragedias humanas y de la vida salvaje.

Por ejemplo, una entrada en el blog Gorilla Protection, dice así: “Los combates han empezado de nuevo en Bukima. El jefe del puesto de guardaparques llamó para decir que está escuchando tiroteos. Se suponía que los rebeldes deberían integrarse en el ejército nacional (como estaba pac-tado). Tengo la impresión de que con frecuencia los anuncios que los líderes hacen a la prensa no son interpretados en el campo por los que están en lucha”. Esto relataba Samantha Newport, entonces directora de comunicación de la ong Wildlife Direct, el 20 de octubre. “Los guardapar-ques temen que los rebeldes tomen el puesto de observación. Inocente (uno de ellos) está eva-cuando a su familia. También el iccn (Instituto Congolés para la Conservación de la Naturaleza) está evacuando. Nosotros esperamos, esperamos, esperamos. Pero una de las repercusiones de esta inseguridad es que genera más inseguridad. Hay un aumento en el bandidaje común y en las acti-vidades de otros grupos armados en el parque nacional. Esto impide que los guardaparques entren en el Sector de Gorilas”.

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Quedan 700 en el mundo. Todos ellos viviendo como carne de cañón en una de las peores zonas de conflicto del mundo. Por Témoris Grecko

GorilasEN LA ZONA DE GUERRA

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Quedan 700 en el mundo. Todos ellos viviendo como carne de cañón en una de las peores zonas de conflicto del mundo. Por Témoris Grecko

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La gestación de los gorilas dura ocho meses y medio. Las

crías viven con susmadres tres o cuatro años,

antes de iniciar su vidaindependiente.

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Al volver a ver a Samantha, esperaba que resaltaran en ella las profundas marcas de un año de duro trabajo en la República Democrática del Congo (R.D. Congo), en Virunga, la cordillera de seis volcanes apagados que es escenario de este drama y que comparte con Uganda y Ruanda. Físicamente, ella lucía muy bien. Es una mujer muy fuerte. Su visión de las cosas sí fue afectada: “Allá nada funciona, nada se entiende, nada avanza”. Durante 2007, al menos 10 gorilas fueron asesinados delibe-radamente y de otros dos no se sabe nada. No parece tanto, pero sí lo es en relación con su número total: “Es una especie en peligro”, me dijo la conservacionista inglesa. “Quedan 700 en el mundo, 320 en Uganda y 380 en Virunga. Son los últi-mos, no hay más. Los humanos podríamos hacerlos desaparecer”.

La bendición malditaA principios de ese año, Samantha era toda optimismo, acababa de llegar al Congo y estaba feliz a pesar de que tra-bajaba (o quizás por ello) “como nunca” en su vida. Desde que en los años 70 sólo quedaban unos 240 gorilas, los esfuerzos de los conservacionistas permitieron una importante recuperación. No es suficien-te, pero sí muy importante, y además la situación de violencia que es endémica en la zona parecía estar mejorando para abrir perspectivas de paz. En febrero de 2007, anunció: “Estamos muy emocionados por el nacimiento de una gorila el sábado. Es la primera que nace desde que iniciamos el blog y estamos realmente fascinados por la llegada de esta nueva miembro de la familia Rugendo”.

La llegada de Ndeze, hija de Safari, hizo crecer a 12 integrantes este grupo de “habituados”: con el objeto de que la protección de los gorilas pueda sostenerse con medios locales (y dejar de depender de donaciones extranjeras), se acostumbra a los primates a la presencia humana para que los turistas puedan verlos y el turismo genere ingresos para las comunidades. Los

Rugendo tenían todavía más buenas noti-cias: otra pariente, Mburanumwe, estaba embarazada.

Por la mañana del 23 de julio, tres hembras de la familia fueron encontra-das muertas a balazos: Neeza, madre de un bebé de dos años que desapareció; Mburanumwe, a quien además le pren-dieron fuego; también Safari, que apenas cinco meses antes había sido mamá... ¿y la pequeña Ndeze? ¿Qué pasó con la gorila bebé? ¿Y su hermano?

No había rastro de ellos al día siguien-te, pero hallaron el cadáver de su padre, Senkekwe, un macho lomo plateado. Estaba en posición de ejecutado. 200 cam-pesinos cargaron los cuatro cuerpos hasta la aldea de Bukima en lo que se convirtió en una auténtica procesión funeraria. Los pobladores lloraban sin poder entender por qué alguien había hecho algo así.

La amenaza contra la supervivencia de los gorilas de montaña es inmensa. Su hábitat natural está en una región turbu-

¿Por qué tendrías que valorar una criatura que

compite contigo?

Ecocidio

La República Democrática del Congo, y en particular sus provincias del este, es uno de los sitios más conflictivos del mundo, impresionante tanto por la duración de los problemas como por su elevado número de víctimas (cinco millones desde 1997... la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial) y la compleja red de grupos enfren-tados. La primera fuente de complicaciones es nada menos que la creación del país: los colonizadores belgas lo sometieron al régimen de explotación más brutal entre los que impusieron los europeos en África y cuando se retiraron, quedó un inmenso Estado unido artificialmente por sus administradores: docenas de tribus e idiomas tenían que convivir por decisión de Leopoldo, el rey genocida de Bélgica. El segundo asunto son las riquezas natu-rales (oro, diamantes, cobalto, cobre, madera, coltan, casiterita, uranio, etc.) que todos quieren controlar, y el ape-tito de las empresas multinacionales deseosas de comprar materias primas sin importar si tienen un origen legal o legítimo. El tercero es la situación de pobreza desesperada en la región, agravada al extremo por las guerras.

Congo: el infierno en la Tierra

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Los soldados mai-mai pelean junto con mili-tares locales contra los disidentes del general Laurent Nkunda.

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Un movimiento independentista echó a los bel-gas en 1960 y fue electo presidente el admirado Patrice Lumumba, pero una conspiración en la que intervinieron Estados Unidos y Bélgica condujo a su asesinato al año siguiente. Tras un periodo de luchas, en 1965 dio un golpe de Estado quien gobernaría de manera salvaje durante 32 años, Mobutu Sese Seko. En Washington era visto como un aliado contra el comunismo. En 1994, tuvo lugar la horrible masacre contra la etnia tutsi en la vecina y minúscula Ruanda, cometida por los hutus de la milicia Interahamwe. Cuando fue derrotada, escapó a la provincia congolesa de Kivu (donde está Virunga). Los tutsis congoleses, apoyados por los ruandeses, se alzaron contra Mobutu en 1997 (a quien acusaban de proteger a los hutus), liderados por Laurent Kabila, y lo de-rrotaron. Pero allí se abrió una etapa sangrienta. Entre 1998 y 1999, el número de partes en conflic-to alcanzó un nivel de locura tal que se empezó a tildar como “guerra mundial africana”: además de las tribus y milicias congolesas, Uganda y Ruanda se lanzaron contra el gobierno de Kabila, quien por su lado logró que intervinieran en su apoyo Zimbabwue, Angola, Namibia, Chad y Sudán. A cambio, todos explotaban las minas de las zonas que controlaban y a los pobres lugareños a quie-nes obligaban a trabajarlas.

La guerra panafricana

lenta, conocida sobre todo por la matanza de 800,000 tutsis por extremistas hutus en Ruanda, en 1994. Cuando fue derrota-da Interahamwe, la milicia genocida, sus hombres huyeron al Congo y se refugia-ron en Virunga. El ejército ruandés hace incursiones en el parque para perseguirlos. Ocurre lo mismo con los militares de Uganda y sus propios rebeldes del Ejército de Liberación del Señor, que creen que su líder es Cristo reencarnado. ¿Parece suficiente caos? Pues éstos sólo son los elementos foráneos. En el Congo hay un estado de guerra civil que se enciende y se apaga, en el que, en cierto momento, intervinieron siete ejércitos extranjeros, y que, desde 1997, ha dejado alrededor de cinco millones

de muertos. Todavía abundan los grupos guerrilleros, los generales renegados, como Laurent Nkunda (a quien sostiene Ruanda) y paramilitares descontrolados, como los mai-mai.

Además (todavía hay un “además”), se trata de un área rica en recursos: oro,

coltan, zinc, madera. Esta “bendición” en realidad es una maldición para la gente que vive allí. Los distintos grupos armados luchan por apoderarse de

ellos y provocan enormes bajas a la pobla-ción civil. Como es necesario alimentar a los miles de hombres que trabajan en los campos de explotación (por salarios ínfi-mos y hay denuncias de que muchos de ellos son forzados a laborar ahí), los due-ños compran toda la carne que les puedan

llevar. A principios de 2007, los mai-mai llegaron a una laguna donde decenas de hipopótamos se refrescaban tranquilamen-te: entre bostezo y bostezo, sus grandes cuerpos fueron el blanco más fácil para los rifles automáticos (por un hipopótamo les dan 300 dólares; un guardaparques gana 30 al mes). Semanas después, en marzo, atacaron un puesto de guardaparques, mataron a uno e hirieron a tres.

Y para sumarse a este caos sin medi-da, apareció una nueva amenaza. En esa región no hay petróleo ni dinero para comprarlo. El principal combustible es el carbón vegetal, que se fabrica al que-mar madera bajo altas temperaturas. La destrucción de grandes áreas de selva en Ruanda obligó al gobierno de ese país a prohibir el negocio, por lo que la mafia del carbón vegetal se trasladó a Virunga y

No los mataron por su carne, su piel ni sus

órganos internos.

Wizanza Mombolo, un imitador del dictador

Mobutu Sese Seko, es recibido victorio-

samente previo a las elecciones de 2007.

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ahora está acabando con los bosques de los gorilas de montaña.

Hacia allá van las sospechas sobre los responsables de la masacre de los Rugendo. Llamaba la atención que los cadáveres estaban completos: no los mata-ron por su carne, su piel ni sus órganos internos. Con Mburanumwe, a pesar de su estado de embarazo, o tal vez a causa de eso, actuaron con saña. Lo de Senkekwe fue como un ajusticiamiento. Todo esto pareció un mensaje destinado a expulsar a los conservacionistas de Virunga. En meses anteriores, los aldeanos han sido intimi-dados por la mafia del carbón vegetal, una industria que genera 30 millones de dólares al año. Paulin Ngobobo, un guar-daparques de 43 años, ha recibido golpizas por oponerse a ella, y a raíz de la matanza fue arrestado por el ejército nacional bajo la acusación de negligencia, porque los gorilas estaban a su cargo. En realidad, como el gobierno no paga los sueldos del

ejército nacional (debería, pero lo común es que no lo haga), muchos militares están al servicio de los delincuentes.

El problema humano¿Puede coexistir la maravillosa vida salvaje de África con la pobreza abrumadora y las necesidades desesperadas de su gente?

Por el lado ruandés de Virunga, más pacífico y mucho mejor controlado por el gobierno que el congolés, la deforestación avanza como una plaga, la gente derriba los árboles para sembrar. No se trata de enormes negocios agrí-colas: es gente que trata de conseguir lo suficiente para comer. Ruanda es el país más densamente poblado del continente, con 60% de sus 10 millones de habitantes viviendo debajo de la línea de pobreza. Ante esa realidad, las visiones occidentales sobre la naturaleza y la vida salvaje sim-

plemente no se sostienen. Si eres pobre en extremo, ¿por qué tendrías que valorar con simpatía una criatura que compite contigo por los recursos vitales? ¿Por qué tendrías que proteger a un animal que puede ser la única oportunidad de llevarle carne a tu familia? La necesidad humana es un imperativo tal que, si entra en con-flicto con la necesidad animal, se impone.

Del otro lado de la frontera, los guarda-parques de Virunga han lanzado una campaña para detener la actividad destructiva de la mafia del carbón vegetal. “Al principio arrestamos a

muchas mujeres que estaban haciendo carbón en el parque”, escribió en el blog Elie Mundima, uno de los comandantes. “Descubrimos que muchas de ellas eran esposas de soldados congoleses, que esta-ban recogiendo los restos de carbón que pudieran hallar para poder cocinar para

Llamaba la atención que los cadáveres

estaban completos.

Un gorila macho puede medir entre 1.65 y 1.73 m de altura. Llegan a pesar entre 140 y 200 kilos.

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Los gorilas “habituados” son los más fáciles de ma-tar. Precisamente porque confían en la gente y no huyen cuando se aproxima. La trágica ironía es que su habituación es igualmente clave para su super-vivencia en el largo plazo como atracción turística. Tras la masacre de los Rugendo, el 26 de julio, hubo una buena noticia en medio del desastre: encon-traron a Ndeze, a quien había estado cuidando su hermano mayor. La falta de leche materna casi la mató por deshidratación, pero los guardaparques intervinieron a tiempo.Ya son 41 años desde que empezó a cambiar la imagen que el mundo tenía de los gorilas, la de un monstruo de pelo negro. 41 años desde que empe-zamos a comprender que el mayor de los grandes simios es, en realidad, el más sociable de ellos, el que vive en grupos familiares muy próximos en los que los individuos se preocupan el uno por el otro con lo que, en términos humanos, llamaríamos ter-

nura. La responsable de esta transformación fue la primatóloga californiana Dian Fossey, que en 1967 fue a vivir en la parte ruandesa de Virunga.Fossey pasó 18 años estudiando a los gorilas en con-diciones muy difíciles. Su campo, Karisoke, estaba a 3,500 metros de altitud y todas las provisiones tenían que ser subidas cada dos semanas. Pero hizo descubrimientos sensacionales. Su paciencia, empa-tía y comprensión le fueron sumamente útiles para ello. La clave fue que, mientras seguía a las familias de gorilas, aprendió a identificar a los individuos mediante sus noseprints o huellas de la nariz, unas marcas por encima de las fosas nasales que son diferentes en cada simio. Una vez que supo quién era quién, todo el drama de la vida familiar gorila se abrió ante ella: afecto, terquedad, celos, valor y pro-tección. No pudo evitar sentirse involucrada. En un gesto que desagradó a los zoólogos, les puso nom-bres a los gorilas: Macho Dominante Grupo 5, por

ejemplo, se convirtió en Beethoven, y Fossey pasó de la ciencia pura a hacer algo como trabajo social selvático. Su triunfo fue que los gorilas empezaron a responder, se habituaron a su presencia, la dejaron estar con ellos. Así realizó grandes descubrimientos sobre su comportamiento: comida, vocalización, posturas, vida sexual, pleitos ocasionales con otros grupos, enfermedades e, incluso, muestras de lo que podríamos llamar satisfacción grupal. Sobre todo, demostró que se trataba de animales maravillosos y amables, lejos de la imagen de King Kong.Se hizo famosa. Fossey, a quien los nativos llamaban Nyiramachabelli (“la anciana que vive en la selva sin un hombre”), publicó en 1983 un libro que se convirtió en best seller internacional, Gorilas en la niebla, y después en un gran éxito de Hollywood interpretado por Sigourney Weaver. Pero también llevó a la atención pública algo mucho menos atrac-tivo: las dificultades de los gorilas para existir junto a los humanos. Aunque la región de Virunga había sido convertida en parque nacional desde mucho antes, estaba siendo arrasada por cazadores que ponían trampas para antílopes pequeños y otras presas. Los gorilas caían en ellas con frecuencia. Una mano atrapada en un alambre significa una muerte lenta por gangrena. A veces, los simios eran el blanco directo, para convertirlos en trofeos de sala o para capturar bebés para los zoológicos (y como los adultos defendían a los pequeños a muerte, los atacantes mataban a la familia entera).Fossey lo sentía como la pérdida de un amigo, de un familiar. Uno de esos golpes fue más grande: el 31 de diciembre de 1977, un macho al que le tenía afecto especial y al que llamaba Digit (por un dedo deformado) fue muerto al defender a su grupo. Los cazadores lo cosieron con cinco lanzas, cortaron sus manos y su cabeza. “A partir de ese momento”, escribió Fossey, “empecé a vivir dentro de una parte aislada de mí misma”. El evento se convirtió en un símbolo de su lucha en Virunga. En memoria del gorila asesinado, creó el Fondo Digit para financiar la lucha contra los cazadores. Su agresiva campaña dio lugar a relatos escabrosos en los que ella habría secuestrado e, incluso, torturado a transgresores (lo que nunca fue probado). Algunos afirman que es-taba trastornada. Ocho años después del asesinato de Digit, el 26 de diciembre de 1985, vino el de ella misma: un desconocido se introdujo en su cabaña y la mató de un machetazo en el cráneo.

El trabajo de Fossey fue inspirado por las investigaciones del zoólogo estadouni-dense George Schaller.

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Fossey: vivir y morir por los gorilas

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sus familias. Como el gobierno no paga a los militares, sus familias hacen lo posible para sobrevivir”.

Samantha explica que el reavivamiento de los combates ha generado cientos de miles de desplazados internos que se con-centran en inmensos campamentos de la onu y tienen enormes necesidades. Una de ellas es la falta de combustible, que es parcialmente atendida con el carbón confiscado a la mafia. Parece una solución adecuada, pero, en realidad, es parte del problema: acabar con la fabricación de carbón vegetal es terminar con esa fuente de combustible gratuito. Y la gente tendrá que obtenerlo de algún lado.

En una zona aislada, en los límites del Parque Nacional, 4,000 personas mon-taron un campamento espontáneo, del que la onu no puede responsabilizarse porque es imposible llevar agua hasta allá. Mientras la gente sigue llegando, muchos entran en el Sector de los Gorilas para

hacer carbón y cortar bambú para cons-truir refugios. ¿Cómo detenerlos? “Esta gente necesita apoyo”, clama Samantha. “Necesita que se le dé alojamiento, comi-da, agua y combustible. Es extremadamen-te vulnerable”.

En esta situación, muchos no com-prenden a los guardaparques, según Diddy Mwanaki, uno de los bloggers de Gorilla Protection: “Con fre-cuencia, la gente nos pregunta: ‘¿Ustedes creen que los gorilas son más importantes que las personas?’ Yo les digo que trabajamos en interés de todos, porque si no los protegemos, habremos perdido algo para siempre. No sólo los gorilas, sino una fuente de ingresos”.

Este argumento es útil para quienes creen que el conservacionismo es una cosa de románticos perdidos. “En el este del Congo no se cultiva nada más que

mandioca”, me dijo Samantha. “La gente no encuentra nada qué hacer, no hay empleos. No se puede construir cosas por-que la guerra las destruye de inmediato”. Eso deja pocas alternativas: los hombres se enrolan en alguno de los muchos grupos, ejércitos y bandas armadas; las mujeres, venden el cuerpo por muy poco. El ham-

bre y la enfermedad son generales. Del otro lado de las montañas de Virunga, en Ruanda, 12,000 turistas viajan anualmente a la capital,

Kigali, donde se alojan, comen, compran y pagan guías que los lleven a ver a los gori-las, con un desembolso de 500 dólares tan sólo por el permiso individual. Los gobier-nos de Ruanda y Uganda reciben entre ambos, cada año, 15 millones de dólares por ese concepto. Esto es mucho dinero en una de las regiones más empobrecidas del mundo. Cuando haya paz, con una mejor

¿Y la pequeña Ndeze? ¿Qué pasó con la gorila bebé?, ¿y su hermano?

Los rangers, conocidos como mártires de los gorilas, caminan en la jungla del Parque Nacional de Virunga.

El pacto del 2008,todos a la espera

El acuerdo de cese al fuego de 1999 estableció el retiro de tropas extranjeras en la zona de con-flicto. Pero las milicias siguieron peleando, con intervenciones eventuales de Uganda y, con mayor frecuencia, de Ruanda. Un último pacto fue firmado en enero de 2008 y contó con la participación del gobierno de la R.D. Congo, de las fuerzas de Laurent Nkunda (quien controla el Sector de Gorilas y es financia-do y armado por Ruanda, cuyas tropas suelen entrar también) y de las milicias mai-mai, entre otros grupos. Los Interahamwe, en cambio, se rehusaron a asistir. El punto fundamental es que los mai-mai y la gente de Nkunda se integrarán en el ejército nacional, que deberá perseguir y vencer a los Interahamwe. Hasta el cierre de la edición, no había señales de cumplimiento.

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Gorillas in the Mist.Dian Fossey, Mariner Books.http://gorilla.wildlifedirect.org/Blog donde se narra la lucha por la super-vivencia de los gorilas.

SI TE INTERESA

imagen pública e infraestructura adecuada, la región podría multiplicar los visitantes. El turismo es la gran esperanza, y los gori-las, su catalizador potencial.

Por ahora, la guerra sigue en R.D. Congo. Y va mal: aunque en enero se realizó una conferencia de paz a la que asistieron el gobierno, Nkunda y los mai-mai, además del ejército congo-lés, los Interahamwe siguen sueltos y la desconfianza, creciendo. La entrada de aquel 20 de octubre en el blog da cuenta de la expulsión de los guardaparques del Sector de Gorilas por parte de la gente de Nkunda, que, supuestamente, debe-ría estarse retirando, según los acuerdos, pero mantiene su control y su actitud amenazante. Un guardaparques renegado, Kanamaragi, se ha autonombrado director nacional de parques de la zona dominada por Nkunda y con el apoyo de Ruanda está trayendo a pasear turistas desinforma-dos, sin atender las normas establecidas para proteger a los gorilas de enfermeda-des y molestias.

Lo peor es que los conservacionistas han perdido el rastro de las familias de gorilas, que quedan completamente a merced de sus enemigos, sin la posibilidad de recibir auxilio, en medio del fuego de fusiles y morteros de los frecuentes com-bates y expuestos a morir en los campos minados por los rebeldes. “La gente de Nkunda tiene amenazados de muerte a los guardaparques”, me comentó Samantha. Y se sabe bien que no están golpeándose el pecho en vano: en los últimos 10 años han caído en servicio 120 rangers, son los mártires de la protección a los gorilas.

“Los retos son grandes y los riesgos, también, pero amo mi trabajo”, escribió Inocente, el guardaparque. “Los gorilas de montaña son como nosotros. Si no los protegemos, podemos perderlos para siempre”.

Durante la llamada guerra mundial africana inter-vinieron en la República Democrática del Congo la mayoría de los países que conforman la parte central del continente africano. Entre ellos, Chad, Sudán, Angola, Namibia, Zimbabwe, Burundi, Ruanda y Uganda.

La República Democrática del Congo se sitúa en la zona de los grandes lagos de África. Es el tercer país más grande del continente y colinda con la República Centroafricana y Sudán al norte; Uganda, Ruanda, Burundi y Tanzania al este; Zambia y Angola al sur y la República del Congo al oeste. La zona de gorilas colin-da con Ruanda y Uganda.

La parte de la zona de gorilas que se encuen-tra en Uganda se conoce como el Bwindi Impenetrable Forest. La región del sur, per-teneciente a Ruanda, es el llamado Parque Virunga.

La desgracia de una nación<

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