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Vicisitudes del ordenamiento jurídico:Un caso de antinomia en la legislación civil
Fanny Carolina Reyes Castillo
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Cuadernos de Investigación JurídicaVolumen I
VICISITUDES DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO: UN CASO DE
ANTINOMIA EN LA LEGISLACIÓN CIVIL
Fanny Carolina Reyes Castillo
Managua, Nicaragua/ 2012
Cuadernos de Investigación Jurídica Vol. I No. 10/ 2012
Junio-Septiembre 2012
VICISITUDES DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO: UN CASO DEANTINOMIA EN LA LEGISLACIÓN CIVIL
Fanny Carolina Reyes Castillo1
Resumen: La investigación se centra en el estudio de los artículos 3776 y 3785 del CódigoCivil de Nicaragua, que se refieren a la indivisibilidad de la hipoteca, entre los queaparentemente había un caso de antinomia. Sin embargo, el resultado de la investigaciónevidenció que no existe ningún tipo de exuberancia entre dichas normas, sino que tienenuna redacción poco clara, superable mediante la interpretación contextual del artículo 3785,que las armoniza en su individualidad y dentro de la institución que disciplinan y regulan. Noobstante, el estudio presenta una propuesta de interpretación de la referida indivisibilidad dela hipoteca en relación con la reciente idea del orden público económico e incluso seplantea la necesidad de reforma dirigida a limitar la indivisibilidad mediante el principio deproporcionalidad de las garantías.
Abstract: The research focuses on the study of Articles 3776 and 3785 of the Civil Code ofNicaragua, which refer to the indivisibility of the mortgage, including apparently had a caseof antinomy. However, the result of this research showed that there is no exuberance amongthese standards, but are unclear wording, surmountable through contextual interpretation ofArticle 3785, which is achieved with harmonizing their individuality and within the institutionthat discipline and regulate. However, the study presents a proposed interpretation of thatindivisibility of mortgage in connection with the recent idea of the economic order and evenraises the need for reform to limit the indivisibility by the principle of proportionality of thesecurity.
Palabras claves: Ordenamiento jurídico, Antinomia, exuberancia, incoherencia,incompatibilidad, indivisibilidad, hipoteca, orden público económico.
Key words: Legal system, antinomy, exuberance, incoherence, incompatibility, indivisibility,mortgage, economic order.
1El presente trabajo es producto de la labor investigadora realizada durante el Período deinvestigación del Programa de Doctorado “Cuestiones actuales del Derecho”, bajo la tutoríaacadémica del Prof. Dr. Jairo José Guzmán García, Profesor titular de Derecho/ Facultad deCiencias Jurídicas, Universidad Centroamericana, Nicaragua 2012.
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Sumario. Introducción. I. Aspectos de la teoría general del ordenamiento jurídico. 1.La concepción de ordenamiento jurídico. 2. Características del ordenamiento jurídico.2.1 Unidad del ordenamiento jurídico. 2.2 Plenitud o completitud del ordenamiento jurídico.2.3 Coherencia del ordenamiento jurídico. 2.4 La interrelación entre los ordenamientosjurídicos. 3. Vicisitudes del ordenamiento jurídico. 3.1 Existencia de proposicionesjurídicas inválidas. 3.2 Falta de plenitud por deficiencias o lagunas jurídicas. 3.3 Falta deplenitud por redundancias o tautologías. 3.4 Falta de plenitud por exuberancia o antinomias.3.4.1 Identificación o individualización de antinomias jurídicas. 3.4.2 Criterios para lasolución de antinomias jurídicas. II. Aplicación de la teoría del ordenamiento jurídico aun caso de Derecho civil: la indivisibilidad de la hipoteca. 1. Análisis del derecho realde Hipoteca. 1.1 Concepto del derecho real de hipoteca. 1.2. Caracteres del derecho realde hipoteca. Presupuestos para analizar una posible antinomia 2.1) La hipoteca comoderecho real de vinculación y realización de valor. 2.2) Función de garantía de unaobligación dineraria. 2.3) Carácter accesorio. 2.4) Es indivisible. 2.5) Constitución registraldel derecho de hipoteca. 2.6) Adherencia o inseparabilidad. 2.7) La hipoteca recae sobrebienes inmuebles enajenables. 2.8) La especialidad y determinación del derecho real dehipoteca. 2.9) No desplazamiento de los bienes hipotecados. III. El caso de los artículos3776 y 3785 del Código Civil de Nicaragua. 1. Trascendencia y vicisitudes en cuanto ala indivisibilidad de la hipoteca. 2. ¿Antinomia o laguna jurídica? IV. Nuevasperspectivas sobre el tema: La indivisibilidad de la hipoteca frente al Derecho delsiglo XXI. Consideraciones relativas al orden público económico. 2.1. Laconmutatividad del comercio jurídico. 2.2 La buena fe y la moralización de lasrelaciones económicas. V. Conclusiones. Referencias bibliográficas.
Introducción
El presente estudio tiene como propósito principal hacer un análisis sobre los
artículos 3776 y 3785 del Código Civil de Nicaragua, que se refieren a la
indivisibilidad de la hipoteca, entre los que aparentemente hay un caso de
antinomia.
Inicialmente se hace un análisis sobre la teoría del ordenamiento jurídico como
sistema, adoptando un concepto que permita identificar sus características y
entender algunas de sus vicisitudes, como el supuesto de exuberancias, lagunas,
redundancias y antinomias.
Posteriormente, se analizan las normas en estudio de cara a la teoría del
ordenamiento jurídico, tratando de encuadrar entre sus exuberancias las
disposiciones contenidas en dichas normas, probando que no existe ningún tipo de
laguna ni redundancia ni antinomia jurídica, sino que tales normas son coherentes y
compatibles dentro de la institución de la hipoteca; y que lo que en realidad existe
entre ambas es una antinomia aparente a la que se da solución con sólo realizar
una interpretación textual y sistemática de su contenido.
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Seguidamente, el estudio presenta una propuesta de interpretación de la referida
indivisibilidad de la hipoteca en relación con la recientemente acuñada idea del
orden público económico, e incluso, se plantea la forma en que se podría reformar el
carácter indivisible de la hipoteca, por medio de los principios de proporcionalidad de
las garantías, y de otros principios del Derecho moderno, en aras de hacer posible el
imperio de la justicia y la equidad en las relaciones jurídicas patrimoniales entre
particulares.
En el proceso de investigación se utiliza el método de la argumentación jurídica y la
comparación. Las principales fuentes de consulta lo constituyen la doctrina, nacional
y extranjera, la legislación nicaragüense y extranjera pertinente. Todo ello tomado
de recursos físicos y virtuales.
I. Aspectos de la teoría general del ordenamiento jurídico
1. La concepción de ordenamiento jurídico
La dogmática jurídica compila en su seno, una variedad de conceptos sobre el
ordenamiento jurídico2. Tales conceptos han sido históricamente debatidos y aún
continúan siendo uno de los temas centrales de la Filosofía del Derecho moderna, a
la vez que un concepto clave en la teoría del derecho (Bobbio, 2007; Iturralde
Sesma, 2007).
Cada concepto relativo al ordenamiento jurídico guarda con otros diferencias a
veces insalvables, no obstante, entre todas es un punto de común acuerdo la idea
de sistema3. Por eso cualquier jurista contemporáneo de cultura europeo-
2Romano (1963), al referirse al concepto de ordenamiento jurídico expresa que no es una suma devarias partes, sino una unidad en sí misma, concreta y efectiva, distinta de los elementos materialesconcretos que lo integran. Además cita a Coviello y Miceli que lo conciben como “un todo viviente”,un “organismo” que tiene “aunque latente, fuerza propia de expansión y de adaptación”.
3Destacan entre los conceptos de ordenamiento jurídico: el que lo reconoce como un sistema estatal
formalista; el que insiste en su particularidad óntica valorativa y lo califica como un sistema axiológico
al cual los valores le dotan de coherencia; y por último el que lo considera un sistema dinámico que
debe su sistematicidad a la relación entre sus normas. Esta última concepción de sistema es la más
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continental, acepta como presupuesto indiscutible que el ordenamiento jurídico es
un sistema y el presente estudio no será la excepción (Iturralde Sesma, 2007).
Como tal sistema, el ordenamiento jurídico está compuesto por un conjunto
ordenado de elementos, que partiendo de principios fundamentales se estructura a
través de elementos menos generales hasta llegar a las disposiciones particulares
(Strömholm, 1996, en Guzmán García, 2002).
Desde luego que ese conjunto ordenado de elementos, expresa una realidad social
esencialmente mudable entre pueblos y épocas (De Castro Cid, 2004), de ahí que
actualmente se reconozca que el ordenamiento jurídico presenta complejas
interacciones normativas, además de ser cambiante, plural e interdependiente,
remiso a las jerarquías y a las concepciones dinámicas de validez (De Julios-
Campuzano, 2012).
Puede afirmarse que los elementos que integran el ordenamiento jurídico son
proposiciones lingüísticas de diversas clases, tales como reglas, definiciones
legales, principios jurídicos, normas prescriptivas, imperativas o de conducta que
ordenan, permiten o prohíben algo y normas de estructura, organización o
competencia destinadas a regular la producción jurídica y su aplicación. (Bobbio,
2007; De Lucas, J., Añón, M.J., Aparisi, A., et al, 1997). Independientemente de la
forma que presenten los elementos del ordenamiento jurídico, en adelante se
denominarán enunciados jurídicos (disposiciones) o proposiciones jurídicas
(normas).
Todos esos enunciados o proposiciones jurídicas conforman un sistema o conjunto
coordinado normativo (Alchourrón y Bulygin, 1997; De Lucas et al, 1997) cuyo
contenido está conformado como un solo bloque, en el que las normas se articulan o
superponen para dar sentido al sistema. En cada individualidad normativa hay una
realidad tributaria del conjunto, dándose en consecuencia, una relación de
coordinación entre todas y cada una de ellas, e incluso existen grupos de
adecuada para dar cuenta de la relación existente entre los distintos elementos que conforman los
ordenamientos jurídicos. (Moreno, Navarro & Redondo, 1992; Iturralde Sesma, 2007)
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proposiciones que se agrupan o cohesionan entre sí constituyendo las instituciones
jurídicas que son las que tipifican y disciplinan una determinada clase de relaciones
interhumanas (Lois Estévez, 1956, en Guzmán García, 2002).
Desde el punto de vista empírico, es evidente que en la actividad del jurista, el
ordenamiento jurídico es algo que –se ha planteado como capaz- ha de dar solución
a todas las circunstancias fácticas que se puedan plantear en la realidad social
(Moreno, Navarro & Redondo, 1992), de ahí que sus componentes sean
susceptibles de interpretación y aplicación4 (Iturralde Sesma, 2007).
Por último, habrá que agregar que el ordenamiento jurídico es un sistema complejo
dinámico-estático5por dos razones: primero, porque sus proposiciones se relacionan
de manera formal al ser producidas de la manera determinada en el mismo
4Los actos jurídicos legislativos crean enunciados jurídicos, susceptibles: a) de interpretacionesmúltiples desde el punto de vista sincrónico, y b) de interpretaciones cambiantes desde el punto devista diacrónico. Con una doble consecuencia: i) el conjunto de proposiciones jurídicas quecomponen un ordenamiento es un conjunto en parte indeterminado, al menos en la medida en quedistintos intérpretes pueden atribuir a los enunciados jurídicos una pluralidad de significadosalternativos y contradictorios. ii) el conjunto de proposiciones jurídicas que componen el sistemajurídico está destinado a cambiar por la interpretación dominante o consolidada sin que cambien lasfuentes del derecho (Iturralde Sesma, 2007).
5Para Kelsen (1986), el sistema normativo tiene esencialmente carácter dinámico: «Una norma
jurídica no vale por tener un contenido determinado; es decir, no vale porque su contenido puedainferirse, mediante un argumento deductivo lógico, de una norma fundante básica presupuesta; sinopor haber sido producida de una determinada manera y, en última instancia, por haber sido producidade la manera determinada por una norma fundante básica presupuesta». «De ahí que cualquiercontenido que sea, puede ser derecho», «la unidad del sistema dinámico es la unidad de unentramado de delegaciones ». Es la determinación del órgano el mínimo de lo que debe estarestablecido en la relación entre norma superior e inferior y, lo que hace que la norma dictada seaválida es que el órgano que la dicta sea el competente con arreglo a la norma superior habilitadora(no que el contenido de la norma inferior concuerde con las prescripciones de contenido que lanorma superior le hace). De ahí la necesidad de Kelsen de elaborar la idea de la «cláusula alternativatácita» ante la existencia de normas contradictorias.
Wróblewski (citado en Iturralde Sesma, 2007), distingue cinco tipos de sistemas: a) sistema dinámico(DS), b) sistema estático (SS), c) sistema dinámico complejo (CDS), d) sistema estático-dinámico(DSS), y e) sistema complejo dinámico-estático (CDSS); e incluye al sistema jurídico dentro de esteúltimo. DS se caracteriza porque sólo se dan relaciones formales entre las normas; es decir lossucesivos niveles normativos sólo requieren actos de promulgación de autoridades competentes peroestas no están obligadas a realizar esta actividad. SS se caracteriza porque la validez de las normasestá determinada por el contenido de las mismas según reglas de inferencia admitidas. CDS es unacombinación de los dos anteriores, es decir en cada nivel normativo hay el deber de seguir unanorma promulgada y el deber de promulgar una norma (no sólo la competencia). La relación entre lasnormas es formal, como en DS. DSS es una modificación del sistema dinámico en el sentido de queel deber de seguir una norma está condicionado por el contenido de dicha norma. CDSS añadenormas de promulgación a (DSS) en el sentido de que el deber de seguir y el deber de promulgarunas normas están condicionados por el hecho de que tanto la norma que debe ser seguida como laque debe ser promulgada tienen un determinado contenido.
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ordenamiento jurídico, esto es, por un órgano y un procedimiento determinado;
segundo, porque el ordenamiento jurídico también determina el contenido de dichas
proposiciones (Wróblewski en Iturralde Sesma, 2007).
En definitiva, ordenamiento jurídico es un sistema lógico formal cuya utilidad es la
organización de las normas, principios y conceptos que conforman el objeto de
estudio de la ciencia del Derecho.
2. Características del ordenamiento jurídico
Habiendo concluido antes, que el ordenamiento jurídico es un sistema, como tal
sistema presenta características que conviene estudiar y que no son más que su
unidad, plenitud, coherencia e interrelación con otros ordenamientos jurídicos
coexistentes.
2.1 Unidad del ordenamiento jurídico
La dogmática jurídica ha tratado de explicar la unidad del ordenamiento jurídico de
distintas maneras y entre las doctrinas más relevantes6 están la teoría de la
jerarquía normativa y la norma fundamental; la de la regla del reconocimiento de
Hart; y la teoría del criterio del reconocimiento por los órganos de aplicación
elaborada por Ross.
6La teoría de la jerarquía normativa y la norma fundamental explica que el ordenamiento jurídico esunitario porque todas sus normas derivan su validez de una norma suprema hipotética que es unacondición lógica-trascendental para la existencia de un ordenamiento jurídico. Tal normafundamental, inexistente en la realidad histórica de la humanidad, establece el modo de producción yla autoridad competente para crear normas para que formen un todo unitario por su modo deproducción (Bobbio, 2007; De Lucas, et al, 1997; Kelsen, 1986)
La teoría de la regla del reconocimiento de Hart, que aunque es similar a la anterior porque hacedescansar la unidad del ordenamiento jurídico en una norma suprema, se diferencia de la de Kelsen,porque es una norma positiva o una regla social aceptada como vinculante por los jueces y tribunalesy por eso se practica generalmente. Según esta posición doctrinal, todo ordenamiento jurídico poseeuna y sólo una regla de reconocimiento que a su vez establece diversos criterios para determinar lavalidez de una norma jurídica, pero dichos criterios son clasificados en un orden de subordinación yprimacía relativas. (De Lucas, et al, 1997).
La teoría del criterio del reconocimiento por los órganos de aplicación elaborada por Ross, es unamodificación de la teoría de Hart pero se diferencia de ésta porque hace descansar la validez de lasnormas en la opinión de los aplicadores del Derecho, quienes determinarán la validez de las normasaceptándolas y aplicándolas. (De Lucas, et al, 1997; Ross, A., (1994).
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Con independencia de las diferentes teorías que tratan de establecer el elemento en
el que radica la unidad del ordenamiento jurídico, es innegable que todas ellas le
reconocen al ordenamiento jurídico su carácter unitario, a pesar de la pluralidad de
enunciados jurídicos que lo conforman. Es precisamente su carácter unitario el que
permite identificar un sistema jurídico determinado y fijar sus límites.
Se considera que en la actualidad, la unidad del ordenamiento jurídico se puede
explicar a través de la noción de validez que exige el cumplimiento de determinadas
condiciones, tanto formales como materiales, establecidas en el mismo
ordenamiento jurídico. Tales condiciones son a continuación explicadas (De Lucas,
et al, 1997):
a) Para que una proposición jurídica sea válida debe ser dictada por el órgano
competente, el cual es aquel que ha sido autorizado por una proposición jurídica
superior perteneciente al mismo sistema jurídico, en el que igualmente se establece
la materia sobre la que está habilitado legislar;
b) Para que una proposición jurídica sea válida debe respetar el procedimiento
establecido para su elaboración;
c) Una proposición jurídica será válida cuando no haya sido derogada por otra
posterior;
d) Para que la proposición jurídica sea válida no debe ser incompatible con otra
jerárquicamente superior dentro del mismo ordenamiento jurídico.
De las condiciones enumeradas con anterioridad se puede afirmar que la unidad de
todo ordenamiento jurídico implica una jerarquía entre las proposiciones jurídicas,
las cuales pueden ser superiores, intermedias e inferiores. Como consecuencia de
esa jerarquía se observan procesos de producción y ejecución jurídica: la
Constitución produce proposiciones jurídicas inferiores como las leyes ordinarias,
que a su vez ejecutan a la Constitución; las leyes ordinarias producen proposiciones
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jurídicas inferiores como los reglamentos, que a su vez ejecutan las leyes ordinarias
(Bobbio, 2007).
Además, la unidad del ordenamiento jurídico conlleva la existencia de poderes y
deberes correlativos que igualmente tienen relación de dependencia. Los poderes
que podrían ser mencionados son el poder constitucional, el poder legislativo
ordinario, el poder reglamentario, el poder jurisdiccional, el poder negocial, etc. Los
deberes que se distinguen son el deber del sujeto de ejecutar la sentencia, el deber
del juez de ceñirse a las leyes ordinarias y el deber del legislador de no violar la
Constitución. (Bobbio, 2007).
Los poderes mencionados con anterioridad son productores de proposiciones
jurídicas en los ámbitos que el mismo ordenamiento jurídico les permite, siempre
que cumplan con el procedimiento previamente establecido. En ese sentido, se dice
que los órganos productores de normas jurídicas tienen limitaciones materiales y
formales para dictar proposiciones normativas. La infracción a esos límites causa la
ilegitimidad de dichas proposiciones y por ende su expulsión del sistema (Bobbio,
2007).
En el caso del ordenamiento jurídico nicaragüense, puede afirmarse que es un
sistema cuya unidad se expresa en la Constitución, a la que se subordina el resto
del ordenamiento jurídico. Este cuerpo legal determina el contenido de las futuras
leyes prescribiendo y excluyendo aquellos contenidos que se le opongan o alteren
sus disposiciones, además regula la producción de normas generales, estableciendo
límites a los poderes que ella habilita como productores de dichas normas (art. 129,
182 y 183 Cn.).
En concordancia con lo anterior, la Constitución establece el procedimiento mínimo
para producir normas (art. 140 al 143 Cn.) y faculta, en primer lugar, al poder
legislativo para reformar la misma Constitución o aprobar, reformar y derogar leyes
(art. 138, numerales 1, 6, 12 y 25; 191 al 195 Cn.); al poder ejecutivo para sancionar
las leyes y dictar decretos ejecutivos en materia administrativa (art. 150, numerales
1, 3, 4, 5, 7 y 10, 151 párrafo 2 Cn.); al poder judicial el ejercicio de la jurisdicción y
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el control constitucional (art. 164, 187, 188 y 190 Cn.); al poder electoral que tiene
asignada su competencia en materias de organización, dirección y vigilancia de las
elecciones, plebiscitos y referendos (art. 168 Cn).
2.2 Plenitud o completitud del ordenamiento jurídico
Plenitud (completitud dicen Alchourrón y Bulygin, 1987), es la propiedad que se
reconoce al ordenamiento jurídico y que consiste en tener una norma para regular
cualquier caso. La plenitud significa ausencia de lagunas, es decir, significa
existencia de normas que disponen soluciones a determinado segmento de la
realidad social. (De Lucas, et. al., 1997).
Otra forma de plenitud o completitud es la independencia, que implica la no
existencia de redundancias entre las normas de un ordenamiento jurídico.
(Alchourrón y Bulygin, 1987).
El dogma de la plenitud está ligado a la concepción estatalista del Derecho que
pretende, bajo el argumento de la seguridad jurídica, conservar el monopolio estatal
de la producción jurídica para preservar el orden establecido y la defensa de los
intereses predominantes. Se afirma entonces que el ordenamiento jurídico dictado
por el Estado es, pleno y coherente, precisamente, por una supuesta racionalidad
del legislador. Esta búsqueda de seguridad jurídica se encuentra íntimamente ligada
a la afirmación de la supremacía del poder legislativo, como expresión de la
soberanía popular, sobre el poder judicial y se corresponde además con el principio
de división de poderes. (De Lucas, et al, 1997).
Esta pretendida plenitud del ordenamiento jurídico tiene transcendencia práctica
porque impone al juez la obligación de extraer siempre, del ordenamiento jurídico, la
solución para cualquier caso que conozca y resuelva, sin tener que recurrir a
criterios o fuentes extrajurídicas (costumbre, derecho natural, equidad) (Bobbio,
2007; De Lucas, et al, 1997). Ello plantea en la teoría general del Derecho, el
tratamiento del tema de las “fuentes del Derecho”, pues constituye la forma de evitar
que el juez legisle.
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2.3 Coherencia del ordenamiento jurídico
La coherencia consiste en la ausencia de antinomias, esto es, que dos o más
normas de un mismo ordenamiento no sean incompatibles entre sí. (De Lucas, et al,
1997; Pacheco, 1990; Guarinoni, 2001).
La coherencia en un ordenamiento jurídico no es condición de validez, pero si lo es
para la justicia y para la certeza jurídica. Se entiende por justicia al tratamiento igual
de las personas que pertenecen a la misma categoría; y certeza jurídica como la
posibilidad del ciudadano de prever con exactitud la consecuencia jurídica de su
propia conducta (Bobbio, 2007).
Es conveniente hacer notar que la exigencia de compatibilidad se realiza entre las
partes individuales del ordenamiento y no en su conjunto porque pueden existir
proposiciones que aunque no sean incompatibles tampoco se impliquen o incluyan
mutuamente. (Bobbio, 2007).
2.4 Interrelación entre los ordenamientos jurídicos
La multiplicidad e independencia de poderes soberanos da lugar a la existencia de
muchos ordenamientos jurídicos y de tipos diferentes, tales como el ordenamiento
estatal y no estatal.
Dentro de los ordenamientos no estatales se distinguen los ordenamientos supra
estatales como el ordenamiento internacional, los infra estatales como los sociales
que son reconocidos, limitados y absorbidos por el Estado, los colaterales al Estado
como el de la Iglesia Católica o el internacional y los anti estatales como las
asociaciones para delinquir y las sectas secretas (Bobbio, 2007; Peces-Barba,
1984).
De manera enunciativa, se puede afirmar que al interior del Estado de Nicaragua y
junto al ordenamiento estatal, existen otros ordenamientos como el de los distintos
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partidos políticos (art. 5, 49 y 55 Cn.), sindicatos (art. 87 Cn.), organizaciones
empresariales (art. 104 Cn.), etcétera., que tienen una relación de subordinación con
el derecho estatal e incluso pueden dar lugar a relaciones de absorción por reenvío
o recepción7.
Asimismo, se puede citar como colaterales del ordenamiento jurídico nicaragüense,
el de la iglesia católica (art. 14 Cn.). Y por último los demás ordenamientos de los
distintos Estados del mundo con los que coexiste el ordenamiento nicaragüense en
relación de exclusión (art. 1 y 6 Cn.), entre otros.
3. Vicisitudes del ordenamiento jurídico
El proceso de formación del ordenamiento jurídico8, que consiste en la absorción de
normas de ordenamientos precedentes y la creación de nuevas fuentes de
producción jurídica, provoca la existencia de una pluralidad de proposiciones
jurídicas que se interrelacionan entre sí y por ende, provoca problemas particulares
y diversos, que hacen complejo a todo ordenamiento jurídico (Bobbio, 2007).
Los principales problemas que la doctrina ha identificado en todo ordenamiento
jurídico son los siguientes:
a) Existencia de proposiciones jurídicas inválidas;
b) Falta de plenitud por deficiencias o lagunas jurídicas;
c) Falta de plenitud por redundancias o tautologías;
7Se entiende por reenvío aquel procedimiento por el cual un ordenamiento renuncia a regular unamateria determinada y acoge la reglamentación establecida por fuentes normativas pertenecientes aotros ordenamientos. La recepción es el procedimiento por el cual un ordenamiento incorpora en supropio sistema la regulación normativa de una materia dada, en la forma que está establecida en otroordenamiento (Cárdenas Gracia, 2010).8Un ordenamiento jurídico se forma gradualmente, a través de un proceso en el que el poderoriginario absorbe un derecho preexistente y crea un derecho nuevo. Ese poder originario esreconocido como “la fuente de las fuentes” de todo ordenamiento porque más allá de él no existe otropoder sobre el que se pueda justificar el ordenamiento jurídico. En la actualidad el poder originario esel Estado que, a pesar de hacer surgir un ordenamiento jurídico nuevo, se encuentra limitado externae internamente. El limite externo lo constituyen los ordenamientos precedentes de los que absorbenormas de manera expresa o tácita (morales, sociales, religiosas, consuetudinarias, convencionales,etc.); el límite interno se lo impone a sí mismo el Estado al crear nuevas fuentes de producciónjurídica, tales como los órganos ejecutivos a los que faculta para producir normas integradorassubordinadas a las legislativas; los entes autónomos territoriales a quienes les otorga el poder dedictar normas adaptadas a las necesidades locales; y los particulares a quienes les concede el poderde regular los asuntos propios por medio de los negocios jurídicos. (Bobbio, 2007).
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d) Falta de plenitud por exuberancia o antinomias;
e) Conflicto entre sistemas normativos.
Los referidos problemas del ordenamiento jurídico afectan las propiedades o
características formales que se estudiaron en apartados anteriores, son inexorables
y su solución constituye uno de los objetivos más importantes de la Ciencia del
Derecho (Alchourrón y Bulygin, 1987). De tales problemas, se harán a continuación,
fundamentales explicaciones.
3.1 Existencia de proposiciones jurídicas inválidas
Es innegable que en todo ordenamiento jurídico pueden existir proposiciones
jurídicas inválidas debido al incumplimiento de alguna de las condiciones de validez
que el mismo ordenamiento establece para la producción legislativa. A pesar de ello
tales proposiciones jurídicas pueden ser susceptibles de aplicación y efectivamente
aplicadas, en tanto su contraposición con la norma suprema, no haya sido
declarada. (De Lucas, et al, 1997). Este problema tiene que ver con el carácter
unitario del ordenamiento jurídico.
Sin embargo, dicho problema puede evitarse o solucionarse de la manera en que el
ordenamiento jurídico mismo lo establezca. Para evitar la invalidez de una norma
jurídica es indispensable el cumplimiento de las cuatro condiciones de validez que
se citaron en el apartado dedicado a la unidad del ordenamiento jurídico y que
regulan el proceso de creación de las normas jurídicas; en cambio, para solucionar
los casos de invalidez de normas por incumplimiento de dichas condiciones, cabe
aplicar la expulsión de las normas inválidas a través de los mecanismos que el
mismo ordenamiento jurídico prevé para garantizar su unidad, tales como el recurso
de inconstitucionalidad.
El ordenamiento jurídico nicaragüense es un sistema normativo que no escapa al
problema de la existencia de proposiciones jurídicas inválidas explicado en párrafos
anteriores.
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Dentro de él existe una jerarquía normativa, donde la Constitución Política (Cn.) es
la norma superior que implanta dicha jerarquía normativa al expresar que las demás
leyes están subordinadas a ella y que no tendrán valor alguno las leyes, tratados,
decretos reglamentos órdenes o disposiciones que se le opongan o alteren sus
disposiciones. (art. 182 Cn.).
Para el caso de infracción a la norma constitucional, el mismo ordenamiento jurídico
instituye el Recurso de Inconstitucionalidad para expulsar de su sistema a aquellas
normas que se opongan a tales preceptos de mayor rango dentro del ordenamiento
(art. 187 Cn.).
La Constitución, también establece límites a los poderes que ha habilitado como
productores de normas (art. 129 Cn.) que son: el poder legislativo encargado de
aprobar, reformar y derogar leyes (art. 138, núm. 1 Cn.); el poder ejecutivo, que
tiene entre sus funciones el cumplimiento de lo ordenado en la Constitución y en las
leyes, además de dictar decretos ejecutivos en materia administrativa (art. 150, núm.
1 y 4 Cn.); el poder judicial a cargo de ejercitar la facultad jurisdiccional (art. 164
Cn.); y el poder electoral al que se le atribuye la función de organizar, dirigir y vigilar
las elecciones, plebiscitos y referendos (art. 168 Cn.) –y que en todo caso cumple
una función que bien podría desempeñar un ente del ejecutivo, por lo cual
representa una extravagancia institucional en nuestro país-.
Lo anterior es complementado con otra norma constitucional que expresa que
ningún poder del Estado, organismo de gobierno o funcionario, tendrá otra
autoridad, facultad o jurisdicción que las que le confiere la Constitución Política y las
leyes de la República. (art. 183 Cn.), concluyendo con establecer el Recurso de
Amparo contra aquellos actos, resoluciones y omisiones que infrinjan los derechos y
garantías establecidas en la Constitución. (art. 188 Cn.).
Todo ello sin menoscabo del control difuso de la constitucionalidad establecido a
través del ejercicio de la jurisdicción ordinaria, específicamente, a través del “control
constitucional en el caso concreto” dispuesto por el artículo 5 de la LOPJ –Ley
orgánica del Poder Judicial-. Control que se realiza a partir de la denuncia que
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cualquiera de las partes de un proceso judicial, puede hacer sobre la duda de si una
norma choca o no con preceptos constitucionales. Parece lógico afirmar que
mientras el recurso de inconstitucionalidad de la Ley, procura una declaración de
validez general a propósito de la oposición a preceptos constitucionales, el caso que
nos ocupa, tiene por objeto la posibilidad de obtener de un juez o tribunal, la
declaración de que uno o varios, de los preceptos aplicables para la solución del
caso, pese a ya no encontrarse en el período de declaración de inconstitucionalidad,
puede ser inaplicado al caso concreto, es decir, obtener un reconocimiento de lo
inconstitucional que resulta un precepto normativo válido únicamente para dicho
asunto.
3.2 Falta de plenitud por deficiencias o lagunas jurídicas
En la actualidad se reconoce que los ordenamientos jurídicos no son completos sino
que tienen deficiencias o lagunas9 que son completables, de ahí que se afirme que
el requisito de plenitud es tan sólo una exigencia y no una característica real de los
ordenamientos jurídicos. (Bobbio, 2007; De Lucas, et al, 1997).
Los métodos para completar las lagunas de un ordenamiento jurídico son el de
heterointegración y el de autointegración (Carnelutti, citado en Bobbio, 2007). El
primero implica recurrir a ordenamientos diversos o a fuentes distintas de la
dominante, tales como la equidad (la ley es la fuente dominante en los
ordenamientos con tradición romanista). El segundo método significa acudir a la
fuente dominante (la ley), sin recurrir a otros ordenamientos o recurriendo
mínimamente a fuentes distintas de la dominante.
En relación a los problemas de plenitud por deficiencias o lagunas, el ordenamiento
jurídico nicaragüense ordena a los tribunales y jueces aplicar los principios y las
fuentes generales del derecho (art. 1810Ley Orgánica del Poder Judicial, 1999, en
9Un sistema normativo es incompleto sí, y sólo sí, tiene por lo menos una laguna. Contrario sensu, unsistema que no tiene lagunas es completo. (Alchourrón y Bulygin, 1987). Carnetlutti (citado enBobbio, 2007) al referirse a la existencia de lagunas jurídicas afirma que existe “falta de plenitud pordeficiencia” y expresa que la solución es la plenitud.
10Obligatoriedad de la actividad jurisdiccional. Artículo 18 LOPJ.- Los Jueces y Tribunales deben
resolver siempre sobre las pretensiones que se les formulen, no pudiendo excusarse alegando vacío
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adelante LOPJ), en todos aquellos casos que se les presenten, no pudiendo
excusarse bajo alegato de vacío o deficiencia de normas. Esta disposición es de
reciente vigencia y vino a reformar tácita y confusamente, tanto al art. 443 del
Código de Procedimiento Civil de Nicaragua (Pr.) como al numeral XVII del Título
Preliminar del Código Civil (TPC)11.
Según un autor, las fuentes del Derecho civil nicaragüense, se encuentran
identificadas en el artículo 443 Pr., de la siguiente manera (Guzmán García, 2008):
1º. Aplicarán lo que esté previsto en la legislación para casos semejantes o
análogos.
2º. A falta de esto, se estará a la doctrina legal admitida por la jurisprudencia
de los Tribunales.
3º. En defecto de las dos reglas precedentes, se resolverá la cuestión por los
principios generales del derecho o por lo que dicte la razón natural.
4º. En último extremo, se aplicará la opinión sostenida por los intérpretes o
expositores del derecho o por lo que se disponga en legislaciones análogas
extranjeras, inclinándose siempre en favor de las opiniones más autorizadas.
o deficiencia de normas. A falta de norma jurídica pertinente, los Magistrados y Jueces debenresolver aplicando los Principios y Fuentes Generales del Derecho, preferentemente los que inspiranel Derecho nicaragüense, la jurisprudencia y los establecidos en la legislación procesal nacional.
11Haciendo una comparación entre el numeral XVII TPC y art. 443 Pr., Guzmán García (2008) afirmaque tales disposiciones legales contienen preceptos que se oponen entre sí porque prevénsoluciones distintas al tema de las fuentes para la solución de casos controvertidos no previstos porla norma. El ordenamiento jurídico le determina al juez cuáles son las fuentes a las que debe acudirpara solucionar los casos, lo cual es una manifestación de la idea de totalidad que inspira lacodificación y en tal sentido, se coarta la posibilidad de que el juez cree una norma para la decisión yfallo de las causas a él sometidas. Continúa diciendo el mismo autor que para resolver lacontroversia planteada puede aplicarse el art. XIII del Título Preliminar C, prefiriendo la ley especialpor encima de la general y siendo que la especial para la solución de los casos es el Pr., y no el C.,se debe entender que la norma del art. 443 Pr., al ser especial para la materia o cuestión, prevalecesobre el numeral XVII del Título Preliminar C. Es decir que las fuentes del Derecho Civil en Nicaraguason las señaladas por aquel artículo del Pr. (Guzmán García, J.J., 2008). Ello, incluso, luego de lamencionada reforma tácita realizada por el art. 18 LOPJ, puesto que dicho texto no resulta claro, aldisponer que los jueces tienen el inexcusable deber de resolver los asuntos que a ellos se plantean,utilizando para ello “los principios y las fuentes generales”, confundiendo torpemente el continente yel contenido, ya que los principios son, según la doctrina jurídica contenidos como categoríaespecíficas dentro de las “fuentes”, y en todo caso, no se conocen “fuentes” con carácter de“generales”.
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Sobre la primacía u orden en que deben ser aplicadas dichas fuentes, no cabe duda
que se aplican una en defecto de las otras y en consecuencia conforman un sistema
subsidiario (Guzmán García, J.J., 2008).
3.3 Falta de plenitud por redundancias o tautologías
Redundancia o tautología es aquella situación en la que mediante dos normas
distintas, se regula de la misma manera el mismo supuesto de hecho normativo.
Esta situación, no ofrece mayores dificultades a la hora de aplicarlas porque, para
resolver el caso concreto, se podría aplicar cualquiera de las normas o inclusive
ambas a la vez ya que las dos determinan solución igual al mismo supuesto, de ahí
que se puede decir que aquí lo que existe es duplicidad normativa. (Lara Márquez,
2009).
La eliminación de las redundancias es también uno de los objetivos del legislador y
del científico, quienes deben tener mucho cuidado cuando quieran eliminar dichas
redundancias para no producir una laguna en el sistema. Lo único que se puede
hacer para eliminar una redundancia es reformular las normas a fin de restringir su
alcance. (Alchourrón y Bulygin, 1987).
3.4 Falta de plenitud por exuberancia o antinomias
Las antinomias12 en un sistema normativo significan colisión entre dos normas que
no pueden ser aplicadas a un mismo tiempo y por tanto la solución es eliminar una
de las normas o ambas. (Alchourrón y Bulygin, 1987; Carnelutti citado en Bobbio,
2007; Ezquiaga, 1994; Lara Márquez, 2009; Guastini, 2000; Peces-Barba, 1984;
Prieto Sanchís, 2005).
12Sobre el origen de las antinomias, Ezquiaga (1994) afirma que son una patología congénita delsistema jurídico, cuya ocurrencia no es infrecuente, debido a que el ordenamiento jurídico estáconstituido por normas nacidas bajo regímenes políticos diversos y en consecuencia, portadores devalores y fines en ocasiones contradictorios. Por su parte, Lara Márquez (2009), alega que la idea deantinomia en el ordenamiento normativo es una consecuencia de reconocerlo como unidad sistémica,es decir, como un conjunto ordenado y coherente de normas jurídicas orientadas hacia un fin.
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Al respecto, importante señalamiento hace Bobbio (2007) al afirmar que un
ordenamiento jurídico constituye un sistema, no porque en él no existan normas
incompatibles o antinomias, sino, porque puede tolerar en su seno normas
incompatibles, solucionando tal problema con la eliminación de las normas
contradictorias, revelando entonces que la compatibilidad es una exigencia y no una
necesidad.
Las antinomias se presentan entre las partes individuales del ordenamiento y no en
su conjunto porque pueden existir proposiciones que aunque no sean incompatibles
tampoco se impliquen o incluyan mutuamente. (Bobbio, 2007).
Para el tratamiento de la problemática de las antinomias, la ciencia jurídica ha
elaborado lo que ha denominado como la teoría de las antinomias, dentro de la cual
se plantean dos problemas diferentes: el primero consiste en individualizar o
identificar la antinomia; el segundo radica en fijar los criterios para resolverla, una
vez que se ha determinado su existencia (De Lucas, et al, 1997).
3.4.1 Identificación o individualización de antinomias jurídicas
Las condiciones para que se pueda afirmar que existe una antinomia son las
siguientes (Bobbio, 2007; De Lucas, et al, 1997; Lara Márquez, 2009; Pacheco,
1990):
a) Que dos normas establezcan soluciones lógicamente incompatibles para un
mismo caso, en las mismas circunstancias o condiciones fácticas; esto significa que
existe incompatibilidad entre el operador deóntico empleado, mandato, prohibición,
permiso positivo (de hacer) y permiso negativo (de no hacer).
b) En general, se acepta que hay incompatibilidad entre una norma que manda
hacer alguna cosa y una norma que lo prohíbe, siempre que tengan el mismo objeto;
en ese caso se dice que hay contrariedad. También hay incompatibilidad entre una
norma que manda hacer y otra que permite no hacer, siempre que tengan el mismo
objeto; en este caso hay contrariedad. También hay incompatibilidad entre una
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norma que prohíbe hacer y una que permite hacer, siempre que tengan el mismo
objeto; en este caso hay contradictoriedad13. (Bobbio, 2007; De Lucas, et al, 1997;
Lara Márquez, 2009).
c) Que tengan, en todo o en parte, los mismos ámbitos de validez o campos de
aplicación: temporal, espacial, personal y material; es decir que ambas normas
deben estar vigentes simultáneamente, que ambas sean aplicables en el mismo
ámbito geográfico, que se refieran a los mismo sujetos o clases de sujetos y que
ambas normas se refieran al mismo supuesto de hecho.
d) Que pertenezcan a un mismo ordenamiento jurídico. Respecto a esta
condición es importante señalar que las normas que se dicen antinómicas deben
pertenecer a un mismo ordenamiento o a un mismo subsistema del ordenamiento.
La doctrina hace diversas clasificaciones14 de las antinomias, pero en este estudio
se citarán las más reconocidas:
Una primera clasificación es la que toma en consideración el grado de contradicción
existente entre las normas (Ross, 1994; Bobbio, 2007). En este caso se habla de:
a) Antinomia total-total, llamada también absoluta, que es aquella que se
presenta cuando los campos de aplicación de dos normas coincide totalmente, de
tal manera que no pueden aplicarse ninguna de las dos normas porque de aplicar
una, entraría en conflicto con la otra.
13Guarinoni (2001) explica que es importante establecer la diferencia entre los términos
incompatibilidad y contradicción, y en ese sentido expresa que al hablar de antinomias es preferiblehablar de incompatibilidades antes que de contradicciones porque este último es un concepto muyespecífico y excluiría a normas contrarias entre sí, que igualmente son incompatibles.
14Engisch (citado en Bobbio, 2007), afirma que existe un tipo de antinomias llamadas impropias, las
cuales pueden sera) Antinomias de principios que se presentan cuando en un mismo ordenamiento jurídico hayvalores contrapuestos que pueden dar lugar a normas incompatibles; antinomia de valoración, que escuando una norma castiga un delito menor con una pena más severa que la prescrita a un delitomayor. En ese caso se dice que hay injusticia y desigualdad, pero no incertidumbre que es lo que secorrige en caso de antinomia;b) Antinomias teleológicas que se presentan cuando existe contradicción entre una norma queprescribe el medio para lograr el fin y la que prescribe el fin, de manera que si se aplica la primera nose logra el fin y viceversa. En este caso se dice que existe una laguna.
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b) Antinomia parcial-parcial, que es la que tiene un ámbito de validez en parte
igual y en parte diverso, lo cual lleva a afirmar que la antinomia existe solamente en
aquellas partes que tengan en común. Es decir que cada norma tiene un campo de
aplicación en el cual entra en conflicto con otra norma, pero también tiene un campo
adicional de aplicación en el cual no se producen conflictos normativos.
c) Antinomia total-parcial, es la que ocurre entre la regla general y la regla
particular. En ella, el ámbito de aplicación de una norma está incluido totalmente
dentro de la otra.
Otra clasificación de las antinomias es la de solubles o aparentes y antinomias
insolubles o reales (Pacheco, 1990). Este último caso significa que no existe criterio
para resolverlas.
Incluso se habla de antinomias de segundo grado las cuales se presentan cuando
entran en conflicto los criterios utilizados para solucionar las antinomias (Bobbio,
2007).
En conclusión, la mera existencia de antinomias dentro del ordenamiento jurídico
agravia sus características de unidad y coherencia, al igual que infringe los
principios de igualdad, seguridad jurídica y justicia, pues el hecho de que se le
asigne a un mismo caso más de una solución normativa, puede dar lugar a que una
misma controversia (o dos conflictos iguales) tenga soluciones contradictorias, con
lo cual, los justiciables no sabrían a qué atenerse. De ahí que resulta indispensable
resolver previamente la antinomia para poder luego, resolver la controversia (Lara
Márquez, 2009).
3.4.2 Criterios para la solución de antinomias jurídicas
Para solucionar una antinomia jurídica es necesario eliminar una de las normas
contradictorias o las dos. Las reglas fundamentales y vinculantes para decidir la
eliminación de una o de ambas normas se basan en criterios que han sido
positivados en algunos ordenamientos jurídicos y se conocen con el nombre de
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criterio cronológico, criterio jerárquico, criterio de la especialidad (Bobbio, 2007, De
Lucas, et al, 1997; Guarinoni, 2001); Peces-Barba, 1984) y criterio de competencia
(Lara Márquez, 2009).
Tomando en consideración que los aplicadores del Derecho no tienen facultades
para eliminar las normas vigentes, resulta más adecuado decir que para la solución
de las antinomias se requiere elegir la norma aplicable, prefiriendo una y
posponiendo la otra, aplicando los criterios conocidos de solución de antinomias y
que son los citados en párrafo anterior. (Lara Márquez, 2009)
Sobre el criterio jerárquico, cabe decir que está directamente vinculado a la
estructura piramidal escalonada del ordenamiento jurídico o jerarquía normativa, la
cual tiene como norma suprema a la Constitución, la cual se va desarrollando en
normas de inferior jerarquía, según la distribución de poder que ella misma
establece para la producción normativa. En ese sentido, las normas inferiores son
válidas siempre y cuando no contradigan a las normas superiores y en caso de
incompatibilidad, prevalece la jerárquicamente superior. (Bobbio, 2007; De Lucas,
et. al., 1997; Guarinoni, 2001; Lara Márquez, 2009; Pacheco, 1990).
La legislación nicaragüense establece que la Constitución es la carta fundamental y
las demás leyes están subordinadas a ella (art. 182 Cn., art. 4 y 5 LOPJ).
Adicionalmente, el Código Civil también establece que ningún contrato puede
realizarse contra leyes prohibitivas o preceptivas ni contra las buenas costumbres
(art. X y XII TPC).
El criterio cronológico está relacionado con el carácter dinámico del ordenamiento
jurídico que se va renovando de acuerdo al cambio de las circunstancias
económicas políticas y sociales, de manera que entre dos normas incompatibles la
posterior deroga a la anterior en el tiempo (Bobbio, 2007; De Lucas, et. al., 1997;
Guarinoni, 2001; Lara Márquez, 2009; Pacheco, 1990). Este criterio es innegable
entre dos normas de la misma jerarquía y la misma especialidad. En la legislación
nicaragüense, el criterio cronológico se encuentra recogido en el numeral V del TPC.
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El criterio de especialidad está destinado a solucionar antinomias que se producen
entre una norma general y otra especial, que pasa por suponer que la norma
especial es una excepción de la general, de manera que se ha de preferir la norma
especial sobre la norma general, por ser aquella una solución específica para un
caso concreto (Bobbio, 2007; De Lucas, et al, 1997; Guarinoni, 2001; Lara Márquez,
2009; Pacheco, 1990). El ordenamiento jurídico nicaragüense adopta el criterio de
especialidad en el numeral XIII del TPC.
El criterio de competencia, agregado por Lara Márquez (2009), tiene por objeto
resolver las antinomias entre una norma emitida en legal forma y por el órgano
competente, y otra norma de igual jerarquía pero dictada por un órgano
incompetente. En ese caso se ha de preferir la norma dictada por el órgano
competente en lugar de la otra. El criterio de competencia es a su vez un elemento
de validez de la norma, prefiriendo la norma válida a la viciada por invalidez. Sin
embargo, ello no evita que la norma inválida pueda ser aplicada mientras se
encuentre vigente y no sea declarada su invalidez.
Aún con todo lo dicho, no todas las antinomias se pueden resolver y de ahí que se
hable de antinomias insolubles que son aquellas a las que no pueden aplicarse
ninguno de los criterios anteriormente explicados o pudiendo aplicárseles, admiten
el uso de dos o más criterios (Bobbio, 2007). Esto puede suceder entre dos normas
incompatibles que tengan igual jerarquía e igual vigencia temporal, espacial,
personal y material. Lo cual se produciría si descubriésemos que entre los artículos
3776 y 3785 C. existe un supuesto de antinomia.
En tales circunstancias, se afirma que el intérprete debe recurrir al criterio de la
forma de la norma15, el cual, como se dijo antes no es vinculante. Se trata de
distinguir el tipo de normas de que se trate, si son imperativas, prohibitivas o
permisivas. La tradición entre los juristas, en caso de ambigüedad o incertidumbre,
15 Bobbio (2007) afirma que una solución aceptada sobre la aplicación del criterio de la forma de lanorma, es el caso en que una norma sea imperativa y la otra prohibitiva, es decir, cuando una normaobliga a algo y la otra prohíbe hacer ese algo. En esas circunstancias, ambas normas seautoexcluyen o eliminan mutuamente y por tanto el comportamiento se considera permitido o lícito(Bobbio, 2007).
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es dar prevalencia a la interpretación favorable en vez que la odiosa –entendiendo
por odiosa, la interpretación que se dirige a una aplicación impositiva y de todo
punto de vista negativa a los intereses del sujeto al que se aplica-, es decir aplicar la
ley permisiva o la que concede una libertad, en lugar de la imperativa, prohibitiva o
la que impone una obligación. Se critica esta solución porque una interpretación
favorable puede serlo para una de las partes, pero para la otra puede resultar
odiosa, de ahí que no sea vista como una verdadera solución (Bobbio, 2007).
El proceso de solución de una antinomia siempre está confiado al intérprete16, quien
tiene poder discrecional de adoptar las reglas de la tradición de los juristas y en esa
labor el juez o intérprete tiene tres posibilidades:
a) Realizar una interpretación abrogante simple, eligiendo una de las normas
antinómicas;
b) Efectuar una doble abrogación interpretativa cuando excluye ambas normas;
c) Construir una interpretación correctiva que concilia dos normas,
aparentemente incompatibles, para conservarlas en el sistema a ambas y evitar la
abrogación (Bobbio, 2007).
Esta última forma de interpretación es la que siguen frecuentemente los jueces, ya
que es preferible mantener las normas dentro del ordenamiento, aunque sea
modificándolas parcialmente (quitando o agregándole palabras), en lugar de
eliminarlas (Bobbio, 2007; De Lucas, et. al., 1997); esto obedece al hecho de que
dos normas, aunque sean contrarias o contradictorias, tienen vigencia y validez
desde que han sido promulgadas y continuarán subsistiendo en el ordenamiento,
una al lado de la otra. (Bobbio, 2007).
16 La labor interpretativa del juez en la resolución de las antinomias es calificada por algunos autorescomo producción normativa, máxime cuando tal interpretación procede de un Tribunal que agota losrecursos, como el Tribunal Constitucional o Supremo, pues en tal caso se puede afirmar que esanorma jurisprudencial podrá tener carácter general y complementar el ordenamiento jurídico (Peces-Barba, 1984). Sin embargo, otros autores niegan tal carácter creador o productivo de lajurisprudencia pues afirman que el juez realiza su interpretación seleccionando una teoría preexistente que es la norma jurídica. (Ross, 2007).
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Sobre las denominadas antinomias de segundo grado o conflicto de criterios la
doctrina sugiere recurrir a examinar cada tipo de conflicto (Bobbio, 2007) y proponen
una jerarquización de los criterios, pero esto no se encuentra explícito en ningún
ordenamiento jurídico (De Lucas, et al, 1997).
Se afirma que cuando hay conflictos entre criterios, se han de elegir el criterio
jerárquico y el de la especialidad sobre el criterio cronológico; pero cuando el
conflicto se presenta entre el criterio jerárquico y el de la especialidad o se presenta
entre el criterio cronológico y el de especialidad, el intérprete tendrá que decidir cuál
criterio adoptar preferentemente, observando los valores fundamentales de todo
ordenamiento jurídico, como lo son el respeto a la jerarquía o superioridad, respeto
a la justicia, equidad e igualdad que exige la adaptación gradual del derecho a las
necesidades sociales y respeto al criterio de especialidad (Bobbio, 2007).
Por todo lo expuesto con anterioridad, se puede concluir que, el sistema normativo
denominado ordenamiento jurídico presenta exuberancias, fisuras, lagunas,
redundancias y antinomias, cuestiones que constituyen siendo tema de estudio para
la teoría del Derecho. En relación a esta problemática del ordenamiento jurídico, a
continuación se presenta un caso que debe ser analizado a la luz de la teoría antes
tratada.
II. Aplicación de la teoría del ordenamiento jurídico a un caso de Derecho civil:
la indivisibilidad de la hipoteca
En este apartado se tratará de aplicar los conocimientos traídos a este trabajo sobre
la teoría del ordenamiento jurídico, a los preceptos establecidos en los artículos
3776 y 3785 C., en orden a hacer un esfuerzo por determinar si entre ellos existe
alguna exuberancia de las tratadas en apartados anteriores.
Las normas a estudiar expresan literalmente:
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Art. 3776. La hipoteca es indivisible; cada una de las cosas hipotecadas a una
deuda, y cada parte de ellas están obligadas al pago de toda la deuda y de
cada parte ella.
Art. 3785. Cada vez que el deudor verifique un pago parcial, tiene derecho a
exigir la reducción de la hipoteca. Cuando sean varias las fincas hipotecadas,
a éste corresponde exclusivamente hacer la imputación de pagos, salvo pacto
en contrario.
Como puede notarse, ambos artículos se relacionan con una de las características
que unánimemente la doctrina actual e histórica, reconocen a la hipoteca: la
indivisibilidad. Esto obliga a hacer un previo estudio sobre la institución jurídica y
especialmente su carácter indivisible para luego retomar la teoría del ordenamiento
jurídico y analizar si entre las normas transcritas existe algún tipo de exuberancia o
antinomia y proponer su solución, en caso de existir.
1. Análisis del derecho real de Hipoteca
A propósito de un breve recorrido por la historia, se puede decir que la Hipoteca es
una institución jurídica existente desde tiempos del Derecho romano, surge como un
perfeccionamiento de la prenda (Blasco Gascó, et al, 2002). Razón por la cual las
normas de ambas figuras eran comunes; aunque se usaba la palabra pignus cuando
se trasladaba al acreedor la posesión del objeto en garantía en el momento de la
convención e hypotheca para expresar que el objeto quedaba en poder del deudor.
Desde tiempos inmemoriales, la institución del derecho real de Hipoteca ha tenido
una importancia capital para el crédito territorial, pues lo asegura o garantiza y
permite la movilidad de los capitales y la creación de riqueza (Orti Vallejo, 1995).
Y ya en la actualidad la hipoteca halla cómoda ubicación en la economía doméstica,
personal y familiar, como un recurso al acceso o adquisición de una vivienda propia.
No obstante los créditos hipotecarios suponen para las entidades financieras un
activo inmovilizado o el estancamiento de grandes recursos que no se pueden
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invertir en otras operaciones por largos períodos de amortización (Blasco Gascó, et
al, 2002).
En nuestro Derecho, se puede concebir la hipoteca, como un derecho real de
garantía, profusamente usado en el tráfico económico y cuya realización no sólo se
halla contemplada en las normas procesales civiles, sino también en normas
reguladoras del sistema bancario nacional.
1. Concepto
El derecho real de hipoteca es uno de los derechos reales de garantía que, para
asegurar el cumplimiento de una obligación, otorga a su titular el poder sobre una
cosa inmueble, que le permite realizarla económicamente, si aquella obligación se
incumple. Como derecho real de garantía, tiene los caracteres propios de este tipo
de derecho: Es un derecho real limitado (ius in re aliena), accesorio e indivisible,
cuyo objeto es, en principio una cosa inmueble por naturaleza, es decir, una finca, o
derechos reales sobre la misma y que puedan ser enajenados. No produce
desplazamiento de la posesión del inmueble al acreedor hipotecario y la publicidad
se produce mediante la inscripción del derecho de hipoteca en el Registro de la
Propiedad (O´Callagan, X., 2002).
Es de constitución convencional y su naturaleza real deriva de la sujeción directa e
inmediata de los bienes sobre los que se impone, lo cual se manifiesta en su
inscripción registral y en la oponibilidad erga omnes, de ahí que se afirme que es
una relación entre el crédito garantizado y la cosa hipotecada (Lacruz Berdejo, et al,
2009). Por su función de seguridad o garantía es un derecho real de realización del
valor del bien inmueble sobre el que recae (Blasco Gascó, et al, 2002).
2. Caracteres del derecho real de hipoteca. Presupuestos para analizar una
posible antinomia
Roca Sastre (1988) brinda una noción descriptiva de la hipoteca, de la que se
derivan sus caracteres: es un derecho real que sujeta lo hipotecado, cualquiera que
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sea su titular, al poder de exigir la realización de su valor, así como la adopción de
medidas dirigidas a salvaguardarlo, en garantía de la efectividad de una obligación
dineraria, cuyo derecho es de carácter accesorio, indivisible, de constitución registral
y grava bienes inmuebles, ajenos, enajenables, que permanecen en posesión de su
propietario. El citado autor enuncia los siguientes caracteres de la hipoteca: es un
derecho real de vinculación y realización de valor, tiene función de garantía del
cumplimiento de una obligación dineraria, es de carácter accesorio, indivisible, de
constitución registral, es adherente o inseparable y recae sobre bienes enajenables.
2.1) La hipoteca como derecho real de vinculación y realización de valor.
El valor de cambio económico de la cosa hipotecada está vinculado a la seguridad
de un crédito y al mismo tiempo atribuye al acreedor la facultad de realizar tal valor
mediante su enajenación, para hacerse pago con el dinero que resulte. El Código
Civil nicaragüense establece que la Hipoteca es un derecho real (art. 602 in fine C.).
En caso de incumplimiento de la obligación garantizada con hipoteca, esta otorga al
acreedor el derecho de hacerse pago con el producto de la subasta judicial del bien,
cuando las posturas cubran el capital, intereses, costas y gastos; y no habiendo
postores el acreedor puede adjudicarse la finca por el precio convenido o
determinado por Peritos el cual desde luego podrá inscribirla a su favor con solo
presentar en el Registro certificación del acta de la subasta. (art. 1829, 1830, 1764 y
1765 Pr.)
2.2) Función de garantía de una obligación dineraria
En cuanto a ello, hay que distinguir dos notas: i) Es consustancial a la hipoteca su
función de garantía; ii) Asegura siempre el cumplimiento de una obligación dineraria
y aunque puede caucionar toda clase de obligaciones, es indispensable que se fije
el importe de la obligación garantizada o se determine la cantidad máxima de que
responda la finca (Roca Sastre, 1988). En la legislación nicaragüense, la obligación
que garantiza la hipoteca generalmente consiste en una cantidad de dinero cierta y
determinada, aunque se diga que puede garantizar otro tipo de obligaciones, pues
siempre es necesario reducirlas a un valor estimativo en el acto constitutivo de la
hipoteca (art. 3773, 3794 y 3843 C).
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2.3) Carácter accesorio17
La accesoriedad del derecho real de hipoteca significa que está al servicio de un
crédito, conectado a él y sigue su suerte. (Gómez Gálligo, 2005, Roca Sastre, 1988).
Es decir, que no puede subsistir sin una obligación que le sirva de sustento.
En tal sentido, el Código Civil nicaragüense establece que la hipoteca es una
obligación accesoria (art. 1844 C.) y sigue la suerte de la obligación principal que
garantiza. En caso de subrogación de la obligación principal, se traspasa la hipoteca
al nuevo acreedor (art. 2045 C). Se extingue la hipoteca si la obligación principal se
extingue por alguno de los modos legales de extinción de las obligaciones (art.
1877, 2065, 3862 C). La remisión de la deuda produce la remisión de la hipoteca
(art. 2131 y 2132 C).
2.4) Es indivisible18
La indivisibilidad consiste en que toda la cosa hipotecada y cada una de sus partes
responden por toda la deuda garantizada, y se extiende sobre cualquier parte de los
bienes hipotecados que se conserve, aunque la restante haya desaparecido (Blasco
Gascó, et al, 2002; Moreno Quesada, et al, 2008).
Eso quiere decir que las divisiones que sufra el pago de la deuda, la deuda misma,
el crédito garantizado o la cosa hipotecada, no afectan a la hipoteca, que
permanece una e indivisa (Pizarro Wilson, 2009). Se exceptúa de estas
disposiciones el caso en que, siendo varias las cosas dadas en hipoteca, cada una
17A propósito de la discusión doctrinal sobre el carácter accesorio del derecho de hipoteca, UgarteGodoy (s.f) deja sentado que la accesoriedad de la hipoteca, como de cualquier caución, es algo denecesidad absoluta, porque deriva de la naturaleza misma de las cosas; ningún progreso ni evoluciónpueden hacer que la hipoteca deje de ser accesoria, como ningún progreso puede hacer que seadable para subir para abajo o bajar para arriba. Agrega que otra cosa es que la ley pueda, en ciertoscasos, prescindir de consecuencias que se deriven de la accesoriedad, cuando tales consecuenciasresulten irrelevantes desde el punto de vista de la justicia, atentos los fines que el legislador persiga.Pero las excepciones respectivas habrá de hacerlas -cuando sean factibles- el legislador: si él no lasestablece, el principio de la accesoriedad regirá con todo su rigor.18La indivisibilidad es considerada elemento esencial del derecho real de hipoteca (Moreno Quesada,et al, 2008), aunque hay un sector doctrinal que afirma que no lo es y lo califican como un elementonatural porque puede ser derogado por voluntad de los interesados (Lacruz Berdejo et al, 2009; Díez-Picazo & Gullón, 1997).
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de ellas garantice solamente una porción determinada del crédito. El deudor, en este
caso, tendrá derecho a que se extinga la hipoteca a medida que satisfaga la parte
de deuda de que cada cosa responda especialmente (Roca Sastre, 1988). En otras
palabras, la indivisibilidad de la hipoteca consiste en que, aunque el deudor vaya
haciendo pagos parciales, esta subsiste sobre todo el bien gravado; es decir, no se
van liberando porciones o porcentajes del inmueble equivalentes a los pagos
realizados (Contreras Ortiz, 2008).
Lacruz Berdejo, et al, (2009) explican que los derechos reales de garantía son, de
suyo, indivisibles y que en ellos se produce una suerte de solidaridad crediticia y
obligacional en lo referente a la garantía real. Aunque se cobre una parte del crédito,
es decir, se pague una parte de la deuda, la hipoteca subsiste íntegra y junto a esta
solidaridad entre las porciones de la obligación, existe también una suerte de
solidaridad real.
Efecto inmediato de la adherencia de la hipoteca a la cosa hipotecada, es la
indivisibilidad de aquella, en virtud de la cual se extiende y subsiste íntegra
sobre todos y cada uno de los bienes hipotecados y sobre todas y cada una
de las partes de ellos (…) En consecuencia, aun cuando se reduzca la
obligación garantizada, mediante el cumplimiento de una parte de ella, la
hipoteca subsiste la misma por el resto en la totalidad de la cosa hipotecada;
y si perece o se destruye una parte del inmueble hipotecado, la hipoteca se
conserva sobre la parte que queda. Si el deudor muere y deja varios
herederos, de los cuales alguno o algunos pagan la parte que les
corresponde de la deuda de su causante, el acreedor no está obligado a
cancelar la hipoteca, mientras no se le pague íntegra, ni a reducirla a una
parte de la cosa; y si muere el acreedor hipotecario, y el deudor paga a
alguno o algunos de los herederos de él la parte que les corresponde, los que
no han sido pagados, conservan por su parte, sin alteración ni reducción, la
hipoteca que en la totalidad de la cosa tenía el causante. Se sobrentiende
pues, al constituirse la hipoteca, que la finca no se libertará de ella sino por el
cumplimiento íntegro de la obligación (Cruz, F., en Contreras Ortiz, 2008).
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La indivisibilidad de la hipoteca supone una mayor garantía para el acreedor porque
con los pagos parciales va disminuyendo el importe de la deuda pero conserva la
misma garantía inicial; sin embargo los interesados pueden eliminar la indivisibilidad
o pactar la reducción de la garantía conforme se vaya reduciendo la deuda (Moreno
Quesada, et al, 2008).
La legislación nicaragüense reconoce que la “hipoteca es indivisible” y establece
que “cada una de las cosas hipotecadas a una deuda, y cada parte de ellas están
obligadas al pago de toda la deuda y de cada parte de ella” y por eso el acreedor no
está obligado a alzar la hipoteca en todo o en parte, mientras que el total de la
deuda no fuere pagado (art. 1968 y 3776 C.).
En virtud de la indivisibilidad explicada, aun cuando sean varios los inmuebles
hipotecados y aunque el crédito se extinga parcialmente, el deudor no tendría
derecho a la liberación de alguno de ellos, sin embargo el art. 3785 C., permite la
reducción de la hipoteca cuando el deudor haga pago parcial y sean varias las
fincas, correspondiéndole a él hacer la imputación de pagos. Esta disposición podría
considerarse como una contradicción, o bien como una excepción de la
indivisibilidad de la hipoteca y es lo que se está tratando de establecer en el
presente estudio.
La indivisibilidad también realiza su función aunque el codeudor o coheredero
paguen su porción de la deuda, ya que no pueden pedir la cancelación, ni aún en
parte, de la hipoteca, hasta que la deuda esté cancelada totalmente; y lo mismo
sucede para el coacreedor y sus coherederos, que recibiendo su porción de la
deuda no pueden cancelar la hipoteca ni aun en parte hasta que los otros
coacreedores o coherederos sean enteramente pagados (3863 C.).
2.5) Constitución registral del derecho de hipoteca
Se afirma que la hipoteca es de constitución registral porque para alcanzar su
efectiva constitución, se exige que el documento en que se constituya sea inscrito
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en el Registro de la Propiedad y ello implica el cumplimiento de requisitos de fondo19
y de forma, o solemnidades20 que deben concurrir en la celebración del contrato de
hipoteca para que nazca legalmente y adquiera todas sus características (Blasco
Gascó, et al, 2002).
El incumplimiento del requisito de la inscripción, implica la inexistencia del derecho
real de hipoteca pero no de la obligación inter-partes, la cual existe, independiente
de su garantía (Díez-Picazo & Gullón, 1997).
Además, la inscripción implica la oponibilidad del derecho de hipoteca erga omnes.
Sobre este particular se discute si la razón de fondo de la no inscripción se
encuentra en que los pactos no son válidos ni siquiera entre las partes o si son
válidos y eficaces inter partes pero sin trascendencia real (Montés Penadés en
Blasco Gascó, et al, 2002).
Nuestro Código Civil establece el carácter formalista de la hipoteca y exige que la
misma ha de constituirse mediante escritura pública (art. 3772 y 3808 C.) e
inscribirse en el Registro competente (Art. 3772, 3935 núm. 2º C.). Su tradición se
efectúa mediante la inscripción en el Registro Público y es oponible a terceros desde
la fecha del otorgamiento de la obligación hipotecaria, si se hubiera inscrito dentro
de cuarenta y ocho horas o a partir de su efectiva inscripción en el Registro Público
competente (art. 3936 y 3937 C., 82, 98, 100 y 102, Ley número 698, Ley General
de los Registros Públicos.).
19Los requisitos de fondo, como su nombre lo indica, se refieren a la integridad misma del acto ocontrato, forman parte de su estructura jurídica y sirven, en algunos casos, para individualizar al actocomo perteneciente a un tipo determinado, con tales y cuales características. Son requisitos internos,pues, a diferencia de las formalidades, no tienen por objeto darle publicidad o solemnizar suejecución mediante formas externas, sino que van en el “interior” de él, forman parte integrante dedicho acto, y no puede establecerse una línea divisoria entre el requisito mismo y el acto, comosucede con las “formalidades”, que se distinguen perfectamente del acto mismo, pues no estánincorporadas a su estructura interna. Los requisitos de fondo existen por expresa disposición de leyesimperativas, que ordenan que tal acto reúna tales y cuales requisitos para que sea válido; y decimosque se trata de leyes imperativas, porque tales son las leyes que ordenan que se haga una cosa(Alessandri Rodríguez, A., 2010).
20Las formalidades o solemnidades se refieren a formas externas, o sea, que la voluntad de los
individuos que los ejecutan o celebran se manifieste mediante ciertos y determinados formulismos,que la misma ley señala, y con la concurrencia de otras circunstancias que solemnizan la ejecucióndel acto jurídico. Estas formalidades, como su nombre lo indica, dicen relación con la forma o aspectoexterno del acto, y nada tienen que ver con su aspecto interno o constitución intrínseca, o con losrequisitos internos (Alessandri Rodríguez, A., 2010).
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2.6) Adherencia o inseparabilidad
Esta característica entraña que el derecho real de hipoteca recae directamente
sobre los bienes gravados. Esto significa que la ley dispone que la hipoteca sujeta
directa o inmediatamente los bienes sobre los que recae y por ello la acción
hipotecaria se ejercita directamente contra los bienes hipotecados y no otros,
haciéndolos objeto de persecución cuando se procediere ejecutivamente.
Según esta característica, el derecho de hipoteca brinda al acreedor cierto privilegio
o preferencia para hacerse pago con el bien hipotecado. La Corte Suprema de
Justicia de Nicaragua ha expresado en Boletines Judiciales, de 1933 pág. 8376,
Considerando III y, de, 1954 pág. 16809, Considerando I, que el acreedor
hipotecario, en caso de incumplimiento de la obligación principal, debe pagarse
preferentemente con los bienes hipotecados y no con otros bienes del deudor (art.
1708 Pr.; Huembes y Huembes, s.f.). Esa preferencia es una cualidad intrínseca del
crédito hipotecario y su virtud exclusiva es determinar una anteposición en el cobro
en las situaciones de concurrencia de acreedores, frente al criterio general de la par
conditio creditorum (Blasco Gascó, et al, 2001).
2.7) La hipoteca recae sobre bienes inmuebles enajenables
En virtud de esta característica, el objeto sobre el que recae la hipoteca son bienes
inmuebles, considerados como tales por la ley21 -no obstante, resulta dudoso que se
pudiera establecer una hipoteca sobre un título en que consta la constitución de un
derecho real, supuesto éste que según el código civil también es un inmueble-. El
Código Civil nicaragüense establece, con rotundidad, que la hipoteca es un derecho
constituido sobre bienes inmuebles para asegurar sobre los mismos el cumplimiento
de una obligación. La cosa hipotecada puede ser el inmueble, pero también puede
recaer sobre derechos reales imperfectos que recaen sobre el inmueble (art. 3771,
3799 y 3800 C.).
21Art. 3773 C., y Título VI, Libro III, art. 880 y siguientes del Código de Comercio de Nicaragua (CC).
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2.8) La especialidad y determinación del derecho real de hipoteca
Esta característica significa que en el momento de constitución y de la inscripción de
la hipoteca, deben quedar determinados los bienes sobre los que recae. Esta
característica coopera con la publicidad al informar a potenciales adquirentes de la
finca, o prestamistas, cuál es el monto de las responsabilidades anteriores; y la
determinación de la finca o fincas hipotecadas proscribe las hipotecas generales que
existían en el antiguo Derecho (Lacruz Berdejo, et al, 2009).
La ley nicaragüense establece que la hipoteca debe constituirse sobre cosas
determinadas, es decir sobre bienes individualizados o inconfundibles por sus
condiciones (art. 3773 C), y para garantizar sumas de dinero ciertas y determinadas
(art. 3773 C.). Luego, de manera enunciativa detalla una lista de cosas que son
susceptibles de hipoteca: 1º. En primer lugar se mencionan los inmuebles; 2º. Luego
los derechos reales enajenables; 3º. Después las mejoras construidas en suelo
ajeno; 4º. Los frutos de los bienes inmuebles; 5º. La mera propiedad; 6º. El derecho
de usufructo, los pastos, aguas, leñas y otros semejantes; 7º. Las naves; 8º. Los
ferrocarriles, los canales puentes así como otras obras destinadas a ese servicio
público; 9º. Los bienes litigiosos (art. 3799 C). Además, en el Código de Comercio
se agregan las diferentes partes que forman un buque, tales como el casco, el
aparejo y las máquinas, incluyendo sus pertrechos, víveres, combustibles y
mercaderías cargadas (Título VI, Libro III, art. 880 y siguientes del Código de
Comercio).
La infracción a la característica de especialidad de la hipoteca en Nicaragua implica
la Nulidad absoluta de la garantía (art. 2931 1918, 2201 C.).
2.9) No desplazamiento de los bienes hipotecados.
Esta característica es esencial de la hipoteca, e implica que el deudor mantiene la
posesión sobre la cosa hipotecada. La legislación nicaragüense acepta que el
propietario de un inmueble hipotecado, conserva el ejercicio de todas las facultades
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inherentes al derecho de propiedad, excepto cuando sea en detrimento de los
derechos del acreedor hipotecario (art. 3836 C.).
II. El caso de los artículos 3776 y 3785 del Código Civil de Nicaragua
Habiendo estudiado los aspectos teórico-dogmáticos necesarios, corresponde ahora
retomar el estudio de las disposiciones del Código Civil que provocaron el presente
estudio y que ya se dejaron transcritas con anterioridad. Como se dijo antes, se trata
de hacer un análisis técnico para determinar si entre ambas normas (3776 y
3785C.), existe alguna de las exuberancias que presenta el ordenamiento jurídico y
hacer una propuesta que permita armonizar su contenido.
Antes de entrar al tema, es importante advertir que el Código Civil de Nicaragua está
conformado por normas que fueron tomadas por el legislador nicaragüense de
distintos ordenamientos jurídicos. El caso de los artículos estudiados no es la
excepción y se ha encontrado que mientras el art. 3776 fue tomado literalmente del
art. 3146 del Código Civil de la Nación Argentina22, el art. 3785 es una copia fiel del
art. 416 del Código Civil de Costa Rica (Argüello, M., Cuadra Zavala, J & Morales,
C.A., 1931).
La advertencia se hace porque dichos ordenamientos civiles que sirvieron de
modelo al nicaragüense no presentan hoy día, ninguna problemática sobre la
indivisibilidad de la hipoteca, pues en cada legislación, se hicieron reformas hasta
lograr obtener artículos con una redacción coherente.
Para iniciar la reflexión sobre la determinación de las exuberancias en las normas
estudiadas, se dirá que ambas tienen el mismo rango de ley pues pertenecen al
22El Código Civil de la República Argentina fue redactado por Dalmacio Vélez Sársfield, comoculminación de una serie de intentos de codificación civil que tuvieron lugar en el país. Fue aprobadosin modificaciones, el 29 de septiembre de 1869, mediante la Ley 340, y entró en vigencia el 1 deenero de 1871. El código de Vélez Sársfield refleja la influencia del Derecho continental y de losprincipios liberales del siglo XVII, siendo sus principales fuentes el Código Civil de Chile (Código deBello), Código de Napoleón y sus comentaristas, la legislación española vigente hasta ese momentoen la Argentina, el Derecho romano (en especial a través de la obra de Savigny), el Derechocanónico, el Esboço de um Código Civil para o Brasil de Teixeira de Freitas y diversos códigos quehabían sido promulgados por influencia del movimiento codificador de la época. (Cabral Texo, J.1920).
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Código Civil de Nicaragua, la legislación común, debidamente aprobada por el
legislador nicaragüense y promulgada en fecha 1 de febrero de 1904. Ambas
normas pertenecen a la institución de la hipoteca y al mismo ordenamiento civil, por
lo que se concluye que ambas normas tienen la misma jerarquía y la misma
especialidad por disciplinar una misma clase de relaciones humanas.
Explicado lo anterior y aplicando la teoría del ordenamiento jurídico, el paso
siguiente es hacer una interpretación de las normas estudiadas para conocer su
contenido, y develar el supuesto que regula cada una de ellas, para luego analizar si
ambas normas son redundantes o se complementan o se contradicen entre sí.
De conformidad con la teoría del ordenamiento jurídico, si se llegara a encontrar que
tales disposiciones regulan situaciones o supuestos iguales en idéntica forma, se
podría concluir que existe una redundancia o tautología. En caso que se llegara a
determinar que regulan supuestos distintos pero no colisionan entre ellas, se podría
concluir que son coherentes y por tanto cabe aplicar ambas normas a la vez, de
manera complementaria o adicional. Y si se llegara a concluir que las disposiciones
en análisis regulan situaciones o supuestos iguales, pero de manera recíprocamente
excluyente, contraria o contradictoria, se estaría revelando la existencia de una
antinomia real, en la que no se podrían aplicar ninguna de las normas a la vez ni
ninguna de ellas por separado sin que ocasione una colisión entre normas. Ante esa
situación se estaría en la necesidad de utilizar algún criterio positivado para soslayar
una y preferir la otra, es decir, elegir una de las normas; no aplicar ninguna por
neutralizarse mutuamente, o bien, hacer una interpretación que las armonice.
Retomando la literalidad de las disposiciones estudiadas, se recordará que el
artículo 3776 dispone que la hipoteca es indivisible, mientras que el art. 3785 otorga
derecho al deudor a pedir la reducción de la hipoteca cuando haga abonos parciales
al crédito, agregando además que cuando sean varias las fincas hipotecadas,
corresponde exclusivamente al deudor hacer la imputación de pagos, salvo pacto en
contrario.
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Del contenido de los artículos estudiados puede deducirse, en principio, que
mientras una de las normas establece el carácter indivisible de la hipoteca, la otra
permite reducirla en la medida en que la deuda se reduce, es decir, la considera
divisible, por ende, podría afirmarse que las dos disposiciones regulan el mismo
tema, aunque de manera diferente: es posible, y no es posible reducir la hipoteca
cuando se realicen pagos parciales a cuenta del principal garantizado con tal
derecho real. Desde este momento queda eliminada la posibilidad de que exista una
redundancia o tautología, y cabe entonces analizar la probabilidad de la existencia
de una antinomia o de una laguna jurídica.
Tal como puede apreciarse, el supuesto regulado en el artículo 3776 C., es la
indivisibilidad de la hipoteca establecida a favor del acreedor, y el regulado en el
artículo 3785 C., es la divisibilidad de la hipoteca a favor del deudor. Así
determinado el contenido normativo, existe una antinomia, ya que para un mismo
supuesto de hecho: el pago parcial de la deuda, se dispone y se rechaza, la
posibilidad de que se reduzca proporcionalmente la hipoteca. No se sabe en este
punto, cuál de los dos supuestos debe primar, en un caso concreto en que las
partes exijan, cada una de ellas, la aplicación de la norma establecida a su favor.
Debido a esta circunstancia, se hace necesario hacer un análisis más profundo
sobre la trascendencia o alcances de la indivisibilidad de la hipoteca, para tratar de
encontrar sus vicisitudes y la información pertinente, que nos ayude en el proceso
de identificación de la antinomia o de laguna jurídica.
1. Trascendencia y vicisitudes en cuanto a la indivisibilidad de la hipoteca
Como se dijo antes, la indivisibilidad es una característica de la hipoteca que
consiste en que “cada una de las cosas hipotecadas a una deuda, y cada parte de
ellas están obligadas al pago de toda la deuda y de cada parte de ella” y por eso el
acreedor no está obligado a alzar la hipoteca en todo o en parte, mientras que el
total de la deuda no fuere pagado (art. 1968 y 3776 C.)
Para realizar una exposición jurídicamente fundamentada, creemos que el primer
paso a dar en el sentido de la existencia o no de una antinomia entre los artículos
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arriba reseñados, debe ser determinar qué es aquello de lo que el Código predica
como “indivisible, el derecho o el bien sobre el cual recae. Partiendo, para ello, de la
circunstancia de que tanto en lenguaje coloquial como forense, y en la legislación
nicaragüense, se utiliza el término “hipoteca” para referirse al contrato hipotecario, a
la cosa que es objeto del contrato, al derecho real de hipoteca e incluso a la
obligación crediticia.
Empezando por la primera acepción, que hace alusión al contrato que la constituyó,
es de señalar que si en el caso que ahora nos ocupa, en la redacción de los
artículos estudiados se quisiera decir que el contrato es indivisible, tendría que
admitirse que cada una de las cláusulas que lo componen no variarían entre un
contrato y otro. En ese sentido no cabría el principio de autonomía de la voluntad
pues el poder negocial de las partes estaría limitado a aceptar o rechazar el contrato
en todas y cada una de sus condiciones, producto de la indivisibilidad del contrato
de hipoteca, sin embargo, ello no es así.
Lógicamente, el contrato de hipoteca debe cumplir con elementos esenciales como
cualquier otro contrato, tales como el consentimiento, el objeto y la causa; además
debe cumplir con elementos formales o solemnidades, como el otorgamiento en
escritura pública y su inscripción en el Registro competente, para que pueda surtir
sus efectos, pero en derecho privado donde prima la autonomía de la voluntad, no
es correcto aceptar que la característica de indivisibilidad sea del contrato
hipotecario, pues las partes pueden sujetarlo a las condiciones que ellas determinen
de común acuerdo, siempre que no vulneren las leyes, la moral, el orden público ni
las buenas costumbres (art. XII, Título Preliminar y art. 2437 C.).
En segundo lugar, si la indivisibilidad recayera sobre la cosa corporal, esto es, el
inmueble sobre el que recae la hipoteca, habría que decir que los inmuebles
hipotecados no admiten división real o material, pero la legislación no prohíbe la
desmembración ni la adquisición en lotes, ya sea por actos entre vivos o mortis
causa, de los inmuebles que están afectos a una hipoteca (art. 932, 1700, 3836 y
3842 C). De manera que tampoco puede ser el sentido establecido por la ley, pues
está demostrado que existen inmuebles hipotecados que son divisibles y aun así la
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hipoteca se considera indivisible. En este sentido se puede decir que la
indivisibilidad actúa como razón de prohibición, como ficción del Derecho, en cuanto
a que, pese a dividir físicamente la finca, la hipoteca permanece afectando el total.
Así, la ejecución del derecho hipotecario, se realizará sobre la cabida completa de la
finca sobre la que se constituyó, y además, en correcta técnica registral, toda
creación de nuevas fincas por desmembración llevaría en su misma inscripción bajo
número de finca nueva, la razón –nota marginal- de estar afectada por hipoteca
anterior.
Por otra parte, si el carácter de indivisibilidad corresponde al derecho real de
hipoteca, tendría que analizarse la posibilidad de adquirirlo, ejercerlo y extinguirlo
por partes, todo en ejercicio de la autonomía privada –art. 2437 C.-.
Según ciertas disposiciones, el derecho real de hipoteca, se puede adquirir sobre
partes o cuotas del bien en que recae (artículo 3802 y 3803 C.). Igualmente la
hipoteca se puede limitar a una determinada porción de la deuda. En consecuencia,
la acción de hipoteca se puede ejercitar sobre una cuota del inmueble hipotecado o
sobre una suma limitada debidamente caucionada. Por lo demás, la hipoteca se
puede extinguir por partes, pues nada obsta a que el acreedor hipotecario, por
ejemplo, renuncie a la indivisibilidad, que evidentemente constituye elemento
esencial de la garantía establecida a su favor. (art. XII Título Preliminar y art. 2121,
3777 y 3869 C.). Así que la indivisibilidad no es del derecho real de hipoteca.
Consecuencia de la indivisibilidad del derecho de hipoteca es que toda ella
permanece invariable, aun cuando se haya extinguido la deuda en una proporción,
es decir que la afectación que implica tal derecho cuando se ha de hacer efectiva la
ejecución del crédito, abarca, por la porción de lo no pagado o cumplido, el cien por
ciento del bien dado en garantía.
Ello significa que la hipoteca una vez constituida, no se hace recaer de forma
proporcional a la parte de la finca que corresponda con la parte cumplida o pagada,
sino que se expresa como una forma de agresión patrimonial que tiene el objeto de
realizar económicamente el bien inmueble visto como una unidad invariable.
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En ese orden de ideas y recapitulando un tanto, según la norma de la indivisibilidad
de la hipoteca, esta se mantiene íntegra aunque recaiga sobre un objeto o sobre
una pluralidad de objetos. También se conserva aunque garantice una única
obligación o varias. Igualmente persiste aunque el objeto o derecho sobre el que
recae sea divisible o indivisible. Al concluir que no radica ahí la indivisibilidad de la
hipoteca, nos vemos obligados a recurrir en lo subsiguiente a opiniones de otros
autores tratando de encontrar alguna respuesta que satisfaga la interrogante
planteada.
Se empezará exponiendo la posición de Pizarro Wilson (2009), quien expresa que
cuando se afirma que la hipoteca es indivisible se refiere a la función hipotecaria de
anticipada afectación de una cosa inmueble al cumplimiento de cierta obligación. En
otras palabras, lo que la Ley quiere decir es que la función hipotecaria que se
desencadena por medio del correspondiente contrato, la afectación de la cosa y la
constitución del derecho real, es ella misma indivisible, aunque no lo sean el
contrato ni la cosa ni el derecho.
Propiamente hablando, no es la hipoteca la indivisible, sino la causa de la hipoteca,
es decir, su función, su virtualidad y, en final de cuentas, la garantía que ofrece. En
opinión del autor citado, si se tiene en cuenta esta interpretación, se facilita mucho la
comprensión de la llamada indivisibilidad de la hipoteca que no es otra cosa, que la
indivisibilidad de la función garantizadora de ella.
Por otra parte, González Laguna & Manzano Solano (2012) afirman que lo indivisible
es la acción hipotecaria, aunque se divida la acción personal y aunque se divida la
finca gravada. Esta opinión se ve mayormente respaldada por la teoría de la acción
autónoma y unitaria (Montero Aroca, 2010) que concibe a la acción como el derecho
que tienen las partes para activar la función jurisdiccional del Estado.
Por último, Guilarte Zapatero (2012), expresa que la indivisibilidad corresponde a la
intangibilidad de la garantía, lo que significa que ésta se mantiene inalterable y en
los mismos términos en que se constituyó, hasta la total satisfacción del crédito
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asegurado, careciendo de trascendencia, frente a tal principio, la división física que
pueda operarse de la cosa gravada que la jurídica de la obligación, cualquiera que
sea la causa que las produzca.
Tal indivisibilidad ni deriva de principios lógicos inderogables, ni es una nota de
carácter institucional, por lo que no debe considerarse como una nota esencial de la
hipoteca, sino simplemente natural23. Su sanción legislativa obedece a prácticas de
reforzamiento de la garantía, para evitar la dificultad que supondría dividir la cosa
gravada lo cual daría lugar a dudas y litigios, es decir que se persigue con ello
mantener un statu quo exento de controversias por intervención de terceros que
pudieren alegar intereses en el bien hipotecado y posteriormente dividido.
De las opiniones expuestas, cabría tomar posición sobre si la indivisibilidad radica
en la función garantizadora de la hipoteca (Pizarro Wilson, 2009), en la acción
hipotecaria (González Laguna & Manzano Solano, 2012) o en la intangibilidad de la
garantía (Guilarte Zapatero, 2012).
En tal sentido creemos que la más acertada de las tesis, es la que corresponde a la
causa del contrato de hipoteca, puesto que entendida la causa como la función
económico privada que cumple dentro de la sociedad (Herrera Espinoza & Guzmán
García, 2009), resulta cierto que la hipoteca es una garantía cuyo objeto es
individuar un bien de entre los que integran el patrimonio del deudor, y dejarlo ab
initio, afectado a la posible realización económica de su valor, para obtener el pago
de la deuda de forma efectiva. Por ello, es que la hipoteca, entendida como derecho
real de garantía, no puede reducirse de acuerdo a cumplimientos parciales o
abonos, y ha de poderse ejecutar sobre toda la extensión territorial de la finca
afectada.
23Algunos autores consideran la indivisibilidad un elemento esencial del derecho de hipoteca quetrata de evitar inseguridades y pleitos (Moreno Quesada, et. al., 2008); mientras que otros autoresafirman que no es un elemento esencial sino natural porque puede ser derogada por voluntad de losinteresados (Lacruz Berdejo et. al., 2009; Díez-Picazo & Gullón, 1997; Escobar Fornos, 1991), sinembargo en las obras consultadas no se encuentra ninguna explicación que brinde luces sobre ladiferencia entre los términos “natural” y “esencial”. Tratando de interpretar la idea de los autores en elcontexto en que es expresada, pareciera que lo “esencial” es aquello que es indispensable para quealgo exista y no puede ser modificable. Esto lo confirma una de las acepciones de la palabra“esencia” brindada por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), que dice que es “aquelloque constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable”.
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Y para cerrar el tema, es importante agregar que a pesar de que la ley establece la
indivisibilidad de la hipoteca a favor del acreedor, ello no obsta para que puede ser
suprimida por los interesados, mediante pacto o renuncia (Roca Sastre, citado en
Guilarte Zapatero, 2012), lo cual también es admisible en la legislación civil
nicaragüense que acepta la primacía del principio de autonomía de la voluntad en
las contrataciones civiles, con las limitaciones que ella misma establece y la
renuncia a los derechos establecidos en favor de los particulares, siempre que no
esté prohibida su renuncia (art. XII, Título Preliminar y art. 2437 C.).
2 ¿Antinomia o laguna jurídica?
Recurriendo a una interpretación literal del art. 3785 C., que en su parte final
expresa: “Cuando sean varias las fincas hipotecadas, a éste (se refiere al deudor)
corresponde exclusivamente hacer la imputación de pagos, salvo pacto en
contrario”, se puede decir que las frases claves son: “varias fincas hipotecadas” e
“imputación de pagos”. Si partimos de la primera frase, se podría afirmar que el
legislador estableció el derecho del deudor a pedir la reducción de la hipoteca sólo
cuando se proyecta sobre una pluralidad de bienes hipotecados, pero entonces,
queda aún la duda sobre cuál de las varias fincas debe cancelarse para reducir la
hipoteca. En este momento pasaremos a tratar de establecer brevemente el
significado de la otra frase del mismo artículo 3785 C.: “imputación de pagos”.
A pesar de que por denominación se pueda llegar a pensar que tal frase hace
alusión a la imputación de pagos –dispuesta en el artículo 2050 C.-, instituto propio
del Derecho de obligaciones, tal razonamiento deba descartarse, puesto que no
cabe su aplicación dentro de los esquemas de un derecho real.
Más bien, la expresión jurídica “imputación de pagos”, aparece en el artículo 3785,
referida al derecho del deudor, consistente en señalar cuál de las fincas hipotecadas
es la que se va a liberar a través del pago, cuando habiendo sido hipotecadas varias
fincas, individualmente, cada una de ellas responda por una deuda determinada o
por una porción de la deuda total.
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Si se acepta esta solución al caso, habría que reconocer que no existe antinomia,
porque las condiciones determinadas por la teoría del Derecho no se presentan en
su totalidad, es decir, si bien es cierto que ambas normas tienen los mismos ámbitos
de validez o campos de aplicación, pertenecen a una misma institución y a un
mismo ordenamiento jurídico, también es cierto que cada norma establece una
solución determinada para dos casos distintos.
Lo anterior conlleva a afirmar además que entre los arts. 3776 y 3785 C., no cabe
hablar de laguna jurídica, pues el juzgador debe mantener la indivisibilidad de la
hipoteca a favor del acreedor cuando la deuda se encuentre garantizada por una
finca. Igual deberá actuar, aunque se hayan hipotecado varias fincas, siempre que
no se haya limitado la cantidad por la que va a responder cada una de ellas. En
cambio, mediante el art. 3785 C., el juzgador debe ordenar la reducción de la
hipoteca, liberando la finca que corresponda, cuando siendo varias las fincas
hipotecadas, cada una de ellas responda por una porción del crédito y siempre que
tal porción haya sido totalmente cancelada. Contrario sensu, la indivisibilidad de la
hipoteca que recae sobre cada inmueble individual se mantiene inalterable, mientras
la porción del crédito por la que responde cada uno de ellos no haya sido totalmente
cancelada.
IV. Nuevas perspectivas sobre el tema: La indivisibilidad de la hipoteca frente
al Derecho del siglo XXI. Consideraciones relativas al orden público
económico
Tal y como se infiere del estudio realizado en torno a la indivisibilidad de la hipoteca,
es una característica que beneficia al acreedor, a quien le ofrece una garantía sólida
y vigorosa, pero podría lesionar al deudor en ciertos casos, como en los que la cosa
hipotecada tenga un valor de realización muy superior al saldo de la deuda y aun así
se permita al acreedor ejecutar la totalidad de la garantía, la cual, según las normas
procesales podría ser adjudicada en pago por falta de postores.
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En este supuesto se sacrificaría al deudor, privándole de la parte del valor del
inmueble que se ve representado en la cantidad que ha pagado respecto de la
deuda original, provocándole un perjuicio en su patrimonio e incrementando el
patrimonio del acreedor, mas allá de la cantidad que le es debida. Se produciría
pues, un enriquecimiento sin causa a favor del acreedor por la parte del exceso del
valor debido.
En virtud de la potencial ocurrencia del caso expresado, es que no se puede concluir
el presente estudio sin hacer algunas reflexiones sobre la indivisibilidad de la
hipoteca, en relación con la idea del orden público económico24.
2.1 La conmutatividad del comercio jurídico
En coherencia con lo dicho, el orden público económico, se apoya, entre otras,
sobre el principio de que todo cambio de bienes y servicios entre personas, debe
estar fundado en el postulado de la conmutatividad o intercambio (Díez-Picazo &
Gullón, 1996).
La conmutatividad establece la regla de que ningún enriquecimiento y ninguna
atribución patrimonial puede producirse de una manera válida y eficaz, sin que
concurra para ello una razón o una causa que el ordenamiento jurídico considere
como suficiente para justificarlo, o para servirle de fundamento.
Esta idea sirve de fundamento al principio general de rechazo al “enriquecimiento
injusto” o “enriquecimiento sin causa”, que establece que cuando tal se ha
24La idea de orden público económico es relativamente reciente y De Castro (citado en Díez-Picazo,
1996) lo acepta con una doble referencia: una contempla la ordenación de la economía impuesta porel Estado y las restricciones de la libertad que de ello se deducen, que de alguna manera sontambién imposiciones o restricciones de la libertad de contratar, derivadas del intervencionismoeconómico de la Administración; otra, es la estricta aplicación al campo de la economía del conceptogenérico de orden público que establece el Código Civil que se basa en normas extrapositivas noexpresadas en textos legales y cuya finalidad se centra en evitar que, por medio de la libertad decontratar, los órganos del Estado se encuentran obligados a imponer algo que repugne al sentido delo justo y de lo moral. Por su parte, Díez-Picazo (1996) expresa que en sentido estricto, orden públicoeconómico es una “constitución económica” más profunda, que no se refleja necesariamente en laconstitución política, pero que comprende un conjunto de principios y de líneas de inspiración sobrelas cuales la actividad económica de la sociedad se desarrolla.
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producido, quien recibe el enriquecimiento tiene la obligación de restituir el exceso
(Díez-Picazo, 1996).
En tal sentido, la legislación nicaragüense contiene dicho principio en los artículos
41 y 98 de la constitución, y en los artículos 2505 y 2562 del Código Civil, y para el
caso específico del enriquecimiento sin causa, se ha de citar el artículo 2073.
Igualmente, la conmutatividad conduce a la regla del equilibrio en las prestaciones,
que significa que en el intercambio de bienes y de servicios debe guardarse el
mayor equilibrio posible entre los bienes y servicios que son objeto de trueque (Diez-
Picazo, 1996). El Código Civil nicaragüense se inclina por el equilibrio en las
prestaciones al establecer en su art. 2505 que “cuando absolutamente fuere
imposible resolver las dudas por las reglas establecidas en los artículos
precedentes, si aquellas recaen sobre circunstancias accidentales del contrato, y
éste fuere gratuito, se resolverán en favor de la menor transmisión de derechos e
intereses. Si el contrato fuere oneroso, la duda se resolverá en favor de la mayor
reciprocidad de intereses.”
Creemos posible aplicar todo lo dicho antes, a efecto de que no se produzca la
situación jurídica injusta en que consiste el despojo del bien hipotecado cuando la
deuda se ha visto reducida exponencialmente y el deudor ha observado un
comportamiento de prestación correcta de acuerdo al contrato.
2.2 La buena fe y la moralización de las relaciones económicas
Otro aspecto del orden público económico que se podría proponer como aplicable a
casos de rigidez en la indivisibilidad del derecho de hipoteca es el principio de buena
fe. La buena fe expresa, desde la perspectiva eminentemente jurídica, se halla
referida a la confianza o la esperanza en una actuación correcta de otro. El principio
de obrar con buena fe significa que los derechos subjetivos de naturaleza
económica, tienen que ser ejercitados de acuerdo con la buena fe y que las
obligaciones tienen que ser cumplidas también de buena fe. (Díez-Picazo, 1996). El
Código Civil nicaragüense no es ajeno a este principio, y establece sanciones a la
mala fe, a lo largo de sus disposiciones, lo cual implica que la buena fe es un
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principio aceptado por este ordenamiento jurídico. Y en el art. 1762 C., establece
que la buena fe se presume siempre hasta demostrar lo contrario. Aunque esta
última disposición se refiere a la figura de la posesión, es aplicable al resto del
ordenamiento.
A propósito de su aplicación ius privatista, se dice (Díez-Picazo, 1996) que desde la
segunda década del siglo XX, surge una corriente de pensamiento dentro del
Derecho privado que propugna por la buena fe y la moralización en los negocios
jurídicos, con el fin de impedir resultados que de otra manera se consideran
contrarios a los postulados de la justicia. Si junto a ello se considera que en el
ordenamiento civil vigente en Nicaragua, la moral es un límite de la autonomía de la
voluntad porque la ley la establece como tal, entonces, se puede afirmar, que
poniendo en práctica la buena fe como elemento del orden público económico es
posible paliar los mentados injustos efectos de la indivisibilidad a través de: una
interpretación pro debitore, o a través de la posibilidad de renegociación –uso de la
autonomía privada- de la deuda, en tanto cambia el sino económico del deudor.
De tal manera que, recurriendo a los postulados del orden público económico, no es
posible mantener la idea de la indivisibilidad absoluta de la hipoteca para el
supuesto de adjudicación del bien hipotecado a favor del acreedor y por un saldo
muy inferior del adeudo original; en ese caso y cualquier otro que represente un acto
contrario al sentido de lo justo, para que se cumpla efectivamente el principio de
justicia y equidad.
Las ideas expuestas en los dos últimos acápites, se ven respaldadas por las
reflexiones que hace Pizarro Wilson25 (2009), quien afirma que es aconsejable
limitar la indivisibilidad de las garantías reales por las siguientes razones:
a) Porque afecta al deudor que pudo haber pagado una buena parte de su
deuda, pero la garantía sigue incólume, igual que cuando aquélla fue
inicialmente contraída.
25Pizarro Wilson (2009), explica que el carácter indivisible de las garantías reales no pertenece a lanaturaleza de ellas, sino que es un artificio históricamente añadido, una idea impulsada primero porel Pretor romano, luego por la interpretación de los juristas y por último por su positivización en elDerecho francés, con el interés práctico de extender la indivisibilidad a ciertas figuras que sonderechos reales, a pesar de que ese mismo ordenamiento admite limitaciones a tal indivisibilidad.
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b) Porque afecta a aquel que debe sólo una porción del total original de la
deuda, por ejemplo, el heredero del deudor, aunque pague toda su cuota, que
es lo único que debe, puede sufrir la ejecución del bien dado en garantía que
hubo de serle adjudicado, si sus coherederos no pagan las suyas, así que
ese bien resulta obligado por deudas ajenas sin su consentimiento.
c) Porque la indivisibilidad, al prolongar la vigencia total de las garantías reales
por deudas que pudieron haber disminuido merced a los pagos parciales, de
hecho inmoviliza artificialmente la circulación de los bienes y origina
dificultades evidentes para su adquisición por terceros.
d) Y porque se presta a abusos por parte de los acreedores. El que lo sea de
una fracción pequeña restante de la deuda original y es titular de una garantía
real sobre varias fincas, podría escoger el más valioso para emprender en él
la ejecución, cuando hubiera sido suficiente uno menos valioso.
De lo dicho hasta aquí en este apartado, se evidencia que existen suficientes
razones para propugnar por una interpretación de la indivisibilidad de la hipoteca,
más adecuada y más acorde con las circunstancias sociales y económicas, tanto
nacionales como internacionales.
V. Conclusiones
1. El ordenamiento jurídico nicaragüense es un sistema lógico formal cuya utilidad
es la organización de las normas, principios y conceptos que disciplinan o regulan
las relaciones humanas que se suscitan dentro del territorio del Estado de
Nicaragua. Como tal sistema presenta las características de unidad, exigencia de
plenitud, necesidad de coherencia e interrelación con otros ordenamientos, todo lo
cual implica que en algún momento dado se detecten en él alguna de las
exuberancias estudiadas.
2. En caso de infracción a la norma constitucional, el ordenamiento jurídico instituye
el Recurso de Inconstitucionalidad y el control difuso para casos concretos, con el fin
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de expulsar de su sistema a aquellas normas que se opongan a la Constitución y de
esa manera recobrar su carácter unitario.
3. En relación a los problemas de plenitud por deficiencias o lagunas, la legislación
civil nicaragüense ordena a los tribunales y jueces aplicar las fuentes del derecho
civil.
4. Para la solución de las antinomias, el ordenamiento jurídico establece los
siguientes criterios de solución: jerárquico, cronológico y de especialidad; además,
faculta a los jueces y tribunales para realizar interpretaciones que concilien aquellas
normas, en apariencia o realmente incompatibles, para conservarlas en el sistema a
ambas, pues no es atribución de los órganos jurisdiccionales realizar abrogaciones.
5. La legislación nacional, considera la hipoteca como un derecho real de
vinculación y realización de valor, que cumple la función de garantía, accesoria,
indivisible, de constitución registral, que recae sobre inmuebles gravados adherente
o inseparable, recae sobre bienes enajenables y no exige desplazamiento del bien
hipotecado.
6. El carácter indivisible de la hipoteca recae sobre su función garantizadora, es
decir sobre la causa de dicho contrato, que permanece inalterable desde el
momento en que nace la hipoteca hasta el pago total de la obligación principal que
garantiza.
7. Entre los artículos 3776 y 3785 C., no existe redundancia o tautología porque los
supuestos regulados en dichas normas son diferentes;
8. Tampoco existe antinomia en dichas normas, sino una redacción poco clara que
ocasiona una apariencia de antinomia, pero que es superable con una interpretación
contextual del art. 3785 C., con lo que se logra armonizarlas tanto en su
individualidad como en su conjunto.
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9. Tampoco existe laguna jurídica entre los artículos estudiados porque con la
interpretación que se hizo a ellos, el juez no necesita recurrir a las fuentes del
Derecho civil para dar solución a los casos expresamente regulados en cada una, ya
que ellas mismas son suficientes para que el juez solucione controversias relativas a
la divisibilidad e indivisibilidad de la hipoteca, entre acreedor y deudor hipotecarios.
10. La indivisibilidad de la hipoteca debe ser interpretada recurriendo a los
postulados del orden público económico para adoptar criterios menos rígidos que
incluyan el sentido de lo justo y lo equitativo, procurando adecuarla a las
circunstancias económicas actuales, en las que los cambios bruscos e inesperados
afectan la estabilidad económica tanto de los individuos como de los grupos
sociales.
11. También es necesario hacer una reforma a la indivisibilidad de la hipoteca,
adoptando el principio de proporcionalidad en las garantías, a fin de dotar de
seguridad jurídica tanto a las partes como a terceros, sin afectar los intereses de
ninguno de ellos ni inmovilizar artificialmente la circulación de los bienes y
finalmente para eliminar los abusos de los acreedores.
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Reforma Parcial a la Constitución Política de la República de Nicaragua; Leynúmero 490, Ley que reforma parcialmente el artículo 138, inciso 12constitucional; Ley No. 520, Ley de Reforma Parcial a la Constitución Política;Ley No. 521, Ley de Reforma Parcial al artículo 140 de la ConstituciónPolítica de la República de Nicaragua y Ley No. 527, Ley de reforma parcial ala Constitución Política, texto oficial publicada por la Asamblea Nacional en LaGaceta, diario oficial número 176, publicada el 16 de septiembre de 2010.
Código Civil de la República de Nicaragua (1904).
Código de Comercio de Nicaragua, aprobado el 24 de abril de 1914 y publicadoen La Gaceta, diario oficial, número 248, del 30 de octubre de 1916.
Código de Procedimiento Civil de la República de Nicaragua (1906)
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