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ISSN 1576-2068 Dep. Legal M-10186-2000 Número 68 Octubre-Diciembre 2016 A yala A yala Cuadernos de REVISTA DE LA FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE GENEALOGÍA Y HERÁLDICA Y CIENCIAS HISTÓRICAS

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ISSN 1576-2068 Dep. Legal M-10186-2000 Número 68 Octubre-Diciembre 2016

A y a l aA y a l aC u a d e r n o s d e

REVISTA DE LA FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE GENEALOGÍA Y HERÁLDICAY CIENCIAS HISTÓRICAS

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Cuadernos de Ayala 68 - OCT/2016 [2]

Mucho tiempo antes de que las naciones civiles sereunieran y establecieran un derecho internacional;mucho antes de que pudieran tener el sueño –aún nollevado a la práctica– de disponer de una fuerza co-mún encargada de defender la sana libertad humana,la independencia de los pueblos y una pacífica equi-dad en sus relaciones mutuas, la Orden de San Juanya había congregado en una fraternidadreligiosa y sometido a una disciplina mili-tar a hombres de ocho “lenguas” consa-grados a la defensa de los valores espiri-tuales que son patrimonio común de laCristiandad: la fe, la justicia, el orden so-cial y la paz. Estas palabras de Pío XII,dirigidas el 15 de enero de 1940 a los ca-balleros de la Soberana Orden Militar deSan Juan de Jerusalén, de Rodas y deMalta, resume las características que dis-tinguen a la más antigua orden de caba-llería, el único estado soberano cuya bandera ondeóen los campos de batalla de las Cruzadas. Una Ordencuyo carisma ha sido siempre Tuitio fidei et obse-quium pauperum (defensa de la Fe y cuidado de lospobres).

¿Es posible que un Papa quiera disolver estainstitución, gloria de la Cristiandad? Desgraciadamen-te, ésta es la impresión que se saca de los últimosacontecimientos relativos a la Orden de Malta. El pa-sado 24 de diciembre, Corrispondenza Romana pre-sentó una primera reconstrucción de los hechos, si-guiéndole a los pocos días Edward Pentin en elNational Catholic Register y Roberto Mattei en Avantela Fede.

En síntesis, la situación es la siguiente: el 6 dediciembre pasado, el Gran Maestre de la Orden deMalta Frey Matthew Festing, en presencia de dos tes-tigos, uno de los cuales era el cardenal patrono Ray-mond Leo Burke, solicitó al Gran Canciller Barón Al-brecht von Boeselager, que dimitiera. Habíatrascendido que el Gran Canciller Boeselager, mien-tras ejercía como Gran Hospitalario de la Orden, ha-bía abusado de su autoridad promoviendo en algunospaíses del Tercer Mundo la distribución de decenas demiles de preservativos y anticonceptivos, algunos in-cluso abortivos. A pesar del voto de obediencia que loobliga a someterse al Gran Maestre, el Gran Cancillerse negó a dimitir. Durante el proceso de suspensiónde todos sus cargos, Boeselager pidió ayuda a la Se-cretaría de Estado vaticana, que nombró una comisiónde investigación para que recabase datos a fin de in-

formar detalladamente y en breve plazo a la Santa Se-de sobre el asunto.

El 23 de diciembre, el Gran Magisterio de laOrden declaró inaceptable la decisión de la Secretaríade Estado, recordando que la destitución de Boesela-ger es un acto de gobierno interno de la Soberana Or-den de Malta, y que por consiguiente es de su exclusi-

va competencia. En una declaraciónposterior el Gran Magisterio ha reiteradosu intención de no colaborar con la comi-sión investigadora vaticana a fin de prote-ger su soberanía contra iniciativas queafirman estar dirigidas a cuestionar o in-cluso limitar objetivamente dicha sobera-nía (y por lo tanto, independientementede sus intenciones, revela ser jurídica-mente irrelevante).

No obstante que la lectura atenta delas fuentes jurídicas aplicables -la Carta Constitucionalde 1997, las normas del Derecho Internacional, y lapropia legislación vaticana, parecen asistir a la Ordende Malta en la defensa de sus prerrogativas; y no obs-tante también que en Roma se considera por doquierque el incidente no irá a mayores, debido a la tradicio-nal dolcezza vaticana, nosotros no lo creemos así, si-no que nos tememos lo peor para la nueve veces cen-tenaria tradición sanjuanista. Y así lo hemosmanifestado en varias ocasiones, la última a media-dos de diciembre, en acto público celebrado en Romaen presencia del Gran Prior de Roma, y en carta pri-vada al Gran Comendador.

Y es que la Orden de Malta tiene hoy en sucontra varias circunstancias muy a tener en cuenta:que es una Orden rica, con un presupuesto anual demás de 500 millones de dólares -lo que siempre llamala atención, e incluso despierta la apetencia del altoclero vaticano-; y que todo cuanto representa respectode las tradiciones nobiliarias y caballerescas -elitistas-de esta Iglesia militante, es lo que más odia el actualpontífice Francisco. Y Jorge Bergoglio es un clérigo je-suita y argentino, que no posee en absoluto la dolcez-za romana, sino el bronco estilo de las barriadas bo-naerenses.

Las espadas están en alto. Si yo fuese el GranMaestre sanjuanista, procuraría alejarme cuanto antesde los muros del Vaticano, y refugiarme en Escocia.No sea que en cualquier momento, cortando su cabe-za, el Papa deje descabezada e inerme a la gloriosaMilicia del Hospital. ¡Que Dios se la depare buena!

EDITORIAL

LA ENCRUCIJADA DE LA ORDEN DE MALTA

NUESTRA PORTADAFragmento del retrato de familia por Adriaen Thomasz Key, circa 1580 (Museo Nacional del Prado)

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¿Cómo se transmitía otrora en las élites no-biliarias europeas el conocimiento útil, esto es,aquél que servía para abrirse camino en la vida ypara preservar la conciencia del linaje? ¿en quéconsistía tal conocimiento? ¿qué es lo que confor-maba esos saberes, esa cultura nobiliaria, ese morenobilium?. Son preguntas quetodo historiador y todo genea-logista ha de hacerse, si quierecomprender bien el sentido, laestructura y el funcionamientode una traditio cuya conse-cuencia más inmediata seráprecisamente -aunque no fue-se la única, por supuesto- elcultivo de la genealogía fami-liar como sistema óptimo deelevar y de preservar el propiolinaje.

Es este un asunto queno nos es bien conocido, ni so-bre el que la historiografía -tampoco la más moderna- nosproporcione apenas elemen-tos: quizá porque, siendo unsistema de transmisión prefe-rentemente oral, y porque esatransmisión se realizaba en lasprimeras etapas de la vida,apenas contemos con docu-mentos ni testimonios atinen-tes a unas realidades concretas -aunque sí con nu-merosos tratados doctrinales teóricos-.

No es un error infrecuente, cuando se abor-da el estudio de la transmisión del conocimiento, elde hacerlo a través de la mentalidad actual, que co-loca el eje de esa transmisión en las institucionesuniversitarias y docentes. Sin embargo, en otrasépocas esto no fue así: la familia, el grupo familiar -en un sentido extenso, porque incluía a los criadosy domésticos-, tuvo en ello un papel mucho más re-levante del que tiene en nuestros días. Un papelque no ha sido quizá todo lo debidamente estudiadoque debiera, y que es el objeto de estas páginasque siguen, centradas en una época de transicióncultural -la del paso del Medievo al Renacimiento,

cuando lo viejo aún no había muerto, ni lo nuevohabía terminado de nacer-; en un territorio determi-nado -el de los antiguos reinos de Castilla y León-; yen el estamento social preeminente en aquellos dí-as, esto es, el de las familias de la alta nobleza occi-dental.

Por supuesto, en aquella épo-ca fungían ya en toda Europabastantes universidades deprestigio, y en toda ciudad demediano porte existían tam-bién entidades docentes (con-ventos, sobre todo) y maestrosacreditados. Y, sí, a esos cen-tros docentes, altos y bajos,acudían los vástagos de la no-bleza para aprender. Pero ape-nas se impartía en ellos nadaque no fuese instrucción y eru-dición en sentido estricto: elmore nobilium, la cultura socialy la traditio del espíritu del lina-je se aprendía con preferenciaen otros lugares: o sea en elseno de la familia, y en el ám-bito de la corte -mejor dicho,de las cortes, puesto que ade-más de la regia, todo gran se-ñor tenía la suya, a imitaciónde la del Rey-.

Me propongo, en las líneasque siguen, ofrecer una aproximación panorámica aaquel sistema de transmisión de los saberes útiles -en cuanto a sus finalidades familiares y sociales-,en sus tres principales vías: la familia y la casa, lacorte, los libros. Todo ello centrado, por razones me-todológicas, en el ámbito de la nobleza de los reinosde Castilla y León -cuyas circunstancias, por otraparte, me parecen equiparables a las de cualquieraotra nobleza europea-.

La familia noble castellanaConsiderando que lo que nos interesa saber

atañe principalmente a la familia, parece convenien-te comenzar analizando brevemente el sistema fa-

Cuadernos de Ayala 68 - OCT/2016 [3]

DE RE NOBILIARIA

LOS SABERES DE LA NOBLEZA ESPAÑOLAY SU TRADICIÓN: FAMILIA, CORTE, LIBROS

por el Dr. D. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, Vizconde de Ayala

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Cuadernos de Ayala 68 - OCT/2016 [4]

miliar castellano del momento: porque a lo largo dela historia humana no ha existido un único modelofamiliar, sino varios y diversos.

A partir del año 1000 seprodujeron una serie de cambiosimportantes en la estructura fami-liar de Europa occidental. En pri-mer lugar, la doctrina eclesiásticaconvirtió el consentimiento libreentre los esposos en el elementoesencial del matrimonio: ello tuvograndes repercusiones sociales,porque el señor perdió así el con-trol sobre el matrimonio de sussiervos y vasallos. Por eso, comopone de manifiesto Duby(1), alre-dedor del año 1100 se agravaronlas disensiones entre los jefes delos grandes linajes y los preladosreformadores, que a través de lostextos hagiográficos declarabanque el matrimonio es el estadoque conviene al común de loshombres, y por ende el buen matrimonio no era só-lo un asunto de los propios interesados, sino de susfamilias. Otra característica de la plena Edad Mediafue el renacimiento de la autoridad del padre de fa-milia sobre sus hijos, y con ello, la generalizaciónde la sucesión patrilineal o sistema agnaticio, quese superpuso al antiguo parentesco bilineal -aun-que nunca llegó a suplantarlo por completo-. La su-cesión agnaticia se diferenciaba del antiguo siste-ma bilineal en varios aspectos: estaba organizadoalrededor de las líneas de descendencia agnaticiasde atrás hacia adelante en el tiempo; es decir, quefrente al sistema cognaticio -que, centrado en elego, hacía partir de él las líneas de ascendientesen todos los sentidos-, el sistema patrilineal estabacentrado en el primer antepasado común, del cualpartían varias líneas paralelas de descendencia,que constituían el linaje. Sus miembros podían, así,cultivar un peculiar sentido de solidaridad y exalta-ción de sus antepasados, a través de un apellidocomún (el del fundador del linaje o el de la casa so-lar), los símbolos y escudos de armas, las historiasfamiliares y la elaboración de largas genealogías.

Todo esto tendría hondas consecuencias enla sociedad nobiliaria castellana. Efectivamente, en-tre los descendientes de un antepasado común ha-bía individuos de las más diversas fortunas, todoslos cuales eran considerados como nobles, aunquesus recursos económicos fueran mínimos. Esta ba-ja nobleza, que en algunos lugares llegó a ser nu-merosísima (Asturias y la Montaña, Castilla la Vieja,

Vizcaya, Polonia), no ha recibido mucha atenciónpor parte de los historiadores, pero parece claroque sus componentes pudieron mantenerse dentro

del status de nobles (aun cuandopracticaran diversos oficios) envirtud del peso de la ley heredita-ria y de la cohesión del grupo fa-miliar, pues el rechazo de las obli-gaciones familiares se produjomucho más tarde entre los noblesque entre los plebeyos. Esta co-hesión era conscientemente refor-zada por un género de vida co-mún practicada dentro del castilloy en la guerra, y por una educa-ción también en común -como ex-plica Duby- y está testimoniada,aunque algo tardíamente, en elvocabulario feudal, que pone demanifiesto el vigor de esta menta-lidad colectiva.

El linaje pasó a ser entonces,además, una unidad de acción

política, y estaba organizado como una sólida co-munidad política, más o menos independiente delEstado: el linaje noble ejercía sus derechos sobrelos hombres -derechos económicos, derechos juris-diccionales, derechos de administración, derechosmilitares-, y se imponía en las instituciones políticasde forma más o menos oculta, monopolizando a ve-ces una gran parte de los cargos públicos. La soli-daridad del clan entraba en juego, sobre todo, enlas guerras particulares que continuamente pertur-baban la paz de las ciudades y comarcas (especial-mente en aquellas en las que no existía un poderestatal fuerte). La importancia de estos conflictosprivados en los que, tras de su jefe, se ven envuel-tos múltiples clientes, parientes y aliados de todaclase y de toda condición y fortuna, explicaría engran parte el origen de las grandes revueltas urba-nas a lo largo de la baja Edad Media.

Otro aspecto a considerar son las leyes dela herencia, que estaban estrechamente relaciona-das con la exogamia: un varón no podía casar conuna mujer a la que podría heredar, y viceversa, demodo que las Casas poderosas raramente podíanconservar sus patrimonios concertando matrimo-nios entre sus propios herederos. Así, la circulaciónde mujeres conllevaba también la circulación de ca-pital. Según el sociólogo Le Play, existía una estre-cha relación entre las estructuras familiares y la di-visibilidad o indivisibilidad de la herencia: allí dondese consolidó la costumbre de no dividir la herencia,sólo el hijo heredero podía casarse y permaneceren la tierra paterna, mientras que los otros debían

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abandonarla al hacerlo; y, por el contrario, dondeprevaleció la partición de la herencia, los hermanoscoherederos solían mantenerse juntos aún despuésde casados, con lo cual se formaba un grupo fami-liar expandido lateralmente(2).Mantener unido el patrimoniode riquezas y poder al paso delas generaciones, aunque eraimprescindible para la supervi-vencia del linaje como tal, ge-neraba continuas tensiones ydificultades. Por lo general, alas mujeres se las excluía delo principal de la herencia,compensándolas previa y par-cialmente por medio de dotesen el momento de su matrimo-nio o entrada en religión. Setendía, también, a limitar losmatrimonios de segundones y,más en el siglo XII que en elXIII, mediante su envío al sa-cerdocio o a empresas exterio-res -por ejemplo, las campa-ñas granadinas o la Cruzada-,o se concertaban casamientoscon linajes equiparables, loque permitía transferenciasmutuas de bienes sin mermareal del patrimonio; y eran fre-cuentes las prácticas endogá-micas, en especial el casa-miento con una primamaterna, por el mismo motivo,y para perpetuar el sistema dealianzas de parentesco. En general, se concentrabala herencia a favor del primogénito, llamado a sercabeza del linaje en la siguiente generación. En to-das estas operaciones matrimoniales actuaba, co-mo idea central, la de que el linaje era el verdaderoy último titular del patrimonio, que debía mantener-se unido; pero los procedimientos de su fragmenta-ción o al menos de la división del usufructo entrelos individuos que lo componían variaron mucho, yel triunfo del principio de primogenitura fue lento -nose consolidó hasta la baja Edad Media-, aunquefuera una tendencia dominante en la práctica suce-soria de los linajes. Es fácil comprender las tensio-nes internas a que estos procedimientos daban lu-gar: odios entre hermanos, revueltas de hijos contrapadres por motivos económicos, y bastardías nu-merosas -que eran la respuesta a las solterías for-zadas y a los matrimonios por razón de linaje-.

La paulatina formación y el arraigo de aque-llas reglas sucesorias que favorecían la masculini-

dad y la primogenitura, a expensas de la descen-dencia femenina(3) y de las líneas colaterales -unproceso que se desarrolló precisamente a causa dela descomposición del poder regio y de la disper-

sión de la autoridad- tuvo lugaren Castilla entre los siglos X yXII(4).

Además, desde finales del si-glo XIII se va extendiendo lainstitución del mayorazgo, con-junto de bienes detraídos delrégimen normal de herencia,inalienables, que pasan al pri-mogénito y que, a cada cambiode generación, pueden acre-cerse mediante la integracióndel tercio de mejora y de dona-ciones, pero nunca desvincu-larse y retornar al procedimien-to normal sucesorio. En laCastilla del siglo XIII, serán lasPartidas alfonsíes las que con-sagren la primacía del sistemaagnaticio, y del sistema de pri-mogenitura, al permitir los pri-meros mayorazgos y las mejo-ras de tercio y quinto de losbienes hereditarios(5); mientrasque en otros países occidenta-les, no triunfan las vinculacio-nes o fideicomisos compara-bles hasta el siglo XVI, pero latendencia es idéntica y se ma-nifestaba ya desde la plena

Edad Media.

En el reino de Castilla, el proceso de vincu-lación de bienes se consolida en torno a las merce-des enriqueñas de finales del siglo XIV, y a la pre-tensión de Enrique II de someterlas a un régimenhomogéneo y estricto de concesión feudal. A pesarde todo, el régimen de concesión feudal de las mer-cedes enriqueñas fue bastante heterogéneo, y amedio plazo resultó mucho más beneficioso paralos concesionarios, una vez que éstos consiguieroninvalidar las disposiciones del testamento de Enri-que II destinadas a introducir el principio general dereversión, como pretendieron las Cortes de 1390.Así se llegará a la constitución de los mayorazgosperpetuos, que no incluyen condiciones de rever-sión: la consecuencia fue que ya a finales de laEdad Media el patrimonio de la nobleza estaba vin-culado y en mayorazgo.

La identificación del linaje se materializabaen una serie de tradiciones, leyendas y símbolos,

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pultura los familiares, conformán-dose así verdaderos panteones ala manera clásica, cuya meraexistencia servía para reforzar elprestigio del linaje, y para reforzartambién los lazos de parentesco -se trataba, pues, de una verdade-ra memoria funeraria-.

El cursus de la formación cultu-ral nobiliaria

Familia, corte, aulas: tal erala habitual carrera de la formacióncultural y de la educación de lanobleza castellana de los siglosXV y XVII, que en sus términosgenerales nos es bien conocidaporque contamos con abundantestestimonios documentales, y por-que ha sido examinada con sol-vencia por varios autores, en par-ticular todo cuanto toca a lasaulas de las escuelas y de las uni-versidades(7).

Sin embargo, todavía es mucho lo que igno-ramos acerca de la transmisión del conocimiento yde los valores nobiliarios en el seno de las familiasy en la corte: evidentemente, porque esa transmi-sión apenas nos ha legado testimonios documenta-les escritos, ya que era principalmente oral. Y esque ciertamente los siglos XV al XVII fueron antetodo una edad oral, una sociedad que vivió inunda-da de voces que cantan, oran, maldicen, arengan,predican, amonestan, bendicen o callan, murmurany fingen, como bien señala el profesor Bouza(8). Untiempo sonoro, en el que la principal vía de transmi-sión de los saberes será, precisamente, la oralidaddel seno familiar y doméstico, la oralidad de la cor-te, y la oralidad de las calles.

La aculturación en el seno de la familiaEn aquella sociedad nobiliaria, el cursus ha-

bitual de la traditio del espíritu del linaje y del morenobilium va a comenzar cuando el niño deja de serinfans y alcanza a ser púber, a la edad de cinco asiete años -una edad que, en las condiciones de sa-lud y de sanidad de la época no era fácil de alcan-zar-. Será entonces cuando al vástago de una fami-lia noble se le extraiga del espacio femenino en elque ha transcurrido su infancia, y se le enseñe a le-er y a escribir, junto con los rudimentos de la doctri-na cristiana; estas tareas van a corresponder tantoa la madre, como -en las Casas grandes y media-nas- a un maestro o preceptor, con mucha frecuen-

pues, ante todo, los miembros deun mismo clan se considerabancomo consanguíneos (cuando nolo eran realmente, hacían un jura-mento de sangre, muy propio, porotra parte, del mundo feudal, yheredado de los germanos), ypues cada uno deseaba asegu-rarse la inmortalidad manteniendoel nombre, éste venía a ser comoel símbolo del clan, una especiede palabra totémica, dotada deciertas virtudes mágicas. Por eso,de entre esos signos externos,destacan sin duda el apellido ylos escudos de armas. La adop-ción de apellidos en la Castillamedieval es un proceso que seinicia tímidamente hacia el sigloIX, afecta a la alta nobleza ya enlos siglos XII-XIII, y se extiende ygeneraliza en la segunda mitaddel siglo XIV(6). Y en el escudo dearmas se plasmaba el profundoorgullo que los miembros del linaje sentían por susantepasados guerreros, y constituía un signo deidentidad tan fuerte como el apellido, pues indicabaorigen común y alianza, e incluso en tiempo de pazera el símbolo de unión entre ramas diferentes delmismo linaje. Dentro de la ciudad, las armas seña-laban e identificaban la casa noble, el palacio, y aveces las ordenanzas del príncipe o del municipioexigían abiertamente que se labraran en su facha-da. Además, los nobles y grandes burgueses hací-an representar sus armas en tapices y frescos, li-bros, joyas, piezas de vestir, armas e inclusoornamentos litúrgicos y navíos. Y junto al apellido ylas armas, el símbolo definitivo de la unión de losclanes familiares lo constituye la casa solar, el lugarfísico en el que nació el linaje -un castillo principal,un palacio urbano, amurallado casi siempre y rode-ado por otros palacios-, y del que con frecuencia to-mó el nombre por apellido.

Finalmente, los miembros de un linaje esta-ban unidos en una comunidad espiritual, manifesta-da por medio de unas devociones solidarias y por laasistencia a unos mismos oficios. La iglesia o capi-lla familiar era también una herencia de la épocafeudal, cuando las familias se aseguraban una o va-rias capillas o monasterios por la necesidad clara-mente sentida de agrupar a los parientes y amigosen una misma fe, al tiempo que se afirmaba el pres-tigio de la Casa noble (y no solamente por motivoseconómicos). En esa iglesia recibirán además se-

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monia pública y religiosa. También entonces co-menzaba a practicar sus primeros juegos caballe-rescos y castrenses. Y notemos, porque hay testi-monio de ello, que durante su permanencia en elespacio femenino, el futuro caballero se familiariza

ya con la traditio nobiliaria: porejemplo, oyendo de las muje-res de la casa, y aprendiendode memoria todo el repertoriodel romancero castellano y desus héroes, y las historias yglorias familiares.

Las primeras letras: los cria-dosCuando el niño va dejando

de serlo, a partir de los sieteaños, aprenderá ya las prime-ras letras de sus ayos, precep-tores y maestros: todos elloscriados mayores o medianosdel príncipe y del grande, cu-yas figuras y desempeño noconocemos aún con la preci-sión deseable. Los estudiossobre los grandes linajes y Ca-sas nobiliarias, integrados en

las actuales corrientes historiográficas solo desdehace medio siglo, se han dedicado sobre todo a surespectiva participación en los sucesos políticos decada momento histórico. Sin embargo, los historia-dores actuales somos conscientes de que los gran-des y señores que regían vastos estados y señorí-os, no eran individuos aislados, sino -son palabrasdel profesor Ladero Quesada- nudos principales deintersección de redes complejas de relaciones fami-liares, solidaridades y clientelas, en cuyo manteni-miento jugaban un papel de primer orden y sobrelos que se basaban para ejercer el poder y asegu-rar la estabilidad ... de un sistema de sociedad esta-mental(10). Como acertadamente señala la profesoraBeceiro Pita, el estudio de los círculos de servido-res es del más alto interés para comprender la posi-ción de la nobleza como élite de poder durante laPlena y Baja Edad Media -y durante la Edad Mo-derna, añado yo-, aunque ciertamente resulte muycomplejo porque engloba varios campos temáticos:las relaciones de parentesco, el sistema de dominioseñorial, el encumbramiento de caballeros y letra-dos, la participación de las clientelas en las luchaspolíticas, y la organización territorial y doméstica dela respectiva Casa, entre otros(11).

Tal sistema de clientes y criados, que eraconsustancial a las grandes Casas nobiliarias, imi-

cia un capellán de la Casa. Y cuando el pupilo al-cance la primera adolescencia frecuentará uno delos conventos de franciscanos o de dominicos desu ciudad de su residencia, donde adquirirá ya unosconocimientos más precisos de las siete artes clási-cas, divididas en los no menosclásicos trivium y cuadrivium.

Al mismo tiempo, ha-brá comenzado también suformación militar -con la ins-trucción y la asistencia a justasy torneos-, y su formación cor-tesana. A partir de esa edad,serán pocos los nobles queasistan a la universidad, aun-que el caso no será raro enmodo alguno, en el periodo re-nacentista de que tratamos.

Vayamos por partes.En primer lugar, en la vida delniño es fundamental la figurade la madre. Este elemento fe-menino no será nunca circuns-tancial ni su papel anecdótico.Porque, tras la apariencia deuna sociedad agnaticia y mas-culina -que lo era en buena parte-, subyace una re-alidad social y familiar de un poderoso matriarcado.Serán las mujeres las depositarias y las transmiso-ras del patrimonio genealógico inmaterial, es decirde la historia del linaje. Y también del more nobi-lium: recordemos cómo en la fastuosa Borgoña demediados del siglo XV, cuando el Duque Felipe elBueno -nada menos que el fundador de la AmigableCompañía del Toisón de Oro-, quiera recopilar todolo atinente al ceremonial de su brillantísima corte,recurrirá precisamente a una vieja dama de su es-posa: Aliénor de Poitiers -hija de un barón de laChampaña, y de una señora portuguesa del linajede Souza-, que en su ancianidad llegará incluso aescribir por su mano, hacia 1478, un tratado sobretan delicada materia(9). Y será también la madre ysu círculo de damas y criadas la que enseñe al niñoa hablar: asunto no menor y de insospechado al-cance, pues por ejemplo la Emperatriz Isabel hablósiempre a su hijo el futuro Felipe II, en toda su ni-ñez, precisamente en su lengua propia, el portu-gués, que el Rey Prudente tuvo siempre por su len-gua materna y de la que gustó enormemente.

Cuando el niño alcance la puericia, hacia loscuatro años de edad, será despojado de los vesti-dos infantiles -que tenían cierta semejanza con losfemeninos- y revestido del hábito corto o hábito degalán, que en Castilla se le imponía con cierta cere-

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tadoras en todo -a su propia esca-la- de la Casa Real, formaba ununiverso doméstico que, a pesarde los avances historiográficos delúltimo cuarto de siglo(12), cierta-mente no nos es todavía bien co-nocido, entre otras cosas porquelas fuentes rara vez son comple-tas, y casi siempre fragmentarias.Pero, sobre todo, porque hastaahora este asunto se ha abordadocasi siempre desde el punto devista del señor o patrón (de cuyaadministración y casa se conser-van, en su caso, los documentos),y no desde el lado del criado ocliente (de cuyos documentos fa-miliares suele haber carencia). Elgrupo de criados y clientes señoriales solía ser am-plio, sobre todo en las Casa Real y en las grandesCasas: eran hombres y grupos familiares de muydiversa condición social y económica -en el caso delos criados mayores, procedentes, principalmente,de la pequeña y media nobleza de los territorios delseñorío-, que estaban dedicados a tareas tambiénmuy diversas. Esa dedicación era de tres clasesdistintas: los oficiales de la propia administraciónseñorial (consejeros, jueces, contadores y tesore-ros, secretarios); los oficiales de gobierno territorial(corregidores, regidores, alcaides); y los criados do-mésticos, tanto mayores como menores (que serví-an en la residencia y cámara ducal, desde el ma-yordomo a los esclavos).

El criado era, sobre todo, un hombre enquien el señor tenía confianza, pues habiéndosecriado en su casa -o no-, convivía con él de conti-nuo y muchas veces le representaba en sus com-promisos políticos. Y también por esa necesidad dedepositar esa confianza señorial, se explica la apa-rición de verdaderas dinastías familiares profesio-nales, es decir de familias dedicadas durante variasgeneraciones al servicio señorial a una familia en laque verdaderamente estaban integrados. Por partedel criado, la fidelidad y la lealtad incondicional eranlas cualidades esenciales, por encima de la cualifi-cación profesional.

Y es que el vínculo señor-criado trascendíaa la mera relación profesional, es decir a la presta-ción de servicios mediante una remuneración: no,ese vínculo era mucho más profundo, puesto quealcanzaba a la esfera espiritual, hasta el punto deque entre los señores y algunos de sus más desta-cados criados, los de mayor confianza, los más lea-les, llegaba a establecerse incluso un parentesco

ficticio -fundado en la crianza en lacasa o en un muy continuado ser-vicio-, en el que el señor ocupabala misma posición jerárquica depater familias.

Notemos, por último, la dife-rencia entre el ayo y el maestro,que nos proporciona el profesorGonzalo y Sánchez-Calero en susoberbio estudio sobre la forma-ción de Felipe II(13): el ayo era unverdadero sustituto de la autoridadpaterna, mientras que el maestroera un mero preceptor cultural.Curiosamente, sus funciones esta-ban delimitadas por las materiasque transmitían: el ayo, las caba-

llerescas y militares, y la cortesanía; el maestro, lasreligiosas, las eruditas -la letradura- y parte de lacortesanía:

Conuiene que el príncipe tenga dospersonas que le enseñen cosas di-versas: un maestro que le abeze le-tras y buenas costumbres, y un ayoque le industrie en militares y gala-nes exercicios...(14)

Y efectivamente el ayo del Príncipe, donJuan de Zúñiga, le instruyó -según Pfandal(15)- enlos modales cortesanos y en los recovecos del ce-remonial. Tócale asimismo dirigir y vigilar las leccio-nes que le daban los distintos maestros en las artesde la caballería, hoy diríamos los deportes: tiro, es-grima, equitación, caza, danza, juego de pelota. Se-gún el profesor Gonzalo, el Príncipe dedicaba lasmañanas al estudio -en compañía de otros caballe-ros pajes-, y las tardes a los ejercicios ecuestres -primeramente, como alumno o aprendiz, hasta queuna vez alcanzados los 16-18 años de edad pasóya a practicarlos como un adulto-.

De entre los maestros de los príncipes yGrandes de la época, recordemos al gran humanis-ta Pedro Mártir de Anglería, maestro del PríncipeDon Juan, hijo de los Reyes Católicos, desde 1492;a Juan Martínez Silíceo, maestro del Príncipe DonFelipe, hijo del Emperador, desde 1534; y a JuanBoscán, el maestro del futuro Gran Duque de Al-ba(16).

Servir en otra CasaEra habitual, desde el siglo XI al menos, y

desde luego al filo del 1500, que los miembros de lanobleza enviaran a sus hijos a servir en la casa deun pariente o de otro señor más poderoso que

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ellos, generalmente el jefe deun gran linaje, con el cual podí-an o no mantener relacionesde parentesco, o de meraclientela. Para los vástagos delos nobles y caballeros, su in-tegración en el séquito de ungran señor era una forma deiniciarse en el oficio de las ar-mas (el oficio noble por exce-lencia), especialmente cuandosu cometido era escoltar a suamo y servirle en su cámara ymesa(17). Para la mayor partede ellos, servir era una formade aprendizaje y también unaforma de ganar el pan y au-mentar sus ingresos, escasosla mayor parte de las veces.Además, para algunos hidal-gos pobres pero de valía, suservicio en una Casa noble constituía un verdaderotrampolín desde el cual comenzar una auténtica ca-rrera política, pudiendo después llegar a entrar enel servicio del Rey(18): por eso afirmaba don JuanManuel que los palacios de los sennores son es-cuela de los fijosdalgo(19). Hay que tener en cuenta,además, que los Grandes obtenían con frecuenciahábitos de Órdenes Militares o maravedíes de juro(esos últimos fueron prohibidos en las Cortes de To-ledo de 1480), para sus criados y protegidos.

Testimonios documentales ciertos de estosusos sociales los hallamos tanto en las nóminas decriados de las grandes Casas -por ejemplo, las delos Duques de Alburquerque(20) o los Duques del In-fantado(21), como en otros muchos textos, tanto cro-nísticos(22), como pedagógicos(23), narrativos(24) o li-terarios(25).

Las escuelas conventualesAl tratar del acceso al conocimiento, es im-

prescindible hacer referencia a los centros docentesque entonces existieron en toda Castilla, aunqueciertamente no nos son bien conocidos. Las ciuda-des y villas que no fueron sede de una universidadhubieron de establecer un sistema de enseñanzalocal que en general no alcanzaba sino a las prime-ras letras, o como mucho a las primeras nocionesde teología, gramática y artes. Las enseñanzas su-periores se impartían, solamente a los jóvenes va-rones, en algunos conventos: por ejemplo, en el se-goviano de Santa Cruz la Real, de frailesdominicos, que era el único de la ciudad que teníala categoría académica de estudio general de Artes

y Teología, y que a partir de1599 se vino a convertir enuniversidad, otorgando gradosde maestro y de doctor, y cu-yas cátedras amplió el ReyDon Felipe IV a instancias deun confesor suyo, hijo de esteconvento. El padre fray Juande Navamuel nos ilustra bre-vemente sobre el sistema deenseñanza de dicho estudiogeneral(26).

¿Cómo eran las bibliotecasde aquellos centros conven-tuales de enseñanza? Este esun punto que aún está oscu-ro(27), aunque ciertamente ca-be suponer que todos elloscontarían con un elenco libra-rio más o menos relevante.

Cultura y sociabilidad de la corteYa en la adolescencia y juventud, el joven

noble tendrá entrada en la corte. Y la corte del Reyno es asunto menor cuando se trata de historiar elacceso al conocimiento. La corte castellana deaquella época -como tantas otras coetáneas- cons-tituyó per se un importantísimo centro cultural, puesen ella se reunían los más valiosos elementos cul-turales del momento. Muy en particular en la cortede Don Juan II (1406-1453), en la que, como esbien sabido, las aficiones literarias y musicales delmonarca atrajeron a los más grandes poetas de laépoca, desde Juan de Mena al Marqués de Santilla-na, y a los mejores músicos y cantores. En un mo-mento posterior, la corte de los Reyes Católicosreunirá también a una pléyade de intelectuales,aunque ya predominando entre ellos los teólogos ylos letrados sobre los poetas y los literatos(28). LaReina Católica fue muy estudiosa y erudita, e incul-có esos gustos a todos sus hijos(29): al ejemplo delos príncipes castellanos, la alta nobleza se dio alestudio, y hasta los hijos de los Grandes, hasta en-tonces meros guerreros, aprendieron la lengua lati-na.

Pero no solamente se daba este auge cultu-ral en la corte regia, sino también en las de losGrandes: Gonzalo Fernández de Oviedo, que pasósu primera adolescencia en la de don Alonso deAragón, II Duque de Villahermosa y sobrino del ReyCatólico, y que frecuentó la de su hermano donJuan de Aragón, Duque de Luna, llama a las cortesde ambos escuela de Minerva y de Marte(30).

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La importancia cultural de la corte, de todacorte, está pues fuera de duda, porque en ella seimprimía, en quienes la habitaban, una neta civilté -el término es de Norbert Elías-, es decir un códigode conducta y unas pautas culturales que constituí-an una verdadera civilización y unverdadero centro de transmisióncultural -la cultura es siempre untraditio- como nos ha demostradosabiamente el profesor Mara-vall(31). En la corte se congregabalo más selecto del reino, y todoslos cortesanos tenían algo queenseñar y algo que aprender; yallí se aprendía no solo de la vi-da, sino de las letras y de las ar-tes, del derecho y de la política(32),conformando todo un ethos per-sonal basado en cuatro compo-nentes -social, ritual, ético y esté-tico-. Siempre, en todo caso, lacorte es una escuela, en las acer-tadas palabras del profesor y aca-démico Marqués de Lozoya, y poreso Baltasar de Castiglione, en su celebérrima obraEl cortesano, publicada en 1528, la presenta comosi fuese una verdadera academia. Por todas estasrazones, yo estoy convencido desde hace muchotiempo, y lo reafirmo, que es ya hora de considerarla corte como uno de los centros de enseñanza su-perior del reino, y a la misma altura -si no mayor-que las principales de sus universidades.

Además, en la corte castellana isabelina eimperial va a tener lugar una gran difusión del libro -tanto el manuscrito como el impreso- como un me-dio idóneo para la difusión de la cultura y el accesoal conocimiento. Y ese libro, por su escasez y porsu elevado precio, va a ser considerado, natural-mente, como un verdadero tesoro. No escojo estetérmino en un sentido figurado: no, es que a finalesdel siglo XV los libros, objetos raros y preciados,van a formar parte integrante del Tesoro Real deCastilla, conservado en el Alcázar segoviano duran-te los dos últimas centurias de la Edad Media ybuena parte de la Edad Moderna(33).

Ese entorno cortesano hubo de influir pode-rosamente en las ciudades que fueron asiento deuna corte bastante itinerante; y muy especialmenteen sus élites, que no eran otras entonces que lasque formaban el estamento caballeresco, al que seiban ya incorporando letrados y conversos. Enaquella corte castellana, y con los libros que en ellacirculaban, se educaron los jóvenes de la más altanobleza castellana, y se educaron bien: notemos

que los hijos de los Grandes, hasta entonces merosguerreros, alcanzaron cátedras universitarias, y asíen Salamanca enseñaron ciencias y lengua los vás-tagos de los Duques de Alba de Tormes, de losCondes de Haro y de los Condes de Paredes de

Nava(34).

Una cuestión muy interesan-te es el de la posible existenciaen la corte castellana de una ver-dadera escuela o academia esta-ble, cuya existencia se atisba enun pasaje del obispo Alonso deCartagena, pero que la mayorparte de los autores pone en du-da, aunque la admiten en ciertosmomentos -por ejemplo, cuandola organizó en 1492 Pedro Mártirde Anglería, que incluso fue nom-brado por la Reina en 1501 ma-estro de los caballeros de mi cor-te en las artes liberales(35)-. Perolo cierto es que tal escuela decorte estable sí que existió verda-

deramente, y desde el siglo XIII nada menos, por-que se documenta desde el reinado de Sancho IV:me refiero a los donceles, es decir el centenar dehijos de los nobles y de los caballeros, omes que seavían criado desde muy pequeños en la cámara delRey et a la su merced(36), que concluida su forma-ción en la corte -sobre todo militar- tendrán salidanatural en la hueste regia como una fuerza de élitede caballería ligera, o sea montada a la gineta -mientras que los hombres de armas de las Guar-das Reales lo hacían a la brida-. Durante la bajaEdad Media protagonizaron brillantes hechos de ar-mas en las campañas granadinas, al mando del al-caide de los donceles. Después de la guerra deGranada y la muerte de la Reina Católica, los don-celes pasaron a denominarse pajes, al uso borgo-ñón(37), y se agruparon en la Casa de CaballerosPajes, un centro educativo del que sabemos poco,salvo que estaba establecido en el Palacio Real, yque perduró nada menos que hasta el reinado deFernando VII, en el primer tercio del siglo XIX.

Las lecturas: libros y manuscritosNo parece ocioso recordar que fueron las

ideas humanistas del Renacimiento italiano las quecausaron una verdadera fames libri entre los erudi-tos italianos, con frecuencia papas y príncipes, quebullían en una verdadera pasión libresca: un ham-bre de libros que la invención y desarrollo de la im-prenta a mediados del siglo XV no llegarían a saciardel todo. El Papa Nicolás V fundó la Biblioteca Vati-

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dios y tratados en los que se glosa el ideario de lanobleza renacentista, y se resumen los valores es-pirituales de sus miembros. Pero, como bien señalael profesor Bouza, estos textos están dirigidos nosolamente a ofrecer modelos de formación perso-nal, sino sobre todo estamental: la tratadística cor-tesana buscaba diferenciar y distinguir al estado no-ble respecto de los menudos, mediante unos signos

y unos comportamientos exter-nos que permitiesen identificar yautoreconocerse a los caballerosy a las damas que lo integra-ban(40). Pero no solo era eso:cuando los letrados aumenten supoder en la corte castellana yavancen las corrientes culturalesrenacentistas, el ejercicio de lasarmas y el linaje no bastarán yapara justificar los privilegios nobi-liarios y justificar su poder políti-co, produciéndose un gran deba-te en la sociedad bajomedieval-el debate sobre la Caballería- enla que se discutirán o se defen-derán esos privilegios. Y anteesas críticas que cuestionan suposición social y política, el nobley el caballero se verán obligadosa acercarse a las letras, al saberculto y erudito, e incluso querrány gustarán de ser vistos y consi-

derados como cultos, y leerán, y se harán leer, yformarán bibliotecas.

Hagamos un apresurado recorrido por losprincipales hitos de ese debate sobre la Caballería,es decir sobre la nobleza. Entre los impresos, des-tacan en las últimas décadas del siglo XV los trata-dos caballerescos, es decir aquellos textos prefe-rentemente orientados a comentar y ponderar lasvirtudes de la Caballería bajomedieval(41), entre cu-yas tendencias doctrinales podemos muy bien dis-tinguir dos principalmente: de una parte, aquellasque, basadas en San Pablo y en el gran jurista ita-liano Bartolo de Sassoferrato (1314-1357)(42), consi-deran que a la nobleza se adquiere y mantiene me-diante la práctica de la virtud -como defienden Juande Alarcón en su Libro del regimiento de los seño-res(43); Alonso de Cartagena, obispo de Burgos, ensu Doctrinal de los caballeros(44); mosén Diego deValera en su Espejo de verdadera nobleza(45); o Fer-nán Pérez de Guzmán en sus Coplas de vicios evirtudes y en sus celebradas Generaciones y sem-blanzas(46)-; y de otra parte aquellas que entiendenque la nobleza se adquiere por la sangre, es decir

cana hacia 1444, adquiriendo libros y manuscritospor toda Europa, y abriendo luego su consulta a loseruditos; en 1445 la formaban unos 350 manuscri-tos, que diez años más tarde eran ya 1160; los Mé-dici toscanos poseían 158 en 1456, y más de 1000en 1494; y al millar se acercaban las coleccionesde Nicoli, Visconti, Besarión y Federico de Urbino.La primera biblioteca particular española de orienta-ción renacentista, fue probable-mente la del Conde de Haro -se-gún Paz y Melia-. La invención ydifusión de la imprenta, que desdeAlemania pasó a Roma, y desdeallí al resto de Occidente, produjoun auge extraordinario del libro, yfacilitó enormemente el acceso alos ejemplares impresos por tannovedosa técnica.

Pero las lecturas no sola-mente se leían, sino que ante to-do se escuchaban y oían. Y esque había entonces otros lectoresde un carácter muy distinto: tantola realeza como la alta nobleza nosolía leer silenciosamente y porsus ojos o para sí, sino que se ha-cía leer los libros por parte de lec-tores más o menos profesionales.Me refiero tanto a quienes leíanen voz alta los libros de devocióny los libros de recreo y deleite, eincluso de alta cultura greco-latina, para tercerosoyentes y en ambientes generalmente selectos -costumbre esta que ha llegado hasta bien entradoel siglo XX-; como a quienes eran en la prácticaunos profesionales de la divulgación de noticiasmisceláneas -por ejemplo, los narradores popula-res, con sus romances o los célebres pliegos decordel-. Ciertamente que esta clase de lector-narra-dor se encabalga justamente entre la tradición de lacultura oral y la de la cultura escrita, que junto a laexpresión icónico-visual fueron las tres maneras detransmitir el conocimiento en aquella época(38). Na-turalmente, de la presencia y de la actividad de es-tos lectores-mediadores no cabe dudar porque noshan llegado muchos testimonios coetáneos, comolos del obispo Alonso de Cartagena o Luis Zapa-ta(39).

Dentro del extenso panorama librario, nosinteresa ahora considerar un género concreto: paracomplementar los saberes adquiridos en el seno dela familia y en el ámbito de la corte circulaban du-rante las postrimerías medievales y los inicios de laEdad Moderna -y después- una serie de compen-

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El contenido de la traditio¿Qué saberes conformaban

esa cultura nobiliaria, ese mo-re nobilium? El conjunto pare-ce variado, aunque bien podrí-amos acometer el intento deexaminarlo mediante una clasi-ficación entre los saberes y lasdestrezas: conformarán los sa-beres la religión y las prácticasdevotas; los valores nobiliario-familiares; los valores y cos-tumbres caballerescas; la eru-dición literaria; y la cultura decorte. Integrarán las destrezaslas prácticas ecuestres y de-portivas, y las tradicionalesfunciones militares.

En cuanto a las prácticas reli-giosas y de devoción, no he deextenderme apenas, pues esobvia la constante presenciade la religión cristiana en todos

los ámbitos y en todos los momentos de la vida me-dieval y renacentista. Notemos sólo que a finalesdel siglo XV resurge un ideal estoico de la vida cris-tiana, basado en la Imitación de Cristo, de Tomásde Kempis, y plasmado en la Reforma por jesuitas ycarmelitas. Un ideal en el que la disciplina del almay del cuerpo es fundamental; un ideal de disciplinaque pronto impregnará la propia vida caballeresca ycortesana(57).

Los valores familiares se plasman en lo quehe denominado el espíritu del linaje, basada en laconciencia de los antepasados, que fue uno de loselementos básicos de la mentalidad y de la culturanobiliaria bajomedieval y moderna, como han pues-to de relieve Marc Bloch y Georges Duby(58), y encuanto se refiere a Castilla los profesores Isabel Be-ceiro y Arsenio Dacosta(59). Ciertamente, la consoli-dación del sistema de linajes, trajo consigo el augepor las genealogías, como un medio idóneo de con-servar y difundir la memoria familiar colectiva, perotambién de hacer la apología política de la familiaen todos sus aspectos. En Europa este fenómenose comprueba a partir del siglo XI en el sur de Fran-cia y Cataluña, durante la segunda mitad del sigloXII en Flandes, Alemania y el norte de Francia, y yaal filo del 1400 en la Toscana y en Castilla -el Librodas linhagens de Espanha, del Conde de Barcelos,se compuso hacia 1343; el Libro de las tres razo-nes, de don Juan Manuel es anterior; el Libro de losSeñores de Ayala, de Fernán Pérez de Ayala, sedata en 1371-.

de una manera hereditaria y automática -como sos-tienen Ferrán Mexía en su Nobiliario Vero(47), Pedrode Gracia Dei en su Blasóngeneral(48), y Perafán de Riberaen su Definición de nobleza(49)-. Sólo mucho más tarde se in-tentará cohonestar ambas doc-trinas, aunque sin lograrlo deltodo.

Pero la tratadística ca-balleresca y de educación cor-tesana y política tendrá conti-nuidad durante toda la EdadModerna, produciendo una ex-tensa literatura(50), de entre laque destacan los textos deBaltasar de Castiglione, El cor-tesano; de Antonio de Gueva-ra, Aviso de privados y doctri-na de cortesanos(51); de LuisMilán, Reglas del cortesano,escritas en 1571 y puestas enboca del Duque de Calabria(52);de Cristóbal de Castillejo, Aula de cortesanos y Diá-logo y discurso de la vida de corte, textos de 1540-1550(53); o del anónimo autor de los Avisos políticos,históricos y morales(54). Sin contar otros muchostextos menores, como la veintena de cartas parti-culares recogidas y examinadas por la profesoraBaranda, que contienen instrucciones y consejospara desenvolverse bien en la corte(55).

El objetivo que tenían estos textos era el deproporcionar al joven cortesano unas máximas oinstrucciones para atender a casi cualquiera de lasocasiones que pudieran presentársele en palacio,tanto protocolarias como meramente sociales -des-de cómo hablar a una dama a cómo oír a un priva-do, prescribiéndose además una teoría gestual muydeterminada (voces, gestos, ademanes y posturas),y una descripción de las más correctas modas indu-mentarias. Es decir, que no se trataba de verdade-ros programas educativos, sino de unos códigos deconducta muy casuísticos y para aplicar a circuns-tancias concretas.

El noble de las postrimerías de la Edad Me-dia y del Renacimiento es un noble que no sola-mente justa y guerrea, sino que conversa y lee, ylee mucho. Ya he mencionado antes la importanciaque en la corte tenían la literatura y la música; aña-diré ahora que son numerosos y de calidad los tex-tos disponibles en cuanto a esas lecturas y a las bi-bliotecas nobiliarias(56)-.

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En cuanto a los valores fundamentales de lanobleza bajomedieval y renacentista castellana, ob-vio es decir que procedían, en su mayor parte, de lavieja Caballería, aquel grupo social surgido a partirdel siglo X, formado por guerreros e inspirado enun rígido código militar y moral(60). Las numerosasfuentes coetáneas, especialmente novelas y roman-ces, nos procuran interesantesnoticias sobre los valores éticos ymorales de aquellos caballeros.Coinciden estas fuentes, en sumayoría, en señalar las principa-les virtudes que deben adornar aun caballero, y que son el valor oproeza (prouesse), la lealtad (lo-yauté), la generosidad (largesse),la cortesía (courtoisie), y el ánimoabierto o franqueza (franchise). Elcélebre autor Raimundo Lulio(†1316), un caballero que durantegran parte de su vida se dedicó alejercicio caballeresco, nos ha de-jado un Livre de l’orde de cavalle-ría, escrito hacia 1270, en el queafirmó que las funciones del ca-ballero no se reducían a la ins-trucción ecuestre y guerrera, por-que la Caballería era algo más, ysu ciencia y su ética deberíanconstar por escrito (la clergie oerudición). Y por eso, no existien-do escuelas militares (que no sefundaron hasta bien entrado el Renacimiento), elcaballero debía aprender su regla en los libros. Llullentendió que condiciones físicas, cualidades mora-les, caballo y armas convenientes, no bastaban porsí solas para hacer a un caballero: según Llull, elcaballero tenía como su primer deber el defender lafe de Cristo contra los infieles, ganando así honortanto en este mundo como en el celestial. Debíatambién defender a su señor temporal, y proteger alos débiles, viudas y huérfanos. Debía ejercitar con-tinuamente su cuerpo cazando animales salvajes yacudiendo a justas y torneos (el caballero debía ob-servar una estricta disciplina de alma y cuerpo). De-bía servir al Rey en cargos de justicia, pues era en-tre los caballeros donde el Rey escoge a susalcaldes y merinos. Debía estar dispuesto a aban-donar su castillo u hogar para perseguir a los mal-hechores y asegurar los caminos. Debía saber se-ñorear a sus vasallos y tierras. Debía igualmenteinstruirse para conocer perfectamente las virtudesnecesarias para cumplir con sus deberes: sabidu-ría, caridad, lealtad, y sobre todo valor. Ante todo,debía apreciar el honor, evitando el orgullo, los jui-

cios falsos, la ociosidad, la lujuria, y en especial latraición -máxima perversión de un caballero queconcreta Llull en matar a su señor, en yacer con suesposa, o en entregar su castillo-. Finalmente, Llullresumió las costumbres morales del caballero: ha-bía de ser cortés y de nobles palabras, bien vestido,y mantener su casa franca, dentro del límite de sus

recursos. Sus principales cualida-des habían de ser la lealtad, lasinceridad, el vigor, la generosi-dad y la humildad.

El fin de la Edad Media trajoconsigo un sustancial cambio enla manera de hacer la guerra: au-mentó entonces considerable-mente el tamaño de los ejércitos,que además se hicieron perma-nentes, y pasaron a obedecer alRey directamente. Su recluta-miento y manutención ya no de-pendieron tanto de la nobleza -cuya capacidad económica se viómermada después del siglo XIV-,como de un eficaz sistema de re-caudar impuestos. Además, apa-recieron nuevas tácticas militares,y señaladamente la infantería y laartillería tomaron un papel predo-minante sobre la caballería. Así,la Edad Media concluyó cuandola Caballería, exhausta e incapaz

de renovar sus ideales, minada además por unanueva manera de hacer la guerra, se extinguió ydejó paso definitivamente a las nuevas ideas rena-centistas que regirán la Edad Moderna. Tal cosaocurrió definitivamente, en los reinos de España,cuando los gobernaba el César Carlos, seguramen-te el último rey-caballero a la manera medieval. Ellono obstante, su recuerdo inspirará las siguientescenturias, pues el legado más importante de la Ca-ballería fue el concepto del honor, y también la ide-ología nobiliaria, que quedó mentalmente asociadaa todo un conjunto de valores sociales y persona-les: la cortesía (especialmente la dirigida a las da-mas), la habilidad en la equitación y en la caza, asícomo en el manejo de la espada, y variedad de vir-tudes que se consideraron anejas: el valor, la gene-rosidad, la lealtad a la palabra dada, el servicio mili-tar al Rey (trasunto de la fidelidad medievalcaballeresca hacia el señor). La idea de que la con-ducta caballeresca vinculaba la fama a la persona,mediante los actos honrosos de ésta, quedó arrai-gada para siempre, y enseñó al noble y al hidalgode la Edad Moderna a colocar el honor en el centrode su mundo mental y social, como un tesoro más

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apreciado que la vida.

Naturalmente, esas virtudes caballerescas ynobiliarias se ponían en práctica en la vida socialmediante ciertos usos y costumbres, ciertas pautasde comportamiento plasmadas enun ideal corporal y de vestimenta -enaquella sociedad se era lo que sevestía-, de ademanes y posturas, deun léxico y un acento oral, que fue-ron variando con los tiempos y conlas modas, y cuyo examen y defini-ción no son fáciles, y apenas algu-nos autores se han atrevido a aco-meter ese intento, por cierto conéxito(61).

De la erudición literaria -sco-lastici labores- me limitaré a señalarque en la cultura cortesana renacen-tista y barroca, los nobles se nospresentan como amantes de las ar-tes y de las letras, coleccionistas ymecenas, bibliófilos y cultivadoresde las ciencias, e incluso como artistas y artífices,como poetas y literatos(62). Por supuesto, la culturanobiliaria, como nacida durante el siglo XV, tuvounas raíces netamente renacentistas, y por endelos saberes clásicos -historia, latín y griego- seránen ella fundamentales(63), junto a las vidas de lossantos y de los héroes clásicos (el Cid, Hércules,Salomón, Alejandro o César), nociones jurídicas, deliteratura y poesía, y de música. Pero sólo unos po-cos nobles y caballeros de la época se aventuraránen el campo de las Ciencias, orientándose prefe-rentemente hacia la Aritmética, la Geometría, la As-tronomía y la Cosmología -por supuesto, nada deMedicina, ciencia tan practicada por los físicos judí-os-.

Del aprendizaje de la cultura de corte, note-mos que se trataba de un asunto doble: de una par-te, la propia formación en las prácticas de la políticade la época; de otra parte, la transmisión de unasreglas y modelos de actuación y comportamiento,empezando por la cortesía, la buena crianza y lasbuenas maneras, y acabando por la observancia delas modas gestuales y de atavío antes aludidas. Yestos saberes se transmitían sobre todo oralmente:lo oral era fundamental en la educación de un jovencaballero cortesano, al que no sólo se enseñaba ahablar como es debido, sino sobre todo a callarcuando es menester.

En cuanto a las destrezas -palatini actus-estaban en primer lugar las ecuestres a la gineta oa la brida -justas, torneos, cañas y sortijas, toros,

etcétera- y las meramente deportivas -el juego de lapelota, la caza-, que eran las fundamentales en laeducación del caballero bajomedieval y renacentis-ta, sobre todo porque formaban parte de una tradi-ción centenaria: aquella que había dado origen,

precisamente, a la Caballería, un es-tamento militar con el que ya en elsiglo XV se confundía la propia no-bleza. Prescindiendo de los aspec-tos puramente festivos de estos jue-gos -de diversión y hasta frívolos sise quiere-, debemos entenderlos yexaminarlos también en otros dosaspectos importantísimos: en primerlugar, como una forma de propagan-da, legitimación e incluso autoafir-mación pública del estamento nobi-liario y de sus valores; De otra parte,también como una manera de apren-der a negociar, pues su práctica en-señaba a manejar con aprovecha-miento todas las posibles variables

de ocasión, espacio y fuerza, así como las demáscircunstancias de unos encuentros en los que todopodía cambiar repentinamente, hasta la fortuna.Que en ellos, sin embargo, la pura violencia perso-nal estuviera sometida al imperio de ciertas reglas,dota a los juegos caballerescos de un valor civiliza-dor que no puede ser ignorado(64).

Aparte de las antecedentes, notemos tam-bién las destrezas artísticas, en primer lugar el can-to y la música -en la época de Juan II, era el Rey elprimero en ellas, pero le seguía de cerca su privadoel condestable, y otros muchos señores y caballe-ros-, y después el ingenio para versificar en versolatino y en verso castellano. Sólo después del 1500hallaremos a señores y caballeros practicando porsu mano otras artes, como el de la pintura.

La práctica de la traditio nobiliaria¿Qué resultados proporcionaba la educa-

ción caballeresca que hemos examinado? ¿Quéclase de nobles y caballeros se formaban así? ¿quéclase de vida llevaban y cómo aplicaban a ella esosconocimientos? Estas son cuestiones que requerirí-an una extensa respuesta, que no es del caso in-tentar aquí, sobre todo porque la casuística seríamuy variada y muy larga. Me conformaré por ahoracon presentar tan solo tres acabados modelos deljoven caballero castellano de finales del siglo XV,del siglo XVI y del Barroco, en cuyas vidas cotidia-nas se desarrollaba y tenía aplicación esa traditioque en su niñez, adolescencia y juventud habían re-cibido.

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cias y manda nuevas; negocia y tra-ta; rinde visitas o las recibe; conver-sa, se ufana y queja; zahiere y riñe;hace alguna copla; gasta lo que tie-ne y lo que no; da limosna, si puedea su propia puerta; almuerza con sus

criados; come, las más delas veces solo, cena concaballeros; reza sus horasy devociones; lee o, mejor,oye leer; escribe su pliegode cartas; confiesa y co-mulga si es pascua princi-pal; da, en suma fé desí(67).

Algunos ejemplos de traditio:las instrucciones de Vega y dePortalegre

Aunque, obviamente, no senos han conservado apenas testi-monios de la transmisión oral delmore et spiritus nobilium, sí quecontamos con algunos textos lite-rarios(68), de entre los cuales elijo -porque es obra de un noble portu-gués, porque recoge la de otronoble castellano y porque corrió

manuscrita profusamente en ambos reinos- la Ins-trucción de don Juan de Silva, Conde de Portale-gre, quando invió a don Diego su hijo a la corte;añadiendo otra que Joan de Vega, presidente deCastilla, dio a Hernando de Vega su hijo, inviándolea Flandes(69). Se trata de un largo texto datado en1592, en el que don Juan de Silva, IV Conde dePortalegre (1528-1601), gentilhombre de cámara dela Católica Majestad, glosa por menor (supuesta-mente para su hijo don Diego), la carta que con fi-nes semejantes había escrito Juan de Vega, Señorde Grajal (1507-1558), presidente del Consejo Realde Castilla, a su hijo don Hernando en 1549, cuan-do lo envió a servir en la corte imperial, que enton-ces estaba en Flandes. La comparación entre lacarta original y su glosa es muy útil, ya que en elmedio siglo transcurrido desde los tiempos de Vegaa los de Portalegre, las cosas habían cambiado mu-cho en la corte española: tanto, que el Conde nosrelata cómo han crecido las delicias tanto y de ma-nera que los que entonces juzgábamos por afemi-nados, parecieran ahora rústicos.

Los fundidos textos de Vega y de Portalegreno se dirigen a la formación de un perfecto cortesa-no y caballero cristiano, sino más bien a proporcio-nar a sus vástagos unas reglas de vida, y también a

Debemos el primero a Pedro de Gracia Dei,el cronista y armerista de los Reyes Católicos, aldescribirnos en verso castellano la sala del PalacioReal poblada de pajes que aprendían a

leer, scrivir, tañer y cantardançar y nadar, luchar, esgrimirarco y ballesta, llatinar y dezirxedrez y pelota saber bien iu-

gar(65)

El segundo lo hallamos enlos escritos del cronista GonzaloFernández de Oviedo, que se crióen la corte de los Reyes Católicos,y que al tratar -ya en 1550- de donAlonso de Cardona, nos informade que

demás de ser muy gentilhombre e bien proporcio-nado, e de lindo gesto, eramuy bien hablado, e degraciosa conversación; etan comedido e bien criadoe lindo cortesano, que nohabía más que pedir. Eramuy diestro e suelto a piee a caballo, en todos losejercicios e buenas mañasen que los caballeros suelen serejercitados. Fue gran danzador; ta-ñía e jugaba muy bien, y también ala pelota con tanta soltura e buenagracia, sin porfiar sobre el juego, queera caso de mucho ver. Jugaba demuchas armas; era gentil justador, ede vivas e grandes fuerzas; trovabaen verso castellano e escribía bien...Traía su persona galana e honesta-mente ataviada, e sus criados con-tentos e bien pagados(66).

El segundo relato corresponde al profesorBouza, y se refiere a la vida cotidiana de un noblecaballero viviente en el momento del Barroco:

aunque sea inadvertido, poco sufri-dor y desaseado o, por contra, cuer-do, templado y limpio, viva en suscasas o en posada ajena, a diario elcaballero de corte se acerca a Pala-cio o a los oficios de ministros; rúa,sale al campo; juega, de armas o detablas; se ocupa de galas, fiestas ycaballos; trata de aligerar despa-chos, pleitos y rentas; indaga noti-

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gran inconveniente y en que sepuede perder mucho, y quandose gana, gánase muy poco -y elConde apostilla que ciertamentehay que encomendarse a Diospara huir de esta clase de tropie-zo, porque el mundo a hecho lahonrra de vidrio-. También acon-sejaba Vega el travajar de buscarocasiones para haçer placeres ybuenas obras a todos, pero a ca-da uno según su jerarquía socialy palatina -en palabras del Con-de, sin encoxerla ni derramarla, yquando se llegue a medir, se pe-que antes alargándola que noacortándola-, sin distinguir aaquellos que gozan estado por su

cuna y su sangre, de quienes lo han alcanzado ymerecido por sus virtudes en la Milicia o en la Igle-sia -y por las Letras, añade el Conde para salvar elintencionado olvido que Vega hizo de los letrados-.

Prosiguiendo, Vega recomienda prestarsiempre con generosidad y armas, caballos y dine-ros, sin que se muestre estrechura porque es ba-jeça; y por el contrario no pedir jamás nada presta-do a nadie. Ser ordenado en el gasto, sino vivir demanera que se pueda haçer con lo que tubiéredes -el Conde: inporta mucho regular el gasto con lahaçienda, y hacerla luçir con la industria-. Jugar, nose a de haçer en ninguna manera salvo en ocasiónde alguna fiesta o si quisiese jugar el Rey, y enton-ces sin mostrar que tenéis nada de cuidado en elperder y ganar -el Conde se extiende en este vicio,y recomienda que, de practicarlo su hijo, a de sercon dos condiçiones, de pagar puntualmente, y decobrar con menos puntualidad-.

Otros consejos son más prácticos: no se hade comer en la posada habitualmente, sino a la me-sa de los Grandes, dice Vega -pero Portalegre ad-vierte que esto no se husa ya-; es conveniente salira cabalgar siempre que lo hiciera el Emperador o elPríncipe, para frecuentarles; por el contrario, no de-bía frecuentar apenas a los hombres de negoçios yde autoridad -los ministros- para no embaraçarlos ydar lugar a su enemiga. Si hubiese damas en lacorte, es obligado asistirlas y conversar con ellas,no sólo de gentileças, sino también lo mismo quecon los honbres -aunque reconoce el Conde que noay reglas que comprehendan este trato on las da-mas-; y en todo caso no sería conveniente mostrar-se o declararse enamorado de una de ellas porquees cosa de hombres tontos y esta materia es sutil yen que se muestran mucho los hombres -y el Con-

advertirles de los tropiezos máshabituales que los jóvenes solíanhallar en la corte. Para ello, y a lolargo de veintisiete capítulos, Ve-ga recomienda al suyo, en primerlugar la frecuencia de las prácti-cas piadosas (habéis de tenercostumbre de oír missa cada día,y bien oída, y confesar tres veçesal año, y de reçar algunas buenasoraçiones y vistar las casa de reli-gión...); ser hombre verdadero yde palabra (havéis de travaxarmucho de deçir verdad en todo, yganar opinión de verdadero... noofrezcáis cosa ni digáis palabrasino para cumplirla, y esto inviola-blemente, añade nuestro Conde);sin ser nunca cuentista ni dicharachero ni gracioso,como otros de la corte (habéis de guardaros destosporque hasta los que ríen sus gracias los despre-cian; y aunque el Conde conviene en ello, dice a suhijo que sospecho de vuestro humor que no daréiseste inconveniente y no os cargo en esto la mano);ni menos aún tachar o burlar de un tercero (tampo-co habéis de deçir a nadie lástima ni cosa que lepese, salvo en cosas menores, como las relativas alatavío o al manejo de un caballo: el Conde convie-ne en todo). Y mayores críticas hicieron Vega y Por-talegre de algunos que haçen profesión de descon-tentarse de todo, otros de bravos, otros degraçiosos, otros de savios, de enamorados, de dili-xentes, otros de que no se les dá nada de las co-sas, advirtiendo que los caballeros jóvenes no debí-an hacer profesión de nada, ni tomar arte propia yparticular, sino ser discretos en sus anhelos y pre-tensiones asta que tengan authoridad y edad parareprehender lo malo y aprobar lo bueno.

Luego recomendó Vega a su hijo no hacer-se pesado al travajo, ansí del cuerpo como del spiri-tu, dexando de dormir quando fuere menester, y co-miendo mal y beviendo peor, reniendo mala posaday otras cosas de esta calidad que suceden en lapaz y en la guerra; y a esto convino Portalegre alsuyo que más le habría de costar todo ello a él acausa de la molicie de los tiempos, como antes sedijo, precisándole que el excesivo arreglo del apo-sento es más propio de clérigos, de letrados, demujeres y de personas de ropa larga, que de caba-lleros, los cuales deben solamente atender al ade-rezo de los caballos. Además, advertía Vega que nose debía porfiar con nadie, ni tampoco jurar ni hacerjuramentos -porque el que tal hace ofende a Dios ya su honra, remata el Conde-, ni reñir con nadie nitomaros con ninguno a palabras, porque es cosa de

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de añade que es mucha verdad que este negoçioes tan sutil que no se puede prevenir ni encaminar-.Ante los roces y afrentas que se les hagan por otrosal entrar en la corte, sufrirlo han sin fatiga ni senti-miento, porque con el paso deltiempo entenderán todo; y por en-de han de guardar mayores corte-sías con las personas de edad ycon los hombres de bien y de au-toridad -y señala el Conde que to-do es para evitar que no os toquela invidia de Palaçio, donde losmenos escapan de ella, y sibençéis este animal, siendo portu-gués y cortesano, todo se os haráfácil, y para esto bale ser confiadoen el sentimiento que se toma enPortugal, que es presumir que noos menospreçia nadie, ni se osadelanta por defetos vuestros, yque no estáis más obligado de po-neros de buen aire a la puerta dela Fortuna-.

En cuanto a la educaciónpolítica, advierte Vega que no se fíe de la aparentedisplicencia o desinterés de reyes y príncipes, por-que los Reyes son naturalmente grandes artíficesde tener quenta con toda la gente, y aunque parez-ca que no lo hacen, miran desde el çapato asta lacabeça, y si ban o no ban a Palaçio, y otro qual-quier meneo o cosa que hagan, y por todo ello re-comienda estar siempre atento a la práctica de lasvirtudes y advertencias antecedentes. Tratando delas guerras y campañas militares, aconseja Vega noarmarse en exceso de corazas y paramentos, perosí acudir prestamente a las alarmas -aunque sintanta priesa que parezca desatinado-, obedecer alpunto las órdenes de los superiores, trabajar y sufrirlas fatigas de buen semblante y sin parecer nuncacansado ni triste.

Concluida en este punto la Instrucción deJuan de Vega, continuó la suya el Conde de Porta-legre por espacio de otros veinte capítulos, por con-siderar que en la de Vega faltaban dos asuntos: lasletras que havéis de aprender, y los exercicios quetanbién piden maestro. Cuanto a las primeras, nopodéis escusar de aprender la lengua latina, a lomenos de manera que entendáis e leáis expedita-mente los mejores auctores en prosa y verso... yaún estaría mui bien saverla escrivir y ablar, puessin conocer esa lengua os bendría a faltar un pe-daço de entendimiento y del huso de la raçón, puesos faltaría el medio de entender lo que rezáis y aunde hablar propiamente buestra lengua portuguesa

o castellana. Además, os obligo a que aprendáis al-go de Mathemática, como será bien entender laEsphera y la Cosmographía... también importa mu-cho entender algunos libros de Euclides y algo de

Aritmética, porque despierta elentendimiento para comprehen-der la dispusiçión y sitios de lastierras, los aloxamientos, esqua-drones, fortificaciones y la archi-tectura. Recomienda también es-te padre a su hijo leer librosantiguos latinos de sus historiasprinçipalmente, y de dotrina mo-ral, y también de poesía -pero noos dexéis persuadir [de los poe-tas] a hacer versos castellanos ocoplas, que es tentación quebençe a muchos-. De los historia-dores... es Cornelio Tácito el mássutil para los que andan en lacorte; y de los poetas Horacio. Ycon estas letras ya se daba porsatisfecho el Conde, aunque pro-ponía que, si gustase su hijo delestudio, perseverase aprendien-

do algo de griego y de Filosophía, o incluso apren-diendo mucho de estas disciplinas, pero sin hacernunca afectación porque peor es pareçer letradoque dexarlo de ser.

En cuanto a los exercicios corporales, segúnel Conde quatro son mui necesarios: haceros buenhombre de a caballo, de anbas sillas, començandopor la gineta; jugar las armas diestramente; tirar elarcabuz y la ballesta; y dançar con soltura. De to-dos cuatro hace Portalegre cumplida glosa, y da asu hijo buenos consejos para montar a la gineta y labrida, y para practicar la caza -siempre sin exceso,porque suele afiçionar a muchos con tanta dema-sía, que se hacen selváticos, y daña a la haciendapoco menos que el juego-. Se entiende, la caza ma-yor (con arcabuz y ballesta), porque en cuanto a lacetrería no me paséis en esta corte de gavilán ni enel aldea de azor, porque la fábrica de los halconesno se puede sustentar. Y concluye el Conde avisan-do a su hijo sobre la residencia y posadas en la cor-te, sobre el servicio al Rey en ella, y sobre las posi-bles salidas a las plazas de gobernación y demilicia de los reinos -enumerando y comentando losdistintos cargos que habéis de pretender-.

He aquí, compendiados, todo un programaeducativo y todo un modelo de conducta cortesanapara el joven caballero de las cortes imperial y filipi-na.

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Finalmente, a partir del Renacimiento van aconfluir en las mentalidades nobiliarias dos saberes:lo caballeresco -la vieja función militar de la noblezacristiana-, y lo erudito -en el sentido cortesano, perotambién letrado-. Se llegó así muy pronto a consi-derar que, al lado del guerrero, del noble que justa

y que combate, había de habertambién un erudito, un amigo delos hombres de letras y de los ar-tistas -a veces literato y artista élmismo-. Ambas facetas, la del co-nocimiento y la de la destreza,conformarán un saber para la ac-ción que producirá el caballeropolítico, capacitado para pensar yproyectar, y para dirigir el gobier-no de la Monarquía Universal his-pánica desde su peculiar forma-ción espiritual nobiliaria y susintereses estamentales(72).

N O T A S1) G. DUBY, El Caballero, la mujer yel cura, Madrid 1982.

2) Según el sociólogo e ingeniero F. LE PLAY (1806-1882), en su obra L’Organisation de la famille, París1871.3) Naturalmente, así la mujer dejó de actuar como trans-misora de vínculos de parentesco: la hija se situaba enuna posición marginal dentro del linaje, que abandonabaal casarse, para entrar en el de su marido.4) G. DUBY, “Estructura de parentesco y nobleza en laFrancia del norte en los siglos XI y XII”, en Hombres yestructuras de la Edad Media, Madrid 1977, pp. 182-183.5) Partidas, sexta.6) J. GODOY ALCÁNTARA, Ensayo histórico, etimológi-co y filológico sobre los apellidos castellanos, Madrid1871; A. de los RÍOS Y RÍOS, Ensayo histórico, etimoló-gico y filológico sobre los apellidos castellanos desde elsiglo X, Madrid 1871; G. DÍAZ MELCÓN, Apellidos caste-llano-leoneses, Granada 1957.7) I. BECEIRO PITA, “Educación y cultura de la nobleza(siglos XIII-XV)”: Anuario de Estudios Medievales, 21(1991), pp. 571-590; y “Entre el ámbito privado y lascompetencias públicas. La educación en el reino de Cas-tilla (siglos XII-XV)”, en Pensamiento hispano medieval.Homenaje a Horacio Santiago-Otero, Madrid 1998, I, pp.861-886; y “La educación, un derecho y un deber del cor-tesano”, en La enseñanza en la Edad Media (X Semanade Estudios Medievales, Nájera, 1990), Logroño 2000,pp. 183-194. J. VARELA, Modos de educación en la Es-paña de la Contrarreforma, Madrid 1983, pp. 83-126.R.L. KAGAN, “Olivares y la educación de la nobleza es-pañola”, en La España del Conde Duque de Olivares:Encuentro Internacional sobre la España del Conde Du-que de Olivares celebrado en Toro los dias 15-18 de sep-

A modo de colofónLa relación de la nobleza española con el

saber y con las letras es un asunto que ha sido tra-tado generalmente de un modo marginal, o comomucho limitado a un personaje o a su linaje. Y aun-que todos los autores que han es-tudiado este estamento social pri-vilegiado coinciden en que lanobleza castellana de los siglosXV y siguientes era culta y apre-ciaba el conocimiento(70), la reali-dad es que carecemos todavía deun análisis de conjunto y más sis-temático. Lo mismo puede afir-marse respecto del proceso edu-cativo y cultural que en aquellaépoca se aplicó por parte de lanobleza castellana y española,particularmente en cuanto atañea la formación de la corte -quepor su oralidad ha dejado escasamemoria-.

Sí que conocemos bien,en cambio, el modelo educativo, ideológico y cultu-ral de la Nobleza castellana, que como hemos vistoantes, ha sido examinado muchas veces y con de-tenimiento y acierto. En la parte que me ocupa aho-ra, notemos solamente que el discurso ideológiconobiliario nace de la constatación y el afianzamientode la diferencia sobre los demás, y que por eso unade las notas características de la Nobleza es su en-trega a un moroso y detallado proceso de autocon-templación, centrado en su superioridad social, eco-nómica, y también moral, sobre las gentes delcomún(71). En ese proceso, el conocimiento, latransmisión y la difusión de las genealogías familia-res tuvo un papel muy relevante, y formó parte -yno una parte menor- de la cultura nobiliaria.

Cuando el modelo caballeresco bajomedie-val quede inerte y se vaya agotando, lo que ocurreal filo del 1700, se dará una sorda y larga tensiónentre los nobles tradicionalistas, partidarios del tra-dicional cierre nobiliario, y los nobles reformistas,que persiguen una mayor flexibilidad social y unamayor adecuación a la nueva realidad. Pero todosellos estarán siempre preocupados por mantener loheredado, la sagrada cadena del linaje (casa, fami-lia y apellidos), a través del honor, la calidad, el de-coro, la reputación en fin, contra las crecientesamenazas sociales y económicas. Entre estas ten-siones ideológicas y estas preocupaciones munda-nas tendrá lugar la edad de oro de la nobleza caste-llana.

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14) F. de MONZÓN, Espejo del prín-cipe christiano, Lisboa 1554, fol.XVIr.15) L. PFANDAL, Felipe II, Madrid1942, pp. 50.16) Duque de BERWICK y de ALBA,Contribución al estudio de la personade Don Fernando Álvarez de Toledo,III Duque de Alba, Madrid, 1919. J.SAN JOSÉ LERA, “De la formacióncultural al mecenazgo: historia cultu-ral del Gran Duque de Alba”, en Ac-tas del Congreso del V Centenariodel nacimiento del III Duque de AlbaFernando Álvarez de Toledo, Ávila2008, pp. 615-634; la cita en p. 619.17) M.C. GERBET, La noblesse dansle royaume de Castille, op. cit., pp.331-332 y 342-344.18) Un excelente modelo lo constitu-

ye la vida del hidalgo madrileño y gran cronista castella-no Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (1478-1557),estudiada por J. PÉREZ DE TUDELA, “Vida y escritosde Gonzalo Fernández de Oviedo”, en su introducción ala Historia general y natural de las Indias, BAE CXVII,Madrid 1959; también en su introducción a la edición delas Batallas y Quincuagenas, Madrid 1983-2002. Su pro-ducción historiográfica ha sido bien analizada por D.TURNER, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés. Anannotated Bibliography, Chapell Hill 1966.19) Don Juan MANUEL, Libro de los Estados, primeraparte, en Obras completas, Madrid 1982, I, p. 390.20) A. de CEBALLOS-ESCALERA GILA, “La corte de losDuques de Alburquerque en la villa de Cuéllar…”, op. cit.21) El autor prepara, en colaboración con la profesoraSánchez Prieto, un extenso estudio de las nóminas decriados de esta Casa ducal, pues afortunadamente seconservan las correspondientes a los años de 1486 a1534 (que recogen nada menos que 11.739 mencionespersonales, obviamente muchas de ellas reiteradas enaños sucesivos).22) Por ejemplo, G. CHACÓN, en la Crónica de Don Ál-varo de Luna, Condestable de Castilla, Madrid 1940),cap. C, pp. 295, afirma que Alonso Pérez de Vivero, futu-ro contador mayor de Castilla, se crió en la casa delCondestable y fue criado e fechura del Maestre. Y en lamisma Crónica, pp. 12 y 70, se dice que el condestableengrandeció a Juan de Silva porque hera suyo e criadoen su casa desde niño.23) Por ejemplo, Lope GARCÍA DE SALAZAR, en susBienandanzas e fortunas (utilizo la ed. Ángel RodríguezHerrero, Bilbao, 1955), pág. 60, relata que Alonso Pérezde Vivero (c.1400-1453), contador mayor de Castilla,cuando contaba quince años de edad llegóse al Condes-table [don Álvaro de Luna]... e biuió con él, siendo comofue donsel de cámara e después camarero e secretario...O en la Carta del Conde de Portalegre a Miguel de la

tiembre de 1989, Valladolid 1990, pp.225-248.8) Un notabilísimo esfuerzo por re-construir esos procesos orales en F.BOUZA ÁLVAREZ, Palabra e imagenen la Corte. Cultura oral y visual dela nobleza en el Siglo de Oro, Madrid2003; la cita en p. 29. También P.BURKE, “El arte de la conversaciónen la Europa moderna temprana”, enHablar y callar. Funciones socialesdel lenguaje a través de la Historia,Barcelona 1996, pp. 115-153; y A.CARRASCO MARTÍNEZ, “Fisonomíade la virtud. Gestos, movimientos ypalabras en la cultura cortesano-aris-tocrática del siglo XVII”: Reales Si-tios, 147 (2001), pp. 26-37.9) Ése será el origen del celebérrimoceremonial de la Casa de Borgoña,un elaborado protocolo cortesanoque pasará a la corte española con Felipe el Hermoso, yde ella a la corte imperial y a las demás cortes europeasde la Edad Moderna: J.P. LECAT, Quand flamboyait laToison d’Or, París, 1982.10) M.A. LADERO QUESADA, “La consolidación de laNobleza en la baja Edad Media”, en Nobleza y Sociedaden la España Moderna, Madrid 1996, pp. 19-45; interesaaquí el cap. V, El linaje noble y su clientela, pp. 32-36.11) I. BECEIRO PITA, “Criados, oficiales y clientes seño-riales en Castilla (siglos XI-XV)”, Cuadernos de Historiade España, 75 (1998-1999), pp. 59-84.12) M.C. GERBET, La noblesse dans le royaume deCastille, París 1979, pp. 309-344. D. GARCÍA HERNÁN,“Los servidores de la administración señorial: los criadosy clientes del Duque de Arcos en el siglo XVI”, en Actasdel II Congreso de Jóvenes Historiadores y Geógrafos,Valencia, 1993, pp. 238-245. M.A. LADERO QUESADA,“La consolidación de la Nobleza en la baja Edad Media”,op. cit. I. BECEIRO PITA, “Criados, oficiales y clientesseñoriales en Castilla…”, op. cit. A. de CEBALLOS-ES-CALERA GILA, “La corte de los Duques de Alburquer-que en la villa de Cuéllar, en pleno Renacimiento”: Bole-tín de la Real Academia Matritense de Heráldica yGenealogía, 18 (enero-marzo 1996), pp. 15 y ss.; y “Unlinaje de criados mayores de la Casa Ducal de Alba: losVillapecellín, alcaides de Alba de Tormes y de Piedrahi-ta”, en Actas del Congreso del V Centenario del naci-miento del III Duque de Alba Fernando Álvarez de Tole-do, Ávila 2008, pp. 383-399. A. CARRASCO MARTÍNEZ,“La clientela señorial como tipología burguesa en los si-glos XVII y XVIII”, en La burguesía española en la EdadModerna: actas del Congreso Internacional celebrado enMadrid y Soria los dias 16 a 18 de diciembre de 1991,Valladolid 1996), I, pp. 423-438. A.B. SÁNCHEZ PRIE-TO, La Casa de Mendoza hasta el tercer Duque del In-fantado, 1350-1531, Madrid 2001, pp. 243-261.13) J.L. GONZALO SÁNCHEZ-CALERO, El aprendizajecortesano de Felipe II, Madrid 1999.

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99-129. J.A. MARAVALL, “La corte como saber en laEdad Media”, en sus Estudios de Historia del Pensa-miento Español, Madrid 1973, pp. 275-285. D. CASTROALFÍN, La cultura nobiliaria: corte y civilización” en No-

bleza y sociedad en la España moderna,Madrid 1996, pp. 217-242. Pero, en ge-neral, los autores se centran más en elexamen del sistema político de la corte,olvidando su crucial papel educativo.32) Sobre la importancia de la corte co-mo ámbito de poder, pueden consultar-se las obras de M. BLOCH, La sociedadfeudal. Las clases y el gobierno de loshombres; utilizo la edición castellana deMéxico 1958, p. 40; de G. DUBY, Lostres órdenes o lo imaginario del feudalis-mo, Madrid 1992, p. 383; del mismo au-tor, “Los orígenes de la caballería”, enHombres y estructuras de la Edad Me-dia, Madrid 1977, pp. 209-228; de P.E.SCHRAMM, Herrschaftszeichen undStaatssymbolik. Beiträge zu ihrer Ges-chichte vom 3. bis zum 16. Jh., Stuttgart1954-1956; de J. BLANCHARD (ed.),Représentation, pouvoir et royauté à lafin du Moyen Âge, París 1995; y de A.SCAGLIONE, Knights and Court. Courtli-ness, Chivalry et Courtesy from Ottonian

Germany to Italian Renaissance, Berkeley y Los Ángeles1991. Sobre la corte española y sus aspectos culturales,los trabajos de F.M. ELLIOT, Old Court Life in Spain, Lon-dres 1893; A. ÁLVAREZ-OSORIO ALVARIÑO, “La Corte:un espacio abierto para la historia social”, en La HistoriaSocial en España. Actualidad y perspectivas, Madrid1991; y F. BOUZA ÁLVAREZ, “Servir de lejos. Imágenesy espacios del cursus honorum cortesano en la Españade los Austrias”, en Europa: proyecciones y percepcio-nes históricas, Salamanca 1997, pp. 71-86; y “Tiempo yespacio en la corte de Carlos V. Vidas de palacio”, enCarlos V. Europeísmo y universalidad. I, La figura deCarlos V, Madrid y Granada 2001), pp. 47-56.33) A. de CEBALLOS-ESCALERA GILA, Alcaides, teso-reros y oficiales de los Reales Alcázares de Segovia, Va-lladolid 1995), pp. 139-153; y los apéndices documenta-les I (docs. 35, 45, 48); y II (inventario de 1561).34) C. SILIÓ CORTÉS, Isabel la Católica, op. cit., p. 388.35) Marqués de LOZOYA, Los orígenes del Imperio…,op. cit., p. 187. I. BECEIRO PITA, “Educación y culturade la nobleza…”, op. cit., pp. 583-587.36) Crónica de Alfonso XI, CCLCCC, p. 232.37) En Castilla, antiguamente, a los que servían este ofi-cio de paje los llamaban donceles, que paje es vocabloextranjero: D. de HERMOSILLA, Diálogo de los pajes,op.cit., p. 4.38) J.M. PRIETO BERNABÉ, Un festín de palabras, imá-genes y letras. Lectores en la España del Siglo de Oro,Madrid 2008), pp. 9-22.

Cerda, cuando le pidió criase a su hijo Don Juan en sucasa, datada en 1597, que se conserva en la BibliotecaNacional de Madrid, ms 981, folios 70-71r.24) Por ejemplo, de G. FERNÁNDEZDE OVIEDO, Batallas y Quincuagenas,Madrid 1983-2002, I, redactado en1550, recogemos las menciones atinen-tes a don Rodrigo de Mendoza, condesegundo de Castroxeriz... y su hermanodon Luis de la Cerda vinieron a Barcelo-na año de 1492, a seruir de paxes comohixos de un señor tan calificado (pp.325-326); a don Fernando de Cárdena,cuya casa ordinaria era de un príncipe.E muchos pages, hijos de caballeros ede hombres de mucho valor (p. 409); yal Príncipe Don Juan, quien mucho qui-so... al adelantado don Juan Chacón e asus hijos, que yo los ví pajes suyos... econ él se criaron (p. 419).25) D. de HERMOSILLA, Diálogo de losPajes, Madrid 1901. Escrito en 1543 porun capellán del Emperador, con un sen-tido doctrinal, recoge multitud de anéc-dotas; por ejemplo, a la p. 2, la manerade entrar a servir en la casa ducal de losprotagonistas del diálogo supuesto, osea los pajes Juan de Lorza y Medrano. Al primero dijo elDuque: Señor Juan de Lorza, si tenéis algún hijo peque-ño, llevádmele, que me quiero servir dél en reconoci-miento de la buena obra que habéis hecho; y Medranoresponde que con otra tal como ésa, que fue recibirme amí por paje, pagó a mi padre y a mi abuelo y a mi bisa-buelo muchos y señalados servicios que hicieron a susantepasados y hacen.26) AHN, Clero, libro 12389: Estatutos del Estudio de Sa-grada Escritura que fundó el maestro fray Juan Martínez,confesor del Rey, 1657. J. de NAVAMUEL, Cueba deSanto Domingo en Segovia, Madrid 1752, en el Prólogoal lector (in fine), y pp. 25, 37-38, 40, 69, 102-103. M.J.LLORENTE TABANERA, “El Convento de Santa Cruz”,Estudios Segovianos, XIII (1961), pp. 27-67; en especiallas pp. 40-41. R. RÓDENAS VILAR, Vida cotidiana y ne-gocio en la Segovia del Siglo de Oro. El mercader Juande Cuéllar, Salamanca 1990, p. 31.27) B. VELASCO BAYÓN, “Las órdenes religiosas en elpontificado de Arias Dávila”, en Segovia en el Siglo XV.Arias Dávila: Obispo y Mecenas, Salamanca 1998, pp.323-336.28) Marqués de LOZOYA, Los orígenes del Imperio. LaEspaña de Fernando e Isabel, Madrid 1939, pp. 55-73.29) C. SILIÓ CORTÉS, Isabel la Católica, fundadora deEspaña: su vida, su tiempo, su reinado (1451-1504), Va-lladolid 1938, p. 388.30) G. FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Batallas y Quincua-genas, op. cit., en el prólogo, p. XIV.31) N. ELIAS, El proceso de la civilización. Investigacio-nes sociogenéticas y psicogenéticas, Madrid 1987, pp.

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49) Se conserva en la Biblioteca Real, ms. 1341; acabade ser publicada por M.A. SÁNCHEZ SÁNCHEZ, “La De-finición de Nobleza de un nuevo Per Afán y otras obri-

tas”, en Nunca fue pena mayor: estu-dios de literatura española enhomenaje a Brian Dutton, Cuenca1996, pp. 589-604.50) J.L. BERMEJO CABRERO, Máxi-mas, principios y símbolos políticos(una aproximación histórica), Madrid1986.51) A. de GUEVARA, Aviso de priva-dos y doctrina de cortesanos, en susObras, Valladolid 1539.52) L. MILÁN, Reglas del cortesano,Madrid 1874; fue escrito en 1561.53) C. de CASTILLEJO, Aula de cor-tesanos, Madrid 1958, pero escritaen 1547; y Diálogo y discurso de lavida de corte, Madrid 1573.54) Citados por F. BOUZA en Palabrae imagen en la corte, op. cit., pág. 43.Se conservan manuscritos en la Bi-blioteca Escrigas Galán (sin foliar, cir-ca 1660).55) N. BARANDA, “Escritos para laeducación de nobles en los siglos

XVI y XVII”, en Bulletin Hispanique, 97 (1995), pp. 157-171.56) M. SCHIFF, La biblothèque du Marquis de Santillana,París 1905. Ch.B. FAULHABER, Libros y bibliotecas enla España Medieval: una bibliografía de fuentes impre-sas, Londres 1987. J.I. MARTÍNEZ DEL BARRIO, “Edu-cación y mentalidad de la alta nobleza española en lossiglos XVI y XVII: la formación de la biblioteca de la CasaDucal de Osuna”, Cuadernos de Historia Moderna, 12(1991), pp. 67-81. J. LAWRANCE, “Bibliotecas nobiliariasy difusión de la Cultura, 1450-1550”, en I Seminario deHistoria del Libro, Salamanca, octubre de 1994. F. SAL-GADO OLMEDA, “Humanismo y coleccionismo librarioen el siglo XV: las bibliotecas renacentistas de Santillana,Infantado y el Cardenal Mendoza”, Wad-al-Hayara, 22(1995), pp. 123-135. M.I. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ,“Suma de inventarios de bibliotecas del siglo XVI (1501-1560)”, en El libro antiguo español, 4 (1998), pp. 375-446. P.M. CÁTEDRA, Nobleza y lectura en tiempos deFelipe II: la biblioteca de don Alonso Osorio, Marqués deAstorga, Valladolid 2002. F. BOUZA, “Escribir en la corte.La cultura de la nobleza cortesana y las formas de comu-nicación en el Siglo de Oro”, en Vivir el Siglo de Oro: Po-der, cultura e historia en la época moderna. Estudios enhomenaje al Profesor Ángel Rodríguez Sánchez, Sala-manca 2003, pp. 77-99. E. RUIZ GARCÍA, Los libros deIsabel la Católica. Arqueología de un patrimonio escrito,Salamanca 2004; y “Oýr de Biblia. Cánon de lecturas dela Nobleza castellana (1430-1520), en Reyes, monjes ysabios. Estudios internacionales de historia del libro y dela lectura, Madrid 2010, pp. 137-170. A. de CEBALLOS-

39) Por ejemplos -y serían innumerables- el obispo deBurgos nos relata cómo Alfonso X el Sabio se hacía leerdurante la comida -a la manera de los refectorios monás-ticos- estorias de los grandes fechosde armas que los otros fizieran; y L.ZAPATA DE CHAVES, en su Miscelá-nea silva de casos curiosos o VariaHistoria, Madrid 1949, pp. 116-117,nos cuenta cómo doña María Manuel,dama de la Emperatriz, leía en voz al-ta un libro de caballerías a su ama yal Emperador, a la hora de la siesta.Sobre este asunto, véase también M.CHEVALIER, “Lectura en voz alta ynovela de caballerías: A propósito deQuijote, I, 32”, en Boletín de la RealAcademia Española, 79/276 (1999),pp. 55-65; y M, FRENK ALATORRE,Entre la voz y el silencio: la lectura entiempos de Cervantes, México 2006.40) F. BOUZA SERRANO, Palabra eimagen en la Corte, op. cit., p. 37.41) A. de CEBALLOS-ESCALERA GI-LA, La Orden y Divisa de la BandaReal de Castilla, Madrid 1993, pp. 12-28. Y, sobre todo, J.D. RODRÍGUEZVELASCO, El debate sobre la Caba-llería en el siglo XV. La tratadísticacaballeresca castellana en su marcoeuropeo, Salamanca 1996; y C. HEUSCH, La caballeríacastellana en la baja edad media. Textos y contextos,Montpellier 2000.42) J.D. RODRÍGUEZ VELASCO, “El Tractatus de insig-niis et armis, de Bartolo y su influencia en Europa (con laedición de una traducción castellana cuatrocentista)”, enEmblemata, 2 (1996), pp. 35-70.43) Escrito hacia 1400, se conserva en Biblioteca Nacio-nal, ms. 9477, folios 1-88; ha sido publicado por F. Rubioen Prosistas castellanos del siglo XV, II, Biblioteca deAutores Españoles, 116 (1959), pp. 156-216.44) A. de CARTAGENA, Doctrinal de los caballeros, Bur-gos 1487. Fue escrito hacia 1435-1440.45) Mosén D. de VALERA, Espejo de verdadera nobleza,edición de M. Penna en Prosistas castellanos del sigloXV, I, Biblioteca de Autores Españoles, 116, Madrid1959.46) F. PÉREZ DE GUZMÁN, Coplas de vicios e virtudes,original en la Biblioteca Nacional, ms. 10047; ha sido pu-blicado por Raymond Foulché-Delbosc en el Cancionerocastellano del siglo XV, Madrid 1912, I, pp. 575-626. Eltexto de las Generaciones y semblanzas, escrito entre1450 y 1455 y del que existen siete manuscritos, ha sidopublicado por Jesús Domínguez Bordona en ClásicosCastellanos, Madrid 1979.47) F. MEXÍA, Nobiliario Vero, Sevilla 1492.48) P. de GRACIA DEI, Blasón general y nobleza del uni-verso, Coria 1489.

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ESCALERA GILA, “De libros, de librerías y de libreros enla Segovia del Renacimiento”, en Reyes, monjes y sa-bios, Madrid 2010, pp. 211-238; y “Una librería amayo-razgada: la del Licenciado Jerónimo Arias Dávila de Vi-rués, abogado y oidor (Segovia1490-Valladolid 1569)”, Cuadernos deAyala, 51 (2012), pp. 17-20; y “La libre-ría del regidor don Juan de la Hoz Villa-fañe, escritor e historiador de la Sego-via del Barroco”, en Hilaré tu memoriaentre las gentes. Estudios de LiteraturaÁurea en homenaje a Antonio Carreira,Zaragoza 2014, II, pp. 503-508.57) D. KNOX, “Disciplina. Le originimonastiche e clericale della civiltà dellebuone maniere in Europa”, en Annalidell’Istituto Storico Italo-Germanico inTrento, 18 (1992), pp. 335-370. Y paraun momento algo más tardío, A. CA-RRASCO MARTÍNEZ, “El estoicismo,una ética para la aristocracia del barro-co”, en Calderón de la Barca y la España del Barroco,Madrid 2003, I, pp. 305-330.58) M. BLOCH, La sociedad feudal: la formación de loslazos de dependencia, México 1958, p. 116; G. DUBY,Hombres y estructuras de la Edad Media, Madrid 1977; yLa société chevaleresque, París 1988.59) I. BECEIRO PITA, “La conciencia de los antepasadosy la gloria del linaje en la Castilla bajomedieval”, en Rela-ciones de poder, de producción y de parentesco en laEdad Media y Moderna, Madrid 1990, pp. 329-349; ytambién “El uso de los ancestros por la aristocracia cas-tellana: el caso de los Ayala”, Revista de Dialectología yTradiciones Populares, L (1995), pp. 53-82. A. DACOS-TA, El “Libro de los Señores de Ayala” y otros textos ge-nealógicos, Bilbao 2007.60) Cuanto sigue, en A. de CEBALLOS-ESCALERA GI-LA, La Orden y Divisa de la Banda Real de Castilla, op.cit., pp. 12-28.61) Sobre todo F. BOUZA, en sus excelentes Imagen ypropaganda. Capítulos de historia cultural en el reinadode Felipe II (1998), y Palabra e imagen en la Corte(2003), repetidamente citados aquí.62) A. CARRASCO MARTÍNEZ, “La formación de los va-lores nobiliarios en el reinado de Isabel la Católica”, Cua-dernos de Investigación Histórica, 21 (2004), pp. 21-38; yF. BOUZA, “Entre cortesanos y discretos. Cultura nobilia-ria y poder en la España de los Austrias”, en Imagen ypropaganda. Capítulos de historia cultural del reinado deFelipe II, Madrid 1998, pp. 197-245.63) A. CARRASCO MARTÍNEZ, “Una aproximación a lasrelaciones entre la cultura nobiliaria y el mundo clásico”,en El mundo social y cultural de la Celestina: actas delCongreso Internacional de la Universidad de Navarra,Pamplona 2003, pp. 71-92.64) F. BOUZA, Palabra e imagen en la corte, op. cit., p.155.

65) P. de GRACIA DEI, “Crianza e virtuosa doctrina dedi-cada a la muy esclarecida señora Doña Isabel primera,Infanta de Castilla”, en Opúsculos literarios de los siglosXIV a XVI, Madrid 1982, p. 381.

66) G. FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Ba-tallas y Quincuagenas, op. cit., II, p.141-142.67) F. BOUZA, Palabra e imagen en lacorte, op. cit., p. 153.68) N. BARANDA, “Escritos para laeducación de nobles en los siglos XVI yXVII”, op. cit. F. BOUZA, “Cinco piezaspara una práctica nobiliaria”, en Imageny propaganda, op. cit.69) RAH, col. Salazar y Castro, ms. F-18, folios 24r-45v. Ha sido glosado porF. BOUZA en el texto citado en la nota67 antecedente, y más recientementepor J.A. de FREITAS CARVALHO, “Laescritura familiar cortesana: las “Ins-

trucciones” de Juan de Vega a su hijo, o la descendenciaportuguesa de un texto célebre”, en De la palabra al tex-to: Los lugares de lo escrito a través del tiempo, Alcalá2008.70) Por ejemplos: C.M. CREMADES GRIÑÁN, “La pujan-za de las letras frente a las armas en la nobleza de la Es-paña de los Austrias”, en Miscelánea medieval murcia-na, 19-20 (1995-1996), pp. 55-66; M. CHEVALIER, “Lacultura del gentilhombre en la España del Siglo de Oro”,en La culture des élites espagnols a l’epoque moderne,Bulletin Hispanique, 97/1 (1995), pp. 341-345; A. CA-RRASCO MARTÍNEZ, Sangre, honor y privilegio: la no-bleza española bajo los Austrias, Barcelona 2000; J.YARZA LUACES, La Nobleza ante el Rey. Los grandeslinajes castellanos y el arte en el siglo XV, Madrid 2003; yE. SORIA MESA, La nobleza en la España Moderna.Cambio y continuidad, Madrid 2007.71) S. ARAGÓN MATEOS, “La nobleza narcisista. Ideo-logía nobiliaria en la España de la Ilustración”, Mélangesde la Casa de Velázquez, 25 (1989), pp. 279-301; y A.CARRASCO MARTÍNEZ, “La construcción problemáticadel yo nobiliario en el siglo XVII: una aproximación”, enDramaturgia festiva y cultura nobiliaria en el Siglo deOro, s.l., 2007, pp. 21-44.72) A. CARRASCO MARTÍNEZ, “Cultura política e identi-dad aristocrática en la Europa de los reyes y los priva-dos”, Cuadernos de Historia de España, 77 (2001-2002),pp. 165-186; también en su excelente Sangre, honor yprivilegio: la nobleza española bajo los Austrias, Barcelo-na, 2000.Otra versión de este artículo ha sido recientementepublicado,con parecdo título, en la obra colectivaRecuerdos literarios en honor a un gran historiadorde Castilla: Gonzalo Martínez Díez (1924-2015),Madrid, Universidad Rey Juan Carlos y Dykinson,2015, págs. 91-118. Ha parecido útil reproducirlo ydifundirlo desde los Cuadernos de Ayala.

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Hace ya algún tiempo que el Blog de los DoceLinajes dedicó algunas de sus entradas a la OrdenPiana, y hoy quiero hacer memoria de los primeroscien españoles que fueron honrados con ella, como lofuern trece de nuestras Banderas.

La Orden de Pío IX, co-múnmente llamada la Orden Pia-na (Ordine Piano, en italiano), fuecreada por Su Santidad el PapaPío IX(1) mediante el breve Roma-nis Pontificibus del 17 de junio de1847, para conmemorar el primeraniversario de su ascensión a laCátedra de San Pedro, pero conla obvia intención de dotar a laSanta Sede de una Orden ecues-tre de mérito, esto es, caballeres-ca pero destinada -a diferenciade la Suprema Orden de Cristo, yde las de San Gregorio Magno ySan Silvestre-, a premiar servi-cios militares y civiles de caráctermás general, tal y como se obser-vaba en otras cortes europeascoetáneas. Y se buscó tanto esecarácter de premio general, queincluso se permitió su otorga-miento a personas no católicas.

La nueva Orden se consi-deró como la continuación idealdel antiguo Colegio de CaballerosPíos (Cavalieri Piani o Participan-tes), entonces caído ya en el olvi-do, que había sido establecido enmarzo de 1559 por el Papa PíoVI, mediante la bula Pii PatrisAmplissi. Aquellos caballeros per-tenecientes al antiguo Colegio,constituyeron desde el gobiernode Pio VI y hasta varios siglosdespués, la corte laica del Sobe-rano Pontífice, y eran por lo tantoun cuerpo de gentilhombres,equiparables a los modernos ca-balleros de capa y espada, e in-cluso a la Guardia Noble pontifi-cia (disuelta por Pablo VI en 1970). La pertenencia almismo llevaba aneja la nobleza personal no trasmisi-

ble, ligada al título de conde palatino (o conde del Sa-cro Palacio Apostólico Lateranense).

Por dicha razón, con el sucesivo breve CumHominum Mentes del 17 de junio de 1849, quedó con-

firmado por el Papa que las dossuperiores clases de la Orden,que fueron en su origen numera-les (1ª clase, desde 1856 grancruz; 2ª clase, desde 1856 enco-mienda; y 3ª clase, desde 1856cruz de caballero), tenían apare-jada la condición nobiliaria, here-ditaria en el caso de los agracia-dos con la 1ª clase, o solopersonal en el caso de los agra-ciados con la 2ª clase. Esta con-dición nobilitante de la Orden Pia-na duró hasta la reforma de susestatutos, llevada a cabo por elPapa Pío XII el 11 de noviembrede 1939. Además, los caballerosde 1ª clase o gran cruz, tenían eltratamiento anejo de Nobiluomo(N.H.), y eran además gentilhom-bres de Su Santidad -con prece-dencias y uniforme propios-, reci-biendo honores militares porparte de la Guardia Noble, laGuardia Suiza y la GendarmeríaVaticana(2).

La insignia de la nueva Ordenconsistió, no en una sólita cruz,sino en una estrella de oro deocho puntas, esmaltada en azul,con flamas doradas en los inters-ticios, y en el centro un círculo deesmalte blanco con el nombre delfundador, rodeado del lema Virtutiet Merito (el mismo, curiosamen-te, que el de la española Real yDistinguida Orden de Carlos III,creada en 1771), y en el reversola fecha de la fundación de la Or-den. La cinta ha sido siempre decolor azul oscuro, con dos ban-das rojas a cada lado.

Pero casi simultáneamente a la fundación dela Orden, la oleada revolucionaria que incendió toda

DE RE PREMIAL

1850: LAS PRIMERAS CIEN CONCESIONESDE LA ORDEN PIANA A SÚBDITOS ESPAÑOLES

Y LAS CORBATAS OTORGADAS A NUESTRAS BANDERASpor el Dr. Marqués de la Floresta

Placa e insigniasde la pontificia Orden de Pío IX

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Europa desde febrero de 1848, dio al traste en Franciacon el reinado de Luis Felipe I, causó en Austria la caí-da de Metternich, revueltas en Alemania, Hungría yPolonia, y en España -donde fueron prontamente sofo-cadas por el general Narváez-, pero sobre todo infla-mó las ansias liberales y unitaristasen toda Italia. Uno de sus focos pe-ninsulares fue la ciudad de Roma,capital de los Estados Pontificios ysede del gobierno autocrático delPapa-Rey. Pío IX, ante las revuel-tas instigadas por Mazzini y otrosrevolucionarios, hubo de abandonarla ciudad a escondidas el 24 de no-viembre de 1848, disfrazado desimple monje, para refugiarse en lacercana fortaleza napolitana de Ga-eta, bajo la protección del Rey delas Dos Sicilias y de la escuadraespañola allí enviada.

En la huida del Papa y sutraslado a Gaeta tuvo mucha y muydirecta intervención el embajadorespañol don Francisco Martínez dela Rosa, que había presentado car-tas credenciales el 23 de agosto de1848. Sin duda por ello, y por suconstante apoyo a la Iglesia amenazada, al dia si-guiente firmó Pío IX en la fortaleza de Gaeta la conce-sión el embajador español de la gran cruz de la OrdenPiana. Muy probablemente haya sido, pues, don Fran-cisco Martínez de la Rosa(3), el primer español que ob-tuvo tan preciada condecoración pontificia. No obstan-te, no descarto que ese honor histórico puedacorresponder al breve antecesor de Martínez de la Ro-sa en la embajada española en Roma: que lo fue donLuis González Bravo, llegado a Roma en enero de1848(4), aunque no me consta tal concesión premial.

Inmediatamente, una escuadra española, almando del brigadier don José María Bustillo, y forma-da por los buques Villa de Bilbao, Mazarredo, Vulcano,León, Volador y Bidasoa, se estacionó en la bahía deGaeta y recorrió la costa hasta Terracina, en territorioya de la naciente República Romana. Allí en Gaeta fuerevistada y visitada por Su Santidad el 6 de marzo de1849.

En socorro de Pío IX llegaron pronto fuerzasaustriacas, francesas y españolas. Las fuerzas espa-ñolas enviadas por la Reina Doña Isabel II sumaron8.500 mil hombres, unos doce batallones del Ejército yotro más de la Armada, plana mayor y servicios auxi-liares, todo puesto bajo el mando del general don Fer-nando Fernández de Córdoba y Rodríguez de Valcár-cel (1809-1883), futuro segundo Marqués deMendigorría y autor de las celebérrimas Memorias ínti-mas. Estas tropas, enviadas a bordo de los vapores

de ruedas Isabel II, Vulcano, Lepanto, Piles, Castilla yBlasco de Garay, la fragata Cortés y las corbetas Villade Bilbao y Mazarredo, entre otros buques de la es-cuadra al mando del brigadier José María de Bustillo,desembarcaron sucesivamente en Gaeta el 27 de

mayo -aquella misma tarde fueronrevistadas las tropas por Su Santi-dad y por el Rey Don Fernando IIde las Dos Sicilias- y el 7 de julio.Y, tras una corta y victoriosa cam-paña contra los mazzinianos y gari-baldinos, seguida en unión de lastropas napolitanas y francesas,que entraron al asalto en Roma enjulio de aquel año, lograron el findel gobierno revolucionario y pocomás tarde el regreso a Roma delPapa. Roma no sería ya italianahasta la invasión piamontesa deseptiembre de 1870.

Desde Gaeta y Velletri, lasfuerzas españolas se ocuparon dela toma de Terracina, y de la pacifi-cación del Lazio y la Umbria, asen-tándose en las ciudades de Velletri,Palestrina, Poli, Rieti, Terni, Narni,y Spoletto. Concluida la misión del

cuerpo expedicionario español con la reconquista deRoma y la sumisión de los Estados Pontificios, el Go-bierno español decidió en 2 de diciembre de 1849 elretorno de los expedicionarios, que se verificó con ra-pidez entre diciembre y marzo siguientes(5). Pero laescuadra española permaneció en aguas italianashasta el 14 de junio de 1853, fecha en la que las últi-mas unidades navales partieron desde el puerto deAncona, en el Adriático.

Como era natural, quiso Su Santidad agrade-cer a los soldados españoles la ayuda y serviciosprestados, y con ese fin les concedió en 31 de enerode 1850, trece recompensas colectivas, y más tardeotras 252 cruces a título individual; pocas semanasdespués se añadieron al menos otras cinco crucesmás. He hallado la relación de todas ellas en los ricosfondos del Archivo General Militar de Segovia(6), yahora la pongo a disposición de los lectores interesa-dos. También he hallado en el Archivo Histórico Na-cional la relación, confirmada por el Estado Generalde la Armada de los años sucesivos, de las simultáne-as concesiones de otras 98 cruces de las Órdenespontificias a los miembros de la Armada Nacional(7).

Comenzando por las recompensas colectivas,diremos que fueron solicitadas por el general en jefeCórdoba, desde Nápoles, el 23 de febrero de 1850;fueron concedidas por Su Santidad poco después, ylos respectivos breves llegaron a la Nunciatura Apos-tólica en Madrid el 13 de agosto del mismo año. Con-

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Su Santidad el Papa Pío IX

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sistieron en trececorbatas de honorde la Orden Piana,otorgadas ocho deellas a los Cuerposexpedicionarios delEjército, que fueronel 3er batallón delRegimiento de Gra-naderos, el 3er bata-llón del Regimientodel Rey nº 1(8), el 1er

batallón del Regi-miento de la ReinaGobernadora nº 27,el 1º y 2º batallonesdel Regimiento deSan Marcial nº 45, ylos Batallones de Cazadores de Chiclana nº 7, de Ciu-dad Rodrigo nº 9, de Baza nº 12 y de las Navas nº 14;otras dos a los Regimientos de Caballería de Lusita-nia nº 13 y de España nº 15; otra a las Baterías Mon-tadas del 1º y 2º Departamentos de Artillería; otra al2º batallón del Regimiento de Ingenieros(9); y la últimaal 2º Batallón de Infantería de Marina -el ferrolano-,que aportó la Armada Nacional. Todos los Cuerposmencionados fueron autorizados por la Reina a usardichas corbatas en sus respectivas banderas y estan-dartes mediante su real orden de 26 de agosto de1850.

En cuanto a las recompensas individuales, di-remos ya que, dejando aparte la cruz de 1ª clase ogran cruz de la Orden Piana, adornada con brillantes,que el Papa otorgó al general en jefe Córdoba el 30de septiembre de 1849(10), y las grandes cruces de lamisma Orden otorgadas al general don Ramón MaríaNarváez, presidente del Consejo de Ministros, al te-niente general don Francisco de Paula Figueras, mi-nistro de la Guerra, y al Marqués de Molíns, ministrode Marina, las recompensas otorgadas a los militaresexpedicionarios españoles(11) sumaron 255 cruces delas cuatro Órdenes Pontificias de Cristo (3 encomien-das), San Gregorio Magno (2 grandes cruces y 94 en-comiendas y cruces), San Silvestre (88 encomiendasy cruces) y Pío IX (70 cruces de 2ª clase). Por su par-te, a los oficiales de la Armada Nacional se destinaroncruces de las mismas Órdenes pontificias de SanGregorio Magno (1 gran cruz, 17 encomiendas y 22cruces), San Silvestre (7 encomiendas y 21 cruces) yPío IX (30 cruces de 3ª clase).

Ignoro el criterio exacto que se siguió en Ro-ma para el otorgamiento de unas u otras, ya que en larelación no se expresan, pero de la lectura y examende la propia relación sí que nos cabe colegir cuálesfuesen: a los generales, la gran cruz de San GregorioMagno; a los brigadieres, la encomienda de Cristo; alos jefes de batallón, la encomienda de San Gregorio

Magno; a los se-gundos jefes, la en-comienda de SanSilvestre; a los co-mandantes y capita-nes, la cruz de 2ªclase de Pío IX; alos tenientes, lacruz de San Grego-rio Magno, y a lossubtenientes, lamisma o con mayorfrecuencia la deSan Silvestre.

Parecido crite-rio, pero no del todoigual, se siguió paracondecorar a los

marinos españoles: los brigadieres, y capitanes denavío y de fragata recibieron la encomienda de SanGregorio Magno; los tenientes y alféreces de navío, yasimilados de otros Cuerpos, la cruz de la Orden Pia-na; y los alféreces de navío, subtenientes de Infante-ría de Marina, intendentes y médicos, la cruz de SanSilvestre.

Para el asunto que nos ocupa, que es el de laOrden de Pío IX, los 70 agraciados del Ejército concruces de 2ª clase -sólo el general en jefe recibió lagran cruz o cruz de primera clase, como he dicho an-tes-, fueron los siguientes(12), puestos por el mismo or-den en que figuran en la relación aludida:

1) D. Juan Carlos Emilio, comandante de Estado Ma-yor.

2) D. Antonio Madera y Vivero, comandante de Esta-do Mayor.

3) D. José Riquelme Gómez, capitán de Estado Ma-yor.

4) D. José de Eulate, capitán de Estado Mayor.

5) D. Mariano Socías del Fangar y Lledó, primer co-mandante, ayudante del General Lersundi.

6) D. Segundo Cuevas, segundo comandante, ayu-dante del General Lersundi.

7) D. Juan Cotarelo, capitán de Caballería, ayudantedel general Zavala.

8) D. Francisco de Paula Figueras, capitán de Infante-ría, ayudante del General en Jefe.

9) D. Mariano Figueras, capitán de Infantería, ayudan-te del General en Jefe.

10) D. Ramón Lago, primer comandante de Infantería,en comisión activa.

11) D. Cecilio de la Torre, segundo comandante de In-fantería, en comisión activa.

Su Santidad el Papa bendice a las fuerzas expedicionariasespañolas, formadas ante los muros de Gaeta

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Cuadernos de Ayala 68 - OCT/2016 [26]

12) D. Vicente García Doncel, segundo comandantede Infantería, en comisión activa.

13) D. Joaquín Espinosa, capitán de Artillería.

14) D. José Clemente Pazos, capi-tán de Artillería.

15) D. Francisco Casanovas, co-mandante de Ingenieros.

16) D. Mauricio Álvarez de las Astu-rias, Conde de Mayo, capitán de In-genieros.

17) D. José Albareda, comisario de3ª clase de Administración Militar.

18) D. Joaquín Sánchez Manjón,comisario de 3ª clase de Adminis-tración Militar.

19) D. Domingo Vicente de Oloriz,comisario de 3ª clase de Adminis-tración Militar.

20) D. Federico Llansó, primer ayu-dante médico de Sanidad Militar.

21) D. José Rogel, primer ayudantemédico de Sanidad Militar.

22) D. Luis Guijarro, primer ayu-dante farmacéutico de Sanidad Mi-litar.

23) D. Marcelino Durana, segundo comandante del 3er

batallón del Regimiento de Granaderos.

24) D. Felipe Gironda, capitán, idem.

25) D. Juan Cruz Apaicechea, capitán, idem.

26) D. Juan del Pozo, capitán, idem.

27) D. José de la Cendeja, primer comandante del 3erbatallón del Regimiento de Infantería del Rey, 1º de lí-nea.

28) D. Manuel Fernández, capitán, idem.

29) D. Carlos Ruiz, capitán, idem.

30) D. José Morales, capitán, idem.

31) D. Antonio Martínez, segundo comandante del 1erbatallón del Regimiento de Infantería de la Reina Go-bernadora.

32) D. Ángel López Guerrero, capitán, idem.

33) D. Manuel Iznar, capitán, idem.

34) D. Antonio Mir, capitán, idem.

35) D. Juan Casaus, capitán, idem.

36) D. Eduardo Nouvilas, segundo comandante delRegimiento de Infantería de San Marcial.

37) D. Agustín Carrión, capitán, idem.

38) D. Antonio Gaset, segundo comandante, idem.

39) D. Ramón Latorre, capitán, idem.

40) D. Eusebio Antoñanzas, capitán, idem.

41) D. Carlos Servel, capitán, idem.

42) D. Juan de Buega, capitán,idem.

43) D. José Fernández Loygorri,capitán, idem.

44) D. Joaquín Christou de Garatiny Villarroel, capitán del Batallón deCazadores de Chiclana.

45) D. Ramón Senespleda, capi-tán, idem.

46) D. José Odena y Borrás, capi-tán, idem.

47) D. José Toyos, capitán, idem.

48) D. Ramón Pérez de Arenaza,segundo comandante del Batallónde Cazadores de Ciudad Rodrigo.

49) D. Celestino de Castro, capitán,idem.

50) D. Rafael Rivas, capitán, idem.

51) D. Manuel Teigeiro, capitán,idem.

52) D. Mariano Luque, capitán, idem.

53) D. Juan Antonio Villahoz, segundo comandantedel Batallón de Cazadores de Baza.

54) D. Gregorio Lasa, capitán, idem.

55) D. Ángel García, capitán, idem.

56) D. Segundo de la Portilla Gutiérrez, capitán, idem.

57) D. Luis González Checa, capitán, idem.

58) D. Pedro Bamot, segundo comandante del Bata-llón de Cazadores de las Navas.

59) D. Alejandro José García, capitán, idem.

69) D. Vicente de Julián, capitán, idem.

61) D. Benito Rubio, capitán, idem.

62) D. Nicolás Rafols, capitán, idem.

63) D. Andrés Cánovas, capitán, idem.

64) D. Francisco de Paula Vargas, capitán del Regi-miento de Caballería de Santiago.

65) D. Fernando San Cristóbal, comandante del Regi-miento de Caballería de Lusitania.

66) D. Manuel Auñón, capitán, idem.

67) D. José Fernández, capitán, idem.

68) D. Bernardo Villamil, capitán, idem.

El general en jefe don FernandoFernández e Córdoba, luciendo lagran cruz de la Orden de Pío IX

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Cuadernos de Ayala 68 - OCT/2016 [27]

Enseguida, el 26 de febrero, Su Santidad con-cedió otras dos cruces más de la Orden Piana, ambasde la sólita 2ª clase, a favor de:

69) D. Manuel Alarcón, capitán de Artillería.

70) D. Francisco Prat, capitán del Batallón de Cazado-res de Chiclana.

Esta extensa relación debe completarse con lade los marinos españoles condecorados por Su Santi-dad, el 21 de enero de 1850,con cruces de 3ª clase de laOrden Piana, las que sumanotras treinta. A saber:

71) D. Olegario Solís de losCuetos, teniente denavío.

72) D. Francisco Alesón Mi-llau, teniente de na-vío.

73) D. Juan Demetrio Fungai-riño Franco, tenientede navío.

74) D. José María Marín Ca-zorla, teniente de na-vío.

75) D. Eduardo Vila, tenientede navío.

76) D. Victoriano SánchezBarcáiztegui, tenientede navío.

77) D. Juan Winthuysen yMartínez de Baños,teniente de navío.

78) D. José María Mansi, teniente de navío.

79) D. Juan Pita da Veiga y Solloso, teniente de navío.

80) D. Manuel Crooquer Somodevilla, teniente de na-vío.

81) D. Joaquín José Navarro Morgado, alférez de na-vío.

82) D. Pedro Ramírez e Isasi, alférez de navío.

83) D. Nicanor Sotelo y Rivero, alférez de navío.

84) D. José María Suárez, alférez de navío.

85) D. Leandro Mella y Ascanio, alférez de navío.

86) D. Castro Méndez Núñez, alférez de navío.

87) D. Francisco de Paula Morgado Llanos, alférez denavío.

88) D. Andrés de Tosta Urmeneta, alférez de navío.

89) D. Ángel Cousillas Marasí, teniente de navío.

90) D. Joaquín Velázquez, alférez de navío.

91) D. Nicolás Díaz Noriega, alférez de navío.

92) D. Pedro Bravo Morán, alférez de navío.

93) D. José Manuel Díaz de Herrera Serrano, alférezde navío.

94) D. Manuel Duelo de Llanes, alférez de navío.

95) D. Ambrosio Mella y Ascanio, alférez de navío.

96) D. José Carranza de Echeverría, alférez de navío.

97) D. Miguel Almansa Gon-zález, teniente de Artilleríade Marina.

98) D. Bernardino MedinaReina, subteniente de Infan-tería de Marina.

99) D. José Magoules y Hur-tado, oficial primero delCuerpo Administrativo.

100) D. José Mellado y Es-trada, primer médico de Sa-nidad de la Armada.

Poco más tarde, el Pa-pa Pío IX creó la Medalla dela Restauración del SolioPontificio, también llamadaMedalla de Gaeta, y la con-cedió generosamente a to-dos los soldados y marinosespañoles que habían parti-cipado en aquella campaña.Incluso a título colectivo: porbreve del 6 de agosto de1850, se otorgó esta meda-

lla, en forma de corbata de honor -de color amarillo yblanco-, a las banderas de los buques de la escuadraespañola presentes en el teatro de operaciones, y a lade las tropas de la Infantería de Marina que formaronsu guarnición1.

Notemos, porque es interesante, la circunstan-cia de que la concesión de la cruz de 2ª clase de laOrden Piana, llevaba aparejado el otorgamiento de lanobleza personal, mientras que al general Fernándezde Córdoba, condecorado con la cruz de 1ª clase ogran cruz, se le concedió por el Papa la nobleza here-ditaria y transmisible -que él, por su Casa y familia, nonecesitaba, pues es sabido que era de muy noble na-cimiento-.

Para terminar, dos notas sobre otras posiblesconsecuencias imprevistas de aquella breve y olvida-da campaña militar española a Italia: la solemne pro-clamación del Dogma de la Inmaculada Concepción -por el que España llevaba batallando desde variossiglos antes-, mediante la bula Ineffabilis Deus, de 8de diciembre de 1854; y el clásico y apreciado pasteli-

Bandera del Regimiento Inmemorial del Reyluciendo la Corbata de la Orden de Pío IX

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llo que se viene llamando pionono, y cuya primera re-ferencia histórica se documenta en la prensa madrile-ña de 1858 -aunque los más famosos se confeccio-nan hoy en Santa Fe de Granada,despachándose también en otros pun-tos de la América hispana-.

N O T A S

1) El Beato Pío IX o Pío Nono (Senigallia,Marca de Ancona, 1792-1878) fue el novenohijo del conde Girolamo Mastai Ferretti y desu esposa Caterina Solazzi. Fue el último so-berano temporal de los Estados Pontificios, ysu pontificado de 31 años y medio (16 de ju-nio de 1846 al 7 de febrero de 1878), ha sidoel más largo de la historia de la Iglesia. Libe-ral al principio de su pontificado, la revolu-ción de 1848 le hizo más conservador, diri-giendo su actuación hacia la defensadoctrinal católica y la defensa de los EstadosPontificios, amenazados por la unidad italiana. En 1853 se re-concilió con las monarquías protestantes de los Países Bajos eInglaterra, las cuales permitieron el restablecimiento en sus pa-íses de la jerarquía católica, y en 1864 Pío IX promulgó la encí-clica Quanta cura, con su apéndice el celebérrimo Syllabuserroroum, compendio de ochenta proposiciones condenatoriasde las doctrinas liberales y revolucionarias. Al mismo tiempo,inició el catolicismo social, orientado a la defensa de los dere-chos de los trabajadores. Cuando en 1870 el ejército piamontésentró en Roma y puso fin a la soberanía del Papado, que habíadurado más de mil años, Pío IX se negó a reconocer el reinode Italia, a establecer relaciones diplomáticas con él y rechazólas garantías personales que se ofrecían, excomulgó al rey Víc-tor Manuel II de Saboya (aunque le absolvió in articulo mortis),y además prohibió a los católicos, bajo severas penas canóni-cas, toda participación activa en la política italiana, incluido elsufragio. Los últimos años de su pontificado los vivió en condi-ciones de aislamiento en los palacios apostólicos del Vaticano.

2) Cesare BRANCALEONE, “Legislazione Nobiliare Pontificia.La Nobiltà Romana”, en Rivista Araldica (Roma, Collegio Araldi-co Romano, 1903); Temistocle BERTUCCI, Titoli Nobiliari e Ca-vallereschi Pontifici, Collana di Monografie Storico-Genealogi-co-Cavalleresche (Roma, 1925); Fabio CASSANI y MicheleD’ANDREA, Vestire gli Onori (Roma, 2005).

3) Nacido en Granada el 10 de marzo de 1787, fue escritor, po-eta y dramaturgo romántico, pero ante todo un destacado políti-co liberal y centrista (presidió el Consejo de Ministros en 1822 yen 1834-1835, y el Congreso de los Diputados entre 1851 y1860), y diplomático en Roma y en París. Falleció en Madrid el7 de febrero de 1862. La concesión de la Orden Piana a su fa-vor se menciona en Archivo Histórico Nacional (AHN), Exterio-res, legajo H-1733; en AHN, Exteriores, legajo PP-0597, expe-diente 8038; y también en AHN, Estado, legajo 6340.

4) Luis González Bravo y López de Arjona (Cádiz, 8 de julio de1811 - Biarritz, 1 de septiembre de 1871), también fue dos ve-ces presidente del Consejo de Ministros.

5) Todo lo atinente a la expedición española, y a los sucesospolíticos y militares ocurridos en Italia, en el completo estudiodel coronel Gonzalo de PORRAS RODRÍGUEZ DE LEÓN, Ex-pedición a los Estados de la Iglesia (1849-1850), Madrid, Minis-terio de Defensa, 2008. Son muy interesantes las páginas 293-204, en que se relata el proyecto de formación de una guardia

pontificia llamada Legión Española, que se pensó en reclutarcon la anuencia papal para sustituir a los suizos, de los que elpontífice estaba muy descontento por su comportamiento en lossucesos de la revolución romana. Sobre el mismo asunto pue-

de consultarse a Vicente PUCHOL SAN-CHO, La División de Operaciones del Medi-terráneo 1849-1850, Madrid, Ministerio deDefensa, 2013, págs. 195-200; y José MaríaPOU MARTÍ ofm, Archivo de la Embajada deEspaña cerca de la Santa Sede (Madrid,1935), tomo IV, págs. 150 y 292. Tambiénhay abundante documentación, no consulta-da por Porras, en el Archivo de la Nobleza(Toledo), fondo Marqués de Mendigorría, ca-jas 158 y 159.

6) AGM Segovia, 2ª sección, 12ª división (re-compensas), legajo 89. Allí también están lasgracias concedidas a los soldados españo-les por el Rey Don Ferdinando II de las DosSicilias, y también las concedidas por la Rei-

na Isabel II a los soldados pontificios y napolitanos. De estas úl-timas hay antecedentes también en AHN, Exteriores, legajo SS-723 (año 1850).

7) Archivo Histórico Nacional, Estado, legajo 6340. Sospechoque más documentación atinente a estas recompensas a losmarinos españoles pueda conservarse en el Archivo Generalde Marina Álvaro de Bazán, en El Viso del Marqués (CiudadReal), aunque aún no he podido localizarla.

8) Al distribuir las corbatas para las banderas, no tuvo presenteSu Santidad que ese tercer batallón, además de su bandera,usaba otra morada por especial privilegio. Por eso el coronelFranch, su jefe, elevó petición de otra corbata por conductocompetente a Su Santidad, quien la concedió, comunicándoseal Regimiento por conducto de la Dirección General de Infante-ría el 4 de junio de 1851. Hay documentación sobre esta corba-ta en el Archivo de la Nobleza (Toledo), fondo Marqués de Men-digorría, caja 159.

9) El breve pontificio original de esta corbata se conserva en elcitado legajo del AGM Segovia, pues por razones que ignoronunca fue entregado al Cuerpo destinatario.

10) Por esta bonita campaña militar, Fernández de Córdoba re-cibió además del Rey de Nápoles el collar de la Insigne Ordende San Genaro, y de la Reina de España la placa y banda de lagran cruz laureada de la Real y Militar Orden de San Fernando.Todos los diplomas y cartas atinentes se conservan originalesen el Archivo de la Nobleza (Toledo), Mendigorría, cajas 23 y292.

11) Todas se otorgaron a los generales, jefes y oficiales que in-tegraron la expedición, excepto la cruz de caballero de la Ordende San Silvestre concedida al paisano don José Gutiérrez de laVega (Sevilla, 1791-1865), célebre pintor que acompañó a laexpedición.

12) En el libro registro de autorizaciones de condecoracionesextranjeras que se llevaba por el Ministerio de Estado, años de1854 a 1867 (hoy en el Archivo Histórico Nacional, FC-Ministe-rio de Asuntos Exteriores, Condecoraciones, libro 354), sola-mente aparecen asentadas las autorizaciones dadas entoncesa los oficiales que en esta relación llevan los números 27 al 43.

13) Se autorizó el uso a todas las unidades por real orden de31 de agosto de 1850.

Cuadernos de Ayala 68 - OCT/2016 [28]

Medalla de Gaeta

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ROMILLY SQUIRE DERUBISLAWHa muerto en Edimbur-

go, el 7 de diciembre de2016, con tan solo 63años, mi amigo el presti-gioso heraldista escocésRomilly Squire de Ru-bislaw. Lo conocí en Edimbur-

go en el otoño de 2010,cuando recibió allí elPremio Nacional de Artey Diseño Heráldico (dela Federación Españolade Genealogía y Herál-dica), y desde entonceshemos mantenido una

amistad y una correspondencia constantes.Nacido en Glasgow el 3 de mayo de 1953, su

carácter extrovertido y divertidísmo -poco británico, adecir verdad-, le llevaron a ser modelo de moda y has-ta notable actor -con el grupo Monthy Python participóen varias de sus películas más famosas-. También unreconocido maestro del kendo, el bello arte marcial ni-pón. Viajó mucho y fue gran amante de la buena vida.

Adquirió unos conocimientos enciclopédicosde la Heráldica, y escribió mucho y bueno, siendo me-morables sus colaboraciones en las obras Kings andQueens of Europe, Clans and Tartans, y el Collins

Scottish Clan and Family Encyclopedia. Estos méritosle valieron el Premio Corel, a más del citado hispano.

En 2008 diseñó un escudo de armas para elentonces destacado empresario estadounidense Do-nald Trump, lo que le valió algunas críticas. Pero, co-laborador constante del Lord Lyon king of arms, tam-bién fue el autor del diseño de las Armas Realesusadas en Escocia, según se exhiben en Parlamentoescocés. Dibujó mucho, y bien, cientos de armerías.

Fue bibliotecario de la Heraldry Society ofScotland, secretario del Standing Council ofScottishChiefs, y perteneció a la Royal Society of Arts y a laSociety of Antiquaires.

Adquirió el feudoescocés de Rubislaw,en Aberdeen, y uniótal nombre a su ape-llido. Fue oficial de laVenerable Order ofSt. John y caballerode la de San Lázarode Jerusalén, tambiénlució las insignias de laOrden Imperial de SantaAna de Rusia, y otras preseasportuguesas, españolas y georgianas.

Descanse en paz tan gran heraldista, bon vi-vant y celebrado amigo.

El Dr. Vizconde de Ayala, Castilla y León

IN MEMORIAM

Cuadernos de Ayala 68 - OCT/2016 [29]

(+34) 670 826 300 - [email protected]

J o s é M i g u e lP e c o s

Antiguo Maestro Mayor

de

Cejalvo

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Cuadernos de Ayala 68 - OCT/2016 [30]

CAPÍTULO GENERAL DEL CUERPO DE LA NOBLE-ZA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS 2016

En la iglesia de San Tirso el Real de la ciudadde Oviedo, se celebró, en la tarde del día 15 de octubre,el acto de investidura de los nuevos Caballeros y Da-mas del Cuerpo de la Nobleza del Principado de Astu-rias, bajo la presidencia de su Consejero Magistral, Exc-mo. Sr. D. Francisco de Borbón, Duque de Sevilla yGrande de España. La ceremonia comenzó con la impo-sición de la medalla Gran Cruz del Cuerpo de la Noble-za de Asturias al Exmo. Sr. D. Gustavo Noboa y Bejara-no, antiguo Presidente de la República de Ecuador. Acontinuación realizaron los juramentos de ingreso losnuevos miembros D. Ricardo Noboa y Bejarano, D. JoséManuel Huidobro y Moya, D. David Huidobro y Sanz, D.Julio Martínez de la Lastra y Camacho, D. Luis de la Ve-ga y de Cárdenas, D. Luis de la Vega y Salazar, D. Feli-ciano Wenceslao Rafael de la Riestra y Conejo, D. Alfre-do Ramón Guzmán y Fernández, D. Alfredo FranciscoGuzmán y Quiñones, D. Ernesto José Guzmán y Quiño-nes, D. Juan Fernando Guzmán y Quiñones, D. DiegoFrancisco Javier Ruiz de Bucesta y Álvarez, D. Alex Pé-rez de Buerres, D. Diego María Granados de Asensio,D. Jorge Bernaldo de Quirós y Trillas, D. Ángel Vidal yValdés de Quevedo, D. Arturo Cardelús y Muñoz-Seca,Dª María Luisa Fernández de Velasco y del Casar, DªNatalia de la Vega y Salazar y Dª Eugenia de Yzaguirrey de Morer. Para finalizar esta parte de la ceremonia, re-cibieron también su acreditación como inscritos en esteCuerpo de la Nobleza Asturiana, los jóvenes D. Alejan-dro de la Riestra y Martínez, D. Álvaro López-Becerra yde Pancorbo, D. Julio de Yzaguirre y de Morer, y Dª Ma-rina Victoria Ruiz de Bucesta y González. Tras la cele-bración de la ceremonia de ingreso, guiada por el maes-tro de ceremonias, D. Felipe de Grado y Gascón, y de laSanta Misa, oficiada por el Rvdo. D. Gaspar Muñiz Álva-rez, todos los invitados se trasladaron al Real Club deTenis de la ciudad de Oviedo, donde el Canciller D. Ma-nuel Luis Ruiz de Bucesta y Álvarez, acompañado delConsejero Magistral, Duque de Sevilla, del Presidente-Delegado en Madrid D. Manuel Rodríguez de Maribonay Dávila, y del Consejero de Relaciones Institucionales,D. Alfredo José Leonard y Lamuño de Cuetos, agrade-

cieron, en nombre del Consejo de Nobles, la presenciade las autoridades civiles, militares, como también a losrepresentantes de las Corporaciones nobiliarias españo-las y extranjeras, entre las que cabe destacar las RealesÓrdenes Militares de San Fernando y San Hermenegil-do, el Real Cuerpo de la Nobleza de Cataluña, el RealEstamento Militar del Principado de Gerona, el SantoCáliz de Valencia - Cuerpo de la Nobleza de Valencia, laReal, la Maestranza de Caballería de Castilla, la MuyAntigua e Ilustre Cofradía de Caballeros Cubicularios deSan Ildefonso y San Atilano, la Orden de Caballería delSanto Sepulcro de Jerusalén, el Cuerpo de la Noblezadel Antiguo Reino de Galicia, la Casa Troncal de los Do-ce Linajes, la Sacra y Militar Orden Constantiniana deSan Jorge, y la Royal Society of St. George. Seguida-mente, don Francisco de Borbón, Duque de Sevilla, im-puso las Medallas de Oro de la Corporación a Su Exce-

lencia Dª Carla María Rodríguez Mancia, Embajadorade Guatemala y Representante Permanente de Guate-mala ante la Organización de Naciones Unidas, y a D.Juan J. Luna, Jefe del Departamento de Pintura del sigloXVIII, del Museo Nacional del Prado y Comendador conplaca de la Orden de Alfonso X el Sabio. A continuaciónse hizo entrega de los premios que concede este Cuer-po de la Nobleza anualmente, y que en esta ocasiónhan sido los siguientes: el Premio “Carreño de Miranda”2016, a las Artes, otorgado al Museo Nacional Centrode Arte Reina Sofía. El Premio “Conde de Campoma-nes” 2016, a la labor en Economía, ca D. Andrés HolzerNeumann, Presidente de Grupo Industrial Omega, So-ciedad de Cartera de Holzer y Cía., Presidente en In-dustria Nacional de Relojes Suizos, Presidente de Inmo-viliaria Castellanos, de Coapa Larca en Inmoviliaria, delConsorcio Inmoviliario Metropolitano, de Creative Busi-ness, Presidente de Holzer y Cía, y Negocios Creativos.Mandatos del Consejo de Dufry, Latín American AirportHolding y Opequimar S.A., etcétera. El Premio “Condede Latores” 2016, a la labor humanitaria, a la FundaciónMapfre. Y el Premio “Trelles-Villademoros” 2016, a la la-bor cultural, al más grande artista de ópera en tiemposmodernos, D. Plácido Domingo. A continuación de la en-trega de premios y distinciones, se sirvió una cena a to-dos los asistentes.

GENTES DE BIEN

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Cuadernos de Ayala 68 - OCT/2016 [31]

CAPÍTULO DE LA MAESTRANZA DE CASTILLA ENROMA

En un bellísimo palacio romano del siglo XVIha tenido lugar en la mañana del 25 de noviembre elúltimo capítulo de la Maestranza de Caballería de Cas-tilla, presidido por su Decano el Dr. Marqués de la Flo-resta. El desplazamiento a la Ciudad Eterna se ha de-bido a la amable invitación que desde hace tiempovenían haciendo los numerosos maestrantes italianos,pues es sabido que la Maestranza castellana tiene unaimportante presencia internacional. Durante la ceremo-nia de recibimiento de nuevos maestrantes, en que hi-zo funciones de maestro de ceremonias Don FabioCassani Pironti, Conde de Giraldeli, y de secretarioDon Luis de Quevedo, recibieron las insignias y el títu-lo de pertenencia S.E. el Dr. Daniele Mancini, Embaja-dor de Italia ante la Santa Sede; su esposa, S.E. AnnaRita Mancini De Luca; S.E. el Nob. Giuseppe BalboniAcqua, Secretario General de la Sacra y Militar OrdenConstantiniana de San Jorge, antiguo Embajador deItalia ante la Santa Sede y antiguo Jefe de Ceremonialdel Estado italiano, Gran Cruz de las Órdenes de PíoIX y del Mérito de la República Italiana; S.I. el CondeAndrea Bertinotti; S.E. Don Sigieri Díaz della VittoriaPallavicini, primogénito de los Duques della Vittoria,Príncipes Pallavicini; S.I. el Marqués Don GiuseppeFerrajoli di Filacciano; S.E. Doña Vittoria GiovanelliMarconi, de los Príncipes Giovanelli; S.I. el Dr. LucaRovati y S.E. Doña Maria Pia Ruspoli, Princesa deCervéteri. A todos ellos se les dispensó del requisitoestatutario de prestar el juramento de fidelidad a Espa-ña y al Rey Don Felipe, por su condición de extranje-ros. Asistieron también al capítulo otros maestrantes,como el Príncipe Don Carlo Massimo, la Princesa Do-ña Elettra Giovanelli, hija del Marqués Guglielmo Mar-coni, inventor de la radio y su hijo el Príncipe Don Gu-glielmo Giovanelli Marconi, el Embajador Don Jaimede Ferrà y Gisbert con su hijo el Dr. Andrea de Ferrà,el Conde Olivari de la Moneda, el Dr. Monello, la Dra.Doña Pilar Gómez Molinero, Doña Adriana María Pé-rez de Venegas. Excusaron su asistencia el Príncipe

Don Fabrizio Massimo Brancaccio, el Príncipe DonSforza Ruspoli, la Princesa Doña Elisa Massimo Oso-rio de Moscoso, tía de nuestro vicedecano la Duquesade Montemar, el Príncipe Don Camillo Rospigliosi, elBarón Emmanuele di Culcasi, el Nob. Francesco Chia-rizia. Entre los invitados el Dr. Stefano Zauli, Bailío dela Orden Teutónica en Roma, la baronessa LombardiSatriani, la actriz Vera Beth, la Dra. Carla Zambrini, en-tre otros. Concluida la ceremonia, se sirvió un almuer-zo-bufet de hermandad, resultando todo el encuentro

muy agradable. Tras el almuerzo, los maestrantes es-pañoles, con su Decano al frente, fueron invitados avisitar el Palacio Pallavicini, uno de los más bellos deRoma, y sede de la famosa colección Pallavicini (quecuenta con tres obras de Botticelli, catorce de Rubens,una de Velázquez, y tantas otras maravillas). Conclui-da la visita, el heredero de la Casa Pallavicini, les ofre-ció una merienda. Seguidamente, ya al caer la tarde,la Maestranza de Castilla acudió, como invitada de ho-nor y ocupando lugar en el presbiterio, a la solemnemisa anual de la Archicofradía de Santa Anna dei Pa-rafrenieri, que desde hace siglos agrupa a los altos de-pendientes de la Casa Pontificia. La misa, de pontificaly cantada, fue oficiada por S.E.R. monseñor Paolo DeNicolò, obispo tit. de Mariana, regente emérito de la

GENTES DE BIEN

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Casa Pontificia y presidida por el decano general fra’Massimo Sansolini; durante la misma fueron recibidosy revestidos con sus llamativos mantos de coro hasta15 nuevos hermanos. Vimos allí a S.A.R. el PríncipeDon Jaime de Borbón de Parma, actual Embajador deHolanda ante la Santa Sede; a monseñor José AvelinoBettencourt, jefe de la Oficina del Ceremonial pontifi-cio; al protonotario apostólico moseñor Karel Kasteel,segretario emérito del Pontificio Consejo Cor Unum, aMons. Robert Rekuc, Capellán de la archicofradía, aDon Fabrizio Turriziani Colonna, a los Príncipes DonTara y Doña Maria Grazia Borghese. Al dia siguiente,26 de noviembre, los maestrantes españoles se despi-dieron de la Ciudad Eterna en el celebérrimo CaffèGreco, en la vía Condotti, HOMENAJE AL ARQUITECTOSEGISMUNDO PINTO EN LIS-BOA

La centenaria Socieda-de de Geografía de Lisboa harendido el 12 de diciembre unmerecido homenaje al Dr. Ar-quitecto Segismundo RamiresPinto para celebrar el cincuen-tenario de su actividad artística,heráldica y exlibrística, en unacto presidido por el catedráti-co Luís-Aires de Barros. Conun auditorio formado por más de setenta personas, laceremonia ha sido significativa, elocuente, emotiva ehistórica para esa gran Casa de la Cultura: abierta lasesión por Vítor Escudero, vicepresidente de la Sec-ción de Heráldica, fueron leídas por José Filipe Menén-dez, primer secretario, los mensajes particulares y ins-titucionales de amigos y academias no presentes. Enseguida, se ha dado la palabra a los representantesde las instituciones que se asociaron al homenaje:Academia Internacional de Heráldica (Delegación dePortugal), Academia de Heráldica do Algarve, Asso-ciação de Defesa e Estudo do Património de Tavira,Centro Nacional do Voluntariado, Associação Portu-

guesa de Genealogia, Academia Portuguesa de Ex-Li-bris, Instituto Português de Heráldica, Comissão deHeráldica da Associação dos Arqueólogos Portugue-ses, Associação dos Arqueólogos Portugueses – Dr.José Morais Arnaud, Sociedade Histórica da Inde-pendência de Portugal, y Sociedade de Geografia deLisboa. Al final, Segismundo Ramires Pinto disertó so-bre Uma ficha de jogo armoriada do 1º Conde de Cas-tro Marim, concluyendo el acto con la entrega de unaplaca conmemorativa del homenaje.

EL DR. VAN HALEN, EN LA REAL ACADEMIA DELA MAR

En la tarde del 14 de noviembre, el Dr. D. JuanVan Halen y Acedo, asiduo colaborador de los Cuader-nos de Ayala, ha sido recibido en la Real Academia dela Mar, apadrinado por el numerario D. Cristóbal Colónde Carvajal, Duque de Veragua. Dedicó su discurso deingreso al tema Marinos en la Guerra de la Indepen-dencia, que fue contestado, en nombre de la Corpora-ción, por el numerario Dr. D. Julio Iglesias de Ussel,secretario de la Real Academia de Ciencias Morales yPolíticas. La solemne ceremonia fue presidida por elvicedirector, almirante D. Antonio González-Aller Sue-vos, a quien acompañaron en la presidencia la nume-raria y campeona olímpica Dª Theresa Zabell, el Dr. D.Juan Díaz Cano, presidente de la Real Liga Naval Es-pañola, el Dr. D. Luis Vilches Collado, decano del Ilus-tre Colegio de Ingenieros Navales, y el académico se-cretario, capitán de navío D. José María BlancoNúñez. Entre los numerarios presentes, el Dr. D. Car-los Escudero de Burón, los capitanes de navío D. Ma-riano de Juan Ferragut y D. Marcelino González, loscapitanes mercantes D. José Luis López-Sors, Dr. D.Florentino Antón y Dr. Marqués de la Floresta, presi-dente del Grupo de Estudios de Crisis y Conflictos Ma-rítimos, antiguo vicedirector y secretario de la propiaReal Academia de la Mar; y el capitán de yate Dr. D.Alfredo Surroca. Entre el público que abarrotaba el sa-lón, el almirante D. Juan Ruiz Casas, jefe del CuartoMilitar de S.M. el Rey; D. Carlos Larrañaga Ces, direc-tor general de Ordenación Pesquera del Ministerio deAgricultura, Pesca y Alimentación; el vicealmirante D.Fernando de Zumalacárregui y Luxán, director del Mu-seo Naval; el contralmirante D. Benigno González-Aller

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Gros, jefe de la División de Operaciones del EstadoMayor de la Armada; y el capitán de navío D. José Ma-ría Mora, subdirector del Órgano de Historia y CulturaNaval.

INVESTIDURA DE LA ORDEN DE SAN LÁZARO ENMARBELLA

En los días 18 y 19 de noviembre de 2016 tu-vieron lugar en Marbella (Málaga) los actos en torno ala investidura de nuevos caballeros y damas de la Or-den Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén,comenzando con el oficio de la vela de armas, en latarde del viernes 18 en la capilla del Santo Cristo de laVera Cruz, reuniéndose los asistentes más tarde enuna cena de hermandad en un prestigioso restaurantede esa localidad malagueña. Al día siguiente, se cele-bró la investidura propiamente dicha, que se llevó acabo en la iglesia de la Encarnación en una ceremoniaoficiada por el Revdo. Obispo de Málaga, D. JesúsCatalá y presidida por el Gran Maestre, D. CarlosGereda de Borbón, Marqués de Almazán, actuando demaestro de ceremonias, por ausencia del titular, donGiuseppe Sinisi, Conde de Campobasso. Asistió, en ellugar sobresaliente que le corresponde, el GranMaestre emérito, D. Francisco de Borbón y Escasany,Duque de Sevilla, Grande de España. Destacaba juntoal altar la imagen de nuestro Santo Patrón, ataviadacon el manto capitular de la Cruz Verde. Entre las dig-

nidades presentes, el coadjutor, D. Francisco de Bor-bón y von Hardenberg; el Marqués de La Lapilla, GranPrior de España; el Marqués de Ariza, Prior de Es-paña; miembros del Consejo de Gobierno del Gran Pri-orato como los vicecancilleres señores Bernáldez yLópez Cuevas; la fiscal, doña Rosa Rodrigo; elmariscal, sr. García Ramos y miembros del Gran Con-sejo Magistral, como los señores Ross, Sijt de Boom,el Conde de Andlau-Hombourg, Gran Prior de Francia,entre otros, especialmente desplazados a Marbellapara celebrar una reunión internacional de los órganosejecutivos del Hospital de la Cruz Verde y acudir a laceremonia de cruzamiento caballeresco. En estaocasión ingresaron como damas, las señoras Dª PaulaMarta García de Lera, Condesa de Campobasso; DªLourdes López Moreno, Condesa de Robledo deCardeña; Dª Helena y Dª Cristina Calvo Godot, DªCarmen Díaz García, Dª Yolanda Galeras de MartosSáez y Dª Ana María Téllez Delgado. Fueron nombra-dos caballeros D. Marcos de Fortuny Rodríguez, D.Rafael Márquez Osorio, Conde de las Torres de Alcor-rín; el Conde Rudolf von Schönburg, D. Alfonso Arias-Camisón Sáiz, D. Francisco Armijo Higueras, D. Fran-cisco José Balmaseda de Ahumada Díez, D. JoséBernal Gutiérrez (alcalde de Marbella), D. Juan Fran-cisco Botella Mesa, D. Meinrad Busslinger Mueller, D.Guillermo Cano Guerrero, D. José Rodolfo DíazLussing, D. Santiago Domínguez Miguel, D. FernandoFlores Fernández, D. Luis Enrique Gómez-Ojero yMartínez, D. Francisco de Asís Gómez Palma, D. Ed-uardo Peña Ramiro, D. Jesús Ángel Rojo Pinilla, D.Francisco de Asís Romero Aguilar y D. Mauro RotaMazzogio. Al éxito de la ceremonia contribuyó la Her-mandad de Santa Marta, Lázaro y María, representadapor su presidente don Antonio Botello, así como loshermanos mayores de todas las demás cofradías mar-bellíes. Tras el solemne acto, todos los participantesse trasladaron al Hotel Los Monteros, donde tuvo lugarla cena de gala y el posterior espectáculo de músicaflamenca, a la que asistieron como invitados del GranMaestre, el Revdmo. Obispo de Málaga, el Alcalde deEstepona y esposa, el Comisa-rio Jefe y el Jefe de Se-guridad Ciudadana de Marbella y don Sergio Scariolo,seleccionador nacional de baloncesto. Allí se entre-garon los diplomas a los neófitos, y se anunciaron laspromociones a comendador de D. David Álvarez-Cien-fuegos Walmbolt Von Umstadt, D. Rafael de La Basti-da Liñán, Conde de Robledo de Cardeña y D.Giusseppe Terzo María Pasquale Gabriele Sinisi,Conde de Campobasso. Y, por último, se publicó laconcesión de las condecoraciones siguientes: a DªMaría de las Nieves Schmaeing, la Medalla de Oro delGran Priorato de España. A D. Manuel de las HerasAguayo, la Medalla de Oro del Gran Priorato de Es-paña. A D. Alfredo García Til, Medalla de Oro del GranPriorato de España. El Conde de Robledo de Cardeña,fue galardonado con la Medalla de Plata del Gran Prio-rato, al igual que el Conde de Campobasso.

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GENTES DE BIEN

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VERSOS DE HISTORIA Y TIEMPO

Dura menos un hombreque una vela...

Dura menos un hombre que una velapero la t ierra prefiere su lumbrepara seguir el paso de los astros.

Dura menos que un árbol,que una piedra,

se anochece ante el viento más leve,con un soplo se apaga.Dura menos un pájaro,

que un pez fuera del agua,casi no t iene tiempo de nacer,

da unas vueltas al sol y se borraentre las sombras de las horas

hasta que sus huesos en el polvose mezclan con el viento,

y sin embargo, cuando partesiempre deja la t ierra más clara.

Eugenio Montejo(Caracas, 1938-2008)

Cuadernos de AyalaGaceta trimestral de información varia y miscelánea

sobre Historia institucional, Órdenes y condecoraciones,genealogía y heráldica, Historia nobiliaria, iconografía,

ceremonial y protocolodirigida por el Dr. D. Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila

CONSEJO DE REDACCIÓNDr. D. Félix Martínez Llorente (Universidad de Valladolid), Dra. DªAna Belén Sánchez Prieto (Universidad Complutense), Dr. D. JuanVan Halen y Acedo (Real Academia Matritense de Heráldica yGenealogía), D. Manuel Rodríguez de Maribona (AcademiaAsturiana de Heráldica y Genealogía), Dr. D. Luis de Cevallos-Escalera (Academia Melitense), D. José A. Dávila (Real Academiade Toledo), Dr. D. Fernando de Artacho y Pérez-Blázquez(Academia Andaluza de la Historia), Dr. D. Luis Valero de Bernabé yMartín de Eugenio, Marqués de Casa Real (Colegio Heráldico deEspaña y de las Indias), Dr. D. José Mª de Montells y Galán(Academia de Alfonso XIII), Prof. Dr. D. Antonio de Sousa Lara,Conde de Guedes (Universidad de Lisboa), Dr. D. Fabio CassaniPironti, Conde de Giraldeli (Universidad Pontificia ReginaApostolorum).

Edita Palafox & Pezuela S.L.Chopo, 1 - 28023 Madrid - España

www.cuadernosdeayala.es

En este número:

[2] Editorial: La encrucijada de la Orden de Malta

[3-22] Los saberes de la Nobleza española y su

tradición: familia, corte, libros, por el Dr. Al-

fonso de Ceballos-Escalera y Gila, Vizconde

de Ayala

[23-28] Las primeras cien concesiones de la Or-

den Piana a súbditos españoles, y las corba-

tas concedidas a nuestras Banderas, por el

mismo Dr. Marqués de la Floresta

[29] In memoriam: Romilly Squire de Rubislaw

[30-33] Gentes de bien

[34] Versos de historia y tiempo: Dura menos un

hombre que una vela, por Eugenio Montejo.

Humor, por Peter Brookes

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