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^^FL(\CSo ; Zoo PODER FRANCISCO PIÑÓN G . DEFINICIÓN El poder, al ser universal, nos interesa a todos afinde explicar su génesis, delimitar sus alcances y efectos y es- tudiar sus manifestaciones en las instituciones sociales. El poder todo lo abarca, todo lo toca, salva o libera, es "experiencia" cotidiana y es institución universal. Es fe- nómeno cultural, que se entrelaza con todas las disci- plinas; es gobernación o administración, inherente a toda sociedad; es tecnociencia, compleja y variada, muy pro- pia de las sociedades modernas; es fuerza unipersonal, patrimonialista y sultanista, ajena todavía a los avata- res de la democracia; es instrumento técnico, como un deus ex machina, que llega de fuera, o es ídolo, como los de Bacon, que al ser interior maniata, desde dentro, el ser del hombre. El poder es, al mismo tiempo, mágico y mítico, des- nudo o revestido de "religiosidad", de aculturación, de cientificidad, de modernidad o, inclusive, de "civiliza- ción". El poder es, en este sentido, un concepto funda- mental en las ciencias sociales. En México, el fenómeno del poder ha sido parte esen- cial de la historia. En tierras mexicanas, el "espíritu" ha "hablado" desde la vieja Tenochtitlan, en 1521, en for- ma de dominación y conquista. El poder, que Maquia- velo describiera en esos años, aquí ya había empezado a cabalgar por medio de la técnica-poder, muy propia del tiempo histórico del autor de El príncipe. Y si por la conquista nos llegó el poder absolutista y patrimo- nialista de las herencias romanas y españolas, por ella también nos llegó el derecho de gentes (antecedente del derecho internacional), que la tradición salmantina ha- bía conservado en las voces y logros de los primeros evangelizadores. Cierto que tuvimos un Hernán Cortés, un Pedro de Alvarado o un Cristóbal de Olid, que repre- sentaban la espada del poder del ius dominandi y que, a veces, no era sino la recreación de un humanismo de ars et litterae, en consonancia con los tiempos del rena- cimiento italiano y español. Pero también es cierto que Pedro de Gante, Bernardino de Sahagún, Vasco de Qui- roga y Bartolomé de las Casas eran la expresión de un concepto de poder que arrancaba de las páginas de la gran tradición ética del iusnaturalismo grecolatino. Cierto que aquí tuvimos encomiendas y requerimientos, pero al mismo tiempo hay que reconocer que la Corona española puso a sus mejoresfilósofosy teólogos a dis- cutir la licitud de la conquista, y tal vez por ello hoy con- templamos nuevos vientos que critican el fenómeno del poder. Cierto que aquí nunca se concilio, ni siquie- ra en las formas, a Marco Aurelio con Epicteto y que los conceptos de "pueblo", "nación" y "patriotismo" nun- ca nos hermanaron en el terreno de la efectividad polí- tica. Sabemos que nuestro sistema político nació de los parámetros de Hobbes (auctoritas, non ventas facit le- gem) y del axioma de Stahl (autoridad y no mayoría), y que Locke, Montesquieu y Rousseau fueron mania- tados por el poder del moderno Leviathan. Por todo lo anterior, es urgente repasar en México el concepto de poder o, mejor aún, estudiar sus fenómenos y su génesis. Es necesario estar en posesión de una ra- diografía cultural del poder. Saber de sus "instituciones", de sus formas de dominación, de sus ideoloo' tizadoras es, al mismo tiempo, tener "inform- S las diversas escuelas o corrientes de pensamiV""""1 ^ e media. en este renglón, hemos padecido en la hisiori nal. Y parece que, en México, repasar su historia bien recordar la historia de las diferentes uad•- ,an *' con las que el fenómeno del poder se ha mezclad 0 "** nifestado o combatido. Creemos que la historia de México es la fus >. ma- mila cul- tural del poder en Occidente. típica forma m mr ra todo racionalidad, también estaba revestido "de* 1 "' 6 forma de dominación, es la "racionalidad' grecolati pero también su antítesis. El logos griego, qu e parecí* 1 demonios platónicos. Y el fatum y la necesidad de los 1> tinos tenía que enfrentarse con la vis (fuerza), \ ? pia para vencer a la belicosa diosa fortuna. Por lo tanto, la conceptualización del fenómenod I poder en las ciencias sociales en México empezaría oot un repaso de las formas culturales del poder en la tía dición europea. No en vano tuvimos una cuiu/uisia Revisemos, pues, los conceptos, las actitudes o Jas "experiencias" que, sobre el poder, han tenido nuestros pensadores clásicos. Ellos han configurado, a veces a nuestro pesar, nuestras visiones del poder. Las "ideas acompañan o anteceden al Leviatlian. Una mano con espada no hace, por sola, un Cortés. Pero una men- talidad renacentista, enamorada de la veritd effettuak della cosa maquiaveliana, aun con su ars el latiere, puede producir un Borgia. El fenómeno del poder, al ser universal y deteetable en la experiencia histórica, ha venido a ser un concepto clave de la ciencia política. Y, como tal, ha sido "inter- pretado" y "conceptualizado" por diferentes pensadores y encerrado en distintas escuelas, dependiendo del án- gulo o del horizonte en el que se le estudie. En los albo res de la cultura occidental, en lafiloso!íagriega, erae! fenómeno personificado por la hybris, o sea, la fuerza, enemiga de Dihe (el derecho) (Hesíodo). Para los gri gos, la pleonexía era la sed de dominio, esa que en lo futuro elfilósofoHobbes retratará como la cupiditas dominandi que se termina con la muerte. Por eso, Zeus trata de educar a los hombres en el remo del derecho y oponerlo, como lo consigna Hesíodo, a esa fuerza o poder que no era otra cosa sino meter el derecho en « puño. Por tal motivo, Platón y Aristóteles lundaránsu teoría del Estado en las virtudes políticas, basándose sobre todo en su concepto de libertad frente al poder (Platón, La república). Por lo tanto, la ciencia política griega lundaba esen- cialmente su paideia, según Aristóteles, en una lucha perenne contra la fuerza, contra un poder que comer- tía a los hombres en esclavos, cosa que les griegos ne- gaban de manera rotunda (Aristóteles, Política). B hom- bre griego, inclusive por sus raíces divinas, corn0 ., afirmaba Teodecto, estaba abocado a enfrentarse all nómeno del poder y a no llamarse SÍCIA < i (Aristóteles, ^ lítica). Por eso, la isonomía (igualdad ante la ^ - ¡ _ Pericles, la libertad en Las suplicantes ele Esquilo, la í*~ sía trágica de Eurípides o aun el sentimiento de dencia consignado por Tucídides son un canto co^ el poder despótico, o a veces un lamento por la e 540

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^ ^ F L ( \ C S o ; Zoo P O D E R FRANCISCO PIÑÓN G.

DEFINICIÓN

El poder, al ser universal , nos interesa a todos a fin de explicar su génesis, del imitar sus alcances y efectos y es­tudiar sus manifestaciones en las inst i tuciones sociales. El p o d e r todo lo abarca , todo lo toca, salva o l ibera, es "experiencia" cot idiana y es institución universal. Es fe­nómeno cultural, que se en t re laza con todas las disci­plinas; es gobernación o administración, inherente a toda sociedad; es tecnociencia, compleja y var iada, muy pro­pia de las sociedades m o d e r n a s ; es fuerza unipersonal, pat r imonia l i s ta y sul tanis ta , a jena todavía a los avata-res de la democrac ia ; es instrumento técnico, c o m o u n deus ex machina, que llega de fuera, o es ídolo, como los de Bacon, que al ser in ter ior m a n i a t a , de sde den t ro , el se r del h o m b r e .

El poder es, al m i s m o t iempo, mágico y mítico, des­n u d o o revest ido de "religiosidad", de aculturación, de cientificidad, de m o d e r n i d a d o, inclusive, de "civiliza­ción". El pode r es, en este sen t ido , un concep to funda­menta l en las ciencias sociales.

En México, el fenómeno del poder ha sido par te esen­cial de la historia. En tierras mexicanas , el "espíritu" ha "hablado" desde la vieja Tenocht i t l an , en 1521, en for­m a de dominación y conquis ta . El poder , q u e Maquia-velo descr ib iera en esos años , aquí ya había e m p e z a d o a caba lga r p o r med io de la técnica-poder, muy prop ia del t i empo histórico del a u t o r de El príncipe. Y si p o r la conquista nos llegó el p o d e r abso lu t i s ta y p a t r i m o ­nialista de las herenc ias r o m a n a s y españolas , p o r ella también nos llegó el derecho de gentes ( an teceden te del derecho internacional), que la tradición s a l m a n t i n a ha­bía conservado en las voces y logros de los p r imeros evangelizadores. Cierto que tuvimos un Hernán Cortés, un Pedro de Alvarado o un Cristóbal de Olid, que repre­sen taban la e spada del pode r del ius dominandi y que, a veces, no e ra sino la recreación de u n h u m a n i s m o de ars et litterae, en consonanc ia con los t iempos del rena­c imien to i tal iano y español . Pero también es c ier to q u e Pedro de Gante, Bernard ino de Sahagún, Vasco de Qui-roga y Bartolomé de las Casas e ran la expresión de u n concep to de poder q u e a r r a n c a b a de las páginas de la gran tradición ética del i u sna tu r a l i smo grecola t ino. Cierto que aquí tuvimos encomiendas y requer imientos , pero al m i s m o t iempo hay que reconocer que la Corona española puso a sus mejores filósofos y teólogos a dis­cutir la licitud de la conquista , y tal vez por ello hoy con­t emplamos nuevos vientos que cr i t ican el fenómeno del poder . Cierto que aquí n u n c a se concil io, ni siquie­ra en las formas, a Marco Aurelio con Epic te to y que los conceptos de "pueblo", "nación" y "patr iot ismo" nun­ca nos h e r m a n a r o n en el te r reno de la efectividad polí­tica. Sabemos que nues t ro s i s tema político nació de los parámetros de H o b b e s (auctoritas, non ventas facit le-gem) y del ax ioma de Stahl ( au to r idad y no mayoría), y que Locke, Montesqu ieu y Rousseau fueron man ia ­tados por el pode r del m o d e r n o Levia than.

Por todo lo anter ior , es u rgen te r epasa r en México el concepto de poder o, mejor aún, es tudiar sus fenómenos y su génesis. Es necesar io es ta r en posesión de u n a ra­diografía cultural del poder. Saber de sus "instituciones",

de sus formas de dominación, de sus ideoloo' t i zadoras es, al m i s m o t i empo , tener "inform-S • las d iversas escue las o cor r ien tes de pensamiV""""1 ^e

media. en este renglón, h e m o s padec ido en la hisiori nal. Y parece que, en México, repasar su historia b i e n r e c o r d a r la h is tor ia de las diferentes uad•- , an*' con las q u e el fenómeno del p o d e r se ha mezclad0"** nifes tado o c o m b a t i d o .

Creemos q u e la his tor ia de México es la fus >. ma­mila cul­tural del poder en Occidente . Sü típica forma m mr

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forma de dominación, es la "racionalidad' grecolati pero también su antítesis. El logos griego, qu e parecí*1

demonios platónicos. Y el fatum y la necesidad de los 1> tinos tenía que enfrentarse con la vis (fuerza), \ ? pia p a r a vencer a la bel icosa d iosa fortuna.

Por lo tan to , la conceptualización del fenómenod I pode r en las c iencias sociales en México empezaría oot u n r epaso de las formas cu l tu ra les del poder en la tía dición e u r o p e a . No en v a n o tuv imos una cuiu/uisia

Revisemos , pues , los concep tos , las actitudes o Jas "experiencias" que , sobre el poder , han tenido nuestros p e n s a d o r e s clásicos. Ellos h a n configurado, a veces a nues t ro pesar , nues t r a s vis iones del poder. Las "ideas a c o m p a ñ a n o an t eceden al Leviatlian. Una mano con e s p a d a n o hace , p o r sí sola , un Cortés. Pero una men­tal idad renacen t i s t a , e n a m o r a d a de la veritd effettuak della cosa maqu iave l i ana , a u n con su ars el latiere, s¡ puede p r o d u c i r un Borgia .

El fenómeno del poder , al se r universal y deteetable en la experiencia histórica, h a venido a ser un concepto clave d e la c iencia política. Y, c o m o tal, ha sido "inter­pre tado" y "conceptual izado" p o r diferentes pensadores y e n c e r r a d o en d i s t in tas escuelas, dependiendo del án­gulo o del hor izonte en el que se le estudie. En los albo res de la cu l tu ra occidental , en la filoso!ía griega, erae! fenómeno personi f icado p o r la hybris, o sea, la fuerza, e n e m i g a de Dihe (el de r echo ) (Hesíodo). Para los gri gos, la pleonexía e ra la sed de domin io , esa que en lo futuro el filósofo H o b b e s retratará como la cupiditas dominandi q u e se t e rmina con la muer te . Por eso, Zeus t rata de e d u c a r a los h o m b r e s en el remo del derecho y oponer lo , c o m o lo cons igna Hesíodo, a esa fuerza o pode r que n o e ra o t r a cosa s ino meter el derecho en « puño. Por tal mot ivo , Platón y Aristóteles lundaránsu teoría del E s t a d o en las v i r tudes políticas, basándose sobre todo en su c o n c e p t o de libertad frente al poder (Platón, La república).

Por lo t an to , la c iencia política griega lundaba esen­c ia lmente su paideia, según Aristóteles, en una lucha p e r e n n e con t r a la fuerza, con t r a un poder que comer-tía a los h o m b r e s en esclavos, cosa que les griegos ne­gaban de m a n e r a ro tunda (Aristóteles, Política). B hom­bre gr iego, inclusive p o r sus raíces divinas, c o r n 0 . , a f i rmaba Teodec to , e s t aba a b o c a d o a enfrentarse all nómeno del poder y a no l lamarse S ÍCIA < i (Aristóteles, ̂ lítica). Po r eso, la isonomía ( igualdad ante la ^ - ¡ _ Pericles, la libertad en Las suplicantes ele Esquilo, la í*~ sía trágica d e Eurípides o a u n el sent imiento de denc ia c o n s i g n a d o p o r Tucídides son un canto c o ^ el pode r despótico, o a veces un l amen to por la e

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Poder perdida. Los griegos d i se r t a ron sobre el pode r po rque , después de la batal la de Queronea , en 338 a . C , tenían ante sí el p a n o r a m a de la fuerza y el ejército. Herácli-10, Protágoras, Herodo to , al p u g n a r por la vigencia de las leves lo hacían, tal vez, p o r q u e en sus exper iencias eolíticas no veían sino el d o m i n i o y el poder . Quizá por eso también la mi rada pesimista de u n Platón que, ante el fenómeno del poder , se sentía ten tado de refugiarse "hacia la c iudad in ter ior q u e lleva den t ro de sí" (Pros ¡en auto politeían) y "dedicarse a sus propios a sun tos " (Tá autón Phrátton). Por su par te , los sofistas, al procla­mar la individual idad, lo hacían porque cons ide raban al Estado c o m o opresor . Las Euménidas y la Antígona, en los siglos v y rv a . C , eran ant iestat is tas y a t acaban el poder de lo t radicional , de la esclavitud, a b o g a n d o p o r la industria y el comerc io q u e a n u n c i a b a n ya los pre­sagios de los futuros filósofos del siglo xvm.

Por consiguiente , los griegos fo rmula ron el concep­to de poder a par t i r de su p rop ia empiricidad y (adi­cidad. "No tiene la polis peo r enemigo que el déspota", exclamaba Eurípides en Las suplicantes. Y Platón sin­tetizaba esa lucha con t ra el fenómeno del pode r des­pótico al erigir las leyes c o m o pr inc ip io y fundamen to de los Estados. Como lo escribe en Las leyes: "Un Es tado en que la ley depende del cap r i cho del sobe rano , y p o r sí misma no tiene fuerza, está, a mi juicio, muy cerca de su ruina. En cambio , donde la ley es señor sobre los se­ñores y éstos son sus senadores , allí veo florecer la dicha y prosperidad que los dioses o to rgan a los Es tados" .

La filosofía m o d e r n a , sobre todo a par t i r de Kan t , se verá influida c u a n d o se tope con el fenómeno del po­der, por el p e n s a m i e n t o grecola t ino . Cicerón y San to Tomás de Aquino, a c e n t u a n d o el e lemento jurídico, sin olvidar el peso de la ley na tura l c o m o e m a n a d a de la ra­zio y de la recta ratio, enfrentarán el s u m o poder —o sea, la maiestas o el p o d e r desmed ido , fáctico y ter renal— de los cesares, de los dominus, s eñores feudales y em­peradores a c u d i e n d o a una reformulación de la filoso­fía griega estoica: el pode r se vence con la ley, fruto de una racionalidad que tiene c o m o n o r m a a una na tu ra ­leza y a u n a ratio en la que el deber ser es un impera­tivo. Cicerón, s igu iendo a Crisipo y éste los m a n d a t o s de Júpiter, combatirá el poder despótico acudiendo a una ley "enclavada en la naturaleza", clarificada y m a n ­dada por un logos man i fes t ado en u n a na tu ra leza en la que la razón detecta lo que debe hacerse (Cicerón, De legi-bus). Santo Tomás de Aquino, en su De regimine prin­cipian, a c e n t u a n d o más el papel posit ivo del o rden po­lítico y s iguiendo a Aristóteles y a Cicerón, delimitará más el es tudio del poder , e n m a r c a d o ya en "señores" y "gobierno", pe ro d e n t r o de u n a cosmología y teología típicamente platónico-aristotélicas. El fenómeno del poder, según san to Tomás, tendría que estar sujeto y conformado al ordo mundi, o sea, al orden que dicta una naturaleza del h o m b r e que, en c u a n t o tal, expresa al mismo t iempo el pode r de Dios. El poder , a u n el te­rrenal y m u n d a n o , debe ser u n a extensión del pode r divino. De ahí el afor ismo: " todo p o d e r viene de Dios", aunque p a r a ser un pode r legítimo y auténtico debe ser, al mismo t iempo, una práctica de u n a ley que tiene como objetivo el bien común.

Pero en el Medievo sucedía, igual que en la Antigüe­dad griega, que el p o d e r a n d a b a m u y lejos de las bue­nas leyes. El poder real, el del pontifex romanus, es taba constituido por una maiestas, del papa y del emperador ,

q u e era monárquica y absolut is ta . La recta ratio es taba ausen te la mayoría d e las veces.

Será en la época del Renac imien to , sobre todo en Ita­lia, c u a n d o el fenómeno del p o d e r será mejor descr i to y tipificado. Maquiavelo, el l i terato y político florentino, será su eximio teórico. Jul io II, el ca rdena l Sforza, Cos­m e de Médicis, Lorenzo el Magnífico, Luis XII de Fran­cia, Carlos VIII, F e r n a n d o el Católico, Savonaro la , etc., serán los persona jes que desfilarán en el análisis del pode r maqu iave l i ano . S igu iendo la inspiración de Tito Livio y Polibio, Maqu iave lo dará o t ra interpretación al fenómeno del poder . Por o t ro lado, el p o d e r ya no será pura fuerza "espir i tual" o no vendrá tan sólo "de lo Alto". La diosa F o r t u n a ya n o estará s o l a m e n t e en el Ol impo , s ino estará ejerc iendo su influencia en la vir-tus del princeps en con t r a del fatum. El poder , p o r lo tanto , ya es real, fenomenológico. Se p u e d e medir , des­cribir, pesar , con tempor i za r . E s ya u n da to , u n a fuerza na tu ra l , cuant if icable. Es pa r t e esencial del se r históri­co del h o m b r e . Por lo tanto , hay que afrontar lo con los i n s t rumen tos históricos y psicológicos. La política, por cons igu ien te , pa ra Maquiave lo , será u n ar te , p o r q u e el E s t a d o m o d e r n o , q u e en sus t i empos e m p e z a b a a na­cer, ya es también u n da to na tu ra l , un pa ra l e log ramo de fuerzas; son nervios fenomenológicamente detecta-bles, que t ienen que cons ide ra r se casi c o m o u n conti­nen te apa r t e . Es te poder , descr i to p o r Maquiave lo y q u e r ep re sen taba el nace r de u n nuevo m u n d o , será al m i s m o t i empo el q u e definirá los c o n t o r n o s —y los límites— de las fu turas "definiciones" del poder . Es ta nueva acepción del p o d e r en las páginas de Maquiave­lo fue posible p o r q u e el escr i tor f lorentino ya tenía, a su vez, o t ra visión del m u n d o . Éste ya e ra el m u n d o del h o m b r e , terrenal ; es ya su casa común y, p o r lo tanto , el h o m b r e es el que debe edificarlo. Es éste el "huma­n i s m o " de Maquiave lo . Tal vez p o r eso F rancesco de Sanc t i s lo llamó "el Lu te ro de Italia".

Po r o t ra par te , H o b b e s , ese o t ro g ran teórico del po­der , en t i empos del R e n a c i m i e n t o s i s temat iza ya los da tos y las fuerzas del fenómeno del pode r que Maquia­velo b a r r u n t a b a y describía. H o b b e s está, c o m o Des­car tes y Galileo, en posesión de u n método científico. Ya t iene u n a "idea c lara y d is t in ta" del p o d e r y, c o m o Descar tes lo h ic iera con las ideas , H o b b e s clarifica y divide las parcelas del poder, temporal y espiritual, y, si­gu iendo a Galileo, lo convier te en u n quantum y erige, por consiguiente , la mecánica c o m o la ciencia básica de intetpretación. Por lo tanto , el fenómeno del poder será algo físico, u n con jun to de m e r a s fuerzas que tendrán q u e se r equ i l ib radas y con t ro l adas p o r un Leviathan. El Estado es u n a fuerza mayor: es el Leviathan que aglu­t ina todo y se erige c o m o la s u p r e m a voluntas y funda­m e n t o de la ley y la obligación. Es, pues , el posi t ivismo jurídico, pe ro que exige u n a b u e n a dosis de poder . El E s t a d o n o es s ino la creación y recreación de fuerzas de poder . Las leyes s o n y deben ser también poder: "La ley p r o p i a m e n t e es la pa lab ra de qu ien p o r de recho t iene m a n d o sobre los demás" (Hobbes , 1940: 131). Anticipándose a Weber, Hobbes declara que u n gobier­n o existe c u a n d o , con p o d e r p a r a o rdenar , dec lara vá­lidas c ier tas leyes: "Donde n o hay pode r común, la ley n o existe; d o n d e no hay ley, n o hay jus t ic ia" (Hobbes , 1940: 104). De ahí, pues , añade Hobbes , la necesidad de tener u n Es tado : "Si n o se ha inst i tuido un p o d e r o no es suficientemente grande pa ra nues t ra seguridad, cada

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Francisco Piñón G. u n o fiará tan sólo, y podrá hacer lo legalmente , sobre su p rop ia fuerza y m a ñ a " (Hobbes , 1940: 137). El p o d e r del homo homini lupus so lamente puede ser con t ro l ado y r egu lado p o r o t r a fuerza o p o d e r mayor : el E s t a d o .

H o b b e s represen ta , en las postrimerías del Renac i ­mien to , la incipiente fuerza de la tecnociencia. A la m e ­cánica galileana, H o b b e s a ñ a d i r á la física y "leerá" con ellas la na tu ra l eza del h o m b r e , a u n q u e s a b e m o s q u e su intento fue fallido po rque el h o m b r e , c o m o cons ta en la h is tor ia , ha p roced ido etiam p e r o non tantum me-chanice. Pero eso n o obs ta pa ra que, en la teoría política, su De corpore y su De homine sean los c imien tos d e u n a física social q u e será u s a d a c o m o engrana je del p o d e r en sus o r d e n a m i e n t o s políticos. Con H o b b e s , el p o ­de r deja de ser u n s imple da to na tu ra l , u n nervio o u n a fuerza, como en Maquiavelo, p a r a convert i rse en u n a fi-s ica l idad s i s t ema t i zada y e s t r u c t u r a d a metódicamente con pre tens iones de cientificidad, cuyos "mov imien tos" tendrán que ser controlados en la sociedad p o r o t ra fuer­za central , en cuyas m a n o s residía el p o d e r eclesiástico y civil: el Leviathan. Con H o b b e s nace , pues , el p o d e r sobe rano , y se u n e a éste el p o d e r de u n método cientí­fico que conc ibe al h o m b r e c o m o u n s i m p l e pa ra l e lo -g r a m o de fuerzas. El h o m b r e , p o r cons igu ien te , p u e d e se r m e d i d o y pe sado .

Con esta visión del h o m b r e , el poder , s o b r e t o d o el absolut i s ta , se e n s e ñ o r e ó de t o d o el e scena r io soc ia l . Huyó de la l ibertad y advino u n p o d e r político y econó­m i c o que ya echó a volar las ideas l ibera les de "Dejar hacer , dejar pasa r" y sus cons igu ien tes u t i l i t a r i smos y hedonismos . Po r fin, el o p t i m i s m o de las evoluciones li­bera les consiguió casa r el c o n c e p t o m a q u i a v e l i a n o de efectividad (poder efectivo) con el de utilidad, o t r o con­cepto revolucionar io y m u y actual . H o b b e s logró el m a ­t r imonio, p o r el c a m i n o de la ciencia, en t re Maquiave lo y J. S tuar t Mili. Y al p r epa ra r el c amino al "ut i l i tar ismo" de Helvet ius, éste le abrirá las p u e r t a s a los c o n c e p t o s d e "utilidad" y "propiedad" de Ben tham. Por consiguien­te, el pode r económico del m u n d o capi ta l i s ta ya podía, a su vez, p r o c l a m a r sus fueros y ejercer sus func iones s in los e s to rbos ideológicos d e los iusnaturalismos. La economía capi ta l is ta se p r e s e n t a b a c o m o u n a técnica o una ciencia en la que los ordenes ético y mora l n o tenían cabida. Eran —lo ético y lo mora l— pa labras ex t r añas , concep tos vacíos o inútiles o, c o m o d i je ran a l g u n o s posi t ivis tas lógicos, "meros juegos del lenguaje" .

Por o t ra pa r t e , a Marx le tocará d e s e n t r a ñ a r y des ­e n m a s c a r a r ese m o n s t r u o del p o d e r del m u n d o m o d e r ­no, ese Monsieur Le Capital que , c o m o fet iche automá­tico y expresión de u n m u n d o " e m b r u j a d o , d e f o r m a d o y alrevesado", es un " c o m p e n d i o s in s e n t i d o q u e alie­na y aplas ta el se r d e l ' h o m b r e " (Marx, 1971: 53 , 4 7 3 -474, 503). Su crítica a las es t ruc turas del m u n d o capi ta ­lista propiciaría, ya desde el siglo xix, la formulación y elaboración de ot ra forma de poder , la cual originó m o ­vimientos sociales e ins t i tuc iones políticas q u e en con­j u n t o c o n f o r m a r o n el p o d e r social is ta , disímbolo, dife­r e n t e y con u n v a r i a d o aterr izaje económico-político, según los t i empos históricos y países en que se desa r ro ­lló. En los social ismos reales, esta nueva forma de p o d e r llegó a desemboca r , m u c h a s veces, en u n p o d e r un i ­personal o par t id i s t a q u e se vio a jeno y e x t r a ñ o a los ideales auténticos de Marx, s o b r e todo en los socia l i s ­m o s que técnica y teóricamente n o tenían q u e ve r c o n los ideales y valores de la mejor tradición socialista eu ro -

542 pea. P e r o la h i s to r i a presenció el de r rumbe de d e r burocrático, q u e Mi lovan Gi las l lamaba " U c ^ q u e fue p e r d i e n d o cons i s t enc i a a medida que c°Sa \ y se d e s a r r o l l a b a n o t r o s p o d e r e s surgidos de dif6 tes t r ad i c iones . e ren-

Sin e m b a r g o , n o hay q u e o lv idar que las inv • c iones académicas del m a r x i s m o nos han ofrecido g a m a , r ica y va r i ada , si n o d e las teorías del podeUna d e críticas al p o d e r y d e e l abo rac iones de sociedadSí más a c o r d e s c o n el ideal h u m a n o de libertad.

Pe ro M a r x n o sospechó q u e el mons t ruo del rw* del m u n d o cap i t a l i s t a tenía d e m a s i a d a s cabezas 5 r a c i o n a l i d a d i n s t r u m e n t a l q u e en E u r o p a había dai lugar a u n a c i enc ia pos i t iva influida por la Prosnerir° también había c r e a d o u n a forma, mentís que se en ' vertía en u n p o d e r r a c i o n a l y científico, que' reducía al h o m b r e a u n quantum, despojándolo de lo mejor de su sub je t iv idad y, s o b r e t o d o , de su intuición. El hom bre , c o n v e r t i d o en u n ens tecnichus, se prestaba a la cosificación y q u e d a b a d e s n u d o , sin más armas que su p e q u e ñ a fuerza, frente a la g r a n maquinar ia del poder llámese E s t a d o , corporación o asociación. Era la sin­razón d e u n a m o d e r n i d a d q u e de jaba solo al hombre c o m o p e n s a b a Husse r l , f rente a u n a realidad cambian­te y que , p o r cons igu ien te , n o veía s ino "puros y simples hechos" , sin c a p a c i d a d p a r a c r i t i ca r u n poder fenomé­nico q u e n e c e s i t a b a a lgo rnás q u e la pu ra técnica para se r v e n c i d o (Husse r l , 1979: 243 y 245). Ésta es la téc­nica-c ienc ia q u e c r i t i c a b a Heidegger , aquella que ima­g inaba su p r o p i o m u n d o y se t o r n a b a alienación plane­taria. C i e r t a m e n t e D e s c a r t e s n o sospechó que su credo cientif icista — q u e n o admitía s ino cosas corpóreas, divis ibles y figurables, p o r q u e n o admitía otros princi­pios q u e n o fuesen los de la física (Descartes, 1647)— crearía más a d e l a n t e ese o g r o de poder que se llama espíritu científico, q u e está despo jado de intuiciones, de sub je t iv idades , d e c r eenc i a s , p o r q u e sólo se basa en la r a c i o n a l i d a d tecnológica. E s el poder moderno que cr i t icaron la escuela de Frarikfurt y en especial H. Mar-cuse. El p o d e r d e u n a so la dimensión produce, cierta­m e n t e , h o m b r e s d e u n a so la dimensión. Es el poder del n u e v o E s t a d o i n d u s t r i a l del q u e nos hablaba John K. G a l b r a i t h en su Anatomía del poder, con su organi­zación t e c n o e s t r u c t u r a l cuyos "círculos concéntricos n o dejan l u g a r a n i n g u n a e t i c idad .

E v i d e n t e m e n t e , el p o d e r d e es ta racionalidad mera­m e n t e i n s t r u m e n t a l es más terr ib le que el descrito por M a q u i a v e l o o H o b b e s . E s el p o d e r del american wayo] Ufe v i s to y p r a c t i c a d o d e u n a m a n e r a unidimensional. E s u n a Weltanschauung, c o n s i d e r a d a única y pretendi­d a m e n t e un ive r sa l , q u e se a t e r r i z a en una "batalla de destino manifiesto, q u e se cree ganada y que se cree que cons t i t uye el m o d e l o un ive r sa l (Wattengerg, 1991: Vi-Es el Pragma e s t a d u n i d e n s e , p e r o sin los aires de clasi-c idad g r e c o l a t i n o s , q u e h a e r ig ido la técnica del bien­es tar , e n su p u r a c ient i f ic idad cuántica, el summu^ bonum d e t o d o h u m a n i s m o . Es t e nuevo Moloc" e s ^ marketing d e u n a globalización q u e el pragmatismo Pierce , d e W . J a m e s o J. Dewey n o imaginaron, t s , es el p o d e r d e u n a s e g u r i d a d nac iona l que, c o m ° * ¿ e gua pax romana, p e r o s in s u s t i empos históricos, ^ u n a fides y u n a sola potestas. E s el "evangelio d e ^ queza" q u e p a c i e n t e m e n t e se elaboró con los ma ideológicos del c a lv in i smo , p e r o que , como lo Weber , se convirtió en u n p o d e r que aniquilo lo* V

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5̂ 3 f - 0S ideales mora les con los que nació. Es el p o d e r de

Estado que ya n o tiene f ronteras p o r q u e la volun-'tU! del antiguo princeps o la del p u e b l o ya no rad ica en

l'os como sujetos, s ino en las g randes decis iones cor-nñrativas de carácter económico internacional (Wallers-¿ n i 1984: 29). Es el pode r de u n E s t a d o en el que se siieíta la libertad económica de las g r andes corpora ­ciones, el que el individuo ya n o puede cumpl i r el ideal de Jefferson: la administración de cada hombre de su pro­nta granja v poner bajo cada quien lo que su propia vis-tapueda vigilar (Jefferson, 1995: 29). Después de las cons iderac iones an te r io res sobre el

fenómeno del poder y en posesión, p o r lo menos en par­te de ese "material" de la cupiditas, ya e s t amos prepa­rados para ofrecer u n a definición del p o d e r y de tec ta r sus diversas teorías. Por lo menos , ensayemos a lgunas .

HISTORIA, TEORÍA Y CRÍTICA

En primer lugar, es evidente q u e el pode r es u n o de los conceptos cent ra les en las c iencias sociales y polí­ticas. Weber le dará car ta de ciudadanía al a b a r c a r en su definición m u c h o s de sus aspectos . Pode r es, pa ra Weber, "toda posibi l idad de i m p o n e r la voluntad pro­pia —incluso en con t r a de u n a oposición, n o impor ta en qué se funde es ta posibi l idad— den t ro de u n a rela­ción social" (Weber, 1965: 28). C u a n d o es legítimo, el poder se concibe c o m o sinónimo de au to r idad y con­lleva, necesar iamente , la idea de "pr incipio de legitimi­dad", según la interpretación de Guglielmo Ferrero, que Bobbio sigue y que lleva ya, también, la idea de "dere­cho" (Stelling-Michaud, 1996: 18, 454). Fe r re ro y Bob­bio llegan a esta conclusión d e s e n t r a ñ a n d o el concep to de Mosca de fórmula política, en el que el pode r es le­gitimado por medio de la creencia o el sentimiento de un pueblo en u n t i empo d e t e r m i n a d o (Mosca, 1934: 297).

Pero poder y derecho no s iempre caminan juntos . We­ber ya nos a le r taba sobre el "poder de hecho" (Macht) y el "poder de de recho" (Herrschaft), de la m i s m a m a ­nera que Kelsen nos ac la raba la distinción en t re u n ordenamiento jurídico (que es una forma de poder) des­de el punto de vista del deber (Sollen) o desde el ángu­lo del ser (Sein). El poder, por consiguiente, depende del horizonte que se mire ; es persuasión, influencia, m a ­nipulación o, inclusive, fuerza b ru ta . Si el pode r en­cuentra obediencia en personas determinadas respecto de un contenido determinado, e s t a remos hab lando , según Weber, de dominio. Es el an t iguo concep to de dominus o señor de las t radic iones r o m a n a y española .

Por otro lado, el p o d e r lo p o d e m o s visual izar o en­cerrar en las s iguientes teorías: teoría psicológica, teo­ría del poder sus tancia l , re laciones y concep tos opera-cionales del poder .

Platón nos ofrece u n a mues t r a var iada de las tipolo­gías del poder . Bastaría leer los diálogos Gorgias y Al-tibiades, en los que el filósofo hace la contraposición entre retórica y sabiduría, entre el derecho de la justicia y el derecho de la fuerza. Su República es una síntesis de los p rob lemas del poder . Su experiencia de S i racusa y las tiranías de Pisístrato y Pe r i r and ro de Cor in to le proporcionaron, además, los rasgos esenciales del po­der fáctico. E n general , la cu l tura griega, sobre todo en su literatura, ya nos manifiesta el fenómeno del p o d e r como condición humana.

Poder Pero el filósofo Hobbes nos habla del pode r como u n o

de los impu l sos clave y fundamen ta l e s del h o m b r e . En su Leviathan es tajante: "Cons idero , así, en p r i m e r lu­ga r el a n h e l o c o n t i n u o e incansab le de poder , s i empre renovado, c o m o un i m p u l s o genera l de todos los hom­bres que sólo te rmina con la muer te" . Es u n poder psi­cológico, pe ro también m e d i d o c o m o quantum en su fisicalidad. Poder q u e también conlleva el impu l so de obedece r al p o d e r genera l , pues tal deseo contiene el anhelo de tranquilidad y, consiguientemente, de protec­ción por un poder distinto del propio. De ahí la necesidad del Leviathan. Nie tzsche , en con t r a de la "falsificación psicológica de las cosas inmediatas*", centró su concep­ción sobre el poder : "Placer y d e s a g r a d o —escr ibe— son mera secuela , m e r o fenómeno concomi t an t e ; lo q u e el h o m b r e qu ie re , lo q u e c a d a p a r t e mínima de un o rgan i smo vivo quiere , es u n plus de poder" (Nietzsche, s. f.). Adler, bajo la influencia de Nietzsche, modificó la teoría de F reud al p r o p o n e r c o m o regu lador de los pro­cesos in ter iores de la pe r sona l idad n o la l ibido s ino un complejo de inferioridad, que se c o m p e n s a con el ansia de poder .

Pero el pode r n o sólo es ans ia y anhe lo . La ciencia política n o se conformaría con ese concep to psicológico que , c o m o tal, es i m p o r t a n t e en lo que se ha l l amado polines of andiition (Schlesinger) . El da rwin i smo social, el fascismo, el dec i s ion i smo, la filosofía vital ista (de Bergson) y has ta el p r a g m a t i s m o se verán influidos por esta teoría psicológica del poder . Ev iden t emen te , mu­chos n o se q u e d a r o n sólo en ella, s ino q u e p a s a r o n di­r e c t a m e n t e al poder sustancial.

C. J. Fr iedr ich de tec ta en la filosofía d e H o b b e s un poder sustancial, es decir , u n p o d e r cons ide r ado como cosa (Friedrich, 1966: 160), u n a especie de deus ex ma­china que, v in iendo de fuera, violenta la pe r sona , que se cons ide ra y la t o m a c o m o a is lada , sin organización, sin defensa social . E n m u c h o s de sus aspectos coincide con el p o d e r del déspota o del cac ique . E n o t ros , se ha re lac ionado con el pode r que se detecta en la teoría pri­mit iva de la organización y, c i e r t amen te , en el ámbito de las re laciones in te rnac iona les , en d o n d e la nación fuerte n o es s ino po tenc ia que d i r ime sus conflictos, en último término, "con la crítica de las a r m a s " . Aquí, el p o d e r del d e r e c h o n o es s ino subter fugio ideológico y cobe r tu ra jurídica de un h u m a n i s m o abs t r ac to ya cri­t icado en la Antigüedad por el filósofo Carneades . Tam­bién ese p o d e r c o m o cosa, s eme jan t e a un quantum, es pa rec ido al p o d e r de los m e d i o s de producción que, en el s i s tema capi ta l is ta , al decir de Marx, se vuelven "una po tenc ia ex t raña" al h o m b r e , "que lo aplas ta , que lo subyuga , en vez d e se r p o r él d o m i n a d a " (Marx-Engels, 1976: 33). Es la cosificación del h o m b r e en la que "el sujeto es la cosa y el p red icado es el hombre" , en la q u e el único lazo de unión "es la neces idad natu­ral, el interés pr ivado y la conservación de la propiedad (Marx, 1954: 71).

Por lo demás, es común en el escenar io de las relacio­nes in te rnac iona les lo que Inis L. Claude ha l l amado la military culpability: ese p o d e r q u e incluye e lementos "que contr ibuyen, d i recta o indi rec tamente , a la capaci­dad para avasallar, m a t a r o destruir" (Claude, 1968: 6). En el ejercicio de la real politic, este fenómeno de poder se cobija m u c h a s veces, inclusive, en razón del Es tado o en el famoso y vveberiano formonopolio del uso legíti­mo del poder. Es evidente que ese poder , en el ámbito

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Francisco Piñón G. internacional , se encubre bajo los términos de segur idad nac iona l , interés nac iona l o defensa de la autonomía.

El teólogo H. Morgen thau h a definido la política c o m o una actuación según intereses, definidos en conceptos de poder, pe ro p o d e r q u e es sinónimo de beneficio (en el ter reno económico) o de n o r m a (en la ju r i sprudencia) y que, p o r lo tan to , los Es t ados nac iona les , lo con t r a r io de lo q u e p e n s a b a H o b b e s , n o a n s i a b a n el p o d e r d e la m i s m a m a n e r a (Morgen thau , 1948: 53), a u n q u e habría que reconocer que en H o b b e s ya se perfi laban otros fac­tores (sociales y psíquicos) q u e n o se podían e n c e r r a r sólo en los e lementos mater ia les y físicos. E n Hobbes , el deseo de p o d e r incluye, n e c e s a r i a m e n t e , los ingredien­tes de fama, estimación, c o m p e t e n c i a , p o r m e n c i o n a r a lgunos , que hacen d e su Leviathan u n a n i m a l pictóri­co de pas iones , a veces t a n t o más terr ibles en c u a n t o están pres id idas p o r el m i e d o . H o b b e s , es c ier to , está m u y lejos de r e d u c i r el fenómeno del p o d e r a la sola y d e s n u d a po tenc ia de la fuerza física. Su an ima l bíbli­co, revest ido d e pas iones , a u n con la potestas absolu­tista, llevaba a cuestas , en las t radic iones del báculo y de

* 4 la e spada , u n a comple ja m a r a ñ a cul tura l sobr der . El q u e r e r r educ i r la "fórmula del poder" a i C causa , m e r a m e n t e física, c o m o combinación de d3 ^ riables q u e serían la producción de energía y a c °S "* raíz cúbica del número de habitantes, como a f i r r n ^ Fucks , n o deja de ser u n a aseveración simplista v ? ^ mecanic i s ta . El p o d e r n o es u n s imp le dolor de cahi^ Has t a la e s p a d a del déspota está cargada de dem y los ídolos q u e B a c o n desc r ibe fo rman los vari^05 ' c i m i e n t o s de las " fo rmas" del fenómeno del poder

El pode r es n o sólo el da to d e s n u d o y natural que H de fuera. Ni s iquiera las fuerzas naturales , encerradas las vis, q u e Maquiave lo describía en los príncipes ren ° cen t i s t as , se podían a g o t a r o exp resa r en la virtus del dominus o condottiero. La d iosa F o r t u n a exigía aloo mis q u e la p u r a fuerza p a r a se r s e d u c i d a y vencida, f al vtz p o r eso, hoy, los e te rnos Trasímacos se siguen revistien d o con infinitas máscaras. El poder , c o m o en el tiempo de los p e n s a d o r e s gr iegos , s igue reviviendo a Glaucón Y, con toda la m o d e r n i d a d e n c i m a , sigue cabalgando c o m o c e n t a u r o , c o m o en los t i e m p o s de Maquiavelo

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