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Freudiana 38, 2003, pp. 7-27 JACQUES-ALAIN MILLER CONTRATRANSFERENCIA E INTERSUBJETIVIDAD* I. CONTRATRANSFERENCIA Y EMPATIA 1. Estructuración de la contratransferencia Un obstáculo Vamos a proseguir con la instauración de la contratransferencia, su estructuración. 1 No hemos terminado con la contratransferencia, y ello por tres razones. En primer lugar, este término nos da la clave de la lógica de la historia del psicoanálisis. La contratransferencia no es dicha clave, pero nos permite hacernos con ella, es decir, construir la lógica de la historia del psi- coanálisis. En segundo lugar, el término de contratransferencia nos da también una perspectiva sobre la enseñanza de Lacan, una perspectiva que es potente, hasta tal punto que podremos ver esta enseñanza como un rechazo de la contratransferencia, modulado incesantemente de formas diversas. En tercer lugar, por este hecho, la referencia a la contratransferencia nos ofrece los medios para responder hoy día, partiendo desde cero, a la pregunta "¿Qué es ser lacaniano?". 2 * Este texto incluye las lecciones de los días 6 y 13 de marzo del 2002 de La orientación lacaniana III, 4 (2001-2002), enseñanza desarrollada en el marco del Departamento de Psicoanálisis de Paris VIII. Texto y nota establecidos por Catherine Bonningue, publicado con la amable autorización de Jacques-Alain Miller.

Contratransferencia e Intersubjetividad

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Jacques-Alain Miller, "Contratransferencia e intersubjetividad", Revista Freudiana nº 38, año 2003, páginas 7-27

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Page 1: Contratransferencia e Intersubjetividad

Freudiana 38, 2003, pp. 7-27

J A C Q U E S - A L A I N M I L L E R

C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E I N T E R S U B J E T I V I D A D *

I. C O N T R A T R A N S F E R E N C I A Y EMPATIA

1. Estructuración de la contratransferencia

Un obstáculo

V a m o s a p rosegu i r c o n la i n s t a u r a c i ó n de la c o n t r a t r a n s f e r e n c i a , su

es t ruc turac ión. 1 No hemos t e rminado c o n la contratransferencia, y ello por

tres razones. En p r imer lugar, este t é r m i n o nos da la clave de la lóg ica de la

historia del psicoanálisis. La contratransferencia no es dicha clave, pero nos

pe rmi te hacernos con ella, es decir, const rui r la lóg ica de la historia del psi­

coanálisis.

En segundo lugar, el t é rmino de contratransferencia nos da también una

perspectiva sobre la enseñanza de Lacan, una perspectiva que es potente, hasta

tal pun to que podremos ver esta enseñanza c o m o un rechazo de la

contratransferencia, modulado incesantemente de formas diversas.

En tercer lugar, por este hecho, la referencia a la contratransferencia nos ofrece

los medios para responder hoy día, partiendo desde cero, a la pregunta " ¿ Q u é

es ser lacaniano?". 2

* Este texto incluye las lecciones de los días 6 y 13 de marzo del 2002 de La orientación lacaniana III, 4 (2001-2002), enseñanza desarrollada en el marco del Departamento de Psicoanálisis de Paris VIII. Texto y nota establecidos por Catherine Bonningue, publicado con la amable autorización de Jacques-Alain Miller.

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LA ORIENTACIÓN LACANIANA

Ia gente, al menos aquí en Francia, se imagina fácilmente que ser lacaniano

sería distinto de ser freudiano. Esta cuestión me la han reactualizado, igual que

a ustedes, las fórmulas, usadas hasta la saciedad por parte de los media, que opo-

nen los lacanianos a los freudianos. Admitámoslo, reconozcamos que es así c o m o

se nos percibe, c o m o se nos comenta .

Esta oposición entre lacanianos y freudianos toma c o m o cri terio la duración

de l.i sesión. Lo que distinguiría al psicoanálisis lacaniano del psicoanálisis freu-

diano sería que uno practica la sesión de duración variable y, en conjunto, b re ­

ve, mientras que la otra practica la duración fija y "larga", entre comillas —la

duración precisa varía entre la media hora, tres cuartos de hora, cincuenta y cinco

minutos. Sin embargo, si se sustituye el c r i te r io de la duración por el de la

contratransferencia, la cosa es muy distinta. 3

La posición freudiana ortodoxa, la que fue establecida por el propio Freud

en 1910 —cuando planteó el término de contratransferencia, un término in-

frecuente en sus escritos—, concibe la transferencia como un obstáculo a la pro-

secución de la cura, un obstáculo que debe ser reducido, y ello, en particular,

mediante el análisis del analista. Así, concebi r la contratransferencia c o m o un

instrumento, c o m o un medio de la cura, resulta de una posición herética, no

freudiana. Éste cri terio es el que justifica para nosotros al psicoanálisis lacaniano

en su pretensión de ser freudiano or todoxo. Éste es el cri terio que funda la or-

todoxia freudiana de la enseñanza de Lacan y de la práctica que de ella resulta.

Neutralidad analítica

Es un h e c h o his tór ico que la in t roducc ión de la contratransferencia del

analista c o m o instrumento de la cura —a principios de los años 5 0 — fue recu­

sada, en el mismo seno de la Asociación Internacional, en nombre de la o r t o ­

doxia freudiana. Permí tanme referirme al artículo de Annie R e i c h , de 1 9 6 0 ,

"Algunas observaciones suplementarias sobre la contratransferencia". 4 Annie

R e i c h , que no era lacaniana, al té rmino de diez años de ver c o m o se multipli­

caban las contr ibuciones analíticas sobre la contratransferencia, se oponía al pa­

ralelismo introducido entre transferencia y contratransferencia. Este paralelismo

estaría basado en el hecho de que ambos términos, concebidos de entrada c o m o

interferencias y obstáculos en la cura, tenían vocación de convertirse en medios

e instrumentos.

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CONTRATRANSFERENCIA E INTERSUBJETIVIDAD

Ya en 1 9 6 0 , Annie R e i c h advertía el surgimiento de un entusiasmo por las

relaciones interpersonales. Ya veía — l o cual ya nos demuestra que ahí hay una

lógica en acc ión— que esas relaciones interpersonales amenazaban al psicoanálisis

con una dilución y también con una confusión entre psicoanálisis y psicotera­

pia. Desde donde nos encontramos, no podemos sino validar su presentimiento

y su profecía.

Annie R e i c h no niega el fenómeno de la contratransferencia, pero se opone a

lo que llama su sobrevaloración. ¿Qué está e n j u e g o en esta sobrevaloración. Ella

también admite la posible pertinencia de que el psicoanalista de cuenta al paciente

de sus manifestaciones contratransferenciales — l o cual constituye ya el esbozo de

lo que hoy vemos promover en el marco del psicoanálisis intersubjetivo c o m o el

desvelamiento del analista, the disclosure, que puse en relación con aquel nuevo

desviacionista llamado Owen Renik."' El analista puede admitir ante el analizante

olvidos y errores, es decir, puede descompletarse, poner de manifiesto que el Otro

no es infalible. Este es el valor que da Annie R e i c h al reconocimiento de las ma­

nifestaciones contratransferenciales. Pero, al mismo tiempo, se opone a que se ato­

sigue al paciente con asuntos privados del analista.

O sea, que ya en aquella época se podía reconocer la tendencia que consis­

tía en que el analista comunicara al analizante todo aquello de la experiencia

analítica en curso que pudiera conmoverlo. Ella considera que en este caso se

trata de la intrusión de un material ajeno a la cura, que la obstaculiza y la opacifica.

Lo dice de un modo notable en 1 9 6 0 cuando ve esbozarse esta práctica, este uso

de la experiencia inaugurada por Freud.

De esta forma, se opone a que todo aquello que el analista puede hacer en

la cura —té rmino en el que para nosotros resuena la oposición que Lacan cons­

t ruyó c o n el ac to del anal is ta— sea c o l o c a d o bajo la rúbr ica de la

contratransferencia, es decir, a que la contratransferencia sea concebida c o m o

equivalente a lo que entonces se llamó la respuesta total del analista al paciente.

Esta concepción fue planteada por Heinrich Raker , así c o m o por Margaret Little,

quien trató incluso de crear un materna de la respuesta total en forma de una

R mayúscula. La línea divisoria consiste en que Annie R e i c h mantiene, contra

vientos y mareas que se alzan a lo largo del decenio de los años 5 0 , la noción

de la neutralidad analítica. En base a este cri terio traza Annie R e i c h la frontera

entre los freudianos y los demás.

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LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA

Sobrevaloración de la transferencia

Los freudianos no niegan la existencia de la contratransferencia, no niegan que

haya, en el analista, respuesta emocional al paciente, afectos, lo que Lacan llamará

el "me gustas o no me gustas". Pero es para invitar al analista a que se mantenga

vigilante en lo que se refiere a sus sentimientos, a sus respuestas emocionales, con ­

siderando precisamente que el elemento sentimental obstaculiza el buen funcio­

namiento del analista, y que de lo que se trata, respecto a esta contratransferencia,

es de superarla. Mientras que los otros, los que se desvían, según Annie R e i c h , de

la posición freudiana, establecen una correlación entre la contratransferencia del

analista y la estructura del paciente, sus pulsiones y sus defensas.

La distinción se produce aquí entre una contratransíerencia resultante del

inconsciente del analista en tanto que, de acuerdo con el té rmino freudiano, no

está purificado, y la contratransferencia trasladada al paciente c o m o causa. Se trata

de saber cuál es la causa de la contratransferencia. La contratransferencia, ¿se debe

a lo que persiste en el analista de un inconsciente no analizado? ¿O bien es algo

que debe ser puesto en relación con el inconsciente del paciente c o m o causa?

Para quienes se desvían de la pos ic ión freudiana, analizando una reacc ión

contratransferencial se puede obtener una revelación de la historia infantil del

paciente y de su estructura.

Lo que a Annie R e i c h le parece ya que no es freudiano, es la idea de que la

emoc ión del analista es una respuesta al paciente y que es idéntica a las expe ­

riencias más originarias del paciente que se harían legibles en el analista. En efec­

to, esta orientación transforma de arriba abajo el uso de la experiencia freudiana,

porque el análisis de la contratransferencia es en adelante capaz de sustituir a la

r ememorac ión , la recons t rucc ión del pasado del paciente. Se supone que la

contratransferencia da un acceso directo —directo porque el analista lo exper i ­

men ta— a la historia inconsciente del paciente.

Esto tiene consecuencias fundamentales en la conducción de la cura. Desvalori­

za la interpretación, que queda así relegada, como dice Annie Re ich , a un lugar se­

cundario. Lo que ella nos describe es una práctica que tomó forma en los años 50 y

que valoriza, en lugar de la interpretación, la participación emocional del analista

en la cura. Y ve su fundamento, aquello que la moviliza, en la extensión de la prác­

tica al psicótico, mientras que cuando Lacan evoca la contratransferencia en la in­

troducción de su texto "Función y campo de la palabra y del lenguaje", en esta fecha,

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CONTRATRANSFERENCIA E INTERSUBJETIVIDAD

en 1953 , vincula la cuestión de la contratransferencia al final del análisis. Se ve que

en 1960 ya no es esto sino más bien la experiencia con los psicóticos lo que empu­

ja , favorece, tal sobreestimación de la contratransferencia, reemplazando entonces la

participación emocional del analista a la interpretación. Para una clásica como Annie

Re ich , esto se traduce así: se privilegia al ello respecto al inconsciente, se pretende

establecer un contacto directo con el ello cortocircuitando el inconsciente, o se re-

duce el inconsciente al ello.

2. Una práctica contratransferencial

Empatia

En la misma línea, Annie R e i c h , en un artículo posterior, en 1966 , señala que

quien arma más ruido en torno a la contratransferencia es una kleiniana, Margaret

Little. Margaret Little plantea una nueva definición de la experiencia analítica

concebida c o m o "una reflexión mutua del paciente y del analista, en una especie

de espejo en el que el inconsciente de cada uno se le hace presente al otro". Esto

es reducir lo que se imaginan que ocurre en el paciente a la emoción que expe­

rimentaría el psicoanalista. Una reducción y una deducción. Sería posible, a partir

de lo que experimenta el analista, deducir de qué va lo que ocurre en el paciente.

Annie R e i c h , por su parte, niega esta deducción. Evidentemente , éste es un

punto esencial, compatible, harmónico , respecto de lo que Lacan desarrollará

sobre una lógica del fantasma considerada c o m o una la lógica de la cura. Lo que

esta lógica tiene de deducción es interno a la cadena significante del paciente,

no una deducción que iría de la emoc ión del analista a lo que ocurre en el pa­

ciente. Pero Annie R e i c h establece al mismo t iempo una diferencia, que tendrá

porvenir, entre la contratransferencia y la empatia, esa empatia de la que Daniel

Wid lócher hace hoy día el mo to r de la experiencia analítica.

Annie R e i c h ve en la contratransferencia y en la empatia dos usos distintos

del inconsciente del analista. En su esfuerzo por ser ortodoxa, por ser freudiana,

si valida la empatia oponiéndola a la contratransferencia — e n definitiva, carece

de medios para situarse en un lugar que no sea la misma problemática— es en

la medida en que trata de dar cuenta de aquello que llama la comprens ión

psicoanalítica, o sea, del té rmino inglés insight, el hecho de que, de pronto, se

sabe. Así es c o m o ella se expresa.

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Page 6: Contratransferencia e Intersubjetividad

LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA

Hay m u c h o s tes t imonios , en la expe r i enc i a lacaniana del psicoanálisis,

donde se destaca ese "de pronto, se sabe" . Pues b ien , para Ann ie R e i c h , un

insight, que es el m o t o r de la in terpre tac ión analítica, se basa en lo que ella

considera, lo que llama "una captación interna proveniente del i n c o n s c i e n ­

te del analista". Hay en este pun to algo impor tan te para nosotros , que c o n ­

siste en saber en qué me d ida hay un f u n d a m e n t o para r e l a c i o n a r esta

i luminac ión , esta revelación de verdad, con una captac ión in te r io r del in ­

consc ien te del analista, en qué medida es reducible a un proceso lóg ico , tal

c o m o lo ent iende Lacan. La empatia, esa captación inter ior , explica para ella

lo que nosotros l lamamos el punto de capitonado. Pero en la c o n c e p c i ó n que

o p o n e empatia y contratransferencia, el i nconsc ien te que está en j u e g o en

la comprens ión psicoanalí t ica — l a que pe rmi te el insight, ese saber repen­

t i n o — es un inconsc ien te freudiano, definido c o m o anal í t icamente purif i­

cado, lo cual le permi te al analista or ientar su inconsc ien te c o m o un órgano

receptor . Es un inconsc ien te que ya no sería estorbado por el fantasma, un

inconsc ien te cuyas resistencias habrían sido eliminadas.

Identificación con el paciente

Sobre esta base, que es distinta de la transferencia, la identificación con el

paciente está permitida. No es la interacción mutua de dos inconscientes car­

gados sino, por el contrario, en este caso, la purificación analítica del inconsciente

en el analista lo que es condición de una identificación con el paciente. Prec i ­

samente porque el analista ha elucidado su inconsciente — r e s u m o — es capaz

de identificarse con el paciente bajo la modalidad de la empatia. Lo que aquí se

llama inconsciente purificado es cierto vaciamiento del inconsciente del analista

que le permite identificarse con el paciente.

Esto permite a Annie R e i c h confecc ionar una lista de psicoanalistas que

compartirían, también ellos, esta concepc ión de la empatia que es una defensa,

que trata de levantar una especie de dique frente a la práctica contratransferencial

del psicoanálisis.

En primer lugar, R o b e r t Fliess —citado por Lacan en su Seminar io—, quien

invita al analista a proceder a una identificación transitoria con el paciente, de

corta duración, para saber de qué va la cosa antes de volver a una posición e x ­

terior de evaluación.

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C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E INTERSUBJETIVIDAI)

Annie R e i c h valida también a Kohut . Admite su versión de la empatia c o m o

forma de comunicac ión primitiva que surgiría de una fusión del niño pequeño

con su madre. Admite todas estas modalidades, que se inscriben para nosotros

de forma muy general en la rúbrica del registro imaginario, pero tratando de

establecer su diferencia respecto de la contratransferencia.

Apela también a la garantía de Ferenczi, quien promovía en el analista una

elasticidad del yo que le permita adaptarse al paciente, sin ser detenido por su

inercia yoica, por sus resistencias. Por otra parte, esto llega hasta el punto de

admitir — e n Jacob Ar low— la idea de un mimet ismo transitorio del analista

respecto del paciente. Se vale igualmente de la recomendación de R o y Schafer,

quien defiende que el analista interpreta correctamente a condición de haber

experimentado él mismo lo que el paciente ha experimentado — t o d o esto en

un registro que es distinto de la contratransferencia. E inscribe en la misma rú-

brica a T h e o d o r R e i k , quien promovía, en efecto, en el analista, un "convertirse

en el paciente" con el fin de poder percibir en sí mismo lo que hubiera exper i ­

mentado en el lugar del paciente.

Cada uno de estos autores merecería por sí mismo que nos ocupáramos de

él, pero con lo que nos quedamos por el momen to , ya que entramos en el labe­

rinto de la contratransferencia, es con la idea de Annie R e i c h de que todo eso

no es contratransferencia, sino empatia, en la medida en que la empatia está

vector ia l izada por el insight, por la n o c i ó n de c o m p r e n s i ó n . Para ella, la

contratransferencia no es vectorializada por la comprensión, sino que empuja

al act ing-out del analista, definido por ella c o m o errar la comprensión.

El cri terio que aquí está e n j u e g o es "comprensión, n o " . Lo que ella llama

empatia, incluso cuando es del registro imaginario, es el medio de la compre­

sión, lo que produce insight, mientras que la contratransferencia produce un

acting-out del analista.

Acting-out Esta construcción no carece de méri to, o en todo caso de exactitud, si nos

remitimos' por ejemplo a una practicante de la contratransferencia c o m o la lla­

mada Lucy Tower, 6 quien en efecto lleva la contratransferencia hasta el acting-

out. Esto no es una interpretación por mi parte, ella misma plantea un caso donde

s i - trata de una reacción contratransferencial del analista con acting-out.

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Page 8: Contratransferencia e Intersubjetividad

LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA

He aquí a una paciente que le llega de otra analista, con quien habría tenido

una "reacción casi ps icót ica"—pongámoslo entre comil las— y que una vez con

ella empieza a vituperarla llena de ira y a mortificarla con injurias sesión tras

sesión. La analista r econoce que en algún m o m e n t o se sintió irritada, pero al

mismo t iempo dice que "la mayor parte del t iempo la apreciaba".Y deja que la

experiencia se desarrolle de este modo. La paciente la injuria, echa pestes. Ella

no rechista. La cosa se arreglará con un acting-out. La analista se va a almorzar,

tranquilamente, se toma su t iempo, vuelve y entonces se da cuenta de que su

ágape tuvo lugar en el mismo m o m e n t o en que hubiera debido estar en su des­

pacho para recibir a esa paciente. Había olvidado la cita. Lucy Tower dice en­

tonces que tras aquella sesión que había olvidado se vio poseída por sentimientos

de rabia, de culpabilidad y de angustia. La paciente vuelve y le pregunta dónde

había estado. La analista responde: " M e había o lv idado"—es la disclosure, admi­

te su fal lo—, "estoy desolada". La analizante protesta durante la sesión y luego

acaba diciendo: "Sabe usted, doctora Tower, en realidad no puedo decir que se

lo reproche".Y, maravilla del acting-out contratransferencial de Lucía Tower, tal

c o m o ella se expresa, "la defensa desapareció por entero" . La paciente dejó de

injuriarla y entra en el análisis propiamente dicho. Para Lucy Tower esto es la

prueba de la utilidad de la contratransferencia en la exper iencia analítica. La

contratransferencia te hace hacer esta clase de acting-outs que finalmente abren

la posibilidad de la experiencia.

Y concluye, de todas formas, que probablemente había tenido demasiada

paciencia, que si se hubiera sentido más libre de mostrarse agresiva con la pa­

ciente y frente a sus injurias le hubiera dicho "ya está b ien" , quizás hubiera ga­

nado tiempo. Ve en ello, con todo, la justificación de lo que se había producido

en el análisis. O sea —sin duda, según ella, una vez más—, "una neurosis de

contratransferencia, esta vez, felizmente, de corta duración".

Es este té rmino de contratransferencia el que no admite Annie R e i c h . Se

puede suponer que considera que es una cuestión técnica y que debe quedar

claro que no ha lugar a que el analista, en el acto analítico, autorice al paciente

a decir cualquier cosa, en este caso insultos contra el analista. No faltan testi-

monios de análisis lacanianos, incluyendo intervenciones de Lacan, en el senti-

do de poner obstáculos a que el analista autorice al analizante a que lo injurie, a

que lo insulte de esta forma.

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Page 9: Contratransferencia e Intersubjetividad

C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E INTERSUBJETIVIDAD

He aquí, al menos, un bosquejo de c o m o se iba percibiendo ya en 1960 algo

que luego f lorecería y que hoy se presenta c o m o una práct ica empát ica ,

contratransferencial, del análisis, y aquello que en su forma extrema se deriva

—una práctica puramente intersubjetiva, que deja de lado tanto el té rmino de

empatia c o m o el de contratransferencia, porque es una práctica intersubjetiva

que se salta el inconsciente.

Impasses Q u e d a claro que, en la perspectiva de Lacan , este debate entre

contratransferencia y empatia hay que situarlo por entero entre los impasses del

registro imaginario. De lo que adolece tanto un punto de vista c o m o el otro es,

simplemente, de no considerar que el análisis es una experiencia de lenguaje,

porque claramente, en ambos casos, el análisis es definido c o m o una exper ien­

cia emocional .

Dar todo su valor a esta definición del análisis c o m o experiencia de lenguaje

—algo que para nosotros es casi banal y que adquiere un relieve muy preciso cuan­

do lo oponemos a esta problemática emocional , en sus dos versiones— es c o m o

un reactivo. Desde este punto de vista, cuando hay contratransferencia, es decir,

cuando es movilizado el inconsciente del analista, la solución es el análisis del

analista, su autoanálisis o la reanudación de su análisis.

En lo que se refiere a la empatia, al insight, el "de pronto se sabe", Lacan lo

relaciona con un proceso lógico. Lo que orienta la enseñanza de Lacan a través

de estas distintas versiones, innovaciones, es la posición del analista definida a

partir del "no pienso", una posición del analista definida c o m o exter ior al in­

consciente. Tal c o m o él lo dice — ¿ c ó m o definir la posición de alguien que se

ocupa de los pensamientos, sino mediante un "no pienso"? Es c o m o una n e c e ­

sidad lógica que exceptúa al analista, en su posición, de este conjunto de los

pensamientos de los que se ocupa.

Por otra parte, preciso es constatar que este debate nos devuelve a lo que

Lacan plantea, justamente, a comienzos de los años 50 —la diferencia entre una

intersubjet ividad imaginar ia y una intersubjet ividad s imból ica . Es aquella

intersubjetividad imaginaria que él llegó a llamar el discurso intermediario, en

el que se puede tratar de la relación de sujeto a sujeto, pero de manera que el

sujeto tiene en cuenta el ser del otro c o m o dado, y así se encuentra abierto a

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Page 10: Contratransferencia e Intersubjetividad

LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA

todos los laberintos de la astucia en la que él mismo es burlado. Por el contra­

rio, el analista fue definido de entrada por Lacan c o m o aquel que acalla en él el

discurso intermediario, que se deporta a la intersubjetividad simbólica y es ca­

paz de plantear una interpretación que hace caer la trama imaginaria de la

intersubjetividad.

Esta fórmula general e inicial de la enseñanza de Lacan no debe llevarnos a

evitar sus laberintos —recomponiendo, si podemos, su combinator ia— con todas

las versiones que al respecto fueron elaboradas. He dicho la contratransferencia,

he dicho la empatia. Ahora tenemos la intersubjetividad renikiana, que es la úl­

tima flor, la flor más actual de esta historia.

I I . E S B O Z O D E UNA C R O N O L O G Í A

1. Una conversión de la mirada

Reír

Nos reímos bastante a menudo, quizás demasiado a menudo, desde que l ee ­

mos a los otros psicoanalistas, en particular los relatos de casos — c ó m o nos cuen­

tan sus intervenciones, la narración de sus estados de ánimo, de sus experiencias

emocionales o pensativas, por así decir, y sus elaboraciones teóricas al respecto.

La risa es un hecho y expresa, sin duda, el prejuicio que alimentamos de la

superioridad de nuestra técnica y de nuestra clínica. Esta risa da que pensar e

indica que estamos c o m o persuadidos de contar con el plano de la casa allí donde

vemos que nuestros colegas sudan tinta.

No digo que esta risa sea ilegítima. De todas formas, aquí y ahora, esta risa

es un obstáculo epis temológico en la medida en que hemos emprendido la ta­

rea de enseñarnos a nosotros mismos qué hay del m o m e n t o actual del psicoa­

nálisis, o sea, intentamos, si puedo emplear esta expresión, una reunificación

conceptual .

Este curso, llamado de La orientación lacaniana, en particular, se ha dedicado

desde hace mucho t iempo a estudiar la lógica de la enseñanza de Lacan, a re­

componerla , a escandirla, a poner de relieve tanto su coherencia c o m o su diná­

mica de transformación. Hay que reconocer que sólo muy de vez en cuando

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Page 11: Contratransferencia e Intersubjetividad

C O N T R A T R A N S F E R E N C Í A E INTERSUBJETIVII )A1)

hemos echado una ojeada a lo que ocurría fuera, y lo hemos hecho con el áni­

mo de verificar que no teníamos nada que esperar.

En estos días intentamos una conversión de esta mirada. Lo que se hace en

otros lugares —y se hace en una población más numerosa que la nuestra, más

extendida en el m u n d o — es también psicoanálisis. De palabra siempre lo h e ­

mos admitido, pero de lo que ahora se trata es de advertir hasta qué punto esta­

mos implicados.

R i a m o s , pero sabemos que de te fábula narratur, se trata también de tu propia

historia. Lo que se ha desarrollado desde hace medio siglo fuera de la enseñan­

za de Lacan estructura, organiza, impulsa fuerzas que hoy nos atraviesan. En efec­

to, hoy día ya hay un mundo psy del que el psicoanálisis forma parte, le guste o

no le guste. El psicoanálisis fue la partera de dicho mundo, pero éste lo ha des­

bordado y ahora lo incluye.

Hasta ahora lo hemos traducido en los términos de una alternativa: o el psi­

coanálisis o la psicoterapia. Es ponerle un yeso a una pata de palo. Es, verdade­

ramente, una reducción del problema, que es mucho más acuciante, m u c o más

amplio, mucho más hiriente para el psicoanálisis. Si, por otra parte, hemos teni­

do — e n particular el año pasado — que reafirmar esta alternativa empezando

desde cero es, ciertamente, porque en los hechos revelaba ser porosa. 7

Un artículo seminal

Para comprender lo que tiene lugar hay que tomar una vía más larga que la

del materna. Hay que recomponer otra lógica, la del psicoanálisis no lacaniano

—suponemos que lo hay—, cosa que acabamos de empezar a hacer. Esto ha

irrumpido aquí a través de las consecuencias de algunas intervenciones aventu-

radas, públicas, y tengo que acarrear todavía —espero que por poco t iempo —

el peso de ciertas imágenes y de las tonterías que las acompañan. A falta de po-

der traerles recién salida del horno toda esta lógica del otro psicoanálisis, me li-

mitaré a proponer el esbozo de una cronología, algunos puntos de referencia que

por otra parte ya hemos mencionado en ciertos casos.

La primera fecha, 1 9 4 9 , es la de un artículo del que se dice que es —más en

inglés que en francés — seminal, el que abrió ese campo, esa vía, y que consti-

tuye una referencia todavía presente medio siglo después. Ésta es la fecha del

artículo de Paula Heimann titulado "A propósito de la contratransferencia",

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Page 12: Contratransferencia e Intersubjetividad

LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA

porque, en efecto, todo empezó con la contratransferencia y hasta hace p o c o

creíamos que seguía igual.

En p r i m e r lugar, este t ex to , en el o t ro psicoanálisis , au to r i zó la

contratransferencia. Contratransferencia que en la ortodoxia analítica que cris­

talizó tras la Segunda Guerra mundial, la de Hartmann, Loewenstein y Kris Lacan,

combatida por Lacan —digo 1945 porque entonces aparece The Psychoanalytic

Studies of the Child, donde esos tres se reúnen bajo la batuta de Anna Freud—,

era una fuente de perturbación del análisis, según las indicaciones de Freud. La

k le in iana lleva a cabo ese gesto inaugural de o torgar leg i t imidad a la

contratransferencia, considerando que no sólo es inevitable sino que además es

sumamente útil en la dirección de la cura. Es un útil de trabajo, un instrumento

de investigación —estos son sus té rminos—, y es conveniente que el analista

interrogue sus sentimientos. D e b e tener sentimientos. Los tiene. No debe des­

conocerlos, desmentirlos, sino por el contrario acogerlos e interrogarlos. He aquí

el acto inaugural, cuyo sentido todavía está por despejar. ¿Cuál es el sentido de

este acto de Paula Heimann?

En segundo lugar, al legitimar la contratransferencia, ya da de ella una defi­

nición ampliada: "La totalidad de los sentimientos que el analista experimenta

respecto a su paciente". D i c h o de otra manera, no hace de la contratransferencia

una entidad relativa tan solo a la transferencia del paciente, sino que establece

una equivalencia entre dicha contratransferencia y la respuesta emocional del

analista, considerada la llave esencial que abre el inconsciente del paciente.

En tercer lugar, al hacer esto introduce, indirectamente, una nueva definición

de la situación analítica y de la posición del analista. Vale la pena citar las dos

frases — n o hay más — que constituyen la introducción de una perspectiva nueva

en esta fecha, al menos para el campo or todoxo. "La situación analítica ha sido

estudiada y descrita desde distintos ángulos y existe acuerdo en lo que se refie­

re a su carácter singular. Pero tengo la sensación de que no se ha destacado su­

ficientemente que se trata, de hecho, de una relación entre dos personas."

La relación

Es el tema de la relación, ignorado hasta entonces en el psicoanálisis, el que

se empieza a oír. Correlat ivamente, Heimann critica y propone abandonar la

elaboración ortodoxa de la posición del analista, aquella posición que, a partir

18

Page 13: Contratransferencia e Intersubjetividad

CONTRATRANSFERENCIA E INTERSUBJETIVIDAD

de las indicaciones de Freud sobre su neutralidad, había conducido —según ella,

en efecto — a un retrato tipo, un retrato robot del analista distanciado, que neu­

traliza sus sentimientos, un analista cero, si se quiere, un analista consagrado a la

impersonalidad. Efectivamente, respecto a este analista la contratransferencia sólo

podía ser situada c o m o una perturbación.

Se percibe, sin duda, que a través de frases discretas Heimann arremete c o n ­

tra aquello que Lacan alguna vez ridiculizó en la posición ortodoxa, aquel es­

fuerzo de impersonalidad, de intercambiabilidad del analista del que todavía era

posible burlarse en los años 5 0 . No moverse nunca en la consulta, ser lo más

neutro posible, que el analista se vista siempre igual, que se vista c o m o los de­

más analistas —cosas que siguen dando risa. Se percibe, sin duda, que ella se refiere

a esto, y se opone a todo ello invitando al analista a no retroceder ante lo que se

podría llamar un compromiso emocional en la cura. Por supuesto, este c o m p r o ­

miso emocional ya era favorecido por el kleinismo e introducía una atmósfera

de la cura sensiblemente distinta entre aquellos a quienes se llamaba —leg í t i ­

mamente en aquella época — los freudianos y los alumnos de Melanie Klein.

En cuarto lugar, haré un pequeño comentar io — puedo hacerlo porque me

he remitido a documentos aportados por Philippe Lasagna* y de los que me he

aprovechado. Aparentemente Paula Heimann pensaba que podía modificar la

definición de la posición del analista sin poner en cuestión el estatuto del in­

consciente. Desacopla la posición del analista y el estatuto del inconsciente, puesto

que, aun modificando en la dirección de lo emocional la posición del analista,

sigue — l o cual pasa desapercibido, hasta tal punto es cosa obvia — refiriéndose

al inconsciente, y ve en la relación el medio para acceder a ese inconsciente del

paciente poniendo en j u e g o el del analista. Ahora bien, en la posición ortodoxa

—defendámosla un poquito — había precisamente una correlación entre posi-

ción del analista y estatuto del inconsciente.

¿Por qué esta tentativa patética de alcanzar esa impersonalidad, esa reducción

a ero de la individualidad del analista, sino para proteger el estatuto del incons-

ciente? Se basaba en la idea de que el inconsciente esta ya ahí, inscrito c o m o

Una realidad objetiva, y el análisis, la cura, debe darle la oportunidad de revelarse,

de manifestarse de las forma más pura posible. Este realismo del inconsciente

Implicaba que el analista rebajara su singularidad —en inglés se dice to factor out—,

que llegara a situarse fuera del campo de la exper ienc ia , con el fin de no

19

Page 14: Contratransferencia e Intersubjetividad

LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA

polucionar, no parasitar ese campo de exper iencia que debe permitirle a un

inconsciente que está ya presente manifestarse. Por eso la ortodoxia hartmanniana

podía pretender dar al psicoanálisis un estatuto de ciencia.

¿Qué es lo que empieza aquí tan discretamente? Es c o m o el Bolero de Ravel .

Empieza flojito para luego crecer hasta la extraordinaria orquestación de hoy día.

Heimann introduce la relación: " E n el psicoanálisis, la situación analítica es

ante todo una relación de dos personas." La relación conducirá inevitablemen­

te a cuestionar el estatuto del inconsciente, incluso a negar el inconsciente. Lo

que empezó con Paula Heimann en el 49 lleva hoy, al menos a un sector toda­

vía vinculado a la Asociación Internacional, a considerar que el inconsciente es

una hipótesis de la que no tienen necesidad.

2. Deshacerse de la contratransferencia

La respuesta total del analista

Segunda fecha —son puntos de referencia—, 1956 , Margaret Little. Este ar-

tículo se titula " R " , " L a respuesta total del analista a las necesidades de su pa-

ciente". No se ve c ó m o traducir needs de otro modo más que c o m o necesidades.

Esto está en consonancia con el uso que Winnicot t hacía del término. Es el único

materna que ellos han aportado durante estos 50 años. Traduce igualmente ese

e lemento creador.

S igu i endo c o n este bosque jo , diré que Litt le se deshace de la

contratransferencia. Adopta la definición ampliada de Paula Heimann, pero ya

no la llama contratransferencia, porque, c o m o ella dice, entonces uno no se aclara.

Se ve qué es lo que la estorba en el empleo del término contratransferencia. Este

término sigue haciendo referencia al inconsciente, a la transferencia, lo cual si­

gue siendo demasiado. Daría pie a imaginar que se trata tan solo de la actitud

inconsciente del analista para con su paciente. No es de esto de lo que ella se

ocupa en su experiencia.

Si se dice "contratransferencia", sería posible imaginar que se trata de los e le­

mentos inconscientes no analizados del analista, o bien del encuentro con la trans-

ferencia del paciente por parte del analista. Margaret Little tiene, por el contrario,

una idea mucho más grandiosa de lo que está en juego . De lo que se hace car­

go en la dirección de la cura —hac iendo de ello, para decirlo en nuestro len-

20

Page 15: Contratransferencia e Intersubjetividad

C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E INTERSUBJETIVI1 )AI)

guaje, un objeto de la dirección de la cura — es de la respuesta total del analista,

consciente tanto c o m o inconsciente. Su significante R incluye todo lo que un

analista "dice, hace, piensa, imagina o exper imenta" .

Una vez ahí, y de una forma todavía mas abierta, más manifiesta que Paula

Heimann, da el paso siguiente. La perspectiva R sobre la experiencia analítica

borra, desde el punto de vista metapsicológico, la diferencia entre consciente e

inconsciente, y borra, desde le punto de vista técnico, la diferencia entre inter­

pretación y comportamiento . Esta globalización está también presente en el uso

del té rmino need. No se trata de las necesidades en tanto que serían distintas de

las pulsiones. Implica todo lo que se le debe aportar al paciente, incluyendo las

disposiciones que hay que tomar con el entorno, el medico, el hospital, los c o n ­

tactos que es preciso hacer alrededor para que la experiencia sea posible. C o m o

todos señalan, el mo to r de esta lógica es la apertura de la cura analítica a pa­

cientes que ya no son los de Freud. Es la llegada de los borderlines, de los psicóticos,

de los niños. El empuje inducido por el propio psicoanálisis constituye la base

material de esta lógica conceptual.

La propia Margaret Little trata el té rmino de necesidad no c o m o un c o n ­

cepto sino c o m o algo para todo uso. Está hecho para borrar todas las cuidado­

sas delimitaciones que se habían podido establecer en la obra de Freud o en la

tradición analítica.

La dinámica de la interacción

Aquí es donde daré un valor especial al artículo de Annie R e i c h , de 1 9 6 0 ,

"Algunas observaciones suplementarias sobre la contratransferencia". Este artí­

culo es, manifiestamente, un esfuerzo para bloquear la dinámica que está teniendo

lugar en el psicoanálisis. Annie R e i c h advierte una dilución del psicoanálisis, una

confusión entre psicoanálisis y psicoterapia, y trata de construir un dique que

detenga la progresión de la terrible R —inicial de respuesta — de Margaret Little.

Se opone al establecimiento de una equivalencia entre la contratransferencia y

la respuesta total. Está dispuesta a admitir una contratransferencia empática.

Empatia sí, respuesta total , no. Trata de levantar un dique. R e c h a z a ese

borramiento de todas las delimitaciones metapsicológicas finas, que resulta esen-

cial para sostener el punto de vista de Margaret Little. Por su parte, defiende la

posición ortodoxa del analista e indica, en esta ocasión, lo que ya se está produ-

2 1

Page 16: Contratransferencia e Intersubjetividad

LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA

ciendo en el 56 contra esta posición ortodoxa —al mismo tiempo que, en Fran­

c i a , Lacan también la toma c o m o blanco de sus críticas.

La nueva posición analítica critica a la antigua diciendo que la neutralidad

analítica es una tarea imposible, irrealizable. Sería incluso una hipótesis desho­

nesta hacer creer que el analista haya sido capaz de distanciarse. Seria revestir al

analista con el mito de la perfección y no tendría más fundamento que la pre­

tensión por parte del analista de presentarse c o m o un ser superior, incluso de

jugar a ser un Dios. Críticas todas ellas que, sin duda alguna, la Escuela californiana

ha reciclado.

C o m o se ve a través de Annie R e i c h , esta crítica estaba ya activa en el dece ­

nio de los años ' 5 0 . Ella señala muy bien que de tomarse las cosas de esta for­

ma, la cura se convierte simplemente en una interacción entre el analista y el

analizante, una interacción que se apoya en identificaciones y proyecciones, y

que modifica las condic iones —digámoslo en nuestros términos — del acto

analítico.

R e i c h percibe, al cabo de diez años, la dinámica de la interacción que re­

emplaza a la interpretación y a la rememoración del pasado, a la reconstrucción.

Percibe ya que la dinámica de la perspectiva interactiva acaba cuestionando el

estatuto del inconsciente. Lo que tiene ocupado al analista no es la referencia al

inconsciente, sino los episodios, los acontecimientos , de su propia interacción

con el paciente.

3. El fin de una época

1949 - Paula Heimann

1 956 - Margaret Little

1960-Annie Reich

1 9 6 5 - Otto Kernberg

Un conciliador

Ahora comprendo el valor de un texto —bastante difícil de leer, parece una

sopa — de O t t o K e r n b e r g , qu ien esc r ibe en 1 9 6 5 un ar t ícu lo t i tulado

"Contratransferencia". 9 Entre Margaret Little y Annie R e i c h , con todas las pre­

cauciones de costumbre, Kernberg valida el punto de vista de Margaret Little.

En vez de contr ibuir al dique de Annie R e i c h , más bien lo destruye.

2 2

Page 17: Contratransferencia e Intersubjetividad

C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E INTERSUBJETIVI1 )A1)

Kernberg es un conciliador, que trata de dar algo a cada uno. A lo que se aplica

esencialmente, al parecer, es a dar forma, si no a la nueva ortodoxia, al menos al

mainstream. Adopta lo que llama la concepc ión totalística —traducción de la

palabra inglesa—, la concepc ión R mayúscula. Dist ingue la concepc ión clásica

de la contratransferencia, la de Freud, con todos aquellos que se vinculan a esta

posición, o sea, toman la contratransferencia con pinzas o con reservas, admi­

tiendo que hay sentimientos y que quizás es posible servirse de ellos, pero sin

sentirse cómodos con la contratransferencia —y, por otra parte, la concepc ión

de la respuesta total, totalística. En este artículo, Kernberg adopta esta c o n c e p ­

ción, admite la respuesta total en el mainstream psicoanalítico, pero teniéndolo

todo en cuenta e intentando integrar elementos de la concepc ión clásica con

el fin de obtener un consenso. Es entonces cuando verdaderamente, de algún

modo, caen del todo las barreras. Es el final de una época. La dinámica relacional

empieza a imponerse. En esta fecha hay una resignación.

La escuela intersubjetiva

Luego, está el presente. Hay, desde luego, etapas intermedias que es preciso

reconstituir, pero tomemos lo que se cristalizó a partir de los años 80 y que sin

suda hoy día constituye la línea de falla principal en el psicoanálisis no lacaniano.

Lo que se cristalizó a partir de los años 80 es la escuela intersubjetiva, la que

extrae las implicaciones de la dinámica de la relación llevándola hasta sus últi­

mas consecuencias, es decir, hasta el punto donde la interacción predomina so­

bre el inconsciente. Alcanza aquí un punto extremo, desde donde puede hacerse

cargo verdaderamente de una crítica radical de la antigua ortodoxia, una o r t o ­

doxia que incluye a Freud.

Los psicoanalistas intersubjetivistas de hoy día no salvan a Freud, sino que

ven en él, por el contrario, a quien camufló en la cura psicoanalítica la o m n i -

presencia de la subjetividad del analista y dio al psicoanálisis un estilo cientifista

Y positivista. Lo que aquí llaman positivismo consiste en admitir una realidad

psíquica subyacente, presente de antemano, previa a la interacción, es admitir el

inconsciente c o m o algo que ya esta ahí y buscarle, además, fundamentos de or-

den biológico. Se les ve, pues, impacientes tanto con el registro inconsciente del

psicoanálisis c o m o con el registro de las pulsiones.

Es una crítica radical —y esta vez lógica — de aquella posición del analista

23

Page 18: Contratransferencia e Intersubjetividad

LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA

que se presentaría c o m o científica, c o m o si apuntara a una verdad objetiva que

ya habría quedado depositada, que estaría presente en el paciente, idealizando

una verdad objetiva y dándole finalmente al analista un fundamento para una

posición dogmática y autoritaria.

Sea cual sea la extensión actual de la escuela intersubjetivista, lo que hace es

despejar los elementos que ya estaban presentes en la intervención inaugural de

Paula Heimann en 1949.Van hasta el final, se dan cuenta de que poner el acen­

to en la relación conduce a negar el realismo del inconsciente. Hay, pues, hoy

día, un psicoanálisis postmoderno que ya no cree en lo real y que se desprende

de la conceptualidad freudiana clásica.

Esta escuela intersubjetiva reconoce a algunos precursores en Melanie Klein

y en los teóricos de la relación de obje to que abrieron la esfera psíquica cerra­

da de los hartmannianos. R e c o n o c e c o m o precursores a los personalistas, a los

interpersonalistas, aquella escuela que había sido dejada al margen en la IPA, en

los Estados Unidos —Sullivan, Karen Horney, Fromm, también los culturalistas.

R e c o n o c e c o m o precursor a un cier to Lacan. Hace referencia a "Func ión y

campo de la palabra y del lenguaje", fechado en 1 9 8 4 —sin duda, el m o m e n t o

en que el autor tuvo conoc imien to de la traducción. R e c o n o c e también, c o m o

precursora, a toda la cor r i en te moderada procedente de la R mayúscula de

Margaret Little, Winn ico t t incluido, considerando que el hecho de haber am­

pliado las formulaciones relativas a la contratransferencia —growning — dejaba

presagiar el actual challenge que la escuela intersubjetiva le lanza al psicoanálisis

clásico. Este sector de psicoanalistas está en una actitud de desafío en relación al

psicoanálisis clásico, expresado ya en este té rmino de challenge que reproduce el

International Journal. Es la primera vez que se lee algo tan claro, tan afirmado.

Digamos que es, decenas de años más tarde, una reedición californiana del de­

safío lacaniano a la ortodoxia hartmaniana. Es, sin duda, por muchos de sus ras­

gos, una vers ión US de Lacan . De Lacan , ex t rae a un t e ó r i c o de la

intersubjetividad. Supongo que deben de criticarlo, porque conserva demasia­

do de la superioridad del analista sobre el paciente, por el hecho de ocupar éste

el lugar del Ot ro con mayúscula.

Ogden escribió en 1 9 9 2 un artículo, en dos partes, en el International Journal,

' E l sujeto del psicoanálisis constituido dialécticamente y descentrado". 1 0 An te ­

r iormente , en 1 9 8 8 , había escrito un artículo titulado "Sobre la estructura dia-

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C O N T R A T R A N S F E R E N C Í A E INTERSUBJETIV1DAD

léctica de la experiencia analítica".11 En este m o m e n t o está en marcha una ver­

sión americana de Lacan, basada ciertamente en la idea de una negación del "ya

ahí" que comporta el inconsciente. Por lo tanto, va más lejos que Lacan en este

sentido, al considerar que la única realidad en j u e g o en la cura es la realidad

intersubjetiva creada por la interacción analista/analizante. Todo el resto, por lo

tanto, se convierte en algo que es del orden de la construcción, de la hipótesis

o de la construcción socialmente determinada.

Hay un combate en curso, porque la mayoría de la Asociación psicoanalítica

americana está todavía aferrada a los prejuicios clásicos, y ellos se esfuerzan por

familiarizarla con una sensibilidad intersubjetiva. ¿ N o está acaso la psicoterapia

a punto de invadir el psicoanálisis? Se ve que es en el propio seno de una re­

flexión sobre el análisis donde toma forma esta cura interactiva que se ahorra el

inconsciente, el ello, las pulsiones, y se sitúa pura y simplemente en una arqui­

tectura del diálogo terapéutico. Hay un campo que todavía permanece por in­

vestigar, pero que ya nos permite comprender mejor cuál fue la lógica de Lacan.

Realismo de la estructura y disimetría

Hay dos salidas de la ortodoxia en los años 5 0 , la que se produce a través de

la transferencia y la de Lacan. Si se fecha el punto de partida de Lacan en 1 9 5 3 ,

"Func ión y campo de la palabra y del lenguaje", Lacan es evidentemente pre­

cursor de sí mismo, puesto que su primer artículo sobre el psicoanálisis con t i e ­

ne una descripción fenomenológica de la experiencia precisamente c o m o una

relación. Ya vieron ustedes esto en "Más allá del principio de realidad". Lacan

subraya "la paradoja que presenta la noción del inconsciente si es referida a una

realidad individual". 1 2 De entrada, una reflexión conceptual sobre el inconsciente

lo llevaba a instalar este esquema bipolar del sujeto y del Otro. Por otra parte,

en el grafo de Lacan, por ejemplo, donde encontrarán ustedes los términos de

pulsión, de fantasma, el yo, no encontrarán el inconsciente propiamente dicho,

porque el inconsciente está en la relación de los términos que aquí se sitúan.

Se ve bien que la imposibilidad de referir el inconsciente freudiano a un

individuo conduce, en la línea de la contratransferencia, a alojar el inconsciente

en la relación de a dos. Es lo que hace Paula Heimann, sin saber lo que hace, sin

saber que pone en marcha una mecánica que conducirá a negar el inconscien­

te, l acan , por su parte, aloja el inconsciente en una dimensión transindividual,

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Page 20: Contratransferencia e Intersubjetividad

LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA

pero evidentemente mucho más compleja que una relación de a dos, porque

incluye palabra, lenguaje y discurso.

En pr imer lugar, devuelve la exper iencia analítica a su fundamento en la

palabra y valida un término c o m o el de intersubjetividad — incluso es él quien

lo introduce en el psicoanálisis.

En segundo lugar, resitúa la función de la palabra en el campo del lenguaje

y de su estructura. De este mismo modo, reintroduce en esta experiencia —esa

de la que nos cantan constantemente su elasticidad, su fluidez, sus interacciones

múltiples, the interplay, el j u e g o mutuo del analista y del analizante -—una estruc­

tura que tiene sus leyes, sus constr icciones, en la que hay imposible y, en conse­

cuencia, real.

En tercer lugar, c o m o es preciso el discurso para definir el inconsciente, hay

una instancia que tiene una realidad autónoma. Lacan abandona de este modo

la ortodoxia reinante. No liquida la conceptualidad freudiana, sino que, por el

contrario, a través de la palabra, el lenguaje y el discurso, recicla el cientifismo

freudiano, es decir, preserva un realismo, el realismo de la estructura. R e c i c l a

también la metapsicología freudiana a partir de la comunicación, es decir, asig­

na a la intersubjetividad una estructura, y una estructura fundamentalmente

disimétrica.

En esto reside el valor del hecho de que, en Lacan, detrás de la relación, no

hay nada que sea del orden del interplay, sino la lucha a muerte hegeliana, es decir,

una estructura fundamentalmente disimétrica. No hay nada en Lacan que sea

del orden de la sopa interactiva que nos presentan, puesto que la función del

O t ro preserva siempre una instancia de ajenidad en la experiencia.

La introducción por parte de Lacan del sujeto supuesto saber, es decir, el

h e c h o de que nadie sabe nada hasta que surgen los significantes — s i por

California les han llegado campanas, esto debe de autorizar, al m o d o de ver de

ellos, su propio irrealismo, su construccionismo — no resta nada a la insistencia

de lo real, que es, por el contrario, la orientación esencial de su última enseñanza.

Notas 1 Jacques-Alain Mil ler empezó a abordar el tema de la contratransferencia en

enero y febrero de 2 0 0 2 en un aparte de su curso titulada "Réf lex ions sur le

m o m e n t présent". La primera lecc ión es accesible en el site de la ECF

2 6

Page 21: Contratransferencia e Intersubjetividad

C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E INTERSUBJETIVIDAD

2. Cf. Jacques-Alain Miller, "Ques t - ce qu'être lacanien?", Quarto n° 7 4 , Bruse ­

las, E C F , 2 0 0 1 , pp. 6 - 1 4 .

3. C / . J . - A . Miller, "Réf lex ions sur le m o m e n t présent", op. cit.

4. P. Heimann, M. Little, A. R e i c h , L.Tower, Le contretransfert, Navarin, Paris, 1987 .

5 . J . - A . Mi l le r , "Réf lex ions sur le m o m e n t présent", op. cit.

6. L.Tower,"Contratransferencia" ( 1 9 5 5 ) , en op. cit.

7 . J . -A . Miller,"Psicoanálisis puro, psicoanálisis aplicado & psicoterapia", La Cause

freudienne, n° 4 8 , Paris, 2 0 0 1 .

8 . J . - A . Mil ler hace referencia a la exposición de Ph. Lasagna a su lección del 6

de marzo de 2 0 0 2 .

9. Cf. O. Kernberg, "Notes on Counterfranference" (1965) ,Journal of the American

Psychoanalytic Association, 13.

10. Cf. T h . O d g e n , " T h e dialect ical ly c o n s t i t u e d / d e c e n t r e d S u b j e c t o f

Psychoanalysis" ( 1 9 9 2 ) , IJP, 7 3 , pp. 5 1 7 - 5 2 5 & 6 1 3 - 6 2 5 .

1 1. Cf.Th. Odgen, " O n the dialectical Structure o f Exper ience : some clinical

and theoretical Implications", Contemp. Psychoanalytic, 2 4 , pp. 1 7 - 4 5 -

1 2 . J . Lacan, "Au delà du principe de réalité", Ecrits, Paris, Seuil, 1 9 6 6 , p. 2 5 8 .

Traducción: Enric Berenguer

[email protected]

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