Consecuencias de Dos Conceptos de Pierce

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    igna. Revista de la Asociacin Espaola de Semitica

    32] [133]

    Comunicaciones

    34] [135]

    Algunas consecuencias de dos principios Peirceanos

    Wenceslao Castaares

    (Universidad Complutense. Madrid)

    En la poca en que Peirce trataba de afirmar sus ideas sobre el pragmatismo public un artculo con

    ulo de Some Consecuences of Four Incapacities (39). Lo que entonces pretenda Peirce era negatro principios bsicos de la filosofa de Descartes y extraer de esta negacin algunas consecuenciasportantes para la filosofa pragmatista. De la importancia de este artculo para conocer las ideasndamentales de esta primera poca del pensamiento de su autor es muestra la reiteracin con que hanados algunos de sus prrafos. Sin embargo de lo que ahora se trata no es tanto recordar o comentar laeas que all expone Peirce, sino recoger su espritu. Lo que aqu se persigue es afirmar dos principiossicos de la teora semitica de Peirce con la intencin de sacar algunas consecuencias de carcter gene pueden afectar tambin a la teora literaria. He de advertir, sin embargo, que se trata ms de [136] u

    ograma a desarrollar que de una propuesta que pueda ser considerada suficientemente articulada en t

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    s detalles.

    RIMER PRINCIPIO

    Cuando, hace ya algunos aos, la crtica postestructuralista lleg al convencimiento de que el signocin de signo, habra que precisar) deba ser sustituido por el texto, se acu una especie de consignaoclamaba con cierto aire provocativo que la semitica ya no era la ciencia de signos. Tal consi

    s all de la provocacin, alude a algo bastante obvio desde mi punto de vista: la semitica no puede eramente la ciencia de los signos si stos son entendidos de la forma en que se hace generalmente si uen los principios estructuralistas.

    Una lectura superficial -quiz por demasiado literal- de la obra de Peirce poda llegar a concluir quemitica s es una ciencia de los signos. Sin embargo eso no es ms que una forma de hablar que, si birto modo es tambin la del mismo Peirce -hay que reconocerlo-, encubre una verdad no tan profund

    mitica es la ciencia de lasemiosis. Cualquier definicin de signo (o representamen, segn los casosede sustraerlo a su condicin de relato de una relacin irreductiblemente tridica en la que intervieneems del signo, el objeto y el interpretante. Fuera de ella el signo es absolutamente inconcebible. Esa

    acin tridica es, simplificando, la semiosis.

    El desconocimiento de este hecho (que es una obviedad para cualquier mediano conocedor de Peircstentado no pocas crticas que erraban el blanco porque no apuntaban ms que a fantasmas. Tales crmerecen, pues, ms que la indiferencia.

    Ahora bien, si va reconocindose a la semitica como ciencia de la naturaleza esencial y variedandamentales de la semiosis posible (5.488) (40), no se han sacado -o todava no se han desarrolladficiente- algunas consecuencias que de este principio se derivan.

    1. 1. Una de ellas puede ser la superacin de dos concepciones de la semitica no muy alejadas entrsar de las apariencias. La primera considera que no es posible una teora general y nica que sea cap37] dar cuenta de cualquier clase de semiosis (y por tanto de cualquier tipo concebible de signo). Lagunda mantiene que el autntico objeto de la semitica es el texto lingstico y, consecuentemente, qora lingstica elaborada desde este supuesto -y los anlisis que inspirados en ella pudieran realizarsulta sin ms aplicable a cualquier otro fenmeno significativo.

    Ambas sufren de lo que podramos llamar prejuicio lingstico. La primera considera que lasnguas naturales constituyen un medio comunicativo tan especfico y diferenciado que los signos ngsticos apenas tienen algo que ver con l: se trata de fenmenos tan dispares que resulta muy d

    no imposible- elaborar una teora que abarque a todos ellos. Consecuentemente, resultara ms efectipararlos conceptualmente y distinguirlos terminolgicamente.

    La segunda no slo mantiene que el lenguaje constituye el medio de comunicacin ms elaborado ymplejo que el hombre posee, sino que no hay sistema de comunicacin o significacin que no seaducible o reducible a las lenguas naturales. Cualquier otra manifestacin sgnica, carece de inters psma, ya que el estudio del lenguaje satisface todo tipo de necesidades. Como deca R. Barthes, desdento de vista la semitica no puede ser ms que una translingstica.

    Otra manifestacin de este mismo prejuicio -desde luego ms ingenua que las anteriores, aunque a v

    unida a ellas- es la identificacin que con frecuencia se hace de palabra con signo. Se trata de algo q

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    ede parecer excesivamente grosero desde el punto de vista intelectual como para aparecer, tal cual, eora semitica mnimamente seria. Sin embargo no resulta tan difcil encontrar en algunos autores unclinacin -puede ser que un tanto inconsciente- a realizar esta identificacin. Al fin y al cabo, los ejeme se suelen poner cuando se habla de la cuestin resultan ser nombres, pocas veces una oracin y, deego, difcilmente un texto. Se trata, por lo dems, de una prctica que tiene una larga tradicin histri

    La superacin que la semitica de Peirce lleva a cabo de este prejuicio lingstico no supone lgacin de lo que constituye un acuerdo bastante general: el lenguaje es el medio privilegiado por el qmbre no slo se comunica con otros hombres, sino por el que se constituye a s mismo y al mundo qudea. Pero ello no puede hacernos olvidar que, si bien el hombre no puede pensar sino por medio de sios no son nicamente lingsticos. Consecuentemente, una teora semitica debe dar cuenta de cualqo concebible de signo, incluidos aquellos que no son especficamente humanos.

    Por lo que se refiere al signo lingstico no puede caber duda alguna: signo puede ser tanto una palaa frase como un texto o una obra completa. La complejidad sintctica es, a estos efectos, irrelevante.

    Por lo dems, la eliminacin de este prejuicio quiz pudiera conseguir algunos efectos semejantes ae Kant esperaba con su giro copernicano: plantemonos a ttulo de hiptesis si no explicaremoejor ciertos fenmenos lingsticos desde una teora que considere como objeto inmediato cualquier tno -o texto-. Tampoco debera olvidarse la advertencia que Peirce haca a una famosa amiga al final

    rta fechada el 14 de marzo de 1909: Pienso, querida Lady Welby, que tal vez est usted en peligroer en algn error como consecuencia de limitar tanto sus estudios a los lenguajes y entre stos a alguculiares como lo son todos los arios y, en ese marco, dedicarse tanto a las palabras.

    1.2. Otra consecuencia sera la revisin -si no el rechazo en algunas de sus formulaciones- del princmanencia del texto lingstico. Transportado a la semitica desde la lingstica (una lingstica que nmite a aquellos tiempos en que trata de constituirse como ciencia estricta y autnoma), p

    considerado como un efecto ms de lo que antes hemos llamado prejuicio lingstico.stricamente considerado, puede concebirse como un mecanismo de defensa que se pone en marcha itar cualquier contagio filosfico: haba que evitar entrar en discusiones de orden ontolgico qu

    dran colarse por el portillo de las realidades objetuales que, segn dice, son extralingsticas.

    Esta actitud defensiva es producto tanto de los excesos de filsofos que se ocupan de algunos problmiticos, como del temor de lingistas y semilogos demasiado aprensivos. La eleccin del trminoobjeto para referirse a lo significado por el signo o aquello a lo que el signo representacilitado, por el uso que de l se ha hecho muy frecuentemente en la tradicin filosfica, su interpretacmo algo real o verdaderamente existente. Las extensas y, en ocasiones, complejas discusginadas por ello, son conocidas.

    Pero desde la teora de Peirce, el objeto es un relato necesario de toda semiosis y en cuanto tal no pu

    expulsado de la problemtica semitica. Dado que el objeto de un signo puede ser real o ficticusiones ontolgicas, gnoseolgicas o espistemolgicas pueden ser perfectamente obviadas por lamitica. No era esto, sin embargo, algo que pudiera preocupar a Peirce, al que hay que considerarcesariamente filsofo. Para l, el objeto de la semitica es el objeto inmediatoque es tambin unapresentacin (y desde ese punto de vista un signo). Pero hay otra consideracin del objeto: el que llamjeto dinmico(que puede ser real) y que es, en sentido ms amplio, lo que el signo representa o aqueque sustituye. El objeto dinmico queda fuera de un acto [139] concreto de semiosis: se trata de unaalidad que no slo desborda sino que determina al signo.

    Precisando un poco ms, aunque con la brevedad que el caso exige: la constitucin del objeto se rea

    r dos caminos: desde la realidad misma, a la que accedemos por la percepcin, y por medio de proce

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    misicos. Como queda perfectamente claro ya desde sus primeras obras (41), Peirce mantiene que nueencias verdaderas estn determinadas por la existencia de un mundo real, y es esto lo que nos permiferenciarlas de aquellas otras que son ficticias. Pero la realidad de los objetos es inconcebible al margs representaciones y por tanto al margen de los procesos semisicos.

    Si esto es as, el anlisis semitico puede encontrarse con la necesidad no slo de recurrir a otros texo incluso a los objetos, que aunque tengan ya el carcter de representados, tienen su origen en unaperiencia que no es necesariamente concebible como lingstica. Quirase o no, la semitica da porpuestos principios que pueden considerarse filosficos y por su parte, la epistemologa -al memos la

    irceana- no puede concebirse sin la semitica.1.3. La tercera consecuencia afecta al tipo de anlisis que es posible hacer desde una teora semiticpiracin peirceana. La tendencia a considerar la semitica de Peirce como mera ciencia de los signoede conducirnos a la conviccin de que lo que puede hacerse al aplicarla es simplemente una descripl tipo de signos que un texto determinado pone en uso. Desde mi punto de vista, esta actitud concibe irce de forma restrictiva, y encierra el peligro de que, a medio plazo, esta va quede agotada.

    Una de las partes de la semitica de Peirce que ha sido considerada como ms original y, desde el pta prctico, la que ha reclamado mayor atencin, ha sido la dedicada a la clasificacin de los signos.margen de cualquier valoracin, no es menos cierto que se presta a utilizaciones parciales. No debervidarse que, al ser una clasificacin formal y, por tanto, a priori, no resulta nada fcil, como el mismirce reconoce, asignar un contenido a cada una de las sesenta y seis clases vlidas de signos. Tampocrderse de vista que la clasificacin se realiza tomando como criterio las relaciones que un signo manntro de la semiosis. Al ser tres estas relaciones, las clasificaciones han de contener, al menos, tresegoras definitorias. Decir de un signo, por ejemplo, que es un icono, es una descripcin que se limi

    40] ver un aspecto: slo contempla el tipo de relacin que mantiene con su objeto. Un anlisis quentemple todas las relaciones posibles, ha de ser necesariamente prolijo y complejo.

    Algunas de sus aplicaciones (las que se realizan a mensajes publicitarios pueden ser uno de esos casnque todava estn en fase bastante embrionaria, apuntan hacia cuestiones interesantes. Pero no ocurn la mayor parte de los anlisis que he podido llegar a conocer. Por referirme a algunos de ellos: no aestar convencido de que su aplicacin a los textos literarios resulte lo suficientemente relevante.

    Pero aparte de esto, ese tipo de anlisis suelen caer en la tentacin de considerar signos slo a las paomo mucho a expresiones que ni siquiera llegan a la complejidad de una oracin. Este reduccionism

    chazable no porque traicione la teora de Peirce (no hay por qu considerar negativamente la traicuna teora si los resultados a los que conduce son fructferos) sino porque pretende recorrer un caminchazado por intransitable desde concepciones no peirceanas. Este hecho debera hacernos reflexionar

    Desde mi punto de vista, existen en la teora de Peirce otras nociones que pueden resultar ms

    clarecedoras para el anlisis semitico que la comentada. Tales son la consideracin de la semiosis coceso limitado y el papel que en este proceso juega el interpretante. Esto es, precisamente, lo que mevado a proponer un segundo principio como motivo de reflexin.

    GUNDO PRINCIPIO

    Son varios los aspectos del interpretanteque podran ser considerados relevantes, pero quizs ning

    mo el de signo equivalente o tal vez ms desarrollado al que alude Peirce en una de las definic

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    s conocidas (2.228). Podra aadirse efecto creado o producido en la mente de una persona si era por lo poco satisfecho que le dejaba la expresin. Pero, por mucho que le pesara, no cabe duda deuda bastante a entender su concepcin de la semiosis como un proceso en que un signo produce unerpretante y ste, convertido ya en signo, otro interpretante, y as en una serie de duracin indefinida

    Las consecuencias que pueden derivarse de este principio no se reducen a las que aqu aludiremos, penos queremos destacar las tres siguientes: [141]

    2. 1. Durante mucho tiempo y desde posiciones de orgenes diferentes (estructuralismo, teoras de laformacin, teora de los actos de habla...), a la hora de describir los procesos comunicativos, se haincidido en un esquema que, reducido, contemplaba tres elementos bsicos: emisor, receptor y menste esquema privilegiaba, adems de una concepcin del significado como algo dado, la produccinctividad) sobre la recepcin (pasividad).

    Frente a estas concepciones, la semitica de Peirce permite contemplar los procesos de comunicacisde el punto de vista de la recepcin sin que por ello haya que olvidarse del acto de creacin. Elerpretante de un signo se encuentra siempre en esa situacin de intermediacin que, hacia atrs, nos

    un signo, pero hacia adelante, l mismo es un signo que produce un interpretante nuevo. El hecho de sde la teora pueda explicarse convincentemente que sin interpretante no hay signo, sin duda puede i que la repetida constatacin de que no hay obra sin lectores. La importancia de este principio no s

    ecta a la pragmtica. Unido a la explicacin de los procesos semiticos como procesos inferenciales ncretamente a la teora de la abduccin) puede facilitarnos la comprensin y explicacin tanto del aceacin como del de recepcin.

    2.2. Las conclusiones a las que se ha llegado desde la teora de la recepcin han llevado a revisar lancepcin de los sistemas comunicativos como cdigos. Sus insuficiencias han sido reconocidas inclumilogos (el caso de U. Eco resulta paradigmtico) que en otros tiempos fueron sus defensores.

    La concepcin peirceana del interpretante como efecto producido por un signo y al mismo tiempo cgla de interpretacin (42), permite explicar cmo es posible conciliar lo general (regla) con lo particul

    o). Aplicada esta teora a problemas como el del estilo, no nos sera necesario recurrir a nociones col grado cero a partir del cual el estilo literario es un abuso, desviacin, infraccisubversin o cualquier otra sugerencia que suponga normas de interpretacin ms o menosrictamente codificadas.

    2.3. Pero si la semitica peirceana es un freno para teoras de la interpretacin que adolecen de rigidmo la citada, puede serlo tambin para aquellas que se sitan en el extremo opuesto, como es el caso42] deconstruccin derridiana. Un lector puede abusar del texto justamente porque las normas que lormiten (en unas ocasiones ms que en otras, claro est) una aplicacin flexible. El abuso del texto sigrechazo del interpretante como regla que, como tal, est basada en lo que podramos llamar el acu

    una comunidad de lectores. Sin este principio social (que sustenta, como subraya Peirce, la lgicmitica) la lectura se convierte en privada y, llevado hasta el ltimo extremo, el texto puede,radjicamente, convertirse en algo de lo que ya no se puede hablar porque l mismo ya no habla.egaramos as a la interrupcin del proceso de semiosis ilimitada o, si se prefiere, de la conversacintablada entre el autor y el intrprete que toda lectura supone. Entre el significado como algo dado detemano y la deriva incontrolada, existen muchas situaciones intermedias. El interpretante puede ser uno equivalente o, en la mayor parte de las ocasiones, un signo ms desarrollado, pero eso no justificerpretacin arbitraria que elude la coercin que el carcter social de la norma impone.

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    Referencias bibliogrficas

    HARDWICK, CH. S. (ed.) (1977): Semiotics and Significs: The Correspondence between Charles Sirce and Victoria Lady Welby. Bloomington: Indiana University Press.

    PEIRCE, CH. S. (1931-1958): Collected Papers, vols. 1-8, Ch. Hartshorne, P. Weiss and A. W. Burds.), Cambridge MA: Harvard University Press.

    -(1970):Deduccin, induccin e hiptesis, Juan Martn Ruiz-Werner (ed.). Buenos Aires: Aguilar.

    -(1971):Mi alegato en favor del pragmatismo, Juan Martn Ruiz-Werner (ed.). Buenos Aires: Aguil

    -(1978a):Lecciones sobre el pragmatismo, Dalmacio Negro Pavn (ed.). Buenos Aires: Aguilar.

    -(1978b):La ciencia de la semitica, Armando Sercovich y B. Bugni (eds.). Buenos Aires: Aguilar.

    -(1982-1989): vols. 1-4, The Writing of Charles S. Peirce A Chronological Edition, M. H. Fisch, E. oore and C. J. W. Kloesel (eds.). Bloomington: Indiana University Press.

    -(1987): Obra lgico-semitica, Armando Sercovich (ed.). Madrid: Taurus.

    -(1988):Escritos lgicos, Pilar Castrillo (ed.). Madrid: Alianza.

    -(1988):El hombre, un signo, Jos Vericat (ed.). Barcelona: Crtica. [143]

    Peirce, Jakobson y la esencia de la literatura y del lenguaje

    Francisco Abad(UNED, Madrid)

    HARLES SANDERS PEIRCE

    La historia de la esttica entra en un momento nuevo en una fecha que podemos situar hacia 1740, ae escribe David Hume y en torno al cual ha empezado a escribir ya nuestro Feijoo y lo van a hacer D

    ssing, etc.; contamos pues con una larga duracin de unos dos siglos y medio que el estudioso ha dender cuando se haga cargo de la historia de las ideas estticas y de la teora de la literatura, y en esaracin aparece como nombre seero el de Charles Sanders Peirce. Vamos a atender nosotros a alguns textos, y a la vez a la presencia de Peirce en las teorizaciones de Roman Jakobson en cuanto unalizador fecundante de ellas; Peirce segn decimos es nombre seero, y a pesar de la dificultad de su

    xtos debe quedar reseado en esa historia literalmente fascinadora de la esttica y la teora literaria decia 1740 hasta -por poner una fecha- 1990, ao en el que desaparece Dmaso Alonso. [144]

    De 1952 es un texto jakobsoniano que pocas veces hemos visto destacado, pero que tenemos porndamental en su trayectoria y revelador en la trayectoria toda del estructuralismo: nos referimos a los

    Resultados de una conferencia conjunta de antroplogos y lingistas (Jakobson 1988: 231-242; c

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    anguren 1986: 37-43). Tal informe a esa Conferencia contiene por lo menos:

    a) Una formulacin ya explcita de qu es la funcin potica del lenguaje.

    b) La idea de la variabilidad del idioma en la propia sincrona, y por tanto la de que el cambio es encios un hecho sincrnico.

    c) La necesidad de abordar el anlisis de las formas semnticas de contenido, o sea, el anlisis de lainvariantes semnticas.

    Ya hemos advertido que esta proclama nos parece relevante, y est pensada en trminos que resultanteriores a lo que suele creerse; sin embargo ahora nos importa por su referencia a Peirce. Charles S. Pba dicho en efecto: Un signo o representamen es algo que representa algo para alguien... Se dirigguien, es decir, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o quizs an ms desarrollado. Ano creado yo lo llamo el Interpretante del primer signo (1987: 144-245); lo que nos permite intersignos lingsticos es por tanto la tensin estructural interna que existe entre los mismos, las

    ferenciaciones entre ellos logradas merced a los rasgos pertinentes del contenido, y esto es lo que atrkobson. Jakobson se encuentra postulando un anlisis estructural del vocabulario y ve en Peirce a ecursor genuino y genial de la lingstica estructural, ya que Peirce al hablar de los signosinterpretantes est operando con la idea de la invariacin semntica y de los rasgos pertinentes de

    ntenido que hacen que se configure el lxico y que el vocabulario posea rendimiento funcional.

    Un signo de una semitica puede ser traducido a otro signo de otra semitica diferente: esta tareaerpretante se hace posible por la existencia de los rasgos de contenido, de los caracteres significativo

    variantes, segn establece Peirce.

    L CARCTER ICNICO DE LOS SMBOLOS

    Un escrito ms centralmente dedicado al autor norteamericano es el que Jakobson elabora en 1965:Charles Sanders Peirce y la bsqueda de [145] la esencia de la lengua (1988: 113 ss.), en el que ra afirmacin suya: Soy... un pionero o mejor dicho un explorador, en la labor de desbrozar y abrirctrina de la naturaleza esencial y las variedades fundamentales de la semiosis posible; estamos enrdad ante un anlisis de la semiosis, esto es, de la 'operacin productora de signos' o 'funcin semitign definen Greimas y Courts (1982: 364b), del proceso por el que un significante y un significado relacin necesaria entre s y a la vez con otros significantes y otros significados.

    En cuanto explorador de la semiosis Peirce ha establecido por ejemplo la mencionada nocin de

    interpretante, de un signo que creamos para interpretar otro en la misma semitica o en una semitinta; este proceso resulta posible porque la semiosis se establece a partir de unas formas de la exprenculadas con formas del contenido no menos estructuralmente establecidas -desde luego bien establela semitica del lenguaje- (cfr. por ej. Pottier 1977: 61 ss.; Katz y Fodor 1976).

    Se ha recordado que Charles S. Peirce propuso en una ocasin que hay 59.049 tipos de signos; desdego resulta fundamental la tricotoma que distingue los iconos, los ndices y los smboses que nuestro autor delimitaba de esta manera:

    Un icono es un signo que remite al objeto que l denota, meramente por virtud de caracterespropios y que posee por igual tanto si tal objeto existe o no... Cualquier cosa... es un icono dealgo en la medida en que es como esa cosa y es empleado como un signo de ella...

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    Un ndice es un signo que se refiere al objeto que denota en virtud de que es realmenteafectado por ese objeto... En la medida en que el ndice es afectado por el objeto tienenecesariamente alguna cualidad en comn con el objeto y es por respecto a ella como se refiereal objeto...

    Un smbolo es un signo que se refiere al objeto que l denota por medio de una ley... porconsiguiente l mismo es un tipo general o ley, vale decir, es un legisigno (1987:250; comp.Hierro 1980: 25-49).

    Un plano de una casa es un icono en cuanto posee analoga con ella, y es icono aunque la tal casa aya sido construida; el humo -ejemplo clsico- es ndice del fuego que se est produciendo, y no hacee alguien vea ese humo para que sea ndice; los smbolos obedecen al acuerdo o convencin, y existemo tales en el seno de comunidades culturales que los tienen instituidos. Los smbolos (por ejemplo mados signos lingsticos, las voces o palabras) han sido establecidos y consisten por tanto en

    legisignos; un Legisigno -define Peirce- es una ley que es un signo. Esta ley es generalmentetituida por los hombres. Todo signo convencional es un legisigno (1987: 249). [146]

    Jakobson reproduce como es natural en su escrito de 1965 esta delimitacin de clases de signos (194-115), y la reformula por su cuenta diciendo que el icono presenta semejanza de hecho entre elsignsignatum, el ndice una contigidad existencial entre talessignansysignatumy el smbolo una contiibuida entre ellos y que ha habido que aprender; adems Jakobson viene a decir que esta cuestin demejanza autntica o de la arbitrariedad que se da respectivamente en los iconos y los smbolos quedanteada y discutida ya en el Crtiloplatnico.

    Ciertamente Platn aborda el asunto en su Dilogo, y as hace decir primero a Hermgenes: -Scu Crtilo afirma que cada uno de los seres tiene el nombre exacto por naturaleza (Platn 1983: 36ego el mismo Hermgenes postula: Pues bien Scrates, yo... no soy capaz de creerme que la exacthombre sea otra cosa que pacto y consenso... Y es que no tiene cada uno su nombre por naturaleza a

    o por convencin (Platn 1983: 365-366). Los nombres significan pues o por naturaleza o pornvencin, y Scrates mantendr en este texto platnico que efectivamente lo hacen por lo segundo, qresulta sin duda inevitable que tanto convencin como costumbre colaboren a manifestar lo que penando hablamos (Platn 1983: 452),

    El asunto de la motivacin o la arbitrariedad en la constitucin de los signos se encuentra en la histonsamiento lingstico en el Crtiloplatnico; el mismo problema es el que se le plantea a Peirce a laestablecer una de sus tricotomas de signos, y l atendiendo a lo que es natural y a lo que es pornvencin delimita iconos e ndices por una parte, y smbolos por la otra.

    Adems Charles S. Peirce establece que los diagramasrepresentan las relaciones... de las partes sa mediante relaciones anlogas en sus propias partes (1987: 263); los diagramas poseen por tantoturaleza icnica, y as de hecho cualquier ecuacin algebraica es un icono, en la medida en que exr medio de signos algebraicos... las relaciones de las cantidades en cuestin (1987: 265). Jakobsoonda en estos pensamientos de Peirce, y enuncia y ejemplifica:

    Tanto en sintaxis como en morfologa cualquier relacin de las partes y los todos concuerdacon la definicin de Peirce de los diagramas y su naturaleza icnica... En las distintas lenguasindoeuropeas los grados positivo, comparativo y superlativo del adjetivo muestran un aumentogradual en el nmero de los fonemas... Elsingnansdel plural tiende a reflejar con una

    dimensin acrecentada de la forma el significado de un incremento numrico (1988: 119).

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    Adems de su carcter arbitrario, las lenguas humanas estn penetradas de un carcter icnico que ee ha subrayado Jakobson siguiendo [147] la traza de Peirce; asimismo ocurre que un smbolo pueseer un icono y/o un ndice incorporado en s mismo, y a esto hay que atender (Jakobson 1988: 12

    En efecto Roman Jakobson estima que los constituyentes icnicos y de ndice de los smbolosrbales han quedado preteridos en muchas ocasiones, pero que sin embargo suponen perspectivan alcance para la ciencia filolgica (1988: 123); l no lo dice, pero es evidente que el mbito en elenguaje tiende a hacerse icnico es el de la literatura.

    Las bellas letras consisten en discursos que muchas veces poseen un cierto carcter icnico o contiementos de iconicidad; la obra en cuanto signo global o signo literario puede tener una cierta forma ic

    poseer significantes icnicos (lo que se ha llamado fonologa expresiva), etc. Por ejemplo los sanieristas en los que se ha visto una disposicin en la que el tema principal est preterido como sealbidura tcnica en la composicin, efectivamente significan con su disposicin el contenido 'maestranica', y ello les da un carcter icnico.

    El significante ya hemos dicho que se hace icnico en lo que se conoce como fonologa expresiva: anemas sugieren un determinado contenido si aparecen acumulados en un decurso que asimismo por snificados sugiere el mismo contenido. Un ejemplo bien conocido es el que analiz Dmaso Alonso:rsos de Garcilaso

    En el silencio slo se escuchabaun susurro de abejas que sonaba,

    el elemento de silencio est expresado por medio de fricativas, ante todo de las eses(silencio,slo,cuchaba,susurro, abejas,sonaba), y el punto de vahariento zumbido dentro del paisaje silencioso, poica errecuyo efecto ya se propaga a toda la vozsusurro (Alonso 1989: 64).

    Por nuestra parte tambin creemos que se da un caso de fonologa expresiva en el Solo del Pastobo deEl pblicode Lorca: la sustancia significada de 'lo podrido', 'lo muerto', la sugiere la propiascomposicin de un lenguaje repetitivo, cacofnico y ripioso:

    El pastor bobo guarda las caretas,

    las caretas

    de los pordioseros y de los poetas,que matan a las gipaetas

    cuando vuelan por las aguas quietas. [148]

    Careta,

    de los nios que usan la puetay se pudren debajo de una seta.Caretas,

    de las guilas con muletas (Garca Lorca 1987: 179).

    Segn decimos nos parece que existe una correspondencia icnica entre el contenido connotado de ieto', lo 'muerto', y el cierto sinsentido en que precipita el discurso por sus repeticiones de fonemas yrcter ripioso.

    La literatura y tambin la lengua ordinaria pueden poseer algo de iconicidad, y esto es lo que Jakobgumenta o simplemente insina en la traza de Peirce: se trata de una perspectiva que segn hemos vi

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    rece de gran alcance y por tanto inauguradora de tareas nuevas y urgentes (1988: 123).

    A TAREA DEL HROE

    En fin Peirce es tenido en cuenta en las pginas que en 1974 dedica Jakobson a una Ojeada sobresarrollo de la semitica (1988: 350-353), y en otras posteriores (del ao 1977) en que vuelve aAlgunas precisiones en torno a Peirce, pionero de la lingstica (1988: 125-130). En este momen

    vierte nuestro autor cmo la vida de Peirce result desafortunada y cmo la falta de un entornoradable fren el desarrollo de sus actividades cientficas; por lo dems Jakobson vuelve a insistir til diferenciacin entre iconos, ndices y smbolos, y en que -en palabras literales de Peirce- los si

    s perfectos son aquellos en que los caracteres icnicos, indicadores y simblicos se funden (1988literatura puede encontrarse penetrada -en una u otra medida- de carcter icnico, y aparece as comno ms perfecto.

    Por supuesto en otras ocasiones el nombre y las ideas de Charles Sanders Peirce aparecen en los esckobsonianos; nosotros nos hemos referido a algunas de esas ideas, y a su huella en Roman Jakobson.rticular Peirce ha constituido un estmulo para que Jakobson percibiese la necesidad de encarar el an

    mponencial del contenido, la configuracin pertinente que poseen las piezas lxicas del idioma y enneral sus formas de contenido; por otra parte a Jakobson no se le ha escapado lo que de icnico poseoma y tambin -aunque no lo diga en los textos ahora considerados de manera explcita- la literaturaformas lingsticas y asimismo las obras poticas pueden estar constituidas por un componente de

    onicidad que el estudioso debe conocer.

    ONCLUSIONES

    Los prrafos presentes han expuesto algunas ideas que ahora recogemos en abreviatura:

    1. La Esttica moderna se constituye hacia mitad del Setecientos, cuando Hume, Feijoo, Diderot, etcriben de ella; en esta historia de las ideas estticas y de la teora de la literatura que se extiende desdos dos siglos y medio hasta nuestros das, y adems en la historia de las ideas lingsticas, cabe un lue no puede quedar desatendido a Charles Sanders Peirce. Peirce fue un adelantado o pionero -cce Jakobson- de la ciencia del lenguaje (cf. Plazaola 1991: 85-278).

    2. Peirce introduce el concepto de interpretante para designar con l a un signo que equivale a

    no en la misma o en distinta semitica; tales signos que parafrasean a otros signos se fundamedemos decir- en los rasgos pertinentes del contenido que dan lugar a unos y a otros.

    3. Peirce distingui segn bien se sabe iconos de ndices y de smbolos. Losiconos poseen alguna(s) analoga(s) con el objeto al que se refieren, y no necesitan que ese objetista realmente o no.

    4. Los ndices suponen una contigidad existencial entre susignansy susignatum: la manchamedad en la pared es ndice de una fuga de agua.

    5. Los smbolos suponen una convencin establecida entresignansysignatum: los llamados sign

    gsticos son smbolos en este sentido, y se dan como tales en una comunidad hablante que los sanci

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    n su uso.

    6. Peirce discurre en esta triparticin de los signos de acuerdo con el problema que ya qued planteCrtiloplatnico: los nombres significan por naturaleza o por convencin? En el Crnto [150] Hermgenes como Scrates se pronuncian por la segunda de las dos opciones.

    7. Peirce llama diagrama a una 'representacin de las relaciones de las partes de una cosa medaciones anlogas en sus propias partes'; los diagramas son pues icnicos.

    8. Cualquier enunciado algebraico es un icono, y lo mismo el lenguaje posee rasgos icnicos, hecho

    rticularmente subrayado por Jakobson.

    9. Las obras literarias pueden dar lugar cada una a un signo icnico; el discurso literario puede estarnstruido en efecto de tal manera que posea cierta iconicidad respecto de lo que se quiere decir.

    10. Un caso de iconicidad en el discurso potico es el de la fonologa expresiva. En definitiva ocurr(buena) literatura constituye un caso de signo ms perfecto, ya que al smbolo del lenguaje en escrita se suma lo que de icnica pueda tener.

    Charles Sanders Peirce es un autor complejo cuyo estudio no compete slo a los fillogos sino a los

    gicos, filsofos, etc.; desde una sensibilidad filolgica suelen destacarse algunas de sus afirmacionesas nos hemos referido nosotros aqu. Su intuicin de lo arbitrario del lenguaje, de la posible iconicidobstante puede poseer, de la red de tensiones sistemticas que individualizan y a la vez organizan a

    labras entre s, constituye un hallazgo seguro de pionero que se adelant y que -por ello y en justicia

    clama nuestro clido recuerdo. (43)

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    a relevancia de la semitica de Ch. S. Peirce en la constitucin de una pragmti

    la literaturaFrancisco Vicente Gmez

    (Universidad de Murcia)

    I

    Referirse hoy a las relaciones entre semitica y literatura, y ms en concreto a la aportacin de Ch. irce al tema en cuestin requiere al menos algunas precisiones iniciales, pues la presencia y aun la pula semitica en los estudios literarios no es reciente, ni tampoco la de Ch. S. Peirce, si bien en este

    so es necesario anotar ya que la versin castellana ms amplia de sus escritos lgico- semiticos data1987.

    En primer lugar, la inclusin de los textos literarios bajo el dominio de la semitica ha permitido obaracterizar la literaturacomo hecho comunicativo. As lo pona de manifiesto F. Lzaro Carreter en bajo de 1976: [154]

    na caracterizacin general y moderadamente aceptable del hecho literario slo ha sido posible desde omento en que se ha reconocido en las obras artsticas el carcter de signos, y se han inscrito por tantmpo de accin de la semitica. Ello implica que se consideren actos de comunicacin... (Lzaro Carr76: 176).

    En segundo lugar, la presencia de la figura de Ch. S. Peirce debe ser considerada no 'ex novo' sino dtica de la relecturade sus principales escritos Semiticos; relectura que puede enriquecernsiderablemente cuanto la semitica haba ya desarrollado incorporando perspectivas diversas y abriminos nuevos. Se trata, pues, de una 'relectura' que acompaa el 'redescubrimiento' que de su figura yra -con nuevas traducciones y recopilaciones de sus trabajos- ha tenido lugar en la dcada de los ao

    mparo de una generalizada necesidad cientfica de hallar el fundamento epistemolgico de las cienciamanas en general, y de los estudios literarios en particular (Bonfantini 1982: 45).

    El encuentro entre los principales retosque tienen hoy planteados los estudios literarios y los caminaportacin de Ch. S. Peirce abre a la mismaperspectivasemitica, nos puede proporcionar el adecuanto de partida al tema que nos ocupa: la relevancia de la semitica de Ch. S. Peirce en la constitucia pragmtica de la literatura.

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    II

    El primer reto que a la semitica plantearon los textos literarios fue pronto afrontado con resultadosstante satisfactorios. Libros como los de Mara Corti (1976) y Mara del Carmen Bobes Naves (1975paa son suficiente testimonio. Los textos literarios propician una situacin comunicativa ciertamenrticular; sta se caracteriza por no existir una co-presencia fsica de autor y lector, dando lugar ello ao de comunicacin diferida que va del autor al texto y del texto al lector. En esta comunicacin autotor adems de no poseer el mismo sistema y cdigo culturales, estn con toda probabilidad muy alej

    nto en el tiempo como en el espacio (Segre 1985: 42-43).

    Lapeculiar situacin comunicativade los textos literarios origina una definicin de los textos literamo textos menos dependientes de aquellos factores que apuntan todos a la inmediatez de la situacinixis espacio-temporal, la personal, la modalidad, etc.), y mucho ms dependientes de aquellos otrosmentos que hacen posible tanto la escritura [155] como la lectura de un texto a pesar de la no co-preautor y lector (los saberes culturales disponibles en forma de cdigos que en mayor o menor medidamparten).

    Los signos literarios, pues, estn ms necesitados de una codificacin mltiple(Corti 1976: 121-148al mediante la dinamizacin textual de todos sus componentes (Garca Berrio 1978: 148), o lo que essmo la polifuncionalidad de todos tematiza la intersubjetividad de estos signos hasta el punto de hac

    rantes de s mismos (Pozuelo Yvancos 1988: 76-83).

    III

    Descrita y caracterizada en estos trminos la comunicacin literaria, as como cada uno de susmponentes (Pagnini 1980), quedaban sin embargo sin resolver la delimitacin de la situacin verbal e tiene lugar y la concrecin de la dinmica interactiva en la que entran todos sus elementos, a saber

    tor, texto y contexto.

    La semitica de Ch. S. Peirce, frente a la semitica de corte descriptivo auspiciada por F. de Saussufinida como una 'semitica de los cdigos' y frente a la semitica de tinte psicoanaltico elaborada poisteva, calificada como una 'semitica de significacin', es esencialmente cognoscitiva e interpretativsibilita un tratamiento adecuado de los dos aspectos que quedaban pendientes de concrecin en laracterizacin comunicativa de la literatura (Bonfantini 1982: 28-45).

    La semitica de Ch. S. Peirce es esencialmente cognoscitivaporque a la concezione della conoscme perfetta specularit Peirce oppone la concezione della conoscenza quale sempre, necessariamente

    rinsecamente, interpretativa e ipotetica (Bonfantini 1980: XXII). Y es tambin esencialmenteerpretativaporque en Peirce la generazione del censo non viene pi intesa propriamente comeoduzione di censo,..., bensi costituzione e inferenza di censo, interpretazione (Bonfantini 1982: 45

    La definicin comunicativa de los signos viene indicada por su situacin de 'uso'; el significado dlabra es su uso en el lenguaje, dice Ludwig Wittgenstein (1953: #43), este uso tiene lugar en elnscurso de una actividad verbal concreta y nica, que tiene sus propias reglas (Wingenstein 1953: #2pecificacin del significado verbal en el 'uso' la explicaba Ch. S. Peirce como una relacin detersubjetividad' a partir de la nocin de 'interpretante': [156]

    Un signo o representamen es algo que representa algo para alguien en algn aspecto o carcter.

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    Se dirige a alguien, es decir, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o quizsan, ms desarrollado. A este signo creado, yo lo llamo el Interpretante del primer signo. Elsigno est en lugar de algo, su objeto. Representa este objeto no en todos sus aspectos, sinocon referencia a una idea que he llamado a veces el fundamento del representamen. (Peirce2.228).

    La intersubjetividadverbal de la que surge el significado de los textos -literarios tambin- es en lamitica peirceana un rasgo inherente a la propia definicin de 'semiosis', objeto de la Semitica en tae doctrina cuasi-necesaria, o formal, de los signos (Peirce 2.227). En los siguientes trminos d

    . S. Peirce la 'semiosis':Con 'semiosi', invece, intendo un'azione o influenza che , o implica, una cooperazione di tresoggetti, il segno, il suo oggetto e il suo interpretante, tale che questa influenza trirelativa nonsi possa in nessun modo risolvere in azioni fra coppie. (Peirce, 5.484).

    Es preciso advertir que this extension of the conception of Semiosis [cognitivo-interpretativa] -cplica Dan Nesher- comes... as a natural conclusion of the reconstruction of Peirce's pragmaticistilosophy (Nesher 1990: 1). A su vez, como sealase Antonio Tordera, la conexin entre elagmatismo y la semitica, que se realiza a travs de la teora de los interpretantes y del hbito, conlle

    rias consecuencias. La principal es la posibilidad de elaborar una semitica pragmtica, no como unatematizacin de todos los signos posibles, sino como algo que aporta elementos de solucin al problproduccin de significados (Tordera 1978: 44).

    La explicacin delsignificadoa travs de la nocin de 'interpretante' (Eco 1979: 48; 57), nocin hipe implica procesos de inferencia (Peirce 5.274), supone afirmar que nuestro conocimiento posee unrcter aproximado(Herrero 1987: 15). De este modo lo argumenta el propio Ch. S. Peirce:

    ...toda proposicin que estemos en condiciones de hacer acerca del mundo real debe ser decarcter aproximado: no podemos tener nunca el derecho de afirmar que cualquier verdad es

    exacta. La aproximacin debe ser la estructura con la cual corresponde construir nuestrafilosofa (Peirce 1.404).

    El carcter aproximado que posee el 'interpretante' descansa en una adecuacin parcial, abductivadno respecto del objeto, y es fruto de [157] la mediacin creadora del hombre (Th. A. Sebeok y J. U.beok 1989: 37-40). Ch. S. Peirce es categrico al respecto en sus afirmaciones:

    Non esiste [la cosa-in-s]. Cio non vi cosa che sia in se stessa nel censo di non essererelativa alla mente, sebbene le cose che sono relative alla mente senza dubbio esistono anche aldi l di questa relazione. Le cognizione che cos arrivano a noi attraverso questa serie infinita

    di induzioni e ipotesi. (Peirce 5.311).

    Adems, dado que tuttavia no abbiamo esperienza di semiosi in cui no si abbia modificazione descienza,... l'interpretante sia por lo meno un analogo piuttosto stretto di una modificazione di coscieneirce, 5.485). Es por ello que toda ocurrencia comunicativa es constitutiva de significado y que la semresuelve en un proceso que no tiene fin, y en la que la condicin de Tercero del interpretante hace quresuelva en una 'semiosisilimitada':

    El significado de una representacin puede ser tan slo una representacin. De hecho, no esms que la propia representacin, pensada como si estuviera despojada de un ropaje sin

    importancia. Pero no se puede eliminar nunca por completo este ropaje; slo se lo cambia por

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    algo ms difano. Por ltimo, el interpretante es tan slo otra representacin a la cual seentrega la antorcha de la verdad, y en calidad de representacin tiene a su vez su interpretante.He aqu otra serie infinita (Peirce 1.339).

    Para Ch. S. Peirce todo signo es 'interpretante' de otro signo. Pero la comunicacin es socialmenteersubjetiva, y la 'semiosis' un 'interpretante final': aquel que posibilita que un hablante y un oyente, especificidad histrica de sus respectivos roles socio-culturales, se entiendan:

    ...un comportamiento del medesimo genere, pi volte reiterato nel quadro di combinazioni

    simili di preceti e di fantasie, produce l'abito, cio la tendenza a comportarsi effetivamente inun modo simile in circostanze simili nel futuro... le reiterazioni nel mondo interno -reiterazionifantasticate-, se ben intensificate da uno sforzo diretto producono abiti,...; e questi abitiavranno il potere di influenzare el comportamento effettivo nel mondo esterno... (Peirce5.487).

    El lmite que impone el 'interpretante final' como regularidad, como hbitode comportamiento verbe posibilita la intersubjetividad verbal, permite referir usos verbales a situaciones comunicativas tpicir, permite correlatar regularmente las variedades de textos lingsticos a categoras especficas ycurrentes de rasgos sociosituacionales. [158]

    La recurrencia histrica de estas clases textuales las convierte en interpretantes finaleso entornoserpretativosdel texto que se inscribe en una de ellas, pues stas insertan y ordenan el texto individuantro del devenir histrico del saber textual de una cultura con el fin de hacerlo comprensible.

    IV

    Lapragmtica, como disciplina semitica que bsicamente indaga las relaciones entre los signos y

    blantes (Morris 1971: 67), entre los textos y los contextos (van Dijk 1977: 272; cf. Levinson 1983: 1cuentra en el estudio de la interaccin texto-entorno textualuna de las vas de especificacin de laersubjetividad til para la interpretacin de los textos literarios.

    Lapragmtica literaria, sin menoscabo de ulteriores especificaciones, centra su atencin en las relaplcitasque autor y lector mantienen, relaciones implcitas que son el imprescindible apoyo de aquelas relaciones -las inmediatas- que s explicita el texto. Sobre estas relaciones implcitas tiene granpacidad de decisin el entorno interpretativoconstituido por el saber textual que envuelve al autor y tor; constituyen su autntica realidad.

    La intersubjetividad que especifica el texto, su coherencia (Conte 1988: 29) -incluidos el autor y el odelo (Eco 1979: 87-90)-, es una proyeccin histrica, inferencial, nunca directa, del entendimiento ce pueden llegar a tener autor y lector. Ese entendimiento cultural es el que configura el contexto.

    La cooperacin textual(texto-contexto) que investiga unapragmticaas concebida encuentra en larspectiva semitica peirceana el soporte adecuado para su definicin, pues Ch. S. Peirce privilegia lamiosis', entendida como constitucin de sentido, en lugar de la semitica sistemtica y descriptiva, lacrona' en lugar de la 'sincrona', al 'interpretante' en lugar del 'cdigo' fijo e idntico a s mismo, laterpretacin' en lugar de la 'representacin' (Bonfantini 1982: 41).

    Desde una perspectiva pragmtica operativa y no ontolgica, nociones como las de 'cdigo', en el se

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    'cdigo institucional' o 'hipercdigo' (Eco 1979: 316), 'frame testual' o 'text type' (Schlothaus 1988: 7eden ser de una gran utilidad para explicar el funcionamiento interpretativo(Eco 1979: 109-122) de tornos enciclopdicos o contextos constituidos por clases de textosprecedentes de costumbres o hb59] textuales, considerados como interpretantes finales.

    El camino semitico elegido permite recuperar la historicidad y el contexto socio-cultural que sonnnaturales a todo proceso semisico. Este proceso semisico, concebido como cualquier actividad hue crea sentido, esto es, como toda actividad dinmica realizada por un sujeto que pone en relacin unma y un sentido, slo puede tener lugar dentro de una situacin pragmtica de uso (Bobes Naves 198-121).

    Sin necesidad de desembocar en el extremo deconstruccionista de algunas explicaciones de la 'semimitada' de Ch. S. Peirce (Ponzio 1984: 18-22), la recuperacin que sta hace delsignificado contextuportancia que concede a ste en la constitucin del significado a travs de la nocin de 'interpretantesibilita hacer un uso terico y analtico muy razonable de la nocin de 'contexto' en la consideracin miosis literaria (Eco 1990: 267), pues ste no es considerado como un elemento exterior sino como uctor constitutivodel propio signo.

    La semitica de Ch. S. Peirce precisamente por su acentuado carcter cognitivo e interpretativoaponcepcin radicalmente nueva respecto de cmo entendan la relacin entre signo y objeto tanto la tra

    cionalista como empirista: la perspectiva semitica de Ch. S. Peirce es intrnsecamente interpretativapottica (Prez Carreo 1988: 30-32); el camino de establecimiento de las relaciones entre signo y obtes inferencial -contextual- que intuitivo, y se resuelve en un flujo de aproximaciones en las que onsiero precedente suggerisce qualcosa al pensiero seguente (Peirce 5.284).

    Explicando a Ch. S. Peirce, dice U. Eco que interpretare un segno significa prevedere -idealmentontesti possibili in cui pu essere inserito (Eco 1990: 267). A esta conclusin ha llegado U. Eco trscribir la actuacin del 'interpretante' del modo que sigue:

    Ogni espressione deve venire interpretata da un'altra espressione, e cosi via, all'infinito;

    (...)nel corso di questo processo semiosico, il significato socialmente riconosciuto delleespressioni cresce attraverso le interpretazioni a cui esse vengono sottoposte in diversi contestie in diverse circostanze storiche; il significato completo di un segno no pu che essere laregistrazione storica del lavoro pragmatico che ha accompagnato ogni apparizione contestuale.(Eco 1990: 267).

    La nocin de 'interpretante' de Ch. S. Peirce no proporciona una definicin precisa de interpretacinelabora una perspectiva capaz de [160] dar un fundamento general a otras definiciones ms elaborad

    mo, por ejemplo, la que da S. Schmidt. Para este autor la interpretacin construye relaciones betwe conceptual structures called forth by the text and the conceptual network that constitutes one's ownperiental world... or relating conceptual structures called forth by the next and 'frames of reference'chmidt 1982: 256). La cooperacin texto-contexto, constructora de la coherencia global de un texto, nterminista ni est unvocamente sealada, antes bien es interpretativa.

    La lgica interpretativa que ayuda a comprender el funcionamiento de los distintos contextos quentribuyen a elaborar el entorno textual sobre el que se apoyan los textos (el socio-histrico, el culturaerario, principalmente) hace posible que stos reformulen de una manera totalmente nueva los llamadcesos extrnsecos' del estudio de la literatura (biografismo, historias de la literatura, sociologas de la

    eratura, pragmticas, etc.), quedando articulados dentro de un modelo -el semitico-textual-, de una

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    rspectiva -la interpretativa-, as como clarificando el camino hacia su relevancia textual: ser soportesherencia.

    Muy particularmente la 'lgica interpretativa' definida por la semitica peirceana abre un caminoperanzador en la constitucin de unapragmtica literariaa partir de elementos culturalestales comonvenciones estilsticas y genricas, pues la nocin de interpretante, como dice U. Eco, muestra deanera los procesos semiticos... circunscriben asintticamente los significados, sin llegar nunca a 'tocectamente, pero volvindolos de hecho accesibles mediante otras unidades culturales (Eco 1984: r medio de procesos como las hipercodificaciones.

    Desde la ptica semitica peirceana se vislumbra mejor la fecundidad que el modelo tipolgico descripcin de la cultura instaurado por la semitica sovitica puede ofrecer para la delimitacin del coerario y la definicin de la pragmtica literaria a partir de las unidades culturales mencionadas. Su ampacidad conceptualizadora absorbe de un modo tpico, relevante la diversa realidad sociosituacionalpersa en los diferentes contextos. As lo pone de manifiesto C. Segre en el texto siguiente:

    la influencia, y a menudo incluso el impacto, de las fuerzas histricas (principalmenteeconmicas) acta mucho ms determinantemente sobre el conjunto del sistema cultural quesobre cada uno de los textos en particular. Por tanto, el estudio de la cultura es el que puedemediar entre el estudio histrico y el de los textos (Segre 1985: 145).

    61]

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    A propsito de Peirce: Semitica. Literatura. Verdad

    Miguel ngel Garrido Gallardo

    (CSIC Madrid)

    Cul es la relacin entre el semilogo y la verdad? Umberto Eco, travestido de Guillermo de

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    skerville enElNombre de la rosanunca ha dudado de la verdadde los signos (la cursiva es nuque como buen nominalista tiene la conviccin de que la abstraccin no es desmaterializacin yiversalizacin, sino un prescindir de la existencia de las cosas. El trmino mental es un signo con su

    suppositio, o sea, propiedad de significar (exclusivamente) dentro de una proposicin: Supposgnum quasi pro aliquo posito (Cfr. Flasch 1989).

    El proceso de simbolizacin, tal como lo concibe Guillermo, tiene poco que ver con la metafsica, csofo que razona partiendo de los primeros principios. As lo ve Adso de Melk:

    -Pero entonces -me atrev a comentar-, an estis lejos de la solucin...-Estoy muy cerca, pero no s de cul.

    -O sea que no tenis una nica respuesta para nuestras preguntas?

    -Si la tuviera, Adso, enseara Teologa en Pars.

    -En Pars siempre tienen la respuesta verdadera?

    -Nunca, pero estn muy seguros de sus errores. [164]

    -Y vos? -dije con infantil impertinencia- Nunca cometis errores? -A menudo -respondi-. Pero en lugar de concebir uno solo, imagino muchos, para noconvertirme en esclavo de ninguno.

    Me pareci que Guillermo no tena el menor inters en la verdad, que no es otra cosa que laadecuacin entre la cosa y el intelecto. l, en cambio, se diverta imaginando la mayorcantidad posible de posibles. (pg. 374) (la cursiva es nuestra).

    Pero la concepcin ingenua de la literatura descubre un imprescindible nexo entre literaturverdad, literatura (poesa), en la determinacin terminolgica espontnea que se ha venidonfigurando a partir del siglo XVIII, presupone comunicacin mediante la que se comparte undescubrimiento, una parcela de la realidad. El lenguaje que se caracteriza precisamente por estar

    gar de otra cosa y, ms an, por ponernos la cosa delante.Frente a esta concepcin, la semitica de base greimasiana, o sea nominalista, estructuralista al fin y

    bo, ve la diferencia como lo constitutivo, lo irreductible y originario y, por consiguiente, para loseimasianos slo puede suscitar aprensiones la afirmacin de que la literatura -o, simplemente, el lengnga por funcin estar ah en lugar de otra realidad.

    As, parece existir un asentimiento bastante generalizado entre ellos sobre que los juegos disce puede estudiar la semitica son juegos que se danen la literatura, pero que no dicen nada de loliterque a) nada se puede decir, o b) aunque se pueda decir algo, la semitica no puede decir nada de esottetini 1987).

    Se trata de una evidente consecuencia del llamado pensamiento moderno, ese pensamiento nominalyas secuelas postmodernas y pospostmodernas constituyen un debate cultural central en nuestras. La semitica a la que nos estamos refiriendo est en la tradicin de Occam, Hobbes, Locke, Berkeume, Benthan, Stuart Mill y hasta del mismsimo Kant, afirmando que toda generalizacin es puraconvencin. Est claro.

    En cambio, Peirce cae del lado del franciscano Duns Scoto: las leyes obran naturalmente en la natura clasificacin (tan difcil de hallar) responde a hechos reales. O sea, se trata de un cierto optimismooseolgico, frente a un radical pesimismo epistemolgico. As, un escotista podra hasta tener la ilus

    eer que un anlisis semitico dara cuenta de loliterario de la literatura. El escotismo de Peirce no lle

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    nto. Su semitica es slo un punto de vista aplicable a diferentes disciplinas como dice en carta a Ladelby: no he podido estudiar lo que sea (matemticas, moral, metafsica, gravitacin, termodinmices como estudio de semitica. (Cfr. Peirce.Apud, Deledalle 1980). [165]

    Sin embargo, es pragmatista y su pragmatismo es un supuesto fuerte: la significacin de calabra reside en el uso que se hace de ella. (Ibid.)

    Un resquicio abre tambin el que Peirce se confiese anti-idealista, pero tambin tendremos quatizar qu quiere decir con esta afirmacin.

    Con anti-idealismo es claro que no est situndose enfrente de la lnea kantiana, antes bien, si criticando, con razn en determinados contextos, lo que la lnea aristotlica llamara con el nombre

    realismo. Dice: El principio de tolerancia est ntimamente ligado al principio fundamental dencia, pues no puede haber base racional si no se reconoce que nada(el subrayado es nuestro) essolutamente cierto. En las ramas de la ciencia donde el conocimiento es ms perfecto, en metrologaodesia y astronoma, nadie que se respete consentir en hacer una asercin sin acompaarla de laimacin de error probable. Lo que el hombre de ciencia entiende por ciencia no es el conocimo la investigacin. (Ibid.)

    Hasta aqu Peirce y la clara exposicin de que su semitica no tiene nada que ver con adecuacin al

    tre cosa e intelecto. Difcilmente se encontrar una cita donde ms ntidamente se proclame que elsimismo gnoseolgico es consustancial a toda espistemologa semitica. Cuando se hace investigacimitica sobre la literatura, se est hablando de investigacin, pero no -en absoluto- de literatura.

    Resulta, pues, que el anti-idealismo pragmatista es una abierta antimetafsica. Si Peirce reprocha ascartes algo, no es el giro que pone el centro de la indagacin en la duda en vez de en la pregunta po, sino su falta de positivismo, la reliquia metafsica de la bsqueda de la certidumbre, aunque lado de la duda metdica.

    Su oposicin a la metafsica resulta ser an mayor que su denuncia del idealismo. Los signos

    cordemos- son hechos sintomticos de otros hechos y sus designaciones son, en realidad, susvalores inferenciales. La lgica y las matemticas se ven bajo un prisma constructivista y experima metafsica queda aniquilada. La filosofa debe reposar en la lgica y no a la inversa.

    El amplio asentimiento que suscitan en la comunidad profesional las aseveraciones que hemos transfr. Bonfantini y Kloesel, eds., 1988-1990) plantea la apora de que, en rigor, o renunciamos a hablar

    verdad, de descubrimiento, de esttica, en definitiva, de literatura, o renunciamcer semitica literaria.

    No es extrao que elDiccionariode Greimas (1982) que pretende ir ms all de los estrictos lmites

    opia escuela para ofrecer la doctrina semitica en general, vincule la mencin de lo literario (literatu66] s.v.) con el metalenguaje no cientfico (cualquier cosa) o con el debatido problema de laosicin entre ficcin/verdad sobre lo que hay una ingente bibliografa. Yo no s si en alguna selva afntar que ayer se tom uno un pltano para merendar resulta divertido, mientras que narrar una historoge como algo serio. Lo que me resisto a aceptar es la interpretacin que, desde nuestra culturamos a la suya y la conclusin que obtenemos de que para ellos es literatura lo que para nosotros no lceversa.

    Yo soy optimista. Creo que la literatura esy, por eso, el artista quiere otorgar unsentido y, ennsecuencia, implicar el cdigo en el mensaje, de tal manera que cuando cualquier lector de cualquier

    cuentre el objetoliteratura pueda compartir el descubrimiento que el artista pretende haber rea

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    S, con Granger (1988: 200-209) que eso es, en rigor, imposible, que el cambio lingstico pertenecnstitutivo de las lenguas naturales, que si el cdigo es el de uso, jams es usado idnticamente por douarios y si el cdigo es original, entonces no puede ser compartido, no da lugar a comunicacin, esnteligible, no es cdigo.

    Todo esto es cierto, pero deberamos estudiar si este deseo (no doy a deseo un contenidocologista) no est en la misma entraa del fenmeno literario (digamos potico, en su sentidomolgico).

    Si esto fuera as, insisto, qu papel podra desempear la indagacin semitica, tambin y sobre tfiliacin peirceana en la investigacin de textos literarios? Creo que muy importante: poner de relie

    ofusa red que constituye la mquina fabricadora de la semiosis de los textos literarios, aunque ms almetafsica.

    Y junto a esta semitica de la literatura, disciplina de vocacin cientfica, no deberamos condenar embre de Peirce una semitica literaria que, al tratar de interpretar los textos, reprodujera susovimientos de dividir, componer e imaginar en pos de la permanente utopa del acceso a la verdad.

    Referencias bibliogrficas

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    Ch. S. Peirce y la teora literaria

    Jos Domnguez Caparrs

    (UNED, Madrid)

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    I

    La reunin de estos das en Segovia, centrada en el pensamiento de Charles S. Peirce, no es ms quto ms que demuestra el hecho evidente de que la obra del filsofo norteamericano ha adquirido laopiedad de clsica. Por esto, sus escritos se estudiarn y comentarn constantemente en el mbito dencia o disciplina semitica; y en cuanto clsicas, sus ideas adquieren un carcter general, intemporahace interesantes, hasta el punto de dotarlas de un sentido proftico, que se cumple en cuanto que si

    ra garantizar algunas soluciones a cuestiones que hoy nos preocupan.

    Est claro, pues, que lo que yo voy a hacer es manipular algunas ideas de Peirce para comentar algoe pasa en la teora literaria actual. Cuando pienso en una manipulacin para lo que yo voy a hacer esrque quiero vacunarme contra la ms seria objecin que puede hacerme todo entendido en semiticairceana; pues est claro que yo no tengo que aportar gran cosa al descubrimiento delsentidode la fill [170] americano -me est vedado el placer de ir siguiendo el riqusimo encaje de las piezas de suzonamiento-. Pero, como profesional de la teora literaria, pertenezco a esa especie de estudioso de laeratura que acude a la filosofa, y a tantos otros sitios, en busca de una mejor comprensin del fenmpalabra artstica. Es inevitable, pues, un contacto con el pensamiento de Peirce. Yo lo tuve de forma ecta cuando me vi obligado a tratar de caracterizar la poesa desde la semitica; sobre esto volver.

    Una dificultad que se aade a las que encuentra el terico de la literatura que quiere acercarse a Peir

    e ste es ms un filsofo interesado en la lgica que en la esttica; por esto, frecuentemente hay que a transposicin de lo que dice al campo de la esttica, y de esta forma empezamos ya a producir nososmos metforas, sentidos.

    II

    Voy a recordar algunas cosas bien conocidas de todos, pero es que son necesarias en mi discurrir. El

    la semitica es el proceso de creacin de sentido en el texto, que se manifiesta como signo (Bobes N89: 101). Pero este signo es analizado de manera bien distinta en las dos tradiciones mayores de lamitica a que solemos referirnos: la saussureana y europea, en general, por un lado; y la que arranca irce y crece en suelo americano, por otro; la primera, de vocacin lingstica, se ve abocada a ser unl texto; la segunda, de raz lgica, es una filosofa abierta a consideraciones pragmticas. Por lo que sfiere a la poesa, por ejemplo, a partir de la semiologa el estudio de la misma queda caracterizado ponstantes, que podemos enumerar de la siguiente forma: 1.- La lingstica dirige el estudio de la poesmitica potica utiliza como conceptos bsicos los designo(y los con l relacionados deforma,sustpresiny contenido),paradigmaysintagma, denotaciny connotacin, por citar los ms llamativosodelo del signo lingstico sirve casi siempre de marco de organizacin de los estudios de la poesa, e

    e se suele distinguir un plano de la expresin y un plano del contenido, o un significante y un significmo ejes organizadores de todo el anlisis. 3.- Como lenguaje especial, es decir, como semitica o sismitico peculiar, la poesa se caracteriza por ser el poema un signo complejo en el que se da una estrpendencia, un isomorfismo, entre significante y significado, o expresin y contenido; el signo poticce, est motivado, es decir, establece una relacin de semejanza entre el signo y la cosa designada, [1e significa; y por eso, a todo, en poesa, se le busca un significado.

    stas son caractersticas de la poesa como lenguaje que se desprenden de la forma en que la estudiaodelos semiolgicos que dependen estrechamente de la lingstica europea formulada por Saussure yelmslev.

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    Si hoy la semitica que arranca de Peirce es hegemnica, me parece que es porque integra en suncepcin de la semiosis elementos de mayor alcance que los simplemente textuales o lingsticos a qcuentemente queda reducida la semiologa saussureana. Hoy, en efecto, se nos presenta mucho ms

    xima a las cuestiones que nos preocupan una definicin como la que da Peirce desemiticao desemprimera consiste en

    la doctrine de la nature essentielle et des varites fondamentales de semiosis possibles. (5.488)(44)

    Y qu es lasemiosis?

    Mais par semiosis, j'entends, au contraire, une action ou influence qui est ou implique lacoopration de troissujets, tels qu'un signe, son objet et son interprtant, cette influence tri-relative n'tant en aucune faon reductible des actions entre paires. (5.484)

    III

    Puesto que me est vedado el placer del conocimiento detallado del pensamiento de Ch. S. Peirce, mnto igualmente relevado de la responsabilidad de ser un fiel intrprete del mismo. Tampoco es este mopsito, sino que lo que yo pretendo es ofrecer a los especialistas en la semitica peirceana las muesrtos ecos de tal pensamiento en algunos de los postulados de la teora literaria que parece haber detehegemona en la historia reciente de esta disciplina en algunas partes del mundo, al menos. Ah van uestras.

    Primera: En su magnfico panorama de la crtica norteamericana despus de la nueva crtica, Fntricchia comenta el trabajo de [172] Eugenio Donato presentado en la famosa reunin de 1966 en la

    opkins University que marca la entrada de Jacques Derrida en EE UU. El trabajo de Donato, en la

    duccin castellana -traduccin sorprendentemente temprana, en 1972, cuando la edicin inglesa es d70, y por eso abocada a pasar inadvertida prcticamente-, se titula Las dos formas de expresin detica. Lentricchia dice del mismo que all se plantean las dos cuestiones esenciales que durante losenta van a obsesionar tanto a los derridianos como a los antiderridianos de Norteamrica: la primeraestin del descentramiento o estructuralidad de la estructura, es decir, la desaparicin de un orun punto exterior al texto que le sirviera de frontera al juego del significante lingstico. Leo el extesaje en que Lentricchia resume la segunda cuestin:

    En segundo lugar, est la afirmacin (implcita en algn pasaje de la obra estructuralista deBarthes, pero llevada a su punto crtico por Derrida) de que toda interpretacin de una cadena

    de significantes resulta ser otra cadena de significantes, y nada ms. A la luz de estosplanteamientos es imposible otorgar al discurso crtico la consideracin de transparente(ni siquiera la mera consideracin de representacin mimtica); y, por consiguiente -escribeDonato-, tampoco se puede trazar una lnea de separacin esencial entre literatura ycrtica: cada signo es, en s mismo, no cosa que se ofrece a la interpretacin, sinointerpretacin de otros signos. Nunca se da un interpretandumque no sea ya interpretans, demodo que la interpretacin queda necesariamente vinculada al ejercicio de la violencia y a laexplicacin. Donato aade a continuacin algo que pronto sera recogido en los debatespostestructuralistas: sin duda alguna, esta idea tendramos que haberla captado ya enNietzsche y Freud. A lo cual cabra aadir que en los Estados Unidos habramos podido

    extraerla de la semitica de Charles S. Peirce. (F. Lentricchia 1980: 158).

    http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/signa-revista-de-la-asociacion-espanola-de-semiotica-0/html/ff46b684-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#N_44_
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    La ltima frase de la larga cita de F. Lentricchia es la que me interesa especialmente, por cuanto quecuentra expresado un intento de involucrar el pensamiento de Peirce en una cuestin tan importante forma de concebir la interpretacin en buena parte de la crtica literaria ms innovadora: serie infinitnos. Vase Roland Barthes y su idea de la crtica como interpretacin, no de un sentido verdadero, s

    denas de smbolos producidos por la obra; el crtico no hace ms que continuar las metforas de la ob

    sde este momento, su quehacer es tan creador como el del escritor (R. Barthes 1966: 67-74) (45). Peirr lo dems, se ve llevado a la compaa de los dos mximos representantes de la hermenutica de lasconfianza, segn P. Ricoeur. [173]

    Paul de Man -y sta es la segunda de las muestras prometidas- se ve atrado por la concepcin de unrica pura que, como es sabido, est relacionada con el interpretante del modelo de signo peirceano,crtico americano lo reafirma en su idea de la retrica como figura o tropo intralingstico. Dice Paulan:

    Para Peirce, la interpretacin de un signo no es un significado, sino otro signo; es una lectura,no una descodificacin, y esta lectura, a su vez, ha de ser interpretada por otro signo, y as adinfinitum(1979: 22).

    Parece que hay materia para un trabajo, si es que no est ya hecho, acerca de la presencia de Peirce

    oderna teora literaria norteamericana. Esta presencia no excluye la posibilidad de una mala interpretes una mala lectura, conscientemente metafrica, del pensamiento de Peirce por parte de Harold Bloaplicacin que ste hace de la idea de triplicidad del signo semitico al modelo del poema:

    Aplicando el principio de la mala captacin (misprision), traslademos a Peirce al lenguaje de lapoesa. El poema es una idea de Triplicidad, una relacin tridica, porque el signo es el nuevopoema, su objeto es el texto precursor (por mltiple o imaginario que sea) y el pensamientoque interpreta es la lectura del poema, aunque esta lectura sea ya por s misma un signo. (ApudF. Lentricchia 1980: 312)

    Sea sta una tercera muestra.

    IV

    Yo ahora pongo sobre la mesa algunos fragmentos del pensamiento de Peirce sobre el signo -ypecialmente sobre el interpretante- por si los especialistas en semitica creen justificado el establecimun [174] parentesco o un aval para la moderna concepcin de la crtica como produccin ilimitada d

    nos.La muy conocida definicin del signo (2.228) y la clasificacin de las ramas de la semitica segn s

    fieran a cada uno de los componentes del mismo signo (2.229), ofrecen elementos para una comparacmo son: el que el interpretante es un signo que est en la mente de aquel a quien se dirige el represenque la rama de la semitica relacionada con el interpretante es la retrica pura, cuyo

    trabajo es averiguar las leyes de cada inteligencia cientfica: un signo da nacimiento a otro y,

    especialmente, un pensamiento produce otro pensamiento(46).

    Si el interpretante es un signo, lgicamente tiene que tener, a su vez, un interpretante que ser otro s

    http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/signa-revista-de-la-asociacion-espanola-de-semiotica-0/html/ff46b684-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#N_46_http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/signa-revista-de-la-asociacion-espanola-de-semiotica-0/html/ff46b684-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#N_45_
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    to queda claro en la forma en que Peirce caracteriza al signo en el prrafo 2.303:

    Cualquier cosa que determina alguna otra (su interpretante) para que se refiera a un objeto alcual l mismo se refiere (su objeto); de la misma manera el interpretante se convierte a su vezen un signo, y as ad infinitum.

    El interpretante, por lo que sigue en este mismo prrafo, debe ser formulado en una interpretacin, e

    gn signo externo, porque, si no, resulta imposible descubrir que alguna vez existi tal idea en estnciencia. [175]

    La pregunta siguiente es: pero cundo terminamos de interpretar, de producir signos? Cuandoagmticamente la costumbre establece el significado lgico definitivo. La costumbre -desechados losnceptos, los deseos y las expectativas como las otras clases de categoras de los hechos mentales quea referencia general- se convierte en la esencia del interpretante lgico (crits5.486). Bien claro lo dprrafo 5.491:

    L'habitude forme dlibrment par analyse d'elle-mme -parce que forme l'aide des

    exercices qui la nourrissent- est la dfinition vivante, l'interprtant logique vritable et final.Par suite, pour exprimer le plus parfaitement possible un concept que les mots peuventcommuniquer, il suffira de dcrire l'habitude que ce concept est calcul produire.

    Idea de la interpretacin como prctica perlocutiva -clculo de produccin de una costumbre-; o erpretacin un efecto de la costumbre, y podra, entonces, relacionarse la costumbre con las constricuna comunidad interpretativa al estilo de Stanley Fish? Son stas preguntas que hay que plantear mra una discusin entre especialistas en la semitica de Peirce. S puedo adelantar que en ninguno de lros en que se recogen la mayora de los trabajos de S. Fish (1980, 1989) aparece, en los ndices, el nPeirce.

    V

    La discusin podra prolongarse en la redefinicin que hace Ch. Morris del signo. Sabido es que aaarto factor, el intrprete-ya diferenciado del interpretante de Peirce-. Seala Morris (1938: 27-28) enoceso semitico la implicacin de los siguientes componentes: el vehculo sgnico, el designatum, elerpretantey el intrprete. Por ejemplo: en el caso del perro que al or un sonido determinado caza ar

    nemos el sonido como vehculo sgnico (S), el significado de cazar ardillas es el designatum(D), y landucta que responde a esa accin es el interpretante (I), los intrpretes son los agentes del proceso, louarios de los signos. Ahora bien, en el epgrafe siguiente, cuando se trata de los niveles de semiosis,ndados en la relacin didica de cada uno de los tres correlatos (vehculo, designatum e intrprete) dmiosis con el signo, sorprendentemente ha desaparecido el interpretante, ha desaparecido, pues, lasibilidad de interpretacin interna al signo: [176]

    En trminos de los tres correlatos (vehculo sgnico, designatum, intrprete) de la relacintridica de semiosis, pueden abstraerse -para convertirse en objeto de estudio- una serie derelaciones didicas. (1938: 31)

    Como es bien sabido, estas relaciones son las que constituyen las tres ramas de la semitica: sintaxi

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    mntica y pragmtica (47). Lo que me parece apreciar en el modelo de Ch. Morris es una simplificaciacompaada de una normalizacin que trata de objetivar todo el proceso en una exterioridad. En est

    ntido, si bien la propuesta de Morris es la que ha tenido ms fortuna en la divisin de tareas semiticestudios literarios, me parece que la de Peirce sigue siendo ms sugerente, menos tranquilizadora. Pquiero ir ms all en la interpretacin del pensamiento semitico.

    VI

    Como se trata de proponer ideas para una discusin, no quiero ocultar que hay tambin algn estudibre el concepto de la interpretacin en Ch. Sanders Peirce que descalificara cualquier propuesta come subyace en todo lo dicho hasta ahora. Imagino que se puede ilustrar con comentarios de la teorairceana que en absoluto apoyarn la supuesta relacin establecida por Lentricchia o por Paul de Mannozco uno de estos comentarios y lo voy a exponer. Se trata del artculo publicado por Hanna Buczyrewicz en la revista Versus(n. 49, 1988) sobre la semitica y el arte de comprender. En realidad suna glosa y comentario a la teora de Peirce sobre el signo, cuya semitica concibe la autora como u

    ora de la interpretacin (48). Un resumen que quisiera dar cuenta de este trabajo recogera ideas bien

    nocidas y ya comentadas, como: que el signo es un pensamiento y apela a otro pensamiento paraerpretarlo; que el signo est inextricablemente unido a la interpretacin; que la interpretacin semitproceso sin fin de produccin de signos; que este proceso se para cuando se establece la relacin co

    undo objetivo; lo que le da un carcter nosubjetivo, segn la autora, quien resalta la importancia de lstumbre como mxima pragmtica; [177] por ltimo, que la interpretacin semitica de Peirce no tieenta el sentido histrico. Pues bien, despus de la breve sntesis, llega a la conclusin de que

    semiotics stays in a crucial opposition to many of the present tendencies in the theory ofinterpretation. (1988: 63)

    Y cita la autora, entre las que tiene en su mente, las siguientes: el historicismo, el irracionalismo yluntarismo o el antilogocentrismo (es decir, la deconstruccin), el relativismo cultural y emocional dmitica tnica, y, finalmente, el psicologismo y behaviorismo. En final epigramtico, dice Hannaczynska-Garewicz:

    Apparently, Peirce's notion of interpretation does not belong to the late 20th century -whichdoes not, however, imply that Peirce was wrong. (1988: 63)

    Estas palabras dan una de las respuestas posibles a la pregunta con que estuve tentado de empezar mlabras: es Peirce uno de los responsables de la deconstruccin? Otra respuesta sera decir que

    ectivamente es uno de los responsables, como podra serlo todo estructuralista coherente con sunsamiento, empezando por Saussure, pues no olvidemos que lo ms descentrado es la estructura.

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    LENTRICCHIA, F. (1980):Despus de la 'nueva crtica'. Traduccin de Ramn Buenaventura. Masor, 1990. [178]

    MACKSEY, R., DONATO, E. (eds.) (1970):Loslenguajes crticos y las ciencias del hombre. TraduJos Manuel Llorca. Barcelona: Barral, 1972.

    MORRIS, CH. (1938):Fundamentos de la teora de los signos. Traduccin de Rafael Grasa. Barcelids, 1985.

    PEIRCE, CH. S. (1978):crits sur le signe. Rassembls, traduits et comments par Grard Deledalris: Seuil.

    -(1987): Obra lgico-semitica. Armando Sercovich (ed.). Madrid: Taurus.

    SPERBER, D. (1978):Elsimbolismo en general. Traduccin de J. M. Garca de la Mora. Barcelonanthropos, 1988. [179]

    Lenguaje como figura. Anlisis semitico de un poema

    )

    Antonio Domnguez Rey

    (UNED, Madrid)

    El autor es el primer interpretante de su obra. La interpreta a medida que la crea y, al mismo tiempoerpretado por ella. Esto no presupone que coincidan en el orden de lectura la interpretacin del autorposibles lectores, ni el comentario de aqul con su primera interpretacin. La obra contiene un proc

    nmico y genera otro interpretante. Es semiosis recurrente.

    Hemos tomado como objeto de anlisis un texto propio para educir en l, siguiendo el mtodo analDeledalle (1979), ciertas observaciones como la implicacin semntico-pragmtica de los niveles

    miticos, la determinacin procesual del objeto dinmico (Od) y el carcter autointerpretativo, por loenos virtual, de la obra.

    http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/signa-revista-de-la-asociacion-espanola-de-semiotica-0/html/ff46b684-82b1-11df-acc7-002185ce6064_1.html#N_49_
  • 7/24/2019 Consecuencias de Dos Conceptos de Pierce

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    Nos situamos, entonces, en una actitud de interpretante dinmico (Id), sin que esto implique prejuzgnguna manera el valor lrico del texto. En cuanto objeto inmediato (Oi), dista ya del autor, pero en cu80]

    d), al producir un efecto real en l, suscita, como recurrencia, el instante creativo -ya pasado- y dispoerpretante final (If) que no coincide necesariamente -podra?- con el que le haya asistido en el mola escritura. La recurrencia sugiere y favorece una lectura que tal vez encuentre recelos en otros lectalquiera que sea la producida, el texto ser su prueba de verificacin. Del contraste surgir otro coms en la sucesiva dinmica semitica hasta la autointerpretacin final del texto

    Soga, Amor Soga

    E

    l

    a

    h

    o

    rca

    d

    o

    los pies

    como el amado

    (A. Domnguez Rey 1987: 46)

    Lo dividimos en dos partes: el ttulo y su desarrollo, que aparentemente consta de tres versos, el pridisposicin vertical y los otros dos horizontales, segn hbito comn de escritura. El texto recurre aualizacin espacial, icnica. Lengua y escritura se confunden.

    El ttulo consta de tres monemas en el orden representacional (R). Son tres legisignos (1.3). En lamensin existencial tienen rasgo simblico (2.3) y en la pragmtica corresponden, aislados, a remas

    trata de un signo complejo: S1(1.3, 2.3, 3.1). Existen, sin embargo, marcas intermedias, las comas, organ carcter indiciario (2.2) no formalizado en su estructura superficial. Un signo remite a otro enncin enunciativa. Cada uno de ellos es, por otra parte, categorema no autnomo. La direccin sintag

    agrupa en orden a un sentido.

    Como ndices funcionales sintagmticos, las comas amalgaman varias funciones. Son cualisignos (1diciarios (2.2) y disponen a los dems [181] para una posible conexin an no sealada. Les asiste unmtico (3.1). Funcionan como elipsis de algn funtor, con lo cual nos situamos ante una metataxis deden representacional: S2(1.1, 2.2, 3.1).

    La repetic