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CRITICA DE LIBROS Notas bibliográficas sobre la emigración española a América Latina en el siglo XX: £1 caso de Cuba y Brasil CONSUELO NARANJO OROVIO, ELDA EVANGELINA GONZÁLEZ MARTÍNEZ I. Bibliografía general El objetivo central de este artículo es presentar un panorama sobre la bi- bliografía general existente sobre la emigración española a Iberoamérica en el siglo xx, haciendo un análisis particular de la misma en dos países en estudio por las autores: Brasil y Cuba. No se profundizará en los estu- dios realizados sobre determinados países y la actividad de las colectivi- dades españolas inmigrantes en éstos, que en la actualidad están siendo tema de investigación en departamentos de distintas universidades españolas. Los estudios efectuados hasta el momento que pueden servir al investi- gador para adentrarse en la proble- mática general de la emigración a América en este siglo, centran su atención en diversos aspectos, como el análisis cuantitativo del movimiento migratorio, las motivaciones que pro- dujeron este fenómeno, analizando en algunos casos las causas intrínsecas de cada región española, así como las consecuencias que de él se derivaron. Otro bloque bibliográfico estaría compuesto por aquellas obras referen- tes a las condiciones del individuo emigrante en los diversos países ame- ricanos, que estudian los problemas de adaptación, integración y asimila- ción en el nuevo país. En este grupo quedarían englobadas las publicacio- nes que tienen como objeto informar al emigrante sobre las características del país elegido, a fin de facilitarle su llegada. Un tercer grupo a destacar es el compuesto por estudios autobiográfi- cos de individuos, lo cual nos parece de gran interés, ya que refleja en par- te la vida cotidiana del emigrante y abre nuevos campos metodológicos a utilizar en este tipo de investiga- ciones. Para realizar un análisis cuantita- tivo de lo que supuso numéricamente la emigración española a América con- tamos básicamente con las siguientes fuentes estadísticas, La estadística de la emigración exterior de España, La emigración española transoceánica, 1911-1915 (Madrid, 1916), en la cual no sólo se refleja las entradas y sa- lidas de pasajeros por puertos españo- les sino también las características de esta emigración, analizando la situa- ción económico-social de algunas re- públicas iberoamericanas. Comple- 26/84 pp. 215-270

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CRITICA DE LIBROS

Notas bibliográficas sobre la emigración española a América Latinaen el siglo XX: £1 caso de Cuba y Brasil

CONSUELO NARANJO OROVIO, ELDA EVANGELINA GONZÁLEZ MARTÍNEZ

I. Bibliografía general

El objetivo central de este artículoes presentar un panorama sobre la bi-bliografía general existente sobre laemigración española a Iberoaméricaen el siglo xx, haciendo un análisisparticular de la misma en dos paísesen estudio por las autores: Brasil yCuba. No se profundizará en los estu-dios realizados sobre determinadospaíses y la actividad de las colectivi-dades españolas inmigrantes en éstos,que en la actualidad están siendo temade investigación en departamentos dedistintas universidades españolas.

Los estudios efectuados hasta elmomento que pueden servir al investi-gador para adentrarse en la proble-mática general de la emigración aAmérica en este siglo, centran suatención en diversos aspectos, como elanálisis cuantitativo del movimientomigratorio, las motivaciones que pro-dujeron este fenómeno, analizando enalgunos casos las causas intrínsecas decada región española, así como lasconsecuencias que de él se derivaron.

Otro bloque bibliográfico estaríacompuesto por aquellas obras referen-tes a las condiciones del individuo

emigrante en los diversos países ame-ricanos, que estudian los problemasde adaptación, integración y asimila-ción en el nuevo país. En este grupoquedarían englobadas las publicacio-nes que tienen como objeto informaral emigrante sobre las característicasdel país elegido, a fin de facilitarle sullegada.

Un tercer grupo a destacar es elcompuesto por estudios autobiográfi-cos de individuos, lo cual nos parecede gran interés, ya que refleja en par-te la vida cotidiana del emigrante yabre nuevos campos metodológicos autilizar en este tipo de investiga-ciones.

Para realizar un análisis cuantita-tivo de lo que supuso numéricamentela emigración española a América con-tamos básicamente con las siguientesfuentes estadísticas, La estadística dela emigración exterior de España,La emigración española transoceánica,1911-1915 (Madrid, 1916), en la cualno sólo se refleja las entradas y sa-lidas de pasajeros por puertos españo-les sino también las características deesta emigración, analizando la situa-ción económico-social de algunas re-públicas iberoamericanas. Comple-

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mentaría a esta obra es la Estadísticadel Movimiento de Buques y Pasaje-ros por mar con el exterior, Decenio1945-1954 (Madrid, 1956). Debido alas lagunas existentes en determinadosaños sobre recuento de emigrantes, asícomo a la presencia de diferencias en-tre cuadros estadísticos de períodossemejantes en diversas obras, el in-vestigador deberá manejar con pre-caución esta fuente, teniendo que rea-lizar un análisis comparativo entre losdatos extraídos de la misma y las esta-dísticas de entrada en cada país ame-ricano.

Otras obras de carácter menos ge-neral son las de Jesús García Fernán-dez (Barcelona, 1965) y la de Fran-cisco Sánchez López (Vigo, 1967). Enambas obras se realiza un estudio so-bre las zonas con mayor porcentaje deemigración. García Fernández señalaCanarias y Galicia debido a ser éstaslas de mayor población rural. El estu-dio de Sánchez López está centrado enun análisis detallado de la distribu-ción de los municipios de las diferen-tes provincias gallegas según las mi-graciones y las tasas de crecimientode las mismas.

Las causas que motivaron este mo-vimiento son analizadas en variasobras. En todas se señalan tres facto-res básicos, económicos, demográficosy político-sociales, dando preferenciaa algún aspecto determinado según elcaso en estudio. Así Borregón Ribesdefine al fenómeno migratorio comoel resultado de la incorporación delindividuo, su mano de obra, al mer-cado internacional (Vigo, 1952). Otrométodo de análisis para establecer lascausas de este fenómeno es el pro-

puesto en La emigración española y eldesarrollo económico (Madrid, 1959),en el cual se indica la necesidad dehacer un estudio económico que com-bine el análisis demográfico y el cre-cimiento económico. La obra de Sán-chez López, anteriormente citada, es-tablece dos factores propulsores de laemigración gallega, el rechazo y el es-tímulo (Vigo, 1967). Dentro de estaperspectiva de análisis económico seencuentra el estudio de Martínez Ca-chero sobre la emigración asturiana(Oviedo, 1959), en la que establecela emigración como problema macro-económico unido a otras causas socia-les como la casa, la tradición migrato-ria y el fenómeno de la imitación.

Análisis de los elementos exterioresque repercutieron en las oscilacionesde este movimiento como la primeraguerra mundial y el aumento de lossalarios en la postguerra por la nece-sidad de mano de obra, es efectuadoen la obra de Haba Griñan (1963).En el trabajo de Martí Bufill (Ma-drid, 1955) se apunta a las condicio-nes que ofrecían los países receptores,subrayando como países de mayoratracción, Argentina, Cuba, Brasil,México y Uruguay.

En cuanto al otro aspecto, el delas consecuencias que se derivaron yprodujeron en España, contamos conla obra de González Rothwoss, en lacual, tras haber realizado un estudiodemográfico y del crecimiento de lapoblación española entre 1851 y1950, concluye diciendo que la emi-gración sólo afectó en la pérdida deun millón de habitantes. Así, segúnsus cálculos, en 1951, la poblaciónespañola habría de llegar a veintinue-

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ve millones y sólo contaba con vein-tiocho millones en 1950 (Madrid,1958). A la citada obra hay que agre-gar La emigración española y el cre-cimiento económico español que enu-mera como consecuencias positivasproducidas por la emigración, entreotras, la disminución del paro, el ali-vio de la tensión social, la reducciónde la presión demográfica, la eleva-ción de la productividad y el envíode divisas de los inmigrantes (Ma-drid, 1976). Las actas publicadas delos congresos de emigración celebra-dos también plantean de forma con-junta sus causas y consecuencias.

El segundo grupo está compuestopor los trabajos destinados a informaral individuo que marcha sobre la si-tuación económico-social y aspectos le-gislativos del país americano al quedesea emigrar. En este tipo de obrastambién se indica las compañías na-vieras que realizan la travesía, lospuertos de embarque, detallándoselos días en que se efectúa y el pre-cio del pasaje (Serrano, A., Madrid,año 1909).

En cuanto a los problemas origina-dos al individuo en la nueva socie-dad, son estudiados en los ya mencio-nados congresos de emigración; pon-dremos por ejemplo el IV Congresode la emigración española (Madrid,1971), donde se señala como elemen-tos que mitigan el choque cultural yfacilitan la adaptación del individuo,la coincidencia del idioma y el paisa-naje. Hay que destacar que en algu-nos de estos congresos aparece unapanorámica general de las colectivida-des españolas en los países america-nos: la situación actual de estas colo-

nias, la creación de sociedades mutua-listas, la influencia de América enlas diferentes regiones españolas, etc.

Estos factores también son apun-tados por otros autores que se hanpreocupado por este tema, añadiendoa los ya señalados, la facilidad de en-contrar trabajo, los matrimonios mix-tos, entre otros (véase la obra deBastos de Avila, Washington, 1964).

El otro grupo establecido está in-tegrado por autobiografías de emi-grantes como el de Manuel de Here-dia, Barro (Memorias de un gallegoen América) y el de Juan Marsal, Ha-cer la América. Este último es unaautobiografía de un inmigrante espa-ñol en Argentina, cuyo relato ha sidocomprobado y enriquecido medianteotras entrevistas a personas cercanasal protagonista.

Por último, debemos citar las pu-blicaciones del Consejo Superior deEmigración, las cuales son informesde los inspectores de emigración decada puerto de embarque, describien-do las características generales de laemigración por cada puerto. Estos in-formes datan de principios de siglo,ya que a través de la Ley de Emigra-ción española, promulgada el 21 dediciembre de 1907, se establecieronlos organismos administrativos encar-gados del control de la emigración,creándose el Consejo Superior deEmigración y reestructurando las jun-tas de Emigración, tanto las localescomo la central. Véase, a modo deejemplo sobre estos informes, losque hacen referencia a las caracterís-ticas y modalidades del movimientoemigratorio en 1917 y 1919 (Madrid,1918 y 1919).

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II. Cuba

El estudio de la inmigración enCuba ha sido tratado por algunos au-tores cubanos, sobre todo demógra-fos, ya que el análisis de la poblaciónestá íntimamente ligado al estudio delas diferentes aportaciones étnicas quela componen, al tratarse Cuba de unpaís de inmigración.

Entre las obras de carácter demo-gráfico deben destacarse los estudiosde Juan Pérez de la Riva, Los recur-sos humanos de Cuba al comenzar elsiglo: inmigración, economía y nacio-nalidad (1899-1906). En éste se ana-liza el aporte positivo y negativo de lainmigración, llevando a cabo un estu-dio estadístico de la misma, en el quese plantean los problemas suscitadosa la hora de hacer un análisis cuan-titativo, ya que en las listas de Adua-nas aparecen en la misma categoría deinmigrantes también los viajeros (LaHabana, 1973).

Su obra nos es válida para el cono-cimiento de la composición de la po-blación cubana y el aporte a la mismade las diferentes inmigraciones, peroresulta de carácter general el trata-miento dado a la inmigración españo-la, ya que no hace un análisis de estegrupo, limitándose tan sólo a un es-tudio estadístico del mismo. Hay queseñalar que esta carencia a la que alu-dimos en el caso del estudio de la in-migración española está suplida enlos trabajos referentes a la inmigra-ción antillana y de culíes. En susobras, Pérez de la Riva analiza la es-tructura de la población antillana enCuba, así como las características, mo-dos de vida, inserción en las activida-

des económicas, etc., de los tres gru-pos, jamaicanos, haitianos y culíeschinos.

De este tipo de estudios cabecitar Demografía de los culíes chinos(1853-1874) (La Habana, 1967); ElBarracón y otros ensayos (La Haba-na, 1975), y el artículo La poblaciónde Cuba, la guerra de la independen-cia y la inmigración del siglo XX, pu-blicado de manera conjunta con Blan-ca Morejón Seijas (La Habana, 1971).

Otra investigadora cubana que seha ocupado de la inmigración es lahistoriadora Dominga González. Ensu obra hace un análisis estadístico apartir de la combinación de todas lasvariables posibles, para demostrar lainterrelación de las oscilaciones delprecio del azúcar y el balance numé-rico de la inmigración en Cuba. En laactualidad en prensa.

Trabajos referentes al aporte espa-ñol, específicamente canario, a la for-mación étnica del campesinado cuba-no, son el de Rolando Misas Jiménez(La Habana, 1982), centrado en el si-glo xix, y el de Jesús Guanche, enprensa. En ambos estudios se trata deestablecer conexiones culturales entreCuba y España, lo cual creemos quesólo ha sido realizado de forma muyparcial, ya que carece de un análisiscomparativo entre ambas culturas ysociedades.

Por lo que se refiere al estudiosobre la inmigración española enCuba llevado a cabo por investigado-res españoles, debemos señalar la obrade Julio Hernández La emigración ca-naria en el siglo XIX, tesis doctoralen la Universidad de La Laguna. Estainvestigación constituye una obra de

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gran valor para el conocimiento de loque fue y lo que supuso la emigracióncanaria en el siglo pasado, siendo ne-cesaria su consulta para el estudio deesta emigración en el siglo xx.

Un tema particular como es el delas obras culturales que los centrosgallegos constituidos en Cuba reali-zaban en Galicia a través de donati-vos, ha sido tratado en obras de ca-rácter más general por Luis Bello Via-je por las escuelas de Galicia (Ma-drid, 1973), y por Antón Costa Ricoen su tesis doctoral Aproximación a lahistoria de la escuela primaria en Ga-licia en el primer tercio del siglo XX(Universidad de Salamanca, inédita.Véase Cuadernos del Norte, núm. 2,pp. 35-44, 1984). Sobre el caso de loscentros asturianos radicados en Cubay sus actividades benéficas en Astu-rias se ha publicado un artículo en larevista Cuadernos del Norte, núm. 2,páginas 102-119, titulado «Indias y laInstrucción pública en Asturias», deJorge Uría.

Otro apartado de la bibliografíaestaría compuesto por las obras deXosé Neira Vilas, escritor gallego, ra-dicado en La Habana. Los trabajosrealizados por éste se refieren a losgallegos en Cuba, entre los que po-demos citar Galegos no Golfo de Mé-xico (La Coruña, 1980) y Castelao enCuba (La Coruña, 1983). En amboslibros, Neira se basa en los recuerdosde los informantes, así como en pe-riódicos y documentos procedentes delos centros y asociaciones gallegos deLa Habana. Si bien su obra no preten-de tener el rigor de una investigaciónhistórica, el contacto directo con losindividuos que fueron los protagonis-

tas de los acontecimientos o bien me-ros espectadores de éstos, aporta cier-tos conocimientos de gran valor.

Dentro de este género narrativoquedaría incluida la novela Gallego,de Miguel Barnet (Madrid, 1981). Encontraste con la obra de Neira, Bar-net trata de establecer y presentarcomo tal el prototipo de inmigranteespañol en Cuba; lo generaliza ba-sándose sólo en el testimonio de unúnico informante y mezclando lo realcon la fantasía. El prototipo presen-tado por Barnet, si bien es uno de losestereotipos de inmigrante españolque más ha pervivido en la memoriadel pueblo cubano, guarda estrecharelación con las obras teatrales del gé-nero bufo cubano y las novelas decarácter social de principios de siglo.Es el español, componente de la capasocial inferior junto al negro y la mu-lata, cargado de valores que chocancon los del hombre cubano, donde serefleja la mentalidad diferente entreambos, y lo más importante, las as-piraciones del emigrante de elevar sustatus económico a través del traba-jo, la explotación, el ahorro.

Creemos que no se pueden estable-cer estereotipos tan marcados, ten-dríamos que analizar no sólo la ac-tuación del español y su actividad enla sociedad cubana, sino también lascondiciones de trabajo del inmigrantey del nativo y la rivalidad entre am-bos en el trabajo, para hallar de estamanera parte de los fundamentos deestas obras de la literatura cubanadesde finales del siglo xix hasta en-trada la década de los treinta.

Otras fuentes de valor para la in-vestigación de este tema la constitu-

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yen los censos de población de la Re-pública de Cuba, 1899, 1907, 1919,1931, 1943 y 1953, así como las es-tadísticas de entradas y salidas de pa-sajeros, Inmigración y movimiento depasajeros.

Por otra parte, han de ser tenidosen cuenta las memorias, estatutos yreglamentos de los centros regionalesy asociaciones de beneficencia, de cul-tura y recreo, fundados en Cuba, loscuales permitirán el conocimiento delfuncionamiento y la organización in-terna de los mismos, así como las pu-blicaciones periódicas de estos cen-tros. Cada centro regional y sociedadespañoles contaban con una numero-sa lista de publicaciones en las cualesse insertaban noticias tanto de la re-gión española a la que perteneciesecerno Jel estado y el desarrollo de laasociación. Este material es de graninterés en la medida que refleja el díaa día vivido por las mismas y sus inte-grantes.

También es necesario tener encuenta para este tipo de estudios lasnoticias provenientes de la prensa cu-bana ya que cada periódico insertabauna página dedicada a la colonia es-pañola y hasta existía el cargo de«cronista de las sociedades españo-las». Artículos referentes a la situa-ción del español los encontramos ennumerosos periódicos y revistas, amanera de ejemplo citaremos, El Dia-rio de la Marina —el periódico demayor difusión entre la colectividadespañola—, El Mundo, El País, LaPolítica Cómica, Hoy, Avance y CubaContemporánea, Cuba y España,como revistas, entre otras.

Otros trabajos que posibilitan al in-

vestigador un mayor acercamiento aeste tema lo constituyen las obras deautores que, si bien no hacen un aná-lisis histórico ni social de la coloniaespañola, reflejan en parte ciertas ca-racterísticas de la misma. Entre éstospodemos citar la obra de FernandoCabrera sobre los centros regionalesy asociaciones benéficas (La Haba-na, 1904), el trabajo de Francisco Ci-madevilla La labor de los españolesen Cuba (Madrid, 1921), el análisisde la aportación española a la econo-mía cubana, y las actividades del es-pañol en la isla de Alvarez Acevedo(La Habana, 1936), los libros de An-tonio Couza García, Memorias detreinta años de un ortigueirés en LaHabana (La Habana, 1948) y Cuaren-ta y cuatro años de un emigrante ga-llego (La Habana, 1958), el trabajo deJorge Manach Visitas españolas (Ma-drid, 1960).

En el panorama aquí expuesto he-mos visto cómo hay trabajos sobredeterminados aspectos de la emigra-ción española a Cuba. Sin embargo,falta hacer un análisis de la coloniaespañola en este país, su actividad eco-nómica, su participación social, cultu-ral y política, el grado de integracióndel individuo en la nueva sociedad,entre otros puntos a tratar. En laUniversidad Complutense de Madrid,Departamento de Antropología Ame-ricana, fue realizada una tesis de li-cenciatura la cual tenía por objeto re-flejar la visión que el emigrante es-pañol a Cuba se había formado de laisla, en el período comprendido entre1900-1959 (inédita, 1982). En estainvestigación, una de las metodolo-gías utilizadas fue la Historia Oral.

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A través del rescate de los testimoniosde individuos emigrantes, tanto deaquellos cuya salida de Cuba fue an-terior a 1959, como del grupo cons-tituido por exiliados de la RevoluciónCubana, como de la investigación his-tórica, se intentó hacer un primer es-tudio sobre la colonia española en laisla. Esta investigación continúa in-sertada en un programa de investiga-ción más amplio sobre la emigraciónespañola a América Latina en el si-glo xx del Departamento de Historiade América, Universidad Compluten- •se. En ésta se ha pasado a realizar unanálisis más exhaustivo de los diver-sos aspectos ya tratados, así como laampliación del estudio a nuevos pun-tos. Es importante estudiar el papeldesempeñado por las asociaciones re-gionales como centros de poder enCuba, así como la actividad sindical delos españoles, su participación políti-ca, tanto en los partidos cubanoscomo en los partidos españoles funda-dos en la isla a raíz de los aconteci-mientos históricos en España, Repú-blica, Guerra Civil y Franquismo. Encuanto a este último aspecto señaladose estudiará el papel desempeñado porlas organizaciones republicanas espa-ñolas en Cuba, las comunistas y la fa-lange. Por otra parte, también se abor-dará el estudio del aporte de los exi-liados españoles a la sociedad y a lacultura cubana.

Creemos que debe ser realizado unestudio de la colonia española en Cubadebido tanto a la importancia que di-cho grupo tuvo en la isla, como a larepercusión que esta emigración con-llevó en España —fundamentalmenteen Galicia, Asturias, Cataluña, Santan-

der, Vascongadas y Canarias— desdeprincipios de siglo hasta entrada ladécada de los treinta. Por otra parte,debido al corte producido en esta co-rriente emigratoria y a que el mate-rial humano que la integró está próxi-mo a extinguirse, el estudio de este fe-nómeno no puede demorarse por mástiempo.

III . Brasil

Brasil ha sido también uno de lospaíses'' americanos escogidos por laemigración española. Si bien existendatos que corroboran la presencia delespañol a partir de la década del se-tenta del siglo xix, es a partir de laabolición de la esclavitud cuando estepaís impulsa una política oficial de in-migración y se inicia un flujo continuode ingreso de españoles. Las corrien-tes emigratorias españolas se dirigenhacia tres regiones claramente diferen-ciadas, norte, nordeste y sur. La pri-mera se centra en Manaos y abarcatanto a los inmigrantes que trabajanen la explotación del caucho, como alos obreros de la construcción del fe-rrocarril Madeira-Mamoré y a los co-lonos llegados a partir de 1896 a Be-lém do Para. La segunda tiene su cen-tro en Bahía; está integrada casiexclusivamente por gallegos que se de-dican a actividades ligadas al comer-cio. La tercera abarca los estados delsur, principalmente Rio de Janeiro,Sao Paulo, Minas Geraes y Rio Gran-de do Sul; en ellos los inmigrantes seocupan tanto del trabajo asalariado enlas fazendas de café como a activida-des comerciales en las grandes ciuda-des. De todos estos estados es Sao

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Paulo el que mayor número de inmi-grantes ha acogido —478.402— enel período comprendido entre 1885-1961, constituyendo, después de ita-lianos y portugueses la tercer minoríaextranjera. Ahora bien, las investiga-ciones realizadas sobre las relacionesculturales entre los grupos inmigran-tes y la población brasileña han sidonumerosos y abarcan minorías comolas italiana, portuguesa, japonesa, si-rio-libanesa, judía, alemana y holan-desa. De Vitaline Frassi es el trabajosobre L'igragao italiana no Nordestede Rio Grande do Sul, processo dejormaqao e evoluqao de una comuni-dade italo-brasileira, que analiza elgrupo italiano y su participación entodos los órdenes de la vida brasileña.

Emilio Willems ha investigado so-bre A aculturaqao dos alemaes no Bra-sil, se trata de un estudio antropológi-co centrado en las relaciones culturalesde los primeros alemanes, sus descen-dientes y la cultura brasileña. Del mis-mo autor encontramos Aspectos daaculturaqao dos japoneses no Estadode Sao Paulo, en el cual se sigue elmismo esquema. También sobre emi-grantes alemanes se ha ocupado ErnestWagemann en A colonizaqao alemanoEspíritu Santo, este trabajo se centraen la adaptación que estos inmigran-tes europeos logran en el trópico; esun libro clásico donde se describe laregión ocupada por la colonia, los mé-todos de producción de los colonosalemanes, el nivel de vida, salubridad,etcétera

Sobre la minoría japonesa existeuna investigación, la de Hiroshi Sato,Os japonese no Brasil, el estudio másamplio de los conocidos hasta el mo-mento sobre la presencia de japo-

neses y su proceso de asimilación entierras brasileñas

Lucy Hutter Maffei ha realizadouna investigación sobre Emigraqao ita-liana en Sao Paulo (1880-1889). Osprimeiros contactos do imigrante como Brasil. Se trata de un trabajo funda-mentalmente histórico, basado en lasfuentes obtenidas del Arquivo do Es-tado de Sao Paulo. El pequeño perío-do que abarca, período en el cual co-mienzan a llegar los italianos al estadode San Pablo, sobre todo de Lombar-día, nos muestra los problemas y pade-cimientos del inmigrante desde el mo-mento en que embarcaban, el viaje,los inconvenientes que surgen con laaduana brasileña, etc.

Clark Knowlton estudió la movili-dad social de los Sirios e Libaneses;se trata de un trabajo muy completo,el primer estudio dedicado a este gru-po, que procura descubrir las razonesde su emigración y las consecuenciasde la movilidad social, las modifica-ciones sufridas en el paso de un grupopobre a uno de los más poderosos dela ciudad de Sao Paulo, utilizandopara ello los canales del comercio, in-dustria, educación y política.

Sobre la permanencia de la lenguamaterna en los grupos inmigrantes ysus descendientes existe un estudioEstudos sobre as linguas estrangeiras eaborigénes jaladas no Brasil, editadopor el Consejo Nacional de Estadísti-ca en 1950.

Como vemos, ninguna de ellas seha dedicado a estudiar la presencia delespañol, y debemos dejar constanciaque se ha consultado tanto los catálo-gos de la Biblioteca Nacional de Riode Janeiro, como la Municipal de SaoPaulo y la de la Universidad de Sao

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Paulo (USP). En esta última se inves-tigó el catálogo de tesis no publicadas,tanto de doctorado como de maestríade todas las Universidades brasileñas.

La situación en España no difierede la descrita en Brasil; a pesar de laimportancia de esta emigración, se ca-rece de estudio que a ellos se re-fieren.

Ahora bien, existen y debemosmencionarlos, algunos informes publi-cados por el Consejo Superior de Emi-gración, entre ellos el realizado por elInspector de Emigración, Sr. Leopol-do d'Ozouville, sobre la inspecciónrealizada en 1912 en las obras de laconstrucción de Madeira —Mamoré—en los estados de Para y Amazonas.Si bien el objetivo de su viaje es elmencionado, el autor comienza descri-biendo la Hospedaría de inmigrantesde la Ilha das Flores en Rio de Janei-ro, ciudad en la que desembarca; deallí pasa a ocuparse de la situación dela colonia en Belém de Para, concre-tando por último su viaje por el Ama-zonas hasta Manaos para proseguir porel ferrocarril, en cuyas obras —yaprácticamente concluidas— han traba-jado cientos de españoles, generalmen-te contratados en Cuba. Este trabajoes una minuciosa descripción que nosrecuerda el diario de campo de unantropólogo y nos permite un mayorconocimiento acerca de la situacióndel obrero sometido a los abusos dela Madeira-Mamoré Railway Company(Madrid, 1916).

Juan Solórzano Costa, cónsul espa-ñol en Sao Paulo, hace en El estadode San Pablo, estudio acerca de la ver-dadera situación del mismo en 1912un análisis económico y de política in-migratoria que si bien no es exclusivo

del grupo español tiene referenciasconstantes al mismo (Sao Paulo,1913).

En La emigración española trans-oceánica —1911-1915— se encuentrauna descripción —en el apartado refe-rido al estado de San Pablo— sobrelas condiciones de receptividad de di-cho estado, es decir, sobre los factoresindustriales, sociales y legales con quelos inmigrantes podían contar para sudesenvolvimiento en el nuevo país Enel mismo trabajo se analiza somera-mente la emigración por puertos ex-tranjeros: Gibraltar, Leixoes y Lisboa,describiéndose la situación del emi-grante durante la espera para el em-barque en dichos puertos (Madrid,1916). Este tipo de emigración —so-bre todo la reclutada en Andalucía yembarcada en Gibraltar— nos puedeexplicar las diferencias existentes en-tre el número de salidos de España yel de entrados en Brasil, estudio porhacer, pero que mostraría las activida-des de los «ganchos» —reclutadores—y las casas consignatarias, sobre todo,la de José Antunes dos Santos, consede en Lisboa, quien había firmado,en 1897, un contrato con el estado deSan Pablo para la introducción de20.000 inmigrantes.

Sobre la formación del movimientoobrero brasileño existe el trabajo deSheldon Leslie Maram, Anarquistas,I migrantes e o movimento operariobrasileiro (Rio de Janeiro, 1978). Setrata de una investigación general so-bre la participación sindical de los in-migrantes en la que se analiza la im-portancia de los anarquistas españolesen la constitución de dicho movimien-to, su participación en las huelgas de

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1917 y —como consecuencia de do. En estos documentos aparecen re-ello— los decretos de expulsión. petidamente españoles y su actividad

Paulo Sergio Pinheiro y Michael dentro de los sindicatos; en uno deHall han recogido en fondos documen- ellos, en el que se mencionan los indi-tales brasileños y extranjeros —Archi- viduos considerados peligrosos por elvos, Bureau International du Travail, Estado, sobre diecinueve personas queGinebra; International Instituut voor integran la lista, siete son españolesSociale Geschiedenis, Amsterdam; Li- (Sao Paulo, 1980).brary of Congress, Washington, etcé- Para analizar la organización mu-tera—, fuentes referidas a la clase tualista y recreativa de la colonia seobrera en Brasil y las han agrupado en encuentran los Reglamentos internostorno a tres temas: condiciones de de los distintos centros regionales,vida y de trabajo, relaciones con los pero el número elevado de ellos nosempresarios y relaciones con el Esta- impide mencionarlos.

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CRITICA DE LIBROS

B R A S I L

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La emigración gallega asistida a la República Federal de Alemania,

Francia y Suiza

MARÍA CRUZ ALONSO ANTOLÍN

Madrid, Instituto Español de Emigración, 1983

La importancia de los movimientosmigratorios está sobradamente avala-da implícitamente por sus propias pe-culiaridades, además de todas aquellasvaloraciones de tipo socio-económico-político que han desarrollado amplia-mente distintos autores, con mayoro menor fortuna. Quizá la caracterís-tica más sobresaliente de estos movi-mientos en el período estudiado eneste trabajo sea su volumen y sus con-secuencias.

En esta recensión nos proponemosdar cuenta de aquellas cuestiones quede una forma u otra inciden fuerte-mente en la realidad migratoria y cu-yas consecuencias se manifiestan en lasociedad recíprocamente, es decir,afectan en mayor o menor medida enáreas receptoras y en las emisoras depotencial humano.

La crisis de las formas de produc-ción en España llevaron consigo el finde la autarquía para pasar, con elPlan de Estabilización, en 1959, a losactuales modos de producción. Estosacontecimientos provocaron una fuer-te recesión económica y en consecuen-cia un fuerte aumento del paro a nivelnacional.

Estos hechos propiciaron una políti-ca tendente a facilitar el fenómenomigratorio. De esta forma, se intentósolucionar, en parte, el problema delparo y del subempleo agrario; en con-secuencia, podemos decir que los fac-tores que impulsaron la emigraciónmasiva fueron:

— La expansión demográfica na-cional (téngase en cuenta que laregión gallega tenía unas tasas

226

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CRITICA DE LIBROS

superiores a la media nacional).— El exceso de población agraria,

difícilmente exportable a la bal-buciente industrialización.

— Los efectos del Plan de Esta-bilización sobre el mercado la-boral.

Por otra parte, el fin de la autar-quía española coincide con el fuertedesarrollo económico europeo que de-manda grandes contingentes de manode obra (recordemos que el crecimien-to poblacional de la Europa industria-lizada es bajo). Esta insuficiencia derecursos humanos permite que aque-llos otros países europeos cuyo nivelde desarrollo es muy bajo aporten esamano de obra tan necesaria para man-tener el crecimiento de los países másavanzados.

Para España, los países preferidos,en cuanto a la emigración se refiere,van a ser: Francia, Suiza y Alemania,en los que desde 1960 se ha ido con-centrando el flujo migratorio crecien-do paulatinamente hasta llegar a so-brepasar el 90 por 100 de toda la emi-gración asistida en los años 1971,1972 y 1973.

Este importante contingente de po-blación que atravesó nuestras fronte-ras permitió que la situación laboral,altamente conflictiva en la década delos sesenta, se estabilizara lo suficien-te como para poder ser controlada porel equipo gobernante, a la vez que seconseguían unos ingresos por media-ción de estos emigrantes altamenteconsiderables; ingresos que unidos alas aportaciones del turismo, sirvieronpara iniciar de forma importante nues-tro desarrollo industrial, así como el

equilibrio de nuestra balanza depagos.

Hasta entonces, nuestra incipienteindustrialización se había apoyado ex-clusivamente en las aportaciones de laagricultura, lo que, como contraparti-da, provocó una notable descapitaliza-ción de este sector.

Desgraciadamente, las ventajas quela emigración ha aportado en conceptode remesas no han surtido los efectospositivos que podrían esperarse, má-xime si tenemos en cuenta que la dis-tribución de éstas no ha sido propor-cional a la aportación de cada provin-cia a la emigración (cuadro 1).

El flujo emigratorio de la regióngallega a la República Federal Ale-mana en las dos décadas objeto delestudio, 1960-1980, representa el se-gundo en importancia para este paísy alcanzó su cota más alta en elaño 1964. De las cuatro provinciasque componen la región gallega,Orense marca claramente la prima-cía con respecto del total nacional.Así, vemos que en el caso de la pro-vincia mencionada, al igual que en to-das las demás, es a partir de 1961cuando se puede hablar de un contin-gente de emigrantes de relativa impor-tancia (el año 1960 fue muy parco enel volumen emigratorio), que se vaincrementando fuertemente para lle-gar a ser máximo en 1964. A partir deesta fecha se produce un decrecimien-to que proseguirá hasta 1967, año enque la emigración española en generaldisminuye hasta cotas muy bajas. Pen-semos que uno de los factores más im-portantes de esta disminución de laemigración fue debido a la crisis delpetróleo, motivada por la guerra ára-be-israelí de los Seis Días y el •cierre

227

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CRITICA DE LIBROS

CUADRO 1

Emigración gallega a Alemania, Francia y Suiza

Destino Procedencia 1960 1961 1962 1963 1964

Coruña (La)

Lugo

Orense

Pontevedra .

TOTAL

9

16

163

188

400

33

1.536

988

2.957

1.023

74

2.527

1.881

5.505

1.123

131

4.058

1.695

7.007

1.522

513

6.498

1.685

10.218

TOTAL GENERAL 9.490 27.104 35.936 35.364 45.899

Francia

Coruña (La) ... ... 10 79 401 247 198

Lugo

Orense . . .

Pontevedra

TOTAL . .

11

37

58

3

50

125

255

407

849

214

1.934

309

1.756

540

2.852

136

1.304

670

2.308

TOTAL GENERAL 9.402 23.181 13.416 21.222 20.722

Suiza

Coruña (La) 79 261 1.735 2.814

Lugo

Orense

Pontevedra .

TOTAL

— 28

— 36

— 15

— 158

309

1.402

84

1.696

825

1.527

178

4.265

1.019

4.522

759

9.114

TOTAL GENERAL 660 4.070 10.190 19.052 28.965

TOTAL EMIGRACIONES EXTERIOR 52.842 90.832 101.517 109.580 126.403

228

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CRITICA DE LIBROS

CUADRO 1 (Continuación)

Destino Procedencia 1965 1966 1967 1968 1969

Coruña (La) 1.347 1.308 83 1.185 1.560

Alemania

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

353

4.935

1.094

7.729

117

3.618

941

5.984

12

840

98

1.033

54

4.001

346

5.586

442

5.385

1.527

8.914

TOTAL GENERAL ... 41.114 26.927 3.422 23.565 42.778

Coruña (La) 67 100 66 88 343

Francia

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

54

215

102

438

52

706

76

934

53

474

23

616

117

666

81

952

185

713

360

1.601

TOTAL GENERAL 8.446 8.357 6.543 25.136 32.008

Coruña (La) 1.951 2.007 1.718 1.684 2.295

Suiza

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

696

2.777

587

6.011

669

2.145

559

5.380

473

2.247

414

4.852

552

2.508

531

5.275

664

3.932

945

7.836

TOTAL GENERAL ... 20.145 17.991 14.383 15.609 20.664

TOTAL EMIGRACIONES EXTERIOR 84.760 68.363 36.452 78.122 112.205

229

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CRITICA DE LIBROS

CUADRO 1 (Continuación)

Destino Procedencia 1970 1971 1972 1973 1974

Coruña (La) 1.872 1.322 863 1.430

Alemania

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

471

4.660

2.333

9.336

302

3.497

2.007

7.128

150

2.924

1.712

5.649

249

3.308

1.996

6.983

48

6

56

TOTAL GENERAL 40.658 30.317 23.251 27.919 245

Coruña (La) 353 331 165 188 135

Francia

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

304

359

286

1.302

341

335

251

1.258

236

220

169

790

136

123

235

682

145

58

182

520

TOTAL GENERAL 22.727 24.266 22.114 11.631 5.601

Coruña (La) 3.375 7.956 8.526 9.138 8.289

Suiza

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

572

. .. 3.686

. ... 1.198

8.831

1.617

5.960

3.601

19.134

1.665

5.524

4.041

19.756

1.617

4.709

4.204

19.668

1.355

3.957

3.636

17.237

GENERAL 26.777 51.751 55.711 53.284 42.029

TOTAL EMIGRACIONES EXTERIOR 105.538 120.984 110.143 101.144 55.278

230

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CRITICA DE LIBROS

CUADRO 1 (Continuación)

Destino Procedencia 1975 1976 1977 1978 1979 1980

Coruña (La)

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

1

17

18

13

13

20

20

8

8

2

2

4

4

TOTAL GENERAL . . . 95 30 21 13

Coruña (La) 13 46 31 14

Francia

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

83

15

14

125

22

6

29

103

69

18

24

142

4

1

43

53

28

7

18

67

10

6

20

TOTAL GENERAL 1.451 477 597 350 245 297

Coruña (La) 3.535 2.446 2.693 3.328 3.986 4.440

Suiza

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

624

1.875

1.717

7.751

297

1.204

1.197

7.144

242

1.193

1.226

5.354

197

1.144

1.392

6.061

210

1.304

1.727

7.227

255

1.426

1.895

8.016

TOTAL GENERAL ... 17.992 11.244 10.649 10.932 12.084 13.670

TOTAL EMIGRACIONES EXTERIOR 24.477 15.496 15.322 15.621 17.199 17.413

231

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CRITICA DE LIBROS

CUADRO 1 (Continuación)

Destino Procedencia 1960 1961 1962 1963 1964

Coruña (La) — — — 2.355 —

Lugo — — — 718 —

Resto de O r e n s e ~ ~ ~ X '5 1 6 ~

Europa Pontevedra — — — 222 —

TOTAL — — — 4.811 —

TOTAL GENERAL ... 48 2.107 5.794 8.090 6.510

Coruña (La) — 4.086 4.411 — —

Lugo — 1.217 1.392 — —

Orense — 3.190 3.008 — —Otros países — •

Pontevedra — 5.367 5.038 — —

TOTAL — 13.860 13.849 10.140 8.700

TOTAL GENERAL ... 33.242 34.370 36.181 25.852 24.257

TOTAL EMIGRACIONES EXTERIOR 52.842 90.832 101.517 109.580 126.403

Destino Procedencia 1965

Coruña (La) 1.105

Lugo 218

' , J Orense 831Resto de _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

Europa Pontevedra 1

TOTAL 2.155

TOTAL GENERAL . . . 4.834

Coruña (La) 960

Lugo 183

Orense 1.337Otros países ——————---—-—--—-—-•—---

Pontevedra 1.061

TOTAL 3.541

TOTAL GENERAL . . . 10.221

TOTAL EMIGRACIONES EXTERIOR 84.760

1966 1967 1968

719 227

296 131

327 174

1.342 532

3.520 1.563

256

181

226

24

687

2.389

1969

439

209

605

393

1.646

5.390

1.371 1.110

199 161

1.153 1.360

976 988

3.699 3.619

1.085

123

1.257

1.281

3.746

953

158

1.066

1.412

3 589

11.568 10.541 11.423 11.365

68.363 36.452 78.122 112.205

232

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CRITICA DE LIBROS

CUADRO 1 (Continuación)

Destino Procedencia 1970 1971

Coru

Lugc

Resto deEuropa

Otros paísesPorn

TOTAL GENERAL . . . 7.881 7.282

TOTAL EMIGRACIONES EXTERIOR 105.538 120.984

1972 1973 1974

Coruña (La)

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

TOTAL GENERAL . . .

Coruña (La)

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

758

184

616

773

2.331

7.495

613

136

1.103

1.036

2.888

612

131

487

657

1.887

7.368

550

116

1.001

915

2.582

163

71

178

234

646

3.058

490

86

890

816

2.282

193

72

129

312

706

3.254

338

55

722

470

1.585

288

32

157

285

762

2.820

316

27

590

363

1.296

6.009 5.056 4.583

110.143 101.144 55.278

Destino

Resto de

Procedencia

Coruña (La)

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

TOTAL GENERAL . . .

Coruña (La)

Lugo

Orense

Pontevedra

TOTAL

1975

34

10

43

20

107

1.080

219

51

470

315

1.055

1976

16

8

5

29

373

159

15

369

365

908

1977

1

2

21

24

869

110

23

346

219

698

1978

3

3

703

54

4

113

128

299

1979

9

9

685

201

24

232

247

704

1980

1

1

85

104

18

37

33

192

Otros países

TOTAL GENERAL 3.859 3.372 3.186 3.628 4.180 3.348

TOTAL EMIGRACIONES EXTERIOR 24.447 15.496 15.322 15.621 17.199 17.413

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del canal de Suez, que produjo unarecesión económica y, por tanto, unacaída de la capacidad productiva de lospaíses receptores de emigrantes. Nopodemos olvidar la fuerte relaciónexistente entre los flujos migratoriosy el desarrollo económico.

Después de este lapsus provocadopor las circunstancias mencionadas seproduce, nuevamente, un ascenso en elflujo migratorio que durará hasta1969. Esta fecha marca un claro pun-to de inflexión que será ya constanteen la emigración de esta provincia:5.385 registrados en este año, 3.308en 1973, hasta llegar a 1980 con cua-tro emigrantes.

En orden decreciente, en cuanto avolumen de emigración a la RepúblicaFederal Alemana están las provinciasde Pontevedra y La Coruña, aunquemanteniendo las mismas fluctuacionesen relación a los flujos de emigración,si bien para estas provincias el año1973 marca la práctica desaparición dela emigración a este país. Aunque elcaso de Lugo es similar, en cuanto alcrecimiento, a la tendencia emigrato-ria hacia este país, conviene resaltarla enorme diferencia en el volumenanual del total de su población emi-grante.

No obstante representar el año1973 un punto de inflexión de nues-tras migraciones, Galicia conserva unimportante flujo que llega casi al 50por 100 del total en 1980. Este volu-men, tanto en porcentajes como en va-lores absolutos de la emigración ga-llega permitiría, con cierta lógica, pen-sar que las remesas de divisas de unemigrante dirigidas prioritaria y masi-vamente a las Cajas de Ahorros galle-gas, habrían de invertirse en esta re-

gión. Nada más lejos de la realidad.En general, tanto éstas como ottas re-mesas a los distintos puntos de re-cepción bancaria del territorio nacio-nal, han ido dirigidas principalmentehacia los tres grandes centros indus-triales del país: Cataluña (Barcelona,prioritariamente), País Vasco y Ma-drid.

La industrialización del resto delpaís y, en nuestro caso, de la regióngallega, no ha pasado de ser una de-claración de tipo oficial; la realidadnos demuestra que poco, muy poco,se ha invertido en esta región, cuyosniveles de despoblamiento empiezan aser preocupantes.

Obviamente, los movimientos depoblación crean efectos multiplicado-res no solamente en el entorno en quese crean, sino además, en los paísesque pierden esta población y, recípro-camente, en el país que los recibe.Todo esto se traduce en múltiples con-secuencias, entre las que podemos dis-tinguir tres tipos de consideracionesmás importantes:

— Demográficas.— Económicas.— Culturales.

DEMOGRÁFICAS

Ciertamente, las consecuencias de-mográficas que se derivan de la emi-gración están interrelacionadas con lasituación sociológica existente en elárea en que se producen, si bien losresultados en el momento de cuantifi-carlas y cualificarlas irán en detri-mento de la población de origen. Endefinitiva, los datos demuestran quelas migraciones gallegas tanto interio-

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CUADRO 2

Población de hecho (1900-1970)

Años Corlña Lugo Orense teSdra Galicia España

1900 653.556 465.386 404.311 457.262 1.980.515 18.616.630 10,64(33,00 %) (23,50 %) (20,41 %) (23,09 %)

1910

1920

1930

1940

1950

1960

1970

1980

FUENTE:

676.708(32,79%)

708.660(33,36 %)

767.608(34,42 %)

883.090(35,38%)

955.772(36,70%)

991.729(38,10 %)

1.004.188(38,87%)

986.542(39,34%)

479.965(23,26%)

469.705(22,11 %)

468.619(21,01 %)

512.735(20,54 %)

508.916(19,54 %)

479.530(18,42 %)

415.052(16,06 %)

351.297(14,01 %)

Elaboración propia aMadrid, 1976.

411.560(19,94 %)

412.460(19,42 %)

426.043(19,10%)

458.272(18,36 %)

467.903(17,97 %)

451.474(17,34%)

413.733(16,01 %)

369.702(14,74%)

partir de

495.356(24,01 %)

533.419(25,11 %)

568.011(25,47 %)

641.763(25,72 %)

671.609(25,79%)

680.229(26,14 %)

750.701(29,06 %)

800.365(31,91 %)

DERGA.

2.063.589

2.124.244

2.230.281

2.495.860

2.604.200

2.602.962

2.583.674

2.507.906

19.990.909

21.388.551

23.677.095

26.014.278

28.117.873

30.582.936

33.956.047

37.397.304

Síntesis Estadística de

10,32

9,93

9,42

9,59

9,26

8,51

7,61

6,71

Galicia,

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res como exteriores han afectado con-siderablemente al volumen de pobla-ción gallega no sólo en cuanto al nú-mero, sino de forma selectiva, ya quela edad del emigrante incide en la es-tructura por edades, desequilibrándolaal ser los más jóvenes los que emi-gran.

La región gallega, que tradicional-mente ha tenido un alto porcentaje decrecimiento poblacional, por encimade la media nacional, se encuentra conque su población ha crecido, entre1920 y 1980, sólo en un 29,64 por100, mientras que el conjunto nacio-nal un 77,19 por 100. Ni siquiera LaCoruña y Pontevedra, como provin-cias más industrializadas dentro de laregión, han llegado a la media nacio-nal. Su crecimiento se sitúa en el52,88 y 61,20 por 100, respectiva-mente. Tanto Orense como Lugo hanperdido población en valores absolu-tos: el 0,27 por 100 la primera y el15,01 por 100 la segunda (cuadro 2).

Un análisis más detallado nos per-mite concluir que sólo las capitalesde cada provincia y las ciudades de ElFerrol y Santiago de Compostela enLa Coruña, y Vigo en Pontevedra,han tenido un incremento positivo,sobre todo Vigo y Orense capital; loque nos permite afirmar que en Gali-cia existe una fuerte movilidad no sólohacia el exterior del país, sino tambiénintraprovincial e interprovincial, puesobviamente el crecimiento señalado delas capitales y ciudades importantes seha hecho en detrimento del resto dela provincia.

No obstante, la importancia de estaemigración interior hemos de conside-rar que la mayoría del flujo migrato-rio gallego se ha dirigido principal-

mente hacia el exterior y que un im-portante volumen lo ha hecho de for-ma más o menos clandestina, es decir,no ha sido controlado oficialmente ypor tanto no aparece en las estadísti-cas de las emigraciones asistidas.

ECONÓMICAS

El nivel de desarrollo conseguidopor España, a pesar de haber alcanza-do un importante puesto en la listade países industrializados según decla-raciones oficiales, dista mucho de larealidad objetiva, si tenemos en cuen-ta, aunque sea de forma superficial,las constantes económicas de los lla-mados países industrializados de Euro-pa, en comparación con nuestras pro-pias constantes. Evidentemente, Espa-ña en el período en estudio se encon-traba (aún se encuentra) a gran dis-tancia de los niveles industriales de laspotencias europeas. La política econó-mica de nuestro país no ha sido capazde arbitrar con sólido apoyo las medi-das necesarias que le permitieran ini-ciar en alguna parcela económica laconsolidación de un desarrollo riguro-so tanto en el tiempo como en el es-pacio.

Pero, además, España ha ayudadoen gran medida a que el desarrollo deotros países haya tenido un crecimien-to como nunca habían conocido en suhistoria y a tan bajo costo. La aporta-ción que España ha hecho en mano deobra ha generado una importante plus-valía de la que exclusivamente se hanbeneficiado los países receptores deemigrantes; plusvalía que no solamen-te tiene que ver con la fuerte diferen-cia entre lo que la produce y lo que

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se paga, sino en los bajos costes socia-les que para estos países ha represen-tado esta fuerza de trabajo.

Ciertamente, pocas son las ventajasque ha obtenido España de este tráfi-co humano, y decimos España porque,en teoría, los recursos de capital queprocedentes de estos países europeosllegaban a nuestro país no se inver-tían, como ya se dijo anteriormente,en las áreas que aportaban la manode obra.

La estructura económica y social delas provincias gallegas no solamenteno se han beneficiado de esta sangríade fuerza de trabajo que ha represen-tado y representa la emigración, sinoque han servido para consolidar, es-peramos que no de forma irreversible,una situación económica totalmentedeprimida, ya que la constatación delos indicadores económicos, renta percapita y producto interior bruto, en-tre la región gallega y la media nacio-nal nos muestra unas diferencias muyimportantes que rebelan claramente lafalta de dinamismo económico en quese encuentra nuestra región.

CULTURALES

Para el emigrante, el trabajador fue-ra de su país siempre ha supuesto,cuando menos al principio, un proyec-to de vida temporal, algo así como unparéntesis que le sirviera para organi-zar su vida en mejores condiciones alregreso. Lógicamente, con este esque-ma, su interés por la integración den-tro del país que le acoge es mínimo,pero además hay que tener en cuentaotros factores que dificultan y en al-gunos casos impiden la posibilidad deesta integración.

Hemos de considerar que la vidaen el extranjero se desenvuelve hostil-mente en un medio extraño, que dis-ta mucho de sus costumbres habitua-les, lo que le hace aferrarse e inclusoradicalizar sus pautas de comporta-miento. El desconocimiento del idio-ma le impide relacionarse con lapoblación nativa y le obliga necesaria-mente a comunicarse con sus compa-triotas estableciéndose, en algunos ca-sos, auténticos ghetos.

Por otra parte, al margen de la per-misividad o no del medio nativo paraque el emigrante establezca algún tipode relación, hay una idea que primasobre las demás, esto es, la posibilidaddel ahorro y la posibilidad de unacualificación laboral, que antes no te-nía. Estos dos elementos, mayor capa-cidad económica y ascenso profesio-nal, le van a permitir, al retornar a suciudad de origen, una mayor conside-ración que se traducirá, en el mejorde los casos, en un mejor status e in-cluso en la posibilidad de establecerseautónomamente.

En el aspecto estrictamente familiares quizá donde se manifiestan de unamanera más formal las contradiccionesexistentes entre las distintas socieda-des en contacto.

Los niños en edad escolar que acom-pañan a sus padres en la emigración,quizá sean los que noten de formamás importante el cambio de vida, yaque su proceso de socialización estáen período de desarrollo y se veránafectados con mayor intensidad quelos padres por la influencia de dosculturas diferentes.

A pesar del número de colegios es-pañoles en las zonas de mayor con-centración de emigrantes de nuestra

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nacionalidad y dada la grari cantidadde ciudades en las que desarrollan sutrabajo los españoles, consideramosque este esfuerzo en la implantaciónde colegios no llega a alcanzar a latotalidad de los emigrantes, lo quehace que se dificulte aún más el pro-ceso de socialización.

En definitiva, la emigración es unaforma de desarraigo del entorno enque el emigrante ha vivido hasta elmomento de su partida. Los indivi-duos y grupos con los que ha convi-vido, los hábitos, usos y costumbresconforman el comportamiento en sucomunidad de origen. La emigraciónsupone una ruptura en los patronesde conducta que habían desarrollado.Todo ello implica una nueva situaciónpersonal que acaba produciendo des-ajustes de todo tipo.

El entorno geográfico, los modelosculturales, familiares y religiosos de laregión gallega han configurado unapersonalidad intimista y fácil a la in-troversión. La adaptación del gallegoa las condiciones de la sociedad a quese traslada difieren considerablementesi se trata de sociedades iberoamerica-nas o de sociedades europeas. En elcaso de sociedades iberoamericanas suproceso de integración se produce contoda rapidez. No olvidemos que lapoblación gallega en tierras latino-americanas representa un volumenmuy grande y que raro será el emi-grante gallego que no se haya vistoprecedido de algún pariente, amigo, oconocido. En estas circunstancias laayuda y la predisposición a la integra-ción en la sociedad receptora es muyimportante. No obstante, su falta deinstitución necesariamente ha decrearle dificultades en estos procesos

mencionados y consecuentemente ensu status laboral y económico.

La emigración gallega a los paíseseuropeos encuentra mayores dificulta-des, ya que no se dan las mismas con-diciones que en los países sudamerica-nos, pero serán sensiblemente igualesa las que se encuentran los demás emi-grantes españoles.

Creemos que difícilmente, despuésde la experiencia migratoria, el com-portamiento del gallego será el mismoque el de antes de abandonar su ciu-dad de origen.

Galicia, por su carácter predomi-nantemente agrícola, no podía hacerotra aportación profesional a la emi-gración que la de sus agricultores.Ciertamente se comprueba que el ma-yor contingente de sus emigrantes co-rresponde al grupo de agricultores,pescadores, cazadores, trabajadores fo-restales y asimilados y las mujeres seencuadran en el de mujeres sin profe-sión. Lógicamente, esta población tie-ne, como en toda España, un nivelcultural muy bajo.

No queremos insistir más en el de-talle de los grandes beneficios quepara los países receptores de mano deobra ha supuesto la emigración, perosí nos interesa reiterar los efectos ne-gativos que económica y socialmenteproduce la emigración para un país,en general, y para Galicia en par-ticular.

La región gallega se enmarca dentrodel grupo de regiones subdesarrolladasdel conjunto nacional. El abandonoforzoso de un numeroso contingentede población no sólo no ha contribui-do a transformar su medio socioeco-nómico, sino que ha ayudado de for-ma predominante al continuo enrique-

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cimiento de otras regiones del entor-no nacional y al fuerte desarrollo delos países industrializados de Europa,principalmente los ya mencionados,Francia, Alemania y Suiza.

La emigración conlleva la pérdidade la población más apta para el tra-bajo (en el caso de las mujeres, ade-más, una disminución de la natalidad),tanto masculina como femenina, ycomo consecuencia de esta disminu-ción de la población activa, un creci-miento de la tasa de dependencia enla zona donde se produce la emigra-ción. Por otra parte, en el supuesto deque se propusiera un relanzamientoeconómico, difícilmente sería posible

llevarlo a efecto cuando existe insufi-ciente población activa.

Asimismo, podemos pensar en lasconsecuencias que para el entorno re-presentan unas culturas adquiridas amedias en los países receptores y quehan de crear consecuencias (aún no es-tudiadas en la población de retorno)de tal índole que inevitablemente hande afectar a las nuevas generaciones,a los hijos que han «disfrutado» deuna «educación» a caballo entre dosculturas, cuando menos, y que de al-guna manera les habrá marcado paraun futuro.

ÁNGEL SEMOLINOS PÉREZ

El trabajo obrero en Francia: Un análisis sociológico

MlCHEL VERRET

Le Travail ouvrier, París, Armand Colin, 1982

Después de El espacio obrero \ Mi-chel Verret dedica el segundo volu-men de su trilogía sobre el obrerofrancés al «trabajo obrero»; este es-tudio se inscribe en el programa detrabajo del laboratorio de estudios einvestigaciones sociológicas sobre laclase obrera de la Universidad deNantes.

Michel Verret, en el libro que aquícomentamos, nos presenta, pues, laclase obrera en Francia: siete millonesde obreros desde hace un siglo, entresiete y nueve millones hoy. Lo que

1 Michel VERRET, L'espace ouvrier, Pa-rís, 1979.

comenta el autor es esta estabilidad,este peso en la estructura social deconjunto. El análisis está esencialmen-te fundamentado en la estadística,pero no ignora los problemas queplantea ese recurso. Y eso constituyeprecisamente la originalidad de susplanteamientos: se trata de reconci-liarse con la realidad de las cifras, rea-lidad sorprendente a veces, ya queéstas hablan por sí mismas cuando selas relaciona las unas con las otras,cuando se las somete a la criba delanálisis. Lo que más importa, pues,en este cuadro general de la claseobrera en el trabajo que presenta

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M. Verret, no es la fiabilidad de lascifras sino las proporciones: propor-ciones que permiten que el sociólogoy el filósofo se den la mano para res-tituirnos el movimiento de conjuntodel trabajo obrero en todas sus di-mensiones 2.

El conjunto de este fructífero tra-bajo tiene como base el vaciado siste-mático de estudios y monografías. Laconfrontación de las fuentes y la ar-ticulación inteligible de lo cuantitati-vo con lo cualitativo, la precisión delas palabras demuestran, al lado delrigor del pensamiento, la voluntaddel autor por descifrar la compleji-dad de su objeto: «Problemas de lasfronteras lógicas del pensamiento (...),de las fronteras de atribución delo real (...), de la invisibilidad de loreal (...), de la impercepción delo visible»3.

Las facetas son múltiples, contra-dictorias, y M. Verret, nos invita pre-cisamente a seguir ese movimientodialéctico del trabajo obrero, ese mis-mo trabajo obrero que ya había desig-nado como «el cuerpo a cuerpo con lamateria (...), el que, preparado por elencadenamiento de los signos y el tér-mino de ese encadenamiento, se con-fronta con las cosas» 4; y, en efecto,es en la fábrica «donde trabaja, ga-nando, según se dice —¿o bien per-diendo?— su vida, cómo el obrerose constituye como tal» 5.

Su situación en el centro del siste-ma productivo francés hace que esta

2 Michel VERRET, Le travail ouvrier,París, A. Colín, 1982.

3 Ibid., p. 12.4 Michel VERRET, "Pour une définition

sociologique de la classe ouvriére", enL'année sociologique, 1981, p. 23.

5 Le travail ouvrier, p. 8.

clase sea la más numerosa, además dela más específica. El trabajo obrerose ha ido delimitando, ya que va des-apareciendo la parte campesina de estaclase en torno a esta figura del obreroindustrial. Y si por primera vez en lahistoria se inicia para el obrero eltiempo del dinero y el tiempo delderecho, aquello que en primer lugarlo determina es lo que el capital uti-liza.

El movimiento básico es pues el dela enorme concentración del capital,con su estrategia de valorización, cuyoresultado es que la mitad de los asala-riados franceses dependen de un 0,6por 100 del total de las empresas:tres millones de obreros para aproxi-madamente mil grandes patronos; uncapital por obrero que se duplica endiez años y que igualmente duplica laproductividad del obrero en su traba-jo; sustitución del trabajo vivo por untrabajo muerto, puesto que el trabajoobrero se apoya en una inmensa ma-quinaria compleja. «Jamás el trabajoobrero vivo se ha adosado en Franciasobre tanto trabajo muerto, jamás laproductividad ha sido mayor y jamásse ha producido tanto valor»6.

Obreros más instruidos, conformecon la corriente de elevación de lacualificación general, este «arte gene-ral de la economía del cuerpo», peroformas de uso de la fuerza obrera in-vertidas: los colectivos de trabajo seconstituyen sobre el modelo de lasmáquinas, negándole al obrero de an-taño el reconocimiento de lo que erasu propiedad individual: el oficio.Obreros encuadrados por los trabaja-dores intelectuales de la producción

6 Ibid., p. 23.

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(ingenieros, investigadores, técnicos:siete cada ocho obreros), hasta con-vertirse en autómatas que, sin embar-go, requieren nuevas capacidades com-plejas. Estas nuevas formas de organi-zación del trabajo inducen nuevas di-visiones: tres millones de obreros cua-lificados, frente a cuatro o cinco mi-llones de no-cualificados, aunque lasdiferencias entre los salarios extremosde las diversas categorías no sean con-siderables. Del principio al final de lacarrera obrera, el salario sólo se du-plica. Pero, a su vez, surgen nuevasformas de salario, puesto que el tra-bajo colectivo requiere el paso a for-mas de salario más elaboradas: del sa-lario según el rendimiento se pasa alas primas colectivas.

El valor del salario obrero entre1950 y 1970 que, dice M. Verret, haido siguiendo con cierto retraso lacurva de la productividad del trabajo,se ha multiplicado por diez, mientraslos precios se multiplicaban por 3,9.Es cierto, además, que el obrero haconquistado el derecho al salario mí-nimo: igualación salarial por una par-te, pero salario mínimo para la cuartaparte desfavorecida por otra. Y si elobrero accede a nuevos consumos, lologra en particular gracias a la partecreciente del salario social que se leotorga para cubrir los gastos de man-tenimiento y reproducción de su fuer-za de trabajo, fuera del tiempo de tra-bajo: 2 por 100 en 1925, 30 por 100y más en 1950 de salario indirectosobre el conjunto del salario. Aumentode las retribuciones que se comple-menta con el nacimiento de un dere-cho reconocido por un código del tra-bajo que acaba con el delito obrero dereunión, de huelga, del sindicato-coa-

lición, ya que a ese «derecho respon-den realidades tangibles (...) en di-nero, en tiempo, en instituciones»7.

El derecho a la jubilación, a las va-caciones, limita el tiempo del trabajo.La vida de trabajo obrera que sumabadoscientas veinte mil horas en el siglopasado ha pasado a setenta y ocho milhoras. El derecho al tiempo fuera deltrabajo, así como el derecho al traba-jo, se han convertido así en objeto dela gestión social. El derecho de repre-sentación que permite la conquista yla defensa de los derechos adquiridosha logrado una importancia suficientecomo para que se institucionalice através de las negociaciones colectivasy la regulación conjunta de los con-flictos. A través de todas estas institu-ciones de concertación los sindicatoshan conseguido que se les reconozcala posibilidad de definir el derechoobrero.

«La progresión hacia la media, laintegración en el derecho común, (...)significan la salida de los márgenes. Yla normalización» 8. Esa salida de losmárgenes que se conjuga con un pe-ríodo de crecimiento, ha estabilizadoprofesional, residencial y económica-mente a la clase. Al alcanzar la media,los obreros han ganado posibilidadesde salir de su condición, ya que la mo-vilidad intrageneracional va creciendofrente a la movilidad intergeneracio-nal. Sin embargo, no hay que equivo-carse: el fenómeno de salida de suclase forma parte de ese mismo espí-ritu de la media que caracteriza a laclase, ya que el trabajo obrero siguesiendo el extremo que hay que evitar.Ahora bien: este espíritu de la media,

7 Ibid., p. 64.8 Ibid., p. 70.

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que se quiere que admitamos comotal, no se puede entender más que enuna lógica de las diferencias, ya que«si el movimiento de la media obreraparece confundirse poco a poco con lamedia social» 9, las diferencias de ga-nancias y de patrimonio desmientenesta impresión. La familia obrera si-gue siendo quien envía mayor nú-mero de sus componentes al trabajoy cuyo patrimonio es reducidísimo yexclusivamente doméstico. «Según laCéntrale des Bilans, en diez años laclase obrera francesa se ha hecho due-ña del 1 por 100 del capital industrial!100 por 100 en mil años...» 10. Y enlo que a ese derecho difícilmente con-seguido se refiere, sigue siendo a me-nudo ineficiente en la práctica: no sele respeta, no se le aplica y ademásinterioriza a toda una parte de lamano de obra, según la edad, el sexo,pero también según formas jurídicasnuevas (contratos temporales, even-tuales que se generalizan. Es más: laoposición a un derecho de grupo trans-forma al derecho obrero en un dere-cho vacío y condena el trabajo a noser más que la vía baja.

A pesar del milagro capitalista, ysus repercusiones para la clase (en di-nero, en derecho), el trabajo obrerosigue siendo el que soporta más fuer-tes imposiciones: la de la fábrica,donde las técnicas de control siguensiendo las eficazmente probadas «enlas grandes instituciones disciplinariascomo fueron ejércitos, conventos, co-legios» n . Contratación, reglamento,disciplina, ausencia de autonomía,

desplazamientos, despidos según laconveniencia del empresario, tales sonlas formas de la sujeción. «El derechodel trabajo ha limitado el imperio sa-larial del dueño sobre la vida del obre-ro, sobre el tiempo que le deja eltrabajo, pero no sobre el trabajo mis-mo y lo que ocurre durante ese tiem-po. Durante este último, la regla dela subordinación de la voluntad delasalariado a la del asalariante sigue,por así decirlo, entera. La fábrica es elimperio del capital» 12. El obrero sigueviéndose reducido a no ser más quehombre de labor, sometido a la má-quina: tiempo obrero desincronizadocon el tiempo común, tiempo satura-do, tiempo desmembrado por el tra-bajo de noche y los horarios alterna-dos. Y, paradoja máxima, la máquinaimpone nuevas penas: cansancio delesfuerzo físico, pero cansancio ner-vioso también, al que se añade el ries-go siempre presente. A fin de cuen-tas, la vida obrera se gasta rápido,

, las etapas de la exclusión son nume-rosas y veloces, como la muerte. Ade-más es insegura, puesto que es par-ticularmente vulnerable al paro y ala sobreexplotación, al ser «fuerzade trabajo inferiorizable por verseinferiorizada jurídica o económica-mente, o ambas cosas a la vez» 13; yen esa zona de la inferioridad está lamitad de la clase: los inmigrados(millón y medio; la clase obrera es lamás internacionalizada en la sociedadfrancesa), las mujeres (menos paga-das y sobre las cuales las presionesdisciplinarias se ejercen con más fuer-za), los jóvenes (con más títulos, pero

9 Ibid., p. 75.10 Ibid., p. 86.11 Ibid., p. 101.

12 Ibid., p. 98.13 Ibid., p. 113.

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más numerosos), los viejos (despre-ciados) y todos los eventuales. ¿Sig-nifica esto una tendencia que termi-nará por dividir la clase entre manode obra escolar izada, cualificada, es-tabilizada (el primer mercado del tra-bajo), y una mano de obra pocoescolarizada, sobreexplotada, sin ga-rantías estatutarias (segundo mercadodel trabajo)? No, puesto que «ni losmercados, ni los capitales, ni la clasese dividen hasta el punto de compar-timentarse (...) Hay en la clase, a lavez, mayor diversidad y mayor uni-dad de lo que aquella dualidad pa-rece indicar: mayor diversidad, yaque el explotable y el sobreexplota-ble pueden surgir en una infinidadde combinaciones; mayor unidad,porque todas estas combinacionessólo proceden, de menos a más, dela economía general de la explota-ción: el menos explotado sólo consi-gue evitar ser sobreexplotado...»14.

De esta alienación en el trabajosurge la protesta individual o colec-tiva. M. Verret hace el inventario delas formas de la oposición: desde ladelincuencia hasta la huelga, pasandopor el rechazo del trabajo asalariado(trabajo clandestino, trabajo a domi-cilio), el absentismo voluntario (1por 100 de ausencias sin justificar,0,6 por 100 de falsas enfermedades,si es que lo son -verdaderamente), lasustracción de presencia y de ener-gía (frenando la producción), la huel-ga por fin, donde la «masa que so-porta» se convierte en «masa queprotesta*.

Hecho nuevo: la crisis no excluyelas huelgas. Estas son más cortas,

pero también de mayor volumen. Seproducen, en primer lugar, en lasgrandes empresas, y son a menudolos sobreexplotados los que las ini-cian. La lucha huelguista, más fuerte,más legal, más banal, difunde sus re-sultados ampliamente y acompaña lasgrandes mutaciones políticas. Pero laejemplaridad huelguista puede costar-le también a la clase, al desmovili-zarla cuando fracasa, «ya que los efec-tos de la huelga se prolongan engeneral en efectos de organización,que le dan lo que por definición lefalta: la duración» 15. Y el autor ana-liza la influencia sindical, pero tam-bién las modalidades de afiliación.

«¿Qué es lo que el sindicato da ala clase que la huelga no le dé? Lahuelga había orientado contra el ca-pital un primer poder: la asociación.El sindicato orienta contra él un se-gundo poder: la cooperación» 16. Dosmillones, 2,3 millones de obreros es-tán sindicados en Francia. Son cifrasbajas en relación con otros países,pero el autor subraya el riesgo querepresenta el sindicalismo francés,frente al sindicalismo de cogestiónsueco o británico. Además, no se pue-de medir la influencia sindical sólopor el número de afiliados. El votoobrero masivo, en las elecciones«prud'hommales» 17, por ejemplo, ma-nifiesta la confianza de una parteimportante de la clase obrera en

14 Ibid., p. 122.

15 Ibid., p. 136.16 Ibid., p. 139.17 Le tribunal des prud'hommes está

encargada esencialmente de juzgar losconflictos profesionales. Los consejos deprud'hommes están compuestos, mitadpor representantes elegidos por los pa-tronos, y mitad por representantes delos asalariados.

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las grandes centrales obreras CGT,CFDT, FO. Por una parte, una. débilafiliación sindical —cuyas razones ha-bría que investigar en la historia deun sindicalismo elitista y selectivo—pero una mitad, cuando no las trescuartas partes de los obreros que vo-tan «sindical». Este reconocimientosindical, aunque no exento de divisio-nes ideológicas, refleja más la prác-tica de la organización que sus op-ciones teóricas, ya que el objeto queunifica es la necesidad obrera, nece-sidad de negociar, que puede exten-derse hasta el control colectivo de lasopciones en la producción

La matriz de tan fuerte oposiciónal capital puede que se encuentre enesa concentración espacial. Espacio deproducción campesina: 30 millonesde hectáreas; espacio de producciónterciaria y de intercambios: 8.000hectáreas; espacio de producción obre-ra: 1.600 hectáreas. La analogía mi-litar es aquí tentadora: de cinco asiete millones de hombres que pue-den movilizarse en 5.500 puntos deconcentración: «¿qué general no sue-ña con semejante ejército?»18. Peroesta analogía concluye en seguida, yaque este ejército no tiene armas y se«pasa el tiempo movilizándose contralos agentes siempre renovados de supropia división» 19. Franquear los obs-táculos espontáneos de la división dela clase, organizados por el capital,tal parece ser uno de los problemasprincipales con los que tienen que en-frentarse los militantes sindicales. Laconstitución del aparato sindical fran-cés, uno de los más pequeños del

mundo, con 3.000 permanentes paraunos dos millones de afiliados, tradu-ce esta realidad. Pero esto, a su vez,es una garantía más contra los peli-gros de una ruptura con la base, quetransformaría al permanente en unprivilegiado, a pesar de que el «apa-rato sindical es la Fábrica o el Estadoal revés» 20. No obstante, en el apa-rato sindical francés, lo que está re-presentado es el primer mercado deltrabajo, que, a su vez, representa elsegundo mercado en la lucha; la con-secuencia es que la reivindicación ge-neral de autonomía de la clase obrerafrente al capital puede, paradójica-mente, manifestarse por una reivindi-cación de autonomía de la basemilitante frente a los aparatos de or-ganización» 21. Democracia obrera yvigilancia frente a las divisiones sontambién formas de traducir una in-tolerancia frente al individualismo depromoción, de expresar su deseo dever llevada a la práctica la solida-ridad.

Movimiento de concentración delcapital, reestructuración del trabajo,movimiento hacia la media, movi-miento de rechazo, movimiento de laorganización, de la voluntad de auto-nomía, no se producen aisladamen-te los unos de los otros, y, a la vez,engendran nuevos fenómenos: dismi-nución numérica de la clase estos úl-timos años, derrumbamiento de lasfortalezas obreras, falta de unión dela clase por el peso de los inmigrados,de las mujeres, de los jóvenes; pero,a la inversa, madurez de la clase en

18 Página 151.19 Página 152.

íbid., p. 156.Página 158.

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otras tantas contradicciones que ha-cen que este libro sea esencial paracomprender el trabajo duro, en Fran-cia y en otros lugares, ya que precisa-mente en otros lugares surgen ahoralos procesos industrializadores. ¿Cómorepercuten todas estas evoluciones en

España, donde un tercer mercado deltrabajo, oculto éste, interroga la rea-lidad del proceso industrial, informao deforma el colectivo obrero? Es loque yo quisiera tratar de examinaren mis investigaciones personales.

PASCALE BOURMAUD

HOMOGEINIZA, DIVIDE Y MANDA: UN ENSAYO SOBRE TRABAJOSEGMENTADO, TRABAJADORES DIVIDIDOS *

DAVID GORDON, RICHARD EDWARDS y M I C H A E L R E I C H

Segmented Work, Divided Workers: the Historical Transformation of Laborin the United States

Cambridge y Nueva York, CUP, 1982

La publicación de Segmented work,divided workers, de David Gordon,Richard Edwards y Michael Reich(Gordon et al., 1982; todas las refe-rencias a páginas lo serán a las de estaobra salvo especificación en contra-rio), es un acontecimiento importan-te. Los autores se han situado a símismos a la vanguardia de la TeoríaEconómica radical americana, y estaobra puede considerarse como la cul-minación de sus estudios sobre mer-cados de trabajo segmentado y proce-so de trabajo. Al igual que en obrasanteriores (i.e. R. Edward, 1979),ésta adopta un enfoque histórico am-plio, analizando los cambios en la po-sición del trabajo en la economía ame-ricana desde la década de 1820 a la

* Este artículo ha sido publicado eninglés en Cambridge Journal of Econo-mies, 1984, 8, pp. 197-215

de 1970. Su mayor innovación estribaen el intento de relacionar tales cam-bios con la teoría del desarrollo des-igual de la economía capitalista comoun todo.

El argumento central defiende quela economía americana se ha desarro-llado en una serie de ondas largas ociclos de acumulación. Para Gordonet al., el cambio entre fases de expan-sión y de recesión se refleja en, y seexplica por, las crisis del «sistema decontrol del trabajo». Aunque no hasido explícitamente definido, este sis-tema tiene como elementos constitu-yentes la organización del proceso la-boral y la estructura de los mercadosde trabajo (p. 10). Esta relación delas pautas generales de desarrollo conla relación capital-trabajo representala específica contribución de los auto-res. Para cualquier «radical» o mar-

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xista, la relación capital-trabajo y susluchas internas son de una importan-cia primordial para el desarrollo delcapitalismo, pero es difícil encontrarestudios sobre la economía generalque hagan algo más que una referen-cia pasajera a las mismas. Tal y comoindican los autores, el libro es un in-tento de operar a un nivel de análisis«intermedio» entre «el enfoque mar-xista tradicional y abstracto del desa-rrollo del capitalismo y el análisis másreciente y concreto de la vida cotidia-na» (p. 22) que aportan los historia-dores sociales. Por lo tanto, requiereatención detallada no sólo por los te-mas analíticos y empíricos que plan-tea, sino también por el tratamientopreciso que da a los mismos. Entrare-mos en estos temas más a fondo de loque suele hacerse en artículos de rese-ña por la importancia que tienen porderecho propio: nuestra crítica deGordon et al. tiene también el propó-sito de servir como reflexiones acercade cómo deben ser enfocados los te-mas que tratan estos autores.

La estructura del libro refleja susobjetivos últimos. En el capítulo 2,los autores esbozan los conceptos bá-sicos y el método teórico que subya-cen a su análisis histórico.

Los siguientes tres capítulos se cen-tran, por razones que se indican acontinuación, en tres etapas diferen-ciadas de la transformación del traba-jo : proletarización, homogeneizacióny segmentación. Nuestro trabajo sebasará en esta estructura, con una ex-cepción: no consideraremos el períodode segmentación en profundidad, sinoúnicamente comentaremos el análisisque hacen los autores del conflicto in-dustrial en el seno del mismo. Para

esto existen dos razones fundamenta-les. Primero, los temas de segmenta-ción y dualidad de los mercados detrabajo se han discutido ya en variasobras ( R u b e r y , 1980; Wilkinson,1981; Nolan, 1983) y por lo tanto nohay necesidad de hacer aquí un aná-lisis en profunddaid de los mismos.Esto no pretende infravalorar la con-tribución de los autores. En particu-lar, al reconocer el papel de los sin-dicatos en la creación de divisionesentre los mercados primario y secun-dario de trabajo, evitan la limitaciónde tratar estas divisiones como crea-ciones deliberadas de los empresarios.Este enfoque, sin embargo, resultamenos original en Gran Bretaña, don-de existe la tradición de la demarca-ción por oficios, que en América. Porlo tanto, damos este punto por trata-do. Segundo, la estructura del plan-teamiento de los períodos de segmen-tación y homogeneización es muy si-milar, y no existe, por lo tanto,necesidad de tratarlos diferenciada-mente.

El argumento central de nuestro es-tudio no se basa, sin embargo, en losdetalles de la obra empírica de los au-tores como tal, sino en el método teó-rico subyacente. Sostenemos, en lasdos secciones siguientes, que Gordonet al. no establecen adecuadamente aun nivel conceptual su enfoque inter-medio. El resultado es el fracaso delenfoque en la idea de que las crisiscapitalistas se precipitan por las con-tradicciones que existen dentro delsistema de control del trabajo. Comoya indicamos, este sistema tiene unareferencia delimitada, y no p u e d eequipararse con la esfera de la pro-ducción en general. Otras posibles

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contradicciones asociadas al procesoproductivo, especialmente la cuestiónde la tendencia a que el trabajo vivosea desplazado por capital constante,no están incorporadas al argumento.Por lo tanto, no sólo no se da aten-ción sistemática a las contradiccionesfuera del proceso de producción, sinoque contradicciones inherentes a élson reducidas al aspecto particular delcontrol del trabajo. Este argumentose refiere, en nuestra opinión, al aná-lisis conceptual de los autores del ca-pítulo 2 y a su aplicación a los perío-dos de homogeinización y segmenta-ción. Sin embargo, el tratamiento dela proletarización es diferente en va-rios aspectos cruciales, y por lo tanto,lo consideraremos por separado en latercera sección.

Luego nos dedicaremos a los pro-blemas empíricos que derivan del mé-todo de los autores: una tendencia amoverse entre proposiciones generalesy acontecimientos concretos sin to-mar en cuenta los demás factoresque intervienen en tales acontecimien-tos; una correspondiente propensióna considerar ciertas tendencias comouniversales, y un tratamiento de lascomplejidades y contradicciones inhe-rentes al desarrollo de la relación ca-pital-trabajo. Al igual que en trabajosanteriores de los autores, el procesolaboral tiende a ser considerado comosi los capitalistas tuvieran una visiónclara y común de sus problemas decontrol y de cómo superarlos. A pe-sar de que reconocen la importanciade los sindicatos en la creación demercados de trabajo segmentado, nodesarrollan tal pensamiento como unanálisis de la relación de los sindica-

tos y trabajadores con los patronos,y por lo tanto, queda teóricamentesin desarrollar.

La teoría del desarrollo capitalista

En el capítulo 2 se esbozan los ele-mentos principales del análisis teóricodel desarrollo desigual del capitalismoy de su expresión particular dentrode los Estados Unidos. Este análisisque considera la naturaleza de las cri-sis capitalistas y sus implicaciones enla estructura y potencial revoluciona-rio de la clase trabajadora, se centra,casi exclusivamente, en la trayectoriadel desarrollo capitalista dentro de losEstados Unidos. Gordon et al. creensin embargo que su argumento teóri-co central puede ser aplicado de unaforma más general, y es en este con-texto en el que desarrollamos nuestracrítica.

El punto de partida de los autoreses que una teoría de alcance interme-dio del desarrollo capitalista es nece-saria para avanzar más allá de las pre-ocupaciones abstractas de los enfo-ques marxistas tradicionales. Sin em-bargo, lo que sí se trasluce es que talpunto de partida les lleva a abando-nar c i e r t o s conceptos y categoríasesenciales a su trabajo. No hacen nin-gún intento, por ejemplo, de elaboraruna teoría de la explotación y por lotanto no hacen más que una referen-cia pasajera a la base material de larelación capital-trabajo, a pesar de serun tema crucial para la comprensiónde las luchas sobre la ejecución deltrabajo dentro del proceso laboral (cf.p. 20). Tampoco intentan hacer dis-tinción alguna entre las categorías«precio» y «valor», con la consecuen-

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cia de que las diferentes relacionescompetitivas que forman el caráctery ritmo de la acumulación no estánsiempre claramente especificadas y or-denadas. Su intento de analizar argu-mentaciones tanto en la esfera de laproducción como en la del intercam-bio al mismo nivel de análisis —espe-cíficamente al nivel donde se utilizanlas categorías precio y ganancia—, dapie a un cierto número de dificulta-des. Los distintos procesos de valori-zación y realización, por ejemplo, nose identifican claramente y por lo tan-to no se sitúan dentro de un relatodebidamente integrado y articuladode las contradicciones del proceso deacumulación del capital.

Al contrario, los autores tienden ahacer hincapié, en distintos momen-tos de su argumentación, en relacio-nes económicas particularmente enuna esfera, al tiempo que dejan delado otras. En el caso de la proletari-zación inicial, por ejemplo, se pusofin al largo boom supuestamente porcausa de una caída general de preciosy ganancias, hecho que se asocia auna intensa competitividad de merca-do. Por otro lado, la relación capital-trabajo se trata de una forma residual,llegando a convertirse en problema,dentro del análisis, sólo cuando loshechos dentro del intercambio preci-san una transformación de las condi-ciones materiales de la producción.Pero, a pesar de que los autores sepreocupan principalmente de la com-petencia entre capital y trabajo y susimplicaciones para el ritmo de acumu-lación, su método analítico no les per-mite situarlo convenientemente entérminos de otras relaciones competi-tivas, por ejemplo, competencia inter-

capitalista. Más bien, la lógica de sumétodo, si no su análisis substantivo,es dar un status equivalente a la com-petencia entre y dentro de las dife-rentes clases.

La razón fundamental de tales difi-cultades es que, al intentar evitar lasabstracciones, Gordon et al. han ob-viado los medios para establecer unajerarquía adecuada de conceptos. Delo que no parecen ser conscientes esde que algunos conceptos son necesa-riamente más abstractos que otros enel sentido de que son más generalesy fundamentales. El concepto de capi-tal, por ejemplo, es general en estesentido porque se desarrolla al tiempoque se abstrae de la existencia de di-ferentes facciones del capital y porimplicación con las luchas que existena la vez en y entre esas diferentesfacciones. Pero el hechp* de abstraerlos procesos más complejos no debe-ría significar ignorarlos. Por el contra-rio, nosotros mantendremos que lasrelaciones complejas pueden ser»ade-cuadamente comprendidas únicamentesobre la base de los conceptos sim-ples y, sin embargo, fundamentales;esto es, sobre la base (en este ejem-plo) de capital-en-general consideradoen relación al trabajo. En otras pala-bras, los conceptos simples no debe-rían ser abandonados sino más bientransformados durante el proceso decomprensión de la complejidad delmundo. Al mantener la postura de lateoría de alcance intermedio con pre-ferencia sobre el análisis, ya sea con-creto o abstracto, los autores hanabandonado los instrumentos analíti-cos básicos indispensables para dar or-den y coherencia a su tratamiento his-

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tórico detallado del trabajo en los Es-tados Unidos.

Las consecuencias de adoptar unmétodo insensible a diferentes nivelesde análisis están bien claras. Se intro-ducen diferentes categorías en un in-tento de comprender el fenómeno máscomplejo, pero su orden jerárquicoprácticamente nunca se especifica deantemano. Al contrario, las categoríasse introducen como si tuvieran el mis-mo orden de importancia teórica. Nosorprende, por tanto, que Gordon etal. sean incapaces de mantener estemétodo a lo largo de la obra y quese vean obligados a tomar tal cualvengan o a ignorar, alternativamente,ciertas variables para poder destacarotras. Resumiendo, en último extremose ven forzados a confrontar las limi-taciones de su propio marco teóricoal especificar algún tipo de orden teó-rico; pero rara vez son capaces dehacer esto consecuentemente, y lo quees más preocupante, no llegan a ha-cerlo explícito.

E s t o s problemas aparecen clara-mente en el análisis del proceso deacumulación de capital. Los autoresreconocen, con razón, que la precon-dición social básica para la acumula-ción de capital es la existencia de unaclase de trabajadores a sueldo que son«libres» de vender su capacidad paratrabajar, fuerza de trabajo, a cambiode bienes de subsistencia. Esto es, laexpansión del capital y la reproduc-ción de la relación social capital-tra-bajo presupone la puesta en vigor le-gal de un sistema de propiedad pri-vada y la separación de los trabajado-res de los medios de producción y desubsistencia. El propio proceso deacumulación se examina en tres pa-

sos. Las mercancías necesarias para laproducción, incluyendo la fuerza detrabajo, se compran con capital-dine-ro; se ponen a trabajar en el procesode producción y se transforman en ungrupo diferente de mercancías; y fi-nalmente, son vendidas como outputa cambio de dinero (p. 23). Todo elproceso puede ser reproducido en es-cala ampliada si se genera valor adi-cional dentro de la producción, reali-zado como ganancia a través del in-tercambio, y utilizada para reconsti-tuir el proceso de producción.

Como descripción de la posibilidadf o r m a l de reproducción económicaampliada, esto resulta perfectamentecorrecto. Más importante aún, sirvepara demostrar la unidad esencial delas distintas esferas de producción eintercambio en el proceso de acumu-lación. Sin embargo, como descripcióndel proceso de acumulación de capital,esta caracterización particular resultainadecuada. La acumulación es, nece-sariamente, un proceso más complejoque la reproducción ampliada, ya queengloba los efectos de la competenciaentre, y dentro de, fracciones rivalesdel capital. Esto es, es un procesoque no puede ser examinado teórica-mente al nivel más abstracto de capi-tal-en general, ni tampoco en térmi-nos de un circuito individual (repre-sentativo) de capital. Por ejemplo, du-rante el ciclo de acumulación, las ten-siones y luchas entre los elementosparticulares del capital son comunes.El conflicto distribucional, tomemospor caso, no se constriñe únicamentea la lucha entre capital y trabajo. Estepunto se establece claramente por larelación de antagonismo que surge en-tre el capital financiero y el industrial

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durante los períodos de estancamien-to, cuando el primero intenta acumu-lar tesoros en forma de dinero (véaseHarris, 1976). Al desarrollarse el pro-ceso competitivo, otras tensiones ydiscontinuidades se precipitan debidoal proceso de concentración y de re-distribución (centralización) de capi-tal. Al reducir la acumulación al pro-ceso (abstracto) más simple de repro-ducción ampliada (como ejemplo deesta confusión véase la discusión de lapágina 25), Gordon et al. no anali-zan las diferentes contradicciones quepuntúan los circuitos de capital y quefinalmente encuentran su expresiónen forma de crisis. En lugar de ellose inclinan (como veremos a continua-ción) por enfatizar una simple y gene-ralmente singular cadena de aconteci-mientos que precipita las crisis econó-micas.

Ondas largas y etapasdel capitalismo

Los autores discuten que los ante-riores estudios sobre el desarollo ca-pitalista han sido enfocados, con de-masiada estrechez, en las condicionescambiantes de la competitividad delmercado de productos. Así, la historiadel capitalismo ha sido típicamenteanalizada en términos de fases de«competencia» y «monopolio», dondeesta última se distingue de la primerapor la existencia de empresas gigantesy la erosión de la competencia dentrode los mercados de factores y produc-tos. En términos del circuito del capi-tal este enfoque, todavía popular en-tre algunos escritores (véase, p. ej.,Cowling, 1982), pone el énfasis en laestructura de relaciones competitivas

dentro de la esfera de producción.Gordon, Edwards y Reich intentansuperar las limitaciones de este enfo-que analizando el proceso del desa-rrollo capitalista en base a las condi-ciones cambiantes dentro de la esferade producción así como de la esferade intercambio. Por lo tanto, hay unintento de desarrollar un marco con-ceptual que sea capaz de englobar unespectro más amplio de institucionessociales dentro de las que avanza elproceso de acumulación de capital. Esfundamental a este enfoque el concep-to de estructuras sociales de acumula-ción. Los autores mantienen que lahistoria del capitalismo dentro de losEstados Unidos puede ser útilmenteperiodificado en tres etapas sucesivas,cada una caracterizada por un diferen-ciado marco institucional o estructurasocial de acumulación.

Dos de las instituciones básicas deuna estructura social de acumulaciónson el mercado de trabajo y la organi-zación del trabajo, incluyendo el sis-tema de «gestión» laboral. A pesar deque otras instituciones, tales como lossistemas bancarios y monetarios, sonidentificados por los autores, éstosnunca se integran totalmente a su aná-lisis del desarrollo capitalista. En cier-ta forma esto refleja su gran preocu-pación con respecto a la evolución dediferentes sistemas de organizacióndel trabajo y de procesos de controlde la gestión y sus correspondientesefectos dentro del mercado del traba-jo. Pero también es un aspecto delproblema que surge de tratar el pro-ceso de acumulación como si fuera elproceso, más abstracto, de reproduc-ción ampliada. Mientras que es útil amenudo el analizar el proceso del tra-

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bajo (y hasta el mercado del trabajo)al tiempo que se abstrae de otros ele-mentos de la estructura s o c i a l deacumulación, está claro que el procesode acumulación de capital y sus rit-mos cíclicos no pueden ser adecuada-mente explicados únicamente en estostérminos.

Este problema se realza, además,por la falta de una consideración seriadel papel del Estado. A pesar delenorme interés que ha suscitado enestos últimos años el papel del Estadoa la hora de asegurar las condicionespara la reproducción a largo plazo dela economía, los autores le niegan unlugar en su marco conceptual. Haciael final mantienen que ellos han suge-rido que la «construcción de una es-tructura social de acumulación requie-re acciones explícitas y conscientespor parte de los principales actores dela política» (p. 38), pero no aportanun argumento bien elaborado que jus-tifique tal afirmación. Lo que seríanecesario es llamar la atención haciapreguntas tales como: ¿por qué el Es-tado interviene a veces en la economíaen formas que están en conflicto conlos deseos expresos del capital?; ¿estáel Estado, separado de la sociedad ci-vil, simplemente respondiendo al equi-librio del poder entre las clases o tie-ne una preferencia estructurada poruna u otra de las partes, y si es así,por qué?; y, ¿cuál es la explicaciónde la creciente participación del Esta-do en la regulación de la economía através de leyes anti-trust, la previsiónsocial, etc.? Al no hacer intento algunopor responder a estas preguntas, Gor-don et al. dejan una laguna en suanálisis, ya que la importancia del pa-pel del Estado en el proceso del de-

sarrollo capitalista durante los últimoscien años no puede ser puesto en du-da. Cuando llegan a su análisis empí-rico, hacen referencia en varias ocasio-nes (p. ej., p. 169) a leyes particula-res, pero no se preguntan por quéaprobaron estas leyes ni a qué intere-ses se supone servían. El Estado espor lo tanto dejado al margen del aná-lisis, y, cuando se menciona, es en elcontexto del papel que desempeña enel apoyo de una estructura social deacumulación particular; de esta formase trata el Estado como un apoyofuncional menor de la estructura y seignoran muchos problemas que hansido recientemente identificados (porejemplo, Jessop, 1977).

Resulta fundamental para su análi-sis de las etapas del capitalismo laopinión de que cada estructura socialde acumulación, mientras que inicial-mente facilita un período de rápidaacumulación de capital, finalmentegenera sus propias contradiccionesinternas y por lo tanto genera unabarrera al crecimiento y reproduccióncontinua de los circuitos de capital.El argumento se desarrolla de unamanera empírica con las referenciasal sendero del desarrollo desigual enla economía americana. Tomando elperíodo que va desde 1790 a 1970,los autores sugieren que la economíacapitalista mundial ha estado carac-terizada por cuatro, sucesivos, largosciclos de acumulación.

Tal y como indica el cuadro 1, es-tas ondas largas, que duran aproxima-damente cincuenta años, están inicial-mente caracterizadas por un períodode rápido crecimiento y tipos relativa-mente altos de ganancias (fase A), se-guidas por un período de crisis y es-

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CUADRO 1

Ondas largas y fuerzas que conforman el trabajo en los Estados Unidos

Ondaslargas

y fases

IAB

HA

B

IIIA

B

IVA

B

Fechasaproximadas

1790 s a ciurca 18201820 a mitad de los años

1840Mitad de los años 1840

a ciurca 18731873 a fines de los años

1890Fines de los años 1890

a I Guerra MundialI Guerra Mundial a II

Guerra MundialII Guerra Mundial a

principio de los años1970

Principio de los años1970 a la actualidad

Proletariza-don inicial

Exploración

Consolidación

Decadencia

Homogeini-zación

Exploración

Consolidación

Decadencia

Segmenta-ción

Exploración

Consolidación

Decadencia

tancamiento (fase B). En el caso espe-cífico de los Estados Unidos, se argu-menta que cada una de estas ondaslargas está asociada con una etapaconcreta de desarrollo institucional,esto es, con una estructura social deacumulación concreta. De esta forma,el período de acumulación rápida sefacilita por la existencia de una seriede instituciones que crean un contex-to estable y favorable dentro del cualla ganancia puede ser generada en laproducción y realizada a través del in-tercambio. Una fase de expansión rá-pida se termina cuando las posibilida-des de inversión rentable están limita-das por el entorno institucional exis-tente. Cuando ocurre lo anterior, sepone en marcha un proceso de recons-trucción institucional que engloba,como uno de sus aspectos, una trans-

formación radical de la organizacióndel trabajo, incluyendo el sistema degestión del trabajo y el correspon-diente cambio de la estructura de losmercados de trabajo.

Estos cambios en el carácter insti-tucional de los procesos de trabajo ylos mercados de trabajo asociados, seexaminan teniendo como fondo trescambios fundamentales en el carácterde la estructura social de acumulación.En el cuadro 1, bajo los títulos de«Proletarización inicial», «Homogei-nización» y «Segmentación», se iden-tifican tres etapas del desarrollo deltrabajo. En cada etapa, el carácteresencial del proceso de trabajo se for-ma por medio de procesos de «explo-ración, consolidación y decadencia»institucional. En el cuadro puede ver-se que estos distintos momentos del

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«ciclo vital» de una estructura socialde acumulación concreta coincidencon las distintas fases de la onda lar-ga. Por lo tanto, períodos de explora-ción y decadencia se asocian con lafase de crisis, mientras que el períodode consolidación institucional crea labase de una fase expansionista deacumulación. Los autores explican es-ta articulación de procesos económi-cos e institucionales en los siguientestérminos:

«Nosotros proponemos que c a d aetapa que conforma la estructura delproceso y mercado laboral tiene unavida cuya adolescencia comienza du-rante el anterior período de crisiseconómica, cuya madurez comienzacon la construcción de una nueva es-tructura social de acumulación y cuyodeclive se extiende a medida que lacrisis económica se profundiza una vezmás (p. 10).»

En otras palabras, ondas largas yestructuras sociales de acumulación seven como interdependientes y mutua-mente determinantes. Los ritmos al-ternativos de expansión y contracción,característicos del proceso de acumu-lación, se examinan, por tanto, entérminos del éxito y eventual fracasode la estructura social de acumulacióna la hora de permitir la produccióny realización de ganancias.

Una vez más, los problemas de uti-lizar distintos niveles de abstracciónse destacan en la discusión de las on-das largas y las etapas del capitalismo.El argumento resulta confuso al pre-tender los autores mantener variasposturas distintas a un mismo tiempo.Por ejemplo, en un momento dado,se sugiere que el capitalismo sea pe-riodizado sobre la base de proposicio-

nes sobre la operación de la economíamundial: ya que el capitalismo operaa escala mundial, deben analizarse suscontradicciones y estructuras socialesde acumulación, asimismo, a escalamundial. Sin embargo, en la mismapágina, los autores también instan aque el análisis se «centre en la estruc-tura de acumulación existente dentrode Estados-naciones concretos», yaque muchas instituciones se formanprimordialmente por fuerzas internas(p. 37). En la práctica, Gordon et al.intentan ambas cosas a un mismotiempo: los largos ciclos de acumula-ción se examinan a nivel de economíamundial, mientras que las tensionesy contradicciones de estructuras so-ciales de acumulación particulares seanalizan dentro del contexto históricoespecífico de un Estado-nación (losEstados Unidos). En otras palabras,mientras que el concepto de ondaslargas se crea abstrayendo de las ca-racterísticas institucionales, sociales ypolíticas particulares de los Estados-naciones, el concepto de estructurasocial de acumulación intenta incor-porar estas diferentes características yes, por lo tanto, desarrollado a un ni-vel de análisis más complejo. Sin em-bargo los autores, al sugerir que elritmo de acumulación varía con losdistintos momentos del ciclo de vidade una estructura social de acumula-ción, parecen hablar como si estosconceptos tuviesen el mismo status ensu teoría. Esto es, a pesar de que lassucesivas etapas del capitalismo den-tro de los Estados Unidos se identifi-can por características sociales e ins-titucionales específicas del país, estasetapas son, sin embargo, utilizadaspara explicar el ciclo de acumulación a

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nivel de la economía mundial. En otraspartes del argumento se enfatiza lainterdependencia y naturaleza mutua-mente determinante de las ondas lar-gas y las estructuras sociales deacumulación, pero esto únicamenteaumenta la confusión. En resumen,estos problemas, en el fondo, derivandel fracaso de los autores a la horade desarrollar un marco coherentesensible a los diferentes niveles deanálisis teórico.

Finalmente, es necesario volver bre-vemente a la teoría de la crisis que searticula en términos del colapso deuna estructura social de acumulacióny su sustitución por otra basadaen un sistema diferente de controlde trabajo. Como los autores desa-rrollan su análisis abstrayendo mu-chos aspectos del proceso de acumu-lación, no nos sorprende que su ex-plicación de la crisis tienda a sobre-enfatizar la relación entre capital ytrabajo y, en particular, la relación delcontrol en la esfera de la producción.De esta forma, otras tensiones y con-tradicciones asociadas al proceso deacumulación q u e d a n sin examinar.Desafortunadamente, sin embargo, lahabilidad de los autores para presen-tar datos que apoyen su conceptode la primacía del sistema de controlen el desarrollo de la crisis, es extre-madamente desigual. En el caso de laetapa de acumulación basada en el tra-bajo homogeneizado, por ejemplo, losautores son capaces de presentar evi-dencia de un incremento de rotacióndel trabajo y de la propensión de lostrabajadores a ir a la huelga. Dejandode lado preguntas sobre la naturalezade esta evidencia —a la que volvere-mos con más detalle a continuación—,

esto es insuficiente para justificar suargumento de que el conflicto de cla-ses dentro del proceso de trabajo fuela causa fundamental del colapso dela estructura social de acumulaciónbasada en el trabajo homogeneizado.

Para evitar cualquier mal entendi-do, quizá deberíamos hacer énfasissobre el hecho de que no discutimosque Gordon et al. estén equivocadosal centrarse en las tensiones y contra-dicciones del proceso de trabajo ca-pitalista y su papel potencial comofuente de interrupción en los circui-tos de capital. El problema con res-pecto a su análisis consiste en queuna vez llevado a su conclusión lógicaimplica que el capitalismo estaría li-bre de crisis si un sistema de controldel trabajo perdurable pudiera serconstruido y acertadamente manteni-do. Más aún, esta conclusión es con-secuencia directa de analizar el proce-so de desarrollo capitalista como sifuera un sistema de reproducción ex-pandida, esto es, abstrayendo de lastendencias dinámicas del proceso deacumulación.

Proletarizarían inicial

Estas dificultades particulares sesuperan hasta cierto punto en el tra-tamiento del período de decadenciade la fase inicial de proletarización.Se aduce aquí que, según se desarro-llaba la acumulación, hubo una inten-sificación de la competencia entre ca-pitalistas que, a su vez, llevó a unapresión hacia abajo sobre los preciosy a una disminución de los márgenesde beneficio. Los empresarios respon-dieron «intentado intrusiones cada vez

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más profundas en el proceso de traba-jo para revolucionarlo», mientras quelos trabajadores, «especialmente lostrabajadores calificados, lucharon paradefender su status y hacer avanzar susintereses» (p. 95). El resultado fueun período de intenso conflicto declase.

Los «sistemas tradicionales de ges-tión del trabajo» no se prestaron, sinembargo, a la reducción del costo ala intensificación del trabajo por ra-zón de los controles ejercitados toda-vía por los obreros de oficio y porqueel control por parte de la direccióndel trabajo de oficio era limitado ypoco fiable (p. 96). La búsqueda denuevos métodos de organización deltrabajo señaló el colapso de la estruc-tura social de acumulación y el desa-rrollo de un sistema basado en el tra-bajo homogeneizado.

En este análisis, por lo tanto, elproceso de acumulación no se ve re-ducido a un sistema de reproducciónampliada. Ello conduce a la interesan-te conclusión de que las relacionescapital-trabajo pueden ser un impedi-mento a la resolución fructífera y ar-moniosa de las contradicciones quenacen de la intensa rivalidad entre ca-pitalistas. Existe, pues, el reconoci-miento de que el movimiento de losbeneficios no es un reflejo directo depautas subyacentes de conflicto den-tro del proceso laboral: a pesar deque la plusvalía (absoluta) continúaproduciéndose, no se realiza entera-mente como ganancia debido a lascondiciones en la esfera de intercam-bio. En otras palabras, las mercancíasestán siendo intercambiadas a preciosque no reflejan adecuadamente suscostes de producción. Sin embargo,

este reconocimiento es sólo implícito.Debido a que los autores no operancon categorías de «precio» y «valor»claras, son incapaces de incorporarlascomo un todo a su análisis. Lo queparece haber ocurrido es que al mirarhacia fines del siglo xix, los autoresdifícilmente han podido negar lasquiebras bancarias y guerras de tarifasferroviarias que reflejaban la rivalidadinter-capitalista. Pero no incorporantales hechos a su análisis teórico y,en consecuencia, al tratar del siglo xx,donde la prueba de esta rivalidad esmenos dramática, la dejan de lado.

Este argumento no es sin embargosatisfactorio en su forma actual. Aun-que puede ser cierto que algunas com-pañías reaccionaran ante las condicio-nes competitivas de las décadas de1870 y de 1880 rebajando precios yconsecuentemente márgenes de benefi-cio, es dudoso que el argumento pue-da ser justificado a nivel del capitalamericano como un todo. Los autoresno explican, por ejemplo, por qué unadeflación general de precios no supu-so ventajas en forma de precios deinput más bajos para al menos algu-nas compañías, permitiendo así ciertamodificación de la tendencia hacia be-neficios más bajos. Gordon et al. apo-yan su caso enfatizando el papel dela lucha por la elevación del nivel desalarios reales: una fuerza de trabajomás militante, enfrentada con preciosde productos en baja, fue capaz deasegurarse un trozo mayor de tarta alresistirse a cortes equiproporcionalesen salarios en forma de dinero. Peroaquí los autores confunden la cues-tión de cómo fue distribuido el valorexcedente entre las clases con la (ló-gicamente prioritaria) cuestión de si

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el valor excedente fue o no produci-do. Resumiendo, el argumento se co-lapsa y se convierte en una teoría másbien tradicional de la determinaciónde beneficios basada en los movimien-tos relativos de los niveles de preciosy salarios. En cualquier caso, no estáintegrado en la estructura del restodel libro.

Cambios en el proceso de trabajo

Ahora procedemos a considerar al-gunas de las consecuencias de las di-ficultades analíticas de los autorespara su discusión empírica de cambiosen el proceso de trabajo y el carácterde la resistencia de los trabajadores.Esta discusión reproduce la tendenciaa alternar entre niveles de análisis yproponer formulaciones demasiadosimplistas. Las complejidades empíri-cas se reducen a modelos simples, ytendencias en temas específicos talescomo el nivel de actividad huelguís-tica se toman por pruebas directasde proposiciones mucho más genera-les sobre el sistema de control de tra-bajo del que dicen servir de ejemplo.

Por ejemplo, al hablar del períodode homogeneización, los autores vencomo tendencia clave la destrucciónde los sindicatos de oficio y la impo-sición de un sistema de autocracia in-dustrial. Puede haber poca duda deque tal proceso caracterizó a las in-dustrias de producción en masa, aun-que la velocidad del proceso y la me-dida en que fue previamente pla-neado por los capitalistas p u e d eexagerarse. Sin embargo, los autoresgeneralizan esto a muchas otras indus-

trias alegando que los obreros de lasindustrias del carbón y textiles, porejemplo, así como los del acero e in-geniería, «experimentaban una sustan-cial homogeneización del proceso detrabajo» (p. 157). Las pruebas de es-to son escasas. Para el carbón, los au-tores se basan en una fuente, una tesisdoctoral sin publicar, e ignoran mu-chos otros informes de la industria.Dix (1979), por ejemplo, es explícitoal afirmar que se introdujeron pocoscambios en el proceso de trabajo has-ta los años 1930. Y el conocido in-forme de Goodrich (1926), que a me-nudo se ve como una argumentaciónsobre la introducción de rutinas tipofábrica en los campos de carbón, in-sistía en que estas intrusiones en lasformas tradicionales de control del tra-bajo de los mineros sólo estaban co-menzando, distaban mucho de ser uni-versales en la industria y dejaban a losmineros una autonomía mucho mayorque la que existía en otros lugares.No se presenta ninguna evidencia delproceso de trabajo en la industria tex-til, excepto que el tamaño medio delas fábricas creció rápidamente entre1870 y 1900 (p. 158). Para esta yotras industrias, el argumento de ho-mogeneización está, en el mejor de loscasos, sin demostrar.

Ahora bien, cualquier tratamientohistórico amplio seguramente pondráénfasis en algunos desarrollos a costade otros. El problema es que Gordonet al. generalizan a partir de la posi-ble tendencia hacia la homogeneiza-ción para concluir que la tendenciaera universal y que la homogeneiza-ción representaba no sólo un elemen-to primordial en las estrategias decontrol capitalista, sino su única ca-

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racterística. El último problema esquizá el más grave: los autores hanexacerbado el énfasis de trabajos an-teriores (R. Edwards, 1979) para su-gerir que los empresarios en un mo-momento dado se enfrentaron a unproblema acuciante y adoptaron unasolución. La relación entre empresa-rios y trabajadores es compleja, y esdudoso que cualquier empresario hayaconfiado únicamente en la coerción,en el vínculo monetario o en cualquierotra cosa por sí sola. Una tenden-cia en una dirección específica debeverse en el contexto de las múltiplesmaneras en que se crea y se mantienela dominación. De otro modo, lascomplejidades de la relación capital-trabajo se tratan como si los capita-listas siempre supieran lo que quiereny adoptaran un plan explícito paraconseguirlo. El enfoque de los autoreslleva a resultados bastante extraños.De aquí que en medio de una discu-sión sobre el hecho de que alrededorde 1900 había una «variedad de po-líticas corporativas directas y cada vezmás tímidas para reforzar la homoge-neización del trabajo» (p. 136), se venforzados a admitir que «muchos em-presarios también empezaron a soca-var la unión de los trabajadores crean-do divisiones y distinciones artificia-les entre (sic) los trabajos» (p. 138).Estas dos afirmaciones no encajanen absoluto entre sí. Lo último es sinduda cierto. Hasta el gran homoge-neizador US Steel, no dependía úni-camente de la represión de sus traba-jadores: una de sus primeras medidasfue introducir una gama de medidasde asistencia social dirigidas a crearlealtad en los trabajadores mientrasaumentaba las divisiones entre los

grupos de trabajadores ( G a r r a t y ,1960).

Lazonick (1981) ha presentado unperspicaz informe de los desarrolloshabidos hasta los años veinte, cu-briendo más o menos el mismo terre-no que Gordon et al., pero dandocuenta sistemática de la variedad deestrategias de los empresarios y, comodato importante, limitando su argu-mento a los sectores de producciónen masa. Sugiere, de una forma quepodría obviamente incorporar los ar-gumentos de escritores como Bura-woy, que los empresarios se enfrenta-ban al problema de crear una fuerzade trabajo bien predispuesta: las di-recciones de las empresas intentabaneliminar «las causas subyacentes» deproblemas tales como rotación de lafuerza de trabajo y la restricción deoutput, «logrando que a los obrerosles gustara su trabajo en vez de aban-donarlo o, peor aún, socavarlo» (1981,p. 29). Aunque puede haber reservassobre la pretensión de Lazonick deque el objetivo era que los obrerosdisfrutaran de su trabajo, y no sim-plemente conseguir que lo aceptaran,acostumbrándose a sus exigencias, elnúcleo de su argumento es segura-mente correcto. Los empresarios usa-ron muchos medios para lograr laconformidad de su fuerza de trabajo,y éstos iban mucho más allá de unasimple estrategia de homogeneización.

Ahora bien, sería bastante posibleque Gordon et al. aceptaran esto su-giriendo que, habiendo creado unafuerza de trabajo homogénea, los em-presarios se enfrentaban a varias con-secuencias inaceptables, principalmen-te huelgas y rotación, y que los nue-vos instrumentos de control eran un

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medio de hacer frente a estas conse-cuencias. Sin embargo, se cierran aesta posibilidad al distinguir entre ho-mogeneización y segmentación y, así,argumentar que diversos instrumentosde control burocrático, especialmenteel mercado laboral interno, no surgióhasta los años cuarenta. Como Lazo-nick y muchos otros escritores (inclui-do Slichter, 1919, p. 435, en quienGordon et al. se apoyan para algunasde sus otras ideas) señalan, sin em-bargo, que los mercados laborales in-ternos, las políticas cautelosas de em-pleo y despido, y otros instrumentosburocráticos surgieron mucho antesde esa fecha. Y esto no es sólo cues-tión de curiosidad histórica. Lazonick(1981, pp. 33-34) sigue hablando deltrabajo anterior de Edward et al., ydel argumento de que el control bu-rocrático fue precedido de un controltécnico en el cual el flujo del trabajode producción en masa era suficientepara conseguir que el trabajador pro-dujera como el empresario exigía.Como muy bien indica, no hay prue-bas de que antes de los años treintalos trabajadores «estaban bajo la ilu-sión de que la velocidad de la cintaera fruto de una tecnología imperso-nal o que simplemente aceptaron esavelocidad como el ritmo al que teníanque trabajar». Puede ser cierto quelos trabajadores iban muy poco a lahuelga durante los años veinte, peroesto debe explicarse en función deléxito de los empresarios en evitar laresistencia organizada y no de la tec-nología en sí misma. El control delos empresarios descansaba en unagran variedad de métodos dentro delos cuales estaba incluida una tecno-logía específica.

Nada de esto niega que (algunos)empresarios solicitaban lo que Gor-don et al., siguiendo a Slichter, lla-man el sistema de empuje (drive).Prestan sorprendentemente poca aten-ción a la descripción de este sistemaa pesar de la importancia que tienepara su argumentación, y su principalexplicación al respecto (pp. 128-135)consiste en identificar sus correlatosy no en señalar sus características cen-trales. Pero Slichter (1919, p. 202)indicó como sus características espe-ciales la de ser una política para lo-grar eficacia presionando a los traba-jadores para que trabajaran duro,manteniendo esta presión al mante-ner en los trabajadores el miedo per-manente a los empresarios. Sin em-bargo, el sistema de empuje (drive)puede darse en una variedad de con-textos. Las fábricas textiles del Sur,por ejemplo, se caracterizaban por unintenso ritmo de trabajo, pero estesistema estaba integrado dentro deuna estructura más amplia de pater-nalismo (McLaurin, 1971). El enfo-que de Gordon et al. tiende a igno-rar tales complejidades. En efecto, alcriticar diversos puntos de Bravermany sus seguidores, tales como Clawson(1980), existe el peligro de que esténsustituyendo una generalización in-adecuada por otra. Hacen la afirma-ción ya bien conocida de que Braver-man exageró el impacto de la gestióncientífica en las prácticas mismas delos empresarios. Pero no desarrollanuna alternativa útil. Por lo tanto, enlugar del énfasis de Braverman en eltaylorismo y la descualificación, tene-mos el argumento de que la homoge-neización era universal y de que elsistema de empuje (drive) era el ele-

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mentó básico de las estrategias de losempresarios. Los autores no parecendarse cuenta de hasta qué punto suplanteamiento reproduce los proble-mas que muchos comentaristas hanseñalado en el trabajo de Braverman,fundamentalmente la identificación deuna tendencia y la consecuencia deque ésta era universal y principall.

En un aspecto, sin embargo, losautores sí van más allá del plantea-miento de Braverman, pues prestanatención detallada a la resistencia delos trabajadores como una de las ra-zones principales que impidieron elfuncionamiento de las estrategias decontrol de los capitalistas. En efecto,toman nota (p. 246, n. 12) de la crí-tica a su trabajo anterior, en el quese «exageraba el poder de los capita-listas para conseguir lo que deseabany también omitía la respuesta de los

1 Esto es evidente en la manera enla que tratan algunas de sus fuentes.Afirman, por ejemplo, que el estudiode Nelson y Campbell (1972) muestraque "los defensores de la 'gestión' cien-tífica perdieron la batalla ante los queabogaban por apoyarse simplemente ensistemas de mecanización e incentivossalariales porque estas técnicas mássimples aún parecían funcionar" (pági-na 146). Sin embargo, el estudio ve eltaylorismo no como una alternativa ala mecanización, sino como opuestoa la asistencia social: la empresa estu-diada tenía una larga historia de com-portamiento paternalista hacia sus tra-bajadores, y sus directivos perdieron suinterés por los experimentos tayloristascuando vieron que el nuevo sistema es-taba creando resentimiento y animandoa los trabajadores a marcharse. Gordonet al. pueden tener razón, pero este es-tudio específico no confirma su tesisdirectamente. En efecto, el poner el én-fasis en el paternalismo es consistentecon el punto de vista de que el controlopera en una forma más compleja delo que el modelo de Gordon et al. pue-de abarcar.

trabajadores a las iniciativas de los ca-pitalistas». Y pretenden remediar laparcialidad de sus formulaciones ante-riores. De ahí que en diversos mo-mentos comenten varios «índices demilitancia»: huelgas, rotación, sindi-cación, frenado, etc. Consideraremosprimero algunos de los detalles de suargumentación antes de preguntar sirealmente han corregido su anteriorparcialidad.

Modelos de conflicto

La parte más importante del argu-mento de Gordon et al., tanto sobresu propio caso como sobre la cuestióngeneral de la resistencia, concierne asu intento de relacionar el nivel deresistencia con la fase de cada esta-dio de desarrollo. Por ello sugierenque en la fase inicial de crisis y explo-ración, los trabajadores resisten lasinnovaciones de los empresarios, noconsolidándose una nueva estructurahasta que esta resistencia se vence ose integra en la nueva estructura(p. 11). Así, para el período de ho-mogeneización señalan un descontentocreciente durante las décadas de 1880y 1890, atribuyendo parte de esto a«las mismas contradicciones internasde la homogeneización» (p. 121) yargumentando contra el punto de vis-ta de que «la expansión de la activi-dad huelguística después de mediadosde la década de 1870 fue el resultadode «la militancia creciente de los tra-bajadores de oficio y sus sindicatos»(p. 123). Concluyen que había «unaprotesta crecientemente extendida yunificada entre los trabajadores de laindustria» (p. 126). La estructura deeste argumento se repite en otros va-

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rios lugares: se dieron cambios en laorganización del proceso de trabajo yesto se reflejó directamente en el ni-vel y el carácter de la resistencia delos obreros. La evidencia, sin embar-go, no justifica esta afirmación.

Gordon et al. se basan en cifras dehuelga agregadas, junto con lo queadmiten como datos fragmentados enmaterias más cualitativas. Sugieren,por ejemplo, que hay pruebas de quelas huelgas se extendieron rápidamen-te desde los trabajadores de oficio alos menos cualificados. Pero ya queesta información proviene de unos po-cos casos bien conocidos, que puedenhaberse hecho notorios precisamentepor ser raros, es insuficiente para es-tablecer su afirmación. Están en terre-no más firme con los datos de huelga,pero éstos no apoyan sus argumentos.En vista de que Gordon et al. presen-tan los datos de una forma bastanteinconexa, con datos enormemente dis-pares para dos períodos, y como hayvarias deficiencias importantes en suscifras2, presentamos en el cuadro 2

2 Los datos están presentados de unaforma un poco desordenada. Por ejem-plo, el cuadro 4.3 tiene una columnatitulada Porcentaje de trabajadores in-volucrados sin explicar lo que estoquiere decir. La interpretación más ob-via, es decir, que ofrece el número detrabajadores que participan en las huel-gas como un porcentaje del empleo to-tal, se contradice en la columna del cua-dro 4.7, Porcentaje de trabajadores re-munerados que participan en huelgas,la cual contiene otra serie numérica.Las otras dos series en este último cua-dro no tienen sentido. Intentan mostrarel porcentaje de la plantilla que parti-cipa en huelgas no económicas y conéxito. Pero se calculan multiplicandouna serie sobre la proporción de laplantilla que participa en huelgas por,respectivamente, el número de huelgasque trataron de temas no económicos

algunos de los índices principales parael período 1881-1930. Para su compa-ración hemos seguido su procedimien-to de dar datos para períodos de tresaños, basándose cada período en unaño cumbre en un ciclo empresarial;este procedimiento fue supuestamentediseñado para eliminar distorsionesdebidas a cambios en el nivel de ac-tividad económica y así mostrar cla-ramente las tendencias.

Como muestra el cuadro 2, los da-tos sobre huelgas no siguen el mode-lo de descenso en el nivel de protes-tas cuando los patronos consolidaronla homogeneización de la mano deobra desde 1890 a 1920. Hubo mu-chas huelgas entre los años 1900 y1920, y la máxima actividad vino in-mediatamente después de la primeraguerra mundial, según indican las ci-fras de frecuencia y participación3.

y que tuvieron éxito. La fuente (Grif-fin, 1939) no ofrece datos sobre la par-ticipación obrera por el resultado de lashuelgas.

3 Hemos decidido medir la frecuenciade las huelgas por el número de huel-gas dividido por una medida del empleototal. Esto no es un método perfecto.El mejor índice sería una medida delnúmero de grupos disponibles para laacción huelguística, porque no hay ra-zones para pensar que un aumento enel número de empleados resultaría uníndice para tomar en cuenta el creci-miento de la industria. Y si bien el em-pleo no puede ser la medida ideal, sípuede utilizarse para medir tendenciasen la medida en que un aumento en elempleo está correlacionado con un au-mento en el número de grupos disponi-bles para la huelga. Como medición al-ternativa de la frecuencia de huelgasdamos una serie numérica de la propor-ción estimada de fábricas afectadas porlas huelgas. Para los años 1906 a 1915,cuando la Bureau of Labor Statistics norecogió datos sobre huelgas, hemos uti-lizado estimaciones de Griffins (1939).Para la fiabilidad de estas estimaciones

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CUADRO 2

índices de huelgas, Estados Unidos, 1881-1930

1881-83 ..1886-83 ..1889-91 ..1891-93 ..1894-96 ..1898-19001902-04 ..1906-08 ..1909-11 ..1912-14 ..1917-19 ..1919-21 ..1922-24 ..1925-27 ..1928-30 ..

Frecuencia(a)

58,6113,0144,0131,0102,0116,0186,0162,0133,0139,0146,0120,047,634,423,8

Participa-ción (b)

18,540,129,024,736,830,741,019,026,338,484,785,336,812,38,7

% huelgassobre

salariosy hora

75,960,953,651,859,755,546,561,459,759,462,264,050,345,138,6

% huelgasganadas

57,345,144,940,552,157,538,630,034.138.529,024,135,733,126,8

IlllXZIllKJo lll-

vu lucracLus(c)

7.96023.11822.32819.77821.92727.14251.606

nanana

31.44833.9108.0767.8939.357

Estableci-mientos in-volucradospor huelga

5,465,754,664,385,895.685,54nanana

2,753,602,062,634,23

% de plantasmanufactu-reras invo-lucradas (d)

1,53,42,82,22,12,24,1nanana5,87,32,12,12,2

Proporciónde partici-pación de

plantas (e)

66,153,348,040,550,343,443,8nananananananana

(a) Huelgas por millón de trabajadores no agrícolas.(b) Trabajadores involucrados por cada millón de empleados no agrícolas.(c) Para 1917-30 estimado a partir de frecuencia de huelgas por establecimiento afectado: 1917-26, tomando 11 como punto

medio del grupo de establecimientos del 5+: 1927-30 tomando 20 como punto medio de establecimientos de 11+.(d) Cifras estimadas. Número de establecimientos afectados por huelgas asumiendo que el 50 por 100 de todos los estableci-

mientos que habían tenido huelgas estaban en el sector manufacturero. El número de establecimientos en el sector manufactureroes la cifra media de fábricas. Para 1881-99, el número de establecimientos de "artesanía y vecindario" ha sido restado del númerototal de establecimientos, asumiendo que la proporción de establecimientos de artesanía y vecindario, en total, bajó del 70 por 100al 60 por 100.

(e) Número de huelguistas (no de trabajadores involucrados) como porcentaje de empleados antes de la huelga).FUENTES: Las fuentes de datos están indicadas en P. EDWARDS (1981, pp. 321-329). Véase también Historical Statistics of the United

States, Colonial times to 1957, Washington USGPO, 1960, para el número de establecimientos manufactureros.

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Tampoco hay una expansión ni unifi-cación de protestas en el período has-ta 1900: no aparece la tendencia deuna mayor participación en las huel-gas en las fábricas; sin embargo, bajóla proporción de participación de lasfábricas, que mide la proporción detrabajadores en las fábricas afectadasque se pusieron en huelga. Es más di-fícil estimar con exactitud la propor-ción de fábricas afectadas por las huel-gas, pero de nuevo la tendencia, apa-rentemente, no es de crecimiento. Ge-neralmente, hay más datos de que losobreros cualificados continuaban do-minando las huelgas. Esto se ve endetalle en otra parte (P. Edwards,1981, pp. 84-123) y sólo hace faltaaclarar algunos puntos. Primero, encontra de lo que dicen Gordon et al.(p. 125), de que no hay datos sobrela ocupación de los huelguistas duran-te finales del siglo xix, hay abundan-cia de datos para los años 1881-1894.Estos demuestran, entre otras cosas,que había una numerosa presencia detrabajadores cualificados en las huel-gas, presencia que estaba casi segura-mente desproporcionada con respectoa su participación en la plantilla detrabajadores, y sugiere que las reivin-dicaciones de los trabajadores cualifi-cados eran las que dominaban lashuelgas. Además, y esto es muy im-portante para la tesis de Gordon de

y la comparabilidad de los procedimien-tos de registro de BLS entre 1881 y 1905,y 1916 a 1930, véase P. Edwards (1981,pp. 301-313). P. Edwards, 1981 (pp. 22-28) da más evidencia en cuanto al tipode actividad huelguística en términosdel volumen total de huelgas según sufrecuencia, tamaño y duración, inmedia-tamente después de la primera guerramundial

que la plantilla de trabajadores estabacada vez más homogeneizada, habíapocas huelgas en las que participarantodos los grados de trabajadores deuna sola fábrica. Segundo, el autordeduce de su argumento que las in-dustrias más homogeneizadas se carac-terizaban por sus luchas más intensas.Cuando los datos de las huelgas sedesagregan por industrias se hace ob-vio enseguida que las predicciones delautor no se cumplen. La industria demaquinaria y metales, que es muy im-portante para el conjunto del argu-mento, distaba mucho de tener las lu-chas más intensas y unificadas: entrelos años 1881-1905, los indicadoresmás importantes (frecuencia de huel-gas, participación de los trabajadores,número de fábricas afectadas por cadahuelga, proporción de todos los esta-blecimientos que sufren huelgas, y ra-tio de participación de las fábricas)estaban todos por debajo del prome-dio. Tercero, los autores indican lastendencias al descenso en las huelgasde salarios y el aumento de las huel-gas por problemas no económicos.Pero esto no apoya necesariamente laopinión de que las huelgas reflejabancada vez más las demandas de los tra-bajadores no cualificados. Las huelgaspor mejores condiciones de trabajo yel reconocimiento de los sindicatos re-flejaban la intención de defender suposición en el proceso laboral por par-te de los trabajadores cualificadosmás que las protestas de los trabaja-dores no cualificados. Esta tendenciacoincide completamente con el argu-mento de Montgomery (1979, pp. 93-98), contra el que Gordon et al. colo-can su propia interpretación de quelas luchas de los trabajadores cualifi-

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cados se hicieron cada vez más impor-tantes.

El modelo de resistencia es tambiéninsuficiente para explicar por qué unaetapa del capitalismo fue sustituidapor otra. Dado el modelo de explora-ción, consolidación y decadencia, Gor-don et al. tienen que demostrar que elperíodo de homogeneización empezó adecaer antes de la llegada de la depre-sión de los años treinta y la aparicióndel período de segmentación. Pocopueden acudir a las cifras de huelgascomo índices del surgimiento de la lu-cha de clases organizadas a la par quelas crecientes contradicciones del sis-tema, puesto que las cifras de huelgasen los años veinte estuvieron en susmínimos. Propugnan que ya se habíanhecho aparentes «dos problemas en elsistema de gestión de la mano deobra» (p. 163): «la rotación de la ma-no de obra y la aparición de gruposde trabajo informales que llevaron auna especie de restricción de produc-ción subterránea». Es bastante correc-to referirse a ambos fenómenos comoposibles índices del conflicto. Pero losautores han de demostrar no sólo queexisten medios «no organizados» deresistir al dominio del patrono al al-cance de los trabajadores bajo el ca-pitalismo, sino también que los dosfenómenos que mencionan empezabana ser reconocidos como problemasabiertamente por los capitalistas. Losdatos sobre rotación laboral provie-nen, sin embargo, de trabajos publi-cados en 1919 y 1925 que abarcanlos años hasta la primera guerra mun-dial. Los autores no ofrecen ningunaevidencia de que los patronos sufríanun creciente problema de rotación la-boral. Es más, los datos que están

dispuestos a utilizar en otros momen-tos, es decir, las series oficiales delGobierno, sugieren lo contrario: elBureau of Labor Statistics recogió da-tos a partir de 1919 sobre las tasasde despidos e incorporación en la in-dustria fabril, y éstos demuestran al-tas tasas de salidas laborales en 1919-1920, seguidas de un descenso impor-tante durante los años veinte y aúnmás durante los años treinta (US Bu-reau of the Census, 1960, p. 100).En cuanto a la restricción de produc-ción, no existen cifras. Es cierto quevarios investigadores empezaron a es-tudiar la limitación de esfuerzos a fi-nales de los años veinte y que, porsupuesto, el grupo informal de traba-jo se incorporó al activo de la socio-logía industrial con los estudios deHawthorne. Pero esto no demuestraque la limitación fuera un problemacreciente, ni siquiera que fuera unproblema para los capitalistas.

Las dificultades de los autores ra-dican en su esfuerzo por demostrarque cada etapa del capitalismo conte-nía las semillas de su propia decaden-cia y que estas semillas fueron germi-nando en el proceso de control labo-ral. Es defendible que el sistema decontrol existente durante los añosveinte fue destruido no por sus pro-pias contradicciones, sino por nuevosfenómenos en el sistema capitalista.Brody (1980, p. 78), por ejemplo, ter-mina su estudio del capitalismo delbienestar con la conclusión de que seequivocaron los historiadores al pen-sar que estaba destinado al fracasoporque la autocracia industrial nocoincidía con la democracia política:llegó a tener raíces profundas y sólose hundió con la llegada de la depre-

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sión. Brody limita su propio análisisal tratar la depresión como una in-fluencia exógena, como un «virage ex-traordinario en el ciclo económico».Una visión más adecuada procuraríaexplicarlo en función de las contradic-ciones en el proceso de acumulación,una crisis de sobreproducción, o loque sea. El defecto del análisis deGordon es que no se basa en unateoría de este proceso que permitaofrecer tal explicación. En lugar deello, el sistema de control del trabajose convierte en el único foco de crisisy los autores se ven por lo tanto for-zados a negar o ignorar estudios co-mo el de Brody que permiten un de-sarollo más sutil.

Además, la actual crisis del capita-lismo de los Estados Unidos requierecierta atención. Gordon et al. siguenla línea de varios comentaristas (porej., Herding, 1972; Green, 1980, pp.200-221) al argüir que durante la dé-cada de 1960 hubo un aumento delabsentismo y una disminución de lavoluntad por parte de los trabajado-res de aceptar la disciplina de fábrica.Pasan entonces a argumentar, siguien-do un camino muy trillado, que, a pe-sar de que el nivel global de actividadhuelguística decayó durante el final dela década de 1970 como resultado deun incremento del desempleo, existenotros índices de un incremento de la«militancia»: la proporción de huel-gas por las condiciones de trabajo; laproporción de huelgas no autorizadaspor el sindicato (wildcats); la propor-ción de huelgas salvajes (wildcats) porcondiciones de trabajo, y la propor-ción de propuestas de solución de con-flicto por medio de contrato rechaza-das por los miembros de los sindica-

tos «se han visto incrementados desdemediados de la década de 1960 (p.220). Esta afirmación es típica de mu-chos, al significar que existe informa-ción ambigua sobre los temas mencio-nados. De hecho, como es bien sabi-do, no existe información de conjuntosobre la autorización de huelgas ylos índices de huelgas «salvajes» es-tán generalmente inflados al conside-rar aquellas huelgas que tienen lugardurante el período de un conveniocolectivo y que suelen ser muy cortas.No existe información que posibiliteconstruir una medida clara de lashuelgas que tuvieron lugar por causade las condiciones de trabajo.

Una vez reunidos todos los datos,resulta claro que es necesaria una va-loración más cuidadosa que la que ha-cen Gordon et al. Como demuestra elcuadro 3, las huelgas por condicionesde trabajo y aquellas que tienen lugardurante el período de contratos handescendido, en conjunto, desde elprincipio de la década de 1970, asícomo también lo ha hecho el índicede huelgas «salvajes» (la proporcióndurante el período del contrato y tresdías o menos de negociación). Estosdescensos fueron particularmente dra-máticos en la industria de transporte,que fue uno de los centros de la su-puesta «revuelta laboral» de los añossesenta. La afirmación de que los ín-dices de militancia en el lugar de tra-bajo han ido aumentando, difícilmen-te puede ser aceptada como tal. Po-dría ser verdad que durante las déca-das de 1960 y 1970 hubiera habidoun incremento de tal militancia, perotuvo una vida muy corta y no repre-sentó una ruptura tan marcada con elperíodo anterior como se piensa a ve-

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CUADRO 3

índices de la revuelta laboral en los Estados Unidos, 1961-1980

Todas las industrias.Porcentaje de huelgas que fueron:

Industria de equiposde transporte. Porcentajede huelgas que fueron:

19611962196319641965196619671968196919701971197219731974197519761977197819791980

Durante vigenciadel contrato

Todo

32,229,835,836,134,736,533,934,234,433,133,439,834,226,734,534.526,615,415,713,3

Faltandotres díaso menos

16,313,617,616,716,017,217,217,718,217,018,724,723,518,325,325.518,19,1—8,1

Sobre tede la pie

22,421,624,323,521,721,822,620,822,722,124,732,330,510,930,531,724,716,2

—16,0

Durantevigencia Sobre temas

de la planta del contrato de la planta

41,232,052,047,544,348,134,737,143,340,927,126,326,315,719,017,710,69,4

7,9

45,438,051,044,241,039,843,742,038,935,228,926,726,920,831,424,613,811,4

12,3

Notas: Los temas de planta son: Seguridad en el trabajo, administración de laplanta y otras condiciones de trabajo. Los datos correspondientes a 1979 no esta-ban disponibles en el momento de escribir.FUENTE: Analysis of Work Stoppages (Washington, Bureau of Labor Statistics,

anual).

ees. Más aún, Gordon et al., al igualque otros comentaristas, no se pregun-tan hasta qué punto las tendenciasque pueden observarse reflejan un re-chazo conscientes por parte de los tra-bajadores del control ejercido por lospatronos. ¿Hasta qué punto refleja-ban los índices crecientes de absentis-mo (sobre los cuales, incidentalmente,los datos están lejos de ser evidentes)

un rechazo del control y no una res-puesta más frivola a situaciones par-ticulares? Los autores podrán, por su-puesto, argüir que, con independenciade las razones particulares, comenzóa suponer para los patronos costosinaceptables. A pesar de ello, el tonode su argumento implica continua-mente que se está llegando a conclu-siones más firmes sobre las acciones

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de los trabajadores: por ejemplo, apa-rentemente, el incremento de la mili-tancia refleja una mayor preocupaciónsobre aquellos aspectos de la produc-ción, tales como condiciones de traba-jo, que anteriormente se considerabandentro de la esfera de la dirección(p. 220). Tales afirmaciones implicanque ha habido un continuo aumentode la militancia en los lugares de tra-bajo, basado en el rechazo de las for-mas de control patronal existentes.Los datos son demasiado vagos parapoder apoyar tales inferencias.

Estos problemas empíricos son cla-ramente importantes por sí mismos,pero también ilustran una dificultadcon respecto al método general de losautores. Al operar al nivel «interme-dio» resulta imposible hacer justiciaa las complejidades de eventos con-cretos tales como la revuelta laboral:¿reflejaba realmente un rechazo gene-ralizado del control patronal?; ¿hastaqué punto se basaba en un programaconsciente?; ¿qué consecuencias per-durables tuvo?; etc. De aquí que lastendencias del nivel de índices de pro-testa laboral no puedan ser adecua-damente explicadas dentro del marcode Gordon et al., y, efectivamente,algunos aspectos significativos, de en-tre los cuales el más obvio es el re-surgimiento de la actividad huelguís-tica al final de la primera guerra mun-dial, no son objeto de discusión deta-llada. Al mismo tiempo, por estar es-tos índices afectados por muchas in-fluencias distintas de las tendenciasdentro de la organización del procesode trabajo, no pueden utilizarse comotests directos de las hipótesis de losautores. Si se lee el libro teniendo encuenta estas importantes cualificacio-

nes, el lector podrá empezar a formarun juicio sobre la naturaleza de sucontribución al entendimiento de losmodelos de conflicto. Pero existe elpeligro de que pasajes tales como elque ha sido objeto de nuestra discu-sión sean tomados como confirmacióndirecta de los argumentos de los auto-res y como una explicación de hechosespecíficos, particularmente por lecto-res que no estén familiarizados conlos detalles de los hechos tratados. Enel caso particular de la homogeneiza-ción la evidencia es bastante menosclara de lo que sugieren los autores.

Resistencia y control

Esto lleva a unos comentarios másgenerales sobre el tratamiento de laresistencia de los trabajadores. A pe-sar de que se presta considerable aten-ción a los índices de militancia, su in-terés queda limitado a los efectos quepodrían tener sobre un sistema con-creto de control del trabajo.

No se ha hecho, por ejemplo, nin-gún intento de considerar hasta quépunto las huelgas han reflejado retosdeliberados y conscientes al sistemade control, o, por contraste, hastaqué punto han sido guiadas por pre-ocupaciones sectoriales. Es obviamen-te importante, por derecho propio, elinterés por las características del com-portamiento de los trabajadores. Eltrabajo de Burawoy (1978, 1979), porejemplo, que no mencionan Gordonet al., es un poderoso intento de ana-lizar las complejidades de aconteci-mientos concretos dentro de una teo-ría explícitamente marxista del proce-so laboral. Burawoy demuestra cómo

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actividades tales como tomar parte enla restricción del esfuerzo no puedenser directamente consideradas comoíndices de «resistencia»: ambas englo-ban la adaptación de los trabajadoresa la estructura de dominio, y precisa-mente con concentrarse los trabajado-res en «seguir las reglas del juego»,de acuerdo con las normas planteadaspor el sistema capitalista, podrían noestar haciendo otra cosa que colaboraren su propia explotación. Por lo tan-to, para Burawoy, es incorrecto con-siderar la restricción del esfuerzo, porejemplo, como una manifestación deresistencia. Podría representar al mis-mo tiempo una vía de adaptación quefortalece el dominio capitalista. Deforma más general, muchas de lasobras británicas recientes que tratandel proceso de trabajo han tomado enconsideración las formas en que, tan-to trabajadores como patronos, con-juntamente, influyen sobre la natura-leza del proceso de trabajo, siendoformado el modelo de conflicto y aco-modación por el carácter de la orga-nización en el centro de trabajo delos trabajadores, así como por el com-portamiento de los patronos (p. ej.,P. Edwards y Scullion, 1982; Cresseyy Maclnnes, 1980). Ninguna de lassutilezas de la relación capital-trabajoconsideradas en esta literatura entrana formar parte del cuadro simplistadel control y resistencia presentadopor Gordon et al.

En este punto puede argumentarseque el concepto de resistencia de losautores resulta limitado, pero esto esde una importancia secundaria dado elobjetivo último del libro. Sin embar-go, tal argumento implica la significa-tiva admisión de que, sin tomar en

cuenta sus propias afirmaciones, losautores no han conseguido escapar delenfoque unidimensional de Braver-man: la resistencia sigue viéndose co-mo algo que aparece en una u otraforma y como algo que crea proble-mas a los capitalistas sin analizar nisu naturaleza ni su significado. Másaún, no puede considerarse la obra deBurawoy como si únicamente vinieraa llenar algunos de los pequeños de-talles del cuadro pintado por Gordon,Edwards y Reich. Este trabajo repre-senta el intento de comprensión delproceso laboral capitalista a través deuna teoría articulada de la relación ca-pital-trabajo, a fin de que actos «con-cretos» puedan ser entendidos, al serrelatados, de una forma teórica «abs-tracta». El análisis de la resistencia nopuede ser reducido a la descripción desucesos concretos, sino que requierela comprensión a través de considera-ciones teóricas de un modelo al queni siquiera hacen referencia Gordonet al. Los capitalistas, posiblemente,quieran controlar a los trabajadores,pero también confían en su colabora-ción en el proceso de producción. Lascontradicciones de una relación queimplica cooperación y conflicto a unmismo tiempo deben ser analizadas siquiere llegarse a comprender adecua-damente la posición que ocupa el tra-bajo 4.

4 Nuestro argumento tiene algunas si-militudes con críticas recientes de teo-rías del proceso laboral adelantadas porLittler y Salaman (1982): el control so-bre los procesos inmediatos de produc-ción podría no ser el fin último de loscapitalistas, y los cambios en el proce-so laboral podrían muy bien reflejar nouna estrategia consciente de control,sino decisiones tomadas en otras áreasde la organización que están dirigidas

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Notas firmes

No obstante, el proyecto base dellibro es sumamente importante. Debeser aplaudido el intento de realizarun análisis general del camino des-igual de la acumulación capitalista yde relacionarlo con tendencias especí-ficas dentro de un Estado-nación. Sinembargo, la audacia del diseño, asícomo la forma general en que se tra-tan los temas, apuntan las debilida-des clave del libro. Sólo hace levesinsinuaciones, y a veces ignora porcompleto extensas áreas de debate pri-mordiales para los fines últimos de laobra. A título de ejemplo sólo pode-mos mencionar los temas principales:la forma dudosa de periodicidad em-pleada y, con una clara relación, laausencia de discusión sobre el Estadoa pesar del creciente volumen de lite-ratura marxista sobre el papel del Es-tado como factor crucial en la repro-ducción de la relación capital-trabajo.Estos problemas, junto con las dificul-tades al tratar de encajar material em-pírico en los moldes ya existentes,surgen, como ya hemos dicho, del in-tento por parte de los autores de esta-blecer un nivel de análisis entre loabstracto y lo concreto. El resultado

hacia oportunidades de beneficios en laesfera del intercambio. A pesar de quealgunos puntos de la crítica son válidos,Littler y Salaman no basan su análisisen ninguna teoría de producción, tra-tando la producción y el intercambiocomo equivalentes y no ofreciendo al-ternativa alguna a las tipologías de con-trol gerencial que ofrecen Gordon etal. y Richard Edwards (1979), salvo unanotable complejidad empírica. Véaseun intento de hacer frente a estas di-ficultades, que también se basa en crí-ticas que hemos hecho a Gordon et al.en P. Edwards (1983).

es una aparente estructura clara desus argumentos que, sin embargo, seobstruye al ser éstos examinados de-tenidamente. La «interacción» de con-ceptos permite que material de nivelesde análisis muy diferentes se combi-ne de forma más o menos ambitraria.

Reiteramos que nada de esto pre-tende condenar los ejercicios de sínte-sis; sin embargo, la lógica de la teoríade alcance intermedio fuerza a los au-tores a intentar reunir, en un solo es-tudio, desde el desarrollo del modocapitalista de producción hasta los ti-pos de rotación del trabajo de 1929.El «alcance intermedio» se convierteen alcance total al no existir uncriterio de selección sobre qué incluiro no. Un enfoque mucho más útil se-ría el de centrarse en un problemaen particular, en vez de dar un trata-miento tan amplio que se escapa delas manos. Por ejemplo, el tratamien-to por los autores de la relación ca-pital-trabajo se vuelve problemáticopor su inserción en el tema más gene-ral de la crisis del capitalismo, queasume que tal relación es siempre lacausa inmediata de la crisis. Si se hu-biesen centrado en la relación capital-trabajo hubiera sido posible hacer unanálisis más completo de su desa-rrollo.

Todo esto nos lleva a comentariosmás generales sobre la tradición en laque se insertan los trabajos de Gor-don, Edwards y Reich. Nos hemosconcentrado en un libro específico co-mo producto más reciente de esta tra-dición, pero muchos de nuestros co-mentarios tienen un alcance más gene-ral. Además de las formas en que hasido analizado el desarrollo del capi-talismo, debe hacerse hincapié sobre

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otros dos puntos. Primero, hemos ar-güido que, a pesar de apuntar, correc-tamente, hacia la lucha de clases comoun aspecto clave de la trayectoria desociedades capitalistas, Gordon et al.fracasan a la hora de comprender lascomplejidades y contradicciones de tallucha. No han superado las dificulta-des con las que toparon en obras an-teriores, ya que mantienen una visiónsimplista del comportamiento de lospatronos, según la cual las múltiplesformas de lograr el conformismo sereducen a unas pocas reglas directasy según las cuales los patronos disfru-

tan de cantidades imposibles de cono-cimientos, astucia y previsión. Asimis-mo, tienen una visión, igualmente sindesarrollar, del carácter y consecuen-cia de la resistencia de los trabajado-res. Segundo, el análisis de las estra-tegias de los patronos americanos pidea gritos su comparación con los he-chos acaecidos en otros países. ¿Noha llegado ya el momento de que losradicales americanos tomen en cuentalos hechos ocurridos en países que noson el propio?

Peter NOLAN y P. K. EDWARDS

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